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Ramón J. Sender .. atlantlcas No todos los libros recién publicados son actuales. La actuali- dad depende más bien de la atmósfera cultural de la cual se desprenden y sobre la cual revierten. A veces un libro con. la tinta todavía fresca es más viejo que La Odisea (en estructura y estilo). Por ahí anda en ediciones inglesas de bolsillo La Ce- lestina, de Rojas, como un ejemplo de arte moderno. En fin, esta vez en UD puesto de libros viejos he hallado Atlantis de Ignatius Donnelly, publicado hace casi un siglo por una casa editorial de Nueva York todavía existente. El libro no es una novela sino un escrupuloso estudio an- tropológico, histórico, filológico. El autor era hombre de pres- tigio entre sus colegas.. Y lo que ese libro nos dice es de veras revelador. El libro de Ignatius DonnelIy se publicó por vez primera en 1882, y en 1949 se volvió a imprimir con algunas aclaraciones y notas editoriales que lo ponían al día en relación con la an- tropología moderna. Muchas veces había pensado yo que el nombre del continen- te americano debía ser Adántida y no América. No soy yo el único que ha observado que el perfil de la costa oriental de América coincide con el de la costa occidental del mediodía europeo y de Africa. Y que muchas palabras básicas de los idiomas indígenas mexicanos y suramericanos (especialmente mexicanos y centroamericanos) tienen prefijos griegos o sáns- critos. Y a veces la palabra entera es fenicia o -cosa rara- ibérica. La relación histórica y cultural entre los dos continen- tes se hizo sin duda a través de la Adántida. Pero no es eso sólo. Lo que se dice en ese libro es que la Atlántida fue la cuna de la civilización a lo largo y a lo ancho del planeta entero. Si nos atenemos a lo que dice DonnelIy, resultaría que la Adántida fue la fundadora de la civilización americana y la europea al mismo tiempo que la civilización asiá- tica. Los descendientes de los atlantes serían, pues, los "tuareg" de África, los portugueses y los españoles y muchos pueblos americanos lo mismo del norte que del sur de este continente, aunque preferentemente los de la costa· oriental, desde el Mis- sissippi hasta el río de La Plata. Parece probado que muchas de las especies vegetales que se consideraban originales de América eran conocidas y cultivadas en Europa y Asia antes de Colón, entre ellas la patata, el maíz, el tabaco (que fuma- ban en pipas los irlandeses y los europeos de muchos países) y centenares de especies medicinales. DonnelIy llega a demos- trar que todas estas plantas alimenticias o medicinales y mu- chas de las costumbres comunes a Europa, Asia y América, antes del viaje de Colón, procedían de un pueblo original y que éste era la Atlántida desaparecida. Parece que el continente americano ha estado más cerca de Europa que ahora. Demostrarlo sería cosa fácil aunque muy prolija y aburrida para el lector medio. Entre las sorpresas mayúsculas que nos hemos llevado en los últimos veinte años de lecturas y experiencias personales a lo largo de este conti- nente llamado nuevo, pero que podría ser más viejo que Euro- pa, no es la menor la de ver que los mexicanos llamaban Atl al agua y que la Atlántida era el imperio de Neptuno fundado, según Platón, por Poseidón (sinónimo de Neptuno), padre de toda la mitología griega. También que la Atlántida está entre las Azores y las Islas Canarias (yo la he buscado y creo haber podido localizarla en los mapas del fondo del Atlántico publicados por el National Geographic Magazine). Esas islas son los remates norte y sur del sistema orográfico de aquel continente desaparecido al que se refieren Solón, Platón y el Antiguo Testamento en términos que todo el mundo conoce. Atl, agua, en náhuatl es la raíz del Atlas, donde los berbe- riscos (de Beriber -los-de-Iberia-) han dado nombre sin querer al Atlántico. Por otra parte, si América y los continen- tes europeo y africano estuvieron un día unidos o fueron vecinos próximos (relacionados por la Atlántida, que debió ser una enorme isla intermedia hoy sumergida) la verdad es que los toltecas y los aztecas vivieron en la proximidad del Atlas y viven hoy en el mismo paralelo, todavía. La religión heliosística -adoración del sol- era la misma en los dos lados, y los indios (desde Yucatán al norte del Mé- xico actual) que llaman al sol tonatiuh, cuando se refieren al diluvio universal llaman al dios que lo presidió Atltonatiuh. Porque en los dos lados del Atlántico se sabía del diluvio y de Noé y del arca. A veces los sacerdotes católicos se quedaban asombrados en tiempos de Cortés viendo que había en el lado de acá tradiciones y cultos semejantes a los europeos y lo atri- buían al diablo. De la lectura de este libro de Donnelly y de su relación con otros anteriores y posteriores sobre la materia se pueden dedu- cir un poco ligeramente hipótesis de un interés alucinante. Sin salimos de la vía histórica y documentable, tenemos los siguien- tes hechos: perfiles geológicos exactos, costumbres religiosas parecidas, tradiciones, rasgos idiomáticos gemelos, tipos y cos- tumbres iguales a los españoles, africanos del norte, indios guanches ·de Canarias, tipos de las Azores, andaluces, egipcios. Similitudes arquitectónicas, lingüísticas y alfabéticas entre que- chuas, mayas, aztecas y egipcios. Entre el imperio de los incas y lo que nos dicen Platón y Herodoto del imperio de Poseidón fundador de la Atlántida. España -es decir, el pueblo ibero- habría tenido un papel preponderante en todo esto. Recordemos que el sabio alemán Adolfo Schulten, que dedicó lo mejor de su vida al estudio de los iberos, decidió que Tartesos era la Atlántida. Es decir, pro- bablemente una parte de la vieja Atlántida, ya que Tartesos ocupaba sólo el espacio más o menos de la Andalucía de hoy, y la Atlántida, sumergida, al parecer entre las Azores y las Canarias, debía tener una extensión al menos diez veces ma- yor. Pero lo que se hundió fue la metrópoli. El resto sobrevivió. U15

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Ramón J. • Dlv~~clonesSender .. atlantlcas

No todos los libros recién publicados son actuales. La actuali­dad depende más bien de la atmósfera cultural de la cual sedesprenden y sobre la cual revierten. A veces un libro con. latinta todavía fresca es más viejo que La Odisea (en estructurayestilo). Por ahí anda en ediciones inglesas de bolsillo La Ce­lestina, de Rojas, como un ejemplo de arte moderno.

En fin, esta vez en UD puesto de libros viejos he halladoAtlantis de Ignatius Donnelly, publicado hace casi un siglopor una casa editorial de Nueva York todavía existente.

El libro no es una novela sino un escrupuloso estudio an­tropológico, histórico, filológico. El autor era hombre de pres­tigio entre sus colegas.. Y lo que ese libro nos dice es de verasrevelador.

El libro de Ignatius DonnelIy se publicó por vez primera en1882, y en 1949 se volvió a imprimir con algunas aclaracionesy notas editoriales que lo ponían al día en relación con la an­tropología moderna.

Muchas veces había pensado yo que el nombre del continen­te americano debía ser Adántida y no América. No soy yo elúnico que ha observado que el perfil de la costa oriental deAmérica coincide con el de la costa occidental del mediodíaeuropeo y de Africa. Y que muchas palabras básicas de losidiomas indígenas mexicanos y suramericanos (especialmentemexicanos y centroamericanos) tienen prefijos griegos o sáns­critos. Y a veces la palabra entera es fenicia o -cosa rara­ibérica. La relación histórica y cultural entre los dos continen­tes se hizo sin duda a través de la Adántida.

Pero no es eso sólo. Lo que se dice en ese libro es que laAtlántida fue la cuna de la civilización a lo largo y a lo anchodel planeta entero. Si nos atenemos a lo que dice DonnelIy,resultaría que la Adántida fue la fundadora de la civilizaciónamericana y la europea al mismo tiempo que la civilización asiá­tica.

Los descendientes de los atlantes serían, pues, los "tuareg"de África, los portugueses y los españoles y muchos pueblosamericanos lo mismo del norte que del sur de este continente,aunque preferentemente los de la costa· oriental, desde el Mis­sissippi hasta el río de La Plata. Parece probado que muchasde las especies vegetales que se consideraban originales deAmérica eran conocidas y cultivadas en Europa y Asia antesde Colón, entre ellas la patata, el maíz, el tabaco (que fuma­ban en pipas los irlandeses y los europeos de muchos países)y centenares de especies medicinales. DonnelIy llega a demos­trar que todas estas plantas alimenticias o medicinales y mu­chas de las costumbres comunes a Europa, Asia y América,antes del viaje de Colón, procedían de un pueblo original yque éste era la Atlántida desaparecida.

Parece que el continente americano ha estado más cerca deEuropa que ahora. Demostrarlo sería cosa fácil aunque muyprolija y aburrida para el lector medio. Entre las sorpresasmayúsculas que nos hemos llevado en los últimos veinte años

de lecturas y experiencias personales a lo largo de este conti­nente llamado nuevo, pero que podría ser más viejo que Euro­pa, no es la menor la de ver que los mexicanos llamaban Atlal agua y que la Atlántida era el imperio de Neptuno fundado,según Platón, por Poseidón (sinónimo de Neptuno), padre detoda la mitología griega.

También que la Atlántida está entre las Azores y las IslasCanarias (yo la he buscado y creo haber podido localizarla enlos mapas del fondo del Atlántico publicados por el NationalGeographic Magazine). Esas islas son los remates norte y surdel sistema orográfico de aquel continente desaparecido al quese refieren Solón, Platón y el Antiguo Testamento en términosque todo el mundo conoce.

Atl, agua, en náhuatl es la raíz del Atlas, donde los berbe­riscos (de Beriber -los-de-Iberia-) han dado nombre sinquerer al Atlántico. Por otra parte, si América y los continen­tes europeo y africano estuvieron un día unidos o fueronvecinos próximos (relacionados por la Atlántida, que debió seruna enorme isla intermedia hoy sumergida) la verdad es quelos toltecas y los aztecas vivieron en la proximidad del Atlasy viven hoy en el mismo paralelo, todavía.

La religión heliosística -adoración del sol- era la mismaen los dos lados, y los indios (desde Yucatán al norte del Mé­xico actual) que llaman al sol tonatiuh, cuando se refieren aldiluvio universal llaman al dios que lo presidió Atltonatiuh.Porque en los dos lados del Atlántico se sabía del diluvio y deNoé y del arca. A veces los sacerdotes católicos se quedabanasombrados en tiempos de Cortés viendo que había en el ladode acá tradiciones y cultos semejantes a los europeos y lo atri­buían al diablo.

De la lectura de este libro de Donnelly y de su relación conotros anteriores y posteriores sobre la materia se pueden dedu­cir un poco ligeramente hipótesis de un interés alucinante. Sinsalimos de la vía histórica y documentable, tenemos los siguien­tes hechos: perfiles geológicos exactos, costumbres religiosasparecidas, tradiciones, rasgos idiomáticos gemelos, tipos y cos­tumbres iguales a los españoles, africanos del norte, indiosguanches ·de Canarias, tipos de las Azores, andaluces, egipcios.Similitudes arquitectónicas, lingüísticas y alfabéticas entre que­chuas, mayas, aztecas y egipcios. Entre el imperio de los incasy lo que nos dicen Platón y Herodoto del imperio de Poseidónfundador de la Atlántida.

España -es decir, el pueblo ibero- habría tenido un papelpreponderante en todo esto. Recordemos que el sabio alemánAdolfo Schulten, que dedicó lo mejor de su vida al estudio delos iberos, decidió que Tartesos era la Atlántida. Es decir, pro­bablemente una parte de la vieja Atlántida, ya que Tartesosocupaba sólo el espacio más o menos de la Andalucía de hoy,y la Atlántida, sumergida, al parecer entre las Azores y lasCanarias, debía tener una extensión al menos diez veces ma­yor. Pero lo que se hundió fue la metrópoli. El resto sobrevivió.

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Atlas fue el nombre que Poseidón dio a su hijo mayor, quienfue el jefe. supremo de. la Atlántida, vivió en las Islas Canariasy dio su nombre a la cadena de los montes Atlas y al océano.Atlántico. No tiene ese nombre relación con nada conoCidosino con el idioma náhuatl donde, como he dicho, atl quieredecir agua y es también la parte superior de la cabeza. Si todolo que yo sospecho se confirmara un día, resultaría que los pue­blos indígenas americanos tienen costumbres y formas cultura­les más viejas que los del Mediterráneo. Y que por ser loshijos de la Atlántida, son anteriores históricamente a nosotros.

El tema no puede ser más sugestivo para doctos y legos, peromuy especialmente para los primeros, con su imaginación tor­turada por las máquinas de la exactitud erudita.

Según Donnelly, la cuna de la civilización estuvo en la Atlán­tida desde donde se extendió por el Mediterráneo haciéndoseespecialmente poderosa en Egipto. Pero no era la Atlántida unimperio militar sino un centro democrático de influencia y decultura. Sus reyes, por esa ratón, pasaron más tarde a ser losdioses-hombres griegos y romanos ...

Fundaron Egipto, crearon la edad del bronce, originaron elalfabeto (con extrañas similaridades entre lo~ ideogramas egip­Cias, náhuatls y mayas) y tal vez Tarsis fue al mismo tiempometrópoli de los arios y los semitas. Salón, Herodoto, Platón,los sacerdotes de Sais han dejado documentalmente evidencias,aunque en lugar de Tarsis hablan de la Atlántida.

La confusión de los historiadores comienza con eso del di­luvio. No hay duda de que existió, aunque las aguas no cubrie­ron toda la tierra, sino la tierra civilizada de entonces (o cunade la civilización, es decir, la Atlántida). Ahora bien, ¿por qué

.'

se produjo el diluvio? En tiempos que la tradiCión y la historiapermiten aproximarse se produjeron dos catástrofes casi simul·táqeamente. Una, la llegada del cometa Tiphon a la tierra, cau­sando tremendos daños y pasando después a entrar en órbitay a ser el planeta más joven, Venus (que llaman en latín Luci­fer). Probablemente, el calor desarrollado por la entrada delplaneta en nuestra atmósfera (con Huvias de fuego producidaspor el carbono en contacto con el oxígeno) evaporó fabulosascantidades de agua del océano que a su vez produjeron eldiluvio.

Todo esto se puede deducir de las teorías de Velikowsky ensu Worlds in colison cuyos datos básicos han sido confirmadospor las observaciones recientes de los satélites artificiales en·viadas a Venus. Velikowsky habla de un cataclismo cósmico:la entrada de un cometa en la atmósfera de la Tierra, sucedidaalgunos miles de años antes de nuestra era. Ese cometa pudoproducir -pienso yo--- el hundimiento de la Atlántida antesde saltar otra vez al espacio y quedar con órbita fija alrededordel Sol con el nombre de Venus. O en latín, Lucifer.

He aquí por dond,e, pues, la desaparición de la metrópoliAtlántida, la separación del continente americano, el diluvio,el nacimiento de Venus como planeta son acontecimientos quetienen una relación inmediata y recíproca. En muchas de lascostumbres de los indios americanos han creído algunos antro­pólogos encontrar testimonios de la vida anterior al diluvio ysin duda no pocas de las formas culturales de Egipto y de lasque Solón y otros atribuyen a los atlantes.

Hay rasgos comunes de cultura precolombiana entre Europay América muchas veces observados por los historiadores. Enla edad de piedra americana y en la antigua Dinamarca se usa·ban las mismas pipas para fumar con ellas una hierba que algu­nos autores identifican con el tabaco. La más completa colec­ción de esas "pipas danesas" se puede ver en los museos deIrlanda.

Las pirámides como monumentos religiosos, sarcófagos yadoratorios han sido construidas al mismo tiempo por losegipcios, los pueblos del Asia Menor, los indios del Norte, e­tro y Suramérica. Todos los pueblos americanos en sus"miraban hacia oriente de done vendría Un día un hombté asojuzgarlos (como había sucedido en un tiempo pasado).Los del Mediterráneo miraban hacia occidente. Platón al­cuerda cómo los egipcios se lo dijeron a Salón.

Pero una de las cosas más sorprendentes para los lectores denuestro tiempo es la similaridad de muchas palabras de los in­dios de Norteamérica con las palabras equivalentes hebreas,latinas, inglesas o sajonas (o de Gales). Los indios dakotas, lossioux y otros menos generalmente conocidos usaban antes deldescubrimiento de América palabras que son gemelas de susequivalentes alemanas, inglesas o latinas. El autor llega a suge­rir que todas las lenguas indoeuropeas y muchas americanasvenían de un origen común, que ,era el idioma de Atlantis. La

Pinturas de Raíols Casamada

cosa 'sería difícil de probar, pero en la historia de los idiomasnada hay que lo haga imposible, hasta hoy.

Al parecer, la Atlántida vendría a resolver, la mayor partede los misterios existentes en cuanto a los ongenes de la cul­tura humana y, como decía antes, explicaría de algún mod.o laasombrosa unidad de formas de conducta del mundo antiguoa pesar de las dificultades de comunicación y transporte. Porejemplo, la unanimidad en la manera de obtener el ~ueg?, eluso general y unánime también de un a~~~acto tan sutil e ~nge­nioso como el arco y la flecha, la apanclOn del uso del hierroy de las aleaciones de varios metales a un tiempo mismo enlugares muy distantes entre sí.

y sobre todo, la exactitud de referencias en cuanto al dilu­vio del cual hablan los sioux, los dakotas, los pueblos indiosmexicanos y los suramericanos coincidiendo en lo esencial.

Este curioso libro de Donnelly está tan lleno de datos sor­prendentes y fácilmente comprobables para el lector menos es­pecializado que nuestra imaginación no puede menos de echar­~e a volar. Los indios de Nicaragua creen que "hace muchísi­mos años el mundo fue destruido por inundaciones y lluviasen las cuales la mayor parte de la humanidad pereció". Despuéslos "teotes" (dioses) volvieron a poner la tierra en orden.Véase una vez más la raíz griega de "teotes". Cada una deesas observaciones es un trampolín para nuestra imaginación.

Los apaches del sureste norteamericano tenían ya antes deColón la leyenda de una humanidad que vivía en paz y armoníahasta que vino una tremenda inundación de la que sólo se sal­varon un coyote y un rey. :este quiso construir una casa muyalta que llegara al cielo para evitar otras inundaciones, pero elGran Espíritu la destruyó con rayos y centellas.

Los pimas, vecinos de los apaches, hablan de.Sze.u-kha(¿leus?) que volvió a poblar la tierra después del diluvIO.

Las leyendas primitivas del diluvio son iguales en Asia. yen la América prehistórica. Es del todo improbable que com­cidieran sin que existiera un origen común.

También es un hecho histórico que a lo largo de más deseis mil años la civilización representada por Egipto no pro­gresó. Era un tipo de cultura estabiliza~a (n? ~utón.oma.sinorecibida de afuera), y la misma cultura sm altibajOS m aCCiden­tes fue pasando de Fenicia a Caldea? a la India, a Gre.cia" aRoma. En arquitectura, escultura, pmtura, grabado, mmena,metalurgia, navegación, cerámica, vidriería, ,ingeniería ---:-cana­les, acueductos, caminos-, las artes de FemcIa. y de Egipto seextendieron sin cambios ni mejoras hasta el Siglo catorce denuestra era, más o menos. Y en muchos aspectos hasta haceun par de siglos. El papel lo usaban los asiáticos y los egipcios,los aztecas y otros pueblos indios americanos cuando .en Fran­cia, Alemania y España se escribía ,todavía en pergal?~~os. ~os

árabes lo llevaron a España (trayendolo de la tradlclOn egip­cia) .

Pero rastreando cn los idiomas y en sus semejanzas y rela­tivas afinidades y concatenaciones se va de sorpresa en sor­presa.

Repite Donnelly: "Parece incontestable qu~ .en alguna .re­gión de la tierra un tipo dc humamdad prImitiva ha debidoexistir durantc largas eras históricas y ha sido capaz de crearbajo condiciones ~specialmcnte favorables la n~ay,?~ parte d~

las cosas que constItuyen la base de nuestra CIV¡!Izaclon actual .(Es cierto l/ue el arado romano copi.ado del de Egipto ~e usageneralmente aún en España y casI todo el Me~f¡terraneo.)

Cuando vemos que durante seis mil años la humamdad de Eu­ropa, Asia y África no avanza ni siquiera cuando .e~a ~irigida

por grandes naciones e iluminada por mentes de prIVIlegIO, po­demos imaginar cuántos milenios han debido transcurrir antesde que esa extraña nación adquiriera el grado de refinamientoy cultura con el que aparece ante nosotros en el primer tiempohistórico.

Si la Atlántida existió (y parece que no hay pretextos parala duda) tuvo que ser un poderosísimo puente cultural entre ~l

viejo y el nuevo mundo. Sin entrar muy a fondo en esta f~scI­

nadara cuestión vale la pena recordar otros hechos que hganlas culturas americanas primitivas con las de Europa y África.

El alfabeto egipcio y el maya tienen muchos sigilOS semejan­tes, según recuerda Ignatiu.s Donnelly en .su libro. El ~ismo

autor dice que en el lenguaje maya ha podido hallar a pnmeravista más de trescientas palabras griegas. En los pueblos indiosmexicanos como en los de los Estados Unidos (yen Suramé­rica) hay no sólo palabras griegas sino también hebreas, esdecir, del hebreo clásico.

El profesor mexicano de la pasada generación, Melgar, en

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su libro Norteamericanos de la Antigüedad, da la siguientelista de palabras chiapanecas y su correspondiente hebrea. Enchiapaneca la palabra Hijo se dice Been y en hebreo Ben. Hijaes Batz y en hebreo Bath. Padre, Abagh y Abba. Estrella fijaen el zodíaco, Chimax y Chimah. Rey, Molo y Maloc. El nom­bre de Adán (porque entre los indios existía la leyenda del gé­nesis caldeo-griego) es en chiapaneca Abagh igual que padrey en hebreo Abba. Dios Elab y en hebreo exactamente igual:Elab. El mes de septiembre Tsiquin y en hebreo Tischiri.

Otras muchas palabras señalaba Melgar como, por ejemplo,Rico que es en chiapaneca Chabin y en hebreo Chabic. El verboDar es en chiapaneca Votan y en hebreo Votan. El adverbioMás en chiapaneca es Chic y en hebreo Chi.

Muchos pueblos indígenas en todo el continente americanoconservan términos helénicos, hebreos y egipcios por un ladoy por otro chinos e hindúes. Parece que el mundo antiguo es­tuvo más uniformado culturalmente que el moderno, para locual tuvo que haber. una fuente de cultura común. Donnellycree que esa fuente fue la Atlántida, imperio de gente de colormoreno, labios saledizos, parecida a los fenicios y hebreos, muyavanzada en ciencias y artes. Después de la desaparición de laAtlántida los que conservaron mejor su cultura fueron, al pa­recer, según Donnelly, aquellas de sus colonias más prósperascomo Egipto y Caldea.

Las medidas astronómicas y cálculos de los ciclos solaresson idénticos entre los caldeos, los egipcios, los mayas y losmexicanos y la exactitud (careciendo como carecían de instru­mentos precisos de medición aunque no de cálculo) debieronvenir de una misma fuente. Es sabido que los peruanos ante­riores a la conquista dividían el año igual que los caldeos y losegipcios en doce meses y los meses en semanas. Todos inser­taban días adicionales para dar al año los trescientos sesenta ycinco que tiene hoy. Los mexicanos añadían cinco intercalados,y los egipcios del tiempo de Amunoph 1 hacían exactamente lomismo.

Las formas de las culturas orientales y occidentales másantiguas se conservan en muchos grupos culturales de la Amé­rica antes de Colón. Los antropólogos se entusiasman de vezen cuando hallando indicios alucinantes con los kollas, los ma­yas, los aztecas, los sioux, los pieles rojas, etc. Tal vez un díase descubrirá toda la verdad.

Humboldt dice y explica satisfactoriamente que "la mayoríade los nombres de los veinte días empleados por los aztecasson los de un zodíaco usado desde la más remota antigüedadpor los pueblos del Asia oriental". Otro investigador, Cabera,encuentra grandes analogías entre el calendario azteca y el egip­cio. Adoptando la opinión de algunos escritores, según los cua­les el año mexicano comenzaba el 26 de febrero, dice que esafecha corresponde con el comienzo del año en el Egipto antiguo.

La famosa "covada" de los pueblos primitivos (el esposo seacuesta en la cama cuando la esposa da a luz y recibe los ho-

menajes de los vecinos lamentándose de dolores y fatigas mien­tras ella trabaja y se afana) es común a todos los pueblosdesde la China remota donde se practicaba hace poco hastalos vascos y algunos pueblos del Bearn y los indios miamis,centroamericanos; patagones o iroqueses. La unidad del mun­do antiguo es sorprendente. Los caciques indios de Bogotá des­pués de muertos eran protegidos de la desecración enterrán­dolos en el lecho de un río cuyas aguas desviaban y restaurandoluego el cauce anterior de modo que hubiera sobre ellos algunahumedad permanente. El mismo entierro dieron los godos a sucaudillo Alarico, según Dorman, en sus Supersticiones Pri­mitivas.

En cuanto a las costumbres religiosas los cinco mil sacer­dotes de México confesaban y absolvían de los pecados a losfieles mucho antes de Colón. Había monjas en conventos, de­dicadas a la castidad y la oración y les cortaban el cabelloantes de ingresar. Se usaba el agua lustral para las bendiciones.Los sacerdotes de otros pueblos, incluidos los del imperio inca,hacían lo mismo. Todo eso se hacía antes en Egipto y en elAsia oriental.

El tema es de veras igualmente sugestivo para los hombresestudiosos de los cinco continentes y a todos nos afecta porigual.

Yo recuerdo que en mi juventud y hablando con Valle-Inclánsobre las costumbres de los mexicanos primitivos le dije un día(con la libre intuición de los divagadores de las tertulias decafé) que había en las formas mexicanas palabras y costumbresque recordaban la Grecia clásica. Valle-Inclán me escuchabaincrédulo y escéptico. Pero recuerdo haberle dicho que la pa­labra Dios en griego es Zeus o Theos, y en el idioma náhuarles Teo. Teull llamaban a Cortés, Teotihuacán se llaman aún laciudad de los dioses y teocalli el santuario.

Valle-Inclán, por cortesía, asentía, pero careciendo de pun­to sólido 'de apoyo en esa materia no quería tomarla en serioa pesar de su fabulosa y siempre encendida imaginación.

La verdad es que este libro dt; Donnelly justifica muchas deaquellas hipótesis gratuitas de mi juventud y abre un campofértil en el cual otros investigadores más responsables y mejorpreparados podrán un día hallar la respuesta a problemas deuna trascendencia extraordinaria en cuanto a la historia de nues­tra civilización.

La primera aunque frívola consecuencia de estas reflexioneses sobre el nombre de América. La verdad es que el continenteoccidental debía llamarse Atlántida, dicho sea sin deteriorodel prestigio de Américo Vespucio ni ofensa para su cuñada(¿era realmente cuñada?) la bella Simonetta que fue el modelode Boticelli y de tantos otros pintores.

No vamos a cambiar el nombre de América en veinticuatrohoras aunque bien mirado ¿por qué no? Ese nombre nació enhoras veinticuatro y el de Atlántida se ha incubado a lo largode decenas de milenios.