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REVISTA EUR NÚM. 254. 5 BE ENERO DE 1879. ÁRBOL GENEALÓGICO É HISTORIA DELREINO DE LOS PROTISTAS. Las evoluciones individual y paleontológi- ca, comparadas entre sí y relacionadas con la anatomía comparada, nos han dado ocasión de comprobar el parentesco morfológico que existe entre los organismos, á la vez que nos han suministrado datos positivos sobre su ver- dadero parentesco y sobre su consanguinidad, la cual, según sabemos por la teoría de la des- cendencia, es la verdadera causa del parentes. co morfológico. Reuniendo y confrontando los resultados empíricos de la embriología, de la paleontología y de la anatomía comparada' y completando los resultados de cualquiera de estas ciencias con las- de los demás, llegare- mos á conocer aproximadamente la clasifica- ción natural que para constituye el árbol genealógico de los organismos. Pero en esto como en todo, los humanos conocimientos es- tán incompletos, lo cual consiste principal- mente en la gran imperfección y en los nu- merosos vacíos que existen en nuestros archi- vos paleontológicos. De aquí no se deduce, sin embargo, que por esta razón hayamos de re- nunciar á buscar la solución de este problema biológico, el más grande de todos, porque á pesar de lo imperfectos que son nuestros co - nocimientos embriológicos, paleontológicos y anatómicos, voy á demostrar cómo desde aho- ra podemos establecer hipotéticamente, aun- que de una manera aproximada, la genealo- gía de los organismos. Darwin no da en sus obras respuesta algu- na á esta especial cuestión de la teoría genea- lógica, limitándose á indicar de paso la hipó- tesis que establece que «los animales descien- den, cuando más, de cuatro ó cinco tipos ante- pasados ó primitivos, y que las plantas tienen el mismo número de tipos originales, ó tal vez menos.» Pero como entre estos tipos primor- diales Qxisten todavía huellas de parentesco; como los reinos animal y vegetal están á su vez unidos por formas de transición, Darwin termina su conjetura diciendo que «es muy verosímil que todos los sores orgánicos que han vivido en la tierra desciendan de una sola forma primitiva, á la cual el Creador animó TOMO XIII. con el soplo de la vida.» Tod'cfe\oá^*árjtíiaiirios de la teoría de la descendenciaTse'Kan conten- tado, á ejemplo de Darwin, con tratar la cues- tión de esta manera general, sin que ninguno se haya atrevido á abordarla ni á considerar «la clasificación natural» como el verdadero «árbol genealógico de los organismos.» Me lanzo, pues, á tan difícil empresa entregado á mis propios esfuerzos. Hace algunos años, en la introducción sis- temática de mi Historia general de la evolución —en el segundo tomo de mi Morpología gene- ral—he trazado hipotéticamente algunos cua- dros genealógicos de los principales grupos or- gánicos, cuyo trabaj o constituyó la primera ten- tativa hecha en armonía con los datos de la teoría evolutiva, para construir definitivamen- te el árbol genealógico del mundo orgánico. No se me han ocultado las extraordinarias di- ficultades que presentaba aquel problema; pe- ro al tratar de resolverlo, á pesar de todos los obstáculos que á ello se oponían, mi única pre- tensión ha sido abrir el camino á más afortu- nados trabajos. Es cierto que la mayor parte de los zoólogos y de los botánicos han quedado poco satisfechos de aquel primer ensayo, al menos en lo que se refiere al campo limitado del especial ramo científico de cada uno de ellos; pero en esto como en todo, es más fácil criticar que reformar con ventaja; y una vez que hasta la fecha no ha habido ningún natu- ralista que haya formado un árbol genealógi- co tííejor que el mió—ó alo menos distinto del mió—este solo hecho basta para probar la in- mensa dificultad que presenta este complicado problema. Así, pues, mis hipótesis genealógi- cas merecen ser tenidas en consideración, lo mismo que las demás hipótesis científica» in- vocadas para explicar otros hechos, en tanto no sean reemplazadas p6r otras que tengan más valor. Abrigo la esperanza de que esto ha de rea- lizarse pronto, y me consideraré muy dichoso si mi ensayo impele á muchos naturalistas á formar, á lo menos en los límites de su espe- cialidad, árboles genealógicos más exactos, de grupos aislados de animales y vegetales. An- dando el tiempo, reiteradas tentativas de esta clase enriquecerán la ciencia genealógica y la irán completando poco á poco, por más que se 1

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REVISTA EURNÚM. 254. 5 BE ENERO DE 1879.

ÁRBOL GENEALÓGICOÉ HISTORIA DEL REINO DE LOS PROTISTAS.

Las evoluciones individual y paleontológi-ca, comparadas entre sí y relacionadas con laanatomía comparada, nos han dado ocasiónde comprobar el parentesco morfológico queexiste entre los organismos, á la vez que noshan suministrado datos positivos sobre su ver-dadero parentesco y sobre su consanguinidad,la cual, según sabemos por la teoría de la des-cendencia, es la verdadera causa del parentes.co morfológico. Reuniendo y confrontandolos resultados empíricos de la embriología, dela paleontología y de la anatomía comparada'y completando los resultados de cualquiera deestas ciencias con las- de los demás, llegare-mos á conocer aproximadamente la clasifica-ción natural que para mí constituye el árbolgenealógico de los organismos. Pero en estocomo en todo, los humanos conocimientos es-tán incompletos, lo cual consiste principal-mente en la gran imperfección y en los nu-merosos vacíos que existen en nuestros archi-vos paleontológicos. De aquí no se deduce, sinembargo, que por esta razón hayamos de re-nunciar á buscar la solución de este problemabiológico, el más grande de todos, porque ápesar de lo imperfectos que son nuestros co -nocimientos embriológicos, paleontológicos yanatómicos, voy á demostrar cómo desde aho-ra podemos establecer hipotéticamente, aun-que de una manera aproximada, la genealo-gía de los organismos.

Darwin no da en sus obras respuesta algu-na á esta especial cuestión de la teoría genea-lógica, limitándose á indicar de paso la hipó-tesis que establece que «los animales descien-den, cuando más, de cuatro ó cinco tipos ante-pasados ó primitivos, y que las plantas tienenel mismo número de tipos originales, ó tal vezmenos.» Pero como entre estos tipos primor-diales Qxisten todavía huellas de parentesco;como los reinos animal y vegetal están á suvez unidos por formas de transición, Darwintermina su conjetura diciendo que «es muyverosímil que todos los sores orgánicos quehan vivido en la tierra desciendan de una solaforma primitiva, á la cual el Creador animó

TOMO XIII.

con el soplo de la vida.» Tod'cfe\oá^*árjtíiaiiriosde la teoría de la descendenciaTse'Kan conten-tado, á ejemplo de Darwin, con tratar la cues-tión de esta manera general, sin que ningunose haya atrevido á abordarla ni á considerar«la clasificación natural» como el verdadero«árbol genealógico de los organismos.» Melanzo, pues, á tan difícil empresa entregado ámis propios esfuerzos.

Hace algunos años, en la introducción sis-temática de mi Historia general de la evolución—en el segundo tomo de mi Morpología gene-ral—he trazado hipotéticamente algunos cua-dros genealógicos de los principales grupos or-gánicos, cuyo trabaj o constituyó la primera ten-tativa hecha en armonía con los datos de lateoría evolutiva, para construir definitivamen-te el árbol genealógico del mundo orgánico.No se me han ocultado las extraordinarias di-ficultades que presentaba aquel problema; pe-ro al tratar de resolverlo, á pesar de todos losobstáculos que á ello se oponían, mi única pre-tensión ha sido abrir el camino á más afortu-nados trabajos. Es cierto que la mayor partede los zoólogos y de los botánicos han quedadopoco satisfechos de aquel primer ensayo, almenos en lo que se refiere al campo limitadodel especial ramo científico de cada uno deellos; pero en esto como en todo, es más fácilcriticar que reformar con ventaja; y una vezque hasta la fecha no ha habido ningún natu-ralista que haya formado un árbol genealógi-co tííejor que el mió—ó alo menos distinto delmió—este solo hecho basta para probar la in-mensa dificultad que presenta este complicadoproblema. Así, pues, mis hipótesis genealógi-cas merecen ser tenidas en consideración, lomismo que las demás hipótesis científica» in-vocadas para explicar otros hechos, en tantono sean reemplazadas p6r otras que tenganmás valor.

Abrigo la esperanza de que esto ha de rea-lizarse pronto, y me consideraré muy dichososi mi ensayo impele á muchos naturalistas áformar, á lo menos en los límites de su espe-cialidad, árboles genealógicos más exactos, degrupos aislados de animales y vegetales. An-dando el tiempo, reiteradas tentativas de estaclase enriquecerán la ciencia genealógica y lairán completando poco á poco, por más que se

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"> REVISTA EUROPEA.—5 DE ENERO DE 1879. NÚM. 254.

i ascgupa,r'<^uie niftjifeíi llegará á ser per-fecto el árbofg'cpeítlógic'o del mundo orgánico,porque siem|j|íe carecerentos de muchos docu-mentos pp.tónj^gicos, cuya pérdida es irre-parable, por etí^á razón nunca nos será posi-ble compulsar los archivos primitivos. Losprimeros organismos, los antepasados de to-dos los seres orgánicos, necesariamente debenser las móneras, simples glomórulos albumi-nóideos, blandos, amorfos, sin estructura ycompletamente desprovistos de partes sólidasy distintamente modeladas, cuyos sores, asícomo su posteridad inmediata, de ningunamanera pueden conservarse por fosilización.Por otra parte, según he indicado en la lecciónanterior, nos vemos privados de la mayor par-te de los innumerables documentos paleonto-lógicos, que serian indispensables para trazar,con conocimiento de causa, el verdadero árbolgenealógico del mundo orgánico. Si á pesar detodo me atrevo á lanzarme á esta problemáti-ca empresa, consiste esto en que cuento conel auxilio de otras dos series de documentosque pueden servirme de guia; cuyos documen-tos, que completan, á lo menos en lo esencial,los archivos paleontológicos, me los suminis-tran la ontogenia y la anatomía comparada.

Si se consultan cuidadosamente tan pre-ciosos documentos, comparándolos á la vezentre sí, al punto se descubre un hecho capi-tal, á saber: que la mayor parte de los orga-nismos, y en especial las plantas y los anima-les de orden superior, aunque están compues-tas de gran número de células, proceden de unhuevo, que es una célula completamente sen-cilla, un glóbulo de sustancia albuminóidea,que contiene otro corpúsculo de la misma na-turaleza, cual es el núcleo celular. Esta célu-la provista de un núcleo, aumenta de volu-men, y de ella procede por segmentación unconjunto celular que á su vez engendra, se-gún anteriormente os he indicado, por mediode la división del trabajo, las variadas formasde las especies animales y vegetales. Pode-mos seguir paso á paso esta evolución tanimportante y digna de admiración que á nues-tra vista se produce todos los dias en el des-arrollo embriológico de cada animal y de cadaplanta, ofreciéndonos más datos, que pudierandarnos todos los fósiles reunidos, sobre la evo-lución paleontológica, sobre el origen de to-dos los organismos policelulares y de todoslos vegetales y animales superiores; y comola ontogenia ó evolución embriológica es unasimple recapitulación de la evolución paleon-tológica, efectuada por la serie de los antepa-

sados, pedemos deducir de esto con seguridadque todos los animales y todos los vegetales poli-celulares deseiendende organismos unicelulares.Esta conclusión es tan sencilla como impor-tante. Los antepasados primitivos del hombre,como los de los demás mamíferos y los de to-dos los animales y vegetales policelulares, nofueron más que células aisladas. El huevo delos animales y la célula ovular de las plantasnos han revelado, pues, el interesante secretodel árbol genealógico de los organismos.: Silos adversarios de la teoría de la descenden-cia nos objetan que seria maravilloso, y porlo tanto incomprensible, que un organismo po-licelular, en extremo complejo, haya podidoproceder, á través de las edades geológicas, deun organismo unicelular, podemos responder-les simplemente que esta inconcebible mara-villa la vemos producirse todos los dias, por-que la embriología de los animales y vegeta-les nos reproduce con toda claridad, aunqueen un corto espacio de tiempo, la sucesión delas fases evolutivas recorridas por todos losgrupos orgánicos desde su origen, á través delos ciclos inmensos.

Los documentos embriológicos nos autori-zan para asegurar que todos los organismospolicelulares descienden originalmente de sim-ples células, de lo cual se deduce naturalmen-te que los reinos animal y vegetal procedende un tronco común. Pero las diversas célu-las-madres ó primitivas, de las cuales han sa-lido los grupos principales ó «tribus» de aque-llos dos reinos, pueden haber adquirido por símismas sus caracteres diferenciales, y portanto haber descendido de una célula primor-dial, ¡fie dónde procederían, pues, aquellascélulas ó aquella célula-madre primitiva? Paracontestar á esta cuestión fundamental de lagenealogía orgánica, tengo que recordarosmi teoría de los plástidas y la hipótesis de lageneración espontánea.

Según queda demostrado, no se puede atri-buir á la generación espontánea la produccióninmediata de las verdaderas células, sino lade las móneras, seres primitivos tan sencilloscomo podáis imaginaros, y organismos aná-logos á las protamibas, á los protomycotasactuales, etc. Aquellos corpúsculos mucosos,homogéneos, compuestos de una sustanciaalbuminóidea tan homogénea como la de uncristal inorgánico, pero.que sin embargo po-seen las dos fundamentales funciones orgáni-cas de la nutrición y generación, son los úni-cos que pueden haber nacido directamente ypor ontogenia de la materia orgánica, durante

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Nt'iM. 254. E. HAKCKEL.—ÁRBOL GENEALÓGICO.

el período laurentino. Mientras algunas mó-neras conservaban la sencillez de su primiti-va organización, otras se trasformaban pocoá poco en células, separándose un núcleo in-terno de su sustancia albuminóidea y homo-génea. Por otra parte, en virtud de la diferen-ciación se formó en la superficie de la sustan-cia celular una membrana externa, lo cual severificó en los cytodas sencillos ó sin núcleo,del mismo modo que en las células desnudasque contenían núcleo. Por medio de estos dossencillos fenómenos de diferenciación, es de-cir, por la formación de un núcleo interno yde una membrana externa, los rudimentarioscytodas primitivos, y las móneras, produjeronlas cuatro distintas clases de plástidas ó indi-viduos primitivos, de los cuales, por diferen-ciación y asociación, han descendido todoslos organismos.

Se presenta aquí otra dificultad que con-viene resolver antes de pasar adelante: lostroncos orgánicos, cytodas y móneras, lo mis-mo que las células-madres que he considera-do como los troncos origínales de las grandesdivisiones de los reinos animal y vegetal, ¿handescendido todos ellos de un solo tipo de mó-neras, ó ¡bien hay diversos troncos orgánicosde cada uno de los cuales ha descendido unaespecie particular de móneras en virtud deuna generación espontánea, también particu-lar é independiente? En otros términos: elmundo orgánico, ¿tiene todo él un origen co-mún, ó procede de múltiples actos de genera-ción espontánea? A primera vista parece queesta cuestión tiene gran importancia; pero unexamen más detenido de ella nos hace verque no la tiene, y que en el fondo hasta puedeser considerada como una cuestión secun-daria.

Empezaré por precisar y determinar conexactitud lo que entiendo por troneo ó líneaorgánica. Para mí la línea orgánica, elphylum,es la reunión de todos aquellos organismoscuya consanguinidad, establecida con pruebasanatómicas ó embriológicas, nos autoriza paraconsiderarlos como descendientes, en su orí-gen, de una forma común. Nuestras líneas ótribus son esencialmente idénticas alas «gran-des clases» ó «categorías principales,» cadauna de las cuales, según Darwin, solamentecomprende organismos consanguíneos, y delas cuales, en cada uno de los reinos orgáni-cos, no hay más que cuatro ó cinco. En el reinoanimal nuestras tribus responden próxima-mente á las cuatro ó seis grandes divisionesque desde Baer y Cuvier llaman los naturalis-

tas «tipos principales, agrupacionesgenerales,grupos,» etc. Baer y Cuvier no distinguen másque cuatro, á saber: 1.° los vertebrados; 2.° losarticulados; 3." los moluseos; 4.° tos radiados;pero en la actualidad se reconocen general-mente seis, á consecuencia de haber divididocada uno de los articulados y radiados en dosgrupos, que son: los articulados, en artrópodosy gusanos; y los radiados, en equinodermos yzoófitos. Por grande que sea la diversidad deforma y estructura de los animales compren-didos en cada uno de estos seis grupos, otrotanto se puede decir de las seis divisionesprincipales que reconoce la botánica moder-na, que son: 1.° las fanerógamas; 2.° los hele-ehos; 3." tos musgos; 4.° tos liqúenes; 5.° tos hon-gos.; C.° tos algas. Los tres últimos grupos tie-nen entre sí tan íntimas relaciones que se lospuede reunir en uno solo con el nombre de ta-llojltas, por oposición á los tres primeros. Elnúmero de- las tribus ó divisiones principalesdel reino vegetal queda en este caso reducidoá cuatro; pero como también se pueden reunirlos musgos y los heléchos con el nombre deprotallo fitas, el número de los grandes gruposqueda reducido á tres, que son: las faneróga-mas, las protallofltas y las tallofitas.

Pero existen poderosas razones anatómi-cas y embriológicas que hacen suponer queaun estas grandes divisiones ó tribus se rela-cionan por sus raíces, lo cual quiere decir quesus tipos más inferiores, más antiguos, sontambién consanguíneos. Un examen todavíamás detenido nos hace dar otro paso más, yaproximarnos á la hipótesis (de Darwin. Losdos árboles genealógicos de los reinos animaly vegetal se unen por sus bases; los animalesy ¡vegetales más inferiores ó más antiguosAscienden de una sola y única forma origirial.Claro es que según nuestra teoría, este prime-ro y común organismo no ha podido ser otroque una mónera producida por generaciouespontánea.

Es muy prudente que nos preguntemos sino seri a preferible detenernos, alo menos pro-visionalmente, antes desdar este último paso,admitiendo una consanguinidad verdadera so-lamente en cada grupo ó phylum de aquellosen que los hechos que nos presentan la anato-mía comparada, la ontogenia y la filogenia, nopermiten poner en duda un intimo parentesco;por más que podamos desde ahora asegurarque las dos formas principales de la hipótesisgenealógica son posibles, y predecir que, en elporvenir, los trabajos relativos al origen de losgrandes grupos orgánicos se harán en

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REVISTA EUROPEA.—5 DE ENERO DE 1879. NÚM. 254-

direcciones, inclinándose más ó menos haciauna ú otra. El objeto de la hipótesis genealógicamonogéniea ó monojilétiea es reducir cada unode los grupos orgánicos, así como su conjun-to, á una sola especie de mónera, nacida porgeneración espontánea. La hipótesis poligénieaó polifllétiea pretende, por el contrario, quehan nacido por generación espontánea distin-tas especies de móneras, de las cuales habránsalido las grandes clases orgánicas—líneas ótribus.—Estas dos hipótesis parece á primeravista que son radicalmente opuestas, pero enrealidad, la antítesis que entre ellas se presen-ta no tiene importancia, porque es absoluta-mente necesario que una y otra consideren lasmóneras como el primitivo origen de los orga-nismos. Pero como el cuerpo de todas las mó-neras no es más que un simple glóbulo de sus-tancia carbonada albuminóidea, homogénea yamorfa, las diferencias que existen entre lasdiversas móneras no pueden ser sino de natu-raleza química; son, pues, diferencias que re-siden en la constitución atómica de las diver-sas sustancias albuminóideas. Estas comple-jas y delicadas diferencias en la infinitamentevariada composición química de los cuerposalbuminóideos se escapan por ahora á nues-tros imperfectos procedimientos de observa-ción, y carecen, por consiguiente, de interésen la cuestión que nos ocupa.

Esta cuestión del origen único ó múlti-ple surge á cada paso al estudiar un grupogrande ó pequeño. En el reino vegetal, porejemplo, algunos botánicos se inclinan á ha-cer descender todas las plantas faneróga-mas de un solo tipo de helécho, mientrasotros, por el contrario, prefieren referir el orí-gen de los distintos grupos fanerogámicos ádiversos grupos de heléchos. Lo mismo sucedeen el reino animal: según algunos zoólogos,todos los mamíferos con placenta desciendende un solo tipo marsupial; y según otros, losdiversos grupos placentados proceden de va-rios grupos de marsupiales. Según los prime-ros, él género humano procede de un solo tiposimio, mientras para los segundos, las diver-sas especies humanas han procedido aislada-mente de diversas especies de simios. Sin de-clararme en este lugar partidario de una úotra opinión, no puedo menos de hacer notarque, en general, las hipótesis monogénicas ómonofiléticas merecen ser admitidas preferen-temente. Ya he examinado en otra lección lahipótesis de los centros de creación únicos, delas patrias especiales en que han nacido aisla-damente la mayor parte de las especies; y deconformidad con esta idea, debemos admitir

que cada grupo natural, sea grande ó peque-ño, se ha formado una sola vez y en un solopunto del globo. Sobre todo, en los grupos ani-males y vegetales, que están diferenciados deuna manera notable y colocados en los máselevados lugares de la escala, es indispensa-ble admitir esta primera raíz única, ó bien esteorigen monofilético; mientras, por el contra-rio, es muy posible que más adelante, cuandola teoría genealógica esté mejor estudiada, sepueda demostrar el origen polifilético de mu-chos grupos inferiores que pertenecen á losdos reinos orgánicos.

Por todas estas razones, creo más acerta-do admitir en el dia la teoría monofilética, enlos reinos animal y vegetal. Las seis tribusdel rei no animal se confundirían, según esto,en su origen, y las tres ó seis grandes divisio-nes ó tribus del reino vegetal descenderían deun primitivo tronco común. En cuanto al mo-do probable de parentesco entre estas tribus,me ocuparé de él en la próxima lección, por-que es preciso tratar, antes de nada, de un no-table grupo orgánico que no se puede colocar-ai monos de un modo natural, ni en el cuadrogenealógico del reino animal, ni en el del rei-no vegetal. Estos organismos, tan interesan-tes por todos conceptos, son los seres prima-rios ó protestas.

Existe en la forma exterior, en la estruc-tura íntima y en las funciones de la vida de to-dos los organismos que llamamos protistasuna mezcla singular de propiedades animalesy vegetales, que da por resultado la imposi-bilidad de colocarlos en ninguno de estos dosreinos, por cuya razón hace veinte años quese han entablado, con este motivo, inútiles óinterminables debates. Casi todos estos sé-res han sido descubiertos en esos últimoscincuenta años, desde que se les ha podidoobservar con más frecuencia por medio demás poderosos microscopios; pero tan lue-go como los naturalistas se han familiari-zado con aquellos organismos, no han ce-sado las discusiones sobre su verdadera na-turaleza y sobre el lugar que naturalmentedeben ocupar en la clasificación de los seresorgánicos; asi que, muchos han sido declara-dos animales por los botánicos y vegetalespor los zoólogos, rechazándolos de este modotodos los naturalistas; en tanto que otros hansido considerados á la vez animales y plantas,ó lo que es lo mismo, han sido disputados- poraquellos. Estas contradicciones no dependende la imperfección de nuestros conocimientosrelativos á los protistas, sino de la misma na-turaleza de aquellos seres; porque hay en rj-

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NÚM. 254. E. HÁECKEL.—ÁRBOL GENEALÓGICO.

gor en ellos una mezcla tan íntima de carac-teres animales y vegetales, que al colocar-los en uno ú otro reino no obedece cada clasi-ficador más que á su capricho. Según que sedé tal ó cual definición de ambos reinos, se-gún que se adopte tal ó aual particularidadcomo característica del animal ó de la planta,así se colocan las diversas clases de protistasen el uno ó en el otro reino. Esta incertidurn-bre procede de |la insuperable dificultad queha surgido con motivo de los recientes descu-brimientos referentes á los organismos infe-riores, las cuales han confundido, ó á lo me-nos hecho desaparecer los límites que se ad-mitían en otro tiempo entre los dos reinos or-gánicos, de tal modo que, para volver á esta-'Mecerlos, seria preciso recurrir á una defini-ción artificial, que de ninguna manera resul-taría exacta, ni adecuada á muchos pro-tistas.

Por estas y otras razones es preferible, álo menos por ahora, excluir estos seres neu-tros, lo mismo del reino animal que del vege-

tal, y reunirlos en un tercer reino intermedio.En mi Anatomía general tal y como la he ex-puesto en el primer tomo de mi Morfologíageneral tne he ocupado detenidamente de estereino intermedio, al cual he llamado Reino delos protistas. (Morf. gen., I, 191—238.) En miMonografía de las maneras he hablado breve-mente de este reino, limitándolo de diferentemodo y dando de él una definición más preci-sa. En la actualidad se puede dividir el reinode los protistas en ocho clases, á saber: prime-ra, las móneras, que viven en nuestros días;segunda, los amiboideos ó protoplastas; terce-ra, los infusorios vibrátiles ó flagelarlos; cuar-ta, los glóbulos fosforescentes, magosferas ó ea-tallactos; quinta, los laberintulados; sexta, lascélulas silíceas ó diatomadas; sétima, los hon-gos mucosos ó mycomicetas; octava, los mó-podos.

Los principales grupos en que actualmentepueden dividirse estas ocho clases de protis-tas están indicadas en el cuadro taxonómicoque sigue:

CUADROY CLASIFICACIÓN DE LOS GRANDES Y PEQUEÑOS GRUPOS DEL REINO DE LOS PROTISTAS.

Clases del reino de losprotistas.

Nombres de las clases enla clasificación.

Ordenes ó familias de lasclases.

Un nombra de género quesirve de ejemplo.

1 Simnomonera Bathybius.2 Lepomonera Protomyxa.1 Móneras Monera

T , (1 Gymnamoeba Ámoeeba.2 Amibas.. Lobosa | 2 L^pamoebee Arcella.

( 1 Nudiflagellata Euglena.Flagellata \ 2v"€ilioflagellata Periclinium.

\ 3 Cystoflagellata Noctiluca.3 Flagélanos

4 I ntermediarios ó ca- i C a t a l i a c t a 1 Catallacta Magospheera.

5 Laberintulados Labyrinthulee 1 Labyrinthulee Labyrinthula.

6 Diatomadas Diatomea1 Striata Navícula.2 Vittata Tabellaría.3 Areolata Coscinodiscus.' í

HOmnfCoSmfceta°sSO! * I Myxomioetea [

t , . ¡ 1 Monothalamia Gromia.1. Acyttana [2 Polythalamia Nummuliná.

8 Rizópodos I II. Heliozoa 1 Helioza '. Actinos pheerium.

,„„..,. i 1 Monocyttaria Cyrtidospheera.• III. Radiolana J 2 Polycjftaria Collosphcera.

1 Physarese ¿Ethalium.2 Stemonitee Stemonitis.3 Trichiaeece Arcyria.4 Lycogaleee Reticularia.

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6 REVISTA EUROPEA.—5 DE ENERO DE 1879. NÚM. 254

Es probable que el número de estos protis-tas se aumente en lo sucesivo á medida que elconocimiento de la ontogenia de los organis-mos elementales,—de la cual hace algún tiem-po que los naturalistas se ocupan activamen-te,—haga progresos. Las clases que acabo decitar, solo se conocen desde hace diez años; lamayor parte de las móneras que ofrecen tantointerés, los labirintóideos y los catalactos solohan sido descubiertos en estos últimos tiem-pos. Muchos protistas es seguro que se hanextinguirlo durante las edades geológicas pri-mitivas, sin habernos dejado ningún resto fó-sil, á suma de la poca dureza que tenia sucuerpo. Se pueden agregar á los grupos de losprotistas otros cuatro, procedentes de los in-feriores organismos actuales, á saber, por unaparte: novena, las flsoeromalgas ó fieoeromá-eean, y décima, los hongos ó fungí; y por la otra,undécima, las esponjas, y duodécima, los ani-malíllos marinos fosforescentes ó noctilucos. Sinembargo, en mi opinión es mas ventajoso co-locar estas dos últimas clases en el reino ani-mal, y las dos primeras en el vegetal.

Nada hay más oscuro que la genealogía delos protistas. La particular confusión de ca-racteres animales y vegetales que existe enestos organismos, la instabilidad de sus for-mas y de su fisiología, aparte délos marcadoscaracteres de las diferentes clases, no permitedeterminar por ahora el parentesco que existeentre ellos, y entre los animales y vegetalesinferiores y estos seres. No es inverosímil quelas clases de protistas que dejo citadas seantribus orgánicas independientes, cada una delas cuales habrá descendido de una ó tal vezde muchas móneras nacidas por generaciónespontánea; pero ya se admita la genealogíapolífilética ó la monofllética de la consangui-

nidad de todos los organismos, es preciso con-siderar siempre las diversas clases de protis-tas como raíces-madres que han nacido de untronco primitivo, representado por las móne-ras, el cual soporta los dos árboles genealógi-cos, ian ramificados de los reinos animal yvegetal. Antes de tratar detenidamente estadifícil cuestión, conviene decir algunas pala-bras de los seres csmprendidos en las clasesde los protistas precitados y de su historia na-tural. M verme colocar las móneras en elreino de los protistas, tal vez os parecerá ex-traño que les atribuya una antigüedad mayorque la de todos los demás organismos sin ex-cepción; pero sin este recurso, ¿qué habría quehacer con las móneras actuales? Nada sabe-mos de su origen paleontológico ni de sus re-

laciones con los animales y los vegetales infe-riores, ni de la posibilidad de su desarrollo enorganismos de más elevado orden. Su cuer-po, constituido simplemente por una pequeñamasa de sustancia albuminóidea homogénea,puede representar el más sencillo, el más pri"mitivo elemento, lo mismo de los plástidasanimales que de los vegetales. Por mero ca-pricho, y sin que para ello exista la menor ra-zón de las relaciones indistintamente con unoú otro reino, por cuya razón creo que lo másprudente en la actualidad es agrupar las mó-neras actuales, tal vez muy numerosas y muyesparcidas por la tierra, en una clase comple-tamente distinta que oponga atocias las demásclases del reino de los protistas, del reino ani-mal y del vegetal. Por la absoluta homogenei-dad de su sustancia albuminóidea, por la com-pleta carencia de partes diferenciadas, seaproximan más las móneras á los anorganis-mos que á los organismos y forman evidente-mente la transición entre el mundo orgánicoy el inorgánico, lo cual está en armonía con lahipótesis de la generación espontánea. En miMonografía de las móneras he descrito las for-mas y los fenómenos vitales de las móneras,habiéndose ilustrado esta descripción con figu-ras; y en el capítulo H.° de la presente obra,he hecho una reseña de los puntos principalesde su historia.

Reuniendo las Amibas actuales á otros or-ganismos muy análogos (las Árcetelas y lasGregarinas), formaremos una segunda clasede protistas, á la cual doy el nombre de ami-boideos (Lobosa), cuya genealogía es tan difícilde establecer como la de las amibas. En el diase acostumbra á colocarlos en el reino animal,pero sin saber la verdadera razón de ello, por-que son simples plástidas desnudos, es decir,sin membrana, y lo mismo parecen animalesque plantas. Las células de reproducción demuchas algas (los esporos y los huevos) per-manecen por más ó menos tiempo en el aguabajo la forma de células desnudas, y no pue-den distinguirse de muchos huevos desnudosde animales (por ejemplo las meduras difonó-foras.) En realidad, esta simple célula desnu-da., bien sea animal ó vegetal, no difiere esen-cialmente de una amiba verdadera, porqueesta última es simplemente un glóbulo des-nudo de sustancia celular ó plasma, que con-tiene un núcleo. La contractibilidad del plasmaque en la amiba se manifiesta por la dilatacióny contracción alternativas de sus apéndices,es una propiedad general del plasma, que lomismo perteneceálos plástidas animales como

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á los plástidas vegetales. Cuando una amibadeja de moverse, de cambiar incesantementede forma, toma la forma globular y segregauna membrana envolvente, siendo entoncesimposible distinguirla de un huevo animal óde una simple célula vegetal. Con frecuenciase encuentran, ya en el agua dulce, ya en elmar, ya arrastrándole por la superficie de latierra, células con núcleo que cambian conti-nuamente de forma, y alargan y contraen en-seguida sus apéndices digitados, por cuya ra-zón se les ha llamado amibas, las cuales senutren como las protamibas, de que ya me lieocupado. Algunas veces se puede observardirectamente su reproducción por simple di-visión, cuyo procedimiento os he descrito enuna de las lecciones anteriores. En estos últi-mos tiempos se ha llegado á comprobar quemuchas de estas amibas son, ó formas desfi-guradas de otros protistas, sobre todo de muy •cosmicetas, ó células que proceden de animalesy de vegetales inferiores; así sucede que losglóbulos blancos de la sangre de los animalesy del hombre, por ejemplo, no pueden distin-guirse de las amibas. Los corpúsculos sólidospueden también penetrar la sustancia delcuerpo de aquellos seres, como he tenido oca-sión de observar, por medio de partículas muytenues de materias colorantes (Morf. gen., I,271). Hay otras amibas que parecen ser «bue-nas especies,» ó especies independientes, por-que se las ve reproducirse, sin variar, á tra-vés de una serie de generaciones. Además delas amibas propiamente dichas, ó amibas des-nudas (Gymnamoebce) se encuentran frecuen-temente, sobre todo en las aguas dulces, otrasamibas con cubierta (Lepamosbce), cuyo cuer-po plasmático está revestido parcialmente deuna concha más ó monos dura (Areella) ó, áveces, de una cápsula formada de partículasduras y adherentes entre sí (Dif/lugia), cuyascubiertas ó envolturas revisten muy variadasformas. Por último, en el cuerpo de muchosanimales inferiores se encuentran bastantesamibas parásitas (Gregarince), las cuales porefecto de la adaptación á la vida de parásitastienen revestido su cuerpo plasmático de unaenvoltura cerrada por todas partes.

Las amibas desnudas son, después de lasmóneras; los más importantes de todos los. or-ganismos para la biología, y especialmentetiara la genealogía general. Es, en efecto, evi-dente que las amibas proceden originaria-mente de las móneras simples (Protamceba) yque el primer acto importante de diferencia-ción que se verifica en el interior de su sus-

tancia albuminóidea homogénea, es la sepa-ración del núcleo. El paso de una simple masaproto plasmática sin núcleo de un cytodaáunaverdadera célula .con núcleo, es ya un granprogreso. Aquellas células que segregan muypronto una dura membrana envolvente, pue-den convertirse en las primeras células vege-tales, y las que permanezcan de snudas hanpodido ser el origen de las primeras célulasanimales. La presencia ó la ausencia de mem-brana envolvente dura, es lo que constituyela diferencia más importante que existe en-tre las células vegetales y las células ani-males, pero conviene tener en cuenta' quenunca es esta una diferencia radical. AI en-cerrarse al principio en una cubierta de celu-losa dura, espesa y resistente, como lo hacenlas amibas en el estado de reposo, se encuen-tran las células vegetales mejor protegidascontra las influencias del mundo exterior quelo están las blandas células animales, ordina-riamente desnudas, ó cuando más revestidasde una suave y delgada membrana. Las pri-meras no pueden, pues, asociarse tan biencomo las segundas para constituir elementosmás complicados, que han de formar á sú veztegidos más complejos, como son las fibrasnerviosas, las fibras musculares, etc. Se vé.,por tanto, que también desde el principio delos más rudimentarios organismos monoce-lulares empieza á pronunciarse la diferenciaque existe entre los animales y las plantas;cuya diferencia consiste en el modo de ali-mentarse do unos y otros. Los glóbulos blan-cos de la sangre, las monocélulas animales,que son también células desnudas, pueden ásu vez, lo mismo que las amibas, dejar pene¿

tpar algunos corpúsculos en su sustancia;v >̂ero lo contrario sucede con las plantas mo-nocelulares más rudimentarias, las cuales,encerradas en su membrana capsular, solopueden absorber por difusión un alimento lí-quido.

Los flagelarlos, con los cuales hemos formado la tercera clase de los protistas, no tie>nen una naturaleza menos ambigua que la dilas amibas, porque presentan multitud de caractéres que lo mismo los asimilan al rein(vegetal que al animal. Hay flagelarlos que n<pueden distinguirse de aquellas formas taimovibles con las cuales aparecen las verdaderas plantas de los esporos vibrátiles de muchas algas; y hay otros que se parecen máá los verdaderos animales, especialmente ¡los infusorios ciliares. Los flagélanos son siirpies células que viven aislados ó en colonias

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en las aguas dulces ó en el mar, y tienen porcarácter diferencial uno ó muchos apéndicesflageliformes que les sj,rven para moverse conrapidez en el agua. Esta clase se divide entres órdenes: 1." los flagélanos desnudos (Nu~doflageUata), que están especialmente repre-sentados por las englenas verdes y por lasvulvocíneas; 2.° los flagelarlos ciliares (Cilio-,flagellaia) en los cuales existe, además de unlargo flagellum, una corona formada de pe-los muy cortos, de la que .carecen los flage-larios desnudos; y 3.° los noctículos, de for-ma do, melocotón. A los dos primeros órde-nes pertenecen los animalillos que producenen gran parte la fosforescencia del mar. Losprincipales representantes del primer orden,los verdes (Euglena) se encuentran en las pri-maveras en gran cantidad en nuestros estan-ques, á cuyas aguas hacen tomar un colorverde.

En Setiembre de 1869 fue descubierto enlas cosías de Noruega un nuevo tipo de pro-tista muy curioso, del cual he dado una deta-llada descripción en mis estudios biológicos.En la isla de Eis-Oe, cerca de Bergen, he en-contrado nadando en la superficie del marunas pequeñas y esbeltas esferas, compuestasde 30 á 40 células piriformes y ciliares, que séreunían todas ellas en estrellas por su partemás delgada en el centro de la esfera. Al cabode algún tiempo aquella masa se desagrega,y las células vagan aisladas en el agua á lamanera de algunos infusorios ciliares. Las cé-lulas se dirigen en seguida al fondo, contraensus pelos y toman poco á poco la forma de unaamiba rastrera. Las nuevas células amibifor-mes se revisten de una membrana, y mástarde, por virtud de una reiterada segmenta-ción, se dividen en gran número de células,del mismo modo que se verifica la segmenta-ción de un óvulo, y una xvez en aquel estado,vuelven á cubrirse de pelillos vitrátiles, rom-pen la envoltura capsular y vogan de nuevoen forma de esférulas ciliares. Es evidenteque nc se pueden colocar estos singulares or-ganismos en ninguna de las otras clases deprotistas, que lo mismo pueden ser simplesamibas que células ciliares aisladas ó esferasciliares policelulares, por lo cual es precisoconvenir en que representan un nuevo gru-po especial; y como son los intermediarios demuchos protistas y los unen entre sí, se lespuede llamar intermediarios ó catalactos (cuar-ta clase de protistas).

Los protistas de la quinta clase, ó las labe-rintuladas, han sido descubiertas en 1867 por

üenllowski en unas estacas sumergidas en elmar. Estos seres no son menos curiosos quelos anteriores: consisten en unas células fusi"formes, quelo más comunmente tienen un coloramarillo de huevo, y ya están amontonadosn pequeñas pilas, ya se mueven circularmen-

te y de una manera particular. Mas tarde for-man, sin que todavía se haya podido saber dequé modo, una especie de redecilla arrollada,y en el mismo tejido de sus mallas resistentese deslizan, dan rápidas vueltas. Ateniéndose

á su forma, se pueden considerar las célulasde los laberintulados como plantas muy rudi-mentarias; pero si se atiende á sus movimien-tos hay que considerarlas como animales muysencillos, aunque en realidad no son ni anima-les ni plantas.

Las células silicosas ó diatomadas (Diato-mece) constituyen la sexta clase de los protis-tas, que parecen tener mucha analogía con loslaberintulados. Estos rudimentarios sores hansido con mucha frecuencia considerados comoplantas, pero en la actualidad hay muchos cé-lebres naturalistas que los consideran comoanimales. Las diatomadas existen en grandescantidades en el mar y en las aguas dulces, ysus formas son muy airosas é infinitimente va-riadas. Lo más comunmente, las diatomadasson pequeñas células microscópicas, que vivenaisladas ó reunidas en gran número; unas ve-ces están fijas é inmóviles, y otras se deslizan,nadan, se arrastran y ruedan de una maneraespecial. Su blanda sustancia celular, de un co-lor amarillo-moreno característico, está siem-pre revestida de una cubierta sólida silícea,cuya forma es de las más esbeltas y variadas.El cuerpo blando y plasmático solo se comu-nica, con el mundo exterior por medio de una ódos hendiduras que existen en la cubierta. Lascubiertas ó envolturas de las diatomadas seencuentran en gran cantidad en el estado fó-sil, y forman así muchas rocas, como el Trí-poli de Bilin y el de las montañas de Suecia.

La sétima clase de los protistas está for-mada por los hongos mucosos ó mycomicetas.Estos seres han sido considerados, como plan-tas, como verdaderos hongos, hasta que hacepróximamente doce años, el botánico De Ba-ry demostró, al descubrir su ontogenia, quedifieren por completo de los hongos, y creodeben ser considerados como animales infe-riores. Cuando su aparato reproductivo hallegado al estada, de madurez, consiste en unavesícula esférica de muchas pulgadas de diá-metro, llena de esporos pulverulentos y de co-pos blandos; guardando en esto analogía con

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los hongos conocidos con el nombre de gastro-mieetas. Pero sus gérmenes, sus esporos, notienen el aspecto característico de las célulasfiliformes ó hi/as de los verdaderos hongos,sino que son verdaderas células desnudas quenadan girando, a imitación de los flagélanos.Aquellos esporos se arrastran más tarde co-mo las diversas especies de amibas, reunién-dose, por último, para formar abultados cuer-pos mucosos ó «plasmodias,» do los cuales na-ce en seguida directamente el aparato repro-ductor saquiforme. Probablemente tolos vos-otros conocéis una de estas plasmodias, el(Ethalium septium, vulgarmente llamado «laflor de la casca,» la cual se vé en el veranobajo la forma de masas mucosas de un her-moso color amarillo, con la consistencia delungüento, formando anchas redes, con fre-cuencia de muchos pies de largo en los mon-tones de casca que acopian los curtidores. Lasformas jóvenes, mucosas y movibles de aque-llos mycosnicetas, que con frecuencia se en-cuentran en las maderas húmedas, en lasmaterias vegetales en descomposición, en lascortezas de los arboles, etc., eran, con razónó sin ella, consideradas por loa zoólogos comoanimales, mientras los aparatos reproducto-res maduros, inmóviles y saquiformes eranverdaderas plantas para los botánicos.

ERNESTO HAECKEL.

(Traducción de Claudio Cuveiro.)(Concluirá.)

U INSTRUCCION_DE LA MUJER,

DISCURSOLEÍDO POR EL PRESIDENTE DE LA. ASOCIACIÓN PA-

KA LA ENSEÑANZA DE LA MUJER, EN LA APER-TURA DEL PRESENTE CURSO DE LAS ESCUELASDE INSTITUTRICES Y DE COMERCIO PARA SEÑO-RAS (1).fte confiado al papel, temeroso de la fla-

queza de mi memoria y de mi falta de faculta-

(1) A la lectura de este discurso precedió la hecha porel Sr. D. César de Kgfuílaz, entendido y coloso Secretariode la Asociación, que lo es a la vez de las Escuelas nor-males centrales de ambos sexos, de una t>reve Memoriademostrativa de los trabajos realizados y resultados lo-grados por aquella desde 1869, en que fuá fundada por elSr. D. Fernando de Castro, sienio Rector de la Universi-dad Central. La Memoria acredita que han cursado en lasescuelas que la Asociación sostiene 592 alumnas, de ellas123 como aspirantes á institutrices, de las que han sidorevalidadas 30, y las restantes 469 sin aquel carácter.

Según nuestros informes, los asientos de matrícula delpresente curso registran, contando las.alumnaa da la nue-

des oratorias, algunas ideas, nada originales,pero sí importantes; en cuya exposición creo,hallareis además el mérito de la oportunidad.La disposición de ánimo, que, por las circuns-tancias de momento y de lugar, supongo entodos los aquí reunidos, me haca en efecto es-perar que el recuerdo de ciertas verdades pro-duzca impresión eficaz y aun impulse á bien-hechoras determinaciones.

Lo primero, mi cordial felicitación á lastres jóvenes, en cuyas manos, gozoso comosiempre, acabo de poner los merecidos títulosde Institutrices. Felicito también á todas lasdemás alumnas que, con aprobación de susmaestros y la pública, han practicado ejerci-cios parciales en las últinias sesiones; y Mi-cito finalmente á nuestra Asociación por estenuevo producto del común esfuerzo de accio-nistas, de profesores y de discípulas.

Satisfecha esta exigencia de mi sentimien-to, me creo en el deber de señalar el límitedel valor que tiene nuestro trabajo é indicarla ulterior conducta á que este limite obliga;dirigiéndose en esto mis palabras, lo mismoque á las Institutrices laureadas hoy, á lasagraciadas de ayer y á las aspirantes á igualdistinción, Es deber mío, en efecto, hacerosreparar que la instrucción adquirida en nues-tra Escuela constituye cuando más el cimientode una buena obra; que los profesores solo en-señamos algunas verdades elementales, demás estima por la forma sistemática de la ex-posición que por la riqueza de su contenido;que vosotras las acogéis y recibís por virtudde vuestra fó en nuestra palabra, más quepor esfuerzo de propio discurso, y que porde pronto las poseéis como en precario en eldepósito de la memoria, siendo pocas de esasverdades las que han debido ó podido echarraíces en el fondo de vuestra conciencia. In-dudablemente las jóvenes que cursan con for-tuna en nuestra Escuela prueban amor al sa-ber, fuerza de voluntad y verdadero carácter,precioso don no prodigado, y menos á la mu-jer; y en la Escuela ganan además hábitos deestudio, orden en la actividad del pensamien-to, expedición y facilidad para su edificaciónintelectual, que es poderosa palanca para la

va Escuela de comercio, 156, todas laa que reciben las res-pectivas enseñanzas en los mismos locales (calle del Arcode Santa María, núm.- 4), bajo la inspección de la señoraDirectora da la Escuela Normal Central de Maestras y dela Kscuela Lancasteriana, que son oficiales, mereciendo lla-mar singularmente la atención el número de cuatrocientasdoce alumnas que componen las cuatro escuelas, es decir,las dos oficiales y las de la Asociación, pues la matriculade la Normal ascienda á 96 y la Lancasteriaaa á 1(30.

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perfecta edificación del espíritu y para el me-joramiento de la vida. Pero todo esto, queconstituye una feliz preparación de medios,corre el riesgo de perderse si se abandona suejercicio ó si no se utiliza convenientemente.

De aquí la recomendación á que van enca-minadas estas reflexiones. Es consecuenciadel trabajo realizado en la Escuela, que conti-nuéis , queridas discípulas, vuestros estudios,aunque con alguna variante en la disposiciónde espíritu y en el empleo de facultades. Libresde la preocupación délos ejercicios, que os haoprimido durante los años de estudiantes, de-béis aplicar vuestra actividad, sin impaciencia,sosegada y acompasadamente, poniendo enjuego más la reflexión que la memoria, aspi-rando á la depuración y apropiación de lo co-nocido y de lo que sigáis conociendo, hastadar completa satisfacción á vuestra concien-cia, prefiriendo, en fin, el saber bien al sabermucho.

Me permito esta recomendación, que deseguro atendereis, no en vuestro singular in-terés, hermanado por cierto en cuanto no esaparente ni transitorio con el interés general,sino en homenaje ai divino bien de la verdad,a cuyo culto parecéis llamadas; y subordina-damente en honor, que es también honorvuestro, de nuestra institución, á la que porvuestra investidura habéis quedado ó seréisincorporadas.

Me habia propuesto á continuación de es-tas ligeras indicaciones, colocándome, sinabandonar la dirección del discurso, en unpunto de vista de mayor alcance, dilucidar unproblema que viene hace tiempo preocupán-dome: el de la misión de la Institutriz españo-la. Partiendo de la idea generadora de nues-tra Escuela, procurando inspirarme en los ele-vados móviles de su sabio fundador, mas queen la necesidad inmediata y concreta que porde pronto pretendió llenar, y apreciando laexperiencia de los ocho años de nuestro ejer-cicio, y singularmente el carácter de los be-neficios que prestáis, en la medida de vues-tras fuerzas, á la sooiedad en que vivimos,queria yo deciros algo sobre el orden profe-sional á que estáis afiliadas; sobre el puestoque en él os corresponde; sobre los altos de-beres que os impone; sobre los caminos prac-ticables y medios disponibles para cumplirloscada vez mejor. Queria avivar vuestro inte-rés, hiriendo vuestras más delicadas fibras,para que apreciaseis en todo su valor el hechode ocupar el más alto lugar en la escala delMagisterio femenino, lo que os compromete á

capacitaros para la exposición y la propaga"cion científicas, y tal vez para la indagación.Queria aconsejaros, á fin de allanar algúntanto el monte de dificultades que semejanteempresa ofrece á vuestros ojos, que os consa-graseis cada una con preferencia á cultivar,sin olvido de la unidad, un ramo peculiar delsaber, interrogando para la elección la indi-vidualidad de vuestras peculiares aptitudes.Queria inspiraros el proyecto de constituiroshoy ó mañana en verdadero, cuerpo, unidopor fraternal cariño, para fortaleceros y ayu-daros en la obra común de todas. Queria ofre-ceros de nuevo las enseñanzas de la escuela,de par en par abierta á vuestra aplicación,donde podréis hacer los primeros ensayosprofesionales bajo la guia de vuestros maes-tros y de vuestra celosa é incansable rectora.Queria, por fin, hacerme cargo, á propósito demás alentar y fortalecer vuestras legítimas es-peranzas, de las generales tendencias reinan-tes, tan irrevocablemente declaradas en prode la instrucción. Pero esta misma feliz nove-dad, el más grande progreso del siglo en elorden moral, me obliga, dejando solo apun-tados los otros extremos, á fijar la atenciónen lo que más singularmente la representaaquí; es decir, en el público concurso que conmanifiesto interés nos acompaña. Después demanifestarle mi respetuoso agradecimientopor su presencia, para nosotros, los actores enestas modestas celebridades, tan elocuente yanimadora, me parecen debidas algunas con-sideraciones que respondan al sentimientorevelado en el favor que nos dispensa. Obedecesin duda á este clamor de los tiempos: Ins-truceion para la mujer.

Es de primera necesidad, señores, repetirque las cuestiones de más gravedad que hanconmovido siempre y que hoy en mayor gra-do agitan el espíritu de los pueblos, precisa-mente porque hoy los pueblos tienen másclara conciencia de los males que acusan»-lade la familia, la económica, la religiosa, lamoral—no recibirán soluciones, radicales yduraderas hasta que, mediante la convenientecultura, concurra la mujer á su mejor plan-teamiento y á su dilucidación.

Ya es confesada por todos la verdad de queel bien interior de la sociedad familiar descan-sa, tanto como en el sentimiento, en la inteli-gente discreción de la mujer; y ya va recono-ciéndose que en este principio se entraña elprecepto de instruirla en el grado que exigela educación de la infancia á la altura de los'tiempos. Pero, desenvolviendo esta doctrina,

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NÚM. 254. M. RUIZ DE QUEVEDO.--LA INSTRUCCIÓN DE LA MUJER. 11hay que añadir que descansa también en granparte en la sabiduría (permítasenos la pala-bra) de la mujer, la aplicación de la ley de ar-monía de la sociedad familiar con la sociedadgeneral. No conoce la mujer la familia ni pue-de acertadamente procurar su bien, si ignora,si combate ó solo desdeña su fase exterior, loque podemos llamar su relación y vida inter-social. Si pensadores de tan privilegiado talen-to y de corazón tan puro como Platón hancreido irreconciliable la sociedad familia y lasociedad ciudad, hasta el punto de proponer elsacrificio de la primera á la segunda, es porque no han adivinado el poderoso y decisivorecurso que para la solución del antagonismopuede aportar la instrucción de la mujer. Yese recurso, esa nueva fuerza no ha de ga-narse á expensas de ninguna legitima afec-ción, sino, al contrario, prestando á todas es-pansion y grandeza. Partiendo, en efecto, delsentimiento divino y misterioso que identificaá la madre con el hijo, lo que hace falta escapacitarla, ilustrándola de modo que reconoz-ca al hijo como pedazo de la madre patria yde la madre humanidad, y que vea con eviden-cia que le mutila y le rebaja y le deforma enlo que de más real y precioso tiene si omite enla crianza del niño esos lados superiores de suser; que, en una palabra, no le ama con ple-nitud de amor si no ama en él al ciudadano yal hombre,

¡Qué grandes esfuerzos se vienen haciendodesde las primeras edades para la regulariza-cion de lo quo se llama pro-piedad, para quelas cosas de la naturaleza, dispensadas porDios indistintamente á la humanidad terres-tre, y las más ó monos trasformadas por la ac-tividad industrial, tengan justo aprovecha-miento, apropiado al destino individual en con-sonancia con el orden universall ¿Pero quiénno advierte que el problema de la propiedaddepende del problema del consumo, que el delconsumo está dominado por el de las necesi-dades actuales, tanto ficticias como reales,que lo ficticio de las necesidades se resuelveen el abuso del lujo, que el lujo está principal-mente fomentado por la vanidad femenil, sos-tenido y favorecido por el sensualismo, es de-cir, por el imperio que el medio próximo ejer-ce sobre el sentido y la fantatía, que tantocautivan el espíritu de la mujer! Pero, ¿quéhan conseguido las sabias predicaciones, quelas leyes suntuarias, qué los anatemas aterra-dores, qué siquiera los austeros singularesejemplos en este sentido! Exiguos y pasajerosefectos, inapreciables en comparación de la

magnitud del mal social combatido. Pues bien,reparad en estos dos hechos evidentementecontradictorios: el primero, que la mujer amael lujo á título de belleza, y el segundo que ellujo arguye necesariamente en el alma de lamujer, con reflejos correspondientes en su ex-terior, verdaderas fealdades; esto aparte delo que contribuye á sostener en el orden so-cial, monstruosas deformidades como la men-dicidad, la ruda ignorancia, la grosería y otrasno menos repugnantes. ¿Cómo explicar estacontradicción en la vida de la mujer? Por loincompleto de su noción de la belleza, por sufalta de cultura estética. Ama la mujer lo be-llo, pero no lo conoce sino institiva y parcial-mente.

El sentimiento de lo bello, como el de lobueno y el de lo justo, es inherente á nuestroespíritu, inestinguible, no solo irresponsablesino digno de respeto, de promoción y de des-envolvimiento; y es la mujer á quien más pe-culiarmente incumbe mostrarle y defenderle,Pero el sentimiento de lo bello lo es primor-dialmente de la belleza en su unidad, y paraque no degenere, al desenvolverse en la vida,cayendo en el desorden de la pasión y del vi-cio, preciso es que conserve esta esencial con-;dicion, interesándose por ella y en lo tantopor todas y por cada una de las realidades delmundo espiritual y físico en proporción de surelativo valor estético. Por ignorancia de lorealmente bello, de lo superiormente bello, ypor el con-iguiente desamor á la belleza ensus más esenciales elementos y en su plenitud,es por lo que reina en el vulgo femenino, comoreina en general en los pueblos incultos, elsensualismo estético que enjendra el lujo mal- -versGy. El remedio, pues, consiste en ilustrarpara elevar,'purificar, corregir y armonizar.No hay que combatir el sentimiento de lo bello,ni siquiera el sentimiento de lo bello individualy exterior en su principio positivo, sino dila-tarle, hacerle por la instrucción más delicadoy más comprensivo, de modo que abrace loamable en su integridad y proporción. Enton-ces, bajo la inspiración de la absoluta y plenabelleza, la mujer subordinará espontánea yaun cordialmente á lo bello del alma, á lo be-llo ideal, lo bello individual y sensible, y sinmás esfuerzos quedará saneado su espíritu dela llaga del lujo, ganando, á la vez que el arte,la economía social y el orden moral.

La cuestión que más hondamente conmue-ve, y con legítimo derecho, los ánimos, es lareligiosa, cuestión que por antecedentes espe-ciales ha producido y seguirá produciendo en

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nuestra sociedad, más que en otra alguna,dolorosas convulsiones. Uno de sus aspectos,y no el menos interesante, es que la oposiciónde opiniones y de fuerzas guarda cierta cor-respondencia con la diferencia de sexos. Enefecto, permanece la mujer más adherida álos dogmas y á las prácticas tradicionales;tiende el hombre, cuando no á reemplazarcreencias, sí á modificarlas concertándolascon las nuevas doctrinas sobre el ser y vidauniversal conquistadas por la ciencia. Si estaescisión es menos ostensible que real, débeseen mucho á vedados acomodamientos, en losque es sacrificado lo que debe ser ídolo común:la conciencia.

Verdad es que el hecho se refiere en ciertogrado á la esencial condición distintiva de lossexos, al contraste del espíritu, característica-mente sentimental y por tal conservador, dela mujer, con el espíritu de iniciativa creadoray de progresiva especulación del hombre. Pe-ro esta oposición cualitativa, por lo mismoque natural y permanente, no explica nues-tra situación, que es excepcional y crítica.Hay otro factor importante, no natural, sinohistórico, que es de apreciar para darnos ra-zón del fenómeno, á saber: la desigualdad decultura intelectual entre los dos sexos, la ins-trucción con que de ordinario se reviste, tra-tándose de las clases influyentes, la inteligen-cia del uno y la desnudez en que se deja la in-teligencia de la otra. Por esto la mujer, dota-da felizmente de más sentido religioso que elhombre, rechaza en absoluto los nuevos idea-les, que desconoce, así como el hombre desde-ña las afirmaciones inconscientes y las prác-ticas mecánicas y aun idolátricas, inspiradasmás en el miedo que en el amor, en que in-curre la mujer.

Para que este desacuerdo cese, es indispen-sable que la mujer abra su inteligencia, aun-que á beneficio de inventario, á las revelacio-nes producidas por la laboriosa y meritoriaindagación científica. Lejos de comprometerla mujer su sentido religioso, le verá afirma-do, fortalecido y aquilatado por el camino dela ciencia. Esta la ayudará en efecto á orde-nar y á enriquecer su credo; su oración y suculto, inspirados más que por negativos ter-rores por el divino amor, revestirán modostolerantes y generosos. Entonces, aproximadaal hombre por el saber, avivada y depuradasu fé, empleará con fruto el mágico ascen-diente que la da la superioridad de su inestin-guible sentimiento religioso, y la unión se res-tablecerá por la expulsión de las meticulosas

supersticiones de un lado y de la temeraria in-credulidad de otro, causas productoras y sos-tenedoras del cisma.

Pero la esfera de vida que más imperiosa-mente requiere la ilustración de la mujer, esla de la moral.

El hombre estableee las leyes, la mujer for-ma las costumbres. Si queréis que los hombressean grandes y virtuosos, educad á la mujer enla grandeza y la virtud.

Estas preciosas máximas, que con variedadde frase han repetido modernos pensadores,próximas á revestir el prestigio de verdadesproberviales, bastan sin duda para eacarecerel valor de la intervención de la mujer en lossagrados dominios de la virtud y del bien. Pe-ro la mujer no desempeñará debidamente esaintervención, ni la intentará siquiera mien-tras se deje su espíritu en la medrosa oscuri-dad. Lo demuestra con dolorosa claridad lapersistencia de esas profundas llagas sociales,aparte la antes citada del lujo, que han sidoy siguen siendo la desesperación de moralis-tas y de legisladores. Si por su evidente inefi-cacia están abandonados para siempre losmedios coercitivos del Estado, no han proba-do hasta el presente mayor virtud los poderesmorales de la mujer en la gran empresa decorregir, ya que no de extinguir el mal. Y sinembargo, es lo cierto que no se trata de enfer-medades originarias é incurables, sino de en-fermedades adquiridas; y que es á la mujer áquien incumbe su curación. Pero es que lamujer brilla todavía si no por su ausencia, porsu ignorancia, y en lo tanto por su debilidad yconsiguiente postergación en la escena de lavida. No sabe su papel, no conoce su destino,no se siente con capacidad y con fuerza parallenar la tarea de la moralización social, quela encomiendan las nuevas doctrinas.

La mujer es por naturaleza ser de pureza.Esta dádiva providencial constituye en efectoel elemento de su excelencia. Para mantener-la se halla dotada de superioridad de templan-za y de instintiva repugnancia á la descom-postura y al desorden. Por eso está llamada áregir las más intimas y más delicadas rela-ciones humanas. Pero pureza significa inte-gridad, integridad de desarrallo como inte-gridad de ser; y la integridad se pierde y lapureza se compromete por la carencia de cul-tivo de la primera de las facultades del es-píritu. No sostenemos quebaste laculturainte-lectual; pero sí que es lo primero para que lamujer se penetre de su representación moral»para que se disponga á sostenerla activa y

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NÚM. 254. X.—LA LIBERTAD COMERGIAL EN FRANCIA. 13

dignamente, para que la abrace en su amor,para que la cumpla con la fortaleza que pidenlas contrariedades del mundo.

Nada puedo añadir sin transgresión de loslímites de un discurso propio de este lugar ysin abuso de vuestra benévola atención. Conlo dicho quisiera haber afirmado en vuestroánimo la convicción de que el porvenir de lasociedad está dependiente en parte esencial dela instrucción de la mujer; que no hay proble-ma social que no la reclame; que no es posiblela marcha regular, progresiva y segura de lahumanidad sin su intervención. ¡Derramemospues, luz en el alma de la mujer!

La Atociacion que nos ha reunido aquí,contribuye desinteresadamente y en la exten-sión de sus medios á esta obra con los resulta-dos que habéis podido apreciar. Sostiene laEscuela de Institutrices; hoy abre la de Co-mercio para señoras, cuyas lecciones empeza-rán dentro de breves dias (1); y promete, sifuera afortunado este nuevo ensayo, crearescuelas industriales, donde se prepare á lasjóvenes para aquellas ocupaciones y oficiosmás propios de su sexo. Pero necesita nues-tra empresa, estimable público, de vuestraeficaz cooperación. Advertid que en todos lospueblos civilizados una considerable parte dela instrucción, y especialmente la de la mujer,es prestada por libres asociaciones, análogasá la nuestra, fundadas como ella por la gene-rosa iniciativa individual; y reparad que lamayor necesidad de instrucción del nuestroy la insuficiencia de los recursos que el Esta-do aplica á satisfacerla, hacen más exigido ymás precioso el empleo de este medio auxi-liar. Apelo, pues, con esperanza á vuestrafilantropía para que nos ayudéis, no solo conla asistencia á estos actos, lo que es sin dudafavor muy digno de reconocimento, sino ade-más con la afiliación á la Asociación, con lapropagación de los beneficios que produce ysobre todo con la inscripción de alumnas, ávi-das de saber, que llenen los bancos de nues-tras escuelas.

MANUEL Ruiz DE QUEVEDO.

(1) Empezaron en 25 del propio Noviembre con 24 alum-nas, que se han aumentado hasta 42, única3 que caten enel local de la Escuela, habiéndose cerrado la matrículaen 22 del actual.

LA LIBERTAD COMERCIAL EN FRANCIA.

El dia 16 de Diciembre último se celebróen el teatro Italiano de París una importantereunión de la Asociación fundada para defen-der la libertad comercial é industrial. La con-currencia fue muy numerosa, como prueba deque el público comprende al fin el interés la-tente de las cuestiones económicas que afec-tan á todos los elementos del bienestar mate-rial y moral de las Naciones.

¡Singular destino el de las doctrinas ycreencias humanasl—exclama un periódicofrancés al dar cuenta de dicha reunión.

Y luego añade:¿Quién hubiera dicho hace diez y ocho

años, después de los tratados de 1860, ni diezó quince años después de esos tratados, cuan-do la experiencia, constantemente renovada,parecía haber demostrado á todo el mundolos beneficios de la libertad de los cambios,que en 1878 habría que comenzar de nuevo lafamosa campaña abierta en Francia, en 1846,en Burdeos; en París y en Marsella, contra lacoalición de los intereses egoístas y obce-cados?

Las opiniones actuales de los libre-cambis-tas, que parecen ser tan avanzados, hubieranparecido tímidas é insuficientes á los hombresde hace treinta años, á los Bastiat, Dunoyer,Blanqui, Miguel Chevalier, José Garnier, Ho-racio Say, y tantos otros que eran, sin embar-go, nada menos que revolucionarios, y mar-chaban á la cabeza de la nueva liga del bienpúblico.

]£6 aquí en pocas palabras lo que se pediaenV1846:

Que todos los derechos de entrada se redu-jesen á una tasa máxima de 20 por 100;

Que los cereales se sometieran á un dere-cho fijo de 2 francos por hectolitro;

Que se suprimiesen los derechos sobre lahulla y sobre la fundición en bruto;

Que desaparecieran los derechos sobrecentenares de artículos que solo producen alTesoro ingresos insignificantes;

Que las carnes saladas de todas clases es-tuvieran exentas, y el ganado pagase, comoen 1816, 3 francos 30 céntimos por cabeza debuey,

Y que se aboliera todo derecho de salida.La mayor parte de estas medidas, solicita-

das con urgencia, debian ser objeto de unaampliación gradual inmediata, en un plazo

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14 REVISTA EUROPEA.—5 DE ENERO DE 1879. NÜM. 254

marcado por la ley, hasta la completa supre-sión de una multitud de tasas, especialmentelas impuestas sobre los algodones, las lanas,los cáñamos y los linos, los hierros y aceros enbarras, las sustancias tintoriales, y los dere-chos, en fin, sobre los cereales y el ganado.

La que hoy reclaman los libre-cambistas,teniendo en cuenta las condiciones en quehan colocado al país sus desastres, se limitasobre poco más ó menos al sostenimiento delos tratados de 1860, por el pronto, que másadelante ya se ferá lo que conviene.

Entre tanto, lo que hace falta es promoveren Francia una agitación, como dicen los in-gleses, contra las pretensiones de unas cuan-tas industrias, entre las cuales figura la ma-rina mercante, la metalurgia, la filatura dealgodón y otras.

Y á este objeto se ha consagrado la Asocia-ción á cuyo frente se halla M. d'Eichthal, y quecuenta ya entre sus miembros á las personasmás notables de la ciencia económica, del co-mercio y de la industria.

Ala sesión á que nos referimos asistieron[os senadores Julio Simón y José Garnier; elpresidente de la Cámara de comercio de Lyon,M. Galline; Federico Passy, del Instituto; Gus-tavo Roy, de la Cámara de comercio; EnriqueFould, vicepresidente de la Cámara sindicaldel comercio de exportación; numerosos re-presentantes del alto comercio y de la banca,M. León Say, y muchos diputados y escritores

Después de un discurso de M. d'Eichthal,determinando el fln de la reunión, hizo uso dela palabra M. Federico Passy, el cual con suacostumbrada elocuencia desarrolló maravi-llosamente los grandes principios económicosen que se fuilda la libertad de los cambios ydel trabajo.

M. Raúl Duval, después, mas practico ensus demostraciones, indicó, por medio de es-tadísticas felizmente puestas en relieve, losbeneficios del libre-cambio desde 1860, y supointeresar á las progresos de la industria pa-risién, cuya exportación saldría perdiendo mu-chísimo si llegase á prevalecer el régimende la restricción. Su brillante improvisaciónfue interrumpida con frecuecia por calurososaplausos, que demostraron una vez más cuán-to partido se puede sacar siempre, tratándosede convencer á las masas y atraerlas, de ar-gumentos tópicos bien elegidos, y de llama-mientos sencillos y clarosá los verdaderos in-tereses de todos.

X.

LA LIMOSNA.

Todo aquel que necesita de la ayu-da de otro, ea pobre y menesteroso demisericordia; que en griego se llamalimosna, la cual no consiste solo endistribuir dinero como el vulgo piensasino en cualquier obra por cuyo mediose socorre la miseria humana.

LUIS VIVES. Del Soc. de los Pob.

La.limosna.—Su división.—Caridad.—Filantropía ybeneficencia —Su independencia aparente.—Nece-sidad de su intima unión.—Carácter que debe re-vestir la verdadera limosna.

Consolar al triste, esto es, remediar las ne-cesidades de nuestros hermanos, minorar susdolores, fortalecer el ánimo del próximo á des •fallecer ante las vicisitudes de la vida, con lalimosna pecuniaria, el consejo ó apoyo indi-recto entraña en sí este acto religioso la ex"presión de un sentimiento moral y el cumpli-miento de un deber jurídico.

Para acudir al remedio de los infortuniosque la aquejan, lahumanidad, antelo imposiblode identificarse con los pesares del que sufre,estableció la limosna, por la cual se facilitanlos medios de que el menesteroso pueda acu-dir al remedio de su miseria. No concretándolaá la pecuniaria, acude también con la moral ála felicidad del prójimo; «el hombre (ha dichoJesucristo) no vive solo de pan» y su discípulopredilecto Juan añade: «No basta que amemoscon la lengua y con la palabra, sino con la ver-dad y con las obras.» El sacerdote que en elcumplimiento de su ministerio reforma con lapersuasión y el ejemplo las costumbres de susfeligreses, doctrina al párvulo, muestra el ca-mino de la virtud al joven y el del deber al deedad madura, reconciliando á los convecinospone término á sus enemistades y restablecela paz conyugal entre los esposos desaveni-dos. La mujer, que representante del amor yel sentimiento en la familia, usa del ascendien-diente de esposa y madre, dulcifica el carác-ter de su consorte en las relaciones del mis-mo en la vida social, y en el trato con sus hi-jos guía éstos por la senda de la virtud y delhonor, y verdadero ángel del hogar, con su pru-dencia impide el que se altere la armonía dela vida familiar. Quien movido únicamente porla caridad, visita al encarcelado y con sanosconsejos despierta el arrepentimiento en su al-ma, contribuyendo á que se aparte del caminodel crimen, hace de él un ciudadano honrado.Quien convierte al bien la infeliz cortesana ar-rojada á la senda del vicio en un momento deextravío'. Quien socorre en sus enfermedades

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NÚM. 254. A. MAESTRE Y ALONSO.—-LA MMQSNAi

al doliente con el auxilio de la ciencia, aliviaaquellas ó con sus consejos infunde la necesa-riaresignacionpara sobrellevarlas. El maestroque, por medio de la enseñanza, abre nuevoshorizontes para el porvenir de sus educados-El patrono, compañero del obrero en los diasdel trabajo, su protector y amparo en los deenfermedad ó crisis manufacturera. El legis-lador que buscando al par del principio jurídi-co que exige la reparación del derecho infrin-gido, el fin moral de que se corrija el que de-linque por medio de un buen reglamento decárceles y de un excelente sistema penitencia-rio impide se pervierta el preso por presuntacriminalidad, ó que el presidiario, cumplida sucondena, reincida en el delito. La administra-ción vigilando para que los establecimientos debeneficencia, en vez de núcleos de desbarajusteadministrativo, sean asilo del desvalido, dondeel anciano y el niño encuentren amparo á sudebilidad el primero, y el aprendizaje de un ofi-cio el segundo. Y en suma, todo el que an algúnmodo alivíalas privaciones de sus semejantes,contribuye con una limosna espiritual á favo-recer sus conciudadanos, de igual manera quequien con la pecuniaria proporciona los mediosde que el mendigo cubra su desnudez y atiendaá la conservación de su vida. «Juzgan muchos,dice una ilustre escritora (1), que la caridadconsiste solo en el dinero; y para no ejercerlase quejan de que no lo tienen; pero no es así; lacaridad no está en la bolsa, está en el corazón.»

Pai'a el ejercicio de la limosna, la religióndio vida á la caridad, la moral creó la filantro-pía y el derecho la beneficencia.

Lazo de unión entre el cielo y la tierra, em-blema de la fraternidad universal, base y almade la religión del amor, la caridad une á loshombres entre sí como hijos de un padre co-mún, Dios. Sin hacer distinción ni de razas nigerarquías, á todos prodiga sus consuelos, asíal fiel observante de la ley como al samarita-no., al criminal como al justo, y en su religióny culto comulga la humanidad entera, lo mis-mo el afortunado que el desgraciado por lamutua protección y amparo de los dichosos delmundo, á los desheredados de la fortuna porla fraternidad y el amor. Deus est charitas, es-cribe San Juan, y el Hijo de María habia di-cho antes á los hombres: «Pedid, y os darán;buscad, y encontrareis, porque el Dios que dasus vestidos a las flores del campo y el alimen-to á las aves del cielo no os dejará perecer ávosotros, que sois sus hijos.» Con el objeto de

(1) Fernán Caballero.

obligar á los ricos que no abandonen los po -bres, predica la parábola de Epulón y LázaPo»á fin de que los últimos no se escuden con sumiseria, ensalza la conducta de la viuda quéentrega su única moneda para la limosna deltemplo; y finalmente, combate el ¡espíritu desecta y nacionalidad, encomiando al Samari-tano que cura y socorre al caminante heridoy abandonado, á pesar de ser de religión con-traria y do enemiga tribu. Precepto constantede todas las religiones: en la ley judaica, se or-dena el amparo del desvalido; y entre otrospasajes del Antiguo Testamento, en el libro deTobías el Arcángel Rafael asegura «que la li-mosna es mejor que tener guardados todos lostesoros, porque la limosna libra de la muertey ella es la que purga los pecados y hace ha-llar la misericordia y vida eterna.» La historiaantigua consigna la hospitalidad como leysantificada y establecida por la costumbre,considerándose al huésped como enviado delos dioses; los pobres y los peregrinos, escribeHornero, llegan á nuestras puertas por man-dato de Júpiter, y en la India, lo mismo queen los demás pueblos del antiguo Oriente, ob-sérvase con la religiosidad de culto y respetode ley. Manifestación purísima la caridad delamor de Dios á sus criaturas para aproximar-se á él por la abnegación y el sacrificio, sinesperanza de galardón ni pretender la grati-tud del favorecido, se socorre y se ama por so-correr y amar un hermano en Dios: si la in-gratitud acibara sus actos, recuerda que Jesu-cristo, por medio de San Mateo, encargó ha-cer bien á nuestros enemigos, rogar por losque nos persiguen y calumnian; y no sola-mente perdona siete veces, siete, como el Após-tol, sino setenta veces siete como el DivinoMá^tro; y semejante al sándalo que perfumahasta el fuego que le eonsume, respondiendo ála injuria con el beneficio, á la ofensa cora elperdón, realiza el bien por el bien y para elbien. No hay contingencia que la acobarde,obstáculo que la detenga ni posición social áque no renuncie para dedicarse al socorro desus semejantes: en la Edad Media el religiosolazarista, consagrando su vida al cuidado delinfeliz leproso, aislado por su dolencia y eon~denado á comunicarse solamente con sus se-mejantes por medio de la fúnebre carraca. Lospadres de las órdenes redentoristas, que alle-gando limosnas para la redención de los cau-tivos en poder de los infieles, alcanzaron á ve-ces, á costa de su libertad personal, el rescatede los presos en las mazmorras agarenas. Yen la Edad Moderna, entre otros el portugués

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16 REVISTA EUROPEA.—5-BS ENERO DE 1879. NÚM. 254

San Juan de Dios, el madrileño Antón Martiny el sevillano D. Miguel Manara, cuidando losenfermos en los hospitales; el castellano SantoTomás de Villanueva, convirtiendo en hospi-cio su palacio arzobispal de Valencia; el ara-gonés San José de Calasanz, educando á la in-fancia, y el valenciano San Luis Beltran, de_fendiendo los indígenas americanos de la co-dicia de los conquistadores, todos ejercen lacaridad con uno de sus semejantes á quienesacuden en sus tribulaciones como hijos de unpadre común. La caridad, dice "Vives, es elamor delprógimo por Dios, y San Juan asegu-ra que el que carece de ella está muerto para lavida de la grada. Desinteresada y modesta, lapublicidad la ofende; y para guardar mejor elsigilo, procura que la mano diestra ignore loque ejecuta la siniestra, y cumpliéndose enella la parábola del grano de mostaza delEvan-gelio, de la insignificante semilla de la limosnabrota el frondoso árbol de la caridad, que re-gado y fertilizado por el sacrificio y el amor,toca con las ramas de su lozana copa al cielo,residencia del supremo é infinito amor.

La simpatía, el trato, el paisanaje ó la co-munidad de intereses que inspira en nosotrosla compasión por las desgracias acaecidas áseres con quienes nos unen alguna de las cir-cunstancias antedichas, engendran la filan-tropía, sentimiento humano que une los hom-bres entre sí como individuos de una mismaespecie ó de una sola familia, la humanidad-Menos idealista que la caridad, y por consi-guiente más humana y más práctica, sabeaprovecharse de las conveniencias sociales yhasta del egoísmo de todos, é improvisa bailes,rifas y funciones teatrales á beneficio de lospobres, y prevaliéndose y hasta abusando áveces de la deferencia y del respeto por de-ber guardado á la mujer,recurre á las cuesta-ciones piadosas, utilizando, en suma, cuantosmedios le sugiere su deseo de disminuir en loposible las desgracias que afligen á los quenos rodean. Cuando la escasez de las cosechas,las tormentas estivales ó las inundaciones ma-logran el trabajo del labrador, y al destruirlas poblaciones reducen á la indigencia susmoradores, la filantropía, por medio de la ini-ciativa individual, promueve las suscricionespúblicas, cuyo importe, unido á la indemniza-ción concedida por el Estado, ayuda á recupe-rar en parte el bienestar perdido por estascausas. En la guerra procura solícita que elherido no carezca de lo necesario para su cu-ración y su pronta convalecencia, y no des-cansa hasta conseguir que la bandera blanca

y la cruz roja del camillero sean un sagradopara los combatientes de uno y otro campo,con la generosa neutralidad concedida por elenemigo fuerte y vigoroso á su contrario débilé indefenso. Logra manumitir los esclavos,forma las sociedades abolicionistas y consiguede los legisladores la persecución de la tratanegrera. Para garantir la independencia deltrabajador, establece las cajas de ahorros y lassociedades cooperativas, con las que el obreroen las economías y las ventajas de la asocia-ción encuentra el medio de modificar las vici-situdes de la vida; facilita la concordia entreel capital y el trabajo por las Juntas mistasde patronos y obreros, donde armonizándosela equidad con la justicia por el acuerdo deunos y otros, sin lesión en los justos interesesde los primeros se atiende á las equitativasaspiraciones de los segundos. En resumen,por todos'estos medios y otros en obsequio dela brevedad omitidos y encaminados todos alsocorro de un semejante nuestro, la filantro-pía acude al amparo del individuo ligado ánosotros por el vínculo de una familia, patriaó raza común en la universal junidad de la es-pecie humana.

El derecho que reside en el individuo deser amparado en sus desgracias por los parti-culares ó el Estado, el deber por parte del le-gislador de precaver por ministerio de la leylos desastrosos efectos de la caridad indiscretaó los abusos administrativos de sus asilos,creando la beneficencia, que según la definenuestro querido é ilustrado maestro D. Ma-nuel Colmeiro, representa «la caridad en sumás lata esfera, derramando sus tesoros áexpensas y en nombre del Estado», la cualpara cumplir dignamente su misión, libra deldeshonor á la mujer con las casas de mater-nidad, salva de la muerte al expósito con lasinclusas, le educa después en los hospicios,en cuyos establecimientos encuentra tambiéngeneroso asilo la ancianidad desvalida, pro-cura el bienestar del ciudadano con la ense-ñanza obligatoria, la felicidad doméstica conla educación de la mujer como madre de fa-milia, prohibe el desconsiderado empleo deaquella y del niño en la fábrica, pensiona alinválido, devuelve la salud ó la razón al en-fermo ó al desvalido, atiende al buen régimencarcelar ó penitenciario, y al prodigar susdesvelos la beneficencia por cualquiera délosmedios mencionados, considera al hombrecomo un individuo de la asociación, y en cum-plimiento de un deber jurídico le atiende yprotege.

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NÚM. 254. A. MAESTRE T ALONSO. LA LIMOSNA.

A pesar de su aparente independencia, exis-ten relaciones tan íntimas entre la Caridad,la Filantropía y la Beneficencia, que será in-completa toda limosna sino reviste el triplecarácter de precepto religioso, sentimientomoral y deber jurídico.

Reducida á los límites del precepto religio-so de la Caridad sin el espíritu práctico queanima á la Filantropía, carece de la solidari-dad que ésta engendra y crea una lraternidadficticia en cuanto mal pueden compadecerselas desgracias cuya magnitud se desconoce, ydegenera en un misticismo estéril 'ó en unapoyo censurable al vagabundo ó al criminal»como ocurría con el derecho de asilo conser-vado aun mucho tiempo después de desapare-cidas las causas que algún dia lo justificaron.Sin la Beneficencia que distingue al pordiose-ro del verdadero pobre, con la limosna indis-creta engendra el deshonor y favorece la men-dicidad, lo cuál sucedía con la sopa de ¡os con-ventos (degeneración de los banquetes de laCaridad de los tiempos apostólicos), á cuyosatrios no acudía el verdadero pobre, alejadode ellos por los malos tratamientos de los vi-ciosos, quienes monopolizaban la limosna quelas comunidades religiosas proporcionaban porel humillante conducto de algún lego soez,quien la distribuía de un modo nada evangéli-co, y con la cual encontraban el necesariosustento solo algunos, y no ciertamente delos más menesterosos. No. mejora las condi-ciones de la sociedad y con la protección otor-gada á los falsos pobres, la criminalidad crecey la prostitución se fomenta.

La Filantropía, cuando la Caridad no laacompaña, atenta solo á evitar ó el espectácu.lo de una desgracia, ó á la conveniencia socialestá sujeta á fines esencialmente utilitarios yal ejercicio del bien á un semejante, que es álo que obedecian las donaciones de dinero ytrigo hechas en Roma á la plebe, con las quetenían siempre á la devoción de los perturba-dores de la república, aquellas turbas, queconsiderando degradante el trabajo y faltos delas riquezas reunidas en manos de los patricios,favorecían el establecimiento del cesarismoque les concedía pan y circo. Unida á la Bene-ficencia impide por medio de la ley con unaasidua vigilancia, los fraudes cometidos ála sombra de falsas sociedades filantrópicas,creadas únicamente para el lucro de los par-ticulares, é imposibilita que con el pretesto defavorecer á un semejante se abuse de su des-gracia.

La Beneficencia, reducida al cumpliminntoTOMO XUI-

de ley positiva, sin las consideraciones de hu-manidad, es el árido cumplimiento de las dis-posiciones gubernamentales y carece del carác-ter humano que imprime á la limosna la Filaiutropia y fáltase á los acogidos en los Estableci-mientos de beneficencia á las consideracionesque á todo ser social se deben, por no com-prender la tolerancia que exigen la desvaü-dezdelos primeros años, las impertinencias del

nfermo y los desvarios del demente; se en-gendra el descuido para los dolientes y la fal-ta de salud y buena educación en las inclusasy hospicios, y los malos tratamientos para loaenajenados, lo que hace incurable Su locuraSin la Caridad, que desinteresada y cariñosa;ocorre á un hermano en el desgraciado, y

que con paciencia y resignación en su esme-rada asistencia concede la tranquilidad al áni1

mo favoreciendo en gran parte el bienestar delsocorrido, no se cumple al fin social de acudiral amparo del ciudadano ni á la compasiónque merece, un semejante, y en vez de desper-tar sentimientos de gratitud por el l^eneficiorecibido, se crea el odio que origina un socor*ro concedido sin la conciencia del interés quese merece un prógimo, un hermano.

La limosna que inspirada en los puros ysantos principios del crstíanismo consuele áun hermano, que obedeciendo á los impulsosdel corazón ampare á un semejante, y quecumpliendo los fines jurídicos de protección ensu desgracia al individuo social, socorra á unciudadano revistiendo según ya hemos dichoel triple carácter de religiosa, moral y jurídi-ca, coadyuvará en gran manera, si no á lacompleta desaparición délos pobres, que siem-;pre existirán sobre la tierra, al monos amino-rará'ías amarguras del indigente y llevará alcorazón del que ejercerla pueda, la satisfac-ción moral que siempre acompaña al cumpli-miento del bien; y uniendo por los vínculos dela gratitud y del beneficio á pobres y ricosfacilitará la necesaria armonía entre todas lasclases sociales para que se realicen en la vidapública de las Naciones las grandes manifes-taciones de la libertad y del progreso.

ANTONIO MAESTRE Y ALONSO.

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18 REVISTA BORQPBA.—-5 BK ENERO DE 1879. NÚM. 254

CRÓNICA CIENTÍFICA.

Academia de ciencias.—El contagio de la tisis pulmonar.—La fermentación del jugo da la uva y sus causas.—Loshierros nickelados ó meteoritos; experiencias de M. Sta-nislas Meunier.—Capacidad de absorción délas diferentesmaderas.—Un teléfono Je bolsillo.—Cuatrocientos siste-mas solares.—Los peligros del sulfuro de carbono.—Trabajos del doctor Poincaré.—El peregil y los loros.

Todavía se agita la cuestión de si los tísi-cos pueden infectar el terrible mal que minasu existencia á las personas que viven conellos en continuo é íntimo contacto, que res-piran la misma atmósfera, etc.

Se admite fácilmente que un marido, porejemplo, cuya mujer muere de tisis pulmonar,no tarda en sucumbir de la misma enfer-medad.

En esto habria verdaderamente inocula-ción por las vías respiratorias de la tubercu-losis.

Las afirmaciones que se hacen sobre estepunto, tanto en un sentido como en otro, sefundan más en observaciones que en experien-cias: y la observación en tales materias es talvez insuficiente.

M. Rigaut ha emprendido sobre este asun-to de tanto interés una serie de experimentos,cuyo gasto hacen los infortunados conejos,desgraciadas víctimas.

M. Rigaut se ha proporcionado lo que des-graciadamente no es difícil obtener en París:aire aspirado por enfermos del pecho. Ha hen-chido de él algunos recipientes, en los que hainstalado á los conejos, y éstos han muertoofreciendo, según parece, los caracteres de latisis.

Los resultados de estos estudios constitu-yen para la ciencia un primer orden de hechosque servirán, de base á nuevos trabajos, hastaque se establezca seriamente la fuerza decontagio de la tuberculosis ó formalmente serechace.

El ilustre Claudio Bernard ha dejado tras síciertos gérmenes de discordia, de discordiacien tífica, se entiende, entre sus sabios cole-gas de la Academia de Ciencias.

Una nota encontrada entre los papeles deleminente fisiólogo y comunicada hace algúntiempo á la Academia, permite pensar queClaudio Bernard pertenecía en el fondo alpartido de los heterogenistas; es decir, que sele podia afiliar á la doctrina que admite laproducción de seres vivientes por las sustan-cias orgánicas ó inorgánicas, sin gérmenes

ni óvulos; en una palabra, la generación es-pontánea.

Vamos á indicar un reciente experimentode M. Pasteur, de cuyos resultados se ha dadocuenta en la última sesión.

Hay químicos que sostienen que en el inte-rior del grano de la uva existe, ápriori, todolo que se necesita para que tenga lugar lafermentación del jugo encerrado en el grano.

M. Pasteur afirma que la fermentación deljugo dé la uva no se debe más que á la pre-sencia y á la acción de células de levadura enla superficie de los granos, células llevadaspor el aire.

Si se impide á estas células que lleguenhasta la materia ferinentable, ésta no sufre lafermentación.

El estudio de la geología y de la mineralo-gía ha entrado desde hace algún tiempo enun camino muy fecundo en resultados intere -santes, en la vía experimental.

A fuerza de paciencia, y merced á ingenio-sos métodos, se ha llegado ya á reproducir unnotable número de minerales interesantes, ysin insistir sobre la importancia industrialque podrán tener un dia estos trabajos, pode-mos hacer notar á nuestros lectores que se hallegado así á poner en claro ciertos fenómenos,ciertas fases de la formación de nuestro globo.

M. Stanislas Meunier, del Museo, ha obte-nido numerosos éxitos en este camino, y áellos se refiere la importante Memoria leidapor el sabio minerálogo en la última sesión dela Academia de Ciencias.

Se trataba de la reproducción artificial delas aleaciones de hierro y de nickel que sehallan con frecuencia en los meteoritos ó pie-dras caídas del cielo.

El método empleado por M. Meunier con-siste en formar primero una mezcla de clorurode hierro y de cloruro de nickel, después re-ducirlos por el hidrógeno puro al calor rojo;de este modo ha obtenido en estado de purezael kamacito, el teenito, etc., etc.

Ha llegado también á fabricar verdaderosmeteoritos, y hé aquí cómo: revistiendo deesos mismos hierros, nikelados fragmentos derocas.

Estas experiencias no tienen un interéspuramente especulativo. Tienden á demostrarque los despojos cósmicos que caen sobrenuestro suelo no son más que boquetes de

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filones concrecionados; y como entre estos ynuestros filones terrestres existe la más notoria analogía, es natural deducir una unidadreal en los fenómenos geológicos de las diver-sas partes del sistema solar, sometidos á lasmismas leyes naturales que nuestro globo.

No hay necesidad de ser un gran sabio paratener conocimiento de que las diferentes espe-cies de maderas absorben variadas cantidadesde humedad. Desde que se ha genei-alizado lacostumbre de vender el combustible al peso,casi todo el mundo se preocupa de la cantidadde agua que los vendedores se hacen pagaral precio de la mejor leña.

Todavía, sin embargo, no so habia tratadode determinar científicamente, como lo ha he-cho M. Maumené, la capacidad de absorciónde las diversas clases.

Las muestras que cuidadosamente ha dese-. cado, en presencia del ácido sulfúrico, y hasumergido en el agua después, han absorbidocantidades de líquido variables entre 9,37 y174,36 por 100 del peso de la madera. Como seve, la delicadeza de los carboneros tiene anchocampo donde ejercitarse.

M. Boudet ha entregado recientemente alaAcademia, en pliego cerrado, la descripciónde un nuevo teléfono.

El aparato es del tamaño de un reloj; con-siste en un bote, en el que se halla colocada unabovina de hilo de 70 metros de extensión pró-ximamente, y en la tapa del bote está soldadauna pequeña placa vibrante en hierro imanta-do. Con una pilaLecla.nchéyunmicrófonobienconstruido como el de M. Varey, se obtienenresultados muy claros, según afirma M. DuMoncel.

Para dar una idea de la infatigable perse-verancia de los astrónomos, bastará citar elejemplo de M. Stephan, director del Observa •torio de Marsella.

En la ultima sesión ha presentado este sa-bio á la Academia, por la novena vez, una listade nebulosas descubiertas y observadas por él.Esta lista, que contiene 40 nebulosas, serápronto seguida de una décima relación, y lasdiez series compondrán entonces un total de400 nebulosas, es decir, de innumerables aglo-meraciones de sistemas solares tan importan^

tes, por lo menos, como el nuestro, y cuyo cono-cimiento se deberá á este intrépido observador.

Hace ya tiempo que se conocen los peligrosdel sulfuro de carbono para los obreros de lasindustrias en que este líquido se emplea. Lasfábricas de caoutchout consumen de él gran-des cantidades como disolvente.

Pero hasta ahora no se habia estudiado su-ficientemente la naturaleza íntima de los fe-nómenos tóxicos á que dá lugar. El doctorPoincaré, profesor auxiliar de la facultad demedicina de Nancy, ha emprendido sobre esteasunto investigaciones cuyos interesantísimosresultados acaba de comunicar.

Los primeros accidentes de la intoxicaciónconsisten en una exaltación marcada, seguidode un período de colapso, abatimiento y depre-sión.

Cuando se hace la autopsia de los anima-les muertos por consecuencia de los experi-mentos, se observan en el corazón y en lospulmones desórdenes considerables y de losmás característicos.

Los principales hechos indicados por el doc-tor Poincaré tienen evidentemente mucho inte-rés bajo el punto de vista de la toxicología y dela higiene industrial.

Dias pasados adquirimos la convicción so-bre un punto que muchas veces nos habia pre-ocupado, en concepto de problema de hi&toinanaturak Parecerá pueril, pero es el caso qw,edesde tiempo remoto veníamos preguntando átodos los autores, si verdaderamente el pere- .gil es^m veneno para los papagayos. Gene-rraímente se dice que sí; pero como nos gustatener otras autoridades más que la del vulgo,no nos conformábamos con aquella opinión.Nos parecia, sin embargo, ridiculo acudir á losnaturalistas para satisfacer nuestra curiosi-dad. Por otra parte, juzgábamos sensible sa-crificar á un loro por ensayar en él los efec-tos de la planta sospechosa.

Ahora ya consideramos resuelta la cues-tión contraelperegil. Héaquí, en efecto, lo quahallamos en una obra seria titulada El lorathistoria natural, de un verdadero práctico,M. G. Perdieron: «El peregil y las almendrasamargas deben eliminarse de la alimentacióndel loro. La exclusión de las almendras amar-gas se comprende bien, porque esas almen-dras encierran el más violento de los venenos,el ácido liidrociánico, Pero en cuanto al pere-

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gil nadie ha podido nunca explicar la razón desu acción tóxica sobre dicho anivnal, el cual,en cambio, puede comer impunemente el aza-frán, que es para el hombre un purgante enér-gico.» ' :

Por lo demás, la obra de M. G. Percherones un excelente tratado de la cria y educacióndel loro, que no vacilamos en recomendar contoda confianza á los aficionados y aun á lospajareros de oficio.

P. DUVERNEY.

POETAS CONTEMPORÁNEOS.

DON JOSÉ ECHEGARAY.

Hace ya muy cerca de dos años que perma-nezco silencioso como un Diputado de la ma-yoría. No he dicho hasta ahora sino muy po-cas palabras sobre el ingenio dramático del se-ñor Echegaray, y en las batallas que se hanlibrado en el teatro con motivo de sus dramasquiso la fortuna que no hubiese perdido losojos aunque en más de una ocasión se hayanvisto entre los dedos de algún crítico y la pa-red. ¡ Dios me los conserve mucho tiempo sanospara no ver los dramas de Sánchez de Castro i

Más no por haberlo guardado tanto tiempome liarán ustedes la ofensa de suponer que nohe formado juicio sobre el teatro de Echega-ray. Gracias á Dios, tengo sobre este punto micorrespondiente opinión como cualquier far-macéutico. Y ahora que me veo lejos de aque-llos dedos malhadados y frenéticos;—¡cuidadocon los dedos que gastan algunos críticos!—respiro fuerte y digo mi oipnion.

Don José Echegaray era, como todos saben,un notabilísimo ingeniero y fue Ministro devarios ramos. Por consiguiente, ¿qué razónhabia para que no fuese autor dramático? Efec-tivamente, allá por el invierno de 1873 fue re-presentada su primera composición dramáticacon el título de La esposa del vengador, que erauna primorosa leyenda con innumerables de-fectos y muchasbellezas. Masque la obra en sí,cautivóme y sedujo la novedad del intento. Elteatro español, merced á los trabajos de losEguilaz, Larra, Herranz y otros, habia dadograndes pasos hacia el confesonario; se postra-ba á los pies del coadjutor de la parroquia acu-sándose de sus pecados románticos, rezaba* elrosario todos los dias, asistía á las cuarentahoras, tomaba el sol por las tardes. Era un tea-tro chocho. Cuando adoptó otro género de vida,

todas las gentes dijeron: «[Echegaray es elquelo ha pervertido, el que lo ha sacado de quicio;desde que trata con él ha vuelto á fumar, áde"ir requiebros á las muchachas y á retirarse á

las altas horas de la noche; ¡esto no se puedetolerar, es verdaderamente escandalosol

Allá en el fondo yo me alegraba mucho deque se retirase tarde. El teatro debe gozar in-dependencia y tener su llavin para cualquierevento. La esposa del vengador me pareció unacalaverada de buen género, la expansión afor-tunada de un ingenio privilegiado. ¿Nada más?Nada más.

Tenia toda la frescura y toda la inocenciade una virgen de quince años. Era suave, deli-cada, irreflexiva, levantada de inspiración y decascos. No hubo más remedio que aplaudirla.

Empezaba á oscurecerse la estrella delP. Astete. La esposa del vengador nada nosdecía acerca de las bienaventuranzas ni de losfrutos del Espíritu-Santo, omitía por entero lossacramentos que se han de obrar y hasta pres-cindía de los que se han de recibir. Conmovié-ronse hasta los cimientos los corazones de laclase media. ¿Qué iba á ser de nosotros? Si enel teatro no se nos enseñaba lo que hemos decreer, lo que hemos de orar, lo que hemos deobrar y lo que hemos de recibir, ¿á dónde vol-ver los ojos? Con permiso de estos corazonesdiré que á mi entender el teatro de Echegarayes más moral que el de Eguilaz. Tengo mis ra-zones para creer esto, y si Vds. se dignanprestarme atención se las diré en pocas pala-bras.

Todos Vds. sabrán probablemente, queapoderarse de lo ajeno contra la voluntad desu dueño es un pecado, y otro pecado levantarfalsos testimonios, lo mismo que desobedecerá los padres y jurar el santo nombre de Dios envano. ¿A qué ir, pues, al teatro cuando se re -presentan las obras de Eguilaz? ¿A gozar desus bellezas? Es inútil, porque no las hay. ¿Adormirse? Es muy feo y se expone uno á quele despierte el acomodador. Sin embargo, estaúltima solución no me parece del todo inadmi-sible, y aparte de sus inconvenientes, porqueos tiene, lleva algunas ventajas á todas lasdemás. Y si te duermes lector, que si te dormi-rás, ¿en qué forma te habrás moralizado? ¿Conqué tristeza no pisarás después la escalera detu casa, considerando que entras tan inmoralcomo has salido?

En cambio duérmete si quieres en los dra-mas de Echegaray. Si por acaso fueses tanduro de corazón que no te conmovieran las es-cenas pa téticas, ya se encargaría alguno de

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esos actores tan bien entonados que solo Es-paña posee, de tenerte despavilado. Pero no;yo sé que no hay necesidad de que se gritenlos dramas de Echegaray para que se escu-chen con atención. Sin el auxilio de aquellosinolvidables pulmones, lo mismo hubieranconmovido al público. El Sr. Echegaray reco-ge en el teatro, siempre que se le antoja, unabuena cosecha de lágrimas.

Ahora bien; las lágrimas, ¿no son un mediode moralizar al hombre? ¿Cuándo se derra-man lágrimas? Cuando el corazón se enterne-ce. Pues enterneciendo el corazón muchas ve-ces, lo haremos más blando y más sensible, yel hombre será más clemente y generoso.

Esta afirmación no es sofística. La puedodemostrar con un poco de metafísica. El dolorde un semejante enternece nuestro corazón,.despierta en nosotros la piedad y también elamor. Porque el dolor para muchas personasformales y también para mí, es una gran in-justicia. Si el dolor recae sobre un malvado,contraría el fin general humano, que es el ple-no goce de la vida; mas si atormenta á unhombre virtuoso, no solo contraría este fingeneral, sino también el particular de la vir-tud, que merece recompensa. En uno y otrocaso hay una injusticia que nos hace padecermoralmente. Mas para que una injusticia noshaga padecer, es necesario que en aquel mo-mento la idea de justicia se levante con ex-traordinario poder en nuestra alma. Y cuandola idea de justicia se enseñorea de nuestra al-ma, ¿no somos más morales que cuando yacealetargada en algún oscuro rincón del pensa-miento? Hé aquí cómo, á mi juicio, una obradramática, por el mero hecho de ser bella, sinpropósito alguno de aleccionar á los especta-dores, puede influir más poderosamente en sumoral que aquellas otras cuyo primero y talvez único intento sea éste. El arte perfeccionanuestras facultades morales, no recordándo-nos el catecismo, sino fortaleciéndonos, ele-vándonos, arrastrando nuestro espíritu á laregión de las ideas grandes y nobles. De mí sédecir,—y me pongo de ejemplo, porque soypara el caso como cualquier otro—que cuandopresencio la representación de Hamletme con-mueven tanto los sublimes pensamientos delhéroe, que me figuro participar de su grande-za, se despierta en mi ser lo que hay de másgeneroso, siento mi espíritu más grande y en-noblecido, en una palabra, me reconozco másmoral que cuando salgo de ver Bienaventura-dos los que lloran.

No obstante, es necesario averiguar de

dónde viene la emoción, si llega á nosotrossostenida por la falsedad y el absurdo, ó latrae en sus brazos el arte.

Cuando veo llorar á una persona en el tea-tro, pienso que por lo menos aquella personatiene un corazón sensible. Las personas acáen España, tratándose del teatro no debenexagerar la cuestión de lágrimas. Me pareceque tienen muchas más ocasiones de reir.. So-lo algunos chistes de Pina y tal vez algúnotro de Blasco, son los que arrancan con en-tera justicia raudales de ellas á los ojos.

En la última escena de O locura ó santidadestuvieron á punto de soltárseme. Si no hu-biese acontecido que una señora se desmayóá mi lado y no hubo más remedio que socor-rerla, seguramente habria despilfarrado al-gunas. Pero aquello me dio tiempo á reflexio-nar, y hé aquí lo que salió de niis reflexiones.-

Efectivamente, en la escena pasaba algograve. Dos jayanes al servicio de un manico-mio se llevaban maniatado á un caballero, ba-jo el supuesto de que estaba loco. No estaba lo-co; todos lo sabíamos, y padecíamos, como esnatural, presenciando aquel acto de barbarie.Mas aquel acto de barbarie habia sido prepara-do por el autor con el exclusivo objeto de con-movernos; por lo mismo teníamos derecho áexigir que la preparación fuese discreta y ar-tística. Aquella situación atrevida é interesan-te no tenia por desgracia raíces muy seguras,se hallaba presa por tan sutiles hilos al argu-mento de la obra, que el más leve soplo de'a reflexión bastaba á soltarlos. El entendi-miento juega un papel secundario, pero juega1

su papel en la contemplación de las obras de •arte, ^ es gran torpeza llevarle la contrariatan resueltamente como se hace en esta obra.¿Será posible convencer á nadie de que, me-diando buena fé, se arrastre á un manicomioá un hombre de talento, estudioso, sensato yrecto, á las pocas horas de haber declaradoque la fortuna que posee no le pertenece, porextraordinarias que sean las circunstanciasque acompañen á esta declaración? Yo pre-gunto á toda la clase médica española: ¿hayen ella dos individuos, sobre todo si han reci-bido el grado antes de la revolución, que porlos síntomas que ofrece el espiritu de D. Lo-renzo de Avendaño sean capaces de decre-tar su inmediata clausura? Yo pregunto átodas las familias honradas de Madrid: ¿hayalguna que permita y aun promueva el en-cierro de su jefe en una casa de locos porlos motivos y con la premura de aquella queEchegaray nos. presenta en su drama? De

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resultas de no haberme contestado nadie áestas preguntas que hice mientras socorría áaquella señora, resolví no conmoverme. Y noobstante, si un espectador ó alabardero tuvie-se la desgracia de caer desdo el paraíso a lasbutacas, pueden ustedes creer que el sucesome impresionaría fuertemente. Me impresio-naría mucho, aun cuando aquella escena nohabia tenido preparación de ninguna clase-No sé si el lector comprenderá esto, pero yo locomprendo perfectamente.

A pesar de cuanto he dicho, estoy muy le"jos de aplaudir el espíritu de crítica, poi* nodecir intelectualismo, con que de poco tiempo áesta parte acude el público al teatro, Pasaronlos buenos tiempos en que los espectadorestomaban parte con lo más hondo del alma enlas peripecias del drama, se apasionaban, seenfurecían, trataban de saltar al escenario ensocorro del héroe, arrojaban comestibles sóli-dos á la cabeza del traidor. Solo en algunosapartados rincones de nuestras provincias seda el caso ya de que el público obligue al pro-tagonista de Carlos II el Hechizado á dar muer-te cuatro ó cinco veces consecutivas al odiosofraile, autor de sus desgracias. En el resto deEspaña, el fraile muere á la hora en que es-cribimos de, una sola puñalada. El público queacude á los estrenos en Madrid, mujeres, vie-jos y niños, todos se erigen en tribunal y afec-tan la imperturbabilidad de un magistrado envista pública y solemne. En las escenas másinteresantes y patéticas, lo más que se permi-te el espectador es una helada sonrisa de sa-tisfacción y el siguiente galicismo: Está bienhecho. En tanto que dura la representación,todos, todos, hasta aquella rubia do la plateacuyos cabellos parecen dorados á fuego y unoá uno, tienen aire de estar escribiendo en lomás profundo del pensamiento unos Apunteseritieos con mucha jfí&ra'y mucho calor de hu-manidad.

Permítaseme que eche de menos en el pú-blico un poco de sensibilidad, y después per-mítaseme proseguir.

El defecto capital del teatro de Echegafay,aquel que resplandece en todas sus obras, esla falsedad: en algunas de ellas, como En elpuño de la espada, la falsedad puede denomi-narse absurdo. Un viento atracado de embus-tes corre por todos sus dramas desatando loscabos, invistiendo los términos, lacerando laurdimbre y arrojando las escenas muy lejosunas de otras de tal modo que sus personajesquedan gesticulando en la soledad, y el públi-co no ve la razón de sus desconcertados ade-

manes. Lo que se echa de menos en las obrasdramáticas de Echegaray son las matemáti-cas. En estas obras se estampa el resultadosin haber hecho las operaciones previas, y elpúblico pide que se le muestre la pizarra.

Ahondando un poco en la indagación deeste asunto, tal vez observemos que el defec-to enunciado, sí ataca á la esencia misma dela obra y la reduce á la categoría de efímera,no es de los que niegan por sí la aptitud delartista. Lo que sí muestra inmediatamente esque á la creación de la obra acompañó unalgo perturbador y malsano que el autor de-bió haber huido con empeño. Es imprudenteintroducirse en el laboratorio de un poetapara expiar sus trabajos y á seguida noticiar-los á los cuatro vientos; pero si me fuese dadovencer la repugnancia que me inspira esteexpionaje y me pusiera á observar el crisoldonde hierven los dramas de Echegaray, creoque no tardaría en percibir ese elemento pú-trido que causa »1 daño de la obra. Después,si se me obligase á darle un nombre y no tu-viese á mano otro más poético, lo llamaría«precipitación.»

La precipitación de que el Sr. Echegarayhace uso en la fabricación de sus dramas esde la peor ralea, porque es la que acompaña,no tan solo ala ejecución, sino también al pen-samiento mismo de la obra.

Estoy pensando en que la idea de haberaproximado el gabinete de un poeta al labo-ratorio de un químico por algo debió acudir ámi cerebro ahora. ¿Por qué habrá sido?... Qui-zá tenga su raíz en la impresión que me cau- 'só el Sr. Echegaray la vez primera que le visalir á la escena sqlicitado por el clamoreo delpúblico. La figura del Sr. Echegaray no des-pertó en mí, ni más ni menos, la idea de poeta,ino la de astrólogo. Sin que pudiera oponer-

me al escape de mi fantasía, adórnele de sú-bito con una bata sembrada de estrellas, lepuse sobre la cabeza una caperuza y en lamano una varilla de virtudes; aposéntele enuna cámara tétrica toda atestada de libros,de redomas, de animales disecados; le vi en-frascado á una luz mortecina en la lectura deuna Trigonometría rectilínea.

Parecía hallarse inquieto; cerraba los ojoscon frecuencia y lanzaba tristísimos suspiros.

«¡Ay! exclamó, ¡aritmética, álgebra, geo-metría y, por mi desdicha también la trigono-metría, todo lo he profundizado con un traba-jo constante, y heme aquí pobre tonto!... Haceya algunos años que enseño á la multitud lasmatemáticas y no estoy bien seguro de haber

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enseñado algo de provecho. Ni aun me lison-jeo de que sirva para nada el reducir los que-brados á comu denominador. Por eso me hededicado algún tiempo á la política. Pero todoesto, política y matemáticas, es intrincado, esoscuro, y además sospecho que no sirve paranada. ¡Óh, si yo pudiese franquear esta mu"ralla de formulas algebraicas y expedientesque me aprisiona! ¡Si yo pudiese, libre comoel humo que se escapa de estos carbones, re-correr á la dulce claridad del gas los escena-rios de los teatros, aspirar el perfume de lospolvos de arroz, salir cogido de las manos delo artistas, en forma de danza, á embriagar-me con el néctar voluptuoso del aplauso! ¡Oh,que extraña turbación se apodera de mi sor!Escucho una voz celeste que me dice: El mun-do de las bambalinas y del albayalde nó estácerrado... Animo: aun puedes morder dondehan mordido Retes y Echevarría. Sí, creo queel genio de Shakspeare da vueltas en torno demi cabeza y me incita á escribir dramas.Siei.to que mi espíritu se entrega todo á ti,¡oh espíritu inmortal!... Ven, ven...

(El genio de Shakspeare desde dentro.) Hu-yamos.

Pero esto es Fausto puro, dirán ustedes. Nolo niego, diré yo.

Volvamos á la precipitación; volvamos,aunque no sea sino para consignar que la pre-cipitación es una frase inventada por mí paraexplicar y atenuar algunos pecados cometi-dos por el Sr. Echegaray. Por lo demás, yo nopuedo negar á Vds. el derecho de achacar susyerros á inopia y no á precipitación.

El comercio y trato frecuente de los gran-des hombres, suele dejar en nuestra inteli-gencia huellas muy visibles. Por estas huellases fácil conjeturar cuál ha sido el grandehombre que más nos ha cautivado. Yo meatrevo á pensar que el favorito del Sr. Eche-garay ha sido Arquímedes. De él es de quienha tomado, sin duda, la mala costumbre depedir gollerías. Arquímedes decia: «Dadmeuna palanca y un punto de apoyo, y removeréla tierra.» Mas el pobre Arquimedes se fue alotro mundo sin tener el gusto de remover latierra, porque nadie pensó en darle la palancani el punto de apoyo. Echegaray dice: «Dadmeun hijo formado por el rayo de la luna que pe-netra por un vidrio roto (el arte se encargaráde pagarlo); dadme un puño de espada quesirva de archivo á una correspondencia queno es posible quemar ni hacer pedazos; dadmeuna hoja de puñal dónde se escriba con san-gre como en la mejor vitela; de tal suerte que

lo que sobre ella se estampe iid pueda borrar-se sin habérsela hundido previamente en elpecho el protagonista; dadme la luna en fin, yyo os daré un drama.» • / • • • • •

Efectivamente, el público dio la luna y el se-ñor Echegaray los dramas. Mas debemos re-conocer que este es un cambió de serviciosperfectamente enclavado en la teoría délacirculación, expuesta con gran lucidez jporBastiat, y ni el Estado ni yo tenemos derechoá contrariar el libre desenvolvimiento de lasleyes naturales que presiden ala producción,distribución y consumo délos dramas. Lo úni-co que lamento amargamente, es que el des-graciado Arquímedes se haya ido al "otro mun-do sin tener el gusto de remover la tierra,

Inmediatamente después de esto tenia pen-sado decir al Sr. Echegaray, que no tiene ungusto muy esquisito para la elección de te-mas, álos cuales tampoco sabe dar variedad,ni gran acierto en la pintura de caracteres,que huelen á bastidor desde muy lejos, nitampoco una versificación fluida, castiza yarmoniosa que velara púdicamente las livian-dades del fondo. Pero todo esto tenia pensadodecírselo de un modo delicado, ingenioso, co-mo deben decirse estas cosas cuando unoquiere sentar plaza de escritor ático, intencio-nado y habilidoso. *•

Más de un cuarto de hora he pasado tirán-dome por la barba y con la vista fija en un mi-co de bronce que sirve de remate á la tapadel tintero, y no acaba de brotar en mi cabezani una sola frase irónica. Me voy convencien-do con verdadero dolor de que no soy tan so-carrón como creia.

Despechado y sin aliento, arrojo una mira-'da sabré las cuartillas escritas. Son veintisie-te. Por consiguiente, según mi cálculo, faltapor escribir una tercera parte del artículo.Ahora bien, esta tercera parte la dedica todocrítico bien educado á elogiar la obra que juz-ga cuando es mala. Cuando es buena, lo co-mún es dedicar dos terceras partes. No seréyo ciertamente quien con mano torpe preten-da romper el curso de nuestras costumbresvenerandas, consagrad as por los siglos y lasgeneraciones. De las dos terceras partes quellevo escritas resulta que el Sr. Echegaray esmal poeta dramático. Confío en que de la quefalta ha -de resultar que es bueno.

El Sr. Echegaray, no es tan insignificantepoeta como pudiera deducir cualquier adver-sario suyo de las premisas que he sentado. Yoescribo para las personas ilustradas é impar-ciales, para aquellas que saben conceder á las

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frases su verdadero sentido y ver á través delas travesuras del estilo el'corazon del escri-tor. Esas personas que tienen los ojos puestossobre el mia saben cuan lastimado está y cuantriste por las frases que un dst ino cruel meha obligado á estampar. Yo admiro al señorEchegaray.de admiro como admiran los gu-sanos á las estrellas, si es que las admiran. Enmateria de admiración, muy pocos serán losque'puedan ponerme el pió delante. Pero yobien sé por qué admiro al Sr. Echegaray; laspersonas que penetran mi corazón, bien lo sa-ben; el Sr. Echegaray también lo sabe. Haymuchas cosas inefables para la humana len-gua, y una de ellas es esta. Asisto á la repre-sentación de una obra de Sánchez de Castro,y quien dice Sánchez de Castro, dice Herranz.La obra sale mala, como puede suceder, queesto no me lo negarán ustedes. Pues bien; estepobre joven que ha sacrificado 20 reales paraverla, se emboza con la mayor dignidad en sucapa y sale del teatro murmurando entre dien-tes, Dios sabe qué cosas. Se estrena un dramade Echegaray, y el tal drama no satisface nicon mucho mis exigencias. Pues en vez de sa~lir irritado y feroz á saciar mi cólera en unchocolate, salgo con la sonrisa más plácidadel mundo, una sonrisa que envidiaría el mis-mo Perier, ejiojando á los amigos con mi des-carada alegría, y cantando salmos en honordel Sr. Echegaray:

«Porque tienes garras como el león y dien-tes como el chacal, señor, desgarras y tritu-ras el arte dramático.

Te glorificaré por tus dramas malos lo mis-mo que por los buenos y cantaré tus ala-banzas.

Tú has abierto mi boca, señor, y mi bocacantará tus alabanzas.

Cuando tú llegaste, los dañinos gorriones,entre los cuales figuraban Pérez Escrich yLarra y también Herranz, divertían sus ociosen picotear la escena.

La picoteaban sin compasión; en su picono se hallaba palabra de verdad, ni verso sinripio y en su alma de gorrión se albergabanla frivolidad y la impotencia.

Llegaste y los desmenuzaste como polvoque el viento esparce, y los barriste como lodode las plazas.

A tí, ¡oh señor! tributaré gracias con todomi corazón, y narraré todas tus maravillas.»

Las maravillas del Sr. Echegaray son al-gunas escenas tan bellas como hacia muchosaños no habian resplandecido en el teatro es-pañol y un enjambre de pensamientos graves

y luminosos que surcan altaneros el piélago desus obras, dejando brillante estela de fuego.

Las buenas acciones siempre las tengo pre-sentes, y no olvidaré mientras viva de quémodo se ha portado el Sr. Echegaray en unacélebre noche. Tres veces consecutivas habiasubido el telón, y tres veces consecutivas ha-bía vuelto á bajar. Cuando subia, me quitabael sombrero y lo colocaba con delicadeza, quesemejaba unción, en la butaca de enfrentehasta que llegaba un caballero de corbata en-carnada que me obligaba á levantarlo rápida-mente y á plancharlo dos ó tres veces con lamanga de la levita. Estas maniobras me ha-cian perder algunas docenas de versos. Cuan-do bajaba, me ponia el sombrero y trataba delanzarme á los pasillos. Indudablemente en lavida del hombre hay momentos críticos. Unode ellos es salir de una fila de butacas del tea-tro Español en noche de estreno. ¿Se debe salirdando el rostro ó la espalda á las señoras queocupan la fila? Militan razones poderosas enpro de ambos sistemas. No obstante, mi opi-nión, y la apunto con las debidas reservas, esque se debe salir mirando á las señoras. Sedeben apretar las piernas hasta donde alcan-cen las fuerzas contra la fila contigua, con elfin de hacer patente que vuestras extremida-des son tan inofensivas como hidalgas: con-viene que al demandar perdón por la molestia,formuléis brevemente una enérgica protestacontralaempresa del teatro, que sacrifica el pu-dor al sórdido ínter ós: no dej eis tampoco de deci rsi os ocurre alguna frase ingeniosa y moral,sobre todo moral: si no os ocurre, lo más sen-sato es doblar el espinazo, sonreír con modes-tia y abreviar cuanto se pueda. Recorría auto-máticamente los pasillos, el salón de descan-so, escuchaba distraído profundas disquisicio-nes sobre la verdad de los caracteres y la ve-rosimilitud de la fábula, y pienso que cuandome aposenté de nuevo en la butaca y vi sepul-tarse á los músicos, cual gnomos misteriosos,en sus tétricos agujeros ¡Dios me perdone!pero algo semejante aun bostezo vagó pormis labios. Alzóse la cortica pausadamente,con cierto chirrido profético, anunciando queen el caso poco probable de que la obra salie-ra de la noche limpia de todo silbido, tos ó es-tornudo, no reportaría pingües ganancias ála empresa. ¡Lo que es el sino! ¡Partiendo dela garita del apuntador hacia dentro, hastael telón tiene derecho á carecer de sentidocomún!

Así que vi el escenario, me dio en la narizun tufillo de belleza que reanimó mi espíritu

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NÚM. 254. J. OLMKDILLA..—aONOCIMÍENTO HISTÓRICO DEL GAS. 25

soñoliento. ¿Tufillo lo he llemado? Pues no esverdad; aroma, aroma era, aroma embriaga-dor que llegaba al corazón. Un hombre queagoniza vertiendo profundos pensamientos enfluido y enérgico romance. Esto np se ve to-dos los dias. ¡Cuántos se mueren en las tablascon el ripio entre los labios! Después, una es-cena verdadera, con vida terrenal, que en elcerebro delirante del moribundo engendraotra más grande y fantástica. Sombras quetoman carne para ofrecer perdón al crimen.Seres vivos que la noche y el remordimientoconvierte en sombras. Relámpagos siniestrosque alumbran una conciencia cenagosa. Elamor tomando posesión de, un corazón dolo-rido. Un poco de verdad y otro poco de poe-sia. Por allí debia andar el arte.

Aplaudí como se aplaude cuando*?no se re-presenta nada de Blasco, y sin acordarme po-co ni mucho de que era un crítico, lloré comoun simple mortal. No hay más remedio queconfersarlo; los críticos, salvo honrosas es-cepciones, tenemos también corazón como losdemás.

¡Qué noche aquella! Fue La última nochedel Sr. Echegaray. Después le aplaudí más deuna vez, pero mis palmadas, casi siempre dé-biles é indecisas, sonaban á hueco, como lascabezas de algunos sabios. No crea, sin em-bargo, el Sr. Echegaray que estoy cansadode aplaudirle ni de escuchar sus alabanzas,como aquel paisano de Atenas, que e hastia-ba de oir las de Arístides. Aun me restanfuerzas bastantes para sonar las palmas, y sillega el caso sabré gritar: «¡Bravo, bravo, elautor!» tan bien como cualquier radical. LaProvidencia me ha concedido un tesoro deaplausos; más yo no tengo facultad para mal-gastarlo en cuatro dias. Redundaría en me-nosprecio de las buenas obras dramáticas fu-turas y pretéritas, en perjuicio del Sr. Eche-garay, que tiene derecho á no ser empujadopor oscuros y peligrosos senderos, y en me-noscabo y daño de mi conciencia, que si noregatea jamás los aplausos al mérito, me exi-ge estrecha cuenta de los que tributo á latorpeza.

ARMANDO PALACIO VALDÉS.

I-

Es natural que haya el hombre tratado entodo tiempo de sustraerse á las sombras de lanoche. La civilización y cultura han hecho to-davía mas necesario el |alumbrado artificial,sobre todo en esas interminables noches de in-vierno, que en muchos países se prolongandurante meses, y donde forzosamente la con-tinuada ausencia de la luz del sol obligó ábuscar medios destinados á proporcionarsealumbrado gue permitiera dedicarse á los tra-bajos materiales y al cultivo de la inteligen-cia, todo el tiempo que no se consagraba alsueño.

La luz del hogar destinado á la preparaciónde alimentos fue lo primero que sirvió para elalumbrado artificial. Más tarde se emplearonramas de árboles resinosos, ó sean antorchas,cuyo medio todavía es usado por diferentestribus salvajes. Las griegos y romanos em-pleaban el aceite colocado en vasos de diversaforma, que algunos se conservan como mode-lo, en cuyo aceite sumergían una mecha queinflamaban y á la cual ascendía el aceite envirtud del fenómeno físico llamado capilaridad.

Este fue el procedimiento de alumbradoque se empleó durante la Edad Media.

El empleo del sebo con este objeto, ó sea lagrasa animal, es bastante posterior al del acei-te y la cera.

Pero la luz de las bujías, ya sean de cera ósebo, presentaba no escaso número de incon-venientes. En primer lugar, la serie incesante,de oscilaciones que ofrece la llama, debidas á>la dilatación de las capas de aire que se hallanen contacto inmediato con el cuerpo en com-bustión, y el reemplazo por columnas másfrias, y además, el olor repnguante que se ex-perimenta cuando son de sebo, á consecuenciade los gases y vapores que se desprenden en lacombustión.

La cera, cuando se quema, experimenta engeneral una combustión más completa que elsebo, y lo mismo acontece con las bujías deácido esteárico. Las sustancias grasas, comoson los aceites de oliva, colza y adormidera,son también de muy buenas condiciones parael alumbrado, pero dejan bastante que desearen cuanto á la facultad iluminante de la llamay el no pequeño inconveniente de la congela-ción en las estaciones frias.

En las poblaciones algún tanto numerosas;es indispensable el alumbrado público. Hace

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26 REVISTA EUROPEA.—5 DE ENERO DE 1879. NÚM. 254

unos dos siglos, próximamente, quedaban lascalles desde el anochecer en completa tiniebla,y el transeúnte veíase obligado á alumbrarsepor sí mismo, si no quería correr el riesgo deser acometido por malhechores con una fre-cuencia aterradora. Es, pues, necesario quelas poblaciones se hallen alumbradas toda lanoche, y algunas, como Londres y París, mu-chas veces durante el dia en las épocas deniebla.

Para este alumbrado público se han emplea-do también diversos medios, desde la vela desebo hasta la luz eléctrica; pero los más usadosson¿el gas hidrógeno bicarbonadomás ó menospuro, y el petróleo ó aceite mineral, del quehay extensos lagos naturales en diferentesregiones de la América septentrional, sobretodo en el Canadá. También suele emplearsecon el mismo objeto el llamado gas liquido, quees una mezcla en proporciones definidas dealcohol y aceite esencial de trementina. Suempleo exige no pocas precauciones, por lospeligros que puedenocasinarse.

Hechas las anteriores consideraciones, vea-mos la historia del gas del alumbrado. .

mII.

Á Jacobo Clayton, en 1739, es á quien sedeben las ideas primeras acerca del alumbra-do por gas. Habiendo observado que el gas quese desprendía en una mina de carbón de pie-dra era inflamable, trató de comprobar su ex-perimento, sometiendo la hulla á la acción delcalor. Los trabajos de Clayton se repitieronpor Haller, Watson y el Obispo de Landaff,hasta que en el año 1784 el profesor de la Uni-versidad de Lo vaina, Minklers, se valió delgasobtenido en la descomposición de la hulla porel calor para llenar los globos aereostáticos.DDS años después, Dundonal trató de obtenerbrea de la hulla y aprovechó los gases des-prendidos, dirigiéndolos nuevamente al hornopara quemarlos, economizando de esta mane-ra algún combustible. Sabedor Diller de estosexperimentos, los amplió hasta el punto dehacer un ensayo en un teatro de la capital dela Gran Bretaña, dándosele la denominaciónde luz filosófica.

Pero todo esto no eran más que algunos in-significantes destellos del descubrimiento quemás tarde habia de aparecer. El ingenierofrancés Felipe Lebon> en 1785, es el primeroque hizo trabajos que merezcan la considera-ción de ser tenidos como los iniciadores de la

fabricación del gas del alumbrado. Lo primeroque se empleó fue la destilación de la madera,y ¿onstruyó un aparato llamado termolámpa-ra de sencillez extraordinaria, que ofrecía laparticularidad de suministrar calor y luz. Suautor lo presentó como aplicable á la econo-mía doméstica, aun cuando los resultados nofueron muy felices. Anunció también la posi-bilidad de trasmitir el gas por tubos subterrá-neos á largas distancias, y es muy fácil que lacausa de no corresponder los resultados á loque se propuso el autor fuera que los gasesprocedentes de la destilación seca de la made-ra, tienen poca facultad iluminante, pues sehallan formados por el hidrógeno protocarbo-nado y el hidrogeno puro. El mismo Lebon in-dicó la conveniencia de preferir para el objetoel carbo% de piedra, y presentó una notableMemoria,al Instituto de Francia en 1797, dondese hallan consignados sus trabajos. Resultadode la misma fue obtener privilegio de inven-ción que puso en práctica iluminando pocodespués las habitaciones y parques de un ho-tel en París.

No se conocían todavía los medios de pu-rificar el gas, y por consiguiente el olor repug-nante que ocasionaba fue la causa de que nose aceptase con el entusiasmo, que ala verdadmerecía, un invento de tamaña importancia.

El continuador de Lebon fue Murdoch, queen el ¡año 1792 demostró públicamente en In-glaterra la posibilidad práctica de alumbrarpor medio del gas de la hulla. El aparato coneste objeto se estableció en la fábrica de losSres. Boulton, Watt y Compañía en Birmin-gham, y en 1802 se iluminó el edificio en su par-te exterior con motivo del tratado de paz deAmiens.

A consecuencia de estos resultados, se fijóla atención en Francia, y el Conde Chambronde Vólvic, antiguo discípulo de la Escuela po-litécnica, estudió el asunto con alguua deten-ción, haciéndose numerosos experimentos en1812 en el hospital de San Luis.

Winsor formó en Londres una sociedad quesancionó en 1816 el Parlamento iuglés, con ob-jeto de establecer el alumbrado en dicha ciu-dad. Lo mismo trató de hacer en París en 1817;pero la mala dirección fue la causa de la quie-bra de la compañía.

Necesario es llegar al año 1820 en Francia,cuando el Gobierno mandó establecer en Pa-rís, bajo la dirección del ingeniero Pauwles,una fábrica destinada al alumbrado del pala-cio de Luxemburgo. El gas producido sirvióasimismo para alumbrar el teatro del Odeon.

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254.

Esta fábrica funcionó hasta el año 1833, on quéfue suprimida.

Poco tiempo después, el mismo Pauwlesestableció dos grandes fábricas en París; losSres. Manby y Wilsson, directores de la com-pañía inglesa, fundaron otra, y sucesivamentese fueron formando otras cinco más, llegandoél consumo del gas á aumentar de una maneraasombrosa, reemplazándose las lámparas yquinqués de aceite por aparatos de gas, tantoen el alumbrado publicó como en el de los par-ticulares.

III.

En España no deja de ofrecer algún inte-rés la historia del gas del alumbrado. Grana-da fue la población donde se hicieron los pri-meros ensayos, aun cuando haya sido de lasúltimas en adoptar este medio de iluminación.El primer ensayo verdaderamente práctico, sehizo en Barcelona en 1826 en la Escuela de co-merci i, trabajo dirigido por el profesor de quí-mica industrial Sr. Roura. El mismo dirigiótambién los trabajos que en Madrid se practi-caron con este objeto en 1832, sin que pasarande la categoría de ensayos, los que tuvieronlugar en algunas calles céntricas como la Puer-ta del Sol y sus alrededores, y solo fueron algomás permanentes los que se aplicaron á la ilu-minación exterior del Palacio R°al. Cuando segeneralizó el alumbrado de Madrid fue el año1846, cuya fábrica situada en las afueras de laPuerta de Toledo, entre los paseos denomina-dos de los Olmos y las Acacias, uno de los pun-tos más bajos de la población, suministra todoel gas necesario para el consumo de ésta, áexcepción del que existe en las inmediacionesde Palacio con el exclusivo objeto de la fabri-cación de gas para el que necesita este edificioy sus dependencias.

En Valencia se generalizó en 1844.El inmenso consumo que se hace de gas en

las grandes poblaciones, está condensado enlos siguientes datos estadísticos, cuyas elo-cuentes cifras dicen más que cuanto pudieraexponerse sobre el particular. Los adjuntosdatos se refieren al año 1868:

Metros cúbicos .

Londres 226.000.000París 116.000.000Berlín. 35.654.000Madrid 4.700.000Bruselas 8.765.000

El gas se halla formado en su mayor partepor hidrógeno bicarbonato, pero contiene

ademáis cortas porciones de hidrógeno prerfo-carbonado (carburo dlhidríco), óxido de car-bono, ácido carbónico ó hidrógeno sulfurado.Cuando estos últimos exceden de los límitesque les|están asignados, entonces es un gasde malas condiciones y qué debe desecharse. *Casi siempre procede de faltas ó defectos enla fabricación.

Para demostrar que se. halla en su maya-ría compuesto por hidrógeno bicarbonado, sepractica en las cátedras de'química el experi-mento de la producción de este últimcx, qupconsiste en someter á una temperatura con-veniente la mezcla de cinco partes de ácidosulfúrico y una de alcohol, y recoger el gas-producido después de hacerle atravesar? porcal interpuesta en el agua. Se obtiene un gasincoloro, pero que se quema con una llamavivísima, y es susceptible de practicar coa ,élvistosos experimentos que no dajan de llamarla atención, principalmente á los poco acos-tumbrados á este género de trabajos.

IV.

Expongamos de una manera sucinta y conla indispensable claridadfpara los no inicia*dos en la ciencia química, en lo que consistela fabricación del gas del alumbrado.

La primera materia que con este objeto seemplea es el carben de piedra, las hullas lla-madas semigrasas. Este carbón se somete áuna temperatura elevada en retortas de hier-ro, de forma semicilíndrica, que se colocan enhornos abovedados, ofreciendo cierta seme-janza con los nichos de un cementerio. Lasproductos desprendidos á consecuencia de latemperatura á que se somete la hulla, atra-viesan una serie de tubos verticales, general-mente en número de seis, para ir después aloque se llama depurador físico, que es un es-pacio ocupado por coke humedecido con aguaamoniacal, y acto continuo al llamado depura-dor químico, capacidad de hierro dividida envarios espacios llenos de cal hidratada y desulfato ferroso, para terminar en el gasóme-tro ó sea el depósito donde se aloja el gas, eonobjeto de conducirle á los puntos en que ha dearder.

Todo ese trayecto es indispensable. En lostubos primeros verticales se va depositandola brea, que es uno de los productos que; seoriginan en la descomposición de la hulla. Enel depurador físico termina la separación delabrea, y en el químico, ae eliminan el gas áci-do carbónico, hidrógeno sulfurado y algunos

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28 REVISTA EUROPEA.—b DE ENERO DE 1§79. NÚM..254

otros que impurifican el gas del alumbrado,en perjuicio de su facultad iluminante y aten-diendo también á consideraciones higiénicas.

Llega el gas á los depósitos ó gasómetros,para después ser destinado á los diferentespuntos en que ha de quemarse, cuya facultadluminosa depende, no tan solo de su pureza,sino de que lleve en interposición algunos hi-drógenos carbonados, como la bencina y to-luena, que favorecen de un modo extraordina-rio su poder iluminante. Recogidos en diversoperíodos de la operación, varía en cuanto á sucomposición, así como en su densidad y poderluminoso. Al final alumbra muy poco, peroen cambio presenta un grun poder calo-rífico.

Se ha tratado de sustituir el carbón de pie-dra, con resinas, grasas, mezclas de brea yvapor acuoso que se hacen pasar á través delcoke enrojecido, etc. De todos estos procedi-mientos, solo merece mención el de Selligne,que consiste en lo siguiente: se hace pasar elvapor acuoso por el coke incandescente, y osgases producidos por la descomposición delagua atraviesan un cilindro lleno de fragmen-tos de hierro enrojecido, á donde se hace lle-gar aceite de inferidr* calidad, el cual se des-compone a esa temperatura, y los gases pro-cedentes de la descomposición, mezclados conlos del agua, ocasionan al inflamarse una lla-ma muy brillante.

Como qniera que un gas es tanto más lu-minoso, cuanta mayor consistencia ofrece elcuerpo producido en la combustión,, de aquí elhaber aplicado el gas á producir la luz Dru-inont, que se forma cuando se quema una mez-cla de dos volúmenes de hidrógeno bicarbona-do resultante de la descomposición de la hullay un volumen de oxigeno, interponiendo en lallama un cilindro de cal viva y da por resul-tado una combustión con tan luminosa llama,que la vista no puede mucho tiempo resistirimpunemente su acción. Tessie de Montay,emplea en lugar de la cal un cilindro de mag-nesia fuertemente comprimida, y este sistemase empleó en París en 1868, para la ilumina-ción del Hotel de Ville. Siempre que se tratade practicar estos trabajos, hay necesidad deproceder con extraordinario cuidado, porquela mezcla del gas del alumbrado con el oxíge-no es extraordinariamente detonante, y po-dria dar lugar á grandes desgracias una pe-queña imprudencia ó descuido.

La modificación de Wiessneg y Bourboure,consiste en emplear el gas comprimido y diri-girle al tubo donde ha de quemarse, en cuya

extremidad hay arrollados unos cuantos hilosde platino.

El sistema de Harcourt, consiste en em-plearla mezcla de aire y gas del alumbrado,valiéndose también de los hilos de platino.

El alumbrado de gas, si bien es excelentepara las calles, plazas, jardines, paseos y todositio al aire libre, es bastante nocivo cuandose trata de espacios cerrados. Su olor, la ac-ción sobre la vista, el empobrecimiento de oxí-geno que en una limitada atmósfera ocasiona,las explosiones á que puede dar lugar su mez-cla con el aire, son causas que deben tenersemuy presentes para su empleo, pero todas ellasno son bastantes que obliguen á desterrarle,porque hay medios de remediar el mayor nú-mero de los citados inconvenientes.

Se ha tratado de sustituir la luz del gas porla eléctrica: pero si bien lo verifica con venta-jas extraordinarias'para los faros y algunostrabajos que se practican de noche, es pocoaplicable al alumbrado de las ciudades, porqueconcentrando muchísimo los rayos luminosos,ofenden demasiado á la vista y se observa queresultan mejor alumbrados los objetos distan-tes que los próximos.

Ya que el uso del gas del alumbrado se haextendido de una manera tan extraordinaria,no solo para la iluminación, sino también parala calefacción, en términos que se emplea enlos laboratorios de química y en la economíadoméstica en sustitución del carbón, no seráinoportuno saber que la permanencia constan-te en los sitios donde se quema el gas, determi-na tos, irritaciones bronquiales y hasta tu-bérculos en los pulmones, y produce en losindividuos sujetos á estas condiciones unempobrecimiento en su sangre, que consisteen la disminución simultánea de sus tres prin-cipales elementos constitutivos.

Son numerosas, como ya hemos dicho, lasaplicaciones del gas; pero la hulla en su des-composición da lugar también a otras sustan-cias, que son asimismo de utilidad. En primerlugar, el residuo que queda en su descomposi-ción por el calor, ó sea el coke, es de grandeutilidad como combustible. Además, la breacontiene un extraordinario número de cuer-pos, muchos de ellos de aplicación, como elácido fénico, la anilina y.la naftalina.

De consiguiente, el descubrimiento del gasdel alumbrado, que, como hemos visto, se haverificado de una manera lenta, hasta llegará la situación en que hoy se halla, es otra delas conquistas de las ciencias físico-químicasen la época presente, que tanto han contribuí-

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NÚM/244. A.. FEREZ R10JA.—Á LA VISTA DE' NUMANCIA.

do á engrandecer y á variar por completo sumanera de ser. Bien haya las actuales gene-raciones que han sabido utilizar de un modotan maravilloso el carbón que encerraba latierra en sus entrañas, y bajo nuestras huellasestaba esperando que la ciencia le ordenaseejecutar tantos portentos.

JOAQUÍN OLMEDILLA Y PUIG.

Á LA VISTA BE NUMAflCIA.

Una yerma llanura, un alto risco,los restos de un alcázar señorial;á su pió una ciudad de aire moriscosumida en un silencio sepulcral.

Un recinto de almenas coronadoenvuelto en brumas de negruzco tul,que cual triste fantasma del pasadoretrata el Duero en. su cristal azul.

Conmovido y atónito el poetaeste cuadro sombrío solo vé,cuando derrama su mirada inquietapor la comarca que Numancia fue.

Numancia, tierra mia; pueblo santoque en sangre de gigantes se bañó;heroico solar de Roma» espanto,luminar que virtudes retrató.

¿Qué fueron tu grandeza y tu heroísmo?tu esforzado valor ¿qué llegó á ser?¿cómo caer pudiste en el abismodonde en sueño letal te llego á ver?

Perdona, si olvidé que á los Romanosdijiste airado y con sañuda faz:antes morir que consentir tiranos,y supiste morir. Descansa en paz.

De tu noble solar cual ave fénixotro robusto pueblo renació;ciudad caballeresca que en el cénitde los feudales tiempos se agitó.

Mas los dorados dias de conquistasno pódian gozarla eternidad;el tiempo los hirió; de sus aristasorgullo'sa brotó la nueva edad.

El mercader sustituyó al guerrero;los libres ciudadanos á la grey;el derecho á la fuerza, y el pecheroigual se hizo al señor ante la ley.

Y en esta brusca transición del mundotodo mudó de forma y de color;todo giró en el ámbito fecundocon ímpetu febril y arrollador.

Nuestro potente siglo va dejandolas huellas de su paso por do quier..."Tú sola, ciudad mia, vas quedandoenvuelta en el sudario del ayer.

Otra vez yo, donde canté tus glorias (1)contemplando tu aspecto triste estoy;¡ah! si anudar pudiera tus memoriascon laureadas páginas de hoy.

En lugar del honor de la batalla,ayer encarnación de un ideal,cantaría el valor de la medallaganada en el certamen industrial.

Que si admirable fue la añeja historiaque inspiró, pueblo mió, tu valor,mayor es, y más grande ejecutoriala del pueblo con fó y trabajador.

Pero el trabajo aquí, ¿tiene baluartes?tus industriales fábricas, ¿dó están?los preciados modelos de tus artes,tu comercio y productos, ¿dónde van?

No veo en tu recinto las señalesde esa lid que otros pueblos dejan verdel vapor en las negras espiralesó en el tumulto alegre del taller.

(1) SI Romanttro i* Numtmeia.

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30 REVISTA- EUROPEA.—5 i)E ENERO DE 187Q.. NífM. 254

Solo percibo el son de una campanaque tal vez por ti dobla... ó por los dos;pues yo también en Ja batalla humanacreo sentir que me abandona Dios.

Ese temor, á mi pesar abrigo;pero yo no desmayo; lucharé...y Dios al fin se apiadará conmigo,porque en Él, pongo ya toda mi fó.

No son tiempos de lánguidos desmayos;la lucha agita nuestra inquieta edad,el trabajo y la fé son para-rayosque pueden eludir la tempestad.

Oye, vieja ciudad, mi voz de alerta;entra del siglo en el concierto, ven;despereza tus músculos, despierta,y entonces Dios te ayudará también.

ANTONIO PÉREZ RIOJA.

MISCELÁNEAS-

INTELIGENCIA DE LAS HORMIGAS.

En la reunión de la Sociedad inglesa de Du-blin, celebrada el 16 de Agosto de este año,leyó una Memoria Sir John Lubbock, sobre los«Hábitos de las hormigas.» Grande fue el deseode oirle, y varias veces se interrumpió la lec-tura á causa de los esfuerzos que hacían lasgentes por penetrar en la sala, la cual era pe-queña para la apiñada concurrencia.

Manifestó el leetor que hacia muchos añosvenia observando los hábitos de las hormi-gas, más de treinta especies de las cualeshabia podido estudiar de cerca. Aunque cauti-vas, vivieron en buena salud, teniendo una rei-na en uno de los nidos desde 1874. Podia, pues,corroborar cuanto se habia dicho respecto ála habilidad arquitectónica de las hormigas,á sus atenciones con las crias, á su notableorganización, a su posesión de animales do-mésticos, en una palabra, á la institución de laesclavitud entré ellas. Habia, asimismo obser-vado varios otros insectos que vivian en socie-dad con las hormigas, las cuales, según cálcu-los de M. André, no bajaban de 583 especies.En algunos casos, la sociedad era accidental,en otros era porque el nido proporcionaba abri-go á otros insectos, no faltando también mo-lestos compañeros que se agregaban alas hor-migas y que éstas no podían sacudirlos.

Era de encontrarse á veces la hormiga co-mún casera en unión con otras hormigas;pero estos casos formaban excepción, y el au-tor de la Memoria dicha no habia visto nin-guno. Una especie cercana aliada, la sangui-

naria, sin embargo, solia verse en sociedadcon otras, generalmente la hosca. Etí talescasos, el nido perteneciaála primera de estasdos. La reina y la joven eran de esa especiey las hoscas esclavas, aunque en libertad deentrar y salir, pues que no se conocía entreellas la ley de los esclavos prófugos y pare-cían enteramente reconciliadas con su condi-ción. Ayudaban á sus amas en los quehaceresdomésticos y en el merodeo en busca de for-raje. Conservaban el afldiano en el maiz y sa-caban de él una buena parte de su alimento.En el invierno, cuando no les servia de nada,lo atendían con mucho esmero, hasta la pri-mavera, en que volvía á serles útil; ejemploéste de sagacidad y previsión que no tiene pa-ralelo en el reino animal. Habia una especieque no tomaba parte ninguna en los quehace-res domésticos y que se moria de hambre enmedio de la abundancia, sino le ponían el ali-mento en la boca. Sobre e^te punto el autor dela Memoria confirmó los notables experimen-tos de Huber, conservando algunas vivas ysaludables por meses «nteros, con solo per-mitirles una esclava durante una hora al diapara que las alimentase y asease.

A fin de probar su inteligencia, suspendióun poco de miel, cosa de media pulgada sobresu nido, á la cual podia llegarse únicamentepor un puente de papel de diez pies de largo.Entonces hizo un montoncito de tierra, cuyacima; tocaba apenas el panal. No tardaron encubrir aquella y empezaron á comer; pero lue-go que le quitó la cúspide de la colinita, no lesocurrió nunca el amontonar la tierra de nue-vo, aunque hicieron lqs mayores esfuerzos poralcanzar la miel, y fueron por el puente. .Hizouna experiencia semejante, colocando mielque no podia alcanzarse sino cruzando un bar-ranco, cuyas opuestas márgenes se comuni-caban por medio de un puente hecho de unapajita. Quitada ó desviada ésta un poco, envano se estiraban para alcanzar al otro lado,pero no les ocurrió jamás volver la paja á susitio, lo que hubieran podido haber ejecutadofácilmente. Es cosa sabida, que si una hor-miga ó una abeja encuentra un depósito demiel, otras pronto acuden presurosas en torno;pero muy poca inteligencia implica cuando lashormigas y las abejas solo acompañan á susamigas.

Seria diferente el caso si ellas pudieran des-cribir el local y despachar allá á sus amigas.No aparece, sin embargo, que fueran capacesde semejante comunicación. Molestado un ni-do- de hormigas hoscas, alguna de ellas bus-cará, sin duda, sitio donde esconderse y mani-festar ansiedad porque vengan en su socorro.En este caso le sale al encuentro á la primerade las suyas que se le acerca y le echa garrapor las mandíbulas. Esta segunda hormiga sehace una pelota y en sus espaldas conduce lacuitada á la cueva. La segunda entonces va áuna tercera y se repite la misma escena hastalo infinito. El experimentador puso á comermiel una hormiga que habia .estado variosdias sin probar bocado y observó que, despuésde satisfacer el hambre, de vuelta para el nidoencontró á algunas compañeras, á las cualesdio á probar del alimento que habia saborea-

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do, y en seguida volvió sola al panal de miel.En. camino, del nido por segunda vez, encontróotras amigas, á quienes alimentó como á lasprimeras, y en compañía de cinco de éstas sedirigió de nuevo al sitio donde se habia puestola miel;, A su tiempo éstas trajeron otras mu-chas.

Greia el experimentador que las hormigaseran capaces de distinguir entre una cantidadde alimento grande y una pequeña. A fin deprobarlo, colocó algunas hormigas de la espo-cie Icesius niger en un sitio donde habia unapequeña cantidad de alimento, y otras de dife-rente especie en otro donde abundaba el ali-mento; y habiéndolas observado por cincuentahoras, notó que al primer depósito no acudie-ron sino 82, al paso que al segundo no menosque 257. A fin de probar si ellas podían despa-char sus compañeras al depósito de alimento,puso una hormiga de la especie niger junto áun poco de miel, cerca de la boca del nido ócueva, y vio que después de comer tornó áaquel, y luego la vio salir en compañía de 10.En este instante, el experimentador levantódel suelo la que venia sirviendo de guía, y lasoltó junto ala gota de miel, con cuyo motivolas compañeras, tras largo errar en varias di-recciones, se volvieron aí nido, evidentementechasqueadas y muy molestas.

Difícil es decir si habia diferencias de ca-rácter en las hormigas de una misma especie,pues que se conducían diferentemente bajo di-ferentes circunstancias; pero no cabe dudaque habia diferencias notables de carácter yhábitos entre las de diferentes especies, pres-cindiendo de las destinadas para esclavas, lascuales estaba bien persuadido no podían com-petir con las independientes y más libres. Lomás notable de estos insectos gregarios esque aun presentan rasgos curiosos de analo-gía con los primaros pasos del progreso hu-mano. ,

Habia, entre las que el lector observó, hor-migas cazadoras, pastoriles y agriculturas.Las primeras vivían de la caza y salian solasá sus expediciones, batiéndose cuerpo á cuer-po con la presa predestinada en singular com-bate, según nos pintan los poetas de los tiem-pos de la caballería andante. Las segundas ópastoriles eran de un tipo de vida social máselevado, demostrando cierta especie de aña-nos por el estilo de los rebaños y manadas. La

. comunidad era inmensa, y obraban en concier-to. No juzgó menos sino que eran capaces deexterminar el primer tipo, tal como los hom-bres blancos exterminan los salvajes.

El experimentador no habló de la claseagrícola, de las hormigas espigadoras, porquedijo que no las habia en Irlanda. Cuando em-pezó sus experimentos con las hormigas, con-servaba aislados los nidos con agua, la cual,por ser necesario cambiarla á menudo, comoadvirtiese que las hebras de los tallos de lasflores impedían que se subiesen las hormigas,empleó en vez de aquella, heléchos.

Una de las cosas más sorprendentes en re-lación con los hábitos de las hormigas, eraque mientras no habia más que un nido, nun-ca pareció que riñesen, tratando como extra-ñas y enemigas á todas las otras, aun de la

misma especie. En esto no cabia equivocaciónentre ellas. Si una hormiga (hosca) quería lle-var á una amiga á un lugar de seguridad, laechaba garra por la mandíbula, á fin de quese volviera un ovillo y facilitara la conduc-ción; pero si enemiga, la cogía por un pié ó poruna antena.

Confirmó en todas sus partes los experi-mentos de Hulter respecto á la capacidad dereconocerse las amigas, aun después de unalarga ausencia, ó más bien las conocidas, por-que si bien observó que atacaban y matabanásus enemigas, no pudo descubrir huellas deque tuviesen grande afecto á sus amigas. Probóesto sacando algunas de la cueva y suspendién-dolas en una botella cubierta de muselina. Lasdel nido no parece que se apuraron por lasausentes, pero luego que se pusieron extrañasen el mismo receptáculo, se llenaron de indig-nación y no pararon hasta romper la museli-na y embestirlas con toda la furia de animalde más potencia. Marcó con pintura algunashormigas en un nido para disfrazarlas y lascompañeras acudieron á limpiarlas. Por elcontrario, si una hormiga extraña entrabapor equivocación en %l nido de otras, al mo-mento se llenaba de inquietud y salía á todaprisa. No seria poco interesante el averiguarcómo se reconocían las compañeras ó amigas.Quizás por el olor, por algún signo, ó por ac-tual reconocimiento. Nadie es capaz de son-dear las profundidades del espíritu creador.

A fin de probar si podían reconocerse en elestado de insensibilidad, empleó al principioel cloroformo, pero morían en el trance, y en-tonces acudió al media de emborrachar-las, lo que consiguió poniéndolas en aguar-diente. El experimento lo verificó con 25 ami-gas y 30 extrañas. Las sobrias, al salir de suacuevas y ver las embriagadas yacientes en élsuelo patas arriba y en la posición más ridíeu-la imaginable, procedieron sin pérdida de tiem-po á echárselas á cuestas y conducirlas á susaposentos. De las 25 solo 20 trasportaron de lamanera dicha, para que se les pasase la em-briaguez en la oscuridad y el silencio con toda -probabilidad. Las cinco restantes ¡despiadadas!las aflojaron al foso mojado que rodeaba la ca-sa. Por qué hicieron esto, el lector nopudoave-riguarlo. Quizás creyeron que su embriaguezera incurable. Por lo que toca á las foraste-ras, 28 fueron arrojadas al foso, y las dos res-tantes las dejaron en el mismo sitio donde ca-yeron borrachas.

Sacó del nido algunos embriones y al yol-verlos á su puesto algunos meses des'pues,k>bservó que los recibieron como antiguos amigos,al paso que fueron recibidos con espada en ma'no, como suele decirse, aquellos pocos que sepusieron en diferente casa. H&se dicho gene*raímente que las reinas son las que ponen- to-dos los huevecillos, así de las hormigas comode las abejas. La cosa no pasa así extricta-mente, porque es lo cierto, que las obreras losponen también, aunque estos casos son excep-cionales. El experimentador tenia algunos ni-dos en que no habia reina, y sin embargo sevieron huevos en ellos, solo que éstos, puestospor las obreras, producen machos únicamente.

Con el fin de probar los sentidos de las hoy-

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migas, hizo el lector varios experimentos,encontrando que las era fácil el distinguir en-tre diferentes colores, y que huian del tercio-pelo. Era también delicado su sentido del ol-fato; pero no obtuvo prueba de que fuesen ca-paces de oír, probando por un experimentoque describió menudamente ante el auditorio,que tampoco podían comunicarse unas conotras valiéndose de los sonidos.

Habia en Inglaterra é Irlanda, según dijoel experimentador, 30 especies de hormigas y700 en otros países, respecto de las cuales,añadió aquel, había muchos y muy interesan-tes problemas por resolver. En Cuba, decimosnosotros, existen varias especies de hormi-gas, cuyos hábitos no sabemos que se hayanestudiado todavía por los naturalista s del p"aís.Cierto que se ha escrito mucho en Cuba acer-ca de la hormiga bibijagua, pero solo del modode destruirla, por sus terribles depredaciones,pues se ha visto repetidas veces que en unanoche han despojado á un naranjo coposo detodas sus hojas. El que esto escribe recuerdaque cuando muchacho se divertía á menudoen seguirlas durante sus merodeos en buscade forraje. Su predilección por las hojas tier-nas del naranjo era. extremada. Si el árbol es-taba rodeado del césped espeso y crecido, co-mo sucedía á menudo, trazaban un caminomás ó menos recto desde su nido al tronco,cortando las hojas de las yerbas que les im-pedían el paso franco, cual con una podaderaafilada.

Las primeras en subir al árbol cortaban unpedazo de la hoja, de forma casi redonda, enun dos por tres, y emprendían la bajada tra-yendo la presa suspendida sobre la cabeza y decanto, como una banderita verdegay. Solía elviento, soplando en ésta, hacerlas caer 'en elcamino; pero se enderezaban en el instante yseguían adelante, sin soltar j amas la presa, has-ta meterse por el cráter ó boca del bibijagüero,según dicen en Cuba, a los nidos de estas hor-migas, del género estrictamente cazador. Fre-cuentemente se cruzaban por el camino lasque venían cargadas con otras que salian dela casa escuetas, é invariablemente éstas de-tenían un instante á aquellas saliéndoles alencuentro de frente; y no creímos menos en-tonces sino que hacian eso para averiguar,por el olor, que es tan fuerte en el naranjo, elsitio del comedero. Nos corrobora hoy dia enesta creencia, el hecho, aun vivo en nuestramemoria, de que la hormiga una vez con lacarga á cuestas no se desviaba de la direcciónde la cueva, ni se detenia jamás en el camino,al paso que la escotera, en busca de alimento,se paraba á menudo, perdía á veces el rumbo,hasta desandaba lo andado, y mientras no lle-gaba al pié del árbol no cesaba de detener ásus compañeras, sin duda para inquirir porellas si habia equivocado ó no el camino.

En la sala donde se dio la lectura á la Me-moria, cuyo brevísimo extracto hemos hechomás arriba, se hallaba presente Sir "WalterElliot, el cual preguntó que cómo se comuni-caban unas con otras las hormigas; mencio-nando que en cierta ocasión en la India orien-tal, mientras disecaba una araña, se aproximóuna hormiga y trató de llevársela. Fuese en

seguida, porque la espantó; pero á poco volviócon otras cinco compañeras, y como tuvieraque salir del cuarto, cuando volvió á él ya noencontró la araña muerta en la mesa de disec-ción. El presidente de la Sociedad manifestóentonces que tal vez eran más inteligentes óestaban más civilizadas las hormigas de lasregiones tropicales, y que, por consiguiente,poseían facultades para comunicarse entre sí,que faltaban en las de otras partes.

Este parecer del sabio académico de Du-blin, confirma hasta cierto punto el nuestrorespecto de la inteligencia de las hormigas deCuba llamadas bibijagua.

BIBLIOGRAFÍA.

Kl Ateneo de Madrid; sus orígenes, desem-volvimiento, representación y porvenir; por DonRafael M. de Labra. Un volumen en 4.° me-nor, de 216 páginas, Madrid, 1879. Imp. de Au-relio J. Alaria.

Se vende en todas las librerías.

Horas perdidas. Más versos, de D. JesúsPando y valle. Un tomito en 8.° menor, de 148páginas. Oviedo, 1878. Imp. de Eduardo Uría.

Noches de invierno. Coleccien de novelasrecopiladas, traducidas y arregladas por DonManuel Alharna. Un tomo en 8.°, de 192 pági-nas, que es el primero de la Biblioteca de auto-res célebres extranjeros, cuya publicación hanemprendido los Sres. Montes, Torres y Com-pañía, bajo la dirección de D. Manuel Alhama.

Se halla de venta al precio de 6 rs. en lasprincipales librerías de España.

El clown verde, novela original por D. JoséMaría Tarrago. Un volumen en 8.°, de 182 pá-ginas. Madrid, 1879. Montes, Torres y compa-ñía, editores.

Se vende en las principales, librerías al pre-cio de 6 rs.

Elementos de literatura general, por D. Ni-colás Rabal y Diez. Ün tomo en 4." menor de192 páginas.'Soria, 1878. Imp. provincial.