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Revista Electrónica de Psicología Iztacala. 17 (3), 2014
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Vol. 17 No. 3 Septiembre de 2014
ACOSO ESCOLAR EN LA EDUCACIÓN
SECUNDARIA: PERCEPCION DE LOS ALUMNOS, PROFESORADO Y PADRES DE FAMILIA
Alma Carolina Piña Miramar1, Rocio Tron Álvarez2 y María Cristina Bravo González3
Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Estudios Superiores Iztacala
RESUMEN
Acoso escolar o bullying son aquellas acciones violentas ejercidas por un alumno o grupo de alumnos hacia otro, persistentes, sistemáticas y opresivas, causando en la víctima consecuencias negativas que perdurarán el resto de su vida. Por lo tanto el objetivo fue identificar el nivel de incidencia del bullying en alumnos de secundaria, así como la percepción y nivel de involucramiento que tienen profesores y padres de familia ante dicha problemática. Participaron 112 estudiantes de secundaria, 17 profesores y 47 padres de familia. Se aplicó el cuestionario sobre intimidación y maltrato entre iguales (CIMEI) en sus tres versiones (alumnos, profesores y padres). Los resultados muestran que las mujeres son quienes obtienen mayores porcentajes en las diferentes formas de maltrato que
1 Licenciada en Psicología. Terapeuta clínica, Facultad de Estudios Superiores Iztacala , UNAM. Correo electrónico: [email protected] 2 Profesor Titular “A”, Carrera de Psicología, Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM. Correo electrónico [email protected] 3 Profesor Asociado “C”, División de Investigación y Posgrado, Facultad de Estudios Superior Iztacala, UNAM. Correo electrónico: [email protected]
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I Z T A C A L A
Universidad Nacional Autónoma de México
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emplean, en comparación a los hombres; la forma más frecuente de acoso y hostigamiento es insultar y poner apodos, además los estudiantes de tercer grado tienen las más altas puntuaciones de violencia fìsica. Con respecto a los docentes, consideran que están indefensos ante los problemas de indisciplina y agresiones por parte del alumnado; los padres de familia tienen relativamente poca conciencia del problema, pues algunos niegan la existencia de bullying en el centro escolar. Palabras clave: bullying, violencia, agresiones, adolescentes, hostigamiento.
BULLYING IN HIGH SCHOOL EDUCATION: STUDENTS, TEACHERS AND PARENTS’
PERCEPTION
ABSTRACT
The bullying involves all those violent actions by a student or a group of students to other student, persistent, systematically and oppressive way causing in the victim a great variety of negative consequences that will last for the rest of his life. Thus, the objective was to find the incidence of bullying in students from high school education, also the perception and the involvement level that the teachers and parents have about this problem. 112 high school students, 17 teachers and 47 parents participated in the study. It was applied the CIMEI, in its three versions (students, teachers, and parents). The results show that the girls are those who get bigger percentages in the different ways of harassment in comparison with the boys; comparing by scholar grade it was found that the most common way of bullying and harassment was insulting and giving nicknames to others, also the third grade students have the highest score of physical violence. Regarding the teachers, they consider themselves defenseless about the students’ indiscipline and aggression problem and are even target of such aggressions; the parents has relatively little awareness about the problem because some of them deny the bullying existence at their children’s school. Key words: Bullying, violence, aggressions, teenagers, harassment
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INTRODUCCIÓN
Se tiene la creencia de que la escuela es un lugar seguro, de integración
social y de resguardo; lamentablemente las instituciones educativas se han
convertido en un escenario invadido de hechos violentos que se despliegan de
manera intensa, lo anterior debido, a que las instituciones educativas se vuelven el
reflejo de una sociedad plagada de tensiones, frustraciones y violencia.
Abramovay (2003, en Velázquez, 2005) menciona que “los discursos sobre los
valores y principios que trae consigo la educación ya no tienen resonancia, porque
la escuela no prepara a los estudiantes para el mercado laboral, ni es la única
fuente de adquisición de conocimientos y tampoco corresponde a la expectativa
de abrir a los jóvenes un futuro mejor (p. 743)”.
Así, la existencia de agresiones y hostigamiento entre estudiantes o bullying
no es algo actual, estas conductas se han presentado siempre con mayor o menor
intensidad, por lo que a través del tiempo se ha tenido conocimiento sobre la
presencia de estos hechos entre estudiantes; sin embargo, hoy en día existe un
creciente interés en este comportamiento, porque ha incrementado tanto a nivel
cuantitativo como en su intensidad y en la complejidad de sus ataques (Merino,
2006).
Avilés (2006) define el bullying como “la intimidación y el maltrato entre
escolares de forma repetida y mantenida en el tiempo, siempre lejos de la mirada
de los adultos, con la intención de humillar y someter abusivamente a una víctima
indefensa, por parte de un abusón o grupo de matones, a través de agresiones
físicas, verbales y/o sociales con resultados de victimización psicológica y rechazo
grupal (p. 82)”.
Por lo tanto, el bullying o acoso escolar es una problemática que resulta
compleja, ya que se manifiesta de formas diversas, porque en la escuela no sólo
está en juego la adquisición del conocimiento, sino que se convierte en un lugar
donde los niños y jóvenes aprenden a interactuar de manera social y emocional,
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como es sabido en un salón de clases se establecen diferentes tipos de relaciones
sociales entre alumnos, y se pone en juego una amplia gama de emociones y
sentimientos (Velázquez, 2005).
Pero para que sea considerado bullying tiene que tener ciertas
características (Sullivan, Cleary y Sullivan, 2005; Rivers, Duncan & Besag, 2006):
la desigualdad de fuerzas, la conducta de acoso es organizada, sistemática y
encubierta, empieza como una conducta oportunista, silencio y la falta de
respuesta de parte de la víctima.
Otra característica más del acoso es que se va presentando de manera
gradual, esto es, que el bullying empieza con pequeñas acciones tales como las
bromas, poner apodos, o intimidaciones verbales y con el tiempo aumenta la
intensidad y frecuencia, debido a que el agresor cae en cuenta de que la víctima
está indefensa y sola, mientras que el acosador es apoyado o encubierto por el
grupo (Valadez y González, 2007). Lo anterior trae como resultado una serie de
situaciones en las que el acosador muestra ante los espectadores su capacidad
para agredir a las víctimas, aumentando la intensidad y gravedad de las
agresiones; en suma, dichas agresiones por lo regular son secundadas por los
amigos del acosador que ya sea por diversión, deseo personal, o miedo a que les
suceda lo mismo que a la víctima, se convierten en acosadores pasivos (Merino,
2006).
El maltrato entre iguales puede tomar distintas formas, algunas de ellas se
pueden apreciar claramente, mientras que otras pasarán imperceptibles por
mucho tiempo. Al respecto, Avilés (2006) las clasifica a partir de dos categorías:
bullying directo, que como su nombre lo dice, son ataques directos a la víctima
como el bullying físico (gestual y verbal), y el bullying indirecto que está
relacionado con el aislamiento social e intensión de exclusión de la víctima y
puede ser: bullying social, racista, sexual, de necesidades educativas especiales
homofóbico y cyberbullying. De hecho se considera que el maltrato social es más
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frecuente entre jóvenes de tercer grado de secundaria, mientras que la agresión
directa es más común en primer grado (Carozzo, 2010; Quesada, 2010; Muñoz,
2008; Avilés y Monjas, 2005; Sullivan, Cleary y Sullivan, 2005; Salgado, s/f, Avilés,
s/f).
Cabe destacar que si bien existen autores que identifican una dimensión
más, la psicológica, a la que consideran como una subcategoría en la cual caben
aquellas acciones encaminadas a minar la autoestima del individuo y fomentar su
sensación de inseguridad y terror, es importante señalar que el componente
psicológico está presente en cada una de las formas de maltrato mencionadas
anteriormente, porque ocasiona un deterioro en la personalidad, y en el desarrollo
integral de las emociones y habilidades, interfiriendo en el desarrollo potencial del
adolescente, ya que cuando se presentan estos tipos de acosos de manera
prolongada, la víctima se siente incapaz de defenderse debido al malestar,
preocupación, angustia, inseguridad y culpabilidad (Muñoz, 2008; Valadez, 2008).
En cuanto a los agentes involucrados, los investigadores han encontrado
que ellos desempeñan un rol en donde las características personales del agresor,
víctima y observador están estrechamente relacionadas con el mantenimiento de
esta conducta. Por un lado, se encuentra el agresor quien se caracteriza por el
empleo de la fuerza física, con la finalidad de dominar a los otros ya que se
sienten fuertes y confiados, autosuficientes dentro del grupo porque tiene una
mayor popularidad que la víctima, son impulsivos, manipuladores, carecen de
empatía y culpa, tienen deficiencias en habilidades sociales, en específico para
comunicar y negociar sus deseos; han sufrido malos tratos en el hogar o viven con
personas violentas, por lo que han aprendido estrategas y habilidades para
relacionarse con los otros, basadas en el empleo de la fuerza, por lo que para
ellos son normales las relaciones de dominio-sumisión, además son producto del
abandono, crueldad y abuso familiar, (Rodríguez, 2009; Olweus, 2006; Barri, 2006;
Merino, 2006; Fernández, 2004;Cerezo, 1999). Los agresores suelen pertenecer al
sexo masculino y en menor proporción se encuentran agresores femeninos, sin
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embargo, eso no quiere decir que las mujeres sean menos violentas, sino que
emplean más las agresiones indirectas, mientras que los chicos usan más la
agresión física (Avilés y Monjas, 2005; Zataráin, 2008). Por su parte Velázquez
(2005) y Salgado (s/f) mencionan que las agresiones se dan entre alumnos de
mismo género.
Por otra parte la víctima es ansiosa, insegura y falta de agresividad, es
decir, se muestra débil física y psicológicamente, no se defiende cuando alguien la
ataca, se atemoriza y probablemente llora, tiene un rechazo por participar en
juegos agresivos con otros chicos, se siente sola y aislada, se muestra sensible y
tranquila, tienen una baja autoestima aunado a una percepción negativa de sí
misma, con frecuencia se siente fracasada, estúpida, avergonzada o sin atractivo
(Olweus, 2006; Barri, 2006; Merino, 2006; Cerezo, 1999). Algunos autores
mencionan que no existen diferencias entre género (Castillo y Pacheco, 2008),
mientras que otros señalan que las mujeres suelen ser con mayor frecuencia
víctimas de la intimidación (Velázquez, 2005; Valadez y González, 2007; Zataráin,
2008). Por último, el tercer actor es el observador o espectador, quien tiene una
conducta pasiva y complaciente ante la situación que vive la víctima, en otras
palabras, hay una falta de solidaridad, así como una desensibilización ante el dolor
del prójimo, lo que conlleva un silencio ante los abusos ajenos, una disminución
en la capacidad de empatía, debido a la influencia del agresor sobre los demás
integrantes del grupo, por lo que los espectadores desarrollan sentimientos de
culpabilidad por no actuar y al mismo tiempo refuerzan posturas individualistas
(Garaigordobil y Oñederra, 2010; Olweus, 2006; Zataráin, 2008; Merino,2006;
Ávilés y Monjas, 2005; Fernández, 2004; Avilés s/f).
Si bien es cierto que los tres roles anteriores son los más importantes en el
desarrollo y mantenimiento del bullying, en este estudio se incluyen tanto a
padres de familia como profesores, porque los adultos generalmente no se dan
cuenta del acoso que sufren sus hijos o los estudiantes, sin embargo, es
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importante involucrarlos porque ellos pueden ser una pieza importante en la
búsqueda de una solución a esta problemática.
En la problemática del bullying, el papel que juegan los profesores es
decisivo para hacer frente a las situaciones de intimidación, lamentablemente las
investigaciones realizadas por Olweus (2006), demuestran que muchas veces
pese a que el profesor está enterado de las agresiones, no suele intervenir por
diferentes motivos como considerarlo algo normal, el desarrollo de buenas
relaciones interpersonales entre estudiantes no entra en el proyecto escolar, la
autoridad del profesor se pasa por alto, considera que no cuenta con las
habilidades para afrontar esta situación (Ochoa y Peiró, 2010; Prieto y Carrillo,
2008; Piñuel, 2006).
En contraste se puede caer en el otro extremo, ya que es innegable el
hecho de que la relación profesor alumno se basa en la asimetría de poder. Su
enfrentamiento produce sentimientos de venganza, miedo y rencor por parte del
alumno, trayendo como consecuencia el rechazo hacia el profesor, quien por falta
de autoridad o debilidad (juventud, vejez, aspecto físico, tipo de asignatura que
imparte), se convierte en blanco fácil, e incluso, los jóvenes reconocen que es más
fácil que sean ellos quienes molesten a los profesores que viceversa (García,
2011; Castillo y Pacheco, 2008; Barri, 2006; Piñuel, 2006 Fernández, 2004).
De acuerdo a Sullivan, Cleary y Sullivan (2005), los padres son las victimas
secundarias del bullying, ya que al enterarse que sus hijos son víctimas, por lo
general, en la búsqueda de una solución se pueden ver marginados tanto por los
adolescentes como por el centro escolar. Aunque por otra parte también pueden
volverse agentes que promueven la violencia, porque algunos de ellos abusan de
sus “derechos”, ya que si a su parecer el profesor emplea técnicas negligentes
que socaban la autoestima de sus hijos, basta con señalar a un maestro o
directivo para que se queje con las autoridades correspondientes, haciendo que
prácticamente el docente quede desprestigiado ante la comunidad, o que el
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docente no pueda emplear sus técnicas de manejo de la violencia, porque si no
puede perder incluso el trabajo (Quintero, 2011, Piñuel, 2006; García 2011).
Finalmente, es importante resaltar que es difícil dar una cifra que
especifique la cantidad de alumnos, y también maestros, que son víctimas de
violencia, pero aun así es necesario reflexionar, analizar y poner en perspectiva la
percepción de los involucrados (alumnos, padres de familia y profesorado) ante lo
que significa el bullying, porque la situación de violencia, intimidación y maltrato
destruye de manera lenta la autoestima y confianza en sí mismos, de los niños y
jóvenes que lo sufren, trayendo como consecuencia ansiedad, dificultades de
adaptación social, baja en el rendimiento académico, depresión e inclusive llegar a
una situación tan extrema como el suicidio.
En suma, todo este aprendizaje emocional y formas de relacionarse con sus
iguales se complica aún más durante la educación secundaria, ya que es la etapa
en la que la problemática de bullying se acentúa más, a diferencia de la escuela
primaria donde la población estudiantil suele ser más pequeña, en cambio en las
escuelas secundarias la población de alumnos aumenta significativamente y el
espacio también, por lo tanto se puede fomentar el anonimato convirtiéndose en
escuela inseguras, porque a nivel social ya no existe un grupo de iguales cohesivo
y confiable.
Además hay que considerar que el bullying se ha vuelto una cuestión que
trae dificultades para ser detectada por los adultos (padres de familia y
profesores), ya que las agresiones muy difícilmente se llevan a cabo ante la
presencia de ellos, y en cuanto a las víctimas éstas muy difícilmente expresarán lo
que están sufriendo; y por último es importante abordar este tema ya que si bien
es conocido el acoso escolar, y se ha convertido en tema de moda en las revistas,
noticiarios y por algunos expertos, lo cierto es que la gravedad real de este
fenómeno no es del todo percibida, la mayoría de los padres alumnos y profesores
han oído del tema y su importancia, pero lamentablemente no hay una
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profundización en el conocimiento, pues muchas veces no existe la intervención
en esta problemática y mucho menos la prevención Por lo tanto, el objetivo del
estudio es identificar el nivel de incidencia del acoso escolar o bullying en alumnos
de primero, segundo y tercer grado de secundaria, así como la percepción y nivel
de involucramiento que tienen profesores y padres de familia ante la problemática
del bullying.
MÉTODO
Participantes
Formaron parte de la investigación 112 estudiantes del turno matutino, que
asistían a la Secundaria Técnica No. 47 Adolfo López Mateos, así como 17
profesores de la misma institución y 47 padres de familia.
Escenario
La aplicación del instrumento se llevó a cabo en las aulas de la escuela.
Instrumento
Se empleó el Cuestionario de Intimidación y Maltrato Entre Iguales (CIMEI)
(Espinosa, 2010), en sus tres versiones: para alumnos, profesores y padres de
familia. La versión para alumnos evalúa los aspectos situacionales del alumnado,
el perfil de la víctima, espectadores y agresores y los aspectos situacionales de la
intimidación; la dirigida al profesorado tiene como objetivo reflexionar sobre cómo
conciben la intimidación y, hasta qué punto están dispuestos a implicarse en su
erradicación; y finalmente, la de los padres de familia, considera su percepción
ante el maltrato entre iguales.
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Procedimiento
Previo permiso de la dirección de la secundaria para la aplicación del
cuestionario, de manera aleatoria se eligió un grupo por cada grado escolar. En el
salón de clases se les proporcionó a los alumnos una breve explicación sobre el
objetivo de la investigación, posteriormente se dieron las instrucciones de llenado
del cuestionario y del mismo modo se les informó, que si existían dudas sobre
algún ítem no dudarán en preguntar. La aplicación tardó en total 20 minutos en
cada grupo.
El cuestionario dirigido a los profesores, fue aplicado en la dirección, de
igual manera se les explicó brevemente la importancia de la investigación y se les
dio la información de cómo contestar.
Para el cuestionario dirigido a los padres de familia, a través del
departamento de trabajo social, se les dio el cuestionario a los alumnos para que
lo llevaran a casa y lo devolvieran al día siguiente, ya contestado por los padres de
familia; es importante señalar que se les explicó previamente las instrucciones de
llenado, además de que el cuestionario iba acompañado de una nota anexa en
donde se les comunicaba a los padres el objetivo del cuestionario.
RESULTADOS
A continuación se presentan los resultados más significativos, en primer
lugar se describen de manera general los datos obtenidos del total de los
estudiantes, posteriormente se hace una comparación por sexo y por grado
escolar. Finalmente, se presentan los resultados de los profesores, así como los
datos de los padres de familia.
Los resultados de los ítems 1 y 34 se analizan por separado, porque no
están englobados en ninguna de las categorías del cuestionario. En el ítem 1, que
evalúa la forma más frecuente de acoso escolar, se encontraron con mayor
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porcentaje el maltrato verbal: insultar o poner apodos (51%), en segundo lugar
está el hablar mal de alguien (18%), y en tercer lugar el daño físico (17%) (ver
figura 1).
Figura 1. Porcentaje de tipos de maltrato más frecuente entre iguales
Con respecto al ítem 34, que se refiere al rol que se atribuyen los jóvenes
en el bullying, cabe destacar que el 30% de los participantes se considera tanto
víctima como agresor (ver tabla 1).
(Después de lo contestado en este cuestionario, ¿qué te consideras más?) Víctima 16% Agresor 5% Espectador 30% Más agresor y un poco víctima 5% Más víctima y un poco agresor 7% Igual víctima que agresor 30% Ninguna 4%
Tabla 1. Rol que se atribuyen los jóvenes
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En cuanto al porcentaje de víctimas, el 7% de los jóvenes informaron haber
sido intimidados “bastantes veces” en lo que va del ciclo escolar, y al preguntar
desde cuándo se producen estas intimidaciones, el 4% asegura que siempre ha
sufrido intimidaciones, y el 3% señala que es intimidado desde que empezó el año
escolar. A nivel emocional, los estudiantes informaron que preferirían que “eso”
(acoso escolar) no les pasara (5%), que se sienten muy mal además de señalar no
saber qué hacer para evitar esta situación (4%).
Sobre las causas a las cuales les atribuyen el ser intimidados, los jóvenes
mencionaron que los intimidaban sólo por molestarlos (17%), para hacerles una
broma (10%) o porque eran diferentes (8%).
Con respecto a quienes suelen ser los que intimidan a los otros, los
resultados muestran que 31% de las intimidaciones son hechas por un grupo de
niños, el 15% dice que son grupos conformados por niños y niñas, el 13%
menciona que es un grupo de niñas las que suele intimidar a los demás y el 8%
señala que es un sólo un niño el acosador.
La ausencia de adultos es importante para que se den las intimidaciones en
el ámbito escolar, ya que al indagar los lugares donde se dan con mayor
frecuencia las intimidaciones y el acoso, los datos muestran que el 42% de las
intimidaciones se dan en el salón de clase cuando está ausente el profesor, el
37% se lleva a cabo en la calle, y el 33% de los alumnos señaló que las
intimidaciones se dan cerca de la escuela o al salir de la clase, inclusive una chica
informó que es en su casa donde ha sido intimidada.
Referente a las personas que suelen detener las intimidaciones, los
encuestados mencionaron que por lo regular son los profesores los que detienen
estas situaciones (46%), y en menor medida son sus propios compañeros (26%)
los que intervienen; algunos (10%) dijeron que intervenían otros adultos, en este
caso dijeron que son los policías los que paran las intimidaciones. Sólo un joven
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señaló que él era el que intervenía para detener las intimidaciones en contra de
sus compañeros.
El 40% de los jóvenes ha intimidado a sus compañeros “algunas veces”, y
el 4% menciona intimidar a sus compañeros casi todos los días. Ahora bien, sobre
la frecuencia con la que han participado en intimidaciones hacia sus compañeros,
el 24% de los estudiantes se considera un agresor esporádico y el 10% señala
que agrede con regularidad a sus iguales.
En cuanto a lo que ha llevado a los estudiantes a participar en situaciones
de intimidación, los resultados arrojan dos causas principales: la primera es
porque los provocaron (25%) y en segundo lugar está el querer jugarle una
broma a sus compañeros (15%) y un menor porcentaje (4%) señala que porque a
ellos los intimidan otros.
Ahora, en específico, sobre la respuesta que reciben los agresores por
parte de sus compañeros, cerca del 24% de los encuestados menciona que no les
dicen nada sus compañeros, pero el 14% reconoce que sus compañeros los
animan o los ayudan, en contraste sólo el 5% los rechazan.
En la tabla 2 se puede apreciar la frecuencia con qué ocurren las
intimidaciones en la escuela durante el año escolar, en donde se puede apreciar
que un 38% es acosado diariamente.
Tabla 2. Frecuencia de las intimidaciones
Intimidaciones a lo largo del ciclo escolar
Nunca 21% Menos de cinco veces 18% Entre cinco y diez veces 16% Entre diez y veinte veces 6% Más de veinte veces 1% Todos los días 38%
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En cuanto a la opinión que tienen los espectadores de los compañeros de
clase que intimidan, el 70% de los participantes están en desacuerdo con su
actuar, aunque el 12% considera que es normal que pase entre compañeros, e
inclusive el 9% comprende que actúen así con algunos de sus compañeros.
Los datos referentes a si actúan o no cuando algunos alumnos intimidan a
otros, el 22% menciona que no le interesa y por tanto no hace nada, el 39% alude
que no hace nada pero considera que debería actuar, el 22% avisa a alguien que
pueda intervenir y sólo el 13% intenta intervenir para parar la situación.
Al comparar el maltrato entre iguales, por género, los resultados arrojan que
son las mujeres las que obtienen porcentajes más altos en todas las categorías de
maltrato, salvo en la categoría de insultar y poner apodos, en donde los jóvenes lo
hacen más (59%), también, cabe señalar que son ellas las que suelen emplear
más la agresión física (19%) en comparación con los hombres (14%) (ver tabla 3).
Formas de maltrato entre iguales por género
Formas % Femenino % Masculino
Insultar, poner apodos 44% 59%
Reírse de alguien 12% 8%
Hacer daño físico 19% 14%
Hablar mal de alguien 18% 16%
Amenazar, chantajear 7% 4%
Rechazar, aislar 9% 4%
Ciberbullying 8% 6%
Tabla 3. Porcentaje de las formas de maltrato
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Otro punto a resaltar es que el 23% de las mujeres informó que son grupos
de otras jóvenes las que las intimidan, y el 42% de los jóvenes informaron que son
grupos de hombres los que los acosan, es decir son acosados por personas de su
mismo sexo.
Se aplicó la prueba U de Mann Whitney para buscar diferencias por sexo y
se encontró que las mujeres han participado más veces en intimidaciones a sus
compañeros en comparación con los hombres (z=2.873; p<.05); pero al mismo
tiempo, las niñas han sido víctimas con mayor frecuencia de maltrato e
intimidaciones por parte de sus compañeras de clase que sus compañeros
(Z=1.99; p<.05). Además, ellas, han estado bajo situaciones de intimidación y
maltrato por mayor tiempo en comparación a sus compañeros (z= -2.113; p<.05).
Finalmente, se comparó la frecuencia con que ocurren las intimidaciones en la
escuela y el género de los chicos, sin embargo, no se encontraron diferencias
significativas.
Al comparar algunos datos entre los distintos grados escolares (primero,
segundo y tercero), se tiene que en los tres grados se considera como forma más
frecuente de intimidación, el insultar o poner apodos (48% de primero, 52% de
segundo y 54% de tercero). Ahora cabe señalar que el punto álgido del maltrato
físico se da en segundo año y va decreciendo en tercer grado (ver figura 2).
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Figura 2: Comparación de formas del maltrato por grado escolar
No se encontraron diferencias significativas entre los alumnos de primero,
segundo y tercer año en cuanto al número de veces que han sido intimidados,
desde cuando se producen y si han intimidado a algunos de sus compañeros. Se
aplicó la prueba Kruskal Wallis, para comparar las veces que han participado en
intimidaciones por grado escolar y se encontraron diferencias significativas
(H=10.740, gl=2; p<.05), es decir, que a medida que avanzan en el grado escolar,
va disminuyendo la frecuencia con la que participan en intimidaciones a sus
compañeros.
Con respecto a los profesores, cerca de la mitad (47%) de los docentes
considera que el profesorado está indefenso ante los problemas de indisciplina y
agresiones del alumnado, e inclusive el 41% dice que el propio profesorado es en
ocasiones objeto de ataque, sin embargo, el 35% de los maestros encuestados
niega lo anterior; si bien cuando se preguntó si tienen el control de la clase así
como la capacidad de atajar los conflictos y agresiones de los alumnos sin que
lleguen a ser un problema, se tiene que el 47% de los docentes se considera
capaz de controlar a su clase. Un dato a destacar es que el 47% de los profesores
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argumentan que la carga escolar les impide dedicarse a asuntos como los
problemas de relaciones interpersonales.
Al indagar si la intervención del profesorado en casos de violencia forma
parte de su labor educativa, los resultados muestran que el 71% coincide con el
enunciado, sin embargo, cabe destacar que un 6% de los profesores no está de
acuerdo y el 11% tomo una postura indiferente. Pero el 63% (30% medianamente
de acuerdo y 35% de acuerdo) de los docentes considera que sin la ayuda de
otros profesionales, no está preparado para resolver los problemas de malas
relaciones y violencia. Ahora bien, al indagar el papel de los padres de familia
dentro de la problemática, se tiene que el 47% de los profesores, opinan que los
padres más que ayudar, entorpecen la solución del conflicto.
Por su parte el 37% de los padres de familia considera que en la escuela, a
la que asisten sus hijos, existe violencia escolar y el 15% niega la existencia de
dicha problemática.
Al preguntar qué tanta confianza les tienen a sus hijos, el 77% de los
padres afirma confiar en ellos, y sólo el 4% no confía en sus hijos, en contraste
cuando se indagó si los padres consideraban que sus hijos podían participar en
actos de violencia e intimidación, cerca de la mitad (49%) dice que no serían
capaces, pero el 13% considera que si participarían sus hijos. Respecto a los
canales de comunicación entre padres e hijos, el 66% asevera que sus hijos les
informarían si tuvieran algún problema de violencia o intimidación, y sólo el 6%
dice que sus hijos no les platicarían nada.
Sobre si los padres comunican a la escuela los problemas de violencia o
intimidación que conocen, el 43% de ellos dice hacerlo, pero el 19% menciona que
no informa a la escuela. Sin embargo, cuando se les preguntó sobre la confianza
en los profesores de la escuela, el 34% de los padres de familia dice confiar en
ellos y el 6% afirma lo contrario. En la misma línea, el 39% de los padres
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considera que el profesorado de la escuela intenta detener los problemas de
violencia e intimidación, sin embargo, el 9% opina que no hacen nada los
docentes por detener esta situación.
DISCUSIÓN
La importancia de este tema radica en que hoy en día, los estudiantes están
acostumbrados a recibir malos tratos por parte de sus compañeros de clase, los
jóvenes consideran que es preferible ser insultados, agredidos, o amenazados a
ser ignorados; en suma, ven estas situaciones como algo común y normal entre
ellos, como una forma natural para socializar, tal como algunos de los chicos
señalaron: “Podrían empezar a pensar que es muy normal que los chavos
juguemos y nos tratemos así, pero todo con sus límites”.
Sin embargo, dicha normalidad dista mucho de representar algún tipo de
bienestar y por el contrario, raya en una grave distorsión de la manera en que se
llevan las relaciones sociales y la percepción sobre la violencia, pues cuando esta
última se vuelve parte de lo común, de lo corriente, entonces se torna difícil el
reconocerla y, las personas, en este caso los alumnos, la introyectan de tal
manera que se convierte en algo tan natural que hace que la problemática
aumente peligrosamente.
En este estudio se encontró que los espectadores prefieren hacerse a un
lado antes que intervenir, “Por no meternos en problemas”, cuando uno de sus
compañeros es maltratado, ya que más de la mitad de los estudiantes dijeron que
al observar situaciones de intimidación no intervenían, porque no les interesaba o
porque no se atrevían a hacerlo. De hecho, si bien la mayoría está en desacuerdo
con la forma de actuar de los agresores, hay algunos que comprenden la situación
y otros sugieren que es comprensible que los agresores actúen así con algunos de
sus compañeros. Esto es grave ya que habla de una conducta sumamente pasiva
por parte de ellos, carente de solidaridad y de una desensibilización ante el dolor
del prójimo, y es importante tomarlos muy en cuenta porque es, con los
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espectadores, donde se encuentra parte de la solución a esta problemática, ya
que al hacer que el espectador salga de su falta de acción y en su lugar tome un
papel más activo, instándolo a ser un agente, será posible un cambio en los roles
asumidos por los participantes (Garaigordobil y Oñederra, 2010; Olweus, 2006;
Zatarain, 2008; Merino, 2006; Fernández, 2004;Avilés, s/f).
Hay que considerar también lo que se refiere a las relaciones entre las
mujeres y el bullying, porque la mayoría de las investigaciones (Zataráin
2008,Salgado, s/f; Velázquez, 2005; Castillo y Pacheco, 2008), asocian, por lo
regular, al acosador con el género masculino, y mencionan que las niñas tienen
una manera distinta de ejercer la violencia a través de agresiones indirectas,
debido a que socialmente no es admitido el hecho que las mujeres ejerzan la
violencia física o verbal y por tanto no es educado hacerlo, por lo que desarrollan
otras estrategias de intimidación, como el bullying social; sin embargo, los
resultados obtenidos en la investigación difieren, ya que se encontró que ellas
obtienen mayores puntajes en acoso escolar físico, de hecho obtienen mayores
porcentajes en las diferentes formas de maltrato que emplean contra sus
compañeros, llámese, acoso físico, social, sin embargo, se coincide plenamente
en que ellas son con mayor frecuencia víctimas de maltrato por parte de sus
compañeros (Velázquez, 2005). Estos datos sin duda se deben de tomar en
cuenta para futuras investigaciones.
En cuanto a si el acoso varía entre los tres grados escolares, las
investigaciones (Muñoz, 2008; Avilés, s/f, Avilés y Monjas, 2005; Carozzo, 2010;
Quesada, 2010; Sullivan,Cleary y Sullivan, 2005; Salgado, s/f.), mencionan que es
el primer año de secundaria donde se da con mayor proporción el acoso físico,
mientras que es en tercer año cuando éste disminuye, aunque las agresiones se
volverán más violentas, peligrosas y con una intencionalidad explicita, además se
considera a la exclusión social como la forma más usada por alumnos del último
curso. Esto contrasta con lo encontrado, puesto que los datos arrojaron que el
acoso físico va creciendo gradualmente año con por año, alcanzando su punto
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álgido en tercero de secundaria, sin embargo, si hay diferencias significativas al
comparar el grado escolar que cursan los jóvenes y las veces que han participado
en intimidaciones, teniendo como resultado que a medida que avanzan en grado
escolar, va disminuyendo la frecuencia con la que participan en intimidaciones a
sus compañeros durante el año escolar.
Los profesores juegan un papel importante para hacer frente a las
intimidaciones, sin embargo, aunque las investigaciones (Piñuel, 2006; Olweus;
2006; Ochoa y Peiró; 2010) muestran que el profesor está al corriente de las
intimidaciones, éste no interviene ya sea porque considera las acciones como
normales, la víctima no siente la confianza para hablar con él, o bien porque el
agresor pasa por alto la autoridad del profesor y por lo tanto éste opta por no
intervenir; esta última opción ha sido señalada por los docentes, quienes
consideran que el profesorado está indefenso ante los problemas de indisciplina y
agresiones por parte del alumnado e inclusive ellos mismos se consideran objeto
su de ataque, esto es importante a considerar porque es un factor que influye en el
mantenimiento del bullying, por lo tanto, es menester que futuros estudios
profundicen más en el papel que desempeña el profesor ante el maltrato escolar,
cuáles son sus estrategias de intervención y, sobre todo, analizar este fenómeno,
en el cual más que autoridad del aula se convierte en objeto de agresión por parte
del alumnado.
De hecho, los docentes consideran que hace falta la ayuda de otros
profesionales para resolver los problemas de maltrato entre iguales, lo cual habla
de que carecen de la capacitación que les permita afrontar las problemáticas y las
consecuencias que trae consigo el bullying, así como desarrollar estrategias que
les ayuden a promover una sana convivencia en el espacio escolar. Esta posible
falta de capacitación puede conllevar a una minimización, simplificación de lo que
implica el maltrato entre iguales, o el uso de técnicas cuyo resultado es deficiente
ante esta problemática (Ocho y Peiró, 2010; Prieto y Carrillo; 2008); por lo tanto,
los profesores consideraron como punto clave que el personal docente tome
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conciencia sobre la problemática y su gravedad, pero sin olvidar involucrar a otros
agentes como lo son los padres de familia.
En cuanto a estos últimos se encontró que la función que desempañan es
crucial para la búsqueda de una solución al bullying, sin embargo, hay dos puntos
a considerar; en primer lugar, la mayoría de los padres tienen relativamente poca
conciencia del problema y sólo hablan con sus hijos en contadas ocasiones (Prieto
y Carrillo, 2008), lo anterior se constata pues cerca del 15% de los padres de
familia niegan la existencia del bullying, esto nos habla por parte de los padres de
un abandono de la tarea de educar a sus hijos, dejando la carga al profesor y al
mismo tiempo se queda el adolescente carente de afecto y normas introyectadas
(Piñuel, 2006). En segundo lugar, está el hecho de que las autoridades escolares
consideren que los padres de familia más que ayudar, entorpecen en la búsqueda
de la solución, por lo que son marginados ya sea por los adolescentes o por el
centro escolar. Asimismo, los padres tienen que soportar actitudes déspotas por
parte de autoridades y personal administrativo, se les amenaza y muchas veces
los padres de las víctimas de bullying, al no encontrar solución a su problemática
optan por cambiar a su hijo de la escuela, eximiendo a ésta de su responsabilidad
(Quintero, 2011; Sullivan, Cleary y Sullivan, 2005).
CONCLUSIONES
Lo importante, es lograr una concientización y sensibilización con respecto
al bullying y sus efectos, porque es muy cierto que no sólo los profesores sino
también los padres de familia dan preferencia a los aspectos académicos, en
detrimento de los aspectos que implican el desarrollo personal, emocional,
psicológico, social y de convivencia, haciendo que se mantenga la indiferencia del
propio profesorado, padres y alumnos ante el fenómeno de la violencia escolar,
en específico del bullying.
Lo anterior se menciona porque lamentablemente México aparece, según la
OCDE (Gamboa y Valdés, 2012), como primer lugar, a nivel internacional, con
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mayores casos de bullying a nivel de educación secundaria; además
recientemente la PGR4 informó que una de cada seis víctimas de bullying se
suicidan, por tal motivo, se está pidiendo que se tipifique como un delito. Estos
datos son alarmantes y lleva a los cuestionamientos ¿Por qué las diferentes
medidas implementadas, como escuela segura o la línea de denuncias, no están
funcionando? Si bien es cierto que actualmente hay un incremento de información
sobre el maltrato entre iguales en internet, propagandas, líneas telefónicas que
permiten denunciar acosadores u obtener información, platicas, etc., no tiene el
efecto deseado con la población; por lo tanto, es menester analizar qué es lo que
ocurre, para que no se quede simplemente en una moda más.
Lamentablemente la SEP con su programa de “Escuela Segura” no cubre
todos los aspectos que implica la violencia, ni qué decir de las medidas a nivel
federal, donde hay huecos enormes y una gran falta de programas sobre el
bullying. Y sobre todo el no olvidar que si bien el bullying puede ser investigado a
nivel, médico, social o judicial, el aspecto psicológico se vuelve un punto muy
importante, porque en el caso del maltrato escolar puede haber o no haber daños
físicos, pero en contraste, el daño emocional siempre estará presente, no sólo
dejando secuelas a largo plazo en la víctima sino también en los agresores y
espectadores. Por tanto, es importante cuestionar si las medidas que se están
implantando, como la de tipificar el bullying como delito servirá, si bien es
coherente, y puede tener sus ventajas, hay que preguntar si esta medida daría
resultado, ¿bastaría con castigar a los agresores?, los cuales también son
víctimas de una familia disfuncional, de una sociedad plagada de violencia, de una
escuela que no hace más que repetir lo que se vive en el día a día fuera de sus
muros, sin embargo, tampoco se busca eximirlos de su responsabilidad, pero si es
importante tener una visión que vaya más allá de tratar de darle una solución
simple a un problema tan complejo como lo es el bullying, cuyas consecuencias se
aprecian a través del tiempo, pues el desarrollo psicológico, físico y social de los 4http://www.animalpolitico.com/2011/05/en-mexico-1-de-cada-6-ninos-se-suicida-porbullying/
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adolescentes y niños, lamentablemente, queda falto de experiencias, y vivencias
emocionales que permitan que en un futuro el niño se vuelva en un adulto pleno,
así, los adultos que fueron víctimas o acosadores en la adolescencia quedan con
serios problemas para relacionarse a nivel interpersonal, violentos en el trabajo, o
en el hogar, usando la agresión con sus hijos como forma de educación, pues
ellos aprendieron que sólo así se corrige o se logra el cumplimientos de objetivos,
a través de la violencia o en contraste, adultos inseguros, deprimidos y en los
casos más graves con tendencias suicidas.
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