¿quÉ nos dejÓ la revoluciÓn mexicana? · qué duda cabe, entonces, que la revolución mexicana...
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¿QUÉ NOS DEJÓ LA REVOLUCIÓN MEXICANA?
Sandra Kuntz Ficker *
Doctora en historia de MéxicoUniversidad AutónomaMetropolitana-Xochimilco
Enrique Krauze fecha el inicio deeste "acto permanente desimulación colectiva" en 1946.con la presidencia de Alemán. Enpalabras suyas, "había cinismo ydemagogia en el proceso, perotambiim autoengano, porque nose trataba de una dictaduradesembozada sino de un sistemaque, para legitimarse. se apoderaba de la verdad, la volvíaoficial". La presidencia imperial.Ascenso y caída del sistemapolítico mexicano (1940-1996),Tusquets Editores, México, 1997,pág. 450.Apuntes interesantes para unnuevo balance se encuentran,por ejemplo, en Carlos ElizondoMayer-Serra y Benito N3CjfHernández (comps.), Lecturassobre el cambio polftico enMéxico, ooE!FCE, México, 2002;Enrique Krauze, op. cit.; LorenzoMeyer, Liberalismo autoritario.Las contradicciones del sistemapolftico mexicano, Océano,México, 1995; Jesús Silva-HerzogMarquez, El antiguo régimen y latransición en México, Planeta~
Joaquín Mortiz, 2· ed., México,1999.
INTRODUCCIÓN: LA HERENOA OCULTA DE LA REVOLUOÓN
A l término de la guerra civil que tuvo lugar en México entre noviembre de 1910
y, por poner una fecha, finales de 1916 (cuando se instaló el Congreso
Constituyente), se establecieron las bases que regirían la vida de México a lo largo
del siglo xx. la Constitución de 1917 consagró algunos de los principios fundamenta
les del nuevo entorno institucional, pero las nuevas reglas del juego se siguieron
delineando a lo largo de un ciclo que se extendió hasta 1940. Pese a los giros y
matices que vinieron después, esas bases constituyeron el marco dentro del cual se
desenvolvió la vida en México hasta las últimas décadas del siglo.
Qué duda cabe, entonces, que la Revolución mexicana tuvo una heren
cia duradera y profunda. Sin embargo, al preguntarnos por los contenidos de esa
herencia vienen a la mente las imágenes caracteristicas de la retórica oficial: el na
cionalismo revolucionario, la justicia social, el Estado rector-árbitro-protector. En suma,
la autoconciencia acritica y complaciente del régimen surgido de la revolución. En
algunos momentos estas imágenes encontraron correspondencia con los hechos: las
expropiaciones, las movilizaciones obreras y campesinas, la reforma agraria. A
partir de cierto punto, sin embargo, aparecieron como discurso legitimador de un
régimen autoritario y excluyente.'
los verdaderos contenidos del legado revolucionario se han mantenido
por un largo tiempo como un misterio que apenas se empieza a develar. En algunos
casos se han mezclado con la herencia ideológica, dejándonos con imágenes que
combinan en grados diversos verdad y falsedad histórica. En otros han sido arropa
dos con una carga emocional que nos hace ver como positivo y loable algo que de
otra manera juzgariamos más severamente, o que encontrariamos francamente
inaceptable. En otros más, aquellos contenidos han sido suplantados por la historia
oficial, de manera que lo que consideramos como un rasgo caracteristico del México
surgido de la revolución simplemente nunca estuvo allí.
En las últimas décadas, la imagen congelada de la Revolución mexicana
ha empezado a modificarse rápidamente dentro del ámbito académico; sin embar
go, el trabajo especializado de investigación se traduce muy lentamente en nuevas
sintesis interpretativas, y tarda aún más en difundirse en circulos más amplios.' Se
produce entonces un creciente alejamiento entre el saber de los especialistas y la
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percepción más comúnmente compartida acerca
del pasado histórico. Tal brecha se zanja aún más
lentamente si, incluso en la era "POSPR''', las agen
cias gubernamentales definen los contenidos
indispensables de la historia nacional y vigilan que
los libros de secundaria y preparatoria se ciñan
a programas elaborados hace más de 20 años.
La revaloración del significado his
tórico de la revolución implicará un reacomodo
de nuestro saber histórico en general, en el que
los personajes, sucesos y procesos del pasado ad
quirirán probablemente tonos y colores distintos
e inesperados. Es claro, por ejemplo, que la ima
gen oficial de la Revolución mexicana se cons
truyó de la mano de la leyenda negra del porfiriato. Algunos de sus componentes
son, de hecho, correlato necesario de los rasgos que, se supone, caracterizaron a
aquel régimen: el nacionalismo revolucionario se presentó como el antidoto preciso
contra el presunto entreguismo de Diaz frente al exterior; el compromiso social se
opuso a la indiferencia porfirlsta frente a las desigualdades cada vez más visibles; la
democracia se alzó como bandera contra la dictadura. Es indudable, entonces, que
al cuestionar los contenidos y alcances del legado revolucionario se pone en duda
también el credo antiporfirista, tan caro a la que fuera la conciencia oficial.
Aunque la nueva sintesis interpretativa sobre lo que fue y lo que no
fue la Revolución mexicana y acerca de su legado histórico está aún por hacerse,
vale la pena repasar brevemente algunas de las cosas que van quedando claras
gracias a las investigaciones, los debates y la apertura ideológica de los últimos
años. Veamos, con la brevedad que exige este ensayo, cuál fue el impacto de la
revolución en los ámbitos económico, institucional, social y político de México en
el siglo xx.
LA ECONOMIA
Las viejas visiones acerca del impacto económico de la revolución difundian la idea
de un caos total de la actividad económica, una gran destrucción y la expulsión o
huida de los hacendados y empresarios aliados del régimen porfirista. En algunos
casos ésta era una visión interesada, que intentaba fundar la idea de que la revolución
representaba el fin de todos los vicios (supuestos o reales) del porfiriato y un nuevo
comienzo. Suponla que por obra de la guerra se habia roto con ei modelo de creci
miento económico, con las relaciones desventajosas frente al exterior y con las clases
sociales que sustentaban a ambos.
2A\NoViembre 2002. UNIVERSIDAD DE MÉXICO
Foto: A6I
3 la primera critica frontal a lasimágenes de caos y destrucciónmaterial fue la de John Womad:Jr., "la economía de Méxicodurante la Revolución, 19101920: historiografia y análisis-,Argumentos, núm. 1, junio de1987. págs. 9-42. (El articuloapareció por primera vez enMarxist Perspectives, invierno de1978).
4 Para un "recuento de los danosvívido y cuidadoso véase AlanKnight, The Mexican RevoJution.2 volúmenes, Lincoln andLandan, University of Nebr.Press, 1986. passim.
5 El único ana lisis sistematico delimpacto de la inestabilidadpolítica sobre el crecimientoeconómico que toma comoestudio de caso a la Revoluciónmexicana es el de Stephen H.Haber, Armando Raza y NoelMaurer, The Political Economy ofInstability: Politicallnstitutionsand Economic Performance inRevolutionary Mexico, depróxima publicación.
6 Por ejemplo, como resultadotanto de la guerra civil en Mex!;."z.¡como de la Primera GuerraMundial en Europa, durante ladécada de 1910 se acentuó lapresencia de Estados Unidoscomo socio dominante deMéxico. Asimismo, hacia el finólde la década, y sobre todo en el
primer lustro de los años veint~.
la canasta exportadora deMéxico, que se había caracteriz.'do por una notable diversifica·ción durante el porfiriato, seempobreció hasta depender [':lSI
enteramente del petróleo.Sandra Kuntz Ficker, "El comr· ...r.ioexterior durante la décadarevolucionaria; un acercamien:opreliminar", Politica y Cultura,núm. 16, otoño 2001. pags. 2.:'~;
273, y de la misma autora, "Tr.:,Mexican Revolution ExportBoom: Characteristics andContributing Faetors", depróxima publicación.
7 De hecho,la economía meX".,Claera mucho más abierta en lñdécada de 1920 que en mOf11entoalguno del porfiriato.Según algunas estimaciones, f'¡comercio exterior represento 30por ciento del PlB en 1910, peroalcanzó 48 por dento de él en1928. John Coatsworth, Losorfgenes del atraso. Nueveensayos de historia económica deMéxico en los siglos XVIII y XIX,
Alianza Editorial Mexicana,México, 1990, pág. 143; VictorBulmer·Thomas, The EconomicHistory of Latin America Since/ndependence, CambridgeUniversity Press, Cambridge,1994. pág. 195.
8 Enrique Cárdenas, La haciendapública y la política económica,1929-1958, FC[, México, 1994,capítulos I y 11.
Nada más lejos de la realidad.' Ciertamente, la revolución hizo sentir su
impacto inmediato de desorden y caos en los escenarios de la guerra, ahí donde tenian
lugar hechos de armas o donde algún ejército imponía temporalmente su dominio.
Pero, por su misma naturaleza, este impacto no se extendió simultáneamente a todo
el pais, y sus efectos no fueron particularmente duraderos. Esto último puede explicarse
porque la guerra civil no impuso una destrucción severa del aparato productivo:
los revolucionarios descubrieron tempranamente que era más redituable someter las
actividades productivas a la lógica y las necesidades de la guerra (cobrando impuestos
forzosos, administrando las empresas privadas o confiscando parte de su producción)
que acabar con ellas. Hubo, por supuesto, excepciones, como las protagonizadas por
los villistas en las horas de ira de su dirigente. El efecto directo más notable de la
revolución en el corto plazo fue la fragmentación del mercado nacional, resultado
de dos fenómenos directamente asociados con el estado de guerra civil: la quiebra del
sistema monetario nacional y la disrupción de la red ferroviaria. Ambos fenómenos
provocaron situaciones de escasez, inflación rampante e incluso hambre en puntos
localizados y momentos especificos del conflicto' Pero, en términos generales, la guerra
no destruyó una gran cantidad de activos fisicos, lo cual explica la pronta reactivación
de la economia al final del conflicto.'
Más importante aún es destacar que la Revolución mexicana no ímplicó el
abandono del modelo de crecimiento que se habia desarrollado con éxito durante
el porfiriato, sino que lo acentuó y hasta podria decirse que exacerbó sus aspectos más
negativos' El llamado "crecimiento hacia afuera" continuó definiendo a la economia
mexicana hasta que un fenómeno de carácter externo, la crisis económica internacional
de 1929, le puso un fin abrupto, aquí y en otras partes del mundo.' El tránsito hacia el
crecimiento hacia adentro y la industrialización por sustitución de importaciones tuvo
lugar en parte como resultado del nuevo entorno internacional que se desarrolló· a
partir de la década de 1930, mucho más cerrado y protegido, y en parte como
consecuencia de los esfuerzos de recuperación frente a la crisis, que llevaron al gobierno
a proteger la industria y fortalecer el mercado interno' Pero esto no constituye una
peculiaridad del proceso mexicano de desarrollo que pueda atribuirse a la revolución.
Bajo distintos ropajes, estos y otros rasgos, como el intervencionismo estatal y las
politicas asistenciales, marcaron el espiritu de la época, desde el Estado de bienestar
estadunidense y los populismos latinoamericanos hasta los fascismos europeos.
En fin, tampoco puede sostenerse la idea de que la revolución hubiera
liquidado a la antigua burguesia porfirista en cuanto clase social. Los propietarios de
tierras perdieron, ciertamente, su antigua influencia politica, y tarde o temprano fueron
afectados por las politicas de reparto agrario. Pero ni la clase empresaríal nativa ni los
inversionistas extranjeros cedieron el papel que ocupaban en la economia mexicana.
La industria y la mayor parte de las compañías extranjeras continuaron operando bajo
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el control de sus propietarios en el periodo posrevolucionario.' Tuvieron que someter
se, eso sí, a nuevas reglas del juego, que marcaron el fin de la visión liberal del Estado
que se había difundido trabajosamente en la segunda mitad del siglo XIX.
LAs INSTITUCIONES
El mayor impacto de la revolución sobre la economía fue indirecto y se ejerció en el
mediano y largo plazo: no tuvo lugar por la via de la destrucción fisica, sino de la
creación de instituciones que fueron delineando el perfil de los distintos actores y
sus atribuciones, y por esas vías, trazando las rutas del desarrollo económico y social
del país. En este sentido, algunos de los cambios fundamentales tuvieron lugar en
la definición de los derechos de propiedad y del papel del Estado en la economia.
Uno de los legados más perdurables de la Revolución mexicana es una
vaga definición de los derechos de propíedad privada. El articulo 27 de la Constitu
ción de 1917 establece la posibilidad de expropiación bajo la única condición de que
se realice por causa de "utilidad pública". Al mismo tiempo, sujeta la propiedad
privada a las "modalidades que dicte el interés públíco". Significativamente, en
ninguno de los dos casos define qué se entiende por estos conceptos. En últíma
instancia, estas prescripciones implican "que el gobíerno puede violar, constitucio
nalmente, los derechos prívados de propiedad, por lo que el riesgo expropiatorio
para la inversión privada es relatívamente alto"." Asimismo, al establecer que "la
nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las
modalidades que dicte el interés público", la Constitución preserva un amplio margen
de ambigüedad acerca del papel del Estado y de los Iímítes de su acción y su
intervención en la economía."
El artículo 27 de la Constítución aborda también el tema de la propie
dad agraria, planteando no sólo la necesidad de restituir las tierras a sus propieta
rios originales, sino la de dotar de tierras a quienes carecieran de ellas, para lo cual
se les tomaría "de ias propiedades inmediatas". El mismo artículo prohíbe la partici
pación de sociedades mercantiles en la propiedad o administración de las fincas
rurales, imponiendo una barrera absoluta de entrada contra un actor económico
central y, consecuentemente, limitando la inversión disponible. En conjunto, las dis
posiciones constitucionales que normaron el reparto agrario fomentaron la atomi
zación de la propiedad de la tierra, obstaculizaron la explotación comercial de la
agricultura y, por ambos caminos, frenaron severamente la adopción de técnicas
modernas y el logro de economías de escala en la agricultura. Como veremos, ello
actuó no sólo como un poderoso factor de retraso del sector agrícola, sino también
de rezago social de la población rural."
Estas prescripciones constítucionales, y las leyes que las complemen
taron y les dieron aplicabilidad en las décadas siguientes, crearon un entorno
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9 Stephen H. Haber, Industria ysubdesarrollo. La industrialización de México, 1890-1940,Alianza Editorial, México, 1992.
10 Isaac M. Katz. La Constitud6ny!ldesarroJJo económico de México,Cal y Arena, México, 1999, págs.204·205. Continúa el autor: "laexistencia de este riesgo tiene elefecto de inhibir el ahorro y lapropia inversión que pudierarealizar el sector privado. lo queva en detrimento del desarrolloeconómico" .
11 Carlos Elizondo Mayer-Serra,"El Estado mexicano después desu reforma". en Elizondo y Nacif(comps.'. op. cit., pág. 152. Essignificativo que, pese a loscambios recientes en la legislación, "el Estado mexicano retieneuna reserva de poder legal parapotencialmente limitar, de mododiscrecional, los derechos depropiedad". Ello puede explicarseen parte porque, como el propioautor asienta, "derechos depropiedad bien definidosparecieran ser el resultado de ladistribución de poder en unasociedad. Esos derechos nosurgen en un vacío histórico".Ibid.. págs. 161. 164.
12 1. M. Katz. op. cit., págs. 213-221.
institucional relativamente desfavorable a la in
versión y la iniciativa privada, que tuvo su contra
parte en el fortalecimiento politico y económico
del Estado. Esto no contradice el hecho de que la
empresa privada floreciera en el México posrevo
lucionario, sino que permite explicar cómo creció,
en qué sectores, bajo qué condiciones, a partir de
qué tipo de relación con el supremo dador. Pese
a un marco institucional poco propicio, la alianza
con el empresariado fue posible porque el Estado
ofreció, a cambio de la aceptación incondicional
de su nuevo papel, una intervención protectora
y el control sobre el movimiento obrero.
LA SOCIEDAD
El marco institucional contenido en la Constitución de 1917 encuentra su razón de
ser en dos de los postulados centrales de la Revolución mexicana: el nacionalismo y
el compromiso social. En nombre de ambos se fomentó el crecimiento del aparato
y las funciones del gobierno, asi como los ámbitos de su intervención directa. Parece
indudable que el gobierno y el régimen politico se vieron fortalecidos por este desen
volvimiento, aunque cabria preguntarse hasta qué punto éste fortaleció a la nación
y aumentó su potencial de desarrollo. De entrada, limitó los recursos externos
que pudieron haber contribuido a la inversión productiva, acrecentó las obligaciones
pecuniarias del gobierno y creó un sector de la actividad económica poco eficiente y
poco rentable que necesitaba ser subsidiado permanentemente.
La justificación última de todo ello era el supuesto beneficio social que se
derivaba de los cambios en la estructura de la propiedad y en las reglas del juego y de
la existencia de un Estado grande y protector. Los resultados, sin embargo, se encon
traron por lo general lejos de satisfacer ese propósito declarado. Independientemente
de cuáles hayan sido las intenciones de sus promotores, muchas de estas reformas
tuvieron un desenlace ambiguo: en el mejor de los casos, procuraron cierto bienestar
de corto plazo a sus beneficiarios, pero a cambio de ello otorgaron al régimen una
enorme cuota de legitimidad y capacidad de control en el largo plazo.
Veamos, por ejemplo, el caso de la reforma agraria. Las politicas de
reparto agrario y las caracteristicas que adoptó la propiedad de la tierra crearon
condiciones de extrema rigidez para el desarrollo del campo, obstaculizando la in
versión y el adelanto tecnológico y creando en el mediano plazo un inmenso sector
minifundista que, a más de ser ineficiente, mantuvo a la población rural en condicio
nes extremadamente precarias. En 1960, 90 por ciento de la tierra repartida se
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encontraba distribuida en tenencias de menos de 10 hectáreas,
minifundios mal irrigados y poco productivos que apenas
alcanzaban a abastecer las necesidades de una familia. Adi
cionalmente, debido tanto a problemas de crédito como a
indivisibilidades y economlas de escala, la modernización tec
nológica habla alcanzado solamente a las grandes unidades
agrícolas, de manera que 3.3 por ciento de ellas producia 54 por
ciento del producto agrlcola total."
Cabria suponer que éste fue un descalabro parcial en
un proyecto por lo demás exitoso de mejoramiento social. Des
pués de todo, no hay que olvidar que la agricultura se desenvolvió
en un contexto de promoción del desarrollo de la Industria, y
fue en cierta medida sacrificada en aras de esa meta. No es éste el caso, sin embargo.
Los indicadores de que se dispone acerca de la distribución del ingreso hacen pensar
que la revolución no produjo un legado duradero de auténticos beneficios sociales.
Por ejemplo, en 1950, 50 por ciento de las familias mexicanas más pobres percibla
apenas 19 por ciento del ingreso total, y este porcentaje, que parece pequeño,
disminuyó aún más en las siguientes décadas: 16.7 por ciento en 1958 y 15 por ciento
en 1969, en plena culminación del "milagro mexicano"."
Hubo, ciertamente, importantes avances en materia social: campañas
de alfabetización y vacunación, creación de una amplia área de seguridad social,
mejoras en las condiciones laborales (sobre todo de los trabajadores urbanos), entre
otros. Sin embargo, la evidencia indica que los beneficios sociales que México obtuvo
de un régimen con prosapia revolucionaria no necesariamente fueron mayores a
los que otros países derivaron de politicas menos benefactoras o, en todo caso, menos
comprometidas por un pacto revolucionario para realizar la justicia social. A fines de
los años sesenta, "el grado de desigualdad del ingreso en México [...] era mayor que
en la mayoria de los otros paises latinoamericanos." Asi, por ejemplo, en Argentina
y Brasil la mitad más pobre de la población recibla 20 por ciento del ingreso total,
frente a 1Spor ciento que hemos consignado en el caso de México." La comparación
podría llevarse más adelante en el tiempo, aunque la pertinencia de hacerlo depen
de del alcance cronológico que se quiera atribuir al régimen surgido de la Revolu
ción mexicana. Como esto es materia de discusión, apuntemos tan sólo un dato
significativo: a fines de los años setenta, 32 por ciento de la población rural
se encontraba en situación de indigencia, lo que colocaba a México en condiciones
peores que las de Guatemala o Bolivia, por sólo mencionar a dos de los países
más pobres del continente." Es ciertamente discutible que esto pueda atribuirse a
los efectos de la revolución, pero al menos consentiremos en que no se puede culpar
de ello al modelo neollberal.
28 Noviembre 2002 • UNIVERSIDAD DE MEXICO
Foto: AGN
13 Roger D. Hansen. The Pofitics ofMexican Development, The JohnsHopkins Unillersity Press.Baltimore y Londres, 1974, págs.78-S0. Por lo demás, el dudosoéxito del proyecto agrario de larevolución no es un hallazgoreciente, aunque se le callara portanto tiempo. Ya a fines de losaños cuarenta Cosío Villegas loexpresaba así: "...podría decirseque en un principio la reformaagraria se justificaba socialmenteen términos de dar al campesinoel derecho y la satisfacción de serun propietario. Sin embargo, enel largo plazo sólo podía mantenerse por el hecho probado deque la recompensa del campesino-propietario fuera mayor queaquélla del campesino asalariado.y para ello era imperativo que lanueva agricultura fuera másrentable que la vieja, y esto, a suvez, requería una mejor utilización de los elementos deproducción (... ) La verdad es quesu situación (de la reformaagraria] no podría ser peor.....Daniel Coslo Villegas, "Mexico'sCrisis", en Stanley R. Ross (ed.), 15the Mexican Revolution Dead?,Alfred A. Knopf, New York,1966, pág. 80 (traducción propia).la versión original de esteartículo se publicó en 1947 enCuadernos Americanos, XXXII.
14 James W. Wilkíe, La Revoluciónmexicana. Gasto federal y cambiosocial, FCE, México, 1987, pág.542.
15 Hansen, op. cit., pág. 74.
Eduardo S, Bustelo, "Hood Rabin:Ajuste y equidad en Américalatina", en Félix Bombarolo yHorado E, Caride {comps.},Pobreza y modelos de desarrolloen América latina, Ed'cionesFicong IEconomic DevelopmentInstitute of the World Bank,Buenos Aires, 1994, pags. 49-82,cuadro 2.
17 Acerca de la "ideología de lasindustrializaciones tardras" véaseel ensayo clásico de AtexanderGerschenkron, "El atrasoeconómico en su perspectivahistórica", en Atraso económico eindustrialización, Arie!, Barcelona, 1970, págs, 36-41 Por lodemás, tanto los regimenespopulistas como los fascistasconstruyeron ideologfas quecanalizaban las ideologías de lasociedad en favor d~! engrande~
cimiento nacional.18 En palabras de Rogel Bartra: "El
Gobierno de la 'revolucióninstitucionalizada' apoyaba sulegitimidad en una extrañagestación populista de formas nocapitalistas de organización: unaserie de reformas estImulaba laexpansión de 'tercer.;:> fuerzas'rurales y urbanas, qlll' formab~nla sólida base del régimenautoritario. En suma, surgió loque alguna vez se ha :Jamado un'poder despótico moderno' [... ]que no era un régimen fascista ni~n poder represivo de excepción,SinO un Gobierno estable basadoen un aparato mediador nodemocrático capaz de proteger elproceso económico de laspeligrosas sacudidas de unaSociedad que albergaba todavíacontradicciones de naturaleza noespecíficamente moderna".Roger Bartra, "La condiciónp~smexicana", Nueva Revista,nUmo 81, mayo-junio 2002, pág. 22.
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LA POlITICA
Con todo, las políticas que produjeron las expropiaciones, el reparto agrario, la pro
tección a la industria y las mejoras sociales (como salud y educación) beneficiaron en
lo inmediato a amplios sectores de la población, y generaron una sólida legitímidad
alrededor del régimen político y del camino que seguia el desarrollo nacional. Esta
legitimidad fue cabalmente aprovechada por la élite gobernante, que se apresuró a
cooptar, controlar y a la postre manipular el movimiento popular y a los grupos
favorecidos por las políticas de protección. En este sentido, México gozó por déca
das de una ventaja indiscutible: la de una ideología poderosa que movilizaba a la
sociedad en pos de los objetivos del Estado, en el entendido de que éstos eran
legítímos, posibles y deseables." Esta ideologia contribuyó al éxíto del proyecto
índustrializador, pero también a la estabilidad y larga supervivencia del régimen
dentro de un sistema político autoritario"
El otro gran logro de la Revolución mexicana fue la creación de un me
canismo institucionalizado para dirimir las diferencias entre los aspirantes al poder y
para producir la transmisión de éste por vías relativamente pacificas: el partido
oficial." Este rasgo, y no el presidencialismo, fue la gran innovación introducida por
el régimen surgido de la revolución. Ya el porfiriato fue un régimen centrado en la
figura del presidente, pero sólo en el ejercicio de los poderes partidistas el jefe
del Ejecutivo logró la concentración del poder que caracterizaría al sistema político
mexicano en el siglo xx." Seguramente habría designaciones más precisas para
este sistema, pero la más ingeniosa fue acuñada por Cosio Vi Ilegas hace SO años:
porfirismo colectivo.Lo que la revolución no alcanzó a producir fue un sistema político demo
crático. Sus aspiraciones democráticas murieron acaso con Madero en febrero de
1913. A partir de entonces, las prioridades de los líderes revolucionarios y de los
dirigentes políticos que los sucedieron fueron las del fortalecimiento de su autoridad,
de su aparato de gobierno y ulteriormente del régimen, no la creación de condi
ciones para la participación electoral y la alternancia en el poder, o de mecanismos
para la rendición de cuentas por parte de los gobernantes, o la difusión de una
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cultura democrática. Dentro del propio gobierno, la vigencia del Estado
de derecho, la separación de poderes o la aplicación irrestricta de la ley
fueron por décadas mucho menos importantes que el cumplimiento de
la voluntad presidencial, la reproducción de las relaciones c1ientelares o
el control corporativo de las organizaciones sociales." Como bien dice
Krauze, "los revolucionarios no se desvelaban por ello: la legitimidad del
nuevo Estado no provenia de las urnas de la democracia sino de las le
gendarias balas de la revolución"."
CONCLUSIONES
Nadie podria negar la significación histórica de la Revolución mexicana.
Como movimiento de masas, agitó vigorosamente las aguas tranquilas
del porfiriato y arrastró al primer plano de la escena nacional a actores
que habian permanecido por lo general silenciosos o habian sido acalla
dos por ese régimen. El estruendo inicial se extendió a vastas zonas del
país, cambió la vida de millones de personas y se prolongó por al menos
seis años. Sacudidas menores se siguieron produciendo hasta la década
de 1930. Sus ecos históricos se escucharon en todos los ámbitos a lo largo del
siglo xx. Lo que se discute, entonces, es el tipo de consecuencias que la gesta revolu
cionaria tuvo, en el corto y en el largo plazo, para el pais; la forma en que moldeó
su desarrollo y eventualmente lo "desvió" de la vía que de otra manera hubiera
seguido. Es en este terreno donde la historia oficial encubrió, mitificó o negó parte
de la historia real.
No hace falta una excesiva severidad para concluir que la revolución no
llegó a cumplir sus compromisos históricos fundamentales. Pero éste no parece ser
un juicio bien ponderado. Puede ser que la revolución haya incumplido sus prome
sas por el simple hecho de que no está en la naturaleza de las revoluciones honrar su
palabra. Como muestra la experiencia del siglo xx, ninguno de los grandes movi
mientos sociales de carácter revolucionario estuvo a la altura de las expectativas que
generó." Las grandes transformaciones del mundo en los últimos cien años se
dieron por lo general en forma más modesta, en el terreno de lo -aparentemente
pequeño: la democratización progresiva del poder politico, la conquista acumulativa
de libertades y derechos, la evolución en las instituciones. Tal vez el problema
radica, entonces, en que hemos sobrestimado la capacidad redentora del cambio
violento, y ésta sí es una lección que se desprende claramente de la compleja herencia
de la Revolución mexicana.•
30 Noviembre 2002. UNIVERSIDAD DE MÉXICO
19 HEI modelo más resistente deautoritarismo es el régimen departido hegemónico. Mientrasque las dictaduras personalistasrara vez sobreviven a la muertedel dirigente, los regímenes departido hegemónico lograninstitucionalizar el acceso y lasucesión en el poder [... ) Mientrasque las dictaduras personalistasson vulnerables a la movilizaciónsodal y no es extraño que acabenen revoluciones, los reglmenespartido hegemónico poseen laflexibilidad para tolerar y coopWformas diversas de participadónpolítica". Carlos Elizondo MayerSerra y Benito Nacif Hernández."La lógica del cambio polfticoenMéxico", en Elizondo y Nacif(comps.), op. cit., págs. 14·15.
20 Ibid.• págs. 20-21.21 Acerca del papel de las redes
clientela res en la reproduccióndel sistema político mexicano,véase el excelente artículo deBlanca Heredia, "EstructurapoHtica y reforma económica: elcaso de México", en Erizando yNaci! (comp,.). op. cit.. págs. 175226.
22 E. Krauze,op.cit., pág. 21.23 El tema se explora en el esplér6
do ensayo interpretativo deGabriel Tortella, La revoluciónsiglo xx, Taurus, Madrid, 2000.