revista europea. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la...

32
REVISTA EUROPEA. NÚM. 176 8 DE JULIO DE 1 8 7 7 . AÑO IV. KANT Y LA FILOSOFÍA DEL SIGLO XIX. Vamos á describir, bajo uno de sus especiales as- pectos, la revolución filosófica que se ha realizado en Europa en los últimos treinta años. Hace diez que los efectos se han dejado sentir demasiado, para que sea posible negarlos ó solamente des- conocerlos. Comparad, en efecto, el estado de la filosofía en 1830 y el de hoy. Los hombres que representan actualmente entre nosotros la juventud de la Restauración, los que han asistido en la Soborna á las elocuentes leccio- nes con que el jefe de la escuela ecléctica intentaba renovar la filosofía francesa é imprimirle el sello de su brillante genio oratorio, recuerdan qué confianza inspiraba entonces á los ánimos el descubrimiento de una filosofía definitiva. Se creía haber encon- trado en el buen sentido el criterio seguro, el com- plemento indispensable del examen filosófico. La reflexión y el análisis no tenían otra misión que la de interpretar, de traducir en un lenguaje más se- vero las inspiraciones instintivas de la conciencia general. ¿Cuántos han conservado su fe de enton- ces en la virtud y la infalibilidad del método y de la doctrina eclécticas? Mientras los unos limitan toda su filosofía á dudar de la eficacia de ella, los otros acuden á Inglaterra ó Alemania en demanda de so- luciones ó inspiraciones nuevas. Y resonando aún entre las paredes de nuestros colegios los nombres siempre respetados de los maestros de otro tiempo, nuestros escolares se asombran de no oir por fuera más que los nombres extranjeros de los maestros deldia. La filosofía de los ingleses no tiene una historia menos rica en contrastes sorprendentes. El movimiento filosófico de los primeros treinta años del siglo parecía llegar al triunfo definitivo de la doctrina «escocesa.» El espíritu inglés creía ha- ber renunciado para siempre á las temeridades me- tafísicas del idealismo de un Berkeley ó del nihi- lismo de un David Hume. Una filosofía prudente con exceso, exclusivamente aplicada á la observación psicológica y á los problemas de la moral práctica, se preciaba de ignorar completamente cuanto sale de este estrecho horizonte. Compadecía los errores de la especulación alemana, y no tenía mas que una irónica sonrisa para las tímidas resoluciones del TOMO x. esplritualismo francés. ¿Qué vemos hoy? No son únicamente filósofos, como George Lewes, que se complacen con las invenciones y las osadías de la más sutil especulación: las hipótesis del mismo Ber- keley no hacen retroceder el ánimo de un sabio, de un Wallace, por ejemplo; y si el genio comedido de un Darwin duda aún en hacer deducciones me- tafísicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología y de la psicología, y tratan de poner la filosofía de la natu- raleza, lo mismo que la del hombre, en armonía con los nuevos principios de las ciencias físicas y natu- rales. Alemania, que en 1830 hacía justicia á los nom- bres de Fichte, Schelling, Hegel, no experimenta hoy por estos ilustres maestros mas que desvío ó indiferencia. Los representantes infatigables de las antiguas doctrinas luchan valerosamente, poro sin éxito, por recobrar el favor, ó la atención, cuando menos. Nuevos nombres se apoderan de la curiosi- dad y de la simpatía del público. Se oye hablar por todas partes de positivismo, de realismo, allí donde sólo se trataba, no há mucho tiempo, de idealismo; y la opinión de aquel país, tan desdeñosa, con He- gel, de la filosofía experimental y sensualista de los ingleses, se alimenta hoy con las multiplicadas tra- ducciones de un Miil, de un Buckle, de un Spencer. No podemos pensar en seguir, en los detalles de sus causal y de sus efectos, en la infinita variedad de sus direcciones, un movimiento de ideas tan con- siderable como el que acabamos de bosquejar li- geramente. Únicamente nos proponemos estudiar una de las fases,la más curiosa y no siempre la más considerada, de esa profunda trasformacion del juicio contemporáneo. Vamos á demostrar que una gran doctrina, un gran nombre han sobrevivido á todas las fluctuaciones de los ánimos; que una filo- sofía que parecía deber participar de la suerte ad- versa de sus primeros partidarios, llegó á estar más floreciente que nunca entre los partidarios nuevos; que lentamente se ha conquistado, fuera del país en que había nacido, un lugar considerable en las preocupaciones ó la adhesión de los pensadores extranjeros. Nuestro objeto es hacer reconocer que la filosofía crítica, es decir, la filosofía de Kant, constituye hoy el lazo filosófico de los pueblos y genios más distintos. Y así como en el siglo XVII cupo á Descartes el imperecedero honor de fundar 3

Upload: lethuan

Post on 10-Jul-2018

230 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

REVISTA EUROPEA.NÚM. 176 8 DE JULIO DE 1 8 7 7 . AÑO IV.

KANT Y LA FILOSOFÍA DEL SIGLO XIX.

Vamos á describir, bajo uno de sus especiales as-pectos, la revolución filosófica que se ha realizadoen Europa en los últimos treinta años. Hace diezque los efectos se han dejado sentir demasiado,para que sea posible negarlos ó solamente des-conocerlos.

Comparad, en efecto, el estado de la filosofíaen 1830 y el de hoy.

Los hombres que representan actualmente entrenosotros la juventud de la Restauración, los quehan asistido en la Soborna á las elocuentes leccio-nes con que el jefe de la escuela ecléctica intentabarenovar la filosofía francesa é imprimirle el sello desu brillante genio oratorio, recuerdan qué confianzainspiraba entonces á los ánimos el descubrimientode una filosofía definitiva. Se creía haber encon-trado en el buen sentido el criterio seguro, el com-plemento indispensable del examen filosófico. Lareflexión y el análisis no tenían otra misión que lade interpretar, de traducir en un lenguaje más se-vero las inspiraciones instintivas de la concienciageneral. ¿Cuántos han conservado su fe de enton-ces en la virtud y la infalibilidad del método y de ladoctrina eclécticas? Mientras los unos limitan todasu filosofía á dudar de la eficacia de ella, los otrosacuden á Inglaterra ó Alemania en demanda de so-luciones ó inspiraciones nuevas. Y resonando aúnentre las paredes de nuestros colegios los nombressiempre respetados de los maestros de otro tiempo,nuestros escolares se asombran de no oir por fueramás que los nombres extranjeros de los maestrosdeldia.

La filosofía de los ingleses no tiene una historiamenos rica en contrastes sorprendentes.

El movimiento filosófico de los primeros treintaaños del siglo parecía llegar al triunfo definitivo dela doctrina «escocesa.» El espíritu inglés creía ha-ber renunciado para siempre á las temeridades me-tafísicas del idealismo de un Berkeley ó del nihi-lismo de un David Hume. Una filosofía prudente conexceso, exclusivamente aplicada á la observaciónpsicológica y á los problemas de la moral práctica,se preciaba de ignorar completamente cuanto salede este estrecho horizonte. Compadecía los erroresde la especulación alemana, y no tenía mas que unairónica sonrisa para las tímidas resoluciones del

TOMO x.

esplritualismo francés. ¿Qué vemos hoy? No sonúnicamente filósofos, como George Lewes, que secomplacen con las invenciones y las osadías de lamás sutil especulación: las hipótesis del mismo Ber-keley no hacen retroceder el ánimo de un sabio, deun Wallace, por ejemplo; y si el genio comedidode un Darwin duda aún en hacer deducciones me-tafísicas de la teoría de la evolución, los teóricos dela escuela de Spencer acometen sin vacilación losmás arduos problemas de la cosmología y de lapsicología, y tratan de poner la filosofía de la natu-raleza, lo mismo que la del hombre, en armonía conlos nuevos principios de las ciencias físicas y natu-rales.

Alemania, que en 1830 hacía justicia á los nom-bres de Fichte, Schelling, Hegel, no experimentahoy por estos ilustres maestros mas que desvío óindiferencia. Los representantes infatigables de lasantiguas doctrinas luchan valerosamente, poro sinéxito, por recobrar el favor, ó la atención, cuandomenos. Nuevos nombres se apoderan de la curiosi-dad y de la simpatía del público. Se oye hablar portodas partes de positivismo, de realismo, allí dondesólo se trataba, no há mucho tiempo, de idealismo;y la opinión de aquel país, tan desdeñosa, con He-gel, de la filosofía experimental y sensualista de losingleses, se alimenta hoy con las multiplicadas tra-ducciones de un Miil, de un Buckle, de un Spencer.

No podemos pensar en seguir, en los detalles desus causal y de sus efectos, en la infinita variedadde sus direcciones, un movimiento de ideas tan con-siderable como el que acabamos de bosquejar li-geramente. Únicamente nos proponemos estudiaruna de las fases,la más curiosa y no siempre la másconsiderada, de esa profunda trasformacion deljuicio contemporáneo. Vamos á demostrar que unagran doctrina, un gran nombre han sobrevivido átodas las fluctuaciones de los ánimos; que una filo-sofía que parecía deber participar de la suerte ad-versa de sus primeros partidarios, llegó á estar másfloreciente que nunca entre los partidarios nuevos;que lentamente se ha conquistado, fuera del paísen que había nacido, un lugar considerable en laspreocupaciones ó la adhesión de los pensadoresextranjeros. Nuestro objeto es hacer reconocer quela filosofía crítica, es decir, la filosofía de Kant,constituye hoy el lazo filosófico de los pueblos ygenios más distintos. Y así como en el siglo XVIIcupo á Descartes el imperecedero honor de fundar

3

Page 2: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

34 REVISTA EUROPEA.—8 DE JULIO DE 1 8 7 7 . N.° 176

una filosofía europea, así parece hoy que una gloriaparecida le está reservada á Kant, el padre de lafilosofía crítica.

Tal es en cierto modo la historia de las vicisitu-des y del triunfo progresivo de esta filosofía desde1830. Esas vicisitudes corresponden á las trasfor-maciones de la filosofía europea durante el mismoperíodo. La doctrina de Kant constituye hasta ciertopunto la unidad del drama filosófico en los numero-sos actos que simultáneamente se representan enFrancia, Inglaterra y Alemania. Aclara el prólogo yayuda á adivinar el desenlace. En la confusa multi-plicidad de direcciones contrarias en que ¡a activi-dad filosófica de nuestro siglo parece dispersarse yperderse, es como el hilo conductor que guía el es-tudio y el juicio del historiador.

En los años que siguieron á la muerte de Hegel,acaecida en 1830, parecía que la filosofía de Kantdebió participar de la suerte de los pensadores quela habían continuado.

Fichte, Sehelling y Hegel eran, en efecto, hastacierto punto, los herederos de la opinión kantiana.Fichte tomó especialmente de Kant su teoría subli-me del deber; sobre el único fundamento de la mo-ralidad, de la conciencia, intentaba hacer descansarnuestra certeza, toda nuestra ciencia. El genio ar-tista de Sehelling veía con preferencia en la opiniónde la humanidad lo que encontraba en la suya pro-pia, es decir, las potencias de la imaginación crea-dora. Sacaba de los finos análisis de Kant sobre laidea de lo bello los gérmenes de una filosofía im-pregnada de poesía que identifica el arte y la cien-cia, reemplaza el método por la inspiración, y, con-siderando el desarrollo de la naturaleza y de la vidacomo el de un bello poema, cree que basta ser ar-tista para entrar en los secretos de la actividadeterna. En fin, Hegel, con su carácter metódico y a!mismo tiempo más comprensivo, afirmaba que lajusticia y la belleza no absorben todos los atributosde la razón divina; que Dios es ante toda verdad,es decir, lógica, infalible é inmutable. Recordabaque si Kant escribió la Crítica de la razón prácticay la del juicio, él debutó con ¡a Crítica de la razónpura; y que la razón es para él un principio lógicoantes de ser un principio estético y moral.

Anaiizar los secretos de las operaciones misterio-sas que se verifican en la inteligencia del sabio, enla imaginación del artista, en la conciencia del hom-bre virtuoso; dar al alma humana la noción reflexivade la actividad que ejerce sin reflexión; esta fue unade las tareas que so impuso el genio de Kant, y laobra exclusiva á que se consagraron sus primerosintérpretes. Cualesquiera que sean las concepcionesmás ó monos atrevidas que su metafísica trascen-dente ha creído deber mezclar, esta parte de la obradel maestro encuentra en los discípulos un elocuen-

te, un precioso comentario que no dejará de ser es-tudiado sino el dia en que la filosofía crítica deje deexistir.

Pero Kant no se ha limitado á poner en claro elpapel del espíritu, la espontaneidad de sus faculta-des nativas, ó, como sus discípulos, después de él,se complacen en decir, la autonomía de la razón.Con no menos cuidado se dedicó á determinar laparte de la experiencia y de los sentidos. La liber-tad que el yo desenvuelve no le hizo nunca olvidarla dependencia en que se halla de la naturaleza. Ja-más se le hubiera ocurrido pensar que la cienciapueda formarse sin el concurso de la observación.Kant había consagrado los primeros veinte arios desu vida intelectual al estudio ó á la enseñanza de lasciencias matemáticas y físicas. ¿Cómo había de re-nunciar de repente al cultivo de los métodos cientí-ficos que le había inspirado tantas obras interesan-tes (por más que sean poco conocidas) ante la com-posición de sus tres grandes Críticas? Era demasia-do buen discípulo de Newton para creer que laspredicciones del genio equivalgan á la enseñanzade la experiencia. Su obra, en el fondo, era dar suparte legítima á la cie,ncia y á la especulación, á laexperiencia y á la filosofía, á la naturaleza y al es-píritu, ó, empleando su lenguaje, al sujeto y al ob-jeto, á lo ideal y á lo real; formar, en fin, una teoríadel conocimiento en que las más imperiosas exi-gencias del físico y del naturalista, así como los de-rechos imprescriptibles de la conciencia y de laimaginación poética, se reconocieran y reconci-liasen.

Pero sus primeros intérpretes no se dedicaronmas que á la mitad de su obra. Preocupados conaclarar, desarrollar las profundas verdades conteni-das en el idealismo de Kant, olvidaron cuanto suenseñanza encerraba de principios realistas. Así sevio desarrollarse tímidamente, por el pronto, enFichte, y después con toda la temeridad de unaimaginación sin freno en Sehelling, ó con las pre-tensiones pedantescas de la infalibilidad de una ló-gica sistemática en Hegel, una filosofía de la natu-raleza que aspiraba á romper las duras trabas delmétodo experimental y penetrar los secretos de lanaturaleza ó sorprender los consejos de la sabiduríasuprema por la sola virtud de una especie de in-tuición mística, en nombre de la identidad afirmadadel espíritu divino y la razón humana. El estudiodetenido de las condiciones mecánicas de los fenó-menos fue considerado supórfluo é indigno de lalibertad'del espíritu. En lugar de hacerse intérpretedócil de ia naturaleza y de obedecerla más pacien-temente á fin de dominarla con más seguridad, se-gún la frase de Bacon, se arrogó el derecho de dic-tarle leyes. ¡Y en qué ocasión se desplegaban esasaudaces teorías! Cuando Sócrates se creia autoriza-

Page 3: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N.°176 D. NOLEN. KANT Y LA FILOSOFÍA DEL SIGLO XIX. 35

do por las contradicciones y la esterilidad de lasteorías científicas de su tiempo para negar al hom-bre el conocimiento de las leyes de la naturaleza;cuando se levantaba contra la impiedad de los fisi •eos que, como nuevos Prometeos, tratan de robará los dioses sus secretos, se comprende que un Pla-tón buscase en las inspiraciones de una especie derevelación interior las explicaciones que ya no seosaba esperar de la observación y de la experiencia.Pero ¿se daba el mismo caso cuando Schelling yHegel pretendían sustituir con los oráculos infali-bles de su filosofía de la naturaleza las pacientesinvestigacionesj las laboriosas demostraciones dela ciencia? Y es en el siglo XIX en el que se hanproducido esas orgullosas teorías; en el siglo quepor los grandes trabajos de Lamarck, Cuvier,Geoffroy-Saint-Hilaire , los de OErsted y Ampere,veía renovarse y engrandecerse nuestras ideas so-bre la materia y el organismo, y aumentar las ri-quezas ya considerables que la edad precedentehabía acumulado; en ocasión en que el descubri-miento del análisis espectral iba á hacer retrocederlos límites de la investigación física y demostrar laconexión no sólo de los planetas, sino de todssesas estrellas que parecen, como otros muchos pla-netas de orden superior, gravitar alrededor do uncentro misterioso del mundo.

En esos momentos precisamente era considerada-la vía láctea por Hegel como un fenómeno de tanpoca importancia como una especie de erosión enla piel de una mano enferma! El atrevido filósofoosaba, en nombre de sus principios á priori, con-tradecir la física de un Kepler y de un Newton,cuando los descubrimientos de Hers'-hel y Levorrierno debían tardar en proporcionarle brillante justi-ficación! Después de que la aplicación hecha porLaplace de la física newtoniana á la explicación delos orígenes de nuestro sistema solar, había dester-rado ó excluido la teología de la física astronómi-ca; la víspera, en cierto modo, del dia en que ladoctrina de la conservación de la energía y de laequivalencia mecánica de las fuerzas, amenazabaexcluirla de la física, y treinta años nada más, pró-ximamente, antes de que la teoría mecánica de laevolución se preparase á disputarle su última trin-chera,—el mundo de los organismos,—entonces fuecuando Schelling y Hegel intentaron confiar á ex-plicaciones puramente teleológicas el desarrollo dela naturaleza y de la vida, y separar los secretosde la lógica ó del arte divinos, sin tomarse el tra-bajo de estudiar los procedimientos mecánicos!

¿Es asombroso que el genio del siglo XIX aspira-se impacientemente á respirar el aire de la realidadexperimental y haya roto con violencia el estrechocírculo de abstracciones en que se ahogaba? Lostriunfos de la ciencia, no menos que las divisiones

intestinas de los filósofos idealistas, desviaron fá-cilmente los espíritus de la especulación metafísicay concentraron todo su interés, toda su actividaden las indagaciones de la ciencia. La única filoso-fía que podría responder en lo sucesivo á las nece-sidades de una generación ávida de ciencia, debíaser la que, dejando á un lado toda metafísica, seconcretase á recoger las enseñanzas de la expe-riencia y á coordinarlas en una vasta síntesis quese reducida humildemente al papel de auxiliar dela ciencia, como la filosofía de la Edad Media se ha-bía puesto al servicio de la teología (ancilla theolo-ffiaj; la que sin pretender traspasar el horizonte dela experiencia, ya porque se resignase á ignorar larealidad oculta tras los fenómenos, ya porque iden-tificara la realidad con las impresiones de los sen-tidos, ó, en otros términos, ya. porque se atuvieraal medio escepticismo de los positivistas, ó ya por-que se aventurase hasta el dogmatismo de los ma-terialistas, se propusiera prescindir de lo que nointeresa al sabio, ignorar los problemas de que nohay para qué ocuparse, y no admitir otro métodoni otra seguridad que la del cálculo y de la expe-riencia. Debía considerar como una pérdida de tiem-po y de fuerzas toda investigación sobre los princi-pios y los métodos de la ciencia. La razón, se de-cía, pierde en demostrar su facultad de conocer untiempo que valdría más emplear en ejercitarla. Alos que la niegan puede contestar como en ciertaocasión respondió un sabio á un sofista que le pe-día le probase el movimiento: echando á andar.

Así se expresaban los adversarios de la metafísi-ca; y preciso es confesar que las exageraciones deldogmatismo idealista justifican hasta cierto puntosu lenguaje. Casi se podría decir que todo el movi-miento fikftófico de esta ópoca no ha sido más queuna reivindicación progresiva, bajo diversas fermas,de los derechos del mecanismo que están indisolu-blemente ligados á la causa de las ciencias experi-mentales.

Al culto exclusivo de la abstracción y de la razónimpersonal, Feuerbach, que había conocido su fríaembriaguez, pero que pronto se cansó de ella, con-testó con la glorificación contraria de los sentidosy del individuo. Sin duda Feuerbach se muestrahegeliano por su preocupación exclusiva del hom-bre, por el lugar subalterno que en él encuentra elestudio de la naturaleza, y por el tono de místicaexaltación con que aboga por la causa del egoísmoy de los sentidos, las dos cosas menos místicas quehay en el mundo. La infalibilidad que reclama parala sensación individual recuerda la infalibilidad dela idea absoluta que proclama la dialéctica hege-liana. A pesar de estas disposiciones que evidente-mente son debidas á su primera educación, Feuer-bach puede ser considerado como el primer após-

Page 4: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

36 REVISTA EUROPEA.—8 DE JULIO DE 1 8 7 7 . N/176tol del materialismo en Alemania. Sin cesar afirmaque el hombre corporal es el hombre completo;que fuera del mundo físico sería en vano buscaruna realidad cualquiera. «Verdad, realidad, sensibi-lidad, son cosas idénticas."—«La filosofía nueva,dice además, hace del hombre, admitiendo la natu-raleza como base de la existencia humana, el único,el universal, el más alto objeto de la filosofía, de laantropología, por consiguiente la ciencia universal.»Así es como la vida, la realidad sensible, recupe-ran, por una reacción excesiva, sus dereehos des-conocidos por la teosofía abstracta, por la lógicamística de los hegelianos.

Al mismo tiempo que Feuerbach declaraba así laguerra á las abstracciones morales y teológicas, unpensador francés atacaba á la metafísica en nombrede los métodos y de los descubrimientos de laciencia contemporánea. Augusto Comte, en mediode una vida atormentada por la miseria, la falta desalud y esa perpetua inquietud que parece ser elprecio, el rescate del genio, acometió la empresade constituir la filosofía positiva, que debía respon-der á las necesidades realistas de la época. Segúnél, la ciencia humana se limita al conocimiento delos hechos y de las leyes que rigen sus relacionesen el espacio ó su duración, es decir, á puras infor-maciones de sucesión ó de coexistencia. Comte nopretende, como Feuerbach, que veamos la revolu-ción de las cosas en los fenómenos y sus leyes, noquiere oponer el dogmatismo de los materialistasal de los idealistas; por el contrario, declara expre-samente que no podemos llegar hasta las últimasraíces de la realidad y de la verdad, y que estamosreducidos á un conocimiento completamente rela-tivo.

En resumen, las dos doctrinas que acabamos decaracterizar brevemente, y cuya acción más bri-llante, aquí más oscura, se hizo sentir en los áni-mos casi por la misma época, no son, á pesar desus distintas formas, más que una misma protesta,enérgica seguramente hasta el exceso, contra lametafísica abstracta y quimérica que, durante másde treinta años, había llenado á Alemania de suspretendidos oráculos, y cuyo eco más ó menos con-fuso sedujo menos que asombró á los países ve-cinos.

En Inglaterra, por la misma época, la escuelasensualista, que había cambiado de nombre conHartley y que en adelante se llamó escuela asocia-cionista, continuó con los dos Mili,1 James Mili yStuart Mili, defendiendo el punto de vista de Locke,y demostrando ignorar que Kant lo había traspasa-do hacía ya mucho tiempo. Esta escuela descono-cía la actividad propia, la libertad del espíritu en elorden teórico, y llegó necesariamente á rechazar-lo también en el orden práctico. Como las dos es-

cuelas anteriores, niega que haya algo más allá delos hechos; su realismo se da la mano por un ladocon el materialismo de Feuerbach y por el otro conel positivismo de Comte.

Como vemos, por todas partes se deificaba encierto modo la experiencia. Pero no se preguntabamás, como hacía Kant, que el valor de los princi-pios sobre que se apoya. Se negaba ó se declarabainaccesible toda realidad que no fuese la sensible;pero se desconocía que la realidad sensible no res-ponde ni á las exigencias de la conciencia ni á lasnecesidades del corazón humano.

Contra esta tendencia general al realismo, pro-vocada y estimulada por el espectáculo do los ex-cesos en que se había extraviado la teoría dema-siado exclusivamente idealista de los primeros dis-cípulos de Kant; contra el descrédito momentáneoen que cayó este último, no hemos visto producirseen los diferentes países sino débiles tentativas deresistencia.

Las escuelas realistas se apoyaban en la cienciay encontraban en los sabios una acogida favorable.Los eclécticos franceses de la misma época nosasombran, en cambio, por su desvío para las cien-cias de la naturaleza. Aparte de la gran cuestión deJouffroy y Broussais, la escuela ecléctica era tandesconocida para los sabios como á estos afectabaella desconocer. La filosofía no aspira ya á dar lec-ciones á los sabios, como en tiempo de Schelling yde Hegel; pero sí á vivir tranquilamente, separadade la ciencia, como si pudiera pasarse sin ella y re-novarse de otro modo que por su contacto. Más va-lía para la dignidad y la vitalidad de la teoría filo-sófica la pretensión de dominar á la ciencia, que lade desligarse de ella. Si el ecleticismo no tenía encuenta el realismo, para combatirlo en seguida másseguramente, ¿era de suponer que se hallase mejordispuesto á elegir sus armas en el idealismo discre-to de Kant?

No, se imputaba á este como un crimen la no-vedad paradójica de sus escritos y las temeridadesde sus primeros intérpretes, como si la paradoja dehoy no pudiera llegar á ser la verdad de mañana;como si los errores delossucesores.de Kant noprocedieran precisamente de haber traducido malsu pensamiento. La escuela ecléctica prescindía deKant, prefiriendo atenerse á Descartes y aun acudiralgunas veces á Leibnitz, sin tener presente que elprincipio sólido de estos dos filósofos, la concilia-ción del espíritu y la materia, del idealismo y elmecanismo, se encuentra, pero renovado y robus-tecido, en la doctrina de Kant.

En Inglaterra, por el contrario, dos talentos dis-tintamente notables se inspiraban en los principiosdel kantismo para refutar el positivismo inglés.La Historia de las ciencias inductivas, de Whe-

Page 5: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N.°176 MENENDEZ PELAYO. LA POESÍA H0RAC1ANA EN CASTILLA. 37

well, la polémica que entabló con Herschel, pri-mero, y luego con Stuart Mili, respecto á la inei-dad de los principios matemáticos, al mismo tiempoque los Ensayos sobre la metafísica y la lógica,y los demás escritos de William Hamilton, defen-dían enérgicamente los derechos y las verdadesesenciales de la filosofía ápriori contra el empiris-mo exclusivo de la escuela asociacionista, recha-zando los excesos de Schelling y Hegel. Tratare-mos de apreciar exactamente lo que hay del idea-lismo kantiano en las teorías de este último, y talvez encontraremos que lo que le falta, como tambiéná Whewell, lo que explica el fracaso relativo de sutentativa, es que no toma bastante de Kant y que lodebe más bien una teoría del conocimiento que unateoría de la libertad, una doctrina lógica más bienque una filosofía moral.

D. NOLEN.(Concluirá.)

LA POESÍA HORACIANA EN CASTILLA.

Es mi propósito exponer brevemente la historia,hasta ahora no escrita con separación y claridad,de los imitadores horádanos en España, tarea quepuede servir de complemento al estudio sobre lostraductores y comentaristas, que acaba do leerse.Dividiré el que sigue en dos secciones, dedicada laprimera á los poetas horaeianos de Castilla, y la se-gunda á los de Portugal, dado que en la poesía ca-talana nunca ha dominado mucho la influencia quevamos persiguiendo. Cataluña ha dado excelenteshoraeianos, uno de primer orden, pero han escritoen castellano y entran, por ende, en esta primerasección.

Entendiendo yo por poesía horaciana la que fiel-mente se inspira en el pensamiento ó en las formasdel lírico de Venusa con plena y cabal noticia de susperfecciones y excelencias, en balde buscaríamosrastros de esta tendencia durante los siglos mediosen que no Horacio, poeta en cierto sentido moderno,sino otros ingenios latinos, en especial Virgilio yLucano, tuvieron más ó monos directo predominioé influencia. Y era natural que asi sucediese, apar-te de otras consideraciones obvias, porque es la for-ma lírica la menos susceptible de ser disfrutada yapreciada debidamente en tiempos de no refinadacultura estética, aunque de ciencia profunda é ins-piración valiente, cuales fueron los tiempos medios.La poesía narrativa halagatodas las imaginaciones;mas para sentir y quilatar los primores de la oda óde la sátira al modo clásico, requiérese una educa-ción humanística que sólo desde el Renacimientoacá han tenido los pueblos do Europa. Ni el fondo

de Horacio ni su expresión convenían á la Edad-Media, y si por maravilla encontramos algún lejaní-simo rastro más en los latinistas eclesiásticos que enlos poetas de lenguas vulgares, nunca una verdade-ra y directa imitación, reduciéndose estos vestigiosunas veces á ciertas formas rítmicas conservadaspor la tradición de los himnos de la Iglesia, y otrasá coincidencias, que pudieran ser casuales, en pen-samientos comunes. Es indudable que Horacio fueel poeta clásico menos leido en aquellos siglos, siexceptuamos á Catulo, Tibulo y Propercio que per-manecieron aun más olvidados.

Sabido es que el Arehipresto de Hita intercaló ensu misceláneo poema variedad de fábulas y ejemplostomados de fuentes muy diversas. Alguno de ellos,el de Mur de Monferrado y Mur de Guadalajara, porejemplo, hállase en Horacio; mas no veo fundamen-to bastante para deducir,do aquí que el Archipres-te conociese las sátiras y epístolas del Vonusino. Elapólogo citado de los dos ratones y otro ú otros dosque se hallan en el mismo caso, andan de antiguoen las coleciones esópicas que el Archipreste cono-cía bien, y la manera de contarlos se asemeja muypoco á la de Horacio, habiendo hasta en los porme-nores alguna diferencia. Por lo demás, la fábula delArchipreste es, á mi. entender, superior en gracianarrativa á las posteriores de Argensola, Lafon-taine, Samaniego, y tantos otros como han tra-queado el mismo asunto,

Do los dos cautos ratonesQue en Horacio tal vez habrás leido.

En algunos de nuestros antiguos libros de ejem-plos, reaparecen ciertas fábulas de las introducidaspor Horacio en sus sátiras y epístolas, pero tomadassiemprele las colecciones de apólogos, entoncesmuy leidas, nunca del texto del poeta. Sólo en elArchipreste pudiera caber duda, puesto que fuehombre de cultura clásica y obedeció en parte á lastendencias del primer renacimiento comenzado enel siglo XIII y bruscamente detenido, aunque nocortada, en la seguncla mitad del XIV.

Este primer renacimiento, que pudiera llamarsepetrarquista, puesto que el amador do Laura figuraá la cabeza de los restauradores de la antigüedaden Italia, no es todavía el renacimiento horaciano.Llega este en el siglo XV, pero incompleto y débilaún por lo que toca á la poesía en lenguas moder-nas. El Marqués de Santillana inicia entre nosotrosaquel movimiento, asimilándose á su manera el es-píritu de Horacio on aquella imitación del Beaius

.ü,le, en otro lugar recordada, porque de ella arran-ca todo estudio horaciano en la Península.

Con nueva vida, al par que con admirable saborantiguo, restauraron en esa centuria las formas y la

Page 6: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

38 REVISTA EUROPEA. 8 DE JULIO DE 1 8 7 7 . N.° 176

idea de Horacio los poetas latino-itálicos, entre loscuales descuella Angelo Poliziano, el hombre quemás viveza, animación y gracia juvenil ha logradoponer en una lengua muerta. Alma del todo pagana,sintió como nadie el prestigio de la antigüedad, ysupo comunicársele á aquellas brillantes silvas quefueron enseñanza y alimento de la juventud neo-latina en la edad siguiente. En sus poesías sueltas,Angelo osaba imitar de Horacio todo, hasta la odaIn anum libidinosam. Cuando Landino publicó en1483 su edición de Horacio, la primera un tanto cor-recta que vio Europa, encabezóla Poliziano con unasperegrinas estrofas:

Vates Threieio blandior Orpheo,Seu malis fidibus sistere lúbricosAinnes, seu trémulo ducere pollice

Ipsis cum latebris leras...

¡Cómo palpita el sublime entusiasmo ilel renaci-miento en aquellos alados versos:

Quis te a Barbárica compede vindicat,Quis frontis nebulam dispulit, et rituüetorso, levibus restituit choris,

Curata juvenem cute?O quam nuper eras nubibus et maloObductus senio! Quam nítidos adesNunc vultus referens, docta fragantibus

Cinetus témpora lloribus.Nunc te deliciis,~nunc decet et leviLascivire choro, nunc puerilibusInsertum thiasis, aut íide gárrula

Ludere inter virgines.

Este canto de loor á.Horacio parece el himnotriunfal de los Renacientes. Desde aquella época eleisne del Ofanto, por tanto tiempo olvidado, impe-rará sobre las generaciones literarias con absolutoé incontrastable predominio. Veámoslo en nuestraCastilla.

i.

Ab Jove principium: comencemos por Garci-Lasso.

¿Y cóm© no, si á él se debe la primera joya ho-¡raciana de la poesía moderna, La Flor de Cfnido,«7ue no por ser la primera deja de parecemos unade las más lindas y primorosas imitaciones •de la lí-rica clásica?Pero es destino de los grandes ingenioscomenzar por donde otros acaban. Con aquellasveintidós estrofas, modelos de ligereza y de gracia,resucitó Garci-Lasso la erótica horaciana, amoldán-dola diestramente al gusto moderno, y creó á la vezuna combinación rítmica suelta y fácil que parecenacida para tal intento; estrofas de cinco versos, en

que graciosamente se combinan los de siete con losde once, esencialmente líricos y tan flexibles, quede igual modo se prestan á ardientes suspiros deamor ó blandas galanterías que á reposadas medita-ciones morales 6 á himnos religiosos. En buen horase le ocurrió á Garci-Lasso dejar las estancias lar-gas y el monótono silogizar de los petrarquistas,para dirigir á doña Violante Sansevcrino.en nombrede Fabio Galeota, aquel precioso juguete. Tino ydiscreción sin iguales mostró en la disposición desu oda, como quien había estudiado la artificiosamarcha de las de Horacio. Tras oportuna introduc-ción, habla

de aquel cautivoDe quien tenerse debe algún cuidado.Que eslá muriendo vivoAl remo condenado,En la concha de Venus amarrado...

y trae oportunamente á la memoria, igualándolas óexcediéndolas, las quejas de Horacio á Lidia en laoda 8." del libro I. Nacido sin esfuerzo del asunto,viene el episodio de Anaxarete y su trasformacionen mármol, á la manera que en las odas del poetade Venusa aparecen el Rapto de Europa (Impíosparree) y el castigo de las Danaides (Mercuri, namte). No está peor contado el de nuestro poeta, quetermina oportunamente su canto con nuevas ex-hortaciones á la dama para que deponga su esqui-veza..La ejecución es tan intachable como sencilloy clásico el plan. Con buen agüero entraba Horacioen España.

Abundan en los versos de Garci-Lasso las imita-ciones más ó menos directas de Horacio. El cantode Salicio en la égloga 2.*,

Cuan bienaventuradoAquel puede llamarse •Que con la dulce soledad se abraza...

es remedo feliz del Beatas Ule. Hay en esto trozoversos y frases excelentes, que, como otras mu-chas de Garci-Lasso, quedan estereotipadas ennuestro lenguaje poético:

No ve la llena plaza,Ni la soberbia puerta...Plata cendrada y fina,Oro luciente y puroBajo y vil le parece...Convida á dulce sueño,Aquel manso ruidoDel agua que la clara fuente envía,Y las aves sin dueñoCon canto no aprendido..Y entre varios olores

Page 7: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N.° 176 MENENDEZ PELAYO. LA POESÍA HORACIANA EN CASTILLA. 3 9

Gustando tiernas floresLa solícita abeja susurrando...

Garei-Lasso estaba empapado de Horacio; él tras-ladó á nuestra poesía por vez primera el Sifractusillabatur orbis:

Mas si toda la máquina del cieloCon espantable son y con ruidoHecha pedazos, se viniere al suelo,Debe'.ser (el pecho generoso) aterrado y oprimidoDel grave peso y de la gran ruina,Primero que espantado y oprimido.

Los comentadores de Garei-Lasso tuvieron cui-dado de recoger todas las reminiscencias clásicasque hay en sus escritos. Entre ellas, apuntaron lasde Horacio, por lo cual no me detendré más en estepunto.

La oda horaciana había tomado carta de natura-leza en nuestro Parnaso; faltaba introducir la sátiray la epístola. Hicieron lo segundo Boscán y D. Diegode Mendoza.

Comencemos por Mendoza, que mostró en másocasiones tal intento, puesto que en sus obras im-presas hallamos nueve epístolas. Clarísimo ora elentendimiento del ilustre diplomático , y en suagudo ingenio corrían parejas lo variado con loprofundo. En casi todos los géneros literarios probósus fuerzas, por lo común con fortuna. Mas sus car-tas poéticas, de igual suerte qne el resto de suscomposiciones en metro toscano, andan harto leja-nas del encanto ds su prosa y de la fluidez y armo-nía de sus versos cortos. Duros, ásperos y llenosde finales agudos, desagradan á la primera lecturalos endecasílabos de Mendoza, que, á estar trabaja-dos con más esmero, fueran deleitoso recreo por lonutrido del pensamiento, la verdad de los afectos y,á voces, por el feliz desenfado de la expresión. Notodas sus epístolas están inspiradas por Horacio;pero siempre, así en la idea como en la forma,aparecen rastros del plácido epieurismo y del fami-liar abandono de los sermones del Venusino. Lostrozos imitados y aun traducidos do éste mézclansoen las obras de 1). Diego con recuerdos de Ana-creonle (1), Píndaro (2), Hornero (3), Virgilio (4), Ti-

(1) Ti'i, Vulcano, señor de los plateros.. .Hazme un vaso de plata...En él no entalles rayos...

OABTA IV. Á D. LUIS DE ZL'ÑIGA.

C¿) Como fuego encendido en noche oscuraEntre todos metales se pareceEl oro etc.

CAUTA VII. Á I). UKRNARDINO DE MENDOZA.(3) La alegoría de los dos toneles en la CAUTA VII.(4) A la orilla del agua clara y fría

De mármol alzaré soberbio templo...CARTA V.

bulo, oportunamente traídos á cuento, y remozados,mando no con pensamientos originales del autor é

hijos de su larga experiencia, á lo monos con la ex-presión desembarazada y franca del hombre demundo, curtido en los afanes de la guerra y de lapolítica, y prácticamente desengañado de la vanidadde las cosas humanas. Tal sentimiento, pero condulzura clásica y sin misantropía, anima la segundade sus cartas, dedicada á Boscán, la cual es en suprimera parte traducción libre de la sexta del li-bro 1 de Horacio.

Nil admirari propé, res est una, Numici...

Si esta composición no estuviese versificada contanto descuido, hubiera alcanzado do cierto mayorfortuna.

Hacia la mitad de la epístola comienza Mendozaá discurrir por su cuenta, aunque acordándosesiempre de otros pensamientos de Horacio:

Si te puedo sacar de esa contiendaLa virtud, como viene, simple y pura,Al resto del deleite ten la rienda.Por los desiertos montes va segura,No teme las saetas venenosas,No el fuego que no para en armadura,No entrar en las batallas peligrosas,No la cruda é importuna y larga guerra,No el loco mar con ondas furiosas,No la ira del cielo que á la tierraHace temer con hórrido sonido,Cuando el rayo, rompiéndola, se entierra.El hombre justo y bueno no es movidoPor ninguna destreza de ejercicios,Por oro ni metal bien esculpido

No j$r la pena eterna del profundo,No por la vida larga ó presta muerte...

Siempre vive contento con su suerte...Cualquier tiempo que llega, aquel le aplace...Es por dedontro y por defuera puro,Piensa en sí lo que dice y lo que ha hechoDuro en temer, y en esperar más duro...

Algunos de estos pensamientos están inmejora-blemente expresados, y figurarían bien en la Epís-tola moral á Fabio.

Hoy parecen triviales estas moralidades, peroeran una novedad en la poesía del siglo XVI.

Al final de la epístola, Mendoza se acuerda deTíbulo, y traza un agradable cuadro de felicidaddoméstica, que ameniza con imágenes campestresfáciles y risueñas:

Mira el sabroso olor de la campaña

Page 8: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

40 REVISTA EUROPEA. 8 DE JULIO DE 1 8 7 7 . N.° 176

Que dan las flores nuevas y suaves,Cubriendo el suelo de color extraña;Escucha el dulce canto que las avesEn la verde arboleda están haciendo

Con voces ora agudas, ora graves...

Tú la verás, Boscán, y yo la veo

Ella te cogerá con blanca manoLas raras uvas y la fruta cana,Dulces y frescos dones del verano.

De este suave color son varias de las epístolas deMendoza, aunque en otras prefiere ostentar gracejoydesenfado, cuales de ver enla 6.*, donde describeel origen y las costumbres de Venecia; al paso queen alguna, puramente erótica, se entrega á sutile-zas y discreteos petrarquistas. En el resto de suspoesías la influencia de la antigüedad es visibledonde quiera. Ovidio le inspiró la linda Fábula deAdonis, Hipomenes y Atalanta, la bien sentida ele-gía á la muerte de doña Marina de Aragón, y lametamorfosis de Anaxarete.

Para componer el himno al cardenal Espinosa,calentóse leyendo á Píndaío por largos dias, segúnapuntan sus biógrafos. Últimamente (y es lo que im-porta á nuestro propósito), hasta en una canciónA la primavera, escrita al modo italiano, puso re-miniscencias del Solvitur acris. El traductor deAristóteles é imitador de Salustio era un hombre depleno Renacimiento. No ha olvidado la Europa sa-bia cuánto acrecentó D. Diego la erudición helénicacon la adquisición de los preciosos códices que de-bió á la munificencia de Solimán el Magnífico.

No entraron en la colección poética de Mendozapublicada por Fray Juan Diaz Hidalgo varias sátirasy epístolas en tercetos dedicadas á celebrar lasexcelencias de la cola, de la pulga, de la zanaho-ria, la vida del picaro, etc., escritas todas con buendonaire, pero con licencia sobrada. En lo que de es-tos versos, casi todos inéditos, conozco, nada hora-ciano se encuentra digno de particular recordación.Cabe de todas suertes á Mendoza la gloria de haberintentado el primero escribir en verso castellanoepístolas morales á imitación del solitario tiburti-no. Veremos luego cuan bien prendió esta semillaen el suelo'castellano.

Imitóle por de pronto Juan Boscán, poeta barce-lonés tan famoso como poco leido, aunque muydigno de serlo, y prosista de los más amenos, enér-gicos y numerosos, en su áurea traducción de El Cor-tesano (i). Una sola epístola al modo del favorito deMecenas escribió Boscán, y esta para contestar ¿

(1) Pocos pasajes liay en lengua castellana que com-pitan con el razonamiento sobre la hermosura y el amor enel libro IV ele El Cortesano.

Mendoza. Aféanla los mismos descuidos de metrifi-cación y estilo que á las de éste, fáciles de perdo-nar en quienes fueron los primeros á abrir senday mostrar camino, pero reúne, esto no obstante, mé-rito sobrado para que se haga de ella mención muyhonrosa. Disertando largamente sobre el consabidotema de Nil mirari, y encareciendo las ventajasde la medianía, vierte Boscán sentencias moralesque después adoptó, hasta en la expresión con levesvariantes, el capitán Fernandez de Andrada para sucélebre Epístola:

Pero, señor, si á la virtud que fundoLlegar bien no podemos, á lo menosExcusemos del mal lo más profundo.

Yo no ando ya siguiendo á los mejores;Bástame alguna vez dar fruto alguno.En lo demás contentóme de flores.No quiero en la virtud ser importuno...

La tierra está con llanos y con cumbres,Lo tolerable al tiempo acomodemos...

Conviene en este mundo andar muy diestro,Templando con el miedo la esperanza,Y alargando con tiento el paso nuestro!

No curo yo de hacer cavar minerosDe venas de metal ni otras riquezasPara alcanzar gran suma de dineros.,.Quien quiera se demandp y se desmidaBuscando el oro puro y relucienteY la concha del mar Indo venida.

¿Quién no ve el reflejo de estos versos de Boscánen estos otros de Andrada:

No porque así te escribo, hagas conceptoDe poner la virtud en ejercicio,Que aun esto fue difícil á Epicteto.Basta al que empieza aborrecer el vicioY el ánimo enseñará ser modesto...No sazona la fruta en un momento...Iguala con la vida el pensamiento...Triste de aquel que vive y se dilataPor cuantos son los climas y los mares...Perseguidor del oro y de la plata.

Bueno es ir notando estas coincidencias para quese vea el hilo de la tradición entre nuestros episto-lógrafos horádanos.

Pero lo más digno de alabanza en la poesía deBoscán es que supo rejuvenecer con impresionespropias estas viejas moralidades, haciendo una des-

Page 9: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N.* 176 MENENBEZ PELAYO. LA POESÍA HORACIANA EN CASTILLA. 41

cripcion encantadora, aparte de alguna frase débily prosaica, de la felicidad que al lado de su mujerdisfrutaba, ya en la ciudad, ya en el campo. Hay enel largo trozo á que aludo tercetos tan agradablescomo estos, que conviene citar, ya que Boscán tienereputación, en parte merecida, de poeta duro ydesaliñado:

Á dó corra algún rio nos iremos,Y á la sombra de alguna verde haya,Á dó estemos mejor nos sentaremos...

El rio correrá por dó es su vía,Nosotros correremos por la nuestraSin pensar en la noche ni en el dia.

El ruiseñor nos cantará á la diestra,if vendrá sin el cuervo la paloma,Haciendo en su venida alegre nuestra.

Tememos nuestros libros en las manos,Y no se cansarán de andar contandoLos hechos celestiales y mundanos.

Virgilio á Eneas estará cantando,Y Hornero el corazón de Aquiles fiero.Y el navegar de Ulises rodeando.

Propercio verná allí por compañero,El qual dirá con dulces armoníasDel arte que á su Cintia amó primero.

Catulo acudirá por otras vías,Llorando de su Lesbia los amores...

Este agradable concierto do bellezas naturales yde solaces literarios está animado por la llama delamor conyugal, á veces tan delicadamente expre-sado como en estos versos:

Su mano me dará dentro en mi mano,Y acudirán deleites y blandurasDe un sano corazón en otro sano.

Y aquellos pensamientos mios tan vanosElla los va borrando con el dedo _Y escribe en su lugar otros más sanos.

Esta imagen es graciosísima, y los que ligera-mente han aseverado que Boscán era poeta muymediano, y que sólo á circunstancias fortuitas debiósu fama, no habían leido de seguro esta epístola, niel Hero y Leandro, ni las octavas rimas que imitódel Bembo.

Otras epístolas en tercetos escribió el vate cata-lán, pero son meros capítulos de amores á la mane-ra italiana.

Al lado de Garci-Lasso, Boscán, Mendoza y el des-conocido D. Luis de Haro, figuran como miembrosde la primera pléyade poética del siglo XVI Gutier-re de Cetina y I). Hernando de Acuña. Entre laspoesías del primero hay ocho epístolas (todas entercetos, á excepción de una en verso suelto), de

las cuales sólo dos han sido impresas. La primeraestá dedicada á D. Diego de Mendoza, y la segundaal príncipe de Áscoli. No" tienen pretensiones hora-cianas, y se limitan á fáciles narraciones de sucesosde la corte y de la guerra, escritas con gracia ymuy bien versificadas. En lo que tienen de sátiras,vése patente más la imitación italiana que la latina.Hay algunos rasgos acerca de la corte que parecenhaber inspirado á los Argensolas.

D. Hieronymo de TJrrea, infeliz traductor delAriosto, anduvo más afortunado en una epístoladirigida al mismo Gutierre de Cetina, que se lee enlas obras de éste. No ofrece huellas horacianas.

Hernando de Acuña, ingenioso poeta de sociedad,como dirían los franceses, y buen traductor de Ovi-dio, sólo merece recuerdo aquí por haber hechouna parodia de La Flor de Qnido, zahiriendo almismo Urrea por sus malos versos, y unas Liras áGalatea, en que hay frases discretas y felices y mu-cha fluidez de metrificación, mas no gran espíritulatino.

En resumen: este primer periodo de nuestra poe-sía clásica había creado la Oda y !a Epístola hora-cianas, dando un modelo de la primera. La sátira nohabía aparecido aún con caracteres latinos: Barto-lomé de Torres Naharro, Cristóbal de Castillejo sonadmirables satíricos, ricos de sales y de agudezas,pero no imitan á Horacio; siguen el impulso de sugenio ó el de la sátira italiana. El desarrollar losgérmenes y completar la obra estaba reservado á lasegunda generación literaria del siglo de oro. La es-cuela salmantina debía perfeccionar la Oda; la escue-la sevillana, la Epistola;\% escuela aragonesa,la Sá-tira. Estudiemos este desarrollo en capítulos suce-sivos.

Nunca la inspiración lírica entre nosotros subió ámás alto punto que en la escuela salmantina, ni co-nozco poeta peninsular comparable á Fr. Luis deLeón en este género. Él realizó la unión de la formaclásica y del espíritu nuevo, presentida mas no al-canzada por otros ingenios del Renacimiento. Susdotes geniales eran grandes, su gusto purísimo, suerudición variada y extensa. Eranle familiares ensu original los sagrados libros, sentía y penetrababien el espíritu de la poesía hebraica; y de la griegay latina poco ó nada se ocultó á sus lecturas é imi-taciones. Aprendió de los antiguos la pureza y so-briedad de la frase, y aquel incomparable ne quidnimis tan poco frecuente en las literaturas moder-nas. Nutrió su espíritu con autores místicos, y deellos tomó la alteza del pensamiento, en él unidaá una serenidad, lucidez y suave calor á la continuadominantes en sus versos y en su prosa, no menosartística que ellos, y semejante á la de Platón el»

Page 10: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

REVISTA EUROPEA. 8 DE JULIO DE 1 8 7 7 . N . ° 4 7 6

muchas cosas. Acudió á todas las fuentes del gusto,y adornó á la Musa castellana con los más precia-dos despojos de las divinidades extrañas. Y animóluego este fondo de imitaciones con un aliento pro-pio y vigoroso, bastante á sacar de la inmovilidadlo que pudiera juzgarse forma muerta, encarnandoen ella su vigorosa individualidad poética, ese ele-mento personal del artista que da unidad y carácterpropio á su obra.

El desarrollo del genio lírico de Fr. Luis de Leóncon los ensayos y tanteos preliminares pudiera serestudiado, á lo que entiendo, dividido en períodos,del modo siguiente:

1." Imitación toscana. Es probable que comen-zase nuestro agustino por aquí, dado el predominiode la escuela itálica entre nosotros. A esta épocapertenecen algunas traducciones del Bembo y deJuan della Casa, una admirable canción imitada delPetrarca, y algunos sonetos, de los cuales el quecomienza:

Agora con la aurora se levanta...

es de las cosas más bellas y delicadas que hay encastellano, y.rivaliza con el de Dante:

Tanto gentile e tanto onesta pare...

Aun como imitador de los toscanos, es Fr. Luisde León el primero de los líricos españoles.

2.° Traducciones de griegos y latinos. Períodode indecisión y de labor continua. Fr. Luis, no sa-tisfecho con los modelos de Italia, traduce sucesi-vamente á Píndaro, Eurípides, Virgilio, Tibulo yHoracio. ¡Qué admirable escuela! Inclínase espe-cialmente á las formas líricas, y puesto á escogerentre la de Píndaro y la de Horacio, opta por la se-gunda, como más sobria y reconcentrada, más aptaá la poesía moderna, y más en armonía con la ín-dole de su ingenio y con los asuntos que se propo-nía tratar. Ejercítase á la vez en las combinacionesrítmicas, y decídese por la lira de Garci-Lasso comola más horaciana que hasta entonces poseía nuestramétrica.

3." Traducciones de la poesía bíblica. Pudieraconsiderarse incluido en el anterior, pero convienesepararle porque en él se desarrolla otra fase delespíritu poético de Fr. Luis de León, dominado porel dualismo hebráieo-clásico ya con tendencias á laarmonía, manifiesta en la aplicación del ritmo in-ventado por Garci-Lasso á la interpretación de al-gunos salmos.

•i.° Primeros ensayos originales. Fr. Luis deLeón imita directamente algunas odas de Horacio,entre ellas el Vaticinio de Nereo, trocado en Pro-fecía del Tajo, y el Beatas Ule en la oda ¡Qué des-cansada vida/ La segunda de estas imitaciones esmuy superior á la primera, porque la anima el sen-

timiento vivo y personal del poeta. En ambas estámaravillosamente trabajada la forma, lo cual hacontribuido á su fama, perjudicial tal vez á la deotras composiciones más carcterísticas del poeta,aunque menos correctas. Por primera vez se aplicaen la Profecía el estilo clásico á asuntos históricosnacionales. A la oda erótica, horaciana introducidapor Garci-Lasso, sucede la filosófica y moral, nuncaafeada en Fr. Luis con rastros de epícurismo. Unavez sola, en el período de educación poética antesindicado, pagó tributo el teólogo salmantino á lamoral pagana. Reíiórome á la lindísima Imitaciónde diversos, notable asimismo por estar en unaforma métrica predilecta de los poetas palacianosdel siglo XV y casi desterrada entre los eruditosdel XVI.

Son varias las odas morales de Fr. Luis que per-tenecen á este período de imitación horaciana di-recta. Señalaremos entre las menos citadas, aunquemuy dignas de serlo, la que comienza:

Virtud, hija del cíelo,La más ilustre empresa do la vida...

donde hay reminiscencias del Justum, et tenacetn,verbigracia:

Tú donde la hoguera

Al cielo levantaste al fuerte Alcidcs...

que recuerda inmediatamente él:

Hae arte Pollux, hac vagus Hercules...

Imitación felicísima del Nullus argento es la odasobre la avaricia, enderezada á Felipe Ruiz:

En vano el mar fatiga .La vela portuguesa, que ni ol senoDe Persia, ni la amigaMaluca da árbol bueno.Que pueda hacer un ánimo sereno...

Obsérvese cuan hábilmente sabe remozar Leóncon recuerdos contemporáneos las máximas de lasabiduría antigua. Otras veces pone una imagendonde en ol original había una sentencia, ó so apo-dera de la sentencia, deja la imagen empleada porsu modelo, y sustituye otra. Por ejemplo, en la odadel moderado y constante expuso la idea del Justumet ienacem por medio del símil de la nudosa car-rasca, en alto risco desmochada. En estas odas haymateria de inagotable estudio. El procedimiento lí-rico se aprende, si aprenderse puodo, mejor que enningún tratado de estética. Siempre aparecen claraslas semejanzas y las diferencias entre Horacio y

Page 11: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N.° 176 MENENDEZ PELAYO. LA POESÍA HORACIANA EN CASTILLA. 43

León. Toma el segundo la descripción del inviernoen el Vides v,t alta stet nive caniidwn, la repitecon circunstancias nuevas en la oda á Juan de Cirial,y termina con exhortaciones no al placer, sino á losestudios nobles, y con una leve alusión á sus des-gracias personales, la cual basta para dar caráctersubjetivo á la poesía, ni más ni monos de lo con-veniente.

En este período hay todavía algo de inseguro yvacilante en los pasos del poeta, mas siempre acier-ta á poner vida propia en lo que imita. La oda Átodos los santos, con ser remedo á veces muy cer-cano del Quem virwm a%t heroa, está llena de entu-siasmo religioso, sin que lo singular de su estruc-tura dañe ni empezca al efecto total ni al de lospormenores.

A esta época debe pertenecer también la oda ÁSantiago, más incorrecta poro no monos inspiradaque la Profecía del Tajo. Debió ser uno de los pri-meros ensayos originales del poeta, pues ni la ex-presión es tan concentrada, ni el vuelo lírico tanrápido, ni las reminiscencias clásicas están bien fun-didas con el tono general de la obra, habiendo al-guna incongruencia, como la de impeler las Nerei-das el bajel que conduce el cuerpo del Apóstol.Fuera de este caso, es admirable en los versos deFr. Luis d i León el arte do entremezclar y fundirlo viejo con lo nuevo, lo ajeno con lo propio. Talacontece en la oda Á Cherinto, en que está bientraducido y destrísimamente intercalado el cantode las sirenas en la Odisea.

S." Período de completo desarrollo. Imitaciónsumamente libre y sólo de las condiciones exter-nas. La poesía de Fr. Luis de León toma un carác-ter del todo místico, aunque conserva la forma clá-sica. l)o Horacio guarda siempre la condensacióndel pensamiento en breves frases, el arte exquisitode las transiciones y el de enlazar los episodios;pero el estro lírico del maestro León, iluminado porla fe y el amor, vuela á alturas nunca alcanzadaspor el romano. No basta el estrecho molde de laoda moral para contener las inspiraciones del sabioagustino, ni basta el de la oda heroica, ni aun el dela poesía ascética ensayada en La vida, religiosa,perteneciente sin duda al período anterior. En esteha llegado á su madurez el ingenio, y no se detienesino en el misticismo. Partiendo del sentimiento dela naturaleza en la oda A Felipe R%iz, del senti-miento del arte en la oda Á Salinas (4), obsérvasedonde quiera la elevación del alma hacia Dios, ma-nifiesta asimismo en La noche serena, en El apar-tamiento, en la hermosa alegoría Alma región lu-ciente y en las aladas estrofas á La Ascensión. Es-

(1) Admirable paráfrasis de la doctrina estética dePlatón. (Milá y Fontanals.)

tas seis composiciones son las más bellas de su au-tor y de la poesía española. Nada hay superior,como no sean las canciones místicas de Fr. Juande la Cruz, que no parecen ya entonadas por hom-bres, sino por ángeles (1).

Nada citaré de Fr. Luis de León. El que no lesepa de memoria, apréndale y medítele de conti-nuo, que cada dia hallará nuevas ocasiones de de-leite y de asombro,

Intender non lapuó chi non la prova.

El profesor de Salamanca entendió como nadielo que debía ser la poesía moderna. Espíritu cristia-no, y forma de Horacio, la más perfecta de las for-mas líricas.

Unidas á las poesías auténticas de León correnotras muchas, apreciadles casi todas, pero de orí-gen más oscuro y controvertible. El separarlas ydiscernirlas pudiera dar motivo á un trabajo crí-tico especial, todavía no hecho, y que tal vez em-prendamos algún dia. Ahora baste dejar asentadoque si no son de Fr. Luis, pertenecen á discípulosó imitadores suyos, es decir, á la escuela poéticasalmantina. Muchas de estas odas son horacianas,por lo menos en la forma, y á veces imitan dere-chamente las del ilustre autor de Los nombres deCristo. Hay, por ejemplo, una paráfrasis, de sobralarga y desleída, de La noche serena y de La vidadescansada, la cual comienza así, según el textopublicado por el P. Merino:

Cuando la noche oscuraKomper quiere su velo tenebrosoY triste vestidura,Qu« afea el cielo hermosoY envuelve su belleza y ser gracioso...

El ignorado autor de esta oda carecía de nervioen el decir y de toda originalidad en el pensa-miento, pero á veces remeda bien el tono del granmaestro. Citaré algunas estrofas, ya que nadie haparado mientes en ellas:

En una fria peñaVeréis una gran vena y abertura,Por donde se despeñaEl agua ya más puraPara mostrar del todo su hermosura.

Al son de su ruidoAlrededor las aves se embebecen,Deléytase el oido,

(1) Hay d(i Fr. Luis de León una canción petrarquescaA Nuestra Señora, que es de lo más hermoso que puedeleerse. Fue compuesta durante su prisión.

Page 12: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

BETISTA EUROPEA.—8 DE JULIO DE 1 8 7 7 . N.° 176Los ojos se adormecenQue de velar cansados desfallecen.

El frescor de esta fuenteEl fuego de la siesta está templando,Hasta que del OrienteEl sol se va alejando,Las sombras paso á paso acrecentando.

Esferas celestialesQue con primor divino estáis labradasDe luces eternalesEn órdon esmaltadas,Y de dorados clavos tachonadas.

¡Oh ayres sosegadosYa libres de las voces y ruidosÁl cielo encaminados,Del corazón salidos,Llevad con vuestras ondas mis gemidos!

Lleguen á la presenciaDel uno entre millares escogido:Lamentando su ausencia,En tierra del olvidoQueda mi corazón de amor herido.

Del mismo autor deben ser unas liras A la Mag-dalena, trovando á lo divino la Flor de Gnido, y enespecial el episodio de Anaxarete.

Me parece descubrir el estilo de Arias Montanoen otras liras A la hermosura ewcerior de nuestraseñora, que se leen á continuación de esas en laedición del P. Merino. Posible es que el anónimoimitador de Fr. Luis y de Garci-Lasso se propusiesereproducir asimismo el regalado y sabroso estilodel grande hebraísta en su paráfrasis castellana delos Cantares, pero fuerza sería entonces confesarque lo alcanzó de tal manera, que no hay medio dedistinguir los versos del imitador de los de su mo-delo. Esto, y el tropezar con algunos finales agu-dos, defecto de Arias Montano y no de Fr. Luis nide su imitador, pudieran inducir á la creencia de<pe realmente pertenece esa oda al solitario de laPeña de Aracena.

Mas del anónimo es sin duda una imitación, ó másbien rifacimentó del Cuan bienaventurado de Garci-Lasso, así encabezada:

¡Oh quán dichoso estado,Y quán dulces riquezasSon las que el labrador rústico tiene...

En otras poesías se reconoce diversa mano, ycasi nunca es fácil conjeturar á quién deban atri-buirse. Quizá algunas sean de Fr. Basilio Ponce deLeón, de D. Juan de Almeida, de D. Alonso de Espi-

nosa. Estos dos últimos ingenios quedan recorda-dos en el capítulo de los traductores. Ni de ellos, nidel Brócense, muy horaciano en sus poesías latinas,conozco líricas originales en lengua castellana, dig-nas de particular memoria.

Hablemos, pues, del bachiller Francisco de laTorre, segundo en mérito entre los poetas salman-tinos, á cuya escuela y no á la sevillana legítima-mente pertenece. También el cantor de La tórtola yde La cierva fuó alguna vez horaciano, aunque detemple diverso al de Fr. Luis de León, Facies nonómnibus una, nec diversa lamen, quales decet essesororum. Blando y amoroso siempre, modelo degusto y delicadeza, amamantad* en los ejemplaresclásicos, no se ciñó servilmente á la imitación pe-trarquista, sino que hizo hasta diez odas horacianas,colocándose muy cerca del gran cantor del Tórmes,y añadiendo nuevos primores á las combinacionesrítmicas. Comenzó imitando en género y estilo laFlor de Gnido en la oda:

Mira Filis, furiosa...

aun más clásica que su modelo, corno más breve yanimada.

En la oda

Viste, Filis, heridaCierva de la saeta, que temiendo...

fue más directamente horaciano, más igual y cor-recto en el estilo, y supo intercalar en una odaerótica oportunos recuerdos del Recites vives, Li-cini.

Aun es preferible, como dechado del genero, laprimera del libro II,

Sale de la sagradaCipro la soberana ninfa Flora...

Estas tres composiciones son las únicas en queFrancisco de la Torre usó la lira de Garci-Lasso.Parecióle sin duda combinación demasiado artificio-sa y buscó otra más sencilla y más ligera para can-tar de esta suerte la salida de la Aurora:

Rompe del seno del clorado AtlanteLa vestidura negra,De la noche la Aurora rutilante,Que cielo y mundo alegra.

Las casi ya marchitas bellas lloresDel plateado yelo,Heridas de tus vivos resplandoresMiran derecho al cielo.

Page 13: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N:° 176 MENENDEZ PELAYO.—LA POESÍA HORACIANA EN CASTILLA. 45Salve, divina y sacrosanta Aurora,

Gloria del ser humano,De la color del dia, á quien adoraEl coro soberano.

Tres y más vecos salve la rosadaMadre de Menon fuerte,Salve la soberana y transformadaMenonia por la muerte.

Nunca habían volado de esta suerte las estrofascastellanas. Francisco de la Torre se iba acercandocada dia más á Horacio. No hubiera desdeñado elVenusino estos versos en que su imitador celebrabala edad de oro (Oda 3.a del libro II.):

¡Oh tres y quatro veces venturosaAquella edad dorada,Que de sencilla, pura y no envidiosaVino á ser envidiada...

La madre universal de lo criadoNo era madrastra dura,Como después que Enzélado abrasadoCayó en la gruta oscura.E! pino envejecido en la montaña,El haya honor del soto,Nunca nacieron á turbar la sañaDel alterado Noto.Salve sagrada edad, salve, dichosoTiempo no conocido...Si la beldad idolatrada que amoComo yo conocieras,La Arabia sacra en flor, en humo y ramoArdiendo le ofrecieras.

No se satisfizo el bachiller de la Torre con suscuartetos; quiso llegarse á la métrica clásica y des-truir la rima. Cuatro odas compuso en el ritmo áque ha ligado su nombre. De una de ellas, la quecomienza Tirsis, ah Tirsis, va hecha mención en elcapítulo de los traductores. Las otras tres no hansido tan celebradas, aunque lo merecen. En la diri-gida A las estrellas, son notables las estrofas si-guientes:

¡Cuántas veces me vistes y me vidoLlorando Cintia, en mi cuidado, el tibioYelo con que adoraba su belleza

Aquel pastor dormido!¡Cuántas veces me halló la clara AuroraEspíritu doliente, que anda errandoPor solitarios y desiertos valles

Llorando mi ventura!¡Cuántas veces mirándome tan tristeLa piedad de mi dolor la hizo

Verter amargas y piadosas lágrimasCon que adornó las flores!

Vos, estrellas, también me visteis solo,Fiel compañero del silencio vuestro,Andar por la callada noche, lleno

De sospechosos males.Vi la Circe cruel que me persigue,De las hojas y flor de mi esperanza,Antes de tiempo y sin sazón cortadas,

Hacer encantos duros.,Ay, déjenme los cielos, que la gloria,Que por fortuna y por su mano viese,No será deseada eternamente

De un afligido espíritu!

Las otras dos pertenecen al género moral, y unade ellas es imitación directa del ¿Equam memento,pieza favorita de nuestros clásicos, sobre todo delos de la escuela salmantina:

Amintas, ni del grave mal que pasasDejes vencerte, ni volviendo el rostroA tu fortuna, te acobardes tanto

Que sienta tu flaqueza...

Llegó Francisco de la Torre á hacer una oda eneptasilabos sueltos, ensayo curioso, tejido todo depensamientos de Horacio:

Alexis, ¿qué contrariaInfluencia del cieloPersigue nuestros ánimosEn las cosas del mundo?Ninguno con la suerteQue le previno el hado,

'•* Dichosa ó miserable,Alegremente vive.El navegante, cuandoTurbado cielo ruegaCon lágrimas y votosSu ventura maldice.

A mí que el campo habitoMe tienes por dichoso;Hoy para mí no hay cosaEn los hados más triste, etc.

Repitió esta tentativa, y con más felicidad, en otraodita, de la cual extracto estos versos:

Amor en su saetaPuso yerba dañosa;Tiróla por los ojos,Dejó en el alma el hierro,Fue la yerba prendiendoPor las entrañas propias..,

Page 14: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

46 REVISTA EUROPEA.—8 DE JULIO DE 1 8 7 7 . N.p 176

Tal ando como aquellaCierva desamparadaA quien montero duroClavó de parte á parte.Ella salta ligera,Huyendo al valle, dondeLe vino el mal, y llevaEn el costado el dardo.

Algunos de estos versos están bien hechos, perono han tenido imitadores, quizá porque el eptasflaboes demasiado breve para correr suelto.

Al lado de este poeta encantador debe figurar suamigo Francisco de Figueroa,de quien sólo una poe-sía en rigor horaciana. la Cuitada navecilla, yesta ya recordada en los traductores, tenemos.

Mencionaré sin embargo, aunque de pasada, susliras A Diana y Endimion, que, aparte de lo clá-sico del asunto, pertenece por la forma á la escuelade Garci-Lasso, León y Francisco de la Torre.

III.

Quizá antes de las innovaciones de Francisco dela Torre habíase introducido en nuestra métrica unacombinación que hizo adelantar sobremanera á lapoesía horaciana. Refiórome á la estrofa sáfico-adónica, bastante más antigua en castellano de loque generalmente se supone. Quien intentó primeronaturalizar en España el metro de Lésbos fuá, á loquejuzgo, el sabio arzobispo de Tarragona AntonioAgustín. En el tomo VII de sus obras (ed. de Luca,1772) puede leerse una carta á su amigo Diego deRojas, fecha en Bolonia, 1540, y en ella estas pala-bras: Mitto ad le quísdam epigrammata novi cujus-dam generis. Los versos de nuevo género á que elfuturo arzobispo se refiere son unos sáfieos quecomienzan así:

Júpiter torna, como suele, rico.Cuerno derrama Jove copioso.Ya que bien puede el pegaseo monte

Verse y la cumbre.Antes ninguno, sabio poetaPudo ver tanto que la senda cortaViese que á Griegos la subida siempre

Fuera y latinos.Vemos que Ennio, Livio y Catulo,Píndaro, Orfeo, Sófocles, Hornero,Virgilio, Horacio y con Nason Lucano

Esta seguían...

Hizo estos ensayos Antonio Agustín á imitaciónde Claudio Yolomei, que había intentado lo mismoen Italia. Fáltanme datos para decidir si el ejemplodel arzobispo influyó por entonces en España. Massí sabemos que el Brócense, quizá sin noticia de las

tareas juveniles del inmortal canonista aragonés, iusó, y no sin destreza, el sáfico en su traducción ¡del Recliñs vives, y q-ue en 1577 aparecieron im- Ipresas las dos tragedias Nise lastimosa y Mse lau- •reada, de Fray Jerónimo Bermudez, dominico ga-llego y catedrático do Teología en Salamanca,quien juzgó oportuno disfrazarse con el nombre deAntonio de Silva. Nada diré sobre la cuestión deoriginalidad de estas dos piezas, puesto que hemosds tocarla al hablar de Antonio Ferreira. Ahorabaste advertir que los coros de estas tragedias per-tenecen legítimamente á la poesía horaciana, y quetres de ellos están en sáficos-adónicos. El mejorhállase al fin del acto segundo de la Nise lastimosa;es una oda moral del género de Horacio, y tieneestrofas tan ricas de pensamiento y tan afortunadasen la expresión, como estas, en que imita el Regwmtimendorum inproprios greges:

Príncipes, reyes y monarcas sumos,Sobre nosotros vuestros pies tenéis,Sobre vosotros la cruel Fortuna

Tiene los suyos.Sopla en los altos montes más el viento,Los más crecidos árboles derriba,Rompe también las más hinchadas velas

La tramontana.Pompas y vientos, títulos y honoresNo dan descanso más, ni más dulzura,Antes más cansan, y más sueño quitan

Al que los ama.Como sosiegan en el mar las ondas,Así sosiegan estos pechos llenos,Nunca quietos, nunca satisfechos,

Nunca seguros.

Véase el trozo correspondiente en la Castro deFerreira:

Reys poderosos, Principes, MonarchasSobre nos poudes vorsos pés, pissay-nos,Mas sobre vos está sempre á Fortuna,

Nos livres della.Nos altos muros soam mais os ventos,As mais crescidas arvores derribam,As mais inchadas vellas no mar rompen,

Caen mores torres.Pompas e ventos, títulos inchadosNao dao descanso, nem mais doce sonó,Antes mais cansan, antes em mais medo-

Poem, e pcrigo.Como se volvem no grao mar as ondas,Assim se volvem estes peitos cheos,E nunca fartos, nunca satisfeitos,

Nunca seguros.

Page 15: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N.° 476 M1ÍNENDEZ PELAYO.—LA POESÍA HORACIANA EN CASTILLA. 47En la primera estrofa queda inferior el magistra-

do portugués.El coro del acto tercero es otra oda moral por el

estilo, y tiene no menos carácter horaciano y be-llezas no menores, aunque no ha sido tan citado.La rapidez lírica se une á un tono grave, solemne ysentencioso:

Corre más que ellos el ligero tiempo,Ni valen fuerzas, ni belleza vale:Todo deshace, todo huella y pisa,

Nadie le fuerza.Como tirano fiero va cortandoVidas á mozos, lástimas á viejos:Sola la fuerza de virtudes clara

Puede vencelle.Ésta le vence, su valor es mucho:Ésta, al eterno espíritu siguiendo,Vive riéndose de la fortuna

Y déla muerte.

Ferreira dice:

Igual á todos, igualmente toge,Nao valem forcas, nao val gentileza.Per tudo passa, tudo calca e pissa,

Ninguem o forca.Com sua fouce, cruel vay cortandoVidas á mogos, trabalhos á velhos,Só boa fama, só virtude casta

Pode mais que elle.Esta se salva sómente em si mesma,Esta o espirito segué, sempre vive,Esta seguindo, vencerás o tempo,

Rir-te has da morte.

Aquí, como en casi todo lo demás, una de lastragedias es traducción literal de la otra. El mayoraliño del texto de Berraudez parece la más fuertesospecha contra la originalidad de su Nise.

Donde anduvo infeliz el fraile gallego fue en elprimero de los coros del primer acto, tan animadoy lírico en la tragedia portuguesa. Por el contrario,el segundo coro, que no está en Ferreira, rebosa deespíritu clásico, y por la forma es una lindísimaanacreóntica:

También el mar sagradoSe abrasa en este fuego;También allá NeptunoPor Menalipe anduvoY por Medusa ardiendo.También las Ninfas suelenEn el húmido abismoDe sus cristales friosArder en estas llamas:

También las voladorasY las músicas aves,Y aquella sobre todasDe Júpiter amiga...¿Qué cosa hay en el mundoQue del amor se libre?Antes él mundo todoVisible, y que no vemos,No es otra cosa en sumaQue un espíritu inmenso,Una dulce armonía,Un fuerte y ciego nudo,Una suave ligaDe amor, con que las cosasEstán trabadas todas.Amor puro las cria,Amor puro la,s guarda,En puro amor respiran,En puro amor acaban... (1)

Obsérvese la facilidad y fluidez de esos eptasíla-bos sueltos al modo de los de Francisco de la Torre.En el mismo metro están otros dos coros do la Niselastimosa y uno de la Laureada.

Esta segunda tragedia, cuya paternidad nadiedisputa á Bermudez, es, como pieza dramática, unabsurdo; mas no carece de trozos poéticos estima-bles, sobre todo en los coros. Limitándome á lomás lírico y horaciano, mencionaré, aparte de unepitalamio en sáficos-adónieos inferior cuanto cabeá las bellas odas de la Nise lastimosa, un coro enversos adónicos, ó sea pentasílabos sueltos, ensayorarísimo, que comienza así:

¡Oh corazonesMás qu^»de tigres!¡Oh manos crudasMas que de fieras!¿Cómo pudistesTan inocente,Tan apuradaSangre verter?¡Ay, que su grito,¡Oh Lusitania,¡Oh patria mia.

Desde la tierra

Rompe los cielos,Rompe las nubes,Rompe los aires,Trae con llamasDel zelo vivo,Trae los rayosDel vivo fuegoQue purificaToda la tierra,ContaminadaDe la cruezaQue cometiste...

Y baste por ahora acerca de las Nises. Quizá nofuera difícil hallar otras muestras de sáficos-adóni-cos anteriores á los de Baltasar de Alcázar y Ville-gas. Rengifo cita dos odas compuestas en ese metrocon motivo de la traslación á Alcalá de las cenizasde San Eugenio. Pero á nuestro propósito baste

(1) Parnaso Español, tomo VI, pág. 23.

Page 16: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

REVISTA EUROPEA. 8 DE JDUO DE 1 8 7 7 . N.° 176

dejar señalada la época probable del renacimientode la formi etílica, una de las favoritas de Horacio,y digna, por tanto, de ser recordada en la historiade sus imitadores. Además, antójasenos que losprimeros poetas que en Castilla la usaron, con serhelenistas egregios (por lo menos A. Agustín y elBrócense), debieron tomarla del Venusino, y no di-rectamente de Safo, ni de Erina; observación apli-cable, todavía con mayor seguridad, á los coros deJerónimo Bermudez y á los de Antonio Ferreira.

En estos primero.s ensayos nótanse muchos versosmal acentuados, sáficos sólo en cuanto son endeca-sílabos y tienen esa similitud con el verso latinodel mismo nombre, pero impropiamente sáficos paranuestros oidos, por faltarles el ictus en cuarta yoctava. El fijar esta ley quedaba reservado á Vi-llegas.

M. MENENDEZ PELAYO.(Continuará).

TEORÍA DE LA VISION.

(Conclusión.) *

Preciso es renunciar desde luego á la concepciónllena de poesía, según la cual el ciego, en el momen-to en que se abren sus ojos, se encuentra inmedia-tamente en presencia del espectáculo espléndido, ypara él nuevo, de la tierra y del cielo. Esto lo con-tradicen todas las observaciones. Para comprenderel sentido y el alcance de estas observaciones, esnecesario distinguir con cuidado dos hechos psíqui-cos confundidos algunas veces con daño grave deuna ciencia exacta: la sensación y la percepción.Con motivo de las acciones ejercidas sobre nuestroorganismo por los agentes exteriores, ya por lamateria de los cuerpos ordinarios, ya por los gasesque componen la atmósfera, ya por el fluido etéreoen cuyas andulaciones admitimos que existe la par-te objetiva del calor y de la luz, se produce en elcuerpo propio un fenómeno aún no determinado,pero que la ciencia moderna se inclina á considerarcomo un sacudimiento de las extremidades nervio-sas transmitido al encéfalo. Es el hecho que se pue-de designar bajo el nombre de impresión orgánica.A esta impresión responden, cuando los órganosestán en su estado normal, dos hechos de concien-cia íntimamente unidos, pero absolutamente distin-tos: uno es un modo puro de la sensibilidad, la sen-sación; el otro es un elemento de conocimiento quesupone una función intelectual: la percepción.

Las sensaciones van acompañadas de dolor ó deplacer; pero contienen además un elemento especí-

* Véase el número anterior, p&g, J(>,

fleo. A igual grado de placer ó de disgusto, un sa-bor y un olor permanecen perfectamente distintos.La sensación supone el sujeto modificado y la causaú objeto de su modificación; la creencia en unacausa exterior al yo va comprendida en la sensa-ción. Además toda sensación se halla localizada, deun modo distinto, si procede de una parte del cuer-po propio movible, á voluntad; de un modo vago, entanto que se atribuye al cuerpo propio, si procedede órganos sobre los cuales no ejerce la voluntad'imperio alguno: y más generalmente, todo actopsíquico es inseparable de un conocimiento más ómenos distinto del cuerpo propio que el ser cons-ciente distingue del sujeto mismo de su copcienciasin separarlo jamás de él. Allí hay una dualidad ir-reductible y fundamental, de que en vano trata dedesprenderse el espíritu de sistema. El pensamientopuro de Descartes que se separa absolutamente detodo sentimiento del cuerpo, y la estatua de Condi-llac que se convierte en sus sensaciones, son- dosconcepciones igualmente contrarias á una psicolo-gía de verdadera atención; y los resultados de estapsicología que podemos llamar atenta, se hallan,bajo este punto de vista, en perfecta concordanciacon los de una fisiología seria. Pero si la sensaciónsupone la distinción del sujeto y de sus modos y laconciencia de una localizacion orgánica, no contie-ne ningún elemento de representación ó de imagenque constituya una objetividad distinta. Llamar ima-gen la huella de una sensación propiamente dicha,sería una falta de lenguaje que produciría un errorde psicología. El ser que siente no tiene otro cono-cimiento directo, mientras siente, que el de unamodificación sufrida en su existencia, invisiblemen-te corpórea y espiritual, en la unidad de su con-ciencia.

La percepción es un elemento de conocimientoobjetivo, es un acto cuyo resultado es una imagen.Se produce con motivo de la impresión orgánicaal mismo tiempo que la sensación de la cual se dis-tingue. El conocimiento obtenido es real si el obje-to representado existe realmente. Sí se produce unamodificación espontánea del organismo, idéntica ála ocasionada normalmente por un agente exterior,hay alucinación, porque el espíritu refiere á un ob-jeto extraño un fenómeno que se ha producido enel cuerpo propio. M. Taine define la percepción endos términos: «Una alucinación verdadera.» Estemodo de hablar tiene algunos inconvenientes, por-que es preciso comprender que la alucinación ver-dadera de la fórmula propuesta es precisamente locontrario de lo que comunmente llamamos una ver-dadera alucinación; pero la paradoja, por razón desu misma vivacidad, es un procedimiento nemotéc-nico excelente para recordar que la condición detodo conocimiento del mundo exterior, es una im-

Page 17: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N." 176 E. NAVILLE. TEORÍA DE LA VISION. 49

presión orgánica que puede resultar en ciertos casosde una modificación espontánea del cuerpo propio.

¿Cómo pueden distinguirse las percepciones ver-daderas de las percepciones falsas, que son las ver-daderas alucinaciones? ¿Se trata de las alucinacio-nes de la vista? Podrán ser rectificadas por el tacto,si el fantasma se presenta en un punto adonde po-damos trasladarnos. En los demás casos la alucina-ción sólo puede dominarse si el enfermo conservael uso de la razón por la confianza que presta al tes-timonio de sus semejantes. En efecto, lo que lla-mamos la realidad de un objeto que percibimos,consiste en que es objeto de una percepción colecti-va y común, al paso que la alucinación tiene un ca-rácter individual. Existe un cuerpo donde todos, yno solólos alucinados, ven formas y colores, y ex-perimentan una resistencia; tuera de esto, no sabe-mos nada. La comprobación de nuestras impresio-nes individuales se encuentra en las impresionescomunes, y sólo puede encontrarse allí. La alucina-ción que se produce en un estado mental, sano entodo lo demás, puede corregirse por un acto de feen la palabra de otro. Sin la posibilidad de este actode fe, que la locura tiende á destruir, el individuoqueda entregado sin defensa á sus impresiones en-fermas, y toda alucinación se convierte en un des-orden mental irremediable.

La percepción y la sensación son dos hechos deconciencia absolutamente irreductibles, como loson de una manera más general los fenómenos dela sensibilidad y los del conocimiento. En las im-presiones orgánicas se encuentra su unidad de orí-gen; pero esta unidad de origen no quita nada de ladiversidad de su naturaleza. Lo que prueba conevidencia esta diversidad es que, partiendo decierto grado de impresión orgánica, la viveza de laimpresión y la claridad de la percepción se hallanen razón inversa una de otra. Para ver los objetosnecesitamos cierto grado de luz; pero á partir deeste grado de luz, el más favorable para la percep-ción, si aumenta aquel produce una sensación de-masiado viva, que se traduce en deslumbramientoy turba la visión distinta de los objetos, y aumen-tando aún más, puede llegar á tal punto, que ladestruya. La luz, en cierto grado de intensidad,produce el mismo efecto que las tinieblas.

Después de estas consideraciones generales,volvamos al estudio de los hechos. Viendo yaNoe M. obraba en un principio como si aún estu-viese ciego: en los primeros momentos experi-mentó, al parecer, sensaciones confusas y no per-cibía nada. Admitamos por ahora que suceda lomismo en todos los casos. Es necesaria una educa-ción de la vista para que el ser consciente pase dela sensación á la percepción. Se dice comunmenteque esta educación se verifica por el intermedio

TOMO x.

del tacto. El ciego tenía por el tacto la noción de laforma, y aprende á traducir sus sensaciones visua-les en percepciones por un juicio primero reflexivo,y que, repitiéndose, acaba, con arreglo á las leyesdel hábito, por hacerse espontáneo. Esta opinión esya antigua, porque Bidorot escribe en su Cartasobre los ciegos: «Abrid la dióptrica de Descartes yveréis en ella los fenómenos de la visión referidosá los del tacto.» Esto es cierto, pero insuficien-te: me parece que aquí hay que distinguir trescasos.

1.° Apriori es muy verosímil que los ciegosque recobran la vista experimenten al principio unefecto de deslubramiento. Este efecto desaparecede dos maneras: por la contracción de la pupilaque disminuye la cantidad de los rayos luminososque llegan á la retina, y por 'a costumbre del ner-vio óptico, al cual debe-aplicarse la ley general,que nos enseña que todas las impresiones pierdenen su vivacidad con la repetición. La contracciónde la pupila es un hecho instantáneo; pero la cos-tumbre del nervio no lo es, y puede admitirse comomuy verosímil que el ciego de nacimiento curado estásujeto á un deslumbramiento prolongado que per-turba por algún tiempo el uso de sus facultades vi-suales. La observaciones hechas confirman estasprevisiones teóricas. El relato de Cheselden nosmanifiesta que su joven operado soportaba difícil-mente la luz en la época que siguió inmediatamenteá su curación. La operada por Wardrop, cuando lapreguntaban por sus impresiones respondió más deuna vez: «Estoy completamente atontada.» Fórmulacon que designaba probablemente la naturalezaconfusa de sus impresiones. Fácil es, por lo demás,comprobar la acción directa y exclusiva del hábitodel nervio óptico en los progresos de la visión. Losciegos tSirables, como hemos visto al principio,siempre tienen alguna sensación vaga de la luz, yen ciertos casos llegan hasta distinguir algunos co-lores. Noé M., antes de la operación, podía distin-guir el rojo, el amarillo y el azul, si le presentabancerca del ojo objetos de estos diferentes coloresvivamente iluminados. El operado por Cheselden,antes de la operación podía distinguir también, eniguales circunstancias, el blanco, el negro y el rojo.La curación provoca un progreso triple en la vistade los colores; permite distinguir mayor número deellos, verlos á distancia, y con una luz menos in-tensa. ¿De dónde procede este progreso? Aquí yano puede atribuirse á la intervención del tacto, ni áninguna operación intelectual especial. La sensa-ción de los colores es la función propia del órganode la visión, y los progresos hechos bajo el puntode vista de la distinción de las diversas especies deesta sensación, subsiguientes á una operación feliz,sólo pueden explicarse por el hábito que hace des-

4

Page 18: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

50 REVISTA EUROPEA. — 8 DK JULIO DE 1 8 7 7 . N.° 176

aparecer el deslumbramiento, y por el ejercicio dela atención.

2." Los músculos motores del ojo no tienen usoalguno en la ceguera absoluta; en las cegueras sus-ceptibles de curación sólo pueden emplearse, á losumo, en comprobar la dirección de un foco lumi-noso intenso. El ciego que recobra la vista tiene,pues, que aprender el manejo de los músculos mo-tores del ojo. La operada de Wardrop experimenta-ba dificultad en fijar su mirada; volvía sus ojos endiferentes sentidos; á veces se la veía también mo-ver su cabeza para dar á su mirada una direcciónconveniente. Aquí encontramos, no la intervencióndel tacto y la traducción de las impresiones de unsentido en las de otro, sino la apropiación directadel órgano á su función por el movimiento del mis-mo órgano: ¿La percepción de las formas planas exi-ge un movimiento de la vista que se disimula ánuestra conciencia por efecto del hábito? Parece quesí. Todos pueden comprobar que existe la concien-cia de semejante movimiento cuando queremos verla forma de un objeto voluminoso; y es verosímil seproduzca el mismo movimiento, aunque desaperci -bido, cuando se trata de objetos de menores dimen-siones. «Paseamos continuamente nuestra mirada,dice Helmholtz, á lo largo de los contornos de losobjetos (4)». Si es así, puede admitirse que el ojopercibe naturalmente las formas planas, sin perci-birlas primitivamente, puesto que esta percepciónsupone la apropiación del órgano á su función. Estaapreciación difiere esencialmente de la educaciónde un sentido por medio de las impresiones de otrosentido y de la intervención de actos intelectuales.Sería preciso decir que el ojo posee virtualmente lapercepción de las formas planas, aun cua'ndo un cie-go de nacimiento no la tenga actualmente en elmomento de su curación. Esta distinción entre loque es primitivo y lo que es natural, entre lo quees actual y lo que es virtual, es de gran importan-cia; y muchos errores graves toman su origen en eldescuido de no tener en cuenta esta distinción. Loque es natural, sin ser primitivo en la función de unsentido, es todo lo que este sentido puede obtenerrespecto al ejercicio de sus funciones por su solodesarrollo. Las percepciones que son naturales, sinser primitivas, quedan de este modo distintas delas percepciones adquiridas; estas no resultan delejercicio de/ sentido entregado á sus propios re-cursos, sino que reclaman necesariamente la inter-vención dé elementos extraños.

El juicio del relieve por la vista es incontestable-mente una percepción adquirida; por consiguiente,es origen de una multitud de ilusiones que no sepresentan en las percepciones de las formas planas.

(1) Óptica fisiológica, pág-. 1.(108.

La observación de Noé M. establece positivamente,al parecer, que la visión de las formas planas no fueinmediata en ól; pero no determina que esta visiónno sea natural del órgano, bajo la condición de suejercicio.

Si es así, la vista suministra no sólo sensaciones,sino también percepciones. Una superficie y formasen esta superficie no constituyen la idea del cuerpoque supone las tres dimensiones, pero constituyen,no obstante, un conocimiento objetivo, lo que no severifica en las funciones del gusto y del olfato. Espreciso notar bien que, en efecto, la sensación delos colores es inseparable de la vista de una super-ficie coloreada, mientras que las funciones del ol-fato y del gusto no suponen ningún conocimientode una superficie sápida ú odorífera. El olor y elsabor se hallan localizados en el cuerpo propio;pero el conocimiento de las superficies internas delos órganos afectados por los olores ó los saboresdifiere profundamente de la localizacion de las sen-saciones visuales en una superficie coloreada ex-terna. Los daltonianos ven los colores de distintomodo que los demás, pero no perciben de otromodo las superficies. La distinción entre el ele-mento de percepción y el elemento de sensación esfácil de comprobar aquí. La fisiología confirma estemodo de ver, porque se establece experimental-mente que el ojo no puede reconocer el color sinocuando éste recubre un campo de cierta exten-sión (4).

Si el ojo percibe naturalmente las formas en'unasuperficie plana, percibe también naturalmente elmovimiento de traslación sobre esa misma superfi -cié. Esto no es decir que sólo la función de la vistahaya podido suministrar la idea del movimientoexterno, si no preexistía esta idea; pero una vezque existe la idea del movimiento (y los ciegos denacimiento la poseen plenamente) la vista puedepercibir directamente el movimiento sobre una su-perficie, sólo por la apropiación del órgano á su ifunción y sin la intervención subsiguiente del tacto jy de la traducción en otro de un orden de impre- |siones. El doctor Dufour reconoce que en el caso deNoéM. no ha podido sorprender la educación dela vista por el tacto, como ól y sus predecesores ilo han hecho incontestablemente respecto al re-lieve. Sobre este particular, aunque con prudentereserva, presenta unas hipótesis cuyo valor me pa-rece atenúan algunos hechos que voy á recordar.

La operada por Wardrop tiene para nuestro estu- «dio una importancia excepcional. El ciego de Che- |selden era muy niño; Noé M., según resulta del in- jforme de M. Dufour, era de una inteligencia monos ¡que mediana, al paso que la mujer operada por ;

(1) Helmlioltz, Óptica fisiológica, pag. 399.

Page 19: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N.° 176 E . NAVILLE. TEOBÍA DE LA VISION.

Wardrop tenia 46 años, y, como puede juzgarsepor el informe del cirujano, estaba dotada de unainteligencia bastante viva. Aquella mujer había per-dido el ojo derecho, y el izquierdo tenía sólo obs-truida la pupila; la apertura del iris le devolvió lavista el 17 de Febrero de 1826. Volvió á su casa conuna simple venda flotante para cubrir el ojo. En elcamino dijo: «¿Qué es este objeto grande que acabade pasar á nuestro lado?» Ese objeto grande era uncarruaje. Luego había visto el movimiento. Hé aquíla explicación propuesta por M. Dufour: «Al mismo«tiempo que vio variar de sitio un objeto grande,»la operada por Wardrop oyó verosímilmente pasar»un carruaje; comprobó de este modo, por medio»de una sensación ya familiar para ella, á saber, lasensación del ruido, que pasaba alguna cosa, un«carruaje, y pudo coordinar inmediatamente la sen-»sacion visual del movimiento con la sensación del«ruido, cuya explicación conocía ya su alma.»

Una consideración sacada del sitio del sucesohace en mi juicio una objeción a este modo de ex-plicar el fenómeno, salvo datos más detallados yexactos. El hecho ocurrió en las calles de Londres,lo que hace verosímil, ó cuando menos posible, unamultiplicidad de ruidos de carruajes que se hubieraopuesto á la asociación de ideas que forma el fondode la explicación de M. Dufour. lié aquí, por otraparte, otro caso que no parece susceptible de expli-cación de igual naturaleza. Hippel operó en Kocnis-berg á un niño de cuatro años, aquejado de unacatarata congénita, y refiere la observación siguien-te (1): «Se le presentó un pañuelo de bolsillo á«ocho pulgadas de distancia, se separó después y se«le hizo tomar un movimiento de oscilación; el niño«imitó perfectamente con su mano los movimientos«del pañuelo.» Vio, pues, el movimiento sin que,al parecer, interviniera la sensación de ruido.

Hó aquí, por último, un hecho que parece com-pletamente significativo para la percepción de lasformas planas. El mismo dia de su curación la ope-rada por Wardrop quiso ver por la noche un reloj.Pusieron uno muy cerca de su ojo, y distinguió lamanecilla, la cifra 12 y la cifra 6. Esta es una per-cepción de formas planas relativa á un objeto muypróximo, que no sólo es natura! sino inmediata.Importa observar que en la cuestión propuesta, unasola observación juzgada exacta constituye prueba.La falta de percepciones inmediatas ó la singularidadde percepciones incompletas pueden explicarse porel deslumbramiento y por la falta de apropiacióndel órgano, al paso que un hecho de percepcióninmediata, aun cuando fuera aislado, no tiene másexplicación posible que el acto de funcionar natu-

ralmente el órgano. Por ejemplo, cuando se hizomover delante del niño operado por Hippel un pa-ñuelo de arriba abajo y se lo preguntó en que direc-ción se verificaba el movimiento, respondió: «JVosé.» Esto no impide que hubiera visto el movimientode derecha á izquierda, y no es impertinente admi-tir que la apropiación del órgano para la percepciónde un movimiento vertical sea más difícil y porconsiguiente menos inmediato que su apropiaciónpara la percepción de un movimiento horizontal.Cualquiera que sea, por otra parte, el valor de estasuposición, ol hecho de la visión del movimientohorizontal queda comprobado.

3.° Después del hábito del nervio óptico y de laapropiación del ojo para el uso de los músculosmotores, viene, por último, para todo lo que con-cierne al relieve y á la distancia la intervención deltacto y la traducción de las impresiones visuales.No tenemos idea del cuerpo sino cuando tenemosla de sus tres dimensiones. Teniendo por valederaslas consideraciones que preceden, no se oponen ála tesis de Condillac, que dice: «el tacto es el único«sentido que juzga por sí mismo de los objetos ex-»teriores» (1), con tal que se interprete equitativa-mente la fórmula de este filósofo, no imputándolela idea de que el juicio pueda pertenecer á los sen-tidos como aparatos orgánicos. La intervención deltacto en la educación de la vista se halla completa-mente fuera de discusión. Sólo falta no fijarse ex-clusivamente en este punto de vista y conceder suparte legítima á la costumbre ó hábito del nervio yá la apropiación del órgano para el ejercicio de suspropios músculos.

Resumiré las consideraciones que preceden enlas cuatro proposiciones siguientes, que presentobajo unaaforma negativa, aun cuando en mi juicioexpresan, más bien que tesis propiamente dicha3,cuestiones que deben estudiarse:

1." Las sensaciones propias del órgano de lavista son la intensidad de la luz (brillo) y la cuali-dad de la luz (color). Estas sensaciones son el re-sultado inmediato de la impresión orgánica recibidapor la extremidad del nervio óptico, y tienen uncarácter especifico, y es, no necesitar la interpreta-ción de ningún otro sentido, ni ninguna operacióndistinta del acto de conciencia sin el cual nada sepercibiría ni se sentiría. Los progresos hechos porun ciego de nacimiento curado en la distinción delos colores no pueden ser sino el resultado del há-bito del nervio y de la atención que aviva la conciencia.

2." La sensación del color es inseparable de la-percepcion de una superficie. Este elemento de

1̂) Noticias manuscritas comunicadas por el doctorDufour.

(1) Tratado de las sensaciones. Título de la segundaparte.

Page 20: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

REVISTA EÜBOPEÁ.—8 M JULIO DE 1 8 7 7 . N.° 476

percepción envuelto en la sensación no exisle enlas sensaciones del olfato, del gusto y del oido, ysf solo en las de la vista y el tacto, como ha hechoobservar Juan Muller.

3.' El conocimiento de las formas y o! del mo-vimiento sobre una superficie plana son percepcio-nes naturales del sentido de la vista; pero estaspercepciones, aunque naturales, no son primitivasá inmediatas, porque exigen el hábito del movi-miento del ojo, es decir, la apropiación del órganoá sus funciones. #

4." Toda noción del relieve de los cuerpos y delas distancias es respecto á la vista una percepciónadquirida que resulta de la educación de la vistapor medio del tacto, es decir, de la traducción delas impresiones visuales en impresiones de resis-tencia.

A estas conclusiones relativas al objeto directode mi estudio, agregaré el enunciado de cierto número de consecuencias filosóficas que, á mi pare-cer, son su legítimo resultado.

I . — L A IDEA ESENCIAL DEL CUERPO ES LA DE UNA RESIS-

TENCIA EN EL ESPACIO.

La existencia del cuerpo propio se revela al po-der motor que existe en nosotros, y que nos permiteintervenir como una fuerza en los fenómenos de lanaturaleza, por la resistencia que proviene de nues-tros mismos órganos. La existencia de los cuerposextraños se nos revela por la resistencia de los ob-jetos á los movimientos del cuerpo propio. La ideade resistencia sólo puede provenir del movimiento,y contiene por consiguiente la idea de aquel. Laresistencia que se presenta en una superficie deter-minada, suministra el conocimiento de la forma. Su-poniendo la noción de cuerpo el conocimiento desus tres dimensiones, y no percibiendo la vista na-turalmente sino dos, resulta que la vista sola no nosdaría idea del cuerpo, y que esta idea resulta de lafacultad motriz.

Estas consideraciones justifican y apoyan la distin-ción establecida por Descartes y sostenida por Loc-ke y por la escuela escocesa, entre las propiedadesprimarias ó esenciales de los cuerpos que constitu-yen para nosotros su ser, y las propiedades secun-darias que tienen un carácter accidental en el senti-do lógico de esta palabra. Esta distinción ha sidoimpugnada en nuestros dias por diferentes escue-ias. M. Emilio Saisset, por ejemplo, en el artículoMateria, inserto en el Diccionario de las cienciasfilosóficas, niega explícitamente su valor. Dice así:«La línea de separación no unifórmente trazada por«Descartes, por Locke, por Reid, por Dugald Re-»\vart entre las propiedades primarias y las secun-»darias de la materia, es más ó menos arbitraria é«inconciliable con los hechos.» La misma negación

encontramos explícita ó implícitamente contenida entodas las doctrinas procedentes de Condíllac, quetratan de referir á la sensación el todo de nuestrosconocimientos. Esta negación es completamente in-fundada, según mi juicio. En nuestra idea completade cuerpo existe una parte esencial (propiedadesprimarias) sin la cual la idea de cuerpo desaparece,y una parle accidental (propiedades secundarias)sin la cual la idea de cuerpo subsiste. Las propie-dades primarias (forma, tamaño, movimiento) serefieren todas al hecho de la resistencia en el espa-cio, y son objetos de percepción directa. Las pro-piedades secundarias (olor, color, sabor) no sonpara nosotros objetos de percepción, sino sólo cau-sas de sensaciones. La física moderna tiende á re-ducir á las propiedades primarias, es decir, á laforma y el movimiento, la parte objetiva de las pro-piedades secundarias. Nos enseña que, abstracciónhecha de nuestras sensasiones, que son una rela-ción preestablecida entre los fenómenos de la ma-teria y los de la sensibilidad, el sonido, el calor, laluz, no son sino movimientos. ¿Cómo desconocer elvalor de la distinción establecida entre las propie-dades de los cuerpos considerados como las causasde nuestras sensaciones, y los fenómenos mecánicoscon cuyo auxilio la ciencia determina y precisa elmodo de acción de estas causas?

Es fácil justificar por medio de una suposición latesis que dice: la resistencia por sí sola basta paradarnos la idea esencial de los cuerpos, idea que nonos suministraría todas nuestras sensaciones reuni-das. Supongo un individuo cualquiera situado enuna habitación al lado de uno de esos espejos per-fectamente transparentes que la industria modernasuministra al comercio. La vista no le revela laexistencia de este cuerpo: extiende la mano y en-cuentra su resistencia: inmediatamente se le revelala presencia del cuerpo: sin haber visto ni oidonada, sin haber experimentado ninguna sensaciónde sabor ni olor, y, suponiendo su mano callosa 6cubierta con un guante grueso, sin haber recibidoimpresión de frió ó de calor en ninguna sensacióntáctil, la resistencia por sí sola le ha dado la ideadel cuerpo. Aun sin recurrir á una suposición deesta naturaleza, es fácil observar que los ciegos ylos sordos tienen conocimiento de los cuerpos, yel conocimiento que de ellos tienen separa clara-mente las propiedades primarias y esenciales de laspropiedades secundarias.

I I . — E L EJERCICIO DEL PODER MOTOR ES LA CONDICIÓN DE

TODOS NUESTROS CONOCIMIENTOS.

Por ejercicio del poder motor debe entenderse nosólo la función del tacto, sino también toda acciónejercida por los músculos sobre los órganos delcuerpo propio, y en particular con relación al obje-

Page 21: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N.°176 E. NAVILLE.—TEORÍA DE LA VISION.

to que nos ocupa, la acción motriz efectuada seasobre el globo del ojo en su conjunto, sea sobre laspartes que le componen. Sin el poder motor, la vis-ta no nos suministraría ninguna percepción ni aunde las superficies figuradas, si es cierto que el co-nocimiento de las formas exige primitivamente almenos que la mirada siga todo el contorno de losobjetos. ¿Subsistiría por lo menos la sensación?Esto es dudoso. Parece que estudios fisiológicos ypsicológicos minuciosos establecen que las sensa-ciones no se hallan localizadas sino á condición delejercicio de la facultad motriz, y que cuando se al-teran las funciones de los nervios motores, el en-fermo experimenta sensaciones vagas que ya nosabe referir á un sitio determinado. Puede deducir-se de aquí, al monos á título do inducción proba-ble, que la parálisis absoluta de todas las funcio-nes motrices no permitiría ya ni aun la localizador»vaga en el conjunto del cuerpo propio. Supongamosuna parálisis congénita de todos los nervios delmovimiento destinados á las funciones de relación:¿cuál sería la consecuencia de esta suposición, admi-tiendo que fuera posible la vida? Habiendo desapa-recido toda localizacion de las sensaciones hastaen el cuerpo propio, parece que ya no habría basepara la distinción del sujeto y del objeto, que es elfundamento necesario de todo conocimiento. Seríapreciso llegar á la célebre fórmula de Condillac «elalma se reduciría á sus sensaciones»; pero si refle-xionamos en ella, veremos que es una fórmula queno presenta sentido apreciable. Si el alma se re-dujera á sus sensaciones, ya no serían sus sensa-ciones en el sentido de una apropiación personal,sino unas sensaciones, en un sentido indeterminado;quedaría cortada la raíz de la personalidad y des-aparecería hasta la posibilidad de todo conocimien-to. La deducion más verosímil es que suprimido elpoder motor, no existiría el ser capaz de sentir yde conocer; y la vida que pudiera subsistir en elcuerpo sería una vida puramente orgánica y vege-tativa.

Todo conocimiento supone, pues, el poder motor,es decir, la actividad propia del ser consciente queinterviene como una fuerza en los fenómenos natu-rales. No conviene decir que el conocimiento de loscuerpos es el resultado de «la sensación muscular»,ó al menos es preciso no emplear estas expresionessin un comentario ó aclaración. La resistencia quenos da la idea de los cuerpos es inseparable de lasensación muscular que nos revela esa existencia;pero esa sensación es sólo un signo del hechoesencial que es la detención de la acción. El cuerpodeterminado en su forma y en su grado de resisten-cia es el obstáculo y no es la causa directamenteindeterminada de una sensación. Las verdaderassensaciones no nos enseñan nada por si mismas

acerca de la naturaleza objetiva do sus causas.Entre la sensación del oido y el conocimiento de lasvibraciones de los cuerpos sonoros trasmitidas alaire atmosférico, so encuentra toda la ciencia de laacústica. Entre la vista de los objetos y el conoci-miento teórico de las ondulaciones luminosas, seencuentra toda la. óptica. El conocimiento objetivode la causa de nuestras sensaciones supone, porconsiguiente, un trabajo científico; pero ¿qué se en-cuentra entre la percepción de una resistencia y laidea de su causa objetiva? Evidentemente nada. Lossabios y los ignorantes, que ven y oyen lo mismo,tienen ideas muy diferentes sobre la naturaleza ob-jetiva de los colores y de los sonidos; y los sabiostienen acerca de estos particulares teorías distintas;poro el geómetra más instruido y el hombre despro-visto de toda ilustración científica, tienen precisa-mente la misma idea acerca de la causa objetiva dela resistencia experimentada en la dirección de unasuperficie determinada: uno y otro admiten que estacausa es la forma de los cuerpos resistentes. Eneste caso, entre la percepción y su causa no hayposibilidad de la intervención de ninguna investiga-ción científica.

Resulta de estas consideraciones que si quieredecirse que los cuerpos nos son conocidos por lasensación muscular, es preciso reconocer que estasensación se presenta en condiciones marcadamen-te distintas de las de las otras sensaciones. Importadistinguirlas sensaciones producidas por el sujetoque las experimenta, en el sentido de que son con-secutivas á su acto, y las sensaciones que emanande causas extrañas, en las cuales el sujeto que lasexperimenta no ha tenido acción especial y sólopuede operar la reacción. Si yo hablo y me oigo, noes el sonido de mi voz el que me dice que he ha-blado, sino, antes que eso, la acción que yo heejercido sobre mis órganos vocales. Si no conociesemi palabra sino por la sensación externa del oido,no podría distinguirlo de la palabra de otro. Igual-mente, cuando un movimiento de que yo soy autorexperimenta una resistencia, esta resistencia pro-duce una sensación muscular; pero no es la sensa-ción la que me dice que yo he obrado, puestoque es consecutiva á mi acto. Distingo tan bien lasensación muscular que resulta del choque de uncuerpo extraño, estando el mió en el estado inicialde reposo, de la sensación muscular debida á unaresistencia á mi esfuerzo, como distingo la palabrade otro de mi propia palabra. La conciencia que tengode mi acto y no la sensación consecutiva á este actoes lo que me dice que yo he obrado. La concienciadel esfuerzo precede á la sensación, y si se suprimeesta conciencia, claro es que desaparece al mismotiempo el conocimiento de las acciones consecuti-vas que se distinguen por esa propiedad.

Page 22: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

REVISTA EUROPEA.—-8 DE JULIO DB 1 8 7 7 . N.f 176El ser consciente es semejante al centro de una

esfera al cual vienen á parar, como otros tantosradios convergentes, las acciones recibidas, y delque parten, como otros tantos radios divergentes,las acciones ejercidas. Las acciones recibidas sonel resultado de las impresiones orgánicas; las accio-nes ejercidas son todas y siempre manifestacionesdel poder motor. Comprender en una sola clase bajoel nombre de sensaciones el elemento pasivo y elelemento activo de nuestra naturaleza y reemplazarla idea del esfuerzo y del poder motor por la de lassensaciones musculares, es confundir lo que impor-ta distinguir. Aplicando esto al objeto directo de miestudio, la educación de la vista tiene por condiciónfundamental, no la traducción de un orden de sen-saciones en otro, sino el ejercicio del poder motor.Este poder se distingue de las sensaciones, á títulode elemento activo de nuestra naturaleza, cuyassensaciones son los elementos pasivos: esta es lacondición de todo conocimiento.

III.—LA TEKCER CONSECUENCIA FILOSÓFICA QUE SURGE

LUMINOSA DEL ESTUDIO DE LOS FENÓMENOS DE LA VI -

SION, ES EL SER INNATA LA INTELIGENCIA.

El juicio más natural para los que se atienen álas apariencias es que la vista nos da á conocerlos cuerpos; la ciencia interviene y nos demuestrade un modo irrefutable que no sucede así. La vista,esta gran función de la vida de relación, suponeuna educación que le es necesaria para que nos déla idea del cuerpo, inseparable de la de sus tres di-mensiones. ¿En qué consiste esta educación? Seresponde: En traducir las impresiones visuales enlas del tacto. Se ve que los ciegos de nacimientocurados hacen esta traducción: tocan los cuerpos,comparan las impresiones del tacto con las impre-siones visuales simultáneas, y llegan á interpretarlas segundas por las primeras. Lo que se hace conreflexión en los adultos se hace espontáneamenteen la primera infancia. Allí, se dice, hay una simpleasociación que poco á poco se hace inconscientepor la ley del hábito. Nada hay que rechazar en estafórmula, pero es preciso interpretarla. Hablar deuna simple asociación, es expresar un hecho sinanalizarlo. Para analizar el hecho es necesario for-mularlo: ahora bien, se formula así: «La causa deuna impresión visual es un objeto que, sometidoal tacto, presentaría una resistencia según una for-ma determinada.» Esto es lo que los ciegos de na-cimiento curados piensan con reflexión, y lo quelos niños en su edad primera piensan espontánea-mente. Someto esta fórmula al análisis, y descu-bro en ella, en la causa de las impresiones visuales,la intervención inmediata de la razón propiamentedicha, por el empleo del principio de causalidad.Pero dejemos á un lado este elemento metafísico

del problema, porque suscitaría en muchas inteli-gencias, sometidas á la influencia del empirismocontemporáneo, objeciones que están muy lejos deser insolubles, pero cuya refutación exigiría dema-siada extensión. Dejado á un lado el elemento me-tafísico, queda en la fórmula que tenemos que ana-lizar:

a. La memoria que conserva y reproduce el re-cuerdo de las impresiones del tacto, de las de lavista y de su comparación; porque si no existieseeste recuerdo, la comparación que une dos órde-nes de impresiones actuales para compararlas, nopodría orear ningún hábito.

b. La abstracción que separa las ideas de la for-ma de las percepciones inmediatas que han susci-tado la idea.

c. El juicio que compara y después reúne lasdos clases de impresiones refiriéndolas á una mis-ma causa.

Memoria, abstracción, juicio; quizás hay algo más,pero seguramente nada menos en la asociación quesuministra á la vista la percepción adquirida de loscuerpos. Lo que el resultado del estudio quita á laexperiencia inmediata de la vista, concede á lasfunciones de la inteligencia que se manifiestan enla base de las percepciones adquiridas ó mediatas.Esta consideración tiene por efecto aumentar laextensión y la aplicación del nisi ipse intellectnsde Leibnitz, estableciendo, eon motivo de un estu-dio de detalle, que lejos de hacer proceder el pen-samiento de las funciones de los sentidos, las im-presiones orgánicas no son fuente de conocimientosino para un ser activo é inteligente. Todo lo quese quita de innato á la percepción sensible, ponemás ostensiblemente de manifiesto lo innato de lainteligencia.

El lector tendrá buen cuidado en no confundir latesis de ser innata la inteligencia con la tesis de lasideas innatas, entendida en el sentido de la presen-cia actual é inmediata de cierto número de nocio-nes en el entendimiento humano. «Poco importa,dice Voltaire, que tu alma fuese tan sabia en elvientre de tu madre, si eres tan ignorante cuandoya tienes pelos en la barba (1). Fácil sería demos-trar que esta burla procede de una interpretaciónabsolutamente falsa de Descartes y de Leibnitz,que han afirmado la posesión por el espíritu huma-no de sus más altas concepciones, no actual sinovirtualmente. El estudio de esta cuestión de histo-ria de la filosofía me alejaría mucho de mi objeto;importa solamente hacer observar bien que la tesisde ser innata la inteligencia, es decir, la imposibi-lidad de referir á las funciones de los sentidos elorigen de nuestras facultades, se encuentra demos-

(1) Cartas sobre los ingleses, XIII.

Page 23: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N/176 E. NAYILLK.—TEORÍA DE LA VISION. 55

trada pov el estudio de la visión, que nos enseñaque las percepciones de la vista suponen la inter-vención de la inteligencia.

Deseo, al terminar y con motivo de los esludiosque preceden, prevenir una confusión de ideas quepuede resultar del uso de términos análogos em-pleados en dos sentidos diferentes y hasta con-trarios.

En las controversias contemporánaas relativas ála teoría de la visión se han formado dos escuelas,llamadas: la una escuela empiríslica, y la otra es-cuela nativística. La teoría llamada nativística atri-buye la localizacion de las impresiones en el campovisual, es decir, la parte de percepción de las fun-ciones de la vista, á una disposición innata. La teo-ría empiristica afirma que la localizacion por me-dio de la vista es una percepción adquirida, y quela sensación sola pertenece primitivamente á lasfunciones del órgano. Entre estas dos tesis opues-tas, M. Dufour, conforme en este punto con la opi-nión de otros sabios, propone una nueva, que soconsidera á primera vista como un medio de con-ciliación. Se trata de admitir que la percepción delas formas planas por medio de la vista es inmediatay por consiguiente innata, en tanto que se trata doindividuos actuales, pero que ha debido de tener,primitivamente, en la especie un origen experi-mental. Estas percepciones, adquiridas en el prin-cipio de la especie, se convertirían en innatas porla influencia de la herencia. La teoría nativística se-ría considerada como cierta en el estado actual, yla teoría empiristica lo sería con respecto á un es-tado primitivo; cada una de las doctrinas opuestastendría su parte de certeza; y valiéndonos de laterminología hegeliana, se habría encontrado lasíntesis de la tesis y de la antítesis.

Respecto á este punto presentaré una observa-ción general sobre el uso que puede hacerse de laherencia, para explicar los fenómenos sometidos ánuestra observación actual. Es indudable que enla vida de los individuos, los actos repetidos confrecuencia pasan desde el estado de voluntarios alde espontáneos, y que la costumbre crea instintoscuyo origen y desarrollo podemos seguir y apre-ciar. Por efecto de la herencia, los hábitos adquiri-dos por los antecesores pueden trasmitirse y to-mar, respecto al individuo, el carácter de innatos:esto no sólo es probable, sino absolutamente ciertoen gran número de casos. Es instintivo el cazar enlos perros, y comunmente vemos en un niño dispo-siciones que evidentemente concuerdan con los actos y con los hábitos de sus progenitores. Hay, noobstante, un límite para este género de explicación.Loshijuelos de los mamíferos y los hijos del hom-bre verifican el acto de mamar á causa de una do-ble coordinación de los músculos motores de ios

aparatos de la boca con la impresión interna queresulta de la necesidad del alimento y la impresiónexterna de presentarse á sus labios un objeto cual-quiera de una forma análoga al pezón del pecho.Nadie duda que la acción de mamar es actualmenteinstintiva é innata. ¿Sería el resultado de un hábitoadquirido y trasmitido hereditariamente? Es difíciladmitirlo sin explicaciones aclarativas. Efectiva-mente, la alimentación en un mamífero joven es in-dispensable á su existencia. Si en el estado primiti-vo hubo de aprender á mamar, cabe la pregunta decómo ha vivido durante este aprendizaje que supo-ne cierta duración. Suprímase el instinto de mamar,en el estado actual, y la generación de los mamífe-ros se extinguirá sin dejar posteridad. Sería precisoexplicar cómo ha podido suceder lo contrario en elestado que se supone primitiVS, y en el que, segúnla hipótesis, se verificó la adquisición experimentaldel estado actual. Yo no examino si existe una ex-plicación posible de este hecho; sólo digo queseríapreciso darla, y que al buscarla habría do tenerseen cuenta una regla fundamental: no ir á buscarnunca en el ejercicio de las funciones de la vida elorigen de las condiciones indispensables a la vida.Igualmente, cuando nos ocupamos del origen de lasideas, no debemos jamás buscar en el ejercicio delpensamiento el origen de las condiciones indispen-sables al pensamiento mismo, que no podrá ejer-cerse antes de realizar las condiciones necesariaspara su existencia. Estas dos reglas tienen un ca-rácter de evidencia, y sin embargo, se olvidan fre-cuentemente. Dicho esto, vuelvo al objeto directode mi estudio.

Hay que distinguir dos cosas en las facultades yen las funciones de los seres vivientes: una parteindividual que hace que plantas, animales, hombresnacidos^le una misma semilla difieran unos deotros y de sus padres; y una parte hereditaria queprocede de sus padres y se trasmite á su raza. Estaparte hereditaria debe considerarse precisamentecomo si se tratase de la vida de un mismo indivi-duo, prolongada todo el tiempo que durase la seriede los individuos que se considera. La herencia nopuede explicar sino lo que explicaría la considera-ción de ese individuo hipotético. De aquí resultaque, si se alirma que una cualidad innata actual esuna disposición trasmitida hereditariamente, queprocede de una experiencia anterior, no se Conci-lian en el fondo las teorías nativística y empiristica,sino que se afirma en su plenitud esta última teoría.

Veamos ahora la confusión de ideas que es pre-ciso precaver. Consistiría en pasar, bajo la in-fluencia de la analogía de los términos, desde lateoría empiristica de la visión al empirismo filosó-fico. La única conclusión legítima es precisamentelo contrario: fácil será comprobarlo prestando aten-

Page 24: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

REVISTA EUROPEA. 8 DE JULIO DE 4 8 7 7 . N.° 176

cion á las dos clases de fenómenos perfectamentedistintos que se encuentran reunidos bajo la deno-minación común de experiencia. La experiencia,como io han reconocido todos los autores que hanhecho un estudio serio de los fenómenos del hábito,es activa ó pasiva. En la experiencia pasiva, todaprocede de fuera, á causa de las sensaciones reci-bidas, y todo toma un carácter espontáneo primeroé instintivo después, por Qgwsa de la multiplicaciónde estas mismas impresiones. Por el contrario, enla experiencia activa todo resulta del ejercicio de¡as facultades, y si se tratase de elementos psíqui-cos, se aumenta aquel con la repetición de actos deinteligencia y de voluntad que pasan al estado es-pontáneo.

El carácter propio de! empirismo filosófico esconsiderar la inteligencia humana como un resulta-do de las impresiones exteriores. Su última expre-sión se halla en la célebre fórmula de la sensacióntransformada adoptada por la escuela de Condillac.

Bajo este punto de vista todo proviene de lasensación: tal es el principio fundamental del em-pirismo. Abramos ahora la Óptica fisiológica deHelmholtz, y preguntemos á este sabio: ¿cuál es elprincipio de la teoría empirlstica de la visión? Nosresponde (pág. 1.001): «La proposición fundamentalde la teoría empirística es que: para nuestra con-ciencia las sensaciones son signos cuya interpreta-ción se confía á nuestra inteligencia.» Como se ve,es la afirmación directamente contraria al principiode la sensación trasformada. La sensación es sóloun signo para el ser activo ó inteligente, y este signosólo es la fuente de un conocimiento, primero re-flexivo, y espontáneo más tarde, por la intervenciónde los actos de la inteligencia y de la voluntad. De-fender el papel del alma como inteligencia y volun-tad contra la teoría que quiere explicar todos losconocimientos humanos por las funciones de lossentidos, es la causa y el fin de un combate que llenalos anales de la filosofía desde Anaxágoras hastanuestra época. Estas observaciones de detalle rela-tivas á la teoría de la visión conducen á un resultadocuya fórmula general es esta: «Lejos de provenirtodo conocimiento de la sensación, esta no es fuentede conocimiento sino para una actividad inteligen-te.» Esto es cierto en todos los casos, cuando seitrata de la adquisición de la idea completa de loscuerpos, para lo cual se exige (y esto es un hechocomprobado en el curso del debate) el tacto activoy la traducción de las impresiones visuales en im-presiones del tacto. El estudio de los hechos esta-blece, en mi juicio, hasta que haya otros datos, queno sucede lo mismo respecto al conocimiento délasformas planas; y que en este punto subsiste la teoríade Juan Muller, con tal de que se establezca la de-bida distinción entre lo que es simplemente natural

y lo que es inmediato. Por lo demás, un adversariodel empirismo filosófico, más deseoso de defendersu sistema que de afirmar la verdad, no vacilaría enadmitir inmediatamente y en toda su plenitud la teo-ría empirística y la fórmula de HelmholU, que es subase; porque es evidente para un espíritu pensadorque cuanto más sólidamente se establezca la teoríaempirística de la visión, más sólidamente refutadoquedará el empirismo fülosófico.

ERNESTO NAVILLE.

EL CONSTRUCTOR DE ATAÚDES.

El constructor de ataúdes Adriano Prokoroff aca-baba de colocar sus últimos muebles en un cochefúnebre que había convertido en carro de mudanzas,y dos caballos negros y flacos los trasladaron, ha-ciendo él cuarto viaje, de Basmauna á Niketzki, ádonde iba á vivir con su familia.

Después de cerrar la tienda, pegó un papel en lapuerta anunciando que la casa se vendía ó alqui-laba, y se encaminó á pié hacia su nueva morada.

AI acercarse á la casa amarilla, que desde muchotiempo era objeto de sus deseos, y que al fin habiapodido comprar por una cantidad considerable,el antiguo constructor de ataúdes se asombró mu-cho de no sentir tan alegre su corazón como otrasveces.

Al poner el pió en aquel suelo desconocido y versunueva morada en el máscompleto desorden, echóde monos su antigua casa, en la que, por espacio dediez y ocho años, todo había estado cuidadosamentearreglado, y empezó á reñir á sus dos hijas y á su ope-rario por su lentitud: al mismo tiempo, mas bien po-avergonzarles que por trabajar, se puso él también ála faena.

Pronto quedó todo arreglado; el armario en quese guardaban las imágenes de los santos, el bufete,la mesa, el diván y la cama ocuparon los sitios quetenían designados de antemano en una habitacióninterior. En la cocina y la sala colocaron los pro-ductos de su industria, es decir, ataúdes de dife-rentes clases y pintados de distintos colores. Colo-cáronse en los armarios las capas de duelo, lossombreros fúnebres y las aranas de Rusia. En fin,el nuevo establecimiento se hizo público por unamuestra que representaba á Cupido con una an-torcha invertida, y con la siguiente inscripción:

«Se construyen ataúdes sencillos ó pintados,con tela ó sin ella: se alquilan y componen losusados.»

Arreglado todo, se retiraron á su habitación lasdos hijas de Adriano. Este, después de pasar revista

Page 25: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N.' 176 A. POÜSCHKINE. EL CONSTRUCTOR DE ATAÚDES. 57

á todos los objetos, se sentó junto á la ventana yencendió la pipa.

No ignora el lector que Shakspearey Walter Scottrepresentan á los sepultureros y constructores deataúdes, dos profesiones que se dan la mano, comopersonajes alegres y decidores; con esto obtienenla ventaja de que el contraste impresiona á nuestraimaginación.

Nuestro respeto á la verdad nos impide desgra-ciadamente seguir este ejemplo, y debemos confe-sar que el carácter de nuestro héroe estaba en per-fecta armonía con su oficio. Adriano era triste ypensativo, pues no desplegaba los labios mas quepara reñir á sus hijas cuando las veia ociosas, ó paradecir el precio de sus mercancías á los que tenian ladesgracia, y algunas veces la fortuna, de necesi-tarlas.

Adriano Prokoroff estada sentado junto á la ven-tana y bebía con su habitual tristeza la sétima tazade té, pensando en la gran lluvia de la semana an-terior que había caido sobre el coche en que lleva-ba á un anciano brigadier á su últimocuartel. Aque-lla lluvia había producido muchos perjuicios. Lehabían estropeado bastantes capas, y bastantes som-breros habian perdido la forma á consecuencia delagua: en vista de aquellos desperfectos, preveíagastos de absoluta necesidad, gastos tanto más ne-cesarios, cuanto que se agotaban las existencias, yera indispensable renovar por completo el almacén.

Adriano esperaba indemnizarse de todas sus pér-didas con la comerciante Trukina, que hacía un añoestaban diciendo que se moría. Pero Trukina no seacababa de morir; y como Trukina vivía en Bargou-lay, es decir, cerca de la casa que acababa de dejarAdriano, este temía con justa razón que los herede-ros, que se habian comprometido á proveerse en sualmacén, le faltasen á la palabra ahora que habiadejado el barrio, y acudieran á su sucesor.

Todo esto era muy triste, como se ve; y comoAdriano no era alegre, esta aglomeración de circuns-tancias nefastas habian cambiado en lúgubre su hu-mor melancólico.

Aquellas reflexiones que habían oscurecido su ros-tro fueron interrumpidas por tres golpes dados enla puerta al modo masónico.

—¿Quiénes?—preguntó el constructor de ataúdes.Por toda respuesta se abrió la puerta, y un hom-

bre, que Adriano conoció en seguida por un obreroalemán, entró en la habitación y se acercó alegre-mente al dueño de la casa.

—Perdonad, querido vecino,—le dijo el recienllegado con pronunciación rusa de las más grotes-cas.—Perdonad si os molesto; pero he deseado co-noceros en seguida..

Aunque Adriano no le miraba con demasiada bene-volencia, el vecino continuó:

—Soy zapatero y me llamo Gottlieb Schultz, vivoen la casa de enfrente y mañana celebro el vigésimo-quinto aniversario de mi matrimonio, y os invito ávos y á vuestras dos hijas á que vengáis á comerconmigo.

El rostro de Adriano se despejó algo, recibiendobien la invitación,y rogó al zapatero que se sentara,preguntándole si quería una taza de té.

El zapatero aceptó.El carácter de Schultz era tan benévolo y franco,

que á los pocos momentos de conversación, los dosvecinos se trataban tan familiarmente como si fuesenantiguos amigos.

—¿Cómo va el comercio de zapatos?—le preguntóAdriano.

—Medianamente,- respondió Schultz;—no puedoquejarme, aunque mi oficio no es tan ventajoso comoel vuestro, porque un vivo puedo pasar sin zapatosy un muerto no puede pasar sin ataúd.

—Es verdad,—respondió Adriano;—sin embargo,si el vivo no compra zapatos, va descalzo; pero estosolo indica que dejais de ganar, mientras que yo, siel muerto es pobre, tengo que darle ataúd gratis,que significa pérdida.

Schultz movió afirmativamente la cabeza.La conversación duró cerca de una hora; pero

como nada contenia interesante para el lector, nosdispensará que solo le hagamos conocer lo dicho.

Al fin se levantó el zapatero y se despidió delconstructor de ataúdes, rogándole de nuevo que noolvidase su invitación para el día siguiente.

Al dia siguiente, cuando sonaba la última campa-nada de las doce, estaban dispuestos Prokoroff y sushijas. No describiré el caftán de Adriano, ni los ca-prichosos trajes de Acoulina y de Daría, separándo-me en es^g de la costumbre de los novelistas moder-nos. Sin embargo, no creo inútil decir al lector queaquellas dos jóvenes se cubrieron con sombrerosamarillos y se calzaron con bolines rojos, adornosque habitualmente constituían la base de sus trajesdel domingo.

Cuando el padre y las dos hijas llegaron á casa delz'apatero, la encontraron llena de convidados, de losque la mayor parte eran obreros alemanes con susmujeres y aprendices. Respecto á empleados del go-bierno, había un boulschnik(l)llamado Yourko,que,á pesar de su modesto empleo, habia sabido captar-se la benevolencia del dueño y la dueña de la casa.

(1) Empleado de policía,, que so estaciona en el extremode las calles en una garita. Su principal misión es recogerlos borrachos, los vagabundos y los que so duermen enlas calles por la noche. Al dia siguiente lleva á la policíaá estos individuos, que les condena eu castigo de suincon"tinencia, y seg-un la gravedad del delito á barrer las callesdonde han sido encontrados durante uno, dos ó tresdias, .: ,

Page 26: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

5 8 K£VISTA EUROPEA. 8 DE JULIO DE 1 8 7 7 . N.° 176

Hacia veinticinco años que servía fielmente comopostilion de Pojoulsky (í).

El incendio de -1812, destruyendo la capital, noperdonó la garita amarilla de Yourko; pero en cuantosalieron los franceses de Moscou, le construyeronotra de color gris con columnas blancas, y Yourko,cubierto de nuevo con su saco de buriel y empu-ñando su vieja alabarda que había salvado, empezóá pasear delante de su nueva garita al mismo pasoque lo hacía delante de la antigua.

Yourko conocía á todos los alemanes que vivíancerca de las puertas del Niketzky. Algunos de estos,á título de hospitalidad, pasaban muchas veces lanoche del domingo al lunes en su establecimiento.

Adriano trabó al instante conversación con elboutschnik, comprendiendo que podía serle útil enalguna ocasión, y cuando se sentaron á la mesa secolocó á su lado.

Los esposos Schultz y su hija Lotken (2), jovende diez y siete años, ayudaron á la cocinera á servirla comida, en la que desempeñaba el papel princi-pal la cerveza.

Yourko comía como cuatro y bebía sin tasa.Adriano no le cedía en nada, pero todo lo hacía consu habitual tristeza; sus dos hijas obraban con sumadelicadeza, haciendo ceremonias á cada plato quelas presentaban y á cada vaso de cerveza que lasofrecían.

De pronto rogó el dueño de la casa á los convi-dados que guardaran silencio para que nada se per-diera del efecto; hizo saltar el tapón de una botellade champaña, y la detonación fue salud&da conhurrás tanto más generales, cuanto menos espe-rada era.

Debemos decir, para que no se extrañe la prodi-galidad del industrial alemán, que el champaña queofrecía no era procedente de las orillas del Marne nide las de la Saona, sino de las riberas del Dom, loque le daba en San Petersburgo un valor relativo alque tiene en Paris el vino de Limoux ó él de Serán.

Esta circunstancia no impidió al zapatero brindará la salud de su querida Lisa, brindis que todos re-pitieron con entusiasmo.

Sin duda agradó mucho al buen alemán la amabi-lidad de los convidados, porque destapando otrabotella de champaña llenó de nuevo los vasos, ex-clamando:

—¡A lá'telüd de mis queridos huéspedes!Los convidados le dieron las gracias vaciando los

vasos.Después de la salud general se pasó á las salud

(1) A posar de las investigaciones que hemos hecho, ig-noramos qué es postillón de Pojoulsky, y, con sentimiento,nos vemos obligados á dejar al lector en la misma igno-rancia.

(2) Diminutivo de Lucrecia.

particular. Bebióse á la de cada convidado, á la deMoskou, á la de una docena de pueblos de Alemania;en seguida pasaron á la salud de los caseríos y al-deas, y para no olvidar á nadie bebieron á la saludde los obreros.

Adriano bebía con entusiasmo, llegando á poner-se tan alegre que sus hijas casi no le conocían.

De pronto un grueso panadero levantó el vaso ybebió á la salud de sus compañeros de trabajo. Elbrindis se recibió con entusiasmo, y todos los con-vidados se saludaron, porque cada uno tenía parteen él. El sastre saludó al zapatero, el zapatero sa-ludó al sastre, el panadero saludó al sastre y al za-patero, todos los demás saludaron al panadero, yasí sucesivamente.

Solamente Adriano, en medio de aquella fraterni-dad universal, á pesar de su alegría, no apuraba elvaso á la salud de nadie, lo cual no quiere decir queperdiera ocasiones de apurarle.

Su vecino Yourko observó aquel mutismo.—¿Por qué no bebéis á la salud de alguien, señor

Adriano? Puesto que todo el mundo bebe á la saludde sus parroquianos, bebed á la de los vuestros.

Esto sugirió una idea que le hizo reir, de la ma-nera que él podía hacerlo, y levantándose sobresus vacilantes piernas, dijo con voz bastante inteli-gible aún:

—Tienes razón, vecino Yourko. ¡A la salud demis muertos, y que les aproveche!

Pero nadie respondió á aquel brindis, que sinduda consideraron algo sacrilego, y el constructorde ataúdes se sentó en medio de un silencio glacial.

Los convidados continuaron bebiendo, aunque elintempestivo brindis de Adriano había interrumpidola serie, sin lo cual no hubiese terminado hasta caertodos debajo de la mesa.

A hora bastante avanzada de la noche se separaronlos convidados del zapatero, la mayor parte ebriosy los demás achispados.

El grueso panadero y su vecino de mesa, cuyorostro estaba encarnado como un ababol, llevaron áYourko, que no andaba sino porque le sosteníanéstos, dejándole en la garita, con la que ellos habíanhecho conocimiento en otras ocasiones, diciéndoseuno a otro el proverbio ruso:

«Favor á cuenta de otro.»Tal vez hubiesen sido más exactos diciendo: «Fa-

vor por favor;» pero en el estado en que se encon-traban, no se repara en pequeneces, y se alejaronriendo, prueba evidente de que estaban contentosde la cita, por incorrecta que fuese para ellos.

Por su parte, el constructor de ataúdes volvió ásu casa; pero no estaba ebrio solamente, sino furio-so. Con la obstinación de los borrachos, que ven unaofensa en donde no existe la mayor parte de lasveces, y que la hacen más amarga á fuerza de darla

Page 27: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N.°176 A. P0ÜSCHK1NE. E t CONSTRUCTOR DE ATAÚDES. 59

vueltas en la cabeza, no cesaba de pensar en laimpolítica de los convidados, que no habían recibidosu brindis con el mismo favor que los anteriores.

—¿Qué significa esto?—murmuraba entre dien-tes,—¿por qué no han contestado á mi brindis esasgentes? ¿Es menos honroso mi oficio que el de ellos?¿Es hermano del verdugo un constructor de ataú-des? ¡Rehusar beber por mis muertos! ¡Pues meparece que los muertos valen tanto como los vivos,y sobre estos tienen la ventaja de que la muerte lesha curado de todos sus defectos. Los muertos dejantranquilos á los vivos, mientras que los vivos suelenatormentar á los muertos hasta en sus tumbas.¡Mueran los vivos, vivan los muertos!

Dando traspiés entró en su casa, subió á sucuarto, embebido en la misma idea y sin reparar enla criada que le ayudaba á desnudar.

—Pensaba convidarles á cenar para devolverlessu atención; pero habiéndome tratado así, estoydispensado de ser atento con ellos. Que se quedencon sus parroquianos; yo n\e quedaré con los mios.A mis parroquianos y no á los suyos convidaré ácenar. Mis muertos serán mis convidados; con ellosbeberé, y si no contestan á mis brindis, al menossabré por qué callan.

Y riendo en seguida como reiría un esqueleto,añadió:

-7-¡Está dicho, convido á comer á mis muertos!—Pero, señor, ¿qué estáis diciendo?—exclamó la

criada.—0 á cenar si lo prefieren,—añadió Adriano.—Pero me hacéis temblar, señor. ¿Convidáis á

lo» muertos á cenar?—Si, porque será mejor á cenar; cenaremos á su

hora, 'A media noche. Que vengan á cenar conmigomañana á media noche; les espero.

—¡Callad, señor! ¡Cenar con los muertos á medianoche! ¿Es posible tener vino tan triste? ¡Dios mió!

Y como estaba casi desnudo, la criada le empujóhacia la cama, y salió de la habitación haciendo laseñal de la cruz.

Aun no había cerrado la puerta, cuando su amoroncaba ya como un huracán.

Despertaron muy temprano á Adriano. Durantela noche había muerto la comercianta Trukina, y suprimer dependiente, por orden de los herederos)fieles al compromiso contraído con el constructorde ataúdes, venían á decirle que le necesitaban.

Adriano dio al dependiente diez copecks por labuena noticia, se vistió apresuradamente, tomó unisvochsnitz y se hizo llevar al Bargoulay, casa dela difunta.

Ésta, amarilla como la cera, estaba tendida sobreuna mesa.

La habitación estaba llena de parientes, amigos,personas de la casa y conocidos.

Las ventanas estaban abiertas, encendidas lasbujías, y los sacerdotes cantaban las oraciones delos muertos.

Adriano se acercó al sobrino de la señora Truki-na, su pariente más próximo, joven comerciantevestido á la última moda, y le prometió que el ataúdde su señora tia no dejaría nada que desear y se leremitiría al instante con los blandones y otros ob-jetos necesarios para el entierro.

El heredero de la señora Trukina—la herenciaera buena—el heredero de la señora Trukina le dijoque hiciese las cosas en conciencia, que no rega-tearía con él y se entregaría completamente á subuena fe.

Adriano le dio las gracias, prometiéndole tratarlecomo amigo; en seguida miró al dependiente, gui-ñándole el ojo, para indicarle que no le olvidaría, ydespués salió para dar las órdenes necesarias y pre-pararlo todo.

Conforme había prometido Adriano, todo estuvodispuesto aquella noche.

A las once salió de casa de la señora Trukina, ála que acababa de hacer enterrar, y volvió á pié ásu nueva habitación.

Aunque el camino era largo y oscura la noche, lerecorrió sin accidente alguno.

Apenas distaba veinte pasos de su casa, cuando,á los rayos de la luna que empezaba á salir, le pare-ció ver una sombra que entraba por la puerta pe-queña.

—¿Qué diablo será eso?—se preguntó Adriano;—¿quién puede venir á mi casa á estas horas?

Precisamente en aquel momento sonaban las docemenos cuarto.

—¿Será un ladrón?—murmuró.—¡Diablo! ¿si seráalgún amante que vendrá á ver á alguna de mis hi-jas? Bien podría ser.

Pensando esto, se había detenido á quince pasosdéla casa, cuando vio otra sombra que, siguiendo elcamino que la primera, entraba por la misma puerta.

Adriano dio un paso con intención de interrogaral recien llegado; pero éste se detuvo, y al ver áAdriano, marchó hacia él y se quitó políticamenteel sombrero.

Sin que Adriano recordara el nombro de aquelhombre, su fisonomía no le era desconocida.

—Caballero,—ledijo,—si venís áhablar conmigo,os suplico que entréis en mi casa, donde estaremosmejor que en la calle.

— Tratadme con conlianza,—respondió con vozsorda el desconocido.—Pasad delante, os lo ruego.

—Solamente para enseñaros el camino,—replicópolíticamente Adriano.

Y, sombrero en mano, echó delante.La puerta estaba abierta, con gran asombro do

Adriano.

Page 28: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

60 REVISTA EUROPEA. 8 DE JULIO DE 1 8 7 7 . N." 476

Subió la escalera y el desconocido le siguió.Adriano abrió la puerta de su habitación y quedó

estupefacto.Su habitación estaba llena de muertos.La luna iluminaba aquellos rostros amarillos y rí-

gidos, cuyas bocas estaban entreabiertas, mediocerrados los ojos y puntiaguda la nariz.

Adriano temblaba, y reconoció á todos los muer-tos que había depositado en ataúdes.

El ultime que había entrado con él, y cuyas fac-ciones no le eran desconocidas, era el brigadier encuyo entierro había ocurrido aquella gran lluvia quetan cruelmente había deteriorado su material.

Al presentarse el constructor de ataúdes, todos seinclinaron dándole gracias, exceptuando una mujerá quien Adriano tuvo que dar gratis un ataúd, por-que la infeliz había muerto tan pobre que no podíapagarlo, y ahora no se acercaba á él por temor deque la tratara mal.

Aquella mujer permaneció modestamente en unrincón.

Los demás muertos estaban muy bien vestidos.Las señoras llevaban faldas con volantes y tocas

ó sombreros de la época en que fueron enterradas.Los hombres iban de uniforme ó con trajes civiles,pero sin afeitar.

Los comerciantes llevaban sus ropas de do-mingo.

—Henos aquí, Prokoroff,—dijo el brigadier to-mando la palabra á nombre de todos;—como ves,hemos acudido á tu invitación. Hemos dejado encasa á los descarnados, á los que nada tienen. Sola-mente ha querido venir uno, á pesar de nuestrasobservaciones.

Al decir esto el brigadier, abrieron el círculo losmuertos, y por el espacio despejado vio acercarseAdriano un esqueleto, completamente despojado decarne y sonriendo con amabilidad. Pedazos desudario pendían de él, como los trapos que cuelgande un palo en los campos para asustará los pájaros.Los huesos de sus pies crujían dentro de las botasproduciendo siniestro ruido.

—¿No me conoces?—dijo el esqueleto á Adriano.El constructor de ataúdes permaneció mudo, bien

porque no conociera al muerto, bien porque el ter-ror le helara la lengua en el paladar.

El esqueleto continuó:—¡Cómo! querido Prokoroff, ¿no recuerdas?El constructor de ataúdes hizo un esfuerzo y dijo:-¿Qué? ¿qué?—¿No recuerdas á un antiguo soldado de la guar

dia, á Kuritkine, á quien vendiste en 1799 tu primerataúd? Yo te estrené, y como no te he ocasionadodesgracias, me debes un apretón de manos.

El esqueleto se adelantó hacia Prokoroff tendión-'dolé los brazos.

Adriano retrocedió medio muerto.Pero como el esqueleto seguía avanzando y al

mismo tiempo retrocedía Prokoroff, pronto llegó ála pared y tuvo que detenerse.

—;Ah!...—dijo el esqueleto.—Al fin te tengo.Pero cuando Adriano vio aquellas huesosas manos

y aquellos descarnados brazos prontos á estrecharlecontra el hueco pecho, su terror llegó al paroxismo;rechazó violentamente al esqueleto, que cayó deespaldas y se rompió en mil pedazos sobre el suelo.

Al ver aquello, todos los muertos empezaron álanzar gritos del otro mundo, injuriando al pobreProkeroff y preguntándole si era aquella su costum-bre de convidar á las gentes á eenar á media noche,separándolas de sus ocupaciones para recibirlas ápuñetazos y hacerlas pedazos como al esqueleto.

Los gritos llegaron á un diapasón tan elevado, susgestos indicaron una exasperación tan grande, susrostros revelaron tan amenazadora indignación, quefaltando al pobre Adriano fuerzas para quedarse óhuir, cayó sin conocimiento sobre los huesos delsoldado de la guardia.

Su desmayo fue tan profundo, que no salió de élhasta las nueve de la mañana.

Cuando abrió los ojos se encontró en su lecho, yvio á su criada preparando el samavar.

Aunque tenía abiertos los ojos, aunque estaba ensu cama, aunque, ó excepción de la criada, estabadesierta la habitación, Adriano permaneció un ins-tante mudo y temblando, porque su imaginación lerepresentaba á la señora Trukina, al brigadier y alsoldado de la guardia.

Incapaz de pronunciar una palabra, esperó á queAxenia, (así se llamaba la criada) empezara áhablar.

Esta se volvió por casualidad, y vio que su amotenía los ojos abiertos.. —¡Ah, gracias á Dios!—dijo;—creía que no ibaisá despertar hoy, Adriano Prokoroff: ¿sabéis la horaque es? Las nueve.

Diciendo esto, acercó la ropa á su amo; pero vien-do que permanecía mudo:

—El sastre Ivan ha venido,—continuó;—despuésel buridochwich Yourka ha dich,o que no olvidéisque hoy es la fiesta del alcalde del barrio; pero dor-míais tan bien, que no he tenido valor para des-pertaros.

El constructor de ataúdes hizo un esfuerzo.—¿Y no han venido de casa de la difunta?—pre-

guntó.—¿De casa de.qué difunta?—dijo Axenia.—De casa de Trukina, la comcrcianta que sabes.—¡Jesús!—exclamó Axenia;—¿se ha decidido al

cabo á morir la buena señora?—Demasiado lo sabes, puesto que me ayudaste

ayer á preparar todo lo necesario para los funerales.

Page 29: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N.° 176 BOLETÍN DE ASOCIACIONES CIENTÍFICAS. 61

—¿De qué funerales habláis? ¿estáis loco, AdrianoProkoroff? Ayer no estuvisteis de funerales, sino defiesta, aunque los funerales sean fiestas para vos.

—Pero, ¿dónde estuve ayer?—¡Ayer! todo el dia estuvisteis en casa del zapa-

tero vecino, que celebraba el virésimoquinto ani-versario de su matrimonio; por más señas que vol-visteis ebrio hasta el punto de no poderos tener depié, que os acostasteis en cuanto vinisteis, y quedesde entonces hasta ahora habéis estado dur-miendo.

—¿Es verdad?—exclamó Adriano sentándose en lacama.

—Tan verdad, que oid las nueve en este mo-mento.

Prokoroff escuchó el reloj desde la primera cam-panada hasta la última, y sólo entonces dijo, comosi estuviese convencido:

—En ese caso, vé á llamar á mis hijas y sírvenosel té.

Mientras obedecía la criada, el constructor deataúdes se limpiaba el sudor de la frente, murmu-rando:

—Es la última vez que bebo á la salud de misparroquianos.

A . POUSCHKINE.

BOLETO DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Institución libre de enseñanza.

INFLUENCIA DEL TRASFORMISMO EN LA GEOLOGÍA,

por D. Francisco Pristo y Caules.

1.

Expuso algunas consideraciones sobre los límitesde la geología y sus métodos de estudio, señalandola confusión de esta ciencia con la cosmogoníacomo la causa principal de sus lentos progresos, yhaciendo ver que el método inductivo supone lacontinuidad de los fenómenos naturales. Dedujo, deun examen rápido de la historia de la ciencia, quelas antiguas teorías suponen explícita ó implícita-mente lo sobrenatural y no han logrado resolver losproblemas de la geología; conduciendo su exclusióná la ley de la continuidad, admitida hoy por la granmayoría de los geólogos en el mundo inorgánico.—Pasando al problema de la renovación periódica delos seres vivos, dijo que podía recibir tres solucio-nes diferentes: 1.°, organización espontánea de lamateria amorfa; 2.°, intervención continua de la po-tencia creatriz, y 3.°, trasformacion lenta de los sé-res. Sin negar la posibilidad de la generación es-pontánea, observó que la heterogenia se había visto

forzada á retirarse á las formas más sencillas de lavida, y que ningún auxilio da á los partidarios de lafijeza de las especies, mientras que puede servir decomplemento al trasformismo.. Opinó que la teoríade las creaciones especiales es la negación de laciencia, pues si un poder sobrenatural es necesariopara explicar las revoluciones del mundo, la geolo-gía cae bajo el dominio de la teología.—Examinó elorigen del trasformismo, deteniéndose en las teo-rías de Lamarck y en la controversia que levanta-ron, haciendo notar que aquel principio podía sercierto é ignorarse, sin embargo, durante muchossiglos el mecanismo de la trasformacion. Indicó lainfluencia que las ideas preconcebidas relativas alorigen del hombre tuvieron para desacreditar lasteorías de Lamarck y para volver al trasformismomás tarde. Consideró necesario reunir en una vastasíntesis los materiales acumulados por los natura-listas, y que la hipótesis trasformista respondía áeste fin.—Y concluyó, manifestando que no creeque Lamarck ni Darwin hayan demostrado por com-pleto la evolución de las especies, postulado racio-nal de muy fecundas consecuencias, pero que ne-sita la sanción de los hechos para poder fundar sobreél la ciencia de la naturaleza.

11.

Empezó por aducir algunas consideraciones queapriori conducen al trasformismo. Dijo que la dis-continuidad repugna á nuestra inteligencia, y que elprincipio de la continuidad permite aplicar los pro-cedimientos ordinarios de investigación científicaal estudio de la evolución de las formas vivas. Indi-dicó que la invariabilidad de las especies es incom-patible con un Dios infinitamente sabio y bueno,miéntras"9que la nueva teoría resulta conforme conla idea de la Divinidad.—Del examen de los seresactualmente vivos, dedujo que, si el observador su-perficial encuentra más motivos para creer en lafijeza que en la variación de las especies, un estu-dio más detenido conduce á la conclusión contraria;y explicó por qué en la fauna actual hay especiesbien definidas de animales superiores, mientras quees casi imposible establecer líneas de separaciónentro los seres más sencillos.—Opinó que la histo-ria no puede demostrar ni la variación ni la perma-nencia de las especies, y atribuyó gran importanciaá las variaciones producidas por la acción inteli-gente del hombre, que, si es eficaz, es porque se-cunda á la Naturaleza, siendo siempre impotentecuando la contraría.—Pasando á las antiguas fau-nas, dijo que se proponía consultarlas bajo trespuntos de vista diferentes: 1.°, para encontrar for-mas intercalares entre los grupos actuales; 2.°, com-parar las distribuciones geográficas sucesivas de lossores vivos; y 3.", demostrar el paralelismo del

Page 30: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

62 REVISTA EUROPEA. 8 DE JULIO DE 1 8 7 7 . N.° 171

desarrollo específico y del individual.—Después decitar varios ejemplos de especies y géneros extin-guidos que borran las diferencias observadas en lafauna actual, pasó á grupos intercalares de ordenmás elevado, demostrando que las cinco familiasdel orden de los carniceros no pueden deslindarsecuando se incluyen en la clasificación los seres ex-tinguidos.—Examinó con detenimiento las formasincluidas en el gran grupo de los mamíferos ungu-lados, haciendo ver cómo todas se derivan por gra-daciones insensibles de animales primitivamentepentadáctylos. Hizo ver, por último, cómo el abis-mo entre las aves y los reptiles se llenó por mediodel grupo de los ornithocólidos, estudiados porHuxley; deduciendo de estos ejemplos que cadapaso de la Paleontología es un nuevo argumento enpro del trasformismo.

CONSTITUCIÓN FÍSICA DEL SOI.,

por D. Eduardo Saavedra.

Manifiesta que la abundancia inmensa de luz queel sol emite, ha ocultado durante largos siglos losfenómenos que tienen lugar en la superficie del ma-yor astro de nuestro sistema planetario, y deja ig-norar todavía muchos otros que se escapan á laimperfección de nuestros medios. Con la invencióndel telescopio, se descubrió en el siglo XVI la exis-tencia de manchas, cuyo fondo es completamenteoscuro y están rodeadas de una corona gris, lla-mada penumbra, surcada por numerosos filetes lu-minosos, qué parecen precipitarse en su fondo. Es-tas manchas permanecen á veces machos días en elmismo estado, y aun reaparecen durante dos ó másrevoluciones del astro, y entonces son redondea-das; pero'en muchas ocasiones varían de figura, demuchas pequeñas se hace una grande, ó viceversa,arcos luminosos á manera de puentes las atravie-san, ó velos rosados las cubren en parte. Los file-tes luminosos cambian de dirección, se cruzanunos sobre otros ó se tuercen en forma de garfio,como si un torbellino agitara la masa. También lamancha entera cambia de posición, ya en longi-tud ó en latiíud, y todo denota la movilidad de uncuerpo fluido. El resto de la superficie solar apare-ce sembrado de puntos luminosos sobre un fondomonos brillante; y en ciertos parajes, especialmen-te en los bordes de las manchas, se observan ru-gosidades de viva intensidad, que se llaman fácu-las. Las manchas no suelen presentarse sino entrelos i& y los 30° de latitud á cada lado del ecuadorsolar; pero las fáculas se ven por todas partes.—.La mayor absorción de luz y calor en los bordesdemuestra la existencia de una atmósfera no lumi-nosa y trasparente, cuya naturaleza química ha po-dido determinar el espectroscopio, donde se mar-

can, sobre todo, las rayas oscuras del hidrógeno ;del hierro. Observando con el mismo instrumentelas manchas, se nota que no carecen en absoluto deluz, sino que se hallan bajo una capa absorbentemás poderosa, donde dominan los vapores metáli-cos en mayor proporción que en el resto de la at-mósfera. Han suministrado la explicación de estefenómeno los eclipses totales de sol, durante loscuales se ve el disco negro de la luna rodeado deestrechísima faja y de pequeñas protuberancias ro-jizas, con una extensa corona luminosa á modo denimbo, que por tal motivo se denominó ¿/loria, dela cual salen largos rayos, dilatados por gran partede la bóveda celeste. Examinados con el espectros-copio, la faja rojiza y las protuberancias de las zo-nas centrales producen brillantes las mismas rayasque pintan oscuras- las manchas; así como en el es-pectro de la corona y en el de las protuberanciascercanas al polo predominan brillantes las rayasdel hidrógeno; por lo cual se conjetura que la coro-na es la atmósfera solar y que las protuberanciasson erupciones abundantes en vapores metálicos óen gas hidrógeno, que eclipsan la luz de la fotosfe-ra en el primer caso y no hacen sino señalar lige-ras desigualdades sobre la superficie en el segun-do.—El telespectroscopio, inventado por Janssen(1868), permite ver las protuberancias sin esperarlos eclipses, y ha dado á conocer cómo aparecen,se desarrollan y levantan á alturas prodigiosas, yvuelven á caer en la capa delgada relativamenteque rodea al sol, y se llama cromosfera. Esas pro-tuberancias tienen relación inmediata de posicióny de frecuencia con las manchas; al paso que, so-bre la superficie limpia, la capa metálica apareceterminada por numerosas y pequeñas llamas. Detodo esto y de la desigual velocidad angular decada paralelo, se ha deducido que el sol es unamasa gaseosa, tal vez nebulosa en su superficieaparente (fotosfera), que es la rodeada por unavasta atmósfera, relativamente fria, compuesta ensu base de hidrógeno y metales vaporizados, y enel resto, de hidrógeno en su mayor parte. En cier-tas épocas, erupciones de vapores metálicos ó degases hidrogenados salen del interior por uno ó va-rios puntos, se esparcen por la atmósfera y caen denuevo en la superficie. Vistas de costado, esaserupciones emiten una luz débil que dibuja protu-berancias; pero de frente, si son metálicas, inter-ceptan la luz de la fotosfera y producen las man-chas. En el resto de la superficie, las materiaseruptivas son muy trasparentes, y la capa de vapo-res metálicos, agitada por el hervor de las llamas,aparece con las granulaciones brillantes, rodeadasde reticulación oscura.—Las agitaciones profundasen la masa solar, de las cuales resultan las man-chas en su disco, están sujetas á períodos de unos

Page 31: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

N.' 176 BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS. 63

once años, hallándonos ahora precisamente en elcentro de ese período, ó sea en el de mínimo domanchas. Varias relaciones se han pretendido es-tablecer entre este hecho y otros fenómenos natu-rales; pero el que parece de más interés y puededar origen á más fecundos resultados es el de lavariación del magnetismo terrestre. Si algo se en-contraba en ese camino, la Física solar y la terres-tre, enlazadas, explicarían muchos misterios queguarda avara aún la Naturaleza.

LA MORFOLOGÍA DE HAECKEL; ANTECEDENTES Y CRÍTICA,

por el profesor D. Augusto G. de Linares.

I.

Explicada la significación eminente de Haeckel enla Filosofía y la Historia naturales, expuso lo quedebía entenderse por «Morfología de la Naturaleza»y de sus organismos; su verdadera relación con laGeometría; sus partes teórica y descriptiva; el or-den en que una y otra se han producido y desen-vuelto en la Historia del pensamiento; la trascen-dencia que en su constitución respectiva han ejer-cido el estudio embriológico de los animales y plan-las y el examen teórico de las formas geométricade los minerales y productos químicos; finalmente,el estado actual de esta ciencia y los perjuicios quehan impedido organizaría en su completa unidad.—Pasó luego á examinar el medio ya constituido alpublicar Haeckel su libro, y señaló, como primerantecedente inmediato de su concepción morfológi-ca, la formulada por Goathe, á quien esta cienciadebe su nombre y cuyos esfuerzos para descubrirel prototipo del animal y de la planta, del esqueletoy de la hoja, representan el primer momento esen-cial en la constitución de la Morfología de estos or-ganismos naturales.

• II.

A lo dicho ya sobre Goethe, añadió que su sentidoera en realidad el de los llamados Filósofos de laNaturaleza, cuya concepción general, mal conociday peor juzgada, expuso luego brevemente, haciendoverla unidad orgánica con que esta tendencia, re-presentada principalmente por Oken y Carus, con-cibe el mundo físico. Examinó después los princi-pios morfológicos expresos y latentes en las obrasde estos pensadores que, consecuentes con su cri-terio, hacen brotar la variedad infinita de formasnaturales de la unidad de la materia, revelada enellas; estableciendo ser la esfera su posición másIndistinta y sencilla, de la cual nacen luego por in-volución y evolución todas las restantes, y constru-yendo Carus sobre estos principios una teoría com-pleta, así del esqueleto animal en todas sus clases yformas, como del humano especialmente.—Consi-

deró á seguida la tendencia unitaria, aunque mecá-nica, que en la ciencia general de la Naturaleza y enla especial de sus formas representan Lamark yDarwin sobre todo, que las reputan derivadas de suunidad respectiva, no por necesidad interna, sinosólo por meros accidentes exteriores.—Indicó ade-más la significación de los trabajos morfológicos deBronn, Burmeister y Jíegor, que extendieron á losorganismos el principio de las relaciones de sime-tría, establecido ya en la Morfología de los crista-les; notando de paso el alto sentido de Carlos Schim-per al exigir se instituyese una ciencia (la Roomor-fología) que llenara el vacío existente entre la Físicay la Fisiología actuales.—Por último, señaló comodato para juzgar ulteriormente el libro de Haeckel,la circunstancia de no haber éste conocido en suintegridad los precedentes morfológicos expuestos,y sí sólo gradualmente y de un modo siempre par-cial, como lo revelan sus recientes libros.

CONSIDERACIONES METAFÍSICAS SOBRE LA BELLEZA,

por D. José Echegaray.

11.

Después de resumir su anterior conferencia, di-vidió el problema en dos: 1.°, belleza objetiva; 2.",belleza subjetiva, leyes de la unidad y la variedaden el objeto.—Escuelas estéticas: \.', la bellezaconsiste en la variedad; 2.*, la belleza reside en launidad; 3.*, doctrinas intermedias; A.", escuela ar-mónica.—Indicaciones sobre el clasicismo y el ro-manticismo.—Desenvolvimiento de la idea hege-liana.

Explicó los conceptos de fondo Y forma de lascosas, y en qué consiste el desarrollo de los serespor realiagcion de su unidad en diversas y sucesi-vas esferas de variedad; y cómo en la variedad úni-camente, ó sólo en la unidad, puede existir la be-lleza, sin que esto contradiga el principio funda-mental de la escuela sintética; citando con este mo-tivo ejemplos de la física y del arte dramático.—Planteando definitivamente el problema, que ha re-cibido soluciones empíricas, pero incompletas siem-pre, en la arquitectura, en la pintura, en la poe-sía, etc., sin llegar nunca á la ley general, recordóque así se han formado todas las ciencias.

Redujo la ley de la belleza en los seres á la deciertos momentos de su perfección sucesiva; y porrespecto al problema del progreso, procuró hacercomprender, por una imagen, la ley de ascensiónalternativa, pero constante, de las cosas. Definió losmáximos y mínimos geométricos; distinguió cuida-dosamente estos dos conceptos: cantidad de perfec-ción, y posición más ó menos avanzada en la marchageneral; afirmó que la belleza corresponde á aquellarelación especial entre la variedad y la unidad que

Page 32: REVISTA EUROPEA. - ateneodemadrid.comsicas de la teoría de la evolución, los teóricos de la escuela de Spencer acometen sin vacilación los más arduos problemas de la cosmología

64 REVISTA EUROPEA. 8 DE JULIO DE 4 8 7 7 . N.° 176

es propia de los mámimos en la ley de progreso.Explicó de esta suerte cómo un objeto más perfectoque otro puede ser menos bello, y todas las apa-rentes contradicciones que en el problema de labelleza se encuentran. Citó varios ejemplos en com-probación de esta teoría: las nebulosas, los cielosy atmósferas; el fatalismo antiguo; el triunfo de lalibertad, y por último, el problema, ya anunciado,de las integrales singulares y del determinismo. Eneste último punto se extendió el orador explicandoel problema general del cálculo de los infinitos y lapretensión del determinismo de reducirlo todo ácombinaciones de movimientos anteriores; y con-cluyó demostrando que en el organismo humano, losmovimientos materiales están en equilibrio indife-rente, como en las soluciones singulares, lo cualestá reconocido de antemano por la química en lainstabilidad de las combinaciones orgánicas.

Pasando á estudiar lo sublime, acordó previa-mente la sucesión y escala délos infinitos en el uni-verso. Lo sublime resulta de la explosión, por de-cirlo así, de un ser buscando violentamente mayorperfección, ó protestando de su imperfección ac-tual; es un esfuerzo violento,hacia infinitos superio-res. El acto ó el objeto sublime puede ó no realizaresta mayor perfección. Enlazó esta teoría con la dela belleza, viendo que ambas se comprueban y re-ducen á una teoría superior, aduciendo numerososejemplos.—Terminó con algunas indicaciones ge-nerales sobre la segunda parte del problema, ó sea,sobre la representación de la belleza en el hombre;de otro modo, sobre la emoción estética: problemacomprendido en otro más general: el de la repre-sentación de lo exterior en el ser humano.

NATURALEZA DE LA MÚSICA,

por D. Gabriel Rodríguez y D. José Inzengra,

VI.

Continuó el Sr. Rodríguez el estudio del dramalírico, partiendo de la época de Mozart, examinadaen la anterior conferencia. Mozart realizó con suobra Don Juan el modelo más perfecto qtie cono-cemos del drama lírico, modelo que satisface todaslas condiciones estéticas de este género artístico.Pero Mozart no fue ni podía ser comprendido en sutiempo. Su obra era de carácter universal, y en ellaaparecen fundidas todas las escuelas particulares.Las entonces existentes continuaron después consus anteriores caracteres, aunque modificadas porla influencia mozariana; y el período novísimo, desdeMozart hasta nuestros dias, se resume en el pro-greso realizado por las antiguas escuelas italiana yfrancesa y la alemana, nacida con Weber, aproxi-mándose las unas á las otras, y tomando cada cualde las demás los elementos que necesita para com-

pletarse. El Sr. Rodríguez comprueba ejta indica-ción, reseñando las trasformaciones sucesivas delas escuelas, en los momentos culminantes de sudesarrollo, significados por los grandes composito-res de nuestro siglo. El drama lírico aparece hoyrepresentado por tres nombres principales : Wa-gner, Verdi y Gounod. Falta todavía un músico quecomplete la fusión y la constitución definitiva po-pular del drama lírico. Este músico podría habersido Wagner, si sus facultades no estuvieran sepa-radas de su natural dirección por sus extrañas ideasfilosóficas y su concepción errónea del drama lí-rico.

El Sr. Rodríguez examina las doctrinas filosófi-cas y estéticas de Wagner y sus ideas sobre launión de la letra y la música, sobre la melo-día, etc., procurando demostrar que éste tiene unconcepto falso del arte en general, y del drama lí-rico en particular. Este falso concepto, y la opiniónde que todo lo conseguido hasta hoy, en la penosay larga elaboración del drama lírico, vale poco ónada, siendo, por lo tanto, indispensable impulsaral arte por derroteros enteramente nuevos, impidenque las extraordinarias facultades musicales deWagner den su fruto completo. Felizmente, es iló-gico muchas veces en la composición de sus dra-mas, y produce admirables efectos. Entre sus obras,Lohengrin parece la más bella al Sr. Rodríguez, yen ella es donde se aproxima más al drama líricomozariano.

Combate, por último, el Sr. Rodríguez la tendenciaá formar arte nacional alemán, que se observa enWagner, y toma ocasión de este punto para presentaralgunas consideraciones sobre los proyectos decreación de una ópera española. Estudiando lo queha caracterizado á las escuelas hasta ahora existen-tes, y el estado general hoy del arte, se ve que elideal nacional es ya pequeño, y que nuestros músi-cos deben inspirarse en el ideal universal artístico,realizando el mejor drama lírico posible, sin encer-rarse en fórmulas y estilos particulares.

El Sr. Rodríguez concluyó esta conferencia y laserio de las explicadas sobre el arte de la música,dando gracias al auditorio por su constante bene-volencia, así en su nombre como en el del señorInzenga, que ejecutó al piano la marcha del acto se-gundo y la despedida de Loheugrin, de Wagner; ydespués, el Largo de la cuarta sonata de Beetho-ven, y un minué de Haydn.