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REVISTA EUROPEA. NÜM. 269. 20 DE ABRIL DE 1879. AÑO VI. MOVIMIENTO NOVÍSIMO DE LA FILOSOFÍA NATURAL EN ESPAÑA, (Continuación.) Mas ha llegado ya el momento en que, por una absoluta é ineludible exigencia del pensa- miento científico, se hace preciso resolver de una vez por todas estos dualismos tradiciona- les. La solución del primero de ellos se ha ini- ciado ya mediante las dudas suscitadas por muchos físicos respecto de la posibilidad de la acción de la fuerza á distancia; la negación de esta posibilidad seria la proclamación de la inherencia de la fuerza en el ser natural á que pertenece, de lo que pudiéramos denominar, valiéndonos de una expresión escolástica, «la inmanencia de la actividad natural.» De, esta suerte será fácil hallar camino para llegar á la afirmación racional de la actividad como una propiedad real del ser en que efectiva- mente se produce, resolviéndose así el prime- ro de los dos indicados dualismos. También el segando se halla ya en vías de solución; en reacción contra el antiguo vitalismo, que con- sideraba la vida como un quid misterioso, ex- trasensible y en cierta manera como sobrena- tural, la fisiología moderna se ha esforzado en mostrar la identidad fundamental del llamado proceso orgánico, con el físico, el mecánico y el químico. El sentido materialista histórico ha creido ver un triunfo definitivo en esta di reccion, iniciada y sostenida principalmente en el terreno de la fisiología humana, donde esa especie de fantasma, que no concepción, metafísico del vitalismo habia alcanzado ma- yor prestigio. Y con efecto, toda esta tenden- cia fisiológica se limita á afirmar que, no difi- riendo esencialmente los fenómenos que tie- nen lugar en los organismos vivos de los que en general se producen en la Naturaleza toda, el carácter de la organización y de la vida no tiene nada de diferencial y específico, y es me- nester, por tanto, ceñirse en la consideración de los seres orgánicos, á la misma concepción mecánica que, en su sentir, revela la econo- mía general de la Naturaleza. Con más amplitud y mucha mayor riqueza TOMO XIII. de datos se ha intentado resolver el problema en nuestros dias por ilustres naturalistas, cu- yos nombres son otras tantas glorias de la ciencia que cultivan. Estableciendo Haeckel, Spencer y Bastían la comparación entre cris- tales y organismos, han mostrado claramente la imposibilidad de mantener entre elloj dife- rencia alguna fundamental. Para el primero de estos sabios, todo en la Naturaleza está compuesto por dos factores, á saber: materia con forma, y dinamismo ó función. Respecto del primero de estos elementos, no cabe esta- blecer diferencia alguna entre los sores orgá- nicos y los que ól denomina anorganismos. Los elementos químicos que constituyen á unos y á otros son los mismos. Por lo que hace á la forma, distingue la exterior de la interior ó estructura; desecha, respecto de la primera, la antigua distinción que afirmaba que la de los sores orgánicos se halla limitada por superficies curvas, y por superficies planas la de los inorgánicos, mostrando que se hallan en el primer caso los cristales de diamante, por ejemplo, y en el segundo muchos de los rizópodos radiolarios. En cuanto á te, estruc- tura, la antigua afirmación que atribuía la compleja á los organismos y la simple á los seres inorgánicos, desaparece ante el hecho de existir seres organizados que consisten en una sola gota de protoplasma, verdaderos organismos sin órganos, al paso que algunos cristales, los de cuarzo por ejemplo, ofrecen una inmensa complejidad en su estructura, presentando gran número de inclusiones líqui- das y gaseosas. Respecto al dinamismo, todas las fuerzas que obran en los organismos y las funciones que en ellos se producen, no difieren esencialmente de las que los anorganismos presentan; y aun en la agrupación molecular, primera manifestación del dinamismo, el es- tado pastoso, que parece característico de las formaciones orgánicas, no es un estado nuevo y completamente distinto de los demás, sino intermedio entre el líquido y el sólido (1). (1) Morfología general de los organismos. La exposición de esta doctrina ha sido rnagistralmente hecha por D. Au- gusto G. de Linares en el curso de Morfología natural pro- fesado por dicho señor en la Institución libre de enseñanza. Los extractos de dicho curso han sido publicados en el Bo- letín de aquel establecimiento. 31

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REVISTA EUROPEA.NÜM. 269. 20 DE ABRIL DE 1879. AÑO VI.

MOVIMIENTO NOVÍSIMO

DE LA FILOSOFÍA NATURAL EN ESPAÑA,

(Continuación.)

Mas ha llegado ya el momento en que, poruna absoluta é ineludible exigencia del pensa-miento científico, se hace preciso resolver deuna vez por todas estos dualismos tradiciona-les. La solución del primero de ellos se ha ini-ciado ya mediante las dudas suscitadas pormuchos físicos respecto de la posibilidad de laacción de la fuerza á distancia; la negación deesta posibilidad seria la proclamación de lainherencia de la fuerza en el ser natural á quepertenece, de lo que pudiéramos denominar,valiéndonos de una expresión escolástica, «lainmanencia de la actividad natural.» De, estasuerte será fácil hallar camino para llegar ála afirmación racional de la actividad comouna propiedad real del ser en que efectiva-mente se produce, resolviéndose así el prime-ro de los dos indicados dualismos. También elsegando se halla ya en vías de solución; enreacción contra el antiguo vitalismo, que con-sideraba la vida como un quid misterioso, ex-trasensible y en cierta manera como sobrena-tural, la fisiología moderna se ha esforzado enmostrar la identidad fundamental del llamadoproceso orgánico, con el físico, el mecánicoy el químico. El sentido materialista históricoha creido ver un triunfo definitivo en esta direccion, iniciada y sostenida principalmenteen el terreno de la fisiología humana, dondeesa especie de fantasma, que no concepción,metafísico del vitalismo habia alcanzado ma-yor prestigio. Y con efecto, toda esta tenden-cia fisiológica se limita á afirmar que, no difi-riendo esencialmente los fenómenos que tie-nen lugar en los organismos vivos de los queen general se producen en la Naturaleza toda,el carácter de la organización y de la vida notiene nada de diferencial y específico, y es me-nester, por tanto, ceñirse en la consideraciónde los seres orgánicos, á la misma concepciónmecánica que, en su sentir, revela la econo-mía general de la Naturaleza.

Con más amplitud y mucha mayor riquezaTOMO XIII.

de datos se ha intentado resolver el problemaen nuestros dias por ilustres naturalistas, cu-yos nombres son otras tantas glorias de laciencia que cultivan. Estableciendo Haeckel,Spencer y Bastían la comparación entre cris-tales y organismos, han mostrado claramentela imposibilidad de mantener entre elloj dife-rencia alguna fundamental. Para el primerode estos sabios, todo en la Naturaleza estácompuesto por dos factores, á saber: materiacon forma, y dinamismo ó función. Respectodel primero de estos elementos, no cabe esta-blecer diferencia alguna entre los sores orgá-nicos y los que ól denomina anorganismos.Los elementos químicos que constituyen áunos y á otros son los mismos. Por lo quehace á la forma, distingue la exterior de lainterior ó estructura; desecha, respecto de laprimera, la antigua distinción que afirmabaque la de los sores orgánicos se halla limitadapor superficies curvas, y por superficies planasla de los inorgánicos, mostrando que se hallanen el primer caso los cristales de diamante,por ejemplo, y en el segundo muchos de losrizópodos radiolarios. En cuanto á te, estruc-tura, la antigua afirmación que atribuía lacompleja á los organismos y la simple á losseres inorgánicos, desaparece ante el hechode existir seres organizados que consistenen una sola gota de protoplasma, verdaderosorganismos sin órganos, al paso que algunoscristales, los de cuarzo por ejemplo, ofrecenuna inmensa complejidad en su estructura,presentando gran número de inclusiones líqui-das y gaseosas. Respecto al dinamismo, todaslas fuerzas que obran en los organismos y lasfunciones que en ellos se producen, no difierenesencialmente de las que los anorganismospresentan; y aun en la agrupación molecular,primera manifestación del dinamismo, el es-tado pastoso, que parece característico de lasformaciones orgánicas, no es un estado nuevoy completamente distinto de los demás, sinointermedio entre el líquido y el sólido (1).

(1) Morfología general de los organismos. La exposiciónde esta doctrina ha sido rnagistralmente hecha por D. Au-gusto G. de Linares en el curso de Morfología natural pro-fesado por dicho señor en la Institución libre de enseñanza.Los extractos de dicho curso han sido publicados en el Bo-letín de aquel establecimiento.

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Por análoga manera pretenden Spencer yBastían resolver esta antinomia tradicional.Ante sus ataques caen una en pos de otracuantas radicales distinciones se habia pre-tendido establecer sobre estos dos supuestosórdenes de sores naturales. La obra de la uni-ficación parece, pues, consumada/álo menosen las más altas regiones de la ciencia na-tural.

Importa, no obstante, fijar la atención enel modo como se pretende llevar á cabo estaunidad. Es desde luego y en primer lugar in-completa, pues estableciendo meramente lafundamental identidad entre cristales y orga-nismos, sí logra conmover los límites y bar-reras tradicionales entre lo orgánico y lo in-orgánico, no basta para mostrar el carácterde organicidad de los procesos generales dela Naturaleza, ni aun de aquellos medios que,como la materia cósmica, la atmósfera, elagua, etc., sirven de vehículo á los primerosó forman parte integrante de la economía ge-neral del astro. Encierra además otro defectoverdaderamente radical, y que bastaría por sísolo para privar á este movimiento de unatrascendencia absoluta en la ciencia, deján-dole solo la importancia, inmensa sin duda,de ser una evolución histórica en el desarrollode la misma. Consiste este defecto en habertratado de explicar la Naturaleza toda poruna teoría puramente mecáríica. Resuelta laantinomia existente entre los seres orgáni-cos y los llamados inorgánicos, eran posi-bles dos conclusiones: ó bien que la Naturalezatoda, en sí misma y en la infinita determina-ción de sus seres, constituye un verdadero or-ganismo, ó bien que, por el contrario, es loorgánico mera apariencia, y la Naturaleza ytodo ser natural en ella, vienen á formar unpuro mecanismo. De estas dos posibles con-clusiones; los sabios citados han optado porla segunda.

Basta abrir uno cualquiera de los libros enque han expuesto sus doctrinas, para persua-dirse del absoluto imperio que este sentidomecánico ejerce en todas sus concepciones.Prescindiendo de Haeckel, cuya obra, funda-mental en este punto, está traspirando portodas partes esta tendencia, la vida es mera-mente, en sentir de Spencer (1), «la continuaacomodación de las relaciones internas paralas externas;» y en concepto de Bastian (2),

(1) PHnéipios de Bioiagt*.(2) orígenes de la vida.

lejos de concebirse como una propiedad real,«es tan solo un nombre abstracto para esaserie de atributos ó manifestaciones de fuerzade los sores vivientes, acerca de los cuales sehabla generalmente como de fenómenos vi-tales.» La palabra misma corresponde, pues,á una coneepeion mental formada por abstractageneralización. Esfuérzase el primero de estosdos naturalistas en explicar la facultad evo-lutiva en que consiste para ól la vida, por elestado molecular de los elementos químicosque intervienen principalmente en la compo-sición de los organismos, y por las peculiarespropiedades que estos elementos químicos po-seen. La extremada movilidad que se observaen los seres orgánicos resulta, en su sentir,del estado gaseoso en que se dan tres de aque-llos cuatro elementos, y del radical contrasteque muestran las actividades químicas de dosde ellos (1).

(1) «Nosotros inferimos la existencia de alguna relaciónentre la forma gaseosa de tres de los cuatro elementos or-gánicos principales y aquella relativa facilidad para sufrirestos cambios en la disposición de las partes, á la cual lla-mamos desenvolvimiento, lo mismo que estas trasformacio-nesdg movimiento que denominamos función. [Principiosde Biología, tomo 1.°, cap. 1.°, Materia orgánica.)

•Estos cuatro elementos de que se componen principal-mente los organismos presentan entre sí ciertas antitesisextremas-. Mientras entre dos de ellos tenemos el mayorcontraste de actividad química (oxígeno-nitrógeno); entreuno de ellos y los otros tres tenemos también el mayor demovilidad molecular (carbono-oxígeno, nitrógeno, hidró-geno). Mientras el carbono muestra un grado de conexiónatómica mayor que el de cualquier otro elemento, resis-tiendo con éxito á la fusión y volatilización como á lasmás altas temperaturas que pueden ser producidas, el hi-drógeno, el oxígeno y el nitrógeno muestran la menor co-liexion entre todos los demás elementos. Y al paso <jue e¡oxígeno desplega en el orden de las afinidades una energíaque excede á la de otra sustancia cualquiera, el nitrógenomuestra la mayor inactividad. Trayendo ahora á la menteuna de aquellas verdades generales á que se llegó anali-zando el proceso de evolución, será vista la significaciónprobable de esta doble diferencia. Fue ya mostrado [Losprincipios fundamentales, párrafo 123) que, en igualdad decircunstancias, las unidades desemejantes son mas fácil-mente reparables por fuerzas que las semejantes «Asílos dos contrastes extremos, uno entre las movilidades fí-sicas y el otro entre las actividades químicas, proporcio-na, en el más alto grado, una cierta condición ulteriorpara la facilidad de diferenciación é integración.» (Heri-berto Spencer, lugar citado.)

«Explosividad es una propiedad de la nitro-manita ytambién de la nitro-glicerina. El ioduro de nitrógeno deto-na al más ligero contacto y á veces sin causa visible. Laspercusiones producen la detonación de sulfuro de nitróge-no. Y el cuerpo que estalla con mayor violencia de entrelos conocidos es el cloruro de nitrógeno. Así son caracte -rísticas estas fáciles y rápidas descomposiciones que sa de-ben a la indiferencia química del nitrógeno. Cuando des-pués de esto se observa el papel que desempeña el nitrógenoen las acciones orgánicas, vemos la significación de esta ex-

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Como se vé, difícilmente puede llevarse auna mayor exageración el sentido mecániconi prescindirse más completamente de todoprincipio interior y propio en la explicaciónde los fenómenos orgánicos. El concepto de lavida como una pura creación ideal, al modode las categorías abstractas de la antiguametafísica, ó á lo sumo como un mero con-junto de cambios y serie de trasformacionesproducidas como desde fuera, sin tener paranada en cuenta la propia sustantividad del servivo, es una concepción meramente exterio-rista y abstracta, impotente para dar cuentade la naturaleza de esta esencial propiedad yde los más notables y relevantes de los fenó-menos en que se manifiesta. La reacción con-tra el antiguo vitalismo, llevada hasta consi-derar al ser vivo como una mera resultantede los procesos generales, como una concre-ción del medio, cuya vitalidad (dado que me-rezca este nombre), carece de razón y funda-mento en el ser mismo y es una pura deter-minación, ó hablando metafóricamente, unacomo delegación y procuración del todo, nosolo falsea la verdadera noción del ser orgá-nico, sino que tuerce y corrompe el conceptomismo de la Naturaleza.

La concepción de este esencial factor de larealidad como un todo orgánico y vivo, prepa-rada ,de mucho tiempo atrás por el pensa-miento filosófico, suponía y exigía imperiosa-mente la opuesta solución. Rota la limitaciónarbitrariamente impuesta al dominio del or-ganismo y de la vida, importaba, muy lejosde desvanecer el concepto de aquellas en lasabstractas nociones de las fuerzas generalesy del mecanismo, afirmarlos y fortalecerlos,aplicándolos á todos los seres naturales enque una exigencia absoluta del pensamiento,

trema •movilidad para sufrir cambios que muestran suscompuestos.» [Principios de Biología, pág. 8.)

Podríamos multiplicar indefinidamente estas citas enque se declara de un modo terminante el sentido mecánicode que ge hallan penetradas profundamente las doctrinasde esta autor. Bien que expuestas en una forma más cion-tíüca, vestidas, por decirlo así, á la moderna, no difierenen el fondo estas nociones de las propuestas por los anti-guos filósofos griegos de la escuela jónica. Y por más queno sea esta razón suficiente para condenarlas, y a que el serIdénticas á aquellas teorías no sería motivo para suponer-las falsas, cuando tanto tenemos aun que aprender de losantiguos, algo arguye, sin embargo, contra las novísimastendencias mecánicas el hecho de ser realmente una repro-ducción de ideas nacidas en los albores del pensamientofilosófico, y cuando singularmente so hallaba sumida aunla conciencia humana en una oscuridad poco menos queabsoluta respecto á los grandes fenómenos de la Naturaleza.

suponía dada aquella propiedad que perteneceal todo supremo de su género. Esta concep-ción orgánica de la Naturaleza, es la obra fun-damental á que conspiran cuantos en nuestrapatria han contribuido con algún elementonuevo al desenvolvimiento progresivo de lafilosofía natural.

La Naturaleza, considerada como un serinfinito y absoluto en su género; totalmenteorgánico en su unidad y en todo su contenidoinagotable de sores particulares; viva en símisma y henchida interiormente de una vita-lidad sin límites que se ostenta y desbordapor todas partes; dotada de fuerza infinita quese manifiesta toda ella mediante el procesoorgánico, del cual son luego meras posicionesparticulares los llamados mecánico, físico yquímico; tal es, en breve resumen, la concep-ción que ha sido expuesta y comprobada teó-rica y experimen talmente por los naturalistasespañoles, mantenedores de esta tendencianovísima. Todos los dualismos que han impe-rado é imperan todavía en el desarrollo higtó-rico de estas ciencias, desaparecen totalmen-te en este concepto armónico, que afirma á lapar la sustantividad de la Naturaleza comoun orden propio, independiente; la inherenciade la fuerza y de la materia como expresionesopuestas de una misma realidad, y la univer-salidad de la vida, incompatible, no soio conel dualismo que separa lo inorgánico de lo or-gánico, sino con toda noción estrecha y par-cial de la vida misma.

Este movimiento tiene, como todos, susprecedentes; los naturalistas españoles á quenos referimos han recogido la tradición cien-tífica de una escuela representada por tanilustréS pensadores como Schelling, Oken yCarus, y que ha encarnado la más alta ex-presión del sentido orgánico en la Naturaleza.Volviendo por los fueros de la verdad han tra-tado de rehabilitar esta dirección, menospre-ciada y aun desconocida las más veces en lamisma patria de aquellos sabios, mostrandoque encierra una concepción superior aun álas producidas mediante la doctrina de la cé-lula por Schleiden, Swann y Virchow, y que,por más que pese á las comentes empíricas,por tanto tiempo dominantes en la ciencianatural, es ésta deudora á aquella direcciónde grandes desenvolvimientos. Preciso es quela posteridad, dominada por incontrastablesprejuicios, haya sido muy ingrata con es-tos ilustres pensadores, para haber olvida-do, entre otras muchas preciosas conquistasque se les deben, que la primera indicación

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clara y terminante de un reino epitelúrieo, novegetal ni animal todavía, no se halla en lospsieodiarios de Bory de S. Vicent ni en losprotistas de Haeckel (1), sino en los protoor-ganismos de Carus.

Los abusos de la especulación filosófica enesta esfera han dejado tan honda huella enlos espíritus y aparecen de tal manera temi-bles, que nada es más frecuente entre los na-turalistas que rechazar desde luego, aun sinexaminarla, toda doctrina ideal en el dominiode su ciencia, dando muestra con estajpreci-pitacion de un sentido apriorista práetieo, sivale la frase, mucho más funesto que las mis-mas tendencias del idealismo puro, pues notiene en su apoyo ni aun la legitimidad de unexterior carácter lógico, sino tan solo la te-nacidad de un prejuicio. Sin entrar á diluci-dar aquí hasta qué punto se hallan las doctri-nas que el empirismo sustenta limpias de éstepecado original de abstracción idealista; sinpretender mostrar,—por más que fuera empre-sa «fácil,—que la doctrina atómica que puededecirse remante es una teoría harto más abs-trusa y ajena á la realidad que cuantas] haproducido la dirección del racionalismo filo-sófico, y que hasta la pretensión misma de ex-cluir todo sentido ideal en la ciencia es, á suvez en último extremo, una nueva teoría, fun-dada en datos mal interpretados ó en preocu-paciones erigidas precipitadamente en princi-pios, es lo cierto que la pura experiencia, des-tituida de todo elemento de carácter general,divorciada de las ideas, se manifiesta siempreradical, absolutamente impotente para cons-truir por sí sola la filosofía natural, como loes para fundar conocimiento alguno de carác-ter universal y apodíctico. Prescindiendo detodo razonamiento lógico, hay para ello unarazón sencilla y que no excede de los límitesdel sentido común, á saber: ¿con qué derecho yen virtud de qué razonable fundamento pode-mos considerarnos autorizados para atribuirá la Naturaleza toda aquellos hechos ó leyesquef mediante la pura observación experimen-tal, hemos visto realizados en la tierra? La ge-neralización, ó más bien la universalizaciónde semejantes principios, ¿no constituye unaverdadera temeridad, ya que la experienciano nos da propiamente criterio alguno paradiscernir en el hecho qué es lo que hay de ca-racterístico y peculiar á la esfera en que ac-

(1) V. Haeckel por Eduardo Hartmann. Notas da Au-gusto O. de Linares, Revista Europea.

tualmente se produce, y qué lo que correspon-de á la esencia de la Naturaleza misma, y portanto reviste un carácter, no variable y acci-dental, sino permanente y necesario?

Que la ciencia natural haya sido cultivadaen todos los tiempos con ese sentido generaly trascendente, no para obtener en último ex-'tremo la monografía de un planeta, es un he-cho que su propia denominación manifiesta-mente declara. Mas sucede aquí lo que en to-das las esferas del conocimiento en que la ex-periencia es un factor esencial: solo en vistadel concepto fundamental del objeto mismoque se trata de conocer plenamente en todosu contenido interior, cabe interpretar recta-mente el hecho observado, estudiarle, clasifi-carle y penetrar todo el valor, la importanciay la significación que encierra. L,os hechosson de suyo fraccionarios y no pueden nuncaconstituir sistema: no jtienen otra unidad, niotra extensión, ni otra trascendencia que laque reciben délas ideas, ó más bien la que, me-diante las ideas, halla el pensamiento en ellosmismosy en el modo como expresan lo general,esto es, las leyes, y lo absoluto y esencial, á sa-ber, los seres y las propiedades. No es, pues,prudente, ni útil, ni siquiera posible prescindirde los principios generales de la razón en laconstrucción de ciencia alguna: loque síimpor-ta es que no se padezca un error fatal toman •do sugetivas teorías por doctrinas racional yabsolutamente demostradas; error en que cier-tamente incurre á cada paso el positivismoteórico y práctico, que, haciendo traición á supretendida misión de circunspección científi-ca, parece destinado en nuestros dias á extra-viar la ciencia entre un dédalo inextrincablede abstrusas é hipotéticas concepciones. Paraobtener una garantía real de que las afirma-ciones generales respecto de su ciencia no sonmeros sueños metaflsicos, sino verdaderosprincipios racionales, deben los naturalistas,en primer término, esforzarse en extender sucultura filosófica, y en hacer ellos mismos lafilosofía de su ciencia, no tomándola asi comoimpuesta desde fuera, ni rechazándola tam-poco sin más criterio ni más pruebas que unarepugnancia instintiva, fruto de profunda yarraigadísima preocupación.

La obra de esta novísima dirección en laciencia natural española, ofrece precisamen-te un notable ejemplo de los felices resulta-dos de este armónico consorcio entre la espe-culación y la experiencia. Partiendo unos, co-mo el Sr. González de Linares, del puro racio-nal concepto de la Naturaleza, han llegado á

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determinar con toda precisión la doctrina. verdaderamente orgánica, y dado un paso de-cisivo en la desaparición del dualismo aunexistente entre los sores organizados y losinorgánicos. Procediendo otros, como el pro-fesor Serrano Fatigati, desdo la observaciónexperimental, han ido elevándose, mediantetenaces y reiterados esfuerzos á la concepciónde más alta unidad, y no satisfaciendo su exi-gencia científica la abstracta y vacía que re-sulta de la pura generalización empírica, hansido conducidos insensiblemente á idénticosentido.

La historia de este proceso de su pensa-miento, claramente trazado en sus obras, esen el fondo la de la formación de todas lasciencias en donde la razón y la experienciaintervienen como factores fundaméntalos; elaspecto ideal y el positivo del objeto son con-siderados separada y abstractamente, en doscomo apartadas regiones del pensamiento,entre las cuales se sostiene generalmente du-rante siglos una incomunicación poco menosque absoluta. Mas llega el momento en que laexigencia científica aumentada y aquilatadapor el progreso de la cultura y la extensión delos conocimientos en una y otra esfera, pidemás cumplida satisfacción, reconociendo loscultivadores de cada dirección parcial lo im-completo é inorgánico de su obra. Entoncesestas direcciones aisladas, entre las que no sehabían dado hasta aquí otras relaciones quelas de una hostilidad permanente y mutuadesestima, comienzan á armonizarse, va re-conociendo cada una de ellas lo que hay en la

. otra de verdadero y positivo, y acaban por com-ponerse y constituir una unidad propia, for-mando de esta suerte un verdadero y comple-to organismo científico. Los resultados de estaunión no se limitan á la mera aclaración y com-probación de los conocimientos en uno y otrocampo adquiridos, sino que se manifiestanmuy singularmente en la aparición de otrospuntos de vista, de nuevos y antes desconoci-dos horizontes, digna recompensa de aquellaarmonía que es el reconocimiento más expre-so y terminante del eterno, infinito organismode la realidad. Este movimiento de fusión,propio singularmente del presente momentohistórico, se está realizando á nuestra vistaen gran número de ciencias particulares; sír-vannos de mero ejemplo las tendencias armó-nicas de la novísima economía política quetratan de hallar la fórmula de unidad entreel individualismo y el socialismo clásico^, re-presentantes genuinos en esta esfera de las

ideas y de los hechos respectivamente; la me-ramente indicada hoy entre la lingüística es-peculativa y la empírica (1); y la iniciada, tam-bién en nuestro país, por uno de los naturalis-tas más distinguidos de la tendencia novísi-ma, entre la Geometría y la llamada «Morfo-logía general de los organismos,» sobre cuyaobra de identificación tendremos más adelan-te ocasión de insistir.

De igual modo que el novísimo movimien-to naturalista español representa esta armo-nía entre la especulación y la experiencia,ofrece también una racional composición en-tre la tradición y el progreso, sin desdeñar,antes bien recogiendo respetuosamente losprincipios reconocidos por la ciencia en sussuperiores esferas, pero sin subordinar tam-poco á ellos incondicionalmente su propio cri-terio, ni menos considerarlos, según suele ha-cerse á veces irracionalmente, como la últimapalabra de la ciencia y la expresión cerraday definitiva del supremo esfuerzo del pensa-miento humano. De esta suerte, aun ampa-rándose de la concepción idealista, han sabidoformar sobre ella un sentido nuevo, propio yelevado á la vez: dando á las ideas lo que lescorresponde, sin subordinarlas á la venera-ción ciega á la autoridad, que es en la cienciala más peligrosa de todas las supersticiones,han logrado destruir no solo la oposición entreel cielo y la tierra mantenida por Humbolt yHaeckel á pesar de su tendencia unitaria,sino la noción del reino mineral que Carusadmite, con manifiesta inconsecuencia.

De este modo el movimiento iniciado en-tre nosotros en esta -esfera, ofrece un carác-ter verdaderamente original, nacional, bienque tenga sus precedentes en doctrinas inicia-das por pensadores de otros países. No es,pues, ni con mucho una mera importación,como no es tampoco un simple renacimientode teorías más ó monos olvidadas. Es unadoctrina nueva, opuesta en parte á las cor-rientes hoy reinantes en la ciencia y que nodesconoce ni exagera tampoco el valor de losprecedentes. 5

Débese en gran manera la rehabilitaciónde aquellas concepciones fecundas de la direc-ción idealista de la ciencia natural, en que haninspirado nuestros modernos naturalistas susprimeras ideas, al general movimiento de los

(1) La necesidad de esta armonía ha sido indicada por elautor del presente trabajo en un curso dado en la Institu-ción librede enseñanza.—V. núm. 30 y 31 deílioleíináe di-cha Institución.

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estudios filosóficos, recientemente iniciado ennuestra patria. Hombres ilustres,- á cuya ge-nerosa iniciativa y al desinteresado y casiheroico esfuerzo con que han emprendido laobra de nuestra regeneración intelectual ymoral rendirá un dia la historia de nuestranacional cultura el tributo de justo aplauso yveneración debida que rara vez .otorgan loscontemporáneos á este género de mereci-mientos, han logrado despertar entre nos-otros la aspiración científica, secularmenteadormecida; interesarnos en la común obrade la civilización, á que no se puede sin delitonegar el obligado concurso, y enlazar nuestronaciente desarrollo intelectual con las gran-des tradiciones del pensamiento moderno. Se-ria injusticia notoria, ora se comulgue ó noen su sentido, negarles la gloria legítima dehaber reavivado en nuestro país el espíritude la ciencia, excitando poderosamente elpensamiento propio al choque eléctrico de lasgrandes concepciones y sustituyendo la tra-dicional pereza y decaimiento intelectual, conun vivo interés que, según los casos y en gra-dos diversos de desarrollo, se manifiesta enla aspiración general á la cultura, en el ardorde apasionada controversia ó en la alta pre-tensión de aumentar el patrimonio intelectualde la humanidad con los frutos laboriosamen-te obtenidos por la propia indagación. Por suaplicación especial á la esfera que nos ocupa,merecen particular mención los esfuerzos deun pensador ilustre en esta dirección, al que•son deudoras de algunas de sus más preciadasconquistas muchas ramas de la ciencia patria,y el cual, en lecciones dadas en cursos priva-dos, y valiéndose del método socrático en laenseñanza íntima,—única forma verdadera-mente fecunda y que puede conducir á hacerde los discípulos investigadores en la ciencia yhombres serios y dignos en la vida,—ha ini-ciado el movimiento que nos proponemos ex-poner, arrojando en espíritus jóvenes y entu-siastas la semilla fecunda que ha producidodespués como fruto las nuevas concepciones denuestros naturalistas. Nos referimos,^peseá su modestia,—al eminente ex-profesor de laUniversidad de Madrid D. Francisco Giner delos RÍOS, á cuya enseñanza los naturalistasaludidos, se reconocen deudores de la primerainiciación de su pensamiento en las altas re-giones de la investigación científica.

Justo es reconocer también que los ele-mentos científicos tradicionales no han pre-sentado en su mayoría en nuestro país la ma-nifiesta hostilidad con que suelen en todas par-

tes ser recibidas las tendencias innovadoras.Profundos conocedores de la ciencia de sutiempo, han sabido sacrificar las inspiracionesde la rutina al verdadero interés de las ideas,y lejos de rechazar las nuevas doctrinas yproscribirlas con horror, como suele ser usoen casos semejantes, han sabido considerarcomo colaboradores en la obra común á losque, no por iniciar nuevos puntos de vista,dejan de continuar su tradición científica, nide deber á su enseñanza su cultura positiva,ya que no es la tradición incompatible con elprogreso, ni racional extremar en la cienciael sentido conservador hasta convertirle en un .elemento estadizo é inmutable.

Exponer meramente las principales con-clusiones que este sentido novísimo ha formu-lado, intentando mostrar toda su trascenden-cia en el estado actual del desarrollo de lasciencias de la Naturaleza, es el propósito queencierra este trabajo. Los motivos que nos haninducido á emprenderle no pueden ser másmanifiestos. En el estado de relativa incultu-ra y de desnivel intelectual en que nos halla-mos todavía respecto de las naciones másadelantadas, precisa esforzarse en dar á co-nocer á propios y á extraños los generosos es-fuerzos, muchas veces coronados de éxito fe-liz, con que algunas personalidades intentan,no ya solo elevar el nivel de la cultura nacio-nal, sino servir á los intereses generales de laciencia, conquistándonos de esta suerte unlugar distinguido en el movimiento generaldel pensamiento contemporáneo. Ningún tra-bajo que á esto se consagre puede considerar-se vano y destituido de toda utilidad. Importahoy á nuestra cultura, y acaso mañana im-portará no poco á nuestra gloria, que no que-den completamente sepultados en el silencioy el olvido los frutos de esos individuales es-fuerzos, no sea que la posteridad, si de ellosllega á tener noticia, ora porque recibidos yobtenida por ellos carta de naturaleza en elpensamiento contemporáneo sean incorpora-dos á la tradición científica, ora porque—se-gún suele acontecer tantas veces con las obrasde nuestros más ilustres compatriotas—algúnbibliófilo los desentierre cuando las concepcio-nes en ellos expresadas sean del común patri-monio intelectual y pretenda, ya en vano, re-clamar nuestro derecho de prioridad, no puedadecirse de nosotros, que si tuvimos pocos hom-bres que, sobreponiéndose á la común incultu-ra, supieran elevarse desde un medio tan des-ventajoso á las más altas regiones del pensa-miento, en cambio no supimos estimarlos ni

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comprenderlos, y sus obras fueron para nos-otros ininteligibles y estériles, como •\»»ces enel desierto ó semillas arrojadas sobi'e la arena.

ALFREDO CALDERÓN,

Profesor en la Institución libre de enseñanza.

ESPECIES Y RAZAS HUMANAS.

La anatomía comparada y la embriologíade los vertebrados son tesoros inagotablesque nos suministran las nociones necesariaspara trazar, á grandes rasgos, la genealogíadel hombre; cuyo trabajo he llevado á cabo enlas anteriores lecciones. Guardaos, sin em-bargo, de deducir de esto que es posible en laactualidad conocer en todos sus detalles lafilogenia del hombre, destinada, en lo sucesi-vo, a servir de base á la antropología y á to-das las ciencias: á las investigaciones másexactas y minuciosas del porvenir está única-mente reservada la terminación de la impor-tantísima ciencia cuyas primeras bases no hehecho más que indicar en el curso de estaslecciones. Estas consideraciones tienen idén-tica aplicación á un punto especial de la filo-genia humana, sobre el cual, antes de termi-nar mi tarea, voy á dirigir una rápida ojeada.Me refiero á todo lo concerniente á la época yá la región en las cuales ha nacido el génerohumano, y á las especies y razas dependien-tes de este género.

Claro está que no es posible evaluar conprecisión én años, ni aun en siglos, la dura-ción del tiempo que ha sido necesario paraque se haya verificado la trasíbrmacion delos monos más antropoides en hombres pite-coides. Lo único que podemos, con perfectaseguridad, afirmar, en virtud de las'razonesque dejo expuestas, es que el hombre descien-de de mamíferos placentarios; pero como losrestos fósiles pertenecientes á este grupo demamíferos solo se encuentran á partir de losterrenos terciarios, se deduce de esto que esimposible que el hombre haya procedido delos monos más perfectos antes de la edad ter-ciaria. Lo más verosímil es que este importan-te acontecimiento de la historia de la creaciónse ha producido hacia el fin de la edad ter-ciaria, en el período plioceno, ó tal vez desdela época miocena, como es posible tambiénque solo se remonte al principio del períododiluvial. Pero lo que está ya fuera de duda es

que el hombre dotado de todos lo^ caractereshumanos existia en la Europa central duran-te este período, y que era contemporáneo damuchos grandes mamíferos actualmente ex-tinguidos, como son el elefante diluviano ómanmouth (Elephas primigenius), el rinoce-ronte lanígero (Rhinoceros tiehorrinus), elciervo gigante (Cervus euryeeros), el oso delas cavernas (Ursus speleus), la hiena de lascavernas (Ht/cena spelece), el tigre de las ca-vernas (Félix spelece), etc. Las nociones quesobre aquellos hombres y sobre los animalescontemporáneos suyos nos han suministradola arqueología y geología modernas, ofrecenun gran interés; pero como par.a exponerlasen todos sus detalles me seria forzoso sepa-rarme del plan que en. estas lecciones me hepropuesto, me limitaré á indicaros su impor-tancia y á recomendaros la lectura de las nu-merosas publicaciones referentes al hombreprimitivo que han aparecido en éstos últimostiempos, y en especial la de las notables obrasde Carlos Lyell, Carlos Vogt, Federico Rolle,John Lubbock, L. Büchner, etc. Las numero-sas ó interesantes investigaciones hechas enesta época sobre la historia primitiva del gé-nero humano han establecido definitivamenteun hecho capital, que por otra parte, y en vir-tud de varias razones, haoe mucho tiempo eraconsiderado como muy verosímil, á saber: quela existencia del género humano data segu-ramente de más de veinte mil años. Más decien mil, y acaso algunos centenares de mi-les de años, han trascurrido'desde el origendel hombre; y sin embargo de esto, nuestros,calendarios continúan fijando la creación delmundo, según Calvisius, en 5822 años antesde nuestra era, lo cual no deja de ser bastanteridículo.

Pero por más que hagamos remontar laexistencia y la dispersión del hombre en laTierra á veinte mil, á cien mil ó á un númerocualquiera de cientos de miles de años, todosestos números nunca representarán más queun espacio de tiempo infinitamente pequeño,comparado con la incomensurable duraciónque se ha necesitado para efectuar la evolu-ción gradual de la larga serie de los antepasa-dos del hombre. Este hecho se deduce del in-significante espesor de las capas diluviales,1

comparado con el de los depósitos terciarios,y de la potencia, no monos insignificante, deéstos, comparada con la de las capas más an-tiguas. Por otra parte, la serie infinitamentelarga de los tipos zoológicos que, lenta y pau-latinamente, se han desarrollado, desde la sen-

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cillamónera hasta el anfloxo, desde el anfloxohasta los selacios, desde los selacios hasta elprimero de los mamíferos, y desde éste hastael hombre, ha necesitado para su evoluciónuna serie de ciclos cronológicos que con se-guridad comprende millones de años.

¿De qué modo el hombre más pitecoide hasalido del mono más antropoide? Este hechoevolutivo fue, en primer lugar, el resultado dedos aptitudes del mono antropoide, á saber:la aptitud para la estación vertical, y la apti-tud para el lenguaje articulado. Estos han si-do, sin duda alguna, los dos factores más po-derosos del hombre. Estas dos importantesfunciones fisiológicas coincidieron necesaria-mente con dos modificaciones morfológicasque le son conexas, es decir, con la diferen-ciación, en pares, de las extremidades, y conla diferenciación de la laringe; cuyo importan-te perfeccionamiento orgánico debia necesa-mente reaccionar sobre la diferenciación delcerebro y de las facultades intelectuales quele son inherentes, y abrir ante el hombre lasenda del progreso indefinido que desde en-tonces viene recorriendo, para alejarse cadavez más de sus antepasados animales. (Mor-fología general, II, 430.)

De los tres movimientos evolutivos del or-ganismo humano que acabo de indicar, creoque el más antiguo ha debido ser la diferen-ciación más completa, el perfeccionamientode las extremidades; resultado de haberse ha-bituado á la estación vertical. Las extremida-des anteriores fueron dedicándose cada vezmás á la prensión y al tacto, y las posterioressirvieron exclusivamente para la estación y lamarcha, de todo lo cual resultó el contrasteque existe entre la mano y el pió, que, sin serexclusivo del hombre, está, sin embargo, máspronunciado en él que en los monos antropo-morfos. Pero esta diferenciación de las extre-midades, no solo era ventajosa en sí misma,sino que á la vez producía toda una serie demodificaciones importantes en el resto delcuerpo. Toda la columna vertebral, y espe-cialmente la parte correspondiente á la pelvisy álos hombros, así como los músculos que endichas regiones se insertan, sufrieron cuantasmodificaciones hacen diferenciar al cuerpohumano del de los monos más antropoides.Es casi seguro que estas trasformaciones sehan verificado mucho tiempo antes del origendel lenguaje articulado. Hubo un largo espa-cio de tiempo, durante, el cual existió una es-pecie de hombres dotados de la facultad de ca-minar en dos pies, que tenían, por consiguien-

te, las formas características de la humani-dad, por más que todavía careciesen del se-gundo precioso atributo del hombre, ó sea lapalabra. Estamos, pues, en el perfecto dere-cho de admitir entre la serie de nuestros an-tepasados, como representante de un eslabónespecial de esta cadena (el veintiuno) al hom-bre privado del lenguaje (Alalas) ó al hombre-mono (Pithecanthropus), que poseía todos loscaracteres esenciales al hombre, excepto ellenguaje articulado.

Según acabáis de oir, he considerado el len-guaje articulado y la diferenciación más per-fecta, de la laringe, que de aquel se deriva,como el segundo grado . evolutivo del génerohumano. Esta diferenciación es, sin duda, -loque establece la mayor distancia que existeentre el hombre y el animal, y lo que determi-na el progreso más importante en la actividadintelectual, y por lo tanto, en la organizacióncerebral. Muchos animales, sin embargo, po-seen un lenguaje, con ayuda del cual se co-munican sus sentimientos, sus deseos y suspensamientos; este lenguaje es el de los sig-nos, el del tacto y el de los gritos; pero el ver-dadero lenguaje hablado, la exacta expresiónde la idea, lo que se llama el lenguaje articu-lado, que por abstracción transforma los gri-tos en palabras y une las palabras en propo-siciones, es patrimonio exclusivo del hombre.

Nada ha debido ennoblecer y trasformartanto las facultades y el cerebro del hombrecomo la adquisición del lenguaje. La diferen-ciación más completa del cerebro, su perfeccio-namiento y el de sus más nobles funciones,es decir, el de las facultades intelectuales, si-guieron la misma dirección, y juntos fueronprogresando y ejerciendo mutuamente unainfluencia recíproca por medio de su manifes-tación hablada. Por eso con tanta razón losmás distinguidos representantes de la filologíacomparada consideran, el lenguaje humanocomo el paso más decisivo que el hombre hadado para separarse de sus antepasados ani-males. Este importante punto lo ha puesto enevidencia Augusto Schleicher en su trabajo«Sobre la importancia del lenguaje en la his-toriainatural del hombre,» en cuyo trabajo sepresenta el lazo de unión q"ue existe entre lazoología comparada y la lingüistica compara-da. La última de estas ciencias, merced á ladoctrina de la evolución, se encuentra hoy enestada de seguir, paso á paso, el origen dellenguaje. El interesante problema de la evo-lución del lenguaje ha sido abordado con for-tuna en estos últimos tiempos: Guillermo

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Bloek, que lleva diez y siete años estudiandoen el África meridional los idiomas de las ra-zas humanas más inferiores, ha contribuidoespecialmente á la solución de este problema.Augusto Schleicher, por otra parte, ha ense-ñado, de conformidad con la teoría de la se-lección, cómo las diversas formas del lengua-je se han subdividido, bajo la influencia de Jaselección natural, en numerosas especies ysub-especies, del mismo modo que lo hanhecho las demás formas y funciones orgá-nicas.

Me falta tiempo para exponer en sus deta-lles todo lo concerniente á la formación dellenguaje, por lo cual me limito á recomenda-ros la lectura del notable escrito de GuillermoBleek, ya citado, Sobre el origen del lenguaje.Pero hay otra cuestión de filología comparadaen la cual debo insistir, porque es muy impor-tante para la genealogía de las especies hu-manas, y es la que se refiere al origen únicoó múltiple del humano lenguaje. En una cartaque Bleek me ha dirigido, supone este emi-nente lingüista que todas las lenguas humanastienen un origen unitario ó monofilético. «To-das ellas, dice, tienen verdaderos pronombresy las partes del discurso que de ellos resultan.Pero la historia del desarrollo del lenguajeprueba que la posesión de verdaderos pronom-bres es un resultado de adaptación, que soloha podido producirse una vez.» Otros célebreslingüistas, por el contrario, optan por el ori-gen polifilético del lenguaje; una de las mayo-res autoridades en esta materia, Schleider,admite que, desdé el principio, el lenguaje hadebido diferir en la fonética, según la idea yla imagen que se trataba de representar pormedio de sonidos, y según el grado de perfec-tibilidad de la raza que iniciaba el lenguaje.Es, en efecto, de todo punto imposible referirtodas las lenguas á un idioma primitivo único,y hasta un estudio imparcial de los hechos nosconduce á reconocer tantos idiomas primitivoscomo tipos ligüísticos hay. Por esta razón Fe-derico Müller y otros eminentes lingüistasadmiten que cada tipo lingüístico y cada len-gua primitiva tienen un origen espontáneo óindependiente. No existe, sin embargo, con-cordancia alguna entre la distribución de es-tos tipos lingüísticos y la de sus subdivisionescon la de las tituladas «razas humanas,» quedistinguimos según sus caracteres físicos.Este desacuerdo, lo mismo que la confusamezcla de las razas y sus múltiples cruza-mientos, son los principales obstáculos conque se tropieza cuando se intenta continuar la

genealogía del género humano en sus ramas,especies, razas y variedades.

A pesar de tan grandes dificultades, nopuedo menos de dirigir una rápida mirada.áesta ramificación del árbol genealógico hu-mano y dilucidar de este modo, en cierta me-dida, examinándola bajo el puntó de vista dela teoría de la descendencia, la debatida cues-tión del origen uno ó múltiple del género hu-mano. No ignoráis que desde hace muchotiempo existen dos graneles partidos en abiertalucha sobre este asunto, que son los monofi-listas y los polifilistas. Los primeros defiendenel origen unitario y la consanguinidad de to~das las razas humanas; los segundos creenque cada una de las diversas, especies ó razashumanas ha tenido un origen independiente.Después de lo que dejo dicho en las leccionesanteriores, sobre la genealogía del reino ani~mal en general, nadie puede dudar que, en elmás amplio sentido, no esté bien fundada laopinión monofilótica; porque, aun admitiendoque la trasíbnmacion de los monos antropoi-des en hombres se haya verificado muchasveces, estos mismos monos no dejan por esode llegar á confundirse en el árbol genealógi-co de todo el orden simio. Este debate nodebe, pues, versar sino sobre un grado más ómenos próximo ó lejano de consanguinidad.Pero bajo el punto de vista puramente antro-pológico es más verosímil la opinión polifilé-tica, puesto que los diversos idiomas primiti-vos se han formado aisladamente. No preten-demos, por tanto, ver en el origen del lenguajearticulado el signo capital, característico, delpaso á$ tipo humano; si tratamos de clasificarlas razas humanas según su tipo lingüístico,podemos decir que estas diversas especieshan nacido aisladamente, puesto que las dis-tintas ramas del género humano primitivo,todavía privado de la palabra y directamentesalido de los simios, han formado aislada-mente sus idiomas. Estas especies, sin em-bargo, acaban siempre por confundirse más ómenos cerca de su í̂ aíz, y en último resultadoes indudable que todas ellas han salido de untronco común.

Sin dejar de estar conforme con esta opi-nión, y admitiendo que las diversas especiesdel hombre primitivo, sin palabra, procedie-ron de un tipo antropoide común, no puedosin embargo, conceder que todos los hombresdesciendan de una sola pareja. Esta últimahipótesis, tomada por nuestro grupo indo-ger-rnánico, del mito semítico de la creación mo-saica, es completamente insostenible. ¿Des-

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ciende ó no el género humano de una solapareja? El eterno debate entablado con estemotivo estriba únicamente en un falso plan-teamiento de la cuestión. Tan absurdo es ad-mitirla como lo seria preguntarnos si todoslos perros de caza y todos los caballos de si-lla descienden de una sola pareja; si todoslos ingleses y todos los alemanes desciendende una pareja única, etc. No ha habido unaprimer pareja humana, un primer' hombre,como no ha habido un primer inglés, un pri-mer alemán, un primer perro de caza ó unprimer caballo de silla. Cada nueva especieprocede siempre de una especie preexistente,y el lento trabajo de metamorfosis comprendeuna larga serie de individuos diversos. Su-pongamos que tenemos á nuestra vista laserie de las parejas de hombres pitecoides yde monos antropomorfos que realmente hanfigurado entre los antepasados del género hu-mano; pues aun en este caso, seria tan impo-sible como en el que nos ocupa, decir cuál erala primera pareja de esta serie mitad simia ymitad humana; y en último caso esta indica-ción seria puramente arbitraria. Imposible es,del mismo modo, considerar como salida deuna sola pareja, cada una de las doce razas óespecies humanas que voy á examinar.

La clasificación de las diversas razas ó es-pecies humanas ofrece las mismas dificulta-des que las de las especies animales y vege-tales; porque en uno y otro caso, los tipos másdiferentes en la apariencia, están unidos en-tre sí por una serie de formas intermedias.Sobre todo, en ninguno dé los dos casos es po-sible distinguir con claridad la especié de laraza; de ahi que, siguiendo á Blumenbach, seha admitido que el género humano se divideen cinco razas, que son: 1.° la raza etiópica ónegra (negros africanos); 2.°, la raza malayaó morena (malayos, polinesios, australianos);3.°, la raza mogólica ó amarilla (la mayorparte de los asiáticos y los esquimales de laAmérica septentrional); 4.°, las razas ameri-canas ó rojas (los indígenas de America), y5.° las razas blancas ó caucásicas (europeos,africanos del Norte y asiáticos del Sudoeste).Según el génesis bíblico, todas estas cinco ra-zas humanas descienden de una sola pareja,de Adán y Eva, y no son, por tanto, más quevariedades de una sola especie. Cualquier ob-servador imparcial, reconocerá, sin embargo,que las diferencias que existen entre estascinco razas son tanto más grandes que las di-ferencias específicas en que se fundan loszoólogos y botánicos para distinguir las bue-

nas especies animales y vegetales; por cuyarazón, al ocuparse de este asunto el distingui-do paleontólogo Quenstedt exclama: «Si el ne-gro y el caucasiano fuesen caracoles, todoslos zoólogos estarían unánimes en afirmarque uno y otro son excelentes especies, quenunca han podido proceder de una misma pa-reja, de la cual se fueron separando gradual-mente.»

Para clasificar las razas humanas se hanbasado los naturalistas, en parte, en la natu-raleza del cabello, en parte en la coloraciónde la piel, y en parte en la conformación dele-ráneo. Bajo este último aspecto se han reco-nocido dos tipos opuestos de iranianos queson, las cabezas largas y las cabezas cortas.En los hombres de cabeza larga (Doliehoce-phali), cuyos tipos más pronunciados nos re-presentan los negros y los caucasianos, elcráneo es estrecho y está alargado y compri-mido lateralmente. En los de cabeza corta,por el contrario (Brachgcephali), el cráneo esancho y corto, y está comprimido de adelanteá atrás, como se ve al primer golpe de vista enlos mogoles. Entre estos dos extremos estáncolocadas las cabezas medias (Mesoeephali),cuyo tipo craniano está representado sobretodo por los americanos. En cada uno de as-tos tres grupos hay los prognatos (Prognathi),cuyos maxilares se dirigen hacia adelante,á la manera del hocico de los animales, encuyo caso los incisivos están también dirigi-dos oblicuamente y hacia adelante. Hay ade-más los ortognatos (Orthognathi), cuyos maxi-lares son poco salientes, y cuyos dientes inci-sivos están perpendiculares. Se ha ocupadomucho tiempo y trabajo en estudiar y medirminuciosamente las formas de los cráneos deestos últimos, sin haber logrado obtener re-sultados correspondientes al gran trabajo em-pleado. Esto consiste en que, dentro de los lí-mites de una misma especie, por ejemplo en-tre los Mediterráneos, puede variar la formadel cráneo hasta llegar á las formas extremas.La naturaleza de los cabellos y las lenguas su-ministran caracteres preferibles para la clasi-ficación, porque se trasmiten por herencia,con más seguridad que la forma del cráneo.

La lingüística comparada tiene, sobre todo,una gran importancia en esta cuestión. En elexcelente trabajo etnográfico que últimamen-te ha publicado el lingüista vienense FedericoMüller, se concede, con entera justicia, el pri-mer papel al lenguaje. La conformación de loscabellos debe ocupar el lugar que inmediata-mente sigue al que ocupa el lenguaje, bajo el

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punto de vista de su importancia. Este carác-ter morfológico, por secundario que sea, pa-rece sin embargo un signo de raza que setrasmite rigorosamente por herencia. Entrelas doce especies humanas que voy á enume-rar, las cuatro más inferiores están caracte-rizadas por tener los cabellos lanosos; consi-derado aisladamente cada cabello ó pelo, seve que está aplastado en forma de cinta ytiene una sección trasversal elíptica. Las cua-tro especies de cabellos lanosos {Ulótricos)pueden dividirse en dos grupos: unos que tie-nen la cabellera dispuesta en mechones (Lo-phoeomi), y otros que la tienen en vellón(Erioeomi). Los cabellos de los lofocomos, quecomprenden los Papúes y los Hotentotes, estándesigualmente distribuidos en mechones ó enpequeños copos; los eriocomos, es decir, losCafres y Negros, tienen, por el contrario, suslanosos cabellos, igualmente repartidos entoda la superficie del cuero cabelludo. Losulótricos son prognatos y dolicocéfalos; el co-lor de su pi.el, el de sus cabellos y el de susojos es siempre muy subido. Todos los hom-bres que pertenecen á este grupo habitan elhemisferio meridional, y solo en el África hanpasado del Ecuador. Son, en general, inferio-res á la mayor parte de los lisótricos, y seaproximan más que éstos al tipo simio. Losulótricos no son susceptibles de gran desar-rollo intelectual, aun cuando vivan en un me-dio social favorable, como en el dia se observaen los Estados-Unidos de América. Ningúnpueblo de cabellos crespos ha tenido jamásverdadera historia.

En las ocho razas humanas superiores,llamadas Lisótricas, nunca es la cabelleraverdaderamente lanosa, ni aun en los indivi-duos que escepcionalmente la tienen crespa.Examinando aisladamente cada uno de estoscabellos, se ve que es cilindrico y que tiene,por tanto, una sección transversal circular.

Podemos dividir también las ocho especieslisótricas en dos grupos: uno que comprendelas de cabellos rectos (Euthyeomi), y otro lasde cabellos rizados (Euploeami). Al primergrupo, cuya cabellera es recta y lisa, perte-necen los Australianos, los Malayos, los Mo-goles, las razas árticas y los Americanos. Loshombres de cabellos rizados, aquellos cuyabarba es más poblada que la de las otras es-pecies, comprenden los Dravidianos, los Nu-bios y los Mediterráneos. Antes de procurarhacer alguna luz sobre la divergencia flléticadel género humano y sobre la conexión genea-lógica de sus diferentes especies, voy á daros

una ligera idea de estas doce especies y de sudistribución. Para formarnos una idea exactade la distribución geográfica de estas especies,es preciso retroceder tres ó cuatro siglos yfijarse en la época en que el archipiélago in-dico y la América eran desconocidos por loseuropeos; porque en aquella época todavía nose habian confundido las especies humanas,por virtud de miles de cruzamientos diversos,y sobre todo porque la gran oleada de lasrazas indo-germánicas aún no se habia des-bordado por el mundo. Empezaré por ocupar-me de los tipos humanos más inferiores, delos hombres de cabellera lanosa (Ulótricos),de cara prognata y de cráneo dolicocéfalo.(Véanse los cuadros ly 2.) .

Los Papúes (Homo papua) son tal vez laespecie humana actual que menos se separadel tipo antepasado de los ulótricos. Habitaesta especie ordinariamente la gran isla de laNueva-Guinea, los archipiélagos Melaneaiossituados al Este de dicha isla, las islas Salo-món, la Nueva-Caledonia, las Nuevas-Hébri-das, etc. Todavía se encuentran, sin eifcbargo,restos de la especie Papue esparcidos en elinterior de la península de Malaca y en mu-chas islas del gran archipiélago Pacífico.Aquellas especies habitan comunmente lasinaccesibles montañas del interior, como porejemplo se observa en las islas Filipinas. LosTasmanianos, cuya extinción es reciente, erantambién Papúes. De todo esto, y de algunoshechos más, resulta que los Papúes estaban,en otro tiempo, muy esparcidos por el Sudestede Asia, de cuyo territorio fueron rechazadosy exp%lsados por los Malayos.

Todos los Papúes tienen la piel de un colornegro claro ó negro azulado. Sus lanosos ca-bellos crecen en mechones arrollados en espi-ral, que con frecuencia tienen más de un. piéde largo, de manera que forman una especiede peluca lanosa muy espesa. Su frente es es-trecha y deprimida; su nariz larga y reman-gada; sus labios gruesos. Por el carácter es-pecial de su cabellera, y por su lengua, sediferencian los Papúes de sus vecinos Lisótri-cos, Malayos y Australianos, de tal modo,que es preciso considerarlos como una espe-cie aparte.

Los Hotentotes (Homo hottentotus), aunqueseparados de los Papúes por una gran distan-cia, se parecen mucho á éstos en su cabellera,que también está dispuesta en mechones. LosHotentotes habitan exclusivamente la extre-midad meridional del África, el cabo de Buena-Esperanza y las regiones próximas á éste, á

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las cuales han ido desde el Nordeste. Los Ho-tentotes, del mismo modo que sus congénereslos Papúes, han ocupado, en otro tiempo, re-giones mucho más extensas, probablementetoda el África oriental. Actualmente se les vecaminar á su destrucción. Además de los Ho-tentotes propiamente dichos, de los cualessolo quedan en el dia las dos tribus de los Na-maqueses al Este del Cabo, y de los Caraque-ses al Oeste, hay que incluir en el mismo grupoá los Bosquismanes, que habitan las regionesmontañosas del Cabo. Todos estos Hotentotestienen la cabellera en mechones dispuestosaisladamente como los haces de cerdas de uncepillo, del mismo modo que la de los Papúes.Las mujeres de estas dos especies tienen grancantidad de tejido adiposo en la región glúteaó de las nalgas (steaiopygiá). La piel de losHotentotes tiene un matiz más claro que lade los Papúes, y su color es moreno amari-llento. Su cara es aplanada; su frente y narizson pequeñas; sus fosas nasales, anchas; suboca es muy grande, sus labios gruesos; laparte inferior de la cara, ó sea la barba, esestrecha y puntiaguda. El lenguaje de estaespecie consiste en cloqueos y castañeteoscaracterísticos y particulares de la lengua.

Los Cafres {Homo cafer) son los que másse aproximar} á los Hotentotes. Esta especietiene los cabellos crespos, pero difiere, comola siguiente, de los Hotentotes y Papúes, enque sus lanosos cabellos no están disemina-dos en mechones, sino formando un espesovellón. El color de la piel de los Cafres pasapor todos los matices intermedios, desde elmoreno amarillento de los Hotentotes hastael negro más oscuro del verdadero Negro.Mientras se ha creído que los Cafres estabanconfinados en un reducido espacio, se los haconsiderado como una simple variedad de losverdaderos Negros; pero actualmente se creeque pertenece á esta especie toda la poblacióndel África ecuatorial desde el grado 20 de lati-tud Sur hasta el 4o de latitud Norte, es decir,todos los Africanos del Sur, á excepción delos Hotentotes. Podemos citar entre los indi-viduos que pertenecen á esta especie, á losZulús, á los Zambezianos y Mozambiques enla costa oriental del África; á la gran fami-lia de los Bejuanes ó Sejuanes, en el inte-rior del continente; y en la costa occidental,á las tribus de los Herreros y de los Congos.Los Cafres proceden del Nordeste como losHotentotes. Los Cafres difieren esencialmentede los Negros en el lenguaje y en la confor-mación del cráneo, por más que en un tiempo

han estado casi confundidos con aquellos. Sucara es larga y estrecha; su frente alta y abo-vedada; su nariz saliente y comunmente en-:orvada; sus labios menos gruesos que los del

Negro, y su barba puntiaguda. Los numero-sos idiomas que hablan las diversas tribus

afres pueden referirse á una lengua primiti-va, hoy extinguida: á la lengua bantua.

El verdadero Negro (Homo niger) forma,después de haber separado de él á los Cafres,los Hotentotes y los Nubios, una especie hu-mana mucho menos esparcida que se habíacreído al principio. Conviene reunir bajo ladenominación de Negros á los Tibús de laregión oriental del Sahara; á los pueblos deSudan ó Sudanianos, que habitan el límitemeridional del gran desierto, y á la poblaciónribereña del África occidental, desde la embo-cadura del Senegal al Norte, hasta la del Ni-

er al Sud (Senegambia ó Nigricia). Los ver-daderos Negros están confinados entre elEcuador y el círculo tropical septentrional,que solo ha sido franqueado al Este .por unapequeña parte de la raza de los Tibús. La es-pecie negra se ha esparcido por esta zona, ápartir del Este. La piel de los verdaderos Ne-gros tiene siempre un color negro más ó me-nos puro, es suave al tacto, y exhala un olorespecial, desagradable. El Negro se parece alCafre en la cabellera, y no difiere esencial-mente de él en la conformación de la cara. Lafrente del Negro es, sin embargo, más aplas-tada y más baja; la nariz ancha y gruesa,pero sin sobresalir; los labios muy gruesos, yla barba muy corta. Son notables además losverdaderos Negros por la delgadez de suspantoriillas y por la longitud de sus brazos.Esta especie humana ha debido subdividirse,muy pronto, en gran número de tribus distin-tas, porque las múltiples y diversas lenguasque habla en el dia no pueden referirse á unalengua primitiva.

(Concluirá,)

ERNESTO HAECKEL.

(Traducción do Claudio Cuveiro.)

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NUMERO 1.

CUADRO TAXONÓMICOde las doce especies y de las treinta y seis razas humanas.

ESPECIES. RAZAS. PATRIA.

1 PapúesHomo papua.

2 Hotentotes iHomo hottentotus. \

1 Negritos..2 Neo-Guineos3 Melanesios4 Tasmanianos5 Hotentotes(5 Bosquisrnanes

3 CafresHomo "cafér. \ I

Cafros-ZulúsBejuanesCafres del Congo

Malaca, Filipinas.Nueva GuineaMelanesia ,Tierra de Van Diemen

Cabo de Bueña-Esperanza. .Cabo de Bueña-Esperanza...

África Sud-OrientalSur del África centralÁfrica Sud-Occidental

4 NegrosHomo niger.

10 Negros-Tibús11 Negros-Sudanianos.12 Senegambios13 Nigricianos

País de Tibú.SudanSenegambia.Nigricia

EMIGRACIÓN

procedente del

Oeste.Oeste.Noroeste.Nordeste.

Nordeste.Nordeste.

Norte.Nordeste.Este.

Sudeste.Este.Este.Este.

Í14

115Homo australis. 115 Australianos del Sur.16 Malayos de las islas

de la Sonda..-.17 Polinesios18 Madagascares

6 MalayosHomo malayus.

(19 Indo-Chinos7 Mogoles 120 Coreo-Japoneses

Horno mongolas. ) (21 Altaicos...»\ 122 Uralianos

8 Hombres árticos. i23Horno areíieus. í 24

2526

Hiperbóreos.Esquimales..

9-AmericanosHomo amerieanus

10 DravidianosHomo dravida.

11 Nubios Í31Homo nuba. 132

Íoo3435OÍ;

Norte-Americanos...Americanos del Cen-

troAmericanos del Sur..Patagones

Dravidianos del De-khan..

Singaleses

DongolianosFulahsCaucasianos....VascosSemitasIndo-Germanos.

Australia del Norte Norte.Australia del Sur. Norte.

Archipiélago de la; Sonda... Oeste.Polinesia Oeste.Madagascar Este.

Thibet, China Sur.Corea, Japón Sudoeste.Asia"Steentral y del Norte. . . . Sur.Noroeste del Asia, Norte de

Europa, Hungría Sudeste.

Nordeste de Asia Sudoeste.Extremo Norte de América. Oeste.América del Norte Noroeste.

América del Centro Norte.América del Sur Norte.Extremo Sur de América.... Norte.

Dekhan Este?Ceilan Norte?Nubia Este.País de Fulah (África central) Este.Caucaso Sudeste.Extremo Norte de España.. Sur?Arabia, Norte de África . Este.Sudoeste de Asia, Europa... Sudeste.

494 REVISTA EUROPEA.—20 DE ABRIL DE 1879. NÚM. 269

NUMERO 9.

ÁRBOL GENEALÓGICO DE LAS DOCE ESPECIES HUMANAS.

i. Ame-icanos.

Semitas.

Vascos.

Esquimales.Magiares.

Indo-Germanos.

Caucasianos.

Hiperbóreos. Fineses.8. Árticos.

Tártaros.

Calmucos.Tongúes.

Samoyedos. ,12. Mediterráneos.

Singaleses.

Fulahs.Dekhanes.

10. Dravidianos.

Altaicos. Uralianos.

Japoneses.

11. Nubios.

Chinos.Uraliano-Altaicos.

Coreanos.

Coreo-Japoneses.

Siameses.

Thibetanos.

Indo-Chinos.

Euplocamios.

Polinesios.Madagascares.

7 . Mogoles.

Sudaniano.s.

8. Malayos.

4. Negros.3. Cafres.

Eriocomos.

Promalayos.

1. Papúes.

5. Australianos.

2. Hotentotes.

Iiofocomos.

Eutycomos.

Iiisótricos. Ulótricos.

Hombres primitivos.

Hombres monos.

.-VI»

NÚM. 269. J. M. BARZANALLANA.—POLÍTICA COMERCIAL. 495

POLÍTICA COMERCIAL (1).

EL TRABAJO Y LA INDUSTRIA EN ESPAÑA.

La Asamblea Nacional de Francia votó en26 de Julio de 1872, con el título modesto y res-tringido de Ley sobre las primeras materias,una que, bien considerada, introducía modifi-caciones radícalísimas en las reglas arance-larias que vinieron rigiendo en dicho país, re-lativamente á la importación de las mercan-cías de cualquiera clase, con posterioridadá la edición oficial de sus tarifas en Agostode 1869.

Me propongo prescindir de toda discusiónacerca del fundamento que hubiese para que,con el nombre de primeras materias, se com-prendieran en aquella ley, como se compren-den casi siempre en todas partes, gran núme-ro de objetos que no reúnen dicha circunstan-cia para la fabricación y para la industria engeneral, ni para el trabajo. En este caso sehallan las frutas verdes y secas, el aceite doolivo, los bálsamos, la perfumería, la merce-ría y la quincalla; efectos todos estos que másbien pudieran y debieran clasificarse entrelos de comodidad y hasta de lujo para ciertasclases determinadas de la sociedad, no muylimitadas realmente.

Fijóme solo en que las nuevas prescripcio-nes se extendían hasta señalar derechos su-plementarios á cuantos artículos,' completa-mente manufacturados, se introdujesen en elterritorio de la República vecina; calificándo-los para justificar la medida, de compensaciónde las cuotas exigibles á ciertas mercancíasintroducidas de fuera de aquella Nación, conel fin de poder confeccionar en Francia efec-tos similares á los extranjeros elaborados; ypara cuya elaboración, formando una parteintegrante suya, se hubieran utilizado, enconcepto de primeras materias, otras análo-gas, ya que no similares á las mismas, peroexentas en la Nación respectiva del gravamenseñalado en el arancel francés.

Los fogosos republicanos, nuestros yeci-

(1) Forman parte el presente articulo y los qae segui-remos publicando sobre la materia, de una importanteobra que con el mismo título inicial tiene en preparaciónel Sr. Barzanallana. Dichos trabajos han sido leídos re-cientemente por su autor en la Academia de Ciencias mo-rales y políticas, a la que pertenece.

nos, grandes amigos de la amplitud en las li-bertades políticas, no se detuvieron ante laconsideración de sí, con aquella medida, ibanó no á recibir un rudo golpe los principios dellibre cambio. Nada tiene de extraño semejan-te proceder; y no sorprenderá por cierto á losque con entera imparcialidad profundizan elestudio de semejante clase de cuestiones.Cada, dia más y en todos los países, así dentrocomo fuera de Europa, van observándose he-chos análogos, muy elocuentes contra las teo-rías exclusivas.

Desconfiando los hombres de Estado deallende los Pirineos de la eficacia de las doc-trinas profesadas por los que aspiran á obte-ner directamente de la propiedad rústica y dela urbana los ingresos más cuantiosos parael Erario nacional, prescindieron ante todo,con prudencia y buen consejo, de dejarsearrastrar por una popularidad efímera. En suvirtud se atuvieron á lo que podia suministrarpronta y eficazmente los medios adecuadospa-ra conllevar entonces la crítica situación delTesoro, después de los acontecimientos doloro-sos para el buen nombre de la Nación france-sa, que el mundo ha presenciado en estos úl-timos años, como consecuencia de la guerraque aquella sostuvo con el Imperio alemán, yen la que este llevó la mejor parte, así de glo-ria, como de provecho material, á costa desus enemigos.

Dificultades gravísimas habían de presen-tarse en Francia para modificar su legislaciónaduanera, teniendo como tenia adquiridoscompromisos especiales, por medio de trata,dos devi£omercio celebrados desde más dequince años á esta parte, en virtud de haber-los erigido en sistema el régimen imperial deNapoleón III, con Austria, Bélgica,. CiudadesAnseáticas, España, Estados Pontificios, GranBretaña, Italia, Paises Bajos, Portugal, Sué-cia y Noruega, Suiza, TurquíayelZollverein.

Esta circunstancia fue causa de que lasdisposiciones de la nueva ley no pudieran lle-varse á efecto, sino gradualy paulatinamente,á medida¡que permitiesen á Francia hacer usode su libertad de acción las negociaciones queseria forzoso abrir con los países que habíanadquirido mutuas obligaciones con ella, y delas que ésta no tenia medios de desligarse,sino por recíproco avenimiento. Tales son losresultados inherentes á los tratados y á losconvenios de comercio, que en tesis generalcombatimos; tanto, en primer lugar*, por elcompromiso opresor que entrañan, no permi-tiendo corregir los males que pueden irrogarse

496 REVISTA EUROPEA.—20 DE ABRIL DE 1879. NÚM, 269

á una Nación, mientras que no finalice el tér-mino por que se hayan pactado como mínimopara su duración, cuanto por las dificultadesque su planteamiento pudiera ocasionar. Asísucede siempre que los convenios se realizancon otras Naciones más poderosas, si.no sonmuy propicias á la equidad, ó propenden áimponer la ley á las débiles en fuerzas mate-riales; cuya falta es reemplazada infructuosa-mente ó de un modo tardío, si es que se lo-gra conseguirlo, aun cuando asista la razón,habiendo de emplear solo notas ó negociacio-nes diplomáticas.

España, según es público, tenia celebradoun convenio de comercio con Francia, que sesuscribió en Madrid el 18 de Junio de 1865;convenio que el firmado en París el 8 de Di-ciembre de 1877 dispuso que continuara envigor para todo cuanto no hubiese sufrido al-teraciones posteriores. De escasa cuantía laestipulación mencionada, tuvo por principalobjeto que quedaran suprimidos los recargos

, exigibles en Francia á la importación por tier-ra de los objetos de producción ó de manufac-tura españolas; y reciprocamente, que cesa-sen los que se cobraban entonces en Españaá la entrada por tierra de los efectos proce-dentes ó manufacturados en aquella Repú-blica.

Acompañábase, como aneja al convenio,una reducida lista de objetos cuya importa-ción se habia de bonificar para lo sucesivo,así en España como en Francia, en el concep-to de excepción á la regla general establecidapor la tarifa para las mercancías de los res-tantes países, con los que las dos Potenciascontratantes no tuviesen adquiridos de ante-mano otros compromisos por medio de estipu-laciones que otorgaran á las mercancías pro-ducto y procedentes de ellas, la circunstanciade ser consideradas como disfrutando de lacláusula, verdaderamente trascendentalísimapor sus consecuencias, de ser una de las Na-ciones más favorecidas.

¿Hubo la previsión y la inteligencia nece-sarias en los gobernantes de la época poste-rior al convenio referido, y dentro de la medi-da que corresponde posean estas cualidadeslos más elevados administradores de los inte-reses públicos, si tienen la inteligencia y elcelo necesarios para que no se vean desaten-didos ó mal garantizados tos intereses de lospueblos,: al frente de cuya dirección se en-cuentran?

No he de dirigirles censura alguna por susprocedimientos, pues podrían aparecer injus-

tas ó apasionadas las que habría tal vez deformular, con exposición de ser yo el equi-vocado.

Lo que sucedió entonces es natural que su-ceda siempre, una vez adoptada como sistemala celebración de los tratados de comercio, enque no se establezca, como es muy difícil, ómejor dicho imposible, el requisito de.ser ex-'elusivas para un país dado las bonificacionesó ventajas con él concertadas, y sin poderotorgarlas á ningún otro en adelante, mien-tras dure vigente el compromiso primitivo.

Los convenios que Francia celebró conotras Naciones, posteriormente al relativo áEspaña de 1865 y las modificaciones generalesen su tarifa, otorgaron á aquellas los mismosbeneficios que se habían realmente considera-do tales, cuando se concedieron en primer lugar solo á la nuestra. Los aceites, los plomosen galápagos, los corchos manufacturados,las frutas secas, las naranjas, los limones ylos vinos, que son los productos principalesque exportamos á Francia, constituyendo lacasi totalidad del comercia internacional, nofueron ya admitidos con ventajas de ningunaclase sobre los objetos similares producidosen la mayoría de los otroe países extran-jeros.

El ejemplo de lo sucedido con el proyectode tratado suscrito en Julio de 1877 entreFrancia ó Italia, hará naturalmente precavi-das á todas las Naciones para lo sucesivo. LaCámara de los Diputados francesa, despuésde no pocas vacilaciones, no quiso prestarseá conceder al Gobierno de su país la autori-zación que le pidió'para que lo ratificase; y áprincipios de Junio del año próximo pasadoresolvió que se abriesen nuevas negociacio-nes acerca de los puntos que comprendía elproyecto franco-italiano.

¿No es una señal evidente este hecho deque consideraba su contexto mucho más per-judicial para los intereses de la producciónagrícola y fabril de Francia, que el del conve-nio celebrado poco tiempo antes con España?A pesar de haber suscrito losplenipotenciarioscinco meses después este último, el Poder le-gislativo lo discutió y aceptó con anteriori-dad, si bien limitando el tiempo para estaren vigor á solo dos años, lo cual lo investíade un carácter de interinidad y de transición,digámoslo así. Tan cierta es esta creencia,cuanto que las dos partes contratantes se obli-garon á negociar, dentro de aquel período,un tratado definitivo de comercio y de nave-gación, que suponemos se hallará ahora en

NÚM. 269. J. G. BARZANALLANA.—POLÍTICA COMERCIAL. 497

estudio en los centros directivos relacionadoscon los trabajos de esta índole.

Muy de desdar seria, en nuestro concepto,que no hubiese que acudir á este medio, y queel Gobierno español, fiando exclusivamente álas tarifas arancelarias la defensa de los inte-reses agrícolas y fabriles de sus subditos, ad-quiriese libertad de acción para obrar delmodo que creyese ser el más conveniente ásu prosperidad y mayor desenvolvimiento, nomenos que á la defensa de los derechos deltrabajo y de la industria nacionales.

II

LA GOBERNACIÓN DE UN PAÍS EXIGE MEDIDASCONCILIADORAS Y NO EXCLUSIVAS EN MATERIAS

DE LIBERTAD COMERCIAL..

Los partidos políticos liberales avanzadosde España, tratando de convertir, como es na-tural, en provecho de sus creencias, la resolu-ción de los asuntos ligados con las cuestioneseconómicas, no han sido escasos en ofreci-mientos de lo que conceptuaban que habríade atraerles la benevolencia de las clases po-pulares, propensas siempre á entusiasmarse,y á acoger ávidamente todo cuanto puede ha-lagarles, por que tienda al mejoramiento desu situación social poco favorable en muchasocasiones.

Otro.tanto sucede respecto de las personasque no se fijan, con la detención que fueraoportuno emplearan, en investigar lo que hade constituir la verdad de los hechos, comoresultado imprescindible de las disposicionesde los Gobiernos, cualesquiera que sean losindividuos que los formen, si poseen el con-vencimiento de los deberes que su posición lesimpone, para el fomento del desarrollo delprocomunal.

No se habrá borrado fácilmente de la me-moria de los hombres públicos de España, lacircular refrendada por el renombrado esta-dista, miembro de uno de los Gabinetes delMonarca que estuvo corto tiempo al frente delos destinos de nuestra patria y que no llegóá satisfacer los deseos de los que le escogierondespués del triunfo de la última revolución;Ministro, que á la circunstancia de hallarsede Presidente del Gobierno de entonces, re-unia la de dirigir el departamento más emi-nentemente político. Es de notar que ya en-tonces pasaba, pero después se ha acentuadotodavía con mayor fuerza, como ardoroso de-fensor de la libertad en sus manifestaciones

TOMO xur.

más amplias, motivo por el cual merecerásiempre mi respeto según lo merecen cuantosiefienden con firmeza, dentro de la legalidad,sus convicciones.

En ella y por efecto de haber de realizarseunas elecciones generales de los Senadores yDiputados á Cortes en Junio de 1872, se asen-aba que la obra de quitar al comercio y á landustria sus trabas, se plantearía con la re-solución y la energía necesarias para que elpaís sintiese sus beneficios; pero cuidaba biende añadir que se emplearían la reflexión y la

alma propias de quien quiere tomar en cuen-ta todas las opiniones y pretende mantener yamparar todos los legítimos intereses, paraque de este modo se advierta que la libertadno es tan solo origen de bienes morales, sinofuente clara y copiosa de prosperidades mate-riales para los pueblos. ¡Bellas expresionesque deben tener en cuenta todos los hombrespúblicos!

¿Habrá alguien que pueda desaprobar unlenguaje semejante? Este no solo debe consi-derarse como el propio de los partidos conser- *vadores, relativamente á las opiniones políti-cas, sino que hasta podrían aceptarlo, comoanálogo al que habitualmente emplean, loshombres apellidados proteccionistas en asun-tos comerciales, por los que en contraposición *á estas tendencias profesan otras doctrinasmás ó menos radicales hacia las tendenciasdel libre cambio, fras•>, que casi nadie defiendeya en sú literal concepto, sino aplicando ex-cepciones y comentarios para defender los de-rechos puramente fiscales.

Y sin embargo, no es dable persuadirse deque los pueblos hayan de contentarse con estaclase de indicaciones vagas, que como nadaprecisan, se consideran en último término co-mo palabras, y nada más que palabras.

Ninguna clase de compromisos se imponenlos Gobiernos cuando éstos no se cuidan, se-parándose de generalidades, de concretar laextensión, la clase y el alcance de las medi-das que se propongan adoptar para el esta-blecimiento de lo que en tesis general es muyfácil de ofrecer, como que para todos consti-tuye el summum, desiderátum. La dificultad es-tá en precisar las reformas y en administrarfructuosamente con ellas.

Nada más sencillo que hablar de la conve-niencia de eximir de trabas al comercio y deproporcionar franquicias para el desenvolvi-miento de las industrias indígenas, llamadasá tener un gran porvenir en muchas de susmanifestaciones. Los compromisos, la ansie-

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dad y el desaliento vienen cuando no se llegaá acertar en la adopción de los medios quedesliguen de entorpecimientos la libre acciónque necesitan si han de adquirir desarrollo, ycomo consecuencia de ello prosperar los di-versos ramos que constituyen las fuentes dela riqueza pública. Los descontentos, que paratodo abundan, no son escasos en los asuntosrelativos al fomento de las fuentes producto-ras do la riqueza, y se lamentan de hallarseéstas cohibidas, hasta el punto de que no pue-dan originar los favorables resultados que conjusto derecho es de creer que, cuflndo estuvie-ran bien dirigidas, habrían de proporcionar áEspaña como á todas las demás Naciones.

Los partidos medios, lo mismo en políticaque en administración, no deben perder devista los resultados de la enseñanza que laexperiencia les proporciona. Como verdade-ramente gubernamentales, tienen tambiénque fijarse con gran detenimiento en el estu-dio de las causas que han motivado la obten-ción de los exiguos recursos que el Tesoro pú-blico de España ha reportado por cuenta delos impuestos indirectos durante las épocascontinuas de perturbaciones políticas, y queen tiempos muy recientes todavía hemos pre-senciado.

No era de extrañar que así sucediese. Ladefraudación de los derechos legalmente exi-gibles sobre las mercancías de permitido co-mercio y el contrabando realizado con las queformaban el tráfico ilícito, habían conseguidoadquirir entonces un crecimiento en verdadextraordinario y funesto para los altos inte-reses, que salían con ello perjudicados.

La ocasión presente no es la más á propó-sito para entrar en un estudio minucioso deestas concausas, cuyo examen me alejaría,por otra parte, del asunto que en la actuali-dad tengo el propósito de dilucidar. Pero es locierto que se explicaría con dificultad sumauna situación tan lastimosa, sino fuera por lapeculiaridad de las circunstancias de situacio-nes transitorias, como es necesario declararque lo eran, careciéndose del tiempo bastantepara el desarrollo del sistema que aspirabaná plantear.• En efecto: se, avienen mal los propósitos

que las frases antes citadas indican, con lasrebajas de los derechos arancelarios estable-cidas en concepto de regla de conducta, porefecto de un sistema preconcebido acerca delcomercio de todas las mercancías extranje-ras, con la supresión de la tan combatidacuanto injusta é inconscientemente criticada

contribución <de consumos, anulada para lasarcas del Tesoro, pero para cubrir otros ser-vicios restablecida, y por último, con la abso-luta falta de cualquiera clase de documenta-ción para que los géneros circularan por todoel Reino, una vez traspasada la escasa zonafiscal establecida en la extremidad de las cos-tas y de las fronteras que separan á Españade las Naciones vecinas, Francia y Portugal.

No nos causan sorpresa ni admiración ymucho menos excitan nuestra crítica estosactos; pero al observar la reacción observadaluego por los que hacian esperar un procedertal vez contrario de parte suya, merecen sin-cero aplauso los cambios infinitos, las restric-ciones en sentido favorable á los intereses delfisco y las aclaraciones hechas en la legisla-ción que se habia adoptado cuando prevale-cieron en el Gobierno, y supieron defender-los con tanta inteligencia cuanta energía deconvicciones, principios distintos de los querigieran hasta entonces, por regla general,si bien conciliadores y nada exclusivos, des-de 1849. ' .

Todos estos hechos administrativos sonuna nueva prueba de dos verdades cuandomenos, evidentes ya para todos los hombres,estudiosos, y que para nosotros, serenos apre-ciadores de las alternativas en los jnicios so-bre la bondad de unas y otras teorías eco-nómicas, nunca habían dejado de serlo.

Es la primera la falta de previsión bastan-te que se observa en muchas de las medidasarancelarias y de las relativas al régimen y ála administración de la renta de aduanas, co-mo igualmente en el pensamiento de celebrartratados y convenios de comercio, adoptadocomo sistema desde los sucesos políticos de1868.

La segunda se refiere á la situación forza-da inherente á los que, cuando llegan á ocu-par el poder, tienen la necesidad ineludible deadoptar los medios indispensables para prote-ger la fabricación nacional en todos sentidosy el comercio ele buena fó, no monos que la deacrecer los ingresos del Erario. La indicadaposición es muy diversa ciertamente de la delos que, abroquelados detras de las doctrinasesclusivas y ofreciéndose al público de un mo-do descubierto bajo el aspecto fascinador yhalagüeño de facilitar grandes franquicias enla circulación y en el tráfico, ostentan el dic-tado de libre-cambistas, defendiendo que el sis-tema que patrocinan es el único que ha de pro-porcionar toda especie de felicidades en el or-den material por este concepto, y contribuir

NÚM. 269. B. REUS.—DOCTRINAS DE LA CIENCIA MODERNA. 499

eficazmente ala regeneración de nuestro país.No hay diversidad en la apreciación de los

medios conducentes á evitar abusos, cuandose aspira de buena fé, cual es natural queacontezca á todos los gobernantes, á perse-guir enérgicamente la defraudación y el con-trabando. Arráiganse estos males con granfuerza en épocas, como algunas que hemospresenciado por desgracia en España: cuan-do la desmoralización, al amparo del plantea-miento de otras franquicias y libertades, cu-yos autores quedan de este modo profunda-mente quebrantados en sus intentos, lleganhasta el punto de causar un enorme descensoen los rendimientos de las rentas de produc-tos eventuales, que son las que por sus pecu-liares circunstancias se ven expuestas á su-frir más su fatal influencia, y de las que voyá tratar en seguida.

{Continuará.)

JOSÉ G. BARZANALLANA.

DOCTRINAS BIOLÓGICASDE LA CIENCIA Y LA FILOSOFÍA MODERNAS.

III.

FORMACIÓN HISTÓRICA DEL CONCEPTO MONISTADE LA VIDA.

El materialismo es tan antiguo como lafilosofía, pero no más que ella, dice con pro-fundísima verdad Lange, al comenzar su his-toria, respondiendo de un lado á los que afir-man que esta doctrina es lo opuesto y contra-dictorio del pensar filosófico, y de otro á losque entienden que en ella concluye natural yespontáneamente, antes de toda indagacióncientífica, el pensamiento humano. Lo ciertoes que antes de nada influye en el espíritu lamanifiesta y aparente contradicción de lassustancias, y solo al, querer la conciencia li-brarse de ellas construyendo sistemas filosó-ficos aparece la hipótesis materialista.

Tal vez en los primeros vestigios del pensa-miento materialista griego influya el choquey la contradicción con las doctrinas religio-sas recibidas, porque si bien es cierto, comoZeller afirma, que los griegos no tuvieron ge-

rarquía ni dogmas inmutables, no lo es mo-nos que en cambio existia entre ellps un pre-dominio tal de los cultos y de las divinidadeslocales, que-el predominio de los sacerdotes deDelfos y la persecución de los filósofos en Ate-nas bastarían para contradecir los asertos,que en estas cuestiones dieron por válidosCurtius y Schoemann. Seria curioso, al propiotiempo que de interés grandísimo, averiguarhasta qué punto esta contradicción influye enel modo de exponer la doctrina, y la necesi-dad de acomodarse á opiniones preconcebi-das, desnaturaliza el sistema filosófico 1

Solo en aq i ellas comarcas y colonias degenio emprendedor y activo, de civilizaciónbrillante, de concepciones fastuosas, de co-mercio sorprendente, en que la tolerancia na-cía del roce con otras opiniones intolerantes,como del choque de dos piedras brota la lum-bre, aparecen con la escuela atomística losprimeros destellos del materialismo, al queauxilian de un modo manifiesto los progresosde las matemáticas y de las ciencias natura-les. No se debe el caso, ni se explica por fabu-losas tradiciones de viajes hechos por los filó-sofos griegos á remotos países del Oriente,,sino que éste influye en la vida helénica de unlado, por la comunidad de ideas y de origen enla raza; de otro por un gran movimiento reli-gioso en aquellos países, en protesta del cual(y tal vez en defensa del antropomorfismo)se engendra la filosofía griega, según hannotado Zeller y Lewes. De todos modos, ob-serva Lange, las ideas son como los gérmenesorgánicos que el viento arrastra por todaspartes y solo florecen donde encuentran tier-ra fecunda y preparada. Pero así como el ár-bol que de este modo nace no es del sitio deque vino la simiente, sino de aquel en que flo-rece, así también la originalidad de la filoso-fía griega no consiste en sus gérmenes orientales, sino en la perfección á que la elevaronsus filósofos.

Whewell en su Historia de las ciencias in-ductivas, se muestra injusto con la filosofíagriega en general, y muy especialmente conla escuela de Aristóteles, olvidando la condi-ción especial con que allí aparece la filosofía,y en la cual era ante todo necesario separarel estudio dijl universo de las ideas mitológi-cas que lo dominaban. Esto solo podia hacer-se entonces á nombre del materialismo y conel método deductivo, y así lo hizo el.geniogriego, revelando para el empleo de este últi-mo un desembarazo y un atrevimiento tangrandes, que quizás no han sido imitados en

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el proceso ulterior de la filosofía. Si otra cosa |piensa Zeller, es únicamente porque dejándo-se llevar de anticipaciones hegelianas aislamás de lo debido el pensar especulativo de losdemás modos y esferas de la vida.

Si Diógenes de Apolonia hubiese hecho desu a"P un elemento puramente sensible, cuyosmovimientos hubiesen enjendrado las facul-tades anímicas, es casi seguro que el materia-lismo griego se hubiese desenvuelto en direc-ción más sólida y vigorosa que atomística;poro con el carácter de omnisciente que aquelelemento revestía, el círculo vicioso quedabaen pié, porque si la materia lo explicaba todo,era al mismo tiempo preciso buscar en otraparte la explicación de la materia. •

Los atomistas posteriores recogen ense-ñanzas de la escuela eleática, que con profun-do sentido habia entrado tiempo antes porestas vías; separando lo que hay accidentalde lo que hay permanente en la materia, seapoyan en el principio pitagórico, que colocaen el número la esencia de las cosas y dan elprimer concepto claro y definido de la mate-ria. El intento es atrevido sin duda, y se nece-sitó para llevarlo á feliz término el portentosotalento de üemócrito; nombre queBácon acla-maba con el entusiasmo de un contemporá-neo y en el cual dice Hegel que hace pié en lahistoria de la filosofía. Funda Demócrito susistema en. los siguientes principios:

1.° Nada viene de nada; nada de lo queexiste puede ser destruido. Todo cambio no esmás que agregación ó disgregación de partes.(Zeller, tomo I, pág. 691, nota 2.*)

2." Nada sucede fortuitamente, sino quetodo tiene su razón y su necesidad. {Fragm.phys.,4\, Mullach, pág. 365.)

3.° Nada existe sino los átomos y el vacío;todo lo demás es hipótesis. (Mullach, página357: N .̂uu y\vw xcu vbu.a Tnxpov, vá/xu Qsp/xov,ví[to) •tyvydpoV) ibua %poin. Er£»í Sí aTou.cn Xai XEVOV.)

4.° Los átomos son en número infinito ysus formas de una diversidad infinita. Cayen-do eternamente á través del espacio inmen-so, los más grandes, cuya caida es más rápi-da, precipitan á los más pequeños y los mo-vimientos laterales y los torbellinos que enesto se producen, son el principio de la forma-ción del mundo. Así se forman para desapa-recer en seguida mundos innumerables alter-nativa y sucesivamente.

(Para la exposición de este principio hayque valerse de lo que dicen Aristóteles y Lu-crecio. Debe suponerse que hay alteración enalgunos principios, si bi&n no tanta como en

la ridicula exposición de ellos que Cicerón nosha dejado. Zeller ha reconstruido en granparte, y generalmente con acierto, las doctri-nas de Demócrito.)

De estos principios generales se deduce elsistema biológico de Demócrito, formuladoen las siguientes leyes:

1." Las diferencias de las cosas nacen de ladiferencia de los átomos en número, tamañoy coordinación. Los átomos no tienen estadosinternos, ni obran unos sobre otros sino espor presión ó choque. (Aristóteles-Zeller, I, pá-gina 704 y siguientes.)

2.a El alma está formada de átomos sutiles,lisos y redondos, semejantes á los del fuego.Estos átomos son los más móviles de todos, yde su movimiento, que penetra todo el cuerpo,nacen los fenómenos de la vida. (Zeller, pági-na 728 y siguientes.), Demócrito, sin embargo, al llegar á estepunto, afirma un principio no reconocido porlos materialistas modernos; es á saber: que elalma os la parte esencial del hombre, y el cuer-po no es sino su recipiente; y aun cuando comoen Diógenes de Apolonia, y según la discretaobservación de Zeller, el alma no es para De-mócrito sino una materia al lado de otra ma-teria, funda sobre esta distinción la moral,que consiste únicamente en la felicidad delalma. No llega, ni era posible dado el siglo enque vivia, no llega, repito, Demócrito á la con-secuencia en que lógicamente concluye su sis-tema, esto es la supresión de toda teleología,sino que, por el contrario, con admiración con-templa y ensalza la finalidad de las formas or-gánicas. Quizá, como observa Lange, haya eneste punto una diferencia de textos; pero elhecho es que no se puede encontrar en Demó-crito la más pequeña tentativa para explicaresas formas por el impulso de las fuerzas na-turales. Empedocles, sin embargo, habia yaenunciado un principio que debió recoger De-mócrito, y que en nuestros dias ha compro-bado Darwin:

Desde Demócrito la historia del materia-lismo corre por anchos y despejados caminosen la especulación griega y se continúa en la-concepción misma de Empedocles, de Agri-gento, que sin duda como dice Lange pone ácontribución el Olimpo y el Tártaro, pero queno por eso deja de construir una biología mo-nista; pues ni pasan aquellas citas de ser imá-genes poéticas ó aparatosas ficciones, ni elamor y el odio son otra cosa que la atraccióny la repulsión, dotadas de aquellas vagueda-des de conciencia con que Diógenes enrique-

NÚM. 269. E. RETÍS.—DOCTRINAS DE LA CISNCIA MODERNA. 501

cía su anp. Si admitió la metempsícosis y pre-dicó doctrinas acerca de los dioses, por otrolado fue el primero que llegó á explicar porun origen mecánico la aparición de los orga-nismos.

Por ley reconocida ya en la historia de lafilosofía y comprobada muy especialmente en_el siglo XVIII, sucede á todo movimiento ma-terialista un desenvolvimiento del sensualis-mo, que en Grecia se cumple por la escuelasofística, reivindicada ya de perjudiciales tra-diciones por Hegel y muy especialmente porLewes y Grote. No faltan críticos é historia-dores que vean en Protagoras como un ante-cesor del relativismo profesado en nuestrostiempos por Molleschot y Büchner y la tesises cierta en lo que á las teorías de la sensa-ción y del conocimiento se refiere, pero elcaso indudable es también que no siendo sinoun desdoblamiento de principios predetermi:

nados, la sofística griega, aun realzando se-gún Frei ha demostrado, el valor y dignidadde la humana, no contribuye, ni en Gorgias,ni en Protagoras, á que adelante el conceptobiológico de la escuela atomística.

No consiguió más tampoco el materialismomoral de Aristipo, hasta que después de lareacción provocada por Sócrates y mantenidapor Platón y Aristóteles recibe la concepciónmaterialista de la vida nuevos brios y alientosmás grandes en las enseñanzas de Epicuro.Dicearco, Aristoxenes y Straton de Lampsacopartiendo de la escuela de Aristóteles y lle-gando á decir que el w»! del maestro no esotra cosa que la conciencia fundada en la sen-sación, demuestran una vez más como secumple el progreso por la serie de oposicio-nes, á que Hegel ha dado importancia tangrande en la historia de la filosofía.

La distancia que hay entre la física estoicay el monismo absoluto no es mucha, segúnobserva Lange, pero la relación de la moral yla física, cuyo desenvolvimiento trae consigouna doctrina biológica completa no llegó á serpenetrada por los estoicos aun cuando es par-te esencialísima y capital principio en el sis-•tema de Epicuro, cuya doctrina del mundo esidéntica á la de Demócrito excepto en la ex-tensión y minuciosidad con que la expone.

Para Epicuro, el alma es una materia másutil, dispersa por todo el organismo y que sitiene comparación con algo es con un soplode kire caliente; peto no es una doble almagardo en las primeras especulaciones griegassino una parte integrante'de la vida del cuerpo; un órgano más, y á creer á Lange, una

adivinación de la actividad del sistema ner-vioso.

Cuando el cuerpo se disuelve, se destruyeal mismo tiempo el alma, que va envuelta enél y de él recibe las sensaciones. Sobre esteextremo descansa todo el desarrollo posterior

de la lógica de, Epicuro, contra la cual ha di-rigido Uberweg tan hábiles objeciones.

Lucrecio se refiere á Demócrito, y más es-pecialmente á Epicuro; pero trata en los li-bros III y IV de su poema cuestiones interesan-tísimas de psiología y antropología. El tercerlibro hállase dedicado á la'primera de estasdos ciencias, y se dirige principalmente á com-batir el temor á la muerte. Distingue el almadel espíritu y afirma que ambas son partes delcuerpo humano, estrechamente unidas entresí; el espíritu es un órgano del ser viviente,como la mano, el pió, etc.; el alma es el calory el aire vital que en el momento de la muerteabandona el cuerpo; y al volver sobre estepunto, insiste el poeta en que el espíritu es, ápesar del carácter antes asignado, una partedel alma que reside en el pecho y es el sujetode las sensaciones. Los átomos que constitu-yen estos dos órganos, son los más pequeños,los más móviles y los más redondos. El movi-miento de los átomos es una sensación.

El cuarto libro se ocupa en la antropología;pero entendiendo que es una antropología, noá la moderna, sino con sentido muy análogoal de Epicuro en la manera de concebir estaciencia, y fijándose muy particularmente enla teoría de. las sensaciones, que matemática-mente se deduce de los rasgos generales desu físic%..

Sigue á la influencia de Lucrecio un perío-do de transición universal, tantd para el mun-do filosófico como para el político y religioso;período de transición inspirado y mantenidopor la predicación é influencia del monoteís-mo cristiano. Cuando esta época de transiciónacaba, y antes de'que el paganismo concluyaen los campos, el dogma cristiano inspira, sinotra oposición que la engendrada por los here-siarcas, en todas las concepciones de aquello'ssiglos, y poco después con el crecimiento dela escolástica se acentúa y hace universal es-ta influencia, cuyo valor realzan los nombresde Platón y Aristóteles, que vienen á darlesombra y vida, como sistema filosófico. El re-nacimiento de las ciencias hace volver en elsiglo XVI las opiniones materialistas al pa-lenque, aun cuando por el pronto aparezcanveladas, y conformándose con las fórmulas ydoctrinas recibidas por la Iglesia, como acón-

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tece en la refutación de la Inmortalidad delalma, de Pedro Pomponaccio, y.el Diálogo so-bre el placer, de Laurencio Valla.

Giordano Bruno es un panteista, que en mu-chas ocasiones se refiere á las teorías dé Epi-curo, y que al fin y al cabo ofrece una con-cepción monista de la realidad y de la vida,para la cual se funda en la teoría de la infini-dad de los mundos, sostenida por el filósofogriego. La naturaleza, dice Bruno, no produ-ce sus obras como la industria humana, sinopor separación y desenvolvimiento, y por estemismo medio, separando y desenvolviendo delcaos del renacimiento los gérmenes materia-listas, dan Gassendi y Hobbes nuevos alientosá la olvidada doctrina, que tan encarnizada-mente combatió Descartes, al mismo tiempoque con su concepción mecánica de la natura-leza abria ancho camino á los naturalistasposteriores para entrar de lleno en el materia-lismo.

Corresponde á Gassendi, por confesión deamigos y contrarios, el honor de haber re-construido, con arreglo á las teorías del si-glo XVII, el sistema filosófico de Epicuro, aun-que reconociendo la imposibilidad de explicarpor los átomos y el vacío la inteligencia y lassensaciones. Pero esto no preocupa gran cosaá Gassendi, para quien en todas las doctrinasexiste una dificultad idéntica, y que á seguidaañade, para no chocar con las opiniones de laIglesia, un espíritu que muy bien puede faltaren el sistema, sin que nadie llegue á conocersu falta. El yo reside en el cerebro; la inmor-talidad y la inmaterialidad son las condicio-nes del espíritu. Como se ve, hay evidentecontradicción entre ambas afirmaciones, ypor ello Gassendi gustaba más especialmenteque de estos problemas psicológicos de cuantoá la naturaleza exterior se refiere.

¿De qué naturaleza puede ser el movimien-to que produce la sensación y la imaginaciónen los seres vivientes? Tal es el primer proble-ma en que comienza Hobbes á manifestar supredilección por tesis y problemas materialis-tas, en su segundo viaje á Francia, cuandoapenas habia comenzado el estudio de lasciencias naturales.

Estos estudios ocuparon algunos años desu vida, y al cabo de ellos Hobbes construyósu teoría de la naturaleza exterior, identifi-cando la idea de cuerpo con la idea de sustan-cia y dejando entrever reminiscencias aristo-télicas. El movimiento continuo de las partesde los cuerpos provoca movimientos corres-pondientes en nuestras sensaciones, pero sin

que haya nunca otro factor que ese mismomovimiento. Hobbes, sin embargo, no es ato-mista, ni podia serlo dada su concepción to-tal de las cosas, y antes bien apunta el sen-sualismo de Locke, en su teoría de las sensa-ciones, que otra doctrina alguna. Siguiendoel ejemplo de los escritores de su tiempo, másse ocupó de cuestiones políticas y de filosofíageneral que de biología; así es que ningunaenseñanza importante puede deducirse de susistema para la formación del concepto mo-nista de la vida.

Macaulay y Lange retratan con tristísimoscolores las causas que influyeron en la propa-gación del materialismo en Inglaterra á lamuerte de Hobbes; causas de tan capital im-portancia, que llegan á producir en Boyle yNewton la conciliación de un materialismofundado en las ciencias físicas con las doctri-

. ñas religiosas, en especial la anglicana. Porlo demás, justo es reconocer que la propaga-ción de las teorías de Hobbes más se tradujoen groseras aplicaciones á la vida que en se-veros escritos en la ciencia, hasta Juan To-land en su disertación sobre el Movimientoeomo propiedad esencial de la materia.

Pero como Inglaterra, si no ha llegado áorganizarlo jamás en sistema, por lo monosha dado siempre los gérmenes del materia-lismo, continúa en el siglo XVIII las tradicio-nes de Hobbes y con ellas influye grandemen-te sobre Alemania y Francia. Figuran entreestos continuadores de Hobbes el médico Da-vid Hartley, que ya por completo refiere todaslas sensaciones y pensamientos humanos á vi-braciones del cerebro, y Priestley, su discípu-lo é implacable adversario de Hume.

Por la misma época, el excepticismo y elmaterialismo se confundían, siguiendo unadirección ingénita al espíritu francés en lasobras de la Mothe le Vayer y en los imitado-res de Pedro Bayle, señaladamente después dela muerte de Luis XIV, que tan honda evolu-ción engendra en la sociedad francesa, sobretodo si nos dejamos llevar de lo que afirmaBuckle. Entre todos los elementos que pro-ducen esta evolución portentosa, quizá nin-guno influya tanto como el comercio intelec-tual con Inglaterra y el conocimiento del sis-tema natural de Newton, que Voltaire propa-gó con tan gran entusiasmo.

Cómo esta doctrina que se traía para com-batir el materialismo produjo su triunfo deci-sivo, es cosa que se explica sin dificultad, re:cordando que la polémica por el newtonismosuscitada, habia de dar nuevo vigor al concep-

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to mecánico del mundo, renovando al mismotiempo las discusiones promovidas en la épo-ca de Descartes. La filosofía de Shaftesburyinfluyó más considerablemente en el espíritude Diderot que en eíde Voltaire, sin embargode que, contra la opinión de Hegel, que es-tima de diverso modo su historia, no fue aqueldesde luego materialista, sino muy por el con-trario. El materialismo de Diderot arranca dela publicación del Hombre-máquina, y se acen-túa con sus trabajos en la Enciclopedia, dondeno siempre manifiesta su opinión propia y consu colaboración en el sistema de la Naturale-za. No fue Diderot, dice Lange, quien arras-tró á Holbach á las últimas consecuencias;sino Holbach, por el contrario, quien con sutranquilidad y su voluntad firme hizo de Dide-rot, mucho más original que él, su colabora-dor y su partidario.

Pero ni Diderot, ni Robinet, cuyo sistemaha sido considerado por unos como degenera-ción de la monadología leibniziana, mientrasotros lo estiman como precursor de la filoso-fía natural de Schelling, ni mucho menos losfísicos alemanes, desde Sennert hasta la con-clusión del siglo, traen datos nuevos ni corri-gen con sentido diverso las enseñanzas bioló-gicas corrientes. Para encontrar nuevos des-envolvimientos del materialismo es absoluta-mente necesario fijarse en La Mettrie y D'Hol-bach.

Mal explicados el proceso y el desenvolvi-miento de la filosofía francesa, gracias á losprejuicios de Hegel; de que solo lia podido Ze-11er librarse en parte, y en los cuales ha recaí-do Kuno Ficher, hasta el extremo de estimará La Mettrie, discípulo de Holbach, hácesenecesario recordar que, cronológicamente ha-blando, es este pensador uno de los más anti-guos de aquel periodo de la filosofía francesa,nias de tan singular destino, que los más delos ataques y de las impugnaciones contra éldirigidas, se lian estrellado contra sus obrasmorales, mientras pasaba relativamente des-apercibida su Historia natural del alma.

Los estudios que durante una larga enfer-«medad hizo sobre sí mismo La Mettrie, llevá-ronle á la consecuencia de que el pensamien-to es el resultado de la organización de nues-tra máquina, para explicar el cual trabajó suHMoria natural del alma. Los sentidos son elúnico camino (mis filósofos, dice La Mettrie)para llegar á un conocimiento cierto; porellos se averigua que la materia no tiene otrapropiedad que la inercia, y que por tanto,donde qniera que existe movimiento, debe

existir un principio motor que, tratándose delcuerpo, llamamos alma. Pero ésta no es unprimum movens inmobile, sino otro principiomaterial cualquiera, la forma, que no conce-bimos separada de la materia sino por unaabstracción del entendimiento. Esta doctrina,en que el materialismo se ofrece como desdo-blamiento de una fórmula puramente empíri-ca, se envuelve en formas escolásticas y car-tesianas, que de deducción en deducción lle-van al término de que todo aquello que experi-menta sensaciones debe ser puramente mate-rial. La Mettrie declara que solo la fó religiosapuede confirmarnos en la hipótesis de un almaracional, y que la existencia de ésta para elespíritu es incognoscible. La conclusión su-prema es que el hombre no llega á ser real-mente hombre, sino gracias á las nocionescomunicadas por los sentidos que le van for-mando lo que llamamos su alma; este des-envolvimiento, sin embargo, no se cumple ja-más de dentro afuera, y La Mettrie aceptauna hipótesis de Arnobio, que muy bien puedeser un antecedente de la estatua de Condillac.

El Hombre-máquina, superiormente escritoque la Historia natural del alma, hace ver cómoel hombre está construido de tal modo que esimposible conocerle á priori. Antes de ser loque es hoy el hombre era un animal cualquie-ra (el mono es un hombre sordo-mudo), y losque fueron dotados desde el principio de ma-yor inteligencia han enseñado á hablar á los *demás hombres; y lo mismo que una cuerdade piano vibra y produce un sonido con eltacto de las teclas, la,s cuerdas del cerebro,herida^por la sensación de los sonidos, pro-dujeron palabras. El instinto del bien y delmal se halla bajo el mismo respecto en losanimales y en el hombre, según muchos ejem-plos lo demuestran. El alma es, para La Met-trie, la conciencia material que no contieneel principio de la vida; este principio no sehalla tampoco en la totalidad del organismo,sino en cada uno de los órganos consideradosseparadamente, según demuestran las obser-vaciones hechas sobre el corazón, el cerebro,los músculos, etc., después de la muerte. Estasconsideraciones ponen fin á la doctrina fisio-lógica del hombre que La Mettrie expone.

Desde la publicación del Hombre-máquinaá la aparición del Sistema de la Naturaleza, laactividad materialista de Francia revela unprodigioso desenvolvimiento, que se completaen este último libro, dado al público bajo elnombre de Mirabaud, y ya de propiedad indis-cutible dePablo-Enriquo-Thierry, barón D'Hol-

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teten. En sus demás escritos, D'Holbach no seaparta de las teorías que en este libro con-signa.

Divídese el Sistema, de la Naturaleza en dospartes, dedicadas á tratar respectivamentelas bases del sistema y la antropología, y lateología con los fundamentos de una religiónnueva. Solo interesa á nuestro objeto la pri-mera parte.

La naturaleza es un gran todo, bajo cu-yas influencias y en cuyo conjunto vive el"hombre. No hay nada más que seres. Elhombre es un ser físico, y su existencia físi-ca un modo de acción derivado de su organi-zación especial. Cada cosa es capaz de cier-tos movimientos en virtud dé su naturalezaespecial; así nuestros sentidos son capacesde recibir impresiones de ciertos objetos.D'Holbach acepta, por lo que al movimientose refiere, el principio dado por Toland; peroen lo que á la materia respecta, no es entera-mente atomista. D'Holbach adivina, ó paradecirlo mejor, presiente con alguna vaguedadla unidad de la naturaleza; pero en lo que serefiere á sus cambios y trasformaciones, sedeja influir por las antiguas teorías de los ele-mentos, afirmadas en Epicuro, Lucrecio yGassendi. La relación entre la causa y elefecto es la necesidad. De ella se deduce la re-gularidad de todo cuanto sucede en el mundomoral, como en el mundo físico.

D'Holbach hace derivar todas las faculta-des morales é intelectuales de nuestra sensi-bilidad. «Un alma sensible, dice, no es otracosa que un cerebro humano que recibe coiifacilidad los movimientos que se le comuni-can.» De este principio se deduce toda su psi-cología, como de la doctrina del movimientose engendran les procesos fisiológicos. Lasconclusiones de una y otra deducción son fá-ciles. Seria imposible encontrar en D'Holbachun solo principio que anteriormente no hu-biese sido afirmado por La Mettrie; sin másdiferencia que. aquel extiende y depura lo queéste deja caer como de paso é incidentalmen-te en la exposición de la doctrina.

Mientras que tan brillante florecimientoconseguía en Francia la escuela materialis-ta, adquiría fuerzas en Alemania la reacciónque contra ella inicia la filosofía de Leibnitzal espiritualizar la materia, y que crece yse acentúa en los discípulos de Wolf, hastala época de Kant, que con su idealismo sub-jetivo promueve el movimiento racionalistamás portentoso de la moderna edad de la filo-sofía, y el mismo de que viven, como en pro-

testa contra el materialismo, las generacio-nes contemporáneas. Desde Fichte y Schellinghasta Hegel, Europa entera se deja arrastrarpor el'asombro de tan grandiosas novedades,y hasta 1832 las escuelas materialistas noconsiguen voz ni representación en las discu-iones científicas. En su renacimiento, que es

de nuestros dias y casi ha ocurrido á nuestrosojos, aparece bajo una forma nueva, el trans-formismo, cuyo crecimiento importantísimoy cuya alianza con las doctrinas materialis-tas he estudiado en otro libro, publicado en1876 (1). La historia de su aparición novísima,seria la historia del darwinismo, ajena al pro-pósito de estos apuntes y de demasiado y pal-pitante interés para ser como en bosquejo yde pasada escrita. Baste decir que á esta for-ma, considerada en sus últimos y más insig-nes representantes, hago referencia en el ca-pítulo destinado al examen del monismo ma-terialista, y que esta doctrina no puede estu-diarse bajo un respecto parcial y como en re-lación histórica, porque así como á pesar delas grandes diferencias que separan el mate-rialismo de los siglos XVII y XVIII, hay entreellos un encadenamiento no interrumpido,ocurre con el monismo de nuestros dias locontrario, y es, que entre uno y otro, comoentre el idealismo antiguo y el nuevo, se le-vanta el criticismo kantiano; que si tuvo va-lor y alcance contra las escuelas cartesia-nas, no alcanzó con menor brío ni produjomonos resultados en el materialismo de losenciclopedistas.

E. REUS BAHAMONDE.

HISTORIA DE LA QUINA.

El mundo que brotó del portentoso geniodel inmortal Colon, al finaliza.r la dócima-'quinta centuria, fue como nueva corriente decaudalosas y cristalinas aguas que llevaronen pos de sí gérmenes de vida y lozanía, con-virtiendo en florido vergel lo que antes eradesierto abrasador y estéril.

Aquel nauta tan atrevido como sabio, queadivinó con su intuitiva imaginación, auxilia-da por la ciencia, que existían en remota re-gión, al otro lado del mar, donde los resplan-dores del sol alumbraban durante nuestra no-che, nada menos que vastísimos espacios ha-bitados, extensas llanuras, mpntañas gigan-

(1) Véase uota IV.

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tes, caudalosos rios é impenetrables bosques,ha tenido, aunque postuma, brillante apoteo-sis, habiendo sido cantado por los poetas,enaltecido justamente por los sabios, con ve-neración saludado por los Soberanos, aplau-dido sin cesar durante cuatro siglos, y en le-tras de oro por la historia esculpido su nom-bre, harto grandioso para tener fácil cabidaen nuestro pequeño mundo.

El descubrimiento de Colon proporcionóriquezas sin cuento, pero entre ellas no hansido de las menos valiosas las que ha dado latierra americana á la ciencia y á la humani-dad, con preciadísimos vegetales que consti-tuyen poderosos medios de combate contraterribles enfermedades. Entre estos se en-cuentran los que proporcionan las quinas.Vamos á trazar la -historia de las mismas,para lo 'cual juzgamos pertinente comenzarpor exponer ligerísimas consideraciones res-pecto á la parte geográfica de la región enque viven tan notabilísimos vegetales.

Comprendiendo América una gran exten-sión, ofrece mucha variedad en su clima, se-gún el sitio que consideremos, así como laabundancia de elevadas montañas y de bajasllanuras, da por resultado el admirador con-traste de climas muy distintos en países cer-canos. La elevación de Méjico y el Perú con-tribuye á que disfruten primaveral tempera-tura, sin embargo de ser países intertropica-les, mientras que algunas de las vertientesopuestas de sus montañas se ven eterna é in-cesamente bañadas de nieve.

A muy pocas leguas de distancia experi-mentan un calor abrasador los habitantes delos puertos de Guayaquil y Veracruz.

La América septentrional tiene muy pocaextensión en la zona tórrida; penetra en lazona glacial y llega hasta el mismo polo. Elclima polar se extiende, por consiguiente, has-ta los confines de los trópicos, resultando quelas estaciones se suceden con rapidez asom-brosa.

La vegetación americana es vigorosísima.Hay pinos cuya altura es de 100 metros, yplátanos cuya circunferencia es de 15. La par-te baja de ambas Américas es notable por lainmensidad de sus selvas, aun cuando no dejade haber grandes extensiones de terreno, co-mo acontece en los llanos de Caracas y en lasPampas, que son áridas en extremo.

Está la América situada al Oeste de Euro-pa y África, al Este del Asia, de la cual se ha-lla separada por el estrecho de Behering y elOccóano Pacífico. Divídese en dos partes sep-

tentrional y meridional, separadas por el Ist-mo de Panamá. Ofrece grandes cordilleras,como los Andes y montañas Roquizas, y cau-dalosísimos rios, como el Missisipí, Amazo-

•nas y Orinoco. Tal es la región en una partede la cual se hallan los vegetales que produ-cen las quinas.

Derívase esta palabra de la voz peruvianaKina-kina, que significa corteza de las corte-zas. Su introducción en Europa data del año1640, en cuya época la Condesa de Chinchón,esposa de un virey del Perú, consiguió con di-cha corteza verse libre de una fiebre inter-mitente tenaz, que se habia resistido á dife-rentes tratamientos. Poco antes, en 1636, ha-llábase padeciendo igualmente el corregidorde Loja unas intermitentes, y un indio le indi-có la virtud de la quina. Usó dicho señor estacorteza en infusiones, habiendo conseguido lacuración de su padecimiento de una manerabrillante. Hicióronse con idéntico resultadoalgunos ensayos en los hospitales de Linda ápropuesta del virey, y á partir de esta épocaadquirió la quina extraordinaria fama, por-que aun cuando era en el Perú conocida an-tes de la llegada de los españoles, no fueronlas virtudes de aquella sustancia consignadashasta entonces.

La Condesa de Chinchón distribuyó gran-des cantidades de quina reducida á polvo, porlo que llevó el nombre de Polvos de la Conde-sa, y después los jesuítas tomaron á su cargoel comercio de esta sustancia, motivo por elcual se llamó luego Polvos de los jesuítas.

Enviaron éstos una remesa al general desu órd^i, residente en Roma, el cual dio tam-bién alguna cantidad al Cardenal Lugo, y estaes la explicación de que se denominase igual-mente el medicamento Polvos del Cardenal.

Pero encontró el nuevo remedio gran nú-mero de impugnadores. Llegóse á proscribirsu empleo, y se refiere que el módico romanoFrasoni no encontró farmacéutico que se atre-viese á vender quina, viéndose obligado á di-rigirse á los religiosos, que muchos la dabansin estipendio alguno.

En París, el médico excéptico Guy Patin,enemigo de todo remedio nuevo, se opuso te-nazmente á la introducción de la quina en lamateria módica, del mismo modo que antesse habia opuesto al uso del emético.

Madame Sevigné refiere que el 17 de Mar-zo de 1680, el Duque de Larrochefoucauld to-mó la quina en la enfermedad de que murió.Luis XIV la tomó también en 1687 y 1688, deigual manera que muchos señores de su corte.

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Sin embargo, muchos de los médicos de laépoca, siguiendo el ejemplo de Patín, rehusa-ban emplearla, y el Cardenal de Retz fue víc-tima de una intermitente perniciosa por noatreverse los médicos á usar la quina en sutratamiento, y Talbot fue llamado cuando es-taba en la agonía.

Estos resultados inspiraron á Lafontainesu célebre poema de la Quina, y á Madame deGenlis una novela titulada Zuma ó el Descu-brimiento de la quina.

El inglés Talbot comenzó á hacer concur-rencia, primero en su país y después en Fran-cia, llegando á exigir, según Madame Sevig-né, hasta 800 duros (400 pistolas), por la can-tidad necesaria, en su concepto, para una cu-ración: Luis XIV compró á Talbot el secretoen 1679, y lo mandó publicar, colmando a éstede honores y distinciones, y señalándole unapensión; pero el árbol que producía la cortezasolo se conoció de un modo exacto el año 1783por la descripción que hizo el célebre botánicoLa Condamine, académico del Instituto deFrancia, enviado al Perú para medir algunosgrados de meridiano.

No ha faltado quien ha supuesto el ridículoabsurdo de que los indios aprendieron las vir-tudes febrífugas de la quina, porque observa-ron que los leones atacados de calentura be-bian en las charcas donde habían caído alacaso algunos cinconas. Basta enunciar laidea, para desdo luego calificarla de una pa-traña que no merece los honores de la refu-tación.

El hermano de los célebres botánicos An-tonio y Bernardo de Jussieu fue á estudiar enAmérica en 1735 la historia natural de aquelpaís. José de Jussieu, que es á quien aludimos,designa á los indios de la aldea Malacates, co-mo los primitivos conocedores de las propie-dades de la quina. Con este motivo, escribióen 1739, durante su viaje á Loja, una Memo-ria, en la cual hay una extensa nota sobre laquina, donde se consignan bastantes detallesrelativos á la misma.

En 1638 fue cuando se trajo la quina á Es-paña por primera vez, y su reputación no tar-dó en extenderse por Inglaterra, Francia y elresto de Europa.

El inmortal Linneo denominó Cinchona algénero de plantas que produce la quina, que-riendo dar de este modo una muestra de con-sideración á los señores que llevaban el títulonobiliario que antes mencionamos. Este gé-nero pertenece á la familia de las rubiáceas,y ha sido posteriormente dividido por los bo-

tánicos Persoon y Humboldt y Bompland endos, que son: el Cinchona propiamente tal yel Exostemma, teniendo en cuenta los carac-teres de la corola. En el sistema sexual deLinneo pertenece á la clase Pentandria y or-den Monoginia.

Los años primeros del uso de la quina enel Perú, se hacia pagar de un modo extraor-dinario. La libra se justipreciaba en 6 pesosfuertes y en España 12, habiendo después ofre-cido diversas oscilaciones en cuanto á su apre-cio mayor ó menor, hasta que por último fueunánimemente aceptada y con gran entusias-mo acogida en todos los países civilizados.

En los bosques donde crecen estos árboles,se reconocen desde luego por su especial fo-llage. Los que se dedican á la recolección dela quina reciben el nombre de cascarilleros;y para practicarla, tienen que empezar por

' subir á los árboles más altos, con objeto dedistinguir desde tan elevados puntos de vistalos grupos de einchonas, que reciben el nom-bre de manchas. Empiezan por separar lacorteza del tronco y de las ramas, practican-do una incisión longitudinal profunda paraexponerlas después al sol, á fin de que la de-secación dé por resultado el que se arrollen yadquieran la forma que presentan en el co-mercio.

Uno de los más eminentes botánicos espa-ñoles, el Sr. D. Hipólito Ruiz López, expedi-cionario científico al Perú y Chile en 1777, esel autor de una notable obra, gloria bibliográ-fica de nuestra Nación, titulada Quinologia,que publicó en 1791, fruto de la expediciónemprendida, y á los tres años de su regreso áEspaña. Ciertamente, es tan abundante encopiosísimos datos acerca del asunto que nosocupa, que forzosamente hemos de referir al-gunos detalles en lasmisma consignados, res-pecto á la historia de la quina.

En el año 1779, observó Ruiz en ñor en lasmontañas de Cuchero, á unas 85 leguas deLoja, el Cascarillo, nombre que los naturalesdel país dan al árbol de la quina. Encontróhasta siete especies distintas, perfeccionandola descripción que, como ya hemos dicho, ha-bia hecho Linneo del género Cincona. Tuvoasimismo ocasión de ofrecer al Rey Carlos IIIuna cantidad de alguna importancia de cadaespecie de las siete quinas, y en la referidaobra hace una descripción botánica razonadí-sima, donde no puede echar de monos dato al-guno el que desee adquirir un exacto conoci-miento científico de estos vegetales. Tambiénrefiere que hay un árbol denominado en el

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país quinoquino, distinto del cascarillo y usa-do antes que él en el mismo concepto módico.

La quinología de Ruiz se halla dividida endos partes, exponiendo en la primera el des-cubrimiento de los quinos, su sinonimia, lossignos indispensables para la elección de lascortezas, sus propiedades y otros detalles aná-logos. Afirma también que los misioneros je-suítas enviaron (como ya hemos dicho), va-liéndose de su procurador general, algunacantidad de quina al Cardenal Lugo, residen-te á la sazón en Roma, con objeto de propagarel uso de tan benéfica sustancia, así comotambién que al regreso á España de los Con-des de Chinchón, con su módico el doctor Ve-ga, empezaron á venderse las primeras canti-dades de quina.

La oportunidad en la recolección de la qui-na, el modo de "desecar estas cortezas, las pre-cauciones para evitar su deterioro, formanparte de alguno de sus capítulos donde se con-signan tan interesantes datos respecto al co-nocimiento de la quina.

En la segunda parte de la obra hace unaperfecta descripción botánica de las siete es-pecies de cascarillos ó quinos, comenzandopor el género que las produce. Dice que lashojas en estas plantas, rara vez llegan á diezpares, que los cálices coronan las cajitas delos frutos aun después de espontáneamenteabiertas y que las flores ofrecen por lo gene-ral los colores, morado, rosa y rojo.

A los espedicionarios científicos Ruiz y Pa-vón, se debe sin género alguno de duda el fo-mento de la industria de los recolectores dequinas, aconsejando también el cuidado deconservar los cascarillos. Es la quinología elmás elocuente testimonio del importantísimoservicio prestado al país en la referida escur-sion, uno de los más grandes ó imperecederosmonumentos de gloria científica, por tantosconceptos digna de la universal admiracióny del unánime aplauso.

La gran reputación que adquirió la quina,fue causa, como dice De Candolle, de que seaplicara el mismo nombre á otros vegetales,que si bien algún tanto parecidos, diferian nopoco bajo el punto de vista botánico. He aquíel motivo de que haya llegado á ser conside-rable el número de cortezas que se conocencon este nombre, que más tarde el concienzu-do estudio hecho de las mismas, ha demostra-do la sinrazón de unir en un mismo grupo,muy diferentes vegetales.

Las quinas americanas más usadas puededecirse que habitan la parte central del Nue-

vo Mundo, habiendo sido descubiertos los pri-meros árboles próximamente en el cuartogrado de latitud Sur, en el Perú, hacia los al-rededores de Loja. Según Humboldt, se ex-portan de América de 12 á 14.000 quintalespor año.

Además de Ruiz y Pavón, son dignos tam-bién de'mencionarse en la historia de la qui-na, Tafalla; Mutis, por las fructíferas escur-siones científicas que hizo á Santa Fé de Bo-gotá, en Nueva Granada; Humboldt y Bom-pland, por el viaje que hicieron á las regionesequinociales; Pokl, Martius y Augusto SaintHilaire, viajeros notables que estudiaron enel Brasil cuanto á la quinología se refiere, yotros varios que en estos últimos tiempos hanenriquecido el interesante tratado de las qui-nas, acerca del cual se ha escrito no escasonúmero de volúmenes.

Deben citarse además como notables en-tre los trabajos sobre este asunto, la descrip-ción del género Cincona, hecha en Londrespor Lambert en 1797 (Deseription of the genusCinehona). La monographice cinchones géneristentamen, por Rhode-Gottinga, 1804.—La Dis-sertatio de cinehonce speeiebus, por H. Hartung,Strasburgo, 1812.—El Versueh ciner mnnigra-phie der China, por H. V. Bergen, 1826, Ham-burgo.—Notiee sur les differents genres et es-peces dont les eeorees ont eté eonfondues sous lenom de Quinquina, por Augusto Piramo De-candolle, que forma parte de la Biblioteca uni-versal de Ginebra, tomo 41,1829.—Histoire na-iuralle médieale de la reeolte de quinquina auPerou, por A. Leroy, inserta en el Boletín dela Soéwdad médica de emulación.— Observa-tions sur la oegetation, les varietés et la reeoltedu quinquina, por Payen, Diario de químicamédica.

El barón de Humboldt asegura que los qui-nos crecen hasta en sitios elevados mil toe-sas sobre ei nivel del mar, y pueden hallarseen el grado décimo de latitud Norte, lo cuajindica que ocupan considerable porción de laAmérica meridional.

El número de cortezas que llevan el nom-bre de quinas, es muy considerable, lo cual hadependido de los géneros diversos de la tribude las Cínconeas que se han ido conociendo,así como el del abuso cometido con la palabraquina, que se ha aplicado á diversas cortezasde vegetales, con tal que tuviesen la virtudfebrífuga. También ha procedido de que el mis-mo vegetal suministraba cortezas de distin-tos caracteres, según se recolectaban las deltronco ó ramas, de un individuo viejo ó jóv en,

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ó hubiese crecido en sitios elevados ó muy ba-jos. Todo esto explica la confusión que hastacierto punto existe en el estudio del largo ca-tálogo de las cortezas de quina, hasta el pun-to de que los autores de cada país, y aun cadaescritor, ha inventado y creado á su caprichonombres. Las opiniones autorizadísimas deWeddel, Delondre y Bouchardat, confirmanlo que acabamos de decir.

Muchas de las localidades que se asignancomo peculiares de algunas quinas, en térmi-nos de servir para denominarlas, no son lasque efectivamente les pertenecen, recono-ciendo por causa estos errores el que las de-nominaciones son inexactamente dadas porlos comerciantes americanos.

Desde luego se pensó en remediar los gra-ves inconvenientes producidos por la multi-tud de quinas que se conocían, para que suestudio fuera algún tanto menos difícil. Deaquí la idea de "clasificarlas. Pero este traba-jo ha ofrecido algunos inconvenientes; así esque las clasificaciones de las quinas dejan al-gún tanto que desear, aun refiriéndonos á losmodernos trabajos de Weddel, que es uno delos autores que han estudiado este asunto conmás detenimiento. Entre los primeros traba-jos de clasificación de quinas se cuentan losde Thomson, que en 1805 poseía una preciosacolección, formada en los alrededores de Lojay Santa Fé.

Una división que ha surgido inmediata-mente del mismo conocimiento, aunque super-ficial, de las quinas, es la que establece dosgrandes grupos, á saber, verdaderas y falsas,ateniéndose para esta división á la presenciaó ausencia de los alcaloides quinina y cinconi-na, ó á la existencia do ambos. En las verda-deras hay innumerables suertes, atendiendopara determinarlas á caracteres triviales, enocasiones. Generalmente los tipos más admi-tidos son las grises, amarillas, rojas y blan-cas. Moquin Tandon cree que las verdaderasquinas, sea cualquiera el grupo en que se lascoloque, pertenecen á las cuatro especies si-guientes: Cinchona calisaya Weddel, Cinehonaeondamina Kunther, Cinehona micrata Ruiz yPavón, y Cinchona ocata Weddel.

Los nombres de algunas quinas son tam-bién importantes bajo el punto de vista de lacuriosidad histórica. Por ejemplo, una de lasmás usadas es la que recibe el nombre de ca-lisaya, cuya denominación procede, segúnHumboldt, de una provincia del mismo nom-bre que está situada en el alto Perú. En con-cepto de Lambert, la llaman los naturales á

esta quina ColUsalla, nombre derivado de Co-lla, remedio, y Salla, tierra llena de rocas, ha-biendo otros autores que suponen se derivade eoli rojo y saya forma.

Seria emprender una larguísima enumera-ción, si fuéramos á mencionar el inmenso ca-tálogo de quinas que se conocen. Como mues-tra diremos que solamente con el nombre dequinas de Loja, describe Guibourt doce.

La química habia de tomar inmediatamen-te parte, como nopodia menos, en el estudio detan importante material farmacéutico, y lahistoria del análisis química de la quina, ofre-ce también algún interés. Resultados muyimperfectos fueron los primeros que se obtu-vieron. Duncan, es el primero quo observóque no era resinoso el extracto alcohólico dequina como el de los demás vegetales, sinoresiniforme. La materia colorante roja deFourcroy, fue ya indicada anteriormente porNeuman y Baumó. El año 1779 Buguet y Cor-nette practicaron análisis algo más detenidosde dos quinas especiales. En la misma épocafueron examinadas químicamente la roja y lagris por Gonders. En 1785 por Schot; en 1789por Vitet que estudió la calisaya y antes queél por Kentisch y Mirabelli en 1784.

Todos estos químicos observaron una par-te gomosa que disolvía el agua y otra resino-sa que disolvía el alcohol; los precipitados enque halló Fourcroy su-materia colorante rojay además reconoció Fabroni el tanino, dondese creyó que residía la virtud febrífuga. Encomprobación de esto mismo, citaremos áArmand Seguin, que practicó numerosas in-vestigaciones acerca del tanino, y llegó á afir-mar que existen seis grados de fuerza febrí-fuga en las quinas, según los precipitados quecon los reactivos ocasionan.

Vauquelin dividió las cortezas de quinas,bajo el punto de vista químico en tres seccio-nes, según que precipitan ó no con el tanino,la gelatina y el emético. Los trabajos de estedistinguido químico acerca de las quinas, de-mostraron el importante papel que hace enellas la materia resiniforme: llegó á aislar loque se llamó principio mucilaginoso de estascortezas y reconoció la existencia del quinatode cal, ya señalado anteriormente por Des.champs, de Lyon, de cuya sal se ha aisladodespués el ácido quínico.

Lo que llamó Duncan materia resiniforme,fue después examinada por Reuss y se reco-noció como sustancia compuesta, llegando áextraer de la misma un principio que se deno-minó rojo cincónico y otro que llamó amargo

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cincónico. Además de estos dos principios en-contró en las quinas rojas, tanino, un princi-pio mucoso y leñoso. Poco después Gómez se-paró de la quina el eineonin,-.llamado másadelante cinconina, á cuyo conocimientotambién contribuyó Laubert con sus estudiosacerca del análisis de la quina por el éter.

Todos estos trabajos no eran todavía másque los preludios del conocimiento de un prin-cipio residente en las quinas, que habia de fa-cilitar de una manera notable la administra-ción de las mismas y de prestar incalculablesservicios á la terapéutica. El año 1820, los se-ñores Pelletier y Caventou, guiados en partepor los trabajos de tanteo de Gómez y Reuss,llegaron á aislar de una manera exacta yevidente los dos alcaloides quinina y cinconi-na, y desdo esta época cuenta la terapéuticacon tan preciosos agentes. Después la quininafue analizada por el eminente químico Liobig,determinando su composición elemental, ó seael número de equivalentes de carbono, hidró-geno, nitrógeno y oxígeno que contiene.

Como era natural, continuaron siendo lasquinas objeto del estudio de varios farmacéu-ticos y químicos, y por consiguiente se handescubierto en las mismas gran número dealcaloides. Sertuerner, Theos (de Ñapóles),Guibourt, Sarzeau, Laurent, Liebig, Bitdel,Henry, Plisson, Delondre, Bouchardat, Wed-dell, Tilloy, Maitre, Rabourdin, Guillermond,Thiboumery, Roemer, Schulter y otros variosse lian distinguido en el estudio químico delas quinas, colocando el conocimiento de lasmismas á la notable altura en que hoy se en-cuentra.

Después del descubrimiento de los alcaloi-des, quinina y cinconina, el consumo de la qui-na es mucho mayor que antes, lo cual se ex-plica por la gran cantidad de esta sustancia,necesaria para la obtención de los referidosprincipios, que se usan, sobre todo la quinina,de preferencia á las quinas en multitud de cir-cunstancias.

Hoy según los últimos trabajos analíticosacerca de las quinas, resulta qiie contienengran número de alcaloides, entre los que ci-tamos la quinina, cinconina, quinidina, cinco-nidina, quinicina, cinconicina, paricina, qui-namina, blanquinina, aricina ó cincovatina yalgunos otros poco importante ó de dudosaexistencia. Todos estos principios, no existenen igual cantidad en todas las quinas, puesen las grises predomina la cinconina, al pasoque en la amarilla es por el contrario.

Existen asimismo diversos procedimientos

que tier.en por objeto apreciar la cantidad dealcaloides que hay en las quinas, los cuales sefundan en los métodos seguidos para la obten-ción de la quinina, con la diferencia de las mo-dificaciones que hay que introducir en obse-quio á la brevedad. Los procedimientos em-pleados para resolver este problema, recibenel nombre de quinimetria. Glenard y Guiller-mon y Caries son los autores que han dadoprocedimientos más adecuados para el objeto,y cuya descripción no es propia de un artícu-lo puramente histórico.

Los grandes progresos hechos en el estu-dio de la anatomía general con el auxilio delmicroscopio, no han contribuido poco á losadelantos en el conocimiento de la quina. Loscaracteres histológicos, deducidos de la natu-raleza del tejido que constituye una sustan-cia organizada, han suministrado grandesmedios para distinguir unas quinas de otras,llevando la claridad á los puntos oscuros don-de existia una verdadera confusión. Los mi-croscopios de gran fuerza, y sobre todo losaparatos para presentar en la oscuridad laspreparaciones microscópicas notablementeamplificadas en proyección, merecen consig-narse como poderosos auxiliares científicosen este y otra multitud de asuntos. Uno delos aparatos más propios para este objeto esel de Molteni, que es una especie de linternamágica alurnbrada^con la luz Drumont, ó biencon un mechero de gas del alumbrado, en cu-ya llama se encuentra, interpuesto un cilindrode cal y bañado por una atmósfera de oxíge-no puro. En la parte anterior de la linternaexistentes lentes, donde se concentra la luz,se corriga la aberración de esferidad, etc. Lasimágenes se proyectan sobre un enceradoblanco y mate, y pueden verse los diminutosobjetos convertidos en colosal tamaño. Enuna conferencia que el catedrático de la Fa-cultad de Farmacia de Madrid, Dr. D. PedroLletget, mi antiguo y querido maestro, dio el17 de Abril de 1878 (1), demostró prácticamen-te por medio de este aparato, entre otros va-rios ejemplos, la diferencia que hay entre laquina amarilla real ó Calisaya en plancha yla quina amarilla del Cuzco. Esta diferencia,consignó también, que sirvió á Weddel paraasignar á la primera la procedencia de la Cin-ehona calisaya, y á la segunda de la Cinehonapubeseens.

Vemos, pues, que en el estudio de la quinacomo en todo lo que pertenece á las ciencias

(1) Véanse los números del periódico Progrtso miiie»,85 y 83 del mea de Mayo de 1S78.

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físicas y naturales, se han ido reflejando losadelantos é incesantes progresos que las mis-mas experimentan de día en dia. Es necesa-rio ir muy deprisa y no perderlas un momen-to de vista, para no quedar á la zaga en sudesenvolvimiento. Con lo expuesto creemoshaber enumerado lo más importante relativoá la historia de una sustancia que no solo esdel dominio de la ciencia, sino que ha llegadoal conocimiento de la generalidad, franquean-do las fronteras del recinto de la materia medica. No ha sido nuestro ánimo entrar en des-cripciones botánicas ó farmacéuticas; solo he-mos querido reseñar una historia, y no hemostraspasado los límites de nuestro propósito.Bien quisiéramos recorrer otros horizontesde tan útil estudio, pero es tarea más larga éimposible de condensar en un artículo.

JOAQUÍN OLMEDILLA Y PUIG.

EL BAILE DE NIÑOS (!)•

Del palacio encanto y galaagitando sus guedejasrubias, negras y bermejas,llenan la expléndida salalas infantiles parejas.

Y estos niños inocentesque ayer mecían las cunasalegres y sonrientes,pasan ante los lucientesespejos de inmensas lunas,y las áureas cornucopias,y los tapices de Flandes;lucen ya sus galas propiassiendo á mis ojos las copiasde los hombres, niños grandes.

Allí hay marquesas en flor,y generales en feto,y cómicas en albor,y ministros en boceto,y nobles en borrador.

Allí asoma la cabezapor entre los labios rojosde una incipiente belleza.

(1) Esta poesía ha sido leída por su autor en la veladaliteraria del Ateneo científico, literario y artístico de Ma-drid, alendo calurosamente aplaudido.

la picaresca agudezaque ya denuncian los ojos.

Allí se presiente yalo que á ser cada cual vacuando su momento suene,la vanidad que ya tieney el orgullo que vendrá.

Allí hay en actos puerilescon parecidos extrañosrecuerdos del hombre á miles,coquetas de nueve abriles,envidiosos de diez años.

Rasgos de su edad ágenos,humildes de envidia llenosque murmuran de los otros,en fin, poco más ó monoslo que pasa entre nosotros.

Pero hay algo en el salónque por dicho-a excepciónse admira del hombre en mengua,allí habla franca la lengua,siente franco el corazón.

Se hace lo que se desea,no se finge, no se miente,y hay un galán que alardeade que él allí no consientebailar con ninguna fea.

Hay quien dejó ayer la cunay con temprana fortunava de dos niñas en pos,y sin faltar á ningunase hace querer de las dos.

Se ponen motes y apodoslos que se están estorbando,habla el afán por los codos,hay hembra que está llorandoporque no juega con todos.

Las niñas fingen amores,hacen que tristes están,juegan con sus amadores,todo, todo lo que haránen cuanto sean mayores!

Tal galán, pese á quien pese,viendo á la pareja ansiadabailar con quien no le agrada

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dice, si bailas con esete doy una bofetada.

Y hay padre que el paso al verél que ha visto á su mujeíbailar la noche anterior,dice: quien pudiera hacerlo que mi niño mayor.

Se descubren los amañosde una niña, y en desvíoy descompuestos y hurañosanuncian un desafíodos amantes de diez años.

Y el amor que se desmandasale allí franco á la luz,no como el que el hombre mandacallar detrás de una banda,morir bajo una gran cruz.

Hablan los niños sin tasade lo que en su hogar les pasa,las ideas confundiendoy sin querer, repitiendo 'lo que han oído en su casa.

Y habla la sinceridady á alguno le he preguntado,¡qué traje, que novedad!¿en dónde te lo han comprado?¡en el Monte de Piedadl

A este cuyos claros ojospor la luz ó el llanto rojosrevelan, cual ya presiento,la expresión del sentimientoy el gesto de los enojos,le digo, mamá se vá,pues yo no, responde el nene,jy si te obliga papá?si mi papá nunca vieneadonde viene mamá!

A la sombra de un portierdicen lo que quieren ser

. todos los hombres futuros,y todos están segurosde la vida que han de hacer.

Españoles verdaderossus instintos patrioterosvan mostrando uno por uno;todos quieren ser toreros,catedrático ninguno.

Todos tienen en las mientesla idea de hacer caudalpara asombrar á las gentes;la banda de generaltiene muchos pretendientes.

Y en tanto sus aficionespintan, pasando las horascon alegres espansioneshablan en otros rinconeslas niñas encantadoras.

Y nada á su vista escapa,todo su candor lo atrapa,miran á lo que más brilla,llaman tonta á la más guapay cursi a la más sencilla.

Y hay en ellas el reflejodel gran mundo en que respirany hablan con extraño dejo,y todas, todas se miranal pasar junto á un espejo.

En el centro del salónda comienzo el cotillóndondo con rara abundanciase reparten á la infanciajuguetes en profusión.

Y hay quien quisiera insaciabletodo aquel pueril tesoro,y con instinto indudablequiere este el brillante sabley estotro la espuela de oro.

£¡pmo en el gran cotillónde la vida en su ficciónpide el hombre la grandeza,y el poder y la riqueza,juguetes de la ambición.

Ya del salón la ancha puertase abre, y tras de las cortinasel pueril afán despiertala rica mesa cubiertade dulces y golosinas.

Y allí vierais la ambicióny rara adivinaciónde un hidalgo cortesanodisputarle al propio germanoun pedazo de turrón.|

Vierais los niños, en fin,que eran flores del jardín

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puras y frescas ayer,cual se sienten fallecerentre el vapor del festín.

Ya se rinden, ya se entreganá sus madres fatigados,ya no bailan, ya no juegan,ya los pobres se restrieganlos ojos-, de luz cansados.

Ya el sueño se les advierte,ya al sentirlo se encocoran,y ya lloran, de igual suerte ,que los moribundos llorancuando ven llegar la muerte!

Ya de todo han disfrutado;ellos, que ayer han nacido,á cansarse han comenzado:esta noche no han dormido,esta noche no han rezado.

Cansados de ñesta estány el bailo dejando vany todo placer desdeñan;ya van á dormir, si sueñan,quién sabe qué^ soñarán!

Oh, sí, deseos y antojos,envidias, celos y enojos...asi crecen... asi enferman...los niños! dejad que duermany no les abráis los ojos!

Oh, no, los mios no iránal baile; en él no verándel mundo el fastuoso alarde;dejadles que envidien.tarde,que después... tiempo tendrán.

ETJSEBIO BLASCO.

BIBLIOGRAFÍA.Anuario-almanaque del eomereio, 'de la in-

dustria, de la magistratura y de la administra-eion, ó Almanaque de las 400.000 señas de Ma-drid, de /as provincias, de Ultramar y de losEstados hispano-amerieanos, eon anuncios yreferencias al eomereio é industria extranjera.Ano primero de la publicación.—1879.—Ma-drid, Carlos Bailly Bailliere.—Un voluminosotomo de más de 1.600 páginas en folio.

El libro de cuya aparición damos cuentamerece por su importancia que le consagre-mos algunas líneas en nuestra sección biblio-gráfica, siquiera sea limitándonos á dar unaidea de su grande utilidad, con sentimiento deque el reducido espació de que podemos dis-

poner no nos permita analizarle con la exten-sión que quisiéramos.

El Anuario-almanaque del Sr. Bailly-Bai-lliere, el primero en su género que se da á luzen España, viene á ser para nosotros lo queen Francia es el Annuaire-almanaeh de Didot-Bpttin, y en Inglaterra el Post ofíee Londondireetory: un resumen de noticias y datos his-tóricos, geográficos y estadísticos, cuyo cono-cimiento interesa á todas las clases de la so-ciedad. -

Su confección obedece al mismo plan quela del Anuario francés. Se halla dividido ensiete partes. En la primera, que puede llamar-se oficial, se comprende la Real familia, losempleados de la Real casa, los Ministros, Se-nadores, Diputados, Consejeros de Estado,cuerpo diplomático nacional y extranjero,funcionarios de todos los Ministerios y de lasdistintas dependencias del Estado. La segun-da parte es un verdadero libro de señas deMadrid, en el que se ofrece á los lectores, pororden alfabético las de todos los que ejercenalgún cargo, empleo, profesión, industria ócomercio. La tercera es una extensa lista ge-neral de las instituciones municipales, judi-ciales, profesiones, industrias y comercios dela capital, también por orden alfabético. Lacuarta, se compone de las' señas de Madrid,clasificadas por el mismo orden, de calles ynúmeros fle casas. Y la quinta se refiere a laprovincia de Madrid, por orden alfabéticoigualmente, de partidos judiciales, ciudades,villas y lugares. Al final de esta parte se in-sertan los aranceles de aduanas que actual-mente rigen en España y Ultramar; y en sussecciones correspondientes se publican la ins-trucción sobre cédulas personales, la tarifade correos y la de carruajes públicos. La sex-ta parte comprende todas las demás provin-cias de España, siguiéndose en ella el mismoorden que para la de Madrid, respecto á laclasificación de las profesiones, industrias ycomercio de cada localidad. Y, finalmente, lasétima parte está dedicada á las posesionesde Ultramar y á los Estados hispano-ame-ricanos.

Como se ve, aunque por las dificultadescon que debe haber tropezado el Sr. Bailly-Bailliere al publicar por primera vez un librode esta índole, adolezca el Anuario-almanaquede 1879 de alguna,s omisiones y defectos queen los años sucesivos habrán de irse subsa-nando , es desde luego una obra de indisputa-ble mérito, llamada á contribuir poderosa-mente, como arsenal inmenso y bien provis-to, en donde se halla resumida toda la riquezade España,, á la prosperidad de la agricultura,al perfeccionamiento de la industria y al des-arrollo del comercio.

Felicitamos al Sr. Bailly-Bailliere por elarduo trabajo que ha llevado á término, de-seando que por todos se aprecien las ventajas"de su obra como nosotros lo hacemos, y queen ello encuentre la recompensa de los sacri-ficios hechos y un estímulo al par que una efi-caz ayuda para continuar la publicación enlos añosvenideros, con las mejoras de que essusceptible.