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UNIVERSIDAD ANDINA DEL CUSCO DERECHO CIVIL V “CONTRATOS Dr. Mario Yoshisato Álvarez PRESENTACION El presente trabajo trata sobre “Contrato de Renta Vitalicia, deudas juegos y apuestas” referente al curso de Derecho Civil V “Contratos”. Al respecto se considera que el objetivo de este trabajo es cumplir con los fines y objetivos del Curso de Derecho Civil V “Contratos”, en el cual se hace un análisis a cada uno de los sucesos más trascendentales del tema. Asimismo, expondremos los aspectos más importantes sobre “Contrato de Renta Vitalicia, deudas juegos y apuestas”. A continuación se presenta la siguiente información deseando que el mismo sea de ayuda y guía para la investigación le exponemos a continuación. Gracias. 2

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UNIVERSIDAD ANDINA DEL CUSCO DERECHO CIVIL V “CONTRATOS Dr. Mario Yoshisato Álvarez

PRESENTACION

El presente trabajo trata sobre “Contrato de Renta Vitalicia, deudas juegos y apuestas”

referente al curso de Derecho Civil V “Contratos”.

Al respecto se considera que el objetivo de este trabajo es cumplir con los fines y objetivos del

Curso de Derecho Civil V “Contratos”, en el cual se hace un análisis a cada uno de los sucesos

más trascendentales del tema. Asimismo, expondremos los aspectos más importantes sobre

“Contrato de Renta Vitalicia, deudas juegos y apuestas”.

A continuación se presenta la siguiente información deseando que el mismo sea de ayuda y

guía para la investigación le exponemos a continuación.

Gracias.

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INTRODUCCION

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EL CONTRATO DE RENTA VITALICIA

La renta vitalicia representa una relación de obligación en virtud de la cual un sujeto está obligado a entregar a otro (pensionista) una cantidad periódica durante la vida de ésta o teniendo como límite la vida de otra persona natural. La renta de que hablamos es un crédito de naturaleza genérica que puede constituirse por cualquiera de los medios de crear una obligación: tanto mediante contrato oneroso o lucrativo, legado, suplemento de una partición de herencia, o formando parte de un contrato de transacción. También puede ser impuesta por los tribunales como consecuencia de una condena civil o penal, o incluso por ley.

Este tipo de contrato da derecho al pensionista a recibir una cantidad fija de dinero o de cosas fungibles en un periodo de tiempo igualmente fijo, lo que lo diferencia del contrato de suministro de alimentos a una persona. Sin embargo, puede ocurrir que sea la vida de otra persona, y no la del pensionista, la que señale el fin del contrato de renta vitalicia. Por otra parte, el inicio del cobro de la renta puede aplazarse hasta el momento en que se cumpla una cierta edad.

Dada la naturaleza del contrato, que suele tener carácter de negocio a largo plazo, y su finalidad en la mayoría de los casos, esto es, mantener a una persona, las cantidades a pagar pueden estar sometidas a cláusulas de revalorización y actualización a fin de evitar que las modificaciones en los precios o en el valor del dinero afecten al pensionista, que vería de ese modo reducido su poder adquisitivo al cabo del tiempo en caso de ser fija la cantidad a recibir.

La finalidad de la renta suele ser proporcionar al pensionista un ingreso fijo que le permita subsistir, aunque este fin puede variar según el título por el que se constituya el contrato:

Puede constituirse por contrato oneroso, en cuyo caso se trata de un contrato a fondo perdido destinado a cumplir la finalidad arriba señalada. Es frecuente en el caso de los matrimonios, que contratan la renta sobre la cabeza de ambos, a fin de asegurar la supervivencia del cónyuge, este contrato es reversible a la muerte de cualquiera de los dos.La asignación de la renta puede también surgir para compensar el daño causado por el deudor a otra persona, tratando de suplir los ingresos periódicos que ésta pierde. En estos casos el contrato de renta vitalicia presenta la ventaja de que permite distribuir el pago compensatorio en una serie de plazos, dispensando así al deudor de pagar toda la deuda de golpe.Otro modo de constituirse la renta es mediante donación, generalmente por motivos afectivos o morales, y que ofrece las mismas ventajas de distribución del pago que el caso anterior.

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CONCEPTO

“el contrato aleatorio de renta vitalicia obliga al deudor a pagar una pensión o rédito anual durante la vida de una o más personas determinadas por un capital en muebles o inmuebles, cuyo dominio se le transfiere desde luego con la carga de la pensión.” Esta definición se refiere al contrato típico de renta vitalicia, pero podemos hablar también de un contrato atípico pues el principio de autonomía de la voluntad permite que los contratantes pacten el pago de una renta consistente en cualquier tipo de bien, durante cualquier espacio de tiempo y a cambio de cualquier contraprestación o incluso sin ella.

A pesar de lo que pueda sugerir la parte final del enunciado del artículo, el perceptor de la renta no tiene un derecho de naturaleza real sobre los bienes muebles o inmuebles del deudor, el deudor garantiza con todos sus bienes la obligación que ha contraído. El derecho a la renta no tiene carácter real y sólo produce efectos obligatorios personales.

La renta vitalicia como un contrato real, que se forma por la transferencia del capital de la renta al deudor de ésta. Su perfección se opera por el cambio de dominio de los bienes. Parte de la doctrina considera por ello que se trata de un contrato unilateral, produciendo obligaciones (el pago de la pensión) para una sola de las partes. Un contrato consensual de renta vitalicia es posible al amparo; dicho contrato obliga a pagar la pensión pactada.

La función que en el contrato de renta vitalicia desempeña la “prestación de capital” es una prueba de su naturaleza consensual; esa prestación no es un simple elemento constitutivo del contrato sino que funciona como contrapartida de la obligación de pagar la pensión, y por tanto con la misma naturaleza, aunque sea anterior en el tiempo. El contrato de renta vitalicia es de cambio de prestación de capital por prestación de renta y, por tanto, oneroso y sinalagmático. No puede decirse que sea unilateral por la simple circunstancia de que una de las prestaciones se haga primero y la otra después. La onerosidad del contrato parece eliminar toda idea de perjuicio de la legítima pese a agotar el capital del contratante y aun si el contrato se hubiese celebrado con esa idea por ambas partes, la acción de los legitimarios contra el deudor de la renta habría de ser de daños.

CARACTERES DEL CONTRATO

En éste punto daré una breve noción de cada uno de los caracteres que pueden revestir los contratos e indicaré, en cada caso concreto, cuál de ellos corresponden al Contrato Oneroso de Renta Vitalicia.Los contratos en general son susceptibles de caracterizarse de las siguientes maneras:1) Unilaterales o Bilaterales, según si una sola de las partes intervinientes se obliga hacia la otra sin que ésta le quede obligada o si ambas partes quedan obligadas recíprocamente.El contrato oneroso de Renta Vitalicia es unilateral ya que es el deudor el único que tendrá prestaciones a su cargo una vez celebrado el mismo. Por supuesto, estas prestaciones consisten en el pago de la renta.Como considero que el tema puede prestarse a confusión, creo que no está de más aclarar

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que la entrega del capital de una de las partes hacia la otra es un elemento constitutivo del contrato, por lo que no hace que el mismo revista el carácter de bilateral.2) A Título Oneroso o a Título Gratuito, según que las ventajas obtenidas por una de las partes lo sean por una prestación que ésta misma ha hecho o se ha obligado a hacer o que las mismas le sean aseguradas independientemente de toda prestación por su parte.Aquí estoy desarrollando concretamente el tema del Contrato Oneroso de Renta Vitalicia y es en razón de la entrega del capital que realiza el constituyente que éste recibirá la "ventaja" (renta) cuyo pago está a cargo del deudor rentario.3) Consensuales o Reales, según queden en condiciones de producir sus efectos propios desde que las partes recíprocamente manifestaron su consentimiento o recién cuando una de ellas entrega a la otra la cosa sobre la que versa el contrato.El contrato oneroso de Renta Vitalicia es real dado que el mismo queda perfeccionado con la entrega del capital por parte del constituyente. Hasta tanto la entrega no se realice, no queda concluido el mismo.4) Nominados o Innominados, según que la Ley los designe o no bajo una denominación especial.El contrato en estudio es indudablemente nominado.5) Típicos o Atípicos, según que la Ley establezca toda su regulación o no.6) Conmutativos o Aleatorios, según que las ventajas o pérdidas que puedan proporcionar sean ciertas, determinadas o dependan de un acontecimiento incierto.En el caso del contrato en tratamiento, el alea está constituido por la duración de la vida del cabeza de renta, es decir, un acontecimiento incierto, por lo que estamos ante un contrato aleatorio.7) Formales o No Formales, según que la Ley exija una forma determinada para los mismos o que sea aplicable el principio de libertad de formas, principio general de nuestro derecho positivo, dada la falta de determinación legal.Aquí, la Ley exige, bajo pena de nulidad, la escritura pública por lo que el contrato oneroso de Renta Vitalicia es un contrato formal.8) De Ejecución Instantánea o de Tracto Sucesivo, según las prestaciones del contrato se realicen de una vez o que las prestaciones a cargo de una o ambas partes sean de carácter repetido y continuado y deban cumplirse en períodos convenidos.En el contrato que analizamos, la obligación del deudor de pagar la renta se prolonga durante la vida del cabeza de renta, por lo que es un contrato de tracto sucesivo.A modo de síntesis, y luego de haber analizado cada una de las posibles caracterizaciones del Contrato Oneroso de Renta Vitalicia, queda entonces en claro que los caracteres que reviste el mismo son los que enumero a continuación: unilateral, oneroso, real, nominado, típico, aleatorio, formal y de tracto sucesivo.

SUJETOS DEL CONTRATO

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Comenzaremos por dejar en claro quiénes son las partes intervinientes en éste contrato, así como también la denominación que recibe cada una de ellas.Ghersi distingue entre las partes que celebran el negocio jurídico y las personas que éstas deben, necesariamente, designar a fin de que se forme el contrato, sin embargo, otros autores como Centanaro, no hacen tal diferenciación señalando a todos cuantos definiré a continuación como "partes" del contrato en cuestión.

La persona que entrega el capital (sea éste una suma de dinero o una cosa, mueble o inmueble, apreciable en dinero) recibe el nombre de constituyente o dador y, como contrapartida, quien lo recibe y queda obligado al pago de la renta es el deudor rentista o, simplemente, deudor.

Además, en la formación del presente contrato intervienen y, por consiguiente deben ser designados por los anteriores, la persona a la que el deudor rentario deberá pagarle la renta, la cual recibe la denominación de beneficiario o acreedor y puede ser una o más personas ajenas al contrato o coincidir la figura del beneficiario y la del constituyente.

Cuando los beneficiarios sean dos o más individuos se debe establecer que parte de la renta corresponderá a cada uno, así como lo relativo al derecho de acrecer de uno de ellos en caso de muerte del otro, que agrega que "a falta de declaración se entiende que la renta les corresponde en partes iguales, y que cesa en relación a cada uno de los pensionistas que falleciere".

Finalmente tenemos al denominado cabeza de renta que, al igual que en el caso anterior, puede ser una o más personas ajenas o no al contrato. Es la vida de ésta/s persona/s la que será tenida en cuenta para la duración del mismo.

Si la renta se constituye en cabeza de una persona que no existía al momento de su formación o en la de una persona que, al momento del contrato, estaba atacada de una enfermedad de la cual muriere dentro de los siguientes treinta días, el contrato será de ningún efecto, por más que las partes conocieran la enfermedad.Lo relativo al tema de la capacidad de las partes intervinientes en el contrato oneroso de renta vitalicia establece que: "Tiene capacidad para contratar la constitución de una renta vitalicia por dinero que diese, el que la tuviere para hacer empréstitos; y tiene capacidad para obligarse a pagarla el que la tuviere para contraer empréstitos. Tiene capacidad para constituir una renta vitalicia por venta que hiciere de cosas muebles o inmuebles, el que la tuviere para venderlas; y tiene capacidad para obligarse a pagarlas, el que la tuviere para comprar".Por lo tanto, son las reglas generales sobre capacidad de las personas las que resultan aplicables en el contrato en análisis.

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Cabe agregar que, si la renta fue constituida a favor de un tercero que fuere incapaz de recibirla de parte de quién dio el valor de ella, el deudor no podrá rehusar satisfacerla y debe pagarla a quién ha entregado el capital o a sus herederos, hasta el momento de extinción del contrato.

OBJETO DEL CONTRATO

Se refiere a una suma de dinero o cosa, mueble o inmueble, apreciable en dinero.Es decir, que no puede consistir sino en él, sin embargo el caso en que las partes convengan otra prestación, sea ella frutos o servicios.Ghersi señala como admisible también la transmisión de cualquier derecho pasible de apreciación económica.Cuando la renta constituya una pensión alimenticia, la misma no podrá ser embargada al acreedor. Ello no es de sorprender ya que coincide con los principios que resultan de aplicación a todo crédito con finalidad alimentaria.En lo relativo al momento en que debe realizarse la prestación a cargo del constituyente, es decir, la entrega del capital, ella debe tener lugar en la celebración del contrato.La forma y la prueba en el contrato oneroso de renta vitalicia:

Cuando hablamos de la "forma" en el contexto en el que estamos inmersos, hacemos referencia al "conjunto de las prescripciones de la Ley respecto de las solemnidades que deben observarse al tiempo de la formación del acto jurídico".Tal es la definición legal pero, en un sentido más amplio, cabe señalar que autores como Mosset Iturraspe enseñan que tal concepto es susceptible de un doble enfoque, a saber: uno genérico, como traducción al mundo exterior de la voluntad de un sujeto y otro restringido, en el sentido de la formalidad requerida por la Ley para algunos negocios. A lo que agrega que, es en el primero de los sentidos mencionados que el que la forma constituye el elemento estructural de los negocios jurídicos, particularmente del contrato.Videla Escalada señala, por su parte, que la terminología utilizada por la Ley es más amplia y que comprende los distintos medios que puede revestir la forma, de conformidad a cada una de las prescripciones de la propia Ley en cada caso particular, tal la forma escrita, instrumentos públicos, etc.Sin embargo, según Centanaro, el concepto en la ley fue perdiendo terreno frente a la libertad de exteriorización de la voluntad.Ya en el caso concreto del contrato oneroso de renta vitalicia, pena de nulidad, que éste debe ser hecho por escritura pública, agregando que "no quedará concluido sino por la entrega del dinero, o por la tradición de la cosa en la que consistiere el capital".Ello se ve reforzado por la mención del contrato en tratamiento, en el que se detallan los contratos que deben ser hechos por escritura pública.El tema de la forma y de la prueba de los contratos se relaciona bastante entre si y, dada tal circunstancia, trataré conjuntamente ambos puntos.Tal como lo señala Videla Escalada, la forma escrita cumple, además de su función como tal,

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el cometido de servir de prueba del propio acto del que se trata, aunque no deben llegar al punto de confundirse.Además, cabe recordar que una de las clasificaciones de la forma es la que distingue según la misma sea: ad solemnitatem (también llamada constitutiva, sustancial o visceral) o ad probationem.En el primer caso, la forma, a decir de Messineo, tiende a proteger a las partes llamándoles la atención sobre el acto que realizan y protegiendo, subsidiariamente, la seguridad de terceros.De estar establecida por la Ley y no cumplirse, entonces no hay acto, según lo sostenido por Centanaro.Ghersi, por su parte, señala que es la forma que establece la Ley como "requisito de conformación" para que el tipo contractual adquiera validez en el mundo jurídico.En el segundo caso, forma ad probationem, la misma es establecida a fin de probar la existencia del acto en cuestión. Aquí Centanaro señala que, de no observarse, el acto no es nulo. Ghersi se pronuncia en el mismo sentido sosteniendo que es la que apunta al elemento instrumental como probatorio de la relación jurídica contractual.Borda y Machado establecen que, en el caso específico que nos ocupa (es decir, en el caso del contrato oneroso de Renta Vitalicia), la forma es ad probationem siendo aplicable la acción por escrituración que prevée pero, en caso de tratarse de la especie gratuita de éste contrato, el ineludible constituirlo por escritura pública y ello es una exigencia solemne dada la aplicabilidad a tal supuesto de las normas relativas a las donaciones.En el caso concreto del contrato oneroso de Renta Vitalicia y, haciendo prevalecer el principio de conservación del contrato, Ghersi sostiene que aunque las partes hubieran optado por la forma privada para celebrarlo, queda a salvo la parte interesada para ejercer la acción por escrituración.

OBLIGACIONES DE LAS PARTES

En éste punto haré una escueta referencia a las obligaciones que, con motivo de la celebración del contrato que estudiamos, nacen para el deudor ya que, como lo mencioné yo en varias oportunidades, la del constituyente de la Renta Vitalicia se reduce a la entrega del capital con la cual queda constituido el contrato, rasgo que le da al mismo su carácter unilateral.El deudor rentario, en cambio, está obligado a "dar todas las seguridades que hubiese prometido, como fianza o hipoteca y a pagar la renta en épocas determinadas en el contrato".En lo que hace a la primera de las obligaciones que menciona el artículo ("dar las seguridades prometida."), Centanaro sostiene que las mismas nacerán de una cláusula expresa de las partes en tal sentido ya que el artículo citado no las impone en forma imperativa. No siendo, entonces, condición necesaria para la existencia del contrato, si las partes no las establecen expresamente, tal obligación no existe."Si el deudor de una renta vitalicia no da todas las seguridades que hubiese prometido, o si

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hubiesen disminuido por hecho suyo las que había dado, el acreedor puede demandar la resolución del contrato y la restitución del precio de la renta".La segunda de las obligaciones que menciona (es decir, el pago de la renta) es la principal obligación del deudor y la misma perdurará, como lo señalé anteriormente, hasta que acontezca la muerte del/de los cabeza de renta.El pago deberá hacerlo "en épocas determinadas en el contrato", por lo tanto, si bien se refiere a una "renta anual", nada impide que su pago se convenga en forma bimestral, cuatrimestral, semestral.Al respecto cabe señalar que hay que tener en cuenta el cual: "La renta no se adquiere sino en proporción del número de días que ha vivido la persona en cabeza de quien la renta ha sido constituida. Pero si se ha convenido que la renta fuese pagada con anticipación cada término es adquirido por entero por el acreedor desde el día en que el pago ha debido ser hecho".El incumplimiento de ésta obligación por parte del deudor no autoriza al acreedor a demandar la resolución del contrato, a menos que se haya hecho el mismo con pacto comisorio. Por ello, en caso de no haberlo pactado expresamente, sólo tendrá derecho a demandar el pago de cada prestación no pagada como lo haría contra cualquier deudor de sumas de dinero.Esta obligación del deudor, que constituye la ventaja tenida en mira por el dador del capital al momento de celebrar el contrato, se extingue por la muerte de la persona en cabeza de la cual fue constituida, tal como lo estudiaremos más adelante, en el punto pertinente.

Supuesto de nulidad del contrato:

El primero es el que se configura cuando le renta se constituye en cabeza de una persona que no existía al día de su formación.

El segundo, en cambio, cuando se la constituye en cabeza de alguien que, al momento del contrato, estaba afectado de una enfermedad de la cual muriese en los treinta días siguientes. En éste último caso, no tiene relevancia alguna el conocimiento o no que las partes hubieran tenido de la existencia de tal enfermedad.Cabe recordar que la figura del cabeza de renta es de primordial importancia en éste contrato ya que es justamente la duración de la vida del designado como tal (o de los designados) la que determinará la duración del contrato y, por ende, la muerte de aquél o aquellos tiene como efecto la extinción del mismo, tal como lo desarrollaré en el punto siguiente.En lo relativo a la nulidad específica de alguna de las cláusulas que conforman el Contrato Oneroso de Renta Vitalicia, señala un solo supuesto al respecto, que se configura cuando se pacta en alguna de ellas que el acreedor no contará con la posibilidad de enajenar su derecho como tal.

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Por supuesto, son de aplicación plena a éste contrato las normas generales sobre nulidad establecidas en el ordenamiento civil.

EXTINCIÓN

Dado que, como expliqué en punto anteriores, es la duración de la vida del cabeza de renta la que determina la duración del contrato, al ésta llegar a su fin también termina la duración del mismo.Ya hemos estudiado que puede designarse como cabeza de renta sólo a un individuo o a más personas, en cuyo caso la extinción del contrato se producirá al momento de la muerte del último de aquellos.También existe la posibilidad de que el carácter de cabeza de renta y de beneficiario coincida en la misma persona, en cuyo caso al morir la misma el contrato se extingue también.Esto, sin embargo, no debe prestarse a confusión ya que, de no coincidir ambas designaciones en un mismo individuo y producirse la muerte del beneficiario de la Renta Vitalicia, ésta no afecta la vida del contrato.Todo lo desarrollado hasta aquí constituye el modo normal de extinción de éste contrato pero, éste puede también llegar a su fin por configurarse a su respecto alguno de los siguientes supuestos de modos "anormales" de extinción del contrato. A saber:

Mutuo Disenso de las partes

Novación

Confusión

Renuncia de los derechos del acreedor

Remisión de la deuda

EL JUEGO Y LA APUESTA

DEFINICIÓN

Lo primero que surge respecto del juego y la apuesta es su diferenciación, tema que ha sido debatido por la doctrina y que constituye una introducción a la definición del contrato.

No existe coincidencia doctrinaria en cuanto al sentido de las expresiones "juego" y "apuesta".

Para algunos tratadistas, en el juego está de por medio la habilidad o destreza del jugador, mientras que en la apuesta sólo existe azar. Un ejemplo del primero es una partida de ajedrez. Un ejemplo de la segunda es el hecho de lanzar una moneda al aire: "cara o sello".

En opinión de SALVAT, la diferencia deriva de la función que las partes asumen en el contrato. En el contrato de juego son ellas mismas las que realizan o ejecutan los hechos

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constitutivos del juego, por eso dice el Código, empleando una fórmula que podría parecer contraria a la regla que prohíbe definir con la propia palabra definida "entregándose" al juego. En la apuesta la diferencia recae sobre hechos o circunstancias que son extrañas a los contratantes, lo único que depende de ellos es la opinión o interpretación diferente respecto a su significado, alcance o valor.

Otros estiman que el juego tiene una connotación proyectada hacia un futuro desconocido: se especula respecto a la actuación de un caballo que debe correr en el hipódromo. La apuesta en cambio, estaría referida a una situación del pasado, pero sobre la cual cada jugador mantiene una posición contraria.

ENNECCERUS y LEHMANN afirman que la diferencia parece radicar en el motivo del contrato: en tanto que la apuesta tiende a robustecer una afirmación, el juego tiene por objeto la distracción o la ganancia.

En realidad, las diferencias son puramente académicas, pues lo cierto es que, como dice el mismo SALVAT, "el régimen jurídico aplicable a cada uno de estos contratos es en general el mismo". A este razonamiento le agregamos que en el Perú el contrato está tipificado de un modo integral, bajo la expresión "juego y apuesta", pues sus fronteras, en palabras de León Barandiarán " son muy lábiles".

Es importante determinar la naturaleza y alcances de los juegos y apuestas que sin tener las características del azar o envite se encuentran en una situación especial y tienen reconocimiento legislativo. En ellos la suerte también está presente, pero hasta cierto punto como un factor secundario. RAYMUNDO SALVAT manifiesta que " por excepción hay ciertos juegos que la ley excluye de la prohibición, por considerar que ellos, lejos de representar esos peligros para el orden social, son un estímulo para el desarrollo de virtudes o actividades que deben fomentarse", y acotando el artículo 2055 del Código Civil Argentino pone como ejemplos los siguientes:

1) Ejercicio de fuerza, por ejemplo: el salto, la lucha, etc.

2) Destreza de arma, lo cual se refiere a las distintas clases de ejercicio de tiro al blanco, florete, espada, etc.

3) Corridas, es decir carreras de toda clase, a pie, a caballo, en carros, etc.

4) Otros juegos semejantes, por ejemplo el billar, el cual es un juego de destreza. La enumeración de la ley no es absolutamente restrictiva, pero la extensión que ella admite es con la condición de tratarse de juegos semejantes a los enumerados: si esta condición falta, el juego cae dentro de la prohibición o denegación de la acción".

Entre nosotros no existe un dispositivo como el comentado por el maestro argentino y sólo es posible citar, con suma modestia por su limitación y obsolescencia, la Resolución Suprema del

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11 de marzo de 1936, que copiando casi literalmente el artículo 1966 del Código Civil Francés permite los juegos de bochas, carreras de carruajes y juegos de pelota.

De conformidad con el sistema seguido por el Código vigente, mientras que los juegos permitidos y los prohibidos se encuentran prefijados en las leyes, los no autorizados están en zona neutra (ni prohibidos, ni permitidos) y son los que con mayor frecuencia se presentan, pues cubren una enorme área. A título de ejemplos, mencionamos las competencias deportivas en general, el juego – ciencia o ajedrez, o cuestiones relativas a hechos ya acontecidos o actuales, en todos los cuales hay competitividad, existe de por medio un interés económico o causa lucrando y los factores determinantes en beneficio del vencedor son su destreza física, sus conocimientos, su memoria y otros factores similares, a los cuales se agrega un margen no cuantificado pero colateral de suerte o azar.

Por cierto que existen también casos imprecisos, como sería el de la apuesta que hacen dos personas sobre el futuro resultado de un partido de fútbol entre equipos de la misma categoría y calidad. No aparece claro, en efecto, si en el esclarecimiento del hecho incierto ha sido determinante el conocimiento del vencedor o si lo que prevalece es la suerte o azar.

En nuestro Código Civil, el juego y apuesta no autorizados tienen pues una categoría propia: en efecto, si bien el vencedor carece de acción para reclamar su pago, una vez efectuado voluntariamente tiene a su favor la solutio retentio y no está obligado a la devolución.

CARACTERES JURÍDICOS

Los caracteres jurídicos del juego y la apuesta permitidos y no autorizados son:

1) El contrato es autónomo, pues no depende de otra relación obligacional.

2) Es de prestaciones recíprocas, pero con una peculiaridad: al momento de celebrarse cada parte se obliga respecto de la otra a satisfacer determinada prestación; pero al resolverse la incógnita que plantea el hecho incierto sólo queda la que corresponde al perdedor.

3) Es a título oneroso, pues se vincula con un interés económico o causa lucrando. Porque ambos contratantes quedan sujetos entre sí a prestaciones recíprocas (no quiere decir iguales), sujetas a una condición.

4) Es consensual, aun cuando colateralmente se asocia en algunos casos con determinadas formalidades de tipo administrativo, lo cual sucede en el juego y apuesta permitidos (billetes, cartillas, fichas, etc.). No exigen formalidad para originarse.

5) Es aleatorio por excelencia, pues al momento de su celebración existe un factor sine qua non de incertidumbre y las partes necesariamente desconocen su resultado. Esta incertidumbre en cuanto al álea puede existir para una sola de las partes (como sucede en la lotería) o para ambas (juego y apuestas no autorizados). En este último caso estamos frente a lo que se conoce como la dualidad del álea.

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Se ha discutido si lo expuesto significa que el juego y apuesta depende de una condición impuesta por la ley (conditio jure). La mayoría de los autores se inclina por descartarlo, pues como dice con razón SALVAT, mientras en los contratos aleatorios "…la incertidumbre recae sobre las ventajas que las partes esperan realizar, pero no sobre el contrato mismo; en los condicionales, por el contrario, es la existencia misma del vínculo contractual y de las obligaciones y derechos derivados de él, lo que resulta incierto". A lo dicho se suma que mientras la condición inevitablemente se encuentra sometida a un hecho futuro, en el juego y apuesta puede suceder que la incertidumbre de las partes se proyecte sobre hechos pasados o actuales.

6) En el caso del juego y apuesta permitidos el apostador está usualmente sujeto a normas a las cuales se adhiere, siendo aplicables, en consecuencia, las disposiciones pertinentes al contrato celebrado por adhesión o a las cláusulas generales de contratación, en su caso. Desde luego no sucede lo mismo con el juego y apuesta no autorizados, en el cual por el contrario existe una previa y a veces pintoresca negociación.

7) Es de ejecución instantánea, de modo que no se extiende en el tiempo, a diferencia de los contratos de duración. La instantaneidad, por cierto, se presenta una vez despejada la incertidumbre.

8) El contrato es condicional, desde cierto punto de vista. El resultado final por el cual una parte gane y la otra pierda, resulta dependiente del evento aleatorio, es decir, incierto para las partes cuando menos; lo que es propio de la condición. Frente al resultado cuando viene a significar una ganancia sólo para una parte y, por ende, sólo una pérdida para la otra parte, el contrato que en su origen es bilateral, por lo dicho antes, en cuanto a las posibles prestaciones por una o por otra parte, viene a tornarse en unilateral.

CONTRATO ALEATORIO

Los Hermanos Mazeaud definen los Contratos Aleatorios como aquel contrato en el cual la ventaja que las partes obtienen del mismo no es apreciable con motivo de su formación, por depender esa ventaja de un acontecimiento incierto al que los contratantes han querido subordinar sus posibilidades de ganar o perder, Sin embargo Josserand parte de la idea de que las partes o una de ellas hayan querido correr un riesgo probar la suerte, ya que todo contrato aleatorio es a título oneroso, después que dichas operaciones no son rescindibles por causa de lesión.

No obstante es preciso que el contrato no sea seguramente lesivo para una de las partes contratantes ocurra lo que ocurra, en este aspecto los Hermanos Mazeaud coinciden con Josserand al expresar que a pesar de que en un contrato aleatorio existe el azar para los dos contratantes, el acontecimiento que aprovecha a uno significa la pérdida para el otro.

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El número de Contratos Aleatorios es ilimitado, como consecuencia de la autonomía de la voluntad, en tal sentido los Hermanos Mazeaud distinguen dos categorías de contratos aleatorios:

a.-)Aquellos en los cuales la finalidad de las partes consiste en provocar la suerte, en beneficiarse de ella, entre estos tenemos el juego y la apuesta; y

b.-)Aquellos otros que tienen por objeto en el espíritu de las partes o en el de uno de ellas protegerse contra la suerte, entre estos tenemos el seguro.

De acuerdo a los Hermanos Mazeaud, el Código Civil Francés no considera sino el juego y la apuesta y el contrato de renta vitalicia, excluyendo el contrato de seguro y el préstamo a la gruesa ventura; por su parte Josserand agrega además las ventas de usufructo, de nuda propiedad, la venta firme de una cosa futura y la venta de inmueble verificada en exclusión completa de toda garantía, a riesgo y ventura del propio comprador.

Resulta complejo muchas veces caracterizar los contratos aleatorios como aquéllos en los que existe un riesgo de ganancia o pérdida, toda vez que el aleas se encierra en numerosos contratos que no participan de esta naturaleza (EJ. el contrato de sociedad) y por ello se incurre, usualmente, en otro peligro, cual es el de reputarlos como aquéllos en los que las prestaciones de las partes no están bien determinadas al tiempo de la perfección del negocio, sino que dependen de un acontecimiento incierto, lo que hace confundirlos con los contratos condicionales.

Tres son los elementos que distinguen al contrato aleatorio:

a) la incertidumbre inicial del resultado;

b) la dependencia definitiva del mismo de circunstancias aleatorias que lo hacen indeterminado o incierto; y

c) el deseo de los interesados de asumir ese riesgo.

Es contrato aleatorio (o de suerte) aquel en el que la entidad del sacrificio puesta en la relación con la entidad de la ventaja – es decir, la entidad del riesgo al que cada contratante se expone – no puede ser conocida y valuable en el acto de formación del contrato: tal entidad se revelará luego, según el curso de los acontecimientos. De esto se sigue que quien estipula un contrato aleatorio tal vez haga una cosa útil para él o perjudicial según las circunstancias. Por tanto la causa del contrato aleatorio consiste en el hecho de que para una de las partes es objetivamente incierto – en el acto de conclusión – si le resultará una ventaja o (por lo menos) una ventaja que sea proporcionada al sacrificio que debe realizar. No basta para hacer aleatorio el contrato la indeterminación de la prestación.

Puede ser aleatorio solamente el contrato con prestaciones recíprocas; el contrato con prestación de una sola parte nunca puede ser aleatorio porque falta una relación entre las

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prestaciones que pueda, en caso de ejecución del contrato, desembocar en un riesgo imprevisible en el momento de la conclusión.

El art. 1104 del Código Civil de Napoleón previene:

"Es conmutativo (el contrato), cuando cada una de las partes se obliga a dar o hacer una cosa que se considera equivalente de lo que da o hace el otro contratante; cuando la equivalencia consiste en eventualidades de ganancia o pérdidas para cada uno de los contraventes, dependientes de un suceso incierto, el contrato es aleatorio."

En los contratos aleatorios las ganancias o pérdidas para ambas partes dependen de un suceso incierto. Por ejemplo, en el contrato de juego o apuesta la pérdida o la ganancia de las partes depende de las eventualidades del juego. En los contratos aleatorios las obligaciones que asumen las partes o la misma existencia de dichas obligaciones depende de un acontecimiento futuro o incierto, por lo que no se puede establecer anteladamente cuál es el beneficio o la pérdida que dichas partes habrán de experimentar.

Carácter especial del contrato es que el elemento aleatorio es común a ambas partes. Lo que es ganancia para una, entraña pérdida para la otra. Nadie sabe quién ganará o quién soportará la pérdida.

Expresa CARVALHO DE MENDOZA, que los tratadistas presentan los contratos aleatorios como la antítesis de los contratos conmutativos, pero que en el fondo tal oposición no existe, porque la alternativa de la ganancia o de la pérdida para una de las partes no supone que en los contratos aleatorios ambas partes se encuentren interesadas.

Existe una obra muy completa, sobre esta materia; es la de BAUDRY- LACANTINERIE et Wahl. Contrats Aléatoires.

En los conmutativos una prestación corresponde a la contraprestación, en tanto que en los aleatorios una de las prestaciones puede faltar.

Estamos frente a dos contratos diferentes, el de apuesta y el de juego hemos dicho que la apuesta puede existir, sin juego, y que éste asimismo puede existir sin apuesta.

SUJETOS Y CAPACIDAD

Los sujetos del juego y apuesta (permitidos y no autorizados) son, en términos genéricos, los jugadores. Una vez producido el resultado de una situación hasta entonces incierta quedan precisados como el vencedor y el perdedor, respectivamente, aun cuando esta diferencia no se presenta con esta claridad en los juegos permitidos, pues quien hace empresa nunca resulta perdedor y siempre existe para él un margen calculado de ganancia, cualquiera que sea ese resultado (ramo de loterías, etc.).

En lo que se refiere a la capacidad de goce, en principio pueden celebrar el contrato tanto las personas naturales como jurídicas. Empero existen situaciones especiales en las cuales en los

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juegos permitidos sólo puede actuar como organizador una persona jurídica, y así acontece en la lotería, en los casinos y en el bingo.

Por último y respecto a la capacidad de ejercicio existen distingos.

En efecto, en el juego y apuesta permitidos, mientras en las apuestas en los hipódromos no se impide a los menores acercarse a las ventanillas y jugar, no sucede lo mismo en casinos y establecimientos de bingo, pues tanto los menores como los sujetos a interdicción civil no pueden ingresar. Y en relación con el juego y apuesta no autorizados, cabe señalar que no existe la solutio retentio del vencedor cuando el perdedor sea incapaz, en resguardo de su inmadurez, inexperiencia o falta de capacidad de discernimiento.

OBJETO DE LA PRESTACIÓN

En los juegos permitidos el objeto de la prestación da dar a que se obliga quien los organiza está representado por bienes (dinero y especies, como sucede en el juego de la lotería). El apostador, por su parte, está sujeto a las prestación de dar una suma de dinero como condición obligatoria y ello acontece en el momento en que adquiere los billetes, cartillas, fichas y análogos, sin que pueda sostenerse que con ello realiza una compra, pues este hecho esta inescindiblemente ligado al juego y a la apuesta.

En teoría nada impide que en el juego y apuesta permitidos el objeto sea una prestación de hacer. Tampoco cabe descartar que el objeto resulte una prestación de no hacer, esto es, un deber de abstención, aunque en la práctica lo vemos sumamente remoto.

A diferencia de lo expresado en los párrafos anteriores, en el juego y apuesta no autorizados el objeto de la obligación cubre un amplio espacio (dar bienes, o sea cosa y derechos; hacer o cumplir servicios; y no hacer o abstenerse de algo), sin que las obligaciones tengan que ser necesariamente homogéneas. No existe, pues, inconveniente para que en un juego o apuesta no autorizado uno de los apostadores se comprometa a una prestación de dar y el otro a una de no hacer, todo ello condicionado al resultado del hecho incierto.

En este sentido, la doctrina se ha preocupado de determinar si el juego y la apuesta son o no una misma cosa, y, en caso de no serlo, ha procurado establecer sus principales diferencias. Examinemos ahora los principales criterios distintivos doctrinalmente formulados.

DIFERENCIA ENTRE JUEGO Y APUESTA

Los Hermanos Mazeaud señalan que el juego es aquel contrato por el cual las partes prometen entre sí una prestación, si una de ellas obtiene un resultado dependiente de la fuerza, de la destreza, de la inteligencia o del puro azar, Por su parte Josserand define el juego como una convención por la cual unas personas se comprometen, entregándose a una combinación cualquiera, a pagar una suma de dinero o a hacerle una prestación.

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Josserand señala que la apuesta es una convención en virtud de la cual unas personas que no están de acuerdo sobre una cuestión, que considera diferente, convienen en que, quien tenga la razón reciba de los demás una suma de dinero o una prestación determinada. Mientras que los Hermanos Mazeaud, la define como el contrato por el cual cada una de las partes promete a la otra una prestación según qué tal acontecimiento, se haya producido o no.

Según los Mazeaud el contrato de juego y apuesta difieren por el papel que desempeñan las partes, si provocan el acontecimiento que designará al ganador, se trata de juego; si permanecen ajenos a ese acontecimiento se trata de apuesta. Además expone que el juego no es oponible a terceros cuando la deuda se salde con un pagaré, la excepción del juego es oponible al portador de buena fe del pagaré.

El Código Civil señala dos reglas excepcionales comunes a los contratos de juego y apuesta:

1) le niega al ganador la acción en repetición de lo que haya pagado y

2) no le reconoce ninguna eficacia a las promesas a pagar.

Indudablemente que entre juego y apuesta existe diferencia. Puede haber juego sin apuesta, así como puede haber apuesta sin juego. El juego puede consistir en una diversión sin resultados económicos. En ese caso hablamos de juego por antomasia pero la mayor parte de veces el juego va acompañado de una apuesta. La apuesta existe sin el juego. Es un elemento accidental podríamos decir que la apuesta es un accesorio del juego. Cualquier clase de juego, desde el más atrevido hasta el más inocente pueden existir sin la apuesta no puede existir sin el juego los actos o sucesos que son objeto de ella, la apuesta tiene que ir siempre unida sea al juego, sea a los actos o hechos que se apuestan. Si yo apuesto que A no pasa de 18 años, frente a otro que afirma que A, excede de los 18 años que muy bien puede llegar a los 24 años, ambas posturas sometidas al dicho de A que despejará la duda y llega A, y dice que tiene 20 años. He perdido la apuesta. No se ha tratado de un juego pero ha habido apuesta. En cambio si teniendo el mazo de barajas en la mano digo que pagaré siete y medio y otro jugador exhibe cartas que valen siete y medio, habré perdido en un juego en que ha habido apuesta.

La apuesta no solo es dinero, pueden existir apuestas en objeto y apuestas carentes de valor, en fichas o palillos de fósforos o granos de maíz, que no tienen valor.

Cabanellas (1959, tomo I, pág. 207) citando al artículo 2053 del Código Civil Argentino dice aún existe apuesta "cuando dos personas que son de una opinión contraria, sobre cualquier materia, convienen que aunque cuya opinión resulte fundada recibirá de la otra una suma de dinero o cualquier otro objeto determinado".

El mismo autor, dice del juego: "como contrato es principal, bilateral, consensual y aleatorio; por él convienen dos o más personas en que la que perdiere, según se realice, o no, la suerte de una de las partes, pagará a la otra cierta cantidad u otra cosa fijada de antemano.

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El artículo 2052 del Código Civil Argentino define el contrato de juego como aquel que tiene lugar cuando dos o más personas, entregándose al juego, se obliguen a pagar a la que ganare una suma de dinero u otro objeto determinado".

JUEGO Y APUESTA PERMITIDOS: ACCIÓN DE COBRO

El Código legisla sobre "el juego y la apuesta" permitidos y no autorizados.

De la disquisición anterior deducimos que el código no legisla ni el juego ni la apuesta. Todas las formas, lícitas y no lícitas resultan englobadas en la frase "el juego y la apuesta" que son tratadas como si fueran un solo hecho o un solo concepto. Consideramos más apropiado calificar la apuesta como el contrato en el cual ambas partes se someten a los resultados de determinado hecho.

El Código sin embargo engloba en una frase el juego y la apuesta, reconoce tres clases de estas:

1.- El juego y la apuesta permitidos.

2.- El juego y la apuesta no autorizados.

3.- El juego y la apuesta prohibidos.

Cada uno tiene un tratamiento especial;

Dice el artículo 1942: "por el juego y la apuesta permitidos, el perdedor queda obligado a satisfacer la prestación convenida como resultado de un acontecimiento futuro, o uno realizado pero desconocido para las partes."

"El juez puede reducir equitativamente el monto de la prestación cuando resulta excesiva en relación con la situación económica del perdedor."

De donde se deduce que el Código establece un resultado concluyente: el perdedor puede ser demandado ante los jueces por el resultado de un juego y una apuesta permitidos.

Los elementos constitutivos del juego y apuesta permitidos son:

La obligación por parte de quien resulte perdedor, de satisfacer la prestación previamente establecida. En la lotería, por ejemplo, el organismo competente hace que se emitan y pongan en circulación billetes en los que figuran el monto de los premios y la fecha del sorteo; entre otros aspectos.

Al referirnos a los conceptos generales se explicó que en el juego y apuesta permitidos actualmente, la prestación a que se obliga el perdedor es de dar (sumas de dinero y también especies). Nada impide, empero, que el futuro se introduzca dentro de esa misma categoría prestaciones de hacer y hasta en teoría, aunque con remotas posibilidades, de no hacer. Por

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ejemplo, podría darse que en el juego de bingo se permita ofrecer como prestación la pintura de la casa del ganador de una determinada cartilla.

Como por otra parte hemos sostenido que el juego y apuesta no autorizados es un contrato peculiar, resulta evidente que dentro de su gama podrán ofrecerse no sólo prestaciones de dar, sino también de hacer y no hacer. Nada impide, en efecto, que en una competencia de ajedrez, quien resulte perdedor le confeccione un retrato al vencedor (prestación de hacer) o se abstenga de jugar durante un mes (prestación de no hacer) en la medida de que una u otra prestación haya sido previamente convenida.

Como sabemos, en ambos ejemplos el vencedor carecerá de acción para exigir el cumplimiento de la prestación por parte del deudor.

2) La prestación debe tener carácter interesado (causa lucrando) ya que si el resultado de una competencia (deportiva, científica, etc.) sólo conduce a una satisfacción inmaterial, no habrá habido concertación previa ni existirá juego y apuesta desde una perspectiva contractual.

LEÓN BARANDIARÁN cita con acierto a FUNAIOLI manifestando que:" si no hay un resultado económico en cuanto a transmisión patrimonial por parte de un jugador, que viene a ser el perjudicado, a favor de otro jugador, que viene hacer el favorecido, el mundo del juego y aquel del derecho constituyen no solamente dos categorías anteriores y diversas, sino en un cierto sentido, contrapuestas, incompatibles. El fenómeno lúdico y el fenómeno jurídico serían insensibles recíprocamente"

3) La prestación comprometida resultará exigible una vez que se produzca un hecho hasta entonces futuro o que tratándose de un acontecimiento ya realizado e ignorado en su origen por las partes, quede luego debidamente esclarecido. Debemos aclarar que en la legislación del juego y apuesta permitidos sólo se da la primera de estas hipótesis.

Ejemplo la llegada a la meta de un caballo vencedor en un hipódromo. No existen, en cambio, juego y apuesta permitidos en que la prestación está sujeta al resultado de un acontecimiento realizado, pero desconocido por las partes. Empero, se le consideró en el texto para la eventualidad de que pueda darse en el futuro.

Además y desde luego, este matiz se presenta frecuentemente en el juego y apuesta no autorizados (ejemplo: si dos estudiantes de la Maestría de Derecho Civil Y Comercial apuestan una comida respecto a quién era el Presidente del Perú cuando se promulgó el Código Civil de 1852: Ramón Castilla o José Rufino Echenique).

4) Aunque no lo señale el artículo 1942, por su misma organización empresarial el juego y apuesta permitidos están acompañados por actos de carácter preparatorio, como son la adquisición de billetes, boletos, cartillas o fichas.

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Adicionalmente cabe indicar que en ciertos casos sus mecanismos son sofisticados. Así sucede con el empleo de totalizadores en los hipódromos, pues en realidad quien juega es la masa apostadora (asistente o no al espectáculo hípico) de modo que la institución que hace empresa (entre nosotros, el Jockey Club del Perú) se limita a recolectar las apuestas y cumplir con el pago de los resultados, reteniendo un porcentaje que no sólo asegura sus costos y el pago de tributos, sino también una significativa ganancia.

El segundo párrafo del artículo bajo comentario carece de razón de ser y su inclusión se debe a que el maestro Max Arias Schreiber no estuvo presente en la ponencia sustitutoria que estaba cambiando toda la estructura del contrato de juego y apuesta, al separarlo en permitidos, no autorizados y prohibidos. En efecto, la regla de equidad contenida por este segundo párrafo (evitar la ruina del perdedor) se explicaba en el Código Civil de 1936, ya que conforme al artículo 1772 el que perdía en juego y apuesta de los no prohibidos quedaba obligado al pago. Pero como esto no es así en el Código actual (artículo 1943) no vemos cómo pueda aplicarse esa regla de equidad si el juego y apuesta permitidos están circunscritos a los que se organizan de un modo empresarial y con un riesgo calculado.

JUEGO Y APUESTA NO AUTORIZADOS: FALTA DE ACCIÓN Y REPETICIÓN

En cuanto al segundo grupo, el artículo 1943, dice: El juego y la apuesta no autorizados son aquellos que tienen carácter lucrativo, sin estar prohibidos por la ley, y no otorgan acción para clamar por su resultado.

El que paga voluntariamente una deuda emanada del juego y la apuesta no autorizados no puede solicitar su repetición, salvo que haya mediado dolo en la obtención de la ganancia o que el repitente sea incapaz.

Si ha habido dolo en el resultado del juego, es indudable que todo acto jurídico resulta manchado de nulidad, consiguientemente el dolo que se utiliza en el juego y la apuesta, anulará su resultado no solo habrá derecho para reclamar por el resultado del juego, sino que el pago que se hizo de obligaciones sin valor, determinará que la repetición prospere.

Según lo explicado en los conceptos generales el Código Civil en vigencia tiene una estructura peculiar en lo que se refiere al juego y la apuesta, pues se aparta de la legislación tradicional o clásica y hace una categórica distinción entre los permitidos, no autorizados y prohibidos. Ya hemos señalado que el sistema utilizado tiene indudable contenido ético, pero también reconocemos que podría objetarse y en todo caso discutirse en lo que se refiere al trato dado al juego y apuesta no autorizado, pues son los que se presentan con mayor frecuencia en la vida diaria.

Pondremos algunos ejemplos: Arturo se enfrenta a Giuseppe en un partido de tenis y convienen en que el perdedor le pagará una suma de dinero, o le entregará un bien, o le prestará un servicio, o se abstendrá de hacer algo. Carlos tiene una discusión con Santiago sobre el resultado del encuentro final del Campeonato Mundial de Fútbol realizado en

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Argentina, en 1978, y hacen una apuesta relacionada con cualquiera de las prestaciones antes mencionadas, o sea de dar, hacer o no hacer. Luka afirma que Juana de Arco murió el 30 de mayo de 1431, en tanto que Jannuz sostiene que fue el 30 de mayo de 1430 y surge otra apuesta vinculada con un hecho del pasado y sujeta también a un efecto o consecuencia lucrativa.

En todos estos casos, como en tantos otros similares no existe prohibición legal, puesto que no se trata de juegos de envite y azar, pero tampoco están permitidos y se hallan, por consiguiente, en una posición intermedia, ya que si de una parte el vencedor carece de acción para exigir el pago, por otro lado el perdedor que satisfizo la prestación no puede reclamar su devolución (de ser ello posible), pues en el primero goza de la solutio retentio.

Estos efectos, tan distintos, responden a la filosofía impuesta en el Código, que desalienta al juego y apuesta, pero concede una solución decorosa para el perdedor, satisfactoria para el vencedor y, lo que es tanto o más importante, coherente con el acontecer diario, con los usos y costumbres y el valor moral de la palabra empeñada.

Para que funcione la solutio retentio es indispensable que el pago haya sido hecho por el perdedor en forma voluntaria. De otro modo el acto sería anulable por error, violencia o intimidación. No hemos mencionado al dolo como factor de anulabilidad, pues el artículo 1943 lo señala expresamente y desde luego su inclusión es inobjetable, pues faltaría el álea y la ley no puede proteger a quien ha empleado artificio o argucia para obtener un resultado que le favorezca. Como apunta León Barandiarán, "debe haber ausencia de fraude de parte del ganancioso, o sea que el resultado del juego no se deba a acciones dolosas de aquél, y así el primer tahúr puede verse constreñido a restituir lo que se haya pagado".

Finalmente, habrá también lugar a repetición si quien ha pagado es incapaz. Se trata, en este caso, de que no exista aprovechamiento por falta de razonamiento, inexperiencia o inmadurez del perdedor. No se ha establecido en esta hipótesis si la incapacidad es absoluta, de modo que el precepto se extiende también a la relativa. Esta es una deficiencia que deberá ser corregida en el futuro, por cuanto el acto jurídico practicado por incapacidad relativa del agente sólo es anulable, a tenor de lo dispuesto en el artículo 221, inciso 1, del Código Civil.

Opina León Barandiarán que:"la falta de capacidad para realizar un acto jurídico, como es un pago, importa la impugnabilidad de éste. Si esta es un regla general, con tanto mayor razón tendrá aplicación en el caso contemplado, de una obligación imperfecta, como es la derivada de una deuda de juego del tipo considerado en el artículo 1768 (Código Civil de 1936), en que no se permite la exigibilidad de la obligación sino sólo la no repetición de lo pagado".

JUEGO Y APUESTA PROHIBIDOS: NULIDAD DEL PAGO

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En cuanto al tercer grupo, el artículo 1944 dice: "El juego y la apuesta prohibidos son los expresamente indicados en la ley. No existe acción para reclamar por sus resultados, y en caso de producirse el pago es nulo de pleno derecho. "

Esto es que la prohibición, convierte al juego y la apuesta en actividad que no producen resultados jurídicos de ninguna clase: Los juegos prohibidos deben estar en la ley. No hay presunción de ninguna naturaleza; no existe acción para reclamar sus resultados y si se ha pagado una deuda proveniente de esta clase de juegos prohibidos es nula de pleno derecho. Esto es que el perdedor podrá reclamar lo pagado, sosteniendo que esa obligación es nula.

En este novedoso dispositivo apreciamos el fundamento ético a que hiciéramos mención en los conceptos generales y en la oscilación de un péndulo imaginario, nos encontramos con el extremo en virtud del cual se fulmina con la nulidad el juego y apuesta prohibidos por mandato expreso de la ley: no existe acción y hay lugar a la repetición, en el supuesto de haberse hecho el pago.

La distinción entre el juego y apuesta permitidos, no autorizados o prohibidos es, pues, notoria. En los primeros, hay acción para que el vencedor exija al perdedor el pago de la prestación convenida (artículo 1942). En los segundos, no existe acción, pero el vencedor tiene a su favor la solutio retentio y no está obligado a devolver lo que el perdedor pagó espontáneamente (artículo 1943). Finalmente, en el tercer caso no hay acción y si el perdedor ha pagado al vencedor, tiene derecho de repetición, pues dicho pago es nulo de pleno derecho.

Lo expuesto en la parte final del párrafo anterior significa que quien pagó no necesita recurrir a los tribunales para que declaren la nulidad, pues ésta opera iure et de iure. Desde luego, si el perdedor entregó al vencedor dinero o especies y no se le devuelven tendrá que interponer la correspondiente acción reivindicatoria, o una indemnizatoria si por la naturaleza de las cosas no cabe restitución, lo que sucedería cuando la prestación fue de hacer o de no hacer.

CONCLUSIONES

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BIBLIOGRAFIA

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- Elementos de Derecho Civil. Derecho de obligaciones, Volumen II Autores: Lacruz Berdejo, Sánchez Rebullida, Lara Serrano, Delgado Echeverría, Rivero Hernández y Ramo Albesa. Editorial Dykinson. Madrid, 1.999.

- Derecho Civil. Derecho de obligaciones II Autor: Ricardo Ruiz Serramalera. Facultad de Derecho. Universidad Complutense de Madrid, 1.982.

- Instituciones de Derecho Civil, Volumen I/2 Autores: Luis Díez-Picazo y Antonio Gullón. Editorial Tecnos. Madrid, 1.998.

- Derecho Civil II Contratos aleatorios

- Manual de Derecho Romano. Di Pietro – Lapieza Elli. Editorial Depalma. Año 1996.

- Contratos Civiles y Comerciales Partes General y Especial. Dr. Ghersi, Carlos.

- Contratos.Tomo 2.Dr. Videla Escalada, Federico N.Editorial Zavalia. Año 1973.

- Contratos. Dr. Mosset Iturraspe, Jorge. Editorial Ediar. Año 1978

- El Contrato Oneroso de Renta Vitalicia. Dr. Centanaro, Esteban. Editorial De Belgrano.

NDICE

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PRESENTACION…………………………………………………………………………………………..2

INTRODUCCION………………………………………………………………………………………….3

EL CONTRATO DE RENTA VITALICIA…………………………………………………….……...4

RENTA VITALICIA..……………………………………………………………………………………….5

CONCEPTO………..………………………………….………………………………………………….…5

CARACTERES DEL CONTRATO…………………………………..…………………………………6

SUJETOS DEL CONTRATO………………………………………………………………………….…7

OBJETO DEL CONTRATO……………………………………………………………………….........8

OBLIGACIONES DE LAS PARTES………………………………………………………………….…9

EXTINCIÓN………………………………………………………………………………………………….11

EL JUEGO Y LA APUESTA…………………………………………………………………………..…11

CARACTERES JURÍDICOS…………………………………………………………………………..…13

CONTRATO ALEATORIO………………………………………………………………………………14

SUJETOS Y CAPACIDAD……………………………………………………………………………….16

OBJETO DE LA PRESTACIÓN………………………………………………………………………..17

DIFERENCIA ENTRE JUEGO Y APUESTA………………………………………………………..17

JUEGO Y APUESTA PERMITIDOS: ACCIÓN DE COBRO………………………………….19

JUEGO Y APUESTA NO AUTORIZADOS: FALTA DE ACCIÓN Y REPETICIÓN…….21

JUEGO Y APUESTA PROHIBIDOS: NULIDAD DEL PAGO………………………………...23

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