qué hacemos los padres para dar seguridad.orientaciones

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Expresándoles sentimientos, besos, caricias; hablándoles, cantando, poniéndonos a su altura… Transmitiendo seguridad y acompañándoles cuando sienten que algo les sale mal o se frustran. Amor incondicional: Diciéndole que le queremos siempre aunque no hagan las cosas bien. Les queremos por lo que son y no por lo que hacen. Inventando situaciones especiales y divertidas en el día a día, haciéndoles ver que estamos a gusto con ellos y saliendo de la rutina diaria.

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Expresándoles sentimientos, besos, caricias; hablándoles, cantando, poniéndonos a su altura…

Transmitiendo seguridad y acompañándoles cuando sienten que algo les sale mal o se frustran.

Amor incondicional: Diciéndole que le queremos siempre aunque no hagan las cosas bien. Les queremos por lo que son y no por lo que hacen.

Inventando situaciones especiales y divertidas en el día a día, haciéndoles ver que estamos a gusto con ellos y saliendo de la rutina diaria.

Valorando y aplaudiendo sus logros.

Buscando complicidad en el juego.

Reconociendo, aceptando y nombrando sus sentimientos. No debemos negarlos nunca, especialmente si son negativos.

Hablando con ellos y demostrándoles que nos importa lo que nos dicen. Es importante que les contemos lo que nosotros hacemos en el día.

Respondiendo a sus necesidades.

Dándoles las gracias cuando nos ayudan o hacen las cosas bien.

Siendo consistentes y coherentes a la hora de poner los limites. Relativizar los problemas y las dificultades.

Importancia de afianzar nuestra propia seguridad; todos hacemos cosas muy bien; y de los errores podemos aprender.

Desarrollar el hábito de “ante las dificultades mantener la calma y analizar qué está pasando”. Esto facilita dar una respuesta más ajustada. Las conductas de los niños que nos enervan o preocupan pueden ser indicadores de alguna necesidad o problema que no saben expresar; si observamos, analizamos y, en algunos temas constatamos con la escuela infantil, les comprenderemos y encontraremos el modo de responder. La necesidad psicológica más importante que tenemos todos los humanos, niños y adultos, es sentirnos queridos (seguridad afectiva), sentir que somos importantes para nuestros padres, pareja, amigos... Ser conscientes de cómo estamos, nos permite buscar soluciones, sacar nuestros recursos y evitar que las posibles carencias en un momento determinado, nos lleven a intentar cubrirlas sólo con el afecto de los hijos.

El vínculo afectivo que se va construyendo entre los padres y el niño será más sólido en la medida que los padres sean sensibles a las necesidades de los niños y las cubran. Desarrollar la capacidad de ponernos en su lugar ayuda a entender sus reacciones, el llanto… y a dar una respuesta ajustada. La función de los padres es: a) Responder a sus necesidades de manera serena y segura. Como ejemplo, vemos que determinados dichos populares no recogen la mejor respuesta ante el llanto del bebé, al aconsejar que no se le coja en brazos. En muchos momentos cogerle puede ser la mejor respuesta para calmarle o satisfacer la necesidad de sentirse seguro; en otras ocasiones puede sustituirse por hablarle con suavidad y calidez; o darle una propuesta de juego. No es una respuesta adecuada dejarle llorar sin más. b) Ir poniendo palabras a esas emociones, contenerles cuando ellos no pueden, mostrar cariño y seguridad; evitando siempre el chantaje afectivo.

Además de compartir con los hijos el juego, la risa, las expresiones de cariño... es necesario decirles que les queremos, también cuando ha habido algún conflicto y les regañamos por algo; algo parecido se da entre los adultos.

Es importante tener espacios para pararnos, tomar contacto con nosotros mismos, saber cómo estamos y qué necesitamos para estar mejor. El modo de estar en la vida y nuestra actitud ante las dificultades que nos surgen depende única y exclusivamente de nosotros. Todos tenemos días y etapas malas en nuestra vida pero es necesario conocernos a nosotros mismos y saber qué hacer para sentirnos mejor.

No podemos hacerlo bien si nosotros no estamos bien. En general, cuando estamos tranquilos y serenos sí sabemos lo que hay que hacer. Tenemos que controlar nuestras propias emociones: reconocer que nuestra emoción (enfado, cansancio, tristeza…) pueden estar por encima de lo que sabemos que hay que hacer (hora del cuento…) nos da opción a anticipar y se pueden hacer esas cosas, aunque sea de manera diferente. 

Es importante diferenciar lo que los niños hacen (rabietas, portarse mal…) de lo que son: lo que nos produce “rechazo” son esas conductas, nunca nuestros hijos.

Las expectativas que tenemos de nuestros hijos no siempre se ajustan a la realidad. Debemos ser conscientes de ello y saber en qué medida nos afecta y nos importa.

Es importante que confiemos en nuestros hijos, pero para eso, primero tenemos que confiar en nosotros mismos.