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Inmaculada Torres Pérez
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Revista de Psicología
Universitas Tarraconensis Vol. XXIV (1-2/2002): 58-93
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
Ethical issues in forensic assessments
Inmaculada Torres Pérez1
Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico
Universidad de Sevilla
RESUMEN
En cualquier área de intervención psicológica obviamente pueden plantearse
dilemas éticos, pero es en la práctica forense donde generalmente surgen problemas
particularmente agudos. En este artículo se exponen los aspectos relativos a la
legislación actual española en referencia a la actuación del psicólogo como perito, sobre
la forma de proceder (desde la designación hasta cómo se realizan las evaluaciones
psicológicas forenses o la exposición del dictamen pericial en la vista oral) y sus
principales funciones dentro de un marco ético. Se analizan las normas deontológicas
aplicables en este contexto y los Principios Éticos generales teniendo en cuenta las
1 Psicóloga y Criminóloga. Profesora y Colaboradora Honoraria del Dpto. de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos. Correspondencia: Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos. Facultad de Psicología. C/ Camilo José Cela, S/N. 41018. Sevilla (Spain). E-mail: [email protected]
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principales directrices nacionales e internacionales y las posibles consecuencias desde el
punto de vista profesional y/o legal de una actuación no ética del psicólogo forense.
PALABRAS CLAVE: Ética; Psicólogos forenses; Informe pericial; Fundamentos
legales.
TÍTULO BREVE: Evaluaciones forenses
ABSTRACT
Ethical dilemmas can arise in any area of psychological intervention; nevertheless,
it is in forensic practice where particularly serious problems may arise. In this paper we
set out aspects related to the current Spanish legislation in reference to the performance
of psychologists as expert witnesses, on their behaviour (from their designation to the
way forensic evaluations are carried out or court-room testimony) and their principal
acts in an ethical framework. The deontological standards applicable in this context and
the general Ethical Principles are analysed taking into account the national and
international relevant guidelines and the possible consequences from a professional
and/or legal point of view of unethical behaviour by the forensic psychologist.
KEY WORDS: Ethics; Forensic psychologists; Expert witness report; Legal bases
RUNNING HEAD : Forensic assessments.
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INTRODUCCIÓN
(...)
Defensa (D): ¿Tienen ustedes en este informe como en todos, una
obligación de confidencialidad?
Perito (P): ¿A que se refie re?
D: A secreto profesional.
P: Si la pericia es una pericia pública, el secreto profesional está cuando
es una situación totalmente privada, pero la pericia es algo público con lo
cual estamos sometidas a la situación pública.
D: Yo me refiero no a las conclusiones, yo cuando hablo de la
confidencialidad y secreto profesional me refiero no a las conclusiones y
al informe en sí, sino a las confidencias que hayan podido ustedes tener
precisamente en las exploraciones personales con el informado.
P: Entiendo que no, porque no se trata de una confidencia, el informado
sabe cuál es el objeto de nuestra pericia y por qué estamos allí.
D: Pero esa confidencialidad ¿no está en el secreto profesional?
P: Entiendo que no. No es una situación clínica, es una situación judicial
donde nuestro informe va a ser público, y además el informado sabe cual
es el objeto de nuestra situación en ese momento.
D: No insisto en la pregunta porque ustedes saben lo que yo pregunto y ya
lo han contestado. Yo no me refiero al informe, me refiero a la confidencia
y me refiero al código deontológico del colegio de médicos que está
unificado.
P: No somos médicos.
D: Precisamente, pero también hay otro código deontológico que es
aplicable. Pero en fin, es igual ya he hecho la pregunta y yo me refería no
al informe sino a la posible confidencia. Bien han dicho ustedes que
evidentemente informan ustedes previamente al interesado?
P: Sí, sí. Al interesado, cuál es nuestro objeto.
D: Y le aperciben cuál es el objeto y las consecuencias?
P: Sí.
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D: Esto es lo que se llama en términos de psicología y psiquiatría, la
autorización conformada, o autorización motivada, o autorización
documentada?
P: Pues, no tiene un nombre, entre nosotros nunca se le ha dado un
nombre específico, simplemente se informa a la persona cuál es el objeto
de nuestra visita y el porqué estamos allí, y qué es lo que se pretende
hacer. (...)2
Quizá la primera pregunta que nos planteemos después de leer este fragmento de la
comparecencia de dos colegas en un conocido juicio (tal vez sea la misma que usted se
esté planteando): ¿los profesionales de la Psicología tenemos la formación suficiente y
necesaria en cuestiones éticas y deontológicas, para afrontar con éxito el interrogatorio
de un tribunal -en este caso, en realidad podría ser cualquier otra situación- en la
defensa de nuestro trabajo pericial?. Igualmente nos surgen otras preguntas referidas al
ámbito forense o jurídico, por ejemplo, ¿qué hay del secreto profesional, de la
confidencialidad?, ¿es ético revelar ante la Sala toda la información que la persona,
objeto de nuestra pericia, nos ha revelado en el transcurso de nuestro estudio, o sólo
aquella que hemos incluido en nuestro informe?, ¿realmente nos aseguramos de que la
persona que estamos estudiando conozca el objeto de nuestro estudio y las posibles
consecuencias que del mismo se puedan derivar?...
Podríamos seguir haciéndonos numerosas preguntas sobre las implicaciones que el
conocimiento vs. desconocimiento sobre cuestiones éticas, y no sólo sobre la
deontología profesional, tienen en nuestro desempeño como profesionales de la
Psicología en el contexto forense. El objetivo de este artículo es dar respuesta a estos
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planteamientos, considerando sobre todo que, como señalan el Grupo de trabajo de la
Federación Europea de Asociaciones de Psicólogos (EFPA) para la Psicología
Forense y la información acumulada dentro del Comité de Ética de la misma, “La tarea
forense constituye un área de trabajo para los psicólogos que acentúa los dilemas
éticos, y es el área de práctica que con más frecuencia presenta conductas negligentes y
no éticas” (EFPA, 2001).
Para actuar éticamente dentro del contexto jurídico, antes que nada, y siguiendo a
Urra (1993), tal vez la mejor manera sea conocer el contexto en el que nos movemos, es
decir, conocer con detenimiento las características, conceptos y operaciones así como la
propia estructura del sistema judicial en nuestro país. Cuestión importante que forma
parte de nuestras obligaciones profesionales si trabajamos dentro de este ámbito. Por no
ser objeto de nuestro trabajo no vamos a desarrollar este punto, remitiendo al lector a la
Ley Orgánica 6/1985 del Poder Judicial que lo reglamenta, y sus posteriores reformas
(5/1997, de 4 de diciembre; 9/2000, de 22 de diciembre) y a textos como el elaborado
por Ibáñez y de Luis (1994).
En segundo lugar, recordar que la intervención de los psicólogos como peritos en
los procesos judiciales no es nada nuevo, se viene planteando ya desde principios del
siglo XX, aunque no ha sido hasta hace muy poco (década de los 80) que el sistema
judicial español ha estado preparado y acepta la incorporación de planteamientos
psicológicos, aunque aún con ciertas reticencias (Muñoz Sabaté, 1980; Ávila, 1986;
Ibáñez y Ávila, 1990; Urra, 1993).
2 Extracto del Acta del día 3 de Junio de 1997 de la prueba pericial psicológica en el que se recoge la comparecencia de ratificación y declaración sobre el informe pericial realizado por dos peritos psicólogos en un conocido Juicio,
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Mientras que en Norteamérica es en 1962 cuando se empieza a generalizar (ya
hacía tiempo que venían participando) a raíz de que el Tribunal Supremo estableciera
que “se considerará error judicial rechazar la peritación de un psicólogo respecto de
su área de especialización”. En nuestro país también una sentencia del Tribunal
Supremo (21 de noviembre de 1992, RJ 1992\9624) se hace eco de la relevancia del
papel de los psicólogos en el asesoramiento para valorar todas las cuestiones que tienen
que ver con el estudio de las condiciones psicológicas de los actores jurídicos, ya que
afirma que “la Psicología permite aportar medios de conocimiento, que el Tribunal no
podría ignorar en su juicio sobre la credibilidad del testigo y que, por sí mismo no
podría obtener en razón del carácter científico especializado de los mismos”. (de la
Torre, 1999, pág. 13).
Igualmente fueron los años sesenta la época de la difusión del papel de psicólogo
como perito en los principales países occidentales (Ávila, 1986).
El rol del psicólogo, como señala Ávila (1989), dentro del sistema jurídico no
puede reducirse a categorías aisladas como perito, sino que posee numerosas
connotaciones y tareas que no pueden abordarse separadamente (aunque por cuestiones
didácticas así lo hagamos en este trabajo) teniendo en cuenta que la Psicología, en
cuanto ciencia, y el psicólogo, en este contexto, se encuentran inmersos en un sistema
de complejas determinaciones como lo son las relaciones entre los individuos, la
sociedad y las leyes. Asimismo, y siguiendo al mismo autor, el psicólogo en su
concretamente de las respuestas ante algunas preguntas del abogado defensor del acusado.
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intervención como perito lo es en cuanto a su calidad de experto y a demanda de las
instancias judiciales, de las cuales opera como auxiliar o asesor, basándose en sus
conocimientos específicos. Por otra parte, la acción del reconocimiento técnico del
objeto del debate es conocida como peritaje o peritación (Ibáñez y de Luis, 1994).
Por lo tanto, como experto, el psicólogo deberá adquirir las competencias,
entrenamiento y experiencia suficiente en éste área de la Psicología para alcanzar un
adecuado desempeño profesional y ético. Así, en el artículo 16º del Código
Deontológico del Psicólogo, se prescribe que “(...) el/la psicólogo/a ha de estar
profesionalmente preparado y especializado en la utilización de métodos, instrumentos,
técnicas y procedimientos que adopte en su trabajo (...)” lo que indica que la
competencia profesional para actuar en este ámbito (al igual que en otros) es una
responsabilidad profesional ética de los psicólogos. En este sentido, en la “Guía de la
especialidad para psicólogos forenses” (Committee on Ethical Guidelines for Forensic
Psychologist -CEGFP- 1991)3 se proporcionan normas más explícitas. En los puntos A,
C y D dentro del apartado III sobre Competencia, en los que se dice que los psicólogos
forenses:
“A. Proporcionarán sus servicios sólo en áreas de la Psicología en las que tengan
conocimientos, destreza, experiencia y educación especializados.
C. Son responsables de adquirir un nivel fundamental y razonable de conocimiento y
comprensión de las normas profesionales y legales que regulan su participación como
peritos en los procesos legales.
D. Tienen la obligación de comprender los derechos civiles de las partes en los procesos
legales en los que participan, y llevar a cabo su conducta profesional de manera que no
disminuyan o amenacen esos derechos”
3 Esta guía fue aprobada formalmente por la división 41 de la American Psychological Association (APA) y la American Pychology-Law Society en 1991. Tamb ién fue aprobada por la American Academy of Forensic Psychology.
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Como señalan Ibáñez y Ávila (1994) debemos insistir, dada la creciente
importancia que la prueba pericial psicológica está cobrando dentro del ordenamiento
jurídico español, en la necesidad de que los psicólogos realicemos un especial esfuerzo
por depurar la calidad de nuestras prácticas en esta área de intervención psicológica.
1. Legislación de la actuación del psicólogo como perito
Respecto a la reglamentación legal española, la posibilidad de nuestra intervención
como peritos en los juzgados viene recogida claramente en la Ley de Enjuiciamiento
Civil (LEC), en la reforma de 2000 -vigente desde enero de 2001- en el Libro II. Título
I. Capítulo VI. Sección 5ª (artículos 335- 352). En el artículo 335.1, (en la anterior LEC/
1987 estaba recogido en el artículo 610) dice literalmente:
”1. Cuando sean necesarios conocimientos científicos, artísticos, técnicos o prácticos
para valorar hechos o circunstancias relevantes en el asunto o adquirir certeza sobre
ellos, las partes podrán aportar al proceso el dictamen de peritos que posean los
conocimientos correspondientes o solicitar, en los casos previstos en esta ley, que se
emita dictamen por perito designado por el tribunal.”
Por otra parte, la Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECr) en el artículo 457 acota
más el terreno exigiendo que la especialidad del experto constituya una ocupación
legalmente configurada: “Son peritos titulares los que tienen título oficial de una
ciencia o arte, cuyo ejercicio está reglamentado por la Administración.” Y en su
artículo 458 especifica: “El Juez se valdrá de peritos titulares con preferencia a los que
no tuviesen título” (la misma referencia igualmente la podemos encontrar en la LEC
artículo 340.1.).
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En cuanto a la designación del perito, que puede ser de parte o judicial, la
reglamentación la encontramos, por un lado en la jurisdicción civil, en la LEC en el
artículo 336 que viene a decir que las partes pueden disponer de dictámenes elaborados
por los peritos que ellos designen para tal efecto. Y en el artículo 339, en el que se
determina la designación judicial de peritos por el tribunal sin instancia de parte, para
los casos en que cualquiera de las partes fuese titular de derecho a la asistencia legal
gratuita, tan solo con que la parte lo anunciase al tribunal (apdo. 1) y si no lo fuesen, lo
pueden solicitar igualmente y el Tribunal procederá a la designación siempre que
considere pertinente y útil el dictamen pericial solicitado (apdo. 2). Incluso existe la
posibilidad de elegir la persona o entidad que emita el dictamen pericial, si las partes
estuviesen de acuerdo, el Tribunal lo acordaría así (apdo 4). El procedimiento por el que
se realiza la designación judicial de perito viene recogido en el artículo 341.
Por otra parte, en el caso de la jurisdicción penal, la LECr dedica el capítulo VII
(del Libro II, Título V) al informe pericial, y dentro del mismo, a la designación del
perito en las causas criminales (artículo 460) que dice que se realizará por orden judicial
mediante el procedimiento de oficio, y a diferencia del caso anterior de causas civiles
que lo realizaba un único perito, el informe pericial se realizará por dos peritos (artículo
459) siendo habitualmente uno de ellos funcionario perteneciente al cuerpo técnico
adscrito a las clínicas medico forenses de los Juzgados, o incluso hasta tres o más
peritos en caso de que existiera discordancia entre los primeros, si éstos fueran pares
(artículo 484). Se da una excepción en el caso de que el/los peritos designados por el
Juez estuvieran inmersos en alguna causa de recusación (artículo 468), el querellante y
el procesado tendrán derecho a nombrar, a su costa, un perito que intervenga en el acto
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pericial (artículo 471), siendo el Juez el que resolverá en última instancia la admisión o
no de los mismos (artículo 473). Si bien, también en este caso las partes podrán
presentar dictámenes periciales habiendo sido nombrados por ellos y no por el Juez
(artículo 474).
La última reforma de la LEC hace referencia a la figura del testigo-perito en el
artículo 370 :
“4. Cuando el testigo posea conocimientos científicos, técnicos, artísticos o prácticos
sobre la materia a que se refieran los hechos del interrogatorio, el tribunal admitirá las
manifestaciones que en virtud de dichos conocimientos agregue el testigo a sus
respuestas sobre los hechos.”
Es la emisión del dictamen pericial en lo que difiere la figura del perito y la del
testigo-perito quien tan sólo realizará manifestaciones referentes al caso desde sus
conocimientos profesionales.
Como hemos podido ver, el trabajo del psicólogo dentro del aparato judicial está
recogido en diferentes textos legales y observamos que lo que adelantaba Romero
(1990; cfr. Urra, 1993) se está haciendo realidad:
“Aunque lenta, la justicia se va modernizando y se está dando cuenta de
que en la compleja tarea de juzgar e imponer penas no viene mal dejar
opinar al psicólogo, como estudioso del hombre y sus conductas, porque a
fin de cuentas, a mayor nivel de información, existen mayores
posibilidades de veracidad y ésta es una de las bases de toda Justicia”
Así mismo lo reconoce el Magistrado Juez de la Audiencia Provincial de Madrid
en un artículo para la revista Papeles del Psicólogo escribe: “Es evidente que el
psicólogo (...) cada vez tiene más intervención por no decir protagonismo en todo lo
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relacionado con la Administración de Justicia y aún con zonas limítrofes o lindantes
con la misma cuales servicios sociales de asistencia y protección a menores,
marginados, enfermos, toxicómanos... (...)”. Aunque señala por otro lado que “(...) El
creciente número de licenciados y la incapacidad de los Colegios profesionales para
llevar a la vida real las normas de deontología profesional ha supuesto que el deterioro
ético de ciertos grupos resulte primario. (...)” (Beltrán, 1999, pág. 10). Comentario este
último que nos hace plantearnos una vez más la necesidad de mejorar esa imagen social
que se tiene de los psicólogos, muy especialmente en el ámbito que nos ocupa,
incorporando además de los pertinentes conocimientos técnicos, una adecuada
formación en cuestiones éticas y deontológicas.
2. El psicólogo en el ámbito forense
Los psicólogos no especializados en ésta área de la Psicología no están
acostumbrados al lenguaje legal ni familiarizados con el contexto jurídico, así para
aclarar todo lo comentado anteriormente, vamos a resumir dentro de lo posible cómo es
nuestra intervención en la Justicia desde un principio, sin entrar en detalles.
En primer lugar, la petición de la actuación de un perito psicólogo puede ser
realizada por el Juez o Tribunal, el Ministerio Fiscal, el abogado defensor, o el acusado
particular. No obstante va a ser el juez o tribunal el que en última instancia decidirá si
la propuesta pericial es o no pertinente y es entonces cuando ejecuta formalmente o no
la petición. Si bien, en la mayoría de los casos es aceptada y enviada para su tramitación
al ámbito profesional pertinente, a saber:
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- A los psicólogos en plantilla del Ministerio de Justicia, adscritos a las Clínicas
Médico-forenses o a los Juzgados de Familia.
- A los que trabajan en Instituciones Penitenciarias,
- A los Centros Públicos (Centros de Salud Mental, unidades psiquiátricas, etc.)
- A los psicólogos disponibles en los “Turnos de Oficio” creados por el Colegio
Oficial de Psicólogos para requerimiento de la Justicia.
- A los psicólogos que trabajan desde el ámbito privado.
Por otra parte, son desde distintos Órganos unipersonales o colegiados desde los
que pueden solicitar nuestra intervención: los Juzgados de Primera Instancia (en éstos
se encuentran los Juzgados de familia) y los Juzgados de Menores (en todos ellos, el
informe ayudará a adoptar unas medidas provisionales u otras), los Juzgados de
Instrucción y las Audiencias Provinciales. Esta solicitud se hace en un documento que
suele tener el mismo formato para todos los órganos judiciales, es una petición oficial
para que el psicólogo al que se le remite el caso se haga cargo del peritaje y acepte su
cargo.
La aceptación del cargo (LEC, artículos 335.2, 342) es un acto importante que
conlleva en sí mismo tres aspectos: la aceptación (acto de contestar a la petición oficial
aceptando el cargo de perito), el juramento (jura o promete desempeñar bien y fielmente
su cargo garantizando la objetividad y la ética profesional) y la citación (forma oficial
de convocar al psicólogo en una fecha tope donde debe estar terminado el informe, y si
debe comparecer en el acto del juicio oral -LEC artículo 347-, detallando el día y la
hora). Es habitual realizar estos tres actos en uno solo para facilitar y molestar lo
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imprescindible a los profesionales. En la jurisdicción penal este proceso viene recogido
en los artículos 460, 461, y 474 de la LECr.
Asimismo, los psicólogos, al igual que otras personas intervinientes en un juicio
como testigos, peritos, etc, realizarán otro acto procesal que es el de la ratificación
(LEC, artículo 346), es decir, son llamados para confirmar lo ya declarado (el informe
escrito o dictamen pericial). Habitualmente se ratifica de todo lo escrito, si bien es la
oportunidad para realizar cambios, si hubiere ocurrido alguna circunstancia que pudiera
modificar lo ya explicado, o bien ampliar los contenidos que hubieran podido quedar
incompletos.
La Justicia formulará las preguntas que requieran ser contestadas por los
psicólogos como expertos en sus dictámenes periciales (LECr. Artículo 475: “el juez
manifestará clara y determinadamente a los peritos el objeto de su informe”), en el
escrito de solicitud o en la aceptación del cargo. Si en las preguntas formuladas no hay
claridad, el perito no debe dudar en exigirla antes de realizar la prueba. Romero (1993)
con muy buen criterio engloba los diferentes tipos de preguntas que suelen realizar los
demandantes de nuestro trabajo en tres apartados:
1. Preguntas de sentido común, que no tienen nada que ver con el psicodiagnóstico y sí
con aspectos de testificación: los juzgados o tribunales sólo necesitan saber algo
concreto que haya podido ocurrir en la vida del peritado, como por ejemplo: ¿Ha
tratado Ud. en su centro o en su consulta al procesado?, ¿por qué motivo?, ¿ha sido
el procesado tratado en su centro u otros a lo largo del año anterior?, ¿cuáles han
sido sus resultados?.
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2. Preguntas poco claras o técnicamente incorrectas, debido al desconocimiento de los
profesionales de la Justicia de los conceptos y terminología psicológica o
psicopatológica, pudiendo crear en el psicólogo confusión. Serían preguntas del tipo:
“¿cuál era el estado de ánimo del criminal dos días antes y dos días después del 28
de marzo?”. En estos casos lo recomendable es pedir aclaración a la autoridad y
ayudarle a formularla más correctamente.
3. Preguntas correctamente formuladas, como por ejemplo: “¿Cómo es la personalidad
del acusado?”, “¿padece o ha padecido alguna toxicomanía?”, “¿le aprecia algún
tipo de trastorno?”, “¿en que medida le afecta su trastorno en los hechos que se le
juzgan?”, etc.
Será sobre las cuestiones planteadas en la solicitud sobre las que debe girar la
actividad pericial y a las que deberá, a su vez, limitarse el dictamen pericial.
Por otra parte, es imprescindible que el psicólogo se familiarice con los conceptos
y el vocabulario que se utilizan en el Código Penal para definir los trastornos
psicopatológicos, ya que suelen diferir de los conceptos y clasificaciones actualmente
vigentes en el ámbito de la Psicología científica.
3. Las evaluaciones psicológicas forenses
Nuestro objetivo en este trabajo, es abordar las cuestiones éticas puestas en juego
en el ámbito forense, y un aspecto más a considerar antes de entrar en las mismas, son
las evaluaciones forenses que darán como resultado final el dictamen pericial
correspondiente. Como advierte Grisso (1987, cfr. Ibáñez y Ávila, 1989) nos interesa a
todos los psicólogos que las evaluaciones forenses sean de calidad por su repercusión en
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la imagen social de la Psicología en esta área (todavía en consolidación) así como por el
amplio impacto social que tienen las actuaciones forenses en la vida de las personas en
una gran variedad de circunstancias.
Cuando hablamos de evaluaciones psicológicas forenses, hablamos de evaluaciones
aplicadas específicamente en el contexto legal y concretamente de las actuaciones a
requerimiento de las instancias legales. Es decir, desde dichas instancias, como ya
hemos indicado, se piden informaciones específicas que son legalmente relevantes, a las
que el psicólogo forense ha de intentar contestar utilizando los conocimientos y técnicas
de su profesión. Pero han de ser psicológicas, es decir, que su especificidad permita
diferenciarlas de otras actuaciones forenses, por ejemplo de las psiquiátricas.
El objetivo último de la evaluación psicológica forense es elaborar el Dictamen
Pericial que Mauleón (1984, cfr. Ibáñez y Avila, 1989) lo definió como “la opinión
objetiva e imparcial, de un técnico o especialista, con unos específicos conocimientos
científicos, artísticos o prácticos, acerca de la existencia de un hecho la naturaleza del
mismo” (pág. 294). Siguiendo a Ibáñez y Ávila (1989), tiene una finalidad objetiva que
es la determinación de unos hechos o sobre sus manifestaciones. Objetividad que debe
ser el principio rector del examen pericial, independiente de los intereses de las partes,
por lo que desde un primer momento se deberá definir, concretar y clarificar sus
funciones.
En cuanto a las demandas para la realización de una evaluación forense, como
Muñoz Sabaté (1980) propone, las posibilidades son muy amplias. Este autor considera
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que dado que “El derecho es algo multidimensional y omnipresente. El caso más
insospechado puede ser tratado con métodos psicológicos”. Realiza un listado de
posibles aplicaciones: “técnica probatoria, derecho penal, derecho de familia, derecho
de sucesiones, derechos de obligaciones, derecho laboral, propiedad industrial y
estimación de otros estándares judiciales”(pág. 184). Y además considera que ninguna
norma de derecho positivo excluye el peritaje psicológico ante los tribunales ya que
existe una gran variedad de “themas probandi” susceptibles de utilizar la técnica
psicológica.
Nos encontramos con que tal vez la realidad no es tan ambiciosa y se limita
básicamente a tres terrenos del derecho:
En el derecho penal, mayoritariamente para valorar cuestiones como la
responsabilidad criminal en casos de trastorno mental de un acusado (evaluación de la
imputabilidad del procesado), evaluar la competencia de un individuo para ser juzgado
o para prestar testimonio, valorar las secuelas de las víctimas, etc.
En el derecho civil, fundamentalmente en la intervención en procesos de tutela e
incapacitación de adultos, internamientos psiquiátricos involuntarios, protección de
menores, daño psicológico y reclamaciones comerciales (tanto por negligencia en la
presentación de productos como en la confusión de marcas). En el caso del derecho de
familia, dentro del civil, la actuación del psicólogo se centra en temas de adopción y
privación de derechos parentales de los progenitores (patria potestad), así como en la
atribución de la custodia de los hijos en caso de divorcio, nulidad y separación,
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evaluación de los factores psicológicos que en ello influyen y consecuencias probables
de esos factores en la familia.
Y dentro del derecho laboral, por secuelas psíquicas de accidentes o situaciones
de trabajo, entre ellas, las relacionadas con el acoso moral en el trabajo o mobbing, que
tanta repercusión mediática están teniendo actualmente, o las autopsias psicológicas, es
decir la evaluación del perfil psicológico premortem en comparación con las variables
de alto riesgo de suicidio, especialmente en casos de reclamación contra compañías de
seguros.
Por último, entrando en el proceso de elaboración del peritaje psicológico
propiamente, se insiste en la necesidad de realizar la evaluación forense de manera
sistemática, para mantener el principio de objetividad del que debemos partir siempre, y
más especialmente en esta variedad de evaluación. Va a ser desde el mismo modelo que
utilice el perito en su aproximación a los hechos objeto de estudio desde donde se
garantizará o no dicha objetividad (véanse las diferentes etapas propuestas por Blau,
1984; en su modelo de proceso de elaboración de la peritación forense y reformuladas
por Ávila, 1986).
4. El informe pericial
El perito tiene que presentar por escrito sus opiniones siendo ésta a veces su única
intervención. Como señalábamos al principio al igual que otros autores, Ávila (1986) y
más recientemente del Río (2000), son los informes psicológicos, especialmente los de
parte, los que plantean más problemas legales y éticos. Como señala del Río: “(...) una
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gran parte de las reclamaciones que se presentan a los profesionales de la Psicología
por presuntas infracciones Deontológicas ante las distintas Juntas Rectoras de las
delegaciones, se deben a la emisión de informes de parte que se presentan en los
Juzgados de Familia como prueba (...). Teniendo en cuenta que el uso real que se hace
de estos informes por parte de personas que no pertenecen al ámbito de la Psicología,
puede tener importantes repercusiones éticas y sociales, no sólo para las personas
implicadas (Jueces, fiscales, letrados de ambas partes, personal del Juzgado, etc), sino
también para los profesionales que los han firmado” (del Río, 2000, pág. 15). Por estas
razones hacemos hincapié en la importancia de minimizar los efectos indeseables de los
informes.
En cuanto al contenido de los dictámenes periciales la LECr hace referencia expresa
de forma muy genérica a los apartados de los que debe disponer (artículo 478):
“(...) 1º. Descripción de la persona o cosa que sea objeto del mismo en el estado o del
modo en que se halle.
2º. Relación detallada de todas las operaciones practicadas por los peritos y
suscribiéndola todos los concurrentes.
3º. Las conclusiones que en vista de tales datos formulen los peritos, conforme a los
principios y reglas de su ciencia o arte.”
Siguiendo las recomendaciones que realiza Ávila (1989), todo informe pericial ha
de guiarse como mínimo de las siguientes pautas:
? El contenido se adecuará a los aspectos básicos del caso: introducción,
procedimientos utilizados, conclusiones derivadas y su discusión.
? Expresará con claridad, evitando la erudición y los términos oscuros todo lo
relevante del caso.
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? Excluirá o relativizará explícitamente todo aquello que no este justificado de una
manera objetiva, detallando en su caso, los niveles de confianza de las
predicciones y descripciones; y
? Concluirá con una o varias opiniones que el perito da en respuesta a las
preguntas hipotéticas que le fueron formuladas por el juez o los abogados. Sin
bien no olvidemos que, como propone en este sentido Rodríguez (1999), la
función del perito no es llegar a conclusiones de cara a la sentencia, sino facilitar
los conocimientos especializados para que el juez elabore la misma.
Algunas otras recomendaciones propuestas por Romero (1993) son:
? El informe debe especificar claramente quién lo realiza, quién lo solicita, el
motivo por el que se realiza y las técnicas de diagnóstico utilizadas.
? Se debe emplear un lenguaje adecuado que, sin sacrificar el contenido técnico,
sea comprensible para jueces y abogados, empleando pequeñas explicaciones de
términos y conceptos.
? Conviene en la valoración final hacer alusión y contestar a las preguntas que han
sido formuladas por los tribunales, contestando contundentemente cuando se
estime oportuno o como dudoso cuando se presentan dudas al respecto.
? En cuanto a la extensión del informe hay que evitar lo superfluo pero no dejar de
mencionar todo lo que queremos decir.
Para Vázquez y Hernández (1993) los informes psicológicos forenses deben seguir
una táctica de “máxima observación, media descripción y mínima inferencia”.
En el Código Deontológico del Psicólogo en referencia a los informes psicológicos,
entre ellos los periciales, en el artículo 48º, se señala que:
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“Los informes psicológicos habrán de ser claros, precisos, rigurosos e inteligibles
para su destinatario. Deberán expresar su alcance y limitaciones, el grado de
certidumbre que acerca de sus varios contenidos posea el informante, su carácter
actual o temporal, las técnicas utilizadas para su elaboración, haciendo constar
en todo caso los datos del profesional que lo emite”.
Para terminar este apartado, haremos referencia a la exposición del dictamen
pericial en la vista oral, dado que es en este ámbito donde se nos ofrece una de las
pocas situaciones en las que el psicólogo debe exponer su trabajo delante de un público.
Los peritos son llamados a la sala de vistas en el tercer lugar, después del interrogatorio
de las partes y de los testigos (LEC artículo 300), y entran, por tanto, sin conocer cómo
se está desarrollando el juicio.
Por otra parte, la posible actuación de los peritos en la vista o en el juicio será
solicitada por las partes y vendrá determinada definitivamente por el Tribunal. Así las
partes y los defensores podrán pedir o bien (1) la explicación de alguno de los puntos
del dictamen cuyo significado no se considerase suficientemente expresivo a los efectos
de la prueba, (2) respuestas a preguntas y objeciones sobre método, premisas,
conclusiones y otros aspectos del dictamen, (3) respuestas a solicitudes de ampliación
del dictamen a otros puntos conexos, o bien conocer la opinión del perito sobre la
posibilidad y utilidad de la ampliación, así como del plazo necesario para llevarla a
cabo, y (4) crítica del dictamen de que se trate por el perito de la parte contraria (LEC
artículo 347).
El perito cuando ha sido llamado por el Tribunal, lo primero que hace, una vez
dentro de la Sala, es identificarse con el nombre y profesión, y toma el juramento a
través del Juez o el Presidente del tribunal, quien le ofrece la posibilidad de realizar el
Inmaculada Torres Pérez
21
peritaje de pie o sentado. Seguidamente pide que conteste a las preguntas que le formule
primero el abogado defensor y después el Ministerio Fiscal. Durante el interrogatorio
puede que aparezcan las mismas preguntas que se le formularon por escrito, o bien el
abogado o el fiscal pueden haber elaborado otras preguntas tras realizar la lectura del
informe. Traemos a colación la referencia que hicimos al tipo de formulación de las
preguntas, ya que en esta situación el psicólogo pone en juego más el sentido común
que el conocimiento profundo que del caso pueda tener. Romero (1993) recomienda dar
pequeñas explicaciones para que se entiendan procesos psicológicos básicos como
motivación, inteligencia, etc. ya que nos dirigimos a personas profanas en Psicología.
También debemos tener en cuenta que en la vista oral nos vamos a encontrar con
que una de las partes, ya sea el abogado o el fiscal, según crean que les interese el
resultado del peritaje, someterán al perito a preguntas benévolas o maliciosas tanto en el
contenido como en las formas, con la intención de anular el contenido del mismo. Este
dualismo de las partes se produce siempre, pero no debe influirnos, pues al final será el
Juez o el Tribunal quien oídas y vistas todas las versiones y matices, emitirá el juicio
definitivo.
Seguiremos con las recomendaciones propuestas por Romero (1993) quien considera
que “es el juicio donde se pone de manifiesto en un gran escenario todo lo recopilado
en el tiempo de confección del sumario, es donde la sociedad puede observar como
espectadora la verdad de los acontecimientos que atentan contra los valores básicos de
una cultura social” (pág. 226). En la vista oral, es cuando el psicólogo tiene la
oportunidad de ampliar o matizar todo tipo de detalles de la pericial. Pero puede resultar
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
22
peligroso dejar a la expresión verbal aspectos esenciales del informe, especialmente
cuando en el contexto del juicio de intervención el perito se ve sometido a otras
variables. Una variable importante que debemos controlar y recordar es el miedo
escénico, ya que, como hemos indicado anteriormente, ésta es una de las pocas
situaciones donde el psicólogo debe exponer su trabajo delante de un público (Romero,
1993).
No podemos olvidar, siguiendo a este mismo autor, que una mala actuación del
psicólogo anulará la influencia de su peritaje, ya que la imagen que el perito transmite
en estas intervenciones puede ser o muy positiva o muy negativa, dependiendo de
factores y variables ajenas al contenido científico de nuestro trabajo, como son:
capacidad para hablar en público, poder de convicción, agilidad verbal para improvisar,
miedo escénico, resolver con éxito preguntas repetitivas o confusas, etc.
Finalmente, exponemos las recomendaciones hechas por Weiner (1995, cfr.
Rodríguez, 1999) para evitar que el profesional viva las tareas psicodiagnósticas con
cierto temor por la responsabilidad legal y ética que suponen. Para ello, señala tres
estrategias para controlar ese tipo de riesgos:
1. Ante cualquier tarea, imagina que un crítico conocedor y poco amistoso te está
mirando por encima de tu hombro.
2. Ante cualquier cosa que digas, imagina que será tomada bajo la luz más desfavorable
y utilizada en tu contra.
3. Ante cualquier cosa que escribas, imagina que será leído en voz alta, de forma
sarcástica ente un tribunal (pág. 6).
Inmaculada Torres Pérez
23
Asimismo advierte que el psicólogo puede pensar lo que quiera, pero sólo debe
escribir lo que esté preparado para testificar ante un tribunal. Si bien no por ello
debemos caer en escribir informes poco comprometidos, es decir en el Efecto Barnum4.
(1995, cfr. Rodríguez, 1999)
5. Documentación relevante sobre aspectos éticos en las intervenciones forenses
En 1987 se publica el Código Deontológico del Psicólogo en España (Colegio
Oficial de Psicólogos, 1987) destinado a servir como regla de conducta profesional en
el ejercicio de la Psicología en cualquiera de sus modalidades (artículo 1), entre ellas,
la Psicología Forense. En la actualidad, la Comisión Deontológica Estatal está llevando
a cabo una revisión o actualización del código, poniéndolo en contraste y diálogo con el
Meta-Código de Ética de la EFPA (1995), organismo del que es miembro el COP
(Bermejo, 2001). Dicho Meta-Código esta traducido y adaptado al castellano (Alcalde y
del Río, 2001). La EFPA también ha elaborado un documento específico: “El psicólogo
europeo en el trabajo forense y como perito. Recomendaciones para una práctica ética”
(“The European psychologist in forensic work and as expert witness. Recommendations
for an ethical practice”) (EFPA, 2001). Este documento, tiene un destacado interés ya
que supone un marco de referencia común para todos los psicólogos europeos en temas
éticos y deontológicos relacionados con la Psicología Forense.
Por otra parte, la Asociación Americana de Psicología (APA) ha ido proponiendo
cada vez más y durante más de una década normas específicas. En 1991, las cuestiones
de Psicología forense llegaron a ser lo suficientemente complejas y un comité especial
4 Se refiere a aquellos informes que consisten en descripciones en las que se mezclan estereotipos, vaguedad y evasividad (v.g., el paciente experimenta ansiedad, la madre presenta una mezcla de
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
24
publicó la anteriormente comentada Guía de la especialidad para psicólogos forenses
(Specialty Guidelines for Forensic Psychologists) aprobada por la Sociedad Americana
Psicología-Ley y la División 41 de la APA y avalada por la Academia Americana de
Psicología Forense (CEGFP, 1991). Tras la publicación de los Principios Éticos y
Código de Conducta de los Psicólogos (Ethical Principles of Psychologists and Code of
Conduct) en 1992, la APA, publicó la Guía sobre mantenimiento de archivos (Record-
Keeping Guidelines) en 1993, y la Guía para la evaluación de la custodia de los
menores en los procesos de divorcio (Guidelines for Child Custody Evaluations in
Divorce Proceedings) en 1994. En el año 1998 consideraron necesaria la creación de la
Guía para la evaluación en temas de protección de menores (Guidelines for
Psychological Evaluations in Child Protection Matters), ya que consideraron que los
problemas de abuso y negligencia con los niños alcanzaba las dimensiones de epidemia
en los Estados Unidos, por lo que el Comité de Practica Profesional y Normas de la
APA, decidió editar esta guía específica. Y ya, por último, la revisión vigente del
Código de Ética aprobada en agosto de este mismo año (APA, 2002) presenta una visión
actualizada de los principales aspectos a considerar en estas intervenciones, aunque se
ha eliminado la sección especial sobre “Evaluaciones Forenses” que aparecía en la
anterior versión del Código de 1992.
El incremento de la especificidad de esos códigos sirve para dirigir
comprensivamente los dilemas éticos a los que se enfrentan los psicólogos en su trabajo
diario. Una desventaja de tal especificidad es el potencial de los psicólogos de pasar por
alto los dilemas éticos que no están recogidos directamente en ellos. Las metas a las que
sentimientos frente a la conducta de su hijo, el individuo esta unas veces enfadado y otras riendo, etc).
Inmaculada Torres Pérez
25
aspira, debido a su formato idealista y global, pueden ser ignoradas o consideradas
inapropiadas para la situación actual.
Como hemos visto, tal vez, al menos en la actualidad, los psicólogos disponemos
de todo un arsenal de documentos guía o directrices éticas que dirigen, delimitan y
controlan nuestras actuaciones, evitando así las posibles desviaciones de los cánones de
calidad y buen servicio que debemos ofrecer en la sociedad. Así como un control del
prestigio de dichas actuaciones, ejercido a través de las Comisiones Deontológicas
colegiales, en cuanto que el usuario es consciente de que existen organizaciones que
velan por sus derechos de forma más cercana al servicio prestado que los Tribunales de
Justicia (Clemente, 1995). Nuestra labor profesional queda consensuada, en directrices
relativamente generales y recogida en estos documentos, por ello sería recomendable
que todos los profesionales de la Psicología dediquemos algo de nuestro tiempo a
profundizar en todos ellos, actualizando nuestros conocimientos.
6. Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
Siguiendo a Hierro (2002), para poder aproximarnos al planteamiento especifico
de problemas de carácter ético o deontológico, es necesario definir los roles que
corresponden a una profesión. Cuestión que hemos abordado ampliamente en los
primeros apartados de este trabajo; no obstante, recordaremos que, al igual que propone
este autor consideraremos a la Psicología Forense como la Psicología Aplicada al
servicio del Poder Judicial, en la que el psicólogo actúa como consultor del Juez o
Tribunal encargado de tomar las decisiones, y orientada a la aplicación de la Ley. De
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
26
manera que los objetivos éticos finales van a estar predeterminados por la Ley, ante
cuyos fines la aportación psicológica es puramente instrumental.
Por otra parte, la relevancia de las cuestiones éticas en los procesos forenses
adquiere una mayor dimensionalidad, ya que como señala Albarán (1991, cfr. Hierro,
2002): “El perito va a contribuir con un informe a aclarar las dudas que el juzgador
tiene en todo caso procesal, va a intervenir de forma indirecta a inclinar la balanza de
la justicia en un sentido o en otro, va a exponer ante los miembros de un Jurado el
resultado de unas técnicas que los componentes de un Jurado no conocen, con la
autoridad con que los humanos revisten a las personas que nos hablan de algo que no
conocemos” (pág. 608).
Teniendo en cuenta todo ello, vamos a seguir y adaptar al contexto de la Psicología
Forense, el planteamiento de los Principios Éticos propuestos, en parte, por la bioética
(véase Beauchamp y Childress, 1999; Palacios, 2000), por Swenson (1993), por la
actual versión del Código de Ética de la APA (2002), por los documentos comentados
“Guía de la especialidad para psicólogos forenses” (CEGFP, 1991) y “El psicólogo
europeo en el trabajo forense y como perito. Recomendaciones para una práctica
ética” (EFPA, 2001), además de los artículos del Código Deontológico del Psicólogo,
relevantes en este ámbito de trabajo. Estos principios que representan los ideales éticos
más altos de la profesión son: el principio de beneficencia y no-maleficencia, el de
fidelidad y responsabilidad, el de integridad, el de justicia, y el del respeto de los
derechos y dignidad de las personas.
Inmaculada Torres Pérez
27
A) Principio de beneficencia y no-maleficencia.
Básicamente hace referencia a dos aspectos fundamentales:
(1) Aspirar a producir los máximos beneficios y a prevenir o minimizar la
producción de daños mediante actos de comisión u omisión en la conducta
profesional, a través de una conducta reflexiva y prudente.
Una primera cuestión básica, ya clásica (ver Monahan, 1980) que hay que plantearse
en el ámbito forense para alcanzar este principio, y que debemos tener presente en
cualquier otro, es ¿quién es el cliente?. En este contexto, la persona que solicita
nuestros servicios no es la misma que la que se va a beneficiar de los mismos,
independientemente de si la petición es de oficio o de parte (en este caso el futuro
evaluado puede acompañar al abogado o hacer él mismo la petición). Por tanto, se
produce una disociación en la tradicionalmente entendida relación con el cliente que
eleva los conflictos éticos de la misma.
Definitivamente, dentro del ámbito forense, el cliente va a ser el órgano judicial con
carácter general (en particular, el abogado defensor, el fiscal, etc.), es decir, finalmente
el demandante de nuestros servicios (Monahan, 1980; Hess, 1987; Loftus, 1998; Hierro,
2002; entre otros).
Precisamente por la “naturaleza dual” de nuestro cliente, y con la finalidad de
producir efectos beneficiosos a las personas con quienes vamos a trabajar, debemos
asegurarnos de, por una parte, que el cliente demandante de nuestros servicios conozca
y entienda toda la información relativa a la decisión de contratarnos (aspectos relativos
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
28
a los honorarios; las actividades personales o profesionales; obligaciones y relaciones,
anteriores o actuales, que puedan producir un conflicto de intereses; las áreas de
competencia y los limites de la misma, etc). Y por otra parte, que el individuo objeto de
la pericia sepa quienes somos y para quienes trabajamos, asegurarnos que hayan sido
informados de sus derechos legales y constitucionales (artículos. 17.3 y 24.2 de la
Constitución Española, 1978), y con respecto a los servicios forenses, del propósito de
la evaluación, la naturaleza de los procedimientos que serán utilizados, así como del uso
que se busca de cualquier resultado de nuestro servicio. Recordemos los artículos de la
Constitución a los que hacemos referencia que expresan lo siguiente (énfasis añadido):
Artículo 17: “3. Toda persona detenida debe ser informada de forma inmediata, y de
modo que le sea comprensible, de sus derechos y de las razones de su detención, no
pudiendo ser obligada a declarar. Se garantiza la asistencia de abogado al detenido en
las diligencias policiales y judiciales, en los términos en los que la ley establezca.”
Artículo 24: “2. Asimismo, todos tienen derecho al Juez ordinario predeterminado por
la ley, a la defensa y asistencia de letrado, a ser informados de la acusación formulada
contra ellos, a un proceso público sin dilaciones indebidas y con todas las garantías, a
utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa, a no declarar contra sí
mismo, a no confesarse culpables y a la presunción de inocencia .”
En el ámbito que nos ocupa, cuando se solicita al psicólogo forense realizar la
pericia a personas que ya están privadas de libertad y autonomía (por estar en prisión, o
porque se encuentran bajo control social, o a la espera de la celebración del juicio)
pueden experimentar el peritaje como dañino frente a sus intereses y su propia
integridad. En estos casos debemos extremar el intento de minimizar el daño al tiempo
que cumplimos con nuestra responsabilidad profesional. Una manera sería
especificándole detalladamente las circunstancias y el alcance de la validez de las
Inmaculada Torres Pérez
29
declaraciones que efectúe, así como, especialmente de cara al dictamen o exposición
oral de los resultados de la evaluación forense, evitar la utilización de etiquetas
ofensivas y realizar la descripción de patrones de conducta mejor que de rasgos de
personalidad, para reducir el potencial impacto de ofensa de las declaraciones hechas
por el psicólogo (EFPA, 2001). No podemos olvidar que en muchos de los casos, los
individuos objeto de evaluación están obligados a someterse a la misma por imperativo
legal. Por consiguiente, deberán someterse a los exámenes y preguntas de los psicólogos
les guste o no, sabiendo que si se niegan, tal intransigencia puede resultar en posibles
consecuencias negativas.
Por lo tanto, y siguiendo a Arcaya (1999), los psicólogos deberían plantearse las
diferentes variables implicadas al tomar sus determinaciones, y para minimizar los
daños no sólo del evaluado sino de diferentes intereses, como por ejemplo, respecto al
individuo objeto de evaluación, por ejemplo ¿Cómo mi decisión afectará a los intereses
a largo plazo de esta persona?, respecto a la comunidad ¿Este individuo supondrá una
amenaza para otras personas?, y respecto al cliente ¿Está el espacio donde se realiza
la evaluación adecuadamente equipado para manejar a este tipo de individuos?
Obviamente, los distintos casos demandan diferentes prioridades entre esos intereses
que compiten. En algunos de ellos, la seguridad de la comunidad sería lo prioritario
(e.g., cuando el evaluado es potencialmente violento); en otros, serían las necesidades
del evaluado (e.g., cuando parecen tener buenas expectativas para la educación o
rehabilitación y no son peligrosos para otras personas); y en otros, serían los requisitos
concernientes a la institución encomendada de cuidar a los evaluados (e.g., evitar
recomendaciones de un centro que está abarrotado y escaso de personal).
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
30
En los últimos años, la implicación de los psicólogos en los litigios sobre la custodia
de menores ha aumentado considerablemente, no obstante, es un área en la que existe un
elevado riesgo de mala praxis, que se demuestra por el incremento de las reclamaciones
ante las Comisiones Deontológicas. Por ello, cabe hacer especial mención a la
participación de los psicólogos en tales asuntos, específicamente dentro del contexto de
la separación o divorcio de los padres, situación que requiere una reestructuración de
sus derechos y responsabilidades en relación con los niños. En estos casos,
independientemente de quién sea el demandante de nuestros servicios, nuestro objetivo
último es actuar para conseguir “los mejores intereses del niño” (APA, 1994). Los
psicólogos vamos a proporcionar un servicio importante a los niños y a los tribunales al
aportar información competente, objetiva e imparcial de la evaluación, proveyendo de
una perspectiva adicional no disponible fácilmente de otra manera para el Tribunal.
Pues bien, si el psicólogo decide hacer recomendaciones sobre la custodia, éstas deberán
derivarse de los datos psicológicos legítimos (y no de los comentarios proporcionados
por los padres u otros miembros de la familia, sin que se haya realizado una adecuada
evaluación tanto de los progenitores como de los menores) evitando la influencia de sus
propios prejuicios y sobre todo, el ser utilizados interesadamente por alguna de las
partes implicadas en el conflicto.
Una regla básica en el trabajo forense, es evitar proporcionar pruebas escritas u
orales sobre las características psicológicas de las personas evaluadas cuando no se ha
tenido la oportunidad de llevar a cabo un examen individual adecuado y suficiente para
tales propósitos. Consecuentemente, los psicólogos forenses, realizarán todos los
Inmaculada Torres Pérez
31
esfuerzos razonables para poder realizarlo, y cuando no sea factible aclararán el impacto
de estas limitaciones sobre la fiabilidad y validez de sus resultados. Por supuesto, en
ningún caso se deberán referir características psicológicas de individuos que no han sido
evaluados, aspecto que aunque parezca tan obvio, da lugar a un importante número de
reclamaciones ante las Comisiones Deontológicas (véase del Río, 2000).
No podemos dejar de comentar por sus implicaciones éticas el caso de que se solicite
a un psicólogo clínico, que comparezca como testigo en un juicio para testificar sobre
un cliente suyo. Además de comprometerse en una relación dual (como perito y como
terapeuta), la cuestión de quien es el cliente se difumina más aún, teniendo en cuenta
que existe la creencia entre los letrados de que el mejor perito (en cuanto a eficiencia,
sinceridad, neutralidad y especialidad) para la defensa de su cliente va a ser el psicólogo
que le esta proporcionando el tratamiento (Greenberg y Shuman, 1999). Este es un error
que debemos aclarar desde el inicio de nuestra relación con el demandante de nuestros
servicios, ya que éstos pueden solicitar unos servicios motivados por la supuesta ventaja
que, a su juicio, supondría el hecho de que el terapeuta ya conoce al paciente y el ahorro
de un gasto importante de tiempo y dinero al evitar una evaluación adicional.
Por último, debemos tener en cuenta que el trabajo forense se realiza en un contexto
de conflicto y de utilización del poder, lo que potencia la posibilidad de un uso
inadecuado o de una deliberada mala interpretación por parte de otros agentes dentro del
sistema judicial. Por todo ello los peritos deben ser conscientes de que su trabajo puede
ser utilizado de forma ilegítima para oprimir, desorientar o dañar a otras personas, lo
que exige que hagan todo lo que esté dentro de sus posibilidades, de forma proactiva y
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
32
reactiva, para reducir la mala utilización de los resultados de su trabajo y de sus
declaraciones por parte de terceros. Y en este sentido en el Código Deontológico del
Psicólogo, en el artículo 24º indica que “el psicólogo debe rechazar llevar a cabo la
prestación de sus servicios cuando haya certeza de que puedan ser mal utilizados en
contra de los legítimos intereses de las personas, los grupos, las instituciones y las
comunidades”. No olvidemos que, como señalan Butcher y Pope (1993, cfr. Andersen,
Staulcup y Grisso, 1998), los resultados de una evaluación forense pueden influir,
quizás incluso determinar, si una persona recibe la custodia de su hijo, si es obligado a
pagar daños a otro litigante, si volverá a casa desde la Sala donde se ha celebrado el
juicio, o pasará años en la cárcel.
(2) Cuando se produzcan conflictos entre sus obligaciones o compromisos,
intentarán resolverlos y desempeñar sus roles de una manera responsable
evitando o minimizando el daño.
En este sentido, en primer lugar, es importante ser conscientes de la distinción
entre las obligaciones éticas y las legales. Los peritos deben tener un buen conocimiento
de las limitaciones legales y los procedimientos que enmarcan su trabajo. Igua lmente
están obligados a comprender los derechos civiles de las partes en los procesos en los
que participan, actuando profesionalmente de manera que esos derechos no disminuyan
o queden amenazados. Así, en el caso de que existan conflictos entre las normas
profesionales y los requisitos de las normas legales, tienen la obligación de comunicar a
las autoridades legales el origen del conflicto y realizar las conductas razonables para
resolverlo. Entre ellas podríamos mencionar: la consulta con otros colegas
Inmaculada Torres Pérez
33
especializados en temas forenses, al Colegio de Psicólogos (a la Comisión
Deontológica, la asesoría jurídica u otros miembros relevantes) o incluso, directamente
con los responsables legales involucrados. En cualquier caso, en el artículo 65º del
Código Deontológico del Psicólogo, se hace referencia expresamente al conflicto entre
normas adversas e incompatibilidades entre normas legales y del código, que pudieran
entrar en colisión para un caso concreto, aclarando que será el psicólogo el que
“resolverá en conciencia informando a las distintas partes interesadas y a la Comisión
Deontológica Colegial”.
Por otra parte, los psicólogos forenses deben reconocer que sus valores personales,
creencias morales o relaciones personales y profesionales con las dis tintas partes en un
proceso legal pueden interferir en un ejercicio competente y ético, de manera que en
estas circunstancias están obligados a rechazar la participación o a limitar su ayuda de
manera consecuente con las obligaciones profesionales. En este sentido la ley nos obliga
a rechazar la realización de la pericia en el caso de ser nombrados para ello. En la Ley
de Enjuiciamiento Criminal (LECr), por ejemplo, las causas de recusación de los peritos
son: (1) el parentesco de consanguinidad o de afinidad dentro del 4º grado con el
querellante o con el reo, (2) el interés directo o indirecto en la causa o en otra
semejante, y (3) la amistad intima o enemistad manifiesta (LECr, artículo 468).
Mientras que en la Ley de Enjuiciamiento Civil (LEC) son: (1) Haber dado
anteriormente sobre el mismo asunto dictamen contrario a la parte recusante, ya sea
dentro o fuera del proceso. (2) Haber prestado servicios como tal perito al litigante
contrario o ser dependiente o socio del mismo. (3) Tener participación en sociedad,
establecimiento o empresa que sea parte del proceso. (LEC, artículo 124.3).
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
34
En segundo lugar, el realizar un trabajo en un contexto de conflicto social y
judicial, acentúa las diferencias de intereses y suele generar emociones y reacciones
fuertes, tanto en el perito como en las personas implicadas y afectadas por su trabajo.
En tales casos, el perito deberá controlar sus propias emociones actuando con absoluta
imparcialidad y asimismo, ser respetuoso y tolerante frente a las reacciones emociona les
de las demás personas implicadas. En este sentido, el artículo 15º del Código
Deontológico del Psicólogo prescribe: “Cuando se halle ante intereses personales o
institucionales contrapuestos, procurará el/la Psicólogo/a realizar su actividad en
términos de máxima imparcialidad. La prestación de servicios en una institución no
exime de la consideración, respeto y atención a las personas que pueden entrar en
conflicto con la institución misma y de las cuales el/la Psicólogo/a, en aquellas
ocasiones en que legítimamente proceda, habrá de hacerse valedor ante las
autoridades institucionales”. Este artículo, junto con el 24º, mencionado anteriormente,
tienen especial relevancia sobre todo cuando se realizan informes de parte
(especialmente en conflictos matrimoniales) donde la imparcialidad y la adecuada
utilización teniendo en cuenta los legítimos intereses de la otra parte, son con mucha
frecuencia cuestionados (véase del Río, 2000).
B. Principio de fidelidad y responsabilidad.
Este principio genéricamente hace referencia “al establecimiento de relaciones de
lealtad y confianza con las personas con las que trabaja el psicólogo, el ser consciente
de sus responsabilidades profesionales y científicas de cara a sus clientes, a la
comunidad y a la sociedad.
Inmaculada Torres Pérez
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Entendamos como propone Diener & Crandall (1978) y Kitchener (1984) (cfr.
Bersoff & Koeppl, 1998) el concepto fidelidad ampliamente, no solo como fidelidad a
nuestro cliente sino como lealtad a las raíces científicas de nuestra profesión.
Por un lado, respecto al establecimiento de relaciones duales con alguna de las
partes de un proceso legal, los psicólogos forenses deben ser conscientes de los posibles
conflictos que este tipo de relaciones puede ocasionar e intentarán minimizar sus
efectos. Como regla general, se deberá evitar proporcionar servicios profesionales a las
partes con quienes se tengan relaciones personales o profesionales que no concuerden
con las relaciones esperadas.
También dentro de la responsabilidad profesional, una cuestión importante a
considerar es la conciencia ética y la competencia profesional del psicólogo forense.
Los psicólogos deberán ser capaces de dilucidar si son competentes para actuar en este
ámbito de acuerdo con las cuestiones planteadas por el sistema legal, bajo qué
condiciones y dentro de qué limites y en cualquier caso, abstenerse a prestar
declaraciones cuando su competencia sea limitada o nula. Obviamente, los psicólogos
forenses tienen la obligación de proporcionar sus servicios de una forma consistente con
las normas profesionales, siendo responsables de adquirir un nivel razonable de
conocimiento y comprensión tanto de las normas ético/profesionales como de las
legales que regulan su participación como peritos en los procesos legales. Además,
debido a su estatus de peritos, o lo que es lo mismo, personas cualificadas en los
tribunales, los psicólogos forenses tienen la obligación de mantener actualizados los
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
36
conocimientos científicos y profesionales, usándolos en la selección de métodos y
procedimientos de recogida de datos para la evaluación, tratamiento, asesoramiento o
investigación. Esto es fundamental porque el psicólogo forense trabaja con la
información basada en la evidencia que se deriva de la práctica científica documentada.
Para terminar, decir que la responsabilidad última que el psicólogo forense (o como
perito) tiene hacia la profesión es que en esta área de la Psicología se expone la practica
profesional ante los demás más que en cualquier otra, por lo que la imagen del
psicólogo y la confianza en la profesión se ven fortalecidas cuando los psicólogos que
trabajan en este ámbito lo hacen ajustándose a los ideales éticos más altos de la
profesión.
C. Principio de integridad.
Con este principio se pretende fundamentalmente que “los psicólogos promuevan la
precisión, honestidad y veracidad en el ejercicio de la profesión, en la ciencia y en la
docencia; no implicándose en ninguna actividad fraudulenta, subterfugio o falsedad de
forma intencional”.
Dado el contexto en el que trabaja el psicólogo forense, cuando existan fuertes
diferencias de intereses, habrá fuerzas que tratarán de influenciar al psicólogo directa o
indirectamente tanto a nivel profesional como personal. Por lo que el perito deberá tener
la intención de recibir solo instrucciones de la instancia instructora legítima, y no de las
partes implicadas en el conflicto. Asimismo, deberá evitar cualquier tipo de relación
dual, e intentará mantener la mayor neutralidad e integridad en el conflicto, trabajando
Inmaculada Torres Pérez
37
con el objetivo de obtener la mejor solución o una decisión justa. Las cuestiones
financieras relacionadas con esta tarea deberán negociarse claramente antes de que se
acepte el trabajo y de forma inmediata en caso de que surjan nuevas cuestiones. En este
sentido, los psicólogos forenses tendrán un especial cuidado de evitar influencias
indebidas en sus métodos, procedimientos y resultados, tales como actuar en un proceso
legal a “favor” de una parte a cambio de una compensación económica o condicionar la
retribución económica a los resultados de la intervención o dicho de otro modo, a una
Sentencia “favorable”.
Como peritos, los psicólogos forenses mantendrán la integridad profesional para
examinar los temas desde todas las perspectivas razonables, buscando activamente la
información que confrontará diferencialmente hipótesis alternativas verosímiles.
Por otra parte, los psicólogos forenses evitaran compromisos imprudentes, o poco
claros, es decir, rechazarán actuar como peritos ante un Tribunal si son requeridos para
hacer declaraciones basadas en informaciones proporcionadas por terceras personas.
D. Principio de justicia e igualdad.
Es decir, los psicólogos considerarán que todas las personas tienen el derecho a
acceder y a beneficiarse de las contribuciones de la Psicología y a una similar calidad
en los procesos, procedimientos y servicios proporcionados. Tomarán precauciones
para asegurarse de que sus prejuicios o sesgos potenciales, los límites de su
competencia y las limitaciones de su especialización, no le conduzcan a mantener o a
tolerar prácticas injustas o discriminatorias.
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
38
En coherencia con este principio, trabajar como perito y psicólogo forense exige en
numerosas ocasiones relacionarse con personas con escasos recursos personales o
sociales. En estas ocasiones, el psicólogo debe mantener la competencia y capacidad
para realizar evaluaciones y ofrecer declaraciones válidas frente a la autoridad legítima,
al tiempo que mantiene una relación de respeto con las personas evaluadas. Lo que
implica también que los peritos ayuden a las partes más débiles en el proceso legal en
curso a expresar sus intereses, necesidades y autonomía, de forma que se limite el uso
del poder y la represión al mínimo, pero sin asumir el rol de “abogado” del cliente.
Por otra parte, los peritos deben ser conscientes de cómo sus propios valores y
actitudes frente a las cuestiones sociales pueden afectar su competencia o capacidad
para actuar profesionalmente. Por eso es importante que analicen las situaciones en las
que se puedan producir sesgos potenciales y limitaciones como producto de su propio
marco de referencia personal o cultural, cómo estos sesgos pueden afectar a su labor
profesional, así como ser conscientes de los sesgos culturales en la ciencia y el lenguaje
propio de la Psicología.
Y por último, los psicólogos forenses deberán excluir cualquier intento, ya sea
pasivo o activo, de comprometerse en una tergiversación o falsificación. Es decir, ni por
omisión ni por comisión participarán en una falsificación de las pruebas, ni en intentos
partidistas para evitar, negar o subvenir la presentación de las pruebas contrarias a su
propia posición.
Inmaculada Torres Pérez
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E. Principio de respeto de los derechos y dignidad de las personas.
Básicamente con este principio se pretende alcanzar el respeto de los derechos de
los individuos a la privacidad, confidencialidad, autodeterminación y a la autonomía de
acuerdo a las demás obligaciones profesionales de los psicólogos y con la ley.
Estos derechos están especialmente en riesgo de vulneración en el ámbito que nos
ocupa, ya que las formulaciones éticas sobre todos ellos se encuentran a menudo
limitadas, lo que tiene implicaciones directas para el trabajo y evaluaciones que hace el
psicólogo forense. En estos casos recordemos que los principios éticos podrán sopesarse
frente al beneficio de otros intereses o valores legítimos, pero siempre dentro del marco
de una discusión sobre qué valores tendrán prioridad (EFPA, 2001).
a. Derecho a la privacidad y confidencialidad.
Lo primero, dejar claro que dentro del ámbito forense no hay límites absolutos
para el secreto profesional. Por lo tanto, cómo el grado y el límite de la confidencialidad
variará, deberá ser clarificado, e incluso en ocasiones negociado, en función a la labor
que se deberá realizar. En este sentido lo primero que el psicólogo forense debe hacer es
conocer las normas legales que limitan la confidencialidad o el privilegio que puede
acompañar a sus servicios o resultados, llevando a cabo las actividades profesionales
respetando tales derechos y privilegios. Si bien, en nuestro país, el secreto profesional
carece de un articulado legal adecuado ya que entran en contradicciones las propias
leyes (véase Echeburúa, 2002).
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
40
Por una parte nos encontramos con que la Constitución reconoce el derecho a la
cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de la libertad de
información (artículo 20.1.), y por otra parte, hace referencia al secreto profesional
como exención de la obligación de declarar sobre hechos presuntamente delictivos
(artículo 24.2.: “La ley regulará los casos en que, por razón de parentesco o de secreto
profesional, no se estará obligado a declarar sobre hechos presuntamente delictivos”).
Igualmente el Código Penal en el artículo 199.2 refiere que: “El profesional que, en
incumplimiento de su obligación de sigilo o reserva divulgue los secretos de otra
persona, será castigado con la pena de prisión de uno a cuatro años, multa de doce a
veinticuatro meses e inhabilitación especial para dicha profesión por tiempo de dos a
seis años.” Mientras que, la LECr en su artículo 263 nos obliga a denunciar los hechos,
ya que expresamente sólo exime a los abogados y procuradores "respecto de las
instrucciones o explicaciones que recibieren de sus clientes” y a los eclesiásticos y
ministros de culto “respecto de las noticias que le hubieren revelado en el ejercicio de
las funciones de su ministerio”.
Aun así, el psicólogo forense hará todos los esfuerzos para mantener la
confidencialidad con respecto a cualquier información que no influye directamente en
los propósitos legales de la evaluación. Aunque, por otra parte, tengan la obligación de
proporcionar al cliente, o a los representantes legales, acceso a la información obtenida
durante el proceso así como a una explicación significativa de la misma, este acceso
queda igualmente limitado ya que la obligación no incluye a las observaciones o
anotaciones personales realizadas por el perito durante las entrevistas, las
manifestaciones de terceras personas, etc.). Igualmente, en cuanto a los registros de la
Inmaculada Torres Pérez
41
información, los psicólogos forenses deberán establecer, mantener y controlar un
sistema de conservación que salvaguarde los derechos de los individuos evaluados. Sólo
cederán la información conforme a los requerimientos legales, por petición del Tribunal
o al consentimiento del individuo evaluado.
Con todo ello, y previamente, los peritos informarán expresamente mediante una
declaración comprensible de los derechos y de las limitaciones de la confidencialidad en
el proceso judicial a los individuos objeto de la pericia (cuestión que abordamos más
adelante).
Por otra parte, los resultados de las evaluaciones forenses reflejados en los informes
periciales, se necesitan comunicar y comentar a otras personas en una situación en la
que no se podrá asegurar la confidencialidad ni privacidad, no olvidemos que el
destinatario último del informe es el Tribunal y no el individuo evaluado. Además, en
este contexto, el perito no puede garantizar que la información o las declaraciones
efectuadas no sean utilizadas para otros propósitos o que no sea proporcionada a otras
personas con roles no relevantes dentro de la situación en cuestión (como por ejemplo,
personal administrativo, etc.) o incluso que alguna de las partes implicadas en el
proceso difunda la información en ámbitos ajenos al mismo. De ahí la exigencia de que
los expertos sean muy cuidadosos de no exponer mayor información que la
estrictamente requerida y que resulte necesaria para poder comunicar con claridad la
tarea y evaluaciones realizadas, y controlar, en la medida en que puedan hacerlo, que
esa información no llegue a personas que no tengan necesidad o derecho legitimo para
acceder a la misma.
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
42
En cuanto a la privacidad del individuo evaluado, decir que los psicólogos
forenses deben saber que, a menos que sea estipulado de otro modo -que sería algo
excepcional-, en el transcurso de cualquier evaluación forense, no habrá ninguna
declaración hecha por el individuo objeto de la pericia, que sea utilizada como base del
testimonio del perito. Tan sólo podrán incluir aquellas manifestaciones hechas por el
evaluado que sean relevantes para apoyar sus conclusiones. En este sentido, también
evitarán ofrecer información de sus investigaciones o evaluaciones que no tengan que
ver directamente con el propósito legal de sus servicios.
Dadas las características de este contexto en el que la comunicación de los
resultados del trabajo del psicólogo forense se realiza en un documento público (que
pasará por muchas y muy diferentes manos) y de manera oral en la Sala judicial. Lo
primero que habría que tener en cuenta de cara a garantizar al máximo la privacidad del
evaluado, es aportar en el informe sólo los datos relevantes para los propósitos de la
intervención, utilizando un lenguaje que pueda ser entendido por personas no
especializadas en la materia y como prescribe el Código Deontológico del Psicólogo en
su artículo 12º, siendo (...) “sumamente cauto, prudente y crítico, frente a nociones que
fácilmente degeneran en etiquetas devaluadoras y discriminatorias, del género de
normal/anormal, adaptado/inadaptado, o inteligente/deficiente”. Además, se harán
todos los intentos para garantizar que la seguridad de los tests sea mantenida
restringiendo el acceso a los mismos sólo a aquellas personas que tengan un interés
profesional y legítimo.
Inmaculada Torres Pérez
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b. Derecho al consentimiento informado y libertad de consentimiento.
En general, las limitaciones que harán que muchas personas tengan nula o limitada
la libertad de consentimiento para iniciar una relación profesional con el perito
psicólogo pueden ser debidas a aspectos tales como la edad, los recursos personales y
las restricciones legítimas impuestas por la ley u otras circunstancias procedimentales.
Pero, como señala Martín (2002), “la realización de cualquier examen psicológico sin
un consentimiento adecuado representa una intrusión en áreas de la intimidad personal
y, por consiguiente, una agresión que cuestionaría también, el fundamento y el sentido
de ese trabajo” (pág. 839). Trabajo, por otra parte y como ya hemos visto, tan delicado
y determinante sobre decisiones fundamentales de la vida de los individuos evaluados.
Por todo ello, el perito antes de iniciar una intervención forense debe recabar el
consentimiento informado, que en este contexto “se articula fundamentalmente a través
de una relación verbal entre el psicólogo y el interesado justo al inicio de una
intervención pericial.” (Martín, 2002; pág. 840).
El destinatario de la información en general será el individuo objeto de la
exploración, sin embargo, en aquellos casos en los que son varios (por ejemplo, en
casos de valoraciones sobre custodia), y siguiendo a Martín (2002), se informará a cada
uno de ellos circunscribiendo la información a “los limites del papel y la
responsabilidad que les toque ocupar en el objeto de estudio pericial” (pág. 840).
Por otra parte, en cuanto al contenido de la información proporcionada en el
proceso de consentimiento informado el mismo autor propone unos núcleos
informativos imprescindibles que el perito debe abordar:
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
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- Identidad profesional y características de su nominación como perito para el caso.
- Solicitante del informe pericial psicológico y cómo y por quién ha sido admitido.
- Objeto de la pericia y contextualización de la misma.
- Finalidad del dictamen pericial, destino y trascendencia de los resultados que se
obtengan.
- No-vigencia del secreto profesional dentro de proceso judicial respecto a aquellos
contenidos relacionados con el objeto de pericia.
- Actuaciones, método y procedimientos profesionales que se prevé utilizar para dar
cumplimiento al dictamen solicitado. (pág. 841)
Otra cuestión importante añadida es determinar la competencia del individuo
objeto de la exploración para comprender y procesar esa información y así dar un
consentimiento válido. Definitivamente el consentimiento informado se obtiene cuando
el individuo a explorar expresa voluntariamente y de forma autónoma su decisión de
someterse a la evaluación forense, una vez aclaradas las dudas que le puedan haber
surgido o, por el contrario, su negativa a aceptar la realización de la misma. En aquellas
pericias en las que sea necesaria la entrevista de otras personas que puedan aportar
información relevante al caso (familiares, terapeutas, profesores, etc.) se debe pedir
expresamente otros consentimientos particulares, para poder llevarlas a término. En
caso de que no otorgara consentimiento, ya sea para su propia evaluación como para la
entrevista de terceras personas, éste será suplido por una orden judicial. Y si
definitivamente se niega a la realización de la evaluación pericial, el perito deberá
posponer la misma y realizará las gestiones necesarias para que el individuo a valorar
reciba consejo legal en cuanto al problema de su participación, o definitivamente podrá
informar al Juez de la imposibilidad de llevar a cabo el dictamen pericial y será éste
quien valore y decida sobre esta cuestión.
Inmaculada Torres Pérez
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Cuando la petición de la evaluación forense se realiza a partir de una orden
judicial, la capacidad para otorgar consentimiento obviamente es limitada y la negativa
a someterse a ella, puede tener efectos negativos para los intereses de la persona
implicada. No obstante, el perito no debe obviar todo lo dicho anteriormente y dar por
supuesto que el individuo a evaluar ha sido ya informado de las características
esenciales de la intervención (por ejemplo, por su abogado) ya que es responsabilidad
personal del perito informar adecuadamente al evaluado (como prescribe el artículo 25º
del Código Deontológico del Psicólogo) y tratar de recabar el consentimiento
informado.
c. Derecho a la autodeterminación y autonomía.
En el ámbito forense los derechos a la autodeterminación y autonomía también están
limitados, no obstante, se tratan de alcanzar al inicio de la relación profesional, como
hemos visto, en el proceso de consentimiento informado. Debido a que muchas
evaluaciones forenses son solicitadas por terceras personas, como hemos visto
ampliamente con anterioridad, se puede cuestionar la voluntariedad de la participación
del evaluado y consecuentemente el respeto al principio de autonomía en cuanto trata
de asegurar a los clientes que sus elecciones serán libres y respetadas. En este contexto,
si los individuos objeto de la pericia no están de acuerdo en ser sometidos a una
evaluación forense, ¿los psicólogos forenses tienen la obligación ética primordial de
respetar este deseo? ¿o deben respetar la obligación de fidelidad al demandante de la
intervención?. Distinto es si la evaluación forense está ordenada por el Tribunal ya que
en este caso, la obligación no puede ser revocada, incluso cuando el individuo a evaluar
se opone al procedimiento. En última instancia, está claro que si un individuo no quiere
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
46
ser sometido a una evaluación forense, lo más probable es que no se muestre
colaborador durante la misma. Será nuestra obligación hacerlo saber al demandante de
la pericia.
Concluiremos este apartado, comentando brevemente el caso de Estell vs. Smith
que creó precedentes en cuestiones éticas, con el que ilustraremos el incumplimiento de
los principios éticos anteriormente expuestos, así como hasta que punto las
repercusiones de una intervención forense, pueden ser decisivas en la vida de los
evaluados:
“Smith fue acusado de asesinato y el estado pedía la pena de muerte para él. El
juez ordenó al Dr. Grigson (psiquiatra) evaluar la competencia del acusado para
soportar el juicio. Tras una entrevista de 90 minutos, el Dr. Grigson determinó que Smith
era competente, fue juzgado y acusado de asesinato. Seguidamente se llevó a cabo un
nuevo proceso para decidir si debía ser ejecutado (sentencia de muerte), para ello el
jurado quería saber la probabilidad de que Smith cometiera de nuevo actos criminales
violentos. Para su determinación el Dr. Grigson fue llamado por el estado para testificar
acerca de la propensión de la futura violencia de Smith, quien manifestó, basándose en
la evaluación de competencia realizada antes del primer juicio, que Smith sería un
peligro para la sociedad. El jurado lo sentenció a muerte. Smith interpuso una demanda
a la Corte Suprema, reivindicaba la reconsideración de su caso por haber violado sus
derechos el testimonio del Dr. Grigson (5ª y 6ª Enmiendas, en cierto modo equivalentes a
los artículos 17 y 24 de nuestra constitución).
En la revisión del mismo detectaron, por una parte, que el demandado no fue
aconsejado antes del examen psiquiátrico previo al juicio de que tenía derecho a
permanecer en silencio y que cualquier declaración que hiciera podría ser utilizada en
su contra. Por otra parte, los resultados de la evaluación psiquiátrica del demandado,
fueron utilizados con otros fines diferentes (y adversos) con los que inicialmente se
solicitó, ya que el estado ofreció información obtenida del examen de competencia
ordenado por el tribunal como una prueba para persuadir al jurado y emitir una
sentencia de muerte; y además utilizó las propias declaraciones del demandado,
Inmaculada Torres Pérez
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inconscientemente hechas, sin que éste tuviese conocimiento de que estaba, con las
mismas, ayudando al estado para obtener la pena de muerte.
La Corte Suprema determinó definitivamente revocar la sentencia de muerte por
diferentes motivos. Por una parte se estimó que “en el proceso no se pueden utilizar
declaraciones, sean exculpatorias o inculpatorias, que provienen del interrogatorio del
demandado a menos que ello demuestre el uso de garantías procesales efectivas para
asegurar el privilegio contra la auto incriminación”. Por otra parte, se concluyó que
Smith tenia el derecho de la 6ª Enmienda – y éste fue violado-, a la ayuda de un asesor
antes de someterse a la entrevista psiquiátrica, antes del juicio mientras estuvo detenido.
Y además que, con una investigación psiquiátrica ordenada por el Tribunal, las
declaraciones del demandado al Dr. Grigson no fueron “dadas libre y voluntariamente
sin ningunas influencias obligadas“ y, como tal, podrían ser utilizadas por el Estado en
la fase de condena, sólo si el demandado hubiera sido informado de sus derechos y a
sabiendas hubiera decidido renunciar a ellos. Y por último, las garantías del privilegio
de la 5ª Enmienda no fueron otorgadas al demandado”. (Bersoff, 1999, págs. 528-530 )
Como podemos observar, en algunos casos, los resultados de la pericial pueden
literalmente determinar si una persona acusada de un crimen será sancionada con la
pena capital, vivirá o morirá. Si bien este caso no es extrapolable a nuestro país, dado
que afortunadamente no existe la pena capital, sí es ilustrativo de hasta qué punto
nuestra labor pericial puede afectar en las determinaciones que sobre la vida del
evaluado pueda hacer la Justicia. A la vista de todo lo expuesto anteriormente, dejamos
libertad al lector para hacer su propio análisis ético. Tan sólo comentar que en este caso,
fundamentalmente se vulneran varios de los principios éticos: el principio de
beneficencia, ya que el perito no sólo no se aseguró de que el individuo peritado hubiera
sido informado de sus derechos fundamentales (como resalta la sentencia de la Corte
Suprema) sino que además, no le informó de las circunstancias y el alcance de las
declaraciones que efectuara así como de las posibles repercusiones en la sentencia de su
labor pericial. Además, declaró sobre las características psicológicas de Smith sin llevar
Aspectos éticos en las evaluaciones forenses
48
a cabo un examen adecuado y suficiente para los propósitos de la evaluación (en el caso
de la predicción de peligrosidad), vulnerando, además el principio de fidelidad y
responsabilidad, sin hacer un uso responsable de los conocimientos científicos y
profesionales en la selección de métodos y procedimientos de recogida de datos para la
evaluación, tratamiento, asesoramiento o investigación, ya que tras una entrevista de 90
minutos llegó a las conclusiones sobre el caso. El del respeto de los derechos y dignidad
de las personas, especialmente el consentimiento informado, que según parece ni tan
siquiera fue planteado.
7. La mala praxis del psicólogo forense
No podemos terminar este trabajo sin hacer referencia a las ocasiones en las que el
psicólogo (ya sea forense o no) se puede encontrar ante las Comisiones Deontológicas
de su Colegio profesional como consecuencia de la reclamación por parte de un usuario
al estimar que se ha vulnerado el Código Deontológico o incluso ante los Tribunales de
Justicia pero no ya como perito o testigo, sino a modo de inculpado como consecuencia
de una mala práctica profesional. Es decir, demandado judicialmente, acusado de haber
perjudicado a terceras personas por la inadecuada utilización de su trabajo.
En definitiva, la mala praxis o mala práctica profesional puede ser definida, según
(França-Tarragó 2001), como un fallo en el ejercicio de la idoneidad profesional
esperada de un psicólogo, e incluye, tres conceptos: imprudencia, negligencia e
impericia. No vamos a entrar en ellos, pero sí comentar, como señala Urra (1994), que
la mala praxis conlleva consecuencias negativas no sólo para el encausado, sino también
para el psicólogo, así como para la colectividad psicológica. Para el psicólogo reviste
Inmaculada Torres Pérez
49
carácter de delito (tipificado en el Código Penal) ya sea porque se considere como falso
testimonio (Código Penal, artículos 458, 459 y 460), o se considere como existencia de
ignorancia inexcusable. En cuanto a la colectividad psicológica, como consecuencia de
la mala praxis, se produce una desconfianza en la conciencia social, en el ámbito del
Derecho, etc.
Por ello, consideramos importante recordar el decálogo (aunque sean 13 las
recomendaciones) de lo que no se debe hacer que propone Urra (2002), para el
psicólogo forense en su ejercicio profesional:
1. Una “incursión en las vidas privadas” efectuando molestias innecesarias
(duplicidades, preguntas superfluas,...)
2. Violar la intimidad de las personas (presencia de terceros en las exploraciones).
3. “Aprovechamiento” por ascendencia sobre el usuario (desviar casos a la consulta
privada)
4. Modelar y condicionar a las personas sesgando su libertad y su derecho a la
diferenciación.
5. Etiquetar, propiciando la “profecía autoincumplida”.
6. Levantar sospechas al recabar información (por ejemplo el efecto “boomerang” al
llamar al colegio donde asiste el menor, desde el Juzgado)
7. “Probar” métodos, intuiciones... (por ejemplo, mediación, reparación, etc) sin
valorar antecedentes y posibles consecuencias.
8. Utilizar a la víctima y/o testigo desde la praxis de “usar y tirar”, con el riego de
ocasionar una segunda victimización.
9. En aras de recabar datos convertir la entrevista psicológica en un interrogatorio de
“tercer grado”.
10. Asumir sin sonrojo, el que por ser perito de parte, no se puede “morder la mano que
te alimenta”.
11. Elevar informes “modelo grabadora” o contrariamente “modelo ocultismo”,
maquillado tras la máscara nosológica y terminológica.
12. El sesgo de “ratificar por principio” (mantenerla y no enmendarla) lo primero que
afirmamos.
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13. Desacreditar a otros profesionales (contrainformes periciales).(pág. 615).
En definitiva, y de acuerdo con Urra (2002) “la Psicología busca la
individualización en cada orientación, son los hechos psicológicos empíricos, los
garantes de la objetividad, y los que fundamentan el imperativo ético” (pág. 615).
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