recorrido fugaz por la poesía de borges
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Recorrido fugaz por la poesa de Borges
David Vias Piquer
Universidad de Barcelona Espaa
Para Dora y Augusto, mis padres chilenos
Cuando se quiere ofrecer una panormica general sobre la obra potica de un autor, y
quiere hacerse adems de una manera ordenada, ciertos imperativos de coherencia obligan
a empezar por el principio. Claro que, en realidad, es imposible empezar de otro modo.
Pues como suele decir el profesor Jos Manuel Blecua, se empiece por donde se empiece
siempre se empieza por el principio. Por eso es el principio.
Sin embargo, si para hablar de la obra potica de Borges se empezara por el primer
poemario que public el poeta, Fervor de Buenos Aires, no se estara empezando por el
principio. Sencillamente porque Fervor de Buenos Aires data de 1923, fecha que marca una
nueva etapa en la poesa de Borges; no la primera. Y, curiosamente, el principal culpable de
que al hablar de la obra de Borges se suela cometer el error de empezar por Fervor de
Buenos Aires ha sido siempre Borges. Aunque repitiera en sus cuentos que todos los
hombres son el mismo hombre, en realidad no debi creer nunca ni siquiera que un mismo
hombre permaneciera siempre idntico a s mismo. Por eso lleg un momento en el que
sinti como algo ajeno la poesa que haba escrito en su adolescencia y decidi silenciarla:
la conden al olvido. Quiso esconder as su primera etapa potica, y lo consigui en efecto
durante bastante tiempo. Pero cuando Borges se convirti en Borges dej de tener secretos
(no slo literarios) y su poesa juvenil sali a la luz. La haba visto unos aos antes, hacia
1914. Borges se encontraba entonces en Ginebra, ciudad a la que haba viajado con su
familia para que su padre, que haba sufrido una considerable prdida de visin, pudiera ser
visitado por un famoso oculista ginebrino. All los sorprendi el estallido de la Primera
Guerra Mundial, que los retuvo durante cuatro aos entre Zurich y Ginebra. Durante ese
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tiempo, Borges estudi bachillerato, aprendi idiomas y entr en contacto con el
expresionismo alemn. Precisamente bajo el influjo de esta corriente esttica nacieron sus
primeros versos. Varios de ellos transmiten una incmoda sensacin de angustia tras la que
claramente se advierte una concepcin potica basada en la expresin de emociones
internas nacidas del impacto causado por la realidad exterior. La mayora son de asunto
blico y estn dominados por un cierto fatalismo y por el deseo de encontrar una solucin
de paz. El titulado "Trinchera" es una clara muestra de ello:
Angustia.
En lo altsimo una montaa camina.
Hombres color de tierra naufragan en la grieta ms baja.
El fatalismo unce las almas de aqullos
que baaron su pequea esperanza en las piletas de la noche.
Las bayonetas suean con los entreveros nupciales.
El mundo se ha perdido y los ojos de los muertos lo buscan.
El silencio alla en los horizontes hundidos.
Sobran comentarios: la imaginera expresionista es evidente. Tambin en otros poemas se
encuentran varios versos destacables en este sentido, como "Mediodas estallan en los ojos"
(de "Rusia"), o "El cielo se ha crinado de gritos y disparos / Solsticios interiores han
quemado los crneos" (de "Gesta maximalista"). Muy pronto la esttica expresionista
encontr en los versos de Borges el apoyo de una ideologa, pues este argentino extraviado
en Ginebra (como luego en la metafsica) escribir varios poemas dedicados a elogiar (a
veces slo a mencionar) el triunfo de la revolucin bolchevique. Los ttulos "Rusia", "Gesta
maximalista", "Trinchera" son ya suficientemente elocuentes. Estas primeras incursiones de
Borges en la poesa se hicieron pblicas poco tiempo despus en diversas revistas
espaolas. En concreto, ms de 20 poemas suyos fueron publicados en Espaa entre 1919 y
1922. Algunos haban sido escritos para componer un libro que iba a titularse Los salmos
rojos o Los ritmos rojos, pero que el mismo Borges destruy.
En los ltimos das de 1918 o los primeros de 1919, Borges lleg a Espaa y se inici
entonces, y hasta 1921, su militancia en el ultrasmo (Meneses, 1978). Vivi con su familia
un ao en Madrid (1919) y se traslad luego a Sevilla, concretamente en el invierno de
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1920. All, Borges entr en contacto con el ambiente literario sevillano y public su primer
poema "Himno al mar" en la revista Grecia (XII, 1919), dirigida por una de sus primeras
amistades literarias: Isaac del Vando Villar. Se advierte en este poema un tono
marcadamente romntico y resuenan en l ecos evidentes de la poesa de Walt Whitman.
Influencia lgica si se recuerda que, para Borges, en esos momentos Whitman no slo era
un gran poeta, sino el nico poeta. Hasta el punto de que le pareca que no imitarlo podra
ser interpretado como un sntoma de ignorancia. Durante seis meses, la familia Borges
volvi a vivir en Madrid y en mayo de 1920 se traslad a Mallorca, ciudad que los Borges
conocan ya porque haban viajado a ella desde Barcelona en 1919 (Meneses, 1996). En
Madrid, Borges haba dejado una importante huella. De hecho, su presencia fue
determinante en la evolucin de la poesa espaola, pues gracias a su conocimiento del
alemn (lengua que se oblig a aprender para poder leer a Schopenhauer en el original)
pudo traducir algunos de los principales textos que familiarizaron a los jvenes poetas
espaoles del momento con el expresionismo. No es de extraar que Rafael Cansinos-
Assns aquel hombre que, segn recordaba Borges, poda saludar a las estrellas en
diecisiete idiomas distintos quedara totalmente sorprendido ante el alto nivel cultural de ese
argentino tan joven que asidua y brillantemente colaboraba en revistas
como Grecia, Tableros,Ultra y otros rganos de difusin de las ideas ultrastas.
En marzo de 1921, Borges abandon Espaa para regresar a Buenos Aires y se llev
consigo las ideas ultrastas, que fueron difundidas desde revistas como Prisma y Proa. Pero
pronto la fiebre ultrasta pas y Borges se convirti en el primer vanguardista
antivanguardista. Arrepentido de su primera aventura potica, empez a hablar de "la
equivocacin ultrasta" y, as, el ultrasmo, con su afn de novedad, su actitud iconoclasta y
su obsesiva persecucin del impacto que produce la metfora agresiva, acab siendo para l
un movimiento frvolo, superficial, un pecado de juventud, slo una broma que les haba
gastado a todos Rafael Cansinos-Assns. Lleg a decir, incluso, que el ultrasmo ya slo era
importante para los historiadores de la literatura, y aada: "lo cual es una manera de ser
insignificante" (Fernndez Ferrer, 1988: 267).
Cuando en 1923 se publica Fervor de Buenos Aires, el Borges ultrasta ha pasado ya a la
historia. Siguen quedando, sin embargo, algunos restos ultrastas en su poesa, porque una
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cosa es querer cortar drsticamente con un pasado potico y otra, a veces muy distinta,
lograrlo. Lgicamente, su perodo de formacin como poeta tena que dejar alguna huella
en el nuevo tipo de poesa que se propuso escribir tras su regreso a Buenos Aires. Y as fue,
en efecto. Pero, en esencia, una nueva etapa se iniciaba entonces, la de la llamada "Triloga
Portea". Tres interesantes poemarios la conforman: Fervor de Buenos Aires (1923), Luna
de enfrente (1925) y Cuaderno San Martn (1929). Borges es ahora un intelectual fro,
sereno, sus aspiraciones juveniles renovadoras se han agotado y lo que se impone es su
innata propensin reflexiva hacia el equilibrio intelectual. Comprende que la aventura
ultrasta en busca de metforas sorprendentes haba sido un error porque en realidad el
objetivo de esos jvenes poetas era descubrir metforas que ya haban sido descubiertas por
Leopoldo Lugones. Del elogio de la novedad, evoluciona hacia un clasicismo en el que la
emocin, cuando aparece, es siempre una emocin contenida. Su respeto y admiracin por
los poetas clsicos espaoles se hace estos aos muy evidente; aunque, en rigor, no puede
destacarse como si de una novedad se tratara porque exista ya en su etapa ultrasta. De
hecho, existe una indudable afinidad entre el culto ultrasta de la metfora y la potica
conceptista del Barroco espaol, pues en ambos casos se trata de relacionar dos realidades
entre las que, en principio, parece distar un abismo. En su Agudeza y arte de
ingenio (1642), Baltasar Gracin defini el concepto como "un acto del entendimiento que
exprime la correspondencia que se halla entre los objetos", y eso era justamente lo que se
proponan los jvenes ultrastas: exprimir la correspondencia entre los objetos para dar con
una metfora ingeniosa.
En los tres libros que conforman la "Triloga portea", que puede ser analizada como
cuerpo lrico autnomo y separable del resto de la produccin potica de Borges, las
cadenas metafricas dejan paso a un lenguaje aparentemente sencillo y a un tono
confesional, de reflexin taciturna, melanclica, que no puede sorprender si se tiene en
cuenta que esos poemas estn escritos desde la nostalgia de Buenos Aires. Borges quiere
ofrecer una visin muy personal (y quiz tambin muy intransferible) de su ciudad natal, y
se decanta por un intimismo lrico, separndose as definitivamente de la frialdad ultrasta y
dejando que la nostalgia se traduzca a veces en patriotismo. As, su nueva poesa destacar
por un afn de criollismo algo ostentoso, un criollismo deliberado, intencional, que se
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manifestar en la proliferacin de elementos temticos localistas y en el uso frecuente de
argentinismos. Mucho tiempo despus, cuando con mirada retrospectiva se disponga a
prologar uno de esos libros para sus Obras Completas (ttulo excesivamente generoso para
lo que realmente son), Borges reconocer la ingenuidad de aquella pasin nacionalista y
escribir:
Olvidadizo de que ya lo era, quise tambin ser argentino. Incurr en la
arriesgada adquisicin de uno o dos diccionarios de argentinismos, que me
suministraron palabras que hoy puedo apenas descifrar [...] (1989, vol.I: 55).
Pero en algunos poemas Borges superar este localismo y dejar que asomen ya algunos
rasgos de lo que ser su futura poesa, centrada sobre todo en problemas metafsicos. Sirva
como ejemplo el poema "Final de ao", donde, a la espera de que suenen "las doce
irreparables campanadas", la voz potica plantea que lo que los hombres celebran realmente
en esos momentos no es el paso de un ao a otro, sino "el enigma del Tiempo", que aparece
as explicado:
[...]
es el asombro ante el milagro
de que a despecho de infinitos azares,
de que a despecho de que somos
las gotas del ro de Herclito,
perdure algo en nosotros:
inmvil.
Borges plantea en este poema la contradiccin del tiempo que pasa y la identidad que
perdura, un problema metafsico que le fascinaba, pero para que temas de este tipo se
conviertan en el eje central de su poesa faltan todava algunos aos; por ahora, son slo
una excepcin.
La "Triloga portea" se abre en 1923 con Fervor de Buenos Aires, libro que Borges pudo
publicar gracias a la ayuda econmica de su padre. Buenos Aires es el gran tema. La
mayora de los poemas recogidos giran en torno a la idea de un reencuentro: el del poeta
con su ciudad natal. Los vestigios ultrastas son ya escasos, y lo que queda subrayado en el
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libro es la idealizacin de Buenos Aires. Pero como escribi alguien tan admirado por
Borges como Oscar Wilde en alguna parte de su Dorian Gray, "idealizar es desrealizar",
algo que va a quedar muy claro en los poemas de Fervor, pues la ciudad que Borges recrea
no es el Buenos Aires real de 1923, sino la ciudad ideal de su infancia, la que l conoci
hasta los catorce o quince aos, antes de su primer viaje a Europa. Por eso, en el "Eplogo"
a sus Obras completas, donde habla de s mismo con la presunta objetividad que le permite
la tercera persona, escribe: "Su secreto y acaso inconsciente afn fue tramar la mitologa de
un Buenos Aires que jams existi" (1989, vol.III: 506).
Borges dijo alguna vez que la ausencia es otra forma de presencia. Sin duda, se refera a
que, en el recuerdo, el objeto ausente sigue existiendo, y eso ocurri con el Buenos Aires de
su infancia. Comprendi que quiz el mejor modo de estar en un lugar es estar lejos y
aorarlo, por eso en el poema "Arrabal" nos dice: "los aos que he vivido en Europa son
ilusorios, / yo estaba siempre (y estar) en Buenos Aires". El reencuentro antes aludido
entre el poeta y su ciudad natal se producir no en un presente real, sino en un pasado
reconstruido con recuerdos enfatizados por impresiones infantiles, como queda claro en
estos versos del poema "La vuelta": "Al cabo de los aos del destierro / volv a la casa de
mi infancia".
Asomar entonces el contraste entre lo evocado y lo que Borges encuentra realmente a su
regreso de Europa, porque su concepcin de Buenos Aires no es real, sino mtica, responde
a una realidad ntima, a una mitologa privada. Canta al arrabal, no al centro de la ciudad, y
as lo dice explcitamente en el poema "Las calles":
Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraa.
No las vidas calles,
incmodas de turba y de ajetreo,
sino las calles desganadas del barrio...
En Fervor de Buenos Aires asoma ya uno de los temas ms recurrentes de la poesa de
Borges: la admiracin por sus antepasados militares. Influido por las historias que su madre
le relataba, vea en ellos la encarnacin del valor y ms de una vez confes haber sentido
"la nostalgia del destino pico de sus mayores" (1989, vol.III: 506). Escribi muchos
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poemas desde esa nostalgia, y algunos de sus smbolos ms utilizados las espadas y los
cuchillos estn directamente vinculados a este tema y aparecern una y otra vez como una
forma de compensar la inactividad fsica de una vida en la que era casi imposible descubrir
otra pasin que las letras ni casi otro ejercicio. Recurdese que Borges confes en ms de
una ocasin que sus recuerdos eran ms de cosas que haba ledo que de momentos vividos.
Este "lector hednico", como le gustaba llamarse a s mismo (1989, vol.III: 208), se pasaba
la vida en la biblioteca paterna, formada sobre todo por libros ingleses. Borges poda leerlos
sin problemas porque tanto l como su hermana haban hablado siempre en castellano a su
abuela materna y en ingls a su abuela paterna, y slo pasado algn tiempo descubrieron
que esas dos formas de hablar de un nieto, como deca l, se llamaban la lengua espaola y
la lengua inglesa. De hecho, aseguraba haber ledo el Quijote primero en ingls y luego,
cuando lo ley en castellano, le pareci una mala traduccin del ingls. Por cierto, que
Estela Canto contaba cmo Leonor Acevedo, la madre de Borges, no se cansaba de repetir,
con orgullo, que su hijo haba ledo el Quijote en ingls a los siete aos, y esa hazaa a
Estela Canto le recordaba demasiado a Jess con doce aos dndo ctedra entre los
doctores (Canto, 1989). Nunca sabremos la verdad, pero tampoco importa: es hermoso
imaginarse a un nio de siete aos recorriendo las pginas delQuijote.
Volviendo a Fervor de Buenos Aires, Borges aseguraba en 1969 que este libro prefiguraba
todo lo que vendra despus y sealaba algunos influjos: el de Unamuno, el de la poesa
barroca y el de Macedonio Fernndez, autor, este ltimo, al que Borges confes en ms de
una ocasin haber admirado hasta el plagio. Este tipo de admiracin, lejos de ser algo
extrao y condenable, era a su juicio una de las etapas por las que pasa todo escritor en sus
comienzos, cuando cree que toda la infinita literatura puede concentrarse en la obra de un
solo hombre: "Quienes minuciosamiente copian a un escritor explica Borges en su ensayo
"La flor de Coleridge" lo hacen impersonalmente, lo hacen porque confunden a ese escritor
con la literatura, lo hacen porque sospechan que apartarse de l en un punto es apartarse de
la razn y de la ortodoxia" (1989, vol.II: 19).
En Fervor encontramos tambin algunos poemas de asunto amoroso, pero, pese a que
Borges aseguraba no recordar una poca de su vida en la que no estuviese enamorado, lo
cierto es que el amor no fue nunca un tema central en su poesa. Borges no tuvo nunca
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demasiada suerte con el amor e, inversamente, el amor no tuvo nunca demasiada suerte con
Borges. Sin embargo, no faltan algunos versos admirables, como estos del poema Sbados:
En la sala severa
se buscan como ciegos nuestras dos soledades.
Sobrevive a la tarde
la blancura gloriosa de tu carne.
En nuestro amor hay una pena
que se parece al alma.
T
que ayer slo eras toda la hermosura
eres tambin todo el amor ahora.
Y el poema Despedida es un claro ejemplo del dolor causado por la inminente ausencia de
la amada, uno de los tpicos ms fuertemente arraigados en la tradicin de la poesa
amorosa:
Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar ser una magia entre nosotros.
No habr sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo.
Definitiva como un mrmol
entristecer tu ausencia otras tardes.
En Luna de enfrente seguir apareciendo el tema del amor, en "Amorosa anticipacin", por
ejemplo, o en "Una despedida", pero son poemas que conmueven ms por lo que callan, por
lo que slo sugieren, que por lo que dicen, y progresivamente en la poesa de Borges el
tema amoroso ir cediendo terreno en favor de otras preocupaciones, aunque nunca llegar
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a desaparecer del todo. En "El amenazado", por ejemplo, poema en prosa recogido en el
libro El oro de los tigres, escuchamos la voz potica de un enamorado dicindole a su
amada algo tan hermoso como: "estar contigo o no estar contigo es la medida de mi
tiempo". Y no es preciso salir de este poema para pasar de la declaracin de amor a otro de
los grandes tpicos de la tradicin potica amorosa: el lamento que traduce el terrible
sufrimiento del enamorado. Este es el tema dominante en todo el poema, pero sin duda
alcanza su mxima eficacia esttica en el ltimo verso: "Me duele una mujer en todo el
cuerpo". Tras un verso como ste, no es difcil acordarse de que para Borges, segn
escribi en uno de los trabajos que conforman sus Nueve ensayos dantescos, "enamorarse
es crear una religin cuyo dios es falible" (1989, vol.III: 372).
El segundo libro de la "Triloga Portea" es Luna de enfrente (1925). No hay grandes
diferencias con respecto al libro anterior. Buenos Aires sigue siendo el gran tema, aunque
ahora se trata de una ciudad menos ntima, ms ostentosa, ms pblica. Borges sigue
cantando los ricones y las calles de su ciudad con orgullo y con absoluta fascinacin, como
en "Calle con almacn rosado", donde se lee: "Calle grande y sufrida,/ eres la nica msica
de que sabe mi vida", versin corregida de un original "Calle grande y sufrida / sos el nico
verso de que sabe mi vida" en el que un deliberado argentinismo contribua sin duda a la
mayor eficacia de la aliteracin.
En el poema "Casi juicio final" Borges siente haber cumplido con su misin y declara con
orgullo: "He conmemorado con versos la ciudad que me cie/ y los arrabales que se
desgarran". Parece obvio que apenas hay en este nuevo libro cambios perceptibles con
respecto a Fervor de Buenos Aires. Incluso la alternativa al tema omnipresente de su ciudad
natal es tambin la misma: el canto a sus antepasados militares. Lo mismo, o algo muy
parecido, ocurrir en el libro que cierra la triloga, Cuaderno San Martn, publicado en
1929. Otra vez Buenos Aires y el culto de los mayores son los dos grandes temas. Hay que
destacar un aspecto interesante del prlogo que en 1969 el propio Borges antepuso a este
libro. Distingue all entre poeta lrico (y cita como ejemplo a Verlaine) y poeta intelectual
(y cita a Emerson), y aunque luego aade que ambos factores coexisten en los mejores
poetas, reconoce que sus poemas aspiran a ser poesa intelectual. Difcilmente se adecua
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este calificativo a los versos de la etapa inmediatamente posterior a su aventura ultrasta,
caracterizada sobre todo por una nota intimista mucho ms cercana al lirismo que a la
reflexin abstracta, pero es cierto que la poesa de Borges evolucion hacia un
intelectualismo cada vez ms agudizado, con alguna fase intermedia en la que el poeta
parece debatirse entre el culto a la reflexin y el culto a la intimidad de los sentimientos.
Tras la etapa correspondiente a los primeros tanteos de adolescente y la de la "Triloga
Portea", la poesa de Borges entra en una fase de madurez en la que claramente el afn
localista desaparece para dar paso a unos versos con dimensiones de universalidad. El poeta
mismo lo explica en "Borges y Yo", al aludir al cambio de intereses que lo llevaron "de las
mitologas del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito".
Para comprender bien este cambio radical, un inciso se impone en estos momentos.
Despus de Cuaderno San Martn, publicado en 1929, Borges no vuelve a publicar en
forma independiente un libro de poesa hasta 1960. Durante este lapsus temporal al que
Zunilda Gertel bautiz como "hiato lrico" (Gertel, 1967; Cervera Salinas, 1992: 97 y ss.)
aparecieron dos importantes antologas que de algn modo evitaron que la voz potica de
Borges se apagara del todo: Poemas (1922-1943) (Buenos Aires, Losada, 1943) y Poemas
(1923-1953) (Buenos Aires, Emec, 1954). Al margen de estas antologas, que suponan
slo una seleccin y, en algn caso, tambin una correccin, Borges no aadi ninguna
novedad a su produccin potica. Es un largo silencio potico, un parntesis que sorprende
pero que tiene una explicacin. Antes de darla, sin embargo, hay que recordar un ao
emblemtico en la vida de Borges: 1938. Fue un ao para la tristeza porque muri su padre
(el 24 de febrero) y porque la vspera de Navidad el poeta tuvo un serio accidente a partir
del cual, como deca su madre, algo cambi en su cerebro (Cfr. "Georgie, mi hijo",
en Cuadernos Hispanoamericanos, 505-507, pp.115-118). Al subir demasiado de prisa
unas escaleras, se golpe en la cabeza con el canto de una ventana y tuvieron que ponerle
puntos de sutura. Al parecer, la herida se infect y acab declarndosele una septicemia.
Estuvo entre la vida y la muerte durante varias semanas y se tema por su integridad mental.
Precisamente para saber si sus facultades mentales haban quedado afectadas, se propuso
escribir algo distinto a lo que haba escrito hasta ese momento. Tratar de comprobarlo con
gneros que le resultaban familiares, como la poesa o el ensayo, comportaba riesgos
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aadidos: la certeza, si fallaba, de estar acabado intelectualmente. Por miedo a esa certeza,
prefiri probar con un gnero nuevo que le permitiera, en caso de fracasar, justificarse
alegando falta de experiencia. Tambin era un modo de prepararse poco a poco para aceptar
su tragedia con resignacin. Fue as como naci su primer cuento fantstico: Pierre
Menard, autor del Quijote (1939).
Lo importante de esa fecha de 1938 es que, antes del accidente, Borges era un poeta y
ensayista de cierto renombre, pero despus de ese accidente dej de publicar poesa y se
dedic a escribir cuentos fantsticos ideados sobre sus inquietudes metafsicas y centrados
sobre todo en dos intereses bsicos: la filosofa y la teologa. Los sistemas filosficos y
teolgicos, que l apreciaba por su valor esttico, pasarn a ser la materia prima de su
literatura y Borges se convertir, segn sus propias palabras, en un "argentino extraviado en
la metafsica" (1989, vol.II: 135). De modo que ese largo silencio potico que va de 1929 a
1960 contrasta con una efervescencia en el cultivo de la prosa y explica en gran medida el
cambio de temtica que podr advertirse cuando Borges reinicie su andadura potica.
Y quiz no est de ms destacar un aspecto importante en este sentido. Porque no nos
engaemos, Borges es Borges no por su poesa, ni siquiera por sus lcidos ensayos, sino
por sus cuentos y, en los ltimos aos de su vida, tambin por sus conferencias, sus
conversaciones, sus entrevistas repletas de respuestas ingeniosas. l, que escribi una vez:
"Quiero ser recordado menos como poeta que como amigo" ("Una oracin"), tuvo que
soportar que sus amigos lo valoraran menos como poeta que como cuentista. Pero se senta
poeta, poeta antes que nada. Y es fcil acordarse ahora de aquellos versos que escribi
Cervantes en su Viaje del Parnaso:
Yo, que siempre trabajo y me desvelo
por parecer que tengo de poeta
la gracia que no quiso darme el cielo.
Que nadie se alarme: ni Cervantes ni Borges podran quejarse en serio ellos precisamente
no de falta de aptitudes artsticas, y, de hecho, es sabido que Cervantes escribi esos versos
en tono humorstico, pero no es difcil advertir en ellos cierta amargura, acaso la misma que
pudo sentir alguna vez Borges al verse reconocido ms como autor de cuentos fantsticos
que como poeta.
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En 1960 aparece El Hacedor, libro con el que se inicia su poesa de madurez y, aunque
perduran los temas de antes la patria ntima, el culto de los mayores, aparecen nuevos temas
que luego sern recurrentes: la preocupacin filosfica, la germanstica de Inglaterra y de
Islandia, el enigma del tiempo, el olvido, la memoria, el infinito, la vejez y la muerte, la
pasin por los libros, la ceguera. Y empiezan a aparecer tambin los smbolos claves de su
universo potico: el laberinto, los espejos, los tigres, las espadas y los puales (utilizados ya
antes), las mscaras, etctera. Todas estas innovaciones lo son slo en el terreno de la
poesa porque Borges llevaba ya algn tiempo cultivndolas en sus cuentos y en sus
ensayos.
Antes de entrar en El Hacedor conviene destacar de nuevo una fecha: 1955. A partir de este
ao, Borges se queda parcialmente ciego de un ojo y totalmente ciego del otro. La suya fue
una ceguera gradual, por eso no le pareca una cosa trgica y la comparaba con un lento
atardecer de verano. Claro que eso era slo una frase, una especie de consuelo: la
resignacin. La realidad seguramente fue otra. O as invita a sospecharlo lo que contaba
doa Leonor Acevedo, la madre del poeta. Contaba que desde que el mdico le haba
prohibido a su hijo leer y escribir, era ella quien le lea y a ella tena Borges que dictarle sus
versos, algo que slo dejaba de cumplirse cuando en el poema que haba que dictar
asomaba el motivo de la ceguera. Lo mejor entonces era hacer una excepcin para no
entristecer a la madre. Que fue justamente lo que ocurri con el "Poema de los dones". Para
comprender este poema, es necesario conocer antes algn dato importante de la vida de
Borges. Y de nuevo hay que recordar el ao de 1955. Ya cado Pern, la Revolucin
Libertadora nombra a Borges director de la Biblioteca Nacional. Ah est la terrible
paradoja. Justo cuando su ceguera le impide ya por completo leer, lo honran con ese cargo
de director de la Biblioteca Nacional. Es decir: ponen en sus manos innumerables libros.
Imposible resistir ahora la tentacin de transcribir al menos el primer cuarteto:
Nadie rebaje a lgrima o reproche
esta declaracin de la maestra
de Dios, que con magnfica irona
me dio a la vez los libros y la noche.
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En los primeros versos parece advertirse un repudio de todo sentimentalismo ("nadie rebaje
a lgrima o reproche", pide Borges), y podra pensarse en una aceptacin resignada y
serena de la ceguera, en un alejamiento de toda autocompasin, pero de nuevo la madre del
poeta tiene algo que decir. As explicaba ella la verdadera relacin que mantena su hijo con
la ceguera: "l disimula todo lo que se relaciona con su mala vista, lo disimula mucho. Est
siempre de buen humor, pero s bien que en el fondo hay otra cosa" (Cfr. "Georgie, mi
hijo", Cuadernos Hispanoamericanos 505/507. p.117).
Basten estas palabras para comprender que la poesa que Borges escribe a partir de 1955 su
poesa de madurez no puede ser leda al margen de la ceguera. En primer lugar, porque es
precisamente la limitacin que sufren los ojos del poeta lo que determina su regreso a la
poesa: obviamente, le resultaba ms fcil componer poemas de memoria que cuentos o
ensayos. Pero adems, la ceguera condiciona el tipo de poesa al que se regresa:
predominan las estrofas regulares, los versos con rima (ms fciles de memorizar para
quien trabaja ahora slo de memoria) y el endecaslabo blanco (no el italianizante, sino el
ingls, que es ideal para la narracin). Destacar sobre todo el cultivo del soneto y Borges
se convertir en un maestro del gnero. El segundo de los dos sonetos recogidos bajo el
ttulo "Ajedrez" lo prueba de un modo evidente:
Tenue rey, sesgo lfil, encarnizada
reina, torre directa y pen ladino
sobre lo blanco y negro del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano sealada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedro y su jornada.
Tambin el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos das.
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Dios mueve al jugador, y ste, la pieza.
Qu dios detrs de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueo y agonas?
Segn se ha dicho ya, a partir de El Hacedor, que es una mezcla de verso y prosa potica, la
ceguera de Borges es un dato que no puede obviarse porque condiciona tanto el regreso a la
poesa como el tipo de poesa al que se regresa. Pero la ceguera es tambin clave en otro
sentido, pues a menudo supondr una llave al autoconocimiento, y Borges, antes tan
pudoroso a la hora de hablar de sus sentimientos ms ntimos, empezar a dejar algn
resquicio para que el lector pueda aventurarse en su interior. "Para la gloria escribi una
vez refirindose a Quevedo no es indispensable que un escritor se muestre sentimental, pero
es indispensable que su obra, o alguna circunstancia biogrfica, estimulen el patetismo"
(1989, vol.II: 38). La ceguera fue para Borges muchas veces esa "circunstancia biogrfica"
que permiti la llegada de la intimidad a su poesa. Aunque conviene recordar lo que el
propio Borges sugiere en "Borges y Yo", breve narracin recogida en El Hacedor. Lo
vemos desdoblarse all en dos personalidades distintas porque se sabe dos hombres: el
Borges ntimo y el Borges social, el escritor famoso. El ntimo siente; el otro transforma
artsticamente esos sentimientos y, a veces, al pasarlos por el tamiz del arte, los enfra. "Yo
vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me
justifica" son palabras que claramente apuntan la idea de un hombre Borges por debajo del
Borges poeta, y nace entonces la duda de si, a travs de la poesa, podremos llegar a
conocer realmente al hombre.
Al margen de las posibles notas intimistas, lo cierto es que la poesa de Borges seguir
estando repleta de intertextualidades, seguir siendo en su mayor parte de carcter
narrativo, reflexivo e intelectual, y, para quien no est familiarizado con sus smbolos
recurrentes, absolutamente hermtica.
En 1964 aparece El otro, el mismo, ttulo vinculado al tema del doble, sobre el que tantas
veces volvi Borges (es esa creencia popular segn la cual todos podemos tener un doble,
alguien idntico a nosotros, en alguna parte del mundo), un tema que, a su vez, est
relacionado con otro de sus smbolos, el espejo, y con una frase de Pitgoras "un amigo es
-
un otro yo" que Borges no se cansaba de repetir y que, en su opinin, tena que habrsele
ocurrido a su autor al verse reflejado en algn ro o en el mar.
Su horror por los espejos se remonta a los das de su infancia. Le daban miedo porque deca
que a veces apareca reflejado en el espejo un hombre ocultando su rostro tras una mscara
y tenan que cubrrselos con alguna manta o no poda dormir. Una de sus obsesiones era no
reconocerse en esa imagen que el espejo le devolva, senta el temor de que todos los
espejos del mundo, de pronto, empezaran a divergir de la realidad, pero adems senta ante
los espejos una atmsfera de irrealidad, la amenaza de la disolucin, y le pareca horrible la
idea de que los espejos tuvieran como funcin la multiplicacin infinita del mundo, lo que
los igualaba al acto sexual. Pueden verse como ejemplo algunos de los cuartetos ms
significativos del largo poema titulado precisamente "Los Espejos", que aparece recogido
en El Hacedor:
Hoy, al cabo de tantos y perplejos
aos de errar bajo la varia luna,
me pregunto qu azar de la fortuna
hizo que yo temiera los espejos.
[...]
Infinitos los veo, elementales
ejecutores de un antiguo pacto,
multiplicar el mundo como el acto
generativo, insomnes y fatales.
Prolongan este vano mundo incierto
en su vertiginosa telaraa;
a veces en la tarde los empaa
el hlito de un hombre que no ha muerto.
[...]
-
Dios ha creado las noches que se arman
de sueos y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso nos alarman.
La ceguera libr a Borges de la pesadilla de los espejos, pero seguirn apareciendo en su
poesa porque, como le dice el poeta al espejo en un poema de El oro de los tigres: "El
hecho de no verte y de saberte / te agrega horror". Lo recordbamos antes: la ausencia es
otra forma de presencia.
Los temas de El otro, el mismo, sern los temas de siempre: seguir el culto a sus
antepasados militares y volver a dedicar poemas a Buenos Aires, pero sobre todo el
poemario abunda en homenajes (a "Baltasar Gracin", a "Sarmiento", a "Emerson", a
"Rafael Cansinos-Assns", a "Edgar Allan Poe", a "Spinoza"...). Especialmente interesante
es el poema "Lectores", en el que Borges se identifica con Alonso Quijano, pues ambos
vivieron siempre "en vspera perpetua de aventura" y ninguno de los dos "sali nunca de su
biblioteca". Lo que s puede considerarse una novedad es el tono elegaco que advertimos
en alguno de sus poemas, de donde parece deducirse cierta infelicidad, como si el Borges
de 1964, que es ya un escritor consagrado, que ha recibido el Premio Nacional de Literatura
(1956) y el Premio Internacional Formentor (1961), que es profundamente admirado en
Europa y en Estados Unidos, se sintiera en realidad un hombre desdichado. En casos as
parece que esa personalidad dual que el mismo Borges sugera desde su narracin "Borges
y Yo", esa distincin entre el Borges escritor y el Borges hombre, empiece a difuminarse,
se borren los lmites, y se confundan los dos Borges en un solo Borges. Es lo que pasa, por
ejemplo, en la segunda parte del poema "1964":
Ya no ser feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es ms profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
-
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Slo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al sur, a cierta puerta, a cierta esquina.
Poemas as dan la sensacin de que Borges est permitiendo el acceso directo a su
intimidad, sin filtros, con sinceridad absoluta. Vale la pena conocer tambin el poema
"Alguien", en el que Borges se define como "Un hombre trabajado por el tiempo, / un
hombre que ni siquiera espera la muerte".
Al ao siguiente de la publicacin de El otro, el mismo, aparece Para las seis
cuerdas (1965), libro que obedece a un claro inters por la recuperacin de ritmos
populares, pues est compuesto por poemas que son en realidad milongas, sin ms msica
que la que emana de los propios versos. En el prlogo, Borges pide al lector que se imagine
a un hombre cantando, guitarra en mano. De todos sus smbolos, el que ocupar ahora el
lugar de honor ser el del cuchillo, porque es el arma del compadre, figura del arrabal que
protagoniza estas milongas. Para subrayar el valor de sus antepasados militares, Borges
recurre al smbolo de las espadas, y cuando quiere resaltar el coraje de los compadritos opta
por puales y cuchillos. Ya en el ltimo poema de El otro, el mismo, que lleva por ttulo
"Los compadritos muertos", se adivinaba cierta nostalgia por esos tiempos heroicos en los
que, como escribi el mismo Borges, "el valor o la simulacin del valor, era una felicidad".
Con este libro y, sobre todo, con su biografa de Evaristo Carriego (1989, vol.I: 101-172),
cierto poeta menor al que consideraba una "especie de reportero en verso del arrabal",
Borges contribuy a crear un mito criollo, que no es otro que, segn sus propias palabras,
"el del hombre solo y valiente que en lance de la llanura o del arrabal se juega la vida con el
cuchillo". Se refiere, claro, a la "ciega religin del coraje", la nica que profesaba un
cuchillero, un guapo de los que hacia 1889 poblaban el barrio de Palermo. Acaso sirva
como definicin paradigmtica de esta figura del arrabal por cierto, magnficamente
-
recreada por Bioy Casares en El sueo de los hroes y, antes, por el propio Borges
en Hombre de la esquina rosada la que Borges ofrece sobre el guapo Paredes: "el pecho
dilatado de hombra, la presencia mandona, la melena negra insolente, el bigote flameado,
la grave voz usual que deliberadamente se afemina y se arrastra en la provocacin, el
sentencioso andar, el manejo de la posible ancdota heroica, del dicharacho, del naipe
habilidoso, del cuchillo y de la guitarra, la seguridad infinita".
Su siguiente libro de poemas, Elogio de la sombra, vio la luz en 1969. Se advierte en l la
incorporacin de dos nuevos temas que se suman a los de siempre: la vejez y la tica. Para
Borges, en la vejez uno acepta sus lmites, se da cuenta de quin es, de lo que puede ser y,
sobre todo, de lo que no puede ser. Su poesa es cada vez menos impersonal, ms intimista,
algo que se evidencia, por ejemplo, en el hecho de que el tema de la ceguera se haga
recurrente. La acepta con dignidad, con resignacin y hasta con paradjico agradecimiento.
En este sentido cabe destacar el poema "Elogio de la sombra", donde confluyen el tema de
la vejez ("tal es el nombre que los otros le dan", escribe Borges) y el de la ceguera.
Precisamente refirindose a esa limitacin de sus ojos, escribe: "Esta penumbra es lenta y
no duele; / fluye por un manso declive / y se parece a la eternidad". Pero tambin pueden
leerse versos impactantes como: "Demcrito de Abdera se arranc los ojos para pensar; / el
tiempo ha sido mi Demcrito".
Uno de los smbolos fundamentales de la obra de Borges, el laberinto, tendr una doble
representacin en este poemario. Para Borges, el laberinto era una construccin
inexplicable, un caos ordenado por la inteligencia humana y extraamente concebido para
que los hombres se pierdan. Se sirvi de este smbolo para expresar la metfora del hombre
perdido en el universo, el hombre que busca un sentido a la vida, llegar al centro, con
explicaciones filosficas o teolgicas, sin darse cuenta de que la misma pluralidad de esos
sistemas demuestra ya la incapacidad humana para acceder a la comprensin absoluta del
mundo. Como se lee en Pierre Menard, autor del Quijote, "No hay ejercicio intelectual que
no sea finalmente intil. Una doctrina es al principio una descripcin verosmil del
universo; giran los aos y es un mero captulo cuando no un prrafo o un nombre de la
historia de la filosofa" (1989, vol.I: 449-450). De modo que lo que se esconde en el centro
del laberinto es la imposibilidad de toda revelacin.
-
Hay que destacar tambin el autobiografismo del poema "Un lector", porque, por encima de
todo, Borges se senta justamente eso, un lector, de ah que afirme: "Que otros se jacten de
las pginas que han escrito; / a m me enorgullecen las que he ledo".
En El oro de los tigres (1972), el siguiente libro de poesa, asoma ya desde el ttulo otro de
los smbolos fundamentales de Borges: el tigre. Borges poda referirse lo mismo a tigres
literarios, descubiertos en las pginas de Kipling, o de William Blake, que a un tigre real, el
tigre de Bengala contemplado con fascinacin, desde su infancia hasta que sus ojos se lo
permitieron, en el parque zoolgico. Como animal poderoso, el tigre poda ser una metfora
de la divinidad y tener escrito en su piel un enigma, tal vez el misterio de la creacin. Pero
por su fuerza y su poder, es tambin smbolo de valor y de coraje, lo que permite enlazar
con la admiracin de Borges por sus antepasados militares y los compadres y los gauchos.
El oro de los tigres es tal vez el libro en el que ms abundan los rasgos autobiogrficos,
sobre todo si se piensa en un poema tan impresionante como "El ciego", digna aceptacin
de un trgico destino que ha reducido el mundo entero a un nico color y en el que un
sentimiento se ha hecho dominante: el miedo. As lo expresa Borges: "Ahora slo perduran
las formas amarillas/ y slo puedo ver para ver pesadillas".
En este poemario vuelven los smbolos de siempre y los temas de siempre. Por ejemplo:
Borges sigue envidiando el destino pico de sus mayores, pero se resigna a su condicin de
hombre de letras y, as, en el poema "Espadas" puede leerse: "Djame, espada, usar contigo
el arte; / yo, que no he merecido manejarte". Y lo mismo se advierte cuando Borges se
lamenta de "no haber cado, /como otros de mi sangre en la batalla. /Ser en la vana noche el
que cuenta las slabas".
La poesa de Borges ir siendo cada vez ms autobiogrfica y eso se advertir ya en los
ttulos de algunos de los poemas de su siguiente libro, La rosa profunda (1975). "Soy",
"Yo", "Un ciego", son algunos de los ms significativos. Pero Borges seguir sin desbordar
sus sentimientos y sabr mantener sus versos en el justo equilibrio, guindolos con la
contencin clsica. Precisamente destacarn algunos de evidente filiacin gongorina, como
el ltimo del poema titulado "Yo": "Increblemente/ soy tambin la memoria de una espada/
-
y la de un solitario sol poniente/ que se dispersa en oro, en sombra, en nada".
Los dos siguientes libros de poesa sern La moneda de hierro, de 1976, e Historia de la
noche, de 1977. En ambos reaparecern los mismos temas y los mismos smbolos de
siempre, los que conforman el universo potico de Borges, y en ambos se advierte cmo se
acenta la lnea intimista, aunque aparecen todava muchos objetos contemplados sin
emocin al ser intelectualizados. "El fin" o "A mi padre", son poemas teidos de un aire
melanclico que sorprende, pero sobre todo sorprende el poema "El remordimiento", que
empieza: "He cometido el peor de los pecados / que un hombre puede cometer. No he sido/
feliz", y que, significativamente, concluye: "No me abandona. Siempre est a mi lado/ la
sombra de haber sido un desdichado".
En los aos 80, Borges publicar todava tres libros ms de poesa: La
cifra (1981), Atlas (1984) y Los conjurados (1986). La nica novedad quiz sea el cultivo
de brevsimas composiciones de origen japons loshaikus en las que lo importante es la
intensidad de la emocin. El resto de su produccin potica sigue estando formada por
poemas cada vez ms apegados a vivencias personales y por hbiles ejercicios de prosa
potica. Alternan sus smbolos de siempre espejos, mscaras, tigres, laberintos con sus
temas de siempre, y con las constantes citas y referencias librescas. Porque eso ocurre a
menudo con su poesa y con toda su obra en general: no escuchas a Borges; escuchas a
travs de Borges.
El 14 de junio de 1986 muri Borges en Ginebra y all reposan hoy sus restos,
cumplindose as lo que l mismo escribi en su poema "Rosas": "Ahora el mar es una
larga separacin / entre la ceniza y la patria". Muri Borges en Ginebra y, sin embargo, su
literatura est cada vez ms viva entre nosotros, impidiendo que el olvido se imponga,
evitando una desaparicin absoluta. Y habr que sentirlo por Borges, que ms de una vez
manifest su inslito deseo de desaparecer totalmente "Quiero morir del todo; quiero morir
con este compaero, mi cuerpo", dej escrito en una de sus prosas poticas ("Una oracin")
y que deca albergar la esperanza de que no hubiese otra vida. Pero, al menos para l, no
cabe duda de que la hay: ah estn sus versos, sus conferencias, sus cuentos, sus artculos y
sus ensayos... y nosotros leyndolos. Pocas veces el incumplimiento de un ltimo deseo
habr hecho feliz a tanta gente.
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* Conferencia leda en la Universidad Catlica de Valparaso el 29 de agosto de 1995 con el ttulo: La
poesa de Jorge Luis Borges: una visin de conjunto. En la versin que se ofrece, el texto original ha sido
ligeramente retocado para adecuarlo al nuevo contexto, pero por fidelidad al momento y a las circunstancias
en las que naci esta conferencia se ha respetado el escaso nmero de referencias bibliogrficas que la
acompaaron en su exposicin.