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REVISTA EUROPEA. NÚM. 312. 5 DE MARZO DE 1880. AÑO V I I . LA MUJER EN LA VIDA MODERNA (1). (Conclusión.) Esta última consideración nos lleva, como por la mano, á hablar del ideal moderno de la mujer, que es para nosotros el punto más im- portante. ¿Dónde está este ideal moderno? Pregunta, al decir de algunos, de muy difícil respuesta. ¿Existe siquiera un ideal moderno? ¿Existe una vida moderna que responda al desenvolvimiento de aquel ideal? Otra pre- gunta no menos complicada. La vida moder- na la niegan resueltamente algunos, porque la desconocen: otros, que la conocen, la aíir- man; pero duramente la combaten. No tene- mos nosotros para qué fijarnos en estas exa- jeraciones. La vida en general, la vida del in- dividuo y la de la sociedad encierran un mis- terio tan profundo, que nadie, que yo sapa, se ha atrevido hasta ahora á definirlas en su esencia. Pero la vida en general, y con ella la vida moderna, podrían decir como Jehovah: «ego surn qui surn, yo soy quien soy; yo soy porque soy:» y basta que nos expongan sus fenómenos para saber que existen, como le bastaba á Diógenes moverse para contestar al que negaba el movimiento. ¡Dudar de la realidad de la vida moderna! ¡Escupirla al rostro ó cubrirla de anatemas! ¡Qué extraña aberración y qué supremo deli- rio! Esos que la niegan, ¿no la distinguen, no la descubren en todo lo que ven y en todo cuanto tocan? Esos que la maldicen, ¿no la sienten palpitar en sus propios corazones? La astronomía, paseándose por los espacios, an- tes imaginarios, hoy medidos con precisión matemática y casi con firme planta recorri- dos; el sol traído á la tierra por el telescopio, estudiado en su constitución física, trocados sus rayos en pinceles que dibujan imágenes y formas á nuestra voluntad y á nuestro ca- pricho; la química sondeando las intimidades de la materia, y llevando la revolución á la medicina, á la agricultura, á las artes tintó- reas; la música sacando prodigios del metal y de la cuerda, ú obrando sobre inmensas masas vocales que parecen el eco de un pue- II) Discurso pronunciado en el Fomento de las Artes. TOMO XV. blo entero; la mecánica, la física, la indus- tria, colmándonos diariamente de mercedes con la rueda, con la palanca, con la hélice, con el vapor, con la telegrafía, con la luz eléctrica, con el teléfono: decidme, ¿son estas ilusiones de la vanidad ó alardes del orgullo humano, ó son más bien conquistas decisivas de una civilización que no tiene punto de re- poso, de un progreso que no siente la fatiga ni el decaimiento? Mirad en otro sentido, y veréis los antiguos aislamientos sustituidos por ese roce continuo que liga á. los pueblos y los estrecha: los Océanos abiertos, los mon- tes perforados, las regiones ignotas conoci- das, el fondo de las aguas cruzado por el ca- ble y estudiado por la geología; el derecho internacional formulado; la guerra siempre cruel, pero más sabia, más razonada, monos frecuente y monos duradera; los instrumen- tos de producción, poderosos; los de destruc- ción, formidables; suavizadas las costum- bres, digan lo que quieran los pesimistas; el crimen, es decir, la animalidad, tenaz y alta» ñero; pero la represión, es decir, la majestad de la ley, menos brutal, sensata la penalidad, suprimida la tortura, la Inquisición abomina- da; la estadística y el sentimiento público preocupados constantemente en favor de todo aquello que llora, sufre ó espera; la redención para^l esclavo, el preso consolado, el hospi- tal abastecido; las hambres que asolaban an- tes comarcas enteras, hoy prevenidas ó cu- radas con la libertad de comercio; las cala- midades públicas arrancando alaridos nació» nales, y acuñando, con la rapidez del rayo, la santa moneda de la caridad, entre propios y entre extraños; colosales esfuerzos para so* correr á la mujer y al niño del pobre; reco- mendada la previsión al operario, y puestos á su alcance la escuela, el crédito, el socorro mutuo, la cooperación y el ahorro. Y aun en el régimen político, esfinge que los pueblos contemporáneos ven sentada en el dintel de sus puertas, como aguardando una respues- ta que nunca acaba de llegar; aun en el ré- gimen político, la vida moderna brilla con in- tensísima luz y muestra una fuerza incon- trastable; porque el concepto de ciudadano prevalece ya sobre el de vasallo; porque en todas partes la autoridad, por dura que quie- 23

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 312. 5 DE MARZO DE 1880. AÑO VII .

LA MUJER EN LA VIDA MODERNA (1).

(Conclusión.)

Esta última consideración nos lleva, comopor la mano, á hablar del ideal moderno de lamujer, que es para nosotros el punto más im-portante. ¿Dónde está este ideal moderno?Pregunta, al decir de algunos, de muy difícilrespuesta. ¿Existe siquiera un ideal moderno?¿Existe una vida moderna que responda aldesenvolvimiento de aquel ideal? Otra pre-gunta no menos complicada. La vida moder-na la niegan resueltamente algunos, porquela desconocen: otros, que la conocen, la aíir-man; pero duramente la combaten. No tene-mos nosotros para qué fijarnos en estas exa-jeraciones. La vida en general, la vida del in-dividuo y la de la sociedad encierran un mis-terio tan profundo, que nadie, que yo sapa,se ha atrevido hasta ahora á definirlas en suesencia. Pero la vida en general, y con ella lavida moderna, podrían decir como Jehovah:«ego surn qui surn, yo soy quien soy; yo soyporque soy:» y basta que nos expongan susfenómenos para saber que existen, como lebastaba á Diógenes moverse para contestaral que negaba el movimiento.

¡Dudar de la realidad de la vida moderna!¡Escupirla al rostro ó cubrirla de anatemas!¡Qué extraña aberración y qué supremo deli-rio! Esos que la niegan, ¿no la distinguen, nola descubren en todo lo que ven y en todocuanto tocan? Esos que la maldicen, ¿no lasienten palpitar en sus propios corazones? Laastronomía, paseándose por los espacios, an-tes imaginarios, hoy medidos con precisiónmatemática y casi con firme planta recorri-dos; el sol traído á la tierra por el telescopio,estudiado en su constitución física, trocadossus rayos en pinceles que dibujan imágenesy formas á nuestra voluntad y á nuestro ca-pricho; la química sondeando las intimidadesde la materia, y llevando la revolución á lamedicina, á la agricultura, á las artes tintó-reas; la música sacando prodigios del metaly de la cuerda, ú obrando sobre inmensasmasas vocales que parecen el eco de un pue-

II) Discurso pronunciado en el Fomento de las Artes.TOMO XV.

blo entero; la mecánica, la física, la indus-tria, colmándonos diariamente de mercedescon la rueda, con la palanca, con la hélice,con el vapor, con la telegrafía, con la luzeléctrica, con el teléfono: decidme, ¿son estasilusiones de la vanidad ó alardes del orgullohumano, ó son más bien conquistas decisivasde una civilización que no tiene punto de re-poso, de un progreso que no siente la fatigani el decaimiento? Mirad en otro sentido, yveréis los antiguos aislamientos sustituidospor ese roce continuo que liga á. los pueblosy los estrecha: los Océanos abiertos, los mon-tes perforados, las regiones ignotas conoci-das, el fondo de las aguas cruzado por el ca-ble y estudiado por la geología; el derechointernacional formulado; la guerra siemprecruel, pero más sabia, más razonada, monosfrecuente y monos duradera; los instrumen-tos de producción, poderosos; los de destruc-ción, formidables; suavizadas las costum-bres, digan lo que quieran los pesimistas; elcrimen, es decir, la animalidad, tenaz y alta»ñero; pero la represión, es decir, la majestadde la ley, menos brutal, sensata la penalidad,suprimida la tortura, la Inquisición abomina-da; la estadística y el sentimiento públicopreocupados constantemente en favor de todoaquello que llora, sufre ó espera; la redenciónpara^l esclavo, el preso consolado, el hospi-tal abastecido; las hambres que asolaban an-tes comarcas enteras, hoy prevenidas ó cu-radas con la libertad de comercio; las cala-midades públicas arrancando alaridos nació»nales, y acuñando, con la rapidez del rayo, lasanta moneda de la caridad, entre propios yentre extraños; colosales esfuerzos para so*correr á la mujer y al niño del pobre; reco-mendada la previsión al operario, y puestos ásu alcance la escuela, el crédito, el socorromutuo, la cooperación y el ahorro. Y aun enel régimen político, esfinge que los puebloscontemporáneos ven sentada en el dintel desus puertas, como aguardando una respues-ta que nunca acaba de llegar; aun en el ré-gimen político, la vida moderna brilla con in-tensísima luz y muestra una fuerza incon-trastable; porque el concepto de ciudadanoprevalece ya sobre el de vasallo; porque entodas partes la autoridad, por dura que quie-

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ra ser, tiene que moderarse con variedad detemperamentos, desde los mas benignos delrégimen parlamentario, hasta los más sóli-dos y resistentes de la democracia; porquela libertad ha conseguido tener sus órganospropios y robustos en los Congresos, en laprensa, en las asociaciones y en los meetings;órganos que en vano pretenden destruir losGobiernos mal aconsejados, puesto que re-aparecen al siguiente dia; porque la libertades prenda de tanta estima, que aun aquellosmismos que la condenan y la persiguen, em-piezan por rendirle pleito homenaje y profun-do acatamiento; y vencedores, ellos son losprimeros que la explotan para sus propiosfines; y vencidos, ellos son los primeros quela utilizan para sus particulares provechos.(Nutridos y entusiastas aplausos.)

Pues bien, señoras y señores: el problemaque hay aquí que resolver es muy sencillo.Dados esos fenómenos generales de la vidamoderna, ¿qué papel reservamos en ella á lamujer? ¿Cabe volver al modelo de los anti-guos? ¿Cabe el modelo ascético? ¿O cabe otromodelo de nuevo cuño, creado por los parti-darios de eso que se llama la emancipaciónde la mujer? Tres soluciones igualmente fu-nestas, aunque con igual calor acogidas ycon igual entusiasmo sustentadas.

Acaso creáis, con la mejor buena fé delmundo, que el tipo de la mujer griega, y engeneral de la mujer pagana, queda relegadoá la historia. Debo deciros que os equivocáis.Ese tipo vive; ese tipo hay algunos que tratande resucitarlo y con subidos realces; ese tipo lohallareis reproducido con frecuencia en la no-vela y en el teatro. No hay más que una ligeradiferencia en la forma. El arte griego os pin-taba el desnudo al natural: la novela y el tea-tro suelen pintaros otra clase de desnudo,que consiste en presentaros como heroinaslas mujeres de cierta condición, ó en extraerde la mujer, con habilidad suma, no precisa-mente sus virtudes, sino sus vicios, sus debi-lidades ó sus caídas. (Aplausos:) Oigo quejarsemuy á menudo de la ponzoña que vierten enlas almas las doctrinas positivistas; yo creoque hay un positivismo cien veces peor queel filosófico, y es el positivismo de la empresaliteraria cuando se empeña en ser de veraspositivista. Tal hombre hay, inclinado al vi-cio, que puede aprender diariamente, en másde un folletín, de qué manera se prepara, seurde y se consuma un nuevo delito, ingenio-samente combinado; tal mujer hay que, dia-

riamente también y por poquísimo dinero,tiene sobrados medios de aprender, en la es-cena, do cuántas maneras y por qué secretosresortes puede faltar á sus deberes.

No he de decir una palabra más sobre estepunto, ni tampoco me he de extender en elexamen del opuesto sistema, que consiste enanular á la mujer, encerrándola en un asce-tismo, que forma extraño contraste con laactividad y con las necesidades del siglo. Loque significa este ascetismo; lo que puede liegar á ser como ingerencia y soberano domi-nio en las familias; los peligros que entrañapara la sociedad doméstica y para la socie-dad civil, cosas son que darían lugar á muyserias y muy detenidas reflexiones. Permi-tidme que me las calle, porque los tiempos noson propicios para hablar de ello con la fran-queza que me es habitual. Permitidme queme las calle, porque de sobra podéis adivi-narlas.

Pero eso no; no he de callarme en lo rela-tivo á la emancipación de la mujer: teoríamenudamente expuesta en libros y en revis-tas, predicada en congresos científicos y encongresos populares, y hasta con sobra debenevolencia acogida en algún Parlamento.Este es hoy el gran caballo de batalla: si,dada la exuberancia de la vida moderna, lamujer puede figurar como elemento principalen todas las funciones sociales; si la mujerdebe hacer competencia al hombre en todoslos terrenos, en la casa y en el taller, en lasciencias y en las letras; en la política y en elgobierno.

Pocas palabras y pocas abstracciones.Para mí, la escuela emancipadora incurredesde luego en dos errores capitales. Primererror: ese mismo nombre de emancipaciónque usa, porque en todos los pueblos cultos,la mujer está ya realmente emancipada. Se-gundo error: el falso concepto que tiene aque-lla escuela de las diferencias naturales en-tre ambos sexos. Creen los emancipadoresque el hombre y la mujer se suplen fácilmen-te. Es inexacto: el hombre y la mujer no sondos seres iguales, ni antitéticos; son dos so-res correlativos. No es que. se suplan mutua-mente, es que mutuamente se completan. Consolo estudiar la constitución física de la mu-jer, un distinguido anatómico ha encontradonada menos que treinta y dos diferenciasesenciales entre la mujer y el hombre. ¿Quédiríamos si aplicásemos á su constitución mo-ral el mismo finísimo escalpelo? ¿Quién, por

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ejemplo, no sabe hasta de memoria, que en lamujer predomina lo afectivo y en el hombrela reflexión, que su imaginación es más viva,su sentir más delicado, sin contar otras yotras muchas cualidades que no refiero porno pecar de prolijo?

Además de incurrir en errores, incurre lateoría de la emancipación en grandes confu-siones. Confunde las mujeres excepcionalescon la mujer en general; confundé las razas,entre las cuales puede haber para la mujertantas diferencias como las hay para el hom-bre; confunde los tiempos y los estados socia-les, suponiendo que lo que hace á veces lamujer por un simple atraso de cultura, esomismo puede y debe hacer en grados de civi-lización muy avanzados.

¡Las mujeres excepcionales! ¿Quién seatreverá á citarlas como regla común de lavida? Que haya Satos y Corinas; que hayauna Isabel Coello ó una Santa Teresa; unamadama de Stáel, que manejó la pluma comoun académico, ó una Mlle. Royer, que tra-ta las cuestiones de impuestos con la pro.fundidad de un docto economista ó con la fa-cilidad de .un Ministro de Hacienda, se en-tiende, de la clase de los sabios (risas ygrandes aplausos); ¿significa esto que todamujer, por el mero hecho de. ser mujer, tieneaptitud para la poesía ó para la alta especu-lativa, para la historia ó para las cienciaseconómicas? Tanto valdría suponer que, porel mero hecho de llamarse hombre, todo filó-sofo llegara á ser un Platón; todo guerrero,un Cid; todo coplero, un Byron; todo pintor,un Rubens; todo músico, un Mozart ó unBeethoven. ¡Ah! El mundo es empujado porlos genios; pero vive de las medianías. Sitanto asombro nos causan aquellas mujeresprivilegiadas, es precisamente porque, sinsalirse muchas veces del límite natural en loshombres, alcanzan, sin embargo, mayor nivelque las demás mujeres. Por esto las llama-mos fenómenos de la naturaleza; y, si que-réis, las llamaremos monstruos, ya que, se-gún parece, esta palabra ha llegado á tenerentre nosotros un uso muy corriente. (Gran-des risas y aplausos.)

La raza: ¿cómo no la han tenido en cuentalos partidarios de la emancipación? ¿Daréisun mismo patrón á la americana de linaje,que á la anglo-sajona; á la vivacidad meri-dional, que á la calma y gravedad de las sep-tentrionales? ¿Y los tiempos? ¿Y el estado so-cial? Una Semiramis, una Isabel la Católica,

una Isabel de Inglaterra, una María Teres»,una Catalina II, que gobernaron con gloriavastísimos Estados, podrían acaso ser me-nos fáciles, hoy que tanto han variado losresortes del gobierno; cuando los consejosprivados, ó los consejeros espirituales, ó losfavoritos, han sido sustituidos por los gran-des órganos de la opinión pública. La mujerque en París ó en Londres lleva la contabili-dad ó los negocios de una casa de comercio,será imposible en Constantinopla ó en elCairo, y más todavía en Tombuctu ó enAghadés; la que, en ciertas comarcas, tiradel arado, mientras el marido fuma tranqui-lamente su pipa, irá desapareciendo, no por-que en vez de competir con las bestias la ha-gáis competir con los hombres, sino por losprogresos de la agricultura y por la mejorageneral de las costunibres.

Después de todo, hemos de ser francos.No encuentro medio humano de justiflcar lateoría de la emancipación; pero, en mi con-cepto, tiene esta teoría una explicación muysencilla. Hemos hablado de acciones y re-acciones: la emancipación de la mujer es lareacción natural contra la doctrina de la anu-lación da la mujer. Ó todo ó nada: esta essiempre la divisa de los partidos extremos.Nada: ¿con qué derecho? Todo: ¿por qué? Parahacer entrar de lleno á la mujer en la vidamoderna, ¿es necesario que lo absorba todo,hasta el punto de anularnos á nosotros mis-mos? ¿ó es suficiente que le deis, en cadauno de sus elementos, una participación sen-sata, pedente y adecuada á sus naturalesaptitudes?

Desde luego aceptad, como base de parti-cipación, la familia, ese terreno indiscutible.Si todos convenimos en que la mujer ha deformar al hombre; si aquel calor materialcon que sostiene al niño en el claustro ma-terno ha de prolongarse, bajo una forma mo-ral, durante la infancia y aún más allá dela infancia, ¡quó vasto campo se abre parala mujer en todos los fines de la modernaexistencial

Eso de formar moralrnente al hombre, eraen otras edades tarea muy sencilla, ó, comodirían los filósofos, simplista. En Esparta, lamujer formaba al luchador; la de Atenas, allegislador ó al artista; en Cartago, al merca-der, en Roma, al guerrero; y después, cuan-do imperó en Europa una especie de ley decastas, la mujer, si era noble, tenia que mo-delar al niño para el mundo ó para el comba,-

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te; si plebeya, para un oficio; noble ó plebeya,para una profesión liberal, para el claustroó para el servicio del altar.

¡Qué diferencia de tiempos, señores! Nun-ca ha podido decirse con más propiedad quehoy que el hombre es un mundo abreviado.Sois escultores: la curiosidad os lleva á visi-tar una rica cantera de blanquísimo mármol;¿qué podrá salir de aquellos informes pedrus-cos, según el genio destinado á darles vida?¿Una obra vulgar, ó una creación augustadigna de Thorwaldsen ó de Canova? Soisobservadores: encontráis una mujer próximaá la maternidad. Según las instituciones querijan, ¿qué llevará en su seno aquella mujer?¿Una existencia oscura, ó acaso los destinosde la ciencia, el porvenir de la industria ó lasfuturas grandezas de la patria? Achicad, sios parece, á la mujer ai\te estas posibilida-des. Ha de formar el corazón del niño; ha deasistir á los primeros destellos de su inteli-gencia; ha de esparcir en aquella alma can-dorosa la semilla de todas las purezas; eldeber, los sentimientos morales, el amor altrabajo, el instinto de la libertad, los rudi-mentos de la cultura del espíritu, que des-pués completará la escuela. Quien hace esto,quien tiene que hacer esto, ¿participa ó noparticipa de toda la vida moderna? Digo más:¿cabe en el mundo otra participación ni másgrande ni más fecunda"?

Es una obra de iniciación completa. Paraperfeccionarla, piden algunos que la ley civiliguale algo más en la familia los derechos dela madre con los del padre; piden asimismoque sea más fácil el acceso de la mujer á lainstrucción secundaria y aun á ciertos ra-mos de la superior. Pero no es este el terre-no donde se agita más vivamente la luchasobre la participaciou de la mujer en la vidamoderna. El terreno es otro: la cuestión mag •na es la competencia ó incompetencia de lamujer para la industria y para la vida polí-tica.

La competencia de la mujer para la indus-tria la ha resuelto nuestro siglo, de plano ycon escasos miramientos. Ha llevado la mu-jer á las fábricas; la ha dedicado á rudas fae-nas; la ha dado salarios muy inferiores á losde los hombres, en igualdad de circunstan-cias; ha puesto su virtud en grave riesgo conel roce de los talleres. Francamente: ¿hay óno hay aquí un vicio de organización profun-do, que conviene corregir á todo trance, nopor la acción del Estado, que considero in-

eficaz, sino por la propaganda de mejoresdoctrinas? Con tanto como se ha escrito y se"a declamado sobre la operaría, ¿cómo es queno nos hemos fijado en una contradicciónque encierra este solo nombre? Penetrad enel fondo de ia industria contemporánea. Nohablo de las artes menudas, porque estas hanexistido siempre. Hablo de la verdadera in-dustria moderna: de la grande industria.Cuatro son los caracteres que la distinguen:la inventiva, la empresa, la dirección del me-canismo, la fuerza bruta. ¿Para cuál de estoscaracteres tiene la mujer aptitudes natura-les? ¿Para la inventiva? Ninguno de los gran-des inventos científicos ó industriales ha sa-lido de la mujer; no ha inventado el álgebra,ni el telescopio, ni la imprenta, ni la máqui-na de vapor, ni la hiladora mecánica, ni elgas para el alumbrado, ni ninguna de lasmúltiples aplicaciones del fluido eléctrico.¿La empresa? ¿Será que la mujer tiene condi-ciones para dirigir empresas de fabricación?¿Encontráis muchas mujeres que sepan mon-tar un gran establecimiento industrial; mu-chas que puedan ponerse al frente de el;muchas que sirvan en vina fábrica como ma-quinistas? ¡La fuerza bruta! ¿Os atreveréis ácitar á las mujeres como auxiliares podero-sos de la maquinaria? Luego, si por necesi-dad tenéis que ir eliminando de la mujer lainventiva, la empresa, la dirección mecánicay la potencia de la fuerza animal, ¿qué es loque le queda? No le queda más que la simpleobra de mano. Y aquí resalta la contradic-ción de que antes os hablaba La obra demano es la parte más pobre, la más elemen-tal y la menos espiritual de la industria con-temporánea; y precisamente esta parte ruó-nos espiritual la reservareis á la mitad másnoble, más fina y delicada de nuestra espe-cie. Diréis que, por este camino, llegaremosá la anulación industrial de la mujer. No locreo yo así. Apartadla de los talleres; la que-dan !as industrias domésticas. Retiradla delas fábricas; todavía participará de ellas en-cargándose de hacer robusto al operario. Se-paradla de las máquinas; y, si no cobra sala-rio, procurará emplear bien en casa el de loshombres, que es la mejor manera de que elloslo ganen con provecho. {Aplausos.)

Esto digo de la industria; ¿qué diremos dela política? La inmixtión de las mujeres enla política de un país tiene un grave incon-veniente; y es el ridiculo en que puede unocaer tomándola demasiado en serio. Só que

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en serio y muy en serio la toman algunosque se precian de filósofos; pero, ¿qué sé yo?Hay también seriedades filosóficas que tie-nen el privilegio de provocar la risa. Presen-tada así, en globo, la intervención de la mu-jer en la política, nada tiene de chocante.¿Sucede lo mismo cuando descendemos al de-talle? ¿Aceptareis sin reparo un régimen so-cial en que las mujeres acudan á los Par-lamentos como representantes, discutan yvoten leyes, administren justicia en los tri-bunales, desempeñen Ministerios ó recaudenlos impuestos? Por mi parte, os declaro quoesto me parece una insigne paradoja; y en-tiendo que este sistema de hacer figurar á lamujer como entidad política en toda la línea,es tan peregrino, como es peregrino, y raro,y maravilloso el sistema de ciertos pueblosque, en política y administración, no reser-van á las mujeres más que dos posiciones,entre sí bien distantes: un trono ó un es-tanco.

Sensatez ante todo, señores. Ciertos dere-chos políticos, ¿por qué se han de negar enabsoluto á las mujeres? El sufragio, porejemplo. El sufragio es la personalidad, ypersonalidad tiene la mujer; y hay algunassituaciones en su vida, cuando es mayor deedad, ó viuda, ó madre de familia, en que hade aceptar grandes responsabilidades. Dadgarantías á esta responsabilidad, y sepa á lomonos quién da la ley, y cómo, y cuándo, ypor qué se da.

Suponed que no concedéis á la mujer másacción directa en la vida política que el su-fragio. ¿No le queda todavía una acción indirecta que ejercer? ¿No tiene medios de parti-cipar de ella? (Y vuelvo aquí a la palabra par-ticipación, que repito de intento, como mifrase favorita.)

Tomad ejemplo de las clases acostumbra-das de antiguo, á gobernar, y principalmentede aquella que suele ejercer en las mujeresuna influencia más poderosa. Cuando la po-lítica de un país marcha á gusto de esta cla-se., no lo dudéis: la nulidad de las mujerespara la política, será un axioma indiscutible.Que hayan cambiado las cosas de aspecto,y el axioma habrá dejado de ser axioma. Sila clase á que me refiero cree amenazadossus intereses materiales; si se trata de ha-cerle competencia en ciertas propagandas yen ciertas doctrinas, descuidad: inmediata-mente hará de la mujer, no un agente, sinoun instrumento ciego de una política deter-

minada. Dentro de la familia, la convertiráen un torcedor perpetuo de la conciencia delmarido; la llevará á las reuniones públicaspara que firme exposiciones ó para que de-posite su óbolo al pié de suscriciones ruido-sas; y, si es menester, la lanzará al aire li-bre, y vistiéndola el sayal del penitente, lahará recorrer calles y plazas, para obteneraquel efecto dramático que hiere la imagina-ción y arrastra las voluntades. Pues, éstoque hace tantas veces una sola, clase socialen provecho de sus intereses especiales,¿por que, aparte lo que tenga de ridículo, nolo ha de hacer la democracia en provecho delinterés general del pueblo? (Muy bien.)

Un ejemplo y no más, porque el tiempoapremia, y ha llegado el momento de con-cluir. Durante unos meses ha estado ennuestro país sobre el tapete la abolición dela esclavitud en Cuba. La cuestión, antetodo, es social; pero circunstancias que no esdel caso referir, hicieron de ella una cuestiónpolítica. ¿Qué inconveniente había en queen esta cuestión política hubiesen tomadouna parte de consideración las señoras espa-ñolas? Ninguna causa podia serles tan sim-pática como la abolición; ningún crimen eratan repugnante á sus ojos como la esclavi-tud: en lo moral, el sarcasmo; en lo social, labarbarie; eu lo político, una amenaza; en loeconómico, una explotación insensata; parael amo, la tentación; para la esclava, laafrenta; para el negro, el martirio; para lahija del negro, la perdición; y, bajo el puntode vista cristiano, la burla más sangrientade losv$ublimes preceptos evangélicos. ¡Quéhermoso espectáculo hubiéramos dado áEuropa si nuestras damas más elegantes,bien penetradas de todas estas maldades,hubieran acudido, para arrancarlas de nues-tro suelo, con sus súplicas á las Cortes; consu palabra á las reuniones; con su amarguraal corazón del pueblo; con sus lágrimas á losaltos poderes del Estado!

Ni una palabra más; lo dicho basta. No esnecesario desnivelar los sexos para que lamujer sea en la vida moderna, y sobre todoen la vida moderna, una verdadera potencia.Esa dulcísima llama que arde en el corazónde la mujer, empezad por levantarla hacia loalto; pero cuidad después de esparcirla sobrela haz de la tierra, para que lo purifique todo:al hombre con el amor, la familia con susternezas, el trabajo con sus consuelos, elarte con sus inspiraciones; y hasta, si que-

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reis, llegará á purificar la difícil ciencia degobernar, sustituyendo á la política de cálcu-lo, de intereses y de conveniencias, otra po-lítica más noble: la política de sentimien-to.—He dicho. (Ruidosos y prolongados aplau-sos.)

JOAQUÍN MARÍA SANROMÁ.

MORAL ELEMENTAL.

(Continuación.)

VIII.—LA LEY MOKA;..

Los actos del espíritu y los estados de loscuerpos, los fenómenos de la conciencia y losde la materia se modifican sin cesar. Nuestrocuerpo y nuestra alma no permanecen jamásdos instantes consecutivos en la misma si-tuación. Todo cambia en nosotros y fuera denosotros, excepto la naturaleza de las cosasy las leyes de la actividad. Las leyes son fijas,permanentes, necesarias".

La ley es la expresión de lo que es perma-nente y necesario en una serie de fenómenosvariables.

Hay leyes para los cuerpos y leyes paralos espíritus; las primeras son leyes de la na-turaleza ó del mundo corporal; las segundasson leyes de la razón ó del mundo espiritual.

La ley moral, que nos manda hacer el bien,y la ley social, que nos ordena ser justos, sonleyes de la razón.

Las leyes del movimiento, á las cuates es-tán sometidos todos los cuerpos sobre la tier-ra y en los cielos, las leyes de la luz y del ca-lor, las leyes de la combinación de los cuer-pos, son leyes de la naturaleza.

Las leyes de la naturaleza expresan unanecesidad fatal, á la cual es imposible sus-traerse, y cuyos efectos pueden ser previstoscon certeza. Testigo de ello el cálculo de loseclipses.

Las leyes de la razón expresan una nece-sidad moral, que se siente en la conciencia yobliga á la voluntad; pero como los espíritusdotados do razón tienen una voluntad libre,pueden rehusar obedecer á sus leyes, puedencontrariarlas.

La ley moral es necesaria en el sentido deque es preciso hacer el bien, que se debe ha-cer, que es un deber. Es permanente en elsentido de que es preciso siempre hacer elbien; en todos nuestros actos, en todos los

momentos. Esta necesidad y esta permanen-cia están reconocidas por el espíritu; pero nosuprimen el libre albedrío. Es necesario hacerel bien libremente. Si no se hace, seremos des-aprobados, condenados, castigados por laconciencia; se tendrán remordimientos. Si sehace, seremos aprobados y recompensadospor la conciencia, estaremos satisfechos, go~zaremos del bien cumplido.

Todavía hay otras leyes hechas por loshombres: estas son las leyes civiles y políticas,votadas por el Poder legislativo. Estas sonconsideradas permanentes y necesarias mien-tras están en vigor; pero el poder que las hahecho puede también abolirías ó modificarlas.Losciudadanos están obligados á observarlas,porque están hechas en el interés de todos yno habría orden público si una persona ó unaautoridad pudiera sobreponerse ala ley. Aque-llos que las infringen son castigados por lostribunales, los que las respetan gozan de to-dos los beneficios de la vida social.

Todas estas leyes tienen el carácter de lapermanencia,}' de la necesidad. Pero la dife-rencia es grande entre ellas.

Las leyes civiles y políticas tienen origenhumano y pueden, en consecuencia, ser im-perfectas ó viciosas, como todas las obras delhombre. Responden á necesidades locales ytransitorias, á necesidades que se modificancon la cultura de cada pueblo. Son variablesy múltiples, cambian según los tiempos y loslugares. Tal ley que es buena para una épocay para una Nación, seria mala para otra épo-ca y otra Nación. Bélgica no tiene la mismalegislación que Alemania, que Rusia, que Tur-quía, que los griegos ó los romanos.

Las leyes de la naturaleza y de la razón,al contrario, son de institución divina. Las hahecho Dios. Están fundadas en la naturalezadélas cosas, la cual tiene su causa en Dios.Son las mismas en todos tiempos y lugaresSon perfectas, inmutables, eternas, universa,les. Las leyes del movimiento y de la luz nohan cambiado desde el principio del mundo.Las leyes de la razón se aplican á todos losseres racionales, á todas las razas, á todoslos grados de cultura.

La ley moral prescribe el bien y prohibe elmal. Está grabada en el corazón del hombre,de todo hombre; se revela á la conciencia, átoda conciencia, y habla á todos el mismo len-guaje. Haced el bien, todo el bien posible,nada más que el bien. Haced pura y simple-mente el bien. Esta orden es precisa, categó-

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rica, y abraza todalavida moral. Todos los de-beres provienen de la ley.

La ley moral es permanente, necesaria,una y la misma para todos, universal.

La moral es universal, porque se apoyapor todas partes y siempre sobre una mismay sola ley.

La ley moral no tiene necesidad de promul-gación en un diario oficial para ser conocida:está promulgada por la conciencia, y todohombre, cuando él se interroga, oye esta voz:¡Haz el bien!

La ley moral no debe temer ser suprimidaun día ó caer en desuso, porque la concienciano muere. Es anterior y superior á todas lasleyes civiles y políticas. Las leyes humanasle tributan honor y no osarian abiertamentecontradecirla.

La ley moral ni concede privilegio ni dis-pensa á nadie. Manda á los Principes y á losciudadanos, á ricos y pobres, á ancianos yniños, á hombres y mujeres, á blancos y ne-gros, á cristianos y judíos, á musulmanes éidólatras.

. Todos la reconocen y saben que deben ob-servarla; pero no siempre todos la observan,porque el hombre es libre.

Las legislaciones cambian, los cultos cam-bian, las costumbres cambian, pero la moralno cambia. La moral, apoyada en esta ley, esinmutable y eterna.

Desde que hay hombres sobre la tierra ytanto como viva la humanidad terrestre, hayun orden moral sobre nuestro globo y la mis-ma voz resuena en la superficie de los conti-nentes y las islas: ¡Haced el bien!

Las otras criaturas no oyen esta voz porque no tienen razón ni conciencia. Hay paraellas un orden físico, no tienen un orden mo-ral, porque ignoran el bien y el mal.

La ley moral tiene aún otro carácter, queconstituye su verdadero valor y majestad: esabsoluta. No solamente manda hacer el bien,es imperativa, pero manda hacer el bien porel bien, sin condición, sin transacciones, suce-da lo que suceda, es categórica. Ella no dice:Haced el bien si gustáis ó si os es útil; dicesimplemente: Haced el bien, y eso quieredecir: Haced el bien por respeto á la ley, sinninguna consideración personal de placbr óde pena, de ventajas ó inconvenientes, de re-compensas ó castigos.

La ley moral no es una cosa convencional,que se puede plegar á las circunstancias yacomodar á los intereses y á las convenien-cias mundanas. La orden es siempre precisa,

formal, categórica: Haced el bien á pesar detodo.

No transijamos con la conciencia, no bus-quemos excusas, no inventemos pretestospara sustraernos á un deber. No se engañauno á sí mismo. Se puede hacer el mal, peroá la conciencia no se le engaña; ella protesta,acusa, atormenta al que sacrifica la ley á susconveniencias.

Es preciso hacer el bien en absoluto, sincondiciones. Esa es la fuente de la abnegacióny del desinterés. Obrar con desinterés, es ol-vidarse á sí mismo para servir á los otros, essubordinar el interés personal al deber. Sa-crificarse, es salvar á su prójimo á expensasde su propia salud ó vida. Todo acto de abne-gación ó de sacrificio es una adhesión á la leymoral, la cual quiere que.se haga el biea porel bien, sea cual fuere el resultado. El heroís-mo, que so hace admirar por la conciencia,culta ó inculta, es un brillante homenaje quese tributa á la ley moral.

Es necesario hacer bien á todos sus seme-jantes, sin excepción. No há lugar á distin-guir entre amigos y enemigos, entre buenosy malos. La ley no dice: Haced bien á los queos hacen bien, haced mal á los que os hacenmal, devolved bien por bien y mal por mal.Su prescripción formal es: ¡Haced el bien! Elegoísmo y la venganza son la negación delcarácter absoluto do la ley moral.

La majestad de la ley moral resplandeceen el sermón de Jesús sobre la montaña. «Oís-teis que fue dicho: amarás á tu prójimo yaborrecerás á tu enemigo. Mas yo os digo,amad á>\uestros enemigos, bendecid á los queos maldicen, haced bien á los que os aborre-cen y orad por los que os ultrajan y os persi-guen, para que seáis hijos de vuestro Padreque está en los cielos, que hace que su solsalga sobre malos y buenos y llueva sobrejustos ó injustos.»

La ley moral es divina. Las leyes civiles ypolíticas son humanas. Un conflicto entre es-tas dos leyes es posible. Entonces es cuandose dice que vale más obedecer á Dios que álos hombres.

Ese principio es justo, pero es necesariono abasar de él. Conflictos de ese género, nose presentan más que en épocas de ignoran-cia, de servidumbre ó de revolución, cuandoel Príncipe goza de un poder absoluto, cuandolas costumbres son intolerantes y las pasio-nes están desencadenadas. Entonces, se pro-mulgan á veces leyes de delación, de pros-cripción ó de matanza que sublevan la con-

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ciencia. Las almas firmes y rectas no ejecu-tan órdenes semejantes. Haced traiciona unamigo, denunciar á un proscrito, matar á susemejante, por opinión política ó religosa, escriminal. En semejantes circunstancias, sedebe negar obediencia á las órdenes de la au-toridad y aceptar las consecuencias de sudesobediencia. ¡Antes la muerte que el desho-nor!

Pero tan graves contradicciones entre laley moral y las leyes sociales, no debe temer-se se manifiesten jamás bajo el imperio deuna Constitución que proclame la libertad deopiniones y de cultos.

Toda ley del orden moral ó social tiene unasanción, que asegura su estabilidad; de locontrario seria indiferente observarla o in-fringirla.

Entiéndese por sanción de una ley el con-junto de penas y recompensas que garantizansu ejecución.

Las leyes de la naturaleza ó de la materiano tienen necesidad de sanción, porque susosten es infalible ó imposible su violación.

La.ley moral y las leyes civiles dirígense,por el contrario, á agentes libres, que puedenobservarlas ó infringirlas. Es necesario, pues,estimular la observancia de la ley y castigar!as infracciones, si se desea que la ley searespetada.

Una sanción perfecta debe establecer unaproporción exacta entre el mérito del que seconforma á la ley y la recompensa que le estáreservada, entre la falta del que desprecia laley y el castigo que le está preparado. Parauna falta ligera, una pena ligera; para unafalta grave, una pena severa. ¿Son algunavez infinitos sobre la tierra, el mérito y eldemérito?

Entre las sanciones que garantizan la eje-cución de las leyes del orden moral y social,pueden citarse:

La sanción de la conciencia, que recompen-sa el bien que hemos hecho con el placer, elcontento, la felicidad, y castiga el mal con la.•aflicción, la pena, el remordimiento.

La sanción de la opinión pública, que con-cede su estimación á las gentes de bien y eldesprecio á los malos.

La sanción de Caries g Tribunales, sanción'¡ue reprime los delitos y los crímenes con lamulta y la prisión y deja á los inocentes go-

zar tranquilamente de todas las ventajas dela vida social.

La sanción religiosa, en fin que, basándoseen la inmortalidad del alma y en la existenciade Dios, anuncia que el bien y el mal que enla tierra se practican serán recompensadosy castigados en la vida futura.

La ley moral no debe contar ni con la san-ción de la opinión pública, ni con la de lasCortes y Tribunales.

La opinión pública, depende de la culturamoral del pueblo. Varia de siglo á siglo y depaís á país. Puede ser muy fácilmente erróneasegún las preocupaciones de la educación óde la nacionalidad. El hombre honrado se vóá veces ultrajado por sus conciudadanos yhonrado el perverso. Es verdad que la histo-ria, más imparcial, corrige los yerros de laopinión pública, pero no se ocupa del vulgo.Esa es, pues, una sanción insuficiente y aunfalaz.

Las Cortes y Tribunales son más justos,pero también pueden equivocarse. Muchosculpables son absueltos por falta de pruebas,y los inocentes son á veces condenados, ácausa de los lazos que los criminales tiendená la justicia. Además, las Cortes y Tribunalesno se han establecido en vista de la ley moral,sino en vista de las leyes civiles y políticas,que reposan en el principio del derecho ó dela justicia. El Código penal es la sanción delas leyes humanas; no castiga los actos de lavida moral, sino en el caso que esos actos sonal mismo tiempo contrarios á los derechos delos demás. La ingratitud y el odio, las pasio-nes y los vicios, por ejemplo, no dependen delas Cortes y Tribunales, aun cuando sean unaviolación de la ley moral.

La ley moral no recibe más sanción enesta vida, que la de la conciencia. Por una ad-mirable disposición de las cosas, el culpable,absuelto por los jueces, se castiga á si mismo;el inocente, aun cuando condenado, se absuel-ve á sí mismo; el hombre honrado, que no esrecompensado por sus semejantes, encuentrala más bella recompensa en la tranquilidad desu conciencia. La recompensa y el castigo sonproporcionados generalmente á la grandezadel mérito y de la falta. El mal se expía conel arrepentimiento. Si un criminal endurecidono está dispuesto á un arrepentimiento inme-diato, tarde ó temprano tendrá remordimien-tos; y si la justicia se apodera de él, seráabandonado á los reproches de su concienciaen la celda en que se le encierre. Cítanse al-gunos criminales que se han entregado ellos

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mismos á la justicia para escapar á sus re-mordimientos.

Y sin embargo, la sanción de la concienciaparece insufleienle si se hace abstracción de lavida futura. Puede un hombre embriagarselargo tiempo en el crimen cuando vive con se-mejantes suyos, como hacen los bandoleros,y en ese caso muchas veces el mal no serácastigado en la tierra. ¿No es justo que todomal se expíe con el sufrimiento? Puede tam-bién llevarse una vida ejemplar, y no obstan-te, por una equivocación deplorable, ser re-probado por la opinión pública ó herido por lajusticia. ¿Es en ese casóla satisfacción de laconciencia una compensación equitativa deldesprecio que se sufre y que no se ha mere-cido? ¿Puede una sanción perfecta hallarseasí expuesta al azar de las circunstancias? Sepuede también encontrar la muerte ejecutan-do un crimen ó un acto de heroica abnegación.En ese caso, la conciencia no tiene tiempopara despertar, y la ley queda sin sanción.

Si, por el contrario, el alma es inmortal, sihay una vida futura, la ley moral puede reci-bir en todos los casos una sanción completa.F.l orden moral perturbado en la tierra puederestablecerse en otra parte con el concurso dela,Providencia. ¿No está dispuesto el universoen armonía con la educación del género hu-mano?

Gracias á la inmortalidad del alma, todobien debe llevar sus frutos, todo mal, ser ex-piado, y una justa proporción debe existirsiempre entre el mérito del hombre y la re-compensa, entre la falta y el castigo. No seviola impunemente la ley. No se abusa impu-nemente de la libertad.

No debe, sin embargo, hacerse el bien enla tierra para alcanzar una recompensa; nodebe evitarse el mal por temor al castigo. Sedebe observar la ley por respeto á la ley; ha-cer el bien por el bien; obrar desinteresada-mente. Las condiciones del alma en la vidafutura se ocultan'.á nuestras miradas paraenseñar á los hombres la santidad de la vidamoral.

Confiemos en la Providencia, que desea elbien y la salud de.todas las criaturas.

IX.—EL DEBER.

El deber se deriva de la ley moral. La leymoral es necesaria. El hombre reconoce ysiente en su conciencia que debe ejecutarla,que debe practicar el bien y que no debe ha-cer el mal. Esta necesidad es el deber.

El deber es una necesidad moral que espreciso no confundir con la necesidad física óla fatalidad, que reina en el mundo material.El deber respeta la libertad: Se lleva á cabopor una voluntad libre, pero indica que estavoluntad, aunque libre, debe someterse á laley. De lo contrario, la voluntad dejaria de serrazonable, conforme ala naturaleza humana,convirtiéndose en arbitraria.

La libertad y la necesidad se concilian enel deber. El deber es, pues, una noción com-pleja, donde se encuentran dos elementos con-trarios.

Lo que es libre, se dice, no es necesario, ylo que es necesario no es libre. Esto es verdaden el sentido de que lo que es libre no puedeser obligado, y lo quees necesario no puedeser libre. La necesidad física excluye la liber-tad. El libre albedrío permite el bien y el mal;pero cuando la libertad se desenvuelve en ar-monia con la razón, con la verdad, con el bien,cuando es perfecta ó conforme al ideal, se'fljay deja de ser arbitraria. Los sores razonableshacen libremente loque deben hacer, aun cuan-do el deber esté en oposición con sus placeresó sus intereses.

El deber es una obligación que se imponeá la voluntad: es la obligación de hacer bien,por ejemplo, la obligación de amar á sus se-mejantes y de ayudarles. Mas las leyes civi-les y políticas imponen también obligacionesal hombre, por ejemplo, la obligación de eje-cutar un contrato ó de respetar los derechosde los demás. ¿Qué diferencia existe entre es-tasaos clases "de obligaciones?

El deber es una obligación moral que des-cansa enteramente en la buena voluntad y nopuede ser exigida por la violencia. La vidamoral es de hecho libre. Esto constituye subelleza. Perdería su valor si se pudiese obli-gar á los hombres á llenar sus deberes. Eldeber es k veces un sacrificio, pero este sa-crificio es siempre voluntario. ¿Que valdría elsacrificio si fuese obligado? ¿Qué valdría elamor de los hijos á sus padres, el amor de loshombres á sus bienhechores, el de las criatu-ras á Dios, si el amor no fuese un movimien-to espontáneo del corazón? El amor obligadono es el amor.

Las leyes civiles y políticas, por el contra-rio, imponen obligaciones legales que debenejecutarse siempre y pueden ser exigidastambién por vía de obligación cuando no secumplen de buena voluntad. La fuerza públi-ca está á disposición de los magistrados para

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la ejecución de las leyes. Es preciso que lafuerza esté á disposición de la ley, que todaslas voluntades se sometan al derecho. De otromodo no hay orden posible en la sociedad, nohay garantías ni seguridad perso'nal. Así elque no está dispuesto á cumplir un contratoque libremente ha suscrito, puede y debe serobligado por un juicio, apoyado por la fuerzapública.

Jamás se debe resistir á los agentes de lafuerza pública cuando obran en virtud de ór-denes que han recibido para la ejecución delas leyes ó de los reglamentos de policía. Losagentes cumplen con su deber, llenan unamisión útil y necesaria y protegen la tranqui-lidad y la seguridad públicas. Si abusan desus facultades, serán reprimidos y castiga-dos. No resistáis ni prestéis auxilio á los queresistan, sino dirigid una queja á la autoridadsi sois víctimas de un error ó de un acto debrutalidad. Cuando un agente de la fuerzapública encuentre alguna dificultad para lle-nar su misión, los buenos ciudadanos debenayudarle.

Los actos de la vida moral que no perjudi-can á nadie están fuera del alcance de la fuer-za pública. Nadie puede ser forzado á llenarsus obligaciones morales; nadie puede sercastigado por haberlas infringido. El viciotiene su castigo en la conciencia, no en lostribunales. La virtud no necesita en el mundomás recompensa que el sentimiento de habercumplido con el deber.

El deber abraza todo el dominio de la vidamoral, es decir, de la actividad consciente ylibre del hombre. Es necesario practicar elbien donde quiera, siempre y en todas cir-cunstancias. El deber es tan extenso como elbien. Debemos practicar el bien con nosotrosmismos, con nuestros semejantes, con todoslos sores con quienes estamos en relación,con Dios. La viaa es un sistema de deberes.El niño tiene deberes, todos los hombres decualquiera clase tienen deberes. Solo los so-res privados de conciencia y de razón no tie-nen deberes.

IE1 Código. moral expone la reunión de losdeberes del hombre para consigo mismo ypara con los demás seres.

ILos niños tienen especialmente deberespara con sus padres, para con sus hermanos,sus; maestros y condiscípulos.

¿Qué es lo que deben á sus padres?Reconocimiento por el pasado, amor filial

por el presente, obediencia para el porvenir,respeto para toda la vida.

¿Qué deben á sus hermanos?Amor fraternal, benevolencia, ayuda y

condescendencia.¿Qué deben á sus maestros?Reconocimiento, afecto, respeto, docilidad.¿Qué deben á sus condiscípulos?Afecto, benevolencia, ayuda.¿Qué deben los niños querer? ¿Qué deben

amar? ¿A quién deben obedecer? ¿Con quiéndeben ser dóciles? ¿A quién deben ayudar?¿Con quién deben ser afables?

¿Puede el niño mentir? ¿Puede disimularsus faltas? ¿Puede encolerizarse cuando se leriñe ó se hace oposición á sus caprichos?¿Puede engañar á sus hermanos y denunciará sus condiscípulos?

¿Qué debe hacer si un maestro le pregun-ta quién ha alterado la clase? Si él es el cul-pable, ¿debe confesarlo? Si no es él, ¿puededenunciar á un compañero?

Nuestros deberes, los unos son amplioslos otros estrictos. Practicar el bien es un de.ber amplio; abstenerse del mal es un deberestricto. Abstenerse del bien es una falta;obrar mal es una falta más grave.

Es preciso hacer siempre bien y no perderninguna ocasión de practicarlo. Pero antetodo es preciso evitar obrar mal ó tomar par-te en él.

Importa á nuestros semejantes que no lestengamos malevolencia. Menos les importaque les seamos benévolos. Pueden, las másveces, pasarse sin nuestra afecto, sin nues-tra estimación ó nuestro apoyo; pero puedenpadecer y quejarse de nuestro odio, de nues-tro menosprecio ó de nuestra hostilidad.

Dedicarse á un desgraciado para sacarlede una mala situación es un deber amplioque incumbe más á los amigos que á los ex-traños. Abstenerse de todo lo que pudieraagravar la situación de su prójimo es un de-ber estricto que incumbe á todos.

Agradecer un beneficio es lo menos quepuede hacerse. Devolver un servicio á su vezes mejor.

No es suficiente obrar bien, es precisoJm-cerlo lo mejor posible: es necesario hacer elbien con delicadeza, en el momento más opor-tuno; pero no debemos abstenernos de prac-ticar el bien bajo pretesto de que después serámejor.

Muchas veces lo mejor es enemigo delbien/dice el proverbio. Es una quimera aban-

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NÚM. 312. J. MELIDA-I. LÓPEZ.—EL SORTILEGIO DE KARNAK. 203

donar el bien cierto por una eventualidad le-jana, como si se rehusa, pir ejemplo, la me-jora de fortuna ó de posición con la esperan-za de obtenerla mayor en el porvenir.

Los caracteres del deber son los mismosque los de la ley moral.

El deber es universal. Se impone á todos yá nadie concede dispensa ni privilegio. Todohombre consciente tiene deberes que sabe quelos tiene. Todo hombre, cualquiera que seasu posición, debe cumplir sus deberes.

El hombre más digno de estimación y res-peto es el que mejor llena sus deberes.

El deber es inmutable, permanente, el mis-mo para todos. Cada edad, cada sexo, cadaprofesión tiene sus deberes especiales; perolos deberes no cambian según las personas, ylos deberes generales que incumben al hom-bre como tal son independientes de toda dis-tinción de raza, de nacionalidad, de culto ó decondición social.

Todo hombre tiene los mismos deberespara consigo mismo, para con sus semejan-tes, para con su patria, para con Dios.

El deber es absoluto. Es preciso practicarel deber, porque es un deber, sin ninguna otraconsideración: haz tu deber y no mires la re-compensa. Todo acto conforme al deber esbueno en sí mismo, cualesquiera que sean lasconsecuencias y como quiera que sea apre-ciado por los hombres. Todo acto contrario aldeber es malo en sí mismo, aun cuando estéautorizado por el uso ó por las convenienciasde cierta clase de ciudadanos.

La suciedad, la «mbriaguez, las penden-cias son siempre un mal, piensen de ello co-mo quieran los entendimientos incultos. Gas-tar locamente la fortuna en frivolidades, ha-cer alarde de convicciones que no se tienen úobrar al contrario de las que se poseen, mo-farse de la confianza ó del honor de otros, essiempre un mal, cualesquiera que sean lascostumbres que dominen.

No es un deber acomodarse á las costum-bres, sino las costumbres arreglarlas al deber.Las costumbres indican lo que es; el deber, loque debe ser. El deber no transige con la con-ciencia.

G. TiBERGHIBN.

TraduQCion de H. Ginor.

(Continuará.)

EL SORTILEGIO DE KARNAK.

(Continuación.)

CAPÍTULO XIV.

EL SORTILEGIO.

Los rayos refulgentes de Osiris se apagaroná los primeros golpes del malhechor Set, ocul-to hasta entonces tras de la montaña, en laaridez del desierto (181): el loto, ya sin vida,se escondió en el fondo de la misteriosa vi-vienda de los compañeros de Set.

La espesura de las umbrosas tinieblas ha-bia borrado la línea del horizonte; los gemi-dos del buho se escuchaban, ya lejanos, yapróximos; en las casas de los egipcios comen-zaba el dominio del reposo.

En Karnak susurraban los inquietos mur-mullos del platiqueo conspirador, escuchado'no más por aquellos ladrillos amontonados,aquellas piedras y aquellos maderos: Sumudse hallaba allí; mas no Jheuda, ni Sati, niAbaktoka.

En la azotea del templo de Osiris, un hom-bre permanecia casi inmóvil, solo y sin quemirada alg una pudiera distinguirle. Sobreuna pequeña mesa que junto á sí tenia, ex-tendíase un largo trozo de papiro, alumbradopor el amarillento resplandor de una pequeñalamparilla de barro. En su vestidura y gra-vedad podia reconocerse á un sacerdote: mi-'rabí^al cielo con fijeza por largo espacio, cualadormecido en su contemplación; luego mo-jaba el extremo del karseh en alguno délospequeños vasos colocados en la mesita, quecontenían tintas de diversos colores, y traza-ba sobre el papiro misteriosos signos y figu-ras variadas de pequeñas aves, de chacalesechados, de figuras humanas, erguidas óacurrucadas, y muchas veces dejaba el karsehpara tomar #1 pincel de caña, con el cual ilu-minaba las figuras ya trazadas (182).

Aquel hombre no era otro que el sabio ho-róscopo Tothmes, el protector de Ari-ai-ta,que cumplía su sagrada misión (183) sin sos-pechar los secretos arcanos de su ciencia, queaquella noche él solo habría de descubrir.

Concluyó de trazar sobre el papiro un lar-go período de tan singular escritura, y alzóla vista para de nuevo contemplar: al cabo deun momento su mirada se avivó con energía;un gesto de inquietud contrajo su rostro; ob-

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204 REVISTA EUROREA.- DE MARZO DE 1880. NÚM. 312.

servó, y:observó con toda la calma que podiapermitirle su ansiedad.

íQué veía en el Océano celeste extendidosobre su cabeza? Estrellas infinitas, cente-lleando con las luces del diamante surcabanla azulada superficie de aquel Nilo sin ribe-ras, de tranquilidad inmutable, cual purifica-do elemento délos dioses, donde el horóscopohabia visto la barca de Aha conducida por losgenios, bogando con pausa invariable y des-pidiendo los claros destellos que cada sietedias renacían más puros; no lejos las dos es-trellas; más allá mostrábase Mente; luego lacabeza del león, y allí se veían también Har-«'•e, C/iawM7n«sylasdemásconstelaciones(184).Mas nada de esto asombraba al horóscopo;algún signo inesperado miraba; alguna señaque predecía, no la dicha, sino la hora nefas-ta para la tierra (185). ,

Tothmes trazó con viveza multitud designos en el papiro: miraba y escribía alter-nativamente, sus ojos centelleaban, su cuer-po se agitaba, sus manos temblaban y suslabios modulaban frases confusas é incom-pletas.

Después de largo rato de observación,abandonó la azotea, penetrando, con la lam-parilla en la mano, por una estrecha escaleraquele condujoá una reducida estancia, cruzólay se halló en otra mayor, situada á la espaldadel templo. Allí habia un hombre sentado: unsacerdote, aunque el casco elevado de for-ma s'emi-cónica relucía sobre su cabeza y lacota de piel de cocodrilo defendía su pecho, elcalisiris envolvía sus piernas y en su manoveíase una espada corta y ancha, cuyo puñoremataba en pequeña cabeza de gavilán.

En una" puerta que daba salida al exteriorse agrupaban algunos hombres, asimismovestidos de calisiris; eras arqueros mandadospor aquel sacerdote, al cual se dirigió el ho-róscopo con voz agitada que apenas podia ha-cer perceptible:

—El benéfico hijo de Isis, dijo>'nos sea favo-rable; porque has de saber Pahuri que los ma-lófiicos designios de Set nos amenazan en estano(che nefasta.

—Quieres prender á los conspiradores, masel (espíritu destructor se opone á tus planes.

—¿Qué dices? murmuró el-jefe militar levan-táradose no menos agitado que Thothmes.

—Contemplaba el Océano celeste y me re-croaba en la quietud perfecta, indicio de losdias favorables; mas hé aquí que de prontoruis ojos han visto un signo terrible, la cons-

telación Oms; brilla entre los planetas másviva y resplandenciente que nunca (186).

Pahuri se extremecíó espantado al escu-char al sacerdote; luego se miraron silencio-sos y confundidos; al fin el horóscopo continuó:

—Yo te digo que en los apartados recintosdonde se esconden los esclavos hay algúnmalhechor que los engaña con su magia, yese sortilegio está protegido por el hipopóta-mo hembra, el rector del Ámsenti, que acabade presentarse ante mis ojos en el Océano ce-leste.

—Si así es, allá voy ahora con mis soldados,exclamó Pahuri.

—No, murmuró Tothmes, aún no es tiempo:Mente influye sobre el corazón; mas en brevellegará la hora tercera de la noche, en la cualSepeth, la estrella del bien que rige la organi-zación del universo, influye sobre el ojo de-recho (187). Aguarda, en tanto que yo voyal templo para implorar de Osiris, señor devida, me alimente con su saber. Después oscubriré de amuletos á tí y á tus soldados, yyo iré con vosotros.

Dicho ésto, alzó un tapiz y salióse de laestancia, tomando por la galería que comu-nicaba con el templo.

Dejó la lamparilla, y petrando en el sagra-do recinto, cruzó el vestíbulo y una pequeñasala, sin hallar más que al dennu vigilante,que acurrucado junto á la puerta del santua-rio permanecia tan inmóvil como las figurasde los bajos relieves que decoraban el recinto.

Tothmes, sin mirarle, pasó la puerta quedaba entrada á lo más escondido y misteriosode aquel grandioso templo. Se hallaba en elsantuario de la divinidad, donde solo los sa-cerdotes que poseían la iniciación podían pe-netrar (188). Allí era donde se recogían y guar-daban los secretos misterios del culto divi-no; allí donde tenían lugar las ceremoniasque jamás veia el pueblo, y cuya existenciaignoraba.

Dos altos pies, á manera de trípodes, sus-tentaban otras dos lucernas de barro, en for-ma de cruz de brazos iguales, con lucecillasen el extremo de cada uno. La aureola.detenue claridad esparcida por las oscilantesllamas, se perdía entre las sombras del os-curo recinto, en cuyos muros apenas si po-dian distinguirse los indecisos trazos de figu-ras inmóviles y rígidas.

Entre ambas lucernas, elevábase en elcentro un pedestal, y sobre él descansaba unapequeña Naos, cuyas paredes inclinadas mar-caban el oscuro velo que la cubría.

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XVM. 312. J. MÉLIDA-I. LÓPEZ.—EL SORTILEGIO DE KARNAK. 205

Thothmes alzó este velo con gravedad, yocultando su cabeza tras de los pliegues, en-tregóse á la contemplación de las maravillas,solo reservada á los que, como él, poseian laciencia sagrada.

Entre tanto Ari-ai-ta, como todas las no-ches, salió de su morada acompañada de Na-sika, y recelosamente acercóse hacia la ga-lería de los colosos, penetró en su oscuridady se detuvo ante la secreta entrada.

El Príncipe no habia llegado aún, y portanto Nasika comenzó á quitar las grapas dehierro que sujetaban la piedra de la disimu-lada puerta.

La joven miraba entre tanto á lo largo dela galería, pensando que pronto por allí lle-garía su amado; y en efecto, un hombre dis-tinguió en la oscuridad, que se acercaba,aunque muy despacio. Esto la hizo recelarfuera otro que el esperado, y cuanto máspróxima le veía más crecía su sobresalto, puesentre aquellas sombras, la figura del descono-cido, que sin duda se envolvía en oscuromanto, tenia algo de sombrío que jamás pu-diera hallar la joven e,u la de Si-Montu.

Dudaba si huir. Esconderse en la cripta,era delatar sus amores al desconocido; asique Ari-ai-ta resolvióse más bien por la fuga,cuanto hirió sus oidos, una voz que con hartatristeza pudo reconocer. Cantaba con tonoaterrador períodos cortos, prolongando lasúltimas frases con un acento melancólico yterrible. La voz decia así:

—«¡Oh terror, oh terror, oh terror!» «¡Elque trae la destrucción!» «¡El que está nutri-do por la impureza!» «¡El cocodrilo! ¡te ame-naza Ari-ai-ta!»

La joven, entre suspiros y sollozos, se aho-gaba, y tratando, en vano, de huir, vio quedichas estas palabras aquel hombre se acer-caba, siempre despacio; entonces anublósesu vista y cayó en brazos de Nasika, sin per-cibir apenas las nuevas palabras del desco-nocido, que decia:

—«¡Oh terror; Tcfnu lo dicel ¡Tu alma estáherida Ari-ai-ta; escóndete, escóndete! ¡Yo teamo, yo te protejo!»

Solo esta frase, que confusamente llegó alos oídos de la joven, la hubiera dicho que sehallaba ante el hombre perverso de Menfis, áno haberlo conocido desde un principio.

Haroeris, en efecto, envuelto en oscuromanto, era el que se acercaba con risa orgu-llosa hacia la infortunada joven, cuando ledetuvieron las siguientes palabras que par-

tían del lado opuesto de la galería, dichas convoz grave y solemne:

—«¡Oh, vosotros protegidos por Oms, el rec-tor de la región inferior! ¡La fulminante Paschsopla el fuego destructor sobre vosotros I ¡Elbañode fuego aguarda ya álos trastornados.»

Ari ai-ta ahogó un grito, cayendo al suelode rodillas, y apretando convulsivamente susbrazos á la cintura de Nasika, que llena deespanto procuraba sostenerla.

Habia reconocido en aquella voz la de suprotector el horóscopo. La fuga era imposi-ble, pues Haroeris la cerraba el paso por unlado y Tothmes por otro.

En cuanto al sacerdote, conoció la voz yhubo advertido la angustia de la joven, acer-cóse rápidamente tratando df. arrastrarlapara huir; pero no bien su mano nervuda es-trujó la convulsa muñeca de la joven, queésta dio un grito de angustia, y nuevamentela voz del horóscopo se escuchó más cerca 'con estas palabras:

--«¡Oh, vosotros que retenéis el aliento le-jos de Ra, yo os conjuro! ¡Vuestras almas es-tán aniquiladas: las tinieblas os rodean!»

Haroeris vio al horóscopo aproximarse, yprecipitadainentequisolanzarse hácialapuer-taque daba salida al patio; mas no bien se vol-vió, encontróse enfrente del etiope Abaktoka.Este habia sentido las voces del horóscopo, ysospechando que sin duda aquel hombre mal-trataba á la amada de su dueño, pues la veíaen el suelo, irguió sus hombros, cerró los pu-ños, y con brusco ademan se lanzó hacia elsacerdote; pero Haroeris recibióle con unfuerte impulso dado con todo su, cuerpo, contanta fuerza, que derribó al etiope algunospasos más allá, rodando á la vez por el sueloun objeto pequeño: Hareoris aprovechó estemomento para desaparecer bien pronto por elpatio y buscar asilo en las tinieblas de la salahipóstila. Nasika advirtió que el horóscopohacia una seña, y enseguida aparecieron mu-chos bultos en la puerta; mas, sin embargo,cobrando nueva fuerza en medio del sobre-salto, arrastró á su dueña háoia la entradade la cripta, y viendo que Ari-ai^ta se hallabadesvanecida, tomóla en sus brazos, y empu-jando con su espalda la puerta secreta logrócon un supremo esfuerzo esconderse en eloscuro corredor. -.'.'•>.

En electo, no se engañaba; Pahuri y susarqueros seguían ya al horóscopo, que soloconfusamente pudo advertir los movimientosde aquellos que él creía perversos.

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Al llegar vieron al etiope en el suelo. Es-taba con los ojos cerrados; alguna sangremanchaba el pavimento al lado de su cabeza,lo que le hizo exclamar al horóscopo:

—Este nahesu es la víctima del sortile-gio (189).

Le movieron, y él permaneció como inerte.Tothmes, en tanto que reconocía al escla-

vo, echó de ver el objeto que cayera cuandoel etiope fue derribado por Haroeris, y tomán-dole en sus manos advirtió era un papiro en-rollado y sujeto con cinta.

Sobre el papiro estaban trazadas las si-guientes frases:

«A la hermosa Ari-ai-ta, amada deHactor.»Sorprendido el horóscopo, meditó breve-

mente, y sin decir palabra, ocultando el papi-ro en su ceñidor, volvióse hacia Pahuri, queexclamaba: .

—Este nahesu vive aún.-Conducidle al templo, dijo Tothmes, y

ahora cumplamos los designios de Ra.--Sí, pues la madjáiu me aguarda oculta

en la sala hipóstila y Hekt y Chosoun nos pro-tejen (190).

Así diciendo Pahuri, se puso en marchacon Tothmes, seguido de sus soldados, mien-tras dos de éstos conducían al etiope haciaol templo de Osiris.

CAPITULO XV.

EL SOBRESALTO APARECE EN MEDIO DE LA NOCHE

NEFASTA.

Entre tanto, ¿qué era de Nasika y de su in-fortunada dueña? La esclava, al hallarse sinluz en el estrecho pasillo, sentóse apoyándo-se en la puerta misma para evitar fuese abier-ta ó advertida, y retuvo entre sus brazos á lapobre joven, que casi perdido el conocimientoen un principio fuese serenando poco á poco.

Con indecible ansiedad prestaba oido Na-sika sin escuchar nada.

¿Habrían sido ¿escubiertas por el horósco-po antes de esconderse? ¿Podría delatarles lalamparilla que junto á la puerta había queda-do? ¿'.Qué seria de ellas cuando salieran de suescondrijo? Tal pensaba la esclava, permane-ciencHo inmóvil y en silencio quo solo inter-rumpía los suspiros ás su dueña.

—¡Oh! ¡Las tinieblas! murmuró sobresalta-da A ri-ai-ta al recobrar el conocimiento. ¡Na-sika! ¡Nasikal

—Nada temas, señora; la servidora estácontigo.

—¿Dónde? dijo Ari-ai-ta en voz tan bajacomo la de su esclava.

—En la cripta; aparta el temor.—¡Apartarle! exclamó suspirando. No, no,

que el amado no ha llegado aun y está en pe-ligro si viene.

—Horus benéfico le será favorable. Pero yaviste á Abaktoka y nadie estaba con ól cuan-do le derribó ese hombre que ha quebrantadotu calma.

—Era el perverso, su lengua ha dicho queel impuro cocodrilo me amenaza y que Tefnudice está herida mi alma. ¡Oh! Desdichada esmi suerte; esas palabras predicen la destruc-ción en este dia, ol más nefasto de mi exis-tencia. Y la joven sollozaba con la más deso-ladora amargura.

—Disipa tu pena y déjame enjugar tu llantocon la orilla de mi vestido, replicóla esclava.¿Por qué el perverso te inquietó con sus pa-labras, que son falsas?

—Es servidor de la Divinidad y posee laciencia sagrada que enseña el destino de loshombres, dijo Ari-ai-ta con acento de profun-da tristeza.

—El favor de Isis llegará, replicó Nasika.—¡Que llegue el de su hijo querido á mi

amado! ¡Que no lleguen hasta él las amena-zas del cocodrilol ¡Que se mantenga puro enmedio de esta noche! ¿Dónde se hallará? Meangustia su falta, y yo le aguardaría hasta elrenacimiento de Horus; pero temo por mí.Salgamos á ver si Abaktoka aguarda toda-vía; el silencio nos rodea, pues nada se escu-cha; Nasika, ven, salgamos.

—Espera, no sea que el perverso hayavuelto.

—¿Y si nos sorprenden en este lugar? Si seacercan, huiremos; ven, sigúeme.

Con efecto, ambas se pusieron en pié y sa-lieron cautelosamente; el patio estaba desier-to y silencioso.

Cerró Nasika con las grapas de hierro, yescondiendo la lucerna, y ambas, cubriéndosecon los espesos mantos, caminaron hacia el-patio que comunicaba con la sala; pero lesdetuvo la sangre que manchaba las losas delpavimento.

—¡Oh! gritó Nasika encogiéndose para vermejor.

—Por Taauth (191) la diosa infernal, queAbaktoka ha muerto á los golpes del per-verso.

—Pero y ¿si Si-Montu se hallara solo? Bus-quómosle, dijo Ari-ai-ta cobrando energía en

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medio del terror que le producían los terriblespresentimientos evocados por Nasika.

Salieron al patio contiguo sin que en ól ha-llaran á nadie. No sin cautela, aunque la jo-ven quería ir más aprisa, llegaron hasta lasala hipóstila.

—No puedes hallarle en la oscuridad, dijola esclava, y si le llamas, tus voces adverti-rán nuestra presencia y seremos buscadaspor aquellos hombres que llamó mi dueño.

—¡Ah! No, déjame gritar.—Si dices su nombre, le descubres.Ari-ai-ta no contestó; la angustia que sen-

tía la dominaba por entero.—Ya sé lo que haremos, dijo vivamente

Nasika. Mira ese espacio que iluminan losrayos bienhechores de Aah; por ól atravesa-remos. Y si aquí se halla, nos verá. Y la es_clava, señalaba la nave central de la sala>alumbrada por la claridad á que dejaban pasolas inmensas columnas, más altas allí que enel resto del recinto.

Con efecto, así lo hicieron; pero fue envano, como asimismo las miradas investiga-doras de Ari-ai-ta, que se perdieron en la os-curidad, donde apenas se advertían los corpu-lentos fustes de aquella multiplicada colum-nata. La joven, no cansada aún, y sospechan-do que en aquel sitio debiera encontrarse suamado, recorrió todas las naves; mas tampo-co le halló. Al ñn salieron al gran patio cer-rado por dos extensos peristilos paralelos y elalto pilono que le daba entrada.

Al llegar á éste, sin nadie haber visto, sin-tieron voces que llegaban de fuera, gritos ra-ros y cada vez más próximos; se acercaroncautelosamente á la sombra del pilono y vie-ron un pelotón de hombres que á poca distan-cia cruzaban la ancha calle de esíinges mo-nolitas, emblema de Ammon-Ra. Bien prontocomprendieron lo que no sin temor estabanmirando: unos soldados conducían violenta-mente hacia el rio algunos hombres aprisio-nados que gritaban al ser frecuentementecastigados; Pahuri habia conseguido su obje-to con ayuda de Sati, la hábil madjaiú.

Atemorizada la pobre joven, mur-muró:—¡Ah! ¡No, será libre! porque el hijo de Fa-

raón no puede ser aprisionado ni herido.Después, cansada de buscar y recelosa de

ser vista, tornó a desandar el camino concautela, y cuando ya salían por la puerta la-teral de la galería de los colosos, sintieronruido en el patío; Nasika volvió la cara yllamó á la joven, que apresuraba el paso. Por

enmedio del patio cuatro arqueros conducíaná un etíope, colocado enmedio de ellos: le lle-vaban con los brazos atados por encima delcodo, detrás de la espalda, obligándole estapostura á marchar encorvado con la cabezahundida entre los hombros.

Nasika exclamó al verle.—¡Es Abaktoka! ¡Mírale! ¡Va prisionero!...Ari-ai-ta estremecióse al reconocer al

etiope, y corrió hacia su morada, seguida dela esclava.

Llegó, cruzó el pórtico, entró en el patio en-toldado, donde lucía una lámpara sustentadapor elegante trípode, y alzando un tapiz de laderecha, encontróse al fin en la reducidísimaestancia destinada al reposo, y donde habiaal efecto un lecho de madera; cuatro patas dechacal elevaban el colchón, que era rojo, y lacabeza de aquel mismo cuadrúpedo, talladasegún el gusto de los artífices egipcios, se le-vantaba en la cabecera, donde también habiacierta pieza en forma de media luna sosteni-da por un pié y tapizada asimismo de rojo,que era la almohada usual, cuyo lujo varia-ba, mas no su forma, destinada á abrazar me-jor la cabeza (193).

Junto al lecho habia un taburete de made-ra, y encima una caja. Ari-ai-ta sacó de aque-lla caja un collar de canutillos vitreos, de,cual pendía una placa con signos geroglíficos-era el amuleto contra el mal ojo, que se puso,quitándose antes otros collares que por ador-no llevaba. Nasíka luego aprontóse á quitar-la los brazaletes, la túnica de gasa y las pre-ciosas^sandalias. La joven quedó desnuda,mostrando su belleza, que la hacia compara-ble á las estatuas de Isis, solo que sus for-mas eran tan menudas como las de una niña,y su blancura estaba apenas velada por elcolor propio de su raza.

Recostóse en el lecho, y la esclava cubrió-la con una amplia tela de bien tejido hilo.

Tan- rendida estaba Ari-ai-ta, que el sueñobien pronto pesó sobre su cuerpo, imponién-dole la quietud de las tinieblas, semejante ála de las momias en el sarcófago; mas sinembargo, su espírilu estaba demasiado agita-do para que acallaran los temores angustio-sos y los presentimientos terribles, que aho-ra se presentaron cual fantástico sueño.

Creyó que llegaba, en su peregrinaciónpor la región inferior después de su muerteal Hades, y que allí se presentaron ante ella'de súbito las bestias monstruosas de que ha-blaba el ritual (195), y se precipitaron, dis-

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puestas á devorarla. Un inmenso cuadrúpe- jdo de hocico largo y orejas derechas, seme- ¡jante á un lobo ó jabalí jigantesco, mostrabasus fauces abiertas, haciendo resonar terri-bles ahullidos, mientras, elevado sobre susdos patas, quería con las uñas desgarrar á lapobre joven. Era el Set malhechor que se !mostraba bajo aquella repugnante y medro- jsa figura. Por otro lado, una serpiente larguí- isima y gruesa elevaba su cuerpo haciendosinuosas curvas que parecían hacerla ade-lantar de continuo: era la serpiente Mehen.Sus ojos brillaban con coraje, en tanto que sulengua roja y aguzada, cual flecha de arque-ro, serpeaba también amenazando herir á ladesdichada víctima, quien bien pronto advir-tió otro horrendo reptil, la serpiente Apofis,la implacable enemiga de Ra. El ardor de suboca indicaba las aniquiladoras tinieblas delcaos que amenazaban á Ari-ai-ta, la cual sedefendía con los brazos elevados sobre su ca-beza mientras los fieros monstruos lanzabansus golpes con desusado coraje. De prontoaparecieron nuevas serpientes tan repugnan-tes como las primeras, y arrastrándose íiáciala, joven silbaban extendiendo su lengua rojay arqueando su escamoso cuerpo. Otros cua-drúpedos la acometieron aún, presentandosus uñas curvas y lanzando salvaje grite-ría de mugidos sordos, agudos ahullidos óraros é indecisos sonidos, jamás escuchadospor la joven. Acreció su espanto hasta elpunto de creer que su cuerpo se doblegaba alsentirse presa del terror y los vigorosos ata-ques con que un rabioso y tremendo hipopó-tamo de abultado cuerpo, rugosas extremi-dades, ancho hocico y rasgadas mandíbulashi disputaba lleno de inaudito frenesí á losdemás monstruos.

Tal fue el espanto de la joven, que desper-tó sobresaltada, y al verse rodeada de la opa-ca aureola irradiada por la lucerna desde elcontiguo aposento, se amenguó la agitaciónde su turbada mente.

A la salida de Rá, Ari-ai-ta vio disiparsetan espantoso sueño y se tranquilizó pensan.do que los rayos bienhechores habían yavencido á la noche nefasta.

'vistióse con la ayuda de la esclava, y salióall patio entoldado.

De pronto alzóse un tapiz y apareció el ho-róscopo; la joven tembló recelando que suprotector la hubiese descubierto en la galeríade los colosos.

Tothmés avanzó lentamente, y dijo así:—Tu nombre hirió mis oidos en las tinie-

blas de la noche, le escuchó entre las fórmu-las mágicas. Pero yo te busqué y no pude ha-llarte.

La joven permaneció confusa.—¿Quién te engañó?—El engaño no llegó á mí, dijo la joven con

débil acento.—¿Quién es el perverso? repuso Tothntes

con voz firme.—VA enviado de Mennefer.—¡llaroeris! Pues por Osiris que pagará su

culpa.Ari-ai-ta, sobreponiéndose á su turbación,

quiso hablar, y al fin balbuceó:—Perdona ala desgraciada: yo iba al tem-

plo...—Ibas á esperar á tu amado, que no llegó-Al escuchar estas palabras del sacerdote,

la joven estremecióse espantada, y el llantocorrió por sus mejillas.

Tothmes continuó:Llegó solo el esclavo, lee; y alargó á la jo-

ven un trozo de papiro.Tomóle Ari-ai-ta, y reprimiendo su agita-

ción, pasó la mirada llena de ansiedad por elmanuscrito.

Decía asi:«A la hermosa Ari-ai-ta, amada de Hactor

envía salud su amado.»A1 renacimiento de Horus saldré hacia

Mennefer con los enviados del Khéta. Héaquí por qué, esta noche no puedo alegrartecon mis miradas, ni consolarte con mis pala-bras, ni escuchar tu voz, más dulce que es enlos labios la miel de la tierra de A_p.

«Que no te asalte el temor, ni el llanto hu-medezca tus mejillas. Los rayos de Ra ilumí-minan mi camino, y yo llegaré para volverpronto.

«Entonces tu padre llegará también, cesa-rán los peligros del enemigo que amenaza subarca, y yo diré que te amo en un día que serádichoso y para el cual faltan pocas jornadas.

»Tu recuerdo me acompañará. Tu formarenacerá de continuo ante mí, siempre her"moseada. Contemplaré tus perfecciones enmedio do la complacencia, y mi deleite seráverte siempre cual si me hallara á tu lado. Yate dije cien voces que tu faz es la de Hactor,tus cabellos los abismos celestes, tus ojos,siempre brillantes, los de Horus, y nunca loolvidaré.

»Que Isis noconsienta te inquiete la aflic-ción.

Te envía salud; tu amado.»Cuando terminó, el horóscopo dijo:

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—Es pqr acaso ese tu amado el joven Realhijo Si-Montu, cuyo servidor dijo ser el nahe.su que se halla en prisión?

—Sí, el es; ¡pero no le descubras, por losmisterios de Isis! murmuró la joven avanzan-do hacia el horóscopo en ademan suplicante.- —No le descubriré; mas dime, ¿te hirió lamano del perverso?

—No, porque huí.—¿Y no viste al nahesu?—Sí, cuando fue derribado por aquel hom-

bre nefasto.—Bien, nada temas, porque eres pura entre

'as protegidas de Hactor. Escúchame, te cu.brirás con amuletos y luego tomarás una ta-bla, pondrás sobre ella dos jarras con aguadel Nilo, dos con arena cogida en la riberaotras dos de aceite de cedro y otras dos devino; llevarás tu ofrenda al templo y proster-nada ante el altar del Señor de justicia, que-marás en el Anehir perfumado incienso (196).

Cumple la fórmula y serás libre del enemi-go, que ya no te amenazará, porque los sa-grados jueces le darán el castigo,

Y dicho esto, el horóscopo salió de la es-tancia.

CAPITULO XVI.

LA BIBLIOTECA DEL RAMBSEUM.

Aquel dia, Haroeris cruzó el rio encami-nándose luego hacia el Palacio de Faraón;atravesó sus patios, salas y galerías, penetróen la parte del Palacio reservada á la familiaReal y dirigióse hacia la gran Biblioteca, cé-lebre ya entre el sacerdocio del Egipto, porlas preciosidades que encerraba.

Encontró primero una sala espaciosa, cir-cuida de columnas, destinada á paseo del Rey,y después ofrecióse ante su vista la granpuerta de la Biblioteca. Decoraban su dintely la parte alta de las jambas doce preciososbajos-relieves, donde aparecía Ramses IIadorando álos personajes déla Triada Teba-na, Ammon, Maut y Khons: las inscripcionesgeroglíficas trazadas debajo, contenian unadedicatoria al mismo Sésostris. Veíanse, enñn. formando el friso de las jambas, á la iz-quierda, la imagen de Thoth con cabeza deIbis, el dios inventor de las letras, bajo cuyaprotección estaban colocadas las ciencias ylas artes; con la diestra tomaba el Kareh dis-poniéndose á escribir en la tableta sustenta-da por la otra mano, y un ojo trazado sobresu cabeza, era el emblema de la vista que ca-racterizaba á este dios, al que nada estaba es-

TOMO XV

condido. Al lado derecho Safekh (197), la dio-sa de los libros y de las bibliotecas, con toca-do y túnica, aparecía de perfil como Thoth mi-rando hacia la puerta, y encima una grandeoreja, indicando este signo que nada estabadesconocido al oido de la diosa.

Haroeris avanzó hasta la puerta, una decuyas pesadas hojas, empujada por él, diólepaso a la gran sala.

Numerosas columnas sustentaban la te-chumbre descubriéndose por los intercolum-nios dos grandes tableros de piedra, donde es-taban esculpidas en líneas verticales nume-rosas divinidades representadas por pequeñasfiguras, ya en pié, ya acurrucadas misterio-samente y cuyos nombres, trazados en gero-glíflcos, se extendían debajo. En otros bajosrelieves, estaba Faraón presentando sus ofren-das por orden sucesivo, ante Ammon, Maut,Ra, Phtha, Pascht, y algunas otras divinida-des (198) representadas allí con sus emble-mas y atributos.

Muchos cofres de madera, decorados configuras sagradas y misteriosos signos gero-gllflcos, donde se hallaban consignados losmás sabios principios de moral contenidos enlos libros de Thoth, ocupaban el centro de losintercolunios, alineándose también en largasórie, junto á los muros.

En aquellos cofres se guardaban los pre-ciosos papiros que Amenemans, el jele de losbibliotecarios del Rey (199), rebuscaba enaquel momento para presentarlos al Pontífi-ce Supremo, que, recostado en un diván, exa-minábalos y á menudo dictaba algunos trozosó epígrSÍes á su hiero granmata.

Estaba éste arrodillado sobre el pavimen-to, trazando con su kharsch, que mojaba fre-cuentemente en los tinteros de su paleta, nu-merosos signos de escritura hierática sobresu papiro. Khai, que también allí se encontra-ba, leía en voz alta, cuando entró Haroeris,lossiguientes epígrafes: «Capítulo para apartarel mal ojo.» «Lista de la dirección del templo.»«Libro de la protección del Rey en su mo-rada.»

Graves saludos se cambiaron entre lossacerdotes y el enviado. Luego éste se aproxi-mó á una mesa sobre la cual se veian nume-rosos volúmenes, arrollados muchos y otrosextendidos: de entre estos últimos, Haroeristomó uno, cuyos caracteres denotaban sinduda por la brillantez de su tinta, ser un tra-bajo en que los escribas habíanse ocupadopoco tiempo hacia con todo el primor de su

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arte. Al sacerdote parecióle cual si el mismoThoth, inventor de la escritura, hubiese tra-zado aquellos caracteres demóticos. Por al-gún espacio pareció concentrada toda suatención en la lectura del manuscrito; inasde pronto sintió pasos y alzó la cabeza.

V vio á Pahuri que, despojado de sus ga-las militares, vestía el calisiris sacerdotal,calzaba los tabtebs de papiro y lucia sobre sudesnudo pecho el pectoral de oro con la ima-gen de Osiris, entre sus collares de amuletos.

Los sacerdotes le recibieron con afectuo-sas palabras. Inclinóse ante él Haroeris y des-pués le dijo:

—¿Eres Pahuri el jefe de los arqueros deFaraón?

—Soy en efecto, contestó.—Por ventura estuviste en la batalla de

Kadeseh al lado de Su Majestad?—Junto á él me halló, como en toda la guer-

ra contra los Khétas.—Dime, exclamó Haroeris, todo cuanto re-

cuerdes de aquella victoria, que descrita estáen este manuscrito.

Tomóle Pahuri y dijo así:—¡Ahí es el escrito de Pentaur (200).—La

verdad resplandece en ól, corno Ra sobre nos-otros el dia de la victoria. He aquí, sabio en-viado, un admirable prodigio del poder divino.

Después Pahuri dejó el papiro sobre lamesa y habló así mientras Harocris le pres-taba atento oido.

—Rauser-ma-sotep en-ra se hallaba solo.Nadie estaba con él. Su ejército habia sidoengañado, porque dos traidores Sellaras (*)se presentaron á nosotros diciendo:

«Hemos sido conducidos á luchar con vos-otros por fuerza; nuestros jefes nos envíanpara revelaros los planes de los Khélas. Idhacia Alep y los hallareis.»

Mas como el ejército marchara hacia Alep,Faraón quedó solo con su guardia.

Entonces bajaron de las montañas y salie-ron de los valles los ejércitos enemigos: suscarros cubrían la faz de la tierra y sus vocesllenaban el espacio. Los arqueros de Sestesutuvieron miedo y el terror se apoderó de nos-otros. «¡Salvemos el soplo de nuestras vidasl»decíamos. Pero Ramsés gritó a los caballosde su carro y lanzóse al combate: el enemigono supo manejar las lanzas, fue torpe paraarrojar los dardos, y sus espadas se quebra-

(*) Jefes militares.

ron en el choque. Porque Ammon protegió ásu hijo Ramsés y ante su carro peleó.

Los arqueros escucharon las voces de Ses-tesu y se lanzaron á la lucha como leones deldesierto: Los Khétas fueron destruidos.

Aquellos caballos están alimentados conel mejor grano que produce la tierra de Ap yse les sirve ante la imagen de Ra, porque á ólestán consagrados.

Haroeris entraba en grandes deseos decontemplar los caballos que sintieron la ma-no del Rey el dia de tan gran triunfo.

En esto abrióse la puerta y entró un grupode sacerdotes que penetró en la sala: el ho-róscopo Tothmes venia el primero.

—Que Ma, la diosa de la justicia, os ilumine,dijo saludando el horóscopo y con gravedadcontinuó.

—Porque vuestros oidos van á escucharmis palabras, que os pondrán en quebranto yafligirán vuestro espíritu.

El asombro se pintó en los rostros de lossacerdotes denotando sus deseos de escuchará Tothmes, que comenzó así:

—Sabio Pontífice; dennu supremo de los de-signios de Ammon, escúchame. «Nutrirás tucorazón en los preceptos del hombre venera-ble tu superior (221):» así dice el Señor de laverdad, el poderoso Thoth.—En verdad te di-go, supremo herpa, que ha sufrido mi espíritu;porque algunos hombres han caido en el maly han obrado en su consejo perverso. ¡Afligi-dos se hallarán I ¿Quién los guiará en las re-giones del Amenti?

«Pues su inteligencia no sabe verdad y suslabios no podrán contestar á las preguntas delos jueces.

«El espíritu recto y el alma rodeados depureza, es solo lo que goza en las moradasdel Sahú.

—¿Qué dices?—Escucha, verídico Padre. Después de la

primera abluccion de la noche, subí al lugarsagrado para contemplar las eternas mara-villas de la ciencia divina. Aah recomo eltercer espacio de su carrera, los astros se-guian su curso natural. La quietud del Océa-no celeste fue turbada por los designios ma-léficos del espíritu de las tinieblas y la horri-ble Oms brilló con rayos siniestros. Quebran-tóse mi espíritu y retiróme al templo: levantéel velo sagrado y el Señor de justicia me fuófavorable.

«La influencia del rector del Amenti opri-mía á algunos de los seres nacidos sobre la

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tierra, y hé aquí que llamó á Pahuri y cami-namos hacia el lugar délos conspiradores.

«Yo sospechaba que allí se encontraríanlos desdichados; mas al llegar á la galería delos colosos sentí una voz cercana que cantabauna fórmula mágica anunciando el terror yla destrucción, pues «el cocodrilo, decia, ame-nazaba ala víctima cuya alma estaba herida,»y por fin exclamó así: «escóndete, escóndete;pero escóndete conmigo; yo te protejo.»

«Sin vacilar lancé mi conjuro; mas sentíruido y llamé á Pahuri.

«Juntos nos acercamos y un hombre yaciaen tierra: era un esclavo etíope de esta mo-rada de Faraón; mas nosotros vimos que lacongoja le dominaba y no podía hablar. Des-pués fuimos á poner en prisión á los conspi-radores.

—Lo sé, interrumpió Psar; Pahuri vino ámi morada y lo declaró así.

—El esclavo ha dicho que caminaba haciael templo cuando un sacerdote que huía letiró á tierra.

—¿Un servidor de la divinidad es el infame?—Sí, un sacerdote el que fragua engañoso

sortilegio. Escondido se halla; poro las raad-jaius le encontrarán.

Los sacerdotes rompieron el silencio guar-dado mientras habló el horóscopo, y diversosmurmullos se levantaron maldiciendo á losculpables con frases terribles, y Haroeris,que supo reprimir bien el sobresalto en que lepusiera la declaración de su crimen, no fuequien menos condenó el sortilegio.

El horóscopo le dijo á Psar, procurando noser oido de Haroeris:

—Que las madjaius escuchen mis palabrasantes de buscar al culpable.

CAPÍTULO XVII.

EL PROYECTO MALÉFICO.

El vestíbulo que unía el antiguo palaciode Meeris con el templo de Osiris en Karnakestaba iluminado por la luz tibia que penetra-ba á través de la cortina colocada en la puerta.

En aquella espaciosa sala nadie habia másque un sacerdote, sentado en un taburete demadera, quo permanecía encorvado en actitudsombría, con la vista fija en el suelo, y lacabeza sostenida por la mano derecha, cuyobrazo apoyaba en su rodilla: aquel hombreera Haroeis.

Tan pensativo se hallaba, que no habia re-parado su mirada en los 60 Faraones que en

series superpuestas aparecían esculpidos entres de los muros de la estancia, sentados ensus tronos, con las insignias reales. Al extre-mo de cada serie, el ReyMseris se prosternaljaofreciendo á sus antepasados las dignasofrendas colocadas en un altar entre él y laprimera figura (202).

La tenue luz acentuaba con débiles reflejosen la oscura piedra las figuras, inmóviles, re-posadas, severas, misteriosas, cual sumidasen místico sueño.

¡Reposo eterno de sus gloriosas jornadasen la tierra de Egipto!

En otra ocasión, Haroeris se hubiera re.creado al leer los nombres que se veían es-culpidos bajo cada una de las reales imáge-nes, pero nada de esto miraba, ni tampocootra cosa de la sala.

Una repentina ráfaga de luz le indicó quealguien había levantado la cortina y vio á lajoven Sati avanzar hacia él. La frente del sa-cerdote se arrugó y con tono enojado, dijo así;

—¿También en estas soledades te acercas áturbar mi contemplación?

—Aparta el enfado, sacerdote.—Dia nefasto es este en que llegas, y así, el

enojo hallarás, y no la alegría.—Quizá cuando me escuches no llames ne-

fasto á este dia.—No quiero que hables; de mi morada partí

porque deseaba el silencio y la soledad; lo hehallado, y solo una miserable mujer se atreveá inquietarme? Sal de esta sala.

—No sin que me escuches. Porque en tu mo-rada nd te halló, aquí vine. No me apartes detí, ó serás desgraciado, pues los designios dePasch te amenazan. Yo, sin embargo, puedodarte la vida.

—¿Pretendes engañarme?—No: si tú quisiste engañar á Ari-ai-ta por-

que la amas,, sabe queyo.no puedo engañarteporque te amo!

—¿Que dices? Interrumpió el sacerdote po-niéndose en pió alterado, al vislumbrar queSati conocía su secreto. Esta, fingiendo nohaberle entendido, continuó:

—Sí, Haroeris, aquella mujer de cuyo amorte habló, lióla aquí: y arrodillándose abrazólas piernas del sacerdote, diciendo con íntimoaconto de ternura, mientras una oculta ale-gría se pintaba en sus ojos.

—La visita del amado me sorprendió enmedio del sueño y los celos me entristecieronen medio del dia luminoso. Desgarré mi ves-tidura en la desesperación, y el llanto hume-

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212 REVISTA EUROPEA.—5 DE MARZO DE 1880. NÚM. 312.

deció mis mejillas cuando estuve afligida.Hermoso te he hallado en la t ierra de los hom-bres: yo te amo, Haroeris. La verdad e s t á enmis palabras, y porque veas no te engaño, tediré que yo soy la madjaiu, que te vio cuandohuias por la sala hipóstila; porque allí aguar -daba yo á los arqueros p a r a guiarlos has ta ellugar donde se ocultaban los conspiradores.Te diré, además, que me ha enviado el horós-copo á vigilar tu sueño, pa ra arrojar m a ñ a n alos arqueros sobre tí y acusar te como fragua-dor del sortilegio ante los sacerdotes que danla justicia en la t ierra de Ap.

—-Set te confunda, exclamó el sacerdoteahogado por la ira, dando un paso haciaa t r á s . Sati se extremeció, púsose en pió, ydijo así:

—Que tu maldición no me aniquile. Te hebuscado para decirte que huyas, y solo quieroque me lleves contigo. Yo dispondré la barcasalvadora y durante el reposo de la noche yomisma, si no quieres barquero, te pondré ensalvo.

Haroeris hizo un gesto como dando á en-tender lo débil de aquel proyecto. Sati lo en-tendió así, y:

—¿Crees que mis brazos, dijo, son débilespara manejar el remo?

—Eres torpe, pobre mujer; si eres madjaiu,no eres muy sagaz. Huiria esta noche y mesorprenderían mañana los arqueros de Fa-raón.

Sati calló medio avergonzada.Al cabo de un espacio de silencio, Haroeris

se aproximó á ella, y apretándola una muñe-ca, exclamó:

—Dime, ¿sabe el horóscopo que soy yo elculpable?

—Sí, me ha dicho tu nombre.—¿Lo sabe algún otro?—Nadie sino él, que intenta revelarlo pre-

sentándote en el tribunal.—Entonces, por Set y sus infames secuaces

que habitan en el fondo de las aguas , que na-die lo sabrá, dijo el sacerdote con voz sorda yagitado por la i ra que le dominaba.

—¿Qué intentas? balbuceó la joven.Pero Haroeris, sin contestarla, dijo entre

dientes, con la mirada fija en el suelo.—El nahesu que es tá preso me viól—Nada temas de él, contestó Sati, en mi

presencia le interrogaron golpeándole l as es-paldas y dijo que le había derribado un sacer-dote, pero ignora tu nombre.

—¿Es cierto? preguntó Haroeris, mientras

sus pupilas tornaban á encenderse con sinies-tro fuego.

—Por Thoth! que la verdad es tá en mí, dijola joven.

Y en silencio, su mirada y la del sacerdoteno se apar taron la una de la otra por algúnespacio.

Al fin Sati se inclinó acercándose hacia elsacerdote, y le dijo:

—He visto tu pensamiento, como mi imagensobre las aguas cuantas veces me acerco á laorilla del Nilo.

Calló breves momentos el sacerdote, ó in-mutado palideció insensiblemente.

—Yo puedo salvarte cumpliendo tus desig-nios.

--•No los conoces.—Yo te digo, sacerdote, que antes del rena-

cimiento de Horus, Tothmes permaneceráinerte y paralizado. Será el Osiris que bajemás tarde al emisferio inferior.

Entonces tú,obligarás á Ari-a i - taáseguir-te, y serás libre; más si eso quieres, yo quie-ro que me ames!

Un corto espacio silencioso siguió á es taspalabras .

El sacerdote estaba confuso: Sati prosi-guió.

—Haroeris, yo quiero que contigo me llevesá tu región, aunque lleves también á la espo-sa; que me visites en el gyneceo (203); que ro-dees mi cuello con tus collares; que mis oidosescuchen alabanzas de tí; que el calor de tusbesos encienda mis mejillas. Yo cubriré tucabeza con el loto y la acacia, yo ver teré losperfumes del cinamono sobre tu cuerpo, yoté daré á beber el vino de Kaken y te harégus ta r los higos de sicómoro que para tí es-coja. El sonido de mi arpa te a legrará y miscanciones te t r a spor t a rán al Sahu. Pero estoha de ser si me amas , si no, seré la madjaiuque decidirá tu prisión para la nueva jornada.

—-¿Y tú te a t reves sola? murmuró Haroeristomando las manos de Sati, y.acercando surostro al de la joven.

—Sí.

—¿Nada se sabrá?—Será desconocido este plan, como los mis-

terios de Isis.—Ve entonces, y si así lo cumples, por Osi-

ris te juro que has de ser la sola amada en lomás apar tado de mi gymneeeo.

Luego el sacerdote, acercándose á ella, se-paró los rizosos mechones que velaban el ros-tro de Sati, y la besó en la frente y en los la-bios y en las mejillas.

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NÚM. 312. .1. FASTENRATH,—EL KOLNER, 213

La joven se sintió dichosa, arrebatada enéxtasis de amor, y lágrimas de ternura baña-ron sus grandes órbitas, en que se destaca-ban las negras pupilas con miradas llenas depasión; sus gruesos labios dibujaron una son-risa enajenada.

—¡No llames nefasto este dia en que Hactornos favorecel ¡Tus besos son como la mielrecogida en el bosque! ¡Yo te amo Haroeris!

—¡Set te guie!—Nada temas, que el áspid está entre las

hojas de la orilla y su boca es ardiente comola de Apa/.

—El amado te aguarda en su morada, dijoel sacerdote.

Satí miróle por última vez y salió de la saladirigiéndose, luego que estuvo fuera de Kar-nak, hacia la orilla del Nilo.

J. MÉLIDA-I. LÓPEZ.

(Continuará.)

EL KOLNER MANNERGESANGVERE1N.

(UNIÓN COBAL DE COLONIA.)

Apenas habían resonado las últimas no-tas del concierto que como magnifico rematede la memorable campaña de la caridad em-prendida por la prensa alemana el KólnerMánnergesangoerein (la esclarecida Union eo-ral de Colonia) dio el 18 de Enero de 1880, ábeneficio de los inundados de Murcia en unasala que el Ayuntamiento ofreció á titulo pu-ramente gratuito, en el explóndido local delGürzenich, sobre cuya alfombra las lindascolonienses trazaron tantas veces con lospies tres palabras que comprendían la poesíade la vida: juventud, hermosura, amor; perodonde entonces se desencadenó una tempes-tad de aplausos, y donde yo no aplaudía, llo-raba, conociendo las grandes simpatías queEspaña tiene en el público de Colonia, mere-ciendo los cantantes enhorabuena así por sucantar incomparable, como por su caridad, yprestándose á cantar también una distinguidacompatriota rnia, la señorita María Sartorius,cuyas notas se cernían sobre el conjunto demasas de voces, é instrumentos con una bri-llantez que daba grandísimo valor a las piezasconcertantes, me propuse ofrecer á los espa-ñoles un rápido resumen de la.historia de aque-lla Union de aficionados, que más que aficio-nados son verdaderos artistas, que tuvieronpor admiradores á las primeras celebridades

artísticas del mundo: Rossini, Meyerbeer,Halevy, Adam, Berlioz, Rachel, Jenny Lind yRoger, al poeta Enrique Heine, á los alema-nes Marschner, Silcher, Reichart, Rietz, Abl,Hiller, y que tienen por socios de mérito almaestro italiano.de la edad de oro, Rossini,y á Verdi que con sus preciosas melodías ar-monizó al Trovador de aquel joven que en lanoche del 1.° de Marzo de 1836 de un pobre ydesconocido soldado, se hizo un poeta emi-nente: García Gutiérrez.

El Kólner Mánnergesangoerein, tan queridoy festejado por los colonienses por ser maes-tro en el arte de cantar, por ser el intérpretemás admirable y perfecto del sencillo y popu-lar canto alemán, ese profundo lago en quese reverbera el sol, ha consolidado su repu-tación y afirmado su éxito en el extranjero,ha dejado indeleble memoria en el público yen los Dillettanti de Inglatei'ra y Francia, yEspaña, el país clásico de las alegres músicasde las estudiantinas y comparsas, ha de otor-gar también títulos de nacionalidad á aquellaunión que, escribiendo en su bandera la pala-bra caridad, llevó la rica ofrenda de su con-curso á los infortunados murcianos, afligidospor un terrible desastre, y que en el espaciode veinticinco años ganó más de 53.000 tha-lers, en pro de los pobres de todas las confe-siones y de los templos del Señor, cifrandosu orgullo en contribuir con los productos desus conciertos á enjugar millares de lágrimas;á reconstruir ciudades enteras destruidaspor el fuego; á derramar torrentes de oro en .los campos desolados por las inundaciones;á llevar á cabo la catedral de Colonia; á res-taurar las iglesias de San Martin, de SanCuniberto y de Santa Úrsula, de la metrópolirhiniana; á levantar en la misma ciudad lanueva iglesia de San Mauricio; á construirsuntuosas iglesias en Wiesbaden y Worms.El secreto del éxito inmenso alcanzado en elmundo musical por unos cien aficionados co-lonienses que, ocupando puestos eminentesen el templo del arte, se distinguen sobretodo por el cantar suave, fino y elegante,por la interpretación delicada de las cancio-nes amorosas, tan dulces como las aurasprimaverales, no desdeñando por eso los vi-gorosos cantares patrióticos y bélicos, loscantaros báquicos, las canciones del bosque,las de los tiradores y de los apasionados dela gimnasia, consiste, además del nobilísi-mo lema ¡Lo bueno siempre por medio de lobello! que han realizado siempre, con la activi-

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214 REVISTA EUROPEA.—5 DE MARZO DE 1880. NÚM. 312.

dad sin igual, con el entusiasmo por la músi-ca, con la dirección insuperable y con la abne-gación sin segundo que los llena á todos, á losdirectores y á los miembros. La Union coralele Colonia, tan rica en voces extensas, agra-dables y bien manejadas, .que prestan ungran relieve á las piezas concertantes, tieneose algo que seduce y entusiasma á los pú-blicos inteligentes, que se siente, pero que nose, explica; y mientras reine sentimiento ale-mán y amor al arte en los corazones ar-dientes de los hombres; mientras brote el tor-rente del entusiasmo puro á lo bello y á losublime, encontrará el cantar alemán repre-sentantes que arrebaten á la juventud entu-siasta y produzcan un efecto mágico en laedad madura. Merced al éxito colosal delKi'ilner Mánnergesangverein, esa piedra angu-lar del arte germano, la afición al cantar hapenetrado en los pueblecillos más pequeñosde Alemania, y las comarcas germanas lasestán animando ya millares de fiestas delcanto.

A. principios del siglo actual no habia enlas ciudades mayores de nuestro país sinoescasas reuniones llamadas Liedertafeln, quese dedicaban á animar su cena frugal con uncantar para beber. Pero de ordinario aque-llos cantares no eran más que hijos del mo-mento, careciendo de la importancia de obrasdel arte, y el cuarteto no fue cultivado sinoen las serenatas.

Uno de los primeros que crearon compo-siciones que se prestaban para el lucimientodel coro de hombres, fue Conradino Kreuizer,á quien siguieron Zelter, Truhn, Zóllner yMothfessel. En Colonia no habia más queuna Liedertafel, que como representante delcuarteto dejó que desear muchísimo, cuando,bajo los auspicios del señor Gaspar Krahe,se constituyó e¡ 27 de Abril de 1842 el KólnerMannergesangoerein, que al dia siguiente eli-gió por director perpetuo al organista de lacatedral, mi distinguido maestro FraneiseoWeber, que no se contentaba con que sus can-tantes tuvieran voz; era preciso que estedmn de la naturaleza estuviera educado, per-feccionado, pulido hasta el punto do que re-sa.ltase el desiderátum de los compositores ydesl público. Merced á Weber, lá Union coral<lc?, Colonia podría rivalizar hasta con un coroile; instrumentos respecto á la sonoridad y ála fuerza. \Q\ié Jbrtissimo tan peregrino! ¡Quépi•anissimo tan admirable y qué seguridad yarte tan grandes en todos los matices! ¡Qué

colorido y qué acentuación tan dignos deaplausos, qué efecto dramático de la expre-sión! ]Qué unión tan artística de las vocesformando una verdadera unidad animado porun sentimiento entrañable! El Mánnergesang-verein tenia solo dos años de existencia cuan-do el 7 de Julio de 1844 salió airoso de un cer-tamen con la Soeiedad de Melómanos de Gante(Flandes), y lauros aún más ricos recogió enel certamen que se celebró el 24 de Setiembrede 1845 en Bruselas, contribuyendo aquelloscertámenes poderosamente á estrechar loslazos entre ambas Naciones. A aquel certa-men siguió el 14 y 15 de Junio de 1846 una in-ternacional solemnidad musical que se cele-bró en Colonia bajo la dirección del directorgeneral de música Mendelssóhn-Bartholdy,concurriendo 2.304 cantantes. Los mismos ho-nores que él Mánnergesangverein habia con-quistado en Bélgica los conquistó también enAlemania triunfando en un gran certamen deDusseldorf celebrado el 20 de Mayo de 1850, yuna serie inaudita de triunfos, entre los cua-les mencionaremos el de Ambares, obtenidoel 16 de Agosto de 1851, le conquistó el renom-bre envidiable del coro más eminente de G-er-manía, aumentándose cada año con páginasbrillantes su Crónica, cuyo primer tomo es-crito por el Sr. Eisen salió en 1852, publicán-dose quince años después el segundo, debidoal Sr. Krake.

La primera expedición que los coloniensescomo argonautas modernos emprendieron enJunio de 1853 á la capital de Albion para con-quistar un vellón de oro, para proporcionar eldebido renombre al cantar alemán y á susmaestros Conradino Kreutzer, Mendelssohn-Bartholdy-Kücten, Reissiger, Klein, Otto,Zóllner, Ries, Lachner, Schneider, Reichardt,Hiller, etc., formará época en los anales deColonia, verificándose el primer concierto enLondres el 7 de Junio. En todos los conciertoslos colonienses cumplieron como cumplen losartistas de su talla y reputación. No se havisto en Inglaterra una ovación tan ruidosa,tan espontánea y tan universal como la obte-nida por mis paisanos. iQuó tiempo tan her-moso en que los artistas alemanes y france-ses, sabiendo que los artistas todos hablanuna lengua común de la humanidad, se abra-zaron como hermanos, en que la Union coralde Colonia tributó sus homenajes á la granRachel, que á la sazón se encontraba en Lon-dres, y en que entre lo más selecto y encan-tador que ofreció el Mánnergesangverein, flgu-

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NÚM, 312. J. FASTENRA.TH.—EL KÓLNER. 215

raba una eanzonetta española que cantó el se-ñor Du Mont-Fler, prestándose admirable-mente á interpretarla su cantar de buena ley,su voz excepcional en los registros graves!Como poeta y orador, tenia la Union á su ladoá su socio de mérito Rodrigo Benedix, encuanto á su ingenio el Bretón de los Herre-ros, y á su bella presencia el Ayala de Ger-mania. El florón más hermoso en la coronade distinciones obtenidas por los colonionses,fue la que les dispensó la Reina de Inglaterraregalándoles un dorado cántaro de plata, enmemoria del brillante concierto que dieron enBuckingham-Palace el 20 de Junio. Muchassociedades alemanas y extranjeras felicitaroná los cantantes colonienses, y la Direccióndel Central-Dombaitvarein escribió en sus ana-les los nombres de los 80 cantantes, que conlos productos de sus conciertos en Londresenriquecieron con 500 libras esterlinas ó 3.350thalers los fondos de la catedral de Colonia.Aquella expedición tan fructífera la descri-bieron el doctor Ernesto "Weyden y el profesorBischoff.

La segunda expedición á Londres, veri-ficada en Mayo de 1854, proporcionó los ho-nores más distinguidos á toda la Sociedad,y especialmente á los cantantes Du Mont-Fier y Andrés Pütz, cuyas canciones fueronun modelo de perfecta ejecución, recordandoá los ingleses tiempos felices para los aficio-nados al bel!, canto. Y á su regreso de Londres,Breadford, Manchester, Liverpool y Lille pu-dieron entregar 1.000 libras esterlinas ó 6.566thalers á la Sociedad fundada para llevar ácabo la gran empresa patria, la construcciónde la catedral de Colonia.

Obtuvieron un triunfo legítimo también enParís, á donde salieron en Setiembre de 1855con motivo de la Exposición universal, sien-do colmados de elogios por Meyerbeer, Ha-levy, el Príncipe de la Moscowa, hijo del ma-riscal Ney, que se distinguió como composi-tor, y por el Néstor de los compositores, Ros-sini, que después de haber escuchado la pre-ciada eanzonetta española y otros cantares,exclamó sumamente satisfecho: «Voilá lapremiére musique depuis dix ans j'ecouteavec plaisir.» Las melodías con que Silcherarmonizó aún más, si cabe, las preciosas can-ciones de Heine, arrancaron lágrimas á éste,que estando paralizado ya desde hace años,tuvo el gusto de saludar á sus ' compatriotasdesde el lecho de sus dolores.

Por fin el 4 de Octubre los campeones es-

forzados del cantar alemán se vieron distin-guidos por una salva de aplausos en el suelohistórico en que los Gluck y Piccini haciaochenta años se habian disputado la palma, yen que en nuestro siglo los Spontini, Rossini,Auber y Meyerbeer habian recogido sus lau-ros más hermosos en la Grande Opera. Elhijo de la Reina Hortensia, la compositora dela canción Partant pour la Sijrie, el Empera-dor Napoleón III, honró á nuestros artistasdos veces con una invitación á Saint-Cloud;pero esta habia llegado tarde, pues ya tenianque despedirse de la capital que en nuestrosdias vio los triunfos de la estudiantina espa-ñola.

No habia ninguna fiesta en Colonia que noembelleciese el cantar del Münnergesangve-rein, mientras la mayor parte estaba toda-vía en París; los que habian quedado en laPatria cantaron el 3 de Octubre de 1.855 anteel Rey de Prusia Federico Guillermo IV, conmotivo de la inauguración del puente nuevodel más hermoso rio alemán.

Nuestra Union hizo más todavía: saliópara Berlin para ofrecer sus respetos al Rey,y tuvo la honra de cantar en la Isla de Már-mol del Palacio de Sanssouci, siendo agracia-da con la medalla de oro.

Seria prolijo detenernos en la tercera ex-pedición á Londres, que se verificó en Mayode 1857, honrando á nuestros cantantes, nosolo la Reina Victoria, sino los Duques deWellington. Ya habia brotado en el suelo bri-tánico la semilla sembrada por el Mánnerge-sangvet^in para gloria del cantar teutónico,que despierta hazañas altísimas, que derra-ma el bálsamo en las almas henchidas deamargura, y que lleno de encantos produceel mismo efecto á las orillas del Támesis y delSena que á las orillas del Rhin.

Aquella canción patriótica que los solda-dos alemanes llevaron á Francia en la guer-ra de 1870, y que se titula La Guardia delRhin, la cantó con sumo .aplauso el M&nner-gesangoercin el 17 de Febrero de 1859 en unconcierto del Gürzenich, cuyos productoscontribuyeron á comprar la casa deMarbach,en que nació el gran poeta nacional de losalemanes, Federico Schiller.

El Miinnergesangncrein honró con sus can-tares también la memoria de sus queridosmuertos: en la tumba de Juan Miguel José DuMont-Ficr, eí maestro en el oratorio y en lacanción sentida y delicada; el cantante inimi-table de la eanzonetta española de Reichardt,

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que falleció el 30 de Julio de 1859, resonaronlas canciones de los que lloraron la pérdidade su compañero en el arte. Poco tiempo des-pués, el 30 de Agosto, la Union habia de -vol-ver á dedicar cantos fúnebres á la memoriadel compositor de Tubinga, el profesor Fede-rico Silcher, y el 20 de Enero de 1861, tributóen la gran sala del Casino un homenaje depiedad al nobilísimo Rey Federico Guiller-mo IV, muerto el 2 de Enero del mismo año.Kl 25 de Agosto acompañó á la última moradaal generoso fundador del nuevo Museo deColonia, Juan Enrique Richartz, y el 1.° deJulio celebró con sus canciones la inaugura-ción de aquel espléndido templo del arte.

El Rey Guillermo I, que el 15 de Setiembrede 1861 se deleitaba con las canciones de loscantantes de Colonia, se dignó el 3 de Octubreaceptar el patronato de nuestra Union coral,que el 16 de Mayo de 1865 tuvo la satisfacciónde cantar en presencia de su augusto pro-tector, con motivo de la inauguración del mo-numento que habia de erigirse en Colonia enhonor de Federico Guillermo III.

Hace pocos años, el Mannergesangoereinacompañó á la tumba á su benemérito direc-tor Francisco Weber, cuya memoria vivirásiempre en los corazones colonienses.

Es sabido que Colonia, que honra á sushijos predilectos, es la ciudad clásica del Car-naval; y si mi amigo Alfredo Escobar dice:«Si hay algo superior al Carnaval de Veneciadescrito por Byron, es el Carnaval de Romadescrito por Goethe,» añadiré yo que merece-ria descripción detallada el de Colonia, á queel mismo Goethe profesaba simpatías. Parteno escasa en el Carnaval de Colonia siguentomando los miembros del Mánnergesangve-rein. Mencionaremos la opereta RiehmodisVon der Adueht, por Fariña, y el Trotadorde Federico Hoenig, que se estrenaron en losdías alegres en que el Carnaval dejaba oirel ruido de sus cascabeles. ¿Quién negará quela Union coral de Colonia, que nos hizo gozartantas veces, que ya ha enjugado tantas lá-grimas y entusiasmado dos generaciones, nosea acreedora á que la consagremos un re-cuerdo de gratitud? Póngase, pues, este ar-tticulo en mi Walhalla, como justo tributo deimi admiración.

JUAN FASTENRATH.

Colonia 15 de Febrero de 1880.

BEETHOVEN.

(Continuación.)

V.

LA CUARTA SINFONÍA.

Pasados los primeros momentos de dis-gusto, Beethoven sintió necesidad de dis-traerse, para lo cual partió á principios delotoño de 1806 á Hungría, donde fuá á pasaruna temporada con su amigo el Conde Bruns-wick; de allí fue á Silesia, en las cercanías deTroppau.

«Beethoven, dice Esteban de Breuning, seencuentra actualmente en los dominios delConde Lichnowski, donde piensa permane-cer hasta fines del mes de Octubre. Su posi-ción es bastante precaria, porque su ópera noseejecutasinopocas veces, gracias á las intri-gas de sus enemigos, y le ha producido muypoco. Su situación de espíritu es generalmen-te melancólica; pero á juzgar por sus cartas,la vida del campo contribuye á mejorar la si-tuación violenta de su ánimo.»

Ls pecuniaria no era de las más brillan-tes. Fidelio no le produjo más de 200 florines,y parece cosa averiguada que para empren.der el viaje hubo de pedir dinero á su herma-no Juan, farmacéutico muy acreditado enLinz.

Corta fue su permanencia en la casa decampo del Príncipe; por una de esas rarezastan comunes y propias del carácter de Bee-thoven, se decidió á abandonar un sitio don-de hubiera concluido por restablecerse, moraly materialmente.

Instábale el Príncipe una tarde para queimprovisara en el piano; pero Beethoven, quenunca quiso violentar la imaginación, se ne-gó en absoluto á satisfacer los deseos delPríncipe Lichnowski. Este, algo incomodadopor la resistencia del maestro, le apostrofócon cierto calor, asegurándole, en bromapor supuesto, que emplearía sus derechosseñoriales y que le enviaría á la cárcel. Bee-thoven, que, como hemos dicho en otra oca-sión, era muy crédulo, se figuró que el Prín-cipe iba á cumplir la amenaza, y sin consul-tar con nadie su proyecto, por la noche seescapó de las posesiones del Principe, y enTroppau alquiló una silla de postas, que sindescansar le condujo á Viena.

A pesar de las vacaciones, no olvidó sus

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NÚM. 312. V. WILDER.—BEETHOVEN. 217

trabajos, y cuando salió de casa del PríncipeLichnowski todos sus deseos se resumían enreanudarlos y ganar el tiempo perdido du-rante su estancia en el campo. En su saco deviaje llevaba la sonata, obra 57, conocida porla Appasionata, título con que la presentó eleditor al público desatinadamente, siendocomo es su estilo amplio y majestuoso. Estasonata llegó á Viena mojada como su autor,por un fuerte aguacero que cayó durante elcamino. Debemos la noticia á Bigot, maridodéla célebre pianista alsaciana.

«Si no recuerdo mal, dice Bigot, á fines deSetiembre de 1808 (léase Octubre de 1806>cuando Beethoven volvió á Viena después dehaber pasado algunas semanas en las tier"ras de M. Lichnowski, en el caminó le sor"prendió una tempestad, y el agua que caía ácántaros traspasó su maleta, donde iba la sonaia en fá menor que acababa de componer.

»En cuanto llegó vino a vernos, y riéndosenos enseñó la sonata, que aun estaba mojada.Mi mujer empezó por hojearla; pero tanto lesorprendieron las combinaciones y efectos deaquella obra, que instintivamente se pusoá tocarla en el piano. Beethoven, distraídocon la conversación, no se volvió á ocupar dela sonata; pero al ver á mi mujer mano ámano con las correcciones, raspaduras y bor-rones del texto original que iba á llevar aleditor, se admiró no poco de la facilidad conque salvaba los obstáculos de lectura y eje-cución. Madame Bigot, al concluir la sonata,suplicó al maestro le regalase el manuscritooriginal, y así lo hizo Beethoven en cuantoconcluyeron de grabarla (1).»

Era María Bigot, en efecto, aficionada co-mo hay pocas: elogíala Fetis mucho al contarla primera entrevista que con ella tuvo el au-tor de la Creación (2).

Haydn, cuando hubo terminado la ejecu-ción de una de sus sonatas, se arrojó en susbrazos exclamando:

«¡A.h, querida hija, no fui yo quien inven-tó esa música; vos la acabáis de componer!»—•Y en la obra de Haydn que habia tocado, es-

(1) Esta anécdota se encuentra contada del modo quelo liemos hecho por el mismo Bigot, en un ejemplar im-preso de la Appasionata, que posee el pianista compositorMortier de Fontaine.

(2) María Kiene nació en Colmar el 3 de Marzo deH86; se casó en 1804 con M. Bigot. A la edad de 20 añosora reputada como una de las primeras aficionadas de laépoca: en 1809 se trasladó con su marido á París, dondemurió el 16 de Setiembre de 1820.

cribió éste: «Z?¿ 20 de Febrero de 1805 JoséH a y d n f u e f e l i z . » . . . • • •

El talento de Mme. Bigot no sorprendiómenos á Beethoven que á su ilustre rival. Undia que tocaba una de sus sonatas: «No eraese el carácter que queria d a r ^ m i pieza, ledijo; pero el que vos le dais me agrada más.»

La fascinación ejercida por esta eminenteartista sobre el genio de Beethoven fue tal,que su amistad llegó á ser estrechísima, has-ta el punto de dar origen á murmuracionescalumniosas (1).

A l a misma clase de inspiración que laAppasionata pertenecen los tres cuartetos dela obra 59, dedicados al embajador de Rusiael Conde de Rasoumoffsky. Pocas composi-ciones de Beethoven fueron menos aprecia-das al principio que estos tres cuartetos, enlos cuales el maestro intercaló ingeniosa-mente muchos temas populares rusos parahonrar al opulento hombre de Estado queaceptó el homenaje de aquellas singularescomposiciones: «tercera generación del cuar-teto, dice Lenz, como Haydn representa laprimera y Mozart la segunda.»

Cuando los músicos de la sociedad Schup-panzigh, amigos de Beethoven, familiarizadoscon su estilo, descifraron por primera vez elcuarteto en fá, no pudieron contener la risa,creyendo que Beethoven se burlaba de ellos.

El compositor Gyrowetz, que vio com-prar á un amigo suyo este cuarteto, le di-jo: «Echáis el dinero por la ventana.» Porúltimo, Lenz cuenta que cuando en 1812 seejecutó por primera vez el cuarteto en fá enlos salones del Conde Soltikoff, en Moscou,Bernardo Ronberp;, el primer violinista de suépoca, tiró la partitura al suelo y la pisoteó,para demostrar cuánto le indignaba haberempleado su talento en semejantes desvarios.

La obra capital de Beethoven del ano 1806es la cuarta sinfonía, acerca de la cual sola-mente sabemos que cuando el ma^es^ro decidióol plan de la en SÍ bemol, habia bosquejado yala en dó mayor, y que desdé entonces se de-dicó por completo á la composición de aque-lla. Extraña mucho más esto, si se tiene encuenta que la cuarta epopeya musical difierepor completo en su estilo de la conocida bajoel-nombre de Heroica. Más p.irece que conella volvió al de la segunda. •. "

(1) A propósito de esto escribió el maestro una cartacuriosísima, que los biógrafos alemanes no han encon-trado. La posee M. Mauzin, y hay un corto extracto enfacsímil» en la Biografía de Bicthovtn, de Barbedette,publicada por «1 Menestra.

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218 REVISTA EUROPEA.—5 DE MARZO DE 1880. NÚM. 312.

«El carácter de esta obra, diceBerlioz, esvivo en general, despejado, alegre, é impreg-nado de celeste dulzura, si se exceptúa eladagio lleno de vaguedad que sirve de intro-ducción á la primera parte.»

En esta introducción se adivinan las per-plejidades y dudas del maestro. Aunque alprincipio los instrumentos de viento, dis-puestos en oeta.vas, sostienen el si 6emoZ porespacio de cinco compases de compasillo nodeclaran sin embargo el modo por que va ádecidirse el maestro.

El movimiento melódico délos instrumen-tos de cuerda,parece indicar que se inclinamás al menor que al mayor. Al llegar á lostres últimos compases de esta introduccióny en el allegro vioaee, se fija la tonalidad ensi bemol mayor. Cualquiera diria que el maes-tro, al umbral dé su obra se preguntó: «¿Con-vendrá decir al mundo el secreto de mis an-gustias? ¿Conseguiré olvidarlas, aturdiéndo-me en la locura?» Y semejante á Fígaro seechó á reir, para no encontrarse obligado állorar.

La nueva escuela alemana, no da muestrasde hacer gran1 caso de esta sinfonía. A pesardel encanto de las melodías y de la graciadel ritmo, dice M. Nohl, y de la perfección desu factura, y especialmente de la instrumen-tación cuyo progreso se advierte sin dificul-tad, esta sinfonía no ejerce acción sobre elespíritu, porque como las otras grandes crea-ciones de Beethoven, no contiene idea al-guna nueva y poderosa. -

Si la sinfonía en si bemol no se eleva tan-to como la mayor parte de sus rivales, sinembargo aun es digna de que la admiremossin ambages. El adagio, especialmente, es pá-gina maravillosa. El primer tema, presenta-do por los instrumentos de cuerda, cautiva yatrae; y el segundo, motivo principal ajusta-do al timbre melancólico del clarinete, tieneun delicado colorido.

«Este adagio, dice también Berlioz, nopuede analizarse. Tan pura es su forma, laexpresión de la melancolía es tan angelical,y (de tan irresistible ternura, que ei prodi-gioso arte de darle forma material desapare-ce., Desde los'primeros compases., se apoderadell ánimo una emoción que conduje porabrumarle en fuerza de su intensidad; no en-contramos comparación que la explique sinoen uno de los gigantes de la poesía. Si algoiguala al efecto que produce este adagio, esel de la lectura del conmovedor episodio de

Francesca di Rimini en la Divina Comedia,cuja narración tanto impresionó al Dante,haciéndole caer según la felicísima expre-sión del poeta florentino, como un cuerpomuerto cae. Parece como si el Arcángel SanMiguel lo hubiera exhalado en suspiros, alcontemplar los mundos desde los umbralesdel empíreo en un momento de melancolía.»

Entre las composiciones que deben men-cionarse al lado de la cuarta sinfonía, ci-taremos un concierto para violin (obra 61),escrito expresamente para Clement, primerviolin y director de orquesta del teatro AnderWien. Clement ejecutó esta composición enun concierto á primera vista y sin ensayo,pues Beethoven no entregó el original sino áúltima hora: por fortuna el éxito correspon-dió al atrevimiento.

Por último Beethoven, mientras trabajabaen la sinfonía en si bemol, para distraersesin duda, escribió las treinta y dos variacio-nes en do menor para piano, producción deque, con otras, Beethoven, severo consigomismo, se arrepintió más tarde.

Un dia dice Otto Jahn que fue el maes-tro á casa del fabricante Streicher: encontróá la hija de éste muy ocupada en el estudiode sus variaciones. Después de algún rato,no recordando donde había oido aquella com-posición, preguntó bruscamente:

—¿De quién diablos es esa música?—De Vd., querido maestro, contestó la jo-

ven pianista.—¡Mia! exclamó aterrado. |Mia... osa infa-

me estupidez! ¡Ah Beethoven, Beethoven queasno eres!

VI.

LA QUINTA SINFONÍA.

A fines de 1806, despertáronse en Beetho-ven nuevamente sus aficiones lírico-dramáti-cas, amortiguadas por los disgustos que tuvocon ocasión de las representaciones del Fi-delio.

A consecuencia de un pleito, el BarónBraun, director de los teatros de la corte, sevio obligado á renunciar su cargo y privilegioá favor de una comisión de nobles nombradospor el Emperador, al frente de la cual se en-contraban los príncipes Lobkowitz, Esterhazyy Schwarzenberg. Beethoven, que veia en lacomisión numerosos protectores, creyó quehabia llegado el momento favorable para susintereses, y acarició el proyecto de llegar á ser

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NÚM. 312. V. WILDER.—BEETHOVEN. 219

el compositor predilecto del teatro. Deseandover realizados cuanto antes sus deseos, enlos primeros dias del año 1807, dirigió á losnuevos directores una petición encontradahace pocos años y publicada en un periódicomusical por Aloys Fuchs.

En este documento, demasiado extensopara que lo reproduzcamos íntegramente,Beethoven empieza en términos tan brevescomo modestos á exponer los derechos quepor su talento y reputación tenia para ocuparelpuesto que solicitaba: «A pesar de todo esto,añade, he tenido que luchar con dificultadesde todo género, y hasta ahora, no he logradouna posición que me permita realizar mi as-piración más querida; la de vivir únicamentepara el arte y perfeccionar mi talento, encuanto sea susceptible.»

Desarrollada esta idea y demostrado quesu situación era precaria, el peticionario entrade lleno en el fondo del asunto, y formula conclaridad sus pretensiones:

1.a El firmante se obliga y compromete áescribir todos los años una ópera por lo me-nos, cuyo asunto escogerá, de acuerdo con ladirección.

2.a El firmante también se obliga y com-promete á escribir todos los años una óperacómica ó un bailable.

Igualmente esta dispuesto á componer lascantatas y obras de circunstancias que ladirección le exija.»

Por tanto trabajo, Beethoven pedia sola-mente 2.400 florines al año y una representa-ción á beneficio suyo. Sin embargo, como te-miendo que consideraran excesivas sus con-diciones, trata de justificarlas con numero-sas razones. Observa que «la composición deuna ópera es trabajo pesado, que exige muchotiempo y talento y que mientras tanto es ne-cesario abandonar todos los demás. Observatambién, que en los países extranjeros loscompositores perciben derechos proporciona-dos á los ingresos, y que los beneficios que seobtienen con una obra que se representa conéxito, bastan á veces para formar la fortunadel autor. Por último, insiste en que la vidaen Viena es cara, y da á entender que si nologra asegurar su existencia en Alemania, irá buscar protectores en países extranjeros.

A pesar de tan sólidas razones, y de quela proposición procedía de un hombre comoBeethoven, no fueron aceptadas las bases.

Ya fuera el éxito desfavorable de Fidelio,ó la sordera creciente del ilustre músico, que

infundía temores para el porvenir ó haber me-diado en el asunto personas poco favorables almaestro, como el Conde Palfy, lo cierto es queno se dignaron contestarle siquiera: Beetho-ven se vengó escribiendo aquel año una seriede grandiosas composiciones, al frente de lascuales nuestra admiración coloca la overturade Coriolano y la sinfonía en do menor.

La overtura de Coriolano es á pesar de suconcisión, una de las más bellas composicio-nes sinfónicas de Beethoven y así opina tam^bien Ricardo Wagner, que la elogia en térmi-nos entusiastas (1).

«Esta obra, relativamente poco conocida,dice, del gran poeta musical, es ciertamenteuna de sus más significativas creaciones.Bien interpretada cautivará sin duda, aun áquien no conozca sino por encima el asunto.»

Compuso Beethoven dicho poema sinfóni-co, como diriamos ahora, en aquella época enque aun acariciaba el proyecto de escribir pa-ra el teatro. Beethoven pretendió Con ella ani-mar al poeta Collin, autor del Coriolano, par^que le proporcionara un libreto de ópera.

Sábese además que Collin no tardó en pro-meterle la colaboración. Pensó al principioarreglar el Maebeth de Shakspeare, y aun lle-gó á escribir el primer acto siguiendo confidelidad los puntos culminantes del modelo,pero no tardó en renunciar á dicho proyectopor encontrar demasiado sombrío el asunto;lo que debemos deplorar porque seguramentecontaríamos hoy con una obra maestra. Co-llin entonces se fijó en la historia de Brada-mante n^ro á Beethoven no le gustó el tinteque pensaba dar al libreto.

Mientras su colaborador buscaba nuevoasunto, Beethoven terminó la quinta sinfonía.Según Berlioz, es la primera obra para la queBeethoven no buscó su inspiración en ideasextramusicales.

VÍCTOR WlLDER.

(Contiauará.)

(1) fieeehoven's overlure zu KoHolan en el tomo Vlos Gesatnmelte Schriften.

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220 REVISTA EUROPEA.—5 DE MARZO DE 1880, NÚM. 312.

MISCELÁNEA.

TEATROS Y CONCIERTOS.

Después de haber dedicado un recuerdo áGarcía Gutiérrez, la compañía del teatro Es-pañol ha consagrado otro á Hartzembusch.A las representaciones de El Trovador, hansucedido las de Los Amantes de Teruel, conlas mismas ovaciones y aplausos, solamenteque el autor de esta última, el insigne Har-zenbusch, no ha podido asistir al teatro y pre-sentarse en la escena, retenido como se hallai-n su casa por los grandes achaques que pa-dece.

—El teatro de Apolo ha estrenado, con eltitulo de Voz de alerta, un boceto en un actoy en verso, muy favorablemente recibido porel público. Este hallábase ansioso de juzgarla obrita, no solo por ser nueva, sino tambiénpor haber anunciado los carteles que haría enella, por primera vez, su presentación ante elpúblico de Madrid, la actriz Doña Pilar García.

El autor de este boceto, D. Mariano Bar-ranco, fue calurosamente aplaudido, y llama-do con insistencia tres veces á la escena.

El desempeño fue excelente. La actriz nue-va, doña Pilar García, cautivó el auditoriodesde que pronunció las primeras palabras.

Los Sres. Morales, Oltra y Ruiz de Aranaejecutaron también acertadamente sus res-pectivos papeles.

Igualmente se ha estrenado en el teatrode Apolo una comedia en un acto, tituladaLa mujer de mi sobrino, primera producción,según se dijo, á petición de parte del público,de D. Telesforo Fernandez. Su argumento girasobre equivocaciones y peripecias bastanteusadas en otras obras dramáticas, por cuyarazón omitimos referirlo y lo dejamos sin cen-sura, atendiendo á la inexperiencia del autor.

Don Mariano Fernandez se distinguió có-micamente en su papel, como de costumbre,y al final se presentaron los actores y el autoren el palco escénico.

—El teatro Martin ha estrenado una come-dia en un acto y en verso, titulada Errar eltiro, original de D. Andrés Rodajo.

La obra, escrita con gracia y con una ver-sificación correcta, proporcionó á su autoruna justa ovación.

—El teatro de la Zarzuela sigue dejado de laruano de Dios, y naturalmente el público re-traido. Ahora se entretiene con los beneficiosde los artistas mientras prepara la nueva obrarilel Sr. Marqués, Florinda, á la- que deseamosbuen éxito.

•—El teatro Real sigue poniendo El rey deLahore con una interpretación menos que me-diana. A la Sra. D'Angeri ha sustituido laSrta. Violetti en medio de la indiferencia delpúblico, y el Sr. Kaschmann continúa hacien-

do de las suyas. En el arioso del cuarto acto,por ejemplo, hace el Sr. Kaschmann unasvariaciones tan grandes, tan caprichosas ytan impropias del carácter de la música deMassenet, que no sabemos en qué habrá es-tado pensando el director de orquesta parapermitir al Sr. Kaschmann que así destrocey desnaturalice lo que canta.

Los Puritanos han tenido poco éxito. LaSrta. Lqdi, que debutaba, es una tiple ligera,que se distingue bastante en las vocalizacio-nes, pero que no posee bastante extensiónde voz.

La empresa ha contratado como directorde orquesta al Sr. Daura.

—En el segundo concierto de la sociedad quedirige el Sr. Vázquez se ha ejecutado la quin-ta Sinfonía en do menor (primera audición) delcompositor español D. Miguel Marqués, yamuy conocido y apreciado en la esfera del ar-te, y muy especialmente en la música instru-mental.

El carácter más distintivo de la música delSr. Marqués es, por regla general, la melodíay la claridad.

De los cuatro tiempos que forman la Sin-fonía son los mejores indudablemente el pri-mero y el segundo, por el orden de preferen-cia en que se hallan. El allegro con brío, quees el primero, tiene muchísima elegancia ydistinción: al combinar y desarrollar los dosgrandes motivos de que se compone, obtienebuenos efectos de sonoridad unas veces y degracia otras, ofreciendo también conjunto ar-mónico que no carece de grandeza en algunasocasiones. El segundo tiempo, andante apa-sionado, es más melódico quizá, y sus melo-días, solemnes é inspiradas, producen un granefecto en el público, que lo hace repetir.

—La Union artística que dirige el Sr. Bretónha empezado también sus conciertos y en elprimero ha interpretado por- primera vez lagran oda sinfónica de Feliciano David, El de-sierto, obra llena de poesía y de color oriental,en la que todo encuentra su expresión exacta,desde la inmensidad de la naturaleza hasta elpaso cadencioso de las alineas. Es una de lasmás notables obras maestras de la música deeste siglo.

Entre los números más notables, figura elcanto del Muezin, que entusiasmó al públicohasta el punto de prorunipir en atronadoresaplausos aun antes de concluirse.

La parte de tenor estuvo á cargo del señorOrenga, y por cierto que el público se mostrócon éí demasiado frió, porque desempeñó lossolos con gran acierto. Los coros muy bienensayados.

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NÚM 312. BIBLIOGRAFÍA ESPAÑOLA. 221

BIBLIOGRAFÍA ESPAÑOLA.Abrimos hoy con el carácter de perma-

nente y estable, esta nueva sección de la RE-VISTA EUROPEA, y confesamos francamenteque lo hacemos por indicaciones de muchosde nuestros antiguos y constantes suscrito-res y no pocos corresponsales.

Nunca como en la época actual, de pocomovimiento en las publicaciones, puede re-portar beneficios á todos, las indicaciones deuna sección bibliográfica en la cual se consig-nen, no solo los títulos de las obras y nom-bres de sus autores, sino también los preciosy puntos de venta, en cuanto sea posible ave-riguar estos últimos detalles; y esto es lo quenos proponemos hacer en servicio á nuestrossuscritores y corresponsales.

En todos los números do la REVISTA EUEO-PEA aparecerá, pues, esta sección, compren-diendo las indicaciones de todas las obrasnuevas que so hayan publicado en la quince-na; y para hacer con la mayor perfección po-sible este trabajo, suplicamos á nuestros sus-critores, corresponsales, editores, libreros ydemás personas que quieran ayudarnos, sir-viendo al mismo tiempo sus intereses, se sir-van remitirnos los detalles y noticias que se-pan ó tengan por conveniente en este punto.De las obras que lo creamos conveniente, ha-remos artículos especiales si se nos han remi-tido dos ejemplares para su estudio. Pero cons-te que para el anuncio de las obras con todoslos detalles convenientes de precio y punto deventa admitimos todos los apuntes que se nosremitan sin que tengan necesidad de enviarejemplares el que no quiera hacerlo. Lo pri-mero es la perfección en los datos de nuestrasección bibliográfica.

Si esta reforma que iniciamos en nuestrapublicación para servir mejor á nuestros sus-critores, puede servir de base á una verda-dera y completa bibliografía española, la in-tentaremos después, y nos daremos por satis-fechos de nuestros trabajos si estos compla-cen á nuestros abonados y al público.

Almanaque Higiénico, por el Sr. Borrell yMiquel, sucesor del Dr. Simón, con la cola-boración de los Sres. Galdo, Ezquerdo,Diaz Benito, González Encinas, etc.—Un to-mo en 4.°, Caballero de Gracia, 1.

A la ciencia, oda de D. Ángel Lasso de la Ve-ga, premiada en los juegos florales del Fer-

rol.—Un folleto, imprenta de Rojas, Ma-drid, 1880.

Anales de la nobleza de España, por F. F deBethencourt.—Se ocupa de las grandes ca-sas de España y además contiene el libr oalgunos documentos nobiliarios; el movi-miento nobiliario de 1879; creación de gran-des de España y de títulos del reino; auto-rización de títulos á extranjeros; realescartas de sucesión; alianzas de la nobleza;revista nobiliaria de los Cuerpos legislad o-res, etc., etc.

Árabes (Los), viajes por Arabia, por D. Fran-cisco deA.deUrrestarazu.—Madrid, 1880.—Administración, Cabeza, 27.—Precio, unapeseta.

Atlas geográfico-descriptivo de la penínsulaibérica, por el Comandante D. Emilio Val-verde Alvarez. La colección se compondráde 60 mapas. Van publicados los de las pro-vincias gallegas.

Ciencia española (La), polémicas, indicacio-nes y proyectos por el Dr. D. Marcelino Me-nendez, catedrático de literatura españolaen la Universidad de Madrid.-—Un tomo en4.°, 24 y 28 rs.—Suarez, Jacometrezo, 72,Madrid.

Comentario sobre el espirita de las leyes deMontesquieu, por el Conde Destut de Tracy;con las observaciones inéditas de Cóndorcet sobre el libro XXIX de esta obra; tra-ducido del francos al español y anotado porel Dr. Clemente Fernandez Elias.—Dos to-mos, 16 rs.—Suarez, Jacometrezo, 72, Ma-drid.

Cristianismo y socialismo ó el remedio al malsocial por la caridad cristiana, obra del Re-verendísimo Padre Félix, de la Compañía deJesús, traducida por D. José María Carulla.

Derecho público universal, por Bluntschli,traducción do García Moreno.—Un tomoen 4.°; volumen XIV de la Biblioteca jurídi-ca.—Góngora y compañía, editores, Ma-drid, 1880. ' '

Educación física, intelectual y moral, porHerbert Spencer, vertida al castellano envista de la última edición inglesa, con no-tas y observaciones, por D. Siró García delMazo. Un tomo, 8.°, 12 rs.—Suarez, Jaco-metrezo, 72, Madrid.

Federación (La), por D. Francisco Pí y Mar-gall.—Un tomo, en 8.°, 2 pesetas.—Redac-ción de La Union, Madrid, 1880.

Felicidad humana (La), por D. Domingo Al-calde Prieto.—Un tomo en 8.° <le 200 pági-

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222 REVISTA EIJROPEA.'—5 DE MARZO DE 1880. NÚM. 312.

ñas, 2 pesetas.—Casa editorial de Medina,San Nicolás, 11, Madrid, 1880.

Frases célebres (Las), por D. Felipe Picatos-te. Un tomo, volumen XXIV de la Bibliote-ca enciclopédica popular.—Estrada, editor,Madrid, 1880.

Gaceta de higiene y climatología, revistamensual por el Dr. D. Benito Alsina, cate-drático de la facultad de medicina de Cá-diz.—Número 1.°—-Editor, José Vides, SanFrancisco, 28, Cádiz.

• Genio de la religión, por Edgar Quinet, tra-ducción de D. Ricardo Maclas Picavea; untomo en 8.°, 16 rs.—Suarez, Jacometrezo, 72,Madrid.

Historia del derecho romano, por D. Eduardode Hinojosa.—Volumen 5.° de la Bibliotecajurídica de autores españoles.—Un tomoen 4.° de más de 300 páginas.—Revista delegislación, Peligros, 6 y 8, segundo, Ma-drid, 1880.

Historia de la última guerra civil, por DonFrancisco Pirala.—Cuaderno 32, Madrid,1880.

La mujer de nuestros dias, obra dedicada álas madres y á las hijas de familia, escritapor María del Pilar Sinuós.

Lecciones de fisiología general, por ClaudioBernard, traducidas por D. Javier Lasso dela Vega. Un tomo en 8.°, 12 rs.—Suarez, Ja-cometrezo, 72, Madrid.

Magdalena, poema por D. Heliodoro MaríaJalón.—Un folleto, Madrid, 1880.

Manual de la legislación del impuesto de derechos reales y trasmisión de bienes, porD. Pedro Estasón y Cortada.—Un tomo en4.°, 20 y 24 rs.—Suarez, Jacometrezo, 72,Madrid.

Niño (El), apuntes científicos, por el Dr. Tolo-sa Latour.—Un tomo en 8.° de más de 200páginas, 2 pesetas, casa editorial de Me-dina, San Nicolás, 11, Madrid, 1880.

Nuevo viaje al Parnaso, semblanzas litera-rias, por D. Armando Palacio Valdós.—Pri-mera escursion: Echegaray, Zorrilla, Cam-poamor, Gri'o, Ayala, Aguilera, Nuñez deArce y Revilla.—Un tomo en 8.°, 2 pese-tas, casa editorial de Medina, San Nicolás,11," Madrid, 1880.

Recuerdos y esperanzas, por D, Emilio Caste-lar.—Dos tomos en 8.° mayor, 24 rs., libre-ría de San Martin, Puerta del Sol, 6, Madrid,1880.

Tratado completo de las enfermedades de losniños, por el Dr. C. Gerhardt; traducción de

D. Carlos Fernandez de Castroverde.—Bar-celona, Puig, Plaza nueva, 5, 54 rs.

Tratado práctico de las enfermedades delestómago, por M. Leven; versión españolade D. Manuel Tolosa Latour.—Madrid, 5 pe-setas, 1880.

Tratado general de expropiación por utilidadpública, por D. Javier Tort y Matorell, ofi-cial del negociado de Obras públicas delExorno. Ayuntamiento etc., etc.—Un tomoen 4.°, 32 y 36 rs.—Suarez, Jacometrezo, 72,Madrid.

Versos, por D. José del Castillo y Soriano.—Un tomo en 8.° de 158 páginas, casa edito-rial de Medina, San Nicolás, 11, Madrid,1880.

Viajes de extranjeros por España y Portugal,colección de Javier Liske, rector y catedrá-tico da la Universidad de Lemberg; traduc-ción de F. R.—Un tomo en 8.° de 270 pági-nas, 3 pesetas, casa editorial de Medina, SanNicolás, 11, Madrid, 1880.

Wilhelm Meister, por Goethe,' versión caste-llana de D. José de Fuentes.—Los AÑOS DEAPRENDIZAJE.—Un tomo abultado de unas600páginas, 5 pesetas.—Medina, editor, SanNicolás, 11, Madrid.

La crítica ha creído siempre ver en la figu-ra de Wilhelm Meister el retrato de Goethemismo. Realmente es raro que un autor escri-ba una novela psicológica, sin hacer su auto-biografía, y mucho más Goethe, que si de algo•pecaba era de personal ó subjetivo, como sedice ahora.

Del mismo Goethe son las palabras siguien-tes: «Durante mi viaje á Italia, he tenido oca-»sion de reflexionar mucho sobre mí mismo,«sobre los demás, sobre el mundo y sobre la»histqria; de estas reflexiones he sacado una«porción de cosas, que tal voz no serán nue-r a s , pero que son curiosas, y que yo expli-«caró á mi manera; todo lo cual formará un«conjunto que titularé Wilhelm Meister.» Re-sulta, pues, que es esta novela la historia dolas esperanzas, de los temores, de las ilusio-nes, de los desengaños de un hombre del si-glo XVIII. Wilhelm Meister es un joven co-merciante que cree tener vocación da artistay que á través de muchas aventuras, buscael verdadero fin de su vida y le encuentra enla medicina. Mas lo curioso de esta obra es laserie de caracteres que aparece en ella, realeslos unos, ideales los otros; la mezcla de suce-sos vulgares y de aventuras, que despiertanla risa con la parte seria y puramente artísti-ca de la novela. En esta primera parte refiereGoethe el episodio encantado de Mignon, queha dado vida á la ópera de Ambrosio Thomas.

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NÚM. 312. BIBLIOGRAFÍA ESPAÑOLA. 223

LIBRERÍADE

DON LEOiN PABLO VILLAVEBDE.calle de Carretas, núm. 4 , Madrid.

Entre el gran surtido de obras de todas materias que se hallan de venta en estaCasa, hay las siguientes, que se remiten francas mandando su importe al expresadoSr. Villaverde en libranza ó letra de seguro cobro.

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Baladas españolas, por Barrantes, segundaedición, 10 rs.

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cida Merino, 4 rs.Colección de documentos inéditos relativos al

descubrimiento de las antiguas posesionesespañolas, sacados de los archivos del Rei-no, 29 tomos, 1.220 rs.

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rique, 2 tomos, 40 rs.Civilización española (Historia de la), por Don

Eugenio Tapia, 4 tomos, 40 rs.Capitanes ilustres, por J. Diana, 16 rs.Compendio histórico de los Reyes de Aragón,

2 tomos en 8.°, 24 rs.Castillos y tradiciones feudales de la Penín-

sula ibérica, obra escrita por los más dis-tinguidos escritores nacionales, edición lu-josat en folio mayor, con más de 200 lámi-nas, 200 rs.

Causa de D. Rafael de Riego, 4 rs.Cartografía hispano científica, ó sean los ma-

pas españoles, 2 tomos folio con texto y lá-minas, 60 rs.

Conquista de América, por Campe, ilustradocon más de 100 grabados y 16 láminas, 36 rs.

Crónica general de España, por Florian deOcampo, continuada por A. Morales, 10 to-mos en 4.°, 180 rs.

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za, la opinión y las leyes oponen á la felici-dad pública, por Cabarrús, 10 rs,

Cabrera, los montemolinistas y republicanosen Cataluña, obra histórica con láminas yretratos, 40 rs.

Cartas sobre Méjico, 12 rs. .Crónicas españolas, por R. Návarrete, 10 rs.Cuentos históricos, leyendas antiguas y tra-

diciones populares, escritas en-verso, porG. Larranaga, 8 rs.

Diccionario genealógico y heráldico de fami-lias ilustres, 8 tomos, 300 rs.

Diccionario de bibliografía agronómica, porD. B. Ramírez, obra premiada, 38 rs.

Diccionario geográfico universal pintoresco,2 tomos ilustrados con grabados, pasta ho-landesa, 70 rs.

Descripción dpi Congreso de Diputados, foliomayor con láminas y planos, encuadernadoen tela, con dorados, 180 rs.

Don Pedro de Castilla, por Ferrer del Rio, 12reales.

Diputados pintados por sus hechos: estudiosbiográficos de los elegidos en las Constitu-yentes de 1869, 3 tomos folio, pasta, con 346retratos, 320 rs.

Diccionario geográfico histórico de Navarra,por Ochoa, 20 rs.

Diccionario geográfico estadístico, por Miña-no, 11 tomos, 100 rs.

Dios y la Naturaleza, historia natural, civil,religiosa, leyes y costumbres de las Nacio-nes del orbe, 10 tomos pasta, 100 rs.

Discurso sobre la nobleza, por Vargas, 16 rs.Ensayos poéticos, por el Sr. Navarro, 8 rs.Estafeta de Urganda, por Benjumea, 8.° ma-

yor. 4 rs.España caballeresca, leyendas, por Maldona-

do, 16 rs.España bajo el poder arbitrario de la congre-

gación apostólica, 16 rs.Fotografías sociales, por Doña•• Robustiana

Armiño, obra dedicada á S. M., 2 tomos, 30reales.

Galería de mujeres fuertes, 4 tomos pastacon láminas, 40 rs.

Guerra entre Francia y Alemania, con ma-pas por Darona y Olarte, 12 rs.

Guerra de Cataluña, escrita por É. Chao, congrabados, láminas y retratos, 40 rs.

{Se qontinúará.)

Page 32: REVISTA EUROPEA. - Ateneo de Madrid · dos; el sol traído á la tierra por el telescopio, estudiado en su constitución física, trocados ... la indus-tria, colmándonos diariamente

224 REVISTA EUROPEA.— 5 DE MARZO DE 1880. NÚM. 312.

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LIBRERÍADE

VICTORIANO SÜAREZCALLE DE JACOMETREZO, 72, MADRID.

Los precios indicados en primer término son para Madrid; los ensegundo para provincias, porte franco.

Ala corte y á los'partidos. Palabras de unDiputado conservador sobre las principalescuestiones de nuestra situación política, porD. Nicomedes Pastor Díaz, 1 tomo, 8.° ma-yor, 12 rs.

Agricultura (La). Historia de D. CincinatoAjenjo y de sus esfuerzos y trabajos paramejorarla. Cuento escrito en francés por elMarqués de Trávanet, y arreglado al espa-ñol por D. Pascual Asensio, profesor deagricultura del Jardín Botánico; un tomo,12.°, de 416 páginas, 8 rs.

Agrimensura (Tratado de), por el limo. SeñorD. Isidro Giol y Soldevilla, profesor de ma-temáticas, arquitectura, dibujo y comer-cio, etc., etc., catedrático libre de acotacio-nes y topografía en el Instituto de San Isi-dro de Madrid; un tomo, 4.°, con láminas,40 y 44 rs.

Agrimensura y Arquitectura legal (Tratadoteórico-práctico de), por Marcial de la Cá-mara, profesor de arquitectura, director decaminos, canales de riego, etc. Obra de tex-to y de consulta; un tomo, 4.°, 40 y 44 rs.

Álbum español y extranjero; Corona científi-ca, literaria, artística y política en honor ála buena memoria del insigne caballero ara-gonés Azara. Obra escrita en parte y diri-gida en lo demás por D. Basilio SebastianCastellanos.

Contiene, entre otras cosas, cartas y poe-sías escritas en las lenguas, idiomas y dia-lectos siguientes: Alemán.—Árabe erudi-to.— Árabe vulgar. — Árabe aljamiado.—Árabe cúfico.—Asturiano.—Austríaco.—Ba-ble.—Belga.—Caracteres ibero ó celtíbero,griego arcaico.—Chino.—Dinamarqués.—Escandinavo. — Éuscaro. — Fenicio — Fla-menco.—Francés.—Gallego.—Griego.—He-breo.—Holandés. — Ibero. — Inglés.—Irlan-dés.— Italiano. — Labortano. —Latin.—Le-mosin. — Mallorquín. — Navarro. —Norue-go. —• Patois. •— Portugués. — Prusiano.—Ruso.—Sajón.—Slavo ó antiguo ruso.—Sue-co.—Souletino.—Turco.—Vasco-navarro.—Vascongado Labortano, — Vascuence. Lamayor parte tienen su traducción al pié, ylos que lo/requieren están escritos en suspropios caracteres, un tomo casi folio, conmultitud de láminas litografiadas y figuras;su precio 120 rs., hoy 60 y 66 rs.

Álbum de la mujer. Colección de bellísimostrabajos de las principales escritoras espa-ñolas y de D. Juan Tomás Salvany, dedica-do al bello sexo; un tomo, 8.° mayor, 6 y 8reales.

A doce mil pies de altura, novela original,por Torcuato Tarrago y Mateos; dos tomos8.°, 8 y 10 rs.

Agrimensor (Tratado de enseñanza del arlede) ó ciencia de medir y partir tierras, porD. Joaquín de Marios y Román, Córdoba,

' 1846; un tomo, 4.°, con 10 láminas, 24 rs.Alegorías escritas por Federico Moja y Boli-

var, con un prólogo de Miguel de Cervan-tes Saavedra, 4 rs.

Alfilerazos, epigramas y letrillas, por Libo-rio C. Posset, 4 y 5 rs.

Almacén de chistes (Novísimo) ó el flamantelibro de la risa, confeccionado con salsasya picantes, ya dulces, ya saladas, para.satisfacer todos los gustos; un tomo, 8.", 8y 10 rs.

Almanaque hispanoamericano ilustrado.Años publicados: 1871,1872, 1873, 1874, 1875,1876, 1877, 1878, 1879 y 1880; cada año 4 rs.

El almanaque hispano-americanq que seviene publicando diez años consecutivos, enconjunto forma un álbum de variada lite-ratura española, en donde encontrará ellector leyendas, cuentos, poesías, chascar-rillos, dichos agudos, historietas, etc., etc.,escritas por la plana mayor de nuestros li-teratos, y una colección de caricaturas delos principales dibujantes.

El que tome de una sola vez los 10 publi-cados en esta casa ó de provincias mandesu importe, solo pagará 30 rs.

Almogávar'(El). Novela histórica, por D. Gu-mersindo García Várela; un tomo, 4.°, 16 rs.

Amar de incógnito. Historia inverosímil, porEmilio Nieto; un tomo, 8.°, 2 rs.

Amar con poca fortuna. Novela fantástica,en verso, por D. Gregorio Romero Larranaga; un tomo, 4.°, 16 y 18 rs.

Amor de un artista (El).'Novela traducida delfrancés, 4 rs.

Amores de un torero (Los), por Teófilo Gau-tier; un tomo, 8.°, 6 rs.

Amores (Los). Obra entretenida, por Eduar-do López Bago; un tomo, 4.°, de lujo, 24 y26 rs. (Se continuará.)