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QUITO EN LOS OJOS DE LOS VIAJEROS: EL SIGLO DE LA ILUSTRACIÓN

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QUITO EN LOS OJOS DE LOS VIAJEROS:EL SIGLO DE LA ILUSTRACIÓN

Introducción, selección y notas de

Ximena Romero

Colección Tierra IncógnitaNº. 28

Abya-Yala2003

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QUITO EN LOS OJOS DE LOS VIAJEROS: EL SIGLO DE LA ILUSTRACIÓN

Introducción, selección y notas de XIMENA ROMERO

Colección Tierra Incógnita Nº. 28

2da. Edición Ediciones ABYA-YALA12 de Octubre 14-30 y WilsonCasilla: 17-12-719Teléfono: 562-633 / 506-247Fax: (593-2) 506-255E-mail: [email protected]@abyayala.org.Quito-Ecuador

Impresión DocutechQuito - Ecuador

Ilustraciones de la cubierta:Portada: Calle de Quito.

Contraportada: Procesión del Corpus en Quito. Dibujo de Tofani, según los croquis de André.Tomado de Grabados sobre el Ecuador en el siglo XIX (Le tour du monde),Quito, Banco Central del Ecuador, 1981.

Fotografía de la autora: Nelson M. RomeroDiseño de la cubierta: Raúl Yépez

Las ilustraciones del interior están tomadas de:- Joseph Kolberg, S.I., Nach Ecuador, Freiburg I. B., 1881- Grabados del Ecuador del siglo XIX (Le tour du monde), Quito, BCE, 1981.

ISBN: 9978-04-572-4

Impreso en Quito-Ecuador, 2003

Advertencia al lector: Los textos de los autores citados han sido transcritos conforme a sus versiones originales.

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Prólogo.................................................................................................. 9

Presentación.......................................................................................... 11– Quito en los ojos de los cronistas extranjeros,

por Jorge Núñez Sánchez– Quito, en los relatos cotidianos,

por Javier Ponce Cevallos

Introducción ........................................................................................ 19

I. La ciudad: sus calles y sus plazas ............................................. 43

II. Arquitectura civil y religiosa .................................................... 61CasasConventos e iglesiasHospital

III. Alrededores y paseos ................................................................ 80

IV. La población ............................................................................. 90ClasesLenguasCaracteres y comportamientosAnécdotas

V. Administración civil ................................................................. 120

VI. Administración eclesiástica...................................................... 125

VII. Acontecimientos notables ........................................................ 127

VIII. Artes, oficios y estudios............................................................ 134

IX. Clima, epidemias y catástrofes naturales ................................ 142

X. Productos agropecuarios, comidas y bebidas ......................... 153

XI. Comercio................................................................................... 160

XII. Vestuario ................................................................................... 165

XIII. Bailes, fiestas y otras diversiones ............................................. 172

Anexos................................................................................................... 179

Notas sobre los autores seleccionados................................................. 206

Fuentes y referencias ............................................................................ 209

Contenido

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Construir es colaborar con la tierra, imprimir una marcahumana en un paisaje que se modificará así para siempre; estambién contribuir a ese lento cambio que constituye lavida de las ciudades. (…) He reconstruido mucho, pues ellosignificaba colaborar con el tiempo en su forma pasada,aprehendiendo o modificando su espíritu, sirviéndole derelevo hacia un más lejano futuro; volviendo a encontrarbajo las piedras el secreto de las fuentes. Nuestra vida esbreve, hablamos sin cesar de los siglos que preceden o siguenal nuestro, como si nos fueran totalmente extranjeros; y sinembargo llegaba a tocarlos en mis juegos con la piedra.Esos muros que apuntalo están todavía tibios del contactode cuerpos desaparecidos, manos que todavía no existenacariciarán los fustes de estas columnas. Cuanto más hepensado en mi muerte, y sobre todo en la del otro, conmayor motivo he buscado agregar a nuestras vidas estasprolongaciones casi indestructibles. (…) La Ciudad: elmarco, la construcción humana, monótona si se quiere perocomo son monótonas las celdillas de cera henchidas de miel,el lugar de los intercambios y los contactos, la plaza a la queacuden los campesinos para vender sus productos y donde sequedan mirando boquiabiertos las pinturas de un pórtico…Mis ciudades han nacido de encuentros: mi encuentro conmi rincón de tierra, el de mis planes de emperador con losincidentes de mi vida de hombre.

MARGUERITE YOURCENAR, Memorias de Adriano.

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ESTE LIBRO contiene una recopilación defragmentos tomados de algunas crónicas quefueron escritas en el siglo XVIII y comienzosdel XIX por viajeros que llegaron a Quito. Sustextos, organizados temáticamente, presentandescripciones de la ciudad y sus alrededores,así como observaciones sobre los usos y cos-tumbres de sus habitantes. Se encuentran pre-cedidas por un ligero esbozo del período con-siderado, cuyo propósito es ubicar la cotidia-nidad dentro de la historia, de tal manera quela visión de los cronistas aparezca debidamen-te contextualizada. El lector podrá encontrar alfinal una breve información biográfica de losautores escogidos.

El material que aquí se reúne es un pro-ducto lateral de una investigación más ampliaque estoy realizando acerca del problema re-gional y la identidad del actual Ecuador. En mitrabajo he partido del siglo XVIII por ser ésteun siglo clave para nuestra historia: no sóloque en él se desarrolló el movimiento ilustra-do, que tanto brillo dio a la Universidad quite-ña, sino que en su transcurso comenzó a ges-tarse la conciencia de la identidad regional ynacional.

Quiero agradecer a los doctores Jorge Sal-vador Lara y Jorge Núñez por sus valiosas su-gerencias para mi trabajo; a la historiadora ca-nadiense Cynthia E. Milton, del Departamen-to de Historia de la Universidad de Wisconsin,por sus opiniones sobre el material que con-forma este libro; al Padre Julián Bravo, S.I., porhaberme abierto las puertas de la BibliotecaAurelio Espinosa Pólit; a Pablo Guerrero, in-vestigador de la música ecuatoriana y Directordel Archivo Sonoro, por las informaciones ydocumentos inéditos que ha puesto a mi dis-posición; al señor José Vera, del Fondo Jijón yCaamaño, y al señor Patricio Hernández, delFondo de Ciencias Sociales del Banco Centraldel Ecuador, por las facilidades que me hanbrindado para consultar las fuentes a su cargo;al personal del Archivo Nacional de Historia ydel Archivo Histórico Municipal, por su aten-ción siempre esmerada, y a Fernando Tinajero,mi compañero, por su apoyo para mi trabajo ypor la lectura final del manuscrito. De igualmanera, quiero agradecer al doctor José Jun-cosa por la acogida que me ha brindado en laEditorial Abya-Yala.

X.R.Quito, noviembre de 1999

Prólogo

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Calle de un arrabal de Quito (Dibujo de E. Thérond según Ernest Charton)(Le tour du monde).

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GRACIAS A LA EXCITACIÓN IMAGINATIVA queprovoca el libro, cada vez que los lectores abri-mos un tomo de crónicas, nos sentimos trans-portados al pasado. Pero cuando la crónica ha-ce referencia al ámbito de nuestro propio en-torno cultural, como por ejemplo a nuestropaís o a nuestra ciudad, entonces los datosaportados por el cronista, junto con la imagi-nación y la memoria, se aúnan para recrear ennuestro espíritu una suerte de gran fresco de lavida social, en el que cobran vida seres y cosasya extinguidos, cuyos actos y hasta gestos efí-meros del ayer se nos vuelven en alguna medi-da cotidianos.

La crónica es de por sí un género cautivan-te, en tanto que constituye un testimonio fres-co y directo de la realidad, en el que se plas-man las observaciones, vivencias y opinionesdel cronista. Pero lo es todavía más cuando hasido escrita por un extranjero, cuyos ojos ávi-dos y curiosos registraron en su momento to-do aquello que a los propios habitantes del lu-gar les parecía de lo más común y corriente y,por lo tanto, no digno de registrarse por escri-to. El extranjero, por el contrario, iba a cadapaso haciendo comparaciones con otras reali-dades conocidas por él, por más pobres que és-tas fuesen; iba fijando comentarios y elaboran-do juicios de valor; iba destacando los aspectosde la realidad que más le impresionaban o quele parecían más exóticos.

¿A qué quiteño de comienzos de sigloXVIII se le hubiera ocurrido describir los bai-

les que eran usuales en la ciudad? ¿O a quéquiteño de un siglo después se le hubiera ocu-rrido analizar en detalle lo que se comía y be-bía en Quito, y estudiar la cantidad de quesoque consumía anualmente la ciudad? Proba-blemente a ninguno. Pero esas inquietudes so-bre los bailes de Quito, y sobre sus efectos mo-rales, agitaron los espíritus de Jorge Juan y An-tonio de Ulloa, y quedaron consignadas en suformidable obra Noticias secretas de América. YWilliam Bennet Stevenson, por su parte, seocupó en describir los platos hechos con papasy queso, o con maíz y queso, que señoreabanen la culinaria quiteña y, yendo más allá, estu-dió el peso y valor promedio de los quesos deQuito, sacando las siguientes conclusiones:que cada queso tenía un peso promedio de en-tre siete y ocho libras, que cada queso tenía unvalor genérico de un dólar y “que la cantidadconsumida anualmente (ascendía) alrededorde seiscientas cuarenta mil libras de peso, omás de doscientas ochenta y cinco toneladas”,formidable cantidad si se piensa que era con-sumida por una ciudad de alrededor de 60 milhabitantes. Igual cosa sucede con la descrip-ción del consumo de aguardiente. Lo que paraun quiteño era un goce cotidiano, para un in-glés curioso, como Stevenson, era objeto de

Quito en los ojos de los cronistas extranjeros

QJorge Núñez Sánchez *

* Palabras pronunciadas en el acto de presentación de laprimera edición de esta obra, el 1 de marzo de 2000, en elAula Benjamín Carrión de la Casa de la Cultura.

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análisis detallado y para un sacerdote ilustradocomo Cicala, era motivo a la vez de estudio ypreocupación moral, por cuanto el vicio delaguardiente se había generalizado y llegado aatrapar en sus redes a todos los estamentos so-ciales. Mezclado con agua, limón, azúcar yhierbas aromáticas, el aguardiente se convirtióen el popularísimo “ponche” y, al decir de Ci-cala, “de esta manera se introdujo en las casasmás conspicuas (además de los tugurios y ca-sitas), en los tribunales más serios, en los pala-cios más magníficos, en las jerarquías eclesiás-ticas más autorizadas, en las comunidades re-ligiosas más austeras; sin el menor reparo nirespeto a la clausura más estrecha y celosa en-tró el Señor Ponche en los monasterios de lasreligiosas más dignas de consideración y ob-servantes. Así, la ebriedad levantó su trono enla América Meridional”.

Pero, más allá de las cosas curiosas, las des-cripciones pintorescas o los juicios moralesconsignados por los cronistas, cabe adentrar-nos en dos aspectos que me parecen sustancia-les para el estudio de las crónicas, vistas comoun género literario situado a medio caminoentre la historia y la antropología. El uno esaquel que Ximena Romero ha tratado inteli-gentemente en su introducción al libro Quitoen los ojos de los viajeros y que hace referenciaa las relaciones entre la historia y la vida coti-diana. El otro tiene que ver con las motivacio-nes y limitaciones del cronista.

Conocida es la crítica que las nuevas co-rrientes historiográficas hicieran en el sigloXX a la escuela de historia positivista y en par-ticular a su estrecha vinculación con el sistemaimperante, que la llevó a convertir la historiaen una crónica del poder, poblada de héroes yhombres de Estado, de fechas simbólicas y deacciones gubernativas. Precisamente por ello,la nueva ciencia histórica se construyó desdemotivaciones diferentes. Así, la historia social

francesa se orientó a la historia rural, el es-tudio de la historia serial y los fenómenos delargo plazo, o la historia de las mentalidades.Del mismo modo, la escuela inglesa de histo-ria social puso su preocupación en el análisisde los grandes actores y hechos sociales (tra-bajadores, bandidos, industria, salarios). Y lanueva escuela historiográfica norteamerica-na centró su atención en los fenómenos de lahistoria económica, en la que se reflejanmenos los hechos adjetivos de los individuos ymás los fenómenos sustantivos de la vidasocial.

En esta línea de recuperación de “la otrahistoria”, ha tenido particular significación elrescate de la historia de la vida cotidiana, esdecir, de aquellos actos comunes y corrientesque las gentes realizan en su diario existir yque se enmarcan dentro de usos y costumbresgenerales, constituyendo de este modo expre-siones de una cultura popular. Los aspectos dela historia cotidiana son múltiples, como nosrecuerda Ximena Romero: “cómo trabaja lagente; cómo se reparten las diversas ocupacio-nes en la familia; cómo se visten los diversosestratos en los días de fiesta y en los días co-munes; qué comen, cómo se divierten, cómocelebran los hechos memorables; cuáles sonsus rituales, sus creencias, sus prejuicios…” Yoagregaría otro más: cómo piensan colectiva-mente, es decir, cuáles son sus mentalidadessociales.

Precisamente para ese rescate de la histo-ria de las gentes del común, es que las crónicasresultan invalorables fuentes de información,en especial las crónicas escritas por viajerosextranjeros, cuya capacidad de observación yasombro nos legó unos testimonios inaprecia-bles, que hoy mismo nos permiten aproximar-nos a unos actos y fenómenos generalmenteno retratados en la documentación tradicionalde los archivos.

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He dicho antes que el otro aspecto que de-be llamar nuestra atención es el de las motiva-ciones y limitaciones que tuvo el cronista a lahora de ensayar su relato. Y es que ningunalectura debe ser ingenua, en especial la lecturadel pasado, donde a cada renglón podemoshallarnos con equívocos, trampas o prejuicios,generalmente consignados de modo ingenuopor el autor, pero que pueden llevarnos a con-clusiones erradas o distorsiones del juicio. Deahí que, frente a cualquier otro tipo de testi-monios, debamos efectuar ese ejercicio decomprensión que los romanos llamaban “interlegere”, leer entre líneas, y que es el origen cier-to de la palabra “inteligencia”.

Para comenzar el análisis de las crónicas,resulta evidente que cada cronista escribió sutexto motivado por el afán de dejar un testi-monio directo y verídico de lo que vio o creyóver, de lo que vivió y apreció por sí mismo du-rante su viaje por tierras remotas o incógnitas,cargadas de novedad y exotismo. En cambiono siempre resulta tan evidente el sustrato cul-tural en que apoyaban su criterio, es decir, lamentalidad colectiva en la que se habían for-mado ellos mismos, y que iba a determinar, engran medida, sus puntos de vista sobre elmundo observado, sus apreciaciones y evalua-ciones de la realidad y finalmente sus juiciosde valor sobre el conjunto de lo visto y vivido.Y puesto que Ximena Romero ha centrado sulabor en los cronistas que observaron a Quitodurante el siglo de la Ilustración, bien vale lapena puntualizar los bemoles del pensamientoIlustrado, para utilizarlos como referente delas opiniones consignadas por estos viajeros.

La “Ilustración” fue y sigue siendo, sin du-da, el más claro referente ideológico del pensa-miento moderno. Irrumpiendo en un mundointelectual cargado de prejuicios, de intoleran-cia y de absolutismo, ella rompió los moldesdel escolasticismo, promovió el desarrollo

científico y estimuló una nueva forma de ver elmundo. Gracias a ella, el mundo dejó de ser el“Valle de lágrimas” descrito en las antiguas es-crituras y reiterado machaconamente por laIglesia, para pasar a ser un escenario nuevo yprometedor para la vida humana: se convirtióen la “Madre naturaleza”, integrada por los rei-nos animal, vegetal y mineral. A su vez, la his-toria dejó de estar marcada únicamente por lacrónica y la hagiografía medievales –o sea lasguerras de los reyes y la vida de los santos– ypasó a cargarse de atisbos antropológicos y so-ciológicos. Lo que es más importante: la Ilus-tración se encarnó en los personajes “ilustra-dos”, que aunaron en si una sorprendente sedde conocimiento y una gran vocación práctica,que los llevó a emprender en proyectos, em-presas y experimentos de todo tipo.

Pero todo haz tiene su envés. Y el envés dela Ilustración fue su tendencia eurocentrista,su inclinación a ver a Europa como el centrocivilizatorio del mundo y la medida de todaslas cosas. De ahí a desarrollar prejuicios contrael resto del mundo no había más que un pasoy los “ilustrados” europeos lo dieron pronta-mente. Buffon sostuvo que el puma era unbuen ejemplo de la inferioridad natural ame-ricana, puesto que carecía de la melena delleón y era más cobarde que éste. Paw sostuvoque el clima americano era maligno y determi-naba una inferioridad mental y física del hom-bre americano, que le parecía enclenque y entodo inferior al europeo. El abate Raynal escri-bía que América era un continente decrépito ycriticaba “la excesiva altitud de las montañasdel Perú”.

Y el mismísimo Voltaire –aquel que habíadicho que estaría gustoso de dar la vida pordefender el derecho de opinión de quienes nopensaban como él– llegó a especular sobre lasupuesta inferioridad de América, continenteque sus escritos mostraban como una tierra

Presentación / 13

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pantanosa, poblada de nativos estúpidos e in-dolentes, cuya inferioridad se demostraba –se-gún el filósofo ginebrino– en que eran lampi-ños y fácilmente dominables por hombres depelo en pecho como los conquistadores euro-peos.

Los “ilustrados” americanos reaccionaronprontamente contra esa nueva “calumnia deAmérica”, que se venía a sumar a la de los cro-nistas de la conquista y sus historias sobre in-dios rabudos, antropófagos y aliados del de-monio. Nuestros “ilustrados” estaban conven-cidos de que se trataba del mismo espíritu co-lonialista de siempre, pero ahora disfrazado deteoría científica y razonamiento filosófico. Laprimera reacción vino de los jesuitas america-nos del extrañamiento, quienes se empeñaronen el rescate y difusión del pasado histórico ycultural de su patria americana y en el análisisde los recursos naturales del nuevo continen-te. Así surgieron obras fundamentales para lacultura hispanoamericana, tales como la His-toria antigua de México de Francisco JavierClavijero; la Historia del Reino de Quito, deJuan de Velasco; Instituciones teológicas e histo-ria de la Compañía de Jesús en Nueva España,de Francisco Javier Alegre; Los tres siglos deMéxico, de Andrés Calvo; la Rusticatio mexica-na, de Rafael Landívar; el Compendio de la his-toria geográfica, natural y civil del Reino deChile y el Ensayo sobre la historia natural deChile, de Juan Ignacio Molina, etc.

En todas estas obras no solo se exaltaba lariqueza, variedad y fecundidad de la naturale-za americana, sino que se iba más allá: se bus-caba demostrar la sustantiva autonomía delmundo americano frente a España. Eran, pues,un canto de amor a su “Patria criolla”, perotambién el punto de partida para el desarrollode un cabal pensamiento independentista, co-mo el que formuló poco después otro de esosjesuitas expulsos, el peruano Juan Pablo Viz-

cardo y Guzmán, en su famosa Carta a los es-pañoles americanos, publicada en Londres porFrancisco de Miranda con ocasión del tercercentenario de la llegada de Colón al NuevoMundo.

Así, pues, amigos míos, es en el marco deesta contradicción entre la Ilustración europeay la Ilustración americana que debemos situary leer estas crónicas recogidas y organizadaspor Ximena Romero, porque solo de este mo-do podremos entender a cabalidad tanto losdenuestos como las alabanzas de los cronistasa nuestra realidad de entonces, incluidos loshábitos y costumbres de nuestros tatarabuelos.

Quiero referirme, por último, a esa alertaque Eduardo Kingman ha hecho sobre ciertatendencia que existe entre nosotros a compo-ner visiones nostálgicas de la historia, viendoal pasado como algo inmóvil y ajeno a los con-flictos sociales, alerta que Ximena Romero re-vive en este libro y refuerza significativamentecon sus propios argumentos. Hallo que es unapreocupación plenamente justificada, puestoque en los círculos del poder local y en los gru-pos conservadores del Ecuador hay un marca-do interés por utilizar ciertas disciplinas histó-ricas, como la genealogía y la crónica, para lajustificación de su presencia y sus acciones.

Me uno a esa alerta. Quien quiera darnosuna versión tranquila y bucólica de la historia,busca engañarnos, ocultando todo lo que decrisis, agitación y lucha tuvo el pasado. Mos-trar una historia apacible es dar una visiónegoísta de la vida y mezquina del mundo. Por-que si algo es la historia, en tanto que fenóme-no social, es un gran escenario de los comba-tes entre los hombres, de las oposiciones entrelos grupos, de las luchas entre las clases. Con-secuentemente, si algo debe ser la historia encuanto que ciencia es un esfuerzo de compren-sión de esas luchas, contradicciones y encon-trados esfuerzos humanos, en donde unos

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buscaban perpetuar o enriquecer el ordenexistente y otros pretendían destruirlo, paracrear un orden nuevo.

Empero, por lo mismo que el pasado estu-vo cargado de tradiciones (aunque también depromesas de futuro), de sistemas de domina-ción (pero también de acciones de resistencia),la nostalgia y evocación del ayer no son nece-sariamente reaccionarias. Además, no debe-mos olvidar que su presencia obedece a unoscódigos culturales propios de nuestra culturaiberoamericana, cultura de viajeros y emi-grantes, construida en buena medida sobre lanostalgia y la saudades, como lo testimonianlas habaneras hispano-cubanas, los fados por-tugueses o los pasillos y valses latinoamerica-nos.

Por lo demás, esa visión negativa del pasa-do y esa hostilidad a la tradición provienen delespíritu antifeudal de la burguesía europea delXVIII, como bien lo puntualiza Ximena en suestudio introductorio. Sobre esa negación delpasado, agrego yo, se levantaría luego la “ideadel Progreso”, visto como promesa de un futu-ro mejor, idea que el marxismo vulgar llevaríaa su más extrema formulación, llegando a sos-tener que todo pasado era reaccionario y todofuturo luminoso, y a afirmar que la historia eralineal y que avanzaba siempre, irreversible-mente hacia delante.

Recuerdo a este propósito una anécdotade la revolución rusa relatada por John Reed:en los primeros días de la transformación,Trotsky se encontró con que un grupo de jóve-nes guardias rojos, apasionados e ignorantes,había amontonado en la calle un gran númerode obras de arte y pretendía hacer con ellasuna pira, seguramente para reducir a cenizas elpasado. El profeta armado se les enfrentó en-tonces con las armas de la palabra y logró ha-

cerlos desistir de su intento, explicándoles quela revolución no era la negación total del pasa-do sino el mejor producto de éste y que una desus tareas era la de proteger el patrimonio cul-tural de cada nación.

Hoy está claro que no todo pasado es reac-cionario ni todo futuro es progresista. Evocaren el Ecuador de estos días a la RevoluciónJuliana no es apegarse neciamente al ayer, si-no buscar las raíces de la dignidad nacionalfrente a un presente de oprobio. Por el con-trario, loar a la globalización no es un ejerciciode progreso y modernidad, sino una prepara-ción de los espíritus para que acepten man-samente el advenimiento de esa nueva EdadMedia que se perfila en el horizonte, con unsupra poder organizando el mundo para suexclusivo beneficio, el egoísmo individual im-puesto como única razón económica, la men-tira mediática impuesta como verdad univer-sal y la banalización del gusto instaurada co-mo una estética de masas. Frente a un futurotal, me declaro conservador y amante de mistradiciones: quiero seguir siendo ecuatorianoy latinoamericano, quiero seguir comiendo lo-cro y sancocho, quiero seguir oyendo pasillos ybailando pasacalles, quiero seguir bebiendoron y también pretendo seguir hablando regu-larmente en español, por más que una mezclade perversidad económica y estupidez huma-na hayan determinado que el símbolo mone-tario de nuestro país ya no sea el sucre sino eldólar.

Y aquí concluyo esta presentación, porqueya han visto ustedes, amigas y amigos, lo peli-grosas que pueden ser las reflexiones a que nosconduce Ximena Romero, con su bella recopi-lación de crónicas sobre un pasado cargado defuturo.

Presentación / 15

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HE CONCLUIDO LA LECTURA DE ESTE LIBRO yme quedan, rondando en la cabeza, algunasimpresiones. La primera, la fuerza que posee lacotidianidad para fundar identidades, para le-vantar el relato más fidedigno de los pueblos,una fuente de la historia que cada vez invadecon mayor fuerza el oficio de los historiadorescontemporáneos. Esa práctica de identificar enlos márgenes, la verdadera fuente de las estruc-turas, de las ideologías y de los modos de ejer-cer el poder, en la que nos introdujo MichelFoucault, cuando buscó en la historia de la lo-cura y del castigo el verdadero rostro del poderen Europa.

Ximena ha armado esta selección de rela-tos de viajeros en torno a Quito, partiendode la imagen física de la ciudad para llegara las fuentes últimas del ritual y del placer, apartir de relatos de una cotidianidad en la queno aparecen las biografías de los próceres nimagistrados ni tampoco reyes coloniales, peroen los que se van tejiendo sus perversas som-bras.

La segunda, la constatación, otra vez, delsilencio con la que los quiteños vivieron sumodo tortuoso de construir sus hábitos, por-que no es la primera vez que debemos acudir atestimonios de extranjeros para saber cómofuimos constituyéndonos, cómo se fue organi-zando el poder y la corrupción. Con una gran

excepción quizás: aquel Eugenio Espejo des-nudando vicios y carencias, entre líneas, en lamedida en que se preguntaba sobre el origende las epidemias y los males de la agonía delcolonialismo.

La tercera impresión, el gozo que significaleer una historia que no se cuenta desde la his-toria, sino desde el olvido, desde la desmemo-ria, desde la calle. Hay episodios en este libroque son el placer de la lectura, particularmen-te cuando se trata de contar los vicios y los ex-cesos, que es donde la imaginación humana sesiente a gusto: el indio bandido cuyo cuerpoera para las mujeres una fuente de reliquias yde bienaventuranzas; el cura que convirtió suolor de santidad en poción mágica para con-certar en su derredor a medio Quito; los ban-didos españoles que devolvieron con intereses,los pesos robados a un rico comerciante al queasaltaron en un rincón oscuro de la calle de loscomercios; los pedazos de una fabulosa custo-dia ocultos bajo la cama del rico lector de unconvento, que luego descubierto acabó atrin-cherándose con decenas de esclavos en sus ha-ciendas; el tesoro perdido de un pirata inglés,denunciado por su compañero, Jorge Ansón,al momento de su muerte.

La cuarta impresión, que nace de todo loanterior, es que este libro bien pudo titularse lafábula o la hipérbole de la ciudad. Porque des-de la miseria de quienes cambiaban coles porgallinas hasta los que gastaban toda su fortunaen tapizar al estilo europeo sus casas, desde los

Quito, en los relatos cotidianos

QJavier Ponce Cevallos *

* Intervención en el acto de Presentación antes aludido.

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desenfrenados fandangos hasta el orgullo conque los hijos de las concubinas de los presbíte-ros paseaban su origen, componen una hipér-bole de lo que puede ser una ciudad en el en-cierro de los Andes constituyéndose a imageny depredación de la metrópoli. Hipérbole, sí, yfábula.

Allí están algunos episodios del Ecuadorcontemporáneo. Está ese don Bartolomé Pin-to, comerciante, que juntó como once millo-nes de pesos de oro y plata, los cargó en mulasy a vista y paciencia de todos exportó sus capi-tales hasta Cartagena, pasando por Ambato,para embarcarse con ellos a Cádiz. ¿No esta-mos hablando ahora de 16 mil millones de dó-lares que han fugado del Ecuador?

Está el cura procurador del Colegio Máxi-mo, custodiando en sus baúles los caudales delMarqués de Solanda, producto de “haciendas yfincas de grandísima utilidad, fábricas de pa-ños y otras telas de lana, posesiones de infini-tos rebaños bovinos y ovejas” en un tempranoanuncio de la colusión entre los poderes, losbancos, agentes de la circulación del dinero,convertidos en guardianes de las fortunas delos pocos acaudalados.

Allí está la sorpresa de un jesuita europeoal ver “todos aquellos valles y montes (que)ofrecen sus entrañas llenas de oro y plata engrandísima cantidad solamente para enrique-cer a los europeos, dejando pobres a los ame-ricanos”. “¡Quien lo creería!”, exclama este tes-tigo del siglo XVIII, al mirar cómo “salen can-tidades de oro y plata para la Casa de la Mone-da y vuelan los doblones y los pesos fuertes enla naves hacia Europa”; y con su exclamacióntraspasa los siglos hasta nuestra época, mien-tras los mestizos o los indios y mestizos empo-brecidos cambiaban gallinas por frijoles, pandel país por azúcar, coles por huevos.

Allí están los primeros relatos del ocio, delos unos porque no tenían oficio o empleo, y

de los otros que solo visitaban sus haciendasen épocas de cosecha.

Y están los orígenes de un Estado retrata-dos vivamente en aquel Tribunal de la Cruza-da que recaudaba impuestos sobre cuyo desti-no, el relato de otro jesuita, un Juan DomingoColeti, no quiere averiguar porque, en pala-bras suyas “entraría en algunos escrúpulos”; oaquella Tesorería de Bienes Muertos creadapara custodiar las herencias de destinatariosausentes, herencias que llegaban a sus destinos“tan mudadas, tan disminuidas y tan diferentede lo que eran al principio, (dice la crónica re-cogida en el libro de Ximena Romero) que silos muertos volviesen a la vida no los conoce-rían como suyos”. Estamos frente a un sor-prendente parangón con el patético caso de losahorros congelados en los bancos desde el añopasado ¿No son acaso dos historias gemelas deun asalto legalizado?

Allí está la indiferencia con que la ciudadfue tratada y sigue siendo tratada. Allí está, enel juego del truco que promovía la ociosidadquiteña, el germen de una sociedad especula-tiva.

Pero también está el talento de los mesti-zos quiteños para la sátira y “la pasquinadaagudísima y concisa”. El mestizo descalzo y en-vuelto en su capa vieja descrito por Cicala “consu sombrero blanco calado hasta las cejas, queapenas si se le reconocía apariencia y forma desombrero, por lo roto y sucio” con las espaldascontra la pared, haciendo temblar a ministrosregios, obispos, presidentes y demás personaspúblicas con sus versos; aquellos poetas delhumor político sobre los cuales, el marqués deSelva Alegre confiesa que “es necesario admitirque tienen relaciones con el diablo, ya que condos palabras definen a cualquiera con la másexacta propiedad”.

Y están también las muertes y las rebelio-nes que todavía hoy queremos desconocer. Las

Presentación / 17

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epidemias de indios que antes de olvidarlas, seregistraban solamente para dar cuenta de losmitayos que se perdían. Un Corregidor deQuito calcula en veinte y seis mil indios losque perecen en 1762 y sabe el número porqueestán registrados para pagar tributos, sin po-der, por tanto, calcular cuantos niños, mujereso ancianos habrían muerto en esa ocasión. Ylas rebeliones indias que un viajero simple-mente registra: en San Felipe, en Guamote, enColumbe, en Otavalo. En fin, allí estamos to-dos, con nuestras fortunas y nuestras miserias,con los orígenes de nuestras identidades, re-cordando los deliciosos helados guardados enmoldes de cera, las casas de barro junto a lospalacios con escalinatas de piedra, con un con-sumo hiperbólico de alcohol que no nació con

nosotros, que llegó, según el cronista, en el añode Nuestro Señor Jesucristo de 1745, de manosde los colonialistas.

Allí están los quiteños con sus mayoresfantasmas, con su búsqueda incesante de supropio ser. Como si la pregunta de quién so-mos rigiera sus vidas desde hace más de un si-glo. No es un azar que Ximena recoja dos tes-timonios que hablan de una sociedad mestizaque se buscaba en los espejos y la muerte, queenmarcaba los espejos con una actitud hiper-bólica y alucinante, con marcos dos y tres ve-ces más grandes que los espejos; y que festeja-ba los entierros con un boato jamás visto.

¿No son todos estos buenos motivos paraleer este libro?

18 / Javier Ponce Cevallos

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AL LEER LAS CRÓNICAS cuyos fragmentosforman este libro, se advierte enseguida quesus textos están atravesados por la cotidiani-dad. No se puede pasar por alto, sin embargo,que fueron escritas a lo largo de un períodoprolongado: la más remota está fechada en1736 y la última data de 1833. Hay, por lo tan-to, un siglo entero entre ellas, y nadie puedesuponer que la vida cotidiana era la misma alcomenzar y al terminar ese lapso.

Esta observación, en la que nunca reparó lahistoriografía tradicional, permite entenderque la cotidianidad no es ajena a la historia.Entender el tipo de relación que hay entre ellases el primer objetivo de esta introducción; elsegundo consiste en trazar el perfil de los ca-racteres sobresalientes de ese siglo cuya coti-dianidad ha quedado registrada en estas cróni-cas. A estos objetivos quiero agregar un terce-ro, que es un esbozo de la historia quiteña enel siglo XVIII, organizado por períodos.

Espero que estas tareas evitarán que este li-bro sea una simple recopilación de curiosida-des y estampas pintorescas.

A. LA COTIDIANIDAD Y LA HISTORIA

Según Karel Kosik, la cotidianidad es“la organización, día tras día, de la vida indi-vidual de los hombres”1*; y Agnes Heller pre-cisa que son partes orgánicas de la cotidiani-dad “la organización del trabajo y de la vidaprivada, las distracciones y el descanso, la acti-

vidad social sistematizada, el tráfico y la puri-ficación”.2

A primera vista, todas estas manifestacio-nes de la vida corresponden a la esfera priva-da; sin embargo, el mismo Kosik nos recuerdaque “en la cotidianidad viven tanto el escriba-no como el Emperador” (id.) –es decir, que lacotidianidad envuelve tanto la vida privadacomo la pública. En ella están los hechos quese repiten todos los días y también aquellosque, siendo excepcionales, forman parte de laregularidad de la vida: bodas, funerales, naci-mientos, etc. Estos últimos hechos, que apa-rentemente rompen la cotidianidad, en reali-dad la confirman en un sentido colectivo,puesto que permiten la práctica de rituales es-tablecidos y constituyen un medio de identifi-cación social.

Los hechos que verdaderamente rompen lacotidianidad son designados por Kosik con elnombre del mayor de todos ellos, que es laguerra. El trabajo y el descanso, la vida socialorganizada, e incluso la celebración de los he-chos extraordinarios –todo eso es roto por laguerra, que es la aparición de lo absolutamen-te imprevisible, de lo que ni siquiera es excep-ción, sino negación total.

IntroducciónQUITO Y EL SIGLO DE LA ILUSTRACIÓN

Q

* Las llamadas con números volados remiten a las notas yreferencias bibliográficas que aparecen reunidas al final. Siuna obra vuelve a ser citada, la referencia se hace constardentro del texto entre paréntesis, con indicación del autor,la fecha y la página de la obra citada.

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La historia tradicional no se ha ocupado delo que la gente comía en tal época ni de cómose vestía, o cuando más, ha desarrollado histo-rias “especiales” que se trazaban como al mar-gen de la historia “propiamente dicha”. Estahistoria, en cambio, centraba su atención en laguerra, en lo que conduce a ella y en lo que ellaprovoca.

Esto hace pensar que los conceptos de co-tidianidad y de guerra son mutuamente exclu-yentes, lo cual significaría que la cotidianidadqueda fuera de la historia. Si esto fuera verdad,no tendría sentido hablar de la historia de lavida cotidiana.

Sin embargo, no se puede desconocer quetambién hay una cotidianidad en la guerra, nique después de ella aparecen nuevas formas decotidianidad. Por eso aparecieron hacia la mi-tad de nuestro siglo los primeros ensayos y es-tudios de la historia de la vida cotidiana, con elpropósito de buscar la razón de todas la muta-ciones que sufre la sociedad humana, no soloen la esfera de lo público, sino también en laprivada; no sólo en la guerra, sino también enla paz. Si hay mutaciones que son consecuen-cia de la destrucción bélica, también las hayque son consecuencia de la construcción cul-tural, en su más amplio significado.

Por eso creemos que la cotidianidad y laguerra no corresponden a esferas diferentes.Para nosotros, la historia es una, y engloba a lacotidianidad y a la guerra, es decir, a la organi-zación diaria de la vida, pero también a susrupturas.

Así aparece la importancia que las crónicastienen para la historia. Si la de carácter tradi-cional sólo se interesó en aquellas que hablande los grandes hechos excepcionales, como lasprimeras Crónicas de Indias, la nueva historiase interesa también por aquellas otras en lasque leemos lo que se ha visto un día cualquie-ra o a lo largo de los días: cómo trabaja la gen-

te; cómo se reparten las diversas ocupacionesen la familia; cómo visten los diversos estratosen los días de fiesta y en los días comunes; quécomen, cómo se divierten, cómo celebran loshechos memorables; cuáles son sus rituales,sus creencias, sus prejuicios…

Hay que tener cuidado, sin embargo, decaer en el defecto que Kingman ha señaladocon mucho acierto: el de componer visiones“nostálgicas” de un pasado inmóvil, intempo-ral, ajeno a los conflictos.3 Ese defecto parecióhaber sido superado cuando las ciencias histó-ricas tuvieron un significativo desarrollo entrelas décadas de los 70 y los 80. Sin embargo, elestancamiento en el que nuevamente han caí-do los estudios históricos en los últimos años,parece haber provocado el retorno de esa ten-dencia a entender la historia como evocación,de la cual nacen esas visiones “nostálgicas” quefrecuentemente están construidas con el usoahistórico de las crónicas.

Es probable que esa añoranza de un pasa-do intemporal haya querido compensar la i-nexistencia de investigaciones en el campo dela historia urbana. Según Kingman, esta disci-plina es tomada como un subproducto de laarquitectura y el urbanismo, y se puede cole-gir, por lo tanto, que los estudios que se pre-sentan como tales tienden a ver las ciudadescomo conglomerados de casas, calles y plazas:de ahí que se reducen a los temas de la evolu-ción arquitectónica –estilos, técnicas o mate-riales de construcción–, y clasifican las ciuda-des por esos criterios o por las funciones pri-mordiales que cumplen. (Kingman, 17).

Pero es evidente que las ciudades no sonsolamente conglomerados de casas y calles:son sobre todo formas concretas de vida huma-na y de cultura, por lo cual las crónicas vanmucho más allá de la memoria personal paraconvertirse en expresión objetiva de determi-nadas relaciones –empezando por la que tiene

20 / Ximena Romero

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el mismo cronista con el medio geográfico y lasociedad de la que habla. Por eso las crónicasno pueden ser usadas para alimentar la des-cripción de un pasado idealizado y pintoresco.Independientemente de su valor literario –co-sa que no corresponde juzgar a los historiado-res–, las crónicas son documentos que debenser leídos hasta en sus entrelíneas, como ex-presión de un modo de ver que ha sido mode-lado por la vigencia de ciertas ideas y de cier-tos valores. Por eso no es imposible hablar delQuito de la Ilustración, del cual trataremos enel siguiente apartado.

B. EL SIGLO DE LA ILUSTRACIÓN

Ya hemos dicho que el siglo XVIII es un si-glo clave en nuestra historia: en él se producesimultáneamente la agonía del régimen colo-nial y la gestación de la nueva sociedad inde-pendiente. Es, por lo tanto, un siglo de expec-tativas, pero lo es envuelto en ese complejoproceso que se llama Ilustración.

1. Idea de la Ilustración

Todos sabemos que ese nombre designa elmovimiento cultural que dominó Europa du-rante el siglo XVIII, cuya más alta expresión seprodujo en Francia entre la muerte de LuisXIV (1715) y la Revolución Francesa (1789).Este movimiento se desarrolló en la filosofía yla literatura tanto como en la política, pero notuvo los caracteres precisos de una escuela. Loque le distingue es sobre todo su espíritu ra-cionalista, crítico y laico, que provoca un des-plazamiento del eje cultural de los conventos yuniversidades hacia los salones literarios, don-de empieza a sobresalir, como el héroe de lanueva época, la figura del filósofo, que reem-plaza a la del antiguo caballero de la época clá-sica (s.XVII). Como es fácil suponer, estos fe-

nómenos son consecuencia del debilitamientode la monarquía y de la Iglesia –que es su so-porte ideológico–, frente al desarrollo y ascen-so de la burguesía.

La actitud antimonárquica de la burguesíatiene un equivalente filosófico en el rechazo dela metafísica que lleva a reducir el ámbito de larazón al mundo natural del hombre, que debeser investigado por la ciencia, entendida siem-pre como ciencia de la naturaleza. Paralela-mente a esta reducción, se elabora la idea delprogreso y se la convierte en la clave de la feli-cidad de los hombres; se desarrolla una abier-ta hostilidad hacia la tradición, tenida como lafuente del poder real, y se pretende reempla-zarla también por la razón, la ciencia y el pro-greso. La consecuencia es la idea de una mo-narquía constitucional, es decir, no sujeta a lasprácticas tradicionales sino a la luz de la razón.

Este no es el lugar para presentar una ex-plicación minuciosa del pensamiento filosófi-co propio de la Ilustración; debido a la signifi-cación que tienen por sí mismas, es suficientemencionar que, en uno u otro de dichos as-pectos, las figuras descollantes del movimien-to ilustrado son Newton, Boyle y Adam Smith,en Inglaterra; César Beccaria en Italia; Wolff,Kant, Baumgarten, Lessing y Goethe en Ale-mania, donde los tres últimos empiezan atender un puente hacia el Romanticismo;Montesquieu, Condorcet, Turgot, Voltaire, Di-derot, D’Alambert, La Mettrie, D’Holbach,Helvetio, Maupertius, Buffon y Rousseau, enFrancia: el Padre La Isla, Torres y Villarroel,Montengón, Feijoó, Jovellanos, el Conde deCampomanes y el Conde de Floridablanca, enEspaña.

Mientras la burguesía se apropiaba de losrefinamientos cortesanos, los más audaces desus miembros y muchos aristócratas empeza-ron a cultivar la afición por los viajes, de cuyasexperiencias resultó el cosmopolitismo que

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caracterizó a las principales ciudades euro-peas, y especialmente a París, convertida en lacapital del mundo moderno. Todo esto, comoes natural, encontró varios canales de expre-sión literaria, como los libros de viajes y deaventuras, las crónicas, los relatos epistolares ylas narraciones galantes, en todos los cuales lacuriosidad y la búsqueda de lo nuevo compi-ten con el diletantismo. Sin embargo, el carác-ter que sobresale en la literatura es su espíritucrítico y su carácter militante. Los escritoresdejan de escribir para la corte, y ella misma esreemplazada por los salones literarios de laburguesía, los periódicos y los cafés, converti-dos en los nuevos centros de la vida intelec-tual.

2. El despotismo ilustrado

En el aspecto político, el pensamiento ilus-trado dio lugar a una concepción moderni-zante del estado que buscaba el progreso y lafelicidad del pueblo sin la participación delpueblo, es decir, confiando su conducción almonarca asistido por el consejo de los filóso-fos. Esta concepción recibió el nombre de“despotismo ilustrado”, puesto que se conside-ró que para lograr la felicidad de su pueblo, elmonarca no debía tener limitaciones. Más tar-de, sin embargo, después de la Enciclopedia, es-ta concepción evolucionó hacia la idea de unamonarquía constitucional.

3. La Ilustración en España

En 1701 murió Carlos II de Habsburgo, úl-timo de los monarcas de su dinastía que reinóen España. Antes de morir, él mismo había de-signado como su sucesor a Felipe de Anjou,nieto del rey Luis XIV, perteneciente a la fami-lia de Borbón. Una intrincada red de interesescontrapuestos, que involucraban las rutas del

comercio marítimo, la hegemonía continentaly el equilibrio de las potencias, determinó queaquella designación fuera tomada como perju-dicial por algunos monarcas, y arrastró a laguerra a todos los estados que tenían significa-ción en la época. Por fin, el Tratado de Utrecht(1713) puso fin a las hostilidades que habíanensangrentado el suelo de Europa, y aunque elresultado fue el reconocimiento de Felipe V deBorbón como rey de España, la potencia espa-ñola quedó gravemente debilitada.

Debido al espíritu tradicionalista de losHabsburgo, ya desde finales del XVII se habíafrustrado un múltiple proyecto reformadorque había sido alentado por una élite de inte-lectuales avanzados, quienes habían entendidoque el engrandecimiento de otros países obe-decía a los procesos de modernización econó-mica, administrativa, política y cultural. Lasordera de los Habsburgo ante tales demandasy proyectos fue, pues, sustituida por la perspi-caz atención de Felipe V, el primer rey de la ca-sa Borbón, educado ya en el ambiente de laIlustración temprana que dominaba en su pa-tria de origen.4

No obstante, desde el punto de vista políti-co, el pensamiento de los intelectuales españo-les, bajo la influencia francesa, abordó losprincipales temas de la Ilustración. La fórmu-la francesa del despotisme eclairée, fue acogidacon entusiasmo después de haber apreciado elefecto positivo de los reinados de Luis XV yLuis XVI en Francia, de María Teresa y José IIen Austria, de Catalina II en Rusia y de Federi-co II de Prusia. En la defensa de esa fórmula sejuntaban los intereses monárquicos por asegu-rar el absolutismo, y los intereses burguesespor asegurar el progreso. Pero mientras enFrancia ese acuerdo entre la monarquía y laclase burguesa pudo sostenerse hasta 1789, ymuy debilmente hasta 1793, para romperseluego de la ejecución de Luis XVI, en España

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no llegó tan lejos. Sin haberse desarrolladohasta el punto de producir un pensamiento re-volucionario, se manifestó más bien a travésde un pensamiento reformista que en Españaprovocó especialmente las reformas promul-gadas por Carlos III, y luego la Constituciónde Cádiz de 1812, finalmente aplastada por elabsolutismo de Fernando VII.

4. El reformismo de la casa de Borbón

La expresión más visible de la Ilustraciónespañola, por lo menos desde el punto de vis-ta del Estado, es el conjunto de reformas intro-ducidas por la casa de Borbón, tanto en la pe-nínsula como en sus colonias de ultramar.

Tales reformas fueron una respuesta obli-gada de la Corona española a la situación decrisis económica y política que había sido pro-vocada por la Guerra de Sucesión y por el si-multáneo desarrollo del capitalismo en Ingla-terra, cuyas consecuencias afectaban seria-mente el comercio marítimo de las coloniasespañolas en América. Para decirlo en pocaspalabras, se trataba de organizar la actividadeconómica española en vista de una situacióninternacional caracterizada por una agudacompetencia; pero tal objetivo exigía de mane-ra perentoria una completa modernización delaparato administrativo del estado, todavía en-torpecido por la lenta y anárquica burocraciacreada por los Habsburgo.

Esta necesidad de modernización fue favo-recida por el ambiente intelectual creado enEspaña bajo la influencia de la Ilustraciónfrancesa, cuyos frutos empezaron a darse ya enel reinado de Felipe V (1701-1746), palidecie-ron un tanto durante el gobierno de Fernan-do VI (1746-1759), y alcanzaron su máximaexpresión con Carlos III (1759-1788).

La Audiencia de Quito, sin embargo, no tu-vo que esperar el reinado de este monarca pa-

ra sentir el efecto de las reformas borbónicas,puesto que ya se vio seriamente afectada porlas primeras que tomó Felipe V en el campoadministrativo.

5. Las reformas borbónicas y su repercusión en América

Examinemos pues, el sentido que tuvieronlas reformas borbónicas y su repercusión enAmérica.

5.1. La reorganización territorial

En lo que se refiere a América, una de lasreformas de mayor impacto fue la reorganiza-ción territorial. Sus causas principales fueronde orden estratégico, ya que se trataba de hacerfrente a la presencia de los ingleses en el Pací-fico y en el Atlántico Sur, así como a las incur-siones de ingleses, franceses y rusos en Nortea-mérica. Sin embargo, estas reformas tambiénbuscaron la racionalización de los territorioscoloniales en América desde el punto de vistade su administración.

No es posible detallar aquí todas las medi-das que se tomaron en este sentido; nos limi-taremos a enumerar las principales:

– en 1717 se creó el Virreinato de NuevaGranada (suprimido en 1723 y restableci-do en 1739), al cual quedaron incorpora-dos los territorios de Panamá y de la Au-diencia de Quito;

– en 1776 se creó el Virreinato de Buenos Ai-res, incluyendo las gobernaciones del Plata(Tucumán, Buenos Aires con su fronterameridional hasta las islas Malvinas, Para-guay y su territorio misional), el corregi-miento de Cuyo que antes pertenecía aChile, la presidencia de Charcas o Alto Pe-rú, y la Banda Oriental;

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– también en 1776 se creó la ComandanciaGeneral de las Provincias Internas, englo-bando la Alta y la Baja California, Sonora,Nuevo México, Nueva Vizcaya, Coahuila,Texas, Nuevo León y Nuevo Santander, conel propósito de fortalecer la línea defensivaseptentrional del Virreinato de la NuevaEspaña;

– simultáneamente, debido a que Inglaterrahabía adquirido de España la Florida y deFrancia la parte oriental de la Luisiana co-mo resultado del Tratado de París (1763)que puso fin a la Guerra de los Siete Años,se fortificó la isla de Cuba y se reorganizósu Capitanía General reforzándola con unaIntendencia de Marina (1756). En la Haba-na funcionó también la primera Intenden-cia Civil que hubo en América (1764).

Similares medidas de refuerzo se tomaronen la costa continental del Caribe, la más im-portante de las cuales fue la creación de la Ca-pitanía General de Venezuela (1777), luego deque se había creado la Intendencia General deCaracas (1776). Además, se suprimió la Com-pañía Guipuzcoana de Caracas (1784) con elfin de liberalizar el comercio.

5.2. Reformas administrativas

Junto a la reorganización territorial, se in-trodujeron varias reformas administrativas,tanto en España como en América. Se empezópor racionalizar la organización de las juris-dicciones administrativas que existían desde laépoca de los Habsburgo (Córdova-Bello,1975,27) luego se abolieron los fueros regiona-les y se crearon las Capitanías Generales conamplísimos poderes. La Intendencia, que fueuna institución creada en Francia durante elreinado de Luis XIII, impulsada luego por Ri-chelieu y desarrollada notablemente por Luis

XIV, fue llevada a España por Fernando VI en1747. Además de controlar las funciones de losVirreyes y de los Capitanes Generales, las in-tendencias tuvieron la misión de fomentar laeconomía de las provincias y se convirtieronen uno de los más eficaces instrumentos de lasreformas. Las atribuciones que se fueron acu-mulando en las Intendencias fueron muygrandes: tenían a su cargo la recaudación deimpuestos, el control de las finanzas provin-ciales, la vigilancia del comportamiento de losfuncionarios provinciales, la atención de losgastos de las fuerzas armadas, el alojamiento yabastecimiento de las milicias, la administra-ción de justicia en los casos de conflicto de ju-risdicción, la administración de los bienes delestado y de las tierras, bosques y pastos de susrespectivas provincias, el estímulo y la ejecu-ción de estudios sobre los recursos producti-vos y los sistemas de fomento de la produc-ción.

Por otra parte, se limitaron los derechos delos municipios, de los ayuntamientos, las cor-tes y consejos provinciales, buscando una ra-cionalización del complejo aparato jurisdic-cional.

5.3 Reformas económicas

Ya en el programa de Felipe V se incluía co-mo punto central el desarrollo de las fuenteseconómicas, y los intelectuales ilustrados, des-de el Padre Feijoó, abogaron por el fomento delas ciencias para aplicarlas al mejoramiento dela producción. Tulio Halperin Donghi ha estu-diado detenidamente las medidas que en el or-den económico tuvieron especial significadopara América, y especialmente las que se refie-ren a la minería, al comercio y a la agricultura,y hace notar que en gran parte ellas estuvieroninspiradas por José del Campillo y Cosío, cuyaobra Nuevo sistema de gobierno económico pa-

24 / Ximena Romero

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ra América, a pesar de haber permanecido cin-co décadas inédita, fue de gran influencia en lapolítica de los Borbón desde que fue escrita en1743. En líneas generales, Campillo proponíauna sutil combinación de libre comercio yproteccionismo, y hay que suponer que lo hi-zo pensando más en los intereses españolesque en los americanos.5

5.4. Reformas culturales

El reformismo borbónico representó enEspaña una posibilidad cierta para el desarro-llo del pensamiento filosófico, científico y po-lítico, gracias a la libertad que tuvieron lasideas para circular, pero sobre todo por la am-plitud con que se permitió la crítica donde an-tes sólo imperaba la aceptación de las autori-dades. Las Sociedades Económicas de Amigosdel País fueron sin duda uno de los más efica-ces focos para la difusión, no sólo de las ideasilustradas que llegaban de Francia, sino tam-bién de las que eran producidas por los pro-pios españoles. De esas sociedades trataremosmás ampliamente en el siguiente apartado.

Es en el campo de la educación donde ver-daderamente se puede encontrar la huella delespíritu reformista de los Borbón. Los institu-tos de educación, casi completamente reserva-dos para la nobleza, habían estado anclados enun sistema de estudios que resultaba ya ana-crónico. En el Real Seminario de Nobles deBarcelona, por ejemplo, el programa de estu-dios se limitaba a cursos de danza, música, es-grima, heráldica, cronología real, latín y pautassociales para el comportamiento de los nobles(Córdova-Bello, op. cit., 144).

Esta es la situación que trató de ser cam-biada por Carlos III a través de la reforma quedecretó en 1770, después de la expulsión de losjesuitas. El Colegio Imperial de Madrid viotransformado su programa de estudios con la

introducción de las ciencias experimentales, elderecho natural y de gentes y la lógica, que de-bía enseñarse “según las luces que les han da-do los modernos y sin disputas escolásticas”(Córdova-Bello, op. cit. 145). Profesores segla-res sustituyeron a los religiosos y se organiza-ron cursos libres a los que tenía acceso el pú-blico. Pero la reforma fue más allá: cercenó laautonomía de las universidades mediante elnombramiento de visitadores temporales yluego de directores perpetuos. Estas reformasse sintieron también en América, aunque hayque destacar que algunas universidades delNuevo Mundo, bajo la dirección de la Compa-ñía de Jesús, se habían adelantado en la intro-ducción del estudio de las ciencias modernas.A la Universidad quiteña de San Gregorio, porejemplo, le cabe la gloria de haber empezado elestudio de la física moderna ya en 1756, gra-cias al Padre Hospital, que siguió muy de cer-ca a uno de nuestros más ilustres compatrio-tas, el Padre Juan Bautista Aguirre.

5.5. Reformas eclesiásticas

Al comenzar el reinado de Felipe V, las re-laciones de España con el Papado fueron muytensas, debido a que Clemente XI había toma-do una posición favorable al Archiduque Car-los en la Guerra de Sucesión. Aunque esas re-laciones mejoraron después, nunca llegaron aser muy positivas, puesto que la Corona recelóde la influencia de la Iglesia en la política y enla economía. Los ilustrados españoles se esfor-zaron por deslindar las jurisdicciones del Esta-do y la Iglesia, y luego por limitar el papel deesta última en la vida civil. Para hacerlo, se re-sucitaron los argumentos del “derecho divino”frente a las tesis de la summa potestas del Papa.

Las reformas que mayormente se hicieronsentir en este campo fueron, en primer lugar,la limitación de la autoridad del Santo Oficio;

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luego las limitaciones establecidas para el in-greso de individuos a las Órdenes religiosas, yfinalmente la expulsión de los jesuitas. Asisti-do por las doctrinas de sus ideólogos (espe-cialmente los condes de Campomanes y deFloridablanca), Carlos III decidió extrañar a laCompañía de Jesús de todos sus dominios to-mando como pretexto el llamado Motín de Es-quilache, producido el 23 de marzo de 1766,por el cual se acusó a los jesuitas de instigado-res a la rebelión. La decisión real fue tomadaen febrero de 1767 y cumplida en agosto delmismo año. No contento con eso, Carlos IIIgestionó ante el Papa la disolución de la Or-den, la que en efecto fue abolida en 1773. Estehecho trajo grandes consecuencias especial-mente en América, donde quedaron abando-nadas las misiones del Marañón y del Para-guay y los numerosos institutos de educaciónque regentaban los jesuitas.

C. LA ILUSTRACIÓN EN QUITO:ESBOZO DE UN SIGLO “DIFÍCIL”

Al comenzar el siglo XVIII, estaban porconcluir las funciones del Presidente MateoMata Ponce de León y las del Obispo Sanchode Andrade y Figueroa. Sus sucesores fueron,respectivamente, Francisco López Dicastillo yDiego Ladrón de Guevara. Las desavenenciasentre estas dos autoridades marcan los prime-ros años del siglo, y desde ellas es posible seña-lar tres hitos de importancia para el proceso denacimiento y desarrollo de la conciencia deidentidad: la presencia en Quito de la Misióncientífica enviada por la Academia de Cienciasde París (1736-1742), la expulsión de la Com-pañía de Jesús (1767) y la aparición del primerperiódico quiteño, Primicias de la Cultura deQuito, escrito íntegramente por Espejo (ene-ro-marzo de 1792). A estos hitos hay que agre-gar otros dos que sobrepasan los límites del si-

glo, pero que configuran con los anteriores launidad de una época: el pronunciamiento delDiez de Agosto (1809) y la constitución de laRepública (1830). En contraste con la centuriaanterior, que se caracterizó por la estabilidad yla riqueza, esta otra representa la decadenciadel régimen colonial y su disolución final.

Trataremos brevemente de cada una de es-tas etapas del siglo XVIII.

I. SORPRESAS Y EXTRAVÍOS (1700-1736)

1. Entre la pompa y la penuria

No sabemos exactamente en qué fecha elPadre Juan Bautista Aguirre escribió su Brevediseño de las ciudades de Guayaquil y Quito,que tanta complacencia ha causado a nuestroscompatriotas del puerto como disgusto a losquiteños. No se ha querido ver que el desme-dido elogio a Guayaquil (“Ciudad que es porsu esplendor / aún del Orbe la mejor”) no esmás que la expresión de la natural nostalgia dela tierra natal, y mucho menos se ha queridoreconocer que las feas estampas de Quito sonen gran parte el reflejo de una dura realidad.“Lo peor es la comida –escribe el Padre Agui-rre– ella es puerca y ella es poca”; y agrega enotro lugar:

Hermano, en aqueste Quitomuchos mueren de apostemas,de bubas, llagas y flemas,mas nadie muere de ahito…6

Entre las varias y complejas causas de estapenuria, la principal es el agotamiento de laproducción minera en Potosí, una de cuyasconsecuencias fue la contracción del mercadolimeño que afectó a los textiles de Quito, alprovocar la desaparición de numerosos obra-jes de comunidad, desplazando su mano deobra hacia la agricultura. Como dice Tyrer, el

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principal problema de Quito durante dos si-glos había sido el de procurar y retener el sufi-ciente metálico para realizar sus intercambios.Este problema se hizo crónico en el siglo XVIIIy llegó a provocar épocas de recesión muy se-veras.7

El estado en que se encontraban todas estasprovincias era lamentable –escribe GonzálezSuárez–, pues habían caído en extremo de po-breza y de miseria casi irremediables. La propie-dad territorial, en toda la extensión de la Presi-dencia, se hallaba distribuida de un modo des-proporcionado: la mayor parte de los mejores te-rrenos pertenecía a las comunidades religiosas,principalmente a los Padres de la Compañía deJesús: las fincas de particulares eran pequeñas encomparación de las de los religiosos, y los propie-tarios seculares, pocos respecto del número de fa-milias de cada lugar, villa o ciudad: las hacien-das o granjas de los seculares estaban gravadascon las pensiones del diezmo y de las primicias,de las cuales se habían exonerado los religiososalegando privilegios canónicos, y casi no habíafundo alguno, tanto rústico como urbano, queno estuviese gravado también con pensión decenso en favor de alguna casa religiosa o estable-cimiento piadoso…8

Sin embargo, Quito no dejó de celebrar eladvenimiento de Felipe V tras la muerte deCarlos II. El 9 de octubre de 1701 se hizo la ce-remonia de alzar pendones por el nuevo rey.De acuerdo a la tradición quiteña y a la cos-tumbre hispánica, el acto se cumplió con granpompa y boato. (Véase Anexo 1). Este contras-te entre la pobreza generalizada y el boato es-taba llamado a convertirse en uno de los carac-teres más claros de la cultura quiteña que sub-siste hasta la actualidad. No es casual que enuna de las más importantes novelas de nuestrosiglo XX, Jorge Icaza haya llamado Majestad yPobreza al padre del personaje principal.

Pero los males de Quito iban más allá. En1704, un terremoto afectó gravemente el terri-torio de lo que hoy es la provincia de Pichin-cha; en 1723 se experimentó una aguda sequíaque arruinó todas las sementeras, e inmediata-mente siguió una temporada de lluvias torren-ciales e incesantes que se extendieron casi porun año completo, inundando los campos. Nobien habían cesado las lluvias, en noviembrede 1724 cayeron heladas durante doce días se-guidos. La escasez de las cosechas trajo unaprolongada hambruna, y como consecuencia,las epidemias y la muerte. El comercio, comoes natural, no tardó en acusar los efectos de es-tas catástrofes. El Obispo historiador escribeque si a fines del siglo XVII había en Quito al-rededor de cuatrocientas tiendas de mercade-rías, en 1724 apenas llegaban a sesenta, y agre-ga que si el arrendamiento de una tienda antescostaba ochenta pesos, después no pasaba dedoce. La misma depreciación sufrieron las ca-sas y los fundos rústicos (González Suárez, V,46-47).

2. La convulsión no estaba sólo en las montañas

A todas estas convulsiones de la naturalezay la economía, en 1717 se sumaron otras de ca-rácter político-administrativo, provocadas porel deseo de la Corona de modernizar la pesadaburocracia heredada de los Habsburgo, limi-tando al mismo tiempo el poder que habíanalcanzado los criollos. Tampoco era ajeno almonarca el propósito de proteger sus territo-rios ultramarinos del contrabando practicadopor otras potencias, en desmedro de los intere-ses comerciales españoles.

Todas estas razones condujeron a la crea-ción de un nuevo Virreinato, con asiento en laciudad de Santa Fe. La creación fue consagra-da por Real Decreto el 29 de abril de 1717,

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promulgado en Segovia mediante Cédula del27 de mayo del mismo año. Dicha Cédula lle-gó a Quito en octubre de 1718 y fue publicadael 28 de ese mes, mediante el bando de rigor. El3 de noviembre se declaró que la Real Audien-cia de Quito quedaba suprimida y que todoslos territorios de su jurisdicción quedaban in-corporados al nuevo Virreinato. Más aún, sedispuso que todos los bienes de la Audienciafueran inventariados y enviados a Santa Fe, loque permitió que la pobreza en que vivía Qui-to quedara consignada en un documento pú-blico. (Véase Anexo 2).

Más allá del natural desagrado que podíacausar una medida semejante, nos parece ne-cesario destacar dos aspectos de singular relie-ve en la configuración de la cultura quiteña: elprimero es el recelo e incluso resistencia queha caracterizado desde entonces a los quiteñosfrente a los cambios –y al hablar de quiteñosestamos refiriéndonos a todos los habitantesde la Audiencia de Quito, es decir, a los ecua-torianos de hoy, para quienes siempre ha sidomás fácil hablar de cambios que llevarlos a lapráctica. El segundo aspecto, que ya ha sido se-ñalado por Juan Valdano9, es el de la inciden-cia que la supresión de la Audiencia pudo ha-ber tenido desde el punto de vista de lo que éldenomina “conciencia de la propia identidad”.En efecto, ¿qué consecuencia puede causar lanoticia de la desaparición de sus propios órga-nos de gobierno y de justicia, para un puebloque no sólo atraviesa por dramáticas situacio-nes de pobreza, sino que aun es sacudido pordesastres naturales y asaltos extraños quesiembran desolación y muerte? Es obvio que,para un pueblo más supersticioso que creyen-te, para el cual revisten gran importancia to-dos los atributos que atañen al poder, esta se-rie de males debía ser el motivo que llevara alplanteamiento de una pregunta radical: ¿quésomos nosotros y qué hemos hecho para merecer

tanto castigo del cielo? Aunque los quiteños deentonces no hubieran llegado a plantearse ex-presamente esa pregunta, y aunque en ella lafuerza de la indagación hubiera estado dirigi-da sobre todo a los designios del Cielo, ya esta-ba envuelta en esa angustia sin palabras la pri-mera e inicial preocupación por el propio sercolectivo: ¿qué somos?

Esa observación es confirmada incluso porla circunstancia de que este drástico cambioadministrativo tuvo muy corta duración, y enrealidad no fue sino el comienzo de una seriede cambios que debieron producir una duraincertidumbre. En efecto, después de apenasseis años, el Virreinato de Nueva Granada fuesuprimido mediante Cédula del 5 de noviem-bre de 1723, pero se restableció en 1739. En eseintervalo, la Audiencia de Quito tuvo los cam-bios correspondientes: restaurada por CédulaReal de 18 de febrero de 1720 con el carácterde subordinada al Virreinato de Lima, volvió adepender del Virreinato de Santa Fe cuandoéste fue restablecido en 1739. No hay que olvi-dar que estos cambios de jurisdicción teníansus consecuencias de orden territorial, las cua-les no eran nada desdeñables: la Audiencia deQuito era mucho mayor de lo que actualmen-te es la República del Ecuador, pues compren-día un extenso territorio de la gobernación dePopayán y los dilatados territorios de las Mi-siones del Marañón, que incluían cuatro go-biernos: el de Quijos, el de Macas, el de Jaén yel de Mainas, que era el más oriental de todosy llegaba hasta las orillas del Amazonas.

El 20 de diciembre de 1728 tomó posesiónde la Audiencia en calidad de Presidente, Go-bernador y Capitán General, don Dionisio deAlsedo y Herrera, cuyo gobierno duró hasta1736. Alsedo fue el prototipo del gobernanteilustrado: hombre de recia personalidad, du-rante la primera mitad del siglo XVIII fue larepresentación más clara del despotismo ilus-

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trado en Quito. Luchó contra el contrabando yla falsificación de moneda; intentó una refor-ma eclesiástica que ni siquiera las autoridadesdiocesanas habían podido realizar, con el finde excluir a los religiosos de la administraciónde justicia y eliminar el recurso de “acogerse asagrado” que, como en la Edad Media, permi-tía que muchos delincuentes escaparan de lajusticia refugiándose en los templos; redujo alos negros cimarrones que llenaban el valle delPatía. No deja de ser una interesante coinci-dencia que durante el gobierno de Alsedo,Quito hubiera recibido a los franceses envia-dos para probar empíricamente la teoría deNewton. La Ilustración española y la Ilustra-ción francesa se daban la mano en un rincónde los Andes.

II. DESCUBRIMIENTOS (1736-1767)

1. La Ilustración francesa llega a Quito

El 4 de junio de 1736, Charles-Marie de LaCondamine llegó a Quito después de haberdesembarcado a comienzos de marzo en la ba-hía de Manta. Allí se habían separado los aca-démicos, y mientras unos iban hacia Guaya-quil, La Condamine había tomado la ruta deEsmeraldas.

Como es sabido, la Academia de Cienciasde París tuvo dos motivaciones para enviar esaMisión. En el orden teórico, se quería probarexperimentalmente la teoría de Newton so-bre la forma de la tierra, que era refutada porJacques Cassini, astrónomo del rey, quien sos-tenía que nuestro planeta es alargado hacia lospolos. En el orden práctico, se quería resolverlos problemas que tenían los navegantes fran-ceses, que usaban cartas marítimas trazadas deacuerdo a la teoría de Cassini. Con este propó-sito doble, ya se había enviado una misión aLaponia para medir un arco de meridiano en

la zona polar; la misión de La Condamine ysus compañeros debía cumplir la misma tareaen la zona ecuatorial. (Véase anexo 3).

Tres años tardaron los académicos en cul-minar su trabajo, que a pesar de su indudableéxito –pues representa una de las grandes con-quistas de la ciencia ilustrada– estuvo marcadapor la tragedia debido a la suerte que corrieroncasi todos los integrantes de la misión. Cou-plet murió en Cayambe al comenzar los traba-jos; Seniérgues fue asesinado en la plaza de to-ros de Cuenca; Morainville murió al caerse deun andamio al proyectar la iglesia de Cicalpa;Jussieu perdió el juicio al ver deshecha la co-lección de plantas andinas que tan celosamen-te había cuidado por muchos años; tambiénMabillon terminó en la locura. Por su parte,Godin se quedó en Lima como astrónomo dela Universidad de San Marcos; su sobrino secasó en Quito con Isabel de Grandmaison oCasamayor, y protagonizó con ella una increí-ble historia de amor y constancia, digna de lasmejores novelas del romanticismo; Hugot, elrelojero, también se casó en Quito. De los diezmiembros de la misión que vinieron de París,sólo Bouguer y el capitán Verguin regresaronpor la ruta de Cartagena. La Condamine esco-gió el camino más largo pero más apasionantedel Amazonas.

2. El descubridor de Quito

La misión francesa recibió en Quito unahospitalaria acogida; entre las muestras deafecto que recibió, sin duda fueron de lasmayores las que les prodigaron don PedroAtanasio Maldonado y su familia. Una de lashijas de don Pedro estaba casada con el capi-tán Ambrosio de Velasco, hermano del PadreJuan de Velasco; otro, sin duda el más impor-tante miembro de la familia, era Pedro Vicen-

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te, uno de los mejores colaboradores de LaCondamine.

Nacido en Riobamba el 24 de noviembrede 1704, Pedro Vicente Maldonado no habíahecho estudios en la Universidad, probable-mente porque no se sentía atraído por la filo-sofía escolástica que dominaba en ella. Encambio, hizo muchas lecturas científicas y lle-vó a cabo numerosos viajes y exploraciones,no sólo guiado por su deseo de saber, sinotambién con el fin de resolver problemas prác-ticos, como el trazo de un camino para llegar alas misiones del Oriente, o el camino desdeQuito a Esmeraldas. Este último proyecto de-terminó que el Presidente Alsedo le nombraraTeniente de Capitán General de la Provincia deEsmeraldas.

Estaba dedicado a esta tarea cuando llega-ron los franceses. El encuentro de Maldonadocon La Condamine es uno de esos hechos de-cisivos en la historia, pese a su aparente irrele-vancia. Para el académico francés fue la clavede su acceso a Quito, y para Maldonado fue laclave de su ruta hacia París. Los dos hombresde ciencia establecieron estrecha amistad yuna fecunda colaboración intelectual. Maldo-nado acompañó a La Condamine en su viajepor el Amazonas hacia Europa.

Valdano dice que Maldonado es el verda-dero descubridor de Quito, y considera que sucarta geográfica de la Audiencia de Quito es laprimera coordenada espacial de un ser históri-co que aún no acababa de nacer en la concien-cia de los quiteños (Valdano, 253 ss). Pocotiempo después, otro ilustre riobambeño, quepor coincidencia era cuñado de la hermana dePedro Vicente, sería el encargado de trazar lacoordenada temporal: nos referimos al PadreJuan de Velasco, primer historiador de Quito.A fines del siglo XVIII, la obra de Espejo seríala manifestación más alta de la conciencia ad-quirida por ese ser histórico.

3. El pensamiento ilustrado en la universidad

Al comenzar el siglo XVIII, el pensamientouniversitario quiteño se encontraba envueltoen la escolástica decadente de la época. Másaún, las Congregaciones Generales de la Com-pañía de Jesús habían desechado expresamen-te el sistema cartesiano en 1706. No obstante,violentando las prohibiciones de la orden, dosprofesores de la Universidad Gregoriana ense-ñaron el sistema cartesiano en sus cursos de fi-losofía: ellos fueron el Padre José Nieto Polo,que enseñó entre 1712 y 1715, y Esteban Fe-rriol, que lo hizo entre 1718 y 1721. Pero sinduda fueron los profesores que atendieron laenseñanza de filosofía desde 1740 quienesllevaron a cabo la verdadera renovación filosó-fica, incluyendo las tesis de Copérnico, Galileo,Kepler, Ticho Brahe y Newton, así como lasdoctrinas de Bacon, Descartes, Spinoza, Leib-niz. Sin duda la presencia de los franceses fueun antecedente importante de este despertar.

Pero fue el Padre Juan de Hospital, a travésde una tesis sustentada por su alumno ManuelCarvajal en 1761, quien admitió públicamenteel sistema copernicano, aunque suavizando es-te pronunciamiento como la aceptación deuna hypothesis caeteris preferenda (hipótesispreferida entre otras). Keeding subraya que latesis de Carvajal demuestra que fue el PadreHospital, en la Universidad de Quito, el prime-ro que difundió la nueva ciencia en las colo-nias españolas de América, y no José CelestinoMutis, quien realizó esa enseñanza en Bogotáentre 1762 y 1766.10 La línea del Padre Hospi-tal fue anticipada por el más ilustre de los je-suitas que entonces enseñaban en la Universi-dad, el Padre Juan Bautista Aguirre, quienabrió el camino hacia la aceptación de Copér-nico, aunque un exceso de prudencia le impi-dió expresar abiertamente su propia acepta-

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ción. Aguirre enseñó filosofía de 1756 a 1759 ysu curso de física fue recientemente traducidoy publicado por el Banco Central en 1982; elPadre Hospital le sucedió en la cátedra desde1759 hasta 1762. Aguirre, más conocido comopoeta que como filósofo, fue sin embargo, unvigoroso exponente del moderno pensamien-to quiteño, y tuvo ocasión de demostrar sugran competencia filosófica y teológica cuan-do se estableció en Roma después de la expul-sión de la Compañía.11

4. Del claustro a la calle

No sólo en los claustros universitarios pu-do brillar la autoridad intelectual del PadreAguirre, sino también bajo las bóvedas de laiglesia de la Compañía, donde ofició muchasveces los ministerios sagrados y pronunciósermones que causaban general admiración yaceptación por el talento con que habían sidoescritos. Más aún, se trataba de una autoridadcapaz de sobreponerse a la agitación popular,como ocurrió cuando se produjo en Quito lasublevación de los Barrios, también conocidacomo la Rebelión de los Estancos.

El motivo de esta sublevación fue la deci-sión real de prohibir la destilación de aguar-diente, más tarde reemplazada por el estancode aguardientes, o sea un monopolio real parasu destilación y venta. Esta medida perjudica-ba los intereses de los destiladores, muchos deellos terratenientes, y fueron ellos quienes re-garon el rumor de que el aguardiente del es-tanco real contenía elementos nocivos. Se pro-dujo la natural indignación popular, agravadapor el aumento del precio de dicho producto,y en la noche del 22 de mayo de 1765, al toquede las campanas, empezaron a producirse tu-multos en todos los barrios, para dirigirse lue-go a la plazuela de Santa Bárbara, donde esta-ba la casa del estanco. Los Oidores recurrieron

a la Iglesia para sofocar el motín, pero ni si-quiera la procesión con el Santísimo Sacra-mento aplacó los ánimos. Entonces los Oido-res pidieron ayuda al Rector del Colegio de losjesuitas, quien envió a los Padres Pedro Mila-nesio y Ramón Viescas, a fin de poner fin aldesorden. Los admirados jesuitas lograron supropósito; sin embargo, el pueblo exigía lapromesa de la supresión del estanco, y fue ne-cesario que los propios Oidores comparecie-ran en el lugar para prometerlo.

Durante un mes continuaron producién-dose amotinamientos nocturnos en los que elpueblo rechazaba la presencia de las autorida-des españolas. Al hacerlo, no sabía que en lu-gar de servir sus propios intereses, servía los delos terratenientes criollos. Se multiplicaron lasrondas de alguaciles, y uno de ellos, en la no-che del 24 de junio, desplegó un exceso de se-veridad con un grupo de jóvenes que cantabanen la plaza de Santo Domingo. Fue el comien-zo de un nuevo amotinamiento que llegó aocupar la casa de la Audiencia y decretó la ex-pulsión de todos los españoles. Fue necesarioque los Virreyes del Perú y del Nuevo Reino deGranada, actuando de común acuerdo, envia-ran tropas al mando de Juan Antonio Zelaya,quien entró en Quito en setiembre de 1766.Un año después, ese mismo pueblo que sehabía amotinado con tanta fuerza, terminóhincando la rodilla ante el retrato del rey Car-los III. No había logrado descubrir que enesa fracasada rebelión se había puesto en evi-dencia la verdadera trama del poder. (VéaseAnexo 4).

III. INTUICIONES (1767-1795)

1. Un final que es un comienzo

El 20 de agosto de 1767, tres semanas des-pués de que José Diguja tomara posesión de la

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Presidencia de Quito, llegó desde Bogotá unaCédula Real que ordenaba el destierro de to-dos los jesuitas de la Audiencia. En la mismafecha, en todas las posesiones españolas, tantocomo en la península, estaba cumpliéndose lamisma orden.

En 1759, Carlos III había sucedido en eltrono a su padre, Fernando VI, y se había ro-deado de ministros ilustrados con quienes lle-vó a cabo las más profundas reformas identifi-cadas con su apellido (véase antes B,5.5). En-tre ellas está la expulsión de los jesuitas, debi-do al temor que había llegado a abrigar el reypor el poder que había alcanzado la Compañíade Jesús. Dice al respecto González Suárez:

La influencia de los jesuitas en la sociedad dela colonia (era) poderosa…: influyeron por laeducación de la juventud, que estuvo en sus ma-nos hasta el día en que fueron expulsados; influ-yeron por la formación del Clero secular, porquea ellos estaba confiada la dirección del único se-minario conciliar que entonces tenía la vastadiócesis de Quito, e influyeron por la direcciónespiritual de las conciencias, mediante el minis-terio del confesonario, que tan asiduamente de-sempeñaban. Los jesuitas eran los que concedíano negaban los grados académicos y los títulosuniversitarios; los jesuitas eran los consejeros or-dinarios de los Presidentes, los directores espiri-tuales de los Obispos y los confidentes de los Oi-dores, Alcaldes y Fiscales: no se tomaba medidaalguna de importancia, sin que interviniera enello un jesuita y los jesuitas eran para nuestrosmayores los árbitros y los dispensadores del buennombre y de la fama literaria. Los ricos y los no-bles se juzgaban honrados con la amistad de losjesuitas, y sus cartas de recomendación y sus in-formes favorables eran muy solicitados, así porlos criollos, como por los mismos españoles, puessu voto pesaba mucho y aún decidía las cuestio-nes en el Real Consejo de Indias. (GonzálezSuárez, V, 246-248).

Si esto no es suficiente para pensar que lostemores del rey no eran injustificados, convie-ne continuar la lectura de González Suárez.

Otro medio poderoso de influencia poseíanlos jesuitas en la colonia, y consistía en su rique-za verdaderamente asombrosa: ellos eran due-ños de las fincas más productivas, y con sus ha-ciendas no podían competir ningunas otras nien extensión ni en rendimientos. (Ibid.).

En honor a la verdad, agrega también queen contraste con esa riqueza, la Compañía deJesús se distinguía por el orden, la severidad yla virtud y por la pobreza individual de susmiembros, tan extraña en una época en que lascomunidades religiosas, según el mismo histo-riador, vivían en el escándalo no sólo por lafortuna que acumulaban individualmente losfrailes, sino también por la relajación de suscostumbres. (Ver Anexo 5).

Del territorio de la Audiencia fueron ex-pulsados 182 jesuitas, incluyendo sacerdotes,coadjutores, novicios, escolares y estudiantes,de los Colegios de Quito, Cuenca, Ambato, Lo-ja, Ibarra y Guayaquil. La mayor parte viajóhacia Panamá desde el puerto; pero los de lasmisiones del Marañón salieron por el Amazo-nas hacia el Atlántico. (Ver Anexo 6).

Como consecuencia de la expulsión, todoslos bienes de la Orden fueron confiscados yterminaron por pasar por diversos medios amanos privadas. Entre tales bienes, acaso elmayor era la biblioteca del Colegio Máximo yUniversidad de San Gregorio en Quito, consi-derada por los mejores entendidos como unade las mayores y más completas de América, yque sirvió a partir de la expulsión como bi-blioteca pública: ella es el origen de la actualBiblioteca Nacional. A este bien invalorable sedebe agregar la primera imprenta que existióen la Audiencia de Quito y que fue instalada enRiobamba en 1757. Convertida también en

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imprenta pública, fue administrada por Rai-mundo Salazar. El mayor prócer quiteño, Eu-genio Espejo, fue beneficiario directo de am-bos bienes: desempeñó el cargo de primer bi-bliotecario, que aprovechó para nutrirse deabundantísimas lecturas, y fue el primero quepublicó en imprenta obras distintas de los de-vocionarios que hasta entonces se habían pu-blicado.

De esta manera terminó abruptamente lapresencia de los jesuitas en América. FernandoTinajero dice que entre los expulsados hubouno que, acaso sin saberlo, expresó por prime-ra vez la conciencia de la propia identidad quese había formado a lo largo del medio siglo an-terior, y lo hizo al llorar, en una elegía com-puesta en latín, las penas de su destierro. Deesta manera, según el citado autor, la expul-sión de los jesuitas significó para nosotros unfinal y un comienzo.

Aquel jesuita se llamaba Nicolás Crespo, yde él sólo sabemos que nació en Cuenca y queescribió la mentada elegía. En la traduccióndel Padre Aurelio Espinosa Pólit dice así enuna de sus primeras estrofas:

Ya dejamos la patria, dulces campos queridos,dulces elisios campos de inalterable clima.A tanta prenda amada con ayes doloridosel adiós fuimos dando que el corazón lastima

Y más adelante:

América fue siempre madre para el hispano,y España para mí qué ha sido? - una madrastra.Tiránica madrastra, oh Europa incompasiva,que hasta hoy no me consientes reposo en parte

alguna!12

Aparte de Nicolás Crespo, entre los jesuitasexpulsados también estaba otro que no pode-mos olvidar: nos referimos al Padre Juan deVelasco, a quien los achaques de la edad no leimpidieron escribir su Historia del Reino de

Quito. Si la carta geográfica de Maldonadofue la coordenada espacial de ese ser históri-co cuya conciencia se expresó literalmente enlos versos de Crespo, la obra del Padre Velas-co fue la coordenada temporal. Sólo por eso,el Padre Velasco merece un sitial de primerorden en nuestra memoria; pero no podemosolvidar que escribió también la Historia de laCompañía de Jesús en la Provincia de Quito,y todavía llenó sus ratos libres con la Recopi-lación de poesías varias hechas por un ociosoen la ciudad de Faenza. Los cinco volúmenesmanuscritos de la obra de este singular “ocio-so” se encuentran inéditos en la BibliotecaNacional y contienen producciones poéticasen castellano, latín e italiano de numerososjesuitas provenientes de diversos lugares deAmérica; solamente la parte que correspon-de a los poetas quiteños fue publicada porAlejandro Carrión, aunque el Padre Espino-sa Pólit asegura que las traducciones del la-tín que incluye esa publicación no son adecua-das.13

2. El otro polo de la conciencia

Esta conciencia de identidad cuyos prime-ros portadores son los jesuitas expulsados, tie-ne un segundo polo que va gestándose lenta-mente desde el primer tercio del siglo XVIII yque está representado por las sublevacionesindígenas. Segundo Moreno Yánez las ha estu-diado en detalle14 desde el motín de Pomallac-ta, producido en 1730, hasta las sublevacionesde Guamote y Columbe en 1803. Son 12 mo-vimientos indígenas que tuvieron lugar en Po-mallacta (1730), Alausí (1760), Riobamba(1764), San Miguel de Molleambato (1766),San Ildefonso (1768), San Phelipe (1771), Ota-valo (1777), Guano (1778), Ambato (1780),Alausí (1781), Chambo (1797), y Guamote yColumbe (1803).

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Como dice Moreno, las sublevaciones delsiglo XVI son todavía episodios de la contien-da general provocada por la invasión hispáni-ca; las del XVII representan confrontacionesproducidas por el encuentro de los coloniza-dores con los habitantes de las zonas fronteri-zas del territorio colonial, o protestas contralas instituciones del régimen establecido; lasdel XVIII presentan un conjunto más homo-géneo que corresponde al surgimiento y con-solidación de una rebeldía que habría de pro-longarse hasta el período republicano. Si la ex-pulsión de los jesuitas dio la ocasión para quepudiera expresarse la conciencia de identidadadquirida por los criollos, las sublevacionesindígenas del siglo XVIII expresan la afirma-ción de una voluntad de reivindicación de unaidentidad que se había perdido. Tales son losdos polos de una compleja y contradictoriaconciencia cuyos avatares atraviesan toda lahistoria republicana.

3. La conciencia toma la palabra

En 1747, veinte años antes de que los jesui-tas fueran expulsados y diecisiete años despuésdel memorable motín de Pomallacta, nació enQuito quien estaba llamado a ser el portavozde esa conciencia que germinaba entre pom-pas, miserias y convulsiones. Se llamaba Euge-nio Espejo y murió al salir de la cárcel en 1795.

Es común considerar que Espejo llevaba ensus venas sangre indígena, e incluso se ha to-mado como verdad la leyenda de que su nom-bre original era Chusig (lechuza, en quichua).Recientes investigaciones han demostrado queestas ideas son cuestionables, y lo han hechocon argumentos que deben ser tomados encuenta.15 Desde nuestro punto de vista, pensa-mos que la obra del prócer es más importanteque su condición social; pero reconocemosque ésta adquiere importancia ideológica en la

medida en que la atribución de la calidad deindígena a la figura mayor de nuestra historia,implica una reivindicación del pueblo oprimi-do. En este, como en otros temas, Arturo An-drés Roig ha encontrado el punto de equili-brio:

La vida de Espejo se encuentra marcada,trágicamente, entre dos hechos y dos documen-tos que revisten todo un denso simbolismo: supartida de nacimiento y su partida de defun-ción. El texto de la primera, inscrito en las “Par-tidas de Baptismo de Españoles” el 21 de febrerode 1747, habla del hijo legítimo de “Luis de laCruz y Espejo y Catalina Aldaz”; el texto de lasegunda, registrada en el “Libro de Muertosdonde se asientan los mestizos, montañeses, in-dios, negros y mulatos”, el 28 de diciembre de1795, ni siquiera menciona sus apellidos y se loregistra como “el cadáver del Dr. Eugenio”, conuna nota al margen que dice escuetamente “Eu-genio”. Mísera venganza de una sociedad impla-cable con aquellos de los suyos que no habían sa-bido mantenerse sumisos y agradecidos con losque detentaban el poder. No sabía Mariano Pa-rra, el humilde funcionario de cementerio queasentó la defunción que ese despreciado libroera, en ese momento, el libro de la historia.16

Si Espejo debe ser considerado como elmayor representante de la conciencia de iden-tidad que germinó desde el segundo tercio delsiglo XVIII, no lo es tanto por su gran contri-bución a la medicina, ni por su crítica de la so-ciedad y de la cultura colonial, y ni siquierapor haber sido el primero en escribir y publi-car un periódico que fue el semillero de lasideas que más tarde darían como fruto el Diezde Agosto, sino sobre todo porque fue el pri-mero que asumió su condición de “hombre deletras”, es decir fue el primero que hizo delpensamiento y la palabra una misión perma-nente de servicio social y significación política,

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y no ya el pasatiempo gracioso ni la pedante-ría erudita. Más todavía, él fue el primero quetuvo el valor de reconocerse a sí mismo comofilósofo por haber hecho del ejercicio de la ra-zón y de su crítica la más permanente y autén-tica de sus profesiones. Si él no llegó en reali-dad a imaginar ni proponer las transformacio-nes políticas cuya concepción se le atribuye,fue la conciencia desarrollada por su pensa-miento la que permitió que sus amigos y discí-pulos las imaginaran: estos últimos sacaron lasconsecuencias de las premisas que él habíapuesto.

4. La Sociedad Patriótica de Amigos del País

A comienzos de 1792 se reunió en Quitopor segunda vez la Sociedad Patriótica deAmigos del País, bajo cuyo auspicio, entre el 5de enero y el 29 de marzo de aquel año, se pu-blicaron los siete números del periódico Pri-micias de la Cultura de Quito. Después de ha-ber caído en una relativa inactividad, la Socie-dad se extinguió en noviembre de 1793.

El primer antecedente de esta entidad fuela Academia Pichinchense, fundada en 1765con el propósito de realizar estudios astronó-micos y labores de beneficio público. A ella sedebe la construcción del paseo de La Alameda.Pero el antecedente de mayor importancia es-tá en la sugerencia hecha por Espejo en su fa-mosa Defensa de los curas de Riobamba, publi-cada en 1786. A pesar de que esa sugerencia noencontró eco inmediato, el viaje que hizo Es-pejo a Bogotá para responder por las acusacio-nes que se le hicieron por el contenido de eselibro, fue la ocasión de que insistiera en su em-peño. Desde la capital virreinal, Espejo dirigióa los quiteños un Discurso invitándoles a for-mar una sociedad con el nombre de Escuela dela Concordia, y según Eric Beerman llegó afundarla con la colaboración de Miguel Jijón

de León, Conde de Casa Jijón, para quien Es-pejo tiene palabras de exaltación y elogio. Sinembargo, la fundación definitiva de aquellaentidad tuvo lugar en Quito tres años después,con el nombre de Sociedad Patriótica de Ami-gos del País, la cual fue presidida por el Obis-po Pérez Calama, contando con el propio Es-pejo como secretario. Sus miembros fueronlos marqueses que poco después protagoniza-ron el Diez de Agosto.

Dos años después de la extinción de la So-ciedad por la falta de apoyo del rey Carlos IV,que no tenía el espíritu avanzado de su padre,Espejo cayó en prisión y sólo salió de ella paramorir. Con él terminó el siglo XVIII.

IV. EL TIEMPO DEL DESEO (1795-1810)

1. Entre la intuición y el deseo

Fernando Tinajero ha denominado “con-ciencia del ser intuido” a la forma de autocom-prensión que nació en Quito al comenzar elsegundo tercio del siglo XVIII y llegó a su másalto nivel en la obra de Espejo; y “concienciadel ser deseado” a la forma de autocompren-sión que nació en el proceso de la Independen-cia y se desarrolló en la República, hasta co-mienzos del siglo XX. La primera es un pre-sentimiento del ser histórico que no se llega adefinir; la segunda, el sueño de un ser nacionalque no existía en la realidad sino como anheloexpresado en los textos constitucionales.17

2. Los herederos de Espejo

Poco antes de morir, Espejo estuvo vincu-lado al famoso episodio de las “banderitas deQuito”, que fue el antecedente de su últimaprisión. Ocurrió en la madrugada del 21 deoctubre de 1794: en las cruces de piedra de laciudad, habían sido colocadas una “banderi-

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tas” de tafetán rojo con una inscripción quedecía: Liber esto. Felicitatem et gloriam consecu-to. Salva Cruce, que significa: “Sed libres. Alamparo de la cruz salvadora conseguid la feli-cidad y la gloria.” Ekkehart Keeding, quienprobablemente sea el investigador que másprofundamente ha estudiado este episodio,afirma que quien colocó tales banderitas fueMariano Villalobos; el marqués de Selva Ale-gre quien las pagó, y Espejo quien las inspi-ró.18 Esto nos lleva ya a considerar que alrede-dor de Espejo se había formado un grupo deamigos y discípulos. Los personajes ya nom-brados estuvieron sin duda en ese círculo deamigos y discípulos de Espejo; pero nos pare-ce necesario prestar atención especial a MiguelAntonio Rodríguez (1789-1817) y José MejíaLequerica (1775-1813).

Miguel Antonio Rodríguez fue compañerode Espejo y Manuel Carvajal en el famoso cur-so de filosofía dictado por el Padre Hospital en1761, y reintrodujo el estudio de la física mo-derna en la Universidad quiteña (Keeding,1973, 65). La actividad de Rodríguez, funda-mental en el desarrollo de la ciencia al interiorde la Universidad, tuvo sin embargo, otrasprolongaciones. Años después de haber sidomiembro del claustro de la Real y Pública Uni-versidad de Quito, tradujo la Declaración de losDerechos del Hombre que fuera aprobada porla Asamblea Nacional de la Francia revolucio-naria. Más aún, formó parte del grupo que sereunía en la hacienda de Juan Pío Montúfar,en el Valle de los Chillos, con el propósito depreparar el movimiento insurgente que se pu-so en acción el Diez de Agosto; condenó consingular energía los asesinatos del Dos deAgosto en un sermón pronunciado tres díasdespués y renovó su condena en una oraciónfúnebre que pronunció al cumplirse el primeraniversario del trágico acontecimiento; repre-sentó al Cabildo Eclesiástico en la sesión de

Cabildo Abierto del 10 de septiembre de 1810,en la que Quito protestó por la acción de lastropas contra el pueblo; recibió en 1811 el en-cargo de representar a la Junta Superior deGobierno para responder la intimidación delGeneral Montes, haciéndole conocer que elGobierno de Quito no podía reconocer unamisión que venía en nombre de “los mercade-res de Cádiz”, refiriéndose con este duro epíte-to al Consejo de Regencia, acusado de haberpactado con Napoleón; presentó al Congresode 1812 los Artículos del Pacto Solemne y Uniónentre las Provincias que forman el Estado deQuito, documento que, como se sabe, fueaprobado y es conocido en nuestra historia co-mo Constitución Quiteña de 1812. En aquelmismo año, el gobierno de Toribio Montesdesterró a Miguel Antonio Rodríguez a las Fi-lipinas, donde murió el prócer en 1817.

Itinerario semejante recorrió la otra granfigura que hemos querido destacar de entre losherederos de Espejo. Se llamó José Mejía delValle y Lequerica y nació en Quito en 1775.Hizo estudios de filosofía, aunque no llegó adoctorarse porque sus padres no estaban casa-dos entre sí. Enseñó filosofía en la Universidadde Santo Tomás y más tarde en la Real y Públi-ca Universidad de Quito, donde introdujo lacátedra de botánica. Sus estudios en esta disci-plina le permitieron colaborar con Caldas,aunque en 1805 los dejó atrás para viajar a Es-paña. Llegó en el momento de la transiciónentre el reinado de Carlos IV y el de Fernan-do VII. Luchó junto a los españoles en la de-fensa de Madrid cuando Napoleón invadió lapenínsula, y el 24 de setiembre de 1810, al ins-talarse las Cortes en Cádiz, Mejía estaba entrelos diputados, pues había sido elegido para re-presentar a la Audiencia de Quito junto a Ol-medo. En tal calidad, defendió a Quito cuandose conocieron los sucesos del Diez de Agosto, yhubiera llevado su acción política mucho más

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lejos si la fiebre amarilla no hubiera cortado suvida en plena juventud. Estuvo casado conManuela Espejo, hermana mayor del prócer,entre cuyos discípulos se contó desde muy jo-ven, razón por la cual hizo profesión de la me-dicina.

3. Las expediciones de fin de siglo

En los albores del siglo XIX, la Audienciade Quito fue el lugar donde se encontraron si-multáneamente notables investigadores quedan testimonio del interés que las tierras ame-ricanas tuvieron desde entonces para la cien-cia natural. En efecto, Juan Tafalla realizó susinvestigaciones botánicas en la costa y otrasregiones desde 1799 hasta 1808, mientrasFrancisco José de Caldas recorría los alrededo-res de Quito desde 1801 hasta 1805, a veces so-lo y a veces en compañía de José Mejía y sumaestro Anasthasio Guzmán. Tanto Tafalla co-mo Caldas se encontraron con Humboldt yBonpland, que tuvieron a Quito como escena-rio de sus trabajos entre 1801 y 1802. Los dosprimeros provenían de otras tantas expedicio-nes botánicas enviadas al Perú y a Nueva Gra-nada por el celo ilustrado de Carlos III; la fa-mosa pareja del prusiano y el francés venía porsu propia cuenta, en el momento en que losnaturalistas iniciaban el largo proceso que ha-bría de culminar ya en el siglo XX con el des-plazamiento de la filosofía como eje del sa-ber.19

Pese a su enorme interés, las expedicionesmencionadas no pueden ser tratadas en deta-lle en este breve esbozo del siglo XVIII. Sola-mente nos gustaría destacar que Juan Tafallano sólo recorrió la costa de nuestro territorio,sino también las zonas de Malbucho, Lita yNanegal, donde identificó numerosas especiesde la “Floria Quitensis”, así como las regionesde Loja y Cuenca. Su monumental obra está

contenida en Flora Huayaquilensis, cuya re-dacción terminó en 1808. También queremosdestacar que las exploraciones científicas deCaldas formaron parte de la expedición dirigi-da por José Celestino Mutis, quien logró for-mar un equipo de dibujantes y pintores quite-ños a cuya pericia se debe la confección de lamás impresionante colección de láminas botá-nicas de la que se tiene noticia. Por fin, quere-mos recordar la gran figura de Alexander vonHumboldt, a quien Bolívar consideraba comoel hombre que más había hecho por Sudamé-rica. Sus estudios son de inmensa importanciacientífica e histórica.

4. Los últimos ilustrados

En nuestra historia, aunque los últimosvestigios de la Ilustración pueden sentirse to-davía en el nacimiento de la República, podríadecirse con propiedad que los últimos ilustra-dos quiteños son los autores del Diez de Agos-to. Entre los españoles, no obstante, no puedenolvidarse dos figuras vinculadas a la historiade Quito: ellas son las de don Antonio de Alce-do y del Barón de Carondelet. Este último fuePresidente de la Audiencia entre 1799 y 1807;el primero nació en Quito y fue autor de unaobra famosa. Trataremos brevemente de estosdos figuras.

4.1. El Barón de Carondelet, impulsor delprogreso

El Barón de Carondelet fue nombrado Pre-sidente y Gobernador de Quito a fines de Di-ciembre de 1797.20 Los motivos presentados alrey por el Consejo de Indias aluden a las nota-bles ejecutorias del Barón y a las inquietantescondiciones políticas y económicas en que seencontraba la Audiencia de Quito, las cualesdemandaban la presencia de un gobernantesagaz y experimentado.

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Al tomar posesión de sus funciones, Ca-rondelet tenía cincuenta años pero su saludhabía sido minada por el trabajo incesante. Alposesionarse de la Presidencia de Quito no tu-vo tiempo de descansar, pues en forma inme-diata hubo de hacer frente a la angustiosa si-tuación en que se encontraba Riobamba, des-pués de haber sido completamente destruidapor el terremoto de 1797, considerado por al-gunos como el peor que había sufrido la Au-diencia. Fue precisamente Carondelet quienpromovió la decisión de trasladar la ciudada la llanura de Tapi, donde fue reconstruidaRiobamba (Larrea, 59 ss; González Suárez, V,396 ss).

Simultáneamente, el Barón de Carondeletemprendió otras obras. Las más conocidas hansido los trabajos de reconstrucción de la Cate-dral de Quito, que también fue arruinada porel terremoto de 1797, y la reconstrucción de laCasa de la Audiencia, que se encontraba en es-tado deplorable. Tal es la razón de que el domode la Catedral haya sido conocido como «el ar-co de Carondelet», así como la Casa de gobier-no ha recibido el nombre de Palacio de Caron-delet.

La obra de Carondelet es enorme, tanto enmateria de obras públicas como en lo relativoa la cultura, a la economía y a la política de laaudiencia. En materia política, es común afir-mar que si la muerte no le hubiera sorprendi-do el 10 de agosto de 1807, no habría sido ne-cesario el movimiento que se produjo exacta-mente dos años después, debido a que su com-prensión política le hubiera llevado a introdu-cir las reformas que eran indispensables.

4.2. Don Antonio de Alcedo y la BibliothecaAmericana

Recordemos que don Dionisio de Alsedo yHerrera ejerció la Presidencia de Quito desde

1728 hasta 1736. El año en que terminó su pre-sidencia, tuvo en esta ciudad un hijo al que pu-so por nombre Antonio. Esta circunstancia desu nacimiento y el hecho de haber compuestosu famosa Bibliotheca Americana –cuyo ma-nuscrito original fue encontrado por GonzaloZaldumbide en la Biblioteca Nacional de Pa-rís–, ligan definitivamente a Antonio de Alce-do con nuestra ciudad.21

La Bibliotheca Americana fue compuestapor Antonio de Alcedo como apéndice delDiccionario Geográfico-histórico de las IndiasOccidentales o América, publicado entre 1786 y1789. Este Diccionario fue durante muchotiempo la mejor enciclopedia sobre la AméricaEspañola, y la Bibliotheca que le sirve de apén-dice es la más completa fuente referencial parael estudio de los siglos coloniales en nuestrocontinente.

V. EL SUEÑO DEL DERECHO Y LA LIBERTAD

Dos años después de la muerte del BarónHéctor de Carondelet, Quito llegó a la fechamás alta y memorable de su historia: el Diez deAgosto de 1809. Según Jorge Salvador Lara,aunque otros movimientos americanos prece-dieron a nuestro Diez de Agosto, la de nuestrospróceres fue una auténtica revolución porquefue la primera vez que alguien que no fuera elrey se atribuía la soberanía.22 En efecto, du-rante la célebre noche del 9 al 10 de agosto de1809, los involucrados en el movimiento sub-versivo redactaron un acta que recibió el nom-bre de “constitución”, que fue firmada por lospresentes en calidad de “representantes popu-lares”, y en su virtud se conformó una “JuntaSoberana”, un “Senado”, un “Congreso” quedebía reunirse en tiempo próximo, un ejército,y hasta se instituyó una condecoración. Enotras palabras, se realizaron actos que hastaentonces habían sido privativos del rey y que a

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partir de esa fecha se convertían en una atribu-ción “popular”.

Los trece años dramáticos que van desdeesa fecha hasta 1822 constituyen el fragmentomás conocido de nuestra historia, al menos ensus aspectos considerados gloriosos. Aquí sóloqueremos recordar que los autores del Diez deAgosto –bien sea su autor intelectual, que fueEspejo, bien sea sus ejecutores, que fueronMorales, Montúfar, Salinas, Villalobos, Ante,Quiroga y todos sus compañeros– son hom-bres de la Ilustración, y representan la “quite-ñización” del pensamiento ilustrado, es decir,ese proceso por el cual las ideas pudieron en-carnarse en la realidad concreta de la sociedadquiteña.

Pero lo mismo cabe decir de las tres figurasmayores de todo aquel período. La primera esla de Bolívar, que por ser una figura de todaAmérica también lo es nuestra. La segunda esla de Vicente Rocafuerte, a quien Carlos Pala-dines ha llamado “el presidente ilustrado”, cu-ya obra anterior a la constitución de la Repú-blica merece ser más estudiada. La tercera es lade Olmedo, que a pesar de su modestia es unode los principales puntales en la construccióndel actual Ecuador.

A esas tres figuras hay que sumar otras dos,que son entrañables para los quiteños, y queno por representar una especie de anticipacióndel Romanticismo dejan de ser figuras forma-das en el espíritu de la Ilustración tardía: esasfiguras son las de Antonio José de Sucre, elmás brillante, el más honesto y el más capaz delos generales de la Independencia; y de Ma-nuela Sáenz, que no solo fue la mujer hermo-sa que pudo conquistar el corazón de Bolívar,sino también la luchadora de la libertad quepudo conquistar los galones de Coronel en elcampo de batalla.

* * *Si hemos incluido en nuestro resumen es-

tos primeros años del siglo XIX es porque con-sideramos que forman una unidad con todo elproceso precedente. Las páginas anteriores noson un estudio de ese proceso, sino apenas unesbozo sumamente sintético, en el que solo he-mos querido destacar los hechos y los perso-najes más significativos, que pueden represen-tar los hitos del siglo de la Ilustración en Qui-to. Algunos de estos personajes y aconteci-mientos volverán a aparecer en nuestro traba-jo, como resultado de la investigación que es-tamos desarrollando.

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Notas

1 Karel Kosik, Dialéctica de lo concreto, Trad. Adol-fo Sánchez Vásquez, México, Ed. Grijalbo, 1975;pp. 92-93.

2 Agnes Heller, Historia y vida cotidiana, Trad. ManuelSacristán, México, Ed. Grijalbo, 1985; p. 40.

3 Eduardo Kingman Garcés, “Historia urbana: diversosenfoques”, en Varios, Enfoques y estudios históricos -Quito a través de la Historia, Quito, Dirección de Pla-nificación del I. Municipio de Quito/Junta de Anda-lucía, 1992; pp. 15-21.

4 Eleazar Córdoba-Bello, Las reformas del despotismoilustrado en América (siglo XVIII hispano-america-no), Caracas, Universidad Católica “Andrés Bello”,1975, p. 12.

5 Tulio Halperin Donghi, Reforma y disolución de losimperios ibéricos, 1750-1850, Madrid, Alianza Edito-rial, 1985, pp. 36-74.

6 Juan Bautista Aguirre, “Breve diseño de las ciudadesde Guayaquil y Quito (carta jocoseria escrita por elautor a su cuñado Don Gerónimo Mendiola, descri-biendo a Guayaquil y Quito)”, en Los dos primerospoetas coloniales ecuatorianos, Biblioteca EcuatorianaMínima, 1960, p. 157 ss.

7 Cf. Robson Brines Tyrer, Historia demográfica y eco-nómica de la Audiencia de Quito, Biblioteca de Histo-ria Económica, 1, Quito, Banco Central del Ecuador,1988; esp. capítulos II y VIII.

8 Federico González Suárez, Historia general de la Repú-blica del Ecuador, t. V, Quito, Imprenta del Clero,1894.- Sobre los censos, cf. Rosemarie Terán Najas,“Censos, capellanías y élites: aspectos sociales del cré-dito en Quito colonial (primera mitad del s. XVIII)”,en Procesos - Revista ecuatoriana de Historia, No. 1,Quito, Corporación Editora Nacional, 1991, pp. 23 ss.

9 Cf. Juan Valdano Morejón Ecuador, cultura y genera-ciones, Quito, Ed. Planeta del Ecuador, 1985, cap. VI ss.

10 Cf. Ekkehart Keeding, “Las ciencias naturales en laantigua Audiencia de Quito: el sistema copernicano ylas leyes newtonianas”, en Boletín de la Academia Na-cional de Historia, Quito, No.122, julio-diciembre de1973; del mismo autor, Das Zeitalter der Aufklarung inder Provinz Quito, Colección LateinamerikanischeForschungen, Koln/Wien, Bohlau Verlag, 1983.

11 Cf. Samuel Guerra B., “El pensamiento ecuatorianoen los siglos XVI, XVII y XVIII”, en Cultura, Revistadel Banco Central del Ecuador, No.4, mayo-agosto de1979, pp. 85; Carlos Paladines, Pensamiento ilustrado,Biblioteca Básica del Pensamiento Ecuatoriano, vol. 9,

Corporación Editora Nacional/Banco Central delEcuador, Quito, 1981, p. 26 ss; y Sentido y trayectoriadel pensamiento ecuatoriano, Biblioteca de la RevistaCultura, II, Quito, Banco Central del Ecuador, 1990;Pilar Ponce Leiva, “La educación disputada: la ense-ñanza universitaria en la Audiencia de Quito”, en Pro-cesos, No.6, 1994, pp. 3-21.

12 Nicolás Crespo, S.I., Elegía; en Fernando Tinajero,Imagen literaria del Ecuador, Barcelona, Ed. Océano,1982, pp. 79-86.

13 Aurelio Espinosa Pólit, S.I., Los jesuitas quiteños delextrañamiento, Biblioteca Ecuatoriana Mínima, 1960,Introducción, pp. 31 ss.

14 Cf. Segundo Moreno Yánez, Sublevaciones indígenasen la Audiencia de Quito desde comienzos del sigloXVIII hasta finales de la Colonia, Quito, Ediciones dela Universidad Católica, 3a. ed., 1985.

15 Cf. especialmente Fernando Jurado Noboa, “Estudiosinéditos sobre Espejo”, en Boletín de la Academia Na-cional de Historia, Quito, No. 135-136, 1980, pp. 67-104; y Carlos Freile Granizo, “Eugenio Espejo: ¿indioreal o simbólico?”, en Revista del Centro Nacional deInvestigaciones genealógicas y antropológicas, Quito,No.9, julio de 1991, pp. 109-133.

16 Arturo Andrés Roig, Humanismo en la segunda mitaddel siglo XVIII, Segunda Parte, Biblioteca Básica delPensamiento Ecuatoriano, vol. 19, Quito, 1984.

17 Cf. Fernando Tinajero, Teoría de la cultura nacional,Biblioteca Básica del Pensamiento Ecuatoriano, vol.22, Quito, 1986; y “El sustento socio-cultural de las re-laciones entre Perú y Ecuador”, en Varios, Ecuador yPerú, vecinos distantes, Quito, CORDES/PNUD, 1993.

18 Cf. Ekkehart Keeding, “Espejo y las banderitas deQuito de 1794: ¡Salva Cruce!”, en Boletín de la Acade-mia Nacional de Historia No.124, julio-diciembre de1974.

19 Cf. Hanno Beck, “Los países tropicales como icono-grafía natural. Alexander von Humboldt y los co-mienzos del pensamiento ecologista”, en RevistaHumboldt, Munich, No.83, 1984.

20 Sobre Carondelet véase González Suárez, Historia ge-neral, t. V, p. 393 ss; José Gabriel Navarro,“La Catedralde Quito”, Boletín del Archivo Nacional de Historia,No.79, Quito, enero-junio de 1952, p. 31 ss; CarlosManuel Larrea, El Barón de Carondelet, XXIX Presi-dente de la Real Audiencia de Quito, Quito, Corpora-ción de Estudios y Publicaciones, 1969; Jorge NúñezSánchez, El Presidente Carondelet y sus proyectos para

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el país de Quito, Discurso de Incorporación a la Aca-demia Nacional de Historia, Quito, 1999.

21 Exceptuando el Aviso Histórico, Político, Geográfico(1740), donde se lee Alcedo, don Dionisio escribió suapellido siempre con S, y así lo escribe también Gon-zález Suárez (cf. Historia…, tomo V, p. 42, nota). Suhijo Antonio, sin embargo, escribió su nombre siem-pre con c. Nosotros conservamos las dos formas orto-gráficas, según se trate del padre o del hijo. (Véasetambién Isaac J. Barrera, Historia de la Literatura

Ecuatoriana, Quito, Libresa, Historia de LiteraturaEcuatoriana, Quito, Libresa, 1979, p. 263, nota).

22 Cf. Jorge Salvador Lara, Estudio Introductorio a LaRevolución de Quito, 1809-1822, Colección Ecuador-Testimonios de autores extranjeros, 1; Quito, Corpo-ración Editora Nacional 1982, p. 16.- Carlos de la To-rre Reyes, La Revolución de Quito del 10 de Agosto de1809, Quito, Banco Central del Ecuador, ColecciónHistórica, XII, 1990.

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Vestimenta (Kolberg).

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q 618 Hallase situada esta Ciudad en 00.Grados, 13. Minutos, 33. Segundos de LatitudAustral; en 298. Grados, 15. Minutos, 45. Se-gundos de Longitud contada del Meridiano deTenerife, segun tenèmos concluìdo por las Ob-servaciones, que se hicieron à este fin; su fun-dación es en lo interior del Territorio de laAmerica Meridionàl; y en las Faldas Orientalesde la Occidental Cordillera de los Andes; dis-tante de la Costa, y Playas del Mar del Sur porla misma parte Occidental treinta y cinco le-guas con corta diferencia.

619 A la parte del Noroeste le hace espal-das el Cerro, ò Páramo de Pichincha, celebra-do assi por su eminencia, como por una granfama de riqueza, que conserva desde la Genti-lidad; sin que haya más certeza de ella, que laheredada noticia. En sus Vertientes pues, ò Fal-da està fabricada la Ciudad, circunvalada deCerros de mediana altura. Las Quebradas, òGuaycos (segun el propio nombre que les dànalli) que baxan formando Colinas de Pichin-cha son su fundamento; y la atraviesan algunasde mucha profundidad: assi una gran parte desus edificios se sustenta sobre Arquerìa, y Bo-bedas: por esta razon son irregulares muchasde sus Calles, y forman en su longitud variasCuestas, que suben, ò baxan de lo inferior delas Quebradas à lo alto de las Lomas, hastadonde se estiende la Poblacion. La magnitudde la Ciudad es como las del segundo orden deEuropa; y podria parecer mucho mayor, si es-

tuviera en otro parage menos desigual, y que-brado.

620 Hacenla vecindad dos Llanos espa-ciosos; el uno por la parte del Sùr llamado Tu-ru-bamba; cuya extension es de tres leguas; y elotro por la del Norte, que nombran Iña-Quito;y se dilata el espacio de dos. Ambos estàn po-blados de Haciendas, ò Chacras, que hermo-sèan sus Orillas; porque el vivo, y agradableverdòr de las Sementeras, y Yerva, y el matiza-do de las Flores, que adornan Llanos, y Coli-nas, no se agosta en todo el año; y assi es unaperpetua Primavera, que no tiene descaeci-miento en ninguna Sazòn: sirven uno, y otrode dàr pasto à numero crecido de Ganado Ma-yor, y Menor, el qual no puede consumir elYervage, que produce la gran fertilidad deaquella Tierra.

621 Vànse estrechando los dos Llanos àproporcion, que se acercan à Quito, y formancon su union una especie de Garganta, dondese halla la Ciudad. La causa, que se ofrece parahaver puesto su fundacion en un Terreno tandisigual, y malo, pudiendola haver hecho conmas hermosura, y commodidad en cualquierade los dos Llanos ó Egidos es el de haver queri-do conservar la Población antigua de los In-dios, quienes propensos à escoger las Quebra-das para ellas, havían puesto la de Quito en elparage, que ocupa: y no persuadidos los Espa-ñoles en los principios de la Conquista, que lle-garia a hacerse tan capaz, fueron reduciendo à

I. La ciudad: sus calles y sus plazas

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edificios sólidos los frágiles antiguos, y esten-diendola insensiblemente. Estuvo en otrotiempo mucho más opulenta, que lo que yà sehalla; pues la disminucion del Vecindario, yparticularmente en los Indios, la ha minorado,como lo dàn à entender las ruinas, que se vènen Barrios casi enteros.

622 Por la parte del Sudoeste en la gargan-ta, que hace el Llano de Turu-bamba, ay unCerro, que llaman el Panecillo; porque su figu-ra es parecida a la del Pan de Azucar: la alturade este no excede de cien Tuessas, y queda en-tre èl, y los Cerros, que cubren la Ciudad porel Oriente, un camino muy estrecho. Por laparte del Sùr, y Occidente destila el Panecilloalgunos crecidos ojos de Agua muy delicada; ydel de Pichincha baxan precipitados por lasQuebradas diversos Arroyos, de los quales seconduce por medio de Cañerìas, ò Atanorestoda la necessaria para el abasto de la Ciudad;y de lo restante assi de los Arroyos, como deManantiales se forma un Rio, que lleva su cur-so por la parte del Sùr de ella, à quien dàn elnombre de Machàngara; y se passa sobre unPuente de Piedra.

623 El Cerro de Pichincha es Volcàn, y re-ventò en tiempo de la Gentilidad: lo que se harepetido en otras ocasiones despues de la Con-quista. Su boca es en un Picacho con corta di-ferencia de la misma altura, que en el que es-tuvimos; muy cercano uno de otro; y cubiertotodo de Arena muerta, y Calcinaciones. No ex-pele ningun Fuego, ni se le percibe exhalar hu-mo; pero en algunas ocasiones atemoriza conronquìdos formidables, que forma el Vientoen sus concabidades interiores; los cuales po-nen en gran consternacion, y cuidado à todoaquel Vecindario, avivandoles la memoria delestrago, que ha ocasionado en sus rebentazo-nes, inundando con las Cenizas toda la Ciu-dad, y Campos circunvecinos; y formando conellas Nubes tan espesas, que en tres, y quatro

dias les ocultaba totalmente el Sol, y tenia encontinuas tinieblas. En la medianìa del Llanode Iña-Quito hay un parage, que nombran Ru-mi-pamba, y significa Llano de Piedras; porqueestà lleno de gruessos Peñones despedidos delas entrañas de aquel Cerro en sus fuertes re-bentazones. En lo más eminente de él se con-serva el Yelo como queda yà dicho, y de alli lollevan abundantemente à la Ciudad para lacomposicion de muchas Bebidas heladas, quese acostumbran.

624 La Plaza principal, ò mayor de Quitotiene sus quatro fachadas; hermoseadas la unapor la Iglesia mayor, ò Cathedràl; otra con elPalacio de la Audiencia; su opuesta con lasCasas del Ayuntamiento; y la que lo està à laCathedràl con el Palacio Episcopàl. Es quebra-da, y muy capaz, y en su medio la adorna unahermosa Fuente. El descuido, que ha havidoen reparar con tiempo el Palacio de la Audien-cia, lo tiene en la mayor parte reducido à rui-nas; pues solo se conservan las Piezas de Au-diencia, Acuerdo, y Caxas Reales de servicio; ylas Paredes exteriores, que son las que perma-necen, la amenazan de continuo. Las quatroprincipales Calles, que atraviesan los angulosde la Plaza son derechas, anchas, y hermosas;pero apartadas de ella tres, ò quatro Quadras(que es distancia entre cada dos esquinas, y seregùla alli por 100. varas, aunque unas tenganmás, y otras menos) empieza en ellas la imper-fección de subidas, y baxadas. Esta desigualdades causa, de que no tengan uso los Coches, niningun otro Carruage; y en su lugar llevan lasPersonas de distincion algun Criado, que lesacompaña con un gran Quita sol, y las Señorasprincipales andan en Sillas de Manos; las de-màs Calles son retorcidas, disparejas, y sin or-den: por medio de algunas passan Quebradas,y las Casas estàn en los lados siguiendo suscurvidades, y bueltas: por esto una parte de laPoblacion suele hallarse, como se dixo, en lo

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inferior de ellas, y otra en lo alto de las Lomas,que las forman. Las principales Calles son em-pedradas, lo que no sucede en muchos de losBarrios, y por esto se hacen impracticables conla frecuencia de las Aguas.

625 Ademàs de la Plaza principal hayotras dos muy capaces, y varias pequeñas, ha-ciendo vecindad à los Conventos de Religio-sos, ò Monjas; y hermoseadas con las Arqui-tecturas de sus Frontispicios, y Portadas; en losque se particulariza el de San Francisco, quesiendo todo de Piedra de Cantería pueden susbien distribuìdas proporciones; la hermosurade toda la obra; y su invencion tener lugar en-tre las celebradas de Europa, haciendose alli demayor estimacion por lo excessivo de su costo.

(ULLOA, 1736)

q A medida que ascendía, el bosque sedespejaba; muy pronto no veía más que arenay, más arriba, rocas desnudas y calcinadas quebordeaban el lado septentrional del volcán Pit-chincha. Llegado a lo alto de la pendiente, fuipresa de un asombro mezclado de admiración,ante el aspecto de un largo valle de cinco a seisleguas de ancho, entrecortado de torrentes quese reunían para formar un río; a pérdida devista, contemplaba extenderse campos cultiva-dos con diversidad de llanuras y praderas,pendientes de verdura, pueblos, aldeas rodea-das de cercas vivas y de huertos; en la lejanía,la ciudad de Quito cerraba esta sonriente pers-pectiva. Me creí transportado a nuestras máshermosas provincias de Francia. A medida quedescendía, el clima cambiaba de manera in-sensible, pasando gradualmente del frío extre-mo a la temperatura de nuestros mejores díasdel mes de mayo. Muy pronto pude ver todasestas cosas de más cerca y más distintamente.Mi sorpresa crecía a cada instante: pude ver

por primera vez, flores, botones y frutos enpleno campo sobre todos los árboles: vi sem-brar, labrar y cosechar el mismo día y en elmismo sitio. He aquí que me he dejado llevarpor el recuerdo de la primera impresión quetuve entonces, olvidando que aquí no se tratasino de lo que toca a nuestros trabajos acadé-micos.

Llegué a Quito el 4 de junio, algunos díasdespués que el señor Godin que había hechoen Guayaquil un gran número de observacio-nes junto con nuestros dos Oficiales españoles.El señor Bouguer, cuya salud no estaba todavíabien restablecida, no habiendo podido alcan-zarlos en Guayaquil, los había seguido de cer-ca y por el mismo camino. En fin, el 10 de ju-nio de 1736, trece meses después de nuestrasalida de Francia, nos encontramos todos reu-nidos en Quito, ciudad célebre de los domi-nios españoles en América meridional, capitalde una gran provincia con el título de reino,sede de un Obispado, de una Real Audiencia oParlamento y de diversos tribunales, decoradacon un gran número de iglesias y conventos,con dos colegios para la instrucción de la ju-ventud, y notable singularidad, con dos Uni-versidades. Esta ciudad que llegó a ser el cen-tro de nuestras operaciones, está a cuarenta le-guas del mar, a un cuarto de legua de la Líneaequinoccial y a 80 grados y medio al occiden-te de París. Está situada al pie del volcán Pit-chincha, cuyas cenizas han estado cerca de se-pultarla varias veces sin que ninguno de susedificios haya caído. Encontré a mis compañe-ros instalados en el Palacio donde la Audienciatiene su tribunal; habían sido tratados esplén-didamente durante tres días y debían quedar-se allí todo el tiempo necesario para buscaruna casa donde alojarnos todos.

(LA CONDAMINE, 1736).

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q La ciudad de Quito, llamada también deSan Francisco de Quito, es una ciudad grande,bella y alegre, situada a 11 minutos de distan-cia de la linea equinoccial, siendo su latitud de11 minutos australes. Hay Cancillería Real conPresidente y seis -a veces ocho- oidores o jue-ces togados que conforman la Audiencia Real.Hay también Caja Regia, con dos oficiales rea-les, esto es, un Tesorero y un Contador; a estaReal Caja están como subordinadas las otrasdos Cajas Reales, esto es la de Guayaquil y la deCuenca. En dicha Caja Real entra el dinero delos tributos pagados por los indios, las rentasllamadas de la Alcabala, que son los derechosque pagan los comerciantes por sus mercade-rías, el producto de los diezmos, parte de loscuales pertenecen al Capítulo Eclesiástico yparte al Rey por el Jus Patronatus y para man-tener las Catedrales y Misiones; el productodel monopolio del aguardiente de caña y otrosimpuestos. Hay además del Presidente elegidosiempre por el Rey, un Corregidor.52 Es sedeEpiscopal, con un comisario y Tribunal delSto. Oficio, y hay tres universidades.

De la situación y magnitud de la ciudad de Quito

La ciudad de Quito está situada al pie dela falda del altísimo monte, célebre por sus an-tiguas erupciones de piedra y fuego, llamadoPichincha, (que en italiano se pronunciaría Pi-cincia) de tal manera que el centro de la ciudades completamente llano con una muy pequeñainclinación, casi imperceptible; pero todos los

barrios que la rodean, desde Oriente a Occi-dente, desde la tramontana hasta Mediodía,están colocados en pendientes y con bastanteinclinación. Parece verdaderamente un her-moso anfiteatro, y así se le ve desde una colinasituada en un flanco de la ciudad, llamadaIchimbía (en italiano Iccimbia) y desde unmontecillo que se levanta a otro flanco, llama-do Panecillo (en italiano Panisiglio), así comotambién desde una baja cordillera de colinassituadas frente a la ciudad cuando se viene delvalle denominado Chillo (en italiano Ciglio).Desde este lugar se ve maravillosamente enmagnífica, bella y majestuosa perspectiva todala ciudad de Quito, por lo que todos ordinaria-mente se detienen en la cresta de aquellas pe-queñas colinas para disfrutar de tan apaciblevista, acompañada de singular admiración yencanto. Varios otros (150)* lugares existendesde donde se puede contemplar la ciudadtoda entera, sin que se oculte a la vista dequien mira cosa alguna, tales como la FlorestaAlta, la Recoleta de San Diego; el lugar situadosobre la misma ciudad llamado Mirador de lospobres, es decir, observatorio de los pobres;por último aquel lugar llamado vulgarmenteAlto de Sta. Bárbara, y aun mejor, donde estáconstruida la Recoleta de los agustinos, deno-minada San Juan Evangelista. Desde todos es-tos lugares se puede contemplar toda la ciudadde Quito, edificada en forma de bellísimo an-fiteatro que podría figurar aun en Europa, y nodesfavorablemente, como lo verán los lectorespor la descripción que lealmente daré ahoramismo.

La faz de la ciudad está casi totalmenteorientada hacia el Oriente, por lo que cadauno ya puede imaginarse su situación, donde

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52 El Corregidor tiene la vigilancia sobre la ciudad y laronda de noche. Tiene tribunal y administra tambiénjusticia en toda clase de causas civiles y criminales,aunque sus sentencias deben ser confirmadas por elPresidente y Real Audiencia y por el jefe del Magistra-do de la ciudad. Que llaman Cabildo Secular.

* Los números entre paréntesis ( ) se refieren a los fo-lios del original manuscrito (Nota del traductor, Pa-dre Julián Bravo. S.I.).

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están sus espaldas, y donde están colocados loslados, esto es, la entrada y la salida. Es necesa-rio descubrir a los lectores una cierta gran fal-sedad y quitar de sus mentes un burdo engañoy error, inducido por varios escritores, sobre lacalidad del suelo en que está asentada la ciu-dad de Quito; entre otros el Diccionario Geo-gráfico, impreso en Nápoles en 1749, en la le-tra Q, folio 413, palabra Quito, asegura queQuito se asienta en un árido valle arenoso, flan-queada a la derecha e izquierda por montes en-riscados. Todo lo cual es muy falso, sin que ha-ya en ello ni una palabra verdadera. Que Qui-to esté asentada en un valle arenoso: Es falso,falsísimo, la ciudad en primer lugar, no estáedificada en un valle; segundo, no es árido, an-tes tiene excesiva abundancia de agua; tercero,su suelo y terreno no es arenoso, ni con arenafina; su suelo es sólido, macizo, de tierra nadareblandecida; en varias partes es dura piedra,obediente solo a la barra de hierro o al pico, noa la azada ni al azadón; así aparece claramente,a la entrada de la ciudad, en Santa Prisca hastala placita de San Blas; en la salida, desde la ca-lle llamada del Mesón, hasta la Recoleta de San-to Domingo; en el arrabal llamado San Diego,en el Alto llamado de Santa Bárbara o San JuanEvangelista, en el barrio de San Sebastián, en laLoma, etc., así como en todos sus alrededoresy fuera de ellos. Falso también, y falsísimo quela ciudad de Quito “esté flanqueada a derechae izquierda por montes enriscados”, puestoque todas aquellas faldas de los montes, aun-que pendientes y empinadas, están como sepuede observar cultivadas y sembradas de va-rios granos lo que sería imposible si las faldasy pendientes de aquellos montes fueran enris-cados. Solo hay una roca o peña descubierta yescarpada, cuya altura será, a lo más de cuatroa cinco canas y otro tanto tendrá de anchura;pero ello ha sido hecho de intento, por haber-se encontrado una cantera de piedra, de la que

se ha servido toda la ciudad para la construc-ción de templos y de casas. Finalmente, decuán abundante sea la ciudad y su distrito enagua daré luego detalladísima relación; porahora (151) solamente hago esta reflexión: sila ciudad de Quito y su contorno fueran are-nosos y áridos, el calor ciertamente debería sergrande; además jamás se verían verdes en todoel año, ni la ciudad con sus huertos ni todos losprados y campiñas, todos los montes y todaslas colinas, que le rodean a manera de amení-sima y vistosísima corona. Por este motivo losespañoles y europeos la llaman, con frase ca-racterística ya consagrada el siempre verdeQuito, lo que no dirían si aquel suelo y terre-no, si aquella campiña, faldas y colinas fueranarenosas y áridas, y si la ciudad estuviera asen-tada en un valle, ya que únicamente en los va-lles se experimenta el principal efecto delecuador, que es el calor.

Volviendo a tomar, pues, mi narración,una vez explicada la situación de la ciudad deQuito, describiré su extensión y amplitud. Pri-meramente el centro de la ciudad está dividi-do en seis calles igualmente anchas y rectas, yasí mismo igualmente equidistantes; éstas a suvez están cruzadas por otras seis calles, equi-distantes entre sí, con la misma anchura y di-rección que las otras. La anchura de unas yotras puede llegar a cinco varas, es decir, doscanas y media poco más o menos. La longitudes de setecientas varas, es decir, de trescientascincuenta canas italianas. Así las casas, pala-cios y conventos con sus Iglesias colocados enel centro de la ciudad, quedan perfectamenteaislados y rectangulares, dando una muy bellay suntuosa impresión a la ciudad, tan simétri-camente levantada y distribuida. Las calles es-tán bien empedradas, con gran cuidado. Laperiferia y alrededor del centro de la ciudad, esun conjunto de muchísimos barrios, no pe-queños, que son los siguientes, comenzando

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por la entrada de la ciudad, es decir, desdeSanta Prisca. Hay el barrio de San Blas, sigue elde Santa Bárbara, luego el otro de San Roque,más arriba de San Diego, bajando un poco es-tá el de San Sebastián, el llamado de la Loma,luego el de San Marcos, todos barrios muy ex-tensos, Además, alrededor de dichos barrios oentre barrio y barrio hay otros suburbios máspequeños pero no despreciables, pues acre-cientan en mucho la extensión de toda la ciu-dad. Así, detrás del barrio de San Blas hay grancantidad de casas en la falda terraplenada de lapequeña colina llamada Ichimbía. Entre SantaBárbara y San Roque, hay gran número de ca-sas que forman ciertamente un buen barriollamado de la Merced; está también el llamadoMirador de los Pobres; entre San Roque, SanDiego y San Sebastián; debajo de la ancha, lar-ga y bella calle del Mesón se halla un pequeñobarrio llamado el Tejar. En el mencionadoDiccionario Geográfico léese que la ciudad deQuito está competentemente fortificada. Heaquí otra solemnísima falsedad. Jamás ha esta-do la ciudad de Quito (ni ninguna otra ciudadde las montañas o como dicen los americanos,de la sierra53 y aun muchísimas (152) de la cos-ta y muy cercanas al mar) ni poco ni muchocompetentemente fortificadas. Ni siquiera entiempo de los indios paganos ni cuando fueconquistada, pues Quito no está amurallada asu alrededor ni hay vestigios de haber estado,en algún tiempo, circunvalada de murallas; nohay castillo, ni ciudadela, ni bastiones, ni to-rres, ni torreones, ni revellines, ni baluartes.

Ni siquiera hay puertas de la ciudad, sinoque está abierta a todos los que entran de día y

de noche, por Santa Prisca, San Juan Evange-lista, La Merced, el Tejar, el Panecillo, Machán-gara y por donde le place a cada uno. Podríase(es cierto) fortificarse y quizás mucho mejorque muchísimas otras y muy fortificadas ciu-dades de Europa, tanto en el mismo lugar de laciudad como en los lugares dominantes y ele-vados, los cuales la volverían sin duda inex-pugnable. Pero de hecho no está fortificada enmanera alguna.

La longitud de la ciudad, si se mide diago-nalmente, es decir, desde la Recoleta de SanDiego hacia Santa Prisca, es ciertamente demás de una milla, pues andando yo desde unextremo a otro, muchas veces y con paso niacelerado ni lento, apenas si lo pude hacer enmedia hora, algunos andando aquel trechopor paseo, con gran esfuerzo lo hacen en trescuartos de hora. Si se mide en línea recta, estoes, desde el Tejar de los jesuitas hasta la Recole-ta de San Juan Evangelista que es una calle de-recha, larga y bella, apenas si lo logré hacer, deun extremo a otro, en cuarto de hora y medio,a paso poco menos que acelerado, pues hay deun extremo a otro dieciséis cuadras,54 queequivalen a poco menos de ochocientas canasitalianas o sicilianas. Lo que he dicho de la lon-gitud de la ciudad de Quito, lo mismo debe en-tenderse de su anchura ya que la ciudad es deforma casi circular en su asiento, y no hay ba-rrio alguno que esté separado y alejado de ella,antes todos están incorporados a la ciudad demanera que forman una sola urbe, un solo nú-cleo y un solo conjunto, pues de las seis calles

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53 Los americanos a las ciudades marítimas las llamanPuerto de Mar, a todas las demás ciudades de la Sierrao de la Serranía y a sus ciudades y habitantes con des-precio, serranos.

54 En América las ciudades, aldeas, etc. como tambiénlos terrenos de las haciendas y posesiones, se midenpor cuadras. Una cuadra son cien varas, en cuadro queequivalen casi a cincuenta canas italianas o sicilianas.Es necesario tener presente esto porque de ordinariousaré el término de cuadra, hablando de la longitud yanchura, de las ciudades, caminos, calles y haciendas.

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principales, salen como del centro los rayos ylas líneas de la circunferencia, las otras calleshacia cada barrio y arrabal, algunas anchas yespaciosas, otras un tanto estrechas y angostas:unas derechas, otras torcidas; pero todas bienempedradas. La verdad es que Quito es unaciudad muy amplia y grande, con capacidadpara doscientas mil almas, y si las casas y pala-cios fueran y lo podían ser de dos o tres pisoso planos, ciertamente tendría capacidad detrescientos o cuatrocientos mil habitantes. Porsu grandeza y amplitud podría hacer compe-tencia aun con las naciones más famosas deEuropa; todavía mucho más por su maravillo-so clima, por su deliciosa suavidad y aun po-dría destacarse también por la magnificencia ysuntuosidad de los templos, conventos, cúpu-las y campanarios, como voy a narrar inme-diatamente.

De las Plazas y casas de la ciudad de Quito

Las Plazas grandes, amplias y bellas de laciudad de Quito son cinco, además de otraspequeñas, por ejemplo la de Santa Bárbara, lade Santa Clara, etc. La primera es la Plaza Ma-yor, en el centro mismo de la Ciudad64, dondeestá la Catedral, el Palacio del Obispo, el delPresidente y Real Audiencia, y también el delMagistrado, que llaman de la Ciudad. El planode la Plaza es de piedra caliza muy sólida y du-ra, por ello no está adoquinada. Tiene un pe-queño declive; mide más de sesenta canas encuadro perfecto, y en cada esquina hay dos bo-cacalles, de las calles reales y principales. En elcentro está una fuente soberbia y bastante alta,con tres planos, de la cual brota el agua abun-dantísima por muchísimos caños de diversodiámetro, sin que nunca se la pueda ver seca odisminuida en su caudal de agua. A un lado es-

tá el Palacio de la ciudad, junto con otras casasde personas particulares en la misma cuadra.Debajo hay un bello pórtico sostenido por co-lumnas octagonales de piedra; hay tambiénbalcones. Al otro lado sigue el flanco de la Ca-tedral con su pretil o pórtico descrito más arri-ba. En el tercer lado se halla todo el Palacio delPresidente y Real Audiencia, muy majestuoso,de dos pisos y con balcones, con bella y delica-da fachada, edificado sobre un pórtico que selevanta por encima de la Plaza por lo menosdoce palmos, todo él de losas de piedra fina-mente labrada. Se sube por tres magníficas es-caleras, una al centro con diez o más gradas yotras dos en los dos extremos y esquinas delPalacio. Dicho pórtico está construido sobrebóvedas reales, por lo que debajo, en el mismoplano de la Plaza, hay doce habitaciones o al-macenes de comerciantes, etc. La escaleraprincipal es muy espaciosa y magnífica, de lo-sas de piedra. Las salas y antecámaras son muyluminosas, las bóvedas falsas están adornadascon bellas pinturas y las paredes con doceles ycuadros muy finos y con exquisita tapicería,todos los aposentos, con lujosos tapetes. Ade-más de los otros adornos particulares y pro-pios que cada Presidente y Gobernador llevaconsigo de su casa. Vi dicho Palacio en tiempodel Presidente Dn. Pío Montúfar, marqués deSelva Alegre, venido a Quito de la ciudad delPerú llamada Arequipa. Éste trajo consigo to-dos los arreos de su casa, y con ellos adornó to-dos los aposentos, quedándole todavía más dela mitad, por no haber más habitaciones queadornar. ¿Qué había traído consigo de ador-nos raros? Primeramente bellísimos cuadrosde todo tamaño con marcos de plata pura, ma-ravillosamente labrada, Aparadores, pequeñosbufets, mesitas (187) todos de ébano puro yotras maderas más preciosas con finísimas in-crustaciones de marfil, madre perlas, lamini-llas de oro y plata, y delicadísimos tallados y

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64 Cabildo.

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arabescos. Había de varias figuras, algunas oc-tangulares, otras exangulares, y unas pocascuadrangulares. Unas en figura de paralelo-gramo, otras triangulares. Las grandes mesasdel centro de las salas, antecámaras y cámaras,todas de plata pura, se armaban con tornillosde plata, y eran de seis, ocho y aun de doce pal-mos, las cuales adornaban cada habitación sinninguna otra cosa. Los escritorios, cofres, baú-les y mil otros utensilios de maderas finas, deespecial construcción, embellecidos con oro yplata, incrustados de piedras preciosas: tapice-rías, tapetes, paños en gran manera finos y ma-jestuosos, varias clases de sillas cubiertas deterciopelo carmesí y otros colores con llamati-vas franjas de oro, plata y elegantes flores. Lasporcelanas de China y Japón (de las más rarasy excelentes), eran el adorno ordinario y de ca-si ninguna consideración, así como tambiénlos cristales sin número, y las diversas clases deespejos y las ninfas, todas de cristal puro, eranpor la gran cantidad y singularísima calidad,algo extraordinario, y sobremanera excelentes.Creería que ciertamente en toda América Me-ridional no hay ajuar de casa ni más vistoso,mi más rico, ni más majestuoso ni magnífico.Todo lo había hecho venir, con grandes gastos,de Londres, de Francia, Venecia, Alemania yotros Reinos de Europa, aunque las mesas deplata y los marcos de los cuadros habían sidohechos y labrados casi todos en el Perú por losmás famosos artífices y plateros, así como lostapetes habían sido fabricados y tejidos enAmérica. Hay finalmente, un elegantísimo pa-tio, cuadrado. El Palacio no está acabado, tienesolamente una fachada, por un lado del cuar-to, que costó ochenta mil escudos, sin contar lacasi totalidad de los materiales que había y queno compraron.

Sigue luego el Palacio episcopal por elcuarto lado, que se extiende de un extremo aotro, con un bello pórtico sostenido por co-

lumnas octangulares de piedra, sobre el quecorre una azotea o corredor con celosías biendispuestas y labradas. Hay una bella fachadadelicadísima, con un portal majestuoso. El pa-tio es elegante, perfectamente cuadrado eigualmente con columnas octangulares de pie-dra y encima hay cuatro amplios y luminososcorredores, con sus balaustradas muy esbeltastrabajadas a torno. Los aposentos son amplísi-mos y bien dispuestos, para la Cancillería, lafamilia eclesiástica y seglar. Tiene una impor-tante capilla. Debajo en el patio están las cár-celes (además de muchos almacenes), llama-das de corona, es decir, para los Sacerdotes yclérigos delincuentes. En resumen, es uno delos Palacios bastante suntuosos, con todas lascomodidades necesarias para un príncipe ecle-siástico.

La segunda plaza, también perfectamentecuadrada, es la de Santo Domingo con unafuente al centro. Forman un ángulo la Iglesia yconvento de Sto. Domingo de una parte y deotra, el Colegio Real de San Fernando Rey deEspaña. Por fuera es soberbio por su fachada ypor el pórtico sostenido por columnas de pie-dra, parece un grande y majestuoso palacio;sin embargo dentro, es muy mísero, obscuro,tosco, sin delicadeza, sin simetría, (188) es unhacinamiento confuso de habitaciones, salas,aposentos, sin orden, todo maltrecho, ruinoso,como si fueran tabernas, completamente su-cias e inmundas. Verdaderamente los Religio-sos Dominicanos no suelen tener gran cuida-do por las habitaciones de aquel Colegio, yaque los estudiantes están en su magnífico ymuy cuidado convento. El número de colegia-les también suele ser escasísimo, de diez, doce,veinte a lo más treinta. Solo entra gente seglar,y rarísimamente los hijos de nobles. La peque-ña iglesia de Santo Rey es hermosa aunque pe-queña. El otro ángulo lo forman de uno a otroextremo Palacios de personas particulares. Ca-

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da lado es de casi sesenta canas. En cada esqui-na se ven dos bocacalles de calles reales. El pi-so de la plaza es todo él de toba, muy sólido.

La tercera plaza, perfectamente cuadrada yde la misma extensión, es la de San Francisco.Un ángulo lo forma el Convento e Iglesia deSan Francisco, por un lado y por otro un be-llo y magnífico Palacio del Conde de SelvaFlorida. El otro ángulo por un lado lo formael grande y amplio Palacio del MayorazgoVillasís y es casa de Cadena, donde los de-lincuentes gozan de asilo. Por el otro lado loforman varios palacetes de personas particula-res.

La cuarta plaza es la de la Merced, tambiénperfectamente cuadrada. Su extensión es decasi 40 canas en cuadro. La quinta plaza es lade San Blas o del Matadero, muy amplia, perono completamente cuadrada, si no que másbien puede decirse que es toda ella a manerade un triángulo. Al centro está una fuente. Nohay en ella cosa notable sino solamente sugran extensión, quizás mucho mayor que lasdemás.

(CICALA, 1743)

q QUITO

Esta ciudad se halla situada bajo la líneaEquinoccial, en 13 minutos, y 3 segundos delatitud austral, y en 298 grados, 15 minutos, 45segundos de longitud. A la parte que corres-ponde al Noroeste, la guarnece el famosísimoCerro Pichincha. Comprehéndese bajo de estacapital su corregimiento, el del asiento de La-tacunga, Villa de Riobamba, gobierno de Ma-cas y Quijos, (asiento) de Chimbo, goberna-ción de Guayaquil, Corregimientos de las ciu-dades de Cuenca y Loja, gobierno de Jaen deBracamoros, Misiones de Maynas, Corregi-mientos de la Villa de Ibarra y asiento de Ota-

valo, con la Gobernación de Esmeraldas y suspuertos.

El mencionado cerro Pichincha, que desdela gentilidad se ha conceptuado por mucha ri-queza, ha venido ha demostrarla en ese tiem-po con vetas de finísima plata, que en él se hanreconocido; y desde luego, tanto en este comoen otros de la provincia, se hubieran extraídoporciones crecidas de este metal, pues se hanregistrado en pocos meses muchas vetas, si elbeneficio de ellas no se hubiese dificultado,por no encontrarse minero perito en toda lajurisdicción.

Al Sudoeste de la ciudad hay un llano o eji-do que nominan Turubamba, y en sus márge-nes un pequeño cerro conocido por el Paneci-llo, por lo que su figura hace semejanza a la deun pan de azúcar; de éste se vierten algunosarroyos de agua por la parte del Sur y Occiden-te, que unidos con mucha de manantiales, y laque por varios atenores destila el de Pichincha,se forma hacia el Sur un hermoso río que no-minan Machángara, y transita por una hermo-sa puente de piedra.

Al Norte del pueblo de Machache se regis-tran más vertientes de aguas cálidas a causa delas nitrosas y sulfúreas materias que las im-pregnan. En ellas se experimentan tan delicio-sos como benéficos baños y se ha reconocidoser profluvios que corren del centro de la tie-rra. En términos del pueblo de Conocoto, seencuentra un pequeño cerro, que nombranIlaló, y manan de él, a formar en su base oplan, hermosas fuentes de aguas igualmentecálidas, cuyo uso en baños es recobro de mu-chas enfermedades, y las mismas se han descu-bierto en el pueblo de Alangasí. En las inme-diaciones al pueblo de Perucho, hay un sitioque llaman Tanlagua, y es hacienda perte-neciente a los Padres Jesuitas del Colegio Má-ximo de esta ciudad: En él se encuentran

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emersiones de aguas calientes, de iguales salu-dables usos, y con la especialidad de lapidificarmuy en breve, cualquiera cuerpos menos sóli-dos que las toquen.

Al norte de esta ciudad y en el egido, quellaman Añaquito, hay una hermosa lagu-na, que su diámetro por cualquiera parte delcírculo que ella figura, es de más de 20 picas;fórmase de subterráneas emersiones de aguaque de los cerros inmediatos destila.

(MONTÚFAR Y FRASO, 1754)

q La ciudad de Quito, de la que toma sunombre toda la provincia, Quitum o Quitoa,en latín, está situada en la América Meridio-nal, casi bajo la Línea Equinoccial, teniendosolamente trece minutos treinta y tres segun-dos de latitud austral; doscientos noventa yocho grados, quince minutos, cuarenta y seissegundos de longitud, partiendo del Meridia-no de Tenerife en las Canarias; y según Mr.Bouger, veinticinco líneas, cuatrocientos trein-ta y ocho, ochenta y dos; y según La Condami-ne, cuatrocientos treinta y ocho, ochenta ycuatro, que son los movimientos u oscilacio-nes del péndulo por segundo, en la medida desu longitud. Se halla al pie, de la cadena demontañas llamada Los Andes, y dista de la cos-ta del Mar Pacífico hacia su parte occidental,cerca de ciento diez millas, tomándola en ele-vación. Se ve a sus espaldas, hacia el Noroeste,el célebre volcán Pichincha o Pichinche, quesiempre muestra alguna de sus cimas cubiertasde nieve, y se eleva desde la superficie del mara la altura de dos millas y media de perpendi-cular, según las exactas observaciones de losAcadémicos Franceses que hicieron su medi-da; no debe admirarnos si consideramos elotro altísimo monte llamado Chimborazo, quese levanta desde dicha superficie más de unalegua marina, y que es el más alto de todos los

montes hasta ahora descubiertos en el univer-so. Parte en la planicie, parte por las faldas dedicho Pichincha, se extiende la ciudad a la quecircundan humildes colinas que le sirven co-mo de barrera. El plano de la ciudad en la mi-tad es casi igual, pero a los lados o en la circun-ferencia, muy incómodo por las subidas y ba-jadas que ocasiona la desigualdad del terreno.Será la circunferencia de cuatro a cinco millas,y formaría una mayor extensión y más bellavista si no estuviera como sepultada entre lascolinas que le rodean. Un cálculo prudencialda de 46 a 48 mil almas; en otro tiempo tuvohasta sesenta mil habitantes y más, de todo gé-nero. En aquel tiempo era mucho más ricaporque era mayor su comercio y los indios, enmayor número: digo indios porque indianosson los descendientes de españoles y nacidosen América, y los indios son los descendientesde los nacionales americanos.

Toda la ciudad se divide en siete cuarteles oparroquias, que son: El Sagrario. San Sebas-tián, San Blas, Santa Barbara, San Marcos, SanRoque y Santa Prisca1. Cada una abarca mu-cho terreno y por consiguiente muchas almas;pero la mayor parte es gente muy pobre, por loque las iglesias apenas están provistas de lo in-dispensable para el Culto Divino; y en lo de-más se hallan en suma desolación, medio de-rruidas y peores que las más miserables denuestras campiñas; agréguese la poca atencióny diligencia de quien las gobierna, que no lastienen en mucho; porque, como las poseen só-lo por tiempo, aspirando y procurando pasar aun mejor beneficio, no las atienden como po-drían hacer fácilmente.

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1 La parroquia de El Sagrario, llámase hoy en día Gon-zález Suárez y, a más de las enumeradas por el P. Co-leti, tenemos las siguientes: El Salvador, Benalcázar,Alfaro y La Magdalena.- Nota de E. E. B.

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La Plaza Mayor de Quito se abre en uncuadrado de trescientas brazas al rededor, desuerte que toda la circunferencia será aproxi-madamente de mil doscientas brazas. Los cua-tro lados del mismo lo forman al oeste el Pala-cio llamado del Audiencia en donde reside elPresidente; al este y en frente, la Casa de la Jun-ta; al norte, el Palacio Obispal y otras pocas ca-sas que están al lado izquierdo; frente a éste yal sur, la Iglesia Catedral, siendo su titular SanPedro. En la mitad de la plaza se halla unafuente de piedra dura que se asemeja a nuestrapiedra llamada de Robigno en la Istria; no esmal trabajo, y en la cima de la pila tiene un án-gel dorado, que arroja el agua por una trompe-ta que parece tocara; pero esto sucede cuandose componen los acueductos, cosa que no su-cede muy a menudo como sería de desearse;sería bella y agradable a la vista si siempre es-tuviera limpia y arreglada, pero esto es casi im-posible. La dicha plaza se podría apreciar y go-zar si no fuese tan inmunda; y no siendo em-pedrada, casi de continuo está llena de fango.Desde la mañana hasta medio día vemos enella jumentos y mulas, que sólo parten de allícuando se vende lo que llevan al mercado, locual sucede a diario. El Palacio de la Audienciafué rehecho en parte en estos últimos años, sellama palacio por estar en aquel sitio y apenases una buena casa y no es ni bella; de un sólopiso o solar como todas las otras casas, y estocon motivo de los terremotos. El del Obispo esmás grande, más capaz y bien repartido; en laCasa de la Junta nada hay de bueno; la Cate-dral da a la plaza todo el lado izquierdo sin quenada de ella agrade al ojo. En los cuatro ladosde la plaza se abren cuatro calles, todas espa-ciosas y suficientemente rectas: al lado de laCatedral y del Palacio de la Audiencia desem-boca la calle que conduce a nuestro colegio2 el

cual corre a mano derecha; al otro lado de di-cha catedral y de la Casa de la Junta corre la ca-lle llamada del Comercio3, en donde de lado ylado se ven almacenes y tiendas de mercaderes,y ésta como la otra, son las más frecuentadas.Por la otra esquina del Palacio Episcopal y delPalacio de la Junta se entra a la calle que va aSan Agustín4, y por el costado del Palacio Epis-copal y del de la Audiencia se entra a la calleque conduce a la Merced y al Monasterio de laConcepción5. Hé aquí descrita la plaza y elcentro de la ciudad. A más de ésta, hay otrasmenores, entre las que se distinguen las plazasde San Francisco y de Santo Domingo. La deSan Francisco es bella por la fachada y por laescalinata de la Iglesia, obra de buena arqui-tectura y de labor maciza, siendo toda depiedra dura y bien trabajada, encanta a la vistay puede decirse que es la mejor fachada de to-da América. La otra de Santo Domingo tiene auno de los lados el Colegio Real de San Fer-nando y al ótro la Iglesia y el convento de lospadres Dominicanos, de regular aspecto.

(COLETI, 1757)

q Hay en la ciudad la catedral que es muybuena y bien adornada, la parroquia de SanJosé y otra que es San Blas, que está en un arra-bal que hay en la entrada de la ciudad. Haycinco conventos de religiosos, La Concepción,El Carmen, que son Terceras, Santa Catalina,El Carmen Alto, que no son reformadas, y

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2 La calle Bolivia, en la actualidad.- Nota de E. E. B.

3 La Venezuela.- Id. Id4 La Chile.- Id. Id.5 La García Moreno.- Nota de E. E. B.( La calle Bolivia que menciona el compilador (nota 2) es

la actual calle Espejo; la calle mencionada, en la nota5, está equivocada: no es la García Moreno sino lamisma calle Chile, las parroquias que agrega en lanota 1 no son todas las que hay actualmente. (X. R.)

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Santa Clara. Todos los templos de Quito sonbuenos, los mejores del Perú, de cantería, fá-brica primorosa y muy adornados. La ciudadcon buenas calles, buenas casas y bien adorna-das; mucho comercio, y sobresalen allí los in-genios especialmente de escultura y pintura.

(SANTA GERTRUDIS, 1760)

q Quito

La ciudad de Quito, capital de la provinciadel mismo nombre, está situada en la partemediterránea del continente de la AméricaMeridional, sobre el confín oriental de la cor-dillera occidental de los Andes, a 35 leguas,más o menos, a levante de la costa del mar Pa-cífico. Cerca de ella, de la parte del Maestral,está la montaña y el desierto de Pichincha, nomenos célebre entre los forasteros por razónde su grande altura, como entre los paisanospor una vaga e incierta tradición de contenerinmensas riquezas desde los tiempos de los In-cas. La ciudad está fabricada sobre la pendien-te de esta montaña, circundada de otras demediana altura, entre las abras del Pichincha.Algunas de estas son de considerable profun-didad y se extienden a través de toda la ciudad,de manera que muchos de sus edificios repo-san sobre arquerías. Esto vuelve sus calles irre-gulares y extremadamente desiguales, estandolas diversas partes que la componen, parte so-bre hendiduras, parte al pie, y parte sobre lascimas de esas mismas hendiduras. Esta ciudadpuede por su grandeza compararse a las de se-gundo orden en Europa, pero la desigualdadde su situación le impide impresionar más fa-vorablemente.

Cerca de Quito existen grandes llanuras,una al medio día llamada Turubamba, de tresleguas de largo, y la otra al occidente, llamadaInna-Quito, de dos leguas de extensión. Am-bas están cubiertas de granjas y terrenos culti-

vados, que les dan buen aspecto desde la ciu-dad porque están continuamente cubiertas deuna hermosa verdura, y como gozan de unaprimavera ininterrumpida, tienen los llanos ylas colinas adyacentes siempre esmaltadas deflores. Esta escena viene a ser coquetamenteanimada por gruesos grupos de ganados quepacen en las alturas. Y ese suelo es tan fértil enpastos, que no pueden consumirse todos.

Las dos llanuras se estrechan proporcio-nalmente a medida que se avecinan a la ciu-dad, y al unirse entre ellas forman un cuello detierra cubierto de esas eminencias sobre lascuales está situada una parte de Quito. Puedeacaso parecer extraño como, a pesar de estasdos tan bellas y amplias llanuras, tan próximasa la ciudad, haya sido preferida una situacióntan poco adecuada. Pero parece que los prime-ros fundadores miraban menos a la aparienciaque al placer de perpetuar la memoria de susconquistas, con fábricas en el mismo sitio de laCapital de los Indios, quienes para erigir suciudad escogieron talvez estos lugares porquelos creyeron más propios para la defensa. Ade-más los españoles, al principio de sus conquis-tas, no previeron que este lugar pudiera llegara tanta grandeza. Quito, por otra parte, estuvoun tiempo en condición más florida de la enque hoy se encuentra, habiendo disminuídoconsiderablemente el número de sus habitan-tes, especialmente de los indios, de los cualesse ven hoy día hileras enteras de sus cabañasabandonadas y arruinadas.

A sud-oeste de Quito, sobre aquella colinaque más especialmente pertenece a la llanurade Turubamba, hay una eminencia llamadaPanecillo o sea pequeño pan, por su figura pa-recida a un pan de azúcar. Apenas tiene 600pies de altura, y entre él y las montañas quecubren la parte oriental de la ciudad hay unavía angostísima. De la parte meridional y occi-dental del Panecillo surten diversos manantia-

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les de una agua excelente. De la eminencia delPichincha descienden diversos arroyos por en-tre los intersticios los cuales por medio deconductos y canales proveen abundantementede agua a toda la ciudad. Los sobrantes, reuni-dos en uno solo, forman un riachuelo llamadoMachángara que baña la parte meridional dela ciudad y tiene un puente de piedra.

Pichincha, en tiempo de los Incas era unvolcán, y aún hasta después de la conquista severificaron fuertes erupciones. Su boca erauna de sus cimas, cuya cúspide está todavía cu-bierta de arena y materias calcinadas, pero alpresente no arroja ni fuego ni humo. Los habi-tantes se encuentran, por otra parte, atemori-zados a veces por sus estrépitos espantosos,ocasionados por los vientos aprisionados ensus vísceras, que no pueden por menos quetraer a la memoria los daños horribles ocasio-nados por sus erupciones cuando toda la ciu-dad y el país vecino se encontró como sepulta-do bajo un diluvio de cenizas y permaneciócompletamente a oscuras por tres o cuatrodías seguidos de nubes de polvo impenetra-bles. En el centro de la llanura de Inna-Quito,existe un lugar llamado Rumipamba, o sea lla-nura de piedra, por estar cubierta de gruesosfragmentos de peñas arrojados por las erup-ciones de la montaña. La cima de Pichincha, asemejanza de todas las otras grandes monta-ñas de los Andes está cubierta de hielo y nieve,de la que se lleva una gran cantidad a la ciudadpara mezclarla con los licores que beben laspersonas de rango. La Plaza principal de Qui-to tiene cuatro lados, en uno de los cuales estásituada la Catedral, y en el opuesto el PalacioEpiscopal; el tercero está ocupado por el Pala-cio del público y el cuarto por el de la Audien-cia, que en vez de conservarlo de manera co-rrespondiente a la dignidad del Gobierno, hadejado arruinarlo en su mayor parte sin que sehaya tomado cuidado alguno sino de algunos

atrios y tribunales, de modo que las murallasmismas de la fachada amenazan demoler lopoco que queda. Las cuatro calles, que termi-nan en los cuatro ángulos de la plaza, son de-rechas, anchas y bellas, pero a la distancia detres o cuatro manzanas, o sean órdenes de edi-ficios, larga cada una de unas cien yardas,principian las ya indicadas incómodas pen-dientes. Estas desigualdades impiden a los ha-bitantes el uso de coches y otras carrozas conruedas. Los hombres que son de rango supe-rior, para distinguirse de los otros, van acom-pañados de personas que les sostienen unagran sombrilla; y las señoras de calidad son lle-vadas en palanquines. Todas las calles excep-tuando las cuatro referidas, son desiguales ysin orden ni simetría. Algunas están cortadasde las hendiduras ya dichas y las casas de loslados cooperan a su dirección tortuosa e irre-gular. Así, una parte de la ciudad está situadaal fondo de ellas, y la otra en la cima. Las callesprincipales están empedradas, pero las otrasno, por lo cual son casi impracticables despuésde una lluvia, cosa que sucede con mucha fre-cuencia.

Además de la plaza principal, hay en Quitootras dos, ambas muy espaciosas, en junta devarias otras más pequeñas. En estas está situa-da la mayor parte de los conventos, que le danuna bellísima apariencia, siendo las fachadas ylas puertas menores de estos edificios consa-grados a la Religión, decoradas de todas las be-llezas de la arquitectura. Entre ellos, descuellaespecialmente el Convento de la Orden de losFranciscanos, fabricado todo en piedra viva,que por la regularidad de las proporciones, ladisposición de las partes, el gusto elegante y laejecución de toda la obra, puede competir conlos edificios de su clase más maravillosos deEuropa.

(ANÓNIMO, 1763)

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q Descripción de la ciudad de Quito

De la dilatada jurisdicción y gobierno deldistrito de la Real Audiencia de Quito es capi-tal, asiento de su Residencia, la Ciudad de SanFrancisco, que yace a los 18 minutos de Lati-tud Austral y 293 grados de Longitud del Me-ridiano de Tenerife, que señala la DEMOS-TRACIÓN, en el declivio de la gran cuesta delterrible y horroroso volcán de Pichincha, queha reventado 3 veces en los años 1539, 1577 y1660, causando tan fatales estragos que dequerer acordarlos se eriza el pelo en la memo-ria, y entre los 2 espaciosos llanos de Añaquitoy Turubamba, el primero de más de una leguaa la banda del Norte, y el segundo de otro tan-to a la del Sur.

Y sin embargo de demorar en el punto me-dio de la tórrida zona, donde están perpendi-culares la luz y el calor de los rayos solares, ypor esto se persuadieron los antiguos a que se-ría inhabitable, (y) es tan al contrario que ensu situación se sucede el tiempo y no se altera;son siempre iguales los días y las noches, for-man una continuada Primavera de todo el añoen que amanece a las 4 y anochece después delas 6. Y goza del más benigno clima y agrada-ble temperamento que se puede discurrir,efecto de que en aquella altura la rodean lospáramos de Cayambe, Elenisa (Iliniza), Coto-paxi, Antisana, Tunguragua y Chimborazo,que no obstante ser volcanes, están cubiertosde nieve, tan endurecida del tiempo que pormuchas partes está petrificada, y templanagradablemente el aire, desatando ríos, arro-yos y quebradas que no cabe especificarlos enla reducida Hidrografía de la DEMOSTRA-CIÓN DEL PLANO, sino sólo que los que des-cienden de la Cordillera y bajan por las mon-tañas del Oriente y del Norte rinden sus co-rrientes al gigante de todos los ríos que se co-nocen en ambos Mundos: el Marañón y Ama-

zonas, de que daremos una breve noticia al finde esta descripción que coge tanta parte de él;y los demás que caen al Poniente y al Medio-día, tributan sus caudalosas corrientes a la Mardel Sur; y el de Machángara, después que bañalas orillas de uno de los arrabales de la ciudad,facilita la entrada por un fuerte y anchurosopuente de piedra, de primorosa construcción,de cuyos artífices no hay tradición alguna; és-te y los muchos arroyos que bajan de las mon-tañas del volcán, hacen dentro de la ciudad lasmuchas quebradas que demuestra el PLANO,y vulgarmente llaman huaycos, sobre los cua-les corren y se levantan arcos y terraplenes quepor unos parages allanan el paso para la co-municación y por otros sirven de cimientos ybasas para los edificios de mayor peso, comotemplos y casas de distinguidos particulares.

Y a la salida que va al llano de Turubamba,demora un pequeño cerro que llaman el Pane-cillo, vergel de las delicias dentro de la pobla-ción, fecunda fertilidad de cuanto se le cultivaen flores, plantas y frutas, y tiene a la falda lahacienda de un tejar de los Padres de la Com-pañía, con una casa huerta y jardín muy espe-ciales para el recreo de los estudiantes en losdías de sus asuetos, a la cual tenemos entendi-do que se ha trasladado después la del Novi-ciado de Latacunga con el motivo del tercer te-rremoto y reventazón del volcán Cotopaxi.

Y con la copiosa abundancia de aguas quebajan de la montaña, delicadas al gusto y nadaingratas al calor natural, se fertilizan continua-mente las tierras, y concurriendo la benigni-dad de las influencias del aire y la siempre apa-cible condición de su temperamento, las hacentan fecundas que están verdes todo el año, flo-ridos los valles y las vegas de los montes, vesti-dos los árboles de flores, hojas y frutas de In-dias y de la Europa (que llaman de Castilla losnaturales), los campos poblados sin intermi-siones de cuantas semillas de hortalizas y le-

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gumbres se conocen en España y en ambasAméricas, y de tan abundantes pastos para to-da especie de ganados, que no necesitan demudar de sitios para mantenerse, porque noconocen estaciones de inviernos ni de estíos; ypor estas singulares condiciones, la distinguenen el Perú con el nombre del siempre verdeQuito; y (es) de todo tan abundante que de na-da carece de cuando pueden prevenir el apeti-to para lisongear el gusto en carnes de innu-merables diferencias, caseras y de montería yvolatería, en los montes y bosques de los ríos,de muchas especies que no se conocen en Eu-ropa, y lo mismo en granos, plantas, hierbas yfrutas, cultivadas en prados, huertas y jardines,como silvestres en los mismos montes y orillasde los ríos y quebradas, de que la misma natu-raleza es agricultora, con tanto vicio que nin-gún pobre perezoso o vagabundo necesitaaplicarse al trabajo para mantenerse.

Con estas oportunas disposiciones y acer-tadas providencias de establecimientos y orde-nanzas para su régimen y gobierno se formóde una región de bárbaros en las ceguedadesde su gentilidad, una reformada república, ci-vil, política y cristiana, con tantos monumen-tos de verdadera religión y magnificencia pia ycatólica, como el mayor y más sumptuosotemplo de su Catedral, otra contigua iglesia,con el nombre de Capilla del Sagrario, y 2grandes puertas exteriores y una interior parala comunicación, en que se compiten la gran-deza de los edificios y el servicio y adornos delculto; y en la segunda, 2 curas rectores con sustenientes para la administración en la dilatadafeligresía de su más principal y distinguido ve-cindario, que ocupa la más grande y extendidaparte del centro de la ciudad. Y se compone delos ministros y dependientes de la Audiencia,de los 2 Cabildos eclesiástico y secular, herede-ros sucesores de los conquistadores y familiasde executoriadas noblezas de las que han sido

de estos reinos. Otras 6 parroquias tituladascon los nombres de San Roque, San Marcos,San Sebastián, Santa Bárbara, San Blas y SantaPrisca, que comunmente se denominan BA-RRIOS, porque yacen en los arrabales inme-diatos a las salidas de la Ciudad, y los ocupanpor la mayor parte gente del color. Once con-ventos con copiosas comunidades de las sagra-das religiones de Santo Domingo, San Francis-co, San Agustín, San Pedro Nolasco y San Ig-nacio de Loyola. Cinco monasterios de religio-sas muy numerosas: uno de la Concepción,otro de Santa Catalina de Sena, otro de SantaClara, y dos de Carmelitas de la Reforma deSanta Teresa, el uno de Quito, y el otro de La-tacunga, trasladado por las ruinas del terre-moto del año de 1698 con la ocasión de la re-ventazón del volcán de Cotopaxi; un hospitalde Betlemitas; una casa de recogidas con el tí-tulo de Santa Marta; 2 capillas, la una dentrode la Ciudad debajo de una espaciosa bóveda oarco de piedra labrada de primorosa arquitec-tura, dedicada a la Reina de los Angeles con es-te nombre, y a otra con el de la Vera Cruz, enel ejido de Añaquito, sepulcro y entierro delprimer virrey del Perú Blasco Núñez Vela,muerto en aquel llano en la batalla con el re-belde Gonzalo Pizarro el año 15442. Una RealUniversidad, eregida el de 1563 con el título deSan Fernando, encargada a los doctores ymaestros de la religión de Santo Domingo; yun Colegio Seminario de San Luis, fundacióndel obispo Don Luis López de Solís el año de1594, encomendado a la enseñanza y asisten-cia de los Padres de la Compañía; y de éste y deaquella han salido y salen frecuentemente su-jetos insignes en virtud, literatura y espíritupara ilustrar las miras, las togas y los bastones

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2 Fue en 1546 y no en 1544. (Nota de Pilar PonceLeiva).

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de que pudieramos hacer larga memoria, si nofuera desviarnos de nuestro principal objetoque no es cronológico, sino geográfico demos-trativo de una distancia con individuas des-cripciones de los montes, ríos y poblacionesque la ocupan.

(ALSEDO, 1766)

q Quito fue fundada en el año de 1534por Sebastián de Benalcázar, con el título deSan Francisco; y en 1541 fue erigida en ciudadpor el Emperador Carlos V. Se levanta en unahondonada; el volcán Pichincha al Occidente yuna serie de colinas llamadas Chimbacalle alEste; al Sur la explanada de Turubamba o Tu-rupamba, entre esta y la ciudad está la peque-ña elevación del Panecillo, y al Norte la llanu-ra de Añaquito, generalmente llamada el Ejido.

Las calles que corren al Norte y Sur de laciudad, se hallan en un bonito plano nivelado,pero las transversales se empinan hacia las fal-das del Pichincha y descienden al lado Orien-tal de ella, hacia el pequeño río de Machánga-ra, que corre entre la ciudad y las colinas deChimbacalle.

Cerca al centro de la ciudad está la PlazaMayor o principal, además de la cual existenaquellas de San Francisco, Santo Domingo y laCarnicería. Al extremo Occidental de la plazamayor está el Palacio del Presidente, un edifi-cio de aspecto sombrío, con un piso superior,a nueve pies de elevación sobre el nivel de laplaza, con terraza, paredes de piedra al frente ydos tramos de escaleras para subir. El Palaciocontiene los salones pertenecientes a la RealAudiencia, al Tesorero y la Cárcel, y junto a losdepartamentos ocupados por el Presidente, lasoficinas de Secretaría y Archivo. Al lado orien-tal, en frente al Palacio, está la Casa del Cabil-do, con una bonita fachada de piedra, y casasparticulares a cada lado; tiene también pisos

superiores con balcones. Al norte de la plaza,está edificado el Palacio Arzobispal, con unaentrada de arcos de piedra, y junto a algunascasas particulares, bajo cuyos balcones hay uncorredor espacioso; al lado opuesto aparece laCatedral, un edificio muy sencillo, comparadopor cierto, a los otros templos de la ciudad. Nose anota en él nada realmente particular, ex-cepto algunas pinturas ejecutadas por los nati-vos y una efigie de San Pedro trabajada porCaspicara, un indio también nativo de estaciudad. En el centro de la plaza hay una her-mosa Pila de bronce.

(STEVENSON, 1810)

q Tiene la suerte de los pueblos así comolos cuerpos físicos, su indispensable varia-ción, a la más brillante prosperidad, sucede laépoca de su decadencia: tal fue la suerte deQuito. Era la más floreciente y opulenta ciu-dad y provincia de la América meridional acausa de las riquezas que le proporcionabanlos diversos ramos de su industria, produccio-nes naturales, y comercio activo: hoy no pre-senta, sino un triste esqueleto de su anterioropulencia.

Quito, recostado sobre un cono llamadoYavirac, está directamente bajo el ecuador por00 latitud, y 13 minutos austral, y a 288 grados15 minutos 44 segundos de longitud, en lo in-terior del territorio de la América del sud, ydistante de la costa y playa del mar, cerca de150 millas, sobre uno de los terrenos habitadoslo más elevado del globo, en la falda orientalde la cordillera de los Andes.

A la parte del noroeste, le hace espalda, elcerro o barranco de Pichincha: en sus vertica-les o faldas está fabricada la ciudad, circunva-lada de cerros de mediana altura: son irregula-res muchas de sus calles, y forman en su longi-tud varias crestas, que suben o bajan del infe-

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rior de las quebradas a lo alto de las lomas,hasta donde se extiende la población.

La magnitud de Quito es como la de lasciudades de segundo orden de Europa: podríaparecer mucho mayor, si estuviera en paragemenos desigual, y no en quebrada.

Su fundación en terreno tan desigual y ma-lo, pudiéndola haber hecho con más comodi-dad, parece efecto de la propensión que teníanlos indios de escoger las quebradas como luga-res más propicios para esconderse.

Las principales calles están solamente em-pedradas, pero no en todos los barrios: de aquíes que en tiempo de aguas se hacen intransita-bles, y también se usa poco de coches; y muchomenos de otros carruajes.

Las casas principales, algunas son muy ca-paces, desahogadas y bien repartidas, todas dealtos, con balconería a la calle: son fabricadasde adobes y barro; y por ser la tierra de tanbuena calidad tiene la consistencia de la pie-dra.

La ciudad y su vecindad está dividida ensiete parroquias: tiene cierto número de con-ventos de religiosos y monjas, un hospital co-mún para los dos sexos, con salas separadaspara hombres y mugeres, un colegio de estu-dios y una universidad.

La población de Quito es de cerca de cua-renta a cincuenta mil almas cuando más: secompone de blancos, mestizos, indios y ne-gros, y de otras mixturas.

La plaza principal de Quito tiene sus cua-tro fachadas hermoseadas, la una con la iglesiamayor o catedral: la otra con el palacio de laaudiencia, su opuesta con el cabildo, y la que loestá a la catedral con el palacio episcopal. Escuadrada y en el medio la adorna una fuente,o pila.

Las cuatro principales calles que atraviesanlos ángulos de la plaza, son derechas, anchas yhermosas; pero apartándose de ellas tres o

cuatro cuadras, se toca con la desigualdad di-cha del terreno, y con las calles torcidas, dispa-rejas y sin orden, algunas están en quebradascon las casas a sus lados, siguiendo sus curva-turas y vueltas.

(BRANDIN, 1824)

q La ciudad de Quito está a 2908 metrossobre el nivel del mar, rodeada de cerros demediana altura y situada a las faldas del Pi-chincha por la parte del oeste, sobre las que-bradas o guaicos que bajan de él formando co-linas, algunas de gran profundidad; por lo quemuchos de sus edificios están sostenidos sobrebóvedas y arcos. Por esta razón son irregularesmuchas de sus calles, formando varias cuestasque suben de lo interior de las quebradas a loalto de las lomas hasta donde se extiende lapoblación. Esta desigualdad ha sido causa deque por ellas no pudiesen andar coches niotros carruajes, y de ir las señoras principales yla gente de distinción en sillas de manos, obien acompañadas de un criado con un granquitasol. Las calles son casi todas estrechas,torcidas y sin orden. Por medio de algunas pa-san quebradas, y las casas están en los lados si-guiendo sus vueltas y curvaturas. Las principa-les están empedradas, pero hay algunas quecon la frecuencia de las aguas se hacen intran-sitables: se eligió un terreno tan malo paraconservar la población antigua que había deIndios.

La ciudad es como las de segundo orden deEuropa; pero si estuviese en paraje más llano,parecería mucho más grande. Antiguamentefue más opulenta y más poblada que ahora.

Había en Quito siete parroquias, y conven-tos de san Agustín, santo Domingo, san Fran-cisco y la Merced; dos colegios llamados de sanLuis y san Fernando, que era universidad, te-niendo por patrón a san Gregorio; y de mon-

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jas de la Concepción, santa Clara, santa Cata-lina y dos de carmelitas descalzas. La Catedraly la iglesia del Sagrario eran ricas en alhajas ypreciosos ornamentos, y las demás pobres aproporción. Había un hospicio para indigen-tes y huérfanos, de hermosa arquitectura; cár-cel, y un hospital para hombres y mujeres, conrentas proporcionadas, a cargo de la ordenhospitalaria de Belén, fundada por el hermanoP. Betancourt, aprobada por Clemente X, des-calza, con hábito de paño basto, musgo y pocodistinto del de los capuchinos, la imagen denuestra señora de Belén en uno de los ladosdel manto, y barba larga.

.....................................................................Cerca de ella hay dos llanos espaciosos:

uno hacia el sur llamado Turu-bamba, o pro-piamente Turu-pampa, cuya extensión es detres leguas; y otro hacia el norte, que tiene dosy se llama Iña-Quito, antes Aña-Quito, ambospoblados de haciendas o chácaras, cuyas floresy verdor duran todo el año, y donde pace cre-cido número de ganado mayor y menor. Losdos llanos se van estrechando, y forman alunirse una especie de garganta en que está laciudad. En la mitad del llano de Iña-Quito hayun paraje llamado Rumi-bamba, que quieredecir llanura de piedras, por estar lleno degruesos peñones arrojados de las entrañas delPichincha con sus fuertes erupciones.

En la garganta se hace el llano de Turu-bamba por la parte del suroeste hay un cerrollamado el Panecillo, pues su figura se asemejaa la de un pan de azúcar. No pasa de cien toe-sas de altura, y queda un camino muy estrechoentre él y los cerros que cubren la ciudad porel oriente. Por la parte del sur y occidente des-tila el Panecillo algunos manantiales de aguamuy delicada; y de ésta y de la que precipitadaen arroyos baja por las quebradas desde el Pi-chincha, se abastece la ciudad, formándose dela sobrante el pequeño río Machángara, quecorre por parte del sur de la población y se pa-sa por un puente de piedra.

La plaza mayor de Quito tiene la forma deun gran cuadrado. Las fachadas están hermo-seadas, la una con la iglesia Catedral, otra conel palacio de la Audiencia, su opuesta con lacasa del Ayuntamiento, y la de en frente de laCatedral con la del palacio Episcopal: es cua-drada y muy capaz, y en medio tiene una fuen-te. Las cuatro calles principales que atraviesanlos ángulos de la plaza son derechas, anchas yhermosas; pero a poca distancia de ésta empie-zan en ellas las subidas y bajadas.

Además de la plaza mayor hay dos muy ca-paces y otras pequeñas. Entre las fachadas delos conventos, que son casi todos en plazas, sedistinguía la del de san Francisco, todo de pie-dra de cantería y de particular hermosura.

(EL NUEVO VIAJERO UNIVERSAL, 1833)

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q Casas

626 Las Casas principales son muy capa-ces algunas con desahogadas, y bien repartidasviviendas, todas de un alto; à que acompaña laBalconería à la Calle; pero sus Puertas, y Ven-tanas, particularmente en lo interior, son pe-queñas, y estrechas: costumbre que se conser-va en parte de la que tienen los Indios; porqueassi como buscaban aquellos lugares más es-condidos, para hacer las fundaciones de losPueblos entre Quebradas, y lugares disparejos;eran, y son propensos à hacer las Puertas muypequeñas; y aunque aora los Españoles parapermanecer en la costumbre se valen del pre-texto de que sean menos ventosas; sin negar,que consiguen esta commodidad, se debe con-siderar su origen à haver seguido el methodode los Indios.

627 La materia, con que se fabrican lasCasas, se reduce à Adobes, y Lodo, pero es laTierra de tan buena calidad para uno, y otro,que tienen la permanencia, como si fueran he-chas de otra cosa más consistente; con tal queel Agua no les coja en descubierto. Llaman à laTierra, de que hacen los Adobes, y los unendespues en lugar de mezcla, Cangagua: es muydura, y sólida, y los Indios se servian de estematerial en tiempo de su Gentilidad para la fa-brica de Casas, y todo genero de Paredes; de lasquales se conservan muchos vestigios, assi enlas inmediaciones de aquella Ciudad, como en

otras muchas partes de la Provincia, sin queacabe de destruírlos el tiempo, y la inclemen-cia: bastante prueba de la firmeza, que tendrànlos edificios fabricados con ella.

628 Està dividido el recinto de la Ciudaden siete parroquias, que son: El Sagrario, SanSebastian, San Blas, Santa Barbara, San Roque,San Marcos, y Santa Prisca, a excepcion de laCathedràl, y Sagrario, que es rica de todosadornos assi de Plata, como de Telas, y muycostosos Ornamentos, las demàs Parroquiasson pobres en esta parte; y no hay mas, que lomuy preciso para el Culto; llegando à tanto,que muchas estàn terrizas sin solado, y à su co-rrespondencia es lo restante. La Capilla del Sa-grario fuera de ser muy capaz, y toda de Pie-dra, tiene bella Arquitectura; y no es menosharmoniosa la exterior, que bien distribuída lade adentro.

(ULLOA, 1736)

q Casas

Debiendo ya hablar de todas las demás ca-sas de la Ciudad de Quito, diré solamente engeneral que todas ellas están construídas deadobe, todas tienen un sólo piso alto ademásde la planta baja, en los patios. Es rara la casaque tenga dos pisos altos. Todas las casas (ha-blando solo de las existentes en el centro de laciudad, contenidas por las seis calles rectas yprincipales), tienen su pórtico de losas de pie-

II. Arquitectura civil y religiosacasas, conventos e iglesias, hospital

Q

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dra bien labrada: todas tienen su patio empe-drado, grande, amplio, espacioso y completa-mente cuadrado o en forma de paralelogramo.La mayor parte de estos patios tienen colum-nas, redondas y octangulares, de piedra, conlos cuatro corredores bajos comunmente enla-drillados, raras veces empedrado. En ellos hayhabitaciones o para el servicio o para alquilara gente plebeya, así como también para depó-sitos y otros menesteres. A éstos, correspondenarriba otros cuatro corredores con delicadosartesonados de bóveda falsa. Estos corredoresestán pintados en cada casa con varias histo-rias y fábulas u otras ideas de la fantasía, a gus-to del dueño. En cada casa hay varias habita-ciones para las mujeres, para los hombres, pa-ra los hijos y para la servidumbre doméstica,etc. Todas ellas elegantemente adornadas contapicerías y riquísimos ajuares así como otrospreciosos adornos, bellas pinturas con marcosdorados, esmaltados, etc. Sin embargo, el prin-cipal empeño (189) de aquellos ciudadanosestá en hacer alarde de muchísimos y grandesespejos en todas las antecámaras, habitaciones,gabinetes y recámaras, para lo cual gastan has-ta los ojos, así como los vasos, jofainas, platos,platillos, todo ello de fino y bello cristal y delas más fina y preciosa porcelana de China. Esincreíble las grandes sumas de dinero que con-sumen aquellos caballeros americanos en se-mejantes galanterías. Así como también envistosos tapices hechos a medida para cada ha-bitación, grande o pequeña. Todos usan el da-masco carmesí con galones y franjas de oro; ymuchísimos el terciopelo rojo, para cubrircompletamente las paredes, por lo menos deaquellas habitaciones en que las señoras y ca-balleros reciben las visitas, así como tambiénlas recámaras de dormir, con las cortinas ybiombos de las mismas telas preciosas. Por loque se refiere a mesitas, aparadores y mesas in-crustadas de marfil y madreperlas, construídas

de ébano y otras maderas preciosas, son sinnúmero, y constituyen uno de los adornosprincipales de las casas. Por fuera usan tam-bién los balcones, pero de madera, con una ba-laustrada alrededor de color verde o rojo. Lascasas son bajas a causa de los continuos y for-midables terremotos.

De las Casas más ricas, preciosas y soberbiamente adornadas

No es, en manera alguna propósito referiraquí cuáles sean las casas más ricas y ostento-samente adecuadas y adornadas. Indicaré al-gunas: la del Marqués de Maenza, del Marquésde Solanda, del Conde de Selva Florida, delMarqués de Miraflores, del Marqués de Ore-llana (es esta sobremanera suntuosa), las de losOidores Regios: del Sr. Quintana, del Sr. Nava-rro y del Sr. Santa Cruz (ésta no tiene otraigual) las de los caballeros Chiriboga, Villasís,Guerrero y muchísimos otros, así como tam-bién las de no pocos comerciantes casados yestablecidos en aquella ciudad. Todas estas ca-sas o palacios son capaces y muy adecuadaspara recibir un Virrey, un Grande de España ycualquier otro personaje de alto rango. Peroentre todas ellas hay dos, aunque la una es pe-queña, sin embargo es nada menos que de lamisma delicadeza, majestuosidad y belleza,aunque no rica: la del difunto Canónigo Vite-ri, joven noble de talento prodigioso, en letras,en Teología, Cánones, Moral Admirable en elpúlpito, erudito como el que más, afable, muysuave y educado en el trato. Hombre que sinduda podía codearse en cualquier ciudad deEuropa con los más célebres y famosos letra-dos, en todo era delicadísimo. Se hizo diseñarpor nuestro arquitecto una pequeña pero ori-ginal y bella casa según las reglas de la Arqui-tectura. Le salió tan graciosa, hermosa y esbel-ta, que era el encanto de todos. Luego la hizo

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pintar por los más famosos pintores de la ciu-dad sin ahorrar gasto alguno y la embelleciócon pocos y decentes tapices de acuerdo con elmás exquisito gusto. Mas Dios poco tiempo sela dejó gozar, cinco o seis años, y en la más be-lla flor de la juventud y de sus bien fundadasesperanzas murió, quizás -y sin quizás- acon-gojado más allá de lo debido por la expulsiónde los jesuitas, pues había sido siempre idóla-tra, por así decir, de los jesuitas y de la Compa-ñía. La otra casa, grande y también muy her-mosa, pero muy rica por sus tapices, tapetes yajuar, todo de gran valor, importado de Euro-pa, es la del Sr. Don Mariano Uvillas, tambiénjoven de muy singulares talentos, que salió dela Compañía siendo teólogo de tercer año. Esde un gusto muy fino y delicado. También él sevalió de nuestro arquitecto para el diseño deuna nueva casa construida de acuerdo a las re-glas de la Arquitectura, la cual le salió suntuo-sa y magnífica: mas, para llenarla y adornarla asu gusto y según sus delicadísimas y muy no-bles ideas le fue necesario gastar poco menostodo su capital. Por fin la puso en tal grado demagnificencia y preciosidad, que no le queda-ba ya más que hacer ni añadir. Verdaderamen-te puede alojarse en ella un Monarca. Todas es-tas casas tienen su escalera amplia y bella delosas de piedra. Las más bellas tienen aguadentro de los patios.

(CICALA, 1743)

q El resto de las casas es de una misma es-tructura, de un solo piso, su material es lodo yadobes, esto es piedras o ladrillos de tierra, se-cados al sol; este lodo es algo como creta quellaman cangahua, muy dura y resistente; servíade material a los antiguos indios en sus cons-trucciones, algunas de las cuales subsisten has-ta ahora, desafiando fortísimas la injuria de lostiempos y la inclemencia del cielo, a pesar de

estar con las paredes descubiertas y sin defen-sa alguna. Las habitaciones de los principalesseñores, si bien por afuera no se manifiestanhermosas, por dentro son grandes, cómodas ycon suficiente orden y distribución. Los ador-nos de los cuartos y salas se reducen a cuadrosy pinturas al fresco sobre las paredes, de flores,frutas y animales que no dejan de hacerlos ale-gres. El piso está siempre recubierto de esteraso tapetes, de los cuales se trabajan aquí muybuenos. En los cuartos comunmente no se vensillas, sino dos o tres, y no en todas las casas; ensu lugar sirven grandes cojines que, colocadosal rededor, sirven para sentarse y son de ordi-nario de seda carmesí. Lo que más se estima enlos adornos son los espejos, y quien los tienemás, mejor arregla su casa, si bien son peque-ños, los encierran en marcos cuatro veces ma-yores que el mismo espejo, dorados, en cuyaconstrucción ponen todo empeño y gusto. Lascasas tienen poyos que dan la vuelta en muchasa toda la fachada, algunos de madera; otras tie-nen celosías, algunas de las cuales son pintadas.

Se alzan algunas torres, entre las cuales lamás alta y fuerte es la de la Compañía, que tie-ne ciento ochenta brazas de altura, luego la deSan Agustín, que tiene ciento sesenta y dos; laotra de la Merced que pasa de ciento veinte ydos y la de la Catedral que tiene ciento cua-tro10

Hay, a más de la fuente pública de la PlazaGrande, otras fuentes: una en la Plaza de SanFrancisco, en San Agustín y en Santo Domin-go, y tres en el Colegio Máximo de la Compa-ñía, dos de las cuales son de bello aspecto yabundantes, y una sirve a la ciudad toda por laexquisitez y pureza de sus aguas.

(COLETI, 1757)

Arquitectura / 63

10 Todas estas torres fueron destruidas en el terremoto de1868.- N. de E.E.B.

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q Las casas principales son grandísimas yalgunas de ellas tienen amplios departamentosbien dispuestos, pero no hay ninguna que ten-ga más de un piso y a la cual no le falte un bal-cón sobre la calle. Sus ventanas, por otra par-te, especialmente las de atrás, son bastante ba-jas y estrechas y en esto se hallan conformescon la antigua costumbre de los indios. Losmateriales que se emplean para construcciónde edificios en Quito, son adobes, es decir la-drillos crudos, y greda; y para hacer los prime-ros es tan a propósito aquella tierra, que cuan-do están defendidos del agua se sostienen mu-chísimo. Se juntan y atan entre ellos con unacierta composición resistente llamada canga-gua, especie de calcárea extraordinariamentefuerte y adaptada por los antiguos indios parafabricar sus casas, de las cuales se ven todavíavarios residuos cerca de la ciudad y en diversaspartes del Reyno, que habiéndose conservadono obstante la inclemencia del clima pruebansuficientemente su fuerza y duración.

(ANÓNIMO, 1763)

q Las casas pertenecientes a los principaleshabitantes, tienen generalmente un piso supe-rior, pero aquellas pertenecientes a las clasesbajas, son de un solo piso, construídas en sumayoría de adobes o piedra y entejadas. Las fa-milias de la clase alta residen en el piso supe-rior, la parte baja ha sido destinada a los sir-vientes y utilizan también como cocheras, bo-degas y para otros propósitos como éstos. Eluso de estrados, que es una parte levantada delpiso, es común aquí, como en Concepción, ylas mujeres parecen hallarse incómodas cuan-do están sentadas en una silla. El mobiliario esuna mezcla de piezas antiguas y modernas,justamente como han podido ser adquiridas,sin embargo, algunas casas, particularmenteaquella del Conde de San José, está más ele-

gantemente amoblada que las otras. Una mo-da prevalece aquí, y es la de tener una magní-fica cama al pie del estrado; algunas son concubierta de terciopelo carmesí forrado con ra-so, adornadas con un encaje dorado ancho yribetes de oro, con una colcha bordada de oroy plata en terciopelo; las sábanas, fundas, etc.,están adornadas con finos encajes de Bruselasy otros encajes igualmente hechos en Quito.Algunas de estas camas son pintadas, dandoun buen efecto a la vista, cuando las cortinasestán recogidas.

(STEVENSON, 1810)

q Las casas principales son grandes y bienrepartidas, y generalmente son de un alto, conazoteas guarnecidas de flores, y balcones a lacalle; pero había las puertas y ventanas, parti-cularmente interiores, pequeñas y estrechas,costumbre conservada entre los Indios, de losque sin duda los Españoles la habían recibido.Las casas se hacen de adobes y lodo, siendo porla bondad de la tierra tan fuertes de este mate-rial como de cualquier otro, siempre que elagua no las coja en descubierto. La tierra deque hacen los adobes y que sirve para trabar-los se llama cangagua. Los Indios también seservían de ella por ser muy sólida, y aún se venvestigios de algunas de sus habitaciones cercade la ciudad y en la provincia.

(EL VIAJERO UNIVERSAL, 1833)

q Conventos e iglesias

629 Los conventos de Religiosos, que hayen Quito, son de San Agustín, Santo Domingo,San Francisco, y la Merced; y además de estosuno de Recoletos de San Francisco: otro de San-to Domingo, y otro de la Merced: à excepciónde los tres ultimos todos los otros son Cabezasde Provincia. Hay assimismo en aquella Ciu-

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dad un Colegio Maximo de la Compañia; dosColegios de Estudios para Seglares; el uno inti-tulado San Luis, que esta al cargo de los Padresde la Compañia; y el otro San Fernando al de laReligion de Santo Domingo. En el primeromantiene el Rey doce Becas Reales, que se dis-tribuyen en los Hijos de Oydores, y OficialesReales: es Universidad, y tiene por Patron à SanGregorio. El de San Fernando, que es Funda-ción Real, està baxo la Proteccion de SantoThomàs; y este paga el Rey las propinas de losLectores: algunas de sus Cathedras son deoposicion, como las de Leyes, Canones, y Me-dicina; pero la ultima està vacante siempre porno haver quien la lea, aunque se le dispense laoposición. El Convento de San Francisco tieneun Colegio, o Casa de Estudios, para los Reli-giosos de su Orden, con el nombre de SanBuenaventura; y aunque lo material del edifi-cio forma en lo exterior un Cuerpo con él, es-tà en su interior economìa separado.

630 A correspondencia de los Conventosde Religiosos, hay de Monjas, la Concepcion,Santa Clara, Santa Catalina, y dos de Descalzasde Santa Teresa. El uno de estos tuvo su prime-ra fundación en el Assiento de Latacunga; pe-ro habiéndose arruinado con un temblòr, enque lo quedò todo el Lugar, se trasladaron lasReligiosas à Quito, y allí se han mantenido;aunque la fabrica de su Convento, y Iglesia noquedaba concluida, quando salimos de aquellaCiudad.

631 Assi el Colegio de la Compañia, comolos Conventos de Religiosos son muy capaces;de buena fabrica; y sobresaliente riqueza; lasIglesias abundantes en Adornos; grandes; ymuy decentes; pero la fabrica de algunas no esà la moderna. Así en estas, como en la Cathe-dràl luce quando hay Funciones Solemnes lacantidad de Plata Labrada, que sirve de ma-gestad al Culto Divino, y de ostentación àaquellos Templos: las ricas Colgaduras, y los

costosos Ornamentos hacen más serias las Fes-tividades, y vistosas las Iglesias; y aunque enlas de Monjas no brille tanto la riqueza, exce-de el asèo, y el primòr, y con este se esmèran enla mayor decencia del culto. No sucede lo mis-mo en las parroquias, porque sus funcionesdan bastantes muestras de la pobreza, que hayen ellas; lo que en alguna manera proviene deomission, ò descuido de aquellos, à cuyo cargoestàn.

(ULLOA, 1736)

q Del Colegio Máximo

El Colegio Máximo es también muy gran-de, imponente y magnífico, construído todo élde ladrillo y cal, con paredes muy gruesas y an-chas, pues sostienen las grandes bóvedas realesde todo el primer piso, bóvedas de extraordi-nario grosor. Verdaderamente la construccióny estructura del Colegio es muy rara, siendo ellugar no perfectamente llano, sino con algúndeclive más que visible y sensible. El primercorredor, largo por lo menos de 70 canas, tie-ne la fachada a la calle grande y real, muy vis-tosa y magestuosa. Hay una bella cornisa am-plia de la que nacen las ventanas del piso bajo,no habiendo otro; ventanas muy altas y an-chas, con sus rejas y marcos alrededor. Por en-cima de las ventanas hay otra cornisa sobre laque viene a apoyarse el [174] alero del techo,que sale fuera del muro más de cuatro palmos.Las habitaciones de la planta baja todas son al-macenes de alquiler, esto es, por la parte queda a la calle hasta una gruesa pared interme-dia, pues por la parte de dentro son dependen-cias del Colegio. El mismo frontispicio da lavuelta a los tres frentes del Colegio, que tienela figura parecida a un paralelogramo, aunqueen cada una de las fachadas hay una bella por-tería de piedra bien labrada con columnas ycornisas. El primer corredor es pues más bajo

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que los otros dos, o mejor, la mitad de todo elColegio, a lo largo es más baja que la otra endiez grados. Hay en todo el Colegio cincoatrios, claustros o patios muy amplios y espa-ciosos, además de algunos otros patios peque-ños. Al entrar por la portería principal se ve elprimer patio o claustro, con una fuente al cen-tro, sostenidos los arcos por columnas de pie-dra de una pieza que tienen, con su pedestal, ycapitel, la longitud de ocho a nueve palmos.Aquel es el patio de los estudios. La longitud,en perfecto recuadro, es por lo menos de die-ciocho a veinte canas.

En dicho claustro están todas las clases,grandes y espaciosas y la habitacioncita delportero. El otro patio, en lugar de columnastiene gruesas y bien labradas pilastras, y esepatio es el jardín de la botica, plantado de ár-boles, hierbas y plantas medicinales. Las habi-taciones de alrededor son todas oficinas delColegio y sirven la mayor parte para los lavan-deros indios del Colegio y para lavandería,otras destinadas a los carpinteros del Colegio ya los escultores. Sobre los arcos de uno y otroclaustro aparecen paredes con ventanales deesta manera: sobre los del primer claustro,conforman un cuadrado perfecto, sobre los delsegundo, sólo por el un lado que es el que da alcorredor principal, de esquina a esquina. To-dos los corredores tienen las bóvedas simula-das, pero hechas tan cuidadosamente, que pa-recen reales. Todas las habitaciones del corre-dor principal, que ordinariamente se llama “delos viejos”, son muy amplias y cada una tiene sudormitorio, que ocupa la mitad del aposento.Las habitaciones correspondientes al primerclaustro tienen bóvedas falsas; pero las del se-gundo claustro tienen bóvedas verdaderas ymuy gruesas. Los dos claustros están divididospor dos pequeños corredores en la mitad. Enuno está la Biblioteca, muy importante, de laUniversidad, otra habitación para las sillas, en

número de casi cien, todas muy bellas, y otrosadornos y ornamentos de la misma Universi-dad de San Gregorio Magno. Luego sigue unagran sala, muy amplia y bella con el despachoy recámara rectorales; luego otros dos aposen-tos más. En el otro claustro no hay más que elgran refectorio, unido al anterior con un co-rredorcillo; hay dos pequeños atrios que tie-nen por encima una pequeña azotea y pasadi-zo sobre dos bóvedas verdaderas. El un patie-cito está destinado para poner en agua y suavi-zar el pescado seco y salado; el otro, con variasdependencias, donde se suele hacer confituras,dulces en conserva, en miel, sorbetes, pastillas,etc. Sobre el suelo de la pequeña azotea está lalínea meridional trazada por Monsieur Lacon-damine y sus compañeros académicos de Pa-rís; en una columna de cal y ladrillo colocósostenido por un hierro una especie de reci-piente de cobre con un agujero pequeñísimo,del tamaño de una lenteja, que sirve para[175] conocer cuándo se encuentra el sol exac-tamente en el mismo punto del meridiano ymediodía perfecto, lo que ocurre cuando el ra-yo del sol cae perpendicularmente por aquelagujerito sobre la línea colocada abajo sobrelos ladrillos del piso de dicha azotea, todo locual sirve para regular los relojes.

Desde el primer patio de las clases subien-do tres gradas, se encuentra con un gran salóndonde hay ocho confesonarios para hombres,y desde donde se entra a la sacristía e Iglesia,así como también con otro gran Salón, amboscon bóvedas verdaderas de una sola pieza. Enél hay una cátedra y dos hileras de bancos yasientos a manera de coro, junto a con un finoaltar de la Anunciación de Nuestra Señora, ysirve para la Congregación de los colegiales losdías festivos y para las funciones escolares quese acostumbran hacer por la mañana. Desde elprimer salón se entra también por una granpuerta, subiendo ocho gradas, a la otra mitad

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del Colegio, y lo primero que se ve es un bellopatio, amplio, cuadrado, con una bellísimafuente al centro. Dicho patio está formado porun ángulo de pilastras magníficas que sostie-nen las bóvedas verdaderas; el otro ángulo so-lo tiene medias pilastras empotradas en las pa-redes, porque el uno forma el antedicho salónde los actos escolares, mientras que el otro, co-rresponde a seis habitaciones muy buenas pa-ra enfermería. En los dos corredores, una par-te correspondía al refectorio viejo y en el otroestán varios aposentos, en uno de los cuales es-tá el Sagrario, en el que hay, bien distribuidos,varios armarios primorosamente hechos den-tro de los cuales se guardan el gran númeroque hay de relicarios, bellos y preciosos. Poruna pequeña puerta se pasa al anterefectorioantiguo y se entra al otro claustro, un poquitomayor que el primero que se denomina de laProcura de la Provincia, en forma de casi para-lelogramo. Los tres lados tienen pilastras y ar-cos bien construidos sobre los cuales se sostie-nen las bóvedas reales; en el cuarto lado se vensolamente semi pilastras encajadas en las pare-des, una de las cuales forma parte de los cua-tro amplios y espaciosos aposentos de la pro-cura del mismo Colegio Máximo. En el corre-dor principal hay una gran puerta para entraren el anterefectorio y de él al magnífico e im-ponente Refectorio nuevo de bóvedas falsas yhermosas, capaz para ochenta a cien personas,con un bellísimo púlpito, dorado y esmaltado,para el lector. Está todo él embellecido concuadros y pinturas elegantísimas y artísticas.En el anterefectorio hay una puerta ventanapara entrar en la cocina. Sigue luego la despen-sa con la panadería y otros dos grandes salonescon bellísimas bóvedas reales pertenecientes ala despensa. En el corredor que sigue están to-das las habitaciones, aposentos y recámaras ycamarillas de la Procura de la Provincia. De es-te corredor se sale y entra en la gran Portería

empedrada, llamada falsa, que en Roma la lla-man de las carretas, donde está la puerta de laProcura del Colegio, otra puerta ventana queda a la botica y el paso para entrar en el últimopatio, llamado de las mulas, un cuadrado per-fecto con arcos a los tres lados, sostenidos porcolumnas de piedra octangulares. Allí están losalmacenes del Colegio, en un ángulo; en otroestá la pared con los semipilares que dan a laProcura de la Provincia [176] y el otro corre-dor de dicho ángulo está ocupado todo él porla botica que llena cuatro habitaciones muyamplias. En la primera hay la droguería, muybonita y grande con balancitas, vasitos y otrosinstrumentos necesarios, todos ellos de plata,en la segunda hay morteros de toda medida,de bronce y de mármol o alabastro blanco, cal-deros de cobre rojo y amarillo, alambiques yretortas, braceros, hornillos, etc. En la tercera ycuarta habitaciones hay estantes llenos de caji-tas muy finas, cajones y cajas grandes, llenas dehierbas medicinales y otras cosas relacionadascon medicamentos. Verdaderamente es unabotica bella, vistosa y bien provista de toda cla-se de medicinas, de la que se sirve casi a toda laciudad. En aquel patio hay una fuente baja conmucha agua.

Se sube al otro piso donde los tres patiosmencionados están embellecidos con ventana-les, que vuelven muy claros y luminosos todoslos pasillos. Los dos primeros y principales enverdad son bellísimos, largos por lo menosochenta canas. Se sube arriba por cuatro esca-leras. Tres de ellas tienen de dieciséis a veintegradas, cada una de una sola pieza de piedra.La otra es para la puerta de la antecocina he-cha en forma de caracol. Las habitaciones sontodas muy espaciosas y las del corredor llama-do de los estudiantes y de la Capilla, las máspueden albergar a cuatro estudiantes, aunquede ordinario suelen estar de dos a tres. El co-rredor de los Padres Maestros y del Padre Mi-

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nistro (llamado así), tienen los aposentos muygrandes con sus recámaras, muy capaces. Asíson también casi todas las habitaciones delotro corredor principal. Todas las bóvedas sonmajestuosas en gran manera y muy hermosas,aunque falsas. Entre los ventanales del primery segundo patio está la capilla interior y la sa-lita de recreo, dos apartamentos en verdadmagníficos y suntuosos. La capilla además deser muy rica en preciosísimos vasos sagradosde oro y plata y en exquisitos ornamentos, yestar embellecidos por unos grabados de cobreromanos con grandes marcos de ébano, cadagrabado tiene una longitud de por lo menoscuatro palmos y una anchura de tres; y son 24,de pincel maravilloso; representan la historiade José; verdaderamente constituyen un apre-ciable tesoro. Sobre dichos grabados hay unaestructura toda de columnas y tallas doradas,con pinturas en tela elegantísimas, cada una delas cuales tiene casi seis palmos de altura ycuatro de ancho y representan la vida de Ma-ría Santísima. Tiene también su pequeño ór-gano en una pequeña tribuna dorada, sobre lamisma Puerta de la Capilla. La Salita de recrea-ción está completamente adornada de imáge-nes caprichosas, de mapas y muchísimas otrasfiguras. Tiene capacidad para, ciento veintepersonas sentadas en los asientos estables y fi-jos. También la Biblioteca está soberbiamenteembellecida con estantes finamente trabajadosy muchísimas mesitas y sillas de formas inge-niosamente caprichosas, obra todo de un Her-mano alemán, famosísimo carpintero y escul-tor admirable. Hay casi dieciséis mil volúme-nes de libros, todos seleccionados y encuader-nados a la francesa, con elegante delicadeza.Los gastos fueron dispuestos por el Rector, unitaliano –el padre Fernando María Conosciuti,de Ferrara– hombre muy noble y docto, al parque era de singular celo apostólico y trabaja-

dor incansable en todos los campos, eximio envirtud, y gastó, en el Refectorio nuevo y la Bi-blioteca once mil escudos, incluídos los gastosde encuadernar a la francesa la mayor parte delibros. Todos los corredores están adornadoscon bellas pinturas y cuadros, algunos de ellosmuy grandes, otros menores, con bellos mar-cos tallados y dorados, entremezclados con es-maltes [177] de varios colores. Por fin una delas cosas singulares, la más apreciable de cuan-tas tiene el Colegio Máximo de Quito, es quepor la mitad del Colegio corre subterráneo unriachuelo, atravesándolo con sus aguas peren-nes. Cuando crece con las lluvias crece muchí-simo, por lo que dicho Río va encauzado entredos muy gruesas paredes que sostienen unabóveda real alta, ancha y bella, tan larga comola longitud y amplitud del Colegio, por lo quelos servicios higiénicos del Colegio, tanto de suparte alta como de la parte más baja, estánconstruidos exactamente sobre dicho riachue-lo, el que se ve correr rápidamente por los agu-jeros. Atraviesa no solo el Colegio sino nuestroSeminario, que está frente al Colegio Máximo,ofreciéndole la misma comodidad. En algunosrinconcillos y ángulos del Colegio hay aguje-ros para echar a aquellas aguas toda la basuray todas las aguas sucias de la cocina y del Co-legio. Separados de todo el Colegio hay otrosdos corredores, exactamente detrás de la Capi-lla mayor, un poco estrechos, como de cuatroa cinco palmos, con bóvedas falsas, y formanun ángulo; en ellos están siete bellas habitacio-nes. A la entrada hay la Puerta con cerradura ycampanilla. Son éstos los aposentos de los ter-cerones. Debajo hay un patiecito de la Sacris-tía, con muchos depósitos y rincones paraguardar las cosas pertenecientes a las funcio-nes de la Iglesia, como el sepulcro, muchísimasestatuas de la Pasión de Jesucristo y otrosadornos de tapetes, palios, etc.

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De la famosa Galería del Colegio Máximo

No se puede pasar en silencio la galería,grande hermosa y vistosa del Colegio Máxi-mo, que los españoles y americanos allá lla-man galería y está, cubierta con un techo, ba-jo el cual hay una bóveda falsa finamenteconstruída. Su longitud es poco menos detreinta canas italianas, y su anchura de doscanas y media y otras tantas de altura. Lasdos paredes que van de un extremo a otroestán llenas de hermosas ventanas, no cuadra-das sino que en su parte superior terminanen arco. En cada uno de los lados hay porlo menos veinticuatro ventanas. Antes estabaallí la Biblioteca a lo largo de 24 canas; colo-cada luego [178] en otro sitio mejor y másadecuado, más cómodo y más a mano. En-ton ces fue llevada allá la sastrería, con todossus cajones, estantes y armarios bien traba-jados, con tallados y cornisas, con varias mesi-tas y también cuatro bellas y muy grandes me-sas. Toda la gran extensión de la galería fueacortada solo en cinco o seis canas, medianteuna estrecha pared por división, para un apo-sento del Hermano sastre. En verdad dichaGalería o loggia, por estar situada a gran altu-ra y verse desde cualquier parte de la ciudady aun de fuera de ella, tiene una vista admi-rable, y agradable de toda la ciudad, y sus alre-dedores, colinas circundantes, así como losnevados, tales como el Cayambe y lo que esmás, el célebre monte del Cotopaxi, distantede Quito por lo menos dieciséis leguas, vién-dose las llamas cuando vomita fuego. Seve además las cordilleras blanqueantes denieve, llamadas de Guamaní. Se sube a ella poruna escalera de piedra construída en formade caracol; es una de las construcciones másbellas, más placenteras y más vistosas entretantas como hay en aquella ciudad.

De la Catedral y Sagrario de la Ciudad de Quito

La catedral situada frente al Colegio Máxi-mo con un flanco en la Plaza Mayor y princi-pal, es de construcción antigua, parte de pie-dra y cal, parte de adobes. Es grande, tiene tresnaves divididas por pilastras de cal y piedra. Elartesonado es de madera, bien elaborado; unpoco obscura, mucho más por el Coro magní-fico y soberbio que tiene en la mitad de la Igle-sia61, con una bella tribuna para el Organo,muy grande y con más de 24 registros. DichoCoro se levanta sobre el pavimento de la igle-sia tres escalones. El Altar Mayor tiene un be-llo retablo de madera todo dorado, con unamplio presbiterio, y en las dos esquinas delarco toral hay dos púlpitos finos con una ba-laustrada de hierro barnizado. En uno de estospúlpitos “in cornu epistolae”, canta el subdiá-cono la epístola; el diácono el Evangelio en elotro. Según la costumbre seguida en España yen América y también, en las Iglesias de Reli-giosos –excepto de los jesuitas– los otros alta-res son solo decentes y nada más. La sacristíaes bella, luminosa y grande. El campanario esalto, a la antigua, y en mi tiempo se le añadióel remate, que no lo tenía, de una pirámide oc-tangular imponente y [181] majestuosa. Haynueve campanas, siendo la mayor de un soni-do maravilloso. Fue hecha dos o tres años des-pués de mi llegada a la ciudad; cuando elmaestro licuaba el metal una y más veces puri-ficado y refinado, acudían los sacerdotes, ca-

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61 Así en España, y por lo menos, donde yo he estado, enSevilla, Puerto de Santa María y Cádiz, como tambiénen América todas las catedrales y Colegiatas tienen elCoro en la mitad de la nave mayor, por lo que quienentra por la puerta principal no ve ni puede ver el al-tar mayor ni la iglesia sino solo la parte posterior delCoro, cerrada con tablas, etc.

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nónigos, caballeros y señores con grandes su-mas de plata y las echaban en el gran crisol enque se licuaba el metal. Oí decir a todos quequizás había sido mayor la cantidad de plataque de bronce refinado. Sea de esto lo que fue-ra, prescindo y solamente digo que no he oídouna campana de un sonido tan sonoro, bello yagradable.

Lo suntuoso, magnífico y verdaderamentesoberbio y precioso es el Sagrario (así llama-do) de la Catedral, a donde se entra por dospuertas desde la misma Catedral. Es una igle-sia gobernada por los dos párrocos, llamadosRectores, para administrar los Sacramentos;siendo la Catedral la Parroquia primaria yprincipal, el Sagrario no es más que un cruce-ro con una altísima y majestuosa cúpula cons-truida con toda perfección, sostenida por cua-tro pilastras muy gruesas y por cuatro arcosreales magníficos y espaciosos. Es en gran ma-nera luminosa y clara. Hay tres altares, los trespreciosísimos. La tribuna del órgano sobre lapuerta tiene toda la magnificencia posible, to-da ella dorada y con finísimos arabescos, talla-dos y otras labores. La fachada es toda de gran-des sillares de piedra color plomo, muy solem-ne e imponente. Tiene dos cuerpos, amboscon semicolumnas y nichos con imágenes depiedra, aunque no muy perfectas. El remate ycoronación que corresponde al tercer y últimocuerpo, es también de original y buen trabajo.Tiene un pretil a manera de atrio o pórtico,empedrado todo él con grandes losas, y en sualrededor, a manera de parapeto de cuatro acinco palmos de altura, bellísimas columnitas,cornisas y labrados, todo de piedra; su longi-tud es de cerca de ocho canas, la anchura, detres canas y media, y tiene la forma de parale-logramo. Tanto la Catedral como el Sagrarioson riquísimos en platería y ornamentos no-bles y preciosos. Finalmente la Catedral por ellado de la plaza mayor, en que está la puerta

colateral para entrar en el templo, y comun-mente todos entran por ella, tiene un majes-tuosísimo pretil, es decir pórtico, que comien-za desde la puerta de la fachada, gira por to-do el flanco mencionado que es de una longi-tud de casi sesenta canas, y dos canas y me-dia su anchura, con su parapeto de cuatro pal-mos de altura, adornado en su remate con va-rios labrados. Todo él está empedrado con be-llas losas y construido con sillares de piedrade color plomizo. Para subir de la plaza al pór-tico y entrar por la puerta colateral haydiez gradas de una longitud de poco menosde dos canas, de piedra labrada a cincel. Co-mo el piso de la plaza, tiene un poquito de de-clive la escalera del pórtico al final tiene cercade veinte gradas de una longitud de dos canasy media cada una. En verdad que no corres-ponde la Catedral, de construcción ordinaria,a aquel pomposo, soberbio y majestuoso pór-tico.

(CICALA, 1743)

q Con excepción de la Catedral y el Sagra-rio, que están adornadísimas y que son ricas,tanto en rentas, como en utensilios, las otras sedisputan entre sí, para saber cuál es la más des-provista y la más pobre. El Sagrario es unabuena construcción, amplia y bella, y aúncuando su cúpula central se cayó en el últimoterremoto de abril de 1755, habiéndola vueltoa edificar, se la devolvió su primitivo esplendory belleza.

(COLETI, 1757)

q A más de las parroquias citadas hay diezcasas de religiosos: los Dominicanos, los Fran-ciscanos, los Agustinos, los Mercedarios, laCompañía de Jesús y los Betlemitas. Los cuatroprimeros tienen dos casas cada uno, que lla-man, la una la casa grande, y la otra la Recole-

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ta6 que nosotros llamaríamos Casa de Refor-ma. Todas estas casas son muy grandes y debuena construcción; sus iglesias ricas y am-plias, principalmente la nuestra, con tres na-ves, revestida de oro en las paredes, en los ar-cos y la bóveda. Todos los altares son igual-mente dorados, entre los cuales el mayor y elde los dos cruceros que son de San Ignacio yde San Francisco Javier, son de arquitecturamajestuosa y bellísima. Una gran cúpula cubrela mitad del crucero, revestida de oro y hermo-samente pintada. Otras buenas pinturas cu-bren el frene de los pedestales de los arcos quedividen las capillas laterales y que son cuatropor cada lado. Las obras y ornamentos tantode la nuestra como de las otras Iglesias son ri-quísimos en oro, plata y el trabajo, de suerteque en las festividades y funciones de la iglesia,el Culto Divino es tan esplendoroso y magní-fico como el de allá.

Una casa de Ejercicios comenzó a fabricarel Ilustrísimo y Reverendísimo Señor DoctorDon Juan Nieto Polo de Aguila, actual Obispode esta Ciudad; pero, habiendo encontradomucha oposición tanto en Quito como en laCorte de Madrid, la obra quedó imperfecta;sirve para este fin mientras tanto nuestra casade recreo situada al pié de una colina llamadael Panecillo, porque se halla aislada y tiene for-ma de Pan de azúcar o sea una figura cónica.Todo el gasto para mantener a los ejercitanteslo hace el Obispo, que para ello asignó rentas afin de mantener los ejercicios toda la Cuares-ma, cambiando personas cada ocho días.

Se cuentan además en Quito cinco Monas-terios de Monjas, dos de descalzas de Santa Te-resa llamados el uno el Carmen Alto y el otro

el Carmen Bajo; la Concepción, Santa Clara ySanta Catalina. El convento de Descalzas delCarmen Bajo se fundó al principio en la ciu-dad de Latacunga, pero destruido éste y la rui-na total de aquella ciudad el día 20 de junio de1698, a causa de un terrible terremoto, se tras-ladó a Quito. Estas religiosas y las demás vivencon mucha edificación y son en buen número,bien que no gocen de muchas rentas. Los Mo-nasterios eran suficientes en capacidad y cons-trucción, pero ahora, después del terremoto de1755, han quedado en su mayor parte inhabi-tables, viviendo las religiosas en sus huertos enpequeñas casas, menos las del llamado Car-men Bajo que ocupan sus habitaciones por nohaber sufrido mucho daño, de suerte que, su-primida la iglesia de estas monjas del CarmenBajo, las demás quedaron enteramente inser-vibles, porque en parte se cayeron y en ótra,amenazan ruina. La iglesia de la Concepciónquedó en pie, y sirve porque se repararon susdaños. También existe el Beaterio9 lugar de re-tiro de algunas personas espirituales que se lla-man comunmente beatas, y son como nues-tras mujeres piadosas de Venecia, bien que notengan hábito como ellas.

(COLETI, 1757)

q Y volviendo a mi historia digo que lle-gué a San Diego, donde me recibió el PadreGuardián con mucho agasajo, y luego medestinó la celda del Provincial. Tiene ese con-vento una buena huerta, y se cría con muchaabundancia de todas berzas. Tiene muchosfrutales especialmente manzanas y duraznos yrosales. Tiene dentro del cerco una grande lo-ma con una subida algo áspera, pero bien

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9 Carrera Yerovi y Manabí, casa Nº 66, actualmente depropiedad del señor Eduardo Endara Andrade.- Notade E. E. B.

6 Refiérese a La Recoleta, hoy El Buen Pastor: San Die-go, San Juan y el Tejar, en el orden indicado.- Nota deE. E. B.

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compuesta, y en ella plantada la Vía Sacra. Enlo superior, en años anteriores hubo un Padrede provincia, llamado el Padre Morrón, hom-bre de mucho séquito que gobernó muchosaños la provincia. Este pues hizo en lo superiorde este cerro una ermita, y pegado a ella ochoaposentos, lugar a propósito para retirarseunos días personas eclesiásticas a hacer unosejercicios. Y delante con una fuente que vienede aquella serranía con buen acueducto, seformó un risco muy hermoso con las travesu-ras que hace jugueteando el agua. Es este con-vento de San Diego, recolección. Al empezarpues esta fábrica se fue este Padre, y dejando elhábito azul se vistió ceniciento como los reco-letos, y se metió en San Diego. Esta repentinamudanza dio golpe no sólo en Quito, si que sedivulgó por toda la provincia. Un discreto enGuayaquil, admirado de esta mudanza un díase fue a nuestro convento, y en congreso devarios religiosos dijo a uno: Fulano, mire ustedcómo el Padre Morrón ha dejado ya la vanidad,y se ha retirado a San Diego. Pero respondióle:Es que el Padre Morrón tiene cuatro mil pesosdentro de las petacas. Yo estoy aguardando a te-ner otros cuatro mil para hacer lo mismo.

El Padre no perseveró allá, y fue gran for-tuna, porque todas las tardes se despoblabaQuito de damas, caballeros, jueces y canóni-gos, a hacerle visita, y como esto acarrea refres-cos y meriendas, se iba relajando el sosiego, si-lencio y disciplina regular del convento, y an-tes de acabarse la obra se volvió a la observan-cia, verificándose en él a lo material y formalaquello del Evangelio: Hic homo sepit edificare,et non potuit consumare. Este pues cerro esmuy fecundo de pastos y en él se pusieron misbestias, y así sin ningún gasto las tuve regala-das y mantenidas. La ciudad de Quito desdeque se fundó fue siempre corte de reyes genti-les, y se llamaba antes de la conquista la Ciu-dad del Sol.

Tiene la ciudad cinco conventos de mon-jas, cuyas iglesias son muy frecuentadas, y enellos hay mucha fábrica de encajes y pegadi-llos, y así hay en ellos un continuo comercio.Cada monja tiene una o dos, y cual tres criadaso negras esclavas, y éstas todo el día andan en-trando y saliendo a los recaudos y a vender loque en los conventos se trabaja.

La fábrica de nuestro convento es muysuntuosa, y es de los mejores conventos quehay en todo el Perú. Tras del convento hay unaserranía de cuarenta leguas, y todo este territo-rio dio a nuestro convento el emperador Car-los V, porque nosotros fuimos los primerosque poblamos aquel reino. A esta serranía lla-man Pichincha, y preguntado el demonio deun energúmeno cuál era el cerro más rico delmundo, respondió que Pichincha.

El convento de Santo Domingo es muybueno, muy rico y bien aperado de alhajas. Loque más me agradó fue la custodia que es deoro, y está toda tachonada de pedrería; y el sa-grario está con tal artificio, que la custodia convarios tornos sube al sagrario, y del sagrariobaja a ponerse a la mano del sacerdote y en elaltar. En nuestro convento lo más singular es lapintura del claustro de la vida de nuestro Pa-dre San Francisco, y en la sacristía una alba demuselina en que está bordada también la vidade nuestro Patriarca, y un par de vinajeras consu platillo todo de coral, cada cual de una pie-za. Las vinajeras son un poco menores que elpuño, muy bien labradas al modo de hidrias, yel platillo tiene un jeme de ancho y una terciareal de largo.

Había entonces también colegio de Padresjesuítas muy bueno y muy rico. Lo mejor queallí vi fueron dos cortinas laterales del altarmayor, labradas en Milán, a modo de raso deChina. Habían las dos costado sesenta mil pe-sos. Tenía también la iglesia en las columnasde las nevadas pintados a todos los profetas,

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pintura muy fina, y dentro del claustro otradel venerable hermano Alonso Rodríguez1,mallorquín, también muy fina, y la iglesia todaarrodada de espejos de a tres varas de luna, yéstos fabricados allí mismo por un jesuita ale-mán.

Tiene la ciudad Presidente, Obispo y RealAudiencia. Tiene cinco conventos de religio-sos: San Francisco, Santo Domingo, La Mer-ced, San Agustín y los Padres Belermos. Laiglesia de San Agustín a lo interior está todaforrada de madera con escultura de realce ytiene alhajas de plata para cubrirse toda hastael techo, y cada año se cubre por Semana San-ta. El convento está muy rico y poderoso.

(SANTA GERTRUDIS, 1760)

q La Catedral a más de la riqueza de sumobiliario, está adornada magníficamente detapicerías y otras preciosas decoraciones. Peroen comparación de ésta, las otras iglesias pa-rroquiales son tan mezquinas que apenascuentan con lo necesario para el servicio divi-no. Algunas de ellas no tienen por pavimentosino el terreno desnudo, y por la pobreza deeste puede juzgarse de lo restante. La Capilladel Sagrario es grandísima, fabricada toda depiedra, de un gusto de arquitectura agradabley la disposición interior de sus partes no cedea la bella apariencia del exterior.

(ANÓNIMO, 1763)

q Los conventos de religiosos de Quitoson los de la Orden de San Agustín, de Santo

Domingo y de la Merced, que son los jefes delas respectivas provincias; pero fuera de estoshay uno de franciscanos reformados, otro dedominicanos y otro de mercedarios. Existetambién un colegio de Jesuitas y dos colegiospara seglares: uno llamado San Luis, del cualtienen la dirección los Jesuítas, y el otro de SanFernando, bajo la de los dominicanos, En elprimero existen doce puestos (becas) que sedan por el Rey a los hijos de los Auditores y deotros oficiales de la Corona. Hay también unauniversidad bajo el patrocinio de San Grego-rio. Uno de los colegios es de real fundación ydedicado a Santo Tomás, y el sueldo de losprofesores se paga por la Corte. Algunas de lacátedras de este Colegio pueden ser ocupadaspor graduados en Cánones, Leyes civiles y Fí-sica. Pero los puestos de esta última cienciahan estado largo tiempo vacantes por falta deprofesores, aunque estos estuvieran dispensa-dos de sus grados. El convento de los Francis-canos tiene un colegio llamado San Buenaven-tura para los religiosos de su Orden, el cualaún cuando se halle bajo el mismo techo, estágobernado y administrado separadamente delConvento.

Quito tiene todavía varios conventos demonjas como los de la Concepción, Santa Cla-ra, Santa Catalina, y dos de Teresas descalzas.Uno de estos fue fundado originariamente enla ciudad de Latacunga; pero habiendo un te-rremoto arruinado la ciudad y el convento, lasmonjas se trasladaron a Quito donde queda-ron definitivamente.

(ANÓNIMO, 1763)

q Quito cuenta con siete iglesias parro-quiales: el Sagrario, perteneciente a la Cate-dral; Santa Bárbara, San Blas, San Sebastián,San Roque, San Marcos y Santa Prisca. De és-tas, el Sagrario sobresale por su hermoso edifi-

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1 Alonso Rodríguez.- Hoy San Alonso Rodríguez, S.I.,canonizado en 1888. No era mallorquín, sino segovia-no, aunque consiguió su santidad en Mallorca siendoportero del colegio de Montesión de la Compañía deJesús. Su cuerpo se venera incorrupto en la iglesia dedicho colegio. (Nota del editor, Jesús García Pástor).

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cio de Piedra, contiene algunas pinturas y es-culturas ejecutadas por nativos. Hay tambiéndos conventos de Frayles Dominicos, tres deFranciscanos, dos de Agustinos y dos de Mer-cedarios; el Colegio de los ex-Jesuítas, dos Mo-nasterios de Carmelitas, uno de la Concep-ción, uno de Santa Clara y otro de Santa Cata-lina; además de una casa de retiro para muje-res, denominada el Beaterio. Existe un Hospi-tal que está bajo el cuidado de los frayles Betle-mitas, y parte del colegio de Jesuítas que se hacedido a aquellos de la Orden de San Camilo.Cada una de estas casas religiosas, disponen deuna iglesia, algunas de ellas con una o más ca-pillas, además de algunas capillas públicas.Muchos de la nobleza tienen oratorios en suscasas, así como los colegios, cárceles, la Peni-tenciaría, el Hospital y otros lugares públicos.

(STEVENSON, 1810)

q El convento de San Francisco es el másgrande que yo he visto jamás; las paredes exte-riores son de ladrillo, pero todas las de losclaustros son de piedra; está situado al pie delmonte Pichincha, y parcialmente en arcos quecruzan un vacío en la roca. Uno de los claus-tros tiene un grupo de celdas cortados dentrode la roca, los techos de las cuales están al ni-vel de la tierra.

El pórtico de la iglesia está sobre una terra-za, a doce pies de altura sobre el nivel de la pla-za, desde la cual se levanta una escalinata depiedra que conduce a la puerta principal deltemplo; la mitad inferior de esta escalinata tie-ne la forma semi-circular al frente, y la supe-rior a la inversa, con un descanso al medio. Laterraza se halla cubierta de piedras planas dediferentes tamaños y figuras, colocadas de talmanera y con tanto arte, que los intersticios entre ellas son escasamente perceptibles. La fa-chada de la iglesia corresponde al orden Tosca-

no; es grande, bien proporcionada y está coro-nada por dos bonitas torres campanarios. Suinterior es magnífico, su cuerpo en forma deuna cruz, con torres redondas y cúpulas en losespacios. El altar mayor, ricamente ornamen-tado, y el presbiterio a la altura de cinco piessobre el nivel del piso, con una aparienciamagnífica. Las ceremonias litúrgicas que se lle-van a cabo se hacen con gran solemnidad. Elcoro, sobre la entrada principal, descansa enun arco elíptico, que cruza la nave central de laiglesia, además de dos arcos de las naves late-rales. El cielo raso está sostenido por una do-ble hilera de pilares circulares delgados, osten-tando un hermoso trabajo de artesonado. Enel coro se ha realizado un apreciable trabajo entallado de asientos y mesas de lectura. Cuentacon dos buenos órganos, el uno italiano, y elotro fabricado en Quito por un nativo. En laiglesia y en la sacristía hay muchas buenas pin-turas y esculturas, que corresponden a artis-tas nativos, particularmente una efigie de SanFrancisco atribuida a Miguel de Santiago,un San Juan y una Magdalena, de él mismo, yun Ecce Homo de tamaño natural, de Sama-niego.

Junto a la iglesia hay dos capillas, la una de-dicada a San Buenaventura; y la otra construí-da a expensas de un indio llamado Cantuña,dedicada a nuestra Señora de los Dolores: enesta capilla cabe anotar la presencia de unaimagen de la Virgen María, exquisitamenteterminada, cuyo autor es desconocido, sin em-bargo muchos atribuyen a Caspicara, un es-cultor nativo de Quito.

Aunque las iglesias y conventos de SantoDomingo, San Agustín y La Merced, están ele-gantemente construídas de piedra y ladrillo, ycontienen muchas cosas dignas de mencionar-se, no entraré ahora en una descripción deta-llada de ellas.

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El convento de la Recolección de San Die-go, perteneciente a los Franciscanos, de acuer-do a su situación, está en una hondonada enlos suburbios de la ciudad, casi oculto entre losárboles y breñas, y románticamente apartado.

Una minuciosa atención se ha puesto enlos detalles de su edificación, pues se asemejaen cada punto a una solitaria ermita, que atraerealmente la admiración de los extranjeros, esquizá la casa religiosa de retiro y contempla-ción, más perfecta en el Nuevo Mundo. En es-te pequeño convento, los deberes de la vidamonástica son extrictos y muy religiosamenteobservados. Los pálidos frayles cubiertos deuna arpillera gris, sandalias con el medio piedesnudo y un silencio habitual, confirman laopinión de la santidad del lugar, donde loshombres parecen vivir en preparación paraotra vida. Yo he pasado a menudo por esosclaustros al atardecer, escuchando a la distan-cia las notas del órgano de la iglesia, y el so-lemne canto de los frayles, con tan reverentetemor como nunca he experimentado en nin-gún otro lugar, mayormente si se siente y prac-tica esta religión.

En una de las calles principales hay un bo-nito arco de piedra, frente al monasterio de lasCarmelitas, bajo el cual se ha levantado un al-tar dedicado a la Virgen María, y donde se ce-lebra la misa todos los días sábados. Este edifi-cio, que tiene la apariencia de un arco triunfal,es llamado de la Reyna de los Angeles.

En los suburbios, al lado norte de la ciu-dad, hay una pequeña capilla llamada de la Ve-ra Cruz. Aquí fue enterrado el cuerpo de Blas-co Núñez Vela, un Caballero de Santiago, quefué la primera persona a quien le fue conferi-do el título de Virrey. Su conducta observadaen Lima fue muy rigurosa y opresora para consus subordinados, tanto que la Real Audiencialo destituyó y lo embarcó en el Callao con des-tino a Panamá; pero él consiguió persuadir al

Capitán del Navío para desembarcar en Tum-bes, de donde prosiguió a Quito, y siendo per-seguido por Gonzalo Pizarro, en la llanura deAñaquito, cerca a la ciudad, se libró una bata-lla en 1546, en la que el Virrey resultó muertoy su cuerpo transportado a la referida capilla,donde sus restos fueron enterrados.

Quito es la residencia de los Prelados pro-vinciales de las cuatro Ordenes, de San Fran-cisco, Santo Domingo, San Agustín y La Mer-ced, hallándose todos los conventos del terri-torio de la Presidencia sujetos a ellos.

La iglesia perteneciente al monasterio deSanta Clara es notable por su cielo raso de for-ma elíptica. Los ejes transversales miden cua-renta y un pies, las uniones veintiseis y la con-vadura de los arcos nueve pies dos pulgadas,está construído de piedra con la superficie in-terior completamente plana. Viendo desde elpiso de la iglesia el cielo raso, que está a trein-ta y seis pies de altura, aparece plano. Esta her-mosa pieza de arquitectura fue enteramentetrabajada por los indios en el año 1767.

Entre los edificios conventuales dignos demencionarse, está el colegio de los Ex-Jesuítas.La fachada de la iglesia es de piedra de la másexquisita manufactura, con pilares de estiloCorintio a cada lado de la puerta principal, en-trelazados entre sí por enredaderas de rosas ylilas, del mismo material tan finamente reali-zadas que una persona puede introducir susdedos en los espacios de las ramas y el pilar; yen muchos lugares pasan a lo largo de la semi-circunferencia del pilar sin tocarlo. Los seis pi-lares tienen trece pies de altura y están hechosde un solo bloque de piedra, de la misma quese ha empleado para construír toda la fachada.En dos nichos pequeños se ha colocado las efi-gies de San Pedro y San Pablo; bajo el nicho deSan Pedro están los emblemas de lo que él fuéantes de llegar a ser un Apóstol, una barca pe-queña y una red, cuyas mallas se hallan sepa-

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radas un tanto de la piedra principal, y en lacual están algunos peces, uno de los cuales es-tá algo separado de la red y de la piedra, suel-to, y puede ser tocado introduciendo un dedoentre las mallas de la red. Sobre el busto, en al-to relieve, hay una silla, una mitra, cruces y dosllaves. Al frente, como el busto de San Pablo yen alto relieve, un lobo, el cual ha desgarradola piel de un cordero, excepto de la cabeza, su-jetando con sus extremidades anteriores elcuerpo mutilado y sosteniendo una parte de lapiel en su boca, con la cabeza erguida y susorejas levantadas en actitud de escuchar. Elconjunto de esta representación emblemáticaes delicadamente palpable y evidencia la exis-tencia del cincel de un Maestro. Tambiénconstan sobre este busto un vaso y algunos li-bros. Al frente y en varios nichos están una es-tatua de la Virgen María; y cuatro, de San Ig-nacio de Loyola, el fundador de la Orden, SanFrancisco de Borja, San Juan Francisco Rejis, ySan Francisco Javier, Apóstol de las Indias;también dos bustos, uno de San Luis Gonzagay otro de San Estanislao Koska, todos pertene-cientes a la Orden. La totalidad de esta delica-da pieza de arquitectura fue ejecutada por in-dios bajo la dirección del Padre Sánchez, nati-vo de Quito; un trabajo que será más estimadoa medida que sea más conocido por los aman-tes del arte fino.

El interior de la iglesia, es del modelo de lade Jesús de Roma. Su aspecto es de grave so-lemnidad. Los pilares son cuadrados y sostie-nen unas bóvedas sin ornamento con una pe-queña cúpula en el centro.

Antes de la expulsión de la Orden el tem-plo estuvo ricamente ornamentado, pero hasido despojado de sus más valiosos conteni-dos, entre los que se cuentan, una custodia,que se halla a la presente en la capilla real de ElEscorial. Su cara anterior se compone de dia-mantes engastados en plata brillante, y la pos-

terior de esmeraldas incrustradas en oro; aun-que su altura es solamente de dos pies y ochopulgadas, está avaluada en 870.000 dólares.Al pie consta una inscripción -MS Londres1721-. De esta joya existe un grabado y des-cripción en la sacristía de la iglesia.

Una de las entradas que conduce al Cole-gio, está atravesada por un hermoso arco depiedra del orden Dórico, primorosamente rea-lizado. La Biblioteca contiene más de veintemil volúmenes, entre los cuales existen traba-jos muy antiguos. Los libros se han colocadoen diferentes compartimentos, con los respec-tivos diseños emblemáticos en el lomo, indi-cando la ciencia de la cual tratan. Su aspectototal es de un anfiteatro. Consta de tres pisos,con una galería entre el primero y segundo pi-so, y una balaustrada al frente, con escritoriosdispuestos convenientemente para la consultay tinteros para las anotaciones de algún extrac-to. Hay una particularidad respecto a este sa-lón, y es que aunque las ratas y ratones abun-dan en todo el edificio, no han penetrado a es-te tramo, probablemente debido a algún ingre-diente mortal que se ha mezclado con el mate-rial del enlucido. Al refectorio adorna unabuena pintura de las Bodas de Canaan, aunquelas obras más valiosas han desaparecido y sólouna lista de ellas se ha dejado en la biblioteca.Todos los muros de la construcción son de la-drillo de buena calidad, con los marcos de laspuertas, y ventanas de piedra, así como los pi-lares y arcos de los claustros.

Parte de este edificio se ha cedido a losfrayles Agonizantes, con la iglesia; otra ha sidoconvertida en salones para la Universidad, y elresto en barracas para los soldados, en estoslugares fueron sacrificados los primeros már-tires de la Emancipación Sud-Americana el 2de Agosto de 1810.

(STEVENSON, 1810)

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q Hospital

632 Hay assimismo un Hospital, donde securan los Pobres enfermos con división de sa-las para Hombres, y Mugeres; y aunque no sonmuy crecidas sus rentas, goza las equivalentesà los regulares gastos de su subsistencia: està alcargo de la Religion Hospitalaria de NuestraSeñora de Bethlem. Antes era administrado porpersonas particulares de aquella Ciudad, quie-nes dexaban perder las Rentas, ò por falta dediligencia, ò aprovechandose de la mayor par-te de ellas con detrimento de los Pobres; perodesde que las tomò à su cuidado esta Religiónhan edificado nuevamente toda la Obra delConvento.

(ULLOA, 1736)

q Del Convento-Hospital e Iglesia de los Hermanos Betlemitas

El Convento-Hospital de los HermanosBetlemitas no es despreciable antes merece sudescripción. Primeramente, su fundador el Ve-nerable Siervo de Dios N. Betancur, paname-ño, donde yo conocí a sus sobrinos y sobrinossegundos, instituyó en Méjico [182] una nue-va Religión, cuyo ministerio no es otro que elde la Hospitalidad [es el término usado por él],es decir, el mismo que el de San Juan de Dios,de cuidar a los enfermos y también a los con-valecientes. Así pues tienen en algunas ciuda-des, como dicen ellos, enfermerías, esto es, cui-dado de solo enfermos, los cuales al convalecerson trasladados a otro Hospital, como de SanJuan de Dios, donde son asistidos durante to-do el tiempo de su convalecencia. Tienen ade-más hospitales de sola Convalecencia, como enLa Habana y otros lugares, donde solo cuidande convalescientes, mas no de enfermos. Sinembargo de ordinario sus hospitales abrazan aunos y otros: enfermos y convalecientes. Esta

Religión está extendida por toda América; suCapítulo está en Méjico, donde reside el Gene-ral. Todos son laicos y absolutamente nadie nies, ni puede ser sacerdote, de la misma mane-ra que quizás sucede en la religión de San Juande Dios. Sus reglas, casi todas, han sido sacadasde las de los jesuitas; y solo los jesuitas debenser sus directores, confesores y predicadores,sujetos en todo a su dirección; de ellos debenoír dos exhortaciones o pláticas domésticascada semana y a ellos deben dar cuenta de susconciencias y estarles completamente subordi-nados. Su Coro no es otro que el Oficio Parvode la Virgen y tres Rosarios en distintos tiem-pos. Su hábito es idéntico en todo al de los ca-puchinos. Usando también como éstos la bar-ba62. Los Superiores locales tienen el título dePrefecto. En dicha Religión florecen excelentesmédicos, boticarios especializados y cirujanos.Sus boticas están muy bien cuidadas y bienprovistas de todo. También los departamentospara su habitación están muy bien amuebla-dos, adornados y embellecidos, siendo en estoverdaderamente diferentes a los capuchinos.

El Hospital, pues, dirigido en Quito por di-chos Religiosos, que es para enfermos y conva-lecientes, es un ángulo de buena construccióncon paredes gruesas y anchas de más de seispalmos. Tiene un solo piso, no hay ningún pi-so alto; son dos salones o salas las que formanel ángulo: la una tiene una longitud de casicincuenta canas; la otra poco más de cuarenta.Ambas tienen una anchura de cuatro canas;pero dispuestas en bella y singular simetría. Alentrar en dichos salones no se ve ningún en-fermo, sino solo pequeñas habitaciones muydelicadas, largas de una cana y anchas de seispalmos, puesto que en las mismas paredes es-

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62 Por la barba que llevan son también llamados por elvulgo y aun por la gente culta Barbones.

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tán hechos unos nichos con una bóveda realde ocho palmos de longitud y cuatro de an-chura, con sus camas estables fijas, pero que sepueden desarmar para arreglarlas y limpiarlascuando es necesario. Hay también pequeñosmuebles para poner la ropa, medicinas y todolo demás necesario; así que los dos Salonesquedan libres, amplios y hermosos sin ningúnestorbo, todos ellos muy luminosos y bien pin-tados. En cada corredor hay un bellísimo al-tarcito para celebrar la Misa cada día. En aquelángulo caben ciento diez y quizás ciento vein-te enfermos, es decir, para solo hombres; se de-bía construir otro. Hay un bonito atrio oclaustro con pilares de buena construcción y elConvento y habitación de los hermanos. ordi-nariamente en número de doce y dieciséis. ElConvento fuera de la planta baja tiene un pisocon exquisitas celdas y una bella y magníficabotica. [183] Todo este edificio está situado enla calle real y principal de la ciudad. Sin em-bargo en la calle que cruza está el hospital demujeres. Antes, para decir verdad, su estadoera misérrimo tanto en su edificio como en suasistencia y en su botica; pero luego ha habidohombres píos y ricos que hicieron destruir to-do aquel edificio medio ruinoso y levantarondesde los cimientos un soberbio edificio conun piso alto además de la planta baja; ademásse asignaron nuevas rentas y resultó muchomejor que el Hospital de hombres. Está aten-dido por muchísimas buenas mujeres bien re-tribuídas, pero todo bajo la dirección de losHermanos barbones. Además levantaron unaCapilla, pequeña si, pero muy hermosa, delica-da y embellecida, construída según las reglasde la arquitectura. Cuando se abrió por prime-ra vez, hace siete u ocho años, hubo pomposasy magníficas fiestas durante ocho días. En otrotiempo no había más que una pequeñísimaCapillita en la calle real, bajo un imponente ar-co de más de dos canas de anchura, con una fi-

nísima pintura de María Santísima llamada delos Angeles por lo que se llamaba el Arco de losAngeles, bajo el cual había muchos ángelespintados, siendo aquella imagen de NuestraSeñora de los Angeles muy venerada de todala ciudad, por los continuos milagros queobraba.

(CICALA, 1743)

q Los Padres Betlemitas tienen bajo sucuidado el hospital de enfermos que están se-parados en dos salas, según su sexo. La cons-trucción es nueva y fué hecha por estos padresque también reconstruyeron la Iglesia que essuficiente en tamaño y bien adornada. Si lasrentas no se hubieren malgastado y los fondosse hubieran administrado bien por los seglaresque antes tuvieron a su cuidado este hospital,podría hoy recibirse en él a mayor número deenfermos y asistirlos mejor. Con todo esto,esos religiosos hacen lo que pueden a la medi-da de sus entradas, las limosnas son bastanteescasas. Los Betlemitas desconocidos en Euro-pa, tienen por fundador al Padre Betancourt,natural de Tenerife en las Canarias, en dondenació en Septiembre de mil seiscientos veinti-seis. Murió en olor de santidad en la Provinciade Guatemala cercana a México, el 25 de abrilde mil seiscientos sesenta y siete; su principalfin es atender a la curación de los enfermos enlos hospitales; no tienen sino un sacerdote ensus casas, los demás son hermanos laicos y vi-ven en todo lugar, de manera muy edificante.Visten como nuestros padres Capuchinos yllevan barba como ellos, se diferencian única-mente en que llevan al lado izquierdo del pe-cho una insignia oval en la que está pintadoel nacimiento de nuestro Señor Jesucristo enBetléem y su Patrona es la Santísima Virgen deBetléem. Esta Congregación religiosa se erigióen Comunidad por Clemente Décimo, con la

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Bula de 2 de Mayo de 1672, y con otra de 3 deNoviembre de mil seiscientos setenta y cuatro,habiendo sido confirmada en forma de Reli-gión por la Bula de Inocencio XI, el 26 de Mar-zo de 1687. Se extendió primero en la AméricaMeridional, en Lima en el año de 1671, en Piu-ra sobre la costa del Mar Pacífico de la Provin-cia de Quito el año 1678. En Trujillo en 1680 yen Quito en 1741. Tiene su Ministro Generalen Méjico, y cada seis años se reunen, ora en

aquella ciudad o en la de Lima alternativa-mente para elegir Ministro. Tienen tambiénsus propias constituciones y reglas que se ase-mejan en algo al rigor de las de los Capuchi-nos. Estas breves noticias espero que no os dis-gustarán, bien que el Padre Bonnani, en el to-mo de las Ordenes Religiosas hable de ello, co-mo bien lo sabréis y talvez lo habéis leído.

(COLETI, 1757)

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q (196) De los paseos que hay en Quito

Por lo que respecta a los paseos que se en-cuentran en aquella ciudad y a sus alrededores,por cierto bellos y agradabilísimos, debo decirque solo hay uno para las carrozas y calesas yes saliendo por San Blas y Sta. Prisca al Ejido.Pero como son tan poco usadas las carrozas ycalesas y solo prefieren los hombres pasearse,casi a diario, a caballo o mulas de buen paso, ylas señoras a pie o a lo más en silla de manosmuy elegantes, por eso jamás han pensadoaquellos ciudadanos en arreglar con poquísi-mo gasto, otros caminos por las afueras de laciudad, apropiados para pasear por ellos encarrozas. Hablando ya de los paseos agradablesque se pueden hacer a pie fácilmente, con pla-cer y agrado de la vista, son muchísimos. Elprimero es el del primer Egido, por donde seentra en la ciudad, muy llano, y con una longi-tud de más de seis millas. La calle trillada es demás de tres canas de anchura, con el piso sóli-do, macizo y nada fangoso. A lo largo de todaaquella extensión hay a mano izquierda jardi-nes, huertos, casitas y florerías deliciosas, sinimpedirse la entrada a nadie. Al comienzo delEjido, donde está la Iglesia parroquial de SantaPrisca, hay un pequeño lago: en estos últimosaños algunos caballeros han hecho construír, asu costa, gran cantidad de asientos de piedra asu alrededor, y plantar una preciosa Alameda(como dicen los españoles), es decir, variasavenidas de árboles frondosos, de naranjos, al-

rededor del lago, lo que forman muy simétri-camente varias calles hermosas, amplias y ele-gantes. Otro paseo bello y vistoso es el llama-do de Guápulo, esto es, un poquito acá de laIglesia de Sta. Prisca hay una encrucijada; lacalle a mano izquierda conduce al Ejido pero lade a mano derecha lleva, por un camino demás de una milla, bastante llano, cuidado ylimpio con buen lastre, al pueblecito llamadoGuápulo. Dicho camino se levanta por encimadel Ejido casi dos canas, del que se domina to-do con una vista verdaderamente regia y muyhermosa. Por el otro lado se halla la cresta deuna serie de pequeñas colinas, sembrada detrigo, cebada y otros granos. Andada todaaquella calle, de más de una cana y media deanchura, se llega a una cresta desde donde secontempla una especie de valle muy profundo,pero que solamente tiene doscientas varas, esdecir, cien canas de longitud y 40 de anchuracon el Río Machángara que corre por él, a lolargo de casi la mitad de aquella explanada,para desembocar luego por la garganta estre-chísima de dos montes muy altos. También elvallecito está rodeado de altísimos montes enforma de corona, cuyas faldas son en gran ma-nera escarpadas. Desde la cresta, hasta la pro-fundidad del pequeño valle hay una buenamedia legua; pero como aquella pendiente estan escarpada, la han habilitado con un cami-no ancho, bello y bastante fácil, pues lo han di-señado serpenteante en forma de Z, con tantasvueltas, de tal manera que resulta con poquísi-

III. Alrededores y paseos

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ma pendiente, y declive aunque mucho máslargo.

De la Iglesia de Nuestra Señora de Guápulo

En este vallecito hay algunas casitas o tugu-rios de indios, pero sobre todo está un Santua-rio, de lo más bello y precioso: una Iglesia consolo el crucero, (197) pero de gran majestuosi-dad y suntuosidad. Dicho crucero es todo él depiedra y cal, muy alto y de paredes muy grue-sas. Desde la Puerta Mayor hasta el Altar ma-yor tendrá a lo más quince canas y otras tantascasi en los dos brazos colaterales. Toda la Igle-sia es de bóveda real con una hermosísimacornisa. Tiene cuatro grandes pilastras, sobrelas que se levantan los cuatro arcos torales degran anchura y una grandísima cúpula con lu-minosas ventanas a su alrededor, en el primercuerpo, la cual termina con un bellísimo cu-pulín, también éste con sus ventanillas. Estetemplo construído y luego soberbiamente em-bellecido según las reglas de la arquitectura, notiene, mas de 3 hermosísimos altares; sin em-bargo el Altar Mayor sobre todo es magnífico,soberbio, vistoso y muy rico. Detrás del Altarhay el Camarín (uso el término español) o ni-cho de María Santísima llamada de Guápulo,que es una hermosísima estatua de siete pal-mos, con el Niño Jesús sobre el pecho, sosteni-do por la divina Madre con el brazo izquierdo.El semblante de aquella milagrosa imagen esverdaderamente, majestuoso pero de singularafabilidad y amabilidad, acompañada de ex-traordinaria belleza. La primera vez que la vijuzgué ser aquel trabajo de los ángeles y no delos hombres, y es, indecible la ternísima devo-ción que infunde en quien la contempla y ob-serva. Los milagros continuos y de gran reso-nancia son innumerables, así como también loson las joyas, perlas, piedras preciosas, vestidosriquísimos, adornos de oro y plata. En resu-

men: entrar en aquel Camarín o Nicho en queestá majestuosamente colocada en un granasiento todo él de plata, es entrar en un peque-ño paraíso y al mismo tiempo en un abundan-tísimo tesoro. Es éste el primer y principalSantuario de toda aquella vastísima Provincia,embellecido con hermosos espejos muy finosy ricos ornamentos así como son prodigiosaslas gracias y milagros recibidos por los devotosrepresentados en grandes láminas y piezas demedio y bajo relieve, con muchísimas lámpa-ras, de mucho peso, de plata bien labrada ysiempre encendidas. Me atrevería a decir quecasi la mayor parte del año permanece aquellacelebérrima imagen en la Catedral de Quito,ya que en la menor adversidad y calamidad, vainmediatamente todo aquel pueblo en proce-sión a Guápulo, y cantando el Rosario con ins-trumentos músicos y las letanías lauretanasconducen a María Santísima a la ciudad, don-de, por nueve, quince y en alguna ocasión pormás de cuarenta días, la mantuvieron cada díacon Misa cantada y por la tarde con Salve Re-gina y las Letanías cantadas, con música y lamayor solemnidad. Detrás de la Iglesia deGuápulo hay una bella habitación en forma deconvento, con un pequeño claustro o patio, enque viven retirados algunos sacerdotes verda-deramente buenos, doctos y ejemplares, tantoen letras como en virtud, imitando en todo alos del Oratorio de San Felipe Neri. Como yase ha dicho, éste es uno de los más deliciosos yvistosos paseos, puesto que desde la alturade aquel valle se puede disfrutar de la vista delos valles de Cumbayá, Tumbaco, Cotoco-llao, todo el Ejido con la cordillera de susmontañas y pequeñas colinas, (198) y miran-do hacia abajo, a lo profundo del valle se go-za de una tan agradable vista de la bellísimaiglesia y aun de todas aquellas casitas levanta-das entre huertos, jardincillos, entremezcla-dos con tantos árboles frutales, que se parece a

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la perspectiva caprichosa y agradable de unBelén.

Otro paseo también muy agradable es el deIchimbía, una colina grande pero baja, situadadetrás el barrio de San Blas. En la parte llanade la falda, no muy pendiente, hay una buenacalle y un sendero que da vuelta por casi todala colina. Desde allí se ve al frente, toda la ciu-dad como en un espléndido y magnífico es-pectáculo el río Machángara, todo el otro Eji-do, bastante amplio a la salida de la ciudad: su-biendo a la cima de la colina se observan mu-chos montes nevados: el Pichincha, con las doscordilleras colaterales, el Cayambe, el Sinchola-gua y el famosísimo Cotopaxi. Hay otro paseoyendo por la calle llamada de la Loma, muylarga, ancha y recta. Al término hay una expla-nada, desde cuyo borde se baja por un sende-ro de pendiente abrupta que conduce a losmolinos y también a la playa del Río Machán-gara. Hay otro que le sigue y es paseo másagradable para la mayoría de los ciudadanos.Se atraviesa la plaza de Sto. Domingo, se bajapor la ancha calle llamada del Mesón que con-duce a la Recoleta de Sto. Domingo. Si alguienquisiera caminar mucho podría avanzar hastael pueblo de indios llamado Chillocalle, a unadistancia de casi media legua de la ciudad don-de gozará de los amenos y deliciosos camposdel Ejido. Dejo otros paseos tan agradables ydeliciosos, como los de las Recoletas de SanDiego, de la Merced, y de San Juan Evangelista;los del Mirador de los pobres y el del Tejar de laCompañía por haber hablado expresamentede ellos en otro lugar. Solo haré mención delmonte Panecillo, que parece haber sido hechopor la naturaleza adrede, pues tiene la formade un triángulo obtuso, pero perfectamenteredondo. Si su altura se mide desde el plano dela Recoleta de Sto. Domingo desde donde, porun lado, se levanta, mide más de 400 canas; pe-ro si se mide desde otros lados, por donde le da

la vuelta un ancho y hermoso sendero, desde elnivel de los diversos planos, su altura llega ca-si a 300 canas. La ciudad por el barrio de SanSebastián, por el Tejar de la Compañía y por elbarrio de la Recoleta de San Diego está pegadaal mencionado montecito Panecillo, el cual selevanta por encima de toda la ciudad, domi-nándola y enseñoreándola completamente. Sien su cima, donde hay una hermosa y ampliaexplanada, se edificara una fortaleza ésta solavolvería inexpugnable la ciudad de Quito, lamitad de este montecillo era del Colegio Má-ximo de los jesuitas, encontrándose allí minasde cal, una cantera de piedra excelente, colorrojizo y vistoso, por la cual pasaba un espacio-so camino nada inclinado sino muy suave quecorre serpenteando por aquellas faldas y pen-dientes y conduce con gran facilidad hasta lacumbre y cima del Panecillo desde donde sedescubre, con extraordinaria satisfacción yplacer (199) todo cuanto puede alcanzar unhombre de vista agudísima. Desde allí se ob-servan las cordilleras nevadas, montes, valles,ríos, villas, poblaciones y llanuras. Desde allí sedisfruta en verdad de la belleza de toda la ciu-dad: se ven todos los patios, claustros, atrios delos conventos, monasterios, y de todas las ca-sas; además la bella simetría de las calles, pla-zas, barrios y hasta contarse una a una to-das las personas que caminan por las calles.Verdaderamente en ninguna otra parte hevisto un paseo tan maravilloso y agradable.Además hay el paseo que va por el caminollano y paralelo a las últimas casas de la ciu-dad, al rededor de todo aquel montecillo,con vista a la vez de la ciudad y de los cam-pos. Hay una buena caminata de casi una le-gua, quien quisiera hacerla más larga podríair primeramente a la poblacioncita de indiosllamada María Magdalena, donde hay huer-tos, árboles frutales y a la vuelta coger el cami-no del Panecillo. Entonces la caminata sería

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de cuatro millas, pero toda ella llana y deli-ciosa.

De los alrededores y región de Quito

Los alrededores y la región de Quito llama-da de las cinco leguas, como ya he relatado másarriba, están llenos de pueblos, casi todos deindios, siendo éstos muy numerosos. Todasaquellas poblaciones acuden a la ciudad deQuito con sus frutos y productos en grano,hortalizas, gallinas, piaras de chanchos, reba-ños de ovinos y bovinos, toda clase de fruta, demanera que la Plaza del Mercado es una de lasmejor provistas. Nada le falta, se vende de to-do y en gran abundancia, ya que los campos ytierras de todos los alrededores, son fértiles engran manera y con gran abundancia de agua.Todas las pendientes y faldas del altísimomonte Pichincha están labradas y sembradasde trigo, cebada y otros granos. La Comarcallamada Pomasqui es feracísima en todos losproductos, distante de Quito no más de tres le-guas de buen camino. Allí los Padres Francis-canos han edificado un hermoso y magníficoConvento llamado de los Padres Misioneros.El mismo religioso Rdo. P. Fr. N. Alagano, quelevantó desde los cimientos la Recoleta de SanDiego, descrita por mí en otro lugar, fue quienllevó adelante y embelleció con el mejor gustoel Convento de Pomasqui. La región de Coto-collao junto con toda la llanura del Ejido esmuy abundante en hortalizas, frutas, maíz, etc.No es de inferior fertilidad la región llamadade Zámbiza contigua al Ejido y a una distanciade la ciudad de una legua y media. Es pobla-ción de solos indios, muy grande situada enuna llanura que tiene un poco de pendiente. Elcurato proporciona al párroco dos mil sete-cientos escudos. Mas abajo y más allá hay unvalle muy fértil, con varias poblacioncitas deindios, entre otras la llamada del Quinche, dis-

tante de Quito, más de doce leguas. Allí hayuna imagen, pequeña escultura de tres palmosllamada Nuestra Señora del Quinche, muy mi-lagrosa y a la que en las más graves calamida-des y en las necesidades más apremiantes de laciudad, casi todo el pueblo de Quito acude alQuinche para conducirla en procesión y colo-carla en la Catedral donde todas las órdenesreligiosas y todos los grupos eclesiásticos y se-glares le hacen una solemnísima y devota No-vena. La fe y devoción de todo aquel pueblo essobremanera tierna, viva y de corazón. Y enverdad que siempre (195) se experimenta deinmediato el gran patrocinio de aquella pe-queña imagen, por lo demás riquísima en jo-yas, vestidos preciosísimos y perlas sin núme-ro, ya que todos aquellos contornos van en pe-regrinación a aquel Santuario del Quinche,durante todo el año, a implorar de la granReina María Santísima las gracias y benefi-cios tanto corporales y temporales como espi-rituales.

Hay allí también otras dos poblaciones deindios, cada una en un valle o bella llanura lla-madas, la una Tumbaco, y la otra Cumbayá,con gran abundancia de fruta, granos, aves,trigo, cebada, maíz. Entre las dos está el amplioy espacioso valle llamado Cayabamba dondehay haciendas de caña de azúcar para la elabo-ración de azúcar blanco, azúcar negro y miel;en dicho valle encuéntranse muchísimas fru-tas americanas y también europeas. Dirigién-dose luego del Norte al Oriente y luego de pa-sar algunas pequeñas montañas entrecruza-das, se entra en otro valle mucho mayor y fér-til, llamado comunmente Chillo, distante tresleguas de la ciudad de Quito y bañado por al-gunos caudalosos ríos con sus puentes de pie-dra y argamasa. Las poblaciones de indios sonmuchas, tales, como Alangasí, Conocoto, San-golquí, todas Curatos de buena renta y con-grua parroquial. Es un valle fertilísimo en to-

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do lo necesario para el alimento. Los que-sos son delicadísimos pues hay excelentes pas-tos. En Alangasí hay baños de aguas termales.Cercano a la cordillera de montes altos y neva-dos llamada de Guamaní, está el pueblo llama-do Píntac, con gran número de indios don-de se ven ubérrimas cosechas de trigo y de mu-chísimos otros granos. Siguiendo el recorri-do, tras de algunos montes bajos se entra enla región llamada Machachi, donde tambiénhay una buena población de indios. Todo esteterritorio, que es muy extenso y amplio y jun-tamente con aquel otro llamado Tambillo, esen gran manera feraz en buen maíz, cebada,habichuelas y papas (que son raícces sembra-das o de una en una o de dos en dos, como sor-bas o nísperos o ciruelas o albaricoques, sacán-dose de ellas 40, 50, 60, 70 y hasta cien grue-sas raíces del tamaño de los membrillos, cebo-llas, peras o naranjas, y aun hay más gruesas:las hay de varias especies como en su lugarreferiré detenidamente). Tambillo está a unadistancia de Quito de cuatro leguas, Machachia cinco leguas y media. Desde allí, volviendo aQuito, se entra por el segundo Ejido dondeestá la población llamada Chillocalle y laotra denominada María Magdalena, ambas auna distancia de apenas media legua de la ciu-dad. También estas acuden con hortalizas,aves, huevos y fruta a la plaza del mercado.Hay muchísimos otros pueblos de indiospor todo aquel distrito perteneciente a la ciu-dad de Quito, los cuales le hacen una bellacorona, así como también los indios llamadosYumbos, detrás de las espaldas del monte Pi-chincha, quienes también proveen a la ciu-dad de muchos alimentos, particularmente depescado fresco, aunque pocas veces al año.De cuán abundante sea todo aquel territo-rio en ganado bovino y lanar hablaré en otrositio.

De la grandísima abundancia de agua en laCiudad de Quito en su región y contorno

Por todo lo que se ha referido hasta aquí sepuede inferir, que la ciudad de Quito no estáen una planicie ni en arena ni tiene lugares es-carpados, no es árida ni seca, antes abundantí-sima agua, ya que todos los Conventos, Cole-gios, Monasterios y la mayor parte de las casasy plazas tienen fuentes con muchos caños,grandes y pequeños de agua. Añádase que ba-jo San Diego hay dos molinos. Bajo el barriollamado la Loma (una sola calle ancha de másde tres canas, llana, recta, y larga más deochenta canas, con casas bajas a uno y otro la-do de la calle) bajando por una pendiente es-carpada hay también tres molinos. Finalmentecon los ojos, se ven tantas vistosas caídas deriachuelos, y arroyos que corren y se precipi-tan desde la cumbre o cima del monte Pichin-cha, todos hacia la ciudad, además de muchasotras aguas que corren hacia el Ejido, esto es, lagran llanura a la entrada de la ciudad, dondeson regados muchísimos huertos y jardines.Lo mismo sucede en el otro Ejido, al salir de laciudad, y especialmente hacia la población lla-mada María Magdalena, adonde caen tantasaguas de aquellas montañas que forman ungrueso Río llamado Machángara, sobre el quefue necesario levantar un gran puente, con unamplio y bello arco, para poderlo pasar; allíhay otros molinos.

(CICALA, 1743)

q Con cuyo presupuesto decimos queen la circunferencia de las 5 leguas, que es eldistrito del corregimiento, tiene 25 pueblos,que son otras tantas pilas bautismales, con di-ferentes anejos y curas beneficiados y variostenientes en las principales para asistir a lasadministraciones de Sacramentos; que, distin-

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guidos con la expresión de sus propios nom-bres son:

– San Juan Evangelista o Chimbacalle, arra-bal de la ciudad

– María Magdalena– Machache– Chillogallo– Conocoto– Zámbiza– Cotocollao– Pintac– San Antonio– Sangolquí– Amaguaña– Guapulo– Aloasi – Cumbayá– Tumbaco

Los más son de muy numerosos gentíos detodas clases, especialmente los más inmediatosa la capital y los 3 de Guápulo, El Quinche, yPomasque, porque los 2 primeros son santua-rios de 2 imágenes de Nuestra Señora muy mi-lagrosas, con las vocaciones de ellos mismos yel último con un convento de Recolección deReligiosos Descalzos de San Francisco, por unamaravillosa efigie de un Santo Cristo muy mi-lagrosa, las cuales frecuentan mucho la devo-ción y los votos de Quito y de los otros pueblosadyacentes en los contratiempos de epidemia,malos temporales, temblores y reventazonesde volcanes, en cuyas ocasiones llevan en pro-cesión los cabildos las 2 Imágenes de la Virgen,la de Guápulo por 2 leguas de cuesta, y la delQuinche por 4, y las colocan regularmente di-vididas en la Catedral, Capilla del Sagrario y

otras iglesias cercanas, como el Monasterio dela Concepción, las Carmelitas y la Compañía,mientras se hacen las misiones, rogativas y no-venas para que cesen las calamidades.

Y las distancias intermedias que hay de laciudad y de unos pueblos a otros (están) ocu-padas por haciendas, hatos, casas de campo,chacras y huertas, de tal suerte que se puededecir de Quito, sin que sea ponderación, quees una ciudad tan poblada de habitadores quetiene por arrabales las 5 leguas del distrito desu corregimiento.

(ALCEDO, 1766)

q A G. de Humboldt*

Lima, 25 noviembre 1802

Mi querido hermano, por mis cartas ante-riores estarás al tanto de mi llegada a Quito.……………………………………………….

La ciudad de Quito es bella, pero el cielo estriste y nublado; las montañas vecinas ofrecenpoco verdor y el frío es considerable. El grantemblor de tierra del 4 de febrero 1797, que es-tremeció toda la provincia y mató de un sologolpe 35-40.000 habitantes, también ha sidoeste respecto funesto para sus moradores. Hacambiado a tal punto la temperatura ambien-te, que el termómetro permanece generalmen-te a 4-10° de Réaumur, y pocas veces sube a 16o 17, mientras que Bouger lo veía constante-mente a 15 o 16°. Después de esa catástrofehay continuos temblores de tierra; ¡y qué sacu-didas! Es probable que toda la parte alta de laprovincia no sea más que un solo volcán. Lo

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– Puembo y Pifo– Yaruquí– Quinche– Guayllabamba– Pomasque– Alangasí– Canzacoto– Perucho– Calacalí– Tocache– Mindo y Yambe– Aloa y – Uyumbicho3

3 Tanto esta enumeración de pueblos como varias delas que Alcedo incluye, no coincide con las aportadaspor Montúfar y Fraso. (Nota de Pilar Ponce Leiva)

* Aparte de algunas referencias incidentales ydispersas, en los escritos de Humboldt sólo he-mos podido encontrar la carta cuyo fragmentoincluimos con descripciones ligeras de la ciu-dad de Quito y sus alrededores. La carta está di-rigida a su hermano Guillermo. (X. R.)

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que llaman las montañas del Cotopaxi y dePichincha, no son más que pequeñas cimas,cuyos cráteres forman diferentes canales queconvergen en el mismo hueco. Desgraciada-mente, el temblor de tierra 1797 no ha hechomás que ratificar esa hipótesis; porque la tie-rra se abrió en ese momento por todas partes,y vomitó azufre, agua, etc. Pese a los horroresy los peligros con que los ha rodeado la natu-raleza, los habitantes de Quito son alegres,vivos y amables. Su ciudad sólo respira volup-tuosidad y lujo y en ningún lado como allíreina un gusto más decidido y general de di-vertirse. Así es como el hombre se acostum-bra a dormir apaciblemente al borde de unprecipicio.

Hemos tenido una estadía de casi ochomeses en la provincia de Quito, desde el co-mienzo de enero hasta el mes de agosto. He-mos empleado ese tiempo en visitar cada unode los volcanes y hemos examinado una trasotra las cimas del Pichincha, Cotopaxi, Antisa-na e Illiniza, pasando de 15 días a tres semanascerca de cada una de ellas, y volviendo en losintervalos hasta la ciudad de Quito, de dondepartimos el 9 de junio 1802 para llegar a los al-rededores del Chimborazo que está situado enla parte meridional de la Provincia.

Volví dos veces, el 26 y 28 de mayo 1802, alborde del cráter del Pichincha montaña quedomina la ciudad de Quito. Hasta ahora, quese sepa, sólo La Condamine la había visto, y elpropio La Condamine llegó sólo después de 5o 6 días de búsquedas inútiles y sin instrumen-tos, y no pudo permanecer sino 12 a 15 minu-tos a causa del frío excesivo que hacía. Yo hepodido llevar mis instrumentos, he tomado lasmediciones que era interesante conocer, y herecogido aire para analizar. Mi primer viaje lohice solo con un Indio. Como La Condaminese había aproximado al cráter por su parte ba-ja, cubierta de nieve, mi primera tentativa la

hice siguiendo sus huellas. Pero estuvimos apunto de morir. El Indio se enterró hasta el pe-cho en una grieta, y vimos con horror que ha-bíamos caminado sobre un puente de hielo;porque a pocos pasos de nosotros había aguje-ros por donde se veía la luz del día. Nos encon-tramos, sin saberlo, en las bóvedas que sostie-nen el propio cráter. Espantado, pero descora-zonado, cambié de plan. Del círculo del crátersalen, enlazándose por así decirlo sobre elabismo, tres picos, tres rocas que no están cu-biertas de nieve, porque los vapores que exha-la la boca del volcán las funden continuamen-te. Trepé por una de esas rocas y encontré en lacima una piedra que, sostenida por un solo la-do y excavada por debajo, avanzaba a manerade balcón sobre el precipicio. Ahí me instalépara hacer mis experiencias. Pero esta piedrano tiene más que 12 pies de largo por seis deancho y se mueve fuertemente por sacudonesfrecuentes de temblores de tierra, de los quecontamos diez y ocho en menos de treinta mi-nutos. Para examinar mejor el fondo del crá-ter, nos acostamos cara a la roca y creo que nohay imagen para describir algo más triste, máslúgubre y más aterrador que lo que vimos. Laboca del volcán forma un agujero circular demás de una legua de circunferencia, cuyos bor-des, tallados a pico, están cubiertos de nieve enlo alto; el interior es de un negro intenso, peroel hueco es tan inmenso, que se distinguen lascimas de muchas montañas ubicadas ahí den-tro. Sus cimas parecían estar a trescientas toe-sas por debajo de nosotros. Imagina dónde es-tarían sus bases. No dudo que el fondo del crá-ter quede al nivel de la ciudad de Quito. LaCondamine encontró ese cráter apagado y cu-bierto de nieve; pero debimos llevarles a loshabitantes de Quito la triste noticia de que elvolcán que les queda al lado está en erupciónactualmente. Nos convencieron signos dema-siado evidentes como para dudar de ellos. Los

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vapores de azufre nos sofocaron con sólo acer-car la boca; veníamos pasearse aquí y allá lla-mas azuladas; y cada 2 o 3 minutos sentimosfuertes sacudidas de temblores de tierra, queagitaban los bordes del cráter, que no eran vi-sibles a 100 toesas de ahí. Yo supongo que lagran catástrofe de 1797 encendió también losfuegos del Pichincha. Después de haber visita-do solo esa montaña, volví dos días después,acompañado de mi amigo Bonpland y deCharles de Montúfar, hijo del Marqués de Sel-valegre. Estábamos aún más provistos de ins-trumentos que la primera vez y medimos eldiámetro del cráter y la altura de la montaña.Hallamos uno en 754 toesas, y la otra en 2.477.En el intervalo de dos días que transcurrieronentre nuestras dos visitas al Pichincha, tuvi-mos un temblor de tierra muy fuerte en Qui-to. Los Indios lo atribuyeron a los polvos queyo había echado en el volcán.

En nuestro viaje al volcán de Antisana eltiempo nos favoreció tanto, que subimos has-ta la altura de 2.773 toesas. El barómetro bajóen esta elevada región hasta 14 pulgadas 27 lí-neas y la poca densidad del aire nos hizo echarsangre por la boca, las encías y hasta por losojos. Sentimos una debilidad extrema y uno delos que acompañaban en la expedición se des-mayó. También hasta ahora se había creídoimposible subir más alto que hasta la cima lla-mada Corazón hasta donde llegó La Condami-ne y que tiene 2.470 toesas. El análisis del airerecogido en el punto más alto de nuestra ex-cursión nos dio 0,008 de ácido carbónico so-bre 0,218 de gas oxígeno.

Visitamos igualmente el volcán de Cotopa-xi, pero nos fue imposible llegar a la boca delcráter. No es cierto que esta montaña se hayareducido en el momento del temblor de tierrade 1797.

El 9 de junio de 1802, partimos de Quitopara llegar a la parte meridional de la provin-

cia, donde queríamos examinar y medir elChimborazo y el Tungurahua y trazar el mapade todos los países afectados por la gran catás-trofe de 1797. Pudimos acercarnos hasta apro-ximadamente 250 toesas cerca de la cima delinmenso coloso del Chimborazo. Un rodaderode rocas volcánicas, desprovistas de nieves, nosfacilitó la subida. Subimos hasta la altura de3.031 toesas, y nos sentimos perturbados delmismo modo que en la cima del Antisana. Doso tres días después de nuestro retorno a la pla-nicie, seguimos aquejados de un malestar quesólo pudimos atribuir al efecto del aire en esaselevadas regiones, cuyo análisis nos dio 20 c.de oxígeno. Los Indios que nos acompañabannos dejaron antes de llegar a esa altura, dicien-do que queríamos matarlos. Nos quedamossolos Bonpland, Charles (de) Montúfar, yo yuno de mis criados, que llevaba una parte demis instrumentos. Hubiéramos seguido a pe-sar de todo nuestro camino hasta la cima, siuna grieta demasiado profunda para fran-quearla no nos lo hubiera impedido; hicimosbien en descender. Caía tanta nieve a nuestroalrededor que casi no podíamos reconocernos.Poco preparados contra el frío penetrante deesas elevadas regiones, sufrimos horriblemen-te, y yo, en particular, tuve la desgracia de te-ner un pie ulcerado por una caída de pocosdías antes; lo que me incomodó horriblemen-te en un camino donde, cada vez que golpeabauna piedra aguda, debía retroceder unos pa-sos. La Condamine halló la altura del Chimbo-razo cerca de las 3.217 toesas. La medición tri-gonométrica que yo hice en dos oportunida-des distintas, me ha dado 3,267 y concedo cier-ta confianza a mis operaciones. Todo ese enor-me coloso (lo mismo que las demás montañasde los Andes), no es granito sino, del pie a lacima, de pórfido, y el pórfido tiene 1.900 toe-sas de espesor. El poco rato que pasamos a laenorme altura que alcanzamos fue de los más

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tristes y lúgubres. Estábamos envueltos en unabruma que sólo nos dejaba entrever de cuan-do en cuando los espantables abismos que nosrodeaban. Ningún ser vivo, ni siquiera el cón-dor que, en la Antisana, planeaba continua-mente sobre nuestras cabezas, vivificaba los ai-res. Pequeños musgos eran los únicos seres or-ganizados que nos recordaban que aún estába-mos en una tierra habitada.

Es verosímil que el Chimborazo, como elPichincha y el Antisana, sea de naturaleza vol-cánica. La huella por la cual subimos está com-puesta de una roca calcinada y escoriácea,mezclada de piedra pómez; se asemeja a todaslas corrientes de lava de este país y continúamás allá del punto donde fue preciso terminarlas investigaciones, hacia la cima de la monta-ña. Es posible, casi probable, que esta cima seael cráter de una volcán apagado. Sin embargo,la sola idea de esta posibilidad, hace estreme-cer, con razón. Porque si el volcán se encendie-ra de nuevo, el coloso destruiría toda la pro-vincia.

La montaña de Tungurahua se achicó en elmomento del temblor de tierra de 1797. Bou-ger le da 2.620 toesas; yo no le he encontradosino 2.431. Ha perdido, pues, cerca de 100 toe-sas de su altura. Los habitantes de los lugaresvecinos también aseguran haber visto desmo-ronarse la cima ante sus ojos.

En nuestra estadía en Río Bamba, dondepasamos algunas semanas en casa del herma-no de Charles de Montúfar, que es corregidor,la casualidad nos hizo hacer un descubrimien-to muy curioso. Se ignora absolutamente el es-tado de la provincia de Quito antes de la con-quista del Inca Tupac Yupanqui.125 Pero el Reyde los Indios, Leandro Zapla, que vive en Licany que, para ser un indio, tiene un espíritu sin-gularmente cultivado, conserva manuscritosredactados por uno de sus antepasados en elsiglo dieciséis, que contienen la historia de esa

época. Estos manuscritos están redactados enlengua Purugnay. En otros tiempos ésta era lalengua general de Quito; pero con el correr delos tiempos ha cedido a la lengua del Inca oQuechua, y hoy día se ha perdido. Felizmenteotro de los antepasados de Zapla se entretuvoen traducir esa lengua al español. Consegui-mos así datos preciosos respecto a la épocamemorable de la erupción de la montaña lla-mada Nevado del Altar, que debe haber sido lamontaña más alta del universo, más alta que elChimborazo, y que los indios llamaban Capa-curcu, jefe de las montañas. Ouaina Abomat-ha, el último cochocando (Rey), independientedel país, reinaba entonces en Lican. Los sacer-dotes le advirtieron que esa catástrofe era el si-niestro presagio de su fin. “La faz del universo–le dijeron– cambia, otros dioses expulsas a losnuestros. No resistamos la orden del Destino”.En efecto los Peruanos introdujeron en el paísel culto al Sol. La erupción del volcán duró sie-te años, y el manuscrito de Zapla pretende quela lluvia de cenizas en Lican era tan abundan-te que durante siete años se hizo la noche per-petua. Cuando se mira la cantidad de materiasvolcánicas que se encuentran en la llanura deTapia, alrededor de la enorme montaña que sedesmoronó, y se piensa que el Cotopaxi ha en-vuelto a menudo a Quito en tinieblas que du-ran de quince a diez y ocho horas, se puedecreer que la exageración no es tan despropor-cionada.

Ese manuscrito, las tradiciones que reco-gí en el Parima, y los jeroglíficos que he vis-to en el desierto de Casiquiare donde no que-da hoy día vestigio humano, todo esto uni-do a las nociones dadas por Clavijero sobrela emigración de los Mexicanos hacia el me-diodía de la América, me hace surgir ideassobre el origen de esos pueblos, que me pro-pongo desarrollar cuando tenga el tiempo ne-cesario.

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También me he ocupado del estudio delas lenguas Americanas, y he comprobadocuán falso es lo que dice La Condamine res-pecto a su pobreza. La lengua Caribe, p.e., esa la vez rica, enérgica y educada. No le fal-tan expresiones para las ideas abstractas, sehabla de posteridad, de eternidad, de exis-tencia, etc., y los signos numéricos alcan-zan para designar todas las combinaciones

posibles de las cifras. Me dedico sobre todo ala lengua Inca, se la habla comúnmente aquíen la sociedad y es tan rica en flexiones finasy variadas, que los jóvenes, para decirles ter-nezas a las mujeres, comienzan a hablar In-ca cuando han agotado los recursos del caste-llano.

(HUMBOLDT, 1802)

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q Comprende la noticia del Vecindario deQuito; las Castas, que hay en él; sus costum-bres, y riquezas.

645 Se compone aquella Ciudad de un Ve-cindario crecido, y en este hay Familias de to-da distinción, y noble calidad, aunque no pro-porcionado en numero à su extensión; porqueà correspondencia excede mucho la Gente po-bre, y ordinaria: aquellas pues se pueden regu-lar por las que descendiendo de algunos Con-quistadores, Presidentes, Oydores, ù otras Per-sonas de Carácter, que passaron de España envarios tiempos, se han conservado en su lustre,enlazandose entre sì los que tenian, y no mez-clandose con la Gente de nacimiento baxo, òde inferior gerarquia.

646 El Vecindario de Gente baxa, ò co-mun puede dividirse en quatro clases; que sonEspañoles, ò Blancos; Mestizos; Indios, ò Natu-rales; y Negros con sus descendientes. Esta ulti-ma no abunda tanto à proporcion, como enotros parages de las Indias; assí porque no estan facil su conduccion, como porque en gene-ral son los Indios, los que se emplean en elcultivo de la Tierra, y demàs exercicios delCampo.

647 El nombre de Español tiene alli distin-ta significacion que la de Chapetòn, o Européo;porque propiamente dà à entender Persona,que desciende de Españoles, y no tiene algunamezcla de Sangre: muchos Mestizos lo parecenen el colòr mas, que aun los legitimos Españo-

les, por ser blancos, y rubios; y assi se conside-ran como tales, aunque en realidad no lo sean.Reguladas de este modo todas las Familias, quegozan el privilegio del colòr blanco, podràconsiderarse, que componen como una sextade aquel Vecindario.

648 Los Mestizos son los procreados de Es-pañoles, y Indios; entre quienes se deben consi-derar las gerarquias correspondientes à las quequedan explicadas en Cartagena entre Negros,y Blancos; pero con la diferencia, de que salenmás breve; y desde la segunda, ò tercera gene-ración, que yà son Blancos, se reputan por Es-pañoles. El colòr de los Mestizos es obscuro, al-go coloreado, no tanto como el de los Mulatosclaros; esto es en el primer grado, ò la procrea-cion del Español, y Indio: algunos no obstanteson tan tostados, como los mismos Indios, y sedistinguen de estos en que les crece la Barba:tambien por el contrario hay otros, que dege-neran en lo blanco, y pudieran tenerse por ta-les, si no les quedàran ciertas señas, que losdàn à conocer, poniendo algun cuidado; lasquales consisten en ser tan cerrados de Frente,que es muy corto el ámbito, que les queda librede Pelo; pues les baxa, haciendo remate desdela medianìa superior hasta la de las Cejas, y an-tes de llegar se aparta algo, y ocupando todaslas Sienes, và à finalizarse en la Loba inferiorde la Oreja: ademàs de esto es áspero su Cabe-llo, lacio, gruesso, y muy renegrido. La Narizpequeña, delgada, y con una ligera eminenciaen el Huesso, desde la qual, aunque sigue pun-

IV. Población, castas y clases. Lenguas.Caracteres y comportamientos. Anécdotas

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tiaguda, se encorva algo, y queda inclinada lapunta àcia el Labio superior. Estas señales nomenos, que la de algunas manchas obscuras enel Cuerpo son constantes, y dificil por ellas elque se oculte lo que el colòr dissimula. Pue-dense computar como por una tercera partedel Vecindario las Familias de Mestizos.

649 En el tercer lugar entran los Indios,que componen como otra tercera parte; y lorestante, que es como una sexta parte lo com-pleta Gente de Castas. En estas quatro clasespodrà contener aquella Ciudad, segun el com-puto mas prudente hecho por las que pertene-cen à cada Parroquia de 50 à 60 Personas de to-das edades, sexos, y calidades.

659 La estatura de los Hombres, assi de laGente de forma, como Españoles, es de unabuena proporcion; bien hechos los Cuerpos; yde presencia ayrosa, y agradable. Los Mestizosson assimismo bien apersonados; su estaturamás que mediana; y fornidos. Los Indios, y In-dias no muy altos; bien formados en todas lasproporciones de su Cuerpo; rehechos; y forzu-dos: reparase no obstante en ellos abundarmucho los Imperfectos; unos por ser de irre-gulares, y monstruosos Cuerpos en lo peque-ño; otros por salir Insensatos, Mudos, Ciegos;y otros con la falta de algun miembro. Tienenla Cabeza muy poblada de Cabello; no lo cor-tan nunca; y acostumbran traerlo siempresuelto, sin atarlo, ni recogerlo, aun para dor-mir; las Indias lo envuelven en una Cinta, y ha-cen à manera de Dragona; pero desde la me-dianía del Craneo àcia adelante lo echan sobrela Frente, y cortan desde la una Oreja hasta laotra à la altura de las Cejas, à lo qual llaman elUrcu, y significa en Castellano el Cerro: assi lomantienen continuamente; y es para ellos lamayor ofensa, que se les puede hacer, el cortar-les el Pelo, lo mismo à Indio, que à India: tie-nenlo por afrenta, y cosa injuriosa, de modo,que no quexandose de ningun castigo corpo-

ral, que en ellos executen sus Amos, no les per-donan este. Assi solo està permitido el impo-nerselo como pena, en delitos graves. El colòrdel Pelo es negro obscuro, muy lacio, aspero, ytan gruesso, como menudas Cerdas de Caba-llo; para diferenciarse de ellos los Mestizos, selo cortan todos; lo que no es regular en las Mu-geres de la misma especie. Los Indios son pornaturaleza Lampiños: y lo más que suele suce-der, quando llegan à crecida edad, es que lessalga tal, o qual Pelo en la Barba; pero tan cor-tos, y raros, que nunca necessitan cortarlos: yni à ellos, ni à las Indias les crece Bello, comoera regular, despues que llegan à la edad de laPubertad.

661 En las Mugeres de distincion luce conel buen parecer, de que no carecen, el agrado;prenda que es generalmente comun à este Se-xo en todas las Indias: al abrigo de ellas se crianlos Hijos con mucho engreimiento; y el inmo-derado Amor, que les manifiestan, passa hastael extremo de dissimularles los vicios, en quela Juventud se menoscaba, y las buenas cos-tumbres pierden su debido lugar en el assien-to de la Razon: no solo les dissimulan por sí losyerros de la Mocedad; pero sirven de manto, òde estorvo para que no lleguen al conocimien-to de los Padres; ò para que no les puedan es-tos corregir.

662 Se nota en aquel País, que abunda másen él el Sexo Femenino, que el Masculino; y esesto más reparable por no haver alli el extra-vìo, ò ausencia de Hombres, que es regular enlos de Europa, suelen verse las Familias carga-das de Mugeres, y ser raros los Varones: Assi-mismo la Naturaleza de los Hombres por loregular entre la Gente criada con regalo es en-deble desde los 30 años en adelante: al contra-rio las Mujeres mantienen mas salud, y robus-tèz; puede contribuìr el Clima, y pueden coad-yubar los Alimentos: pero yo atribuyo la causaprincipal al excesso de entregarse desde una

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edad muy corta à la Sensualidad; de que pro-viene, que descaeciendo el vigor de los Esto-magos, no tengan fortaleza para hacer la diges-tion, y muchos vuelvan la comida à media ho-ra ò una, despues de haverla tomado diaria-mente, ò bien por la costumbre, que ha hechoà ello la Naturaleza, ò por medio de algun ar-tificio; y el Dia que no lo hacen, les resultaquebranto en su salud. No obstante, aunquecargados de achaques, viven un tiempo regu-lar, y se vèn muchos de edad crecida.

663 El unico exercicio, en que se empleanlas Personas de distincion, que no se inclina-ron à la Iglesia, es visitar entre año sus Hacien-das, ò Chacaras; y en ellas passan todo el tiem-po de las Cosechas: siendo muy raros los quese aplican al Comercio; y regular que este lohagan los Chapetones, ò Européos, que son losque lo mantienen, y viajan; pero con todo den-tro de la Ciudad se vèn Tiendas de Mercade-rias, y otros frutos de algunos Españoles, yMestizos.

Lenguas

670 La Lengua, que se habla en Quito, y entodas las Poblaciones de la Provincia, no esUniforme; siendo tan comun alli la Castellana,como la del Inga: Particularmente los Criolloshacen tanto uso de esta ultima, como la pri-mera; y por lo general en una, y otra hay reci-procamente mezcla de muchos terminos. Laprimera, que pronuncian las Criaturas peque-ñas, es la del Inga; porque siendo las Amas deLeche, que los crian, Indias, ademàs de serlesesta natural, por lo comun, ni hablan, ni en-tienden la Castellana: assi cuando empiezan àpercibir las primeras sylabas de la pronuncia-cion, siendo de este Idioma, quedan tan im-presionados en él, que suelen algunos no ha-blar en Español, hasta tener cinco, ò seis años;y siempre se mantienen viciados de modo, que

en una misma conversacion mezclan indife-rentemente las Oraciones de una, y otra: pro-piedad que despues se pega à los Européos,quando se han hecho capaces de la del País; ycon ella el defecto de la impersonalidad; estilo,ò vicio tan corriente, que lo practícan sin repa-ro las Personas más cultas. Ademàs de esto estan regular la impropiedad de trocar los termi-nos, que en muchos es necessaria interpreta-cion à quien no està hecho à su inteligencia.

Comportamientos

667 No hay vicio, que no se introduzca fa-cilmente con la ociosidad, ni ocio de donde nose origine algun vicio. Quales pueden ser losque reynen en un Paìs, donde la mayor partede su Gentìo no se ocupa en exercicio, ni tra-bajo, que los tenga empleados, y la imagina-cion divertida! Ya queda visto, que la embria-guèz es uno; pero no tiene menos partidariosel del Juego, tan valìdo en aquella Ciudad, queaun llegan à caer en èl algunas de las Personasmas condecoradas, y respetables por su cali-dad, y estado; y à su imitacion toda la GenteOrdinaria, siempre que tiene con qué: allipierden sus Caudales los que los tienen; que-dan desnudos los que entraron con alguna Ro-pa; y hasta la de sus Mugeres suele correr lamisma fortuna. Muchos han querido atribuìrla propension, que hay à esto en la mayor par-te de las Indias, à causas, en que yo no hallofuerza alguna, que lo convenza; y en su lugarsoy de sentir, no haver otra, mas que la muchaociosidad; en unos, porque no tienen en queemplear el tiempo; y otros, porque la perezalos mantiene desocupados.

668 La gente vulgar, y Indios son muy pro-pensos al Hurto, lo que practìcan con raterìa; ylos Domesticos no estàn essentos de este de-fecto: de que proviene, que los Amos hayan deservirse de ellos con la pensión de la descon-

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fianza. Los Mestizos son ossados, y sutiles paratodo lo que es robo, bien que posseídos de co-bardìa: y assi no se vè, que acometan a ningu-no en la Calle, aunque sea à hora irregular; pe-ro es muy comun, que se dediquen à quitarSombreros, que llaman Volarlos, poniendoseen fuga al mismo tiempo: de modo que la Per-sona desprevenida, en quien han hecho el tiro,es lo regular, que aun no alcance à distinguir laparte, por donde huyó el Ladron. No dexa es-te, al parecer pequeño robo, de ser en ocasio-nes de entidad, porque los sombreros, que es-tilan los Hombres de forma, y aun la GenteOrdinaria, que tiene para ello, andando de Ca-pa, son de Castòr blancos, y su valor de quinceà veinte pesos, ò mas de la moneda de allà: àque acompaña una cinta de Tela de Oro, ò Pla-ta, que ciñe la Copa de èl; y una Hevilla deDiamantes, Esmeraldas, ù otras Piedras finasmontadas sobre Oro. En los Caminos han su-cedido algunos exemplares de Hurtos, perotan raros que se cuentan con grande admira-cion; y lo comun que se experimenta en estosson robos domesticos hechos por los mismosHarrieros, y Criados. Para executar los tirosgruessos dentro de la Ciudad amparados de laobscuridad de la Noche, y de su silencio, apli-can Fuego à las puertas de las Tiendas, y Alma-cenes, donde consideran, que han de hallar Di-nero: y hecho en ellas el suficiente agugero, pa-ra passar un Hombre, entre èl, y los que condissimulo estàn fuera, concluyen el hurto porentero. A fin de evadirse de este peligro man-tiene el Comercio una Compañía, o Ronda,que vela todo el discurso de la Noche por lasCalles, en que puede haver recelo de semejan-te daño, y con ello tienen seguridad en lasTiendas: las que contribuyen cierta cantidadmensualmente para ello; y el Cabo de la Ron-da està obligado à reintegrar todo lo que se ro-ba en aquellas Casas, y Tiendas, puestas à sucargo.

669 En los Indios se nota un particular mo-do de robar (suponiendo que todo lo que escosa de alimento no lo tienen ellos, no los Mes-tizos, ni todo aquel vulgo por tal) y es que si lacasualidad lleva à un Indio, donde haya distin-tas cosas de Plata, ò qualquiera otra especie,llega con gran tiento, estando antes assegura-do, de que no es visto, y toma una, por lo regu-lar la de menos valor; con la qual se và dexan-do todo lo demàs, como persuadiendose, queno serà facil reconocer su falta por lo inferiorde su bulto respeto de las otras alhajas, y estoes lo que los inclina à preferir lo menor; perodespues, que la ha cogido, aunque sea descu-bierto en el mismo hecho, siempre niega conuna palabra summamente expressiva en suLengua, y muy introducida en la Castellana,que se habla en aquel País: Yanga; que signifi-ca en la respuesta del cargo, que se le hace, sinnecessidad, sin provecho, sin mala intención; ypor este tenòr sirve de una infinidad de discul-pas; tales que no queda delinquente segunellas. Si consigue no ser visto, aunque haya unasospecha muy vehemente, de que èl hizo elHurto, nunca se puede averiguar; porque ja-màs lo confiessa, que es propiedad general entodos los Indios.

671 La suntuosidad de los Entierros, quetengo notada en las antecedentes Descripcio-nes, no tiene comparacion con la que practí-can en Quito, y toda su Jurisdiccion; llegandoa tanto la Pompa, y vanidad, que passa à serextremo, y por este se arruinan, y destruyenmuchos Caudales, estimulados de no quererser menos unos, que otros. En estas ocasionescon razon puede decirse, que agencian y ga-nan, mientras viven, para haver de enterrarse:por mediana, ò pequeña decencia, que tenga laPersona, han de assistir à su Entierro todas lasComunidades, y el Cabildo Eclesiastico, y se hade hacer Pompa Funeràl con Doble general entodas las Iglesias: despues del Entierro siguen

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las Honras con el mismo aparato; y al fin elCabo de año. Es circunstancia precisa para lavanidad, no enterrarse en la Parrroquia; y solovà à esta aquella Gente más mísera, que la po-breza es todo su Caudal. Se conserva en prac-tica la costumbre de poner Ofrenda en lasHonras, ò Cabo de Año; y se reduce à Botijasde Vino, Pan y Animales segun el possible decada uno.

672 La riqueza de Quito atendida por res-peto à otras Ciudades de Indias, no es conside-rable; pero tampoco se puede reputar por Ciu-dad Pobre. En otros tiempos fue más opulentade Caudales segun muchas noticias, que seconservan de las memorias antiguas; pero yà alpresente son muy raros los que hay, y no pue-den hacer gran eco. Los que gozan los Vecinosmas acomodados, estàn en Haciendas deCampo con diversos destinos, ò de varias espe-cies, como diré mas adelante; el Comercio, deque tambien hablaré en su lugar, no cria allifondos muy quantiosos: con que puede regu-larse, que se halla en un mediano estado; y enél se notan Haciendas de mucha entidad, cuyousufruto no corresponde a sus extensiones, yComercio perpetuo, aunque reducido. Noobstante las Casas de aquellas primeras Fami-lias se vèn muy proveìdas de todo genero dePlata Labrada y de esto suele ser su regular ser-vicio; à cuya correspondencia no falta algunaaunque sea poca à aquella Gente pobre; pueses muy comun tener una Vaxilla más ò menosreducida, en que comer.

(ULLOA, 1736)

q La mayor parte de los desordenes, ó to-dos los que se cometen en los fandangos diso-lutos que en aquellos payses son tan comunescomo ya se ha dicho en la Historia del Viage,no parece sino que son invenciones del mismomaligno espiritu que lo sugiere para tener mas

esclavizadas aquellas gentes; pero se hace su-mamente extraño y aun increible, que la elec-cion de instrumentos para efectuar estos exce-sos y darles curso sea en la forma que alli se ex-perimenta, y que causa repugnancia á toda ra-zon. Estos fandangos ó bayles son regularmen-te dispuestos por los individuos de las religio-nes, ó para decirlo con mas propiedad por losque allí se llaman religiosos, aunque en verdadestán lejos de serlos; estos hacen el costo, con-curren ellos mismos, y juntando á sus concu-binas arman la funcion en una de sus mismascasas. Luego que empieza el bayle empieza eldesorden en la bebida de aguardiente y miste-las, y á proporcion que se calientan las cabezas,va mudándose la diversion en deshonestidad,y en acciones tan descompuestas y torpes, queseria temeridad el quererlas referir, ó pocacautela el manchar la narracion con tal obce-nidad; y asi dejandolas ocultas en la region delsilencio, nos contentaremos con decir, que to-da la malicia con que se quiere discurrir sobreeste asunto por grande que sea, no llegará ápenetrar el abismo en que se hallan encenaga-dos aquellos pervertidos animos, ni será bas-tante para comprehenderlo; tal es el grado deexceso á que llega alli la disolucion y la desen-voltura.

Hacese sin duda particular la singularidadde los sugetos que mas se señalan en este de-sorden, pues es extraño, no solo el que las per-sonas de un estado como el religioso concu-rran inconsideradamente á los escándalos delos seglares, mas que sean ellos los que enaquella manera los inventan, y los que dan lanorma á los demas para tener una vida tanperdida y desastrada. Pero á esto no tenemosotra cosa con que poder satisfacer mas que conla experiencia, con los sucesos, y con la publi-cidad de los hechos, la qual es tanta, que here-dando allí los hijos los nombres de los empleosdistintivos de sus padres, se ven, no sin admi-

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racion, en una ciudad como Quito, una infini-dad de Provincialas de todas regiones, Prioras,Guardianas, Lectoras, y á este tenor de quantosexercicios hay en la religion; de modo que loshijos conservan siempre como titulo de honorlos de la dignidad de su padre, y en lo públicoquasi no son conocidos por otros. La causa deesto es, que lexos de hacerse vilipendioso entreaquellas gentes el conservar estos nombres, losmiran como honorificos, y tanto mas quantola dignidad del sugeto es mayor. De modo queasi como se graduan por estos títulos las per-sonas, del mismo modo lo están los hijos conel mérito de sus padres: y no atendiendo á lailexitimidad ni al sacrilegio, se tienen por fe-lices en poder hacer ostentacion de la mayorgraduacion de la dignidad, y asi ni en elloscausa el menor sonrojo, ni se extraña el sernombrados por el caracter que sus padres ob-tuvieron en la religion.

Lo antecedente parece da bastante pruebade lo incauta que es esta vida en los religiosos,pues á excepcion de los libros baptismales, nose distingue la notoriedad de sus hijos de la delos demas. Ellos hacen vida maridable con lasmugeres que toman para si, sin que haya quienles vaya á la mano; y perdida enteramente laverguenza y el rubor, atropellan el sagrado dela prohibición; y aun parece que esta causa enellos efectos mas considerables, no contenien-dose su viciosa inclinación dentro de los lími-tes de una mediana relaxación, sino pasando alextremo de la disolución y del escándalo, y ex-cediendo en todo á los seglares mas desarre-glados y menos contenidos. Con el pretexto dehacerse estas funciones en la casa de alguno delos religiosos, es bastante para que no haya jus-ticia que se atreva á su sagrado; y aunque dis-frasados en hábito de seglares los promotoresdel bayle, basta la pública fama para que nopuedan estos ser desconocidos. La confianzapues, y la libertad de que ninguna justicia ten-

drá atrevimiento para entrar en estas casas, nijurisdiccion para contener los desordenes quese cometen en ellas, hace se suelte enteramen-te la osadía, y no haya terminos en la disolu-cion.

(ULLOA, 1736)

q Población

Del número de habitantes de la ciudad de Quito

Cuando yo llegué a la ciudad de Quito, oídecir que el número de todos sus habitantessubía a más de 60 mil y que el año 1730 habíacerca de 80 mil almas, ya que entonces solo losindios eran en la ciudad 18 mil. Pero al presen-te apenas llega a 30 mil, y aun de este númerodudo mucho, toda vez que por la decadenciadel comercio mucha gente se ha ido a otraspartes. Además, desde el año 1744 hacia acá hahabido horribles epidemias, en las que han fa-llecido muchísima gente y muchísimas fami-lias enteras; especialmente en tres epidemiasque, en verdad, fueron equivalentes y muy se-mejantes a la peste del oriente. Además, haceocho años, es decir, desde el año 1762 vino deMéjico una enfermedad contagiosa que soloataca a los pobres indios (aunque en muchoslugares también a los mestizos) y en la casa ofamilia india en que entra no sale de ella sinhaber matado a todos hasta el séptimo grado.En lugares pequeños y en las poblaciones don-de entraba el contagio pestífero, morían alprincipio ocho, diez o doce al día; pero luegode algunas semanas se encarnizaba de tal ma-nera, que morían en dos o tres días 40, 50, 80y aun 100, por lo que muchísimas poblacio-nes, haciendas y fincas quedaban desoladas,destruídas y arrasadas. El Gobernador, digo, elCorregidor de la ciudad de Quito, en 18 mesescontó 26 mil indios, solo entre los tributarios,es decir desde la edad de 18 años en que em-

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piezan a tributar hasta la edad de 52 cuandoacaban de pagar el tributo. Y todos estos soloen el distrito de las cinco leguas y en la ciudadde Quito, ¿Cuántos habrán sido las mujeres,los niños, los ancianos fallecidos? Desde lamisma ciudad de Quito escriben que todavíaahora prosigue cada vez más enfurecido elcontagio contra los infelices indios. Por ello¿Cuántas almas tendrá al presente la ciudad deQuito? No se puede fijar el número, pero loslectores, con su discreción, lo podrán juzgarmás o menos.

Sin embargo daré algún dato e indicio de laopulencia de la ciudad de Quito y de toda laprovincia, por todo lo que (192) se me ha con-tado, y por cuanto yo mismo he visto y por loque se puede observar en la ciudad al presen-te. Y comenzando por este ùltimo punto, lagran riqueza de la ciudad de Quito se puedeconjeturar prudentemente por los decorados yadornos que han quedado en todas las casas(paso por alto los de los templos), riquísimos,preciosos y soberbios, los que sin duda debie-ron costar miles y cientos de miles de escudos.Es necesario confesar que antes había ingentesfortunas y grandes capitales, porque paraadornar y decorar magnífica y soberbiamenteuna casa se gastan 30, 40, 60 y más miles de es-cudos, a la vez que pensaban que por lo menostenía que quedarles otro tanto de capital, pueshabría sido una tontería soberana gastar todala fortuna en el adorno de la casa, quedarse ab-solutamente sin nada para su mantenimiento.Por lo que me han contado, la dote que se so-lía dar (me refiero a las personas nobles civi-les), al casarse las hijas, jamás era menos de los20 mil escudos, en dinero, además de muchosotros miles que llevaba consigo la señorita envestidos, atavíos, joyas y perlas, y esto aunquelos hijos e hijas fueran muchos. El Marqués deSolanda, que tenía nueve o diez hijos, tres deellos eran mujeres, distribuyó poco antes de

fallecer a cada uno solamente la herencia pa-terna, y dio a todos 40 mil escudos en doblo-nes y en pesos fuertes y a las mujeres poco me-nos de otros tantos miles de escudos en galas,vestidos y joyas de gran valor y precio. Los va-rones fueron recompensados a su vez conotras cosas. Murió luego la Marquesa y se ledieron a cada uno más de sesenta mil escudosde la parte materna, quedando intactos los de-más bienes paternos y maternos, extensas ha-ciendas y fincas de grandísima utilidad, casasbellas y grandes soberbiamente embellecidas yadornadas, fábricas de paños y otras telas delana, posesiones de infinitos rebaños bovinos yovejas. Y toda esta opulentísima fortuna en di-nero la vi yo depositada en la Procura del Co-legio Máximo. Esto referente a lo que yo hevisto. También conocí, algunas todavía viven, alas señoras Yerovis. Estas fueron cinco o seis hi-jas, todas casadas en vida de su padre, quiencelebraba esplendidísimas, soberbias, suntuo-sas, magníficas y pomposas fiestas con motivode las bodas de sus hijas, Por la noche, luego deuna ligera cena o refresco, ante la presencia detoda la distinguida concurrencia de los invita-dos, se ponía de pie, tomaba de la mano a suhija desposada y la entregaba a su esposo, di-ciéndoles que vivieran en paz, en unión y en laamistad de Dios y en su santo temor. “Andaosya a vuestra casa (o bien construida o compra-da antes por él y amueblada con toda elegan-cia de adornos y a la vez provista de todo lonecesario para habitarla sin que tuvieran quegastar ni un cuarto). “Vos, joven, que os pro-vean de preciosos vestidos y ropa blanca finísi-ma. Vos hija mía, que os engalanen también degalas y vestidos riquísimos así como de perlasy joyas de gran precio. He aquí la dote en dine-ro, oro y plata, que son cien mil escudos: siqueréis contadlos, en vuestra casa”. Así los des-pedía, haciéndoles preceder (193) de negrosesclavos cargados con los cajones de doblones

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y pesos fuertes, esclavos negros que quedabantambién destinados a su servicio, y los nuevosesposos constituídos en sus dueños. De tales ymuchísimos otros casos se evidencia que laciudad de Quito siempre fue opulentísima du-rante todo el tiempo que vinieron de Españalas flotas con dirección a América Meridionaly que Quito gozaba del comercio.

Además, me fue contado tanto por las PP.Jesuítas como por todos los seglares que todoslos almacenes de los mercaderes estaban llenosde cajones de dinero, colocados uno sobre otrodesde el suelo hasta el techo, haciendo de estamanera cada uno ostentación de su imponen-te riqueza. De tales almacenes, cuando llegué aQuito, solo vi dos o tres. En uno de ellos, ungran almacén me mostró, D. Bartolomé Pinto,Comisionado del Comercio de Cádiz en la úl-tima Flota, el último resto de aquel ingente ca-pital, que era de once millones, y era el últimopequeño resto; pues me parece, si no me enga-ño, que todo el capital y fortuna de dicha Flotasobrepasó de cuarenta o cuarenta y cinco mi-llones. Después de ocho o nueve años una vezterminada la guerra entre España y Gran Bre-taña y establecida a paz, el dicho Pinto se tras-ladó con todos aquellos millones, que los vípasar sobre las mulas por Ambato a Panamá yde allí a Cartagena, desde donde los embarcó aCádiz. Tan Grande era la riqueza y opulenciade la ciudad de Quito, pero al presente es mu-cho mayor su pobreza y miseria, como tam-bién de muchísimas otras Provincias, de lo quefue antes su riqueza, creciendo cada día másy más, y crecerán siempre la miseria y pobre-za de ellas no obstante que son ellas las fuen-tes de las riquezas en los metales más precio-sos, el oro y la plata, y de innumerables otrosfrutos y productos preciosísimos. En verdadparecen, y realmente lo son, aquellos america-nos Tántalos muy infelices, pues arden desed sin poder tragar ni una sola gota de la co-

piosísima abundancia de agua, porque ésta seescapa de sus labios. Todos aquellos valles ymontes ofrecen sus entrañas llenas de oro yplata en grandísima cantidad solamente paraenriquecer a los europeos, dejando pobres alos americanos ¡Quién lo creería! Salen de lasminas en cantidades el oro y la plata para lascasas de la moneda; pero de éstas vuelan losdoblones y los pesos fuertes en las naves haciaEuropa. Diré una cosa que parecerá hipérboleo fábula a quien la lea; pero es muy cierta ycertísima. En muchísimos barrios, pueblos yregiones y aun ciudades ha sido tan grande lapenuria de dinero, la escasez del oro y de laplata tan total que sus ciudadanos y habitantessolo negociaban y comerciaban, para mante-nerse con un alimento muy miserable y el ne-cesario vestido, a cambio de un producto conotro, una cosa con otra, V. G. Ticio no pudocomprar trigo para su familia puesto que notenía dinero, para conseguirlo cambiaba conSempronio, dando a éste cebada o maíz uotros granos y productos que tenía y de los queel otro tenía necesidad. De esta manera secambiaban entre sí quien una gallina por fré-joles, quien coles por huevos, quien pan delpaís por azúcar, quien pollos por fruta, etc. Yohe sido (194) testigo ocular (aun muchas vecesme he visto obligado a hacer dichos cambios),de tales inusitados intercambios. ¿Puede llegara más alto grado el infortunio, la miseria, lapobreza de aquellos desafortunados america-nos, nadando, por decirlo así, en oro y plata?Baste para probarlo esta afirmación mía: Haymás pobreza, más miseria y por consiguientemuchos más pobres y mendigos en AméricaMeridional, o por lo menos en muchas Pro-vincias vastísimas de ella, que en Europa ente-ra o por lo menos en muchísimos Reinos deEuropa. Por lo tanto, dé gracias a Dios Améri-ca Septentrional y Méjico por la flota que se leha sido dejada en su primer sistema; de lo con-

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trario habría corrido la misma suerte e infeli-cidad.

De los vicios y virtudes principales de los habitantes de Quito

La sinceridad y verdad de la historia exigetambién dar, por lo menos en bosquejo, algu-na verificación de los vicios y de las virtudesciviles y morales que más dominan y campeanen las ciudades y regiones lejanas, donde sepuede decir que “apparuit alia generatio, aliusvivendi modus”, como dice el Nacianzeno, yaque la diversidad de climas, la variedad de na-ciones que concurren no puede menos quedespertar las pasiones e inclinaciones de aque-llos lejanos habitantes, por lo demás quizásmuy ajenos a ciertos vicios.

Del hurto

El vicio de robar, en la ciudad y contornosde Quito es uno de aquellos, que en todas lasRepúblicas llámanse comunes. Los indios estáninclinados en gran parte al robo, pero de ordi-nario roban bagatelas, cosas comestibles, sinatreverse nunca a cometer hurtos graves y demucha consideración. En todo el tiempo quepermanecí en aquella Provincia solo conocí unindio ladrón verdaderamente famoso, ademásde cruel, inhumano y sanguinario, llamadoMishqui Rosca67 en lengua india, quiere decirrosquilla dulce. Este, luego de muchísimos ase-sinatos, homicidios crueles e inhumanos porfin fue preso, y castigado por la justicia según

sus tan enormes delitos, de éste se decía que te-nía pacto con el diablo y que éste le acompa-ñaba a veces visiblemente. Jamás vi hombretan audaz, desvergonzado, intrépido comoaquel indio, quien perseguido de día por losalguaciles con el hurto en las manos entró enel Colegio de Ambato donde un gran númerode indios e indias habían acudido a verlo, y to-caban su cuerpo con sus rosarios y le daban li-mosnas en dinero y en cosas comestibles, lehacían bendecir a sus hijos y él los bendecíacon una desvergüenza verdaderamente teme-raria. Como viniese yo de fuera, al observaraquella gran algazara y tumulto de gente (209)y queriendo sacar a todos afuera, porque el pa-tio, aún no cerrado en cuadro, se llenaba cadavez más, y ya todos los padres estaban exaspe-rados con tal multitud de indios e indias, sinsaber qué hacer para librarse de aquella horri-ble confusión, no me fue posible conseguirlo,ni con palabras ni con latigazos; hasta que, porfin increpé al indio ladrón cuya fama hacíamuchos años que corría por toda la Provincia,ordenándole que se fuese a otra parte y querestituyera inmediatamente el robo, que teníaen las manos, a sus dueños que estaban allípresentes, ¿Qué me respondió? Me dijo: Padre,yo soy un hombre de bien y muy honrado, escalumnia y falso testimonio de éstos. Todas es-tas cosas son mías propias, son de mi mujer yde mis hijos. Yo no soy ni me llamo Bunga; és-te sí es un impío, un Infame, un asesino, unhomicida inhumano bárbaro. Aquí tiene lostestimonios (eran dos compañeros suyos): de-cid, decid también la verdad. ¿No soy yo de latierra de Guano, tejedor de paños y bayetas?Así es respondieron los dos compañeros. Sinembargo, repliqué, ya que sois hombre de bienmarchaos a otra parte y no alborotéis a estagente, pues ésta es casa de religiosos. Animo,pues, que vuestra inocencia os defenderá y sino os queréis ir enseguida, por lo menos en-

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67 Dijo que se llamaba Bunga (obscuro), el Misqui-Ros-ca fue un buen joven quiteño, americano español, depadres muy cultos, el cual en mi tiempo fue encerra-do en la prisión a la edad de 24 años como famosoladrón de la ciudad. Era un joven rubio y bello engran manera.

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trad a los corredores y despedid a toda estamultitud de gente. Así lo hizo y cumplió inme-diatamente de manera que no quedó ningunapersona, e hice cerrar la puerta. Entonces meesforcé por persuadirles la restitución de aque-llas cosas, pero no fue posible. Siempre semantuvo en decir y sostener hasta con mil ju-ramentos que todas aquellas cosas eran suyas,con la mayor desvergüenza y audacia. Por finme dijo: Padre, para que vea que soy inocentey hombre de bien y que todo esto es mío, há-game abrir la puerta falsa pues quiero pasear-me por todas las calles de Ambato, Salió pues,y por las calles y senderos a trasmano se diri-gió al Convento de San Francisco, y tanto a losreligiosos como a los seglares que encontrabapor las calles les decía: ¡Oh Jesús María! He idoa los padres Jesuitas para hacer una semana deEjercicios Espirituales, luego de darme algu-nos de ellos los puntos de las meditaciones, mehan echado fuera. ¿Qué os parece? y no ha si-do esto lo peor; me han acusado de ser yoBunga, el ladrón, asesino, y homicida, no sien-do yo otro que un hombre de bien. Quiero versi los Padres Franciscanos me harán la caridadde darme ellos los Ejercicios Espirituales. Tanintrépido, audaz y atrevido era aquel indio,verdaderamente un monstruo de crueldad einhumanidad. Fuera de éste no conocí otrosindios ladrones famosos.

Pero entre los mestizos y otros sí conocí in-numerables y algunos también de categoría.Continuamente se oía hablar de robos de granvalor, de cajas guarnecidas de clavos que ha-bían sido forzadas, de puertas quebradas, detechos abiertos. Robos muy frecuentes en lasiglesias. En mi tiempo se dieron más de cincorobos sacrílegos en varias iglesias, de ciborios,custodias del Sacramento con partículas dehostias consagradas, además de muchísimosotros en que se llevaban la platería, ornamen-tos sagrados, quitándolos de las imágenes de la

Virgen y de otros Santos la corona y diademas,joyas y aun los vestidos preciosos. El comerciode la ciudad mantiene a su costa durante elaño una patrulla bien pagada, de dos hombresque con sus pífanos rondan continuamentecada noche desde la primera hora de la nochehasta las once de la mañana, por las dos callesde los mercaderes. Sin embargo rara es la no-che (210) que no haya robos en aquellas doscalles. Quitan el ferreruelo, la capa, el sombre-ro y otras cosas de noche a los que transitanpor las calles y esto frecuentísimamente, y deordinario; no pocas veces han quitado el som-brero a los jesuítas que salían para confesar oayudar a bien morir. Es cosa sabida que los la-drones en la ciudad y aun en toda aquella Pro-vincia, en que son muy supersticiosos, usanciertos polvos con otros ingredientes y por-querías (dicen que usan polvos de huesos decuerpo humano), que encendidos producenun humo denso, con lo que quedan sumidoslos habitantes de la casa en un sopor y sueñotan profundo, que ni un cañonazo los puededespertar. Usan además otros polvos que en-cendidos vuelven tontos a cualquiera que estu-viera despierto y vigilante, o le dejan mudo,enervado de fuerzas e inmóvil, acabándose elefecto tanto de unos como de otros polvoscuando se han reducido a cenizas y gastadocompletamente. Los ladrones, en cambio, lle-van consigo el antídoto o preservativo contrasemejantes humos infernales, a fin de que pue-dan permanecer libres de aquellos efectos y ro-bar con mano segura. A quien leyese estas co-sas le parecerán (tal como a mí me parecían),solemnes quimeras, bellas fábulas y buenosembustes; sin embargo, con el correr del tiem-po me he visto obligado a tenerlas por cosasciertas, certísimas, tanto por habérmelas con-tado las mismas personas y personas de juicio,autoridad, edad y verdad, quienes habían pa-decido semejantes cosas y habían sido roba-

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das. Entre éstas, una persona que estando des-pierta, con los criados, unos en la cama otrosen pie, vió (y conoció a los ladrones) cómo lerobaban en toda la casa, abrir baúles, cofres,cajones, etc, quedando todos como estatuas demadera hasta hacer de día: a la mañana mismase fue aquel hombre con sus criados a denun-ciar en la Real Audiencia aquel robo, los ladro-nes con sus nombres y apellidos. Fueron, enefecto, los ministros de justicia a las casas delos ladrones, pero no les encontraron, en cam-bio encontraron algunos muebles y adornosde la casa, que fueron restituídos a su dueño,pues había presentado una lista de todas lascosas robadas. Vive todavía un Hermano queera Procurador del Colegio de Latacunga, alcual le robaron casi toda la Procura, abriendocon martillos de hierro cajas y armarios y aunrompiéndolas con hachitas, sin que nada oye-ra. Por la mañana, ya avanzado el día, el PadreMinistro buscaba al Hermano para darle lascosas necesarias para la cocina y no encon-trándolo se dirigió a la Procura, vio la puertaremovida y toda la habitación llena de una hu-mareda pestífera y maloliente. Llamó inme-diatamente a los criados hizo abrir las venta-nas, y se encontraron con dos globos de esto-pa y otras cosas combustibles encendidas, lascuales fueron apagadas y echadas fuera. Fue-ron al lecho para despertar al Hermano, perolo vieron en un sueño tan profundo que sacu-diéndolo y aun levantándolo no se despertaba.Por fin, abiertas todas las ventanas y la puertadel corredor comenzó a desvanecerse y disi-parse aquella humareda y así poco a poco sedespertó el hermano. Por estos y otros muchossucesos relatados por las mismas personas ro-badas y por las confesiones judiciales de losmismos ladrones he tenido siempre por verda-deros y ciertos aquellos humos y los efectosocasionados por éstos, por su secreto y cuali-dad natural.

Ladrones y ladronzuelos en los caminosson raros. Solamente en el páramo llamadoTiopullo situado en los límites del territorio(211) de Quito y de Latacunga suele haber la-drones famosos, por ser lugar y paso solitarioy frío y haber algunos matorrales donde es-conderse, Viajando por allí solo con mi criadohacia Quito salieron tres enmascarados sobretres bellos caballos soberbiamente enjaezadosy ellos bien vestidos: me rodearon, observaronpor delante y por detrás lo que llevaba que eraúnicamente la cama, me acompañaron unbuen trecho de camino y espoleando repenti-namente a sus caballos se volvieron atrás.

De la embriaguez

Otro vicio común a toda clase de personases la embriaguez, que comenzó el año 1745 ydespués ha ido en aumento más y más, de ma-nera que ha sido introducida en estos últimostiempos hasta en los claustros y en las perso-nas más conspicuas por su dignidad. En tiem-pos pasados, a las personas civiles o religiosasque iban de visita o por la mañana después decomer, se les ofrecía el chocolate o un refrescode piña o dulces exquisitos de delicadísimasconservas, con agua de nieve u otras bebidasfrescas y delicadas. Mas desde hace 15 o 16años en todas las casas y mucho más en las delas familias más nobles, no se ofrece otra bebi-da ni otro refresco que o rosado, o mistela, oaguardiente fortísimo con algún bizcocho dul-ce. Siempre los indios han sido propensos a laembriaguez, pero se emborrachan con su cer-veza llamada chicha, que es una embriaguezlenta que solo les ocasionaba un poco más dealegría natural. Pero desde que un Ministro dela Real Audiencia en 1745 estableció el mono-polio del aguardiente hecho del jugo de la ca-ña de azúcar para sus propios fines, motivos eintereses particulares, aunque bajo pretexto de

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los intereses reales, por el que quedaba grave-mente prohibido con muchas Cédulas Reales,el mencionado aguardiente como muy nocivoy pernicioso, no solo para la República sinomucho más para la complexión natural de losindios y aun de los americanos; desde enton-ces se hizo más general la borrachera y másfuerte y violenta en los indios, quienes o lo be-ben puro, o lo mezclan con su cerveza. De ahíque es increíble el número de indios y mesti-zos borrachos que había en la ciudad, sus con-tornos y también en toda la Provincia. Las des-gracias de cuchillazos, puñaladas, roturas decabeza, bastonazos a cada hora y a cada mo-mento se oían por las calles, barrios y por to-das partes. Y por más que el Magistrado de laciudad hizo grandes esfuerzos por abolir elmonopolio Real, ya que veía y preveía la ruinade toda la ciudad y aun de la Provincia toda,nada pudo conseguir. Comenzó a disminuir elnúmero de indios, pues morían en gran canti-dad: de los 18.000 indios existentes y habitan-tes en la ciudad, hoy apenas si hay 6.000: tam-bién el gran número de mestizos ha disminuí-do notablemente, ya que, según las autopsiashechas innumerables veces por los médicos ycirujanos en el Hospital, se ha visto y observa-do con evidencia que todos mueren con lasvísceras quemadas e inflamadas por el aguar-diente de caña de azúcar, pues lo beben comosi fuera agua, ya que por unos pocos bayocos,se los consigue en gran cantidad, dada laabundancia (212) de producción en aquellospaíses. El causante de tan grave daño común yuniversal se había arrepentido grandementede ello, en la hora de la muerte encontrándosecomo desesperado en aquel terrible momento,pero sin poder remediar nada.

La embriaguez, hacia el año 1755 había en-trado en las personas nobles, sacerdotes, frailesy aun en las monjas habiéndose introducidoinsensiblemente por una bebida traída por los

ingleses y franceses llamada Punci (ponche?), alas ciudades de Puerto Bello, Cartagena, Pana-má y luego de Guayaquil, Quito, Lima, etc. Alprincipio se preparaba así: en un gran cubileteo por lo general de plata. (o en un gran vaso deboca ancha de cristal o de plata), lleno casi deagua, se exprimían tres o cuatro limoncitosllamados “zentil”, cuya acidez es muy activa yeficaz; luego se raspaba o una o media nuezmoscada, otros la ponían pulverizada, y junta-mente una cucharadita de azúcar. Por fin unvasito pequeñísimo de aguardiente llamado“ron” de alcohol fuerte, ya que es destilado tresveces en el alambique junto con fermento tri-turado. Al principio esta bebida era usada porpocos, luego por muchos, por fin por todos.Algunos la bebían por placer, otros como re-medio, unos por ser diurética, otros por ser re-frescante. Pero luego, halagado poco a poco elpaladar por aquel alcohol tan fuerte del ron,comenzaron los aficionados al ponche a alterarlas dosis y la mezcla, añadiendo más aguar-diente ron que antes, diciendo que era paraquitar pronto la acidez del agua y del limonci-to; en realidad era una disimulada embria-guez, ya que su cabeza no les obedecía por lagran fuerza del alcohol de ron. Finalmente latal bebida del ponche lo adulteraron de tal ma-nera, que la preparaban al revés, esto es la por-ción grande que antes se ponía de agua, la po-nían luego de aguardiente ron y en cambio lemezclaban un vasito pequeñísimo de agua.Pronto muchísimos para mayor jococidad ygracia, metiendo el dedo meñique en el vasitode agua ponían en el cubilete la gota de aguaque estaba por caer de la punta del dedo. Deahí que un solo traguito de semejante poncheperturbaba inmediatamente la cabeza de losbebedores con una embriaguez abominablehaciéndoles decir despropósitos, con palabrasy obras completamente ajenas de un ser racio-nal, de manera que más parecían bestias que

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hombres. Así fue introducido en todas las ciu-dades y Provincias el execrable ponche refor-mado y mejorado, vestido con el especiosonombre de ponche refrigerante y tónico del es-tómago, alabado y recomendado por sus milexcelentísimas virtudes, y finalmente como unSánalotodo, especialmente contra los cálculosy retenciones de orina, destructor de los flatoshipocondríacos, generador de nuevas fuerzas,conservador de la salud y antídoto contra losataques epilépticos y apopléjicos y otras milperegrinas virtudes y propiedades. De tal ma-nera lo exaltaban y alababan, que excitaban entodos el deseo y despertaban el apetito de to-marlo. Y así sucedía. Unos tomaban el ponchecontra la debilidad del estómago, pero se em-borrachaban solamente; otros contra los cál-culos y se embriagaban. Unos contra la flemay el viscoso y se emborrachaban; otros contralas indigestiones y se emborrachaban. Algunasdamas lo bebían contra los efectos histéricos yse emborrachaban; otras contra los vértigos yse emborrachaban. Estos contra el dolor de ca-beza, es decir la jaqueca, y se emborrachaban;aquellos (213) contra las afecciones reumáti-cas y se emborrachaban. Por fin, cada uno in-ventaba motivos, excogitaba razones, fingíaenfermedades, alegaba causas para usar el pon-che. De esta manera se introdujo en las casasmás conspicuas (además de los tugurios y ca-sitas), en los tribunales más serios, en los pala-cios más magníficos, en las jerarquías eclesiás-ticas más autorizadas, en las comunidades re-ligiosas más austeras; sin el menor reparo nirespeto a la clausura más estrecha y celosa en-tró el Señor ponche (así lo llamaban), en losMonasterios de las religiosas más dignas deconsideración y observantes. Así la ebriedadlevantó su trono en América Meridional, cor-tejada por el más sórdido de los vicios, domi-nando desvergonzadamente y sin rubor, cadadía más atrevida e insolente, campeando en las

semanas más santas, en las fiestas más devotasy en las solemnidades más dignas de la piedadcristiana.

Las exageraciones que se cometen en lasbodas por la embriaguez prolongada hastaocho y quince días, son increíbles. Conocí agobernadores españoles y nobles, por lo demásadornados de preciosísimas cualidades, de ca-rácter generoso y aún de gran piedad cristiana;conocí a caballeros también españoles y no-bles, de señalada prudencia, de singular madu-rez y juicio, que habiendo sido venerados yrespetados durante toda su vida como hom-bres capaces, justos e intachables y aun comode honra de la República, que, luego avanza-dos en edad, se habían convertido, por estevergonzoso vicio de la embriaguez, en el ludi-brio, oprobio, y el blanco de todas las befas yburlas de los niños, pues de sobrios se habíanhecho ebrios. Cuántas señoras de rango, viu-das, casadas, cuántas y cuántas por la embria-guez despilfarraron sus grandes capitales, ypara fomentar cada vez más un vicio abomi-nable y mucho más en las mujeres, al que gen-tilísimamente (termino usado por ellas) se ha-bían habituado según la nueva moda, dejaronperecer a sus hijos e hijas de hambre. Pidién-doles éstos pan, les daban latigazos, viéndosepor ellos obligados a pedirlo de limosna. No esfácil enumerar las familias reducidas a una es-casez y miseria total en la ciudad de Quito ysus contornos, por el vicio de la embriaguez.Ni siquiera las tabernas o Estancos Reales quehay por toda la ciudad y en todos sus barrios,donde se venden licores, aguardiente, mistela yrosado, combinados con mil otros sucísimos ynocivos ingredientes, para venderlos más fo-gosos, ardientes y fuertes y aquellos taberneroso estanqueros impíos y malvados, para tenermayor concurrencia y ventas y también paraatraer y acostumbrar a todos a frecuentar susbodegas, se han servido de las más infame y

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diabólica invención de tener escondidas detrásde algunas telas y esteras seis y más mujeres jó-venes, desvergonzadas e insolentes, pagadaspor aquellos, a fin de invitar a los hombres queentraban, o al baile, o al canto o a otras nefan-das acciones, convirtiéndose las tabernas enotros tantos burdeles y lupanares. También esincreíble la gran cantidad de aguardiente quecada día se consume y se vende en solo la ciu-dad; el día más escaso y de menores ventas entodas las tabernas reales es de treinta o cuaren-ta barriles grandes y de buena medida, los cua-les apenas si los puede llevar un hombre ro-busto. Y esto además del aguardiente destiladodel mosto de la uva, de que se sirven todas laspersonas civiles y nobles en sus mesas. Un co-merciante quiteño (214) que cada año em-pleaba de 14 a 16 mil escudos en la ciudad deLima y en la de Guayaquil me dijo que en to-do el año se vendían más de seis mil botijas68

de aguardiente de uva, cada una con una capa-cidad para 50 y aun 60 frascos de vidrio holan-deses de tres hojuelas por lo menos, si no más.No estando tal clase de aguardiente bajo losImpuestos a cuenta del Rey, solamente paga acada uno de los negociantes y tratantes el im-puesto llamado Alcabala del tres al cinco porciento, a sus arrendadores. Ahora bien, desdeque se intrudujo y propagó universalmente laembriaguez en aquella ciudad y alrededorescomenzaron a pulular muchísimos otros vi-cios escandalosos y abominables, necesaria-mente originados en la embriaguez y de seme-jante embriaguez: divorcios sin número, dis-cordias, riñas, contiendas sin fin, puñaladas,cuchillazos, palizas sin término; porquerías,

obscenidad, blasfemias, juramentos infinitosen boca aun de las personas honorables. Ade-más, parto legítimo de la embriaguez, es el jue-go.

Del juego

El vicio del juego, con mucho el más gene-ralizado, es el que ha arruinado toda la ciudadde Quito, y la ha reducido a un deplorabilísi-mo estado de pobreza y miseria. Al juego delos dados no hay clase de personas que no seentregue de día y de noche. ¡Cuán grandes su-mas, qué ingentes valores se juegan los caballe-ros! Las damas, sus joyas, y lujosos vestidos: lagente plebeya todo lo que tiene encima, todolo de sus mujeres, todo se juega a los dados. Eljuego de las cartas, llamadas por los españolesnaipes se ha introducido hasta en los niñosmás pequeños. Una señora noble, cada nochejugaba a las cartas por lo menos de tres a cua-tro mil escudos y el infelicísimo marido no sa-bía que hacer para mantener el vicio de su mu-jer. Reina también allí el juego del truco queprimero servía a los caballeros de diversión,pero luego se extendió de tal manera que esuno de los vicios más terribles, ya que hasta denoche dejan de cenar y dormir para jugar altruco, toda clase de personas; caballeros, co-merciantes, sacerdotes, frailes, plebeyos, mesti-zos jugándose hasta las hebillas, la capa, elsombrero y cuanto llevan encima, fuera de losgrandes capitales que se juegan.

Otro vicio de fatalísimas escandalosas con-secuencias que domina y señorea en todos es eldel baile. No saben ni usan bailes serios de mi-nuetos ni danzas honestas; alguna vez bailanalguna contradanza artística específicamenteentre algunos jóvenes civiles y nobles en la ce-lebración de algún matrimonio de personas derango, Pero el baile universal y de todas las cla-ses sociales, sin excepción de las más respeta-

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68 Son ciertas vasijas grandes de greda, de una altura depoco menos de cuatro palmos, aunque otras son decinco palmos, en forma de una pera cuya boca es es-trecha y juntamente bien tapada con tapón y yeso tie-ne tres dedos de diámetro.

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bles, es el que se llama Fandango o Fandangui-llo; un baile confuso, sin orden, sin arte, sin si-metría, entre mujeres y hombres; parecenotros tantos locos de cadena; algunos hacenlos gestos más obscenos, las actitudes más es-candalosas, los movimientos más insolentes,las acciones más nefandas y desvergonzadas, yson ellos los más aplaudidos y alabados. Enverdad que es una cosa que aturde el ver comodurante una noche entera y a veces hasta el díaentero resisten aquellos hombres y aquellasmujeres en el baile y en el saltar de aquellosFandangos por dos y tres horas seguidas, consaltos violentísimos, sin fatigarse ni (215) de-bilitarse lo más mínimo; y lo que más sorpren-de es que apenas acabado un baile, tomando ybebiendo aguardiente y otras bebidas, inme-diatamente comienza otro. Muchísimos otrosvicios predominan grandemente en aquellaciudad, tales como los concubinatos, adulte-rios, incestos, raptos, etc. aunque parecen co-munes y generalizados casi en todo el mundo,lo mismo que los otros referidos más arriba,no porque sean peculiares y particulares deaquella ciudad y de aquellos países america-nos, siendo como son también dichos vicios,comunes y universales, sino en todos, o por lomenos en casi todos los Reinos de Europa, si-no para que los lectores sepan lo que hay demalo en América Meridional y también lo quehay de bueno, porque entre tantos vicios des-tacan y reinan también las bellísimas virtudesy no pocas cualidades naturales y ciertamenteno ordinarias en toda aquella gente americanae india.

De los talentos y capacidades naturales de losciudadanos de Quito

Los talentos naturales de aquella gente noson despreciables, si hablamos de los indiospor todo lo que hemos referido hasta aquí, de-

bemos confesar que sus ingenios son tan pers-picaces y capaces por lo menos para aprenderlas artes mecánicas, como lo son los de las de-más naciones europeas, engañándose grande-mente quienes creen que los indios son másbien animales que hombres, de inteligenciaobtusa, de una capacidad mucho menor que laordinaria. Podría aducir mil pruebas para de-mostrar con evidencia lo contrario, pero lo de-jo a causa de la brevedad. Asevero solamenteque vaya allá el auropeo más astuto y más sa-gaz y vea si puede engañar y convencer a unsolo indio (hablo de los indios civilizados yeducados en la ciudad y tierras de toda la Pro-vincia), sírvase de todas las astucias y estrata-gemas más sutiles para confundirlo, a buen se-guro que jamás conseguirá convencerlo. Trae-rá tantas razones, tantas respuestas, todas ajus-tadísimas, se despachará y saldrá de los apurosde tal manera que no quedará ni engañado niconvencido; y mucho menos ocurrirá con lamujer india. Ni se crea que las razones y res-puestas del indio sean disparatadas, dichas alaire y con necedad. No ciertamente, sino todasbien dichas, bien tramadas y bien correlacio-nadas. Solo aduciré el caso de dos caciques(podría aducir muchísimos otros testiminiosde vista) que en sus gravísimos litigios poníana los abogados más célebres y sagaces comotambién a todos los jueces, con las espaldascontra la pared, al presentar sus razones “nonin scriptis”, sino “verbaliter”, confundiéndolesde tal manera que los obligaban a revocar lassentencias, y todos temblaban cuando elloscomparecían en los tribunales. Para decir ver-dad, si los indios pudieran dedicarse a los es-tudios como los españoles y europeos, enton-ces se vería que sus ingenios no son obtusos niordinarios, sino muy agudos y profundos.

Si luego nos referimos a los mestizos, sedebe confesar que son éstos de buen ingenio yde singular capacidad pues la experiencia así

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lo muestra (esto debe entenderse hablando engeneral, lo mismo de los indios, ya que entreellos no faltan los de cortísimo talento y capa-cidad). Cuántos y cuántos mestizos conozcobuenos filósofos, y (206) excelentes teólogos ymoralistas los cuales, aunque pobres y comopajes sirvientes en los Colegios y Seminarios,han resultado de ingenio tan agudo, claro yprofundo, que solamente la mácula de sangreindia y la marca de mestizo han impedido suspúblicas funciones escolásticas, a quienes sedebía conceder en justicia antes que a muchí-simos otros americanos y nobles. No hay dudaque es una clase de gente muy vivaz, astuta, sa-gacísima sobremanera habilísima en todo artey oficio.

Si, por fin, hablamos de los americanos,aquel clima de la ciudad de Quito hablando engeneral produce vivísimos y agudos ingenios,aptisimos para todas las ciencias. En estos últi-mos tiempos había excelentes legisperitos en lajurisprudencia, que defendían causas de granimportancia, sin que todavía no les hubieracrecido ni un pelo de barba, tan jóvenes toda-vía en edad. Pero la prueba inmediata y claraes la de tantos religiosos, en todas las órdenesdoctísimos en las ciencias; tantos y tantos sa-cerdotes, párrocos y canónigos de prodigiosostalentos en los púlpitos y en los tablados de lasdisputas. Hay muy buenos canonistas, peritísi-mos moralistas, filósofos y teólogos, No me-nos agudos y vivos de ingenio sobresalen losnobles señores. Ciertamente he estado en to-das las casas de los caballeros quiteños y en to-das las conversaciones he quedado maravilla-do al oír discutir sutilísimamente e ingeniosa-mente a aquellas señoras, respondiendo en laconversación con prontitud, vivacidad, agude-za y profundidad de razones y discursos. Y co-mo todas las nobles señoras (y aun las civiles,además de muchísimas de baja condición),primero aprenden a leer y a escribir antes que

a cocinar y desde la infancia se aplican a leer li-bros espirituales y libros de historias y otrasmaterias políticas, sucede que hacen resaltarmaravillosamente su capacidad en las conver-saciones, haciendo ostentación de palabras se-lectas y de erudición, mas con discreta sabidu-ría y sin afectación. Si queremos hablar de lasmonjas basta repetir lo que un Obispo doctísi-mo y de ingenio angélico solía decir: conversarcon las religiosas de Quito, quienquiera quesea, que se tome el trabajo de hablar cada pa-labra según la más estricta medida de la dis-creción, sabiduría, crítica y educación aguzan-do perfectamente cada proposición y afirma-ción, si no quiere perder la reputación de sabioante ellas, en tal manera son capaces, críticas,vivaces, ingeniosas y elocuentes.

Otro talento de las damas y monjas (aun-que más se admira en los indios), es el bordarcon singular pericia y destreza. En verdad, losbordados de estos últimos tiempos habían lle-gado a la perfección de los europeos; es inde-cible la inclinación que tienen por los borda-dos. Aun con solo el hilo blanco hacen mara-villosos bordados en los bordes de los pañue-litos blancos, en los utensilios sacros tales co-mo en las albas, amitos, manteles del altar,aquellos que allá llaman Palia, etc. He visto bi-rretes (blancos que en aquellos países usan to-das las personas de calidad y civiles), bordadostan delicadamente con caprichosos trenzadosde flores, angelitos, arabescos, etc. que han si-do comprados, solo por el bordado, en dos-cientos escudos. Al presente aquellos paisajesya no tienen necesidad de los bordados de Eu-ropa, puesto que lo saben hacer con la mismabelleza, finura y perfección que los europeosmás diestros en el arte.(207) Otro talento noordinario de los quiteños es hacer sátiras ypasquinadas agudísimas y concisas. Son for-midables en esta materia y famosísimos en to-da América Meridional. Las usan en pinturas,

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con sus lacónicos motes; también en cartelesmeramente satíricos. Tiemblan los MinistrosRegios, Obispos, Presidentes y demás personaspúblicas, constituídas en alguna dignidad civillas pasquinadas de los quiteños; no se crea quesolo las hacen los hombres doctos y eruditos,sino frecuentísimamente algunos llamadosallá capirotes, (es decir, que tienen su capa omanteo roto, viejo y andrajoso) y son los mes-tizos. El Sr. Presidente Montúfar, Marqués deSelva Alegre muchas veces me dijo: “Amigo, te-mo y tiemblo la pasquinadas tan terribles de losmestizos, sepa (y yo muy bien lo sabía y aúnmejor que él) sepa que los mestizos quiteños sonendiablados para las pasquinadas mordaces ypicantes; es necesario admitir que éstos tienenrelaciones con el diablo, ya que con dos palabrasdefinen a cualquiera con las más exacta propie-dad. Acompañando un día a un Padre muy co-nocedor de toda aquella ciudad y pasando porla calle del Comercio, había un mestizo paradoen la esquina de la calle, descalzo y envuelto ensu ferraiolo o como dicen capa vieja que novalía toda ella cuatro bayocos66. Con su som-brero blanco calado hasta las cejas, que apenassi se le reconocía apariencia y forma de som-brero, por lo roto y sucio, así estaba, con las es-paldas en la pared. El padre me dijo: ¿Ve aquelsucio y descalzo mestizo? Pues sepa que es unode los que hacen las pasquinadas más satíricasy picantes, y es uno de los poetas más despier-tos e ingeniosos. Quedé aturdido al oír todoesto, y luego con el tiempo experimenté pormi mismo la verdad de la cosa.

He aquí otro talento singular de los quite-ños, es la extraordinaria aptitud e inclinaciónnatural a la poesía castellana. En cada clase depersonas se encuentran poetas en gran núme-ro y muy ingeniosos. En menor número se en-

cuentran entre las mujeres y monjas, aunqueentre éstas no pocas descuellan en poetizarmás que los hombres, conocí dos señoritas cu-yas poesías, improvisadas, eran a la verdaddignas de la imprenta. También conocí variossacerdotes, con quienes traté mucho, cuyo es-tro poético era tan espontáneo y expedito, y almismo tiempo nítido, agudo, dulce, fluido, na-tural y erudito. En verdad que es muy grandeel placer que encuentra aquella gente en lapoesía, gozándose sobremanera en ella, puesdesde niños se dedican a leer libros de poetascastellanos, acostumbrándose a imitarlos, almismo tiempo que avezan su oído a la melo-día y dulzura del verso castellano.

Por lo que se refiere a las propiedades na-turales y extrínsecas, hablando solo de losamericanos, españoles y nobles, hay que notartambién que sus cuerpos tienen un mayor gar-bo gentil en todos los miembros que los demáseuropeos, su estatura es en general más quemediana, muy bien conformados y con ajusta-da proporción. Jamás vi a ningún joven o vie-jo ni defectuoso ni monstruoso ni basto nidesproporcionado en alguna parte del cuerpo.La verdad es que los españoles, europeos casa-dos en Quito (lo mismo dicen en toda (208)América Meridional), engendran hijos muchomás garbosos, hermosos, señoriles y delicadosque en España. Los rasgos por lo común sonfinos y nada vulgares; en las mujeres señoreamucho la belleza de rostro y gentileza demiembros. En todos brillan y destacan noble-mente los colores; son blancos con un bellocolor rosado vivo que entremezclado por lanaturaleza vuelve agradable y graciosa aquellablancura. Hay muchísimos rubios tanto de pe-lo como de semblante. Rarísimo es el america-no español de color rústico, obscuro y feo. To-do esto parece a los extranjeros una metamor-fosis, un fenómeno muy singular e incom-prensible ya que viniendo de España españoles

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66 Moneda siciliana de insignificante valor

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ya casados y con hijos, una vez establecidos yacomodados en Quito, o en otro lugar de laProvincia, los hijos engendrados en Américasalen más bellos, más gallardos, más gentiles,más blancos y rosados que los engendrados enEspaña. En resumen, los españoles en América(ellos mismos lo dicen y confiesan), adquierenmejores rasgos de rostro, mejores colores en lacara, mayor gentileza en el cuerpo, mayor be-lleza y vivacidad en los ojos, mejillas y frente,así como también en los demás miembros, To-do esto, por lo que se refiere a los americanosespañoles en la ciudad y contornos de Quito.De la especial belleza y distinguidísima genti-leza de semblante de los americanos españolesde otras ciudades de la misma Provincia, darécuenta en sus respectivos capítulos.

De la liberalidad y generosidad de aquella gente

Por cuanto pude observar en aquella genteamericana siempre vi, por lo general, unagrande y generosa liberalidad en servir, obse-quiar, favorecer, y regalar. Podría afirmar enverdad, sin escrúpulo de la más mínima exage-ración que el vicio detestable de la tacañería,de la glotonería y cicatería no se encuentra tanfácilmente o tan generalizado como en mu-chos Reinos y ciudades de Europa. Si quisierahablar de la liberalidad innata de los indiostendría muchas cosas que decir. Solo diré quesiendo los indios pobres y muy faltos de todo,sin embargo son generosos con lo poco quetienen. Si compra su cerveza o chicha, para be-ber, invita cuantos encuentra; lo mismo hace sicome, de lo cual hablaré en otra parte con másdetalle. Por lo menos esto es gran verdad, queel indio con los indios es de una gran liberali-dad, y con los mestizos y con los españolesamericanos también aun en servirles gratuita-mente, en cualquier cosa que se le mande. Las

mujeres todavía son mucho más generosas. Acualquiera que pasa por la plaza y pide algunafruta a aquellas indias que las venden, inme-diatamente se las dan con gran generosidad.Todas las otras clases de personas españolasamericanas de aquella ciudad son generosísi-mas y muy liberales en cualquier cosa que seofrece; son generosísimos en prestar hasta to-da la platería y otros enseres de sus casas; encorresponder por cualquier pequeñísimo be-neficio que reciben, detestando la ingratitud ytacañería como el vicio más abominable.

De la afabilidad y dulzura de su carácter y trato

Otra bella cualidad natural de los quiteños(sucede lo mismo en toda aquella Provincia)es la afabilidad, la benevolencia, y la dulzura ensu trato; parece que la gravedad y seriedad es-pañola ha sido retirada de América, no porqueno se encuentre en ellos sino que está mezcla-da con una especial afabilidad, suavidad y gra-cia, de manera que se conoce ser su carácterdulce, cariñoso, afable, amable pero mezcladocon un no sé qué de bien moderada gravedady seriedad, nada arrogante, áspera, fastidiosa oque pueda parecer dominación alguna. Poreso señorea en sus ánimos la alegría de carác-ter y nada afectada; una cortesía de urbanidadbenévola y afectuosa. Verdaderamente son to-dos, hablando en general, amables por aque-llas dulces y afables maneras de su carácter ytrato.

El Ilmo. Sr Albiza, Obispo de Trujillo, el Il-mo. Sr. Paz, Obispo de la Paz, ambos partieronde la ciudad de Quito para sus respectivosObispados llorando a lágrima viva, y comofuera de sí, me decían en la ciudad de Ambatodonde los recibí, a los dos, que habían queda-do estupefactos y aturdidos en gran manerapor la extraordinaria ternura, afabilidad, ama-

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bilidad, generosidad, benevolencia y dulzurade toda aquella ciudad de Quito, por lo que nopodían decidir a separarse de aquella gente tanamable, afable y suave, que sus corazones sehabían quedado en Quito y cada vez que lo re-cordaban les era imposible reprimir las lágri-mas por la ternura y amor de sus corazonespara con los habitantes quiteños, tan grande-mente afables, amables, generosos, benévolos ydulces de corazón, de carácter y de trato. Locierto es que cuantas personas pasan poraquella ciudad, sean españoles europeos oamericanos de otras Provincias, y otros reinos,todos, todos quedan encantados y sorprendi-dos de la singularísima afabilidad y dulzura delos quiteños, por lo que no pocos se quedan aresidir en aquella ciudad o por lo menos per-manecen en ella por largo tiempo.

De la piedad y devoción hacia los pasajeros,pobres y Templos

Merece también su alabanza la singularísi-ma piedad de los quiteños para con todos losviajeros, a quienes los albergan con gran bene-volencia y caridad, sin hacer excepción algunade personas, dándoles habitación, lecho, ali-mento, y cuanto fuera necesario, con notabledesinterés. En esta grande ciudad, es verdadque no existían hospederías (aunque desde ha-ce algunos años se abrió una casa llamada delos forasteros, en la que se suelen albergar algu-nos comerciantes pasajeros), ya que todas lascasas eran hospederías y aún lo son. Por ello seve cuánta sea la piedad para con los pobres. Enverdad las limosnas a los pobres son muygrandes. Oí decir no pocas veces que los po-bres de la ciudad de Quito son las personasmás acomodadas y capaces de mantener con lalimosna diaria a dos, tres y cuatro buenas fa-milias. Pero la limosna y piedad más apreciadade aquellos ciudadanos es la que hacen a las

personas civiles y nobles paupérrimas, que nopueden salir por las calles a pedir públicamen-te limosna, a las que las socorren secretamentealgunos con la semana, otros con mesadas,unos con vestidos, otros con alimento. En par-ticular es muy grande la piedad y caridad conlas doncellas pobres, que allá llaman de solem-nidad, proveyéndolas con gran solicitud decuanto puedan tener necesidad, a fin de queno peligre su honestidad y virginidad. La mis-ma solicitud y caridad se destacan en aquellosciudadamos en socorrer o con dinero o convestidos para casar a las jovencitas honestas yciviles pero pobres, con jóvenes que las pue-dan mantener, así como también para que en-tren de religiosas en algún Monasterio. Hom-bres por lo demás señaladísimos en virtud yperfección siempre han creído y juzgado queDios no ha arruinado la ciudad de Quito des-de los cimientos a causa de sus escándalos yatrocidades, movido y sostenido sin duda porla piedad, y caridad tan grande que ha usado yusa con los pobres, y también con los templos.

En primer lugar, son muchísimas las li-mosnas y muy valiosos los ornamentos quedan aquellos ciudadanos a las iglesias y Alta-res, a las imágenes de María Stma. y de los san-tos, en segundo lugar concurren con gran pie-dad y generosidad cristiana a las fiestas y fun-ciones eclesiásticas que se celebran, ciertamen-te, con singular devoción, (217) pompa, mag-nificencia y gran esplendor, asistiendo todas ycada una de las clases sociales. Particularmen-te celebran con extraordinario culto, majestady devoción la solemnidad del Corpus Christi ysu Octavario. La Inmaculada Concepción de laVirgen María, seguida también de su Octava-rio; toda la Semana Santa con devotísimasprocesiones cada día; todas las fiestas de losPatriarcas Fundadores y Fundadoras de las Re-ligiones y muchísimas otras particulares. Y pa-ra las que contribuyen con copiosas limosnas.

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Creería que en poquísimas ciudades del uni-verso católico son celebradas las solemnidadesy funciones eclesiásticas con tanta pompa,magnificencia, esplendor y devota majestuosi-dad como en la de Quito.

(CICALA, 1743)

q Población

En mayor número y casi en el doble son lasmujeres que los hombres, distínguese por me-jor salud, robutez y gallardía que ellos; no obs-tante los desórdenes grandes de unas y deotros, viven hasta avanzada edad y aún hasta ladecrepitud.

Comportamientos

Siendo como dije muy grande el ocio quereina en el vulgo, se siguen gravísimos desór-denes, los robos bien que de poca monta, sonfrecuentes, la embriaguez diaria, los bailes quese llaman fandangos ocupan a la gente baja y leconducen a tales excesos de torpeza, que dahorror sólo en nombrarlos; la principal razónestá en la bebida continua que en estos baileshace la plebe de aguardiente y de chicha, quees una especie de cerveza; y el mezclarse gentesde ambos sexos dan ocasión a las mayores des-honestidades y a los desórdenes más abomina-bles. El día se abandonan al sueño para digerirla embriaguez y la noche vuelven a la mismaocupación, y hasta que se agota el dinero, no sepiensa en otra cosa. No menor lugar ocupa elvicio del juego, otro hijo del padre común delos vicios: la ociosidad; este vicio acaba concuanto dinero se gana en el día y muchas vecescon los muebles y con las cosas domésticas; lopeor es que ataca fácilmente aún a personasdistinguidas y causa los mismos efectos funes-tos con gravísimo daño de la República.

(COLETI, 1757)

q Hurto

De aquella mojada que cuento Tomo Se-gundo, capítulo 1º se me había desencuader-nado el Breviario y un tomo de la vida de San-ta Gertrudis. Yo a breves días de llegado con-traje allí amistad con un caballero chileno, lla-mado don Agustín Lisperguer, que habiendomuerto su tío que fue Arzobispo en Santa Fe, yyéndose él de regreso para Chile, en Quito secasó con una viuda rica llamada doña Josefa,aunque a la ocasión ya estaba pobre, porque laseñora todas las haciendas que tenía las vendiópor curarlo de un daño que por malevolenciale hicieron, y siempre ha quedado baldado delas piernas. A este pues caballero remití el Bre-viario y el otro para que cuidara de mandár-melo encuadernar. Estando pues yo ya conva-leciente en la enfermería de una enfermedadque tuve, un día sobre tarde, teniendo ya losdías compuestos, fue allá un cholo, y le dijo:Señor don Agustín, el Padre misionero frayJuan de Santa Gertrudis me envía por su Bre-viario y el libro de Santa Gertrudis. Don Agus-tín sin embargo de conocer las mañas de losquiteños, algo receloso le dijo: ¿Y vos conocésa este Padre? Respondióle él que sí, que ibamucho por el convento, y que hacía algunosmandatos. Don Agustín le replicó: ¿Y en dón-de está el Padre? Respondió el cholo: En la en-fermería de San Francisco paseándose. Con es-ta relación lo creyó, y se lo entregó. Al cabo dealgunos días tuve yo ocasión y despaché a midon Francisco allá a ver si mis libros estabancompuestos. Don Agustín al instante malicióla acción del cholo, pero como no lo conocía,mandó hacer inquisición por la ciudad, a versi alguien los había comprado, y una negra es-clava suya los hubo de encontrar en casa deun batihoja, ya hechos libros de oro y plata ba-tido.

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Contándome esta especie, un día que yofui allí estaba de visita en la casa una señorallamada doña Josefa Ariader, y contó que entiempo que ella era moza, una tarde salió sumadre a visitar y a hora competente fueron loscholos y le dijeron: Su madre que está en talparte de visita con doña Fulana y doña Sutana,nos envía a que nos dé usted la palangana deplata que está en tal parte, que se la habemosde llevar llena de fruta. Ella creyó el recaudo ydiósela; pero no la han vuelto a ver. El hurtoque hicieron a la marquesa de Maensa en añosanteriores fue muy sonado. El caso sucedió así:Estando el marqués oyendo misa en San Agus-tín un día de concurso, un cholo tuvo mañapara sacarle la faldriquera de los calzonesuna llavecita con un cordón que llevaba, y erade un escritorio en que regularmente tenía di-nero.

Fuése con ella a la marquesa y le dijo: Miseñora, el señor marqués que está en tal tiendade mercancía sobre cierta diferencia que se lehan movido con otros caballeros, por seña deesta llavecita que Vuestra Señoría bien conoce,me envía para que me dé el aderezo de dia-mantes, y que se lo lleve. La marquesa toma lallavecita y conoce que era la del escritorio desu marido, que nunca dejaba de la faldriquera,y creyó el recaudo, y sacando el aderezo delguardajoyas, se lo entregó al cholo. Ya a medio-día le dijo la marquesa a su marido: ¿Para quéme mandaste pedir el aderezo de diamantes?El marqués que nada sabía respondió: ¿Cuán-do te lo he mandado pedir? Aún no ha mediahora, cuando estabas en tal tienda con don Fu-lano y don Sutano. Ahora acabo, respondió él,de salir de San Agustín, y derecho me he veni-do sin entrar en parte alguna. Sacó entonces lamarquesa la llavecita, y le dijo: ¿Esta llave dequién es? El marqués dijo: Esta es mi llave delescritorio. ¿En dónde la tenías? En mi faldri-quera, respondióle. Contóle lo que pasaba la

marquesa; pero el aderezo que era avaluado encincuenta mil pesos no lo volvió a ver.

Otro hurto muy sonado se había hecho enQuito hacía pocos años, de esta forma: Ibaseuna noche un mercader de su tienda para sucasa. Teníanle cogido los pasos dos mozos es-pañoles, y lo aguardaron en una calle de pocavecindad, y de improviso pónenle al pechouna pistola, y le dicen: A la primera voz que dé,caerá aquí muerto. Ea, vengan las llaves de latienda. El temeroso entregó las llaves al uno, elcual se fue a la tienda, y en breve traspuso cua-renta mil pesos en moneda de oro y plata,aguardando el otro al mercader con la pistolaal pecho. Volvió el otro con las llaves y se lasentregó diciéndole: Tome usted y váyase a sucasa, y mañana no publique a nadie la nove-dad que hállase en su tienda. El pobre se fue, ya la mañana se halló con el hurto tan exorbi-tante. Los dos ladrones traspusieron la mone-da hasta Cartagena, y con ella se vinieron a Es-paña, la emplearon en ropa y se volvieron pa-ra Cartagena con siete mil pesos empleados,habiendo tomado el resto a crédito en Cádiz.Vendieron en Santa Fe bien, y dando a Cádizbuena satisfacción, les volvieron a remitir ma-yor cantidad de ropa, y así fueron ellos nego-ciando ocho años, en cuyo tiempo hicieron ungrande caudal. Al cabo de dicho tiempo se vol-vieron a Quito, y una noche aguardaron en elmismo paraje al mercader, y con la misma tra-za le hicieron largar las llaves de la tienda, y ledevolvieron los cuarenta mil pesos y doce milmás de los intereses, todo lo cual halló por lamañana con un billete en el cual se le pedíaperdón de los dos sustos que le habían dado.

SANTA GERTRUDIS, 1760)

q Población

Quito es muy poblado y entre sus habitan-tes hay familias de gran rango y distinción

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aunque en pequeño número, en razón de suextensión, porque la clase pobre está en unaproporción mucho mayor. Los nobles son des-cendientes, o de los primeros conquistadores ode los Presidentes, Auditores o de otras perso-nas de carácter, que han venido de España endiversas épocas, investidos de algún cargo lu-crativo y han conservado hasta ahora su lustre,tanto en lo relativo a las riquezas como al ran-go, con sus matrimonios sin mezclarse con lasfamilias de más baja condición, aunque seanfamosas por sus riquezas.

La población puede dividirse en cuatroclases, esto es: españoles (o sean los blancos),mestizos, indios (o sean los naturales del país),y negros. Los últimos no son proporcional-mente tan numerosos como en las otras partesde América en relación de lo incómodo que esllevarlos a Quito, y porque hay ciertos ramosde agricultura que lo hacen los mismos indios.Los blancos constituyen la sexta parte de loshabitantes, los mestizos una tercera, los indiosuna sexta y generaciones de varias clases otratercera. Estas cuatro clases, según los informesmás auténticos tomados de los registros parro-quiales, comprenden entre 50.000 y 60.000personas de toda edad, sexo, y condición. En-tre éstos los españoles, que se pudieran creerlos más considerados por riqueza, rango y au-toridad, son en efecto los más pobres, misera-bles y oprimidos.

Los hombres, tanto españoles como mesti-zos, son bien hechos, de buena estatura y demaneras vivagraciadas. Los indios, tanto hom-bres como mujeres son pequeños en generalpero bien proporcionados y robustísimos.

La sola ocupación de las personas de ran-go, no eclesiásticas, consiste en trasladarse detiempo en tiempo a sus haciendas o chacras,donde residen durante la época de las cosechas,pero hay muy pocos que se apliquen al comer-cio. Tienen la indolencia de dejar este ramo

tan útil enteramente en manos de los europeosque viajan por el país y promueven negocioscon una asiduidad particular. Hay, por otraparte, algunos criollos o mestizos que han sa-bido vencer su indolente disposición y tienentiendas en la ciudad. La falta de una ocupaciónconveniente, unida a la ociosidad, que es tannatural en los habitantes de este país y el muchodescuido de educación entre la gente baja, sonlas causas naturales de aquella inclinación, tancomún en esos países por los bailes y festejos.Estos, en Quito, no son solamente frecuentísi-mos sino llevados a tal grado de licencia queno puede pensarse en ellos sin detestarlos, yeso sin contar todos los bochinches y desórde-nes que ocasionan. Las enormidades que allí secomenten se pueden considerar como conse-cuencia de la extraordinaria cantidad deaguardiente y de chicha que se vende en estasocasiones. Débese observar además que en es-tas reuniones no se ha visto nunca ningunapersona de algún rango o carácter, porque en-tre ellas las reuniones se arreglan con más cui-dado y decencia.

Comportamientos

No hay vicio que no tenga origen de algu-na manera en la ociosidad, ni hay ociosidadque no vaya acompañada de algún vicio. ¿Cualpuede, pues, ser el estado de la moral en unpaís en el cual la mayor parte de la gente notiene trabajo ni tampoco ninguna idea de al-gún entremetimiento intelectual que ocupe supensamiento? de aquí nacen los vicios perni-ciosos del juego y la embriaguez. Estos son co-munes, y respecto al primero, las gentes derangos y de facultades, han enseñado el cami-no, y su empleo ha sido universalmente segui-do con la ruina de innumerables familias.

(ANÓNIMO, 1763)

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q Población

Muchos de los mestizos, o descendientesde los españoles criollos e indios, son bien for-mados, pero la pequeñez de su frente así comopor ser muy estrechas, revelan su parentescocon el indio. Los cuarterones, o descendientesde un español y un mestizo, se aproximan máscerca al criollo blanco; pero en éstos el tamañoy configuración de la frente, así como una pro-minencia en la mitad de la nariz, desde dondeforma una curvatura que termina en una pun-ta doblada hacia el labio superior, y algunamanchas oscuras en diferentes partes el cuer-po, particularmente una sobre la región de losriñones, la cual es siempre la última que desa-parece, aunque a veces no antes de la cuarta oquinta generación, habla de una mezcla con laraza india. Las madres de los mestizos, gene-ralmente comienzan a trenzar el pelo de susniños temprano, estirándolo hacia atrás desdela frente y las sienes, haciendo muy pequeñastrenzas, con el propósito de ampliar el rostro.La población de esta ciudad asciende de alre-dedor de 75.000 almas y puede ser dividida entres partes iguales: blancos mestizos e indios.Hay muy pocos negros o descendientes de esaraza. Los indios generalmente han sido toma-dos como sirvientes, en cuya ocupación sonllamados Guasicamas.

Quito, fue convertida en la sede de unObispo en 1545 y ha sido la residencia de vein-tidos Obispos (1810). El Capítulo, Cabildoeclesiástico, está compuesto del Deán, Arce-diano, Chantre, Tesorero, Doctoral, Peniten-ciario, Magistral, tres Canónigos, cuatro Pre-bendados y dos semi-Prebendados.

Entre los habitantes de esta ciudad hay seisMarqueases, tres Condes y un Vizconde, ade-más de algunas familias de nobleza distingui-da. La familia del presente Conde Puñonros-tro, un Grande de España de primera clase, es

nativo de Quito y descendiente directo de SanFrancisco de Borja, Duque de Gandía, quetambién es residente en esta ciudad.

Quito es el lugar de nacimiento de un Arzo-bispo, ocho Obispos, seis Venerables y algunaspersonas de eminente intelectualidad, entre loscuales don Pedro Maldonado Sotomayor esdigno de mención. Fue un profundo matemá-tico, llegó a ser Profesor de Ciencias en París yfué electo miembro de la Sociedad Real deLondres, en donde muríó. Entre los personajesnotables figuran a la presente (1810), el Doc-tor Rodríguez y el Doctor Arauco, y la señoradoña Mariana Mateus de Ascásubi, estimadosespecialmente por sus dotes literarias. Quitofue asimismo el lugar de nacimiento del infor-tunado Atahualpa, el último Inca del Perú.

La principal ocupación de las personas derango, es visitar sus haciendas, en las cuales ge-neralmente residen durante una parte del año,particularmente en tiempo de cosechas, Loshabitantes blancos, de moderada posicióneconómica, son hacendados, comerciantes, osiguen una carrera literaria en la Iglesia, fre-cuentan el bar o son empleados de Gobierno.Los hombres jóvenes pertenecientes a esas cla-ses concurren al Colegio en calidad de colegia-les o estudiantes diurnos, cuya educación reci-ben gratuitamente.

Carácter

Los habitantes blancos son generalmentede moderada estatura, de aspecto vigoroso ytez blanca, Igual que los nativos de Chile, éstosson de tórax angosto, a cuya configuraciónpuede talvez atribuirse la frecuencia con queadolecen de enfermedades pulmonares. En so-ciedad son locuaces, francos y corteses, parti-cularmente las mujeres que en sus casas sonmarcadamente hospitalarias, y con los extran-jeros bondadosas en extremo. El único rasgo,

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que en el carácter de un quiteño está en contraoposición a sus virtudes, es una especie de vo-lubilidad o inconstancia; siempre están dis-puestos para un cambio. La aseveración de unamigo en este aspecto la encontré muy acerta-da: “si” decía él “nosotros tenemos una proce-sión de penitencia en la mañana, todos atien-den con su más penitente compostura y cir-cunspección; si en la tarde tenemos una corri-da de toros, ninguno está ausente; ellos sal-drían del circo en la tarde para atender el ser-món de un Misionero, pasando el resto de lanoche en un baile o jugando a las cartas”. Suinestabilidad fué muy visible y probó ser fataldurante el período de la primera revolución enesta ciudad.

Los mestizos en general son bien forma-dos, a menudo altos, robustos, con un rostrode colores vivos, y aspecto muy agradable;comparten de muchas de las virtudes del blan-co, pero exceden en sus vicios. Son igualmenteincapaces de fijar una determinación, acentua-damente aficionados a las diversiones, perosorprendentemente dóciles, bondadosos yobedientes, considerando la poca atención quelas personas de rango superior los prestan.Muchos de estas clases son empleados comomayordomos en las haciendas y fincas perte-necientes a la nobleza; otros se han dedicadopor propia iniciativa, a la Pintura y Escultura,llegando algunos de ellos a figurar. Muchas delas producciones de Miguel de Santiago, hansido clasificadas en Italia, entre las primerasproducciones del pincel; a la presente (1810)los artistas de gran reputación son Samaniego,Cortés, y Solís. Los mestizos también se dedi-can a mecánica, sobresaliendo como lapida-rios, joyeros y plateros, aunque en todas susmanifestaciones se puede apreciar la falta deinventiva, pues su única preocupación es la dehacer una exacta imitación del modelo que seles proporciona.

Los indios, hombres y mujeres, son de ba-ja estatura, bien proporcionados, muy muscu-lados y fuertes, ellos poseen una similitud ensus hábitos y costumbres a los indios del Perú,pero están bajo mayor sujeción a sus patronos.Aquellos que están empleados en la ciudad sonsirvientes, en cuya capacidad son muy útiles,en parte debido a la ecuanimidad de su tempe-ramento y a su ciega sumisión a sus maestros;y si son bien tratados, su fidelidad a la casa enque viven es grande: una moderada recom-pensa asegura sus constantes servicios. Ellosson capaces de soportar bultos muy pesados;un hombre acarrea sobre su espalda, durantela mayor parte del día, un gran jarrón de barroconteniendo de doce a diez y seis galones deagua; este jarrón descansa sobre la parte infe-rior de la espalda, mientras que un cordel ase-gurando a cada lado el jarrón sostiene en lafrente el cargador, que se inclina de tal mane-ra, que la boca del jarrón está en posición ho-rizontal y todo el peso descansa en línea per-pendicular sobre su rodilla derecha, sobre lacual descansa enteramente. El indio tiene unaespecie de cojera al andar, él camina sobre supie izquierdo y entonces se sostiene sobre elderecho; debido a esto el tobillo es más gruesoque el izquierdo y este pie es más largo que elizquierdo. Yo examiné un indio viejo, sirvien-te, perteneciente al Palacio, cuya ocupaciónhabitual por muchos años había sido la de aca-rrear agua desde la fuente de la plaza al Pala-cio, y encontré que todo el lado derecho delcuerpo era mucho más musculado que el iz-quierdo.

Las mujeres indias que se ocupan en traerde los pueblos vecinos algún producto al mer-cado de Quito, transportan sus bultos de lamisma manera que los hombres. Yo las he vis-to a menudo, tan cubiertas con una carga deescobas de paja, cebada u otros objetos livia-nos, voluminosos, que la carga parecía mover-

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se por sí sola, estando el cargador completa-mente cubierto.

Muchos indios en la ciudad se han hechocarniceros, tejedores, zapateros, albañiles, etc.,pero son marcadamente perezosos e indolen-tes, y se dedican más comúnmente a la bebidaque a ninguna otra clase de negocio. Si usteddesea ocupar a uno de ellos, él demanda partedel dinero adelantado, con la excusa de quedesea para comprar materiales o algún otro re-quisito indispensable, pero se gasta inmediata-mente en chicha o ron, y a menudo se hace ne-cesario aprehender al pícaro; particularmenteentre los zapateros, y enviarlo a la cárcel, an-tes que pueda obligarlo a cumplir su compro-miso.

Algunos de los indios son barberos y ma-nejan la navaja con gran destreza, ellos puedenfácilmente ser distinguidos entre los indios co-merciantes, por la aljofaina de bronce o plataque está siempre asomando debajo de su capa.

(STEVENSON, 1810)

q Ocupación de la élite

La juventud distinguida del país se dedicaal estudio de la filosofía y la teología: son suti-les de ingenio, y propios para el estudio: po-seen clara comprehensión y con poco trabajose hacen dueños de lo que se les enseña. Seríade desear un otro método de enseñanza másanálogo a los progresos de las ciencias. El úni-co ejercicio de las personas de distinción es vi-sitar sus haciendas o chacras, y en ellas pasantodo el tiempo de las cosechas, siendo muy ra-ros los que se aplican al comercio.

(BRANDIN, 1824).

q Población

En la ciudad de Quito había un crecido nú-mero de habitantes, y entre ellos algunas fami-

lias de mucha distinción que descendían depersonas ilustres que habían pasado de Espa-ña. La gente común consistía en cuatro clases,a saber: españoles, mestizos, indios y negros.Estos últimos no abundaban como en otrosparajes, por la dificultad de su conducción ycultivar los campos. El nombre de español nosignificaba allí chapetón o europeo, sino per-sona que desciende de españoles solamente.Muchos mestizos lo parecen, por ser aún másblancos y rubios que éstos. Entre los mestizoso procreados de españoles e indios, y los indiosy negros, vendrán a reunirse en aquella ciudadcomo de cincuenta o sesenta mil personas detodas las edades y sexos. Otros la calculan decuarenta y otros de setenta mil, esto es un sex-to de blancos o españoles, un tercio de mesti-zos, un sexto de indios, y un tercio de negros yotras castas, los blancos y mestizos altos y bienconfigurados, y los indios de pequeña estaturapero robustos.

La estatura de aquellos habitantes es bienproporcionada; los cuerpos bien formados yairosos, Los Mestizos son de estatura más quemediana los Indios más bajos rehechos y for-zudos. Se observa que hay entre ellos imper-fectos, unos por ser demasiado pequeños yotros por ser fatuos o faltarles algún miembroo algún sentido. Tienen la cabeza muy pobla-da de cabello, y no lo cortan jamás siempre lollevan suelto, sin atarlo ni recogerlo, ni aún pa-ra dormir. Las indias lo envuelven en una cin-ta formando como una especie de dragona;pero desde la mitad del cráneo en adelante loechan sobre la frente, y lo cortan desde unaoreja a otra a la altura de las cejas, a lo que lla-man urcu, que en castellano equivale a cerro.No hay para ellos mayor injuria, sea hombre omujer, que cortarles el pelo; y siendo así queno basta ningún castigo corporal a hacer quese quejen, jamás perdonan este agravio. Poresto se permitía sólo el imponerles este castigo

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por algún delito grave, El color del pelo es ne-gro-oscuro, muy lacio, áspero y grueso comocerdas de caballo. Los hombres mestizos se locortan para diferenciarse de los Indios, perono las mujeres. Los Indios son por naturalezalampiños, y a lo más les salen algunos peloscortos en la barba en la vejez.

Se nota que en aquel país abundan muchomás el sexo femenino que el masculino, siendoesto más de notar porque allí faltaban variascausas de destrucción de los varones, comoguerras, extravíos por el tráfico, y otras.

La constitución física de los hombres esendeble, en particular la de los que han sidocriados con regalo, desde los treinta en adelan-te; aunque se ven muchos de edad crecida. Lasmujeres se suelen mantener más fuertes y conmás salud.

La única ocupación de las personas de dis-tinción era visitar entre año sus haciendas ochacaras, pasando en ellas todo el tiempo delas cosechas.

Los Chapetones o Europeos eran casi losúnicos que ejercían el comercio, y tal vez algúnmestizo. Por lo que hace a los demás, eran su-mamente perezosos y holgazanes, vicios quecon la ninguna educación les conducían a mildesórdenes, que acompañaban con bailes in-decentes y mucho aguardiente de caña y chi-cha: esto se entiende entre la gente vulgar.

La lengua que se habla en Quito y su pro-vincia no es uniforme. Unos hablan la castella-na y otros la de los Incas, particularmente losCriollos que usan también aquella, pero una yotra adulteradas con voces de ambas. La pri-mera que pronuncian los niños es muchas ve-ces la de los Incas, por ser indias las nodrizas,no hablando con frecuencia la castellana hastacinco o seis años, y quedando a muchos el de-fecto de hablar en impersonal.

Los jóvenes de distinción de aquel país de-dicaban sus primeros años al estudio de la fi-

losofía y la teología, y otros se ocupaban en lajurisprudencia aún sin designio de profesarla.Hacían algunos progresos en estas facultades;pero casi nada sabían de humanidades y otrasciencias. Parece empero que últimamente sehan dedicado ya a las ciencias naturales, eco-nomía política, historia y bellas artes, Apren-den con la mayor facilidad, y su ingenio los ha-ce capaces de todo.

Las señoras de calidad reúnen a una her-mosa figura un fondo de agrado que es el ca-rácter general de su sexo en toda América; pe-ro el excesivo amor de las madres a sus hijoshace que se críen viciosos y llenos de orgullo.

Comportamientos

Uno de los vicios más dominantes en lagente común es la embriaguez; pero el juego esmás general, pues desde la clase más distingui-da hasta la más ínfima, hay personas que seocupan en él en tanto que les queda qué per-der. Son además sumamente dados a la sen-sualidad, tristes efectos del ocio y de la in-fluencia del clima.

La gente vulgar y los Indios son muy incli-nados a hurtar con ratería, hasta los domésti-cos. Los Mestizo son muy sutiles para robar,pero no acometen por cobardía. Como en lossombreros se ponían en algunas épocas laspersonas distinguidas una hebilla de diaman-tes, esmeraldas u otras piedras finas montadasen oro, y cintas de tela de oro o plata, eran ob-jeto especial de sus rapiñas. La gente vulgar noconsidera por hurto el de las cosas de comer.Para robar alhajas tienen los Indios una cos-tumbre bien singular, y es que entre muchasescogen las de menos valor, creyendo que elhurto no será conocido. Si los sorprendenaunque sea en el mismo acto, se excusan conuna palabra muy expresiva en su lengua, quees Yanga, y quiere decir sin necesidad, sin pro-

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vecho, sin mala intención. Si consiguen no servistos, aunque haya las mayores sospechas, ja-más se puede averiguar el hurto, pues siemprelo niegan obstinadamente; circunstancia gene-ral en todos los Indios.

(EL NUEVO VIAJERO UNIVERSAL, 1833)

q Anécdotas

El (Convento) de La Merced tenía una cus-todia toda de oro, y tachonada de perlas y dia-mantes que montaban sobre sesenta mil pesos.

Hubo en dicho convento un lector de teo-logía que por un disgusto que tuvo con su Pro-vincial, para darle otro, hurtó la dicha custo-dia. Fue con tal sigilo, que por algún tiempopor muchas diligencias que se hicieron, no sepudo rastrear. El hízola pedazos y destachonóla mayor parte, y remitió a Lima algunas per-las y diamantes de estima y valor. El Provincialdio aviso a su General en Lima, el cual allá se-cretamente hizo inquisición, y sabiendo que sehabían vendido dentro de este tiempo estaspiedras, repitió cartas al Provincial que viese sidicho lector era cómplice del hurto. El Provin-cial le respondía que era imposible, porque di-cho lector era fray muy rico que poseía tres ha-ciendas, y por lo que no creía el Provincial talespecie. Sucedió pues que dos coristas de di-cho convento, mal contentos con la vida regu-lar, determinaron huirse, y pensando en dón-de podrían aperarse de dinero para su viaje,resolvieron hurtarle a este lector cuanto tuvie-se en su celda. La ocasión de estar él entoncesausente en una de sus haciendas les facilitómás el pensamiento. Una pues noche rompie-ron la cerradura, y entrando con luz adentro,abrieron un baúl y en él encontraron bastanteplata y doblones, y cargaron a toda satisfac-ción. Estando ya para irse, el uno reparó quebajo de la cama había un par de petacas, y dí-jole al otro: Aguarda, a ver qué hay aquí. Abren

las petacas, y hallan pedazos de la custodia, yen varios papeles envueltos de perlas y dia-mantes de la tachonadura.

Esta fue sin duda providencia de Dios, por-que inmediatamente se hallaron conversos, yafuera la gana de huirse, y aquel mismo instan-te determinaron dar cuenta al Provincial. Asílo hicieron. El Provincial al instante se levantóe hizo avisar algunos Padres juntos y fueron ala celda, y hallaron lo relatado. A la misma ho-ra escribió al lector una carta en que lo llama-ba al convento, y se la despachó por un indio.El al ver la carta, se vino, y al llegar lo puso pre-so. El se dio maña, y hubo quien le administróun veneno, y estando ya para bebérselo fuedescubierto, y se lo quitaron. A breves días tu-vo quien lo favoreció, y rompieron la cárceluna noche se huyó y se fue a San Agustín. Pe-ro allí mal seguro por varias voces que corríande que se lo habían de llevar a su convento,una noche se huyó de San Agustín y se fue auna de sus haciendas, e inmediatamente man-dó llamar a todos los negros esclavos de lasotras dos haciendas, y se fortificó en ella.

Está esta hacienda situada de manera quesólo se puede entrar en ella por un paso de unrío en que había un puente. El ya que tuvo to-dos sus negros en su poder se fortificó allí conarmas, derribó el puente, y puso centinela enel paso de día y de noche.

(SANTA GERTRUDIS, 1760)

q A los siete días de haber llegado yo aQuito, se partió el Padre Urrea de vuelta paraPasto, y de allí para la misión. Yo me quedé aagenciar mis negocios, y lo primero me dionoticia un cholo que iba por el convento queun caballero chileno llamado don Agustín Lis-perguer tenía un trozo de paño azul de la tie-rra y lo deseaba vender. Yo lo fui a ver, y aquífue que tomé amistad en esta casa, como ya

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llevo referido. El me dio el paño a once realesla vara, y me hice unos calzones, y otros y unachupa a mi don Francisco, que iba algo desa-rropado. Dicho don Agustín estaba baldado delas piernas que las tenía pegadas a las nalgasdel daño que le hizo un mulato como ya llevoapuntado; y el donado Urro que con nosotrosvino de España, y se había salido del colegio yestaba de médico en Quito, le había dicho quele alargaría las piernas con violencia, pero lepedía trescientos pesos de la cura. Yo le dije:Pues yo con veinte reales me atrevo a alargár-selas, sin violencia ninguna. Su esposa doñaJosefa, que se había destruído gastando más deveinte mil pesos para curarlo, me hizo talesruegos, que me obligó a poner en práctica loque pensé que sería a propósito.

Lo primero hice buscar un poco de guayu-sa, y se halló en casa de una india cacica viuda.Hice buscar dos cachorritos de perro mamo-nes, y que de ellos se sacase la manteca. Hicebuscar fruta de laurel y que de ella se sacase elaceite. Hice buscar cuatro libras de una resinaque no me acuerdo ahora su nombre, pero allála sacan del monte y de ella usan los sombre-reros. La hice moler y la mixturé con cebo decabrón a modo de ungüento. Ya todo apareja-do, se ordenó la cura de esta forma: A las cua-tro de la tarde tomaba en las piernas el vahodel cocimiento de romero, arrayán, laurel, ho-jas de caña y rosa seca, y ya tibio se le daba deello un baño. Después se secaba y se le dabaotro de aguardiente tibio. Después se secaba yse ungía desde los muslos hasta los pies con launción del aceite de laurel y manteca de los ca-chorritos, y sobre de esta unción se le poníancataplasmas del ungüento de las resinas y ceboabrigado con badana y bien liado. Sentábaseentonces al canto de la cama, y ponía a los piessobre una silla tan estirados como podía, y so-bre de las rodillas se le ponía una faja, que decada canto tenía una taleguita con una libra de

peso, y a cada taleguita cada día se le añadíauna onza, y ya todo armado, tomaba el caba-llero una taza de guayusa, y su comida y cenano más que arroz con leche, y para bebida le-che cocida. A los once días le soltaron los ner-vios el encogimiento, y se le alargaron a lo na-tural las piernas, aunque con poco movimien-to en ellas, porque tuvo las choquezuelas de-sencajadas y fuera de su natural sitio.

Por ocasión de esta cura, el Secretario de laAudiencia, el señor don Diego Lizón cajamar-quino, que era muy amigo de don Agustín seempeñó conmigo para que alargase las piernastambién a una señora viuda, muy su amiga,que había siete días que también estaba con laspiernas baldadas. Esta señora conocí yo con surelación que no tenía impedimento alguno, si-no humor congelado, que la había baldado elmovimiento. Le hice dar el mismo vaho y ba-ños, y la misma cataplasma, y a los veintiúndías ya salió a la calle con admiración de todoQuito, que era persona distinguida. De estasdos curas se me levantó fama de grande médi-co. A esto se añadió que un día hube de contarque en Nápoles había tenido amistad con ungrande arbolario, y que éste, entre varias cosasque me enseñó, me instruyó en hacer una po-mada, que, a más de dar mucho lustre al ros-tro, quitaba las manchas, las pecas, las cicatri-ces, el paño, y aun las arrugas. Yo no sé el có-mo se divulgó por Quito esta voz, que a brevesdías no me veía de polvo con recuados de en-fermos y empeños de damas, que me pedíanesta pomada.

Yo me hube de allanar a componerla, por-que la señora marquesa de Maensa tuvo noti-cia de ello, y por medio del Oidor decano donAntonio Quitana, un día me mandó llamar acasa de dicha señora. Llego allá, y el Oidor mepropuso el empeño. Yo me hice excusar, perola señora tomó el naipe en la mano y me dijo:Padre misionero, yo antes de mandarlo llamar

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me informé de raíz, y sé de cierto que usted lodijo tal día en casa de don Agustín Lisperguer.Si es cosa que la plata lo ha de pagar, pida us-ted, que plata tengo que gastar en ello. Era és-ta una señora la más hermosa que yo he vistoen mi vida. Yo pensé que tendría unos treintaaños, y en realidad supe después que tenía se-senta y seis; dificultándolo yo me dijeron, por-que ella era limeña, que en Lima la criaron coneste cuidado: Cada día se desayunaba cuandoniña con dos huevos de gallina acabados decaer sin mixtura ninguna, y no más almorzabahasta pasada una hora. Cuando ya más creci-da, se bebía cuatro y cuando ya moza, seis; yeste estilo había guardado toda la vida, y quecon ello se conservaba tan fresca y lozana. Conla evidencia que ella me hizo, ya no pude ne-garme, sobre que ya yo sabía que atraído de lafama de su hermosura, fue el marqués su ma-rido a Lima oculto, y la hurtó cuando moza, yse la trujo a Quito con cien negros de escoltapara que sus padres no se la pretendiesen qui-tar, y desde que se casó le daba de semana pa-ra flores trescientos pesos.

Le dije: Señora, pues Vuestra Señoría mepone en este estrecho paso, yo ya haré como seme suplica. Los materiales de que se componeésto todos los puedo yo facilitar sin ningúncosto; sólo me falta uno, y este Vuestra Señoríalo habrá de buscar, y es un pedazo de loza dechina quebrada. Apenas lo dije cuando la se-ñora mandó a una negra que trujera un platode china. Lo trujo, pero yo dije: mi señora, noes esto lo que yo le pido, sino un pedazo de unplato o vaso quebrado. Apenas lo dije, cuandola señora dio con el plato contra de una mesa,e hizo seis pedazos, diciéndome: Pues quebra-do lo quiere usted, aquí lo tiene quebrado. To-dos nos quedamos riendo de la presteza de laseñora en quebrar el plato. Yo le dije: MandeVuestra Señoría moler este pedazo bien moli-do en un almirez, que ha de quedar hecho pol-

vo. Y juntamente la cáscara de tres docenas dehuevos también bien molidas y hechas polvo,y que con un pomo de cristal me lo traigan aSan Diego.

Así se hizo; pero al instante lo supo la con-desa doña Ana Lemus, que era la cuerda prin-cipal de nuestro Padre Salvador, y lo empeñóque quería también una redoma de ello. Lo su-po también doña Juana Ontañona, que era ladama principal de Quito, y empeñó al señorFiscal para otra redoma, y así me hube de alla-nar a todo esto, y aún a tres o cuatro redomasmás por empeños a que no me pude negar.

(SANTA GERTRUDIS, 1760)

q Hablando un día en esta casa de la pes-quería de perlas de La Gorgona, me dijo donAgustín: Allá hay un grande tesoro escondido.Esto se supo en esta forma. Después que aquelgran corsario inglés se retiró con su escuadradel asalto que dio a Cartagena en tiempo delgeneral Eslava, se fue costeando por el Perú, ehizo varias presas así de plata que iba para Es-paña, como de ropa que iba para Veracruz, yrevesó por Cabo de Hornos y pasó al mar delSur. Hallándose pues con la escuadra sobre-cargada y con algunas fragatas maltratadas, vi-no a dar a La Gorgona. Allí con estopa de co-cos, que los hay en abundancia, galafateó va-rias fragatas, y al partirse se quedaron dos mo-zos ingleses en la isla.

Estos dos mozos hicieron una balsa de vás-tagos de plátanos, y bogando con un trozo depalo se vinieron a Tumaco, y de allí pasaron aBarbacoas, y por fin vinieron a dar a Quito.Allí con el tiempo se hicieron católicos, más alcabo de algún tiempo el uno se volvió a pro-testante, y lo castigó la Inquisición, e iba consu sambenito; pero él muy contento enseñan-do a todos aquella divisa que le habían puesto.El marchó tierra arriba, y no se ha sabido más

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de él. El otro perseveró y se casó en Quito. Es-te al cabo de algunos años enfermó, e hizo es-ta declaración: En la isla de La Gorgona, ha-llándose el millort Jorge Ansón con su escua-dra de navíos y fragatas muy sobrecargado,por haber abarcado toda la carga de oro, platay ropa de varias presas que había hecho de es-pañoles, antes de partir, se aligeró dejando enla dicha isla una gran partida de fardos de ro-pa, y cinco o siete millones de pesos de plataencajonada. La ropa se puso en una como cue-va que hay en la mitad de la subida de unagrande montaña. La plata se puso en la culatade la playa, tantos pasos tierra adentro, quehay un arroyo de agua, por él subiendo tantospasos, y después se tuerce a mano izquierdatantos pasos en que hay un llanito, en que hayunos árboles que dan una fruta como los pe-chos de una moza doncella. Allí se hizo ungrande hoyo, y allí se pusieron los cajones de laplata, y se cubrió con la misma tierra, y yo loayudé a transportar a uno y a otro.

Murió este inglés, y luego se publicó estederrotero por todo Quito, y al mismo pasoluego hubo codicioso de irlo a buscar. Fueronvarios y la ropa la encontraron luego, pero yatoda podrida de las humedades y aguaceros, ysólo pudieron aprovechar las franjas quemán-dolas y reduciéndolas a plata. Pero los cajonesde la plata nadie ha podido dar con ellos. Ellomuchos han ido en diversas empresas, y porlas señas dan todos con el llanito en que hayestos árboles cuya fruta es como los pechos deuna doncella, que son los aguacates. Todoaquel llano han taladrado, pero nadie ha en-contrado tales cajones de plata, y ello es ciertoque allí están, porque este Jorge Ansón de laprimer bordada que dio se fue a Londres, y novolvió más a salir a la mar, ni jamás desde en-tonces han ido navíos a La Gorgona, que depreciso se habían de ver de Tumaco.

(SANTA GERTRUDIS, 1760)

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q 635 En quanto à los Tribunales, que tie-nen su assiento en Quito, es el principal la Au-diencia Real, que se fundò alli en el año de1563, y es compuesta de un Presidente; à cuyoempleo corresponde tambien el de Governa-dor de la Provincia en lo que se estienden losCorregimientos; quatro Oydores, que assimis-mo son Alcaldes de Corte, y entienden en locivil, y Criminal; y un Fiscàl, que llaman delRey; porque además de conocer en los assun-tos, que se juzgan en la Audiencia, tiene inter-vención en todos los que pertenecen à Hacien-da Real, y Derechos del Soberano: hay otro Fis-càl con el título de Protector de los Indios, quesirve de defenderlos, y pide à su favor en la Au-diencia. La Jurisdicción de esta se estiende entodo lo que pertenece a la Provincia; y las Cau-sas, ò Litigios, que se siguen en ella, no tienenotro recurso, que al Consejo de Indias en gradode Segunda Suplicación, ò Injusticia notoria.

636 A el Tribunal de la Audiencia sigue elde las Caxas, ò Hacienda Real; que es com-puesto de un Contador, un Thesorero, y el Fis-càl del Rey. Los interesses que entran en laThesorería de este Tribunal, son los Tributos delos Indios de aquel corregimiento, y de los Ota-bàlo, Villa de San Miguèl de Ibarra, Latacunga,Chimbo, y Riobamba; y las Alcavalas de estosmismos partidos; à que se agregan los Dere-chos de Aduana, de las Bodegas de Babahoyo,Yaguache, y el Caracòl, cuyas sumas se distri-buyen una parte en el annual Situado, que seremite para Cartagena, y Santa Marta; otra en

la paga de Salarios de Presidente, Oydores, Fis-cales, Oficiales Reales, Corregidores; estipen-dios de Curas, Governadores, de Maynas, yQuijos; y otra parte en la paga de las Encomien-das, à quienes corresponden, y de los Cazicaz-gos à los Caziques de los Pueblos.

637 Hay un Tribunal de Cruzada compues-to de Comissario, cuyo caracter suele recaer enalguna Dignidad, ò Canonigo de la Iglesia; yun Thesorero, que es assimismo Contador; encuyo poder entra todo lo que pertenece à Cru-zada.

638 Una Thesorería de Bienes de Difuntos:antiguamente instituìda en todas las Indias pa-ra percibir los Caudales de aquellos, cuyos He-rederos legítimos estàn en España; à fin de queno se extraviassen, ò fuessen dissipados, porotros en daño de los Interessados, à quienespertenecen. Institución la mas piadosa, que sepudiera haver imaginado, si se observàra sinlas inversiones, que padecen las Herencias,hasta llegar à cuyas son.

639 Ademàs de los Tribunales, que quedanexpressados, hay un Comissario de la Inquisi-ción, Alguacil mayor y Familiares nombradospor la Inquisición de Lima.

640 El Ayuntamiento, ò Cuerpo de Ciudadconsiste en un Corregidor, dos Alcaldes Ordi-narios, que se nombran annualmente, y Regi-dores. Estos son los que tienen la acción de ele-gir los alcaldes: assunto, que causa no pequeñoruido en aquella Ciudad, originado de que to-da ella està dividida en dos vandos, formados

V. Administración civil

Q

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por la Gente de distinción: el uno lo compo-nen los Criollos, y el otro los Européos, ò Cha-petones; con tanta oposicion entre sì, que tur-ba la buena correspondencia. Este Cabildo Se-cular hace assimismo nombramiento de Alcal-de Mayor de Indios de Quito en uno de los Go-vernadores de los Pueblos de Indios, situadosdentro de las 5 leguas de aquella Ciudad; yotros Alcaldes inferiores á este, para el govier-no economico de ella: y vienen à ser assi el Ma-yor, como los otros de lo mismo, que Alguaci-les del Corregidor, y de los Alcaldes Ordina-rios; no obstante que su primera instituciónfue mas autorizada de lo que al presente lo es-tà: ademàs de estos hay otros Indios Alcaldesde Harrieros, que tienen la incumbencia deproveer Bagages à los que viajan; y aunque to-dos deben estàr sujetos al Alcalde Mayor de In-dios, es ninguna la superioridad, que este exer-se sobre ellos.

(ULLOA, 1736)

q El Corregimiento de esta ciudad com-prende 28 pueblos, que se nominan en estaforma, San Juan Evangelista, Santa MaríaMagdalena, Chillogallo, Conocoto, Zambiza,Pintac, Sangolquí, Amaguaña, Guápulo, Cum-baya, Cotocollao, Puembo y Pifo, Yaru-quí, Quinche, Guaillabamba, Machachi, Aloa-si, Aloac, Uyumbicho, Pomasque, Lulubam-bas, Perucho, Calacali, Mindo, Gualea, Canza-coto y Tumbaco. Estos pueblos se computanpor contenidos en las cinco leguas a que debeextenderse la jurisdicción del corregidor, aun-que algunos tienen mayor distancia de estaciudad.

En ninguno de ellos hay teniente, ni en lacapital, por no producir su escasez emolumen-to que pueda reportarse de utilidad; y sólo no-mina el corregidor en cada pueblo, un vecinode razón que con el título de juez de desagra-

vios, vindique a los indios de los que se lesquieran irrogar.

Al corregidor están asignados por salario2.000 ducados de plata en estas Reales Cajas, yen las mismas se le dan poco más de 700 pesospor razón de corregidor de indios. Estos sala-rios perciben íntegros los corregidores, siendoprovistos por Su Majestad, y se les acude con lamitad de ellos cuando ocupan el cargo por no-minación de los excelentísimos señores Virre-yes, como acontece al que al presente lo sirveque es don Francisco Xavier de Larrea Zurba-no, nombrado por el excelentísimo señorMarqués de Villar; y ha más tiempo de 2 añosejerce el referido empleo.

La real caja se halla servida por ministrosque la asisten, uno en calidad de contador yotro de tesorero. Hállanse en estos empleos alpresente con títulos librados por Su MajestadD. Cristóbal Vicente Calderón y D. Juan Fer-nando Villasencio y Guerrero, el primero ejer-ce la contaduría ha más tiempo de 2 años yocupa la tesorería el segundo tiempo ha de 10meses; cada uno goza salario de 1.500 pesos.Estas cajas están subordinadas y sujetas al tri-bunal y Audiencia Real de Cuentas que resideen la corte de Santa Fé.

Hállase erigida en esta ciudad ha tiempode 7 años, y por orden del excelentísimo señorD. Sebastián de Eslava, Virrey que fue de esteNuevo Reyno, una compañía de soldados in-fantes, que consta de 21 hombres, en esta for-ma: 17 sirven y ocupan plaza de soldados, 4sirven de oficiales, reducidos a un capitán, quelo es D. Mariano Pérez de Ubillus, teniente D.Francisco Xavier de Arellano, Alférez D. Este-ban Silva y sargento José Paredes. A los 17 sol-dados se asignaron de sueldo 10 pesos men-suales, y 15 a los 3 oficiales subalternos. Al ca-pitán no se asignó salario alguno por servir elempleo honorariamente. Páganse estos suel-dos del producto del estanco real de aguar-

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dientes. Esta compañía se erigió con inspec-ción de autorizar las reales justicias, con moti-vo de la rebelión que se excitó en esta capital,e igualmente sirve en el real palacio donde tie-nen su cuartel y custodian las reales cajas queen él residen y se ha reconocido la importan-cia de su erección, manteniéndose desde en-tonces muy sujeto este lugar, y en considera-ción a su crecido vulgo y al gentío numerosoque comula hasta 40.000 almas, se ha repre-sentado a Su Majestad lo conveniente que se-ría que las plazas de soldados se extiendan a20, que con los oficiales integren el número de24. Las armas de los soldados consisten enigual número de lanzas y corto de bocas defuego. Guarnécese el cuartel con 12 cañones deartillería, que se hallan montados en cureñasproporcionadas a su calibre, que será hasta de6 libras.

(MOTÚFAR Y FRASO, 1754)

q Insensiblemente he pasado a hablar delestado civil en esta ciudad, habiendo ya dicholo principal de la materia.

Son varios los tribunales a los que corres-ponde la administración de gobierno, y se pro-veen con sujetos dignos y de mérito de la Cor-te del Consejo de Indias en Madrid. El princi-pal de todos que representa a la persona delRey, es el que se llama la Real Audiencia, fun-dado en el año de 1563; se compone el primertribunal del Presidente, que es también gober-nador de toda la Provincia, de cuatro audito-res que se llaman y son al mismo tiempo Alcal-des de Corte, como serían entre nosotros losCónsules; y estos juzgan en lo civil y en lo cri-minal; de un Fiscal del Rey y de otro que se lla-ma Protector de los Indios al que le correspon-de defenderlos y demandar en provecho suyoante la Audiencia. Su poder se extiende a todala provincia de Quito, y las causas o litis que se

deciden en este tribunal no tienen apelaciónsino a la Corte de Madrid en el Consejo de In-dias. A más de esto hay el Tribunal llamado dela Casa o de las Rentas Reales, al que atiendeun Contador, un Tesorero y el antes citado Fis-cal del Rey. Compete a este tribunal los cobrosde los tributos impuestos a los indios del dis-trito, de los de la población llamada Otavalo,de la ciudad de San Miguel de Ibarra, de la deLatacunga llamada villa de Chimbo y de Rio-bamba; las gabelas de los derechos de Aduanade Babahoyo, y de Yaguachi y del Caracol secobran en estos mismos lugares y en la ciudadde Quito. La suma considerable que se saca detodo esto sirve primero para pagar al Presi-dente, a los Auditores, Fiscales, Oficiales Rea-les, al Corregidor y para el pago de estipendiosde los párrocos y de los Gobernadores de Mai-nas y la Provincia de Quito; y a más de todo es-to para los salarios de los ministros y caciquesde las poblaciones y ciudades. Lo que queda deeste dinero, parte se gasta en las provinciasasignadas por el Rey a individuos antes em-pleados en el servicio de la Corona, y ahora ju-bilados; parte en beneficio de las familias a lasque el Rey da subsidio, por méritos de sus ma-yores; parte para mantener a doce jóvenes quese llaman colegiales reales en nuestro Colegiode San Luis y en pagar a los lectores de la Uni-versidad de San Fernando. Lo demás se envía aCartagena y a Santa Marta, de allí o va a laCorte o se gasta en lo que ésta ordena.

Otro Tribunal hay que se llama de la Cru-zada y se compone de un Comisario que es uneclesiástico o comúnmente algún prevendadode la Catedral, y de un Tesorero que desempe-ña al mismo tiempo el oficio de Contador, encuyas manos se halla todo lo que correspondea la Cruzada, a donde vaya la mayor parte delo que se cobra, no quiero ahora averiguarlo,porque entraría en algunos escrúpulos, y de-cirlo pertenece al derecho canónico y a la mo-

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ral. Un Tribunal Santísimo existe allí y por suinstitución y fines se llama Tesorería de BienesMuertos, su empleo es recibir y custodiar losbienes y las herencias de los que, muriendo enla India, dejan herederos legítimos en España,con el fin de que estos bienes no desaparezcandel todo o no se disminuyan. Lo malo es quepasan de Herodes a Pilatos y que, cuando lle-gan a las manos de sus dueños, se hallan tanmudados, tan disminuidos y tan diferentes delo que eran al principio, que si los muertosvolviesen a la vida, no los conocerían como su-yos, porque pierden muchísimo en número,peso y medida... Esta si que es Auri sacra famis.Pero dejemos estas melancolías. La Inquisiciónde Lima en donde se halla el Supremo Tribu-nal de la India, nombra en Quito un Comisa-rio, un Ministro Ejecutor llamado AlguacilMayor y sus familiares, cuál sea el oficio de és-tos no hay para qué explicarlo, porque se co-noce ya lo suficiente.

La Junta o Cuerpo de la ciudad se compo-ne de un Corregidor, de dos Ministros de Jus-ticia ordinariamente llamados Alcaldes que seeligen de año en año y de los Regidores. A és-tos toca la elección de los Alcaldes, y esto escausa de muchos desórdenes en la ciudad,porque las principales familias se hallan divi-didas en dos partes o fracciones, la una de losindios, esto es de los españoles nacidos en laIndia, llamados criollos, y la otra de los euro-peos, esto es, españoles nacidos en Europa lla-mados chapetones. La división de ánimos yoposición de voluntades ocasiona grandes dis-turbios en la ciudad. El cuerpo de la ciudad ojunta se elige al Alcalde mayor de los indiosque es siempre uno de los gobernadores de laspoblaciones que existen en la circunferenciade cinco leguas o quince millas de distancia deQuito; también nombra otros alcaldes inferio-res que son como ministros del Corregidor ydos Alcaldes o ministros ordinarios de Justicia.

Otros alcaldes indios se eligen llamados Alcal-des de Carrera a los que pertenece proveer devehículos a los pasajeros y contener la codiciade los que piden como pago dos o tres tantosmás de lo justo.

(COLETI 1757)

q Entre los tribunales que residen en Qui-to el principal es el de la Real Audiencia esta-blecido en 1563, que está compuesto de unPresidente, quien, conforme a las leyes, es to-davía gobernador de la provincia, de cuatroauditores, que son al mismo tiempo jueces ci-viles y criminales, y de un Fiscal Real, así lla-mado porque además de las causas lleva-das ante la Audiencia, toma conocimientode todos los otros asuntos relativos a los bie-nes de la Corona. Hay al mismo tiempo otrofiscal llamado Protector de Indios, porque so-licita justicia para ellos, y cuando se comete al-gún error con ellos los defiende. La jurisdic-ción de este tribunal se extiende a los lími-tes extremos de la provincia, sin que pue-da apelar sino al Consejo de Indias, y eso so-lamente en el caso de que les sea rehusada al-guna demanda o hecho alguna notoria injus-ticia.

Después de la Audiencia, existe la Cámarade Finanzas cuyos principales miembros son elContador, un Tesorero y un Fiscal Real. Las su-mas que allí se pagan son los tributos de lamisma jurisdicción de los de Otavalo, Lata-cunga, San Miguel de Ibarra, Chimbo y Rio-bamba así como también las tasas que se re-caudan en esos lugares, con el producto de lasgabelas de Babahoyo Yaguachi y Caracol cuyassumas se distribuyen anualmente, parte a Car-tagena, parte a Santa Marta para pagar las pro-visiones de los Presidentes, de los Fiscales, delos Corregidores, de los Oficiales de Enco-miendas y de los Caciques de los pueblos jun-

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to con los salarios de los sacerdotes y Gober-nadores de Maynas y de Quijos.

El Tribunal de la Cruzada tiene un Comi-sario, que es generalmente una persona inves-tida de una dignidad de la Iglesia y un Tesore-ro que es el mismo Contador, por cuyas manospasa todo lo que se relaciona con la Cruzada.

Hay aquí también una Tesorería para losbienes de las personas difuntas, que es una Ins-titución establecida hace mucho tiempo en di-versas partes de América, con el objeto de reci-bir los efectos de aquellos cuyos legítimos he-rederos se encuentran en España. El objeto esponerles al seguro de todos aquellos acciden-tes a los cuales pudieran estar expuestos pormalicia y negligencia en las manos de los par-ticulares, conservándolos a aquellos a quienespropiamente les pertenecen; fundación exce-lente en su origen, pero hoy extremadamentecorrompida, haciéndose frecuentemente gran-des desfalcos de estos patrimonios, antes deque lleguen a manos de sus propietarios.

Fuera de los citados tribunales existentambién un Comisario de la Inquisición conun Alguacil Mayor, y los familiares, puesto porla Inquisición de Lima.

La Comunidada consiste en un Corregidor,con dos Alcaldes ordinarios, que se escogenanualmente y en un número no fijo de regido-res. Estos se entienden (en la ciudad), en laelección de Alcaldes, la cual lleva consigo de-sórdenes no pequeños, estando las personas detodos los rangos divididos en dos partidos,criollos y europeos, con gran perjuicio del re-poso público y de la armonía de la sociedad.Esta Asamblea nombra además al Alcalde Ma-yor de los Indios, quien debe ser un Goberna-

dor de una de las ciudades indianas que se ha-llan dentro de las cinco leguas de la ciudad.Una vez elegido éste, preside a todos los alcal-des indios, pero es poco más que un Alguacil osea Oficial de Corregidor, o un Alcalde ordina-rio de la ciudad, aunque originariamente in-vestido de una autoridad mucho mayor. Hay,por otra parte, otros oficiales llamados Alcal-des de Arrieros, de cuya incumbencia es laprovisión de mulas, etc., etc., para los viajeros.Estos son, o deberían ser tanto los subordina-dos al Alcalde Mayor, pero tiene ahora poquí-sima autoridad sobre ellos.

(ANÓNIMO, 1763)

q El Gobierno de Quito y sus Provinciasestá en posesión de un Presidente, una RealAudiencia compuesta de un Regente, cuatroJueces Oydores y un Fiscal; este Tribunal fueestablecido primero en 1563, abolido en 1718,y restablecido en 1739. El Presidente goza detodos los privilegios de un Virrey, excepto en elDepartamento militar, el cual está sujeto al Vi-rrey de Santa Fé de Bogotá. La Corporación oCabildo, se compone de dos Alcaldes Ordina-rios, ocho Regidores, y otros oficiales, del mis-mo modo que en Lima. Los indios están suje-tos a un Alcalde Mayor, que es un indio elegi-do por el Cabildo de la ciudad; ellos tienentambién un Protector pagado por el Rey, lla-mado Protector de Indios. El tesoro real tieneun Contador, un Tesorero, un Fiscal, y oficia-les menores. Además se han formado los tri-bunales de la Cruzada, para tramitar los asun-tos relacionados con los bienes dejados sin tes-tar, correos o temporalidades.

(STEVENSON, 1810)

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a Ayuntamiento o Municipio.

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q 641 El Cabildo Eclesiástico se componedel Obispo, Dean, Arcediano, Chantre, Maestre-Escuela, Thesorero, Doctoràl, Penitenciario,Magistràl; 3 Canonigos de presentación; 4 Ra-cioneros; 2 Medios Racioneros; y sus Rentas es-tán reguladas; las del Obispo en 24U. pesos alaño; el Dean 2500; las 4 Dignidades, que si-guen à 2U. cada una; y las 6 Canongias à 1500;Las Raciones à 600. pesos; y las Medias à 420.Fue hecha la Erección de esta Iglesia en Epis-copàl el año de 1545: y en ella se celebran congrande ostentacion las Festividades del Cor-pus, y Concepción de Nuestra Señora; à que con-curren todos los Tribunales, y Personas distin-guidas de la Ciudad: siendo en la primera dig-na de no quedar en el silencio por su particu-laridad, y circunstancias la Pompa, con que sa-le en Procesión el Santísimo; y las Danzas deIndios, que con tan justo motivo se disponen.Adornanse las Calles por donde ha de passar,con costosas Colgaduras, y Arcos Triunfales ri-camente aderezados; y de distancia en distan-cia se forman Altares, donde no menos que enlos Arcos luce abundantemente la Plata Labra-da, sobrepujando los Aparadores de ella à lasTechumbres de las Casas; brillan las mas esti-mables, y ricas joyas, y la buena disposicion deunas y otras hace una agradable, y vistosaperspectiva; donde el arte no se dexa admirarmenos, que la riqueza. Sale la Procesion con elséquito, que se dexa inferir, y concluye su Esta-cion no menos pomposa que solemne.

(ULLOA, 1736)

q De las rentas del Obispado de Quito

Las rentas anuales del Obispado de Quitosobrepasan los treinta y cuatro mil pesos; conpoca diferencia podemos decir escudos roma-nos; además de los regalos y otras entradas,que no son pocas, ni despreciables. De ahí quecomunmente se juzga por los prudentes, quecada año llega a cuarenta mil (218) escudos.Del número de los Curatos y Parroquias; de surenta y sínodo o Estipendio Real. Todo estotambién se infiere de la de los Curatos y Parro-quias que hay en toda aquella vastísima Dióse-sis. Y aunque yo no sepa su número exacto, pe-ro es cierto que sobrepasa, y quizás en mucho,el número de docientos. La mayor parte de es-tos Curatos son de gruesas y pingues rentas.Hay de 10, de 9, de 8, de 7, de 6, de 5 y de 4 milescudos anuales; muchísimos de 3 mil escudosy no pocos de dos mil quinientos escudos. Sedebe saber que la mayor parte de los Curatosson de indios, otros de solo españoles y otrosde indios y españoles. Los curatos de solo in-dios tienen una renta fija señalada por el Rey,que llaman Sínodo o Estipendio, lo que signifi-ca que el Rey según el número de indios, porejemplo, en tal parroquia, en tal población, pa-ga anualmente al Párroco 300, o 400, o 500, o700 escudos de las Cajas Reales en dinero físi-co, a fin de que el Párroco haga todas las fun-ciones eclesiásticas tocantes a los indios gra-tuitamente, v.gr., los matrimonios, los bauti-zos, y los funerales. Este sínodo o estipendio

VI. Administración eclesiástica

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varía según el número de indios. El estipendiomayor llega a 900 escudos y el menor es de 70escudos. Los Curatos de solo españoles no go-zan de tal Sínodo o Estipendio, ya que los es-pañoles pagan y deben pagar los derechos pa-rroquiales prescritos por el Sínodo diocesano,los cuales son verdaderamente muy altos. Loscuratos de los españoles e indios tienen soloaquella parte y suma de estipendio correspon-diente al número de indios, etc.

(CICALA, 1743)

q Hablamos ahora del eclesiástico. Secompone el Capítulo Eclesiástico del Obispo,Decano, Archidiácono, Maestro de Canto,Maestro de Escuela, Tesorero, Doctoral o seaTeólogo, Penitenciario y Magistral, tres canó-

nigos de presentaciones que se presentan alRey en la nómina, cuatro racioneros que par-ticipan de toda la ración del coro, y dos me-dio-racioneros o sea que entran sólo en la mi-tad de la distribución del Coro. El Obispo tie-ne como renta 24.000 escudos anuales; el de-cano 2.500, las cuatro dignidades, 2.000 cadauna y los seis canónigos 1.500. Los canónigosracioneros reciben como renta 600 escudos y420 los medio-racioneros. La Sede Episcopalse erigió en el año de 1545 y es sufragánea deLima. El Obispo tiene un cortejo muy decentey celebra los pontificales con mucha magnifi-cencia. Tiene Vicario que se llama Provisor ycuyo poder es bastante extenso.

(COLETI, 1757)

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q Primeros síntomas revolucionarios en la América del Sur

Poco después de la llegada de S.E. el CondeRuiz de Castilla a Quito, capital de su Gobier-no, los estudiantes de San Fernando dieron ensu obsequio cuatro representaciones teatrales,a las que todos los nobles asistieron como es-pectadores.

Se escogieron como piezas: Catón, Andró-maca, Zoraida y la Araucana, que tenían todaspor objeto inspirar el amor a la libertad y a losprincipios republicanos. A pesar de esto, comosucede frecuentemente a los que van a los es-pectáculos por gozar, esta tendencia general delos espíritus no fué notada por el Presidente,ni por los otros miembros del Gobierno.

No siguiendo con un ojo observador la in-fluencia que podía ejercer en las colonias el es-tado de los negocios de la Madre Patria, los Re-presentantes de la Autoridad Real en Américase creyeron todavía rodeados de los mismosvasallos, obedientes y sumisos, que sus prede-cesores habían gobernado de una manera tandespótica, sin sospechar aún que el pueblo,atento a sus propios intereses, dirigía sus mira-das a lo que pasaba por esos momentos en Es-paña; pues a pesar de las precauciones toma-das por el Gobierno para que la libertad deprensa no viniera a revelar algo en sus colo-nias, sin embargo los americanos que residíanen Europa por esta época, se ocupaban activa-

mente en instruir a sus amigos de América delverdadero estado de los negocios, y los natura-les estaban en general mejor informados de loque pasaba en la Metrópoli que el mismo Go-bierno, porque las correspondencias españo-las, temiendo poner en peligro sus propieda-des de las colonias, o juzgando que los colonosdebían implícitamente obedecer todas las ór-denes que recibieran, enviaban a América de-talles oscuros llenos de exageraciones en favorde sus opiniones; tratando por otra parte a losamericanos con todo el desprecio con quecreían poder humillarlos por razón de su su-perioridad, sobre la que no tenían la menorduda.

Después de la representación de las piezas,me ligué con los individuos que las habían ele-gido: el doctor Quiroga y don Manuel Mora-les.

El primero, abogado que gozaba de unabuena reputación, nacido en Arequipa, ciudaddel Perú, establecido y casado en Quito; y el se-gundo nacido en la ciudad de Mariquita, en elVireynato de Santa Fé de Bogotá. Había sidoSecretario del Gobierno, cuando el Barón deCarondelet fué Presidente, quien lo destituyódel empleo por haberle desagradado.

Esperaba obtener su reposición con la lle-gada del Conde Ruiz; pero este Jefe tenía en sucomitiva un joven abogado llamado don To-más Arrechaga, a quien había hecho educar, ydeseaba asegurar su suerte, por cuyo motivo

VII. Acontecimientos notables

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no atendió a las reclamaciones de Morales, ysu protegido fué el nombrado Secretario deGobierno.

Morales estaba dotado de un alma fuerte;había recibido una educación liberal, y a causade sus trabajos de muchos años en la Secreta-ría, había adquirido grandes conocimientos delos negocios del Gobierno, encontrándose ini-ciado desde mucho tiempo atrás en las intrigasde la Corte de España. Considerábase injusta-mente tratado por el Barón de Carondelet, ymás aún por el Conde Ruiz; viéndose conde-nado al destierro y su empleo ocupado por unextraño, determinó vengarse de los que mira-ba como a los cooperadores de su ruina, si noeran quizá los autores.

Las circunstancias, que no podían escapar-se a sus miradas observadoras, se volvían cadadía más favorables a sus designios; si la violen-cia de su carácter no le hubiera hecho obrarcon demasiada precipitación, habría salidobien de su empresa, y vivido para recibir lasdemostraciones de agradecimiento de susconciudadanos, mientras que ahora no tienenmás que tristes sentimientos que ofrecerle y lá-grimas que derramar sobre sus cenizas, orde-nando su muerte desgraciada y prematura.

Quiroga era de un carácter inquieto y am-bicioso, temerario e intrépido en lo que em-prendía; pero muy terco; no podía soportar lacensura; más acequible a la convicción cuandose empleaba la persuación. En el foro ganabafrecuentemente las causas que defendía; habla-ba con facilidad y elocuencia; pero aún en pre-sencia de los Magistrados, su precipitación leocasionaba con frecuencia disgustos; variasveces fué apercibido por el tribunal, y tambiénsuspendido de sus funciones de abogado. Undía fue condenado a pagar una multa, y decla-ró que no podía pagarla porque el tribunal noera competente para exigírsela, que el Regentey sus jueces ejercían sus funciones con despre-

cio de las leyes, o no las administraban confor-me a la justicia, y probó sus aserciones citandolos ejemplos, las leyes y reglamentos a que es-taban sujetos los tribunales.

Esta conducta debía necesariamenteatraerle el odio de los miembros del tribunal, yse vió obligado a separarse del foro. Desde en-tonces Quiroga se hizo el compañero insepa-rable de Morales, esperando, como él, que a lallegada del Conde Ruiz, una solicitud a su Ex-celencia, como Presidente de la AudienciaReal, bastaría para devolverle el ejercicio de suprofesión; pero un informe del Regente Busti-llos burló sus esperanzas, y esta circunstancialo redujo a la desesperación.

Estos dos individuos, a quienes se les habíaprivado del recurso de sus profesiones, fueronlos que eligieron las piezas que se representa-ron en el Colegio de San Fernando, en Octubrede 1808, talvez para sondear las intenciones yopiniones de los Jefes del Gobierno.

Si tales fueron sus designios, el resultadodebió satisfacer completamente sus miras,porque ninguna sospecha se manifestó, ningu-na alarma se pudo notar.

En febrero de 1809, el Capitán Salinas, quemandaba la infantería en Quito, comunicó ados frailes, el padre Polo y otro, un complotpara deponer las autoridades españolas, reem-plazándolas con otras escogidas entre los ciu-dadanos más respetables. Los frailes fueron alinstante a dar parte al Presidente de estos pro-yectos, quien dió una comisión secreta al oidorFuentes Amar para proceder legalmente con-tra los individuos sospechosos. Don PedroMuñoz fué encargado de desempeñar las fun-ciones de Secretario particular, sin tener otrostítulos para este nombramiento que el de serespañol.

Quiroga, Morales, el Cura de Sangolquí, eldoctor Riofrío y el Capitán Salinas, fueronarrestados y encerrados en el convento de la

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Merced. Sus declaraciones fueron recibidas yescritas por Muñoz, tomándose todas las pre-cauciones posibles para que el pueblo no tu-viera conocimiento del estado del proceso.

Los prisioneros fueron privados de comu-nicación, y no podían por lo mismo dar a susamigos dato alguno relativo a su situación; elSecretario no podía hacerse ayudar de un co-pista, y todas las medidas tomadas ordinaria-mente por la Inquisición se pusieron en prác-tica en este asunto.

En los primeros días de Abril, cuando Mu-ñoz se dirigía por la tarde al palacio para darcuenta al Presidente del estado del proceso, learrebataron todos los papeles. Este aconteci-miento produjo gran sensación; y muchos delos que realmente se habían comprometido enesta conspiración, pudieron convencerse deque sus nombres no habían sido delatados porlos prisioneros, que de común acuerdo nega-ron todo por no tener conocimiento algunodel complot; Salinas protestó que nada habíadeclarado a los dos padres.

Así fue que, por un feliz incidente, los pla-nes del Gobierno se encontraron trastornados,la persecución cesó y los prisioneros fueronpuestos en libertad. Este acontecimiento lesenseñó al menos, a ser más circunspectos en lofuturo. Pero la antorcha de la libertad estabaencendida, y aún cuando su llama se encontra-ba ahogada por un corto tiempo, no se habíaextinguido.

El carácter de Salinas era perfectamen-te conocido de Morales y de Quiroga. Un ver-dadero quiteño, inconstante y ligero; apasio-nado por todas las innovaciones, que aco-gía ávidamente, sin reflexión ni discernimien-to; tan entusiasta para emprender en la ejecu-ción de un nuevo plan, como pronto a aban-donarlo al instante que perdía a sus ojos el en-canto de la novedad, o desde que se le propo-nía otro.

Pero como este oficial estaba a la cabeza dela infantería, que consistía aproximadamenteen cuatrocientos hombres, de los que habíacomandado una parte de éllos en Panamá, loque en su opinión consideraba como unacampaña en país extranjero, había venido a serel ídolo de sus soldados.– Era, pues, absoluta-mente necesario contar con Salinas, para queconsintiera en secundar los planes de Moralesy de Quiroga, lo que fué muy fácil: estos planeseran nuevos y prometían una serie de aconte-cimientos que regocijaban anticipadamente suespíritu inquieto y turbulento.

El doctor Riofrío era un eclesiástico de uncarácter orgulloso, sombrío, siempre inclinadoa reunirse en asociaciones de hombres dis-puestos a desaprobarlo todo; sin embargo, acausa de su falta natural de talento, o por pu-silanimidad, parecía no ser más que un instru-mento pasivo. Probablemente el señor Riofríotuvo conocimiento de los planes que se urdíanen las frecuentes visitas que hacía a una casa deQuito en donde Morales había vivido, y quizátambién durante el tiempo que permanecióMorales en esta casa de este mismo eclesiásti-co, cuando fué separado de Quito por las ór-denes del Presidente Carondelet. El doctorRiofrío y Salinas eran nativos de Quito; perosus familias no tenían rango ni fortuna, aun-que en verdad eran ambos muy consideradosde sus conciudadanos.

Después de haberse puesto en libertad a es-tos cuatro presos denunciados como conspira-dores, Salinas y Riofrío volvieron a sus ante-riores ocupaciones; Quiroga volvió al seno desu familia con el corazón más ulcerado quenunca, y Morales se retiró al interior del país,sin haber adquirido otro resultado de susconstantes diligencias, que un nuevo grado deexperiencia.

El Gobierno pareció entonces enteramentesatisfecho, y después de haber dado libertad a

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los prisioneros, vio con placer que no había si-do obligado a cometer ningún acto injusto oarbitrario, y creyó que los papeles perdidospor Muñoz, habrían caído en manos de algúnladrón, o que se habrían perdido en la calle, yque ya no existían. Pero el Gobierno estaba enun error: los papeles aparecieron en el estudiode Quiroga, quien dedujo las consecuenciasmás favorables, para secundar sus miras, e hi-zo circular su contenido entre aquellos a quie-nes podía confiarse con más seguridad.

Ningún nuevo incidente sobrevino desdeel mes de Abril hasta el de Agosto de 1809, ex-ceptuándose las noticias de España, tales comola abdicación de Carlos; el advenimiento deFernando, su prisión y la invasión del país porlos franceses, que era el tema de todas las con-versaciones.

Una tranquilidad completa reinaba en to-da la colonia, y sus habitantes parecían rivali-zar en las demostraciones entusiastas de leal-tad y abnegación por su amado Fernando.

Cada noticia de España, contribuía a au-mentar el temor y desaliento de los españolesresidentes en América, y toda su atención la te-nían de tal manera contraída hacia la situaciónpolítica del reino a que pertenecían, que no tu-vieron el tiempo de meditar, como debieronhacerlo, sobre los efectos que podrían resultaren las comarcas donde se encontraban mo-mentáneamente colocados. Tenían la convic-ción de que las colonias debían de seguir lasuerte de la Madre-Patria, como si estuviesenunidas por los lazos de la naturaleza, cuandorealmente sólo lo estaban por la fuerza y laviolencia. La explosión estalló al momento, yen el lugar donde menos se esperaba, y aunquesus efectos fueron prontamente reprimidos, elvelo quedó desgarrado, y de allí resultaron losfundamentos de esta conspiración, ahora felizherencia de todas las naciones del NuevoMundo.

El 10 de Agosto de 1809, por la madruga-da, dos ciudadanos de Quito, Ante y Aguirre,entraron al Palacio del Presidente con una car-ta. La orden dada en la puerta de la antecáma-ra se oponía a que se llevase a su Excelenciacarta alguna en una hora tan importante; peroAnte insistió sobre la necesidad de entregarlaal instante, diciendo que contenía observacio-nes importantes de la Junta Suprema; Junta So-berana! nombre tan nuevo para los oídos delugier de la Cámara, como el cuerpo lo era pa-ra la América.

El ugier despertó al Presidente, le entrególa carta, y le repitió las palabras que había oí-do al motivar y excusar su entrada a una horatan intempestiva. El Presidente, después deleer el nema: “La Junta Soberana al CondeRuiz, ex-Presidente de Quito”, se vistió y leyólo que sigue:

“El estado actual de incertidumbre enque la España se halla sumergida; el anonada-miento total de las autoridades legalmen-te constituídas, y los peligros a que están ex-puestas las personas y posesiones de nues-tro bien amado Fernando VII, de caer bajo elpoder del Tirano de Europa, han determina-do a nuestros hermanos trasatlánticos, a for-mar Gobiernos provinciales para su seguri-dad personal; tanto para garantizar de las ma-quinaciones de algunos de sus pérfidos com-patriotas, indignos del nombre español, comopara defenderse del enemigo común. Los lea-les habitantes de Quito, determinados a con-servarle a su legítimo Rey y Soberano Señor,esta parte de su reino, han establecido unaJunta Soberana en esa ciudad de San Francis-co de Quito, a nombre de la cual, y por ordende su Excelencia el Presidente, tengo el honorde anunciar a Vuestra Señoría, que las funcio-nes de los miembros del antiguo Gobiernohan cesado.

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Que Dios conserve a Vuestra Excelencia,durante muchos años todavía.– Sala de la Jun-ta, en Quito, el 10 de Agosto de 1809.

Manuel Morales, Secretario del Interior”.

Después de haber leído esta carta, tan pocoesperada, su Excelencia pasó a la antecámara, yavanzó hacia los mensajeros, que le pregunta-ron si había recibido el despacho; habiéndolescontestado afirmativamente, lo saludaron y seretiraron. El Conde los siguió hasta la puertaexterior, que intentó pasar; pero el centinela selo impidió. Envió en seguida a su oficial de or-denanza, a buscar al oficial de guardia, quienrespondió atentamente, que él no podía, des-pués de las órdenes que había recibido, confe-renciar con el Conde, y pronunció esta últimapalabra con un tono enfático.

A las seis de la mañana se vió a formar enla plaza, al frente del Palacio, una reunión muynumerosa; se oyó al mismo tiempo una des-carga de artillería, o saludo real, y la músicamilitar estacionada en la esplanada frente alPalacio, ejecutó hasta las nueve algunas tocatasnacionales.

Entonces tuvo lugar una reunión de losmiembros del nuevo Gobierno ejecutivo,compuesto del Marqués de Selva-Alegre, Pre-sidente, de los Marqueses de Orellana, de So-landa y de Miraflores, el Conde de Casa Gue-rrero, de don Manuel Zambrano, de don Ma-nuel Mateus, y de don Pedro Montúfar, te-niendo por ministros a Morales y Quiroga.

Se publicó la declaración de la instalación,y se redactó la fórmula del juramento que de-bían prestar todas las personas unidas al nue-vo Gobierno.

El Obispo de Quito fué elegido Vicepresi-dente; pero rehusó asistir a esta Asamblea y atodas las siguientes.

La revolución tuvo lugar en la noche del 9.Morales vino a Quito, y de acuerdo con Qui-

roga, convocó una Asamblea, e informó a éstade los daños a que todo el país estaba expues-to. Reveló la intención que tenía el Gobiernode reconocer a Napoleón por Soberano, por-que los reyes de España le habían cedido su so-beranía, y les exhortó al mismo tiempo a pre-servar esta parte de la dominación española,de la suerte que le esperaba al resto; agregó,que este objeto no podía alcanzarse, sino esta-bleciendo, a nombre de Fernando, un Gobier-no provisional, y destituyendo de sus empleosa todas las personas sospechosas.

Esta arenga no fué más que de forma,puesto que todos los preliminares estabanconvenidos de antemano. Salinas, que se halla-ba presente, fué comisionado para asegurarsede los soldados, lo que hizo inmediatamente.Se presentó en las barracas, y después de for-mar la infantería en la plaza, le declaró que subien amado Rey estaba prisionero en Francia;pintó muy detalladamente sus sufrimientos, yles dijo enseguida que las autoridades actualesen América, estaban determinadas a entregarel país al enemigo común; y terminó su alocu-ción preguntándoles si ellos querían defenderla causa de su Rey Fernando, o hacerse los es-clavos de Bonaparte. Los soldados, engañados,gritaron al instante: ¡Viva Fernando VII! ¡VivaQuito!

El Comandante de la Caballería, don Joa-quín Zaldumbide, recibió las mismas órdenesy las ejecutó de la misma manera.

Cuando estos dos individuos regresarona la Junta, ésta les previno dar las órdenes ne-cesarias a los diferentes cuerpos de guardia,y hacer prestar a las tropas el siguiente jura-mente:

“Yo juro por Dios sobre la cruz de mi espa-da a defender, mi legítimo soberano FernandoVII; sostener sus derechos, mantener la purezade la Santa Iglesia católica romana, y obedecera las autoridades constituídas”.

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Terminada esta ceremonia, se dieron lasórdenes necesarias al oficial de guardia del Pa-lacio del Presidente, a las barracas, y a las pri-siones. Se colocó una guardia a la puerta de ca-da persona sospechosa, particularmente a laspuertas del regente y de los oidores, y ejecuta-das estas disposiciones, los miembros del Go-bierno se retiraron a sus casas. Se mandó in-mediatamente un posta a Chillo, dominio per-teneciente al Marqués de Selva-Alegre, paraparticiparle lo que había pasado, suplicando aSu Señoría, se trasladase inmediatamente aQuito, para tomar posesión del mando supre-mo del Gobierno del reino.

Se vio así, en el espacio de una noche, de-rrocar, sin efusión de sangre y aún sin conmo-ción popular, un Gobierno establecido hacíamás de trescientos años, y reemplazarlo porotro nuevo, organizado sobre sus bases.

Segunda revolución en Quito.– Asesinato delos prisioneros.– Asamblea General.– Las tropasespañolas abandonan Quito

Después de la partida de San Miguel paraSanta Fé, un gran número de soldados que ha-bían pertenecido al ejército de los insurgentes,suponiendo que la persecución había cesado,regresaron a la ciudad; pero fueron apresadosy metidos al presidio. Prendieron igualmentepor simples sospechas, a muchos individuosque llegaron de diferentes puntos del país, yaunque los hubiesen puesto en libertad des-pués de un interrogatorio, la alarma se exten-dió de un lugar a otro; de manera que nadiequería llevar provisiones al mercado, y resultóen la ciudad una excesiva penuria. Esta situa-ción no movió al Gobierno a tomar algunamedida conciliatoria, y volvió furiosos a lossoldados españoles que cometieron numero-sos desórdenes; el temor impidió a los habi-tantes quejarse a los oficiales; y los que se atre-

vieron, tuvieron que sufrir los calificativos deinsurgentes, rebeldes, traidores.

Así crecía el mal día por día, hasta el 2 deAgosto de 1810. En este día algunos de los sol-dados enfermos en el presidio, sorprendieronal guardia, se apoderaron de las armas, se vis-tieron con su uniforme, y corrieron a las ba-rracas, a la una del día. El disfraz de soldadosimpidió que sospecharan al aproximarse a lasbarracas; lograron separar de su puesto al cen-tinela colocado en la puerta, y apoderarse deloficial de guardia. En este momento sonó unade las campanas dando la señal de alarma. Losoficiales que acababan de sentarse a la mesa enel palacio, corrieron a la plaza mayor, y vieronun movimiento considerable en la puerta delas barracas, a menos de cincuenta varas delpalacio; ordenaron hacer fuego sobre los sol-dados que estaban en las barracas, y éstos hi-cieron otro tanto. Este desorden duró unosdiez minutos; cuando todo estuvo tranquilo,un oficial fué a informarse de la causa de estetumulto. Y habiendo sabido lo que había pasa-do, regresó a participárselo todo a su Coman-dante Arredondo. Otro oficial fué al instante,enviado para saber cuál era la situación de losprisioneros, y éste regresó al momento con lanoticia de que todos habían muerto. Algunosfueron fusilados durante el ataque por los cen-tinelas que los vigilaban, y un gran númeroasesinado por un zambo joven, cocinero de lossoldados, que entró a las celdas, y los mató ahachazos.

El terror y la consternación se manifesta-ron un momento en la fisonomía del Presi-dente y de los oficiales, cuando derepente oye-ron a los soldados españoles, derramándose enmultitud de las barracas a las calles, gritar:Venganza! venganza! nuestro capitán asesina-do.

Apenas se oyó esta voz de alarma, cuandolos soldados furiosos dejaron sus puestos, co-

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rrieron de un lado a otro de las calles, y mata-ron a todas las personas que encontraron, sindistinción de edad, ni sexo. Los tambores toca-ron a la carga en diferentes lugares de la ciu-dad, la muerte y el pillaje duraron hasta lastres; mientras tanto, todos los oficiales se que-daron en el pretil del palacio, sin hacer ningúnmovimiento para impedir los asesinatos. Al finlos soldados, habiendo agotado todos su car-tuchos, comenzaron a regresar a las barracas,algunos tan cargados de botín, que habíanabandonado sus armas.

El número de prisioneros encerrados en lasceldas, que fueron víctimas de la insubordina-ción de los soldados y de la ineptitud de sus je-fes, subió a setenta y dos. Un eclesiástico nom-brado Castelo, y otro individuo llamado Ro-mero, fueron los únicos que escaparon de estacarnicería; salvaron su vida fingiéndose muer-tos. Morales, Quiroga, Riofrío y Salinas pere-cieron; pero más tarde el Gobierno de Vene-zuela ordenó que hubiese un día de duelo ca-da año, consagrado a honrar su memoria. Diótambién un decreto para que en lo sucesivo,fuesen designados con el nombre de Mártiresde Quito.

Como trescientas personas perecieron enlas calles, comprendidos siete soldados espa-ñoles que fueron muertos por algunos indioscarniceros, a quienes habían insultado muchasveces.

El furor desplegado en esta ocasión por lastropas pacificadoras fué tal, que uno de susdestacamentos, habiendo encontrado a un Ca-pitán uniformado, que pertenecía a la caballe-ría de Guayaquil, un soldado cogió la espadade su Comandante y le atravesó el cuerpo, de-jándolo bañado en su sangre, a la distancia deunas cincuenta varas de la puerta del cuartel.

No hay palabras para describir la ansiedadque tan horrible carnicería excitó entre los ha-

bitantes, que ignorando el origen, lo conside-raron como asesinatos de sus ciudadanos, sinel más leve motivo, y por consecuencia, te-miendo su repetición en cualquier momento.

Del número de los soldados que salierondel presidio para este asalto, sólo cinco pene-traron en las barracas, y si hubieran sido unosveinte, no es dudoso que habrían logrado dar-le libertad a los prisioneros; pero éstos fueronasesinados mientras los otros luchaban con losguardias.

Las calles quedaron completamente desier-tas; grupos del pueblo estaban diseminados enlas alturas vecinas, echando miradas tristes so-bre la ciudad, que presentaba el aspecto de ladesolación más completa. Durante la nochelos cadáveres de los prisioneros los transporta-ron a la iglesia de San Agustín, y los que fueronasesinados en las calles los llevaron a la iglesiamás próxima.

En los días siguientes, 3 y 4 de Agosto, loshabitantes permanecieron en sus casas, y a ex-cepción de los soldados ninguna persona seatrevió a presentarse en las calles.

El Gobierno comenzó entonces a temer ellevantamiento en masa de todas las provincias,habiendo sabido la noticia de la revolución deCaracas que estalló el 9 de Abril de 1810, e ig-norando lo que pasaba en la madre patria, ano ser que Bonaparte se había apoderado deMadrid. Quiso entonces el Gobierno tentaruna reconciliación sin confesar su mala fé, quehabía producido consecuencias tan funestas.

El cinco fué publicada una orden que man-daba a los jefes de todas las corporaciones,a los oficiales y a los principales habitantes iral Palacio para deliberar sobre los medios quedebían escogerse más propios para restableceren el país la paz, la tranquilidad y la confianza.

(STEVENSON, 1810)

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q 650 Bien se deja concebir que entre es-tas quatro especies de Gentes es la Española demayor gerarquía, pero assimismo es à propor-cion la mas infeliz, pobre, y mísera; porque losHombres no se acomodan à ninguno de losexercicios mecanicos, concibiendo en ello des-doro de su calidad; la qual consiste en no serNegros, Pardos, ni Tostados. Los Mestizos me-nos presuntuosos se dedican a las Artes, y Ofi-cios; y aun entre ellos escogen los de mas esti-mación, como son Pintores, Escultores, Plate-ros, y otros de esta clase; dexando aquellos, queconsideran no de tanto lucimiento para los In-dios. En todos trabajan con perfección, y conparticularidad en la Pintura, y Escultura, en laprimera fue célebre un Mestizo nombrado Mi-guél de Santiago, y de èl se conservan con granestimación algunas Obras, y otras de su manopassaron hasta Roma, donde tambien la mere-cieron. Imitan cualquier cosa Estrangera conmucha facilidad, y perfeccion, por ser el exer-cicio de la copia propio para su genio, y flema.Hacese aùn mas digno de admiracion el queperfeccionen lo que trabajan, por carecer detoda suerte de instrumentos adequados paraello. Incurren en el defecto de la Pereza, floxe-dad, la qual los predomína con extremo; y assiabandonan las Obras, para estár ociosos deuna en otra Calle todo el Dia. La misma pro-piedad concurre en los Indios, que tienen losexercicios de Zapateros, Albañiles, Texedores, yotros: entre estos ultimos son los más razona-bles, y despiertos los Barberos, y Sangradores,

en cuyo Arte son tan diestros como los mejo-res de Europa. Es tanta la pereza, y la lentidudde ellos, que muchas veces es preciso, paraconseguir un par de Zapatos al cabo de muchotiempo de haverlos mandado hacer, coger alIndio, darle los materiales; y encerrarlo, hastaque los acabe; no contribuyendo poco à estedescuido el estilo, que alli tienen, de percibiradelantado el importe de la obra: con que to-mandolo el Indio, lo và empleando en Chicha,y dura en èl la embriaguez, quanto el Dinero,que despues no es facil resarcir sino en hechu-ras.

Estudios de la élite

660 La juventud distinguida de aquel Paìsdedica sus primeros años al Estudio de Philo-sophia, Theologia, y algunos passan à las Leyes,aunque no hayan de hacer profesion de ellas;assi son todos capaces de estas Facultades; pe-ro muy cortos en las noticias Políticas; en lasHistoricas; y en las otras Ciencias Naturales,que contribuyen al mayor cultivo de los enten-dimientos, ò que los ilustran, y conducen à uncierto grado de perfeccion, à que no puedenllegar, quando carecen de tales Luces: lo qualnace de la poca comunicacion que tienen conlas Personas, que pudieran instruìrlos en ellas:pues las que transitan por causa del Comerciopor aquellos parages, no son á proposito parasubministrarselas: con que aquellos Entendi-mientos, aunque con el cultivo de siete, o mas

VIII. Artes, oficios y estudios

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años de Escuela, siempre quedan desnudosdel conocimiento de las demàs facultades. Sonsutiles de ingenio, y propios para el estudio,porque posseen clara comprehension, y conpoco trabajo se hacen dueños de lo que se lesenseña.

(ULLOA, 1736)

q Artes y oficios

DE LAS ARTES, ARTESANOS Y OFICIOS,DE LOS TALENTOS Y CUALIDADES NATU-RALES, DE LAS VIRTUDES Y VICIOS DEQUE ESTÁN ADORNADOS LOS HABITAN-TES DE LA CIUDAD Y DE LOS ALREDEDO-RES DE QUITO

De las Artes, artesanos y oficios

En la ciudad de Quito se ven florecer casitodas las artes, esto es, mercaderes, relojeros,oropeleros, tintores, torneros, silleros, batido-res de oro, caldereros, libreros, joyeros, confi-teros, olleros, azadores, pasteleros, panaderos,cereros, alpargateros, zapateros, sastres, tapice-ros, plateros, armeros, ladrilleros, fundidores,cordeleros, sombrereros, curtidores, drogue-ros, caldereros, plateros, joyeros, barberos, car-pinteros, escultores, pintores, herreros, dora-dores, ebanistas, panaderos, boticarios, teje-dores de telas de algodón y de lana. Pero las ar-tes que florecen a maravilla mucho más que enotras partes son la estatuaria, la pintura, la es-cultura en madera, pues no hay mármoles. Es-tas tres son características de aquella ciudad, yson verdaderamente de lo más perfectas, demanera que no tienen por qué envidiar en na-da a los europeos. Desde algunos años para acáse han perfeccionado también mucho los orfe-bres plateros, joyeros y herreros, ya que al ha-ber visto y observado las obras y manufacturasmás exquisitas, finas y delicadas de los france-

ses, ingleses y romanos, aquellos artífices seempeñaron en imitarles, y resultaron peritísi-mos y famosísimos artífices, en verdad, laspinturas, estatuas y esculturas trabajadas en laciudad de Quito son transportadas a Lima y atodo el Perú, a Chile, a Buenos Aires, a Pana-má, a Guatemala y aun a México, a Popayán, aSanta Fe y a todo el Nuevo Reino de Granada,y son estimadas y apreciadas de tal manera porsu perfección delicadeza y elegancia, que sepagan por ellas precios altísimos. Para retratarson excelentísimos; para imitar, destrísimos ymaravillosos; solo son deficientes aquellos ar-tífices en el idear e inventar. Por ello siemprebuscan figuras de concepciones raras y gracio-sas actitudes para pintar, pero tienen extraor-dinaria habilidad y pericia tanto al añadir al-guna cosa de su fantasía como el delinear conmás vivacidad y gusto los rasgos. No son me-nos ingeniosos y hábiles los orfebres platerosal imitar con la mayor perfección y destreza lasmanufacturas europeas, manejando el buril amaravilla en los trabajos de relieve, tanto si esbajo, medio o alto relieve, de manera que na-die es capaz de distinguir los trabajos america-nos de los europeos, y lo mismo sucede con lasfiligranas, los esmaltes, en gran manera, deli-cadísimos (204) y finísimos y con los demásoficios. De ello se sigue el que no sean aquellosartífices ingeniosos en inventar pero sí en imi-tar, aunque muy poco atienden al diseño, se-gún su inexplicable desidia, sino que trabajanguiados solamente por la luz de la naturaleza opor su fantasía o idea caprichosa.

En el territorio de Quito hay además mu-chísimos obrajes y de extraordinario valor, pa-ra fabricar los paños, finos, gruesos y de todocolor. Algunas fábricas de azúcar, blanco y ne-gro, de miel, ya que en los valles y tierras bajashace gran calor, lo cual es necesario para lashaciendas de caña de azúcar. Hay muchasotras herrerías en que se trabajan los calderos,

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chocolateras, ollas y campanas, morteros debronce y todos los demás utensilios de cobrerojo y amarillo, con gran finura y arte no infe-riores a los de Europa. Sastres, zapateros, alba-ñiles y carpinteros, son en sus oficios excelen-tes y maestros quizás un poquito más que loseuropeos. Los sombrereros desde hace unospocos años han salido maravillosos maestrosde sombreros finos, ya que elaboran sombre-ros con la finísima y delicadísima lana de vicu-ña, mucho más finos y suaves que los de castory de mucha mayor duración: ni el agua los es-tropea, ni el sol los ablanda, ni el uso continuolos rompe, lo cual jamás fue creído asequibleni factible por aquellos desidiosos artesanos.En resumen: todas las artes y oficios necesariosen una República para la vida humana y subienestar, florecen con toda perfección y deli-cadeza en la ciudad y provincia de Quito; cosadigna de singularísima admiración de aquelNuevo Mundo.

Pero mucha mayor admiración mostraráquienquiera que sea, al saber quiénes son losartesanos y cuáles sus instrumentos. Los artífi-ces casi todos son indios, pocos los mestizos,ningún español o europeo. Quien viera a unindio mal arreglado, mal vestido, harapiento,descalzo los pies, con un sombrero completa-mente viejo, desgarrado y roto, mal llevadoque no vale todo él cuatro cuartos, no se po-dría creer que se trata de un excelente pintor,un famosísimo estatuario, un peritísimo escul-tor, un delicadísimo orfebre platero, joyero,etc. y por cierto es así. Bajo aquel descuidado ydesaliñado vestido se esconde el arte más per-fecto y delicado, el oficio más noble y lucrati-vo. De ahí se deduce cuán hábiles, ingeniosos ycapaces son los indios para las artes y oficiosmecánicos y serviles. En verdad que me reía,entre espantado y estupefacto, la primera vezque vi un indio mal trajeado, completamentesucio y despeinado, con el pincel en las manos

y a otro con el buril, aquel con agilidad y finu-ra, éste con rapidez y destreza, al uno pintarmaravillosamente, esculpir y tallar al otro de-licadísimamente; pero lo que me produjo másadmiración, fue observar que apenas si seveían algunos poquísimos delineamientos so-bre la tela y sobre la mesa, Y todavía creció enmí mucho más el estupor al ver sus respectivosinstrumentos. El primero no tenía más quecuatro pinceles y los colores sobre un trocitode tabla mal hecha; el otro (205) dos cincelesde diversa forma, hechos con el hierro de uncuchillito colocado entre dos trocitos de ma-dera atados con un cordel, y un martillo o ma-zo de madera dura y fuerte; los demás artíficesestaban en la misma penuria y escasez de ins-trumentos. Pero aquellos indios, aquellos mes-tizos tan rudos y mal presentados usaban y ha-cían servir un solo instrumento para mil fines,tanto se ingeniaban, tantas maneras e indus-trias usaban, que quien los contemplaba que-daba absorto y aterrado. Pero estos últimosaños los Padres Procuradores habían traído deEuropa casi toda clase de instrumentos nece-sarios para los escultores, estatuarios, herreros,plateros, carpinteros, etc. a fin de que pudierantrabajar con mayor facilidad, pero aun ahorano faltan tales artífices, y no son pocos, los quecon cuatro hierros ridículos, viejos y mal for-jados trabajan sus obras exquisitas y perfectas.

(CICALA, 1743)

q La gente vulgar, por su naturaleza dadaal ocio y a la pereza, ejercita con honra y habi-lidad la pintura y escultura y aunque solo semuestra excelente en imitar y sacar copias, si-nembargo usa maravillosamente del arte. Losotros empleos que se juzgan vilísimos, se ha-llan en manos de los indios, a los cuales la pe-reza les es congénita y familiar; a pesar de estohacen maravillas y pasma ver sus trabajos tan

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perfectos sin dirección y sin instrumentos;cuanto ven lo imitan, y sólo les falta idea parainventar; los empleos y ocupaciones domésti-cas se reducen a hilar, tejer y hacer trabajos deaguja.

La ocupación ordinaria de los señores essalir a ver sus haciendas, de ordinario con to-da su familia, y mantenerse allí algunos meses,siendo pocos los que se dedican al comercio.Los que sostienen el tráfico y los negocios soneuropeos que viajan de una ciudad a otra, lle-vando las mercancías de estas partes y trayen-do al retorno las de otros países, ellos mismosmantienen las tiendas abiertas en esta ciudad yel tráfico activo, aún cuando hoy esté muy de-caído.

Las monjas se ejercitan en bordar y traba-jar encaje, y éstos ordinarios, y en formar flo-res de oro y plata, y estos trabajos los hacenbien. Las señoras pasan sus horas cosiendo orecibiendo visitas o en las iglesias haciendonovenas, porque cada día inventan una nueva.No se fatigan mucho en educar y criar bien asus hijos, porque éste es un pensamiento queni conocen y rechazan como tentación peli-grosa; por el contrario, discimulan los viciosde los hijos, de manera que no lleguen a noti-cia de sus padres, y siendo principalmente in-clinados los muchachos de esta tierra y bajoestas constelaciones a la lascivia más detesta-ble, con la convivencia de sus madres, tomancomo lícitas las acciones más torpes y más in-fames. Crecen en edad con estimable daño desu alma y de su cuerpo, de suerte que, extenua-dos y privados de calor vital, no pueden hacerfrente a la fatiga y son enfermos y débiles casitodos.

Estudios

En la ciudad se fundaron dos Universida-des: la una en el Colegio Real de San Fernan-

do, siendo su Titular Santo Tomás, y en ella sedictan clases de Filosofía, Teología, DerechoCivil y Canónico y Medicina, esta última siem-pre está vacante, por no haber quien la puedadignamente desempeñar; el sueldo a los profe-sores, es pagado por el Rey, y se halla regenta-do por los padres de Santo Domingo que diri-gen también el Colegio de los Convictoriosque son un poco menos de cincuenta. La otraUniversidad llamada de San Gregorio Papa,que es Pontificia y se erigió el año 1723, porbreve de Inocencio XII, el 18 de agosto; tienetres catedráticos de Teología, uno de Filosofía,dos de Legislación Civil, uno de Cánones yuno de Sagrada Escritura; aún cuando esta úl-tima cátedra no se dicta. Goza de mucho pres-tigio y en ella reciben el Doctorado los reli-giosos de San Agustín y La Merced; se halla alcuidado de nuestros Jesuítas y el Rector pro-témpore del Colegio Máximo es el Rector mag-nífico.

La juventud distinguida después de dos otres años de gramática mal enseñada y peoraprendida; pasa al estudio de las ciencias ma-yores como son la Filosofía, la más vieja y ran-cia que existía en el mundo, descendiente delfétido peripatetismo; la Teología del todo es-peculativa y por lo común ocupada en cues-tiones inútiles y en el estudio de los posibles.Las leyes o jus civile vienen a ser propiamenteun jus municipale. En cuanto a los progresosno se fatigan mucho, porque todos estos jóve-nes de Quito son de gran capacidad y viveza,de las bellas letras no saben ninguna, algunosque se precian de literatos tienen el gusto tancorrompido que parecen más bien charlatanesque hombres de letras. En las otras facultadesnaturales y políticas están enteramente a oscu-ras, y si alguno puede instruir a la juventud seconvierte en la persona más perseguida queexiste en el mundo, no porque no la crean dig-na de aprecio y estima, sino sólo por envidia y

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soberbia, no queriendo en nada ser menos queotro. Síguese de aquí que si alguno tiene incli-naciones para conocer alguna facultad útil oamena, no puede dedicarse a ella, por temorde que le desprecien, y así todos, después desiete o más años de escuela y después de untiempo perdido inútilmente, se encuentranprivados de los conocimientos que hacen a unhombre verdaderamente docto y de ciencia.De la Filosofía moderna no digo nada, porquetendría mucho que decir y os parecería impo-sible, diré sólo que si alguno halaba o apruebaalguna cosa de los filósofos modernos, se lemira pronto como enemigo común, y comotal se le persigue hasta más no poder, se igno-ran totalmente las matemáticas y se despreciala mecánica. Un escolástico vale más que todoslos literatos de Europa, y con toda su alabadadoctrina vive muy angustiado.

A mas de estas dos universidades hay unaparticular de San Francisco que ciertamenteno merece por ningún concepto el nombre deUniversidad, sino solamente de casa de estu-dios, y es su titular San Buenaventura.

(COLETI, 1757)

q Oficios

Los sábados en especial, al ponerse del sol,hay todo el año una grande feria de obras deescultura y pintura en las cuatro esquinas de lacalle de los mercaderes. Traen también allí avender sombreros, medias de seda y de algo-dón; pero es menester ir con mucho cuidado,porque por los desvanes de la ciudad van loscholos recogiendo cuantos andrajos y traposhallan, y de trozos de sombreros viejos los pu-len y los une de modo que parecen un sombre-ro castor o de la tierra acabado de hacer, peroa los ocho días ya son trapos. Deshacen la me-dia de seda vieja y la vuelven a hilar, y o en ma-deja o en medias bien lustroso lo venden por

nuevo. Unen los trapos de camisas viejas o cal-zones, y hacen lienzos y los pintan, y la pintu-ra la venden por nueva, siendo de trapos po-dridos. Hacen figuras amoldadas de cera muybellas, y las encarnan con buen pincel, y lovenden por hechura de palo. Del corozo, quees como mármol y es la fruta de la palma ca-beza de negro, fabrican figuras para componerNacimientos, o algún risco con mucho pri-mor, y también cabezas y manos para muñe-cas, y de ésto en partidas grandes con flores deseda que fabrican con mucho primor, se lo lle-van varios para Lima. Hay mucha fábrica delienzo de algodón, que llaman tocuyo, y siendoasí que el algodón lo traen de Piura y Lamba-yeque y vale en Quito a tres pesos la arroba enbruto. Con todo halla allí vara de tocuyo bastoa dos reales y a dos y medio. Lo que más meadmiró fueron los zapatos, porque el cordo-bán lo traen de Lambayeque y vale cada unopor lo menos veinte reales, y con todo dan unpar de zapatos de mujer por dos reales, si estánlaboreadas con hilo de algodón por dos y me-dio, y los de hombre por cuatro reales, y los la-boreados por cuatro y medio, y unos y otrosmuy bien trabajados. Hay mucha fábrica desobrecamas y pabellones de algodón, y todoesto se teje sin telar, sino con un espadajo demacana atado a un palo lo urdido, y la otrapunta con un palo atravesado y preso con co-rrea por tras la cintura del que lo teje, y en lu-gar de calzas para las labores una partida decañas, las que entran y salen con la mano.

Hay en las haciendas en especial muchosobrajes en que se fabrican mucha bayeta y pa-ños muy buenos; pero como no hay allí aceitepara poder beneficiar la lana, así las bayetascomo los paños son toscos a competencia delos que de España se llevan. Las lanas son bue-nas, pero como no tienen el beneficio del acei-te, siempre quedan inferiores, aunque entresa-can la lana de los codillos, y de ella fabrican

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bayeta y paño tan fino como en España. Esaquella gente industriosísima. Allí verá ustedun cholo que no le escupiera encima, sin máscamina que un capote que tiene cuatro o cin-co oficios, y todos con primor. Allí los verá porla calle con un pedazo de cuchillo y un trozode palo, que le fabricará cualquier figura o co-sa de escultura con mucho primor.

(SANTA GERTRUDIS, 1760)

q Artes y oficios

Tienen repugnancia a adoptar algún em-pleo mecánico, considerándolo como un ul-traje a su calidad de la cual hacen tanto caso, yque consiste solamente en no ser negros u os-curos, es decir, de color de cobre. Los mestizosque saben regular con prudencia su orgullo, seadaptan al trabajo y las artes, entre los cualesescogen, por otra parte, las más consideradas;como v. g. la pintura, la escultura y otras seme-jantes, dejando las más viles a los indios. Y seha observado que aquellos resultan excelentespara todo, particularmente para pintar y es-culpir. Un mestizo llamado Miguel de Santia-go, adquirió gran reputación en la pintura; seconservan todavía diversas obras suyas quetienen grandísima estima, algunas de ellas fue-ron llevadas a Roma donde encontraron elaplauso universal de los entendidos en el arte.Dichos individuos son especialmente hábiles yexcelentes en la imitación y la copia, a las cua-les parece adaptarse más su ingenio flemático.Lo que hace más admirable sus bellos trabajoses la falta de muchos instrumentos y útiles ne-cesarios para ejecutarlos con cierta especie dediligencia. Pero, a pesar de todos estos talen-tos, ellos son tan indolentes y ociosos que envez de trabajar pierden todo el día en las calles.Los indios, que se dedican generalmente a za-pateros, tejedores, albañiles u otros trabajossemejantes, no son tampoco más aplicados

que aquellos. Entre éstos los barberos y lossangradores son los más activos y tratables eigualan en sus respectivos ejercicios a las másexpertas manos de Europa. Por otra parte, loszapateros se distinguen por ser tan supinos ba-dulaques, que muchas veces no hay otro me-dio para tener un par de zapatos que les hayansido ordenados, que el de juntar los materialesy encerrar a los artesanos en un cuarto hastaque los hayan concluído. Esto verdaderamenteprocede en alguna parte, de la extraña costum-bre que hay que pagar los trabajos adelanta-dos, de lo cual resulta que los indios, en cuan-to han recibido el dinero lo gastan todo en chi-cha, especie de cerveza bastante emborracha-dora y hecha de maíz, Así, pues, mientras durael dinero no son nunca sabios, y es natural su-poner que no se inclinarán fácilmente a traba-jar por ese dinero que ya lo han gastado.

Estudios

Los jóvenes se aplican a la Filosofía y laTeología y algunos pasan a estudiar Leyes, pe-ro esta es una profesión que abrazan con re-pugnancia. En esta ciencia demuestran ellosmucho ingenio y vivacidad, pero son bastantedébiles en materia de historia y de pintura; asícomo, en las otras ciencias que provienen delhumano saber y lo conducen a un cierto gradoal cual no se puede llegar por otro camino. Es-to, por otra parte, es debido a desgracia y no aculpa suya por la falta de personas capaces pa-ra instruirlos, porque aquellos que allí lleganpor razones de comercio, son generalmenteinclinados a otras cosas y dedican todo sutiempo al cuidado de amontonar dinero. Deesta manera, después de siete u ocho años deinstrucción escolástica aunque posean ingenioapto para cualquier progreso científico, su sa-ber es limitadísimo.

(ANÓNIMO, 1763)

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q Quito ha sido siempre un lugar de cele-bridad por su gran número de estudiantes; sela llamaba el “Monstruo de dos cabezas”, por-que tenía dos Universidades. Aquella de SanGregorio Magno, bajo la superintendencia delos Jesuítas, y que fué fundada en 1586, por Fe-lipe II, y agraciada en 1621 con todos los pri-vilegios otorgados a la celebrada Universidadde Salamanca en España. La otra, de Santo To-más de Aquino, bajo la superintendencia de laOrden de Dominicanos; pero después de la ex-pulsión de los Jesuítas, las dos se fundieron enuna sola por cédula real de Carlos III con el tí-tulo de esta última. Los dos Colegios de SanBuenaventura de la Orden Franciscana y el deSan Fulgencio de la Orden Agustiniana, tienenel privilegio de conferir el grado de Doctor,pero debido a ciertas irregularidades cometi-das, tales como las de otorgar títulos a favori-tos o por dinero, fueron privados de este privi-legio.

Las reuniones de la Universidad se llevan acabo en el Colegio de los ex-Jesuítas; y de ma-nera distinta a lo acostumbrado en la Univer-sidad de San Marcos de Lima y en muchas deEuropa; todos los Profesores enseñan sin suel-do alguno.

Los catedráticos son: dos por Teología,dos por Cánones. Dos por Jurisprudencia, yuno por Artes; también hay uno por Medici-na, que no es Catedrático. Después que uncurso ha finalizado, el cargo de Catedráticoqueda vacante y se adjudica por oposición yen debate público. Todos aquellos que obtie-nen el grado de Doctor en la Facultad del car-go vacante, disponen de un voto electivo, asícomo todos los Profesores en el Tribunal deelección para Rector de la Universidad; perola designación de Rector es facultativa del Pre-sidente del Gobierno, que en calidad de VicePatrón, tiene el privilegio de rechazar o confir-mar.

El grado de Bachiller es concedido a todosaquellos que se someten a un examen público,después de cursar un año de artes, y el deMaestro a aquellos que finalizan el curso y sonaprobados en sus exámenes. El grado de Doc-tor, en las diferentes Facultades, se obtiene me-diante un examen privado, rendido ante el Tri-bunal compuesto por el Rector de la Universi-dad y cuatro examinadores de la Facultad. Losdiferentes grados de Facultades universitarias,tienen un distintivo por franjas de diferentescolores, de la misma manera que en la Univer-sidad de Lima.

El Colegio de San Luis fue denominadocon el título de Colegio Mayor, por Felipe V,siendo el único que ostenta este título en Sud-América, es también Colegio Real y Seminarioeclesiástico.

El primero de los nombrados está bajo lainmediata dirección de un Clérigo secular, confunciones de Rector, un Vicerrector y Ayudan-te; y el otro bajo la dirección de los Dominica-nos, pero ambos sujetos al Patronato del Presi-dente del Gobierno. El Colegio de San Luis hadado varios literatos eminentes, algunos Arzo-bispos y Obispos: Mejía que en las Cortes deEspaña fué llamado el Cicerón americano, fueeducado en este Colegio.

Mucha vivacidad y discernimiento se des-pliega en las discusiones escolásticas, y nadamás se deseara que una mayor liberalidad delos Profesores, o una renovación de todas lasrestricciones eclesiásticas, así como una mejorselección de libros e instrumentos, para nive-lar la Universidad de Quito a la altura de aque-llas de los países más prósperos de Europa. Silos jóvenes que reciben su educación en losColegios no resultan tan versados en ciencias,como podría esperarse, se debe a su poca suer-te y de ningún modo a su falta de aplicación.Las niñas de esta clase social se educan gene-ralmente bajo la vigilancia de sus madres, ex-

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cepto en el aprendizaje de costura y músicapara lo cual disponen de profesoras especiales.Todas estas niñas son enseñadas a leer y escri-bir.

(STEVENSON, 1810)

q Artes y oficios

Se encuentra en esta población de Quito,más inclinación a las artes de la pintura, escul-tura, platería y otras de esta clase, respecto decualquiera otra ciudad de la América del Sur.También muchos se dedican a hacer instru-mentos, e imitan con mucha facilidad y per-fección toda copia. Los mestizos particular-mente se dedican a estas artes. Uno de ellos,nombrado Miguel de Santiago, fué muy céle-bre: sus obras se conservan en gran estimaciónen el Perú, como las de Miguel Angel y el Ru-

bens en Europa. Hoy el V... tiene también grancelebridad: el retrato histórico de S. E. el Liber-tador, le ha hecho una colosal reputación. Si eldibujo y el colorido deja que desear, la pausa ysemejanza no carece de la naturaleza y de ver-dad.

Pero esta inclinación a las artes está parali-zado por una flojera que lo predomina, no hayvicio a que no se abandone. La embriaguez, eljuego, el hurto, lo practican con bateria, osa-dos y sutiles al acceso. La falta de ocupacionesy de educación con que se cría la gente vulgar,los conduce con la ociosidad a todos estos vi-cios, y a la establecida costumbre de los bayleso fandangos muy licenciosos, los excesos y de-sórdenes corresponden a semejante función.El aguardiente, la chicha, el guarapo, abundany aumenta la liviandad.

(BRANDIN, 1824)

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q Temperamento de Quito: modo de distinguirel Inbierno del Verano; sus particularidades;pensiones; excelencias y Enfermedades.

675 El Temple, que goza Quito, es un me-dio tal, que ni los calores le molestan, ni sonincommodos los Yelos, viviendo cerca deellos: las experiencias del Thermometro daránbastante prueba de esto; pues el dia 31 de Ma-yo de 1736, marcaba à las 6 de la Mañana...1011. A las 12 1/2 del Dia... 1014. El 1 de Junioà las 6 de la mañana 1011. A las 12 del Dia...1013 1/2.

A esto se agrega la igualdad, que permane-ce todo el año, siendo casi imperceptible la di-ferencia de unos Dias a otros: assi las Mañanasson frescas; lo restante del Dia templado; y lasNoches de un Temperamento agradable, moti-vo porque no tiene fijeza el Vestuario, que allise acostumbra; y es comun vèr à unos vestidosde Seda, ò cosas delgadas, mientras otros lo es-tàn de Paño, y Tela de más abrigo, sin que mo-leste el frio à aquellos, ni sientan demasiadocàlor estos.

679 La distincion de Ibierno, y Verano ad-mitida en aquel Clima consiste en una muycorta diferencia, que se nota entre uno, y otro:desde el mes de Diciembre hasta el de Abril,Mayo, ò Junio es el tiempo, que llaman Ibier-no, y los restantes meses componen el Verano.En el primer intervalo son mas comunes lasAguas; y en el segundo suelen mediar mas Diasbonancibles entre los de Lluvias: siempre que

se suspenden estas por mas tiempo, que el dequince dias se vè aquella Ciudad llena de Ple-garias, y Rogativas publicas, para que vuelvan;y cuando continùan sin intermission, se repi-ten con el fin de que se acaben; porque de lasequedad se originan las Enfermedades, yAchaques graves, y peligrosos: y de la conti-nuación de las Aguas, no dando algunos diasde treguas, para que el Sol orèe la Tierra, se si-gue el perderse las Sementeras, y assi vivenaquellas Gentes en un incessante desasossiego.Ademàs del beneficio, que dispensan alli lasLluvias, moderando el intenso calòr de los ra-yos del Sol, son de grande utilidad para la lim-pieza de las Calles, y Plazas de aquella Ciudad,que abundan mucho de todas inmundiciaspor el desasèo de la Gente Ordinaria; y porqueà todas horas tanto Hombres, como Mugereslas tienen reducidas à Muladares.

680 La disposición de aquel Paìs à los Te-rremotos ò Temblores de Tierra no es menospenosa, que las antecedentes: pues aunque enla realidad no son tan frecuentes, como enotras Ciudades de las Indias, no dexan de sen-tirse de tiempo en tiempo, y entre ellos algu-nos muy violentos. Interin permanecimos enaquella Ciudad, y jurisdicción, hubo con par-ticularidad dos, à cuya fuerza se arruinaron lasCasas de algunas Haciendas, y se causaron lasdesgracias de quedar sepultadas en sus ruinasmuchas Personas, que se hallaban dentro.

681 A la calidad de su Temperamento se ledebe atribuìr una particularidad, que lo puede

IX. Clima, epidemias y catástrofes naturales

Q

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conducir à un no pequeño grado de estima-cion. Tal es la pureza de aquel Ayre, y el ser tancontrario este à la procreacion de Insectos, queno solo no se vén alli Mosquitos de los quemortifican con la picada en los Temples ca-lientes; pero ni aun los conocen aquellos Habi-tadores: las Pulgas no incomodan por ser muyraras; y à este respeto es casi essenta de casi to-da especie de Insectos, y Sabandijas, no cono-ciendose alli ninguna ponzoñosa, ni haviendode los primeros mas que el Pique, ó Nigua delas mismas especies, que dexo yá en otra parteexplicadas.

682 Aunque no se entienda alli en su pro-pio sentido el nombre de Contagio, ni el dePeste, porque nunca se ha experimentado en loque se estiende aquella America, suele haveralgunas Enfermedades, que lo parecen, y sonmuy comunes en él con el disfráz de FiebresMalignas, ò Tabardillos, y Pleuresías; ó Costa-dos; Accidentes que en ocasiones causan mu-cha mortandad; siendo un dissimulado Conta-gio, en el que se halla aquella Ciudad, quandoreynan. Experimentase otro, que llaman Maldel Valle, ò Vicho y es tan comun este, que enlos principios de qualquiera enfermedad apli-can los adequados Medicamentos para curar-lo; por ser regular el recaer en èl à los dos, òtres dias de Fiebre. Mr. de Fusieu asseguraba,que muchas veces aplican el remedio á los queestàn libres de la Enfermedad; la qual consistesegun su sentir en la Cangrena, formada en elIntestino recto; y es cierto segun èl mismo, quese padece mucho de ella en aquel clima, y quela Cura es necessaria para contener el progres-so del Accidente, quando ha acometido en larealidad; y esto sucede más regularmente, queen otras ocasiones, en las de padecer Dissente-ria, ò enfermedad de igual especie: pero comoaquella Gente vive impressionada en el juiciode que no haya Accidente, donde falte el deel Vicho, es indefectible su Cura: y esta muy

violenta, por reducirse sus Medicamentos a Li-món Sutil mondado hasta descubrir el ju-go, Polvora, Ají, ò Pimiento molido; de lo qualhecha una bola la introducen por el annus;y tienen cuidado de mudarla dos, ò tres ve-ces al dia hasta que lo juzgan libre de aquel pe-ligro.

683 La EnfermedadVenerea es tan comun,que serán muy raras las Personas, que no par-ticipen de ella; bien que en unas haga másefecto, que en otras; y en muchas no se mani-fieste exteriormente. Assi se nota, que las Cria-turas pequeñas, incapaces de haverlo contraí-do por sì, ò bien por su corta edad, ò bien porsu sexo, y calidad, adolecen de los mismos ac-cidentes, que son regulares en los sugetos depervertidas costumbres; y por esto no es as-sunto de sonrojo, ni oculto el de tal indisposi-ción. La principal causa de hallarse tan esten-dido es por no reducirse á Cura formal; elTemperamento es propicio para los que estánpicados de èl; y assi resiste la Naturaleza à lamalignidad del humór; mas que en otros Paì-ses: por lo que no son muy frequentes losexemplares, de que lleguen à postrarse con èl,ni de que quieran sujetarse à Cura perfecta. Nohay duda que en alguna manera les deba acor-tar la vida, pero no es tanto, que se haga sensi-ble, y suelen llegar hasta setenta años, o passaralgunos de esta edad, sin que les haya faltado elmal heredado, y el contraìdo desde sus tiernosaños.

684 Quando reynan los Vientos del Norte,y Nordeste, que son los más frios, por passar al-gunos Páramos Nevados, que caen ácia aque-lla parte, se padecen Catarros, que alli llamanPechugueras; y toda la Ciudad està insicionadade este Accidente, que es de bastante molestia,Entonces es el Temperamento algo desabrido,pues en las Mañanas se dexa sentir el frio masde lo regular; y se necessita de abrigo; pero ces-sa esto desde que entra bien el Dia.

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685 Assi como ni en Quito, ni en toda la ex-tensión de la America Meridional se experi-mentan los estragos de la Peste, que tan horri-bles suelen ser en Europa, y otras partes, delmismo modo es alli en los Perros desconocidototalmente el Mal de la Rabia, que con tantafrequencia les suele acometer acà: y aunque deaquella tengan alguna idèa de las Enfermeda-des, que se le semejan en los efectos, y à quepor ello dà alli el nombre de Peste, no assi de laRabia: porque ignoran enteramente todas susparticularidades; y los efectos lastimosos, queocasiona su Veneno, son estraños para aquellasGentes. En su lugar están sujetos los mismosPerros à una enfermedad, que se puede com-parar a las Viruelas de los Racionales, porquesiendo Cachorros, les dà à todos, ò es raro elque no la participa; y una vez que no muerende ella quedan libres de su repetición: llamantambien à esta Enfermedad Peste; y consiste endarles convulsiones en todas las partes delCuerpo; herir continuamente, perder el tino; yarrojar borbollones de Sangre por la boca, conlo qual mueren, los que no tienen fuerza pararesistir: siendo tan comun allà este Accidente,que se nota su frequencia en todas las Provin-cias, y Reynos de la América Meridional.

(ULLOA, 1736)

q De la amenidad y clima de la ciudad deQuito

La amenidad de la ciudad y de los contor-nos de Quito es maravillosa y singularmenteplacentera ya que los campos, prados, sembra-dos, árboles, huertas, jardines durante todo elaño permanecen verdes, floridos, muy visto-sos. De donde tuvo origen el calificativo anto-nomástico que ya he citado en otra parte: “Elsiempre verde Quito”. Aquellos prados todosvestidos durante los doce meses del año dehierbecillas verdes entremezcladas con floreci-

llas campestres de innumerables clases, losvuelven amenísimos a la vista. Los jardinessiempre y durante todo el año hacen gala desus claveles, lirios, nardos (a éstos allá los lla-man narcisos) y muchísimas otras flores sinsecarse jamás. Los árboles frutales naranjos,cedros, limoneros, limoncillos, manzanos, pe-rales, están todo el año con fronda, flores yfrutos: de los cuales unos hacen fruto, otroscrecen; estos maduran, otros están ya madu-ros. Cuando a los árboles de manzanas, peras,membrillos y duraznos les van cayendo las ho-jas viejas, ya están verdes los nuevos brotes yramas y las yemas juntamente con sus retoñosy ramitas tiernas se adornan de nuevas flores yasí sucesivamente se cubren de hojas, floreceny fructifican. Aunque algunos de los árbolesfrutales como los perales, manzanos, membri-llos, duraznos y otras frutas europeas no danfrutos maduros hasta los dos o tres meses, sinembargo jamás les falta frutos, o pequeños ytiernos o grandes y maduros. En cambio en loscontornos y regiones de las cinco leguas y aunen otros sitios, en aquellos mismos meses seencuentran frutos maduros. Por ello casi du-rante todo el año hay, y nunca faltan algunasotras frutas propias del país. Toda esta admira-ble variedad de aquellas feracísimas y delicio-sas regiones sin duda viene ocasionada por labondad y benignidad del clima.

El clima en la misma ciudad de Quito es deperfecta primavera y al mismo tiempo de oto-ño; pero de la primavera que comienza en lospaíses y ciudades no muy alejados (200) de lasplayas marítimas, y del otoño vecino a las ma-rítimas. Aquella temperatura no puede decirseverdaderamente cálida, ni fría ni tibia, sinoigualmente templada con un poquito de fres-cura muy agradable. Lo mismo en los dos Eji-dos. Y así permanentemente durante todo elaño, a excepción de dos, a lo más tres meses,que son abril, mayo y junio; a veces mayo, ju-

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nio y julio, en los que hay un poquito más defresco, pero no tan intenso que sea necesariousar otras ropas y precauciones para defender-se del clima algo más fresco. Así pues, tanto loshombres como las mujeres usan durante todoel año los mismos vestidos. En resumen: es unclima admirable, ya que tanto se adapta alcuerpo humano el vestido de paño como el deseda; tanto el de medio tiempo como el de ve-rano, sin causar la menor molestia a quienusase uno u otro o alternativamente los dos.Hay también algunos meses en que el climaparece ser un poco más caluroso, pero no so-brepasa el calor de primavera que suele sentir-se en algunos lugares marítimos, al fin de ella.Otra condición, de ese delicioso clima es quetambién es maravillosamente sano a no serque se introduzca de otras partes alguna epi-demia contagiosa, como sucedió no pocas ve-ces en mi tiempo. Hace siete años, en 1763, vi-no de Méjico un contagio o peste introducidaen las mercancías de varios negociantes, quesolamente infestaba a los indios, luego tam-bién a los mestizos, aunque los mayores estra-gos producía entre los indígenas. En las casas yfamilias donde entraba mataba a todos abso-lutamente, hasta el séptimo grado, en tres días,y a muchos en dos, sin remedio posible, demanera que muchísimas haciendas y posesio-nes de gran importancia quedaron abandona-das por sus dueños por habérseles muerto to-dos los indios, aun sus hijos pequeños a quie-nes los cuidaban como parte de su personal detrabajo. Fuera de eso, tantas poblaciones de in-dios fueron destruídas y aniquiladas hasta elpunto de no quedar ni un solo niño; todas lascasas tuvieron que ser quemadas, como suce-dió, encontrándome yo presente, en el pueblollamado Izamba, en otro llamado Sta. Rosa, yen muchos otros. Además casi todas las fábri-cas de paños y de otras telas de lana, todos losingenios azucareros se vieron cerrados por la

muerte de todos los obreros indios. Todavíaahora mantiene su fuerza y persiste en todasaquellas provincias y ciudades aquella peste,contagiosa solo para los indios dejando libresa los españoles, En otro sitio quizás tendréocasión de hablar de ella con más detención.

La primera cualidad importantísina delclima de Quito es el ser sano, muy sano y muysaludable para cualquiera, si usa en todo de lasobriedad y moderación en el alimento y bebi-da. La segunda cualidad es ser seco y nada hú-medo, y con tanta abundancia de agua, puesjamás se enmohecen las cosas ni corrompenlos granos, que se conservan por años. La ter-cera cualidad es que está inmune de mosquitosy hormigas, de chinches y escorpiones; solohay pulgas en dos o tres meses del año, y aunasí no en la cantidad exorbitante de algunas(201) ciudades americanas como Lima, etc. yaun europeas, como Sevilla, etc. donde vivir dedía y mucho más de noche, es molesto sobre-manera. Solo recuerdo de un año en que hubomuchas en Quito, pero se dijo haber sido unaepidemia universal de pulgas. La cuarta cuali-dad es que no hay animales reptiles venenosos.La quinta que su cielo es alegre en gran mane-ra, claro, bello, por lo que los ojos de todos seencantan tanto de día como de noche. Cuál seala causa de tan rara propiedad nadie lo sableexplicar. Aunque toda la atmósfera esté nubla-da, si se descubre un trocito de cielo, este apa-rece tan claro, alegre y placentero a la vista quealegra en gran manera el alma y el corazón detodos, pese a que la ciudad se halla toda edifi-cada en un lugar rodeado de montañas altísi-mas y de cordilleras de colinas, tal como ya seha dicho en otro lugar. Por lo demás las lluviasvienen a su tiempo y generalmente suelen sermoderadas. Cada año, dos tres y más veces caenieve en gran cantidad, así como también caebuenas granizadas; pero es cosa rara, de mane-ra que apenas si se nota alteración alguna del

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clima por aquellas nevadas, pues no vi jamásque alguien se quejara de gran frío, sino sola-mente que sintiera un poquito más de frescor,que cesaba, inmediatamente. Hay tambiéntormentas a veces fuertes y no es raro que cai-gan rayos en la ciudad.

Sucede una cosa digna de contarse, y es quecaminando por el lado de una calle, por lasombra, se experimenta una temperatura engran manera agradable, mientras que si se pa-sa al otro lado, donde da el sol, es increíbleel calor y ardor que se siente, pues parecen lla-mas los rayos que queman y abrasan por loque cada uno conoce perfectamente hallar-se bajo la línea equinoccial. La causa de aquelclima y temperatura tan agradable y deliciosola atribuyen todos a dos cosas: la primera a losmuchísimos montes altos y cargados no pocosde ellos, de nieve hasta su base y las dos cordi-lleras altísimas nevadas durante todo el año.Con lo cual ocurre que el aire y toda la atmós-fera se atempera y refresca por la exorbitantecantidad de nieve sin permitir que los rayossolares, perpendiculares, de suyo allí abrasado-res, ardientísimos, puedan actuar con el exce-sivo calor que les son propios, sino que tem-plados y suavizados por aquella frialdad exter-na, permanezcan en una temperatura bella-mente templada, ni caliente ni fría. Añáde-se que los vientecillos y las auras suaves co-mo que o nacen o pasan por las cordilleras ymontes nevados, traen consigo un agradablefrescor que suaviza maravillosamente el calordel sol en la línea equinoccial. La segunda cau-sa se atribuye a la desmesurada altura y eleva-ción de aquellas tierras americanas meridio-nales por encima de las demás tierras del glo-bo terrestre. Puesto que (tal como lo dije enotro lugar) el piso de la Plaza Mayor de la ciu-dad de Quito, (según las observaciones hechaspor los Académicos parisinos), se encuentra almismo nivel y altura que el altísimo monte Te-

nerife65 en las Islas Canarias, el cual se tienecomo el más (202) alto y elevado sobre la su-perficie de la tierra de las tres partes del mun-do, y todavía desde el suelo de aquella Plaza seve alzarse y levantarse altísimas montañas quetienen una, dos, tres y aun más leguas de subi-da y falda. De donde se sigue que el aire deaquellas regiones meridionales es muy sutil,tanto que el sol, aunque despida sus rayos per-pendicularmente y por consiguiente más ar-dientes y abrasadores, sin embargo no puedenhacer en la atmósfera de aire tan sutil la impre-sión de calor, pues no encuentran la materia osujeto apto y proporcionado para actuar en élel sol, aunque esté en perpendicular. Lo que nosucede donde las tierras son más bajas, comoen los valles profundos, pues el aire, al ser demayor cuerpo y densidad, admite toda la im-presión de los rayos solares, pues tienen sujetoen qué obrar. Por eso el calor de hace sentirfuertemente y con gran intensidad y eficacia,tal como se experimenta exactamente en Gua-yaquil, cuyo suelo es muy bajo respecto del dela Plaza de Quito, siendo tan bajo y profundoque, según el parecer de todos, se extiende pormás de siete leguas.

Por todo esto parecería un gran despropó-sito afirmar que en la ciudad de Quito y en to-da aquella Provincia en que el clima es suave,benigno y templado, los líquidos y bebidasfrescas tales como los de leche de almendras,de semillas de sandías y melones finos, de ta-marindos, limones y otras frutas fresquísimasson necesarias para la conservación de la saludhumana. Pero no lo son, sino que deben sersolo muy frecuentes ya que la experiencia asílo ha enseñado. No se duda en manera algunaque la línea equinoccial obra, e influye inte-

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65 Posiblemente se refiere al Teide, monte de la islaTenerife.

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riormente en los cuerpos humanos y en sus lí-quidos y humores, calentándolos en gran ma-nera, sin ser suficiente aquella frialdad externaimpropia y no connatural a aquel clima, paraimpedir tal efecto del Sol perpendicular sobrelos cuerpos sunblunares; por el contrario sonnocivos en alto grado los licores cálidos y ar-dientes como el aguardiente, el vino tinto, lamistela, el vino, etc. confirmándolo demasiadola experiencia. Allí estaba en uso, en los lustrospasados, el agua o la cerveza de aquellos países,de cualidad fresca; y nuestros HermanosCoadjutores médicos y especialistas me dije-ron muchas veces que en la ciudad de Quito ycasi en toda la Provincia jamás se veían enfer-mos atacados de fiebres ardientes, agudas ymalignas, llamadas por los españoles Tabardi-llo, sino muy raramente, pero desde que se es-tableció el estanco real del aguardiente de cañade azúcar en el año de 1745, tiempo en el queentró así mismo en todas partes el uso deaquel licor y de la mistela, del vino tinto, co-menzaron a observarse fiebrecillas efímeras,pero ardientes, agudas, malignas, pútridas ytambién periódicas. Con las continuas obser-vaciones hechas en el hospital, reconocieronlos médicos ser el vino, el aguardiente y otrasbebidas de cualidad cálida, la única causa deaquellas fiebres malignas no antes conocidas yque el clima exigía bebidas frescas y refrigeran-tes, de acuerdo al influjo y acción que ejerceen los sólidos y en los líquidos del cuerpo hu-mano la línea equinoccial, o sea, el sol perpen-dicular, mucho más que en los demás paí-ses. Además, son rarísimos los febricitantesmalignos y agudos que escapan de la muer-te; por el contrario, (203) con gran facilidadse curan los pleuréticos, los afectados de pe-cho y las fiebres catarrales y fluxionales, lascuales siempre han sido frecuentes en aquellasregiones.

El año de los terremotos de la ciudad de Quito ylos de la de Latacunga

La bella ciudad de Quito fue conmovidasobremanera el año 1755, en el mes de abril ycasi todo el de mayo. Arruináronse los campa-narios, cúpulas, casas e iglesias. En fin, toda laciudad quedó inhabitable. Los terremotos fue-ron tan terribles como no se leen en todas lasHistorias, otros semejantes, tanto en la fre-cuencia, en el número y en la violencia, comoen la calidad, duración y variedad. Quizás enotro sitio me será más fácil describirlos. Nofueron de calidad inferior los terremotos deLatacunga sucedidos el año 1756 o 57 comen-zando el martes de Carnaval, día anterior al deceniza; más bien, por los efectos, fueron más,mucho más horribles que los de Quito, ya quetoda la ciudad quedó arruinada, todas las igle-sias, campanarios y conventos y casi todas lascasas, no obstante que todas las construccio-nes de aquella ciudad eran de bóveda real depiedra pómez. Los terremotos de Quito noocasionaron ningún daño en la ciudad de La-tacunga; los de ésta en cambio, ocasionaronmucho en Quito.

NOTA: He tratado extensamente la materia to-cante a la ciudad de Quito y su comarca paraque los lectores vean cuánto hay de grande, be-llo, bueno, magnífico, prestante, ameno y agra-dable en aquella capital de la Provincia, todoello digno y merecedor de las plumas de losgeógrafos. A pesar de ello o no hablan o si ha-blan, lo hacen tan vilmente que parece lo hacencomo si se tratara de una bicoca o un caserío in-feliz. Sin embargo no es asi.

(CICALA, 1743)

q Clima

Dos palabras acerca de la temperatura deQuito: aún cuando esté colocado bajo el mis-

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mo ecuador, por decirlo así, en el centro de laZona Tórrida y parezca que deba ser inhabita-ble, a pesar de eso goza Quito de una tempera-tura verdaderamente especial que no deja sen-tir ni el exceso de calor ni el rigor del frío, yque es quid medium que la hace gozar de per-petua primavera; la igualdad en las horas deldía es casi siempre la misma, sin que se puedanotar la imperceptible variedad que pasa, losvientos la dominan de continuo pero son salu-dables y no molestos; y aunque el más comúnsea el que viene del Sur o del Norte, que es co-mo aquellos que se han dividido en igual por-ción el año, en vez de ser nocivos contribuyena la perfección del clima, impidiendo que el solejercite toda la fuerza de sus ardientes rayos. Siestas son bellas cualidades que alientan, hayotras que disgustan sobremanera: las fastidio-sísimas características de este clima son lascontinuas lluvias, tanto que graciosamente di-jo un Obispo, que de once meses del año laslluvias ocupaban trece meses continuos, lastempestades frecuentes y terribles con truenosy rayos que no caen pero que llueven, los for-midables terremotos que de tiempo en tiempose dejan sentir. Hasta la una del medio día, losdías son bellos y alegres que no se puede de-sear más, pero desde esta hora el cielo se oscu-rece y se pone tan triste que oprime el corazóny ocasiona grave melancolía, añadiéndose a es-to fuertes dolores de cabeza y malestar en todoel cuerpo; las calles se convierten en ríos y lasplazas en lagos, tanta es el agua que de todaspartes inunda la ciudad; verdad es que hay detiempo en tiempo diez a quince días serenos yplacidos que dan lugar a algún alivio; pero co-mo si fueran necesarias estas lluvias, si el cielose serena durante más de ocho días, comien-zan las rogativas, oraciones y procesiones paraobtener de Dios que vuelvan las primitivas llu-vias, pues que si durase el verano, las enferme-dades serían muchas y peligrosísimas e inmi-

nentes los terremotos. No hay en este clima in-sectos fastidiosos, solamente hay uno que sellama nigua, pero éste en la ciudad es raro, asíno se sabe que cosa sean el contagio o la peste;solamente en algunos años una especie de epi-demia se introduce en el bajo vulgo; pero, porlo común no suele ser mortal; reina en estaspartes un mal desconocido en Europa, que sellama güicho; consiste en una gangrena que seforma en el intestino recto, principalmentedespués de la disentería u otra enfermedad delbajo vientre. La curación es muy dolorosa pe-ro no ofrece peligro; forman una bola de li-món muy agrio que llaman limón sutil conpólvora de escopeta, de pimienta y sebo; intro-ducida ésta en el intestino recto por la parteposterior, sana totalmente la gangrena y libradel güicho.

(COLETI, 1757)

q Para dar una idea del aire de Quito hayque despojarse de los errores nacidos de unamera especulación, porque sin este guía infali-ble y sin la Historia que nos informe quién pu-diera imaginarse nunca que en medio de la zo-na tórrida, mejor dicho bajo la Línea Equinoc-cial, no solamente sea muy tolerable el calor si-no que en algunos lugares hay un frío riguro-so y que todos los otros gocen de la fecundidady de las ventajas de una primavera perpetuaestando los campos siempre cubiertos de ver-dura esmaltados de flores de colores vivísi-mos? La moderación del clima, libre de todoextremo de frío y de calora y la igualdad cons-tante de los días y de las noches, hacen fértil yagradable este país, que la sóla razón, sin opor-tunas informaciones, haría creer por su sola si-tuación, que fuese inavitable. La naturaleza ha

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a La Condamine dice que el calor no sube nunca a másde 16 o 15 grados.

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derramado aquí sus bendiciones con una ma-no tan liberal, que este país les gana a los de lazona templada en los cuales las alternativas delinvierno y del verano y los cambios del calor alfrío hacen muy sensible los extremos.

Aquí los vientos son salubres y soplanconstantemente, pero nunca con violencia.Suelen ser regularmente de Poniente o del Sur,aunque a veces giran levemente en diversosentido, sin ninguna regla de estación, por su-puesto. Soplando ellos incesantemente, aun-que se cambien con frecuencia, preservansiempre de toda violencia o ingrata impresiónde los rayos solares; así, que, sin ciertas desven-tajosas circunstancias, pudiera ser consideradoeste país como el más feliz de la tierra; perocuando esas llegan a manifestarse disminuyemucho el mérito de sus prerrogativas. En efec-to, aquí hay tempestades espantosas de true-nos y relámpagos, y terremotos todavía másterribles que sorprenden con frecuencia a loshabitantes en medio de su tranquilidad. Du-rante toda la mañana y ordinariamente hastalas dos de la tarde, el tiempo es extremada-mente agradable y goza de un sol vivaz y de uncielo sereno y claro. Pero después comienzan acondensarse los vapores y se cubre toda la at-mósfera de densas nubes que traen consigotemporales tan fuertes de truenos y relámpa-gos que tiemblan las montañas vecinas y laciudad sufre con frecuencia terribles conse-cuencias. Por último, las nubes se disuelven entorrentes de agua tan impetuosos, que en bre-vísimo tiempo las calles se convierten como enríos y las plazas, aunque situadas en alto, comoen lagunas. Esta escena espantosa dura a me-nudo hasta la puesta del sol; entonces el tiem-po se aclara y la naturaleza se vuelve bella co-mo en la mañana. A veces las lluvias duran to-da la noche y en algunos casos hasta tres díasseguidos, así como, por el contrario, en ocasio-

nes se ven tres o cuatro días de buen tiempocontinuado.

La diferencia que hay entre el verano y elinvierno es pequeñísima: el intervalo entreSeptiembre y Abril se llama invierno, y losotros meses constituyen el verano. En el pri-mero suele llover ordinariamente, y en el se-gundo hay con frecuencia bellos intervalos debuen tiempo. Pero cada vez que pasan más dequince días sin llover, los habitantes se hallanconsternados y hacen rogativas públicas paraque vuelva la lluvia. Al contrario, cuando laslluvias continúan por un tiempo considerable,sin interrupción, vuelven a consternarse y seaglomeran en las iglesias a rogar por el buentiempo; porque una larga sequía produce peli-grosas enfermedades, y una lluvia continua sinintervalos de sol destruye los frutos de la tie-rra. Así pues, los habitantes están continua-mente ansiosos, por una u otra razón.

Los terremotos no deben considerarse co-mo un mal menos terrible que cualquiera deestos ya citados, y si no son tan comunes comoen otras ciudades de América, lo son, por otraparte, frecuentes y a veces tan violentos, queno hay año en que no se sientan uno o dos,que traigan consigo la ruina de muchas casas yla muerte de algunos habitantes sepultados enellas. La perenne belleza y la amenidad del paísen torno de la ciudad de Quito apenas puedeparangonarse a la de algunas otras partes delmundo conocido. La temperatura uniformedel aire la libra de aquellos cambios sensiblespor los cuales las plantas y los árboles quedandespojados del ornamento de su verdor, seconserva su facultad vegetativa y ellos mismosse reducen a una torpe inacción. Si se descri-biera plenamente la fertilidad de este país, pa-recería a muchos increíble, si no la rindiese engran parte probable el considerar cual benignoy uniforme sea su clima. Porque son aquí tan

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moderados los grados del frío y del calor quenunca llega a faltar la humedad del suelo y esraro el caso en que la tierra no sea favorecidapor los rayos frecuentes del sol en algún mo-mento del día. No es, pues, de maravillarse sieste país goza de un grado de felicidad mayorque aquellos donde no se combinan las mis-mas causas, especialmente si se consideran queno hay ninguna diferencia sensible en todo elcurso del año. Aquí se ven en todo tiempo losfrutos y las bellezas de las diversas estaciones.Los europeos curiosos han observado con gra-ta sorpresa que mientras aparecen ciertas yer-bas en los campos, despuntan otras de la mis-ma especie, y mientras hay flores que están alperder su belleza se abren otras que contribu-yen a conservar siempre el gracioso aspectodel campo. Cuando los frutos de la tierra hanllegado a su madurez y las hojas comienzan acambiar de color, se ven en el mismo árbolnuevas hojas, flores y frutos con su acostum-brada gradación de tamaño y madurez.

Esta fertilidad tan considerable del terreno,produce naturalmente una gran abundanciaen frutos y granos de muchas especies y hace almismo tiempo que estos sean de calidad supe-rior. Una prueba evidente de ello es lo delica-do de la carne de buey, ternera, carnero, puer-co y volatería de Quito. Aquí se encuentratambién en cantidad suficiente el pan de trigo,aunque no igual al de Europa porque las mu-jeres que lo suelen confeccionar no conocentodavía bastante la manera de hacerlo. Esto nodebe, pues, atribuirse al trigo, que es excelente;porque cuando está hecho por personas capa-ces en casas particulares resulta tan bueno co-mo en cualquiera otra parte. El mejor buey sevende en el mercado a 2 chelines, y 3 dineroslas 25 libras y el comprador puede escoger lapieza que quiera. El carnero se vende por mi-tades o cuartas partes; y, cuando es tierno ygordo, vale todo entero 3 chelines. Las otras

clases de provisiones se venden al ojo, sin pesoni medida, y la costumbre regulariza el precio.

(ANÓNIMO, 1763)

q Clima

Los vientos refrescando la tierra continua-mente, la mantienen exenta de que los rayosdel sol lleguen a hacer impresión demasiadosensible o incómoda. Si a estas excelencias nocontrapesaran algunas pensiones a que estásujeto aquel país, pudiera tenerse por el mejorde la tierra. Pero decaese tanto a vista de ellas,que llegan a disminuirse los quilates de subondad con los accidentes que la indisponen:bien sea por los formidables y continuos agua-ceros, bien por las espantosas y horribles tem-pestades de truenos, rayos y relámpagos, obien por los impensados temblores que se ex-perimentan cuando está muy distante de ellosla imaginación.

La distinción de invierno y de verano ad-mitida en aquel clima consiste, en una muycorta diferencia que se nota entre uno y otro.Desde el mes de Diciembre hasta Abril, Mayoo Junio, es el tiempo que se llama invierno, ylos restantes meses componen el verano. En elprimero son más comunes las aguas, y en el se-gundo suelen mediar más días de bonanza en-tre los de lluvias. Siempre que se suspenden és-tas por más tiempo que el de quince días, se véa aquella ciudad hacer plegarias y rogativaspúblicas para que vengan; y cuando continúansin intermisión, se repiten con el fin de que seacaben, porque de la sequedad se originan lasenfermedades y achaques graves y peligrosos,lo mismo que la continuación de las aguas, nodando algunos días de tregua.

Además del beneficio que dispensan allí laslluvias, moderando el intenso calor de los ra-yos del sol, son de gran utilidad para la limpie-za de las calles.

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La disposición de aquel país a los terremo-tos o temblores de tierra, no es menos penosaque las antecedentes, aunque en la realidad nosean tan frecuentes.

A la calidad de su temperamento se le debeatribuir una particularidad toda opuesta a lade Lima y de Guayaquil: esta es, la de que porla pureza del ayre no permite que haya pro-creación de Insectos: así es que no sólo no seven allí mosquitos ni pulgas, sino que tambiénestá exempto de toda especie de sabandijas, noconociéndose allí ninguna ponzoñosa.

Aunque no se entiende alli en su propiosentido el nombre de contagio ni el de peste,tan vulgar en Lima, Guayaquil y Panamá, por-que nunca se ha experimentado en aquellaparte de América, con todo, hay fiebres malig-nas, tabardillos y pleuresías o costados, que enocasiones causan mortandad.

El mal, dicho vulgarmente del Valle o vi-cho, témese, y es tan comùn, que en los princi-pios de cualquiera enfermedad aplican los me-dicamentos adecuados para curarlo. Las disen-terías, cuyas curaciones son demasiado empí-ricas.

Las enfermedades venéreas son comun-mente excesivas, por no reducirse a cura for-mal.

Cuando reinan los vientos del norte y nor-deste que son los mas fríos por pasar por algu-nos páramos nevados que caen hacia aquellaparte, se padece el catarro, que allí llaman pe-chugueras, y toda la ciudad se inficiona de eseaccidente, que es de bastante molestia.- Enton-ces es el temperamento algo desabrido, puesen las mañanas se dexa de sentir el frío más delo regular, lo que motiva a mudar el vestuarioque se acostumbra, abrigándose más. En estaépoca el método curativo del catedráticoBrousais puede multiplicar sus sucesos, y au-mentar sus triunfos.

Se nota con admiración que al paso que sesecan en los prados las hierbas, suceden quenacen en el mismo momento otras, y al tiem-po que toman su sazón las frutas, se envejecenlas hojas que las acompañaron, y va produ-ciendo otras el mismo árbol. Esta grande ferti-lidad hace abundar todo género de frutas y co-mestibles, se observan en las carnes que se gas-tan en Quito de novillos cebados, carneros,cerdos y aves domésticas, que la carne de novi-llo o vaca es de mejor calidad que la de Euro-pa, y se vende a cuatro o seis reales la arroba.Las legumbres verdes, raíces, fruta de toda es-pecie abundan muy comunmente. El quesotiene mucho uso en diversas maneras, La pro-pensión a los dulces excede aquí respecto aotros países y así es cuantioso el consumo deazúcar y miel.

La fertilidad del territorio de Quito, la fe-cundidad de aquellos campos es tal, que faltanvoces para expresarlo. Tal, que parecería a mu-chos increíble, si a su persuasión no contribu-yese el considerar la igualdad y benignidad delclima. La humedad continua, el calor y fríomoderados, no raros los soles para orear la tie-rra, y fecundarla, no es extraño que por natu-raleza sea más fértil aquel país, que todos losque no logran semejante exclusión.

(BRANDIN, 1824)

q Clima, terremotos

Quito ha sido patria de varias personasilustres en virtud y ciencia. Nadie ignora queQuito fue destruída en 1755 por aquel famosoterremoto que se experimentó desde Lisboahasta el Perú. Desde aquella época ha tenidoaún que sufrir otros desastres.

A las ocho menos cuarto de la mañana deldía 4 de febrero de 1797 se sintió en ella y sucircunferencia un terremoto de tanta duración

Clima / 151

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y violencia, que se consideró no haberse expe-rimentado otro igual desde la conquista.

Las fuertes conmociones y extraordinariosvaivenes que hacía la tierra llenaron de horrory confusión a todos los habitantes; pues al verque las torres, templos y edificios vacilaban, yacon movimientos de ondulación, ya con otrosde trepidación, juzgaban que trastornado elglobo iban a quedar sepultados. Al suspender-se el terremoto, al cabo de cerca de cuatro mi-nutos, se vieron bastante maltratados los tem-plos, casi inútiles las torres y los conventos y

casas, padeciendo unas más daños que otrassegún su situación y mayor y menor fuerza.

Un trueno subterráneo muy espantoso quese oyó a pocos momentos acabó de atemori-zar, pero no causó más que otros tres temblo-res suaves aquel día y sucesivamente otros co-mo en lo restante de la provincia. El 17 de fe-brero se condujeron las imágenes de nuestraSeñora de Guadalupe y la Merced a la Catedralcon una numerosa procesión a la que asistie-ron las autoridades.

(EL NUEVO VIAJERO UNIVERSAL, 1833)

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q Productos agrícolas

De la fertilidad del Territorio de Quito; Alimen-tos comunes de sus Moradores; sus especies, yabundancia en todos tiempos.

687 Es la fecundidad de aquellos campostal, que faltando voces para explicarla, se hariaà muchos increìble, si à su persuasion no con-tribuyesse el considerar la igualdad, y benigni-dad del Clima, medio capaz de aquietar qual-quier duda, ò repugnancia opuesta à su credu-lidad, pues siendo el calòr, y el frio de tal suer-te moderados, que se gozan en un perfectomedio; la humedad continua; y no raros losSoles para oreár la Tierra, y fecundarla, no esextraño que por naturaleza sea mas fertil aquelPaís, que todos los que no logran semejanteexcelencia; y atendiendo al mismo tiempo á nohaver una sensible mutacion en el discurso delaño; todo él es propio para Otoño; todo ade-quado para Primavera; todo natural de Verano,y todo proporcionado à hacer las funciones delInvierno: por esto se nota alli no sin pequeñaadmiración, que al passo que se secan en losPrados las Yervas, que nacieron antes, les vànsuccediendo otras de la misma especie en sulugar; que interin se marchitan unas Flores,cansadas de haver sido la hermosura de losCampos, ò matizada alfombra de los Prados,vàn rebentando otras de sus Capullos, parasuccederles en la alegria; y que à el tiempo quetoman su sazòn unas frutas, y se envejesen las

hojas, que les acompañaron, va produciendootras el mismo Arbol; y es continuo en èl estarvestido de verdes hojas; adornado de fragantesFlores; y cargado de Fruta, una mas verde, ypequeña que otra.

689 Aunque esto es tan general, como ten-go dicho, no por esso dexa de haver tiempo re-gular para las Cosechas grandes: pero sucedeser en un parage el mas oportuno para sem-brar, quando en otro que solo diste de aqueltres, ò quatro leguas mas ò menos, havràprecedido esta Sazòn uno, ò dos meses; y nohavrà llegado aùn para otra, que no diste masdel primero. Assi todo el año se està sembran-do, y todo el año cogiendo; ò yà sea en un mis-mo sitio, ò en parages, que disten algo entre sí:naciendo esta diferencia de la diversidad desus situaciones; unas en Páramos; otras en Co-linas; en Llanos otras, ò en Quebradas; y elmismo modo, que en cada una de estas se no-ta distinto Temperamento, assi tiene tiempodeterminado, y más propio, que otras para lasiembra: sin que esto obste à lo que tengo di-cho antes, como se irà viendo por las noticiasde los Corregimientos.

690 Esta gran fertilidad es forzoso haya deredundar en abundancia de todo genero deFrutos y Comestibles; y juntamante en bon-dad, de ellos. Assi se observa en las Carnes, quese gastan en Quito, de Novillos cebados, Carne-ro, Cerdos, y Aves domésticas. El Pan de Trigoes también muy abundante, aunque no muybueno; proviniendo de el defecto de su calidad

X. Productos agropecuarios, comidas y bebidas

Q

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de que siendo las Indias quienes tienen el exer-cicio de hacerlo, ni lo saben amassar, ni cocer;pero pudiera ser tan excelente, como se quisie-ra, porque la bondad del Trigo es sobresa-liente; y està verificado assi, en el que suelenamasssar en sus Casas los Particulares.

691 La Carne de Novillo, ò Baca, cuya bue-na calidad puede competir con la mejor de lasque se conocen en Europa, se vende por arro-bas en la Carnicería: cada una vale quatro rea-les de aquel Paìs, y el que la compra es dueñode escogerla de la parte, que le parece. El Car-nero se vende por piezas; esto es entero, medio,ò por quartos, y siendo gordo, y no viejo, valede 5 a 6 reales uno entero; en todos los de-más mantenimientos no hay peso, ni medidapara la venta: la costumbre, y el tanteo sonquien arregla la cantidad à la proporcion delprecio.

692 En lo que no es abundante es en Le-gumbres verdes y en su lugar suplen las Raíces,y simientes Secas: las especies de las Raíces sonCamotes, Arracachas, Yucas, Ocas y Papas: Lastres primeras se llevan de los Paìses cálidos,donde se cria la Caña dulce; cuyos parages lla-man Valles, o Yungas; bien que en estos dosnombres hay distintos significados; porque elprimero se entiende por aquellas Llanuras, queestàn en profundidad, y el segundo por lasque se hallan situadas en las caìdas de la Cor-dillera, y unos, y otros gozan Temperamentocálido. De estos se llevan también las Frutasque les son Propias; como Plàtanos Dominícos,Guinéos, Ajì, ò Pimiento; Chirimoyas, Aguaca-tes, Granadillas, Piñas, Guayàbas, Guabas, y lasdemás, que son connaturales à ellos, comoqueda explicado en los otros Paìses. Los deTemple frio se subministran Peras pequeñas,Duraznos, Priscos, Melocotones, Guaitambos,Aurimèlos, Albaricoques, y algunos Melones, ySandias. Estas ultimas tienen tiempo determi-nado para su sazón; y aquellas abundan con

igualdad todo el año, Además de las anterioreshay otras de Temple moderado, que tambiénsubsisten todo el año, y son Frutillas, ò Fresasdel Perú, Higos de Tuna, y Manzanas. Las Fru-tas de zumo; que requieren Temple Caliente,son assimismo de todo el año, y en grandeabundancia, como las Naranjas de la China, òde Portugal, y agrias, Limones Reales, y Sutiles,Limas dulces, y agrias, Cidras, y Toronjas: estosArboles mantienen todo el año el Azahar, ynunca descansan de dàr fruto, imitando enaquel Temple caliente la propiedad de los queson naturales de él.

693 La abundancia, y permanencia de tan-tas, y tan diversas especies de Frutas es regalocontinuo, con que se cubren las Mesas: ellasson los primeros Platos, que las adornan, y losultimos, que se quitan, quando las levantan,despues de haver servido la diversidad demanjares de otras especies: entre cuya muche-dumbre sirven no solo de diversión a la vista,sì tambien de deleyte al Paladàr; pues segun esalli costumbre, varìa el gusto con ellas el de losotros Platos.

706 Ademàs de las Carnes Domesticas, haytambién alli la de Conejos, que se crian en losPàramos, y se cogen en abundancia; perdices,aunque no muchas, ni de la misma especie,que las de Europa, pues se assemejan á las Co-dornices; y mucha abundancia de Tortolas: pe-ro se dedican muy poco a coger estas, porqueno tienen inclinacion a la Caza.

707 Entre las especies de mantenimientos,que se consumen en aquella Ciudad, es uno delos principales el Queso, y se regula que llegaràcada año el importe de èl de 75. à 80. mil pe-sos, moneda de aquel País: lo usan en muchasmaneras, y componen algunos manjares conél: à correspondencia de este se hacen Mante-cas de Baca muy delicadas, y tienen assimismogran consumo, aunque no llega con mucho aldel Queso.

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708 La propension de aquella Gente à lascosas de Dulces, excede à la que dexo expressa-da en los otros Países; y assi es quantioso elconsumo de Azucar, y Miel tanto en Quito, co-mo en todas las poblaciones grandes de su ju-risdiccion. Despues de cuajada la Miel de Ca-ñas fabrican los pequeños Panes a manera deTortas, que llaman Raspaduras: estas, las co-men a bocados, y es uno de los alimentos masfrequentes de la Gente pobre, pues con un pe-dazo de ella; otro de Queso, y Pan se dispensade la regular comida, y suelen preferirlo à lascosas calientes. Por este tenor usan de los ali-mentos con alguna diferencia a lo que se acos-tumbra en España, y sus especies no dexan deser en parte distintas segun queda ya visto, porlo que no serà necesario detenerse más en esteassunto.

(ULLOA, 1736)

q Los frutos que producen los enunciadospueblos, son a proporción de sus tempera-mentos. En los medianamente templados secosechan sin diferencia todos los granos, y conmás abundancia los de maíz, cebada y trigo.En los que gozan temple cálido, se tienen plan-tadas muy hermosas (y dilatadas eras) de cañadulce y en trapiche se labran de ellas el azúcar,raspadura, miel y aguardiente, que se destinaal individuo que por subastación tiene a sucargo el real estanco de esta especie. Estos fru-tos abastecen la ciudad, en donde a su entrada(se) exige el real derecho de alcabala, respecti-vamente a las porciones que se internan, al su-jeto en quien regularmente está rematado estederecho por cuenta de Su Majestad.

(MONTÚFAR Y FRASO, 1754)

q Bebidas

665 La Bebida del Aguardiente de Cañas esalli muy comun entre todos; con la diferencia,

de usarlo las Personas decentes con modera-cion, y por lo regular en los convites, bebien-dolo hecho Mistelas; pero prefieren esto al Vi-no, el qual dicen que les es dañoso. Los Chape-tones se acostumbran tambien à este Licòr, porser el Vino, que se lleva de Lima, muy caro, yno abundar tanto; pero no se inclinan à elAguardiente de Cañas, sino al de Ubas, quetambien se lleva de Lima. El desorden de estaBebida se nota entre los Mestizos, y estos sonlos que hacen la mayor parte de su consumo;porque lo beben à todas horas, y no cesanmientras se hallan con Dinero. Las Mugeresvulgares Españolas, y Mestizas beben assimis-mo inmoderadamente, y resisten à la embria-guèz, mas de lo que parece natural à su sexo.

666 Es muy comun en aquel Paìs el Mate,que obtiene el mismo lugar, que el Thè en laIndia Oriental, aunque el methodo de tomarlosea distinto: componese de la Yerva, que en to-da aquella America està conocida por el nom-bre de Yerva del Paraguay, por ser este el Paìs,que la produce: para disponerlo echan unaporcion de ella dentro de un Mate, Totumo, òCalabacito, que tienen à proposito; el Azucarproporcionado; y un poco de Agua fria, la su-ficiente, para que se empape; despues lo llenande Agua hirviendo; y porque la Yerva està des-menuzada lo beben con una Bombilla, ò Ca-ñuto, que dejando libre el passo à el Agua, es-torva el de la Yerva, y à proporcion que dismi-nuye aquella van echandole otra de nuevo, yañadiendo Azucar, hasta que se hunde la Yer-va, que es señal de necessitar otra. Suelenecharle unas gotas de Zumo de Naranja agria,ò de Limòn; olòr y flores fragantes: usan de es-ta bebida lo regular de Mañana en Ayunas, ymuchos la repiten por la Tarde. Ella puedemuy bien ser saludable, y provechosa; pero elmodo de beberla es demasiadamente desaliña-do; porque con una Bombilla sola sorben to-das las Personas, que hay en la compañia, to-

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mandola uno, luego que otro la acaba de qui-tar de la Boca; y assi và dando la buelta, hastafinalizar. Los Chapetones entran poco en el usode ella, pero los Criollos le son apassionados; yassi quando caminan, procuran no les falte alconcluìr la Jornada: ocasion en que por elpronto la prefieren à otro cualquier Alimento;y hasta que ha passado rato de haverla toma-do, no comen.

(ULLOA, 1736)

q Allí toda la manutención va barata,porque la tierra es muy abundante de todo;pero los indios allí en lugar de pan comen apuñados la harina de cebada sin florear, y a es-to llaman masca. Sólo lo que allí va caro es elaceite, y un vaso vale doce reales. Allí he vistovender tres aceitunas por medio real, y cuandohay muchas dan cinco. El vino de Chile valeregularmente tres o cuatro pesos un frasco, yde aguardiente vale seis u ocho. La de guarapoya va más barata, y se usa mucho, porque esgente muy dada a la bebezón. La carne es muybuena y barata de toda especie fresca cada díatodo el año, de tocino, cabra, oveja y carnero.Las reses mayores sólo se matan el sábado, pe-ro con la benignidad del clima se conservafresca toda la mañana. Hay allí helados todo elaño a medio real un vaso. El pan es mejor queen España y más barato, y hacen de muy deli-cado, amasado con huevos, que sólo las tortasde Mallorca le pueden competir. Pescado fres-co rara vez lo hay con mucha escasez, porqueno hay río grande cerca; sólo de algunas que-bradas traen alguno, pero de salado provéesede Guayaquil, y de mucho marisco seco, ycríanse por aquellas quebradas cercanas a Qui-to con mucha abundancia una especie de mos-quitos como los que se crían en el vino, y aunson más chicos. Estos no vuelan, sino que na-dan por dentro del agua. Los indios los cogen

con unas redecitas muy espesas, y hacen unastortillas de ellos como una tortilla de una on-za de chocolate, y cada una tiene también unaonza, y lo secan al sol, y en Quito cada onza sevende a ocho reales. Estos mosquitos se ponenen los potajes los días de ayuno y en una ollabastante para quince criaturas no se pone másde ellos que lo que se coge con dos dedos, co-mo un polvo de tabaco, y queda toda la ollacon tan fino sabor de pescado, que no hay pes-cado ninguno en el mar que diese el sabor tanfino.

Se cría por aquellas quebradas un pescadoque lo llaman pescado negro, porque cría la es-cama negra, y su sabor es muy fino, y retira unpoco a marisco, y el mismo sabor dan estosmosquitos. Ya yo veo que esto es malo de creer,pero yo lo he visto, y he comido de ellos mu-chas veces y siempre con mucho gusto. Perodonde campean mejor es en el locrito de pa-pas, que siempre es el último plato que se sacaa la mesa a mediodía y a la noche. En Quitocomen muchísimo ají, y a más del sobrado quellevan los guisos y potajes, sacan de ello moli-do en fresco un plato a la mesa, y cada cual to-ma su cucharada, y en casas de distinción lofríen con manteca. Allí no usan comer con cu-chara ni tenedor, sino con las manos, a no serchapetones. Tampoco cortan el pan, sino quelo despedazan. Pasas, almendras e higos pasa-dos se venden a ocho reales la libra. Allí sí haymucha fruta todo el año buena y barata.

(SANTA GERTRUDIS, 1760)

Una de las bebidas que más toman comun-mente en este país es el mate, muy semejante alté de la China pero que se prepara y bebe dediferente manera. Se hace de una yerba llama-da Paraguay, país en donde nace, se mete layerba en abundancia en una calabacita forradade plata con suficiente cantidad de azúcar y un

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poco de agua para macerarla. Después que seha dejado en este estado se llena la calabaza deagua, y una vez la yerba deshecha se bebe el lí-quido por un canuto fijado a la calabaza la quetiene cerca de la boca una especie de filtro. Deesta manera se llena varias veces la calabazacon agua nueva y se mete más azúcar hastaque la yerba precipite al fondo, la cual es señalclara que se necesita otra nueva. Hay tambiénla costumbre de esprimir en el líquido algunasgotas de zumo de limón o de naranja de Sevi-lla mezclada con perfume de flores olorosas.Esta es su bebida ordinaria por la mañana ymuchas la beben también en el día. No hay du-da que el licor es agradable pero la manera debeberlo es poco delicada porque se hace darvarias veces la vuelta al vaso del mate en la reu-nión y todos beben con el mismo canuto, unodespués de otro sucesivamente hasta quedarsatisfechos.

(ANÓNIMO, 1763)

q Comidas, dulces, bebidas

El mercado de Quito está bien aprovisio-nado con buena carne, cordero, chancho yaves, cuyos precios son bajos. La carne es su-ministrada por los principales hacendados, loscuales están comprometidos a despostar unnúmero de reses gordas ya convenido diaria-mente durante el año y vender la carne a unprecio señalado; con este objeto hay una carni-cería pública, donde un oficial pertenecienteal Cabildo vigila que el compromiso sea cum-plido.

Los vegetales y frutas son marcadamenteabundantes; los climas son tan variados en lasvecindades de la ciudad (por cierto puede de-cirse que varían a cada paso), que los vegetalesy frutas de Europa crecen entre las de los tró-picos. De los valles y yungas, declives de lasmontañas, traen camotes, yucas, aracachas,

palmitos, banano, piñas, naranjas, limones, li-mas, paltas, chirimoyas, guabas granadillas; yde las partes frías traen patatas, coles, arvejas,manzanas, peras, guindas, duraznos, albarico-ques, melones, moras; así como varias legum-bres y hortalizas; maíz y otros cereales crecenen diferentes climas y muchos de los vegetalesy comestibles, pueden obtenerse frescos du-rante todo el año. Varias clases de pan traen almercado a ciertas horas del día, con el propó-sito de servir fresco a las horas de las comidasde los habitantes: se hace siempre en pequeñashogazas o pasteles. Después de las doce del díael precio del pan baja y a las cinco de la tardeseis panes pueden ser comprados al mismoprecio que tres de la misma clase cuestan en lamañana: esto proviene de la costumbre de nocomer nunca pan guardado. Muchas varieda-des de pastas son vendidas también en elmercado, algunas de las cuales son de gustodelicado.

Los nativos de Quito son muy hábiles encocinar algunos de los productos del campo;tanto que yo he sido asegurado a menudo quehacen una variedad de cuarenta y seis platos ypasteles de maíz, o por lo menos de aquellosen que el maíz es su principal ingrediente: delas patatas treinta y dos platos de la mismamanera, sin contar muchos otros con los cua-les el maíz y las patatas son mezclados.

Algunos de los confites son muy delicados,particularmente aquellos secos y enconfitados.Estos son a menudo hechos de la pulpa de di-ferentes frutas, imitando a aquellas que no sonmás grandes que una nuez. Las naranjas, limo-nes y limas son a menudo recogidas de los ár-boles cuando están del tamaño de una nuez ydelicadamente guardadas y enconfitadas. Lasmismas clases de frutas son recogidas cuandoestán maduras, cubiertas de flores, enconfita-das y guardadas en un lugar seco donde puedeconservarse por largo tiempo. Lo que es consi-

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derado justamente como una maestría en con-fitería en Quito, es preservar la corteza de latoronja o sidra, entonces rellenarla con peque-ñas naranjas enconfitadas, limones, limas, etc.y después enconfitarla.

La enorme cantidad de queso consumidaen esta ciudad excede toda ponderación, sucosto anual no es menos de ochenta o noven-ta mil dólares. El cálculo está hecho de acuer-do al precio, porque el queso, así como otroscomestibles, son comprados por su tamaño yno por su peso y el precio rara vez varía. Yo hepesado varias veces quesos, que cuestan un dó-lar cada uno y he encontrado que su peso tie-ne el promedio de siete u ocho libras cuandoestá fresco (en este estado es traído siempre almercado), de ahí que la cantidad consumidaanualmente asciende alrededor de seiscientascuarenta mil libras de peso, o más de doscien-tas ochenta y cinco toneladas. Esto se debe alnúmero de platos hechos con patatas, maíz yotros cereales, que obligan a mezclarlos conqueso. Como la costumbre de comer quesoasado prevalece, uno entero, que pesa alrede-dor de tres o cuatro libras es colocado general-mente en las mesas en el desayuno y comidas;muchos de los hacendados y granjeros obtie-nen la mayor parte de los beneficios del quesoque se hace en sus haciendas.

Los licores que usualmente se consumenen Quito son ron y una pequeña cantidad debrandy: del ron, que se destila aquí, se hacenalgunas variedades de licores. Ha sido proba-blemente observado que el ron no es nocivopara la salud de los quiteños, como se suponees aquel de los peruanos; pero al contrario, elbrandy es considerado aquí por el cuidadosoGobierno como perjudicial para la salud. Laverdad es que la destilación del ron es un mo-nopolio real en Quito; lo que no ocurre con elbrandy en el Perú: todo esto se hace con el pro-pósito de incrementar el consumo de ron, cu-

yos ingresos aumentan las entradas reales; elbrandy y sus derivados, pisco o aguardiente,son considerados artículos de contrabando.Entre las clases bajas el uso de chicha, hecha demaíz es muy común, y sus cualidades intoxi-cantes son visibles entre los indios, que sonapasionados habitues de ella: con el propósitode estimular la sed o abrir el apetito, ellos co-men una gran cantidad de ají; no es raro porcierto para un indio hacer una comida deveinte o treinta ajíes, un poco de sal, un peda-zo de pan y dos o tres cuartos de chicha.

Quito es famoso por los delicados heladosy bebidas heladas, las cuales son hechas porsus habitantes; un servicio de helados, cuandose ofrece una comida o una gran recepción, esconsiderado el mejor ornamento de la mesa.Estos helados son generalmente preparadospor las Monjas, quienes para el efecto tienenmoldes de peltre (especie de metal compuestode estaño y plomo) para imitar algunas clasesde frutas; se componen en dos piezas las cua-les se juntan con cera: por una pequeña aber-tura de un extremo, se vierten el licor, un líqui-do preparado de jugo de frutas, cuando está,lleno el hueco es tapado con cera y los moldescolocados dentro de un recipiente de hielo enpedazos con sal, y dejados allí hasta que sucontenido se haya congelado; las dos partes delmolde son entonces separadas y el contenidosólido colocado en un plato; este servicio dehelados se hace consistir en la perfecta imita-ción de piñas, naranjas melones y otras frutas.Cuando son helados de leche o crema se hacenen moldes en forma de quesos. Estas imitacio-nes colocadas en platos y ornamentadas conhojas, etc., son muy difícilmente diferenciadasde las verdaderas frutas, y cuando están mez-cladas con éstas, yo he visto con frecuencia aextranjeros completamente confundidos.

(STEVENSON, 1810)

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q Es también muy común en aquel país elmate, que es una especie de té de la Indiaoriental, aunque el modo de tomarlo es distin-to, pues es con una bombilla o canuto. Usanpor lo regular de esta bebida por la mañana enayunas y muchos la repiten por la tarde. Ellapuede muy bien ser saludable y provechosa,pero el modo de beberla es demasiado desali-ñado, porque con una bombilla sola se sirventodas las personas que hay en la compañía: losnaturales son apasionados de este mate, ycuando caminan lo prefieren a otro cualquieralimento.

(BRANDIN, 1824)

q Bebidas

La bebida del aguardiente de caña es muycomún entre todos, pero con moderación en-tre las personas decentes, y por lo regular enlos convites, Creen que el vino les hace daño, yestaba además muy caro. Los Mestizos eran losmás inclinados a aquella bebida.

Se usa allí mucho también el mate, lo mis-mo que el té en la India oriental, aunque se to-ma de otro modo. Se compone de la que enaquella parte de América se conoce por yerbadel Paraguay, por abundar en aquel país.Echan una porción de ella en un mate, totumoo calabacito que tienen para este efecto, conazúcar y agua fría, la necesaria para que se em-pape. Lo llenan después de agua hirviendo; ycomo la yerba está desmenuzada, la beben conun conutillo, a veces varias personas con elmismo sucesivamente; y a medida que va dis-minuyendo, añaden otra agua y azúcar, hastaque la hierba se hunde. Echan también en estabebida algunas gotas de zumo de naranja agriao de limón, y flores aromáticas. La usan por lamañana en ayunas y muchos la repiten por latarde. Los Chapetones la usan poco, pero losCriollos mucho. Cuando van de viaje, es la pri-mera cosa que toman al fin de la jornada; yhasta después de un gran rato no toman otracosa.

(EL NUEVO VIAJERO UNIVERSAL, 1833)

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q Comercio de Quito, y de toda su Provincia,así con Generos de España, como con lospropios del País, y otros del Perú.

709 Por los dos antecedentes Capítulos sepuede hacer cabal juicio de lo que se produce,y fabrìca en las Provincias de Quito, cuyosefectos sirven para mantener su Comercio: LasPersonas, que más regularmente lo exercitan,son los Europeos, ò Chapetones; unos avecin-dados alli, y otros de transito. Estos compranGeneros de la Tierra; venden los de Europa; ycon unos, y otros hacen su tráfico. Los del paìs,segun queda yà explicado, se reducen à lienzosde Algodón, unos blancos, que llaman Tucuyos,y otros Listados, Bayetas, y Paños; los cualesllevan a Lima; y vendido en ella para surtir to-das las provincias interiores del Perú, retornansu producto parte en Plata, y parte en Hiladosde Oro y Plata, Franjas fabricadas en aquellaCiudad, y Frutos como Vinos, Aguardientes, yAceyte con otros Generos de las mismas Pro-vincias, Cobre Estaño, Plomo, y Azogue. Losdueños de Obrages, ò bien remiten por lacuenta los Generos, que se fabrìcan en elloscon los mismos Comerciantes; ò se los vendenà estos, si se les proporciona la ocasión, y elprecio.

710 Quando hay Armada de Galeones enCartagena, baxan estos mismos Tratantes consus caudales por Popayán, ò Santa Fè à em-plearlos en efectos de Europa, los quales ex-penden à su vuelta en toda la Provincia.

711 Los Frutos de la Tierra se consumenpor lo regular dentro de la misma Provincia, àexcepción de las Harinas, que se conducen àGuayaquil de los Corregimientos de Riobambay Chimbo, empleandose en su pequeño traficolos Mestizos, y Gente pobre de ellos. Este Co-mercio podría ser mayor, si el costo de los fle-tes no fuesse tan excessivo; y aumentasse elprecio de los Generos, de modo que no que-dan en proporción para poder ser llevados deGuayaquil à otros parages, donde hay escasézde ellos, con esperanza de que dexen algunaganancia.

712 Assi los Generos fabricados en losObrages, ò texidos en particular por los Indios,como los Frutos se suelen llevar, aunque encortas cantidades, à la Jurisdiccion de Baba-còas; y es el primer ensaye de Comercio, enque se habilitan los Chapetones: expenderlos átrueque del Oro, que allí se saca, y este lo em-bian á vender à Lima, donde tiene mas estima-ción, y más precio. Igual salida logran los Texi-dos para lo restante del Govierno de Popayán,y Santa Fé, cuyo Comercio nunca cessa: perode él no retorna el tiempo muerto; ò que no hayArmada, otra cosa que Oro: el qual sigue lamisma via, que el de Barbacòas.

713 De la Costa de Nueva España se surtedeTinta Añil, cuyo consumo es considerableen los Obrages; porque la mayor parte de losPaños, que en ellos se fabrican son teñidos deazul, unico color, de que para el vestuario gus-ta aquella Gente. Por Guayaquil también se in-

XI. Comercio

Q

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troduce el Hierro, y Azero; tanto el de Europa,como el de la Costa de Guatemala; y estos dosGeneros, que tienen un gran consumo para eltrabajo de las Haciendas, suelen lograr tan al-tos precios, que à veces vale el Quintal de Hie-rro à ciento y mas pesos; y ciento cinquenta elde Azero.

714 El Comercio Reciproco interior se re-duce a expendio de los efectos de unas ju-risdicciones en otras; y este lo mantienen en-tre sì los mismos Vecindarios de las Poblacio-nes, y Gente pobre. Los de la Provincia deChimbo compran en las de Riobamba, y Qui-to Tucuyos, y Bayetas de la Tierra, que se lle-van à Guayaquil; y en cambio de ellos su-ben de este con Sal, Pescado y Algodón: el qualyendo à labrarse al Territorio de Quito, vuel-ve despues à el mismo de Guayaquil en Texi-dos. Las Jurisdicciones de Riobamba Alausì yCuenca mantienen Comercio con Guayaquil,por medio de la Bodegas de Yaguache, y elNaranjal.

715 Este Comercio con efectos del País,aunque sea corto en el número de sus espe-cies, reducido à solas las tres de Paños, Baye-tas y Lienzos, es grande en la utilidad; respetode que assi la Gente pobre, que excede incom-parablemente, como la de conveniencias, á ex-cepción de la que habita en la Capital, se vis-ten de Generos de la Tierra; no sufragandolessus possibles para comprar los de Europa: porcuya razon solo gastan de estos los Españo-les, que tienen algun mediano pie de caudal, yla Gente más lucìda. De aquí se podrá infe-rir lo mucho que se trabajarà en Texidos enaquel Territorio; y todo por mano de los Indiosen los Obrages, ò en sus Casas; lo que contri-buye à conservar el estado de su poblacióncon el ministerio, y ocupación de las manufac-turas.

(ULLOA, 1736)

q Del comercio y riquezas de Quito

En un tiempo, durante los lustros transcu-rridos hasta el año 1736, la ciudad de Quitofue un famoso emporio del comercio y de in-creíbles riquezas toda vez que convergía en élel comercio de casi todos los centros comercia-les, v.gr, de Lima y todo el Perú, de Panamá ytoda la Tierra firme; de Guayaquil, de Popayán,de Sta. Fe, Onda y Cartagena de Indias, cuan-tas veces atracaban la Flota, o como otros de-cían, la Armada, en Cartagena o en Portobelo.Mas como ésta fuera suprimida por el Rey Ca-tólico Felipe V. de Santa memoria, el año 1736,a causa de la nave inglesa llamada de “permi-so”, la cual (según oí contárselo a muchos mer-caderes españoles) llevaba consigo más mer-cancías que todas las otras naves españolasjuntas, pues cuanto descargaba de día otrotanto cargaba (191) la noche, de manera quejamás acababa de cargar y descargar de los ba-landros y goletas inglesas llenas de fardos y debultos de mercancías selectas y riquísimas quese escondían detrás de los escollos y los diver-sos promontorios: bajo las tinieblas de la no-che entraban en el puerto, transbordando otransportándolo todo a la nave de permiso, laque de propósito se mantiene apartada lejosde las naves españolas. Así pues, informado elRey del fraude de los ingleses, ordenó que nose enviaran más flotas a América Meridional,sino que las que llaman Registros, es decir, lasnaves mercantes escogidas, de mercaderes es-pañoles particulares. De esta manera quedósuprimida la nave inglesa “de permiso”, segúnlo concordado entre las dos potencias, y soloquedó la flota para América septentrional,donde no hay nave inglesa “de permiso”. Fueesta la causa de una guerra tan prolongada en-tre España e Inglaterra.

Así pues por esta suspensión, de las Flotashacia América Meridional y por el nuevo esta-

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blecimiento de los Registros particulares de losmercaderes españoles que se dirigían solamen-te o a Cartagena o a Lima, se acabó tambiéntodo el comercio en Panamá, Guayaquil yQuito, por lo que ya no circula por dichas pro-vincias aquel gran número de millones que sa-lían de la ciudad de Lima: sino que dichos Re-gistros se los llevan desde Lima hacia España.Además todas las mercancías y lanas que se fa-bricaban en toda la Provincia de Quito, comopaños de color turquesa, acanelado y de otroscolores, las bayetas de todo color, las jergas, lastelas de algodón, los sombreros, las alfombras,cortinajes, cajas de mil galanterías, flores, en-cajes y aun las estatuas, pinturas, etc, y un nú-mero incontable de otras manufacturas queproducían muchos millones, y que los dabanel Perú, Chile, y aun Paraguay, a la Provinciade Quito, con los Registros quedaban en Lima,y ya no venían más a Quito, pues dichos Regis-tros proveían a Lima, Chile y a todo el Perú deinnumerables productos, más finos y más ba-ratos que los de Quito. Por ello cada uno com-pra lo más fino, lo mas barato, lo mas distin-guido y lo más precioso (porque es de Europa)aunque sea de menor duración, despreciandolos productos (como dicen) de la tierra y delpaís. Es imposible explicar cuán grande es lapobreza de aquellas provincias de Quito, Pa-namá, Piura y otras, pues sus productos no sepueden vender por la falta de compradores yde comercio, por lo cual todos perecen dehambre, y por tal motivo muchísimos merca-deres establecidos en Quito se han ido a otraparte, a Lima, y aun se han dispersado por to-do el Perú, quedando la ciudad de Quito des-pobladísima y paupérrima.

(CICALA, 1745).

q La pobreza es mucha y no faltan fami-lias muy nobles reducidas a necesidad extre-

ma. La causa principal no radica solamente enla gran decadencia del comercio, sino tambiénen el gran lujo derrochado por cada uno pue-da o no pueda, en competencia con otros, ymás bien se estarán sin probar un pedazo depan hasta medio día antes que dejar un ricovestuario o de endeudarse hasta las cejas, Perovolvamos a la ciudad.

(COLETI, 1757)

q El comercio de Quito puede ser dividi-do en dos clases, aquel de artículos manufac-turados en el país y los artículos manufactura-dos en el extranjero. Los almacenes y tiendascontienen generalmente una sola clase de pro-ductos. La manufactura del país consiste envestidos de lana y algodón, bayetas, azúcares,franelas, ponchos, calcetines, encajes, coloran-tes, hilos, tejidos de algodón, agujas y otros ar-tículos menores. El surtido de artículos ex-tranjeros se compone de toda clase de artícu-los de manufactura europea, así como hierro yotros materiales de ferretería.

Los artículos europeos de mayor demandason: paños ingleses, casimires, franelas de co-lores, zaraza, fustanes, muselinas, calcetines,sedas; linos de Irlanda de imitación alemana ofrancesa; toda clase de objetos de ferretería ycuchillería, sedas, cordones y cintas. Así comoen el mercado de Lima, los artículos son debuena calidad y de última moda.

(STEVENSON, 1810)

q A la llegada de los galeones a Cartage-na, estos traficantes van allá para proveerse deefectos de Europa, y cuando regresan los con-signan a todos los corresponsales de la provin-cia.

Los productos de la tierra se consumenprincipalmente dentro de la provincia, excep-tuando el trigo del cual se manda una parte a

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Guayaquil. Este comercio pudiera extendersemucho, si los fletes no fueran de tal maneraelevados que los precios vienen a aumentar ex-traordinariamente, de manera que los corre-dores de Guayaquil no lo pueden vender conninguna utilidad en aquellos lugares dondehay carestía de dicho producto.

La costa de la Nueva España provee a estaprovincia de añil, del cual hay gran consumopara las manufacturas, siendo el azul turquí elcolor preferido de aquellas gentes en sus vesti-dos de gala. Se introducen también por el ca-mino de Guayaquil hierro y acero de Europa yde la costa de Guatemala, y aún cuando el pre-cio sea de cien pesos por un quintal de hierroy más de 150 por uno de acero, hay continuademanda de ellos por la necesidad que tienenlos campesinos de los instrumentos indispen-sables para la agricultura. Pero ¿a quién nosorprenderá ver a los habitantes de Quito pa-gar tan caro el hierro pudiendo hacerlo en supropia provincia con poquísimo gasto? Enefecto, en Cuenca existe una cantidad inmensade este mineral y se ven venas de él en algunasaberturas de las montañas, aún cuando las mi-nas no se hayan abierto nunca ni se haya he-cho algún experimento para cerciorarse de lariqueza del mineral. El comercio interno o re-cíproco de Quito consiste en el consumo delos productos de una jurisdicción a otra, y es-te es un estímulo constante a la industria delos habitantes de las aldeas y de las clases infe-riores. Las de la jurisdicción de Chimbo pro-veen tela de algodón, paños, bayetas, que lasrevenden en Guayaquil y traen de allí pescadosalado y algodón, que después de ser elabora-do en los talleres de Quito, se lo manda denuevo a Guayaquil.

Estos diversos productos junto con susmanufacturas, son las fuentes del comercio deQuito, que se hace principalmente por los eu-ropeos, de los cuales hay algunos ya estableci-

dos y otros que llegan por sus negocios. Estosúltimos se proveen de artículos del país y ven-den los de Europa. Las manufacturas de estaprovincia son: tejidos de algodón, bayetas ypaños, que encuentran óptimo mercado en Li-ma para el consumo de todas las provincias in-teriores del Perú. El retorno consiste, parte endinero y parte en vino, plomo y plata en bru-to. Los patrones de las manufacturas o las ven-den a los traficantes o también emplean a és-tos como sus comisionados para venderlos.

Este tráfico de artefactos del país lleva con-sigo un notable provecho para los comercian-tes, porque la gente pobre, que existe en núme-ro considerable y aún muchas personas aco-modadas usan manufactura del país, siendolas de Europa tan exageradamente caras queno pueden proveerse de ellas sino los españo-les de gran riqueza y las personas de mayor ex-tensión. A este comercio debe atribuirse prin-cipalmente el feliz estado de la provincia; por-que así los patronos y los comerciantes hacenpronta fortuna, y los siervos y dependientes secontentan con retirar los frutos de sus indus-trias.

Aún cuando Quito no puede parangonar-se con sus riquezas con las otras ciudades dela América Meridional, está por otra parte,muy lejos de ser pobre. Por muchos particu-lares se conoce que ella fue alguna vez másfloreciente, pero al presente aunque en subs-tancia tenga muchos habitantes, pocos loshay verdaderamente ricos y su riqueza sueleconsistir en posiciones de terreno que nuncadan una renta proporcionada a su extensión.Pero los provechos de su comercio, aunque pe-queños, son continuos, así es que se puededecir con justicia que si la ciudad no es famo-sa por sus riquezas no lo es tampoco por supobreza.

(ANÓNIMO, 1763)

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q Las producciones de sus fábricas sir-ven para mantener su comercio; pero estetráfico es muy reducido por la introducciónde efectos de las fábricas extrangeras, bienque antes de esta abundante nueva intro-ducción, y desde más de cien años, habíadecaído sensiblemente su industria manufac-tural.

Las producciones de sus fábricas se redu-cen a tráficos de lienzos de algodón blancos, ytocuyos, bayeta, paños.

Algunas harinas del país se conducían aGuayaquil, bien que en corta cantidad: igualsalida logran los texidos para la provincia dePopayán, pasto y Santa Fe.

Tinta, añil, cuyo consumo era considerableen los obrages de su fábrica de paños, bayetas,el hierro y acero se introducían por Guayaquil.Se trabajan otras veces muchos texidos, y todopor manos de los indios en los obrages, o ensus casas, lo que contribuía a conservar su po-blación: hoy apenas se hacen algunos pañosmuy comunes, bayetas y lienzos.

La riqueza de Quito atendida con respectoa otras ciudades de Indias, no es considerable:en otros tiempos fué más opulenta de cauda-les, según muchas noticias, pero ya al presenteson muy raros los que hay, y no puede hacergran eco. Los más acomodados son los que tie-nen haciendas de campo. El comercio no hacreado fondos muy cuantiosos.

La suntuosidad de los entierros era nota-ble, no tenía comparación en ninguna parte: lavanidad era tan extremada que se arruinabany destruían muchos caudales en funerales yhonras.

Hace más de cien años que comenzó a de-caer Quito sensiblemente, y a reducirse a unaquinta parte de lo que eran sus haciendas,obrages y manufacturas, sufriendo por todas

partes los más dolorosos efectos. ¿De dónde haprocedido esta decadencia? ¿Qué cambia-miento se ha introducido en sus institucioneso constitución del país?

Buscar las causas de esta decadencia, inda-gar los medios de remediar y efectuarlos, se-rían las propias tareas a cumplir: pertenecenellas a aquel Genio superior de la América: élsólo puede trasladar todas las luces, estableci-mientos útiles y adaptables a la regenera-ción y prosperidad de la antigua capital deAtahualpa.

(BRANDIN, 1824)

q La suntuosidad de los entierros era ex-tremada en aquel país, conservándose la cos-tumbre de poner ofrenda en las honras y cabosde año, que consistía en botijas de vino, pan yanimales, según las facultades de cada uno.

Quito no tenía una riqueza de considera-ción comparativamente a la de otras ciudadesde América, e iba en decadencia. Consistíaprincipalmente en las haciendas: el comercioestaba atrasado. Casi todos tenían allí vajilla deplata para el uso ordinario.

Hay en Quito por lo general las casas malamuebladas y faltadas de aseo. Los paseos sonpocos. Se cuenta una escuela normal. Las artesliberales y las demás están atrasadas y con po-co gusto. Las manufacturas consisten en teji-dos bastos de lana y algodón, estimados sólopor su consistencia. La pasamanería está úni-camente un tanto adelantada.

Desde la revolución han subido mucho deprecio los comestibles, Aunque el consumo esen parte de carne de buey y de carnero, el prin-cipal consiste en frutas, legumbres, buenamanteca, queso, chocolate y confituras.

(EL NUEVO VIAJERO UNIVERSAL, 1833)

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q 651 En cuanto al Vestuario no dexa deobservarse alguna diferencia respecto del quese estila en España; y esta es menor en losHombres, que en las Mugeres: consiste pues enque cuando usan el Trage de Capa lo acompa-ñan con una Casaca larga, que les llega hastalas Rodillas, con Manga ajustada, abierta porlos costados, sin pliegues, y llena por todas lascosturas del cuerpo, y Mangas de Ojales, y Bo-tones à dos bandas, que les sirven de adorno:en lo restante la Gente de forma viste ostento-samente; y no son entre esta menos comuneslas Telas de Oro, y Plata, que los Paños muy fi-nos, y otros Generos de Seda, y Lana.

652 El Vestuario de los Mestizos es todo èlazul, y de Paño de la Tierra; y aunque los Espa-ñoles de baxa esfera procuran distinguirse deellos, ò bien por el colòr ò por la calidad lo co-mun es, que entre unos, y otros haya poca di-ferencia.

653 Si algun Vestuario puede parecer par-ticular, serà por lo corto, y pobre el de los In-dios; pues consiste en unos Calzones de Lienzoblanco, ò yà del Criollo, que se fabríca alli deAlgodòn, ò yà de alguno de los que se llevan deEuropa. Estos les llegan hasta la mitad de laPantorrilla, y quedan sueltos por abaxo, dondelos guarnecen con un encaxe correspondienteà la Tela: la mayor parte no usa Camisa, y cu-bren la desnudez del Cuerpo con una Camise-ta de Algodòn que, assi en grandes, como enchicos es negra, texida por las Indias para este

intento: su hechura es como un Costàl con tresaberturas en el fondo opuesto à la boca; unaen medio por donde sacan la cabeza, y dos enlas esquinas para los Brazos; y quedando estosdesnudos les tapa el Cuerpo hasta las Rodillas:despues ponen un Capisayo, que es una Man-ta de Xerga con un agugero en medio, pordonde entran la Cabeza, y un Sombrero de losque se fabrìcan alli: con lo cual quedan finali-zadas todas sus galas; de que no se despojanaun para dormir; y sin mudar de trage, ni acre-centarlo, sin cubrir las Piernas con Ropa algu-na, ni calzarse los Pies caminan en los paragesfríos, no menos que en los calientes.

654 Los Indios, que gozan alguna más con-veniencia, y particularmente los Barberos, ySangradores, se distinguen en algo de los otros,porque hacen los Calzones de un Lienzo del-gado; usan Camisa, aunque sin Mangas; y delcuello de esta sale para à fuera un encage dequatro dedos, ò mas de ancho, que dà vueltatodo al rededor, y cae sobre la Camiseta negratanto en el Pecho, como sobre los Hombros yEspaldas à manera de Babador; usan Zapatoscon Hevillas de Plata, ù Oro; pero no Medias,ni otra cosa, que cubra la Pierna; y en lugar deCapisayo llevan Capa, que muchos puedencostear de Paño fino, y frangearla con Galonesde Oro, ò Plata.

655 El Vestuario, que usan las Señoras dedistinción, consiste en un Faldellín, como que-da ya explicado en las noticias de Guayaquil;

XII. Vestuario

Q

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en lo superior del Cuerpo la Camisa, y tal vezun jubon de Encaxes desabrochado; y un Rebo-zo de Bayeta, que lo tapa todo, y no tiene otracircunstancia, que vara y media de esta Tela, enla qual se lian sin otra hechura, que como secortó de la pieza: gastan muchos Encages entodas sus Vestiduras; y Telas costosas en losadornos, ó guarniciones de las que tienen delucimiento. El Peynado, que acostumbran esen Trenzas de las cuales forman una especie deRodete, haciendo cruzado con ellas en la parteposterior, y baxa de la Cabeza; despues dàndos vueltas con una Cinta de Tela, que llamanBalaca al rededor de ella por las sienes for-mando un Lazo de sus puntas en uno de los la-dos, el qual acompañan con Diamantes, y Flo-res, y queda muy ayroso el Tocado: usan deManto algunas veces para ir à la Iglesia, y Bas-quiña redonda, aunque lo más regular es ircon Rebozo.

656 No se distinguen las Mestizas de las Es-pañolas en el trage, mas que en la calidad de lasTelas; y en que aquellas, que son Pobres, andandescalzas; lo que se nota igualmente en mu-chos Hombres de esta Casta.

657 Dos fuertes de Vestuarios usan las In-dias; ambos no menos abreviados, que los delos Hombres de su especie: porque las Muge-res de los que gozan algun más descanso, y lasChinas, (que assi llaman a las Indias Mozassolteras Criadas de las Casas, y Conventos deMonjas) se visten con una especie de Enaguasmuy cortas, y un Rebozo; todo de Bayeta de laTierra. Las Indias comunes se reducen à un Sa-co de la misma hechura y Tela, que las Cami-setas de los Indios, y le llaman Anaco; el qualprenden en los Hombros con alfileres, à quedàn el nombre de Tupu, y corrompido Topo. Sediferencia unicamente de la Camiseta en seralgo mas largo, y les alcanza al principio de laPantorrilla; despues se faxan la cintura, y enlugar de Rebozo ponen al Cuello otro Paño de

la misma Tela, y colòr negro llamado Lliclla;con lo que queda concluída su Vestimenta, ydesnudos de ella los Brazos y las Piernas.

658 De otra tercera especie usan las Cazi-cas, Mugeres de los Alcaldes Mayores, Gover-nadores, ù otras, que se distinguen de las In-dias Ordinarias. Esta es compuesta de las dosantecedentes; y se reduce à unas Polleras de Ba-yeta, guarnecidas por el ruedo con Cintas deSeda: sobre ellas ponen en lugar de Anaco otroRopage negro, que llaman Acso; el qual caedesde el Pescuezo; está abierto por un Costadoplegado de arriba abaxo, y ceñido de una Faxaen la Cintura; de modo que no cruza como elFaldellín: en lugar de la Lliclla pequeña, quellevan pendiente de los Hombros las IndiasOrdinarias, se ponen otra mucho mas grande,toda plegada que les cuelga desde el Pescue-zo hasta quasi el ruedo de las Polleras. Esta laasseguran en el Pecho con un Punzón grandede Plata, llamado también Tupu, como los delAnaco: en la Cabeza se ponen un Paño blancodados distintos dobleces, cuya extremidad lesqueda colgando por detràs; llamanle Colla, ylo usan por adorno, y distintivo, sirviendolesassimismo para defensa del Sol; y aumentanel señorìo con el Calzado. Assi este Trage, co-mo el que usan las demàs Indias, y Indios, esel mismo que acostumbraban en el tiempode los Ingas, y por él se diferenciaban los queeran de distinción de los demàs. Los caziquesno usan oy otro, que el de los Mestizos; estoes Capa, y sombrero, y andan calzados, siendoesta toda la diferencia de ellos à los Indios vul-gares.

(ULLOA, 1736)

q “Los trajes de la mujeres de Quito estánenteramente recubiertos de encajes... Llevanlos cabellos trenzados en coletas, cruzadas so-bre la nuca; una rica cinta, llamada balaca se

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enrolla dos veces alrededor de la cabeza y for-ma una especie de rosa sobre sus sienes...”

(LA CONDAMINE, 1736)

(Citado por H. Toscano en El Ecuador visto por los extranjeros p. 60).

q El vestido de las señoras a más de ser degran costo es de gran licencia e inmodestia,tanto que pienso que no pudiera inventarsecosa ni más diabólica ni más escandalosa; elmarido y la mujer se hallan siempre de acuer-do para dar en quiebra con la casa y dejar en lamiseria a sus hijos. El genio e inclinaciones deesta gente merece que gaste cuatro líneas, quepor las noticias que llevan de estas partes, creono os disgustarán.

Los Canónigos no tienen traje especial nidistinción alguna, sólo en cuaresma se vistencon una gran ropa negra de seda con capuchay cauda de dos a tres brazas; en el resto del año,para distinguirse de los otros clérigos se en-vuelven al cuello y pasándola de la derecha a laizquierda el extremo de la sobrepelliz que noes como la nuestra sino a la gótica, como, si serecuerda bien, la tienen los diáconos y los sub-diáconos pintados en mosaico en la iglesia deSan Apolinario de Ravena, de los cuales unostienen corona en las manos y otros el libro delos Evangelios. Aunque lejano conservo vivaesta imagen y me parece ver estas figuras a unlado y otro de la nave mayor a la entrada de lapuerta y en la extremidad hacia el altar mayor,a los lados del Rey Teodorico que está sentadoen su trono hacia la parte izquierda de quienentra en la iglesia. Debéis recordar mejor queyo, porque hace menos tiempo que partisteisde esa ciudad. Avivad la memoria y conoceréiscuales son las pellices que se usan en estas par-tes, que se llaman sobrepellices y en latín se lla-man superpelliceum; no sólo los canónigos si-no cualquier otro clérigo usa vestidos de mu-

cho costo y lujo, porque comunmente los ves-tidos talares son de terciopelo o lizo y con flo-res con alamares en la fila anterior, donde seunen y cierran en la abertura interior de la de-recha y en las mangas usan anillos de muchovalor, hebillas de oro en los zapatos y en lossombreros; cuando salen, una librea que sueleser, un negro les acompaña con paraguas ri-quísimos de encajes y franjas de oro y plata; al-gunos prelados celosos han procurado mode-rar este lujo, pero siempre inútilmente, no espues de maravillarse si tanto o mayor lujo sevea en los seglares que gastan hasta quedarsepobres con tal de vestirse de terciopelo, telasde oro, bordados, encajes, brocados y otras te-las de mucho precio. Mucho se habla desdelos púlpitos y en los confesionarios, pero sinfruto.

Bajo el gobierno de la Compañía está tam-bién el Colegio de San Luis11 Rey de Francia,que es Real, Pontificio y Obispal, habiéndoseleunido el Seminario de los Clérigos: el númerode los pensionistas llega de ordinario a seten-ta, que concurren en toda la provincia. Su ves-tuario es de color canela oscura, que llega has-ta la tierra, y tiene amplitud grande, sin man-gas; pero por las aberturas salen los brazos conmangas de color negro, una gran faja de colorrojo, ancha de dos palmos sobre uno y otrohombro cae detrás de la espalda y alcanza consus dos extremos hasta el suelo, pasando pri-mero cruzada delante del pecho, sobre cuyo la-do izquierdo lleva un gran bordado de oro yplata en forma oval que representa las armasde la corona de España. Todos llevan sombre-ros como clérigos y un virrete pequeño al usode ellos, con cuatro puntas, y en la mitad unaborla de seda negra; también llevan una gor-

Vestuario / 167

11 En la actualidad el Colegio de los P.P. Jesuítas lleva elnombre de San Gabriel. N. de E.E.B.

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guera12; la vestimenta llamase opa, la delante-ra llamase beca. El vestido de los colegiales deSan Fernando es el mismo y sólo se diferenciaen el color; porque la opa es negra y la becablanca.

(COLETI, 1757)

q El vestido común de los hombres espa-ñoles y criollos es similar a los nuestros, con laadición de una gran capa roja, blanca o azul.

Su indumentaria de cabalgar es muy boni-ta: sobre el saco, pantalón, y botas, ellos usan elponcho blanco y sobre éste un pequeño hechode piel de venado, con el pelaje hacia afuera.Un par de zamarros hechos del cuero de doscabras viejas, están asegurados a la cintura, cu-briendo la parte superior de los muslos, ce-rrándose alrededor de las piernas, de tal modoque los extremos de los cueros caen sobre lospies; y como el pelaje está hacia afuera la lluviano puede penetrar, por largo tiempo que lapersona se halle expuesta; un gran sombrerocubierto de lona, y para completar la indu-mentaria, una bufanda larga de seda amarradaal cuello.

El vestido de las damas casi en el estilo in-glés, excepto unas pocas damas antiguas, queusan un guardapies largo; cuando van a laIglesia todas usan el guardapies, con una ena-gua de terciopelo negro encima, y un pedazoancho de franela inglesa sobre sus cabezas, ge-neralmente de color café, las cuales pueden lle-var ellas sobre sus rostros hasta cubrirlos. Lajoyas son mucho más usadas por las damas, al-gunas de las cuales tienen un gran surtido,consistente principalmente de aretes, collares,rosarios, amuletos y brazaletes de diamantes,esmeraldas, topacios y otras piedras preciosas,

en juegos completos, -por su variedad se con-sidera la opulencia de una persona-. En oca-siones especiales no es raro que una dama estéadornada con esa clase de ornamentos que as-cienden a un valor de veinte y treinta mil dó-lares.

El vestido de los mestizos se compone depocas piezas, el filo de los calzoncillos aparecebajo las rodillas, no usan medias y solamenteen algunas ocasiones, zapatos; una capa espa-ñola de paño azul, manufacturada en el país yun sombrero negro; a éstos se los llama Lla-pangos, una palabra quichua que significa des-calzo. Las mujeres usan a menudo un guarda-pies largo y una vistosa enagua hecha de frane-la inglesa, colorada, amarilla o azul, ornamen-tada con una profusión de cintas, encajes, ri-beteados y bordados, formando una especie dearabescos de media yarda de ancho al extremoinferior, debajo del cual cuelga un encanjeblanco, pegado a esta prenda. El corpiño es ge-neralmente de brocado, o tissú, o de raso bor-dado, ajustado fuertemente alrededor de lacintura. La pechera y puños del corpiño estánornamentados con encaje blanco, cintas y len-tejuelas. Una manteleta angosta de franela in-glesa, de acuerdo al color de la enagua, llevansobre los hombros; la cabeza está descubierta,pero ornamentada con cintas y flores, y el pe-lo, en pequeñas trenzas, en la espalda.

Así como los hombres, las mujeres rara vezusan zapatos o medias, y se considera un re-quisito para su belleza tener un pie pequeño yblanco, y talones rosados, en demanda de locual acuden con frecuencia a los cosméticos ycoloretes; esta práctica es muy común entrecierta clase de mujeres.

Las clases bajas o pobres constituídas porindios hombres y mujeres, llevan escasos yrústicos vestidos; los hombres tienen calzonci-llos de algodón que llegan abajo de la rodilla;una prenda semejante a una bolsa ancha, con

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12 Adorno del cuello que se hacía con lienzo plegado yalechugado. N. de E.E.B.

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una abertura para meter la cabeza y dos aber-turas para los brazos; esta especie de túnica es-tá hecha de algodón o lana, llega casi hasta lasrodillas y está amarrada alrededor de la cintu-ra, algunas veces llevan un sombrero de paja.pero con frecuencia no tienen mas que una ti-ra de paño alrededor de sus cabezas, y nuncase ponen ni zapatos ni medias. Las mujeres tie-nen solamente una especie de túnica llamadaAnaco, y es más larga que aquella de los hom-bres; sobre sus hombros llevan una especie depañolón pequeño llamado Lliclla, y esto es to-do su guardarropa, y generalmente la única ca-ma que ellos poseen. Sus niños, inmediata-mente después de su nacimiento son fajados yvendados de tal manera, desde los hombroshasta los pies, que están privados de todo mo-vimiento; la madre con frecuencia inserta ungancho de algodón entre las fajas y cuelga alniño a la pared o rama de un árbol, o cuandoella está viajando, a la parte anterior de lamontura.

Aquellos indios que están en mejores cir-cunstancias se visten de una manera elegante;los hombres usan calzoncillos blancos con en-cajes o vivos en las rodillas, tienen una camisay un pequeño poncho negro, doblado en plie-gues horizontales de una pulgada de ancho, yatiesado con goma cuando están puestos, lasdos puntas bajan hasta la cintura o un pocomás abajo, en donde se amarran las puntas; es-te vestido se llama Capisayo. Alrededor delcuello usan una especie de bufanda o encaje,de ocho o diez pulgadas de ancho y cuelgansobre los hombros como un adorno. El som-brero es generalmente de lana, con copa baja,y faldas anchas, Los Caciques, alcaldes, algu-nos tenderos y barberos, también usan la capaespañola grande, calzones sobre los calzonci-llos, zapatos y unas hebillas grandes cuadradasde plata, pero nunca calcetines.

Las mujeres de la misma clase usan unaenagua interior blanca, llamada también Ana-co, con encajes anchos al filo, sobre este llevanun pedazo de paño sostenido de la misma ma-nera que el capisayo de los hombres, con dife-rencia de los pliegues que son verticales; este esllamado el Chaupi Anaco, y está meramentesostenido alrededor de la cintura con una an-cha faja de varios colores, dejando una abertu-ra al lado derecho y que se extiende hacia aba-jo a la mitad de la pierna, el encaje blanco lle-gando casi hasta los muslos. Otra pieza de pa-ño negro, llamado Lliclla, sostenido asimismosobre los hombros, y las dos puntas superioresamarradas al frente y asegurada con dos alfile-res de plata u oro a manera de adorno y se lla-ma Tupus; cuando la lliclla está extendida cu-bre los codos; el pelo está recogido hacia atrásformando una trenza gruesa con cintas, desdela cabeza hasta el fin del pelo; en la parte supe-rior de la cabeza tienen un nudo de cintas, ge-neralmente roja.

El hábito o toga de los estudiantes es de co-lor café claro, con una beca o faja carmesí, si-milar a la de aquellos de San Toribio en Lima;usan una gorra negra o mitra de cuatro pun-tas. Las armas reales que usan son de plata yllevan suspendidas al lado izquierdo sujetas ala beca. El Colegio de San Fernando tiene el tí-tulo de Colegio Real, usan hábito negro y fajablanca, ostentando las armas reales de otro yun gorro cuadrado de Cardenal.

(STEVENSON, 1810)

q El traje no se diferencia mucho del deEspaña. El vestido de los Mestizos es azul y depaño de la tierra; y aunque los españoles debaja esfera procuraban distinguirse de ellos, yaen la calidad, ya en el color, comúnmente eramuy poco.

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Los indios visten unos calzones de lienzoblanco, el criollo que allí se fabrica de algodóno de Europa, que les llegan hasta la mitad depantorrilla, quedando sueltos por abajo, don-de los llevan guarnecidos con un encaje co-rrespondiente a la tela. La mayor parte no lle-van camisa y se cubren con una camiseta de al-godón negra, que tejen las Indias. Su hechuraes como un costal con tres aberturas en el fon-do o puesto a la boca; una en medio por don-de sacan la cabeza, y dos en las esquinas paralos brazos. Quedando estos desnudos, les tapael cuerpo hasta las rodillas. Después se ponenun capisayo, que es una manta de jerga con unagujero en medio, por donde entran la cabezay un sombrero de los que se fabrican allí. Na-da llevan en las piernas ni usan calzado, noquitándose este traje ni aún para dormir nitampoco para variar de clima.

Los indios de más conveniencias, y parti-cularmente los barberos y sangradores se dis-tinguen de los demás porque llevan los calzo-nes de un lienzo delgado, usan camisa aunquesin mangas, y del cuello de ésta le sale paraafuera un encaje de cuatro dedos o más de an-cho, que da vuelta al rededor y cae sobre la ca-miseta negra como por los hombros y espal-das, a modo de babador. Usan zapatos con he-billas de plata y oro, pero no medias ni otra co-sa que cubra las piernas, y capa que muchospueden costear de paño fino y guarnecer congalones de plata u oro.

El traje de las señoras de calidad consistíaen un faldellín como el de las de Guayaquil: enlo superior del cuerpo la camisa y tal vez unjubón de encajes desabrochado y un rebozo debayeta que lo cubre, de vara y media, sin nin-guna hechura, con el que se envuelven. Gasta-ban muchos encajes en todos sus vestidos y te-las costosas en los adornos de los de lucimien-to. Para su peinado cruzaban el pelo hechotrenzas en la parte posterior de la cabeza, co-

mo una especie de rodete; después dan dosvueltas con una cinta alrededor de ella por lassienes, formando un lazo de sus puntas en unode los lados, el cual acompañan con diamantesy flores. Para ir a la iglesia usan a veces basqui-ña y manto, pero regularmente van con rebo-zo. Sin embargo también se observan allí lasvariaciones de la moda.

Las mestizas sólo se diferencian en la cali-dad de las telas, y en que las más pobres andandescalzas, lo que se notaba también en muchoshombres de esta casta. Las Indias usan de dostrajes: las de mayores conveniencias y las quellaman Chinas, que son las criadas, usan unaespecie de enaguas muy cortas y un rebozo, to-do de bayeta de la tierra. Las Indias comunesllevaban un saco de la misma hechura y telaque las camisetas de los Indios, y lo prendencon alfileres sobre los hombros. Es algo máslargo que la camiseta. llegándoles hasta elprincipio de la pantorrilla. Después se fajan lacintura, y en lugar de rebozo se ponen al cue-llo otro paño de la misma tela llamado lliclla.Llevan desnudos los brazos y las piernas.

De otra tercera especie de traje usan la ca-cicas, mujeres de alcaldes mayores, goberna-dores u otros que se distinguen de las indiasordinarias. Este se compone de los dos antece-dentes, y se reduce a unas polleras de bayetaguarnecidas por el ruedo con cinta de seda.Sobre ella ponen en lugar de anaco otro ropa-je negro que llaman acso, el cual cae desde elcuello, está abierto por un costado, plegado dearriba abajo y ceñido con una faja en la cintu-ra, de modo que no cruza como el faldellín. Enlugar de la ropa que llevan pendiente de loshombros las Indias ordinarias, traen otra mu-cho más grande, plegada, que les cuelga desdeel cuello hasta casi el ruedo de la pollera, ase-gurándola en el pecho con un punzón de pla-ta, como los del anaco. En la cabeza llevan unpaño blanco dados distintos dobleces, cuyos

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extremos les quedan colgando por atrás, Llá-manle colla, y les sirve de adorno y de distinti-vo resguardándolas al propio tiempo del sol.Andan calzadas: así este traje como el que usanlos demás Indios, era el mismo del tiempo de

los Incas, y por él se diferenciaban los de dis-tinción de los demás.

Los caciques usan el de los Mestizos, estoes, capa y sombrero; y van calzados.

(EL NUEVO VIAJERO UNIVERSAL, 1833)

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q 642 En quanto á las Danzas es estilotanto en los Curatos de Quito, como en los detoda la Sierra nombrar los Curas un mes antesde la Celebridad de esta Fiesta el numero deIndios, que han de formarlas; los quales se em-piezan à adiestrar desde entonces en las queconservan del tiempo de la Gentilidad; y al sònde un Tamborìl, y una Flauta, tañidos ambospor un Indio, hacen algunas especies de enla-ces de poca industria, y ningún agrado à la vis-ta. Desde algunos dias antes se visten con unRopage a modo de tonelete; una Camisa; y unJubòn de Muger más, ò menos rico, segun lopuede conseguir cada uno, y sobre las Mediasponen unos Botincillos picados; y sembradoscon muchos cascabeles gruessos: cubren la ca-ra y Cabeza con una especie de Mascara, hechade Cintas de varios colores. Armados de estaforma dicense ellos mismos, que son Angeles,aunque no lo parecen, y se juntan en quadri-llas de ocho, ò diez, empleando todos el dis-curso del Dia en andarse por las Calles, en-tretenidos con el ruido de los Cascabeles, yparandose à cada instante à lucirlos en susBayles poco concertados. Lo mas particular enel assunto es, que sin ser pagados, ni más inte-resses, que su propio gusto, mantengan esteexercicio desde 15 días antes de la festividad,hasta mas de un mes despues que ha pasado,sin acordarse, ni de trabajar, ni de otra cosa al-guna; y el que no dexandolo en todo el discur-so del dia no se cansen, y aburran, quandocansan tanto con él à los que los miran.

643 El mismo Trage se visten, quando hayotras Procesiones; y este sacan en las Fiestas deToros: ocasiones muy estimadas para ellos,pues assí se eximen de trabajar.

644 Entre los dos Cabildos tienen Fiestasannuales juradas á dos Imagenes de Nuestra Se-ñora, que estàn colocadas en los Pueblos deGuápulo y el Quinche, pertenecientes à aquelCorregimiento: llevanlas á Quito con muchareverencia, y devoción; y alli se les hace una so-lemne Fiesta, y Novena con la Assistencia de laAudiencia en el primer dia, y demàs Tribuna-les; y despues las vuelven à conducir à sus Igle-sias, que distan de Quito; la primera una legua,y la segunda seis. El motivo de estas demostra-ciones piadosas han sido los Temblores, y Re-bentazones de Pichincha, en que ha imploradola devoción, la intercession de la SantísimaVirgen; y por medio de ella librandose aquellaCiudad de la ruina, en que quedaron total-mente destruídos los Assientos de Latacunga,Hambato, y gran parte de Riobamba; pues ha-viendolo experimentado no menos fuerte, ycontinuo, que en aquellos Pueblos, no sucedióen la Ciudad desgracia alguna.

Fandango

664 La falta de ocupaciones, en que estàndecentemente exercitados; la floxedad, y pere-za connatural á sus genios; y la ninguna edu-cación, con que se cria la Gente vulgar, losconduce con la ociosidad à la establecida cos-

XIII. Bailes, fiestas y otras diversiones

Q

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tumbre, general en todas las Indias, de los Bay-les, ò Fandangos, Estos son en Quito muchosmás licenciosos, y frequentes; las liviandadesllegan à un extremo, que se hace aun el imagi-narlo abominable; y el desorden es á corres-pondencia. Semejantes funciones (en que deningun modo debe considerarse comprehen-dida la Gente de lustre, porque sería ofender-los injustamente) se celebran con abundanciade Aguardiente de Cañas, y Chicha, preparadacon algun Dulce; cuyos efectos vienen á pararen un total desconcierto.

(ULLOA, 1736)

q Juegos

Excelentísimo Señor:*Erigese en lugar público, y de ordinario en

la pública plaza una amplia y capaz Choza conel Boliche, ó Hoyo en la testera. Juégase de diay de noche; de dia con muy poca claridad deluz de noche con la llama de una sola vela, queapenas alumbra para ver las bolitas, y recono-cer la cantidad, y calidad de la plata. Mas es áescurás, que alas claras. Concurren en él Boli-che hombres y Mujeres de todos gremios, detodas classes, de todos estados, de todas dig-nidades, condiciones, y edades. En esta mes-cla confusa, entre medias luces, y tinieblas;arebattada dela libertad, del denuedo, dela de-semboltura, y dela liviandad, accalorada delintereses, dela incontinencia, dela rabia, y delaplauso, se vende en publica Subastacion lapudicia, y se rematta al plús offerenti la conti-nencia. Todos juegan en él, y todos pierden.Pierden, aunque ganen, la donzellas su Virgi-

nidad, las viudas su/ su Castidad, las Casadassu honestidad, las solteras (si la tienen), suhonrosidad; y de ordinario pierden tambienlas sayas, los rebozos, las sortijas, los zarzillos,las gargantillas, y finalmente hasta las camisas.Juegan los hombres en él, y por mas que ganenla plata, pierden los niños su innocencia, losjovenes su rubor, los Varones su madurez, losancianos su seriedad, los Casados su fidelidad,los solteros (si la posseen) su Bondad. Los hi-jos, y las hijas de familia su sugecion, los cria-dos, y las criadas su subordinacion. Perdida laplata, se pierden también evillas, Charlatteras,sombreros, Capas, Casaquettas, espadines,Chuppas, bottones, y hasta las medias y zapa-tos. Allí juegan siempre los vicios, y quedanmuy gananciosos, porque mas poderosos; Jue-ga la inmodestia, y gana ala modestia; el de-senfreno ala verecundia; la desemboltura alapudicizia; la impudizia; la impudencia al pu-dor; la trampa ala legalidad; el denuedo ala ur-banidad. Comunmente sucede en los Boliches,que la mujer más fuerte se rinde, la Señoramas noble se envilece, la Casada mas honestase deshonra; la criada más sugetta se pierde; lanegra mas leal se tizna; el niño más sencillo secorrompe, el Joven mas recatado se precipita;el casado mas irreprehensible adultera; el an-ziano mas juicioso enloquece. Los sobrios pa-recen ebrios; los sabios parecen nescios; losprudentes parecen fatuos, los discretos pare-cen estolidos. Se cruzan maliciosas las guina-das, escandálosas las Señas; se vibran desho-nestos los tactos, descarados los osculos; se vo-mitan á borbollones los turpiloquios, á en-xambres los insultos. En aquel continuadoconfuso murmullo no resuena otra cosa nyotra armonia, que dela iniquidad; abundan enel Boliche las satiras, que despechan; las canta-lettas, que encarnizan; las offertas, que provo-can; las contumelias, que denigran; las carca-xadas que exasperan.

Bailes y fiestas / 173

* En la publicación del documento original hecha porla Revista del Archivo nacional de Historia, SecciónAzuay, Cuenca, 1986, no consta el nombre del des-tinatario de la carta de la cual extraemos un frag-mento. (X. R.)

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En fin, Eccelentisimo Señor, el Boliche noes otra cosa, que un emporio de maldades, unseminario de vicios, un esterquilinio de impu-rezas, una Cloaca de vascosidades, un Pozo deinfamias, una Lentina de torpezas, una Babilo-nia de confusiones, una Sodoma de iniquida-des, una Gomorra de impudizias, una Ginebrade apostasias, un teatro de desverguenzas, unanfiteatro de desembolturas, Un Absterdam deimpudencias, Una Cueva de latrocinios, unaAlmoneda de adulterios, una Feria de tranpas,una Flotta de mentiras; una conglobacion deperjuros, un Burdel de dissoluciones, una Re-publica de libertades, un Salvo-conductto depeccados, un Zerrallo de inverecundias, unLupanar de prostituciones, una Zaurda deobscenidades, un conciliabolo de malicias, unCongreso de insolencias, un Abismo de Luxu-rias, un caos de escandalos, un Antiinfierno deBlafemias. el Boliche corrompe las buenas cos-tumbres, pervierte las buenas yndoles, anni-quila las virtudes, contamina y empaña losmas tersos cristales dela innocencia;

Que Absúrdos, que desordenes que vio-/que violencias no produce el Novenario de unBoliche? Enbevidos, y enviciados los hombresen este malditto juego, logran en aquellos dila-tados intersticios de tiempo, en aquellas horasenteras los Amasios, y los insolentes violar ensus mismas casas álas mugeres olvidadas, y de-xadas por aquellos intervalos particularmentenocturnos, de sus maridos. Bien, y muy biensabe esta Villa de Hambato, y tambien toda es-ta Provincia de Quito los escandalosos desas-tres, y los violentos desaffueros (especialmen-

te aquel, que ahora ocho años há sucedió tanvergonzoso, tan pesado, y tan denigrativo, queboló su individual affrentosa noticia hasta LaCorte de Madrid) acontecidos con discreditode no pocas casadas, con ignominia de Mu-chas donzellas, con infamia, y desdoro de Mu-chissimas familias.*

(CICALA, 1743)

q Fiestas. Religiosidad popular

Por la fiesta de la Asunta de la Virgen se ha-cía en esta iglesia todos los años esta tramoya.Tiene la iglesia** media naranja en lugar de ar-co toral, y está en lo interior arrodada de bal-conería. Ponían pues a la Virgen en represen-tación de muerta en una decente y rica tarima,cubierta la media naranja, y al concluir la mi-sa mayor, con artificia hacían bajar de la medianaranja un nublado revestido de gloria conmuchos ángeles cantando, los que tambiéncon tramoya hacían levantar a la Virgen de latarima y la ponían en brazos dentro del nubla-do, y a este tiempo salía el golpe de música dela balconería a recibirla en lo interim que todosubía a paso lento por el aire, y en estando yaen altura proporcionada, de la balconería tira-ban muchos panes de oro y plata batida, mu-chos papeles con motes y láminas finas, y sesoltaba una gran partida de palomos a volar.Función era que arrastraba a todo Quito.

(SANTA GERTRUDIS, 1760)

q Esta Iglesia fue erigida en Catedral en1545, y entre otras fiestas que allí se celebran,con sorprendente magnificencia, merecenconsiderarse la del Corpus Domini y la de laConcepción, a las cuales asisten todas las per-sonas de rango. No deben tampoco omitirse la

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* El contenido de esta carta no se refiere preci-samente a Quito; la incluimos porque no se haencontrado ninguna otra referencia al juego deboliche que se practicaba en toda la Audiencia,según afirma González Suárez en el tomo V,p.195 de su Historia. (X. R.) ** Se refiere a la iglesia de la Compañía. (X. R.)

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procesión del Sacramento y los bailes que ha-cen los indios en estas ocasiones. Cada casa deesas calles por las cuales pasa la procesión estáadornada de ricos paramentos, y se ven allí eri-gidos a conveniente distancia soberbios arcostriunfales con altares más altos que las mismascasas, en las cuales, como en los antiguos ar-cos, el espectador ve con admiración una can-tidad de plata labrada y de joyas, dispuestas deuna manera tan elegante, que causan mayorplacer que la sorpresa producida por la canti-dad prodigiosa de aquellas riquezas. Todo esteesplendor unido a los magníficos vestidos delas personas que asisten a la procesión, hacenel conjunto extremadamente suntuoso y lapompa y el decoro siguen hasta el fin de la ce-remonia. Respecto de los bailes hay la costum-bre tanto en las parroquias de Quito como enlos de las montañas, que los curas escojan, unmes antes de la celebración de las fiestas, unnúmero de indios que deben ser los bailarines.Estos principian inmediatamente a ensayaraquellos bailes que acostumbran antes de suconversión al cristianismo. Su música consisteen una zampoña y un pito, y el baile, en movi-mientos extravagantes y en alguna cabrioladesgraciada, pero el conjunto es en efecto im-posible que pueda gustar a un europeo. Cuan-do faltan pocos días para la solemnidad se po-nen un chaquetón, una camisa y una enaguade mujer adornada de la mejor manera posi-ble, sobre las medias se ponen botines borda-dos a los cuales está unidos un gran númerode sonajas. Se cubren la cabeza y el rostro conuna especie de máscaras hechas de cintas dediversos colores. Vestidos de esta manera ex-traña, tienen la vanidad de llamarse ángeles yunidos en compañía de ocho o diez empleantodo el día en dar vueltas por las calles, divir-tiéndose mucho con el sonido de sus sonajas ydeteniéndose continuamente a bailar paramendigar aplausos de aquella multitud igno-

rante que no sabe que cosa es bailar bien. Perolo que más sorprende en esta pobre gente esque lo hacen sin remuneración y sin ningunamira interesada, si es que no lo miran como undeber religioso. Continúan en este ejerciciopor quince días enteros antes de la gran fiestay casi un mes después, sin pensar ni en su tra-bajo ni en sus familias, andando en torno ybailando todo el día sin fastidiarse y sin eno-jarse, aunque el número de sus admiradoresdecrezca cada día y se haya cambiado en irri-sión aquel aplauso del principio. Llevan elmismo vestido en las otras procesiones y en lasfiestas de toros porque en esa ocasión estándispensados del trabajo.

(ANÓNIMO, 1763)

q Diversiones

La diversión más popular en Quito es lacorrida de Toros; se lleva a cabo de manerasmuy diferentes y como no he visto en ningunaparte de América. No hay toreros regularmen-te empleados, sino una inclinación universalde los habitantes de llegar a ser diestros; preva-lece, no sólo entre los hombres sino aún entrelas mujeres. Yo he visto varias demostracionesde gran destreza y agilidad, en la plaza y en elcirco, pero la generalidad de las personas quese presentan en el circo están disfrazadas. Estaparticularidad de una mascarada general esmuy divertida, y los nativos son muy aficiona-dos a las diversiones, tanto como en ellos sonhábiles y felices en sus invenciones.

Una breve descripción de una tarde depor-tiva dará una idea de las particularidades delcarácter de los habitantes de Quito, incluyen-do toda la variedad de clases. El momento enque el permiso del Presídente es obtenido. loscostados de la plaza son divididos en seccio-nes, para las diferentes familias de distinción,oficiales públicos, colegios, etc.; en estas se

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construyen galerías, sostenidas sobre palos ycon cubierta, algunas de ellas están completa-mente ornamentadas, cada una con un peque-ño cuarto para vestirse.

Alrededor de las dos de la tarde, a cuya ho-ra comienza generalmente la corrida, todas lasgalerías están repletas, y de tres a cuatro milhombres comienzan a reunirse en expectativade la entrada de las máscaras, que se han reu-nido en diferentes partes de la plaza, previa-mente convenidas, y entran al circo en proce-sión esto se hace a menudo por las cuatro es-quinas de la plaza, al mismo tiempo, y más dedos mil personas frecuentemente entranacompañadas de bandas de música y fuegosartificiales. Entonces se dividen en grupos yrecorren de una galería a otra, saludando a susamigos y conocidos, los cuales a menudo estánperplejos sin saber quiénes son los individuosa quienes se están dirigiendo. En este momen-to muchos de la nobleza y eclesiásticos se dis-frazan y abandonan las galerías para mezclar-se en el grupo y bromear a sus amigos en lasgalerías. Esta parte de la diversión generalmen-te se prolonga por más de una hora y cuandotodo se ha concluído, grupos de máscaras sesitúan en las calles con música y antorchas. Lascasas de la nobleza y de los habitantes princi-palmente se abren y se coloca refrescos paraaquellos grupos que hayan elegido la entrada;estos produce a menudo mucha alegría, el ob-jeto de la mascarada es reírse de los sin disfraz,y el atentado de descubrir a alguna personapor la fuerza es considerado extremadamentebrusco, ya que es un privilegio de los disfraza-dos. Si el atentado se comete en el circo o en lacalles, el asaltante será inmediatamente casti-gado por los burros que lo golpean con sus lar-gas colas, los frayles golpearían con sus rosa-rios, y los muleros con sus látigos.

Algunos de los nativos son sumamente há-biles para hacer máscaras, y cualquier persona

puede obtener en pocas horas, una representa-ción exacta de la cara de cualquier individuode la ciudad; frecuentemente ocurre que lagente ve doble, uno gravemente sentado en lagalería, y el facsímil bailando alrededor del cir-co, con el enojo del original y la diversión delos espectadores.

Cuando el toro entra a la plaza, muchas delas máscaras se retiran a las galerías, pero mu-chos que son aficionados de este deporte, per-manecen y se deleitan con el entretenimiento;para este objeto el traje generalmente escogidoes unos pantalones y una camisa corta sueltacomúnmente de seda, y la cabeza y la cara es-tán cubiertas con una especie de turbantede seda verde y con gafas; un sombrero yguantes completan el vestido de un ranchero.Esta es la indumentaria también usada gene-ralmente por las personas que dejan la galeríamientras se pasean por la plaza y después re-gresan a ella.

Durante el tiempo que el toro está corrien-do por la plaza, tres o cuatro mil individuos seocupan de molestar al pobre animal, punzán-dolo, pateándolo o silbándolo. El toro recorrelos lados de la plaza, mientras los espectadoresmuy deliberadamente se juntan del uno alotro en una línea, formando lo que ellos lla-man una muralla de barrigas; y con frecuenciapermanecen en esa posición mientras el toropasa a gran velocidad rozando esa parte de lamuralla; si esta se halla bien unida el animalnunca se detiene para atacarles, pero si el toroencuentra una abertura, embiste y causa unespantoso tumulto.

Los aficionados a pie y a caballo, molestanal toro con una capa, poncho o paraguas, ycuando el toro les ataca le burlan y el animalpasa; esto se repite tan a menudo, entonces sa-can un buey del interior del circo con el cual seretira al animal abatido, mientras entra otro areemplazarlo.

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Las mascaradas son también comunesdurante el carnaval y la fiesta de inocentes, ya mí me han asegurado varias personas deedad, que ellos nunca han oído de ningúnrobo o irregularidad que se haya cometidodurante esos festivales; toda la imaginaciónde las gentes está enteramente ocupada porlos deportes o el invento de algo nuevo. Mu-chos de los nobles y principales habitantesposeen vestidos antiguos de hace doscientoso trescientos años; con ellos aparecen en talesocasiones, además de los cuales disponen deun surtido suficiente para proveer a sus ami-gos.

El baile es una diversión favorita de los na-tivos, y algunas de sus danzas son muy bonitas;ellas son generalmente imitaciones del boleroespañol. Los minuets están de moda entrelas clases elevadas, bailes del campo, contra-danzas, etc. también han comenzado a seradoptadas.

Los mestizos son particularmente aficio-nados de la música, y el pequeño cerro El Pa-necillo, es en la estación de verano, frecuente-mente en las tardes, el sitio de reunión de 40 o50 jóvenes con guitarras, salterios y pífanos,los cuales tocan hasta media noche. Nada pue-de superar a la dulzura de algunos de sus tris-tes y melancólicos aires musicales durante laquietud del atardecer, cuando algunos habi-tantes se sientan en sus balcones y escuchan lasmelodías, mientras son acariciados por las bri-sas de las tardes. Después de tocar hasta la me-dia noche, los jóvenes frecuentemente concu-rren a las calles dando serenatas bajo los balco-nes de las casas de los principales habitanteshasta la madrugada.

Una de las procesiones religiosas en Quito,fue tan nueva para mi, así como extraña, yo nopuedo omitir el describirla. En una pequeñapoblación a una legua de la ciudad hay unaimagen de la Virgen María, a la que los piado-

sos habitantes consideran su Protectora contrala furia destructiva de los terremotos quearruinaron Riobamba y Tacunga; en conse-cuencia de lo cual, ellos dedican dos fiestasanuales a la Imagen, que se celebran en la igle-sia Catedral de la ciudad. Una solicitud fue he-cha a la Corte de Madrid, para que las proce-siones puedan ser solemnizadas con la asisten-cia de todas las fuerzas militares; la autoriza-ción real excedió al humilde pedido; su Majes-tad Católica concedió a la Virgen de Guápuloel título de Capitán General de sus armas, conderecho a todas las prevendas y privilegios du-rante los diez días de su estadía en Quito, con-secuentemente el día de su entrada a la ciudad,todas las fuerzas militares formaron en la ca-lles, presentaron sus armas y los tambores to-caron una marcha.

La Virgen es traída a la ciudad sobre unaanda cubierta con cortinas de terciopelo car-mesí, llevada sobre los hombros de algunos delos principales habitantes, precedidos por unaparte del Capítulo y miembros del Cabildo. LaImagen, estando en el grado de Capitán Gene-ral, aparece enteramente uniformada: en losbrazos, las dos mangas enseñan los distintivosde su rango; en su cabeza está colocado unsombrero de oro de tres picos con una escara-pela roja y emplumado, en su mano sostiene elbastón o insignia de mando. La Imagen del Ni-ño Jesús participa de los honores: un sombre-ro bordado de oro, una espada pequeña de oroy capa roja, adornan al joven héroe; y de estamanera son conducidos a la Catedral, dondeson ataviados con sus indumentarias usuales,pero el bastón se deja en la mano de la Virgenhasta que salga de la ciudad. Aunque poco dis-puesto a ridiculizar ninguna cosa que puede,aunque distante, relacionarse con la religión osus ceremonias, no pude apreciar de otra ma-nera, que una figura eclesiástica enseñe un de-sagradable disfraz.

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Quito es también famoso por otras proce-siones religiosas, y son ocasiones propicias pa-ra admirar los mejores trabajos de pincel ycincel, particularmente en la procesión deCorpus Christi, cuando varios altares se levan-tan en la plaza mayor, en los cuales se exhibentodas las curiosidades que los nativos puedenreunir.

(STEVENSON, 1810)

q Las fiestas que se celebraban con máspompa son la del Corpus, y la Concepción. Pa-ra la procesión del Corpus, a que concurríantodos los tribunales y personas distinguidas, seadornaban las calles con ricas colgaduras y ar-cos triunfales, y de trecho en trecho había alta-res, donde igualmente que en los arcos triun-fales, lucía abundantemente la plata labrada,sobrepujando los aparadores de ella a los te-chos de las casas.

Lo más particular de esta procesión eranlas danzas de Indios, para lo cual los curas, asíde Quito como de toda la sierra, nombrabanun mes antes de la fiesta el número de Indiosque habían de formarlas, desde este punto em-pezaban ellos a adiestrarse en danzas naciona-

les, y al son de un tamboril y una flauta tañi-dos por un indio, hacían una especie de enla-ces de poco gusto. Algunos días antes se ves-tían un ropaje a modo de tonelete, y una cami-sa y un jubón de mujer, más o menos rico, po-niéndose sobre las medias unos botines pica-dos y sembrados de muchos cascabeles grue-sos. Una especie de máscara de cintas de varioscolores les cubría la cara y la cabeza. Con estetraje se dan el nombre de ángeles, y juntándo-se en cuadrillas de ocho o diez, andaban todoel día por las calles con el ruido de los cascabe-les y luciendo en sus poco agradables bailesdesde quince días antes de la fiesta hasta unmes después de pasada sin ser pagados ni acor-darse del trabajo. El mismo traje se ponen enotras procesiones y en las fiestas de toros.

Hay dos fiestas juradas en honor de nues-tra Señora, en que se traían a la ciudad dosimágenes de la Virgen de los pueblos de Guá-pulo y del Quinche, distante el primero una le-gua y el segundo seis, a causa de que habiendosido arruinados varios pueblos de las cercaníasen los terremotos y erupciones de Pichincha,la ciudad no sufrió ninguna desgracia.

(EL NUEVO VIAJERO UNIVERSAL, 1833)

178 / Ximena Romero

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Anexos

Q

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ANEXO 1.Testimonio de la proclamación del Rey nuestro señor

Phelipe quinto (que Dios guarde)

(Transcripción de Ximena Romero)

f. 90 v Yo Antonio Lopez de Urquia Escrivano de su Magestad Publico de Cavildo y Real hasienda desta muynoble y muy leal Ciudad de Sanfrancisco delquito Reynos del Peru enlamexor via y forma quepuedo debo y alugar de derecho y sertifico y doy fee alos señores que la presente vieren Como avien dosetenido en esta Ciudad noticiasCiertas de que enlas de Santafee y CartagenaSeavian alsado pendones por el Rey nuestro señor Don Phelipe quintto deste nombre, queDios guarde en Virtud de Reales despachos dela Junta del Govierno universal de la Monarquia Acordo el Cavildo Justicia y Regimientodesta Ciudad haser Consultta y rrepresentaronalos Señores Presidente y oydores desta RealAudiencia pidiendo en Virtud de las dichasnoticias y gasetas quese avian visto de aberse hecho la proclamación de su Magestad

f. 91 en la Villa de Madrid aveynteyquatro de Noviembre del año pasado demillysetecienyos se sirvieses de Conceder alaLealtad y selo deste Cavildo sealsaseel Real estandarte por el Rey nuestroSeñor Don Phelipe quintto, y aviendolotenido abien dicho Señor Presidente seasignoel dia nueve de octubre deste añopara la proclamación referida rrespecto de averse celebrado ya en lasanta Iglesia Cathedral a doze de Mayo las Reales eccequias del Rey nuestro Señor Don Carlos segundo(que gosa de Dios) y para ello nombraron pordiputados alos maestros de Campo Donfrancisco de Sola y Por alguacil mayor desta Ciudady Hugo Garrido dePositario General dellaPara que corriesen Con el cuydado y Virtudde los fuegos y luminarias y demas demostrasiones quese avian de haser derregosijo yenesta Conformidad el conde de Selvaflorida Don Manuel Ponce deleon Castrillejo

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maestre de Campo General y alcalde ordinario desta Ciudad por ausencia del Corregidor y subtheniente General promulgo bando en las calles acostumbradas ason de clarines

f. 91 v. pifanos y cajas para que el dia asignado nuevede octubre todos los Regidores encomenderos Cavalleros y Vecinos estanttes y avitantes en estaCiudad sequitasen los luttos y se bistiesen de gala y acudiesen alacompañamiento del Real Estandarte por las calles y Plaças y quelos Vecinos dellas latuviesen limpias y adornadas Concolgaduras Como seexecuto y quela noche del dia rreferido y la del dia SiguienteSepusiesen luminarias por los balcones y puertas delas Calles de toda la Ciudad y que los cavos de Milicia delas Compañias del numero se pusiesenCuerpo y de gala para la Celebridad destafuncion, y aviendo llegado el dia nueve deoctubre se pusieron seys teatros alfombradosCon sus gradas el primero en la Plaça mayorjunto alas Puertas del Palacio Real cuyos balcones estavan colgados y en el de fierro queesta ensima de la puerta de dicho Palaciopuesto el rretrato de nuestro Rey y señor DonPhelipe quinto devajo de dosel de tersiopelocarmesi y otro rretrato en las Puertas delCavildo y en uno de sus balcones de fierro puesto otro rretrato de su Magestad asimesmodevajo de dosel de tersiopelo Carmesiseys hachas de sera ensendidas en sus hacheros, y en la puerta Principal delas Casas ePiscopales otro rretrato debajo de doselde la misma forma y como a las doscle la tarde de dicho dia Concurrieron a cavallo a dicha Plaça mayor los Regidores

f. 92 encomenderos y Cavalleros que se hallaron enesta Ciudad vestidos de galas y adornados Con cadenas deoro y joyas rricas y los Cavallos cona deresos bordados deoro y platta y otros muy lusidos conlacayos vestidos de libreas y aviendo Concurridolos Cavos militares y soldados de las Compañiasen cuerpo; los dichos Regidores y demas personas fueron a casa del sargento mayor DonNicolas Fernado de la Canova alferes Realque estavan con el lusimiento que rrequeriasu persona en semejante acto y le trugeron acompañado a las casas de Cavildo donde el general

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Testimonio / 183

Don Miguel deSatarrena Santestevan Cavallerodel orden de Santiago Corregidor desta Ciudadle esperava Con el rreal estandartte, y aviendo llegado dicho Alferes Real se lo entrego para que en dicha Plaça mayor y en las demas señaladas lo tremolase en nombre del Rey nuestoSeñor Don Phelipe quinto que Dios guarde a su Magestady aviendole referido salio de las casas de Cavildocon dicho corregidor y Capitulares y puesto a cavallo Cogiendo la adelantera toda la gente principal yministros de Justicia y los porteros de dicho Cavildo vestidosde damasco Carmesi con sus masos de plata y dos Reyes dearmas Vestidos de gala se siguio al dicho AlferesReal llevando el rreal estandarte acompañandole al lado derecho al dicho corregidor y al siniestro el Maestre de çampo Roque Antonio DavilaRegidor desta Ciudad y estando los cabos militarescon los soldados en ala en dicha plasa mayor pasopormedio el dicho Cavildo y su acompañamientoCon dicho Alferes Real y aviendo llegado al teatro que estava en las puertas de dichas casas Reales se desmontaron y subieron a el los dichos

f. 92 v. Reyes de armas, el Alferes Real CorregidorMaestre de Campo Roque Antonio Davila, y estandolos Señores Presidente y oydores desta Real Audienciaen los Corredores de dicho Palacio destacados el dichoAlferes Real y demas acompañadoshisieron a dichosSeñores el acatamiento debido y uno de dichos Reyesde Armas dijo en vos alta tres beses Silencio, y elotro otras tres beses Oyd y despues el dicho Alferes Reallebanto el estandarte disiendo Castilla, Castilla y las IndiasOccidentales por el Rey Catholico nuestro Señor Don Phelipe quinto Rey de España, que Dios guarde, y vivaviva, viva, muchos años a que correspondio Generalmente todo el concurso de gente rrepitiendo en alta vozdemostrasiones de mucha alegria y rrealsonaron repiques de Campanas delasanta Iglesia Cathedral y demas Conventos y dicho Alferes Real arrojomoneda en reales en dicho teatro y fuera del y acavada esta funcion prosiguio con dicho acompañamiento yfue a la Placeta del convento de San Francisco y sobre el pretil que estava alfombrado y sirvio de teatro huvola mesma aclamacion Con las Circunstancias que en dichaPlaçca mayor y de alli pasaron a la placeta del monasterio de Santa Clara donde estava puesto otro teatro enfrente delos miradores altos de dicho monaste

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rio donde huvo mucha copia de religiosas queCelebraron con musica dicha aclamacion aviendose executado en la mesma forma que las antecedentes y de dicha placeta bajaron a la del

f. 93 Convento de predicadores donde estava puesto otro teatroy en el se rrepitio dicha aclamacion Con la mesma solemnidad y de alli pasaron a la Placeta de san Augustin y en otro teatro que estava puesto se celebro enla mesma forma de donde pasaron a dicha plasa mayor y puertas de Cavildo della y en el teatroque estava puesto se hiso la ultima aclamacionen la misma forma que las antecedentesy acavada el dicho Alferes Real llego el Realestandarte acompañado de dichos Capitulares y Cavalleros todos a pie a la dicha Santa Iglesiaa cuya puerta y gradas estava Su benerableDean y Cavildo para rresevirlo y en esta forma entro A dicha Santa Iglesia y en el altar mayor dellla se puso el estandarte Real yle bendixo el Docttor Don Joseph de Herrera Valverde Canonigo de dicha Santa Iglesia y se canto elhimno teDeun Lau damus Con toda solemnidady acavado esto lovolvio a coger el dicho Alferes Realquien con el mismo acompañamiento volvio a dichascasas de Cavildo y en un balcon donde estava el rretratode su Magestad debajo de dosel con las seys hachas ensendidas se pusso y acavada esta funcion eldicho Alferes Real me pidio testimonio de todo lorreferido y montando a cavallo con dicho acompañamientose dejo en su cassa y a la noche huvo luminarias Generales en toda la Ciudad y un castillo de fuegos conque se solemniso este rregosijo y se continuo el estandarte Real en el lugar que se puso porquatro dias y dejarle de noche con las hachas ensendidas, y para que conste de pedimento y rrequerimiento verbal de dicho Alferes Real y mandato de dicho Cavildo doy la presentey lo firmo en quito a dos de Noviembre Año demill Setecientos y uno =

Antonio Lopez de UrquiaEscrivano de Cavildo y Real Hazienda

AH M/Q Actas del Concejo (1699-1704)/ fs. 90v. 93v.

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ANEXO 2.

Certificacion y Ymbentario que se remitio á Sta Fee(fragmento)

(Transcripción de Ximena Romero)

f. 1 Las colgaduras y Menaje de la Real Audiensia extinta segun se contienen en el Testimoniode la certificacion dada por Ambrossio Ruedadel Campillo escrivano de su Magestad y para queconste lo firmo Quito y febrero quinze de millsetecientos y Veinte años – Phelipe de Iriarte –Yo Ambrosio Rueda del Campillo escrivano delRey Nuestro Señor certifico en quanto puedo y á lugar en derecho a los señores que la presente vierencomo oy que se quentan quinze del Corriente mesy año, me llamaron los señores oficiales rreales de estaReal Caxa, para el efecto de reconoser las colgadurasque servian en la Real Audiensia extinta en ambasSalas, y entregarlas al Capitan Dn Phelipede Iriarte en virtud de decreto del exmo señorConde de lacueba Virrey Governador y Capitan Generalde estos Reynos, su fecha en Santa Fee a los dos de Diziembre del año próximo pasado de mill setecientos y Diez y nueve, que haviendo asistido a esta diligenciase entregaran en mi presencia al susodicho las colgaduras y Menaje siguiente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . – Un Sitial de Tersiopelo Carmesí con su espaldar

grande Gravadas las Armas rreales que servíaen la Sala de Ausiensia Publica . . . . . . . . . . . . . . . .

– Mas una sobremesa grande del mismo TersiopeloCarmesí de la meza de dicha Sala . . . . . . . . . . . . . .

– Mas una colgadura con seis paños de Tersiopeloy damasco carmesí que se compone de Treinta y Trespiernas con forro de Cotense y Guarnicion de Cuchillejo

f. 1v de oro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . – Mas unos retasos cosidos que servían de sobrepuertas

con mas otras dos piernas que servian a los ladosdel Dosel, que van cosidas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

– Mas otro sitial con sielo de tersiopelo y suespaldar y las Armas rreales Bordadas que serviaen la Sala del real Acuerdo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

– Mas una Colgadura berde mui bieja e yndezentede Raso de la china con treinta y seis piernas, y otras

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seis pequeñas de lo mismo que servian de sobrepuertasen dicha sala del Acuerdo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Todo lo cual se enfardelo en Gergas y se entregoa dicho Capitan Dn Phelipe de Iriarte en mipresencia y de los testigos que se hallaron presentesque lo fueron Josepb Tafur Manuel Fonte de laEstrella y Geronimo enrique Capilla Y para que de ello conste donde combenga y obre el efecto queaya lugar en derecho de requerimiento y mandatoVerbal de dichos señores oficiales doy la presente signoy firmo en esta muy noble y mui leal Ciudad deSan Francisco del quito a quinze de febrero de millSetecientos y Veinte años … Con delcaración de queeste testimonio va por duplicado … en testimonio

Ymbentario de los de Verdad Ambrosio del Campillo escrivano de su Magestad menajes de la Real en la Ciudad de San Francisco del quito en veinteAudiensia extinta y ocho dias del mes de octubre de mill setecientos y diez

y ocho años el Capitán Dn Fernando GarcíaAguado thesorero oficial rreal de esta Real

f. 2 Contaduría que despacha solo por ympedimentodel Contador … Dixo que oy a las onze del diaestando en la Sala del real Acuerdo, los señorespresidente y oidores de esta Real Audiencia haviendorezevido el Real Despacho de su magestad queDios guarde en que se suprime esta real Audiensiay Consecuentemente el uso y exersisio de los señoresque la componen llamandole à le mandaronse hiziese Cargo de todas las alajas de Colgadurasy demas trastes que sirven en dicho tribunal para quelos tenga a la disposición el exmo señor DonAntonio de la Pedrosa Virrey y Governador y CapitánGeneral de estos Reynos, y en su obzerbansia hizo ymbentario en la manera siguiente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . – Primeramente Una campanilla dos tinteros y Una

(ilegible) de plata . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . – Mas otra campanilla de Bronze . . . . . . . . . . . . . . . . – Un sitial de Terciopelo Carmesí con su dosel

gravadas las Reales Armas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . – Una Colgadura de seis paños de terciopelo y damasco

Carmesí con treinta y tres piernas y sus dos sobrepuertas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

– Una alfombra grande … Biexisima . . . . . . . . . . . . . – Una meza grande en el Tribunal y su sobre meza

el mismo Terciopelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . – Yten otra meza con su escaparatillo y su carpeta

de paño azul de la tierra vieja . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Inventario / 187

f. 2v – Nuebe liensos grandes el uno de un SeñorCrusificado dos de nuestra Señora de la Anunsiacion y asuncion, San Pedro y San Pablo y quatrode los señores Reyes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

– Yten quatro piernas de dicha Colgadura a los lados de dicho dozel – Luego en la sala del Real Acuerdo lo siguiente– Doze sillas de Sentar las onze de terciopelo Carmesí

y la otra de terciopelo morado . . . . . . . . . . . . . . . . – Un sitial con su sielo de Terciopelo Carmesí y las

Armas Reales bordadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . – Una meza grande y en ella una sobremeza de dicho ter

siopelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .– Una Colgadura biexisima de razo de china berde

con treinta y siete piernas y mas seis piernas pequeñas de sobrepuerta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

– Dos alfombras biejas en el estrado del tribunal– Una meza pequeña con su carpeta musga de paño

de la Tierra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . – Un lienso de nuestra señora del quinche con su

Moldura y Velo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . – otro de San Gerónico … otro pequeño de so

brepuerta con su compañero con sus Molduras, y tresgrandes de los señores reyes . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

– Ocho coxines de terciopelo Carmesí mui biejos enque asentaban los pies los señores . . . . . . . . . . . . . .

– mas quatro coxines morados de Terciopelohechos pedasos … Yten otra meza con tres cajones

– Mas un pedasito de Alfombra hecho pedasos. . . . . en que se ponían los señores a oyr misa y estaban los coxines morados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Los quales dichos bienes se hizo cargo dicho señor Presidentecon asistensia de don Fernando queto y Dn francisco Pico porteros de dicha Real Audiensia paratenerlos ymprompto hasta nueva orden del exmo SeñorDon Antonio de la Pedrosa Virrey Governador y CapitanGeneral de estos Reynos y lo firma de que yo el escrivanodoy fee … Don Fernando Garcia Aguado . . . . . . . . . . .

AN/Q Gb. C.12/ Exp.4/ 4.V. 1722./ fs. 21

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ANEXO 3.

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Se estableció en la ciudad de Quito, capital delReyno, por orden de la Corte una casa de Aduana,donde debían ir a depositarse todos los géneros queentraban en la ciudad y pagar un tanto por cada co-sa: el mismo cavallero a quien vino cometido dichoestablecimiento se hizo cargo de governar tambieny sistemar mejor los Estancos de Aguardientes añosantes establecidos en todo esse Reyno, y odiadossiempre de los Pueblos, fabricando en la misma ca-sa los alambiques y todos los instrumentos necesa-rios para sacar dichos aguardientes con mayoresventajas del Rey y gravamen de los trapicheros. Alprincipio causó gran novedad esta nueva casa deAduana a que no estaban acostumbrados en lo pa-sado: agregóse a eso el necesario rigor que debesiempre acompañar los principios de un odioso im-puesto, mas que por abuso de los Ministros sueleestenderse fuera de los justos límites. Con esto co-menzó a inquietarse la ciudad: los Nobles murmu-raban de las nuevas disposiciones, los plebeyos sequexaban del gravamen, y se contaban unos a otroslas extorsiones en parte verdaderas y en parte muyponderadas e inventadas, y se hallaba el Pueblo enuna próxima disposición de sublevarse y sacudir elyugo; pero no por esto cedió un punto el Aduanero,ni moderó el reglamento que daba causa a las que-xas.

Llegó la desesperación a lo sumo y el día 24 deMayo de 1765 entre ocho y nueve de la noche secongregaron todos los Barrios, o sean Parroquias dela ciudad a son de campanas y disparo de cohetes,que era la señal pactada, y la mayor parte, sin másarmas que piedras en las manos y se encaminaronazia a la casa de la Aduana, que estaba en la Parro-quia de Santa Bárbara, con ánimo de saquear y des-trozar quanto en ella encontrassen, como de hecholo executó sinque ninguno pudiera oponerse, por-que la dexaron todos los que habitaban en ella alprimer aviso que tuvieron del tumulto. No conten-tos los sublevados con el saqueo y el destrozo de lasmejores piezas de dicha casa, se determinaron a ani-quilarla enteramente con el fuego: ardía el edificiocon gran pavor y peligro de toda la ciudad, princi-palmente de los vecinos y de la contigua Iglesia deSanta Bárbara; pero nadie se atrevía a poner prontoremedio ni calmar el furor de tanto Pueblo, porquetenía ocupadas todas las bocascalles con centinelasavanzadas, las quales no dexaban acercarse a nadie,impidiendo todo acceso a fuerza de pedradas y degritos, ni permitían lanternas ni otra luz alguna.

Los Señores Presidente interino y Oidores acu-dieron al Palacio del Presidente de la Real Audien-cia en compañía de varios otros señores de la ciu-dad a arbitrar los medios que debían tomar para ce-dar el tumulto; mas no hallando arbitrio, porque nilos pocos soldados de la guardia ni los Nobles queallí se avían congregado eran bastantes a oponerse atantos millares de hombres y mugeres de que secomponía el tumulto, recurrieron al sólito refugioen semejantes lances, el cual era la extincta Compa-ñía de Jesús: embiaron un Oydor y dos Alcaldes alColegio Maximo y al Colegio de San Luis a implo-rar el socorro, contentándose entre tanto con forti-ficarse lo mejor que pudieron en el grande y her-moso pretil de dicho Palacio, avocando azia la calleprincipalmente que miraba la Parroquia de Santa

ANEXO 4.

Sucinta relación de los alborotos de la ciudad de Quito*

* En 1935, el P. Constantino Bayle, S.I., encontró en elArchivo de la Compañía de Jesús en Madrid un relato delos sucesos acaecidos en Quito en mayo y junio de 1765,hoy conocidos como Sublevación de los Barrios. Lo firmael P. Ramón Viescas, S.I., ibarreño, que a la sazón era Mi-nistro del Provincial de los jesuitas de Quito. Faltan los úl-timos folios del original, interrumpido precisamente antesdel 24 de junio. Completamos el relato de esa célebre no-che con un Testimonio judicial rendido por el soldado Pe-dro Melo, a petición de don Mariano Alvarez Monteserrín,Abogado de Corte.

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Bárbara algunas piezas de artillería etc. para defen-derse de la invasión que se temía y estaba amenaza-da de las caxas Reales.

Los Jesuitas luego que recivieron la embajada dela Real Audiencia se determinaron prontamente asalir y exponerse a todo riesgo por salvar la ciudad.El primero que salió fue el Rector de San Luis, queera entonces don Pedro Milanesio, acompañado desu Ministro Don Ramón Viescas: éstos, no sin granpeligro y muchos sustos, por la avenida de piedrascon que fueron dos veces rechazados, se dieron ma-ña de entrar en medio del tumulto, valiéndose deun ardid que fue muy oportuno: y apenas se vieronen medio de la furiosa multitud, comenzaron conruegos y exhortaciones a calmar los ánimos: princi-palmente Don Pedro Milanesio, sujeto de la mayorautoridad y muy amado de toda la ciudad por su in-cansable operatura y zelo, hizo tanto, que final-mente le prometieron los sublevados principalesaquietarsse, baxo de ciertas condiciones, las qualesfue prontamente a proponer a la Audiencia, que es-peraba el éxito con la anzia que se puede imaginar.Entre tanto salió también casi toda la Comunidaddel Máximo, y muchos Religiosos de otras Ordenes,juntamente con varios Eclesiásticos, los quales to-dos encontraron ya la puerta abierta y la entrada fá-cil; y se aplicaron por diversas partes a la mismaempresa. Las condiciones propuestas fueron que enadelante se extinguiesen enteramente assí la casa deAduana como el estanco de aguardientes, y que seprometiesse un perdón general a todos los subleva-dos. Las cuales fueron aceptadas por la Audiencia, aexcepción del Estanco, que no se permitió su perpe-tua extinción, sino una suspensión hasta nueva or-den de la Corte, o otro regulamento menos gravosoa los Pueblos: esta acceptación fué intimada al Pue-blo tumultuante por un Oidor, que fue acompaña-do de dichos Don Pedro Milanesio y Don RamónViescas: con lo cual comenzó a sossegarsse todo eltumulto, y se procuró apagar el fuego en que ardíala Aduana, salvándose lo que se pudo de ella: perocomo era necesario separar toda la gente y haserque se retirassen a sus respectivos Barrios, costógran trabajo esta empresa: pero se executó por losJesuitas, quedando aquella noche enteramente des-

vanecido todo el alboroto y la ciudad toda en per-fecta quietud.

Esta quietud duró por espacio de un mes, inte-rrumpida muchas veces de varios sustos ocasiona-dos la mayor parte de varios mozos alegres que sedivertían en fingir alzamientos y regar por la ciudadvarias especies falsas, a fin de burlarse (de la másnoble y mejor parte, que turnándose todas las no-ches, velaban incesantemente, servían de guardia yde presidio de la Plaza mayor) – (tachado en el ori-ginal lo que va entre paréntesis) de la Real Audien-cia y de muchos cavalleros que voluntariamente seavían ido a ofrecer para la defensa de la Patria y delos Reales intereses, los quales, juntamente con lossoldados de la guardia se turnaban todas las no-ches a guardar la Plaza mayor y estar prontos aqualquier novedad. Con esta vigilancia se pasó unmes entero hasta que el 24 de junio se encendió ma-yormente el fuego de la rebelión con la ocasión quevoy a referir.

Por no exasperar el vulgo ni darle ocasión deque sospechasse falso el perdón general concedidopor el tumulto passado, se tuvo por conveniente re-mitir un poco el rigor de la Justicia y se suspendie-ron las frequentes rondas que se hasían por el Co-rregidor y Alcaldes Ordinarios. Con esto se lisonjea-ron los mal vivientes (que nunca faltan en un nu-meroso Pueblo) de poder impunemente desahogarsus pasiones: se experimentaban en la ciudad mu-chos robos y otros desórdenes que pedían un eficazremedio.

Lo que considerado por el Corregidor, hombrede gran integridad y justizia, hizo una junta de va-rios amigos, los más de ellos Europeos, en casa deDn Angel Izquierdo, para consultar sobre el punto:éstos le aconsejaron a ssalir essa noche con varioshombres armados a rondar principalmente los Ba-rrios de San Sebastián y San Roque, que eran losprincipales y más fuertes y se convidaron ellos mis-mos a acompañar a dicho Corregidor: la determi-nación era de rondar precissamente segun lo acos-tumbrado; pero si se encontraba alguna resistenciade hazer un escarmiento para poner terror a los de-más: experiencia que en otra ocasión semejante avíasalido bien, pero en esta tuvo péssimos efectos: por-

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que aviéndose hallado por desgracia un mozo deuno de los dichos Barrios en parte donde pudo ob-servar y aun oir algo de lo que se trataba en dichajunta, mas no aviendo entendido bien toda la deter-minación, creyó falsamente que ésta era de ir demano armada y passar a cuchillo gran parte de lossublevados, cogiéndolos dormidos y desprevenidos:Este engaño o aprensión suya contó a varios de susamigos; y éstos la propagaron por los Barrios, a quese añadieron varias otras congeturas y accidentes,que dieron cuerpo al engaño. Juntáronse tambiénalgunos principales de los Barrios, y tomaron la de-terminación de estar sobre aviso y preparados paraoponerse a tal atentando, poniendo centinelas o es-pías en las entradas de los Barrios para que és-tas diessen luego parte del arrivo de la esperada Pa-trulla.

El Corregidor que ignoraba todo esto, juntócerca de las 11 de la noche del sussodicho dia 24 dejunio los amigos que libremente se le avian ofreci-do, y bien armados se encaminaron al Barrio de SanSebastián en número de veinte personas. Apenasllegaron al fin de la Plaza de Santo Domingo, que esel principio del Barrio, se encontraron con un bo-rracho que les respondió con insolencia, por lo cualuno de la Patrulla imprudentissimamente le dió al-gunos sablazos: el pobre hombre, viéndose herido… (Aquí se interrumpe el manuscrito).

Testimonio

(…) incontinenti en dicho día mes y año, yo eldicho escribano recebí juramento por Dios NuestroSeñor y una señal de Cruz que hizo en toda formade derecho, a Pedro Melo; y habiéndolo fecho pro-metió decir verdad de todo lo que pasó, y siéndoleleído el dicho escrito que está por principio y exa-minado a su tenor con su inteligencia, dijo: que lue-go que asistió al pretil en la pieza de artillería que sedisparó llamando a la gente leal, recibió una lanzaen la puerta del cuartel de las que estaba repartien-do personalmente don Mariano Monteserín, y ha-biendo estado con ella en el centro del dicho pretil,como se le mandó, a las 11 y media de la noche del24 de junio del año pasado de setecientos sesenta y

cinco, con la audacia que se metieron los barrios deesta ciudad y gente alzada a la plaza de esta dichaciudad, combatiendo con multitud de piedras alpretil, rechazaron a los que defendían las dos pri-meras gradas inmediatas a la catedral y quedandoganado el campo se introdujeron hasta el mesmopretil, y estando dando combate y habiéndose pose-sionado de 2 piezas de artillería cuando ya se creíaperdido todo el pretil por el retiro que habían he-cho, viéndose vencidos los leales, salió del extremoque hace de la puerta de Audiencia a la esquina dela Concepción el licenciado don Mariano Montese-rín con los soldados que le acompañaban, y ponién-dose por delante de los que se retiraban con las lan-zas avigorizándolos y esforzándolos, se puso a darcombate el que duró más de 2 horas, recibiendopiedras como cernidas y disparando balas, con or-den a que no faltase fuego; y habiendo por últimohecho disparar la pieza de artillería se metió con lossoldados avanzándolos de forma que recularon loscontrarios hasta la calle de la Compañía, a cosa delas dos de la mañana; y que habiendo estado pre-sente el declarante que los arreó también con sulanza, halló haber sido la defensa y el rescate delpretil y Audiencia efecto de valor, conducta del cita-do don Mariano Monteserín, de forma que si no seha puesto a la defensa y sigue el ejemplo de todoslos que se retiraron, se ha perdido aquella noche to-da la ciudad como que con más facilidad combatena dos costados al señor Navarro y lo consumen en laesquina de la Concepción, en donde su señoría hizola más portentosa defensa habiendo sido su esquinala que más fue combatida y en donde se castigó lainsolencia, por cuyo destrozo hubieron de ame-drentarse los traidores y desistir hasta el día siguien-te y que asimesmo hasta la segunda noche estuvo eldeclarante y no vió descaecer el citado don Maria-no en todo lo que ocurría en servicio, defensa y dis-posiciones. Y esto dijo ser la verdad para el jura-mento que tiene fecho en que haviéndose leído estasu declaración de principio a fin se afirmó y ratifi-có en ella, que es de edad de 33 años, que no le to-can las generales de la ley y la firmó, de que doy fe.Pedro de Melo. Ante mí, Felipe Baquero, escribanopúblico.

Bailes y fiestas / 191

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El Diccionario de Autoridades, en viejas edicio-nes, define al fandango como “un baile introducidopor los que han estado en los reinos de las Indias”;sin embargo, en las ediciones recientes se acredita alfandango como un antiguo baile español (1984: p.631). Alejandro Mateus en su Riqueza de la lenguacastellana y provincialismos ecuatorianos corroboraque fandango es “cierto baile alegre y muy antiguoen España”; en el Ecuador, dice: “reunión de gentebaja, en la que se come, bebe y baila con algazara”(Mateus, 1918: p. 114). Y es justamente esta últimaidea de Mateus la descrita y confirmada por los via-jeros extranjeros que visitaron América en los siglosXVIII y XIX, que asientan a los fandangos como bai-les muy populares entre la “gente licenciosa y de po-co lustre”.

Excomunión para el fandango

Por 1750 el prelado Juan Bernardino JiménezCrespo levantó un auto procesal contra quienes lanoche del 16 de junio de aquel año bailaron: costi-llar, arrayán, recumpe y cañirico en el barrio de Pe-rruncay de Azogues y proscribió:

“… los bailes entre hombres y mujeres ni de paren par ni de dos en dos y más pares, sino es que seacada marido con su mujer y eso en presencia de gen-te de distinción y respeto” (Aguilar, 1972: p 57)

Se dispuso además, excomunión mayor latesententie ipso facto incurrende para quienes bailen y

toquen esta clase de música, que de acuerdo con elconcepto de la época provocaba desórdenes e inmo-ralidades.

En 1757 el Obispo de Quito, Juan Antonio Nie-to Polo de Aguila, implacable perseguidor de losclérigos que no usaban el hábito y de aquellos que:“... frecuentaban la mesa de juego, las corridas de to-ros y los bailes profanos”, dictamina bajo la pena deexcomunión, la prohibición de los “deshonestos eimpuros bailes que vulgarmente llaman fandangos”(González, 1970: t. II, p. 1113)

La indignación de los jueces y regentes clerica-les debió ser grande para llegar a tomar medidas deprohibición y excomunión; por eso, según EugenioEspejo, se tenían que pedir permisos especiales pa-ra realizar bailes profanos o públicos, que eran con-cedidos siempre y cuando hubiese “el concurso demujeres, [y] los bailes fuesen hechos con honesti-dad y templanza” (Santacruz y Espejo, 1923: p. 133).

Sin embargo de las acciones clericales tendien-tes al control para impedir la dispersión del fandan-go, éstas no trajeron los resultados esperados y la ra-zón de ello debe estar relacionada con lo que asegu-ran Jorge Juan y Antonio de Ulloa en sus Noticiassecretas de América (1982: p. 501): que eran los mis-mos religiosos quienes se encargaban de organizarestos “bayles y fandangos”, corriendo por su cuenta,además, Los gastos en aguardiente y mistelas, muynecesarios en estos casos. Lo dicho en las Noticiassecretas es corroborado en un expediente de 1784sobre el pueblo de Baba:

ANEXO 5.

Los fandangos o fandanguillos: bailes del Ecuador colonial*

Pablo Guerrero G.

* El presente escrito es un apretado resumen, extraído de manera segmentada del original inédito, que lo escribimospara el periódico El diablo Ocioso de la Corporación Musicológica Ecuatoriana CONMUSICA. Además hemos inclui-do las partituras del Costillar, Alza que te han visto e Isabel (contradanza) (N. del A.).

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“Si el cura es tan celoso de la observancia de ladisciplina eclesiástica, y de las censuras que miran ala exterior política, por qué autoriza, y aun promueveotros fandangos que no tienen toda la decencia nece-saria? Por qué aplaudía, y aún provocaba con erroga-ciones de moneda los ánimos de los concurrentes a ladisipación, y mayor fervor en los bailes anteriores?Por qué finalmente siendo Alférez, o prioste de cier-tas funciones escandalosas que promovió en aquelpueblo para celebrar la Santa Cruz en el mayo pasa-do (que aún el pensarlo escandaliza, y causa horror)él mismo convidó a las zambas, y mulatas, bailabacon ellas, les regaba monedas, y alentaba fervorosoaquellos actos repetidos por ocho días?” (Expedien-te…, 1784 ANH-Q).

Las amenazas de la cúpula clerical de censura yprohibición, no fueron suficientes para desterrar alfandango, cuya permanencia, hasta principios delsiglo XIX, es confirmada por el viajero italiano Vic-torino Brandin, quien pasó por nuestro país por elaño de 1824. Brandin consideraba que los excesosque se producían eran fruto de la pobreza y la ocio-sidad, las que hacían que el pueblo se inclinara a labebida y con élla, de la mano, al escandaloso bailedel fandango (Brandín. 1938: p. 149).

Pero no solo entre la plebe estaba presente elfandango. Por las investigaciones de Juan ChacónZhapán en su Historia del Corregimiento de Cuenca,se conoce que por declaraciones que hicieron loscabildantes, el 10 de febrero de 1756, en contra elOidor Dr. Manuel de la Vega y Bárcena, éste era acu-sado de haber permitido elecciones anormales en elCabildo cuencano y de haber participado en fiestasinmorales de sociedad, en las cuales se bailó fan-dango (Chacón, 1990: p. 240).

En las declaraciones se mencionó también quese oía música de arpa –instrumento favorito paralos fandangos– en las habitaciones del Oidor. en ho-ras avanzadas de la noche.

Los bailes del fandango, según antiguas descrip-ciones era suelto (véase Sachs, 1944 (1767): p. 111;y, Pereira, 1941: p. 238). Los pañuelos que “blan-dían” las parejas, a más de engalanar las figuras co-reográficas, representaban simbólicamente las “ar-mas de combate” con las que se enfrentaban loscontendores en el baile. Agitaban el pañuelo “ame-nazando” con él a su pareja.

Algunas piezas musicales del fandango

Cabe mencionar que el costillar, la pieza musi-cal más remota del fandango, dio origen a otra dan-za: al alza que te han visto; los primeros compases,en ambas piezas, a modo de aviso introductorio, re-petían varios acordes sobre una misma nota. No tanextenso ni variado como el costillar el alza alcanzógran popularidad en el siglo XIX; la tradición nosha permitido aún escucharlo hasta nuestros días, nosucediendo lo mismo con el costillar, del cual se ex-traviaron sus coplas, y su música solo existe comouna recopilación documental.

Al alza bien podría considerarse una extensiónmusical que nació en el fandango, incluso su textopodría insinuar cierto parentesco a la supuesta las-cividad de los fandangos.

Alza, alza que te han visto,no te han visto, visto naday solo, solo te han vistola nagua, nagua bordada.

También hay que señalar que del fandango, encontextos musicales, se encadena una importanteramificación, en la que bien podríamos encontrar elorigen de algunas de nuestras actuales piezas popu-lares. El costillar fue la fuente del alza y, de éste, sedesprendió una variante del aire típico, pieza quepermanece en el repertorio popular.

Otra pieza musical que era parte del fandangofue el cañirico (cañarico, canerico, canirico, canari-quito, o cañiri-quito). Lo señalan como un pecami-noso baile de la época colonial, en cuyos versos can-tados por los participantes, según una de las versio-nes conocidas, se indicaba la prenda de vestido quedebía ir despojándose la pareja de bailarines. así:

Cañirico, quítate el rebozo,Cañirico, sácate el poncho,Cañirico, sácate la pollera,Cañirico, sácate el calzón....

(Aguilar, 1972)

Aunque este tipo de baile debió organizarse conmucho sigilo y cautela. Cuando llegó a conocimien-

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to de los regentes clericales, se expidió una ordenque prohibía terminantemente el baile del cañirico,con pena de excomunión mayor para aquellos queincurrieran en la falta. El periodista y escritor cuen-cano Carlos Aguilar Vázquez (t 1967) da fe de undocumento de 1750, en el cual se dictaminaba laprohibición del costillar, arrayán, recumpe y del ca-ñirico.

El baile del cañirico más bien parece tener rela-ción con algún viejo rito de la fecundidad o de lasensualidad. Aguilar Vázquez asevera que el cañiri-co tiene su origen en una danza vernácula de los in-dios Cañaris, pero para esas alturas, incluso pensan-do que efectivamente eso sea cierto, el coloniaje y laincidencia española debió desvalorizar la ritualidadde esa danza, ahondando únicamente en sus aspec-tos lascivos.

Para concluir

De manera polarizada, estaban presentes en lasociedad de los siglos XVIII-XIX, por un lado lamúsica colonial religiosa, la profana escolástica y lade salón*; y, por otro lado, el fandango, que reunióa varias piezas musicales con los siguientes paráme-tros: música popular americana de influjo europeo(criolla); predominio instrumental del arpa comomedio de ejecución; función eminentemente coreo-gráfica; coplas cantadas por el instrumentista o porlos participantes, cuya observancia debía seguirseen el baile; manifiesta sexualidad en el contenido delas coplas y en el modo de bailar.

Nos inclinamos a creer que en su forma originallos fandangos fueron bailes españoles que se intro-dujeron desde las primeras etapas coloniales en es-tas distancias. y que se fueron mutando hasta con-

vertirse, con características y variantes propias, enauténticas creaciones americanas que se difundie-ron por el continente, llegando inclusive a Europacomo novedad.

Producto de aquella regionalización musical yen vista de la diversidad de nombres locales para elfandango a lo largo de los territorios coloniales, es-tamos seguros que la Corona y el Clero prefirieronusar el término fandango como designación gene-ral. No solo sirvió para nominar las “juntas ilícitas”,con juegos de azar y bebida, sino también a los bai-les que se ejecutaban en aquellas reuniones.

Se han podido documentar, en lo que hoy sonterritorios ecuatorianos, como bailes del fandangoal costillar, cañirico, arrayán, recumpe y aparente-mente también el chamba, candil y ferengo. Por in-formación recogida por los antropólogos PiedadPeñaherrera y Alfredo Costales, también se podríasindicar al baile del gato, el quipe-quipe y al caniri-quito; y, quizá habrá que incorporar al amorfino co-lonial –un baile de coplas–, si bien aún no hemoshallado documentación que nos permita hacer unaaseveración certera de su incorporación en las reu-niones de fandango.

Fandango en América fue un nombre genérico,con el cual se denominó a ciertas danzas de carácterpopular y que se consideraban de intenciones lasci-vas e impías. También se utilizó la palabra comosinónimo de junta o reunión donde se bebía y bai-laba.

Bibliografía principal

Aguilar Vázquez, Carlos. “El cañirico”Obras completas, t. III, p. 577-580. Quito: Editorial

Fray Jodoco Ricke, 1972.

194 / Ximena Romero

* Uno de estos bailes de salón fue la contradanza, proveniente de Inglaterra y de origen campesino. La contradanza(country dance) fue muy difundida en los países latinoamericanos e introducida más regularmente desde comienzosdel siglo XIX, aunque ya mucho antes se pueden recoger testimonios de su presencia. El jesuita Mario Cicala en suDescripción... escrita en 1771 indica que en Quito: “alguna vez bailan alguna contradanza artística específicamente en-tre algunos jóvenes civiles y nobles en la celebración de algún matrimonio de personas de rango”. De la contradanzaen compás de 2/4 nacieron la habanera y la danza con sus variantes regionales. (Cicala, Mario. Descripción histórico-topográfica de la provincia de Quito de la Compañía de Jesús. Quito: Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit,1994).

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Brandin. Victorino. “De Quito, de su decadencia,voto por su regeneración. 1824” Quito a travésde los siglos / Eliecer Enríquez B, comp. Quito:Imprenta Municipal, 1938.

Costales Samaniego, Alfredo y Peñaherrera de Cos-tales, Piedad. El Quishihuar o el árbol de Dios,vol. III (F, G, H). Quito: IADAP, 1982.

Chacón Zhapán, Juan. Historia del Corregimiento deCuenca (1557-1777), Colección Histórica. t.XIX. Quito: Banco Central del Ecuador, 1990.

Expediente seguido por el Gobernador de la ciudad deGuayaquil a consecuencia de unas fiestas de toros,comedias y bailes que se celebraron en el pueblode Baba por el Dr. Dn. Ignacio Cortazar. Año1784. [manuscrito]. ANH-Q.

González Suárez, Federico. Historia general de la Re-pública del Ecuador, vol. II. Quito: EditorialCCE, 1970.

Juan, Jorge; y, Ulloa, Antonio de. Noticias secretas deAmérica, vol. II. Quito: Librimundi, (s.f.)

Mateus, Alejandro. Riqueza de la lengua castellana yprovincialismos ecuatorianos. Quito: Tipografíay Encuadernación Salesiana, 1918.

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Los fandangos / 195

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Después de rodeado nuestro Colegio Máximocon soldados, a la madrugada del día 20 de Agostode 1767, tocó la campanilla de la portería a las cua-tro y media de la mañana. el Sr. Presidente de la RealAudiencia Dn. José de Diguja, y entrando, dejó dis-tribuidos varios piquetes de soldados, con sus ofi-ciales, por todas las puertas, tránsitos y corredores,y un piquete entero en la grada principal. Ejecutadoesto con grande orden, entró en el aposento del P.Provincial Miguel de Manosalbas, y le dijo que hi-ciese juntar toda la Comunidad en alguna pieza co-mún, porque así convenía para el servicio del Rey.Ejecutose prontamente esta orden, en la pieza de laquiete o recreación, donde, entrando dicho Sr. Pre-sidente con tres testigos, que fueron el Oidor Ferrer,el Conde de Selva Florida y el Marqués de Villa-Orellana, y con el escribano público Salazar, estan-do ya allí todos los sujetos así del Máximo como delColegio de San Luis, a quienes envió a llamar conun Oficial de guerra, hizo saber el fin a que iba y laprovidencia que llevaba. Formó su razonamiento;mas con tanta prudencia Y con términos tan expre-sivos de su dolor, y sentimiento, que a pesar de laentereza. a que se esforzó cuanto pudo, se desató ensollozos y continuado llanto. Dio el Real Decretopara que lo leyese el Escribano, cuya extraña turba-ción y lágrimas no permitieron que oyesen losnuestros cosa alguna. Hizo por eso el mismo Sr.Presidente que lo fuesen leyendo y pasando losPadres unos a otros. El Decreto era Copia auténti-ca del mismo que, firmando el Rey con su mano,lo cometió para la ejecución al Sr. Conde de Aran-da, con fecha de 27 de Febrero de 1767, y el mismoque al principio de la Pragmática Sanción. en fuer-za de ley, se publicó en la Corte el día 2 de Abril. De-cía así:

Real Decreto de Ejecución

“Habiéndome conformado con el parecer de losde mi Consejo Real, en el extraordinario que se ce-lebra con motivo de las ocurrencias pasadas, enconsulta de 29 de Enero próximo, y de lo que sobreella me han expuesto personal del más elevado ca-rácter; estimulado de gravísimas causas, relativas ala obligación en que me hallo constituido de man-tener en subordinación, tranquilidad y justicia mispueblos, y otras urgentes, justas y necesarias, que re-servo en mi Real ánimo; usando de la suprema au-toridad económica que el Todopoderoso ha deposi-tado en mis manos para la protección de mis vasa-llos y respeto de mi Corona; he venido en mandarse extrañen de todos mis Dominios de España e In-dia, Islas Filipinas y demás adyacentes, a los Religio-sos de la Compañía, así Sacerdotes, como Coadjuto-res o Legos, que hayan hecho la primera Profesión,y a los Novicios que quisieren seguirles; y que seocupen todas las temporalidades de la Compañíaen mis Dominios; y para su ejecución uniforme entodos ellos, os doy plena y privativa autoridad; y pa-ra que forméis las instrucciones y órdenes necesa-rias, según lo tenéis entendido y estimaréis para elmás efectivo, pronto y tranquilo cumplimiento. Yquiero que no sólo las Justicias y Tribunales Supe-riores de estos Reinos ejecuten puntualmente vues-tros mandatos, sino que lo mismo se entienda conlos que dirigiereis a los Virreyes, Presidentes, Au-diencias, Gobernadores, Corregidores, AlcaldesMayores y otras cualesquiera Justicias de aquellosReinos y Provincias; y que en virtud de sus respec-tivos requerimientos, cualesquiera tropa, milicias opaisanaje den el auxilio necesario sin retardo ni ter-giversación alguna, so pena de caer, el que fueseomiso, en mi Real indignación. Y encargo a los Pa-dres Provinciales Prepósitos, Rectores y demás su-

ANEXO 6.

Arresto del Colegio Máximo

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periores de la Compañía de Jesús se conformen desu parte a los que se les prevenga puntualmente y seles tratará en la ejecución con la mayor decencia,atención, humanidad y asistencia de modo que entodo se proceda conforme a mis soberanas inten-ciones. Tendréis lo entendido para su exacto cum-plimiento, como lo fío y espero de vuestro celo, ac-tividad y amor a mi Real servicio; y daréis para ellolas órdenes e instrucciones necesarias, acompañan-do ejemplares de este mi Real Decreto a los cuales,estando firmados de vos, se les dará la misma fe ycrédito que al original. Rubricado de la Real mano.En el Pardo, a 27 de Febrero de 1767. Al Conde deAranda Presidente del Consejo”.

Habiendo leído unos e impuéstose otros en elsusodicho Decreto, se levantó el P. Provincial Mi-guel de Manosalbas, y en nombre de todos dio elobedecimiento con tan discretas, medidas y religio-sas cláusulas, especialmente hablando de los ancia-nos que enterneció en extremo a todos. Levantosedespués el P. Francisco Antonio Sanna, de avanzadaedad, y uno de los más beneméritos de la Provincia,y dio también con gran ternura las gracias al Sr. Pre-sidente, por la grande discreción, urbanidad y cari-dad, con que había ejecutado su comisión.

Después de actuadas por el Escribano todas lasformalidades, y hechas las listas de los sujetos, con-forme a la instrucción de la Pragmática, la hicierontambién consecutivamente de los donados y sir-vientes seculares que tenía asalariado el Colegio.Luego tomaron las llaves de todos los Archivos y delas Procuradurías, a excepción de las de las Misio-nes, que se olvidaron. Tomadas asimismo las llavesde la Iglesia, sacristía y Capilla interior, dijo el Pre-sidente que según la Real ordenanza, era necesariodestinar una pieza común para que durmiesen lossujetos, el tiempo que tardasen en salir. A esto res-pondió el Provincial, que estaba pronto; pero queno hallaba otra parte donde cupiesen todos, que lospatios y corredores. Determinó por eso que todos aexcepción de los Procuradores, estuviesen sin nove-dad en sus mismos aposentos; los cuales ni se visi-taron ni se inventariaron hasta después que salierontodos, si bien hicieron pasar por la tarde todos loslibros a la Librería grande, exceptuando aquellos

pocos de devoción, que quisiese cada cual llevarconsigo.

SALIDA DE LOS SUJETOS DE QUITO

Arrestados los Colegios y Casas de la ciudad enla expresada forma, y dadas las correspondientesprovidencias, así para los que habían de salir comopara los que se habían de quedar, dividieron los suje-tos en dos partidas, por no ser asequibles el que sa-liesen todos a un tiempo. La primera partida secompuso de 60 sujetos. Los más en ellos, del Cole-gio Máximo y casi todos los del Noviciado, incluso 5Novicios. Señaló el Provincial, por superior de estapartida, al Padre Angel María Manca. y señaló el Sr.Presidente por conductor de ella a Don Miguel deOlmedo, Alcalde ordinario de 2° voto, quien se por-tó en todo el camino, hasta el Puerto de Guayaquil,con mucha caridad, política y atención.

El día 30 de Agosto, víspera del viaje cayó en laciudad, por la tarde un rayo, que muchos lo juzga-ron misterioso, y con razón, pues fue a secas y sinllover, sin que se oyese antes trueno alguno, y sinque después se siguiese otro, de modo que por gra-cia dijeron algunos que era la pieza de leva que lesechaba el cielo a los Jesuitas

Salieron los 60 mencionados, de la ciudad deQuito el día 31 de Agosto, a los once días del arres-to, no todos juntos sino separadamente los del Má-ximo y del Noviciado, de modo que fueron a unir-se al fin de la primera jornada. Fue suma la conster-nación de la ciudad este día, habiendo sido grandedesde la mañana del arresto, en que comenzó el ge-neral llanto de todas las gentes, que no sólo nos ha-bían amado siempre con ternura, sino también ve-nerado, respetado, y aun casi adorado, por nuestrosministerios. Duró muchos días el lastimero llantocon que lamentaban su desgracia en nuestra pérdi-da; porque acompañaron por largas jornadas mu-chísimas gentes, y varias hasta la montaña de Chim-bo, distante 40 leguas de la ciudad, llenando de ayeslos caminos, y atravesando con sus gemidos los co-razones.

Las jornadas que hicieron los de esta partida,fueron las siguientes: El 31 de Agosto, al Tambillo;

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el 1° de Septiembre a Chisinchi, Hacienda delMarqués de Solanda; el 2, a la Ciénega, Haciendadel Marqués de Maenza; el 3, a Naccichi, Hacien-da nuestra de Provincia; el 4 a Hambato dondeno fueron hospedados en nuestra Residencia, sinoen las casas de Baca y Castillo, y donde se detu-vieron el siguiente día 5; el 6, a Mocha; el 7 a laTrasquilas, Hacienda de Mancheno; el 8, a Isinchi;el 9 a Guaranda, donde se detuvieron el día 10;el 11 a Chimbo donde habiendo enfermado elP. Manca, se quedo en la Chima, con un sacerdotey tres estudiantes, que luego siguieron; el 12, a

Angas; el 13 a las Playas de Oliva; el 14, a las Bode-gas de Babahoyo, donde fueron hospedados en laAduana Real; el 15 se embarcaron en una falúa ydiversas balsas, y navegando el río llegaron ese díahasta cerca de Pimocha; el 16 cerca de Baba, enSan Borondón, donde los alcanzó el P. Manca, querestablecido siguió con los tres compañeros; el17 cerca de Yaguachi; el 18, llegaron al Puerto deGuayaquil, de donde habían salido para Panamá,el día antecedente, los que primero llegaron deotros Colegios; el 19, desembarcaron y entraron a laciudad.

Arresto / 205

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Alsedo y Herrera, Dionisio

Español. No se conoce exactamente la fecha de sunacimiento. En 1705 era oficial de las Tesorerías deCruzada del Arzobispado de Sevilla y del Obispadode Cádiz; en 1706 vino a América con el marqués deCastell-dos-rius, Virrey del Perú; en 1710 pasó a ser-vir en Lima al Obispo Ladrón de Guevara; en 1712fue Contador-ordenador del Tribunal de Cuentasde Lima; en 1718 viajó a España y regresó a Améri-ca en 1721 para desempeñar el cargo de Corregidorde Canta en el Perú; en 1724 hizo un segundo viajea España como comisionado del Tribunal del Con-sulado de Lima ante el Consejo de Indias; en 1728fue nombrado Presidente de la Audiencia de Quito,Gobernador y Capitán General de estas provincias(cf. González Suárez, Historia general de la Repúbli-ca del Ecuador, tomo V, Quito, Imprenta del Clero,1894; p. 43, nota). En cuanto a la ortografía de sunombre, a veces se lo encuentra con s y otras vecescon c. Isaac J. Barrera hace notar que González Suá-rez siempre escribía Alsedo porque así consta en lasfirmas que aparecen en numerosos documentos;pero agrega que en el Aviso Histórico, Político, Geo-gráfico publicado por este personaje en 1740, sunombre aparece con c: Alcedo, tal como siempre es-cribió su hijo Antonio (cf. Historia de la literaturaecuatoriana, Quito, Libresa, 1979, p. 263, nota).

Anónimo de 1763

Hemos identificado como Anónimo de 1763 losfragmentos tomados de una obra italiana en 3 volú-menes titulada Il Gazzetliere Americano, publicadaen la fecha indicada. Se trata de una traducción deotra obra inglesa, cuyo título original no se haceconstar, que fue trabajada por una sociedad cientí-fica de Londres.

Brandin, Victorino

Caballero de la Orden Real de la Legión de Francia,miembro de las Academias de Europa y América,doctor en medicina de la Universidad de París. Esautor de varias publicaciones, entre ellas del librotitulado De la influencia de los diferentes climas delUniverso sobre el hombre, y en particular, De la in-fluencia de los climas de la América, editado en Limaen 1826. De esta obra procede el texto que aquí in-cluimos en fragmentos; no poseemos más datos so-bre este viajero.

Cicala, Mario, S.I.

Misionero jesuita italiano, nacido en 1718; partióde Cádiz junto a otros misioneros en abril de 1743y llegó a Quito en diciembre del mismo año. Conti-nuó sus estudios en la Universidad de San Gregorio,y fue ordenado sacerdote en 1747 -el año en que na-ció Espejo. En 1748 fue a Panamá como misionero,y permaneció allá durante un año; luego regresó aQuito, donde permaneció hasta 1767, cuando for-zosamente regresó a Italia junto con los demás reli-giosos de la Compañía de Jesús que fueron expulsa-dos por orden del rey Carlos III. En Viterbo, Italia,escribió la Descripción histórico-topográfica de laProvincia de Quito de la Compañía de Jesús, con elpropósito de rectificar los errores cometidos por al-gunos geógrafos de la época, como Neralco y Buf-fer. Esta obra ha sido traducida al castellano por elPadre Julián Bravo, S.I., con la colaboración del ge-neral Marcos Gándara Enríquez. En su Introduc-ción, el Padre Bravo afirma que el libro de Cicala esla primera geografía escrita de lo que históricamen-te constituyera la Real Audiencia de Quito, aunqueno comprende las Misiones de Maynas, en la Ama-zonia.

Notas sobre los autores seleccionados

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Coleti, S.I., Juan Domingo

Jesuita italiano. Según Isaac J. Barrera, Coleti trajojunto con Milanesio, Sanna Bizzoche y otros, unagran renovación de los métodos y doctrinas litera-rias y filosóficas. Coleti fue profesor de gramática ybibliotecario del Colegio Máximo de Quito, y tuvoel encargo de escribir la historia de dicho Colegio.

La Condamine, Charles-Marie

Matemático y humanista francés nacido en 1701 ymuerto en 1774. Fue miembro de la Academia deCiencias de París y de la Academia Francesa. Fue elprincipal integrante de la Misión Geodésica France-sa que vino a Quito en el primer tercio del sigloXVIII para medir un arco del meridiano terrestreen la zona ecuatorial. Escribió un Diario de viajeque incluye sus observaciones, aventuras y vicisitu-des durante su periplo, además de un informe com-pleto de los trabajos y experimentos científicos rea-lizados por la Misión Francesa en Quito. Este infor-me está dirigido a la Academia de Ciencias. Trabóespecial amistad con Pedro Vicente Maldonado, quele acompañó durante buena parte de sus viajes ytrabajos, y juntos se trasladaron a Europa, dondepresentó al sabio riobambeño en las Academias deFrancia y de Inglaterra.

Montúfar y Fraso, Juan Pío

Español, capitán de caballería, caballero de la Ordende Santiago. Fue el primer marqués de Selva Alegre;desempeñó la Presidencia de la Real Audiencia deQuito desde 1753 hasta 1761. El informe que aquíse presenta fue escrito en 1754 y dirigido a Don Jo-sé de Solís Folch de Cardona, Gobernador y Capi-tán General del Nuevo Reino de Granada. Su hijodel mismo nombre fue el segundo marqués de Sel-va Alegre, amigo de Espejo desde la infancia, y unode los principales personajes del Diez de Agosto.

Humboldt, Alexander von

Sabio humanista alemán, nacido en 1769 de familianoble, de la que heredó el título de Barón. Fue her-

mano menor de Wilhelm von Humboldt, lingüistay filósofo que fundó la Universidad de Berlín. Losdos hermanos mantuvieron siempre estrecha yafectuosa relación. Estudió en Frankfurt y Gottin-gen; se interesó por varias disciplinas científicas ypor concretos problemas de orden práctico; en to-dos los campos de su interés aplicó una enorme in-teligencia original e inquisitiva, que le llevó a publi-car diversas obras sobre temas muy variados. Hizonumerosos viajes dentro y fuera del continente eu-ropeo y concibió el gran proyecto de una obra quetitularía Cosmos, en la cual debían reunirse todoslos conocimientos sobre la naturaleza como la sín-tesis armónica de las diversas ciencias particulares.Fue el precursor de la geografía humana y de la geo-grafía económica; en él encuentra su fundamento laciencia de la ecología. Uno de sus viajes más impor-tantes fue el que realizó a América, en compañía deAimée de Bonpland. Varias de sus más notablesobras fueron el resultado de ese viaje; destacamosde entre ellas su célebre Viaje a las regiones equinoc-ciales del Nuevo Continente. En 1859 terminó de pu-blicar las cuatro partes de su Cosmos –la obra con laque soñó en su juventud–. Murió en ese mismoaño, a los noventa años de edad.

Santa Gertrudis, Fray Juan de

Misionero franciscano menor, nacido en Palma deMallorca. Es uno de los viajeros menos conocidosde los que pasaron por Quito o vivieron en ella du-rante el siglo XVIII. Estudió en la ya desaparecidaUniversidad Luliana, de su ciudad natal, así llamadaen homenaje a Raimundo Lulio, el gran humanistacatalán. En 1756 partió de Cádiz con destino al Co-legio de la Virgen de Gracia, en Popayán. Tambiéntrabajó en el Putumayo. Llegó a Quito en 1760. Es-cribió varias obras que reposan manuscritas en laBiblioteca Pública de Mallorca. Entre ellas figuranMedicina Luliana, Virtud en sus palacios, que es unarecopilación de sermones; y Maravillas de la Natu-raleza, que consta de cuatro tomos que contienenrelatos de su estadía en América entre los años de1756 y 1767. Esta obra fue publicada en Bogotá en1956, con una introducción de Jesús García Pastor,quien no deja de notar el espíritu pueril del sacer-

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dote mallorquino, así como su imperfección en eluso del castellano.

Stevenson, W. Bennet

Viajero inglés que llegó a América en 1804. Se radi-có un tiempo en Chile, de donde pasó luego al Pe-rú. Vino a Quito en 1808, donde fue Secretario pri-vado del Conde Ruiz de Castilla, presidente de laAudiencia que hubo de hacer frente sin suerte almovimiento del Diez de Agosto. Más adelante obtu-vo el grado de Coronel y el título de Gobernador dela Provincia de Esmeraldas. Luego fue Secretario delVice-Almirante de Chile, Lord Cochrane. Testigopresencial de los acontecimientos de 1809 y 1810,escribió sobre las primeras acciones de la Indepen-dencia de Quito, pero también registró por escritosus impresiones sobre la vida cotidiana de la ciu-dad. Es autor de una obra en tres volúmenes titula-da Historical and descriptive narrative of twentyyears’s residence in South America, que fue publica-da en Londres en 1828.

Ulloa, Antonio de, y Juan, Jorge

Cosmógrafos y marinos españoles; el primero naci-do en 1716 y muerto en 1795; y el segundo, nacidoen 1713 y muerto en 1773. Vinieron con los france-ses de la Misión Geodésica, trayendo el encargo realde acompañar a los visitantes y colaborar con ellos.Los dos escribieron obras de singular importancia:la Relación histórica del viaie a la América Meridio-nal, publicada en Madrid en 1748 como informeoficial del cumplimiento de su importante misión.La obra consta de cuatro tomos que contienen ob-servaciones geográficas, etnográficas y sociales. Es-cribieron además, como informe reservado para laCorona, sus famosísimas Noticias Secretas de Améri-ca, de las cuales David Barry obtuvo una copia quepublicó en Londres en 1826, en dos tomos. En estaobra se hacen importantes revelaciones sobre el es-tado real de estos dominios españoles, y sobre elabuso de los funcionarios reales y el clero contra lapoblación indígena.

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Fuentes y referencias

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distrito de la Real Audiencia de Quito(y) de las provincias... que se compren-den en su jurisdicción”, en Relacioneshistórico-geográficas de la Audiencia deQuito (Siglo XVI-XIX), Edición de PilarPonce Leiva, Quito, Marka, Instituto deHistoria y Antropología Andina/Edi-ciones Abya-Yala, 1994.

Anónimo1938 “Quito”, en Quito a través de los siglos,

Eliécer Enríquez, comp., Imprenta Mu-nicipal, Quito, 1938, tomo I.

BRANDIN, Victorino,1938 “De Quito, de su decadencia, voto por

su regeneración. De la pacibilidad de sutemperamento”, en Quito a través de lossiglos, cit. supra, pp. 146-154.

CICALA, S.I., Mario,1994 Descripción histórico-topográfica de la

Provincia de Quito de la Compañía deJesús, trad. del Padre Julián Bravo, S.I.,Quito, Biblioteca AureIio Espinosa Pó-lit.

1986 “El Padre Mario Cicala informa los da-ños que causa en aquella ciudad el jue-go del boliche” (Ambato, 24 de febrerode 1759), fondo Alberto Muñoz Verna-za, Libro Documentos de la ColoniaANH/C, (transcripción de Diego MoraCastro, en Revista del Archivo Nacionalde Historia, Sección Azuay, Cuenca.

COLETI, S.I., Juan Domingo,1941 “Relación inédita de la ciudad de

Quito”, trad. de J. Roberto Páez, en Qui-to a través de los siglos, Tomo 2, pp. 50-64.

LA CONDAMINE, Charles-Marie,1994 Diario del viaje al Ecuador. Introducción

histórica a la medición de los tres prime-ros grados del meridiano, trad. de EloySoria Sánchez, Editado por Nelson Gó-mez, Quito.

MONTÚFAR y Fraso, Juan Pío,“Razón sobre el estado y gobernaciónpolítica y militar de las provincias, ciu-dades y villas que contiene la Real Au-diencia de Quito...”, en Relaciones histó-rico-geográficas de la Audiencia de Quito(Siglo XVI-XIX), cit. supra.

HUMBOLDT, Alejandro de,1980 “Carta a Guillermo de Humboldt del 29

de noviembre de 1802” (fragmento), enCharles Minguet, comp., Cartas ameri-canas, Caracas, Biblioteca Ayacucho.

SANTA GERTRUDIS, O.F.M., Fray Juan de,1956 Maravillas de la naturaleza, Tomo II,

Tercera y Cuarta Parte, Bogotá, Biblio-teca de la Presidencia de Colombia, vol.29, MCMLVI.

STEVENSON, W. Bennet,1950 “La ciudad de Quito en 1808-1810”,

trad. de Luis Merchán Mora, en Boletíndel Archivo Nacional de Historia, Quito,Año I, No. 2, Julio-diciembre de 1950.

“Relación histórica de la conspiración yrevoluciones que tuvieron lugar enQuito desde el año 1808 hasta 1810”, enQuito a través de los siglos, cit. supra, pp.101-121.

ULLOA, Antonio de, y Juan, Jorge,1748 Relación histórica del viaje a la América

meridional, Tomo I, Madrid, Impresapor Antonio Martín.

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ULLOA, Antonio de, y Juan, Jorge,1982 “Sobre la conducta del estado eclesiásti-

co en todo el Perú, de los graves desór-denes de su vida y particularmente la delos religiosos; de los alborotos y escán-dalos que se promueven con el motivode los Capítulos, y de su causa princi-pal”, en Noticias secretas de América, Se-gunda Parte, Editada por David Barry(Londres, Imprenta de R. Taylor, 1826),ed. facsimilar, Madrid, Ed. Turner, pp.489-505.

El Nuevo Viajero Universal de América,1969 “Quito según una geografía de 1833”,

en El Ecuador visto por los extranjeros(Viajeros de los siglos XVIII y XIX), Es-tudio y selección de Humberto Tosca-no, en Biblioteca Ecuatoriana Mínima,Quito.

Anexos

1. “Testimonio de la Proclamación del Rey Nues-tro señor Phelipe quinto (que Dios guarde)”,transcripción de Ximena Romero, en Actas delConcejo 1699-1704, folios 90v-93v, AHM/Q.

2. “Certificación y Ymbentario que se remitió aSta. Fee” (fragmento), transcripción de XimenaRomero, Gb./C.12, Exp. 4/ 4.V.1722, ANH/Q.

3. ‘Croquis de los trabajos de la Misión GeodésicaFrancesa”, en Gaceta Municipal, No. 83, Quito,mayo de 1936.

4. Ramón Viescas, S.I., “Sucinta relación de los al-borotos de la ciudad de Quito”, en Gaceta Mu-nicipal, Quito, Año XX, Nº 81, marzo-agosto de1935, pp. 119-122.- “Sublevación de Quito enprotesta por la Aduana y los Estancos, 1765”;versión de Carlota Bustos Losada, del ArchivoNacional de Bogotá, en Museo Histórico, Quito,Nº 7, Año II, diciembre de 1950, pp. 22-23.

5. Guerrero G. Pablo, “Los fandangos o fandan-guillos: bailes del Ecuador colonial”, documen-to inédito cedido por su autor.

6. Velasco, Juan de, “Arresto del Colegio Máximo”,Historia Moderna del Reino de Quito y Crónicade la Provincia de la Compañía de Jesús del mis-mo Reino Año de 1788, Tomo III, Libro II, Capí-tulo II, en Los jesuitas quiteños del extrañamien-to, Quito, Biblioteca Ecuatoriana Mínima, 1960;pp. 90.95.

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