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215 LA
CIENCIA
PARA
TODOS
El rompecabezas de la ingeniería
Por qué y cómo se transforma
el mundo
DANIEL RESÉNDIZ NÚÑEZ
1934 - 2009
Com
ité de Selección
Dr. A
ntonio Alonso
Dr. F
rancisco Bolívar Z
apata
Dr. Javier B
racho D
r. Juan Luis C
ifuentes D
ra. Julieta Fierro
Dr. Jorge F
lores Valdés
Dr. Juan R
amón de la F
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r. Leopoldo G
arcía-Colín S
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r. Adolfo G
uzmán A
renas D
r. Gonzalo H
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r. Jaime M
artuscelli D
ra. Isaura Meza
Dr. José L
uis Morán L
ópez D
r. Héctor N
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Dr. M
anuel Peim
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r. José Antonio de la P
eña D
r. Ruy P
érez Tam
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r. Julio Rubio O
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r. José Sarukhán
Dr. G
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ciencia/21t5
poro todos
Prim
era edición, 2008
Prim
era reimpresión, 2008
Reséndiz N
úñez, Daniel
El rompecabezas de la ingeniería. P
or qué y cómo se trans
forma el m
undo 1 Daniel R
eséndiz Núñez. -
México : FC
E, SEP,
CO
NA
CyT
, 2008 393 p
.; 21 x 14 cm
-(C
olee. La Ciencia para T
odos, 215) ISB
N 978-968-16-8444-0
l. Ingeniería l. Ser. Il. t.
LC
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l 55 D
ewey 508.2 C
569 V.215
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undial
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ISBN
978-968-16-8444-0
Impreso en M
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exico
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Prólogo
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Prim
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LA
ING
EN
IER
ÍA
l. Preludio: cóm
o arm
ar u
n rom
pecabezas infinito 29
l. Dos hechos obvios
. 29
2. Una actitud sensata .
30 3. Las reglas del juego .
30
II. El quehacer del ingeniero (y p
or qué se transform
a el m
undo) . . . . . .
. . 36
l. Introducción . . . _ . . . . . . . . . . . .
36 2 Q
'
1 .
. '
39 .
ue es a m
gemena
. . . . . . . -. -
. . 3. Las dos funciones centrales del ingeniero .
41 4_ La diversidad de actividades del ingeniero
44 5. El nacim
iento de la ingeniería, la aparición de los ingenieros y la interacción con la naturaleza
. . . . 47
6. Por qué se transform
a el mundo: la gam
a infinita de necesidades hum
anas . . . . . . . . . . . . _ . . .
52 7
III. Los métodos de la ingeniería (o cóm
o cambiar racio-
nalmente el m
un
do
) .
. . . .
. . .
. . . .
l. ¿Qué debe saber hacer u
n ingeniero?
...... .
2. Los procesos intelectuales del diagnóstico . . . . .
3. Conocim
ientos y capacidades necesarios para el diagnóstico . . . . . . . . . . . . . .
4. Los procesos intelectuales del diseño . .
5. La verificación o revisión del diseño ..
6. La obligación de optim
izar y especificar 7. C
onocimientos y capacidades necesarios para di-
señar ........... .
8. La inevitable incertidum
bre
IV E
l juicio profesional . .
. . .
. . . .
. . .
. . l. L
a incertidumbre y la obligación de decidir
2. El juicio y la necesidad h
um
ana de certeza .
3. El papel del juicio profesional
.. 4. N
aturaleza del juicio profesional 5. D
esarrollo del juicio profesional 6. E
l trabajo en equipo . . . . . .
V L
a razón no basta: otras capacidades del ingeniero l. L
imitaciones de la razón
2. El territorio de la razón .
3. Papel de la im
aginación 4. P
apel de la laboriosidad . S. V
oluntad y afecto como capacidades profesionales
6. La función psíquica de la laboriosidad y el afecto
VI. L
a formación de ingenieros
. .
. .
. .
. . .
. . .
. l. E
l pu
nto
de partida . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Im
portancia de
las form
aciones escolarizada
y práctica
............. .
3. El papel de la escuela de ingeniería
....... .
8
56 56 60
62 63 66 71
74 76
79 79 82 85 87 91 98
103 103 106 108 111 112 118
120 120
122 128
4. El profesorado y los planes de estudio
5. Los instrum
entos de trabajo 6. A
ctitudes ante la tecnología . 7. G
énero e ingeniería .....
Segunda parte E
L E
NT
OR
NO
DE
LA
ING
EN
IER
ÍA
VII. C
iencia e ingeniería .
. . . . .
. . . .
. .
l. Las dos fuentes de conocim
iento objetivo 2. G
alileo y el método científico . .
3. El p
od
er que da el conocimiento
. . . . . 4. L
os costos del conocimiento
. . . . . . . 5. L
as diferencias entre ciencia e ingeniería .
VIII. D
esarrollo sostenible e ingeniería . . .
. . .
l. La perturbación del entorno p
or el hom
bre . 2. ¿E
n qué consiste el desarrollo? ....... .
3. Un ejem
plo: el debate sobre las grandes presas 4. L
os argumentos del debate . . . . . . .
S. El concepto de desarrollo sostenible .
...
6. El desarrollo sostenible exige esfuerzo.
. . 7. N
o todo puede preverse durante el diseño. 8. U
na definición operativa de lo sostenible . 9. E
l carácter evolutivo de los proyectos 10. L
ecciones de la historia ...... .
11. Conclusiones . . . . . .
IX. C
ompetitividad e ingeniería
l. ¿Com
petir o cooperar? .
2. Papel de la ingeniería
. . . . . . . . . . 3. C
ondiciones necesarias en el gremio ..
4. Condiciones necesarias en el gobierno .
131 135 137 139
143 143 146 155 158 163
171 171 173 175 178 181 183 186 188 189 194 196
199 199 202 206 209 9
5. Condiciones necesarias en el em
presariado ....
212 3. N
aturaleza de los valores sociales 282
6. Condiciones necesarias en las instituciones acadé-
4. Progreso y circularidad . . . . . .
284 m
icas ........................
213 5. N
aturaleza de la tecnología. . . .
287 7. P
ertinencia y suficiencia de las condiciones identi-ficadas
. . . . . . . . . . . . . . . 214
6. De la angustia inerm
e a la angustia tecnológica . 289
7. La tecnología es u
na cosa, n
o u
n sujeto
. 291
8. El cam
ino hacia la competitividad .
........
216 8. T
emor y riesgo
. . . . . . . . . . . . . . 292
9. Con la incertidum
bre volvemos a topar
296 X
. Hum
anismo e ingeniería
. . . . . . . . . . . . 217
10. El retorno es im
posible . . . . . . . . . . 299
l. La m
isión de los profesionales . . . . . . . . 217
2. El hum
anismo: nacim
iento y Renacim
iento . 220
XIII. Los sistem
as socio-técnicos .
302 3. D
ignidad de todos los hombres libres .
224 l. S
istema y subsistem
as . .
302 4. R
econocimiento de la individualidad
228 2. E
valuación de proyectos . 304
5. La voluntad y el libre albedrío . . . . .
233 3. E
l enfoque y el lenguaje de sistemas
307 6. V
italidad y cultura . . . . . . . . . . .
234 4. D
inámica de los sistem
as socio-técnicos 31 O
7. U
n fundamento hum
ano para la ética . 235
5. Retrasos y desestabilización . . . . . . .
316 8. E
l humanism
o y sus avatares 237
6. Falsas soluciones y círculos viciosos . .
317 9. E
l humanism
o hoy . . . . . . . . . . . 239
7. El problem
a de los recursos comunitarios
321
111
XL É
tica e ingeniería . . . . . . . . . . .
242 l. D
efiniciones y esclarecimientos
. . 242
XIV
La incertidumbre y su m
anejo 324
l. Aceptar la incertidum
bre .
324 2. R
elaciones entre ingeniería y ética. 247
2. La incertidum
bre objetiva . 325
3. La ética en la historia de la ingeniería .
253 4. É
tica y legislación . . . . . . . . . . .
256 3. L
a incertidumbre subjetiva
328 4. V
entajas de la incertidumbre
331 5. P
rofesionalismo y códigos de conducta profesional
258 6. L
a educación ética y otros requerimientos
. . . . 263
5. Manejo de la incertidum
bre en la ingeniería 332
6. Uso de la teoría de probabilidades
. . . . . 336
7. Obstáculos que enfrenta el com
portamiento ético
272 X
V Las fallas en ingeniería
. . . . 347
Tercera parte l. L
os límites de la seguridad
347 2. El factor de seguridad
. . . 352
EL
CO
NT
EX
TO
DE
LA
ING
EN
IER
ÍA
3. Trascendencia de las fallas
357
XII. La tecnología y los valores sociales
279 l. Ingeniería, tecnología y valores
279 2. L
o peculiar de nuestra especie . 280
4. ¿Hay fallas socialm
ente aceptables y aceptadas? 360
5. El error humano en diseño
. . •·
364 6. Incom
petencia y negligencia .
366 7. P
resiones injustificadas . . .
. . 371
10 11
8. Fallas por mecanism
os desconocidos: el precio de la innovación .
...
.............
. 374
Bibliografía
. . .
. 379
Índice de autores .
387 Índice de m
aterias 389
12
In mem
oriam
Fernando H
iriart (1914-2005)
Raúl J. M
arsal (1915-1990)
Em
ilio Rosenblueth (1926-1994)
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VII. C
iencia e ingeniería
l. LA
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OB
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IVO
El conocimiento de las leyes que gobiernan los fenóm
enos con que lidia la ingeniería es uno de los elem
entos que el ingeniero usa, y la ciencia es hoy la fuente principal de la que ese conocim
iento proviene. Sin embargo, el hecho de que la ingeniería sea
mucho m
ás antigua que la ciencia hace evidente que ésta no es su única fuente posible de conocim
iento. En efecto, antes de
que en el siglo xv
n naciera la ciencia (esto es, se institucionali
zara su versión moderna basada en el m
étodo experimental y
las matem
áticas), la ingeniería era ya una antiquísima profesión
que apoyaba sus decisiones en conocimiento producido por la
práctica de la mism
a, que sigue siendo hoy una fuente válida y m
uy frecuentada.
Lo que se aprende del ejercicio de cualquier actividad práctica se denom
ina conocimiento em
pírico y, po
r ser hijo de la experiencia y no de la lucubración racipnal pura, es herm
ano legítim
o del conocimiento científico. P
or eso no es filosóficam
ente válida la connotación despectiva impuesta, después de
143
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111111
llflll ~~111
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ll 1"~11 ~11 o¡t
Kant, al adjetivo em
pírico, que rigurosamente significa tan sólo
conocimiento derivado de la observación de la naturaleza y, por
consiguiente, es aplicable tanto al que proviene de la ciencia com
o al producido po
r la práctica. Antiguam
ente todo conocim
iento requerido po
r la ingeniería u otras actividades tuvo que generarse en la práctica, pero en
el siglo xv
n com
enzó a cristalizar u
na revolución m
etodológica que finalmente hizo de la
ciencia el surtidor principal de conocimiento para todos los fi
nes prácticos, incluso la ingeniería. E
ntre el conocimiento generado p
or la ciencia y el derivado
de la práctica hay, como verem
os después, diferencias solamen
te en el grado de su confirmación, y n
o en la legitim
idad de su origen, pues am
bos se basan en la observación y la experimen
tación. Esa diferencia de grado se debe a que en la práctica de
una profesión (sea la ingeniería, la medicina u otra) es im
posible o ilegítim
o experimentar en cualesquiera condiciones. Por
una parte, hay experimentos que no deben hacerse en la prácti
ca profesional por su alto riesgo; po
r otra, los que sí son posibles están sujetos a las siguientes dos condiciones: a) que el núm
ero de variables que interviene no sea excesivo, a fin de que cada una de ellas se pueda controlar, y b) que el costo del experim
ento sea asequible. Una observación astronóm
ica tiene algunas condicionantes equivalentes a las de la experim
entación en la práctica profesional; esto es, sus objetos de estudio son los naturales a plena escala y no se pueden aislar de variables indeseadas. E
n contraste, el hecho de que la ciencia pueda definir arbitrariam
ente las fronteras de su objeto de estudio permite
limitar el núm
ero de variables y garantizar el control pleno de ellas; adem
ás, al trabajar en el laboratorio como hace la ciencia,
y no a plena escala como en la profesión, reduce los costos y hace
viable la suficiencia y aun la redundancia de observaciones. Em
pero, el conocim
iento que aportan tanto la astronomía com
o la
144
práctica son tan legítimos com
o los de la ciencia; el saber derivado de la práctica puede resultar m
enos general, menos aproxi
mado y a veces m
ás provisional que el conocimiento científico,
pero ambos tienen la m
isma base de validez filosófica (el em
pirismo).
Por lo demás, ni el conocim
iento proveniente de la ciencia ni el derivado de la práctica son definitivos ni plenam
ente fieles. T
ampoco es ninguno de ellos válido con certeza absoluta, pues
en ambos casos su m
odo de generalizar es la inducción, que consiste en pasar de la observación de casos particulares de u
n
evento a la conclusión de que el patrón observado en ellos es válido para todos los posibles eventos del m
ismo tipo; tal con
clusión carece de validez probatoria plena, ya que siempre que
da abierta la posibilidad de que el siguiente evento que se observe contradiga a los anteriores. S
in embargo, la inducción es el
único modo de que disponem
os para extraer conclusiones de nuestra experiencia; a la vez, es la consecuencia últim
a y la más
alta expresión del conocimiento hum
ano: se basa en la abstracción de la realidad m
ediante el lenguaje (tanto el ordinario com
o el matem
ático, el icónico, etc.) y permite identificar las si
militudes entre dos o m
ás hechos particulares, haciendo caso om
iso de sus diferencias o peculiaridades. La inducción es el
más poderoso instrum
ento intelectual del ser humano, pues
hace posible aprender de la simple experiencia de vivir y hacer;
finalmente, constituye la fórm
ula para generar conocimiento
mediante la ciencia.
La ventaja que, en cuanto a validación, conserva el conocim
iento científico sobre el empírico es, com
o quedó dicho, el estar basado en observaciones am
pliamente redundantes que ex
cluyen efectos de variables indeseadas y que pueden ser repetidas por investigadores independientes; ciertam
ente, no es ésta una ventaja m
enor, pero es de carácter circunstancial, no sustancial.
145
4111
1•::1 !11111111
111111
IIP'' ~~111
41:: 4111i diill ~
~~111 .... ,.
El conocim
iento derivado de la práctica, po
r su parte, suele te, ner sobre el de origen científico la virtud de producirse en con diciones m
ucho más realistas, tanto de escala com
o de entorn o; p
or lo m
ismo, la confirm
ación de un
a teoría en la práctica, so bre todo en u
na variedad am
plia de casos particulares, constitu ye para la ingeniería u
na validación m
ucho más fuerte que la
que pudiera provenir de otras tantas confirmaciones en el en
torno artificialmente controlado de u
n experim
ento científico. F
inalmente, hay que señalar que, cuando n
o hay cono
cimien
to científico disponible, el uso del de origen empírico es no sólo
legítimo, sino obligatorio para u
na profesión com
o la ingeniería, cuyo im
perativo es resolver problemas con oportun idad, y
no esperar pasivamente a que la ciencia produzca el conocim
iento requerido. P
or proceder así, algunas veces la ingeniería se ha adelantado a la ciencia, invirtiendo el orden cronológico en el que norm
almente ocurren las cosas en la época m
oderna; tal fue el caso del desarrollo em
pírico de las primeras m
áquinas de vapor, que luego produjeron, adem
ás de la Revolución indus
trial, el nacimiento de la term
odinámica, u
na nueva ram
a de la ciencia .
2. G
AL
ILE
O Y
EL
MÉ
TO
DO
CIE
NT
ÍFIC
O
Antes del nacim
iento de la ciencia mo
dern
a en el siglo xv
n, el conocim
iento humano progresaba lenta e interm
itentemente,
pues se iba gestando y puliendo de manera em
pírica y parsimo
niosa en el seno de los gremios que practicaban la ingeniería, la
medicina y otras ocupaciones prácticas; así, sólo después de m
uchos años, siglos a veces, se lograba afinar suficientem
ente un nuevo conocim
iento para considerarlo confiable. Los avances
ocurrían de vez en cuando y, po
r lo mism
o, durante generacio-_nes perm
anecían vigentes idénticas maneras de enfrentar los
146
problemas prácticos y una visión invariante del m
undo. Pode
mos atribuir principalm
ente a Galileo y a F
rancis Bacon el ha
ber hecho posible que el conocimiento com
enzara a crecer con rapidez cada vez m
ayor a partir del siglo xv
n. E
l número de no
tables hallazgos que Galileo logró durante su vida, y su insisten
cia en lo metodológico, dejaron bien establecido el m
od
o óp
timo de buscar y confirm
ar cualquier nuevo saber objetivo. Esto
quedó claro sobre todo después de la publicación un
tanto subrepticia (en la H
olanda protestante, más allá de los alcances
del papa) de su obra con mayores repercusiones: el D
iálogo sobre las dos nuevas ciencias. 1 C
onforme la aplicación del m
étodo galileano fue disem
inándose en los siglos subsecuentes, se aceleraron los descubrim
ientos en diversos campos, principalm
ente la física y la astronom
ía. Este innovador m
od
o de generar
nuevo conocimiento, hoy llam
ado universalmente m
étodo científico, al principio n
o estuvo institucionalizado, sino que se des
arrolló y practicó por vocaciones y decisiones personales. Sin
embargo, m
uy pronto nacieron en la sociedad civil asociaciones de individuos que lo asum
ieron colectivamente, com
o la Acca
demia dei L
incei (1603) y la Accadem
ia del Cim
ento (1657), am
bas en la península italiana; la Royal S
ociety (1660) en Inglaterra, y la A
cadémie R
oyal des Sciences (1666) en F
rancia. Poco
a poco, más personas, recursos y atención se fueron dedicando
al planteamiento y solución sistem
ática de multitud de proble
mas en todas las áreas del conocim
iento, unos con motivación
práctica y otros resultantes de la pura curiosidad intelectual. N
ació y creció así la nueva ciencia, que hizo suyos todos los afanes de saber que antes tenían que atender p
or su cuenta cada
una de las ocupaciones prácticas e independizó de éstas la generación de conocim
iento; surgió, en consecuencia, la ocupa-
1 Galileo G
alilei, Diálogo sobre las dos nuevas ciencias, originalm
ente publicado en H
olanda por E
lzevir, 1638.
147
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ción de investigador científico y, finalmente, la ciencia adoptó,
primero en los países desarrollados y luego en otros, aunque en
éstos de modo lim
itado y titubeante, modalidades con soporte
y estructuración social (filantrópica, comercial y gubernam
ental) cada vez m
ás amplias. L
a nueva ciencia ha estado produciendo desde entonces un caudal de conocim
ientos que crece de m
odo acelerado y sin límite aparente, hasta el extrem
o de haberse vuelto, para algunos, el fundam
ento de una nueva fe
casi religiosa en el progreso inexorable no sólo de la ciencia, sino de la hum
anidad en todos los aspectos.2'
El método puesto a punto por G
alileo consiste en adoptar, por una parte, la observación sistem
ática y controlada como
fuente de imágenes plausibles sobre los fenóm
enos de la naturaleza y com
o único modo válido de confirm
ar cualquier postulado, hipótesis o teoría y, por otra, el razonam
iento mate
mático com
o medio para procesar las observaciones hasta trans
formarlas en resultados científicos. N
o es que el despegue durante el siglo X
VII de este nuevo m
odo de hacer ciencia haya ocurrido sin precedentes, pues hubo precursores y pioneros que durante innum
erables generaciones fueron no sólo concibiendo y ensayando el nuevo m
étodo, sino también enfrentan
do y venciendo poco a poco enormes trabas que duraro
n más
de un milenio (siglos v
a xv) y que se pueden resum
ir en 1) la resistencia externa, institucional y social, representada por la negación de todo nuevo conocim
iento que contradijera los dogm
as religiosos, principalmente los de la Iglesia católica, y 2) la
reticencia interna de los propios intelectuales a contradecir los dogm
as oficiales e incorporar de manera generalizada el m
étodo experim
ental y el procesamiento cuantitativo de las obser-
2 J. Gray, "U
na ilusión con futuro", Letras L
ibres, año VI, núm
. 71, pp. 12-17, Mé
xico, 2004; G. Z
aid, "La fe en
el progreso': Letras L
ibres, año VI, núm
. 71, pp. 20-21. M
éxico, 2004.
148
vaciones, poderosas herramientas que, no obstante, el intelecto
humano había ido concibiendo e incluso usando desde m
ucho tiem
po atrás, aunque inconstantemente y de m
odo parcial. En
efecto, ya Platón había definido la ciencia com
o "el juicio docum
entado por la prueba'' (si bien para él la prueba no necesariam
ente era experimental); pero com
o es bien sabido, tanto la observación de la naturaleza com
o las matem
áticas tienen tras de sí una historia antiquísim
a, con seguridad más larga que 30
siglos, pues va de Egipto y sus agrim
ensores, pioneros de la geom
etría, a Grecia con los presocráticos, con E
uclides y Arquím
e-d es, y llega al R
enacimiento con L
eonardo, antes de formalizarse
~~~~~-. y darse a conocer m
ás ampliam
ente a partir de los trabajos de -,
Galileo en el siglo X
VII y de difundirse explosivam
ente en el XV
III, r
denominado siglo de la Ilustración, y los subsecuentes.
Desde la caída del Im
perio romano en el siglo v y hasta el
siglo de Galileo, el m
undo occidental no siguió usando el méto
do experimental. E
sto se debió a que durante el milenio que va
d el siglo IV al X
IV E
uropa perdió gran parte del conocimiento
creado por las culturas griega y egipcia. Para que O
ccidente recuperara el saber de la A
tenas clásica hubieran sido necesarios m
uchos más siglos después de aquel m
ilenio medieval si no fue
ra porque los sabios árabes habían guardado ese tesoro; de ellos fue que poco a poco, durante la últim
a parte de la Edad M
edia Y
en el Renacim
iento, fueron llegando a Europa los conoci
mientos contenidos en los tratados filosóficos y m
atemáticos
griegos, a veces traducidos del árabe y a veces directamente del
griego, pero siempre procedentes de las bibliotecas islám
icas. H
ay que tener en cuenta que apenas en el Renacim
iento se llegaron a conocer en E
uropa las obras de los matem
áticos de la antigua A
lejandría y los trabajos eompletos de A
rquímedes. 3
3 H. B
utterfield, Los orígenes de la ciencia m
oderna, Consejo N
acional de Ciencia
Y Tecnología, M
éxico, 1981, p. 116.
149
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Así, el m
oderno método científico n
o pudo florecer sino e
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do la cultura occidental recuperó po
r ese med
io la herencia~
telectual de la Grecia clásica. E
n efecto, la revolución científio¡
del siglo xv
n no solam
ente consistió en aceptar el método ez,
perimental u observacional com
o piedra de toq
ue para validar
todo conocimiento sobre la naturaleza, sino, a la vez, en adop
tar las matem
áticas como m
edio obligado de razon
amiento al
interpretar y expresar los resultados de las observaciones. Fue la conjunción de experim
entación y matem
atización lo que dio a la ciencia sus atributos m
odernos: el experimento la hace capaz
de detectar y describir el comportam
iento de la natu
raleza bajo ciertas circunstancias, en tanto que la m
atemática le perm
ite expresar sus resultados de m
od
o a la vez general y susceptible
de aplicarse a la predicción en cualesquiera circunstancias del futuro.
La larga historia de la hum
anidad siempre h
a estado movi
da, sobre todo, por el interés de resolver problemas tan ingen
tes como la supervivencia, lo que paso a paso se fue logrando
en el campo de cada u
na de las llam
adas artes prácticas: la me
dicina, la ingeniería, las artes bélicas, la agricultura, la cría de anim
ales, etc. Indicio inequívoco de esto es que el texto de Ga
lileo sobre las "dos nuevas ciencias" comienza reflexio
nando sobre la im
portancia del trabajo que realizaba el Arsenal de V
enecia para el avance del arte de construir barcos. P
or la trascendencia que para la ciencia tuvo su contribución m
etodológica, G
alileo mism
o es hoy conocido universalmente com
o científico, pero colaboró con el A
rsenal en cuestiones relativas al diseño de em
barcaciones y es visto por algunos más bien com
o ingeniero.
4 Puede decirse que fue al m
enos un gran investigador de los problem
as que enfrentaban los ingenieros de su tiem-
4 N. B
assols Batalla, G
alileo ingeniero y la libre investigación, Fondo de C
ultura E
conómica, M
éxico, 1995, 208 pp. (Colección P
opular.)
150
po, además de haber fundado, en u
na sola de sus publicaciones,
tres nuevas ramas de la ciencia íntim
amente ligadas a la inge
niería. En efecto, a pesar de que el título se refiere a "dos nuevas '
ciencias", el libro que hemos venido com
entando contiene los fundam
entos de a) la resistencia de materiales, hoy llam
ada tam
bién mecánica de m
ateriales; b) la teoría del escalamiento,
hoy conocida como análisis dim
ensional, y e) la teoría del mo
vimiento acelerado relativa a proyectiles y caída libre de los
cuerpos. Curiosam
ente, siglos después de Galileo, en el seno de
la propia comunidad intelectual heredera de su m
étodo, han surgido disquisiciones sobre una supuesta suprem
acía de la investigación que se realiza sin otro propósito que el saber por el saber; pero la m
otivación es un
asunto íntimo del investigador,
y el hecho es que la ciencia institucionalizada de nuestros días, su avance y sus usos, son indiferentes a tales m
otivaciones personales, que deben verse sim
plemente com
o un derecho de cada científico.
Hem
os aludido a las resistencias, sociales o externas por una parte e individuales o internas por otra, que se opusieron durante siglos al uso general del m
étodo experimental o cientí
fico. Para apreciar el tipo y la magnitud de la resistencia externa
que hubo que vencer, hasta conseguir que los resultados de la observación de la naturaleza y la experim
entación pudieran divulgarse y valorarse librem
ente, basta con considerar la vida del propio G
alileo, quien tuvo que explicar a sus corresponsales y a m
ultitud de sus críticos, una y otra vez a lo largo de su vida, más
o menos lo m
ismo: que la religión no concierne sino a la salva
ción de las almas, pero la naturaleza, aun si creada por D
ios, sólo puede ser conocida por la experiencia y por u
n m
étodo de razonam
iento apropiado, no por la revelación. No obstante sus
explicaciones, varias veces recibió Galileo advertencias del San
to Oficio, y finalm
ente fue juzgado y condenado a muerte, aun-/
151
fl~ !'):ti U
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que amigos influyentes consiguieron que esta pena se le
mu
tara po
r la de vivir encerrado, vigilado y silenciado el resto de su vida.
A juzgar p
or los dogm
as no
teológicos que la Iglesia católica y otras siguen propugnando, las lecciones d
e aquella historia no se h
an aprendido p
or com
pleto, pese a que el papa ya "perdoncY
a G
alileo (tres y medio siglos después de m
uerto). La larga re· sistencia interna de los propios investigadores al uso del m
éto do experim
ental entre el siglo v y el xv
se explica por lo su cedido a G
alileo y a muchos otros, siem
pre po
r causas idénticas. E
n cambio, es curioso que tam
bién hubiera de batallarse durante siglos para vencer u
na resistencia igualm
ente interna al uso de las m
atemáticas, com
o se infiere de la reiteración que el propio G
alileo (en su libro citado) y Pascal, su
joven contemporá
neo, hacían de sus argumentos en p
ro de esta disciplina. Por
ejemplo, desde el p
rimer párrafo de su
obra póstuma, Pascal
busca convencer de las ventajas del razonamiento m
atemático
sobre la especulación intuitiva como sigue:
152
[En el m
étodo matem
ático] los principios son pocos y muy sen
cillos, pero ajenos al uso ordinario, por lo que es improbable
toparlos espontáneamente; pero apenas se busca contacto con
ellos, uno los comprende de inm
ediato, y habría que tener una m
ente muy torpe para usarlos incorrectam
ente, pues son tan claros que es im
posible que se nos escapen. [Por el contrario] los principios del m
étodo intuitivo son de uso común y están a la
vista de todo mundo; no tiene uno sino que m
irar y no se requiere otro esfuerzo; es solam
ente cuestión de buena vista, pero buena de veras, pues estos principios son tan sutiles y n
umerosos
que es casi imposible que no se nos escapen algunos. Y
la omi
sión de cualquiera de ellos conduce a error, por lo que se debe tener la visión m
uy clara para verlo todo y, además, una m
ente
muy capaz para no extraer deducciones falsas una vez conocidos
los principios. 5
En perspectiva, hoy podemos decir que los esfuerzos des
plegados por las mejores m
entes durante un
a decena de siglos, en el x
vn
finalmente habían logrado que los tiem
pos estuviesen m
aduros para que la ciencia se liberara de sus mayores ataduras
y, como evidencia y fruto de ello, apenas u
n siglo m
ás tarde, durante la Ilustración, la civilización occidental buscaría basar su
vida y su visión del m
un
do
en la aplicación masiva de los cono
cimientos científicos.
El método propugnado p
or G
alileo, que al difundirse dio lugar a que la generación de conocim
iento se acelerara continuam
ente hasta nuestros días, es un
proceso que consiste en:
A. Hacer observaciones (m
ediciones) sobre el fenómeno de in
terés y su relación con las variables que en él intervienen; si
estas variables son muchas, partir el problem
a en partes, m
anteniendo constantes algunas de las variables m
ientras otras se hacen variar.
B. Mediante u
n acto creativo de la im
aginación informada y
entrenada, generar un
a propuesta tentativa de solución que relacione las causas con el efecto, llam
ada hipótesis ( = algo
inferior a tesis).
C. En experim
entos controlados y repetibles, comparar la hi
pótesis con la realidad mediante u
n n
úm
ero suficiente de
observaciones, a fin de verificar la idoneidad de aquella. Si el resultado es positivo, se cierra el ciclo y la hipótesis deja de serlo y adquiere el carácter de u
na teoría; en
caso contrario, el ciclo se repite hasta obtener resultados s.atisfactorios.
5 B. Pascal, P
ensées, 1, 1670.
153
· L
os postulados o supuestos filosóficos que dan fundamento
al método galileano se pueden expresar com
o sigue:
l. Los
aspectos no
cuantificables de
la naturaleza
no son
susceptibles de estudio científico. Para que lo sean se requiere
que antes se definan las variables pertinentes y se inventen los artificios apropiados para m
edirlas. 2. E
xiste correspondencia perfecta entre los hechos naturales
y ciertas expresiones
matem
áticas, pero la
expresión m
atemática correspondiente debe com
probarse experimen
talmente caso a caso a fin de descubrir la que es correcta.
Mientras tal com
probación no se realice, la form
ulación m
atemática tiene solam
ente el carácter de hipótesis o suposición. H
echa la comprobación, la hipótesis se transform
a en teoría y eventualm
ente en ley (mediante fuertes confirm
aciones adicionales). E
s posible continuar descubriendo así una infinidad de leyes naturales apoyándose en los hallazgos previos.
3. La
ciencia no puede
resolver de
una vez cuestiones
de com
plejidad arbitrariamente grande. M
ás bien debe aplicar u
n enfoque reduccionista; es decir, investigar y resolver uno
a uno
los com
ponentes de
un
problem
a complejo
para después abordar la investigación del todo, asum
iendo que éste es una función (en el sentido m
atemático) de sus partes,
incluyendo las interacciones entre éstas. 4. L
as teorías y leyes científicas no pueden ser finales o absolutas, sino
que deben
estar sujetas a verificación y corrección
ulterior conforme se am
plía su campo de aplicabilidad o se
perfeccionan los modos y m
edios de medir.
La validez de estos postulados ha sido probada m
ás allá de toda duda p
or la evolución de la ciencia después de G
alileo, y la
154
expansión acelerada y sin límite del conocim
iento desde entonces hace a diario evidente el acierto de la estrategia de investigación contenida en el tercero de ellos. P
or lo demás, a las inge
nierías militar y civil, p
or ser las m
ás antiguas, les tocó vivir inm
ediatamente después de G
alileo el proceso transformador
inducido po
r la ciencia en todas las actividades prácticas. En su
saber, que en el siglo xv
n todavía constaba casi com
pletamente
de conocimiento em
pírico, comenzó a introducirse cada vez
más el de origen científico, prim
ero para explicar las reglas prácticas vigentes, luego para am
pliarlas y sustituirlas, y finalmente
para basar cada vez más en la ciencia, tanto el diagnóstico de los
problemas de la ingeniería com
o el diseño de sus soluciones. C
onforme esto ocurrió, la ingeniería civil, que entonces era to
davía una profesión que conjuntaba también a la arquitectura,
fue modificando sus diseños. H
asta entonces éstos estaban basados en precedentes de proyectos exitosos construidos con u
n
solo material (m
ampostería) y en criterios de ortodoxia estéti
ca; en a¡:lelante se comenzó a adoptar u
n enfoque m
ás integral en el que poco a poco fueron teniendo cabida nuevos m
ateriales y la búsqueda activa de cierto equilibrio racional entre seguridad y econom
ía.
3· EL
PO
DE
R Q
UE
DA
EL
CO
NO
CIM
IEN
TO
La principal consecuencia del avance de la ciencia ha sido el
crecimiento del poder del hom
bre para superar las limitaciones
que la naturaleza le impone, com
o a todos los seres vivos. Basta
pensar en cómo se ha transform
ado nuestro planeta conforme
el hombre ha usado ese poder, m
ediante la ingeniería y otras actividades prácticas, para satisfacer lo que considera sus necesidades: en paralelo han ido cam
biando las condiciones de vida, generalm
ente para bien, a pesar del desmedido crecim
iento de
155
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la población en tiempos recientes; aun los resultado
s indeseables de ciertos desarrollos basados en el nuevo conocim
iento son evidencias de aquel poder. Se ha dem
ostrado, así, que el saber no solam
ente dota al ser humano de capacidad de com
prensión de su entorno, sino tam
bién de poder para transform
arlo (a veces sin haberlo comprendido cabalm
ente). El poder que da el conocim
iento, pues, no es simplem
ente poder, sino m
argen de libertad para ejercer el albedrío. Pero el poder del conocim
iento no es un
valor del conocim
iento en sí, sino de su aplicación o, mejor dicho, de quien lo
aplica. Si el hombre poseyera conocim
ientos sólo para fines de placer existencial contem
plativo, tal poder no existiría. Por eso puede observarse, en nuestro tiem
po y en el pasado, que el poder de una sociedad no depende nada m
ás de los conocimien
tos que ésta tiene, sino de su mayor o m
enor voluntad y habilidad de usarlos. El grado abrum
ador en que ha crecido el poder de las sociedades inclinadas a usar el conocim
iento científico para fines prácticos no deja lugar a dudas sobre el poder potencial del m
ismo. A
pesar de que la mayoría de los seres hum
anos está al m
argen de la creación, muchos usan y com
prenden algunas porciones del conocim
iento de las que más poder puede
extraerse; ya casi no hay escépticos del valor que el saber encierra, pues a pocos ha faltado la ocasión de usar, o al m
enos observar, las obras y consecuencias de ese poder en acción. D
e aquí que m
uchos alienten una expectativa muy parecida a la fe
en que el progreso de la ciencia produzca avances similares en
todo lo que la humanidad considere deseable. Q
uizá en esto haya que distinguir entre la fe en el progreso general en todos los aspectos, que no parece tener justificación histórica, y la voluntad de progreso lim
itado a ciertos aspectos, cuya eficacia sí está dem
ostrada. Ni el conocim
iento ni la fe en el progreso, por sí m
ismos, pueden generar cosa alguna; pero hay evidencia his-
156
tórica abundante de que la voluntad de progreso, esto es, la gana de avanzar poniendo en juego el poder del conocim
iento en las cuestiones específicas en las que éste es eficaz, sí produce progreso, aunque solam
ente en aquellas mism
as cuestiones específicas. Se señala a C
hina como prueba de que el conocim
iento en sí no produce progreso, pues la ventaja que en una época tuvo gracias a num
erosos descubrimientos e inventos no le dio pro
vecho práctico ni liderazgo universal, que sí lograron los países de O
ccidente cuando ejercieron su voluntad de avanzar apoyados en el conocim
iento aportado por la ciencia. 6 Está por verse
si podremos agregar los logros de C
hina en el final del siglo xx
y los albores del xxr com
o otra prueba de lo que logra la volunt ad de progreso con base en el conocim
iento, sea endógeno o venido de fuera pero asim
ilado localmente.
El poder del conocimiento está m
ás concentrado que el de la riqueza. E
n primer lugar está concentrado en los países m
ás igualitarios, donde la educación y el ingreso están m
ejor distribuidos; perp incluso en ellos el saber para fines prácticos es m
anejado por una minoría selecta, una elite dentro de la elite,
constituida por los más educados y pragm
áticos. Este hecho po
ne en evidencia la magnitud prodigiosa del poder que da el
conocimiento: aun en m
anos de esas pequeñísimas m
inorías, el conocim
iento es capaz de transformar a la hum
anidad entera derram
ando sobre toda ella cierta dosis de beneficios. Y confor
me el conocim
iento se multiplica, la concentración de su poder
continúa de manera natural, inevitable, creando elites m
ás selectas dentro de las ya existentes. N
i siquiera las utopías igualitarias han osado contradecir la fatalidad de esa concentración.
El poder del conocimiento y la fatalidad de su concentra
ción son tan grandes que la democracia no p
asta para distri-
6 G. Z
aid, op. cit.
157
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11
buido mejor ni para atenuar con él otras desigualdades; pero
esto no es ya un problema de la ciencia o del conocim
iento, sino de la naturaleza hum
ana. Los filósofos positivistas del siglo X
IX
sostenían que con el avance científico la política y la ética termi
narían por convertirse en ciencias que darían lugar a un
esquem
a de valores tan incuestionables que se impondrían por la
fuerza de la razón. Ahora sabem
os, por una parte, que eso no ocurrirá, pues el hom
bre siempre encuentra la m
anera de eludir la razón o de racionalizar sus pasiones; p
or otra parte, el cono
cimiento es m
oralmente neutro; es decir, u
n m
ismo conocim
iento, cualquiera que sea, puede usarse para bien o para m
al. Am
bos hechos bastan para que la irracionalidad, con sus secuelas de guerras, m
arginación social y opresión, no desaparezca de la faz de la tierra. E
n otras palabras, el comportam
iento de los seres hum
anos no es producto de la imperfección de la ética o la
política, sino de imperfecciones hum
anas. La historia de la hu
manidad ha dem
ostrado ya que en la distribución del poder y la riqueza, así com
o en el grado de satisfacción de las necesidades en cada generación, hay avances y retrocesos, no progreso continuado. E
l siglo y medio que nos separa del positivism
o ha vivido las m
odas de la planificación central y del mercado libre,
cada una repitiendo promesas, logros y estragos m
ás o menos
similares, entre sí y con los de otras doctrinas.
4· Los C
OS
TO
S D
EL
CO
NO
CIM
IEN
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Desde luego, algo se paga por el poder derivado de la expansión
del conocimiento, no sólo porque cuesta el aparato científico ne
cesario para producir tal expansión, sino por las implicaciones
que ésta tiene. Una vez generado, el conocim
iento finalmente se
usa, y aún si el propósito expreso al que se aplica es benéfico,
158
.......... -------------
habrá efectos colaterales no deseados cuya acumulación term
ina im
plicando un
costo; el capítulo vm
está dedicado totalmen
te a la discusión de este tipo de problemas y sus consecuencias.
Pero hay otros costos de la expansión acelerada del conocimien
to de los que casi no se habla y que cabe considerar aunque sea som
eramente. E
n efecto, dicha expansión implica a) la segm
entación del saber en especialidades; b) una m
ayor complejidad
de los problemas de todo tipo, y e) una obsolescencia m
ás rápida de las soluciones. C
ada uno de estos tres hechos significa un costo, ya que la especialización, la com
plejidad de nuestros problem
as y el carácter efímero de sus soluciones dificultan la
aplicación del conocimiento o la hacen m
ás onerosa. Son por
ello contrapartidas de los beneficios que da el conocimiento; lo
son en el sentido más literal del térm
ino, pues el incremento de
poder que el nuevo conocimiento otorga se ve m
ermado por
cada uno de aquellos tres factores. Veam
os cómo y p
or qué.
El crecimiento de la especializa,ción. C
onforme el conocim
iento se expande, las m
entes individuales no pueden abarcar sino una fracción proporcionalm
ente menor de ese universo, y sobrevie
nen nuevas subdivisiones o especialidades. La lista de éstas es
cada vez más y m
ás extensa, lo que acelera la generación de nuevo conocim
iento, pues facilita que en cada nueva especialidad se aplique el poderoso m
étodo científico a problemas m
ás nume
rosos, que son porciones cada vez más pequeñas del todo, tanto
relativamente com
o en términos absolutos. E
s, por tanto, inexorable que se planteen y resuelvan, por unidad de tiem
po, un
m
ayor número de interrogantes m
ás específicos sobre domi
nios cada vez menores de la naturaleza, y así sucesivam
ente se acelere la expansión del conocim
iento. Al m
ismo tiem
po, la especialización dificulta la aplicación del conocim
iento, tanto en la ingeniería com
o en otras actividades prácticas, pues éstas re-
159
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quieren el proceso inverso al del descubrimiento científico: la
concentración o síntesis en una mente individual del conoci
miento disponible en las m
uchas especialidades que son necesarias para resolver cualquier problem
a; tanto el diagnóstico com
o la concepción de soluciones a problemas de ingeniería,
actos que constituyen el meollo de la aplicación del conoci
miento, im
plican un proceso de síntesis. Com
o la naturaleza no reconoce las fronteras arbitrarias que la hum
anidad adopta al segm
entar su saber, cada problema de ingeniería requiere in
formación proveniente de m
uchas disciplinas o especialidades, y cuando éstas se m
ultiplican es más difícil identificar y sinteti
zar la información que es pertinente.
Por otra parte, del conocim
iento total disponible, sólo una fracción es aplicable a la solución de un problem
a cualquiera. E
n el contexto de la creciente segmentación, esa porción corta
las fronteras de un número cada vez m
ayor de disciplinas, y por tanto va siendo cada vez m
ás difícil acceder a ella. El ingeniero, com
o otros profesionales responsables de aplicar el conocimien
to a la solución de problemas, debe entonces buscar casuística
mente la aguja en el pajar: lo pertinente en el cada vez m
ás volum
inoso cúmulo de saber disponible. P
or esta razón y porque la decisión de qué es pertinente y en qué grado requiere el juicio personal de quien decide, la aplicación del conocim
iento tiene siem
pre una dosis de subjetividad mucho m
ayor que la que interviene en la generación del m
ismo. Es válido preguntar:
¿puede la capacidad de síntesis y el juicio experto crecer tan rápidam
ente como crece la m
asa de información que hay que cer
nir para hallar en ella y sus numerosos com
partimentos el co
nocimiento pertinente? D
e no ser esto posible, la aplicación del conocim
iento científico a la solución de problemas prácticos
tenderá a retrasarse más y m
ás con respecto a la frontera del conocim
iento disponible.
160 ~
El crecimiento de la com
plejidad. Otra consecuencia de la ex
pansión del conocimiento es la com
plejidad. Ésta es distinta de
la complicación que proviene del conocim
iento creciente y crecientem
ente segmentado. L
a segmentación im
pone dificultades de carácter cuantitativo al uso del conocim
iento, en tanto que la com
plejidad introduce otras, ahora de naturaleza cualitativa. U
na de ellas aparece porque usar más conocim
iento significa form
ular los problemas con u
n núm
ero mayor de variables ex
plícitas, cada una de las cuales guarda interrelaciones directas o indirectas con variables adicionales. Se hace así m
ás intrincada la red de interacciones y ciclos de realim
entación entre las variables, m
ayor la presión (incluso social) para incorporar otras supuestam
ente importantes, m
ás compleja y costosa la form
ulación y solución de cada problem
a y, paradójicamente, m
ás grande la cantidad de conocim
ientos que deja de considerarse aunque sea tam
bién mayor el que se incluya. El crecim
iento exponencial del costo de los servicios m
édicos como consecuen
cia de la especialización es un
buen ejemplo de este proceso de
crecimiento de la com
plejidad por motivos cuantitativos y cua
litativos. '
Adem
ás, el mundo m
ismo se vuelve m
ás complejo, m
ás so-fisticado, conform
e sociedad e individuos poseen más inform
ación. E
sto es, el conocimiento m
odifica a su objeto: no sólo es m
ás complejo plantear y resolver problem
as cuanto más co
nocimiento se incorpora en su form
ulación, sino que los problem
as que hay que resolver son también intrínsecam
ente más
sutiles y difíciles. Aparece entonces otra paradoja: la sociedad
demanda soluciones no m
ás complejas, sino al contrario, m
ás sencillas, o m
ás duraderas, o más cabales, y esto exige incorpo
rar más conocim
iento y procesarlo de modos m
ás complejos.
Cada vez es m
ás evidente la insuficiencia de las soluciones que sólo son técnicam
ente correctas. Salvo en los libros de texto, no
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hay problemas prácticos que sean puram
ente técnicos o tecnológicos; todos tienen com
ponentes que requieren además conoci
miento económ
ico, sociológico, político, ecológico, psicoló gico, etc. Sim
plificaciones que alguna vez pasaron por válidas están dejando de serlo desde que los potencialm
ente afectados disponen de conocim
iento que les permite, tam
bién a ellos, saber, o al m
enos dudar y presionar. Lidiar con todo esto exigirá que si
gan desarrollándose las teorías de la complejidad, form
as de usarlas en la práctica y personas versadas en aplicarlas, pero no sólo especialistas en cada uno de esos cam
pos, sino individuos con capacidad de sintetizar respuestas integrales a los respectivos problem
as prácticos. No solam
ente seguirá habiendo necesidad de individuos con saber, sino con sensibilidad y em
patía, intuición y buen juicio, con genio para obviar lo nim
io, res olver lo sustancial y com
unicar sus propuestas en un
entorno sociotécnico de alta com
plejidad, sino que en las profesiones éste será el tipo m
ás urgentemente requerido, a despecho de la in
evitable especialización de la mayoría.
La aceleración de la obsolescencia. Tam
bién implica u
n costo in
cremental el hecho de que las soluciones se vuelven obsoletas
más rápidam
ente a causa de la velocidad a la que cambia el co
nocimiento, y a su vez el m
undo impulsado por éste. Lo que se
concibe como solución a u
n problem
a funcionará en el futuro, pero se diseña con el saber de hoy y para las circunstancias que ~-' 'r-\ noy se prevén; por tanto, esa solución será válida si las previsio-nes se m
antienen; pero el mundo cam
bia cada vez con mayor
rapidez en todos sus aspectos. Cuando la velocidad de ca m
bio del entorno social era m
ucho menor, las soluciones eran m
ás duraderas y, por consiguiente, resultaba m
enos imperativo buscar
explícitamente que éstas fuesen adaptables a cam
bios eventuales. A
demás, la com
plejidad y la rapidez de cambio potencian el ríes-
162
go de que algunas soluciones en realidad no lo sean, sino que desencadenen resultados a la vez im
previstos y súbitos. Por tan
to, antes no era necesario introducir explícitamente la incer
tidumbre de los escenarios futuros en el planteam
iento de los problem
as (un motivo m
ás de complicaciones y costos). P
ara colm
o, no podemos evitar el tem
or de una catástrofe si decidim
os usar lo que sabemos para m
anipular ciertos sistemas glo
bales, como el clim
a, muy sensibles a la m
odificación menor de
factores locales; ante tales sistemas lo inteligente es, por tanto, la
abstención precautoria.
Así pues, m
oderemos nuestro optim
ismo: el poder del co
nocimiento no tiene el cam
po libre, pues está creando de modo
endógeno sus propias contrapartidas. L
a especialización, la
complejidad de nuestros m
odelos de la realidad y la corta vida de nuestras soluciones contrarrestan el poder que el propio saber nos da. E
llo no augura por fuerza que tal poder se esterilizará; pero debe m
overnos a considerar que, pese a la fascinación que en nuestro tiem
po ejerce el conocimiento, hay obstáculos
impuestos por la dificultad creciente de aplicarlo y, en ciertos
casos, por el temor a las consecuencias de usarlo para intervenir
en sistemas m
uy sensibles. Hubo tiem
pos durante los cuales la expansión del conocim
iento se podía traducir en un crecimien
to proporcional del poder de la humanidad; hoy estam
os entrando en una era diferente, en que la dificultad de m
ovilizar todo el acervo disponible y el tem
or a consecuencias no in tencionales produce rendim
ientos prácticos decrecientes. .• Q
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más bien am
plio que estrecho. Procede preguntarse por qué,
pues esta noción contrasta con la ventaja de la especialización que la ciencia ha hecho evidente durante m
ás de tres siglos, y que es fuertem
ente propugnada por los profesionales de la investigación científica.
El hecho de que una y otra propuesta se contrapongan, pero
cada una haya mostrado ser idónea en su propio cam
po, se explica por la naturaleza distinta de la ingeniería y la ciencia, que podem
os apreciar nítidamente si revisam
os los procesos intelectuales de la ingeniería descritos en los capítulos m
a v y los contrastam
os con lo dicho de la ciencia en el capítulo presente. E
n efecto, la ciencia se ocupa de descubrir cómo y por qué
funcionan las cosas; lo hace mediante experim
entos y observaciones repetibles y con pleno control de las variables que intervienen. E
n cambio, lo que com
pete a la ingeniería no es descubrir y describir el funcionam
iento del mundo, sino cam
biarlo m
ediante diseños que operen eficazmente para los fin
es deseados, y a veces puede lograrse que las cosas funcionen aunque la ciencia no pueda explicar por qué .
Por otra parte, que el diseño propuesto para u
n puente, una
presa, un
edificio o una nave espacial sea capaz de soportar exi
tosamente las inciertas acciones que sobre él pueden incidir du
rante su vida útil no es una cuestión que alguien pueda dem
ostrar científicamente que ocurrirá; se trata m
ás bien de una convicción a la que los ingenieros responsables de dichos diseños llegan basándose en ciertas deducciones teóricas y/o resultados experim
entales interpretados a la luz de los precedentes de la profesión. E
sa subjetividad implícita en la percepción, el
discernimiento, las inferencias y la interpretación personal del
sujeto -el in
gen
iero-
es una de las diferencias más im
portan
tes entre la ingeniería y la ciencia. L
a ciencia busca explicación para todos los fenómen
os, pero
164
su gran poder proviene de su reduccionismo; esto es, de no pre
tender explicarlo todo a la vez, sino tomar en cada ocasión una
porción pequeñísima de la realidad, bien delim
itada y aislada de perturbaciones externas, a fin de hacerla susceptible de experim
entación, observación y medición confiables; tras pocas
repeticiones de tal experimento se puede obtener una conclu
sión de validez general sobre la manera en que funciona esa
minúscula porción del m
undo. Para am
pliar el conocimiento
del universo basta tomar otras pequeñas porciones de él y vol
ver a aplicar el mism
o método. E
sto es lo que hace del método
científico un instrumento tan poderoso, "la estrategia de inves
tigación más fructífera jam
ás inventada''. P
or el contrario, la función central de la ingeniería no es explicar fenóm
enos sino controlarlos o usarlos para fines prácticos; esto es, lidiar con ellos, estén o no explicados científicam
ente. La ingeniería no resuelve cuestiones generales, sino problem
as específicos en su particular circunstancia; poder hacerlo depende críticam
ente de no_aislar de su entorno el proyecto, no soslayar en el m
omento del diagnóstico la influencia de ningún
factor probable, ni olvidar en la etapa de diseño las condiciones inciertas que pudieran afectar a tal proyecto en el futuro. E
n otras palabras, la ingeniería no puede ser reduccionista, sino totalizadora o integradora; no puede dividir el problem
a en pedazos ni aislarlo de sus circunstancias particulares, sino resolverlo integralm
ente y en su contexto. P
or todo eso, propugnar la especialización si se trata de hacer investigación científica, y desaconsejarla en la práctica de la ingeniería, buscando ejercer esta profesión en un cam
po más
bien amplio, son actitudes opuestas entre sí, pero cada una con
plena justificación en su respectivo ámbito y solam
ente en él. D
esde que el método científico se volvió el m
odo dominan
te de generar nuevo conocimiento, la tendencia a la especializa-
165
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ción de la ciencia ha hecho surgir nuevas disciplinas o especialidades científicas m
otivadas precisamente por las necesidades
de los ingenieros. Se trata de las llamadas ciencias de la ingenie
ría, que aportan conocimientos útiles para que el ingeniero pue
da contender mejor con sus propios problem
as. Las ciencias de
la ingeniería son disciplinas ejercidas por especialistas, muchos
de ellos con una formación inicial com
o ingenieros. En general,
estos especialistas no están interesados en la práctica de la profesión, sino en hacer avanzar el conocim
iento que es relevante para la ingeniería. L
o hacen trabajando en el seno de grupos e instituciones académ
icas y, por supuesto, sus actividades no difieren en nada de las que realizan otros científicos. Tal es la investigación en las ciencias de la ingeniería que, en efecto, es idéntica al resto de la actividad científica, tanto en sus procedim
ientos como en la naturaleza de sus resultados. L
a investigación en las ciencias de la ingeniería sólo se distingue de la que se hace en el resto de las ciencias en dos aspectos: el criterio con que se escogen los problem
as a investigar y los atributos de sus soluciones. Se busca no solam
ente generar nuevo conocim
iento, sino que éste contribuya de inm
ediato a tornar viables o me
jores las respuestas de los ingenieros a las necesidades sociales; para ello se escogen los tem
as que en el mom
ento pueden incidir m
ás sobre tales respuestas, y se prefiere en cada caso la solución que, por su sencillez, puede ser adoptada con m
ás facilidad p
or los ingenieros de la práctica profesional. 7
Ciencia e ingeniería son, pues, actividades m
uy distintas. E
mpero, la segunda usa conocim
ientos provenientes principalm
ente de la primera, y am
bas coinciden en su exigencia de racionalidad, que consiste, nada m
enos pero nada más, en evitar
7 D. R
eséndiz, "La im
portancia de otros en mi contribución a la ingeniería de
cimentaciones'; en D
escubrimientos y aportaciones científicas y hum
anísticas mexicanas
en el siglo xx, Fondo de C
ultura Económ
ica, México, 2007.
166
contradicciones internas en el conjunto de los supuestos, procedim
ientos y conclusiones de los procesos intelectuales que realizan. Y
aun en esto surge una diferencia: la racionalidad es necesaria y suficiente para hacer ciencia, m
ientras que para hacer ingeniería la razón no basta, según se discute en el capítulo v.
6. ¿HA
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LA
ING
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IA?
El concepto que la mayoría de la gente tiene de la ingeniería y la
ciencia es que ambas son actividades objetivas por excelencia, y
lo que hasta aquí hemos dicho en este capítulo no contradice
explícitamente tal noción, aunque tam
poco la avala. Por su par
te, científicos e ingenieros suelen complacerse de que su activi
dad sea vista por los demás com
o una expresión objetiva de la realidad y sus leyes; es decir, com
o algo ideológicamente neu
tro. Por supuesto que no hay tal neutralidad, como tam
poco puede existir en ninguna otra cosa producida por hum
anos, pero lo extendido de la noción de que ciencia e ingeniería están libres de "contam
inación'' ideológica ha determinado que el tra
tamiento del tem
a en la literatura científica sea muy raro.
Para que el análisis de esta cuestión no resulte arbitrario de
bemos com
enzar por definir lo que entendemos por ideología.
Los diccionarios la definen como el conjunto de ideas o creen
cias de un
individuo o un grupo en especial que condicionan sus actitudes políticas y sociales. L
a definición puede precisarse un poco m
ás agregando los siguientes elementos postulados
por Em
ilio Rosenblueth:
8 a) la ideología es un conjunto de axiom
as difícilmente renunciables (o dogm
as) capaz de mover a la
. 8 E
. Rosenblueth, Sobre ciencia e ideología, basado en las conferencias del 5 y 7
de junio de 1979 como m
iembro de E
l Colegio N
acional, Fundación Javier B
arros Sierra, A
. C., M
éxico, 1980, 83 pp.
167
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1 •• 111
1.-~:.~
acción y que cada persona o grupo social adopta como guía de
sus decisiones; b) sería excesivo pedir que el conjunto de axiom
as que constituyen una ideología fuese absolutamente cohe
rente o libre de contradicciones, pues por tratarse de creencias con el contenido em
ocional propio de cada persona y casi irrenunciables, la evidencia de contradicción em
pírica o lógica no basta para m
odificarlos; e) por otra parte, sin cierto grado de coherencia,
tales axiom
as tam
poco podrían constituir una
ideología, pues no permitirían actuar.
Así pues, la ideología es una visión subjetiva m
ás o menos
distorsionada de la realidad, que sirve a un
individuo o un grupo com
o regla sencilla de decisión y que suelen eximirlo de un
análisis más riguroso ante cuestiones que le exigen actuar. El
grado en que una ideología distorsiona o simplifica la realidad
depende del cuidado racional que el sujeto ha puesto en integrarla o adoptarla y, por lo m
ismo, suele ser m
ayor en las ideologías de grandes grupos sociales que en las de los individuos, sobre todo si éstos son cultos, cuidadosos y autocríticas. Es de suponerse que todos tenem
os una ideología, incluso quienes nunca lo han pensado y por tanto no son conscientes de ello; si no la tuviéram
os, nada nos impulsaría a la acción y seríam
os absolutam
ente apáticos o indiferentes ante todas las cuestiones relacionadas con nuestros sem
ejantes. Lo que cada individuo
sostiene como verdades evidentes constituye su ideología. 9 Q
uienes durante m
il años, entre los siglos v y xv
de nuestra era, sostenían con san A
gustín que estudiar la naturaleza era distraer la m
ente en actividades estériles, en virtud de que el único objeto digno de estudio era D
ios, estaban expresando su ideología; lo m
ismo ocurre hoy cuando algún científico dice que
la ciencia es una actividad absolutamente objetiva. Y
el hecho
9 E. Rosenblueth, op. cit., p
p. 14-15.
168
de que casi todo el mundo occidental creyera en aquella época
lo mism
o que san Agustín, y casi todos nuestros contem
poráneos crean com
o muchos científicos e ingenieros en la objeti
vidad de la ciencia y la ingeniería, no quita a dichas creencias su sesgo.
En el capítulo x
n puede verse que la ideología de una socie
dad se manifiesta en los llam
ados valores sociales, creencias axiom
áticas sobre lo bueno y lo malo, que a su vez son influidas
por la tecnología, y que finalmente condicionan las decisiones
éticas, como se explica en el capítulo xr. E
n conclusión, no hay posibilidad de que algo hum
ano esté libre de ideología, pues las m
últiples interconexiones de la trama social hacen que cada
subsistema reciba diversos tipos y grados de realim
entación proveniente de otros subsistem
as. Para percatarnos de que la ideología influye y está presente
en la ciencia y la ingeniería comencem
os por no confundir dichas actividades con sus productos, que son, respectivam
ente, el conocim
iento científico y las creaciones materiales que la hu
manidad ha acum
ulado y sigue produciendo. La ciencia y la in
geniería como tales son actividades; no son productos, sino
procesos. En particular, la ciencia no es el conjunto de respues
tas que esta actividad ha generado, sino una búsqueda, que com
ienza con una pregunta que inquieta o interesa al científico, quien, por tanto, busca responderla m
ediante el método experi
mental o científico. A
nálogamente, la ingeniería no es el acervo
de creaciones materiales que el hom
bre ha ideado y producido para satisfacer lo que considera sus necesidades, sino los procesos intelectuales e instrum
entales que se desarrollan para satisfacer esa necesidad.
La ideología está presente en la ciencia porque el impulso
para emprender una investigación es la pregunta que el científi
co y/o la comunidad de sus pares y/o la sociedad a la que uno y
169
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III'•I>~Ji
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otra pertenecen escogen para responder entre la infinidad de preguntas posibles que la ciencia aún no ha respondido, elección que necesariam
ente tiene motivaciones o condicionantes
subjetivos o ideológicos. Igualmente, puesto que las necesida
des humanas no representan u
n estado de la naturaleza, sino un
sentimiento de insatisfacción de alguien por tal estado, pode
mos decir que la ideología está presente en la ingeniería desde
el mom
ento en que el ingeniero asume que cierta necesidad
material am
erita satisfacerse. Tanto las preguntas que se estim
a pertinente investigar m
ediante la ciencia como las necesidades
que se busca satisfacer mediante u
n proyecto de ingeniería son
en cierta medida asuntos subjetivos influidos (cuando no de
terminados) por lo que alguien considera deseable, legítim
o o posible, es decir, por una ideología.
Es cierto que una vez definida la pregunta a investigar científicam
ente, o la necesidad social a satisfacer mediante la inge-
• niería, los pasos y criterios con los que procede el científico o el ingeniero tienen que ajustarse a los hechos y a lo que se sabe de ellos, lo que da m
árgenes muy angostos para la subjetividad;
empero tales m
árgenes nunca dejan de existir, sobre todo en la ingeniería, según lo expuesto en los capítulos n a v. Pero m
ás im
portante que eso es el hecho de que las preguntas que se hace la ciencia y los problem
as que busca resolver la ingeniería están determ
inados o condicionados por la ideología de quienes hacen las preguntan o plantean los problem
as, pues esto último
determina la dirección en que una y otra avanzan.
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