reseña imaginarios urbanos
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Universidad Libre de ColombiaSemiótica del lenguaje
RESEÑA
Imaginarios urbanos
Téllez, A. S. (2006). Imaginarios Urbanos. Bogotá: Arango Editores.
Armando Silva Téllez, filósofo y semiólogo colombiano, nacido el 19 de agosto
de 1948, más conocido por su trabajo de los “Imaginarios Urbanos”
desarrollado en varias ciudades de América Latina y España nos ofrece una
reflexión práctica sobre diferentes escenarios urbanos y cómo las diversas
connotaciones sociales que evocan dichos escenarios y mecanismos de
percepción han contribuido sustancialmente a desarrollar una construcción o
imaginario de la imagen urbana a través del tiempo, desde una perspectiva
semiológica, pero también psicológica.
En principio, Silva comienza su trabajo con una introducción sobre un concepto
denominado el graffiti, y sus connotaciones a través de la historia en diferentes
lugares del mundo, tales como Francia, Estados Unidos y países
latinoamericanos como Argentina, Brasil y por supuesto Colombia,
enfocándose claramente desde el campo de la simbología. De este modo, en
un inicio se tenía al graffiti en la concepción de “lo que es precisamente
prohibido, lo obsceno (socialmente hablando)” (Téllez, 2006, pág. 27), sin
embargo luego se pudo descubrir que había un trasfondo respecto a éste; una
lucha o respuesta social, un movimiento juvenil. De allí surgirían dos
tendencias: la popular; hacia uso de la expresión obscena como herramienta
discursiva, y la universitaria; aportaba consignar políticas, frases celebres y
elaboraciones artísticas, las cuales se tornaban en iconos de una sociedad en
su vida diaria.
A continuación se esclarece la diferencia entre graffiti y publicidad. El primero
busca un efecto social de fuerte carga ideológica, el segundo busca el
consumo de lo anunciado, siendo funcional primariamente a un sistema social,
político o económico. Referente a ello se dice que la imagen posee
propiedades por la cual es cualificada. La primera de ellas es la indicativa y
consiste en hacer evidente algún objeto en una situación determinada. Cabe
resaltar que el estudio hasta este punto se centró en la imagen estrictamente
como acontecimiento gráfico, es decir, el ciudadano no otorgaba puntos de
vista respecto a estos denominados “registros visuales”.
Posteriormente, en la segunda parte denominada “Punto de vista del
ciudadano", se va a interesar por cómo la ciudad es vista por sus ciudadanos,
por lo tanto el autor se va a centrar en la construcción de la imagen. Uno de los
ejemplos que da el autor es el uso del humor para dar cuenta de dichos puntos
de vista, que con juegos de palabras y marcas de productos reconocidas se
logró subvertir su significado original. De modo que ahora el autor se va a
interesar por la imagen y su relación con lo que muestra, lo que se representa
en el escenario. Para efectuar dicho proceso, según el autor el individuo
realizará tres operaciones: exhibición, encuadre y mirada, las cuales
construirán el punto de vista del observador.
Luego, en el siguiente capítulo “La ciudad marcada: Los territorios urbanos”, se
hace un recorrido sobre las connotaciones pasadas del territorio, siendo este
un lugar sagrado, cargado de simbologías en su mayoría religiosas. Este
representa un aspecto de gran importancia en los imaginarios urbanos, pues es
el territorio el foco desde el cual el ciudadano enuncia sus “narrativas urbanas”,
que establece límites geográficos y asimismo es una extensión mental o
espacio marcado y reconocido por su habitante. Estos límites cobran gran valor
dado que los integrantes de dicho territorio irán creando y reconociendo entre
sí diferentes códigos de auto-reconocimiento que les permitirá identificarse
como parte de algo y del mismo modo reconocer al que no pertenezca a su
grupo; el extranjero. Luego se ve a la ciudad como croquis, ligado al uso y
evocación de los lugares habitados. La tele-ciudad, vista desde un panorama
digital y a distancia, la ciudad como el encuentro cultural de la diversidad, una
ciudad como mosaico; es decir la mezcla de su aspecto físico y simbólico, la
ciudad como una vitrina que muestra lo que quiere ser visto para ser adquirido
o no, por tanto el objeto representa una fuente de deseo. Allí el autor hace una
comparación entre algunos lugares comerciales de Bogotá para representar
como desde la clase “elite” o la “popular” se constituye el significado de
territorio y cómo el sujeto territorial va a identificarse más con unos que con
otros. Siguiendo este orden de ideas se dice también que así como existen
estas características diferenciadoras y delimitadoras, en ocasiones se da un
fenómeno llamado “revolturas”, en el cual las prácticas de una clase social
pueden afectar a otra.
Para dar cuenta de todas estas concepciones, el autor se vale de bastantes
ejemplos que permiten evidenciar cómo se van configurando poco a poco los
territorios y percepciones sobre éstos. Un ejemplo es el de la extrema
territoralización en ciertos sectores exclusivos en Bogotá, asemejándolos con
castillos aislados, otro es el de el antes y el después de Popayán con respecto
al terremoto de 1983 y el tercero es los diferentes puntos de vista de ciertos
habitantes con referencia a un parque ubicado en Caldas.
Por otra parte, en el tercer capítulo “Ciudad imaginada: imaginarios urbanos”,
se empiezan a esclarecer definiciones del símbolo, que entre tantas se
sustenta como esas “expresiones de doble o múltiple sentido” (Ricoeur 1970).
Igualmente se dice que el estudio de estos imaginarios simbólicos debe
recorrer tres instancias: como inscripción psíquica, como posibilidad que le da
una tecnología o una técnica para la representación colectiva: de las cuales se
destacan a través de la historia la imprenta, la fotografía, el cine, la pintura,
entre otros y la tercera, como construcción social de la realidad, en la cual
como lo enuncia el autor “el orden imaginario se fundamenta y crece en la
figura del fantasma que pasamos a examinar luego de conocer una pequeña
historia de base fantasiosa” (Téllez, 2006, pág. 105).
En seguida surge algo a lo que el autor llama “fantasma urbano”, el cual define
como: “aquella presencia indescifrable de una marca simbólica en la ciudad,
vivida como experiencia colectiva de todos o de una parte significativa de sus
habitantes” (Téllez, 2006, pág. 113), es decir, son esas producciones de orden
imaginario y viven como si fuesen reales que por razones culturales, de
memoria ciudadana o de carácter histórico van afectando la percepción.
Finalmente el autor se encamina hacia las representaciones de primer y tercer
mundo, en donde el autor hace una relfexion sobre “¿En donde buscar la
belleza del tercer mundo?” y respecto a esto propone que las diferencias entre
uno y otro no existen, pues su problema es más económico que cultural, por
consiguiente las estrategias de representación del primer mundo se
caracterizan por ser de propiedad narrativa y las del tercer mundo se crean
desde la herida perpetrada por el conquistador. Dado lo anterior, el autor afirma
como incluso en ocasiones el tercer mundo actúa bajo el simulacro del primero
y sus formas elaboradas dan testimonio de la forma del otro, formas a las que
el autor nombra como de “belleza alienada”.
Para concluir, es necesario resaltar la importancia de este trabajo, que con un
leguaje claro y de lectura sencilla brinda un panorama a los imaginarios
urbanos, la manera en que los ciudadanos conciben las propias ciudades y
construyen un imaginario colectivo de éstas y cómo los usos sociales de un
espacio marcan los bordes dentro de los cuales los usuarios se
autorreconocen, pero también cómo se urbaniza el conocimiento, los
sentimientos, etcétera. De tal manera este nuevo campo en formación, en el
que convergen varias disciplinas en su construcción epistemológica, como se
menciona en su prologo: “se ocupa de lo que está por fuera del marco de la
racionalidad positiva, para enmarcar los sentimientos, los deseos ciudadanos,
las fantasías de lo inesperado que se manifiestan como promesa de manera
colectiva” (Téllez, 2006), en otras palabras su importancia radica en el
entendimiento de las sociedades, a través de sus representaciones y
configuraciones sobre el entorno en el que habitan en su dimensión cultural.
Deben nacer así los imaginarios urbanos de América latina, para saber y
comprender qué nos hace a nosotros seres urbanos de este continente.
Referencias bibliográficas
Téllez, A. S. (2006). Imaginarios Urbanos. Bogotá: Arango Editores.