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REVISTA EUR NÚM.123 2 DE JULIO DE 1 8 7 6 . AÑO ni. LA CATEDRAL DE LEÓN. EL ARQUITECTO DON MATÍAS LAV1ÑA. El más humilde de los escritores españoles va á elevarse al cumplimiento de una misión nobilísima. La obra de un hombre extraordinario por su talen- to, por su laboriosidad, por su experiencia y por sus virtudes; el sazonado fruto de toda una larga vida á la ciencia y al arte consagrada; el de años en- teros de meditación y estudio, concretados al des- pejo de una sola incógnita, que era al par la delicia y la preocupación constante de su alma; la luminosa Memoria escrita por el insigne arquitecto y aca- démico D. Matías Laviüa sobre el origen, vicisitu- des y obras de la catedral de León, de cuya restau- cion fue encargado por el Gobierno en 1859, llevaba años de inédita; y el que estas lineas escribe, entu- siasta del ajeno mérito, inicia hoy publicarla para deleite y bien de nuestra patria y honor de las artes monumentales. Data este trabajo del 24 de Mayo de 1867. En el acta de la sesión celebrada el 9 de Julio de 1868 por la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, consta que el Sr. Hartzenbusch y el secretario don Eugenio de la Cámara, presentaron su informe so- bre la Memoria haciendo merecidos elogios de la inteligencia y laboriosidad del Sr. Lsviña, recomen- dando mucho su importancia por la multitud de datos curiosísimos é interesantes que contenía, como por la descripción razonada del plan de res- tauración, y acordándose, en fin, excitar á la Aca- demia a que la imprimiese. Posteriormente, al res- ponder la Academia el 15 de Julio del mismo año al encargo que le hiciera el director general de Ins- trucción pública de informar sobre la marcha y curso de las obras de la admirable Basílica, comu- nicó, entre otras cosas, lo siguiente: «La respuesta más completa que puede este cuerpo artístico dar á la consulta de V. S., es remi- tirle original la Memoria escrita en el último año de su vida por el difunto Sr. Laviña. Ella encierra, en efecto, todo cuanto puede apetecerse saber sobre el asunto: datos curiosísimos sobre su fundación, su instalación sobre las termas proconsulares, su nueva edificación por Alfonso IX, sus vicisitudes originadas por. los vicios de su construcción, y la historia de las operaciones de su restauración, co- TOMO vin. menzada en 1859... Este cuerpo artístico apenas tiene nada que añadir, como no sea para hacer me- recidos elogios del concienzudo trabajo del Sr. La- viña, digno por su importancia y esmerado desem- peño de ver la luz pública para honra del país y de su autor.» La comunicación termina con la formal propuesta al expresado centro directivo de que la Memoria se imprimiese y publicase desde luego bajo los auspi- cios del Gobierno; pero es de creer que desde el 15 de Julio de 1868, en que la Deuda pública ha aumen- tado en miles de millones, ha carecido el Erario de fondos para tan corto empeño, dando así triste, aun- que feliz ocasión, de que al cabo de ocho años su- pla esa falta la iniciativa privada. Tratábase, además, de un templo cristiano, gloria y orgullo de España por su majestad y magnificen- cia, joya preciosa do la Edad Media é incomparable modelo de cuantos de su carácter han sobrevivido á la destructora acción de los tiempos; y ese doble aspecto de monumento elevado á la piedad y de obra de arte maravillosa, unido á la circunstancia de continuar hoy dia las públicas cuestaciones para acabar los trabajos y evitar la ruina de la Basílica episcopal de León, han movido al que escribe á dar á conocer Memoria en que tan autorizadamente se exponen el origen y vicisitudes del templo, en que con tan justa despreocupación se, marcan sus per- fecciones con sus vicios de fabrica, y en que con tanta exactitud se detallan los trabajos correspon- dieras á la restauración comenzada en 1859. «La dificultad de esta obra colosal, decía la Revis- ta de Bellas Artes en un breve artículo necrológico de D. Matías Laviña, y el plan acertado con que la siguió; la inteligencia y esmero constante de vigi- lar en la elaboración de todas las partes complica- das de la decoración ojival, además de ser admirada por propios y extraños, obtuvo la completa aproba- ción de los dignos individuos de la Academia que por orden superior fueron á inspeccionarla. La ca- tedral de León, añade con referencia al mismo La- viña, era su ídolo y lo que le preocupaba soñando y despierto bástalos últimos dias de su existencia.» Hé aquí por qué aparece con doblo autoridad é interés el trabajo que hoy se da al público, el cual, por otra parte, quizá fuese incompleto ú no prece- derlo algunos datos biográficos del modesto y sabio autor de la Memoria, datos que, lejos de responder á un halago supórñuo de la vanidad humana, ense- i

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REVISTA EURNÚM.123 2 DE JULIO DE 1 8 7 6 . AÑO n i .

LA CATEDRAL DE LEÓN.

EL ARQUITECTO DON MATÍAS LAV1ÑA.

El más humilde de los escritores españoles va áelevarse al cumplimiento de una misión nobilísima.La obra de un hombre extraordinario por su talen-to, por su laboriosidad, por su experiencia y porsus virtudes; el sazonado fruto de toda una largavida á la ciencia y al arte consagrada; el de años en-teros de meditación y estudio, concretados al des-pejo de una sola incógnita, que era al par la deliciay la preocupación constante de su alma; la luminosaMemoria escrita por el insigne arquitecto y aca-démico D. Matías Laviüa sobre el origen, vicisitu-des y obras de la catedral de León, de cuya restau-cion fue encargado por el Gobierno en 1859, llevabaaños de inédita; y el que estas lineas escribe, entu-siasta del ajeno mérito, inicia hoy publicarla paradeleite y bien de nuestra patria y honor de las artesmonumentales.

Data este trabajo del 24 de Mayo de 1867. En elacta de la sesión celebrada el 9 de Julio de 1868 porla Real Academia de Nobles Artes de San Fernando,consta que el Sr. Hartzenbusch y el secretario donEugenio de la Cámara, presentaron su informe so-bre la Memoria haciendo merecidos elogios de lainteligencia y laboriosidad del Sr. Lsviña, recomen-dando mucho su importancia por la multitud dedatos curiosísimos é interesantes que contenía,como por la descripción razonada del plan de res-tauración, y acordándose, en fin, excitar á la Aca-demia a que la imprimiese. Posteriormente, al res-ponder la Academia el 15 de Julio del mismo añoal encargo que le hiciera el director general de Ins-trucción pública de informar sobre la marcha ycurso de las obras de la admirable Basílica, comu-nicó, entre otras cosas, lo siguiente:

«La respuesta más completa que puede estecuerpo artístico dar á la consulta de V. S., es remi-tirle original la Memoria escrita en el último año desu vida por el difunto Sr. Laviña. Ella encierra, enefecto, todo cuanto puede apetecerse saber sobreel asunto: datos curiosísimos sobre su fundación,su instalación sobre las termas proconsulares, sunueva edificación por Alfonso IX, sus vicisitudesoriginadas por. los vicios de su construcción, y lahistoria de las operaciones de su restauración, co-

TOMO vin.

menzada en 1859... Este cuerpo artístico apenastiene nada que añadir, como no sea para hacer me-recidos elogios del concienzudo trabajo del Sr. La-viña, digno por su importancia y esmerado desem-peño de ver la luz pública para honra del país y desu autor.»

La comunicación termina con la formal propuestaal expresado centro directivo de que la Memoria seimprimiese y publicase desde luego bajo los auspi-cios del Gobierno; pero es de creer que desde el 15de Julio de 1868, en que la Deuda pública ha aumen-tado en miles de millones, ha carecido el Erario defondos para tan corto empeño, dando así triste, aun-que feliz ocasión, de que al cabo de ocho años su-pla esa falta la iniciativa privada.

Tratábase, además, de un templo cristiano, gloriay orgullo de España por su majestad y magnificen-cia, joya preciosa do la Edad Media é incomparablemodelo de cuantos de su carácter han sobrevividoá la destructora acción de los tiempos; y ese dobleaspecto de monumento elevado á la piedad y deobra de arte maravillosa, unido á la circunstanciade continuar hoy dia las públicas cuestaciones paraacabar los trabajos y evitar la ruina de la Basílicaepiscopal de León, han movido al que escribe á dará conocer Memoria en que tan autorizadamente seexponen el origen y vicisitudes del templo, en quecon tan justa despreocupación se, marcan sus per-fecciones con sus vicios de fabrica, y en que contanta exactitud se detallan los trabajos correspon-dieras á la restauración comenzada en 1859.

«La dificultad de esta obra colosal, decía la Revis-ta de Bellas Artes en un breve artículo necrológicode D. Matías Laviña, y el plan acertado con que lasiguió; la inteligencia y esmero constante de vigi-lar en la elaboración de todas las partes complica-das de la decoración ojival, además de ser admiradapor propios y extraños, obtuvo la completa aproba-ción de los dignos individuos de la Academia quepor orden superior fueron á inspeccionarla. La ca-tedral de León, añade con referencia al mismo La-viña, era su ídolo y lo que le preocupaba soñandoy despierto bástalos últimos dias de su existencia.»

Hé aquí por qué aparece con doblo autoridad éinterés el trabajo que hoy se da al público, el cual,por otra parte, quizá fuese incompleto ú no prece-derlo algunos datos biográficos del modesto y sabioautor de la Memoria, datos que, lejos de responderá un halago supórñuo de la vanidad humana, ense-

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fiarían al menos á toda nues'^a generación cómo seemplean al servicio del país y del arte setenta añosde honrada y laboriosa vida; que la mejor, y, pordecirlo así, la única biografía posible del hombre deque se trata, es aquella que guardan los archivosnacionales, no redactada con signos, sino con mo-ntos, y que en lenguaje común se llama su hoja deservicios.

Nació Laviña en Zaragoza el 24 de Febrerode 1796, de D. Félix, que era carpintero é hijo deaquella ciudad, y de,doña María Blasco, de Daroca.Kecibió la primera educación en los Escolapios, yen la Academia de Nobles Artes de séh Luis lasprimeras nociones de dibujo, que tuvo que abando-nar en breve para estudiar latin y humanidades.¡Cuánta era su complacencia á los tres años de edaden formar con tablas castillos y edificios; cuánta suadmiración y sorpresa al asistir á la apertura delTeatro en 4799 y á sucesivas representaciones quele movían á imitar en casa la maquinaria y el apa-rato escénico; cómo en 1808, cuando el puebloheroico de Zaragoza acudía á las obras de las mu-rallas, «acarreando los materiales los señores depeluca y aun las señoras con su delantal de cocina,»según la misma expresión del ocular testigo de quese habla, le agradaba tomar la paleta do algún alba-ñil conocido que trabajaba en la fortificación, lla-mando la atención de todos la habilidad de aquelmuchacho de doce años! Todos estos rasgos de pre-destinación han quedado consignados en apuntes depuño y letra del memorable arquitecto.

El cuidado de sus padres, enfermos durante elsitio de la ciudad, el cultivo del dibujo, de la mú-sica y aun del baile, la indecisión respecto de sucarrera, tuviéronle algunos años desorientado desu providencial destino, en los cuales ya se adies-traba en la guitarra, ya se consagraba á la ebanis-tería, á la fabricación de objetos de papel ó decartón, al paisaje en cabello, á la geometría, hastaal canto, por complacer á su padre.

Su idoneidad para el canto le proporcionaba unirfácilmente la voz de pecho á la de garganta y ca-beza, de suerte que hacía una escala desde eldo grave al sí sobreagudo; y el celebrado maestroCuéllar, que escribió un cuarteto para su voz, ledaba ocasiones de lucirla en todas las misas, nove-nas y funciones de iglesia. Aquel concepto de musi-cante dio motivo á que al resolver su padre enviarloa Roma, atento siempre á dar á su hijo la mejor edu-cación posible, dudaban lodos, y el educando mis-mo, cuál sería su elección, si la música ó la pin-tura.

Decidió su mal encubierta vocación el admirableespectáculo de los monumentos y edificios grandio-sos de la capital del orbe cristiano, adonde llegó áprincipios de 1817, así como las primeras lecciones

de perspectiva que recibiera en vista de que sumala pronunciación italiana y su escuela de capillaeran auspicios contrarios para su estilo de canto;por lo que ingresó como alumno en la PontificiaAcademia de San Lúeas, donde cursó sucesivamenteel dibujo, la anatomía, en que no hizo grandes pro-gresos por tedio á la tecnología y horror á las di-secciones humanas, y la perspectiva, en qi;e obtuvoá los siete meses el primer premio y una menciónhonorífica por una escena ideal prosentada en laExposición de aquel año; así es que, próvia consultaá sus padres, resolvió dedicarse á la arquitectura, yestudió en el Archigimnasio Romano las matemáti-cas, física y química y las nociones de historia yantigüedades que exigía el plan vigente, al par queen la Academia •continuaba cursando delineacion yornamentación arquitectónica, composición y cons-trucción, alternando todo esto con estudios prácti-cos en las ruinas de los grandes edificios came-rales.

Como Laviña gozaba la protección del prelado delos establecimientos españoles en Roma, que mastarde fue cardenal Marco, le confió las. obras decuanto ocurría en las fábricas, proporcionándolevasto campo á su ejercicio y la gloria de restaurarla iglesia nacional, donde hizo gala de sus conoci-mientos artístico-musicales con motivo de la tras-lación del órgano que- ocupaba al pié del templouna tercera parte de su nave, quedando muy redu-cido en volumen y contenido en dos pequeñas tri-bunas del presbiterio sin el menor quebranto, antesbien con la añadidura de seis notas á cada registro,tres de éstos nuevos, 14- contras y el tambor, cuyaobra, contra la cual opinaron al principio organis-tas, organeros y maestros de capilla, valió al artistazaragozano el más halagüeño aplauso del publico,del prelado y de la embajada.

Solicitó después de la Academia de San Lúeas»previo examen y prácticas reglamentarias, el títulode arquitecto, que no sólo obtuvo por unanimidad,sino que la patente, expedida el 20 de Diciembrede 1830, fue en alto grado lisonjera, pues mencio-naba los diferentes premios que alcanzara en laPontificia Escuela, y elogiaba mucho sus obras,como un tratado de Neogra/ía dei Lacunari que dioá luz en el idioma de Dante con la aprobación devarias Academias y con láminas al agua-fuerte porél mismo trazadas y grabadas. Durante su perma-nencia en Roma demostró muy grandes conoci-mientos mecánicos en la suspensión atrevida de al-gunos edificios para echar nuevos cimientos.

Al cabo de trece años largos de vida en la CiudadEterna, y después de visitar algunas otras ciudadesitalianas, reclamábale el paternal amor en Zaragoza,y á su regreso á España revalidó su título.la Aca-demia de San Fernando, declarándole hábil para

N.° 123 M. M. FERNANDEZ. DON MATÍAS LAVIÑA.

incorporarse á ella como arquitecto de mérito. EnZaragoza presentó un proyecto de jardin y adiciónde su contiguo y palacio del duque de Villahermo-sa, que toé preferido á otros varios formados porarquitectos de Paris, Madrid y Zaragoza, y'realizó ácompleta satisfacción del duque; trazó una escenacerrada para el teatro; dirigió las decoraciones demultitud de fachadas con motivo de las fiestas porla jura de la Princesa; se ocupó en las obras de laBiblioteca para dar cabida á 34.000 volúmenes; pro-yectó los planos para una aduana en Canfranc, conla aprobación académica y del gobierno; fue elegidosecretario de la comisión nombrada para el rescatey conservación de los monumentos artísticos é his-tóricos, y desempeñó en la Escuela Normal sucesi-vamente las cátedras de lengua italiana, matemáti-cas elementales y dibujo de figura, hasta que á ins-tancias del director de la Escuela, encargado delplanteamiento del Instituto Riojano, y no viendonada digno de consideración artística en Zaragozadespués de nueve años de permanencia en aquellaciudad, pasó á la de Logroño, cuyas corporacionesle reclamaban para dirigir las obras de recibii-miento y públicas demostraciones al pacificador deEspaña.

Realizada felizmente sólo en tres dias aquella mi-sión compleja é improvisada, mereció el nombra-miento de maestro mayor del municipio, habiendode encargarse más tarde á su pesar de la plaza demaestro de obras de fortificación; y como si no bas-tara aquel compromiso, le endosó también el co-mandante de ingenieros de ejército el'archivo y lacorrespondencia oficial, cuyos cargos llegaron ámalquistarle con el ayuntamiento en 1842. lia añoantes contrajo matrimonio en Vitoria con doña Ma-ría Sinforosa Martínez, natural de Azcoitia, de laque llegó á tener cinco hijos. En Logroño, pues,donde vio frustrada su esperanza de ejercitar su ac-tividad con fruto, se redujeron sus obras al planadodel Paseo del Siete, á la habilitación del conventodel Carmen para el establecimiento del Instituto, altrazado de dos largos trozos de la carretera de Ca-lahorra, en cuyo proyecto introdujo ventajosas va-riaciones que redujeron á la mitad su coste, y á va-rias construcciones particulares y otros proyectos,entre los que se cuenta el del teatro, que aunqueaprobado en confidencial censura, no llegó á reali-zarse por causas especiales.

Pasó después á Madrid D. Matías Laviña, que, me-diante ejercicios que practicó, fue admitido acadé-mico de mérito en la de San Fernando en Agostode 1844, y como se le propuso entrar de ornamen-tista en la famosa platería de Martínez con sólo al-gunas horas de asistencia cuotidiana, aceptó y cum-plió en tales términos, que hubiera llegado á serel jefe director de ella, como anhelaba el dueño, á

no haber ocurrido la defunción de éste. Sin em-bargo, se hicieron en su tiempo algunas obras im-portantes, como un servicio de altar para el PapaGregorio XVI, las vainas enroscadas para las hojastoledanas que habían de regalarse á los Príncipesde Francia, la gran máquina para la exposición delSantísimo en Semana Santa para la Real Capilla, yotros trabajos.

Al refundirse en 1846 la Academia de San Fer-nando, se halló Laviña con-el nombramiento realque le incluía entre sus miembros, y en Febrerodel 47 obtuvo por concurso la cátedra de dibujo deadorno, que nuevo aspirantes solicitaban. Duranteeste período despachó comisiones é informes paraaquel cuerpo artístico, sin que la sección de arqui-tectura le rechazase nada á pesar de las euestionesde grave interés en que intervino, y aun desempeñótambién algún asunto importante fuera de la corte.Su actividad y amor al trabajo multiplicaban susfuerzas de tal suerte, que ya se le hallaba supliendola secretaría de la sección de arquitectura de laAcademia, ya actuando como juez de oposiciones,ya inspeccionando las de grabado y escultura paraRoma, ya de vocal en la provisión de los profesoresde la Escuela especial de Arquitectura, ya en eltribunal calificador de las obras presentadas en laExposición artística de 1856; unas veces dedicado ála enseñanza de la perspectiva; otras simultaneandosu cátedra con la de la Escuela de niñas de la Aca-demia, para que fue nombrado; otras redactandounas Instituciones teórico-prácticas de perspectiva,que aprobó aquel cuerpo, ó unos Principios de geo-metría, con problemas nuevos é interesantes, ó unaMemoria sobre la mejora de la enseñanza del ador-no, que mandó observar la Academia, ó una Cartillade adorno elemental, que fue declarada de textopor S. & la Reina, ó un Tratado de geometría, des-criptiva, cuya declaración de texto fue propuesta alGobierno oficialmente, ó una Disertación sobre el so-nido, que ha quedado inédita; otras, en fin, dedicadoá trabajos periciales ó de otro género por encargode los ministros de Gobernación ó Fomento, ú ocu-pado en varias construcciones particulares. ¡Por-tentosa serie de verdaderos méritos y de eminentesservicios á la nación y á las artes en el breve espa-cio de once años!

Entre las obras particulares que en Madrid se leconfiaroR, merece especial mención el gran palaciode los duques de Granada, en cuya fachada intro-dujo por vez primera en Madrid el uso del cementoromano para la ornamentación, que más tarde seempleó en las de la iglesia de San Jerónimo y Co-mendadoras de Calatrava, no sin que en un princi-pio tropezase la innovación con ardides de mala feen su daño manejados.

Llegó la hora, pues, de un reconocimiento facul-

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Uilivo en la fábrica de la hermosa catedral de León,cuyo estsdo de ruina inspiraba serios temores.Aquel monumento insigne, sorprendente creacióndol genio, ejemplar grandioso del arte gótico, iba áderrumbarse. La fe que despertó aquel genio, elamor á las glorias nacionales, el respeto y la vene-ración a sus antiguas grandezas no habían muerto;así es que el prelado y el cabildo acudieron al Go-bierno en solicitud de que sin demora enviase unarquitecto idóneo que informara los medios másoportunos de conjurar el peligro. Hízose en 1858,con la propuesta de contener por de pronto conapeos las dos bóvedas,del coro y presbiterio conti-tiguas á los arcos torales respectivos, y en 3 deMayo de 1859 fue nombrado Laviña de Real ordendirector de las obras de restauración.

Queda arriba indicada la unánime aprobación quemerecieron la buena dirección, esfuerzos y econo-mía en las obras durante el tiempo que estuvo alfrente D. Matías Laviña, cuyos últimos años de vidatrascurrieron sin otro pensamiento ni más objetoque la catedral, cifrando en ella todas sus ilusiones,soñando en ella hasta despierto, casi concretando áella también sus más puros afectos; y cuantos quie-ran juzgar de cerca su conducta, que en medio delgeneral aplauso fue censurada por un inteligenteque auguraba en 1863 el desplome de una medianaranja que lüó demolida en 1861, en la Memoriahallairán documentos públicos y oficiales informesque le realzan, patentizando las dificultades quedejó vencidas con su inteligencia, estudio, celo,constancia, y sobre todo, «con la protección de laProvidencia,» como él decía.

Con esta gloriosa etapa terminan al mismo tiem-po la vida y los servicios de Laviña, que iba á cum-plir la edad de 72 años, á pesar de la cual no perdióen lo más mínimo el uso de sus facultades; antesbien las conservó aún con mayor lucidez, comoaumentan su caudal y rapidez los ríos á medida queal mar se acercan. Su edad, su vida afanosa y unadolencia del pecho exasperada con el invierno yagravada en el clima frió de León, le llevaron alsepulcro el dia 15 da Enero de 1868, pronunciandoal espirar esta máxima del oficio: «¡Agua á las pa-redes y vino á los albañiles!» ¡Digno epílogo de sucarrera!...

Fue su carácter ingenuo, accesible, comunicati-vo; ni figuró en política ni tuvo otras opiniones quelas monárquico-constitucionales, apareciendo sólocomo verdadero amante de las glorias de España,como adversario de todo cuanto llevase á la relaja-ción de costumbres, y como eficaz apoyo del pro-greso moral y material allí donde cualquiera inno-vaciom provechosa y útil .se iniciare. Exacto y legalen sus! deberes cuanto verídico en sus asertos, másde unía vez sacrificó el interés propio al ajeno. Su

desinterés, su celo é integridad se retratan de lamanera más flsonómica en una carta que dirigió ásu familia recien llegado á León , cuyas palabras deinusitado júbilo y de infantil regocijo persuadierená sus parientes de que alguna ventura inesperada,alguna extraordinaria dádiva de la fortuna habíacolmado su felicidad.—«¿Le habrá tocado la lote-ría?» se preguntaron en un principio , aunque nuncajugaba, á pesar de sus escasos medios; pero á vuel-ta de hoja explicaba el buen Laviña el motivo de sualborozo, que era haber proporcionado una pingüeeconomía al cabildo catedral, hallando quien reali-zase por la mitad del precio contratado cierto ser-vicio de extracción de escombros.

Su humildad y su modestia, en fin, robustecidasen el retiro de su propia casa, sin frecuentar cafés,teatros ni paseos, cumpliendo apenas con sus esca-sas relaciones de sociedad, harto so vieron conocasión de su no pretendido é inesperado nombra-miento de director de las obras de la catedral, enque, acudiendo por vez primera al despacho del mi-nistro á fin de averiguar si era él mismo el investi-do con tan honroso cargo, del que juzgábase indig-no, dobló la rodilla el venerable anciano y besó lamano al ministro.

Entre otras mandas, legó en su testamento al mu-nicipio de Zaragoza el proyecto de un monumentopara perpetuar la memoria de los héroes de 1808,según acuerdo de las Cortes de Cádiz, el cual fueaprobado por las Academias Romana y Española; al-gunos ejemplares de sus obras de adorno y geome-tría á la de San Luis de Zaragoza y á la Escuelaelemental de pintura, escultura y grabado de Ma-drid; y á la Academia de San Fernando el Diccio-nario de Arquitectura que tenía empezado y con-taba ya con unas 8.900 voces reunidas, como tam-bién la traducción castellana de su obra Neograjiadei Lacunari.

No de otros ricos legados de fortuna puede ha-cerse mención. Laviña murió pobre, como muerenlos hombres de eminentes servicios á la patria,como mueren los obreros de la civilización y losmártires del trabajo. Después de haber desempeña-do varias cátedras oficiales en el espacio de veinteaños, dotadas como se dotan en esas infelices na-ciones en que el profesor, si no el paria, es el últi-mo ciudadano, disfrutaba meses antes de su muerteel exiguo sueldo de 600 escudos anuales, con lo queen rigor de ley apenas habrá podido clasificar elTribunal de clases pasivas á la huérfana de aquelhombre extraordinario con la mísera pensión de175. No intrigó, no aduló, no corrompió, no pre-dicó doctrinas disolventes, no sedujo con la hipo-cresía del orden, ni anduvo á cintarazos con suprójimo, que le hubiera valido honores y entorcha-dos, ni se amparó siquiera de los cuatro amigos y

N'.° 123 M. LAVIÑA. ORÍGEN DE LA CATEDRAL DE LEÓN.

un periodista, la palanca novísima de la posición yde la fama.

Laviña, á quien dio el Gobierno las gracias porla economía en las obras de la Basílica; Laviña, áquien prometió solemnemente el Gobierno un pre-mio que no obtuvo; Laviña, cuya virtud, cuya hu-mildad , cuyos servicios ó innumerables méritoscontrastan con el carácter de esta época sin carác-ter, en que la ambición está en razón inversa delmerecimiento, no sólo murió pobre, sino que mu-rió sin una simple condecoración que ornase el no-ble pecho del arquitecto y del profesor ilustre. Elgimnasta Leotard, que ni aun era español, obtuvola cruz de Carlos III; pero D. Matías Laviña no llegóá dar el salto de los trapecios.

Más de una vez ha pensado el que estas líneasescribe que si Cervantes volviera al mundo en plenosiglo de las luces, tampoco cenaría la noche de con-cluir el Quijote.

MANUEL M. FERNANDEZ V GONZÁLEZ.

I.

ORÍGEN DE LA CATEDRAL DE LEÓN Y SU INSTALACIÓN

EN LAS TERMAS PROC'ONSULARES.

Entre los muchos timbres que ostenta la nobleciudad de León, no es ciertamente el de menor valíala antigüedad de su basílica episcopal. No nos haconservado la tradición el sitio que ocupaba estaiglesia en los primeros siglos de la cristiandad,porque entonces la religión del Crucificado era, álos ojos de los Césares, una sociedad ilegal, y seperseguía por sus doctrinas y su moral, que des-truían las bases de aquella civilización caduca,viéndose por esto forzados los cristianos á cantarlas divinas alabanzas en lugares recónditos é igno-rados. Congregados por sus pastores durante el si-lencio de la noche, celebraban los sagrados miste-rios en los subterráneos ó sitios donde más á cu-bierto estuviesen de las pesquisas de Ios-paganos,evitando siempre con la más recatada prudenciatodo alarde que pudiera empeorar una situación yaen extremo dura. Después de este período de per-secución y martirio, lucieron mejores dias para laIglesia, y entóneos los cristianos se apresuraron áerigir templos que sirviesen de-fijo asiento á la cá-tedra de sus obispos, y á mediados del siglo III eraya ostensible él culto en la iglesia catedral de León,consagrada bajo la advocación de Santa María y SanCipriano, que todavía conserva la actual basílica.Que esta iglesia estaba en el recinto de la ciudad,parece indudable , en vista de los documentos queel cabildo guarda en su archivo, por más que escri-tores, por otra parte muy respetables, apoyados enla autoridad de Sampiro, hayan querido situarlafuera.

La' toma de esta ciudad por Leovigildo (586) nodebió influir en la suerte de su iglesia, siendo pro-bable conservase su esplendor durante los cientoveinticinco años que trascurrieron hasta la desas-trosa rota del Guadalete; no pudiendo decir otrotanto de los resultados de la conquista de la mismahecha á viva fuerza por las armas victoriosas de losárabes en 713, durante cuya dominación vióse laiglesia reducida á la más dura servidumbre; el pas-tor se refugió en las montañas de Asturias, partedel rebaño se alzó en armas para librar el suelo pa-trio del yugo agareno, pero otra parte prefirió á lavida azarosa de los campamentos las condicionescon que le brindaba el interés del invasor. Treintaaños, próximamente, sufrió esta ciudad tan pesadadominación, habiendo motivos para presumir queen todo este tiemp'o el templo de Santa María per-maneció abierto al culto, atendida la tolerancia queen toda la Península encontraron aquellos conquis-tadores. En este estado debió hallarle Alfonso I elCatólico, al apoderarse de la ciudad en una de lasmuchas expediciones que hizo al territorio ocupadopor los infieles desde el 742. Libertado el país delyugo de los ismaelitas, la iglesia fue poco á pocorecobrando su antiguo brillo, merced á la munifi-cencia de los soberanos y al inagotable celo de susobispos. Poco más de un siglo después de la recon-quista, el obispo Fruminio, primero de este nombre,restauraba el templo de la catedral, consagrando denuevo el altar dedicado á la Virgen María (28 deMayo de 868).

Al trasladar la corte á León, Ordoño II echó lue-go de ver que la iglesia matriz no correspondía alrango á que acababa de ser elevada la ciudad. Estaidea por una parte, y por otra el deseo de mostrarSü reconocimiento al Señor por el favor que le dis-pensaba en sus empresas contra los enemigos dela religión y de la patria, le movieron á erigir untemplo tan suntuoso como permitían las circuns-tancias. Destinó al efecto su propio palacio, queera un espacioso edificio de tres naves, construidodurante la dominación romana para casa de bañosy gimnasio. Dotado el expresado edificio de tanbuenas proporciones, pocas obras fueron necesa-rias para convertirle en el anhelado templo; y colo-cado en la nave central c! altar de Nuestra Señoray otros dos en las laterales dedicados al Salvador ylos Santos Apóstoles el uno, y el otro á San JuanBautista y todos los Santos Mártires y Confesores,se hizo la dedicación con gran solemnidad en 910,dándose á la nueva catedral la advocación de SantaMaría, que tenía la antigua.

Ochenta años trascurrieron desde la inauguracióndé esta iglesia sin que ni un solo dia se viese, inter-rumpido el culto. Almanzor, después de un largoasedio, se apoderó de la ciudad (997), y dicho se

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está cómo la trataría un conquistador á quien se-guía una estela do sangre y de ruinas. Mutiló yaportilló las murallas, derribó edificios, y satisfechode su obra so volvió á la Ciudad de los Califas. Dosaños después, su hijo Abdemelieh, queriendo ven-gar la derrota que su padre sufriera en Calatañazor,vino á esta población, y hallándola indefensa, seapoderó de ella sin dificultad; causó nuevos dañosen la muralla, y quizá la hubiera arrasado hasta loscimientos á no estorbárselo el conde de Castilla.Jamás esta antigua ciudad se había visto tan cruel-mente tratada como lo fue en estas dos sucesivasinvasiones. Pocos fueron los edificios que lograronsobrevivir á tan general desolación, sorprendiendoverdaderamente que en medio del odio que debióinspirar á los infieles tuviese la fortuna de ser unode ellos, sin duda por su sólidti construcción, laiglesia cuya historia viene reseñándose; pues aun-que sufriese algún desperfecto en su fábrica, es locierto que á fines del mismo año (999) en que hizosu expedición Abdemelich, tuvo lugar en ella la co-ronación de Alfonso V con gran pompa y solem-nidad.

La suma pobreza á que había llegado la iglesia, ápesar de las cuantiosas donaciones que en diferentesépocas la habían hecho los reyes y los prelados, no'permitían hacer en el edificio las obras que exigíasu entretenimiento, y este forzado abandono debióproducir los más desastrosos efectos en su fábrica,porque al tomar posesión do esta silla episcopal elinsigne I'elayo II (1065), ofrecía este templo la másdolonosa perspectiva. Pero este digno prelado, conun desprendimiento que le honra sobremanera, des-tino lodos sus bienes y los muchos recursos quele facilitaron las personas piadosas á su reparación,logrando conjurar la ruina de que estaba amenaza-do. Puso nuevos altares con la misma advocaciónque tenían los antiguos, colocando en la nave delmedio el dedicado al Salvador y á lodos los Apósto-les, el de la Virgen María, patrona de la iglesia, enuna de las laterales, y en la otra el de San JuanBautista y San Cipriano. No satisfecha con esto supiedad, levantó de nueva planta, alrededor del edi-licio, casas, claustro, un refectorio ylas dependen-cias necesarias para el servicio de los canónigosque en aquella época hacían vida regular. El interésque á todos inspiraba esta antigua basílica y el in-menso placer con que habían visto su restauración,se manifestó bien claramente en la inusitada pompay lucirlo concurso conque se celebró la consagraciónde los altares (10 de Noviembre de 1073), pues asis-tieron á este religioso acto el rey Alfonso VI, suhermana doña Urraca, y doña Elvira, ocho obisposy crecido número de abades, de grandes y de ca-balleras.

Este templo conveniente y maravilloso, como le

llama el obispo Pelayo II, prolongó su existenciahasta fines del siglo XII, en que, introducido el es-tilo ojival, el obispo Manrique, hombre de levanta-dos pensamientos, le hizo demoler para construiren su lugar la fábrica actual, objeto de admiraciónpara propios y extraños por la pureza de su ordengótico.

MATÍAS LA VIÑA.

(Continuará.)

CRÓNICA DE HISTORIA NATURAL.

EL WAPITI.(CEIIVUS CANADIENSIS.)

Después de leer las novelas de Fenimore Cooper,del capitán Mayne-Reid (l).ydo Gustavo Aymardse encuentra cualquiera inclinado á representarselas comarcas que se extienden al pió de las Monta-ñas Pedregosas ó á orillas de los grandes lagos dela América del Norte, como inmensos territorios decaza poblados de toda especie de piezas de peloy de pluma; imagínanse inmensos bosques en losque pululan ciervos y gamos, donde el cuguardo sedesliza entre los matorrales; vastas praderas dondepastan rebaños de búfalos y en las que aulla de no-che la coyota á la luz do la luna; lagos y ríos en losque construye sus diques y moradas el industriosocastor; pero este cuadro, que era verdadero hacetreinta años, no lo es ya hoy; al avanzar los colo-nos por Ql/ar-wesl han roturado en parte los bos-ques seculares; en medio de las praderas se alzanciudades populosas unidas por ferro-carriles, y losanimales salvajes han tenido la misma suerte que laraza india; han sido ojeados por todas partes ydiezmados sin compasión. Los castores han desapa-recido por completo, los búfalos son muy raros, yentre los ciervos hay especies como el wapiti, quepuede figurar actualmente á título de curiosidad ennuestros parques y jardines públicos.

Después del alce, el vvapiti ó ciervo del Canadá(GervviS canadiensis) es seguramente el mayor detodos los ciervos de la América del Norte; un ma-cho adulto no tiene monos de cuatro pies á cuatropies y ocho pulgadas, desde la pezuña á la cruz, yá su lado los ciervos más grandes de Europa pare-cerían gamos. El color de esta hermosa especie espardo rojizo en primavera, bastante oscuro en lacabeza y cuello, y más claro en el lomo y los cos-

(1) Las novelas mas interesantes c instructiva» del capitán Maync-

Keid las ha publicado la casa editorial de los Sres. Medina y Navarro,

hoy de D. Eduardo de Medina.

E. OUSTALET. -EL WAPITI.

tados. Desde la parte superior de la cabeza, y pro-longándose desdo la barba hasta las patas posterio-res, por el centro del pecho y del abdomen, el co-lor es castaño. Los pelos que cubren los lados de lagarganta son pardo-oscuros con el extremo cas-taño; los que revisten las patas laterales del abdo-men son de color pardo-oscuro uniforme. El hocico,que es muy ancho en el macho, es casi negro entrelas nances, pero se esclarece mucho en las inme-diaciones del labio superior, cuyo borde es blan-quecino. A cada lado de la barba vónse dos man-chas amarillas que se reúnen hacia el labio inferior,rodeando un espacio do color pardo; manchas igua-les existen sobre el borde anterior y sobre el pos-terior de las orejas. Estas son de color castaño porfuera y blanco amarillento muy pálido por dentro,lo que produce un contraste muy raro, y los ojos,en vez do estar rodeados de un círculo blanquecinocomo sucede en muchos ciervos, están, por el con-trario, rodeados de una zona de pelos oscuros.

Una gran mancha de color pardo leonado, rodeadapor una banda oscura, ocupa la región posterior delcuerpo, la grupa y parte de los muslos; la cola, muycorta en los dos sexos, es de color amarillo rojizo;en fin, las patas anteriores, como las posteriores,tienen un color más oscuro aún que el lomo y loscostados. La coloración general de la piel varia li-geramente según las estaciones, siendo más clara,más leonada en otoño que en primavera y verano,pasando á gris negruzco en invierno.

En esta especie, los lagrimales, esos troyuelosquotienen muchos ciervos y antílopes debajo de la ór-bita y segregan un líquido untuoso, están extraor-dinariamente desarrollados y tienen una aberturacasi tan larga y seguramente tan ancha como el ojomismo. En fin, las pezuñas ofrecen una forma par-ticular; su cara inferior es más redondeada, másoval que en el ciervo de Europa y en el de la Vir-ginia. Todos estos caracteres, sobre todo las di-mensiones y forma de las astas, permiten distinguiral wapiti, no solamente de las especies europeas,sino también de sus congéneres americanos. Sinembargo, por mucho tiempo se ha confundido elciervo del Canadá con el de Europa, y lo que esmás difícil de comprender, con el alce de Américay hasta con el alce de crines que habita en los bos-ques de Noruega, de Suecia, de la Lituania y en elvalle del rio Amor. Parece que el primer autor queha distinguido específicamente el wapiti ha sidoRay; pero pertenece al doctor Smith el honor dehaber publicado en el Medical Repository un gra-bado y una buena descripción de este animal. Loscazadores lo designan con el nombre de ciervo rojo(Red Deer), alce gris (Grey Elk y Grey, Moose),alce de astas redondeadas (Round horued Elk) ywapiti. Hace cincuenta años se le encontraba desde

el Atlántico al Pacífico, y en extensión de muchosgrados de latitud hasta el paralelo 57; veinte añosdespués había desaparecido totalmente del Estadode Nueva-York, y en la actualidad ya no se encuen-tra sino en las inmediaciones de los montes Megha-ghanys, en la Minnesota, al Norte del Viscousin yen las orillas del rio Yellowstone. Pero aunque estaespecie ha estado tan extendida hasta principios deeste siglo, se tienen pocos datos sobre sus costum-bres en el estado salvaje: algunos autores presen-tan al wapiti como el más estúpido dp los ciervos;otros, por el contrario, sostienen que es muy astu-to y que escapa con mucha destreza de los lazosque le tiende el cazador. Se alimenta de musgos yretoños de árboles, y se domestica con bastantefacilidad; hasta se asegura que se le puede acos-tumbrar á llevar atalaje.

Esto no puede extrañar, porque nuestro ciervode Europa, que solamente se distingue del wapitipor el tamaño, su color ligeramente diferente y lasdimensiones de las astas, es susceptible de ci'ertaeducación: los saltimbanquis consiguen á veces en-señarles ciertas habilidades, y Brehm refiere queAugusto II, rey de Polonia, enganchaba á su car-ruaje en 1739 ocho ciervos domesticados: los du-ques de Deux Ponts y de Miningen tenían tambiéntiros de ciervos blancos.

Los wapitis que en Europa se han tenido en do-mesticidad se manifestaban mansos y dóciles; peroes probable que en libertad, rodeados de enemigos,sean agrestes. Los ciervos de Europa, cuando selestiene en cautiverio, son generalmente muy dóciles;sin embargo, en ciertos momentos los machos seenfurecen sin causa aparente contra las personasencargadas de llevarles el pasto, brillanles los ojos,fruncen el labio superior, bajan la cabeza, diri-giando la punta de las astas hacia su adversario, yse precipitan sobre él con tal rapidez, que es muydifícil escapar dei brusco ataque. En primavera, du-rante la época del celo, los ciervos traban terriblescombates, que presencian las hembras desde lejossin tomar parte en ellos. Dos machos se precipitanuno sobre otro bramando de coraje; se atacan y de-fienden con sorprendente agilidad, y hacen resonarel bosque con el choque de las astas. Por muchotiempo permanece incierta la victoria, hasta queuno de los combatientes, descubriéndose impru-dentemente, recibe una herida que le obliga á ce-der el campo, y el vencedor queda único dueño delrebaño. Algunas veces, sin embargo, en el encarni-zamiento de la pelea se entrelazan de tal maneralas astas, que no podría separarles ninguna fuerza,y los dos ciervos, víctimas de su furor bélico, mue-ren de hambre ó son presa de los animales car-nívoros.

El asta del ciervo se difeseneia completamente,

8 REVISTA JiüKOPEA. 2 DE JULIO DE 1 8 7 6 . N.° 123

como todo el mundo sabe, del cuerno de los demásrumiantes: en efecto, estas prolongaciones del hue-so frontal, en vez de estar protegidas por un estu-che córneo, como en los toros y carneros, los cu-bre primeramente la piel, de la que se despojandespués, quedando completamente desnudos. Estosapéndices, que constituyen armas temibles, no exis-ten generalmente más que en los machos; sin em-bargo, en los renos lo poseen los dos sexos; algu-nas veces son simples las astas, pero más general-mente ramificadas y guarnecidas en la extremidadde una dilatación toscamente parecida á la palmade la mano. El nacimiento de las astas se anunciapor una gran afluencia de sangre á los lados de lafreinte: en el ciervo de Europa se ve á la edad deseis meses aparecer dos protuberancias sobre lassienes, á cada lado de la línea media; estas extu-mescencias son los primeros vestigios de las astas,que no se desarrollan en realidad hasta el año si-guiente.

A principios de verano empiezan á desarrollarselas astas bajo la forma de excrescencias gelatino-sas que se consolidan poco á poco por el depósitode ¡sales calcáreas. La piel que las revisten es .alprincipio muy blanda y vascular; arroja sangre á lamemor herida, y presenta una coloración blanco-rosada, estando cubierta de numerosos pelos; perocuaiido el desarrollo del asta toca á su término, seaminoróla circulación, se seca la piel, se abre enciertos puntos, y al fin se reduce á girones, que elciervo hace caer fácilmente frotándose contra losárboles. Entonces aparecen las astas completamen-te desnudas, bajo la forma de dos ramas simples,terminadas en punta. Durante el otoño y el inviernono sufren ninguna alteración; pero á mediados ófines de Mayo se realiza otro fenómeno: desarró-llanse gran número de vasos á ambos lados de lafrente, se insinúan entre la base de las astas y elhueso que las sostiene, y poco á poco las separan.Pronto caen las astas arrastradas por su propiopeso, siguiendo á la caida una ligera hemorragia,pero en muy poco tiempo se cicatriza la herida;desjpues bajo la piel qne vuelve á formarse nacennuevas astas, desarrollándose absolutamente de lamisima manera que las del año anterior.

Ein algunos ciervos ni siquiera existe diferenciade fi'orma entre las astas nuevas y aquellas á quereemplazan, estando unas y otras reducidas á unasola rama: así se observa, por ejemplo, en los pe-queños ciervos de la América del Sur; pero en losciervos propiamente dichos, como en los gamos,los renos ó los alces, la cabeza se complica de añoen aiño por la producción sucesiva de candiles late-rales y terminales, y por la formación de una dila-tación superior. El tronco se cubre al mismo tiem-po dle rayas más profundas, de verrugas que en la

base se reúnen en corona; en fin, en vez de diri-girse según el eje de la cabeza, el tronco del astase separa de la línea media, se encorva primera-mente hacia afuera, después á la espalda, y en se-guida ligeramente hacia adentro, formando una es-pecie de lira con el asta opuesta. En el ciervo alefo,á los tres años vése aparecer una rama que al prin-cipio está insertada á cierta altura, pero que tiendeá acercarse á la frente á medida que el animal avan-za en edad. En la primavera del cuarto año, esdecir, cuando el ciervo ha nacido en el mes doMayo, habiendo cumplido tres años, las astas queso forman tienen un candil más, y presentan ya unadébil dilatación terminal. No debe creerse que elnúmero de ramificaciones indica siempre de unamanera precisa la edad del animal, porque en cier-tos casos puede abortar una rama ó subdividirse endos ramificaciones secundarias; sucede también áveces que la atrofia ó la complicación solamenteexiste en un asta. Lo más notable en todo esto esqu&, prescindiendo de causas anormales, las astasreproducen siempre el tipo de aquellas á que suce-den, de donde resulta que estos órganos ofrecenal naturalista caracteres precisos para la distinciónde las especies y hasta de los géneros. Entre losalces, tales como el alce de crines, que después dehaber vivido én toda la Europa septentrional estáahora confinado en ciertos parajes de Suecia, No-ruega, Prusia, Siberia y la Mongolia, y el alce ori-ginario de Mosdeer, que se encuentra en el Canadá,cerca de la desembocadura del Mackensie y en lascumbres de las Montañas Pedregosas, las astas secomponen de un tronco corto y una dilatación enforma de pala, surcada por numerosas rayas y pre-sentando en el borde externo numerosas digitacio-nes: en los renos las astas están reunidas á unacorta salida, encorvándose en seguida hacia ade-lante y terminando por una dilatación menos anchaque la del alce, pero guarnecida igualmente porcierto número de puntas. De la base del asta parteuna pequeña dirigida hacia adelaate, y que á vecespresenta también una dilatación. Algunas vecesbrota en el centro del asta un candil que se dirigehacia atrás. Una disposición más ó menos análogase observa en un ciervo de la China, descubiertopor el abad David, y que M. A. Milne Edwars hadescrito con el nombre de Blcphums davidianus.Los gamos tienen como los renos una dilataciónpalmeada, pero la prolongación ó candil interior nose dilata jamás en su extremidad, sino que terminaen punta y se dirige casi verticalmente; en fin, enlos ciervos el asta es redondeada, granulosa, débil-mente dilatada en el extremo y guarnecida de can-diles, cuyo número aseguran puede elevarse hastadoce en cada lado.

Al examinar no solamente los grandes grupos,

N.° 123 z.- - DOCUMENTOS INÉDITOS. 9

sino también las especies de cada grupo, pueden ob-servarse diferencias de la misma naturaleza, perode menor importancia: por ejemplo, al comparar unciervo alefo de diez cuernos con un wapiti de lamisma edad, vése desde luego que las astas no tie-nen la misma forma ni las mismas dimensiones. Enel wapiti el tronco es casi redondo ó ligeramenteovalado (en una sección trasversal) en la segundamitad de su longitud; está cubierto de granulosida-des numerosas, dispuestas en líneas bastante re-gulares y separadas por surcos longitudinales irre-gulares; los candiles terminan en punta lisa, aguda,cuya blancura contrasta con el color oscuro delresto de las astas; están todos insertos en la cara an-terior del tronco, y frecuentemente tan cercanos losdos primeros que casi se tocan, y sus extremos di-vergentes solamente están separados por ocho ódiez pulgadas. La tercera y cuarta rama, situadasmucho más arriba, se dirigen casi verlicalmente, lomismo que la quinta y la sexta, que al reunirseforman una especie de horquilla: estos cuatro can-diles están siempre mucho menos desarrollados quelos dos primeros, cuya longitud llega algunas vecesá la mitad del tronco, medido según la curvaturaexterna.

En otro ciervo de América, el caricou ó ciervo deVirginia, que algunos autores acercan al gamo, ha- .ciéndole tipo de un género especial, las astas ofre-cen una disposición completamente distinta; encor-van en arcos hacia afuera y hacia adelante, y llevande tres á siete candiles dirigidos hacia adentro; eltronco no es ovalado como en el wapiti, sino ci-lindrico en toda su extensión; y estos caracteres,unidos á otros tomados de las dimensiones de lalongitud del cuello, de la forma de la cabeza, de laTuerza de las patas y de la coloración del pelo, per-miten distinguir fácilmente el ciervo de la Virginiadel ciervo del Canadá. Otras especies, tales como elciervo de cola blanca (Cervus kncurus), el ciervo deColombia (Cervus cohimbianusj, el de Méjico (Cer-vus mexicanus}, of^cen muchas analogías unos conotros, y se parecen más ó menos al ciervo de la Vir-ginia; pero no podrían confundirse con el wapiti,del que no tienen ni la imponente alzada, ni la ca-beza poderosamente armada, ni el color oscuro dela piel.

En el wapiti, como en el ciervo común, el nú-mero de candiles aumenta con la edad; pero, segúnparece, no pasa de cierto limite: son muy raras las

. astas con más de nueve candiles, siendo el más co-mún el número de siete: en estos casos se ve fre-cuentemente una rama que brota de la horquillaterminal. Pero sea la que quiera la complicación dela cabeza, ésta supera siempre en peso y dimensio-nes á la de un ciervo alofo de la misma edad.Mr. Baird ha visto astas que medían d">,50 de lar-

gas y 0m,33 de circunferencia en la base, y que po-saban sin el cráneo ni la mandíbula inferior, cercade 20 kilogramos. La separación de las extremida-des superiores era de corea de un metro. Tales eranlos principales caracteres de este ciervo, que es sinduda alguna el más. grande que hoy existe en elglobo.

E. OUSTALET.

(La Nature.)

ILUSTRACIONES 'A LA

DISPUTA ENTRE UN BURGALÉS Y UN VIZCAÍNO,

SOBRE LA LEALTAD, HONKA , HIDALGUÍA Y LIMPIEZA

DE CASTELLANOS Y VASCONGADOS.

GONZALO P I Z A R R O .

No andaba muy acertado Alonso, ciertamente, alconformarse con Martin en la acusación contra Gon-zalo I'izarro, por la mala cuenta que dio en lo deChupas, cerca de lluamanga; como puede verse enGarcilaso de la Vega, Prescott y otros historiadoresdel Perú, y lo prueba, además, desvaneciendo todaduda, la carta original, encontrada recientemente,que escribió Gonzalo al Licenciado Vaca de Castroal regresar de la fatigosa expedición al país de laCanela. En aquella carta se muestra Pizarro deci-dido defensor de la autoridad Real, vencedora luegoen la reñida batalla de Chupas, y ofrece incondicio-nalmente su apoyo, y el de los pocos maltratadoscompañeros que con él lograron vencer los rigoresde aquella jornada, para ir contra Almagro el Mozo,Juan de Rada y los demás levantados; cuyo ofreci-miento excusó aceptar el receloso gobernador Vacade Castro, temiendo concederle al hermano del con-quistador del Perú una influencia que más adelantepudiese ser perjudicial á los intereses del rey deEspaña, (¿uizás habría sido muy distinta la ulteriorconducta de Gonzalo, si en aquella ocasión hubieseprocedido Vaca de Castro de otra manera.

FRANCISCO HERNÁNDEZ GIRÓN.

Uno de los que más quejosos se mostraron por losrepartimientos que el Presidente Pedro de la Gaseaacordó en su retiro de Guaina-rimac, después de ha-ber vencido y ejecutado en Jaquijaguana á Gon-zalo Pizarro, fue Francisco Hernández Girón, quienverdaderamente tenía menos derecho que nadie á re-clamar y ser recompensado, púas ya disfrutaba unarenta de seiscientos pesos, y, sin embargo, obtuvoá cinco leguas del Cuzco, en el repartimiento de

i dicho Jaquijaguana, que perteneció al mismo Pi-.

10 IÍEVISTA EUROPEA.- DE JO1.IO PE 1876. N.° 1 2 3

narro, otra anual de diez mil. Mas por la codiciacegado, y desagradecido á las deferencias de lasautoridades que, siguiendo la práctica que paralibrarse do pretendientes estableció Gasea, de casará los vencedores con las viudas é hijas de losvencidos, porque disfrutasen de sus encomiendas yrepartimientos, hasta le proporcionaron á Girón unamujer de que no era digno por lo noble, moza, bellay virtuosa. Á pesar de todo, pues, y sin producirleefecto los castigos aplicados recientemente á lossediciosos D. Sebastian de Castilla, Vasco Godinezy otros soldados turbulentos, se levantó en el Cuzcoá 13 d»Noviembre de 1583, aprovechando para elcaso las fiestas y regocijo con que se celebrabanlas bodas de Alonso de Loaysa. sobrino del arzo-bispo de Lima.

fin verdadero aprieto puso Hernández Girón á lasautoridades, y aun en peligro el dominio español enel Perú. Él prendió autoridades, soltó presos de lascarmeles, mandó matar, creó ejércitos, y entre ellosel primero de negros que se organizó en la Américameridional; se hizo elegir por algunos Cabildos pro-curador y capitán general de aquel que llamabaimperio, y venció en la batalla de Chuquinca y enotras ocasiones al ejército Real, mandado por losOidores de la Audiencia de los Reyes, ó sea de Lima.Pero, vencido al cabo en Piteara, y preso junto alvalle de Rimac, fuó conducido á Lima y decapitadoá unes de 1854, después de haber depuesto en lasdeclaraciones, en descargo de la acusación de susjueces, «que de su opinión habían sido general-mente todos los hombres y mujeres, niños y viejos,frailes, clérigos y letrados;» dando así á entenderquo no siempre el Perú se conformaba con la go-bernación de aquellos Vireyes y Oidores que tanpoco se hacían respetar.

D. SEBASTIAN !)E CASTILLA.

La pragmática expedida por el emperador Car-los V, citada ya en estas notas, á pesar de ha-berse declarado en suspenso su ejecución, fue ge-neralmente el motivo en que, á mediados del si-glo MV1, se fundaron los descontentos del Perú pararebelarse, lo cual verificaban siempre que la oca-sión les favorecía. Estas ocasiones eran muy fre-cuemtes cuando por enfermedad ó muerte, ó por noliaboti'se aún presentado á tomar posesión de suscargos los nuevos gobernadores ó vireyes, asumíainterinamente la Audiencia de Lima todos los pode-res civiles y judiciales. A una de estas interinida-des debió, como otros, su origen el alzamiento deI). Sebastian de Castilla, ocurrido en Marzo de -1853.

I)turante la enfermedad del prudente y suave vi-rey ID. Antonio de Mendoza, que murió á los pocosdías de haber dispuesto los Oidores, como autoridad

interina, que se quitase el servicio personal, pro-testando contra esta medida hubo algunos motines,que por el pronto se apaciguaron; pero no los áni-mos de los agitadores, que dispuestos seguían áproducir conflictos mayores. Entre las personas dequienes se sospechaba que pudieran promoverlos,se tenía al general Pedro de Hinojosa, por ser sucasa centro de descontentos, que no" salían de ellasin promesas ó esperanzas; y enteradas las autori-dades le obligaron, para halagarle y tenerle alejadode la capital, á que aceptase el nombramiento deCorregidor y Justicia mayor de las Charcas.

Allá siguieron á Hinojosa muchos de los soldadosque le habían ofrecido apoyarle cuando diese elgrito de rebelión, y él á ellos favorecerles con aco-modos y premios en tiempo oportuno; pero comoéste trascurría y las promesas no se realizaban,empezaron á recelar de él los desatendidos.

Contábase entre los soldados más agitadores unD. Sebastian de Castilla, hijo del conde do la Gome-ra, que con algunos compañeros salió del Cuzco,fuó á Potosí, donde se le agregaron otros, y pasóluego á la Plata ó Chuquisaca á ver en su residen-cia al general Hinojosa. Éste le recibió bien, comoá todos sus camaradas; pero no dándoles nada nidisminuyendo sus esperanzas de contarle en algunaocasión por caudillo, les cansó al cabo, y faltos dopaciencia para permanecer por más tiempo pobresy sin más entretenimiento que los diarios desafíosy pendencias, que nada bueno les producían, em-pezaron á murmurar; y concertándose al descu-bierto y con toda desvergüenza, determinaron ven-garse del general y llevar por otro camino su tira-nía, fijándose en D. Sebastian de Castilla, como elmás bien quisto entre ellos, para alzarle por cabezade la rebelión..

Así lo acordaron, y así lo hizo presente al gene-ral Hinojosa, para que se previniese, el licenciadoPolo de Ondegardo; pero á todos estos avisos, queconside-raba oficiosidades de gente medrosa, res-pondía > el Corregidor con soberbia y jactanciosainsolencia. Con todo, los conjurados llevaban ade-lante su obra. La tarde del primer domingo deMarzo se le presentaron varios soldados dirigidospor Juan de Ugarte á ver qué rostro les hacía yexplorar su última disposición; y aunque salieronbien complacidos del recibimiento que les hizo, nopor eso cejaron en su propósito, asegurándolo así ásus compañeros al darles cuenta del paso que aca-baban de dar. ' ,

La confianza en que el general Corregidor vivía,y esta disposición de los soldados, decidió á los ca-bezas de la conjuración á precipitar sus efectos, ylos que reunidos estaban en casa de Castilla, queeran Diego de Vergara, Hernando de Guillada, Gon-zalo Mata, Lope de Aguirre, Tello de Vega y dos

N." 123 Z. DOCUMENTOS INÉDITOS. 41

compañeros más, hasta siete, asaltaron la casa deHinojosa al amanecer del lunes (i de Marzo, y altiempo que le asesinaban cruelmente, proclamarongeneral y justicia mayor á D. Sebastian de Castilla,á los gritos de «¡viva el Rey, viva el Rey, que yaes muerto el avaro, traidor, quebrantado!1 de supalabra!»

Tomadas rápidamente cuantas disposiciones erannecesarias para asegurar su tiranía, y. nombradoscapitanes para los numerosos soldados que al olordel saqueo de la casa del Corregidor y las de otrosprincipales acudieron, llegó al siguiente dia á laciudad de la Plata el turbulento Vasco Godinez,quien, si no estuvo presente, fuó gran parte de aquelmotin, mereciendo por esto que Castilla le eligiesesu Maestre de Campo. No contentó esto á Godinez,ni satisfecho estaba de verse subordinado á perso-na de monos valer que él; por lo cual, tres diasdespués,, para ocupar el puesto que creía corres-ponderle de derecho y alegar al mismo tiempo unservicio que le permitiese pedir mercedes de re-partimientos grandes, se alió con otro compañero,y sorprendiendo á D. Sebastian de Castilla, le mata-ron también á estocadas y a fieros golpes por lafina.cota de malla que vestía, repitiendo los propiosvivas al Rey, y gritando Godinez: «¡El tirano esmuerto, y yo le mató!»

Aunque más larga que la de Castilla, tampocoduró mucho la tiranía de Vasco Godinez; pues en-cargado el mariscal Alonso de Alvarado de ponertérminp á tan escandalosas rebeliones, empezó enla ciudad de la Paz á castigar con dureza á los máscomprometidos y aficionados á tales pasatiempos;pasó luego á Potosí á limpiar de gente turbulentala rica villa, y luego á la ciudad de la Plata ó Chu-quisaca, donde á fines de Junio, en que ya estabapreso, fue ejecutado dicho Vasco Godinez. Estasejecuciones siguieron hasta los últimos dias deNoviembre, en que, por el levantamiento de Fran-cisco Hernández Girón, hubo necesidad de suspen-derlas.

EL OIDOR JUAN IHAZ DI! LUPIDANA.

Que el Oidor de Chuquisaca*Diaz de Lupidana noera insensible á los atractivos del bello sexo, lodemostró algobernar interinamente en Potosí, in-terviniendo como autoridad en las escenas amoro-sas de la bellísima Floriana, cuyo episodio voy átrascribir íntegro para dar una muestra do las cos-tumbres de la rica villa á fines del siglo XVI:

«Fueron los padres de doña Floriana Rosales ex-tremeños nobles, que entrambos unidos en santomatrimonio vinieron á estas Indias (dicen los his-toriadores de Potosí), y se avecindaron en estavilla. Trajeron de España dos hijos de poca edad,

D. Pedro y D. Martin. Llamábanse sus padres clonAlvaro Rosales Montero y doña Ana (¿uintanal.

»A poco más de un año que estuvieron en Potosí,se sintió preñada doña Ana, y acercándose el tiem-po, temiendo el rigor del temple, se determinó áretirarse al valle de Tarapaya, que aunque no esmuy caliente, es bueno y se goza mejor la vida, ytambién por la conveniencia de la cercanía. Allí lesna'eió «na hija, á quien, por el nombre de su madrey por la grande hermosura que manifestaba comotierna y bella flor, le pusieron el de Floriana, puesella nació el dia de la Natividad del Señor. Crióseallí hasta edad de tres años, descubriendo cada diamayor perfección en su hermosura, y trajéronla áesta villa, á quien siempre reconoció por patria.

»Luégo que tuvo doce años comenzaron á inquie-tarse por su pretensión muchos hombres noblesricos, y que tenían cargos honoríficos; y aunquesus padres y hermanos eran por ello molestados áfin de que la diesen por mujer, nunca ninguno pudoconseguirlo; porque sabían muy bien, que su hija notrataba de tomar semejante, astado, ejercitadasiempre en la virtud y recogimiento do su casa.Pero esto mismo encendía más el deseo de los pre-tendientes. Entre éstos, los que con más eficaciapermanecían en la solicitud eran el Capitán D. Ro-drigo de Alburquerque-, persona que con deseo deservir al Rey en Chjle había venido, á Potosí á le-vantar gente á su costa; el Gobernador de. Tucuman,que pasando á los Reyes (Lima) á verso con elVirey, se quedó, por haber visto á Floriana en unafiesta, á ser su pretendiente, y D. Julio SánchezFarfan, Corregidor de Porco. Fuera de estos caba-lleros forasteros había, otros vecinos, pretendientes,y unos y otros á todas horas rondaban la calle deaquesta hermosa doncella.

»Todo lo ignoraba en su encierro, hasta que undia, por los mism,03 y-ecinos fueron advertidos suspadres, y su hija de (ellos; y por la mucha confianzaque de su virtud tenían, de igual parecer doblaronsu recogimiento, tanto, que los dias festivos á sóloel alba se mostraba en las calles para ir á misa.

»Nada bastó para que un dia, sin saber por cuyamano había venido, se hallase un papel encima deun escritorio de su casa, que tomándolo y viendo lafirma, decía: «Criado de Vmd, el Gobernador.» Norefieren los autores lo que él contenía, porque di-cen que sólo manifestaba liviandad, sin algún finhonesto; y porque otra cosa no merecía, lo entregóal fuego que un brasero le deparó allí su enojo. Noquiso hacer sabedores á sus padres, porque sentíanmuy mal del Gobernador: respondió al papel conmuy breves razones y bien pensadas, que fueronlas siguientes:

«Hánme dicho que el cielo os negó el nacer de«nobles padres, y yo así lo creo, porque lo acredita

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»la desatención de vuestro papel; mas él tuvo su«merecido, porque semejantes liviandades no mere-»cí:ín otra cosa que el fuego.» Ofendióse tanto elGobernador de la respuesta, que imaginando el quesu padre le hubiese dicho á su hija que era indignode lo que pretendía, propuso de sacarlo al campo yreñir sobre el caso. ¡Donoso modo de conseguir sudeseo! que si hubiera de ser para dejarlo de todopunto aún no fuera tan reparable; pero querer ha-cer mal á su padre y luego gozar á la hija, grandisparate. Resolvióse el Gobernador á ejecutarlo; ycomo sabía que de ordinario se iba D. Alvaro al pa-ryje de San Clemente á hacer mal á un caballo,fuese á esperarlo, que ajeno del caso llegó despuésaquel caballero. Significóle el Gobernador su senti-miento; disculpóse D. Alvaro y culpó su atrevi-miento, y todo paró en sacar sus espadas y acuchi-llarse.

«Esto sucedió en el mes de Enero del año 1898, ycomo por este mes solían ir algunas mujeres á aquelparaje á tener sus meriendas y bailes, por causa deun venero de riquísima agua que hay allí, quiso lasuerte que aunque eran las dos de la tarde se ha-llasen dos damas; las cuales, viendo que no lejos dedonde estaban se acuchillaban aquellos hombres,fueron á ponerse cerca, y no sin falta de valor semetieron de por medio, y tan buena maña se dieronque, apartados, no los dejaron volver á acometerse;que harto lo deseaba D. Alvaro por verse herido álas primeras, aunque la herida no era de cuidado.Luego llegó más gente y se hubieron de ir cada unopor su parte.

«Entrado en su casa D. Alvaro, dio muchas y muysentidas reprensiones á su hija, la cual, ardiendoen ira, disculpándose con su padre primeramente,determinó después satisfacer por su mano aquelagravio. Envió á decir al Gobernador, con palabrascomedidas y bien disimuladas, que la siguiente no-che le esperaba en cierta tienda, á la cual saldríapor una pequeña puerta que entraba de un cuartode su casa, donde sin ningún testigo quería hablar-le. Con notable alegría recibió el Gobernador elmensaje y mensajero; que cómo el amor es ciego,de la misma manera lo son todos sus efectos.

«Puntualmente estuvo el Gobernador en el parajey lioira señalada, donde luego salió Floriana, Ira-yendo entre las bellas flores de su rostro el vene-noso áspid de sus enojos. Llegó turbado el amanteofensor con el sdmbrero en la mano, diciendo:

«Señora, aquí tenéis vuestro esclavo y finoamante; mejor dijera, el indigno que dos veces ostiene agraviada.

»P«ero llegando á este punto, sin dejarlo Florianapasar adelante, sacando una ancha y bien afiladanavajja que tenía en la manga, como una leona ar-remetió á cortarle la cara, diciéndole muchos bal-

dones. El Gobernador, que vio sobre sí aquel mons-truo de belleza y de iras, con gran presteza rebatiócon la mano el tajo que le tiró, de suerte que im-pidió el ver desecho su rostro, y la navaja entrópor el dedo pulgar y parte de la palma hasta loshuesos; y como al defender el rostro se retirasepara atrás, tropezó con un madero que allí había ycayó, y viéndose herido y que le aseguraba otrogolpe, se levantó tratando á su enemiga de traidora.Sacó una daga que traía, y advirtiendo Floriana suriesgo, le arrojó á la cara un envoltorio de mantasque allí estaba, con tan buen acierto, que á unmismo tiempo le embarazó la vista y el brazo, por-que se le enredó en la daga parte de ella, y tuvolugar de empuñar á dos manos un grueso troncoque allí le deparó su fortuna, y tan gran golpe ledio en los pechos y frente, que cayó sin sentido elgobernador. En esto acudieron al ruido los de sucasa por la parte de adentro, y algunos también delas vecinas tiendas; y como viesen al Gobernadorensangrentado, y como muerto por lo aturdido, di-jeron todos que ciertamente estaba sin vida.

«Entróse Floriana, y sus padres con gran pesa-dumbre y sobresalto trataron de esconderla; masya no fue posible, porque como estuviese allí cercael Corregidor, vino á toda diligencia por haberleavisado, y no pudo hacer otra cosa Floriana más dosubir á un cuarto y acrojarse por una ventana á lacalle. No era ésta muy alta, pero pudo haber sidoel arrojo de mayor desgracia, porque al punto debajar se le asió el faldellín de un madero, que estabasobresaliente en el marco de la ventana, y quedópendiente con la cabeza baja, sin poder valerse nihacer fuerzas para rasgar el faldellín, porque decaer al suelo sé hubiera de matar.

»En este punto, como la mayor parte del pueblosupiese del caso, habían acudido muchos á la casade doña Floriana, y entre ellos el Capitán D. Ro-drigo de Alburquerque y D. Julio Sánchez Farfan,Corregidor de Porco, entrambos pretendientes deFloriana; y como una criada conociese á D. Julio, ysupiese que amaba á su señora, le dijo fuese al ca-llejón que estaba á las espaldas de la casa, y viesesi Floriana andaba poj- allí, porque habia rato quese arrojó por la ventana. Fue luego D. Julio, y comoordinariamente los enamorados advierten todas lasacciones, aun de los criados cuyos dueños aman, ycomo el Capitán Alburquerque los viese hablar ensecreto á D. Julio y á la criada, fuéle siguiendohasta entrar en el callejón sin que lo sintiese. Llegóantes el D. Julio, á punto que la afligida Florianacon ansias mortales pedía ya favor, diciendo que seahogaba. Acercóse el amante caballero, y tendiendolos brazos, cogió de los hombros á la doncella, ytirándola fuertemente, rasgándose el faldellín, cayó,y con el peso también fue al suelo D. Julio.

N.° 123 Z. DOCUMENTOS INÉDITOS.

»En esto acudió el Capitán Alburquerque, y conpalabras de sentimiento y de enamorado cubriócon su capa á la niña, y luego la levantó del suelo.Viendo esto D. Julio, ardiendo en celos, se puso enpié, y sacando un puñal arremetió contra el Capi-tán, diciéndole ser un traidor villano, que á su vistatenía aquel atrevimiento. Como el Capitán oyeseaquellos vituperios y se viese acometer con tantafuria, sacó una daga é hizo lo mismo con D. Julio,y sin dar tiempo á otra cosa, en un instante fuemal herido el Capitán, que cayó en el suelo pidiendoconfesión; oyendo lo cual Floriana, maldiciendo sufortuna, t.e fue de allí á toda prisa, porque acudíanalgunos indios. Seguíala D. Julio, y viéndole la don-cella le suplicó se volviese, porque no padeciesesu honra más de lo que hasta alli se presumía en lavilla. No quiso el caballero, diciendo que primeroperdería mil vidas que dejarla en aquel paso; peroestas detenciones no sirvieron de otra cosa másque de dar tiempo á que el Corregidor viniese enbusca de los agresores; que viéndolo D. Julio, tomódel brazo á la doncella y apresuradamente la sacópor la otra salida del callejón, donde estaba un mu-ladar. Allí la dejó, diciéndola se agazapase, sin de-jarse ver, mientras él divertía al Corregidor porotra parte. Fue así, que D. Julio, con la espada enla mano, se encaminó á otra calle, y viendo que loacosaban algunos criados del Corregidor, arremetiócontra ellos; que viéndolo tan bravo le abrieroncampo, y él se valió de sus pies y se puso en cobro.

»Volvió, extraviando calles, á donde había dejadoá Floriana; la cual, tanto por huir de U. Julio comode la Justicia, siguiendo las orillas del arroyo llegóá una de sus puentes; pasó por ella y entróse al ran-cho de unas indias, donde la acogieron con muchocariño. Allí esperó el dia, que no tardó en venir, yluego hizo saber á su padre donde se "hallaba, elcual también se había ocultado aquella noche por-que el Corregidor quería prenderlo. Supo Florianacomo los dos heridos estaban con esperanzas devida, de que r.o tuvo poco gusto, porque ellos mis-mos abonarían lo sucedido refiriendo los motivos;porque toda la villa le cargaba la culpa.

«Tenía el Gobernador un sobrino azoguero; ésteformó querella ante el Corregidor contra Floriana,y apretaba en que fuese buscada y puesta en prisión;y como llegase á su noticia, trató de mudar el trajepara ausentarse de la villa. Púsose en hábitos deindia, que en cualquiera se levantaba de todo puntosu hermosura, y estando para ponerse en una muía,no faltó quien avisase al Corregidor, que, aunqueeran las nueve de la noche y la hacía muy oscura,vino al punto, y con mucho comedimiento dijo á laafligida doncella se viniese con él á su casa. Nofalta quien diga que cuando el Corregidor la estuvomirando le pareció, aunque estaba en aquel traje, la

más hermosa mujer que en toda su vida había visto,y el niño ciego, que todos llaman Amor, no quisoperder la ocasión que se le ofreció de triunfar deuna alma de hombre como las domas, aunque de unjuez prudente y respetuoso, y ponerla en la lista desus trofeos; y así dicen que, llegándose al señor li-cenciado bonitamente, le envasó una terrible flechacon que le pasó el corazón de parte á parte; y comoes invisible el amor, pudo hacerlo muy al seguro,pues entra y sale por donde quiere, sin que nadie lepida cuenta de sus hechos.

«Tomóla, pues, de las manos el Corregidor, y con-solándola con palabras amorosas la llevó á su casa.¡Buen paraje tendrá Floriana, pues lo será cárcel deamor! Dióle un cuarto decente, y retirándose alsuyo el Corregidor, no pudo sosegar toda aquellanoche, pensando en la hermosura de la que ya ha-bía hecho señora de su libertad, l.uógo que amane-ció fue á visitarla, y como la viese con la claridaddel dia le pareció sobre-hermosa, bellísima. Díjolemuchas razones que, aunque entendía con ellasacreditar la que le había movido á señalarle prisiónen su casa, luego conoció Floriana el camino rectoá donde iban; y respondió á todo con mucha pru-dencia, adelantándose sólo en los agradecimientos.Continuaba el Corregidor tanto las visitas, que, conhaber solos dos dias que allí estaba, quisiera másFloriana hallarse en un calabozo con las incomodi-dades ordinarias del que está aprisionado, que nocon los regalos y cariños hechos por mal fin.

»Sabía D. Julio, desde donde estaba con recato,de la manera que se hallaba Floriana en casa delCorregidor, y Heno de celos rabiosos escribió á ladoncella sus sentimientos. Ella le respondió, disua- .diéndole de lo que para sí y para el Corregidor pen-saba^si bien le suplicaba, como á caballero, le diesefavor para poder salir de aquella prisión. Confor-móse en todo D. Julio con lo que Floriana pretendía,y con todo secreto dispusieron que una noche, des-pués que el Corregidor se recogiese á dormir, leesperase 1). Julio debajo de un balcón, y que ellabajaría por una soga, y de alli que la llevase á Chu-quisaca. Con esta determinación llegó la noche pre-venida, y era la que Floriana había señalado, enga-ñando al Corregidor, para el cumplimiento de sutorpeza.

»Fué así, que como era viernes de Cuaresma, to-dos los criados del Corregidor habían ido á oirejemplos a la Compañía de Jesús, y pudo D. Julioverse con Floriana y disponer de la manera y horaen que se había de ejecutar. Dadas las diez de lanoche, que era en la misma que la doncella habíade ir al cuarto del Corregidor, se puso en el balcón,y atando con seguridad la soga, bajo por ella hastaponerse en manos de D. Julio, sin que hasta allínadie lo? sintiese. Díjole Floriana á D. Julio, que

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antes de dar un sólo paso le hiciese juramento deseguridad en su persona y pureza. Hízolo así, y os-lándola desatando la soga que se había puesto en lacintura, veis aquí asomándose al balcón el Corregi-dor (porque su misma tardanza le había hecho cu-rioso en irla á ver), y viéndola abajo con aquel hom-bre, volvióse adentro llamando á sus criados paraque con él saliesen en alcance de aquellos sujetos.

«Turbóse de tal modo la doncella, que aunqueI). Julio le daba prisa á que huyesen antes que elCorregidor saliese, no pudo acabar con ella el quediese paso acertado; y viendo el caballero el peli-gro de entrambos, tomó á Floriana en sus hombrosy caminó apresuradamente con ella hacia la plazadel Gato. Metióse entre aquellos poyos, sudando ytrasudando, y, ó fuese con la gran fatiga que D. Ju-lio llevaba, ó algún mal interior que tenía, ó lo quemás cierto es que esto tuvo algún misterio, puessentándose á descansar en un poyo, repentinamentecayó muerto. Visto por Floriana, y juzgando fuesealgún desmayo, acudió presto tomándole la cabezaen el regazo; pero advirtiendo que era muerto, congran sobresalto^ se puso en pié, y temiendo que siallí la habían podrían juzgar que en alguna maneraora ella causa de su muerte, tomando la capa, es-pada y sombrero de D. Julio, y poniéndoselo todo,se (fue para el cementerio de San Agustín, donde re-cobrándose algún tanto se encaminó hacia los bar-rios de San Lorenzo, porque allí vivía una amiga desu madre. Llamó á la puerta y como la conociesen,luego abrieron y la recogieron.

» Dejémosla descansando, y volvamos á decir delCorregidor, el cual, teniéndose por afrontado cuan-do asomándose al balcón, como queda dicho, vioá Floriana en la calle con aquel hombre, llaman-do sus criados salió con ellos en sus alcances;mas n© los pudieron ver, porque D. Julio y Florianacogieron hacia la plaza del Gato, como queda di-cho, y el Corregidor fue por otra callo, donde porhaber rumor de gente juzgó que fuesen ellos. Des-engañáronse con que no eran, y volviendo á la plazadel Gato, oyeron que unos perrillos ladraban entrelos poyos. Fueron para allá, y hallando el cuerpomuerto de D. Julio, quedaron admirados el Corregi-dor y los que le seguían. Trajeron luces, y cono-cieron ser D. Julio; y como el Corregidor sabía queera pretendiente da Floriana, y el que había heridoni Cíipitan la noche que por huir de la Justicia quedópendiente de la ventana, luego que supo que Floria-na hubiese sido el motivo, mandóla buscar por to-dos aquellos poyos y calles, y como no la hallasen,hizo llevar el cuerpo á su casa; buscáronle las heri-das,, juzgando lo hubiese muerto el rigor de ellas.No lio hallaron ninguna, porque no era como presu-mían; y por esto se persuadió el Corregidor de queFloriana le hubiese dado algún tósigo. Con esta pre-

sunción luego que amaneció hizo llamar a los mé-dicos para que le reconociesen, y ellos declararoncomo no era veneno, ni golpe. El Corregidor hizocuantas diligencias fue posible por haber á sus ma-nosá Floriana; mas ella estuvo tan oculta, que todoel tiempo que le duró el gobierno al señor licencia-do no se tuvo ninguna noticia de ella.

«En el mes de Marzo de este año, pocos dias des-pués de la muerte repentina de D. Julio SánchezParían, Corregidor de Porco, murió también el Ca-pitán D. Rodrigo de Alburquerque de las heridasque le dio el D. Julio , que no pudo tener remediopor mucho que se hizo en curarlas. El Gobernadorse fue á los Reyes á fines de este mismo año de1598,-y llegando á la ciudad de la Paz, le dio unfiero tabardillo que á pocos dias le quitó la vida.De esta manera acabaron estos tres caballeros pre-tensores de doña Floriana, la cual, como su fin erasólo el servir á Dios, luego que se fue el Corregi-dor Lupidana, salió de donde estaba escondida, ycon mucho recogimiento, en casa de sus padres,guardó perpetua castidad, y murió de mucha edadcon opiniones de que fue gran sierva del Señor.»

DO.N RAFAEL IIORTIZ DE SOTOMAYOR.

En la curiosísima colección de leyendas peruanas,publicadas recientemente en Lima, por RicardoPalma (1), se lee lo siguiente, respecto de los vicu-ñas y de la gobernación de D.Rafael Hortizde Soto-mayor en Potosí, en la que lleva por epígrafe: «Unaaventura del tirey poeta.»

«El bando de los vicuñas, llamado así por el som-brero que usaban sus afiliados, llevaba la peor parteen la guerra civil de Potosí. Los vascongados domi-naban por el momento, porque el Corregidor de laimperial vilta, D.Rafael Hortiz do Sotomayor,les eracompletamente adicto.

«Los vascongados se habían adueñado de Potosí,pues ejercían los principales cargos públicos. Delos veinticuatro Regidores del Cabildo, la mitaderan vascongados, y aun los dos Alcaldes ordinariospertenecían á esa nacionalidad, no embargante ex-presa prohibición de una real pragmática. Los crio-llos, castellanos y andaluces formaron alianza paradestruir ó equilibrar, por lo monos, el predominiode aquellos: tal fue la lucha que durante muchosaños ensangrentara esa región, y á la que el siem-pre victorioso general de los vicuñas, D. FranciscoCastillo, puso término en 4624, casando á su hijaDoña Eugenia con D. Pedro de Oyanume, uno de losprincipales vascongados.

(1) PEKIÍ .— TUAIJICIOSI.5, por Ricario Palma, tercera «erie. —

LIMA: Benito Gil, editor, librería Universal, Boilegonos', 42,—4875,—

pSjr. 42 y siguipnles.

123 i. 0LMED1LLA.—PRIESTLEY. 15

»En Í647, el virey príncipe de Esquiladle, escri-bió áHortizdo Sotomayor una larga carta sobre pun-tos de gobierno, en la cual se leía lo siguiente: «Ecatad, mi buen D. Rafael, que los bandos potosinostrascienden á rebeldía que es un pasmo, y venida esla hora del rigor extremo y de dar remate á ellos, quetoda blandura resultarla en deservicio de Su Majes-tad, en agravio de Dios Nuestro Señor y en menos-precio de estos reinos. Así nada tengo que encomen-dar á la discreción de vuesa merced, que corno hombrede guerra, valeroso y mañero, pondrá el cauterioallí donde aparezca la llaga, que con estas cosas dePotosí anda suelto el diablo y cundir puede el escán-dalo como aceite en pañizuelo. Contésteme vuesamerced que ha puesto buen término á las turbulen-cias y no de otra guisa, que ya es tiempo de que esasparcialidades hayan fin antes que, cobrando aliento,sean en estas Indias otro tanto que los Comunerosen Castilla.yi

«Los vicuñas se habían juramentado á no permi-tir que sus hijas ó hermanas casasen con vasconga-dos; y uno de éstos, á cuya noticia llegó el formalcompromiso del bando enemigo, dijo en plena plazade Potosí:—Pues de buen grado no quieren ser nues-tras las vicuñitas, hombres somos pr*ra conquistar-las con la punta de la espada.—Esta baladronadaexaltó más los odios y hutop batalla diaria en las ca-lles de Potosí.

«No era Hortiz de Sotomayor hombre para conci-liar los ánimos. Partidario de los vascongados, creyóque la carta del virey lo autorizaba para cometeruna barrabasada, y una noche hizo apresar, secretay traidoramente, á D. Alonso Yañez y á ocho ó diezde los principales vicuñas, mandándoles dar muertey poner sus cabezas en el rollo.

«Cuando al amanecer se encontraron los vicuñascon este horrible espectáculo, la emprendieron ácuchilladas con las gentes del Corregidor, quientuvo que tomar asilo en una iglesia. Mas recelandola justa venganza de sus enemigos, montó á caballoy vínose á Lima, propalando antes que no habíahecho sino cumplir al pió de la letra instruccionesdel virey, lo que como hemos visto no era verdad,pues Su Excelencia no lo autorizaba en su carta paradecapitar á nadie sin sentencia previa.

«Tras de Hortiz de Sotomayor viniéronse á Limamuchos de los vicuñas...» Entre ellos, «Doña Leo-nor de Vasconcelos, bellísima española y viuda doAlonso Yañez, el decapitado por el Corregidor delPotosí, había venido resuelta á vengar á su marido,y ella era la que tan mañosamente atraía á su casaal virey del Perú. Para Doña Leonor era el príncipede Esquiladle el verdadero matador de su esposo.w

Con el achaque de cita amorosa preparó la damaal virey una celada, de la cual por su buen ingenioy el oportuno auxilio de un piquete de alabarderos,

pudo el príncipe escapar y prender á los vicuñasque servían de instrumento á la venganza de DoñaLeonor. Pero no conviniéndole que el suceso se di-vulgase, concedió" libertad á estos y perdonó a lahermosa viuda diciéndola:—«Vos, señora mia, nome toméis por un felón y honrad más al príncipe doEsquilache, que os jura, por los cuarteles de su es-cudo, que si ordenó reprimir con las armas de laley los escándalos de Potosí, no autorizó á nadiepara cortar cabezas que no estaban sentenciadas.»

«Un mes después Doña Leonor y los vicuñas vol-vían á tomar el camino de Potosí, pero la mismanoche en que abandonaron Lima, una ronda encon-tró en una calleja el cadáver de Hortiz de Soto-mayor con un puñal clavado en el pecho.»

I'...

PRIESTLEY.Poco tiempo ha trascurrido desde que se verificó

un centenar célebre, uno de esos aniversarios que'tienen gloriosísimos recuer dos para una ciencia yque dejan en sus anales profunda ó imperecederahuella. El dia 1.° de Agosto de 4774 se descubrió eloxígeno, ese cuerpo á quien debe su vivificante po-der el aire que respiramos, y por el que se alimentala brillante llama de un cuerpo en combustión. Elnombre de Priestley se encuentra- unido á tan pre-cioso descubrimiento, que contribuyóá cambiar porcompleto la faz de la química y á reconstruir sobresólido cimienlo nuevo lo que se hallaba edificado enarena leve y movediza.

Sepamos algunas particularidades ligeras de suvida. -

Una población inglesa, Fieldhead, fue su cuna el30 de Marzo do 1783, y humildísima familia sus p ro-geniíores. Educado en las severas prácticas de pres-biteriano culto, le fueron familiares las lenguas sa-bias, para entregarse más tarde, lleno de fe, á losencantos de las ciencias naturales, -y en especial ála física, por la que tuvo decidida y singularísimapasión. Después de haber lanzado á la publicidaden Warrington diversidad de obras, en el viaje quehizo á la capital de la Gran-Bretaña conoció á Fran-klin, el cual le infundió ánimo para que diese á laimprenta su obra titulada Historia de la electrici-dad, que le abrió las puertas de la Sociedad Real deLondres en -1767.

Se trasladó de Warrington á Leeds, y dividía sutiempo, á la par que en interminables controversiasteológicas, practicando experimentos notabilísimosacerca del aire fijo (ácido carbónico), gas nitroso,gas amoniaco, aire ácido vitriólico (ácido sulfuro-so), aire inflamable (hidrógeno bicarbonado) y aire

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deflogisticadOjó sea el oxígeno, cuyo cuerpo estabadestinado á desempeñar el importantísimo papel defundador de una ciencia cuyas aplicaciones de diaen dia son más trascendentales.

Publicó también por entonces una. obra tituladaHistoria de los descubrimientos relativos á la vi-sión, & la luz y á los colores, cuyo libro tuvo, á de-cir verdad, muy excasa acogida. Pero no sucedió lomismo con su Recamen de la doctrina del sentido co-mún, la Defensa de la teoría de la necesidad, su His-toria eclesiástica y otra multitud de producciones,del dominio algunas de ellas de la filosofía y laciencia teológica. Contrajo sTmistad sincera con elcélebre naturalista Banks, que formó parte del pri-mer viaje verificado por el capitán Cook, el intré-pido navegante que menospreciaba los peligros másinminentes, retando á las embravecidas olas con lafrente serena y la tranquila mirada, propia del queestá acostumbrado á menospreciar su existencia.Fuó también protegido por el marqués de Lans-down, si bien más tarde les separaron las ideas po-líticas, que por desgracia muchas veces llevan elodio envenenado al mismo santuario del hogar do-méstico.

La idea predominante de Priestley fue la del me-joramiento del hombre, y do quiera se le ofrecíaocasión, lanzaba el anatema contra los que veían elhorizonte solo á la distancia para ellos indispensa-ble y tenían egoístas miras. Perseguido, sin embar-go, por sus conciudadanos de una manera implaca-ble, se vio precisado á buscar un asilo á través delos mares, y en América todavía no se vio comple-tamente libre de los acerados dardos que la envidiay las malas pasiones le dirigían. Los disgustos defamilia que asimismo le asaltaron fueron causa deque su carácter se tornase en áspero y melancólico,y se retirara á solitaria quinta, donde terminó susdias. Allí, contemplando á la naturaleza, sin máscompañía que el murmullo producido por el suavecéfiro en las hojas de los frondosos árboles quecrecen en el ardoroso suelo americano, meditabasobre su pasado, y veía llegar tranquilamente el finde sus dias, que aconteció el 4 de Febrero de 1804.

Las obras que publicó Priestley, de física, de filo-sofía y de ciencias teológicas", han sido suficientespara colocar su nombre en la Galería de las celebri-dades, y que con justicia pase á la posteridad ador-nado con la corona de la gloria.

El primer cuerpo sobre que practicó sus investi-gaciones fue el ácido carbónico. Examinó el gas quese desprende en la fermentación d£l zumo de lauva y observó que la disolución de este gas en elagua aumenta con la presión, por lo cual dedujo quecon el empleo de aparatos en que la presión aumen-tase, pudiera llegarse á conseguir que el agua co-mún adquiriera las propiedades de la de Seltz. De

consiguiente, hay que atribuir á Priestley la primor-dial idea de las aguas gaseosas obtenidas artificial-mente.

También observó que los vegetales pueden vivirperfectamente en el áoido carbónico, llamado porél aire fijo, comunicándole las propiedades del airevital, cuyos fenómenos tienen lugar tan sólo du-rante el dia, al paso que las sombras de la nochecambian por completo la escena y sucede lo con-trario.

Pero entre los trabajos de Priestley, merece elpreferente lugar el descubrimiento del oxígeno.Trascurría el año 477-1. En las múltiples investiga-ciones que practicó Priestley se le ocurrió calentarfuertemente el nitro en un cañón de fusil y recogercon esmero el gas que so desprendía, y cuál no fuesu asombro al ver. que lejos de apagar los encendi-dos cuerpos, aumentaba rápida y prodigiosamentesu combustión, y denominó al punto á este gas airedel nitro, constituido por un oxígeno mezclado conel cuerpo que los químicos denominan óxido nitro-so. Calificó desde luego el hecho de extraordinario,y profetizó que, colocado bajo la dirección de hábi-les manos, llegaría á ser la base de grandes y fe-cundos descubrimientos, profecía que vio cumplidahasta cierto punto cuando sus trabajos ulterioresacerca de los óxidos metálicos (cales de aqueltiempo), vinieron á derramar resplandor brillanteen el oscuro campo de aquella investigación primi-tiva, si bien es de lamentar que sus encariñadasideas con la funesta teoría (logística no le permi-tiesen recoger los opimos frutos que á sus suceso-res les estaban reservados.

Así es que su bellísimo experimento de la des-composición del minio por una serie de chispaseléctricas fue completamente estéril, y el i.° deAgosto de -1774, tratando de obtener el aire del pre-cipitado per se, descomponiéndole concentrando losrayos solares con el auxilio de una poderosa lento,observó muy en breve la eliminación del referidoaire, que recogió con extraordinario esmero. Lo quellamó su atención sobre manera, es el rigor y la in-tensidad con que una luz se quemaba en el gas poreste medio producido. Repetido el experimento conel precipitado rojo (óxido mercúrico obtenido des-componiendo el nitrato), consiguió idéntico re-sultado.

Practicó también Priestley experimentos compa-rativos entre los dos cuerpos denominados óxidomercúrico y minio (plumbato plúmbico), calentandoambos en el foco de un espejo ustorio, y obtuvo elmismo resultado, lo que le confirmó en la opiniónde la existencia en el aire de algo parecido á lo queen el nitro había, recordando la opinión del célebredoctor inglés del siglo XVII, Mayow.

Todavía permaneció Priestley cerca de un año

N.° 123 F. A. DARDER.—LA HIDROFOBIA.

sin conocer la naturaleza del oxígeno, denomi-nándole aire deflogisticado, hasta la aparición delinmortal Lavoisier, faro brillante cuyos destelloscomenzaron á manifestarse derribando la caducateoría del fiogisto, para crear la ciencia química quetan alta y tan importante es su misión, estudiando lamateria constituyente del átomo que invisible flotael aire, dando á la medicina bien templadas armascon que salir victoriosa en el combate con las do-lencias, ó enseñándole al hombre de ley la existen-cia de un crimen.

Pero si la química ha podido crearse y alcanzarel grado de adelanto que hoy tiene, se debe sin gé-nero alguno de duda al descubrimiento del oxígeno,cuya gloria pertenece á Priestley, sin desconocerlos merecimientos de Eck de Sulzbach, Cardano,Juan Rey, Roberto Hocke y Mayow. que con másó menos certeza entrevieron tan importante cuerpo,según hemos dicho en anteriores artículos. El oxí-geno ha sido la pequeña bola de nieve que, descen-diendo por la montaña, ha llegado á convertirse enformidable mole. Hoy la ciencia de la vida explicala respiración, esa función que incesantemente nosanima por la importancia del oxígeno; la industria,en multitud de aplicaciones, sigue científicos pre-ceptos que la conducen á maravillosos resultados,cuya realización hubiera sido imposible sin conocerel indicado cuerpo; la serie interminable de compo-siciones y descomposiciones que tienen lugar en loscuerpos orgánicos desde que empieza hasta quetermina su vida, todo se encuentra subordinado alimportante papel que desempeña el oxígeno.

El dia 4 de Junio de 1772, Priestley descubrió ungas, que él denominó aire nitroso, y cuya obtenciónconsiguió tratando el cobre por el agua fuerte, re-cogiendo cuidadosamente el gas desprendido. Es elcuerpo que denominan los químicos óxido nítrico,puesto que hace notar la propiedad que tiene deadquirir un color anaranjado en contacto del aireatmosférico, no ser precipitable por el agua de caly comunicar hermoso matiz verde á la llama delhidrógeno. También propuso este gas como un me-dio de análisis del aire, y asegura haber demostradouna notable diferencia entre el aire de su laborato-rio y el puro ambiente que se respira en el campo.

Descubrió Prestley asimismo e! gas denominadopor los químicos óxido de carbono, que se produce,entre otras circunstancias, en la combustión incom-pleta del carbón, y se fijó mucho en la llama azulcon que se quemaba. También obtuvo, por vez pri-mera, el hidrógeno carbonado, aunque lo confundiócon el gas hidrógeno, y señaló las más importantespropiedades del nitrógeno, á cuyo cuerpo denominóaire flogisticado.

Tales son, en ligerísimo resumen, los principalestrabajos de Prestley. A pesar del trascurso del

TOMO VIH,

tiempo y de lo muchísimo que la faz de la cienciaquímica ha cambiado desde su aparición, siempretendrá en su historia una de las páginas laureadascon la inmarcesible corona de la inmortalidad, sola-mente reservada al genio.

JOAQUÍN OLMEMLLA Y PUIG.

LA HIDROFOBIA.

El Dr. D. Francisco A. Darder y Llimona acabade publicar en Barcelona, con el mismo título queencabeza estas líneas, un interesante opúsculo quedebemos analizar, puesto que trata de un asuntocuyos detalles y estudios deben generalizarse comomedio de precaber y remediar muchos males, espe-cialmente en la época del año en que hemos en-trado.

La rabia, dice el Sr. Darder, es una enfermedadvirulenta que puede desarrollarse espontáneamenleen el perro, zorra, gato y lobo, transmisible porinoculación á los demás animales, caracterizada porun deseo insuperable de morder á todo cuanto lerodea, y ofender con sus armas naturales á la menorexcitación exterior.

El específico virulento no conocido hasta hoy, sesupone ser elaborado ó tener su asiento en lasglándulas salivares y en el moco brónquico, ya quepor la mordedura se trasmite al sor que reúna con-diciones para su desenvolvimiento.

La rabia no es una enfermedad infectuosa ó trans-misible por el contagio propiamente dicho, y sí unvirus sui géneris que obra como un veneno, produ-ciendo una excitabilidad patológica, cuya conse-cuencia es constantemente la muerte.

Dos son los nombres con los cuales se conocegeneralmente la enfermedad, ambos impropios, yaque tan sólo representan uno de los muchos sín-tomas conque se manifiesta. Así la denominación deRADIA no llena ni con mucho su cometido, ya que elestado frenético que parece indicar este nombre,muchas veces deja de presentarlo. HIDROFOBIA, estees el más impropio, pues si es verdad que en algunoscasos el animal rabioso huye del agua, á veces labebe sediento y en otras la lame; pero como en elestado actual de nuestros conocimientos sobre larabia es difícil hallar un nombre que explique, pre-cise y concrete su naturaleza, el Sr. Darder admitey usa indistintamente las dos expresadas denomina-ciones.

Tres son los períodos en que puede considerarsedividida la enfermedad, y admitidos por todo elmundo científico. El primero, la incubación, noofrece para el público ningún síntoma que indiquela presencia de la enfermedad hasta el segundo,

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REVISTA EUROPEA. —% DE JULIO DE 1 8 7 6 . N.M23

liste, la inéasion, está caracterizado por el escozoren la región donde fue mordido el animal, y la tu-mefacción de la cicatriz que se habla formado. Estossíntomas pasan desapercibidos á la vista del dueño,pero nunca en el tercero.

La rabia confirmada, que es el último de los pe-ríodos, puede dividirse en dias, pero como varíamuchísimas veces, el Sr. Darder se limita á rese-ñarlo desde su aparición hasta la muerte. Inapeten-cia; inquietud extremada; tendencia á buscar loslugares oscuros. Algunos de los atacados lamen elagua, otros la beben sedientos, á los más les causahorror así como todo cuerpo pulimentado: en esteestado todavía conocen y obedecen á sus dueños.Todo esto es casi invariable en su primer dia.

En el segundo dia el cuadro sintomatológico seagrava, la inquietud se trasforma en una serie demovimientos desordenados; sus ojos centellean;muerde ya todo lo que se le pone delante; huye sitiene proporción do hacerlo; su paso es ligero; sumirada sombría, bajas las orejas, uaida la cola,mordiendo al paso lo que tan sólo es un obstáculoá su precipitada carrera.

Los perros que encuentra en el tránsito huyencomo si instintamente conocieran el daño que elhidrófobo puede causarles, y nunca el rabioso trabaluchas cuya duración le interrumpiría su desorde-nada fuga. Se limita tan sólo á morder, abandonan-do su presa acto continuo.

Si nada le sucede por el camino, cuando ya elcansancio por una parte y la falta de alimentos porotra dejan sentir sus efectos, entonces los más deellos, y esto e? del tercero al cuarto dia, vuelven ála casa dunde habitaban para morir en medio de ter-ribles sufrimientos y espantosas convulsiones.

Si el perro no tiene ocasión de huir de su casa,se esconde, y aunque hay algunos que pierden lavoz, en la mayor parte toma un timbre particularmuy parecido al aullido de los perros cuando cazan:otros también hay que ladran como si no estuviesenenfermos.

El síntoma característico y predominante de laenfermedad, es la introducción en su aparato diges-tivo de cuerpos extraños, y en particular los quele sirven de leche, como son paja, trapos, espar-to, etc., etc.

Nunca se prolonga su vida más allá del quinto dia.Kn la más completa oscuridad estamos acerca de

las causas que originan el desarrallo de la rabiaespontánea. En lo que no cabe duda es que los gé-neros jelis y canis son los que reúnen las condicio-nes favorables para el desenvolvimiento de aquellaenfermedad, sin mediar inoculación; pero nadie sabehaslta hoy cuáles son los agentes patogénicos.

Los unos los atribuyen á los fuertes calores,dando á ellos grande importancia: otros á las priva-

ciones en absoluto de alimentación; no pocos á laimposibilidad de satisfacer aquellos animales susnecesidades sexuales, etc., etc.; pero todos esta-blecen sus teorías inspirados porcon-vicciones pro-pias, y ninguna por observaciones prácticas, que sonlas únicas que podrían tener valor positivo paradeducir conclusiones. Bourgelat, y más tarde Ma-gendie, sometieron varios perros y galos á la caren-cia absoluta de alimentos, y obtuvieron resultadosnegativos: los animales perecieron todos y á ningu-no se le desarrolló la rabia.

Acerca de si ciertas condiciones climatológicasson causa del desarrollo espontáneo de la rabia, lasestadísticas revelan lo contrario. En países calien-tes y en estaciones calurosísimas se presentan enmenor número los casos que en los templados.

Muchos han atribuido el desarrollo espontáneo dela rabia al celo de los animales; pero precisamenteen aquella época son menos comunes los casos.

El Sr. Darder publica ocho cuadros estadísticos,de los cuales se desprende que los machos reúnenmás condiciones para el desarrollo de la rabia; quela edad del perro más á propósito para contraeríaes de uno á seis años; que en cualquier estación delaño puede presentarse la afección, y últimamenteque los mestizos son los que con más facilidad lapadecen.

El instrumento en virtud del cual se efectúa lainoculación, es el diente del animal rabioso; el quehace que se ponga la saliva del mismo en contactocon los vasos absorbentes del ofendido, y seael agente rábico que se halla entremezclado conaquella absorbido de un modo no muy bien expli-cado por la ciencia hasta hoy dia.

Ha sido completamente imposible averiguar lacantidad de virus rábico que se necesita para desen-volver la hidrofia, así como las condiciones indivi-duales que la favorecen.

La experiencia ha demostrado en muchos casosque no todas las inoculaciones son seguidas de re-sultado; muy al contrario, los hechos prácticos depersonas autorizadas vienen á confirmar que es unadisposición individual quefavorece el desarrollo, ysin la cual no surte efecto la tal inoculación pormás que se haya reiterado muchas veces.

Impotentes han sido todos cuantos esfuerzos sehan hecho hasta el dia, escogitando medios paracombatir la rabia desde el momento en que se veconfirmada, á pesar de ser en tan gran número losmedicamentos preconizados, que rayan á lo in-finito.

Desde el momento en que un perro nos muerde ysospechamos que padece la rabia, los primeros cui-dados son únicamente relativos á la herida que nosha ocasionado con los dientes, é impedir, por lotanto, la absorción del virus que puede habernos

N.° 123 E. DE CORTÁZAR.—CRÍTICA LITERARIA.

inoculado con su saliva. Si la herida ó heridas sonestrechas y sinuosas, deben desbridarse, lavarseabundantemente y hacerlas sangrar bien. Varias sonlas aguas que para lo primero se recomiendan, talescomo una disolución de hidroclorato de sosa, ó depotasa, de jabón, de cloruro de calcio ó de sodio;todas las cree el Sr. Darder indicadas al objeto: in-mediatamente después con una esponja se deseca laherida y se procede á la cauterización.

Entre los medios de cauterización el hierro incan-descente, calentado al blanco, es el preferido.

La piedra escorzonera (asta de ciervo calcinada),del Dr. Estoroh, nos puede servir perfectamentepara absorber la saliva que el perro ha introducidoal herir, por ser un cuerpo sumamente poroso, y sila herida es superficial; pero no se debe, por esto,renunciar á la, cauterización ya actúalo potencial.

Aconsejan algunos que, después de formada, laescara, se recurra á los grandes vejigatorios paraprocurar una abundante supuración que se sosten-drá por espacio de algún tiempo, é interiormente losmedicamentos difusivos y sudoríficos, ejercicio yuna alimentación tónica.

Los animales mordidos se tendrán en observaciónpor espacio, á lo menos, de 40 días.

Bastan estas lijeras indicaciones, que extracta-mos del opúsculo del Sr. Darder, para que se com-prenda la importancia de este estudio y su uti-lidad.

CRÍTICA LITERARIA.

SAL1VILLA, NOVELA DE COSTUMBRES POR D. ANDRÉS

RüIOOMEZ.

Son varios los escritores que han censurado lanovela como entretenimiento, y varios también losque la han anatematizado como enseñanza.

Unos y otros tienen razón, en nuestro concepto,y es preciso, por consecuencia, que la novela depura imaginación sea esencialmente moral en sufondo, en su forma dispositiva, en sus detalles to-dos y en todos sus accidentes para que no merezcanuestra censura de desaprobación; y es necesarioigualmente que la ¡de tendencia instructiva sea tanarreglada á la verdad, lo mismo en historia que enciencia, en descripción de costumbres como en pin-tura de caracteres, que ya más sea imposible, paraque no alcance nuestro anatema condenatorio.

Contra los moralistas que vituperan el género no-velesco se expresa algo duramente el Sr. Ruigo-mez en el compendioso y breve prólogo del librode que nos vamos á ocupar; y á fe que si ¡as califi-caciones con las cuales agasaja á los detractores de

la novela el autor de la titulada Salivilla proce-diesen de otro publicista á quien no me ligaran loslazos de buena y dulce amistad que á Ruigomez meunen, habría de rechazar aquellas con la propiaacritud que en su proemio emplea el discreto no-velista.

Por fortuna, entre amigos pronto se olvidan lasdiferencias y hasta las recriminaciones todas; y unavez consignado que en el prólogo de una novela nosientan bien ciertas disertaciones de que pudieradecirse adjudican a la parte el carácter de juez, pa-semos á tratar del nuevo libro del festivo autor deSilvestre del Todo.

La novela Salivilla pertenece, como en su mis-ma portada se anuncia, á la llamada de costumbres;es decir, á la que tiene por objeto la descripción detipos y de costumbres; y el propio objeto se realizade un modo admirable en dicho libro, porque la delos tipos así principales como secundados que en élfiguran se ejecuta con gran esmero, y la de las cos-tumbres seguidas por los personajes del drama des-arrollado en Salivilla no desmerece de aquella enpunto á exactitud pictórica, acumulación de inci-dentes, ordenación de episodios y buena y perfectatrabazón novelesca.

No es la citada novela de esas cuyo interés estáen estrecha unión con el protagonista de la obra.Salivilla el granuja ó «guripa,» personaje principalsegún el título del libro, juega papel secundarioen la trama dramática de la novela, porque no seTC al hijo de la linda Margarita y del desgraciadoJoaquín comprometido en lances extraordinarios,en situaciones tan difíciles como otros de los per-sonajes que en la acción novelesca intervienen, sinoque más bien se le pinta con bien entonados colores,env»! libro de Ruigomez, como retrato típico y nocuql figura saliente de un cuadro de difícil y com-plicada composición.

Margarita, la joven, la interesante Margarita, y elSr. Pepe,, ó sea, por otro nombre de guerra, elChato, se fallan, en cambio, en interesantes y dra-máticas situaciones, como la misma madre de Mar-garita y el odioso amigóte del Chato, Lagarta, enque no se halla el recluta Joaquín (a) Salivilla.

La gradación de inferes está bien entendida en lanovela, y la coordinación de los accidentes con ha-bilidad dispuesta, comenzando por excitar aquel,merced á la feliz colocación ó distribución de estos,y sabiendo irle haciendo aumentar luego, se termi-na la obra cuando, excitado ya en grado superior,es forzoso llegar á un desenlace inmediato para quela novela sea de regulares proporciones.

Donde el talento del más perspicuo observadorluce grandemente en el libro Salivilla es en la ha-bilísima manera de pintar figuras aisladas y cuadrosde costumbres determinadas,

20 REVISTA EUROPEA. % DE JÜÍJO DE 1 8 7 6 . N.° 123

La precisión con que Ruigomez diseña .los tipospopulares se advierte á primera vista, no ya leyen-do todo el trabajo, sino sólo cualquier parte de élen que se haga la fotografía de un personaje de losdiferentes que en Salivilla desempeñan papel so-bresaliente. Y así también como el buen retratistademuestra serlo al bosquejar no más un retrato,Ruigomez evidencia serlo hasta pintando á grandesrasgos y con cuatro frases descriptivas un tipo in-significante en la trama de la novela.

Otro do los puntos que más arriba van indicadoscomo bastantes para hacer colocar á envidiable al-tura al Sr. Ruigomez entre los mejor acreditadosnovelistas, es la producción literaria de cuadros decostumbres.

Escenas hay en Salivilla de tal perfección, que ennada las aventajan las más diestramente ideadas ysabidas narrar por los grandes y renombrados no-velistas extranjeros, Eugenio Sué y Víctor Hugo,Carlos Dickens y Fenímore Cooper.

Y he citado esos cuatro nombres de intento, por-que Margarita con su belleza y sus desgracias estan interesante como las jóvenes doncellas de unade las más populares novelas de Suó—Los miste-rios de Paris,—la Guillabaora y Luisa Morel y otrasno menos simpáticas; porque el aislamiento y sole-dad en que vive D. Jerónimo y donde nace el amordel antiguo maestro de escuela por la bella Marga-rita, recuerdan la soledad y aislamiento de ClaudioFrailo y su amor por la graciosa bailadora conocidapor la Esmeralda en la popularísima composiciónde Hugo Nuestra Señora de Paris; porque las esce-nas populares de Madrid no las pinta con menorexactitud Ruigomez que la empleada por Dickensen la narración de las del pueblo bajo británico, yporque la parle descriptiva en ciertas escenas de laobra se halla al propio nivel del en que como pai-sista se halla Cooper mismo.

Una semejanza he de señalar aún que sin dudaalguna debe hacer creer que Ruigomez ha estu-diado con atención al poeta francés á quien se de-bon Han de Islandia y El 93, porque también esgrande ol recuerdo que en el ánimo del lector des-pierta el pilluelo madrileño Salivilla de la novela deeste nombre, con el pilluelo parisién G-ravoche delos Miserables.

Es tal su semejanza en infinitos detalles, que enmi opinión Ruigomez concibió la idea do escribir sunovela aquí comentada buscando analogías entrealgún granuja á quien casualmente viese echandolas cartas para ver quién acertaba tal ó cual, ahí porlos alrededores de la antigua Plaza de Toros, ócualquier otro con quien topase viéndole comer lasmiserables sobras del rancho correspondiente á lossoldados del cuartel de la Montaña, y el citado per-sonaje de la acreditada novela del publicista francés

que tan al vivo caracteriza al probable futuro crimi-nal y al positivo actual delincuente.

Quien haya leido ya la festiva y chispeante pro-ducción de Si'vestre del Todo, comprenderá, sin lamás mínima dificultad, que Salivilla es una obracon mucha gracia; y quien tenga idea de otras pro-ducciones que en periódicos, revistas, libros escri-tos en colaboración con otros ingenios (ó faltos degenio) ó por sisólo ha dado al público Ruigomez,no extrañará tampoco que yo diga que este es-critor osuno de los que hoy demuestran facultadesmejor organizadas y dispuestas en su imaginaciónpara cultivar un género que, aunque sea poco demi agrado, deleita y mucho á otro linaje de lectores,no escaso en número por cierto.

No es posible copiar todo lo que como muestrade la gracia que en el libro resalta quisiera trasla-dar aquí; tampoco trascribir los períodos admira-blemente y con gran talento da observación escri-tos que podrían testimoniar mejor que mis palabrasdel mérito del escritor novel aún y ya muy acredi-tado no obstante.

En la dificultad de satisfacer mis deseos por te-mor de alargar en demasía este artículo, dejaré sinembargo consignado que cuanto va dicho parecerátal vez exageración á quien no conozca el libro, enlo cual yo nada pierdo, puesto que, sin compararartículo crítico y obra criticada, no es posible juz-gar de una ni de otro; y que los que hayan luidola novela de Ruigomoz comprenderán su mérito,cuando el que como yo no es partidario del género,no vacila en decir á los aficionados á él: «mejor ha-ríais en leer historia, ó narraciones de viajes; perosi estáis decididos á leer novelas, leed, y no de lasúltimas, las de 1). Andrés Ruigomez.»

E. DE CORTÁZAR.

CRÓNÍCA GEOGRÁFICA.

VIAJE AL ÁFRICA ECUATORIAL

POR LOS SEÑORES

MARQUÉS DE COMPIEGNE Y M. MARCHE.

El viaje de exploración emprendido en 1872 porel marqués de Compiegne y M. Marche, muchas ve-ces suspendido por las enfermedades, y brusca-mente interrumpido en Í874 por un ataque de loscaníbales , los cuales mataron una parte de la es-colta, no dejó de dar excelentes resultados para lahistoria natura!, pues los dos sabios enviaron áFrancia 150 mamíferos, entre ellos cinco gorillas yy varios chimpanzés, koolokamba, etc., y más de1 .200 aves pertenecientes la mayor parte á especiesraras ó desconocidas.

N.° 123 O. TENAUD. CRÓNICA GEOGRÁFICA.

Respecto á la geografía, han extendido mucho loslinderos de los países explorados en las márgenesdel Ogooue, resultado importantísimo, si se tieneen cuenta la insalubridad del clima y las dificulta-des del trasporte, aumentadas por la necesidad dellevar muchas mercancías europeas, destinadas ásatisfacer la avaricia de los soberanos indígenas,tan numerosos como las aldeas más pequeñas entreMpongwe y Bakalais, y en general en toda el Áfri-ca ecuatorial.

Con excepción del rey Dionisio, anciano casi cen-tenario, condecorado con la cruz de la Legión deHonor y con la de la orden pontificia de San Gre-gorio, y honrado por la reina de Inglaterra con unguarda-ropa tan numeroso y deslumbrador como elde un tenor de la legua, y del rey Jorge, reciente-mente muerto, el cual, rico de esclavos y autoridad,tenía considerable influencia en los negocios de supaís, ninguno de los otros oga ejerce en su puebloun poder efectivo ni son jefes de tribu.

Como sus subditos, emplean su inteligencia, ó,mejor, su habilidad de ex-negreros, pues no existela trata, y de ex-corredores, porque hay faptorías, enser intermediarios principalmente para buscar losmedios de robar cuanto más pueden á los negocian-tes que los emplean, en seguida para especular ver-gonzosamente con los encantos de sus mujeres, ydespués para mendigar rom y tabaco de todoscuantos los visitan, adquiriendo por tales mediosuna fortuna considerable, pues su adquisición sóloconsiste en recibir.

Uno, cuya fotografía ha traído el marqués deCompiegne, es muchas veces millonario, merced ásu avaricia sórdida, instinto on él dominante sobrelos demás; está casi libre del alcoholismo, pasiónallí dominante, y tiene una vanidad inmensísima,plaga muy común en Mpongwe, pues aun cuando elhabitante de aquel país es negro como el ébano,no quiere serlo, y se encontraría muy humillado sise le confundiera con un Bakalós, un Bulu, unPahuin, y hasta un Galles, y os dirá yo soy Mpongwecon igual orgullo que el ciudadano romano pronun-ciaba en otros tiempos su famoso ego tices romanussum. Se viste á la europea, pues aun cuando des-deña el pantalón y los zapatos, jamás sale sin unsombrero viejo , una camisa de color, una corbataazul ó encarnada y un gran gabán.

Las mujeres son relativamente graciosas; tienenlos ojos muy expresivos, y los pies y las manos pe-queñísimos; su belleza es muy celebrada en todo elinterior, en cuya comarca dan el tono á la.moda,sobre todo por su complicadísimo peinado, llamadocasco Mpongwe, en forma de triángulo con un bu-iele encima y otro en cada ángulo. Las mujeres Ga-llesas, cuyos recursos capilares son medianos nomás, suplen la falta con cabellos postizos pegados

casi uno por uno á una pasta formada de arcilla'aserrín de cierta madera olorosa y aceite de palma,cimiento del edificio de su peinado, al cual tiñen deencarnado ó amarillo las más elegantes.

Trabajo tan grande necesita la ayuda de una ómás compañeras, que se sustituyen durante la plan-tación de los cabellos, mientras la peinada perma-nece echada boca abajo muchas horas. Comprén-dese con esto cuan poco frecuente será el peinadode las Gallesas, el resto de cuya toilette consiste enmultitud de anillos de hierro ó de cobre puestos enlas piernas y los brazos. Idénticos atavíos usan lasMpongwe, llegando su vanidad al delirio.

Cuando un Gabonés posee algo, lo cambia por unmanojo do llaves, las cuales lleva al cuello y comomás se vean, para hacer creer que posee baúles; sitiene baúles, los pone donde más se vean, para ha-cer creer que guardan muchas cosas. Su ambiciónconsiste en ser rico, y ser rico es tener muchasmujeres, mucho rom y un sombrero muy alto, puesnuestro feo cañón de chimenea es emblema aristo-crático en el África ecuatorial, hasta el punto deser señal de realeza entre los Gallesés, y como lacorona de N'Combe, si bien adornado con un in-menso sol de oro, cuyo adorno ha proporcionado átan grotesco potentado el titulo de el rey Sol, titulovacante desde Luis XIV.

Esto rey Sol es uno de los más conocidos delOgooue, y sin duda alguna el más simpatizador porlos europeos, habiendo comprendido tan bien cuántautilidad reportan él y sus subditos de acoger bien álos blancos, que, no contento con ser su aliado, haadquirido la naturalización francesa para si y todosu pueblo por el tratado hecho en 1872 con el al-mirante Dr. (iuilio, á pesar de cuya naturalizaciónes etamonarca más risible que puede imaginarsehasta para una pieza bufa.

Viste una bata do muselina escocesa galoneadade negro, constantemente desabotonada para per-mitir ver su blanca camisa llena de constelacionesde gruesos diamantes tallados en Hamburgo, y ad-quiridos allí á dos sueldos cada cinco; muy pocopantalonado con un paño encarnado excesivamentecorto, pero cubierto con el famoso sombrero delsol de oro, lleva por stick un bastón de tambor ma-yor. Su vanidad, algo mitigada por continuas car-cajadas, base elemental de su conversación, es igualá su pasión por el alcohol, y ésta es tan poderosa,que le hace quitarse el sombrero delante de unvaso de rom, y le obliga á aguantar sin decir nadaun puntapié en cierto sitio, se'gun cuenta M. Marche,á cambio de una ración del de 94 grados, cuyo licorel mismo soberano proclama rey de reyes.

Y sin embargó, no es una caricatura completa,ni su jovialidad le impide tener la suficiente inteli-gencia para haberse casado con más de treinta ni-

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jas de otros tantos jefes influyentes de aquel país,con quienes sostienen amistosas relaciones de ve-cindad muy útiles para disminuir las dificultades dela expedición, desde cuyo cuartel general, estable-cido en Adalinanolgo, Compiegne y Marche, verifi-caron expediciones á los lagos Z'Onanque y Oque-muen, y penetraron más allá de los establecimien-tos de los Bakaleses, únicamente separados de losPahuinos por el rio Ogooue, yendo hasta Okota, átres jornadas, en piragua, de San Quita.

Más lejos hubieran llegado si los Osyeba, caníba-les más feroces aún que los Pahuinos, y sobre todomás enemigos de los blancos, no les hubieran cer-rado por la fuerza el paso del rio Ivindo.

Estas nuevas etapas en las tierras desconocidas,estas adiciones al mapa del África ecuatorial, estosnuevos jalones servirán á los futuros exploradorespara llevar hasta el centro la civilización europea.

0. TENAUD.

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS,

Sociedad Anatómica Española.

LOS MATERIALES DE LA SANGRE.

Señores: Deseoso de ingresar en esta Sociedad, ysiendo condición precisa para conseguirlo cumplircon lo prescrito en el caso 3.° del art. 35 del Re-glamento de la misma, me veo en la necesidad deelegir un punto científico que sea el objeto de estaMemoria.

Nunca tarea tan penosa se propuso mi ánimo, nijamás sobre él pesaron tan grandes dificultades.

El vasto campo de las ciencias módicas es inacce-sible al poder de la inteligencia humana, causa porla que siempre habrá puntos oscuros que, intere-sando nuestra curio^dad científica, nos invitarán áseguir hasta el último confín con la antorcha de larazón, para correr el tupido velo que encubre lasverdades que constituyen la ciencia. Con los reac-tivos en una mano', el microscopio en la otra yun constante espíritu de observación, llegaremosindudablemente á coronar la obra de nuestros de-scois. Mas, elegir un punto de partida, seguir unpredilecto camino, llegar al fin, sorprender el fenó-meno, agruparlo á la categoría de verdades, volveral punto de partida y manifestar al mundo científicolo percibido, asunto es bastante penoso, que estáreservado á talentos privilegiados y plumas mejorcortadas que la mia.

Pretender decir algo nuevo en la ciencia sublimeque cultivamos, quédese para los genios, que ideatal nunca se abrigó en mi mente.

Las muchas opiniones que han motivado otrastantas teorías, han embrollado de tal manera la me-dicina, que se necesita una muy favorecida memo-ria para retenerlas y no escasa inteíigencia parahacer su crítica.

Pretender navegar en tan revuelto mar de opi-niones y teorías; resistir el poderoso embate de susolas para aparecer flotando después en superficietranquila, es un suplicio semejante al del náufragoque, remontado á las nubes por encontradas y po-derosas olas, ve un cielo azul que le llena de pla-cer, para se'r sumergido después en la oscuridad delas capas profundas, que le desalienta y desespera.Mas, si como el colmo do su deseo es ganar la costapara encontrar en ella su salvación, este desaliñadotrabajo la consigue en vuestra indulgencia, no serémenos dichoso que aqtrél, y á tan distinguido favoros estaré reconocido toda la vida.

Convocad á vuestro ánimo todas las circunstan-cias á este trabajo, y juzgad luego las opiniones quesentaré al desarrollar el tema siguiente:

HEMATOPOYESIS.

Investigar la génesis de los materiales de esecaudaloso mar del organismo llamado sangre, que,por pequeños riachuelos, se pone en relación contodas las partes del campo orgánico para repararsus pérdidas, es la tarea que me he impuesto.

La importancia de su conocimiento para darserazón de muchos actos fisiológicos, como asimismode muchos patológicos, me han determinado á ele-girle.

Las partes constituyentes de la sangre están com-pendiadas en la división general de plasma y gló-bulos. '•'•

Si se examina al microscopio la membrana inter-digital de una rana, se notan corpúsculos que sonarrastrados por una columna líquida; los primerosson los glóbuLds, el segundo el plasma.

Si se recoge sangre de un aminal en un vaso enel que se haya colocado previamente una pequeñacantidad de sulfato sódico, á los pocos momentoshay un precipitado corpuscular formando dos capas,que son los glóbulos, y queda líquido el plasma.

Si observamos en el primer experimento la partosólida que es ai-rastrada, notamos desdo luego unoscorpúsculos coloreados que forman columna cen-tral, y otros incoloros que siguen1 la periferia, adhi-riéndose algunos á sus paredes; los primeros son losglóbulos rojos, los segundos los incoloros.

Si nos detenemos un poco á examinar las dos ca-pas del precitado corpuscular en el segundo expe-rimento, notaremos que la inferior es roja y lasuperior amarillenta; la primera está formada porglóbulos rojos, la segunda por glóbulos incoloros.

Según que se considere la vida intrauterina ó

N.M23 C. LÓPEZ OLIVA. LOS MATERIALES DE LA SANGRE.

extrauterina tienen origen los elementos nutritivosen la madre ó en el mundo exterior y en el mismoindividuo; de aquí la necesaria división de la vidaen dos épocas, intrauterina ó dependiente, y ex-trauterina, que se dice independiente.

Con los tres párrrafos que anteceden queda tra-zado el itinerario que he de seguir en la exposiciónde este asunto, que será el siguiente:

T)P1 nlasma jEn la vida intrauterina.uei plasma | E n , a v i ( J a e x t r a u t e r i n a .En la vida intraute-

De los glóbulos.

Rojos..

Incoloros.

nna.En la vida extraute-

rina.En la vida intraute-

rina.En la vida extraute-

rina.

En el momento que el tejido matriz del ovarioda origen á una célula llamada después vexícula deGraaf, se establece una irritabilidad funcional enaquel punto que determina la afluencia de jugos nu-tritivos cumpliendo las leyes vitales. El organismocelular se hipertrofia, rompe la túnica que le apri-sionaba, pasa á la trompa, allí sorprendido tal vezpor la célula vibrátil del osperma, que bien atraviesesus capas ó penetre por el micrópilo de Keber, seliqua y aumenta la irritabilidad funcional de esa cé-lula, sigue aumentando de volumen, la mucosa ute-rina en previsión de su función se hipertrofia y ar-ruga, alojando en uno de sus pliegues al óvulodonde verifica las evoluciones sucesivas.

La membrana vitelina tomentosa en su superficieexterna se pone en inmediata relación con la mu-cosa uterina, sigue la anuencia do jugos nutriticiosá aquel punto que sé ha hecho asiento de osa nuevafunción, el óvulo es rodeado por la caduca; en estoestado la membrana blastodórmica se divide, fór-mase el amnios que establece nuevas relaciones, essustituido por la vexícula alantoides, aparecen losvasos alantóideos, después umbilicales, atrofíanseprogresivamente las vellosidades del corion, y vienepor último el período placentario al torcer mes, cuel que permanece hasta su expulsión del claustromaterno.

Esto ligero bosquejo de las evoluciones del soren la vida intrauterina son bastantes para conside-rar en ella tres períodos, vitelino, umbilical, y, porúltimo, el placontario. En ninguno de estos períodostiene el ser relaciones inmediatas con la madre. Enel período vitelino se establecen por los filamentosó vellosidades del óvulo, y más tarde concurre áestas la hoja externa del blastodermo. En el períodoumbilical además de las dos membranas interme-dias en el anterior período, la vexícula alantoidespenetra en las vellosidades del eorion. Última-

mente, las vellosidades se atrofian, se recogen á unpunto, se alarga el pedículo de la vexícula alantoi-des y queda formada la placenta que es el órganode respiración y nutrición del feto, cambiando poreste medio sus materiales con la madre, que sonconducidos por la vena umbilical á la porta, suprahepática, cava inferior, al corazón, y de éste á laaorta que la lleva á la periferia, volviendo por las ar-terias umbilicales á verificar la osmosis en la pla-centa.

Vistos los períodos de evolución fetal; vistas tam-bién las relaciones que sus membranas limitantesestablecen con la madre, y considerando, por últi-mo, que nada puede llegar al feto que no atravieseantes los obstáculos intermedios, se deduceíque lasleyes físicas de difusión y diálisis son las que secumplen al renovarse el plasma sanguíneo en la vidaintrauterina.

Llega la época en que el feto rompe las relacio-nes con la madre, sale al exterior y principia unavida autónoma, momento desde el cual cambian lascondiciones del plasma. Ya no existe aquella madrepor cuyo medio,se alimentaba, ya no vive por ella,el plasma do su sangre no es el mismo; es preciso,pues, que se gc-ncrc de otra manera.

Un elocuente vagido anuncia las funciones deaparatos enteramente paralizados en el claustro ma-terno, vagido que tal vez es la protesta de habersido arrojado do aquel medio de temperatura cons-tante, de nutrición copiosa, de vida feliz, en fin, áeste de miserias, donde todo tiende á la destruc-ción, la muerte del individuo.

Sin embargo, es muy elocuente,:pues que iniciael cambio incesante con el mundo exterior.

El aparato pulmonal plegado, sin función algunaen # claustro materno, so distiende al penetrar elaire en sus celdillas, habiéndose establecido la res-piración desde ese momento. Es el primer cambioque el nuevo ser verifica con el medio exterior.

Cna de las primeras manifestaciones instintivases el hambre, sensación que indica la necesidad dereparar las pérdidas ocasionadas por las combustio-nes orgánicas que se han establecido tan luegocomo principió la función respiratoria. El niñoanuncia por medio del llanto la necesidad de inge-rir alimentos en su tubo digestivo, llanto elocuen-te, que interpretado por la madre corre solícita ásatisfacer cumpliendo su sagrada misión. El niñocesa de llorar, y trémulo y con avidez aplica sustiernos labios, hace la succión y desde este mo-mento se establece una corriente de néctar azuca-rado desde la mamas á sir estómago, punto dedonde han de partir los materiales que reponen laspérdidas ocasionadas por gasto en los elementosorgánicos.

El medio exterior ha reemplazado á la madre y el

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tubo digestivo á la placenta. Del medio exteriortoma todo cuanto necesita para su sosten, de aquilas sensaciones de hambre y sed que impulsan alindividuo á cumplir con la imperiosa ley de conser-vación. El tubo digestivo es el cauce que por es-trechos y nudosos tubos se comunica con el deriego llamado torrente circulatorio, reparando laparte suficiente invertida en la nutrición orgánica.

En condiciones fisiológicas toda sustancia que seencuentre en la sangre debe suponerse haber ocu-pado antes el tubo digestivo, ó atravesado el parén-quitna pulmonar; mas como todo lo que en aquelentra, como lo que se osmosa en el segundo, pro-cede del exterior, se deducen las fatales relacionesdel incKviduo con dicho medio, sin cuyo cumpli-miento sería imposible la vida, como es imposiblela integridad de un organismo celular sin el comer-cio con el medio interno.

Ingiérese generalmente en el tubo digestivo ma-yor cantidad de alimentos que la necesaria para re-parar las pérdidas. Los elementos nutritivos son ab-sorbidos en mayor cantidad que pueden gastarse,resultando un aumento de nutrición cuya manifes-tación objetiva es la obesidad. Los elementos ana-tómicos producidos con exceso se acumulan entrelas areolas del tejido celular formando verdaderospanículos de gordura.

Este tejido de relleno es un almacén de sustan-cias nutritivas del que pueden tomar los órganoscuanto necesiten en casos que no sea posible sur-tirse de las vías digestivas. La prueba de ello esq[ue si una de esos sujetos obesos es atacado de unaenfermedad aguda, cuya alta fiebre es testimonio delas grandes combustiones que tienen lugar, al ter-minar se le ve enflaquecido, disminuido en peso yvolumen, ofreciendo su piel numerosas arrugas.Todo es debido á que no penetrando por el tubo di-gestivo sustancia alguna que repare las pérdidasdel humor sanguíneo, ese tejido de relleno se li-qua, y reabsorbido por los vasos linfáticos es con-d ucido por estos al torrente circulatorio para servird'e pasto á las oxigenaciones que han de dar por re-siultado la integridad fisiológica del individuo.

Todo lo dicho viene á probar que no todas lassubstancias que entran por el tubo digestivo y seviierten por los linfáticos y quilíferos en el torrentecirculatorio se gastan en reparar las pérdidas, sique también se activa la proliferación de "algunoselementos anatómicos dando lugar á ese depósitode reserva, previsión sabia de la naturaleza parahacer frente á los estados patológicos, verdaderoscataclismos á que está expuesto constantemente elindividuo.

En la vida intrauterina se diferencian los glóbulos(principalmente los rojos) de los del adulto, 1.° porsu procedencia, 2.* por su mayor volumen, O-n̂ OOS,

y 3." por tener todas las partes de una célula com-pleta.

Al tratar de la génesis del plasma en esta épocade la vida, quede sentado no haber comunicacióninmediata entre el feto y la madre, sino mediante laplacenta, por lo que no puede suponerse que losglóbulos procedan de la madre. Si este aserto ofre-ciese alguna duda, basta considerar ios caracteresdiferenciales entre los glóbulos de la madre y losdel feto, y desde luego se tendrá el convencimientode que se generan dentro del último. ¿Dónde, enqué parte se generan estas células ambulantes? Esopinión algún tanto autorizada que proceden desegmentaciones que sufren los epitelios que revis-ten la cara interna de los vasos. Cada uno de losorganismos celulares ambulantes contiene variadonúmero de músculos y cada uno de estos representaun nuevo organismo que se segmenta después, pro-Kferándose de esta manera durante la vida en elclaustro materno.

También al tercer mes de la vida intrauterina seha desarrollado una glándula linfoide que se atrofiadespués de la vida independiente á la par que sedesarrolla el bazo; y como este ejerce una grandeinfluencia modificadora en los glóbulos sanguíneos,es científico suponer que también desempeñe ellimo alguna importante función, de que aún no seha dicho lo bastante para poder presentarlo comoun hecho sancionado por la observación y la expe-riencia. •

Las notables diferencias ya dichas respecto á losglóbulos, bastan para suponer, con fundado motivo,que los glóbulos no se generan en el adulto de lamisma manera que en el feto, ni en el mismo punto.En esta edad los glóbulos son menos voluminosos,0mm,001 á 0"i™,00S, no tienen membrana de cu-bierta y sólo los incoloros suelen tener de cinco ásiete nucléolos. •

¿Cuál es el origen del glóbulo rojo, según la gé-nesis celular que hoy se admite? Todos están con-formes en considerarle como una trasformacion delincoloro. ¿Lo están así acerca de la manera comose produce ese cambio? Al hacerse esta pregunta seagolpan las teorías y las opiniones, como testimo-nio de no haber dicho la ciencia la última palabraarrancada al calor de la experimentación que es laverdad. Quién súpose que las sustancias albuminói-deas del glóbulo incoloro por la acción del 0 de larespiración tornan la negación de los colores porel rutilante rojo: quién que estas mismas combina-das (mezcladas íntimamente, según otros) con elhierro de los alimentos al estado de protóxido, cam-bian su coloración pasando á sesqui-óxido por laacción del oxígeno en el pulmón y trayecto oircu-latorio por lo muy poco estable del albuminato deprotóxido; quién, por último, que las cápsulas su-

N.°123 C. LÓPEZ OLIVA. LOS MATEWALKS DE LA SANGRE.

prarenales ejercen una gran acción hematógena.¿Existen datos bastantes para podernos determinarabrazando alguna de las opiniones precitadas? No,en verdad, y triste es decirlo, sólo nos queda unaesperanza, la sanción de la experiencia. Por hoycontentémonos con saber que el hierro de los ali-mentos so combina con el ácido láctico en el estó-mago, dando por resultado un lactato de hierro;que éste, una vez en la sangro y en presencia de losalbuminatos alcalinos, por la propiedad que tienela albúmina de combinarse con los metales, hay uncambio de ácidos y bases, formándose laetato alca-lino y albuminato de hierro. Que analizándola san-gre de las venas de las cápsulas suprarenales sedemuestra el hierro, que no so encuentra en la desus arterias en tanta cantidad. Las alteraciones decomposición que sufre al atravesar glándulas comoel bazo y el higado; y por último, que haciendo pa-sar una corriente de oxigeno á través de la sangrecontenida en un vaso, toma el color rutilante de laarterial.

Hechos son los citados, de los cuales podrían de-ducirse algunas consecuencias importantes para laFisiología; pero por si solos, ¿son bastantes paradarnos una explicación satisfactoria de la colora-ción roja de los glóbulos? ¿Conocemos las trasfor-maciones que sufre el albuminato de hierro hastaaparecer la hemoglobina? ¿Atribuiremos á las cáp-sulas supra-renales esa pretendida propiedad hema-tógena? La acción del oxígeno, ¿será bastante paraproducir esa trasformacion de coloración del gló-bulo sanguíneo? ¿De qué manera obra éste sobre lamateria albuminóidea de las capas condensadas enla periferia del glóbulo? Preguntas son estas queconstituyen otros tantos problemas que están porresolver.

No creo del todo inútil esta digresión, pues queen las ciencias, cada duda es un problema que con-tado ante talentos educados, puede ser causa parasepararlas del ánimo del que las imita, una vez re-sueltas por esas preclaras inteligencias.

Al objeto sólo cumple sentar que el glóbulo rojoes trasformacion del «incoloro, y como esto nadanos dice de su origen, lógico es trasladarnos á in-vestigar el del glóbulo incoloro.

Los vasos linfáticos son los encargados de llevará la sangre el complemento necesario, tanto de losglóbulos como del plasma. La linfa contiene glóbu-los que, examinados al microscopio, presentan ca-racteres idénticos á los incoloros de la sangre; demanera que trasladamos la cuestión á averiguar elorigen de los glóbulos linfáticos.

La anatomía de los vasos linfáticos nos suminis-tra el concepto de su origen por fondos de saco,lagunas y capiliculos, y no por boquillas absorben-tes como en otra época se suponía. Los glóbulos no

pasan á través de la capa epitelial (única que lesconstituye en su origen), según opinión de algunosanatómicos, y probado está por las viviseccionespracticadas al efecto, que sólo pasan las grasasemulsionadas en su origen intestinal, y en las dc-¡nas regiones donde toman origen, al estado líqui-do. Teniendo en cuenta los anteriores datos anató-micos, se deduce que se generan en su trayecto,puesto que, examinando la linfa en el conducto to-rácico, se ve ya un gran número de glóbulos inco-loros.

En el trayecto de los vasos linfáticos hay unasnudosidades llamadas ganglios, cuya estructura haoriginado algunas controversias. Los antiguos su-ponían que el vaso aferente se arrollaba formandouna madeja , de la que resultaba el eferente; mashoy está fuera de duda, y en ello convienen anató-micos eminentes, que ol vaso aferente se ensanchaal llegar al ganglio, y se estrecha para dar lugar aleferente; que están formados de tres túnicas, la ex-terior de naturaleza conjuntiva, la media fibrosa yla interna epitelial; que la fibrosa forma redes, es-pecie de travceulas cuyos espacios son pequeñaslagunas de linfa en contacto con multitud de cor-púsculos celulares, procedentes de la segmentaciónde las que constituyen la capa epitelial. Estos datosanatómicos son bastantes como antecedentes quehan de legitimar la consecuencia.

Si examinamos la sustancia que conducen losquilíferos, sólo encontramos algún leucocito, ycuando el animal ha tomado alimentos muy abun-dantes en sustancias grasas, una gran cantidad deglobulines de grasa. Si la examinamos cuando haatravesado una serie de esas mucosidades, y prin-cipalmente en el conducto torácico, encontramosun gPan número de glóbulos incoloros. ¿Qué se de-duce de todo esto? Que los glóbulos incoloros segeneran en el trayecto linfático; que el punto doprocedencia son los ganglios, y por último, que es-tos en suspensión en la linfa en los espacios areola-res de los ganglios son arrastrados por ella, pasan-do á través de las travéeulas en virtud de su pro-piedad vital

Algunos suponen que los globulines de grasaque son absorbidos del tubo digestivo, llegan á losganglios y paulatinamente van aumentando de vo-lumen, dando después lugar á que sus caracteressean los mismos que los del glóbulo incoloro. Pre-tensión es la citada que nd puede ser admitida mitiene carácter alguno de verdad, pues la célula degrasa nunca se confunde con la epitelial, ademásde sus caracteres físicos que bastan para distin-guirlos por ser de mayor volumen los glóbulos in-coloros que los granulos grasientos.

¿Los glóbulos incoloros so generan exclusiva-mente en los ganglios linfáticos? Hay un principio

REVISTA EUROPEA. 2 DE JULIO DE 4 8 7 6 . N.° 123

biológico que dice: «La acción especial de una glán-dula dependo de la naturaleza y disposición de lascélulas glandulares.»

Hay varias glándulas en la organización humanaque llevan el adjetivo de lanfoides, según unos,vasculares, según otros; tales son el bazo, el híga-do, timo, glándula tiroides, cápsulas supraronales,folículos intestinales y las placas de Peyero. Si seexamina la estructura de todas estas partes, se en-cuentra la misma disposición en sus células y seven sor de idéntica naturaleza. Partiendo de estaspremisas, se deduce que su función ha de ser idén-tica. ¿Quién duda que existe una invariable rela-cüon entre la estructura y situación de "los órganoscon la función que desempeñan? ¿Quién, que losórganos de estructura análoga desempeñan análo-gas funciones? ¿Quién, que los de estructura idén-tica tienen también funciones idénticas? ¿Quién,par último, que la situación de un órgano nos dicemucho respecto de su función?

Dice otro principio biológico : «Las glándulassiempre deben las cualidades esenciales de su ac-ción al desarrollo y á las trasformaciones de ele-mentos epiteliales.» Dedúcese lógicamente del an-terior principio, la verdad de la afirmación de quelos glóbulos incoloros que se generan en los gan-glios son procedentes de la célula epitelial, y ade-más que en los órganos citados también se produ-cen de la misma manera.

Estas deducciones lógicas ante ol examen de larazón, ¿han sido sancionadas por la experiencia? Laobservación, ¿ha recogido algún dato que por sísolo baste para conocer su función?

Partiendo de un principio de fisiología que dice:«Al mayor desarrollo de un órgano corresponde elde su función,» se han adquirido algunos datos quehacen alguna luz respecto de las funciones de lascitadas glándulas. Hay casos patológicos que con-sisten, ya en una hiperplasiade las células, ó en unahipertrofia; veamos, pues, qué ocurre en su funcio-nalidad propia. En la hepatitis, esplenitis, el cólera,el ibocio, etc., cuyas lesiones se encuentran res-pee tivamente en el hígado, bazo, placas de Peyero,glándula tiroides, etc., se encuentran aumentadosen ¡número los glóbulos incoloros de la sangre, hayuna verdadera leucocitosis patológica. También enel paludismo so encuentran infartados oñ el hídagoy el bazo, y sabemos que está caracterizado por olaumento de glóbulos incoloros de la sangre. Sededuce lógicamente y de una manera científica delos hechos citados en comprobación del principiobiológico;* que estos órganos son generadores deosos organismos ambulantes.

Sin embargo, el examen del hígado, su color, lacomposición química de su pulpa, como asimismola del bazo, me sugieren dudas que yo no me atrevo

á afrontar de una manera directa. Las cápsulassuprarenales tienen también una función dudosa,puesto que hay quien las cree un órgano cromató-geno, diciendo haber notado su atrofia en la enfer-medad de Adisson.

Reasumiendo digo:1." Que el plasma en la vida íntra-uterina se

origina en la madre, pasando al feto en virtud delos actos físicos de difusión y diálisis.

2." Que en la vida extra-uterina ó independienteel plasma sanguíneo se genera en el tubo digestivo,habiendo además un depósito de reserva que es eltejido cólulo-adiposo.

3.° Que los glóbulos en la vida intra-uterina sonprocedentes de segmentaciones que sufren los epi-telios que revisten la cara interna de los vasos.

4.° Que los glóbulos no se generan de la mismamanera en la vida independiente, edad adulta, queen la fetal.

5." Que el glóbulo rojo es la trasformaeion delincoloro.

6." Que los ganglios linfáticos, el bazo, el timo,la glándula tiroides, los folículos intestinales y lasplacas de Peyero, dan origen á los glóbulos inco-loros, g.

1." Que deducciones lógicas y la autoridad derespetables autores me obligan á sentar el anteriorconcepto de una manera terminante.

8.* y último. Que aun cuando la razón me indicala probabilidad de que desempeñen igual función elhígado y las cápsulas suprarenales, como asimismoopiniones de autores respetables, no creo existanbastantes datos para sentar definitivamente su fun-ción hematopoyótica.

Concluida la exposición del asunto que me "pro-puse, tratados algunos puntos muy á la ligera poí-no permitir otra cosa trabajos de esta índole, rós-tame sólo, para terminar mi cometido, manifestarosel sentimiento que me llena por haber separadovuestra atención de cosas que más valen, haciaeste tan mal bosquejado panorama científica; quesólo es mi deseo contribuir con el óvolo al holo-causto científico, y, por últkno, mostraros el mássincero reconocimiento á la alta honra que me ha-céis admitiéndome entre vosotros.

He dicho.

CASIMIRO LOPKZ OLIVA Y MOUENO.

N.* 123 J . ÁLVARF.Z. UN PASEO POR MARRUECOS. 27

UN PASEO POR MARRUECOS.

i.

SALIDA DE ESPAÑA.—GIBRALTAR, ESPAÑA É INGLATERRA.

—UNA IDEA' PATRIÓTICA.— LA ANULACIÓN DE GIBRAL-

T A R . ~ - G O Í R A L T A R ANTE LA HISTORIA, LA DIPLOMACIA

Y LA POLÍTICA, POR D. FRANCISCO M. TLIIHNO.— A

TÁNGER.

Oibrallar 12 de Julio de 18TS.

Sr. ü. Eduardo do Medina.Querido amigo: En cumplimiento de la promesa

que hico á usted cuando en Madrid nos despedimos,voy á darle cuenta detallada del curioso viajo que heemprendido, empezando por esta ciudad,cuyos mu-ros limitan por este lado el poder de España.

Hace cuatro dias nos dimos el último apretón demanos en el andén de la estación de Atocha, y lle-vado en alas del vapor, sin descarrilar ni ser roba-do, llegué á Cádiz por la noche. Ayer, á las seis dela mañana, me embarqué en el Adriano, y á las tresde la tarde me instalaba en el núm. 9 de la fondaEspañola, situada en la calle Real ó Water porislreet, como dicen los ingleses.

Me parece que no he tardado mucho tiempo enatravesar España ni he pecado de pesado en hacerla descripción del viaje, por más que desde el mo-desto cerro de San Blas hasta el severo Calpe hayaencontrado motivo y aun motivos suficientes parallenar, cuartilla á cuartilla, algunas resmas de papel.Pero como mi objeto es dar á usted noticias de unpaís del que tan poco sabemos, por más que sus cos-tas se vean desdo las de España, empezaré á darveraz cuenta de mis observaciones desde que en elseno de las aguas vi alzarse la oscura silueta delAtlas.

El dia estaba sereno y tranquilo el mar.Numerosos buques con sus blancas velas tendi-

das surcaban el Estrecho, en el cual acababa deentrar el Adriano, coronado de humo, soplando yrompiendo las olas como si fuera un monstruomarino.

Una numerosa banda de delfines (Delphinus del-phis), admirada de nuestro anclar, quiso probarnosque ellos nadaban mejor, y rodeando al barco pa-saban ligeramente por debajo de él do uua á otrabanda, dando fuertes resoplidos y prodigiosos sal-tos fuera del agua.

Al saltar se elevaban una y dos varas del líquidoelemento, y entonces podíamos ver bien su gruesocuerpo y redondo hocico terminado en pico planoy puntiagudo, que parece como pegado á losdientes.

A nuestra izquierda se alzaba Tarifa, monumentoeterno del ibero valor.

Vivamente iluminadas por ol sol, uno de lospasajeros me enseñó las ruinas del castillo deGuzman.

Hubiera querido disponer de más tiempo y ha-berme detenido allí para ver de cerca aquellas al-menas, desde las cuales arrojó Guzman el Bueno elcuchillo que puso lin á la vida de su amado hijo.

La vista de aquellas rojizas murallas, carcomidaspor los siglos, me habían impresionado vivamente.

La acción de Guzman fuó sublime. Como militar,como ciudadano, merece la inmortalidad que le haconcedido la historia; juzgado pof el criterio de lacivilización, juzgado como padre, su crimen fuehorrible.

En frente, la costa de África atrajo mis miradas.Tánger se dibujaba tendida sobre el cabo Espar-

tcl como una hermosa odalisca vestida de oro, re-posando en un mullido tapiz de rica estofa y varia-dos colores.

El Estrecho, que por. esta parte tiene tres leguas,poco más ó menos, terminaba bruscamente con Gi-braltar y Ceuta, centinelas gigantescos que guardanla entrada del Mediterráneo.

1.a igual lisonomía de las costas en el Estrechohace presumir que éste se haya abierto á causa doalguna terrible convulsión de la naturaleza.

De todos modos, la costa de África, ruda, pedre-gosa, despoblada, con su vegetación salvaje y re-vuelta como la enmarañada melena de un león,forma un notable contraste con la española, tan bienlabrada, tan llena de pintorescas casas y pueblos deaspecto oriental, que parecen haber abandonado laopuesta orilla seducidos por la feracidad y bellezade la española.

Así, distraído con los variados y bellos panoramasque j^as cada punta descubría, doblamos el caboCarnero y vi aizarse ante mí, sombrío, descarnado,tieso y frió, como un inglés, al vetusto Calpe, pre-sentando un escarpado vertical por el lado que miraá España, y extendiéndose en poco suave pen-diente hasta llegar al mar por el opuesto frente.

Concluido el viaje, cogí mi maleta, salté en unboto y toma tierra en la famosa donde Hérculesplantó sus columnas, y quizás en el mismo sitio enque Tarif arengó á los suyos antes do quemar susnaves.

¿Que podré decir á usted do Gibraltar después delo que ha dicho D. Francisco María Tubino on suGibraltar ante la historia, la diplomacia y la polí-tica?

Todo sería pálido y carecería de novedad.Tubino coge á Gibraltar desde que el Akasch de

los Bracmas ó la Nebulosa de Herschell empieza ácristalizarse, lo sigue en todas las vicisitudes de suagitada vida y no lo deja hasta 1863. Desde enton-ces acá nada ha sucedido capaz de alterar la íisono-

lllsVISTA EUROPEA. 2 DE JULIO DE 4 8 7 6 . N.° 123

mia geológica ó el modo de ser político de la colo-nia inglesa.

En 1863 quería el Sr. Tubino, y quería bien, quediésemos valor á nuestros puertos vecinos á Gibral-tar, disminuyendo las gabelas, molestias y formali-dades enojosas para el navegante, tan enojosas quepor evitarlas prefiere ir á Gibraltar, donde todo esfácil; quería que se uniera á Málaga, Ronda y Cádizpor medio de buenas vías de comunicación, con-vencido de que allí afluirían los ricos productos denuestro suelo, y que Algeciras, con depósitos decaii-bon de piedrsf español, con mercancías propias,sin trabas oficiales, rica en ganados, rica en cerea-les y en comunicación con toda España, anulara áGibraltar, anulando al Estrecho.

A todos los partidos, á todos los españoles, sedirigía el autor, y aconsejaba al Gobierno que se fi-jara en la costa Africano-española, en el Estrechoy on el Campo de San Roque.

A todos aconsejaba que estudiaran las cuestionesque su patriotismo había iniciado, para resolverlascoa elevado criterio.

«Entonces, dice, Gibraltar vendrá por tierra, por-que Gibraltar ni será un puerto de refugio, ni ungran almacén de efectos comerciales, ni aun siquie-ra una base estratégica para cualquiera operacióncontra nosotros. Ceuta y Algeciras lo habrán ani-quilado; Ceuta y Algeciras serán las dos rivales queabsorberán toda su significación. En ese día Gibral-tar no será para Inglaterra más que una carboneraencargada de alimentar las calderas de sus buquesde vapor.»

Obtenido este resultado, el Sr. Tubino con so-brado fundamento esperaba que Inglaterra, mirandopor sus intereses, admitiera alguna compensaciónen cambio de Gibraltar.

Desgraciadamente, desde que el Sr. Tubino publi-có su libro hemos retrocedido, en vez de avanzarpor la patriótica senda que á todos los partidos se-ñalaba.

La existencia de Gibraltar era en extremo preca-ria, cuando la honda perturbación que se sintió enEspaña en Setiembre del 68 vino á darle algunavida.

Sin que el gobierno anterior á la revolución hu-biera hecho nada para anular á Gibraltar, éste semoría de consunción por la sola fuerza de las cir-cunstancias.

l.a paz de que gozábamos, produciendo el natu-ral progreso de la industria y el comercio, habíanrodacido el contrabando á proporciones casi insig-nificantes, y Gibraltar, cuyo único modo de vivir erael contrabando, se moría de hambre.

Por otea parte, el comercio entre Europa y Mar-ruecos, que siempre se había hecho por mediaciónde 'Gibraltar, varió de rumbo y empezó á hacerse

directamente entre los puntos productores y consu-midores, privando á Gibraltar de los pingües benefi-cios que obtenía en su calidad de puerto de de-pósito.

Un poco de iniciativa en nuestro Gobierno, laconstrucción del ferro-carril indicado por el Sr. Tu-bino, y Gibraltar había concluido.

Pero vino la revolución, el contrabando tomónuevas proporciones, los partidos empuñaron lasarmas, y sedientos de sangre española, se lanzaroná la lucha, volando nuestros mejores barcos, des-truyendo los ferro-carriles, incendiando y saquean-do las ciudades, llevando por todas partes el luto, lamiseria y la desolación, como si el suelo que des-trozan no fuera el que los vio nacer.

Cuando el SK Tubino hablaba de Gibraltar en sulibro, podíamos ver el porvenir á través de un ro-sado prisma; pero hoy el humo de la pólvora, losacres vapores que exhala la tierra empapada ensangre de sus hijos limitan nuestro horizonte (i).

Dispénseme usted, querido amigo, que corte estacarta tan repentinamente.

No puedo estar más tiempo en Gibraltar; nuncahe podido permanecer en ella más que lo indispen-sable para seguir mi viaje.

El suelo me quema los pies; el pelado monte pesasobre mí como una losa de plomo, y no me atrevoá alzar la frente por miedo de que la bandera in-glesa me azote el rostro.

Mañana temprano saldrá para Tánger el ¿ionBelge y he tomado pasaje en él.

J. ALVAREZ PÉREZ.

LA GRAFOLOGÍA.

ARTE DE CONOCER Á LAS PERSONAS

POTt LA FORMA DI! SU LKTRA.

Ya hace tiempo que se ha renunciado á la cos-tumbre (expeditiva, pero un poco severa) de que-mar vivos á los señores hechiceros y á las señorasmagas.

Nuestros abuelos se apercibieron de que el me-jor medio de destruir la raza de los cofrades del sá-bado y de las amazonas de la escoba era destruir enel ánimo de los engañados la santa ignorancia,fuente de todas las credulidades, de todas las su-persticiones y de todas las tonterías. *

La experiencia ha tenido éxito completo; se hacesado de perseguir á la magia negra, y la magia

(i) Hay que tener presente que esta carta se escribió en Julio del aüoúltimo. (N. déla R.)

N." 123 F . BURGEAT. LA GRAFOLOGÍA.

negra se ha ido adonde van cuantas necedades hahabido en este bajo mundo, á la nada, de donde sa-lieron para desgracia, ó al menos para humillación,del humano linaje.

Sin embargo, y esto por consecuencia de la di-fusión todavía incompleta de la instrucción, aúnestamos lejos de haber destruido todas las cienciasocultas, y todos los dias hallamos desgraciados,víctimas de su fe en las engañosas promesas ó enlas ridfculas amenazas de los pretendidos adeptosde las cabalas antiguas.

Y advertid que no aludo solamente á los pobresdiablos que se quejan á la justicia de los hechicerosque les estafan una cantidad de dinero, mediante lacual deberían quedar por siempre libres de un he-chizo indubitablemente echado por un mal inten-cionado vecino. Triste es pensar que en nuestrosdias, en pleno siglo XIX, y en nuestro país, existenpersonas ignorantes hasta el punto de creer en he-chizos, en mal de ojo y en cuantas absurdas supersti-ciones explotan con sagacidad algunos tunos de bajaralea en los arrabales y en los campos. Pero es aúnmás triste verse obligado á confesar que, entre per-sonas instruidas y de talento, entre quienes por vi-vir en medios intelectuales relativamente superio-res parecen libres del lazo tendido á la sencillez deespíritu de los campesinos y de las criadas, existenfervientes, ciegos, fanáticos partidarios de los em-bustes cabalísticos, déla quiromancia, podomancia,quirognomonia, etc.

Y eso que, tenedlo presente, no hablo de oneiro-mancia, ni de cartomancia, ni de sonambulismo, yaún menos del famoso espiritismo, sea fotográfico,sea de otra clase, pues si se tratara de esas cosas,llegaríamos á la locura.

Me limito á poner en el banquillo á las personasdotadas todavía de cierta dosis de buen sentido, lascuales no piden á las prácticas tradicionales de to-das esas soberbias ciencias, basadas sobre signosexteriores, líneas de la mano, figura de los dedos óconformación de los pulgares, sino la revelacióndel carácter de las personas sometidas al examendel iniciado.

No es raro encontrar en las reuniones familiaresalgunos hombres amabilísimos, quienes, dándosepor ello una importancia agradable para su amorpropio, se encuentran considerados como seres su-periores porque muy solemnemente examinan laspalmas de las manos de todos los circunstantes, ydetallan con complacencia las cualidades ó los de-fectos señalados en las entrecruzadas lineas traza-das por la fatalidad en la palma.de su prójimo.

Por pocas observaciones que uno de estos hechi-ceros de salón haya podido hacer acerca de sucjiente; por poco que él haya podido hablar; por pe-*queño partido que sepa sacar de las exclamaciones

afirmativas ó negativas producidas por sus primerasrevelaciones, le será posible delinear un gran re-trato moral, en apariencia bastante exacto, de lapersona cuyos cinco dedos tiene cogidos.

En todo esto, me diréis, no hay grandes peligros,y este género de hechiceros está lejos de ser peli-groso. Estamos conformes, pero hay reticencias,medias palabras, preguntas en voz baja; y aun co-nozco personas que, para los asuntos más formales,consultan obstinadamente á los quirománticos desala, á los sonámbulos ó á los cartómanos, y no sola-mente los propíos, sino también los de todas laspersonas con quienes tienen relaciones de amistad,de negocio ó de trato social.

¿Comprendéis ahora todo el peligro de la credu-lidad en esas necedades? Para conservar la impor-tancia y superioridad adquiridas por medio de susaber cabalístico, los hechiceros, si no son (y pue-den no serlo) personas escrupulosas, «o titubearán-en sembrar en vuestro espíritu mil insinuaciones,algunas veces fingidas, con frecuencia injustas,siempre inútiles y abrumadoras para quien las oye,y de las cuales no podréis menos de guardar ciertadesagradable impresión.

Seguramente no deseo que se enciendan de nuevolas hogueras de la Edad Media para quemar vivos álos nuevos hechiceros, la mayor parte de los cualesson personas honradas, hacedores del mal sin sa-berlo, pauperes spiritu; mas deseo acabar con ellospor medio de un arma poco sanguinaria, pero ace-rada: el ridículo.

Y ahora, para entre nosotros, si deseáis absoluta-mente conocer el carácter de tas personas conquienes tratáis, no tenéis necesidad de consultarlas ciencias de la mano, desenterradas con pocaoportunidad hace algunos años por un literato (?)cuyo nsmbre, citado con benevolencia por un granescritor en relaciones célebres de viajes, debe áesta dichosa casualidad cierta notoriedad de me-diana calidad y de deplorable resultado.

Para conocer el carácter de las personas cuyotrato frecuentamos, basta ser algo observador y nodejar pasar ninguna acción de quien se quiere estu-diar, aun cuando parezca poco importante dicha ac-ción, sin notarla y examinarla hasta en sus más mí-nimos detalles.

Es evidente que dicho examen no puede ser niperpetuo ni muy superficial, pero es de más seguroresultado que cualquiera otra ciencia en manda,y estoy persuadido que, sin juzgar por las aparien-cias, sino, mejor, deduciendo las causas de las ac-ciones aparentes, se llegaría á un conocimiento psi-cológico completísimo y casi infalible de cualquierpersona.

¿No se revela el carácter de las personas en losmenores actos de la vida ? ¿No hay en ellos, por

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lo menos, algunos indicios para servir de guía?Por lo demás, este espíritu de observación y de-

ducción se ha formulado ya muchas vecesAdoptando un punto de partida intelectual, dijo

Buffon, ¿y quién lo negará? El estilo es el hombre.Tomando un punto de partida más material, pero

no menos significativo, la forma de la letra, un cu-rioso, M. Michon, ha creado pocos años há una nuevaciencia interesantísima y no oculta, la grafología.

Cabalmente tengo á la vista una obra nueva deM. Michon, intitulada Sistema de grafología 6 artede conocer á los hombres por la forma de su letra,así como el Diario de la grafología, periódico.

Nada tan ingenioso como el método empleado porMichon para llegar á fijar las reglas de esta cienciade deducción, de la cual es el Cristóbal Colon, yen la cual encontrará, si no ha encontrado ya, mu-chos Amórico Vespucio. Michon ha reunido cente-

' nas, millares de autógrafos de personas cuyo ca-rácter era bien conocido y definido. Ha clasificadodichos autógrafos según los instintos y las especia-lidades, en una palabra, según el carácter de cadauno. Luego ha inquirido por cuáles rasgos de plumaó por qué formas gráficas dichas formas de letrasse parecen ó difieren. Dicho trabajo se ha vuelto ácomenzar gran número de veces, y constantementelos mismos signos han indicado iguales tendencias.La ciencia grafológica quedó fundada.

El libro de Michon está, y esto lo hace muy agra-dable, lleno de ejemplos, es decir, de muestras deescritos de casi todos los personajes notables, muer-tos ó vivos, y con ayuda de dichos documentos elautor demuestra, con estilo claro y elegante, cuan-tas particularidades significativas pueden hallarseen la escritura corriente.

Siento infinito que el pequeño espacio reservadoá estos artículos no me permita citar algunos pasa-jos de tan curioso trabajo. Hay ciertos capítulos,entre otros el dedicado á tes fioritures con que mu-chas personas adornan sus escritos, que son verda-deras obras maestras de observación fina y profun-da, con un poco de sátira sencilla, la cual laconvierte en un verdadero manjar de gastrónomofilosófico y üteraro, digno casi de La Bruyére, perodo La Bruyere buen chico y sin amargura.

Craciífs á la grafología ya no se dirá: «Dadmetres líneas escritas por un hombre y me encargo dehallar en ellas motivo para hacerle ahorcar;» sino(d)adme tres líneas escritas por vuestra mano ysabré cómo pintaros,» lo cual no es exactamente lomismo que antes se decía.

FERNANDO KOIÍRGEAT.

CRÓNICA DE LA EXPOSICIÓN DE FILADELFIA.

LA CONCURRENCIA Á LA EXPOSICIÓN. —SUPERIORIDAD

SOBRE LA DE VlENA.—LA SECCIÓN CHINA.—LA LEYEN-

DA DEL TÉ.—LAS REPÚRUCAS HISPANO-AMERICAJÍAS.T—

L A EXPOSICIÓN DE SUECIA Y N O R U E G A . — E L F E R R O -

CARRIL DE CINTURA.—LAS. BUTACAS-COCHES.

Abrigábanse serios temores acerca de la concur-rencia á la Exposición, y no faltaba quien vaticina-ba el mismo resultado que en la de Viena; perosobro este punto ya se han adquirido seguridadestranquilizadoras y tan elocuentes como indican losdatos estadísticos relativos á la concurrencia depago en los trece primeros dias después de la aper-tura oficia!. Todavía no se ha tomado resoluciónalguna sobre el asunto de abrirse la Exposición losdomingos; pero, descontados estos dias, hé aquí elestado comparativo del número de personas quevisitaren en los trece primeros dias los dos gran-des certámenes á que nos referimos:

DIAS.

1."2."3."4.°5."6.°7."8.°9.°

10.11.12.13.

Total

F1LADELFIA.

76.21414.72210.25211.65.810.8967.036

12.11711.05416.100-18.19112.40217.S4220.530

238.734

VIENA.

4.14911.9909,5165.3542.0493.4573.788 '4.3313.8253.9796.7217.1416.429

72.729

Aunque la sección ocupada por China no se hallaaún arreglada del todo, se puede ver que encierraalgunas curiosidades del Celeste Imperio. Lo pri-mero que se observa son varias mamparas de ricaseda con dibujos de pájaros, flores y animales há-bilmente bordados. Unas han sido valuadas en 100pesos y otras en 600. Hacia la izquierda hay multi-tud de vasos, mesas y otros muebles esmaltados encobre, de un exquisito trabajo, que tal vez no tie-nen rival en el mundo. Entre la colección de ar-tículos de porcelana se ven algunos que tienen 900años de fabricados y son propiedad de altos funcio-narios públicos de aquella nación. Se exhiben tam-bién telas de seda, bellos abanicos con mangos demarfil, muchos de los cuales valen hasta 500 pesos.

Los raros dibujos que se ven en los objetos dealfarería son un enigma para muchos; pero el quese fije en las combinaciones de estas figuras con

N.° 123 CRÓNICA DE LA EXPOSICIÓN DE F1LADELFIA.

varios dét los emblemas que las rodean, no podrámenos de descubrir en dichos dibujos alguna rela-ción histórica de guerra ó de amor. Muchos son,tal vez, obra de la fantasía del autor; pero general-mente están destinados á revelar alguna leyenda álas generaciones futuras.

Hay también muestras de tó; y á propósito deesta planta, debemos reproducir aquí la relación deuna leyenda que cuenta, en buen inglés, en el mismolocal de la Exposición, Sung-Seng-Loo, chino, deestatura esbelta, con ojos sumamente vivos, de largatrenza y de mucha charla.

Vivió en China en el siglo III un ermitaño de granpiedad. Pasaba su vida en largas vigilias y cons-tante oración; pero á pesar de los ayunos y cilicios,dormía como un lirori, cosa que, sea dicho de paso,desmiente la teoría de un escritor que sostiene quela falta de alimentos priva al hombre del sueño.Esta tendencia de las pestañas de nuestro buen er-mitaño le mortificaba en extremo; y con sublimeindiferencia y no pocos dolores físicos resolviócortarlas. Así lo hizo, esparciéndolas á los cuatrovientos, con gran beneplácito del santo de su devo-ción. Este, para compensar aquel sacrificio, dispusoque las pestañas renacieran convertidas en las hojasde lo que hoy se llama ¿ó, en cuyas venas se venrepresentadas.

El mismo chino refiere, acerca del comercio delté, que á Inglaterra se enviaban como 400 millonesde libras por valor de 40 millones de pesos, y á losEstados-Unidos 50 millones, que valen 20 millonesde pesos.

Las repúblicas de la América española están im-perfectamente representadas.

Hasta hoy la Confederación Argentina, Méjico,Perú y Chile son las únicas que han concurrido; peroen su instalación no se ha observado un orden geo-gráfico, pues los objetos de las dos últimas, porejemplo, están al lado de los de' Suecia y Noruega,y se comprende que con semejante arreglo no esposible hacer un estudio seguido de los productosde aquellos países, los cuales, en vez de haber sidoagrupados, se ven dispersos, sin que se pueda ex-plicar la razón que ha tenido para proceder así lacomisión del Centenario.

De los numerosos objetos que ha enviado la Re-pública Argentina, los más importantes son una va-riedad de minerales y algunas muestras de maderasde diferentes colores, propias. para la ornamenta-ción. Aquel gobierno ha gastado muchos miles depesos en el envío y arreglo de los artículos que ex-hibe, con el objeto de estimular de este modo la in-migración. Ha hecho publicar un folleto en español,inglés, francés y alemán, en el cual se dan todas las

noticias relativas al estado industrial, agrícola, so-cial y material de la república, y su precio lo poneal alcance de todos.

Aunque el espacio que ocupa el Perú es bastantereducido, el arreglo de sus objetos es bastante bue-no, y en cerca de 2.000 pies cuadrados ha sabido re-unir todo lo que puede dar una idea de los recursosnaturales del país, como muestras de azufre, plomo,hierro y nitro. Exhibe también algunas antigüeda-des de la época de los Incas, muestras do vegeta-les, y jaguares y cóndores disecados.

Chile brilla en la Exposición por sus objetos geo-lógicos y mineralógicos, extraídos del corazón delos Andes. Ha presentado también una colección dearmas de las tribus indígenas que habitaban elpaís antes de la llegada de los españoles, y variosobjetos de alfarería.

Méjico ha reunido los suyos en un pabellón ador-nado con bajos relieves, imitando la arquitecturade los aztecas del tiempo del bravo Moctezuma.Siendo aquel país una región esencialmente argen-tina, ha enviado bellas muestras del blanco metal,entre las cuales sobresale una que pesa 1.300 li-bras. Se ven también otras de plomo de las ricasminas de Zimapan; otra de hierro extraído del cerrodel Mercado, que pesa 7S libras, y otras de la lavadel volcan de Ceboruco.

Exhibe igualmente esta República una variedadde vegetales, y los diferentes productos del magüé,entre los cuales figura el pulque, que es la bebidafavorita del pueblo mejicano; plantas medicinales,como la jalapa, que ha dado su nombre á una ciu-dad de Méjico; varias obras científicas y libros sobreeducación; numerosos vestidos antiguos y moder-nos, y una colección de objetos del tiempo de losaztecas.

La exposición de Suecia y Noruega es importan-tísima en objetos de hierro y acero. Hay comotreinta expositores de varios establecimientos, en-tre ellos los de Molota y Sandark. Por todas partesse ven grandes columnas y pirámides formadas debarras y lingotes de finísimo acero y de hierro há-bilmente trabajado. Se exhibe también, como curio-sidad, la proa de un buque, cuyo mástil y jarcia es-tán hechos de hierro de varias formas. Las figurasplásticas del profesor Lodermafl llaman mucho laatención, pues casi todas representan tipos y cos-tumbres de los habitantes de Suecia y Laponia. Hasido tan grande el cuidado que se tuvo para asegu-rar la exactitud de los detalles do estos tipos, quehabiéndose roto una de las manos de una de estasfiguras, fue reemplazada inmediatamente por otra,sirviendo de molde la mano derecha de una de lasmujeres suecas que la comisaría tiene á su servicio

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en Filadelfla. Uno de los grupos representa un caza-dor y su familia, reunidos alrededor de un venadoque ha sido víctima de la certera puntería deaquel. Otro es el de un lapon en su trineo, tiradopor un rengífero, en el momento en que se detie-ne á hablar con una mujer envuelta en pieles y lacual lleva en los brazos una criatura. Hay otrosgrupos curiosos que representan escenas domés-ticas, etc., etc.

La colección de piedras de sillería es una ilustra-ción de la riqueza de estos materiales que poseeaquel país; y una mesa de mármol rojo con un ricomosaico en el centro revela la habilidad y buentruslo de los artistas sueeos.

Las manufacturas de lana son tan buenas comolas que exhibe Inglaterra, y ciertamente superioresá las de Alemania. La colección cerámica contieneobjetos curiosos; entre ellos una estufa de porce-lana de 12 pies de altura, de un rico color azul yornamentada con oro. Su precio es el de 4.000 pe-sos fuertes. En trabajos de carpintería hay dos pa-bellones para jardín, que exhibe un operario de Es-tockolmo.

Se ha construido alrededor del parque un ferro-carril en miniatura, de vía angosta, con paraderosde trecho en trecho. Se puede dar la vuelta en vein-te minutos por la suma de Cinco centavos. Debe seruna empresa lucrativa, á juzgar por la curiosidadque ha despertado y por e! número de pasajeros queatrae, ávidos de hacer esta corta excursión.

Pero el lugar más agradable que hay en el par-que para disfrutar algunos momentos de solaz, es áorillas de un riachuelo que serpentea porentre unabarranca situada á inmediaciones de la galería deBellas Artes. Es allí donde se ven alegres grupos eníntima conversación, en dulces coloquios, ó sabo-reando los deliciosos helados de frutas y leche queson de gran recurso en los dias tropicales.

También se han establecido por todas partes bu-tacas-coches ó sofás ambulantes que alquila cual-quiera por un módico precio, y en cuyos mueblespuede recorrer todo el espacio que quiera cuandose siente cansado, sin perder tiempo en descansar.

MISCELÁNEA.

La policía mecánica.

En los Estados-Unidos se ha establecido una com-Ipañía para prestar toda clase de socorros á domici-llio, con una prontitud que asombra, y mediante uninvento útilísimo que viene á ser un polizonte

constante á nuestro servicio, un criado fiel, unabomba de incendios á mano, y no sabemos cuántascosas más; todo dentro de una máquina de reloj quese coloca en la cabecera de la cama, unida pormedio de un alambre eléctrico con las estacionesestablecidas por la compañía que explota este per-feccionado sistema.

El aparato es sencillo, bonito y pequeño; tiene enel centro un manubrio y alrededor tres letreros quedicen: Mandadero, policía, socorro; de modo, quecon volver el manubrio al laclo de cada uno de estosletreros, se tiene en el acto un mandadero que hacelos encargos en tramvías y con una celeridad pas-mosa, un cuerpo de guardia entero para ahuyentaró capturar á los ladrones, ó un ejército de bombasy bomberos para apagar un incendio. Compréndeseperfectamente la utilidad de este invento y de estacompañía. Pero lo que no se comprende tan fácil-mente es cómo pueden prestarse tantos y tan.im-portantes servicios por una cantidad tan módica;treinta reales al mes es todo lo que tiene que pagarel que se abona para toda toda clase de servicios, yla compañía le pone el aparato, los alambres ysufraga todos los gastos de instalación.

En realidad no se trata de un nuevo invento, ó porlo menos este no consiste en el aparato, sino en laformación y organización de la compañía; trátasesolamente de una aplicación del telégrafo á socorrosá domicilio. Su uso se ha extendido prodigiosamenteen pocos dias, y en casa del Comisario rógio de Es-paña en la Exposición de Filadelfla, Sr. LópezFabra, se han hecho ensayos que han puesto de ma-nifiesto su utilidad. Naturalmente, no habiendo ne-cesidad de socorros de policía ó de bomberos, nose ha querido poner en alarma á las gentes parasimples ensayos, pero so han llamado diferentesveces á los mandaderos y nunca han tardado enacudir más de ocho minutos, espacio de tiempo in-significante si se considera que la Comisaría deEspaña está á más de una hora del centro de la po-blación y que las estaciones en lugares apartados noson numerosas. «El mandadero, refiere en una cartael Sr. Escobar, empleado en la Comisaria, eraun muchacho de unos 16 años, vestido con el ele-gante traje de la compañía; tomó la carta quedeseábamos enviar, soltó un papel que en la manotraía, que era el recibo del importe de su comisión,y por la ventana le vimos correr como un desespe-rado y asaltar el primer tramvía que pasaba.»