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RECUERDOS DE JUVENTUD Y ALGUNOS MICRORRELATOS FANTÁSTICOS Carlos Sillero García

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RECUERDOS DE JUVENTUD Y ALGUNOS MICRORRELATOS FANTÁSTICOS

Carlos Sillero García

La presente edición ha sido revisada atendiendo a las normas vigentes de nuestra lengua, recogidas por la Real Academia Española en el Diccionario de la lengua española (2014), Ortografía de la lengua española (2010), Nueva gramática de la lengua española (2009) y Diccionario panhispánico de dudas (2005).

Recuerdos de juventud y algunos microrrelatos fantásticos

© Carlos Sillero García

ISBN: 978-84-16966-83-7Depósito legal: A 444-2017

Edita: Editorial Club Universitario. Telf.: 96 567 61 33C/ Decano, n.º 4 – 03690 San Vicente (Alicante)[email protected]

Printed in SpainImprime: Imprenta Gamma. Telf.: 96 567 19 87C/ Cottolengo, n.º 25 – 03690 San Vicente (Alicante)[email protected]

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información o sistema de reproducción, sin permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.

A Fuensanta

Índice

Introducción ...................................................................................91. Las ensoñaciones de Filiberto ................................................152. Amor post mortem ......................................................................183. El Canalillo (una estampa matritense) ..................................194. Claroscuro .................................................................................225. Las manos cortadas .................................................................236. La aceitera .................................................................................257. El viaje en tren (un recuerdo de la adolescencia) ................278. La sombra .................................................................................309. El tranvía ...................................................................................3110. Sueños de juventud (estampa rural) ....................................3311. La confesión ...........................................................................3612. La cópula .................................................................................3813. La enfermedad y la muerte ...................................................3914. El duelo ...................................................................................4115. El perro del señor Fidel (historias del barrio) ...................4316. El suicidio ...............................................................................4517. La comunión...........................................................................4718. El gato rebelde .......................................................................4819. La apuesta ...............................................................................4920. Escritor obediente .................................................................5121. El primer amor .......................................................................5222. El idioma del bachillerato (beautiful legs) ..............................5423. Molinos de viento ..................................................................5524. Envenenamiento ....................................................................5825. Anonimato ..............................................................................6026. Las letras (y los números) con palos entran (un triste recuerdo) ........................................................................................62

27. La cárcel protectora ...............................................................6528. El primer beso ........................................................................6629. El grillo ....................................................................................6830. Gratos recuerdos de un viaje (el dulce encanto de la gravedad) .......................................................................................6931. La higuera ................................................................................7232. Los perros ...............................................................................7433. La autopsia ..............................................................................7734. La peonza ................................................................................7935. Una mujer bien articulada ....................................................8136. Un viaje al otro mundo .........................................................8337. Historias callejeras .................................................................8538. El reloj .....................................................................................8639. La consulta de Psiquiatría .....................................................8840. El tránsito a la muerte ...........................................................9141. El sueño eterno ......................................................................9342. La tienda de cadáveres ..........................................................9443. La solución ..............................................................................9744. Currículum ..............................................................................9845. La peluquería ..........................................................................9946. El afilador ..............................................................................10147. Amor en la carretera ............................................................10348. Visita nocturna .....................................................................10649. El ama de llaves ....................................................................10850. Delirio ....................................................................................11051. Mi fantasma ..........................................................................11352. El velatorio ...........................................................................11553. La transmutación .................................................................11854. El fetichista ...........................................................................12155. La novicia ..............................................................................12456. Excursión a las lagunas de Ruidera ...................................126

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Introducción

Cuando comencé a escribir este libro, y aun cuando lo hube acabado, no sabía qué título le daría. Tras haberlo leído, el lec-tor puede darle el nombre que quiera, que eso no afectará a su contenido ni a la intención que puse al escribirlo. Puede, inclu-so, que su opinión, sin duda más certera que la mía, me inspire para futuros escritos, en un intento de llevar a buen orden mis ideas y mis palabras. Provisionalmente, lo he titulado Recuerdos de juventud y algunos microrrelatos fantásticos, un nombre nada breve pero que quiere indicar mi doble propósito: por un lado, referir algunos aspectos de mis recuerdos personales en una época de mi vida, de aquellos que todavía perduran en mi memoria; por otro, engrosar el catálogo de los microrrelatos fantásticos y surrealistas, fruto, la mayor parte de ellos, de mi enfermiza imaginación.

Todas las historias que cuento en este libro podrían encua-drarse dentro de lo que llaman narrativa hiperbreve, pues muy breves son los relatos que contiene, como lo es el volumen del propio libro en sí. Este es el nexo común de todas sus narra-ciones, la brevedad. Lo demás lo constituye una mezcolanza de relatos de la vida cotidiana, como estampas, cuadros costum-bristas y otras narraciones de diferente naturaleza, vividos por mí directa o indirectamente. También incluye historias irreales que emanan de mi mente, productos de mis sueños y de las

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fantasías que anidan en ella. Algún lector podría considerar a algunas de estas, por su absurdidad, como auténticas ideas de-lirantes propias de una grave afección de la mente.

El componente fantástico es muy importante en la litera-tura, pero sobre todo en los cuentos y en los cuentos breves o microrrelatos. Respecto a nuestro país, aunque poco cono-cida, en opinión de Marina P. Aranda, «la literatura fantástica española existe: está muy escondida, pero está ahí, como una presencia fantasmal que intuimos pero no llegamos a ver» [1].

Todo lo que he escrito lo he tratado de la manera más senci-lla posible, para que lo entiendan todos los lectores fácilmente. He tratado de huir, a toda costa, de la prosa incomprensible, abstracta, falsamente vanguardista, intelectualizada y con un sentido críptico de dudoso valor. Sin embargo, muchos de los cuentos o relatos incluidos en este volumen llevan anotaciones a pie de página. Es evidente que el significado de la mayor par-te de las palabras incluidas en este apartado es conocido por los lectores y podrían ser obviadas. De hecho, muchos pensa-rán que la mayor parte de tales anotaciones sobran. Ellos me lo perdonarán. Aun así, he creído conveniente mostrar el signifi-cado de algunas de ellas o realizar alguna explicación comple-mentaria, especialmente en vocablos de origen científico, para la mejor interpretación del texto. Esto se debe a que algunos de los relatos llevan inmersa una fuerte connotación científica, en relación con la profesión o con los conocimientos del autor. Algunos lectores jóvenes que comienzan su andadura literaria me lo agradecerán.

Determinados relatos, pocos, tienen un sentido autobiográ-fico, en relación con mi yo histórico, con mi propia vida personal, influida por una época conflictiva, de cómo veía la vida que me rodeaba, o la de aquellos que en una época pasada formamos

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parte de la inocente juventud. Este superyó, producto, dicen los psiquiatras, de un conjunto de factores: culturales, religiosos, políticos, etc., que adornan o desadornan, quitan la compostu-ra al yo mismo y lo hacen maleable, es el que a veces se mani-fiesta en mis relatos. Otras veces no son experiencias propias, sino narraciones del entorno que me rodeaba, experiencias de personas cercanas, que conocí directa o indirectamente. Mu-chos son retazos de situaciones de índole costumbrista, de mi yo histórico, de lo ya conocido y de lo ya vivido.

Intercalados entre estos relatos sobre la vida cotidiana, ya sea biográfica o fantástica, va un buen número de microrrela-tos y otras manifestaciones de narrativa hiperbreve. Algunos dimanan de puras invenciones o de fantasías oníricas.

Al microrrelato, microcuento o relato hiperbreve, se le han dado tantas definiciones como autores se consultan. La ortodoxia literaria ha establecido para este subgénero, los mi-crorrelatos, una serie de características para que puedan ser considerados como tales, fundamentalmente hiperbrevedad y narratividad. Le han sido atribuidas otras condiciones, pero puede que tengan menos valor. Desde mi punto de vista, de-ben reducirse a dos: corta extensión, no bien precisada por los puristas, y tensión narrativa o desenlace sorprendente o impac-tante, por lo menos en parte.

Como ha precisado Irene Andres-Suárez, que ha escrito una magnífica antología del microrrelato español, es impor-tante también la elipsis, «porque lo que se silencia, lo que se sugiere y presupone tiene un peso mayor que lo que se dice o se muestra» [2].

Para el lector que quiera profundizar en el microrrelato es-pañol, debe leer también la antología recopilada por Darío Her-nández, que muestra una colección representativa del micro-

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rrelato español entre el modernismo y las vanguardias, es decir, entre finales del siglo XIX y la caída de la Segunda República [3]. Componen esta antología textos breves de catorce autores españoles, destacando entre ellos los de Juan Ramón Jiménez y Ramón Gómez de la Serna, probablemente los autores que mayor importancia han tenido en el microrrelato español.

A mi modo de ver, es importante que el escritor de micro-rrelatos tenga libertad para escribirlos e interpretarlos como quiera, guste o no guste a los expertos en este subgénero litera-rio, empeñados muchos en escribir textos abstractos por pare-cer más originales, pero que a veces son de difícil comprensión. En mi caso, el lector podrá comprobar la ausencia de ortodoxia cuando escribo un microrrelato. No trato de asombrar a nadie, ni de realizar prosa vanguardista, sino de entretener al lector y darle una solución fácil a su lectura.

En el microrrelato autobiográfico, un reto para el que lo lee se establece cuando intenta interpretarlo dentro de su propio contexto personal, no ya indagando el recurso de la elipsis, sino también como una aventura conductual: ¿qué haría él en lugar del escritor o del protagonista del texto?, ¿cómo modificaría el contenido del microrrelato?, ¿sería alguno de ellos el germen de un relato más amplio, de una novela corta?

Otro aspecto del microrrelato es que puede permitir ras-trear la historia del autor o su superyó, que en el fondo no es otra cosa que la historia circundante, la relación con el ello y con las pulsiones naturales del hombre.

El cuento y el microrrelato tienen una ventaja sobre la no-vela: aquellos se leen con avidez por la mayoría de los lectores, debido a su brevedad y a la tensión que provoca su lectura, mientras que la novela provoca ocasionalmente su abandono en poco tiempo. De todas maneras, se ha observado en mu-

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chos círculos literarios la divulgación de textos ultracortos, una obsesión enfermiza por la literatura hiperbreve, que impide al lector paladear la narrativa.

Este pequeño tomo reúne cincuenta y seis muestras de prosa hiperbreve en una miscelánea que incluye intercalados, como ya se ha mencionado, una selección de microrrelatos, es-pecialmente aquellos que son de índole fantástica. Son tan solo unas cuantas de las historias que atesora mi recuerdo.

En mis relatos, los sueños han podido tener un papel in-dudable. En efecto, los sueños pueden ser fuente importante de ideas para el escritor. A veces son elementos reveladores de vivencias del subconsciente, creaciones sorprendentes de la mente, no vividas o vividas de manera diferente; bien es verdad que, muchas veces, cuando se quiere traducir en palabras lo so-ñado, resulta un auténtico fracaso. Por esto, algunos sabios han recomendado, a propósito de los sueños, que, cuando se sue-ñan experiencias relevantes o reveladoras, conviene al desper-tar recordar y escribir tales sueños para que no pasen al olvido.

Ninguno de los relatos contenidos en este libro ha sido pu-blicado previamente salvo el primero («Las ensoñaciones de Filiberto»), que fue presentado al concurso Relatos Urbanos 2015. Historias con Alma (Editorial Club Universitario, 2016).

Referencias

[1].- Marina P. Aranda. Antología de relatos fantásticos españoles. Clásicos His-pánicos. Anaya. 2016. Pág. 10.

[2].- Irene Andres-Suárez. Antología del microrrelato español (1906-2011). El cuarto género narrativo. Ed. Cátedra. Letras Hispánicas. 2.a ed., 2013. Pág. 23.

[3].- Darío Hernández, ed. Un centímetro de seda. Antología del microrrelato español. Orígenes históricos: Modernismo y Vanguardia. Menoscuarto Ediciones. Palencia, 2016.

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1. Las ensoñaciones de Filiberto [1]

«El clamor del que muere empieza en el almirez del boticario, va al pasa-calles del barbero, paséase por el tabla-do de los guantes del dotor y acábase en las campanas de la iglesia».

Quevedo, El sueño de la muerte

El cuerpo se estremece convulso y le invade un sudor frío, aterrador. La pesadilla suele comenzar por apariciones horripi-lantes y tenebrosas, difíciles de explicar, que le conducen a un estado crepuscular, de sufrimiento extremo. Los sucesos que él vive en sus sueños se repiten con machacona insistencia. Casi siempre le asaltan enjambres de demonios alados que mordis-quean su macilento cuerpo y lo transportan al Infierno, donde sufre inmisericordes humillaciones.

Filiberto Granda no duerme bien. Tiene íncubos sueños y onerosas pesadillas. A menudo, experimenta también fases de insomnio que le dejan triste y abatido. Sueña agónicamente, tras un estado de aparente asfixia irreversible, de un abomina-ble resuello. Por fortuna, un estridente estertor final le libera del aniquilante sueño y le conduce de nuevo al mundo de los seres conscientes. Él cree que alguna de estas pesadillas puede

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conducirle a la muerte que, a veces, ha deseado. De hecho, ya no la teme. Dice conocerla porque la experimentó antes de nacer. Para él, la muerte es la nada, el estado del no ser.

Cuando despierta, se palpa su abdomen, sudoroso y frío, esperando encontrar en él caparazones de insectos monstruo-sos como le ocurrió al pobre Gregorio Samsa, o bien vergon-zosas aberraciones corporales, como el cuerpo de la quimera, ese ser mitológico con cabeza de león y cuerpo de cabra que guarda la entrada a los Infiernos. Afortunadamente, no obser-va metamorfosis en su abdomen ni patas de cabra en sus extre-midades, y suspira aliviado.

Piensa que todo es consecuencia de su flojo y desvaído ce-rebro y de su cuerpo, abatido y crónicamente enfermo. Tiene ansiedad social extrema y episodios de depresión. No conoce la felicidad estando dormido, pero tampoco en estado de vigi-lia. Es un ser maltratado por la vida, desesperado por el sufri-miento y aniquilado por el mundo de los sueños patológicos.

Filiberto ha consultado a su médico, quien le ha diagnos-ticado de síndrome de apnea-sueño, que es la causa de las pesadillas. Ha seguido tratamiento por la ansiedad y por los trastornos del sueño con diversos fármacos, sin resultado satis-factorio. Sabe, además, que debe tener cuidado por los efectos deletéreos de determinados medicamentos.

Filiberto está desesperado. Sus pesadillas le han llevado a un estado de incapacidad y de nihilismo casi absoluto y el in-somnio es cada día más frecuente. El terror a los sueños domi-na su vida y los temores de la vida cotidiana son también más acusados.

Un hecho imprevisible ha venido a alterar la triste situación de nuestro personaje: su médico le ha modificado la medica-ción, un nuevo fármaco que cambiaría su vida. Los primeros

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días no ha observado ningún cambio respecto a las alteracio-nes del sueño, pero, a medida que pasan los días, la frecuencia de las pesadillas es cada vez menor.

Con el tiempo, los sueños se han vuelto más placenteros y una sensación de bienestar le inunda de manera benefactora. Las pesadillas han huido. Las imágenes oníricas que ahora han aparecido son amables y deseadas, de exaltación de la belle-za, con frecuencia experiencias donde se mezcla la poesía más sublime con el erotismo más sensual y donde una música ce-lestial todo lo inunda. En sus sueños aparecen todos sus seres queridos en un entorno paradisiaco, de apacible felicidad. Ama estas ensoñaciones tan extraordinarias que nunca antes había experimentado. Ellas reúnen todos los deseos e ilusiones que jamás pudo imaginar.

Filiberto Granda era ahora feliz. El nuevo fármaco le estaba llevando, durante los sueños, administrado en dosis progresiva-mente crecientes, a un mundo de fantasía extraordinariamente agradable. Cuando despertaba, tras prolongados y agradables ensueños, no tenía más deseo que continuarlos administrándo-se nuevas dosis del medicamento. Nunca había experimentado ensoñaciones tan placenteras. Esto le ha conducido a construir una vida de irrealidad permanente en búsqueda de la felicidad absoluta.

Hace no muchos días, su familia lo ha encontrado muerto en su lecho, con una flor en el corazón y una sonrisa en la boca.

[1].- Este relato obtuvo el segundo premio en el concurso Relatos Ur-banos 2015 (Historias con Alma) promovido por la editorial ECU.

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2. Amor post mortem

Abel Fernández está casado con Marta Gil, pero esta se entiende con Juan Martínez, amigo de Abel, sin que nadie lo sepa. Marta y Juan tienen, a escondidas, una intensa relación desde hace tiempo.

Marta y Juan mueren en un accidente de tráfico tras una de sus muchas citas secretas y libidinosas. Abel está desolado por la pérdida de su (pérfida) esposa, pero lleva periódicamente flores a su tumba en prueba de su antiguo amor. Sin embargo, su sorpresa ocurre cuando un buen día ve que alguien lleva también flores y las deposita en la lápida. «¿Quién será?», se pregunta Abel nerviosamente. ¿Será algún otro amor secreto que él desconocía?

Con el ánimo de obtener respuesta a esta pregunta, decide observar la tumba de su esposa, día y noche. Por fin, en una ocasión, ya de noche, ve una silueta, la difuminada sombra de Juan, como si fuera un fantasma, acercarse a la tumba de Mar-ta y depositar con delicadeza un ramo de flores encima de su lápida de piedra.

El romance no había acabado: las almas de Marta y Juan hacían el amor todos los días en el cementerio, en el fondo de una fosa.

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3. El Canalillo (una estampa matritense)

«Eres más viejo que el Canalillo».

Dicho típico de Madrid

Los que sean de Madrid o vivan allí y no hayan visto u oído hablar del Canalillo, esa que fue acequia para riego del canal de Isabel II (o canal del Lozoya) [1] y que forma parte entrañable de la historia de algunos barrios de la capital, desconocen parte del alma de Madrid, de la piel íntima y pueblerina de nuestra ciudad. Pocos vestigios quedan del Canalillo; es más difícil en-contrar sus restos que si vas a Berlín e intentas ver lo que queda de su famoso muro.

Construido en 1868, aparte del riego, para aprovechar el agua sobrante del canal de Isabel II, el Canalillo servía para casi todo: para el baño de los chiquillos en los barrios por donde pasaba (a pesar de estar prohibido), para pescar, lavar la ropa e incluso para beber.

Se hallaban cadáveres en él o en sus inmediaciones (algunos casos debidos a suicidio), porque era fuente de accidentes diver-sos. Aunque no era muy profundo, aproximadamente un metro, y su anchura de unos dos metros, favorecía los accidentes por su estructura, tras los intentos de vadearlo mediante un salto,

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amén de que en algunas zonas tenía una pendiente considerable y podía arrastrar a una persona. A veces, también ocurría que los cadáveres eran arrojados al lecho de este por los criminales, para que así no se pudiera determinar el lugar de sus fechorías.

Los chicos de las pandillas iban, entre otras cosas, a por hojas de morera, donde todavía existía este árbol en las inme-diaciones de la acequia (para dar de comer a los gusanos de seda). Algunos tenían preferencia por las varas de ailanto [2], arbusto de muy mal olor, que crecía sobre todo en los solares abandonados y en los descampados próximos y que servía de palanca o pértiga para atravesar el canal, y otros por el palo fumeque [3].

Los más traviesos iban a cazar culebras y ranas para luego jugar con estos animalitos. Había una cancioncilla entre ellos que decía que, si al ir a cazar ranas en las noches de verano no lograbas coger ninguna, te convertías en un sapo.

Dicen que en Madrid vive un duende en el Canalillo; cuidado, no te cautive y te convierta en sapillo.

Yo no hubiera creído en esto si no hubiera oído esta historia a gente que pudo vivirla. La historia es la siguiente: un grupo de amigos había ido, como muchas tardes y noches del tórrido mes de agosto, a cazar ranas en el Canalillo, en el recorrido que transcurría por la Dehesa de la Villa [4], el llamado Canalillo o acequia del Oeste. El intenso y machacón ruido de las ranas al croar ya les indicaba dónde tenían que buscar. Había que tener cuidado porque las ranas, al intuir el peligro, desaparecían rápi-damente entre la maleza que crecía en las orillas de la acequia.

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Aquel día la caza fue desigual y únicamente Martín, el Tito, por más que lo intentó, no pudo conseguir ninguna rana a pe-sar de que se separó del grupo y fue a buscar por otros lados. El Tito era un cazador contumaz de ranas y utilizaba toda cla-se de procedimientos, incluidas redes rudimentarias, para este cometido.

Cuando se reagruparon para ir a casa, sus amigos no en-contraron a Martín a pesar de que lo buscaron intensamente; había desaparecido. Al final, cuando ya habían desistido, un ruido muy peculiar llamó su atención; no era el clásico croar de las ranas que allí había, sino el canto armonioso de un sapo. Alumbraron con la linterna y lo vieron, impresionados: era un batracio de gran tamaño. El duende del Canalillo había conver-tido al pobre Martín, el Tito, en sapo.

[1].- Canal de Isabel II: siendo reina de España Isabel II y presidente del Consejo de Ministros Juan Bravo Murillo, el 18 de junio de 1851 se dictó el Real Decreto en el que se disponía que el Gobierno realizara un canal derivado del río Lozoya que llevaría el nombre de canal de Isabel II, para abastecer de agua a Madrid.

[2].- Ailanto: Ailanthus altissima o árbol del cielo. Árbol ornamental ori-ginario de China, de crecimiento rápido y olor desagradable, que coloniza en nuestro ambiente espacios degradados como solares y descampados.

[3].- Palo fumeque: existe controversia sobre el origen de esta palabra. Lo más probable es que se trate de un fragmento del tallo seco de estruc-tura esponjosa de un arbusto, probablemente el saúco, que se fumaba por los años cincuenta y sesenta.

[4].- Dehesa de la Villa: parque situado al noroeste de Madrid.

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4. Claroscuro

Dimas se despierta pronto, como todas las mañanas, pero hoy es domingo y no tiene que madrugar. Al despertarse, nota algo extraño con inquietud. La ventana del lado izquierdo de la habitación muestra una intensa luminosidad. Se asoma y ve el sol y la gente corretear por la calle, como siempre. Es de día. En la pared del lado derecho de la cama existe otra ventana. A través de ella solo se ve la noche y una intensa oscuridad. «¿Qué habrá pasado?», se pregunta.

Concluye que o bien se trata de un eclipse extraordinario o bien Dios ha decidido apagar la luz solar en la mitad de la Tierra para ahorrar energía en la factura mensual. Pero, como era domingo, a Dimas no le preocupó demasiado y continuó durmiendo.

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5. Las manos cortadas

Tomado de mi cuaderno «Recuerdos inolvidables».

En un descampado del barrio donde vivo, han hecho un descubrimiento macabro. Resulta que unos chicos, jugando, han descubierto en uno de los muchos vertederos que por aquí hay, chamuscadas, unas manos cortadas por la muñeca. En es-tos basureros, con frecuencia se hacen pequeñas hogueras para quemar la basura del barrio. Aquí hurgan a veces los gitanos, entre las pequeñas columnas de humo, en busca de cosas apro-vechables.

Enseguida se ha corrido la voz y ya se han formado corri-llos de paisanos. Además, es domingo y muchos vienen a estos sitios tranquilos, aunque agrietados por las lluvias, a jugar al chito [1] después de la misa. Los chicos, con su carácter mor-boso habitual, las han arrastrado con palos hasta un claro del descampado. Son cuatro manos en total.

Alguien ha llamado a las autoridades y ya han venido el juez, el médico forense, la policía e incluso don Mariano, un médico del barrio que tiene la consulta aquí cerca y que pasa por ser un hombre muy versado y erudito. Todos parecen estar asombrados por el hallazgo. Alrededor de las autoridades se han congregado unas cincuenta personas ávidas de curiosidad para ver las manos humeantes.

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Los doctos profesionales discuten en voz baja sobre la na-turaleza del hallazgo. Don Mariano, incluso, se ha acercado a su casa y ha venido provisto de una regla antropométrica [2] y otros cachivaches con los que espera resolver el dilema defini-tivamente.

El público inquieto se impacienta. —¡Chitón!… —dicen algunos, tratando de oír la docta con-

versación. Hay incluso apuestas sobre el desenlace. Algunos llegan a

decir, además, que en el vecindario hay más mancos de lo nor-mal y que por algo tiene que ser.

Un agente de policía retira a la gente para que no moleste, «¡atrás, atrás!», dice con energía. Por fin, al cabo de una hora aproximadamente, se oye la voz del médico forense decir:

—¡Yo creo que son de mono! —¡Son de mono! ―asiente el resto de los miembros del

jurado. —¡Son de mono! ―exclaman numerosos vecinos aliviados,

otros un poco defraudados por haber tenido la esperanza de que se tratase de manos humanas.

Don Mariano mueve la regla en el aire en señal de triunfo. Los cultos jueces del cónclave se marchan al fin y los vecinos, al dispersarse para ir a tomar el vermú del domingo, se asom-bran de que tales hechos puedan ocurrir en su tranquilo barrio.

[1].- Chito: juego que persiste en Madrid, que se sepa, desde el año 1202, ya mencionado en el Fuero de Madrid. Consiste en lanzar un disco metálico (tejo) sobre un cilindro de madera (el chito) situado a una distan-cia variable, sobre el que depositan monedas apostadas por los jugadores. Debe derribarse el chito para conseguir las monedas de la apuesta.

[2].- Regla antropométrica: regla provista de cursores, a modo de cali-brador, para realizar medidas corporales.

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6. La aceitera

Ayer, en un paseo por el campo me encontré con una acei-tera. También la llaman matahombres, carraleja o curica, por su aspecto y su intenso color negro [1]. Hacía más de cincuenta años que no me encontraba con ninguna, desde que era un niño y me dedicaba a hurgar en los jardines de las casas y en los solares abandonados en busca de insectos y lagartijas. Siempre me pareció un insecto señorial y discreto, con su lento caminar y su cuerpo rechoncho e intensamente melánico [2], cautiva-dor. Dicen que produce una substancia vesicante, la cantaridi-na [3], cuando se la molesta.

—¡Buenos días, señora aceitera! —le dije―. ¿Ha descansa-do usted bien esta mañana?

El parsimonioso ser se paró como dejándome paso, levantó la cabeza, me miró y movió sus antenas en señal de saludo. Su suculento abdomen, repleto de manchas anulares de atractivos colores amarillentos, era de gran tamaño y arrastraba su gravi-dez entre las matas de tomillo y la manzanilla del campo.

—¡Que pase usted un buen día! —volví a decirle.Ella se fue, con su lento caminar, arrastrando su abdomen y

yo me quedé extasiado viendo esta gran obra de la naturaleza.

[1].- Su nombre científico es Berberomeloe majalis Linnaeus, 1758, coleóp-tero de la familia Meloidae.

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[2].- Melánico: de color negro. Que posee los tejidos infiltrados de melanina, pigmento de coloración negruzca.

[3].- Cantaridina: compuesto químico venenoso que se obtiene de la cantárida (Lytta vesicatoria), insecto coleóptero de color verdoso. Otros co-leópteros poseen también cantaridina, entre ellos la aceitera. Aplicada en la piel produce erupciones e irritación. Por vía oral, irritación en el aparato urinario y erección del pene. Por este último efecto, antes se creía que tenía propiedades afrodisiacas.

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7. El viaje en tren (un recuerdo de la adolescencia)

«Yo, para todo viaje—siempre sobre la madera de mi vagón de tercera—,voy ligero de equipaje.Si es de noche, porque noacostumbro a dormir yo,y de día, por mirarlos arbolitos pasar,yo nunca duermo en el tren,y, sin embargo, voy bien».

Antonio Machado, El tren

Con dificultad, avancé vagón tras vagón hasta llegar al final del tren. No me fue difícil abrir la puerta de madera y acceder al balconcillo del último vagón para tomar el aire y contemplar el paisaje. El día era fresco y acogedor. El tren se balanceaba tenue-mente al ritmo del traqueteo en los raíles. A los lados de la vía, que se veía transcurrir rápidamente hasta convertirse en un punto lejano, los bosques de pinos y robles desaparecían en la lontanan-za y se contemplaba el paisaje con una perspectiva de acuarela. El olor del campo, de las jaras y del espliego, tan abundantes en la sierra, me adormecía, pero los crujidos de la puerta me hicieron volver la cabeza y ver al revisor con cara de asombro.

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—El billete —me dijo—. ¿Vienes solo? —Sí —le contesté, y, tras rebuscar en el bolsillo, le enseñé

una carta de autorización de mi padre para viajar solo. —Muy bien —volvió a decirme mirándome desconfia-

do—, mejor será que vuelvas a tu asiento, pues este sitio no es del todo seguro. Ya se han caído varios niños —dijo socarro-namente.

Mi compartimento, de seis plazas, con asientos de madera, estaba ocupado por un cura, un soldado con acné muy llamati-vo, una señora obesa con su hija adolescente y un señor, tam-bién obeso, provisto de una buena boina y de un pañuelo en el cuello. El sitio era aburrido y únicamente un tebeo del Capitán Trueno [1] distraía mi mente.

El señor de la boina comía pan que extraía de una cesta y lo untaba con manteca roja de agradable olor. Nos ofreció a todos y aceptamos de buen grado, aunque el cura, que per-manecía enfrascado en su raído breviario, no probó bocado. La señora nos dio algo de chocolate, que su hija devoraba con avidez.

El tren continuaba su marcha y a través de la ventana se veía el idílico paisaje entre la neblina de la mañana. El silbato anunciaba la proximidad de un túnel, tan frecuentes en la sie-rra, y la niña continuaba comiendo chocolate y hurgándose la nariz con insistencia.

La vida de los viajeros era la siguiente: el señor de pueblo era de San Pedro del Arroyo [2] y volvía a su pueblo tras visitar a una hija que vivía en Madrid; la señora y la niña venían de Madrid e iban a Salamanca para gestionar un internado para la hija. La madre nos dio a entender que era un poco díscola y que necesitaba que la ataran durante una temporada, a ella y a sus hormonas. Los otros dos componentes también iban a

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Salamanca, como yo mismo, el uno al seminario y el otro, el soldado, de permiso.

Pasaba el tiempo y la modorra se apoderaba de los circuns-tantes, especialmente de la señora y del señor de pueblo que, al poco, rivalizaban en un concurso de ronquidos. La niña, ya adolescente, me tocaba tenuemente con sus zapatillas en mis pies y me miraba insistentemente.

—¿Quieres algo? —le dije en voz baja. No me contestó, pero salió del compartimento al pasillo del vagón, dedicándo-me una pícara mirada. La seguí con disimulo, a pesar de las mi-radas inquisitivas del cura, y la encontré mirando lánguidamen-te por la ventanilla el transcurso de los campos. No le dije nada, pero me puse junto a ella y se dejó acariciar. Con la respiración entrecortada, me miró y me besó fugazmente. Nerviosa por si la veía su madre, volvió de nuevo al compartimento.

El viaje transcurrió sin muchos más acontecimientos por-que en esta parte del recorrido ya no había túneles que pu-dieran amparar nuestras malévolas intenciones; solo humo y carbonilla en los ojos si abrías la ventana, pero me las arreglé para saber la dirección del internado de la niña.

[1].- Capitán Trueno: cómic de aventuras, creado en 1956 por el guio-nista Víctor Mora y el dibujante Miguel Ambrosio Zaragoza. El de más éxito del cómic español. Narra las aventuras del Capitán Trueno y de sus amigos, Goliath y Crispín, en tiempos de la III Cruzada (siglo XII).

[2].- San Pedro del Arroyo: municipio de la provincia de Ávila, en la comarca de La Moraña. Posee una pequeña pero bonita estación de ferro-carril.