qué es un texto - paul ricouer

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,. PENSAMIENTO CONTEMPOMNEO Colecci6n dirigida pot Manuel Cruz 6. T S. Kuhn, c:Que son las revoluciones cientificas? 7. M. Foucault, Tecnologias del yo 8. N. Luhmann, Sociedad y sistema: La ambici6n de Ia teoria 9. J. Rawls, Sabre las Libertadcs 10. G. Vauimo, La sociedad transparente 11. R. Rorty, El giro lingiifstico 12. G. Colli, El libra de nuestra crisis 13. K.-0. A pel, Teoria de Ia verdad y etica del discurso 14. J. Elster, Damar Ia suerte 15. ll.·G. de lo bello 16. G. E. M. Ansco;,be, Intencion 17. J, Habermas, Escritos sabre moralidady eticidad 18. T. \Y!. Adorno, Actualidad dd Ia fi/osofia 19. T. Negri, Fin de siglo · ·: . ..__20: D. Davidson, Mente, mundo y acci6n ,:._. 21.,. E. Husser!, Invitaci6n a Ia fenomenologia 22. L. Wiugenstein, Lecciones y conversaciones sabre estitica, psicologia y creencia religiosa 23. R. Carnap, Autobiogra/fa intelectual 24. N. Bobbio, Igualdad y libertad 25. G. E. Moore, Ensayos iticos 26. E. Levinas, El Tiempo y el Otro 27. W. Benjamin, La meta/isica de Ia juventud 28.: E. J linger y M. Heidegger, Ace rca del nihilismo .29.:-R. Dworkin, Etica privada e igualitarismo politico -. ·. ')0-, C, .. Taylor, La itica de Ia autenticidt;d .. · ' 3 L H. Putnam, Las mil caras del realism a ... :'M. Blanchot, El paso (no) mas alia ·. :: .. 33: ·P. Winch, Comprender una sociedad primitiva A. Koyre, Pensar Ia ciencia · J. Derrida, Ellenguaje y las instituciones /ilos6/icas . S .. Weil, Reflexiones sabre las causas de la libertad y de la opresi6n social 37. P. E Strawson, L:bertad y resentimiento 38. H. Arendt, De La historia a Ia acci6n . 39. G. Vattimo, Mas alta de Ia interpretacion · 40. W. Benjamin, Personajes alemanes 41. G. Bataille, Lo que entiendo por soberania 42. M. Foucault, De lenguaje y literatura 43. R. Koselleck y H.-G. Gadamer, Historia y hermem!utica 044. C. Geertz, Los usos de la diversidad -). 46. J.-P. Sartre, Verdad y existencia 47. A: Heller, Una revisiOn de la teorfa de las necesidades .48. A. K. Sen, Bienestar, justicia y mercado ·· 49. H. Arendt, c:Que es la politica? 50. K. R Popper, El cuerpo y la mente 51. P. F. Strawson, Ana/isis y meta/isica 52. K.Jaspers, Elproblema de Ia culpa 53. P. K. Feyerabend, Ambiguedad y armonia . 54. D. Gauthier; Egoismo, moralidad y sociedad liberal 55. R. Rorty, Pragmatismp y politica 56. P. Ricceur, Historia y narratividad 57. B .. Russell, AnaLisis filos6/ico ·' Paul Ricceur 5 Historia y narratividad Introducci6n Angel Gabilondo y Gabriel Aranzueque Ediciones Paid6s , . I.C.E .. de la Universidad Aut6noma de Barcelona i Buenos Aires - Mexico ·

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Interpretación.

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    PENSAMIENTO CONTEMPOMNEO Colecci6n dirigida pot Manuel Cruz

    6. T S. Kuhn, c:Que son las revoluciones cientificas? 7. M. Foucault, Tecnologias del yo 8. N. Luhmann, Sociedad y sistema: La ambici6n de Ia teoria 9. J. Rawls, Sabre las Libertadcs

    10. G. Vauimo, La sociedad transparente 11. R. Rorty, El giro lingiifstico 12. G. Colli, El libra de nuestra crisis 13. K.-0. A pel, Teoria de Ia verdad y etica del discurso 14. J. Elster, Damar Ia suerte 15. ll.G. G.F~'-'~'"~-=. I~ ac!'!.t(TI~"drul de lo bello 16. G. E. M. Ansco;,be, Intencion 17. J, Habermas, Escritos sabre moralidady eticidad 18. T. \Y!. Adorno, Actualidad dd Ia fi/osofia 19. T. Negri, Fin de siglo

    : . ..__20: D. Davidson, Mente, mundo y acci6n ,:._. 21.,. E. Husser!, Invitaci6n a Ia fenomenologia

    22. L. Wiugenstein, Lecciones y conversaciones sabre estitica, psicologia y creencia religiosa 23. R. Carnap, Autobiogra/fa intelectual 24. N. Bobbio, Igualdad y libertad 25. G. E. Moore, Ensayos iticos 26. E. Levinas, El Tiempo y el Otro 27. W. Benjamin, La meta/isica de Ia juventud 28.: E. J linger y M. Heidegger, Ace rca del nihilismo

    .29.:-R. Dworkin, Etica privada e igualitarismo politico -. . ')0-, C, .. Taylor, La itica de Ia autenticidt;d .. ' 3 L H. Putnam, Las mil caras del realism a

    ... :f;,~-32. :'M. Blanchot, El paso (no) mas alia . :: ~ .. 33: P. Winch, Comprender una sociedad primitiva

    A. Koyre, Pensar Ia ciencia J. Derrida, Ellenguaje y las instituciones /ilos6/icas .

    S .. Weil, Reflexiones sabre las causas de la libertad y de la opresi6n social 37. P. E Strawson, L:bertad y resentimiento 38. H. Arendt, De La historia a Ia acci6n

    . 39. G. Vattimo, Mas alta de Ia interpretacion 40. W. Benjamin, Personajes alemanes 41. G. Bataille, Lo que entiendo por soberania 42. M. Foucault, De lenguaje y literatura 43. R. Koselleck y H.-G. Gadamer, Historia y hermem!utica

    044. C. Geertz, Los usos de la diversidad -). 46. J.-P. Sartre, Verdad y existencia

    47. A: Heller, Una revisiOn de la teorfa de las necesidades . 48. A. K. Sen, Bienestar, justicia y mercado

    49. H. Arendt, c:Que es la politica? 50. K. R Popper, El cuerpo y la mente 51. P. F. Strawson, Ana/isis y meta/isica 52. K.Jaspers, Elproblema de Ia culpa 53. P. K. Feyerabend, Ambiguedad y armonia

    . 54. D. Gauthier; Egoismo, moralidad y sociedad liberal 55. R. Rorty, Pragmatismp y politica 56. P. Ricceur, Historia y narratividad 57. B .. Russell, AnaLisis filos6/ico

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    Paul Ricceur 5 Historia y narratividad

    Introducci6n d~ Angel Gabilondo y Gabriel Aranzueque

    Ediciones Paid6s , . I.C.E .. de la Universidad Aut6noma de Barcelona Barcelo~a i Buenos Aires - Mexico

  • Titulos originales: "' l. Philosophie et langage, en Revue philo'IOphique de !a France et de !'Etranger, Pa ris, Presses Universitaires de Franc!!, tom~LXVIII, n" 4, 1978, pags. 449-463. 2. Qu'est qu'un texte)>>, en Du texte ah1ction. Essair d'herrm!neutique II, Paris, Seuil, 1986,pigs. 137-159. 3. >, en Bu)1ler, P. y Habermacher, J. F., La narration. Quand !e ricit devicnt communication, Ginebra; Labor et Fides, 1998, pags. 278-300.

    Traducci6n de Gabriel Aranzueque Sahuquillo Cubierta de Mario Eskenazi

    . QUe'dan rigurosamente prohibidas, sin la autorizaci6n c:scrita de los titulares dd Copyright, bajo las sancio-nes establecidas en las leyes,la reproducciOn total o parcial de esta obra por cualquier medico procedimiemo, comprendidoda reprografia y el tratamiento informlicico, y la distribuci6n de ejemplares de ella mediante al-quiler o prestamo pUblicos.

    -,: de 1, 1978, PUF, Paris de 2, 1986, Seuil; Paris de 3-4, 1980 Editions du CNRS de 5, 1980, CEDAM, Padova de 6, 1988, Labor et Fides, Ginebra

    ' 1999 de Ia traducci6n, Gabriel Aranzueque Sahuquillo 1999 de todas las ediciones en castellano

    Ediciones Paid6s Iberica, S.A., Mariano Cubi, 92- 08021 Barcelona http://www.paidos.com e lnstituto de Ciencias de Ia Educaci6n de Ia Universidad Aut6noma de Barcelona '< 08913 Barcelona '

    . ISBN: 84-493-0676-0 Deposito legal: B. 6.555-1999

    Impreso en Novagrafjk; s:l. Puigcerda, 127 - 08019 Barcelona

    lmpreso en Espana- Printed in Spain

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    SUMARIO

    lNTRODUCCI6N, Angel Gahilondo ; C.;!,;,i,e,' r\r1."'::.:::-q;'"' Semi{>ri.a de ia historia ......... . Poetica del tiernpo Espacios de la lectura Figuras delsujeto Erotica del texto

    PROCEDENCIA DE LOS TEXTOS ..............

    BIBLIOGRAFfA . . . . . .

    HISTORIA Y NARRATIVIDAD Filosofra y lenguaje . . . . . . . . iQue es un texto? ......... . Para una teorfa del discursd narrativo .. , Relato hist6rico y relato de ficci6n . . . . . . . . . . La funci6n narrativa y Ia experiencia hurnana del tiernpo La idemidad narrativa . . . . . . . . . . . . . . . .

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    c:QUE ES Ut:J TEXfO? ...

    Este ensayo estan1 dedicado esencialmente al debate entre las d~s actitudes fundamentales que podemos adoptar ante un texto. Ambas fueron resumidas en tiempos de Wilhelm Dilthey, a finales del siglo pa-sado, mediante las nociones de explicaci6n y de interpretacion. Dilthey llamaba explicaci6n a! modelo de inteligibilidad tornado de las ciencias de Ia naturaleza que las escuelas positivistas hicieron extensi-ve a las ciencias historicas, y converti~la interpretacion en una forma derivada de 1a comprension, en Ia que apreciaba Ia actitud fundamen-tal de las ciencias del espiritu, Ia {mica que podia respetar Ia diferencia esenCial entre estas ciencias y las de Ia naturaleza. Me propongo exa-minar a qui el destino de esa oposicion a Ia luz de los conflictos que existen entre las escuelas contemporiineas. La noci6n de explica-cion, en efecto, ha sido desplazada: ya no es un termino heredado de las ciencias de la naturaleza, sino de modelos propiamente lingiiisticos. En cuanto ala nocion de interpretacion, hay que senalar que ha su-frido profundas transformaciones en la.hermeneutica contempor:inea que Ia han distanciado de la noci6n psicologica de comprension, en el sentido en que Ia entendia Dilthey. Quisiera examinar este nuevo planteamiento del problema, que tal vez resulte menos antinomico y mas fecundo que el anterior. Pero, antes de abordar los nuevas con-ceptos de explicacion>~ y de interpretacion, quisiera detenerme en una cuestion preliminar que, en realidad, afecta por entero a! curso de riuestra investigacion. La pregunta es la siguiente: (que es un texto?

    1. ~QUE ES UN TEXTO?

    Llarriamos texto a todo discurso fijado porIa escritura. Segun esta definicion, dicha fijacion es constitutiva del propio texto. Pero, ~que se

  • r.

    60 PAUL R!CCEUR

    fija de ese modo mediante la escritura? Ya lo hemos dicho: todo dis-curso. (Quiere esto decir que el discurso hade pronunciarse en primer lugar fisica o mentalmente, que toda escritura es primero, al menos de forma potencial, habla? En resumen, (cual es la relacion entre texto y habla?

    Resulta tentador, en un primer momenta, decir que toda escritura se suma al habla que la precede. En efecto, si entendemos por habla, con Ferdinand de Saussure, la realizacion de la lengua en un aconteci-miento discursivo, la producci6n de un discurso singular por un ha-blante singular, entonces cada texto se encuentra, respecto ala lengua, en la misma posicion de efectuaci6n que el habla. Ademas, la escritu-ra, en cuanto institucion, es posterior al habla, pues parece llamada a fijar mediante un grafismo lineal todas las expresiones que surgen pre-viamente en la oralidad. La atencion casi exclusiva que prestamos a las escrituras foneticas parece confirmar que la escritura no anade nada nuevo al fen6meno del habla, salvo la fijacion que posibilita su conser-vaci6n. De ah!la convicci6n de que la escritura es la fijacion del habla, de que toda inscripcion, ya sea grafica o se trate de una grabacion, re-gistra el habla y asegura su duraci6n gracias al caracter subsistente de lo fijado.

    No cuestionamos la anterioridqd psicol6gica o sociol6gica del ha-bla respecto ala escritura. Solo nos preguntamos si la aparicion tard!al de esta ultima provoc6 un cambio radical en la forma de relacionarnos 1 con los enunciados de nuestro discurso. En efecto, volvamos a nuestra definicion: el texto es un discurso fijado por la escritura. Aquello que fijamos mediante ella es, por tanto, un discurso que podr!amos haber pronunciado, pero que se escribe, precisamente, porque no lo hemos hecho. La fijaci6n mediante la escritura acontece en el mismo lugar que el habla, es decir, en ellugar en el que esta podda haber surgido. Podemos preguntarnos, entonces, si el texto es verdaderamente tal cuando no se limita a transcribir el habla precedente, en lugar de trans-cribir de forma directa aquello que quiere decir el discurso.

    La funci6n que cumple la lectura respecto ala escritura podda dar un mayor peso ala idea de que existe una relacion directa entre el que-rer decir del enunciado y la escritura. En efecto, la escritura apela a la lectura contorme a una relacion que, de inmediato, nos permitira in- troducir el concepto de interpretacion. Por el momento, digamos que ellector sustituye al interlocutor, al igual que, simetricamente, la

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    (QUE ES UN TEXTO? 61

    escritura sustituye a la locucion y al hab!ante. En efecto, Ia relacion escribir-leer noes un caso particular de la relacion hablar-respon-der>>. Nose trata de una relaci6n de interlocuci6n, ni de una forma de dialogo. No basta con clecir que la lectura es un dialogo con el au tor a traves de su obra. Hay que senalar que la relaci6n del lector con ei li-bra es de una naturaleza completamente distinta. Ei dialogo es un in-tercambio de preguntas y de respuestas, y no existe un intercambio de este tipo ~ntre el escritor y el lector. El escritor no responde a! lector. Mas bien, ellibro separa las venientes del acto de escribir y del acto de leer, que nose comunican entre sf. Ellector se encuentra ausente en Ia escritura, y el escritor, en Ia !ectura. El texto produce, por tanto, una doble ocul.tacion del lector y del escritor. De ese modo, se sustituye la relaci6n dialogica que vincula, de forma inmediata, Ia voz de uno al of-do del otro.

    Est a sustituci6n del dialogo por la lectura, alli don de el primero no ha tenido lugar, es tan evidente que, cuando nos encontramos con un autor y hablamos con el (de su libra, por ejemplo), tenemos la sensa-cion de que se ha producido una profunda transformaci6n en Ia relacion tan particular que veniamos entablando con el en su obra, mediante ella. A veces me gusta decir que leer un libro consiste en considerar a su au tor como si estuviese muerto y allibro como sifuese postwno. En efecto, la relaci6n con ei libro resulta completa y, en cierto modo, in-tacta cuando muere el au tor. Dado que este ya no puede respondernos, solo nos queda leer su obra.

    Esta diferencia entre el acto de leery el de dialogar confirma nues-tra hipotesis de que la escritura es una reab;acion comparable a! habla, paralela ~ ella, una efectuacion que Ia sustituye y que, en cierto m

  • 62 PAUL RICCEUR

    lenguaje, aumentando de ese modo la eficacia del mismo. (Eso es to-do? El aumento del grado de conservaci6n y la mejora de la eficacia s6,-lo caracterizan la transcripci6n dellenguaje oral a signos gr:ificos. La liberaci6n del texto respecto ala oralidacl entrana un verdadero cam-bia, tanto de las relaciones entre el mundo y ellenguaje, como de la re-laci6n que existe entre este y las distintas subjetividades implicadas, como la del autor y la del lector. Hemos apreciado algo este segundo cambia al distinguir la lectura del di:ilogo. Aun habra que ir mas lejos, pero partiendo esta vez del cambia que atane a la relaci6n referencial dellenguaje con el munclo cuando el texto sustituye al habla.

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    (Que entendemos po'r relaci6n o funci6n referencial? Esto: al diri-girse a otro hablante, el sujeto del discurso dice algo sabre algo. Aque-

    . llo sabre lo que habla es el referente de su discurso. Esta funci6n refe-rencial, como se sabe, es asumida por la frase, que es la.primera unidad del discurso, lamas simple. La frase tiene por objeto decir algo-verda-dero o real. AI menos, en el discurso declarativo. Esta funci6n refe-rencial es tan importante que compensa, en cierto modo, otra caracte-ristica del lenguaje, que consiste en separar los signos de las casas. Mediante la funci6n referencial, ellenguaje devuelve al universo (se-gun la ex presion de Gustave Guiltaume) lo~?ignos que la funci6n sim-

    . b6lica, en un principia, habia sustraido a las cosas. En cierta medida, todo discurso se encuentra vinculado al mundo de ese modo; pues, (de que hablariamos sino hablasemos del mundo?

    Pero cuando e1 texto sustituye al habla, sucede algo importante. En el intercambio de palabras propio del habla, los hablantes estan pre-sentes, pero tambien lo est:in la situaci6n, e1 ambiente y el medio cir-cunstancial del discurso. Este ultimo resulta plenamente significativo en relaci6n condicho media. La referenda ala realidad, en ultima ins-tancia, remite a aquella realidad que puede ser mostrada alrededor>> de los bablantes, alrededor, si asi puede decirse, de la pro pia ins tan-cia discursiva. Ellenguaje, por otra parte, reune las condiciones sufi-cientes para asegurar este arraigo en lo real. Los demostrativos, los ad-verbios de tiempo y de lugar, los pronombres personales, los tiempos verbales y, en general, todos los indicadores deicticos>> u ostensivos>> propician el arraigo del discurso en la realidad circunstancial que ro-dea la insta~cia discursiva. De ese modo, en el habla viva, el sentido ideal de lo que se dice se desplaza hacia la referencia real, a saber, ba-cia aquello sabre lo que se habla. En ultima instancia, esta referencia

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    2QUE ES UN TEXTO? 63

    real tiende a confundirse con una designaci6n ostensiva en la que el ha-bla realiza la acci6n de mostrar, de hacer ver. El senti do muere en la re-ferencia, y esta, en el acto de mostrar.

    Ya no sucede lo mismo cuanclo el texto sustituye al habla. El movi-miento de la referencia hacia !a acci6n de mostrar se ve interrumpido cuando el texto sustituye a! di:ilogo. Hablo intencionadamente de in-terrupci6n y no de supresi6n porque es precisamente en este punto donde me distancian': de inrnediato de lo que voy a Hamar de ahora en adelante la ideologia del texto ahsoluto, que lleva a cabo subrepticia-mente, mediante una bip6stasis indebida, una radicalizaci6n extrema, apoyandose en las precisas observaciones que acabamos de hacer. El texto, como veremos. no carece de referencia. La tarea de la lectura, en cuanto interpretacion, consiste precisamente en realizar su referencia . Al menos, en esta suspension en la que se difiere la referencia, el texto, en cierto modo, se encuentra en el aire>>, fuera del mundo o sin mun-do. Gracias a esta anulaci6n de la relaci6n con el mundo, cada texto es libre de relacionarse con todos aquellos textos que sustituyen a la rea-Iidad circunstancial mostrada por el habla viva.

    Esta relaci6n intertextual, junto con la disoluci6n del mundo sabre el que se habla, da Iugar al cuasimundo de los textos o literatura.

    Este es el cambia que afecta a! propio discurso cuando el movi-miento de la referencia bacia el acto de mostrar seve interrumpido por el texto. La palabras dejan de esfumarse ante las casas. Las palabras es-critas se convierten, para si mismas, en palabras.

    Esta ocultaci6n del mundo circunstancial por el cuasimundo de los textos puede llegar a ser tan completa que el propio mundo, en una ci-vilizaci6n de la escritura, deja de ser aquello que podemos mostrar al hablar y se reduce a esa especie de aura que ponen de manifiesto al-gunas obras. Por ello, podemos hablar del mundo griego o del mundo bizantino. Este mundo, que podemos considerar imaginario, es pre-sentzficado por la escrirura, en el mismo lugar en el que era presentado por el babla. Pero este mundo imaginario es, en si mismo, una creaci6n de la literatura, un imaginario literario.

    Esta modificaci6n de la relaci6n entre el texto y su mundo es la cla-ve del otro cambio del que hemos hablado anteriormente, el que afec-ta a la relaci6n del texto con las subjetividades del autor y del lector. Creemos saber lo que es el autor de un texto porque derivamos esta noci6n de la de hablante>>. El sujeto del babla -dice Benveniste- es

  • ll?f~ ~'

    64 PAUL RICCEUR .. , el que se designa a sf mismo al decir yo. Cuando el texto sustituye al Jlf habla, ya n0 existe propiamente hablante alguno, a! menos en el senti- Of} do de !a autodesignaci6n inmediata y directa de quien habla en la ins- ~~ tancia discursiva. Esta proximidad del hablante respecto a su propio ~t discurso es sustituida por una relaci6n compleja entre el texto y el au- .~f tor que nos permite decir que este es constituido por aquel, es decir, c'ij que el autor estii intimamente relacionado con el espacio de significa' .n cion trazado e inscrito por la escritura. El texto es ellugar en el que :__~_Pl acontece el.autor. Pero, (DO acontece en el texto como primer lector? ;h El distanciamiento del autor respecto a su propio texto es un fenome- ~~ no que se da des de !a prim era lectura, que, de una sola vez, plan tea to- lf dos los problemas a los que vamos a dedicarnos de ahora en adelante a -~~ proposito de las relaciones entre la explicaci6n y la interpretacion. Di- -.if_ chas relaciones surgen con motivo de la lectura. ,~-

    ~ 2. (EXPLICACION 0 COMPRENSI6N? En la lectura, efectivamente, vamos a ver de inmediato como se

    contraponen las dos actitudes que hemos resumido al principia bajo el rotulo de explicacion e interpretacion>~. Dualidad que podemos en-contrar, en primer lugar, en los textos de Dilthey, su inventor. Para Dilthey, en efecto, esta distinci6n constitufa una alternativa excluyen-te: 0 bien se explicaba, como hada el cientffico naturalista, 0 bien se interpretaba, como hada el historiador. Esta alternativa constituye el punto de partida de !a siguiente discusion. Me propongo demostrar que la noci6n de t~Xto, tal como ha sido desarrollada en la primera parte de este ensayo, requiere una renovaci6n de las nociones de ex-plicacion y de interpretacion, y, aprovechando dicho cambio, una concepcion menos antin6mica de su mutua relacion. Digamos antes de nada que la discusi6n tratani de establecer deliberadamente una com-plementariedad y una reciprocidad intimas entre ambas nociones.

    En Dilthey la oposicion inicial no es, exactamente, entre explicar e interpretar, sino entre explicar y comprender, siendo la interpretacion un sector P.articular de la comprension. Hay que partir, por tanto, de la oposicion entre explicar y comprender. Ahora bien, esta oposicion es excluyente porque, para Dilthey, ambos terminos designan y separan dos esferas de la realidad distintas: la de las ciencias de la naturaleza y

    (QUE ES UN TEXTO? 65

    !a de las ciencias del espiritu. El ambito de la naturaleza esta formado por aquellos objetos que son sometidos a !a observaci6n cientifica, a !a matematizacion, desde Gaiileo, y a los canones de la l6gica inductiva, des de John Stuart Mill. El ambito del espfritu est a form ado por indivi-dualidades psiquicas a las que otro psiguismo puede desplazarse. La comprensi6n consiste en trasladarse a un psiquismo ajeno. Preguntar-se si pueden existir ciencias del esp[ritu, por tanto, conlleva pregun-tarse si es posible lograr un conocimiento cientifico de los individuos, siesta imelecci6n de lo singular, de algun modo, puede ser objetiva, es decir, si puede gozar de validez universal. Dilthey responde afirmati-vamente, pues, a su juicio, el interior del individuo se da en los signos externos, que pueden ser percibidos y comprendidos como signos de un psiquismo ajeno: Llamamos comprensi6n -cementa en el famoso articulo de 1900 sobre el origen de la hermeneutica-1 al proceso me-diante el que conocemos algo psiquico con ayuda de los signos sensi-bles en los que se manifiesta (318, 322).'' La interpretacion es un sec-tor particular de esta comprension. Entre los signos del psiquismo ajeno, nos encontramos con las manifestaciones fijadas de forma du-radera, los testimonj,os humanos conservados mediante la escritura y los monumentos escritos. La interpretacion es, por tanto, el arte de comprender aplicado"a estas manifestaciones, es decir, a los testimo-nies y a los docurnentos cuya caoractedsticadistintiva es la escritura.

    En la pareja comprender-interpretar, la comprension proporcio-na el fundamento, a saber, el conocimiento mediante signos del psi- .. quismo ajeno, mientras que la interpretacion a porta el grado de objeti-vaci6n, gracias ala fijaci6n y a la conservaci6n que la escritura confiere a dichos signos.

    Esta dis tin cion entre explicar y comprender parece clara en un pri-mer momenta; pero no deja de enturbiarse cuando nos preguntamos por las condiciones de cientificidad de la interpretacion. Se ha logrado desplazar la explicacion fuera del camp9 de las ciencias naturales; pe-ro el conflicto vuelve a surgir en el nucleo del concepto de interpre-

    1. M. Dilthey, Die Entstehung der Hermeneutik, en Gesammelte Schrt/ten, Stuttgart, B. G. Teubner und Vanderhoeck & Ruprecht, 1964, vol. V, pags. 317-331 (trad. cast.:

  • 66 PAUL RlCCEUR

    racion entre el can\cter intuitivo inverificable propio del conccpto psicologizante de comprcnsion>> al que se encuentra subordinado, por Utla pa-rte, y, por otra, ]a exigenc.ia de objetividad vinculada ala no-cion de ciencia del espiritu>>. Este desgarramiento de Ia hermeneutica entre su tendencia psicologizante y su bi:1squeda de una logica de Ia in-terpretacion pone en entredicho, en ultima instancia, la relaci6n entre la comprensi6n y Ia interpretacion. (NOes esta Ia C>pecie de Ia com-prension que hace saltar en pedazos a su propio genero? (Noes mas importante la cliferencia especifica, a saber, Ia fijaci6n mediante Ia es-critura, que el rasgo comun de todos los signos, a saber, el hecho de ex-teriorizar algo interno? dQue es mas importante, en el caso de Ia her-

    - meneutica, su inclusion en Ia esfera de Ia comprension o su diferencia ' con esta? Schleiermacher, antes que Dilthey, habia sido testigo de este

    desgarramiento interno del proyecto hermeneutico, aunque lo habfa superado a! aunar felizmente Ia genialidad romr.intica y el virtuosismo fi-lol6gico. Con DilthE:y, las exigencias epistemologicas son mas apre-miantes. Varias generaciones, avezadas en Ia reflexi6n epistemol6gica, le separan del filosofo romantico. De ahi que la contradiccion se pre-sente a Ia luz del dia._Atendamos al comentario que hac~ Dilthey c!e Schleiermacher respecto ala psicologia de la com presion: Elfin ulti-mo de la h~rmeneutica consiste en comprender al autor mejor de lo que se comprendio a si mismo. Pero observemos ahora sus palabras respecto ala logica de Ia interpretacion: La funcion de Ia hermeneu-tica consiste en establecer teoricamente, frente a .Ia intrusion constan-te de Ia arbitrariedad romantica y del subjetivismo esceptico en el am-bito de Ia historia, Ia validez universal de Ia interpretacion como base de toda certeza historica (331, 336). Asi pues, Ia hermeneutica solo satisface las exigencias de Ia comprension al distanciarse de Ia inme-diatez de Ia comprension del otro o, por asi decirlo, de los valores dia-logales. La comprension pretende coincidir con el interior del au tor, igualarse a ei (sich gleichsetzen), reproducir (nachbilden) el proceso creativo que clio lugar a Ia obra. Pero los signos de esa intencion, de esa creacion, solo pueden buscarse en lo que Schleiermacher llamaba la forma externa e

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    corporandolo ala comunicaci6n viva. En ese otro caso, lo interpreta-mos. Estas dos posibilidades pertenecen ala lectura. De hecho, esta ul-tima es la dialectica entre am bas actitudes.

    Retomemoslas por separado antes de considerar su articulacion. Podemos leer el texto, en primer lugar, levantando acta, por asf decir-lo, de la interrupcion llevada a cabo por el propio texto de todas hs re-laciones con cl mundo al que podemos referirnos y con las subjetivida-des con las que podemos dialogar. Esta transferencia al lugar del texto, que es un no-lugar, constituye un proyecto particular respecto al texto, que consiste en suspender su relaci6n referencial con el mundo y con los hablantes. Mediante dicbo proyecto, ellector decide perma-necer en el (

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    mas, los morfemas y los semantemas. Pero ellas tienen con estos iilti-mos (los semantemas) la misma relaci6n que estos guardan con los morfcmas y que, a su vez, estos entablan con los fonemas. Cada forma se diferencia de la que le precede por un grado mayor de complcjidad. Por esta raz6n, llamaremos a los elementos propios del mito (que son los mas complejos de todos) unidades constitutivas rnayores>> (232-233, 233). Gracias a esta hip6tesis de trabajo, las unidades mayores, que son, como rninimo, del tarnano de la frasc y que puestas una tras otra constituycn el relato propio del mito, puedcn i:ratarse con arreglo a las mismas reglas que las unidades menores que resultan familiares a los lingi.iistas. Para subrayar esta analogia, Claude Levi-Strauss habla de mitemas, al igual que se habla de fonemas, de morfemas y de se-

    .. m;antemas. Pero, para no ir mas allii de la analogia entre los mitemas y las unidades lingi.iisticas de nivel inferior, el aniilisis textual tendrii que llevar a cabo el mismo tipo de abstracci6n que practica el fon6logo. Para este, el fonema noes un sonido concreto, considerado absoluta-mente en su sustancia sonora, sino una funci6n definida por el metodo conrnutativo que se reduce a su valor de oposici6n respecto a las de-mas.En este sentido, nose trata, por emplear los terminos de Saussu-re; de una sustancia, sino de 1,1.na forma, es decir, de un juego de relaciones. Asimismo, un mit em a no es una de las frases del mito, sino. un valor de oposici6n que se encuentra vinculado a varias frases parti-culares, constituyendo, en ellenguaje de Levi-Strauss, un haz de rela-ciones: Las unidades constitutivas solo adquieren una funcion signi-ficativa combinando dichos haces>> (234, 234). Lo que llamamos aqui fun don significativa no es, en modo alguno, lo que el mito quiere de-cir, su alcance filosofico o existencial, siho el ordenamiento, la dis posi-cion de los mitemas, en resumidas cuentas, la estructura del mito.

    Recordare aqui brevemente el aniilisis que Levi-Strauss propane del mito de Edipo de acuerdo con ese metodo. Divide en cuatro co-lumnas las frases del mito y situa en la primera todas aquellas frases que hablan de la relacion de parentesco supervalorada (por ejemplo: Edipo se casa con su madre Yocasta>> o Antigona entierra a su her-mana Polinices a pesar de la prohibici6n). En la segunda columna, nos encontramos con la misma relacion, pero en sentido inverso: rela-cion de parentesco subvalorada o devaluada (Edipo mata a su padre Layo o Eteocles mata a su hermano Polinices>>). La tercera columna se refiere a los monstruos y a su destruccion, y la cuarta agrupa todos

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    >. La comparacion de las cua tro columnas pone de relieve una correlaci6n. Entre la prirnera y lase-gunda, nos encontramos con relaciones de parentesco que son supervaloradas unas veces y subvaloradas otras. Entre la tercera y la cuarta, nos encontramos con una afirrnacion y, posteriorrnente, con una negacion de la autoctonia del hombre: De todo ello, resultaria que la cuarra columna entabla con la tercera la misma relacion que Ia primera rnantiene con la segunda ... la supervaloraci6n del parentesco de sangre es a la subvaloraci6n de este como el esfuerzo por romper con la autoctonia es ala imposibilidad de alcanzarla>;. El mito se pre-senta, en este caso, como una especie de instrumento logico que apro xima las contradicciones para superarlas: La imposibilidad de conectar grupos de relaciones es superada (o, mas exactamente, reernplazada) por la afirrnacion de que dos relaciones contradictorias entre sf son identicas, en Ia medida en que cada una es, como la otra, contradicto-ria consigo misma>> (239, 239). Volverernos a considerar de inmediato este resultado. Limitemonos, por ahora, a enunciarlo.

    Podemos decir tranquilamente que hemos explicado el mito, pero no que lo hayamos interpretado. Hemos logrado poner de relieve, me-

    . diante el analisis estructural, la logica de las operaciones que vinculan unos haces de relaciones a otros. Dicha logica constituye la ley es-tructural del mito considerado>> (241, 240). No puede dejarse de sena-lar que esta ley ha de ser objeto, por excelencia, de la lectura yen mo-do alguno del habla, en el sentido de recitacion en la que el poder del mito se reactivaria en una situaci6n particular. Aquf el texto solo es texto y la lectura solo lo reactiva en tanto que texto, suspendiendo el significado que tiene para nosotros, suspendiendo su realizacion en el ha-bla actual.

    Acabo deponer un ejemplo tornado del ambito de los mitos. Po-dria tamar otro de un campo colindante, el de los relatos folcloricos. Este ambito ha sido investigado por los formalistas rusos de la escuela de Propp y porlos especialistas franceses en el aniilisis estructural del relato: Roland Barthes y Algirdas Julien Greimas. Encontramos en es-tos autores los mismos postulados que en Levi-Strauss: a) las unidades superiores ala frase poseen la misma com posicion que las unidades in-feriores; b) el sentido del relato se encuentra en la ordenacion de sus elementos; c) el sentido consiste en que el con junto del relato pueda in-

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    tegrar completarnente las unidades inferiores; d) inversamente, el sen-tido de un elemento consiste en su capacidad de relacionarse con otros y con el conjunto de la obra. Estos postulados definen, conjuntamente, la clausura del relato. La tarea del awilisis estructural consistira, por tanto, en llevar a cabo una segrnentacion (aspecto horizontal) y, poste-riormente, en establecer los distintos niveles de integraci6n de las par-tes en el todo (aspecto jerarquico). Deese modo, cuando el analista ais-le las unidades de la acci6n, no seran para el unidades psicol6gicas susceptibles de ser vividas o unidades de comportamiento que puedan caer en el ambito de una psicologia behaviorista. Los extremos de es-tas secuencias solo son los puntas de orientacion del relata, de tal mo-do que, si cambiasernos un elemento, toda la sucesion serfa diferente.

    n este punto, se aprecia clararnente la trans posicion del metodo con-mutativo del plano fonol6gico a! plano de las unidades del relato. La logica de la acci6n consiste, por tanto, en un encadenarniento de los nu-dos de la acci6n que constituyen conjuntamente la continuidad estruc-tural del relata. La aplicaci6n de esta tecnica desemboca en la des-cronologizacion del relata, pues s6lo pone de relieve la 16gica de la narracion que subyace al tiempo narrativo. En ultima instancia, el re-lato se reduciria a cornbinar algunas unidades drarnaticas -'-prometer, traicionar, impedir, ayudar, etc.- q1,1e se convertirfan, de ese modo, en los paradigrnas de la accion. Una secuencia es, por tanto, una sucesion de los nudos de la accion, en !a que cada uno cierra la altemativa abier-ta pot el precedente. Mientras se encadenan, las unidades elementales conforman unidades mas arnplias. Un reencuentro, por ejemplo, trae consigo acciones elementales, como aproximarse, interpelar al otro, sa-ludarle, etc. Explicar un relato consiste en poner de relieve esta inte-rrelaci6n, a saber, la estructura oculta de esos procesos de acciones en-cadenadas.

    Existe una correspondencia entre este encadenamiento o interrela-cion de las acciones y las relaciones del rnismo tipo que se establecen entre los actantes del relato. Entendemos por actante, no el per-sonaje en cuanto sujeto psicol6gico, dotado de una existencia propia, sino el papel que corresponde a una serie de acciones que, en si rnis-mas, se encuentran forrnalizadas. Los actantes solo son definidos por los predicadcis de la acci6n, por los ejes semanticos de la frase y del re-lato: el act ante es aquel que ... , a quien ... , que ... , con quien ... , etc., se de-sarrolla la accion. Es quien realiza una promesa, quien la recibe, el re-

    (QUE ES UN TEXTO? 73

    rnitente, el destinatario, etc. El analisis estructural desarrolla, de ese modo, una jerarqufa de los actantes correlativa ala jerarqufa de las acczones.

    Falta agrupar, por tanto, el relato como un todo y reinsertarlo en Ia comunicacion narrativa. El relato se convierte, entonces, en un discur-so dirigido por el narrador a un destinatario. Pero, para el analisis es-trucmral, ambos interlocutores solo han de buscarse en el texto. El na-rrador es configurado por los signos de Ia narratividad, que pertenecen a la propia constitucion del relato. Mas alla de estos tres niveles (nive] .de las acciones, nivel de los actantes y nivel de la narraci6n), no hay na-da que sea incurnbencia de la ciencia serniologica. Solo existe el rnun-do de los usuarios del relato, que puede com peter, llegado el caso, a otras disciplinas serniologicas (sistemas sociales, econ6rnicos e ideol6-gicos) que ya no son de caracter lingiiistico. Esta transposicion de un modelo lingt:ifstico a Ia teorfa del relato corrobora por cornpleto nues-tra observacion inicial: hoy en dfa, Ia explicaci6n ya no es un concepto tornado de las ciencias de Ia naturaleza que se haya transferido a un do-rninio ajeno, el de los monurnemosescritos. Surge de Ia propia esfera del lenguaje, mediante una transferencia analogica de las pequeiias unidades de la lengua (fonemas y lexernas) a las grandes unidades su-periores a la frase, como el relato, el folclore y el mito. Consiguiente-rnente, la interpretacion,'si podemos atribuirle todavfa un sentido, ya no se confrontara con un modelo "externo a las ciencias hurnanas, sino con un modelo de inteligibilidad que pertenece, originariamente, si asf puede decirse, al ambito de dichas ciencias y, concretamente, a una ciencia puntera del mismo: la lingiifstica.

    Desde ahora, el hecho de explicar y el de interpretar se debatiran en un misrno terreno: la esfera dellenguaje.

    4. HACIA UN NUEVO CONCEPTO DE INTERPRETACI6N

    Considerernos ahora la otra actitud que podemos adoptar ante un texto, la que hernos llamado interpretacion. En primer lugar, podemos introducirla, de modo similar a Dilthey, oponiendola a la actitud pre cedente. Pero, como se vera a continuacion, habra que defender gra-dualrnente la existencia de una relacion intima, complementaria y recf-proca entre Ia explicacion y la interpretacion.

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  • 74 PAUL RIC>: la lectura es como la eje-cucion de una partitura musical. Acompasa la realizacion, la actualiza-cion d~ las posibilidades semanticas del texto. Este ultimo rasgo es el mas importante, pues constituye la condici6n de los otros dos: la supe-racion de la distancia cultural y la fusion de la interpretacion del texto con la de uno mismo. En efecto, este caracter realizativo propio de la interpretacion pone de manifiesto un aspecto decisivo de la lectura, a saber, el hecho de conducir el discurso textual a una dimension similar ala del habla. Quisieramos conservar aqui de la noci6n de habla, no el hecho de que sea proferida, sino el hecho de que sea un aconteci-miento, un acontecimiento del discurso o, como dice Benveniste, una instancia discursiva. Las frases del texto significan hie et nunc. El texto actualizado>>, por tanto, encuentra un contexto y un auditorio. Recu-pera el movimiento de remision a un mundo y a unos determinados su-jetos que habia sido interrumpido y suspendido. Ese mundo es el del lector, que, a su vez, es el sujeto al que se refiere el texto. En la inter-pretacion, podrfa decirse, Ia lectura se convierte en algo similar a! ha-bla. No digo que se convierta en habla, pues la lectura nunca equivale a un intercambio de palabras, a un dialogo. Sin embargo, desemboca concre,tamente en un acto que guarda con el texto la misma relacion que el habla mantiene con la lengua, a saber, en ambos casos nos en-

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    comramos con un acontecimiento o instancia discursiv~. El texto solo tenia sentido, es decir, relaciones internas, estructura. Ahara posee un significado, es decir, la realizacion en el dis cur so que lleva a cabo el su-jeto que lee. En el plano del sentido, clrextu solo tenia una dimension semiologica, mientras que ahora, al gozar de significado, cobra una di-mension semantica.

    Detengamonos aquL Nuestra discusion ha alcanzado un punta cri-tico en el que la interpretacion, considerada como apropiacion, aun si-gue siendo ajena a la explicacion en el sentido del analisis estructural. Seguimos oponiendolas entre sf como si fuesen dos actitudes entre las que, al parecer, hubiese que elegir.

    Quisiera superar ahara esta oposicion antinomica y poner de ma-nifiesto la articulacion que posibilitarla la complementariedad del ana-lisis estructural y de la hermeneutica.

    Para ello, es importante mostrar como cada una de las actitudes que hemos opuesto remite ala otra con arreglo a una serie de rasgos que le pertenecen.

    Volvamos a considerar los ejemplos de analisis estructural que ha-bfamos tornado de la teoda del mito y del relato. Hemos tratado de ate-nernos a una nocion de sentido que se reduciria estrictamente al or-denamiento de los elementos de un texto, a la integracion de los segmentos de la acci6n y de los actantes dentro del relato considerado como un todo cerrado en sf mismo. De hecho, nadi~ se conforma con defender una concepcion tan formal del sentido de un relata o de un mito. Lo que Levi-Strauss, por ejemplo, llama mitema, que consiste, a su juicio, en la unidad constitutiva del mito, se expresa mediante una fmse que posee un significado propio: Edipo mata a su padre, Edi-po se casa con su madre, etc. Quizas se sefiale que la explicacion es-tructural neutraliza el sentido propio de las frases para conservar uni-camente su posicion en el mito. Pero el haz de relaciones al que Levi-Strauss vincula el mitema y el juego de oposiciones que se esta-blece en este nivel de abstraccion pertenecen todavfa al orden de la fra-se y del significado. AI hablarse de relacione~ de sangre supervalora-das o subvaloradas y de autoctonfa o de no-autoctonfa del hombre, pod.emos seguir formulando dichas relaciones en forma de frase: la relaci6n de sangre es superior a todas o es inferior a !a re-laci6n social, como sucede, por ejemplo, en !a prohibicion del inces-to, etc. Por ultimo, la contradiccion que el mito tratarfa de resolver, se-

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    (QUE ES UN TEXTO? 77

    gun Levi-Strauss, se enuncia, igualmente, mediante una relacion signi-ficativa. Levi-Strauss lo confiesa, a su pesar, cuando escribe:

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    cacion y de la comprension en una concepcion global de la lcctura co-mo recuperacion del sentido.

    Vamos a dar un paso mas bacia esa reconciliacion entre la explica-cion y la interpretacion, atendicndo ahora al segundo tcrmino de la contradicci6n inicial. Hasta este momenta, hemos hablado de un con-cepto de interpretacion que sigue siendo muy subjetivo. Interpretar, seg(m hernos dicho, consiste en apropiarse hie et nunc de la intencion del texto. Al decir esto, no hernos salida del ambito de la compren-sion de Dilthey. Ahora bien, lo que acabamos de decir sobre la se-mantica profunda del toxto ala que remite el analisis estructural, nos lleva a comprender que la intenci6n o el objeto del texto noes, princi-

    .. palmente, la presunta intenci6n del au tor, la vivencia del escritor ala que podriarnos acceder, sino lo que quiere el texto, lo que quiere decir para quien atiende a su exhortacion. El texto quiere introducirnos en su sentido, es decir, llevarnos en su misma direccion, de acuerdo con otra acepci6n del termino sentido. Si dicha intenci6n es, por tanto, la intencion del texto, y esta consiste en la direcci6n en la que se trata de conducir el pensamicnto, hay que comprender la semantica en un sentido fundamentalmente dinarpico. Me gustarfa subrayar lo siguien-te: explicar consiste en poner de relieve la estructura, es decir, las rela-ciones internas de dependeHcia que constituyen la estatica del texto, mientras que interpretar es seguir la senda abierta por el texto, su pen-samiento, es decir, ponerse en camino bacia e1 oriente del texto. Esta observacion nos incita a corregir nuestro concepto inicial de inter-pretacion y a buscar, mas alla de la operacion subjetiva de la interpre-tacion como acto sobre e1 texto, una operacion objetiva de la misma que seria el acto del mismo.

    Tomare un ejemplo de un estudio reciente que he realizado sobre la exegesis del relata sacerdotal de la creacion en el Genesis (1, 1-2, 4a):3 dicha exegesis pone de manifiesto, dentro del propio texto, e1 jue-go de dos relatos: un Tatbericht, en e1 que la creaci6n se expresa como un relato de accion (Dios hizo ... ), y un Wortbericht, es decir, un rela-to de palabras (Dios lo dijo, y asi fue). Podemos decir que el primer

    3. P. Rica!Ur, Sur l'exegese de Genese 1, 1-2, 4a, en X. Leon-Dufour (comp.), Exegese et hermeneutique, Paris, Seuil, 1971, pags. 67-84 (trad. cast.: al. del titulo del tratado de Aristoteles De la interpretacion. L;t hermeneia cle Aristoteles, a diferencia de la tecnica hermeneutica (hermeneutike techne) de los aclivinos y de lm interpretes de oraculos, es Ia propia ac-ci6n dellenguaje sobre las cosas. Interpretar, para Aristoteles, noes Ia acci6n de un segundo lenguaje respecto a un rrimero, sino lo que hau~ este a! mediar a traves de signos en nuestra relaci6n con las cosas. La interpretacion es, por tanto, seg{m el comentario de Boecio, fruto de Ia vox significativa per se ipsam aliquid significans, sive complexa, sive incomplexa. * Por ello, el nombre, el verbo y el discurso son los que

    interpret~. en 1~ medida en que significan algo. Bien es cierto que la interpretacion, en el sentido de Aristoteles, no

    posibilita exactamente la intelei:ci6n de Ia relacion dinamica que exis-te entre los diversos estratos de significados del propio texto. Presu-pone, efectivamente, una teorfa del habla y no del texto: Los sonidos emitidos por la voz son simbolos de los estados del alma, y las palabras escritas, sfmbolos de las que pronunciamos al hablar (De la interpre-tacion, 1). De ahi que la interpretacion se confunda, en este caso, con hJ dimension semantica del habla: consiste en el propio discurso, es ~ completamente discursiva. Sin embargo, quisiera quedarme con Ia idea

    de Aristoteles de que Ia interpretacion se lleva a cabo mediante ellen-guaje en lugar de realizarse sabre el mismo.

    Voy a buscar, en los textos de Charles Sanders Peirce, un concepto de interpretacion mas proximo a! que requiere la exegesis cuando

    * Boecio, Com men/aria in librum Aristotelis Peri hermeneias, C. Meiser (comp.), Lipsiae, Teubner, 1877-1880, pr. 3, 9, vease sec. 6, 3. (N. delt.\

  • so PAUL RICCEUR

    relaciona la interpretacion con la tradici6n dentro del propio texto. Se-g{m Peirce, la relaci6n de un signo>> con un objeto>> es tal que otra relacion, la del interpretante>> con el signo, puede incorporarse a la primera. Lo importante p~ua nosotros consiste en que la relacion del signo con el interpretante se encuentra abierta, en el sentido de que siempre existe otro interpretante que puede mediatizar la primera re-lacion, como senala acertadarnente G. G. Granger en su Enai cl'une philosophic du style:4 El interpretante evocado en la mente por el sig-no no puede ser fruto de una deduccion pura y simple que ponga de relieve algo contenido en el signo :" . El interpretante es un comenta-rio, una definicion, una aclaracion de la relacion del signo con el obje-!j;~o. El mismo es una expresion simbolica. La asociacion "signo-inter-

    __ pretante", independientemente del proceso psicol6gico mediante el que se realice, solo result a posible gracias a la comunidad, mas o me-nos imperfecta, que se da entre la experiencia del emisor y la del re-ceptor ... Dicha experiencia nunca se reduce perfectamente a la idea o al objeto del signa, cuya estructura, como hemos comentado, esta for-mada precisamente por la propia experiencia. De ahl el caracter inde-finido de la serie de interpretantes de Peirce (104).

    Evidentemente, hay que aplicar con mucha prudencia.el concepto de interpretante de Peirce ala interpretaci6n.textual. Setrata de un in-terpretante de signos, mientras que el que nos in teresa a nosotros es un interpretante de enunciados; pero el uso que hacemos de este concep-to, al transponerlo de las unidades pequenas a otras mayores, no es ni mas ni menos analogico que la transferencia que llevan a cabo los es-tructuralistas de las leyes de organizaci6n de las unidades de un nivel inferior ala frase a las unidades de un rango superior o igual ala mis-ma. En el caso del estructuralismo, la estructura fonologica de la len-gua es el modelo de codificacion para aquellas estructuras cuya articu-laci6n es superior. En nuestro caso, se transpone un rasgo de las unidades lexicas al plano de'ios enunciados y de los textos. Si somas perfectamente conscientes, por tanto, del caracter anal6gico de la transposici6n, nos daremos cuenta de lo siguiente: la serie abiert~ de los interpretantes que se incorpora ala relacion de un signa con un ob-jeto clarifica una relacion triangular (objeto-signo-interpretante) que puede servir de modelo a otra relacion de este tipo que tiene lugar en.

    4. G. G. Granger, Essai d'une philosophie du style, Paris, Seuil, 1977.

    (QUE ES UN TEXTO? 8l

    el nivel del texto. El objeto es el propio texto; el signa, la semantica profunda puesta de relieve por el analisis estructural; y la serie de in-terpretantes, la cadena de interpretaciones llevadas a cabo pur la co-munidad de interpretes e incorporadas ala dinamica del texto como la labor que realiza el sentido consigo mismo. En esta cadena, los prime-res interpretantcs constituyen la tradicion, mientras que los ultimos son la interpretacion propiamente dicha.

    De este modo, tras apropiarnos del concepto de de Arist6teles y, sobre todo, del de Peirce, estamos en condiciones de > en la mer.lida de lo posible nuestra nocion de inter-pretacion>>, y de vincularla a la labor que se lleva a cabo en el texto. Des de ahara, interpretar, para el exegeta, consistira en orientarse en el sentido indicado por esta relacion de interpretacion que forma parte del propio texto.

    La idea de interpretacion, por tanto, considerada como apropia-cion, noes eliminada. Solo la llevamos al final del proceso. Se encuen-tra en el extrema de lo que, anteriormente, hemos llamado area herrne-neutico. Se trata del primer pilar del puente, del punta de apoyo del arco en el suelo de lo vrvido. Pero la teorla hermeneutica consiste en mediatizar esta interpretacion-apropiaci6n a traves de la serie de inter-pretantes que pertenecen a la labor que lleva a cabo el texto consigo mismo. De este modo, la apropiacion pierde su caracter arbitrario, pues consiste en la recuperaci6n de lo que esta en juego en el texto, fra-guandose, obrando, es decir, irrumpiendo -como sentido. El decir del hermeneuta es un redecir que reactiva el decir del texto.

    Al-finalizar nuestra investigaci6n, se pone de manifiesto que la lec-tura es el acto concreto en el que se cumple el destino del texto. La ex-plicacion y la interpretacion se oponen y se concilian indefinidamente en el propio corazon de la lectura.

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