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12 Publicación de la Secretaría de Medio Ambiente. Junio de 2014 Jesús Francisco Ríos Farías Reeducar

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12Publicación de la Secretaría de Medio Ambiente. Junio de 2014

Jesús Francisco Ríos Farías

Reeducar

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Jesús Francisco Ríos Farías

Reeducar

Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Coahuila

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La colección Bordeando El Monte es una publicación de la Secretaría de Medio Ambiente Rubén Moreira ValdezGobernador del estado de Coahuila de Zaragoza Eglantina Canales GutiérrezSecretaria de Medio Ambiente Olga Rumayor RodríguezSubsecretaria de Recursos Naturales Margarita Alba GamioDirectora de Cultura Ambiental

Jesús Francisco Ríos FaríasEscuela de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de CoahuilaTexto

Proyecto realizado en colaboración con la Coordinación General de Bibliotecas, Publicaciones y Librerías

Alfonso Vázquez SoteloCoordinador General de Bibliotecas, Publicaciones y Librerías Coordinadora:Ma. Eugenia Galindo Marines

Edición y corrección:Jesús Guerra

Diseño: Juan Francisco Chaires

Bordeando el Monte. Núm. 12 Junio de 2014

La Secretaria de Medio Ambiente no se hace responsable del texto. Las ideas presentadas son responsabilidad del autor.

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Vivir en Coahuila es ya de por sí una proeza, tierra del norte, donde el calor nada concede, nada facilita, sino que nos invita a la defensa, a la lucha que más por la

supervivencia es por la construcción de una historia. Si vemos hacia atrás, siquiera un poco por encima del

hombro, a nuestra historia regional, descubriremos que el nomadismo era también producto de esta actitud tenaz, en búsqueda de nuevas oportunidades en el desierto, cuyas fisuras esconderían bondades sólo para aquellos más fuertes, los que se quedaban evitando la huida, los que vivían, los que recorrían la Aridoamérica.

Esta Aridoamérica, tierra desolada y distante, lejos de la mano del Dios de los cristianos, madre de los hombres que día con día luchaban por sobrevivir lejos de la posibilidad de encontrar el alimento, el fruto de la vida en un árbol, o la abundancia de las aguas en un paraje donde las lluvias son escasas; dominios lejos de la mano de Tláloc, dios de los mesoamericanos, cuyas facilidades climáticas y ambientales les permitió olvidar que para vivir hay que alimentarse y así con ello edificar monumentos para los que creían en sus dioses.

Tierra de gente belicosa, que se batía a muerte diariamente no sólo con la ausencia de bondades terrenales, tierra que se defendía, que estallaba ante la invasión del desconocido, del europeo que había llegado; de aquel que buscaba robarle lo único que tenía, que era por momentos nada sino la memoria de la existencia.

Por ello al indio lo convirtieron en bárbaro, por ser quien era, por defender lo que era suyo, por responder a la entrada injusta del extranjero, quien no aceptando que violaba la libertad de otros se adentró al alma de quien no deseaba ser tocado, pues el indio, el “sin dios”, como sería llamado, era uno solo con la madre tierra, era el hijo y el protector de la misma, como nosotros, ahora coahuilenses; era creación, pero a la vez guardián de todo lo que la naturaleza en su infinita bondad les ofrecía, este desierto.

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Hay tierras que no debieron ser tocadas y rostros que nunca debieron haber conocido la muerte, hay asesinatos a indios que pudieron no haber existido, tribus que no debieron ser cristianizadas, campañas de exterminio que no tenían por qué haber nacido, educación que no debió haber sido, misiones invasoras, conflictos por agua o tierra, secuestros, robos, envenenamientos, alianzas entre los nativos que no debieron surgir por tales circunstancias y que tuvieron vida porque el hombre, en defensa de su tierra, se alió con el que era antes su enemigo, porque se supieron arrastrados por el mismo puño del hombre blanco.

Todo ello sucedió, y a esto nos enfrenta la historia, esta nuestra historia del norte chichimeca, tierra de quien sobrevive por fuerza y voluntad inquebrantable, historia que seguimos escribiendo desde este desierto que ha visto pasar vidas, atardeceres y frías noches.

El coahuilense se caracteriza por esa estoicidad, esa capacidad de resistencia que le lleva a valorar lo que se tiene, porque es cuando el hombre sufre carencia que valora lo pequeño como lo último, y lo mucho como lo que más. En esta situación de aparente desventaja es que el hombre de estas tierras cálidas se encuentra, ejemplo de ello, y desde donde adquiere sentido el nombre de Aridoamérica, es la escasez de agua, elemento fundamental para la vida del hombre.

Sabemos que las comunidades crecen cerca de donde se encuentra el agua, porque sólo así es posible vivir, desarrollarse, evolucionar. El agua forma parte no sólo de nuestro exterior, sino también de nosotros mismos; estamos compuestos por agua, casi podríamos decir que somos agua, y que es una fuerza que nos mantiene con vida, sanos, fuertes.

El agua, entonces, debe cuidarse como al diamante más valioso, puesto que, más que un eslogan trillado, el agua es vida. Es una realidad que perturba, pues ante los cambios climatológicos que vivimos, al crecimiento del

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desierto, dicho recurso se empieza a vestir de luto, por las tantas comunidades que no tienen acceso a la misma, sin considerar a la flora y a la fauna.

El agua es un elemento para todos. Nuestra pasividad empieza a repercutir en los más necesitados, y es por tanto importante conocer las causas que consumen o contaminan este recurso, desde lo más fundamental y cruel, como una batería lanzada al agua que afectará a miles de litros, hasta lo más devastador, como el lanzamiento de desperdicios industriales al mar.

Contaminar el agua ha resultado y resulta una tarea fácil, por si poco fuera, a ello se anexa el problema de su desaprovechamiento o uso irresponsable. Es imposible separar el uso infantil de nuestras tecnologías con la pérdida del agua o su deterioro. Es necesario cada vez profundizar más en la tierra para alcanzar el líquido vital, esto implica que el nivel de su pureza sea cada vez más cuestionable pues contiene metales u otros minerales dañinos para la salud humana.

En el caso de las aguas más profundas, como lagos y mares, el lanzamiento de residuos lastima de muerte a especies que forman parte de un sistema armónico, que de la conformación de tesis y antítesis naturales genera las síntesis necesarias para que la tierra permanezca en ordenada evolución.

A todo esto el desarrollo de nuevos sistemas electrónicos, como las consolas de videojuegos, las pantallas televisivas, los teléfonos celulares, el hardware en general, entre otros tantos, en alguna medida afectan al medio ambiente.

Todos los aparatos domésticos no funcionarían si no fuese por el uso de los recursos naturales que la naturaleza nos ofrece, ya que una forma de producir electricidad es mediante la combustión del carbón para mover las turbinas.

Hay que pensar no una, ni dos ni tres veces, sino siempre antes de derrochar nuestros recursos, pues nunca debemos olvidar que lo que hagamos ahora repercutirá en

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el mañana, en aquellos que nos van a suceder, aquellos que se quedarán cuando nosotros ya no disfrutemos del don de la vida, y que ellos (nuestros hijos, nietos, etcétera) sufrirán las consecuencias de nuestra falta de responsabilidad ante el mundo.

Las estadísticas proyectan constantemente la urgencia de una evaluación de nuestros hábitos y costumbres, y con ello una transformación continua; hagamos caso omiso de las nuevas “necesidades” que son creadas para nosotros por el ámbito de consumo en que vivimos, y permitamos mantener con vida lo esencial de la existencia del hombre. Es necesario frenar nuestra capacidad autodestructiva.

Esto es un llamado a levantar las armas de la razón y la pasión, para enfrentarnos a nosotros mismos, a reeducarnos y hacer mesurado uso de lo que nos mantiene con vida, la naturaleza y sus milagros, madre que nos trasciende y abraza, pero que también nos reprende a su manera si el amor a ella se acerca al derroche y a la destrucción.

Se dirá que “Dios olvida, pero no la naturaleza”, sí perdona pero, como todo, necesita también adecuarse nuestra demanda, y es tanto lo que la hemos explotado, ayer, hoy y presumiblemente mañana, que debemos esperar su peculiar respuesta; eso sí, hay cambios que podemos lograr, peso que restarle a su carga, y eso sólo puede traducirse en el correcto uso de lo que nos brinda, sutil roce con la visión del indio norteamericano, ese ser “uno con la naturaleza”.

Seamos uno con ella desde nuestra trinchera, eduquemos, invitemos a no dejar que estas tierras sean raptadas por nuestro exagerado espíritu de consumo, a defender el derecho al agua, ya no sólo para nosotros mismos, sino para aquellos que nos sucederán; parafraseando la máxima kantiana: “no hagas lo que no te gustaría que te hicieran”, justicia idónea para quienes habremos de dejar un estado para los que se quedan, un mundo para los que nacerán.

Coahuila se construye con el verbo hacer, no decir; se

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dice lo que se quiere ser, pero el discurso hace tiempo nos dejó atrás. Hagamos que esta fortaleza que nos caracteriza como hombres y mujeres del noreste, se vea también traducida en acciones concretas a favor de lo que nos rodea, de este desierto que nos ha visto nacer, en el cual se dibujan horizontes de atardeceres de ensueño, convirtiendo los espacios más hostiles en pinceladas, poesía para la sensibilidad humana, nuestros ríos, nuestras áreas verdes, las imponentes cadenas serranas, la espartana fauna, y por qué no, nuestro calor, que funde y forja el carácter.

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Coordinación General de Bibliotecas, Publicaciones y Librerías

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[email protected]. (844) 414-4989, 412-6301

Para cualquier información adicional, material o asesoría, favor de comunicarse a la

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al teléfono (844) 111-19-69,o escriba al correo electrónico: [email protected]

o visite la página electrónica de la Secretaría de Medio Ambiente:www.sema.gob.mx