revista entre líneas mayo 2012
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Entre Líneas Revista literaria―mayo―2012
Miami― Florida― Estados Unidos.
Diecisiete
Sumario:
Dos poemas de Gustavo M. Galliano/ 3
Un cuento de Víctor Liberato/ 6
Dos poemas de Álvaro Iván Ortegón González/ 9
Dos mini-cuentos de Ediel Ayllón Baro/ 11
Mariposas nocturnas de Nelson Jiménez Vivero/ 12
Cerro verde un cuento de Gioconda Carralero Dominicis
III Lugar Concurso Internacional de Literatura Infantil: Los zapaticos de rosa/
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Dos poemas de Pedro Pablo Pérez Santiesteban
Homenaje a las madres/ 22
Nuevos audio libros/ 24
Nuevos libros de la revista Entre Líneas y la Editorial Voces de Hoy/ 24-25
El mejor. Un cuento de Enrique A. Meitín/ 26
Yo alucino por Sara Suejen/ 29
De hoy por Josefina Ezpeleta/ 31
Imagen de cubierta: Pintura de Lord Frederick Leighton
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Entre líneas es una revista literaria, que lleva como única finalidad
promover a todos los autores de habla hispana, que deseen colaborar
con sus trabajos, los cuales tendrán una evaluación previa. Su
colaboración puede ser enviada a: [email protected]
3
DDDooosss pppoooeeemmmaaasss dddeee GGGuuussstttaaavvvooo MMM... GGGaaalllllliiiaaannnooo
NUNCA PASIÓN NUNCA
Se rebeló a creer en un Dios,
omnipotente y jactancioso,
y su hoy pagano se arrodilla,
ante una cruz, una equis, una esfera.
Deseó llegar a ser inmortal,
y se tatuó el rostro de Dorian Gray…
hoy gime sus lamentos,
marcando en el fango su desliz.
Se rebeló a creer, creyendo,
bebió de su propia bilis candente,
se arrepintió y gimió, titubeante,
más no hubo ángeles insurgentes.
Se despertó y encontró despojos de Sol
cocinando una aurora pretérita y ausente,
pidió perdón, masculló disculpas,
pero era tarde para creyentes o augures.
Se lamentó por no creer en algún Dios,
se lamentó por deambular en solitario,
solo y cansado se entumeció, masticando gusanos,
en sombra peñasco, cima hosca de montaña.
SER QUIEN FUI
Sobre la barca que abarca,
No sé si vengo o si voy,
No sé si es trascendente,
Lo importante resulta si soy.
Escudo del guerrero brillante,
Murmulla el alma triste,
Lento el cuervo lanza su graznido,
En el bosque turgente de tu voz.
El prado de las gaviotas
Encadenados en islas
Reclaman su potestad,
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Sobre la tierra de redes.
En el país de anillos de oro,
Expuse mis intenciones,
Intempestivo, impetuoso,
Pleno, confiado en aquél muérdago.
Pero el faro de tu frente,
Venció a la espada de la boca,
Y aquella actitud de Diosa,
Transformose en águila que come avena.
Fui gentil sedal en primavera,
Pero nada floreció ni solicito carnada,
Hoy me retraigo en lecturas,
De poetas más prosaicos.
Huirán de mí las golondrinas,
Las naves, las flores y las armas,
Pero los libros me amaran siempre,
Las palabras me acariciaran las sienes.
Fui longevo nombre de renombre,
Bronce que talla quien ni siquiera conoce,
Hoy crecen niños con mis libros,
Y soy feliz, desde no sé donde.-
Gustavo M. Galliano
Poeta, narrador, docente universitario. Nacido en Gödeken, y posteriormente se radico en la
ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, República Argentina, donde centro sus estudios
en Economía, Derecho, e Integración (Mercosur). Su pasión por las letras le impulso ha
generarse su propio espacio en el medio literario.
En septiembre de 2006, obtiene su primer premio en un certamen literario internacional,
por su poema CARTA DE UN CYRANO A LA MAS DULCE DAMA. Le continuaron
numerosas distinciones nacionales e internacionales. Entre ellos, el PRIMER PREMIO
género Narrativa Breve, por LA CASA DE MI VIDA, en el XXXIII CONCURSO
NACIONAL DE POESIA Y NARRATIVA BREVE. 7 de Agosto de 2010, San Lorenzo,
Santa Fe, República Argentina.-
El 2 de Abril de 2009, presentó en el Salón Real del Club Español de Rosario, ante nutrida
y expectante concurrencia su premiado libro de relatos breves: LA CITA. Tiene registrados
y prontos a editarse un nuevo libro de narrativa (Un Dragón en el Acuario) y un poemario
(Ocultos tras la bruma), entre otros.
Ha participado en numerosas e importantes antologías literarias internacionales y publicado
en las más prestigiosas revistas literarias de América, Unión Europea, Asia y Oceanía.
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Actualmente se desempeña como Columnista Especial y Colaborador Permanente en
revistas de Literatura y Arte en Toronto (Canadá), Buenos Aires (Argentina), Jerez de la
Frontera (España) y Miami (USA). Sus escritos se han traducido en diversos idiomas.
Honrado con la designación como Jurado en certámenes literarios de Poesía y Narrativa.
Miembro fundador de Naciones Unidas de las Letras (UNILETRAS), de Unión de
Escritores Hispanoamericanos (UHE), de Red de Escritores en Español (REMES), de Poe-
tas del Mundo, etc.-
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AAAbbbssstttrrraaaííídddooo
Un cuento de Víctor Liberato
Quiero escribir un cuento y no sé por dónde empezar. Siendo sincero creo que no hay
material para nada bueno, ya Borges y Onetti lo han escrito todo. Además, ¿qué cuento
podría yo escribir si no tengo una vida interesante? Por ejemplo, no puedo hablarles de
Virginia, la mujer que me tiene triste y de la cual estoy enamorado. Que estoy enamorado
lo sé porque también siento rabia, miren si carece de sentido mi vida que de tantas
emociones elijo yo la rabia. Por eso es que no he empezado a escribir el cuento que quiero
escribir. Para mí no hay musa: Borges y Onetti la han matado junto con ellos.
Si les hablara de Virginia tendría que decir que estoy enamorado de ella y según los
grandes maestros del cuento, uno debe escribir para un público y no tengo yo nada de eso,
sólo me tengo a mi mismo lleno de amor y de rabia. La única verdad que contaré aquí
además de que estoy enamorado de Virginia es que no soy alcohólico por falta de pesos.
Ya en mi nostalgia, le he escrito este poema:
TUS OJOS
Me gustan tus ojos porque en ellos está mi horizonte
Me gustan tus ojos porque en ellos miro mi reflejo
Me gustan tus ojos porque son la luz perfecta para tu cara
Me gustan tus ojos porque desnudan mi alma
Me gustan tus ojos porque sin ellos estoy perdido
Me gustan tus ojos porque son tuyos
Necesito mis audífonos, debería invocar los espíritus de Borges y Onetti para que me
ayuden a escribir de Virginia, la chica de la cual estoy enamorado, pero entonces tendría
que decir que ella está casada y que es madre de una pequeña de cuatro años y no quiero
contar en mi cuento que estoy enamorado de una mujer casada y con una pequeña de cuatro
años. No conozco sus obsesiones. No están ayudándome ni Borges ni Onetti. ¿Pero cómo lo
harían si ya son polvos y pura honestidad? Si quiero escribir sobre Virginia debo hacer una
descripción de ella y les aseguro que no tengo tinta para eso. Tiene unos ojos lindos y
pequeños parecidos a las mujeres chinas, sus piernas fuertes me matan de ganas por
meterme en ellas, su cabello es fino y no me gusta, pero de lo que sí me enamoré seguido la
vi fue de su boca con labios carnosos y llenos de pasión. Vamos Borges y Onetti ayúdenme
a hacer una justa descripción de Virginia, la mujer de la cual estoy enamorado. Quiero
hablarles de ella, se que ustedes ya han escrito todos los buenos cuentos, pero al menos
denme el comienzo. ¿Cómo empezaban ustedes sus cuentos, Borges y Onetti?
¡Ah! ya tengo una idea del cuento que quiero escribir: les daré a Virginia como
musa y así harán ustedes una descripción impresionante de ella y para probar que ustedes sí
tenían genio, sólo les diré que estoy enamorado de Virginia. Admito que tengo miedo a la
honestidad de Borges cuando diga de la mujer que estoy enamorado que está casada y que
tiene una pequeña hija de cuatro años. También temo a Onetti cuando me pregunte con
poquísimas palabras porqué me enamoré de una mujer casada y que tiene una hija. Pero a
mí lo que me interesa aquí son dos cosas: primero que Borges y Onetti me den el comienzo
para el cuento que deseo escribir y segundo que me hagan una descripción de Virginia.
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Creo que para dos mentes geniales como las que tenían ustedes, ya les he dado
bastante información. La rabia que siento junto con el amor por Virginia se debe a que fue
ella quién hizo que me enamorara y entonces no me da su amor. ¡Se aleja, deja de llamar
y me evita! Siempre tiene a su amiga en casa y ésta nunca debe saber que estoy enamorado
de Virginia, también dice que está limpiando su cocina. Justificada mi rabia ya.
Si alguien está leyendo esto le suplico que se detenga. No tiene comienzo este
cuento y ya Borges y Onetti se murieron, yo no tengo musa para describir a la mujer que
hizo que me enamorara de ella, y su pequeña hija de cuatro años nunca me aceptaría como
su nuevo papá. Así que para qué seguir leyendo un cuento sin comienzo, uno más de amor
unilateral, un cuento que jamás escribieron Borges ni Onetti porque ya ellos escribieron
todos los buenos cuentos y se hicieron polvo. Si estás leyendo mi cuento detente y ve y dile
a Virginia que a pesar de no tener la ayuda de Borges ni de Onetti y que aunque ella está
casada y tiene una pequeña de cuatro años, yo quiero escribir un cuento. ¡Detente! No te
vayas aún. La he llamado y ha contestado, está de buen humor.
―Buenos días amor ―dice ella.
―Buenos días Virginia ―digo yo.
Borges y Onetti están ayudándome. Virginia me dice que su ausencia de estos días se debe
a que murió la abuela de su amiga, pero que me quiere y le he hecho mucha falta. ¡El
comienzo de mi cuento está llegando! Será un cuento de amor, no lo empezaré diciendo que
la abuela de la amiga de Virginia ha muerto. Borges no empezaría un cuento así, tampoco
Onetti. En mi cuento quiero hablar de Virginia y de cómo ella a través de su amiga hizo que
yo me enterara de que le gusto.
Debo comenzar diciendo que miraba a Virginia en las calles y que nunca me miraba
ella. Inventaré como lo hacían Borges y Onetti un cuento con un comienzo que atrape al
lector en la primera línea. Buscaré en alguna biblioteca un diccionario que pueda describir
la figura de una mujer que me hace sentir amor y rabia, Virginia la que con un buenos días
amor, arregla mi vida. Esperaré a que Borges y Onetti me den el comienzo del cuento que
quiero escribir.
Salí de casa para visitar a mi amigo que es mecánico. La conversación con él es la
misma de siempre: sus dos hijos no le ayudan y van mal en la escuela, hacemos algunas
bromas riéndonos de nosotros mismos y pasamos un buen rato.
Entonces de la acera contraria de donde estamos sale una pequeña niña corriendo,
viene con una paleta roja en su manita derecha, sus cabellos están hechos trenzas que se
mueven tanto como sus piernitas y trae una mochila en su espalda. Me quedo inmóvil y
también el tiempo. A la pequeña la sigue su padre presto a agarrarla para que no se caiga,
ahí sale Virginia. Mi amigo el mecánico mira la escena y dice:
―Esa es una familia bonita.
No puede notar que estoy abstraído y que sus palabras sólo son un ruido para mí.
Todo ha pasado en cámara lenta. En un instante se abre el cielo y comprendo por qué no
funciona el trío que quiero formar. Ya sé porqué Borges ni Onetti no me auxilian para
escribir el comienzo del cuento que quiero escribir.
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¡Hola! me llaman Víctor Liberato, soy descomplicado
y antidramático. Naci en 1977 en Republica
Dominicana, al norte en una ciudad llamada Mao
Valverde. Me gusta el rock y las baladas, los tragos y
los perros. Amo los libros y el cine. Un café siempre
hace bien. Cuando era un bebe sufrí de poliomielitis
(polio) y desde entonces uso silla de ruedas. Estuve en
la universidad y me hice psicólogo, también escribo
cuentos. La felicidad reside en la sorpresa. Pienso que
todos nacemos con la pintura y el pincel y que
debemos pintar nuestro propio paraíso.
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DDDooosss pppoooeeemmmaaasss dddeee ÁÁÁlllvvvaaarrrooo IIIvvvááánnn OOOrrrttteeegggóóónnn GGGooonnnzzzááállleeezzz
INERTE
Estático, taciturno, sin vida, voy al sendero;
sin deseo, sin suerte, sin victoria, poeta sin sentido,
pretendo refulgir sin flama creadora, sin libido,
toda la intención se ahoga, mi ser no tiene asidero.
¿Adónde voy con este engaño, preso del hondo vacío?
¿Bebiendo de manantiales secos como la yesca?
¿Pisando pétreas sendas de olvido y de gresca?
¡Sabio nunca! Mi pálida alma fenece en el frío.
A Dios le imploro un pedernal, una pasión, un motivo,
a Dios que todo lo sabe, todo lo vislumbra,
le pido un manojo de libertad y que me sienta vivo.
A la naturaleza, diosa de la vida y lo que alumbra,
le pido otorgar al viento y su aire altivo,
guiarme a océanos semánticos para huir de la sombra.
LENTAMENTE NOS PODRIMOS
Lentamente nos podrimos.
Lentamente destruimos nuestra morada:
lo semejante, la esencia, el amor de una mirada.
Sólo entre flamas los ojos abrimos.
Lentamente se diluye nuestra esperanza.
Cual parásitos rastreros ante la vida,
prodigamos vanidad de gloria fingida
y la muerte del mundo es nuestro canto de alabanza.
Convivir es un espectro de felonía,
el ideal de unidad sólo en el texto lo vivimos,
nuestra vida es ya una cárcel muy fría.
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La soledad es la oscura dicha que parimos,
esa noche es nuestra mortaja de agonía…
¡Ay, cuán lentamente nos podrimos!
Nació en Cali, Colombia, el 18 de mayo de 1980.
Psicólogo clínico egresado de la Universidad
Santiago de Cali. Diplomado en psicología forense de
la Universidad Nacional de Colombia. Como poeta
en el año 2006 su poema “Adorado y triste corazón”,
fue publicado en el libro del II Concurso
Bonaventuriano de Cuento y Poesía. En 2009 saca a
la luz su primer poemario “Llamas al viento” y en el
mes de octubre del año 2010 publica su segunda
edición. En los años 2010 y 2011, es publicado en la
antología poética “Con otra voz” y “Minotauro” de
relatos breves por la Latin Heritage Foundation,
respectivamente. La revista digital chilena Botella del
Náufrago publicó su poema “Mortuoria” en su
edición de mayo de 2011. Fue uno de los ganadores
en el género poesía del "Concurso UNIAJC de
ciencia ficción, terror y fantasía" en Cali, Colombia.
En noviembre de 2011 el Grupo Editorial Belgeuse de
Madrid, España edita su poemario “Llamas al
viento”. El Instituto de Estudios Vallejianos publicó un soneto de su autoría. Fue
merecedor de una mención especial en el certamen Carnaval en la web del Grupo
Parnassus.
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DDDooosss mmmiiinnniii cccuuueeennntttooosss dddeee EEEdddiiieeelll AAAyyyllllllóóónnn BBBaaarrrooo
¿LA MUSA?
¡Tonto artista! ¡Eres igual a mí! ¿Dónde está tu personalidad? Cuando me criticas echas
estiércol a tu nombre. Estoy segura que pronto gritaras de rodillas mi nombre. ¡No puedes
vivir sin mí! Te envenenarás la sangre con alcohol, te llenarás el cerebro de lagunas,
perderás el prestigio. Y solo en ese momento apareceré yo. ¡La inigualable! ¡La irrepetible!
¡Caliopeeeeeeeeee! ¡YO! ¡SIEMPRE! ¡TRIUNFO!
EL DIFERENTE
Todos los niños de la escuela se ríen de CLOTIRDE, una anciana que regala caramelos y
dulces. Yo no le digo cosas feas, por eso ella siempre dice: TÚ ERES DIFERENTE .Y es
verdad. Mientras ellos le gritan BRUJA, yo, en cada concurso de literatura escribo un
cuento de las cosas que ella hace, dice y como trata a los niños; pero parece que al jurado
no le cae bien CLOTIRDE: ¡Nunca gano!
Ediel Ayllón Baro es estudiante de Cuarto Año de Estudios Socio – Culturales. Se ha
desempeñado además como escritor, narrador oral escénico. Promotor Cultural de la
Dirección Municipal Cultura de la provincia Matanzas en el Consejo Popular Naranjal.
Director del grupo humorístico «Los desastres del Humor». Actor del grupo Trompo
Loco de la ciudad de Matanzas.
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UUUnnn nnnuuueeevvvooo llliiibbbrrrooo dddeee lllaaa rrreeevvviiissstttaaa EEEnnntttrrreee LLLííínnneeeaaasss eeessstttááá dddiiissspppooonnniiibbbllleee
Mariposas nocturnas de Nelson Jiménez Vivero
Dos poemas del libro…
TIERRA A LA VISTA
Anoche sentí que todos los astros florecían.
Eternidad, vigor vasto en el microscopio.
Nunca fui feliz.
Contigo, ahora mismo, lo soy.
Fíjate, estás sonriendo.
Y esa sonrisa tuya nace de mis manos.
Deja que la tarde muestre su desconsuelo,
las horas en las que no estaba tu reparo
en la agonía de mis quehaceres.
Deja que la tarde también me entregue
la horizontalidad de un lago
para poner a flote las ideas sin rumbo de la lluvia.
He descubierto un islote sin naufrago,
plantaré una bandera.
LIBERTAD DE ESCONDERSE EN LAS PENUMBRAS
Si codicias el estremecimiento insondable
de la tempestad,
inventa un recodo donde la bondad persista
y comienza a erigir la libertad de poseerme
en el ojo de la borrasca,
donde los pájaros creen que existe el paraíso.
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Nació en La Habana, Cuba. Ha publicado: El Caracol (cuento), Libroline Editores S.L.,
2000, Alicante, España; El Inestar (poesía), Editorial Voces de Hoy, Miami, 2010; El
inestar 2 (Audiolibro), NJV Records y Editorial Voces de Hoy, Miami, 2012. Algunos de
sus poemas han sido seleccionados para antologías, entre ellas destaca la Antología Poética
Contemporánea "Las caras del amor", Editorial Versal Group, Estados Unidos, 1999.
Varias revistas literarias, como Baquiana, Entre Líneas y Adamar, han publicado textos
suyos. Trabajó como columnista en periódicos de Venezuela. Fue fundador y editor de la
revista literaria Poetas 2000. Actualmente reside en Miami, donde dirige la emisora Punto
y Seguido Radio. www.puntoyseguido.us
No hay uno sólo de estos poemas que sea
producto de la imaginación, ellos cuentan
una historia de amor, que ―como
todas―, no debió terminar. A veces tengo
la certeza de que la muerte no fue el
destino de mis mariposas, sino que ellas
apenas descansan esperando una
oportunidad para retomar la alegría de la
existencia.
[…] Las mariposas nocturnas irán contigo
a casa, para dejarlas ir solo tienes que
abrir las ventanas en una noche de luna
llena.
EL AUTOR
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CCCeeerrrrrrooo vvveeerrrdddeee
III lugar Concurso Internacional de Literatura Infantil
Los zapaticos de rosa
Autor Gioconda Carralero Dominicis. Cuba/México
Cubierta de la antología con los finalistas y premiados en el
Concurso Internacional de Literatura Infantil Los zapaticos de rosa
Este cuento se lo dedico a mi amiguito Salva,
que vive allá lejos.
Naye y su amiga Angelina organizaban el baúl de los juguetes, cuando encontraron un viejo
mapa pegado al fondo. Con mucho cuidado lo zafaron.
—¡Angelina, cómo llegó este viejo mapa al baúl de mis juguetes! —comentó Naye
emocionada.
—A lo mejor lo escondió el hada de la noche —respondió Angelina.
Ambas niñas se quedaron pasmadas. Un largo silencio inundó la habitación, de modo
que podían escucharse hasta los pasitos quedos de las hormigas buscando un sitio fresco.
Entusiasmadas revisaron el mapa de punta a punta y prestaron atención a los puntos
señalados con pequeñas cruces.
—Angelina, mira qué nombre más bonito… Cerro Verde.
—Naye, debe ser un lugar donde a los árboles nunca se les caen las hojas.
—¿Sabes? Mi abuelita habla de un pueblito que ella conoció con ese nombre. Y me dijo
en secreto que en realidad el mismo lugar tenía varios nombres. ¡Como todas las maneras
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de nombrarlo eran tan bonitas, nadie se decidió por uno solo! Pero que la gente prefería
llamarlo Cerro Verde, para no perderse y poder volver a casa.
Angelina se sorprendió mucho y se mostró más interesada. Extendieron el mapa sobre la
mesita de noche, al lado de la lamparita de las princesas que destellaba una luz violácea y
continuaron organizando los juguetes: las muñecas en una bolsa, los cubitos de colores en
su caja, las piezas de un gran rompecabezas en su sitio…, cuando terminaron, de nuevo
prestaron atención al mapa. No podían sacarlo de su mente. Lo colocaron en el suelo. Naye
sacó la lupa que guardaba en una bolsita de colores brillantes, miró muy seria a través de
ella. Comenzó a leer todos los nombres que descubría en él. Aún Naye leía despacio y con
cierta dificultad, sobre todo al llegar a las palabras que tenían «ñ» o «ll» o «rr»… pero
Cerro Verde le seguía gustando más que todos los otros pueblitos.
—Angelina, me gusta Cerro Verde… debe ser un lugar muy bonito.
—Naye, ¿por qué no lo visitamos?
—Pero, ¿cómo vamos a ir hasta allá, si no sabemos dónde está? —alegó Naye.
Las niñas pensativas miraron el mapa y suspiraron.
—Naye, ¿será de veras un pueblito?, ¡también puede ser una mina de oro!
Naye comenzó a reír fuerte y hasta se halaba los cabellos de alegría. Esta costumbre no
es muy «lógica» que digamos, pero siempre había sido su modo más chistoso de llamar la
atención.
—¡Angelina, ya nadie busca tesoros! La gente busca petróleo en el mar o cosas así. Mi
mamá me dijo que las cuevas de piedras preciosas, solo aparecen en los cuentos antiguos —
entonces Naye se puso pensativa y dijo con resolución—: ¡Visitaremos Cerro Verde!
Las niñas señalaron con los dedos índices la cruz que había dibujada encima del nombre
de Cerro Verde.
De pronto un fuerte ruido invadió el cuarto, tal parecía que todo les caería encima.
Angelina y Naye rodaron de un lado para otro. El piso crujió y ellas desaparecieron.
Muy cansadas y sin reponerse totalmente del susto, las niñas despertaron en una
campiña luminosa, llena de árboles, cubiertos de frutas rojas, que a su vez decoraban el
paisaje.
—Angelina —se atrevió a decir Naye con una vocecita temblorosa—, ¿dónde estamos?
—No sé, Naye… pero tengo mucho miedo.
Los rayos solares que venían de los cerros de esmeralda, pegaban de lleno sobre las
niñas que, asustadas, cerraron los ojos y se llevaron las manos a la cara.
Luego vieron cerca a un gato azul que retozaba con unas mariposas. Se miraron con
picardía y fueron hacia él. El animalito las distrajo por un instante, de modo que lograron
saltar la brecha del susto inicial.
Naye y su amiguita Angelina decidieron entonces —sin más ni más— caminar. Los pies
de las niñas a su paso hacían crujir la yerba verde que cubría el suelo.
—Angelina, ¿crees que llegaremos a algún lugar? No hemos comenzado esta aventura y
ya se me antoja volver a casa. ¡Si llega mi mamá al cuarto y no me encuentra, se va asustar!
—Naye, cálmate, ¿quieres? Descubriremos algún sitio donde haya gente como tú y
como yo y les preguntaremos en qué lugar estamos.
—Pero… pero, ¿cómo regresaremos a casa?
—No tengas miedo. Naye, de algún modo volveremos. Tranquila.
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Una luz dorada, lenta, semejante a la música que brota de las hojas de las cañas, fue
invadiendo el lugar. Naye y Angelina, asustadas, caminaban con más ahínco. Ya les parecía
que llevaban horas buscando el camino que las llevara a la ciudad donde vivían. Todo se les
antojaba diferente, nada que ver con los sitios familiares que conocían.
Las niñas —emocionadas— vieron cómo descendía un arroyo serpenteando desde uno
de los cerros. Corrieron hasta él, metieron las manitas en el agua y bebieron su líquido
claro, fresquísimo, transparente. El agua, con sus peces plateados, corría hasta perderse
entre unas matas de flores amarillas y moradas.
Naye suspiró:
—Al menos no nos moriremos de sed.
Angelina se quitó los zapatos. Cuando Naye la miró, ya se había me-tido en el arroyo y
chapoteaba feliz. Naye la siguió: nadaron, se lanzaron agua y rieron fuerte.
De pronto la algarabía de unas personas que se acercaban las trajo al presente.
—¡Alguien viene! —susurraron.
—¡Naye, mira! ¡Allí están! ¡Son niños como nosotras!
—Angelina, espero que sean buenos y no nos tiren piedras o cosas así.
Fueron descubiertas. Un niño las señaló y llamó a los demás:
—¿Quiénes son ustedes y cómo llegaron hasta aquí?
Salieron en un santiamén del agua. Hicieron un gesto de cortesía al niño y se
presentaron:
—Mi nombre es Naye.
—Yo soy Angelina, venimos de muy lejos y estamos perdidas.
El niño, sonrió a las niñas.
—¡No lo parece! La gente que se pierde no brinca ni se baña con tanto ruido en el
primer río que ve.
Ellas se rieron, pues él no lo dijo de mala manera. El muchacho alar-gó su mano
derecha, presentándose:
—Mi nombre es Salva, vivo aquí en Cerro Verde desde… ¡desde que no me acuerdo!
Ellas soltaron la carcajada. Salva era un niño con características distintas a los niños que
Naye y Angelina conocían. Por eso lo miraban con mucha curiosidad. Los otros niños
andaban subidos en los árboles cercanos, como monos que buscan frutas, saltando de una
rama a otra.
—Salva, ¿dónde está tu casa? —le preguntó Naye emocionada y con cierto dejo de
preocupación…
Salva respondió:
—Vivo en una casa con puertas y ventanas, no lejos de aquí.
Respondió Angelina riéndose:
—¡Claro, no vas a vivir en una cueva!
Salva la miró de arriba abajo:
—¿Tengo aspecto de vivir en una caverna, acaso luzco tan raro?
Las dos amigas al mismo tiempo respondieron:
—No, no, no, para nada.
—Entonces, ¿por qué me miran como si yo fuera un marciano o un niño de otro planeta?
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—Porque nosotras sí somos de otro planeta —se apresuró a decirle Angelina. Naye se
adelantó para aclarar:
—¡Salva. No le hagas caso a mi amiguita! Está bromeando.
—No te enojes —insistió Angelina… y aclaró Naye…
—¡Pero tengo que decirte que la ropa que usas no tiene nada que ver con la que se ponen
mi hermano y mis amigos!
Salva, asustado se miró a sí mismo.
—Pues mi ropa me gusta. Me la cose mi abuelita en su máquina. Ella es muy famosa,
porque es la costurera de Cerro Verde.
—¿Famosa? ¿Tu abuela es famosa? —respondieron las niñas.
Sí, la conocen en más de diez kilómetros a la redonda.
—¡Vaya, sí que es famosa! —dijo Angelina muy seria.
Salva usaba pantalones cortos, color verde retoño, que le caían so-bre las rodillas;
camisa azul con mangas anchas y largas. Se cubría la cabeza con un simpático sombrero de
fibra de planta, conocida como yarey. Zapatos de piel sin curtir, muy altos y ajustados a los
pies con cordones de cuero en forma de tirabuzón.
Los ojos de Salva eran hermosos, azules, grandes y expresivos, sus ademanes muy
agradables. Naye y Angelina lo analizaron detalle a de-talle, como si se tratara de una
mascota que va a ser comprada. Pronto repararon en un detalle que les pareció genial: ¡Salva
llevaba col-gado al cuello un tirapiedras! ¡Y por debajo se apreciaba un collar de semillas
negras y rojas!
—Bueno, si desean las llevo a conocer a mi abuelita, ¡ya verán que no vivo en una cueva
ni sobre un árbol!
Lanzó un chiflido y los otros niños le respondieron riendo muy fuerte y gritando.
Estaban embarrados de mangos hasta la coronilla. Salva se despidió de ellos con un gesto y
guió a las niñas hacia un caminito empedrado. Ellas se calzaron sus zapatos tenis y lo
siguieron obedientes. Deseaban conocer la misteriosa casa de su nuevo amigo.
Ante los ojos de las niñas apareció otro bosque con árboles frondosos; de sus ramas
colgaban frutas. No todas eran iguales. Salva les dijo a sus amigas que eran mangos,
ciruelas, caimitos y nísperos. Na-ye y Angelina tenían mucha hambre y le pidieron a Salva
que les bajara algunas.
El muchacho, amable, se quitó el tirapiedras del cuello, se agachó, cogió unos pedruscos
del suelo, apuntó sobre un mango y este cayó sobre la yerba, luego siguió un caimito, luego
siguieron varias ciruelas maduras y así...
No las comieron, ¡las devoraron!
—Salva, qué frutas más dulces. ¡Mejores que las que mi mamá compra en el mercado!
—Tienen mucho jugo —agregó Angelina.
—Sí, las frutas de estas tierras son jugosas y dulces… ¡donde ustedes viven imagino que
también existen frutas exquisitas! A propósito, ¿y de dónde llegaron, eh?
Las niñas se miraron asustadas y Naye respondió:
—Venimos de una ciudad que no se parece a esto.
—Pero ¿cómo llegaron hasta aquí? Ninguna turista llega hasta Cerro Verde.
Salva mordisqueó despreocupado un níspero.
—¡Utilizamos un mapa! —respondieron las niñas.
—¡Mágico! —agregó Angelina, lo que ocasionó que Naye le diera un pisotón.
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—¿Dónde está el carro que las trajo? ¿O llegaron en una nave extra-terrestre? —bromeó
el niño, fascinado.
—No llegamos en carro —contestó Naye, secamente—, lo hicimos caminando, por eso
estamos cansadas.
—Bien, caminemos hasta llegar a la casa de abuelita, ahí podrán descansar y seguro que
ella les prepara una rica comida.
Angelina agradecida le respondió:
—Gracias Salva, sí que necesitamos descansar.
Los niños siguieron atravesando el bosque, debajo de ellos se ex-tendía la alfombra
salpicada de perlas, amatistas y rubíes. Naye y Angelina disfrutaban mucho la caminata.
Aparecieron ante ellas varias casas hechas de maderas con techos de tejas rojas, frente a
las viviendas se apreciaban maceteros llenos de flores de distintos colores. Salva las guió a
una de las casas, donde una viejita con pelo blanco recogido sobre la cabeza, ojos
profundos y dulces, las miró inquieta.
Salva presentó de inmediato las niñas a la señora:
—¡Angelina, Naye, ella es mi abuelita! —la anciana sonrió con cierta melancolía—.
Abuelita, ellas son mis amigas, vinieron de muy, muy, muy lejos para conocer Cerro Verde.
¡Son las primeras turistas en cien años, ¿verdad, abuelita?
—Me da gusto que visiten Cerro Verde, aquí nadie viene. Lo que su-cedió —afirmó
misteriosamente— es que este pueblo se perdió en algún mapa.
Naye y Angelina se miraron. Luego Naye, confiada, le susurró a la anciana:
—Nosotras lo encontramos en un mapa.
—¿Cómo dices, niña preciosa, cómo dices? ¡Eso es imposible! ¡Cerro Verde se perdió
hace muchos, pero muchos años dentro de un mapa y nadie ha conseguido encontrarlo!
Naye no comprendió muy bien las palabras de la anciana. Pero ella siguió narrando lo
sucedido:
—Hace muchos años, el abuelito de Salva hizo un mapa, donde puso el nombre de este
pueblo, dibujó una cruz y también anotó cómo llegar hasta aquí. ¡Su abuelo fue un buen
pescador! ¡Yo lo conocí en el mar, que es donde se conocen los grandes amores!
Angelina se quedó atontada con las palabras de la señora, pero Naye reaccionó y dijo:
—Es posible que sea una copia de ese mapa, pues nosotras lo encontramos dentro del
baúl de los juguetes.
—Y nos sirvió para llegar hasta aquí —agregó Angelina.
—Bueno —objetó la abuelita—, después me cuentan esa historia, ¡ahora les sirvo
comida, deben estar cansadas y agotadas!
Las niñas sonrieron.
La abuelita puso sobre la mesa que se encontraba en medio de la pequeña casa, una
suculenta comida: harina de maíz amarillo, calen-tita, huevos de codornices hervidos y
leche espumosa que desbordaba una jarra, con dos vasos para que se sirvieran a gusto.
Salva también se sentó, pero antes se lavaron las manos en una palangana que había al lado
del pozo, sobre una mesita hecha con troncos.
He de decir que cuando las niñas terminaron de comer, la abuelita les trajo como postre
una exquisita mermelada de mango.
19
Las invitadas no dejaron nada en los platos, miraban con respeto a la señora y le
sonreían. Salva se había sentado en un taburete, mientras esperaba que ellas terminaran de
comer. Él solo bebió leche y comió unas galletas de harina de trigo.
—Abuelita —dijo con timidez Naye—, ¡gracias por tan rica comida!
Angelina miró a Naye y también habló:
—Nunca había comido huevos de codornices, son como… como «huevos de codornices».
Todos rieron alegremente.
—Aquí tenemos muchas codornices, ponen los huevos entre los ar-bustos —dijo la
abuela—. Salva los recoge, los trae y yo los cocino, ¡alimentan mucho!
—¡Ah! —exclamó Naye.
Las niñas preguntaron a Salva por las otras personas que debían vivir en el pueblo.
—Sí, aquí en Cerro Verde viven otras familias con sus niños, pero hoy se fueron a
pasear a Valle Dorado, que es el pueblo que colinda con Cerro Verde. ¡Vamos! Las invito a
pasear por Cerro Verde.
Las niñas aceptaron la invitación, no sin antes dar las gracias a la abuelita por la rica
comida. Ella entonces les entregó envuelto en un paño fino blanco bordado con flores, unas
frutas secas y un pastel relleno con dulce de mango-piña, diciéndoles:
—Pequeñitas, tendrán hambre en un rato, por eso les doy esta me-rienda para que la
coman durante el paseo.
Naye y Angelina dieron un beso en la mejilla a la abuelita, levantaron las manos y se
fueron tras el niño.
Salva las esperaba en el patio de la casa. Ante ellas apareció de nuevo el bosque con los
árboles llenos de frutas. Las niñas se dieron la mano, porque comenzaban a asustarse,
sabían que estaban lejos de la casa y no tenían manera de regresar. El tiempo iba pasando
de prisa, ya el sol se ocultaba detrás de uno de los bosques que rodeaban el pueblito.
—Naye, ¿qué dirían nuestros padres al ver que no estábamos en el cuarto jugando?
—Se asustarían. No sé cómo vamos a regresar.
—Vamos a preguntarle a Salva —insistió Angelina—, tal vez él sabe lo que debemos
hacer.
—¡Ni lo pienses! Tendríamos que decirle cómo llegamos hasta aquí y no nos creerá.
Salva, que no iba muy lejos de las niñas, oyó la conversación y les dijo:
—Ya sé que algo no anda bien. No llegan todos los días niñas como ustedes a Cerro
Verde. Si confían en mí, a lo mejor pueda ayudarlas. Eso que empezaron a contar en la
mesa me pareció extraordinario… quisiera oír el resto de su historia. ¿De dónde vienen?
Explicó Naye:
—Salva, somos de muy lejos. No podrías ni siquiera concebir cómo hemos viajado para
llegar hasta aquí. El problema no es ese, sino que no sabemos cómo regresar a la casa.
—¡Encontraremos la solución! —rió el niño, pensando que las niñas siempre
exageran—. ¡Pero por ahora las invito a disfrutar Cerro Verde! ¿Qué les parece?
Ellas dos se miraron otra vez, resignadas. A este niñito parecía que nada le preocupaba.
Para él todo podía tener solución. Lo siguieron, encogiéndose de hombros.
Salva les enseñó los nidos donde vivían las codornices: eran ar-bustos que crecían
silvestres no tan lejos de la entrada al pueblo.
—¡Salva, qué bonitos nidos! —exclamaron a la par Naye y Angelina.
20
—Sí, están muy bien hechos. Las codornices hacen los nidos re-cogiendo yerbas secas,
luego los habitan, ponen los huevos y un día nacen otras codornices.
—Salva, ¿y estas florecitas amarillas cómo se llaman? —preguntó Angelina.
—Son flores que nacen aquí en el campo, las abejitas las liban y las llevan a sus panales.
¡Nosotras las llamamos romerillos!
—Qué bonito es todo… —se extasió Naye.
Salva les mostró las tierras que rodeaban Cerro Verde y explicó a las niñas cada detalle
que ellas descubrían y no conocían. Ambas, felices, oían todo con suma atención.
Llegó el ruido inconfundible de voces de niños gritando emociona-dos. Se acercaron a
una loma y allá abajo descubrieron a otros niños jugando a la pelota. Estaban formados
creando un diamante dentro de un pequeño llano, porque Cerro Verde se encontraba situado
en una hondonada esmeralda, rodeada de ligeros cerros. Salva masticó unas palabras:
—Son muchachos de Valle Dorado.
—¡Qué interesante, mi hermano también juega pelota con sus amigos! —dijo Naye.
Salva responde a su amiga Naye:
—Yo en ocasiones también juego a la pelota con ellos, pero prefiero quedarme en la
casa de abuelita leyendo un libro que huela rico.
Lo vieron reír, los dientes blanquísimos y la sonrisa franca, los cabellos castaños
sacudiéndose ante el sol del crepúsculo.
—¡Qué hubiera sido de nosotras si no te hallamos! —exclamó Naye emocionada.
—Pero bueno, me encontraron —dijo él.
En el camino vieron un árbol grande, parecido a un viejo hechicero de sombrero ancho y
capa, con un panal de abejas encima de las ramas. Salvador explicó a las niñas cómo las
abejitas hacían el panal, así como lo útil que era la miel para todos. De pronto se quedaron
sor-prendidos al encontrarse frente a un barranco, allá abajo se veía un suave arroyuelo que
se perdía entre la yerba y muchas ovejas pastando en la orilla. Unos niñas cuidaban de ellas.
Naye intervino:
—¿Son niñas pastorelas?
—Sí, ellas cuidan las ovejas mientras pastan, para evitar que algún perro salvaje les vaya
a hacer daño.
—Salva, ¿podemos ir hasta allá? ¡Nunca he pasado la mano por en-cima de una ovejita!,
¡así conocemos a las pastoras! —exclamó emocionadísima Angelina.
—Angelina, ¿acaso no ves que están muy lejos, cómo vamos a bajar hasta allá? —
preguntó Naye, pero inmediatamente recibió la respuesta de Salva:
—¡Podemos hacerlo a través de un caminito estrecho que se encuentra al otro lado entre
las piedras! —Salva señaló hacia unas rocas. Eran negras y muy brillantes.
—Me gustaría verlas de cerca —se entusiasmó Naye.
—No te lo recomiendo —precisó el niño—. Llegar a ellas es difícil, puedes resbalar y
pasarte cualquier cosa. Los geólogos vienen a cada rato a investigarlas. Parecen espejos
negros.
La tarde ya caía sobre Cerro Verde, el sol se ocultaba con rapidez de rayo. Las niñas que
cuidaban las ovejas se habían ido tal vez a sus casas.
Los ruidos de los animales que viven en los árboles, escondidos - las ramas, comenzaron
a escucharse. Naye y Angelina estaban muy angustiadas.
21
Ambas lo confesaron:
—Angelina, extraño a mi mamá y a mi hermanito.
—Yo también quiero regresar a mi casa.
Salva las invitó a tener calma y les dijo que juntos encontrarían el camino de regreso.
Un ligero empujón que —sin darse cuenta— Angelina dio a Naye, provocó que se
balanceara sobre el pequeño abismo verde. En su afán por no caer, Naye se sujetó a su
amiga, de modo que las dos rodaran barranco abajo…
—¡Naye, despierta! —Angelina llamaba a Naye con todas sus fuer-zas.
Naye estaba dormida sobre la alfombra que cubre el cuarto de los juguetes.
—Angelina, ¡¿dónde está Salva?!
—¿Qué te pasa, Naye?, ¡te ves muy cansada!
—¡Angelina, tú y yo fuimos a Cerro Verde, allí conocimos a un niño muy bonito que se
llama Salva! ¿Te acuerdas? ¡El del collar de se-millas! ¡El del tirapiedras!
—No, Naye —dijo Angelina—, tú estabas dormida, ¡eso lo soñaste! ¡Seguro que sí!
—¿Lo soñé? ¡Qué pena! ¡Era tan bonito Cerro Verde!
—¡Naye, ¿de qué hablas? Cerro Verde es el pueblito que se encuentra señalado en el
mapa! ¡Míralo! ¡Tiene una cruz!... ¡cerquita a Valle Dorado!
—¡No puede ser! —exclamó Naye—. ¡Ahí fuimos! ¡Conocimos a la abuelita de Salva!
¡¿Recuerdas?!
—No. Naye, ¡Nos dormimos cuando guardábamos los juguetes! ¡Yo desperté primero
que tú!
Naye abrió entonces la mano derecha y en ella, muy apretado, se encontraba el pañuelito
blanco bordado con flores que le había entregado la abuelita de Salva. Dentro no tenía
frutas secas ni nada, solo un suave polvillo dorado, como de alas de hada, que se extendió
por la luz de la lamparita con la imagen de las princesas.
Naye y Angelina se miraron sorprendidas. Afuera, había caído la no-che. Los ladridos
lejanos de los perros las hicieron estremecerse.
Gioconda Carralero Dominicis, nace un 3 de enero
en Holguín-Cuba. Realizó estudios de Magisterio-
Literatura y español. Ha publicado los libros:
Sexo, Muerte y Estrellas. Editorial vuelo Libre-
Yucatán, México. Cartas a Daniel: Editorial José
María Heredia. México, DF.y también Crónica
Hugo: Revista de Arte y Literatura. El Espejo del
Perro. Ministerio de Educación y Ciencia- España.
Novela: Atardecer en Cuba. Editorial EDAMEX-
libros para todos. México, DF. Luna de otoño.
Editorial Voces de Hoy/2010. Poesía y cartas.
Rituales. Revista Entre Líneas, Estados Unidos.
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DDDooosss pppoooeeemmmaaasss dddeee PPPeeedddrrrooo PPPaaabbblllooo PPPééérrreeezzz SSSaaannntttiiieeesssttteeebbbaaannn
Homenaje a las madres…
CONVERSACIÓN MATERNA
A mi adorada madre
Mamá, no permitas que el monstruo me haga daño
y que el agua de mi río se convierta en fango.
No dejes que la luz se apague cuando la noche llegue
y regálame tus brazos para alcanzar mi sueño.
Mamá, trae de la cocina un poco de leche tibia
y lava mi frente con el susurro de tus besos.
Deja que mi cuerpo se arrope entre tus piernas
y limpia mis cabellos con el roce de tus manos.
Mamá, ponme otra vez el traje de vaquero
y déjame correr por tus llanuras.
Cúrame la herida que desangra entre mis dedos
con el suave calor de tus mejillas.
Mamá, préstame tus pechos; que necesito alimentarme.
MIRADA
Hermosura de mirada.
Caricia de placentera mano.
Mujer de silencios y dolores.
Madre de abundante seno.
Yo enredado en tus faldas
al amparo
al cobijo
al encuentro de ti,
me llegan miel y abrigo.
Ligera esperanza de espacio
encontrado.
Madre.
23
Holguín, Cuba, 1957. [Escritor y Periodista]. Estudió Licen-
ciatura en Contabilidad y Técnica Periodística, en las Univer-
sidades de Holguín y de La Habana. Ha publicado varios libros de
poesía, cuentos y novela, entre los que se encuentran: Detrás de la
ventana y Lenguaje interno, (Poesía). En primera persona,
(Cuentos). Frente al espejo y Amparo la hija de Jacinta y
Recaredo (Novelas). Es Promotor Cultural y colabora con varias
Revistas digitales e impresas de diferentes países como: Argentina,
Venezuela, España, y Estados Unidos. Es Merecedor de varios
reconocimientos; entre ellos el Premio de Poesía AG 2007.
Actualmente dirige la Editorial Voces de Hoy y la Revista literaria
digital, Entre Líneas.
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Cucha ven pa’ca y pon oreja
24
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NUEVOS LIBROS DE ENTRE LÍNEAS
NUEVOS LIBROS DE LA EDITORIAL VOCES DE HOY
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EEElll mmmeeejjjooorrr
Un día, no hace mucho le comenté a un amigo, lo maravilloso que era tener un hermano que
siempre estuviera a tu lado, presto a ayudarte bajo cualquier circunstancia, a sacrificarse por ti
ante cualquier peligro, a hacer todo el esfuerzo necesario para que te sientas bien, dar su vida si
fuese necesario, sin importarle nada… Si tienes uno, aunque este lejos, sólo tienes que llamarlo
escuchar su voz, decirle que lo amas ―cosa que yo nunca le dije al mío, a pesar de que lo
adoraba― y lo sentirás vivo, y eso de seguro te reconfortará y te ayudará a sobreponerte ante
cualquier situación o dificultad. No importa en qué lejano lugar o país este, pero lo tienes
ahí…vivo. Yo el mío, lo perdí, no pude estar a su lado en los últimos instantes de su existencia
como hubiese querido… hoy está allá, en el Cielo para algunos, para otros, en el silencio de la
muerte… en el instante luminoso y temporal que nos separa de la cuarta dimensión.
Mi hermano, a quien no dejo de llamarlo «el mejor», nunca se quejó de nada pese a sus
problemas de visión… casi no veía nada de su ojo derecho, pinchado por mí con la punta de
una tijera con la que jugábamos, cuando sólo contábamos, él seis y yo cinco años de edad. Lo
recuerdo como si fuera hoy. Esa terrible escena la tengo incrustada en mi mente… cuando
pienso en él, lo primero que viene es esa imborrable imagen de dolor… las carreras hacia el
Hospital y después mi madre tratando de limpiar mi culpa, nunca permitió que mi hermano y
yo nos distanciáramos por eso, ya que para ella siempre sería, un accidente... no dejó que él se
sintiese desvalido. En cambio él, «el mejor», no me guardó rencor, ni en ese instante, ni
después, ni nunca me culpó de nada, simplemente olvidó el incidente y jamás lo tuvo en
cuenta. Espero que desde el más allá me perdone esa terrible falta.
Tal vez como repetición del destino, hoy sufro de cataratas en ese mismo ojo, el
derecho… apenas veo, pero el oculista dice que es operable. Cuando escucho sobre lo fácil de
la intervención quirúrgica, me imagino lo que él tuvo que sufrir, pues se sometió a tres
operaciones, pero nunca recuperó la vista de ese ojo, decía que todo lo veía borroso. Sin
embargo no se apartó de nada a pesar de su padecimiento, fue «el mejor» en más de una
actividad, y en aquellos tiempos cuando lo tenía junto a mi… a mi lado, no supe valorarlo…
más bien, creo que lo envidiaba.
Como les decía, siempre fue útil, lo que se proponía lo lograba sin escatimar esfuerzos,
estudió mucho como todo un consagrado, y en todo resulto «el mejor», dando muestra de su
tenacidad y laboriosidad. De Martí conocía al dedillo toda su obra, siendo capaz de citar
párrafos o estrofas de algunos de sus versos… estudió Ingeniaría, pero bien pudo estudiar
Medicina, o cualquier otra ciencia, pudo ser cosmonauta, o tal vez historiador… menos
deportista, eso jamás lo pensó siquiera, tal vez dado por su salud, que además de su problema
de visión, nunca fue buena. Odiaba el deporte, pero nunca manifestó ese odio, mucho menos
frente a mí, pues sabía que yo a diferencia de él, lo amaba.
27
Con su tenacidad hizo todo lo que estuvo a su alcance para que yo llegase a la cima en
el deporte que practicaba. Cuando aun hoy, alguien, se me acerca para preguntarme. ¿Cuál fue
mi mejor entrenador?… de inmediato respondo… nunca tuve un entrenador mejor que mi
hermano. Conocía más de los equipos al que me enfrentaba, de mis récords que yo mismo...
con dedicación me enseñaba como debía de cuidarme para rendir más. ¿Qué entrenador hace
eso?
Sumado a su solidaridad y tenacidad, descollaba en él una característica principal: la
humildad ―la que cuando joven más me molestaba. Siempre se mostró humilde, y se sentía
insignificante siendo todo lo contrario, nunca luchó por superar esta limitante de su
personalidad… andaba en la oscuridad, en las tinieblas― tal vez como un reflejo de su limitada
visión. Tenía contados amigos, pero buenos, y aunque consideraba a todos importantes desde el
simple «mataperros» hasta el hijo del millonario, aborrecía la adulación que acompaña a los
grades… no le gustaba sobresalir, pero lo lograba siempre, aunque no lo percibía, todos los
admiraban… incluso yo, en silencio. Mis padres lo adoraban, lo cual incrementaba en mi, los
celos infundados, al sentirme como un hijo «no querido»… ¡Qué estupidez la mía!
En mi niñez, nunca tuve un compañero más leal e ingenioso en mis juegos, en mis
primeros sitios de esparcimiento, que no fueron otros que las ciudadelas de la Habana Vieja,
sus calles empedradas, sus paseos y sus plazas coloniales… donde patinábamos, encaramados
en aquellos «trastos» de patines, y de cómo jugábamos a la pelota, yo de pelotero y él «el
mejor» siempre de manager… dirigiendo.
Pero todo no fue juegos en mi histórica Habana Vieja, también fue cultura y descu-
brimientos, juntos ambos conocimos museos y sitios importantes de la Capital. En más de una
ocasión fuimos a conciertos sinfónicos en el Parque Central y en la Alameda de Paula. La casa
en que naciera José Martí se nos hizo en extremo familiar, así como los viajes marinos casi
semanales a Casablanca y a Regla en la cotidiana lanchita, de tabla o de hormigón, que día tras
día, hora tras hora, cruza la bahía en ambos sentidos. Algunos hijos de La Habana, más
recientemente trataron de hacerla cruzar hacia «tierras de libertad» y fueron asesinados
vilmente… ¡Los culpables, pagaran por ello!
Juntos en un sólo día podíamos recorrer toda mi Habana de norte a sur y de este a
oeste, deambular de noche, sin extraviarnos. Ambos conocíamos palmo a palmo muchos sitios
de la ciudad que en la mente de cualquiera que haya nacido o vivido en la Habana Vieja están
siempre presentes, sitios y lugares que aprendimos a amarlos, como se aman las cosas más
queridas que uno posee. Numerosas fueron las estancias en los tejados oscuros de la ciudad en
que nacimos, donde fungieron como condiscípulos de los más «listos» del barrio. Sentándose
allí ambos, junto a algunos de nuestros amigos a oír la disertaciones de estos «escogidos»,
sobre todo a perder el miedo a la noche... a la oscuridad... y sentirnos menos niños.
Junto a «el mejor», la niñez fue para mí también, un gran cúmulo de experiencias, sin
embargo no es menos cierto que entonces no supe valorar sus limitaciones y en más de una
ocasión le critiqué por entrometerse en mis asuntos. Sin dudas mi inmadurez primaba sobre el
raciocinio. Pero el tiempo, que todo lo cura, hizo el resto, aunque en realidad mi falsa
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valoración sobre el comportamiento «crítico» hacia él, logré erradicarla de mi mente
definitivamente cuando más lejos estuve de él. Recuerdo aquello que leí «… que hay verdades
irrefutables como la del hombre se pasa media vida criticando a las personas que más quiere,
solo para descubrir su error cuando ya no están».
Enrique A. Meitín: Nacido en La Habana
Vieja, Cuba en 1943 y graduado de las
carreras de licenciaturas de Historia y
Periodismo en la Universidad de La
Habana. Autor de numerosos artículos en
la prensa nacional y extranjera así como
de varios libros de ensayo, sobre aspectos
de la política exterior de Estados Unidos
hacia América latina y el Caribe, donde se
destacan entre otros: “El sindicalismo
libre en América Latina: Un engendro de la CIA”; Editorial de Letras Cubanas, La
Habana, Cuba 1984 “Panamá 1989:
Dependencia vs. Soberanía”; Editorial
Universitaria, Panamá 1998, “De Reagan
a Clinton: La Guerra contra las drogas” España 2001, Radica actualmente en
Estados Unidos donde ha incursionado con
éxito en la novelística y en el cuento,
vinculando la realidad histórica con la
ficción. Muestra de ello son sus novelas
“Pensando en Alta Voz” (2010) “Reencuentro... razonar sin razón” (2011) y las
recopilaciones de cuentos “Mujeres de Extremos” (2011) “Cuentos cortos en yo
personal” (2011)
29
YYYooo aaallluuuccciiinnnooo
DIA DE LAS MADRES
Por Sara Suejen
No te recuerdas, pero ya te abrazaba.
En la Antigua Grecia se celebraba este día,
lo hacían en homenaje a Rhea, madre de
Neptuno, Plutón y Júpiter y esto sucedía en
el año 250 a.c.
A través de los tiempos esto no se olvidó y
en 1908 en los Estados Unidos se instituyó el
2do domingo de Mayo como Día de las
Madres y esta fecha también la adoptaron
Bélgica, Turquía, Cuba y casi toda Europa
Nórdica. No todos los países optaron por
esta fecha, algunos el 10 de mayo, otros el
1er domingo de mayo como España o 3er domingo de octubre como Argentina, la fecha
cambia pero no el homenaje. En realidad todos los Días son un pequeño reconocimiento a
una labor ÚNICA en el mundo, la de ser madre, ella, la que miraba como crecías en su
vientre, esperando ansiosa a que llegaras, ya te imaginaba para ese entonces, para cuando
arribaste solo exclamó ¡ya lo veo! es mío y precioso, ella que según tu crecías cubría tu
alma y cuerpo de cualquier peligro y aún lo sigue haciendo ella que prometió hacerte un ser
humano de bien y te preparo para eso, ella que aún te mira y sabe lo que piensas, una
sonrisa le basta como retribución.
«Si por toda la tierra se esparciera la esperanza de una madre, la humanidad viviría feliz,
lozana».
Estimados lectores de Revista Literaria Entre Líneas lléguenle a ustedes mis felicitaciones
por este Día de las Madres y a todas las madres que reciban la sonrisa de sus hijos, nietos.
Muchas felicitaciones.
En el mundo
solo hay un niño bello
y cada madre cree tenerlo.
JOSÉ MARTÍ
30
Con este pensamiento el apóstol José Martí encerró
todo el sentir de las madres y unas de sus partes
bellas es que lo escribió un hombre. Yo, me quito
el sombrero y me inclino ante esto.
Sara Méndez Rojas, nacida en Cuba bajo el
signo de Capricornio, escogió un seudónimo
literario: Sara Suejen. No para esconderse,
sino todo lo contrario. Con él ha deseado
honrar su ascendencia libanesa.
Amante de la literatura, lectora insaciable y
admiradora de Fedor Dostoievski, Carlos
Loveira y Gibrán Jalil Gibrán, entre otros,
siempre se ha sentido atraída por la escritura
en prosa. Ha publicado el poemario Alcyon
bajo el sello de Entre Líneas y su obra poética
ha sido publicada en Antologías de poesías.
Disponible en www.revistaliterariaentrelineas.blogspot.com
31
DDDeee hhhoooyyy………
No puedo dejar de escribir este mes sobre el Día de las Madres, algo que en lo personal,
celebro desde que tengo uso de razón, aunque pienso también que a las madres se les honra
—o debe honrárseles— todos los días por el papel que desempeñan en nuestras vidas.
En realidad este día no se celebra en la misma fecha en diferentes países, pero en mi país
de origen, Cuba, el Día de las Madres, es el segundo domingo de mayo, fecha en la cual
también se celebra aquí en Estados Unidos.
Pero… ¿desde cuándo se celebra este hermoso día que nos sirve para que los hijos les
reafirmen a sus madres ese cariño y devoción que por ellas sienten?
Las primeras celebraciones de este día datan de la antigua Grecia, donde se le rendían
honores a Rea, la madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hades. Los romanos adquirieron
esta tradición de los griegos y durante tres días, en el mes de marzo, realizaban ofrendas en
el templo de Cibeles, llamando Hilaria a esta celebración.
Pero les diré que el moderno Día de las Madres se lo
debemos a Julia Ward Howe (1819-1910), célebre
abolicionista y activista, defensora de los derechos de las
mujeres en la sociedad norteamericana. Ella escribió el poema
“Proclama para el día de las madres” en 1870, y originalmente,
propuso que el objetivo de la celebración fuera un día de
madres por la paz. Julia también fue autora de ensayos, libros
de viajes y poemas, los cuales le valieron para ser la primera
mujer elegida para la Academia estadounidense de las Artes y
las Letras, en 1908.
Comparto con ustedes, amigos lectores, parte del poema
mencionado:
¡Levántense, mujeres de hoy! ¡Levántense todas las que tienen corazones, sin importar
que su bautismo haya sido de agua o lágrimas! Digan con firmeza: “No permitiremos
que los asuntos sean decididos por agencias irrelevantes. Nuestros maridos no
regresarán a nosotras en busca de caricias y aplausos, apestando a matanzas. No se
llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles
acerca de la caridad, la compasión y la paciencia”.
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En Cuba, según lo que yo tenía entendido —y ya verán por qué digo “tenía”—, la primera
localidad donde se había celebrado el Día de las Madres fue Santiago de las Vegas, pueblo
habanero situado bien cerca del Aeropuerto Internacional José Martí de Rancho Boyeros.
Un conocido periodista de la época, Víctor Muñoz, fue el promotor a partir de una crónica
suya titulada “Mi clavel blanco”, publicada en el periódico El Mundo el domingo 9 de
mayo de 1920, donde decía: “El día de hoy es el segundo domingo de mayo, que los
americanos consagran como el Día de las Madres, y que muchos cubanos quieren destinar
al mismo objeto.” Ese mismo día el teatro del Centro de Instrucción y Recreo de Santiago
de las Vegas se colmó de público en una actividad donde se pretendía homenajear a las
madres, y en cuyo programa se recitaron los versos de José Martí a Doña Leonor y el
poema “A mi madre”, de Diego Vicente Tejera.
Pero deseo que se enteren de que hay pruebas muy sólidas de que Puerto Padre, pueblo
del Oriente cubano, fue la primera localidad en instaurar el Día de las Madres, hecho
ocurrido el martes 6 de abril de 1920, poco más de un mes antes de la organización del acto
en Santiago de las Vegas. Existen evidencias publicadas en el periódico Sábado de dicha
localidad, y quien tuvo esa feliz idea fue el maestro masón Doctor Eduardo Queral Mayo.
El 22 de abril de 1921, siendo Muñoz concejal del Ayuntamiento capitalino, propuso y
logró instituir en toda La Habana esta celebración y, en el año 1928, a propuesta del
senador Pastor del Río, la Cámara de Representantes le dio carácter de Ley Nacional,
oficializándose esta celebración en todo el país. Pero lo que sí queda claro para la historia
que el primer lugar donde se celebró esta fecha fue en Puerto Padre.
Reproduzco a continuación, dedicado a todas las madres, este poema de Martí, titulado,
precisamente: “A mi madre”:
Madre del alma, madre querida,
Son tus natales, quiero cantar;
Porque mi alma, de amor henchida,
Aunque muy joven, nunca se olvida
De la que vida me hubo de dar.
Pasan los años, vuelan las horas
Que yo a tu lado no siento ir,
Por tus caricias arrobadoras
Y las miradas tan seductoras
Que hacen mi pecho fuerte latir.
A Dios yo pido constantemente
Para mis padres vida inmortal;
Porque es muy grato, sobre la frente
Sentir el roce de un beso ardiente
Que de otra boca nunca es igual.
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Holguín, Cuba, 1950. Estudió piano, ingeniería, y trabajó como
museóloga en el Museo Nacional de Historia Natural en La Habana.
Tiene en su haber un Diplomado en Marketing Cultural. Ha editado 24
libros en inglés, 7 en español y 5 bilingües. También es Traductora. Ha
publicado los libros Bosque de bojs, (Poesía), Me lo contaron las vicarias
(Cuentos) y Aleteos de un zunzún (Literatura Infantil). Es la Editora
Principal y Sub Directora de la Editorial Voces de Hoy.
34