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¡ ¡¡r-- - - - - - - - --- - - - - - - - - -=- --- - --las razones que obligaron a Arturo Riveraa emprender un viaje a contracorriente, éstas, no por sutiles , dejan de hacerse notar.
En virtud de los buenos tiempos quecorren para la proliferación de brotes ep idémicos de las poco tlmidas transvanguardias , y, por otro lado, para la continuidadde algunos lenguajes emparentados conla nueva figuración mexicana -cuyos antecedentes deben rastrearse tres décadasatrás, cuando menos- cabria imaginar laexistencia de un contexto "amigable"para la obra del art ista. Sin embargo, personalmente no puedo concebir su trayectoria artlstica - y estética - al margen deuna serie de riesgos que necesariamentetuvo que ir sorteando.
El primero de ellos atañe a su voluntadpor crear una imsginer(s, a través de valoraciones simbólicas, asociaciones extremas y demás recursos casi siempre relacionados con la " imaginación literaria",que algunos representantes del surrealismo verista se encargaron de heredar a nopocos eplgonos de mala fortuna. En efecto : después de los aburridos cuentos deSalvador Dall, Remedios Varo aleonarFini, y de otros artistas nacionales que siguieron ese camino - deslumbrados sinduda por la buena estrella que, por razones de sobra conocidas, iluminó a los surrealistas durante un rato largo en el parsmuy poco se pudo aportar en estos dominios de la pintu ra " ilustrativa ". Incluso, losmejores representantes de dicha corriente, dejaron libre este campo tan agotadopara quienes quis ieran trabajarlo, al abrevar en otras fuentes más propiamente pictóricas y producir varias de las obras capitales de este siglo. AsI las cosas, muycontados son los pintores mexicanos quehan sabido librar los peligros de la pinturadescriptiva (y de manera excelente, porcierto) , y Arturo Rivera se cuenta entreellos. Sorprende y no advertir cómo su trabajo no pierde nada de frescura al someterlo a la minuciosa clasificación del surrealismo de Alfred H. Barr, que en otroscasos suele fungir a manera de escuelamortuoria. Baste referir algunos de suspuntos cruciales: la doble imagen, el aislamiento de partes anatómicas, la imagensimple compuesta, la presencia de alegorfas, confrontación de cosas incongruentes, manejo de perspectivas fantásticas y
de diversos t ipos de anomalfas, la representación de abstracciones orgánicas, lametamorfosis y transformación de objetos (orgánicos e inorgánicos), creacionesevocativas del sueño y del caos...
Otro motivo de sorpresa lo tenemos alapreciar la naturaleza tan opuesta de los
PINTANDODIBUJOS
ARTURO RIVERA. 'EL RASTRO DEL DOLOR
Por Luis Rius-Caso
No son pocos los crlticos extranjeros quesubrayan las dificultades de clasificar conprecisión a los artistas mexicanos . DamiánBayón y Jorge Romero Brest, por ejemplo,han quedado defraudados continuamente al penetrar nuestras fronteras, el primero con un afán de cazar "lsmos" y el segundo con el sano propósito de destruirlos establecidos para crear otros nuevos.Selden Rodman, Gillo Dorfles y Michel Ragon, a su vez, se han visto en la necesidad de convertir en mar el río del expresionismo histórico para incluir a México,así como Edouard Jaeger y Alfred H. Barrhan hecho lo propio -en ocasiones- conel surrealismo, cultivando con ello la heterodoxia que el propio "profeta" de dicha corriente -ly su principal hereje7vino a sembrar a nuestro pals. las clasificaciones, desde luego, por su misma naturaleza histórica (contradictoria, en loesencial, con la artlstica) funcionan simplemente como punto de partida y sonsusceptibles de ser superadas; esto es evidente a propósito de cualquier intencióny significado que se les atribuya, y más enel terreno de las artes visuales mexicanas,cuya franca apertura hacia el exterior apartir de la década de los cincuenta, lejosde "colonizar" la producción de nuestrosartistas más notables, ha permitido su desarrollo desde posturas muy singulares.
Arturo Rivera podrla figurar en algunade las largas listas de autores "inclasificables" o "sul generis" donde buena parte de la critica extranjera ubica a un número importante de pintores y escultoresmexicanos, no obstante su familiaridadcon las poéticas visuales contemporáneas. Es más: compartirla uno de los lugares comunes que suelen mencionarse.alaludir a varios de ellos; me refiero a la condición subversiva que en distintos tiemposy circunstancias han ma~tenido Diego Rivera, Rufino Tamayo, Francisco Toledo,José luis Cuevas o Francisco lcaza, entre otros, frente a las tendencias y actitudes artísticas imperantes en el momento.y si bien no es fácil en apariencia advertir
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Estud ios Históricos de laRevolución Mexicana.
Secretaría de Gobernación .
UNA HISTORIAINTEGRAL
DEL MÉXICOCONTEMPORÁNEO
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recursos del pintor. a los de otros colegassuyosquearriesgan en el manejo de la materia pictórica su mejor divisa. También eneste sentido. la autonomfa de Arturo Rivera debió haber padecido (supongo) las
I más febriles acechanzas. Con la excepción de algunos de sus trabajos de finalesde la década anterior, cuyos puntos referenciales son en todo sentido claros aunQue no por ello desmerecen en cuanto aoriginalidad. el resto de la obra. realizadaal temple, propone una concepción linealy una estructura compositiva auténticamente marginales. Las descripciones deun dibujo rigurosamente preciso. concentradoen registrar imágenesdel mundo realenesaabsoluta quietud que requiere la mirada c1fnica paraanalizarlas cosas, se oponena esas otras que han marcado las pautas principales de nuestra pintura desdehaceaños: las que se basan en la realidadvisual, fácilmente reconocible, pero al amoparode diversos elementos que exigen alespectador una percepción distinta a latradicional. y las que también contemplanal mundo distinguible. aunque a partir dedatos que fluyen en la memoria o en el lirismomás exacerbado, siendo por ello ajenas a la "representación naturalista".
¿Serfa necesario, asimismo, aludir aotros aspectos, como la combinación tonal que admiten sus deslavados colores-desdeñosos de técnicas tan recurrentescomo el empleo a ultranza del material pictórico mismo y la pura combinación detintes- para subrayar su condición singular en nuestro medio? Lo mejor, sin duda,es referir al lector a un nuevo e interesante libro sobre la obra del pintor, de reciente publicación. Se titula Arturo Rivera. Elrastrf'.del dolor y contiene una presentación de Olivier Debroise, y textos de Tununa Mercado, Pala Mejfa Reiss, Santiago Espinosa de los Monteros, VfctorManuel Mendiola y Francisco Serrano.
La reunión de Rivera con los escritoresmencionados representa el principal atractivo de la obra, que por sf misma ofreceotros, a juzgar por su buena factura; formato cuadrado y mediano, espléndida edición tipográfica y un diseño digno contodo y que el color de varias fotografiasno corresponde con una fidelidad óptimaal de las obras. La elección de las mismases afortunada porque permite constatar lacalidad del artista asf como su "evoluciónestilfstica", ya que se accedió acertadamente a un criterio cronológico.
La presentación de Olivier Debroise representa el punto de vista más técnico,Quizá, y -como lo espera el lector- contiene varias de las cualidades tan propias
de su visión crftica: un rigor analftico profundo y de amplia perspectiva, expresado a través de un lenguaje diáfano y llenode riqueza literaria. Como en otros temas,Debroise no teme perder el equilibrio tandificil de sostener en este oficio, cuandose expresan opiniones declaradamentesubjetivas al lado de otras que, con todoy ser conscientes de su subjetividad, requieren del marco teórico o de alguna metodologfa para encauzar su intención objetiva. El resultado es, también ahora, muyafortunado. La obra de Arturo Rivera en- ocuentra en la pluma de Debroise una de ·las "opiniones en voz alta" (dirfa Jorge Alberto Manrique) mejor avenidas para elcaso.
Al estudiar detenidamente la producción de un artista, sobre el cual va a escribir, Debroise suele encontrar claves queayudan a entender (no a explicar) intenciones y hallazgosde no muy fácil percepción.En este caso, expone algunas relativas ala "consistencia puramente dibujfstica",del pintor, de la siguiente manera:
"Primera paradoja: los cuadros de Arturo Rivera, de una precisión, de unacalidad irreprochable, semejan dibujos,pero no lo son. Ahf está la primera, lamás evidente, de sus trampas: ArturoRivera pinta dibujos.Primera hipótesis: a diferencia deltrompe-l'oeil teatral de la pintura académica, Arturo Rivera no "imita la naturaleza", imita el dibujo tradicional yse refiere constantemente a él.Primer catAlogo de referencias: Durero. los cuadernos de Leonardo Da Vinci, las planchas anatómicas y los herbarios del siglo XIX."
Con todo lo extraño que pudiera parecer,
la calidad de los otros textos, tan notable,permite no sólo una comunión de enfoques (que la "Academia" insiste en polarizar) sino también que el libro tenga unpeso muy bien proporcionado para figurar entre las más importantes publicaciones sobre arte de los últimos años. * Sesalvó de todos los peligros que implica elhecho de reunir a varios escritores tan diversos y ya reconocidos (refritos, ocurrencias para salir del paso... ); la obra de Arturo Riverano ameritaba menos y, por otraparte, sirvió de acicate para esta encomiable concurrencia de productores literarios.Por lo visto, tiene razón Santiago Espinosa de los Monteros:
"Y es que somos todo esto. Poreso loscuadros de Arturo Rivera nos describen, nos'hacen sentir como frente a unespejo, nos hacen mirarnos desnudos,tal cual somos por todos lados.. .
"Somos este mundo de formas, pieles, tripas que conectan carnes, nervios, músculos. Somos los testigos deuna gran pared con orificios de los quesalen chorros delgados con sangre. Dellado opuesto del muro, somos testigosdel sacrificio silencioso:
"Hay un triángulo perfecto entre Arturo Rivera, su lápiz y su soledad. Unavez que lo descubrimos, estamos atrapados para siempre." O
• Por ejemplo: Grlficas y neogrIJficas de RaquelTibol, LBsmemorias de In/JsAmor fcompilaciónpor Jorge Alberto Manrique y Teresa del Conde), varias de las publicaciones relativas al homenaje a Rufino Tamayo, y un libro muy reclente del propio Olivier Debroise sobre Antonio Ruiz(El corzo) , entre otros.Olivier Debroise. st al. Arturo Rivera. Elrastro del dolor. México. SEP, 1987.