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Relaciones. Estudios de historia y sociedad
ISSN: 0185-3929
El Colegio de Michoacán, A.C
México
Turpin, Solveig A.
LA NUCLEACIÓN CÍCLICA Y EL ESPACIO SAGRADO: LA EVIDENCIA DEL ARTE RUPESTRE
Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXIII, núm. 92, otoño, 2002
El Colegio de Michoacán, A.C
Zamora, México
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13709203
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NTRO
DU
CCIÓN
La transición de las sociedades igualitarias de cazado-res y recolectores en sociedades com
plejas requiere unaserie de transform
aciones estructurales cuyas huellasm
ateriales a menudo son obscuras y am
biguas, de tal manera que am
-bos, los procesos subyacentes en sí y sus m
anifestaciones, quedan abier-tos al debate. Schaedel ha propuesto un m
odelo arqueológicamente com
-
I Dos enclaves de arte rupestre en las áridas tierras del norte de M
éxi-co y del suroeste de los Estados U
nidos son utilizados para probaruna fase de un m
odelo que describe la transición de las sociedadessim
ples a las complejas. El m
odelo de Schaedel propone una secuen-cia que pasa de un disperso sistem
a de cacería y recolección a la nu-cleación cíclica, 1y de allí al cuasi-sedentarism
o que puede o no con-ducir a la vida sedentaria de la aldea. En el corazón de este m
odeloestá el altar o espacio sagrado, alrededor del cual gira el patrón deasentam
iento. Dos sociedades prehistóricas proporcionan apoyo para
el paso intermedio de este m
odelo, al mostrar que la congregación
coincidía con la elaboración de arte ritual que santificaba ciertos ras-gos naturales del paisaje. M
iles de petroglifos rodean distintas forma-
ciones geológicas en la orilla oriental de la Sierra Madre O
riental enel norte de M
éxico y demarcan las zonas de diversos recursos natura-
les accesibles, capaces de sostener la congregación de mayores pobla-
ciones. Las pictografías monum
entales y elaboradas, producidas me-
diante un esfuerzo comunal, fueron pintadas en refugios pedregosos
densamente ocupados a lo largo de la frontera entre M
éxico y los Es-tados U
nidos, como parte de un sistem
a simbólico generado para
compensar la m
ayor densidad demográfica. A
mbas áreas m
uestran larelación entre la nucleación cíclica y el espacio sagrado, de acuerdocon la predicción del m
odelo de Schaedel (arte rupestre, cazadores-re-colectores, com
plejidad social).
* sturpin@m
ail.utexas.edu1U
na adaptación directa del término original de la teoría de Schaedel de la cyclical
nucleation. Se prefiere este término a otros posibles vocablos en español com
o “congrega-ción”, “reunión”, etcétera.
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Los altares, o espacios sagrados, incluyen una gama tan am
plia deelem
entos naturales y artificiales (Carmichael et al. 1994) que la defini-
ción presentada aquí debe enfocarse en los restos materiales que pue-
den ser reconocidos por la arqueología. Tradicionalmente, la santidad o
los poderes especiales son atribuidos a aspectos inusuales o dramáticos
del paisaje, tales como m
ontañas, manantiales, acantilados o cuevas. Sin
embargo, m
ientras no haya algo que compruebe físicam
ente su estatusespecial, a m
enos que sean identificados por la tradición oral, la etno-grafía, el m
ito o la leyenda, el papel sobrenatural de estos destacadossitios sigue siendo una cuestión m
eramente especulativa. La m
aneram
ás visible de dejar una impronta cultural sobre algún sitio o punto na-
tural consiste en pintar o grabar imágenes en un m
edio semiperm
anen-te, com
o la piedra. Por su parte, la redundancia de los temas y la icono-
grafía regida por reglas identifican a las imágenes de este tipo com
o arteritual que m
anifiesta ciertas convenciones sociales al mism
o tiempo que
contribuye a la consagración de esos sitios venerados.
LO
SCRITERIO
SD
ELA
PRUEBA
Son dos los criterios que deben satisfacerse antes de poder aplicar elm
odelo de Schaedel: 1) el patrón de asentamiento debe evidenciar ocu-
paciones estacionales o programadas de poblaciones agregadas o relati-
vamente grandes; 2) un espacio sagrado debió haber sido m
arcado poruna actividad ritual que haya dejado indicios arqueológicam
ente visi-bles, tales com
o arquitectura, artefactos o arte inusitados. Estas condi-ciones se encuentran cum
plidas entre dos poblaciones prehistóricas decazadores y recolectores que ocuparon zonas ecológicas relativam
entedistintas en la zona árida característica del norte de M
éxico y del suroes-te de Texas. En am
bas áreas, la actividad ritual en forma de un elabora-
do arte rupestre habla de la participación en un sistema de creencias
unificado que también fungió com
o un principio de organización en laestructura de estas sociedades, presum
iblemente igualitarias. A
unqueestán realizados en dos diferentes m
edios, tanto los petroglifos como las
pictografías constituyen los vestigios físicos de rituales que definen elespacio sagrado y crean los núcleos o centros en torno de los cuales gira-
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probable que describe cómo los cazadores y recolectores se encam
ina-ron desde el forrajeo en bandas dispersas a la nucleación cíclica, y de allíal cuasi-sedentarism
o, para así preparar las precondiciones del paso fi-nal al sedentarism
o, que puede darse o no. En el centro del modelo de
Schaedel se encuentra el altar –el espacio sagrado– que constituye el nú-cleo alrededor del cual orbita el patrón del asentam
iento cíclico y queofrece la prueba arqueológicam
ente más visible de esta progresión hi-
potética. Para cuando se hayan establecido firmem
ente el sedentarismo,
la vida de aldea y, más tarde, el urbanism
o, suele ser difícil hallar los nú-cleos de los asentam
ientos tempranos. Em
pero, si el modelo de Schae-
del tiene validez, esos antecedentes y raíces deben yacer en las pautasdel m
ovimiento de los grupos de cazadores y recolectores y en los sitios
de nucleación en sus desplazamientos program
ados o estacionales. Enlas tierras áridas del norte de M
éxico y el suroeste de Texas (figura 1),dos sociedades prehistóricas de cazadores y recolectores que no hicie-ron la transición al sedentarism
o nos presentan ejemplos de la relación
postulada por Schaedel entre la nucleación cíclica y el surgimiento del
espacio sagrado, y así dan fundamento a esta fase de su m
odelo.
EXPLICA
CIÓN
DE
TÉRMIN
OS
Por el término “nucleación cíclica” se entiende una especie de agrega-
ción programada o estacional m
ediante la cual gente dispersa se reuníao congregaba para diversos propósitos, y que solía basarse en el ritualque les perm
itía comunicar y reificar su condición social. La actividad
ritual, por su parte, contribuía a la consagración de los centros o nódu-los de nucleación cíclica y definía los espacios o sitios sagrados recono-cidos por la com
unidad y que influyeron en su configuración física y so-cial. Éstos form
an las bases de una estrategia de asentamiento, centros
de agregación programada. Provee un m
arco para el cuasi-sedentaris-m
o que tiene en su centro el altar de una incipiente aldea o villa, o biendentro del área poblada o en el centro de com
unidades más pequeñas y
dispersas. Schaedel (1996) define al cuasi-sedentarismo com
o una “fasede desarrollo en el proceso de la producción alim
enticia en que una so-ciedad se vuelve sedentaria [pero] sin producir los alim
entos”.
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ba el patrón de asentamiento. El prim
er grupo de artistas vivió en lazona de la cuenca y cordillera de N
uevo León y Coahuila; mientras que
el segundo ocupó ambas riberas del río Bravo en Coahuila y Texas, cen-
trado en la boca del río Pecos (véase la figura 1). Más allá de su adapta-
ción generalizada a un hábitat xerofítico, comparten una inversión de
enorme esfuerzo dedicado a la producción de un arte rupestre m
uy ela-borado y a m
enudo monum
ental consistente, en el caso mexicano, en
petroglifos y, en el de la región baja del Pecos en Texas, en pictografías.
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EL
CASO
MEXICA
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Un buen caso para la nucleación cíclica, la actividad ritual y la em
ergen-cia de altares en centros de reunión (Carpenter 1996) se presenta en lasorillas de la Sierra M
adre Oriental en los estados de N
uevo León y Coa-huila en el norte de M
éxico, ahí encontramos una relación consistente
entre grandes campos prehistóricos abiertos, petroglifos y abanicos alu-
viales ubicados sobre las bocas estrechas de los valles de la cordillera.U
n poco al oeste de Coahuila, Taylor (1964) reconoció que la yuxtaposi-ción de los sitios de ocupación con ciertos aspectos topográficos era de-term
inada ambientalm
ente, en buena medida para reconciliar las dos
necesidades más elem
entales: agua y alimento. Este autor usó el térm
i-no “nom
adismo m
aniatado” para describir un sistema en que la gente
estaba “atada” a fuentes de agua aisladas desde donde explotaban ladiversa vegetación del m
onte o de las laderas de los valles. Como con-
secuencia, la densidad de la población permaneció baja, prevaleció el
conservadurismo cultural y las influencias del exterior fueron m
inimi-
zadas.La distribución de los sitios en N
uevo León y el Coahuila orientaltam
bién está determinada hidrológicam
ente por muchas de las m
ismas
razones ya sugeridas por Taylor. La desertificación de la región (Murray
1991) ha reducido el hábitat natural a un estéril páramo, pero el polen,
las fitolitas, los gasterópodos, los nombres de los sitios y los inform
es et-nohistóricos com
prueban que en la prehistoria y temprana época colo-
nial existía un medio am
biente mucho m
ás húmedo que el que halla-
mos hoy (Turpin et al. 1993, 1994, 1995). Se ha llevado a cabo tan poca
investigación arqueológica en el noreste de México, sin em
bargo, que elrango com
pleto de los tipos de sitios, sus edades relativas y su distribu-ción en el paisaje son aún relativam
ente desconocidos, aunque se estánlogrando ciertos avances (Valadez M
oreno 1993, 1994). Los sitios anali-zados en este artículo son una excepción, porque el elaborado arte ru-pestre fue el enfoque de un sondeo apoyado por el gobierno (CasadoLópez 1987) que dio seguim
iento a los trabajos de Murray (1979; 1982a,
b; 1987) y de sus colegas Olson (1981) y D
eWitt (1983).
Desde la perspectiva arqueológica, los grandes y abiertos sitios de
petroglifos comparten tres características que son m
ás consistentes con
FIG
URA
1. Mapa del norte de M
éxico y del suroeste de Texas. Región de
pictografías
Región de
petroglifos
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racterística forma “V
” (figura 2) son puntos altamente visibles que, se
supone, figuraban de manera igualm
ente prominente en el paisaje m
íti-co o sagrado. M
urray (1982b, 1986, 1987) ha comentado el potencial to-
pográfico para las observaciones y alineaciones astronómicas que quizá
estén reflejadas en el conjunto de petroglifos, así como en los rudim
en-tos de un sistem
a de numeración parecido al de M
esoamérica.
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El detrito doméstico que consiste en cientos de fogones en form
a de va-sija, abundantes im
plementos para m
oler, herramientas de piedra y es-
casos tiestos de cerámica lisa m
uestran que la gente era atraída a estasfuentes de agua locales y a la m
ás abundante vegetación que crecía a susalrededores. El único sitio que ha sido sujeto de investigación intensiva–el de Boca de Potrerillos–, ha generado fechas por radio-carbón que in-dican una duración de ocupación de 7 800 años, que finalizó en 1958,cuando debido a la perforación de pozos profundos en el acuífero el ni-
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el modelo de Schaedel de la nucleación cíclica y la form
ación de altares,que con el concepto de Taylor de dispersión y aislam
iento; a saber: 1) laubicación de sitios en las coyunturas de diversas zonas ecológicas; 2) laevidencia dom
éstica de poblaciones agregadas o concentradas; 3) el es-pacio sagrado establecido por los distintos relieves y el abundante arterupestre.
EL
ESCENA
RIOFÍSICO
Las laderas orientales de la Sierra Madre son atravesadas por cañones
que constituyen series de cuencas contiguas rodeadas por cuestas roco-sas con estrechas salidas que conducen hacia abajo hasta llegar al am
-plio llano de la ensenada del río G
rande. Aunque los cañones general-
mente carecen de agua potable, están configurados de tal m
anera que laprecipitación se aglutina en el fondo de las cuencas, de donde es canali-zada hacia arroyos o charcos detrás de presas naturales creadas por lasestrechas bocas. Esta acum
ulación de agua en charcos o estanques de-tiene su escurrim
iento y pone por más tiem
po el vital líquido a la dispo-sición de los hum
anos, las plantas y los animales.
Los deltas aluviales creados por el transporte de sedimentos finos
desde las laderas proporcionaron extensos sitios nivelados y blandospara cam
pamentos. A
l mism
o tiempo, en los afloram
ientos de las faldasde los cerros abundaban las rocas que eran la m
ateria prima de sus fo-
gones, herramientas utilitarias, m
etates, mobiliario, arte y, tam
bién, desus petroglifos. Los lechos de grava en el fondo del arroyo conteníanotra m
ateria prima lítica –com
o la piedra caliza sílica– que era acarrea-da desde m
ás arriba. El agua estancada sostenía a la flora y fauna hi-drofílica rodeada de extensas sabanas. En las laderas rocosas se daba elagave, la yuca y el nopal; m
ientras que las elevaciones superiores eranboscosas. El elem
ento clave en la duración y frecuencia de la ocupaciónde los sitios era la precipitación. D
ado lo esporádico de las lluvias y lasreducidas vertientes, habría sido preciso poner estricta atención a laprogram
ación a fin de anticipar y explotar la lluvia localizada.U
n factor menos tangible en el escenario físico de estos sitios es el
carácter dramático de su topografía. Las levantadas cuestas con su ca-
FIG
URA
2. Fotografía de una formación “V
” típica, usualmente asociada con
concentraciones de petroglifos.
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mo en otros. Las proporciones varían, pero hay m
uy poca innovación.La redundancia, la repetición y una iconografía estándar regida por re-glas son características que identifican al arte ritual (Conkey 1985; D
o-nan 1976, 5; Row
1967, 78), independientemente de la com
plejidad de lasociedad que lo haya producido. A
demás, al igual que las pictografías
tratadas más adelante, los petroglifos m
exicanos son un tipo de arte pú-blico, expuesto en todo m
omento, lo cual sugiere que su vocabulario
esotérico servía para informar a la población en general.
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MEN
DEL
CASO
MEXICA
NO
Aun cuando los m
anantiales y corrientes de agua permanentes son con-
tados en esta región, las peculiaridades de la topografía local compen-
san la aridez general al canalizar las escasas y esporádicas lluvias porcuencas donde se filtran hacia abajo hasta form
ar estanques en las estre-chas bocas de los cañones. Ya concentrada en esta form
a, la mayor acce-
sibilidad al agua y a la biota que la acompañaba habrá dado un ím
petufuncional al uso estacional o program
ado de ciertos lugares, condi-cionado en buena m
edida por las épocas de lluvia. Los elementos y arte-
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vel de agua subterránea empezó a bajar m
arcadamente (Turpin et al.
1993, 1994, 1995). La secuencia estratigráfica y el conjunto de fechas re-flejan periodos alternantes de erosión y de agradación que habrían afec-tado la densidad, variedad y tipos de fuentes alim
enticias disponiblesen cualquier régim
en climático.
LO
SPETRO
GLIFO
S
En Boca de Potrerillos, como en m
uchos otros sitios en lugares semejan-
tes, miles de petroglifos han sido grabados en pedrones libres o caras de
piedra expuestas (DeW
itt 1983; Murray 1982a; O
lso 1981). Los petrogli-fos concentran y consagran elem
entos fisiográficos inusuales, en ocasio-nes colinas o afloram
ientos pedregosos que emergen de la planicie; pero
en Boca y sus sitios hermanos, parece ser que el enfoque fueron las hen-
diduras en “V“ form
adas por el levantamiento de cuestas o salientes (fi-
gura 2). Este escenario es consistente con la práctica de consagrar aspec-tos dram
áticos del paisaje.Los diseños representativos –aunque no necesariam
ente realistas–incluyen arm
as, como atlatls, puntas de proyectil y navajas con m
anga,seres hum
anos posando de frente o representados en forma abstracta
por las huellas de sus pies o manos; y form
as animales a m
enudo redu-cidas a sólo cuernos o huellas. Los petroglifos m
uestran principalmente
diseños geométricos abstractos (figura 3), cuyos patrones son práctica-
mente universales, y quizá podrían ser explicados por las teorías recien-
tes sobre la respuesta neuropsicológica a estados de conciencia altera-dos (Lew
is-William
s y Dow
son, 1988). En pocas palabras, se piensa queestos m
otivos reflejan los fenómenos que ocurren en el interior del ojo
cuando una persona está en un estado de conciencia alterado o trance,lo cual sugiere una asociación con ritos y cerem
onias religiosos. El peyo-te abunda alrededor de estos sitios y pudo haber sido usado para indu-cir experiencias visionarias que m
ás tarde fueron plasmadas en los gra-
bados en piedra.N
o es necesario, sin embargo, invocar a una fuente cham
anística ovisionaria para establecer la naturaleza ritual de los petroglifos, pues losm
ismos diseños que se repiten varias veces en un sitio aparecen asim
is-
FIG
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3. Petroglifos en Presa de la Mula, dibujo de Cristina M
artínez.
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los ríos o sus tributarios (figura 4). Al igual que sus vecinos en M
éxico,la gente del bajo Pecos era capaz de explotar diversas zonas ecológicasdesde sus cam
pamentos centrales; pero el m
edio de su expresión artísti-ca y ritual fue la pintura. En refugios rocosos grandes y pequeños lagente del río Pecos elaboró m
onumentales pictografías policrom
as (fi-gura 5) cuya iconografía consistente y de tem
as redundantes las distin-guen com
o arte ritual(Kirkland y N
ewcom
e 1967; Turpin 1990a, 1990b,1994, 1995; Zintgraff y Turpin 1991).
EL
ENTO
RNO
FÍSICO
Un conjunto distinto de restricciones físicas m
oldeó el patrón de asenta-m
iento de la gente del bajo Pecos. Apesar de la característica aridez
–antes al igual que ahora– la abundancia del agua (de diferentes gradosde potabilidad) depende de tres ríos perm
anentes. Los manantiales y el
agua encontrada ocasionalmente en cavidades naturales entre las rocas
(las llamadas tinajas) hicieron posible la explotación de las com
unida-des bióticas de las tierras m
ás altas. La protección natural proporcionadapor las cuevas, las salientes rocosas a lo largo de las riberas y sus caño-nes tributarios ofrecieron un am
biente protegido para la vida cotidiana;un am
biente que contribuyó asimism
o a la preservación tanto del detri-to dom
éstico como del elaborado arte rupestre.
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Los refugios de roca con su profunda estratigrafía evidencian una ocu-pación continua a lo largo de alrededor de 10 000 años; a partir del finaldel Pleistoceno y hasta ya entrado el siglo XIX. El clim
a árido y el am-
biente protegido contribuyeron a la preservación de materiales norm
al-m
ente perecederos, incluidos los restos de esqueletos, partes de plantas,el carbón, fibras y m
adera. Toda la secuencia arcaica está representadaasim
ismo por estilos de puntas de proyectil bien fechados que se han
hallado en los campam
entos abiertos, en las tierras altas y a lo largo delos ríos principales, donde m
uchos campam
entos han sido inundados odestruidos. Las típicas clases de sitios arcaicos consisten en acum
ulacio-
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factos domésticos estratificados y fechados por radio-carbón atestiguan
la larga duración de la ocupación humana en estos sitios. La nucleación
cíclica (la reunión de la gente por motivos sociales) se hizo posible, en-
tonces, gracias a la cercanía física de recursos esenciales. Esa mayor
población queda manifiesta por la densidad del detrito dom
éstico, altiem
po que el altar y el espacio sagrado son definidos por los miles de
petroglifos y su iconografía redundante.
EL
CASO
DEL
BAJO
PECO
S
Aunos 240 km
al norte, los cazadores y recolectores arcaicos del bajo ríoPecos son tan distintos de sus contem
poráneos arqueológicamente que
se puede asumir una distinta identidad étnica. Su adaptación tan cuida-
dosamente desarrollada al sem
idesierto giraba en torno a los tres prin-cipales ríos que atraviesan la región: el D
evils, el Pecos y el río Grande.
Aquí, los centros de la nucleación cíclica fueron los refugios de piedra
formados por profundos y escarpados cañones que se descollan sobre
FIG
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4. El refugio Black Cave, un probable sitio de congregación en el bajoPecos.
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nes de roca quemada, residuos de hornos o fogones hechos de tierra, y
de detrito lítico disperso que representa todas las etapas de la produc-ción de herram
ientas líticas, aprovechando las abundantes fuentes depedernal.
Los conteos de frecuencia de las puntas de proyectil temporalm
entediagnósticos, las fechas de radio-carbón, el núm
ero de componentes fe-
chados y la masa de detrito dom
éstico acumulada alcanzan su apogeo
en dos periodos: entre 3 000 y 4 000 años atrás, durante el Arcaico M
edioen la secuencia local; y de nuevo, entre la época de Cristo y 1 000 a.d.,hacia finales del periodo A
rcaico Tardío (Turpin 1990a). En este artícu-lo, enfatizam
os el primero de estos dos periodos de auge, el cual está co-
rrelacionado con la producción de la mayoría de las pictografías exis-
tentes, conocidas como el “estilo río Pecos”.
Al igual que los abiertos sitios de petroglifos en N
uevo León y Coa-huila, los grandes refugios rocosos del bajo Pecos form
aron parte de unpaisaje accidentado de proporciones m
íticas. Los enormes salientes ha-
brán servido muy bien com
o fondo para las escenificaciones, mientras
que la acústica de los cañones es tal que la palabra hablada puede serescuchada a través de grandes distancias. Las pinturas, em
pero, repre-sentan un universo sobrenatural y los entes que lo habitan, consagran-do así las paredes de los refugios.
LA
SPICTO
GRA
FÍAS
Las pictografías policromas “estilo río Pecos” son de escala m
onumen-
tal, caracterizadas por la redundancia que comprueba sus raíces ritua-
les. La figura central es un imponente antropom
orfo que se levantaerguido con sus m
anos en alto, en muchos casos con arm
as (véase la fi-gura 5). A
la vez humano y anim
al, la metam
orfosis chamanística se ex-
presa a través de rasgos secundarios como cuernos, garras, plum
as ypelaje. M
enos evidente es el concepto de dualidad codificado mediante
la colocación de animales en posiciones secundarias en los flancos de
una figura central compuesta hum
ano-animal, o som
breados; es decir,dos perfiles idénticos traslapados de tal m
odo que uno parece estaratrás del otro (véase la figura 5). Las im
plicaciones religiosas del “estilo
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FIGURA 5. Pictografías del estilo río Pecos.
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gún hombre-pum
a, lo que quizá indique que existía un control de dere-chos a los m
otivos segregados espacialmente. U
na expresión de territo-rialidad de este tipo sería consistente con los principios de la nucleacióncíclica.
RESU
MEN
DEL
CASO
DEL
BAJO
PECO
S
Aunque está claro que tres factores físicos (la aridez del clim
a, la hidro-logía y la geología) influyeron profundam
ente en la distribución de loshabitantes y sus estrategias de explotación, el surgim
iento de una “per-sonalidad cultural” de m
arcados matices regionales que se acerca a la
etnicidad e incluye el florecimiento del arte m
onumental sólo puede ex-
plicarse en un contexto social. Las precondiciones físicas quizá hayantenido sus orígenes hacia alrededor de 5 000 años, cuando la región vi-vió un periodo de extrem
a aridez, conocido como la ozona erosional
(Bryant 1969). La concurrente regionalización de ciertos rasgos, incluidala producción de arte rupestre policrom
o y monum
ental, define clara-m
ente un área cultural insular de unos 145 km, centrado en la boca del
río Pecos y que se extendió al sur del río Grande hacia la zona m
onta-ñosa del norte de Coahuila.
Si bien el aumento de aridez suele significar la reducción de los re-
cursos disponibles, la proliferación de plantas suculentas del desiertoproporcionaba una alim
entación segura –aunque monótona– que se
convirtió al poco tiempo en la base alim
enticia de la dieta de la gente delbajo Pecos. Cuando las efím
eras fuentes de agua en las tierras altas seevaporaban, la m
ayor parte de la población se tenía que congregarsobre los principales ríos con su abastecim
iento permanente de agua
potable. Así, la estrategia económ
ica alternaba entre la recolección co-lectiva basada en una program
ación estacional y la formación de grupos
orientados a ciertas tareas que salían de la zona alta atravesada por ca-ñones para explotar la flora y fauna y luego volver a los cam
pos ribere-ños. La m
ayor densidad de población a que dieron lugar estas limitacio-
nes ecológicas originó la necesidad de contar con controles sociales quefueron reificados en las representaciones rituales que incluían la pro-ducción del arte m
onumental (Turpin 1990a). D
e esta manera y m
ien-
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río Pecos” ya han sido presentadas en detalle (Kirkland y N
ewcom
e1967; Turpin 1990a, 1990b, 1994, 1995; Zintgraff y Turpin 1991), pero loselem
entos más im
portantes para este artículo son su producción comu-
nal en un periodo caracterizado, se supone, por una creciente compleji-
dad social.La participación com
unal en la producción del arte es sugerida porla escala de algunas de las pinturas, las cuales alcanzan alturas de unos6 m
etros arriba del nivel del suelo. Estas figuras no pudieron haber sidopintadas sin la ayuda de andam
ios o escaleras. En algunas de las obrasm
ás monum
entales parece que primero se trazó el contorno (quizá por
artistas más diestros), para que ayudantes luego rellenaran el interior. El
trabajo necesario para reunir y moler los pigm
entos minerales quizá
haya contribuido también, pues es un acto congruente con los prepara-
tivos para la congregación de poblaciones mayores. G
randes terronesde pigm
ento comprim
idos recuperados de los secos refugios rocososm
uestran a la vez la anticipación de una necesidad y el medio para sa-
tisfacerla.A
unque las pinturas están en refugios rocosos tanto pequeños como
amplios, los sitios m
ás elaborados son notables por las capas de pintu-ra sobrepuestas. Este m
étodo evidencia claramente el uso secuencial de
un mism
o espacio; que a menudo llegaba al grado de tapar figuras indi-
viduales. Esto sugiere que quizá el acto de pintar en sí en ese lugar es-pecífico era m
ás importante que la claridad de la m
isma obra. A
sí, lapared del refugio habría quedado convertida en un espacio sagrado de-sarrollado a partir de la solem
nidad de las ceremonias que se realizaban
en su interior, a la vez que contribuía a ella.Finalm
ente, la territorialidad (un corolario de la densidad de pobla-ción) se ve expresada tam
bién en el arte rupestre en varios sitios de nu-cleación. A
unque todas las pictografías del estilo río Pecos expresan unacosm
ovisión chamanística, las diferencias en énfasis quizá reflejen la afi-
liación de grupos dentro de una sociedad mayor. Por ejem
plo, la cuevade la Pantera (Panther cave) deriva su nom
bre de las múltiples figuras de
felinos grandes o de chamanes felinos, m
ientras que en el cañón Semi-
nole dominan figuras antropom
órficas con alas y cuernos que no se en-cuentran en ningún otro lugar. El cañón Rattlesnake
(culebra) muestra
muchos cham
anes en forma de serpiente con orejas de conejo, pero nin-
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tras duraba la época de necesidad, los cazadores y recolectores nómadas
de la región del bajo Pecos adoptaron una naciente forma de cuasi-se-
dentarismo basada en la nucleación cíclica para propósitos cerem
onia-les y la delineación del espacio sagrado a través de expresiones artísti-cas producidas ritualm
ente.
DISCU
SIÓN
El modelo de la nucleación cíclica y del cuasi-sedentarism
o de Schaedelse deriva de sus décadas de estudio de los procesos que condujeron alurbanism
o y a la emergencia del Estado, especialm
ente en los Andes.
Empero, los antecedentes deben buscarse entre las sociedades de caza-
dores y recolectores, donde los elementos claves aún pueden ser detec-
tados arqueológicamente. D
os sociedades prehistóricas de este tipo ocu-paron diferentes zonas ecológicas en las tierras áridas del noreste deM
éxico y el suroeste de Texas. Los pueblos indígenas de Nuevo León y
Coahuila definieron su espacio sagrado al grabar miles de petroglifos
abstractos en los pedrones que rodeaban ciertos sitios topográficos alta-m
ente distintivos, los cuales sirvieron asimism
o para identificar las zo-nas donde había abundantes recursos, capaces de proveer sustento a po-blaciones agregadas. Los habitantes arcaicos del río G
rande, a lo largo dela frontera entre Coahuila y Texas, crearon un estilo de arte m
onumental
que refleja sus creencias religiosas y sociales durante un breve periodode creciente com
plejidad, quizá alentado por una forma incipiente de
cuasi-sedentarismo. En am
bos casos, se establecieron altares o sitios sa-grados com
o un mecanism
o que acompañaba a la nucleación cíclica; lo
que satisfacería las expectativas derivadas del modelo de Schaedel.
Traducción de Paul C. Kersey
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