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REVISTA EUROPEA. NÚM. 141 5 DE NOVIEMBRE DE 1876. AÑO III. EL ANTAGONISMO DE LOS CREDOS CRISTIANOS. LA BIBLIA Y EL CREDO. La Biblia es la palabra de Dios al hombre; el Credo es la respuesta del hombre á Dios. La Biblia es el libro que debe ser comentado y aplicado; el Credo es un sumario de la Biblia y el modo que la Iglesia tiene de entenderla. La Biblia contiene en sí la ver- dad infalible, inalterable y nueva como si acabase de salir de la boca de su autor; el Credo es una consignación humana de la verdad, más 6 menos imperfecta, falible y sujeta a progresar con el des- arrollo y progreso de la Iglesia. La Biblia es la verdad en forma de vida y hecho; el Credo es la verdad en forma de lógica y dogma. La Biblia es la suficiente y la única regla de la fe (norma credendi); el Credo es la regla de la doctri- na pública (norma docendi) desprendida de la Biblia y el salvaguardia de ella contra las perversiones y corrupciones heréticas. La Biblia contiene todo lo necesario para salvarse; el Credo no debe contener ningún artículo que no haya sido claramente reve- lado. La autoridad de la Biblia es divina y absoluta; la autoridad del Credo es eclesiástica y relativa. La Biblia es la que regula y corrige el Credo, y debe existir siempre como tribunal supremo á donde va- yan á decidirse las diferencias que se establezcan entre los distintos credos. En el estado de división que ofrece en la actuali- dad el Cristianismo existen tantos credos como Iglesias y sectas. Todos pretenden derivarse de la Biblia, ó, por lo menos, estar de acuerdo con ella, y, sin embargo, todos difieren, todos son antagó- nicos en parte é irreconciliables en la apariencia. Permítasenos revisarlos brevemente por su orden histórico, y entonces veremos hasta qué punto se compadecen ó se separan, y en qué modo pueden concilíarse. LA CONFESIÓN DE PEDRO. El Credo primero y fundamental, y el que debe constituir siempre el corazón de todos los demás, es la respuesta de Pedro á la pregunta de su Maes- tro: «¿Quién suponéis vosotros que yo soy?» Y con su fe personal confiesa que el hombre Jesús de Nazareth es el Mesías prometido, el hijo de Dios vivo. TOMO VIII. Esta confesión no procede de la carne y de la sangre, sino que nuestro celeste Padre la reveló á la mente y al corazón de Pedro por medio de su Santo Espíritu. Esta confesión es la roca inmoble sobre la cual Jesucristo, el divino arquitecto, edi- có su Iglesia. Esta confesión es la bandera y la piedra de toque de todo credo, el cual será verda- dero ó falso en cuanto convenga ó se separe de su espíritu. Cristo, el Dios-Hombre, el Salvador pro- metido, es el principio, el medio y el fin de nuestra fe y vida espiritual. Todos los demás artículos de fe deben agruparse 3n torno de éste. E! credo de la Iglesia conciliada del porvenir, no será más que un desenvolvimiento de la confesión con la cual dio principio. El oro, la plata y muchas piedras precio- sas de la verdad divina han sido colocadas sobre ese cimiento y subsistirán con él. La paja del error será quemada y aventada. LOS CREDOS BAUTISMALES DE LA PRIMERA IGLESIA. De la confesión de Pedro, con referencia á la fór- mula bautismal, se han derivado lógicamente las reglas de la fe ó los credos bautismales de ,1a Igle- sia ante-Nicena. Los encontramos mencionados in- cidentalmente en los escritos de Irineo, Tertuliano, Orígenes, Novaciano, Cipriano, Rufino, Agustín, Je- rónimo y otros, como expresión de la fe del Cris- tianismo católico á diferencia del Judaismo, del Gentilismo y del pseudo-Cristianismo délos herejes. En un^rincipio no fueron encomendados á la escri- tura, sino trasmitidos oralmente y enseñados á los catecúmenos poco antes del bautismo, como una parte de «la disciplina interna,» la cual ocultaba y resguardaba los sacramentos del bautismo y de la eucaristía de la profanación de los gentiles. Varían considerablemente en la forma y en la extensión, pero todos vienen á convenir en la sustancia y á re- solverse en tres artículos que guardan conformidad con la base trina de la fórmula bautismal. Creer en Dios Padre Todopoderoso, Y en Jesucristo su hijo, nuestro Señor, Y en el Espíritu-Santo. Los demás artículos están redactados sobre estos tres que son los capitales: al Padre se le asigna la creación, al Hijo la redención y al Espíritu Santo la santificación, la cual se completa con la resurrec- ción de los cuerpos y la vida perdurable. En todas estas formas el segundo artículo aparece como el principal y contiene los hechos principales de la vida 37

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 141 5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 6 . AÑO I I I .

EL ANTAGONISMO DE LOS CREDOS CRISTIANOS.

LA BIBLIA Y EL CREDO.

La Biblia es la palabra de Dios al hombre; el Credoes la respuesta del hombre á Dios. La Biblia es ellibro que debe ser comentado y aplicado; el Credoes un sumario de la Biblia y el modo que la Iglesiatiene de entenderla. La Biblia contiene en sí la ver-dad infalible, inalterable y nueva como si acabasede salir de la boca de su autor; el Credo es unaconsignación humana de la verdad, más 6 menosimperfecta, falible y sujeta a progresar con el des-arrollo y progreso de la Iglesia.

La Biblia es la verdad en forma de vida y hecho;el Credo es la verdad en forma de lógica y dogma.La Biblia es la suficiente y la única regla de la fe(norma credendi); el Credo es la regla de la doctri-na pública (norma docendi) desprendida de la Bibliay el salvaguardia de ella contra las perversiones ycorrupciones heréticas. La Biblia contiene todo lonecesario para salvarse; el Credo no debe contenerningún artículo que no haya sido claramente reve-lado. La autoridad de la Biblia es divina y absoluta;la autoridad del Credo es eclesiástica y relativa. LaBiblia es la que regula y corrige el Credo, y debeexistir siempre como tribunal supremo á donde va-yan á decidirse las diferencias que se establezcanentre los distintos credos.

En el estado de división que ofrece en la actuali-dad el Cristianismo existen tantos credos comoIglesias y sectas. Todos pretenden derivarse de laBiblia, ó, por lo menos, estar de acuerdo con ella,y, sin embargo, todos difieren, todos son antagó-nicos en parte é irreconciliables en la apariencia.

Permítasenos revisarlos brevemente por su ordenhistórico, y entonces veremos hasta qué punto secompadecen ó se separan, y en qué modo puedenconcilíarse.

LA CONFESIÓN DE PEDRO.

El Credo primero y fundamental, y el que debeconstituir siempre el corazón de todos los demás,es la respuesta de Pedro á la pregunta de su Maes-tro: «¿Quién suponéis vosotros que yo soy?» Y consu fe personal confiesa que el hombre Jesús deNazareth es el Mesías prometido, el hijo de Diosvivo.

TOMO VIII.

Esta confesión no procede de la carne y de lasangre, sino que nuestro celeste Padre la reveló ála mente y al corazón de Pedro por medio de suSanto Espíritu. Esta confesión es la roca inmoblesobre la cual Jesucristo, el divino arquitecto, edi-có su Iglesia. Esta confesión es la bandera y lapiedra de toque de todo credo, el cual será verda-dero ó falso en cuanto convenga ó se separe de suespíritu. Cristo, el Dios-Hombre, el Salvador pro-metido, es el principio, el medio y el fin de nuestrafe y vida espiritual. Todos los demás artículos de fedeben agruparse 3n torno de éste. E! credo de laIglesia conciliada del porvenir, no será más que undesenvolvimiento de la confesión con la cual dioprincipio. El oro, la plata y muchas piedras precio-sas de la verdad divina han sido colocadas sobreese cimiento y subsistirán con él. La paja del errorserá quemada y aventada.

LOS CREDOS BAUTISMALES DE LA PRIMERA IGLESIA.

De la confesión de Pedro, con referencia á la fór-mula bautismal, se han derivado lógicamente lasreglas de la fe ó los credos bautismales de ,1a Igle-sia ante-Nicena. Los encontramos mencionados in-cidentalmente en los escritos de Irineo, Tertuliano,Orígenes, Novaciano, Cipriano, Rufino, Agustín, Je-rónimo y otros, como expresión de la fe del Cris-tianismo católico á diferencia del Judaismo, delGentilismo y del pseudo-Cristianismo délos herejes.En un^rincipio no fueron encomendados á la escri-tura, sino trasmitidos oralmente y enseñados á loscatecúmenos poco antes del bautismo, como unaparte de «la disciplina interna,» la cual ocultaba yresguardaba los sacramentos del bautismo y de laeucaristía de la profanación de los gentiles. Varíanconsiderablemente en la forma y en la extensión,pero todos vienen á convenir en la sustancia y á re-solverse en tres artículos que guardan conformidadcon la base trina de la fórmula bautismal. Creer en

Dios Padre Todopoderoso,

Y en Jesucristo su hijo, nuestro Señor,Y en el Espíritu-Santo.

Los demás artículos están redactados sobre estostres que son los capitales: al Padre se le asigna lacreación, al Hijo la redención y al Espíritu Santo lasantificación, la cual se completa con la resurrec-ción de los cuerpos y la vida perdurable. En todasestas formas el segundo artículo aparece como elprincipal y contiene los hechos principales de la vida

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de Jesucristo desde su concepción, sobrenaturalhasta su ascensión y vuelta de los cielos para juz-gar á todos los hombres.

LOS CREDOS ECUMÉNICOS.

Estos no son más que un desenvolvimiento de losartículos de fe ante-Niccnos que se hicieron inútilespara todo propósito práctico. Las formas occidentalesó latinas adquirieron su madurez en lo que se llamaCredo de los Apóstoles; las formas orientales ó grie-gas en el Credo Niceno de 32b con las cláusulas adi-cionales del segundo Concilio ecuménico celebradoen Constantinopla el año 38i. Se basan igualmenteen la Trinidad y son preferentemente Cristológicos;profesan la misma creencia en un Dios Padre To-dopoderoso, Creador de cielo y tierra, y en Jesu-cristo su Hijo, nuestro Señor, que se hizo hombrepara salvarnos, padeció y murió en la cruz, resuci-tó de entre los muertos y subió á los cielos, desdedonde vendrá á juzgar á los vivos-y á los muertos;y en el Espíritu-Santo, que prodiga los beneficios deCristo al que cree en la Iglesia católica, por mediode la gracia.

El Credo Niceno difiere del de los Apóstoles tansólo en que es más teológico y acentúa con más cla-ridad y fuerza la divinidad de Cristo y su esencialconsustancialidad (homovusia) con el Padre, en opo-sición á la herejía de Arrio, que agitó la Iglesiaoriental durante medio siglo y dio lugar á los dosprimeros Concilios celebrados en Oriente.

Estos dos venerables Credos son hasta el dia ellazo doctrinal de unión entre las tres grandes ramasdel Cristianismo, la Griega, la Latina y la Evangéli-ca, y entre las diferentes épocas de la Iglesia. EstosCredos jamás serán abolidos ni destruidos. Llevanconsigo una autoridad y una fuerza que no poseeninguna otra confesión.

« La fe en que la Trinidad descansa brilló de unavez para siempre en aquellas antiguas y elocuentespalabras que son una joya con hermoso cerco deoro: todavía en la mañana para el servicio de la Sa-grada Comunión suena la antigua música: en el gran-dioso monasterio y en la pequeña iglesia de la al-dea los hombros imploran al Dios-Hombre; y en to-das partes, ora flotando sobre los acordes de unaorquesta ó en los labios de un desgraciado, se escu-cha inalterable el glorioso Credo de Nioea, comoaquella canción que los ángeles entonan á la altí-sim'a Trinidad en medio del ¡Hosanna! ¡Hosanna!»

Verdad es que la famosa cláusula Jilioque insertaen el texto latino del Credo de Nicea desde el año889, es todavía un motivo de controversia entre lasIglesias oriental y occidental. La primera, fijándoseprincipalmente en la unidad divina y en la dignidaddel Padre, se adhiere estrictamente al proceso úni-co, mientras la última, en su entusiasmo por la igual-

dad del Hijo con el Padre, enseña el doble procesodel Espíritu Santo. Mas tal inserción no debió de ha-berse hecho hasta que el Papa León III en 809 laaceptó (separándose en esto de sus infalibles suce-sores) (1), y debió llevarse á cabo más bien por ra-zones de armonía. Las diferencias que esto engendradeben ser relegadas á la discusión escolástica y nodeben perturbar la paz de la Iglesia.

A más del Credo de los Apóstoles y del Niceno,hay otros dos que reclaman con justicia autoridadecuménica, al menos en un grado secundario, parti-cularmente la decisión Cristológica de Calcedonia,4S1, afirmando, contra los errores de Nestorio y deEutiques, la unidad inseparable y distinta de las na-turalezas divina y humana en la única persona deNuestro Señor, y el llamado Credo Atanasiano, de unorigen más moderno, el cual es la expresión másclara y más completa de la sagrada Trinidad y de laEncarnación; pero se le ha perjudicado por la seriede condenaciones con que de tiempo en tiempo seha procurado restringir su uso en la Iglesia Anglica-na, aun cuando no lo han conseguido. La Iglesiaepiscopal irlandesa ha propuesto recientemente omi-tir en el culto público las cláusulas cuestionables.La Iglesia Episcopal Protestante en los Estados-Unidos elude la dificultad desterrando por siempreel Credo Atanasiano del libro de oraciones. Las otrasIglesias protestantes, aunque parecen aprobar sudoctrina, nunca han prescrito su uso para el cultopúblico.

EL CREDO GRIEGO.

Llegamos ahora al examen de los credos opues-tos de las Iglesias Católica Griega, Católica Romanay Evangélica Protestante, los cuales se han produ-cido durante los tiempos medios y los actuales.

El Credo griego ú oriental, al cual se adhieretambién la Iglesia ortodoxa de Rusia, abraza enprimer lugar las decisiones doctrinales de sieteconcilios ecuménicos (desde 325 á 787) y más prin-cipalmente el Credo Niceno, constituido como basede la instrucción de los catecúmenos; después unnúmero determinado de confesiones y catecismoscompuestos desde la Reforma en contraposición alRomanismo y al Protestantismo. Los más importan-tes de estos son: la confesión ortodoxa de PedroMogila (1643); los diez y ocho decretos del Sínodode Jerusalen (1672), y el gran Catecismo de Filare-to, sancionado por el Sagrado Sínodo de Rusia(1839).

La Iglesia griega disiente de la católica romana,

(1) Llamado por los delegados de Carlomagno en defensa del filio-

que, hizo León que el Credo original N'lceno-Constantinopolhano se gra-

base en griego y latín sobre dos tablas de plata y se colgase en la Basí-

lica de San Pedro como una protesta eterna contra la innovación, aun

cuando él hubiese aprobado la doctrina del doble proceso.

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principalmente en la doctrina del doble proceso delEspíritu Santo (la cláusula ftlioque) y en la del Pa-pado. Rechaza las exigencias del Papado, y aquí secoloca al lado del protestantismo, pero bajo unpunto de vista distinto. En todos los demás puntosse acerca más á la religión romana que á la protes-tante. La Iglesia griega enseña, de acuerdo con laromana, quo la tradición es regla de fe en unióncon las Escrituras (aunque rechazando la infalibili-dad pontificia); la justificación por la fe y las obras,siete sacramentos ó misterios (con algunas diferen-cias en la confirmación y extremaunción); la tran-sustanciacion (no tan claramente definida) y el sa-crificio de la misa sin consagración de sangre; unestado intermedio ó lugar de purificación con ora-ciones por los muertos; y, por último, el culto deMaría (aunque protestando contra el dogma papalde la Inmaculada Concepción), de los santos, án-geles, imágenes y reliquias.

El Credo griego-ruso, pues, es esencialmenteanti-protestante. Contiene muchas adiciones poste-riores á las Escrituras y fuera de ellas, las cuales nopodemos jamás aceptar. Pero debe observarse; quela Iglesia griega, á*un cuando se encuentra muy pordebajo de la romana en'cuitar?., vitalidad y ener-gía, todavía, teniendo presente su relativa inmovi-lidad y aislamiento, no está fan completamente li-gada á alguna de aquellas tradiciones y á la conde-nación del protestantismo; que es menos intolerantey permite y anima (al menos en Rusia) la circula-ción de la Biblia en la lengua nativa. A más deesto, negando como niega la infalibilidad (excopt®bajo un punto de vista general y abstracto), dejaabierta la puerta para la reforma de su doctrina ydisciplina.

EL CREDO ROMANO.

Este es el desenvuelto de un modo más completo,y más claramente definido. Se alza como la góticacatedral, lanzando á los aires un bosque de torresy estatuas con ventanas de pintados vidrios, altivascolumnas, naves anchurosas, altares, capiteles y uncortejo de extrañas figuras mitológicas, de ídolos ydemonios.

Muchos siglos fueron necesarios para cons-truirlo. Santos Padres, teólogos, místicos, papas yconcilios, contribuyeron á levantar el soberbio edi-ficio que alcanzó su término con el dogma de la in-falibilidad pontificia. Posee la tenacidad y permanen-cia de la nrbs mlerna. Tiene un intérprete infalibleen el oráculo del Vaticano, y pretende una autori-dad universal y absoluta semejante á la palabra deDios vivo.

Las banderas doctrinales del romanismo puedendividirse en dos clases, las tridentinas y las vati-canas.

Los símbolos tridentinos son los decretos y cá-nones del Concilio de Trento, la profesión de Pío IVó profesión de fe tridentina y el catecismo romano.Todos datan de mediados del siglo XVI y van diri-gidos contra la reforma protestante. Estos símbolosfijan como regla de fe los dogmas de la Escritura yde la tradición, la extensión de los cánones, inclu-yendo los apócrifos, ia autoridad de la Vulgala la-tina (dejando en confusión su texto), el estado pri-mitivo y el pecado original, la justificación por lasobras lo mismo que por la fe, las "obras meritorias,siete sacramentos, la transustanciacion, la priva-ción de una de las especies para los legos, el sacri-ficio de la misa para el vivo y para el muerto, laconfesión auricular y la absolución sacerdotal, laextremaunción, el purgatorio, las indulgencias y laobediencia al Papa como sucesor de Pedro y vicariode Cristo. Todos estos dogmas habían sido prepa-rados previamente por las especulaciones de los pa-dres y escolásticos, pero más ó menos discutidosdentro de la misma comunión latina, hasta que re-cibieron la solemne sanción del Concilio de Trento.

Los símbolos vaticanos son la definición de la In-maculada Concepción (4854), el SyMabus Pontifi-cio (-1864) y losdecretos del Concilio Vaticano (-1870).Estos símbolos se crearon bajo el Papa Pío IX, yapor sí sólo, ya en unión con su Concilio Vaticano,trescientos años más tarde que los tridentinos. Vandirigidos en parte contra la heteredoxia del si-glo XIX, la cual afectó á la Iglesia romana aún másquo la protestante, en parte también contra el ca-tolicismo liberal (galicanismo). Declaran la guerraá la libertad civil y religiosa y al espíritu reinantede la civilización moderna, y proclaman el dogmade la Inmaculada, el absolutismo papal y la infali-bilidad pontificia, todo lo cual había sido hasta aquímuy discutido entre los teólogos romanistas. Estasdogmas produjeron la excisión de los viejos católi-cos, la más grande desde el siglo XVI, y la de unagran parte de la Iglesia anglo-católica. Al mismotiempo provocaron un nuevo conflicto entre el Pa-pado y el Imperio, lo cual hace presagiar una guerrareligiosa en Europa. Plegué á Dios evitarla; pero siforzosamente ha de venir, que se termine en treintadias en vez de treinta años, alcanzando el triunfouniversal de la libertad religiosa.

EL CREDO PROTESTANTE EVANGÉLICO.

El Credo Evangélico es el resultado de la granreforma protestante del siglo XVI en su conflictocon la costumbre y las doctrinas no escritas del Pa-pado. Este choque produce una división en la Igle-sia occidental más profunda y más comprensiva quela anterior separación de la Iglesia griega y ¡atina.Partió en su desenvolvimiento de la base común delos credos ecuménicos y testimonió expresamente

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su sincera adhesión á las antiguas doctrinas de laTrinidad y de la Encarnación. Mas hubo de abrir unnuevo capítulo en la antropología y sotoriologia,particularmente en aquellas doctrinas que se refie-ren á la aplicación subjetiva de la salvación cris-tiana, que aún no había sido establecida simbólica-mente. Aquí los reformadores siguieron el caminotrazado por Agustín, el más grande de los santospadres, en las opiniones que manifestó sobre el pe-cado y la gracia, para oponerse á las doctrinas delos pelagianos y semipelagianos, las cuales, aunquecondenadas, llegaron á prevalecer prácticamente enla Iglesia.

Pero los reformadores, yendo más allá de las en-señanzas de la antigua Iglesia, llegaron á la fuentecapital del cristianismo mismo é hicieron derivar sucredo directamente del Nuevo Testamento, el cualfue desde este momento mejor y más claramentecomprendido. Lutero y Calvino pregonaron nueva-mente una libre y plena salvación y renovaron laprotesta del Apóstol de los gentiles contra el ju-daismo romano, el cual procede de extrañas obser-vancias y teorías humanas, y ha oscurecido y casineutralizado con sus innumerables tradiciones la pa-labra de Dios vivo y los méritos suficientes de Je-sucristo.

El Credo Evangélico se identifica en todos susrasgos esenciales con la Biblia, de donde se deriva,y por eso no puede ser destruido. Es un hecho in-negable que el Protestantismo alienta mientras elRomanismo restringe la propagación popular de lasEscrituras, y este hecho tan sólo puede explicarseracionalmente por la conformidad del CristianismoEvangélico con la Biblia Cristiana. La Sociedad bí-blica británica y extranjera y la Sociedad bíblicaamericana hacen circular probablemente mayor nú-mero de ejemplares de las Escrituras en un año quetoda la Iglesia romana ha hecho en los últimos tressiglos. Los Papas han condenado más de una vezlas Sociedades bíblicas, considerándolas como pes-tes de la sociedad.

Las doctrinas fundamentales en que se separa elCredo Evangélico del griego y del romano son es-tas tres:

Primera, la soberana autoridad de la palabra deDios como la única y suficiente regla de la fe cris-tiana, á la que toda tradición eclesiástica debesubordinarse. Este es el principio objetivo (llamadoformal con menos propiedad) del Protestantismo.

Segunda, la justificación por los solos méritos deCristo, como nos lo dice la fe, sin necesidad debuenas obras, las cuales se necesitan como frutosó manifestaciones, pero no como condiciones de lajustificación. Este es el principio material.

Tercera, el sacerdocio general de los creyentesy su derecho á un acceso directo con Dios en Cristo

y por su palabra, sin necesitar la intervención res-tringida de un sacerdocio especial, la intervenciónde los santos y la enseñanza de la tradición. Estepuede ser llamado el principio social ó eclesiástico.

Desde esta base el Credo Evangélico protestapor una parte contra los errores y tiranía delPapado, y por otra contra el desenfreno é incredu-lidad de los antiguos y modernos herejes. Mas nopretende la perfección y la infalibilidad, puesto queno exige una sumisión ciega y absoluta. Se inclinaante la suprema autoridad de la revelación divina,y creyendo en una comprensión y aplicación cadavez más progresiva de la Biblia, mantiénese abiertoá nueva y más clara luz.

EL LUTERAMSMO Y LA. REFORMA.

El Credo Evangélico está dividido en EvangélicoLuterano y Evangélico Reformado. Estos credosdifieren en las doctrinas de la Eucaristía y de laPredestinación, pero convienen sustancialmente encasi todos los demás artículos de fe, y por eso norechazan la unión. El Credo Luterano descansaprincipalmente en la Confesión de Augsburgode 1830, el pequeño Catecismo de Lutero de 1529,y las Fórmulas de Concordia, 1577; el de las Igle-sias Reformadas, en la segunda Confesión Helvéticade 1S66, el Catecismo de Heidelberg, 1563, lasConfesiones do Francia, Bélgica y Escocia, todas dela misma época, los treinta y nueve Artículos de laIglesia, de Inglaterra, los Decretos del Sínodo deDort, y la Confesión y Catecismos de Westminster.Las Confesiones Reformadas son más numerosasque las Luteranas, debido á las múltiples divisionesgeográficas y nacionales que representan; convie-nen, sin embargo, completamente en todos losartículos, como se demostró hace tiempo en unaobra interesante, La Armonía de las Iglesias Orto-doxa y Reformada, que fue escrita bajo la direcciónde Teodoro Beza, y apareció en Genova en 1581 (1).

LOS ÚLTIMOS CREDOS EVANGÉLICOS.

La Reforma ha llegado á ser madre de muchashijas, porque con su amplia noción de la unidad dela Iglesia permite establecer multitud de Iglesiasindependientes. Debemos reconocer, no obstante,que toda Iglesia protestante ha mostrado siempremás ó menos intolerancia contra sus disidentes, locual no procede de sus credos, sino del egoísmo

(1) Harmonía Confessíonum Fidei OrlhoUoxarum et ReformarumEcclesiaritm quce... saeram evnngelii doctrinam puré profitenlur, etc.Se publicó una traducción inglesa en Cambridge, 1586; después enLondres, 1643; y una edición revisada por Pedro Hall, en Londres, 1842.La obra manifiesta deseos de un credo común para las Iglesias Reforma-das, y compara el Luterano con el Reformado para buscar la armonia.Es el primer intento que so ha hecho para conciliar los Credos Evangé-licos.

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F . SCHAFF. LOS CREDOS CRISTIANOS. 581

de la naturaleza humana, que en todas partes semanifiesta.

Desde el siglo XVI han aparecido dentro do lacomunión Protestante, especialmente en Inglaterra,un gran número de denominaciones distintas, talescomo los Congregacionalistas, Baptistas, Arminia-nos, Quáqueros, Metodistas, Moravianos y algunasotras, las cuales mantienen en pié la suprema auto-ridad de la Biblia y los principios de la Reforma,aunque difieren de los credos Luterano y Calvinistaen puntos menos esenciales. Estas comuniones seencuentran llenando una importante y útilísimamisión. Dios las bendijo lo mismo que a las comu-niones más antiguas, de las cuales se han separadovoluntariamente ó porque hayan sido rechazadasde su seno. Su propagación y su éxito las da dere-cho para ser reconocidas entre las divisiones regu-lares del ejército de Cristo, y exige una revisión dela termilogía tradicional en la geografía y en laestadística eclesiásticas. La división continental detoda la ortodoxia cristiana en tres Iglesias—la Ca-tólica (Griega y Romana), la Luterana y la Refor-mada—y la odiosa calificación de todas las demáscomo nuevas sectas, ya no puede satisfacer. Ladistinción inglesa entre Anglicanos y Disidentes notiene ningún valor en los Estados-Unidos, dondetodas las denominaciones cristianas son indepen-dientes del régimen político y viven en una per-fecta igualdad ante la ley. El llamarse á sí mismacualquiera de estas comuniones protestantes laIglesia, y á todas las demás sectas, es sencilla--mente un absurdo y revela un grado de presunciónó ignorancia, ó ambas cosas á la vez, que lo haceindigno de una seria refutación. Semejante exclu-sivismo cuadra bien á la Iglesia Romana, con lacual es congónito, pero entre protestantes es unbarbarismo.

Debemos reconocer, pues, en nuestra comúncristiandad protestante un número de tipos distin-tos, los cuales son igualmente protestantes y evan-gélicos, y también igualmente necesarios y útiles enlos distintos campos do trabajo que el gran Hace-dor les asignó. Existe suficiente labor para todasellas.

EL PH01SLE11A DE LA CONCILIACIÓN.

¿En qué forma podrán ser conciliados estos dis-tintos credos y electuarse la unión del cristianismo?

Este problema ha llamado la atención de Molana-thon, Calixto, Grocio, Leibnitz, Bossuet, Schleir-macher, Schelling, Dóllinger y otros eminentes teó-logos y filósofos. Ha dado lugar á muchas conferen-cias entre griegos y latinos, protestantes y católicos,luteranos y calvinistas, calvinistas y arminianos,anglo-católicos y ruso-griegos. Hasta ahora todoslos intentos de conciliación han fracasado, viniendoá parar en mayor alejamiento ó en compromisos par-

ciales y temporales. Han sido, cuando más, noblesesfuerzos por una noble causa. Los viejos católi-cos, bajo la dirección de Dóllinger, el cual antes delConcilio Vaticano estaba considerado como el pri-mero de los teólogos católicos de Alemania, hsnatacado el colosal problema como una parte de lamisión que se creen llamados á cumplir, y han lle-vado á cabo una conferencia de unión en Bonn (Se-tiembre de 1874) con griegos católicos y angli-canos.

Esta conferencia dio por resultado una fórmula deconvenio sobre 14 artículos discutidos, mas hastala ahora presente esta fórmula no ha conseguidosanción oficial ni autoridad eclesiástica.

DIFERENTES ESPECIES DE UNION.

Los diferentes modos de llevar á cabo un acuer-do doctrinal del cristianismo, pueden reducirse ácuatro.

1. La fusión de todos los credos en uno. Esta esla aspiración de la Iglesia romana, la cual pretendeel monopolio de la verdad cristiana y considera to-dos los demás credos como heréticos y cismáticois.Jamás cambiará un ápice de su enseñanza, y estosólo puede efectuarlo por medio de la infalibilidad.También hay entre los protestantes sectarios demiras bien estrechas que consideran su credo comola bandera que todos los demás deben en definitivaadoptar.

No obstante, es puro sueño el suponer que losgriegos y los protestantes se han de someter algúndia á la autoridad papal, ó que los católicos romanosse convertirán en masa al protestantismo, ó quetodos los protestantes serán luteranos, ó episcopa-les, ó presbiterianos, ó metodistas ó baptistas. Al-gunas sectas reducidas, que no tienen una base hiis-tóriíte ni una misión especial, no será extraño qiaedesaparezcan, pero las principales denominacionesdurarán eternamente.

2. La unión negativa, por la cual desaparecieranlos distintos credos y se adoptase sólo la Biblia.

Esto destruiría toda la historia del cristianismo,lo cual es imposible, y exigiría una reconstruccióny repetición del pasado, lo cual, después de todo,no tendría mejor éxito, á monos que la naturalezahumana y las leyes del desenvolvimiento históricovariasen radicalmente. Porque tan pronto como em-pecemos á estudiar y explicar la Biblia, apareceránnuevamente las mismas cuestiones de interpretaciónuna por una, y darán lugar á las mismas divisiones.

La Historia no es un juego de niños, sino el des-envolvimiento constantemente progresivo de losplanes de Dios y el gran depósito de sabiduría y ex-.periencia para el tiempo futuro.

3. La unión ecléctica ó una composición de to-dos los credos.

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Esto sería un mosaico ó una composición mecá-nica de elementos heterogéneos que no satisfaríaá nadie. Un credo debe ser un desarrollo sistemá-tico, una unidad viva, el producto de cierta inspira-ción.

4. La unión consenadora, la cual reconoce, co-locándose en un punto de vista elevado y compren-sivo, todos los credos en sus derechos relativoscomo representando diferentes aspectos de la ver-dad divina, sin intentar la amalgama ó la unión or-gánica de comuniones.

La Alianza Evangélica formada en 1846 en laciudad de Londres tuvo por objeto promover y ma-nifestar la unión cristiana en estrecha relación conla libertad religiosa por medio de la mutua comu-nicación de los individuos hermanos de las diferen-tes Iglesias y credos, sin penetrar en su concienciaconfesional, su preferencia de comunión y su lealtad.

La breve historia que ha tenido ha mostrado queos posible y real la libre unión de individuos cris-tianos á pesar de las distintas denominaciones; y sumanifestación en las conferencias generales, talescomo se han efectuado en Londres, Paris, Berlin,Genova, Amsterdan y Nueva-York, ha producidomuchos bienes para los que han tomado parte enellas. Pero el movimiento es preciso que vaya máslejos. La misión y la armonía debe penetrar gradual-mente en las iglesias, conduciendo á un reconoci-miento é inter-comunion oficial, sin borrar sus ca-racteres distintivos y sus trabajos independientes.Debemos edificar desde los cimientos y no detener-nos hasta que lleguemos á la cima. La Alianza, sinembargo, se encuentra reducida en sus operacionesá los límites de lo que vulgarmente se llama Protes-tantismo Evangélico, y no ha sido capaz de atraer álos demás elementos del Protestantismo: muchomenos ha traspasado sus fronteras; antes por elcontrario, ha tomado una actitud hostil con respectoá las Iglesias Griega y Latina. Sfi debe existir «unrebaño y un pastor,» si todos los prosélitos de Cristodeben ser «uno en Él» como Él es uno con el Padre,nosotros no podemos abandonar la esperanza deuna reconciliación definitiva de todos los credoshistóricos del Cristianismo en una armonía más altay universal.

EL ACUERDO DOCTRINAL EXISTE YA.

Preciso es que reconozcamos, en primer lugar,que existe ya una base de unión histórica y bien sen-tada entre los cristianos. Todos los verdaderos cre-yentes son uno en Cristo, su común Señor y Salva-dor, uno en la fe salvadora, uno en amor, uno enesperanza, uno en su vida espiritual. Esta unidadexistió desde el principio en todas las épocas, y fuetan sólo interrumpida, pero no destruida, por lasdivisiones sectarias y eclesiásticas. Cuanto más nos

aproximamos á Cristo por la súplica y la devoción,más nos aproximamos los unos á los otros. Cuantomás semejantes á Cristo nos hacemos, más estima-mos y amamos á nuestros hermanos. Todos loscristianos leen la misma Biblia, beben de la mismafuente espiritual, se juntan para cantar los mismosSalmos, el mismo Te Deum, y Gloria in excelsis.

Pero no existe solamente unión de vida y senti-miento, sino también unión doctrinal que no debe-mos perder jamás de vista.

1. En primer término poseemos, como ya hemoshecho notar, una base común ecuménica en el Credode los Apestóles y en el Credo de Nicea (exceptoel áiscwtiáo Jilioque), la cual tenemos y profesamoscon los cristianos Griegos y Romanos á diferencia,no sólo de los sectarios de las falsas religiones, sinotambién de los herejes y apóstatas. En nuestrascontroversias con Roma, debemos siempre recor-dar que creemos en el mismo Padre, Hijo y EspírituSanto, en la misma naturaleza divina y humana doCristo y en todos los puntos principales de nuestrasalvación, los cuales se hallan expuestos de unmodo tan completo en los credos venerables de laIglesia indivisa, nuestra madre común. Es de la ma-yor importancia acentuar este hecho en oposiciónal temeroso poder de la herejía, la cual se -ha des-arrollado grandemente en estos últimos tiempos entodas las ramas del Cristianismo, y amenaza remo-ver los mismos fundamentos de nuestra santa fecatólica.

Verdad es que, como cristianos protestantes, nocesaremos nunca de protestar contra la tiranía es-piritual y las peligrosas y extra-escriturales inno-vaciones del Papado. Pero todavía, en medio deesta guerra justa y necesaria, recordaremos quehay una distinción material entre el Catolicismo yel Papado, como existió entre la religión del ViejoTestamento y la gerarquía judaica del tiempo deJesús, y que no hay error romano que no descansesobre una verdad, de la cual el error saca su vita-lidad y fuerza, verdad que debe ser bien estudiadasi se quiere refutar con éxito el error. El gran ex-travío del Romanismo no consiste en negar la Bi-blia, sino en oscurecer y debilitar su fuerza, comoel antiguo Farisaísmo, por las tradiciones humanasacumuladas sobre ella.

2. En segundo lugar, existe un acuerdo evangé-lico entre todos los creyentes protestantes. Todoslos creyentes protestantes profesan, como hemosvisto, los mismos principios fundamentales, la su-premacía de la Biblia, la justificación por la fe, lacomunión directa con Cristo, el sacerdocio univer-sal de los fieles y otras importantes doctrinas enuna negación correspondiente de errores. Esta con-formidad puede fácilmente comprobarse por mediode una comparación de las diferentes confesiones

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N.° 141 F . SCHAFF. LOS CREDOS CRISTIANOS. 583

Luterana y Reformada, las cuales convienen muchomás que se separan.

Es muy de desear que este acuerdo evangélicose formalice claramente de tal suerte que puedaser adoptado como lazo de unión por las Iglesiasprotestantes.

La Alianza Evangélica lo ha intentado en sus nue-ve artículos, sin pretender para ellos una autoridadabsoluta, porque la Alianza no es una Iglesia, y notiene facultades disciplinarias. Estos artículos, acep-tados en la primera Asamblea de 4846, han logradoun buen propósito como expediente temporal, peroson un esqueleto sin carne ni sangro, demasiadoamplios para algunos, demasiado estrechos paraotros, y faltos de la inspiración y de la unión espi-ritual de un credo espontáneo. Necesitamos un Cre-do evangélico que pueda ser pronunciado como unacto de fe y de adoración, y que responda al mismopropósito para todos los protestantes que el Credode los Apóstoles para todos los cristianos.

GESTIONES PARA PROMOVERLA CONCILIACIÓN.

Pero, ¿qué es lo que haremos con las divergen-cias que, después de todo, siguen existiendo?

i. Es necesario que rechacemos toda idea deuniformidad perfecta de creencias. Esto, aun cuandofuese posible, no sería de desear. La verdad divinaes infinita y no puede ser totalmente compren-dida por ninguna Iglesia ó comunión, y mucho me-nos por un individuo. Dios ha constituido las inte-ligencias de los hombres de un modo distinto. Nohay dos idénticas en el mundo. Cada discípulo re-fleja un rasgo particular del gran maestro de todos.La unidad no es la uniformidad, sino que lleva im-plícita la libertad y la variedad. Para producir laarmonía hacen falta muchos sonidos; y para consti-tuir un jardin muchas flores de diferente forma, co-lor y aroma.

El Nuevo Testamento mismo ofrece la mayor va-riedad dentro de la unidad de su espíritu. Cadauno de los cuatro Evangelios tiene un sello indivi-dual muy marcado en la concepción, en el plan, enel estilo, y presentan algunos aspectos particularesde la imagen de Cristo. ¡Cuan diferente de Mateo,Marcos y Lucas es Juan, el discípulo que descansósobre el seno del Maestro! Y, sin embargo, su Diosencarnado es el mismo Hombre Divino de los sinop-tistas. Y si examinamos las Epístolas, claramentepodemos distinguir tres tipos distintos de doctrina:la conservadora judío-cristiana, á la cual pertenecenPedro y Santiago; la progresiva gentil-cristiana, tipode Pablo, y la unión más alta de las dos en Juan.Hay un apóstol de esperanza, un apóstol de fe y unapóstol de amor. La armonía y la diferencia delViejo y del Nuevo Testamento, el principio de au-toridad y el principio de libertad, la soberanía divi-

na y la responsabilidad humana, la justificación porla gracia y su necesidad para la santificación de lapersona, se encuentran igualmente expuestas en losescritos apostólicos, no como contradictorias, sinocomo verdades suplementarias.

2. Debemos distinguir al propio tiempo entreverdad y dogma. La verdad es lo sustancialmenterevelado por Dios; el dogma, la forma humana y laconsignación lógica de olla. La verdad sola puedesalvar, noel dogma." Muchos pueden creer sincera-mente la verdad manifestada por la palabra de Diosy sentirse incapaces de aceptar ciegamente una fór-mula dogmática. La ortodoxia teórica no siempreguarda relación con la piedad acendrada. Aquellabien puede aparecer muerta y sin valor ningunoante Dios. «Los diablos también creen... y tiem-blan.» Sentir bien y obrar con rectitud es tan im-portante como pensar bien y creer derechamente.

3. Otra distinción importante debe hacerse en-tre las divergencias religiosas y las teológicas. Loscristianos ilustrados de distintas comuniones ó dela misma comunión pueden estar en perfecta ar-monía en lo que se refiere á la vida espiritual, y,no obstante, pueden disentir en su teología. Lasmás de las diferencias de los credos ortodoxos noson religiosas, sino teológicas, y por lo mismo se-cundarias y no fundamentales. Fue error de unaépoca completamente teológica el introducir tantalógica y tanta metafísica en los credos, animando yperpetuando de este modo la controversia, el fa-natismo y el odio. Un credo no es un sistema deteología científica. Muchas de nuestras Confesionesde Fe valdrían mucho más si íüosen más cortas,más sencillas y más populares. Pero las variantesen los documentos públicos, una vez aceptados, Sonestériles y sólo conducen á establecer mayor con-fusión, como lo prueba suficientemente la historiadel /Hoque y la alterada confesión de Augsburgo.

4. Hace falta que cultivemos un espíritu verda-deramente evangélico y católico, un espíritu decortesía cristiana, de liberalidad y caridad haciatodos los que amen á nuestro Señor y Salvador,sea cualquiera el credo que tengan. Es preciso quesubordinemos el espíritu de comunión á la catolici-dad, y la catolicidad á nuestro común cristianismo.Es preciso que seamos cristianos desde el comienzohasta el fin, y prosélitos de Lulero ó Calvino óKnox en tanto que ellos mismos siguen á Cristo.(Jhristianus mihi nomen. ¿utheranus sive Refor-matus mihi cognomen. Christianus svm, nihilChristiani á me alienum puto. Recordemos quenosotros nos salvamos, no por nuestras nocioneshumanas do la verdad divina, sino por la mismaverdad divina; no por lo que nos separa, sino porlo que tenemos de común en Aquel que está sobretodos, en todos y para todos.

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5 8 4 REVISTA EUROPEA. 5 DE NOVIEMBRE DE 4 8 7 6 . N.° 141

En el estado actual de división de la Iglesia ne-cesitamos pertenecer á una comunión particular ydedicarnos á trabajar por ella con honradez, leal-tad, celo y energía. Mas nuestro objeto principaldebe ser, por encima de nuestra denominación,servir y promover el solo reinado de Cristo. Vi-viendo en un piso y en un departamento del grantemplo de Dios, debemos mantener relacionesamistosas y fraternales con los vecinos que ocupendistinto departamento, porque adoran y glorificanal mismo Dios y al mismo Salvador. Seria perversoel odiar y maldecir a aquellos á quienes Dios ama ybendice. Nos regocijaremos en todas las victoriasganadas por Cristo, en la erección de una nuevaiglesia ó capilla, cualquiera que sea el nombre quelleve. Si amamos á los cristianos de otros credossólo por aquello en que convienen con nosotros,no hacemos más que los ateos que sólo se aman ásí mismos. Debemos amarlos á todos con sus pe-culiaridades y diferencias, puesto que éstas repre-sentan los aspectos de la verdad y han sido crea-das por Dios. El hombre admira y ama á la mujerpor sus cualidades femeninas, y la mujer admira yama al hombre por sus cualidades varoniles. Fuerzaes que nos elevemos á más alto punto de vista áfin de que podamos reconocer y pedir la guía deDios para todos los cuerpos y divisiones del ejércitodel gran Capitán de nuestra salvación. Hagamosque nuestra teología sea tan amplia como la verdady el amor de Dios y tan estrecha como su justicia.Pensemos de los demás mejor que de nosotros mis-mos, y sean la humildad y el amor nuestras virtu-des cardinales. Así nos manifestaremos como ver-daderos discípulos de Aquel que murió y resucitópara todos, y cuyo primero y último mandamientoes amar á Dios con todo nuestro corazón y á nues-tros semejantes como á nosotros mismos.

Ni la circuncisión ó no circuncisión, ni el Lutera-nismo ó la Reforma, ni el Calvinismo ó el Arminia-nismo, ni el Episcopalismo ó el Presbiterianismo,ni ninguna otra distinción humana, significan anteDios y ante su juicio supremo más que una nuevacriatura de Jesucristo. Á Él pertenecemos, en sunombre nos bautizamos, por su sangre fuimos sal-vados, y á Él sólo debemos servir mientras viva-mos. Y cuando le veamos tal cual es, no á travésde un oscuro cristal, sino frente á frente en todasu majestad, encontraremos en Él la solución detodos los problemas de la tierra, la divina armoníade todos los credos humanos.

S. Por último, nunca cesaremos de orar paraque el Espíritu de Dios se derrame sobre todas lasIglesias que profesan el sagrado nombre de Jesús.Sólo el Espíritu Divino, que es el espíritu de unióny paz, puede conciliar las divisiones del Cristianis-mo, destruir el mal espíritu de fanatismo, odio y

envidia, inundar nuestros corazones de amor, y sus-tituir todas las divisiones sectarias por una armo-nía más completa y más profunda.

Dios nos lleve al bendecido tiempo en quo noveamos sobre el cuadro religioso las figuras dePedro, Pablo y los demás Apóstoles, sino «sólo áJesús,» para que seamos en Él y Él en nosotros,como Él es en el Padre y el Padre es en Él.

PHILIP SCHAFF.

(Trad. de la Contemporary Review, por A. P . V.)

LA MUERTE DE ANÍBAL.POR

DON VÍCTOR B A L A G U E R .

PERSONAJES.

ANÍBAL.

PRUSIAS, Rey de Bitinia,.ICETAS, Capitán cartaginés.FLAMINIO, Embajador de Roma.

Soldados romanos.(La acción pasa en el palacio del rey, en la capital de Bitinia).

ANÍBAL.—PRUSIAS.

(Entran en escena continuando una conversación.)

PRUSIAS.

No, Aníbal, no. Las cosas siempre caenDel lado á que se inclinan. Hoy de RomaNo alcanzo á combatir el poderío,Y, si la lucha emprendo, de mi razaÚltimo rey seré. Lo que mi genteTarde en lanzarse á la pelea, esoTardará Roma en reducirla á polvo.No, Aníbal, no. ¿Qué importa que te tengaPor general y amigo? ¡Si á tu ladoConservaras siquiera algunos restosDe las legiones que á tu genio en CannasDebieron la victoria!... Mas ¿qué quedaDe los cien mil soldados que cruzaronEl Pirene, los Alpes y Apeninos?De aquellos valerosos campeonesQue, con solo moverse, oscurecieronLa luz del sol y rechinar hicieronLos ejes de la tierra, ¿qué ha quedado?

ANÍBAL.

¿Qué ha quedado, preguntas? Queda Aníbal,Y á Roma vencerás si á ello te atreves.Pues ¿qué?... ¿no soy Aníbal?... Pues ¿qué?... ¿Roma,Roma no siente aún, de espanto llena,Derrumbarse y caer sus monumentos

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N.° 141 V . BALAGUEB. LA MUERTE DE ANÍBAL. 585

Al recordar al vencedor de Cannas?¿No soy Aníbal yo?... El dia ¡oh Prusias!Que entre Roma y el sol mi sombra veas,Sólo mi sombra, sábelo, ese diaDejará el sol de iluminar á Roma.Oye mi voz: permite que te busqueAliados en Grecia, en Creta... ¡en Pérgamo!Tres batallas no más, y te conduzcoÁ las puertas de Roma... y yo te entregoTemblando ante tus pies, postrada, muda,Rola y rendida la ciudad soberbia.Tendrás su Capitolio por palacio;Tuyos serán sus templos; de tus diosesSus aras; á sus cónsules esclavosHarán tus servidores, y ramerasÁ las matronas tus soldados fieles.Aquí, en pública venta, en tus mercadosVerás sus senadores, y mis tropasAllá, en Cartago, con anillos de oroDe los nobles romanos, los favoresComprarán de las lúbricas mujeresQue sirven á la Vónus africana.

PRUSIAS.

Eso es un sueño. Si Bitinia hoy lucha,Bitinia cae.

ANÍBAL.

Mas caerá con gloria.Y yo sé por los cantos mesenianosDel gran Tirteo, que caer como hombreEs tan excelso honor como es infameVivir sujeto á la merced ajena,La paz debiendo á vergonzoso oprobio.

PRUSIAS.

Aníbal, yo no quiero, yo no puedoRomper con Roma que la paz me ofrece,Y aceptaré la paz. ¡Basta de guerras!La aceptaré por tí, por tí ante todo;Que tiempo es ya de que se dé á los añosLo que tus años piden, y tranquiloPuedas dejar el mundo, concluidaLa misión que fue gloria de tu vida.

ANÍBAL.

Ni vivir ni morir me importa nada.Vivir con gloria ó perecer con gloria:Sólo eso quiero; no un descanso inútil,No un inútil reposo, no. ¿Has creídoQue mi brazo se niega, ya rendido,A blandir el acero? TodavíaCorazón varonil late en mi pechoY siento el brío de mis cinco lustrosSi el cuerno ronco y la sonora trompaAl aire lanzan su clamor de guerra.Hijo del gran Amílcar, de mi padreAprendí á ser soldado: los peligrosMis fiestas fueron y pasé mi vidaEn los sangrientos campos de batalla,

Viviendo de hambre y sed; cama era el suelo,Almohada el escudo y, estrelladoÓ ardiendo en tempestades, tienda el cielo.Avezado al combate y las fatigas,No tuve más descanso que la luchaNi otro placer, para solaz del ánimo,Que el de oir recitar, enlre mis tropas,Del frió invierno en las eternas nochesLos inspirados cantos de Tirteo.¿Qué me hablas, pues, de mi misión cumplida?Mi vida á un juramento consagrada,Para cumplirlo el cielo me dio vida.Mi padre...—yo era un niño, y lo recuerdoPorque es mi gran recuerdo. Oye.—Mi padreMe cogió de la mano al tiempo mismoQue el sacerdote en el altar do JúpiterSacrificaba; yo extendí la diestraSobro las palpitante y calientesEntrañas de la víctima, y, severo,—«Jura, hijo mió, jura, dijo Amílcar,Que enemigo serás siempre de Roma.»Lo juró: y desde entonces, ni de noche,Ni de dia, ni en paz, ni en guerra, nuncaDejó de estar reciente en mi memoriaEl juramento que presté en la playaJunto á los muros de la hispana Gades.Sólo una vez... en Cápuafué... un momentoMenguado lo olvidé; pero en mis manosVieron mis ojos sangre de la víctimaEn el sagrado altar sacrificada,Y cesó al punto el criminal olvido.Odio es mi vida: Roma no lo ignoraY me odia á su vez. Si huyes la guerra,Si ni mis ruegos ni tu propio lucroNi de tu reino el porvenir te animanÁ lanzarte á la lucha, sin tardanzaSald¿%, Prusias, de aquí. De pueblo en pueblo,Hasta el límite mismo de la tierra,Reyes iré buscando que briososMidan sus armas con la odiada Roma;Y, si no los encuentro, por lo menos,Fiel al voto sagrado de mi infancia,Ya se verá que mi rencor va unidoAl último estertor de mi agonía.Mi misión esta es, mi vida es esta.Mi corazón de hierro no se doma.¿Quieres rendirme? ¿Quieres que se acabenMi vida y mi misión?... Pues dame Roma.

PRUSIAS.

Jamás, Aníbal, buena consejeraHa sido la pasión. Te ciega el odio,Y cuando niegas con creciente iraLas virtudes de Roma, ella, más justa,Enemigo te odia, héroe te admira.Hoy Flaminio el pretor, recien llegado,

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586 REVISTA EUROPEA. 5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 6 . N.° 141

De Roma embajador, dice...ANÍBAL.

¡Y tú, Prusias,Tú recibes de Roma embajadores!

PRUSIAS.

Hoy con sus naves, al romper el alba,Llegó Flaminio.

ANÍBAL.

¡Dioses poderosos!¡Tú!... ¡tú en tratos con Roma, y esto pasaSin que lo sepa yo!...

PRUSIAS:

Tú eres mi huésped.Roma lo sabe: sabe que aquí vivesY me avisa que nunca tu sosiegoNi tu paz turbará; que nunca airadaAl noble reino que te presta asiloNegará su respeto, si tú jurasNo volver á salir de mis Estados,Que, nueva patria para tí, te ofrecenAmparo y protección. De esta maneraRoma no ha de oponerse á que en mi reinoSu vida acabe en paz el gran Aníbal.

ANÍBAL.

¿Y así de tí... ¡y de mí! dispone Roma?PRUSIAS.

Es fuerte y puede. Su orden está dadaY yo he de obedecer. Aquí te dejoÁ solas meditar, mas te suplicoQue el juramento prestes.

ANÍBAL.

¡Nunca! ¡Nunca!Jamás lo prestaré.

PRUSIAS.

Piénsalo en calma,Que la paz de mi reino y de tu vidaDe tu resolución tal vez dependen. (Tase.)

ANÍBAL.

¡Oh tierra! ¡oh cielo! ¡oh Dioses que el destinoPresidís de Cartago! ¿Es que ya toco •Mi término fatal? ¿Es que la tierraDajo mis plantas huye, y á las ParcasMis Dioses tutelares abandonanEl hilo de mi vida? ¡Rey ingrato!¡Rey perjuro! Yo soy el que de Eumenos,Tu enemigo mortal, te libró un dia.Yo soy ¡Rey ingrato! ¡Rey perjuro!Quien dictador de Pérgamo te hizo,Y por mi esfuerzo te llamaste dueñoDe cuanto el Cauco baña. En recompensa,¿Qué honores, qué grandezas, qué tesorosAníbal te pidió?—Pidió tan sóloHacer la guerra á Roma... ¡y lo juraste!Si, lo juraste y de tus mismos labios,Por tus mismos penates recogido

Tu juramento fue. Sí; ¡Rey perjuro!¡Rey ingrato! á tus Dioses encomiendoDe tu traición infame la venganzaY, si son justicieros, la amarguraTe dirá inexorable en corto plazoQue Roma con la paz te tiende un lazo.¿Y qué?... ¿Porque á mi suerte me abandonesYo debo desistir?... Caiga primeroDel firmamento el sol; rueden revueltasOlas de fuego y aguas encendidasPor la ancha cuenca de la mar salada.Lo que de Aníbal es indigno, AníbalJamás lo ha de intentar, jamás. Me deboÁ los sagrados manes de mi padre,Y me debo á mí mismo y á tí, ¡oh tierraLlena de luz y amor! á tí, Cartago.Yo encontraré un monarca que en mis voto sSus votos mire, y á la odiosa RomaContemplaré á mis pies. Desde la cumbreDel Aventino entrarla á sangre y fuegoVerán mis ojos, centelleando dicha.Veré á sus ciudadanos huir medrososComo bandada de asustadas hembrasQue su nido abandonan. DesplomarseVeré sus monumentos, del incendioÁ la siniestra claridad. Gozoso,Lastre de mis bajeles, á CartagoMandaré sus escombros y cenizas,Y allí de estas ruinas te haré un templo,Belo cartaginés, Dios de mis padres.Dejad que mi esperanza se realice;Dejadme ser el vengador del África¡Oh dioses inmortales! Que yo veaCorrer hacia la mar en ancho arroyoSangre latina, y, para espanto y lutoDe las generaciones veniderasDe ese pueblo romano, que mi tumbaEn la roca Tarpeya esté enclavadaPor tu esplendente sol ¡oh gran Cartago!Con los rayos de gloria arrebolada.

ANÍBAL.—ICETAS.

(Icetas entra precipitadamente y asustado.)

ICETAS.

Señor, naves de Roma el puerto llenan;Sus soldados, señor, la plaza invaden.

ANÍBAL.

¿Qué dices?ICETAS.

iNo los oyes? «¡Muera Aníbal!»Gritan todos. Aterra sólo el verlos.

ANÍBAL.

¡Mi casco!... ¡mi coraza!ICETAS.

Es imposible

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V. BALAGUEB. LA MUERTE DE ANÍBAL. 587

Pensar en resistir.ANIBAL.

¡Oh!ICETAS.

Ya FlaminioTe ha cercado el palacio.

ANÍBAL.

¡Oh Prusias! ¡Prusias!ICETAS.

Tiempo tienes de huir; yo aquí me quedoY te podras salvar mientras me matan.Huye al momento, Aníbal.

AiÍBAL.

¡Nunca! leetas,El que debe morir no eres tú. Díme:¿Puedo contar contigo?

ICETAS.

Que respondaPor mí el valle de Isubria; allí mi vidaSalvaste generoso, y desde entoncesNo es mia, tuya es. Di lo que quieres.

ANÍBAL.

Quiero que me prepares el venenoQue en este anillo está.

(Le entrega, su, anillo. Icetas se relira.)Triunfas ¡oh Roma!

Pasó ya el tiempo en que mandar solíasConmigo á combatir nobles varonesQue se llamaban Fabios y Escipiones.Hoy entiendes la guerra de otro modo,Y en vez de héroes, mandas asesinos.A tí y á mí, Cartago, la fortunaNos vuelve ya la espalda... Yo debíaDesde el campo de Cannas ir á Roma,Y si lo llego á hacer, Roma era mia.

(Se acerca á la ventana.)Vientos de acres aromas, dulces vientosQue tantas veces hacia el mar latinoDe los cartagineses, arrullándolas,Empujasteis las naos victoriosas,De mis ojos, que nunca nubló el llanto,Recoged hoy la lágrima primera,Y, en vuestras alas húmedas, amantesConducidla á Cartago. Para AníbalHá tiempo ingrata es; pero es su patria.

(Bajando al proscenio.)Todo: todo acabó. Te espero, ¡oh muerte!...¡Vale, Cartago! Aníbal, ya has vivido.

(leetas entra con una copa de plata. Aníbal quierecogerla, pero aquel la retira.)

Dame esa copa.ICETAS.

Capitán...ANÍBAL.

¿Qué esperas?

ICETAS.

Antes, señor, te ruego...ANÍBAL.

Si ya vienen¿Qué esperas, pues? ¿qué quieres? ¿que el SenadoExponga mi cabeza en una argollaPara hartar las miradas de las turbas?¿Quieres que á la ciudad Aníbal llegueAl triunfal carro do Flaminio uncidoY que el pueblo mi venta en un mercadoPueda gozar?... ¡La copa! (Arrebatándosela á ícelas).(Se bebe elcontenido déla copa). ¡Oh dioses!., .gracias:Mia es la muerte ya. Libre he vividoY libre moriré... Hoy mismo, Icetas,Para mi tierra partirás: mi muerteSabrán allí por tí, y,último beso,Última prenda de mi amor, la espadaDel que en Cannas triunfó lleva á Cartago.Así me vengo: así su olvido pago.

(Descíñese la espada y la entrega á Icetas.)

ICETAS.

¡Oh víctima, salud!ANÍHAL.

¡Roma! has vencido.Odio por odio, pudo más el tuyo,Y, no cabiendo juntos en la tierra,Te abre paso mi muerte. Que los diosesPermitan que algún dia vague erranteTu raza corrompida; que se pierdaTu nombre, y que por siempre, sepultadaEn la inmunda cloaca de tus vicios,Bajo el rescoldo estés de tus cenizas.¡Aníbal se sienta. Óyense gritos. ícelas se dirige á

la puerta.)ICETAS.

Señoi* ya vienen.ANÍBAL.

¡Oh!... ningún romanome verá agonizar.(Da algunos pasos hacia la cámara vecina, en cuya

puerta se detiene un momento.)ICETAS.

¡Señor!...ANÍBAL.

Icetas...¡Esto es hecho! De Aníbal á su patriaLleva el postrer recuerdo. Vé á esa fuenteDe insólitas virtudes, noble emporioDe santidad, Cartago la Africana...Y en esa espada, que es mi testamento,Más que acero verá sangre romana.

(Desaparece Aníbal. Icetas cae de rodillas besandola espada del héroe. Los soldados romanos invadentumultuosamente la escena.)

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588 REVISTA EUROPEA. 5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 6 . N.° \ 41

ICETAS, FLAMINIO, SOLDADOS ROMANOS.

SOLDADOS.

¡Aníbal!(ícelas levanta el tapiz de la puerta y enseña el ca-

dáver de Aníbal á los soldados que se detienen es-

ICETAS.

¡Muerto!FLAMINIO. (En el foro.)

¡El mundo es tuyo, oh Roma!

PEDRO MARÍA BARRERA.

EPISODIOS DE LA GUERRA CIVIL.LA ACCIÓN DE AOIZ. (NAVARRA.)

En los dias postreros de la estación de estíode 1875, el primer cuerpo del ejército del Norte soencontraba cubriendo la línea del Arga; servicioque, entre otros de la campaña sostenida contra elbando carlista, tenía á su cargo desde poco antesde la primavera del mismo año.

No es la importancia del caudal de este rio, nitodo el territorio que bañan sus aguas, lo que le hadado nombre, especialmente en nuestras guerras ci-viles, siendo así que el Arga desde su origen en lafrontera francesa, poco más arriba de Iragui, en elvalle de Esteribar y en dirección del Baztan, riegadurante su curso y hasta su confluencia con el Ara-gón, terrenos puramente navarros; es decir, loscomprendidos en sus orillas desde los Alduideshasta las inmediaciones de Jimes; pero saludan susmárgenes posiciones muy importantes durante al-gunos kilómetros en su curso primitivo y en el co-razón del país en donde discurre.

En la lucha que ha terminado en 1876, el papelmás importante del Arga ha sido entre Pamplona yLarraga, porque constreñidas las masas carlistas deNavarra, muy particularmente en su ribera derecha,allí, á favor de sus posiciones atrincheradas, queríansostener su preponderancia desde el valle de Esto-ribar citado y alturas de Oricain, teniendo á suflanco el monte de San Cristóbal, en cuya faldaoriental se encuentran los lugares de Ártica y An-soain que miran sobre Pamplona, y los grandessalientes y recodos del rio en que están Capuchinosy Cuatro-vientos, y desde donde comunicaban porel valle de Echauri con Estella, dejando á su iz-quierda los baluartes de Pamplona, fuertes del Per-don, los cantones de Legarda, Obanos y Puente, losde Mendigorría, campos fortificados de Esquinza,en que puede decirse terminaba; pero que moral ymilitarmente considerados los recursos del país,, su

riqueza y distancias de los pueblos que le son ribe-reños,' la extensión é importancia de la línea, dán-dose la mano con el rio Ega para ciertas operacio-nes en la Solana desde los Arcos á Lerin y Larraga,era la del Arga hasta más allá de su reunión alAragón y la de éste con el Ebro, por la significa-jm., siíJiarurm., disíanrjaa, v, '-¡nMímnn.rqiR. pjsijmsa.el estado siguiente, que tomaremos para demos-trarlo orillas arriba, hasta considerarnos en las in-mediaciones de Pamplona:

PUEBLOS.Distancia

en kilómetrosdel Arga. [1)

»

>i

35672

Númerode

habitantes.

8203.5002.7001.500

6001.700

SO1.8003.0401.300

430400450280

FunesPeraltaFalcesMiranda de ArgaBervinzanaLarragaMuzurabal de AudionMendigorríaPuente la ReinaObanosMuruzabal, junto á Obanos.LegardaUtergaArraiza

Dejamos apuntado que esta línea, ó lo que se lla-maba línea del Arga, se encontraba custodiada porel primer cuerpo de ejército desde algunos meses;y sus fuerzas, que fueron mandadas por el veteranoteniente general D. Joaquín Bassols, vinieron áserlo por el de la misma clase D. José de Reina yFrias en la época que venimos refiriendo.

El general Bassols, dotado de una actividad gran-de, tenía en movimiento á las tropas de la línea, yaabasteciendo á la plaza de Pamplona, que habíacarecido de los recursos indispensables, ya ha-ciendo reconocimientos sobre los vados y pueblosreferidos que defendían los carlistas, señaladamentesobre Belascoain, Echauri, Ibero y Avenidas de lasierra de Andia.

Regularmente las tropas del primer cuerpo ocu-paban los cantones de OJjanos y Puente la Reina,como residencia del cuartel general; y las brigadas,relevándose semanalmente, lo estaban en Legarday Uterga, Añorbe, Subiza, fuertes del Perdón ydaban las guarniciones de los dos primeros puntos,haciendo en ellos y en la ermita de San Marcial, so-bre la margen izquierda del Arga, el servicio peno-so de trinchera, así como en los fuertes de San

(1) Los pueblos que no tienen señalados los kilómetros de distancia

son bañados por el Arga ó lo son sus inmediaciones.

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N.° 141 J. COTARELO.— EPISODIO DE LA GUERRA CIVIL. 589

Guillermo é Infanta Isabel, Topos, batería de sacosy otras posiciones sobre Puente, fronteras á laermita de Santa Bárbara que poseían los enemigos.

Embebían estos cantones y fuertes de diez ysiete á diez y ocho batallones, cinco á siete bate-rías, de seis á ocho escuadrones, repartidos en lasdivisiones y brigadas que se expresan á continua-ción, según el cuadro orgánico del ejército delNorte de 16 de Abril de aquel año.

PRIMERA DIVISIÓN.

General D. Joaquín Rodríguez Espina.CUERPOS

á que pertenecían.

1."—Brigadier G o ñ i , . . .

2.'—ídem Otal

Isabel II.

Reserva núm. 9.Cazadores Alba de formes.Cantabria.

SEGUNDA DIVISIÓN

que mandó el general D. Miguel Trillo.

1.'—Garrido

2."—Brigadier Cotareio.

Sevilla.Infantería de Marina.

Za.nora.taragoza.

Además alternaban para el servicio en estas bri-gadas el batallón y escuadrón do forales de Navar-ra, dos compañías de Tiradores del Norte, cinco deingenieros del segundo regimiento, el de caballeríade Lusitania, el de la Reina y parte del de Farnesio.

El general Reina desde Tafalla, considerando alenemigo bastante provocativo en la orilla derechadel Arga, teniendo á Pamplona en continuo bloqueoy situadas sus fuerzas entre el mismo rio y el Ul-zama, con amenazas á Lumbier y Sangüesa, apar-tando ahora parte de sus tropas de la línea objetootras veces de las miras y cuidados de su antece-sor, las llevó hacia el Erro y'el Irati, teatro de ex-cursiones del enemigo, el cual elegía como puntode partida para sus combinaciones á Urroz, y comoayuda para estas correrías á Elcano y Aoiz, con lasalida por Agós para comunicarse con Lumbier y lasierra de Leyre, á cuyas plantas murmura ya ma-jestuoso el rio Aragón, que, dando tributo al Ebro,como el Arga y el Ega, dan también ocasión á aquelantiguo adagio:

«Arga, Ega y Aragónhacen al Ebro varón.»

Los relevos de los cantones de la línea del Argase habían verificado el 27 de Agosto, quedandoguarnecidos los de Legarda y Uterga por los bata-llones de Zaragoza, algunas compañías de los regi-mientos de Sevilla y Málaga, dos secciones de ca-ballería de Lusitania y una de artillería de montaña.

Estas tropas permanecieron tres dias en los nuevoscantones, cubriendo los destacamentos de los fuer-tes del Perdón, llamados Eolo y Duque de la Victo-ria, así como el de la venta fortificada del Portillo.

Serían las dos de la tarde del 31 de dicho mes deAgosto, cuando se recibió orden de reconcentrarsobre Legarda los batallones que constituían la se-gunda brigada de la segunda división, y á las tresemprendían la marcha en dirección de los Cizures,pueblos situados poco más adelante del monte delPerdón, sobre la carretera de Pamplona, á la vistade los fuertes cuyos nombres hemos citado.

Era ya de noche cuando las tropas que se aveci-naban á los muros de Pamplona fueron sentidas porsus centinelas, y no advertidas sus voces de ¿quiénvive? por las avanzadas de la columna, algunos dis-paros de fusil, aviso más eficaz que aquellas pre-guntas, y cuyos proyectiles vinieron sobre ella, de-tuvieron instantáneamente la cabeza, y adelantán-dose el oficial de estado mayor que en ella venía,capitán do la Mere, logró llegar al foso y dar avisoá las guardias sobre el muro, que los que se acer-caban eran amigos; con lo que cesó el fuego de es-tos soldados vigilantes.

Comprendióse bien esta vigilia en tropas que ha-cía mucho tiempo tenían siempre á la inmediaciónel enemigo, quien molestaba sus horas de serviciodesde el cerro de San Cristóbal; y cerca de las ochoy media entramos en la plaza sin otro contratiem-po, alojándose la columna al abrigo de aquellosfuertes, que ofrecieron al soldado un descanso deque carecía mucho tiempo en eí servicio de trin-cheras y avanzadas que venía prestando.

Por este tiempo se encontraba la plaza de Pam -piona, si bien escasa de guarnición, perfectamentecustodiada, conservando vivo el recuerdo de subloqueo estrecho de cinco meses, y que se renova-ba de cuando en cuando, aunque se dio por termi-nado el 2 de Febrero, en que penetraron en ella lastropas del mismo primer cuerpo de ejército, bajo ladirección del general Moriones.

Mandaba la plaza ahora como gobernador el ge-neral D. Manuel Andía, y era gobernador civil de laprovincia D. Manuel Elola y Eras, que ambos ejer-cían un cuidado y vigilancia dignos de elogio, te-niendo frecuentemente fuerzas enemigas en el yanombrado cerro de San Cristóbal, tan inmediato,que dista de la plaza 2.000 metros.

Una verdadera red de centinelas tenían estable-cidas las autoridades, cuyo celo hemos significa-do ya, y puede apreciarse este servicio por lospuestos de guardia y otros extraordinarios que cuoti-dianamente sostenía la infatigable guarnición y mili-cia nacional. Eran estos en número de 23 ordinaria-mente, más las patrullas y rondas necesarias, en lospuntos denominados puertas de la Rochapea, Nue-

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590 REVISTA EUROPEA.—5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 6 . N ; 141va, Taconera, Reding, San Nicolás, Tejerla, deFrancia; cuarteles del Seminario, Merced, Cárcel,Tesorería, Capitanía general, Hospital, Principal,Prevención de Santa María, Hornos. Santiago,Avanzadillas, Gobernador, Cuatro- Vientos, Oon-staga, San Bartotomé y Fuente.

Amaneció el 1." de Setiembre, y las tropas delprimer cuerpo, que habían pernoctado en la plaza, semovían reconcentrándose con la alegría propia delsoldado español hacia la del Castillo, en donde, re-unidas, dirigieron su marcha á la puerta de San Ni-colás, y de allí tomaron la dirección de la carreterade Huarte, sobre cuyas alturas inmediatas se veíanalgunos puestos avanzados de los carlistas. Llególa columna á este pueblo, observada constante-mente desde los baluartes y cortinas de Pamplona,pues desde el momento de apartarse de su apoyo lastropas, esperaban los espectadores fuese disputadoel paso desde las alturas sobre Burlada y cerro deMiravalles, que alza su frente entre los edificios deVillaba y de Huarte, pueblos situados á la vista y alNorte de dicha plaza, lamidos por el Arga, y con640 y 670 habitantes respectivamente.

Un batallón de la brigada Cotarelo, mandado porel comandante Armendariz, se deslizó brevementeal abrigo del bosque que ciñe por aquella parte lasorillas del Arga, en un recodo que llega sobre Oláz,y variando de dirección, revolvió sobre el puenteque da entrada en Huarte, apoderándose en seguidadel cerro que se eleva desde la orilla derecha delrio, sin otra resistencia que algunos disparos de ca-ñón y descargas de fusilería desde otra altura fron-tera á la de Miravalles, que comunica poruña sendacon las alturas de Oricain.

Cuando los albores del 3 mostraban apenas lacumbre del arrogante cerro de Miravalles y daban

• los reflejos sobre sus centinelas más elevados quecustodiaban la posición, se reunían en el campo queestá al pié del mismo, entre Villaba y Huarte, lastropas que habían pernoctado en los dos citados pue-Wos alas órdenes del general Reina, que el dia an-terior arrancó de Tafalla con algunas piezas y buenaescolta de caballería.

Puestas las tropas en orden de marcha, empren-dióse esta por la carretera que conduce á Urroz,apartándose de las riberas del Arga, para hacersedueños del terreno comprendido entre las del Erroy el Irati, moviéndose á la vista del enemigo porIbiricu, venta de Iransus, Villaveta y Ecay.

En Urroz tuvo lugar á las nueve de la mañana lareunión de las tropas del primer cuerpo con la co-lumna del general D. Luis Fernandez Golfín, que,procedente del distrito de Castilla la Nueva, habíadejado el dia anterior á Lumbier y se ponía en com-binación con aquellas, verificándose la entrevista enla plaza espaciosa de dicho pueblo. Allí se dio á

ambas fuerzas un descanso breve, que reclamabanel alimento y la marcha que traían unas y otras.

El general Golfín, activo ó inteligente, estaba ha-cia los confines de las provincias de Huesca y Zara-goza, y tenía la orden de impedir que Dorregarayrebasara la línea del Gallego; rio que muy vecinoen su nacimiento con el Gave de Azun, en los Piri-neos altos, y en territorio francés, va del otro ladode estos, mientras que Gallego es tributario delEbro, cerca de Zaragoza, y pasa por Biescas á Mu-rillo y Zuera, para dejar sus aguas no lejos de laciudad invicta de 4808.

Las tropas de la columna Golfín habían tenido, engracia de sus buenas combinaciones, la suerte deobligar á Dorregaray á retroceder en su marchaatrevida, y que entrase en Cataluña. Entonces lacolumna recibió nueva orden para penetrar en Na-varra por el canal de Berdun y cambiar la línea desus operaciones, de acuerdo con la brigada Otal,ocupando la del rio Aragón entre los pueblos na-varros y limítrofes de Cáseda, Sangüesa y Lumbier;pero volviendo Dorregaray á su plan de entrar enNavarra, recibió la columna de Golfín nueva ordende apoyar la citada línea del Gallego en los puntosmencionados.

Así las cosas, un telegrama del general Reinaavisaba á Golfín acudiera con las fuerzas do que pu-diera disponer á la entrevista de Urroz: hallábase enSangüesa, recibió el 2 el telegrama y no vaciló enponerse en marcha con seis compañías del batallónprovincial de Madrid, dos del de Alcalá de Henares,cuatro del de Jaén, 100 caballos del regimiento lan-ceros de España y dos piezas de artillería.

Siguió esta columna la carretera á Urroz con al-gunos encuentros en su marcha con destacamentoscarlistas, que sin duda esperaban la llegada deDorregaray en lugar de las tropas del Rey D. Al-fonso XII, y se efectuó sin inconvenientes la re-unión indicada, habiendo logrado el enemigo reti-rarse ó resguardarse en las montañas que sosteníanlos campos atrincherados de Aoiz, sin más que unbreve encuentro en las sombras de la noche de laavanzada que conducía el ayudante de campo donFrancisco Delgado Ballesteros con el cabecilla RosaSamaniego.

Salieron de Urroz las tropas reunidas á la una de! la tarde del 3 y se emprendió la marcha en vía dej Aoiz, flanqueando la derecha, para concurrir sobrej Beriain, medio batallón de Zamora con los tiradores

de Navarra y alguna caballería. Llegadas las tropascomo á la distancia de unos dos kilómetros delpuente de Agós, una ligera suspensión de la mar-cha dejó observar la presencia del enemigo sobrelas trincheras elevadas que dominan desde su iz-quierda las orillas del Irati, y en las posiciones quevan á descender junto al pueblo de Meoz; posicio-

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J. COTARELO.—EPISODIO DE LA GUERRA CIVIL. 591nes ocupadas por la infantería contraria, con elapoyo en el valle do la caballería del partidario yadicho Rosa Samaniego y otros destacamentos.

En aquella suspensión breve, porque el tiempoapremiaba, las tropas del general Reina ocupabanel ángulo que describe la carretera de Aoiz y el ra-mal que dirige á Agós entre Vülaveta , Olabein,Ecay y el referido Agós ó Aos, que por ambos nom-bres se le conoce en el país, y. tenían á su costadoderecho á Zuza, por donde debían concurrir otrasencargadas de flanquear el mismo lado.

El Irati, un tanto mermado por el influjo de losmeses estivos, bajaba allí con rumores que le ofre-cen la pendiente de nn álbeo pedregoso que le dapaso, y un desnivel considerable que le impulsadesde el Pirene hasta penetrar en el valle de Urrual.

Dueños de sus márgenes en el puente de Agós,contemplábamos el origen y el curso del rio, re-cordando que subiendo á uno de los brazos queforman su nacimiento en el monte que le da nombre,está Roncesvalles, de tan alta celebridad, que me-mora los tiempos de Carlomagno por un hecho dearmas no menos famoso, librado con nuestros veci-nos de allende el pico de Ory, y sirve de cuna albrazo izquierdo del rio en su primer giro, f reco-giendo ambos brazos en Orbaiceta, desciende porAribe y bajan sus aguas al valle de Lónguida, alle-gando algunas arroyadas del Pirineo, uniéndosecerca de Sangüesa con el Aragón, dejando regadasantes de esta confluencia lindas riberas que ameni-zan los límites de las provincias de Navarra y Za-ragoza, ya dichas.

Dadas las disposiciones convenientes, y pare-ciendo indicar el enemigo eon sus movimientos yposiciones que ocupaba que su punto de defensaprincipal sería sobre la izquierda del rio, se pre-sentó una fuerza en ademan de sostener el paso delpuente del citado Agós, desde un bosque situado ápoca distancia, aguas arriba, y que proporcionabauua defensa fácil, casi á cubierto, contra los quebajaran por la carretera.

Eran las dos y cuarenta minutos cuando el ene-migo disparó sus primeros tiros sobre la guerrillaque exploraba el bosque por la derecha; y en tantoque tomaba el puente á la carrera y se reunía estacolumna del otro lado del rio, las tropas del centro,bajo el mando del general Reina con Espina, y las deCastilla la Nueva, que formaban la izquierda, man-dadas por sji jefe Golfín, y que habían hecho la mar-cha á vanguardia, adelantando desde el pueblo deVülaveta 69 caballos del regimiento de España, ata-caron con decisión por la izquierda, bajo los fuegosde la artillería, y pronto fue tomada la ermita deSan Juan, haciendo replegar al enemigo á las trin-cheras escalonadas que coronaban la montaña poraquel lado.

Tomada también la posición importante de Ola-verri, jugó un papel, asimismo notable, la briga-da de Castilla la Nueva entre el Erro é Irati, mien-tras que por la derecha de este último la columnadel primer cuerpo de ejército, que dirigía el briga-dier Cotarelo, variando desde Agós sobre su flancoizquierdo, atravesó el valle en línea de columnas,envolvió el pueblo de Meoz, volvió cerca del rio so-bre las elevadas posiciones y trincheras de la caño-nera y so posesionó de ellas con algunas bajas pornuestra parte.

Apenas tomado Meoz y dirigida la columna de laizquierda á las trincheras más elevadas que enfila-ban á Aoiz y riberas del rio, desde las que habíahecho el enemigo algunos heridos de tiradores delNorte y de Lusitania, cuando pronunció la retiradapor la parte montuosa de Gorraiz, y cuando el solllegaba á su ocaso, coronaban los batallones quedirigía Cotarelo todas aquellas posiciones, en tantoque el general Reina, Espina y Golfín se hacíandueños de Aoiz. El enemigo, cubierto por las som-bras de la noche, se retiró por la espereza de lasmontañas que separan los valles de Arce y de Lón-guida, encaminándose hacia Nagore, en dondeRosa Samaniego tuvo en alarma sus gentes aquellanoche.

De este modo, para el 6 de Setiembre ya las tro-pas que salieron de Lumbier, de Legarda, de Oba-nos y Tafalla, en vía de la capital de Navarra, sehabían abierto paso por las difíciles posiciones deMiravalles y Elcano, pasado el Irati y dominado lasorillas del Salazar y del Aragón, cuando entre Lum-bier y Sangüesa lame los piós y rompe por entre laempinada sierra de Leyrc, que tantas provocacio-nes, duelos y sangre había de costar allí, casi enlos confines do las Provincias, divididas por unaleve demarcación en el mapa, y que en los tiemposde D. Jaime I, apellidado el Conquistador, y de Fer-nando II de Navarra, llamábanse fronteras de dosreinos, hasta que fueron rotas por D. Fernando Vpara unir los de Aragón y Castilla.

De este modo también, los habitantes de Pam-plona recobraron confianza, vieron expeditas lascomunicaciones entre la plaza y los pueblos de lamontaña, proveyeron sus lugares con víveres queotras veces servían para la gente contraria, y salu-daron nuevamente al primer cuerpo de ejército,como lo habían hecho en los primeros dias de Fe-brero, en que con tanto regocijo le habían abiertosus puertas (4).

JUAN COTARELO.

( 1 | Véase el parte detallado de esla jornada en la Gicúa&A 24 de

Setiembre de 187».

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592 REVISTA EUROPEA. 5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 6 . N.° 141

UNA-CARTA SOBRE LA FILOSOFÍA ESPAÑOLA,

Sr. D. Gumersindo Laverde.

Mi digno y estimado amigo: Ya sospechará ustedel motivo de esta carta. En una que le dirigió hacetiempo el Sr. Menendez Pelayo, y en otra por us-ted escrita, que acabo de leer en la REVISTA EURO-PEA (1), sale aplaza mi pobre nombre envuelto enuna discusión sobre un tema doblemente impor-tante, porque interesa á la ciencia y á la patria.

Por incidencia hube yo do citar (2), discutiendoun problema puramente político, como ejemplo delinflujo, beneficioso ó perjudicial, que en la vida delpensamiento pueden ejercer determinadas relacio-nes entre el orden científico y el Estado, lo suce-dido en nuestro país en los últimos siglos; y de estotomó pié el Sr. Menendez Pelayo para escribir áusted, celoso y entusiasta revelador de nuestrasglorias tradicionales, una carta en la que procurabademostrar la inexactitud de mi afirmación. Guardéentonces silencio, cosa que recelo, aunque meduela, atribuye usted á desden, equivocándose demedio á medio. Calló, porque dado el origen de lacuestión, no me importaba ésta para el fin del es-crito que fue ocasión de ella; calló, porque deseabay esperaba que la polémica se sostuviera por per-sonas más peritas y más dadas á estos estudios queyo; y calló, sobre todo, porque se trataba de lasglorias de la patria, y me repugnaba un poco apa-recer como disputándolas á ésta. Me decía: si elSr. Menendez Pelayo exagera, harto refrenarán susímpetus en favor del estudio histórico de nuestrafilosofía las dificultades de todo género que seopondrán á la realización de la obra que, siguiendoel camino por usted abierto, se propone llevar acabo, y recordaba aquel verso de mi paisano, elmalogrado Enrique Gil, cuyas obras usted ha reco-pilado:

¿para qué averiguar si deliramos?

Pero, amigo mió, acabo de leer la carta de ustedque ha de servir de prólogo al libro del Sr. Menen-dez Pelayo, y no puedo conformarme con lo que demi humilde persona se sirve decir, mucho menoscuando me supone como olvidado de lo que en unlibro, del que fui causa ú ocasión de que se escri-biera (3), ha .dicho aquel á quien debo la existenciay además el amor y el respeto que me ha inspirado

(i En el número anterior.(2) En el primero de una serie de artículos sobre el Self-govcrnment

y la Monarquía doctrinaria, publicarlos en la Revista de España.[Z) Exposición histáríco-aitica de los sistema» filosóficos moder-

nos y verdaderos principios de la ciencia, por D. Patricio de Anca-rale.

siempre cuanto á ia ciencia se refiere. Si este hasido, como usted dice, «ferviente panegirista delpiovimiento intelectual de España en el siglo XVI,no lo estimo yo menos.

Quizás usted y el Sr. Menendez Pelayo creen queel espíritu de escuela, de que me considero á Diosgracias completamente libre, ha oscurecido en míeste respeto heredado por las glorias científicas dela patria; pero por fortuna puedo sacarles de esteerror, que consiste en considerar enemigo de aque-llas al krausismo, recordando lo que uno de los másdistinguidos representantes de esta doctrina decíaprecisamente al hacer la crítica de la ExposiciónMstórico-critica de los sistemas filosóficos modernos.Era esta para el Sr. D. Federico Castro la únicaobra «en que se apreciaban seriamente la influen-cia y el valor de nuestros místicos del siglo XVI,mientras que atacando errores añejos y mal intencio-nados, claramente se mostraba que no faltó geniopara trascendentales especulaciones en un país que,apenas halla lugar en la civilización romana, en-gendra en Séneca el mayor de los filósofos provin-ciales, que con San Isidoro prepara y domina todala ciencia de los siglos medios, que maravilla conLulio, que contribuye como el que más al desper-tar de las letras, que con Vives, Huarte y GómezPereira precede á Bacon y Descartes, que con FoxoMorcillo realiza, al decir de Bosvin, la tentativamás feliz de conciliación entre Platón y Aristóteles,esos luminares mayores de la filosofía griega, y conServet, Santa Teresa y San Juan de la Cruz intentala más difícil empresa de conciliar el resultado detoda la antigua cultura del neo-platonismo con elcristianismo.» Y dice más adelante el crítico krau-sista, que aspiramos á fundar como los pueblosmás adelantados, «un derecho, una ciencia, un artemodernos, pero es una ciencia, un derecho y unarte españoles lo que debemos fundar, ó nuestranacionalidad desaparece.» En otro pasaje habla decuánto pueden contribuir semejantes esfuerzos «áaclarar la filiación de las ideas y d deslindar el lu-gar que de derecho nos pertenezca en la historia dela Mosofía; y quién sabe si acaso á descubrir al-gunos de esos tesoros que se perderían para las ge-neraciones venideras carcomidos por el polvo delas bibliotecas, sin que una mano amiga les ayudeá aumentar el catálogo de nuestras glorias.» Yañade luego: «pero si esta necesidad era generaly como instintivamente vislumbrada, pertenece alSr. Azcárate la honra de haberla formulado; tenda-mos á crear una filosofía española: hó aquí elblanco y el resumen de su exposición de los siste-mas filosóficos modernos y verdaderos principiosde la ciencia.» Y concluye por fin con estas pala-bras: «Queremos una filosofía, porque somos hom-bres; una filosofía para nuestro siglo, porque es en

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N.° G. AZCÁRATE. LA FILOSOFÍA ESPAÑOLA. 593

el XIX y no en el XVI en el que vivimos; una filo-sofía apropiada á nuestro país, porque somos espa-ñoles (1).

Ahí tiene usted, amigo mió, frases y expresionesque parecen escritas por usted ó por alguno de suscolaboradores. No hay, por tanto, prejuicios siste-máticos que me impidan recordar lo escrito por el«ferviente panegirista del movimiento intelectual deEspaña en el siglo XVI.» ¿Dónde ni cuándo lo henegado yo? Usted supone que he dicho que la vidacientífica de España estuvo oprimida y paralizadapor completo durante el período que corre desdelos Reyes Católicos hasta la guerra de la Indepen-dencia; y esto no es exacto, pues, sobre no habersido tan absoluta mi afirmación, al decir durante tressiglos, quería dar á entender las postrimerías del XVI,el XVII y el XVIII, y los comienzos del presento,con lo cual dejaba á salvo, tal era mi deseo, el des-envolvimiento científico del XVI. No habrá quien, alleer aquellas palabras mias, haya dejado de compren-der que aludía á una época de -decadencia, que todosreconocen, aunque la expliquen de distintos mo-dos, y la cual supone un florecimiento anterior quenadie ignora tampoco.

Ahora, si se pretende que este continuó sin inter-rupción; que no vino luego aquel «desastroso pe-ríodo que un publicista, por cierto nada sospechoso,llamaba un paréntesis en nuestra historia;» que sóloextranjeros ignorantes y españoles racionalistasculpan por ello á la Inquisición, cuando acaba dedecirlo en su lecho de muerte el conde de Monta-lambert, y como si no fuera católico quien dijo deaquella: ubisemper veritati rogus preparatus eral,francamente, amigo Laverde, esto ya es demasiado;porque por encima de todos los argumentos, delingenioso procedimiento de añadir á ciertos nom-bres la terminación ismo, y de todas las listas deescritores, no muchos para dos siglos, y eso que nose olvida ninguno, queda siempre esta indudableverdad, y es que si no se hubiera interrumpidoaquel movimiento, no lo ignoraríamos, y, sin em-bargo, tanto lo ignoramos, que los esfuerzos gene-rosos y patrióticos—me holgaría de tener fuerzaspara ofrecerlas y pretender un puesto en tan glo-riosa empresa—de los que trabajan para descubrirlo perdido y reanudar lo interrumpido, pasan paraalgunos por arranques de monomaniacos. ¿Cabe unaprueba más elocuente de que no sólo se agotó óatrofió nuestra originalidad en este orden, sino quehasta olvidamos lo sabido?

Además, mientras que nadie pone en duda la ricavida científica de nuestra patria en el siglo XVI, ylo propio sucede con el renacimiento filosófico denuestros dias de que todos somos testigos, ¿en que

Revúlu tbirlea del 30 de Diciembre de 1862.

TOMO VIH.

consiste que cuando se trata de estimar el valor delo producido en los siglos XVII y XVIII w t \

¿para qué averiguar si deliramos?

Sigan, sigan ustedes en su patriótico propósito.Dadas las condiciones de nuestro país, todo ese ar-dor y todo ese entusiasmo son precisos para conse-guir algo de lo que desean, y ese algo servirá porlo menos para «dar un solemne mentís á los soste-nedores de esa pobre opinión, aliento de medianías,que consiste en creer que la filosofía es un delirio,y que los que á ella se consagran son visionariosque elaboran en lo más encumbrado de la metafí-sica concepciones que ningún servicio real y efec-tivo prestan para mejorar las condiciones del hom-bre en este mundo.» El que esto decía hace algunosaños, añadía luego: «¡ah! sólo en nuestra sociedadespañola se profesa tan solemne absurdo, nacido dela raquítica educación científica que hemos recibidopor más de dos siglos (d).» Y hé aquí, mi buen amigo,cómo el ferviente panegirista del movimiento delsiglo XVI afirma también la interrupción á que yoaludía y de que tomó pié el Sr. Menendez Pelayopara escribir su primera carta. ¿Quiere usted que,á fin de evitar equivocadas interpretaciones, digayo por más de dos siglos, donde dije durante tres?Pues ya está usted complacido, porque en la reim-presión que estoy haciendo de aquellos artículos,he verificado ya esta enmienda, que ni quita ni dafuerza al hecho que allí cito como ejemplo.

Son tantas en los tiempos que corren las cosasque separan á los hombres, que es grato reducir sunúmero y aumentar el de aquellas que nos unen.Por esto, ya que estimemos de distinto modo lavida científica de nuestra patria en los siglos XVIIy XVj I y las causas de su postración, bueno esque conste que ni unos ni otros renegamos de lagloriosa tradición filosófica del siglo XVI, y que to-dos ansiamos la formación y desarrollo de la Filoso-fía española; así como también deseo hacer constarque, po'.' mi parte, no he olvidado, ni podía olvidar,los esfuerzos del primero que asignó el siglo XVIá España en la historia de la filosofía, sin que pre-juicios sistemáticos puedan llevarme á hacerlo,cuando uno de los más distinguidos representantesde la escuela de que se me supone ciego partidario,muy gratuitamente en verdad, pues que la simpatíaque me merece no estorba en lo más mínimo la in-dependencia de mi espíritu, dijo lo que trascritoqueda acerca del pasado y del porvenir de la Filo-sofía española, precisamente al juzgar la Exposiciónhistórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos.

Y como no era otro el fin que me ha movido á

(1) Prospecto de la Biblioteca filetóftca, publicado por D. Patriciode Azcárate en 1866.

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594 REVISTA EUROPEA. 5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 6 . N.° 141

escribir esta carta, aquí la pongo fin, no sin mani-festw antes, que, no obstante la antipatía con que us-ted mira las tendencias de la Filosofía moderna y laabsolución que otorga á ciertas formas de discusiónque, lejos de autorizarse con ejemplos de pasadostiempos, no tienen hoy disculpa alguna, y por esosin duda usted nunca las emplea, deseo vivamenteque á lo que he visto con pena llama usted sutestamento literario sigan numerosos codicilos y cé-dulas testamentarias.

Siempre suyo afectísimo amigo,GUMERSINDO DE AZCÁRATE.

Madrid 30 de Octubre do 1876.

CASTELAR.

(RECUERDOS DE ITALIA.—SEGUNDA PARTE.)

Doch du w arst mein ZeitverlreibGoldne Phantasie...

(Ttf eras entonces mi solaz, doradafantasía.)

GOBTHB.

La existencia de los monstruos en la naturalezaera un argumento con que se pretendía desconcertará los antiguos providencialistas: ¿cómo, si el dedode la sabiduría infinita preside la obra del Universo,se explican esas deformidades, esos desarrollosatrofiados á lo mejor, en que lodo puede imaginarsemenos el trabajo oculto de la idea? En cambio, sitodo es casualidad y determinismo, lo deforme, loinexplicable, lo feo y lo horrible tienen la explica-ción mejor, la de no necesitarla.

Hoy, que lo más corriente es la negación de lafinalidad ideal, puede preguntarse á los partidariosde la casualidad ciega, cómo se explican esos otrosmonstruos do virtud, de belleza ó de genio, pro-testa viva y elocuente, en lo finito, de lo ideal yeterno. Si todo es casual y azaroso, ¡qué extrañacasualidad la del genio!

Es, sin duda, excesiva la pretensión de los sabios,que sólo á nuestros senlidos quieren que prestemosi'e y aquiescencia, que nada digamos de cuanto den-tro de nosotros grita mostrándonos la luz de otroshorizontes. Pero es vano su empeño; y aun si ánosotros mismos queremos engañarnos volviendotodo el esfuerzo de la atención al exterior, á laspuras relaciones de los senlidos, no faltan magosdel arte que en esa misma naturaleza, que por loúnico real íbamos á tener, hagan aparecer contrasparencia hermosa la idea, lo absoluto, lo eternoque dentro de la conciencia procurábamos relegaral olvido.

Esta juventud que hoy crece en España ávida deejercicio intelectual, casi avergonzada de nuestro

retraso científico, busca, con más anhelo que discer-nimiento, las nuevas teorías, la última palabra dela ciencia, temerosa, más que del error, de quedarseatrás, de no recibir en sus pasmados ojos los másrecientes destellos del pensamiento europeo. Elpositivismo, ó lo que por tal palabra se significavulgarmente, ese conjunto de teorías que, tal vezopuestas entre sí, convienen en rechazar la posibi-lidad de toda ciencia de lo absoluto y comunicacióncon lo metafísico, va ganando terreno entre nos-otros, y aun los que han comenzado sus estudiosfilosóficos en las escuelas más exageradamenteidealistas, buscan conciertos y relaciones con esatendencia experimentalista que amenaza hacerseuniversal. En Francia misma, donde el espiritualis-mo, quizá superficial, de Cousin ha querido lucharcontra todas las innovaciones, hoy anhelan sus re-presentantes más autorizados buscar términos deavenencia con la novísima filosofía. ¡Qué mucho queentre nosotros, donde, dígase lo que se quiera, losestudios filosóficos no tienen arraigadas tradiciones,se vaya el ánimo, y tras él el pensamiento, por losderroteros que extraños pensadores nos señalan!

Sin embargo, antes de dejarnos arrastrar definiti-vamente por esa vía, debemos mirar atrás, y ver siá nuestra espalda queda algo grande, sublime, que,con nuevas voces y energía inesperada, nos llama ydetiene y nos dice que vamos al abismo.

Y sí que veremos y oiremos algo digno de aten-ción y admiración profunda, que por lo menos noshará contener el paso y meditar, con planta inmó-vil, en medio del camino.

Hablábamos del genio, teníamosle por inexplica-ble para la ciencia determinista y sensualista, y lellamábamos hechicero porque hace brotar de lasrocas, como Moisés, el puro manantial del esplri-tualismo. Y es verdad, ¿üuó casualidad de átomosencontrados ó do fuerzas acordes pudo dar porresultante esa imaginación deslumbradora, esa in-teligencia vidente, ese corazón amoroso, esa pala-bra milagrosa que, llamándose en el mundo Caste-lar, va sembrando por la tierra espiritualismo, re-negando de su propia esencia si es que no pasa defuerzas físicas y materia ciega? ¿O será más bienque el genio es la conciencia, es la idea tan íntimade sí, tan clara ante sus propios ojos, que irradia enforma de esplendores la verdad de su ser, la con-vicción de su naturaleza inmaterial, divina? No, elgenio no puede ser obra de la casualidad, y Caste-lar, como todos esos grandes apóstoles del espiri-tualismo, trae, con sólo su presencia, un argumentopoderoso en favor de sus ideas. Pero no basta eso;el genio halla el espíritu en la naturaleza misma;de opaca la hace trasparente, y como Fausto, porarte de Mefistófeles veía la imagen de Margarita átravés de los gruesos muros, este hombre viejo de

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N." 141 L . ALAS. CASTET.AR. 595

nuestro siglo, este sabio descontento, ve, á travésde la materia que parece inerte, por poder delgenio, la imagen del espíritu, también pura y blan-quísima, y de ella se enamora.

¡A cuántos hombres pensadores habrá sobrecogi-do este alarde espiritualista de Castelar quo se lla-ma Recuerdos de Italia, en medio de frios trabajosde ruina, de esos trabajos penosos que sirven paradescubrir dentro del alma algo quo tenemos por su-perstición, por antojo y l'antasía, y que fue algúntiempo altar sagrado, tabernáculo misterioso! Másdesoladoras que las ruinas que cubren la tierra, sonesas ruinas de pensamientos que el hombre de es-tos días va acumulando dentro de sí, y que, ya es-combros, todavía le agobian con su peso. Recuerdecada cual aquel cielo en que creyó de niño, cieloque con ser espacio no estaba en parte alguna, por-que estaba más arriba de todo: al borrarse de lafantasía esa mansión dichosa llena de luz sobrena-tural, ¡cómo se cerraron los horizontes, cuántos desus rayos perdió la claridad que alumbra el alma!Pero luego puede la razón alimentar nueva fe, másvaronil, más sublime; no se cree en el cielo, perose cree en los cielos; todos los astros son vivien-das; el universo está lleno, y la humanidad habitalo infinito; las almas van de mundo en mundo,como las aves de rama en rama... También estacreencia sostiene: somos gusanos, se nos dice, deeste planeta, y nuestra suerte de efímeros está pe-gada al terruño como el esclavo de la gleba. En-tonces el corazón, al sentir que le cortan las alas,al oir en nombre de la ciencia la terrible predic-ción «no volarás,» mira con tristeza á los cielos, yen las estrellas, esas promesas de eternidad, no vomás que sarcasmos.

Cuando á tal estado se llega, y hoy son muchoslos que llegan á tal estado, un libro como el deCastelar es 'ina tabla de salvación. Tal vez se abrenlas hojas por disfrutar el deleite del arte, que aunpara los desesperados es un bálsamo; pero al ter-minar la lectura, las lágrimas han rodado por lasmejillas, y se podría creer que vienen derochas dela conciencia: no son lágrimas de dolor, ni son lá-grimas de alegría; son lágrimas de conciencia:nuestra alma, negada por nosotros mismos, vivecomo planta descuidada en el fondo de nuestro sor;es el rosal del Paracleto: el soplo del genio, la pa-labra de Castelar viene á agitar sus fibras, que sonlas hojas, y el alma llora ese rocío.

El libro de Castelar viene, ante todo, á predicarel dogma del espíritu.

Pero es también muy común entre nosotros otrogran desaliento: los más piensan que se muerenuestra raza. Se oye hablar todos los dias de fata-lidad histórica, de leyes de selección: como lafuei'za, según se dice, vale por todo, la fuerza que

viene del Septentrión nos va á aplastar; y como nos-otros nos sentimos débiles y una historia muy largay borrascosa nos enseña que estamos viejos y gas-tados, nos parece inevitable la derrota, irremedia-ble la consunción. Los Recuerdos de Italia sontambién un himno valentísimo al espíritu latino, áesta raza que ha llenado hasta ahora los anales dela civilización. No quiere Caslelar la guerra de lasrazas ni aun el predominio de la nuestra; nadiecomo él ha sabido enaltecer el valor histórico, pro-videncial del germanismo, y aun para la familiaeslava ha tenido páginas muy elocuentes; pero sepuede reconocer la fuerza de los demás sin negar lapropia; es necesario que los pueblos latinos seanimen á la vida, que no se den por muertos y en-sayen el vigor de sus miembros. Por eso el ilustreorador compone sus libros de Francia y de Italia, ypor eso en cada palabra de sus obras escritas y desus discursos hay un recuerdo amoroso y un entu-siasta saludo para su querida España. ¿Qué misiónmás civilizadora que la de tales escritos y talesdiscursos? Nada hace tanta falta á estas nacioneshermanas como creer en su energía para ejercitarla voluntad, y unirse más cada vez para realizarjuntas lo que la civilización exige de ellas.

Castelar en Italia evoca la historia, estudia el artey pinta la naturaleza; y por milagro de su pasmosafantasía, la historia le muestra á las puertas de Ro-ma un compendio de todos sus anales, una conden-sación de todos los dias pasados, un sarcófago enque hay algunas cenizas de todos los pueblos muer-tos y hasta de todos los dioses olvidados. El arte leenseña restos de todos los ideales, sus contrastes,sus oposiciones y sus síntesis armónicas como enSan Marcos de Venecia; en Italia muere el espírituclásica, el espíritu helénico, resonando en los canto»de Virgilio el eco más puro y fiel de la epopeya ho-mérica; en Italia se canta la epopeya romántica, laiepopeya de la Edad Media, que es la comedia deDante. ¿Y la Naturaleza en Italia? ¡Qué alma enamo-rada de la Naturaleza no ha suspirado con Mignonpor el país donde florecen los limoneros, por lassombrías enramadas donde brillan las naranjas deoro! Estas campiñas, dice el autor, son las primerascampiñas del mundo. ¿Quién lo duda? La estética fí-sica reconoce que las zonas templadas son las queofrecen la naturaleza más bella, sin excesos de vidaloca como en el Ecuador y bajo los trópicos, sin lastristezas de la muerte como en las regiones polares;y entre todos los países de la zona templada, ¿quépaís como Italia? y sobre todo, ¡Italia pintada porCastelar! Porque es necesario pensar en esto paradar al genio todo lo que es suyo. Cualquiera ha sen-tido en la muda contemplación de un paisaje pro-funda emoción, acaso estático arrobamiento; perotrasladar al papel ó á los labios toda la belleza con-

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templada junta con la emoción sentida, solamentelo puede el orador poeta, el gran artista.

Si Castelar nos arranca de la frialdad infecunda denuestras dudas, y nos lleva tras sí al cielo de susideales, deberáse en parte al valor propio de losprincipios que invoca; pero otro tanto nos impele, ómás acaso, la fuerza, el encanto de su fantasía. Sufantasía; quizá este don precioso lo miran algunoscomo el pecado mayor del genio de Castelar: dicenque no le deja ver las cosas tales como son, quetiene la desgracia de Midas, porque todo lo que tocalo convierte en oro. Pero no miran que la fantasía enCastelar, como en todo gran poeta, tiene algo deprofecía, es intuición que adivina secretos, es amorque penetra en la esencia del objeto amado: la be-lleza pide unidad, aborrece la abstracción, como lanaturaleza se dijo que aborrecía el vacío, y las co-sas que á nuestra vista grosera sólo so presentanpor un lado y en el aspecto de las contradiciones,para el alma del artista aparecen en todo lo que sonrelacionadas en la armonía, porque la inspiraciónes como un imán que atrae á la luz todo lo que es-taba en la sombra; de aquí ese optimismo de Caste-lar para todas las grandes ideas, de aquí su espírituabierto á la más amplia tolerancia. Él mismo diceque á la asociación de ideas se deben muchos pen-samientos y muchas venturas; y esta facultad en élestá desarrollada de tal modo, que puede en pocotiempo recorrer el mundo físico y volver al espiri-tual, y juntarlos y compararlos; especie do ubicui-dad que revela en el hombro el quid divinum. Cas-telar ve cuadros completos; el paisaje solo le parecepoco: llega á Mantua, y en medio de la vasta cam-piña, en el centro de iluminación hace que SR apa-rezca Virgilio, y aquel hermoso panorama ya sólosirve para que en él se destaque la figura del poetarodeada de una aureola de esplritualismo. En Sor-rento, agarrado á la tierra, como si temiese caer almar, lamenta el desvío del Tasso, que no cantó supatria; pero hablando, hablando del poeta, él tam-bién abandona á Sorrento, y de corte en corte, yde desventura en desventura, sigue al maníaco hastala muerte, y despreciando casi su poema, canta sumartirio.

En la isla d3 Capri Castelar se entrega por com-pleto al amor de la naturaleza; pinta, mejor que laaurora de los rosados dedos, aquellas aguas, aque-llas dunas, aquellos montes; saltando de isla enisla, su fantasía corre ala Grecia, despierta el mundoclásico, y, como el Mágico prodigioso para deslum-hrar á su aprendiz teólogo trasladaba las montañasy provocaba el trueno, Castelar evoca el nombre deUlises, y sin piedad lo entrega á la lucha de los ma-res y á los encantos de Circe; y Hornero vuelve ásus viajes y á sus cantos, y todo el inundo griegosurge de sus cenizas al conjuro de este poeta ex-

traño cuya voz es más suave que la flauta de Pan,de este poeta cuyas palabras no son griegas y sinembargo son tan dulces y armoniosas que el orgu-llo helénico no puede llamarle bárbaro. En Caprihay misteriosa gruta en el mar; allí penetra el via-jero artista, y ante espectáculo no visto, al contem-plarse enfrente do maravillas que parecen de otrosmundos, hace que su palabra también se trasforme,se ilumine con las tintas mágicas, sobrenaturales deaquella región mitológica. Y haciendo un descubri-miento que es infantil y que es sublime, dice que«será aquel el sitio donde se mojó el Amor cantadoen su oda tercera por Anacreonte.» Este recuerdo,esta asociación do ideas es de un efecto inmenso;revela que Castelar tiene bastante poesía en el almay es bastante clásico para creer casi en la mitolo-gía. Polifemo, Galatea están en la orilla, y en con-templarles se recrea Teócrito, que cantó su idilio;otro poota, Bion, le grita á un muchachnelo queunta con liga la rama de un árbol:— Cuidado no pren-das al amor...—Pero de pronto se levanta una som-bra que todo lo oscurece, la sombra de un tirano,la sombra de Tiberio... y tras imprecación sublimeenmudece el cantor de tantas bellezas.

Todas callaron trémulas las aves.

Estremece el pensar qué sería de todos si, contralos esfuerzos de tantas almas secas que pretendenborrar los ciclos que la imaginación nos pinta, trashaber derrumbado el Empíreo, no se levantase lavoz potente del genio. Aquellas palabras de Hamlettan repetidas: «Hay muchas cosas en los cielos y enla tierra que no hemos penetrado,« dejan el campoabierto á la fantasía dorada, como la llamó Goethe;aquel poeta que,cuando niño, imaginaba que él eraun valeroso héroe, como el príncipe Pipi, que cru-zaba el mundo, y que sentado en opíparo banquetecon hermosa dama, recogía en sus besos tanto pla-cer, que quería morir. Y luego ese mismo poeta,perdió aquellos sueños y gritaba desesperado: «De-cidme, decidme cuál es el camino que me vuelva ámi ventura; quiero aquellas imágenes; mostradme,mostradme el camino...»

Bien haya el escritor sublime, el poeta sin par,que con la música de su palabra nos orienta en elcamino de la fantasía, que nos saca de la prosamezquina de la vida, tanto más peligrosa porquees sistemática , para conducirnos á los verjelesde su esplritualismo, que son muy parecidos á losjardines de Academo, nos va cantando por el ca-mino la leyenda de todos los siglos, la epopeyaeterna de la Idea... Por él nos animaremos acaso ábuenas obras, y nos creeremos capaces de llegar áser héroes... como el príncipe Pipi.

LEOPOLDO ALAS.

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N.° 141 L. V1DART. EL COMANDANTE V1I.LAMARTIN. 597

EL COMANDANTE VILLAMART1N

Y SUS ESCRITOS MILITARES.

I.

EL AUTOR EXPLICA LOS MOTIVOS QUE LE HAN IMPULSADO Á

ESCRIBIR ESTOS APUNTES CRÍTICO-BIOGRÁFICOS.

Cuenta el docto comentarista de la legislación mi-litar española, D. Antonio Vallecilio (1), que á lafama de la nueva táctica inventada por el rey de Pru-sia Federico II, con la que consiguió tan señaladasvictorias en sus gloriosas campañas de mediadosdel pasado siglo, se apresuraron todas las nacionesde Europa á mandar comisionados á Berlín, paraque del mejor modo que les fuera posible se ente-rasen de los principios en que dicha láctica se fun-daba y de las aplicaciones que de ella podían ha-cerse en los varios trances de la guerra. Comisio-nado, pues, por el Gobierno español, presentóse almonarca prusiano el general D. Juan Martin Alvarezde Sotomayor, y al manifestarle el encargo que sele había conferido, le contestó el rey que extrañabahubiese hecho un viaje á Prusia para aprender unatáctica que el había aprendido en España. Al oir es-tas palabras, quedóse confuso Alvarez de Sotoma-yor, no acertando á explicarse su verdadero senti-do, y comprendiendo el monarca la causa de su si-lencio, se apresuró á preguntarle si conocía lasReflexiones Militares del marqués de Santa Cruz deMarcenado, á lo cual contestó el general con visi-ble disgusto que, aunque tenía alguna idea de laexistencia de esa obra, no la había leído. El rey dePrusia le dijo entonces, quizá con exagerada mo-destia, que la táctica de que le juzgaban autor eo-taba deducida de los principios que se hallan esta-blecidos en las dichas Reflexiones Militares, y quepor esto decía haberla aprendido en España, pues sibien nunca había estado en la Península, debía suconocimiento á un autor español.

Si un general de nuestro ejército, que sin dudaalguna gozaría fama de entendido en su profesión,cuando se le comisionaba para estudiar los adelan-tamientos tácticos de las tropas prusianas, no habíaleido la obra española du ciencia militar que mayorrenombre ha alcanzado en las naciones extranjeras,no sería de extrañar, ánles bien parócenos natura-lísimo, que la mayor parle do los que lean estas lí-neas, ignorando la existencia de ciertas Nocionesdel arte militar que vieron la luz pública á princi-pios del año de 1863, se habrán preguntado con cu-riosidad: ¿Quién es el comandante Villamartin? ¿Quémérito pueden tener sus escritos militares cuando

(1) Véanse los artículos de este escritor que insertó El Etptritti Pü-Hico, diario político, en ios días 29 y 30 de Setiembre de 1864.

su nombre no so halla rodeado por la esplendenteaureola de la gloria, ni siquiera ha alcanzado cele-bridad notoria entre sus mismos contemporáneos?

Contestar á las anteriores preguntas, demostrandocon innegable evidencia que el nombre de D. Fran-cisco Villamartin debe ocupar un puesto entre losde nuestros más ilustres escritores didácticos delsiglo XIX, tal es el fin que nos proponemos realizaral escribir estos apuntes biográficos y bibliográ-ficos. Tiempo es ya de que, mediante el progresode la cultura patria, comience á negarse la tristeverdad que encierran las palabras del insigne Fei-jóo, cuando afirmaba que no conocía ningún autorespañol que no hubiese sido más alabado por losextranjeros que por sus compatriotas. Este hechotiene una explicación poco favorable para el carác-ter nacional; explicación que os cuestión de honra,que procuremos invalidar todos los que nos precia-mos de patriotas, en el sentido elevado que debedarse á esta palabra.

II.TENDENCIA FILOSÓFICA DEL PENSAMIENTO DEL

COMANDANTE VILLAMARTIN.

Hay una ciencia considerada como inútil, y quizácomo perjudicial, por todos los que jamás la hanestudiado. Esta ciencia se llama filosofía.

Los que ignoran las ciencias físico-naturales sabenrespetar la memoria de esos sabios que se llamanNewton y Búffon, Laplace y Humboldt. Los que ig-noran hasta las más elementales nociones de la me-tafísica, condenan como absurdos los sistemas cien-tíficos de Platón y de Santo Tomás, de Kant y deKrause.

¡La filosofía no sirve para nada!—exclaman ácoro^odos los que no saben qué cosa es filosofía.Imitando las palabras evangélicas, sólo debía con-testarse á tales exclamaciones, diciendo en son desúplica:—¡Perdonadlos, Dios de la verdad, porqueno saben lo que dicen!

No saben lo que dicen, pues el valor de toda obrahumana sólo puedo apreciarse en relación á la pri-mera verdad racionalmente conocida, que es laverdad filosófica.

No saben lo que dicen, pues si la razón humanano sirve para encontrar una primera verdad, fun-damento de todo juicio racional, imposible seríaencontrar la certeza en ninguna ciencia segunda.

No saben lo que dicen, pues los que niegan la.verdad de la ciencia filosófica, siguen también unísistema filosófico há mucho tiempo conocido. Si-guen las banderas del escepticismo, pero son es-cépticos inconscientes, y por esto hemos dicho:¡Perdonadlos, Dios de la verdad, porque no sabenlo que dicen!

¥ no se juzguen inoportunas las reflexiones que

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anteceden en la ocasión presente, en que vamos átratar de un libro en cuya portada se lee: Nocionesdel arte militar, por el capitán D. Francisco Villa-martin. El primer mérito que avalora el tratadodidáctico cuyo modesto titulo acabamos de tras-cribir, es su tendencia filosófica, la intuición cien-tífica de su autor, que al través de las varias mani-festaciones de esa lucha entre las colectividadeshumanas, que lleva el nombre de guerra, buscabasiempre la afirmación de principios permanentes yeternos superiores al continuo mudar de los hechoshistóricos.

Esa tendencia filosófica del poderoso ingenio deVillamartin se revela desde las primeras páginas desu notable libro, donde comienza señalando congran tino la suma dificultad que existe para deíinirexactamente, pues «toda la ciencia humana no sereduce á otra cosa sino á definir,» y al terminar suobra escribe estas notables consideraciones: «Másque el estudio concreto del arte militar, hemos que-rido hacer el de sus relaciones con la política y lasciencias del siglo. Estamos muy lejos de sospecharsiquiera que nuestro deseo se ha realizado, peroabrigamos el convencimiento de que este es elúnico medio de analizar la guerra, que no puedeser en historia un hecho fortuito, ni en filosofía unprincipio aislado, sino el término de una serie ló-gica, natural y precisa que recorre toda idea socialen su desarrollo complejo, desde que brota en lamente de un hombre, hasta que se encarna en lasleyes, en la educación, en los cultos, en las cien-cias, en todos los principios de la vida de unpueblo.»

III.FRAGMENTOS DEL JUICIO APOLOGÉTICO DE D. ANTONIO

VALLECILLO ACERCA BE LAS «NOCIONES DEL ARTE

MILITAR» DE VILLAMARTIN.

El decano de nuestros escritores militares con-temporáneos, D. Antonio Vallecillo, en un artículoque se insertó en los números de El Espíritu Pú-blico correspondientes á los dias 29 y 30 de Se-tiembre de 1864, tributó grandes elogios al librode Villamartin, exclamando en un momento de ge-neroso entusiasmo:

«¡Saludemoshoy, comenzando así á honrar envidaá nuestros ingenios esclarecidos, el nombre de Vi-llamartin, que pronto será contado, y sin temor deequivocarme lo digo, entre los más ilustres pensa-dores! ¡Saludemos al autor originalísimo, cuya obra,única en su género, tan necesaria ha de ser al mili-tar como provechosa al político, porque así éstecomo aquél, igual utilidad han de sacar de ella parala patria y aun para sí mismos!

»No desdeñemos, pues, perseverando en nues-tros hábitos de abandono, al primero que en metó-

dico y ordenado cuerpo de doctrina dice á la so-ciedad en general que «Napoleón I, militarmenteconsiderado, fue la última individualidad de otrossiglos (ó como si dijéramos, los del feudalismo), yque en consecuencia, la guerra ya no la hacen, enesta nueva era que alcanzamos, los príncipes, sinolos pueblos.»

»No al que nos advierte que la primera exigen-cia estratégica que hay que satisfacer es la sanciónpara la guerra de la opinión pública.

»No al que anunciando, por tales antecedentes,una nueva forma de guerra, añade, «porque lospueblos de hoy, tomando parte en la cosa pública,discuten el derecho de las causas, y dan su apoyoó interponen su veto; y para satisfacer estas nue-vas necesidades de la guerra moderna, se hace pre-ciso estudiar y aliar las instituciones militares conlas políticas, referir á un solo principio el esfuerzocomún de las fuerzas del ejército y los poderes dela sociedad, y fijar la armonía entre el sistema mi-litar de un país y el social de su ejército.»

»No al que hablando del espíritu público, de eseseñor del mundo, se expresa de este modo: «Exa-minemos los movimientos y maniobras que prece-dieron á Bailen, Albuera, Talavera y Vitoria; exa-minemos los del grande ejército antes de.Moscow,Dresde y Waterlóo: con estos mismos medios sehabía vencido cuatro años antes á ejércitos mejo-res: ¿por qué entonces no se venció? Porque unelemento nuevo tomaba parte en las batallas, ycambiaba la esencia y forma de la guerra, el espí-ritu público dentro de las filas y el pueblo fuera deellas. Abrámosle paso, que él es bueno en el ataque,porque va con el ejército, y magnífico en la de-fensa, porque está en el territorio; y si no le que-remos abrir paso, él penetrará y conmoverá todo;y si nos obstinamos en buscar nuestros modelos enlos tiempos de Federico, en hacer la guerra sincuidarnos de ese elemento nuevo, en organizarnuestros batallones sin darle participación, no ex-trañemos el ser magníficamente derrotados contoda nuestra ciencia y nuestros soberbios métodosá la francesa, austríaca ó prusiana.»

»No desdeñemos al que, describiendo esta pre-sente época y filosofando sobre ella, dice con tan-to sentimiento como verdad y novedad:

«Pues bien, la guerra, que de todas las artes sesirve y cambia de ser con los tiempos y las nacio-nes, lleva hoy también el sello de ese espíritu delsiglo (la celeridad). En las armas han querido su-primir el espacio, y en los movimientos el tiempo:ya la pólvora es lenta y torpe, y se quiere hallaruna cosa que la aventaje: la marcha de los proyec-tiles es corta y poco precisa; es necesario que labala llegue mucho más lejos y dé en el blanco exac-

I tamente: el tiempo de la carga es un tiempo pre-

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N.° 144 L. VIDART. EL COMANDANTE VILLAMART1N. 599cioso perdido para la muerte, y se necesitan fusilesque disparen al compás que oscila la péndola delreloj. Ya no se le dice al general vence, sino vencehoy mismo; ni al soldado marcha, sino llega, lucha,que tu pueblo impaciente espera, y desde la prensay la tribuna te dice con enojo que tardas.»

»No al que nos demuestra y enseña que «la lenti-tud táctica (según el sentido en que de ella se ocu-pa) trae la estratégica, tan en oposición con el es-píritu del siglo, con las necesidades políticas de lospueblos modernos y con la moral de la guerra ennuestro tiempo, que exigen victorias prontas y de-cisivas, ó la paz á cualquier precio, porque el cré-dito, esa cadena de oro que une á todas las nacio-nes, se rompe, y porque nuestra generación quie-re resolver en un dia el problema de muchasedades.»

»A1 contrario, pues, saludemos al que,"fundandoel nuevo Arte en hechos significativos y repetidos,inapreciados hasta el presente por unos y atribui-dos á la casualidad por otros, nos los da á conocercomo necesarios resultados de la aplicación á laguerra del espíritu del siglo, para que, puesto enarmonía el pueblo con el ejército, pueda aquelcomo único motor, y sea esto dicho en el mejorsentido de la palabra, dar el impulso proporcionadoá sus deseos y á sus medios, y operar esto desem-barazadamente con la eficacia adecuada al impul-so que para su acción, de su motor único reciba.»

IV.

INDICACIÓN DE LOS DOS PROCEDIMIENTOS QUE EXISTEN PARA

AVALORAR EL MÉRITO DE LAS OBRAS CIENTÍFICAS.

Después de leidos los párrafos del artículo delSr. Vallecillo que acabamos de trascribir, cabe pre-guntar: ¿Son hijos del irreflexivo entusiasmo ó de lameditada reflexión los elogios que hace del libro deVillamartin el ilustrado autor de los Comentarioshistóricos y eruditos á las Ordenanzas Militares?Para responder á esta pregunta se podrían seguirdos métodos. Sería el uno exponer los principios ge-nerales, el plan á que debe sujetarse un tratado delarte militar en esla segunda mitad del siglo XIX, yver hasta qué punto el libro del comandante Villa-martin se ajusta á las exigencias de las teorías di-dácticas, que hoy la ciencia acepta como verda-deras.

Este sistema de crítica tiene el grave inconve-niente de que las teorías, el criterio á que se so-mete el examen del libro, quizá pueda estar más ómenos influido por las opiniones personales del crí-tico; opiniones personales que acaso no siempre es-tarán de acuerdo con la última palabra de verdadcientífica.

Cabe también examinar el valor de una obra di-dáctica en relación á las que mayor fama gozan enel género a que ella pertenece; y este segundo sis-tema es el que vamos á seguir en la ocasión pre-sente.

Nosotros hemos leido con asidua atención lasMemoires militaires etpoliiiques (París, 1801), delgeneral inglés Lloyd; las Consideraciones sobre elarte de la guerra (Madrid, 1827), del barón deliogniat, traducidas y anotadas por D. Juan de laCarte; el Compendio del arte de la guerra (Ma-drid, 1840), del célebre Jomini, traducido al caste-llano por una sección de jefes del cuerpo de E. M.;el Esprit des institulions militaires (Paris, 1845),del mariscal Marmout; la Teoría de la gran guerra(Barcelona, 1850), del alemán Willisen, traducidapor el teniente coronel U. Ambrosio Garcés do Mar-silla; los Elementos da arte militar (Lisboa, 1864),del portugués D. Luis da Cámara Leme; y los tra-tados de Jaequinot do Presle, La-Pierre y Rocquan-court; nosotros hemos leido estos y algunos otroslibros, en todos los cuales se trata de resumir enbreve espacio los principios y teorías fundamenta-les del arte de la guerra, y seguu nuestro juicioque no pretendemos que sea infalible, pero sí ma-duramente meditado, las Nociones del arte militardel comandante D. Francisco Villamartin aventa-jan á todos los tratados que acabamos de indicar,tanto por la profundidad de las ideas que en suspáginas se desenvuelven, cuanto por el espírituampliamente progresivo de la mayor parte de lasapreciaciones que allí se formulan acerca de lapolítica y de la vida de la sociedad contemporánea.

No conocemos más que por extractos y artículoscríticos la célebre obra postuma del general Clau-sewitz, titulada De la guerra, y por lo tanto nopodamos examinar su valor científico en relacióncon el libro de que ahora tratamos; pero sabida esla tendencia escéptica del autor prusiano, que co-mienza afirmando: «que la guerra no es, hablandocon propiedad, ni un arle, ni una ciencia, sino tansolo un hecho do la actividad humana:» deduce ló-gicamente de esta premisa: «que la enseñanza dela guerra es imposible,» y sin embargo, escribe unlibro para enseñar el arte de la guerra.

Esta contradicción fundamental basta para com-prenderla falsa dirección del pensamiento de Clau-sewitz, y teniendo además en cuenta la circunstan-cia de que la muerte sorprendió á este autor en elcólera de 1831 sin que pudiese terminar su tratadode arte militar, por lo cual sólo han visto la luz pú-blica los seis primeros libros de que se había decomponer su estrategia y un fragmento de su Guíapara los combates, no nos parece aventurado afirmar,que el examen comparativo entre las Nociones delarte militar de Villamartin y la parte publicada de

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la obra de Clausewitz no podría dar desfavorableresultado para el escritor español.

En resumen, sin dejarnos lleva'1 por las exagera-ciones del amor propio nacional, creemos que fria ydesapasionadamente podemos decir que, entre lostratados del arte de la guerra que han visto la luzpública en lo que va corrido del siglo XIX, sin ex-cluir los que llevan en su portada los preclaros nom-bres de Lloyd, Jomini, Willisin, Marmont y Clause-witz, debe ocupar un puesto de preferencia lasNociones del arte militar de nuestro compatriota elcomandante de infantería D. Francisco Villamartin.

V.

EXPOSICIÓN DE LAS PRINCIPALES IDEAS CONTENIDAS EN EL

FOLLETO DE D. FRANCISCO VILLAMARTIN , TITULADO

«NAPOLEÓN III Y LA ACADEMIA DE CIENCIAS.»

En el año de 1864 se publicó en Madrid un folletoen cuya portada se leia: Napoleón III y la Acade-mia de Ciencias, por el capitán de infantería donFrancisco Villamartin, cuyo folleto comenzaba deesta suerte: «Hace pocos dias que el telégrafo nosha trasmitido la noticia de un extraño suceso, cuyaverdadera causa no podemos conocer, pues la quepor tal se da, carece, á nuestro juicio, de fuerza yde razón, ó ha sido mal interpretada por las corres-pondencias de Paris. La Academia de Francia, poruna mayoría de 34 votos contra 14, se ha negadoal establecimiento de una sala de ciencia militar,fundándose en que tal ciencia no existe, y se haprivado de contar entre sus miembros al Empera-dor, que, según se dice, hubiera ingresado en esasala. Desconocemos la estructura que tiene la Aca-demia... y los intereses y preocupaciones que al-berga en su seno; intereses y preocupaciones que,forzoso es decirlo, influyen en toda corporaciónpor ilustre y por independiente que sea... Aun pres-cindiendo de esto, puede ser que la Academia deFrancia tenga poderosos motivos para no accederá lo propuesto por Napoleón III: sin duda, la cien-cia militar no debe contarse en el grupo de cono-cimientos de ese instituto, ó tal vez no se consi-dere la sabiduría del Emperador, y esto sería ex-traño, á la altura de la de un académico. No nostoca discurrir acerca de estos motivos, ni preten-demos ser medidores de talentos ajenos; pero si escierto que el dictamen de los 34 se funda en que noexiste la ciencia militar, á riesgo de que se nos ta-che de pretenciosos y atrevidos y se nos considerecomo rebeldes á la autoridad de que reviste susjuicios una Asamblea de sabios, queremos decidirpor nosotros mismos, si hay en el saber humanoalgún orden de ideas, alguna serie de principiosfijos que pueda y deba llamarse ciencia militar.»

Después de algunas otras consideraciones, para

resolver el problema propuesto , Villamartin dis-curría en la forma siguiente:

«La causa primera do todo lo que existe no sehalla sometida á la inspección del hombre. La se-gunda causa, el alfa, el axioma de la razón ó delsentimiento, y permítase este consorcio de ideas,cada fenómeno físico ó psicológico, cada rayo deluz que atraviesa el caos del saber humano, eso esun principio. ¿Y qué es la ciencia? Es el movimientode las cosas por principios, dicen unos: el desarro-llo de un principio, dicen otros: la investigación delas propiedades y funciones de todo lo que existe;la fórmula de una ley de la creación; una de las ir-radiaciones de la Inteligencia infinita, decimos nos-otros. Allí donde aparece un hecho primitivo que nosea producto de las fuerzas del hombre; allí dondese verifica un fenómeno natural ó moral cuyo gé-nesis no ven la inteligencia y la voluntad humana,allí está el principio, de allí parte una ciencia, face-ta de ese inmenso brillante que se llama filosofía.Si se desciende algo más... sise quieren satisfacerlas necesidades humanas valiéndose del movimientode un principio ó de la ley de un fenómeno natural-ese es el arte; porque el hombre primero ve conasombro, luego contempla con análisis, despuéscompone por la síntesis, y, por último, imita y uti-liza en beneficio suyo las fuerzas de la naturaleza.»

Pasa después Villamartin á indicar la división fun-damental de la ciencia, que, según su juicio, se di-vide en Teología, ciencia de las causas creadoras;Cosmología, ciencia del mundo, y Antropología,ciencia del hombre. Presenta después varias de lassubdivisiones necesarias de estas ciencias funda-mentales, y llegando al grupo que forman las cien-cias morales y políticas, dice: «Y aquí es donde nosdebemos detener, porque en este grupo es dondese hallan la legislación y la guerra;» y para aclarareste concepto, así como el de la relación entre laciencia y el arte, después de algunas consideracio-nes generales, escribe lo siguiente:

«Cuando el jurisperito se eleva al derecho cons-tituyente, está en plena ciencia; si desciende al de-recho constituido, á la aplicación de la legalidad yaproclamada, pasa de la ciencia al arte. Cuando dis-cute acerca de la pena de muerte, discuto un prin-cipio científico; cuando, dado el Código de enjuicia-miento y el penal, quiere aplicarlo á un caso con-creto, está en el arte.»

Tratando después Villamartin de explicar el con-cepto de la ciencia política (para llegar por estecamino á la ciencia de la guerra), señala su relacióncon la jurisprudencia, diciendo lo siguiente:

«Semejante es en su fundamento la Política, ymuy enlazada con esta ciencia (la jurisprudencia).Su principio determinante es la sociedad, como he-cho preexistente y necesario: su desarrollo es el

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estudio de las relaciones sociales en su manifesta-ción pública; y su fin es investigar lo útil y lo justoen la armonía de esas relaciones, y de acuerdo conla legislación... Pues bien: en este grupo nebuloso;en ese oscuro fondo del saber humano; ahí dondese amasan las ciencias naturales con las morales ypolíticas, lo que más se destaca, aquello cuyo con-torno aparente es más distinto, es la ciencia militar.Veamos si corresponde esta palabra á lo que porciencia han entendido todos los filósofos.

»I,a guerra es un fenómeno natural á la vez quesocial: aparece con el hambre, germina en la fami-lia, crece con la tribu, y llega á su apogeo en lanación; continuando así la marcha misma de la so-ciedad, sometida á la indeclinable ley del progreso.Está en la naturaleza, porque está en el modo desor de los pueblos; es un hecho absoluto, el efectode una causa superior al hombre; os la consecuen-cia de un principio del Cosmos. Por lo que afecta ála materia, os una ley de la creación, uno de losmodos que tiene esa misma materia para cambiarde forma; suprimidla, y el equilibrio desaparece,porque habréis suprimido uno do los medios de esoque se llama destrucción, y todos están contadospara compensarlos con las fuerzas creadoras. Por loque afecta á la sociedad, es una ley moral; supri-midla, y el equilibrio en las fuerzas sociales des-aparece, porque habréis suprimido el flujo y reflujodel Océano político, la compensación de principiosopuestos, las transacciones entre los intereses hu-manos, y esto es lo que constituye la sociedad...Los que creen en la paz perpetua no han queridocontemplar la armonía que existo entre todos losprincipios constitutivos del universo por la compen-sación y la lucha de ellos... La guerra es ruda, esviolenta, es superior al hombre; ¿y qué no lo es?Suprimid los tormentos, las enfermedades, el calordel estío y los hielos del invierno; suprimid lamuerte misma, porque todo esto es superior al hom-bre, y habréis levantado otro mundo con otra sín-tesis... El conocimiento de la ley á que obedece esefenómeno material y social, si no es ciencia, ¿quées? Y por otra parte, el estudio del agente visiblede esa fuerza... el ejército considerado en sí mismocomo hecho coexistente con la guerra; la ley de sucomposición y el análisis de su poder, ¿no es tam-bién una parte de esa ciencia? ¿No es el desarrollode un principio, la observación de un fenómeno, unaeslabonada serie de verdades filosóficas? Por eso nohay profundo pensador que de guerra haya escritoque no use las palabras de filosofía de la guerra,metafísica de la guerra, principios de la guerra,ciencia militar, y otras que alejan de sí !a idea dearte.

«Cuando se hace funcionar al ejército según suorganización accidental; cuando se da la batalla, severifica la conquista ó se lleva á cabo la expedi-ción, esto es arte, un arte sublime que vive de to-dos los conocimientos humanos, pero al fin arte;mas cuando se legisla para el ejército ó para laguerra; cuando se aprecia filosóficamente este fen<3-meno y se le sigue paso á paso, con la historia porguía, y so estudia la relación entre los efectos ylas causas, esto es ciencia, porque es una serie deprincipios fijos, unos observados y otros presenti-dos por la razón humana.»

Luis VIDART.(Continuará.)

APUNTES CRÍTICOS.

¿t>ué acontecimientos literarios ó científicos nosreservan los tiempos para que demos comienzo ánuestra tarea crítica?

El otoño, la estación suave y melancólica queapaga ¡os ardores del estío, llama á nuestros hom-bres do letras que, alejados y dispersos, paseabanno há mucho sus miradas por la tersa superficie delMediterráneo, ó las sumían en los cuadros tempes-tuosos del Océano.

Cargados de recuerdos y de fresca inspiración,tornan á este ruidoso centro, los poetas para des-cribirnos los bellos espectáculos en que há poco seextasiaban, los eruditos para comunicarnos algunode sus peregrinos inventos, los filósofos para ofre-cernos el fruto de sus silenciosas meditaciones.

El deseado retorno de la sociedad selecta puededecirse que so ha efectuado casi totalmente. PerohasM ahora, aunque exista entre nosotros infusiónde ideas y proyectos, y se vean flotando por la at-mósfera señales ciertas de un porvenir venturosopara las letras, es lo cierto que nada ó muy pocoha tomado forma.

Abren sus puertas en estos instantes los centroscientíficos y literarios; acuden los poetas con susobras al teatro para someterlas al fallo, torpe mu-chas veces, pero inapelable del empresario; anún-cianse tomos de poesías, novelas, traducciones defilósofos, discusiones interesantes, etc., etc.

Estamos leyendo el gran prólogo de las obras delaño próximo.

Mientras tanta risueña esperanza se realiza, per-mítasenos dedicar algunas palabras á las escasaspublicaciones que en estos dias hemos recibido.

Rolla, el bellísimo poema de Alfredo de Musset,el desgarrador epílogo del drama de la licencia, ha

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sido traducido en verso castellano por D. Ángel R.Chaves.

¡Lástima que el Sr. Chaves no haya sabido ha-cerse digno intérprete de una de las más hermosasobras del gran poeta francés! ¡Lástima que los lec-tores españoles no puedan gustar todas las deliciasy todos los encantos que se encierran en un númerotan corto de páginas!

Harémosle justicia, no obstante, observando que¡as versiones en verso son por extremo difíciles ydelicadas, y exigen de parte del traductor una asi-milación, poco frecuente por desgracia, dolos sen-timientos que inspiran y animan al poeta. Aun conesto, pudiera exigírsele al Sr. Chaves mayor facili-dad en la versión, mejor gusto en las imágenes queañade al original y más concisión al expresar losrasgos salientes del poema.

El drama del Sr. Vidart, titulado Cuestión de amo-res, es otra de las obras que han salido á luz re-cientemente.

El conocido escritor militar nos da con él unaprueba más de su ingenio y de su gusto. Reconoci-das todas las dificultades que encierra el drama enprosa, diremos que el del Sr. Vidart reúne cualida-des poco comunes, por el tejido sencillo ó intere-sante del argumento, por la animación del diálogo(cosa que echábamos de menos en el primero quedio á luz con el título de Pena sin culpa) y porsu dicción correcta y fácil. Adverlirémosle, sinembargo, que no son caracteres dramáticos losforjados exclusivamente en las fraguas de la per-versión, del cinismo ó de la audacia, como el Mejíade su obra, almas sin calor, y que por lo mismo nopueden producir el movimiento. Fáciles son de con-cebir y hasta de admirar en la escena caracteresque ejecuten crímenes mil veces más horrendosque los que el Sr. Vidart achaca al suyo, perosiempre bajo un supuesto, el de que se muevan yobren por pasión. Los perversos vulgares no me-recen el honor de pisar el escenario. También acu-sam algunas escenas falta de experiencia y conoci-miento escénico por parte del autor, pero al propiotiempo nos complacemos en consignar que el señorViidart ha progresado grandemente en este su últimodirama.

Pueda el ilustrado autor de tantas y !.an estima-bles obras segui" progresando de esto modo, y nodude que alcanzará en el teatro muchos y mere-cidos lauros.

Hemos recibido con estas producciones el últimode los tomos publicados por D. Francisco Lastressobre Jurisprudencia popular. Se estudian en éltodas las relaciones jurídicas comprendidas en lapatria potestad, y, como los anteriores, cumple muybien por su exposición clara y metódica la modestamisión de popularizar el derecho civil.

Todavía tenemos que enterar á nuestros lectoresde la traducción en prosa del Année terrible deVíctor Hugo, que acaba de publicar el Sr. D. MarianoBlanch. Los muchos perdones que el traductorpide al público en la advertencia que la precedeno son bastante á dispensarle las innumerables in-correcciones de su versión.

Con dolorosa sorpresa hemos registrado los dis-cursos académicos pronunciados esto año en la so-lemne apertura de nuestros institutos literarios.Cuando esperábamos ser testigos de meritorios es-fuerzos por parte del profesorado español para des-pertar la ciencia en nuestra patria del pasmo ó sus-pensión en que se encuentra; cuando pensábamosdar sabroso sustento á nuestra inteligencia con sa-bias y profundas indagaciones sobre algunos de losinfinitos problemas que hoy se ofrecen al científico,recibimos el cruel desengaño de recorrer sermonesindigestos ó diatribas descompuestas contra los úl-timos y más importantes progresos de la cultura hu-mana.

No es claro ni fácil de explicar lo que aquí acon-tece. Mientras el desenvolvimiento de las ideas y elaumento de horizontes se efectúa con pasmosaceleridad en todas las naciones europeas, satisfa-cen algunos de nuestros profesores su pueril orgu-llo en salpicar de lodo la noble faz de la filosofíacontemporánea.

El profesor de la universidad de Barcelona donCayetano Vidal y Valenciano, después de disertarsegún Dios le da á entender sobre el «concepto, ex-tensión y relaciones de la Geografía,» desata sus irascontra la Cosmografía, la Geología, la Biología, laPaleontología, la Antropología y la Etnología, atri-buyéndolas no sabemos cuántos absurdos y livian-dades, y terminando por calificarlas de rebeldes,infatuadas, delirantes, y otros adjetivos no menossonoros y gratos.

No recogeremos ninguna de las afirmaciones delerudito cuanto irritado catedrático, porque nada in-teresante podríamos ofrecer con ello á nuestroslectores. Todo el discurso gira en los estrechos lí-mites de un criterio exclusivamente tradicionalista,lo cual revola que el autor, 6 se halla afiliado sis-temáticamente á cierto linaje de ideas, ó no se hatomado el trabajo de estudiar las ciencias que mal-trata.

D. Francisco Javier Simonet, catedrático de árabeen la Universidad de Granada, adopta por tema de sudiscurso la biografía del teólogo Suarez, y cotí talmotivo no deja de aplicar una buena dosis de dis-ciplina á los funestos progresos de la época mo-derna, titulando á los filósofos del dia sofistas, pe-dantes y eruditos á la violeta, y haciendo un acá-

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bado panegírico de la Compañía de Jesús. En An-dalucía se respiran, pues, los mismos aires que enCataluña, y el Sr. Simonet pone cuanto está de suparte por acreditarnos ante los ojos del mundo ci-vilizado.

Otros catedráticos prefieren hacer leña del krau-sismo, acaso porque es la que hoy calienta más, yr.o sólo niegan todo valor científico á la escuela,sino que se entretienen seriamente en discutir elmérito de sus miembros.

Hasta el doctor D. José Saenz Navarrete, directordel colegio del Rasillo de Cameros, quiere traer ala barra (son sus palabras) al sistema de Krause.Y sin duda para darlo con ella en la cabeza, porquedespués de una exposición, todo lo infiel que esposible, de los principios de- la escuela, la dedicauna docena de reflexiones y exclamaciones desti-nadas á dar por tierra con todo el racionalismocontemporáneo. Tales reflexiones no pasan en filo-sofía de la primera enseñanza.

Admirados nos trae, y mucho, el que nuestrodigno profesorado escarnezca hasta tal punto loque es actualmente en todas partes tan respetabley respetado, sobre todo si llevamos la memoria álos notabilísimos trabajos leídos en años anterio-res. Tal vez se resuelva la dificultad teniendo pre-sente que hoy prepondera en los claustros univer-sitarios lo que ayer estaba arrinconado por viejo yenmohecido (1).

***La novedad intelectual de más nota que podemos

apreciar en esta crónica es la inauguración de laInstitución libre de enseñanza celebrada el 29 delpasado mes.

El nuevo centro docente se mostró á los que tu-vimos el gusto de asistir á su apertura, como tes-timonio irrefragable del triunfo de las nuevas ideas.Las sólidas bases sobre que descansa y el vigor ylozanía que este Instituto manifiesta, hacen presa-giar en él uno de los focos de luz más poderososque tendrá nuestra oscurecida nación. Brillante yconmovedor era el espectáculo que ofrecían susmodestos salones la tarde del 29. Los allí congre-gados, ilustres y encanecidos profesores, patricioseminentes y conocidos literatos, daban al acto unaimportancia y una solemnidad que contrastaba no-tablemente con la sencillez del adorno y decorado.Confesamos, sin embargo, que nuestros ojos sedirigían con interés más vivo hacia aquella multi-tud de jóvenes que á nuestro lado se apretaban paraescuchar y aprobar con insinuantes gestos las frasesatildadas, pero entusiastas, del discurso del Sr. Fi-

(1) Para el examen y juicio critico del discurso del profesor de la

Universidad Central Sr. Gutiérrez, puede verse el concienzudo estudio

que «cerca de él ha publicado el Sr. Azcáratt en la Rtvtitu de Etpañn.

guerola. Allá en lo profundo del corazón sentíamosestremecimientos de inefable alegría al repararaquellas juveniles frentes preocupadas por el cultogeneroso de la ciencia. Algo nos estaba diciendoque en aquellas cabezas germinaba un porvenir.Nuestra patria demanda una renovación con pre-miosa urgencia, y la solicita de quien puede dár-sela, de la juventud estudiosa.

Si ha existido alguna época en que fuese necesa-rio el concurso de los hombres de letras y el cultode la ciencia para reformar y regenerar un país, esseguramente la que estamos atravesando. Apagadoel entusiasmo que en tiempos anteriores desperta-ran objetos que ya no satisfacen ó ideales desterra-dos de la vida, menguada la fe y oscurecidos losprincipios, precipítase nuestra sociedad por las sen-das tenebrosas del escepticismo y de la duda. Estaduda no señala por desdicha estados provisionalesdel pensamiento, concentración de las fuerzas delespíritu para acometer con más denuedo la investi-gación de la verdad, sino condiciones permanen-tes de una sociedad carcomida y vetusta. Erigidala duda en principio, no deja de manifestarse muypronto en el hecho por una merma escandalosa dela moralidad y un rebajamiento de caracteres in-sostenible por más tiempo. La ignorancia nos aho-ga y nos humilla. Es la remora más formidable quese opone al perfeccionamiento de nuestras formaspolíticas.

Asi lo hizo constar el Sr. Figuerola, cuyo discur-so viene á representar una protesta enérgica, perocortés y mesurada, contra los excesos de la igno-rancia de abajo y de arriba. Al docto profesor lepesan como losa de plomo los ochenta de los cien-to que no saben leer y escribir. A nosotros nospesiin aún más los diez y nueve de esos veintecuya incipiente ilustración les sirve para aupar yno para contribuir á la mejora de su patria.

ARMANDO PALACIO VALDÉS.

LOS IDIOMAS DE LA AMÉRICA LATINA. *

Reseña biograftco-bibliográjica.

ALDAMA.—NO sabemos el pueblo en que vio la luzel Sr. D. José Agustín Aldama y Guevara, presbíteromuy distinguido y que desempeñó varios curatosen el arzobispado de Méjico en el siglo anterior.

Escribió un Arte de la le.igua mexicana, cuyaobra está impresa en la imprenta nueva de la Biblio-teca mexicana, frente al convento de San Agusün:año de 1754.

Véate el número anterior, pftf. 872.

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En el Prólogo al que intenta, aprender esta lengua,dice el autor ser su libro «compendio propio ypuro de las Gramáticas de la lengua mexicana quecompusieron los RR. PP. Molina, Avila, Rincón, Be-tancurt, Horacio Carochi, Galdo, Pérez y D. Anto-nio Vázquez Gaztelú.»

Declara asimismo Aldama que el útil y bello tra-tado de los adverbios, se debe casi exclusivamenteal P. Horacio Carochi, que ha sido el primero entratar ese punto concienzudamente.

Tiene la singularidad el libro de Aldama de nohallarse numerado. Es de buena impresión.

Sobre el mérito de la obra, dejamos la palabra áuno de los calificadores, en cuyo informe se leenestos significativos conceptos: «Es un trabajo des-empeñado con verdad, y en que se hallan expuestaslas reglas gramaticales con admirable claridad, co-pia y método.»

Otro se expresa de esta manera:«Es sin duda Arte de artes, en lo puntual, conci-

so, claro, comprensivo y metódico.»Composición de este literato es el Alabado en

mejicano que copio á continuación:

ALABADO.Má cenca yectenchualo

Dios Tetatzin, Dios Ipiltzin,Dios espíritu Semtotzin,Caz cé Teolt imeixtintzitzin.

Ma huel (jencá icnelilmacho,Iéica ca techmochihuili,Cammach léehmocnelilia,Mochipa techmoenottili.

Má nó cemmahuizlililpIn ilhuicac Tlaxcaltzintli,In cánin catqui JesúsNelli Teótl, nelli oquitzinlti.

Yéhuátzin ómochinhtzinoIn tonoeayocapótzin,Inic tóchmomaquixtilizlea itlac.otlapallotzin.

Can ic ipampa itietzincoIn huel íebpocheihnápilli

Toyeco totlalnacayoDios Ipiltzin quimocuilí.

Yéhuátzin in qualtin tlacállhuicatl quimmomaquilizCan ieuepca in amo qualtinIn mictlan quimrnollaxiliz.

Huel yuh commati in toyollo,Yuh tietcneltoquitia:Auh ipampa in totlatlalcolHuel cenca titomauhtia.

0_ueumach tolhuil tomaeehualIlhuicac papaquiliztli?Ca can iyo huel toenópilCemicac tlayohuiliztli.

Ic impampa, in te Mariatzin,Timitztotzatzililia:Má topan ximotlatolti,Ic cempaquiz toyolia.

Intlacamo huel TehuatzinTitechonmopaiehuiliz,Quen titlacá? Ca ya melli

Mochi Tlacatl cempolihuiz.Timopilhuam, Titonantzin;

Anca yuh timohuelcaquiltitzinoz.In toteicnotlatlauhtiliz.

Auh in ye tomiquilizpan,In Totocnohuácánantzin,Xicmanili momatzincoXicmocuili in tanimantzin.

MA IN MOGIIIHUA.

ANUNCIACIÓN. El nombre de Fr. Domingo de laAnunciación es muy citado por la mayor parte delos autores que, sobre cualquier materia, han es-crito en lengua mejicana, á causa de su pericia.

Nació en la villa do Fuenteovejuna (Murcia) en elaño 1510, y su apellido de familia era Ecija. Su pa-dre, Hernando de Ecija, tenía cuatro hijos; mas no-tando en Juan Domingo mayor ingenio, le tuvo par-ticular predilección, y se esmeró en educarle cuantoera dable en su localidad.

Encontrábase en la adolescencia cuando ocurrióla muerte del autor de sus dias, y habiendo deter-minado otro hermano pasar al nuevo mundo, Do-mingo se decidió á ir en su compañía. Tenía á lasazón 18 años de edad.

Poco tiempo después de su llegada á Méjico, en-tró de novicio en el convento de franciscanos de esaciudad, y en JSJll hizo su profesión, donde estudiócon empeño, siendo su maestro el célebre doctorBustamante.

Hechos sus estudios y recibidas las órdenes ecle-siásticas, «luego, dice el obispo üávila y Padilla, ledieron cargo de indios mexicanos, con quienes tra-bajó algunos años, poniendo un especial cuidado enaprender la lengua, con que salió tan aprovechada-mente que luego la enseñó á muchos, y escribió enen ella la Doctrina cristiana y otras muchas cosas,especialmente Materias predicables que, aun en eldia de hoy, aprovechan á muchos, y se imprimieronen México el año de 1545. El estilo que tenía, á losprincipios, era escribir su razonamiento ó pláticaen lengua castellana, y luego un buen intérprete laiba volviendo cuidadosamente, cláusula por cláu-sula, en lengua" mexicana, y él la tomaba de memo-ria para predicar á los indios.»

Hasta aquí Dávila en su Historia de Santiago deMéyico. La importancia de tal trabajo es bion clara.

Esto misionero desempeñó delicados cargos endiferentes conventos de su orden, con sumo acierto.

ALCÁZAR. Fr. Juan de Alcázar vio la luz primeraen Caleruega, provincia de Burgos.

En su pueblo se instruyó en primeras letras y enla lengua latina; mas habiendo muerto su padre,fuó á Méjico al lado de un tio que allí tenía: contabaentonces 17 años.

Estudió en la Universidad de Méjico algunas ma-terias y luego se hizo novicio en el convento de

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Santo Domingo de dicha capital, ordenándose ápoco tiempo de ya profeso.

Consigna un cronista que Alcázar era muy eru-dito en las lenguas mejicana y mapoteca, y que pre-dicaba en ambas continuamente con propiedad y ele-gancia (palabras del mismo).

Compuso Doctrina cristiana en lengua mapoteca,con equivalencia latina.

Floreció á mediados del siglo XVI y principios delsiguiente.

Murió en Méjico en 1S63.ARENAS. D. Pedro Arenas, español. Fue muy joven

á Méjico, donde se dedicó al comercio, según élmismo dice en el prólogo de su obra.

Escribió un « Vocabulario manual de las lenguasmexicana y castellana, en que se contienen las pre-guntas y respuestas más comunes y ordinarias quese suelen ofrecer en el trato y comunicación entreespañoles é indios.»

«Impreso con las licencias y aprobación necesa-rias: en México en la imprenta de Henrieo Martínez.»

Tomo en 8." de 283 páginas de buena impresión.El libro no dice, en la portada, el año; pero la

licencia dada por el virey de Nueva-España, mar-qués de Salinas, está fechada «en México á los vein-tiún días del mes de Enero de 1614 años.»

Dada orden por el Virey A Fr. Juan de Torque-mada (el famoso autor de la Monarquía indiana)para que revisase la obra, dictamina éste que os demucha utilidad, porque en breve tiempo sabrán losque le manejan lo más importante para entender yhacerse entender de los indios.

Y esta fue la idea del autor; por eso no es, comootros Vocabularios, una exposición alfabética de lasvoces con la correspondencia en otro idioma; otroes su género.

El libro de Arenas es un Manual de la conversa-ción, como los actualmente lan usados en todos losidiomas, y quizá á ese respecto haya sido elprimero.

Está dividido por asuntos; lo que debe decirse ycontestar al visitar á los enfermos, al preguntar ladirección y domas en los caminos; al comprar yvender diferentes objetos, como aves, caballos, ver-duras, etc. (1).

(1) En comprobación (le eale aserto, permítaseme copiar algunasfrases <ie tan curiosa obra.

Xiquitta ahpo itlá motech monequi: traducción: ¡Mira «i has menes-ter algo).

Macamo ximomamalí in nohuicpa: (No seas corto para conmigo).

Ca mocliipa noleclipa tiquiltaz in tlcin: (Siempre me hallarás para loque hubieres menester.)

Conca nícllapocamali in tlein no pampa oticcíiiuh: (En mucho est¡m0

lo que por mí hiciste.)Ahmo niemati iquin huel, nihuelitiz nimitztlaxtlahuiliz: (No sé cuan-

do podro pagarte.)

Mochi in notlatqui icca ín tlein ticncqulz: (Toda mi hacienda está á tu

mandar,)

Cuenta el autor que se decidió á componer dichaobrita en esa forma porque veía que todos los re-cien llegados tropezaban con grandes dificultadespara expresarse en mejicano, aunque comprasenVocabulario común (como á él mismo le ocurrió) yno todos podían aprender la gramática por princi-pios. Por eso, dice Arenas, cuando ya iba enten-diendo el idioma, ideó escribir todas las conversa-ciones más sencillas con personas que poseían lalengua del país con perfección, y que insensible-mente hizo un libro; y como viese que ese trabajoaprovechó y facilitó mucho á otros últimamente lle-gados de la Península, se decidió á imprimirlo.

Es, pues, un libro útilísimo y no menos curioso,además de ser ya muy raro.

BAUTISTA (Fray Juan José). Era este misionero na-tural del mismo vireinato de Méjico, aunque no sa-bemos el pueblo en que vio la luz; y es sensible queno podamos dar noticias de sus primeros años, es-tudios y demás, sí bien es cierto que hizo los prin-cipales en la Universidad de la capital y convento deSan Francisco.

Perlenecía á la orden do Franciscanos, y fue guar-dián del convento de Tetzcuco.

Un cronista apellida á este misionero varón doc-tísimo, y muchos historiadores dicen que era muyversado en el idioma mejicano, y hombre de buenconsejo.

En dicha lengua compuso varias Representacio-nes ó Autos, de correcto y elegante lenguaje, sobrediferentes motivos; pero la composición maestra,dicen casi todos los cronistas, fue un Sermón dehonras, pieza considerada como un modelo de lite-ralura anahuat.

También acabó de traducir al mismo idioma elKevnpis, y compuso Confesonario para indios, quealaban muchos por lo exquisito de la frase y el buenmétodo. Se halla impreso en la ciudad de Méjico.

Es también de este autor, y muy recomendable,el libro titulado Pláticas morales de los indios, obracitada por muchos escritores antiguos.

Este erudito franciscano era muy entendido en lalengua hebrea, y mediante esa circunstancia son demucho peso las razones que él aduce á fin de pro-bar el origen de la lengua mejicana de las asiáticas.

El Tulio mejicano, que por ese nombre se le co-nocía en aquel tiempo, no se limita, como otros, ensus investigaciones á buscar la analogía de muchasvoces de este lenguaje con otras de igual significa-ción en el idioma hebraico, sino que, poseyendo conperfección ambos, hace notar la intima conexión delsegundo con el primero en los modismos, rodeo dola frase y otras particularidades de la construcciónde los períodos. Prueba más convincente del paren-tesco de las dos lenguas que el mismo parecido delos vocablos, cualquiera que él sea, sin desconocer

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la grande importancia de la analogía de las vocesbien determinada.

BAUTISTA (Fray Juan Bautista Lagunas). Fue frailefranciscano y español, aunque no dice el cronista dequé provincia.

Vivió muchos años como misionero en varios pun-tos de América, y fue guardián del convento de Me-chonean.

Compuso y dojó impresos el Arte de la lengua ta-rasca y Catecismo de la doctrina cristiana en lapropia lengua.

Florero en el último tercio del siglo XVI.CARRANZA (Fray Diego). Natural del vallo del mis-

mo nombre, vino joven á Nueva-España, en el prin-cipio del siglo XVI.

Profesó en la orden de predicadores en el con-vento de Santo Domingo de Méjico, de edad de trein-ta años.

«Mandáronle, dice un cronista, los prelados á laprovincia Zapoteca, y aprendió aquella lengua concuriosidad y cuidado; y no se contentó con saberla,sino que aprendió la de los chontales, predicando yconfesando muchos años en esta. Es la tierra de loschontales muy desabrida y la lengua muy barbara.Este padre fue el primero que puso á los chontalesen policía; porque como eran los más bárbaros enlenguaje, lo mostraban también en su trato. Él fue elprimero que estudió la lengua ehontal, y. á quien sedebe la luz que hubo para que otros la supiesen.»

Compuso Doctrina cristiana en lengua ehontal yVocabulario de la misma.

Murió en Teoantepec, en viaje para Oaxac, por ha-bérsele agravado, con las aguas, una dolencia cró-nica que padecía, en el año de 1560.

ALVARADO. Bien escasas son las noticias que hepodido indagar sobre el Padre Francisco Alvarado,misionero dominico que en el siglo XVI floreció enMéjico.

Según el ilustrísimo obispo Dávila y Padilla en suHistoria de Santiago de Méjico, Alvarado era espa-ñol y «compuso é imprimió un Vocabulario de la len-gua mixteca, dejando además algunos trabajos his-tóricos.»

íNo cita cuáles sean.(CÓRDQVA (Fray Juan). Ignoro si este misionero era

peminsular ó ospafiol-americano.Él vivió muy al principio del siglo XVI en Nueva-

España, y fue provincial de varios conventos del vi-reinato de Méjico.

Compuso ó imprimió un Vocabulario de la lenguawpoteca con correspondencia castellana.

DÁVILA Y PADILLA (D. Antonio). Era este señor na-- tural de un pueblo de la laguna de Méjico, y en estaciudad recibió una esmerada educación.

Según su hermano, el historiador y obispo FrayAgustín, escribió un Arte para saber la lengua me-

jicana, la cual dio á luz en la capital del vireinato.Acerca de esta Gramática dice su señor hermano

que «redujo sus elegancias á método de más facili-dad y aprovechamiento, que es cosa de importanciapara los que traten de aprender aquella lengua.»

Con frases parecidas califica el libro de Dávila yPadilla otro escritor contemporáneo.

Carecemos de noticias biográficas del autor.DAVILA Y PADILLA (Fr. Agustín). Era mejicano:

tomó el hábito de franciscanos en 1579. Escribió eumejicano la Historia de la conquista; relación, diceun cronista, muy circunstanciada y de gran méritoliterario. Se tradujo al español.

Murió en 1604.ALVA. NO me ha sido posible indagar la patria del

Sr. D. Bartolomé de Alva, si bien me inclino á creerfuese mejicano.

Fuó presbítero y catedrático de lengua mejicanaen la Universidad de Méjico.

Estuvo considerado como uno de los más puroshablistas del idioma anahuat, y se le deben algunoslibros en esa lengua; siendo el titulado Pláticasdoctrinales, en mejicano con correspondencia cas-tellana, el más notable. Son también estimables losSermones en ese lenguaje, mas parece que escribió

i otros libros.Carezco de más datos sobre este autor, que mu-

chos citan como notabilidad en dicho idioma.CASTILLO. Fray Pedro Castillo fuó natural del va-

lle de Guriezo, hijo de pobres labradores. Despuésde aprender las primeras letras, entró novicio enel convento de frailes franciscanos déla villa de Al-mazan, en la provincia de Soria. Allí hizo sus estu-dios de humanidades y teología, y profesó en dichomonasterio, destinándosele á misionero para el Nue-vo Mundo después de ordenado.

Desembarcó en Veracruz, y después de haberaprendido el idioma mejicano, recorrió varias pro-vincias, sobre todas la de Tlaxealla y la de Xilotepec.

Para evangelizar en ciertas tribus se vio precisa-do á estudiar el idioma Otomí; ocupándose muchosratos en enseñarlo á otros padres, y para ello escri-bió el Arte de la lengua otoml y Vocabulario otomí-español, y viceversa.

En sus últimos años se quedó ciego, y con el finde poder seguir predicando á los Otomíes, hacíaquo algunos niños á quienes habia ^enseñado á leerle leyesen el Vocabulario y sermones, para no ol-vidar tan extraño idioma, mejor dicho, dialecto delmejicano.

Murió en Tula en el año de 1577.GAONA (Fr. Juan de Gaona). Nada sabemos acerca

de los primeros años de este castellano, que nacióen Burgos y tomó el hábito de franciscano en elconvento de su ciudad natal, cursando en el mismoartes y teología.

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F . C. SOBRON. LOS IDIOMAS AMERICANOS. 607

Fue á Paris, donde perfeccionó sus estudios,ampliándolos á otras ciencias y estudiando la len-gua griega.

A su regreso de Francia fue lector en la Univer-sidad y convento de Valiadolid, donde su fama erainmensa; por eso, dice la Crónica, la esposa delemperador Carlos V, doña Isabel, interesada en laconversión y gobierno de los indios, invitó al padreGaona para ese cometido, arribando al Nuovo-Mundoen. -1538.

Para poseer luego la lengua de los indígenas,dejó todos los otros estudios, dedicándose á apren-derla con esmero y hablarla con corrección.

Desempeñó varios cargos de su orden en Méjicoy otras provincias de Nueva-España.

Compuso en este idioma un libro con el título deColoquios sobre la religión cristiana, que está im-preso en Méjico en 4.° mayor.

Do esta obra dice el erudito Fr. Juan de Torque-mada que en su concepto, es lo más notable y másbien escrito en lengua mexicana; porque en pureza yelegancia excede á todos los demás, añadiendo queen su composición muestra el autor su elevado espí-ritu y grande sabiduría.

Laméntase también Torquemada que hayan des-aparecido otros libros que compuso Gaona, sin queviesen la luz, y escritos en mejicano. En castellanocompuso uno titulado Apología, que, como el pri-mero, está impreso en Méjico. Murió en 1575.

NEVÉ (D. Luis de Nevé y Molina), español-ameri-cano.

No me ha sido posible adquirir otras noticias deeste autor que las que apunta el limo, señor arzo-bispo D. Antonio Lorenzana, reducidas á que fueNevé catedrático de lengua otomí en el insigne se-minario tridentino; que compuso y dio á luz en Mé-jico la Gramática de la lengua oiomí y Vocabulariootomi-español.

Añade que era muy erudito, y qu,. se valió de élpara descifrar algunos gerogiiñcos de los indios.

HERRERA (Fr. Alonso). Castellano del valle de Bu-reba.

Estudió leyes en Salamanca, y concluidos sus es-tudios, pasó el noviciado en el convento de frailesfranciscanos de dicha ciudad, y ordenado se le des-tinó misionero á Méjico, desempeñando diferentescargos con saber y virtud. Fue guardián de variosconventos de aquel vireinato y desempeñó varioscargos.

Muy perito en el idioma mejicano, compuso enesa lengua Pláticas doctrinales para muchas fiestasde santos, con correspondencia castellana. Murióen Méjico en 1582, á edad muy avanzada.

Dicho libro está estimado por la elegancia del es-tilo y su pureza.

MOTOLLNU (Fr. Toribio). Era este misionero fran-

ciscano, natural de la villa de Benavente, y nadapositivo sabemos acerca de sus primeros años.

Profesó en la ói'den de San Francisco, en el con-vento de Santiago de Galicia, y fue uno de los doceprimeros que llegaron para evangelizar el Nuevo-Mundo, desembarcando en Veracruz.

Su apellido de familia era Benavente; mas comoobservase que los indios al verle decían Motolinia^indagó que equivalía á pobreza, por venir descalzoy con los hábitos remendados. Esto bastó para queél, que había hecho voto de pobreza, adoptase lavoz de los naturales como un apellido honorífico ytitulo glorioso, y así sollamó en adelante.

Señala la Crónica al P. Motolinia corno uno de losmás edilicantes y celosos en la conversión de losindígenas, fundando un colegio en Santiago de Tla-tilulco con el título de Santa Cruz, para educarniños de los indios, tarea en que fue incansableobrero.

Distinguíase, dice Torquemada, por una marcadaafición al estudio de las cosas naturales que por lanovedad impresionaban su mente.

Muy curioso en la observación de los fenómenosde la naturaleza, se trasladó á Nicaragua para estu-diar el famoso volcan de aquel punto. Y añade elautor de la Monarquía indiana, «era desto tan ami-go, que en teniendo relación cierta de estas mara-villas de naturaleza, las procuraba ver y las escri-bía para que otros las supiesen.»

Poseía con perfección el idioma anahuac y algu-nos dialectos.

Además de los manuscritos de historia natural(muy curiosos por ser los primeros de aquella par-to), se le deben los libros siguientes:

De Moribus indorum, un tomo en folio, en meji-cano y latin. Está impreso, pero es ya muy raro.

Doffirina cristiana en lengua mexicana.Relación de lo sucedido á los doce; historia de los

sucesos habidos desde la salida de España de él ydemás compañeros hasta su muerte.

Motolinia murió en- el convento de San Franciscode Méjico, asistido por el obispo de Xalisco D. Pe-dro Ayala, su amigo particular.

OLMOS. En la nobilísima ciudad de Burgos, y áíines del siglo XV, nació Andrés de Olmos. Parte desus primeros años los pasó en Olmos de Esgueva,provincia de Valiadolid, donde tenía una hermanacasada. Estudió cánones y lenguas en la Universi-dad de dicha ciudad, entró después fraile francis-cano en el convento de Burgos, desde el que fue aldel Abrojo, del que era guardián el célebre Fr. Juande Zumárraga.

Habiendo sido éste nombrado arzobispo de Méji-co, eligió á Olmos para que le acompañase en superegrinación, y, según el propio Zumárraga, paraque le sirviese de alivio, con su ciencia, en sus espi-

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rituales trabajos; embarcándose para el Nuevo-Mundo en -1525.

Ardía este hombre extraordinario en deseos deconvertir infieles, y con ese fin se dedicó al apren-dizaje de los idiomas, siendo tan perseverante ensu propósito, que se instruyó sucesivamente en laslenguas mexicana, totonaca, tepe faiay guaxteca, «quele parecieron, dice un historiador, de mayor nece-sidad y más universales,» pudiendo con ellas com-prender sin grande esfuerzo no pocos dialectos dolas mismas derivados, algunos de los cuales tambiénconocía.

Tal era su celo por evangelizar á los indios, quevivía entre los más bárbaros con la mayor confian-za, y como si no fueran gentes que se comían losunos á los otros con sobrada frecuencia.

Una sola vez estuvo á punto de ser devorado poruna tribu de salvajes; mas tuvo la suerte de ser átiempo socorrido por indios amigos.

Refieren varios cronistas, y sobre todos el padreJuan de Torquemada en su magnífica obra Monar-quía indiana, que merced á lo bien que poseía elP. Olmos los idiomas de los indígenas, y principal-mente por el talento, virtud y carácter bondadosode que estaba dotado, se había hecho querer detal manera entre los naturales, que aun ios de co-marcas más feroces obedecían á la más ligera insi-nuación suya. Era muy frecuente ver llegarse sumi-sos los más bárbaros de ciertas tribus, dando á estemisionero las muestras más cumplidas de cariñosadeferencia, diciéndole: ¡Andrés!! corno significán-dole, tú sólo puedes desarmarnos.

Más aún: tan grata era la memoria que dejó, tantoel amor que supo inspirar á aquellas gentes, que laveneración hacia su nombre alcanzó hasta muchosaños á los que vestían el hábito de su orden.

Por largo tiempo, al ver los salvajes de ciertasprovincias á un franciscano, dejaban á distancia susflechas, y postrándose ante él decían cariñosos ydeferentes: ¡Andrés!! indicando, en recuerdo de nues-tro amigo Fr. Andrés Olmos, te saludamos.

Eso hace el elogio del sacerdote caritativo y bon-dadoso que, solicito del bien, aliviaba á los bárbarosen sus tribulaciones, del maestro prudente que en-oeñaba con paciencia y con amor, del catequistaevangélico todo solicitud y caridad.

Las dotes de inteligente obrero de la ciencia co-locan á Olmos también en muy elevado rango.

Investigador diligente, no se contentó con estu-diar los idiomas; procuró conocer las tradiciones,las costumbres, los ritos de aquellos pueblos. Él fueel primero en descifrar los geroglíficos que entrañanla Historia y la Cosmogonía nakualt, como oportu-namente apunta ei grande barón de Humboldt.

Sus múltiples trabajos son una riquísima minapara el más sabio antropólogo.

Compuso este erudito misionero los libros quevan á continuación:, Gramática de la lengua megicana y Vocabulariomegicano español.

Arte de la lengua totonaca y Vocabulario de lamisma, con correspondencia castellana.

Arte de la lengua guaxteca y Vocabulario: todasellas impresas en Méjico, y todas de grande mérito.

Doctrina cristiana en lengua totonaca.Doctrina cristiana en lengua megicana.Doctrina cristiana en lengua guaxteca.Doctrina cristiana en lengua tepehua.Vocabulario de la lengua tepekua: también dados

á luz en dicha capital del antiguo vireinato.Escribió igualmente un Tratado de los sacrilegios,

cuyo fin está bien conocido por el mismo nombre:está en lengua mejicana.

Confesonario de indios, en mejicano; dice Tor-quemada que es de importancia en su clase y muyextenso.

Escribió y dio á luz una comedia en mejicano,que tituló Auto del juicio final. Esta pieza, cuyoasunto es tan fácil de comprender, se puso en es-cena por varios indios ensayados por el autor, re-presentándose en una plaza de Méjico decorada alefecto con todo aparato, á presencia del Virey, yasistiendo inmenso gentío. Atribúyenla grande ín-teres literario.

Dicha obrila, de la que se conservarán quizá muyraros ejemplares, so imprimió, como todas lasotras, en las prensas que Juan Pablos llevó á Méjico.

Pláticas que los señores megicanos hacían á sushijos, escrita también en idioma nahualt.

Es este precioso libro un verdadero código do lamoral de los indios del famoso imperio de Motee-zuma, y, por tanto, un monumento que da á cono-cer la cultura de aquel pueblo. Se dio á luz en Mé-jico.

Tales máximas le fueron comunicadas por variospersonajes indios en el mismo lenguaje sublimeque Olmos conservó en su traslado, hacienda enello un servicio á la ciencia al propio tiempo que ála literatura mejicana, de que era tan entusiasta.

La importancia de ese libro de moral megicanabajo el aspecto de la ciencia etnográfica no necesitaencarecerse. Él, mejor que la grandeza de los tem-plos y de los caminos, permite estudiar las ideasde las gentes de Nahualt; por tanto, es una inesti-mable joya para el antropólogo diligente.

Para comprender cuál sea su mérito literario,bastará decir lo que piensa sobre este asunto unode los más instruidos cronistas.

FÉLIX C. SOBRON.

(Continuará.)