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RECOJAMOSLA RED

30 Principios básicospara guiar a otros a Cristopública y personalmente

O. S. Hawkins

Traducido porJosie de Smith

CASA BAUTISTA DE PUBLICACIONES

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CASA BAUTISTA DE PUBLICACIONES7000 Alabama Street, El Paso, TX 79904 EE. UU. de A.

www.casabautista.org

Recojamos la red. © Copyright 1995, Casa Bautista de Publicaciones,7000 Alabama St., El Paso, Texas 79904, Estados Unidos de América.Traducido y publicado con permiso. Todos los derechos reservados.Prohibida su reproducción o transmisión total o parcial, por cualquiermedio, sin el permiso escrito de los publicadores.

Publicado originalmente en inglés por Broadman Press, Nashville,Tennessee, bajo el título Drawing The Net. © Copyright 1993 porO. S. Hawkins.

A menos que se indique otra cosa, las citas bíblicas han sido tomadasde la Santa Biblia, Versión Reina-Valera Actualizada, © Copyright1989, Editorial Mundo Hispano. Usada con permiso.

Ediciones: 1995, 1999Tercera edición: 2002

Clasificación Decimal Dewey: 253.7Tema: Obra de evangelización

ISBN: 978-0-311-42099-5C.B.P. Art. No. 42099

3 M 1 02

Impreso en CanadáPrinted in Canada

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Dedicatoria

A David Hamilton

Mi amigo y compañero en el ministerio. Durante casiveinte años ha estado a mi lado, compartiendo el ministerio endistintos lugares. Juntos hemos extendido la invitación per-sonal a cientos de personas en sus hogares, retirándonos luegocon gran regocijo.

Al extender yo la invitación pública cientos de veces desdeel púlpito, él ha estado de pie “en el frente” para recibir cáli-damente a los que respondían, apoyándome y orando por mítodo el tiempo. Nos gozamos el uno en las victorias del otrocomo si fueran las nuestras propias. Gracias, David. ¡Eres elmejor!

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Índice

Introducción ............................................................................ 71. Que sea profético .............................................................132. Que sea claro ....................................................................163. Que sea positivo ...............................................................194. Que sea personal.............................................................. 215. Que sea penetrante .........................................................236. Que sea convincente .........................................................267. Que sea directo ................................................................298. Que sea piadoso ...............................................................339. Que sea apremiante......................................................... 3610. Que sea apasionado .........................................................3911. Que sea afable ..................................................................4212. Que sea sin apuros ..........................................................4513. Que sea público ................................................................4714. Que sea “premeditado” ....................................................5015. Que sea práctico ..............................................................5216. Que sea psicológico ..........................................................5517. Que esté saturado de oración ..........................................5718. Que sea permanente ........................................................6119. Que sea pertinente ..........................................................6320. Que sea integral ..............................................................6621. Que sea sensitivo .............................................................6922. Que sea natural ...............................................................7423. Que sea preciso ................................................................7624. Que sea excelente ............................................................78

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25. Que sea provocativo .........................................................8026. Que sea irradiador ..........................................................8327. Que sea arrasador ...........................................................8728. Que sea productivo ..........................................................8929. Que sea providencial .......................................................9130. Que sea prudente ............................................................94Apéndice A: El llamamiento público .....................................96Apéndice B: El llamamiento personal .................................101

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Introducción

“Recoger la red” era una expresión común en el mundogalileo del primer siglo. Para los que se ganaban el sustentocomo pescadores en las orillas del mar de Galilea significabala culminación de una expedición de pesca, la cosecha, por asídecirlo. Jesús pasó la mayor parte de su ministerio terrenaljunto a este mar. Allí llamó a sus seguidores a ser “pescadoresde hombres”.

El caso es que, llegado el momento de elegir al “equipo”que usaría para llevar su mensaje al mundo, escogió para latarea a unos pescadores comunes, toscos, de manos encalleci-das. Seleccionó a hombres que sabían lo que significaría serpescadores de hombres y recoger la red. Tres años y mediodespués de convertirse en seguidor de Jesucristo, SimónPedro, el “gran pescador”, de pie en el monte del templo enJerusalén, predicó su gran sermón de Pentecostés, y recogió lared “con otras muchas palabras” (Hech. 2:40). El resultado fuela conversión de 3.000 personas y el nacimiento de la iglesia.

Cuando pienso en “recoger la red”, extender la invitacióndel evangelio, me viene a la mente Sam “Espina de Pescado”Ellis, pescador por excelencia. Recuerdo bien la experienciaaquella. Me desperté antes del amanecer y encendí la luz dela habitación del hotel. Una docena de bichos en el pisohuyeron a sus escondites. Fui hasta el baño donde, con difi-cultad, abrí el grifo herrumbroso del que comenzó a salir unhilito de agua que me bastó para lavarme la cara y cepillarmelos dientes. La isla Bimine cuenta con pocos artefactos moder-nos. Tiene una sola y angosta calle que serpentea desde unextremo al otro de la isla. Su único lugar de recreo es el bar“Papa Hemingway”, cuya música caribeña domina el panora-ma nocturno. Pero yo no me encontraba en Bimine buscandocomodidades. Estaba allí para pescar un pez muy especial

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(Albula vilpes) que vive alrededor de la isla; ¡el pez “deportivo”más codiciado del mundo!

Sam me esperaba en su bote a la hora convenida. Esteviejo guía pesquero es legendario en la zona, habiendo apare-cido en la tapa de la revista LIFE en el pasado y pescado conrenombrados dignatarios mundiales. Sam ha pescado en estasaguas toda su vida y, aunque ahora ya es anciano, todavíapuede detectar una aleta dorsal que se asoma sobre el aguadesde una distancia de más de cien metros. Con este pez enrealidad conseguir uno es más caza que pesca. Es un arte suigéneris y “ensartar” y “depositar” en el bote a dos o tres Albulavilpes constituye un gran éxito para una jornada de pesca.

Sam y yo pescamos todo el día bajo un sol abrasador. Esedía aprendí de Sam más de la vida que de la pesca. Al caer latarde, ya en vuelo de regreso a casa anoté en mi diario unaspalabras que describen al viejo legendario de la isla. Positivofue la primera palabra que pensé. Muy temprano aquellamañana al alejarnos del muelle, sus primeras palabras fueron:“¡Hoy es el día! ¡Por allí nos espera el Albula vilpes que rompetodos los récords!” Para cuando llegamos al lugar dondepescaríamos, me había entusiasmado tanto que ya estaba pen-sando si exhibir mi trofeo en la oficina o en casa. Aprendí, antetodo, que un auténtico pescador es siempre positivo. ¡El pezmás grande está al alcance del anzuelo!

Al seguir pensando en ese día, mientras contemplaba lasazules aguas del Atlántico, escribí debajo de positivo, la pala-bra persistente. Es una cualidad que describe perfectamente aSam. Ya para el mediodía, quemados por el sol, golpeados porlas olas, no habíamos visto la más mínima señal del pez quebuscábamos. Yo ya estaba listo para volver a tierra y pasar elresto del día recostado bajo una palmera leyendo un libro. ¡Noasí Sam! Sin duda Winston Churchill aprendió su famoso dis-curso “Nunca te des por vencido” al estar con Sam “Espina dePez” Ellis. Sam persistió pasado el medio día y ya entrada latarde hasta que nos encontramos con “el grande”. Enseguidame vino a la mente la palabra paciente y la escribí. Sam eraun pescador de ley, y como todo auténtico pescador, era pa-ciente. Nunca parecía estar apurado, y lo que más me impre-sionó fue que estaba dispuesto a probar distintos métodos.Cuando nada picaba con una carnada, la sustituía por otra.¡Flexibilidad! No se había encerrado en un sólo método depesca y esto tuvo, al final, su recompensa.

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Al aterrizar el pequeño hidroavión, llegando a destino,anoté rápidamente un recuerdo final de un hombre que nuncaolvidaría. ¿La palabra? Apasionado. Luchamos con un enormepez durante veinte minutos hasta que, cuando ya estaba aunos tres metros del bote (y a pocas horas del taxidermista),saltó fuera del agua, escupió el anzuelo en nuestra dirección yse fue. A Sam casi le da un ataque. Es claro, un auténticopescador es apasionado, es decir, siempre ¡odia perder supesca!

Muchas veces vuelvo a recordar a Sam cuando pienso enrecoger la red y reclutar a hombres y mujeres para que seanparte de “nuestro equipo”. Quiero verme rodeado de gentecomo aquel viejo, tosco pescador, con sus manos encallecidas,hombres y mujeres que sean positivos, persistentes, pacientesy apasionados. Esta es la razón exacta por la cual Jesús deNazaret eligió la clase de hombres que escogió para integrarsu “equipo”, los doce a quienes capacitaría, motivaría y final-mente enviaría para literalmente transformar al mundo.Eligió a los “Sams” de su tiempo, fuertes, toscos pescadores demanos curtidas que habían pasado su vida pescando. ¿Porqué?, quizá porque Jesús sabía que el pescador auténtico essiempre positivo, siempre buscando la solución a cada pro-blema en lugar del problema en cada situación. Tambiénreconoció que el verdadero pescador es persistente. ¡Nunca seda por vencido! Sigue trabajando. También es paciente, no ledomina el pánico cuando lo presionan, y está dispuesto a usardistintos métodos. Y, por último, Jesús bien sabía que elverdadero pescador es apasionado. Siempre sufre cuandopierde su pez.

Pero, a diferencia de Sam, los seguidores de Cristo pesca-ban con redes. Usaban redes de unos 5 metros de diámetrocon pesas en los costados. Las echaban al mar y luego lasrecogían dentro de la barca con los peces que habían atrapado.En cierto sentido, estas redes presentan un poderoso cuadrode la iglesia con su llamado a ser pescadores de hombres. Elpastor Adrian Rogers, al referirse a este punto en su clásicosermón sobre las redes, con agudeza observa que la red es “unmontón de naderías todas entrelazadas”. ¡Qué cuadro de laiglesia! Esto somos, sencillamente un montón de naderíastodas entrelazadas.

Encontramos en las Escrituras que en distintas ocasioneslos pescadores junto al mar de Galilea “remendaban” sus

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redes. Si tenían cuerdas rotas, les costaría en el momento dela pesca. Los peces escaparían de la red. Es de vital impor-tancia que la iglesia esté bien “entrelazada” en amor y unidad.Si hay roturas en la comunión, costará en el momento de lacosecha. Muchas iglesias ven pocas almas salvadas, y no esnecesariamente porque no están recogiendo la red. ¡El proble-ma es que la red está llena de agujeros!

Otro factor importante en la pesca con red es su lavado.La Escritura menciona que los discípulos estaban “lavandosus redes” cuando se les apareció Jesús. La red debedesplazarse por el agua sin ser vista. Pero, si contienesuciedad, musgo u otra basura, no se desplaza tan suave-mente y espanta a los peces. Y si se la deja sucia, eventual-mente se pudrirá. Es importante que nosotros, la iglesia (osea la red) estemos limpios ante Dios. Si nuestra vida tienesuciedad nos costará en el momento de la cosecha. Muchasiglesias ven a pocas almas que se salvan y muchas veces no esporque no recojan la red. Es porque los que ocupan lugares deliderazgo no viven vidas limpias ante Dios y el pueblo y, enconsecuencia, los peces se espantan.

No basta con que la red esté remendada y limpia, ¡debe serarrojada! Muchas son las iglesias que viven en unidad y amory con vidas limpias, pero nunca arrojan la red donde abundanlos peces, es decir, fuera de las cuatro paredes del templo.Cuando el pastor predica públicamente el mensaje de Cristo,está “arrojando la red”. Cuando el laico comparte personal-mente su fe, está arrojando la red. Es imposible ser “pesca-dores de hombres” si nunca arrojamos la red.

Pero hay un elemento más en la pesca con red. Y desafor-tunadamente, muchas veces se descuida. Hay quienes remien-dan sus redes (viven en amor y unidad unos con otros), lavansus redes (viven vidas limpias ante Dios) y arrojan sus redes(es decir, comparten su fe) y, sin embargo, no recogen susredes dentro de la embarcación.

Recoger la red es lo que hace el predicador o laico cuandoextiende la invitación del evangelio. Recoger la red es lo queel cristiano hace cuando, después de presentar el mensaje desalvación, pide una decisión. Recoger la red es lo que hizoPedro el día de Pentecostés cuando la Biblia dice: “Y conmuchas palabras testificaba y les exhortaba (a venir aCristo).”

Este libro ha sido diseñado a fin de preparar mejor al lec-

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tor para extender la invitación de las buenas nuevas tantopública como personalmente. Es para el pastor en su púlpito.Es para el hombre de negocios sentado junto a una personaperdida en el avión. Es para el joven en la escuela. Es parala dama en su casa o para el muchacho en su partido defútbol. Es para el pastor bivocacional, el evangelista quequiere afilar sus herramientas. En resumen, este libro ha sidodiseñado para toda persona en todas partes que toma en serioel llamado de Cristo a ser activo en... ¡recoger la red!

Introducción 11

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1Que sea profético

El domingo de Resurrección es el domingo más especial yde mejor asistencia en el calendario de la iglesia. El día deResurrección pasado asistió a nuestro templo más cantidad degente que nunca. El lugar de estacionamiento y los garajesestaban llenos y la gente seguía viniendo.

La persona más ocupada ese día fue el agente de policía denuestra comunidad, de pie en un cruce de calles al ir llegandomiles de personas. Con un toque de su silbato extendía sumano hacia adelante ordenando a los autos que se detuvieran.¡Y lo hacían! Con otro toque se dirigía a los que venían desdela otra dirección. Con su otro brazo hacía un arco indicándolesque siguieran adelante. ¡Y lo hacían!

Pensemos un poco en eso. Cientos de poderosos vehículosy un solitario hombre en medio del cruce. En sí no tenía poderpara detener a los camiones y autos mucho más poderosos queél. Hubieran podido atropellarlo sin ningún problema, pero nolo hicieron. Se detenían, ¿por qué? Por una sola palabra:¡Autoridad! Ese agente de tráfico tenía toda la autoridad delgobierno de la ciudad y cuando indicaba Siga, la gente seguíaadelante y cuando indicaba ¡Alto!, se detenían.

¿De dónde recibimos autoridad cuando, como voceros deDios, nos ponemos de pie en el cruce de la vida y ofrecemos elllamado de Cristo para que hombres y mujeres reciban el dongratuito de vida eterna? ¿Cuál es el origen de nuestra autori-dad cuando de pie detrás del púlpito llamamos a nuestrosoyentes para que acepten a Cristo como su Salvador personal?¿Qué autoridad tenemos cuando le preguntamos a un amigosentado al otro lado de la mesa en que compartimos la comida:

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“¿Te gustaría recibir a Cristo como tu Salvador personal?”Cuando cualquiera en cualquier parte llama a otro a con-

fiar en Cristo, lo hace como el “agente” de Dios en un cruce decaminos, con toda la autoridad del cielo. Cuando lanzamos elllamado de Cristo, debemos asegurarnos de que sea profético.Con esto quiero decir con autoridad y basado en la Biblia.

Cuando Simón Pedro se dirigió a las multitudes el Día dePentecostés, abrió el rollo en Joel 2:28-32 y estableció unabase profética, bíblica para: (1) lo que estaba sucediendo y (2)lo que deseaba que sus oyentes hicieran como respuesta.Siguió incluyendo las Escrituras (Salmos 16, 110) a lo largo desu mensaje. Su llamado fue profético y bíblico avalado por laautoridad del cielo. Es alarmante y escandaloso ver hoy quépocos predicadores parecen usar la Palabra de Dios. Extenderun llamado para recibir a Cristo sin ser profético (bíblico) escomo un cirujano que se dispone a operar sin un bisturí. LaPalabra de Dios es lo que penetra al corazón, como compro-bamos en la proclamación pentecostal de Pedro.

Los que gozan de las más grandes cosechas en sus llama-dos públicos y personales para seguir a Cristo tienen unacaracterística en común. Son proféticos, en el sentido de queal hacerlo enfatizan con fuerza la Palabra de Dios. Esta es laclave básica del éxito de Billy Graham en su ministerio públi-co. Docenas de veces en cualquier mensaje y llamado, su vozresuena con su proclamación que respalda con la frase: “Dicela Biblia...”

Ser proféticos en el llamado que extendemos es prove-choso. El apóstol Pablo escribió a su alumno Timoteorecordándole que: “Toda la Escritura es inspirada por Dios yes útil para la enseñanza, para la reprensión, para la correc-ción, para la instrucción en justicia, a fin de que el hombre deDios sea perfecto, enteramente capacitado para toda buenaobra” (2 Tim. 3:16, 17). Un llamado eficaz es un llamado equi-librado. Es decir, es doctrinalmente correcto, reprende, corrigesuavemente e instruye en justicia. Hay quienes ven pocos fru-tos porque sus llamados son desequilibrados y sólo enfatizanalgún elemento en particular. Ciertos llamados están llenos dedoctrina, pero excluyen la instrucción. Otros exageran lareprensión y con ello ahuyentan a la gente. Y otros creen quecada llamado debe ser usado para corregir a todos los demás.Como la invitación pentecostal de Pedro (Hechos 2) y la dePablo en Pisidia (Hechos 13), un llamado eficaz es equilibrado.

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Desde Génesis hasta Apocalipsis vemos ejemplos de estellamado profético y autorizado (no autoritario). ¿Recuerda queen Génesis 3:9 Dios llamó a Adán a restaurar la comuniónquebrantada? “¿Dónde estás (Adán)?”, preguntó. Esta es lapregunta que quiero que mis oyentes enfrenten. ¡Dios sabíadónde estaba, pero quería que el mismo Adán supiera dóndeestaba Adán! Desde Josué en Canaán, sostenido por la autori-dad del cielo, diciendo: “Escogeos hoy a quién sirváis... Pero yoy mi casa serviremos a Jehovah” (Jos. 24:15), hasta Elías en elmonte Carmelo exclamando: “¿Hasta cuando vacilaréis entredos opiniones? Si Jehovah es Dios, ¡seguidle! Y si Baal, ¡se-guidle!” (1 Rey. 18:21) y siguiendo hasta la última página dela Biblia encontramos este llamado profético: “El Espíritu y laesposa dicen: ‘¡Ven!’ El que oye diga: ‘¡Ven!’ El que tiene sed,venga. El que quiere, tome del agua de vida gratuitamente”(Apoc. 22:17).

¡Invitación de tapa a tapa! Es nuestra fuente de autoridadprofética, y cuando proclamamos la Palabra, lo hacemossostenidos por la autoridad del cielo. Sea que lo hagamospública o privadamente, el llamado debe ser basado en laBiblia y es indispensable... ¡que sea profético!

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2Que sea claro

Al extender la invitación de Cristo, uno de los peoresobstáculos es creer que nuestros oyentes entienden lo queestamos tratando de decirles y pidiéndoles que hagan. Mu-chas de las personas que reciben nuestro llamado han tenidopoco o ningún contacto con una iglesia evangélica. A pesar deesto, con frecuencia nos dirigimos a ellas usando palabras yfrases que creemos deben entender. Todas las semanas predi-co a gente que no ha ido a un templo desde su niñez. Paramuchos otros es la primera vez que concurren a un cultoevangélico.

Imagine a ese hombre o mujer en el templo por primeravez, y el pastor finaliza su sermón anunciando “Cantemos elhimno 240. ¿No quiere usted venir?” Aunque los que siempreasisten saben lo que quiere decir, la persona que justamenteestá tratando de alcanzar se empieza a hacer varias pregun-tas: ¿Venir a quién? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? Muchosarrojamos la red pero nunca la recogemos porque “creemos”que nuestros oyentes entienden lo que les estamos pidiendoque hagan. ¡Y por lo general no es así! Por eso debemos serclaros.

Muchas de las palabras que frecuentemente usamos ennuestro vocabulario “eclesiástico” son como otro idioma paralos hombres y mujeres que estamos tratando de alcanzar paraCristo. Por ejemplo, considere que la generación de jóvenesadultos mayormente no ha tenido casi ningún contacto con laiglesia ni con la Biblia. No saben que Mateo, Marcos, Lucas yJuan son libros de la Biblia. Muchos se han criado en hogaresdonde nunca han escuchado una oración ni han visto abrirse

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una Biblia. Esta es una generación entera que estamos tratan-do de impactar para Cristo. Nuestro problema es que muchasveces no sabemos pensar como ellos piensan porque sólopensamos lo que hemos sido programados a pensar. Tenemosque ser lo más claros posible al tratar de alcanzar a una gene-ración cuya pregunta principal acerca de nosotros y nuestra feno es tanto: “¿Será verdad?”, sino: “¿Es pertinente?” Es decir:“¿Es apropiado para mí?” “¿Es lo que necesito?” “¿Cómo meafecta?” Estas son preguntas prácticas.

Al extender el llamado, sea claro. Cuando Pedro nos dionuestro modelo en Pentecostés comenzó diciendo: “Sea conoci-do esto a vosotros, y prestad atención a mis palabras” (Hech.2:14). Quería ser lo más claro posible. No quería que fuesedifícil de entender. En suma, construyó un puente en lugar delevantar una barrera. ¿Y el resultado? Cuando recogió la redal concluir, 3.000 hombres y mujeres fueron recolectados en elllamado. ¿Por qué? Porque su llamado fue claro.

Con frecuencia procuro proyectarme mentalmente desdeel púlpito al banco donde está la persona a la que estoy lla-mando. Quiero que ese oyente sepa exactamente lo que leestoy pidiendo que haga, que entienda por qué se lo estoy pidi-endo, que comprenda cómo le estoy pidiendo que responda, yque sepa lo que puede esperar que suceda cuando lo haga.¡Que no haya sorpresas!

Trato de lograr que el llamado sea lo más claro posible yno doy nada por sentado. Al final del sermón, cuando extien-do la invitación pública, la explico detalladamente. Me llevaunos cuatro o cinco minutos más, pero nadie se va preguntán-dose qué debía o podía haber hecho en razón de lo que oyó esedía. Les hago saber que en el momento designado, cuando lacongregación está sentada orando, les pediré que dejen susasientos, vayan al pasillo y caminen hacia el frente.

Doy bastante tiempo para diferenciar entre los tipos dedecisiones que uno puede tomar. También explico que una vezque estemos juntos en el frente, de pie con nuestras cabezasinclinadas, dirigiré una oración. Les hago comprender que alvenir estarán expresando: “Hoy tomo el camino de Cristo.” Lesaseguro que no tienen que preocuparse sobre lo que tienen quedecir cuando llegan al frente, que en la acción de venir estántestificando: “Quiero hoy convertirme en un seguidor deCristo.”

También les explico que después de mi oración les pediré

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que vayan a su izquierda y sigan a uno de los obreros de laiglesia a nuestro “centro de bienvenida”. Allí, les sigo expli-cando, tenemos material de estudio bíblico para darles, y sivienen queriendo saber más, los guiaremos personalmente aconfiar en Cristo. (Vea el Apéndice A.) Nuestro centro de bien-venida es esencialmente la “oficina de consejería” donde unconsejero capacitado se reúne personalmente con cada indi-viduo que responde al llamamiento público. Aquí el evangelioes compartido individualmente con todos los que respondieronal llamado.

Vuelvo a decirlo, las palabras son importantes. Noscuidamos de no usar la palabra “consejería”. ¿Se imagina loque piensa una persona bajo convicción, a punto de responder,cuando escucha una declaración así: “Luego un consejero lollevará a una sala adjunta y hablará con usted.” Piensa: “Yono necesito consejeros. No le voy a contar mis pensamientosmás secretos a alguien que ni conozco.” El uso de palabrasinadecuadas puede levantar una barrera en lugar de cons-truir un puente, con el resultado de que el oyente se queda ensu asiento.

Sea que el llamamiento para recibir el don de vida eternase haga en público o en privado, explíquelo para construirpuentes y no barreras. No dé lugar a que haya sorpresas. Ysobre todo... ¡que sea claro!

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3Que sea positivo

Quienes han leído los libros de Zig Ziglar consideran quesu nombre es sinónimo de positivo. Además de ser un granautor y motivador, es un dedicado discípulo del SeñorJesucristo. Y, quisiera agregar, es uno de mis compañeros degolf.

En cierta ocasión cuando se encontraba en mi ciudad, ju-gamos un partido de golf con otras dos personas. Empezamosen el primer hoyo y cada jugador lanzó la pelota a unos 230metros. Cuando le tocó el turno a Zig logró un buen tiro deunos 200 metros en el centro del campo. Se volvió a nosotros ycomentó: “¡Seguro que no volveré a lograr un tiro tan bueno enel resto del día!”

En un momento a solas caminando por el campo, le dije:—Zig, estos jugadores han leído tus libros, escuchado tus

casetes y están batallando en sus lugares de trabajo. Sesupone que eres el campeón de los positivos, pero apenascomenzamos el partido y ya saliste con una declaración nega-tiva.

Zig sonrió. Estaba por enseñarme una lección y la vi venir.—Esa no fue una declaración negativa. Tú has jugado

antes conmigo y sabes que no le doy muy bien a la pelotita—respondió. Pasó a explicarme la diferencia entre el pensarpositivo y el creer positivo—. El pensamiento positivo es sen-cillamente una actitud mental que desarrollamos dentro denosotros mismos. El creer positivo se basa en la realidad — Zigcontinuó diciendo—. Sé cuales son los parámetros de mi juegode golf. Esa no fue una declaración negativa. Fue unadeclaración basada en la realidad. ¡Fue un creer positivo!

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Cuando hablamos de hacer un llamamiento positivo nonos referimos a algo que generamos con entusiasmo dentro denosotros mismos, una actitud mental vacía, sino un creer posi-tivo que se basa en las promesas que encontramos en laPalabra de Dios. Allí descubrimos nuestra nota positiva parahacer el llamamiento.

Sea positivo en su llamado público o privado. Muchosnunca aceptan los llamamientos públicos porque carecen deoptimismo y sentido de expectativa. En lugar de decir públi-camente: “Si viene encontrará nueva vida” o, “¿Por qué noviene?”, comience a extender la invitación más positivamente.Por lo general digo algo así: “Creo que muchos serán los quereciban el don de vida eterna y encuentren un nuevoamanecer, y usted estará entre ellos. Usted lo ha pensado, haorado sobre su decisión y aun la ha planeado. Lo único que lefalta es sencillamente ...¡hacerlo! Usted será el primero. Noespere que otro lo haga. Es lo que debe hacer.” Un sentido deexpectativa y optimismo llena el ambiente y es contagioso.

Una razón por la cual vemos tan pocos frutos es que noesperamos que pase nada. A veces somos demasiado tímidos almomento de “recoger la red” porque tememos fracasar.Entonces, caemos en la manipulación, o sencillamentefustigamos a nuestros oyentes, les regañamos o procuramosforzarlos a tomar una decisión. Las invitaciones productivasson invitaciones positivas que brotan de una presencia opti-mista y expectante. Literalmente saturan todo el ambiente.

En suma, cuando presentamos el llamamiento de Cristo,sea públicamente desde un púlpito o privadamente en unasala, debemos extenderlo con confianza, expectación y opti-mismo. Debemos hacer... ¡que sea positivo!

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4Que sea personal

Tomar la decisión consciente de convertirse en unseguidor del Señor Jesucristo es una de las decisiones máspersonales que podemos enfrentar en la vida. Quienes hace-mos el llamado, sea público o privado, debemos ser sensibles ala necesidad de identificarnos en un nivel personal.

Los tipos de pronombres que usamos al hacer el llamadorevelan mucho de lo que realmente pensamos acerca denosotros mismos en relación con nuestros oyentes. Los pas-tores con un fuerte sentido de identidad y compasión con sucongregación usan generalmente los términos “nosotros” y“nuestro”. Los que quieren mantener la distancia tienden ausar más los términos “ustedes” o “ellos”, y los que tienen unaopinión demasiado alta de sí mismos emplean con frecuenciael “pronombre perpendicular” acompañado de “yo” y “mío”.Piense cómo usa usted los pronombres personales.

La predicación actual es mayormente en la primera o ter-cera persona del plural. Es decir, usamos muchos “nosotros” y“ellos” en nuestras proclamaciones públicas, pero este tipo depredicación rara vez produce convicción. La predicación usan-do la primera y tercera personas es buena, pero llega elmomento cuando necesitamos hacer una aplicación y “recogerla red”. Este es el momento crítico cuando quien hace elllamado pasa de la primera y tercera personas a la segundapersona: ¡del “nosotros” y “ellos” al “usted” o “tú”! Y no a lasegunda persona del plural, sino a la segunda persona del sin-gular. “Usted” o “tú”: singular. Este es el momento de desafío,eje principal de todo el llamamiento del evangelio. Muchos seconforman con los llamamientos en primera y tercera persona

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por temor a ofender a algunos diáconos o ancianos, a los quedan grandes ofrendas, a líderes cívicos, políticos u otrosoyentes. Con razón tantas iglesias tienen hoy tan poco poder.Nuestro llamamiento necesita ser personal.

El análisis del primer llamado que tenemos de SimónPedro (Hech. 2) y del primero del apóstol Pablo (Hech. 13)revela algo interesante. Llegado el momento de “recoger lared” pasaron de los pronombres en primera y tercera personasa los pronombres en segunda persona en el momento críticodel llamado. Considere a Simón Pedro de pie en el monte deltemplo en Jerusalén. Escuche su llamado: “A éste, que fueentregado por el predeterminado consejo y el previo cono-cimiento de Dios, vosotros matasteis clavándole en una cruzpor manos de inicuos” (Hech. 2:23, itálicas por el autor). Oigaal gran apóstol Pablo hablando en la sinagoga de Antioquía:“Por lo tanto, hermanos, sea conocido de vosotros que pormedio de él se os anuncia el perdón de pecados” (Hech. 13:38,itálicas del autor).

Nuestra proclamación de las buenas nuevas debe incluirun llamado personal. Como Pedro y Pablo, hemos de apuntarno sólo a la mente sino también al corazón. Este tipo de lla-mado convence a los corazones de los oyentes. Después quePedro terminó su llamado, reporta la Biblia: “Entonces, cuan-do oyeron esto, se afligieron de corazón” (Hech. 2:37).

Cuando invitamos a las personas a convertirse en seguido-ras de Cristo, les estamos pidiendo que tomen la decisión máspersonal que harán en su vida entera. Durante veinte añosLee Horne ha sido mi agente de seguros de vida. Cuando Leeviene a mi casa y me hace pensar en mí y en mis necesidadesfuturas no me habla en términos de lo que “ellos” deben hacero lo que “nosotros” debemos hacer. Hace su presentación yluego va al grano:

“Ahora, esto es lo que usted necesita hacer para asegurarel futuro de su familia.”

Los buenos vendedores de cualquier tipo usan los pronom-bres en segunda persona. Y lo mismo debemos hacer nosotrosque llamamos a otros a recibir el seguro que es el don de vidaeterna. En todos los casos, ya sea que hagamos el llamamien-to pública o privadamente, debemos hacer... ¡que sea personal!

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5Que sea penetrante

Como hemos dicho en los capítulos anteriores, el llama-miento de Pedro resultó en que los corazones de sus oyentesse “afligieron” (Hech. 2:37). La frase que sigue indica que pre-guntaron: “Hermanos, ¿qué haremos?” ¿Qué pasó cuandoPedro lanzó este llamado profético, claro, positivo y personal?Tuvo un efecto penetrante. Sus corazones se “afligieron”.

En nuestro vocabulario cristiano tenemos una palabrapara expresarlo. Lo llamamos convicción. Muchos llamadosmodernos son superficiales o tienen el propósito de hacer quelos oyentes se sientan bien. Algunas iglesias hasta se enor-gullecen del hecho de que la gente puede asistir a sus cultossin que nadie les haga sentirse culpables sea cual fuere sumanera de vivir. El llamado de Simón Pedro no tuvo ese efec-to, sino que afligió el corazón de sus oyentes. Quizá sea esa larazón por la cual 3.000 personas fueron salvas y bautizadasaquel día, pero también una de las razones por las cuales hayiglesias en la actualidad que no bautizan a un nuevo conver-tido en todo el año.

Hasta que la persona reconozca que no hay esperanza den-tro de sí mismo para satisfacer las demandas de justicia de laley de Dios, la cruz es para ellos sencillamente una farsa. Pero,cuando nuestros corazones se afligen, cuando la convicción depecado se convierte en algo personal, comenzamos a percibirque nuestra única esperanza de vivir en armonía con Dios espor medio de la cruz de Cristo. Muchas personas en muchoscultos de la iglesia jamás han sentido esta convicción, ¿porqué? Porque en muchos casos nunca han escuchado llamadosque son proféticos, claros, positivos y personales.

Personalmente, soy contemporáneo en mi método para

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lograr el crecimiento de la iglesia. Sin embargo, quiero quemis oyentes comprendan lo mismo que los oyentes de Pedro.Esto es, que cada uno debe reconocer su responsabilidad per-sonal por la muerte de Jesucristo. ¡Murió en nuestro lugar!Cuando los hombres y mujeres aquel día de Pentecostés com-prendieron que ellos habían hecho su parte en la crucifixióndel Señor, sus corazones fueron quebrantados (23-27). Altratar de recoger la red en la actualidad, somos pocos los quetratamos de guiar a nuestros oyentes a hacerse personalmenteresponsables de sus pecados. Como consecuencia, muchos lla-mados no penetran y no producen convicción, resultando enpocas conversiones.

La convicción siempre precede a la conversión. Nos refe-rimos a este proceso como nacimiento espiritual (vea Juan3:1-10; Tito 3:5; 1 Ped. 1:23). Este es ilustrado propiamentepor el nacimiento físico. Tiene que haber dolores de partoantes que el niño nazca y lo mismo sucede en el nacimientoespiritual. No podemos tener la experiencia del nuevonacimiento sobrenatural sin pasar por una piadosa aflicciónpor el pecado así como no podemos tener la experiencia delnacimiento físico natural sin sentir dolores de parto. La con-vicción precede a la conversión. Muchas iglesias vacías tienenuna larga lista de miembros inactivos que simplemente“tomaron una decisión” sin saber lo que es convicción.

Mi primer pastorado fue en una comunidad rural en unaregión donde se cultiva el trigo. Aprendí mucho de aquellospiadosos hombres de campo. Siendo un muchacho de la ciu-dad, me fascinaba la vida rural. Aprendí que son necesariosvarios elementos para poder tener una cosecha abundante.Primero, tiene que romperse el suelo. Aquellos hombressubían a sus tractores y araban sus campos, rompiendo y des-menuzando la tierra. Luego plantaban la semilla. Después,cultivaban el trigo, regando y alimentándolo. Por último, afines de la primavera recogían la cosecha.

Muchos de los que hacemos el llamamiento para aceptar aCristo nos preguntamos por qué es tan escasa nuestracosecha. ¿Puede ser que no hemos roto el suelo? La Palabrade Dios, como una espada de dos filos, es la única herramientaque puede penetrar hasta el corazón. Nuestros llamados nece-sitan penetrar, romper el suelo del corazón. No importa

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cuánta semilla se siembre o cuánto tiempo se pase cultivando,si el suelo no ha sido roto, no habrá cosecha.

Cuando lanzamos el llamamiento de Cristo, pública yprivadamente, una de las cosas más importante que debemoslograr es... ¡que sea penetrante!

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6Que sea convincente

Al tratar de acercar el cielo al corazón humano hemos deser lo más convincentes posible. Nuevamente tomemos el lla-mamiento de Pedro como un ejemplo clásico de convencer aloyente a seguir al Señor Jesús. Cuando la gente escuchó sullamamiento y se convencieron (sus corazones se “afligieron”)preguntaron: “¿Qué haremos?” (Hech. 2:37).

Los llamamientos ungidos por Dios, ya sean públicos oprivados, son convincentes. Van derecho al corazón y hacenque la persona pregunte: “¿Qué debo hacer?” Esta es una pre-gunta vital para cualquiera que esté considerando el llamadode Cristo. Cuando uno se convence de pecado no sabe quéhacer. La respuesta no está dentro del corazón del hombrenatural (vea 1 Cor. 2:14). Debemos ser tan convincentes quenuestros oyentes empiecen a preguntar qué pueden hacer conla profunda necesidad que están sintiendo.

Muchos llamamientos caen hoy en oídos sordos, y esto noes siempre por culpa del oyente. Muchos llamamientos no sonconvincentes porque en lugar de ser claros son complicados.En lugar de ser positivos son negativos. En lugar de ser per-sonales son corteses en el sentido de no querer ofender y, enlugar de ser penetrantes, son superficiales. No nos extrañe,pues, que los llamamientos modernos no estén resultando enque más hombres y mujeres pregunten: “¿Qué haremos?”

Lo que puede persuadir a algunos a seguir a Cristo nonecesariamente persuade a otros. Observemos, por ejemplo, alos primeros cinco seguidores de nuestro Señor. Al igual quenosotros, eran diferentes en muchos aspectos y lo que apelabaa algunos no apelaba a otros. Juan, por ejemplo, era devoto y

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afectuoso, aquel a quien “Jesús amaba”. Fue el único apóstolal pie de la cruz. Andrés era humilde y práctico. Al encontraral Señor su primera reacción fue contarle a su hermano.Pedro, por otro lado, era impulsivo. Felipe era escéptico y algomaterialista. A veces parecía tener una calculadora en sumente. Al ver a las multitudes que necesitaban comida en elmonte galileo, Felipe hizo ver cuánto costaría alimentarlas. YNatanael era más meditativo. Era un hombre sin malicia (veaJuan 1:47) y no le importaba ocupar un lugar secundario.Juan y Andrés fueron persuadidos a seguir a Cristo por mediode la proclamación desde el púlpito. Integraban la congre-gación de Juan el Bautista sumándose a las multitudes quellegaban al valle del Jordán para escuchar su predicación.

El llamamiento de Juan el Bautista no era únicamente dejusticia social, de causas liberales o conservadoras o defilosofías universales. Su llamado conducía a sus oyentes aJesucristo. Buscaba persuadir a sus oyentes a “¡[Mirad], elCordero de Dios que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29).Y, al oír la proclamación pública Juan y Andrés “siguieron aJesús” (Juan 1:37). Hoy también el púlpito puede serpoderoso. Es todavía la manera de convencer a muchos aseguir a Cristo.

Simón Pedro y Natanael, por otro lado, fueron persuadidosa seguir al Señor por medio de una confrontación personal,Pedro por intermedio de un familiar y Natanael por interme-dio de su amigo. Habiendo encontrado a Cristo por medio deuna proclamación desde el púlpito, el primer impulso deAndrés fue hacer un llamado a su propio hermano, Pedro, pormedio de una confrontación personal. Lo buscó. Le enseñó.Fue convincente. Por último, lo llevó a Jesús (Juan 1:41, 42).Felipe hizo lo mismo. Sin embargo, su llamado fue dirigido aun amigo en lugar de a un familiar. Fue a Natanael y le contóque había encontrado al Mesías y, luego, sencilla y convincen-temente le desafió: “Ven y ve” (Juan 1:45-50).

Nunca recogeremos la red ni ganaremos al mundo paraCristo por medio de la proclamación desde el púlpito única-mente. La iglesia necesita un ejército de hombres y mujeresque persuasivamente llamen a otros a un encuentro personal.Andrés encontró a Pedro. Jesús encontró a Felipe. Felipeencontró a Natanael.

Hace poco, Raúl encontró a Rafael, Laura a Sandra. Deeste modo, la iglesia ha seguido creciendo a través de los siglos

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al llamar a las personas por medio de una confrontación per-sonal con el evangelio. Los resultados de mayor significaciónfueron obtenidos en aquella primera generación sin el uso detelevisión, radio, casetes, materiales impresos, teléfonos,máquinas de fax, computadoras, viajes por avión o cruzadasen grandes estadios. Las buenas nuevas se extendieron deboca en boca hasta llegar a la misma Roma. En menos de cienaños esta confrontación de uno a uno, convincente y personalsacudió al paganismo hasta sus raíces. Todo había empezadocuando “[Andrés] encontró primero a su hermano Simón y… lollevó a Jesús” (Juan 1:41, 42).

Aunque estos primeros cinco seguidores de Cristo fueronpersuadidos de distintas maneras, todos llegaron a esencial-mente la misma pregunta: “¿Qué haremos?” La proclamacióndel púlpito de Juan el Bautista persuadió a Juan y Andrés,pero Pedro y Natanael fueron persuadidos por la confrontaciónpersonal de Andrés y Felipe. Sea que estemos presentando elllamado de Cristo públicamente desde el púlpito o personal-mente en privado, debemos ser convincentes.

Es maravilloso lo que la confrontación personal con elevangelio de lunes a sábado puede hacer por la proclamaciónpública del evangelio el domingo. Una de las razones por lascuales la proclamación pública en tantos lugares carece deexpectativa es porque le falta la convicción que resulta de laconfrontación personal con las buenas nuevas.

¿Qué haremos? Qué buena pregunta para la iglesia al lle-gar a un nuevo siglo. Si fuéramos tan convincentes como aque-llos el día de Pentecostés, nuestro pueblo, como el de ellos, seestaría preguntando: “¿Qué quiere decir esto?” (Hech. 2:12).Luego se preguntaría: “¿Qué haremos?” (Hech. 2:37). Cuandolanzamos nuestro llamamiento a otros a seguir al SeñorJesús... ¡que sea convincente!

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7Que sea directo

Al extender la invitación, es imperativo que seamos direc-tos al explicar a nuestros oyentes lo que les estamos instandoa hacer. Muchos ven pocos frutos duraderos porque suinvitación no es directa al llamar al individuo a seguir a Cristosegún el modelo del Nuevo Testamento. Cuando los oyentesde Pedro el día de Pentecostés preguntaron: “¿Qué haremos?”,su respuesta comenzó con una palabra muy directa:“Arrepentíos” (Hech. 2:38). No fue ambiguo. No les dio distin-tas opciones. Los llamados productivos son directos.

Arrepentimiento es una palabra bastante olvidada ennuestro vocabulario cristiano actual, principalmente porquemuchos no entendemos lo que realmente significa y cómolograrlo. A veces confundimos el arrepentimiento en nuestrainvitación con remordimiento, pero sentir sólo remordimientopor nuestro pecado no es arrepentimiento. El joven rico se fue“triste” (Mat. 19:22) pero no aceptó el llamado de Cristo.También confundimos arrepentimiento con pesar, en el senti-do de que nos pesa haber pecado, pero simplemente desearque cierta cosa no hubiera sucedido no es arrepentimiento.Pilato se lavó las manos pesándole lo que estaba por hacer,pero rechazó a Jesucristo. Aun otros confunden el arrepen-timiento con resolución. Meramente decidir adoptar un nuevocódigo moral y “comenzar de nuevo” no es arrepentimiento.

¿Qué es arrepentimiento? Hasta que esta pregunta no seenfrenta de la manera debida, la invitación que hacemos noserá debidamente directa. Arrepentimiento viene de una pala-bra griega (metanoeo) que significa “cambio de actitud”.Cuando uno se arrepiente básicamene cambia su actitud sobrecuatro cosas.

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Primera, el arrepentimiento es un cambio de actitud haciael yo. Cuando auténticamente nos arrepentimos comienza unanueva actitud hacia nuestra propia importancia. El arrepen-timiento también es un cambio de actitud hacia el pecado. Yano vemos nuestro pecado como una fallita para ignorar,excusar o minimizar. Percibimos que nuestro pecado es tanserio que crucificó a nuestro Señor en la cruz. Arrepentimientotambién es un cambio de actitud hacia nuestro Salvador. Yano lo consideramos como sólo un gran maestro o líder sinocomo el Mesías prometido, Dios mismo que vino para sal-varnos. Por último, el arrepentimiento nos lleva a un cambiode actitud hacia la salvación. Ya no la vemos como un premioque nos tenemos que ganar o que merecemos, sino como el dongratuito de Dios a todos los que lo reciben.

Mi propio testimonio personal es que acepté al Señor comomi Salvador personal a los diecisiete años. Sin embargo, habíaestado siguiendo a Cristo y creciendo explosivamente en élseis meses antes de escuchar la palabra arrepentimiento. Perosé que me había arrepentido. ¿Cómo? Comencé a amar lo queantes odiaba y a odiar lo que antes amaba. Si he de ser sin-cero, debo decir que cuando extiendo una invitación personalrara vez uso la palabra arrepentimiento, pero me aseguro deser directo en comunicar a mis oyentes que seguir a Cristorequiere cambiar de actitud sobre nosotros mismos, nuestropecado, el Salvador y la salvación. También hemos de llamara la gente al arrepentimiento en una forma positiva. No debe-mos enfatizar “cambia o al infierno para siempre”. Personal-mente me gusta el método directo que Pablo usó en Romanoscuando escribió que es “la bondad de Dios [la que] te guía alarrepentimiento” (2:4). El cuadro que nos viene a la mente esla de un padre bondadoso que toma a su hijo de la mano y loguía.

Todos los predicadores del Nuevo Testamento usaban estemétodo directo al extender la invitación. Consideremos a Juanel Bautista. Apeló a sus oyentes: “Arrepentíos, porque el reinode los cielos se ha acercado” (Mat. 3:2). Habló sin temor, sinbuscar congraciarse. Miles iban a escucharle. El mismo méto-do era también característico del propio Señor Jesús. Comenzósu ministerio con un llamado al arrepentimiento. La Bibliadice: “Desde entonces Jesús comenzó a predicar y a decir:‘¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!’ ”(4:17). Siguió su ministerio con el mismo llamado directo. Dijo:

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“Más bien, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”(Luc. 13:3). Jesús no sólo comenzó sino que continuó su minis-terio de predicación con el mensaje del arrepentimiento y loconcluyó de la misma manera. En el momento antes de suascensión nos recordó a todos que “en su nombre se predicaseel arrepentimiento y la remisión de pecados en todas lasnaciones” (Luc. 24:47). Este llamamiento directo siguió siendoel mensaje de todos los apóstoles: “Ellos salieron y predicaronque la gente se arrepintiese” (Mar. 6:12). Fue el mensaje dePedro. Fue el mensaje de Pablo. ¡Y debe ser el mensaje detodos los que en todas partes invitan a otros a ser seguidoresdel Señor Jesús!

Los llamamientos que generalizan, no apuntan a unaacción decisiva. Muchos, especialmente después de llama-mientos públicos, no tienen la menor idea de lo que el oradorles desafiaba a hacer. Cuando presentamos el evangelio ahombres y mujeres, pública o privadamente, les estamosconfrontando con una decisión, con una elección. Les estamosllamando a cambiar su actitud y recibir de Dios la salvacióncomo un don de su gracia. Esto requiere una presentacióndirecta. Deseamos que nuestros oyentes acepten el evangelio.Es aquí que debemos hacernos otra pregunta: ¿Qué es el evan-gelio? En estos tiempos de confusión sobre las premisas bási-cas de nuestra fe es aquí donde debemos ser directos y claros.

Me gradué del seminario y comencé a pastorear en ladécada de los 70. Si me hubieran dicho que durante mi vidavería cómo pastores eruditos y educados discutirían sobre larealidad de una salvación que no requiere arrepentimiento nidiscipulado, y menos aun pasar de “muerte a vida”, no lohubiera creído, pero ésta parece ser la postura de ciertos pre-dicadores de la actualidad.

Hace más de un siglo Carlos Spurgeon de Inglaterraescribió: “No concibo que sea posible que alguien realmentereciba a Cristo como Salvador y no lo reciba como Señor. Elhombre que es realmente salvo por fe no necesita que le diganque tiene la solemne obligación de servir a Cristo. La vidanueva dentro de él se lo dice.” Esta es la buena nueva. La pre-gunta más directa en toda la Biblia es la que hizo el carcelerode Filipos. Habiendo sido convencido por el Espíritu Santo,preguntó a Pablo y Silas: “Señores, ¿qué debo hacer para sersalvo?” ¿Y la respuesta directa? “Cree en el Señor Jesús yserás salvo, tú y tu casa” (Hech. 16:30, 31).

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Con frecuencia escuchamos que alguien declara que debe-mos “hacer” que Jesús sea Señor. Tonterías. Jesús es Señor ytodo el que viene a él lo acepta como tal en un acto de ver-dadero arrepentimiento y fe. Arrepentimiento y fe son doslados de una misma moneda, y ambos son regalos de la gra-cia de Dios y “no por obras”. La Biblia declara que Dios nos da“arrepentimiento y fe”. Este debe ser nuestro llamamientodirecto. Somos socios de Dios en llamar a otros a recibir elmaravilloso regalo de Dios, pero debemos recordar siempreque es únicamente Dios quien convence de pecado, atrae alpecador a sí y otorga el regalo de arrepentimiento y fe.Nuestra responsabilidad es expresarlo con claridad para nues-tros oyentes: están viniendo a Cristo y no “al frente de la igle-sia”.

Una de las razones por las cuales hay tan poca respuestaes que la invitación es tan general que no pide un cambio deactitud que resulta en un cambio de vida. Algunos invitan ahombres y mujeres a que cambien de actitud, no necesaria-mente sus vidas, en el sentido de que la vida cristiana no esuna vida cambiada; es decir, no es meramente decidir dentrode nosotros mismos adoptar un nuevo paquete de normasmorales. Es cambiar una vida por otra. En el momento de lasalvación entregamos a Dios nuestra vieja vida y él la guarda,dándonos una que es totalmente nueva para que podamosandar en “novedad de vida” (Rom. 6:4). Un auténtico cambiode actitud resultará en un cambio en nuestra manera de vivir.La presentación del evangelio llevará a la gente por la mismasenda que la llevó en Pentecostés. Les hará preguntarse ensus corazones: ¿Qué haremos? Por esto, al extender el lla-mamiento de Cristo a otros, ya sea pública o privadamente, esimperativo... ¡que sea directo!

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8Que sea piadoso

Extender la invitación de Cristo requiere que actuemoscon cautela recordando que la salvación es la obra de Diosdesde el principio hasta el final. “¡La salvación pertenece aJehovah!” (Jon. 2:9). Sólo el Espíritu Santo puede convencer-nos de nuestra profunda necesidad de “cambiar de actitud” yde recibir a Cristo. El Espíritu Santo puede ser entristecido yapagado por quienes fustigan, manipulan, regañan y presio-nan a la gente a tomar una “decisión”. Cuando escribimos dehacer que el llamamiento sea piadoso nos referimos a “piedad”con una connotación moderna. Queremos decir piadoso en elsentido de que “tememos” al Señor (vivimos teniéndole untemor reverente), reconocemos su soberanía y dependemostotalmente de él para que haga su obra de convencer y con-vertir. El es quien “agrega a la iglesia”. No nos ha llamado aser responsables de los resultados sino consecuentes y fielesen el testimonio de nuestra vida y nuestras palabras.

Dos son los llamados al corazón humano. Uno es un lla-mado exterior y otro un llamado interior. Simón Pedro enPentecostés percibía muy bien esto. Presentó un llamadoexterno pero, aunque sus oyentes escucharon su llamado exte-rior, no todos fueron salvos en esa oportunidad. Tanto así quealgunos se “burlaban” de él. Los tres mil que se convirtieron aCristo fueron los que oyeron no sólo el llamado exterior sino elllamado interior. Los que auténticamente se salvaron aqueldía, como en nuestros días, fueron los que “el Señor nuestroDios” llamó (Hech. 2:39). Es aquí donde la piedad es impera-tiva en la invitación. Donde quiera que estemos, es nuestramisión extender el llamado exterior y confiar en que elEspíritu Santo hará el llamado interior.

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¿Cómo pueden dos personas estar sentadas en el mismobanco en el mismo culto de adoración, cantar los mismos can-tos, escuchar el mismo sermón, en el mismo ungimiento y susrespuestas ser tan diametralmente opuestas? Una de estaspersonas se retira del culto sin ninguna predisposición deresponder y no ve en absoluto la necesidad de aceptar a Cristo.En cambio la otra, sentada en el mismo banco, cae bajo laconvicción de su pecado y públicamente, muchas veces conlágrimas en los ojos, responde a la invitación del evangelio.¿Cómo puede ser? Ambas escucharon el llamado exterior, perosólo una percibió el llamado interior. Sobre este punto, alextender Pablo la invitación junto al río en Filipos, dice laBiblia: “Entonces escuchaba cierta mujer llamada Lidia, cuyocorazón abrió el Señor para que estuviese atenta a lo quePablo decía. Era vendedora de púrpura de la ciudad deTiatira, y temerosa de Dios” (Hech. 16:14, itálicas del autor).Pablo hizo el llamado exterior, y el Señor habló al corazón deLidia, haciéndole el llamado interior.

Existen algunos extremistas que han llevado la cuestióndel llamado interior al punto de pervertir las Escriturasnegando la necesidad de exteriorizar el ofrecimiento gratuitode la buenas nuevas. El hecho de que hemos de ser piadososen nuestro enfoque, reconociendo que la salvación es la obrade Dios, no debe disminuir nuestra intensidad al extender elllamamiento y al compartir el glorioso evangelio con cada per-sona hasta lo último de la tierra. El hecho es que la percepciónde que estamos participando con el mismo Padre en esta mila-grosa obra de salvación debe darnos más sentido de confianzay nueva audacia.

Es nuestro propósito extender el llamado exterior yconfiar en que él hará la obra de hacer el llamado interiorabriendo los corazones de los oyentes. Qué privilegio el nues-tro de ser la mano extendida de Cristo, ya sea que estemos depie detrás del púlpito, o sentados en un banco en la escuela, otomando un café con un amigo o sentados al lado de alguien enel transporte público. Jesús dijo: “Como me ha enviado elPadre, así también yo os envío a vosotros” (Juan 20:21). Y noolvidemos por qué el Padre “mandó” al Señor Jesús a estemundo. “Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a sal-var lo que se había perdido” (Luc. 19:10). No podemos salvar ahombres y mujeres, pero podemos buscarlos. Podemos exten-

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der el llamado exterior y dejar los resultados al Señor, puessólo el Espíritu Santo puede hacer el llamado interior.

Seamos sensibles al extender la invitación. Somos socios deDios. No tratemos de hacer la obra del Espíritu Santo. Podemosconfiar en él. Muchas veces lo entristecemos y apagamos connuestra manipulación y métodos meramente humanos. La últimainvitación de la Biblia llama: “El Espíritu y la esposa dicen:‘¡Ven!’ ...El que tiene sed, venga. El que quiere, tome del aguade vida gratuitamente” (Apoc. 22:17).

¡Allí lo vemos claramente, asentado para toda la posteri-dad en la última página de la Biblia! La esposa (la iglesia delSeñor Jesucristo) llama: “¡Venid!” Este es el llamado exterior.Pero no es todo. El Espíritu invita: “¡Venid!” Este es el llama-do interior. Los dos son indispensables y vitales al “recoger lared” y alcanzar al mundo para Cristo. La próxima vez queusted extienda el llamado de Cristo pública o privadamente...¡que sea piadoso!

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9Que sea apremiante

Si en verdad el privilegio de recoger la red es la obra másvaliosa de este mundo, ha de llevarse a cabo con persistenciay con un sentido de urgencia. Debe ser apremiante.

Después de terminar con el mensaje de Pedro enPentecostés, la Biblia dice que “con otras muchas palabras..les exhortaba” (Hech. 2:40). Siguió apremiando a susescuchas para que tomaran una decisión. La palabra que tra-ducimos aquí como exhortaba se deriva de un verbo griego quesignifica “rogar con mucha fuerza” o “compeler”. Es un lla-mamiento a ponerse del lado de uno.

La palabra describe lo que sucedió antes de una batallaimportante de la historia moderna. El ejército estaba a puntode ser atacado cuando su comandante reunió a sus hombres y,con su espada, trazó una línea en la arena y desafió a quecruzaran esa línea los que se quedarían con él a luchar por lacausa. Los llamaba a su lado. Lo mismo vemos en el llamadomodelo de Pedro quien urgente y persistentemente exhortabaa sus oyentes, con gran fuerza, a que se pusieran del lado deCristo.

En su llamamiento de Pentecostés Pedro no hizo mera-mente el llamado, sentándose luego con aire humilde. Ni ter-minó el sermón diciendo: “Ahora cantemos un himno. Sialguien aquí quiere decidirse por Cristo puede hacerlo en estemomento. Pero por favor no piense que tiene la obligación dehacerlo.” Tampoco invitó: “Ahora, si quiere tomar unadecisión, puede reunirse con los ancianos de la iglesia”; ni:“puede usted reunirse con nuestra comisión de miembros elmes entrante”. ¡No! Pedro no se disculpó. Al finalizar su ser-

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món exhortó a las almas e insistió en que tomaran decisionesen el poder del Espíritu Santo de Dios. Seguramente habríaemoción en su voz y sentido de urgencia en la expresión de surostro.

Los que extendían la invitación en la Biblia lo hacían conapremio. Pablo insistió en los reclamos de Cristo al corazón delrey Agripa, y la Biblia registra que casi lo persuade (Hech.26:28). Una de nuestras más profundas necesidades, alrecoger la red, es volver a captar el espíritu de urgencia y, conapremio, buscar decisiones en el poder del Espíritu de Dios.

Quizá debiéramos decirlo de una manera más moderna ysecular. Es “cerrar la venta”. Es sorprendente cuan pocos sonlos que realmente “cruzan esta línea” en la presentación y elllamamiento del evangelio. Muchos llegan al punto de hacerlopero pocos de veras la cruzan preguntando a la persona:“¿Quisiera en este mismo instante recibir a Jesucristo como suSalvador?”

¿Puede imaginarse a un abogado que no pida al jurado ensu argumento final que se decida a favor de su cliente? Véalo.Ha dedicado semanas y quizá meses a la preparación de sucaso. Ha presentado su caso al jurado en sus primeras argu-mentaciones; ha usado a testigos como prueba de que sucliente tiene razón; ha respondido a las objeciones hechas; hapresentado evidencia y datos indisputables y ha dado unargumento final convincente. Pero, súbitamente, cierra suportafolio y se retira del tribunal antes de concluir el juicio, sinterminar su argumento final con un llamado al jurado a“cruzar la línea” y decidir el caso a favor de su cliente. ¡Estosería ridículo! Sin embargo, sucede a menudo con nosotros queabogamos por el evangelio de Jesucristo. Presentamos nuestrocaso, aun llamamos a nuestros testigos y luego cerramosnuestro portafolio (Biblia) y nos retiramos al llegar el momen-to de apremiar a nuestros oyentes a tomar una decisión.

En mi adolescencia conseguí un trabajo en una zapateríadespués de la escuela y los sábados. Mi patrón, Richard Rice,me enseñó mucho de la venta de zapatos en aquellos años for-mativos, que ha influido en otros aspectos de mi vida. Entrelas muchas lecciones, me enseñó una ética de trabajo y cómoser simpático y persuasivo con los clientes. Sobre todo, meenseñó cómo “cerrar la venta”.

Me aseguró que teníamos un producto bueno y de calidadque resultaría en un cliente satisfecho, recordándome que el

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cliente quería nuestro producto o no hubiera entrado en lazapatería. Ya traía la necesidad y el deseo. Mi tarea era satis-facer esa necesidad con los zapatos correctos y en el tamañocorrecto y luego, en esa expresión que tanto repetía el señorRice: ¡A cerrar la venta!

Después que el cliente había dado unos pasos y se habíavisto con admiración en el espejo en el suelo, muchas veces lepreguntaba: “¿Los quiere llevar puestos o quiere que se losponga en la caja?” El señor Rice me enseñó a cerrar la venta ycon frecuencia me he acordado de él a lo largo de los añoscuando he guiado a alguien a depositar su fe en Cristo despuésde preguntarle: “¿Aceptará el don gratuito de vida eternaahora mismo?” Me enseñó un principio estratégico: ¡Cerrar laventa!

Quienes hemos sentido el gozo de conocer a Jesucristo per-sonalmente y disfrutamos de la seguridad de tener vida eter-na también tenemos la responsabilidad de compartirlo conotros. Nosotros que hemos recibido su poder hemos de ser sustestigos a un mundo en oscuridad espiritual. Francamente nobasta con ser claro y personal, positivo y persuasivo, y nisiquiera directo y piadoso. Tenemos que “cerrar la venta”. Seaque haya sido llamado usted para ofrecer la invitación deCristo públicamente en el púlpito o sentado junto a una solapersona, perciba la urgencia del momento. Cruce la línea.Cierre la venta. En suma… ¡que sea apremiante!

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10Que sea apasionado

En el capítulo anterior enfatizamos la necesidad de hacerque el llamado sea apremiante. Ahora enfocaremos el valor deque brote de un corazón apasionado.

Si insistimos en usar métodos y motivos carnales paralograr una decisión, a la larga resultará sólo en “bronce queresuena o un címbalo que retiñe”. En cambio, cuando la insis-tencia del llamado brota de la pasión de un corazón que ardepara Dios, producirá resultados duraderos. A veces temo quetratamos de ser demasiado “profesionales” al encarar lainvitación. El ministerio de nuestra generación tiene la bendi-ción de toda la tecnología moderna de computación al alcancede nuestras manos, librerías evangélicas en muchas comuni-dades, cintas audio y vídeo que ayudan, cientos de seminariosy conferencias y el evangelio predicado constantemente porradio y televisión. El peligro hoy es tener la tendencia a susti-tuir estos medios por la pasión que brota sólo del estar a solascon Dios y su Palabra y compartir personalmente nuestra fecon otros.

¿Dónde conseguimos la pasión que necesitamos en nues-tras invitaciones públicas? Alguien que tenga discernimientopuede escuchar a otros hacer un llamamiento público y distin-guir en un instante si esa persona es ganadora de almas. Porlo general se muestra en la pasión de su voz y la expresión desu rostro. Si el predicador no está haciendo el llamado per-sonalmente cada día, es difícil que haga el llamado producti-vamente desde el púlpito.

Lo que dice suena a falso, le falta fervor. Es pura hipocre-sía extender una invitación pública cuando uno rara vez, o

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nunca, invita privadamente a hombres y mujeres a recibir aCristo en el curso normal de su diario vivir. Nuestra másgrande necesidad es que todos los seguidores de Cristo seanactivos en compartir personalmente su fe, especialmentenosotros que hemos sido llamados vocacionalmente al minis-terio del evangelio. Existen iglesias cuyos pastores no puedenconseguir ni siquiera una decisión en los cincuenta y dosdomingos del año, y menos aún capacitar a sus miembros paraque lo consigan. ¿Por qué? Porque con frecuencia hay pocapasión en el púlpito. La pasión real brota de una vida que com-parte a Cristo personalmente con otros e insiste en unadecisión en el poder del Espíritu Santo, con un corazón ardien-te que se desborda sobre los que le rodean. La pasión en laproclamación pública surge de la pasión en la proclamaciónpersonal y privada en el hogar, la oficina, viajando o en elmedio social.

Mi mentor en el ministerio fue W. Fred Swank, durantecuarenta y tres años pastor de una iglesia bautista en FortWorth, Texas. Su predicación y llamamiento apasionado meguiaron a Cristo. El me bautizó y fue de gran influencia enmi “llamado a predicar”, ofició en mi ordenación al ministerioy fue un padre para mí en muchos sentidos. Me enseñó muchoacerca de la presentación del llamado público, no tanto exami-nándolo detrás del púlpito, sino observando su vida diaria.Nunca se puso de pie el domingo a la mañana para hacer unainvitación pública sin haberse asegurado de haber extendidoinvitaciones personales y privadas durante la semana. Decíael doctor Swank: “Te puedo decir si un hombre está personaly privadamente compartiendo su fe, por la pasión que exte-rioriza cuando lo hace públicamente los domingos desde elpúlpito.”

El sábado era un día de trabajo para el doctor Swank,quien visitaba tres o cuatro hogares para testificar de Cristo.Con razón era eficaz en sus invitaciones los domingos. Estaseran el desbordamiento natural del corazón de un ganador dealmas. Muchos de los hombres y las mujeres que formaban elliderazgo de la iglesia habían sido ganados personalmente porél en sus hogares; con razón su iglesia era evangelística ydurante cuatro décadas bautizó a cientos de convertidosanualmente; con razón también más de cien jóvenes sintieronel llamado al ministerio en esa iglesia y predican hoy el evan-gelio por todo el mundo. Nos contagiamos de la pasión de un

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predicador que no sólo extendía la invitación donde todospodían verle, sino también en los hogares de la ciudad, en lasola presencia de sus oyentes y su Señor.

El nuestro es el llamado más alto de la vida. Tenemos elprivilegio de llamar a hombres y mujeres para que vengan alSeñor Jesucristo. Al pastor que no es consecuente en ofrecer lainvitación privadamente le será muy difícil hacerlo pública-mente de manera que produzca resultados duraderos. Es purahipocresía ofrecer una invitación pública cuando casi nunca, onunca, invitamos a otros en privado a aceptar al Señor Jesús.Ya sea que extendamos el llamado de Cristo pública o pri-vadamente… ¡que sea apasionado!

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11Que sea afable

Si hay algo que necesitamos realizar con una sonrisa gratay un modo afable, es la invitación para que la gente confíe enJesucristo. Con frecuencia hacemos que el evangelio parezcaofensivo por la forma como lo presentamos. Fustigar y forzara otros a tomar una “decisión” no lleva al éxito espiritual.Tampoco intimidar o avergonzar a otros produce decisionespermanentes. Usar demasiada presión no es tan recomenda-ble como ser afable en nuestra manera de encarar el tema.

La Biblia cuenta que los primeros creyentes que más éxitotenían en el evangelismo personal (uno por uno), contaban con“el favor de todo el pueblo” (Hech. 2:47). Eran afables en suproclamación y simpáticos en su testimonio, y muchos milesrespondían a sus invitaciones públicas y privadas en losprimeros meses de haber nacido la iglesia en Jerusalén.

Demasiado escasos son los seguidores de Cristo, en laactualidad, que acostumbran a trabar amistad con genteinconversa. En nuestro anhelo por obedecer el mandato “salidde en medio de ellos y apartaos” (2 Cor. 6:17) hemos interpre-tado mal lo que significa aislarnos del mundo. Encontramosuna postdata reveladora en Lucas al final del conmovedorcapítulo sobre la natividad. “Y Jesús crecía en sabiduría, enestatura y en gracia para con Dios y los hombres” (Luc. 2:52).Jesús vivía una vida equilibrada. Crecía intelectual, física,espiritual y socialmente. Crecía en “gracia para con… los hom-bres”. Era gentil y amistoso al acercarse a otros.

Tanto es así que más tarde se le acusaría de ser “amigo depecadores”. A dondequiera que iba con su invitación establecíarelaciones afectuosas, hombres y mujeres se sentían atraídos

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por la calidez de su personalidad. Estableció relaciones juntoa un pozo un día y al siguiente día en el mercado. Nunca inti-midaba ni avergonzaba a otros con el fin de que se convir-tieran en sus seguidores. La necesidad más urgente en laactualidad es que los miembros de la iglesia se lancen fuera delas cuatro paredes del templo y toquen las vidas de quienesnecesitan a Cristo, y que lo hagan de una manera agradable.Nuestras invitaciones públicas los domingos cobrarían unnuevo espíritu de optimismo si nuestras invitaciones durantela semana fueran continuas y afables.

Repito nuevamente nuestro modelo que encontramos enHechos 2:47: que los primeros creyentes tenían “el favor detodo el pueblo”. El sistema religioso de aquel día los rechaza-ba. Representaban una amenaza a la religión tradicional quese había convertido en algo seco e institucionalizado. El go-bierno romano los oprimía porque se negaban a hincarsefrente al César como “Señor”. Pero el pueblo en las calles y elmercado, en ciudades y pueblos los abrazaban. Sí, gozaban del“favor” del pueblo. Eran eficaces en su testimonio y en suadoración y miles respondían favorablemente a sus invita-ciones de aceptar a Cristo.

Muchos cristianos tienen la idea equivocada de que com-partir a Cristo con “uno de afuera” en el ir y venir diario esexponerse a una confrontación desagradable. Pero el cristia-nismo auténtico, presentado afablemente y con simpatía, eshermoso. El cristiano radiante y lleno del Espíritu tiene unacualidad que atrae a otros y hace que gocen “del favor de todoel pueblo”. ¡Las buenas nuevas no ofenden tanto como algunosque tratan de compartirlas! El evangelismo en la iglesia másque enseñarse se contagiaba, y así debe ser con nosotros sitenemos la intención de entrar al tercer milenio con las bue-nas nuevas transformadoras de nuestro Señor Jesucristo.

No sólo es importante que comprendamos que debemosgozar del favor del pueblo, notemos que es “favor de todo elpueblo” (itálicas del autor). Esto es lo que hacía que las invita-ciones de Cristo y sus primeros seguidores fueran eficaces. Noeran selectivos al presentar su llamado. Recordemos que eranpescadores que usaban redes, no anzuelos. Los pescadores queusan anzuelos buscan un solo tipo de pez. Muchas veces pongouna carnada plástica violeta porque quiero pescar únicamenteun bagre negro de boca grande. No quiero que me molestenotros tipos de peces haciéndome perder el tiempo. Los

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pescadores que pescan con redes no son selectivos, sino quepescan diferentes tipos de peces.

Anda circulando una nueva idea en los círculos de igle-crecimiento: que las iglesias deben “apuntar a” sólo ciertogrupo de individuos en la sociedad. Aunque muchas de estastécnicas tienen por cierto mucho mérito y valor, cuando lasseguimos hasta el extremo pueden resultar muy distintas almodelo del Nuevo Testamento. La iglesia de Jerusalén conta-ba con la presencia de un rico entre los ricos en José deArimatea y del más pobre entre los pobres, representado en laviuda que dio todo lo que tenía. Ya que el cielo será tambiénasí, ¿por qué buscamos agruparnos aquí en la tierra segúnnuestra raza, nuestro nivel social o económico? Para ser ben-decidos por Dios en nuestro testimonio debemos hacer nues-tras invitaciones de una manera cordial a fin de lograr “favor[con] todo el pueblo”. Esto es lo bueno y aceptable a los ojos deDios, nuestro Salvador.

Una simple sonrisa tiene un efecto increíblemente positi-vo. Una y otra vez he comprobado que una sonrisa se convierteen dinamita que hace estallar las paredes de la indecisión.Muchas veces he visto cómo una sonrisa se convierte en unpuente sobre el cual nuestros oyentes pueden cruzar el abismodel descreimiento. Al extender usted la invitación pública, déun paso hacia el costado del púlpito. No trate de buscar deci-siones a latigazos o con fustigaciones. Al hacer el llamamientopersonalmente en un hogar, y llegar al instante de la decisión,adelántese al borde de su silla. Con una sonrisa en su rostrohaga la pregunta más importante de la vida: “¿Quiere recibirel don de vida eterna en este mismo instante?” Más y más per-sonas responderán positivamente a nuestra invitación públicao privada si buscamos… ¡que sea afable!

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12Que sea sin apuros

El llamamiento público que comúnmente llamamos“invitación”, es muchas veces la parte menos programada ysobre la que menos oramos en todo el servicio de adoración.Para muchas iglesias es una porción rutinaria del culto, partede una tradición de muchos años y se extiende semanalmentesin sentido de expectación ni entusiasmo por parte de quienesocupan el púlpito y quienes llenan los bancos.

Es sencillamente algo que “siempre hacemos” y que seagrega a la parte final del sermón, por lo general acompañadade una o dos estrofas de algún himno conocido. Esta actitudque reina en el ambiente es la razón por la cual tantas vecesno da resultados visibles. Personalmente considero que eltiempo dedicado a la invitación es la culminación de la expe-riencia de adoración. Dado que presenta la oportunidad per-fecta para que hombres y mujeres actúen en razón de lo quehan escuchado y sentido en el culto, debe ser presentada sinapuros, dando tiempo al Espíritu Santo para que sacuda loscorazones de los oyentes, trayéndolos a Cristo. Debe ser unaparte del culto bien pensada, bien planeada y preparada enoración. El período que se aparte para ese fin debe ser prote-gido para que no sufra trastornos a causa de la presión porfalta de tiempo al final del culto.

Los llamamientos presentados con apuro y sin haber sidopreparados rara vez dan resultados positivos. El problemasurge debido a que, por lo general, todo lo que se hace en elculto ha sido pensado y discutido de antemano, con excepciónde la invitación. Quienes planifican el culto consideran quéhimnos serían apropiados, el contenido de la oración pastoral,quién presentará y qué será la música especial, quién guiará

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la oración antes de la ofrenda, quién hará los anuncios, de quétema tratará el sermón y aun quién guiará la oración final.

En consecuencia, la invitación en muchos casos es algo alo que no se le da prioridad y se la considera como un agrega-do obligado al sermón. Esta actitud que nace en el púlpitocontagia a la congregación, y la invitación gradualmente secomprime en un par de minutos. Si vale la pena extender lainvitación pública, hágase con calma y sin apuro.

Es responsabilidad del pastor dar importancia y prioridada la invitación pública. Debe enseñar a la congregación lanecesidad de permanecer en calma, en espíritu de oración ycon una actitud positiva durante el llamamiento. Hace unosaños visité una iglesia muy grande. El pastor predicó unmensaje magistral y extendió la invitación en el momentocorrespondiente al finalizar el culto. Por lo menos doscientaspersonas salieron por la puerta de atrás mientras el pastorinvitaba a pasar adelante. No era de extrañar que hubiera tanpoca respuesta pública. Tanta gente que se iba era una dis-tracción tremenda mientras el pastor pedía decisiones.

Yo empiezo mi invitación pública diciendo: “Voy a pedirque ni una persona se retire de este lugar a menos que sea poruna verdadera emergencia. Este es el momento cuando Diosinvita.” Francamente, prefiero que la gente se retire duranteel sermón que durante la invitación pública.

Dedíquele tiempo a la invitación. Dele prioridad. Preséntelasin dejar que nada la perturbe, permitiendo que el EspírituSanto haga su obra de convencer de pecado y de la justicia deCristo. Razónela con anterioridad. Planifíquela. Ore por ella.Asegúrese de reservarle el tiempo necesario en el culto deadoración. Y sobre todo… ¡que sea sin apuros!

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13Que sea público

En la actualidad hay mucha discusión sobre los méritos dela invitación pública. Aunque ha sido usada con eficacia desdela época del Nuevo Testamento, muchos creen sinceramenteque ya no tiene cabida en la adoración congregacional. PeroJesús dijo: “Por tanto, a todo el que me confiese delante de loshombres, yo también le confesaré delante de mi Padre queestá en los cielos” (Mat. 10:32). Es digno de notar al estudiarla vida de Cristo que Jesús nunca llamó a nadie a seguirle queno lo hiciera públicamente. Está Nicodemo quien una nochevino en secreto a Jesús, pero cuando Cristo era el que daba elprimer paso en el encuentro, siempre lo hacía públicamente.Andando por la costa del mar de Galilea vio a un grupo depescadores remendando sus redes. Clavó su mira en los ros-tros de Andrés y Pedro, Santiago y Juan, y dijo: “Venid en posde mí, y os haré pescadores de hombres” (Mat. 4:19). ¡Y ellosrespondieron en la presencia de sus amigos y compañerospescadores! Respondieron públicamente y siguieron a Jesús.

En Capernaúm se encontró con Mateo, el cobrador deimpuestos, sentado en su mesa de trabajo, muy ocupadorodeado de varios clientes. Jesús dijo sencillamente:“Sígueme.” Y así lo hizo Mateo en presencia de toda aquellagente que tan bien lo conocía. Al pasar Jesús por Jericó lasmultitudes llenaban las calles. Habían salido para verlopasar. Se detuvo bajo un árbol, miró hacia arriba, vio a Zaqueoescondido observándolo, y lo llamó para que bajara y caminaracon él. ¡Y así lo hizo Zaqueo!, enfrente de todos. Sí, cada vezque Jesús llamó a hombres y mujeres a seguirle, lo hizo públi-camente. ¿Por qué? Porque hay un elemento en la respuesta a

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una invitación pública que ayuda a sellarla en nuestras vidas.Es sencillamente uno de esos actos “tangibles intangibles”.

No existe en la historia cristiana alguien más eficaz queBilly Graham en extender la invitación. En su defensa hadeclarado: “Algunos de los que están en contra de las invita-ciones evangelísticas públicas llegan hasta cualquier extremopara hacer la invitación en el evangelismo personal. Si estábien pedirle a un solo pecador que se arrepienta y reciba alSeñor Jesucristo, ¿por qué no está bien pedir a todo unpúblico que haga lo mismo?” Buena pregunta. La invitaciónpública va de la mano con la invitación personal. No tiene sen-tido que me pase yo treinta minutos explicando el evangelio,animando a otros a recibirlo, exhortándolos a que lo aceptencomo un don gratuito de la gracia de Dios, y luego despedir ala congregación sin darle la oportunidad de hacerlo. Si estábien extender la invitación personal y privadamente, lo estambién ofrecerla públicamente.

Hace poco asistí a una ceremonia de graduación. Ni uno delos graduados tuvo vergüenza de caminar al frente del audito-rio, dar la mano al director y recibir su diploma. Es más,muchos fueron objeto del aplauso de sus familiares y amigos.Cada vez que realizo una ceremonia nupcial recuerdo elmismo principio. La novia y el novio marchan por el pasillocentral del templo sin vergüenza y sin disculparse, paradedicar sus vidas uno al otro abierta y públicamente. Existeun profundo sentir sobre ese acto público que produce tremen-do gozo y aliento a la familia y los amigos, y, a la vez, ayuda asellar el compromiso en la vida de la pareja. Si los compro-misos públicos son buenos en casos de graduaciones y bodas,¿por qué no han de serlo en los casos de quienes contraen elmayor compromiso de sus vidas con el Señor Jesucristo? Hayuna virtud en el ponerse de pie públicamente para manifestara Cristo que no sólo sella la decisión en el propio corazón, sinoque produce gran gozo y aliento en familiares y amigos cris-tianos.

Cuando extiendo la invitación doy a mis oyentes la opor-tunidad de hacer algo que les gusta hacer, esto es, identifi-carse con algo. O, en este caso, ¡con Alguien! ¿Ha notado ustedcómo nos gusta identificarnos con personas o cosas? Usamoscamisetas deportivas con emblemas que nos identifican conciertas marcas, tenemos insignias en nuestro llavero que nosidentifican con instituciones. Usamos botones en la solapa que

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nos identifican con algo que amamos. Tenemos banderinesque nos identifican con un equipo de fútbol, o un calendariocristiano que nos identifica con el Señor. La invitación públicada a la persona la oportunidad de hacer algo que le gustahacer, identificarse abiertamente, sin vergüenza y pública-mente con el Señor Jesucristo.

La invitación pública ha ocupado un lugar significativo enel compromiso cristiano desde que el Señor la usara hace casidos mil años. No necesitamos dar razones ni disculparnos porusarla en nuestros días. El hecho es que no podemos pretenderque las personas den testimonio de su fe en su diario andarfuera de las cuatro paredes del templo, donde el mundo esindiferente y muchas veces hostil al evangelio, si no puedenpasar adelante por el pasillo rodeado de creyentes que se rego-cijan en su decisión de aceptar a Cristo. La decisión públicaayuda a sellar la decisión personal que la precede. Por lo tantoel llamamiento… ¡que sea público!

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14Que sea “premeditado”

Algunos de mis lectores extienden regularmente la invita-ción desde el púlpito. Espero que la mayoría de mis lectoresesté procurando mejorar su habilidad de presentar el llamadopersonal y privadamente. Lo que quiero puntualizar en estecapítulo es que la invitación misma ha de ser planeada correc-tamente, habiéndola “premeditado”. No debe ser ocurrencia deúltimo momento.

En cuanto termino de preparar mi sermón, generalmenteme detengo y me hago una pregunta muy importante: ¿Yahora qué? En seguida comienzo a planear y orar sobre lainvitación. Quiero que mi llamamiento fluya del sermón y seaparte vital de él. Busco de alguna manera fundir mi mensajeen la verdad expresada en Efesios 2:8-10 que dice: “Porque porgracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe.Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús parahacer las buenas obras que Dios preparó de antemano paraque anduviésemos en ellas.” Al “premeditar” el llamado y alplanearlo, hay varios conceptos que quiero que mis oyentescomprendan. Primero, quiero que el comienzo de la salvaciónsea claro. ¿Dónde empieza la salvación? Nadie puede viviruna vida cristiana sin entender claramente cómo se inicia. Sino estamos en lo cierto sobre su origen nos equivocamos entodo lo demás. El inicio de la salvación se encuentra en estaspalabras: “Porque por gracia sois salvos.” La salvación no es larespuesta de Dios a nuestras buenas obras, es total y absolu-tamente fruto de la gracia, del favor inmerecido de Dios.También quiero ser claro sobre el medio de salvación que se

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encuentra en el versículo siguiente: “sois salvos por medio dela fe”. La fe es el medio, el conducto por el cual la gracia deDios fluye hacia el corazón del ser humano. “Y sin fe es imposi-ble agradar a Dios” (Heb. 11:6).

Uno de los peligros elementales a evitar en la invitaciónpública es que alguien crea que el hecho de “pasar adelante”es lo que produce el milagro de la regeneración. Por lo tanto,no sólo hemos de ser claros en cuanto al comienzo y el mediode la salvación, sino también al clamor de la salvación. Estáen estas palabras: “Y esto no de vosotros... ¡No es por obras!”

Al planear mi invitación también quiero ser claro en cuan-to al costo de la salvación. Pablo continúa recordándonos quees “un don de Dios”. La salvación no es una meta a ser alcan-zada, sino un don para ser recibido gratuitamente. El nocaptar esta sencilla verdad ha traído aparejado todo tipo deperversiones espirituales de las cuales han surgido sectas yotras religiones falsas. Si usted tiene el deber sagrado de pre-sentar el llamamiento público, asegúrese de que sus oyentesentiendan que el acto físico de responder es distinto de recibirel don de la gracia de Dios que se recibe sólo por fe.

El llamamiento más elevado y el mayor privilegio en lavida es presentar al Señor Jesucristo a hombres y mujeres yextender su llamado a recibir el don de vida eterna por feúnicamente y por la gracia de Dios. Cuando planea esteimportante llamado… ¡que sea premeditado!

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15Que sea práctico

Existe un aspecto muy práctico al tema de la invitación.Cuando se hace correctamente y en oración es un medio paralograr un importante propósito eterno.

En mi caso, presento el llamado público mientras misoyentes permanecen sentados. Al final de mi sermón y sinninguna música les pido que dejen sus asientos y pasen alfrente para estar a mi lado y ser incluidos en la oración. Miintención es que el llamamiento público sea un puente paraque quienes están bajo el poder de convicción del Espíritu locrucen a fin de encararlo sobre una base personal.

Cuando la gente ha respondido y está de pie junto a mí,hago una oración y luego les invito a que acompañen a uno denuestros ministros al centro de bienvenida donde tratamos acada uno individualmente y extendemos el llamamiento per-sonal. (Vea el Apéndice A donde encontrará una descripciónverbal de esta invitación.) Para mí este llamado público es unmedio para lograr el llamado personal. Los inconversosmuchas veces se emocionan profundamente al ver a un amigoo familiar responder al llamamiento público. Pareciera que losque responden sirven de guía o aliciente para que otros sigansu ejemplo.

Nunca doy nada por sentado en el momento de lainvitación. En cada culto hablo a varios que nunca hanescuchado una invitación pública para recibir a Cristo comoSalvador. En consecuencia, la explico detalladamente usandotérminos prácticos, diciéndoles exactamente lo que les estoypidiendo que hagan; por ejemplo: “Dentro de un momento levoy a pedir que haga algo que requiere valor. Cuando

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inclinemos nuestros corazones en oración le voy a pedir austed que se ponga de pie, deje su asiento y pase aquí, ade-lante. Los que están a su lado le dejarán pasar y quizá lepalmeen y digan: ‘Que Dios le bendiga.’

“Le voy a pedir que pase y se pare aquí al frente a mi lado.No tiene que preocuparse por lo que tiene que decir. Yo sé porqué viene. Y, por el hecho de venir, estará usted manifestando‘Voy a andar por el camino de Dios’. Yo le recibiré aquí.Muchos serán los que vienen y cuando ya estén todos aquí voya guiar en oración. Después de la oración queremos invitarle anuestro centro de bienvenida y darle algunos materiales deestudio bíblico que le ayudarán. Si viene usted para aprendermás le guiaremos a depositar su fe en Cristo Jesús. Recuerde,no se preocupe si le parece que no sabe qué decir. Por el hechode venir estará diciendo que va a andar usted en el camino deDios.”

Procuro ser lo más práctico posible en el momento de lainvitación. Póngase usted en el lugar del hombre o la mujersentado en el banco. Quiere responder pero no sabe quéesperar. Quiero que sepa exactamente lo que puede esperar.¡Nada de sorpresas! Se lo explico paso a paso. Sabe que no vaa tener que decir nada a la congregación. Sabe que voy a oraruna oración y que no pasará vergüenza.

Debo repetirlo: muchos llamamientos públicos carecen derespuesta sencillamente porque los oyentes se sienten deso-rientados sobre lo que se les está desafiando a hacer. Hay pred-icadores que llegan al final de sermón y dicen simplemente:“Ahora nos pondremos de pie y cantaremos dos estrofas delhimno 244, ¿no quiere usted venir?” Y la persona en el banco sepregunta: “¿Venir a dónde? ¿Venir a quién? ¿Venir por quérazón? ¿Venir cuándo?”, y se retira del culto sin haber respon-dido a lo que ha escuchado y sentido en su corazón.

Una necesidad urgente de nuestra generación es hacerque el llamado de Cristo sea práctico. Jesús habló de la necesi-dad de continuamente cambiar los odres para conservar elvino. Los odres viejos perdían su elasticidad y se resquebraja-ban. Cuando el vino nuevo, no totalmente fermentado ytodavía expandiéndose al desprender sus gases, era echado enodres viejos, éstos corrían el peligro de reventar, perdiéndosetanto el vino como el odre. Pero, cuando el vino nuevo eraechado en odres nuevos ambos se conservaban perfectamente.

El vino es el mensaje. Nunca cambia. Los odres son los

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métodos. Deben cambiar constantemente. Por ejemplo, comoiglesia a veces usamos un vocabulario que resulta extraño almundo secular. Tratamos de alcanzar a un mundo modernoalejado de Cristo con un vocabulario del siglo diecisiete porqueestamos acostumbrados a él. Pero la persona no habla así.Usted no le dice a su secretaria: “Podéis transcribirme estaepístola?” No, usted le dice: “¿Puede tomar una carta?” Odres.Si no cambiamos nuestras expresiones “religiosas” el mundonunca responderá.

Cuide sus palabras al hacer el llamamiento ya sea públicoo personal. Evite el vocabulario eclesiástico. Por eso usamoslas palabras “centro de bienvenida” al describir nuestra “ofici-na de consejería”. Previene el prejuicio en nuestros oyentes yproyecta calor y bienvenida. Es un puente en lugar de unabarrera.

Al extender la invitación del evangelio trate de ponerse enel lugar de sus oyentes. Piense como ellos. En todos nuestrosesfuerzos porque el llamamiento sea apasionado y piadoso,personal y persuasivo, asegurémonos también de… ¡que seapráctico!

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16Que sea psicológico

En este capítulo no quiero insinuar que juguemos juegosmentales con nuestros oyentes y apelemos a ellos con algúntipo de manipulación. Francamente, necesitamos una manerade exteriorizar a otros nuestro propio compromiso personalcon Jesucristo. La invitación pública provee exactamente esto.Es psicológicamente beneficiosa. Hay algo en el estar de pie enla plataforma de los ganadores en los juegos olímpicos yescuchar el himno nacional propio que ayuda a sellar el logroen la mente para siempre. Y hay algo en aceptar a Cristo enpúblico que ayuda a cimentar la decisión en nuestras vidas.Como una ceremonia de casamiento pública, una plataformade ganador o un acto de graduación, la respuesta a lainvitación pública puede ser psicológicamente terapéutica. Pornuestra manera de ser y nuestra naturaleza, necesitamosmanifestar nuestras respuestas abiertamente y sin vergüen-za.

Hay algo psicológico en exteriorizar en público nuestrasdecisiones espirituales. Se convierte en una ayuda visual quedura toda la vida. Con frecuencia las decisiones privadas ypersonales pronto se olvidan, pero la respuesta a una invita-ción pública nunca se olvida.

Recuerdo muy bien cuando reflexionaba sobre mi propiollamado a dedicar mi vida al ministerio. Fue el verano antesde mi último año en la universidad. Mi sueño de toda la vidahabía sido ser abogado y dedicar mi vida a argumentar casosante un juez y un jurado en un tribunal de justicia. Aquel ve-rano, al comenzar a sentir que Dios tenía otros planes para mí,

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vacilaba cada día sobre lo que debía hacer. Llegué al punto desaber que no encontraría gozo en otra cosa que no fuera elministerio y me sentí bastante seguro de que era la voluntadde Dios para mi vida. Sin embargo, seguía vacilando. Sólocuando hice público mi llamado me decidí de una vez portodas, y nunca me volví atrás. Aunque de aquello hace más deveinte años, todavía recuerdo el momento cuando, vistiendoun suéter de cuello alto y pantalones grises, pasé al frente enmi iglesia haciendo pública mi decisión. Psicológicamente, dara conocer públicamente mi llamado ayudó a sellarlo parasiempre en mi corazón y en mi mente.

Las invitaciones públicas también son psicológicamenteestimulantes y desafiantes para quienes las observan. Confrecuencia doy reconocimiento a hombres y mujeres en nues-tra iglesia que traen a otros a Cristo y vienen con ellos alfrente en el momento de la invitación pública. Hace quemuchos otros piensen: Si Raúl, o Héctor, o María, o Laura puedeganar a alguien para Jesús, yo también puedo. Cuando losniños responden al llamado, con frecuencia recuerdo a misoyentes que Jesús explicó que si alguno quiere seguirle debeacudir a él con una fe sencilla e inocente, como la de un niño.

Los psicólogos en la ciudad donde vivo y los que trabajanen mi iglesia avalan los beneficios positivos del llamamientopúblico. Los impulsos que tengamos de seguir a Cristo dis-minuirán a menos que los sigamos. El llamamiento públiconos da la oportunidad de tocar el corazón en su momento demayor sensibilidad. Es mi observación personal que uno tienemenos predisposición de responder la segunda o tercera vez.Es como dice Pablo en la carta a los Efesios, que el corazón seendurece más y más hasta llegar al punto cuando, aunqueDios aún llama, ya no podemos escucharle porque nuestroscorazones se han endurecido como resultado de ignorar repeti-damente el llamado de Cristo. Hay una urgencia psicológicaen la invitación que nos llama a responder. Carpe diem,“¡aprovecha el día!”

Este principio se aplica tanto en privado como en público.Si comparte usted las buenas nuevas de vida eterna es vitalque les dé a las personas la oportunidad de que muestren aotros lo sucedido y les den oportunidad de compartir su nuevogozo. Así que cuando extienda el llamamiento pública o pri-vadamente… ¡que sea psicológico!

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17Que esté saturado

de oraciónQuizá el platillo del que más se habla en el menú del creci-

miento cristiano y de alcanzar a otros es la oración. A pesar deello, es el que menos se elige y ordena. La oración es el campode batalla de la vida cristiana, especialmente cuando estamos“recogiendo la red” al invitar a hombres y mujeres a aceptar alSeñor Jesús como su Salvador personal. Es difícil ganar laguerra si no tenemos idea dónde se está librando la batalla. Detodos los temas enfocados en este libro, ninguno es de mayorimportancia que la necesidad de que la invitación esté satura-da de oración.

A fin de orar eficazmente por los perdidos es imperativoque, para empezar, sepamos bien y tengamos una compren-sión bíblica básica de por qué alguien está sin Cristo. Detrásdel sencillo hecho de que la persona perdida no ha recibido elevangelio está la realidad de que no sólo se encuentra esclavi-zada, sino cegada por “el dios de este mundo”, Satanás. Eldiablo la tiene amarrada. En las palabras del apóstol Pablo,hemos de orar por que los hombres y mujeres perdidos “searrepientan... y ...escapen de la trampa del diablo, quien lostiene cautivos a su voluntad” (2 Tim. 2:25, 26). Al orar porotros en los momentos de invitación debemos hacerlo cons-cientes de que en esta batalla, los hombres y las mujeres per-didos están esclavizados y cegados por él.

Además, dice Pablo: “Pero aun si nuestro evangelio estáencubierto, entre los que se pierden está encubierto. Pues eldios de esta edad presente ha cegado el entendimiento de los

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incrédulos, para que no les ilumine el resplandor del evange-lio de la gloria de Cristo, quien es la imagen de Dios” (2 Cor.4:3, 4). Por lo tanto, dos cosas deben suceder antes de que unapersona pueda ser salva. Las ataduras y la ceguera debendesaparecer. Esto ocurre con la oración intercesora. Recuerde:“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sinopoderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. Des-truimos los argumentos y toda altivez que se levanta contra elconocimiento de Dios; llevamos cautivo todo pensamiento a laobediencia de Cristo” (2 Cor. 10:4, 5).

Es así que contamos con el poder de la oración para entraral reino espiritual y derribar la fortaleza en la que el diablotiene atado y cegado al inconverso. En consecuencia, nuestrameta de oración en el momento de la invitación no debe cen-trarse en un individuo en particular que es motivo de nuestrapreocupación, sino ¡en el diablo mismo! Así lo hizo nuestroSeñor en Cesarea de Filipo. Después que Jesús instruyera asus discípulos tocante a su próxima muerte, Pedro, con buenasintenciones, quiso distraer su pensamiento de la cruz. Jesúsdijo “¡Quítate de delante de mí, Satanás!” (Mat. 16:23). No seestaba dirigiendo a Pedro. Sabía que había detrás de Pedro unpoder que lo llevó a decir lo que dijo y Jesús se entendió direc-tamente con el diablo.

Pablo siguió el ejemplo de Jesús cuando, siendo atormen-tado por un adivinador, “se dio vuelta y [habló] al espíritu”(Hech. 16:18). La oración es el verdadero campo de batalla enel “valle de la decisión” cuando la gente está pesando en la ba-lanza de la eternidad su destino final. Nuestra tarea comointercesores, cuando se está dando la invitación es “destruirlos baluartes”, las ataduras y la ceguera que impiden quehombres y mujeres lleguen a un conocimiento salvador deCristo porque “nadie puede entrar en la casa de un hombrefuerte y saquear sus bienes a menos que primero ate al hom-bre fuerte” (Mar. 3:27).

En cada servicio, al extender yo la invitación, cientos deintercesores oran y “destruyen fortalezas”. ¡Si sólo pudiéramosver lo que está sucediendo en el mundo invisible a nuestroalrededor! ¡Piénselo la próxima vez que esté en un culto con-gregacional y se extienda la invitación! ¡Oh, que pudiéramostener un monitor de televisión que captara escenas en ladimensión invisible al recorrer el santuario, una radio en quepudiera oír todos los sonidos y música a nuestro alrededor en

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el reino invisible! Se libra en este reino invisible y espiritualuna batalla gigante por las almas de hombres y mujeres sen-tados a su alrededor.

Por esto la oración debe ser una prioridad al recoger lared. He enseñado a mi congregación que al extender yo lainvitación pública deben orar para arrasar con tres baluartesbásicos. Está el baluarte del orgullo. El orgullo más queningún otro factor impide que la gente responda a Jesucristo.Orgullo, el gran YO, el pronombre perpendicular. Quienes seescudan en este baluarte se preocupan más del “qué dirán”que de lo que piensa Dios. En los momentos de la invitaciónpública aparece también el baluarte de la suposición. Algunosno responden a la invitación porque suponen que alguna“decisión” tomada años atrás, pero que no resultó en una vidatransformada, es suficiente. Muchas personas van a unaeternidad sin Cristo porque “suponen” que una decisión falsaera correcta.

El otro gran baluarte que he enseñado a mi congregacióna destruir en oración es la dilación. Algunos no aceptan lainvitación de Cristo porque piensan que ya tendrán tiempo enel futuro, así que lo dejan para mañana. Lo posponen paraotra ocasión. ¡Cuando se arrasa con este baluarte se ayuda aotros a percibir que no decidirse es decidirse! A lo largo de losaños me ha dado gozo ver a más de cien personas por mesresponder a nuestras invitaciones públicas, principalmentepor ese ejército de soldados de oración que en cada servicio deadoración ora por la destrucción de los baluartes.

La oración debe ser una prioridad en las invitacionespúblicas y privadas. En nuestro ministerio de capacitaciónpara evangelizar salimos en grupos de tres para compartir aCristo. Oramos antes de salir, oramos rumbo a nuestro desti-no y oramos frente a la puerta de la calle al esperar que seabra a nuestro llamado. Ya adentro, mientras uno compartey extiende el llamamiento personal, los otros dos permanecenen constante oración destruyendo fortalezas.

Nuestra iglesia tiene un ministerio de oración en que lasveinticuatro horas del día, todos los días de la semana, todaslas semanas del año, cuatro personas están intercediendo yorando continuamente pidiendo la destrucción de los baluar-tes en nuestra ciudad. Cada sábado a la mañana muchos denuestra congregación se reúnen en el centro de adoración, searrodillan y oran en casi cada uno de los cuatro mil asientos

Que esté saturado de oración 59

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por el individuo que ocupará ese asiento la mañana siguiente.¿Pueden imaginarse qué aliento es eso para mí personalmentecuando predico el domingo, sabiendo que se ha orado por cadauno y que las fortalezas han sido arrasadas?

También hemos enseñado a nuestra congregación aescoger a un individuo en la congregación al comienzo delculto y orar por él durante todo el servicio. Cada semana nues-tra iglesia vive el gozo de la oración contestada al ver que per-sonas que ni siquiera conocemos aceptan la invitación. Yotambién procuro hacer lo mismo. Quizá durante el período dealabanza elijo a una persona que nunca he visto y oro por ellahasta comenzar el mensaje. Sí, la oración es el campo debatalla y es imposible ganar la guerra si no sabemos dónde selibra la batalla.

De todas las técnicas de las que se podrían estudiar ytodos los principios a aplicar para pulir la invitación pública opersonal, ninguna es más indispensable que saturarla con laoración intercesora. Sea que usted extienda el llamamientopública o personalmente, sobre todas las cosas… ¡que esté sa-turado de oración!

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18Que sea permanente

Un peligro sutil del llamamiento público es que algunospueden pensar que es el mejor o, quizá, el único foro en quealguien puede aceptar a Jesucristo. Muchas iglesias cometenel tremendo error de creer que la invitación termina cuandonos retiramos del edificio de la iglesia.

La invitación para seguir a Cristo debe ser permanente.Ha de llenar el ambiente de toda la iglesia y todos sus minis-terios. Tanto que ninguna organización en la iglesia tiene elderecho de existir a menos que sus metas y motivaciones bási-cas sean de llevar a otros a un conocimiento salvador del SeñorJesucristo. Sobre todo, debemos llenar nuestro templo con unaconsagración fresca, nueva, al antiguo y gran mandato dehacer discípulos de todas las gentes en todas partes.

La obra misionera comienza en nuestra propia “Jeru-salén”. El concepto de echar y “recoger la red” debe saturartodo lo que hacemos como iglesia. Nuestra iglesia tiene casicien ministerios permanentes y cada uno ofrece a las personasla oportunidad de recibir a Cristo como su Salvador personal.Ministramos a cientos de enfermos de cáncer por medio de unministerio de apoyo cuyo mayor propósito es presentar unainvitación personal a recibir al Señor. Nuestro ministerio dealfabetización enseña a docenas de personas a leer. Es mara-villoso ver cómo a tantos se les abre un nuevo mundo. Peronuestro propósito principal es hacer la invitación personal deque reciban al Señor. Tenemos muchos ministerios, pero tene-mos un solo propósito, y éste es cumplir la Gran Comisiónhaciendo discípulos y ayudándoles a madurar como seguidoresdel Señor Jesucristo.

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La invitación a seguir a Cristo no es meramente lo que elpredicador hace una o dos veces por semana desde el púlpito.Es algo que debe infiltrar los ministerios de nuestra iglesia yla manera de vivir de nuestros miembros. Para ser sincero,debo decir que muchos de los que pasan adelante en nuestroscultos ya han aceptado a Cristo en una invitación personalhecha por uno de nuestros miembros que “recoge la red” dia-riamente como parte integral de su vida.

En las reuniones de nuestra iglesia, esta invitación a otrossatura todo lo que hacemos. Nuestras comisiones toman todaslas decisiones de la iglesia en base a quienes “todavía no estáncon nosotros”. Animamos a nuestra congregación a entablarrelaciones con inconversos. Jesús lo hizo. Lo llamaban “amigode pecadores”. Me pregunto si el liderazgo de muchas iglesiasmodernas alguna vez ha sido acusado de lo mismo. Donde-quiera que iba nuestro Señor llamaba personalmente a los quesufrían necesidad, ya sea a solas junto a un pozo o en el mer-cado lleno de gente. Sigo enfatizando a nuestra congregaciónla importancia de tomar nuestras decisiones y planificar nue-stros programas para los que “todavía no están con nosotros”.Muchas iglesias toman sus decisiones en base a los que ya“están aquí” o, peor aún, a los que hace cuarenta años queestán. Nunca impactaremos a nuestro mundo con el evangelioen base a invitaciones públicas. Un espíritu de evangelismo yllamamiento personal y privado debe saturar nuestras iglesiasy congregaciones como parte innata de nuestra manera devivir.

Al acercarnos y al comenzar el tercer milenio, tenemosabiertas las puertas de oportunidades a nuestro alrededor.Tomemos nuestras decisiones y existamos para los quetodavía no son de la familia y al extender el llamamientopública y privadamente… ¡que sea permanente!

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19Que sea pertinente

La invitación debe surgir de la presentación del evangelioy estar relacionada con el contenido del mensaje. A muchos delos que extienden la invitación les resulta difícil lograr unatransición natural a la invitación de recibir a Cristo.

Las transiciones súbitas y abruptas de la presentación a lainvitación distraen al oyente y le hacen “perder el hilo” de loque está diciendo el orador. Al presentar el mensaje de sal-vación individualmente, de uno a uno, he comprobado que laspreguntas “de transición” desarman y ayudan mucho a man-tener la fluidez de la conversación. Al concluir la presentaciónes de ayuda hacer una pregunta calificadora como la que su-giere D. James Kennedy, fundador de Evangelismo Explosivo:“¿Esto tiene sentido para usted?” Al recibir una respuesta afir-mativa, se ha logrado la transición y se puede hacer la pre-gunta más pertinente a la decisión: “¿Le gustaría recibir eldon gratuito de vida eterna?”

Nuestras invitaciones desde el púlpito deben siempre bro-tar de la tesis del sermón. Mi propio estilo de predicación esexpositiva, la exposición versículo por versículo a través de loslibros de la Biblia. En consecuencia, rara vez predico lo que sepodría llamar un fuerte y fogoso sermón evangelístico. Perosiempre hago una fuerte invitación evangelística que buscosea pertinente al mensaje y que surja directamente de él.

Por ejemplo, hace poco prediqué paso a paso toda la epís-tola de Pablo a Filemón. En uno de los mensajes traté el temade las relaciones personales en el hogar, el trabajo y el mediosocial. Cuando llegó el momento de la invitación hice la tran-sición de información a la invitación diciendo: “Existen sólo

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tres relaciones en la vida. Una expresión es hacia arriba. Estaes una relación con Dios. Esto es lo que nos diferencia de losanimales. Tenemos la capacidad de conectarnos con Diosmismo por medio de Jesucristo. Segunda, existe una expresiónhacia adentro. Tenemos una relación con nosotros mismos queincluye el sentido de nuestro propio valor, autorespeto y amorpropio.

“Finalmente, existe una expresión hacia afuera. Tenemosuna relación con otros, ya sea en el hogar, la escuela, la ofici-na o dondequiera que nos encontramos con otros. La verdad esque nunca nos relacionaremos adecuadamente con los demáshasta no relacionarnos adecuadamente con nosotros mismos.Si no tenemos un auténtico amor propio y autorespeto loproyectamos teniendo relaciones destructivas. Jesús dio en elblanco cuando dijo que hemos de ‘amar a nuestro prójimo comoa nosotros mismos’.

“Pero debemos dar un paso más y encontrar la respuestatotal: nunca nos podremos relacionar adecuadamente connosotros mismos si no nos relacionamos adecuadamente conDios recibiendo el don de vida eterna que nos da por medio desu Hijo. Sólo entonces podremos saber cuán inexpresable-mente valiosos somos para Dios y empezar a realmente sen-tirnos bien acerca de nosotros mismos.

“Entonces, la única manera de tener relaciones personalespositivas y provechosas con los demás es valorarse yrespetarse uno mismo. La única manera de obtener un autén-tico sentido de valor personal es conociendo a Dios por mediodel Señor Jesucristo.”

Aunque el cuerpo (tema) de aquel sermón no era directa-mente evangelístico la transición a la invitación evangelísticasurgió del sermón y era pertinente a él.

Sea cual fuere el tema del sermón, se le puede dar unaaplicación evangelística. Miremos, por ejemplo, un mensajesobre paz mundial. Jesús nos ha llamado a ser “pacificadores”,no sólo amantes de la paz. Es decir, hemos de promover launidad. La transición al llamamiento evangelístico puede seralgo así: “Nunca tendremos paz a nivel mundial hasta notener paz a nivel continental; nunca tendremos paz continen-tal hasta no tener paz a un nivel nacional; nunca tendremospaz nacional hasta no tener paz a un nivel comunal; nuncatendremos paz comunal hasta no tener paz a un nivel vecinal;no tendremos paz vecinal hasta no tener paz en nuestro hogar;

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nunca tendremos paz en nuestro hogar hasta no tener paz ennuestros corazones. ¡Y nunca tendremos paz en nuestros cora-zones hasta que hayamos hecho las paces con Dios por mediode nuestro Señor Jesucristo!”

Ya el terreno ha sido preparado para la invitación evan-gelística: es pertinente al sermón y ha brotado de él.

No importa lo que prediquemos, siempre podemos encon-trar la forma de hacer una transición natural y guiar a nues-tros oyentes a la cruz. Cierta vez presenté un mensaje sobre laamistad, lo que significa ser un verdadero amigo. Encontré mitransición a la invitación en una poesía por un autor descono-cido, que contaba lo que un amigo le decía a otro el día deljuicio ante la realidad de que aquel amigo no había compartidocon él el mensaje de salvación.

En una manera interesante, sin confrontaciones, logré latransición desde el cuerpo de mi sermón sobre la amistad a lainvitación evangelística. Las transiciones son de vital impor-tancia para mantener la atención y el interés de nuestrosoyentes.

Sea que tenga usted el privilegio de ofrecer la invitación deCristo públicamente desde el púlpito o personalmente a unamigo, asegúrese de que se desprenda de la tesis de su pre-sentación y… ¡que sea pertinente!

Que sea pertinente 65

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20Que sea integral

Mientras que el enfoque único de un llamamiento per-sonal y privado es la profesión de fe, el llamamiento público loincluye todo y es más completo en su naturaleza. En el cultode adoración hay muchas y variadas necesidades a las quehemos de apelar.

Al observar mi propia congregación y buscar llenar susnecesidades semana tras semana, veo que muchos de misoyentes acuden porque quieren saber más o por curiosidad, yaún les falta aceptar el evangelio. También hay quienesaceptaron a Cristo durante la semana cuando algún miembroles extendió una invitación personal. Ahora necesitan hacerpública su decisión. Hay otros que necesitan transferir sumembresía para ser parte de nuestro “equipo”.

Otros no saben qué necesitan hacer o cómo responder.Todo lo que saben es que su vida ya no tiene propósito ni direc-ción. ¡El “algo” que piensan necesitar en realidad es Alguien!No podemos dar por sentado que nuestros oyentes entiendenlo que les pedimos que hagan. Debemos decirlo muy clara-mente y abordar el tema integralmente. Me lleva como cinco oseis minutos hacer esto al comienzo de mis llamamientospúblicos, pero no dejo duda en las mentes de los oyentes acer-ca de lo que les estoy pidiendo que hagan y cómo estoy pidien-do que respondan.

Por ejemplo, hay quienes necesitan aceptar el don de lavida eterna. Generalmente les invito de la siguiente manera:“Sé que muchos de ustedes nunca han puesto su confianza enCristo Jesús para obtener su salvación. Si llegaran a morirhoy no saben dónde pasarán la eternidad. En un momento les

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voy a pedir que dejen su asiento y vengan a mi lado aquí alfrente. Al venir estarán diciendo: ‘Quiero conocer a CristoJesús.’ Muchos de ustedes vendrán y cuando lleguen aquí diri-giré una oración. Si vienen deseando saber más, queremossentarnos con ustedes y guiarlos a depositar su fe en CristoJesús.” Los que necesitan entregar sus vidas a Cristo, ahorasaben lo que pueden hacer y qué esperar si responden.

Otros en mi congregación ya han invitado a Cristo a ser suSalvador personal, pero necesitan hacer una profesión públicade fe de haber entregado su vida a él por las razones expli-cadas en los capítulos anteriores.

Generalmente apelo a este grupo de la siguiente manera:“Hay otros entre los presentes que ya han entregado sucorazón a Cristo, quizás esta semana, la semana pasada, elmes pasado, o cuando fuere, que ahora necesitan manifestar-lo públicamente. Les voy a pedir que se unan a los que yaestán viniendo y al hacerlo estarán diciendo: ‘Iré por el caminode Dios identificándome con él pública y abiertamente y sinavergonzarme.’ Jesús dijo que si le confesamos ante los hom-bres, él, a su vez, nos confesará delante del Padre que está enlos cielos. Manifestar públicamente una decisión ayuda asolidificarla en su vida. Cuando Cristo llamaba a las personasa que le siguieran siempre lo hacía públicamente. Así debe deser.”

Aun otros en la congregación están inseguros de su propiasalvación y necesitan esa seguridad. Para ellos agrego:“Muchos de ustedes dicen sinceramente: ‘En realidad no estoyseguro de ser salvo.’ Dios no quiere que dude o vacile de un díaa otro si es salvo o está perdido. Tanto así que dice que laBiblia fue escrita para que ‘conozcan que tienen vida eterna.’Dice que la experiencia de la salvación es como pasar demuerte a vida o de un cuarto oscuro a la luz. ¿Cómo se puedepasar de un cuarto oscuro a uno con luz sin darse cuenta?¿Cómo puede pasar de muerte a vida y no saberlo? Dios nohace difícil el que seamos salvos. En realidad, dice que sicualquiera de nosotros venimos a él debemos hacerlo ensencillez, con la fe de un niño, confiando solamente en él parasalvación.

“Si usted no está seguro puede estarlo hoy. Le voy a pedirque en un momento se una a los otros que estarán viniendo. Alvenir estará diciendo: ‘No estoy seguro de haber recibido lavida eterna, pero quiero resolverlo de una vez por todas, esta

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misma mañana.’ Espero que usted sea el primero y lo esperaréaquí al frente. Tenemos información que deseamos darle quele ayudará, y queremos sentarnos con usted y guiarlo a laseguridad de su salvación.” Los oyentes que han estadoluchando con la falta de seguridad ahora saben que no estánsolos, que no tienen que tener temor de admitirlo y que puedenobtener orientación.

Hay otros en mi congregación que son miembros de iglesiay seguidores del Señor Jesucristo, pero que ya no son activosen sus propias congregaciones. Quizás se han mudado a nues-tra área o vienen de otras iglesias por alguna razón. Necesitanser parte de nuestra congregación. A ellos públicamente leshago un llamamiento como éste: “Muchos de ustedes son cris-tianos pero ya no son activos en su iglesia. Ahora reciben sualimento espiritual aquí con nosotros, y ha llegado la hora deque se decidan y se hagan miembros de esta iglesia. Lo hanpensado, lo han planeado, han orado y lo único que les falta eshacerlo. Les voy a pedir que se unan a los que van a venir enun momento. Al venir estarán diciendo: ‘Quiero ser miembrode esta iglesia y servir a Dios en y a través de ella.’ Sea ustedel primero, y al venir será como un guía para los muchos quenecesitan conocer a Cristo Jesús.” Al recién convertido no le essiempre fácil pasar al frente. Por eso, en nuestro llamamientointegral debemos animar a los que sólo deben solicitar cartade transferencia a que lo hagan mostrando el camino.

El llamamiento público debe ser completo. Muchos selamentan porque más jóvenes no se rinden al llamado de Diospara el ministerio y, sin embargo, ¡hay miles de iglesias dondehace años que no se escucha el llamamiento al ministeriodesde el púlpito! Nuestra congregación actualmente tiene 30adultos sirviendo a Cristo en el campo misionero, y docenas deotros que han salido a servir en ministerios relacionados conla iglesia. Creemos en desafiar a nuestra congregación desdeel púlpito y “llamar a los llamados” a través del llamamientopúblico.

Si es su privilegio hacer el llamamiento público, asegúresede que éste sea sencillo, claro, y… ¡que sea integral!

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21Que sea sensitivo

Recoger la red demanda una sensibilidad especial alEspíritu Santo. Los que hacemos la invitación debemos sersensibles al Espíritu. Hay ocasiones en nuestra adoracióncolectiva cuando percibo un movimiento especial del Señorsobre su pueblo, y hago el llamamiento en ese momento.

Por ejemplo, en ocasiones he hecho el llamamiento antesde predicar el mensaje. Una vez, durante un solo musical,antes del sermón, fue como si Dios mismo hubiera entrado alsantuario. Todos parecían haberlo percibido. El hombre quecantaba se emocionó profundamente, siguió cantando mien-tras las lágrimas rodaban por las mejillas.

Un silencio “santo” descendió sobre la congregación. Noera el tiempo para el sermón, sino el momento para reconocerla presencia de Dios y dar oportunidad para responder a ella.En forma sintetizada compartí las buenas nuevas e hice el lla-mamiento público. Muchos respondieron, todos “antes delmensaje”. Ha habido otras ocasiones en nuestro culto deadoración cuando hombres y mujeres, bajo el poder convin-cente de Dios, han dejado sus asientos en medio del sermónpara acercarse al altar. En más de una de estas ocasiones, mehe detenido durante el mensaje, he hecho un llamamiento,continuando luego con el sermón. Lo que quiero recalcar aquíes que el llamamiento no necesariamente tiene que hacersecomo se ha hecho siempre. Sea sensible. Sea perceptivo a ladirección del Espíritu Santo, en el púlpito, en la calle , o en lasala de una casa.

Hay muchas y nuevas formas innovadoras de presentar elllamamiento de Cristo en en el culto de adoración. (No permi-

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ta que la congregación sepa lo que va a hacer, sea perceptivo.)En nuestra iglesia hacemos el llamamiento en diversas for-mas, en diferentes ocasiones. Cuando hacemos la invitaciónlos domingos por la mañana al concluir el mensaje, lo hacemossin cantar. La gente permanece sentada durante el tiempo quedura la invitación. Si alguien sentado en el centro de la bancasiente el deseo de responder, el que todos estén parados, can-tando un himno, le crea una barrera mental. A fin de llegar alpasillo para ir al frente, todos en la banca tienen que salirsepara dejarlo pasar. En su mente él lo ve como una inconve-niencia para las personas que ni siquiera conoce. Por lo tanto,aplazará el impulso de su corazón. Pero, si los que están a sulado están sentados, en actitud de oración, es más fácil que élpase enfrente de ellos al pasillo y luego al altar. Mientras quehago el llamamiento los domingos por la mañana (en elApéndice A encontrará una invitación detallada), pido a losque desean responder que se pongan de pie, salgan al pasillo,y se unan conmigo en el frente mientras que la congregaciónentera permanece en oración.

Nunca deja de maravillarme cómo, en la quietud delmomento, la gente comienza a responder de todos los sectoresdel templo. Una vez que estamos juntos en el frente, dirijo unaoración e invito a los que han respondido a nuestro “centro debienvenida”, un salón cerca del auditorio diseñado con un áreade recepción y varias salitas a los lados donde un consejerocapacitado habla individualmente con cada persona querespondió. A los que se unen a nuestra iglesia de otras con-gregaciones se les pide que compartan con el consejero su tes-timonio personal de salvación. Creemos que es imperativo eimportante hacer lo posible para asegurar una membresíaregenerada.

En nuestro culto de adoración los domingos por la noche,diseñado para atraer a los que han estado fuera de la iglesiapor años, hacemos un llamamiento en una forma totalmentediferente. Al final de mi sermón cuando busco poner el brochede oro a la conclusión del sermón, llamo la atención de la con-gregación a una tarjeta verde colocada en el respaldo de labanca de enfrente. La tarjeta tiene como título: “Tengo interésen conocer más acerca de temas espirituales.” Hay lugar parael nombre, la dirección, un lugar para “marcar” si desean cono-cer más acerca de temas espirituales, e instrucciones brevesrelacionadas con una invitación para reunirse en el “centro de

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bienvenida” a fin de compartir un momento de compañerismoinmediatamente después del culto.

Les animo a tomar la tarjeta y reunirse conmigo y otros enun lugar designado al concluir el culto. Es una adaptación delo que el evangelista del pasado, Charles Finney, llamaba la“antesala”. Hemos constatado que esto es una herramientaeficaz para una adoración más contemporánea.

Nuestro culto de adoración entre semana da oportunidadde tener un formato y un llamamiento diferentes. Concluimosnuestro culto los miércoles por la noche con un llamado paraorar por los enfermos. Invitamos a los que piden oración porellos mismos a venir y arrodillarse en nuestros altares deoración donde los diáconos (ancianos) oran unos por otros.Damos énfasis no sólo a los que necesitan la sanidad de Diosfísicamente, pero también a los enfermos en el área de lasemociones (quebrantados de corazón, deprimidos, etc.), y tam-bién a los que piden oración por sus necesidades espirituales.

Como estamos compuestos de espíritu, alma y cuerpo bus-camos darnos por completo en nuestra forma de orar. Una vezque éstos se han reunido y se está orando por ellos, digo luegoal resto de la congregación: “Sé que muchos de ustedes cono-cen a alguna persona que necesita oración en este altar, perono están aquí para pedirla. Quizá no pueden hacerlo. Quizáestén enfermos físicamente y en el hospital. En un momentoquerrán venir y arrodillarse en lugar de ellos e interceder porellos. Quizá conozcan a alguien que sufre, quebrantado deespíritu, deprimido, o simplemente nervioso, y no está aquípidiendo oración por sí mismo. En un momento querrán veniry arrodillarse en su lugar e interceder a su favor.

“O quizá conozcan a alguien enfermo espiritualmente oespiritualmente muerto sin Cristo. No se encuentra aquí estanoche pidiendo al Señor que lo salve, pero en un momentoquerrán venir y arrodillarse en su lugar y ser un intercesorpor ellos.” Luego cantamos un himno corto mientras que máspersonas vienen al altar. Tenemos entonces un grupo grandearrodillado en oración.

Después de guiar en oración digo: “Antes de regresar a susasientos sé que muchos de ustedes dirían: ‘No estoy seguro detener vida eterna, pero me gustaría tenerla, y quiero resolveresta cuestión hoy mismo.’ Mientras continuamos en unespíritu de oración, si esa es su situación, ¿podría levantar sumano rápidamente y luego bajarla?” El que busca respuestas

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ahora ha admitido su necesidad. En ese momento hago unatransición adecuada para invitarlo a él o ella a ir al “centro debienvenida” donde podremos tratar personalmente la necesi-dad de su corazón.

En cada reunión de nuestra iglesia damos oportunidadpara que los presentes respondan al llamado de Cristo,aunque lo hacemos en muchas maneras diferentes y buscamosque no se convierta en algo rutinario. Nuestro templo estálocalizado en el centro de la ciudad, y tenemos un grupogrande de personas de negocio que se reúnen para almorzar yestudiar la Biblia cada martes. En cada mesa hay tarjetaspara registrar la asistencia de todos. En ellas aparece uncuadro pequeño en la esquina inferior. Al final del mensajecierro con una oración y doy a mis oyentes la oportunidad deabrir su corazón a Cristo en la privacidad de su propia oración.

Al concluir pido a los que oraron para recibir a Cristo, quesimplemente marquen el cuadro en su tarjeta de registro. Lesaseguro que nadie los llamará a menos que ellos lo pidan. Lesdigo que recogeré las tarjetas y les enviaré una carta personaly privada al día siguiente con algunos materiales para facili-tarles el estudio de la Biblia e instrucciones de cómo seguiradelante en su decisión de seguir a Cristo. Esta forma de pro-ceder ha tenido mucho éxito en nuestras relaciones con lagente de negocios y profesionales.

Este capítulo podría continuar indefinidamente descri-biendo diferentes métodos para hacer un llamamiento. Lo quesimplemente deseo transmitir es que necesitamos ser percep-tivos a nuestros públicos y al Espíritu Santo. En resumen, nosea repetitivo y rutinario en sus métodos. No siempre tenemosque cantar cuatro estrofas de “Tal como soy”1 y presionar,manipulando a las personas para que respondan. Los que asis-ten con regularidad perderán el sentido de expectación si cae-mos en una rutina que nunca cambia. Las personas nuevas sepreguntarán qué deben hacer. Muchos damos por sentado quelos que verdaderamente necesitan responder entienden nues-tro sistema de invitación, y al final terminamos hablándonosa nosotros mismos cada domingo sin recibir una respuesta vi-sible.

Sea flexible. Sea perceptivo. No todas las iglesias tienenque hacer el llamamiento de la misma forma.

Personalmente creo que hay mucho mérito en el sistemade invitación tal como lo conocemos, pero más y más voy vien-

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do que hay formas diferentes y nuevas para hacerla. Sea quetenga usted el privilegio de extender el llamamiento a otrospública o privadamente… ¡que sea sensitivo!

——————1 “Tal como soy”. Himno Nº 211 del Himnario Bautista, C.B.P.

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22Que sea natural

Al lanzar el desafío de que seamos naturales en nuestrainvitación, queremos decir que debe ser lógica, debe tener sen-tido. El diccionario define la palabra como “perteneciente a lanaturaleza o conforme a la calidad de las cosas”.

O sea, que no pretenda ser alguien que no es cuandoextienda el llamamiento. Sea auténtico. Este volumen ofrecemuchas sugerencias y variaciones de cómo podemos extenderla invitación de Cristo a otros en privado o en público, pero entodos los casos es imprescindible que sea auténtico. Sea tansabio como el joven David que sabía que no podía enfrentarseal gigante con la armadura de Saúl; simplemente, no lequedaba. Use sus propias “armas” al hacer la invitación, y sialgo que lee o escucha no le “queda”, no lo “use”.

Dondequiera Dios nos haya puesto para extender su reinodebemos identificarnos con los intereses de la gente. Miprimer pastorado fue en una comunidad agrícola. Durante mipastorado allí un joven fue llamado a ser pastor de una de laspequeñas iglesias rurales. Se hizo famoso por usar, durantesus sermones, ilustraciones detalladas de cosas como la fisiónnuclear, la ingeniería genética, y muchos otros temas sobre loscuales esos agricultores no sabían nada. Y por cierto, ¡tam-poco el joven pastor! El privilegio de extender el llamamientode Cristo en su nombre nos obliga a ser dignos de credibilidady a usar nuestro sentido común. Sea natural. Comuníquese alnivel de su congregación. Identifíquese con los intereses de susoyentes y logrará construir un puente irresistible al dar testi-monio.

Jesús siempre apeló al individuo partiendo desde su

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interés particular. Para el carnicero era el “Cordero de Dios”.Para el panadero era el “Pan de Vida”. Para el fabricante develas era la “Luz del mundo”. Apeló a los magos tomando encuenta su interés. Eran astrónomos e interesados en estudiarlas estrellas. ¿Qué hizo? Llamó su atención a una estrella quelos guió a Belén.

La mayoría de los discípulos se ocupaban en el negocio dela pesca alrededor del mar de Galilea. El Señor hizo su llama-do público tomando en cuenta su interés. Dijo: “Venid en posde mí, y os haré pescadores de hombres” (Mat. 4:19). Mástarde, en Samaria en el pozo de Jacob, se encontró con unamujer que se había aventurado a salir en ese día calurosoporque necesitaba agua. Hizo su llamamiento personal toman-do eso en cuenta. Habló del “agua viva” (Juan 4:10). A donde-quiera que iba el Señor nunca trató de ser alguien o algo queno era, y siempre hizo su llamamiento a otros conectándolocon los intereses particulares de ellos.

Sea auténtico. Sea natural. Sea sensible a las necesidadesde los demás. Está usted cumpliendo una tarea especial dadapor Dios, y en algún lugar hay alguien que debe ser alcanza-do para Cristo que nadie puede alcanzar como usted. Noimporta si pastorea la iglesia en el campo, o en la ciudad, atiempo completo o bivocacional, o si sirve a Cristo como laico.Quienquiera que sea o haga lo que haga, sea auténtico. Alhacer el llamamiento que sea lógico y… ¡que sea natural!

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23Que sea preciso

Aunque muchos pastores-evangelistas y evangelistas delpasado fueron grandes defensores de la invitación larga,extendida y prolongada, yo, en lo personal, no pienso lomismo. Creo que una vez que el mensaje de redención ha sidopresentado adecuada y persuasivamente el llamamiento quesigue debe ser preciso, tomando el tiempo necesario, no más nimenos.

Hay los que cantan nueve o diez estrofas de un himno deinvitación, aun cuando no hay respuesta pública. Las iglesiasactuales que están ganando a muchas personas para Cristocasi nunca hacen llamamientos largos. Existe una diferenciafundamental entre las iglesias evangelísticas de hoy y las delpasado.

Antes quizá se dependía más de la predicación. Ahoracapacitamos a nuestros miembros con programas comoEvangelismo Explosivo, para alcanzar a otros no diciendo:“Vengan a escuchar a mi predicador”, pero compartiendo lasbuenas nuevas de Cristo y ofreciendo un llamamiento per-sonal para que confíen en Cristo allí mismo donde están. Losque han testificado por lo general se sientan el domingo si-guiente al lado de los que ellos han guiado a Cristo, y cuandose hace el llamamiento público, a éstos les es más fácil haceruna profesión pública de fe.

No pasa un domingo en que hago la invitación pública quenuestros hombres y nuestras mujeres no pasan adelante en elmomento de la invitación lado a lado con los que han guiado aCristo durante la semana. Me atrevo a decir que el 90 por cien-to de los adultos que hacen profesión de fe en nuestro culto de

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adoración lo hacen porque uno de los miembros los ha guiadopersonalmente a confiar en Cristo. Podría predicar yo eldomingo sobre la vida en el planeta Marte e igualmente verprofesiones públicas de fe porque los hermanos ya han testifi-cado a otros haciéndoles un llamamiento personal. Por lotanto, trato de hacer el llamamiento público preciso y al grano.

Es importante llegar al grano durante el llamamiento.(Ver Apéndice A.) ¡No se desvíe del tema! Algunos cometen elerror de llegar al momento de “recoger la red” y luego se vanpor la tangente. En esos casos perdemos la atención de losoyentes. También puede suceder durante el llamamiento per-sonal que surja una pregunta que nos hace salir del tema. Losllamamientos eficaces y duraderos generalmente son precisosy al grano. No debemos confundir esto con mecanizar nuestrollamamiento. Una vez más, sea sensible al Espíritu Santo y, almismo tiempo, sea sensible a la reacción de los oyentes.Cuando Dios está obrando y se palpa el Espíritu en medionuestro, debe extenderse el llamamiento manteniéndonos sen-sibles a la dirección de Dios.

Cuando extendemos el llamamiento de Cristo para sal-vación… ¡que sea preciso!

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24Que sea excelente

En los negocios del reino debemos ser excelentes en todo loque hacemos. Calidad debe ser la meta, especialmente ennuestra muy importante tarea de extender el reino de Dios enel lugar donde vivimos.

Los llamados a extender la invitación evangelística debenesforzarse continuamente para capacitarse y mejorar su modode hacerlo. En la economía de Dios, lo bueno es enemigo de lomejor. Es muy común que se dé atención especial a cadaaspecto del culto de adoración, buscando que siempre cadacosa se realice de la mejor manera posible, no así el llamamien-to público. En la mente de muchos es simplemente un que-hacer fijo relegado a su lugar al final del sermón como unaespecie de “vaca sagrada”, pero nunca recibiendo la debidareflexión o atención.

Nos aseguramos de que la música sea de calidad, que elsermón esté bien pulido, y el culto entero se desarrolle sinproblemas desde el “llamamiento a la adoración” hasta labendición final. Pero muchos de nosotros casi nunca nos ocu-pamos de controlar la calidad del tiempo dado al llamamientopúblico.

Fíjese en el mundo que le rodea. Las empresas principalesemplean una cantidad increíble de tiempo entrenando yenseñando a sus equipos de ventas cómo sellar una transac-ción. Todo el tiempo que se emplea en dar información y hacerla presentación nunca puede tomar el lugar de calidad a lahora del compromiso. Los vendedores de todo tipo se entrenanbien en el arte de recoger la red en sus respectivas profesiones.Sin embargo, este mismo elemento frecuentemente se ignora

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en el entrenamiento de quienes se preparan para el ministe-rio. Es inconcebible, y sin embargo una realidad, que unopuede graduarse de ciertos seminarios sin que se le requieratomar un solo curso sobre evangelización, mucho menos capa-citarse en el arte de “recoger la red”.

Ya sea que tenga el gozo de ofrecer el llamamiento públi-ca o personalmente, estúdielo, trabájelo y… ¡que sea excelente!

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25Que sea provocativo

Nada que hagamos debe ser más atractivo, más fasci-nador, más tentador o más provocativo que el llamamiento aotros para seguir al Señor Jesucristo. Hay muchas formas desalirnos del molde para hacer que nuestro llamamiento per-sonal, igual que el público, capte la atención de nuestrosoyentes. Queremos despertar su curiosidad y estimular suapetito para que quieran saber más y luego tomar unadecisión en base a lo que han escuchado.

Al estudiar la vida de nuestro Señor y cómo él captó elinterés de otros, encontramos que Jesús tenía una habilidadprodigiosa no sólo de analizar lo que preocupaba a la gente,sino también para despertar su curiosidad. Considere, porejemplo, su encuentro con la mujer en el pozo (Juan 4). Por elsencillo acto de hablar con ella derribó las barreras sociales,religiosas, raciales y políticas que existían en la cultura delMedio Oriente en aquella época. Despertó su curiosidadhablando con ella acerca del “agua viva” y hasta llevarla apreguntar: “Señor... ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?”(vv. 10, 11). La manera provocativa de abordar el tema hizoque ella le hiciera una pregunta, algo de vital importanciacuando hacemos un llamamiento personal.

Cuando la persona interesada toma la iniciativa y haceuna pregunta, la tensión creada por el encuentro parece desa-parecer. Lo he visto suceder muchas veces en mi propia expe-riencia personal. He tenido el privilegio de compartir a Cristocon mucha gente al viajar. Sin embargo, he descubierto queme encuentro en una desventaja tan pronto como mis com-

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pañeros de asiento preguntan cuál es mi profesión, y por loregular lo hacen al comienzo de la conversación. Por eso, envez de decirles que soy un pastor, busco despertar su curiosi-dad al punto de que me hagan una pregunta.

Casi siempre sucede así. Estoy sentado en el avión, yalguien se sienta a mi lado. Intercambiamos sonrisas, saludosy nuestros nombres. Y luego viene la pregunta de siempre.Preguntan:

—¿Cuál es su profesión?Yo les contesto:—¡Estoy en el negocio de contar a hombres y mujeres cómo

hacer el descubrimiento más importante de la vida!Luego pretendo ignorarlos y sigo leyendo mi libro o

revista. ¡Nunca falla! En el curso del vuelo, generalmentecuando se sirve la comida, preguntan:

—¿Sí? ¿Qué es?Les contesto:—¿Qué es qué?Y, con una sonrisa preguntan:—¿Cuál es el descubrimiento más importante de la vida?—Qué bueno que preguntó, con mucho gusto se lo diré

—les respondo.Desperté su curiosidad. Tomaron la iniciativa para hacer

una pregunta. La tensión desaparece, comienzo a compartir elplan de salvación y hago un llamamiento personal para que miinterlocutor ponga su fe y confianza en Cristo Jesús para quehaga, en verdad, el descubrimiento más grande de la vida.

No podemos nosotros solos crear un interés espiritual enuna persona. Sólo lo puede hacer el Espíritu Santo, pues nadieen verdad ha venido a Cristo Jesús a menos que primero hayasido atraído por el Padre (ver Juan 6:44). Pero podemos sersus instrumentos para despertar la curiosidad y compartir aCristo Jesús en el poder del Espíritu Santo, dejando los resul-tados a Dios. Es importante que recordemos que cuando Diostrabaja lo hace en ambas partes. Si guía a Felipe al desierto deGaza él tendrá a un etíope allí, listo para escuchar y recibir lasbuenas nuevas. Si guía a Pedro a Cesarea tendrá allí a unCornelio listo para escuchar y recibir las buenas nuevas. Siguía a nuestro Señor a tomar otro camino e ir por Samariadonde descansará junto a un pozo, él tendrá allí a una mujerlista para escuchar y recibir las buenas nuevas. Y si él nosguía a ti y a mí a algún lugar en particular en una ocasión en

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particular, será porque él desea que seamos su mano exten-dida pasando el vaso de agua viva. No podemos crear interésespiritual en otra persona, pero podemos ser su instrumentopara despertar la curiosidad y abrir la puerta a la presen-tación del evangelio.

Como mi llamado particular es hacer el llamamientopúblico con regularidad, busco despertar la curiosidad de lacongregación durante diferentes actividades en el curso delculto de adoración, al mismo tiempo que estoy orando y pla-neando para el tiempo de la invitación. A principios del culto,al dar la bienvenida a las visitas, puede que diga algo como:“Algunos de ustedes han llegado sin darse cuenta de que éstaserá la hora más importante de su vida, ¡pues en esta mañanaustedes harán el descubrimiento más importante de su vida yse retirarán en pocos minutos con una vida nueva y un nuevocomienzo!

He despertado su curiosidad y les he dado algo en qué pen-sar mientras oyen la música y escuchan el mensaje. Luego,durante el llamamiento público, hago alusión a lo que dijeantes. Lo mismo, con variaciones, puede hacerse en el lla-mamiento personal como ya fue explicado en este capítulo.Después de la presentación del evangelio, y antes de pediruna decisión en el llamamiento personal, me da resultado cali-ficar la presentación preguntando: “¿Tiene esto sentidopara usted?” Esto le da oportunidad al oyente para ratificar laverdad y lógica del evangelio y abre el camino para la pregun-ta clave: “¿Quiere usted recibir el don de la vida eterna ahoramismo?”

Después de una contestación afirmativa tengo luego elprivilegio de guiar a mi amigo en una oración de salvación.(Ver Apéndice B.)

Estoy convencido de que más gente respondería al evan-gelio si más de nosotros hiciéramos el llamado en una maneraatractiva y provocativa. Al extender el llamado de Cristo per-sonalmente en privado o públicamente desde el púlpito… ¡quesea provocativo!

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26Que sea irradiador

En muchas de las iglesias evangélicas el llamamientopúblico ha sido por tanto tiempo un acto permanente que correel peligro de convertirse en algo mecanizado, siempre despuésdel sermón y antes de la oración final y, desafortunadamente,con poca expectativa. El llamamiento público debe ser unaactitud más que una mera actividad en la reunión de ado-ración. Debe saturar todo el culto de adoración desde elcomienzo hasta el final. Personalmente busco introducir laactitud del llamamiento antes de comenzar el culto, la con-tinúo durante todo el servicio, extiendo la invitación despuésdel mensaje y eventualmente despido a la gente haciéndolespensar en ella. Cada parte del culto debe irradiar el llama-miento público.

En realidad comienzo el llamamiento público media horaantes de cada culto. Ocupo este tiempo caminando por lospasillos saludando a la misma gente a la que más tarde en elculto extenderé la invitación. Esto me ofrece una oportunidadexcelente para hablar con una veintena de personas, darles lamano para saludarlas e impactar sus vidas. Cada semanaalguien me llama para que me acerque a donde está sentado ypresentarme a un amigo que ha guiado a Cristo durante lasemana. Puedo conocerles y saber quiénes son y regocijarmecon ellos en su nueva fe.

Les digo: “Al terminar mi mensaje esta mañana voy apedir a todos los que han recibido a Cristo durante esta sema-na que dejen sus asientos y vayan al frente para orar juntos,y ¡ojalá que usted sea el primero en hacerlo! Nuestro amigomutuo, Roberto, lo acompañará, y pueden estar de pie juntos

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al frente en nombre de Jesús.” Invariablemente, el individuopromete responder cuando llegue el momento de la invitación.Por lo común, ya sé de diez o doce adultos en nuestros cultosmatutinos quienes, antes de comenzar la reunión, ya se hancomprometido a hacer una profesión pública de fe durante lainvitación.

Por casi 15 años hemos tenido un promedio anual de milprofesiones de fe en nuestra iglesia, y atribuyo como factorprincipal de nuestro éxito a estas invitaciones hechas antesdel culto. Tiene el efecto de “desarmar” a los que más profun-da necesidad tienen de responder a la invitación. Les da unaoportunidad de exteriorizar su fe al ministro y les da confian-za sabiendo que yo ya sé por qué están respondiendo a lainvitación aun antes de que se levanten.

Sigo con la invitación cuando comienza el culto. Al princi-pio de la experiencia de adoración dedicamos un tiempo paraestar quietos y confirmar la presencia del Señor viviente enmedio nuestro. Durante este momento de oración extiendo elllamamiento invitando a la congregación a orar por los queestán en el culto y que se encuentran en una encrucijada ensus vidas, sin propósito y quizás sin dirección.

Damos gracias a Dios por adelantado por los muchos queresponderán al llamamiento más tarde en el culto. A menudooramos por los que están a nuestra derecha y a nuestraizquierda, de modo que todos los que están en el edificio sonpresentados delante del Señor con sus necesidades de esemomento. Continúo el llamamiento cuando damos la bien-venida a nuestras visitas haciendo una afirmación positiva:“Muchos de ustedes han venido pensando que simplementeestán asistiendo a un culto de adoración, pero están aquí estamañana para tener una cita con el mismo Dios, y ¡se retirarándentro de unos minutos con una vida nueva y un nuevocomienzo!” Es maravilloso cómo muchos testifican que esto lesha iluminado la mente, los ha puesto en actitud de expecta-tiva, y los ha hecho considerar seriamente, quizás por vezprimera, las declaraciones de Cristo. Mientras continúo exten-diendo la invitación en diferentes formas durante el culto,procuro dar esperanza y crear una actitud de expectación enlos corazones de mis oyentes.

El llamamiento público continúa a través de la parte prin-cipal de mi mensaje matutino. En la introducción al sermónprocuro proveer un “gancho” para el llamamiento y trato de

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colocarlo en su lugar durante el mensaje. Dedico mucho tiem-po a estudiar para luego lograr una transición natural delsermón al llamamiento público (ver cap. 19). Luego llega elmomento crítico cuando animo a mis oyentes a responderpúblicamente al evangelio de Jesucristo. Todo lo que sucedeantes del llamamiento público ha guiado a este punto y, por lotanto, es el eje sobre el cual gira la experiencia de adoracióncongregacional. Con esto quiero decir que lo que se hace ante-rior y posteriormente apunta a eso.

El llamamiento público continúa después de que concluyela invitación en sí. Recibimos nuestra ofrenda matutinadespués del llamamiento público. Conforme la gente se reúneen el altar durante el tiempo de la invitación tengo unaoración con ellos y les invito a que sigan a uno de los miembrosal centro de bienvenida, como se describe en los capítulos ante-riores.

En este momento se recoge la ofrenda y continúo el lla-mamiento público diciendo a la congregación: “Sé que muchosde ustedes nunca han estado en un culto como éste y sientenen su corazón que debieran haber respondido como los otros alllamamiento de Cristo esta mañana. No es raro en nuestraiglesia que la gente continúe pasando al frente aun cuando seestá recogiendo la ofrenda. Nuestros ministros estarán alfrente para recibirle. Al venir al frente mientras se recoge laofrenda, estarán diciendo que no quieren irse esta mañana sindejar todo arreglado con Cristo. No se vaya sin él. Venga ahoradurante el período de la ofrenda, dé la mano a uno de los mi-nistros; ellos saben por qué viene usted.” El espíritu del lla-mamiento sigue mientras se toca la música y cada semana enuno o más de nuestros cultos, hombres y mujeres responden alllamamiento durante el período de la ofrenda.

Continúo el llamamiento mientras despido a la congre-gación. Estoy consciente de que muchos de los oyentes estaránbajo la convicción del Espíritu Santo y están por irse sin tomaruna decisión consciente por Cristo. Al despedirles les animo atomar la tarjeta que está enfrente de ellos, que dice: Tengointerés en conocer más sobre temas espirituales. Exhorto a losque el Señor está tocando a que lleven la tarjeta al centro debienvenida. Les aseguro que allí encontrarán una cálida bien-venida y podrán obtener algún material que les ayudará. Congusto nos sentaremos con ellos para guiarlos a una fe enCristo.

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Cada semana hombres y mujeres aparecen en el centro debienvenida después de concluir el culto, ¡indicando que no sequieren ir hasta haber tenido un encuentro con el Cristoviviente! Finalmente, al finalizar cada culto reto a los miem-bros a que se ocupen de extender un llamamiento personaldurante la semana. Les digo: “Alguien a quien usted conocenecesita recibir a Jesús esta semana. ¡Lo estaré buscando austed con esa persona a su lado el domingo próximo!”

No debemos pensar que el llamamiento público es unaparte separada del resto del culto. Es una actitud que debeirradiar todo el culto. Por lo tanto, cuando representa a Cristoextendiendo su llamamiento a los hombres y las mujeres queenfrentan la eternidad… ¡que sea irradiador!

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27Que sea arrasador

Uno de las factores más importantes a ser consideradocuando extendemos el llamamiento es arrasar con los temoresy objeciones en la mente de nuestros oyentes. Para algunos denosotros ha pasado demasiado tiempo desde que nos hemospuesto en el lugar de los que buscamos atraer con las buenasnuevas. Necesitamos tratar de pensar como ellos, de maneraque destruyamos cualquier barrera invisible e idea preconce-bida que los pueden mantener alejados de Cristo. La mejorforma de ayudarles a cambiar de pensamiento (arrepentirse) yarrasar con sus objeciones es usando la Palabra de Dios.

Frecuentemente veo que al extender el llamamientoalgunos de mis oyentes no responden porque todo les es tannuevo, y temen lo que otros puedan pensar. Cuando soy sensi-ble a esta objeción en particular digo algo como: “Reconozcoque algunos de ustedes se preguntan qué pensarán los demássi se suma a los que han respondido abierta y públicamente alllamado de Cristo. Por eso, quiero recordarles que Jesús dijo:‘Pues el que se avergüence de mí y mis palabras..., el Hijo delHombre se avergonzará también de él cuando venga en la glo-ria de su Padre’ (Mar. 8:38). Conviene que se preocupe más delo que piensa Cristo y no de lo que otros piensan.” Al usar laPalabra de Dios durante el llamamiento he, con gran autori-dad, arrasado la barrera y construido un puente sobre unaobjeción difícil, haciendo fácil que los oyentes vengan a Cristo.

Hay otros que están en el “valle de la decisión” y temenque debido a su antigua manera de vivir Dios no los aceptará.Al extender el llamamiento nunca trato de arrasar esta obje-ción con la lógica, más bien lo hago con la Palabra de Dios. Les

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diré: “Quizá algunos de ustedes se sienten vulnerables, ytemen que si responden a Cristo, él no les aceptará. Bueno,tengo buenas noticias para usted. Jesús dijo: ‘Al que a míviene, jamás lo echaré fuera’ (Jn. 6:37). El lo recibirá tal comoes y hará algo hermoso con su vida.”

En el momento del llamamiento la Palabra de Dios esnuestra arma más eficaz. A los que no responden a lainvitación del evangelio, por el mal testimonio de los cristianosa quienes conocen y han observando, necesitamos recordarlesque “cada uno de nosotros rendirá cuenta a Dios de sí mismo”(Rom. 14:12). Algunos de nuestros oyentes estarán más preo-cupados por el hecho de que ellos no están dispuestos a dejar-lo todo para seguir al Señor Jesús. Se les debe recordar estapregunta: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo enteroy perder su alma?” (Mar. 8:36). Hay oyentes que no ven la ver-dadera necesidad de responder a Cristo porque sienten queson buenos, que no han pecado y que así agradan a Dios. Aellos se les debe recordar lo que la Biblia dice: “Porquecualquiera que guarda toda la ley pero ofende en un solo puntose ha hecho culpable de todo” (Stg. 2:10).

Podemos derrumbar las barreras de quienes sienten quehan pecado demasiado, con el hermoso hecho de que “Aunquevuestros pecados sean como la grana, como la nieve seránemblanquecidos” (Isa. 1:18). Uno de los peligros desconcer-tantes en la mente de algunos de nuestros oyentes semanatras semana es que posponen el llamamiento de Cristo pen-sando que tendrán tiempo suficiente en el futuro para respon-der. Es nuestro deber recordarles que la Biblia dice: “No tejactes del día de mañana, porque no sabes qué dará de sí eldía” (Prov. 27:1). La sencilla verdad es que no en todos loscasos habrá tiempo para responder.

Es en el momento del llamamiento público y el personalcuando se libran las batallas espirituales más feroces. El ene-migo busca colocar toda clase de objeciones y temores en lamente de nuestros oyentes. La única arma ofensiva en esteconflicto es la Palabra de Dios. Usela. Y cuando extienda el lla-mamiento… ¡que sea arrasador!

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28Que sea productivo

Al pescar hombres, por más importante e imperativo quesea, no basta con echar la red o aun con recogerla. Una vez quese ha recogido la red, nuestra tarea apenas ha comenzado.Luego debemos sacar el pescado de la red y conservarlo.

Esto incluye la capacitación y el discipulado de los nuevoscreyentes para que nuestras iglesias no lleguen a ser grandespero superficiales. Una de las características de la iglesiaprimitiva era que sus nuevos creyentes “perseveraban en ladoctrina de los apóstoles” (Hech. 2:42). La preservación de losnuevos creyentes es la prueba de un llamamiento evangelís-tico verdadero e íntegro. No poder conservar a los nuevoscreyentes no sólo es el resultado de un trabajo de seguimientodébil, a menudo es el resultado de la manipulación durante eltiempo del llamamiento.

En nuestra iglesia ofrecemos el llamamiento público pordos razones principales. Da oportunidad a los que han tomadodecisiones personales por Cristo durante la semana a “que [le]confiesen delante de los hombres” (Mat. 10:32). En segundolugar, el llamamiento público provee una oportunidad parapresentar una invitación personal a quienes anhelan tenermás orientación. Intentamos lograr que el llamamiento seaproductivo hablando personalmente, en nuestro centro debienvenida, con cada uno de los que responden. Hacemos estocon laicos capacitados que han completado un curso de 16semanas de entrenamiento en evangelismo. Este incluye uncurso breve de teología sistemática, memorización de lasEscrituras, la proclamación de nuestra fe y la técnica de con-sejería.

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Con la ayuda de un consejero capacitado, en un salón pri-vado del centro de bienvenida, muchos nacen espiritualmente.Antes de salir del centro de bienvenida, el nuevo creyente espresentado a uno de los obreros del Departamento de NuevosCreyentes quien inmediatamente lo registra para comenzarun curso de ocho semanas sobre las bases de nuestra fe. Se leda un cuaderno y comienza la emocionante tarea de aprendercómo orar, estudiar la Palabra de Dios, tener comunión consus hermanos en la fe y seguir las normas básicas de la vidacristiana.

Tan pronto como completa el curso buscamos involucrar alnuevo creyente en un grupo pequeño de estudio bíblico, dondese le enseña a descubrir sus dones espirituales para que puedallegar a ser un participante activo en uno de nuestros más decien ministerios. Tan pronto como sea posible animamos a losnuevos creyentes a matricularse en nuestro ministerio decapacitación de evangelismo, para que aprendan a expresar sunueva fe en su manera de vivir. Estos nuevos “recién salidosdel mundo” conocen a muchos y pueden tener un impacto sig-nificativo en personas que tanto necesitan de Cristo.

El llamamiento público o personal no es el final, sino elcomienzo de la cosecha. Así que, al extender el llamamiento deCristo asegúrese de… ¡que sea productivo!

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29Que sea providencial

Todas las técnicas modernas, innovaciones y el pulir lashabilidades involucradas en extender un llamamiento públicoo personal, nunca pueden tomar el lugar de la intervencióndivina, la dependencia absoluta y total en el Espíritu Santopara que obre en y a través de nosotros y otros. Antes de aven-turarnos a testificar y hacer el llamamiento, debemos estarseguros de haber “recibido poder” y que el Espíritu Santo havenido sobre nosotros para que podamos ser “testigos” eficacesde su gracia salvadora. La Biblia promete que “...recibiréispoder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, yme seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria yhasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8). Este es nuestro mara-villoso privilegio, comisión y llamamiento.

Al evaluar las preguntas que resultan de estas palabras denuestro Señor inmediatamente antes de su ascensión, nues-tros antepasados espirituales, que hacían llamamientospersonales y públicos tan eficazmente, dependían de este ele-mento providencial, eran llenos del poder de Dios y cumplíanlas palabras de Hechos 1:8 en su generación, sin métodos tec-nológicos. Nada puede reemplazar el poder del Espíritu Santoal testificar. Quiero repetir esas palabras: Nada puede reem-plazar el poder del Espíritu Santo al testificar.

La primera pregunta que debemos considerar es ¿quién?Jesús usó un imperativo en tiempo futuro cuando dijo:“Ustedes serán mis testigos”, para indicar que ningún cre-yente era excluido de la Gran Comisión de Cristo, ni superiora ella. Al extender el llamamiento personal también tenemosla pregunta ¿qué? ¿Qué es lo que debemos recibir? “¡Poder!”

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Esta es nuestra gran necesidad hoy cuando muchos creyentesson anémicos en testificar. La palabra dinamita se deriva dela palabra griega (dunamis) que se traduce “poder” en Hechos1:8. La iglesia primitiva tenía poder a través del EspírituSanto. No tenía mucha influencia. No tuvo influencia sufi-ciente para prevenir que sus líderes fueran encarcelados, pero¡tuvo suficiente poder para orar para que fueran liberados!Muchos de nosotros tropezamos y fallamos al extender lainvitación porque confundimos la influencia con el poder. Todala influencia que podamos ejercer, junto con palabras persua-sivas y una cálida personalidad, nunca pueden reemplazar elpoder que viene sólo del Espíritu de Dios.

Al extender el llamamiento, debemos también considerarla pregunta ¿cuándo? Esto es, ¿cuándo se recibe este poderpara testificar? “Recibimos el poder cuando el Espíritu Santoviene sobre nosotros.” Cuando el poder dinámico del Espíritumora dentro de nosotros y nos llena, compartir las buenasnuevas y ofrecer el llamamiento de Cristo llega a ser tan natu-ral como el agua que corre río abajo. Seremos como losprimeros seguidores que no podían “dejar de decir lo quehemos visto y oído” (Hech. 4:20).

El llamamiento también nos enfrenta con la pregunta ¿porqué? ¿Por qué viene sobre nosotros el Espíritu Santo? ¿Porqué recibimos poder? Por una razón: “Me seréis testigos.”

Si ha nacido de nuevo, Cristo vive en usted. Si tiene aCristo, tiene al Espíritu Santo. Si tiene al Espíritu, tienepoder, y si tiene poder debe ser un testigo. Dios no nos llenacon su Espíritu y poder para que seamos el juez, fiscal, defen-sor o jurado. Nos da poder para que podamos ser sus “testi-gos”.

Al extender el llamamiento de Cristo en público o en pri-vado necesitamos recordar esto. No somos reclutadorestratando de convencer y obligar a otros a que se integren anuestro club. No somos vendedores tratando de presionar aotros para que compren nuestro producto. Somos testigos deCristo y su gracia salvadora. Decidimos testificar a otros enrazón de nuestra experiencia personal y de lo que sabemos deél.

Sí, todos recibimos el poder que sólo viene de Dios, elEspíritu Santo, que nos hace aptos para ser sus testigos y coneficacia ofrecer su llamamiento a otros.

Para estar seguros de aferrarnos al elemento providencial

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del llamamiento debemos considerar otra pregunta: ¿dónde?¿A dónde hemos de llevar estas buenas nuevas y hacer el lla-mamiento personal? Literalmente hemos de llevar este llama-miento a toda la ciudad, país, continente y todo el cosmos. Enlas palabras de Cristo, debemos apelar a los que están en“Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de latierra”. Los que estuvieron con él en la cumbre del monte enJerusalén así lo hicieron y en treinta años cumplieron sumandato, ofreciendo llamamientos personales y públicos comoparte integral de sus vidas por dondequiera que iban. Sus lla-mamientos a otros, de seguir a Cristo, comenzaron en supropia ciudad. El atractivo de ir a lugares lejanos para ser sustestigos no sustituyó la importancia de comenzar en su propiacasa. No podemos ser selectivos con el llamamiento y comisiónde Cristo. Testificar de él y por él comienza en nuestra propia“Jerusalén” y se extiende a dondequiera que vamos “hasta loúltimo de la tierra”.

Con más de cinco mil millones de personas en el planeta,la nuestra es una tarea impresionante. Pero piensen en aque-llos seguidores del Señor que lo comenzaron todo. Para ellos senos antoja geográficamente imposible. No había aviones,imprentas, radios, televisores, teléfonos, máquinas de fax, ocomputadoras con notas bíblicas de estudio.

Todo parecía legalmente imposible. Era contra la leyhablar en el nombre de Cristo en muchos lugares. Y segura-mente parecía socialmente imposible. En general, la iglesiaestaba integrada por personas rechazadas por la sociedad.Pero ¡lo lograron! Sabían que no podían depender de supropia fuerza así que sencillamente creyeron lo que Jesús lesdijo. Recibieron poder en plenitud del Espíritu, y el resultadofue que llegaron a ser testigos. A dondequiera que ibanextendían el llamamiento personal y públicamente, y la igle-sia se multiplicó en una generación.

En conclusión, al extender el llamamiento de Cristo enpúblico o en lo personal, sobre todo… ¡que sea providencial!

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30Que sea prudente

Extender el llamamiento de Cristo requiere credibilidad,veracidad y honor de parte del que la extiende. Hay pastoresy evangelistas que han perdido la confianza de sus congrega-ciones al no ser prudentes desde el púlpito. Hay ocasionescuando, en la intensidad de un llamamiento público, el oradordeclara algo así: “Cantaremos dos estrofas más del himno deinvitación, y si no viene otra persona concluiremos lainvitación.” Cantan dos estrofas más, nadie responde, y elorador continúa el llamamiento. Cuando sucede esto correpeligro de dañar seriamente la veracidad e integridad del lla-mamiento mismo.

Sobre todo, el llamamiento público requiere prudencia porparte del que fue llamado a extenderlo. Lo mismo se puededecir de los que presentamos el llamamiento personal y en pri-vado. Seamos prudentes y veraces, francos y sinceros en lamanera que lo hacemos. La reputación de nuestro Señor estáen juego al testificar de él y ofrecer su llamamiento.

Al decir “honestidad en el llamamiento de Cristo”queremos significar que hemos explicado adecuadamente elevangelio antes de pedir una decisión. Creo que siempre debe-mos hacer algún tipo de llamamiento evangelístico después depresentar el evangelio, pero lo inverso es también correcto: elevangelio siempre debe ser presentado antes de ofrecer unllamamiento. Todos hemos escuchado de evangelistas quecuentan una anécdota trágica tras otra apelando a las emo-ciones de sus oyentes. Pero nunca se concentran en las buenasnuevas, en el hecho de que “Al que no conoció pecado, pornosotros Dios le hizo pecado, para que nosotros fuéramos

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hechos justicia de Dios en él” (2 Cor. 5:21). Los llamamientosestrictamente sentimentales, desprovistos de la médula delevangelio, son la razón por la que muchos “nuevos creyentes”se alejan.

Ciertamente no hay nada malo en que haya sentimientoen el llamamiento. Estoy seguro de que Moisés se puso un pocoemocionado cuando la zarza continuaba ardiendo, y ¡escuchóque de ella salía la voz de Dios! Lo que no está bien y eshipócrita es que ofrezcamos un llamamiento sin explicar laverdad central del evangelio y sin ser claros en cuanto a lasdemandas del discipulado.

Sea veraz en su llamamiento. No dé esperanzas falsas a lagente. Sus oyentes le perdonarán casi cualquier cosa, pero difí-cilmente le perdonarán su falta de honradez, su manipulación,sus engaños, especialmente cuando está representando aCristo frente a un mundo perdido que desesperadamente nece-sita un propósito y la paz que sólo él puede dar. Al extender elllamamiento público o personalmente asegúrese de… ¡que seaprudente!

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Apéndice A

El llamamientopúblico

(Lo siguiente es un ejemplo, palabra por palabra, del lla-mamiento público tal y como es extendido domingo tras domingoen la Primera Iglesia Bautista de Fort Lauderdale, Florida,EE.UU. de A. El intento principal del autor es usarlo para daroportunidad a los presentes que recientemente han recibido eldon gratuito de la vida eterna a hacer una profesión pública “con-fesando a Cristo delante de los hombres”. Y se usa para animar alos que buscan respuestas, de modo que puedan ser entrevistadosindividualmente por un consejero capacitado en el “centro debienvenida” inmediatamente después del llamamiento público. Elescenario para el llamamiento público se establece cuando con-cluye el mensaje y se hace la transición al llamamiento. La congre-gación permanece sentada con las cabezas inclinadas, y el pastorinicia el llamamiento como sigue.)

“En un momento voy a pedirle que haga algo que requerirávalor. Le voy a pedir que deje su asiento, y venga al frente paraque juntos tengamos una oración. Muchos de ustedes vendránpara ser incluidos en esta oración esta mañana. Algunos de uste-des nunca han abierto la puerta de su corazón para recibir elregalo gratuito de la vida eterna, Cristo Jesús, como su Salvadorpersonal. Tienen una cita divina con Dios esta mañana, y noestán aquí por accidente.

“Quizás sienta al Espíritu de Dios tocando a la puerta de sucorazón, pero sinceramente no sabe qué diría si respondiera y seacercara a mí aquí al frente. Quiero decirle que no tiene que pre-ocuparse por lo que hay que decir. Con el sólo hecho de venir aquíestará diciendo: ‘¡Hoy comienzo a andar por el camino de Dios!’Cuando llegue aquí, guiaré a todos en una oración. Tendremosmateriales de estudio bíblico para ayudarle, y si viene buscando

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respuestas, queremos tener el privilegio de guiarle a confiar en elSeñor Jesús. Confiar solamente en él esta mañana, significa queDios le perdonará todos sus pecados y los borrará, como si nuncahubieran sucedido. También significa que Cristo mismo vendrá avivir en usted y nunca lo dejará. Significa que le dará un lugar enel cielo y gozo en su camino al cielo. Así es que, en un momento,le voy a pedir que venga y reciba este regalo gratuito.

“Hay otros aquí en esta mañana que ya han abierto sus cora-zones a Cristo; quizás en esta semana o cuando haya sido. Perousted nunca lo ha confesado pública, abiertamente, sin avergon-zarse. En un momento le voy a pedir que se una a los demás queestán pasando, y al venir para ser incluido en esta oración estarádiciendo: ‘Estoy haciendo una profesión pública de mi fe en CristoJesús.’

“Esta acción ayudará a sellar la decisión en su vida. NuestroSeñor nunca llamó a una persona a que lo siguiera sin hacerlopúblicamente. A la orilla del mar, frente a todos sus colegas yamigos, llamó a los pescadores a que lo siguieran. En Jericó,frente a una enorme multitud que se había juntado en la calle,llamó a Zaqueo para que lo siguiera. Hay algo en adoptar unapostura pública por Cristo que ayuda a sellar la decisión personalque ya se ha tomado en el corazón. En realidad, Jesús dijo: ‘Portanto, a todo el que me confiese delante de los hombres, yo tam-bién le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos’ (Mat.10:32). ¿Cómo puede esperar testificar de Cristo en los mercadosdel mundo, donde hay tanta hostilidad para con él, si no está dis-puesto a caminar por el pasillo de este templo enfrente de otroscristianos que se regocijarán con usted en su decisión? Por lotanto, en un momento cuando otros vengan, le voy a pedir queusted sea el primero en venir al frente.

“Aun otros están aquí que ya son cristianos, pero que no sonactivos en la iglesia local de esta ciudad. Quizás acaban demudarse. Han traído todo lo que poseen, sus muebles, su familiay aun sus animalitos domésticos. Todo, excepto su membresía. Enun momento voy a pedirles que se unan a los otros que estánviniendo y al hacerlo dirán: ‘Voy a salir de las sombras para sermiembro de esta iglesia para servir a Cristo en y a través de estaexpresión local de su cuerpo.’ Han estado alimentándose espiri-tualmente aquí por algún tiempo. Han pensando en ser parte denuestra congregación. Lo han estado planeando y orando. Loúnico que les queda por hacer es decidirse ahora mismo. Al unirsecon nosotros en esta mañana y ser incluidos en esta oración tam-bién estarán sirviendo como acompañantes para los muchos aquíque necesitan conocer a Jesucristo personalmente.

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“Hay otros aquí esta mañana con un amigo que necesita cono-cer a Jesús. Puede ser que el Espíritu de Dios le esté indicandoque tome la mano de ese amigo y le diga: ‘Vayamos por el caminode Dios esta mañana. Yo iré contigo. ¡Vayamos juntos!’ Muchos enla Biblia así lo hicieron. Andrés encontró a Pedro, lo tomó de lamano y lo trajo a Jesús. Felipe trajo a Natanael. Y por eso la igle-sia ha seguido creciendo siempre. Sienta la seguridad de que si elEspíritu Santo le está guiando a usted a hablarle a su amigo,también está tocando el corazón de él. Cuando el Espíritu guía aun Felipe al desierto de Gaza es porque está trabajando en elcorazón de un etíope y espera que lo tome de la mano y lo traigaa Jesús. Cuando el Espíritu guía a un Pedro a Cesarea es porquesimultáneamente está trabajando en el corazón de un Cornelio.Tome la mano de su amigo esta mañana y diga: ‘Vamos, yo irécontigo’. Y traiga a su amigo a Jesús. No se arrepentirá de haber-lo hecho.

“Hay otros aquí esta mañana que se atreven a ser sinceros ydecir: ‘Pastor, no sé lo que yo necesito. Pero mi vida no tienepropósito, o paz, o dirección’. El ‘algo’ que ha buscado para llenarel vacío en su vida puede ser encontrado en Alguien esta mañana,y su dulce nombre es Señor Jesús. Le voy a pedir que se una a losdemás y venga para ser incluido en esta oración. No se preocupede lo que tenga que decir al llegar aquí. Al venir como alguien quebusca respuestas estará diciendo: ‘Quiero ir por el camino de Dioshoy y confiar en él’. Y cuando venga, ‘Sus pecados él borrará, suoscuridad se convertirá en luz, su vida... él renovará’. ¡El tieneuna vida nueva para usted y un nuevo comienzo!

“Cualquiera que sea la decisión en su corazón, un deseo deconocer a Cristo personalmente, una entrega pública de su vida aCristo, unirse a la iglesia y ser parte de nuestra congregación,traer un amigo a Jesús, o simplemente venir buscando respues-tas, le voy a pedir que salga de su asiento, y comience a caminaral frente para estar junto a mí. Al venir estará diciendo: ‘Iré hoypor el camino de Dios’. No espere a los demás. Si siente la másmínima lucha en su corazón sepa que es el Espíritu de Diosobrando en usted. Muchos vendrán, y es lo que deben hacer.¡Usted sea el primero en venir!”

(En este momento en el llamamiento público la congregaciónpermanece sentada en espíritu de oración mientras hombres ymujeres, niños y niñas responden al llamamiento. Hay ocasionescuando, según dirige el Espíritu, el llamamiento se extiende enuna de las siguientes maneras usando la Palabra de Dios.)

“La Biblia dice: ‘Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestroscorazones’ (Heb. 3:8, 15; 4:7, itálicas del autor). Finalmente y con

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brevedad hablo a los que están aquí ‘oyendo su voz’ en su corazón.Usted lo sabrá si así es. Es como si Jesús estuviera tocando a lapuerta de su corazón. Cada vez que él llama y usted lo rehúsa, sucorazón se endurece un poco más. En realidad, la palabra quela Biblia usa para describir esto es ‘perder toda sensibilidad’(Ef. 4:19). Si usted ha perdido la sensibilidad sabrá que puedepincharse con un alfiler y nunca sentirlo. Rehusar continuamenteel llamamiento de Cristo tiene el mismo efecto en el corazón.Llegará un tiempo cuando, aunque él aún esté llamando, usted yano lo escuchará. Por eso es urgente que responda en esta hora. Sihay la menor señal en su corazón de que Dios le está llamandopara que venga a él, hágalo ahora. Sí, ‘si oís hoy su voz, noendurezcáis vuestros corazones’ (itálicas del autor).

“La Biblia dice: ‘¡Buscad a Jehovah mientras puede serhallado! ¡Llamadle en tanto que está cercano!’ (Isa. 55:6). El leespera esta mañana. El está muy cerca de su corazón. Sí, Jesúspasa por su corazón en este mismo momento. Algunos están apunto de tomar una decisión a favor de Cristo, como nunca anteshan estado. Es posible que nunca lo vuelva a estar. Aprovecheeste momento. El lo recibirá como el padre recibió al hijo pródigo,con los brazos abiertos, sin acusaciones o amenazas, simplementecon los brazos abiertos que dicen: ‘Ven’.

“La Biblia dice: ‘El Espíritu mismo da testimonio juntamentecon nuestro espíritu de que somos hijos de Dios’ (Rom. 8:16).Quizá usted no esté seguro de su destino eterno. Incline su cabezay pregúntese: ¿Soy salvo? ¿Da testimonio el Espíritu Santo delespíritu de usted? La Biblia también dice: ‘Porque todos los queson guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios’ (v. 14).¿Qué le está guiando el Espíritu Santo a hacer en esta mañana?Piénselo.

“Si usted está aquí sin Cristo, ¿qué cree que le está guiando ahacer? El no le guiará a salir de este lugar rechazándole o siendoindiferente a él. Si ha puesto su confianza en él, pero nunca se loha dicho a nadie, ¿qué cree que le está guiando a hacer ahora?¿Salir de aquí y seguir siendo un discípulo secreto, o venir al fren-te con nosotros y comprometer su vida a él quien se comprometiópor usted en vida a través de la muerte para darle nueva vida?

“Si usted está aquí y no es activo en otra iglesia local ¿quepiensa usted que Cristo le está guiando a hacer? Cuando usted sealista en el ejército no sólo es parte de las fuerzas armadas engeneral. Cumple sus obligaciones en una base local donde tieneque dar cuenta a sus superiores y se le dan tareas de servicio. Lomismo es cierto en el ejército de Dios. El nos asigna a áreaslocales y quizás él le quiere asignar a esta iglesia hoy.

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“Si usted está con un amigo que necesita a Jesús, ¿qué creeque Jesús le está guiando a hacer? ¿Animar a su amigo para quevenga a Cristo o salir sin decirle ni una palabra? Sí, ‘ los que songuiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios’. Dios, elEspíritu Santo, le está guiando esta mañana hacia el SeñorJesucristo, y al venir a sumarse a con los muchos que ya estánaquí estará indicando que hoy comenzará a andar por el caminode Dios. Y, es lo que debe hacer. Aquí estoy para recibirle cuandovenga.”

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Apéndice B

El llamamientopersonal

El llamamiento público de la iglesia depende de la eficacia delos llamamientos personales por Cristo que cada miembro hace ensu diario vivir. Muchos de los que responden a los llamamientospúblicos en la Primera Iglesia Bautista de Fort Lauderdale lohacen porque han sido guiados personalmente a confiar en Cristopor laicos capacitados en compartir su fe, y lo hacen como parteintegral de sus vidas. Desde 1978 la iglesia ha entrenado a milesde sus miembros en Evangelismo Explosivo, muchos de los cualesse han esparcido por todo el país y el mundo, animando a otros apracticar el evangelismo personal. En la actualidad existenvarios cursos buenos sobre cómo evangelizar. Los llamamientospersonales que se detallan a continuación son los programasplaneados para usar al entrenar al ejército de evangelistas laicosen la Primera Iglesia Bautista en Fort Lauderdale.

¿ESTÁ USTED SEGURO DE QUE IRÁ AL CIELO?

Si Dios le preguntara: ¿POR QUÉ DEBO DEJARTEENTRAR A MI CIELO?, ¿qué respondería usted? Si usted noestá seguro o titubea al contestar la pregunta, ¡este folleto con-tiene las...mejores noticias que jamás haya escuchado! Los pocosminutos que le tomará leer las siguientes páginas podrían ser losmomentos más importantes de su vida! ¿Sabía usted que laBiblia nos dice cómo PODEMOS ESTAR SEGUROS de tener lavida eterna e ir a estar con Dios en el cielo?

“Estas cosas os he escrito a vosotros... para que sepáis quetenéis vida eterna” (1 Jn. 5:13).

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En seguida le diremos cómo PUEDE ESTAR SEGURO…

1. EL CIELO (LA VIDA ETERNA) ES UN DONGRATUITO.

La Biblia dice: “el DON de Dios es vida eterna en CristoJesús, Señor nuestro” (Rom. 6:23b). Y porque el cielo es un rega-lo como cualquier auténtico regalo… NO SE GANA NI SERECIBE PORQUE UNO LO MEREZCA. Por lo tanto, noimporta cuánto esfuerzo personal, cuántas buenas obras o cari-dad religiosa realice, éstos no le pueden ganar un lugar en elcielo.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y ESTO NODE VOSOTROS, pues es don de Dios, NO ES POR OBRAS, paraque nadie se gloríe” (Efesios 2:8, 9). ¿POR QUE es que nadiepuede ganarse la entrada al cielo?

Porque...

2. EL HOMBRE ES PECADOR.

“Porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Rom.3:23). Pecar es violar las leyes de Dios e incluye cosas como codi-cia, engaño, fraude, enojo, malos pensamientos, conducta inmoraly más.

Y debido a esto...

EL HOMBRE NO PUEDE SALVARSE A SÍ MISMO.

Si usted quisiera salvarse por medio de las buenas obras,¿sabe usted qué bueno tendría que ser?

La Biblia dice que tendría que ser perfecto.“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en

los cielos es perfecto” (Mat. 5:48).Con una norma tan alta, nadie se puede salvar a sí mismo,

pues Dios también dice:“Porque cualquiera que guarda toda la ley pero ofende en un

solo punto se ha hecho culpable de todo” (Stg. 2:10).A pesar de nuestro pecado...

3. DIOS ES MISERICORDIOSO, y por lo tanto NODESEA CASTIGARNOS.

Esto se debe a que...“Dios es amor...” (1 Jn. 4:8b).

y él dice:

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“Con amor eterno te he amado” (Jer. 31:3b).

Pero la misma Biblia que nos dice que Dios nos amatambién nos dice que...

DIOS ES JUSTO, y por lo tanto TIENE QUE CASTIGAREL PECADO.

Él dice:“De ninguna manera dará por inocente al culpable...” (Exo.

34:7b).“El alma que peca, ésa morirá” (Eze. 18:4b).Tenemos un problema; todos hemos pecado. La paga del

pecado es la muerte. Necesitamos el perdón para poder tener unarelación correcta con Dios.

Dios resolvió este problema por nosotros en la Personade...

4. JESUCRISTO

¿Quién exactamente diría usted que es Jesucristo?La Biblia nos dice claramente que él es el DIOS-HOMBRE

infinito.“En el principio era el Verbo (Jesús), y el Verbo (Jesús) era con

Dios,... y el Verbo (Jesús) se hizo carne y habitó entre nosotros...”(Juan. 1:1, 14).

Jesucristo vino al mundo a vivir una vida sin pecado,pero mientras estuvo en la tierra...

¿QUÉ HIZO?

Murió en la cruz para pagar el precio de nuestros pecados yresucitó de la muerte para reservar un lugar para nosotros en elcielo.

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas; cada cual seapartó por su camino. Pero Jehovah cargó en él el pecado de todosnosotros” (Isa. 53:6).

Dios odia nuestros pecados, pero por su amor para connosotros, los puso todos sobre su Hijo. Cristo llevó nuestro peca-do en su cuerpo en la cruz.

Ahora Jesucristo le ofrece vida eterna (cielo) como un regalogratuito.

Este regalo se recibe por...

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5. FE

La fe es la llave que abre la puerta al cielo. Muchas personasconfunden dos cosas con la fe salvadora:

1. Un simple CONSENTIMIENTO INTELECTUAL, eso es,creer ciertos hechos históricos. La Biblia dice que el diablo creeen Dios, así es que creer en Dios no es fe salvadora.

2. Una simple FE TEMPORARIA, eso es, confiar en Dios sólodurante tiempos de crisis económica, de familia o de salud. Esbueno y debemos confiar en Cristo en estas crisis, pero ¡hacerlo noes tener una fe salvadora!

LA FE SALVADORA es confiar sólo en Cristo Jesús para lasalvación. Significa descansar solamente en Cristo y lo que él hahecho en vez de lo que usted o yo hayamos hecho para entrar alcielo.

“Cree (confía) en el Señor Jesús y serás salvo...” (Hech.16:31a).

La fe es como la mano de un mendigo que recibe el regalo deun Rey. No merecemos el regalo de vida eterna. Pero podemostenerlo, si lo recibimos por fe.

Acaba de leer usted la historia más grande que jamás se hacontado acerca de la oferta más grande que jamás se ha hecho porla Persona más grande que jamás vivió, Jesucristo. La preguntaque Dios le está haciendo ahora es...

¿LE GUSTARÍA RECIBIR EL REGALODE LA VIDA ETERNA?

Como esto es una cuestión de mucha importancia... ACLARE-MOS exactamente lo que involucra. Significa, en primer lugar,que usted TRANSFIERE SU CONFIANZA en lo que ha estadohaciendo a lo que Cristo ha hecho por usted en la cruz. Significa,luego, que usted RECIBE AL CRISTO RESUCITADO,VIVIENTE en su vida como SALVADOR. El dice: “He aquí, yoestoy a la puerta y llamo (a la puerta de su vida); si alguno oye mivoz y abre la puerta, entraré a él” (Apoc. 3:20).

Además, significa que usted RECIBE A JESUCRISTO ENSU VIDA COMO SEÑOR. El viene como Señor y Rey. Hay untrono en su corazón, y ese trono le pertenece a él. El lo hizo. Ello compró a usted y desea tomar su lugar legítimo en el trono desu vida. Significa, finalmente, que usted SE ARREPIENTE DESUS PECADOS. Significa que usted está dispuesto a dar laespalda a cualquier cosa que ha estado haciendo que no agrada aDios y seguirlo según él le revele su voluntad en su Palabra.

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Ahora, si esto es lo que verdaderamente desea...

USTED PUEDE ACERCARSE A DIOS EN ORACIÓNdonde quiera que esté. Usted puede recibir su regalo de vida eter-na a través de Jesucristo ahora mismo.

SUGERIMOS ESTA ORACIÓN: “Señor Jesús, reconozcoque soy pecador y no merezco la vida eterna. Pero, creo quemoriste y resucitaste para obtener un lugar para mí en el cielo.Señor Jesús, entra a mi vida; toma control de mi vida; perdonamis pecados y sálvame. Me arrepiento de mis pecados y ahoraconfío en ti para salvación. Acepto el regalo gratuito de la vidaeterna.” Si esta oración es el deseo sincero de su corazón, fíjeseen lo que Jesús promete a los que creen en él.

“De cierto, de cierto os digo: El que cree tiene vida eterna”(Juan 6:47).

¡BIENVENIDO a la familia de Dios!

Si de veras se ha arrepentido de sus pecados, ha puesto suconfianza en la muerte sacrificial de Jesucristo, y ha recibido elregalo de la vida eterna, ¡usted es ahora un hijo de Dios! ¡Parasiempre! ¡Bienvenido a la Familia de Dios!

“Pero a todos los que le recibieron, a los que creen en su nom-bre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).

HOY es su DÍA DE NACIMIENTO ESPIRITUAL...

¡un día que siempre querrá recordar! “Los cuales nacieron node sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad devarón, sino de Dios” (Juan 1:13).

Cuando nació usted físicamente, el día de su nacimiento fueverificado por un certificado.

Así que hoy, para que siempre recuerde lo que Dios hizo en suvida en este importante día, le invitamos a firmar y guardareste...

CERTIFICADO DE NACIMIENTO ESPIRITUAL

“Porque todo aquel que invoque el nombre del Señor serásalvo” (Rom. 10:13). Sabiendo que he pecado y que necesito alSeñor Jesucristo como mi Salvador, ahora me aparto de mis peca-dos y confío en Jesús que me da vida eterna. Pido a Jesucristoque me perdone y me proteja del poder del pecado y me dé vidaeterna.

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Ahora doy mi vida a Jesucristo, para que él la gobierne.De hoy en adelante, conforme me dé fuerzas, buscaré servir-

le y obedecerle en todas las áreas de mi vida.

Fecha ___________________

Firma: _________________________________________________

¿Y AHORAQUÉ? Así como un bebé crece físicamente, ustedtambién crecerá espiritualmente siguiendo estos pasos:

1. Lea cada día un capítulo del Libro de Juan en la BIBLIA.“Desead como niños recién nacidos la leche espiritual no adul-

terada, para que por ella crezcáis” (1 Ped. 2:2).2. Dedique tiempo cada día a la ORACIÓN, conversando con

Dios. “Por nada estéis afanosos; más bien, presentad vuestras peti-ciones delante de Dios en toda oración y ruego...” (Fil. 4:6).

3. ADORE regularmente en una iglesia que le enseñe laBiblia y honre a Jesucristo.

“Yo me alegré con los que me decían: ‘¡Vayamos a la casa deJehovah!’” (Sal. 122:1).

“Dios es espíritu; y es necesario que los que le adoran, leadoren en espíritu y en verdad” (Juan 4:24).

4. Tenga COMUNIÓN con otros cristianos que le ayuden acrecer en la fe.

“Así que los que recibieron su palabra... perseveraban en ladoctrina de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento delpan y en las oraciones” (Hech. 2:41, 42).

5. ¡Sea un TESTIGO contando a otros lo que Jesucristo sig-nifica para usted!

Jesús dijo: “Por tanto, a todo el que me confiese delante de loshombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está enlos cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres,yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos”(Mat. 10:32, 33).

Recuerde asistir regularmente a las reuniones de una IGLE-SIA que enseñe la Biblia, donde se honre a Jesucristo. Confiesesu fe en Cristo a la congregación y hágase miembro de ella.

“No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por cos-tumbre...” (Heb. 10:25).

(Usado con permiso de Evangelism Explosion II, International,P. O. Box 23820, Fort Lauderdale, Florida.)

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El siguiente llamamiento personal fue creado por la Divisiónde Evangelismo de la Junta de Misiones Domésticas de laConvención Bautista del Sur y es usado eficazmente en iglesiasdel país.

¿ESTÁ USTED SEGURO DE TENER LA VIDA ETERNAY DE QUE IRÁ AL CIELO CUANDO MUERA?

Dios quiere que usted esté seguro.

La Biblia dice: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéisen el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eter-na” (l Jn. 5:13).

Otra observación a considerar es:

Usted puede saberlo, porque Dios nos ama y tiene unpropósito para nuestras vidas. La Biblia lo dice de esta forma:“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijounigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mastenga vida eterna” (Juan 3:16).

EL PROPÓSITO DE DIOS ES QUE TENGAMOSVIDA ETERNA

• Recibimos la vida eterna como un regalo gratuito.

“El don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro”(Rom. 6:23).

• Podemos vivir una vida llena y abundante desdeahora.

“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan enabundancia” (Juan 10:10).

• Pasaremos la eternidad con Jesús en el cielo.

“Y si voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré con-migo; para que donde yo esté, vosotros también estéis” (Juan 14:3).

La vida eterna da verdadero significado a la vida.

Sin embargo...

Nuestra naturaleza pecaminosa nos impide cumplir elpropósito de Dios para nuestras vidas. Por lo tanto...

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NUESTRA NECESIDAD ES COMPRENDERNUESTRO PROBLEMA

• Todos somos pecadores por naturaleza y elección.

“Porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Rom.3:23).

• No podemos salvarnos a nosotros mismos.

“No es por obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2:9).

• Merecemos la muerte y el infierno.

“Porque la paga del pecado es muerte” (Rom. 6:23).

Es cierto que:Dios es santo y justo y tiene que castigar el pecado, pero él

nos ama y ha provisto el perdón para nuestro pecado. Jesús dijo:“Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sinopor mí” (Juan 14:6).

Las Buenas Nuevas son que Dios ha provisto para elperdón de nuestros pecados.

LA PROVISIÓN DE DIOS ES JESUCRISTO

• Jesús es Dios y se hizo hombre.

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y elVerbo era Dios...Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”(Juan 1:1, 14).

• Jesús murió por nosotros en la cruz.

“Porque Cristo también padeció una vez para siempre por lospecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Ped.3:18).

• Jesús resucitó de los muertos.

“(Jesús) fue entregado por causa de nuestras transgresiones yresucitado para nuestra justificación” (Rom. 4:25).

Estas son buenas nuevas,… pero la única manera en queJesús puede afectar nuestras vidas es recibiéndolo. La Biblia

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dice: “Pero a todos los que le recibieron, a los que creen en su nom-bre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).

La elección es nuestra. Por lo tanto...

NUESTRA RESPUESTA ES RECIBIR A JESÚS

• Debemos arrepentirnos de nuestro pecado.

“Por tanto, arrepentíos y convertíos para que sean borradosvuestros pecados” (Hech. 3:19).

El arrepentimiento no sólo es sentir tristeza por nuestropecado. “...que se arrepientan y se conviertan a Dios, haciendoobras dignas (que den evidencia) de arrepentimiento” (Hech.26:20).

El arrepentimiento es darle la espalda al pecado y acercarsea Dios por medio de Jesús. Es dar una media vuelta.

Al dar la vuelta...

• Debemos depositar nuestra fe en Jesús.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no devosotros, pues es don de Dios” (Ef. 2:8).

La fe es no sólo creer ciertos hechos acerca de Jesús. “Túcrees que Dios es uno. Bien haces. También los demonios creen ytiemblan” (Stg. 2:19).

Tener fe es confiar en Jesús. Es como si hiciéramos un viajeen avión. Nunca completaremos el viaje hasta confiar en el aviónlo suficiente como para subirnos en él.

Confiar totalmente en Jesús significa que...

• Debemos integrarnos a Jesús como Señor.

“Que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y si creesen tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se haceconfesión para salvación” (Rom. 10:9, 10).

Entregarnos a Jesús como Señor no sólo es decir que le damosnuestra vida. “No todo el que me dice ‘Señor, Señor’ entrará en elreino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre queestá en los cielos” (Mat. 7:21).

Entregarnos a Jesús como Señor es darle a él control denuestra vida.

Darle control de nuestra vida a Jesús es igual que viajarpor la carretera con otra persona. Mientras usted esté manejan-

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do, usted está en control. Si, en algún momento, usted se da cuen-ta de que no conoce el camino, pero la otra persona sí, y le dice:“Tú toma el volante y maneja”, entonces la otra persona está encontrol y ambos toman el camino que él escoja.

Como evidencia de darle control a Jesús, usted querrá identi-ficarse con él. El método del Nuevo Testamento es confesar aJesús públicamente (Mat. 10:32, 33), obedecerle en el bautismo yhacerse miembro de la iglesia (Hech. 2:41).

TRES PREGUNTAS IMPORTANTES:

1. ¿Tiene sentido para usted lo que ha leído?

2 ¿Existe alguna razón por la cual no estaría dispuestoa recibir el regalo de vida eterna que Dios quieredarle?

3 ¿Estaría dispuesto a apartarse de su pecado ydepositar su fe en Jesús ahora mismo?

La Biblia dice: “Porque todo aquel que invoque el nombre delSeñor será salvo” (Rom. 10:13).

Necesita pedirle al Señor que lo salve.

Por favor lea esta oración y considere si es lo quedesea decirle a Dios.

Querido Señor Jesús, creo que eres el Hijo de Dios, y quemoriste en la cruz y resucitaste de los muertos. Sé que he pecadoy necesito el perdón. Me arrepiento de mis pecados y te recibocomo mi Salvador y Señor. Gracias por salvarme.

Bienvenido a la familia de Dios. Acaba de tomar ladecisión más importante de su vida. Usted puede estar seguro deque es salvo y tiene la vida eterna porque...

Si llama al Señor con arrepentimiento, fe y entrega, usandoestas o sus propias palabras, Jesús será su Salvador y Señor.

SU GARANTÍA… Usted puede saber que tiene vida eternaporque:

Dios cumple sus promesas.

• Usted se arrepintió de su pecado (Hech. 3:19).

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• Usted colocó su fe en Jesús (Ef. 2:8, 9).• Usted se rindió a Jesús como Señor (Rom. 10:9, 10).

Dios escuchó su oración.

“Porque todo aquel que invoque el nombre del Señor serásalvo” (Rom. 10:13).

Dios registró su compromiso.

“...regocijaos de que vuestros nombres están inscritos en loscielos” (Luc. 10:20).

Necesita crecer como cristiano.

La Biblia llama a los nuevos cristianos “niñitos en Cristo”(1 Cor. 3:1). Sin ciertos elementos esenciales, los bebés no sedesarrollarán normalmente.

La iglesia es a un cristiano nuevo lo que el hogar y la familiason para un nuevo bebé.

Uno se identifica con su nueva familia confesando a Jesúspúblicamente; y siendo bautizado con el bautismo del creyente.“Así que los que recibieron su palabra fueron bautizados, y fueronañadidas en aquel día como tres mil personas” (Hech. 2:41).

Asista a los cultos de la iglesia los domingos y comparta conel pastor que desea ser bautizado y ser miembro de la iglesia.

La oración es para el nuevo cristiano lo que respirar es paraun nuevo bebé. La acción de respirar debe ser regular y con-tinua. La Biblia dice: “Orad sin cesar” (1 Tes. 5:17).

Aprenda a ser específico en su oración. “Si confesamos nues-tros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados ylimpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:9).

La Palabra de Dios es para un cristiano nuevo lo que lacomida nutritiva es para un nuevo bebé.

La comida nutritiva es un requisito diario para el crecimien-to adecuado. “Desead como niños recién nacidos la leche espiri-tual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1Ped. 2:2).

La mejor hora en que puedo orar y leer la Biblia cadadía es ___________________.

Aprender a ser testigos es para el cristiano nuevo lo que

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aprender a hablar es para el nuevo bebé. Cristo nos manda acompartir las buenas nuevas con otros. “Me seréis testigos”(Hech. 1:8).

Escriba el nombre de una persona a quien le gustaría contaracerca de la decisión que tomó por Cristo _____________________,y el nombre de una persona que necesita recibir a Cristo___________________________.

Asegúrese de decirles acerca de su nueva vida tan prontocomo sea posible.

Recibí a Cristo_____________________________________(fecha)

___________________________________________________(nombre)

(Usado con el permiso de la Junta de Misiones Domésticas dela Convención Bautista del Sur.)

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