reportaje programa accepta el periódico 06 03-2011

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10 6 DE MARZO DEL 2011 DISCAPACITADOS ENTRE REJAS El programa ACCEPTA, de apoyo a presos con discapacidad intelectual, cumple 15 años haciendo trabajo terapéutico y reivindicando penas alternativas a la cárcel para este colectivo. TEXTO FIDEL MASREAL FOTOS RICARD CUGAT dicap intelectual es ser una víctima propicia para que los otros reclusos se aprovechen de la situación. ¿Có- mo? Obligándoles a hacer de recade- ros, utilizándolos para trapicheos, amenazándolos o sencillamente dis- criminándolos. Quizá por ello, Carlos, uno de los usuarios del programa, dice: «To- do son follones y problemas, y yo siempre voy solo, a mi rollo, pa- so de los corros, y me pongo mu- chas veces a escribir, a pen- sar, a meditar, o paseo con el Pa- quito». Amigos, pocos. Pero para ellos son pilares imprescindibles para seguir en pie. Como Johnny, un íntimo de Luis que ahora está en Wad–Ras, pero en el que depo- sitó toda su confianza. Ahora Luis cuenta día a día los seis meses que le quedan para la condicional, y se re- fugia en las actividades: por la ma- ñana limpia pasillos, por la tarde fa- brica bridas. «Paso de la gente, bus- co mi libertad», explica, convencido de lo que quiere pese a sus limita- ciones. Luis, como Carlos, pasa mu- chas horas consigo mismo. «Pien- so mucho, mucho, mucho... Me co- mo el coco, pensando en mi familia. Veo que todo el mundo de este mó- dulo sale los viernes, se van 40 per- sonas y yo me quedo aquí. No lo en- tiendo, la verdad». No lo entiende. Uno de los cami- nos sin salida de estos presos disca- pacitados es precisamente este, la incomprensión. Les cuesta más en- tender el régimen de permisos, la jerga jurídica, las rígidas reglas de la cárcel. Para ellos, el equipo de ACCE- PTA, que pertenede a Dincat (la ma- yor federación de entidades de apo- yo a los discapacitados intelectuales) es algo así como un abrelatas contra el laberinto. Es la vida: «Sin ellas es- taría tirado como una colilla, la ver- dad, aquí no me han ayudado para nada», afirma Luis, más convencido Á ngel, sin perder la sonrisa ni la vitali- dad con la que ha- bla a borbotones so- bre su vida, dispara: «¿Que si me se va la olla? ¡Madre mía, si me se va la olla!». Entonces, Cárol, una de las educadoras, se dirige a él con voz amable y le recuerda una de las técnicas básicas contra la impul- sividad: «¿Hasta cuánto tenemos que contar, Ángel?» «Hasta lo que tú quieras», le contesta él, regalándo- le una mirada cómplice de alumno fiel. Son las nueve y media de la ma- ñana. Ángel y Cárol están sentados frente a frente en una aséptica sala blanca del UMS, el Módulo Semia- bierto de la cárcel Brians I, en Sant Esteve Sesrovires. Cárol habla con Ángel tras cru- zar pacientemente las innumera- bles puertas metálicas que se abren activadas por funcionarios tras cris- tales blindados. Su trabajo, junto a Blanca, comienza cada día, de lunes a jueves, a las nueve, visitando per- sonalmente a 30 hombres y mujeres como Ángel, que viven en un doble laberinto: el de Brians I y el de una discapacidad intelectual que no ha impedido que la Justicia les impon- ga la privación de libertad. Un doble laberinto: entre rejas to- do el mundo sabe que tener un hán- Presos del doble laberinto Las prisiones de Brians I y de Quatre Camins albergan a 60 internos con discapacidad psíquica Carlos Escribir le sirve para relajarse y por eso aceptó expli- car su vida en una carta: «Entré en el programa AC- CEPTA en el 97. Nos han enseñado a ser personas edu- cadas y a aprender a progresar (...) La clave está en ser rehabilitados y en la redención, y no en lo que nos ofrece el centro penitenciario, que solo nos lleva a vol- vernos monstruos en la sociedad, porque la ayuda que un preso necesita es ser atendido correctamente y aprender a no delinquir (...) No me siento respetado por muchos que trabajan en este centro. Cuando sal- go a hacer la actividad me siento contento y tranquilo (...) Pido que haya más programas de ACCEPTA, para llegar a un nuevo futuro en el que pueda vivir correc- tamente trabajando y no mirado mal por la sociedad». «Lo que nos ofrece el centro solo nos lleva a volvernos monstruos»

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Page 1: Reportaje programa accepta el periódico 06 03-2011

10 6 DE MARZO DEL 2011

DISCAPACITADOS ENTRE REJAS

El programa ACCEPTA, de apoyo a presos con discapacidad intelectual, cumple 15 años haciendo trabajo terapéutico y reivindicando penas alternativas a la cárcel para este colectivo.

texto FIDEL MASREAL fotos RICARD CUGAT

dicap intelectual es ser una víctima propicia para que los otros reclusos se aprovechen de la situación. ¿Có-mo? Obligándoles a hacer de recade-ros, utilizándolos para trapicheos, amenazándolos o sencillamente dis-criminándolos. Quizá por ello, Carlos, uno de los usuarios del programa, dice: «To-do son follones y problemas, y yo siempre voy solo, a mi rollo, pa-so de los corros, y me pongo mu-chas veces a escribir, a pen-sar, a meditar, o paseo con el Pa-quito». Amigos, pocos. Pero para ellos son pilares imprescindibles para seguir en pie. Como Johnny, un íntimo de Luis que ahora está en Wad–Ras, pero en el que depo-sitó toda su confianza. Ahora Luis cuenta día a día los seis meses que le quedan para la condicional, y se re-fugia en las actividades: por la ma-ñana limpia pasillos, por la tarde fa-brica bridas. «Paso de la gente, bus-co mi libertad», explica, convencido de lo que quiere pese a sus limita-ciones. Luis, como Carlos, pasa mu-chas horas consigo mismo. «Pien-so mucho, mucho, mucho... Me co-mo el coco, pensando en mi familia. Veo que todo el mundo de este mó-dulo sale los viernes, se van 40 per-sonas y yo me quedo aquí. No lo en-tiendo, la verdad». No lo entiende. Uno de los cami-nos sin salida de estos presos disca-pacitados es precisamente este, la incomprensión. Les cuesta más en-tender el régimen de permisos, la jerga jurídica, las rígidas reglas de la cárcel. Para ellos, el equipo de ACCE-PTA, que pertenede a Dincat (la ma-yor federación de entidades de apo-yo a los discapacitados intelectuales) es algo así como un abrelatas contra el laberinto. Es la vida: «Sin ellas es-taría tirado como una colilla, la ver-dad, aquí no me han ayudado para nada», afirma Luis, más convencido

Ángel, sin perder la sonrisa ni la vitali-dad con la que ha-bla a borbotones so-bre su vida, dispara: «¿Que si me se va la olla? ¡Madre mía,

si me se va la olla!». Entonces, Cárol, una de las educadoras, se dirige a él con voz amable y le recuerda una de las técnicas básicas contra la impul-sividad: «¿Hasta cuánto tenemos que contar, Ángel?» «Hasta lo que tú quieras», le contesta él, regalándo-le una mirada cómplice de alumno

fiel. Son las nueve y media de la ma-ñana. Ángel y Cárol están sentados frente a frente en una aséptica sala blanca del UMS, el Módulo Semia-bierto de la cárcel Brians I, en Sant Esteve Sesrovires. Cárol habla con Ángel tras cru-zar pacientemente las innumera-bles puertas metálicas que se abren activadas por funcionarios tras cris-tales blindados. Su trabajo, junto a Blanca, comienza cada día, de lunes a jueves, a las nueve, visitando per-sonalmente a 30 hombres y mujeres como Ángel, que viven en un doble laberinto: el de Brians I y el de una discapacidad intelectual que no ha impedido que la Justicia les impon-ga la privación de libertad. Un doble laberinto: entre rejas to-do el mundo sabe que tener un hán-

Presosdel doble laberinto

Las prisiones de Brians I y de Quatre Camins albergan a 60 internos con discapacidad psíquica

Carlos

Escribir le sirve para relajarse y por eso aceptó expli-car su vida en una carta: «Entré en el programa AC-CEPTA en el 97. Nos han enseñado a ser personas edu-cadas y a aprender a progresar (...) La clave está en ser rehabilitados y en la redención, y no en lo que nos ofrece el centro penitenciario, que solo nos lleva a vol-vernos monstruos en la sociedad, porque la ayuda

que un preso necesita es ser atendido correctamente y aprender a no delinquir (...) No me siento respetado por muchos que trabajan en este centro. Cuando sal-go a hacer la actividad me siento contento y tranquilo (...) Pido que haya más programas de ACCEPTA, para llegar a un nuevo futuro en el que pueda vivir correc-tamente trabajando y no mirado mal por la sociedad».

«Lo que nos ofrece el centro solo nos lleva a volvernos monstruos»

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que nunca. José, en una larga carta en la que relata los nueve años que lleva en carcelado, se queja del trato que recibe. «Si estuviera fuera habla-ría con vosotros más claro sobre to-do lo que pasa con los funcionarios (...) Si no hubiera esta actividad [los talleres del grupo ACCEPTA] no sé si estaría metido en problemas o cor-tándome las venas», asegura. En Brians I y en Quatre Camins están encerrados unos 60 presos con alguna discapacidad. Sí, come-tieron delitos en ocasiones graves –robos, tráfico de drogas, agresiones sexuales...– y sí, seguramente eran conscientes de lo que hacían. Pero como explica Eva Labarta, abogada penalista, «saben lo que hacen pe-ro su grado de responsabilidad no debería ser como el de un mayor de edad, porque tienen un grado de re-presentación más esquemático de la realidad». ¿Por qué antes del juicio nadie, ni el abogado, ni el juez ni la familia, advirtió de que se estaba tratando a un discapacitado? A menudo, se-gún explica Luis Varea, trabajador social del colectivo, se trata de una suma de razones: «La sociedad pi-

de penas duras, la discapacidad le-ve o moderada pasa desapercibida por los profesionales de la Justicia, y muchas veces el entorno del acu-sado no se dio cuenta de ello, espe-cialmente si pertenece a una familia desestructurada». Además, la discapacidad leve o moderada puede ser una circuns-tancia atenuante o eximente incom-pleta, pero en todo caso implica cár-cel. Algo que, como admite el subdi-rector de tratamiento de Brians I («si aparece mi nombre, que sea Ricardo a secas»), representa para los inter-nos «una pena añadida, porque no entienden bien como relacionarse, son fácilmente manipulables». Por eso, sostiene Ricardo, la tarea de AC-CEPTA es una vía de salida contra es-te doble laberinto, también miran-do a los funcionarios: «Nos ayudan a todos a estar más sensibilizados. Los equipos de tratamiento podrían pedirles a estos internos más de lo que pueden ofrecer y ello les privaría de beneficios, con lo que acabarían pagando más cárcel y de forma más penosa», añade. Entonces, ¿no debe-rían estar cumpliendo penas alter-nativas a la cárcel? Ricardo contesta: «En general, el medio abierto es mu-cho más reinsertador. Estar cerrado en la cárcel crea problemas, depen-dencias, infantilismo...». Pasando solo unas horas encerra-do con ellos es fácil imaginar con qué ansia esperan estos presos dis-capacitados que sean las once de la mañana para compartir actividades con sus trabajadoras sociales. Leen, escriben, hacen sumas y restas, ma-nualidades... Pero, sobre todo, olvi-dan durante dos horas ese doble la-berinto que les hace comerse el coco se-guramente sin saber por qué. H

«Es una doble condena. El medio abierto es mucho más reinsertador», dice el subdirector de Brians I

Ángel«Tengo muchas cosas en la cabeza»

Lleva 10 años preso y aún le quedan dos más de condena. Habla sin parar: «He sido malo, la verdad, me ha gustado mucho la golfería». Y reconoce que en el módulo comete sus fallos. «Ellos, los de ACCEPTA, intentan que me comporte y que esté en mi sitio». Cuando salga, ayudará a su madre, en Sant Boi, a vender en los mercadillos. No volverá a las andadas, sostie-ne. «Es mejor tarde que nunca, ¿no?» Acaba desnudando sus emociones: «Quiero irme, tengo muchas cosas en la cabeza, dos años me parecen una eternidad». No quiere participar en talleres: «De mí no come nadie».

Ramón«Sueño con el campo»

Trabajaba como agricultor en Vilobí, en el Penedès. Lleva siete meses pre-so, en el módulo de enfermería, por un delito que no quiere explicar. Sue-ña con volver al campo cuando salga, el año que viene. «Sin las chicas del programa de ayuda me aburriría, siempre estoy esperando a que vengan a buscarme, nos llevamos todos muy bien en el grupo».

Julia«Me han ayudado»

Tiene 34 años. Lleva cinco años presa y cumple condena en el 2012. «So-lo quiero vivir lo que nunca he hecho: estar en Badalona con mi madre y mis hermanos, y encontrar trabajo». Está en un programa de escolariza-ción en el módulo de mujeres. Suspira al responder qué haría sin las edu-cadoras: «Me han quitado de muchos problemas, las quiero mucho».