relojes y calendarios? el control del tiempo: ¿por qué ... · las sociedades recolectoras eran...
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El control del tiempo: ¿por qué necesitamosrelojes y calendarios?
Stonehenge a la salida del sol, planicie de Salisbury, Inglaterra. Fotografía de: Big History Project
Todas las formas de vida nacen con alguna forma de llevar el control del tiempo, pero los seres
humanos lo hacemos de más maneras y con mayor precisión que cualquier otra especie.
¿Por qué nos interesa tanto saber la hora?
¿Por qué necesitamos relojes y calendarios? Si observamos cómo son nuestras vidas hoy en día,
algunas de las respuestas pueden resultar obvias. Para sobrevivir en esta compleja sociedad,
necesitamos monitorear lo que hacen otros y cuándo lo hacen. También necesitamos saber lo que
ocurre en el mundo natural, como la estación en la que estamos. Si no supiéramos la hora o la
fecha, estaríamos seriamente desfasados del resto del mundo y perderíamos el tren, o llegaríamos
tarde a la clase de Gran Historia.
Pero no solo los seres humanos de hoy necesitamos llevar un control del tiempo. Todos los seres
vivos deben saber la hora para ajustarse a medida que cambia su entorno. Los osos saben cuándo
deben hibernar, cuando termina el invierno, saben en qué momento despertar. Las plantas saben
By Big History Project, adaptado por la redacción de Newsela on 12.26.19Word Count 2,362Level 980L
cuándo florecer y su época de dar frutos. Muchas aves
saben cuándo es el momento de volar hacia el sur para
pasar el invierno.
De hecho, mantener el control del tiempo es tan
importante que la evolución nos ha dado relojes
internos en nuestros cuerpos. Algunos de ellos están
específicamente sintonizados para detectar la
diferencia en las horas de luz del día de los cambios
estacionales. Estos se conocen como "ritmos
circadianos". Nuestro reloj corporal nos dirá que no es
una buena idea comenzar el día a las 2 a.m., cuando
todo está oscuro, a menos que sea necesario.
¿Qué diferencia hay con el tiempo que el ser humano regula?
Nosotros los humanos regulamos el tiempo de forma diferente a las demás criaturas. A medida
que las sociedades humanas se han vuelto más grandes y complejas, nos hemos vuelto más
precisos para medir el tiempo. Podemos registrar el tiempo con una precisión como la del
cronómetro de los Juegos Olímpicos, hasta para nuestros horarios habituales de trabajo. Inclusive
podemos determinar la fecha de sucesos geológicos que ocurrieron hace millones o miles de
millones de años. Para lograr esto, los seres humanos de nuestros días han tenido que desarrollar
relojes, así como calendarios y horarios cada vez más sofisticados. Pero esto no siempre fue así.
Medición del tiempo en la era paleolítica
Si usted fuera un recolector del paleolítico de hace 100.000 años, ¿cómo habría monitoreado el
tiempo? Contamos con muy pocas pruebas directas sobre cómo medían el tiempo durante el
período paleolítico. Sin embargo, podemos estudiar las sociedades recolectoras modernas en
busca de pistas.
Los ritmos del mundo natural son esenciales para una sociedad recolectora. Se necesita una
noción muy clara de las estaciones y sus cambios, así como de los calendarios que siguen las
demás especies. Solo entonces es posible decidir cuándo mudarse a un nuevo lugar de
campamento, cuáles plantas recolectar y qué animales cazar. Los recolectores de hoy en día
perciben esos cambios con una precisión que ningún citadino contemporáneo puede igualar.
Llevar el control de las horas del día o de la época del año no era difícil para las primeras
sociedades. Las personas de la antigüedad solían pasar la mayor parte del tiempo al aire libre.
Podían averiguar todo lo que querían saber mediante la posición del sol y de las estrellas. Era
mucho más fácil coordinar las actividades personales con las del resto de la familia y
amigos que ahora. En esa época, las personas vivían en grupos pequeños y se encontraban unas
con otras en persona.
A menudo, las reuniones con otras comunidades ocurrían según las estaciones. No era necesario
programarlas con tanta precisión. Si un grupo acostumbraba reunirse con la tribu vecina "cuando
los renos regresen", en realidad no importaba si sus horarios estaban desfasados un par de días.
Las sociedades recolectoras eran mucho más condescendientes sobre las citas concertadas de lo
que somos nosotros.
Así pues, no se requerían instrumentos especiales para llevar un control del tiempo. Pero algunas
pistas indican que ni siquiera los recolectores del paleolítico confiaban del todo en su memoria y
en sus sentidos para registrar el tiempo. La Cueva de Blombos, en Sudáfrica, probablemente
estuvo ocupada desde hace unos 100.000 años. Dentro de esta, los arqueólogos han encontrado
trozos de ocre que tienen marcas extrañas. Los científicos calculan que datan de hace unos 70.000
años. Estas son la forma de "arte" más antigua que se conoce. Es posible que los grabados se hayan
usado para registrar el paso del tiempo. Quizá eran listas de los ciclos de la luna o de las fechas de
rituales importantes.
Las pruebas más formales de la existencia de alguna especie de calendarios datan de unos 40.000
años después. El arqueólogo estadounidense Alexander Marshack (1918-2004) quedó fascinado
por las marcas de los objetos paleolíticos. Él estaba seguro de que algunas de ellas eran simples
calendarios. La gente del paleolítico parecía llevar un registro de los movimientos de la luna. En
una charla de 1984, Marshack habló sobre su visita de 1964 a Les Eyzies, un yacimiento
prehistórico en Francia:
Mientras el sol descendía, el primer creciente de la luna nueva apareció en el cielo como un
delgado arco plateado que miraba al sol poniente. Se hizo evidente de inmediato que el horizonte
de Les Eyzies conformaba un "calendario" natural perfecto y que el primer creciente aparecería
sobre esas colinas durante la puesta del sol cada 29 o 30 días... que el sol se ponía sobre ese
horizonte en su posición más extrema al norte, su posición durante el solsticio de verano, desde
donde comenzaría entonces a desplazarse hacia el Sur... Era imposible que los cientos de
generaciones de cazadores que vivieron en ese saliente durante 18.000 años o más no se
percataran de estos cambios periódicos y de los movimientos del Sol y de la Luna...
El control del tiempo en las sociedades agrarias
Las sociedades agrícolas comenzaron a surgir hace
unos 11.000 años. A medida que se expandían, se
relacionaban con sus vecinos. Entonces, necesitaron
métodos más confiables para medir el tiempo. Si
alguien quería vender verduras en una aldea próxima
o rezar en algún templo cercano, tenía que saber
exactamente a qué hora operaban los mercados o se
celebraban los rituales religiosos, y necesitaba saberlo
con anticipación. Llegar una o dos semanas más tarde
no servía. Ahora necesitaba calendarios con los que
todos estuvieran de acuerdo y que compartieran. Si
una aldea dependía de un sistema de irrigación, todos
necesitaban saber exactamente cuándo se abrirían las
compuertas que retenían el agua.
De manera similar, las semillas se sembraban en
determinadas épocas. La cosecha también se recolectaba de acuerdo con los calendarios
estacionales. Estos primeros calendarios se basaban en la rotación de la Tierra alrededor del Sol y
en los patrones climáticos asociados con ello.
Por esta razón comenzaron a aparecer nuevos instrumentos que pudieran medir el tiempo con
mayor precisión. Un método para calcular el tiempo era la observación de la sombra del Sol
mediante relojes solares. Una vara en la tierra solía ser suficiente, siempre y cuando no estuviera
nublado. Pero algunos relojes solares eran extremadamente precisos. También se medía el tiempo
que demoraba la arena en pasar a través de un estrecho orificio dentro de un recipiente de vidrio,
o el tiempo en que el agua goteaba desde una vasija.
Se utilizaron instrumentos más elaborados para registrar el movimiento de las estrellas y de los
planetas. Las conocidas piedras de Stonehenge, en Inglaterra, se construyeron hace unos 4.000 o
5.000 años. Stonehenge puede haber sido diseñado en parte para determinar las fechas exactas de
los solsticios de verano y de invierno. Estos eventos ocurren dos veces al año: cuando el Sol
alcanza su altura máxima y su altura mínima en el cielo.
Los calendarios más elaborados y precisos de toda la era agraria fueron probablemente los de
Mesoamérica. Esta región albergó las primeras civilizaciones que aparecieron en México y
América Central durante el primer milenio AEC. El calendario maya incluía un ciclo de 260 días
basado en rituales que se realizaban dos veces por semana. Los mayas también diseñaron una
versión de 365 días, basada en las fases agrícolas y solares. Incluso tenían un calendario que medía
el tiempo desde el inicio de su civilización. Mientras tanto, los romanos desarrollaron un
calendario de 10 meses. Los nombres que usaron deben ser bastante familiares para nosotros. Por
ejemplo, "martius", equivale a nuestro mes de marzo. A final de cuentas, los romanos refinaron su
calendario. Le añadieron dos meses más e inclusive adoptaron el concepto del año bisiesto.
Hacia la era moderna
En su libro Sobre el tiempo, el erudito alemán
Norbert Elias afirmó que, a medida que las sociedades
crecieron y se volvieron más complejas, la gente
comenzó a necesitar relojes cada vez más precisos, al
igual que registros más exactos. Esto sucedió porque
los calendarios personales entraron en relación con
redes de una complejidad cada vez mayor. A medida
que los programas comenzaron a entrelazarse, la
gente tuvo que comenzar a pensar sobre el tiempo con
más cuidado:
Así como las cadenas de interdependencia en el caso
de las sociedades preestatales son comparativamente
más cortas, asimismo su experiencia del pasado y del
futuro, a diferencia de la nuestra, es menos
desarrollada. En la experiencia de las personas, el
presente inmediato —el aquí y el ahora— es lo que se
destaca notoriamente por encima del pasado o del futuro. Las acciones humanas igualmente
tienden a centrarse sobre todo en las necesidades e impulsos inmediatos. Por otro lado, en las
sociedades posteriores, el presente y el futuro cobran relevancia. La necesidad y la capacidad de
anticiparse, y por lo tanto de considerar el futuro relativamente distante, cobran mayor y
mayor influencia en todas sus actividades a realizar en el aquí y en el ahora.
Los métodos mejorados para llevar el control del tiempo evolucionaron en muchos contextos
diferentes. Los monjes necesitaban saber cuándo orar, por lo que desarrollaron varios métodos,
incluyendo el repicar de campanas. Los viajeros necesitaban programar sus horarios de partida y
de llegada con mayor precisión. Poco a poco, se construyeron relojes más elaborados. Algunos
utilizaban gotas de agua cuidadosamente reguladas. Otros empleaban un peso que oscilaba.
Los relojes precisos eran particularmente importantes para los navegantes. Los necesitaban para
medir su longitud, o qué tan lejos al este o al oeste se habían desplazado. Los barcos comenzaron a
viajar por todo el mundo desde finales del siglo 15. Con ello surgió el reconocimiento de la
necesidad de medir el tiempo con exactitud. En 1714, el gobierno británico ofreció un premio
de £20.000 (casi $5 millones de hoy en día) a la primera persona que fabricara un reloj que
pudiera permanecer exacto dentro de un margen de dos minutos durante los viajes largos en el
océano. El fabricante de relojes John Harrison pasó la mayor parte de su vida intentando
conseguirlo. Al final, recibió el premio en 1773, tres años antes de morir.
Durante el siglo 19, la invención de los ferrocarriles y los barcos de vapor exigió niveles de
precisión totalmente nuevos. Ahora podían viajar muchos más pasajeros y cargamentos. Las
salidas puntuales y las llegadas eran esenciales para toda la red. El primer horario de trenes inglés
se publicó en 1839. Por primera vez, diferentes ciudades británicas tuvieron que coordinar sus
relojes de acuerdo con el reloj nacional que tenía la hora media de Greenwich (GMT, por sus siglas
en inglés). Pero fue hasta 1880 que la hora media de Greenwich se adoptó oficialmente en toda
Gran Bretaña. En los Estados Unidos, los husos horarios regionales se sistematizaron hasta 1918.
Alrededor de la misma época, se introdujo la idea de un horario de verano para ahorrar la luz en
varios países de todo el mundo.
Los barcos de vapor internacionales requerían igualmente de una coordinación precisa a lo largo
del mundo entero. Fue hasta 1929 que la mayoría de los países comenzaron a coordinar su hora
local con la hora media de Greenwich. El país Nepal esperó hasta la década de 1980 para hacerlo.
En el mundo de hoy, en el que abundan los horarios
de vuelos internacionales y las transferencias
electrónicas bancarias, necesitamos una precisión aún
mayor. Por lo tanto, la medición del tiempo
depende de complejos aparatos como los relojes
atómicos. Dichos relojes miden el tiempo con señales
que emiten los electrones a medida que cambia su
nivel de energía.
Un reciente logro en la medición del tiempo fue
particularmente importante para la Gran Historia. Se
trata de la datación "radiométrica". Esta técnica puede
datar hechos pasados mediante la medición del grado
de descomposición de materiales radioactivos.
Algún tiempo antes de 1950, la única manera de estar
seguro de la fecha de un hecho pasado era el uso de los registros escritos. Por supuesto, estos no
están disponibles para ninguna fecha anterior a algunos miles de años atrás. El primer método de
datación radiométrica aplicable fue diseñado por el químico estadounidense Willard Libby, a
comienzos de la década de 1950. Este método utilizaba la desintegración de un isótopo de carbono,
el C-14, para datar los materiales que contuvieran carbono. Desde entonces, se ha desarrollado
una gran variedad de nuevas técnicas de datación. Hoy en día, estas nos pueden proporcionar
fechas razonablemente precisas de eventos que se remontan hasta el Big Bang, hace 13,8oo
millones de años. El Big Bang es como se conoce la Gran Explosión que, supuestamente, originó
el universo.
La medición exacta del tiempo y la precisión de los registros son la base de todo tipo de historias,
incluyendo la Gran Historia. La próxima vez que usted viaje en avión o en autobús podrá sentirse
agradecido de que su piloto o conductor no tiene pensado llegar a su destino en algún momento
dentro de una o dos semanas.