revista catauro 04

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DlFéCtQr: ,- Miguel Barnei Subdlrectora: Trinidad Pérez Jsfr de redacción: DanielÁIvarez Durán Edklón: Rubén C a~do DMOF arüstko y dlsaib de cubkrta. Eduardo Moltó , Ihistraclónds wblsrb:Alejandro Calzada Dl5eho~tla ycompoíklbi: ~amikt Moya Jorge Estévez m dtwlal: María Teresa Linares Sav~o, lesús Cuanche. Ana Caro, Seyio Valdés krnal, Aurelio Francm. losé Matm, Roberto Zurbano. Frank Pétez, Rm María de hhaye. Ángel Luis Fernandez @ Mre la pr6sente cdkldhFwrdul6n ~OPtitaXII ISWi Soli~rtalr, mndad6n Farando OrUz Calle L n o 160, esq a 27 El Vedado, GudA4 de hHahm.Cub4 Posta110400 Tdgo (537) 32- ~ele6x (537) 30-0623 E-mail Kortiz@cubarte cult cu Colón y la entrada del capitalismo en América. Una obra inédita de Fernando Ortiz Contra la Leyenda Negra ROBERTO FERNANDEZ RETAMAR Un modelo de emigración "favorecida": el traslado masivo de españoles a Cuba (1880-1930) MAR~A DEL CARMEN BARCIA ZEQUEIRA Relaciones de Fernando Or~iz con los antropólogos españoles CARMEN ORTIZ GARCIA ¡Ay, qué felicidad,!, icíimo me gusta hablar español! SERGIO VALDES BERNAL La memoria hispana en la Isla a través del testimonio oral de los inmigrantes españoles AURELIO FRANCOS LAUREDO España y América GUSTAVO BUENO LMAC LNARLO El mundo visual de la parranda ALEJANDRO CALZADA Los vendedores ambulantes MIGUEL BARNET ARCHIVOS del FOLKLORE El babujal ANTONIO BACHILLER Y MORALES S Las siguapas ds w bar. ANTONIO BACHILLER Y MORALES

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Page 1: Revista Catauro 04

DlFéCtQr: ,- Miguel Barnei

Subdlrectora: Trinidad Pérez

Jsfr de redacción: DanielÁIvarez Durán

Edklón: Rubén C a ~ d o

D M O F arüstko y dlsaib de cubkrta. Eduardo Mol tó

, Ihistraclónds wblsrb:Alejandro Calzada

D l 5 e h o ~ t l a ycompoíklbi: ~ a m i k t Moya Jorge Estévez

m dtwlal: María Teresa Linares Sav~o, lesús Cuanche. Ana Caro, Seyio Valdés krnal, Aurelio Francm. losé Matm, Roberto Zurbano. Frank Pétez, R m María de hhaye. Ángel Luis Fernandez

@ Mre la pr6sente cdkldhFwrdul6n ~ O P t i t a X I I ISWi Soli~rtalr,

mndad6n Farando OrUz Calle L n o 160, esq a 27 El Vedado, GudA4 de hHahm.Cub4

Posta110400 T d g o (537) 32- ~ e l e 6 x (537) 30-0623 E-mail Kortiz@cubarte cult cu

Colón y la entrada del capitalismo en América. Una obra inédita de Fernando Ortiz

Contra la Leyenda Negra ROBERTO FERNANDEZ RETAMAR

Un modelo de emigración "favorecida": el traslado masivo de españoles a Cuba (1880-1930) M A R ~ A DEL CARMEN BARCIA ZEQUEIRA

Relaciones de Fernando O r ~ i z con los antropólogos españoles CARMEN ORTIZ GARCIA

¡Ay, qué felicidad,!, icíimo me gusta hablar español! SERGIO VALDES BERNAL

La memoria hispana en la Isla a través del testimonio oral de los inmigrantes españoles AURELIO FRANCOS LAUREDO

España y América GUSTAVO BUENO

LMAC LNARLO El mundo visual de la parranda ALEJANDRO CALZADA

Los vendedores ambulantes MIGUEL BARNET

ARCHIVOS del FOLKLORE El babujal ANTONIO BACHILLER Y MORALES

S Las siguapas ds w bar. ANTONIO BACHILLER Y MORALES

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Una merno~ia común: sociedades espatiolas en Cuba DANIEL ALVAREZ DURAN

DESDE L y 27

Premio Internacional Fernando Ortiz a Félix Coluccio

Premio Internacional Fernando Ortiz a Celina González

Catairro: remontando la ruta del esclavo

Palabras en la presentación de Catauro

Beca Fernando Ortiz

Premios Nacionales de Ciencias Sociales y Humanidades 2000 de la Academia de Ciencias de Cuba

Nota de prensa. Testimonios de la idiosincrasia cubana

Nota necrológica

Números publicados de Cuculrro

Reseñas de investigaciones

El punto cuhano CLARA DIAZ PÉREZ

Antropología lingüística ANGEL LUIS FERNANDEZ

Juan Francisco Manzano: esclavo de las circunstancias

Presentación de originales

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spaña forma parte de la sa- via nutricia de la cultura

cubana desde su génesis hasta hoy. La presencia hispánica en la formación y el desarrollo de la nación es a la vez un proceso con- sustancial a nuestra identidad debido, entre otros factores, al papel comunicador que ha des- empeñado la lengua castellana y sus variantes en América: an- daluces, asturianos, canarios, catalanes, castellanos, extreme- ños, gallegos, vascos y otros han contribuido a formar el mapa multicultural de Cuba.

Esta poderosa presencia no es sólo un significativo hecho his- tórico-cultural sino la fusión antropológica de seres humanos en múltiples generaciones, un legado permanente que no po- demos dejar de reconocer como sustantivo y esencial. Legado que implica una profunda res- ponsabilidad moral con la cul- tura de cada pueblo portador y transmisor de uno de sus más preciados tesoros depositados en la lengua, en la literatura oral, en la construcción de ideas, en la capacidad imaginativa, en la transformación de la idea en acto creador. Todo ello se sinte- tiza, como bien expresara el poe- ta Pablo Neruda en el valor comunicacional de la palabra:

Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos...

' Pablo Neruda: Confieso que he vivido. Memorias, Ed. Seix Barral, S. A,, Barcelona. 1979. pp. 77-78.

Éstos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nun- ca más se ha visto en el mun- do ... Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas ... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra ... Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las bar- bas, de los yelmos, de las he- rraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplande- cientes ... el idioma. Salimos perdiendo ... Salimos ganan- do ... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro ... Se lo lleva- ron todo y nos dejaron todo ... Nos dejaron las palabras.' Tras los números anteriores

dedicados a profundizar desde una perspectiva antropológica en problemas claves en torno a "lo cubano", como han sido los referidos a la huella de la ruta del esclavo en Cuba, la presen- cia china en la Cultura cubana y la obra de Lydia Cabrera. Esta quinta entrega de Cacauro se pro- pone subrayar, precisamente, la significación antropológica de esa España profunda que, por obvia, pasa inadvertida a veces en lo más íntimo de nuestra idiosincra- sia, en la cotidianidad, en el ci- clo diario, en la alimentación, en

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el carácter, en el modo de vida y las costumbres en general. Sin embargo, el gran encuentro in- tercontinental, hace poco más de medio milenio, significó un profundo acontecimiento revo- lucionario según ha destacado el propio Fernando Ortiz:

En un octubre sin huracanes del cielo, surgió del horizon- te un huracán humano. Lle- gó Cristóbal Colón. Con él llegaron el hierro, la pólvo- ra, el caballo, la rueda, la vela, la brújula, la moneda, el capital, el salario, la letra, la imprenta, el libro ... y un vértigo revolucionario sacu- dió a los pueblos de Cuba, arrancando de cuajo sus ins- tituciones y destrozando sus vidas. Se saltó en un instan- te de las soñolientas edades de piedra a la edad muy despertada del Renacimien- to. En un día pasaron en Cuba milenios y edades; se diría que miles de "años-cul- tural', si fuese admisible tal métrica en la cronología de los pueblos. Si estas Indias de América fueron Nuevo Mun- do para los pueblos europeos, Europa fue Mundo Novísimo para los pueblos americanos. Fueron dos mundos que re- cíprocamente se descubrie- ron y entrech~caron.~ Que sean las colaboraciones

del colectivo de autores de este

número las que nos hagan re- flexionar nuevamente sobre esta parte nutricia de nuestro subs- trato cultural. Temas que inclu- yen un inédito de Fernando Ortiz sobre Cristóbal Colón y la conformación del capitalismo, un texto sobre la Leyenda Ne- gra y colaboraciones de autores españoles relacionados con la obra de Fernando Ortiz y sus contemporáneos, así como un análisis de los procesos de iden- t idad en t re España y Lati- noamérica. En sus secciones L'Imaginario'l y "Archivo del Folklore" aparecen, entre otros, fragmentos de un trabajo inédi- to sobre los vendedores ambu- lantes e n Cuba y textos de Antonio Bachiller y Morales so- bre leyendas cubanas. Para "En- tre-Vistas" se conversa sobre la vida de las sociedades españolas en Cuba: una vida indisoluble- mente ligada a la vida nacional, un acervo que sin duda ha contn- buido a la definición de nuestro más auténtico perfi!.

España, como Africa, ha en- gendrado en alquimia biológica a la población cubana. Y su rica fuente de valores culturales y artísticos, en complejo proceso de transculturación, le ha otor- gado una manera definitiva y peculiar al ser social cubano.

-- . . . .. . .

Norma Suárez: Fernando Orliz y la cubanidad, Ed. Fundación Femando Ortiz, colección La Fuente Viva, Ciudad de La Habana, 1996, p. 22.

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trada-del capi ta obra inédita de

FERNANDO ORTIZ -- Historiador,

antropólogo. profssor,

jurisconsulto. Hombre ds

inmsnsa erudición y f ~ u n d a

aistencia. SE le considsra el

tercer descubridor de Cuba.

ORESTES GÁRCIGA GÁRCIGA

Historiador. Investigador

Auxiliar del Instituto de

Historia de Cuba.

Sismo en

Ferna FERNANDO ORTLZ

Colón y la entrada del capitalismo en América. Una obra inédita de Fernando Ortiz

Este prólogo trata sobre una época singular de la historia económica de los pueblos americanos, la más breve, intensa, trascendente e ignorada parte de su historia: la entrada del capitalismo en América. Es una introducción en la que queda planteada la actividad de la economía, la política y la filosofía de los contradictorios elementos o intereses sociales que tenían que ser coordinados integralmente para lograr una nueva síntesis sociocultural.

Este libro debiera titularse No- vísima descripción de la destruc- ción de las Indias, pues se trata del mismo tema que cuatro si- glos hace fue estudiado por Fray Bartolomé de las Casas en sus varias obras históricas y muy particularmente en su famosa Brevísima descripción de la des-

'Tuve noticias de la existencia de este libro inédito y manuscrito de Fer- nando Ortiz a través del doctor Julio Le Riverend cuando en 1969 comencé

a organizar el archivo del sabio cubano, en el Instituto de Historia de la Aca- demia de Ciencias de Cuba. A finales de marzo de 1990 acepté su propues- ta de trabajarlo con miras a su publicación, por la proximidad de la celebra-

ción en 1992 del medio milenio del encuentro de culturas o del llamado descubrimiento de América, teniendo en cuenta, además, el contacto que

tuve durante años con la letra de don Fernando, a veces dificil de leer.

En una de nuestras reuniones de trabajo el doctor Le Riverend me confesó que Ortiz "había redactado esta obra en el exilio, en tiempos de Machado. Más tarde entendió que debía ocuparse de otros temas; y, en 1959, me la

confió a mi, para que la concluyera y me encargara de publicarla".

En 1991 el doctor Le Riverend publicó en la revista Revolución y Cultura (no. 4. julio-agosto. 1991, p. 15), conjuntamente con el articulo "Fernando

Oriiz y la contemporaneidad", el prólogo que dejara escrito el propio Oriiz, con el titulo "Un texto inédito de Fernando Oriiz", y que ahora ponemos a

la consideración de los lectores de Catauro. (Orestes Gárciga Gárciga)

trucción de las Indias. También pudiera titularse de otras mane- ras, según el ángulo visual des- de el cual quiera ser mirado. Si desde un punto de mira político pudiera denominarse La con- quista castellana de las Antillas. Si se atiende a lo meramente cronológico podría llamarse Los primeros 25 años de la historia de Hispanoamérica. Si, mucho mejor, se procura dar relieve a los fenómenos económicos que en esta obra se estudian se le dará el siguiente título: La entrada del capitalismo en América.

Es estudio de la conquista castellana de Cuba y las demás Antillas. De conquista, porque comprende en su extensión el forzado apoderamiento de las

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primeras de estas Indias Occi- dentales, así de sus territorios como de sus pueblos por Cristó- bal Colón y sus secuaces y por quienes, habiendo venido lue- go al poblamiento, los despobla- ron y tuvieron que emprender su repoblación. Es estudio de conquista castellana, porque en aquellos episodios fue Castilla la nación que a la descubierta y al sojuzgamiento de las Indias les dio mayor autoridad y mayor ca- rácter, más que cualquiera de las otras nacionalidades españo- las que fueron fundiendo sus in- flujos en la formación de estos nuevos pueblos.

Es libro de Cuba, es un capí- tulo de la historia de los cubanos, porque esta isla fue el teatro don- de la humanidad sintió con más hondura la tragedia social que queremos exponer y explicar.

Es verdad que hemos de refe- rimos numerosas veces a lo ocu- rrido durante varias décadas en las vecinas antillas, así en la que llamaron Española y fue cuna de la hispanidad en América como en otras vecinas; pero si en nues- tro estudio comprendemos las ocu- rrencias de aquellos albores del siglo XVI en el Archipiélago inva- dido por Cristóbal Colón, es por- que sin su conocimiento es imposible comprender lo que en Cuba ocurriera, ya que los extra- ordinarios sucesos de entonces en el pequeño mundo antillano fue- ron brotados de una misma tron- calidad de causas e integrativos de un mismo fenómeno histórico,

siendo imposible su consideración aislada cuando se desean cono- cer más que sus perfiles externos y anecdóticos, su desarrollo sus- tancial y su muy compleja causa- ción.

Por otra parte, si es impres- cindible recoger primeramente los sucesos de la conquista de La Española y otras islas y cap- tar su sentido social, es igual- mente necesario estudiar los subsiguientes ocurridos en Cuba. El descubrimiento llega por las Lucayas, y la conquista penetra por La Española y se extiende por Cuba hasta pasar a Yucatán, México, Florida y el resto de Continente Americano. Cuando la invasión se extiende a otras islas carece de resonancia fun- damental. Cuando la oleada in- vasora llega a Cuba ya trae consigo la sangrienta dialéctica de dos economías, de dos cultu- ras, de dos razas, de dos épocas, de dos mundos. En Cuba se trata premeditadamente de lograr una síntesis por la experimentación so- ciogénica de aquel fenómeno histórico de singularidad impre - cedente. De Cuba la invasión con- quistadora y revolucionaria pasa al continente con Hemán Cortés, ya con una experiencia lograda tras un cuarto de siglo de cruen- ta controversia, para hallarse en territorios ilimitados con pueblos densísimos y de cultura bárbara pero con albores de civilización, y allí la estructuración de la so- ciedad indohispánica ya adopta otras formas nuevas y es de más

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pronta y hacedera sedimenta- ción. Por fin, al cerrarse este pe- ríodo, Cuba, o mejor dicho, La Habana, deviene uno de los ventrículos del aparato circula- torio del inmenso imperio hispá- nico de América, y una de las fuertes bases sobre cuya estabili- dad se va organizando toda la vertebración capitalista de la época, no sólo de Cuba, sino de todo el sistema imperial de Es- paña y de los otros colonialismos europeos en América.

Por eso, en este libro se vie- nen a tratar acontecimientos históricos cuyos contenidos y trascendencia exceden del redu- cido campo geográfico en que ocurrieron, pudiendo ser sinté- ticamente expresados, desde un punto de vista sociológico, como el impacto que tuvieron en Amé- rica las culturas arqueolíticas de sus indígenas insulares con aquellos europeos invasores que quisieron imponerles su mucho más avanzada cultura, en el cre- púsculo de la noche del Medio- evo al sol del Renacimiento.

O bien, si se quiere precisar aún más el contenido de este li- bro con límites de tiempo, espa- cio y concreción de su sustancia, digamos que se tratará en él de una época singularísima de la his- toria económica de los pueblos americanos, la más breve, inten- sa, trascendente e ignorada par- te de su historia, cual es la entrada del capitalismo en América.

Todavía diremos más. Este libro es un ensayo de explica-

ción, con modernos criterios y métodos historiográficos, de aquella profundísima revolución social que en el pueblo antilla- no se produjo por la presión de la cultura europea mediante su descubrimiento, su conquista, su dominación, su técnica, su eco- nomía y su ideología, de resul- tas de cuyo choque fueron rápida y totalmente desintegra- dos los núcleos sociales de estas islas y aniquilados sus poblado- res; por lo que este libro viene a ser, con reverente recuerdo al Protector de las Indias, una Novísima descripción de la des- trucción de las Indias.

En otros términos, la con- quista y destrucción que de los pueblos indoantillanos hicieron los cristianos ultratlánticos fue- ron el primer choque histórico entre grandes masas humanas de las más contradictorias eco- nomías: el comunismo y el capi- talismo, ambos en sus formas y fases primarias pero inequívocas, entre la economía simple y me- ramente sustentadora y colecti- vista de la indiada americana y la economía compleja y agresi- vamente cambiadera, monetaria y mercantilista del Renacimien- to europeo.

Si bien este libro será una parte, la parte primera de una historia económica del pueblo cubano, constituirá un estudio aparte, con unidad propia y sen- tido universal, aunque referido a una época singular de aquella historia regional, o sea, la con-

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quista castellana que tuvo como teatro el de las Indias Occiden- tales en los primeros veinticinco años después de su descubri- miento por Cristóbal Colón.

La rapidísima formación casi improvisada de una sociedad de economía comercial como sus- titutiva de otra de carácter co- munista y primitiva, fue hecha tan de raíz, con tanta simplici- dad de procedimientos, y con tanta tragedia en los mismos, que la conquista y población de las Indias es para el sociólogo un fecundísimo campo de investi- gación.

Los fenómenos que en otros países tardan siglos en producir- se, aquí sucedieron en pocos años; las motivaciones que en otras circunstancias históricas y sociales se ocultan bajo elabo- radas y seculares ideologías que los recubren, aquí se manifesta- ron en toda su desnudez y las repercusiones sociales, políticas y sociológicas de los fenómenos económicos que por un evoluti- vo desarrollo en el tiempo lle- gan a desvanecerse y hacerse invisibles, aquí fueron inmedia- tas e innegables en toda su dra- mática significación.

Jamás en la historia humana se había producido un choque tan formidable de núcleos socia- les tan evolutiva, económica, social, étnica y geográficamente separados hasta que en Cuba y en los albores del siglo XVI tro- pezaron indios y castellanos. Ni siquiera en La Española, donde

la masa india era más homogé- nea que en Cuba, y su articula- ción social más avanzada. Este fenómeno histórico, aun cuan- do reproducido después en otros países, como Norteamérica, Africa, etc., es de gran interés para el estudio de la evolución económico-social de los pueblos.

La historia de la conquista de América por los españoles, aparte de la nueva exposición de sus episodios, se ha venido escribiendo con espíritu de en- juiciamiento; contra el indio, o contra el español y con exalta- ción de uno u otro.

Ello se ha debido, principal- mente, a que el conflicto de intereses entre indios y españo- les, entre criollos y peninsulares ha durado cuatro siglos, y en este largo pleito los escritos de historia han sido como apasio- nados y a menudo temerarios alegatos de las partes coligantes y de los terceros, en sus frecuen- tes incidencias de pretendido mejor derecho, y no una labor razonada y de fría objetivación.

Hay pues, que apartar de la consideración de la conquista y reorganización social de Améri- ca por los españoles, las refraccio- nes ocasionadas por los programas políticos, nacionales, religiosos y éticos que han iluminado y de- formado las realidades con pre- conceptos subjetivos, apasionados o maliciosos.

Por otra parte, se impone es- tudiar el período inicial de la conquista de América, como una

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fase de carácter muy propio y fe- cundo, sin cuya apreciación no pueden ser comprendidas las fa- ses sucesivas o las instituciones en ella surgidas.

Por lo general, los apologistas de la política indiana de España en América tratan el problema considerándolo en conjunto sin distinción de épocas ni países. Algunos prescinden comple- tamente de la época de la conquis- ta antillana y de sus repercusiones continentales y así eliminan el período más cruel de la subyu- gación, de donde brotó con más fuerza la llamada Leyenda ne- gra; pero al hacerlo así cortan caprichosamente el hilo de la historia hispanoamericana, que en esta época sobre todo se for- ma de muchas hebras y anuda- mientos, y dejan sin explicación los fenómenos básicos de toda la reorganización de la vida so- cial de América por los conquis- tadores. Desde que e n 1492 llega Colón al archipiélago antillano, hasta que en 1530 queda afirmada la conquista continental en México, corre un período de vida intensísima y de honda transformación así en España como en las tierras por ella conquistadas. Cuando, des- pués de esa época, España co- mience su asombrosa expansión por todo el continente america- no ya España es otra y otros son los pobladores y hasta otros son los indios con que se las habrán éstos, en tierras que también se- rán diferentes y todos habrán te-

nido su experiencia y enseñan- za en lo que aconteció en estas islas antillanas en los primeros cuarenta años después de su do- minación por los cristianos.

Sin embargo, por lo común es olvidado el prólogo de la expansión que más que prólogo es introducción de intensísima actividad donde son vivamente planteados en la economía, la política y la filosofía los contra- dictorios elementos o intereses sociales que tenían que ser co- ordinados integralmente para lo- grar una nueva síntesis histórica ajustada a la época y al ambien- te. Es precisamente el estudio de ese prólogo o introducción cu- yas páginas más vívidas se escri- bieron en las Islas Antillanas, lo que constituye la finalidad de este trabajo.

Es indispensable considerar la evolución de la conquista es- pañola de las Indias y el reajus- te de la sociedad indohispánica en las fases de su desarrollo histórico e institucional. No haberlo hecho desde los inicios de su crítica histórica, ha lleva- do indebidamente a una airada condenación o a una exaltada defensa y casi siempre a una ver- dadera incomprensión. Hoy día, cuando el progreso de los cono- cimientos humanos permite apreciar mejor los relieves his- tóricos y penetrar más en las in- terioridades y causaciones de los fenómenos sociales, parece opor- tuno desandar los senderos re- corridos y recomenzar el camino.

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Si no me aplaudieseis, diría lo mismo; que a la postre, la crí- tica no es elogio, ni vitiiperio; porque entiendo que no ha de ser un fallo; la crítica es una exposición, o una explicación. El naturalista no se enfiada por- q u e el león tenga garras, ni porqiie el chacal se alimente de

cadBveres; por iguales razones, el crítico, que frente a los pue- blos y a sus manifestaciones no debe ser nihs que un naturalis- ta, no se indigna, no condena, no falla cuando observa, des- cubre y muestra los caracteres diferentes y las diversas aptitu- des de las razas humanas. C

Colurnbtrs and the Beginning of Capitalism in America-An Unptlblished Work by Fernando Ortiz

Tliis prefxe tleuls rvitli u peculim period in the econornic history of Americun peoples, the sliortest, rnost intcnsc, trunsccritlerit, und ignored of their history: tlie beginnirig of cupitalisrn in Anierica. lt is mi introtluction iri wliich the economic, politicul und philosophicul actipiity of tlie cvntrudictory elements or sociul interests thzt hcld to be iiitegrally coordinuted to acliiepie LL new sociul mid cultural syrithesis is discussed.

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Contra la

ROBERTO FEWANDEZ RETAMAR

Contra la Leyenda Negra

Los procedimietitos de cotujiiistcc y procesos de colonización cri h América del siglo x ~ i son parte de ía incipiente conformación y consolrducióri de1 cupitulisino en Europa. En consectienciu, se crem mecariismos ideobgicos, utilizados por las potmcins emergentes de la ¿poca, en los que se legitinuti stis sistemas de dominación. Este es el caso de kl constrticcióri de u n disctirso untiespañol como refercncicl hcgemónica del período: h L y d u Nepxz, que fuiige como k( mitificación de tin e s d o impositiuo, qiie inceritci itleritificar LL tin ctilpuble de Ins fonnm de coloniuje global. EI texto propme unu reconstrucción de las concepcimzes coúmiLtlistas y p~ecupituli~tus de k ~ s países eurol)eos, uccridienúu a u n perismnietito cle cultura occidmitul, como centln de poch y pirticipucicni diwrsu en cl dcstitio de Lrs colrmius.

LA HERENCIA PALEOCCIDENTAL

La estimulante discusión, rever- decida estos años, en torno a la cultura latinoamericana, ha Ile- vado a destacar la genuinidad de

.z

nuestras herencias indígenas, ROEERTO

FER-EZ RET- amerindias o africanas, y a seña- -- poEta y lar las distancias o, si se quiere

Ensayista. ara decirlo con términos que

P r E s ~ ~ ~ ~ b ' l : ~ acuíí6 Alfonso Reyes), las "sim- AmCricas. patías" y las "diferencias" con

-- - - - - - - - -- 'Leido en el Simposio Internacional de Estudios Hispánicos realizado en

Budapest en agosto de 1976. Se publica por primera vez en Casa de /as Arner~cas. no. 99, noviembre-diciembre de 1976.

"Occidente", es decir, con los países de capitalismo desarrolla- do: esto último es imprescindi- ble, pues si no somos europeos, si somos e n cambio, como dijo Lipschutz, LLeuropoide~".

Pero hay otra fuerte heren- cia que casi me atrevo a llamar intermedia: ni indígena ni, en rigor, "occidental", s ino a lo más, como he sugerido e n otra ocasicin, "paleoccidental": la he- rencia ibérica. En iin intento, por modesto que sea, de precisar las raíces de nuestra ciiltiira. no

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es posible soslayar nuestras rela- ciones con aquélla. Voy pues a presentar algunas ideas genera- les sobre esas relaciones, centrán- dome en los polos más visibles de las mismas: España e Hispano- américa.

Que una parte considerable de nuestra cultura proviene de fuen- te española, es obvio. Aunque ha- blar de "fuente" implique usar una metáfora, y aunque no pue- da exagerarse el peso de aquella parte en la elaboración ulterior de nuestra cultura, tampoco puede minimizarse, y todavía menos pretenderse borrarla de un pluma- zo. Es mucho más que la lengua lo que recibimos de España. Pero incluso en la lengua se revela la forma peculiar como ocurrió esa recepción. Menéndez Pidal, al hablar de la unidad del idioma, explicó: "Hay, podemos decir, dos tipos de lengua española culta, como hay dos tipos de inglés: uno europeo y otro americano, dis- tintos fundamentalmente por algunas peculiaridades de pro- nunciación."' Esa diferencia vi- sible (o, mejor, audible), que también puede llamarse riqueza, no implica, por suerte, riesgo de fragmentación de nuestro idioma,

' Ramón Menéndez Pidal: "La unidad del idioma" (1944), en Castilla, la tra- dicion, el idioma, 3a. ed., Madrid, 1955, p. 206.

Ramón Menéndez Pidal: ob. cit., p. 192. Sobre esta cuestión del idioma, que tantas insensateces ha hecho verter en ambas márgenes del Atlántico,

cf., además de las justas palabras de Menéndez Pidal, Amado Alonso: E l problema de la lengua en América, Madrid, 1935; y Castellano, español, @o- ma nacional. Historia espiritual de tres nombres. Buenos Aires, 1943; y An-

gel Rosenblat: E l castellano de España y el castellano de América. Unidad y diferenciación, Caracas, 1962. Este último, en su regocijante ensayo, dice: "Frente a la diversidad inevitable del habla popular y familiar, el habla culta de Hispanoamérica presenta una asombrosa unidad con la de España, una

unidad que me parece mayor que la del inglés de los Estados Unidos o el portugués del Brasil con respecto a la antigua metrópoli" (p. 46).

como ocurrió con el latín a la caí- da del Imperio Romano, y como temieron (y combatieron), en el siglo pasado, Andrés Bello y Rufino José Cuervo, ya que "los pueblos en que se fraccionó el Imperio español se comunican hoy entre sí mucho más que cuando formaban un solo estad^".^ La uni- dad de nuestro idioma, pues, sin mengua de los enriquecimientos que cada zona le aporta, se ha con- servado, y es de desear que se conserve, garantizándose así una fructuosa intercomunicación y la pervivencia de un vínculo homo- géneo con el resto del mundo.

Más allá de la lengua la si- tuación es, desde luego, mucho más compleja. A los hispanoame- ricanos nos gusta repetir, en re- lación con los españoles, que no descendemos de los que queda- ron, sino de los que vinieron, cuyos hijos dejaron ya de ser españoles para hacerse, primero, criollos, y luego, mezclados con otras etnias, latinoamericanos. Este planteo es lógico: hace más de siglo y medio que la Améri- ca española inició su separación política del maltrecho y deca- dente Imperio español, el cual perdería sus últimas posesiones americanas, Cuba entre ellas, en 1898. Y, por otra parte, la pri- mera definición de Hispanoamé- rica se hace en contrapunto con España, y supone, necesaria- mente, señalar las diferencias con ésta: señalamiento comple- jo, como bien se sabe, y en el que el énfasis en destacar lo que

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nos distingue de la vieja metró- poli, sin generar soluciones ver- daderamente propias, ayudó a que muchos sucumbieran ante las propuestas de nuevas y vora- ces metrópolis: como si cambiar de amo, según advirtiera Martí, equivaliera a ser libres.

La asunción de tales propues- tas "occidentales", que fascinaban a ciertos grupos hispanoamerica- nos ávidos de modernización, fue facilitada por el estado lamenta- ble en que se encontraba Espa- ña, y la explotación inicua a que sometía a estas tierras donde sur- gían nuevas naciones; pero a ello coadyuvó también el hecho de que España y lo español habían estado marcados, desde el siglo xvr, por una feroz campaña ad- versa que se ha dado en llamar la Leyenda Negra. Vale la pena detenerse un momento en ella, cuya aceptación acrítica, como se verá, es negativa en general, y en especial para nosotros mismos.

RAZONES PARA LA LEYENDA NEGRA

En apariencia, esta Leyenda Ne- gra fue provocada por el compar- tible rechazo a los crímenes monstruosos cometidos en este Continente por los conquistado- res españoles. Pero el menor res- peto a la verdad histórica muestra que esto es sencillamen- te falso. Los crímenes existieron, sí, y fueron monstruosos. Pero, vistos con la perspectiva de los siglos trariscurridos desde enton-

ces, no más monstruosos que los cometidos por las metrópolis que sucedieron con entusiasmo a Es- paña en esta pavorosa tarea, y sembraron la muerte y la desola- ción en todos los continentes: en comparación con las depredacio- nes de Holanda, Francia, Ingla- terra, Alemania, Bélgica o los Estados Unidos, para mencionar algunas ilustres naciones occi- dentales, si algo distingue a la conquista española no es la pro- porción de crímenes, en lo que ninguna de aquellas naciones se deja aventajar, sino la proporción de escrúpulos. Las conquistas realizadas por tales países tam- poco carecieron de asesinatos ni de destrucciones: de lo que sí carecieron fue de hombres como Bartolomé de Las Casas, y de polémicas internas como las que encendieron los dominicos y sa- cudieron al Imperio español, sobre la legitimidad de la con- quista: lo que no quiere decir que tales hombres, siempre mi- noritarios, lograran imponer sus criterios, pero sí que llegaron a defenderlos ante las más altas autoridades, y fueron escucha- dos y en cierta forma atendidos. El investigador francés Pierre Vilar, quien aborda la historia de España con erudición y enfoques correctos, ha podido escribir:

Es hermoso para una nación colonial haber tenido un Las Casas, y no haberlo dejado aislado y sin influencias. La Escuela de Salamanca, con Melchor Cano, Domingo de

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Soto y Francisco de Vitoria, a mediados del siglo xvr, hizo pasar la discusión del plano humanitario al plano jurídi- co del "derecho de gentes".

Y también: Lo esencial, de hecho, es dis- tinguir entre una práctica bru- tal (pero no más brutal que cualquier otro tipo de coloni- zación) y una doctrina, e in- cluso una legislación, de intenciones sumamente eleva- das (que han faltado frecuen- temente a colonizaciones más modernas) .j Conviene también saber lo

que sobre aquella Leyenda Negra han dicho otros irrepro- chables anticolonialistas y de- fensores de las comunidades masacradas (tanto por el Impe- rio español como por los que lle- garon después) : Fernando Ortiz, Alejandro Lipschütz y Laurette Séjourné.

Para Fernando Ortiz, "la con- quista del Nuevo Mundo fue una realidad ciertamente cru- delísima", pero "ni tan leyenda ni tan negra", ya que

la negrura de su humanísima inhumanidad no fue exclusi- va de España, ni más tene- brosa que la de todos los otros genocidios y sojuzgamientos de unas gentes por otras, rea-

Pierre Vilar: Historia de España, trad. de Manuel Tuñón de Lara. París. 1960, pp. 48-49.

Fernando Ortiz: "La 'leyenda negra' contra fray Bartolorné", Cuadernos Americanos, septiernbre-octubre de 1952, p. 46.

Alejandro Lipschütz: El problema racial en la conquista de América y el mestizaje, Santiago de Chile, 1963. p. 229.

lizados a sangre y fuego o con las más refinadas técnicas mortíferas, cuando los in- frenados afanes de poder y codicia entenebrecen las con- ciencias aunque se cubran con alardes de fatalismo ideo- lógico, destinos manifiestos, predestinaciones o servicios a Dios4 Alejandro Lipschütz, por su

parte, estima que tal leyenda negra es ingenua; y peor que eso, es maliciosa propaganda. Es ingenua, por- que los conquistadores y pri- meros pobladores no son exponentes de la cultura moral del pueblo español; y es maliciosa propaganda, por- que en forma igualmente tre- menda se han realizado, y todavía están realizándose, todas las conquistas de tipo señoriaL5

también piensa que con igual razón se debiera con- feccionar una leyenda negra antiportuguesa, antibritánica, antifrancesa, antialemana, an- tirrusa, antiyanqui. En los tremendos sucesos que se re- sumen con las palabras de Las Casas "La destrucción de las Indias" no hay nada que flu- yera simplemente del hecho de haber sido españoles los conquistadores de América y sus primeros pobladores, o si se quiere, de haber sido ellos de raza española. Todo fluye del hecho de ser ellos instru- mentos ciegos o videntes del

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CARRUAJE régimen seiiorial, avasallador, DE LA EPOCA. trasladado a un marco tribal

,ijeno, por medio de la con- quista [...] en el pogrom de la conquista de America se exterioriza el carácter inina- nente del régi~nen señorial. Si se quiere: no hay lugar para una leyenda negra antiespañola, antiportugue- sa, antibritánica, etcétera; hay sólo lugar para una le- yenda negra antiseñorial.// Y aún más vale otro hecho de orden histórico: en verdad no se trata de una leyenda antiseñorial sino de la autén- tica realidad señorial mile- naria l...] ."

" Alejandro Lipschutz: Marx y Lenin en la América Latina y los problemas indigenistas, La Habana, 1974. pp. 170-171.

' Laurette SéjournB: America Latina. l. Antiguas culluras precolombinas, trad. de Josefina Oliva de Coll. Madrid, 1971, pp. 8-9.

Laurette Séjourné confiesa: Nos hemos dado cuenta tam- bién de que la acusación sis- temática a los espaiioles desempeña un papel perni- cioso en este vasto drama, porque sustrae la ocupación de América a la perspectiva universal a la cual pertene- ce, puesto que la coloniza- ción constituye el pecado mortal de toda Europa [...l.// Ninguna nación lo hubiera hecho mejor [...l. Por el con- trario, España se singulariza por un rasgo de importancia capital: hasta nuestros días ha sido el único país de cuyo seno se hayan elevado pode- rosas voces contra la guerra de conquista.; Tales observaciones ayudan

a entender las verdaderas razo-

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nes por las cuales se urdió y difundió contra España la Leyen- da Negra, la cual, e n efecto, "sustrae la ocupación de Améri- ca a la perspectiva universal a la cual pertenece". Por ello es im- prescindible rechazar ese esca- moteo, y ubicar la ocupación de nuestro Continente en "la pers- pectiva universal": entonces se ve con toda claridad que "en definitiva, la conquista y la co- lonización de América e n e l siglo xvr forman parte del fenó- meno de aparición y consolida- ción del ~apitalismo".~ Aquellos crímenes son imputables, pues, a la "aparición y consolidación del capitalismo", no a una nación u otra. Y ellos revelan "la pro- funda hipocresía y la barbarie pro- pias de la ciuili~ación burguesa [que] se presentan desnudas ante nuestros ojos cuando, e n lugar de observar esa civilización en su casa, donde adopta formas honorables, la contemplamos en las colonias, donde se nos ofrece sin ningún embozo".' Precisa-

n Julio Le Riverend: "Problemas históricos de la conquista de América. Las Casas y su tiempo", Casa de las Américas, no. 83, julio-agosto

de 1974. p. 4.

Carlos Marx: "Futuros resultados de la dominación británica en la India", en Carlos Marx y Federico Engels: Acerca del coionialismo, Moscú, s.f.,

p. 86. (Subrayado mío. R. F. R.)

Karl Marx: El capital. Critica de la economía politica. Libro primero. El proceso de producción del capital, tomo III, edición a cargo de Pedro

Scaron, 3a. ed. en español, Siglo XXI, México, D.F., 1975, p. 950.

" Quevedo, quien había nacido en 1580, ocho años antes de la derrota de la Armada Invencible, presenció el inicio de esle proceso, y lo reflejó en

su obra enorme, amarga y genial. En uno de sus sonetos más conocidos, escribió: "Y es más fácil. ioh España!, en muchos modos, 1 que lo que a

todos les quitaste sola 1 te puedan a ti sola quitar todos:'

"En general. la esclavitud disfrazada de los asalariados en Europa exi- gía, a modo de pedestal, la esclavitud sans phrase [desembozada] en el

Nuevo Mundo:' Karl Marx: El capital, ed. cit. en nota 10, p. 949.

mente la Leyenda Negra fue for- jada y difundida para ocultar esta verdad: para exculpar al "ca- pital [que viene al mundo] cho- rreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies",1° y arrojar la responsa- bilidad sobre una nación, Espa- ña, que en el siglo XVI era la más poderosa de la Tierra, y cuyo si- tio, por ello, aspiraban a ocupar, y finalmente ocuparon, otras metrópolis, entonces incipien- tes, confabuladas todas contra España:" fueron las burguesías de esas metrópolis las que crea- ron la especie de la Leyenda Negra antiespañola, natural- mente que n o e n beneficio de los pueblos martirizados, a los que ellas mismas someterían a martirio no menos cruel, sino en beneficio de sus rapaces intere- ses.12 La Leyenda Negra fue un hábil arma ideológica e n la lu- c h a in te rmet ropol i tana que acompaña al capitalismo y abar- ca varias centurias, aunque a finales del siglo XVII estaba ya prácticamente decidida e n fa- vor de nuevas metrópolis (como Holanda, Francia, Inglaterra, grandes fautoras de la Leyen- d a ) . En aquel la lucha h u b o (y hay), como es natural, con- tradicciones entre las burguesías de las distintas metrópolis, e in- culpaciones mutuas, pero sobre un fondo de intereses comunes que hoy revelan de modo muy claro las trasnacionales; y elo- giándose unas a otras no como los cuatreros que son, sino como

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representantes luminosas de la civilización. Por ejemplo, al agravarse a principios de este si- e10 las contradicciones intenm- "

perialistas que condujeron a la llamada Primera Guerra Mun- dial, veríamos prosperar nuevas 'leyendas negras", tan mendaces como la otra aunque los críme- nes también fueran tristemente verdaderos: las forjadas por los distintos contendientes bélicos en detrimento de sus ocasiona- les enemigos. En la elaboración de esas leyendas, por cierto, no sólo participaron las respectivas burguesías, lo que era lógico, sino, vergonzosamente, también los traidores de la Segunda In- ternacional, que dejarían hue- lla tan triste. Pero tales leyendas no prosperaron a la terminación de aquella conflagración (ni si- quiera, a pesar de los horrores nazis, prosperaría la leyenda ne- gra antialemana después de la llamada Seeunda Guerra Mun-

u

dial), sino en la forma atenuada y casera de que no puede pres- cindir el ridículo chovinismo burgués: y no prosperaron, por- que no podía ser de otra manera entre cómplices de las mismas fe- choría~, especialmente al brotar ante ellos la Revolución de Oc- tubre, la cual im~ulsaría una creciente descolonización y obli- gana a los bárbaros "civilizados"

l3 Cf. como botones de muestra La leyenda negra. Estudios acerca del concepto de España en el extranjero (1914), 13a. ed., Madrid, 1954, de

Julián Juderias: e Historia de la leyenda negra hispanoamericana, Madrid, 1944. de Rbmulo D. Cahia, autor argentino este último. No es azaroso que la extrema derecha española -y una parte de la extranjera- se entregue a

esta "defensa" de "España" con la que se suelen defender, con frecuen- cia, depredaciones más cercanas.

a rehacer de prisa su causa co- mún: para nombrar a esa causa común, la de la explotación del mundo entero, el pillaje, el geno- cidio y el horror, desempolvaron las expresiones "Occidente" o L'cultura occidental", quintaesen- cid según ellos de todos los esplen- dores del hombre. Esa Leyenda Blanca o Rosa, la de "Occiden- te", es el reverso de la Leyenda Negra, y no tiene más propósito ni más valor que ésta. Es decir: cuando no es un arma homicida, es un trasto inservible.

La forma como la reacción es- pañola ha intentado combatir la Leyenda Negra contra su país, ha mostrado, como es natural, ser absolutamente ineficaz. Con- sultando sus arduos t e x t o ~ , ' ~ a ratos se siente uno tentado de suscribir aquella leyenda, lo que sería desde luego un craso error. Incapacitada por su estrecha perspectiva de clase para apre- hender el verdadero núcleo del asunto en discusión, todo se vuelve (además de injurias a otras naciones) una retahíla de alabanzas a glorias herrumbrosas y grandezas de utilería, mientras se denigra a figuras y realizacio- nes verdaderamente admirables de España: ejemplo caracterís- tico de esto último es el odio encarnizado que la reacción es- pañola profesa al extraordinario Bartolomé de Las Casas, a quien ya he mencionado y sobre el

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cual tendré ocasión de volver en estas líneas.

Esta dicotomía muestra que tales autores, aunque aquejados de momificación antidialéctica, no desconocen sin embargo la existencia de una dualidad en el seno de cada cultura nacio- nal, como explicaría Lenin: l 4

sólo que ellos, diciendo asumir la totalidad de la herencia es- pañola, de hecho, por eso mis- mo, pretenden expulsar de esa herencia, con visión "ultrarre- accionaria y clerical", mucho de lo que nosotros consideramos allí central y vivo, y en cambio de- fienden cerradamente lo muer- to, retardatario o negativo.

El único procedimiento válido es comenzar impugnando explíci- tamente esa falsa totalidad, que obligaría a aceptar o rechazar en bloque todo "lo español", lo cual es disparatado; y proclamar la exis-

"En cada cultura nacional existen, aunque no estén desarrollados, ele- mentos de cultura democrática y socialista, pues en cada nación hay una

masa trabajadora y explotada, cuyas condiciones de vida engendran inevi- tablemente una ideología democrática y socialista. Pero en cada nación

existe asimismo una cultura burguesa (y, además, en la mayoría de los ca- sos ultrarreaccionaria y clerical), y no solamente en forma de '~elemen-

tos~>, sino como cultura dominante. Por eso la aAtura nacional,, en gene- ral es la cultura de los terratenientes, de los curas y de la burguesia:' V. l. Lenin: "Notas criticas sobre la cuestión nacional" (1913), en La literatura y

el arte, Moscú, s.f., p. 80.

' V n los primeros años de la Revolución de Octubre, frente a ciertos in- tentos de desconocer o rechazar las creaciones culturales anteriores a la

Revolución y crear la cultura proletaria, Lenin reiteró que "sólo se puede crear esta cultura proletaria conociendo con precisión la cultura que ha

creado la humanidad en todo su desarrollo y transformándola [...l. La cul- tura proletaria tiene que ser el desarrollo lógico del acervo de conocimien-

tos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad capitalista. de la sociedad terrateniente, de la sociedad burocrática. Todos esos cami-

nos y senderos han conducido y continúan conduciendo hacia la cultura proletaria [...]". V. l. Lenin: 'Tareas de las Juventudes Comunistas" (1920), ob. cit. en nota 14, p. 137. Estas ideas se reiteran y amplían, por ejemplo. en "La cultura proletaria" (1920), y sobre todo rigieron la tarea leninista de

fundación del primer Estado socialista en el orden cultural.

Fidelino de Figueredo dedicó a ese tema. el "de las dos Españas, la de las derechas o la de las izquierdas" (p. 29). visto con óptica liberal, su li-

bro Las dos Españas (1932). trad. de varios, México, 1944.

tencia no de una, sino de dos cul- turas, en el caso de España como de cualquier otra realidad similar: la "señorial", como diría Lip- schütz, y la popular; la de los opresores y la de los oprimidos: esta última es la viviente y autén- tica, y sus obras son las que rei- vindicamos; pero, sin proceder a un corte primario y a un abando- no empobrecedor, desde su pers- pectiva (en atención ya no sólo a la teoría sino también a la praxis leninista)I5 procederé a enjuiciar la primera, asimilando crítica- mente cuanto en ella se conside- re ganancia de la humanidad.

Por otra parte, pocos países han expresado tan vivamente la conciencia de esta dualidad como España. Debido sin duda a su condición de adelantada del capitalismo y de la expan- sión europea, y a su posterior desfasaje y al cabo marginación en cuanto al desarrollo de ese capitalismo que en gran medi- da ella hizo posible, el tema de la dualidad tanto externa (Eu- ropa/España) como interna ("las dos Españas") l 6 se convertiría en una constante del pensamiento y de las letras de España casi desde el inicio de la decaden- cia del país. Baste recordar el conocido epitafio que mencio- na Larra en su "Día de difuntos de 1836": "Aquí yace media Es- paña: murió de la otra media"; y sobre todo el señalamiento del hecho en el magnífico Antonio Machado, quien en textos como "El mañana efímero", de 1913

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-por cierto, el mismo año en que Lenin escribe sobre la existencia de dos culturas en una nación-, distingue con toda claridad entre

la España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de ras cuelo y de María, de espíritu burlón y de alma quieta,

Esa España inferior que ora y bosteza, vieja y tahur, zaragatera y triste; esa España inferior que ora y embiste cuando se digna usar de b c?bezal;l

y por otra parte

la España del cincel y de la maza, con esa eterna luventud que se hace del pasado macizo de la raza. Una España implacable y redentora, España que alborea Con un hacha en la manovengadora, España de b rdb~d y de b idea

Sin negar la evidente exis- tencia de una historia de Espa- ña, que a su vez tiene que ser remitida a la historia mundial, toda apreciación de España que no tome en cuenta la existen- cia de estas dos culturas en su interior, de acuerdo con la rea- lidad clasista, y que se limite a considerarla globalmente, para denigrarla o para exaltarla, no puede ser sino legendaria.

O C C I D m Y ESPANA No es extraño, dado su origen, que la Leyenda Negra antiespa-

" Cf. Walter Rodney: How Europe underdeveloped Africa, Dar es Salaarn, 1972.

hola encontrara lugar entre las formas variadas, y siempre in- aceptables, del racismo. Por su- ficientemente conocido, apenas es necesario mencionar el triste caso de los Estados Unidos, don- de es habitual que los términos 'hspano" o "latino", aplicados de preferencia a nosotros y muy es- pecialmente a puertomqueños y chicanos, estén cargados del des- dén con que los habitantes al parecer transparentes de aquel pobre país tratan a quienes lla- man "coloreados". Pero quizá sea útil recordar una frase cuya for- mulación clásica se atribuye a Alejandro Dumas: "Africa em- pieza en los Pirineos." El sacro- santo Occidente muestra así su repugnancia por lo otro que no es él: y ese otro lo encuentra,en- carnado por excelencia en Afn- ca, cuya penosa situación actual fue provocada por el crecimien- to del capitalismo occidental, que la subdesarrolló para hacer posible ese crecimiento.''

Aquí también la reacción es- pañola se enibarulla sin remedio, al mostrarse ofendida por este jui- cio: lo que demuestra que es tan deleznablemente racista como quienes lo emiten: y, en efecto, la "limpieza de sangre" fue su atroz pecado. La realidad, sin embargo, es mucho más viva y alecciona- dora de lo que suele sospechar quien pretende injuriar y quien se siente ofendido. Pues la verda- dera historia de España, no la que mienten engolados y engolillados textos oficiales, ayuda a entender

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la completa falsedad de lo que Occidente cuenta de sí mismo: ese singular proceso según el cual la Razón se reveló a Grecia, se hizo Imperio en Roma, se asimiló una Religión que le estaba destinada, y vivió varios siglos de oscura hi- bernación para Renacer, armada

,. de todas sus armas, en las obras de occidentales (exbárbaros) que se pasarían los siglos venideros cumpliendo la pesada misión de llevar la luz de la Civilización al resto del planeta. Si algún país permite tirar de la manta y mos- trar el alegre fraude que supone esta historia que se atribuyen las burguesías desarrolladas de Oc- cidente, ese país es España, y tal hecho de seguro ha contribuido también a la denigración que ella ha sufrido a manos occidentales. Aunque aún no contemos con toda la información sobre este punto, lo que se sabe basta y so- bra para hacer rectificar aquella mentirosa autobiografía.

A la tonta simplificación se- gún la cual "la España eterna" fue ocupada durante varios siglos por los infieles árabes, a quienes al cabo logró arrojar de la Penínsu- la, preservando la pureza de la fe cristiana y evitándole a Europa el contagio de la barbarie mahome- tana, se sobrepone una verdad mucho más rica: en España con- vivieron durante siglos, y se influyeron mutuamente, fructuo-

Américo Castro: España en su historia. Cristianos, moros y judios. Buenos Aires. 1948.

j9 Ramón Menéndez Pidal: Los españoles en la historia (1947), Madrid, 1959, p. 169.

samente, cristianos, moros y ju- díos, españoles todos, como ha explicado Américo Castro en un polémico libro.'' En aquel momen- to, "no cabía L...] ni decir que lo español era lo europeo ni que era lo oriental"; y también:

Apretujada entre la embesti- da islámica y la ambiciosa presión de Francia, Castilla desarrolló una existencia de enérgico y hábil esgrimidor, ducho en ataques y paradas. El menester de vivir bajo la amenaza de la más alta civi- lización existente en el mun- do entre los siglos rx y XII, llevó a Castilla a delegar en los mo- ros y judíos que sometía, el trato con las cosas, la técnica y lo que requiriera detenerse a pensar [pp. 14-15]. Casi al mismo tiempo de la

aparición de aquel libro de Cas- tro, escribía Menéndez Pidal:

La España del Sur, el Anda- lús, aunque desarrolla un ais- lamiento muy hispanizado en costumbres, en arte, en ideo- logía, queda segregada de Europa y unida al orbe cultu- ral afro-asiático. La España del Norte, la europea, aun- que bien firme en su cristian- dad, se ve sin embargo muy sometida a influjos del Sur, en el tiempo en que la cul- tura árabe era muy superior a la latina, y cumple enton- ces el alto destino histórico de servir como eslabón entre los dos orbes, oriental y occi- dental.19

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La influencia de aquella so- ciedad árabe, "la más alta civi- lización existente en el mundo entre los siglos IX y XII", de aque- lla "cultura árabe [que] era muy superior a la latina", penetra en efecto en Europa a través de España, y vivifica al mortecino mundo cultural europeo: se hace sentir en su filosofía, en su lite- ratura, en su ciencia, en su téc- nica, e n sus cultivos, en sus hábitos; en Santo Tomás, en Dante: esto último, como se sabe, fue descubierto por el sa- cerdote español Miguel Asín Palacios, quien opinaba que "nuestra patria tendría derecho a reinvidicar para algunos de sus pensadores musulmanes una parte no exigua de los timbres de gloria con que la crítica uni- versal ha decorado la obra in- mortal de Dante Alighieri".lo

Pero España no sólo resulta ser, así, "eslabón entre la Cristiandad y el Islam",2' sino que, debido a la vastedad del mundo islámico, esta función de puente viene a ser aún más importante para Europa, al aportarle contribuciones, ya asi-

20 Miguel Asin Palacios: Dante y el Islam, Madrid, 1927, p.16. --

a Ram6n Menéndez Pidal: España, eslabón entre la Cristiandad y el Islam, Madrid, 1956, pássim.

22 José Luciano Franco: "Transculturación afrohispánica", Santiago, no. 17, marzo de 1975, pp. 50 y 56. Cf. también sobre este punto el libro de Fer-

nando Henriques Children of Caliban, Londres, 1974, especialmente el cap. 2, "The European lmage of the non European".

23 Bolívar era conciente de este hecho: "España misma deja de ser europea, por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter", dijo ante el

Congreso de Angostura en 1819. Pero ello estaba lejos de ofenderlo: al con- trario, tal hecho contribuyó a la originalidad americana, que cuatro años an- tes lo había llevado a proclamar con evidente orgullo: "Nosotros somos un pequeño género humano:' Se sabe, por otra parte, cuánto atrajo a Martí lo árabe en la cultura española. A los grandes creadores de nuestra América

les ha interesado siempre, en España. su otredad, su heterodoxia.

miladas por los árabes, de origen griego, y también indio (trátese de los cuentos o de la matemáti- ca: recuérdese que el cero, inven- tado en la India, entra así en Europa) o indopersa (como el li- bro de aritmética que, por encar- go del califa de Bagdad, escribiera en el siglo IX el persa Al-Khu- warizmi, quien daría su nombre a los números: alguarismo en anti- guo español, moderno guarismo). José Luciano Franco ha señala- do, además, que

los primitivos iberos eran negroides [...l. De las pobla- ciones capsianas del Magreb, surgieron los inmigrantes que poblaron Iberia muchos mile- nios antes de nuestra era; y son los primitivos iberos quie- nes, en su contacto tradicio- nal con las gentes de su propia e,tnia que permanecieron en Africa, dieron nacimiento a un fenómeno de transcultu- ración que se prolongó por más de veinte siglos para fi- nalizar con árabes, bereberes y judíos sefarditas.

Y también que muchos de los es- pañoles que en 1492 serían expul- sados de España junto con los judíos sefarditas, y a quienes "por sus rasgos culturales y lenguaje se les llama árabes o musulmanes", eran "en realidad africanos, bereberes y negros en su mayoría".22

Si se tiene en cuenta todo esto, se verá hasta qué punto es cierto no sólo que Africa sí em- pieza, felizmente, en los Piri- n e o ~ , ~ ~ sino que además empieza

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Asia: y además, cómo este he- cho fertiliza (junto a muchos otros) a la entonces crepuscular cultura europea; si se tiene en cuenta, además, que el supues- to "milagro griego", como se sabe hace tiempo, tiene sólidas raíces afroasiáticas," y que el cristianis- mo fue una secta asiática her- mosamente pendenciera cuyo escandaloso igualitarismo la hizo enraizar entre los esclavos del

" Cf. ahora. de Martin Bemal: Black Athena. The Afroasiatic Roots of Classical Civikation, volumen 1 (1987), 6a. ed. en rústica, New Brunswick, New Jersey,

1991; volumen II, New Brunswick, New Jersey, 1992. (Nota de 1992.)

Z5 "La historia del cristianismo primitivo", escribió Engels, "tiene notables puntos de semejanza con el movimiento moderno de la clase obrera." Es

más, a la pregunta de Anton Menger de por qué "el socialismo no siguió a la caída del Imperio Romano de Occidente", Engels respondió que "ese so- cialismo existió en la realidad, hasta donde ello era posible en esa época,

e incluso alcanzó una posición dominante ... en el cristianismo. Sólo que este cristianismo, como tenia que suceder dadas las condiciones históri- cas, no quiso cumplir las transformaciones sociales en este mundo, sino

más allá de él, en la vida eterna después de la muerte, en el inminente 'milenio"'. Federico Engels: "Sobre la historia del cristianismo primitivo", en

Carlos Marx y Federico Engels: Sobre la religión, Buenos Aires, 1959, pp. 272-273. Cf. también la introducción de Engels a la obra de Marx Las

luchas sociales en Francia de 1848-1850, La Habana, 1973, pp. 34-36.

Imperio Romano como el socia- lismo enraizaría luego entre los nuevos esclavos del capitalismo europeo, según la clásica com- paración de en gel^,^^ se verá en qué medida la idea que Occi- dente propone de sí mismo como un nuevo pueblo de elección, es tan falsa como todas las otras ideas similares a lo largo de la historia. A Alejo Carpentier le gustaba evocar el triste destino del pueblo caribe, una comuni- dad orgullosa y peleadora que ascendió desde la hoya del Orinoco hacia el mar al que da- ría su nombre y sus huesos al gn- to "Sólo el caribe es hombre", y cuando empezaba a expandirse por el gran mar, se topó con las orgullosas y peleadoras velas es- pañolas, cuyas cruces y espadas decían algo similar a lo que de- cían los caribes, pero con otro protagonista. Esas velas, a su vez, resultaron tan frágiles como las flechas, los gritos y las canoas aborígenes, cuando empezó a desarrollarse en plenitud el im- placable mundo capitalista, que echaría de lado a España y a su historia, a la que tanto debía sin embargo: desde creaciones filo- sóficas, artísticas, científicas, jurídicas o técnicas, hasta la en- trada europea en América y la sangrienta extracción del oro y la plata que irían a parar a las ávidas manos de esos banque- ros genoveses o alemanes que lla- maban a los arrogantes nobles españoles, sarcásticamente, "nuestros indios".

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Sin embargo, la España de Velázquez es todavía presti- giosa; inspira al "gran siglo" francés. Hacia 1650, el cas- tellano es la lengua noble en todas partes. En la Isla de los Faisanes -veamos los tapices de Versalles-, la vieja distin- ción de la corte castellana anula el lujo sin gusto de Luis XIV y de su séquito. Tendrá que pasar mucho tiempo para que los nuevos ricos, que son Inglaterra, Países Bajos y la misma Francia, perdonen esa ~uperioridad.~~ [La 'perdona- rán" con la Leyenda Negra.] Pero si es comprensible que

ella continúe viva en sectores re- accionarios de Occidente, para los cuales el racismo, la falsifica- ción, el resentimiento y la irra- cionalidad son esenciales, a primera vista podría parecer me- nos comprensible que también continúe viva dicha leyenda en zonas que se consideran de la iz- quierda de Occidente, y donde uno esperaria un enjuiciamiento racional de la historia. Dichas zonas, sin embargo, podrían ejem- plificar el caso de ese paternalista hombre de izquierda europeo de quien se ha hablado, quien "de- nuncia el colonialismo, pero se le eriza la piel cuando descubre esa

a Pierre Vilar: ob. cit. en nota 3. p. 60.

Jacques Arnault: Hfstoria del colonialismo, trad. de Raúl Sciarreta, Buenos Aires, 1960, p. 10.

"Entrevista con Jean Paul Sartre", Libre, no. 4, 1972, p. 10. No deja de ser curioso que esta publicación. cuyo subtítulo era Revista Critica Tri-

mestral del Mundo de Habla Española, haya dejado pasar sin la menor crí- tica, o al menos sin el menor comentario, este exabrupto.

denuncia en la pluma de un co- lonizado". 27

A título de ejemplo, oigamos a un clásico representante de cierta izquierda occidental, Jean Paul Sartre, manifestándose so- bre la cultura española de una manera que Alejandro Dumas no hubiera rechazado como propia. A una pregunta (malintenciona- da) formulada por la revista Li- bre, Sartre responde: "Cuando fui por primera vez a Cuba, re- cuerdo que una de las principa- les preocupaciones de los cubanos era la de resucitar su antigua cultura, que infortunadamente es española, para oponerla a la absorbente influencia de los Es- tados unido^."'^ Podría creerse que Sartre piensa aquí en la pre- sente situación de la cultura es- pañola, la cual en efecto es lamentable; pero no: porque ha- bla de "resucitar su antigua cul- tura, que infortunadamente es española". No voy a insistir en los olvidos evidentes (la antigua cultura cubana puede ser indí- gena o africana o incluso crio- lla), pues Sartre no deja lugar a dudas: él se refiere a la "antigua cultura [...] española". Y toda vez que somos un país surgido del colonialismo, nuestra "antigua cultura", si se prescinde como hace aquí Sartre de los aportes extraeuropeos, sólo puede ser la cultura de la respectiva metró- poli. Ahora bien: ¿por qué rayos debemos aceptar que es infortu- nado que esa "antigua cultura" sea para nosotros la española?

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Sería acaso una fortuna que esa antigua cultura fuese holande- -

sa, como le ocurre a Surinam; o inglesa, como le ocurre a Jamai- ca; o francesa, como le ocurre a Haití? ¿En qué ha favorecido a esos países remitirse a una cul- tura metropolitana no española? En sus palabras, aunque quizá sin saberlo, Sartre no hace más que suscribir la Leyenda Negra an- tiespañola. Lo importante, lo de- finitivo es que aquellos países nacidos del colonialismo, entre los que se encuentra Cuba, te- nemos, además de nuestras res- pectivas antiguas culturas, una cultura nueva, revolucionaria, que estamos creando en común.

Otro ejemplo, aunque muy menor, de aquel procedimiento nos lo ofrece un tal Jean-Jacques Fol, al enjuiciar a Bartolomé de Las Casas. "Sin duda", dice este autor, "Bolívar llamó a Las Ca- sas 'el Apóstol de la América', y Martí hizo su elogio. ¿Pero eso es verdaderamente suficiente? ¿No es menester ver más lejos?" Ver más lejos que Bolívar y Mar- tí es tarea apasionante. Pero he aquí el prodigioso parto de los montes que nos ofrece con su larga vista el señor Fol: "Pues la defensa de América por el pa- dre Las Casas se hizo en detri-

2g Jean Jacques Fol: "Notes de lecture", Europe, enero-febrero de 1974, p. 286. Se trata de un comentario a mi libro Caliban cannibale, trad. de J. F.

Bonaldi, París, 1973. -.

3D Manuel Galich: "El indio y el negro, ahora y antes", Casa de las Améri- cas, no. 36-37, mayo-agosto de 1966, número dedicado a Africa en América.

l' Fernando Ortiz: "Prólogo" a José Antonio Saco: Historia de la esclavitud de la raza africana en el Nuevo Mundo y en especial en los paises

américo-h~spanos, t. 1, La Habana, 1938, p. lix.

mento de África, y la salvación de los indios fue posible en la época por la llegada de esclavos transportados de Afri~a."~"i la ignorancia de este señor no fuera tan estruendosa como su fatui- dad telescópica, le hubiera bastado consultar algunos ma- pas relativos a nuestra América (por ejemplo, los que ofrece Manuel Galich en su ensayo "El indio y el negro, ahora y an- t e ~ " ) ' ~ para comprobar que allí donde se produjo "la salvación de los indios" (mesetas mesoa- mericanas, sierras andinas, et- cétera) fue precisamente donde no fueron llevados esclavos afri- canos, obligados en cambio a trabajar en las plantaciones de tierras bajas donde el indio ha- bía sido exterminado. Pero sobre todo hubiera debido saber que esa calumnia lanzada contra Las Casas, una de las figuras más nobles en la historia, es una canallesca imputación reaccio- nana. Ya en 1938 había explicado Fernando Ortiz:

Contra Las Casas hubo un do- ble deseo, el de borrar el re- cuerdo de su nombre por ser evocador de la barbarie de la conquista y destrucción de las Indias Occidentales, y, a la vez, el de denigrarlo, cuan- do era inevitable sacarlo a la luz, atribuyéndole la ini- ciativa de la trata negrera [. . . l . Imputación afrentosa que le arrojaron los defen- sores del esclavismo y del colonialismo español.-"

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Ortiz volvería en varias oca- siones sobre el tema (que también han abordado certera- mente investigadores tan res- ponsables como Silvio Zavala" o Juan Comas)," y en especial en un trabajo definitivo: "La 'le- yenda negra' contra fray Barto- lomé"." Es cierto que e n su dramática y ejemplar evolución, no exenta de autocrítica, Las Casas, como era normal entre los españoles venidos entonces a América, tuvo encomiendas de indios antes de ser apasionado defensor de los indios; y que como todos en su época, inclu- so Tomás Moro en su proyecta- d a Utopía de 1516, dio por natural la esclavitud (de negros y blancos, sin distingo racial al-

- -- - - - - - - .- ... . . - -- - - - Silvio Zavala: "'Las Casas esclavista?", Cuadernos Americanos,

marzo-abril de 1944. - - - --- . - . - . - --- - - - - - m Juan Comas: "Fray Bartolomé, la esclavitud y el racismo", Cuadem

Americanos, marzo-abril de 1976.

Cit. en nota 4. - -

Por desgracia, a esta leyenda negra contra fray Bartolomé ha contribuido también, reiteradamente, Menéndez Pidal, quien se ha ocupado del tema,

que yo sepa, en los siguientes trabajos: "'¿Codicia insaciable?' '¿Ilustres ha- zañas?"' (1940), en La lengua de Cristóbal Colón. El estilo de Santa Teresa y

otros estudios del siglo M, Buenos Aires, 1942; "Vitoria y Las Casas" (1956) y "Una norma anormal del padre Las Casas", en El padre las Casas y

Vitoria con otros temas de los siglos m y M, Madrid, 1958; El padre Las Casas y la leyenda negra, Madrid, 1958; y El padre Las Casas: su doble

personalidad. Madrid. 1963. Menéndez Pidal compara a Las Casas (negati- vamente para él) con Bernal Diaz y Vitoria, y lo acusa desaforadamente de calumniador. de haber sido "el que intensificó, el que fijó, el que perpetuó la leyenda negra española" (El padre Las Casas y la leyenda negra, p. 1 l ) , de

esclavista anlinegro, y por último de ... paranoico (a lo que respondería cum- plidamente Lipschutz en "La paranoia y el histerismo de los profetas", k

y Lenin en la América Latina ..., cit. en nota 6). En este y en algunos otros puntos históricos, el eminente filólogo, a quien se tenia por espíritu más se- reno y objetivo, demuestra ser. al cabo. heredero de otro gran energúmeno

español: el polígrafo Marcelino Menéndez y Pelayo, cuyos criterios triste- mente reaccionarios tampoco invalidan, sin embargo, lo esencial de una

obra enorme que a pesar de la ideologia de su autor seria absurdo dejar en manos de la reacción espafiola. pues su consulta sigue siendo imprescindi- ble, como arsenal que es de los mas variados saberes. Un intento por des-

lindar lo vivo y lo muerto en esa gran obra (intento por desgracia muy insuficiente, dada la habitual superficialidad de quien lo acometiera) fue reali- zado por Guillermo de Torre en Menéndez y Pelayo y las dos Espñas, Bue-

nos Aires. 1943. Después de leer este librito. uno queda convencido de lo necesario que es escribirlo de veras.

guno) antes de convertirse, a su vez, en apasionado defensor de los negros. Pero sólo a un igno- rante, a un malvado o a un in- sensato se le ocurriría acusar a Las Casas de encomendero o es- clavista, de antindio o de anti- negro. Las Casas no nació Las Casas: se hizo Las Casas, como le ocurre a todo el mundo, aun- que sólo muy pocos hayan lle- gado tan lejos como él. Conpleno conocimiento de la obra entera del gran dominico, y con la au- toridad que le daba su formida- ble tarea de desentrañamiento de los aportes africanos a nues- tra cultura, Fernando Ortiz pudo concluir así su ensayo:

Si a Las Casas se le puede lla- mar "Apóstol de los indios1', también fue "Apóstol de los negros". La historia reta a sus enemigos a que presenten unos textos en favor de los negros esclavos, su explota- ción en América y su cruel tratamiento en todas partes, que sean más tempranos, vi- vos y concluyentes que los es- critos con ese propósito por Bartolomé de Las Casas, el gran español [pp. 183- 1841. A este reto, los enemigos de

Las Casas no han podido repli- car nada hasta la fecha: lo que no les ha impedido seguir pro- palando las sandeces de que se hace eco el señor Fol, coinci- diendo con ultrarreaccionarios cerriles, y contribuyendo a man- tener viva la leyenda negra con- tra fray B a r t ~ l o m é . ~ ~

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Nir4~ CHOCO (TIERRAS

W A S DEL NOFO3lE

M COLOMBIA). SE PINTA D€ OSCURO PARA

PROTEGERSE DE LA

DESGRACLA SUS NxeNos50N

PRODLlcI-05 DEL

SINCRmSMO CULTURAL

TOMADO M k RAZAS

HUMANAS. PUEBLOS AMERICANOS. I N ~ r m r r 0

G A L ~ C H . BARCELONR 1997. P. 747.

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LA DECADENCIA ESPAÑOLA

Un punto que no puedo ni quie- ro soslayar es el tan man?do de la decadencia española. Esta es un hecho incontrovertible, pero que nada tiene que ver con su- puestos defectos inmanentes de "lo español". El ocaso de un im- perio, que España sería la prime- ra nación moderna en conocer, es algo que se había visto ya, y veríamos repetirse luego en otros casos, como los de Portugal, Ho- landa, Francia o la misma Ingla- terra, a la que aún en mi niñez aceptaba como "reina de los mares1', y hoy es una señora pro- vinciana más bien parecida a la Miss Marple de Agatha Chris- tie. En cada uno de estos casos, el nuevo Imperio, el Imperio yanqui, corre servicial a here- dar, a mano armada o a mano enmascarada, las colonias que pertenecieron a los imperios periclitados: a España le arre- bata Puerto Rico y las Filipinas; a Francia y a Portugal, trata de heredarles Indochina y Ango- la ... Los pueblos respectivos, como se sabe, tienen criterios bien distintos.

En el caso de España, se co- nocen las razones de su deca- dencia, aunque no pocas de ellas son todavía objeto de po- I é m i ~ a . ~ ~ Una serie de hechos desastrosos, como la expulsión de judíos y moriscos y el aplas-

36 Cf., por ejemplo. el t. III de la Histona de España y América, dirigida por J. Vicens Vives. Barcelona, 1961, especialmente pp. 250-386; y Julio Le

Riverend: ob. cit. en nota 8.

tamiento en Villalar de los co- muneros por Carlos V, sofocaron el desarrollo de su burguesía, e hicieron ganar fuerzas a un nue- vo feudalismo que los Reyes Católicos hubieran querido fre- nar. La llegada de las fabulosas riquezas americanas a España, sin que existieran allí núcleos nacionales capaces de capitali- zarlas, selló esta regresión. Pierre Vilar ha explicado:

El triunfo del "cristiano vie- jo" significa cierto desprecio del espíritu de lucro, del pro- pio espíritu de producción, y una tendencia al espíritu de casta. A mediados del siglo XVI, los gremios empiezan a exigir que sus miembros prue - ben la "limpieza de sangre": mala preparación para una entrada en la era capitalista [...l. Para unos, "el oro de las Indias" ha servido por sí mis- mo para asegurar la hegenio- nía española. Para otros, es ese mismo oro la causa de la de- cadencia [...]. Los beneficios no fueron "invertidos" en el sentido capitalista del térmi- no. Los emigrantes favoreci- dos por la fortuna soñaban con compras de terreno, [con] construcción de castillos, con tesoros. El teatro y Don Qui- jote reflejan esta actitud, tan- to del campesino como del hidalgo [...l. Doctrinas mo- dernas hay que han conside- rado como un signo de gloria esta in&ptución de España al capitalismo. Pero fue ella

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quien condenó al país a la ineficiencia.11 Por otra parte, no hay que considerar en esta sicología un rasgo determi- nante. Si la inflación de me- dios monetarios no hubiera aniquilado a la empresa cas- tellana y hundido a la banca sevillana, destruyendo los gér- menes de burguesía, todo hu- biera podido transfc>mlarse. La España del siglo xvr, por posi- ción y por coyuntura, tuvo que dejar a las naciones del norte de Europa la tarea de desarro- llar las consecuencias de la revolución hecha posible gra- cias a los "Desc~brimientos".~~ Esta derrota de la burguesía,

esta persistencia de las estruc- turas feudales, marcarán el porvenir español con la sobrevi- vencia de una ideología arcaica representada por un catolicismo oscurantista que opondrá a la modernidad burguesa la camisa de fuerza de la Contrarreforma; y, consecuentemente, Con un ínfimo desarrollo (e incluso con una involución) de la ciencia, imprescindible para la burguesía

37 Pierre Vilar: ob. cit. en nota 3, pp. 38. 53, 65.

38 En su juventud, fogosamente libresca, Menéndez y Pelayo trató de negar este hecho: cf. La ciencia española (1876). Pero ya en 1894 reconocia el

estado de decadencia de la ciencia española de su tiempo: cf. "Esplendor y decadencia de la cultura española". en Antología del pensamiento de lengua

española en la Edad Contemporánea, selección, introducción y notas de José Gaos. Mexico. 1945. Por su parte, Santiago Ramón y Cajal, con la au-

toridad que le daba su gran obra científica de nivel internacional, afirmaba que, "apreciado globalmente", el rendimiento de la ciencia española "ha sido pobre y discontinuo, mostrando, con relación al resto de Europa, un atraso.

y sobre todo una mezquindad teórica deplorables". Santiago Ramón y Calal: "Nuestro atraso cultural y sus causas pretendidas", en Angel del Río

y M. J. Bernardette (comp.): Concepto contemporáneo de España. Antolo- gía de ensayos (1895-1931), Buenos Aires, 1946, p. 46.

Manuel Tuñón de Lara: La España del siglo x~x . 4a. ed.. Barcelona, 1973, p. 10.

pero no para la sociedad feudal.jH A pesar de esfuerzos renovado- res en el siglo xviri, al llegar el x ~ x el panorama es desolador, y los hispanoamericanos no pueden sino resentirse amargamente de ello. Tras su viaje a España en 1846, Sarmiento exclamaría con su habitual rudeza: "Ustedes [es- pañoles] no tienen [hoy] auto- res, ni escritores, ni sabios, ni economistas, ni políticos, ni his- toriadores, ni cosa que lo valga"; y en 1890, al escribir sobre el poe- ta Sellén, dirá Martí: "Los pue- blos de habla española nada, que no sea manjar rehervido, reciben de España." Aquí no hay nece- sariamente concesión a la Leyen- da Negra, sino fidelidad a los tristes hechos. No decían otra cosa en el siglo xix los mejores españoles, de Larra a Costa. Así describe un historiador moderno, Tuñón de Lara, la España de la que se separó Hispanoamérica:

Era España, a comienzos del siglo xrx, un país que vivía dentro de los moldes de lo que se ha llamado "viejo régi- men", o sea: un país eminen- temente agrario, dominado por la gran propiedad rústica y los señoríos, en que la no- bleza y la iglesia detentaban la mayoría de las fuentes de riqueza [...l. Los vestigios feu- dales eran tan acusados, que en multitud de casos la pro- piedad de la tierra llevaba aparejada la potestad sobre los habitantes de pueblos y tierras. j q

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Y otro historiador: "La España del siglo xrx es una gran poten- cia de museo, albacea testamen- tario del Imperio." Y aún más: la España ac tua l , cance lada temporalmente la relativa reani- mación experimentada en t r e 1898 y la guerra, "por encima de

,- acronías , teciiocracias a la

moda y masas de consumidores, es un inmenso esperpento que camina desde los aguafuertes de Chya hasta los militares valle- inclanescos de char re te ra y c u a r t e l a z ~ " . ~ ~

Esta terrible situación histó- rica concreta , este atraso es- tructural de un país europeo sin revolución burguesa y abruma- do por rezagos feudales, explica el bajo nivel frecuente de las dis- cusiones teóricas e n aquel país (de que ha hablado Cajal), mu- chos de cuyos mejores pensado- res, desde que se hizo visible la decadencia de la nación, j l se enzarzaron e n una inacabable discusión sobre europeizar a Es- paña: lo que, por supuesto, signi- ficaba cosas distintas de acuerdo con las distintas circunstancias, y en general solía ser un plan- teo confuso, incluso en hombre tan enérgico y claro como Costa: no digamos e n el contradicto- rio Unamuno, que suscribe la justa tesis de Costa e n En torno al casticismo (1895), y pasa lue-

'O Roberto Mesa El colonia/ismo en la cris~s del xix español, Madrid, 1967, pp 12-13

4' En la Antología ... de Gaos mencionada en la nota 38 se ofrece un pano- rama del "pensamiento de la decadencia" (no decadente él mismo) en Es-

paña. junto al pensamiento de la independencia en Hispanoamérica.

go al extremo opuesto, viendo algunas cosas y cer rándose irracionalmente a otras; o e n quienes creen hoy que el hecho de que España sea uncida por las trasnacionales a sus intere- ses implica una modernización. Naturalmente que España está urgida de una verdadera moder- nización: pero ella no será una "europeización", una "occiden- talización": esta última, como se demostró e n Hispanoamérica, sólo puede conducir a la neoco- lonia. La verdadera moderniza- c ión vendrá c o n u n cambio profundo de estructuras, con esa revolución que reclamaba an- gustiado Costa, pero que ya no podrá limitarse a ser aquella mis- ma postulada por él, la revolu- ción democrático-burguesa, sino que avanzará hacia la revolu- ción socialista, como se anun- ció e n el trienio 1936-1939, la cual hará de España no un país occidental, sino un país posoc- c identa l . N o hay porveni r occidental (= capitalista desa- rrollado) para España: hoy es un país paleoccidental; mañana, y ojalá que muy pronto, un país posoccidental.

ESPAÑA NUESTRA

Esa España subdesarrollada e n lo económico y aherrojada en lo político, era un país al que los hispanoamericanos no podíamos considerar sino fraternalmente: era un país como los nuestros. Su tormentoso pasado es también,

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de alguna forma, nuestro; su tris- te presente, se parecía al de mu- chos de nuestros países; su porvenir, no nos es en absoluto ajeno. Con enorme dolor vemos a los descendientes de las armo- niosas sociedades indoamerica- nas o africanas desempeñar hoy los más rudos trabajos en el mun- do capitalista moderno; apenas era otro el destino de los pobres descendientes de la ruinosa gran- deza española: cuando no malmo- rían en sus tierras, eran sirvientes en Francia, mineros en Bélgica, obreros no calificados en la RFA. Motivo también de dolor.

Por suerte, la esperanza en llegar a ver una España revolu- cionaria y victoriosa no se basa en meras ilusiones sentimenta- les. Ya Marx advirtió, a media- dos del siglo pasado, cómo "Napoleón, que, como todos sus contemporáneos, consideraba a España como un cadáver exáni- me, tuvo una sorpresa fatal, al descubrir que, si el Estado espa- ñol estaba muerto, la sociedad española estaba llena de vida y repleta, en todas sus partes, de fuerza de r e ~ i s t e n c i a " . ~ ~ Hace cuarenta años volvió a compro- barse este hecho, y su resplan-

e' Carlos Marx y Federico Engels: La Revolución Española. Articulo~ y cró- nicas 1854-1873, Moscú, s.f.. pp. 12-13.

Roberto Mesa: "Prólogo" a la edición española de El anticolonialismo eu- ropeo desde Las Casas a Marx, selección de Marcel Merle y Roberto

Mesa, Madrid, 1972, p. 8. Como altos representantes de este "momento" hay que citar también a algunos "cronistas de las culturas precolombinas"

como Sahagún: cf. Cronistas de las culturas precolombinas, antología, prólogo y notas de Luis Nicolau d'Olwer, México, 1963.

- .- -- " Cf. la notable obra de Marcel Bataillon Erasmo en España. Estudios so-

bre la historia española del siglo XVI, trad. de Antonio Alatorre, México, 1950. Cf. el apéndice "Erasmo y el Nuevo Mundo", t. II, pp. 435-454.

dor, que iluminó mi infancia, no se ha extinguido aún. Brutal- mente agredida por fuerzas nazi- fascistas que penetrarían luego en no pocos países europeos como un cuchillo caliente en la mantequilla, y sólo vinieron a desbaratarse frente al pueblo so- viético, España demostró, a lo lar- go de tres años inolvidables, hasta qué punto todavía "estaba llena de vida y repleta, en todas sus partes, de fuerza de resistencia". Es significativo que los mayores poetas hispanoamericanos fue- ran entonces a la Península, y escribieran en homenaje al pue- blo español algunos de sus me- jores textos: "Niños del mundo: está / la madre España con su vientre a cuestas", clamó el con- movedor César Vallejo. Y allí, en aquella tierra, hecho símbolo de la identificación de nuestros des- tinos, quedó el generoso Pablo de la Torriente Brau, como dijera su fraterno Miguel Hernández, "con el sol español puesto en la cara / y el de Cuba en los huesos".

¿Será menester insistir en lo entrañable que nos es y nos será siempre esa otra España, la Espa- ña donde Las Casas y los grandes dominicos del siglo XVI, "el momento más brillante del pen- samiento anticolonialista hispáni-

defendieron noblemente a los primeros americanos; la Espa- ña donde pensaron (aunque al- gunos se vieran obligados a hacerlo fuera del país) Vives y los erasmistas del siglo X V I , ~ ~ Servet, Huarte, Suárez, Sánchez, Feijoo,

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Cadalso, Jcivellanos, Blanco White, e incluso, más allá de la independencia de casi toda His- panoamérica, Larra, Pi y Margall, Giner y los krau~istas,'~ Costa, Iglesias, Cajal, algunos hombres del 98% y sobre todo Antonio Ma-

,- ~hado; la España cuyo pueblo, en un proceso dramático, engendró descendientes rebeldes en nues- tra América; la España de los co- muneros, las guerrillas contra Napoleón, las cortes de Cádiz, Riego, Mariana Pineda y la Ins- titución Libre de Enseñanza; la España obrera, campesina y pen- sadora; la España que peleó magníficamente por toda la hu- manidad, de 1936 a 1939: y vol- vió a perder? Con los ojos de esta España contemplamos una impre- sionante y compleja familia: el arte hispanoárabe, el Poema del Cid, don Juan Manuel, el Arcipreste, Lcl Celestim, el romancero y la no- vela picaresca, Garcilaso, Fray Luis, Ercilla, Santa Teresa, San Juan, Cervantes, Góngora, Bal-

-- . -- - - " Cf. Juan López Morillas: El krauskrno español. Perfil de una aventura in-

telectual, México, 1956. Arturo Andrés Roig ha dado, con su libro Las krausistas argentinos (Puebla, México, 1969). un ejemplo a los estudiosos

de otros países hispanoamericanos.

" Carlos Blanco Aguinaga ha estudiado en un libro útil (Juventud del 98, Madrid. 1970) cómo los escritores agrupados bajo este rótulo, en su juven-

tud. entre 1890 y 1905. abordaron "'el problema de España' desde pers- pectivas sociopolíticas radicales que van desde el federalismo intransigen-

te hasta el marxismo', (p. xii), y cómo en su calidad de "intelectuales pequeñoburgueses acabaron volviendo, cada uno a su modo, a recogerse

en el seno de la sociedad establecida" (p. 326).

NO menciono aqui el caso de Portugal, a pesar de sus conocidos apor- tes al arte y la literatura mundiales, porque también ese país ha sufrido el

ramalazo de la Leyenda Negra antiespañola: leyenda en cierta forma antibérica. Pero no hay que olvidar que "Portugal no es un problema espa- tiol, y es tan extraño y tan afín a la España grande como Polonia a Rusia.

Bélgica a Francia [...l. No forma parte de ninguna de las dos Españas". Fidelino de Figueredo: Las das Españas, cit. en nota 16, pp. 271 y 276. La Leyenda Negra afectó aún mas fuertemente a los otros pueblos de la Pe-

nínsula -el vasco. el catalán, el gallego. etcétera-, aherrojados por la Es- paña castellana reaccionaria contra la que no se cansaron de pelear en

busca de una justa solución federal.

buena, Quevedo, Lope, Tirso, Ruiz de Alarcón, Calderón, Saavedra Fajardo, Gracián, El Greco, Velázquez, Moratín, Goya, Quintana, Espronceda, Bécquer, Rosalía de Castro, Valera, Galdós, Clarín, Unamuno, Baroja, Valle Inclán, Azorín, Machado, Juan Ramón, Picasso, Miró, Gómez de la Sema, Falla, León Felipe, Mo- reno Villa, Lorca, Alkm, Buñuel, Miguel Hernández. ..

¿A santo de qué los inficiona- dos por la Leyenda Negra van a venir a decimos que los errores y los horrores de la reacción espa- ñola deben hacemos olvidar que ésa es también una herencia (O una línea paralela) nuestra, o hacernos avergonzar de ella? ¿Tiene algún sentido declarar inhabilitada la creación cultural de un país por los espantos que en un momento dado hayan co- metido sectores de aquel país? ¿Acaso no admiramos la obra de Shakespeare, Shaw o Virginia Woolf a pesar del Imperio britá- nico? ¿Y la de Whitman, Twain o Hemingway a pesar del imperia- lismo yanqui? ¿Y la de Rabelais, Rimbaud o Malraux a pesar del colonialismo francés? ¿Y la de Pushlun, Tolstoy o Dostciyevski a pesar del zarismo? ¿ Y la de Goethe, Heine o Brecht a pesar del nazismo? ¿Y la de Dante, Leopardi o Pavese a pesar del f a ~ i s m o ? ~ ~ ¿E incluso la obra de Kipling, Claudel o Pound a pesar de Kipling, Claudel o Pound? La verdad es que nos llena de orgu- llo saber que aquella España

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también es nuestra, y que prescin- . - - dir de ella no nos enriquecería: nos etnpobrecería lamentable- mente.

Si se quiere un solo ejemplo de cómo lo mejor de esa heren- cia española, junto a otras, se transustanció en la obra ameri- cana, baste el caso superior de José Martí. Ya se sabe que nin- gún hombre de nuestra América llegó a elaborar como él una teo- ría tan vasta y coherente sobre la genuinidad de nuestra cultura, según destacó Noel Salomon; ni llegó a crear una obra tan autén- tica como la suya, respetuosa y amorosa de nuestras raíces aborí- genes a la vez que situada a un nivel de excelencia mundial. Nadie menos proclive que él a enceguecerse con el relumbre fal- so y sangnento de un Imperio cu- yas últimas cadenas 61 contribuyó decisivamente a desbaratar en Am4rica. Y sin embargo, ¿qué lec- tor suyo fiarniliarizado con varias literaturas deja de comprobar que su obra, moderna, nutrida de los mejores aires de su tiempo, origi- nal y anunciadora del porvenir, sólo tiene un parigual estilística entre los mayores escritores del Siglo de Oro español, que él co- nociíi y asimiló como nadie, pu- diendo Juan Marinello hablar de "la españolidad literaria de José

'' Juan Marinello: "Sobre Marti escritor. La españolidad literaria de José Marfi", en Vida y pensamiento de Marti Homenaje de la ciudad de La Ha-

bana en el cincuentenario de la fundación del Partido Revolucionar~o Cuba- no 1892-1942, vol. l. La Habana, 1942. Guillermo Diaz Plaja pudo afirmar

de Marti: "[ ...] ese gigantesco fenómeno de la lengua hispánica, raíz segu- ra de la prosa de Rubén y, desde luego, el primer 'creador' de prosa que ha tenido el mundo hispánico." Guillermo Diaz Plaja: Modernismo frente a no-

venta y ocho. Una introducción a la literatura española del siglo xx, Madrid. 1951, p. 305.

Martín?"T1 propio Martí, refirién- dose a Quevedo, afirmó que "ahondó tanto en lo que venía, que los que hoy vivimos, con su lengua hablamos".

El hombre que en La Edad de Oro enseñó a los niños de su América a amar y respetar a Las Casas, que era español, "y su pa- dre, y su madre", pero no podía confundírsele con "aquellos con- quistadores asesinos [que] debían venir del infierno, no de España"; el que, en su madurez, confesó: "Para Aragcín, en Espafia, / Ten- go yo en mi corazón / Un lugar todo Aragón / Franco, fiero, fiel, sin saña. / [...] Estimo a quien de un revés / Echa por tierra a un tirano: / Lo estimo si es un cuba- no; / Lo estimo si aragonés"; el que, mientras preparaba la gue- rra de independencia, era capaz de distinguir entre el "español que tiene en el Sardinero o en la Rambla su caudal, que es su única patria", y el "español lla- no, que ama la libertad como la amamos nosotros, y busca con nosotros una patria en la justi- cia", el "español liberal y bueno [...] mi padre valenciano [...] mi fiador montañés", llegando a exclamar: "¡A estos españoles los atacarán otros: yo los ampararé toda mi vida!"; ese hombre nos da, también en este orden, lec- ciones imperecederas.

En la estela de esas leccio- nes, dándonos otras a su vez, Ni- colás Guillén, el autor de "El apellido" extraordinario, sabrá evocar sus "dos abuelos" (africano

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uno y español otro) en un poe- ma ejemplar; y Mirta Aguirre realizará un admirable enfoque marxista de la obra de Cervan- te^,^'' mostrándonos cuál debe ser el acercamiento de nuestros in- vestigadores revolucionarios a la enorme herencia cultural espa-

- - ñola. i Y acaso será menester re- cordar que cuando el héroe legendario pero totalmente real de nuestra América salió hace unos alios a pelear a "otras tierras del mundo", sintió bajo sus talo- nes "el costillar de Rocinante"?

Francamente, creo que tuvo razón Federico de Onís cuando escribió:

Podemos suponer que llegue a desaparecer todo lo que des-

- - - - - -

" Mirta Aguirre La obra narrativa de Cervantes. La Habana, 1971

50 Federico de Onis: "La eternidad de España en América", en Espafia en Adnca, 22. ed.. San Juan, Puerto Rico. 1968, p. 19.

de España se estableció en América, como desapareció la estructura política de su or- ganización colonial y también otras cosas del pasado -ni más ni menos que han desapare- cido en España misma-; pero aquello que plantaron en América los españoles que tuvieron la voluntad de ser americanos -aquello que sin duda era lo más íntimo y po- pular de España, lo que tenía más fuerza de unidad, univer- salidad y libertad, lo que era más apto para transformarse y fundirse con los demás ele- mentos que ofrecía la nueva realidad- perdurará a través de todas las transformaciones que sufra este continente, cuyo destino, como ellos qui- sieron, es el de ir siempre en busca de un más allá.50 E

Against the Black Legend

Conquering procedures and colonizing processes in J 6th-century America are a part of the incipient formation and consolidation of capitalism in Europe. Consequently, the emerging powers at that time create and put into practice ideological mechanisms by means of which their rulingsystems are legitimized. Such is the case of the conformation of u n anti-Spanish discourse us hegenionic reference of the period. Thus , the Bluck Legend acts as the mythicising of a forcible state trying to single out a scapegoat for the diverseforms of global colonialism.

The text proposes a reconstruction of the colonialist and precapitalist conceptions of the Europeun countries, following a western way of thinking, as center of power and varied participation in the destiny of the colonies.

Page 35: Revista Catauro 04

PABLO PICASSO. CORRIOA os TOROS. TOMADO DE PICASSO 1881-1977, G~oeus COM~NICACION. S.A. €D. NAUMANN G GOBEL

MADRID. 1999.

Page 36: Revista Catauro 04

Un modelo de emi yración /favoreci da": el traslado de españoles a Cuba

(1880-1930 J

Un modelo de emigración "favorecida": el traslado masivo de españoles a Cuba (1880- 1930)

Se aborda la "etapa masiva" de la emigración española, que puede ser ubicada entre 1880 y 1930, para la cual existe una información apreciable. La ventaja de disponer de abundantes elementos que facilitan estudiar u n proceso que concluyó su ciclo activo hace sesenta años, permite la elaboración de u n modelo capaz de establecer principios generalizadores. Este puede servir para estudiar comparativamente los flujos migratorios incitados y favorecidos y permitir el análisis de otras emigraciones que han tenido y tienen lugar en tiempos y espacios diversos, los cuales incluyen procesos recientes.

MARIA DEL CARMEN BARCIA ZEOUEIRA

-- -

Profssora ds la Univsrsidad ds

La Habana. Mismbro dsl

Conssjo Cisntifico ds la

Fundación Fsrnando Ortiz.

Durante más de cuatrocientos años, desde el siglo xvr hasta los años treinta del siglo xix, la isla de Cuba fue un país receptor de grandes migraciones; africanos, peninsulares y chinos fueron los principales protagonistas de esa saga. Obligados físicamente unos y coaccionados económi- camente otros, constituyeron la población de un país cuyos abo- rígenes habían sido rápidamen- te diezmados durante el proceso de conquista y colonización del territorio insular, a finales del siglo xv.

La trata esclavista, emigra- ción forzada, trajo a nuestro te- rritorio a cerca de un millón de

africanos que constituyeron la fuerza de trabajo esencial de las grandes plantaciones de a, wcar '

y café, de otros enclaves rurales y de la economía de servicios urbana. Se pudiera historiar la forma en que este grupo se fue estructurando y transculturando antes, durante y después de la esclavitud, pero en el presente trabajo nos detendremos en el otro flujo poblatorio, el español, a fin de precisar algunas gene- ralizaciones del modelo migra- torio que puede construirse a partir de sus características.

La emigracicín peninsular puede ser enmarcada en dos grandes etapas; una, con diver-

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sos subperíodos, se inició en el siglo XVI y culminó pasada la pri- mera mitad del siglo xrx; la se- gunda se inició, probablemente, en los años sesenta de ese siglo,' aunque no fue hasta los ochenta que se tornó masiva y pudo cuan- tificarse;l llegó, en Cuba, hasta los años treinta del siglo xx.

La primera de estas emigracio- nes, muy dilatada en el tiempo, creó las bases para la emigración futura. sobre todo durante la mi- mera mitad del siglo xrx, debido al éxito que alcanzó un grupo minoritario de peninsulares, los denominados iidianos, que se in- sertaron protagónicamente en la economía insular. La segunda co- - rriente fue masiva y estuvo desti- nada a suministrar una fuerza de trabajo que permitió depreciar los salarios en las actividades produc- tivas fundamentales del agro cu- - bano, que paralelamente se implantó en el sector terciario de la trama urbana. Durante este período viajaron a la Isla más de ;n millón de españoles, una cuar- ta Darte de los cuales decidió es- tablecerse de forma permanente.

La ventaja de disponer de abundantes elementos que per- miten estudiar un proceso que concluyó su ciclo activo hace

' La tasa de crecimiento que registra la población blanca en el censo de 1862, no puede responder, por su magnitud, a su reproducción natural

sino a un proceso inmigratorio. ~~ ~ - - - -

En 1881 se creó la Sección de Emigración en el Instituto Geográfico y Estadístico; por Real Decreto de 7 de mayo de 1882 se ordenó a la Sani- dad Maritima la elaboración de listas de los pasajeros que entraban y sa- kan al extranjero y a las Provincias de Ultramar. Estas series son tres: la primera, de 1880 a 181 1, se denomina Estadística de emigración e inmi- gración de España; la segunda, de 1912 a 1922. se designa como Esta-

distica de pasajeros por mar; y la tercera, de 1923 a 1956, se nombra Estadistica de movimiento de buaues.

sesenta años, posibilita la elabo- ración de un modelo capaz de establecrr principios generaliza- dores. Este puede servir para estudiar comparativamente los flujos migratorios incitados y fa- vorecidos y facilita el análisis de otras emigraciones que han te- nido y tienen lugar en tiempos y espacios diversos, incluso pro- cesos recientes.

FUNDAMENTOS PARA UN MODELO

Para el diseño y análisis de este modelo se tendrán en cuenta los siguientes elementos:

desempeño de una política migratoria favorable; patrones de clase social, gé- nero y edad; creación de redes primarias (familiares y comarcales) y secundarias (a partir de inte- reses para captar fuerza de tra- bajo), y de la relación entre ambas; instauración de clientelas, como forma de utilizar este capital relaciona1 tanto desde el punto de vista económico como social y político; establecimiento de redes de solidaridad con un patrón moderno de desarrollo; implementación de mecanis- mos destinados a construir un capital humano más eficaz y saludable; ventajas que esto supuso para la sociedad en general, al establecer una re- lación entre las exigencias

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I remesíis dc capital como hic-

N tor moderiiizador en los cen- tros receptores.

CAUSAS Y CONSECUEN- CIAS DE UNA POL~TICA DE EMIGRACI~N "FAVORECIDA"

Al margen de las causas subje- tivas, presentes en todos los pro- cesos sociales, todo fcn6meno migratorio sc deriva dc un des- equilibrio entre los recursos 1111-

manos productivos y los niveles de renta en el polo emisor. En el país receptor existen condicio- nes atractivas: mejores salarios, infraestructuras técnicas y d e servicios más modernas, vivien- das con coniodidxics míninias, posibilidad d e educación para los hijos y, sobre todo, mayores potencialidades de movilidad social. Esta ciiesti6n opera so- bre un sector de la ooblacióii,

EMIGRAE~S productivas y 13s necesidades DE LA EPOCk de los ii-iniigrantes, y para és-

tos, particularmente al faci- litarles un nivel superior de niovilidad social; creiición de niecanismos para el envío de las remesas que s i ~ b \ ~ e ~ ~ c i o ~ ~ ; i r o n el enrique- c in i ien to d e de te rn i inados sectores vinculados a la cnii- gración peninsular; anipliación de las redes de so- l idaridad, fundadas por los c-inigrantcs, a las regiones emi- soras, y papcl que en esa di-

generalmente el nxís afectado, y lo incita 3 emigrar.

En la segunda mitad del siglo xrx se sedinientó la estructura cinigratoria y se establecieron políticas concertadas que racio- nalizaron sus flujos. Este fcnóine- no dejó de ser coyuntural y se convirtió en estructural y recu- rrente.

A pesar de las discusiones en torno a la pérdida demográfica que implicó para la Espaíia la emigración a América cn gene- ral y a Cuba en particular y las c ~ ~ ~ s e c u e n c i a s que esto tuvo,

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cabe destacar que la estrategia política del polo emisor estuvo dirigida a producir una estabili- dad social interna, pues la erni- gración significaba una v6lvula de escape ante coyunturas críti- cas. TLmbiéii se tuvo en cuenta cl papel que podía desempeííar ese capital humano en otras ríreas geogr5ficas e n un moniento en que la valoración de los iiier- cados de trabajo, insertados en una economía mundial, tras- cendía los niveles particulares de cada país.

Entre los factores qiie incidie- ron en el incremento de la emi- gración, deseni peñaron un papel esencial el crecimiento vegeta- tivo de la población por encima del promedio espafiol, fencínienos de Jesindustrializacicín, excesi- va fragnientación de la propie- dad sobre la tierra, bajos jornales, crisis agraria, tradición d e tina ciiltiira k'ortiiario-niarítiina sin fronteras 4 7 % de los emigrantes gallegos en 1886 eran oriundos de La Lor~ifia y de Pontevedra, en tanto que 72% de los catalanes

Inmigrantes a Cuba por regiones ( 1 882- 1930)

Galicia 40 '%I

llegados a Ciiba procedían de Barcelona-, la existencia d c élites agrarias muy resistentes a las traiisforniacioi-ies que se es- taban produciendo en otros scc- tores sociales y econ6niicos de diversas regiones espaííolas, y la oposici6n a1 servicio niilitar -los motines por esta causa fueron una de las formas m,ís reiteradas de conflicto s ~ c i d . Debido a esta última raz6i-i miichos jóvenes, para evitar ser quintados, trata- ban de emigrar antes de alcan- zar la edad e n q u e las leyes militares los afectaban, confor- mando una emigr;ición ilegal de prófugos del servicio que se incrementó durante la guerra de Marruecos.

UNA LEGISLACI~N FAVORABLE

Una característica fundaniental de este modelo de emigración fa\~orecida consistió e n que, tan- to en el polo emisor como en el receptor, se eliminaron las tra- bas jurídicas y se instituyó una política destinada a favorecer los viajes. Paralelamente, los p1' ~ s e s destinatarios establecieron me- canismos de publicidad y recep- c i h , y se potenciaron conlo 6actor de a t r acc ih las redes fa- miliares, parenterales o comar- cales, caracterizadas por estar relacionadas con núcleos d e emigrantes "exitosameiite" esta- blecidos.

Resulta evidente que la regicín emisora t i n ~ o niuy e n cuenta,

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para establecer una legislación favorable a la emigración, que &tos -individuos o familias- man- tendrían lazos con sus familiares y amigos, lo que en términos eco- nómicos implicaba la recepción de remesas e incluso un eventual retorno al país, no sólo con las ri- quezas acumuladas -lo cual sig- nificaba un importante trasvase de capitales-, sino con la expe- riencia adquirida, que implicaba un desarrollo cultural, social y económico cualitativamente su- perior.

Las facilidades otorgadas por la política migratoria española se reflejaron en una serie de dispo- siciones iniciadas a partir de la promulgación de la Real Orden de 16 de septiembre de 1853, que liberalizó la emigración a Amé- rica y fue una condición nece- saria para racionalizar el éxodo masivo puesto en marcha a par- tir de 1860. Esto fue ratificado por la Real Orden de 12 de ene- ro de 1865, que estableció "la fa- cultad de emigrar" que tenían todos los españoles. E11 esas de- cisiones influyeron las reiteradas informaciones sobre las condicio- nes infrahumanas y el maltrato por parte de los armadores y ca- pitanes de buques dedicados a la emigración clandestina.' Aun- que no existen fuentes que per-

Ángel Bahamonde: "Los dos lados de la emigración transoceánica", en CEDEAL (coord.): Historia general de la emigración española a lberoaméri-

ca, tomo 1, Madrid, 1992, p. 108. -- pp pp -- pp

"os calculos entre el censo del 46 y el del 62 reportan una tasa de creci- miento superior a 4

p.-.pp

CEDEAL (coord.): ob. cit. (3). p. 109.

mitan contabilizar la emigración, desde esa fecha la tasa de creci- miento alcanzada por la pobla- ción blanca no podía ser el resultado de la reproducción n a t ~ r a l . ~

El fenómeno de la emigración masiva fue reconocido oficial- mente cuando en 1882 se creó un negociado de emigraciones en el Instituto Geográfico; de esta forma se establecía el con- trol estadístico de todos los pa- sajeros. A partir de la Real Orden de 8 de abril de 1903 se facilitó la expedicicín de pasajes sin pa- saporte con la sola presentación de la cédula personal,' y en 19 12 se prohibió la redención mone- taria de los quintos, cuestión que contribuyó a favorecer la emigra- ción de los varones de un sector medio de la población, que en otras circunstancias no hubiese abandonado la Península.

En el polo receptor cubano comenzaron a establecerse, tras la independencia, reglamenta- ciones específicas. E11 1902 se promulgó la ley de Inmigracih y su reglamento, que considera- ba a los peninsulares como emi- gración favorecida, por los prejuicios raciales existentes. En 1905 una nueva ley de Inmigra- ción favorecía la entrada al país de europeos; en ese momento los centros regionales españoles se convirtieron en redes de trans- misión hacia la Península de las posibles ventajas que entrañaba la emigración a la Isla. Tras la Primera Guerra Mundial se fun-

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dó una Asociación para el Fo- mento de la Inmigración y para- lelamente quedó establecida la Junta de Patronato de Inmigran- tes Españoles con la finalidad de protegerlos de las acciones de los intermediarios.

,'~' CARACTERIZANDO LA EMIGRACI~N: PATRONES DE CLASE SOCIAL, GÉNERO Y EDAD

Entre 1882 y 1930 viajaron a la Isla, excepción hecha de los militares, 1 110 968 pasajeros, un número apreciable de éstos in- tegró una emigración fluctuan- te denominada, por su carácter estacional, "golondrina". Resul- ta improbable que esos inmi- grantes, viniesen y regresasen en el mismo año, pues en tan poco tiempo era imposible que se re- sarcieran de la inversión de un viaje trasatlántico. Según un testimonio de 1919, el movi- miento anual se producía por- que "la emigración gallega campesina a Cuba sale casi toda en los meses de septiembre a enero, es decir, en el tiempo en que allá puede encontrarse la- bor e n las faenas agrícolas, y principalmente en la corta de caña de azúcar y su acarreo y beneficio, que es lo que se lla-

Testimonio de Valeriano Villanueva citado por José Antonio Durán: "Repa- triación. emigración temporal y retornos de larga duración", CEDEAL

(coord.): ob. cit. (3, t. 1. p. 421.

' Es el caso de José Antonio Macias en su trabajo "Un siglo de emigración canaria 1830-1930". en Nicolás Sánchez Albornoz (comp.): Españoles ha-

cia América. Una emigración en masa 1880-1930. Alianza Editorial, Madrid, 1988, p. 191

ma zafra, y los que estaban allá de años anteriores, al regresar por motivos de salud, por ver a su familia o para quedarse, sue- len hacerlo en abril, para evitar el cambio brusco de clima, lle- gando aquí en verano, cuando ya se han concluido en Cuba las faenas de la zafra".6 Para la emi- gración canaria existe un nú- mero apreciable de datos que ratifican el retorno, pero que no justifican el ciclo corto anuaL7

Lo que sí no deja dudas es que este tipo de inmigración estaba formada por hombres en edad laboral, que trabajaban arduamente durante meses o un número de años y regresa- ban a sus regiones de origen con el dinero que habían lo- grado acumular.

De todas formas una canti- dad apreciable permaneció en la Isla, constituyendo un volu- men significativo de su pobla- ción -11,9 % en 1899; 11,l % en 1907 y 13,9 % en 1919. Mu-' chos se asentaron como peque- ños comerciantes, dependientes o jornaleros en las ciudades por- tuarias y otros accedieron a las áreas rurales, donde realizaron los trabajos más rudos, que an- tes habían ejecutado los escla- vos. Esta estructuración no siempre respondía a sus patro- nes de origen, pues muchos la- bradores se transformaron en vendedores al por menor o en asalariados de industrias -esen- cialmente de la tabacalera-, y "dependientes" de comercios.

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Pasajeros españoles a Cuba (1882-1930)

Por lo general la vinculación laboral en la Isla respondía a la forma en que los inmigrantes se habían relacionado con las re- des de emigración, es decir, si habían sido demandados por al- gún familiar que los utilizaba en su negocio, por vecinos que los atraían a sus áreas de acción o si simplemente arribaban en las peores condiciones: a partir de onerosos contratos establecidos con hacendados o navieros que los endeudaban por un tiempo

Población española e n Cuba (1899-1931)

Consuelo Naranjo Orovio: "Análisis cuantitativo", en CEDEAL (coord.): ob. cit. (3), t. 1, pp. 177-200.

y los obligaban a trabajar en las faenas más arduas que nadie quería realizar.

La etapa masiva de la emi- gración se caracterizó por sumi- nistrar, en esencia, una fuerza de trabajo barata y escasamente calificada, en gran mayoría mas- culina y en edad laboral. De 1882 a 1911 el 78 % de los emi- grantes tenían entre 14 y 60 años, y de 1912 a 1930 el 63 % tenía entre 20 y 59 años.'

La mayor parte procedía de las áreas rurales, que eran las más deprimidas económicamente. Que provinieran de esta esfera no implicaba, sin embargo, que fue- sen los más desposeídos; de he- cho existe una relación directa entre pequeña propiedad y emi- gración, que deriva de la relativa mayor disponibilidad de recursos del pequeño campesino con res- pecto a otros trabajadores rurales, para costearse el viaje. Los prime- ros disponían de tierras u otros bienes que podían hipotecar o vender, ya fuesen suyos o de sus familiares más cercanos. Una pe- queña propiedad, cuya produc- ción resultaba insuficiente para mantener una creciente parente- la, podía facilitar el viaje a Ultra- mar de algunos de sus miembros; la emigración era en estos casos una estrategia familiar.

La mayor parte de los depen- dientes, pequeños comerciantes y trabajadores en la esfera de los servicios eran antiguos labrado- res; su ubicación en las ciuda- des, sobre todo e n la urbe

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Iiabanera, refleja la movilidad social a la cual aspiraban.

Fueron contados los emi- grantes que ascendieron a las 6lites econóniicas; sin embargo, algunos lograron ubicarse en las capas medias. En 1927 el 45 96 de las empresas menores de la Isla (es decir, tabacliierías me- dias y pequeñas) y las manufac- turas de hielo, cerveza, cerillas, jabonería y perfumería, estaba en manos de españoles."

Los jornaleros, carentes de todo recurso, tenían que viajar con el billete financiado por liacendados o con contratas de trabajo, por lo general muy one- rosas, como ocurrió con los ga- llegos contratados por Feijoo y Sotoniayor. Este tipo de relación los obligaba a amortizar con su trabajo la deuda contraída y, por lo tanto, a aceptar condiciones laborales ínfimas en el desmonte

Emigrados: oficios e n la Península (1882-1930) Otros 26 '% o

Sirvientes 1 '%/

Maria Antonia Marques Dolz: 'Industrias menores y diversificación en Cuba (1880-1920)". Temas. Ciudad de La Habana. no. 22-23,

2000. pp. 55-64.

'O Archivos Nacionales de Washington. t. 690. no. 9. Citado por Manuel Hernandez Gonzalez: "La guerra de Cuba y el problema migratorio: un

debate abierto". en Manuel de Paz Sanchez (ed.): El 98 canario-americano. Estudios y documentos, Litografía A. Romero S.A..

Santa Cruz de Tenerife. 1999. p. 47. -- " "La emigración femenina". Alma Gallega. Habana. no. 3. enero 29 de 1917.

de terrenos, la elaboración del car- bón o en los trabajos agrícolas iiiás duros, conlo el corte de caBas.

Durante la primera etapa, el viaje de mujeres solteras, adul- tas, no era usual, y por lo gene- ral sólo emigraban esposas o hijas. Sobre todo las fbniinas partían dentro de núcleos parenterales o como criadas de familia. Re- sultaba frecuente que los hijos menores fuesen arrastrados a la aventura.

A partir de 1882 Iiiibo una emigración femenina joven; al igual que ocurría con los honi- bres, niuclias no encontraban empleos lucrativos y caían, para sobrevivir, en situaciones margi- nales q u e podían llevarlas a prostituirse. No debe descartar- se, desde luego, que tambibn existiesen redes dedicadas a Ile- var a ese tipo de vida a las jóve- nes inmigrantes, como ocurrió con u n grupo d e seis mujeres que, a cargo de Filomena Díaz, llegaron a la Habana a bordo del barco "J. Jover Serra", proceden- tes de Canarias, y fueron des- cubier tas por el colector d e aduanas. 'Rosemond de Beau- vellón se refiere en su testimo- nio d e viajero a la ven ta d e canarias, colocadas en filas, a lo largo de las embarcaciones an- cladas en el puerto habanero.

Almu Gallegci abordaba el problema con un comentario: "Acabo de ver entrar en la casa 'tal', a una recién llegada, de- trás de ella entraba un .mozo de muelle, conduciendo su bad.""

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Txnbién el médico cubano Ben- jamín d e Céspedes se había referido, años antes, a esta cues- tión, en la que, corno en todo negocio, había diferentes nive- les: "[...]una matrona isleña de aspecto hombruno [...] que en cada mano, ahorcando sus de- dos achorizados, ostentaba iin verdadero capital de sortijas de gruesos dianiantes"; ésta tenía en su "casa" siete "pupilas", cn- tre ellas "una niña d e quince años con cicatrices de una sífi- lis precoz terciaria e n la pierna. Su madre la había embarcado desde Canar ias , consignada como un fardo a una de las amas de dicha calle".12

Emigración española por sexos (1882-1930)

l2 Benjamín de CBspedes: La prost~tucidn en la ciudad de la Habana, Es- tablecimiento tipogralico de O'Reilly no. 9, Habana, 1888. pp. 151-152.

" Consuelo Nananjo Orovio: Del campo a /a bodega, Ediciones O'Castro. La Coruña. 1988. p. 198.

l4 Un análisis más completo de la problemática femenina puede encontrar- se en María del Carmen Barcia Zequeira: "Mujeres en una nueva

época: discursos y estrategias". Temas, no. 22-23. julio-diciembre, 2000, pp. 34-45.

'' Con el pseuddnimo de Zoraida escribia en la revista Galicia y fue presi- denla de honor de la Sociedad Rosalía de Castro. Mueslra de la relaci6n que existía entre los cenlros regionales, es que fue nombrada profesora

en la escuela primaria de niñas del Cenlro Asluriano. Era una mujer progre- sista que pailicip6 de forma destacada en el Comité por la Redencion de Foros en Galicia, al insistir en que la solucidn real del problema radicaba

en eximir de su pago a los campesinos gallegos.

Desde luego, ése no era el caso de la mayoría de las irirni- grantes que, por lo general, tra- bajaban corno sirvientas, amas de casa o niñeras; algunas, re- clamadas por sus parientes en la Isla, sólo lo hacían por la ropa, la comida y el alojamiento. Una de ellas relata: "Trabajé con mis tíos, porque tenían una casa de huéspedes. No sé lo que ganaba porque eran mis tíos l . . . ] me cuidaban y me vestían sin suel- do d e nada. Después pasé a es ta r co locada e n u n a casa particular d e criada d e come- dor, ganaba de aquella 25 pe- sos. Después me casé c o n un español , nunca t rabajé mrís."" En 1919 el 35,9 O/o de las ininigrantes laboraba en el ser- vicio don~és t ico . '~

Pero también hubo mujeres que llegaron a tener negocios prósperos, como el caso de la gallega Elena López, modista y sombrerera, o el de Mercedes Veito, reconocida maestra."

REDES DE CAPTACI~N: DE LA FAMILIA AL NEGOCIO

En la emigracidn española hacia América hubo dos tipos esencia- les de redes: las primarias, que tenían por origen los vínculos entre parientes o vecinos de la misma comarca, y las secunda- rias, que por lo general se apro- vechaban de las prinieras. Estas eran establecidas y dirigidas por verdaderos profesionales del ne-

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gocio inmigratorio y respondían a intereses de la producción.

Las redes primarias estuvie- ron presentes desde la primera etapa de la emigración y se in- crementaron y consolidaron durante el período en que ésta se tornó masiva; pero las acti- vadas por profesionales del ne- gocio, fueron, por lo general, la solución de los más pobres que, carentes de recursos para costearse el pasaje, se veían obligados a acudir a éstas. Los dueños de las minas de Daiqui- rí, en Santiago de Cuba, por ejemplo, se valían de esta vía para establecer onerosos con- tratos de trabajo con los inmi- grantes. También lo hacían los dueños de ingenios azuca,reros a lo largo de toda la Isla. Estos, con el pretexto de que los in- migrante~ tenían que retribuir- les los gastos e n que habían incurrido para traerlos a Cuba, los hacían laborar en sus plan- taciones durante años. El sue- ño de la riqueza rápidamente obtenida y del retorno triunfal se .desvanecía de la noche a la mañana.

No fueron escasas las ocasio- nes en que estas redes se esta- blecieron desde el poder, por el interés de atraer a la Isla una población blanca. Las supuestas intenciones filantrópicas que esgrimían sus promotores, encu- brían un negocio rentable y bien pensado, que tenía sus "gan- chos" en las regiones económi- camente deprimidas de España,

y a sus aprovechados agentes a ambos lados del Atlántico.

Las redes familiares, vecina- les y regionales propiciaron la decisión de los viajes y simpli- ficaron las gestiones. En este contexto se presentaban dos si- tuaciones: el viaje era empren- dido por grupos familiares de diversa composición y exten- sión o los individuos partían solos y abrían una senda que después era recorrida por otros parientes. Cualquiera que fue- se la situación se acudía, por lo general, a una persona experi- mentada en realizar ese tipo de trámites, fuesen legales o frau- dulentos.

Hasta el siglo xvm la emigra- ción familiar había sido la más corriente, y resultaba favoreci- da porque entre 1667 y 1778 existía en España el "derecho de familia", que contemplaba el embarque asistido de cinco nú- cleos de cinco miembros en cada flota. Esta legislación propició la emigración familiar de los cana- rios, que constituyeron una fuer- za de trabajo inestimable en la agricultura de la Isla, sobre todo en el cultivo del tabaco.

La familia canaria que emi- gró, era por lo general de tipo nuclear, es decir, el matrimonio con sus hijos, pero para otras regiones de la Península la emi- gración no se circunscribía al círculo más restringido, sino que vinculaba a otros parientes como los hermanos solteros -hombres o mujeres- y los

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sobrinos, que nutrieron el ima- ginario popular a partir de la creación del "sobrín", persona- je vernáculo del teatro bufo que provocó la reacción de muchos gallegos que, objetivamente, se sentían ridiculizados por las ac- ciones y expresiones con que se construyó este personaje, proto- tipo de la ignorancia y la torpe- za. En estos casos estamos en presencia de una estrategia fa- miliar que implicaba la recons- trucción de familias extendidas a partir de la emigración,16 ya que la llegada al polo receptor no era simultánea, sino que es- taba precedida de la ubicación, más o menos exitosa pero rela- tivamente estable, de algún miembro de la familia en el polo receptor, y de la comunicación más o menos continua que éste había sostenido con sus parien- tes en la región emisora.

A favor de esta estrategia se manifiesta la información de que 53,7 % de un total de 268 licencias laborales otorgadas a emigrantes catalanes expresa- ban que el motivo del viaje era trabajar en la tienda de un pa- riente o conocido, e n tanto que 16,8 % señalaban que ve-

j6 Peter Laslett y Richard Wall: "lntroduction, the history of the family", en Household and Family in Past Time, Cambridge University Press,

Cambridge, 1972.

" Pablo Tornero: "Comercio colonial y proyección de la población: la emi- gración catalana a Cuba en la época del crecimiento azucarero

(1790-1817), Boletin Americanista, Barcelona, año XXXI. no. 39-40, 1989-1990, p. 247.

Ibid.

l 9 Consuelo Naranjo Orovio: ob. cit. (13), p. 30.

nían a trabajar e n su propia tienda.17

La relación tío-sobrino sim- bolizó, al menos para el caso cubano, una sustitución gene- racional dentro de la misma fa- milia al frente de cualquier negocio. Esta fórmula fue muy utilizada por los comerciantes tanto grandes como pequeños, pero también se establecieron contactos de este tipo con hijos de amigos y con otros parientes; ése fue el caso del catalán Gaspar Puig, quien escribe a su esposa con el fin de que le pida al hijo de Francesc Llopis y Farret que viaje a Cuba "para que le entregue mi tienda y se practique en ella y será el me- dio en que yo te venga a ver".'H

Otras experiencias de vida reflejan situaciones similares: "Mi padre estaba allí. Fueron cosas más bien de familia el marchar pallá, pa junto a mi padre, a tra- bajar allí [ . . . l . Trabajé con mi padre en el bar, como dependien- te [...] ." Otros inmigrantes expresan: ['Tenía tíos maternos [. . .] yo iba reclamado por un ~ í o mío''; o señalan: "Primeramente trabajé con los tíos en la carni- cería y luego me buscaron otra colocación en bodega [ . . .] ."19

La inmigración mediante la vinculación familiar provoca un efecto multiplicador de emigra- ción encadenada que reprodu- ce la presencia de individuos procedentes de la misma región en determinados enclaves colo- niales; ejemplo de esto fueron la

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emigracih canaria posterior a 1880 y la catalana de la primera mitad del siglo xrx a Santiago de Cuba y la Habana.

En la emigración catalana a la región oriental se manifiestan con claridad las redes comarca- les, pues la mayor parte de los inmigrantes procedían de regio- nes específicas de esa provincia española. Constituyeron un ac- tivo entramado comercial en el que pueden apreciarse nun-iero- sos casos de transferencias de negocios a familiares o a terce- ras personas, todas nativas de la misma localidad. Los que se ins- talaban e n una determinada área solían proceder del mismo sitio y estar vinculados entre sí por relaciones de parentesco o de paisanaje. El 33,40 % de los comerciantes catalanes estable- cidos e n Santiago de Cuba y Puerto Príncipe eran de Sitges; 10,82 % procedía de Saint Pere de Rives y 8,61 O/o de Barcelo- na; los seguían, en orden, los de Sant Feliu de Guixols, Mataró, LEscala, Lloret, Begur, Vendrell, Vilanova, Calella y Vilaseca.'O En la Habana se establecieron, fundamentalmente, los proceden- tes de Villanova y Barcelona.

Las cadenas o redes migrato- rias comienzan a establecerse a partir de la ubicación de los in- migrante~ en el país receptor; éstas realimentan el proceso.

Pablo Tornero: ob. cit. (17), p. 245. p~~ -- -

2' A partir de 1914 se simplificó la tramitación de los emigrantes para evi- tar que tuviesen que acudir a esos inescrupulosos agentes.

Pueden permanecer inactivas durante largos períodos y se reactivan cuando las condicio- nes son propicias. Pueden atraer familiares o emigrantes en gene- ral. Constituyeron un mecanis- mo activo para la reagrupación familar y la inserción económica y social, y provocaron una fuerte tendencia a la emigración a lar- go plazo y al establecimiento de- finitivo en el país receptor.

Las redes de reclutamiento profesionales eran determinadas por una demanda potencial, fa- cilitaban información y financia- miento y suministraban a los interesados el acceso a los me- canismos legales o clandestinos, indispensables para encauzar el flujo de la emigración masiva a Ultramar. Algunas tuvieron su origen en la etapa previa a la emigración masiva y se reacti- varon a partir de las nuevas con- diciones. Estaban compuestas por agentes y subagentes (algu- nos con cargos oficiales: por ejemplo, los cónsules) y por los llamados "ganchos", primer es- labón de la cadena que realiza- ban sus captaciones en la masa de emigrantes potenciales. Sus actividades-eian, por lo gene- ral, clandestinas y desarrollaban una labor personal e incesante; asesoraban a los inmigrantes potenciales y los proveían de documentos legales o falsifica- dos. Estas redes abarcaban un amplio espacio geográfico que se extendía desde los puertos has- ta el mundo rural.:' En algunos

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casos los "ganchos" eran repre- sentantes directos de algunos hacendados y establecían, a fa- vor de éstos, onerosos contratos.

Un ejemplo de emigración de este tipo fue, después de los años noventa, la canaria. A par- tir de 1882 perdió su carácter familiar y, al igual que la del resto de los españoles, fue esen- cialmente masculina y respon- dió a los requerimientos de la industria azucarera, que paga- ba salarios mucho más elevados que los que recibían en sus pue- blos y aldeas de origen.

Para la emigración "golondri- na", que ahora se diseñaba, las familias eran un estorbo; se re- quería una fuerza de trabajo temporal para labores intensivas. El interés primordial de los nue- vos inmigrantes, por otra parte, respondía conceptualmente a la idea de acumular cierta canti- dad de dinero y regresar a sus regiones de origen; no obstan- te, algunos inmigrantes canarios, al igual que otros peninsulares, comenzaron a laborar en los pueblos y ciudades. La mayor parte eran vendedores ambu- lantes, conocidos como "bara- tillero~ isleños", y recorrían las calles con las mercancías sobre sus espaldas.

Manuel de Paz Sánchez: La esclavitud blanca. Contribución a la historia del inmigrante canario en América, Litografia Romero, Santa Cruz de

Tenerife, 1992, p. 88.

23 Ibid., p. 90.

LOS accionistas mayoritarios eran Ibáñez. Calvo, Pulido y More, todos dueños de ingenios y miembros del Circulo de Hacendados; uno de ellos,

el segundo, era agente en Cuba de la Trasatlantica Española. Ibid., p. 102.

Las redes canarias fueron pro- piciadas por su Diputación Pro- vincial; el propio Gobernador Civil intercedió ante las autori- dades de la isla de Cuba para que se crease una junta que debía gestionar el pago de los pasajes, pero la Junta de Agricultura y Comercio comenzó a preocupar- se, pues los inmigrantes que es- taban llegando se quedaban en los pueblos y ciudades.22

Un testimonio que permite observar que las redes comarca- les funcionaban también en el caso canario, es que, de los in- migrante~ llegados e n 1882 a Cuba, 35 eran del municipio de Firgas; a finales de ese propio año arribaban otros 41 proceden- tes del mismo lugar. Casi 50 % de los españoles que llegaron a la Isla ese año, venían de La G ~ m e r a . ' ~ Pero en estos casos no se trataba de relaciones familia- res, sino de negocios rentables, como el de la Compañía Importa- dora de Trabajadores Libres, que enviaba sus enganches a aquellos lugares en que la dificil situación económica propiciaba la emigra- ~ i ó n . ~ ~

REDES CLIENTELARES E INMIGRANTES: SUS FINES

En la práctica, aunque algunos lo lograron, fueron escasos los que realizaron sus sueños de amasar grandes fortunas. Hubo entre los emigrantes grandes capitalistas, los famosos "india- nos", que regresaban a la Penín-

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sula pletóricos de riquezas. A partir de la segunda mitad del siglo xrx se produjo un gran tras- vase de capitales, pero también una cantidad apreciable de es- pañoles -comerciantes, transpor- tistas, dueños de fábricas de tabaco o de centrales azucare- ros- permanecieron en Cuba tras la independencia del país.

El caso de los asturianos due- ños de fábricas de tabaco mere- ce destacarse en este contexto. Una cantidad estimable fueron propietarios de importantes em- presas. Leopoldo Carvajal y Zaldúa, quien en los años ochen- ta del siglo xrx recibió el título de marqués de Pinar del Río, vino a la Isla con capital, pero en ella lo incrementó; Bernardo More- da y Rosendo Rodríguez fueron dueños de la fábrica de tabacos La Diligencia, que contaba con 500 obreros en 1907.25 Otro as- turiano destacado fue Antonio Villamil y Comenares, dueño de La Flor del Puro Habano.16 To- dos estos individuos y muchos otros, que alcanzaron relieve económico y desempeñaron un papel importante en las directi- vas de los centros regionales, atrajeron a la Isla, como trabaja-

25 "Cubanas y españolas. Paralelo", La Colonia Española, 20 de enero de 1907. no. 2. pp. 8-9.

" Galicia, 10 de abril de 1903. no. 16, p. 1.

27 Para este aspecto puede consultarse a María del Carmen Barcia Zequeira: Elites y grupos de presión en Cuba, 1878-1895, Editorial Cien- cias Sociales, Ciudad de La Habana, 1999. En este libro se abordan las

presiones sobre los pequeños comerciantes y los dependientes con moti- vo de la depreciación del papel moneda y el rol desempeñado por éstas en

los procesos electorales.

28 Pablo Tornero: ob. cit. (17).

dores de sus empresas, a españo- les procedentes, por lo general, de sus regiones de origen. Entre éstos y sus patrones se estable- cían, indefectiblemente, relacio- nes clientelares, producto del "agradecimiento" por facilitarles la emigración con una garantía laboral. Estos vínculos fueron uti- lizados para diversos fines, inclu- so el y constituyen una muestra de la forma en que las redes secundarias se valían de sus conexiones y las utilizaban sobre las primarias.

La preferencia que demostra- ban los españoles por los parien- tes y vecinos procedentes de sus comarcas, se manifestaba en sus solicitudes a familiares y amigos; ejemplo de ello resulta una ges- tión realizada por la casa de co- mercio de Catalá, Trunch y Armada que solicita "un mucha- cho de satisfacción, porque los que corren en la Habana están llenos de vicios y no convenir a dicha casa de comercio sujetos de aquel país".'"

Cuando en el año 1903 comen- zó a apreciarse que la inmigración podíá rebasar las ofertas de traba- jo en la capital, se acudió a los propietarios y hacendados penin- sulares, por ejemplo a Francisco Murias, gallego, prácticamente dueño del poblado tabacalero de Dimas, en la provincia de Pinar del Río, para que consiguiese em- pleo a sus coterráneos en la agri- cultura y en la minería. En ese proceso estuvo involucrada la Sec- ción de Fomento y Protección al

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Trabajo del Centro Gallego, que intentó establecer una red que resolviese la situación que se había presentado.

Independientemente de las funciones de educación y salud, modelo de su época, desenvuel- tas por los centros regionales y comarcales, éstos también for- maron parte de las redes inmi- gratorias y desarrollaron una activa política en relación con éstas. Algunos peninsulares lle- gaban a la Isla tras haberse aso- ciado a un centro regional, lo que les facilitaba la entrada al país sin dificultades, la garan- tía de atención médica y la po- sibilidad del ascenso social a partir de la educación. Las car- tas de presentación, emitidas por estas asociaciones, favorecían los trámites legales al ser la ga- rantía de que los recién llega- dos no constituirían una carga pública.

Cuando el inmigrante care- cía de todo tipo de respaldo era enviado al campamento de T r i ~ c o r n i a , ~ ' ubicado en una zona más apartada de la bahía habanera; aquí comenzaba una saga: la de sentirse, sin respal- do, abandonado y sin recursos, en una sociedad diferente.

FAMILIA Y ENDOGAMIA

¿Se casaban los inmigrantes dentro de su grupo? En líneas

2g Fue establecido en 1900, durante la ocupación norteamericana por Leonardo Wood. Los inmigrantes que no poseían cartas de personas o en- tidades establecidas en Cuba. debían permanecer allí hasta ser reclama-

dos o recibir ofertas de trabaio.

generales la respuesta es ne- gativa, aunque habían dife- rencias relacionadas con las capas y sectores sociales. Las élites practicaban frecuente- mente la endogamia para pre- servar el poder económico de los grupos y sectores a que per- tenecían, pero ese comporta- miento no se relaciona con la región de origen sino con la vinculación socioclasista. De la misma forma que existía una vinculación entre los apellidos A l d a m a - A l f o n s o - M a d a m - Poey, acriollados e n primera generación o de raigal vincu- lación al país, existían otras como la de Zulueta-Samá-To- rrens o la de López-Bru, que mantenían la prosapia espa- ñola. También se producían matrimonios con similares ob- jetivos entre familias criollas y peninsulares de similar status socioeconómico, como el caso del reaccionario andaluz Francis- co de los Santos Guzmán, casa- do con Mercedes O'Farrill, perteneciente a una familia criolla de antiguo linaje. Du- rante la etapa colonial resultó muy frecuente el matrimonio de conveniencia entre espa- ñoles y criollas, sobre todo en- tre peninsulares que buscaban, por la vía conyugal, el acceso a un status social superior.

La vinculación económica entre individuos procedentes de una misma región incide en que se perciba como endogámico un fenómeno que tiene por base

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una razón socioeconómica: man- tener el capital vinculado a la familia a través del matrimonio de los socios. Esto no excluye, desde luego, que algunos de éstos procediesen de la misma comarca.

Algunos inmigrantes obtu- , - vieron, durante la primera eta-

pa, títulos nobiliarios a partir de la riqueza acumulada en la Isla; y antes o después del ma- tr imonio, para conservar y engrosar sus riquezas, contra- j,eron nupcias por "interés". Este fue el caso del marqués de Pinar del Río, Leopoldo Carvajal y Alzúa, quien se casó con una de las hijas del dueño de la Real Fábrica de Tabacos y Cigarros de Cabañas y poco después estableció una nueva marca.jO

La situación de los inmi- grantes que formaban parte de las capas populares, no era la misma. Se trataba de una afluencia fundamentalmente masculina y joven: muchos se casaron con cubanas, lo que contribuyó a que se establecie- ran definitivamente en la Isla; algunos, los menos, se unieron a españolas; y otros fueron a buscar sus mujeres a la Penín- sula o contrajeron nupcias "por poder". Menos frecuente, por razones básicamente cuantita- tivas, fue el matrimonio entre españolas y cubanos, aunque también los hubo.

La Colonia Española, no. 2, 20 de enero de 1907, p. 5.

REDES DE SOLIDARIDAD. FUNCIONES DENTRO Y FUERA DEL P&

Entre las manifestaciones de so- ciabilidad formal fomentadas por los inmigrantes españoles que más han trascendido en la sociedad cubana y en otras de América Latina, como Argen- tina, Uruguay o México, se encuentran los centros de be- neficencia, cultura y recrea- ción y sus establecimientos escolares y de salud.

Un aliento humanista presi- dió su creación. Cabría pregun- tarse, teniendo en cuenta que la presidencia y parte de la di- rectiva de esas asociaciones es- tuvieron formadas por las élites económicas de esos grupos (co- merciantes, industriales y due- ños de fábricas de azúcar y tabaco, entre otros) si esta ini- ciativa había partido de una in- tención filantrópica con el objetivo de resguardar a sus co- terráneos -conducta poco fre- cuente en las élites, que por lo general sólo brindan protección a cambio de establecer una re- lación provechosa capaz de su- bordinar, controlar y manipular a sus clientelas- o si otros sec- tores de la sociedad la habían patrocinado.

En esta dirección debe te- nerse en cuenta que en la Isla también había profesionales e intelectuales gallegos, asturia- nos, canarios y de otras regio- nes españolas, portadores de una

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preocupación humanitaria con respecto a las masas de inmigran- tes que arribaban a la Isla. El am- biente de la época tuvo que estar plagado de interrogantes: iqué pasaría cuando sus coterráneos se enfermasen o cuando la igno- rancia y el analfabetismo les im-

- pidieran progresar?, icómo se insertarían en una sociedad en la que las ventajas de la moder- nidad comenzaban a constituir una aspiración de las capas po- pulares?, ihasta qué punto estas situaciones podían fomentar la conflictividad social?

Resulta poco probable que la idea de crear centros regionales surgiese de los inmigrantes iletrados. Inicialmente éstos des- conocían las características de la sociedad en que se iban a inser- tar y no podían prever los pro- blemas que iban a afrontar. Cabe destacar que la idea de fundar un Centro Asturiano se debatió en el local que ocupaba su co- ral, signo que constituye un in- dicio del papel desempeñado por los españoles letrados que resi- dían en Cuba.

A partir de estas iniciativas se comenzaron a establecer y propagar aceleradamente redes de solidaridad formal: de las beneficencias a los centros re- gionales, los cuales propiciaron la creación de escuelas, centros de salud y también cajas de aho- rro para facilitar el envío de remesas; de estos centros a las sociedades comarcales, que apa- recieron como ramas de un árbol

frondoso cuando la inmigración de algunas localidades llegó a ser apreciable (en 1912 había 48 aso- ciaciones de este tipo y,en 1929 su cifra ascendía a 81). Estas asu- mieron proyectos similares a los de los centros, pero en menor escala, y potenciaron la cons- trucción de panteones en los cementerios. Proi,,- comenza- ron a transferir y a ampliar sus redes hacia sus poblados y al- deas de origen, a los cuales trasladaron proyectos similares a los que, con tanto éxito, ha- bían desarrollado en Cuba. Así se fundaron escuelas para niños pobres y centros culturales en diversas comarcas, como Ponte- vedra, Lugo, Vivero, Lalin y Ares; también se prestó ayuda en caso de catástrofes naturales o de accidentes.

Como puede apreciarse, la acción corporativa promociona- da y ejecutada por los inmigran- tes para asimilar funciones que el Estado no era capaz de asu- mir, fue poco común pero muy aleccionadora. La manera en que estos grupos y sectores fue- ron capaces de construir sus re- des asistenciales y de asumir los retos que podían garantizarles niveles mínimos de salud, edu- cación, cultura y bienestar, de protegerlos ante la vida y de concederles un pequeño espa- cio tras la muerte, manifiesta, indudablemente, la forma en que habían enfrentado un pro- yecto modernizador que encau- zaban en su propio beneficio.

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La primera sociedad de be- neficencia que se fundó fue la catalana, en 184 1 ;jl siguieron la beneficencia gallega en 1872 y los intentos asturianos por fun- dar una institución similar que no lograron concretarse en esa etapa.j2 A partir de ese momen- to, con la emigración masiva sur- - gieron numerosas sociedades con carácter de centros, es de- cir, que aunaban los intereses benéficos, recreativos v cultura- les. El primero fue el gallego, es- tablecido e n 1877, que fue sucedido por el asturiano, el ca- nario, el andaluz, el m~ntañés ,~ ' el vascongado, el castellano,j4 el burgalés, el murciano, el arago- nés y el balear.j5

La importancia moderniza- dora de los centros reeionales u

fue notable, tanto para la Isla como para España, por las ac- ciones culturales v educativas que a partir de sus múltiples acciones se produjeron en Cuba

.y en los pueblos y aldeas de la

3' Tenía su sede en la calle Lamparilla no. 2 y contó inicialmente con 102 socios.

La Beneficencia Asturiana se fundó en 1877.

El Centro Montañés se fundó en 1910, pero la Sociedad Montañesa existía desde finales del siglo xix. Sus salones sociales estaban ubicados

en Prado 110 y contaban con biblioteca y una academia de música.

La Sociedad de Socorros Mutuos de Ambas Castillas, León y Extrema- dura, con una comisión de instrucción y recreo, fue fundada en 1878. Ver

Archivo Nacional de Cuba: Gobierno General, leg. 447, exp. 21 758. El Centro Castellano fue fundado en 1909; radicaba en Egido no. 2 en el Pa-

lacio de Villalba. contaba con el Sanatorio Santa Teresa de Jesús. conoci- do como La Castellana, y era propietario del Colegio Cewantes.

35 La Sociedad Balear de Beneficiencia se fundó el 11 de octubre de 1885 con 168 socios; su primer presidente fue Antoni Vila Juaneda. El Centro

Balear funcionaba en 1901 y su primer presidente fue Rafael Juan. Tuvo su propia quinta de salud a partir de agosto de 1905.

36 Es interesante destacar que los antecedentes genealógicos de Freyre de Andrade no eran asturianos sino gallegos.

Península y de las islas Canarias, que hasta ese momento perma- necían al margen del desarrollo social que aceleradamente se instauraba a nivel mundial. Esto se manifiesta en el discurso pro- nunciado en 1915, con motivo del aniversario de la fundación del Centro Asturiano,j6 por una figura nada sospechosa de his- panismo como el general Fer- nando Freyre de Andrade, oficial del Ejército Libertador Cubano.,

[...] Esta es la reconquista fecunda y engrandecedora: los ideales pasados, las crue- les y sangrientas hazañas de la guerra, ni entusiasman ya ni conmueven [. . . l . Cuando hace ya algunos años visitó nuestra capital el gran pro- pagandista de la mutualidad francesa monsieur Mabi- lleau, se quedó admirado al enterarse que en la Habana, grupos de comerciantes que no habían estudiado sociolo- gía, ni eran eruditos estadis- tas, hubieran resuelto el problema al que él buscaba solución desde hacía años, pues estos Centros Regiona- les, con sus Quintas y Sana- torios, sus Cajas de Ahorro y sus Bancos de Previsión, dan solución acabada y perfecta al problema hasta ahora no resuelto en otros países. Así lo reconoció monsieur Mabi- lleau, cuando en su visita a La Cowadonga, se le explicó el sistema por el cual en ella,

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lo mismo que en La Benéficu y en La Purísinlu Concepción y en las demás sociedades de esta clase, el buen sentido, la honradez, la confraterni- dad y la filantropía de comer- ciantes e industriales que habían labrado un capital a costa del trabajo, resolvió el problema de dar asistencia médica de ricos a modestos hijos del trabajo, sin más auxilio que la modesta cuo- ta de 1.50 mensual, con que cada uno paga su derecho a tener albergue, asistencia y protección en las horas de desgracia.37 Esas quintas de salud regio-

nales, que llegaron hasta los años sesenta del siglo m, supe- raban ampliamente a las insti- tuciones particulares que las antecedieron. Poseían un cuer- po de notables galenos y los re- cursos más modernos de la época para atender a los enfermos: pa- bellones especializados, farmacias propias y una infraestructura ca- paz de soportar el servicio a cien- tos de sujetos. El primer centro

37 Centro Asturiano de La Habana: Historia social desde su fundación 1886-1911, Imprenta P. Fernández y Cia., Habana. 1911, pp. 160-161.

" En mayo de 1884 compró la casa situada en Alejandro Ramirez no. 5 en el Cerro y trasladó a ella los enfermos que hasta entonces se habían aten-

dido en La Benéfica. -- 3n La Colonia Española, la Habana, 1 de septiembre de 1902, p. 6.

'O Hasta ese momento utilizaron La Benéfica, perteneciente al Centro Ga- llego. Resulta evidente que los promotores de la sociedad estaban estre- chamente vinculados a dicho Centro, pues en éste se efectuó la reunión

de constitución. Ibid.

Consuelo Naranjo refiere que la atención a las mujeres partió del interés de la Sociedad Solidaridad Pontevedresa, que desde 1914 incluyó la asis-

tencia médica a las mujeres asociadas a esta institución. Ver Consuelo Na- ranjo: ob. cit. (13), p. 124.

que tuvo una quinta de este tipo fue el Centro de Dependientes,js bautizada como La Purísima Concepción. Contaba con un cuerpo de facultativos capacita- dos, entre los que se destacaba Carlos J. Finlay,j9 y con excelen- tes pabellones que fueron cons- truidos con el dinero aportado por los poderosos comerciantes que lo dirigían y apadrinaban. Su primer edificio fue "donado" por Ignacio Peñal~er.'~ En 1903 disponía de 500 camas, y todos los asociados eran vacunados gra- tuitamente contra la viruela, en tanto que sus familiares también eran auxiliados en caso de en- fermedad.

En marzo de 1894 el Centro Gallego compraba La Benéfica, con sus instrumentos, útiles, mo- biliario, ropas y desde luego edifi- cio, para dar atención a sus asociados. En 1895 se fundaba La Covadonga y en 1917 fue estable- cida, en la Habana, la clínica Hijas de Galicia," inicialmente destinada a la atención de las gallegas, beneficio que se exten- dió, en 1919, a las mujeres proce- dentes de otras regiones españolas y a las cubanas casadas con pe- ninsulares.

Los centros regionales espa- ñoles también dedicaron un esfuerzo importante a la educa- ción de las capas populares, el plantel Concepción Arenal, per- teneciente al Centro Gallego, brindaba clases de enseñanza pri- maria hasta el octavo grado, en horarios diurnos y nocturnos,

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e impartía clases de taquigrafía, mecanografía, y corte y costura. Desde 1893 el Centro Asturiano favoreció la enseñanza nocturna: la directiva de la Asociación de Dependientes de la Habana al- quiló durante dos años el local que había pertenecido al Ateneo, ubicado en Prado no. 85. El 18 de diciembre de 1881 fundaba el Ateneo del Comercio, en el que se matricularon 153 asociados para recibir clases de gramática, aritmética elemental y mercan- til, teneduría de libros y taquigra- fía, pero también se enseñaban dibujo natural y lineal, adorno, solfeo y piano; en 1903 contaba con 16 profesores, tenía una am- plia biblioteca y recibía 68 revis- tas de diferentes países.42

Debe destacarse que aunque estas asociaciones laboraron ar- duamente para conservar los patrones culturales de origen, al menos en Cuba fueron socieda- des abiertas a los naturales del país. En esto incidió el carácter esencialmente masculino de la inmigración, razón por la cual muchos peninsulares se unieron, legal o consensualmente, con mujeres oriundas de la Isla, con quienes tuvieron hijos. Sus fami- lias "cubanas" acudían también

42 Ibid. Ver además Asociación de Dependientes del Comercio de la Haba- na: Memorias de los trabajos que durante los nueve años de existencia

que cuenta la organización han hecho las diferentes directrices encarga- das de administrarla, Habana, 1889.

43 Se hizo una romería el 4 de julio de 1909, en cuya organización partici- paron el Casino Espanol de la Habana, el Centro Gallego, la Asociación de Dependientes, el Centro Asturiano. el Centro Balear, el Centro Eúskaro. el Balear, el Canario, el Andaluz, el Aragonés y el Castellano. Ver Ainnos dC,

Mina Terra, no. 6, 30 de junio de 1909, p. 14.

M AiriRos d'a MNia Terra, no. 2, 20 de mayo de 1909, p. 2.

a las actividades educativas y culturales de los centros en que estaban inscritas y utilizaban sus servicios de salud.

REMESAS Y AYUDA

En la misma medida en que la inmigración peninsular crecía, aparecieron, paralelamente a los grandes centros, sociedades más pequeñas que agrupaban a los provenientes de una misma co- marca; es decir, se establecie- ron redes más pequeñas, pero tal vez más sólidas y compactas. La importancia social y económica que éstas tuvieron, permitió que sus acciones no se limitaran a Cuba, sino que se proyectaran hacia los pueblos y aldeas de donde provenían los inmigran- tes. Muchas de ellas brindaron su auxilio ante fenómenos na- turales, como la ayuda a los pes- cadores náufragos de las costas de Vizcaya, en la que colabora- ron todos los centros españoles de la Isla;43 otras construyeron escuelas, como la Curros Enrí- quez, en la capital de G a l i ~ i a . ~ ~ También estimularon a los alum- nos y a los maestros: entre los objetivos fundacionales de la Unión Lucense estuvo el de so- correr a esa comarca a través de premios a los profesores de en- señanza elemental que más coadyuvasen a la formación de sus discípulos. Asimismo, auxi- liaban a los coterráneos que su- friesen accidentes de trabajo o enfermedad y a los que tuviesen

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sus lotes hipotecados en el mon- te de piedad. Desde luego, los meca&mos de ayuda eitaban presentes, en primer lugar, para los lucenses de la Isla, que cons- tituían su red iniciaL4j Una ini- ciativa similar tuvo la Unión F e r r ~ l a n a , ~ ~ en tanto que otras

, . pequeñas sociedades, como Unión Rinlega, Alianza Aresa- na, Pila Ancha, Devesana y San Pedro de la Benquerencia, se dedicaron a construir escuelas en "la hermosa y abandonada Galicia", pues consideraban que sólo de esa forma lograrían lle- var a ellas el necesario progreso al pueblo "para que pueda extir- par de su suelo las malas plantas que, como el cacique, corroe sus entrañas y no lo deja vivir".47

Con recursos procedentes de la emigración se levantaron es- cuelas en Vivero, Orol, Villalba, Ortigueira, Ares, Muros, ...

Algunas de las iniciativas promovidas por los inmigrantes alcanzaron una importancia trascendente, como la funda-

45 Airiños d'a Miña Terra, no. 6. 30 de junio de 1909, p. 4.

" Airiños d'a Miña Terra, no. 9. 30 de julio de 1909. pp. 11-12.

" 'Más escuelas", Santos e Meigas, no. 3, 23 de agosto de 1908, p. 45.

a La Real Academia Gallega se inauguró el 30 de septiembre de 1906; su presidente fue Manuel Murguia y su presidenta de honor

Emilia Pardo Bazán.

" María Cruz Morales Saro: "La emigración asturiana a América". en CEDEAL (coord.): ob. cit. (3). t. 2, p. 85.

50 María Cruz Morales Saro: "Las fundaciones de indianos en Asturias", en Nicolás Sánchez Albornoz (comp.): ob. cit. (7), p. 78.

-. . .-

5' Jorge Uría: "Los indianos y la instrucción pública en Asturias", en India- nos, monografias de los Cuadernos del Norte. Oviedo, 1984, pp. 102-119.

52 Ibid., p. 80.

ción, en la isla de Cuba, de la Real Academia Gallega,48 con el objetivo de publicar obras his- tóricas y literarias; en ese con- texto se editó una Historia de Galicia escrita por Manuel Murgía, el viudo de Rosalía de Castro. También e n la Isla se produjo la composición del him- no gallego, cuestión altamente significativa para su construc- ción "nacional", ya que eviden- cia la forma en que la imagen de la "patria" se idealizó y forta- leció en la emigración.

También hubo iniciativas in- dividuales de destacados "india- nos": por ejemplo, la del asturiano José Rodríguez Colloto, dueño de la famosa fábrica de tabacos Romeo y Julieta, quien fundó en Roces, su pueblo natal, varias escuelas con todas las condicio- nes y métodos pedagógicos mo- dernos. Un colegio de este tipo fue fundado en Llanes por Ma- nuel Cue, otro en Noreña por Pe- dro también en Figueras por Florencio Villamil.50 Las apor- taciones de los emigrados a la in- fraestructura escolar también fue esencial en Boal, Navía, Cudillero y Ribadedeva.jl

Hubo iniciativas muy pecu- liares, como la fundación de un Centro Asturiano de la Habana en Oviedo en 1926, que preten- día trasladar a la región algu- nas de las funciones que esta institución tenía en Cuba. El propósito era crear condiciones a los emigrantes antes de que partiesen.j2

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Un papel primordial en el desarrollo de algunas regiones lo constituyó la transferencia de las remesas como factor parcialmen- te compensatorio del déficit de la balanza comercial. Para en- viarlas surgieron en la Isla cajas de ahorro y bancos. En regiones como Asturias, Galicia o Cana- rias el flujo de remesas enviadas por los emigrados contribuyó a mejorar la situación de los cam- pesinos y a introducir métodos más modernos en los cultivos, la cría de animales y la vida coti- diana en general. No hay mejor forma de reflejar la significación de las remesas que los versos de Marcos del Torniello:

Ye industrial i minera, ye comerciante,

porque los habaneros remen p'avante;

que, si non fosen ellos, estes montañes

t a h n mas probitines que lesarañes.

iQué quien fizo el milagro! Los asturianos,

esos que aquíse llamen americanos,

i que son de la raza mas pelegrina que pon tal alto el nome de la

tierrin;1.5"

53 José Ramon Garcia López: Comerciantes banqueros y banqueros en los orígenes de la banca regional asturiana, Oviedo, 1988.

" Información citada por Rafael Anes: "La emigración asturiana". en Nico- lás Sánchez Albornoz (comp.): ob. cit. (7). p. 52.

55 Antonio Macias Hernández: "Un siglo de emigración canaria 1830-1930, en ibid.. p. 201.

Pequeñas o grandes, las re- mesas eran remitidas personal- mente o a través de giros. En este negocio desempeñaron un papel esencial las cajas de ahorro; al- gunas, como la Gallega, estable- cida en 1906, eran administradas por el presidente del Centro. Las remesas incrementaron la demanda de tierras y, desde lue- go, su precio. Muchos de los in- migrante~ que regresaron con capital, dinamizaron los servicios, la industria y el agro. Solamente entre 1896 y 1905 en Asturias se crearon 390 sociedades con un capital de 224 500 000 pesetas.54 Sólo en los años de 1914 y 191 7 las islas Canarias recibieron por remesas, a través de tres entida- des bancarias, 20 100 000 en el primer año y 24 220 000 en el se- g ~ n d o . ~ ~

Todo fenómeno migratorio pue- de resultar preocupante tanto para el polo emisor como para el receptor. No obstante, ninguna sociedad contemporánea está en condiciones de eliminar las mi- graciones; es más, el incremen- to permanente y acelerado de las diferencias entre sociedades de- sarrolladas y subdesarrolladas contribuye consecuentemente al aumento de las aspiraciones in- dividuales y familiares por pro- gresar y alcanzar formas de vida mejores y más humanas.

En este contexto sería útil el estudio de diferentes modelos

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migratorios. Aquí nos hemos li- mitado a reseñar uno, el de la inmigración española a la isla de Cuba, por los positivos resultados alcanzados en sus proyectos de educación y salud, concebidos con un sentido de progreso que se extendió hasta las capas más humildes de esa inmigración.

La emigración de españoles y canarios a Cuba constituyó un modelo que puede ser conside- rado como "favorecido", pues fue aceptada no sólo por las ad- ministraciones de los polos emi- sor y receptor, que favorecieron la legislación a esos efectos, sino por los hombres y mujeres que participaron en esa saga. En esto influyeron la necesidad de un capital social en el país destina- tario y la existencia de otro relacional, expresado en la exis- tencia de vínculos familiares, similar cultura e idéntico idio- ma. La política migratoria oficial de uno y otro lado del Atlántico coadyuvó a organizar y propiciar este proceso.

Condicionado por la época histórica, el flujo poblatorio se caracterizó por ser esencialmen- te masculino y joven, cuestión que contribuyó a incrementar la formación de familias hispano- cubanas, desplegando conduc- tas enraizadas en los primeros siglos coloniales. Estos matrimo- nios exogámicos contribuyeron a la adaptación y permanencia en la Isla de muchos emigrados.

Al margen de los procedi- mientos administrativos oficia-

les, el papel primordial en la captación de inmigrantes se sus- citó, en primer lugar, por las re- laciones entre familiares y parientes que habían emigrado con anterioridad; en segundo, por los promotores interesados para el fomento de sus indus- trias y negocios; y en tercero, por las gestiones corporativas realizadas por los centros regio- nales y las sociedades regiona- les comarcales que agrupaban a los inmigrantes.

Las redes de solidaridad de los españoles que se establecie- ron en la Isla y la circunstancia de que este fenómeno masivo se produjese en momentos de re- constitución de la sociedad civil cubana, propiciaron la creación de numerosas asociaciones cul- turales, de beneficencia y de cen- tros regionales que auspiciaron y desplegaron los intereses de educación, salud y respaldo a los inmigrantes. El desarrollo de es- tas asociaciones constituyó un ejemplo de organización corpo- rativa, que no sólo solucionó acuciantes problemas, sino que construyó un paradigma en cuanto a los servicios educacio- nales, la salud y la recreación, dirigidos esencialmente a las ca- pas populares inmigradas. Cabe destacar que esto ocurría en momentos en que no existía la concepción de un "estado de bienestar" mínimo.

La presencia de estos inmi- grantes en una sociedad que avanzaba hacia la modernidad

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EMIGRANTES y SLI rápida imbricación a éstri, DE les permitieron revertir, a través

c!e Iris remesas, sus capitales. Estos fueron invertidos en fiin- ciones sociales, como 13 COIIS-

t rucc ión d e viales, edificios educacionales, espacios cultu- rales y en otros aspectos moder- nizaclores del modo de vida. De esta fornia contribuyeron a eli- minar paulatinainente el estan-

camiento de los polos recepto- res. La adeciiridri iitilizacicín de las reniesas monetarias por par- te de las familias de los eii-iigra- ~ j o s les periniti6 progrebar y lograr una movilidad social a la que an tes n o podían aspirar. También coodyuví, -y tal vez ése fue su aporte más trascenden- te- a romper los moldes de una sociedad "tradicional". C

- - - - .

A "Fauored" Immigrution Model-Massiue Transfer of Spaniards to Cuba (1880-1930)

The "mssiue stage" of Spanish iminigration, whicli can be set from 1880 to 1930, is dealt with. Consideruble infonnation on the periotl is avaiktble. Sucli a n ctvailabilit? not only enables to rcseurch u pmccss t h t conclttdetl its active cycle sixty jears ago, but &o allows a motlel on the generul principies to be diuzun. T h e model muy be ~ ~ s e f u l to comparutivelj st t i t ly stirnuhtetl untl fuvowd immlgrmon fi'ozus, and to unulyre other inimigrations tliut took and ure tctkaig pktce in diuersc times untl piuces. Reccnt processes ure includcd.

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Relaciones de Fernando Ort iz 1

con los antropólogos españoles c -

CARMEN ORTlZ CARC~A

Relaciones de Fernando Ortiz con los antropólogos españoles

Aproximación a la labor creatiwa de Fernando Ortiz que atiende no sólo a los resultados de su obra científica, sino también a Ea forma en que desarrolló ésta en función del contexto sociocultural en que le tocó wiwir. En ese sentido, resulta de interés la comparación que establece la autora entre la figura del sabio cubano y el untropólogo español Julio Caro Baroja, así como otros elementos en torno a los vínculos entre Ortiz y los intelectuales españoles de la &poca.

Quisiera comenzar de jando explícita constancia de mis in- tereses y los motivos para acer- carme y procurar profundizar en la firuia-v la obra de Fernando - Ortiz, quien tanto ha aportado al conocimiento de la historia y la cultura de Cuba y, lo que es aún más importante, a la confi- guración de una idea de identi- dad cultural y étnica, básica para la construcción de su na- cionalidad. En primer lugar, par- - -

CARMEN to de una enorme admiración ORTIZ GARC~A --

Departamento de hacia la persona y el trabajo de

Antro~olooía. Ortiz. En este sentido, creo que consejo ~ u p e r i o r cualquier homenaje y recono- de Investigaciones

Ciantíficas. c imiento resul ta t o t a lmen te Madrid merecido por un hombre cuya

' Este texto es una revisión de la conferencia ~mpartida en la Fundación Fernando Ortiz el 22 de noviembre de 1996. Agradezco a Miguel Barnet, di-

rector de esta institución y de la revista que es su órgano de expresión, que acogiera mi aportación, entonces y ahora.

capacidad de trabajo, inteligen- cia, recursos económicos, in- fluencia política, etcétera, se pusieron por completo y desin- teresadamente al servicio de la ciencia y de su país.

En Fernando Ortiz son de ad- mirar, por un lado, sus concretas, numerosas e internacionalmente reconocidas aportaciones cientí- ficas, e n diversas ramas de las ciencias sociales y humanas, como la historia, la antropología cultu- ral, el folklore, la musicología o el derecho; y, pcr otro, una perso- nalidad independiente y con unos valores éticos que inspiran toda su obra científica, pero también la apl icacih directa a la socie- dad y la divulgación de esos co- nocimientos. Es decir, e n su persona son inseparables el amor

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v la dedicación a la ciencia. v el , , amor y la dedicación a la reali- dad humana, social y política que le rodea más directamente, o sea, la situación y la mejora de las condiciones generales de su mun- do más cercano: su país, Cuba.

Algunos de mis trabajos an- teriores sobre la historia de la antropología en España, y en concreto acerca de varios de sus autores más relevantes, me sugirieron una cierta identi- dad entre la personalidad de Ortiz y un tipo de científico rege neracionista2 (entendido este término en un sentido am- plio, y no histórico cronológi- co) , característico de países con una investigación poco desarrollada, como España y los países latinoamericanos. Ortiz me recordaba a otras figuras de la "periférica" antropología espa- ñola, por la imbricación que en él aparece entre la cuestión cien- tífica, la fe en su metodología y la postura política, que podemos considerar nacionalista, en el sentido más noble que pueda darse a esta palabra. La idea de que la antropología, como cono-

Franqoise Moulin Civil: "El discurso regeneracionista en Fernando Ofliz", en Consuelo Naranjo y Carlos Serrano (eds.): Imágenes e imaginarios na-

cionales en el Ultramar español, CSIC, Madrid, 1999, pp. 227-234.

Además de las memorias familiares de Julio Caro Baroja (Los Baroja, Taurus. Madrid, 1974), pueden verse Davydd Greenwood: "Julio Caro

Baroja: sus obras e ideas". Ethnica, no. 2, 1971, pp. 79-97; Antonio Carrera: "Bibliografía de Julio Caro Baroja", Revista lnternacional de los

Estudios Vascos, vol. XXXI, 1986, pp. 247-290 y vol. XL, no. 2, 1995, pp. 471-484; Francisca Castilla: "Metodología en la obra de Julio Caro

Baroja", Revista lnternacional de los Estudios Vascos, vol. XXXIV, no. 2, 1989, pp. 271-284; Julio Caro Baroja. Premio Nacional de las Letras Espa- ñolas 1985, AnthroposlMinisterio de Cultura, Barcelona, 1989; Cuadernos

Hispanoamericanos (número monográfico en homenaje a Julio Caro Baroja), no. 533-534, 1994; Carmen Ofliz: "Julio Caro Baroja, antropólogo e

historiador social", Revista de Dialectologia y Tradiciones Populares, vol. LI, no. 1, 1996, pp. 283-301.

cimiento científico, puede con- tribuir a la práctica ciudadana y a la construcción de la nación, adquiere en Fernando Ortiz con- creciones de un sentido ético opuesto a cualquier tipo de folklorismo excluyente, o etno- centrismo racista y xenófobo, tendencias que e n su época también pudieron recurrir a jus- tificaciones pseudocientíficas sobre el carácter, habilidades o capacidades de los distintos pue- blos.

En este contexto, mi admi- ración personal hacia la perso- na y la obra de Fernando Ortiz está muy relacionada con el res- peto hacia otra figura con la que el antropólogo cubano guarda, a mi juicio, cierta relación (una especie de vidas paralelas); me refiero al historiador y antropó- logo español Julio Caro Baroja (1914-1995).' Ambos presentan una serie de rasgos comunes, entre los cuales se pueden enu- merar su interdisciplinariedad, su resistencia a encorsetarse con el rótulo de disciplinas o asig- naturas y su visión de la reali- dad social como algo que puede abordarse desde perspectivas muy distintas: diacrónicas o sincrónicas, con datos prove- nientes de archivos y de la ob- servación directa o de fuentes literarias. Este concepto les lle- va a los dos a producir una obra amplísima y de difícil clasifi- cación, ya que abarca muy dis- tintas materias que hoy se consideran especializadas y, por

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tanto, no practicables por una misma persona.

Una segunda característica, relacionada con esta primera, sería una común resistencia a clasificarse como seguidores de una corriente o línea teórica de- terminada y académicamente reconocida. En Ortiz y en Caro lo fundamental es la visión de la realidad -los hechos históricos y sociales- como una situación de gran complejidad, difícil de so- meter a una norma o regla de comportamiento general y abso- luta. Esto no debe confundirse con incapacidad o desinterés teó- rico, sino como defensa de la li- bertad del pensamiento y sus múltiples posibilidades de expli- cación.

A pesar de cierta reticencia mostrada por la historiografía para reconocer sus aportaciones teóricas, paradójicamente, tan- to Ortiz como Caro han sido con frecuencia clasificados -aunque fuera matizada por ambos esta adscripción- como funcionalis- tas o estructuralistas. Es eviden- te e n ambos que existe una visión funcional de la interrela- ción de los fenómenos sociales, pero es asimismo claro que no participan del carácter de sin- cronismo absoluto que caracte- riza al método funcional clásico en antropología, tal como lo pos-

' Ver sobre este aspecto, para Ortiz: Julio Le Riverend: "Ortiz y sus contrapunteos". en Fernando Ortiz: Contrapunteo cubano del tabaco y el

azúcar, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana. 1991 [la ed. 19631, pp. V-XXIX, especialmente pp. XIX-XXII; y para Caro: Francisco Castilla:

ob. cit. (3) y "El análisis histórico y antropológico de las minorias en la obra de Julio Caro Baroja", Cuadernos Hispanoamericanos,

no. 533-534. 1994. pp. 83-98.

tularon Malinowski y Radclitte- Brown, y que tampoco partici- pan de la visión de la estructura social y sus funciones como un mecanismo que acarrea el equi- librio y la ausencia de tensiones y contradicciones, ni individua- les ni colectiva^.^

Seguramente estas caracte- rísticas influyeron e n que ni Ortiz ni Caro ocuparan ningún cargo oficial en la universidad (excepto sus etapas como ayu- dantes de cátedra), la que los alejó de sí por no ajustarse a las normas y conductas clientelares al uso en los medios académi- cos de todo el mundo. Tal vez por eso, ni en España ni en Cuba estos maestros instituyen escue- las, ni asignaturas, ni licencia- turas y no t ienen discípulos propiamente dichos. Pero que no tuvieran discípulos directos de su enseñanza no quiere decir que no hayan tenido una enor- me influencia; de hecho ellos son la máxima representación de la disciplina de la antropología sociocultural en los dos países, los más reconocidos internacio- nalmente, los más originales y los más innovadores.

Una situación socioeconcími- ca desahogada, producto de su pertenencia a sendas familias burguesas, les permitió llevar una vida dedicada a su afición por el estudio, independiente y fuera de los cauces de la uni- versidad y centros de investiga- ción estatales. En suma, son nuestros "señores particulares",

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tan molestos para algunas ins- tancias de poder como necesa- rios para la cultura de un país.

Una última característica común que podría señalarse en- tre los dos intelectuales, sería su dedicación exclusiva al estudio de su propio país. Si en la defi- nición clásica de la antropolo- gía el alejamiento cultural del observador respecto de los ob- servados era un requisito fun- damental, Ortiz y Caro buscan al "otro" dentro de la compleji- dad de sus propios pueblos, par- t iendo de un conocimiento profundo de su historia y de su devenir, y de la conciencia de la amplitud de las particulari- dades que pueden observarse dentro de culturas complejas, formadas por muchos sectores necesariamente interrelaciona- dos y dinámicos. Así, el "otro" aparece en la obra de los dos antropólogos en forma de aten- ción a determinados grupos mar- ginales y marginados por la historia y en forma de oposición a las visiones monolíticas de la nación y de su pasado, exclusi- vamente basadas en la actua- c i h de las clases, los grupos, las etnias dominantes y hegemóni- cas. Los negros y su contribución a la identidad cultural del Ca- ribe en general y de Cuba en particular, fueron el "otro" de Fernando Ortiz, necesario para conocerse a sí mismo; las bru- jas, los herejes y los campesinos

S Francoise Moulin Civil: ob. cit. ( Z ) , pp. 229-232.

del mundo preindustrial fueron los "otros" que Julio Caro colocó en un primer plano de la católica y supuestamente modernizada España.

Si, como he dicho al princi- pio, mi exposición parte, en pri- mer lugar, de la admiración y la reivindicación de cierta forma de trabajar en la ciencia social por parte de Fernando Ortiz, el segundo motivo era plantear un punto que, aunque pueda ser más debatido o discutido, creo que es importante para com- prender, en toda su complejidad, su pensamiento y su obra. Me refiero a las raíces y constantes influencias hispánicas y euro- peas en su vida y su trabajo. Con alguna frecuencia, los estudio- sos de Ortiz han hecho hincapié en su posición antie~pañola.~ En mi opinión, ni su postura crítica ante la actuación colonial de España, ni sus escritos polémi- cos e n contra de algunos intentos de intelectuales espa- ñoles, como Rafael Altamira, de imponer una supuesta identidad racial a las repúblicas america- nas de habla hispana, pueden confundirse con posiciones po- líticas e ideológicas en contra de la antigua metrópoli.

Es indudable que la mayor y mejor parte de su trabajo se de- dica a la cultura afrocubana -lo que supone un valor añadi- do para él, si tenemos en cuen- ta los años primeros de siglo en que hace esta valoración del componente negro. Pero esto no

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supone ninguna contradicción con la valoración simultánea de todos los demás aportes étnicos que entraron en la configura- ción de lo que él llamaba la "~ubanidad",~ y que intentó de- finir como la única base inte- gradora de la que habría de surgir el sentimiento de identi- dad de la nación cubana. Así pues, su integración de los com- ponentes demográficos, étnicos y culturales de la aportación africana a Cuba no puede verse como una disyuntiva frente a los aportes españoles y criollos que se daban por supuestos. Había que insistir en lo africano por- que era menos conocido y nada valorado por las clases cultas, pero a la vez absolutamente ne- cesaria su integración en la construcción de una cultura nacional, diferente e identifica- dora, que Ortiz basaba preci- samente en el mestizaje. La preeminencia posterior de los estudios científicos de los aspec- tos afrocubanos, así como de sus ritos religiosos, ha dependido a mi juicio tanto de la pionera obra de Ortiz como de la nece- sidad (o demanda político-so- cial) de mantener en el ideario nacional la integración de dis- tintos grupos humanos como uno

Fernando Ortiz: "Los factores humanos de la cubanidad (1940). en lsaac Barreal (comp.): Estudios etnosociológicos, Editorial de Ciencias

Sociales, La Habana, 1991, pp. 10-30.

' lsaac Barreal: "Prólogo" a Fernando Ortiz: Etnia y sociedad, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1993, pp. VII-XXXIII, especialmente p. XII.

Fernando Ortiz: "Más y más fe en la ciencia", Revista Bimestre Cubana (Homenaje a nuestro director), vol. LXX, 1955, pp. 43-52, cita en p. 46.

de los valores éticos e identita- rios del país.

En la biografía de Ortiz en- contramos, sin embargo, una muy frecuente relación y cerca- nía con España, empezando por el periodo fundamental de la infancia. Como es bien sabido, nació de madre cubana y padre español, comerciante bien situa- do en La Habana, liberal y tal vez masón.7 Con poco más de un año, su madre lo llevó a Menor- ca con su familia materna y allí aprendió a hablar "dos lengua- jes, castellano y lemosín"."~ infancia en la isla mediterránea, primero en la pequeña ciudad de Ciudadela y luego en la no mucho mayor capital Mahón, le enfrentó con un mundo isleño, muy cerrado, con estructuras sociales muy arcaicas, propias del antiguo régimen, en el que el cosmopolitismo de íos cuba- nos tuvo que llamar poderosa- mente la atención. Pero, según reconoce el mismo Ortiz en su artículo levemente autobiográ- fico "Más y más fe en la cien- cia" (1955), ya allí, e n las Baleares, en un mundo tan her- mético:

Las supervivencias mahome- tanas, judaicas y protestan- tes en aquella católica isla me hicieron comprender cuán fecundos son los abrazos de las culturas, aun siendo for- zados, [...] y un negrito de Nubia, que al nacer fue es- clavo en Egipto y luego mi querido compañerito en la

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escuela pública, nos asom- braba a todos los escolares porque entre nosotros era el único que hablaba francés y no sabíamos explicarnos por- qué aquel negro podía ser bueno y superior, no obstan- te que su tez era tan oscura como la piel del diablo, se- gún allí nos d e ~ í a n . ~ Vuelto a Cuba en 1895, si-

gue e n la Universidad de La Habana la carrera de Derecho por libre coincidiendo con la guerra, hasta que, en 1898, su padre decide que continúe sus estudios en España, primero dos años en Barcelona, donde con- sigue la licenciatura. Posterior- mente se traslada a Madrid, en cuya Universidad Central, úni- ca en que se podía obtener este grado, se doctora en 1901.1° El título de su tesis en Derecho fue "Olvido que se ha tenido de la víctima del delito", publicada luego como Base para un estudio de la llamada reparación civil;" se trataba, por tanto, de un tema de derecho penal. El examen de la tesis fue controvertido, ya que dos miembros del tribunal, for-

Ibíd., p. 47.

'O Los documentos acreditativos de los grados de licenciatura y doctorado de Fernando Ortiz, junto a otros numerosos datos de su época de estu-

diante en Madrid, son aportados por Miguel Angel Puig-Samper y Consuelo Naranjo Orovio: "Fernando Ortiz: herencias culturales y forja de la naciona-

lidad", en Consuelo Naranjo y Carlos Serrano (eds.): ob. cit. (2), pp. 197-226, especialmente pp. 200-203.

" Publicada por Librería de Victoriano Suarez, Madrid [1901], 110 pp.

l 2 M~guel Angel Puig-Samper y Consuelo Naranjo: ob. cit. (lo), p. 214.

j 3 JUICIO reproducido en Araceli García-Carranza. Norma Suarez y Alberto Quesada: Cronologia Fernando Ortiz, Fundación Fernando Ortiz,

La Habana. 1996, p. 4.

mado por los catedráticos Santa María, Retortillo, Del Manzano, Olózaga y Calvo, la suspendie- ron por considerar las tesis pe- nales del doctorando, inspiradas en la escuela positiva italiana de Lombroso, Ferri y Garofalo y en el evolucionismo de Spencer y Lubbock,12 excesivamente pro- gresistas; el voto y la nota de sobresaliente a su favor de los otros tres catedráticos, entre ellos el presidente del tribunal, Vicente Santa María de Paredes, le salvaron del suspenso. Sin embargo, no deja de ser curiosa y significativa la justificación del voto dada por Santa María: "No- sotros estamos tratando a un cu- bano que naturalmente es liberal, entonces yo apruebo."13

Ortiz coincide en Madrid con un grupo de jóvenes, abogados y jurisconsultos, europeístas en su formación, ya que habían sido alumnos de Francisco Giner de los Ríos, renovador del Derecho en España y creador de la Insti- tución Libre de Enseñanza, a través de cuya cátedra, tremen- damente influyente, de Filosofía del Derecho, habían penetra- do en España las más modernas tendencias del Derecho y la ciencia social europea, concre- tamente, por lo que nos intere- sa, la sociología de Durkheim y la llamada escuela positivista ita- liana. En Madrid coincide con Giner de los Ríos, con penalistas tan importantes como Pedro Do- rado Montero o Constancio Ber- naldo de Quirós, antropólogos

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criminalistas como Rafael Salillas y sociólogos como el profesor Manuel Sales y Ferré," fundador de la sociología en España y a quien Ortiz reconoce como su maestro.15

Los biógrafos de Ortiz han señalado repetidamente su po- sitivismo como algo permanen- te y duradero en su obralb y citan al respecto las influen- cias de los médico-legistas de la escuela italiana Enrico Ferri y Cesare Lombroso y de algu- nos otros positivistas latinoa- mericanos como José Ingenieros, y la influencia, también sufrida durante su estancia en Géno- va con un cargo consular, de Alfonso Asturaro, sociólogo marxista.17 Pero, a mi juicio, estas influencias son anterio- res, aunque luego se consoli- den e n los años siguientes (entre 1902-1905, con sus es- tancias en los consulados de La Coruña, Génova, Marsella y París), y se producen ya en la época del doctorado de Or- tiz en Madrid.

'A Sobre las relaciones y la correspondencia mantenida con éstos, ver Mi- guel Angel Puig-Samper y Consuelo Naranjo: ob. cit. (10).

Ortiz publicó una necrología de su antiguo profesor: "Sales y Ferre, E l Fígaro, año XXVII, no. 4, 22 de enero de 1911. p. 47.

'Vab lo Guadarrama: "La huella del positivismo en la obra de Fernando Ortiz". Islas, no. 70, 1981, pp. 37-70.

" Julio Le Riverend: ob. cit. (4), p. VIII.

Además de sus trabajos históricos y arqueológicos, la labor sociologica de Sales y Ferré culminó en dos obras fundamentales: Estudios de socio-

logia. Evolución social y política (primera parte), Madrid, 1889 y Tratado de sociología. Evolución social y política (segunda parte), 3 vols., Sevilla.

1894, 1895 y 1897. Sobre Sales, ver Manuel Núñez Encabo: Manuel Sales y Ferré: los orígenes de la sociología en España, Edicusa, Madrid, 1976; y

Rafael Pérez Jerez Mir: La introducción de la sociología en España. Ma- nuel Sales y Ferré, una experiencia frustrada, Ayuso, Madrid, 1980.

Por ejemplo, la figura de Manuel Sales y Ferré y su obra sociológica de gran valor -con un considerable uso de la antro- pología en el análisis de las dis- tintas formas de familia y la evolución de los sistemas políti- cos desde los sistemas igualita- r i o ~ hasta las jefaturas y los protoestados-, se caracterizan por un fuerte positivismo y por un materialismo que proviene de Spencer y el evolucionismo social y que, siendo radical para el momento de cambio de siglos, poco tiene que ver con el mar- xismo.l8 A mi juicio, este mate- rialismo puede rastrearse también en el enfoque de Ortiz de los te- mas religiosos y el análisis de los grupos marginales, asociaciones de delincuentes, etcétera. Aun- que, efectivamente, la influen- cia de los paradigmas biológicos, el darwinismo y el organicismo espenceriano es más fuerte en los primeros trabajos, por ejemplo en Los negros brujos (1906), y se va decantando después hacia expli- caciones de carácter más propia- mente social, igual que ocurre en el caso de Sales y de otros espa- ñoles, coetáneos del antropólogo cubano.

Por otro lado, en esos años de cambio de siglos que Ortiz pasa en Madrid la influencia de la escuela lombrosiana es muy grande en España y se produ- cen obras que siguen muy de cerca los estudios sobre el mun- do delictivo iniciados por el médico italiano. Pueden citar-

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se, por ejemplo, los trabajos de Rafael Salillas sobre la cultu- ra, la estética y el lenguaje del hampa; las asociaciones de la- drones y pícaros en los siglos XVI

y xvu, o la brujería;I9 o el libro de Constancio Bernaldo de Quirós y José María Llanas Aguilaniedo, La mala vida en Madrid, hecho según modelos italianos como La mala vida en Roma de Niceforo y Sigheli. La influencia de esta obra de Bernaldo de Quirós se manifes- tará, por ejemplo, en el artícu- lo que Ortiz dedica a "La mala vida cubana" en 1906.21

Sin embargo, estos antropó- logos criminalistas españoles se separan del modelo y maestro, Lombroso, en que no insisten tanto en las tesis del atavismo del delincuente y el innatismo biológico del delito, sino que, enseguida, derivan hacia la bús- queda de causas sociales, eco-

' s E l delincuente español. e l lenguaje, Libreria de V. Suarez, Madrid, 1896; E l delincuente español: hampa. Libreria de V. Suárez, Madrid, 1898; La

fascinación en Esparia (Brujas, brujería. amuletos), E. Arias, Madrid, 1905.

20 La mala vida en Madrid. Estudio psico-sociológico, B. Rodríguez Serra, Madrid, 1901.

21 Publicado en la revista Derecho y Sociología, año 1, no. 1, enero, 1906, pp. 46-59. Acerca de las relaciones y correspondencia mantenida entre

Ortiz y Bernaldo de Quirós, ver Miguel Angel Puig-Samper y Consuelo Na- ranjo Orovio: ob. cit. (lo), pp. 205-206.

22 Ver Consuelo Naranjo y Miguel Ángel Puig-Samper: "Delincuencia y racismo en Cuba: Israel Castellanos versus Fernando Ortiz", en Rafael

Huertas y Carmen Ortiz (eds.): Ciencia y fascismo, Doce Calles, Madrid, 1998. pp. 11-23; y Andrés Galera: Ciencia y delincuencia, CSIC, Sevilla,

1991, pp. 141-168.

23 Julio Le Riverend: ob. cit. (4). pp. XV-XVI.

nómicas, medioambientales o incluso nutricionales para el delito. Esto nlismo es lo que en gran medida hace Ortiz en sus estudios sobre la delincuencia negra y sus asociaciones, en los que muy pronto se distancia de las ideas de otro antropólogo cri- minalista cubano famoso, Israel Castellanos, mucho más fiel a las falsas teorías biológicas de Lombroso." Ortiz, como los es- pañoles que se han citado, se preocupa más de las formas cul- turales y la vida social de esos grupos marginados que de las formas de sus cabezas, sus músculos faciales o su dentadu- ra. Pero además, como ha seña- lado Le R i ~ e r e n d , ~ ~ el examen de ciertos grupos fuera de la nor- ma, fueran atávicos en su con- ducta o no, forzó a Ortiz a considerarlos en relación con la sociedad "normal", es decir, en cualquier caso como dentro de una estructura y una sociedad global de la que inevitablemen- te formaban parte.14

Por otro lado, la temática de las obras más conocidas de Ortiz en su primera etapa, que podría situarse hasta 1920,'5 y su dedi- cación al mundo carcelario y delictivo parecen determinadas en él por sus años madrileños, si hacemos caso a sus propias pa- labras. en un artículo necroló- gico dedicado a Sales y Ferré,

2"obre la visión del "pueblo" delincuente en España, ver Carmen Ortiz: - en el que dice: "Ideas sobre el pueblo en el imaginario nacional español del 9 6 , en

Consuelo Naranjo y Carlos Serrano (eds.): ob. cit. (2). NO llegué a comprender [. . .] pp. 19-45, especialmente pp. 35-40. los problemas de la ciencia

25 Julio Le Riverend: ob. cit. (4), p. XV. penitenciaria moderna sino

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en las infectas galeras del co- rreccional de Alcalá de He- nares, donde me dejó don Manuel para que pudiera por días y días vivir aquella vida y observarla de cerca." En otro momento posterior,27

comenta las circunstancias en que empezó a preocuparse por los ñáñigos. Tal cosa ocurrió en el seminario de los postgradua- dos del Instituto de Sociología de Sales y Ferré, donde, por su procedencia cubana, se pidió a Ortiz que comentara el recién aparecido libro de Bernaldo de Quirós y Llanas, La mala vida en Madrid, y aportase lo que de correspondiente pudiera exis- tir en La Habana; lo cuenta así:

Yo me vi muy apurado porque harto poco sabía del escabro- so asunto; pero salí airoso ha- blando de algo allí tan exótico

2Vernando Ortiz: "Sales y Ferre, citado en Miguel Ángel Puig-Samper y Consuelo Naranjo Orovio: op. cit. (10). p. 210, que aporta también datos

documentales al respecto.

27 Fernando Ortiz: "Brujos o canteros", Estudios Afrocubanos, vol. III, no. 1-4, 1939, pp. 85-90.

28 Ibíd., p. 86. Frase reproducida por Isaac Barreal: ob. cit. (7), pp. XIV-XV.

29 Sobre los ñáñigos si escribió en cambio un libro Israel Castellanos González: La brujería y e l ñañiguismo en Cuba desde el punto de vista

médico legal, La Habana, 1916. y un artículo: "El 'diablito' ñáñigo", Archi- vos del Folklore Cubano, vol. III, no. 4, octubre-diciembre. 1928. A este ar- tículo, publicado en la revista que él dirigía, añade Ortiz dos notas en las

que menciona que está elaborando. desde hace veinte años, un estudio sobre esta sociedad secreta.

" En las advertencias preliminares a la segunda edición de Los negros bru- jos, Editorial América, Madrid [1917]. p. 17, dice Ortiz lo siguiente sobre este

antiguo proyecto suyo: "La dedicación del que suscribe á los estudios del Hampa Afro-cubana no ha cesado. Acaba de producir un libro: Los Negros Esclavos, y en breve concluirá otro: Los Negros Horros, y después habrá de ter-minar tres más: Los Negros Curros, Los Negros Brujos [sic], y Los

Negros Náñigos; todos ellos integrarán la serie titulada Hampa Afro-cubana." Además de las dos ediciones (distintas) de Los negros brujos, de 1906 y

1917, y Los negros esclavos, de 1916, el resto de la serie no llegó a tomar forma de libro. Después ya de la muerte del autor se han publicado Los ne- gros curros. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1986, con texto es- tablecido, prólogo y notas de Diana Iznaga, y el folleto La 'Yragedia" de los

ñáñigos, Publicigraf, La Habana, 1993, reedición del artículo que salió origi- nalmente en Cuadernos Americanos, vol. IX, no. 4, 1950, pp. 79-101.

como los ñáñigos, de los cua- les yo entonces no sabía más que lo publicado por Trujillo Monagas en su obra Los cri- minales de Cuba y lo que yo había visto en el madrileño Museo de Ultramar, donde se guardaban algunos vestidos de diablitos, instrumentos y demás adminid -. de esa aso- ciación que tan tétrica fama tuvo durante la Colonia. Pero en realidad yo nada sa- bía de los ñáñigos, y desde en- tonces me propuse estudiarlos y escribir un libro que se titu- lara La mala vzdu en La Haba- na, incluyendo el ñañiguismo como uno de sus capítulos más llar nativo^.^^ Como sabemos, tal obra no se

llegó a realizarI9 y lo que vio la luz fue un libro escrito durante su estancia en Italia (1902 a l9O5), publicado en Madrid en 1906 con el título de Los negros brujos, con el sobretítulo de Hampa afrocu- bana y el subtítulo Apuntes para un estudio de etnología criminal, que se abre con una breve carta pró- logo de Lombroso. En 19 16 saldna otro volumen dedicado a Los ne- gros eschos, y materiales de otro tomo sobre Los negros curros fue- ron publicados en forma de artículos en los Archivos del Fol- klore Cubano y otras revistas a lo largo de los años veinte, aunque nunca reorganizados conlo libro por el propio autore30

No deja de ser chocante que Ortiz viera, tal vez por pri- mera vez, en Madrid algunos

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ELGRUPO DEL= objetos de la cultura material TREcaCAR'CATuRADE de las cofradías y ritos afrocu- CONRAD~ MASSAGUER. . -

banos que e n kspaña consti- tuían una rareza, ya que el Museo-Biblioteca de Ultramar, creado por Víctor Balaguer te- nía, entre sus fondos museográ- ficos una escasa representación de objetos procedentes d e Cuba, frente a la mayoría de las colecciones que procedían de Filipinas, aunque si eran, e n

Sobre el Museo-Biblioteca de Ultramar, ver Luis Ángel Sánchez Gómez: "La etnografía de Filipinas desde la administración colonial española (1874-

1898)", Revista de Indias, vol. XLVII, no. 179, 1987, pp. 157-185, y "Elnopraphie. muséologie et colonialisme dans I'Espagne de la fin du

xixe siecle. Le Musée-Bibliotheque d'Outre-mer (1888-1908)", Studium et Museum. Mélanges Edouard Remouchamps, Editions du Musée de la Vie

Wallonne, Liege. 1996, pp. 807-819.

cambio, muy ricos los fondos bibliográficos sobre Cuba de la Biblioteca del centro."

Tras su periplo europeo, du- rante el cual ocupa diversos car- gos consulares, de vuelta a la Isla en 1906 Fernando Ortiz co- mienza su tarea de revitalización de las instituciones culturales cubanas y sus órganos de difu- sión escrita, con la reanudación en 1910 de la Revista Bimestre Cubana -órgano de la Sociedad Económica de Amigos del País, que en su primera época se pu- blicó entre 1831 y 1834- que dirigirá hasta 1959; trabaja en

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la Universidad y mantiene una gran actividad como publicis- ta. En estos años encontramos un nuevo contacto con España, esta vez en un tono de contro- versia.

Entre 1909 y 1910, auspiciado por el Programa Americanista que venía desarrollando la Uni- versidad de Oviedo desde 1900, se produce el viaje del catedrá- tico Rafael Altamira por países de Hispanoamérica, en una mi- sión bienintencionada de unir lazos intelectuales y políticos entre las repúblicas americanas y su antigua metrópoli, sobre las bases de la regeneración nacio- nal que se veía tan necesaria, tanto en España como en los países americanos de habla his- pana. El argumento regenera- cionista de Altamira partía de la creación de una conciencia positiva en torno a los valores de un supuesto "espíritu nacio- nal" español que funcionaría como el principio de una acción frente al avance del imperialis- mo y el dominio ejercido por las "razas" sajona y germánica.

Sin embargo, el nacionalis- mo español que impregna su dis- curso regeneracionista no es óbice para que Altamira plan- tee, de forma sistemática, una vertiente americana, el "panhis-

32 Ver Julio A. Vaquero: "El americanismo de Rafael Altamira y el programa americanista de la Universidad de Oviedo", en Pedro Gómez (coord.): De

Asturfas a Cuba. Cuba (1850-1930). La comunidad asturfana de Cuba, Ayuntamiento de AllandeIArchivo de Indianos, Gijón, 1994, pp. 227-260.

33 Ver sobre los artículos de prensa a que se hace referencia, ibíd., pp. 254-260, y Santiago Melón: E l vfaje a América del profesor Altamira,

Universidad de Oviedo, Oviedo, 1987, pp. 97-1 11

panismo". De hecho, la regene- ración nacional es algo totalmente necesario para España, pero tam- bién, y en íntima relación, afecta a las repúblicas hispanoamerica- nas. Se hace necesaria la crea- ción de una comunidad con los pueblos americanos, construida sobre un mismo origen racial que trae consigo un mismo "espíri- tu" nacional y patrimonio cul- tural, como se demuestra por el uso de una única lengua común. La unión de todos los países en torno a estas raíces comunes podría ser el origen de una revi- talización de su vida social y cul- tural, y la plataforma desde la cual se consiga una mayor pre- sencia y mejor situación frente a la pujanza de los países más desarrollados del mundo occi-

La visita de Altamira dio lugar a polémicas en la prensa cubana y, a través de ella, en la española, extendidas en el tiem- po, hasta 1916. Algunos de los españoles involucrados en la dis- cusión periodística fueron Eva Canel y Constantino Cabal (ma- nifestándose en contra de Al- tamira) y Constantino Suárez, el Españolito (a favor).j3 Pero fue, de nuevo, Fernando Ortiz quien, de una manera más sistemática y doctrinal, hizo la réplica en una serie de artículos apareci- dos en el diario El Tiempo y en la Revista Bimestre Cubana, y re- copilados luego, junto a otros es- critos, en el libro titulado La reconquista de América; reflexio-

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nes sobre el panhispanismo, pu- blicado en 1910.j4

Reconocía Ortiz que el men- saje de Altamira no era el mis- mo reaccionario que había sometido Cuba a España en el siglo pasado; reconocía que se dirigía a la educación y la ju- ventud, como emanado desde la Universidad, y que la persona- lidad y honradez intelectual de Altamira estaban fuera de duda, pero no aceptaba que el funda- mento de la adhesión de todas las naciones hispánicas fuera la "raza", la sangre, y mantenía que el espíritu diferente, la menta- lidad distinta, eran más impor- tantes y que esas causas eran las que producían evoluciones di- ferentes. No pensaba que el modelo de España debiera ser seguido sin más, por la lengua común y por el pasado, y tam- poco encontraba en ella, para el futuro, un sistema, ni de univer- sidades, ni de enseñanza, que por sí fuera de admirar y seguir. Como ha sido señalado,35 Ortiz rebate los argumentos de Alta- mira con un discurso que en

a Sociedad de Ediciones Literarias y Artislicas. Librería Paul Ollendorii. París, s. f.

a Ver Francoise Moulin Civil: ob. cit. (2).

a Cf. Carmen Ortiz: ob. cit. (24), pp. 27-33.

Miguel Ángel Puig-Samper y Consuelo Naranjo Orovio: ob. cit. (lo), p. 209.

" Volksgekt en alemán, sentimiento nacional. (N. del E.)

" Francoise Moulin Civil: ob. cit. (2), p. 229. Ver sobre las relaciones man- tenidas entre Ortiz y Unamuno, Carlos Serrano: "Miguel de Unamuno y Fer-

nando Ortiz. Un caso de regeneracionismo trasatlántico", Nueva ReMsta de Filologia Románica, vol. XXXV, no. 1, 1987, pp. 299-310.

Ver en La reconquista de América, ob. cit. (34), pp. 119-126.

buena parte está inspirado en su conocimiento de otros autores del regeneracionismo español (por ejemplo, Lucas Mallada y Ricardo Macías Picavea). Por otra parte, sus reticencias hacia la propuesta "panhispánica" de Altamira eran exactamente eso: una manifestación de discrepan- cia frente a un autor cuyas ideas fueron también discutidas en España por parte de antropólo- gos y otros intelectuales que no creían en el esencialismo de las almas o espíritus nacionales como una verdad científica a partir de la cual construir la re- generación de la patria.36 Así, por ejemplo, en la corresponden- cia cruzada con Pedro Dorado Montero, catedrático de Dere- cho en la Universidad de Sala- manca, al comentarle éste La reconquista de América, que le había enviado, sugiere a Ortiz que no dé tanta importancia a la campaña de "fuegos de artifi- cio" patrocinada por la Univer- sidad de O v ~ e d o . ~ ~ Por otro lado, incluso algunos autores para los que el V~lksgeist~~ también tenía importancia, como Joaquín Cos- ta o Miguel de Unamuno, son considerados de manera muy distinta por el propio O r t i ~ . ~ ~ Y, a la vez, la obra de compañeros del profesor Altamira, como el libro Para América desde España del sociólogo Adolfo Posada, re- cibe críticas muy diferentes, in- sistiendo en una coincidencia de p e n s a m i e n t ~ . ~ Seguramen- te fue la torpeza de Altamira de

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referirse a la preeminencia de la raza hispánica (por supuesto, limitándose a la blanca, como procedente de Europa, aunque fuera de sus confines sureños) en países como los americanos, fundamentalmente mestizos, lo que provocó la indignación in- telectual de Ortiz, que ya había realizado contribuciones muy importantes al conocimiento de los aportes africanos a la cultu- ra americana. Pero, a pesar de todo, el malestar de Ortiz con su propia cultura le conduce a posturas de regeneración nacio- nal muy parecidas a las que lle- nan el ambiente intelectual español en el cambio de siglos, lógicamente adaptadas a la rea- lidad americana, y, en concreto, que parten de la recuperación de los valores culturales y étnicos de procedencia no e~ropea .~ '

Como se ve, entonces y siem- pre, la situación en que Ortiz colocaba a su país con respecto a España, y a él mismo como in- telectual, era en un plano de absoluta igualdad, sin someti- miento ni prepotencia algunos, pero eso sí, siempre de relación; esta relación no se interrumpe nunca porque sin duda era tam- bién afectiva. En una de las ne- crologías publicadas por Miguel Barnet con motivo de la muer-

4' Carlos Serrano: ob. cit. (38): Miguel Angel Puig-Samper y Consuelo Na- ranjo Orovio: ob. cit. (lo), p. 198.

42 Miguel Barnet: "Don Fernando, no me trate de usted", Casa de /as Amd- ricas, vol. X, no. 55, 1969, pp. 10-11, cita en p. 11.

43 Nicolás Guillén: "Ortiz: misión cumplida", Casa de las Américas, vol. X, no. 55, 1969. p. 5.

te del m a e ~ t r o , ~ ' recuerda, por ejemplo, cómo cuando estaba ya muy enfermo, en su última hora, le reconfortaba escuchar en la radio música "preferiblemente española, del folklore español". Creo que lo que pasaba era que la naturaleza hispánica del acer- vo cultural cubano, en los prime- ros treinta años del siglo xx, se daba no sólo por hecha, sino como única válida. Como dijo Nicolás Guillén en otra necrología: "La Habana era 'andaluza' ...; Cama- güey, 'castellano'; Oriente, 'ca- talán'. ¿Bastaba eso? Sin duda, no" , 43 faltaba "la otra parte", y a

Gsta dedica Ortiz su mayor es- fuerzo. Algunos de los principios fundamentales en su investiga- ción antropológica, como el antirracismo y su concepto de transculturación, son las contri- buciones mayores de Ortiz a la configuración de una idea de nación apoyada en bases cultu- rales y étnicas suficientemente amplias y democráticas. A su vez, estos principios científicos los extrae Ortiz de su realidad circundante, el híbrido "ajiaco" cubano, que observa de forma participante.

En dos de las instituciones de las muchas que Ortiz promue- ve, mantiene e incluso financia hasta el final de sus días, pode- mos apreciar mejor el amor y el interés que mantuvo hacia lo hispánico: la Sociedad del Fol- klore Cubano y, sobre todo, la Institución Hispano-Cubana de Cultura. Esta última. fundada en

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1926 y sustentada por un grupo de cubanos y españoles, tenía como objetivo general incremen- tar las relaciones entre los dos países en el terreno cultural y científico; una de las labores concretas que con más éxito Ile- vó a cabo, fue la de divulgar en Cuba, trayendo a sus autores a la Isla, los avances más desta- cados producidos en España en el campo de la ciencia y la cul- tura.* Los ciclos de conferen- cias fueron, así, uno de los actos medulares de la Institución; en su primera época (1926-1932), entre otros muy destacados, pa- saron por su cátedra Fernando de los Ríos, Gregorio Marañón, Américo Castro y Federico García L~irca.~' La labor a favor del incremento de los contac- tos culturales entre España y Cuba que Ortiz encabezaba en estos años, tuvo un cierto reco- nocimiento institucional en su nombramiento como socio de mérito por la Sociedad Econó- mica de Amigos del País de Madrid, en 1928, que valoraba con esta distinción las importan- tes actuaciones de Ortiz en la sociedad homónima habanera.*

---A

" Puede verse información completa en Carlos del Toro González: Fernando O& y la H~spanocubana de Cultura, Fundación Femando Oitiz, La Habana, 1996.

--

m Para más datos sobre las conferencias de esta primera etapa, ver ibíd., pp. 23-24.

Araceli Garcia-Carranza: Bio-bibliografia de Don Fernando Ortiz, Biblio- teca Nacional José Martí, La Habana, 1970, p. 28.

" De hecho, los interlocutores españoles de Ortiz siempre fueron los secto- res más progresistas del panorama político español, mayoritariamente repu- blicanos. y concretamente la Junta para Ampliación de Estudios, organismo

dedicado a la educación superior, dirigido por Santiago Ramón y Cajal. Ver datos sobre esta relación en Zenaida Gutiérrez-Vega: Fernando Ortiz en sus

cartas a José M. Chacón. Fundación Universitaria Española, Madrid. 1982.

El éxito de la Institución, mantenida por las cuotas de los socios y que publicaba un pe- queño boletín titulado Mensu- jes, fue muy grande durante los primeros años; sin embargo, la salida para el exilio de su prin- cipal sostenedor, forzado por la dictadura de Machado, e n 1930, hace que la Hispanocu- bana disminuya de forma consi- derable su actividad y cierre temporalmente en 1932. La vuelta de Ortiz, tras la caída de la dictadura machadista en 1933, la resucita, incluso con una mayor pujanza, ya que en esta segunda etapa, que abarca de 1936 a 1947, publica una im- presionante revista de revistas, %a, con resúmenes y traduc- ciones seleccionadas entre lo mejor y más importante publi- cado en Europa, los Estados Uni- dos y la América latina.

No obstante, el estallido de la guerra civil en España en 1936 supuso una crisis para la Institu- ción, al dividirse los socios espa- ñoles entre los dos bandos. El apoyo incondicional y decidido de Ortiz al régimen republicano, a pesar de ser la Hispanocubana un centro sin una adscripción políti- ca concreta, le concit6 la enemis- tad de los españoles franquistas de Cuba, que dejaron de ser ocios.^' No obstante, la actividad siguió y la Hispanocubana sirvió de apoyo a numerosos intelec- tuales republicanos durante la guerra civil española (1936- 1 939)) como Juan Ramón Jiménez,

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Ramón Menéndez Pidal, Gusta- vo Pittaluga, Claudio Sánchez Al- bornoz, o en su exilio americano p s t e r i ~ r . ~ ~ Venerables profesores institucionistas como Fernando de los Ríos, poetas como Salinas, filósofos como María Zambrano, penalistas como Mariano Ruiz Funes fueron acogidos y acompa- ñados por O r t i ~ . ~ ~

De hecho, la Hispanocuba- na toma un decidido partido y actitud antifascista a partir del comienzo de la guerra de Es- paña y luego a lo largo de la 11 Guerra Mundial, al crear Ortiz en su seno en 1941 la Alianza Cubana por un Mundo Libre,5" con el objetivo de "defender los ideales de la libertad, la demo- cracia y la justicia social como fundamentales para la vida civilizada y pacífica de los pue- blo~''.~' Como sabemos, la posi- ción militante de Ortiz contra el racismo culmina en el curso que impartió en 1944 sobre "La formación étnica y social del pueblo cubano" y cuyo conteni- do dio lugar al importante libro

" Sobre el desarrollo de las conferencias en la Hispanocubana en esta se- gunda época, ver Carlos del Toro: ob. cit. (44), pp. 46-49.

Medardo Vitier: "El aliento cubano y el espíritu científico en la obra de Fernando Oriiz", Revista Bimestre Cubana, vol. LXX, 1955, pp. 29-42,

especialmente pp. 38-39.

" Filial de la Asociación Internacional por un Mundo Libre, que luchaba en contra del nazismo. asimismo, en 1945, también en la misma sede de la

Hispanocubana. Oriiz crea el Instituto de Intercambio Cultural Cubano- Soviético. Ver Carlos del Toro: ob. cit. (44), pp. 51-52, 56.

lsaac Barreal: ob. cit. (7), p. XXVI.

" Ibíd., p. XXIX.

Cuaderna5 Americanos, vol. IV, no. 5, sep-oct., 1945, pp. 77-107.

Alejandro Guichot y Sierra: Noticia h~stórlca del folklore, Junta de Anda- lucía, Sevilla, 1984 (ed. facsirnilar de la 1" de 1922), pp. 200-201.

El engaño de las razas (1946),52 aunque ya en 1929 se publicó un famoso discurso suyo, "Ni racismo ni xenofobia", y en México, en 1945, un interesan- te artículo titulado " 'Raza' voz de mala cuna y de mala vida",5' entre otros que podrían citarse.

Finalmente, la otra institu- ción a que nos referimos, tal vez más modesta, es la única que se dedica en Cuba específicamente al estudio de la cultura popular tradicional. Varios precedentes podrían recordarse para los estu- dios de folklore y su organización en Cuba. Por ejemplo, en tiem- pos de la Colonia, podría re- cordarse la inclusión de una Sociedad Cubana dentro de la estructura federada dada por Antonio Machado y Alvarez (padre de los poetas Antonio y Manuel) para su proyecto de sociedad denominada El Folk- Lore Español. Antonio Macha- d o mantuvo contac tos con Teófilo Martínez Escobar, cate- drático de la Universidad de La Habana, y el médico militar García de la Linde, en 1882, para organizar el Centro del Folklore Cubano. Dos años más tarde se vuelve a intentar, con- tando esta vez con los directo- res del Eco de Galicia (Waldo Álvarez Insúa) y el Eco de Cowadonga (Carlos Ciaño) y los centros gallego y asturiano de La Habana, pero con la misma falta de resultado^.^^

El siguiente intento se pro- ducirá ya en la etapa republica-

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na y estará patrocinado por los6 María Chacón y Calvo y un gru- po de compañeros, estudiantes todos en la Universidad de La Habana, que se plantearon en 1913 la creación de una socie- dad dedicada al estudio del folklore. La sociedad, que pre- tendía agrupar a los cultivado- res del folklore nacional, se planeaba con un organismo cen- tral en La Habana y ramifica- ciones en todos los pueblos de la Isla.55 En este inicial progra- ma Chacón proponía que el cau- dal de la creación folklórica cubana debía dividirse para su estudio en diferentes grupos: las tradiciones indígenas, las tradi- ciones africanas y las tradicio- nes españolas.56 El proyecto quedó inconcluso, y aparte de la publicación del libro del mis- mo Chacón, Romances tradicio- nales de Cuba, en 19 14, poco más se hizo.

Diez años más tarde será Fer- nando Ortiz quien ponga a fun- cionar la vieja idea de la Sociedad del Folklore Cubano, en este caso en muy estrecha colaboración con José María Chacón y Emilio Roig de Leuchsenring. Así, el 6 de enero de 1923, fiesta de los Reyes Magos, se reúne, en la sede de la Sociedad Económica

-- S José María Chacón y Calvo: "Del folklore cubano", Archivos del Folklore

C i h v vol. V, no. 2, 1930, pp. 175-179.

5' SU acta fundacional, bases y primeros acuerdos fueron reproducidos en los Archivos del Folklore Cubano, vol. 1, no. 1, 1924, pp. 76-93.

Ver "Actas de la 'Sociedad del Folklore Cubano' ", Archivos del Folklore uhvo, vol. 1, no. 1, 1924, pp. 77-78.

de Amigos del País, un nutrido grupo de intelectuales de varias tendencias ideológicas, presidi- do por Enrique José Varona, en el acto fundacional de la Socie- dad.57 Previamente, el proyecto había sido bien acogido por la Secretaría de Instrucción Públi- ca y Bellas Artes, yue coniisionó a José María Chacón para un via- je por distintas ciudades de Cuba (Camagüey, Bayamo, Trinidad, Matanzas, Sancti Spíritus) con el fin de iniciar la obra de propa- ganda y organizar la creación de delegaciones provinciales. Igual- mente, él fue el encargado de redactar las bases de la Sociedad, CUYOS objetivos de "acopiar, cla- sificar y comparar los elementos tradicionales de la vida popu-

conservados por la tradi- ción oral del pueblo, resultan absolutamente homologables con los de las sociedades homónimas europeas anteriores y coetáneas. A esto, no obstante, se añade una mención específica a las aso- ciaciones y prácticas rituales afrocubanas y al pasado preco- lombino.

En esta sesión fundacional se elige una junta directiva que, con ligeros cambios, permanece- rá hasta 1930, cuando la salida del país de Ortiz suponga el fin de la Sociedad. La presidencia fue ostentada por Ortiz; como se- cretario Enulio Roig de Leuchsen- ring y entre los vocales Carolina Poncet , Joaquín Llaverías y Eduardo Sánchez de Fuentes, entre otros. Como presidentes de

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FERNANDO ORTIZ. honor fueron elegidos Enrique José Varona, Manuel Sanguily, Raiinuiido Cabrera y José María Chacón y Calvo. La Sociedad tuvo como su órgano de difiisión la revista Arcliivos del Folklore Cubano que, entre 1924 y 1930, publicó 19 números, en los que se recoge un verdadero acervo de la cultura tradicional cuba- na, entre reproducciones de cos- tuinbristas del siglo xix, trabajos doctrinales, artículos originales de los propios socios y notas e informaciones de los colabora-

39 Ver 'Reorganizac~ón de la Sociedad del Folklore Cubano". Archivos del Folklore Cubano. vol. III. no 1. 1928, pp. 89-95.

dores y correspondientes. La re- dacción y el sostenimiento eco- nómico de esta revista recayó directa y absolutamente sobre Fernando Ortiz, ya que la Socie- dad estaba desprovista de toda ayuda económica oficial. La con- tinuidad de los principios -e in- cluso de las personas- rectores de la institución es un hecho a lo largo de toda su existencia, a pesar de que circunstancias, fun- damenta lmente económicas, obligaron a una reorganización e n 1927 que afectó a algunos detalles estructurales, coino la supresión de las delegaciones provinciales y los grupos folklóri- cos de la Sociedad, por lo que se acord6 ceder la propiedad de los Archivos del Folklore Ctib~irio a Ortiz, como único medio de ase- gurar la continuidad de la pu- bli~ación.~')

En la preseiitación de los Ar- chivos ..., que Ortiz titula "Esta revista cubana" y que se inserta en el primer número de 1924, se insiste en que en el conjunto que forman las manifestaciones po- pulares, cada pueblo, cada apor- te de población, cuenta; y así los socios se dividen el trabajo en esta obra, que no es sólo de un hombre sino una labor patrióti- ca, en la que Cuba no debe que- darse a t rás respecto a o t ros países. Carolina Poncet y Cha- cón y Calvo deberán labrar la tierra blanca; Bachiller y Mora- les, la roja de las supervivencias indias; mientras que Ortiz se reserva (aunque no sólo traba-

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jará en ello) el fondo negro afri- cano.

Las influencias y contactos hispánicos de los Arcliivos del Folklore Cubano serán constan- tes y aparecen desde el primer artículo que abre la revista, "Cuestionario de literatura po- pular cubana" de Chacón y Cal- vo, hasta e n las numerosas contribuciones al romancero hispánico y sus manifestaciones cubanas de Carlos Castellanos y Carolina Poncet, o los escri- tos de estos autores y de otros sobre las cruces de mayo, la pu- blicación de numerosos artícu- los sobre cuentos populares de Aurelio Macedonio Espinosa (folklorista de origen español establecido en la Universidad de Stanford, e n los Estados Unidos), sus visitas y la del mu- sicólogo español Eduardo Mar- tínez Torner, o las numerosas noticias y reseñas sobre libros españoles de la misma temáti- ca folklórica.

En general, resulta evidente la influencia de la escuela filológica de Ramón Menéndez Pidal, con quien tanto Ortiz como, sobre todo, Chacón man- tienen unas estrechas relacio- nes -igual que con el prestigioso Centro de Estudios Históricos por él dirigido, con el que la Sociedad mantiene intercam-

m Ver el trabajo de Consuelo Miranda: "Las supersticiones de los niños cu- banos", Archivos del Folklore Cubano, vol. IV, no. 1. 1929; y las varias en-

tregas de Sofía Córdova de Fernández: "El folklore del niño cubano", en los volúmenes I y 1 1 (1924-1926) de la misma publicación.

m Archivos del Folklore Cubano, vol. III, no. 3, 1928.

bios. Pero, a la vez, hay que des- tacar la temática, los objetivos y los métodos más abiertos de la Sociedad cubana, que le con- fieren una marcada personali- dad , frente a sus paralelas europeas, incluidas las españo- las. En éstas, prácticamente es la llamada literatura de tradición oral la materia predominante, mientras que en los Archivos del Folklore Cubano aparecen otros temas novedosos, que no sólo tienen que ver con el mundo campesino tradicional, sino con el folklore urbano y con la apa- rición de nuevas tradiciones. Por ejemplo, la importancia dada a las manifestaciones políticas populares a través de la décima, la atención al folklore y las su- persticiones infanti le~,~ o algu - nos artículos de Ortiz, como el dedicado a " 'La Milagrosa' del cementerio de La Habana",6' son buena muestra del carácter van- guardista que los estudios de folklore tenían dentro de la So- ciedad. Así pues, no es sólo la atención a todos los grupos de distinta identidad cultural que conviven en el país, sino una idea del folklore esencialmente dinámica y no anclada en el historicismo y la filología lo que caracteriza a la Sociedad cuba- na, rasgos que, sin duda, se de- ben a la dirección de Ortiz.

Para no alargarnos más en datos y detalles, una muestra fi- nal de que Fernando Ortiz fue reconocido por la intelectua- lidad española por encima de

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avatares políticos, aparece en el homenaje nacional que un grupo de amigos y discípulos (Chacón y Calvo, Elías Entralgo, Emeterio Santovenia y A. M. Eligio de la Puente) le dedican en 1955.62 En los tres volúmenes que lo forman encontramos la firma de auto- res españoles en el campo de la historia, el folklore y la antro- pología, tanto del exilio republi- cano como Pere Bosch Gimpera, Juan Comas o Mariano Ruiz Funes, como del sector que so- brevivicí de la forma que pudo en el raquítico mundo cultural y académico establecido e n Es- paña por el régimen del general Franco: Joan Amades i Gelats, Manuel Ballesteros Gaibrois, Guillermo Díaz Plaja o Sebas- tián de la Nuez.

. -- - - a Miscelánea de estudios dedicados a Fernando Ortiz por sus discipulos,

colegas y amigos, en ocasión de cumplirse sesenta años de la publicación de su primer unpreso en Menorca en 1895, La Habana. 1955-1957.

Julio Le Riverend: ob. cit. (4), p. XXIX.

Para terminar, nada mejor que recordar la visión de uno de sus colaboradores y discípu- los más directos, que insiste en los " c ~ n t r a p u n t e o s " -que n o contradicciones- del maestro:

Español y como tal reticente frente a la hispanidad y "la raza", al par que cubanísimo; cubano y ávido de lo univer- sal; positivista confeso y s intet izador esforzado d e metodologías; científico y político práctico, predicador de ideas y ejecutor de muchas de ellas; gran maestro, caren- te de cátedra y sin cercanos discípulos, pero sembrador de ejemplos presentes en muchos de los de su tiempo; extraor- dinario prosista y cultivador del lenguaje popular; espe- cialista y enciclopédico cien- tífico sociaL6' ... Y muchas cosas más fue

don Fernando Ortiz. C

Fernando Ortiz's Relationship with Spanish Anthropologists

Ari approach to Fernando Ortiz's creative work-concerning not only the outcome of his scientific work, but also the way in which he developed it according to the social and cultural context he lived in-is proposed. Consequently, the contrast established by the author between the Cuban suvcmt's image and the Spariish anthropologist Julio Caro Baroja is quite interesting. Other subjects regarding the links between Ortiz and his coritemporary Spanish intellrctuals are likewise considered.

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¡Ay, qué felicidad!, icómo me gusta hablar espaííol!

Sistematización sobre la evolución del idioma espafiol, que parte desde sus orígenes en el ámbito ibérico, con atención a las particularidades de sus diferentes regiones, hasta llegar a lu forma en que se produce su extensión por el mundo, fundamentalmente en el continente americano, en el cual se considera desde la época colonial hasta la actilalidad, contexto en que se brofundiza acerca del caso de Cuba.

SERGIO VALDÉ~ BERNAL --. -- Lingüista.

Miembro del Consejo

Científico de la Fundación

Fernando Ortiz.

Con este estribillo se hizo muy popular en la Cuba de los años ochenta del siglo xx una guara- cha de Pedro Luis Ferrer. Y, real- mente, es una felicidad que los cubanos podamos hablar el es- pañol, una lengua antigua (do- cumentos desde el siglo XII) y en constante evolución, con un respaldo cultural muy importan- te, puesto que es la lengua ofi- cial del Estado español, así como de dieciocho países hispano- americanos (en Puerto Rico la lengua oficial es la inglesa, pero la hispanidad se mantiene muy fuerte gracias a la lengua espa- ñola), a lo que debemos sumar que es la segunda lengua más importante en los Estados Uni- dos (este país ocupa el cuarto lugar entre los hispanohablan- tes, y se calcula que para el pri-

mer cuarto del presente siglo XXI

será el segundo del planeta), además de ser la lengua oficial de Guinea Ecuatorial y de ser lengua vestigial en Filipinas. En fin, el español es hoy hablado por más de doscientos veinte millones de personas, y, después del chino, del hindi y del inglés, es la lengua con mayor cantidad de usuarios, además de ser una de las más importantes lenguas internacionales reconocidas por la UNESCO y la ONU, entre otras instituciones de carácter universal.

Para todo cubano es t an usual, tan común y lógico que hablemos español, que pocos se detendrían a pensar por qué, precisamente, hablamos el espa- ñol y no otra lengua europea de las que se dieron cita en el

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Caribe, o por qué no hablamos una lengua derivada de una eu- ropea, como es el caso del créole en Haití y del papiamento en Curazao, Aruha y Bonaire. La historia de toda lengua es apa- sionante, y en eso no se queda atrás la española.

La Iberia, antes de la llegada de los romanos, ya era un crisol de culturas y de lenguas, puesto que en la etnogénesis de los es- pañoles estuvieron presentes, desde un inicio, elementos etnolingüisticos africanos y eu- ropeos. Los iberos representan la primera capa étnica de pobla- miento de la Iberia, y su origen es de la misma estirpe bereber que ocupaba el norte de África y que penetró en la Península y Canarias a partir del año 4000 a.n.e. (se extendieron por todo el sur peninsular hasta el Medio- día de la actual Francia). Los tartesios, de igual origen here- ber, se asentaron en una extensa franja costera a partir de 1400 a.n.e y, en 1200 a.n.e., fundaron la ciudad de Tartesos, de donde procede su denominación. La Tartéside, posteriormente llama- da Turdetania por los romanos, se extendía por todo el occiden- te de la actual Andalucía.

Mientras esto ocurría, los celtas, de origen indoeuropeo, atravesaron los Pirineos alrede- dor del año 600 a.n.e. y se asen- taron en la meseta y occidente de la Iberia con anterioridad a la llegada de los iberos. Proce- sos migratorios convergentes hi-

cieron que celtas e iberos se fu- sionaran en una nueva entidad lingüístico-cultural que los es- pecialistas identifican como celtíbera. Por otra parte, los vas- cos, originalmente considerados como la representacicín clásica de los iberos -teoría hoy descar- tada-, representaban a los pue- blos europeos preibéricos y precélticos de los ligures, quie- nes se extendieron desde Italia hasta el extremo nororiental de la Iberia.

A estas migraciones africa- nas y europeas se sumaron las procedentes del Mediterráneo oriental. Las primeras fueron las de los fenicios, quienes arriba- ron a la costa meridional de la Iberia en el siglo rx a.n.e., don- de se asentaron con el permiso de los tartesios y fundaron Gadir, la actual Cádiz. Los griegos, quie- nes ya conocían de la existencia de la Península, mencionada en los poemas de Hesíodo (siglo VIII

a.n.e.), fueron los siguientes en arribar a estas costas en el siglo vi11 y establecer relaciones co- merciales con los tartesios. Otra migración griega, procedente de Massalia (actual Marsella, Fran- cia) , ocupó la franja costera oriental de la Iberia y fundó Emporion, actual Ampurias, en 575 a.n.e. Precisamente a los griegos se dehe la denominación de Iberia. Los fenicios, en su lu- cha por oponerse a los iberos, tartesios y griegos (estos últimos venían avanzando hacia el sur por la banda oriental de la

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Iberia), llamaron en su ayuda a sus vecinos más afines por len- gua y cultura, los cartagineses, quienes, finalmente, ocuparon Gadir, expulsaron a los fenicios y griegos del sur de la Península, y se posesionaron del territorio que ocupa la actual Andalucía,

, hasta la región de Murcia y el sur de la provincia de Valencia. Los cartagineses fundaron su pro- pia capital, Karta Hadet, actual Cartagena, y llamaron Ispalis a la Iberia, es decir "tierra de co- nejos".

Los fenicios, como era de es- perar, trataron de extender su dominio en la Península, por lo que iniciaron una ofensiva con- tra los rebeldes iberos, así como contra los asentamientos grie- gos de la banda costera orien- tal. Con la caída de Sagunto en 219 a.n.e., habitada principal- mente por griegos aliados de los romanos, surgió la justificación para que Roma desencadenara la segunda guerra púnica (219- 201 a.n.e) -los romanos llama- ban punos a los cartagineses.

La conquista romana de la Iberia fue sumamente larga, pues se inició en 218 a.n.e y concluyó en 19 n.e., lo que de- muestra la férrea resistencia que opusieron las poblaciones autóctonas. La colonización romana abrió un nuevo capítulo en la historia de esta porción de Europa, pues se sentaron las ba- ses para el surgimiento de nue- vas comunidades etnolingüísticas de lo que los nuevos coloniza-

dores comenzaron a llamar His- pania (latinizacicín de Ispalis). Si bien los romanos impusieron su lengua y cultura en la Iberia, ésta evolucionó bajo el influjo de las poblaciones celtíberas.

En el vasto territorio del Vie- jo Mundo que ocuparon los ro- manos, que se extendía, por el norte, hasta el curso del Rin y del Danubio y, por el sur, hasta el litoral africano, desde Túnez hasta el Atlántico, y que fuera identificado con la denomina- ción de Romania, coexistieron dos tipos de latín, el literario y el rústico (del latín rusticus, de rus, L ' ~ a m p ~ " ) O vulgar, 0 sea, el ha- blado por el vulgo, es decir, el pueblo. Esta diferenciación se correspondía con una división sociocultural y sociolingüística. El primero, por ser escrito, se mantenía casi intacto y era cul- tivado y utilizado únicamente por los eruditos; el segundo, por ser hablado por personas poco instruidas (colonos, obreros, sol- dados, etcétera) y por los des- cendientes de los romanos en los pueblos subyugados, se fue di- ferenciando geográfica y social- mente. Así las cosas, ante el original proceso de integración lingüístico-cultural impuesto por los romanos, se fue fortale- ciendo el proceso de desintegra- ción. Finalmente, el norte de la Romania se deslatinizó con la invasión de los bárbaros germá- nicos, y el sur fue arabizado con- siderablemente. De esa forma, el latín vulgar -preferimos el

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calificativo de popular- dio ori- gen a los conjuntos lingüísticos romances o neolatinos conocidos como balcanorrománico (consti- tuido por el rumano y el extin- guido dálmata) , italorrománico (italiano y sardo), galorrománico (francés, francoprovenzal, proven- zal y gascón), el retorrománico (retorromano, en Suiza) y el ibe- rorrománico (catalán, gallego, portugués y castellano).

Volviendo a la Iberia, en 409 las tribus bárbaras de los suevos, vándalos y alanos atravesaron los Pirineos. Los suevos, quienes originalmente ocuparon una re - gión entre el Rin, el Danubio y el Elba, en el siglo v invadieron las Galias y parte de la Iberia, donde se asentaron en la pro- vincia romana de Gallaecia. Los vándalos, procedentes del orien- te de Escandinavia, prefirieron ocupar la Bética romana, que, con el tiempo, comenzó a ser conocida por Vandalucía. Los alanos, quienes se diferenciaban de los suevos y vándalos por su origen indoiranio y no germáni- co, ocuparon la Lusitania roma- na. Como las legiones no podían detener el avance de los bárba- ros, pidieron ayuda a los visigo- dos, quienes, originarios de la Escandinavia y asentados en la porción occidental del Dniéper, habían sido romanizados y con- vertidos en aliados de Roma. Los visigodos, quienes ya eran fuer- tes en la vecina Francia, con- quistaron el imperio de los suevos, subyugaron a los alanos

y expulsaron a los vándalos ha- cia el norte africano, donde es- tos últimos crearon un nuevo y vasto imperio. Finalmente, se impusieron a los propios romanos y se apoderaron de la Iberia, don- de reinaron durante tres siglos y se adaptaron por completo a la cultura hispanorrománica. Por ese motivo su presencia en la Pe- nínsula no representó un mayor proceso de germanización del romance allí hablado (como sí ocurrió en Francia con la irrup- ción de los francos, burgundios, alamanes y otros pueblos germá- nicos), puesto que no hubo un rompimiento del proceso lingüís- tico-cultural que se caracterizó por su mayor peso románico.

A principios del siglo VIII un nuevo elemento lingüístico-cul- tural hizo su aparición e n el acontecer histórico de la penín- sula ibérica: el árabe-bereber. Las contradicciones internas del imperio hispanogodo propicia- ron a los moros la posibilidad de ocupar gran parte de la Penín- sula, conocida entre ellos por el nombre de al-Andalus, pues to- das las referencias que tenían los musulmanes de la Iberia se debían a los vándalos, cuyo im- perio africano había sucumbido bajo las huestes invasoras de los árabes. Si bien los árabes y bereberes hablaban lenguas di- ferentes, profesaban una misma religión en que la lengua árabe era la lengua de la liturgia y de la comunicación cotidiana, por lo que representaban un bloque

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lingüístico-cultural bastante homogéneo que pudo imponer- se a la cultura hispanogoda de las zonas ocupadas por estos nue- vos colonizadores.

La presencia musulmana en la Iberia por casi ocho siglos divi- dió la Península en dos grandes conjuntos idiomáticos: a) Dyllik- kiya ("Galicia"), al norte, con predominio de diversas hablas romances (gallego, asturiano-leo- nés, castellano, aragonés y cata- lán) y el latín como lengua culta y eclesiástica; y b) al-Andalus, al centro y sur de la Península, con predominio del árabe como len- gua comercial y de la adminis- tración, en su variante clásica entre los doctos y eruditos, y en su versión popular entre las grandes masas de árabes y bereberes, lengua que convivía con el mozárabe o romance arabizado de los hispanogodos y con el latín del culto cristiano. Si perceptible es la huella ger- mánica en las culturas y lenguas de España (por ejemplo, en las voces sopa, yelmo, jabón, rico y robar entre muchas otras), más profunda es la del árabe, al extre- m de constituir un matiz dife- renciador del español y del portugués con respecto de las restantes lenguas romances o neolatinas no tan ricas en un léxico de esta procedencia (ejemplos de arabismos tenemos en aldea, zaguán, alforja, alcohol, azotea, algodón, .. .).

La lucha organizada contra las tropas de ocupación musulmanas

se inició en 7 18, cuando las hues- tes del noble visigodo Pelayo de- rrotaron a los moros en la histórica batalla de la Covadonga. De esta forma se inició otro ciclo de la historia de la Iberia, el de la Re- conquista, que duraría cerca de ocho siglos. Durante este perío- do surgieron los reinos de Astu- rias, León, Castilla, Aragón, Navarra, Cataluña y Portugal. En su avance hacia el sur, los cris- tianos fueron reconquistando nuevos territorios y repoblándo- los, con lo que fueron recreando nuevas comunidades lingüístico- culturales. Así, el galego o galle- go en Gaüaeciu, posterior Galicia (la región ibérica más tardíamen- te romanizada y cuya habla ro- mance o neolatina era la más arcaica) fue periilándose como un medio de comunicación en el extremo noroccidental de la Iberia que gozó de cultivo litera- rio, con una excelente poesía 1í- rica y satírica, aunque no llegó a conocer una amplia producción en prosa. Los ejércitos gallegos, en su lucha contra los moros, avan- zaron hacia el sur y se apodera- ron de la porción septentrional de ia antigua Lusitania romana, don- de se mezclaron con la población mozárabe que allí sobrevivía. De esta forma se sentaron las bases para el surgimiento de un nuevo romance, el portugués, cuyos orí- genes arrancan del romance de Galicia o gallego.

La marca fronteriza gallega del sur, que en 1095 se indepen- dizó como condado de Portugal

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y devino reino en 1139, ya a mediados del siglo XII había re- conquistaclo la frontera sur de lo que hoy es el actual Estado de Portugal. A partir de una fuerte igualdad en la época ine- dieval, el gallego y el portugués enipezaron a diferenciarse, in- cluso en la escritura, puesto que el propio rey de Portugal, Alfon- so 111, en 1525, impuso a los es- cribanos de su cancillería las grafías provenzales nli y Ih en sustitiición de las gallegas ñ y 11, por lo que se e~npezó a escribir, por ejemplo, g~llinhn por galiña, fillio por fillo. La imposición real portuguesa no alcanzó a Galicia, donde estaba vigente la grafía castellana. Así las cosas, la de- finitiva separación política y cultural de la comunidad galai- co-portuguesa en 1640 fortale- ció aun más la diferenciación

lingüística: el portugués se desgalleguizó, se adaptó al am- biente niozh-abe del centro de Portugal y, por decreto real, devino la lengua oficial del rei- no de Portugal.

Todo lo contrario le ocurrió al gallego. Con Fernando 111 el Santo, rey de Castilla y León de 1230 a 1253, se inició la deca- dencia del otrora importante reino de Galicia. Los gallegos, sin independencia política de- bido a la fusión de su reino con el castellano-leonés y sin uni- versidad, vieron su lengua de- caer debido a las limitaciones impuestas por la lengua que con- taba con el apoyo de los reyes: el castellano. Ya en el siglo XVI el gallego dejó de cultivarse litera- riainente, lo que contrastaba enormemente con la situación del portugués y del castellano. El ga- llego en aquel entonces quedó relegado al ámbito exclusivo de la lengua hablada, utilizado fun- damentalmente por la población rural y algunos letrados.

La montafiosa Asturias, la de los rebeldes celtíberos astiires, al igual que Galicia, fue tardía- mente romanizada. Los asturia- nos, tras la victoria contra los musulii~aiies en Covadonga, crearon una monarquía nacio- nal desde 718 hasta 914, que tomó el nombre de León, a par- tir de la palabra latina legionem. En 1307 Asturias fue anexada a Castilla, pero posteriormente este territorio fue reconocido como Principado de Asturias

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-como hoy se le conoce-, título creado para el heredero de la Corona de España por decisión de las cortes celebradas e n Briviesca, en 1388. Hoy desco- nocemos si el romance origina- do en Asturias es heredero directo del latín impuesto por los romanos durante su coloni- zación, o si en su génesis inter- vino el habla romanceada y más culta de los hispanogodos que se refugiaron en esta región ante al avance de los musulmanes. Además, el astiiriano comparte ciertos rasgos con el gallego, lo que no significa que e n Astu- rias se hable gallego. Muy pron- to Asturias dejó de ser el centro de la monarquía leonesa ante el auge de Castilla y el despla- zamiento de la corte desde As- turias hacia el cent ro de la Península. El castellano, me- diante los documentos de la can- cillería y de los monarcas, fue imponiendo características a todo lo que se escribía en astu- riano. Así las cosas, el asturiano se redujo a habla local, familiar: quien necesitaba comunicarse con alguien fuera de su valle, lo hacía en castellano. A este pro- ceso tampoco escapó el leonés.

León fue una zona muy po- blada durante la ocupación ro- mana; en ella comenzó a gestarse un romance propio a partir del latín vulgar. En el siglo VIII, tras la invasión de los moros, esta región en gran parte quedó bajo el influjo de la lengua y cultura de los musulmanes. Alfonso 1 el

Católico, rey de Asturias de 730 a 756 y yerno de Pelayo -quien iniciara la reconquista-, arrojó a los moros de Galicia y de León definitivamente y fusionó estas dos regiones en un solo reino. Posteriormente, en 1037, Fer- nando el Grande incorporó el reino de León a Castilla. No obs- tante, León disfrutó de largos pe- ríodos de independencia, como el de 1 157 a 1230, hasta que Fer- nando 111 el Santo, en 1230, re- unió definitivamente las coronas de Castilla y León, que no vol- vieron a separarse desde enton- ces. El leonés, lengua de gran cultivo literario durante los si- glos XII, xiii y primera mitad del siglo XN, sufrió un gran proceso de castellanización, por lo que hoy algunos estudiosos lo consi- deran dialecto del castellano.

El reino navarro, por su par- te, llegó a extenderse por Ara- gón, Castilla y Sobarbre durante el reinado de Sancho el Mayor, de 1000 a 1035, por lo que devino el centro político y cris- tiano más poderoso de España. Durante el siglo XIV y principios del xv, Navarra continuó sien- do una unidad lingüístico-cul- tural bastante estable, hasta que a partir de 15 15 comenzó el pe- ríodo de mayor castellanización, al ser anexionada por Fernando el Católico. El antiguo navarro era muy parecido al aragonés -por lo que el romance de esta región se identifica como nava- rro-aragonés-, aunque presen- taba mayor influencia del vasco

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o euskera y del francés. El na- varro tuvo su esplendor como lengua literaria y de la canci- llería hasta el siglo xv, cuando empezó a declinar ante el cas- tellano; hoy subsiste en el habla rústica del Alto Aragón.

Aragón, iberizada en el siglo - 111 a.n.e. y donde se desarrolló una cultura prerrománica des- collante, devino bastión de los hispanogodos en su lucha con- tra los moros, fundamentalmen- te en el Alto Aragón. Durante el reinado de Alfonso 11 (1 162- 1196), Aragón se fusionó con Cataluña. Entre 1416 y 1458 el reino de Aragón llegó a compren- der los territorios de Aragón, Cataluña, Valencia, Baleares, Rosellón, Cerdeña, Sicilia y Nápoles, por donde se expandió el aragonés como lengua litera- ria y de la cancillería. El matri- monio de Fernando 11 de Aragón e Isabel 1 de Castilla en 1469, propició la posterior fusión de Aragón y de Castilla, los dos principales reinos cristianos. A pesar de la unión, Aragón man- tuvo su personalidad lingüísti- co-cultural. Sin embargo, a la larga el aragonés comenzó a castellanizarse debido a las afi- nidades culturales y lingüísticas de la común y original población celtíbera de la zona fronteriza, que se diferenciaba de la cata- lana por el mayor predominio de elementos ibéricos y célticos entre los aragoneses.

Cataluña, originalmente ha- bitada por iberos y ligures, fue

colonizada por los griegos, cartagineses, romanos, visigodos árabes (zona costera) y francos. Estos últimos crearon la Marca Hispánica, que entre 874 y 888 llevó a cabo una guerra que lo- gró su independencia del impe- rio franco. Cataluña, asimismo, participó e n la Reconquista y devino importante potencia marítima del Mediterráneo oc- cidental. El imperio catalán, de 1291 a 1410, llegó a estar cons- tituido por Cataluña, Aragón, Valencia, Baleares, Cerdeña, Sicilia, Malta, Nápoles, ducados de Atenas y Neopatria, así como por los reinos tributarios de Bugía (Argelia), Tremecén (Ar- gelia) y Túnez. Por toda esta inmensa región se expandió el catalán como lengua de la can- cillería y de la literatura. Pero la unión de Aragón y Castilla en 1479 limitó considerable- mente la personalidad y pode- río de Cataluña, aunque en el presente sea una de las lenguas más importantes de la Iberia.

Por último, antes de referir- nos al castellano, amerita la pena recordar que los vascos, a pesar de haber sido subyugados por los romanos en el siglo I a.n.e., por los visigodos en los siglos VI y VII

y por los francos en el siglo VII, lograron preservar en gran me- dida su unidad lingüística y cul- tural. Incluso en el presente, a pesar del influjo del castellano y del francés en la Vasconia, to- davía el euskera es una lengua prerrománica de cierta importan-

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cia en Euskadi. Los vascos, aun- que participaron activamente en la Reconquista, no pudieron di- fundir su lengua (al igual que los navarros, descendientes de los vascos y quienes fueron roma- nizados, por lo que el vasco des- apareció de la llanura navarra y su uso se ha limitado al norte de la capital de esta provincia, Pamplona) .

La antigua Cantabria, región en constante rebeldía durante el período visigótico, en el siglo K comenzó a ser llamada Caste- Ua, plural de castellum, que en tiempos visigóticos no significa- ba "castillo", sino "pequeño campamento militar", o sea, di- minutivo de castrum. Así, Cas- tella > Castilla, o sea, "los castillos", se impuso como de- nominación de esta pequeña y combativa frontera oriental del reino asturiano ante el ataque de los moros, debido a la canti- dad de fortificaciones que la defendían. En 1037 Fernando 1, rey de Castilla, se insubordinó y derrotó a su cuñado, el rey de León, por lo que pasó a ser el rey de Castilla y de León, ade- más de que, tras asesinar a su hermano García, se anexó La hoja en la batalla de Atapuerca (1054). De esta forma comenzó a conformarse la hegemonía de Castilla. A diferencia de otras regiones de la Iberia, el roman- ce en Castilla era más dinámi- co, acaso por el hecho de que mientras León fue repoblado por gallegos y mozárabes, en Castilla

predominaron los vascos y cán- tabros. En la lucha común de la Reconquista, los castellanos, entre gallegos y portugueses, de un lado, y navarro-aragoneses y catalanes, del otro, avanzaron hacia el sur como inmensa cuña que impuso su lengua en gran parte del territorio reconquista- do por los cristianos. Fernando 111 el Santo, rey de Castilla y León de 1 199 a 1252, compren- dió la necesidad e importancia de imponer una sola lengua como idioma oficial de su rei- no, que se caracterizaba por el plurilingüismo, lo que dificulta- ba, en todos los sentidos, su uni- ficación y funcionamiento como tal en la lucha común contra los musulmanes. Por ello escogió el castellano para tal fin. Su hijo y heredero, Alfonso X el Sabio, subió al trono en 1252 y, como rey de Castilla y León, reforzó la política lingüística de su pa- dre mediante un decreto que or- denó a la escuela de traductores de Toledo verter al español -y no al latín, como era usual en aquella época para toda la lite- ratura de importancia que exis- tía en aquel entonces en España y que estaba escrita en diversas lenguas (griego, arameo, latín, hebreo, árabe, etcétera). Esta disposición real dio gran auge al castellano y lo preparó mejor para las exigencias de su época.

El castellano, ya lengua ofi- cial del reino, en su avance ha- cia el sur dio origen a variantes dialectales o regionales de esta

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misma lengua, conocidas hoy como extremeño, murciano, an- daluz y el extrapeninsular cana- rio, además de absorber el mozárabe (del árabe must'arab, LLarabi~ado"), como llamaban a la lengua romance, heredera del latín visigótico que, contamina- da por el árabe, era hablada por cristianos y musulmanes en la España islámica. Cuando en 1492 las carabelas de Colón hallaron un nuevo y desconocido mundo para la Europa renacentista, el castellano, lengua devenida idioma estatal por el peso de las armas y de los acontecimientos históricos, reflejaba todo ese proceso de fusión de tantas cul- turas y lenguas en la Iberia.

La lengua española, tras- plantada al nuevo contexto americano, estaba permeada de innumerables germanismos y arabismos, así como galleguis- mos, leonesismos, portuguesis- mos, mozarabismos, catalanismos y vasquismos, como evidencias en la lengua del otrora influjo de esas hablas en la evolución del castellano. Pero, además, el español llevado a América por los colonizadores también traía consigo no pocos galicismos e italianismos que respondían a in- flujos de índole económica y cul- tural (a esto se sumarían los helenismos y latinismos del perío- do renacentista) , así como gitanismos, muy propios del ha- bla popular y de la marginal, amén de su presencia en la jer- ga portuaria (debemos recordar

que el gitano o caló no es una jerga, sino la variante hispani- zada de una de las lenguas más antiguas de la humanidad, an- terior al latín y emparentada con el sánscrito). Además, este es- pañol ofrecía muchos rasgos dialectales, pues aún no se ha- bía producido la unidad del pe- ríodo clásico de los llamados Siglos de Oro (XVI-xvrr), a lo que debemos sumar el hecho de que la emigración hacia el Nuevo Mundo estuvo constituida fun- damentalmente por las capas más humildes y desposeídas de España, por lo que se impuso la fuerte inclinación hacia el léxi- co y los fenómenos fonéticos de carácter popular.

Por otra parte, el estatus sociocultural y administrativo que predominó en las diversas colonias hispanoamericanas, in- fluyó en la diferenciación re- gional en cuanto al uso de la lengua española. Las posesiones españolas en el Nuevo Mundo se diferenciaron en virreinatos y capitanías. Los virreinatos más importantes fueron los de Nue- va España (creado en 1535) y Perú (en 1545), y sus respecti- vas capitales ejercieron influjo más allá de las regiones que es- taban bajo su jurisdicción, pues ambas ciudades disfrutaban de gran actividad, a lo que se su- maba la labor universitaria y administrativa. Las cortes vi- rreinales siempre se esforzaron por reproducir al máximo el es- plendor de la corte española

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metropolitana, y esto también se reflejó en la lengua. Además, en estas zonas de gran población indígena, el español sería la len- gua aristocrática y distinguida, con natural tendencia al puris- mo y la corrección, frente a la población dispersa, de vida difí- cil, de las llanuras, donde la len- gua se apartó de las normas urbanas. Estas huellas del influ- jo cultural de los virreinatos de Mkxico y Perú se conservaron hasta nuestros días como norma de habla. La mayoría de las ca- pitanías, por el contrario, se caracterizaba por controlar te- mtorios insulares y costeros, y guardaba un vínculo más estre- cho con las ciudades mendiona- les españolas debido al trasiego de las flotas. Esta realidad expli- ca por qué en las altiplanicies de Hispanoamérica, las llama- das "tierras altas", el habla se acerca más a la de Castilla-León, mientras que en la de las llama- das "tierras bajas" se percibe un mayor influjo de los dialectos meridionales de España, funda- mentalmente del andaluz y del canano (con sus andalucismos y canarismos léxicos y fonológicos, así como con guanchismos como gofio y atabaiba, con portugue- sismos como picuda y engodo, o con gitanismos como pura, gao y otros), cuyos usuarios constitu- yeron, asimismo, el grueso de los emigrantes peninsulares hacia estas regiones.

Cuando comenzó la conquis- ta de Cuba en 1510, el castella-

no ya se había impuesto como vehículo de comunicaci6n ofi- cial en la corte, la administra- ción y las relaciones con las diversas regiones de España y el exterior. Con ello, el castellano devino propiciador de la unidad política y nacional del reino his- pano. La ocupación de nuestro país comenzó de oriente a occi- dente y, entre 1512 y 1515, se fundaron las primeras siete vi- llas, lo que trajo consigo el in- evitable choque entre la cultura renacentista de los invasores peninsulares y la gentilicio-tri- bal de los invadidos. El indio cubano no pudo soportar el ago- biante régimen de trabajo escla- vo que le impuso el colonizador, además de que las epidemias de viruela y sarampión disminuye- ron considerablemente la no muy numerosa población indo- cubana. Por otra parte, los sui- cidios colectivos, así como el aborto provocado y el infantici- dio, fueron formas de oponerse y de no preservar la trascenden- cia en el infierno terrenal en que habían convertido su mundo quienes colonizaban en nombre del dios cristiano, donde tampo- co tenían cabida las costumbres y religiones de los avasallados. Las rebeliones encabezadas por Hatuey, Guamá, Manatimanhu- raguana, Casacamaisa y otros, no pudieron cambiar esta triste rea- lidad. Pero no todos los indios cubanos sucumbieron, pues gran cantidad de ellos buscó refugio en las zonas montañosas más

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intrincadas del país, donde hoy viven muchos campesinos cu- yos rasgos faciales, cabellos y es- tatura traslucen una remota ascendencia indocubana, fun- damentalmente en las regiones más orientales de Cuba. Ade- más, la conquista y coloniza-

- - ción de Cuba por los españoles fue obra de hombres solos, quie- nes se apoderaban de las indias para satisfacer sus necesidades más elementales de subsisten- cia en el nuevo contexto ame- ricano, con lo que el mestizaje devino otro factor asimilador que impidió que se preservara el indio como elemento racial, étnico, lingüístico y cultural bien definido en nuestro contex- to y aparte del complejo proce- so de etnogénesis de la nación cubana y del surgimiento de la variante cubana de la lengua es- pañola.

La comunicación entre pe- ninsulares e indoantillanos, en un principio, se realizó median- te el lenguaje gestual y la inter- calación de alguna que otra palabra, como testimonian los cronistas Colón, Anglería, Las Casas y Oviedo. Pero al hacerse cotidianos esos contactos, y al asentarse el español en las tie- rras conquistadas y fundirse con los indios, se vio en la necesi- dad de recurrir a otros medios a la hora de comunicarse con sus coterráneos y explicar el mun- do material circundante. U n recurso fue identificar con vo- ces españolas aquellos objetos

que, por su forma, le recordaban los de su lejana patria. De esa manera llamaron "cedro" a un árbol que no lo era, "ruiseñor" a un ave totalmente diferente, "la- garto" al caimán, o "piña" a la yayama de los indios. Otro re- curso muy manido fue la deno- minación descriptiva, o sea, llamaron "red de dormir" a la hamaca y "perro mudo" al g u a - biniquinaje. Por último, apelaron al árabe, la lengua extranjera que les era más familiar y de la cual habían pasado tantos prés- tamos al español. Por eso Colón, en su Diario de navegación, lla- ma "almadía" a la canoa d e nuestros indios o "alfaneque" al bohío.

Pero todos estos recursos no bastaron para satisfacer las de- mandas de la comunicación en las nuevas comunidades hispa- nohablantes que se iban forman- do en Cuba, por lo que no quedó otro remedio que tomar présta- mos de las lenguas aruacas que hablaba la población indígena. La riqueza de las voces ariiacas en el español de Cuba (78 % del total de los indoamericanismos que utilizamos están relaciona- dos con nuestro medio geográ- fico-cultural) demuestra que el indocubano no se extinguió tan rápidamente como elemento etnolingüístico y cultural, pues- to que sobrevivió bastante tiem- po. Realmente, el mestizaje fue uno de los factores más impor- tantes en la incorporación del indio al proceso gestor de la na-

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P e c a D€ GALLOS. cióii cubana, lo que indudable- niente dejcí su huella en nucstra Icngiia nacional, coiiio lo deinues- traii las siguientes juba, t~ibaco, Iitiruccín, Cuba, Camii- fiiity, trhtrím, dcgiio, s~rbtrnu, entre iniiclias otr,is.

Varios fueron los nioti\~os que propiciaron la cantidad de prés- tanios léxicos del aruaco insu- lar a la lengua española. En las Antillas se inipuso el clemento lingüístico aru~ico desde ticni- pos precolonibiiios, por lo que esa Iiornogeiieid,ici idionilítica inipe- rmte en esta zona ainericana le perniiticí convertirse e n la pri-

niera f~iente de iiiforniación so- bre la naturaleza, y culturas dcl Nuevo Muiido. Esa es la causa de que el espaíiol, al coloiiiz¿ir otras regiones aniericanas, uti- lizara aruaquisnios para ideiiti- ficar todo aquello que ya Iicibía conocido en las Antillas. Ade- ni&, la cstructiira silríbicl-i, el vocalisnio y el sencillo consoiiaii- tisnio de las voces aruacas, fa- cilitaron su rápida absorción por los españoles, coiiio acota el cro- nista Pedro Mártir dc Anglería. Por otra parte, la deniora clc casi un cuarto de siglo en empreiicler- se la conquista de Tierra Firine

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facilitó la unificación de las de- nominaciones y su transmisión de los primeros colonizadores a los que les sucedían. A esto de- bemos añadir la labor de los cro- nistas y escribanos, quienes dieron forma y contenido a las palabras aruacas en los docu-

' mentos escritos en castellano. Al irse limitando considera-

blemente las posibilidades de utilizar al indio cubano como mano de obra debido a su dis- minución y a las nuevas leyes de Indias, las autoridades colonia- les se vieron en la necesidad de propiciar la importación de mano de obra esclava de regiones geográficamente cercanas, como son las Antillas Menores, costas de Venezuela, Honduras, Yuca- tán, México, la Florida y las Lucayas o Bahamas. La importa- ción de indios esclavizados y las relaciones comerciales que se es- tablecieron entre los asenta- mientos de peninsulares en Cuba -punta de lanza de la conquis- ta española del continente- y en otras regiones con costas ha- cia el Caribe, constituyeron dos vías para la incorporación de toda una serie de voces n o aruacas al español de Cuba. Por otra parte, al convertirse el puer- to de La Habana en el punto de concentración de la Flota ha- cia España, Panamá devino el puente lingüístico entre la cos- ta occidental suramericana y el Caribe. Estos hechos explican por qué el español hablado en nuestro país tiene tantas voces

de procedencia náhuatl (cho- colate, tamal, aguacate ,... ), maya (canistel, cenote, chimbacal), tupi- guaraní (ipecacuana, caraira), caribe (arepa, piragua, butaca) y quechua (canchu, papa). En cuanto al único indoamericanis- mo procedente de las lenguas indígenas de Norteamérica y usual en el habla cubana, mo- casín, debemos aclarar que se trata de un préstamo "recien- te", pues guarda relación con el desarrollo de la industria pele- tera en la Cuba de los años trein- ta del siglo xx. A pesar de la avalancha de voces procedentes de otras lenguas y culturas abo- rígenes americanas (algunas de ellas con mayor desarrollo que las indoantillanas), el grueso del le- gado léxico indoamericano en el español de Cuba es de proce- dencia aruaca, como una prueba de la larga convivencia entre abo- rígenes cubanos y pobladores pe- ninsulares, lo que echa por tierra la supuestamente rápida extin- ción del indocubano. Solamente un largo y profundo proceso de transculturación indc~hispánica pudo dejar tal huella e n nuestra lengua nacional, uno de sus ma- tices identitarios.

La mayor demanda de mano de obra esclava, debidlo al auge de la industria azucarera, por un lado, y la imposibilidad de im- portar indios esclavizados de otras regiones americamas colo- nizadas por los españole:i, ya que también en ellas dependían de esa mano de obra local, por el

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otro, motivó la introducción masiva de esclavos africanos en Cuba.

Desde 15 13 se documenta la presencia de negros en Cuba, pero éstos eran esclavos domés- ticos que habían nacido en Es- paña, en hogares cristianos, y quienes acompañaban a sus amos. Estos negros, totalmente hispanizados y cuya lengua ma- terna era la española, fueron identificados como ladinos (del latín latínus), por hablar el ro- mance o castellano antiguo, lla- mado "ladino". En fin, no eran africanos en el estricto sentido de la palabra, sino negros espa- ñoles que lucharon a lado de sus amos contra los aborígenes cu- banos. En 1521 una real cédula prohibió definitivamente la in- troducción de negros ladinos en las Antillas. Pero ya para esa fe- cha, a partir de una real orden de 15 17, se introducían en las Antillas Mayores nFgros traídos directamente del Africa.

A pesar de ser muy numero- sos los subsaharanos introduci- dos en Cuba, como en el resto de las Antillas hispanohablan- tes, no llegaron a "africanizar" la lengua española o a dar ori- gen a una variante criolla del español. Esto se debió a que los subsaharanos introducidos en las Antillas constituían un va- riado mosaico etnolingüístico y cultural, en el cual ninguna len- gua, cultura o religión africana logró imponerse entre ellos mis- mos, al extremo de que incluso

tuvieron que recurrir a la len- gua española para poder comu- nicarse en t re miembros de diverso origen lingüístico-cul- tural. La extrema "atomización" lingüística y cultural del esclavo africano en la Cuba de aquellos días fue uno de los recursos uti- lizados por sus propios explota- dores para crear mayor división entre ellos mismos y para decul- turarlos, pues una lengua sub- saharana común a todos hubiese podido servir de medio de co- municación cohesionador de ideas y de ideales. Además, des- de el punto de vista demográfi- co, de acuerdo con los datos censales, los negros jamás repre- sentaron una superioridad nu- mérica tal (los más altos índices de población negra se registran en 1817,1827 y 1841: 55 %, 56 % y 43 %, respectivamente), que pudieran destronar al español como medio de comunicación general en el contexto cubano. Otro hecho no menos importan- te es que los esclavos domésti- cos, quienes representaban una considerable parte del total de la población esclava en Cuba, tenían que conocer y comunicar- se con soltura en lengua españo- la para la comunicación con sus amos. A esto podemos añadir que las uniones entre negros y entre negros y miembros de otras razas en la mestiza sociedad cu- bana, generaban descendientes cuya lengua materna ya era la española. Asimismo, la supresión de la trata negrera (1847) y la

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sensible reducción de la trata clandestina debido a lo costoso de la misma, disminuyeron con- siderablemente el número de negros de "nación" o bozales (de bozo, y éste del latín bz~cct!z~s, "labio", por alusión a los grue- sos labios de los negros), es de- cir, de los usuarios de lenguas subsaharanas.

En fin, entre la población censada como negra había gran cantidad de hispanohablantes inaternos, lo que limitaría el pro- ceso de africanización del espa- ñol, pues el modelo a seguir siempre era el de la variante na- cional cubana y no el del llama- do "bozal", una forma de hablar el español privativa de los afri- canos que no fuesen ladinos, que se caracterizaba por la extrema simplificación de la gramática y de la sintaxis, así como por la alteración del sistema fonológi- co de esta lengua. Los negros criollos, cubanos, la descono- cían, como aseveran los estudio- sos del siglo xix. El bozal fue profusamente utilizado como recurso de caricaturización del negro en el teatro vernáculo cubano. El estudio de este len- guaje ha arrojado que no se tra- ta de una lengua criolla, sino de un grado de conocimiento im- perfecto de la lengua española que bastaba para la comunica- ción cotidiana, pero que no era heredado ni utilizado por los descendientes de africanos. Además, como señaló Esteban Pichardo en su Diccionario pro-

wincial casi razonado de wozes y fra- ses cz~b~znas (1875), en Cuba lla- maban "bozal" no sólo al negro africano, sino a toda aquella per- sona que hablaba incorrectamen- te -por desconocimiento- el español, o sea, yucatecos, chinos y otros. Así, pues, no debe sor- prendernos que en la novela Ce- cilia Valdés (1839), de Cirilo Villaverde, se hable de un fo- gonero norteamericano y se le califique de "bozal".

Por otra parte, una perenne barrera a la africanizacibn del español de Cuba lo constituyó la inmigración hispánica, cons- tante y muy numerosa, lo que reforzaba las posiciones del es- pañol como lengua vehicular en Cuba durante el período colo- nial. No debemos olvidar otro aspecto: la tasa de mortalidad entre los esclavos era alta, por lo que constantemente eran in- troducidos nuevos esclavos para ocupar el lugar de los fallecidos, mientras que entre los hispanos asentados en nuestro país y la propia población cubana -con independencia del color de la piel-, los índices de mortandad eran menores. Y esto, claro está, redundaba a favor de la lengua española. Por último, la partici- pación masiva de los negros -africanos y criollos- en las gue- rras independentistas decimo- nónicas (1868-1878, 1879 y 1895- 1898) contra el yugo colo- nial español, propició la total in- corporación de los mismos al proceso de formación del etnos

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cubano, en el que todos los com- ponentes de la mestiza sociedad cubana intervinieron, hecho que en gran parte propició la lengua española como medio de comunicación general, que ya venía perfilándose como tal des- de finales del siglo xvrrr, como se deriva de las Memorias de Peñalver y de Espínola, publica- das por la Sociedad Patriótica de La Habana en 1795.

Las lenguas subsaharanas en Cuba se plegaron ante la im- posición de la lengua europea. Algunas de ellas! que gozaban de prestigio en Africa a causa de factores económicos, cultu- rales o demográficos, lograron sobrevivir en nuestro medio, al servir de apoyo al surgimiento de lenguas esotéricas o sagra- das de los diversos cultos cu- banos de ascendencia africana originados por el sincretismo europeo-subsaharano ocurrido e n nuestro país. Como real- mente ninguna lengua pudo servir como medio estable de comunicación -ni siquiera en- tre los practicantes de un mis- mo culto-, surgieron jergas que, al poseer una misma base española, recibían el influjo de la llamada "lengua africana", o sea, del yoruba en el habla de los santeros o practicantes de la regla de ocha-Ifá, el ewe-fon entre los seguidores de la regla arará, del kikongo en lo refe- rente a la jerga de los paleros o practicantes de la regla conga, así como del efik y del ibibio

entre los ñáñigos de la Socie- dad Secreta Abakuá (algo si- milar ocurrió con e l vodú, introducido en Cuba a partir del siglo XVIII desde la vecina Haití, donde el créole es utili- zado profusamente).

Precisamente en estas jergas está la mayor riqueza del lega- do lingüístico subsaharano, aun- que n o pocas palabras h a n pasado al español coloquial fuera de todo contexto religio- so. Amerita la pena aclarar que entre los subsaharanismos utiliza- dos en Cuba, debemos diferen- ciar los que no están matizados sociolingüísticamente, es decir, son neutrales y utilizables e n cualquier contexto situacional (como mucama, ñame, malan- ga, quimbombó, bongó, calalú, fufú...), de los que sí lo están y que más bien son propios del habla popular y hasta de la mar- ginal (como asere, ecobio, monina, okambo, embó, butuba, ñoca, fula ...). En fin, el legado lingüístico subsaharano e n el español cubano es otro matiz identitario de nuestra variante de la lengua española.

Durante el período colonial el temor a que Cuba se convir- tiera en una nueva Haití, obli- gó a las autoridades coloniales y a la sacarocracia cubana a importar mano de obra esclava asiática. La introducción de culíes chinos duró de 1847 a 187 1, aunque después continua- ron entrando en Cuba chinos como "libres", no "contratados",

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entre ellos no pocos proceden- tes de California. Los chinos californianos, con mayores re- cursos financieros, dieron gran auge al desarrollo cultural y co- mercial de la colonia china. Como comunidad se destacaron en La Habana y Santiago de Cuba, aunque también fueron iiiuy numerosos en el triángulo agrícola formado por las ciuda- des de Colón, Matanzas y Cár- denas. Los chinos tuvieron una significación relativamente pe- queña dentro del total de la poblacicín de Cuba, pues en nin- guno de los censos llegaron a 1 % y declinaron sistemática- mente: en 1899 representaban 0,94 % de la población y 0,29 % en 1954. A diferencia de los subsaharanos, los chinos logra- ron mantener su lengua, en sus variantes dialectales, en calidad de instrumento de comunica- ción familiar y comunitaria, como consecuencia de su relativa ho- mogeneidad lingüístico-cultural (básicamente cantoneses y jakkas), lo que contrast. a h a con el plurilingüismo y niulticultu- ralismo de los africanos introdu- cidos en Cuba. Hoy muchos hijos de chinos todavía son bilingües, aunque la tendencia natural es olvidar esta lengua ante el proce- so asimilada del etncx cubano.

Otros inmigrantes asiáticos de menor relevancia fueron los japoneses (en el censo de 1899 eran 8, y 222 en el de l952), los coreanos (arribaron a Cuba, en 1923, vía Yucatán, y fueron unos

trescientos) y los escasos indos- tanos (a través de Jamaica, como braceros, desde 1905, o directa- mente desde la India). A estos sumaríamos a los judíos -aske- nazis y sefarditas-, quienes arri- baron a Cuba desde los Estados Unidos, Europa y el norte de Africa, así como los árabes, des- de finales del siglo XIX, proce- dentes de Siria, Palestina y Líbano. Todos estos inmigrantes preservaron sus respectivas len- guas, fundamentalmente los más ancianos. Sin embargo, el proce- so de absorción del pueblo cu- bano es tal, que poco de estos descendientes, ya cubanos, se afe- rran a las raíces de sus ante- cesores. Todas las voces de procedencia china (como caolín, té, charol...), japonesas (soya, biombo, katana), indostánicas (lancha, mango, piya iw) , hebreas (querubín, tucafio, ungel) y árabes (adelfa, azúcar, ulpurgutcr, a las que sumaríamos los niozarabisttios his- tóricos, como chichurro) nos lle- garon como parte del español peninsular. No obstante, la pre- sencia del chino en Cuba enri- queció nuestra lengua nacional con una serie de expresiones como "No creer ni en velorio chino'' (no respetar nada) y "No lo salva ni el médico chino" (si- tuación irremediable), entre otras, así como denominaciones del tipo cometa china, palitos chz- nos, damw chinas, pomda china, etcétera.

Sin lugar a dudas, la lengua que más profundas raíces echó

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en Cuba fue la española, que devino lengua nacional de nues- tro pueblo. Si bien es cierto que era el idioma oficial de la colo- nia, respaldado por las autori- dades desde todas los puntos de vista, más importante fue la rea- lidad de que la inmigración española llegó a ser la más nu- merosa y la más constante de todas. Además, a pesar de la sig- nificación histórica de la inmi- gración libre o forzada desde diferentes países, sobre todo de España, el peso fundamental del crecimiento de la población cu- bana dependió de los descen- dientes de estos inmigrantes voluntarios o involuntarios, o sea, de la reproducción natural de la poblacicín nacida en el país (el censo de 1899 demuestra que 89,i % de la población era de origen cubano, ia pesar de la gran merma debido a las de- vastadoras guerras independen- tistas!), por lo que los cubanos fueron capaces de asimilar a los inmigrantes y de imponerles su lengua nacional, la española, en su variante cubana.

Por los motivos expuestos, podemos comprender por qué el pueblo cubano fue capaz de re- sistir los embates de la norteame- ricanización del primer gobierno de ocupación estadounidense (1899-1902) y sus esfuerzos por borrar nuestra identidad cultu- ral y romper nuestros vínculos con el resto de la comunidad his- panohablante. En verdad, ya a finales del siglo XIX el pueblo

cubano había logrado un deter- minado grado de homogeneidad -a pesar de su heterogeneidad racial-, lo que posibilitó que asi- milara parte del gran flujo de inmigrantes europeos y antilla- nos (haitianos y jamaicanos, fundamentalmente) que eran atraídos a Cuba por una venta- josa ley de inmigración promul- gada en 1906 por el segundo gobierno interventor norteame- ricano (1906- 1909). La activa penetración del capital estado- unidense en Cuba desde prin- cipios del siglo xrx, seguida de cerca por los capitales inglés y canadiense -que realizaron fuer- tes inversiones en los sectores agrícola, ferroviario, de servicios públicos y, en particular, en la industria azucarera-, represen- tó un fuerte respaldo económi- co a la difusión de la lengua inglesa en Cuba, por la canti- dad de opciones de trabajo que ofrecía a la población. Además, las relaciones directas entre Cuba y los Estados Unidos fami- liarizaron a nuestro pueblo con los grandes progresos alcanzados por el poderoso vecino del nor- te, lo que trajo como consecuen- cia la imitación de los hábitos de vida de los estadounidenses y la aplicación de sus adelantos en Cuba. Indudablemente, esto se fue reflejando en nuestra len- gua a medida que la dependen- cia econ6mica del mercado norteamericano aumentaba en el período de la república mediati- zada (1902-1958).

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Tras el triunfo revoluciona- rio de 1959 comenzó a cambiar paulatinamente nuestra depen- dencia económica, política y cultural del poderoso vecino del norte. Con la alfabetización, el apoyo al desarrollo de los más diversos aspectos de la cultura

- nacional, el rescate de nuestras raíces y un acercamiento mayor a la comprensión de nuestra identidad cultural, con la edu- cación masiva de la población, el desarrollo de una política edi- torial propia y otras campañas que se llevan a cabo en el país, se ha colocado un grano de are- na en la toma de conciencia en lo referente a nuestra lengua nacional, aunque debemos re- conocer que nos queda mucho por hacer en este sentido, como es evitar que el proceso de de- mocratización ya hace rato en desarrollo no derive en un proceso de vulgarización de la lengua, fenómeno bastante di- fundido (lamentablemente, este problema no es privativo de Cuba, pues está bastante gene- ralizado a escala mundial -con independencia de la lengua de que se trate-, lo que hace más difícil su superación).

Como hemos podido observar, el otrora dialecto castellano, de- rivado del latín vulgar con una

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matización cántabro-ibérica, lo- gró imponerse a otros dialectos de similar origen románico como lengua oficial del reino hispáni- co, no sin antes absorber de to- dos ellos la riqueza necesaria para convertirse en medio de co- municación interétnica y vehi- cular por excelencia en España. El castellano, trasplantado a América ya como lengua espa- ñola con una inmensa y antigua tradición literaria, tiene tras de sí una apasionante historia que tuvo su continuación en el Nue- vo Mundo, donde dio origen a nuevos y no menos interesantes capítulos con sus respectivas va- riantes nacionales. La historia de la lengua española en Cuba, que aún está por hacer, no es menos rica y apasionante. Si podemos dis- frutar de esta grandiosa felicidad que es poder hablar el español, una lengua universal; de tener la ven- taja de que sea nuestra lengua na- cional y, a la vez, el idioma oficial del Estado, suerte con la que no cuentan todos los países hispano- hablantes (por ejemplo, en Méxi- co 15 % de la población no habla el español; en Guatemala, 56 %), nuestro deber es cuidarla y preser- varla lo mejor posible para nues- tras futuras generaciones en este no muy fácil mundo unipolar que nos viene encima.

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La memoria hispana en la Lsla

de los inmigrantes espafioles

AURELlO F R A N C O S LAUREDO

La memoria hispana en la Isla a través del testimonio oral de los inmigrantes españoles

Síntesis del ' R A r i t w de lli palabra: esparioles en Cuba", que iiicltiye elementos bilsicos sobre la metodología y el contenido de este proyecto, centrado en 10s etnotextos rrsultarites de entrevistus sosteiiidus por el u t~tor con testinioniarites representativos de los períodos y regiones de procetleiiciu que caructerizuri el flujo migrutorio desde España huciu nuestro I x h .

Eii vei-dtd. lo que yo [nredo concurre tle !ni vida no es mis qire la misniu Iiistoriti de todos los t p c irn dítc j)urtimos de Esputiu con ideil de Iiucer lii Atti1:i.icu, y td 11nso tlel

tiempo desctrhinios ipre Iinhítr oc~rrrido lo cinitriirio: Aniiricti tios Iiizo n nosorros.

Escuchar las historias de vida narradas por los últimos natura- les españoles integrados a la po- blacicín cubana desde inicios del siglo xx hasta el uresente -a escala de individuos, familias e instituciones- constituye el ri-iori-iento de mayor interés in- vestigativo durante la eiecucicín del proyecto que, con un perfil

AUREUO FRANCOS sociobiou_ráfic~). dir i~imos al ob- u . S ,

LWREDO jetivo de conocer, conservar y Investigador d~

la Fundación difundir la memoria hispana en F~rnando Ortiz. la Isla.

' Presidente de la Sociedad Asturiana de Beneficencia; entrevista realiza- da en la sede de esa entidad en La Habana el 9 de ]unlo de 1992.

La idea de desarrollar este "Archivo de la palabra: españoles en Cuba", surgicí en el transciirso de mis primeras conversaciones con los riiiembros más antiguos de las sociedades comarcales espa- ñolas que integro corno descen- diente de emigrantes de Asturias y Galicia a América. El trabajo desarrollado desde la primera entrevista grabada, e n el año 1991, con el asturiano Menen- d o FernAndez Fernbndez, presi- dente del Club Tinetense de La Habana, permite ofrecer algu- nos elementos de utilidad para

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EMIGRANTES el estudio de las raíces cultiira- DE LAEPOCA les comunes hispano-cubanas,

atendiendo a la singular pers- pcct iva q u e e n este s en t i do aportan los protagonistas direc- tos de las últinias oleadas niigrli- torias desde España hacia el Nuevo Mundo. En ese niarco, el presente artículo aborda dos aspectos de dicho proyecto, re- feridos a su nietodología y su conteniclo, así conio presenta una inuestra de los testinionios orales procesados, e n relación con el desenvolvimiento de diver- sas instituciones en las que histó- ricaniente se han agrupado los inniigrantes españoles en Cuba.

Si consideranios que el docu- inento es la célula sobre cuya estructura y organización se for- inula y transmite el conociniien- to científico, la lógica general en que se basa este "Archivo de la pulabra ..." puede resuniirse en los siguientes puntos:

concepción y tratamiento del documento orul como un recur- so iiiforiiiati\w su i generis den- tro del conjunto de fuentes en que se basa el trabajo del in- vestigador científico, particu- larmente en el campo de las ciencias sociales; revalorización práctica de di- cho recurso, niediante su in- tegración e n archivos de la palabra sustentados por las nuevas tecnologías que faci- litan 13 interaccih directa del usuario con fondos inultinie- dia, que conibinan audio, iniií- genes y textos; aproxiniación desde la pers- pectiva de las cicncicls dc lii in- forrnacicín a los trabajos de la antropología, la historia y otras disciplinas que tradicional- nientc han utilizado las fuen- tes orales a travSs d e sus diversas niodalidades: e tno- textos, historias de vida, tes- tinionios, ... Casi un niilenio después de

registrarse los prinieros trasvases del Corpus oral al escrito e n la lengua castellana -La Rioja, si- glo xi: Glosas emiliunenses, con- servadas e n el scriptorium del nioiiasterio de Suso- es cuando coniienzan a aparecer los niedios necesarios para la transniisión y reproducción del iclionia huina- no en su expresión original, orul, tras la invencicín del foncígrafo por Thomas A. Edison, comer- cializado en su formato de cilin- dro desde 1890, según datos de la Asociación Internacional de

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Archivos Sonoros y Audiovisua- les.2 En este novedoso contexto tecnológico, cuya dinámica co- bra cada vez mayor celeridad y complejidad, debemos asumir con todo rigor las posibilidades y consecuencias que los medios inherentes a la era de la infor- mación representan en relación con factores básicos de la iden- tidad del ser humano, en senti- do general, y particularmente atendiendo a una de las cuali- dades que nos distinguen como especie: la ~ r a l i dad .~

Analizar a fondo esta temá- tica hoy en día, exige compren- der una nueva realidad que centra la atención de los exper- tos a nivel mundial, como Ma- nuel Castells, quien en su obra La era de la información r e - flexiona:

En torno al 700 a.c. tuvo lu- gar en Grecia un gran inven- to: el alfabeto [ . . . l . Este decisivo momento histórico fue preparado por 3 000 años de evolución en la tradición oral y la comunicación no alfabética [...l. Sin embargo, el nuevo orden alfabético, aunque permitió el discurso conceptual, separó la comu- nicación escrita del sistema audiovisual de símbolos y per-

/ASA lnformation Bulletin, August 1999, Special lssue "1 00 years of sound archives".

Aunque el término "oralidad" no aparece recogido por los principales dic- cionarios en lengua española o inglesa, sí cuenta con una acepción escri-

ta en francés: oralité.

Wanuel Castells: La era de la información, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 340.

cepciones, tan importante para la plena expresión de la mente humana [...l. Una transformación tecnoló- gica de dimensiones históri- cas similares está ocurriendo 2 700 años después, a saber, la integración de varios mo- dos de comunicación en una red interactiva. 0, en otras palabras, la formación de un hipertexto y un metalengua- je que, por primera vez en la historia, integran en el mis- mo sistema las modalidades escrita, oral y audiovisual de la comunicación h ~ m a n a . ~

Texto que el autor finaliza con las siguientes conclusiones:

Desde una perspectiva histó- rica más amplia, la sociedad red representa un cambio cualitativo en la experiencia humana [...l. El primer modelo de relación entre estos dos polos funda- mentales de la existencia hu- mana se caracterizó durante milenios por el dominio de la naturaleza sobre la cultura. Los códigos de la organiza- ción social expresaban casi directamente la lucha por la supervivencia bajo el rigor incontrolable de la naturale- za, como nos enseñó la an- tropología, remontando los códigos de la vida social has- ta las raíces de nuestra iden- tidad biológica. El segundo modelo de relación establecido en los orígenes de la edad moderna, asociado con

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la revolución industrial y el triunfo de la razón, contempló el dominio de la naturaleza por la cultura, formando a la so- ciedad mediante el progreso del trabajo, por el cual la hu- manidad encontró tanto su liberación de las fiierzas natu- rales como su sometimiento a sus propios abismos de explo- tación. Estamos entrando en un nue- vo estadio en el que la cultu- ra hace referencia directa a la cultura [...l. Por ello la in- formación es el ingrediente clave de nuestra organiza- ción social, y los flujos de men- sajes e imágenes de unas redes a otras constituyen la fibra básica de nuestra estruc- tura social [...l. Es el comienzo de una nueva existencia y, en efecto, de una nueva era, la de la información marcada por la autonomía de la cultu- ra frente a las bases materia- les de nuestra e ~ i s t e n c i a . ~ En ese contexto general, el

caso concreto de nuestro pro- yecto no pretende sobredimen- sionar la importancia de las fuentes orales, pero sí contribuir a la revalorización de un bien informativo, el documento oral, con crecientes posibilidades para la investigación científica en la medida en que se le confiera el

Ibid., p. 558. -- ~

Desantes Guanter: "Prólogo", en José López Yepes: La documentación como disciplina. Teoria e historia. ENUSA, Madrid. 1995, p. 19.

',Miguel Barnet: La fuente viva, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1998, p. 32.

tratamiento establecido por dis- ciplinas como la archivística y la documentación, pues, según ha argumentado Desantes Guan- ter desde la primera cátedra es- pañola de esta especialidad: " [ ...] la documentación es la base de toda ciencia, sea de la estirpe que sea: especulativa o práctica, humanística o técnica, teórica o e~perimental",~ pos tu - lado del que partimos para pro- poner una aproximación desde las ciencias de la información hacia tareas relacionadas con los trabajos de antropólogos, historia- dores, sociólogos, entre otros, para quienes, en palabras de Miguel Barnet, "el informante, el pro- tagonista, el personaje, el suje- to, como quiera nombrársele al objeto de trabajo, debe ser real- mente lo primero a tomar en cuenta."'

Toda fuente de información tiene un valor, que los procesos de producción de conocimiento emplean en mayor o menor gra- do desde que se afronta la solu- ción de problemas hasta el momento de aportar soluciones y crear nuevos mensajes dirigi- dos a la comunidad científica; en este sistema, como señala Jean Pierre Wallot debido a su expe- riencia como archivero nacional de Canadá, "la aparición y la expansión de testimonios orales y su utilización, hace ampliar los límites del universo documental tradicionalmente definido por la archivística y la historia. Tam- bién en países de tradición es-

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crita, el documento audiovisual, la cinta magnetoscópica, por ejemplo, se manifiesta a veces como el documento único, el único testimonio de hechos real- mente imp~rtantes".~

Acorde con esa importancia del mensaje humano en su for- ma natural, como parte de esta investigación hemos conforma- do un estado de la cuestión sobre los diversos modos en que se concibe y se procesa el documen- to oral, con énfasis en las apli- caciones del mismo al integrarse en archivos y colecciones, pro- fundizando en la modalidad co- nocida por archivo de la palabra, lo que se refleja en un repertorio de fuentes que supera las mil en- tradas analíticas sobre estos te- mas (ordenadas por autores, obras e instituciones), entre las que ci- taremos varios ejemplos cuyo co- nocimiento nos ha resultado de utilidad para el desarrollo teórico y práctico del "Archivo de la pa- labra: españoles en Cuba":

"Archivo de la palabra: voces de la Edad de Plata", Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid. (Un libro impreso y dos CD.) "Archivo de la tradición oral", Museo Etnográfico del Pueblo de Asturias, España. (Graba- ciones en soporte digital y consulta in situ.) "Archivo de la palabra de la Casa de América", Madrid. (Disponible en Internet.)

Jean Pierre Wallot: "Archivística e historia oral", Historia y Fuente Oral, no. 14, 1995, p 7.

Departamento de Fuentes Orales, Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona, Es- paña. (Estudio y desarrollo de proyectos propios.) "Archivo de la palabra", Biblio- teca Nacional de España. (Ser- vicio de la Sección de Registros Sonoros y Audiovisuales.) Seminario "Diseño de proyec- tos de historia oral", Dirección de Archivos Estatales, Madrid, 1990. (Ponencias claves en esta materia.) Archivo General de la Guerra Civil Española, Salamanca, España. (Testimonios de exi- liados y brigadistas internacio- nales.) XII Jornadas de Archivos Mu- nicipales de España, Madrid, 1998: (Sobre el tema de los ar- chivos y el entorno cultural.) Revista Historia, Antropología y Fuentes Orales, Barcelona, España. (Revista clave sobre el tema a escala española e in- ternacional.) ''Anlerican Memoryl', Biblio- teca del Congreso, Estados Unidos. (Proyectos basados en fondos sonoros.) Universidad de California, en Berkeley. (A través de la Oral History Research Office.) Universidad de Columbia, en Nueva York. (A través de su programa de historia oral.) Departamento de Registros Sonoros del Museo Imperial de la Guerra, Londres, Reino Unido. (Grabaciones en cin- tas y casetes.)

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Dirección de Archivos Nacio- nales de Francia. (Volumen de- nominado: Le témoignage oral aux archives.) Universidad Nacional Autcí- noma de México. (A través de sus programas de fuentes orales.) "Archivo de la palabra", Casa de las Américas, Cuba. (Con- tiene básicamente grabaciones de obras literarias leídas por sus autores.) Los urcliiuos de la oralidad, Cos- ta Rica. (Dossier sobre el es- tado de la cuestión en ese país.) Consejo Internacional de Ar- chivos, comisión especializada en registros sonoros. (Cuenta con su órgano, el periódico Archiuum .) Programas "Archivos en el mundo" y "Memoria del mun- do", de la UNESCO. (Con ac- ceso desde Internet.) Anuario Oralidad, UNESCO- ORCALC (Oficina Regional de Cultura para América La- tina y el Caribe.) A la interpretación de estas

experiencias se ha sumado el estudio de la obra de importan- tes autores en materias relacio- nadas con la utilización de las fuentes orales, quienes, junto a los citados en páginas anterio- res, reúnen nombres como los de Mercedes Vilanova, Lluís Ubeda y Jesús Suárez en España, Phi- lippe Joutard y Jean Favier en

José López Yepes: ob. cit. (6).

idioma francés, David Lance en inglés, Eugenia Meyer, Lydia Cabrera y Berna1 Rivas en el ámbito latinoamericano, entre otros importantes especialistas a escala nacional e internacional, todo lo cual nos ha reportado un cúmulo de conocimientos de sumo valor para la consolidación de este proyecto, en el que apli- camos una metodología que combina las potencialidades del documento oral con su integra- ción en un archivo de la palabra, considerando no sólo las nuevas tecnologías, sino también los principios sustentados por las ciencias de la información. Entre estos últimos destacan, por ejem- plo, el criterio para determinar si un documento es científico a partir de sus posibilidades de per- manencia, transmisión y veraci- dad, o el propio concepto de documentación, como informa- ción sobre la información, o in- forniación al cuadrado, temas tratados a fondo en un libro clá- sico: La documentación como dis- ciplina. Teoría e historia de José López Yepes,' quien ofrece un análisis sobre la evolución de esta ciencia partiendo desde sus antecedentes , cuando Paul Otlet y Henry Lafontaine crea- ron el Instituto Internacional de Bibliografía (Bruselas, la%), hasta su desarrollo actual y pers- pectivas.

Algunas precisiones sobre el método de trabajo y las princi- pales fases del "Archivo de la palabra: españoles en Cuba" pue-

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den resumirse en el siguiente orden:

la identificación y selección de los testimoniuntes se realiza en función de lograr la mayor representatividad entre los diferentes períodos y regiones de procedencia que han ca - racterizado la corriente mi- gratoria desde España hacia Cuba; el guión de entrevista constitu- ye el eslabón central del Ar- chivo e incluye todos los indicadores que desde las his- torias personales reflejan as- pectos claves de las raíces comunes entre ambos países, con un orden cronológico extendido desde el origen familiar hasta el presente, proyectándose hacia la des- cendencia y el futuro próximo; los diálogos ~ersonules prolon- gados durante varias sesiones constituyen la vía para lograr una reconstrucción autobio- gráfica en cada testimonian- te, aplicando el guión de forma flexible y adaptándolo a las características persona- les de los diferentes casos in- dividualmente; el registro en soporte audiowi- sual de los testimonios orales y gráficos obtenidos como res- puesta a nuestras preguntas se efectúa con medios de gra- bación en video y audio, así como de fotografía, operados directamente, sin la partici- pación de técnicos u otra per- sona;

la transcripción de testimonios partc de la información reco- pilada y se realiza de forma textual en soporte automati- zado, complementándose con documentos aportados por el entrevistado, pero sin incluir notas u observaciones al mar- gen; la fase de unLilisis de etnotex- tos se centra en el estudio del Corpus resultante de dichas transcripciones, observa el comportamiento de los indi- cadores incluidos en el guión de entrevista y contrasta esta información con otras fuen- tes; el proceso de difusión de los documentos orales que inte- gran el Archivo, se produce tanto por la consulta directa de las grabaciones de cada discurso autobiográfico, como mediante la publicación im- presa de volúmenes corres- pondientes a las distintas regiones de procedencia migra- toria, tipo de soporte que ha predominado hasta la fecha al no haberse podido iniciar la digitalización de los fon- dos. Como rasgo peculiar de todo

este trabajo sólo añadiremos que en cada entrevista personal los diálogos sostenidos responden a una minuciosa preparación, di- rigida a lograr un equilibrio en- tre las cuestiones centrales que deseamos conocer sobre el tema objeto de estudio (contenido) y los enunciados de las preguntas

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(forma) que finalmente realiza- mos ante el testimoniante; se cuida especialmente este últi- mo detalle, o sea, el hecho de que no dirigimos interrogantes a nuestro interlocutor a modo de encuesta, sino que formula- mos preguntas ante una perso- na con quien podemos hallar, de conjunto, ciertas respuestas que por separado, informante e in- vestigador, no serían descubier- tas en su totalidad. Y esto sin dejar de observar en todo mo- mento los aspectos positivos y negativos que acarrea trabajar con la memoria, aun más en el caso de la memoria simbólica, certeramente definida por Er- nest Cassirer en su libro Antro- po!ogia filosófica como "aquel proceso en el cual el hombre no sólo repite su experiencia pasa- da sino que la recon~truye".'~

Se trata de que, durante la entrevista, las mentalidades del informante y el investigador no se encuentren orientadas frente a frente y sólo de sus intersec- ciones orales sobre un cuestio- nario dado surjan respuestas de mayor o menor valor sobre el ob- jeto de estudio, sino que ambos centren la atención en un tema de mutuo interés, promoviendo que cada diálogo aporte un gra- do de conocimiento más profun-

'O Ernest Cassirer: Antropologia filosófica, Fondo de Cultura Económica, México, 1945.

" Tesis que concluiremos el próximo año en la Universidad de Alcalá (pro- grama de doctorado 2000-2002), con tutoría de la doctora Purificación

Moscoso, con el titulo "Valor del documento oral como recurso informativo en la investigación científica: metodología para el desarrollo de archivos

de la palabra".

do acerca de las preguntas com- partidas. Precisamente éste es el método que identifica el trabajo desarrollado junto a centenares de testimoniantes en el marco del "Archivo de la palabra: espa- ñoles en Cuba", labor que se ha visto facilitada dos elementos claves: la fluida comunicación que se propicia por el hecho de que el autor de estas líneas in- tegra diversas sociedades comar- cales de Asturias y Galicia, como descendiente de emigrantes de dichas regiones hacia Cuba, y, por otra parte, la profesionalización que ha significado para este pro- yecto insertarse en el trabajo de la Fundación Fernando Ortiz, donde he asimilado elementos pro- bados en estos temas por el pro- pio maestro de los estudios de la identidad cultural cubana, así como por diversos investigadores cuya obra y consejo académicos he recibido de primera mano des- de la creación de dicha entidad hasta el presente, como parte de la fructífera labor que la institu- ción impulsa con un enfoque mul- tidisciplinario, integrando en sus proyectos investigativos y editoria- les temas de etnología, historia, folklore, musicología, lingüística, ...

Aspectos más concretos en relación con el método de tra- bajo de este "Archivo de la pala- bra...", así como un análisis sobre el rigor científico de los docu- mentos resultantes de entrevis- tas, los hemos agrupado en un capítulo de nuestra tesis docto- ral," denominado "La pregunta

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antropológica", expresión con que identificarnos el núcleo del diálogo personal capaz de gene. rar un docuinento oral, de forma genuina, integrado por etno- textos, sin que exista ninguna in- tervención posterior por parte del investigador, o cualquier otro tipo de inutacih eii el discursci au- tobiogrifico del testiinoniante, que puedan alterar sus elemen- tos de identidad originales, tanto desde una perspectiva indivi- dual como colectiva.

CONTENIDO

Los fondos del "Archivo de la palabra: espaiioles en Cuba" se encuentran organizados en dos partes, según el estado que pre- senta su procesamiento:

uudioilisuules: entrevistas con- servadas en el soporte origi- nal que fueron registradas (casetes de audio o video con

los testirnonios de los emi- grantes entrevistados), así como traiiscripciones de sus contenidos, de forrn;c total o parcial; piblrcacioties: volúrnenc s edita- dos en forma de libros, corres- pondientes a las siguientes regiones españolas de proceden- cia y años de publicación: As- turias (l998), Baleares (l999), Madrid (2000); se encuentra en proceso editorial el de Va- lencia (2001) y se ha iniciado el trabajo de cainpo referido a los catalanes.

Por otra parte, el contenido del Arcliivo se ha difundido a travks de su presentación en eventos científicos organizados por el Ceiitro Cultural Pablo de la Torriente Brau, de La Haba- na, y el Centro de Investigacio- nes San-iuel Feijoo, de Santa Clara, entre otras instituciones cubanas, así como en el Gmgreso

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Internacional "Españcdes de am- bas onllas" (Expo Mundial Lisboa '98), en el anuario Oralidad edi- tado por la ORCALC, ...

A modo de ejemplo, a conti- nuacicín se reproduce una sínte- sis de tres testimonios ilustrativos de los fondos del proyecto, cons- cientes de que, mientras no se digitalicen los mismos, la consul- ta de su contenido predominará en forma impresa, algo que ha constituido una práctica usual para la mayoría de los archivos integrados por registros sonoros, como reconoce Philippe Joutard en su artículo "El tratamiento del documento oral":

Paradójicamente, la forma más corriente de acceso al documento oral es su trans- cripción escrita, parcial o to- tal, al menos e n la gran mayoría de la historia oral americana. " El primero de los testimonios

que extraeremos de este "Archi- vo de la palabra ..." corresponde a Antonio Fidalgo Dopazo, quien posee una visión de con- junto sobre la colonia hispana en la Isla, según comprobamos a lo largo de los diversos diálogos que hemos sostenido entre 1995 y la actualidad; una síntesis del ú1- timo, con fecha de julio de 2001, se reproduce a continuación:

"Desde pequeño yo había oído hablar mucho de Cuba en nuestra casa, muy próxima a

--- -

l2 Ph~llippe Joutard "El tratamiento del documento oral" Debats no 10, 1984, pp 72-84 Articulo tomado de un capitulo homonimo del libro del pro- pio autor Ces voix qui nous viennent du p a s e (Paris, 1983, pp 217-224)

Orense, pues un hermano de mi madre estuvo aquí en la déca- da del veinte, y el que le seguía en edad llevaba en la Isla más de treinta años, manteniendo siempre correspondencia con nosotros. Precisamente con él h e que vine a vivir a La Haba- na, tras una visita que nos hizo a Galicia con su familia, en 195 1.

"Llegamos a costas cubanas en el 'Marqués de Comillas' ese mismo año, cuando cumplí los diecinueve, con idea de estar fuera de mi país por corto tiem- po pero únicamente regresé, y de visita, pasados más de vein- tiséis años de mi partida, que en realidad no estuvo motivada por razones económicas, sino como vía de evadir el servicio militar, que me negué rotundamente a cumplir por causa del régimen imperante entonces en España, lo que ya me había traído algu- nos problemas allá.

"Desde un principio, yo tuve una activa participación en la colectividad de emigrantes espa- ñoles radicados en Cuba, a tra- vés del Centro Gallego, la Casa de la Cultura Española, la Socie- dad de Amistad Cubano-Espa- hola y el Círculo Español Julián Grimau, en estos tres últimos como integrante de la Directi- va, la Comisión Organizadora y Secretario de Organización y Fi- nanzas, respectivamente. En la actualidad integro cuatro socie- dades españolas en Cuba, ocu- pando cargos en las Directivas de dos de ellas.

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'Desde 1989 quedó constitui- do en Cuba el Conscjo de Resi- dentes Españoles (CRE ), siendo elegido entre los diez miembros del primer mandato. Posterior- mente, en 1993, resulté electo presidente del mismo, y Conse- jero de la emigración ante el

, . Consejo General de la Emigra- ción en España desde su segun- do mandato, responsabilidades que desempeño actualmente, y desde las cuales mantengo estre- cho contacto con naturales de todas las regiones españolas que han quedado establecidos en Cuba por el resto de sus vidas.

"Como tú conoces, resulta difícil determinar la cifra exac- ta de emigrantes españoles que aún viven en la Isla, ya que no todos se inscribían en el Regis- tro de Residentes del Consula- do de España, donde, como vinm al cierre de 1995, del total real 5610 existían 10 102 naturales españoles registrados. Actual- mente, la cifra más reciente po- demos tomarla del Informe presentado por la Secretaría del Conscjo Genera l de la Emigración al VI1 Pleno de este órgano, a cuyas sesiones asistí el pasado mes de junio, donde se ofrece el siguiente dato con cierre 3 1 de diciembre de 2000: 17 266 españoles registra- dos como residentes en Cuba.

'Pero antes de pasar a hablar sobre mi labor corno presidente del CRE en Cuba, considero oportuno precisar que la esencia de este órgano genuinamente

representante de la emigración se expresa a través de sus fun- ciones consultivas, de participa- ción y encauce de problemas que los emigrantes y sus descendien- tes desean hacer llegar a la Ad- ministración española.

'Entrando en el plano de mis responsabilidades, puedo precisar- te que en cumplimiento de la con- fianza depositada en nosotros por nuestros compatriotas, hemos tra- bajado por el cabal cumplimiento de la legislación española en todo lo relacionado con sus emigran- tes en la Isla, incluyendo la pre- sentación al Consejo General de la Emigración en España de múl- tiples propuestas en los diferentes plenos celebrados, referidas fun- damentalmente a la agilización del otorgamiento de pensiones y programas de ayuda individuales, así como a la aprobación de los viajes de la tercera edad y una serie de programas referidos a ayu- das para los centros españoles.

"Tras más de cuarenta años en Cuba, donde vivo en conipa- ñia de mi esposa e hijo, y he tra- bajado en el sector del comercio hasta mi jubilación, entre los recuerdos imborrables de mi tie- rra natal, en Loñoá del Camino, junto a las fiestas tradicionales del pueblo por San Antonio, San Ciprián, San Roque, y mi gran afición al fútbol, nunca he olvi- dado aquella música que de muchacho escuchaba con fre- cuencia en el fonógrafo de casa, precisamente la de los discos de habaneras ..."

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El próximo testimonio del "Archivo de la palabra: españo- les en Cuba" refleja el caso de una de las sociedades con me- nor número de emigrantes his- panos que queda en nuestro país, que agrupa a sólo cinco naturales de Aragón. Seguida- mente, una síntesis de la con-

,' versación que sostuvimos con María del Carmen Floristán, en enero de 1999:

"Hace 75 años se fundó nues- tra Sociedad Aragonesa de Be- neficencia, el 9 de diciembre de 1923, en La Habana, donde vivo desde el año 1938.

"Usted no sabe lo que es una guerra, por mucho que le cuen- ten siempre será muy distinto a sufrirla ... de momento dejas de ser quien eras, y aunque un día terminen los disparos, las pérdi- das son para toda la vida. Así nos sucedió en Barbastro, mi pueblo natal, donde vivía junto a mis padres y tres hermanos, hasta que, sin saber por qué, todo cambió y cada día podía- mos salir menos a jugar fuera, a medida que las bombas empe- zaron a caer más cerca de casa.

"Entonces mi padre toma la decisión de salir de España con toda la familia, y un día bien temprano me vi caminando por el bosque, entre los pinos, to- mada de las manos por mis her- manos mayores. Formábamos una caravana con varios veci- nos, mamá llevando a la más pequeña en una mochila a su espalda, mientras papá cargaba

un pesado fardo con alimentos y ropas, todos avanzando con mucho esfuerzo sobre la nieve, donde nos tirábamos cada vez que pasaban ametral lado los aviones, cerca de la zona fron- teriza que cruza los Pirineos. No sé cómo salimos con vida de esa peligrosa travesía, la mayor par- te por laderas heladas, entre las que una señora resbaló y rodó muy abajo, donde nadie podía socorrerla, y se fue hundiendo hasta que la cubrió totalmente una nieve muy blanca, que se ha quedado grabada para siem- pre en mis ojos.

'Ya en Francia mis padres usa- ron todos sus ahorros para com- prar unos pasajes de tercera clase del vapor alemán 'Ortnta', en el que llegamos a La Habana, ciu- dad donde poco a poco fuimos conociendo a otros aragoneses, algo que nos reconfortaba mu- cho frente a la dura adaptación que tuvimos aquí, incluyendo pasar varios años viviendo los seis en un cuarto de un solar en la calle Compostela, hasta que papá fue mejorando de empleo en su giro, el comercio de papel.

'Cuando más aragoneses na- turales contó la Beneficencia fui- mos treinta y cinco, mientras hoy sólo quedamos cinco, de los cua- les mis hermanos y yo sumamos cuatro, entre más de un cente- nar de descendientes y asociados nacidos en Cuba, como es el caso de mi esposo, Valentín. En las me- morias anuales de la sociedad se nota cómo hemos ido cambian-

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do; por ejemplo, hace una déca- da aún éramos diecinueve arago- neses, pero lo cierto es que siempre hemos mantenido algu- nas tradiciones, como la de cele- brar la misa a la Pilarica, cada 12 de octubre, día del Pilar, en la iglesia de la Merced.

"Otros símbolos aragoneses en la ciudad son dos restauran- tes famosos: La Zaragozana y El Baturro, donde, por cierto, le re- galaron a mi padre ese botijo de cristal lleno de vino español que yo siempre he conservado, entre otros atributos de nuestra tierra natal, desde algunos casquillos que guardaron mis hermanos en sus bolsillos cuando la guerra, hasta una bandera que nos en- vió el presidente de Aragón re- cientemente.

'Ya jubilada, tras muchos años trabajando como secretaria y traductora de inglés, ahora ten- go más tiempo para dedicarle a la sociedad, incluyendo la incor- poración de nuevos naturales que todavía puedan aparecer, como es un caso que vamos a asociar en estos días, Luisa Entío Zufe- rri, nacida en Zaragoza en el año 192 1 y establecida en la Isla des- de 1923.

"Como ella, yo nunca he vuelto a Aragón, por lo que us- ted podrá imaginar lo que re- presenta para cada uno de nosotros contar con esta Sacie- dad de Beneficencia durante tanto tiempo en Cuba, el país donde encontramos refugio y paz tantos emigrantes, especial-

mente los que la guerra nos lle- vó tan lejos de España."

El último testimonio incluido en este artículo se grabó durante la entrevista sostenida en agosto de 2000 con el presidente de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Catalufia, José Luis Giró López, cuyas palabras con- tribuyen a conocer, desde aden- tro, la historia de esta institución en el marco de la colonia hispana en la Isla:

"Más de siglo y medio de tra- bajo ininterrumpido avalan nuestra condición de Casal Catalá más antiguo entre las asociaciones catalanas existen- tes en todo el mundo, según ha reconocido la propia Generalitat de Catalunya.

"En el caso de Cuba, suce- dió que algunos de los catala- nes llegados a esta Isla eran comerciantes, y entre ellos sur- gió la idea de solicitar a la c o - rona de España autorización para crear una sociedad de ca- rácter filantrópico, dirigida a ayudar a sus paisanos que se encontraran en malas condicio- nes económicas o de salud. Con- tamos con documentos que prueban toda la labor de esta sociedad, desde 1840, para auxi- liar a sus miembros, fueran na- turales o descendientes; y como un ejemplo elocuente e n ese sentido puedo referirme a mi propio caso personal, pues mi vida está vinculada a la Benefi- cencia Catalana incluso desde antes de hacerme socio, en 1946.

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"Resiilta qiie al niorir mi pa- dre en Cuba, el catalán Jost Gircí Horta, cuando yo tenía 13 a h s clc cdacl, ini madre comienza a recihir d e la Beneficencia un socorro tle cinco pesos mensua- Ics que, piidiendo parecer una cifra pequeña, representó la po- sibilidad de pagar mi cuota men- sual en el Centro Asturiano de La Habai-ia y realizar estudios d l í , no sólo <le nivel blísico, sino taiiibién de curácter especiali- zado, como son: Teneduría dc Libros, Coiit:ibilidad y Dibujo. Una vez graduado pude aplicar dichos conocimientos ¿i nii dc- sarrollo profesioiial en el campo de la cíptica, doiide he trabaja- do hasta jubilarme por edad. De niodo que piieclo afirmar que nii educación fue lograda e n gran parte gracias al apoyo d e esta Socicdail d e los Naturales de Cataluíía en Cuba, que hoy me honro cn presidir.

"Actualmente, naturales ca- talanes conio tal, asociados a la Reiicficencia, suman 123 perso- nas, algunos de los cuales ya has

coimcido, como Jorge Oller, José Yiiglada, Montserrat Sancho, entre otros, y piietlo asegurarte que e n la Sociedad Iiareinos todo por evitar que la reducción del número de eniigrantes aten- te con t r a la cont inu idad d e nuestras tradiciones culturales catalanas entre 10s descendicn- tcs y asociados en general.

"Teneiiios en activo una bi- blioteca, u n aula de idiomas y un grupo de danzas catalanas, así como un taller de f&ografía, una peíia harcelonista de fútbol y iin coro que incluye e11 su re- pertorio canciones en catalán, en t r e otras iriiciati\~ns, sobre todo en torno a las festividades populares de la región, coino son la Diada Nacioi1:il de Cataluíia. cada 11 de septiembre, y 13 Fies- ta d e San Jordi, e n abril, que siempre celebramos siguicnclo la tradicicín de las flores, e11 la cr- mita de Montserrat, frente a Río Cristal, donde tainbién cada doniii-igo se r inde cu l t o a 13

Moreneta, patrona de Cataluíía. Por otra parte, debo iiiencionnr

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que la ayuda de la Generalitat ha ido en ascenso, y la destinada de forma personal a cada emi- grante se complementa con la yue se dirige a acciones colec- tivas, incluyendo la restaura- cicín de nuestra sede, donde ahora voy a mostrarte algunos documentos y fotografías que ilustran esta larga historia de los catalanes en Cuba."

Tras este acercamiento al contenido del "Archivo de la palabra: españoles en Cuba", expresamos la certeza de yue los sucesivos resultados del proyec- to facilitarán a investigadores, e interesados en general, la con-

sulta y el estudio de documentos orales significativos para la com- prensión de elementos tan im- portantes en nuestra identidad cultural como son, según deno- minación acuñada por el propio Fernando Ortiz, los factores h u - manos de la cubanidad.

De esa forma, una sistemáti- ca integración del rigor científi- co investigativo con las nuevas tecnologías de información nos permitirá ofrecer -en contraste con la actual proliferación de rea- lidades virtuales y siniulacros interactivos- el acceso directo a mensajes humanos originales y valiosos por su letra y espíritu. C

-

The Hispanic Memory in Cuba through the Oral Testimony of Spanish Zmmigrants

A synthesis of "Archiuo de la palabra: españoles en Cuba" (Oral Archives: Spaniards in Cuba) is presented. Basic elements on the methodology arid scope of this project-focused on the ethnotexts resultingfrom interviews with persons representing the periods and origin regions that typify the imrnigration flow from Spain to Cuba-are included.

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España

GUSTAUI BUENO - -- - Filósofo y ensay ista. Destacado

pensador d~ las ciencias sociaks

En España.

GUSTAVO B U E N O

España y América

LLZS complejcts unidud e identidad de los pueblos que componen lu Aindiicu Lutinu, con su rnultil~licidatl étnica, culttrs~zl y política, son u i i~ iL izudu~ u trcivds de fundarneiitules conceptos sinulógicos e idógicob. S e establecen coordeiiadas y puradigmas histó~icos en lu ~ » r i f o r r n ~ i ~ i ó n y ~ ~ n ~ t r t i ~ ~ i B n de estus riuciones dentro de la cornt~nidud /ii.spLít~icu.

l . "Aniérica" es un término geogrAficariieiite bien delimitado pero culturaliiiente confuso y os- curo. Aniérica comprende no sólo la Aiiiérica aiiglosajona, sino tam- bién la "Aniérica latina"; las pro- pias denominaciones geogrhficas (América del Norte, Centroamé- rica, Aniérica del Sur) tarnpo- co son enteramente neutras. La expreaih "América del Sur" se define geogrifica y culturalniente fi-ente a Norteamérica o Aniéri- ca del Norte; pero Sur y Norte aon conceptos relativos, depen- dientes del paralelo que se esco- ja como referencia. "Aniéricli del Sur", respecto del paralelo 30 Nor- te, es un témiino geográfico que tiene voluntad de neutralidad ideológica, aunque de hecho tam- poco la alcance: siempre habrá que preguntar por qué se escoge

el paralelo 30 Norte (o bien, para tomar una referencia más intuiti- va, el río Bravo). Tampoco aon enteramente neutrales deiioiiiina- ciones de cuño geográfico, tales colmo "Cono Sur". Sin embargo, estas supuestas neutralidades geo- gráficas pretenden alzarse frente a denoininaciones tales como "América latina", "Iberoainérica" o "Hispaiioamérica". Como bien es sabido, cada una de estas de- noiiiinaciones tiene un cuño ideológico de origen bien deter- minado y inuy estudiado. "Amé- rica latina" fue denominación impulsarla, si no acuñada (Artu- ro Ardao la remontaba a I502), por la Francia del Segundo Ini- perio, en ocasión de la promoción del emperador Maxiniiliano de México (que ignoraba n la sazón el español), y tenía la fiincionali-

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dad de englobar a los países de habla española, portuguesa y francesa, diferenciándolos de los países de habla inglesa. Pero amér rica latina^' ya no era un con- cepto superponible a "América del Sur", porque el Canadá francó- fono forma parte de la América del norte geográfico. "Iberoamé- rica" se ajusta casi "como el guan- te a la mano" a la América del Sur, al incluir al Brasil, de lengua portuguesa. Pero tampoco "His- panoamérica" se aleja mucho de este ajuste, sobre todo si "Hispa- nia" se entiende de forma que englobe a Por t gal, como ocuma en el siglo de Camoens.

Sin embargo, la cuestión que nuestro rótulo geográfico susci- ta, es la cuestión de la unidad y de la identidad de este comple- jo de pueblos, naciones étnicas y naciones políticas que viven en América al sur de paralelo 30 Norte; es decir, la unidad y la identidad de la inmensa ma- yoría de los pueblos y naciones que constituyen la América la- tina, que son los pueblos que, junto con España, constituyen la "Comunidad hispánica". 2. Hemos de comenzar precisa- mente por la distinción entre las ideas de unidad y de identidad. Ninguno de estos dos términos es unívoco. "Unidad" tiene dos acepciones principales: la acep- ción isológica (de isos = seme- jante, análogo, aunque sin comunicación mutua directa: la unidad que media entre los di- ferentes átomos de carbonos pre-

sentes en nuestra galaxia) y la acepción sinalógica (de synalaxo = juntar, casarse: la unidad que media entre los electrones, pro- tones, neutrones, etcétera, de cada uno de aquellos átomos de carbono). La clase de los "pro- letarios" de los diferentes países capitalistas durante el siglo m gozaba de una unidad isológi- ca; el lema del Manifiesto comu- nista, "Proletarios de todos los países iuníos! ", pretendía -pue- de decirse- transformar esa uni- dad isológica en una unidad sinalógica.

En cualquier caso, la idea de unidad (de una multiplicidad) se cruza con la idea de totali- dad. Las totalidades atributivas suponen unidades sinalógicas (aunque éstas no excluyan mo- mentos de unidad isológica); las totalidades distributivas pueden darse en el contexto de la uni- dades isológicas no sinalógicas.

"Identidad" también tiene muchas modulaciones, pero en ningún caso utilizaremos el término "identidad" como si tu- viera un sentido exento o sus- tancialista, como pretenden quienes lo utilizan en expresio- nes como las siguientes, que sue- len figurar en las pancartas de las manifestaciones públicas: "Defendamos nuestra identi- dad." "Identidad" es un térmi- no sincategoremático, que sólo alcanza significado preciso cuando va incluido en sintag- mas de forma genitiva ("identi- dad de religión", "identidad de

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raza", "identidad de lengua", "identidad de cultura", "iden- tidad de proyecto", "identidad de nacibn", ...). Por ello, la iden- tidad implica siempre algún tipo de unidad (isológica o sinalógi- ca) . En cualquier caso, habrá que distinguir sobre todo entre

' las identidades "esenciales" (que corresponderían al griego isos) e identidades "sustanciales" (que corresponden al griego autos).

La unidad isológica, vincu- lada a la identidad esencial, no garantiza la unidad sinalógica (salvo para quien practica la magia homeopática). Pero la unidad sinalógica de una mul- tiplicidad puede expresarse o tnanifestarse en identidades materiales muy diferentes. La unidad sinalógica de la "estruc- tura" constituida por dos barras o largueros metálicos paralelos, soldados por travesaños parale- los entre sí, y perpendiculares a las barras, se mantiene aun cuando las identidades que tal estructura pueda alcanzar sean muy diferentes: si los largueros se mantienen paralelos al suelo y fijados a dos postes alcanza- rán la identidad de una verja; si los largueros se sitúan perpen- diculares al suelo, o inclinados en él, apoyados en una pared, la estructura adquiere la iden- tidad de una escalera. Las co- nexiones ent re la identidad material y la unidad son muy intrincadas. Por ejemplo, la uni- dad sinalógica de una multipli-

cidad dada de términos puede ser accidental, aunque entre ellos medie una identidad esencial y recíproca; pero no es éste el lugar oportuno para analizarlas. Ncs remitimos a nuestro artículo "Predicables de la identidad" (B Basilisco, no. 25, 1999, pp. 3-30) y a nuestro libro Espafiu frente u Europa (Barcelona, 1999). 3. La gran variedad de concepcio- nes ideológicas de la "América del Sur", variedad aparentemente caó- tica, puede, sin duda, ser clasifi- cada a partir de muy diversos criterios.

Nos ha parecido que uno de esos criterios puede ser precisa- mente el constituido a partir de algunas composiciones de cier- tas modulaciones de las ideas de unidad "sinalógica" y de identi- dad de las que acabamos de ha- blar, y que este criterio, sin perjuicio de su naturaleza emi- nentemente lógico-material, penetra muy profundamente en concepciones de América del Sur que aparentemente nada tienen que ver con los concep- tos lógico-materiales.

Partiendo, como cuestión de hecho, de la multiplicidad de los pueblos, naciones o estados que constituyen la clase "América del Sur" como unidad sinalógi- ca, podemos distinguir dos gran- des tipos de concepciones según la natura1e:a de esa unidad si- nalógica se entienda bien como una superestructura accidental a la misma unidad sinalógica (A), o bien como un componen-

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te estructural, o acaso infraes- tructural, de los propios térmi- nos de esa multiplicidad (B). Por otra parte, cada uno de estos ti- pos de concepciones, según la unidad considerada, admite di- ferentes modos de entender la identidad entre los términos, ya que mantienen relaciones de parte a todo, atributivo o distri- butivo. 4. Combinando las alternativas que resultan de la composición de estos criterios lógico-materia- les, obtendremos una taxonomía de la que solamente expondre- mos sus líneas generales, a título programático. Se trata, en efec- to, de dar cuenta de un proyecto de investigación orientado a ana- lizar el abundantísimo material disponible no solamente institu- cional, económico y político, sino también literario, procurando siempre enmarcar o relacionar las obras filosóficas o literarias con los acontecimientos económicos y po- líticos pertinentes. A. Concepciones de la Améri-

ca del Sur que presuponen la naturaleza superestructural (accidental) de su unidad. (1) Alternativa de los modelos nacionalistas de identidad. Las características constituti- vas de esta alternativa se ma- nifiestan en instituciones o procesos, tales como las Cons- tituciones de las Repúblicas americanas que surgieron tras el desmembramiento del Im- perio hispánico, en la medida en que se orientaron hacia el

nacionalismo radical. En esta línea habría que poner tam- bién, por ejemplo, la política de expropiaciones de las com- pañías petrolíferas extranjeras (México, 1938) ; la nacionali- zación de los ferrocarriles ar- gentinos (en 1948). Entre los pensadores que pudieran ser adscritos a esta primera alter- nativa cabría citar la figura del mexicano Samuel Ramos (1897-1959) y al propio José Gaos (1900- 1989), quien, sin pe juicio de ser español (astu- riano, de Ablaña) , identificó su pensamiento con el pensa- miento mexicano. (2) Alternativa de los modelos inter-nacionalistas (universa- listas o cosmopolitas, en cuanto a sus términos a quo) de identidad. Distinguimos cuatro versio- nes de esta alternativa: a. Versión anarquista. Liber- tarismo latinoamericano de Plotino C . Rhodakanaty (1832- l885), "regeneración social" (El Combate, México, 1877). También cabría in- cluir en esta rúbrica a la pro- pia revolución mexicana de 1910 y su emblema: "Tierra y libertad". Experimento de "La Cecilia" (Argentina). b. Versión marxista tradicional. Víctor Raúl Haya de la Torre (18%- 1979) y el APRA (Perú) ; Eli de Gortari (México) ; Juan Bosch (República Dominica- na); marxismo cubano (Pablo Guadarrama) , etcétera.

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~ND¡G€NA OUlCH€

EN- PARTICIPA EN CA DANZA

M CA CONOUISTA TOMADO os Las RAZAS HUMANAS.

PUEBLOS AMERICANOS. INSTINTO GALCACH. BARCELONA. 1997.

P. 598.

c. Versión positivista o uniuer- saiistu, en general. Juan Bau- tista Alberdi (1810-1884, Argent ina) . Vaz Fcrreira (1862-1958, Uruguay) y su Fcrnientario (Obras comple- tas e n 25 volúmenes); su "saxonismo" deja de lado tra- diciones espaííolas. d. Versión humanista o existen- cudista o persm~lista. Antonio Caso de Andrade (1883- 1946) y Ln existmicin como eco- nomía, coino desinterés y como c c i M (1919 y,1943); el argen- tino Miguel Angel Virasoro

(1900- 1966) en su oposicicíii entre ~ imieúd frente a angtis- tul; el peruano Alberto Wagner de Reina, con su eclecticismo aristotélico católico heidegge- riano; Francisco Larroyo y su personalismo crítico, de corte neokantiano. Alejandro Korn (1860- l936), que fluctúa en- tre las posiciones del niarxis- ta relapso y del soci a 1 ' ista kantiano. Cabría incluir aquí acaso a la corriente represen- tada por Raúl Foriiet-Betan- court, Filosofía intercultur~il (México, 1944).

B. Concepciones de la AmCrica del Sur que presuponen la naturaleza estrzicttiral (eseti- cial) de su unidad. B1. La identidad de Améri- ca del Sur se superpone a su unidad, en cuanto constitu- ye un todo atributivo. ( 3 ) Altern~itiva stidamericanis- ~ L L (en el límite, iidigenista: "Indoam6rica", cle Haya de la Torre, 1961). Entre las ins- tituciones que, al menos por modo ejercido, ~udiera i i ser adscritas a esta alternativa, citamos: Conferencia de San- tiago de 1959 (zona de libre cambio: Argentina, Brasil, Chile, Uruguay); Coiiferen- cia de Monte\~ideo, 1959- 1960; Tratado de Asunción (Mercosur, 1944) ; 111 (Insti- tuto Indigenista Interame- ricano); CREFAL (Centro de Educación Fundamental para el Desarrollo de la América Latina), citado sin perjuicio

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de que esta institución está auspiciada por la UNESCO y por la OEA, que se inser- tan mejor en las alternativas (2)d y (4) respectivamente. Entre las corrientes filosófi- cas que podrían adscribirse a esta alternativa, citaríamos, ante todo, a lo que suele de- nominarse "bolivarismo", ya que comprende no sólo el proyecto de una "Confede- ración andina", sino también el de una "Anfictionía" de todos los países hispanoame- ricanos. También a Enrique Rodó (1871-1917) por su Anei (1900), símbolo de una civilización nueva de raíces grecolatinas y cristianas, pero recuperadas y enrique- cidas por la totalidad de los países de América latina, en- frentada a Calibán, símbolo de la civilización materialista encarnada en los Estados Uni- dos de América del Norte. José de Vasconcelos (1882-1959) y Lu raza cósmica (1925): aun- que universalista o "cósmica1', en cuanto a su término ad quem -como los modelos de la alternativa (2)-, se diferencia de ellos porque el término a quo propuesto no es represen- tado como algo previo a la rea- lidad de Iberoamérica, sino que se constituye a partir de ella, en una "Universóplis" si- tuada cerca del Amazonas. Leopoldo Zea (América como conciencia, 1953; Discurso des- de la marginación y la barba-

rie, 1968, que subrayanlos va- lores occidentales en banca- rrota y una nueva autoctonía, que no es la precolombina, ni la occidentalista) , Félix Schwart- m, El sentimiento de lo hu- mano en América (Santiago, 1953), etcétera. También la llamada "filosofía de la libe- ración": Enrique Dussel, Filosofía de la liberación (Méxi- co, 1 977), Horacio Cerutti, Filosofía de la liberación latinoa- mericana (México, 1983), con su metáfora del colibrí frente al búho hegeliano; Josef Es- termann, Filosofía andina (Quito, 1998) y su "pachaso- fía", etcétera. BZ. La identidad de Améri- ca del Sur se aplica a su uni- dad, ya que es parte de un todo atributivo "orgánico" (una "Sociedad", una "Civi- lización",...). (4) Altemativa panamericanis- ta: América del Sur es parte formal del continente ameri- cano. George Washington en su "Discurso de despedida de la Presidencia" (1797), en el que fija el continentalismo panamericano como horizon- te de la política de los Estados Unidos de América; James Monroe (1823) y su política de no interferencia (a partir de 1889-1890, Primera Con- ferencia Panamericana, toma cuerpo la ideología paname- ricanista, según la cual todos los países del continente son iguales entre sí). Tratado

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Americano de Asistencia Re- cíproca. Esta alternativa toma fuerza tras la Segunda Gue- rra Mundial: TRIAR de Río de Janeiro (1 947) ; Conferen- cia Interamericana de Bogotá (1 947) ; PAM (195 1) ; Escuela Militar de las Américas (Pa- namá, 1954) ; Conferencia In- ternacional de Punta del Este (1961) y la OEA. La corrien- te filosófica principal adscri- bible a esta línea sería la filosofía analítica anglosajo- na, con fuerte implantación en México y otros países. (5) Alternativa occidentalista. América del Sur es parte for- mal del continente europeo. Abundantes fundamentos históricos, a partir de la Ilus- tración o de la Revolución Francesa. Esta alternativa quedará reflejada en impor- tantes instituciones culturales o en relaciones comerciales o académicas de América del Sur con Francia o con Alema- nia. Entre las corrientes filo- sóficas adscribibles a esta alternativa, cabría citar el "saxonismo" de Juan Bautis- ta Alberdi; la ideología del argentino Sarmiento en su Facundo; la perspectiva del cubano Alejo Carpentier. También muchas ideologías inspiradas en gran parte por Ortega y Gasset (que también inspiró muchas alternativas americanistas) : citaríamos a las encabezadas por Francis- co Romero (Filosofía de la per-

sona, 1944; Teoría del hombre, 1952) o por Ernesto Mayz Vallenilla. (6) Alternativa hispanista. Amé- rica del Sur es parte formal de la Comunidad Hispánica. Abundantes fundamentos his- tóricos, desde el siglo XVI has- ta el exilio español de 1939 y años posteriores. Las naciones americanas, sin perjuicio de su nacionalismo, pueden con- cebirse como que forman par- te de un mismo tronco, cuyas raíces son tanto hispánicas como indígenas. Muchas instituciones podrían citar- se como reflejo de esta al- ternativa, por ejemplo, las denominadas Cumbres Ibe- roamericanas iniciadas e n Guadalajara (199 1). Podrían incluirse en esta alternativa muchas ideas de Martí ("In- jértese en nuestras Repúblicas el Mundo; pero el Mundo ha de ser el de nuestras Repúbli- cas"); su defensa de la len- gua española como propia de "Nuestra América" frente al inglés "de la bestia", etcéte- ra. También, como clásicos, Alonso de la Veracruz (1504- 1584), Tomás de Mercado y Antonio Rubio. Posterior- mente, el mexicano Alfonso Reyes (1889- 1959) ; Eduardo Nicol (El problema de la filo- sofia hispana, 196 1) ; Octavio Paz, Juan Carlos Onet t i , Mario Benedetti ... También la idea de "América indoliispa- na" de Sandino. Dentro de

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esta alternativa, nuestro Pro- yecto Filosofía e n español (www.filosofia.org) .

5. La taxonomía de concepcio- nes de América, al sur del para- lelo 30 N, tal como la acabamos de esbozar, es sólo un programa de investigación que requiere urgentemente desarrollos tanto en lo que concierne a la con- ceptualización de las diversas al ternat ivas que comprende (y e n esta conceptualización se- rán decisivas las confrontacio- nes mutuas) como e n lo que se refiere a los "materiales" (insti- tuciones; relaciones políticas, académicas y comerciales; obras literarias, artísticas o filosóficas) encuadrables e n ellas. Cada uno de estos materiales requie- re un análisis y discusión espe- cial (pongamos por caso, la discusión e n trono al Ariel d e Rod6 por "arielistas" y "antia-

rielistas"); pero en todo caso la alineación de cada material con otros materiales de su alterna- tiva, o su enfrentamiento con materiales asignados a otros di- ferentes, permitirá profundizar en la naturaleza dc afinidades más o menos ocultas entre los disjecta membru o las dis takias más o menos explícitas entre otros muchos materiales.

En cualquier caso, conviene subrayar que la importancia de la taxonomía ofrecida, si la tiene, reside en el carácter exhaustivo de sus alternativas, en el hecho de que cualquiera que neccsitc o quiera formarse un concepto fi- losófico de la América Latina ten- drá forzosamente que escoger entre algunas de las alternativas propuestas, y no tendrá libertad para inventar una nueva, por mucho poder creador que atribu- yanios a su entendimiento. C

Spain and Lutin America

Through fundamental isologic and synalogic concepts, the complex singleriess and identity of the peoples integrating Latin America, with their ethnic, cultural, and politicul diversity, are analyzed. Guidelines and historical parudigms in the formation arid developmerit of these riutions withiri the Hispunic community are established.

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ALEJANDRO CALZADA

Nunca antes la imaginación de un clérigo se había puesto tan a prueba hasta que el padre Fran- cisco Vigil de Quiñones, párro- co remediano, tuvo que inventar una fórmula mágica para hacer que sus feligreses asistieran a las misas de Aguinaldo, celebradas cada año del 16 al 24 de diciem- bre, en las frías noches del siglo XIX. Quizás estábamos asistien- do a un hecho más de la glorio- sa pelea contra los demonios que lidiaron los remedianos por aquellos tiempos y que les hizo -y les hace- perder el sueño por estas fechas.

La ingeniosa y acertada idea del padre "Francisquito", que simplemente consistió en reunir a un grupo de hambrientos mu- chachones e incitarlos a reali- zar ruidos atronadores por los barrios remedianos, dio como re - sultado que su interés por que se cumpliera su acto de fe reli- giosa también despertara a los "demonios" alojados en las cue-

AL~ANDRO .. ... -- CALZADA vas de El Boquerón y salieran a Estudiante de poseer a las inocentes almas de

Artes Plásticas, los criollos blancos, negros y Supsrior ds Arts. mulatos y de los españoles habi-

tantes de la depauperada villa de San Juan de los Remedios.

Fue así como, a partir de ese momento, los remedianos co- menzaron a reunirse en la Plaza de Armas para dar $rma a una manifestación que, aunque se la compare con otras, tiene aristas que la diferencian sustancial- mente de las demás fiestas tra- dicionales de nuestro país.

Así, las numerosas pandillas que representan los barrios principales existentes en la vi- lla, se unieron en sólo dos: el Carmen y el San Salvador (ac- tuales contrarios). Los ruidos de los fotutos, latas y matracas que despertaban a los ciudadanos, adoptaron armonías extranjeras \ que ya sonaban melodiosas a los oídos de los remedianos y más tarde se convirtieron e n him- nos de "guerra y confrontación", culturalmente hablando.

Los diminutos arcos de triun- fo -pequeñas construcciones de madera- rompieron sus modes- tas proporciones y comenzaron a llamarse "trabajos de plaza", para iluminar el espacio dedicado a reverenciar la memoria de Isa-

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be1 11. Los también incipientes "carros triunfales" -en realidad, carromatos adornados- evolucio- naron hasta convertirse en ca- rrozas, hoy imponentes conjuntos escenográficos sobre ruedas que, junto con los fuegos pirotécnicos, faroles, insignias y banderas, com- pletan las ofertas sensoriales con las que compiten en enardecida lucha el Carmen y el San Sal- vador.

Hoy ya nada ata a la Iglesia con estas celebraciones que se han convertido en paganas, aun- que estos bandos conserven los nombres de su fuente originaria: las ermitas que estaban ubicadas en esos barrios de la ciudad.

Los desafíos, los retos, el hu- mor agresivo, las ironías y los sarcasmos, propios de la contien- da cultural, han dotado a esta manifestación de arte popular de los ingredientes necesarios para que primero los remedianos y des- pués los caibarienenses, vuelte- ños, camajuanenses y zulueteños organicen año tras año este es- pectáculo que tiene, como indis- pensable protagonista, a todo el pueblo.

En su artículo "Un teatro to- tal popular en las parrandas remedianas" ha dicho el inves- tigador cubano Ramiro Guerra, él mismo observador participan- te en las parrandas:

Si entendemos por espectácu- lo toda aquella correlación de elementos que conllevan a una comunicación sensorial a través de signos plásticos,

musicales, danzarios y litera- rios que se mueven en un espacio determinado, el cual puede ser desde el estrecho escenario hasta las amplias plazas públicas, o aun una sección de la ciudad, en el transcurrir de un tiempo que camina al unísono con los acontecimientos teatrales que se ofrecen, encontramos que las parrandas pueden ubicarse perfectamente e n ese concepto de espectáculo, al cual agregamos el adjetivo de total por la utilización de elementos capaces por sí mis- mos de constituir una atrac- ción espectacular y que aquí se entrelazan, se dosifican, se superponen, se complemen- tan, se hacen subrayantes unos de los otros, para lograr un juego festivo de fuerte impacto y participación viva de los elementos activos del hecho teatral: el público y la oferta sensorial. Si aún el vocablo folklore

sigue siendo objeto de contro- versias al clasificar algunos es- tudiosos de "no cultura" el arte popular tradicional, sería pro- vechoso valorar las parrandas, consideradas como un indis- cutible hecho cultural, desde una óptica más abierta. Para ello me apoyaré en los crite- rios anteriormente citados, los cuales ofrecen una idea abar- cadora del fuerte impacto visual y emocional que causa al espec- tador -sobre todo al visitante-

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la esperienciti de una noche de parranda.

Para niuclios el fencínicno ter- iniria el día 25 cle diciembre, a las siete u ocho de la niaiiana, en dependencia de cuántlo los olado do res, morteros y artificios pirotécnicos dejen de cstrenie- cer los ciinientos de la ciudad, y los siiiipatizantes más fieles se retiren a sus hogares a clescan- sar despuírs de haber "recorrido el triunfo" de su barrio. Sin em- bargo, sil repercusión va mucho más al15 y sc refleja en i-riúltiples espacios físicos y espiritiiales. Por s6lo citar iin ejemplo, hablare- nios de los interiores de las casas de las ciudades donde se cele- bran parrandas. Si miramos con detenimiento, descubriremos objetos qiie si bien no pertene- cen al conglomerado conipositivo de la casa cubana -barroca por

EL AUTOR M ESTE 1 ARTICULO PINTANDO EL

GALLO. SIMBOLO M F SAN SALVADOR. - ---.

tradicicín-, sí forman parte de o t ra especie d e producción artesanal, no industrial, eniplea- da en las carrozas parranderas.

Pero aquí no termina el im- pacto. Ante un hecho teatral o espectacular, todo sujeto recep- tor asunie el ac to a partir de cómo se presenta ante él dicho suceso. Para e n t e n d e r es te proceso es imprescindible esta- blecer comparaciones entre iiia- nifestacioiies sirnilares, y en este caso lo liaré con el carnaval, pues es el más universal de los ritos sociales que implican a una comunidad entera.

Primero voy U establecer las semejanzas. Comenzaré por su

a l O S 0 origen, que taitibién es reli,' (incluso e n niuchos países ac- tualmente su realización depende de las fechas de estas celebra- ciones). En Brasil, por ejemplo, la fecha del carnaval se calcula cada año cuarenta días ante de las Pascuas, lo cual indica la entrada e n el período de Cua- resma. Estos festejos se realiza- ron por los colonizadores desde el siglo xvr. Ot ra similitud ini- portante que guardan estas nia- nifestaciones con la parranda es que durante su celebración los participantes se abandonan al disfrute de la fiesta, al goce he- donista d e los sentidos, y por brevísimo tienipo "olvidan" sus roles sociales. En lugares como Venecia, el hecho de ocultarse tras un disfraz o una niáscara supone un proceso de desdobla- niicnto: se busca esconder la

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CPRmZA LE PARRANDA

habitiiiil imagen para dar rien- da suelta a los instintos con otra apar ienc ia , tina especie d e tr;ivestisnio social. Pero la prin- cipal coiiexión existente entre estas fiestas es la situación de iniplicación total e n ellas d e todo el que se encuentre en los predios donde se celebran, in- cliiso del individuo que se Iialla en la postura d e "observador- particip;inte", si está d e visita por priiiiera i7ez.

Ya decíaiiios que la parranda es una celebracicín que se ubica en una fecha específica, cl 24 de dicienibre, respetando así la idea originaria. A este tipo de ubica- ción temporal pertenecen taiii- bién las fallas d e Valencia, nacidas d e la conmemoración por el día de San Jos6.

Es hecho conocido que las celebraciones carnavalescas fueron traídas por los coloniza-

dores, y en América est ' an ca- racterizadas por la fiisión de va- rias culturas. No solaniente se constata en la niezcla de la cul- tura aborigen con la europea, quc sería una primera f6rinula; una segunda es la de la cultura europea con la africana (Brasil, Cuba, Trinidad y Tobago), pero además ocurrió la niezcla entre tradiciones y iiiudos de Iiacer de diferentes lugares de Europa, que a su vez se funden con las ya nieiicionadas. De ese "ajiaco" nacen los ritos socialcs ameri- canos, que en la niayoría de los casos ganan e n expresividad y crcatividad con respecto a sus antecedentes del Viejo Mundo.

De una iirdinibre similar na- ci6 la parranda, auiiqiie no exhi- be un conten ido afr icano lo suficienteniente suculento para establecer nexos inás estrechos con el carnaval, ni siquiera con el santiaguero (el nirís cercan); sí caben mencionar vínculos es- téticos (aunque tampoco estre- chos) c o n o t r a impor t an t e celebración de nuestro país: las charangas de Bejcical, espec- táculo que se organiza a partir de la rivalidad de dos bandos y cuyas ofertas sensoriales adcliiie- ren un relevante nivel de elabo- ración, siempre en funci6n de la sorpresa visual. Pero superado este momento de indudable tea- tralidad, las cliarangas asumen los códigos carnrivalescos que implican la enibriaguez en la sen- sualidad y el disfrute en las con- gas o fiestas callejeras.

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Las parrandas -como rito fol- klóriccr sintetizan en su celebra- ción influencias que insisten más en el contenido hispano de nues- tra idiosincrasia. Sin embargo, sería un error apuntar una falta absciliita de aportes africanos o chinos. De 1850 a 1871 los ocho barrios iniciales se convirtieron en dos, los cuales serían capita- neados por simpatizantes de ori- gen español, Juan Celorio' y Cristóbal Gilí, lo que sustenta el criterio de que el impulso origi- nal estuvo rectoreado por penin- sulares, quienes impusieron hacer y costumbres. Otra rela- ción importante que se mencio- na son los pasos religiosos de las procesiones de Andalucía y sus representaciones dentro del rito.

¿Qué sucede con la parran- da? Su despliegue estético tiene

- - - - -- - - - - - - ' "YO no he visto pueblo más dado a las costumbres que Remedios. Allí todo

era por manía. ;Y cuidado con incumplirlas! Durante las fiestas el deber de todos los remedianos era ir y divertirse. Y en Semana Santa el que no anda- ba creyendo en religión se le tomaba por traidor. O decían que tenía a Sata- nás detrás. Naturalmente que eso era entre ellos, porque a los campesinos

no les decían nada. Ellos iban a la iglesia y a las fiestas por lo que tenían de religiosos. Los padres obligaban a los hijos a rezar y cantar en las misas,

por las calles. Uno veía a esos hombres grandes cantando y daban risa de lo mal que lo hacían. Se paseaban las calles vestidos de negro, con velas y

libros en las manos. Las mujeres ricas llevaban en la cabeza unas cosas grandes como un peine que se abría y tenía agujeritos. Lucían bonitas.

"Antes los hijos no se gobernaban por sí solos. A los veinticinco anos eran que podían decidir algunas cosas. Los padres los tenían bajo su dominio.

Por esa razón todos iban a la iglesla y rezaban. Así pasaba igual en el pue- blo que en los campos.

"Hab[a un tipo allí que no era muy amigo de la iglesia. Se llamaba Juan Celorio. El reunía a los niños cada vez que habia fiestas y también los do-

mingos. para entretenerse. Era asturiano y dueño de un bodegón. Cuando los niños llegaban. él para atraérselos, les daba dulces, café con leche, pan con mantequilla y todo lo que ellos pedían. Les hablaba mucho. Les decía que en vez de ir a la iglesia habia que divertirse. Los padres se enfurecían con él y

no lo podían ver ni pintado. Celorio tenía buen carácter. Los chiquitos cada vez que tenían una salida se iban a verlo para comer. Entonces Celorio les

daba latas, hierro, picos. rejas y tarros de buey. Unos tarros que se picaban en la punta y se rellenaban de cera en la boca. Se adornaban con plumas de

guanajo y se sonaban por la misma punta. El escándalo era vigueta. Asi, con aquellos ruidos y aquellas latas. Celorio organizaba procesiones por el

pueblo. Mucha gente se unió a ellas. El que mas y el que menos buscaba di- vertirse. Ahí empezaron las famosas

parrandas." Miguel Barnet: Biografía de un ornarrón, edición 30 aniversario, ed.

Academia, La Habana, 1996, pp. 133-134.

conio pilares fundamentales la representación y la compctcncia.

Los trabajos de plaza fueron primero "arcos de triunfo", construcciones artesanales de madera y cartcín que se uhica- ban en la Plaza de Armas frente a la iglesia parroquia1 mayor. Luego se decidió que cada uno tomara el lado opuesto dentro de la plaza; así el Carmen con- tinuó cerca de la iglesia, y el San Salvador al otro extremo, junto al hotel Mascote. Por entonces se les llamaba trabajos de plaza y cn las noches se iluminaban con bengalas blancas hasta la llega- da del bombillo eléctrico, que tomó mayor protagonismo.

La ubicación de estos ele- mentos en la plaza se acerca a la intención valenciana de Ile- nar de fallas las plazas principa- les de la ciudad. El sentido alegórico de los mismos, la re- presentación -en principiu- de una construcción conocida uni- versalmente, es otro punto a te- ner en cuenta en la semejanza de ambas celebraciones. Pero como he dicho antes, la parran- da es una fiesta formada a par- tir de transculturaciones que derivan en un producto genui- no y original. Actualmente el trabajo de plaza evoluciona ha- cia formas cada vez más abstrac- tas; su sentido alegórico es un pretexto para el despliegue o el virtuosismo de la luz y la carpin- tería, subvalorando así la deco- ración o el atrezo, que en épocas anteriores jugaron un papel im-

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portniite en la concepción de los ~iiisnios. Los trabajos de plaza se "encicnclen" cuando llega la no- che del día 24 con miles de bom- billas que a r t icu lan formas inusitadas, planos de vivos co- lores detrás de grandes paños de tela hlancti, papel alba y nylon, lo que constituye el resultado de largos años de esperinientaci6ii y oficio.

La carroza es el elemento es- TRABAJO DE PLAZA pectacular 1n6s difundido -iun-

to a los fuegos artificiales- en los pueblos que realizan parrandas. Es el que niás ha evolucioni-ido, furida~iientaliiie~~te porque cada espacio tiene sus propias cnrac- terísticas geogr5fcas y culturales que condicionan la elaboracicín; incluso la concepción estí.tic;~ t011111 peculiaridades que las Ji- ferencian regionrilriiciite, las cua- les ni5s tarde se coniciizar6n a legar de una región ri otra. En muclias ocasiones se Iia dcfini- do la carroza de parranda coiuo "construcci6n artesanal esciiltó- rica", lo cual hace pensar en un conjunto o riiontículo de cle- nientos organizados. A mi jui- c io, la más ace r t ada es la definición d e Raniiro Guerra, que alude a ésta conio un "re- tablo vivo", orgliiiizado espacial- mente para desplazarse e n u11 nioniento dado. lo que lo dife- rencia de un escenario teatral propiainente dicho, del cual se tiene una visión niás o nienos frontal. El escenario d e la cn- rroza tiene una coi icepcih tri- diiiiensional, lo que quizás haya hecho pensar ri los investigado- res e n su sentido esciiltórico. Espera público en todos los puntos de observaciím, y 10 principal: espera personajes en todos los espacios previstos a Ir) largo y ancho de su esteiisicín. Persona- jes codificados para un;] historia codificada, seleccionada, estudia- da para sacar cle ella los mejores resultados expresivos dentro del espectáculo. Esta es una de las principales características que

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FIGUW V E S ~ D A PARA LA CARROZA.

diferencian notablemente a la parranda del carnaval y, sin duda alguna, de las fallas: su sentido simulativo, su constante a f h de aproximación a lo origi- nal, lo cual contrasta bastante con el sentido parcídico-c6mi- c o de los demás ritos sociales mencionados.

Interesante sería preguntar- nos por qué la construccicíi-i de carrozas se l-ia difundido mrís que la de trabajos de plaza. Muchos apun tan la5 coridicionai-ites geográficas de los distintos pue- blos, pero me parece mucho más convincente el hecho de que la participación popular -en cali- dad tanto de espectador como de c~nstructol-- es más concreta en la carroza y exige mayor número de equipos (carpinteros, decora- dores, vestuaristas, electricistas, atrecistas), mientras que el tra-

bajo de plaza s0lo necesita de tres equipos fundamentales (carpin- tero, electricista, decorador), sin dejar de mencionar que el desf- le perfornidtico de la carroza ad- mite figurantes, que en miichos casos rebasan las cincuenta per- sonas. Ot ro motivo pudiera ser que todavía en estos tienipos la carroza argumenta su espectácu- lo dentro de los patrones euro- centristas de la historia del arte universal, aludiendo a figuracio- nes altamente conocidas dentro del repertorio ideoestético de la gran masa "receptora".

Esto da pie a otra reflexión acerca de c6mo ha sido aborda- do, en las propuestas sensoria- les, el tema negro dentro de la parranda. Se pudiera contar con las manos su aparicicin en la his- toria parrandera de Remedios, Cainajuaní, Caibarién, Zulue- ta... para no exagerar. Quizás la ausencia se relaciona con el ori- gen espaliol de la festividad; también supongo que antes de 1959 el tema se vería afectado por prejuicios raciales. De cual- quier manera, el resultado es que el tema negro no es bien digerido por la masa de espec- tadores educados en el gusto por el esplendor de las cortes euro- peas, la mitología clásica o el exotismo del mundo árabe o chino; lo más interesante es que hasta la misma población mesti- za d e estos lugares -incluso practicantes dc la religiUn- no se muestra muy entusiasmada cuando su barrio aborda estos

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temas. Otra explicación pudie- ra estar en el hecho de que, cuando han sido tratado, se ha hecho con timidez, sin dominio pleno de todas sus posibilidades expresivas. No olvidemos que todo lo que se haga en parran- da debe estar sujeto a la acep- tación masiva, no sólo del simpatizante sino también del contrario.

Lo africano en la parranda viene aparejado a la música. En Remedios las "polkas" fueron creadas como la música oficial para la celebración, y a pesar de su nombre sería bueno ana- lizar, en otro momento, cuánto hay de europeo y cuánto de afri- cano en su composición. Los instrumentos que ejecutan di- cha "polka" son puramente eu- ropeos; su único e lemento percutivo son los tímpani, con los cuales no sólo se tocan las "polkas", sino que al final de la entrada y para retirarse de la plaza, el barrio ejecuta una especie de rumba que, sin lu- gar a duda, sí presenta conte- nido africano.

La conga es la forma musical que reina en todas las demás re- giones parranderas, ya que la "polka" no se traspoló junto con los demás elementos de la pa- rranda. Esta se utiliza tanto en la parranda como en el "chan- güíl' (eventos que anteceden a la celebración). Sólo en Reme- dios se aprecia esta división en la utilización de los conjuntos; incluso cuando el formato de

conga se funde con los demás ins- trumentos, se les suele llamar "repique".

Si hacemos un recorrido por los pueblos parranderos, consta- taremos una diversidad de cri- terios estéticos que difieren unos de otros en cuanto a color, t e - mas y estructuras. Cada una de las plazas parranderas presenta sus propios patrones: en una se encontrará el gusto desprejuicia- do hacia el colorido, en otras hacia lo blanco, hacia los temas históricos, hacia la fantasía o la originalidad ... Esto depende mucho de la participación de personas educadas o no artísti- camente ; e n pueblos como Camajuaní -en un período de- terminado- coincidieron en la concepción de las carrozas ar- tistas egresados de las academias de entonces y un personal culto o instruido que acataba las ideas estéticas y realizaba los retablos con un nivel de exquisitez propio de escenógrafos profesionales. Pueblos como Vueltas, Cama- juaní y Chambas se educaron en un gusto por los temas históri- cos o variaciones de los mismos; sin embargo, otras regiones no tuvieron esa dicha y sus nor- mas estéticas se formularon bajo criterios de complacencia formal, elementalmente dirigi- da a un repertorio repetitivo y viciado.

También es un error seguir apuntando que las carrozas sólo abordan temas mitológicos, his- tóricos o literarios: sería admitir

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que la creatividad popular está maniatada por un referente icónico. También se registran casos de absoluta creación, con una pertinente organización es- pacial y una perfecta armonía entre sus partes. Las estructu- ras se hacen cada vez más di- námicas y atrevidas -tanto en trabajos de plaza como en ca- rrozas-, y las exuberancias de la luz y el vestuario hacen reflexio- nar, en estos últimos tiempos, acerca de las perspectivas de la teatralidad parrandera.

El fuego es otra de las ofer- tas sensoriales que dinamizan el espectáculo folklórico; exige mayor participación popular: las "entradas" se evalúan a partir de la organización que han te- nido para "tirar" el fuego lo más coherente y lucido posible.

La calidad performática del pueblo está dada por la masiva participación; aunque se definan los artilleros por los sombreros y las pañoletas, el entusiasmo fer- viente y la excitación provoca- da por la pólvora hacen que las últimas "entradas" -muy cerca del alba- todo el pueblo, inclu- so mujeres y niños, participe en el final del espectáculo de su ba- mo en un alucinante juego con el peligro, cuando la vieja plaza de San luan de los Remedios parece sumevida en una calde- ra infernal. Este es otro legado hispano, pues casi todas las gran- des celebraciones de la "madre patria" se hacen acompañar por fuegos artificiales. Aunque no

estuvo en la concepción inicial de las fiestas, bastó una primera muestra en 1880, por parte de los sansaríes, para que su fabrican- te, Manuel Braojos Viana -un español radicado en Nuevitas-, se estableciera en Remedios con su familia, para crear así en 1884 el primer taller pirotécnico de la región central del país. Gracias a Braojos y a la parranda, el co- nocimiento de la confeccicín del arte de la pirotecnia se extendió por toda la zona y cuenta con varios talleres generadores de tan excitante producto.

Hasta aquí han sido analiza- dos, a grandes rasgos, los elemen- tos más espectaculares que conforman el "teatro total" de la parranda; sin embargo, no pue- den dejar de mencionarse los ele- mentos simbólicos que la definen como un rito social codificado: cada bando ostenta su símbolo, su color, su heráldica. En Reme- dios, cuando un barrio hace su "entrada", la hace con todos sus atributos: el San Salvador enar- bola el gallo, sus banderas son azu- les con un triángulo o rectángulo rojo o viceversa, y sus estandartes muestran construcciones o luga- res importantes de la zona que le pertenece; por su parte, el Car- men desfila con el gavilán o la globa -símbolo que otrora perte- neció a su contrario y le fue des- pojad* su bandera es de color castaño como el manto de la vir- gen, con un triángulo rosado, y sus estandartes son alegorías de su temtono o su organización.

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DISENO DE VETUARIO Otra oferta sensorial intere- PmLAPARRANDA sante dentro del arte popular de

la parranda son los faroles, con- fecciones independientes que acompañan a las insignias del barrio y que se hacen general- mente de madera y cartón ador- nado con papeles de colores e iluminados en su interior por ve- las. Hasta ahora no se ha podido determinar su referente más cer- cano; sin embargo, es imposible

dejar de pensar en las linternas chinas que se confeccionan de papel y se iluminan con velas colocadas dentro de ellas. Sólo en una antiquísima crónica de un diario remediano se les llamó < < - taroles chinescos"; por otra par- te, son conocidas las influencias económicas de los comerciantes chinos para la celebración.

Al concluir este acercamien- to podemos constatar que la inigualable plasticidad de la parranda como hecho folklóri- co no puede quedarse en la tras- cendencia "efímera" de su realización performática. Su le- gado a la comunidad se tradu- cirá en normativas estéticas que asumidas por ésta se reflejará en tres actitudes fundamentales: la primera, la aprehensión directa del objeto exhibido en la cele- bración y su conservación den- tro del hogar; la segunda, la traducción de esas normativas en objetos elaborados funda- mentalmente por personas que también conciben las propues- tas artísticas en la parranda (és- tas se objetivan en muebles, marcos de cuadros o adornos realizados con materiales pro- pios de la confección artesanal); y una tercera actitud que no se ve, sino que se expresa en los gustos de este sector, que influi- do por la grandilocuencia y el exotismo de las temáticas esce- nificadas, adquiere un gusto por 10 L L ~ l á ~ i ~ ~ " , lo eurocentrista o académico asociado al brillo y apegado al kitsch.

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Resulta imprescindible des- tacar que la parranda remedia- na -considerada como una de las tres fiestas folklóricas más importantes del país- exige ma- yor atención institucional y ase- soría capacitada. No sólo el tesón y el deseo de "catarsis so- cial" de los remedianos pueden salvaguardar a la tradición de pérdidas irreparables y contami- naciones que atentan contra su carácter genuino. La competen- cia no sólo ha funcionado como parte del espectáculo, sino tam- bién como posibilidad de comu- nicación cognoscitiva, lo que hace a la parranda esencialmen- te diferente. Esta característica, vedada a otras tradiciones, debe despojarse de carnavalizaciones y fetichización que pueden con- fundir el delicado gusto de la gran masa receptora.

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Como ha señalado Roberto Manzano Díaz: "Sólo una acti- tud crítica frente a la cultura popular gobernada por un hon- do descrimen racional que ga- rantice las conquistas empíricas e imaginativas, será auténtica- mente productiva para las gran- des metas de la especie."

Por todo lo anterior resulta tan importante velar por el éxito de un trabajo de plaza o una carro- za, así como preocuparse por que los atributos de los barrios entren y salgan una y otra vez del "es- pacio teatral", para mostrar y con- servar un espectáculo único, articulado por muchas propuestas sensoriales -todas espectaculares e n sí mismas- y por grupos perforrnáticos, actores todos (sólo que sin guión escrito) y dueños de un legado cultural tan anti- guo como la ciudad misma. 6

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SLAVOV, IvÁN. El kitsch. Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1989.

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El 16 de febrero de 1843, el Ca- pitán General Valdés, modifican- do el artículo 34 de su bando de Gobernación y Policía, permite en los campos de Cuba el comer- cio ambulante, prohibiendo a estos comerciantes vender efec- tos ni cosa alguna a los esclavos y operarios de color sino en pre- sencia del mayoral. Estos vende- dores o buhoneros, como les llamaban, debían tener licencia del Gobierno. Que sepamos, éste es cl primer permiso que se les otorga a los vendedores ambu- lantes para ejercer su comercio. Tenenios referencias sobre este tipo de comercio ambulante en Cuba durante el siglo XVI. En ese siglo se vendían de manera am- bulante distintos productos co- mestibles, como casabe, tortillas

.- MIGUEL BARNET

Poda. novdista. de harina, carne inonteada y

Ensauista. pescado. Las negras "mondon- ~ t n t h 1 0 . gueras" se conocían ya e n ese

P r ~ s i d ~ n t ~ d~ la Fundación siglo, y sus gestos característicos

Fernando Ortiz. atraían sobremanera a los niari-

'Estas viñetas que hemos querido incluir en la sección "Imaginario", es- 16n tomadas de un trabajo inedilo de investigación que se titula

"Los vendedores populares de La Habana".

' Esleban Pichardo: Diccionario provincial casi razonado de vozes y ira- ses cubanas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.

1976. D. 431.

nos que pasaban por la ciudad de La Habana. Estas negras ven- dían mondongo o especie de "gui- so con caldo y alguna vianda en pedazos (o sin ellos), siendo lo principal las tripas, panza, callos, libros, etc. de la res".' Este plato confeccionado por ellas era fa- vorito de la soldadesca españo- la, que const i tuía la mejor clientela de estas vendedoras. Tales son las noticias que tene- mos de las primeras vendedoras populares de La Habana.

Las tarifas que hasta la ac- tualidad permiten el ejercicio de este tipo de comercio popular ambulante en toda Cuba, tanto en las ciudades como en el cam- po, comienzan a regir en el año 1908, según los informes del Ayuntamiento.

Ha habido épocas e n nues- tra nación en que la persecución por las autoridades a los vende- dores populares ha sido tenaz, motivando temporales desapari- ciones de estos vendedores e n nuestras calles. Bueno es acla- rar que nos referimos a aquellos vendedores que, con tarifas para ejercer la venta ambulante, se

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establecían en puestos o timbi- riches fijos. O t r a s veces, las menos, había cierta tolerancia y los timbiriclies aumentaban a diario. En los últimos diez aiios -nos relata un informante- la situación se recrudeció hasta hacerse insoportable.

Unas veces permitían el ne- gocio y otras "lo perseguían con violencia, pero siempre ha exis- tido en La Habana una gran par- te de la población dedicada a este comcrcio.

La fuerza tan extraordiiiaria que en nuestra ciudad ha teni- do la venta ambulante se evi- dencia desde hace afios c o n impresiones conio las de un via- jero espafiol, don Nicolás Tanco Arnicro, que argüía en 1861:

En La Habana todo sc ven- de de distintos modos. Des- de que amanece empieza a recorrer las calles multitud de vendedores llevando ca- hallos cargados de todo cuan- to se pueda necesitar. Jamás tocan a las puertas, pero van

EL LECHERO. gri tando d e voz e n cuello

cuanto llevan. Estos hombres tienen su clientela o "case- ras" como allri les llaman a quienes abasteccii de todo. Y n o solo comestibles sino multitud d e efectos que se acostiimbraii.a vender por las calles. En La Habana los "is- leíios " y negros venden ta- rareando y bailando. Lomo veremos, la presencia

de "isleiios" y negros que sefiala Tanco en este comercio, ha sido importante. Tanibiéii los chinos y los "polacos" han jugado i i i i

papel principal en este aspecto de la vida cubana. En los ven- dedores que reseñaremos nitis adelante, veremos la iniportan- cia de estos elementos extranjc- ros en nuestra capital. Es iieccsario aclarar que por "isleiios" coiioce- nios en Cuba a todos los nativos de islas Canarias, y que el t6r- mino "polaco" es genérico y se aplicó a individuos procedentes de distintas nacionalidades eu- ropeas.

EL LECHERO

LJna de las formas comerciales que con carácter máa primario supervivió en La Habana hasta principios d e este siglo fue la venta de leche a domicilio. Exis- tían dos maneras d e llevar la leche a los cl ientes . Una d e ellas, muy criolla, consistía en llevar las vacas directamente a las casas y ordeiiarl?s an te 1,i vista de los clientes. Este era un metodo muy antihigiénico. En

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E L A G U ~ R . el afio 1855 se crearon en la ciu- dad lugares para el estableci- miento de las vacas con el fin de que éstas, en establos limpios y adecuados, se a l imentaran bien, pues al no tener los leche- ros tierras para el pasto, el ani- nial se alimentaba de residuos de comidas. Los establos fijados en esa fecha tuvieron una larga vida. Al decir de un infornian- te, uno de ellos, situado en Vir- tudes y Consulado, duró hasta 1927. Allí acudían los parroquia- nos diariamente a comprar la le- che bien fresca. La creación de estos establos no determinó la desaparición inmediata d e las vacas en las calles de la ciudad. Esto sucedió mucho más tarde, pues en 1866, es decir treinta y un año después, las vacas conti- nuaban recorriendo la población. En su artículo "El lechero", pu- blicado en J!A Habma Elegante, Rainóii Meza nos dibuja este vendedor popular que él deno- niina "de a pie":

Vestidos de género burdo y crudo, con el látigo de cue- ro cruzado por el cabo de cu- chillo, los bajos del pantalón más a r remangados d e u n lado que de otro y llenos de tierra roja, así se presenta al mediodía entre una verdade- ra tribu de vacas y terneros el lechero de a pie. Y en pri- mer término va la vaca-guía que lleva atada al cuello una campanilla de sonoro metal. Nos dicen que la silueta del

vendedor de leche de vaca ca- llejero había desaparecido y que esta leche sólo se conseguía e n los establos.

C o n las burras no sucedía igual. La abundancia de burre- ros hasta bien entrado el siglo xx era sorprendente. Las burras con t inuaban recorr iendo las calles, yendo de casa en casa a ofrecer su líquido, que era ali- mento preferido para los niños. El burrero era, por regla gene- ral, "pichón de isleño", aunque también había cubanos "rello- 110s" en este negocio.

Otra forma de venta anibu- latoria de leche que existió en La Habana y que hoy podemos observar en cualquier pueblo del interior, es la de conducir este líquido en botijas (vasijas gran- des de hojalata) utilizando como medio de transporte la yegua, el caballo o la mula. Este lechero tapa la boca de las botijas con hojas de maíz secas. Para servir la leche lleva un jarro grande de lata. El paraguas para cubrirse de

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ELCARRETILLERO. un posible aguacero y el sombre- ro de yarey para taparse del sol, so11 elementos inseparables de este típico lechero cainpesiiio. Los lecheros de La Habana de hoy, qiic trabajan dirigidos por un Consolidado, distan mucho de éstos que hemos perfilado. Hoy la leche se distribuye e n modcri-ios camiones y viene pu- rificada, hornogeneizada y pas- teurizada.

EL VENDEDOR DE OBJETOS DE LOZA

Si algún caso es ilustrativo para demostrar el importante papel que en Cuba lian tenido los ven- dcdorcs ambulantes extranjeros, es sin dudas el del vendedor de objetos d e loza. Y lo decimos porque a través de nuestra in- vestigación no hemos encoi-itra- d o persona alguna que discrepe en cuanto a que los únicos que

se han dedicado al comercio de la loza en las calles han sido los chinos inn-iigrados. Los informes que poseemos, nos llevan a pen- sar que fueron los chinos los que abrieron y cerraron este comer- cio ambulante en Cuba. El doc- tor Rivero Muñiz, investigador meticuloso, nos comunica que hasta la segunda década de este siglo hubo chii-ios vendedores de loza q u e gozaron d e eno rme arraigo en nuestra población. Se distii-iguiai-i por algunos rasgos característicos, como su traje azul, sus zapatillas negras, su sombrero de yarey y su original coleta (trenza corta y amarrada con una tirita negra). Nos rela- ta un testigo de esta época que los chinos que se peinaban con coleta eran víctimas de la nifia- da que corría cada vez que és- tos aparecían para halarlas. Esa de Queiroz, que vivió a priiici- pios de siglo en La Habana, hizo constar en aguda crónica lo si- guiente: "En La Habana, el cas- tigo terrible y verdaderamente doloroso que se impone al chi- no es cortarle la coleta. La co- leta es el símbolo de su dignidad, como antafio, para los godos o francos lo eran los espesos cabe- llos rizados." La inercancía, que consistía en platos, tazas, ceni- ceros, jarritos, todos de loza, era coiiducida en canastas clue pen- dían de un largo palo que colo- caban al hombro. Hoy esta forma de carga se advierte mucho en- tre los campesinos y aun en las ciudades cuando se trata de Ile-

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EL LIBRERO.

var agua de un lugar a otro, sus- tituyendo las canastas por latas o cubetas. Resulta interesante transcribir una cita del libro "Cuba a pluma y Ic?piz" d e Samuel Hazard escrito en 1870 por lo que ticne de histórico y porque nos permite establecer la semejanza que se conservó en- tre los vendedores de loza del siglo pasado y sus sucesores en 13 República:

El chino, vestido con anchos y ligeros pantalones, una es- pecie de blusa azul, tocada la cabeza con un sombrero de yarey y calzados los pies en zapatillas sin cordones ni ta- cones, ainbula por las calles tratando de inducir a las pru- dentes amas de casa a que le compren algo, y no recu- rre para ello a los dulces so- nidos de su voz (que suena cual la de un guanajo), sino a la insinuante música de los cacharros mismos, emitidos de modo y sonido peculiar por la media docena de pla- tillos (de loza) que lleva e n su mano y que constante- mente mueve de manera sua- ve haciendo que unos caigan

sobre otros produciendo un vivo, continuo, alegre ruido que hará que la indolente ama de casa corra a la ven- tana si le Iiace falta algún objeto d e los que vende el chino. Su comercio empezó Ilevaiido un largo palo sobre sus Iioinhros, de cuyos extre- mos penden dos grandes y redondos cestos, llenos de loza de todas clases. Esta es la imagen que cono-

cemos del vencledor de loza que, como el baratillero y el paragüe- 1-0, han desaparecido de nuestro medio cultural, obligánclonos a reconstruirlos históricamente ya que se trata de instituciones vá- lidas para el análisis de nuestra cultura.

EL VENDEDOR DE PARAGUAS

No resulta fácil abordar el tenia del vendedor de paraguas. Los datos que poseemos sobre este tipo popular, no son extensos. En primer lugar porque su paso por la sociedad cubana como insti- tución popular puede limitarse a un período: la primera veinte- na de la República. Fue en es- tos años cuando el paragüero se dejó sentir en la capital. El pa- raguas constituía una prenda importante en el atuendo de esa época. Era signo de distinción propio de estratos econóniicanien- te dominantes en la sociedad. Si revisamos la prensa de entonces, podremos convencernos de la

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importancia del paraguas en aquellos días. Sin embargo, a medida que avanza el siglo el paraguas va perdiendo su vigen- cia. Y por consiguiente, un gran número de vendedores de este utensilio portátil desaparece. U11 dato interesante es que los ven- dedores de paraguas, en su casi totalidad, eran de procedencia hispana. Unos de Ca ta luña , otros de Galicia, pero casi todos españoles. Un inforniante nos dibuja a uno de estos vendedo- res como sigue: "Era grande y fuerte, vestido con camisa de rayas y con unos bigotazos que met ían miedo." Y prosigue: "Llevaba colgado del brazo un mazo de paraguas que debía pe- sar u n quintal y anunciaba su mercancía con 1111 pregón sobrio: ¡Paragua-a-as, paragua-a-as!"

Otra descripción de nuestro sujeto es muy curiosa e inten- cionada; aparece en el periódi-

EL SOMBRERERO.

co La Discusión de 1915 en for- ma de poesía popular, con la fir- nia de Franco del Todo:

En c ~ e n t o sobre La Habana descarga un her te aguacero que el olvo de nuestras calles trans P orma en lodo a1 momento veréis surgir de improviso, como llovido del cielo, y enviado desde la altura por el celestial portero a este mozo bien 6 r n i d o y de complexión muy recia que en lugar de cargar hrclos o de machuc;lr el hierro se aplica a vender paraguas con el honrado propósito de buscarse taja leo.

Pero n o sólo los vende nuestro simpc~tico héroe sino que también compone los que tienen desperfectos y por unos cuantos kilos suele deiar casi nuevos los que estaban 6ier;r de uso y olvidados por SUS dueños y que ;l n o ser por su arte n o tendrí2n m;ís remedio que ~r a l ca r~o de Obras ~úblicas el "día de los tarecos".

N o hay en la patología paragiieril, según creo dolencia para la cual n o halle este mozo un remedio y nadie se rnorirG en este mundo perverso si se pudiera curar a un hombre 'fe carne y hueso con igual 6 c i l i h d con que este raro galeno

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suele curar un paraguas en menos que reza un credo.

~ubercu/osis de/ 6 r r o que se llena de aguieros artritis del vsrilldje que es un mal bastante endémico iivcv-iosis de/ resorte elehntitis del género apendicitis del puño croup del rega tón a rterioesc/erosis de la tela que ya no agwn fa remiendos o 6adura conminuta de/ eje, todo ligero lo cura nuestro buen hombre cirujano de tal mérito que es capaz de revivir hasta los paiaros muertos.

Como heiiios podido ver a través de la lectura de esta sim- pática estampa, el paragüero no se dedicaba sólo a la venta de este utensilio, sino que además reparaba los que tenían desper- fectos. Este es un rasgo muy in- teresante de estos vendeclores y merece la pena destacarlo. Esta doble función de vendedor y componedor hacía que nuestro personaje cobra una importan- cia considerable en la sociedad, y prestaba sin dudas un servicio útil y en forma bien cómoda para el cliente. A veces, nos agregan, el paragüero compraba los para- guas inservibles para aprovecliar las piezas e n las reparaciones. Así las relaciones entre el ven- dedor y el cliente se producían de cuando en cuando a la in- versa.

Tenemos referencia de que actualmente hay dos paragüeros e n el barrio del Vedado y que éstos se dedican mayormente a la compra de paraguas de uso, los preparan y los venden. En nuestros días los paraguas se arreglan en talleres que existen con este fin. Dos de estos talle- res eran propieclad de españo- les. Uno de ellos está situado e n la calle Zanja y otro e n la es- quina de Tejas; ambos pertene- cen al Consolidado Textil.

EL AMOLADOR O AFILADOR

Coineiicemos diciendo algo del amolador o afilador, como tam- bién se conoce. En primer lugar, debemos señalar que este tipo de servicio es popular e n casi toclos los países del mundo; en el Mediterráneo y en Espafia, principalmente, tiene una vi- gencia extraordinaria. De allí nos llegó a la América. En Cuba constituye un hecho interesan- te, un elemento que lia contri- buido a dar un perfil peciiliar a nuestra Isla. El verdadero nom- bre de este artífice es amolador, porque en realidad lo que liace es amolar, o sea, sacar punta o filo con la "muela", como se le llama a la piedra de asperón que liace girar con su pie. El amola- dor afila todo tipo de instrumen- tos punzantes o cortantes, como cucliillos y tijeras. Lleva una máquina o bastidor compuesta por una armazón con una rueda

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ELAMOLADOR grande, en la cual se coloca la OAF'LAWR. polea que por la fuerza que im-

prime el amolador en el pedal hace girar lenta o velozmente la piedra de asperón. La rueda es a la vez la t r a c c i h del bastidor. Estos aparatos se fabrican e n Cuba.

Aunque ha habido italianos en este negocio, los más recordados amoladores son los espaííoles que visten casi invariablemente con alpargatas y boinas. Los de ma- yor prestigio en La Habana son d e Orense . El amolador se anuncia d e una manera muy especial, que const i tuye una curiosa excepción en el arte de pregonar. En lugar de publicar su oficio a voces, éste utiliza un instrumento de madera de ela- boración rudimentaria, que se conoce con el noinbre de sirin- ga, especie d e flauta como la

Estos apuntes se terminaron de elaborar en el año 1962. El panorama de la venta ambulatoria en Cuba en esos primeros anos de la Revolucion to-

davía mostraba supe~ivencias de un tipo de comercio que ya hoy es casi inexistente.

zampoña de canas, que también se conoce como "chiflo" o "chi- fle" o castrapuercos, según re- gistra Fernando Ortiz.

El sonido que produce este silhato, es muy peculiar, y para los habaneros resulta bien fanii- liar al oído. Así mismo resulta familiar la presencia del amola- dor en el escenario cotidiano. Si- multáneamente con el humilde amolador que lleva su ni5yuiiia por las calles, esiste el amola- dor motorizado unas veces en jeel) y o t ras e n motone tas o tricicios con un equipo superior en extremo al del aniolador de máquina o bastidor, que sólo lle- va una piedra d e asperón. El amolador motorizado es en rea- lidad un taller de afilar rodante.

En los afios de 1955 a 1956 se produjo, con la aparición del amolador motorizado, un despla- zamiento be los amoladores de máquina. Estos se vieron forza- dos a emigrar a Santo Domingo para desempeñar su oficio. Muy pocos verdaderamente son los amoladores que aún pueden ver- se en La Habana. La Gpoca que corresponde a la mayor vigencia de estos personajes, fue a princi- pios de nuestro siglo, cuando hasta en las obras de teatro ver- náculo del afamado Alhambra se cantaba la guaracha:

E/ arnolijdor muele navajas que sísefior cuchillos de mes'? y cJe /o mejor'

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La presencia hispánica en la formación y desarrollo de la cultura cubana fue el resultado de un constante y creciente proceso de transculturacióii. Del mismo modo que la inmigración peninsular y canaria aportaron múltiples variedades de aves de corral (galli- nas, pavos, patos...), las técnicas de su crianza y los hábitos de preparación y consunio asimilaron recipientes indígenas como el catauro, de fácil elaboración y manipulación para transportar los más disímiles objetos y productos. '

Muchas costumbres tradicionales se arraigaron en el can-ipesi- nado cubano, que siempre Iia estado e n contacto directo con la naturaleza. La cría y la transportación de animales de corral, junto con el lihre acceso a las palinaceas, que le han servido de materia prima para elaborar el catauro, dieron lugar a un modelo muy pe-

culiar: el catauro para transportar aves vivas. Su con- fección ha estado muy relacionada con la venta ambulatoria y consecuentemente con el pregón desti- nado a motivar el consumo. Es un inoclelo pequeño y alargado en forma de cono invertido. Se clabora en proporcicín con el tamaño del ave que va a ser trans- portada. El ave, con sus alas plegadas a los costados, es rodeada a la altura del tronco por una banda de yagua fina y flexible hasta forniar una especie de cu- curucho al que se le coloca un asa e n la parte superior.

Esta forma de artesanía efímera, pero muy funcio- nal, aun perdura en las Breas rurales como forma de

t fundir el legado hispánico e indígena en un pequeño objeto de uso cotidiano.

- /

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ANTON 1 0 BACHlLLER Y MORALES

La tradición de los antiguos ciboneyes nos ha sido trasmitida por los restos que aun se conser- van de ellos en la parte oriental y aun en la central de la Isla: he- mos visto que tenían la creencia en el poder misterioso de los ena- nos o jigües; también se encon- traba entre ellos la profundísima del poder del espíritu malo, a quien llamaban Buyo en todas las Antillas. Difícilmente podemos encontrar la etimología de estos nombres; pero en esto creemos encontrar una nueva prueba de la procedencia de los ciboneyes de la parte del continente meri- dional de América, de donde vino la población después que la mar formó el Archipiélago de las Antillas o ya estaban poblados

ANTONIO BACHILLER Y cuando al levantarse los Andes, o en otro cataclismo fueron se-

(1812-1899) Poeta. paradas de él las tribus del con-

. - dramaturgo. tinente, e n cuyos vocabularios

biógrafo- hemos encontrado palabras cu- historiador*

catedrático de banas: llaman Buyo al feroz Boa, filosofía. Cubano y bien se llamase el espíritu malo

eminente en el por ese horrible ofidiano o vice- social cubano. versa, la palabra es una y de-

'Tomado de Archivos del Folklore Cubano, vol. II, no. 3, 1926, pp. 244-246.

muestra la igualdad del idioma y los espantoso del significado.

El espíritu malo se presentaba a los tímidos antillanos en forma de lagarto, pero muy grande y muy grueso; en ese estado se llamaba Babujal, especie de duende que se colocaba en el cuerpo humano como los antiguos íncubos y súcubos en Europa, y era de ver lo que molestaba tan extraño hués- ped. Entre nuestros numerosos la- gartos, ninguno de los de carne y hueso llevaba el nombre de babujai reservado al diablo o duende que hemos dicho. El lagarto común se llamaba caguayo; otro más creci- do, pues tenía según tradición has- ta una vara de largo, se conocía con el nombre de c h i ~ j o ; pero el espíritu malo era distinguido con el de babujal, y este nombre fan- tástico creado por la superstición, ha atravesado tres centurias y se ha mezclado en la frase castellana en el Bayamo, en donde se usa en el lenguaje familiar como un pro- vincialismo.

El Babujal no era visto de to- dos los mortales: descubnanle los behiques o sacerdotes, y a ellos de- ben los hombres el conocimiento

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del tal lagarto que de otra mane- ra no hubieran conocido sino por sus efectos. Entre las maravillas que se cuentan de los endemo- niados o ambabujalados, eran las más comunes el fenómeno de que les hablaba en la barriga, cosa que hace cualquier ventrílocuo sin tener dentro al diablo. General- mente el babujal era desmesura- damente tragón, más que el Sancho Panza del Lic. Avellane- da: así es que el tema de su con- versación era hablar de alimentos y pedir que comer. Como solía molestar a los sacerdotes, que eran médicos simultáneamente, tanto pedir, adoptaban el reme- dio de los cujes, o lo que es lo mismo, con varillas de yaya lindamente dispuestas les daban muy recios golpes, con cuya me- dicina, que es parecida a las zu- rras higiénicas de los indios del continente, salía más que de pri- sa el lagarto, y lo que es muy ad- mirable, nadie lo veía salir, ni dejaba rastro alguno, porque ni aun hedía a azufre. Otras veces bastaba nombrar al espíritu bue- no o Caní, y Babujd salía como alma que lleva el diablo.

Este diferente modo de curar el mal invisible que consiste en la veracidad, pues no siempre hablaba babujal dentro del vien- tre, lo conservaron los indios ya cristianos, y no es de extrañar que los que hayan viajado por la Isla y principalmente por Baya- mo, y recogido tradiciones loca- les, recuerden al leer estos renglones muchas historias que

componen las anécdotas de las vetadas de la gente del pueblo.

La existencia del lagarto que pide de comer dentro del vientre, y que entra y sale de él sin dejar rastro alguno era un error popular en la gente ignorante, principal- mente en aquellas familias, que son muchas, las que cuentan enr tre sus ascendientes a los natura- les del país. En la parte Occidental de Cuba, en donde las mezcla de los nuevos pobladores han hecho olvidar hasta los tipos de la pobla- ción primitiva, también han des- aparecido todas estas tradiciones que recuerdan los duendes india- nos con sus preocupaciones. Den- tro de algunos años ya habrán dejado de existir en toda la Isla, y entonces servirán estos recuerdos para la inteligencia de los hombres y de esta época que vamos atrave- sando. El temor de los indios res- pecto del espíritu malo era tan grande, que muchas tribus del con- tinente, y precisamente de las que creemos e n relación con los ciboneyes de Cuba, le adoraban por miedo de que no les hiciera mal, y a Dios no veneraban por- que era bueno y no podía hacer daño. Esto explica la influencia que teníanlos behiques que se atri- buían los poderes del cielo y hasta el don de la profecía o adivinación.

Persuadidos de que basta lo expuesto para dar la idea que nos hemos propuesto de las preocupa- ciones de los primitivos habitantes de Cuba, concluímos aquí este re- cuerdo en gracia de la brevedad.

Habana, 1848

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Las ---

u ap-a ANTON 1 0 BACHlLLER Y MORALES

En los artículos sobre jigües y el brlbujal hemos consignado algu- nas de las creencias de los in- dios sobre seres sobrenaturales correspondientes a los enanos misteriosos y duendes de Euro- pa: no es el único punto de con- tacto en cuanto preocupaciones que presentan las ideas de la gente del pueblo de Europa y América, los sátiros y silvanos que eran la misma encarnación de la sensualidad gentílica y hasta las feroces costumbres de la encantadora bestia que con apariencia de mujer llamaba a los hombres para embriagarlos en el placer y chuparles la san- gre, de cuyas fieras alimañas están llenas las historias fabu- losas, todas tenían su equiva- lente en la siguapa.

Si no recordamos mal, una ave nocturna lleva este nombre todavía, pero el misterioso ser; a quien corresponde en propie- dad el nombre es muy nuestro semejante. Su forma es la de un hombre pequeño, por supuesto indio, y no hay cosa más linda

Tomado de Archivos del Folklore Cubano, vol. II, no. 4, 1926, PP. 356-358.

que la hembra de este nuestro desconocido prójimo. No se dis- tingue por su grande cabellera porque está provista por el con- trario de un vello lustroso y se- mejante al terciopelo, que la cubre desde los pies a la cabeza. Las costumbres de las siguapas son a la inversa de los jigües: viven en el fondo de los bosques y con preferencia en las altas sie- rras de la provincia de Cuba en las cercanías de Holguín y del Bayamo.

Los indios creían en su exis- tencia atribuyéndoles mil cua- lidades, pero ninguna que no leamos en la mitología pagana. Un viejo del Camagüey, de los que allí llaman indios, y que con- serva rastros de haberlo sido sus ascendientes, nos contó algunas tradiciones que eran verdade- ras novelas refiriéndose a un bayamés preso por los encanta- dores ojos de una siguapa que se lo llevó a lo más empinado de los bosques en donde vivió el enamorado mancebo, que arre- en ti do después volvió al pue- blo y se reconcilió con la iglesia, habiendo vivido santamente en

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lo que le quedó de su existen- cia. Nuestro narrador oyó el cuento a su abuelo que conoció al bayamés y era de muy santas costumbres tanto que no solta- ba el rosario de la mano, aun- que siempre conservó al cuello la cabalonga' de sus abuelos los siboneyes, pero por mera cos- tumbre.

Aunque se ha disminuido la creencia en éste como en los demás errores antiguos, no ha desaparecido del todo en nues- tros días. La siguapa no era para muchos un ser sobrenatural: figurábaseles una especie de ani- mal parecido al hombre como el mono y la sirena. La poesía que hizo de este pez con su cara de vieja una Venus, y a su llanto de chiquillo hambriento conce- dió la harmonía seductora que atrajo a tanto célebre griego, agregó a nuestro indígena hom- bre salvaje, las dotes de que tan pródiga se ofrece la imaginación en sus extravíos. Otros creían que eran hombres como noso- tros, ni más ni menos; que vi- vían felices e n los bosques rodeados del poético ambiente de nuestras florestas y arrulla- dos con el mágico sonido del susurro de nuestros bosques cen- tenarios. Allí colocaban las be- llísimas siguapas con perdón sea dicho de su pulida tez, y en jue- gos y regocijos se columpiaban en celestiales areitos, que como sabe el lector o debe saberlo. así

' Especie de ídolo hecho con una planta de que hablaremos en otra ocasión.

se llamaban los bailes del tam- boril, maraca y sibuluiti en los tiempos en que aportaron nues- tros padres a la Isla.

Es tan general en la gente del campo este error que si bien se ríen delante de los forasteros cuando se les pregunta sobre él, luego que adquiere el curioso su confianza, se vienen en co- nocimiento de que creen en la existencia de la siguapa aunque unos juzguen que es una espe- cie de rarísimo oso, y otros un animal de tal o cual forma. No sólo los hijos del país creen en la existencia de esa fiera que casi todos le atribuyen costum- bres feroces, sino que algunos extranjeros, por lo menos de uno lo sabe el que esto escribe, ase- guran que se encuentra en la exacta apariencia humana y en el bello sexo muy perfecto de mujer.

Respetando el nombre del sujeto, que podrá darse a cono- cer si le agrada, diré a mis lec- tores que efectivamente no como quiera asegura la existen- cia de la siguapa, sino que dice y ya esto es algo más, que la ha visto y tuvo la fortuna de que fuera hembra. Sucedió que hu- yendo de Santo Domingo pasó a esta Isla y temeroso de los mo- vimientos políticos y sociales, se dedicó a la vida del campo. Como Belthenebros en la Peña Pobre, como Amadís y el mismo Don Quijote, nuestro desencan- tado extranjero se internó en lo más hondo de la Sierra Maestra

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y en los inaccesibles cuchillos, espolones y demás sinuosidades que ofrece la superhcie de Cuba precisamente por la parte Orien- tal. Cinco años consecutivos pasó casi olvidado de los hombres, en los cuales encontró infinitas mi- nas de cobre y de otros metales;

- pero el mayor de su descubri- miento fue hallarse con una siguapa tan mona y bella, que podía darle una higa a la misma Venus saliendo de la espuma del mar. Lo que más le gustó fue lo coquetuela y lo sangre ligera que la pareció. El descubridor la vio, la oyó y ya no admite ni el recur- so de haber sido un sueño, por-

que unos cuantos arañazos que le quedaron en el cuerpo, eran un testimonio de que había que- rido atraparla para convencer a todo el mundo de este aconteci- miento milagroso.

Todavía es para nosotros un problema si viven o no en sacie- dades las siguapas, pero la cir- cunstancia de que tiene una piel cubierta de vello o pelo, nos hace presumir que se parezcan en su género de vida a los sátiros y silvanos, y que como éstos andan al salto de mata desconociendo los encantos de la familia y la paz del santo matrimonio.

La Habana, 1848

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- i-

Una memoria común: sociedades ibi

DANIEL Á~VAREZ [XIRÁN

Sociólogo. Jrfr dr rédacción de

la rrvista Catauro. de la

Fundación Fernando Ortiz.

DANIEL ALVAREZ DURAN

La historia de las instituciones españolas en Cuba es tan anti- gua como el establecimiento del régimen colonial en la Isla. Pero también, en consecuencia con los diferentes períodos de desarro- llo sociopolítico y cultural cuba- nos, las instituciones, tanto como las relaciones entre España y Cuba, han recorrido etapas di- versas en las que, no obstante, se aprecia la cercanía cultural y una afectividad compartida.

En busca de datos iniciales para acercarnos a la situación de las agrupaciones españolas e n la actualidad, visitamos a Ildefonso Diéguez, que es hoy el Presidente de la Federación de Sociedades Españolas e n Cuba (FSEC). Buscábamos el dato preciso y básico para ini- ciar una indagación más a fon- do y Diéguez acometió con operatividad y rapidez la res- puesta a nuestras preguntas.

En el entendido de que Espa- ña fundaba instituciones desde su poder colonial. 'dcrae usted que las asociaciones ~spafI0las emergen desde un interes parti- cular. popular. civilista?

La idea inicial del surgi- miento de estas asociaciones es producto de la migración. Espa- ña fue durante muchísimo tiem- po, hasta bien entrado la mitad del siglo pasado, un país que enviaba emigrantes, y el emi- grante es un individuo que cuando se encuentra fuera de su lugar patrio, pues aspira a unirse con un sentido gregario, estar reunido con los suyos. Esto dio origen en principio a la crea- ción de sociedades, no solamen- te por el deseo de estar con los suyos, sino por verse amparado en el nuevo entorno donde se insertan. Para aquel que no ha sido emigrante, es difícil enten- der, comprender, que cuando uno está en su tierra y ve todos los días la bandera nacional, sabe que es la bandera nacional, sabe lo que significa, lo que costó, es parte de una cultura. Pero la ve de forma natural; solamente uno entiende lo que son los sím- bolos patrios cuando está fuera del país. Cuando uno está fuera de un país, una bandera en un lugar o el himno nacional te pueden afectar profundamente.

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Esta unidad invisible fue el prin- cipio: por recordar el terruño, por estar con los suyos, por sen- tirse protegidos, pero también por una cuestión material. La creación de sociedades les dio en un momento el acceso, la vía a hacer casas de salud de bene-

, ficencia, a recibir prestaciones económicas en caso de penurias, a tener un amparo que no exis- tía entonces en la sociedad en que estaban insertados.

Los medios de asistencia médica, de beneficencia, eran reducidos, y mucha gente no tenía acceso: no tenían acceso los nacionales del país, mucho menos los extranjeros; y así se fueron constituyendo socieda- des como el caso de la Catala- na, que es la primera. Después de la beneficencia, empezaron a proliferar por extensión socie- dades provinciales y comarcales. Hay quien opina de otra mane- ra, que cuando se crearon los casinos españoles, fue para re- forzar el poder colonial en el país, pero en el caso nuestro en la actualidad y desde hace mu- cho tiempo la función que cum- plen las sociedades es cultural y benéfica la mayoría, pero to- das mantienen los lazos con las raíces que las vieron nacer.

Ustd, Ildéfonso DiQu~z. dcómo SE vinculó con las aso- ciacion~s?, dcuál ES SU EXPE- rkncia prsonal? 0. En otras palabras. dcuál ES la txp~rirn- tia prsonal d~ un ~migrant~ q u ~ llqó €1 siglo pasado?

Mi vinculación en las socie- dades gallegas surge desde que tenía tres años. Era entonces cuestión de familia que las per- sonas que tenían amor a estas entidades, que tenían amor a su tierra y trataban de coligarse en estas sociedades, inscribiesen a sus hijos prácticamente al nacer; por lo tanto, a mí me inscribieron con tres años. En la actualidad tengo el número siete en mi so- ciedad. En el tiempo que llevo en la sociedad ocupé innumerables cargos; desde el año 1960 hasta 1990 estuve como Vicepresiden- te y de 1990 a la actualidad soy el Presidente. Anteriormente miem- bros de mi familia han ocupado la presidencia de esa sociedad desde que se fundó en 1912. La sociedad se llama Taboada, Chantada y Puerto Marín porque agrupó en sus inicios a personas de esos tres municipios de la pro- vincia de Lugo en Galicia. Des- de el año 1994 presido también la Federación de Sociedades Espa- ñolas de Cuba.

Yo soy de origen gallego, nací allí, pero fui inscrito en Cuba. Vine de un mes y cuatro días a Cuba, porque mis padres habían ido a España con intenciones de quedarse. Mi padre es el caso al revés; él había nacido en Cuba pero fue inscripto en España. Mi madre no; ella es española de nacimiento, fue inscripta en Es- paña y se naturalizó cubana pos- teriormente cuando vino a Cuba. Mi padre tenía la inten- ción de radicarse e n España

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porque aquí, por su posición de español y la de mi madre, a par- tir de la ley del 50 % del año 1933, tuvo dificultades labora- les y pensó en un retorno a Es- paña para encontrar mejores oportunidades allá, pero mi pa- dre era de ideas de izquierda y al llegar allá se encontró que había un fermento político muy activo en el país, dado que es- taba la República en el poder y se vislumbraba una reacción por parte de las entidades que no estaban a favor de la Repúbli- ca; por consejo de la propia fa- milia que estaba allá, decidieron retornar. Pero ya mi madre esta- ba en estado (al salir de la Isla), y yo nací allí y regresamos des- pués para Cuba.

Sabiendo todas las dificulta- des que traía no tener la ciuda- danía de origen, me inscribieron en Cuba cuando llegué, o sea que yo soy un caso de ida y vuel- ta. Por lo tanto, mis orígenes son gallegos por todos lados, pero yo me siento vinculado a toda Es- paña, en forma creciente por mi sentimiento de emigrante vincu- lado con las colonias hispanas en Cuba en sentido general.

&Cómo €nti€nd€ ustei. aho- ra como prusidente de la FSEC. la esencia del trabajo de la Fe deración?

Los motivos de la creación de la FSEC son agrupar, coordinar el esfuerzo disperso de estas so- ciedades en pro, principalmen- te, de la cultura que nos legaron nuestros mayores y de mantener

la impronta que se nos dio con esa cultura en Cuba. Impronta que ya es parte, hace mucho, de la nacionalidad cubana, sobre todo la cultura y ~ r inc i~a lmen- te el folklore. Yo siempre digo que la cultura hispana es tam- bién parte del folklore cubano; esto que te digo es porque cuan- do se habla del folklore aquí, se habla generalmente del ances- tro negro y no se analiza que el folklore nuestro es como un cri- sol, en el cual principalmente están los descendientes y natu- rales españqles, la gente que procede de Africa, los chinos y muchas otras gentes que han venido a fundirse en ese crisol que constituimos nosotros.

La Federación tiene esa la- bor y también la de obtener, a través de sus esfuerzos coligados, los mejores beneficios y las me- jores posibilidades para las aso- ciaciones radicadas en el país.

&Cómo se rsaliza la e l ~ c i ó n de los cargos diréctivos dentro de la FEderación de Socieiades Españolas el cuba?'

Se hace la selección por can- didatura, y todas las sociedades tienen derecho al voto; en la ac- tualidad somos 98 sociedades reconocidas por el Estado cuba- no. Todas las sociedades tienen derecho al voto y todos los aso- ciados delegados de esas socie- dades tienen derecho a postularse en una candidatura. Se estable- ce una candidatura a las eleccio- nes, se va a elecciones, votan todos los asociados democráticamente:

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un voto por cada sociedad, la que resulte electa es la que se mantie- ne en el poder por tres aíios. Los cargos son Presidente, Vicepresi- dente, secretario, tesorero, sus vi- cepresidentes y ocho vocales.

2Cuálcs son los c~ntros r e gionaks dc mayor significación E influencia?

La asociaci6n más antigua es la Beneficencia Catalana, que data de la segunda mitad del siglo XIX; es en el mundo la so- ciedad más antigua de este tipo. Es un caso muy interesante. En Cuba los españoles hicieron algo que marcó una regla: en primer lugar, la creación de asociaciones de ese forn-iato; y en segundo lu- gar, se crecí el mutualismo. El mutualismo como tal no existía en el mundo; era la capacidad de reunir a un grupo de personas para tener acceso, principalmen- te, al servicio médico que ningún

h,,,,, Estado de la América garantiza- DE UE- ba. Los centros mutualistas que

crearon los españoles en su nio- mento, eran mucho más que lu-

a izarse en un gares donde hospit 1' momento de enfermedad; eran también lugares de reposo y des- canso.

De ahí que surgiera antigua- mente que las clínicas españo- las que se radicaron en Cuba se llamaran quintas, por la descrip- ción de quinta como "una casa de recreo con tierra alrededor donde el poseedor tiene el dis- frute del paisaje y la brisa". Ori- ginalmente todos los ccntros españoles radicados en el país: la Balear, la Castellana, la Co- vadonga (que era del Centro Asturiano), las dos Gallegas (que eran la Benéfica), Hijas de Galicia, el Centro Dependien- te del Coniercio (que a pesar de adquirir ese nombre era una aso- ciación hispana en su totalidad) fueron constituidos por elenien- tos españoles de todas las regio- nes, y allí muchas gentes iban y encontraban e n un momento determinado, a través de una autorización médica, el lugar donde descansar, no tanto por- que estaban enfermos sino para recuperarse.

En la actualidad no existe ninguna quinta de salud. Al producirse la ins tauracih del Gobierno Revolucionario, se comenz6 la socialización de la medicina: entre 1968 y 1970 se nacionalizaron todas las institu- ciones médicas, fueran privadas, por corporaciones económicas o asociativas como las nuestras.

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En cuanto a los panteones, casi todas las sociedades pres- tan el servicio, pues conservan su panteón social. El monumen- to más grande que hay en el Cementerio de Colón, lo tiene Naturales de Ortigueira, que es el panteón más grande en la América, como entidad, inclu- so en la América del Norte no existe un edificio fúnebre como el mencionado.

En la actualidad, principal- mente en el Cementerio de Co- lón, deben de haber alrededor de cien panteones de sociedades es- pañolas radicadas en el país, que prestan el servicio de panteón a los asociados, al cual tienen de- recho todos los asociados sin pago ninguno, sólo abonando su cuota de la sociedad.

Los catalanes son los inicia- dores de la idea, la Beneficen- cia Ca ta lana , y después la Gallega, que surge alrededor de 1874. Las agrupaciones autonó- micas, como se les llama en el presente (antiguamente no exis- tían estas cuestiones de auto- nomía), las agrupaciones por regiones de España más significa- tivas fueron, en sentido asociati- vo, las gallegas y las asturianas. A los catalanes les pasa algo como a los baleares: no eran una masa grande, pero eran la masa más pudiente. El catalán es un indi- viduo muy emprendedor; no se dedicó como el gallego o como el asturiano al pequeño comer- cio, aunque hubo gallegos y astu- rianos que tuvieron grandes

entidades comerciales. El catalán fue más industrial, y en particu- lar ellos asumieron muchas de las principales industrias del país, en particular las industrias jabone- ras, la cervecera o de licores. El caso de Bacardí, Crusellas, Saba- tés: ellos asumieron este tipo de trabajo que continuamente creó esos grandes monopolios. No es el caso de los asturianos y los ga- llegos, que se dedicaron más al comercio minorista.

Masivamente, junto con ga- llegos y asturianos, vinieron mu- chos canarios al país, pero el canario fue un individuo agríco- la prácticamente en su totalidad (con sus pequeñas excepciones), en particular el tabaco y la caña de azúcar. Es un contraste muy significativo; a pesar de que el canario es un individuo que tra- ta de reunirse -pienso que por la dispersión de sus orígenes, pues vive en islas-, el canario no tuvo un Centro Canario fuer- te, y creo que en la actualidad la Asociación Canaria es mucho más fuerte de lo que fue ante- riormente el Centro Canario, porque los canarios no eran proclives a asociarse. Los en- tiendo, porque estaban muy dis- persos por todo el país; ellos no estaban en las grandes ciudades y, por ende, es más difícil aso- ciarse.

En la actualidad considero que entidades puntas, en cuan- to al número de asociados y de actividad, son las de los asturia- nos, los canarios y los gallegos.

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Los canarios tienen una organi- zación aprobada por el Estado que les permite extenderse por todo el país y están recuperan- do todas las relaciones con na- turales y descendientes. Los gallegos y los asturianos no tie- nen este tipo de organización,

, ni delegaciones en el interior; lo que había antiguamente que los agrupaba eran las colonias españolas, que era como se lla- maban en el interior, pero éstas fueron desapareciendo. Muchas sociedades gallegas y asturianas están aspirando a constituirse de tal modo que puedan exten- derse al resto del país, donde hay una cantidad enorme de des- cendientes de diferentes gene- raciones. La sociedad con más socios directos es una sociedad gallega, los Naturales de Orti- gueira, que tiene alrededor de 14 000 asociados. Entre natura- les y descendientes, los canarios tienen miles de asociados, pero dispersos por todo el país y agru- pados en delegaciones; en rea- lidad son socios del Centro, pero más directamente de delegacio- nes regionales en los diferentes municipios.

La cantidad de naturales en la actualidad debe estar entre 10 y 12 % del total de miembros de las sociedades.

P r ~ c i s a m ~ n t ~ En ESE s~nti- do, &&no SE ha comportado la vida dé las asociacionés En los úttimos años?, &cómo han sido su crrcimiénto y vínculo con Es- paña?

Desde la década de 1990 se ha producido un revivir en las sociedades; creo que menos por razones de índole interna de la sociedad cubana, y sí como re- sultado de una mayor atención por parte de las autoridades es- pañolas, ha habido un renacer de las sociedades. Hay más contac- tos, más relaciones con España a partir del año 1990, más relación que la que había previamente. Esto ha estimulado a personas a hacerse asociados; no quiere decir esto que anterior al año 1990, y estoy hablando después del triunfo de la Revolución cu- bana, hubiera poco cuidado por parte de las autoridades españo- las en relación con las socieda- des; no pienso que sea así, pero últimamente ha habido mayor interés por la diáspora española en el mundo por parte del Go- bierno español. No es que ahora haya más interés del que hubo antes y sí más posibilidades por parte de España; no se puede ol- vidar que España es un país que emerge muy recientemente.

España es un país que estuvo bloqueado hasta el año 1953, por las cuestiones de índole política que tenía un gobierno de tipo fascista; después de ese año, y a pesar de que ese gobierno se mantuvo hasta 1975, todavía veintidós años más, España se abre al mundo, principalmente a Europa. Por tal motivo mejora su economía, pues era un país muy atrasado en relación con los de- más países europeos. De ahí que

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cuando Espaiia empieza a des- punrur ecoiióniicamente, surge un inter6s niás niarcado por la diáspora y no solaniente en rela- ciones de tipo fraternnles, sino tanibi6n relaciones de ayuda.

En su consid~ración. ticómo se han reproducido algunos de los ~lementos de la cultura ES-

pañola En las familias cubanas? Todo origen condiciona al

producto que sale de éste con una serie de factores, factores c k gusto por una serie de ciies- tiones, en particdar la coinida,

la música, el estilo de vida, In apreciación cultural. No pode- nios olvidar que los cubanos hi- jos de españoles radicados en el país, y cuando digo hijos digo e n toda la cadena d e desccn- ciencia, son hijos de eniigrantc, quien es un iiidiviciiio quc tic- ne un pensamiento diferentc al aiitóctono, y ese pcnsainicnto lo transniitc a sus hijos. Les hace ver que se tienen que ganar iin poco el lugar en el país en que viven, porque ellos se lo tiivic- ron qiic ganar con sii esfiicrzo y sii trabajo; estoy Iiablando cn sentido genérico, no particular. Es un sentimiento que no con- siste en sobreponer a la Mndrc Patria coino país dc referencia, sino querer a esa raíz pcrci t a n - b i h respetar y cliierer por sobre todo al país donde se vive, por- que en un emigrante, sean cii:i- les sean 13s circunstancias qiic haya podido tener durante esa emigración, prima el sentirnien- t o de agradeciniiento al lugar donde se ha desarrollado y don- de Iia encontrado lo que tiivo que abandonar, porque e n su país no lo encontraba.

Pero éste cs un hecho que trasciende el universo faiiiiliar y se refleja de forma niás eviden- te e n las sociedades que agru- pan a los eni igrantes y sus descendieiites. En la actuali- dad, en los últimos seis o siete h s , en los que y o he estado iiilís vinculado al sentido ecu- iiiénico del asociacionisiiio, pue- do decir que se ha aiiipli;icio cita

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actividad. Recuerdo que hace diez años eran contados con los dedos de la mano, de una sola mano, los centros que tenían actividades culturales que esti- mularan el baile, el canto, el conocimiento de las regiones de las cuales se derivaban estas so- ciedades. En Cuba, punteros en este asunto, como asociaciones, han sido principalmente los as- turianos y los gallegos, pues am- bas regiones pusieron mucho énfasis en promover la cultura. Todo los centros en su momento tuvieron centros educativos a la par que centros sociales o médi- cos. Donde no se impartía la his- toria o cultura de España, se daba educación nacional, para capacitar tanto a los emigrantes como a sus descendientes, para darles herramientas de trabajo cultural con el fin de situarse en la vida.

A la par de esa actividad, pues los gallegos y los asturia- nos en particular crearon acti- vidades de mantenimiento de las raíces folklóricas. Tenemos centros muy dedicados a esta actividad, como la Sociedad Rosalía de Castro, pertenecien- te a la Gallega. Esta sociedad se fundó a principios del siglo W, y ha realizado una labor que tiene alrededor de ochenta años, labor de transmisión de la cultu- ra española, no solamente la ga- llega que es a la que pertenece sino a la cultura española en ge- neral; de sus actividades han surgido muchísimas de las figu-

ras artísticas de nuestro país hasta el presente, en cuanto al baile, canto y literatura. Des- pués se constituyeron la Artís- tica Gallega y otras muchas sociedades como Moterroso y Antas de Ulla. La Juventud Asturiana era especialista en cuestiones deportivas; cada cual se especializó en lo que le pareció, y ha habido centros punteros en ese sentido. En la actualidad cada cual funciona de acuerdo con su nivel de asocia- dos. De las pocas que había, hoy más de veinticinco sociedades tie- nen actividades culturales y son capaces de presentar a cualquier visitante una muestra de lo que es su origen cultural.

El deporte está recogido prin- cipalmente en dos actividades, el fútbol de sala y el fútbol al aire libre; ésta es otra esfera de la ac- tividad que está mayoritaria- mente en función del Estado o funciona dentro del organigrama estatal. Nuestras sociedades intercambian a través de cam- peonatos que son controlados por el INDER (Instituto Nacional de Deportes y Recreación). Hay diez o doce centros cuyos asociados practican deportes inscriptos en ese tipo de actividad.

&ómo son las rrlaciones en- trr las rvgiones ds España -sus Estrakgias y politicas- y las asociaciones qus rsspe3i- vamsnte ticnsn una rspréscn- tación en Cuba?

Todas las autonomías espa- ñolas, los gobiernos autonómicos

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españoles que tienen represen- tación en grupos de emigrantes en nuestro país, se interesan y apoyan estas sociedades. Parti- cularmente se reconoce que Cuba es un país que está en pe- ríodo especial, y se ha reforzado esa ayuda sobre la base de la si- tuación que tenemos, y todas ellas -diría que sin excepción- han ayudado y ayudan a sus so- ciedades.

Es política del Gobierno es- pañol, pero yo diría que en un gran porcentaje es más autonó- mico que del Gobierno español. El Gobierno español tiene mu- chas relaciones de reciprocidad y ayuda con los países, sin con- tar el asociacionismo; no está dirigido tanto a las sociedades como al país entero. Son las autonomías las que ayudan di- rectamente a las sociedades es- pañoles en Cuba.

La ayuda se manifiesta de muchas maneras: por viajes de reencuentro con sus raíces; por aportes de tipo bibliográfico y de tipo cultural, con el envío de pro- fesores para coadyuvar a que se mantengan las raíces culturales del baile, del canto, de la actua- ción; por la concesión de becas: muchas de las que vienen de España a través del Gobierno español son promocionadas por las autonomías y son dirigidas no ya tan sólo a miembros de esa autonomía de las sociedades cubanas sino al país entero; son ellas las que tratan de mante- ner las relaciones más fluidas

con la región. Cada autonomía tiene en la actualidad una en- tidad, dedicada a las relaciones con sus comunidades en el exte- rior, y en algunos casos secreta- ría o consejería.

iEn qu4 consiste su política o la de la FSEC En cuanto a la intqración y la cwpwación En- tru las dikruntes asociacion~s?

No funcionamos como un gran bloque; buscamos ser una entidad que agrupe a las asocia- ciones, para mantener las mejo- res condiciones de modo general y para estrechar los lazos. No con el ánimo de ejercer ningún tipo de protagonismo, porque somos una restringida minoría en el país y sí lograr que, ya que to- dos descendemos del mismo tronco común, estemos interre- lacionados. Eso se ha logrado en la Federación en los últimos diez años. De estos años, yo diría que en los últimos seis años es cuan- do más fuerte ha estado. Noso- tros tenemos contacto entre todas las sociedades: una vez cada tres meses en un Foro que realizamos, y con todas las auto- nomías mensualmente. Dentro de nuestra organización de di- rección, en las Federación de Sociedades Españolas de Cuba están incluidos, como vocales de esa organización, un represen- tante por cada autonomía, que es el encargado de trasmitir a su autonomía el sentimiento, las proyecciones, las informaciones que existen tanto del exterior de nuestros lugares de origen como

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del país. Las leyes, las promocio- nes que se realizan de cualquier tipo, culturales, económicas, propagandísticas en relación con la vida del país. Se les tras- lada a las sociedades para que puedan hacer uso correcto y cumplir legalmente el papel que le está destinado en la sociedad cubana.

2Cuál ES su opinión s o b r ~ la influ~ncia q u ~ la r~vitalización y c r ~ c k n t ~ d~sarrollo d~ las so- c i e d a d ~ ~ ~spañolas ha produci- do En EI smtido d~ idéntidad d~ sus asociados?

Yo no pienso que se haya creado algún tipo de distinción por nuestro origen; sí pienso que los asociados se sienten un po- quito más reconocidos en su carácter de descendientes. Se sienten un poco más cerca de España, y llevan con un poco niás de satisfacción esa impron- ta de ser descendientes de es- pañoles. También influye, como ya he dicho, que España ha cam- biado mucho; te diría que en el pasado mucha gente descen- diente de españoles no entendía lo que significaba ser descendien- te e hijo de emigrante. Estaban insertados en la nacionalidad cu- bana, y tnedio que habían olvida-

do su ascendencia o la tenían en el desván, porque estaba rela- cionada con un país que era una catástrofe en todos los sentidos; n o porque piense que e n el mundo actual sea la panacea de las panaceas, pero como en aquel momento tenía grandes privaciones y problemas que no eran vistos con una mirada de orgullo y satisfacción, se que- ría dejar en el baúl de los re- cuerdos.

Hoy España y las relaciones con España para nuestros aso- ciados son relaciones con un país que tiene otra preponderancia, con el hermano mejor situado. Ya los asociados no ven aquello como el lugar que pasó calami- dades, sino como parte esencial de nuestros orígenes. Pienso que eso ayuda un poco a nuestra ca- racterística nacional por parte de los que tenemos esa ascenden- cia. No creo que sea altamente significativo, pero también tiene sus connotaciones de tipo rnate- rial, que hace que el individuo se interese un poco más por eso.

Al término de estas pregun- tas quisiera entregarle la rela- ción de las sociedades españolas e n Cuba como inforniación complementaria. C

LISTADO DE LAS SOCIEDADES ESPANOLAS EN CUBA

Agrupación Artística Gallega Agrupación de Valdeorras Agrupación de Castropol y Viana Agrupación de Sociedades Asociación Balear Castellanas

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- Asociación Canaria de Cuba Colonia Palentina de Cuba "Leonor Pérez Cabrera"

-* Beneficencia Naturales de Andalucía y sus Descendientes Beneficencia Naturales de Galicia Centro Andaluz de La Habana Centro Montañés de La Habana Centro Unión Orensana de La Habana Chantada-Carballedo y sus Comarcas Círculo Avilesino Círculo Habanero de Naturales de la Devesa Círculo Praviano Círculo Salense de La Habana Club Acebo de Cangas del Narcea Club Allerano de La Habana Club Belmontino de La Habana Club Candamo de La Habana Club Cangas de Onis, Parres y Amieva Club Carreño de La Habana Club Chantada y su Partido Club Gradense Club Grandalés de La Habana Club Luarqués de La Habana Club Navia de Suama Club Tinetense de La Habana Club Villariño Colonia Leonesa de Cuba

Colonia Salmantina de Cuba Colonia Zamorana de Cuba Concejo de Cudillero El Valle de Lemus El Valle de Oro Emigrados de Riotorto - Federación de Asociaciones Asturianas de Cuba

-* Federación de Sociedades Españolas de Cuba

e Federación de Sociedades Gallegas Ferro1 y su Comarca Hijos de Lorenzana Hijos del Ayuntamiento de Abadín Hijos del Ayuntamiento de Buján Hijos del Ayuntamiento de Capela Hijos del Ayuntamiento de Cedeira Hijos del Ayuntamiento de Cerdido Hijos del Ayuntamiento de Cospeito Hijos del Ayuntamiento de La Estrada Hijos del Ayuntamiento de Golada Hijos del Ayuntamiento de Pastoriza Hijos del Concejo de Grandas de Salime Hijos del Concejo de Villayón Hijos del Distrito de Sarria Hijos del Partido de Corcubión Hijos del Partido de Lalin Hijos del Partido Judicial de Llanes

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Hijos del Valle de Ulla Sociedad Benéfica Burgalesa y su Comarca Sociedad Benéfica Juventud Asturiana Covadonga Juventud de Baleira Sociedad Calo y Viduido y su Comarca Sociedad Casina La Aurora de Somoza de La Habana La Unión Mañonesa Sociedad Castellana Liga Santaballesa, de Beneficencia San Simón y Samariego Sociedad Collotense Los Guanches, Asociación de La Habana Artística Cultural Sociedad Cultural Meira y Po1 Rosalía de Castro Monterroso y Antas de Ulla Sociedad Estudiantil Naturales de Cataluña Concepción Arenal y Beneficencia Sociedad Montañesa Naturales de Ortigueira de Beneficencia Naturales de Vegadeo Sociedad Partido Judicial y sus Contornos de Arzua Naturales del Concejo Sociedad Vasco Navarra de Boa1 de Beneficencia Naturales del Concejo Taboada, Chantada de Coaña y Puerto Marín Naturales del Concejo Unión Barcalesa de Illano Unión Cabranense Naturales del Concejo Unión Club de Allande de Las Regueras Unión Club Piloñés Naturales del Concejo Unión de Baleira de Navia Unión de Teverga, Proaza Progreso de Coles y Quirós Progreso de Lanzos Unión Gozoniega Puentedeume y su Partido de La Habana Judicial Unión Murgadesa Roupar y Lousada Unión Naturales del Franco San Claudio Unión Tnvesa Sociedad Aragonesa Unión Villabesa de Beneficencia y su Comarca Socie ad Asturiana P Vivero y su Comarca de B neficencia

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Premio internacional Fernando Ortiz a FÉlix Coluccio

Buenos Aires, 20 de marzo de 2001 Premio de la Fundación Fernando Ortiz Embajada de Cuba en Buenos Aires

Hace unos meses, embarullado en mi trabajo rutinario de siempre, algunas veces con sobresaltos por algo excepcional que ocurría en mi cotidianeidad, me llegó una noticia traída por un compañero de inquietudes que había estado en Cuba, enviada por la Funda- ción Fernando Ortiz. Pensé en el ilustre amigo ausente, en la Ins- titución que continúa y engrandece su obra día a día. Pero era algo más que eso, algo que ni siquiera jamás había entrado en mi pensamiento. Me honraban con el Premio Fernando Ortiz, uno de los más trascendentes para la intelectualidad americana.

Me sentí conmovido por tanta distinción, y como en un juego de luces y sombras, fueron pasando por mi mente flashes de mi conocimiento, amistad y devoción por uno de los grandes maestros del continente que, pese a mi balbuceo en la ciencia folklórica, me prodigó una amistad sin límites, una orientación permanente sobre mis trabajos que apenas me atrevía a enviarle a este hombre que no conocía personalmente.

Estaba ya, hacia 1954, cuando incluyo su biobibliografia y su fo- tografía en mi libro Folkloristas e instituciones folklóricas del mundo, en la cumbre no sólo del movimiento folklórico de su país y América toda, sino del pensamiento cubano que abarcaba incluso el comple- jo mundo espiritual antillano y buena parte del sudamericano, esen- cialmente los que tienen ancestros afroides en su permanente estado de gracia, con la investigación sobre música, teatro, folklore litera- rio y el lenguaje cotidiano, en el que las voces de Angola o del Congo estaban presentes, como lo está la oceánica Yenianjá.

De espíritu más bien alegre, siempre tenía una sonrisa a tlor de labios, la respuesta rápida y precisa ...

Fue el líder indiscutido de muchos creadores que, con su apoyo moral o material, se sentían más seguros. Yo mismo, tan lejano de esa Cuba gloriosa e inolvidable, lo tenía a través de sus cartas y consejos en el corazón de Buenos Aires.

Después de seis años de epistolario, sin conocerle personalmen- te, tuvimos la surte de encontrarnos por vez primera en Brasil, en 1954, cuando todo el país celebraba los quinientos primeros años de la fundación de San Pablo, hecho histórico, trascendente.

Para qué decirles lo que fueron ése y otros encuentros. Nos parecía que nos conocíamos desde siempre. Estuvimos permanentemente

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juntos con la adhesión de Efraín Morote Best, el gran estudioso peruano. También compartimos varias reuniones con el inolvida- ble y querido Edison Carneiro y con los haitianos Price Mars y Emanuel Paúl.

Seis años más tarde nos volvimos a encontrar con Fernando Ortiz, cuyo prestigio era más sólido aún, si cabe, en 1960, en Bue- nos Aires, cuando vino invitado por la Comisión Internacional Permanente del Folklore acompañado por su esposa, al Congreso Internacional de Folklore que se realizaba en homenaje al sesquicentenario de la Revolución de Mayo. Todos los congresis- tas lo recibieron calurosamente, lo que fue emotivo, en una re- unión en la que estaban Roger Lecotté, de Francia; Renato Almeida, del Brasil; Roger Piñón, de Bélgica; Antonio Castillo de Lucas, de España; Augusto Raúl Cortázar, Presidente del Congre- so; yo, que era Secretario General; y Olga Fernández Latour, que era secretaria auxiliar.

Inolvidables los días que compartimos, y el maestro de la cubanía (al decir de Miguel Barnet) se sintió feliz. Fue homenajeado por congresistas y público e n general, integrado por brasileños, paraguayos, bolivianos, argentinos, estadounidenses y europeos, que se sentían felices de haber conocido al gigante del Caribe.

Y para finalizar, permítanme decirles que los gobiernos, en nues- tro quehacer, los consideramos importantes, pero más, mucho más son los pueblos que estudiamos, que conforman cada nación lati- noamericana y que, en su innata sabiduría y culturas, permanecen unidos más allá de los avatares de las políticas de sus gobernantes, los que siempre deberían sentir y pensar de esa manera, en las buenas y en las otras.

(Fdo.) FÉLIX COLUCCIO

Pr~mio Intérnacional F~rnando Ortiz a C~lina Gonzákz

POEMA A CELINA Celina flor q u e changó Hizo brotar en el llano Tú diste al p u n t o c u b a n o embru jo d e guaguancó.

Por t u r i tmo d e b o n g ó Y t u gracia d e bembé Mulato, el guateque fue c o m o si t u voz sonora

subiera a la mateodora fundida al cucalambé.

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PALABM Cubanísima Celina, nos conocimos hace muchos años. Te conozco DE ACE~lNA y te admiro desde que cantabas con tu esposo en la Radio Cadena

Suaritos, pero te conocí muy personalmente cuando se celebró un festival campesino en Pinar del Río en el que estuvimos trabajan- do hasta cerca de las doce de la noche; después seguimos conver- sando toda la larga madrugada. Allí conocí verdaderamente a Celina González: su carácter, su entereza, su presencia en nuestra Isla, desde que nació hasta que nos encontramos ese día, toda su historia, todos sus éxitos, todos los avatares, porque a veces no todo es fácil en la vida, a veces uno recibe disgustos, pero la vida le responde con bondades. Luego te conocí a través de tu obra y del trabajo nuestro, común, en la EGREM cuando hicimos varios discos Yo creo, Celina, ,que has sido una mujer muy luchadora y te ha valido tu carácter. Este te llevó a fundar una gran familia, una familia de muchos hijos; te llevó a crear una gran obra, que es reconocida en todos los países que has visitado y en donde has sido premiada por el aplauso del público y por innumerables galar- dones. Has sido premiada por el amor de tus hijos, por la fama bien ganada que tienes. Así que, dejando atrás todos los avatares, lo que tú tienes de vida, es una vida exitosa, una vida llena de méri- tos, una vida llena de amor por Cuba y por todos los que te rodean. Lo que más he admirado en ti ha sido la expresión que has alcanza- do en la música campesina. Como musicóloga, te he analizado, he buscado como en un microscopio y mirado detalladamente cada obra que has grabado para conocerla detalladamente. Tú has dado a la música cubana una nueva imagen, una nueva forma de expre- sión de la música campesina, un estilo sui generis solamente tuyo. Has paseado tu arte a través de tus giras por el mundo entero, y no has faltado ni al último rincón de Cuba que es donde más has que-. rido estar, donde más te has consagrado a quien realmente amas.

La obra tuya se refleja en Liuba María Hevia, en Ramón Fabián, en tantos otros artistas jóvenes que ayudas con tus alentadoras orientaciones; todo eso es tu ejemplo, es el aval que te hace merecedora de éste y de tantos homenajes que recibiste y que recibirás. Considero que la vida tuya es un ejemplo para todos los cubanos, sobre todo tu respuesta a lo que te brindó Cuba como cuna al nacer, respuesta magnánima, enorme, que has ofrecido en todo tu arte y en todo lo que has entregado a esta Nación cubana, que es la Nación y la Patria de todos nosotros. Considero, Celina, que tienes mucho que hacer todavía; tienes por delante mucho que enseñar, tienes mucho que cantar, tienes mucho que proyectar sobre tu obra y todo lo que vas a hacer en lo adelante. Todos nosotros te quere- mos mucho; aquí están tus grandes amigos, que te quieren y te

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admiran y que te consideran una legítima flor cubana, una flor queridísima que tenemos que cuidar, que amar y que atender siempre.

MAR~A TERESA LINARES

Catauro: r~montando la ruta d ~ l ~sclavo Con la presencia del ministro de Cultura, Abel Prieto, fue presen- tado el 20 de junio de 2001, el tercer número de esta revista, de- dicada al proyecto internacional "La ruta del esclavo1'.

María Luisa Fernández, representante de la Oficina Regional de Cultura de la UNESCO para América Latina, manifestó su compla- cencia por la interesante monografía, que asume la memoria de una de las mayores tragedias de la historia humana.

Por su parte, el doctor Raúl Roa Kourí, presidente de la Comi- sión Nacional Cubana de la UNESCO, dijo al presentar la revista que esa edición "cuidada, sobria y, al mismo tiempo, elegante, aunque éste no sea su propósito", signada "por el buen gusto y excelente contenido", arroja "penetrantes atisbos e ilumina nue- vas zonas en lo que hace a la formación de nuestra identidad, como pueblos mestizos, y a la incuestionable contribución de los africanos extrañados de su suelo natal a la forja de nuestra cultu- ra, idiosincrasia y visión del mundo".

El primer número de este año, es un tributo a quienes indaga- ron con ojo acucioso y pasión investigativa la huella de la cultura africana en América y el Caribe.

Ofrece, además, un inventario sobre los sitios que guardan re- lación en nuestro país con "La ruta del esclavo", proyecto interna- cional auspiciado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), como explica en su editorial Doudou Diene, director de la División de Proyectos Interculturales de la citada institución.

La sección "Dossier", que abre con un prefacio de Federico Mayor Zaragoza, contiene una serie de trabajos que ilustran al lector acerca de la proyección internacional de la africanía como consecuencia de la esclavitud. "Contrapunteos" ofrece una serie de artículos de autores nacionales sobre la huella africana en América, la pervivencia de esa cultura en la arquitectura, la plás- tica, el habla y las religiones de origen africano en Cuba, así como los estudios de José Antonio Saco, Fernando Ortiz y otros autores notables sobre el tema.

Además de sus restantes secciones habituales, el tercer número de Catauro, incluye un nuevo apartado con el título de "Documentos", dedicado en su aparición inaugural a la Conspiración de la Escalera.

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Palabras cn la prcscntación dc Catauro Cuando Miguel Barnet me anunció la presentación de un número de la prestigiosa revista cubana de antropología, Catauro, dedica- do a "La ruta del esclavo", no dudé un momento en ofrecerle los locales de la Comisión Nacional Cubana para la UNESCO para hacer su presentación. Y no es que la antigua casona de don Fer- nando no fuera marco apropiado para ello; al contrario. Sin embar- go, deseaba subrayar, al acoger aquí a los amigos y lectores de Catauro, el compromiso de nuestra Comisión con los objetivos de este proyecto de la UNESCO: "Dotar de carácter científico rigu- roso a las investigaciones que coordina sobre [las] causas, modali- dades y consecuencias [de la trata]", ya que, al decir de Doudou D i h e , dicha "tragedia está prácticamente ausente de la memoria colectiva y de los libros de historia, incluso africanos".

Dicho esto, debo añadir que Catauro es una publicación que aborda asuntos muy ligados al quehacer de la UNESCO, siendo como lo es su centro el hombre, y su finalidad más cara promover la paz, lo cual no es la simple ausencia de la guerra -aunque de ello también se trate-, sino la renuncia "a la filosofía del despojo", como reclamara el presidente Fidel Castro en la ONU, en 1960, para labrar la comprensión, el respeto y la amistad recíprocos entre los pueblos, sin discriminación alguna y basados en relaciones de equidad y justicia social.

Este número de Catauro, con colaboraciones de Federico Ma- yor, Doudou D i h e , Elikia M'Bokolo, Howard Dodson, Luz-María Martínez Montiel, Hugo Tolentino Dipp, Claude Meillassoux, Louis Sala-Molins, Luis Beltrán Repetto, Argeliers León, Jesús Guan- che, Nilson Acosta Reyes, Orestes Gárciga Gárciga, Jorge Ramírez Calzadilla, Natalia Bolívar y otros conocidos investigadores, pro- fesores y autores africanos, europeos, norteamericanos, latinoame- ricanos y caribeños, constituye un valioso aporte a los esfuerzos de la UNESCO por rescatar la memoria que ocultaron, durante siglos, las sociedades de los antiguos esclavistas, de aquellos cuatro siglos en que se consumó el holocausto de millones de africanos brutal- mente desgajados de sus tierras y sometidos a la más vil explota- ción en América.

Arroja, asimismo, penetrantes atisbos e ilumina nuevas zonas en lo que hace a la formación de nuestra identidad, como pueblos mestizos, y a la incuestionable contribución de los africanos extra- ñados de su suelo natal a la forja de nuestra cultura, idiosincrasia y visión del mundo.

Sin olvidar el valioso recuento sobre los resultados obtenidos por el Comité Cubano de "La ruta del esclavo" que, si no me equivoco,

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figuran entre los más destacados de los presentados a la Organiza- ción por los comités de las diferentes naciones que integran el proyecto.

Por supuesto, quisiera agregar dos palabras sobre la presenta- ción de Catauro, cuidada, sobria y, al mismo tiempo, elegante, aunque éste no sea su pr~pósi to . Tanto los editores como los diseñadores e ilustradores, los responsables del diseño gráfico y la composición, se han esmerado en darnos a la estampa un número

- - que -como los anteriores de esta publicación- está signado por el buen gusto y el excelente contenido.

No es mi intención enfrascarme en una valoración minuciosa de los trabajos incluidos en este número de Catauro, ni podría hacerlo, dadas mis lagunas en el conocimiento de la materia; sí debo, en cambio, incitarles a su lectura, con la convicción de que ésta enri- quecerá vuestro saber, interés y por qué no, vuestra pasión por el estudio de la trata transatlántica de esclavos, la tragedia humana que representó para Africa y para millones de sus hijos, y el mundo nuevo que engendraron -sin proponérselo los esclavistas- al inlbricarnos para siempre a los descendientes de europeos, amerindios y africanos para forjar lo que hoy somos.

RAÚL ROA KOUFÚ B ~ c a F~rnando Ortiz El Consejo Científico de la Fundación Fernando Ortiz, integrado por destacados investigadores e intelectuales de diferentes ramas de la cultura cubana, acordó otorgar la Beca Fernando Ortiz al proyecto "Diccionario de citas de Fernando Ortiz" de los autores Víctor Fowler Calzada y Carmelina Berenguer Hernández.

El proyecto sobresale por su originalidad y rigor científico. El tema es de actualidad y permite el acercamiento a la obra del sabio cubano, así como al conocimiento de la historia y la cultura nacional. A decir de sus autores: "Es la época de Fernando Ortiz. No porque alguna vez su importancia haya sido menor, sino porque su pensamiento se actualiza ya que exploró la médula de aquello que nos constituye como nación."

Víctor Fowler y Carmelina Berenguer, investigadores de la Bi- blioteca Nacional José Martí, se han propuesto brindar un modelo organizado de la totalidad del pensamiento de Fernando Ortiz, me- diante la agrupación de su universo categorial y referencial, y reve- lar la coherencia y las vías de comunicación entre las más diversas zonas de su producción creadora. La elaboración del diccionario es . un trabajo que se encuentra a medio camino entre la investigación de archivo y el ensayo, ya que no se trata tan sólo de organizar fuentes originales de determinada manera, sino de establecer co- nexiones que atañen ya a la significación y sentido de lo expresado.

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OSVALDO MART~NEZ ET AL.:

IM.€mú4crbnr Y>BR€ u DE54RRolLO

HUMANO Y HXI I040 EN

CUW UNMRSIOAD DE

HABANA INS~ITUTO SUPERIOR DE CIENCIAS M É D I ~ Y PROGRAMA

DE NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO.

C I U D ~ DE LA HABANA 1999.

ANTDNIA MAMA TRISTÁ Y GISEIA

CÁRDENAS MEOLINA: DlzcKmw~)

EIEMPLIFIUUX) DEL ESPMOL DE Cum

(INÉDITO). I~srmm, DE L m ~ n n i R A Y

LINGUISTICA JosÉ A PORTUONw VALDOR.

En esta segunda convocatoria de la Beca Fernando Ortiz, de ma- nera excepcional el Consejo Científico de la Fundación Fernando Ortiz decidió publicar los resultados del proyecto "Cojímar, un pueblo de pescadores" del investigador Marcos Marín Llanes del Centro de Antropología, que trata sobre el rescate de la tradición oral en el universo marino de los pescadores de Cojímar, y los resultados del proyecto "Rituales terapéuticos en los cultos populares cubanos" del profesor de la Universidad de Holguín Oscar Barzaga Sablón, que tiene como finalidad determinar las funciones fundamentales de los rituales terapéuticos en el sistema de cultos populares cubanos.

Los dos proyectos se proponen para su publicación en la colección La Fuente Viva de la editorial de la Fundación Fernando Ortiz.

La Fundación se siente satisfecha por la calidad, variedad te- mática y cantidad de trabajos presentados para esta convocatoria de la Beca Fernando Ortiz, lo cual constata la vocación de los intelectuales cubanos por los orígenes y vigencia nuestra cultura.

Pr~mios Nacionaks d~ Ciencias Sociaks y Humanidad~s 2000 de la Acad~mia d~ Cimcias d~ Cuba El presente estudio aporta una visión más abarcadora del desarro- llo humano y trata de superar el modo tradicional de su enfoque, relacionado sólo con la riqueza y el nivel de ingresos, y propone otros indicadores vinculados con el desarrollo de las capacidades y oportunidades de las persona? Aporta dos nuevos índices para me- dir el desarrollo humano: el Indice de Desarrollo Humano y Equi- dad (IDHE) y el Indice Territorial de Desarrollo Humano y Equidad (ITDHE). Para el cálculo del IDHE el colectivo de auto- res propone nuevas dimensiones e indicadores (equidad de grupos humanos dentro del país e impacto de los ingresos en el desarrollo humano). El estudio del ITDHE permite una visión sintética de las diferencias territoriales del país. Desde este punto de vista, Cuba se sitúa en un segundo lugar de veintitrés países de América Latina en lugar del trece, según el indicador tradicional.

La obra ofrece una exhaustiva información sobre el léxico actual del español de Cuba. Incluye ocho mil artículos léxicográficos con catorce mil acepciones. Es el resultado de una amplia bús- queda, localización y análisis semántico-pragmático de textos de diferentes discursos: literario, administrativo, jurídico, junto con grabaciones del discurso oral. Se encuentra ilustrado con una abundante muestra de ejemplos sobre cada uno de los tópicos estudiados.

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JORGE RAM~REZ CALZADILLA ET AL: RELIGIÓN Y CAMBIO

SOCIAL, EL CAMPO

RELIG1050 C U M DE tos ~ov~nsrn (INÉDITO).

CENlRo DE INVE~GACIONES Ps1coÚwi1cAs Y

SoclocóclcAs.

Luisn INIGUEZ ROJAS ET AL.:

& S f f i ~ ~ u z s r ~ S

ESPACIALES DEL

BIENESTAR EN C U & ~

(INÉDITO). CENTRO DE Esru~iffi DE LA SALUD Y BIENESTAR HUMANOS DE LA UNIVERSIDAD DE

H A ~ N A

JORGE NUNEZ JOVER: h CIENCIA Y LA

TECNOLOG~A COMO

PROCESO5 SOCIALES.

EDITOR~AL FÉUX VARELA, UNNERSIDAD

DE LA HAEANA CIUDAD DE LA

HABANA. 1999.

MARIAM SERM GARC~A Y CRIST~EAL

Dinz MOREIÓN: b S UNMRSIDAIXS

DEL CARIBE: PLURAUW E

I ~ R M Ó N . €D. UNIÓN.

UNNERSIDAD DE ~ É R I C A LATINA. MÉxico. 1999.

COLECCI~N UDUAL.

El trabajo analiza el amplio escenario religioso cubano ante la cri- sis de los años noventa y valora la situación desde una perspectiva sociopsicológica y politológica en las condiciones del denominado "período especial". A través del estudio de los diferentes factores que influyen en las modificaciones del campo religioso, los autores evalúan las relaciones entre religión-subjetividad-sociedad. El ins- trumental teórico que sustentó la concepción y ejecución de la obra, junto con un amplio trabajo de campo y la valoración de una amplia bibliografía, permitió obtener un significativo conjunto de resultados científicos. Todo lo anterior proporciona un interesante

[diagnóstico sobre la situación religiosa actual en Cuba y define el papel de las diferentes instituciones y su proyección a la luz de la situación nacional e internacional.

Explora la desigual expresión de los cambios y sus conseciiencias so- cioeconómicas desde el nivel nacional hasta las particularidades intra e intertemtoriales. El eje central del trabajo es el espacio-territorio y sus ejes complementarios: la familia y la salud. Contextualiza los pro- cesos históricos de construcción de desigualdades e inequidades en Cuba antes de 1959 y los de homogeneización que despliega la Revo- lución. Los resultados valoran "la vida" de los espacios y de sus pobla- ciones, sus problemas y acciones perspectivas.

Esta obra vincula el desarrollo de la ciencia y la tecnología con los procesos políticos, económicos y culturales. Resultado de más de quince años de investigación y docencia, el texto se emplea en la Maestría de Ciencias, Tecnología y Sociedad. El autor fundamen- ta que la educación científica no puede apoyarse en versiones estereotipadas de la ciencia como acumulación de conocimientos, sino que ese desarrollo está indisolublemente relacionado con el enfoque social de la ciencia.

Este libro es el resultado de un proyecto premiado por la Unión de Universidades de América Latina y resultó Mención como Mejor Libro Publicado en la Universidad de La Habana durante 1999. Con un en- foque muy actualizado, la obra describe el sistema universitario caribeño a partir de las fuentes de ingreso institucional para cubrir los gastos de funcionamiento de las universidades públicas y privadas, condiciones de trabajo y proporción de alumnos y profesores, y las posibilidades de colaboración existentes entre los diversos países en la zona del Caribe para la constitución de un programa educativo integrado.

Se premia la investigación que sirve de base a la monografía poste- riormente publicada, ya que constituye un aporte novedoso puesto a

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la disposición de historiadores, sociólogos, antropólogos y psicólo- gos. Los autores han utilizado una cantidad apreciable de fuentes primarias documentales, entre las que se destacan valiosos informes

PAN. UN CASO DE Secretos de la Seguridad del ~s tado-de la República de Cuba, sesen- GUERRA P~ICOL&ICA ,,, Cum ta expedientes inéditos de procesados por la Instrucción Judicial

€0. POLITICA. 2000. Cubana, quince informes desclasificados recientemente por el Go- bierno de ¡os Estados Unidos de América y cincuenta y siete entre- vistas a personas implicadas directamente en el objeto de la investigación. El mayor interés consiste en la exhaustiva informa- ción sobre la emigración en un breve lapso de 14 000 niños cubanos hacia los Estados Unidos y en demostrar la manipulación ideológica que se desarrolla para lograr este objetivo.

MIGUEL PADRÓN Lom ET AL.:

Guiri P- u\

ELABORACIÓN DEL PLAN

G€N€RAL DE

(YPCEnb4MIENTo

ERRmJRIAL Y

UR84NISMO E L

MUNKIPIO. ~NSl l lU lO DE PIANIFICACI~N F~SICA (EDICIÓN DE TRABPJO).

Constituye un valioso aporte de índole metodológico, en el que se ha buscado un enfoque integrador para el planeamiento territorial vinculado a las condiciones de Cuba y que sirva para el proceso de descentralización que tiene lugar en la conducción de la planifi- cación física. El nuevo enfoque supone mejorar el anterior (cen- tralizado, con rasgos tecnocráticos), para pasar a un nuevo tipo de plan concebido como un proceso político, social y económico. Desde 1997 se comenzó a aplicar; hasta 1999 se habían elaborado sesenta planes de ordenamiento, muchos de los cuales ya han sido aproba- dos por las correspondientes instancias del Poder Popular.

JESÚS GUANCHE

Testimonios de la idiosincrasia cubana El próxin~o domingo 23 de junio, a las 11:OO de la mañana, en el conocido Callejón de Hamel, en Centro Habana, el doctor Jorge Ramírez Calzadilla, del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, tendrá a su cargo la presentación de Oraciones popu- lares de Cuba: invocaciones e iconografia, por ser aquel sitio el punto que dio origen a la compilación de las primeras veinticinco ora- ciones registradas en el libro.

Interés y múltiples interrogantes provocará ese nuevo título de la Fundación Fernando Ortiz, acucioso estudio del etnólogo Jesús Guanche, devenido instrumento de análisis para penetrar en el tema de la religiosidad popular cubana.

Incluida en la colección La Fuente Viva, esa obra pondrá al alcance del lector una documentada investigación sobre las ora- ciones clásicas del catolicismo y su transformación, por el tiempo y el sincretismo, en oraciones de carácter popular. Su importancia radica, ante todo, en el significado de la oración durante la tradi-

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ción cristiana y finalmente en los niveles más elementales de reli- giosidad.

A esa compilación de textos invocatorios, valoraciones e ilus- traciones, se suman las versiones en torno a textos dedicados a la adoración santoral y otras divinidades. Como bien apunta el doc- tor Aurelio Alonso en su prólogo a Oraciones populares de Cuba: invocaciones e iconografía, no sólo se encontrará la recopilación a secas de un devocionario y una iconografía distinta a la formaliza- da por la Iglesia Católica, sino también reflexiones muy elaboradas que contribuirán a ponernos de cara al tema en toda su compleji- dad. Constituye, además, un ofrecimiento para descubrir o redes- cubrir viejos y casi olvidados testimonios de nuestra idiosincrasia.

Casi al cierre de este número conocimos el deceso del doctor Ma- nuel Rivero de la Calle (Camagüey, 1926-La Habana, 2001), una importante figura en el campo de la antropología física cubana y latinoamericana. Este jovial y respetado Profesor de Mérito de la Universidad de La Habana dirigió el Departamento de Antropo- logía de la Escuela de Ciencias Biológicas y el Museo Antropológico Luis Montané de la propia institución.

Su constante labor científico-investigativa lo vinculó desde muy joven a la Sociedad Espeleológica de Cuba y más tarde a la Asociación Mexicana de Antropología Biológica. Realizó signifi- cativos descubrimientos arqueológicos y paleontológicos que opor- tunamente publicó. Entre sus libros más conocidos se encuentran las Actas de la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba (1966), Las culturas aborígenes de Cuba (1966), Nociones de anatomía humana aplicadas a la arqueología (1983) y Arqueología aborigen de Cuba (1986), en coautoría con el doctor Ramón Dacal.

Supo combinar con certeza su paciente y minuciosa actividad científica con la formación de nuevas generaciones de antropólogos físicos en Cuba y otros países como Alemania, Checoslovaquia, Chile, España, Estados Unidos de América, Francia, México, Pa- namá, Reino Unido, República Dominicana y Rusia.

Por su labor académica el Consejo de Estado de la República de Cuba le otorgó la Orden Carlos J. Finlay el 10 de diciembre de 1996.

Estuvo muy vinculado a la Fundación Fernando Ortiz desde su creación y el 5 de enero de 1999 la Junta Directiva lo distinguió con el Premio Fernando Ortiz, que se otorga a destacadas perso- nalidades e instituciones vinculadas con este amplio campo del conocimiento.

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En la recién concluida Maestría en Antropología, auspiciada por la Universidad de La Habana, aún se recuerda con sincero afecto los cursos impartidos por el profesor Rivero, quien <ual ciudadano de a pie- acudía siempre el más puntual, con cráneos, fémures, costillas y diversos aparatos de medición para constatar su pericia y experiencia en esta especialidad.

Aún lo observamos entre libros recién comprados y su vieja máquina de escribir tratando de buscar un giro a la conversación y desviar el tema hacia la última cosecha que realizó. De pronto, se nos pierde por una de tantas puertas de su casona rosada y al poco rato reaparece orgulloso con un vaso casi lleno en cada mano. Muy quedo y con los ojos bien abiertos, comenta alegre y nos brin- da su última fórmula del vino de arroz.

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Título: Contribución de los roles de género a la determinación del síndrome climatérico Autor: Leticia Artiles Visbal Tutor: Doctor Jesús Guanche Pérez Facultad: Filosofía, Historia y Sociología, Universidad de La Ha- bana Objetivos: 1) Caracterizar los roles de género que desempeñan las mujeres

de edad mediana en el espacio público y privado. 2) Conocer la influencia de los roles de género en la percepción

de los síntomas climatéricos. 3) Evaluar la relación entre la percepción de la satisfacción per-

sonal y el padecer de síntomas climatéricos.

Utilidad y resultados de la investigación:

La tesis hace real la intención de lograr un enfoque sistémico del trata- miento de la salud incorporando los patrones culturales como determi- nantes explícitos del proceso salud- enfermedad, y se ocupa de un grupo humano, las mujeres comprendidas entre los 45 y 59 años, que, dada las características de envejecimiento de la población cubaria, necesitará cada vez más ser objeto de investigación y atención.

Constituye una novedad la contribución que hace a la conju- gación de los procedimientos cuantitativos y cualitativos a la ma- nera concreta de acumular evidencia científica, en el sentido que persiguen los objetivos de la investigación.

El desarrollo teórico de categorías como género, condicionamiento de género, patrón genosocial y modelo biocultural de género facilitó la interpretación del discurso de las 150 mujeres estudiadas, apli- cando a su declaración la técnica del análisis de contenido clásico y formalizado. Se construyeron categorías por inducción, y se elabo- ró una base de datos que facilitó el tratamiento de la información utilizando las estadísticas descriptivas usuales: media y mediana para las variables cuantitativas, y el cálculo de frecuencias para las va- riables cualitativas. Se aplicó la técnica de los odds ratios para iden- tificar la contribución de las relaciones de género en el padecer o 110 de síntomas climatéricos. La caracterización de los roles y las relaciones de género involucradas en los mismos y el padecer o no del síndrome climatérico se realizó, cualitativamente, utilizando la técnica de "análisis de frases" y por "estudio de casos". Los resultados de la investigación han mostrado que las relaciones de género, y en particular el desempeño de roles, increnientan la

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frecuencia con que se padecen los síntomas climatéricos de las diferentes esferas: vasomotores o de la esfera emotiva, genitouri- narios o de la esfera sexual.

La aplicación de estos resultados permite realizar un diagnósti- co clínico y epidemiológico que integra las influencias de los pro- cesos culturales sobre los procesos biológicos del climaterio. La aplicación de este enfoque está dirigido a introducir en los am- bientes de la investigación y de la prestación en los servicios de salud, un enfoque integrador médico-social, que contrarresta el modelo biologicista predominante en el tratamiento de la salud.

Tí'í Identidad femenina y maternidad adolescente en Cuba Aiita: Doctora Reina Fleitas Ruiz Facultad: Filosofía e Historia, Departamento de Sociología, Uni- versidad de La Habana Objetivos:

Realizar un análisis de las características principales de la iden- tidad de las madres adolescentes en Cuba a través del ejercicio de su rol materno para conocer en qué medida han cambiado o re- producen patrones de identidad de una cultura patriarcal.

Utilidad y resultados de la investigación:

1) Una sistematización técnica desde la sociología del concepto de identidad.

2) El desarrollo de un enfoque sobre el estudio de la maternidad adolescente desde una sociología de género.

3) El desarrollo de una investigación que integre la perspectiva macro-micro en el estudio de ese tema.

Tí'í Identidad femenina y maternidad adolescente en Cuba Autor: Doctora Reina Fleitas Ruiz Facultad: Filosofía e Historia, Departamento de Sociología, Uni- versidad de La Habana Objetivos:

Realizar un análisis de las características principales de la iden- tidad de las madres adolescentes en Cuba a través del ejercicio de su rol materno para conocer en qué medida han cambiado o re- producen patrones de identidad de una cultura patriarcal.

Utilidad y resultados de la investigación:

1) Una sistematización técnica desde la sociología del concepto de identidad.

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2) El desarrollo de un enfoque sobre el estudio de la maternidad adolescente desde una sociología de género.

3) El desarrollo de una investigación que integre la perspectiva rnacro-inicro en cl estudio de ese tema.

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Género del acervo popular y fruto de la tradición, el punto cubano se resiste al olvido cuando, todo lo contrario, asoma como voz coti- diana en el sentir y el decir de la vida nacional.

Hurgar en su historia trazando una ruta que marca orígenes, rasgos caracterizadores, voces fundamentales, así como su evolu- ción a través del tiempo, ha sido en esta ocasión el justo y acertado empeño de la musicóloga María Teresa Linares, quien, una vez más, nos aporta con su nuevo libro, El punto cubano, un vasto entendi- miento y una larga experiencia investigativa acerca de un tema en el cual ya ha sentado cátedra.

De lectura clara y fluida, el discurso de este ensayo logra equi- librar adecuadamente el conocimiento musicológico con el modo de decir ameno y natural de la autora. Escarpados vericuetos, de- safiados en el afán de reconstruir el qué y el cómo desde los pasa- dos siglos, consiguen descifrar, a pesar de los vacíos documentales y fonográficos existentes -síntoma de una actitud históricamente discriminatoria hacia el tema-, una fundamentada y evaluativa revisión de esta manifestación de la música campesina, mediante el método comparativo y otros recursos propios de la investigación, a lo que se suma -realzando aún más el interés del trabaj- el gran caudal de información obtenido en las "pesquisas realizadas duran- te muchos años, tanteando los recuerdos de ancianos, los criterios sobre sus modos de hacer, su autovaloración y estima".

La amplia bibliografía consultada y utilizada hábilmente -que en muchos casos remite a material para uso de comparación- per- mite arribar a un resultado investigativo exhaustivo que supera las expectativas básicas del tema.

Un periplo inusual, que pasa por las primitivas zarzuelas del siglo XVII español - en las que determinados elementos sirven de referen- cia a las fiestas del Corpus y a la tonada en Cuba-; el empleo terminológico de los compositores barrocos españoles, heredado en América a través de los músicos populares venidos de la Península; el fandango (en el que se perciben formas de tañer el laúd y la guitarra presentes en nuestra música campesina) como posible pre- cedente del punto cubano; y otros muchos aspectos relacionales entre el quehacer de la música en España durante los siglos xvr al xix y las características del punto guajiro en Cuba, hacen del capítulo "El posible origen" un valioso material de estudio, pródigo en datos y valoraciones que desbordan el interés del género en específico.

Por su parte, el acercamiento a la forma de versificación que acompaña al punto cubano, en la que se demuestra su estricta avenencia a la estructura de la tonada, es el objeto de "Presencia de la décima y su relación con la tonada", que esclarece para los

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menos entendidos, a partir del análisis de la relación texto-músi- ca, las definiciones tipológicas que se manifiestan en este género musical.

Un recorrido, además, por la tímbrica que a lo largo del tiempo ha acompañado al canto del campesino cubano, muestra la evolu- ción del conjunto instrumental utilizado para interpretar el punto desde sus inicios hasta nuestros días, detallando, incluso entre ilustraciones y referencias sobre obras plásticas y literarias de la época, particularidades de cada instrumento en sus aspectos his- tóricos, funcionales y de localización.

Al dar a conocer la discografía más antigua conocida sobre el género y los viejos cancioneros, al indagar en los archivos de co- leccionistas, las compilaciones de otros investigadores y las memo- rias de ancianos, la autora hace un rescate de nombres de intérpretes poco o nada conocidos que suma a la larga fila de figu- ras destacadas en el cultivo del punto cubano a través de toda su historia hasta la actualidad, sin olvidar los principales cultores de las variantes del género.

Leer, pues, El punto cuburio -en un loable propósito alcanzado por CLARA .. -- DIAZ PÉREZ la Editorial Oriente- constituye un regalo de sabiduría acerca de

Musicóloga. una de las expresiones más raigales de nuestra identidad musical, invsstigadora

del ds la que de manera diáfana, inteligente y culta nos instruye y nutre me- Música. diante el magisterio indiscutible de María Teresa Linares.

El presente texto, última obra editada del lingüista cubano Sergio L1NGU1Snc4DESERG'0 Valdés Bernal, viene a llenar un largo vacío en la bibliografía cuba- VALDES BERNAL. hNnncm fiRw0~ na sobre temas relativos a lenguaje y sociedad. Se trata de un texto

ORTIZ- 2000. concebido para la divulgación del pensamiento lingüístico, justa- COLECCI~N LA FUENTE

NO. 12. mente en la zona donde este pensamiento se cruza y entrelaza con el pensamiento antropológico: el surgimiento del hombre y de la socie- dad, así como de su evolución. Coherentemente con esta vocación divulgativa, el libro debuta con un capítulo dedicado a una sintéti- ca exposición de los estudios antropológicos, seguido de otro dedi- cado a los lingüísticos, ambos igualmente ilustrativos y nada esquemáticos, a pesar de haber influido en su trazado la necesidad

Lingjistica de síntesis. Por supuesto, teniendo en cuenta que el público a quien va dirigido tiene una más rica formación histórico-socio-antropoló- gica que lingüística (algo nada raro, vista la relativamente pequeña área de interés de que goza esta última ciencia en comparación con las primeras), los capítulos enfocados a temas estrictamente lingüísticos se hallan más caracterizados y pormenorizados; sin olvi- dar, claro está, la prosapia básicamente lingüística del autor que nos ocupa. Esto es obvio en el tercer capítulo, "Conceptos básicos de la

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ÁNGEL LUIS FERNÁNDEz

Lic~nciado En L~nguas y Litaratura

Clásicas. Traductor y

radactor-~ditor d ~ l Instituto

Cubano d ~ l Libro.

lingüística". En efecto, una rápida ojeada al material basta para apre- ciar que Valdés Bernal se sitúa "en el lenguaje" para, desde aquí, avanzar sus concepciones sobre la relación entre éste, el hombre y la sociedad. En fin, estamos ante un lingüista de formación académi- ca, que ha derivado su interés hacia áreas donde esta disciplina se hibrida con la ciencia general de la sociedad. Y no lo contrario. Aun así, hay una impresión final de equilibrio entre ambos polos. Se observa en el autor d e s d e hace mucho especializado en el terreno de la etnolingüística y la lingüística política- un conocimiento am- plio de la antropología física y cultural, de la historia y de la sociolo- gía, como para respaldar cómodamente sus discretos postulados en un esfuerzo que más tiene de exposición general que de tesis perso- nal, según se desprende del tono divulgativo de su trabajo. En la cuarta parte, "La lingüística antropólogica y sus aportes al estudio del lenguaje, la cultura y el pensamiento", estamos ante una exce- lente síntesis de todo cuanto el título evoca: un magistral resumen de las corrientes y tendencias en este campo del conocimiento. ¡Con una salvedad!: hubiéramos preferido que Valdés Bernal dedicase un aparte, tal vez incluso un capítulo aparte, al hecho histórico d e n t r o de la ciencia social- que representa el auge de la lingüísti- ca en el puente de los siglos XIX y xx (disciplina puntera en cuanto a métodos para el resto de las ciencias sociales) y los factores que intervinieron en esta privilegiada situación. El autor, por supuesto, no soslaya este paso, pero lo diluye hic illic dentro de la disertación total, sin individuarlo concretamente. Los restantes capítulos en torno al surgimiento del lenguaje en el ser humano como parte del proceso de hominización; las teorías sobre este fenómeno y sus fun- damentos biológicos; la diversificación racial y la aparición del len- guaje, así como la evolución del hombre social y el lenguaje, representan una lograda labor de concreción, para la cual Valdés Bernal hubo de espigar en profundas lecturas que evidencian el serio arsenal de conocimientos paralingüísticos de que se valió con el fin de acometer la compleja tarea de hacer sobrenadar y dar su lugar a la lingüística en el inconmensurable contexto de todo el saber sobre el fenómeno humano.

Por último, una observación: aun cuando se trata de un prontua- rio, este opúsculo no tuvo por qué haber renunciado a un epílogo, o capítulo a manera de conclusiones, que fundiese en breves párrafos todo el material dividido en capítulos relativamente estancos. Y otra observación: no por laboriosa, la tarea de levantar un índice temáti- co o, al menos, de nombres, deja de ser necesaria en la elaboración de este tipo de publicación.

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Desde que la marquesa Jústiz de Santa Ana, doña Beatriz (la pri- mera escritora de Cuba, como la define la ensayista Luisa Campu- zano), descubriera que el niño nacido de su estimada esclava María del Pilar Manzano poseía, además de una peculiar sensibilidad e inteligencia, dotes poco comunes, la existencia de Juan Francisco Manzano se transformó en un drama lleno de sinsabores, vicisitu- des, contradicciones, encuentros y desencuentros. De igual ma- nera, el primer lector que con su puño y letra estampó sus observaciones sobre los manuscritos y escrituras de Manzano, acu- ñó un sinfín de ideas, conceptos y criterios que fueron entretejien- do la leyenda de este personaje tan singular para la historia literaria cubana y para la historia de Cuba misma.

Juan Francisco Manzano. Esclavo poeta en la isla de Cuba, del crítico marroquí Abdeslam Azougarh,' publicado recientemente en Madrid, en la colección Humanistas, de Ediciones Episteme, retoma el tema Manzano en una documentada revisión que am- plía y enriquece los ensayos y críticas ya existentes: la visión de Roberto Friol, José Lezama Lima, Fina García-Marruz, José Luciano Franco, Ivan Schulmann, Salvador Bueno, Israel Moliner, Ramón Guirao y las que dejaron los contemporáneos del esclavo, los co- nocidos nombres del diecinueve cubano Domingo Delmonte, Anselmo Suárez y Romero, Valdés Machuca, Nicolás Azcárate y demás, quienes sacaron a la luz pública la obra de Manzano y des- cribieron sus cualidades, aciertos y desaciertos, los pasajes afortu- nados o desafortunados que aún se analizan y discuten. La crítica sobre la vida y obra de Manzano es un reflejo de ese cúmulo de contradicciones y conjeturas que le caracterizaron y que indican, sobre todo, que falta mucho por descubrir en la historia de un personaje que debió enfrentar las más disímiles circunstancias para sobrevivir. Esa especie de velo y ambigüedad que enmascara la realidad de su vida y la estética de su creación, es lo que retoma Abdeslam Azougarh en esta exégesis.

Con un sobrio diseño, el libro se divide en "Poesías líricas" (183 l ) , L L P ~ e ~ í a ~ " (1836), "Otros poemas'' (1823-1849), "Zafira" (teatro) y "Autobiografía", además de una extensa bibliografía y el estudio del antologador "Destino y obra de Juan Francisco Manzano".

No cabe duda de que la inclusión de la "Autobiografía" es el más importante aporte de esta compilación, puesto que es el resul- tado de un profundo trabajo de comprobación, revisión de fuentes y análisis de las diferentes versiones que hasta el momento sufrió

el manuscrito. En esta edición -

Profesor y crítico literario, radicado en Suiza. Se doctoró en la Universi- han sido verificadas exhaustiva- dad de Ginebra en Literatura Hispanoamericana. En la actualidad imparte

clases en el Departamento de Lenguas Rornánicas de dicha institución. mente las versiones de José

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Luciano Franco e Ivan Schulmann, además de ser procesados los primeros apuntes, correcciones, anotaciones, referencias y datos con sus comprobaciones investigativas correspondientes. En su in- vestigación, realizada mayormente en la Biblioteca Nrcional de Cuba, Azougarh expone el largo trayecto recorrido por el manus- crito desde su aparición -o desde que fue escrito- hasta nuestros días, lo que nos posibilita rencontrar sus orígenes y disfrutar de la versión más cercana a la que Manzano concibió y redactó.

De igual análisis son objeto los poemas -los confirmados y los atribuidos-; de lo antologado, este material ocupa el mayor espacio, acorde con lo que en mayor profusión escribió Manzano. En su "Nota a la edición", Azougarh señala que en esta parte se ofrecen las ma- yores novedades al lector, puesto que no sólo se trabajan críticamente 10s conocidos "Treinta años", "El reloj adelantado", "La esclava au- sente", "La cocuyera" u "Oda a la religi6n1l, sino también piezas de diversas procedencias, ordenadas cronológicamente por orden de creación y publicación. En esta parte, la poesía de Manzano es expuesta tras un largo proceso crítico de cotejo y comprobaciones. En la selección se eliminan los ropajes de que fuera revestida la creación del poeta según la estética de la época. La imaginación de Manzano, sus dones naturales y su estilo original sobresalen en esta antología que rompe con los convencionalismos en que fuera ence- rrado en muchas ocasiones.

En el espacio dedicado a "Epistolario" se incluye la corresponden- cia entre Manzano y Domingo del Monte, por ser la más significativa (cartas escritas entre 1834 y 1835), y una misiva dirigida a Rosa Al- fonso, estimada como la más conmovedora que haya redactado el poeta." La correspondencia de Manzano contiene, efectivamente, tan- tos o más elementos testimoniales que su Autobiogrufi y su poesía.

La pieza teatral Zafira constituye también una interesante fuente para el estudio del universo simbólico del poeta. Según afirma Azougarh, esta obra continúa siendo un enigma, aunque quizás no lo sea tanto cuando se le estudie en el contexto del teatro de su época, teatro de temas similares, exóticos, lleno de alegorías y em- blemas, en el que brilló el Baltazar (1858) de Gertrudis Gómez de Avellaneda.

El ensayo "Destino y obra de Juan Francisco Manzano", que pre- cede a lo antologado, nos introduce en los principales momentos de la biografía, poesía, teatro y correspondencia del esclavo, al mismo

. ~ . . .. . - - . ~.~

Juan Francmo Manzano. Esclavo poeta en la isla de Cuba, Ediciones tiempo que detalla el proceso de Episteme, colección Humanistas, Valencia, España, 2000, pp. 113-1 16.

Esta caria (octubre de 1844) la escribe Manzano desde la cárcel de Belén búsqueda que antecedió a lo después del proceso sufrido por la llamada Conspiración de la Escalera. y despeja aspectos que

Relata detalles de este proceso y solicita ayuda para su familia. al mismo tiempo que expresa su repugnancia de pedir sin trabajar. estaban por esclarecer.

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En sy nota de contracubierta a esta edición, el investigador y editor Angel Luis Fernández Guerra refiere que la vocación de Azougarh -autor también del texto Miguel Barnet: rescate o muen- ción de la memoria- por nuestras letras, específicamente por una parte de nuestra historia, "se afirma como una cruzada personal por el rescate de obras olvidadas que ahora se cierra con su estu- dio sobre el esclavo Manzano".

Rescatar a Juan Francisco Manzano será siempre y en cualquier época una labor de identificación humana e histórica, ya que el significado de su obra y su persona son trascendentes desde muchos puntos de vista. Sin mencionarlo, Cirilo Villaverde lo hizo de alguna manera presente en varias de las descripciones de su conocida C e - cilia Valdés o La Lonia del Angel (1885). En los rasgos y trazos de más de uno de sus personajes está Manzano, o en aquellos con los que convivió (amos, libertos, criollos, negros, mulatos).

Difícil será conocer en realidad lo que pasó en el alma sufrida de Manzano. Vivió y escribió bajo terribles presiones, cercado y encadenado de cuerpo y espíritu, como él mismo describió: " [ ...] de cárcel en cárcel, de cepos en cepos, de bartolina en bartolina, de calabozo en calabozo, de cordillera en cordillera."' Su historia nos llega mutilada y aún nos hace preguntarnos quién fue en rea- lidad este hombre extraordinariamente creativo, lleno de sueños, cuya realidad se resumía en una sobrevivencia de hora tras hora, día tras día, sin respiro; rodeado de amos, buenos o malos, mayorales e inquisidores, apenas una familia, negros, miilatos, mecenas y be - nefactores que le ayudaban y exigían, sin dejarse ver tal cual era, sumido en un mar de imposibilidades y frustraciones, pese a lo cual conservó la potencialidad de su genio creador. En este senti- do quedan todavía zonas por recorrer para encontrar sus señas de identidad, la totalidad de su ser. Esclavo autodidacto, cimarrón, liberto sin llegar a ser libre, y pobre, su imagen triste y sumisa escondió a un prodigioso improvisador, a un magnífico repentista, narrador, cuentero, titiritero, dramaturgo, pintor, poeta, excelente sastre, buen repostero y, sobre todo, a un hombre acosado por el castigo de vivir, más que sin pan y alimento, sin la libertad de poder ser él mismo. Siempre quedará algo por descifrar en sus ver- sos, sus dibujo^,^ sus décimas, sus escritos y fragmentos plagados de inexactitudes gramaticales, giros sintácticos deficientes y ortogra- fía dudosa, pero vivas y alucinadas letras que aún iluminan las oscuras páginas de la esclavitud en Cuba.

l ~ b ~ d . D 115 La vida de Manzano fue un ppppp - -- . - - -- -

' Ahi esta para el imaginario cubano la referencia sobre sus irnagenes, en sortear su propia historia. Está cla-

las que aparecen un diablo perseguido y una bruja que sonrie ro que el curso de la vida esclava

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en Cuba es su propio tránsito. Es así que un suceso como el de la Cons- piración de la Escalera lo involucró justo en el momento en que, libre, comenzaba a comprender que existían otras esclavitudes tanto o más crueles que la del grillete. Se podría hablar de un Manzano antes y después de este hecho, cuando aquel terror que "brotó, invadió, pene- tró y caló las esencias más profundas de la sociedad cubanan5 volviera con esa fuerza de odio y violencia a destruir su vida. Las actas corres- pondientes al proceso de Plácido y Manzano por la Conspiración de la

- Escalera revelan una de las facetas más dramáticas de la historia y la literatura en Cuba.6 Esos expedientes causan el mismo impacto que los testimonios autobiográficos de Manzano, quizás con más dolor y pena. Acusados, descubiertos y encubiertos, estos dos poetas cubanos se en- frentan llenos de horror ante la tortura y la muerte, y al negarse se reafirman en lo que nunca les fue perdonado por aquella sociedad: su capacidad para expresarse, su pensamiento y sensibilidad. Por ello, sin proponérselo ni darse cuenta, en un acto de imaginación evocadora y poética, se reasumen en el recuerdo de un encuentro casual en una tranquila plaza habanera, en un brindis por quién sabe qué o una cena compartida al azar.7 Este proceso finalizó con la muerte de Plácido y el silencio definitivo de Manzano para el mundo, no para él mismo, pues sabemos que dejó de publicar (o pasó al olvido), pero no que haya dejado de escribir, en secreto, como siempre lo hiciera, a espaldas de amos y perseguidores, experto en liberar sus décimas y encaminar sus plegarias y moyubas hacia donde posiblemente él sólo sabía. El creador de "La esclava ausente" es uno de esos personajes que proyectan siem- pre un lado mítico, revelador e inquietante que nos obliga a verlo como algo diferente.

Cuando se mira el espacio que ha transcurrido, casi dos siglos, más se puede apreciar el valor perdurable de su obra. Todavía nos asombra que sus versos se hayan escrito bajo el mismo desnublado cielo en que Heredia escribió su soneto "A Emilia" y la Avellaneda "Al partir". Quizás la verdad de Manzano esté mucho más allá de la compleja problemática histórica y estética de sus contemporáneos, y su significado sea tanto o más inapresable que el de un Milanés o un Zenea. Su tiempo, en efecto, parece ser ese "tiempo libérrimo del ser, que fluye independiente del estar del ~uerpo" ,~ tal y como seña-

lara Friol en su ya clásico e im- Maria del Carmen Barcia y Manuel Barcia: "La Conspiración de la Escale-

ra: el precio de una traición", Catauro. Revista Cubana de AntropoIogia, La prescindible Suite para Juan Fran- Habana, no. 3, 2001. p. 201. cisco M ~ ~ ~ ~ ~ ~ .

Roberto Friol: Suite para Juan Francisco Manzano, Biblioteca Básica de Li- Juan Francisco Manzano. ES- teratura Cubana, Editorial Arte y Literatura, La Habana. 1977, pp. 188-212.

-- clavo poeta en la isla de Cuba fue ' lbid. un proyecto que motivó desde

Ibid., P. 52. el principio a la Fundación Fer-

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nando Ortiz por la seriedad de su propósito y por considerarlo un estudio fundamental.

Durante meses el autor Abdeslam Azougarh y el investigador Ángel Luis Fernández Guerra dedicaron largas jornadas a la bús-

TRINIDAD PÉREZ queda de información, al procesamiento de datos, a la comproba- ~ubdir~ctora-d;

rPvista ción de elementos biográficos y literarios para rescribir y reinscribir Catauro. la historia de Juan Francisco Manzano. Nos ofrecen hoy, como re-

VicsprPsidP?fa sultado de esa intensa labor, un texto que despertará nuevas in- ds la Fundacion Fsrnando,.Ortiz. quietudes en lectores e investigadores interesados.

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Presentación de originales

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W u r o ha sido concebida fundarnentalr~ierite para el estudio de la vida sociocultural cubana, sus entornos menos conocidos, el imaginario cotidiano y la cultura popular. Es una publicación que servirá para atesorar,el acervo de nuestra cultura nacional, caribeña y latinoamericana.

El interés principal de Camro es la compilación y divulgación del saber antropológico y etnológico, tanto nacional como internacional. Es un espacio de debate científico en donde se promueve la creacih y la profundización en los estudios de estas especialidades, y lacontribuciónde sus investiga- ciones a las ciencias sociales.

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colaboraciones a:

R e u i 5 ~ ' ~ Catiiuru Fundaci6n

Fernando Ortiz Calle 27 110. 160

esqiiina 3 L. El Ved;i~h. Pl;iz;i,

Ciiidad de La Habana,

Cuba. Telehx: (537) 30 06 23

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f f o r r i ~ ( ~ ~ c ~ ~ h i l r t ~ . c ~ ~ I t . c ~ ~ l h i i e l Alvarez,

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