+q9meses digital nº28 sylvie riesco

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SYLVIE RIESCO [email protected] mbarazada de 35 semanas, me paseaba el otro día por un supermercado y no pude más que ponerme en la piel de una mamá Eprimeriza que intenta hacer su maletita para el hospital con una lista tachando todos los enseres que se le presuponen. Estanterías y pasillos repletos de productos, a cual más vistoso y con la publicidad que le avala como “indispensable”, por supuesto. Unas sentirán ilusión supongo al llenar esa cesta con todo tipo de artilugio, otras agobio al pensar que seguramente les falte algo. En mi caso, al haber tenido otro bebé, me siento liberada al cuestionar esta dependencia creada en la sociedad y concluir que prácticamente nada es necesario. Voy directa a por unos pañales y dos o tres sujetadores de lactancia que sean cómodos. Pero mientras llego al final de la sección (cual laberinto confieso que me siento aturullada entre tanto objeto), me topo con “EL” producto estrella: la leche artificial en decenas de marcas, números y composiciones. Éste sí que no es un artículo más. Éste viene con una publicidad que la equipara y compara al resto de sus compañeras pero a modo de salvoconducto reconoce que no hay ninguna como la leche materna. Y entonces, pienso en lo que para mí ha supuesto la lactancia materna con mi primera hija y me doy cuenta de que con estos pañales, toda la ilusión del mundo y mi pecho ya lo tengo todo para recibir a la segunda IMPAGABLE NÉCTAR www.lamagiadelaleche.es Revista Digital +Q9meses 16

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SYLVIE [email protected]

mbarazada de 35 semanas, me paseaba el otro día por un supermercado y no pude más que ponerme en la piel de una mamá Eprimeriza que intenta hacer su maletita para el hospital con una lista

tachando todos los enseres que se le presuponen. Estanterías y pasillos repletos de productos, a cual más vistoso y con la publicidad que le avala como “indispensable”, por supuesto. Unas sentirán ilusión supongo al llenar esa cesta con todo tipo de artilugio, otras agobio al pensar que seguramente les falte algo. En mi caso, al haber tenido otro bebé, me siento liberada al cuestionar esta dependencia creada en la sociedad y concluir que prácticamente nada es necesario. Voy directa a por unos pañales y dos o tres sujetadores de lactancia que sean cómodos.

Pero mientras llego al final de la sección (cual laberinto confieso que me siento aturullada entre tanto objeto), me topo con “EL” producto estrella: la leche artificial en decenas de marcas, números y composiciones. Éste sí que no es un artículo más. Éste viene con una publicidad que la equipara y compara al resto de sus compañeras pero a modo de salvoconducto reconoce que no hay ninguna como la leche materna. Y entonces, pienso en lo que para mí ha supuesto la lactancia materna con mi primera hija y me doy cuenta de que con estos pañales, toda la ilusión del mundo y mi pecho ya lo tengo todo para recibir a la segunda

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Sí, su leche es lo más importante.

¿será la oxitocina? ¿Será la ilusión? ¿Será por haberla invocado?

Digamos que si dejamos fluir el líquido de la bolsa amniótica, éste nos recuerda la unión de dos mundos: el interior y el exterior: el interior donde ella se encuentra y el exterior donde la esperamos.

Ese líquido nos recuerda que cuando el dique se rompa, mojará de vida (nueva) nuestra tierra y entonces se producirá el intercambio de fluidos: la leche comenzará a manar, de dentro hacia fuera también. No nos engañemos. Eso no ocurrirá de manera inmediata: hay que dejar fluir, ser paciente y dejarse empapar. Unas horas antes de que mi pequeña esté en mis brazos, sólo hablar de ella ha mojado mi pecho….

No es una leche blanca…es un agua de color transparente. “Claro”, me digo, “es el intercambio de fluidos: agua de agua, el agua que pierdo de su bolsa anuncia la transición de una etapa a otra, el paso de una vida intrauterina a una vida fuera, y mi pecho comienza a generar el líquido que la nutrirá fuera”.

Poco a poco, con confianza, con paciencia y estando bien asesorada, la mujer que ha parido comienza a segregar el calostro amarillo fuente de proteínas, ése que debiéramos tratar como el maná de los dioses, cual néctar y ambrosía. El bebé recién nacido abre su boca buscando esas gotas, a veces escasas en cantidad, pero tan ricas en defensas y anticuerpos, por no hablar del vínculo que se (re)establece entre madre y cría. Y de ese color intenso en unos días nuestra leche pasará a ser blanca, lista para comenzar a

darle color a lo que aún es un cuadro por dibujar y colorear: tu aventura de mamá y bebé lactante.

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Tras dos años de lactancia con mi primera hija, con lo que esa leche ha emanado y creado (inmunidad, protección, alimentación, lazo, entre otros), no puedo más que volver a visionar esos pasillos del supermercado en mi cabeza y preguntarme qué precio debiera pagar una madre por una leche en el mercado que está siempre ahí, donde tú estés, a la temperatura ideal, que no se te olvida, que altera su composición a medida que tu bebé va creciendo con el fin de adecuarse a sus necesidades, cuya versatilidad la convierte en nutrientes que favorecen el desarrollo intelectual de tu criatura, que ayuda al desarrollo de su sistema nervioso central, evita a la larga enfermedades cardiovasculares pero también tiene la capacidad de calmar el miedo, el cansancio, proporcionándoos unión y calor.

Más aún, ¿por qué no decirlo? La leche materna te protege a ti también, mamá, desde el momento en que das a luz (pues recuerda que cuando tu bebé succiona, se producen unas contracciones uterinas que reducen los riesgos de hemorragia) hasta de futuras enfermedades como la diabetes, la osteoporosis o el cáncer de mama y ovarios.

No habría forma de pagar algo así…creo que precisamente por eso no existe ahí fuera en el mercado. “Sólo” está en cada una de nosotras, en nuestro cuerpo, a la altura del corazón. ¿Será una mera coincidencia?

Sylvie Riesco Bernier Autora del libro La Magia de la Leche. Historias de amor con mucho sabor

Miembro del grupo de apoyo a la lactancia LACTARD

Grupo Lactard