racionamiento práctico. Se olvida cuál era la preocu-pación primera para Sócrates, para Aristóteles, para el mismo Diógenes: la virtud.

En el siglo IV a. C, Aristóteles tomó en su Ética a Nicómaco a los héroes homéricos como ejemplos de virtud. Dos mil cuatrocientos años después Los Simpson y la Filosofía hace igual con los personajes de la popular serie televisiva. Como los héroes homéricos en Aristóteles, en este libro Bart, Homero y Lisa, entre otros personajes de Los Simpson, son puntos de par-tida que permiten la reflexión filosófica. Los autores de esta colección de ensayos subvierten, o buscan subvertir algunas veces, la mirada que acostumbra-mos a dar a los personajes de la serie valiéndose del pensamiento de Nietzsche, de Kant o del mismo estagirita. Unos de los ensayos del libro, Homero y Aristóteles, por ejemplo, es, al mismo tiempo, una exposición de algunas ideas de la Ética a Nicómaco de Aristóteles, y una reflexión sobre el personaje central de la serie de televisión: Homero Simpson. La virtud, el vicio, la moderación, la prudencia, todos conceptos centrales de la ética aristotélica, se pueden compren-

Reseña Los simpson y La FiLosoFía. BLackie Books. BaRceLona, 2009. William Irving, Mark T. Conrad, Aeon Skoble (Eds) .

Los Simpson y la Filosofía: filosofar riendo

El libro Los Simpson y la Filosofía está constituido por una colección de dieciocho ensayos filosóficos que tienen como tema común la conocida serie de televisión Los Simpson. A partir de las historias y de los diálogos de esta serie, los autores de los ensayos recogidos en este volumen retoman viejos temas de la Filosofía, en particular de la ética. La facilidad con que se tratan los conceptos expuestos en este libro se debe fundamentalmente, a la cercanía que tienen con el lector los ejemplos tomados para ilustrar las ideas de filósofos como Kant, Schopenhauer, Nietzsche y Heidegger, entre otros. Los capítulos de los Simpson son un tesoro de la cultura popular del que todos participamos y, por ello, son una herramienta didác-tica invaluable para el estudio, en este caso, el de la filosofía.

Ya en la antigua Grecia algunos pensaban que la filosofía era oscura y aburrida. Diógenes El Cínico, por ejemplo, se burlaba de la jerga platónica y, cuando alguien negaba la posibilidad del movimiento, se ponía a marchar de un lado a otro sólo para refutar a quien defendía semejante idea. Más de dos mil años después de las burlas del subversivo “Perro”, como era conocido Diógenes, las obras de filósofos como Deleuze, Foucault, Heidegger, y Habermas no ayudan en nada a quien quiera negar ese lugar común que muestra al pensamiento filosófico como obtuso. Se acusa también a la Filosofía de ser inútil (y el cami-nar desafiante de Diógenes es un antiguo ejemplo de esta acusación). Nada más falso. Se olvida el valor de la ética, de la ciencia del qué hacer, de la acción, del

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Palabras claves: Los Simpson, Filosofía.

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der claramente y con placer si se tiene como ejemplo al goloso, imprudente y mentiroso Homero Simpson. La erudición del autor, que parece abarcar a todas las cerca de 200 horas de emisión de Los Simpson, le permite ser profuso en referencias a episodios, -y esto es tal vez lo mejor de este libro-, que los lectores también conocen. Así ilustra lo qué es el vicio, la intemperancia, la imprudencia, recordándonos pre-cisamente lo vicioso, lo intemperante, lo mentiroso, lo imprudente que resulta ser el padre de Bart. Unas cuantas líneas bastan al autor para que el lector com-prenda suficientemente los conceptos aristotélicos que luego ilustrará con la voz, con los gestos, con la gracia de Homero Simpson que cada lector tiene en su memoria.

Si la asociación de Homero con Aristóteles puede sorprender en un primer momento al lector, no lo hace la que se establece en otro de los ensayos entre Bart, el hijo de Homero Simpson, y el filósofo Federico Nietzsche. Esto hace posible que Así habló Bart. Nietzsche y la virtud de la maldad sea un ensayo francamente didáctico y honestamente vulgarizador. El texto se sirve del personaje de Bart para explicar el concepto nietzscheano de Superhombre y, de paso, tildar de socrática a Lisa. Esto último tampoco sor-prende al amante de la serie, dada la característica excesiva confianza que tiene la hija mayor de Homero Simpson en la razón.

Sin embargo, ni Bart es un superhombre, ni Homero es un vicioso. Cuando reducimos a un hombre, o a un personaje, con un juicio tan simple cometemos una falta moral. Los personajes de las buenas obras de ficción, - y Los Simpson es sin duda una de ellas - , y los seres de carne y hueso que mentimos, codicia-mos, envidiamos y nos acobardamos, para ser luego valientes, bondadosos, y honestos, somos mucho más que la reducción que de nosotros hagan los otros a cualquiera de esos atributos El ensayo El mundo moral de la familia Simpson: una perspectiva kantiana, enfa-tiza precisamente en ese hecho: “(…) Cada miembro de la familia, incluida la pequeña Maggie, contribuye a crear una atmósfera compleja, la moral se destaca precisamente a causa de la existencia de su contrario: los deseos, sentimientos e intereses apasionados …” La complejidad y la profundidad propias de la vida y de las obras de arte que merecen ese nombre son el sustrato de la filosofía; de ahí que Los Simpson las propician. Escriben los editores en el prólogo al libro: “(…) la serie es lo bastante profunda e inteligente para garantizar cierto nivel de discusión filosófica, y al tratarse de un programa popular, resulta útil como vehículo para explorar una variedad de cuestiones filosóficas en favor de un público no especializado …”

Los Simpson y la Filosofía. Blackie Books.

Programa de Tv los Simpson

“La gente se reúne en torno a lo que ama”, escribió, palabras más palabras menos, San Agustín en su libro la Ciudad de Dios. Y tenía razón; tal vez Agustín pensa-ba en el sacramento de la Comunión, tal vez pensaba en la Trinidad, tal vez en el Bautismo, tal vez en la Iglesia. De cualquier forma esa afirmación encierra una profunda verdad sociológica: lo que amamos nos une. Eso explica la comunión que siente el lector con los autores de estos ensayos. No se trata de hombres y mujeres eruditos que citan textualmente a Platón, Kant, Nietzsche y Heidegger para dilucidar el sentido de cierto aspecto de su pensamiento, a través de pesados escritos que no tocan el alma del lector. Se trata, más bien, de una especie de amigos que han visto los mismos capítulos de Los Simpson que los lec-tores conocen y que seguramente rieron tanto citando sus diálogos, como lo pueden hacer estos lectores al recordarlos. Por eso al leer estos ensayos no se tiene la sensación de estar sólo leyendo, se tiene, más bien, la feliz impresión de participar de una divertida con-versación; así de familiar es lo que se dice, tan aleja-das de la solemnidad filosófica son las imágenes que se presentan a la memoria. Y así, sin sentirlo, se van grabando en la mente de quien lee la ética de Kant (Marge sigue principios Kantianos cuando decide con-vertirse en vendedora de bienes raíces; Lisa, al actuar según su fuero interno cuando intenta desenmascarar el mito de Jeremías Springfield); el pesimismo de Schopenhauer (¿sabían ustedes que se dice que el filósofo alemán empujó escaleras abajo a una anciana, como si nada fuera tal cosa?); o el estructuralismo lingüístico de Roland Barthes

¿Quién podrá acusar a Los Simpson de ser una serie aburrida u oscura? Seguramente nadie. Paul A. Cantor cita un fragmento de Nietzsche sobre La Crítica de la Razón Pura, en Los Simpson: la política atomista y la familia nuclear, ensayo recogido en este volumen: “(…) Kant – dice - quiso demostrar, de una manera que ofendía groseramente a «todo el mundo», que «todo el mundo» tiene razón; ése fue el secreto chiste de esta alma. El escribió en contra de los eruditos y a favor de los prejuicios del pueblo, pero lo hizo para eruditos y no para el pueblo …” La obra capital de Kant, de tan difícil lectura para tantos, se muestra como un chiste, una broma delicada e inteligente que pocos pueden comprender cabalmente; y esto, para Nietzsche, no es precisamente una de sus virtudes. Nos dice Cantor: “(…) Según los términos de Nietzsche, Los Simpson se sitúa en un nivel superior a La Crítica de la Razón Pura, pues defiende al hombre común contra el intelectual, pero de una manera que tanto el hombre común como el intelectual pueden comprender y disfrutar …” Ese carácter “superior” de los Simpson es lo que puede hacer de este libro una herramienta para aquellos docentes que tienen que luchar contra los prejuicios al impartir sus clases de filosofía, para aquellos que sienten la presencia acechante de pequeños Diógenes en los salones de clase.

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