revista latitud abril 07

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LA REVISTA DOMINICAL DE EL HERALDO 7.04.2013 REVISTA # 1531 RODRÍGUEZ TORICES, PADRE DEL BICENTENARIO Barranquilla republicana | 4 La Arenosa en la Independencia | 6 Los héroes de nuestro desarrollo|10 BARRANQUILLA BICENTENARIO DE

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RODRÍGUEZ TORICES, PADRE DEL BICENTENARIO

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Page 1: Revista Latitud abril 07

LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

7.04.2013

REVISTA # 1531

RODRÍGUEZ TORICES, PADRE DEL BICENTENARIO

Barranquilla republicana | 4 La Arenosa en la Independencia | 6 Los héroes de nuestro desarrollo|10BARRANQUILLA

BICENTENARIO DE

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LA REVISTA DOMINICAL DEEL HERALDO

7.04.20132

Himno de Barranquilla

[Coro]Barranquilla, procera e inmortalCeñida de agua y madurada al solSavia joven del árbol nacional.Del jubiloso porvenir crisolIlusión del Caribe blanco-azulDe Colombia tendida en el umbralDa su voz y su músculo al progresoBarranquilla, procera e inmortal!

Coronada de firme amanecerte conduce a su espalda el porvenir:las sirenas de fábrica y tallerson rumor arterial de tu existir.

Barranquilla sabe cantary sobre el yunque martillar.Tajamares de Bocas de CenizaCuchillada del rí o sobre el maral Caribe central colombianizatu robusta aptitud de navegar.

[Estrofas]La llanura dormida junto al mar,con esquilas y silbos de pastor,ve en su entraña de virgen despertaruna lengua, una sangre y una flor.

Barrancas de San Nicoláscon el Magdalena detrás.Sin caballos de guerra y sin hazaña,sin el indio tambor interrumpir,bajo el Cuarto Felipe, Rey de España,Pedro Vásquez ordena tu vivir.

Adelaida Sourdis NájeraAdlai Stevenson SamperÁlvaro Cepeda SamudioArmando Benedetti Jimeno Elkin Alberto Núñez C.Ignacio Consuegra BolívarJesús Ferro BayonaJorge VillalónJohn Better

Edición, Selección de Textos e Imágenes Martha Guarín [email protected]

Director de ArteFabián Cá[email protected]

Imágenes: Archivo EL HERALDO, archivos particulares.Archivo Histórico del Atlántico, Ofiprensa Alcaldía de Barranquilla, Shutterstock, #todomono, Vivian Saad

Portada: Manuel Rodríguez Torices/ Imagen del ‘Libro de Tesoros del Rosario’, de Villegas Editores. (2003)Óleo firmado en 1837 por Luis García Hevia. Se encuentra en la rectoría del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.

Contraportada: Omar Figueroa Turcios

Escriben en este número

Estamos de fiesta por la decisión que hace 200 años tomó un joven visionario, de 24 años de edad, Manuel Rodríguez Torices, cuando le apuesta a la libertad política y comercial, para dejar atrás el yugo español. Así abre la compuerta a la era republicana, dejando, además, atrás la condición de Sitio para entrar a la categoría de Villa. Eran ideales de una época que todavía deben comprometer a esta urbe y a sus habitantes a trabajar en armonía para continuar con esa aventura por la libertad, en su sentido más humanista: el bien común, por una Barranquilla que debe emular día a día su orgulloso pasado, pero con vista y acciones a la modernidad.

El ayer que nos compromete

ANTIGUA CALLE ANCHA, HOY PASEO BOLÍVAR/ARCHIVO HISTÓRICO DEL ATLÁNTICODISEÑO #TODOMONO PARA EL ARROZ DE LISA DE B/QUILLA

LATITUD, LA REVISTA DOMINICAL DE EL HERALDO # 119LATITUD, LA REVISTA DOMINICAL DE EL HERALDO # 1531

Los escritos de los colaboradores solo comprometen a quienes los firman.

Director ConsejeroJuan B. Fernández Renowitzky

PresidenteFrancisco Posada Carbó

Editor General (e)Óscar Montes

Jefe de RedacciónRosario Borrero

GerenteElaine Abuchaibe Auad

Letra: Amira de la Rosa. Música:Simón Urbina

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LA REVISTA DOMINICAL DEEL HERALDO

7.04.20133

Registro de los 120 años de la Villa./Fondo Prensa Diario del Caribe. Abril 7 de 1933.

Interpretación gráfica en sus 150 años de haber sido erigida en Villa./Fondo Prensa Diario del Caribe, abril 6-1963.

XIV entrega*Historia gráficade Barranquilla

EL BICENTENARIO DE LA ERECCIÓN EN VILLA DE BARRANQUILLA

La participación de esta tierra en la gesta de la Independencia de la dominación española deja

en los representantes del Estado de Cartagena de Indias un agradecimiento más que patriótico al conglomerado social de Barranquilla.

Convencidos de que a mediados de 1813 la independencia estaba ganada, la Cámara de Representantes del Estado de Cartagena de Indias aprueba y expide el decreto mediante el cual se le concede la erección en Villa a Barranquilla por los hechos meritorios a su patriotismo como sitio estratégico para la defensa de la causa libertadora. En dicho decreto, expedido el día 3 de abril de 1813, en una forma explícita también se le concede a esta localidad su Escudo de Armas. Aquí se señala específicamente su nueva dignidad: “Un escudo en que se vea un río corriendo donde naveguen buques de tráfico interior bajo la protección de una batería con su asta bandera en la que estará enarbolado el Pabellón Nacional, establecida a sus márgenes y orlada con el mote ‘Premio al Patriotismo”. Con tal reconocimiento se habilitaba en la Nueva Granada una nueva provincia, acompañada para ser la Capital del Departamento de Barlovento o Tierradentro. El decreto llega para la naciente Villa a los cuatro días de haberse aprobado su erección como tal por la Cámara de Representantes del Estado de Cartagena de Indias, el documento leído en voz alta fue entregado en el Cuartel General del Ejército de Observación acantonado en esta localidad, fechada el día 7 de abril de 1813 y firmada por Manuel

Rodríguez Torices, presidente gobernador del Estado, y su secretario Simón Burgos.

La descripción asignada al Escudo de Armas entregado en dicho decreto, hace exactamente hoy 200 años, solo fue interpretado en ocasión del Centenario de dicha efemérides. Ningún artista logró asimilar lo que estaba decretado; solamente un barranquillero radicado en Cartagena logró interpretarlo, su nombre, Pedro Malabet, hábil dibujante quien plasmó en un cuadro al óleo un Escudo de Barranquilla con lo enunciado en dicho decreto; el óleo fue presentado en el Club Barranquilla en ocasión a las festividades del Centenario de la erección en Villa. A partir de ahí, ha sido el escudo que ha figurado en todas las entidades

oficiales y cívicas de la ciudad a partir de 1913.

El desarrollo de esta urbe ha sido vertiginoso, prueba de ello es que, 11 años después de recibir su título de Villa, el vapor Fidelidad, de aquel benemérito alemán llamado Juan Bernardo Elbers, anunciaba que esta pequeña aldea sería el principal puerto del país sobre el Atlántico. Sus industrias, empresas, edificaciones y gentes encaminan diariamente su desafío progresista, faltándole muchos títulos más, su condición hospitalaria la encaminará a tener también un verdadero espíritu público pujante y evidente.

(*) Helkin Alberto Núñez CabarcasFuncionario Archivo Histórico del Atlántico

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LA REVISTA DOMINICAL DEEL HERALDO

7.04.20134

La autora relata los últimos minutos

de la vida del presidente del Estado

de Cartagena y de las Provincias

Unidas de Nueva Granada,

sacrificado el 5 de octubre de 1816

en los patíbulos de la Plaza Mayor

de Santa Fe, hoy Plaza de Bolívar

de Bogotá. Él fue decisivo en la vida

de nuestra ciudad porque elevó al

sitio de Barranquilla a la categoría

de Villa, con cabildo, alcaldes y

oficiales reales.

Manuel Rodríguez

Torices y el nacimiento de la Barranquilla

republicana

Por Adelaida Sourdis Nájera 1

El 11 de noviembre de 1811, Cartagena de Indias declaró su independencia absoluta de España y creó

el Estado “libre, soberano e independiente”2 de Cartagena, el cual existió durante cuatro años y veinticuatro días hasta que fue reconquistado por la corona española.

Su presidente, durante tres años, fue Manuel Rodríguez Torices y Quiroz, quien elevó al sitio de Barranquilla a la categoría de villa. Esto significó el nacimiento republicano de nuestra ciudad. Por medio de las normas legales y procedimientos del Estado de Cartagena y de su presidente, Barranquilla tuvo por vez primera Cabildo, alcaldes, oficiales reales, escudo de armas y otros privilegios y prebendas como entidad político-administrativa de la república cartagenera.

Manuel Rodríguez Torices, figura señera de la Costa Caribe y uno de los hombres más

importantes y representativos de la Primera República, hizo sus primeros estudios en su ciudad natal y luego pasó al Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en Santafé, donde estudió leyes. Fue Presidente del Estado de Cartagena, Presidente de las Provincias Unidas de la Nueva Granada en asocio con Custodio García Rovira y José Miguel Pey, y vicepresidente de la Unión bajo el mandato de Camilo Torres. Legislador, político, humanista, periodista y hombre de acción, sus ejecutorias sobre la organización del Estado, las relaciones exteriores y con la Iglesia y el manejo económico y administrativo de Cartagena y de las Provincias Unidas marcaron improntas definitivas en la vida nacional. Dieron fundamento al nuevo orden republicano basado en las ideas liberales y los derechos del hombre y del ciudadano, y el cinco de octubre de 1816, durante la época del terror, junto con Camilo Torres, lo llevaron al cadalso cuando apenas contaba 28 años.

José Belver, un testigo

presencial, narró la ejecución. Fusilados y ahorcados, sus cadáveres fueron colgados en una horca levantada en uno de los extremos de la Plaza Mayor de Santafé (hoy Plaza de Bolívar), donde pendieron por varias horas. Al caer la tarde, los verdugos descolgaron los cuerpos, les cortaron las cabezas y las colocaron en jaulas que luego exhibieron en distintos lugares de la ciudad, donde permanecieron durante quince días, la de Torres en el camino que iba para San Diego, y la de Torices en la pila de San Victorino.

…La profunda impresión que me causó tan triste y desagradable espectáculo no se ha borrado hasta hoy de mi memoria, por cuya razón recuerdo muy bien que el señor Torres estaba vestido de pantalón y casaca de paño negro, corbata y chaleco blancos, y que el señor Torices estaba con pantalón, corbata y chaleco blancos y un chaquetón de paño colorado, con cuello y vueltas celestes, y calzado con botas de cuero de ante amarillo.

Como al señor Torres le apuntaron a la cabeza le dañaron la cara de tal modo que no se podía distinguir parte alguna de ella; mas no sucedió así con el señor Torices, quien recibió balazos solamente en el pecho, pudiendo, por lo mismo, distinguirse perfectamente su hermosa y bella cara, cubierta de una tez blanca y de una barba negra y bien poblada que contrastaba agradablemente con lo blanco de aquella…3

Había nacido Torices en Cartagena de Indias el 24 de mayo de 1788, en el hogar formado por el español Matías Rodríguez Torices, natural de Burgos, importante comerciante, miembro del Real Consulado de Comercio, y María Trinidad Quiroz, dama santafereña.

1. Doctora en Ciencias Jurídicas, Historiadora, Pontificia Universidad Javeriana; Magíster en Investigación Social Interdisciplinaria, Universidad Distrital Francisco José de Caldas en convenio con el Archivo General de la Nación; miembro de

número de la Academia Colombiana de Historia y correspondiente de las de Cartagena de Indias, Bogotá, Barranquilla y Real Academia de Historia de España.2. Acta de independencia de Cartagena, 11 de noviembre de 1811.

3. Belver, José En: Papel periódico Ilustrado, Fusilamiento de Camilo Torres. Edición Facsimilar, Cali, 1975. Carvajal S.A. pp. 138-141

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Por Jorge Villalón*

El proceso de la Independencia en Colombia ha sido uno de los temas más estudiados por

los historiadores en los últimos doscientos años de vida republicana, pero en los textos de colegio y en los libros en general la Región Caribe no aparece. A mediados de los años ochenta del siglo XX se produce un interés especial por la historia de la ciudad. La Cámara de Comercio convoca a concursos públicos con el tema de historia de la ciudad con la publicación de los ganadores. Más allá del ámbito universitario se estableció en 1989 la Academia de Historia de Barranquilla, que agrupó a varias personalidades que realizaron eventos y publicaciones.

En 1991 se crea el primer ente académico dedicado a la historia, en la Universidad del Atlántico, luego dos años más tarde, en la Universidad del Norte. Este aumento del interés por la historia regional condujo felizmente a la creación del Archivo Histórico del Departamento del Atlántico, en 1994, de gran utilidad pública y para todos los investigadores del pasado de la ciudad.

Para el caso de la Independencia en la aldea de Barranquilla con sus tres mil habitantes, la tarea de escribir sobre este proceso presenta la dificultad de que, precisamente en plena guerra, Barranquilla fue incendiada el 25 de abril de 1815 y los documentos que debieron existir se quemaron. Ante esta situación, se recurre a varios documentos encontrados en el Archivo General de la Nación en Bogotá, más los textos de nuestros cronistas como Domingo Malabet, del siglo XIX. Al cumplirse 200 años de haber sido Barranquilla declarada Villa capital de Barlovento por el Estado libre y soberano de Cartagena de Indias, se hace

Barranquilla en la

IndependenciaInmersa en el proceso latinoamericano

de separación de la Madre Patria y de

adoptar un régimen político republicano,

la Barranquilla de 1813 apoyó a la nueva

República de Cartagena de Indias para lograr

más libertad política y comercial.

Iglesia San Nicolás y sus

alrededores en 1843./Acuarela,

Edward Mark. BanRepública

La iglesia San Nicolás y sus alrededores,

doscientos años después. /Foto : Prensa Alcaldía

2013.

necesario hacer un recuento de los acontecimientos en los que se vio involucrada Barranquilla en la inmensa revolución que abarcó a España, Francia, Inglaterra, Estados Unidos y toda América Latina. Nuestra historia local es una parte de un proceso que va más allá de las fronteras regionales o nacionales, y es importante saber cómo nuestra aldea se involucró y las consecuencias que esto pudo tener en la posterior evolución de la ciudad en la nueva república de Colombia después de su liberación definitiva el 12 de junio de 1820.

Los españoles realizaron un censo en el año 1777, bastante exacto y detallado. Según estos datos, en Barranquilla vivían 2.633 personas, y Sabanalarga, la segunda ciudad del actual Departamento del Atlántico, tenía 1.635 habitantes. Según el historiador José A. Blanco, existían en el momento que

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comienzan a producir las llamadas declaraciones de independencia absoluta en todo el continente. La primera fue Caracas, el 5 de julio de 1811, y se establece el primer gobierno totalmente independiente de Hispanoamérica, en donde ya se destaca la figura de Simón Bolívar. El 11 de noviembre del mismo año, la Junta de Gobierno de la provincia de Cartagena también se declara totalmente independiente de España y elige de presidente del naciente estado a Manuel Rodríguez Torices. Luego se produjo un distanciamiento de Santa Marta, ciudad que se convirtió en la sede del gobierno español y surgió un celo y una cierta enemistad entre las dos ciudades coloniales de la costa del Mar Caribe, que duró muchos años.

La naciente primera república de Cartagena buscó alianzas y fortaleció el vínculo con las poblaciones ribereñas, que eran la frontera o trinchera contra los españoles ubicados en Santa Marta. Medio año después de la declaración de independencia absoluta de la ciudad de Cartagena de Indias, la Convención General del Estado de Cartagena expidió una constitución liberal y el

territorio fue dividido en cinco departamentos con sus cabeceras, además de Cartagena estaban Mompox, San Benito Abad, Tolú y Simití.

El ambiente revolucionario en la nueva república de Cartagena recibió el impulso de los patriotas emigrados de Caracas en noviembre de 1812, quienes buscaron refugio después de que Caracas fue tomada por las tropas españolas. Entre estos emigrados se destacaba ya la figura de Simón Bolívar.

En este ambiente bélico, con victorias y derrotas, la Cámara de Representantes del Estado de Cartagena creó, el 3 de abril de 1813, un sexto departamento con el nombre de Barlovento, y nombra a Barranquilla como su cabecera, la cual es elevada a la categoría de Villa. El nuevo departamento se constituye a su vez de dos partidos, el de Barranquilla y el de Santo Tomás. Al ser una villa, tiene derecho a un Cabildo de cuatro miembros, con un colegio electoral. La primera autoridad recibió el título de Corregidor Letrado. También recibió un escudo de armas como reconocimiento a sus hazañas. Se puede suponer que las autoridades de Cartagena se trasladaron hasta Barranquilla para promulgar la nueva ley, con Manuel Rodríguez Torices a la cabeza. Con base a los documentos que ha guardado la tradición y que se encuentran también en el Archivo Nacional de Colombia, se puede deducir que el documento oficial por el cual se erigía en Villa a Barranquilla fue leído el día 7 de abril de 1813. El documento dice textualmente: “Dado en el Cuartel General del Ejército de Observación en Barranquilla. Se puede suponer que fue leído en el lugar en donde hoy se encuentra la pequeña plaza en donde está ubicada la estatua de Simón Bolívar, en el costado occidental de la Carrera 44, llamada aún

los españoles. Desde tiempos remotos la soldadesca española los había tratado con tanta dureza que casi no había vecino que no se sintiera ofendido por los abusos de autoridad cuando regularmente visitaban el caserío. Según el historiador Sergio Paolo Solano, “el comercio ilícito se convirtió en una de las raíces de fondo que alentó la aspiración de Independencia de España y permite comprender la participación de Barranquilla en la gesta emancipadora”.

En 1808, el cautiverio del Rey Fernando VII produjo en España y en todo el continente americano diversas reacciones. En la Nueva Granada las actitudes más radicales se dieron en la Región Caribe, la primera fue Mompox, el 6 de agosto de 1810, y no tuvo éxito. Fue reprimida por la Junta de Cartagena, celosa quizás con los prósperos y cultos comerciantes que podrían disputarle el liderazgo que tenía Cartagena en la región y especialmente en la ciudad de Cartagena, en donde el 22 de mayo de 1810 se organizó una Junta de Gobierno, y luego en otras ciudades de Nueva Granada.

Un año más tarde se

se realizó el censo unas 160 viviendas, con un promedio de 6.5 personas por cada unidad habitacional. Como la ocupación inicial del poblado, que tuvo lugar desde principios del siglo XVII, se hizo de manera espontánea, la configuración del espacio habitado no presentaba un aspecto lleno o compacto. Muchas cuadras estaban prácticamente vacías y otras parecían apenas ocupadas. Todas las casas eran de bahareque con techumbres de palma o de enea. El pequeño grupo de casas estaba en la orilla de una ciénaga, que desde el siglo XIX se transformó en un caño.

Bajo el imperio español, Barranquilla se convirtió en una Capitanía Aguerra por su posición geográfica a orillas del Río Magdalena y frente al enemigo, que se había concentrado en Santa Marta. En esta condición llegó a tener 1768 milicianos, un poco más de la mitad de sus habitantes, los cuales eran entrenados para actuar militarmente.

La composición étnica general de la población de Tierradentro, que corresponde al actual Departamento del Atlántico, puede explicar el comportamiento que tuvo durante el proceso de la Independencia. Tenía un 80.9% de blancos y pardos, un 16% de indígenas y apenas un 2.8% de esclavos negros. Los oficios de los habitantes corresponden a lo que era un sitio de libres, es decir, los oficios de los habitantes eran propios de libres, como navegantes y bogas (28), zapateros (24), carpinteros (15), mercaderes y traficantes (15).

La composición social de la población de Barranquilla explica el hecho de que no se produjeran reuniones de notables para jurar lealtad a la corona española creando juntas de gobierno. Los habitantes de Barranquilla eran gente sencilla y se entusiasmaron bastante cuando supieron de la posibilidad de separarse de

OFIPRENSA ALCALDÍA DE BARRANQUILLA

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por los viejos barranquilleros como ‘Cuartel’, donde hasta principios del siglo XX existió un edificio o un cuartel con un estilo colonial. La tradición oral nos dice que el decreto fue leído en el balcón de la casa conocida como Lacoraza, en el lado occidental de la Plaza de San Nicolás, pero no existe hasta ahora un documento que pueda corroborar esta versión.

Cuando los españoles atacaron

El 7 de abril de 1813 es el comienzo de la historia política y administrativa de Barranquilla, y duró hasta el 25 de abril de 1815, cuando fue atacada por las tropas españolas desde Santa Marta, en los momentos en que Pablo Morillo llegaba a Venezuela, con 10 soldados, para volver a someter a los patriotas.

La expedición para tomarse Barranquilla se comenzó a preparar desde los primeros días de abril de 1815 por el Capitán General del Nuevo Reino de Granada, don Francisco de Montalvo. Las fuerzas españolas contaban con “400 infantes y 8 barcos cañoneros”.

Mientras los españoles se preparaban para atacar a Barranquilla, Bolívar salía desde Bogotá al mando del Ejército de la Unión, de dos mil hombres, hacia la costa con el fin de atacar a Santa Marta, con la ayuda de Cartagena. La dirigencia de Cartagena le negó el apoyo y le prohibieron a Bolívar que entrara con sus tropas. La consecuencia de todo esto fue muy perjudicial para Barranquilla y los pueblos ribereños, los cuales quedaron expuestos al ataque del ejército español.

Las fuerzas patriotas en Barranquilla se unieron a las de Soledad y cerraron la boca que da al Río, del caño del Clarín, derribando los árboles de ambas orillas. Los españoles intentaron una negociación para que Barranquilla se rindiera pero no dio resultado y

se prepararon para la guerra. La municipalidad de Barranquilla envió una comunicación escrita a Capmany rechazando la negociación de paz diciendo que:

“Nosotros contamos con la fuerza de más de dos mil hombres habitantes de esta villa, la de Soledad y demás pueblos inmediatos, competente número de Buques de Guerra, y un respetable parque de Artillería, a un mismo tiempo que las disensiones de Bolívar y el gobierno habrán sido ya concluidas según las posteriores noticias que tenemos de él”.

La defensa de Barranquilla tenía un cañón de 18 en el sitio llamado de la Tenería, al final de la calle La Paz (Carrera 40) y otro sitio era el llamado Chuchal, hoy conocido como Veranillo o Base Naval. De este modo se podía atacar a las embarcaciones que ingresaran por la ciénaga. El vigía se encontraba en la torre de la iglesia San Nicolás, desde donde avisó el día 25 de abril que las tropas españolas se acercaban a la ciudad.

Capmani atacó en tres frentes. Desembarcó infantería en la Concepción, otros por al caño de la Tablaza y se acercaban al caño con la flotilla. Desde el Chuchal se disparó el poderoso cañón, pero el segundo disparo produjo una tragedia porque el polvorín con las municiones se explotó totalmente y la infantería española pudo avanzar. “Desde los patios, por las ventanas, y por donde era posible, se hacían disparos

sobre el enemigo”. “El combate se hizo general en pocos instantes, se peleaba en cada cuadra, en cada calle, dentro de los patios, dentro de las casas. Los barranquilleros al ver la superioridad numérica de los españoles se fueron retirando, formando pelotones como guerrilla, y se retiraron vía Soledad hasta Sabanalarga”.

A las 11 de la noche del 25 de abril, Barranquilla ya estaba en manos de los españoles.

La liberación definitiva

Las fuerzas de los patriotas, el 12 de marzo de 1820, ya estaban en Riohacha, la cual fue abandonada por los españoles, y Montilla tomó la plaza. Notables personalidades acompañaban a Montilla: Pedro Gual y Francisco Paul, de Venezuela; el canónigo chileno Cortés Madariaga, Joaquín Borrero, granadino, y el mexicano Miguel Santamaría. Anclaron en Sabanilla el 11 de junio de 1820 y cien hombres desembarcaron y se tomaron el fuerte de Sabanilla, defendido por 20 hombres y cuatro cañones.

Barranquilla fue liberada de manera definitiva del dominio español el 12 de junio de 1820. Los cronistas de la historia nos cuentan de la entrada a la aldea de una legión de irlandeses con sus chaquetas rojas en medio de la alegría popular bajo el repicar de las campanas de la iglesia San Nicolás. El comandante de la jornada era Louis Brión, en compañía de un legendario coronel Francisco Burdett

O´Connor y del caraqueño Pedro Gual, compañero de Bolívar en los inicios de las jornadas revolucionarias en Caracas y luego en Cartagena. Barranquilla se convirtió en el centro de operaciones militares del Ejército Libertador, y con Gual y Brion a la cabeza la naciente ciudad comenzó a recuperarse de los estragos de la reconquista.

Uno de los primeros en llegar a Barranquilla fue James Duncan, quien compró una casa en la Calle del Comercio o de la Amargura, y el pueblo lo bautizó con el nombre de Santiago Duncan. En esta casa almorzó Simón Bolívar acompañado de sus oficiales y de varios extranjeros que habían colaborado con la campaña libertadora.

Con el nacimiento de la nueva república de Colombia, Barranquilla da inicio a un importante proceso que la va insertando poco a poco en el sistema económico internacional con mucha facilidad debido a su condición de haber sido sitio de libres y de tener una población predispuesta al comercio, las artesanías, la industria, la actividad portuaria y a la tolerancia racial. Se puede concluir que en el momento de la Independencia, Barranquilla actuó bien y se sentaron las bases de lo que a fines del siglo IXX y parte del siglo XX fue una de la ciudades colombianas que experimentaron un importante desarrollo material y cultural. Que esta memoria y esta reflexión sean útiles para nuestros días que corren, en donde nuevamente nos enfrentamos, como hace dos siglos, a situaciones nuevas y a un mundo muy cambiado. Que el recuerdo de las generaciones de la Independencia nos animen a todos a compartir con el resto de las naciones de la realidad global los beneficios de la civilización.

*Historiador, docente de la Universidad del Norte. Secretario Académico de la Academia de Historia de Barranquilla.

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Barranquilla, cartográficamente, en 1817.

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propiciando el desarrollo del barrio Las Quintas.

La ciudad en las alturas

Definidos los caños y el Río para actividades mercantiles e industriales, solo quedaba, para la nueva élite, las lomas cercanas. Tupidas de montes, cruzadas de arroyos, lejos del mundanal ruido portuario. Que fueron trazadas por visionarios soñando con versallescas mansiones de la bella época y amplios bulevares para que discurrieran los vehículos del progreso. Es la figura de Karl Parrish diseñando media ciudad a partir del barrio El Prado.

Por otro lado, Napoleón Salzedo Cotes inventa, en las lejanas lomas, los barrios Delicias y Olaya. Garantiza en esas alturas una rebaja sustancial de 5 grados con respecto al resto de la ciudad y una espléndida vista en días despejados de las alturas nevadas de la Sierra Nevada de Santa Marta. Otro gringo, Mr. William Ladd, construye al lado del Prado un barrio al cual bautiza con el nombre de su ciudad natal: Boston. En otras lomas, discurre la irrupción de la ciudad popular de manos de pequeños caudillos auspiciados por políticos. Que a veces se confundían en uno solo, como lo confiesa Claudio Urruchurtu, concejal en varios períodos, cuando sostiene con evidente orgullo: “Por lo menos 10 barrios de esta ciudad fueron impulsados por mí”.

Pero todas esas evidencias, todos esos procesos ampliamente conocidos, apenas si muestran otros procesos de desarrollos urbanos que no son propiamente de cemento, piedra y arena, y que también constituyen ciudad. Son los otros constructores de ciudad.

Los otros constructores de ciudad

De una forma entrañable quiso el profesor Alberto Assa a Barranquilla. Formó

Banco Dugand, testigo del esplendor de 1900, hoy esperando su restauración./Foto intervenida por Vivian Saad.

Los héroes de nuestro desarrollo

Por Adlai Stevenson Samper

Para algunos, la historia del desarrollo urbano barranquillero empezó con los inefables,

sedientos y galopantes campesinos galaperos haciéndole el mandado a Nicolás Barros y su hacienda, rodeada de inmemorial población indígena. A su

alrededor llegarían los concertados y trabajadores a construir sus viviendas, fomentando la idea de una comunidad en un mismo territorio con igualdad de intereses, mientras la hacienda se deshilachaba con la venta progresiva de sus partes y llegaban más y más vecinos a agruparse en las riberas de caños y lagunas.

Sabanilla y el ferrocarril fueron determinantes para

el definitivo despegue de Barranquilla. Una prosperidad que atrajo a foráneos que encontraron aquí su tierra prometida, asentándose en el Centro y en las cercanías de la plaza de San Nicolás. El olor del río y de los caños estaba apenas a unos pasos con su trafago comercial. Aparece entonces la aventurada figura de Francisco Javier Cisneros resolviendo la ecuación de un mejor hábitat conectado con un tranvía

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LA REVISTA DOMINICAL DEEL HERALDO

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Nacidos en este territorio y

extranjeros que han amado esta urbe

como propia dejaron huella de sus

mentes brillantes y desarrollaron

aquí sus ideas progresistas.

exterior.Otro proyecto civilizador y

humanista fue el propuesto por el filósofo Julio Enrique Blanco. Desde el embrión del Museo del Atlántico, el Instituto de Tecnología, Escuela Industrial, Biblioteca Departamental, Ateneo del Atlántico culminando en la puesta en marcha de la Universidad del Atlántico con todo lo que ello significa en materia de avance en educación superior, plenamente validados con sus visiones de cambio de ciudad fenicia comercial a ciudad alejandrina: un enclave educativo y cultural que todavía no hemos asimilado con plenitud.

De esa misma traza de hombres constructores de ciudad son los historiadores

a varias generaciones de barranquilleros en su Instituto de Lenguas Modernas. A muchos de ellos les ofreció becas para que prosiguieran sus estudios en el extranjero. Fundó la Universidad Pedagógica del Caribe, que daría paso a la facultad de educación de la Universidad del Atlántico, y el Instituto Pestalozzi. Durante largo tiempo se han sostenido –contra viento y marea– sus conciertos del mes. Sobrevive airoso el Instituto Experimental del Atlántico José Celestino Mutis, de carácter gratuito, uno de los diez colegios más importantes de Colombia por la calidad de su educación y cuyos graduados son disputados por universidades del país y del

Alberto Assa

Luis Eduardo Nieto Arteta

Julio Enrique Blanco

Orlando Fals Borda

Armando Dugand Gnecco

Carlos Valiente

Stanley Matutis

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José Agustín Blanco, el arqueólogo Carlos Angulo Valdez, el botánico Armando Dugand Gnecco, el abogado, escritor, ensayista y filósofo Luis Eduardo Nieto, el arquitecto cubano Manuel Carrera con sus esplendorosos diseños y visiones urbanas y el músico Pedro Biava; iniciador del Conservatorio de Música, de la Orquesta Filarmónica de Barranquilla, de la Ópera de Barranquilla y formador de varias orquestas y generaciones de músicos; entre ellos Antonio Peñaloza y Pacho Galán.

Las glorias de Dios

Llegó a Barranquilla desde su lejana Lituania. Este preciso año Bicentenario se cumplirían los 100 años del nacimiento de un hombre que reivindicó una vasta zona de la ciudad sumida en la más espantosa miseria y el abandono. Confesor espiritual de los periodistas, combativo desde su religiosa trinchera; su vasta labor incluyó la construcción de las torres

de San Roque y su incursión, como era su lema, “de crear un punto blanco en la Zona Negra”, ese territorio cenagoso dejado a la buena de Dios y que fue intervenido por la mano pródiga del padre salesiano Stanley Matutis. Ese sacerdote cuyo paso, años después de su fallecimiento, es recordado como huella para la posteridad: un centro social, un completo complejo de aprendizaje de oficios, teatro, colegios, comedor, puestos de salud y campos deportivos.

¿Y qué decir, a estas horas de la vida, de la egregia figura del presbítero Carlos Valiente, injustamente olvidado en medio de tantas luchas en pro de su feligresía y de Barranquilla? Pocos conocen la portentosa obra de este sencillo cura que transformó los conceptos de una provinciana ciudad en la que todo estaba por hacerse. Baste decir que fue el que reconstruyó la emblemática iglesia de San Nicolás y delineó el actual trazado

del Paseo Bolívar a partir de la construcción de la casa cural. Gracias a sus auspicios llegaron a Barranquilla varias comunidades religiosas que levantaron iglesias y colegios –como el San José, para citar uno de ellos–, contribuyendo activamente con la puesta en marcha del Hospital de Barranquilla, asilos para ancianos y huérfanos, el cementerio Calancala, escuelitas para niños de familias humildes, colegios y la activa Presidencia de la Sociedad Hermanos de la

Caridad, entre cuyas obras se encuentra el cementerio Universal. Dentro de las iglesias levantadas con su tesón se encuentra la del Rosario, Sagrado Corazón, Chiquinquirá, Asilo San Antonio, Biffi y Perpetuo Socorro. Con una visión estratégica de ciudad, la del padre Valiente, que ya envidiarían los analistas que diseñaron las rutas de Transmetro. El sistema de trasporte masivo pasa por tres iglesias ubicadas y construidas por Valiente: Boston, Barrio Abajo y Chiquinquirá, en unas zonas de la ciudad en las que entonces solo existía, cuando hizo estas edificaciones, monte sin ningún tipo de intervención urbanística.

No se le olvide. Al lado del esplendor del cemento se encuentran una serie de hombres que han ayudado a que esta ciudad sea lo que hoy es. Esta apenas es una pequeña galería y constituye un cálido homenaje a cada uno de ellos en estas efemérides de villa Bicentenaria.

El Hospital General de Barranquilla, extraordinaria edificación de 1878, manejada por la comunidad del padre Carlos Valiente.

Grandes momentos de gloria musical

con la ópera. Pedro Biava conduciendo

la Filarmónica de Barranquilla.

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LA REVISTA DOMINICAL DEEL HERALDO

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La mirada joven a nuestros íconos

Desde el 2006, el colectivo de diseño #todomono, teniendo como inspiración a Barranquilla y el Caribe, ha brindando una opción dinámica y autóctona de los símbolos de nuestra

región plasmándolos a través de diseños alegres y tropicales.

Referencias que desaparecieron de emblemáticos lugares de la ciudad motivaron este diseño.

Visión de #todomono sobre el escudo de la ciudad de

Barranquilla.Para el guerrero de siempre, Junior, bajo la inspiración de uno de los personajes de Star Wars.

Retomando las conocidas matrioskas rusas se le da paso al disfraz de Negrita Puloy.

Reflejo de la cotidianidad e historias de Barranquilla.

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LA REVISTA DOMINICAL DEEL HERALDO

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Los míticos cañones ubicados en el centro de Barranquilla, como amuleto de paz para la ciudad.

Aquí el mondongo tiene su propia lata de sopa, sin la firma de Andy Warhol.

Singular e internacional representación para el arroz de lisa, fundamental en nuestra gastronomía.

Vacas como símbolo de las migraciones en los inicios de Barranquilla: por tierra, agua y aire.

Aquí hubo y habrá por siempre un arroyo bajo el signo musical del Joe.

La icónica boca de los Rolling Stones se deleita con nuestro raspao.

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Había una vez en Barranquilla

El antiguo Edificio Palma, en el Paseo Bolívar, demolido en aras de la modernidad. Foto intervenida de Vivian Saad.

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Por Jesús Ferro Bayona

Se ha dicho y repetido muchas veces que Barranquilla carece de blasones, títulos de nobleza

y otros oropeles. Su pasado, en el cual no cuentan virreyes ni señoras cortesanas que miran detrás de las celosías el paso de sus amantes furtivos, está tejido de actividad febril, de producción incesante y de permanente agitación. Barranquilla no nació ni creció al amparo del murmullo de las quebradas como la mayoría de los municipios de Antioquia y de Caldas, ni fue adolescente en la quietud de los silencios andinos. Barranquilla nació y creció en medio del afán de las migraciones y en la febricitante actividad del comercio. Por eso es una ciudad que se define por el movimiento, lo cual daría motivo para hacer un poco de filosofía ya que fue la movida ciudad de Efeso donde el filósofo Heráclito dijo que todo fluye y que los que se bañan en el mismo río se bañan en diversas aguas.

Desde mitad del siglo pasado, Barranquilla se sacudió el proteccionismo colonial y se entregó en el librecambismo a la acción del comercio

exterior. Aprovechando su situación geográfica, empezó a mirar hacia el mar uniendo su centro urbano con Salgar y Sabanilla a través de ese ramal férreo, cuyo rastro no queda sino en el recuerdo de abuelos centenarios. Por el río miraba la ciudad al interior para recibir a veces el tabaco porque en realidad fue el café el producto que se abrió con pasos de animal grande por entre el cauce del Magdalena. Y desde aquí se despachaban las mercancías que llegaban del exterior y se exportaba el café que alguna vez debió haber bebido Proust en su madriguera de París. Con las mercancías vinieron los hombres, las mujeres y los niños, de Italia, de Inglaterra, de Alemania, de los Estados Unidos y, sobre todo quizá por el sospechoso acento, esos emigrantes del Oriente Medio que todo el mundo empezó a llamar ‘turcos’ para resolver rápidamente un problema de desorientación geográfica.

La ciudad fue formándose con los elementos del intercambio de manufacturas, con las

tiendas de tela, con las cantinas de barrio comercial, con las importaciones y probablemente el contrabando que ya llevaba siglos de ajetreo por La Guajira, en fin, con el desarrollo y la expansión de la industria urbana. De ese mercado de productos, de lenguas, de costumbres, fue haciéndose una urbe que empezó a ser modelo en Colombia porque todo aquí se conjugaba armoniosamente, el interés público y el privado, la vida política y la comercial, el extranjero y el nativo. Hay que imaginarse, viendo esas fotos desteñidas de principios de siglo, cómo la pujanza de la ciudad se reflejaba, no solo en su ya preclaro intercambio comercial, sino también en sus barrios diseñados con refrescante sentido del trópico, en sus árboles esparcidos por todas partes y respetados en cada pretil, en sus calles de tierra pero regadas con agua todas las mañanas por vecinos acuciosos, en sus servicios públicos que eran una especie de patrimonio cívico para mostrar en las tarjetas postales. Todavía en la época del Colegio San José de la calle de Las Flores nos tocó ver y gozar de esa calentana armonía que se ha convertido hoy en pura y simple metáfora para comparar lo incomparable.

¿Qué es lo que se ha perdido? A manera de ejemplo, camine el lector por algunas calles de Barranquilla, escoja uno de los pocos bulevares que quedan o alguna carrera importante y cuando vea cómo los carros se embarrancan en las innumerables zanjas que se han abierto, no se sabe para qué, ni con permiso de quién, ni con nadie que se responsabilice de volver a pavimentar, entonces comprenderá que hay muchas cosas que se han perdido en Barranquilla.

Diario del Caribe, 9 de mayo de 1982

El escritor Ramón Illán Bacca, haciendo uso de su particular olfato de rastreador de curiosidades, tras una larga búsqueda en hemerotecas públicas y privadas, presenta desde el libro ‘Había una vez en Barranquilla’, una selección de columnas publicadas por un grupo de intelectuales y periodistas en los principales medios de comunicación de Barranquilla en la década de los años ochenta del siglo XX. El propósito de la selección es ofrecer a los lectores una mirada al acontecer cultural de la Barranquilla de entonces y recuperar del olvido algunos personajes y hechos memorables, en un ejercicio que seguramente evocará sonrisas y también detonará algunos interrogantes acerca de qué tanto ha cambiado esta ciudad caribe al cumplir 200 años de haber sido erigida en villa.Presentamos un artículo de Jesús Ferro Bayona, que hace parte del capítulo ‘Pensar en la ciudad’, y, en las dos siguientes páginas, otro con la firma del periodista Armando Benedetti Jimeno, que también alude a esta urbe. Ambos escritos de los años ochenta y noventa, con toda vigencia urbana, ciudadana, para esta celebración bicentenaria.

APUNTES

Avenida Los Cocos/Rescate digital a color de EL HERALDO.Reproducción de la portada del libro de Ramón Illán Bacca.

CON RESCATE DIGITAL A COLOR

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Por Armando Benedetti Jimeno

arranquilla no debe, según suele creerse, su vertiginoso progreso de principios de siglo a la calidad de sus servicios públicos. Al revés: ellos fueron posibles gracias a un desarrollo sin precedentes desde 1870. De hecho, años antes de que terminara el negocio con unos banqueros estadounidenses para el suministro de agua, aseo y alcantarillado, la ciudad acusaba evidentes signos de deterioro.

Su ubicación a orillas de la vía de comercio más importante, el Río Magdalena, ya a escasos kilómetros del mar Caribe, la convirtieron, tres décadas antes de terminar el siglo, en el puerto más importante del país. A comienzos de siglo, el 60 por ciento del comercio exterior pasaba por Barranquilla, y

Hemos creído que sería fácil volver un día de estos a los

principios de siglo, olvidando ex profeso que esa Barranquilla

de europeos de lino blanco y María Farina ya no existe.

Desengáñate... esas no volverán

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su población, que se había multiplicado por cuatro entre 1870 y 1905, lo haría otra vez antes de 1938.

Antes de todo eso, importantes migraciones de alemanes, británicos, holandeses, norteamericanos, franceses e italianos la habían convertido en destino final de sus

aventuras. Y fue precisamente esa privilegiada situación, y especiales coyunturas del mercado externo, las que posibilitaron el desarrollo. Las migraciones se convertirían después en factor imprescindible de la historia de la ciudad. Unas veces para explicar el desarrollo, otras para formular un desordenado deterioro físico de la urbe, siempre para conformar el carácter abierto y precozmente moderno de sus gentes. Aunque esas migraciones han sido registradas en

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la crónica de los primeros años del apogeo, no lo han sido tanto para explicar los años oscuros que después sobrevinieron. Alguna historia sesgada y poco perspicaz vincula la crisis de la ciudad a la ‘debacle’ de sus servicios públicos, al igual que el progreso fue antes atribuido a su calidad y eficiencia. No se requieren demasiados atributos para entender que el desfallecimiento del Río Magdalena y el virtual cierre del canal de acceso al puerto jugaron un rol estelar en esa decadencia que todavía padecemos. Una y otra historia, la de las luces y la de las sombras, pasan indefectiblemente por el Río y el puerto. Ambos le han impuesto siempre su destino. Usted puede después inventariar las coyunturas de comercio exterior que tan sensiblemente suelen influir sobre la ciudad; relacionar las políticas de desarrollo hacia adentro que el país se dio, reduciendo el protagonismo de ciudades hacia afuera, como la nuestra, y puede hacer un prontuario de los pillos que la sitiaron y la saquearon; puede no olvidarse de que la crisis de la Zona Bananera cobró efectos aquí, y puede, desde luego, llenarse de melancolía al recordar a Hollopeter y sus patronos de Chicago, tan rigurosos en la exportación de divisas que obligaron al municipio a seguirlas

sin muchos ajetreos académicos (la universidad nos llega peligrosamente tarde), se queda perpleja frente a una ciudad que ya no reconoce en su tamaño, en sus problemas, ni en la cara de sus vecinos.

Serían todas esas barriadas oscuras las que impondrían la ‘urruchurtización’ de la política. Las gentes sin raíces en la ciudad transfirieron abruptamente el mando a quienes se parecían a ellos mismos. Que bajaran los niveles de civismo, de preparación y de ética de la clase política y de los administradores públicos no puede ciertamente sorprender a nadie. O no debería. Aunque la verdad es que sí, que nos sorprendemos, o fingimos hacerlo, cuando arrobadoramente nostálgicos hemos creído que sería fácil volver un día de estos a los principios de siglo, olvidando deliberadamente que esa ciudad de europeos de lino blanco y María Farina ya no existe. Ni existirá ya jamás. Y que habrá que construir otra, más prosaica, más difícil y nuestra. Inspirada de todas maneras en una historia que, pese a todo, orienta lo que nos ocurrirá. Porque ya la ciudad se tragó esas migraciones, unas y otras, les impuso su particular estilo, las domesticó a su amaño. Lo suficiente para que esa nueva historia comience.

31 de octubre de 1992

consignando, ociosamente, en unas cuentas extranjeras congeladas por la moratoria impuesta por el Gobierno nacional en los años 30 a la deuda externa; recordar que el Canal de Panamá posibilitó a Buenaventura; puede, en fin, hacer un listado a su antojo para explicar esta ciudad, que ya no es como aquella. Pero todas esas listas serán solo un suplemento al vínculo de sangre de la ciudad con la suerte de su puerto y de su río.

Hay, sin embargo, un factor adicional poco utilizado en unos diagnósticos que, además, son escasos, y que aquí ya referenciamos brevemente. Me refiero a las migraciones no ya de europeos que pusieron su impronta a los primeros alientos, sino a las

que sobrevinieron después, ordinarias, tumultuosas e iletradas, desbaratando la molicie, rompiendo la tranquilidad de la villa, desordenando su idílico entorno físico trazado a cordel.

De todas partes de la Costa, de por sí una región con bajísimos indicadores sociales, del interior huyendo de la violencia sistemática, llegaron aquí un día verdaderas hordas humanas que complicaron aún más la crisis de unos servicios cuyo planeamiento y desarrollo habían sido diseñados solo hasta la terminación de las concesiones a los extranjeros. Llegaron cuando el río ni era el río, ni el puerto el puerto. Llegaron cuando una clase dirigente pulquérrima, pero no muy perspicaz, y generalmente

Los inmigrantes trajeron a Barranquilla los diferentes estilos arquitectónicos de sus lugares de origen, por eso la ciudad es considerada referente, semilla, como la más variada en sus estilos arquitectónicos. /Fotos intervenidas de Vivian Saad

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LA REVISTA DOMINICAL DEEL HERALDO

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Por John Better

1

Uno olvida muchas veces hacia dónde va, pero nunca de dónde viene.

Justo hoy llovió mucho aquí en Barranquilla, salí al patio y vi ese cielo gris marmóreo. Entonces ocurrió por una fracción de segundo. La imagen fue rápida pero clara: mi padre Ólafur, hoy marino desaparecido, puso en mis manos una pequeña roca volcánica. La tiré hacia arriba y creo que fue cuando vi por primera vez el cielo de Islandia: plomizo, severo y terrible.

Mi padre, tan alto como un vikingo, me tomó en sus brazos y, señalándome en el suelo la piedra que yo había tirado hacía unos momentos, me dijo: «He allí tu corazón, un día volverás aquí por él».

Me sobrecoge el recuerdo. En el viejo álbum familiar aparezco en una fotografía con un abrigo peludo. La señora Ásdís Þorkelsdóttir, esposa del señor Ýmir Ásdísarson, el tendero que nos vendía el delicioso aceite de foca, me tiene en sus brazos. Papá y mamá están abrazados. El lugar de la foto es el puerto de Sundahöfn, en Reikiavik. Al fondo se ve el barco donde papá zarparía. Nunca olvidaré el nombre de aquella embarcación: Ósigrandi Sjó,

que traduce «mar invencible».

2

En la sala de nuestra casa en Barranquilla reposan todavía algunos recuerdos de Islandia. El más querido es una copia en miniatura del Ósigrandi Sjó, pero está totalmente prohibido tocarla. También hay otros objetos que recuerdan a mi padre: cerámicas de lava, una gastada piel de foca, sus zapatos de trabajo en el buque pesquero, sus discos folclóricos, pero quizá el que más me gusta es la botella de Brennivín, un licor elaborado con la pulpa de la papas fermentadas, y aromatizado con comino y otras especias. Se le conoce también con el nombre de ‘La muerte negra’ o ‘Vino ardiente’.

La vez que decidí abrirla tenía 12 años. Aproveché la ausencia de mi madre y destapé la botella. Me tomé medio contenido de una empinada. A los pocos minutos sentí como si una pitón se enroscara en mi cerebro. Perdí el conocimiento. Al despertar, estaba en la cama. Supongo que mi madre debió llevarme hasta allí. Estaba oscuro. Solo brillaba en el techo una pequeña galaxia de figuras fluorescentes.

“Brennivín” traduce “espíritu”.3

Desde hace tiempo tengo una pesadilla recurrente: hay una ballena encallada en la orilla de la playa. Su boca está abierta Is

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y su interior iluminado, como si encendieran antorchas dentro del animal. De repente veo salir a mi padre con una mecha prendida y me invita a que entre.

Juntos nos introducimos al interior de la ballena, donde otros hombres rudos yacen bebiendo y jugando cartas. Mi padre me habla en lengua nativa. Dice que hay algo terrible que debe decirme. Justo en ese instante se siente un gran estremecimiento. El enorme animal se sacude, entonces papá da la orden de zarpar, como si se tratara de un barco. Yo trato de salir de la ballena, pero ella ya ha cerrado su gigantesca boca.

Me despierto siempre gritando, con la cara llena de heladas gotas de sudor. Las figuras fluorescentes del techo se han ido cayendo. Solo queda una media luna que brilla con menos fuerza después de tantos años.

4

Físicamente me parezco a papá. Mido casi dos metros, tengo el cabello rubio, la cara pecosa y los ojos ligeramente estrechos como él. “Eres igualito a Olaf”, solía decirme mi madre después de peinarme con el mismo flequillo que él usaba.

Aún me peino de la misma forma. Soy escritor, o eso intento. Hoy ha sido un día de lluvia, así que me pareció perfecto llegar hasta la playa más cercana: Pradomar. No es la mejor del mundo pero es el mar, y el mar es uno solo. La lluvia ha limpiado el agua. Puede verse un verde esmeralda a lo lejos, casi del color de la botella de vino ardiente que me bebí una vez cuando chico. No les he dicho mi nombre. Me llamo Ósigrandi Sjó. Soy hijo de aquel marino islandés que una vez cayó al mar y terminó en la boca de una ballena. Desde entonces yo tampoco he salido de ella.

Vista de Islandia/Eirijur Kristjansson/Shutterstock.

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LA REVISTA DOMINICAL DEEL HERALDO

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Aguador, comerciante de

agua./André, L' Amerique Équinoxiale

Calle del Comercio a principios del Siglo XX. /Fondo digital Henueca.

No oyó la ciudad las

pisadas raudas...

Por Álvaro Cepeda Samudio

BARRANQUILLA Y LA HISTORIA

Barranquilla es una ciudad sin leyendas ni blasones, y parece que hasta ahora no le han

hecho mucha falta. Temas de menos para los malos poetas, y campo estéril para los historiadores. No fue teatro de caballerescas aventuras ni su viento cálido fatigó la infancia de ningún prócer. (Aquí lo absurdo del verso de su himno: “Barranquilla prócera e inmortal …”)Tampoco las noches cobijaron en su oscuridad ninguna conspiración o intriga funambulesca que hiciera cambiar el curso elástico de la historia. Ni tuvo la fortuna de que sus arenales fueran hollados por la fortuna por las gastadas botas de un barbudo conquistador español. La Colonia de los virreyes aparatosos, de los Oidores intrigantes y del nacimiento de los tinterillos, de los pasquines y los Comuneros en la inquieta y dudosa Manuel Beltrán, de Humboldt y del casto Caldas, no tuvo lugar para Barranquilla. No oyó la ciudad las pisadas raudas de fijodalgo que en aventuras de amores recorría las callejas. Tampoco se estremecieron de miedo las gentes de buenas costumbres, cuando en la noche cerrada sonaba el choque de los aceros de los nobles que se

curas. Así que hay que buscarle leyenda a Barranquilla. Y debió ser mitológica: Yo veo marchar trabajosamente una torada sedienta que busca en vano una hoja verde entre los yerbazales resecos. Los hombres que la siguen no cuentan. Los agonizantes ternerillos repatingados en el yermo, mientras los más fuertes cabecean las menguadas ubres con insistencia desesperante. Veo la angustia y desasosiego de la manada que busca un lugar donde saciar su sed.

Los ojos, siempre tristes, de las vacas, están fijos en las órbitas llenas de polvo. Unas más de marcha, quizá días. Y mientras la vacada se recobra por la vista de agua y chapalea el barro que enmarca el río y moja sus belfos sedientos en la corriente rubia, un toro soberbio, de luciente pelo negro y afiladas astas, lanzan un bramido retumbante y, hundiendo su pezuña hendida en el barro fresco, toma solemne posesión de las barrancas en nombre de su grey. Es de tal suerte, resigna, y mansa la condición de los barranquilleros a semejanza de sus fundadores los vacunos.

La historia es lo más fácil de hacer: sin prejuicios y con un poco de imaginación hasta los himnos se justifican.

*Publicado en Diario del Caribe, 7 de abril de 1979.

peleaban por la bella dama, que recataba tras de las celosías mientras el marido roncaba. Por no tener conventos de altos paredones y de estrechas celdas donde se aburrían pensando en un hombre, las monjitas vivarachas, a quienes el clima de la costa les hacía encender las orejas y les ponía tensos y brillantes los labios inútiles por donde se resbalaban las plegarias sin dejar huella en su pulpa amoratada.

Por no tener convento no hubo un elegante caballero que huyera con una morena Marichuela. O tal vez todo esto lo tuvo Barranquilla, pero por no ser empedradas sus calles no se oyeron los ruidos.

La Independencia, pródiga en héroes y heroínas, fue

apenas un rumor lejano para los barranquilleros. Sin embargo, Bolívar deja a su paso el pretexto de una placa: “Aquí durmió el Libertador”, que fue víctima inocente de las inquietudes progresistas de nuestros gobernadores. Pero nada más.

Y entonces ¿cómo explicar su fundación? Porque no tenemos ni una leyenda de sonora fundación que nos distinga de las existencias casuales. Se dice que fueron los soledeños y galaperos quienes fundaron la ciudad. Pero esto es muy prosaico. De esta suerte se fundan las ciudades sajonas, no las hispánicas. España no funda una ciudad sin el aparato del fundador endomingado con estandarte y latinajos y

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LA REVISTA DOMINICAL DEEL HERALDO

7.04.201322

Ingrata por

tradición

Ciudades

prestigiosas, que

tienen ríos, conviven

y viven orgullosos

con ellos, como

Londres, Nueva

York, Guayaquil

y Medellín. Aquí

el proceso apenas

empieza a renacer.

Por Ignacio Consuegra Bolívar*

Hay ciudades de ciudades. Algunas son orgullosas y altivas. Otras prefieren

esconder su rostro bajo el manto de la clandestinidad. Y las hay hospitalarias y generosas como la nuestra, pero ingratas en su proceder.Y, aunque nos duele decirlo, Barranquilla, al igual que Puerto Colombia y Soledad, es una de ellas. De esas que desconocen su origen y generan displicencia con quien se tomó el trabajo de ofrecerle una cuna para nacer. Por eso, una fecha tan significativa como el 7 de abril, cuando la ciudad cumple 200 años de haber sido erigida en Villa, es bueno recavar en el baúl de los recuerdos para expresar lo que decían nuestros

abuelos: “Nada puede ser más importante para la ciudad que la presencia del Río. Ese majestuoso caudal de agua (ya no tan potable) que la naturaleza nos concedió con tanta generosidad”.Y, es que después de ver pasar dos siglos llenos de episodios y acontecimientos como la navegación fluvial, el ferrocarril, el majestuoso muelle, la aviación, el cine y la radiodifusión, entre otros, nos duele ver el Río, afligido y pestilente, convertido en una especie de alcantarilla a cielo abierto, que ya no moviliza vapores ni barcazas, sino basuras y excrementos rumbo hacia una poza séptica que preferimos llamar mar.Entonces, que sea esta una

oportunidad para expresar la satisfacción que nos embargó hace unos días recorrer el primer tramo de la Avenida del Río. La misma que, desde hace mucho tiempo (quizás desde niño), he oído hablar en épocas pre- electorales sobre su culminación.Por fortuna, hoy podemos afirmar que allí está pintado el carácter de la mujer y la entereza y comprensión de Edubar. O, ¿les parece poco la cantidad de varones que se

PUENTE SOBRE EL RÍO MAGDALENA EN BARRANQUILLA/OFIPRENSA ALCALDÍA

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LA REVISTA DOMINICAL DEEL HERALDO

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han sentado en los despachos gubernamentales, distritales o departamentales para desde sus balcones ver el Río pasar?Alguna vez le comenté a la actual Alcaldesa que la labor del respeto por la naturaleza es más proclive en las manos de una mujer. Su condición femenina la sensibiliza a ese tan menospreciado proceder.Y claro, como es costumbre en estas épocas, habrá

jolgorio y festejo porque esa, sociológicamente, es nuestra condición.Pero también es bueno reconocer que muchas personalidades que aún conviven entre nosotros, de la talla de Alfredo De la Espriella, Juan B. Fernández Renowitzky y Chelo De Castro Carroll, entre otros tantos, han sido baluartes importantes en la construcción de esta amnésica ciudad.Entonces, que en estos días Barranquilla se vista de gala, ahora cuando alcanza sus dos centurias de vida. Y, ¿qué mejor homenaje para la ciudad, su gente, que reconocer los valores

de un no tan lejano ayer, donde emprendedores inmigrantes de todo el mundo anidaron sus esperanzas sin ninguna condición?Quizás por eso, la acertada invitación a personajes de la farándula que se destacan hoy en el exterior es un mensaje sublime, que quizá nos convida a emular aquellas obras de gran envergadura (como el majestuoso muelle de Puerto Colombia, el Hotel del Prado o los inicios de la aviación). Y hasta se podría afirmar que equivale esto a decir que ya es hora de volver a concebir la ciudad y sus obras del tamaño de los brasieres de la talentosa Sofía Vergara, la despampanante mujer que a muchos barranquilleros nos ha robado el corazón.

*Arquitecto, candidato a Doctor en Conservación del patrimonio, por la Universidad de Granada, España.

Después de ver pasar dos siglos llenos de acontecimientos como la navegación fluvial, el ferrocarril, el majestuoso muelle, la aviación, el cine y la radiodifusión, duele ver el Río así, afligido y pestilente”.

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