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¿QUÉ PIENSAN LOS CONDENADOS?: LA NECESIDAD DE POLÍTICAS
PÚBLICAS VINCULANTES PROTRANSICIONALES
Por
LUIS MANUEL DÍAZ-ACOSTA1 A la directora e internos del EPMSC Cáqueza
RESUMEN
El proceso reflexivo, partiendo de la necesidad de visibilización del penado
atendió presta y atentamente a su voz; permitiendo así la identificación de aspectos determinantes en torno a las funciones de la pena legalmente asignadas, y múltiples circunstancias en torno a la materialidad de las mismas, la incidencia de condiciones socioeconómicas y, sobremanera, desde la subjetividad del penado mismo, estimaciones respecto de sí, el agredido y la
sociedad en la realidad actual como en miras de la introducción de mecanismos alternativos al actualmente dominante, cual es el dispositivo carcelario; encontrando que la provincialidad en que se hayan circunscritos y las mejores condiciones que envuelve se constituyen en la más cercana y palpable
posibilidad del pensamiento y accionamiento de políticas protransicionales en ese sentido, es decir, del actual sistema penal que ha venido deslegitimándose gradualmente hacia un sistema dirigido a la reconciliación social. Para efectos de la querida protransición y transición se postula como idónea una metodología crítica deconstructiva y transformativa de base heterotópica, heterodoxa y
ortopráctica; cuya aplicación – por naciente: modesta y limitada – permitió la fijación de lineamientos penales, penitenciarios y culturales a atender, con base en el sustento pilar y, del seguimiento de las protofunciones que se proponen.
PALABRAS CLAVE: Agresor, agredido, sociedad, funciones de la pena, dispositivo carcelario, alternatividad, dispositivo penitenciario, percepción, provincialidad, heterotopía, heterodoxia, ortopraxis,
protransición, transición, dignidad humana, fraternidad, derechos humanos, reconciliación social.
CONTENIDO
Introducción – Visibilización del condenado: De monstruo a hermano – En atención a la voz del condenado: Las funciones de la pena – En atención a la voz del condenado: Incidencia de las condiciones
socioeconómicas – En atención a la voz del condenado: El perdón que no se encuentra – Del penado: Las alternativas – Del agredido y la sociedad – Un problema de percepción del cambio – Provincialidad y mejores condiciones: Son mucho más que dos – Políticas públicas protransicionales – Conclusiones
1 Estudiante de Derecho en la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de
Colombia. El presente documento es resultado de las actividades de realizadas en el curso Seminario de Investigación II,
en el segundo semestre del 2011.
REVISTA PAPELES DEL CASTIGO. Mayo, 2012
INTRODUCCIÓN
El estado actual de cosas en materia penal se presenta aturdidoramente complejo, por cuanto, el
sistema penal ha venido deslegitimándose gradualmente en razón al irrespeto a los derechos
humanos y el desconocimiento a la dignidad humana; problemática que se hace evidente en diferentes ámbitos. Por un lado, es constatable en el hecho de
que en presencia de una agresión a un determinado bien jurídico, primero: se ha sustraído a la víctima
quien debiera ser copartícipe central del proceso en el sistema penal, y segundo: se ha desatendido al
agresor mismo. En segundo lugar, se presenta desbordando un ánimo infundado y absurdo por
mantener incólume un “estado carcelero”, donde la pena resulta inoperante y disfuncional; y en que se impulsa la exclusión y disminución del agresor en vez
de, el objetivo de la reconciliación. Un tercer factor, son las condiciones problemáticas de fondo, de tipo
socioeconómico y cultural, que favorecen la supervivencia del insuficiente dispositivo carcelario, a
las cuales no se les está prestando real atención; y que hacen manifiesta la inoperancia de la pena carcelaria como reacción a una agresión a bienes
jurídicos tutelados determinados. Es a partir de ello que se hacen diversos
cuestionamientos: inicialmente, por el papel del agredido como del agresor; por el de la sociedad
misma; y en consecuencia, los retos que comporta para el ordenamiento jurídico penal y penitenciario el problema de que se trata. En esta ocasión, se busca
auscultar la voz del penado, de aquel que no suele quererse escuchar por encontrarse sometido a un
estado de cosas vigente en que atenderle se piensa superfluo e innecesario; búsqueda que se torna
indiscutiblemente valiosa, más cuando con la atención a estas opiniones silenciosas se procura el pensamiento de espacios alternativos y mecanismos
adecuados, que puedan expresarse mediante políticas públicas, que no solamente visibilicen el papel de
estos agresores penados sino que permitan convocar y, en efecto, vinculen al agredido como partícipe
activo de un proceso orientado a la reconciliación. Este ejercicio investigativo reconoce la
necesidad “que llama a gritos” un cambio de un
sistema penal ineficaz y exiguo por uno que responda a un conflicto de fondo realmente complejo; así, no
solamente cavila por el desplazamiento de la pena carcelaria, sino que se menta la transformación
paulatina de todo el orden jurídico penal. En ese orden de ideas, se ve abocado a discurrir no solo en ideas posibles sino necesarias, arduo camino del cual
la presente investigación pretende ser un escaño inaugural, cuyo planteamiento inicial se puede
sintetizar en las siguientes líneas: en atención a la voz del condenado, ¿qué políticas públicas se presentan
como probables y necesarias afines de visibilizar al penado, integrar a la víctima y a la sociedad hacia un nuevo sistema penal pensado en la reconciliación
social, fundado en la dignidad humana y la fraternidad y con base en el respeto a los derechos humanos;
frente a un sistema penal que ha venido deslegitimándose gradualmente y, asimismo, como
respuesta a la problemática socioeconómica y cultural de fondo?
Para los efectos del presente cabe tomar en
cuenta dos postulados metodológicos. El primero, obedece a la pretensión metodológica última de la
reflexión investigativa que se procura, más que a un camino que pueda recorrerse entero con el presente
trabajo, mal que bien limitado. Éste haya sustento material en la interacción y diálogo que se logre con los reclusos que se hagan partícipes en la actividad
permitiendo una visión mayormente integral de la problemática que interesa y, una mayor repercusión
– aunque modesta – en el medio en que se trabaje. Así, toma importancia vital el proceso a más del
producto, por cuanto el conocimiento que se halle ha de derivarse de las dinámicas mismas que se estudian,
de las cuales se identifican elementos positivos y negativos significativos, y se genera simultáneamente concientización al respecto. Justamente, debe haber
vía continua entre la reflexión y la acción, concretamente, entre la meditación sobre los temas
que son objeto, y la acción que se requiera2. Muy
2 Véase para una mejor comprensión de este postulado metodológico: Fals-
Borda, Orlando. La ciencia y el pueblo: nuevas reflexiones sobre la
investigación-acción. En: O. Fals-Borda. Antología Orlando Fals-Borda.
Colección Obra Selecta. Bogotá DC.: Editorial Universidad Nacional de
Colombia, 2010. Apartes I, II; Fals-Borda, Orlando. La investigación-
acción participativa: política y epistemología. En: O. Fals-Borda.
Antología Orlando Fals-Borda. Colección Obra Selecta. Bogotá DC.:
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relacionado, el segundo postulado metodológico: la
casuística, por su parte, justifica la toma de un campo investigativo particular típico; en cuanto afirma la
posibilidad de realización de generalizaciones objetivas a partir de un caso concreto, en tanto éste pueda entenderse como representativo3. De esa
manera, la realización de generalizaciones objetivas en materia penal y penitenciaria se hace plausible a partir
del caso concreto del centro carcelario y penitenciario, en tanto, este centro es distintivo de la
realidad penitenciaria por lo menos del nivel provincial. Igualmente, puede plantearse que, como hay posibilidad de conocimiento de la realidad
alrededor de un dispositivo complejo cual es la cárcel, y en general de la materialidad del orden
penal, a partir de un caso particular de materialización, asimismo, la introducción académica
a esta realidad se hace posible desde la particularidad. La ruta que se traza se basa en pasos
concretos, que desde la sencillez encierran el extenso sendero del pensamiento deconstructivo y transformativo; partiendo de la precisión de aspectos
determinantes con base en la síntesis sobre la reflexión conjunta con los penados del
establecimiento carcelario que sirve de campo investigativo, tratándose de las funciones de la pena
legalmente asignadas; pasando por la percepción e identificación respecto de mecanismos y espacios considerados posibles: primero, como alternativos a
la pena, especialmente, la carcelaria; y segundo, en relación con el eventual agredido y la sociedad; como,
finalmente, y con base en el proceso dialógico, la fijación de formas apremiantes en orden al
movimiento del sistema penal y penitenciario actual hacia uno vinculante en razón a la reconciliación social.
Finalmente, es menester afirmar, en lo que parece ser un pleonasmo, que el fruto de esta labor
investigativa intenta responder, aunque desde un primer acercamiento, a cuestiones precisas, al
llamamiento que se hace por la afrenta a necesidades
Editorial Universidad Nacional de Colombia, 2010; Fals-Borda, Orlando.
Los problemas contemporáneos en la aplicación de la sociología al
trabajar en la investigación-acción participativa (IAP). En: O. Fals-Borda.
Antología Orlando Fals-Borda. Colección Obra Selecta. Bogotá DC.:
Editorial Universidad Nacional de Colombia, 2010 3 Véase para una mejor comprensión de este postulado metodológico:
Ginzburg, Carlo. Reflexiones sobre una hipótesis: El paradigma
indiciario, veinticinco años después. En: Contrahistorias. Revista
semestral No.7 (Sep.2006-Feb.2007); p. ISSN: 1665-8965
socioeconómicas y culturales que se hallan
circunscritas a la problemática cuyo epicentro es el dispositivo carcelario; conteniendo, primeras
estimaciones al respecto y, el planteamiento de pautas metodológicas viables y apropiadas hacia la transición a un modelo jurídico penal más acorde con
la situación colombiana.
VISIBILIZACIÓN DEL CONDENADO: DE
MONSTRUO A HERMANO “Yo soy solamente si tú también eres”
[Obispo Desmond Tutu]
El penado se torna en antisujeto o sujeto negado, entrañando un distanciamiento de la estructura social;
que por representar al individuo antisocial, se procura su disolución mediante su transformación en
monstruo, lo que es, un individuo peligroso para la estructura social, con el despliegue de un dispositivo
que lo permita sin que la disminución de su humanidad constituya abiertamente afectación al cuerpo social – o al menos así parezca –, por ende, el
dispositivo carcelario, se intenta mostrar como inevitable y única respuesta posible; no obstante, el
sostenimiento del imaginario de peligrosidad irremediable del penado requiere la paralela
conversión del cuerpo social en un ente peligroso; lo que resulta ser una ilusión lamentable manifiesta en la
creación de injusticia en nombre de la justicia; la humanidad se desvanece en el ciego direccionamiento hacia la exclusión4. Frente a ello no basta la
formulación de alternativas sino la reconstrucción del
4 Para mayor claridad compréndase que, basándose en el planteamiento de
Hinkelammert, el antisujeto supone una dimensión de distanciamiento, no
significando ello su inexistencia sino: su negación; sustentándose como
proyector de monstruos y, siendo para proyectarlos a ellos; luego, como el
antisujeto no se puede matar por tornarse cual irremediable enfermedad, se
procura su disolución, mediante su transformación en monstruo, y con la
construcción de “escudos” que permitan matar sin suicidarse; en
consecuencia, se constituye a manera de justificación para el
funcionamiento de la fábrica de muerte, la cual se muestra como inevitable
y única respuesta posible, en que parece necesario para luchar contra el
monstruo el convertirse en uno también; a pesar de ello, ninguno lo es, es
una gran mentira producto del mismo mecanismo, cuya proyección
polarizada es la creación de mutua injusticia en nombre de la justicia; así,
se destruye la realidad que se pierde de vista en el proceso en que todos se
arruinan, y a sí mismos ya que cada uno es parte de todos. En suma, el
juego resulta constituyéndose en un “sine missione”, en que el sujeto habrá
sido asumido como antisujeto sin oportunidad de retorno. (Véase
Hinkelammert, Franz (2003), “El sujeto, el antisujeto y el retorno del
sujeto” En: El asalto al poder mundial y la violencia sagrada del imperio.
San José de Costa Rica: DEI, 2003)
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fundamento sobre el cual se asientan; es decir, no
puede limitarse al mero miramiento del ordenamiento jurídico penal y penitenciario, y su
materialización mayormente visible en el dispositivo carcelario, que encarna el aislamiento del penado peligroso, en un proceso que en tramos parece
perder la racionalidad retomando medios trasnochados de justificación; sino que debe
mentarse, en efecto, un proceso deconstructivo que permita la reconstrucción del fundamento del
sistema. En concreto, la recuperación del sujeto del penado se da en un acto intersubjetivo que propicia el hallazgo y visibilización de lo humano – y su
dignidad – de base cultural en la exaltación práctica de la fraternidad5.
Se llega a que, la recuperación del sujeto se hace necesaria en el proceso hacia un sistema de
reconciliación de cara a la agresión de un bien jurídico tutelado, por tratarse de una de las partes
del suceso delictual. Para esos efectos, el pensamiento que tengan los penados en cuanto al problema principal de que se trata, se constituye en
un aspecto determinante, específicamente, que le visibiliza como humano y visibiliza su postura:
primero, respecto de las funciones de la pena legalmente asignadas; segundo, a propósito de sí
mismos, la sociedad y el agredido; tercero, en cuanto a la incidencia de las condiciones socioeconómicas; y cuarto para efectos del análisis de la percepción de la
posibilidad de la transición a un sistema de reconciliación.
5 Se tiene del pensamiento de Hinkelammert que: El realismo – que
desemboca en ilusiones destructoras – impide la afirmación de valores, los
cuales se disuelven socavando la posibilidad de alternativas frente al
sistema; es por ello que frente al colapso estructural no basta la
formulación de alternativas y su presión, debe reconstruirse el fundamento
sobre el cual se asientan. Así, se tiene que el hacerse sujeto es un acto
intersubjetivo, que se sintetiza en la perspectiva de recuperación que
brinda Desmond Tutu, obispo anglicano sudafricano: “Yo soy solamente si
tú también eres”, lo que es: “Yo soy un ser humano porque tú eres un ser humano”; propiciado desde una postura racionalizante y alternativa, en un
encuentro de lo humano en la base cultural, lo que es, un llamado al
realismo en el hallazgo y visibilización de lo humano que surge, en orden
al bien común, razón por la cual solo es posible de ser solidaria. En
conclusión, la recuperación del sujeto negado, que es por la propia
institucionalización que negó al sujeto, es la solución compleja frente a un
problema complejo, no una respuesta de simplificación que fomenta la
destrucción de la complejidad. (Véase Ibíd.)
EN ATENCIÓN A LA VOZ DEL
CONDENADO: LAS FUNCIONES DE LA
PENA “Si usted va a una lechería y se la pasa todos los días allá,
es obvio que usted va aprender a hacer quesos, lo que
siempre se hace en esa empresa” No mucho tiempo atrás se llevó a cabo una investigación que pretendió dar por resultado la
respuesta al cuestionamiento sobre: “¿Qué quieren las víctimas?”6, uno de cuyos capítulos, el que trata específicamente esta pregunta tuvo por hipótesis que
al parecer las evidencias de la encuesta sugieren una paradoja: “al parecer lo que quieren las víctimas
encuestadas va en contravía de la lógica de la reparación integral y afirma los efectos perversos del juego político de
las reparaciones” 7. En efecto, muy poco alentadoras resultan las cifras que corroboran dicha paradoja; no obstante, tenerlas presentes: primero, se hace
necesario y se justifica cuando se pretende resaltar la necesidad de vinculación activa de la víctima en un
proceso de reconciliación; y segundo, confirma la necesidad de cuestionar el pensamiento del penado
como contraparte del suceso delictual. Es esto segundo lo que se procura en el presente, para cuyos
efectos inicialmente se hará un arqueo sobre las estimaciones hechas en reflexión conjunta con los internos del centro carcelario y penitenciario
respecto de las funciones legalmente asignadas a la pena, comprendiendo la privación de la libertad, en la
reclusión en una cárcel, como la manifestación principal de la misma. Lo traído a recuento se basa en
la síntesis que se extrae de la información compilada8. 3.1 La función de prevención general
Sobre la función de prevención general, entendida respecto de la sociedad en general, como: (1) el
sentimiento de seguridad que se afirma, y (2) como el
6 Investigación de ProFis por encargo del Ministerio Federal de Relaciones
Exteriores de Alemania, y representado por la Embajada alemana en
Bogotá. 7 Véase Kiza, Ernesto y Rettberg, Angelika (comp) (2010). Reparación en
Colombia: ¿Qué quieres las víctimas?. Bogotá: ProFis, 2010. p.155 8 Para esos efectos, es decir, para efectos de la síntesis, se hace alusión a
los porcentajes logrados a partir de las respuestas objetivas a las encuestas;
se hacer referencia a ideas sobresalientes a partir de lo reflexionado
conjuntamente con los internos desde el compilado de información – que
recoge las respuestas escritas obtenidas al cuestionario de la encuesta
realizada, los comentarios escritos aportados, y las intervenciones orales
que los participantes hicieran –; y finalmente, – cuando es el caso – se
realizan aportaciones con base en ello.
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mensaje que se envía de no incurrir en delitos. Los
internos consideraron sobre el cumplimiento del fin de esta función en un 45% que ambas variables se
cumplían, en un 15% que solo se cumplía la primera, en un 25% que solo la segunda y, un 15% que ninguna de las dos variables se cumplía9. Se identifica en suma:
consideraciones sintéticas respecto de ambas variables, condicionamientos, limitaciones y, una
posición de favorabilidad resignada. La primera variable, según la cual se afirma un
sentimiento de seguridad, se encuentra condicionada – en el parecer de uno de los participantes, asentido por varios más – a la errónea creencia de seguridad
de la sociedad a raíz de la privación de la libertad del agresor al cual se cree peligroso; último aspecto que
se funda en actitudes sociales – o mejor, asociales – excluyentes e incomprensivas10 que degeneran en un
etiquetamiento discriminatorio. En cuanto refiere a la segunda variable, en atención a lo que dijera un
interno – de los que consideró que se cumplía solamente con ésta – se halla condicionada, o mejor, parece propender a limitarse a que únicamente son
los amigos y familiares del recluso los que “entienden el mensaje” porque son los que de una u otra manera
sufren junto con el interno. Por otro lado, se afirma la inoperancia de la
función de prevención general en la práctica, aludiendo a la comisión de numerosos delitos; y adicionalmente, se señala la falta de conocimiento,
que tiene la sociedad, respecto de cómo son manejados los sistemas carcelarios como factor
externo coadyuvante. Finalmente, un recluso estimó que las dos se cumplían en el entendido de que “la ley
es así”, afirmación reiterada en su discurso que evidenció una curiosa resignación respecto de la normatividad establecida, dejando aparte cualquier
objeción que pudiera ser realizada.
3.2 La función de prevención especial Entendiendo la función de prevención especial, que es
respecto de quien incurrió en un delito concretamente, como: (1) la pretensión de reorientar al interno en el respeto a la ley y en guiarle para su
inclusión social, y (2) como la exclusión que se hace
9 Tomándose en cuenta las veinte respuestas obtenidas.
10 Al respecto uno de los internos recordaba en diálogo cualquier persona
puede cometer un error, como incurrir en un delito, y que por ello, aun así,
se les es tachados de criminales.
del cuerpo del condenado de la sociedad; se preguntó
a los reclusos que se hicieron partícipes si creían que esta función de la pena cumplía su fin, obteniendo los
siguientes resultados11: el 25% consideró que se cumplían las dos variables descritas, el 35% que solo la primera, el 30% que solo la segunda, y el 10%
restante que ninguna de las variables se cumplía12. Se tiene de las aportaciones hechas al respecto:
argumentos en orden a justificar el funcionamiento o no, tanto de una como de otra variable,
condicionamientos al respecto, y una posición resignada; última según la cual las dos variables se cumplen, por cuanto “es todo esto de la ley”13.
En suma, en cuanto refiere a la primera variable, según la cual se pretende la reorientación
del interno, algunos participantes estimaron que no se daba, otros condicionaron su funcionamiento a un
determinado aspecto, justificaciones ambas que resultan concatenar. El funcionamiento de la referida
variable se halla vinculado, en primer lugar, a la proporción de pautas de resocialización que se asocian con la posibilidad de formación suficiente14,
en cuya falencia, es decir, de no darse, por ejemplo, por desatender la diversidad en el cuerpo de
internos, propicia la reincidencia, caso en el cual, se evidencia la disfuncionalidad práctica15 de la variable.
En segundo lugar, muy relacionado con esto último, se liga a la existencia de una mixtura indiferente en el cuerpo de internos, en que no parece haber mayor
consideración de personalidad, cultura, forma de vida, delito cometido, incursión ocasional o reincidencia16.
11
Tomándose las veinte respuestas logradas. 12
Este desatinado porcentaje de participantes, es decir: los que
consideraron que la segunda variable no se cumplía; es la excepción a la
afirmación de entendimiento de lo que la variable significa. 13
Esta afirmación, por parte de uno de los internos, es continuación de su
propio discurso, y llama la atención del suscrito, a pesar de encontrarse
limitado para desarrollar al respecto. 14
Con el término “formación suficiente” el suscrito investigador intenta,
sin lograrlo como deseara, englobar los diferentes aspectos formativos a
los cuales los internos hicieron alusión, o que se desprenden de la reflexión
conjunta, a saber, formación laboral, orientación en el cumplimiento de la
ley, afín a la no reincidencia, formación espiritual, en convivencia, etc. 15
Para efectos de la alusión a la disfuncionalidad práctica, un interno
manifestó: “Muchas personas salen de la cárcel y siguen cometiendo delitos”; sencilla frase que engloba sin complicación alguna el argumento. 16
Uno de los internos de cuyas palabras se desprende esta afirmación,
estimó como aceptable o regular la estancia en el centro carcelario,
aludiendo a que se hayan “diferentes delitos y personalidades mezclados”,
diferentes niveles culturales y estándares de vida, – dio por ejemplo –
“indigentes con profesionales”, “gamines con fleteros”, en palabras suyas,
concluía, “personas verdaderamente desadaptadas con personas que por error cometieron un delito”.
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En tercer lugar, identifica el suscrito que la pretensión
de reorientación y guía17, se encuentra materialmente atada al mantenimiento de vínculos sociales, por
medios como: el permiso de setenta y dos horas y toda visita recibida en el centro18, lo que es – en opinión del suscrito – estancias en que la rigidez del
dispositivo carcelario empieza a desvanecerse. En cuarto lugar, se encuentra un condicionamiento, que
más parece ser una deformación del funcionamiento de la variable de que se trata; en tanto no se dé la
reorientación en el respeto a un ordenamiento normativo hacia la inclusión social en un sentido cabal, sino en el sentimiento de cuidado que genera
en quienes han estado privados de la libertad, por el temor de volver a pasar por ello19. En quinto y último
lugar, se enfatiza en la relevancia del factor subjetivo en el funcionamiento de la pena, es decir, en las
características propias de cada penado que pueden favorecer o no el aludido proceso de reorientación y
guía. Respecto del cumplimiento de la segunda
variable, no hubo mayor cuestión, en el entendido de
que claro quedó para los partícipes, que “es retirarlo”,
17
Debe tenerse presente, que la primera variable de la función de
prevención especial, es decir, la pretensión de reorientar al interno en el
respeto a la ley y en guiarle para su inclusión social se encuentra
insoslayablemente atada a la función de resocialización; es por ello, que el
suscrito extiende las consideraciones respecto de la primera a la segunda,
más en cuanto refiere un estado actual de cosas. 18
Un ejemplo de este condicionamiento puede evidenciarse en lo que uno
de los internos participantes expresara a propósito de esta función, de la
siguiente manera: “de reorientar si porque estamos saliendo setenta y dos,
y estamos viendo – por lo menos en mi – y estamos viendo a nuestra
familia, (…) ¡sí! Porque, para el que toma (…) Esto que es duro [pero]
(…) le dan a uno la oportunidad de ver a su familia, pues uno sale como dicen: con más experiencia de no cometer cosas que no se deben, y de
hacer las cosas como son, con la verdad de Dios y con la familia de uno, con los hijos queridos de uno, con los vecinos, con el que lo rodea, con el
que está al lado de uno; para mí lo reorienta, y lo saca a uno adelante, y es positivo, va uno con su familia porque vuelve uno a incluirse en la
sociedad”. Además, enfatizó: “estamos también relacionándonos con la familia, con la gente, con la sociedad”. Con ello, el interno no solamente
deja entrever la docilidad que le caracteriza, recordado su alegada
inocencia; sino que refleja el mencionado condicionamiento de la
reorientación hacia la inclusión al mantenimiento de vínculos sociales. En
opinión del suscrito, estos pequeños detalles son relevantes, en tanto
condicionan el cumplimiento de las pautas legales, sin ser precisamente
contempladas por ellas. 19
Respecto del mencionado cuidado, un interno describió: “Uno sale, y
uno sale como con un temor, con el temor de no volver a reincidir (…) ; y digamos, cuando uno sale en una libertad condicional o (…) cuando uno
sale en permiso de setenta y dos horas uno procura cuidarse, ¡no!, o sea,
no tener problemas con la sociedad, con nadie; o sea, uno sale siempre con ese temor, o sea, uno sale, sale, o sea, prevenido de no reincidir, de no
volverla a embarrar, porque uno sabe las consecuencias que eso trae, pues seguir pagando cárcel, seguir uno en la cárcel”.
“es sacarlo de la sociedad momentáneamente, o sea, por
un periodo” en palabras de uno de ellos; en ese orden de ideas, se cumple porque en efecto se encuentran
físicamente privados de la libertad. 3.3 La función de retribución justa
Posteriormente, siguiendo una por una con las funciones, se preguntó por la función de retribución
justa, entendida como la precisa imposición de la pena, lo que es, en una sentencia después de un
proceso judicial. Los internos consideraron en un 55% que si se cumple, y en un 45% restante que no20. En cuanto a ésta, no es poco lo que se tiene; a pesar
de que las cifras muestran porcentualmente una victoria de la opción favorable, cierto es el torrencial
aguacero de argumentos en contra, que no se limitan al evento mismo de la función sino a múltiples
deliberaciones sobre el sistema judicial en general, y aspectos culturales21.
Referente a la primera opción, según la cual la función de retribución justa si se cumple, solo se identifican dos22 estimaciones: la primera, de
favorabilidad resignada, según la cual “así es (…) lo de la vida”; y la segunda, que se sustenta en la
consideración de que los delitos que son cometidos tienen que ser pagados, razón por la cual fueron
hechas las leyes. En esta segunda se circunscriben, sin dudarlo, varios de los internos, aquellos que no adoptaron la primera23, o se constituyen en
excepción a las estimaciones sobre anomalías argüidas posteriormente.
Tratándose de la segunda opción, o sea, el no cumplimiento de la referida función, se sustenta en la
afirmación de factores que generan anomalías en el sistema judicial, en materia procesal, normativa-valorativa, y respecto de aspectos culturales
incidentes. En cuanto a los aspectos procesales, se tiene
en primer lugar, que el sistema judicial desatiende las
20
Tomándose las veinte respuestas adquiridas. 21
Que se encuentren compilados superior cantidad de argumentos
desfavorables que favorables, ha de deberse a que el simple asentimiento
no genera mayor discusión, no así en el caso contrario, en que se evidencia
un esfuerzo colosal por justificar la afirmación, y dar las razones que
pueda haber de fondo. 22
En esta como en otras de las preguntas se presentaron respuestas
desatinadas o incoherentes por falta de comprensión del cuestionamiento;
ésta al no ser la excepción, obtuvo que – por lo menos - una de las
respuestas favorables se dio por tal razón. 23
Solo uno la adoptó, el mismo que lo hiciera en las preguntas anteriores.
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condiciones de fondo detrás de la comisión de un
delito, enmarcadas en una realidad hostil, por cuanto: primero, llega a imponer una pena a personas que
pueden ser calificadas como inexpertas normativamente por carencia de educación24 25, caso el cual se relaciona con el error de prohibición, no
siendo, en un primer momento, reprochable la acción; y segundo, por cuanto se presentan casos en
los cuales no se busca determinar las razones por las cuales fue cometido el delito, siendo éstas de diversas
índoles, inclusive, por cuanto resultaba inevitable26 o fue constreñido a realizarlo, último caso en el cual se cabe la configuración de insuperable coacción ajena
como causal de justificación respecto de la tipicidad. En segundo lugar, y muy relacionado con esto, se
encuentra la aludida carencia de pruebas en orden a justificar la decisión judicial y en consecuencia la
condena; que se evidencia: en los casos en los cuales no hay las pruebas suficientes para verificar con
certeza la comisión del delito afín de llegar a una decisión condenatoria, y aun así se condena a quien quizás no incurrió en delito alguno; además, en las
ocasiones en las cuales, en el afán de condenar, no explorando de forma suficiente el asunto de que se
trate, se condena por un delito diferente al realmente cometido, o en otras condiciones que puedan
resultar gravosas para el agresor27. Por lo demás, a
24
Esta alusión busca plasmar una situación planteada y múltiples veces
reiterada por uno de los internos – que resulta sintética de una
circunstancia real –, según la cual una de las razones por las cuales una
mayor cantidad de campesinos incurrían en delitos y eran llevados a
cárceles, en comparación con personas de ciudad, se debía a que “son
novicios de la vida y caen inocentemente”. 25
El suscrito busca traducir lo que uno de los internos nombrara como
“noviciado de la vida”, con la expresión “inexperiencia normativa por
carencia de educación”, característica que no discrimina en edad ni sexo,
en la que parece no haber un proceso de identificación bien definida
respecto de un orden normativo, principalmente, jurídico; no por ello
representando ser antisocial, sino simplemente apartado o desentendido de
ese orden. 26
Uno de los internos refiriéndose a esto afirmó que muchas veces una
persona no comete un delito porque quiere sino “porque le toca”. En esa
misma línea otro enfático en afirmar que es evidente la ausencia del Estado
en cuanto a las necesidades de las personas se refiere, ya que el que incurre
en un robo de mínima magnitud como el de un celular, muy
probablemente lo hace porque no ha conseguido una buena oportunidad de
trabajo, y por ello hay detrás suyo una familia aguantando hambre; por
otro lado, se encuentran personas que estando en buenas condiciones
socioeconómicas y gozando de importantes cargos “roban toda la plata del pueblo”, a quienes resulta dárseles un trato preferencial. 27
Tratando de justificar su respuesta desfavorable a la pregunta por la
función de retribución justa, uno de los internos dijo al respecto,
recordando la existencia de “mucho proceso injusto” en que al sistema
judicial le importó condenar sin ir al fondo del asunto, que “ni le da bases a uno, ni lo deja conseguir pruebas, sino de una vez lo aprieta y, lo que la
propósito del asunto procesal, se hace fuerte crítica
al papel del abogado en el proceso, específicamente, cuando se da un deficiente ejercicio profesional,
manifiesto, en una defensa insipiente; a la cual se le llega a prestar mayor atención y dar mayor credibilidad – en estimación de los participantes –
inclusive, que a la propia voz del procesado quien es apartado del centro del proceso.
Por otra parte, se planteó la existencia de un problema valorativo en materia penal, según el cual
para los fines de la estimación de la pena no hay una adecuada definición de valores o clasificación de los mismos, razón por la cual – estimaron varios internos
participantes – se dan elevadas condenas por pequeños delitos, y penas reducidas para grandes
delitos28, asimismo, referente a la distinción entre infractores ocasionales y reincidentes; y del tipo de
delito y de delincuente para efectos de la fijación del tipo de condena29.
Se presenta además, como factor causante tanto como consecuencia de la complejidad enmarañada, el fenómeno de la “justicia transaccional”
en el sistema judicial, lo que es, una práctica en la cual el sindicado transige en el proceso judicial –
desatendiendo a la verdad, y originando así la anomalía –, por ejemplo, cuando para un sindicado
resulta beneficioso aceptar la autoría de un delito no cometido con el fin de recibir rebaja de la pena; siendo propiciado por el miedo que siente el
sindicado de extender el juicio por hallarse “enredado en acusaciones”30; viéndose gravemente
ley diga y, listo y ya lo procesaron. ¡Si! Ahí, habemos muchos condenados
injustamente, o no, y si no exactamente al delito que uno ha cometido sino le aumentan más”. 28
El primero que tratara este problema – por cierto desde su convicción
ética personal – planteó como valor fundamental el de la vida,
contraponiéndolo con el de la libertad; según lo cual la pena por asesinato
debiera ser superior a la de secuestro, para que la “retribución” pudiera
calificarse como justa, al menos respecto de una escala de valores mejor
elaborada. Asimismo otro de los presentes – éste con formación
profesional – quiso ejemplificar aludiendo a la condena que se le puede dar
a quien hubiera robado un teléfono celular frente a un robo como el
perpetuado por los Nule en las obras públicas de Bogotá, en que considera
no se guarda proporción alguna. 29
A propósito de ello uno de los internos que se hizo partícipe arguyó que
el tipo de condena que se imponga a quien “tiene amarrada la hija y la viola, y es sádico, y la maltrata y todo” debe ser diferente en cuanto a su
orientación a la que se le impone a quien “le pegó una cachetada a la
mujer borracho” – ejemplificó –. 30
Al respecto el interno consideró que una de las razones por las cuales el
sindicado se siente constreñido a la aceptación de cargos, es ese miedo que
se genera al encontrarse que “la justicia, la Fiscalía” lo enreda.
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afectado el ejercicio adecuado del derecho a la
defensa. Otro aspecto, de gran relevancia, es la
incidencia de factores socioeconómicos particulares en el proceso, y por ende en la misma pena impuesta mediante sentencia, afectando tanto la igualdad
procesal como la de trato en cuanto a la imposición y ejecución de condenas31, que se sustenta en que, en
efecto, el nivel socioeconómico incide sobremanera en el “trato judicial” que se da, por cuanto las
personas de bajos recursos les resulta poco accesible costear un buen abogado32 y solo concurren a aumentar el hacinamiento carcelario, caso contrario
de quienes ostentando una posición adinerada si puede costearlo, y lograr la aprobación de beneficios
como la casa por cárcel, casas fiscales, cauciones, “prebendas”, etc. por medios lícitos, o ilícitos33.
En último lugar, debe aludirse al sistema judicial y la actitud, encontrándose que éste no está
orientando su funcionamiento en orden a la garantía de justicia ecuánime, sino que muestra una actitud anómala. Esto por cuanto, primero, el sistema judicial
no está direccionándose a la producción de justicia sino que se sitúa a la defensiva en la búsqueda de
beneficios desatinados, lo que representa una incongruencia interna funcional; que se asienta en la
pretensión desenfrenada de condenar, en una aparente e ilusoria demanda de eficacia – no eficiencia – y capacidad; y en la aplicación descuidada de las
normas, creyendo que se está cumpliendo con el deber, aunque lo esté haciendo mal, sin un juicioso
estudio de la situación, lo que es, sin el debido discernimiento dirigido a la proporción de soluciones.
Asimismo, – hubo la estimación de que – a la justicia no le interesa ni la víctima, ni el victimario, sino que
31
Tratando la afectación a la igualdad procesal y de trato en cuanto a la
imposición y ejecución de penas, por motivos socioeconómicos hubo
variadas intervenciones, que culminaban con la exhortación por la
igualdad afín de que “el pobre no lleve del bulto” – como bien supo decir
un participante –, propendiendo no rendir honores al refrán popular “la
justicia es solo para los de ruana no para los de corbata”, en que “al de ruana y de sombrero a él si le aprietan; en cambio, al de corbata lo dejan
más suave y, le dan más oportunidades”. 32
Un interno, a propósito de esto, expresó que “hay gente de bajos
recursos, que no pueden llegar y pagarle a un abogado, a un juez”. 33
En diálogo, se encontró que tratando diversos temas, especialmente, el
de la retribución justa los internos se refirieron al caso de los Nule, y el
alcalde saliente de Bogotá Samuel Moreno, en que – según uno de los
participantes – “todo fue organizado”, ya que no se le habría ordenado
captura inmediata permitiéndole antes resolver algunos problemas
favorablemente.
se encelda en su propio ego, ante la sociedad y
estamentos estatales34.
3.4 ¿La imposición de la pena a través de una sentencia es justa retribución?
Habiendo preguntado por el cumplimiento de la
función de retribución justa, tal cual se la explicó, se cuestionó a los internos por si consideraban que la
imposición de la pena a través de una sentencia era justa retribución; frente a lo cual se obtuvo que: en
un 23,53% estiman que es justa retribución, y en un 76,47% que no lo es35. Curioso resulta que las cifras logradas con este cuestionamiento, contradicen las de
la pregunta anterior, pero son más representativas del arsenal argumentativo desplegado para sostener la
desfavorabilidad sobre el cumplimiento de la función de retribución justa.
En orden a justificar la creencia de que la imposición de la pena a través de sentencia es justa
retribución no se identificó aportación alguna; por el contrario, hubo cuatro aportaciones dirigidas a fundamentar lo opuesto. Primeramente, la pena no
está pensada en consideración del agredido en su
34
Ésta anomalía se extrajo de la aportación que un interno hizo, afirmando
hablar desde sus conocimientos adquiridos por estudios sobre los países,
diferenció entre países desarrollados y subdesarrollados en términos de
cultura, no de inferioridad o superioridad. Refiriéndose a Colombia como
subdesarrollado arguyó: “somos subdesarrollados por la actitud, no porque seamos inferiores (…) Aquí se siente inferior la gente, pero no
somos inferiores; es la actitud la que nos hace inferiores. La parte civil, la gente piensa y está a la defensiva, cuando está la gente a la defensiva se
mantiene en conflicto constante, un conflicto que no para, y la gente
siempre se previene cuando está constantemente a la defensiva, los
pensamientos son negativos y de defensión y de miedo, es un miedo, eso es
estar a la defensiva; entonces, aquí la justicia se mantiene es defendiéndose constantemente, y no está pensando en si en hacer justicia
sino en defenderse, no hay una congruencia en ellos mismo, entonces eso es lo que lo está llevando a cometer errores y más errores y siempre los
van a cometer mientras no rompan esa actitud, mientras la justicia no se abra a aplicar una justicia ecuánime, una justicia en donde prime la
paciencia, que ellos no tienen pero que le quieren imponer a uno el castigado (…); se endiosan y se creen con derecho a castigar a la gente
inmisericordemente sin pensar en estudiar la situación, sino en aplicarla
simplemente y no tienen discernimiento, eso los mata (…); no disciernen sino simplemente aplican creyendo que están cumpliendo con su deber
pero lo están haciendo mal”. Con posterioridad, continuó indicando: “En este momento a la justicia no le interesa ni la víctima, ni el victimario, le
interesa su propio ego, sus propios intereses, su futuro y los resultados; en este momento, hay una especie de ceguera, están ciegos por dar una
imagen en la cual ellos no se dan cuenta que lo están haciendo realmente contraria a los resultados; por beneficiarse ellos mismos y su
individualismo ante la sociedad, ante el gobierno; por dar una imagen de
capacidad que realmente no consiguen por su propio ego no están viendo ni les interesan los resultados; están pensando en sí mismos como
personas no en las soluciones”. 35
Tomándose diez y siente respuestas logradas.
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bien jurídico tutelado por cuanto no contempla la
forma más adecuada, y más en orden a atender las consecuencias de la agresión36. Y asimismo, la función
de retribución justa tampoco considera al agresor en tanto no facilita medios idóneos para reivindicarse consigo mismos, frente al agredido como frente a la
sociedad, y por el contrario, le disminuye severamente37 y propicia el distanciamiento de la
sociedad38.
3.5 La función de reinserción social Entendiendo la función de reinserción social, que se da durante la ejecución de la pena, que busca facilitar
medios idóneos que le permitan al interno, terminada la condena, tener un exitoso reintegro a la sociedad;
se cuestionó a los internos que se hicieron partícipes en la actividad si creían que esta función cumplía su
fin, logrando los siguientes resultados39: en un 47,06% consideraron que si cumple con su fin40, y un 52,94%
consideró que no cumple su fin. 3.6 ¿Se realizan actividades de resocialización? ¿Han
cumplido con su fin? En ese orden de ideas, siguiendo con esta misma
función, se cuestionó a los internos por si consideraban que dichas actividades de
resocialización se llevan a cabo en esta entidad penitenciaria, y en tal caso, es decir, si se llevan a cabo, si estiman que cumplen con su función de
resocialización. Obteniéndose que en un 57,14% afirmaron que si se realizan tales actividades, y que
36
Uno de los que expresara no estimar la imposición de la pena mediante
sentencia como justa retribución se expresó mediante un ejemplo, según el
cual una víctima de homicidio “jamás recupera la vida porque el
victimario esté mucho tiempo preso”. Adicionalmente plateó que si una
persona lleva a cabo un hurto, debería la ley contemplar la devolución y un
poco más como pena. 37
Referente a esto, uno de los internos que no estimaron como justa
retribución se sustentó en lo degradante que resulta la estancia en
establecimientos de reclusión. 38
Uno de los internos definió retribución en los siguientes términos: “es
devolver; o sea, usted me regala algo, me presta algo y yo le retribuyo; o sea, más adelante le doy algo más, le doy un presente”, y respecto de la
pena y el delito: “la retribución que nos daría por ejemplo, pues la justicia; sería devolviéndonos a la sociedad; o sea, siendo consecuentes
con nosotros mismos y, de pronto no siendo tan duros en las penas; y dándonos principios de oportunidades, no, como para que la pena sea
menos severa”. 39
Tomándose las diez y siente respuestas obtenidas. 40
En esta pregunta también se presentó el condicionamiento de las
respuestas, pero en menor cantidad, por ejemplo, limitando el
funcionamiento a la existencia de los medios idóneos; o, en que se aludió
al deber de garantizar segundas oportunidades como sustento de la
función.
ellas cumplen con su fin; en un 35,71% consideraron
que si se cumplen tales actividades, pero que no se cumple con su fin, y el 7,14% restante estimó que las
actividades no se realizan41. Se evidencia que – al menos en el caso de la función de resocialización – la estimación que se refleja en las cifras se mantuvo en
gran medida, así como consideraciones alrededor de ello que en su mayoría se relacionan o coinciden,
razón por la cual se sintetizaron todas ellas sin discriminación alguna.
Los medios dispuestos, concretamente las actividades, son insuficientes para la promoción de un proceso de resocialización por cuanto no satisfacen
las diversas necesidades de los internos, ya que, lo que puede estar orientado a la resocialización para
unos, no necesariamente lo es para todos42 en atención a las diferencias y particularidades de los
internos, especialmente de tipo formativo y laboral; además, por cuanto la planeación de actividades
desarrolladoras de la pena se encuentra atada a la desatención que esta última tiene de las razones de fondo del delito; por otra parte, por cuanto la
idoneidad de los medios pende del hilo de la subjetividad – se excusa la redundancia a expensas de
mayor claridad –, lo que es, depende de cada persona y sus características propias en cuanto a personalidad,
educación, espiritualidad, entre otras, en que: por una parte, se tiene que algunos encuentran en las actividades tranquilidad, aprendizaje y experiencia de
vida43; contrario a ello, en cuanto a la participación
41
Tomándose las catorce respuestas obtenidas. 42
A propósito de ello, tratándose de formación, uno de los participantes –
con formación profesional – recordó que los cursos que se imparten dentro
del establecimiento carcelario son de nivel básico, es decir, de primaria y
bachillerato, con lo que sin duda se responde a las necesidades de algunos
internos; pero que no suple los requerimientos de quienes ya poseen dicha
formación, e inclusive tienen formación profesional, para los cuales
debería ofrecerse – como bien lo consideró un tercer recluso – estudios
técnicos o tecnológicos en articulación con instituciones como el SENA.
Las actividades gozan de mayor capacidad de satisfacción en el caso de
internos como el que afirmara que es allí en la cárcel donde conoce “lo que
afuera no se conocía: estudio, y muchas cosas de que uno no conocía” 43
Frente al cuestionamiento por cómo asumen las personas las diferentes
actividades, o sea, para vincularse a ellas, un participante – desde su caso
personal – afirmó tomarlo como aprendizaje y experiencia de vida, “Y
para acatar como dicen, las leyes y las órdenes de nuestros superiores (…); en este momento nuestros superiores son los que me manejan acá,
para yo si estoy mal o bien, pues ellos me van a corregir, ¿cierto? Pues tengo mis superiores, en mí acepto las órdenes y también las órdenes de
los que nos vienen a enseñar, a instruirnos, a salir adelante para un
futuro. Entonces cumplo con eso, y eso lleva a su fin… que cumple con todo y con la resocialización también”. Acto seguido, se cuestionó por
cómo toman en general las actividades, obteniendo que a muchos les
gusta, por cuanto encuentran tranquilidad y conocimiento; “aquí la gente
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que en las actividades hacen los internos se tiene que
– se sostuvo en diálogo – en su mayoría no tiene por objetivo – hablando desde el sujeto del condenado –
el aprender un nuevo conocimiento sino la obtención de un beneficio o descuento; a más de eso, hubo el planteamiento de una limitación en tanto – estimó
uno de los participantes – se presenta el caso de quienes, valiéndose de medios ilícitos, no llevan a
cabo actividades y reciben beneficios o simplemente no cumplen con la condena; y, finalmente, los medios
no son suficientes por cuanto falta una más personalizada atención, que permita supervisar juiciosamente un verdadero proceso de
resocialización – consideración que se asocia íntimamente con las anteriores –, pareciendo más
bien que no se tiene un interés real por cómo sale una persona tras el cumplimiento de la pena44..
La consecuencia de la ausencia de medios suficientes, como es el caso de los que favorecen la
concientización del error cometido afín de corregirlo45; es la producción de un efecto
el que tiene corazón, que piensa tiene que aprender, como dicen: a las
buenas; llevar una relación con todos, llevar una incorporación con los
que están afuera, adentro, acá. Y el que no, ya está enseñado a eso, no le
interesa eso para nada; solo sale a la calle a lo mismo; porque esa es la verdad, yo he visto que salen de aquí, y al rato, ya están otra vez en la
cárcel”; aportación frente a la cual se le cuestionó qué pasó allí con la
función, logrando del recluso que ello se debe a que la persona se cree
superior, “cree que no existen más personas, (…) que no está Dios, se
creen ellos… primero ellos, segundo ellos, tercero ellos; a mí no: primero Dios, segundo mi familia, mis hijos, de últimas quedo yo, pero entonces…
y está la sociedad; pienso siempre en todo lo bueno, en lo que no quiero para mí, no lo quiero para los demás; para mí ¿qué es lo que quiero?
Todo lo bueno, entonces para los demás les deseo todo lo bueno, lo mejor,
la vida, la salud, la prosperidad, todo lo más lindo de la vida, y siempre…
cuando yo salgo… yo toda la vida le he servido a la gente, me ha gustado
ser servicial, amable, todo… y sigo siéndolo ahorita, a pesar de que uno esté pagando acá lo que no debo, por mi…el que cree en la verdad de
Dios, en la palabra de Dios que siempre va adelante, vamos a salir adelante, y vamos a estar pendientes… el que no le interesa nada, sino la
vagancia… eso ya es cuestión de la persona, no porque le haga falta para la plena resocialización; es porque a la persona no le entra, no le importa
nada, le importa lo mismo esté donde esté, sea acá o en cualquier parte, no tiene conciencia. Tenemos que pensar que tenemos que entrarle es
cuentas a Dios, tenemos que ser temerosos porque eso no es así no más;
nosotros somos un templo de Dios, tenemos que respetarlo, la vida no es de nosotros mismos, no es mía, es de Dios que me la dio, entonces no
tengo que hacerle mal a nadie”. Esto dicho por el interno afirma el factor
subjetivo como determinante en materia penitenciaria, en que la actitud
personal, la personalidad, la concepción del ser humano, lo espiritual
influyen sobremanera en la forma en que el penado se posiciona respecto
del sistema. 44
En opinión de uno de los internos, en la actualidad, “a la sociedad, o al
Gobierno no le importa si la persona que está saliendo de la cárcel es la
misma o es peor de como entró, lo sueltan, mire a ver qué hace, vuelva o no vuelva”. 45
Uno de los que considerara que no se cumple la función de reinserción
social fundamentó su respuesta afirmando que “No hay tratamiento para
absolutamente contrario46: se propicia un espacio de
intercambio y aprendizaje de oficios delictivos y conductas asociales47, en que las condiciones
cotidianas de desocupación o inactividad juegan un papel determinante48.
3.7 La función de protección al condenado Entendiendo la función de protección al condenado,
como aquella que se busca respecto de posibles venganzas privadas; se preguntó a los reclusos que se
hicieron partícipes si consideraban que tal función se cumplía, obteniendo las más parejas consideraciones: en un 50% consideró que se cumplía, y el otro 50%
que no se cumplía49. Sobre este asunto las aportaciones escritas y orales concordaron en gran
medida, siendo uno de los puntos desarrollados con la mayor brevedad y concreción.
Fueron dos las consideraciones hechas al respecto, las dos con el fin de mostrar la inoperancia
de la referida función. Se tiene que no se cumple porque la víctima o sus familiares pueden pagar para
que la persona tome conciencia del error que cometió y arrepentirse y
corregir”. Afirmación que es sintética de una opinión bastante tratada en la
actividad, que evidencia la relevancia y transversalidad del factor subjetivo
de la pena. 46
En el dialogo, uno de los partícipes expresó que la cárcel saca de la
comunidad, donde “el que es sano aprende es más mañas en un corral de
estos; en lugar muchas veces en vez de resocializarse entonces aprende es
más maldad; y como prácticamente le queda mucho a tiempo a uno, de
tener en mente, sigue haciendo planes y planes y planes, pues… planes… el que tal vez piensa hace planes buenos, pero el que no. Esto fuera mejor
rehabilitación trabajando, (…) que hubiera un área para los que nos gusta el trabajo salir diariamente a trabajar ojalá de ocho a cuatro de la tarde,
que fuera todos los días; entonces, trabaja uno, tiene la mente en algo
ocupada, produce; mientras que aquí está uno apenas que le den”. Con
éste comentario, el interno reflejó el contraste al que se alude. 47
Al respecto uno interno hizo una comparación muy ilustrativa así: “si usted va a una lechería y se la pasa todos los días allá, es obvio que usted
va aprender a hacer quesos, lo que siempre se hace en esa empresa”, muy
en línea de la afirmación según la cual “el bueno sale malo, y el malo sale
peor” – a la cual se agrega: – “a diario se envenena más aquí adentro”.
Otro retomó y explicó: “el que viene por robar carros, aprende a
apartamentiar, aprende a fletiar, aprende a estafar, aprende a timar… Tenemos revueltos delitos diferentes, yo por ejemplo, tengo un problema
con narcóticos, y hay una persona fletera, hay una persona
apartamentera, hay otra persona… bolcilleros, cosquilleros, roperos, mecheros; pues uno lo que hace, lo que llaman la Universidad, aprender
es más malicias, más delitos, más delitos, más formas de hacer mal; aquí nunca hay una charla de cómo hacer, bien, de porqué se hizo el mal…”. 48
A propósito de esto uno de los participantes expresó: “Acá por ejemplo nosotros acabamos de almorzar, y ¿qué nos toca esperar? Que nos llegue
la comida”, sobre la misma idea otro dijo: “la persona que cae en una cárcel viene: come, duerme, come, duerme, come y duerme”, y añadió “es
un zángano, lo único que hace es esperar que llegue la comida y, en que
amanezca y anochezca y no más. Deberían haber planes de trabajo donde el interno, donde el preso con trabajo o con algo ayude como a sostener lo
que se está comiendo”. 49
Tomándose las doces respuestas escrutadas.
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“ajusticiarlo” en el interior de establecimientos
carcelarios y penitenciarios, siendo estas últimas, retaliaciones internas que se hacen posibles a causa
de corrupción presente en funcionarios del INPEC; no obstante, de no darse así por tratarse de personas de muy escasos recursos, pueden esperar a que el
agresor termine su condena para “hacer justicia por sus propias manos”. La función se ve disminuida o
hecha nula por las condiciones mismas de los establecimientos y el ánimo de la venganza.
EN ATENCIÓN A LA VOZ DEL
CONDENADO: INCIDENCIA DE LAS
CONDICIONES SOCIOECONÓMICAS “El pobre no delinque por ser pobre, sino por necesidad y
muchas veces por falta de oportunidades y educación”
“Todos los Jorge Isaac son iguales”
En la encuesta se preguntó a los reclusos que a bien tuvieron colaborar si consideraban que las distintas
situaciones sociales y económicas tienen importancia en cuanto refiere a los delitos y la pena; y qué debe hacerse respecto de ellas. Teniendo que50 un 93,33%
manifestó que si tiene importancia, y por tanto deben tomarse en cuenta, por ejemplo, con la garantía de
mejores condiciones de vida; ninguno encontró que tuvieran importancia, pero que no tuvieran que
tomarse en cuenta por no ayudar en nada en cuanto a los delitos y las penas refiere; el 6,66% opinó que no tiene importancia, en tanto no inciden ni en el
delito ni en la pena, y que en consecuencia no deben ser tomadas en cuenta.
Respecto de la estimación de que las distintas situaciones socioeconómicas si tienen importancia y,
por tanto deben tomarse en cuenta se tienen dos direccionamientos, a saber, en cuanto al delito y, en
cuanto a la ejecución de la pena. Respecto del delito se arguye que: primero, las condiciones socioeconómicas precarias, frágiles o inestables no
justifican la comisión de un delito, pero si lo hace el estado que pueda darse a raíz de ello51; y segundo, a
propósito de la inequidad en el orden socioeconómico puede propiciar que en los niveles
más bajos, en círculos de pobreza y miseria, se
50
Tomándose las quince respuestas logradas. 51
A propósito de ello uno interno participante se expresó: “el pobre no
delinque por ser pobre, sino por necesidad y muchas veces por falta de oportunidades y educación”.
genere un estado de hostilidad por carencia de
formación integral, y falta de oportunidades, que influya en mayor o menor medida en las personas a la
hora de incurrir en un delito. No obstante, lo dicho es apenas un par de limitadas acotaciones, frente a un cuestionamiento amplísimo y complicado de
resolver52. Referente a la ejecución de la pena se dijo que: las condiciones socioeconómicas inciden en la
forma en que los internos son tratados a nivel penitenciario, y en cuanto a la determinación del
establecimiento en que la pena es llevada a cabo, irrespetándose así el principio de igualdad53; sin detrimento de la diferenciación necesaria en atención
a otros aspectos.
EN ATENCIÓN A LA VOZ DEL
CONDENADO: EL PERDÓN QUE NO SE
ENCUENTRA “Ahí como en el limbo”
5.1 ¿Con la reclusión se subsana de alguna manera el
supuesto error cometido? Posteriormente, se preguntó si en opinión de cada
interno partícipe en la actividad, teniendo en cuenta que para las autoridades se encuentra allí por la comisión de un delito, considera o no que estando
recluido subsana de alguna manera aquel supuesto error cometido, obteniendo que en un 35,3% estimó
que sí, y el restante 64,7% estimó que no54. De un lado, quienes se mostraron favorables
a la afirmación de que con la reclusión se subsana de alguna manera el supuesto error cometido, se apoyaron en la consideración de que la sola estancia
en una cárcel es medio para subsanar, por lo menos un poco, el supuesto error cometido por cuanto se
satisface la petición de éste dispositivo como forma
52
Nuevamente aludiendo a las diferencias socioeconómicas el mismo
interno se preguntó: “¿El pobre roba por ser pobre, o el rico roba por avaricioso? ¿En qué influye su situación afuera para que usted haga un
delito?”. 53
Al respecto, exhortando por respeto a la igualdad, en cuanto a la forma y
ejecución, “no es que el pobre se va para el patio cinco de La Modelo a
comer mierda, y el rico, el Nule se va para su apartamentico, en su Escuela de Carabineros a comer pollo”. Otro bien dijo – mofando –:
“Todos los de Jorge Isaac son iguales”. 54
Tomándose las diez y siente respuestas dadas por los reclusos.
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de penar55; a pesar de que, otra parte queda “ahí
como en el limbo”. Por otra parte, quienes adoptaron una
posición desfavorable, aseveraron que en nada se subsana el error cometido, por cuanto, la pena no busca reparar a la víctima, la cual no se beneficia con
la reclusión del agresor. Contrariamente, estimaron la pena privativa como contraproducente, en tanto
no solamente acaba con la vida del penado – otro más –, yendo en contra de principios fundamentales
del Estado mismo, sino que acaba también con la vida de la familia, ya que con el condenado – en su opinión – “caen los familiares también; aunque ellos no estén
privados de la libertad están junto con [ellos]”.
5.2 ¿Siente liberación de la culpa – de tenerla – con esto? ¿Siente que devuelve a la sociedad aquello
que se dice le quitó? Después se les preguntó a los internos que se
hicieron partícipes si sentían liberación de la culpa – de tenerla – con estar privados de la libertad en la cárcel, si sentían que devolvían a la sociedad aquello
que se suele decir que le quitó. Resultando que un 5,88% afirmó que en efecto sí, un 35,29% afirmó que
un poco, y el 58,82% restante afirmó que nada56. Al respecto fueron cuatro estimaciones de
diferentes índoles las traídas a colación con el fin de sustentar la afirmación según la cual algunos reclusos no sienten liberación alguna de la culpa – de tenerla –
. En un primer momento, incide el hecho de que la sociedad no se beneficia con la reclusión del agresor,
por cuanto lo excluye impidiéndole “estar formando sociedad también”, en orientación física y psicológica.
Además, no propicia liberación de la culpa el que, por el contrario, la sociedad se vea afectada, por cuanto, con dineros de sus arcas, salidos de sus impuestos,
están manteniendo y cuidando a los que se encuentran recluidos en cárceles. Por otro lado,
estimaron que no es posible devolver a la sociedad, algo que supuestamente se le quitó – porque ese es
un supuesto – cuando en la problemática de que se trate se encuentran vinculados amplios sectores sociales, y por tanto cuando la misma sociedad la ha
55
Al respecto se explicó con la alusión al refrán popular “quien la hace la
paga”, específicamente, “mandándolo a la cárcel”. 56
Tomándose las diez y siente respuestas escrutadas.
adoptado57. Y en último punto, contrariamente, en el
recluso se genera un trauma que se torna proporcional a la duración de su estancia en la cárcel;
recordando cotidianamente haber cometido un error. En suma, los cuatro factores referidos justifican la inmovilidad del agresor hacia la liberación interior,
ya por la exclusión, por la carga que representa, porque la culpa personal se ampara en un problema
colectivo, o por las secuelas de encierro.
DEL PENADO: LAS ALTERNATIVAS “Dedicado a Nelson Mandela, y a Gandhi”
6.1 Opinión respecto de las alternativas propuestas a
la pena carcelaria Inicialmente, se plantó la posibilidad de alternativas a
la pena carcelaria, pensando en mecanismos más en orden a tratar el conflicto, cuestionando a los participantes si creían posibles algunas alternativas
puestas en discusión. A pesar de que la intención de la pregunta era que cada interno calificara como
posible o no cada una de las opciones que se quiso traer a colación, y que propusiera alguna otra si lo
estimaba, se obtuvo no solamente esto, sino que algunos de ellos, no entendiendo correctamente esta intención, marcaron únicamente una de ellas como la
que creían más posible, apropiada y/o necesaria. Respecto de la primer opción, a saber, medidas
pedagógicas, seis personas la creyeron posible y propia, otras tres la prefirieron por sobre las otras.
En cuanto a la segunda, o sea, el trabajo comunitario, seis la consideraron posible y apropiada, otros ocho
la creyeron la más probable. Sobre la tercera: acciones en orden a solucionar la controversia por medios consensuados, cuatro internos se mostraron
a favor, y un otro optó por no considerarla posible. En cuanto refiere a la opción de trabajo afín de
ayudar a otros en igual condición que quien fue agredido, cinco internos la entendieron por posible, y
uno más prefirió ésta por sobre las demás opciones. Respecto de la opción de la pena pecuniaria o reparación económica cinco internos la estimaron
positivamente, y uno negativamente. Sobre la sexta y última opción, la limitación en el ejercicio de
57
A propósito, uno de los internos dio por ejemplo el caso del narcotráfico,
caso en el cual son capturados y procesados generalmente los “pequeños”
no así “el grande”.
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derechos no-fundamentales, tres la creyeron posible,
uno no la creyó así, y uno más la prefirió por sobre las otras.
6.2 La buena voluntad Frente al cuestionamiento por qué están dispuestos a
realizar los penados se hayan tres direccionamientos: respecto de sí mismos, respecto de la sociedad y, con
ella del agredido mismo. Aunque el asunto no se limitas a estas líneas.
Respecto de sí mismos se identifica la disposición de hacerse partícipes en procesos de memoria y reconciliación, por la favorabilidad hacia
un procedimiento – asesoramiento – que les permita identificar los hechos de la agresión, interiorizar la
reflexión, arrepentirse y crecer. Por su parte, en cuanto a la sociedad, afirman estar prestos a poner
sus conocimientos y experiencia personal a disposición de la sociedad: por ejemplo, mediante
conferencias que busquen enseñar las razones por las cuales incurrieron en la agresión, las consecuencias negativas que puede traer la comisión de un delito u
otros errores, enfatizando, en las pérdidas y sufrimiento que implica la pena carcelaria; asimismo,
la participación en otros medios en similar orden, como la escritura de un libro compilatorio de
experiencias58. Ya en términos de las propuestas alternativas plateadas, la respuesta al unísono fue el trabajo social o comunitario59, categoría que engloba
y se enlaza con las anteriores, vinculando la actuación del penado no solo con la sociedad en general sino
con el agredido en particular.
DEL AGREDIDO Y LA SOCIEDAD “Les es indiferente que nosotros estemos acá, o que
estemos bien, o que hayamos desayunado, o que no
hayamos desayunado… ¡para ellos es igual!”
58
A los efectos de esta pregunta uno de los participantes, de los más
activos, narró una experiencia personal: la escritura de un libro que tituló
“Tratado de Biología”, nombre que encubre su contenido sobre delitos
sexuales; en el cual consigna historias a partir de expedientes revisados,
experiencias halladas, entrevistas, etc. La idea inicial del interno con este
libro fue lograr reducción de condena, cuestión que ya no espera por
cuanto el tiempo que le queda privado de la libertad es poco; piensa ahora
en tratar de divulgarlo, dedicando sus líneas a Gandhi y Mandela. 59
En diálogo, uno de los participantes, retomando lo que de forma escrita
aportara, plateó que en vez de la pena privativa de la libertad en que se está
encerrado siendo mantenido, debiera darse la oportunidad de “estar
afuera, trabajar y producir para así retribuir, retribuir el delito que hizo o ayudar a la víctima (…) en sentido económico o de cualquier forma”.
7.1 Inclusión de la víctima: Problema
El reconocimiento del sujeto debe desembocar en la eliminación de la confusión entre justicia y venganza,
siendo que la primera atiende la mirada de la víctima y en el daño causado por la agresión al bien jurídico tutelado, buscando la reparación en orden a la
reconciliación; en cambio la venganza, que se centra en el agresor, se dirige a hacerle pasar mal como el
agredido pasó, lo que es, se corresponde en gran medida con el descarrilado proceso de exclusión y
disminución en el sistema penal y penitenciario vigente. En suma, la inclusión del agredido en el proceso orientado hacia la reconciliación social,
posibilita que lo sea per se, lo que es que en su ausencia es llanamente imposible. En ese orden de
ideas, referirse al pensamiento del penado respecto del agredido y la sociedad es necesario, ya que con
ello se permite observar actitudes esperadas como deseadas y, a partir de ello, se hace posible idear
pautas del cambio. 7.2 Postura que creen tomarían las víctimas
Se preguntó a los internos sobre la postura que creían asumirían las víctimas ante la institución de
propuestas alternativas. En un 13,33% consideraron que la postura sería favorable, y que la víctima
tomaría un papel activo en el proceso; un 33,33% estimó que sería favorable, pero condicionado a la ejecución de la pena privativa de la libertad; otro 40%
consideró que adoptaría una posición desfavorable, que no apostaría por esta propuesta; y el restante,
13,33% consideró que sería indiferente60. Dos son las consideraciones al respecto, una que
parte de la indiferencia por la forma material que adopta la justicia pedida, y la otra en que no es indiferente. La primera, según la cual la actitud de las
víctimas sería de indiferencia, en tanto lo que suceda al agresor es cuestión que no interesa a la víctima61;
no obstante, puede tornarse en favorable si evidencia resultados benéficos del desarrollo de la pena de que
se trate, por ejemplo, tratándose de labores
60
Tomándose las quince respuestas logradas. 61
Al respecto, para efectos de hacerse entender uno de los internos
aseveró: “para ellos les es indiferente que nosotros estemos acá, o que estemos bien, o que hayamos desayunado, o que no hayamos
desayunado… ¡para ellos es igual! Al igual sería indiferente en la pregunta catorce [la referente a las propuestas alternativas]”
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comunitarias62. La segunda, que estima que la postura
que tomarían las víctimas sería favorable, pero condicionada a la ejecución de la pena privativa de la
libertad, por cuanto, la cárcel – materialización más común de la privación de la libertad – debe pervivir como castigo, representando la purga por la comisión
de un error63, tanto así que – estimaron los internos – es requerida por el agredido; además, la
consideraron algunos como el espacio que permitiría el tratamiento del agresor – no el estado de libertad64
– en que la armonización con las alternativas plateadas resultaría provechosa.
7.3 ¿Cómo cree debería actuar el agredido frente a la pena que se impone al agresor?
Seguidamente se cuestionó por cómo creían los internos presentes que debería actuar el agredido –
de existir tal – frente a la pena que se impone a quien le causó un daño. Consiguiendo que65 un 71,43%
consideró que debería vincularse, porque es justo él quien busca se le repare afín de justicia; el 28,57% demás sostuvo que debería mantenerse al margen,
porque el problema es solo del condenado. Ninguno de los encuestados aportó alguna otra actitud posible.
7.4 Postura que creen asumiría la sociedad frente a
las alternativas propuestas Acto seguido se preguntó a los internos, mediante la misma encuesta, sobre qué postura cree que asumiría
la sociedad en cuanto a la institución de las mencionadas posibilidades alternativas a la pena
carcelaria. Se tuvo que un 56,25% creyó que la sociedad lo asumiría favorablemente, un 37,5% creyó
que lo asumiría desfavorablemente, y un 6,25% restante estimó que la reacción sería de indiferencia66.
En cuanto a la estimación de que la sociedad asumiría la institución de las propuestas alternativas a
la pena carcelaria de forma favorable, se identificaron
62
A propósito explicó un participante: “Si yo estoy trabajado afuera en la
calle y estoy haciendo, no sé, algo… estoy parchando una calle, algún día esa víctima llegará a pasar por allí, ya no tendrá el mismo hueco que
estaba allí, porque el victimario se lo reparó”. 63
Un interno a propósito de la discusión generada alrededor de esto
intervino brevemente afirmando que “la cárcel es el pago del error”. 64
Al respecto uno de los internos tendientes a esta opción estimó que la
cárcel es necesaria “para que no lo vuelva a hacer; cosa que no lo va a
hacer en la libertad, lo dejan libre y sigue robando; entonces, lo roban, tiene que condicionarle la cabeza para que no lo vuelva a hacer”. 65
Tomándose catorce respuestas obtenidas. 66
Tomándose las diez y seis respuestas logradas.
tres condicionamientos. El primero, según el cual así
sería siempre y cuando se explique la finalidad debidamente en contraste con el estado actual de
cosas, lo cual generaría que la sociedad sopesara y tomara una posición favorable. En segundo lugar, se encontraría condicionada a la visibilidad del desarrollo
y resultados de la puesta en marcha de los mecanismos67. Y en último lugar, la favorabilidad se
hallaría condicionada a que la institución, específicamente, los resultados del funcionamiento de
penas alternativas se muestren como beneficiosos para las personas, por cuanto las personas suelen juzgar de acuerdo a como encuentran o no un
beneficio de la situación, expresión – sin duda – de un individualismo dominante.
Por su parte, la sociedad se tornaría indiferente – muy asociado con el último de los
condicionamientos – por cuanto el desarrollo de una u otra forma de pena no es situación que les ligue en
ningún aspecto – al menos en principio –; actitud que se debe al desinterés por el bienestar de los demás, para el caso concreto, por lo menos de los penados.
En punto final, la desfavorabilidad se basaría en la persistencia de la creencia de peligrosidad asociada
con quien cometió una agresión, que se relaciona con la abundante violencia y frecuentísimas situaciones
delictuales cotidianamente68. 7.5 ¿Qué creen que debe hacerse respecto de la
posición que la sociedad tenga en torno a la pena carcelaria?
Frente a la pregunta por qué creía que se debe hacer respecto de la posición que la sociedad tenga en
torno a la pena carcelaria, un 10% de los internos participantes estimó que debe continuarse con la pena carcelaria, un 50% juzgó debía educarse en
propuestas alternativas, el 40% afirmó debían imponerse propuestas alternativas69. Al respecto se
67
Puede asociarse con el planteamiento, la mención que uno de los
participantes hiciera del hecho de que la antigua vía Bogotá-Villavicencio
fue construida por presos en su época; tratándose de personas que
cometieron un error que de una u otra manera le hicieron un bien a la
sociedad. 68
En el conversatorio, al respecto, uno de los participantes estimó que la
sociedad no lo aceptaría, “pues por tanto delito, por tanta violencia, por el mismo país, por lo que genera el país; porque es que el país genera
demasiada violencia, demasiados muertos, demasiados delitos (…) la
sociedad se basa en eso (…) [y] dice: ¿cómo lo vamos a dejar por ahí en un parque, en una alcaldía, si el hombre representa un peligro para la
sociedad, así usted no…”. 69
Tomándose las veinte respuestas examinadas.
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tiene la aclaración de uno de los internos que
marcara tanto la primera como segunda opción considerando su mezcla como lo que mejor beneficio
traería a la sociedad. Por otra parte, se tiene que la consideración de que debe educarse se asocia a una más agitada actividad reflexiva por parte de quien así
lo considera, caso contrario, la estimación de que debe imponerse obedece a una actitud más pasiva;
sea cual sea, en los dos casos es en miras a un sistema dialógico, un sistema de conciliación.
UN PROBLEMA DE PERCEPCIÓN DEL CAMBIO “Que eso se lo inculcaron desde pequeñito”
Se presenta una percepción dificultosa en cuanto a la
posibilidad de cambio por varias razones: de tipo cognitivo, y de tipo material. De tipo cognitivo,
porque, – se evidencia que – no es sencillo escapar de la categoría del dispositivo carcelario y asimilar alternativas en su ausencia70; no al menos, hasta que
se originen categorías que funjan de liberadoras, lo que es, hasta que categorías diferentes sean
aprehendidas de forma suficiente como para que la categoría precaria actualmente dominante sea
superada; por otra parte, por cuanto aunque se logra caer en la cuenta de que la cárcel no fue la primera forma de castigo, ni ha sido la única, no se llega al
grado de afirmar que no sea necesaria, o mejor, que se le pueda sustituir por otra en el curso casual de la
variación de las modalidades penales en el tiempo. De tipo material, en que participan aspectos
culturales como de condiciones básicas, en tanto, el proceso de concientización social y de progresivo
cambio cultural, debe ser simultáneo71 a la procuración y efectiva garantía de condiciones básicas72 de tipo socioeconómico, y en general,
70
A propósito de esta afirmación, en diálogo, el investigador planteó una
idea: “Es para nosotros sumamente complicado pensarnos (…) un mundo
sin cárceles porque mal que bien es lo que siempre hemos visto”, como si
a un niño desde su infancia se le dijera que tomara el seco primero y luego
la sopa; y después, se le dijera que “lo más correcto” es que se tome
primero la sopa y luego el seco. Bien dijo un interno: “que eso se lo
inculcaron desde pequeñito”, y otro: “es difícil asimilar”. 71
A propósito de ello, a bien uno de los participantes tuvo expresar: “no
puede ser solamente de palabras; porque si les digo que robar es malo, pero su familia se está muriendo de hambre, no les dan trabajo” no tendría
entonces sentido alguno; se vería abocado de todas maneras al delito. 72
Uno de los internos quiso ser enfático en cuanto a las condiciones
básicas, entendiendo que: “No podemos hablar que el Gobierno
simplemente tiene que darle posibilidades a todo el mundo porque eso va a ser un poquito difícil”, lo que es, no se puede esperar algo superior.
garantía de derechos, caso contrario no habría
saneamiento material que sustentara el cambio. En ese orden de ideas, debe procurarse hacer más
exigible que un ciudadano no incurra en comisión de delitos, por no hallarse justificado; especial atención demanda la propensión por igualdad de justicia, y por
influir en los círculos precarios y hostiles en que parece no haber más opción que delinquir73, podría
decirse: en que es poco probable tener aspiraciones propias, pareciendo estar cooptado por la dicha
hostilidad, y en que no hay conformidad74.
PROVINCIALIDAD Y MEJORES CONDICIONES:
SON MUCHO MÁS QUE DOS “Si te quiero es porque sos,
Mi amor mi cómplice y todo,
Y en la calle codo a codo,
Somos mucho más que dos.”
[Frag. de “Te quiero”, Mario Benedetti]
Se exaltan dos aspectos, a saber, la provincialidad y las mejores condiciones que entraña. En primer lugar,
la provincialidad refiere a que, por regla general, los establecimientos a los cuales se alude se ubican en provincia no en ciudad, y además, se asocia a las
dimensiones del centro, lo que es a su pequeño tamaño75. Por otra parte, respecto de las condiciones
propias que gesta y alberga, debe decirse que son en cuanto a los internos, los directivos y guardias, y las
73
Al respecto uno de los internos, el defensor de la severidad penitenciaria,
afirmó: círculos en que “si tú lo haces yo también lo voy a hacer, o sea, yo
veo a este man robando, yo también voy a robar; mi tío es un ladrón, yo voy a ser ladrón”. 74
Expresó un interno, el defensor de la severidad, “nunca la gente es conforme con lo que tiene, es la envidia”. El suscrito sigue cuestionándose
sobre la radicalidad con que fue hecha esta última afirmación. 75
El suscrito para efectos de tasar el grado de posibilidad de
generalización realizó una clasificación de los establecimientos bajo el
orden del INPEC, específicamente, de la regional central, obteniendo que:
22,5% son grandes, más de 1000 internos; 22,5% mediana, entre 300 y 999
internos; 12,5% pequeñas-media, entre 200 y 299 internos; 42,5%
pequeñas, entre 50 y 199. Con base en ello, el suscrito cree poder aseverar
la inclusión en la categoría de provincial de: las cárceles pequeñas, y hasta
inclusive las pequeño-medias; en que se hayan aproximadamente un
11,93% de los internos de la región central. A pesar de que es posible
hacer esa estimación de la categoría, en un más profundo estudio podría
afirmarse la inclusión de medianas. Téngase claro la especialidad que
encierra el Establecimiento Penitenciario Colonia Agrícola de Acacías que
parece ser punto de referencia para el pensamiento del cambio, teniéndose
en cuenta que, a pesar de ser grande, en realidad funciona dividido en
campamentos catalogables como pequeños.
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condiciones de permanencia, sin que se excluyan
otras que puedan certificarse. Tratándose de los internos se encuentra que,
principalmente, son provenientes de niveles socioeconómicos medios y bajos; caracterizándose por su buen comportamiento; además, cuya
formación académica de una manera casi generalizada – al menos en el centro campo de estudio – es de
bachillerato e inferior, siendo la reducidísima excepción la formación profesional; y adicionalmente,
con una vinculación espiritual o por lo menos base ética perceptible. En cuanto a los directivos y guardias: se afirma un mejor tratamiento, y
disposición respecto de los internos, lo cual depende sobremanera de las características de los mismos y
del centro. Referente a las condiciones de permanencia
se tiene que, tratándose de la apreciación de la estancia propiamente, y de la garantía de derechos
humanos; las consideraciones se mantienen en un rango coincidente – diferenciándose tan solo por el mayor debate generado en torno al segundo asunto –
; siendo que mayoritariamente consideraron los internos tanto lo uno como lo otro como bueno, y
un restante por lo menos como aceptable76, sobresaliendo que – en un acto común cuando se
tratan estos temas: la comparación77 – el establecimiento provincial se muestra como cómodo78 frente a las grandes cárceles, últimas en las
cuales se dan condiciones que se constituyen en fuertes y severas fuentes de vulneración de derechos;
razón misma por la cual, en el marco de particularidad de la pregunta, casi que se desestimó
76
Frente al cuestionamiento por la estancia en el centro carcelario se
obtuvo que, de las veintiuna respuestas logradas, un 19,05% la calificó
como muy buena, un 52,38% de buena, y un restante 28,57% de aceptable
o regular; ninguno la calificó como mala. Por su parte, considerando
interesante y necesaria la pregunta en clave de derechos humanos,
entendiendo su comprensión generalizada como base para la respuesta que
los internos pudieran dar; el resultado obtenido, de las veintiuna respuestas
dadas, señaló que entre los internos un 9,52% estimó la garantía de los
derechos humanos en el centro carcelario como muy buena, el 57,14%
como buena, mientras un 33,33% lo hizo como muy regular; ninguno
creyó que no se garantizaran de ninguna manera. 77
La comparación es una de las formas más casuales que el suscrito
encuentra en conversaciones con internos, cuando se procura dar respuesta
a diversos cuestionamientos. Generalmente, las comparaciones vienen de
personas que ya han tenido experiencia de privación de la libertad en otros
centros, aunque, también se da para efectos de afirmaciones partiendo de
conocimientos de cultura general. 78
Palabras textuales de uno de los internos que recurriera a comparaciones
fueron: “porque en otros sitios es muy duro”, “acá es pacífico”.
tácitamente la discusión en cuanto a derechos
humanos, mostrando resignada complacencia con las condiciones de estancia79; estimación que varía
drásticamente no limitándose el cuestionamiento al centro de que se trata en concreto; segundo caso en el cual – en el marco de la generalidad, en que se
hace énfasis en las grandes cárceles – se afirma la regencia de un “régimen de terror”, y la “ley del
silencio”80, propiciada en su opinión por la corrupción de funcionarios del INPEC, el maltrato físico y
psicológico, y demás abusos que se presentan, en que se hace imposible la exigencia de garantía de derecho alguno, ya que predomina en los reclusos el temor
por posible empeoramiento de la situación judicial, disminución o supresión de beneficios, y aumento de
tiempo de privación de la libertad. Teniendo por base la contraposición entre
establecimientos provinciales y grandes cárceles se asevera que la provincialidad y las condiciones
especiales que comporta esta primera, no son simplemente dos características de un determinado número de establecimientos que se hace una por su
íntima relación, sino que son mucho más que dos, se constituyen en la posibilidad material de
implementación de políticas públicas tendientes a la paulatina transformación del sistema penal en gradual
proceso de deslegitimación, en uno basado en la dignidad humana y la fraternidad, respetuoso de los derechos humanos; es decir, en suma, las
características propias que encierra en los diferentes sentidos se muestran como favorables al despliegue
de mecanismos en orden al cambio. El establecimiento provincial se constituye en
punto de referencia y de partida, en razón al cual se debe proyectar un proceso que ate actividades adecuadas para desenvolverse en un estado de cosas
hostil al cambio, con un futuro afable – espérese no tan lejano – en que pueda afirmarse un proceso de
transición propiamente dicho hacia un sistema de
79
En uno de los patios, en el momento de la socialización de esta pregunta,
después de haber limitado la respuesta a la garantía de derechos humanos
en el centro carcelario en que se está, las intervenciones cesaron, quedando
como insignia de la pasividad expresiones como: “Los derechos humanos que uno tiene acá, pues los tenemos todos”, en que se evidencia una
resignada complacencia con la ya referida comodidad de estancia. Todo lo
contrario ocurrió ante la generalidad de la pregunta, caso en el cual las
diferentes apreciaciones no se hicieron esperar mediante ejemplos,
comparaciones, etc. 80
El interno participante que hiciera esta denominación, la cual se trae de
forma textual, aludió a ello como justificación de su estimación como
regular de la garantía de los derechos humanos en los centros carcelarios.
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reconciliación social tal cual se lo ha señalado; esto
porque claramente no puede afirmarse que se está en transición cuando se evidencia, por el contrario,
fuerte resistencia al accionamiento de categorías diferentes a la dominante.
Se postula como la metodología idónea para
la pretendida protransición y transición, es decir, en orden a la preparación de un terreno nutrido en que
sea posible la transición, y respecto del paso esencial entre la predominancia del sistema actual a uno
orientado hacia la reconciliación social, respectivamente; una crítica deconstructiva y transformativa que se apoye en la heterotopía, la
heterodoxia y la ortopraxis. Heterotópica por cuanto platea un sistema diferente al vigente actualmente,
pero en términos que permitan calificarle no como irrealizable, sino, en cambio, como posible.
Heterodoxa en tanto no se conforma ni sustenta en la doctrina o práctica dominante y vigente, sino
sostiene una diferente. Y, principalmente, ortopráctica por la centralidad que se mantiene en la verdad de la realidad a la cual se atiende muy por
encima de las formas, persiguiendo un fin útil. Con el ejercicio de estos postulados busca
responderse – entre muchas otras cosas, pero antes que ellas – a tres razones por las cuales el dispositivo
carcelario no puede suprimirse o modificarse sustancialmente de una forma ligera, a saber, una estructural-orgánica, una de tipo cognitivo y una
material. En cuanto a la primera, la estructural-orgánica, se tiene que el dispositivo carcelario se
constituye en uno vertebral en la estructura social, por cuanto se le liga con la materialidad del principio
de seguridad pública, razón por la cual si se le sustrae desprevenidamente, muy a pesar de su disfuncionalidad e inoperancia, la estructura podría
llegar a colapsar, o por lo menos convulsionar, desembocando en un posterior rechazo a cualquier
cambio. En segundo lugar, de tipo cognitivo, por cuanto se carece de categorías alternas que funjan de
liberadoras frente al dispositivo carcelario, categoría precaria actualmente dominante, encontrándose enlazado en el imaginario colectivo creado como
respuesta necesaria a la agresión a un bien jurídico tutelado, en el marco de abundante conflicto y
violencia; muchas veces relacionado con nefasto populismo punitivo. Finalmente, en cuanto a la base
material, se afirma la inexistencia de condiciones
suficientes de saneamiento, en la garantía de
condiciones básicas de tipo socioeconómico y en general de derechos, que sustenten el cambio, en
cuanto – ya bien se dijo – debe haber simultaneidad entre esto y el proceso de concientización social y cambio cultural.
Puede afirmarse como respuesta que, primero debe procurarse un fortalecimiento de la
estructura que permita la disminución de la pesada carga en el dispositivo carcelario, lo que es, que la
seguridad pública no encuentre tan grande asiento en un solo punto y, consecuencialmente, permitiendo el gradual desplazamiento del dispositivo carcelario por
un dispositivo penitenciario o reconciliatorio en cuanto sea posible. En segundo lugar, debe
propiciarse mediante medios idóneos la aprehensión por parte de la sociedad de categorías que funjan de
liberadoras frente al dispositivo carcelario; lo que es que la utopía de su ausencia mute en la heterotopía
de un sistema más acorde con la complejidad que representa una agresión de un bien jurídico tutelado y todo el problema de fondo, en diferentes
dimensiones. En último lugar, respecto de la tercera, quizás mucho más fácil de enunciar aunque en todo
caso no menos tal vez si más importante que las otras, por ser transversal a cualquier cambio que se
quiera al ser un condicionamiento material, la exhortación necesaria e ineludible es por la propensión de efectiva y real garantía de derechos
humanos formal y materialmente.
POLÍTICAS PÚBLICAS
PROTOTRANSICIONALES
Las políticas públicas que se plantean como probables y necesarias para la visibilización del agresor penado,
la integración del agredido y de la sociedad hacia un sistema penal pensado en la reconciliación social,
fundado en la dignidad humana y la fraternidad y con base en el respeto a los derechos humanos, y asimismo atento de la problemática socioeconómica y
cultural de fondo; adquieren el carácter de protransicionales, por cuanto, de un lado: deben
proyectarse a partir de la fijación de formas apremiantes que hagan paulatinamente favorable el
desplazamiento de un sistema penal tal cual se lo conoce, por un sistema de reconciliación social;
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además, porque se centran en la necesidad de
propiciar la mutación del dispositivo carcelario en, por lo menos, un dispositivo penitenciario. Las
políticas públicas protransicionales suponen el cambio, aunque esencialmente no se esté dando; y esto a tal grado que se fragua hasta el fin último
buscado; razón por la cual acoge e instituye desde el principio una base pilar rectora perenne.
10.1 Base pilar
En no pocas ocasiones se ha hecho referencia a cuatro conceptos; es por ello que es menester aludir de nuevo a ellos procurando su definición y, la
posición que adoptan en el planteamiento que se pretende.
De un lado se encuentran dos supraprincipios, nombrados así en tanto son puestos por encima de
cualquier otro postulado rector, en estimación de que se fundan en las dos características por
excelencia del ser humano, una en sí mismo y la otra en relación de alteridad; los cuales son: la dignidad humana y la fraternidad. La dignidad humana – sin
ahondar más en ello – hace referencia a la cualidad de digno per se humano, refiriendo a la unicidad del
sujeto, su carácter integral y multidimensional como ser humano. La fraternidad, por su parte, refiere al
vínculo humano surgido de la cualidad social del ser humano; es: la manifestación del reconocimiento y encuentro del otro como sujeto, por un proceso de
identificación intersubjetiva, o mejor interhumana; y, además, puede ser entendida como ese movimiento
de “projimación” o “hermanación”, dependiente de la capacidad de acercarse al otro y entrar en su vida
condicionado la propia a la suya81. De otro lado, están dos principios, que se posan
junto a otras garantías como delineadoras del
ejercicio punitivo y, mejor, penal, que son directrices fundamentales que encuentran asidero en la
proyección de los primeros, a saber: la primacía de los derechos humanos – relacionado entre otras con
el principio de exclusiva protección de bienes jurídicos – y el objetivo de la reconciliación. En primer lugar, los derechos humanos82, a los cuales se
81
Para una mejor comprensión acúdase véase la citación que Giraldo
Moreno SJ. hace de la obra de Pérez Aguirre SJ., Luis. “La opción
entreñable” (Véase Giraldo Moreno SJ., Javier (2008). Derechos humanos y cristianismo. Bogotá DC.; El Búho Ltda., 2010. p.233) 82
Giraldo Moreno SJ. considera, de muy acertada manera, que la opción
por los derechos humanos atiende a una “larga y compleja madeja de
alude, pueden definirse en principio como aquellas
facultades propias e inherentes a cada persona por el hecho de ser humano, los cuales son inalienables e
insoslayables; que se corresponden con la esencia de valores históricos transversales, que en concreto son valores humanos y sociales socialmente significativos,
de los cuales devienen. En último lugar, la reconciliación social no se trata solamente de
reconciliación formal, lo que es una falsa reconciliación, sino a una obtenida a partir del diálogo
y participación activa en la solución de problemáticas sociales, afrentas, conflictos, por parte de la sociedad, especialmente de las personas vinculadas al impase de
la agresión a un determinado derecho humano – en un bien jurídico tutelado –; es así, junto con el
perdón el objetivo que persigue la justicia anamnética y cualquier política de paz83.
10.2 Protofunciones
La pena debe sufrir un proceso de resignificación sustancial, en que se deje su concepción como un insípido y gazmoño castigo conforme a la ley, hacia su
entendimiento como un mecanismo subsanador de la situación de vulneración que, cuente con la
participación activa del agredido, agresor, y Estado – cuya presencia se da en razón a la validez de la
normatividad de que es garante –. No obstante, más que referente a la pena, el referido proceso debe ser armónico al cambio que debe darse en la integridad
del sistema; es por ello, que se identifican tres protofunciones, es decir, tareas prioritarias,
preeminentes o superiores; que deben direccionar la actividad jurídico penal, las cuales son: la
protofunción estabilizadora, la protofunción de reconocimiento del penado, y la protofunción anamnética.
10.2.1 Protofunción estabilizadora
La pena como concreción o síntesis del proceso reconciliatorio – en actualidad simplemente penal –,
que encuentra materialidad en el funcionamiento del dispositivo penitenciario – el cual debe ser un instrumento al servicio de la sociedad – debe cumplir
una función estabilizadora, en tanto debe: primero,
gritos y “ayes” de millones de personas a lo largo y ancho del planeta y de la historia” (Veáse Ibíd. p.229) 83
Véase para profundiza al respecto Reyes Mate, Manuel (2008). Justicia de las víctimas. Barcelona: Anthropos Editorial, 2008. pp.79 y ss.
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orientar el saneamiento de casos focales de
marginación y circunstancias hostiles que propician o coadyuvan al apartamiento del sujeto agresor del
curso común de desarrollo social; además, debe restablecer la colocación fundamental – lo que es situación de satisfactoria garantía de derechos – de
los vinculados en el suceso delictual, entre ellos: el agresor, el agredido, todo tercero relacionado por
afectación y la comunidad circundante; teniendo para esto en cuenta tanto las condiciones internas de la
institución penitenciaria – mientras se mantenga la pena privativa en lugar especializado –, específicamente, las condiciones del penado como
también las socioeconómicas y culturales en correlación indispensable, y en consecuencia de lo
último, el principio de menor elegibilidad no se restituye sino que se desplaza por la procuración de
estabilidad84.
10.2.2 Protofunción de reconocimiento del penado Asimismo la pena y en general el proceso debe encarnar una función según la cual se reconoce la
humanidad del penado; lo cual es necesario para que no se genere un etiquetamiento o desubjetivización;
con la cual, por una parte, no trata de excusar al agresor, sino de enmarcar su error en las
posibilidades que sobrevienen de la falibilidad humana; debiendo dirigirle a hacerse parte de un proceso de concientización del suceso delictual, o sea de la
agresión, por la cual limitó o afectó seriamente el bien jurídico de un conciudadano, igualmente
humano, y el pensamiento y proyección de formas de sanación del daño al agredido; y además, no debe
84
Pidiéndose estimar que en el estado de cosas actual, en virtud de la
problemática sociocultural de fondo, se rompe el principio de menor
elegibilidad; las políticas públicas no pueden orientarse a restituirlo sin
más, es decir: primero, a desmejorar las condiciones de estancia en los
centros de reclusión: lo cual no haría cosa diferente a convertirse en un
factor más de empeoramiento de una situación conflictiva, precaria y
hostil, y además, de llevar las condiciones de privación de la libertad a
niveles infrahumanos; a la par de dejar intactas las condiciones sociales,
económicas y culturales; o segundo enfocar las políticas públicas al
mejoramiento de las condiciones sociales, económicas y culturales en el
común, dejando aparte e intacto una eficiente fábrica de delincuencia, en
que se suspende en tiempo y en espacio los avances externos. En
consecuencia, cierto es que es necesario tener en cuenta afín de un
verdadero proceso de reconciliación tanto las condiciones de la institución
penitenciaria como las sociales, económicas y culturales en general, y
además, las de otras instituciones relacionadas e influyentes; el proceso así
es un proceso mancomunado, no aislado, específicamente en materia
penal; que llama a que en vez de pensarse en la restitución del principio de
menor elegibilidad, se propenda por la estabilidad.
significar exclusión, ni abusiva o desenfrenada
limitación de las dimensiones de desarrollo humano y ciudadano del agresor, que por infausta consecuencia
tiene la desubjetivización; sino que debe garantizar la identificación social y humana mediante la afirmación de referentes y el respeto de vínculos sociales y
personales del agresor, y – en vista sincrónica de los derechos – la exaltación de las obligaciones que
detenta como ser humano así como ciudadano, respecto de sí mismo, el agredido, la comunidad y
demás. 10.2.3 Protofunción de la Justicia Anamnética
La pena y el proceso deben también tener una función anamnética, es decir, deben proclamar la
centralidad de la voz del agredido en el reconocimiento de los derechos de que es titular;
por lo cual plantea como pilar de su concepción la afectación al bien jurídico del sujeto afectado,
específicamente, cuanto sea necesario hacer afín de su restauración o sanación – aunque en los términos que se ha tratado – en respuesta al suceso particular
de la agresión injusta en que prima la singularidad frente a la igualdad entendida en términos mínimos,
claro está siempre en el marco de pautas normativas detalladas; para ello exige a la víctima situarse al lado
del victimario, lo que es un acercamiento amable entre las partes del problema facilitando el proceso de reconciliación, haciéndose partícipe de un proceso
de vivificación de la situación penosa que permita formar identidad respecto del suceso delictual
particular, es decir, en la formación de memoria, la cual es importante porque enlaza el desvalor
ocasionado en el pasado con el presente en que se mantiene, implicando ello la actualidad de los derechos negados; esto es asumir el sentido moral
del agredido tanto en términos de justicia como solidaridad cognitiva del daño y sus consecuencias; al
punto de que, en concreto, el agresor desee que el suceso delictual no se hubiera dado85.
85
Afín a una mayor claridad entiéndase, con base en Reyes Mate, que:
Debe distinguirse entre justicia y venganza: la primera pone su mirada en
la víctima y en el daño objetivo causado planteando la reparación, y la
segunda, se centra en el verdugo, a quien se busca hacer pasar tan mal
como la víctima pasó. La justicia anamnética entiende la justicia como
respuesta a la experiencia de injusticia, que implica ir a lo más profundo
del sufrimiento humano; justicia que se hace posible por la singularidad,
no partiendo de la igualdad de los casos sino de la desigualdad – regla
general – cuyo reconocimiento es lo moral, es decir, el elemento de
igualdad es comprendido en sus términos mínimos, a saber, un imaginario
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10.3 Lineamientos El emprendimiento de las diferentes pautas que se
identifican como apropiadas marca un camino prolongado hacia el cambio, en que la vinculación de diferentes estamentos del Estado es imprescindible
por el paulatino despliegue normativo que comporta; no obstante, el accionamiento no puede esperar sin
más el advenimiento político necesario, sino que debe iniciarse desde las esferas públicas en que se haga
posible y desde la comunidad misma, buscando repercutir en mayores instancias; teniendo en cuenta que, a primera vista, quizás se haga más cercana la
cuestión relacionada con lo penitenciario y cultural que lo penal propiamente dicho.
10.3.1 Penales
10.3.1.1 El reto valorativo
En materia penal se identifican dos propósitos, a saber, uno en materia del objeto de protección del ordenamiento jurídico penal, y respecto de la pena, o
forma de materializar la protección y; uno segundo desde el abordaje del delito.
Respecto del primero, el objeto de protección del ordenamiento jurídico, refiere a la
necesidad de definición de valores y clasificación de los mismos posibilitando, primero, una mejor distinción de lo que es protegido por el derecho
penal y lo que no lo es; y segundo, para efectos de la fijación de la mejor forma de protección del mismo
mediante la pena, en el continuo proceso histórico de racionalización y humanización. En cuanto a lo
primero, se tiene que el objeto de protección o bien jurídico tutelado, debe corresponderse claramente con la esencia del valor humano o social histórico
que sustenta la figura del Estado. Por ello, la universalidad de la justicia
anamnética es la del valor absoluto de los singulares y no la del todo
integrado por todos los singulares, y encuentra fuente en la responsabilidad
absoluta hacia el otro. Como la justicia se hace posible por la singularidad,
ya que priman las exigencias particulares sobre reglas generales, la
memoria es determinante porque enlaza la desigualdad del pasado con el
presente en que se mantiene. Para ello, es decir, para efectos de la
memoria, es indispensable la atención a la mirada de la víctima que
implica platear la actualidad de los derechos negados en el pasado; esto es
asumir el sentido moral de la víctima en términos de justicia y asumir el
trauma cognitivo; en el caso del victimario, asumir el sentido moral dicho
produce el deseo de que el suceso nefasto no hubiera ocurrido. (Véase
Reyes Mate, Manuel (2003). “En torno a una justicia anamnética”. En:
Mardones, J.M. y Reyes, M (eds.) La ética ante las víctimas. Barcelona:
Anthropos Editorial, 2003)
transversal desarrollado por un derecho; que se
desprende de un proceso dialógico86, de tal manera que respecto de la norma en cuestión se genere un
respeto-identidad y no un mero respeto-formal; así, no debe ser una categoría promiscua susceptible de ser influida por factores ajenos, como el aciago caso
del populismo punitivo. En segundo lugar, respecto del direccionamiento de la pena debe ser siempre en
atención a la racionalización y humanización que viene de la mano de la evolución histórica del sistema
penal, en que se propenda por la reconciliación de las partes involucradas en el desvalor del bien jurídico buscando la sanación del quebrantamiento y; no una
escueta imposición jurídica sobre el cuerpo del condenado, en continuación de mal pensadas políticas
de producción de miedo a partir del aumento de la duración de la privación de la libertad, y en general la
animación de la severidad penal, so pretexto del sostenimiento de dinámicas sociales; por cuanto
primero, la concentración en una mayor acritud si bien puede generar temor, y en razón a este – estimación de un par de internos – una persona
pensaría aunque fuera un poco más si comete o no un delito, cierto es que si lo comete y es condenado,
estando recluido muy probablemente se encontrará en un ambiente facilitador de la especialización en el
oficio del crimen87; y en segundo lugar, porque actualmente hay casos en los cuales no hay posibilidad de generación alguna de temor hacia la
reclusión, en razón a la ruptura del principio de
86
Hormazabal Malarée y Bustos Ramírez, a propósito de una teoría
material del bien jurídico, aludieron a lo que Hassemer afirmó, y con toda
razón, que sólo una concepción de bien que se fundamente más allá del
sistema penal, estará en condiciones de responder a los cuestionamientos
por: “¿qué es lo que hace que una acción se transforme en delito?” y,
“¿por qué penaliza una sociedad en su ordenamiento jurídico penal
exactamente esas acciones lesivas y no otras?” No cabe duda para el
suscrito que el fundamento externo a la pura normatividad jurídico penal
está en la contemplación de los supraprincipios de la dignidad humana y
de la fraternidad, que hayan concreción en derechos humanos, que se
corresponden con bienes valiosos en tanto valores históricos transversales
cuya garantía de esencia ha logrado consignación positiva por su
significación social. (Véase HormazábalMalarée, Hernán. Bien Jurídico y
Estado Social y Democrático de Derecho. Santiago de Chile: Editorial
Jurídica ConoSur, 1992, p.140) 87
Al respecto un interno, defensor de la severidad, estimó que mayor
tiempo de privación de la libertad “cambia a la persona”, y que el
aumento de las penas “pone a uno a pensar en hacer las cosas”;
interesante resulta la afirmación siguiente según la cual aclaró: “yo no digo que alguien después de veinte años va a salir resocializado, es una
mentira; sale es un monstruo, sale más agresivo; a vengarse de la sociedad”.
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menor elegibilidad88 – según el cual las condiciones en
estado de privación de la libertad deben ser menores a las condiciones en estado de libertad – por los
casos focales de hostilidad. Por otra parte, el delito como agresión a un
bien jurídico debe ser valorado como la manifestación
de todo un fenómeno social complejo, no como una simple transgresión normativa; con ello no se busca
afirmar un determinismo sino el reconocimiento de un sujeto inmerso en un grupo social con una
dinámica compleja en la cual se construye y reconoce; que debe ser abordado interdisciplinariamente, teniendo en cuenta que de
trasfondo implica factores sociales, económicos, políticos, culturales, y psicológicos o emocionales de
amplia envergadura.
10.3.1.2 El reto procesal El reto procesal es en dos asuntos: orientación del
sistema judicial, y, específicamente sobre la vinculación de las partes del suceso delictual. Es así como, el sistema judicial debe tener por objetivo la
proporción de justicia caracterizada por su ecuanimidad y eficiencia, mediante la aplicación
juiciosa de normatividad; además, debe dirigirse e interesarse por la participación activa del agredido y
agresor en el proceso. En cuanto al primer aspecto, tratándose del
proceso penal enmarcado en el sistema judicial, se
identifica que, con el fin de gestar un proceso orientado hacia la reconciliación, debe indagarse
minuciosamente sobre el delito, de las condiciones de fondo tras de él, y el agresor mismo, lo cual, debe
ofrecer pruebas suficientes y ciertas que permitan el más adecuado desarrollo del proceso judicial, en el marco de una verdad esclarecida y declarada y de
comprensión del daño89, de reflexión conjunta entre
88
A propósito de esto un interno sostuvo que “hay gente que de todas
maneras no le tiene miedo a la cárcel”, y para justificarse, relató una
anécdota personal: “tuve un inconveniente con un indigente y, de una u
otra manera digamos que nos desafiamos a irnos a los golpes; entonces él me decía, que en caso tal de que él me rompiera a mi él se iba a ir para la
cárcel a dormir y a engordar, pero si era al revés entonces yo iba a ser el afectado. Entonces desde ese punto de vista, hay gente que no le tiene
miedo a ir a la cárcel porque sabe que si va a la cárcel allá lo van a mantener (…) Mientras que en la calle de pronto uno no lo puede tener”. 89
Al respecto un interno ejemplificó: “Un ladrón que se roba un celular
de pronto no coge conciencia de lo que hizo hasta que de pronto mira que la víctima a la que le robó ese celular cuánto le costó para conseguirlo; si
se robó un celular de quinientos mil pesos y lo vendió en cincuenta mil pesos; él no ve el esfuerzo que hizo la persona para comprarlo”.
las partes del suceso delictual y del proceso; y la
justificación de la decisión judicial y por ende de la pena. Lo cual exige en cuanto a las partes, en primer
lugar: la primacía del agresor y del agredido; que hace necesaria la garantía de acceso igualitario al sistema judicial penal, sin consideración alguna económica o
de otra índole para efectos de participación – especialmente defensa –, salvo consideraciones
legales apropiadas; sino que debe ser por la ocurrencia de la transgresión de un bien jurídico
tutelado, y además; el aseguramiento de no afectación de su sincera voluntad durante el proceso judicial. Y en segundo lugar, exige una impecable participación
de defensa, fiscal y judicial, enmarcados en la suficiencia, integralidad, especialidad, formación cabal
y proba en derechos humanos y reconciliación, en cuidado del ordenamiento normativo y, primada
atención a agresor y agredido; lo cual requiere el establecimiento de meticulosas no por ello estrechas
pautas procesales, especial atención a la sede de juicio de exigibilidad y las causales de justificación que deben procurar el desarrollo de un examen más
detallado en atención a cuatro supuestos de hecho tratándose del suceso delictual: del que fue cometido
en estado de imputabilidad; del que fue cometido por ignorancia de la prohibición, o creyéndose hallarse
justificado; del cometido conociendo la prohibición, hallándose justificado – ya por encontrarse de trasfondo una manifestación de estado de hostilidad u
otra situación – , y del cometido conociendo la prohibición, sin hallarse justificado; a pesar de
contemplándose la posibilidad de fallas valorativas.
El segundo aspecto, a saber, la vinculación primada de las partes del suceso delictual se sustenta en que, primero, con la inclusión del agredido, el
proceso debe considerar el desvalor al bien jurídico tutelado agredido permitiendo la contemplación de la
forma más adecuada para procurar la subsanación en las derivaciones de la afectación, y segundo; con la
introducción del agresor, el proceso debe preocuparse por la facilitación de medios idóneos para la reivindicación de él consigo mismo, frente al
agredido y la sociedad, no por el contrario, su distanciamiento o disminución como penado. Con
ello se evita primeramente la inoperancia práctica, propiciando una mayor influencia positiva en el
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fenómeno social, evidenciable por ejemplo, en la
disminución o supresión del ánimo de venganza.
10.3.1.3 El reto tasativo de los medios de reconciliación (determinación de la pena)
El reto tasativo de los medios de reconciliación,
encuadrados en la determinación de la pena, son: respecto del agredido y respecto del agresor, en el
plano material y en el plano simbólico. Respecto del agredido, debe haber la
valoración de la forma más satisfactoria e idónea para la sanación del desvalor del bien jurídico tutelado determinado. Por su parte, en cuanto refiere al
agresor, partiendo de la centralidad de la cualidad de la pena90 por sobre la prolongación en el tiempo de la
misma – sea cual sea la pena –, la pena debe contemplar mecanismos de orientación y
socialización – partiendo del estado actual de cosas –, en atención al reconocimiento necesario de su
persona, advirtiendo las particularidades del agresor y, en relación con la agresión, incluyendo la consideración de las circunstancias exógenas de una
realidad compleja que incidieron en la comisión del delito91. Además, el despliegue de las acciones debe
darse en el plano material como en el simbólico92 en todo caso, afines a resarcir el daño causado en todas
sus dimensiones. 10.3.1.4 Dos pautas: dos penas muy positivas hacia la
transición (La protransición)
90
A esto aludió uno de los internos asegurando: “no importa la cantidad
sino la calidad”. 91
Sobre ello se tiene que uno de los internos que se hizo partícipe
manifestó: “Yo pienso que la maldad no existe, yo en un tiempo que he estado en la cárcel, que he conocido gente que supuestamente es mala, yo
no he visto una persona que sea mala mala de corazón; es mala por circunstancias exógenas como la cultura en que creció, la familia, las
amistades, el medio, la forma en que fue criado. He visto desde las ñangas, ñangas que viven en la calle, que son ladrones porque tiene que
comer, a personas que han tenido plata, que han sido de buena familia
que roban porque les gusta la adrenalina; entonces son cosas, muy subjetivas, y son cosas que tiene que abordarse desde la persona, no desde
el delito como tal, ¡ah! El hurto se califica con cinco años de prisión, pero ¿a cuál ladrón? ¿al que roba porque tiene que comer? ¿al que roba
porque le gusta? ¿o al que roba porque quiere más de lo que tiene? La sociedad no puede seguir condenando a la gente…”. Es evidente el énfasis
que hace – él, así como algunos de los otros participantes – en el factor
subjetivo, no solo como el tomar en cuenta la situación tras el delincuente
sino en el trato que debe dársele en razón a eso, en cuanto a la pena y su
ejecución refiere. 92
A propósito de este llamamiento – que infiere el suscrito – uno de los
internos refirió a: la pena “al estilo indígena”, por ejemplo, en el trabajo
comunitario.
Asintiendo la necesidad de tomar una vía diferente a
la afirmación de la severidad penal, guiándose más bien hacia la institución de penas que se muestran
como muy positivas si de hacer protransición hacia un sistema de reconciliación se trata; sobresalen dos medidas a tomar: la primera, referente a un paulatino
proceso de disminución en la prolongación de la pena privativa de la libertad propiciando la gradual
desaparición de la institución como carcelaria o reclusorio; y la segunda, en razón a la introducción
cognitiva y material a medidas alternativas frente a la dominante.
En cuanto a la primera, se tiene a la pena
privativa de la libertad de corta duración como funcional, primero, por cuanto, a corto plazo se
conserva más lo que es la persona, en tanto, conserva en mejor manera vínculos sociales, familiares, y
personales; razón por la cual, el penado valora y reflexiona ahora, previendo que en un largo plazo
pueda perder esos vínculos93. En segundo lugar, y muy asociado a ello, tratándose de la pena privativa de larga duración se tiene que la persona tiende a
resentirse por la situación que vive o fue vivida en el largo plazo, es decir, a causa de la ruptura de los
vínculos; lo cual genera, que en sus ponderaciones afines a cometer un delito más o no, muy
probablemente ya no haya consideración alguna de las consecuencias jurídicas, y por ende, materiales en la pena, la cual no le agrega, pero tampoco le
desmejora mucho más94. En segundo lugar, está el trabajo comunitario
como forma de pena, por una parte, estimando que con este se mantiene una minúscula limitación a la
libertad, por cuanto, el trabajo obedece – al menos en primer momento – a una obligación, lo cual no puede equipararse al trabajo que se desarrolla por
93
A propósito se expresó el recluso afirmando que la ruptura de los
vínculos ocasiona que “se deje de ser persona”, prosiguiendo con que: “en
la práctica se ve que la persona pierde esos vínculos, esos deseos de vivir, de trabajar, de conservar a la esposa, de preservar sus contactos con su
padre, con sus hermanos; a largo plazo se pierden esos vínculos”,
explicitó: “la esposa con tres años bien, pero a los veinte años no creo que
la mujer quiera, (…) ya se consigue otro y sale. Entonces se pierde más a largo plazo que a corto plazo”. 94
Dijo al respecto un participante – el mismo –: “ Mis padres están muertos, mis hermanos cada uno está con su cuento hace diez años que no
los veo, mi esposa me dijo que se consiguió otro marido, entonces a mí ya
no me preocupa salir en tres meses o en treinta años porque a qué salgo. Ya no tengo… nadie me está esperando afuera, entonces da lo mismo
matar a tres que matar a diez. Afuera no tengo nada. La persona como persona propiamente se acaba, queda es casi que el animal ahí”.
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estricto gusto propio; en que el factor de
obligatoriedad del trabajo debe responder a una buena administración de recursos humanos, en que
se desarrolle y utilice apropiadamente la capacidad del penado95. El trabajo comunitario ha de generar en el penado: conciencia del valor de las cosas; y de igual
manera, debe incentivar y exigir a los penados esforzarse en la generación de recursos que puedan
ser destinados96: primero, a su propio sostenimiento, dejando de significar una carga para el Estado;
segundo, para ayudar a la familia no dejándola así sin su aporte o contribución que puede resultar ser vital97; tercero, en los eventos en que sea posible a
manera de reparación económica para la víctima; y finalmente si es que para tanto alcanza, como capital
de ahorro para el emprendimiento de una empresa personal terminada la pena. En último lugar se tiene
que, el trabajo por obligación penal no funciona cuando: primero, las características propias del
agresor y de la agresión permiten afirmar que el caso se escapa del campo de lo jurídico, gozando de más legítima competencia otros campos como el
médico98; y segundo, cuando se ve limitado ante las grandes dimensiones de algunas agresiones,
tornándose insuficiente, por cuanto son requeridas medidas de otro tipo y diverso índole99. Debe
explicarse que la primera de estas dos excepciones debe ser extinguida gradual aunque absolutamente
95
Para tal fin deben proveerse los medios necesarios afín de que el trabajo
comunitario resulte de utilidad, en suma, para que sea eficiente y
competente; caso contrario se recaería de nuevo en una fatal inoperancia. 96
Frente a esta propuesta es de esperar que se critique que al ser el trabajo
de tipo comunitario no debería haber remuneración alguna, y en efecto, no
la hay en el sentido común en que se desarrolla, no obstante, al ser trabajo
debe significar generación de algún beneficio económico o de otra clase,
en todo caso, da la posibilidad por lo menos de generación de recursos
para su propio sostenimiento, para ayudar a la familia, o a manera de
indemnización al agredido; en la medida de lo posible, y en estimación,
claro está, de lo que en el curso del proceso se haya considerado principal
o secundario. 97
A propósito de esto uno de los internos cuestionó que durante el período
en que se encuentra recluido: “¿quién está viendo por su familia? ¡Nadie!
¿Qué pasa con los niños de los que estamos acá? (…) ¿qué van a hacer esos niños cuando sean grandes?”, exclamó: “papá estuvo en la cárcel y
mientras estuvo allá me tocó robar pa’ mantener la familia”; estima sobre
eso que son problemáticas que no están siendo tomadas en cuenta por las
autoridades públicas. 98
Recordaron entonces que en grandes cárceles se pueden encontrar
“animales de animales, que no les importa llegar a una casa, amarrar tres niños, cuatro niños; violar la jovencita, robarcen todo y a lo último
pegarle un tiro a cada uno pa’ que no lo reconozcan”. 99
Se dio por ejemplo, el caso de masacres, en que el trabajo no influiría en
mayor medida en los autores, y que muy probablemente víctimas y
familiares de víctimas de estos eventos no consentirían que se les
impusiera penas de este tipo, sin más.
pero no desde el plano de la pena o lo ejecutivo
penitenciario sino, en la actividad valorativa penal desde la normatividad jurídico penal; y en cuanto a la
segunda, debe dejarse claro e insistirse en que una determinada pena alternativa no siempre es propicia por si sola.
En suma, la disminución de la llana reclusión con la promoción de la pena privativa de corta
duración se posa junto al trabajo comunitario con límites desvanecidos, tenues en principio, para
efectos de su introducción progresiva, por cuanto son dos líneas políticas concretas en dos penas; más su emprendimiento material y cognitivo es de
naturaleza mixta, no como las dos penas precisas – quizás en transición o, en general en futuro – sino
como dos pautas; permitiendo en su gradual entrada la comprensión y aceptación social; explíquese en
palabras simples: una forma de generar favorabilidad social hacia la pena alternativa del trabajo
comunitario – quizás también de otras – es su introducción a la institución penitenciaria y, su posterior extracción y por tanto, el abandono de la
limitación espacial; proceso durante el cual, la pena privativa de corta duración también debió echar
raíces, y por ende, la pena privativa de larga duración debió entrar por lo menos en vía de extinción.
10.3.2 Penitenciarias
10.3.2.1 El reto ejecutivo: Generalidad La pena debe resultar satisfactoria como expresión
resultante del proceso, cumpliendo para ello tres requisitos, a saber: primero, respecto del agresor, la
pena no debe afectar negativamente a su persona, sino que debe afirmarle: en el no rompimiento de sus vínculos personales, familiares y sociales; en atención
a sus particularidades con objeto de propiciar – en sede temporal – la identificación respecto del daño y,
disponer los mecanismos de orientación y socialización. Segundo, respecto del agredido la pena
debe constituirse en un lazo de solidaridad, siendo visible y significativa, propiciando la concurrencia del mismo a la materialidad de acciones en orden a la
sanación del quebranto del bien jurídico tutelado. Y finalmente, tercero, respecto de la sociedad, a más de
también ser visible y significativa, no debe configurar agravación alguna para ella; sino más bien, se reitera,
un beneficio reflejo de un proceso dirigido hacia la
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reconciliación. Todas tres sin duda reiteraciones
necesarias en el marco de lo reflexionado.
10.3.2.2 El reto de resocialización a socialización (La protransición)
En contemplación de un movimiento entre la
resocialización insuficiente hacia la socialización satisfactoria, lo que es, hacia una materialización de la
pena que sostenga a la persona del penado, no desmembrándole del cuerpo social de tan roñosa y
mezquina forma como en el estado actual de cosas, y por ende, que anule la pretensión de readaptarle, o reorientarle cual sujeto negado; la ejecución de la
pena debe contemplar en su contenido: primero, actividades de formación suficiente – educativa,
laboral, orientación en identificación normativa, cívica, espiritual, ética, etc. – que englobe: actividades
de formación al que careció de oportunidades, por encontrarse en un ambiente conflictivo, precario u
hostil; actividades de formación de continuación, y actividades especiales en atención a diferentes razones de fondo; en segundo lugar, debe contemplar
actividades de proyección del desarrollo de la persona en su cuerpo armónico – físico, psicológico y
espiritual –, en todo caso en su extensión material de servicio en el ejercicio laboral100, lo cual propiciará:
un mejoramiento actitudinal y de posterior desenvolvimiento social, disminución de reincidencia y, auto-sostenibilidad de las instalaciones
penitenciarias entre otros; por otra parte, tercero, debe promover el fortalecimiento de los vínculos
personales, familiares y sociales hasta ahora mantenidos, en parte, mediante la concesión de
permisos y visitas – especialmente las que tiene por fin el desarrollo de puntos mencionados o similares – e incentivando otros mecanismos que derrumben las
paredes de contención; así la desaparición del dispositivo carcelario será proporcional a la
vinculación social; y finalmente, se exhorta a que la atención se dé de forma personalizada permitiendo
supervisar prudentemente un verdadero proceso reivindicatorio. Para ello debe ponerse en práctica un aspecto más, el de la clasificación entre la diversidad
100
Al caso, tratándose de la pena del tipo privativo de la libertad la
resocialización en el caso de la persona del condenado, “dedicada a
delinquir, que está acostumbrada a no hacer nada”, solo es posible si se
enseña a trabajar, a desarrollar un oficio; si no se hace ello, él saldrá y
seguirá haciendo lo mismo, muy probablemente – estimó uno de los
participantes –.
en el cuerpo de internos para efectos ejecutivos de la
pena: en primer lugar, subjetiva, tomando en cuenta a cada persona y sus características propias en cuanto a
personalidad, educación, espiritualidad entre otras; y en segundo lugar, objetiva, diferenciándose entre el tipo de agresión, pena, y conductas delictuales.
El emprendimiento del reto propuesto comporta la adecuación del dispositivo carcelario, en
escalonada conversión a dispositivo penitenciario, específicamente: respecto de los establecimientos
propiamente dichos y, del personal penitenciario. 10.3.2.2.1 Respecto de los establecimientos:
Colonias, ciudadelas y talleres penitenciarios
A propósito de la afirmación y sustentación según la cual el dispositivo carcelario no puede ser suprimido
o modificado a la ligera, es menester aseverar que su transformación, obedeciendo a las reflexiones
apuntadas, debe estar alineada hacia el establecimiento de colonias, ciudadelas y talleres penitenciarios, no como simbiosis defectuosa y
rencauchada entre el dispositivo carcelario y la fábrica sino, como el lugar dispuesto para la
culturización, orientación, formación101 y especialmente, proyección del desarrollo de la
persona del penado en su cuerpo armónico en su manifestación material de servicio a la comunidad en el ejercicio laboral; en otras palabras, el paso de un
dispositivo caracterizado por su rigidez e irreverencia a un espacio reivindicatorio. Lo que es, en la práctica
la colonia o ciudadela como “pequeña sociedad” o “un pequeño país”102, entidad de exclusión cada vez menos
excluyente apuntando a no serlo, que permite la realización de un proceso de socialización – yendo de resocialización a socialización – con las características
con que fue descrito. Las tres formas que adopta el dispositivo
penitenciario, al cual se direcciona la metamorfosis del dispositivo carcelario, como se dijo líneas atrás,
101
Uno de los internos, al respecto, aportó – en opinión bastante sintética –
que era necesaria la restructuración de la cárcel que “todavía sigue siendo
la mazmorra de la época medieval” en complejos de trabajo y educación,
dirigidos a formar personas y no delincuentes. 102
El interno que empleara esta expresión quiso aludir con ella a que se
crea dicha situación en tanto “el preso es como en el ejército, cae todo tipo de personas y con diferentes profesiones, porque en el ejército hay
mecánicos, albañiles, choferes; aquí también, y profesionales; un conjunto de cosas”.
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son: la colonia, la ciudadela, y el taller103. La primera
de ellas, es decir, la colonia, de naturaleza rural, refiere al establecimiento pequeño, mediano o
grande, especializado en el impulso de labores agropecuarias; el cual está dirigido a personas cuyas actividades principales están relacionadas con ello, o
que son gustosas de ello. La ciudadela, por su parte, de naturaleza urbana, especializada en el fomento de
labores de mayor presencia y necesidad en estas áreas. Y finalmente, el taller, pequeño, de naturaleza
rural o urbana, de diferente especialización en ciencias, artes y especialmente oficios.
10.3.2.2.2 Personal penitenciario Referente al personal penitenciario, el llamamiento es
por enfocarse en la supresión de anomalías en la institución especial y específicamente, de la
corrupción en el personal penitenciario, mediante: formación cabal y proba en derechos humanos y
reconciliación, y en el cuidado del ordenamiento jurídico – como también se dijo de la defensa, fiscal y judicial –, formación ética integral y, disposición
especialísima a la atención al agresor penado y, al agredido y sociedad en paulatino proceso de
vinculación; evitando con ello: espacios permisivos de retaliaciones o venganzas internas, corrupción de
internos que se valgan de medios ilícitos para la satisfacción de intereses individuales, o la transgresión del postulado de trato acorde a la
igualdad diferenciada.
10.3.3 Cultural Recordando el énfasis realizado en la simultaneidad
que debe darse entre la garantía de derechos fundamentales en las condiciones básicas y, el cambio cultural necesario en aras a la protransición y
transición; se encuentra – sin descarte de otros – dos retos: el socioeconómico y el propiamente cultura,
segundo el cual se ha dividido en dos estimaciones, a saber, en la educación básica y en la educación social.
10.3.3.1 El reto socioeconómico Dado que el sistema debe dirigirse a corregir el
problema socioeconómico y cultural de fondo, no a la simple proporción de mecanismos facilistas como la
cárcel; al lado de la indicación por el mejoramiento
103
Todos los tres nombres extraídos de palabras de los internos.
general en la garantía real y efectiva de derechos
fundamentales, que favorece la disminución del índice de desigualdad, se encuentra: la concentración en
casos focales de realidad hostil, en los cuales condiciones socioeconómicas precarias, frágiles o inestables, generan estados incentivadores de
conductas delictuales.
10.3.3.2 El reto propiamente cultural: En la educación básica
A pesar de la limitación por la capacidad de cobertura del sistema educativo, debe accionarse desde la enseñanza primaria el fortalecimiento de la educación
en ética y valores y derechos humanos, acentuando en las relaciones humanas y sociales; en que la
realización de una agresión significa un desvalor para otro, como la recepción de una significa lo mismo
para con uno; en suma, es proporcionar desde la más tierna infancia una íntegra concepción de
identificación de sí y en alteridad. Resáltese la primacía que tiene el despliegue de ésta tratándose de los casos focales de realidad hostil.
10.3.3.3 El reto propiamente cultural: En la educación
social Tratándose de políticas educativas dirigidas a la
sociedad común, deben ser atendidos cuatro puntos: uno a propósito de dispositivo dominante y la introducción material de alternativos, otro en cuanto
a la vinculación social, uno más respecto del penado, y finalmente la cuestión mediática.
En torno al dispositivo dominante y la introducción material de alternativos se contemplan
dos aspectos, a saber, lo estrictamente cognitivo y en cuanto a la materialidad. Respecto a lo estrictamente cognitivo, debe enseñarse, desde un plano histórico,
que la pena carcelaria no ha sido ni es la única, y que en el curso casual de la evolución surgió ésta como
respuesta a otras menos humanas, y así, debe propenderse por mejores, a su vez, más respetuosas
de la humanidad; lo cual ha de devenir en el destronamiento del dispositivo carcelario como necesario, y por ende como dominante, frente a lo
cual categorías alternativas – cuya finalidad debe explicarse con albura – funjan de liberadoras y se
posicionen como adecuadas; adicionalmente, y para lo mismo, se hace necesario que la forma de
funcionamiento y dirección del sistema penal y
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penitenciario sea de conocimiento mayormente
generalizado, adentrándose conceptos básicos en el imaginario colectivo, especialmente contrastándose la
realidad actual con la buscada, respaldando la favorabilidad por la segunda. Por su parte, en cuanto a la materialidad, el desarrollo y resultado de la
puesta en marcha de los mecanismos alternativos al llano dispositivo carcelario, en paulatina introducción,
debe ser visible mostrándose como beneficioso para el agredido y, en general para el cuerpo social; de tal
manera que se amplíe la capacidad de influencia positiva del dispositivo entrante en el cambio necesario.
Ahora, afín a la vinculación de las personas resulta primordial la observancia de dos fases:
primero, un proceso de concientización social sobre la problemática compleja de que se trata con
trasfondo socioeconómico y cultural entre otros; para así, en segundo lugar, ilustrar en formas que
pueden ser aplicadas con el objetivo de dar una solución, esto, mediante: la explicación de todo el accionamiento crítico-transformativo en el
planteamiento de la protransición y transición, la formación en ética y valores y derechos humanos, el
fortalecimiento del principio democrático, y con ello, la incentivación de interés por el bienestar y sentido
social, en el entendido de que si el delito se encuentra enmarcado en un fenómeno social, la sociedad misma es la que debe concurrir en procuras
de su solución104. En tercer lugar, respecto del penado debe
anularse la errónea creencia de ínsita peligrosidad del agresor105, lo cual se relaciona: en primer término,
con la abundante violencia y frecuentísimas situaciones delictuales cotidianas que parecen nublar la posibilidad de distinción entre uno y otro agresor
y, segundo, con la también equivocada creencia de seguridad – imprecisa y desconcertante – por la
privación de la libertad del individuo peligroso en un centro de reclusión.
104
A este respecto uno de los internos, finalizando el diálogo, se pronunció
diciendo: “estamos hablando es el problema de toda la sociedad, entonces
si es de toda la sociedad, todos tiene que intervenir para resolverlo”. 105
A propósito uno de los reclusos, en conversatorio, aseveró que en la
actualidad el cuerpo de reclusos es una carga indeseable para la sociedad,
no querida en el entendido de que se asume que son lo peor de la sociedad;
que aunque no lo son – se dejó claro –así se cree, afirmó: “Ellos asumen
que el ladrón no va a dejar de robar, que el asesino no va a dejar de asesinar, que no hay remedio para esos manes”.
Finalmente, el asunto de la cuestión mediática
cobra vital importancia en tanto los medios de comunicación deben constituirse en facilitadores de
un proceso pedagógico direccionado al cambio mentado en la enseñanza de valores humanos y la divulgación de los derechos humanos, como de
mecanismos alternativos, afín de ir sentando bases para la pensada protransición y transición entre el
sistema penal y penitenciario actual y, uno encauzado hacia la reconciliación. La amplia cobertura de que
gozan los medios106, debe aprovecharse mediante el fortalecimiento de la responsabilidad social para que resulte efectiva su actividad107, la cual, concretizada
en programas atrayentes y convincentes debe buscar educar en procesos, y no por el contrario mostrar un
recurso facilista cuyo empleo irresponsable no desemboque en mejora.
EPÍLOGO
En suma, el proceso reflexivo, partiendo de la necesidad de visibilización del penado atendió presta
y atentamente a su voz; permitiendo así la identificación de aspectos determinantes en torno a
las funciones de la pena legalmente asignadas, y múltiples circunstancias en torno a la materialidad de
las mismas, la incidencia de condiciones socioeconómicas y, sobremanera, desde la
subjetividad del penado mismo, estimaciones respecto de sí, el agredido y la sociedad en la realidad actual como en miras de la introducción de
mecanismos alternativos al actualmente dominante, cual es el dispositivo carcelario; encontrando que la
provincialidad en que se hayan circunscritos y las mejores condiciones que envuelve se constituyen en
la más cercana y palpable posibilidad del pensamiento y accionamiento de políticas protransicionales en ese sentido, es decir, del actual sistema penal que ha
venido deslegitimándose gradualmente hacia un sistema dirigido a la reconciliación social. Para efectos
de la querida protransición y transición se postula como idónea una metodología crítica deconstructiva
106
A propósito de esto un interno expresó: “más del ochenta por ciento ve
televisión, y el otro veinte por ciento si no ve televisión, escucha radio”. 107
Al respecto un interno dijo, reflejando la preocupación al respecto: “en Colombia hay un millón de personas: novecientas noventa y nueve mil
novecientas noventa y nueve ven televisión, y una es el dueño del canal. Hay toca es caerle al dueño del canal para que difunda el tema”.
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y transformativa de base heterotópica, heterodoxa y
ortopráctica; cuya aplicación – por naciente: modesta y limitada – permitió la fijación de lineamientos
penales, penitenciarios y culturales a atender, con base en el sustento pilar y, del seguimiento de las protofunciones que se proponen.
Por otra parte, surgen al paso de lo desarrollado variados cuestionamientos no solo a
nivel normativo jurídico – sustancial, procesal y ejecutivo – sino también, a nivel socioeconómico,
cultural y político, como fácilmente se evidencia;
aspectos que deben ser abordados necesariamente; los cuales comportan por lo menos dos propósitos
para la continuación de la actividad investigativa: en primer lugar, la escucha de voces diferentes a la del penado, específicamente, la del agredido y, a la gente
del común y; en segundo lugar, la ampliación de la cobertura y en consecuencia, de la representatividad
de las generalizaciones y aplicabilidad de las propuestas.
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