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REVISTA EUROPEA. NÚM. 9-1 %\ DE NOVIEMBRE DE 4 875. AÑO 11. BOSQUEJOS MÉDICO-SOCIALES PARALA MUJER. EL ÁRBOL SIN FRUTO. tíParii üt y le harán feliz tus hijot.» (Viejo testamento.) I. Una mañana de Octubre del año 4874 me entrete- nía en visitar el manicomio Rilhafolles de la pinto- resca y culta Lisboa. El celoso director del establecimiento, D. Marce- lino Craveiro, á quien había sido recomendado por distinguidos médicos de la misma capital, después de enseñarme minuciosamente todas las dependen- cias de aquel venerable asilo, me iba explicando, con esa proverbial galantería y exquisita compla- cencia que tan apetecible hace el trato de nues- tros vecinos, los trastornos intelectuales que pade- cían algunos alienados, y las causas supuestas que influyeron en su desenvolvimiento. Cuando el vulgo visita una casa de locos gusta consumir su atención en las extravagancias que surgen de los perturbados cerebros que allí se en- cierran: sólo el filósofo, el pensador ilustrado y el médico, miran estas manifestaciones como medios de orientación para inquirir sus causas, que jamás faltan, y á las cuales consagran preferentemente su estudio. Habíamos examinado las dependencias doloshom- bres y recorríamos las destinadas para pensionistas de primera clase. Todas éstas eran notables; pero la que más absor- bió mi atención fue una que permanecía taciturna, indiferente por completo á la bulliciosa animación de sus compañeras. Era joven, vestía con natural sencillez, pero sin desorden, y en su triste semblante, seco y pálido por graves afecciones morales, se conservaban los perfiles de unabelleza nada común. Por su aspecto era fácil comprender que la infe- liz padecía una enagenacion tranquila. «Esa enferma que observáis,—me dijo el digno jefe facultativo,—pertenece á la más distinguida so- ciedad de Lisboa. «Se enlazó hará cinco años con un hombre á quien amaba con delirio, pero tuvo la desgracia de no concebir y creyó que su esposo debía aborrecerla, TOMO vi. llegando á tal extremo su reservada aflicción que trastornó su inteligencia. «Padece una monomanía extraña. Cree hijos suyos cuantos niños ve. Se ha hecho necesario traerla aquí, porque á todos los besaba y quería llevar con- sigo, sufriendo horriblemente cuando se los sepa- raba de ella.» Meses después de mi regreso á España, los diarios de Madrid registraban entre sus sueltos la noticia de que cierta señora se había suicidado sin causa conocida. Este era uno de tantos dramas que la sociedad ofrece todos los dias, y nadie trató de conceder al hecho otras palabras que las que se ocurren natu- ralmente. Yo recuerdo, sin embargo, haber oido á un com- pañero referir que el pesar que más afligía á esa des- dichada era su larga esterilidad. Hace también pocos años asistía á la consulta del doctor don C. de M..., conocido especialista de esta capital, la muy digna y respetable señora de un sa- bio publicista. No era ciertamente un remedio para sus padeci- mientos físicos lo que, con indescriptible empeño, solicitaba esta infeliz: su salud era completa, pero... anhelaba ser madre. Tan grave era su aflicción, tan intensa su amar- gura, quesospechando rehusaba el doctor ejecutar una operación que la había prometido, se presentó una tarde, en la que su desesperación había tomada profJferciones imponentes, y le dijo, mostrándole un cañón de pluma dentro del cual se encerraba un veneno: «Estoy resuelta, doctor, á envenenarme si os re- resistís á hacerme la operación.« La terrible firmeza con que había manifestado su propósito, y el carácter apasionado, esencialmente meridional de la señora, no dejaban lugar á dudas. La operación se hizo, la señora concibió, y hoy vive dichosa en esta corte, con dos hijos de sus, en- trañas, que hacen las delicias de los amantes es- posos. A semejanza de estos hechos podríamos referir algunos más, pero sobran con los expuestos, limi- tándonos á consignar que por su abundancia mere- cen fijar la atención, no sólo del médico, sino tam- bién del moralista. Ambos, con seguridad, podrán pesar su influen- cia; en el origen de ciertos trastornos mentales

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 9-1 %\ DE NOVIEMBRE DE 4 8 7 5 . AÑO 11.

BOSQUEJOS MÉDICO-SOCIALES PARALA MUJER.

EL ÁRBOL SIN FRUTO.

tíParii üt y le harán feliz tus hijot.»(Viejo testamento.)

I.

Una mañana de Octubre del año 4874 me entrete-nía en visitar el manicomio Rilhafolles de la pinto-resca y culta Lisboa.

El celoso director del establecimiento, D. Marce-lino Craveiro, á quien había sido recomendado pordistinguidos médicos de la misma capital, despuésde enseñarme minuciosamente todas las dependen-cias de aquel venerable asilo, me iba explicando,con esa proverbial galantería y exquisita compla-cencia que tan apetecible hace el trato de nues-tros vecinos, los trastornos intelectuales que pade-cían algunos alienados, y las causas supuestas queinfluyeron en su desenvolvimiento.

Cuando el vulgo visita una casa de locos gustaconsumir su atención en las extravagancias quesurgen de los perturbados cerebros que allí se en-cierran: sólo el filósofo, el pensador ilustrado y elmédico, miran estas manifestaciones como mediosde orientación para inquirir sus causas, que jamásfaltan, y á las cuales consagran preferentemente suestudio.

Habíamos examinado las dependencias doloshom-bres y recorríamos las destinadas para pensionistasde primera clase.

Todas éstas eran notables; pero la que más absor-bió mi atención fue una que permanecía taciturna,indiferente por completo á la bulliciosa animaciónde sus compañeras.

Era joven, vestía con natural sencillez, pero sindesorden, y en su triste semblante, seco y pálidopor graves afecciones morales, se conservaban losperfiles de una belleza nada común.

Por su aspecto era fácil comprender que la infe-liz padecía una enagenacion tranquila.

«Esa enferma que observáis,—me dijo el dignojefe facultativo,—pertenece á la más distinguida so-ciedad de Lisboa.

«Se enlazó hará cinco años con un hombre á quienamaba con delirio, pero tuvo la desgracia de noconcebir y creyó que su esposo debía aborrecerla,

TOMO vi.

llegando á tal extremo su reservada aflicción quetrastornó su inteligencia.

«Padece una monomanía extraña. Cree hijos suyoscuantos niños ve. Se ha hecho necesario traerlaaquí, porque á todos los besaba y quería llevar con-sigo, sufriendo horriblemente cuando se los sepa-raba de ella.»

Meses después de mi regreso á España, los diariosde Madrid registraban entre sus sueltos la noticiade que cierta señora se había suicidado sin causaconocida.

Este era uno de tantos dramas que la sociedadofrece todos los dias, y nadie trató de conceder alhecho otras palabras que las que se ocurren natu-ralmente.

Yo recuerdo, sin embargo, haber oido á un com-pañero referir que el pesar que más afligía á esa des-dichada era su larga esterilidad.

Hace también pocos años asistía á la consulta deldoctor don C. de M..., conocido especialista de estacapital, la muy digna y respetable señora de un sa-bio publicista.

No era ciertamente un remedio para sus padeci-mientos físicos lo que, con indescriptible empeño,solicitaba esta infeliz: su salud era completa, pero...anhelaba ser madre.

Tan grave era su aflicción, tan intensa su amar-gura, que sospechando rehusaba el doctor ejecutaruna operación que la había prometido, se presentóuna tarde, en la que su desesperación había tomadaprofJferciones imponentes, y le dijo, mostrándole uncañón de pluma dentro del cual se encerraba unveneno:

«Estoy resuelta, doctor, á envenenarme si os re-resistís á hacerme la operación.«

La terrible firmeza con que había manifestado supropósito, y el carácter apasionado, esencialmentemeridional de la señora, no dejaban lugar á dudas.

La operación se hizo, la señora concibió, y hoyvive dichosa en esta corte, con dos hijos de sus, en-trañas, que hacen las delicias de los amantes es-posos.

A semejanza de estos hechos podríamos referiralgunos más, pero sobran con los expuestos, limi-tándonos á consignar que por su abundancia mere-cen fijar la atención, no sólo del médico, sino tam-bién del moralista.

Ambos, con seguridad, podrán pesar su influen-cia; en el origen de ciertos trastornos mentales

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REVISTA EUROriíA. 2 1 BE NOVIEMBRE BE 1 8 7 5 . N.° 91

el uno, de sombríos dramas domésticos el otro.Los que sólo hayan estudiado superficialmente

osa bella mitad del género humano, tal vez ponganen ida de juicio la veracidad de nuestra aserción,sino es que arranca de sus labios una sonrisa deincredulidad.

Para convencerlos, sólo les suplicamos que me-diten un poco sobre el carácter fisiológico y moralde la mujer, croado completamente en armonía conel destino que la naturaleza la ha señalado.

l'or más que no mueva nuestra pluma el propósi-to de convertirnos en uno de tantos apologistas delsexo débil, creemos útil hacer constar las grandesdiferencias que existen entre la constitución gene-ral de la mujer y la del hombre.

Tan radicales y manifiestas son, que nadie puededesconocerlas.

Vaciada aquella en un troquel parecido, pero ja-más idéntico al del hombre, no sólo fue dotadacon preciados dones de hermosura y gentileza, di-bujado su cuerpo con redondeados y esbeltos con-tornos, agraciada su fisonomía por suaves y correc-tos detalles, sino que para su constitución plúgoleá Dios emplear un material (valga la expresión) tansensible y delicado, que eleva su irritabilidad á ungrado sorprendente.

Lejos de ser menos perfecta que su compañero,COIIM) quiere suponerse por algunos, es de más re-finada conclusión. Pero así como la aérea y sutilblonda, que mueve nebulosa el aire, no tolera losusos del tupido lienzo, así ella, delicada, tierna y deimaginación viva y soñadora, responde á otros de-beres distintos que los del hombre.

Cuando se observan algunas de esas espiritualesjóvenes, verdaderas sensitivas, condenadas á vivirsufriendo eternamente, cuyos primeros años se handeslizado en colegios mal dirigidos, privadas delaire puro y del ejerejeio necesario, y que se desar-rollan delicadas y susceptibles, revelando con sublonda cabellera, sus ojerosos párpados, su miradalánguida, su pálida tez, sus flácidas y enjutas carnes,un sensualismo evidente, ó un predominio avasa-llador de sus funciones nerviosas; cuando se las ve,repelimos, prorumpir á la más leve impresión ensarcástocas carcajadas y sollozos, caer desvanecidascon un ataque de histerismo, y sacudir violento,convulsivo y horrible ese delicado cuerpo, donde,bajo luna y nacarada piel, se oculta un hervidero deeonmcovidos nervios, créese que todo es efecto ex-clusivco de las condiciones en que se ha desenvueltoaquel (Organismo.

Sin embargo, no siempre sucede así.Hay veces, efectivamente, que esto mismo se ob-

serva en frescas matronas, de pelo negro, miradade fungo y piel curtida por rudos trabajos, y en-tóneos es preciso admitir que algo más poderoso

que la esfera social imprime su sello característicoá la mujer: ese algo es la textura natural de sucuerpo.

II.

Otro tanto sucede en el orden moral.Los que han procurado estudiar detenidamente

sus instintos, sentimientos y pasiones, no han podi-do ni podrán nunca formular leyes generales.

La mujer es un verdadero Proteo donde se bara-jan los más encontrados afectos; pero dejándolosguiar siempre (son raras las excepciones) por unamarcada tendencia hacia los sentimientos puros ysublimes del corazón.

Sólo por circunstancias de la vida pueden con-vertirse en terribles impulsores para el crimen.

Podríamos decir que así como el activo medica-mento puede convertirse, según su aplicación, enagente vivificante ó en letal veneno, así ella puedellevar sus pasiones á la más cruel venganza ó almás admirable heroísmo.

Mejor todavía podríamos recordar la graciosa ydelicada imagen que se ocurrió al emir Abd-el-Kader, cuando miraba en la imprenta imperial deParis las maravillas de este arte.

«Ya, ya entiendo, dijo, cogiendo uno de aque-llos caracteres tipográficos en su mano; esto serácomo la gota de agua desprendida del cielo, que sicae dentro de la nacarada concha produce la perla,mas sólo el veneno, si cae en la boca de la ví-bora.»

Que la mujer ha nacido para el cariño no admiteduda, pues son fáciles de observar los hechos quepatentizan este juicio.

Observémoslos todos los dias en nuestra propiacasa y en todas partes.

El niño es, por lo común, turbulento, díscolo,irascible y avasallador; todo lo destroza, y vivesatisfecho ejerciendo cierta tiranía entre los de suedad.

La niña, por el contrario, tímida, flexible comodébil junco á la presión de sus hermanitos, concen-tra su inocente y angelical cariño en una muñeca,que viste, mima y besa con encantadora ternura.

Para aquél no hay juguetes que basten. El sable,el caballo, la pelota, el peón, el teatro, la esco-peta... todo lo quiere; siempre arde en deseos denuevas emociones.

Para ésta todo su afán se sintetiza en un deseo:que el muñeco sea muy grande, porque también esmuy grande su cariño.

El uno pide para destrozar: á cada momento haynecesidad de reponer sus elementos de juego.¡Triste suerte la de la muñeca si cae entre susmanos!

La otra goza conservando, y no son raras las que

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N.° A. PÜUDO.—EL ÁRBOL SIN FRUTO. 83con una sola muñeca pasan los años de su infancia.

Semejante tendencia, manifestación sincera de losprimitivos impulsos del corazón, predicen el destinode ambos seres en este mundo; nacidos, el uno paraagitarse ambicioso, emprendedor y dominante en eltorbellino de la sociedad; el otro para vivir tran-quilo y dichoso, siendo el espíritu tutelar de la fa-milia, la noble sacerdotisa á cuya custodia quedaconfiado el santuario doméstico.

La naturaleza ha trazado con mano firme estosdiversos caracteres para el complemento y armoníade la familia.

Con tan sabia disposición, la altivez del uno en-cuentra su acomodo en la docilidad del otro, y lafamilia existe.

Si ambos fuesen de idénticas cualidades, se repe-lerían.

En la ley moral de la humanidad rigen las mis-mas disposiciones que en la física. Para que doscuerpos se atraigan, es necesario que estén influen-ciados por electricidades diversas.

Para que dos ruedas engranen y determinen unmovimiento, hay precisión de que los dientes de launa se encajen en las escotaduras de la otra.

Bueno es que se persuadan de esta verdad losque, creyendo abogar por los derechos de la mu-jer, pretenden desviarla de su vida sencilla para queinvada destinos propios del hombre.

Dejad que pasen algunos lustros, y ya la niña hallegado á la primavera de su vida, sobrecogido suespíritu por extrañas sensaciones que modifican sucarácter, tornándole de bullicioso y atrevido enreservado y pudoroso, y abriendo su corazón quebrinda al hombre felicidades, como necesario pre-liminar para el fruto bendito de la sucesión y per-petuidad de la especie.

¡Infeliz! ¡Con qué frecuencia esto labra su agonía!¡Cuántas, después de haber amado mucho y su-

frido más, van de dolor en dolor, do desengaño endesengaño, hasta que, seco su corazón, concluyenpor contraer esa implacable enfermedad que seceba en la juventud, y cuya larga agonía se mecesiempre sobre risueñas ilusiones que arrebata elotoño, haciendo de hojas caidas y copos de nieveel sudario natural que envuelve el cuerpo do tantadesdichada!

III.

¿Queréis ver á la mujer en todo el esplendor desu destino?

Ahí la tenéis; miradla.Joven, hermosa y feliz, aprisiona entre sus brazos

una tierna criatura. Es el fruto de sus benditosamores que acaricia con maternal orgullo.

¡Con qué sencillo placer le acosa con preguntasy monadas, esperando un movimiento de sus braci-

tos, una levo sonrisa ó una agitación alegre delinocente ser para volverse loca de felicidad!

Aquella cabecita tierna y apenas revestida porfino y dorado cabello; aquella tersa frente, limpia ypura como el armiño; aquellos ojitos dulces y ani-mados; aquellas mejillas frescas, redondas y sonro-sadas... todo, en fin, la trasporta á dulce éxtasis,todo lo bendice con apretados y ruidosos ósculos.

Esta es su natural condición, y lo mismo se ob-serva en la opulenta dama que en la pobre inquilinade sombrío tugurio.

Más todavía. Recórranse esos piadosos asilos,donde al abrigo de la caridad acuden la miseria yel vicio; aquélla buscando amparo á las necesidadesde un estado interesante, éste un recóndito escena-rio donde se desenvuelva y brote oculto á la socie-dad el fruto de criminales amores ó locos extravíos;también aquí el sentimiento puro, innato del cariñomaternal, se manifiesta elocuente.

El autor de estas líneas más de una vez se ha con-movido viendo á esos infortunados seres, que vivenmaldiciendo su aciaga suerte, levantar su enervadocuerpo y arrojar dulces y cariñosas miradas sobreel execrable testimonio de un ominoso pasado, milveces maldecido.

Necesario es convencerse; la mujer ha nacidopara la sucesión, como el árbol para producir elfruto.

En el hogar doméstico y entre dos corazonesamantes existe siempre un vacío, que sólo puedellenarlo esa tierna criatura cuya inocente presenciadomeña las tempestades del alma, conjura las dis-cordias conyugales, liga con vínculos indisolublesel matrimonio, y so convierte en el baluarte inex-pugnable donde so protege la debilidad de la mujery se estrella la ira de todo hombre humanitario.

P ^ ella se trasforma aquella en una heroína quese arma para la lucha despreciando la vida; y porella arrostra todo género de humillaciones y sacri-ficios.

IV.

Y si de tales consideraciones trasportáis la ima-ginación á una de esas moradas que alojan la desdi-cha, donde sobre enlutada camdla, y al rojo fulgorde cuatro velas, se observa el cadáver de un ange-lito, como dicen las gentes sencillas, ¡qué compa-sión no despierta el profundo dolor de la madre!

¿fjuión en presencia de esos negros cuadros, quellenan de melancolía indefinible el alma, y cuandoel fatigoso olor de la cera, el silencio y triste reco-gimiento de los circunstantes, el espectáculo de micuerpecito, poco antes animado, entonces inerte yfrió, pronto á devolverá la rotación de la materialo único que le queda de humano, llevan el pensa-miento á la meditación de la ley inmutable que rige

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todo lo viviente; quién, embargado por todo esto,no busca con avidez la madre, temeroso de unanueva catástrofe?

Yo recuerdo una impresión dolorosa que jamásse borrará de mi memoria.

Pasaba un dia por la calle del Clavel, precisa-mente en el momento en que un carro de esos quellaman de gloria recibía el pequeño ataúd de unacriatura.

Hubiese dado escasa importancia á este nada jo-vial encuentro, si la casualidad no llevase mis mira-das á uno de los balcones de un cuarto principal dela casa número...

Allí, vestida de luto, con trenzas largas, y negrascomo'el ébano, tendidas sobre la espalda, y losbrazos caidos á lo largo del cuerpo, había una se-ñora joven y bella, pero en cuyo rostro se traspa-rentaba un sentimiento de profunda amargura.

El carro partió seguido de algunos coches, yaquella víctima del dolor permanecía muda, insen-sible, sin derramar una lágrima, sifi exhalar unsuspiro.

üobló el vehículo la esquina, y todavía la madre(que sin duda lo era) seguía en la misma actitud,con la misma expresión, viendo con los ojos delcorazón aquel sombrío cortejo que alejaba parasiempre el sol de su vida, el alma de su alma.

Yo me alejé preocupado.Nunca había visto un dolor tan mudo; no com-

prendía tan extraña resignación en una madre.Cierto presentimiento me hizo temer por aquella

infeliz, en la que hubiese deseado ver una explosiónmanifiesta de su pesar.

Cuatro dias después otro carro enlutado traspor-taba al cementario el cadáver de la madre.

Así como una sudosa caldera, cuyas apretadasválvulas se oponen á la salida del denso vapor querabia y forcejea en su interior, concluye por dar unestallido y volar en mil pedazos, así aquella infeliz,no pudiendo soportar tanto dolor, ni dar á éste eldesahogo necesario, murió, según se nos dijo, re-pentinamente.

Perdónesenos un último recuerdo.En este mismo año mi mano ha firmado uno de

esos certificados c,ue legalizan la inhumación de uncadáver.

K;ra el de una madre que hacía nueve años habíaperdido su hija, y desde entonces una enfermedad,primero desconocí la y siempre refractaria á la cien-cia, fue minando su vida.

¿De qué murió la desdichada? De todo.La faltaba aire, luz, consuelo á su amargura, ale-

gría á su tristeza, vida á su corazón... la faltaba, enuna palabra, su hija.

Pues si la madre y el hijo son dos entidades tanestrechamente unidas, verdadero complemento la

una de la otra, nada más lógico, nada más natural, ájuicio de el médico, que la esterilidad prolongada,influyendo moralmente y con persistente acciónsobre el carácter impresionable de la mujer, ocasio-ne aquí la infelicidad, allí el divorcio, en ésta lalocura, en aquella otra el suicidio.

V.

Pero variemos de rumbo, que no ha sido sólo can-tar las glorias de una madre el objeto que nos he-mos propuesto en este artículo.

Pluma mejor cortada que la nuestra, y espaciomayor que el que pensamos ocupar, son necesariospara celebrar como se merece este divino senti-miento, por el cual la humanidad existe.

Y si algo más de lo conveniente al carácter denuestro trabajo nos hemos extendido, no ha sidociertamente por el vano capricho de presentar cua-dros dolorosos, ni la presunción de tratar en ele-vado estilo un asunto tan sublime.

Lo primero á nada conduciría; de la segunda esta-mos libres, porque vivimos penetrados de nuestrasfacultades, demasiado insuficientes por desdicha.

Hemos querido probar que la esterilidad acarreagraves perjuicios, apoyándonos en algunos hechosque hemos visto y meditado.

Podríamos decir que hemos hecho un estudioetiológico de algunas enfermedades que caen den-tro de los límites de la medicina, porque ésta lomismo comprende las enfermedades del cuerpo quelas del espíritu.

Las unas las combate con medicamentos en unhospital, las otras las corrige con frecuencia mo-ralmente en un manicomio.

Pero como siempre que el médico se dirige á lasociedad debe ofrecerla algún consejo práctico,vamos á llenar este requisito, que es el que hastaahora nos falta.

VI.

Nos hemos convencido de que esos atribuladossores que viven deplorando su esterilidad están deordinario en un error lamentable.

Creen que la esterilidad es incorregible siempre.Consecuencia de esto, es fácil observar que se li-

mitan á consumir en silencio su pena sin consultará facultativos especialistas.

Sufren sus efectos, se lamentan de ellos, y, sinembargo, no procuran corregir la causa.

Yo quisiera poder llevar á sus almas un consuelodiciéndoles lo siguiente:

Hoy que las especialidades han dividido el vastocampo de la medicina, permitiendo que los profeso-res consagren sus esfuerzos al más perfecto cono-cimiento de las enfermedades, la esterilidad, hacepoco desconocida, cuando no atribuida á ontologías

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N.° 91 L . M. IJTOR. LOS ABONOS ARTIFICIALES. 85

imaginarias, está perfectamente estudiada, y, justoes decirlo en honor á los progresos de la medicina,dominada muchas veces.

La más pequeña disposición viciosa, las cualida-des alteradas de ciertos humores, constituyen casisiempre sus causas, fáciles de observar por un mé-dico habituado á esta especialidad.

En Madrid, felizmente, donde la medicina prácti-ca poco ó nada debe envidiar á las capitales mejo-res del orbe, tenemos muchos profesores que cuen-tan en su carrera brillantes lauros conquistados enesta lucha.

Yo no puedo citarlos todos; el testimonio públi-co, que rara vez se engaña, los señala con el dedoy aplaude sus triunfos.

Por mi cuenta, me limitaré á rendir aquí particu-lar tributo de admiración y respeto profundo á unsabio que todos conocen, al ilustre doctor D. C...M...Si él no es el innovador en España de esta especia-lidad, por lo menos hay que concederle que es elque con más exclusión se ha dedicado á ella.

DR. ÁNGEL PULIDO.

LA AGRICULTURA MODERNA.

NUEVA INDUSTRIA DE ABONOS ARTIFICIALES.

Los fundamentos en que descansa la nueva indus-tria de abonos químicos ó artificiales, y queLiebig, deacuerdo con su teoría, denomina abonos minerales,han sido expuestos en la serie de artículos que hemospublicado, y pueden reducirse á los siguientes:

1.* Los principios nutritivos de todas las plantasverdes pertenecen al reino mineral.

2.° Estos principios son el agua, el ácido carbó-nico, el amoniaco ó ácido nítrico, los ácidos fosfórico,sulfúrico y silícico, y las bases potasa, sosa, cal, mag-nesio y el hierro: algunas plantas asimilan también elcloruro de sodio.

3.° La vida vegetal requiere el concurso de todoslos principios nutritivos que necesita asimilar cadaplanta, ó, lo que es lo mismo, la vegetación es impo-sible desde el momento en que falta en el suelo uno deestos principios.

4.* Los abonos de origen orgánico no obran porsus principios ternarios ó cuaternarios. La materiaorgánica no se asimila, sino que se descompone paradar lugar á la formación del ácido carbónico y delamoniaco.

Estos fundamentos fueron establecidos primera-mente por Liebig, y crearon la nueva teoría que fueimpugnada por todos los agriculturas, particular-

mente por los ingleses, que son los que más la hanaplicado después.

Hoy la teoría mineral de Liebig es aceptada portodos los hombres de ciencia, y las investigacionesque han tenido lugar en estos últimos años han sidoencaminadas á buscar nuevas materias fertilizantes,ya de origen orgánico, ya de origen mineral, ricas enácido fosfórico, amoniaco y potasa, que son los princi-pios nutritivos más importantes de ¡a vegetación.

Vamos á estudiar las sustancias más frecuentementeempleadas para mantener la fertilidad de las tierras.

HUESOS DE LOS ANIMALES.

Teodoro Saussure, dedicado toda su vida al estudiode las ciencias naturales, es uno de los sabios deFrancia que han prestado mayores servicios á la Agri-cultura. A principios de este siglo hizo el análisis deun gran número de plantas, y en todas encontró elácido fosfórico, ya en estado de fosfatos tórreos, ya enestado de fosfatos alcalinos.

Aunque los huesos de lodos los animales no tienenla misma composición, se encuentra siempre el ácidofosfórico en cantidad bastante notable. La relaciónque existe entre los dos reinos vegetal y animal de-mostró á este sabio que el ácido fosfórico es un ele-mento indispensable á la vida de las plantas.

A pesar de este notable descubrimiento, el empleo delos fosfatos no recibe inmediata aplicación; sin embar-go, ya á principios de este siglo, un agricultor alemán,Federico Kroop, emplea con ventaja el polvo de hue-sos en sustitución al estiércol. Pocos años después,algunos agricultores ingleses hacen la misma aplica-ción, y algunos años más tarde se propaga su uso enFrancia, donde algunos agricultores lo emplean, yasolo, ya mezclado con el salitre ó con el nitrato depotasa.

Ifoy se emplean los huesos de los animales comomateria fertilizante en todos los pueblos del globo.Los ingleses, sobre todo, tienen una gran estimaciónpor este abono y van á buscarlo á todas las partes delmundo, hasta en la India. En los campos de batalla,en Crimea, en Austria, en Alemania, en Francia y entodos los países donde se han encontrado estos restoshumanos, se ha visto á los ingleses dedicados á suadquisición, y han trasportado á su país inmensoscargamentos de huesos de hombres y de animales. Lamayor parte do los huesos de los caballos y otros ani-males muertos en nuestro país, sirven casi exclusiva-mente para fertilizar los campos de Inglaterra.

El empleo de los huesos en Agricultura requiereuna pulverización más ó monos fina hecha en molinosespeciales que pueden pulverizarlo, mejor dicho, tri-turar de 1.000 á i .500 kilogramos por hora.

A pesar de que los huesos han producido resulta-dos satisfactorios, algunos agricultores han observadoque, en ciertas circunstancias, su efecto es casi nulo

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y de aquí han deducido que esta materia fertilizanteno tiene el valor que se la había atribuido.

Ciertamente; los huesos empleados sin separarles lagrasa, que oatá representada por un 10 por 100, pro-ducen muy poco efecto útil. Esta grasa dificulta yhasta casi impide la fermentación, y además, combi-nándose con el carbonato de cal, produce un jabóncalcáreo que, como sabemos, es insoluble. En estascircunstancias, la acción de los agentes atmosféricos,el agua y el ácido carbónico, son casi nulos para disol-ver y hacer asimilables los principios nutritivos quecontienen y á los que es debido su poder ferti-lizante.

Estas consideraciones nos conducen á aconsejar elempleo de los huesos desengrasados, toda vez que lasgrasas no ejercen ninguna influencia como abono, yson antes bien perjudiciales á la vegetación.

La composición de los huesos del hombre y de losanimales es variable, según puede verse en el si-guiente cuadro:

Hombre. Buey. Puerco. Pescado.

Cartílago soluble enel agua hirviendo. 33,3 33,3 46,6 43,7

Fosfato de cal". S3 57,4 49 48Carbonato de cal . . . 11,3 3,8 1,9 5,SFosfato de magnesia. 1,2 2 2 2,2Sales alcalinas. 1,2 3,8 0,8 0,6

100 100 100 100

Según el análisis practicado por D'Arcet, los hue-sos frescos de las carnicerías están formados, términomedio, de los compuestos siguientes:

Tejido celular muy azoado 30Grasa 10Materias salinas, notablemente fosfato de cal. 60

100

El poder fertilizante de los huesos es debido: 1.", ála materia orgánica azoa<!a que se encuentra bajo Informa de tejido celular y que descomponiéndose dalugar á la formación de carbonato amónico; y 2.°, ymás principalmente, i la gran cantidad de fosfatostérreos que contienen. Estos fosfatos son, como yasabemos, insolubles; poro se van disolviendo, aunquelontannente, á favor del ácido carbónico y del carbo-nato armónico que se forma en la descomposición dela materia orgánica, de la sal marina y de los nitratosque se encuentran en el suelo. Más adelante indicare-mos la manera de hacer más rápido el poder ferti-lizante de los huesos.

MEGRO ANIMAL

Este producto se fabrica en grande escala calci-nando los huesos en vasijas cerradas, y se emplea enlas fábricas de refino de azúcar para decolorar losjarabes. El carbón de huesos que resulta de estacalcinación está compuesto de

Carbón azoado 10Sales, y notablemente fosfato de cal. 90

100

El negro animal, después de servir en las fábricasde refino de azúcar, se emplea como abono, y contieneademás un 20 á 2b por 100 de las materias siguientes:

Sangre de buey coagulada.Azúcar.Impurezas contenidas en el jarabe.Los negros de las refinerías se encuentran en el

comercio clasificados en tres categorías bien distintas.

Negro de granos gruesos,ídem id. mediano,ídem id. fino ó en polvo.

Los negros finos contienen mayor cantidad de ma-terias azoadas, y son, por lo tanto, más estimados porsu mayor actividad.

El poder fertilizante del negro de las refinerías esdebido, como el de los huesos, á la materia orgánicay á los fosfatos térreos.

El polvo de los huesos, así como el negro de las re-finerías, son abonos incompletos que, usados de unamanera continua, producen el esquilmo de las tierras;la potasa no se encuentra en estas materias fertilizan-tes, y la magnesia está en una proporción más débilque exige las necesidades del cultivo de todos los ve-getales; aquí, como en el guano, el suelo se encargade suministrar estos principios nutritivos, y no ha-biendo la restitución debida, se concibe sin dificultadque no debe abusarse con el uso continuado de esteabono. Los agricultores inteligentes que quieren evi-tar el esquilmo de sus tierras alternan estos abonoscon el estiércol de cuadra que, como abono completo,contiene todos los principios que son indispensablespara la nutrición de todas las plantas.

Otro de los inconvenientes que presentan estos abo-nos es la lentitud con que obran: el fosfato calizo seencuentra en un estado insoluble, y para poderse asi-milar necesita disolventes como el ácido carbónico ylas sales amoniacales; siendo insuficiente la cantidadde disolventes que se forman al descomponerse la ma-teria orgánica para disolver todo el fosfato, se con-cibe desde luego que la vegetación ha de ser muylenta.

Estos abonos producen mayor efecto cuando elsuelo está provisto de gran cantidad de despojos or-

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gánicos que, al descomponerse, aumentan la propor-ción de ácido carbónico y de amoniaco; el agua delluvia, igualmente cargada siempre de ácido carbó-nico en disolución, favorece la asimilación de los fos-fatos, y por lo tanto aumenta el poder fertilizante deestos abonos.

Bn mi concepto, es indudable que estos abonos de-ben alternarse con los estiércoles ó todo otro abonorico en materia orgánica, y mejor aún mezclado condichos abonos orgánicos.

Todos los labradores dan una grande importancia ála duración de un abono, y aceptan con preferenciaaquellos cuyo poder fertilizante se coaserva por es-pacio de mayor número de años. Esta es una preocu-pación que conviene destruir porque es en alto gradoperjudicial á sus intereses.

Para demostrarlo, tomemos una hectárea de tierray abonémosla con 1.000 kilogramos de polvos de hue-sos, que es lo que se acostumbra más generalmente.Supongamos ahora que el poder fertilizante de estos1.000 kilogramos de huesos dura por espacio de cuatroaños y que la producción de cada año sea la mismadurante este tiempo. Es evidente que en cada año sehabrán asimilado los principios contenidos en 2ES0 ki-logramos y la producción será proporcional al abonoconsumido. Supongamos ahora que el poder fertili-zante de los mismos l .000 kilogramos de huesos durasolamente dos años. Siendo la misma producción encada uno de los dos años, se habrán asimilado 500 ki-logramos y la producción será doble, y por lo tantodoble también el beneficio del agricultor.

En efecto, los 1.000 kilogramos de huesos asimila-dos por cada planta producirán la misma cantidad degrano ó fruto, ya tarde cuatro años en asimilarse, yatarde dos; el beneficio total que resulte será el mismo,con la diferencia de que en el primer caso se dividiráen cuatro partes, y en el segundo en dos; luego en cadaaño el beneficio ó utilidad para el labrador será en elprimer caso la mitad que en el segundo. Es para míevidente que el interés de todo agricultor está en queun abono se asimiie por las plantas en el menor tiempoposible, y para ello basta hacer solubles los principiosque les han de servir de alimento.

Para dar una idea de la importancia que tiene hoyel empleo de los fosfatos en la Agricultura, vamos átomar de la Memoria de M. Petermann el estado deesta industria en la reciente Exposición universal deViena, donde se ha presentado, bajo formas diversas,esta materia fertilizante.

Todos los establecimientos industriales que trabajanhoy el hueso, ya para extraer el fósforo, la cola, lagelatina ó la grasa, ya para fabricar botones ó negroanimal, han emprendido, como complemento de suindustria, la fabricación de abonos fosfatados.

Las formas que tienen los residuos de los huesosutilizados como abonos, es variable; depende de la

naturaleza de la industria que los ha empleado, y seclasifican de la manera siguiente:

1.° Huesos brutos triturados, rasuras, raspadu-ras y torneaduras.

2.° Huesos hervidos, es decir, privados de sugrasa por medio de! vapor de agua.

3.° Fosfato de los huesos, procedente de los hue-sos después de haberles separado la grasa y las sus-tancias orgánicas (gelatina).

¡k° Fosfato de caí precipitado procedente de lasfábricas que preparan la gelatina disolviendo los hue-sos brutos en el ácido clorhídrico y precipitando enseguida la solución de fosfato por el amoniaco ó porla cal.

S.° El negro animal, residuo de la calcinación delos huesos en vasos cerrados después de haberlos uti-lizado la industria azucarera.

6.° El superfosfato de los huesos, obtenido tra-tando los huesos por el ácido sulfúrico.

La mayor parte de los países de Europa, hasta hacealgunos años, exportaban los huesos de los animalesá Inglaterra; pero á juzgar por los resultados quepresenta la Exposición de Viena, se utilizan en todaspartes, ya para trabajarlos en sus numerosas aplica-ciones, ya para fabricar abonos.

Los expositores belgas estaban representados porMr. Barbcngon, de Bruselas, que tenía expuestos,entre otros productos, polvos de huesos.

La sociedad para la fabricación de los productosfosfatados, cuya razón social es Gustavo Dewit y com-pañía, expuso fosfato de los huesos y fosfato decaíprecipitado.

Los expositores rusos estaban representados porMr. Thomson de Riga y Mr. Spiess, de Varsoviü, quatenían expuestos polvos de huesos, siendo las fábricasque los elaboran de grandísima importancia.

En Alemania desde hace algunos años no se exportaal extranjero ni un solo kilogramo de huesos, y exis-ten, por el contrario, numerosas fábricas destinadas ápulverizar los huesos para emplearlos como abono, yhay algunas provincias donde' apenas se encuentraciudad de alguna importancia que no posea por lo me-nos un molino para moler huesos, y esta concurrenciaha ejercido una influencia favorable para mejorar nota-blemente la calidad de los productos.

Los expositores de este país que han presentadolos huesos como materia fertilizante son:

La sociedad para In fabricación de los productosquímico-agrícolas de Henfeld (Baviera) ha presentadopolvos de huesos, y la importancia de esta fábrica sepuede apreciar sabiendo que el producto de la ventaen el año 1872 fue de 317.000 thalers.

La fábrica de Mr. Vitter, de Berlín/que en el añode 1871 ha trabajado seis millones de kilogramos dehuesos brutos.

La del doctor Cohn de Moabit (Prusia) es de gran

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importancia, y sobre todo el establecimiento de losSres. Schoering Rasun y compañía, de Ziegenlials (Si-lesia), presentó el polvo de huesos de una calidad su-perior, no sólo por la pureza del producto, sino porsu estado de división.

Además presentaron sus productos:La fábrica del Sr. O. Heymann (Breslau), polvos

do huesos con 4,10 por 100 do ázoe y 22,2 por 100 dertciclo fosfórico.

El establecimiento del Sr. Linden (Hannover), pol-vos de huesos con 4,39 por 100 de ázoe y 18,86 por100 de ácido fosfórico.

Vi fábrica La Chemische Produkten Fabrik ieM, Murgueies de Rannesdorf (Austria) prepara condos turbinas, una máquina de vapor y 70 operarios,un millón de kilogramos de polvos de huesos cadaaño.

Francia estaba también representada en la Exposi-ción de Viena. El establecimiento del Sr. Michaux yde los Sres. Coignet, padre é hijo, presentaron fos-fato de cal precipitado, que con justicia llamaba laatención por la buena calidad de sus productos.

Hungría ó Italia, donde el empleo de los abonosquímicos empieza á tomar un gran desarrollo, hanconcurrido igualmente con varios abonos derivadosde los huesos.

Entre otros, llamaban la atención los productos de(o primera sociedad para la fabricación del negroanimal y del polvo de huesos, de Pestli, la sociedadpara la fabricación de abonos químicos de Vighefflo(Italia), y el establecimiento del doctor Alejandro B¡-zarri, de Florencia, que expuso, con el nombre de hue-sos preparados químicamente, superfosfato de cal.

Entre los productos procedentes de los huesos yexpuestos por Alemania, se encontraban en gran nú-mero los Ftitlerknochenmehle (polvos de huesos ali-menticios). En algunas provincias de este imperio estámuy generalizado el uso de agregar fosfato de loshuesos muy dividido al forraje de los animales dedi-cados á la labranza. De esta manera aumenta la can-tidad de fosfatos que tiene el forraje, y los animalesencuentran en estado asimilable, el elemento más im -portante para desarrollar el esqueleto óseo.

AlíONOS QUÍMICOS.

Bajo este nombre se designan hoy en el comerciouna imullitud de abonos de composición variable, for-mados en general de fosfato de cal y de magnesia, sa-les allcalinas y materias azoadas.

I .ais materias primeras de la fabricación de los abo-nos químicos ó minerales son los fosfatos calizos, lassales de Stassfurth y las sales amoniacales. Afortu-nadamente la industria dispone hoy de inmensos de-pósitos de fosfatos fósiles (fosforita, apatita, coprolitoetcétera, etc.) y de grandes cantidades desales potá-sicas.

Estas primeras materias fertilizantes que por todaspartes se han ido descubriendo, son de una gran im-portancia para el porvenir de la Agricultura, y poresta razón varaos á dar á conocer á nuestros lectoreslos inmensos depósitos que cuenta en Europa. LaMemoria de Mr. Petermann examina los ejemplaresde fosfatos que se han presentado en la Exposiciónde Viena y describe los depósitos más abundantes des-cubiertos en estos últimos años. Vamos á dar á cono-cer este importante trabajo á nuestros lectores, y así

podrán juzgar del interés que despierta esta cuestiónen todos los países civilizados.

Haee pocos años que España era el único país quehabía descubierto minerales fosfatados de una riquezasuperior á la de los huesos. Las célebres minas de Lo-grosan y después los inmensos depósitos de fosfatosencontrados en varios puntos de las provincias de Cá-ceres y de Badajoz han estado por espacio de muchosaños sirviendo para alimentar grsn número de fábri-cas establecidas en el extranjero.

Hoy tenemos la satisfacción de consignar que seencuentra este mineral en casi todos los puntos delglobo-, según lo acreditan los millares de ejemplaresque se han presentado en la Exposición de Viena. Asílas fábricas establecidas en el extranjero se aprovisio-narán en parte de esta preciosa primera materia deotros marcados, y no tendremos el sentimiento de veragotado en poco tiempo el mayor bien que nos ha le-gado la Providencia con la abundancia extraordinaria,del elemento más fertilizante que necesita la Agri-cultura.

Los fosfatos so presentan bajo infinidad de formas:ya se encuentran en forma de nodulos, ya en forma demasas de aspecto muy diverso; el mineral se presentaen forma de rocas tan duras como el cuarzo, en de-pósitos terrosos sumamente blandos, y por lo tantofáciles de reducir á polvo; los minerales unas vecesson blancos como la leche; otras presentan un coloramarillo rojizo más ó menos subido, y, por último,los hay también de un color gris pardo más ó me-nos oscuro. Los fosfatos se encuentran unas vecesperfectamente cristalizados , y otras en masas in-formes.

Se ve, pues, que es difícil dar un carácter quesirva para distinguir por sus propiedades físicas la fos-forita y todos los minerales fosfatados. La fosforita sereconoce por la propiedad que tiene de fosforecer alarrojarle en la oscuridad sobre las ascuas; pero estapropiedad no es característica, porque hay algunas ca-lizas que contienen fluorosos y gozan igualmente deesta propiedad, y también hay fosforitas de gran ri-queza que no fosforecen en la oscuridad, y que en laAliseda (Extremadura), donde se han encontrado, lesdan el nombro de fosforitas sin luz. En nuestro labo-ratorio hemos analizado algunos de estos ejemplaresde fosforita sin luz, que han tenido, término medio,

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90 por 100 de fosfato tribásico de cal; es muy dudosoque existan fosfatos de mayor ley en ningún punto delglobo, y sin embargo, no se pueden explotar hoy es-tos fosfatos tan ricos, porque están situados en puntosdonde su arrastre es sumamente costoso, y el precioá que llegarían á los mercados de Madrid, de Lisboa óde Londres los haría inaceptables.

Vamos á dar una idea de los depósitos de fosfatosque se han encontrado desde hace muy .pocos años,y que la última Exposición universal ha puesto de ma-nifiesto.

En primer lugar se encontraba la rica coleccióndel Sr. Packard, compuesta de fosfatos españoles,ingleses, franceses, alemanes y americanos, que ofre-cía un gran interés, no solamente bajo e! punto devista de su empleo como abono, sino también bajo elpunto de vista geológico.

El Sr. Packard tenía expuesto un modelo de fábricade superfosfato. La casa Packard, única en su género,tiene establecidas tres fábricas en Inglaterra, dos enAlemania, una en Noruega y otra en Francia; ocupa1.500operarios en Inglaterra, 1.000 en Francia, 100en Noruega y 800 en Alemania, empleando en todasestas fábricas 2.500 caballos de vapor, y los produc-tos que fabrica anualmente ascienden á la suma de 30millones de reales.

Otro expositor, el Sr. Güssefeld, de Hamburgo,presentó igualmente una rica colección de fosfatosnuevamente descubiertos en la Carolina, en las islasStarbuck, y muestras de San Martin-Fosfato.

La Estación agrícola de Viena, cuyo director es elSr. Moser, presentó igualmente tipos de fosfatos aus-tríacos, rusos y de otros países.

Los fosfatos alemanes encontrados hacia el año de1850 entre los rio3 de la Lahn y de la Nabo eran ex-puestos por sus explotadores, los señores Meyer y Com-pañía (Limbourg-ander-Lahn¡; por el Sr. GarlandfPhosphorite Company limited de Limbourg), cuyoestablecimiento, fundado en 1871, ocupa ya hoy 270operarios; por la casa H. E. Alberl, y por los señoresMüller, Packard y Compañía, que extraen anual-mente 15 millones de kilogramos de fosforita de laLahn.

En la exposición de Haval se observaban muestrasde fosfato-guano, del quo se han descubierto impor-tantes depósitos en la isla Enderburgo, y que son ex-plotados por el Phcenix Guano Company, de Ho-nolulú.

Estos fosfatos se encuentran on las regiones ecua-toriales del Pacífico, en el Sud del Ecuador, sobre ungrupo de islas conocidas con el nombre de PhwnixMands. La composición de estos fosfatos es tan nota-ble, que no vacilamos un momento en publicarla ácontinuación.

COMPOSICIÓN DE LOS FOSFATOS DE LAS ISLAS PHCES1X .

Humedad 1,19 1,19 2,08 2,39Materias orgáni-

cas 2,03 8,22 3,97 10,00Cal 46,32 80,66 44,39 48,13Magnesia 4,93 2,38 6,17 2,13Acido carbónico.. 4,62 0,30 3,47 0,08ídem fosfórico . . 41,03 37,62 38,69 27,28ídem sulfúrico... 0,20 3,05 1,88 1,22Arena 0.22 0,99 0,24 0,10Indicios de hierro,

de álcalis y deflúor J » » »

TOTALFS.. . . 100,54 101,41 100,89 99,53

Ázoe contenido enla materia orgá-nica 0,39 0,77 0,61 0,77

Entre los fosfatos más curiosos figuraban los fos-fatos esféricos de los señores Ath y Schwackhoefer,descubiertos en 1871 en la Galitzia austríaca, en laPodolia rusa y á lo largo del rio Dniéster. Estos fos-fatos presentan un color negruzco ó pardo; su diá-metro variaba desde 0m ,02 á 0m ,18, y de una densidadde 2,8 á 3. Estas concreciones esféricas se distinguenademás por su estructura fibrosa y radiada En el in-terior estos fosfatos contienen algunas veces un nú-cleo gris de carbonato de cal, otras son huecos <3llenos de una materia terrosa negra ó parda. Entrelos radios se encuentran granos de espato flúor, deóxido de hierro y de cuarzo. Calentados en la oscuri-dad, el polvo de estas fosforitas es muy fosfores-cente.

El Sr. Shcwackhoefer ha hecho el análisis de variasmuesjfas de estos fosfatos esféricos, y la proporción dofosfato tribásico decaí ha variado desde 50,64 á 84,72por 100, y la del carbonato de cal de 1,95 á 25,73por 100. La materia insolublecn los ácidos oscila en-tre 1,71 y 11,29 por 100.

Los depósitos de fosfato do cal descubiertos recien-temente en Rusia son inmensos: abrazan una exten-sión de muchos millones de hectáreas, y, según Pe-lermann, pueden dividirse en tres grandes categorías:

1." Los depósitos primarios, que tienen su orí-gen en el mismo punto donde se les encuentra hoy.Estos depósitos son debidos á la acción disolvente quelas aguas cargadas de ácido carbónico, infiltrándose átravés de las capas calizas ó de gas, ejercen sobre losdiversos despojos orgánicos y otras materias fosfata-das que encuentran á su paso.

2.° Los depósitos de fosfatos desalojados y tras-portados por las aguas.

3." Los depósitos de formación secundaria, pro-ducidos por la acción desagregante del agua sobre Jos

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depósitos de fosfatos de las dos primeras catego-rías.

La forma de estos fosfatos es, como en todas partes,muy variable: se presenta unas veces bajo el aspectode nodulos ó ríñones, de volumen muy diverso, ne-gros, oscuros, grises ó verdosos; otras veces se pre-senta en grandes masas, que realmente no son másque aglomeraciones de ríñones voluminosos reunidospor una especie de cemento.

La composición de los fosfatos secos, según los aná-lisis practicados hasta hoy, dan como término mediouna ley de 40 por 100 de fosfato tribásico de cal, y 8por 100 de carbonato de cal.

En Rusia no hay más que dos establecimientos de-dicados á la fabricación de abonos fosfatados, em-pleando este mineral: el uno dirigido por e¡ Sr. Thom-son de Riga, y el otro la fábrica de Oukoulow (go-bierno de Koursk). Se encuentran en este pais muchosdepósitos donde todavía no se ha arrancado ni un sólopedazo de fosfato.

Hice pocos años que Francia tenía necesidad deimportar los fosfatos de España para la fabricación desus abonos químicos; pero el descubrimiento recientede inmensos depósitos de fosforita la hacen hoy figu-rar como uno de los países ricos en esta importantemateria fertilizante.

En la Exposición de Viena se presentaron hermosascolecciones expuestas por el Sr. Desailly de Grandpré(Ardenas) y de los Sres. Packard y compañía, de Vi-lla franca de Rouergne (Aveyron), y que representansolamente la explotación de los fosfatos fósiles france-ses. Además de los inmensos depósitos de nodulos yde coprolitos que posee la Francia en la mayor partede la zona del terreno cretáceo inferior y que se estánya explotando hace cerca de quince años, so han en-contrado además fosfatos en los departamentos deTarn y de Garoua, del Lot, del Aveyron y en Belle-garde.

Según los análisis practicados por Bobiere, tomandovarias muestras do fosfatos de Caylux, ha variadola proporción de ácido fosfórico del 32,9 á 38,3por 100.

Voelcker, de Londres, deduce de sus análisis que laley media de los fosfatos del Lot es de 3S por 100 deácido fosfórico; y Combes, que ha analizado igualmen-te los fosfatos de Quercy, da como término medio 32por 100 de ácido fosfórico.

Eni vista de estos datos, se puede deducir queFrancia posee gran cantidad de fosfatos muy ricos enácidoi fosfórico (1).

(1) Nos parece algo exagerada la proporción de ácido fosfórico encon-

trada eu los fosfatos franceses. Sin negar el resultado del análisis hecho

por tan distinguidos químicos, dudamos que los ejemplares analizados

representen la ley media del mineral. Todo el mundo sabe que en una

mina cualquiera hay siempre ejemplares de una ley superior al término

medio, o sea la verdadera riqueza que debe determinarse.

La Bélgica contiene también fosfatos fósiles en grancantidad, si bien el término medio de la ley de losejemplares que se han analizado no es más de 19,43de ácido fosfórico, que corresponden á un 42 por 100de fosfato calizo. Esios minerales, relativamente po-bres, no pueden por su baja ley sufragar los gastos detrasporte á grandes distancias, y necesitan consumirsecasi en los mismos lugares de donde se extraen. Poresta razón vemos que este país importa de España lamayor parte de los fosfatos que necesita para alimen-tar las fábricas que tiene establecidas; pero es induda-ble que nuevas investigaciones conseguirán descubrirminerales tan ricos corno los de España y Francia.

Suecia y Noruega poseen igualmente minerales fos-fatados, como lo comprueban los ejemplares expuestospor algunos expositores. El gobierno de Venezuelapresentó igualmente una numerosa colección de fosfa-tos de las islas de Alcadraz, de Tortuga, de Orchille,del Carmen y del Gran Rogen.

En España hasta hoy no se ha encontrado el fosfatocalizo de una ley superior al 70 por 100 más que enlas provincias de Cáceres y de Badajoz; y á pesar dela gran cantidad que se exporta, las minas pareceninagotables, y cada dia se encuentran nuevos depósi-tos que hacen sospechar que tenemos asegurada laprovisión de fosfatos para algunos siglos, máximecuando los nuevos descubrimientos de este mineral encasi todos los países de Europa y de América harándisminuir la exportación al extranjero, y la Agricul-tura del país podrá aprovechar para fertilizar sus cam-pos este don tan precioso con que ha dotado la na-turaleza á nuestro suelo.

En la provincia de Córdoba se twn encontrado fos-fatos de una ley superior al 80 por 100; pero hastaahora no se les puede dar importancia á estas especiesde bolsadas encontradas, que no han producido másque algunos cientos de toneladas. Recientemente sehan encontrado otras minas que parecen más abun-dantes; pero carezco de datos suficientes para juzgarde su importancia, y la única consecuencia que parecededucirse es que, continuando las investigaciones quese practican en esta provincia, se encontrarán cierta-mente nuevos depósitos de fosfatos.

En algunas otras provincias so han encontrado fos-fatos de baja ley que no se explotan, pero es muyposible que se descubran nuevos depósitos de fosfatostan ricos como los de Extremadura.

Sensible es tener que confesar que, á pesar de sernuestro país el primero en el que se descubrieron lasminas de fosfatos y el que los contiene en gran abun-dancia y de utia ley tan superior que ha permitido suexportación á casi todos los países de Europa, seatodavía hoy el que menos utilidad saca de esta pre-ciosa primera materia para la fabricación de abonos,de conformidad con las nuevas teorías de la Agricul-tura moderna.

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N.°91 L. M. ÜTOR. LOS ABONOS ARTIFICIALES.

En la inmensa mayoría do las provincias de nuestropaís no se abonan los campos, según ya tenemos ma-nifestado. Siguiendo la rutina antigua, dejan descan-sar las tierras durante uno, dos ó más años, y se con-tentan con obtener cosechas tan escasas, que apenascubren los gastos del cultivo. Los agricultores ingle-ses, que tan prácticos son en todo, no cultivan lastierras si no disponen de la cantidad de abono necesa-rio para obtener cosechas remuneradoras, porque tie-nen establecido como axioma que las cosechas escasasson la ruina del labrador.

Los agricultores ingleses han comprendido desdehace algunos años que los campos quedan estériles sino se le devuelven al suelo los principios que le sacanlas plantas para su nutrición; y siendo los fosfatos in-dispensables para la vida vegetal, admiten como unaxioma lo que con tanta razón dijo M. Beaumont: Elfosfato es á la Agricultura lo que la hulla es á laindustria.

Así, la experiencia se encarga de demostrarnos quemientras los campos en Inglaterra, á pesar de su in-ferioridad, dan 38 á 40 por uno en el trigo, en nues-tro país, á pesar de que hace algunos siglos se consi-deraban las tierras como las más fértiles del globo,hoy no se obtiene en el mismo cultivo más que 3 á 6por uno, y en los años mejores se considera comouna cosecha abundante el 10 por uno.

El sistema seguido en el cultivo de los campos porla mayoría de los labradores es altamente perjudicialá sus mismos intereses, y sin temor de equivocarnospodemos afirmar que se hacen culpables de lesa hu-manidad. En efecto, dado el escaso rendimiento delas cosechas, los jormdes han de ser muy reducidos,seguramente insuficientes para alimentar una familfe,y el interés del capital-tierra ha de ser igualmente muyescaso.

Una demostración concluyente de lo que acabamosde exponer la encontramos en nuestro mismo país.La provincia de Valencia, que sigue los principios dela Agricultura moderna, obtiene cosechas abundantesy paga jornales de 8, 10 y hasta 12 reales, mientrasque en muchos puntos de Andalucía, la Mancha y lasCastillas no se pueden pagar nunca jornales tan cre-cidos. La hanegada de tierra más inferior en Valenciatiene un valor de 1.500 reales, ó lo que es lo mismo,doce hanegadas ó una hectárea representan un valorde 18.000 reales. La fanega de tierra de la misma ca-lidad en Andalucía, en Castellón y en la Mancha nollega á 2.00C reales. Dos fanegas, ó sea una hectárea,valdrán en este caso 4.000 reales. Véase con cuántarazón hemos dicho que la mayoría de los labradoresson culpables de lesa humanidad.

Ya hemos dicho que el fosfato de cal que contienela fosforita, como igualmente el de los huesos, estábajo la forma de fosfato tribásico de cal que es insolju-ble en el agua, y en este estado no es asimilable. Es

indispensable, para que pueda servir de alimento á lasplantas, que se convierta en fosfato soluble.

La solubilidad del fosfato tribásico de cal puedeconseguirse, de dos modos distintos: el primero em-pleando disolventes, el ácido carbónico, las sales amo-niacales, el nitrato de potasa, el cloruro de sodio y elde potasio; sin embargo, esta solubilidad es muy limi-tada; algo mayor la del fosfato de los huesos que la delfosfato fósil: el segundo modo es trasformando el fos-fato básico de cal en fosfato ácido, empleando un ácidomineral, por ejemplo, el ácido sulfúrico. Ya hemos es-píieado la reacción que se verifica en este caso: el ácidosulfúrico se apodera de una parte de ¡a cal formandosulfato de cal, y queda fosfato ácido de cal: la mezclade estas dos sales se conoce en la industria con elnombre de superfosfato de cal.

Algunos agricultores emplean como abono la fos-forita en polvo fino, que se va disolviendo, aunque deun modo lento, por los despojos orgánicos que siem-pre existen en el suelo, juntamente con los sulfatos,nitratos y cloruros.

Este método es sumamente económico, pero pro-duce resultados que son poco beneficiosos para el la-brador: ya lo hemos dicho al estudiar el fosfato de loshuesos, y sobre este punto nunca insistiremos bas-tante.

Ya hemos indicado que el fosfato mineral se disuelvepor la acción de los disolventes con más lentitud queel fosfato de procedencia animal. Así, pues, una tone-lada de fosfato mineral reducida á polvo fino tardaráen disolverse un número de años en verdad variable:la mayor ó menor cantidad de restos orgánicos y desales en el terreno, podrá influir en la mayor ó menorprontitud en la asimilación, pero siempre tardará porlo menos de ocho á diez años. Los 1.000 kilogramos defosfatos asimilados habrán producido una escasa canti-dad de fruto durante este intervalo.

Empléenos ahora el fosfato de cal bajo la forma desuperfosfato, ó sea en estado soluble: si se agrega alsucio que tenga una misma composición solamentemedia tonelada, ó sean 800 kilogramos, la asimilaciónse verificará en el mismo año, y por lo tanto en dosaños se habrá consumido los 1.000 kilogramos, es de-cir, en la quinta parte de tiempo; y como la produc-ción total en dos años será la misma que en los ochoó diez años que dure por lo menos el fosfato en estadoinsoluble, el beneficio para el agricultor será cinco ve-ces mayor.

Creemos que estas consideraciones son concluyen-tes, y que el labrador comprenderá que en su interésestá el emplear los fosfatos en forma soluble para quese asimile la mayor cantidad posible en el menor es-pacio de tiempo.

La ex; eriencía se ha encargado de poner de mani-fiesto esta verdad; así es que en Inglaterra se empleael fosfato mineral hecho soluble por medio del ácido

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sulfúrico, y aun el fosfato de los huesos se agrega hoytambién en estado soluble, ó sea en estado de super-fosfato de cal.

La exposición de Viena nos ha demostrado la pre-ferencia que dan los labradores al empleo del super-íbsfata. Un gran número de expositores ingleses,franceses, alemanes, belgas, italianos, rusos, ameri-canos, etc., venían á atestiguar la enorme cantidadde este abono mineral que se consume hoy en Europay América: en todos los superfosfatos expuestos semarcaba la cantidad de ácido fosfórico soluble, y va-riaba del 14 al 18 por 100. También se hallaba ex-puesto el superfosfato obtenido en la fábrica de losseñores Saoz, Utor, Soler y compañía, cuya ley era19 por 100 de ácido fosfórico.

Los expositores que presentaron superfosfatos eranlos mismos que los que ya hemos dicho al ir enume-rando las magníficas colecciones de fosforita da cadapaís. El inmenso beneficio que á la Agricultura pro-porciona la nueva industria de abonos químicos ó mi-nerales lo podremos apreciar recordando que en todaspartes las cosechas han aumentado de una maneraconsiderable.

Nuestros lectores comprenderán que el superfosfatode cal por sí solo no es un abono completo: falta elamoniaco, la potasa y la magnesia; de modo que siproducen resultados satisfactorios, es porque el sueloproporciona los principios nutritivos que le faltan alabono.

Este sistema de cultivar empleando sólo el superfos-fato, se practica en gran escala en Inglaterra, dondeseguramente el suelo contiene un gran exceso de estosprincipios nutritivos; pero repetiremos siempre quesemejante sistema es esquilmador y que se dejará sen-tir al cabo de algunos años.

El país que más emplea el superfosfato es Ingla-terra: en los cereales y en las plantas-raíces, sobretodo, es casi el único abono que usa; pero á pesar delos buenos resultados, no aconsejaremos nunca que seagreguen al suelo de una manera constante abonosincompletos: no se preocupan hoy porque el suelo su-ministra lo que falta al abono, pero á no dudar, elmal aparecerá cuando se. haya concluido la provisióndel suelo, que es lo que acude á satisfacer esta necesi-dad de la vida vegetal. Los ingleses comprenderánentonces que el único sistema racional y lógico quela ciencia aconseja es el de cultivar las tierras conabonos completos que contengan todos los principiosnutritivos que necesita cada planta para su alimen-tación.

Luis MARÍA UTOR.

(Continuará.)

LOS PROGRESOS

DE LA ASTRONOMÍA ESTELAR.

CONSTITUCIÓN FÍSICA DE LAS KSTRELLAS-Y DE LAS NEBULOSAS.

«¿Para qué necesita el hombre indagar lo que estápor encima de él, cuando ignora lo que le es favora-ble en su vida, durante el número dedias de su pere-grinación y en el tiempo que como la sombra pasa?ó ¿qué podrá indicarle lo que después de él ha desuceder bajo el sol?» A estas palabras del Eclesias-tes responde en nosotros la insaciable curiosidadque nos impele á franquear los límites de la estre-cha prisión terrestre, para sondear el espacio sinlímites en donde flota el sistema solar, á manera deun islote perdido en el Océano.

Nos son conocidas las dimensiones de este islote;los astrónomos han levantado desde hace tiempo suplano y trazado el mapa topográfico, no tratándose alpresente más que de correguir los detalles, de com-pletar el inventario del pequeño pueblo de asteroi-des, de cometas y de bólidos que pueblan los espa-cios interplanetarios, y de estudiar más á fondo lanaturaleza intima de los cuerpos celestes que formanla tribu solar. Después del descubrimiento de Nep-tuno, que ha duplicado el área de los dominios delsol, no es muy probable que quede aún por encon-trar algún otro planeta grande y de la importanciade aquel. Las leyes de Newton, aplicadas á los mo-vimientos de los planetas, se comprueban diaria-mente, y gracias, sobretodo, á los trabajos deM. LeVerrier, nos acercamos al momento en que las me-nores circunstancias de esos movimientos podránser calculadas desde luego con una precisión com-parable ala de las mismas observaciones. Desde en-tonces nos será lícito volver nuestras miradas conmayor libertad de espíriru hacia las regiones lejanasde las estrellas, que desde hace tantos siglos con-templamos como desde lo alto de una atalaya, osan-do apenas echar la sonda del razonamiento mate-mático en sus profundidades vertiginosas.

Las leyes de la gravitación universal se aplican lomismo á esas miríadas de soles que al pobre y pe-queño sistema que se nos ha asignado como mora-da; la luz viva de las estrellas, como la débil claridadde las nebulosas, tienen la misma esencia que losrayos que emanan de una fuente terrestre, y cuyaspropiedades nos son reveladas por un experimentode laboratorio. Los cálculos de la mecánica celeste,lo mismo que los sutiles métodos de la óptica, pue-den, pues, suministrarnos toda clase de revelacio-nes acerca de estos mundos lejanos; y veremoscómo cada dia traen nuevos datos relativos á lasdistancias de las estrellas, á los movimientos de tras-lación de que éstas se hallan dotadas, á las órbitas

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N.*91 R. RADAU. LOS PROGRESOS DE LA ASTRONOMÍA ESTELAR. 93

que las mismas describen unas alrededor de otras;en fin, á la constitución íntima y al modo de forma-ción probable de esos universos, á que la ciencianos aproxima echando un puente sobre abismosque parecían infranqueables.

I.

Puede formarse una idea del aislamiento delmundo solar en medio de los espacios poblados deestrellas, por una comparación de extensiones quenos sean familiares. Si suponemos la órbita de Nep-tuno representada por el contorno de Paris, la de laTierra ocupará en el centro de este espacio un áreapróximamente igual á la de la plaza de la Concordia,y la distancia de la estrella más cercana á nos-otros,— Alfa del Centauro, — estará representadapor una longitud de más de 30.000 kilómetros, esdecir, por el camino que anda un buque que va desdeel Havre á China, por el cabo de Hornos. Pero la es-trella do que aquí se trata está excepcionalmentecerca de nosotros; la que le sigue inmediatamente enel orden de las distancias,—la 61 del Cisne,—se en-cuentra ya dos veces más lejos, y todas las demásque se han estudiado hasta el presente, están por logeneral situadas á distancias mucho más considera-bles. Hé aquí, pues, la extensión del mar sin riberasen donde flota el archipiélago solar, y hé aquí la dis-tancia de las primeras islas extrañas á nuestrosistema. Para poder apreciar semejantes distanciasson precisas dos visuales tiradas desde dos puntosopuestos de la órbita terrestre; sería como si sedirigiesen dos anteojos sobre la luz de un faro si-tuado bastante más lejos de nosotros que la China.En efecto, la diferencia de las direcciones en quevemos una estrella en dos épocas opuestas del año,cuando la Tierra pasa de uno á otro extremo desu órbita, es lo que nos hace conocer la distanciaen que esa estrella se encuentra de nosotros: lamitad de esta distancia es lo que se llama paralaxeanual de la estrella. Absolutamente del mismo mo-do, es decir, por dos direcciones observadas desdedos extremidades de una base de longitud conocida,es como se fija la posición de un punto de la Tierracuando se levanta de él un plano topográfico.

La desproporción evidente que hay entre la redu-cida extensión de la base de operación en que estose dispone, y la prodigiosa distancia de los objetosque allí se trata de apuntar, el intervalo que es pre-ciso dejar transcurrir entre las medidas para obte-ner desviaciones apreeiables, son ya circustanciasque complican singularmente el problema de losparalaxes anuales. Aun en los casos más favorables,traspasan las distancias unas cien mil veces la ex-tensión de la base, y las desviaciones de donde espreciso deducirlas son simples fracciones de segun-do, que frecuentemente quedan perdidas en los er-

rores de observación. Así, durante mucho tiempo,la determinación de las paralaxes estelares sólo hadado resultados ilusorios.

Las primeras tentativas hechas en este caminose remontan á Copórnico. La inmovilidad aparentode las estrellas era una objeción bastante gravecontra el movimiento de traslación de la Tierraen el espacio; objeción que esperaba deshacer elilustre astrónomo polaco, mostrando que en reali-dad las posiciones de las estrellas experimentabanpequeñas variaciones periódicas; mas la imperfec-ción de sus medios de observación no le permitióalcanzar su objeto. Tycho mismo, observando regu-larmente la Polar con instrumentos mucho más pre-cisos, no llegó á descubrir la más pequeña des-igualdad en las distancias de este astro al zenit deUraniborg. A Picard quedó reservado ser el primeroen comprobar con exactitud variaciones de estanaturaleza, aunque sin poder, en verdad, expli-carlas.

El abate Picard, prior de Rillé, fue uno de los es-píritus más ingeniosos de su siglo, y hubiera in-augurado, sin duda alguna, la era de la astronomíade precisión y de medida, si hubiese tenido liber-tad de acción y si su crédito hubiese igualadoal del brillante Cassani, á quien tuvo la desgra-cia do hacer llamar de Italia cuando se buscabaun directo*1 para el Observatorio de París. La venidade Cassani á Francia fue una calamidad para la cien-cia, pues el bullicioso italiano hizo relegar á se-gundo lugar al profundo y modesto sabio, que hu-biera bastado para poner en ejecución los proyec-tos, con los que se aseguraba á la Francia la gloriade haber trazado á la astronomía de observación susverdaderos caminos. Se desdeñaron sus consejos,y mientras que Cassani deslumhraba á la corte consus fáciles descubrimientos, la Inglaterra tomaba ladelantera, y el Observatorio de Greenwich, fundadoalgunos años después (en 1676), cobró vuelos enmanos de Flamsted y de Bradley, y se elevó sin tra-bajo al primer rango.

El abate Picard mnrió en 1682, y algunos añosdespués acometió Flamsted, á su vez, la empresade observar regularmente la Polar con un cuarto decírculo, provisto de un lente, y observó las mismasdesigualdades que había sorprendido ya el astró-nomo francés, mas sin que, como éste, supiera ex-plicárselas. Creyó en un principio que sus observa-ciones servirían para fijar el paralaxe anual de laPolar; pero muy pronto debió convencerse de quelas diferencias de 40 segundos próximamente, quehabía encontrado entre las distancias zenitales delos meses de Junio y de Diciembre, no podían ex-plicarse por el simple cambio de posiciones de laTierra, y hubiera necesitado por esto que las dife-rencias se hubiesen observado, no de Junio á Di-

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94 REVISTA EUROPEA. 2 1 DE NOVIEMBRE CE 1 8 7 5 . N." 91

cierabre, sino de Marzo á Setiembre. En fin, Brad-loy, apoyado en una serie de observaciones que ha-bía emprendido en Kew, cerca de. Londres, conMolineaux, consiguió determinar la ley de esas des-igualdades periódicas y dar su explicación; des-igualdades que son debidas principalmente al fenó-meno que se llama la aberración de la Iva, y que de-penden, no de las distancias, sino de la direcciónJe los astros. Más tarde reconoció todavía Bradleyotras variaciones que tienen por causa un balanceodel eje terrestre, ya sospechado por Newton y queha recibido el nombre de nutación. Las desigualda-des debidas á la nutación son menos sensibles ytienen un período mucho más largo que las de laaberración.

El fenómeno de la aberración, tal como lo conci-biera Bradley, es en todo análogo á esa ilusión deóptica por la que, á través de los vidrios de un wa-gón de ferro-carril en marcha, vemos oblicuos loshilos perpendiculares de agua formados por la llu-via. El movimiento del tren, que se separa duranteel tiempo que las gotas de agua tardan en alcanzarel sel, nos engaña acerca de la dirección real de loshilos líquidos, porque nuestro punto de vista cam-bia sin cesar. Así es como la velocidad de traslaciónde la Tierra, combinándose con la de los rayos lu-minosos, da por resultado el cambiar ligeramente ladirección aparente en que vemos los astros, puesdurante el tiempo que los rayos tardan en recorrerla longitud del tubo del anteojo, la Tierra se desvíaen una cantidad apreciable. La velocidad de laTierra en su órbita no es, á la verdad, más que unadíezmilésima parte de la velocidad de la luz (4);pero basta para imprimir á los rayos una desviaciónquo, puede llegará 20 segundos de arco; y comoesta desviación se manifiesta en sentido contrarioen dos épocas diferentes del año, resultan diferen-cias totales de 40 segundos.

Las desviaciones considerables que la aberraciónde la luz hace sufrir á todos los astros en el cursode un año, haciéndoles describir una especie deelipse alrededor de su posición media, esas desvia-ciones de todo punto irrecusables, son una pruebamanifiesta del movimiento de traslación de la Tier-ra alrededor del Sol. Bradley había, pues, sumi-nistrado la demostración, á la cual tuvo que re-nuniciar Copérnico; pero descubriendo así lo que noImbiía buscado, vio de nuevo escapársele de entrelas manos el problema de las paralaxes anuales. Sudescubrimiento explicaba demasiado bien las anoma-lías que los mejores instrumentos permitían entoncesdistinguir en las posiciones de las estrellas fijas; lasobservaciones, rectificadas después de los resulta-

(I La Tierra camina en sn órbita con una velocidad media d« 50 ki-

lórní'lros por segundo, mientras que la velocidad de la luz es de 300.000

kilómetros en mímeros redondos.

dos de la nutación y de la aberraccion, no presen-taban mayor desvío que el que so pudo atribuir áun efecto de paralaxe, y que permite calcular ladistancia de una estrella. v

No debe perderse aquí de vista que todas las ob-servaciones astronómicas contienen pequeños erro-res que dependen de las estaciones, y cuyas causasprincipales son la influencia variable de la tempe-ratura sobre las diversas partes del instrumento,los cambios de la refracción atmosférica, y en ge-neral, las condiciones diferentes en que se encuen-tra el observador en las diversas épocas del año.Estas influencias, más ó menos sensibles según losprocedimientos de observación que se empleen,son extremadamente embarazosas cuando se tratade determinar el valor numérico de los pequeñosdesvíos que tienen también por período el año: fre-cuentemente se confunden ambos órdenes de per-turbaciones, hasta punto que es imposible la separa-ción. Las causas de los errores de esta naturalezase han convertido en uno de los cuidados más gra-ves para el astrónomo, á medida que los instrumen-tos han ido perfeccionándose, y resulta que desdeque se encontró el medio de medir los céntimos desegundo, es más difícil que lo ha sido nunca, el ha-cer buenas observaciones, pues todos los esfuerzosse concentran en la determinación de cantidadesque otras veces se despreciaban como infininita-mente pequeñas, con lo que las causas de erroresy de íncertidumbres se han agrayado en una pro-porción espantosa.

Los métodos de observación que están menossujetos á las influencias de período anual, son lascomparaciones micrométricas, mediante' las que sedetermina la situación relativa de dos estrellas cer-canas; pero así y todo, no pueden dar más que lasdiferencias de las paralaxes de esas estrellas. Hers-chel se empeña en este camino, escogiendo parasus comparaciones parejas formadas de estrellascercanas do tamaños muy diferentes; y suponiendola más débil mucho más lejana de nosotros, ypor consecuencia más fija que la más brillante,so debía también llegar á probar los desvíos deesta última á poco más, como si hubiese sido re-ferida á un punto inmóvil. Esta hipótesis está muypoco justificada, pues, por el contrario, dos estre-llas próximas y de esplendor muy diferente formancon frecuencia una pareja física, y están, por consi-guiente, á la misma distancia del observador. Hers-chel salió pronto de dudas respecto de este parti-cular; por lo demás, como en el caso de Bradley,este descubrimiento equivalía á lo que aquel nohizo: renunciando á determinar las paralaxes, paralas cuales por otra parte no eran todavía bastanteperfectos sus micrómetros, continuó completandosus famosos catálogos de estrellas dobles.

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IV 91 R. RADAD. LOS PROGRESOS DE LA ASTRONOMÍA ESTELAR. 95Diversos observadores continuaron, al comienzo

de este siglo, la indagación de las distancias de al-gunas de las estrellas más brillantes, y sus tentati-vas no obtuvieron éxito, si liemos de atenernos álos detalles que do las mismas tenemos. La cues-tión entró en una fase nueva, cuando Fraunhofertrajo aparatos micrométricos, grandes instrumentosde una perfección desconocida hasta entonces.Willian Struve, en üorpat, y Bessel, en Kconigs-borg, resolvieron casi á un mismo tiempo hacer laprueba de los instrumentos que acababan de adqui-rir, abordando de nuevo el problema cuya soluciónparecía escapar y ocultarse á medida que se in-tentaba aproximarla. Struve eligió la brillante es-trella Vega, que se puso asiduamente A compararcon una pequeña estrella cercana de 11" de magni-tud, y Bessel prefirió una poco brillante de aspec-to,—pero que so sospechaba ya que se movía deuna manera sensible,—la 61 del Cisne, como la de-signan los astrónomos, y determinó las posicionessucesivas con relación á dos estrellas cercanas dedécima magnitud. El resultado que obtuvo fue unaparalaxe de 37 céntimos do segundo, á ¡a vez queStruve halló, por su parte, para Vega ima paralaxede un cuarto de segundo.

Para valuar las distanciasde las estrellas, son ver-daderamente las medidas itinerarias usuales, patro-nes irrisorios, pues el diámetro mismo de la órbitaterrestre, que mide 300 millones de kilómetros, re-sulta muy pequeño para ese uso. Cuando se tratade medir el universo, se cuenta por años de la lúa,como en la tierra so mide por horas la distancia deun camino; la unidad de distancia es el camino queanda un rayo luminoso en el espacio de un año.Una paralaxe de un segundo do arco indica una dis-tancia igual á 206.000 veces la distancia del sol, yse halla representada por tres años y tres meses dela luz; una paralaxe de medio segundo correspondeá una distancia doble, y así sucesivamente.

Las observaciones de Bessel se hicieron con elauxilio del heliómetro, aparato ingenioso inventadopor Bouguer hacia 1750; pero considerablementeperfeccionado por Fraunhofer. Figura un anteojode dos objetivos móviles, como dos ojos que pudie-ran separarse ó aproximarse el uno al otro; cadauna de las dos lentes forma una imagen del objetoá que se apunta, y según la posición relativa deellas, las imágenes parecerán separadas ó bien coin-cidirán para formar solamente una. Ahora bien: si envez de una estrella se tienen dos en el campodel instrumento, se podrá maniobrar de modo quese haga coincidir una de las dos imágenes de la pri-mera con una imagen de la segunda, y la visualmicrométriea acusará entonces la distancia angularde ambos astros. Este medio permite medir las dis-tancias pequeñas con una prodigiosa precisión.

Fraunhofer simplificó el aparato de Bouguer, con-tentándose con un solo objetivo cortado por medio,cuyas dos mitades pueden correrse la una delantede la otra, lo cual equivale al empleo de dos obje-tivos distintos. La perfección de los instrumentosconstruidos por este óptico y la habilidad probadade un observador como Bessel, eran ciertamentegarantías serias do la exactitud del resultado obte-nido. Un astrónomo no menos célebre, M. Pcters,observó por otra parte la misma estrella en Poulko-va, y sus medidas concordaban perfectamente conlas de Bessel. En 1883 una nueva confirmación vinotodavía á corroborar la confianza que inspiraba laparalaxe en cuestión: un astrónomo inglés, M. John-son, había encontrado una cifra muy poco diferente(0,42 de segundo) con el auxilio del heliómetro deque el observatorio de Oxford acababa de ser do-tado. En un principio no se fijó mucho la atenciónen el resultado que anunciara en el año siguienteM. Otto Struve, el eminente director del observato-rio de Poulkova, cuyas mediciones probaron que laparalaje de Bessel debía aumentarse en una mitad yelevarse á 52 céntimos de segundo; pero las inda-gaciones de Auwers han puesto fuera de duda queesta última es sólo exacta, y que, cosa rara, las ob-servaciones de Bessel se dividen claramente en dosperíodos, de los que el primero da una paralaxemuy pequeña, y el segundo un número que apenasdifiere del de M. Struve. No sería inútil referir lasperipecias por que ha pasado el estudio de esta pa-ralaxe,—la mejor conocida de cuantas se han de-terminado,—mediante las cuales se mostraría cuanarduos son los problemas en que al presente seejercita la sagacidad de los astrónomos. Sin contarlos primeros ensayos infructuosos intentados porArago y Lindenau desde 1812, y después por Bes-sel mismo, en 1815, ha ocupado esta paralaxe desdehace cúbenla años á cinco de los primeros astró-nomos do nuestro tiempo, y á pesar de tantos es-fuerzos, aún no se ha llegado más que á explicarpor hipótesis las causas del desacuerdo de sus re-sultados.

Adoptando como la más segura la determinacióndo M. 0. Struve, se tendría para la 61 del Cisneuna distancia que la luz tardaría en recorrer seisaños y medio. Igual distancia se ha asignado porM. Winnecke á una estrella de muy poco brillo.La más próxima á nosotros parece ser hasta aquí elAlpha del Centauro, para la cual han encontradoHenderson y Maclear, que se han sucedido en elObservatorio del Cabo, una paralaxe de cerca de unsegundo, que corresponde á tres años. Se ha ensa-yado el mismo cálculo en unas cuarenta estrellas,y nos bastará decir que la distancia de la brillanteVega estaría representada, según Johnson y 0. Stru-ve, por veintidós años; la de Sirio, por diez y seis,

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96 REVISTA EUROPEA. 2 1 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N.° 91

y la de la Polar, según M. Peters, por treinta y seis.Estos son los límites entre los cuales se encuentranlas distancias que se han podido medir; y por pro-digiosa que sea la velocidad de la luz, ésta es toda-vía un mensajero imperfecto para los caminos delUniverso, pues que las últimas nuevas que nos traede las estrellas tienen siempre tres años, por lo me-nos, de antigüedad.

Para adquirir una idea de la magnitud real de losintervalos que nos separan de las estrellas más le-janas, se ha recurrido á consideraciones fundadasen el principio de que, en general, la desviación delas estrellas disminuye á medida que aumenta ladistancia. Las estrellas de primera magnitud ocu-pan, en cierto modo, el primer plano, y las de lasclases siguientes se escalonan como los planos su-cesivos de un paisaje. En esta hipótesis, y partien-do de algunos datos empíricos acerca de la distri-bución de las estrellas en el firmamento, M. Petersencontró que la distancia media de las estrellas deprimera magnitud equivale á diez y seis años, áveintiocho la de las de segunda y así sucesivamente:para las estrellas más débiles que todavía puedodistinguir una vista penetrante (7.* magnitud) setendría una distancia de ciento setenta años. Las es-1 rollas telescópicas constituyen las clases siguientes,cuyo número está limitado sólo por el alcance delos anteojos. Para distinguir las de 16" magnitudse hacen ya precisos instrumentos de un poder óp-tico excepcional, pues estos astros se encuentran,ciertamente, á distancias que exceden de cinco mily puede ser que de diez mil años.

Debe tenerse entendido que estas evaluaciones norepresentan más que términos medios, tanto másexactos cuanto mayor es el número do estrellas áque se refieren, y que suponen, como todos loscálculos de estadística, que las diferencias indivi-duales se compensan y desaparecen cuando se operacon números muy considerables. Sigúese de estoque será el resultado menos exacto el que se re-iici'e á la primera magnitud, que sólo comprendediez y seis ó veinte estrellas muy diferentes enresplandor. Sirio, por ejemplo, que debería serclasificada sin constituir pareja, emite seis ve-ces más luz que Vega ó Arturo, que no obstante,se cuentan entre las más brillantes de las estre-llas de primer orden. La distancia de Sirio, de-ducida de la paralaxe de este astro, conforma biencon la distancia media de la primera clase; perootrass estrellas que íiguran en la misma se hallan talvez raías lejos que lo que indica esa distancia mediay delben su brillo á un centelleo excepcional. De otraparte, el Alfa del Centauro, que es de las de primeramagnitud, y aun pequeñas estrellas como la 61 delCisne, están mueho más cerca de nosotros; de todolo cual resulta, pues, que hay un buen número de

excepciones individuales que pueden desentendersecuando las valuaciones recaen sobre millares de in-dividuos. El número de las estrellas contenidas enlas seis primeras clases, que comprenden casi todaslas que de ordinario se pueden distinguir á la simplevista, apenas excede de S.000 para todo el cielo, yno llega á 4.000 en nuestras latitudes; pero el totalde las que se distinguen con el auxilio de los mejo-res teloseopios, puede elevarse á más de 80 millo-nes. Cuando se opera sobre semejantes números, laestadística marcha con paso seguro y los resultadosmedios merecen cierta confianza.

¿Dónde están entre tanto los límites del Universo?¿Cuáles son las distancias más allá de las que nin-guna mirada humana ha podido sondear los abis-mos del espacio? En los límites de 1Q visible seencuentran esos puntos luminosos apenas percep-tibles, en los cuales se resuelven ciertas nebulosasobservadas con los telescopios de William Herscheló de lord Rosse. Teniendo en cuenta la fuerza depenetración de sus grandes telescopios, Herschelcalcula que ha podido.distinguir estrellas situadas ádistancias que exceden más de dos mil veces la dis-tancia media de las de primer orden. Entre las ne-bulosas no resolubles en aglomeraciones de es-trellas, que á pesar de la debilidad de su luz sontodavía visibles por ocupar cierta superficie, hayprobablemente un gran número que se pueden su-poner mucho más lejanas: algunas gravitan á dis-tancias que exceden en tres ó cuatro mil veces á lade Sirio. Así el ojo, penetrando en las profundidadesdel cielo, alcanza regiones do donde la luz tarda enllegarnos sesenta mii años, sin hablar aún de ciertasapreciaciones de William Herschel, que hace subiresta cifra para las nebulosas más débiles á más dedos millones de años. Las nebulosas que creemos veren una determinada dirección, se encuentran, pues,en ella hace algunos centenares de siglos; pero nadanos prueba que continúen allí todavía, y no tenemosmedio alguno de saberlo que han andado: los rayosque emiten hoy—si es que existen aún—llega-rán á la tierra en un porvenir muy ¡lejano. A me-dida que se acreciente el poder óptico de los an-teojos, lograremos, sin duda, descubrir testimoniostodavía más antiguos de la existencia de la materia.Atendiendo á esto, ¿no es un hecho digno de las me-ditaciones de los filósofos el que el telescopio nospermita á todas horas retroceder cien siglos, y pa-sear nuestras miradas por la creación antediluviana,que continúa siendo visible después de haber cesa-do, acaso, de existir? porque las imágenes de todolo que ha existido continúan caminando por el éterinfinito.

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N.° 91 R. RADAU. LOS PROGRESOS DE I.A ASTRONOMÍA ESTELAR. 97

II.

Las pequeñas desviaciones que resultan de las pa-ralaxes anuales son oscilaciones periódicas que nosparece que realizan las estrellas alrededor de susposiciones medias, y que les hacen describir elipsesmicroscópicas, en las que se refleja en pequeño laórbita que recorre la tierra alrededor del sol. Estasoscilaciones no cambian, pues, en nada el lugarque realmente ocupa el astro en el cielo. Del mismomodo, oscilaciones aparentes causan la aberraciónde la luz ó la nutación del eje terrestre; y estasdesviaciones periódicas sólo dependen del movi-miento del observatorio flotante, á bordo del cualviajamos alrededor del sol, y se las corrige por me-dio de un cálculo muy sencillo, basta el punto deque los catálogos de estrellas no contienen rastrosde ellos. Pues bien; si se comparan dos catálogosformados para épocas algo distantes entre si, se en-contrará siempre que las posiciones de las estrellas,referidas á las mismas señales fijas, no concuerdan.

Las diferencias que resultan son, por términomedio, de doce segundos por cien años, lo que daun décimo de segundo para el espacio de un año, yrepresentan lo que los astrónomos llaman los movi-mientos propios de las estrellas. Compréndese quevariaciones tan insignificantes no se deducen clara-mente de las series de observaciones que sólo abra-zan un corto número de años. No se han podido re-conocer con seguridad hasta que ha sido posiblecomparar catálogos separados por intervalo» decincuenta y aun de cien años. El punto de partida yla base de todas las indagaciones relativas a losmovimientos propios, son siempre las observacionesde Bradley, que nos hacen conocer, con una preci-sión verdaderamente extraordinaria para la época,las posiciones de más de 3.000 estrellas. Estas po-siciones, calculadas por el año de 1758, han sido pu-blicadas por Bessel con este título: Fundamentos dela astronomía, deducidos de las observaciones del in-comparable Bradley. La segunda etapa es notablepor el célebre catálogo de 47.000 estrellas, fundadosobre la Historia celeste de Lalande, y al que debenañadirse las 10.000 estrellas del cielo austral, de-terminadas por Lacaille durante su estancia en elcabo de Bueña-Esperanza; después vienen esos in-ventarios ligeros de una región limitada del cielo,que se denominan zonas: las zonas de Bessel, de Ar-gelander, de Lamont y de tantos otros que han pre-cedido á la revisión general del cielo, que desdehace algunos años se dividen los observatorios deambos mundos. Como se comprende, estas relacio-nes sumarias no consienten una gran precisión dellugar observado en cada estrella; en cambio permi-ten formar cartas celestes muy completas, en lasque las estrellas se hallan inscritas en sus lugares y

TOMO vi.

clasificadas por el orden de su magnitud. La preci-sión es, por el contrario, el fin principal de las de-terminaciones que diariamente se practican en losgrandes observatorios, como los de Greenwich, Pa-rís y Poulkova, y en los que los resultados son cata-logados por intervalos regulares. Tal vez se llegueá conciliar la rapidez con la precisión cuando losprocedimientos fotográficos se hayan perfeccionadopara aplicarlos á la reproducción de los grupos deestrellas, en cuyo camino parece que M. Ruther-furd ha obtenido ya en América resultados muy sa-tisfactorios, que hacen esperar que el problema serápronto resuelto.

Los movimientos propios, comprobados por lacomparación de los catálogos, son, por lo general,desviaciones progresivas, que aumentan con eltiempo de una manera continua. Algunas vecesafectan desigualdades periódicas que revelan, yauna paralaxe anual, ora una órbita de largo períodoque describe la estrella alrededor de un foco cer-cano de atracción; pero en este caso se compruebaademás un movimiento progresivo. ¿Qué significanesos movimientos propios, rectilíneos y continuos?Son evidentemente los indicios diferenciales de uninmenso torbellino que arrastra, así nuestro sistemasolar, como los mundos más lejanos, hacia regionesdesconocidas. «Supongamos un instante, dice Hum-bold, que se realiza un sueño de imaginación; quenuestra vista, traspasando los límites de !a visióntelescópica, adquiere un poder sobrenatural; quenuestras sensaciones de duración se contraen hastacomprender los mayores intervalos de tiempo, lomismo que nuestros ojos distinguen las menorespartes de la extensión: al punto desaparecerá la in-movilidad aparento que reina en los cielos. Estre-llas sin número son arrastradas como nubes de pol-vo, en direcciones opuestas; las nebulosas errantesse comfensan ó disuelven; la Vía-láctea se dividepor varios puntos como un inmenso cinturon que sedesgarra en girones; por todas partes reina el mo-vimiento en los espacios celestes, lo mismo que rei-na en la tierra, en cada punto de este rico tapiz devegetación, en que los retoños, las hojas y las flo-res presentan el espectáculo de un perpetuo desen-volvimiento.')

La determinación de los movimientos propios esuno de los problemas más interesantes; pero tam-bién es uno de los más delicados de la astronomíamoderna. Aún no se ha podido encontrar más queunas 60 estrellas que se mueven más de un segun-do por año, movimiento que es mucho menor en lamayoría de los casos. Cantidades tan insignificantesson necesariamente muy difíciles de medir. Las pe-queñas diferencias designadas con el nombre demovimientos propios, son frecuentemente una mez-cla fnestricable de variaciones reales y de errores

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de observación ó de reducción, tanto más difíci-les de desenmarañar, cuanto que las variacionesson aquí del mismo orden y aun más pequeñas quelos errores. Lo que es triste de decir es que loserrores son quizá la mitad de las veces falta de tras-cricion ó de reducción, que no tienen por excusa lapremura con que es preciso observar los rápidosinstantes del paso de un astro en la dirección delanteojo. Esto prueba que si se hacen las observacio-nes con todas las precauciones apetecibles, los cui-dados prestados para la confección de los catálogosno siempre son proporcionados al valor de las ob-servaciones; de lo que resulta que ciertos catá-logos abundan en errores que han ocasionado ma-chas equivocaciones y decepciones, haciendo creeren grandes cambios en el cielo que finalmente seexplican por una falta de cálculo. Y no es estotodo: las observaciones mejor hechas muestrantodavía diferencias más ó menos grandes que de-penden de las circunstancias locales, de las esta-ciones y de las horas del dia, del temperamentodel observador, de sus hábitos y de su disposiciónmomentánea; diríase que mil asechanzas rodean áeste para impedirle aproximarse á la verdad ab-soluta.

Los curiosos experimentos de M. Wolf acercade los errores personales, prueban que muy pocaspersonas ven los fenómenos en el momento precisoen que se producen, pues casi siempre la percep-ción se retarda algunas fracciones de segundo. To-das esas causas reunidas hacen que antes de con-frontar dos catálogos de estrellas sea preciso estu-diar, por decirlo así, los defectos y las cualidades,trabajo que M. Auwers ha emprendido ya, conbastante fortuna, para los catálogos más impor-tantes.

Gracias á esta elección previa, la comparación delas observaciones modernas con las antiguas podráconducir á resultados más dignos de confianza, y elestudio de los movimientos propios se extenderá,sin duda, muy pronto á todas ¡as estrellas catalo-gadas, lo que no es poco decir. Hasta el presente,hánso contentado los astrónomos con examinar,bajo este respecto, algunos millares de esos astros.Los movimientos propios más graneles se notan enlas estrellas más próximas á nosotros, y pueden lle-gar á siete ú ocho segundos por año; pero en gene-ral no se trata, como ya se ha visto, más que deulgunías fracciones de segundo. Sin embargo, estasvariaciones, tan poco sensibles en apariencia, son¡as señales de movimientos de una rapidez vertigi-nosa en razón de las distancias en que los observe-mos. Esto es lo mismo que sucede con un buqueque vemos en el horizonte ó con una nube que pasaá una gran altura de nosotros, que nos parecen casiinmóviles, siendo así que se mueven con una velo-

cidad considerable: basta mirarlos con un anteojode aproximación para que esta velocidad, disimula-da por la distancia, reaparezca al punto.

Para calcular la velocidad de traslación real quecorresponde á un movimiento propio observado, esenteramente preciso conocer la distancia absolutade la estrella en cuestión, condición que se ha lle-nado respecto de cierto número de estrellas cuyasposiciones varían de una manera muy rápida. Así,si sabemos que la 61 del Cisne, cuyo movimientopropio es de cinco segundos, tiene una paralaxe demedio segundo, se puede concluir que se mueve enel espacio con una velocidad de 50 kilómetros, loque da una velocidad más de cien veces mayor á lade una bala de cañón.

Para las estrellas dotadas de un movimiento pro-pio excepcional que las aisla de los grupos en quese las encuentra, no es dudoso que esta variaciónaparente no indica un movimiento real de esos as-tros; pero no es ya lo mismo cuando regiones ente-ras experimentan un movimiento propio más ó me-nos uniforme. Aquí puede preguntarse si esta lentaprogresión no es una ilusión de óptica como las os-cilaciones periódicas de las estrellas que tienen porcausa la revolución de la Tierra alrededor del Sol,ó si no es la consecuencia de un movimiento detraslación, en el espacio, de todo el sistema solar.En efecto, si el Sol, con su cortejo de planetas, esarrastrado en un curso rápido hacia un punto dadodel cielo, las estrellas situadas en esta direcciónparecerán separarse á medida que aquel se aproxi-me, mientras que en el punto opuesto del cielo, delque el Sol se aleja, las estrellas se juntarán cadavez más: resultará como una corriente general quearrastrará insensiblemente todas las estrellas delpunto de llegada hacia el punto de partida del tra-yecto solar. Pues un movimiento semejante debedescubrirse al menos en las posiciones determina-das á cien años de intervalo.

Fontenelle había entrevisto lo mismo que Bradleyla posibilidad de un movimiento de traslación delSol; pero Lalande es quien parece haber sido el pri-mero en formular esta hipótesis de un modo claro,pues él fue quien hizo notar que la rotación del Sol,que nos revelan las revoluciones de las manchas,supone ya por sí misma la existencia de un movi-miento de traslación, atendiendo á que no puedeser producida más que por un impulso comunicadofuera del centro que ha debido, según toda probabi-lidad, mover al propio tiempo el centro mismo. Losdos movimientos de rotación y de traslación casinunca se observan el uno sin el otro. La teoría hacepues, prever a priori que el Sol debe moverse enuna órbita que, para cierta duración de tiempo,sería permitido considerar como una línea recta.¿Ha justificado la observación esta hipótesis?

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N.° 91 B. HADAD. LOS PROGRESOS DE LA ASTRONOMÍA ESTELAR. 99

William Herschel no temió abordar de frente elproblema, examinando los movimientos propios delas estrellas, cuyas posiciones eran ya bien conoci-das para que pudiese esperar fijar con certeza lasvariaciones seculares. El éxito coronó su tentativa,y desde 1783 pudo anunciar que el sistema solarmarcha hacia un punto determinado de la constela-ción Hércules. La certidumbre de este resultado fueprobada al principio por Biot, Bessely otros astróno-mos; pero investigaciones recientes, fundadas sobrebases mucho más sólidas, las han confirmado, rectifi-cando sólo la posición del punto hacia el cual caminael Sol. M. Otto Struve ha intentado evaluar aproxi-madamente la velocidad de ese movimiento de tras-lación que, según sus cálculos, debe ser de siete ki-lómetros por segundo. Esta cifra, deducida de datosque después se han rectificado, es sin duda muy in-significante, y todo lo que por el momento puededecirse es que la rapidez con que nuestro sistemaes arrastrado en el espacio, es probablemente delmismo orden que las velocidades orbitarias de losplanetas.

El movimiento de conjunto del sistema solar es,pues, desde aquí en adelante un hecho incontesta-ble; ese movimiento se reflecta, por una ilusión deóptica, en los posiciones aparentes de las estrellas,permitiéndonos los cambios seculares de estas po-siciones conocer la dirección en que somos lleva-dos. No obstante, este efecto de perspectiva sólo dacuenta de una exigua parte de las mutaciones com-probadas, pues después de haberse hecho cuentadel cambio aparente que resulta para cada estrellade nuestro propio movimiento, se encuentran toda-vía, en la generalidad de los casos, variaciones pro-gresivas ó periódicas que demuestran una mutaciónreal de la misma estrella, y que tan pronto son delos astros reunidos en grupos que describen unosalrededor de otros órbitas cuyas formas y dimensio-nes podremos conocer con el tiempo, como las len-tas etapas de un viaje que hace la estrella hacia re-giones desconocidas.

Desde un principio se ha preguntado si no teníantodos esos movimientos un centro común, si nogiraba todo el Universo visible alrededor de un solcentral. El filósofo Kant quiso ver en Sirio eseastro-rey, habiendo más tarde hecho M. Argelanderuna tentativa para resolver por el cálculo la cues-tión. Después de haber determinado con la ayudade los movimientos propios de 537 estrellas, el puntodel cielo hacia que camina nuestro sistema, se hapreguntado si, restando de los movimientos propiosconocidos lo que no es más que una reflectacion dela traslación del Sol, no encontraría residuos querevelasen un movimiento general de los sistemasestelares. El resultado de su cálculo ha sido queprobablemente los astros giran todos en conjunto

alrededor de un punto situado en la constelaciónde Perseo; sin embargo, la incertidumbre de los da-tos que sirven de base á su trabajo sólo le permi-tieron presentar este resultado con reservas y comouna mera hipótesis.

Un astrónomo, de temperamento más aventurero,emprendió entonces la resolución del problema sindarse cuenta exacta de las dificultades que entraña.Juan Enrique Moedler, muerto en este año á losochenta de edad, se había dado ya á conocer por labella carta topográfica de la luna que publicó en1836 con Wilem líeer, hermano mayor de Meyer-beer. En 1840 sucedió á W. Struve como directordel Observatorio do Dorpart, en el que consagró susesfuerzos durante veinticinco años á la determina-ción de los movimientos propios de las estrellas,hasta el dia en que una debilidad de la vista le forzóá retirarse. Su título de gloria, á sus ojos al menos,era su descubrimiento del Sol central, que convir-tió más tarde sencillamente en «grupo central.» Re-nunciando, en efecto, á buscar un astro más grandey más macizo que los otros, y cuya poderosa atrac-ción dominase al Universo visible, Moedler se con-tentó con la hipótesis de que las estrellas describensus órbitas alrededor de un punto, que es su centrocomún de gravedad, pero que no se halla ocupadopor una masa preponderante. En este caso, dice,las velocidades orbitarias deben aumentar á medidaque la órbita se aleje del centro común. Lo contra-rio tendría lugar si allí hubiese un sol central do-minando todo el cielo: las velocidades, considera-bles para las estrellas cercanas, disminuirían á me-dida que éstas se alejasen del foco de atracción.Como no existo en el cielo punto alguno de estegénero á cuyo alrededor se hayan notado movi-mientos propios muy pronunciados, es evidente quedebe abandonarse la hipótesis de un sol central, yque j M* el contrario, la existencia de un centro degravedad inmaterial, por decirlo así, centro de losmovimientos propios de los astros visibles, mereceser discutida: el error de Moedler fuó el creer quelo había probado.

El grupo que queda inmóvil en medio del torbe-llino general lo encuentro Moedler. en la constela-ción de las Pléyadas, en donde las estrellas se agru-pan alrededor de la brillante Alción, «como lospolluelos en torno de la pollera.» Comparando lasobservaciones de Bradley con las determinacionestan precisas de Bessel, demostró que los movimien-tos propios apenas alcanzan aquí seis céntimos desegundo por año, y que están dirigidos exactamentecomo lo estarían si ese grupo estuviese en realidadinmóvil en el espacio (1). Alción, que es el centro

(1) El profundo estudio (lelas Pléyadas que recientemente lia aco~

metido M. Wolff, eii el Observatorio de París, permitirá detorminar el

movimiento propio de una manera más segura y más completa.

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100 REVISTA EUROPEA.—21 DE NOVIEMBRE BE 1 8 7 5 . N.° 91do) grupo, señalaría también el lugar del centro degravedad universal. Trazando alrededor de estepunto zonas concéntricas, comprobó movimientospropios medios de 9, de 10, de 12 céntimos de se-gundo, y las direcciones difieren cada vez más de laque se deduce del movimiento conocido de nues-tro Sol. Convencido de estos resultados, Mcedlerno titubeó en considerar á Alción como el cen-Iro visible del Universo, y á cuyo alrededor giranlas innumerables estrellas de que está sembrado elespacio, las cuales, dice, se hallan distribuidas porcapas amulares separadas por vastos intervalos casivacíos, y en uno de los cuales flota nuestro sistemasolar. En los confines del universo están formadoslos últimos anillos por la Vía-láctea, que en sus gi-gantescas circunvoluciones abraza los anillos este-lares en que nosotros mismos gravitamos. Estamosmucho más cerca de la región en que los replieguesdo la Vía-láctea se desdoblan, que de la opuesta, enque aquella parece sencilla. Nuestro Sol tarda masde 22 millones de años en recorrer su órbita alre-dedor del centro común, y la distancia de Alción,siempre, según Moedler, excede de 36 millones deveces nuestra distancia al Sol, y equivale á 573 añosde la luz.

Desgraciadamente, en estas deducciones, que seencadenan y se desenvuelven con atrevimiento in-genuo, la imaginación entra por más que la severalógica de las cifras. Las fracciones de segundo, queforman la frágil base del edificio levantado porMoedler, están lejos de tener el grado de certi-dumbre absoluta que éste les atribuye, no siendodifícil llegar á obtener, disponiéndolas de diferentemodo, resultados enteramente opuestos. Por otraparle, mirando de cerca, se comprende que el au-mento de los movimientos propios á partir de lasregiones de las Pléyadas nada probaría, aun cuandoestuviera demostrado, ni en pro ni en contra de lateoría del universo, hija, en todas su.s partes, de lafecunda imaginación de Moedler.

Según sir John Herschel, la verdadera forma dede esta aglomeración de estrellas denominada Via-láclea, sería la de un disco ó muela aplastada, par-tido y desdoblado en dos valvas por cerca de lamitad de su contorno. El Sol se encuentra colocadohacia el centro del disco, cerca de la línea deunión de las dos valvas, y esto os ya lo que explicael áspetelo anular de la Vía-láctea, que nos parececomo tuna banda luminosa cuando la mirada sesumerg;e en el espesor del corte pleno, y como unabanda doble cuando penetra en el espesor de lasvalvas, mientras que en las direcciones perpen-diculares al plano del disco nos parecen quelas estrellas están sembradas si» profusión. Poresto es por lo que apenas distinguimos sobre nues-tras cabezas una débil bruma esparcida en la at-

mósfera, al par que en el horizonte, donde so ex-tiende hasta perderse de vista,nos hace el efecto deun denso banco nebuloso. En cuanto á las dimen-siones de esta capa estelar, en la que estaraos pro-fundamente sumergidos, el espesor trasversal ex-cede de mil años, y el diámetro mide millares desiglos.

En el centro de este vasto universo, nuestras mi-radas encuentran aquí y allá grupos muy próximosá nosotros para que sea posible espiar los movi-mientos interiores y sorprender, por decirlo así, lavida de familia. Soles asociados, ó bien rodeados deplanetas, son los que vemos gravitar en órbitas re-guladas por las leyes tan conocidas de la atracciónuniversal. El estudio de estos sistemas, inauguradopor W. Herschel, ha adelantado mucho,—merced álas admirables indagaciones de VV. Struve, relativasá las estrellas dobles, emprendidas en Dorpat y enPoulkova,—y ocupa actualmente á algunos astróno-mos provistos de excelentes instrumentos.

El número de las parejas de estrellas cuya dis-tancia no excede del límite de treinta y dos segun-dos, adoptado para las estrellas dobles, es muyconsiderable, pues hace más de cuarenta años queW. Struve había examinado más de 3.000, cifra quehoy se eleva á 6.000. Es evidente que esas aproxi-maciones tan frecuentes no pueden ser debidas alazar de la perspectiva; el cálculo de las probabili-dades muestra que el número de las parejas pura-mente ópticas, esto es, accidentales, debe aumen-tar con la distancia de las que las componen, mien-tras que en realidad, la continuidad de las parejasobservadas disminuye aún en más de una distanciade ocho ó nueve segundos. Según Struve, los dostercios de las estrellas dobles cuya desviación hamedido, forman probablemente parejas físicas; perono tenemos la certeza de que dos estrellas esténunidas unas á otras por los lazos de la gravitación,por más que se haya probado que ambas tienen elmismo movimiento propio, es decir, navegan unidaspor los espacios celestes. Esta comprobación se hahecho al presente para más de 600 estrellas dobles,habiéndose podido determinar para un gran númerolos elementos de la órbita que describen alrededorde su centro común de gravedad. Los tiempos derevolución que se han encontrado varían entre quin-ce años y muchos siglos; pero los períodos muylargos no pueden ser valuados con exactitud, por-que los cambios de posición que sirven de base alcálculo son entonces imperceptibles fracciones desegundo.

En los casos en que ha sido determinada la para-laxe de la estrella principal, se puede aún llegar alconocimiento de las dimensiones absolutas de esasórbitas y calcular las masas que gravitan enfre.nteuna de otra. De este modo es como ha podido afir-

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N.° 91 H. RADAU. LOS PBOGBESOS DE LA ASTRONOMÍA ESTELAR. 4 04

marso que las masas de algunas estrellas, muypróximas á nosotros,—el Alfa de Centauro, la 61del Cisne y la Polar,—son inferiores á la del Sol.Para el Alfa del Centauro se ha encontrado unacifra que apenas excede de un tercio, tomándosepor unidad la masa del Sol, á cuya masa excede porel contrario en mucho la de Sirio.

El cálculo de las órbitas de las estrellas se hallamuy arraigado en los hábitos de los astrónomos,que han concluido por aplicarlo confiadamente ásistemas supuestos, en que en un principio sólo seveía el astro dominante, y, cosa maravillosa, elcálculo se ha encontrado preciso desdo el primermomento. El descubrimiento de Neptuno no es,pues, el único ejemplo de un astro cuya existenciahaya sido revelada por las perturbaciones que el mis-mo ocasionaba en torno suyo antes que aparecieseá los astrónomos en el campo de sus anteojos. Losmundos estelares han proporcionado ocasión paradescubrimientos análogos, que son una nueva prue-ba de la generalidad de las leyes de la gravitación.El primero de estos descubrimientos se refiere áSirio, siendo á Bessel á quien cabe el honor de ha-berlo preparado.

Discutiendo las posiciones sucesivas de Sirio,comparadas durante cien años á las de las estrellasde las constelaciones del Toro, de Orion y de losGemelos, Bessel había observado en esa estrella unmovimiento de traslación particular y muy pronun-ciado, que no se explicaba más que admitiendo queSirio estaba sometido á la influencia de un cuerpoinvisible de considerable masa. «Esta suposición,decía M. Le Verrier en 1854, da cuenta tan perfectade todas las circunstancias del fenómeno, que nopodríamos dudar de que sea la expresión de la ver-dad. Si hasta aquí no hemos visto este compañerode Sirio, es porque constituyo, no un segundo solbrillante de luz propia, como en los sistemas deestrellas dobles, sino más bien un planeta grandedel sol Sirio, planeta cuya luz prestada no ha po-dido llegar hasta nosotros, y que puede ser que,perfeccionándose los medios ópticos, lo veamosalgún dia; pero aunque no lleguemos averio, de-terminaremos con el tiempo la órbita que recorre yfijaremos su masa y la de la estrella en cuyo dere-dor se mueve.»

Por mucho tiempo quedó el satélite hipotético deSirio como sumergido en los rayos de su brillan-te centro. Bessel estaba muy inclinado á admitirque este último se hallaba encadenado á un cuerpooscuro, que sin duda sería eternamente invisiblepara nosotros. ¿Por qué, en efecto, no había de ha-ber en los espacios celestes masas oscuras, escoriasapagadas, mundos extinguidos? Se tenía, por otraparle, en la estrella Procyon el contrapeso del casode Sirio; pues el movimiento propio do ésta ofrece

desigualdades periódicas de todo punto análogas.La hipótesis de Bessel encontró, preciso es confe-

sarlo, muchos incrédulos, habiendo muerto su autoren 4846 antes de terminar el debate; sin embargo,maduraba lentamente. En 1851 publicó M. Peters sumemoria sobre el Movimiento propio de Sirio, en laque se demuestra que esta estrella describe una elip-se muy prolongada alrededor del centro de gravedadde un sistema que la misma forma con un astro in-visible, y que el tiempo de una revolución completaes de 80 años. Esta órbita tiene para nosotros, á ladistancia en que ese sistema se encuentra, dimen-siones microscópicas, y las mayores desviacionesaparentes de Sirio no exceden de cinco segundosde arco. M. Auwers y M. Safford vinieron más tardoá confirmar los cálculos de M. Peters. Se sabía ladirección en que debía buscarse el satélite sospe-chado; pero los astrónomos poseedores de los me-jores anteojos habían explorado sin áxito las cerca-nías de Sirio, hasta que al fin, en 31 de Enero de1862, un óptico de Cambridge, en América, M. Al-van Clark, habiendo dirigido sobre esta estrella elpoderoso refractor de 18 pulgadas que acababa deconstruir, observó á la izquierda de Sirio un imper-ceptible punto luminoso. Una vez notado, no tardóen ser observado el satélite, con el auxilio de ins-trumentos de un poder óptico monos considerable,en París, en Roma, en Poulkova, en Cambridge yen Inglaterra.

M. Auwers sometió entonces á una discusión nue-va y muy profunda las posiciones observadas deProcyon, y llegó á representarlas por una órbitacircular con un tiempo de revolución de 40 años.Sus cálculos fueron confirmados por otros astróno-mos, y animados los observadores por el éxito delas indagaciones de que había sido objeto el satélitede Sü¿jo, no dejaron de escudriñar los alrededoresde Procyon; sin embargo, el nuevo astro no fue des-cubierto hasta el 19 de Marzo de 1873 por M. OltoStruve, con el auxilio del gran telescopio de Poulko-va, á una distancia de 11 ó 12 segundos de la estre-lla principal, y habiéndola estimado inferior en mag-nitud en dos unidades con relacioa al compañerodo Sirio. Desde este momento, se continuaron re-gularmente las observaciones del satélite de Pro-cyon y han asegurado que este se mueve de unamanera continua.

Estas dos nuevas conquistas de la astronomía delo invisible no serán, sin duda, las últimas. Comose sabe, los astrónomos han examinado los movi-mientos propios de una multitud de otras estrellassencillas, en la esperanza de comprobar oscilacio-nes análogas á las que han conducido al descubri-miento de los satélites de Sirio y de Procyon. Losmovimientos do Rigel (Beta de Orion), del Alfa de laHidra y de Virgo, se habían tenido como sospecho-

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sas; poro hecha la comprobación, se las ha encon-trado regulares: las pretendidas desigualdades sedebían á observaciones inexactas.

En presencia de la dificultad que nace de la insig-nificancia de las variaciones mediante las que se re-velan los movimientos de las estrellas, incluso nues-tro sol, ha habido necesidad de ver si el problemano ora abordable por algún otro punto. La aberra-ción de la luz, que reconoce por causa la velocidadde la tierra en su órbita, ¿no debe ser modificadapor el viaje que ésta hace en el infinito á remolquedel Sol? La refracción, la difracción (1) y los demásfenómenos ópticos que se observan con el auxiliode instrumentos de precisión, por decirlo así, ilimi-tada, ¿no revelarían por algún signo el movimientoque trasporta al observador en el espacio, ó el dela misma fuente luminosa? Estas cuestiones dividenaún á los físicos, y hasta el presente, ni la expe-riencia ni la teoría han podido resolverlas de unmodo definitivo.

El fenómeno de la aberración se explicaba fácil-mente por la antigua teoría de la emisión, en laque la luz es un fluido cuyas moléculas, lanzadascomo flechas, vienen á herir la retina del ojo.Cuando la hipótesis newtoniana fue destronada porla teoría de las ondulaciones, legó una serie de es-pinosos problemas, entre los que la aberración erauno de los más delicados. Para concebirla, Fresneltuvo que admitir que el éter en que se propagan lasvibraciones luminosas no participa del movimientode los cuerpos ponderables que envuelve y penetra,sino que pasa libremente á través del globo, y quelas ondas luminosas caminan en un fluido en reposomientras que el anteojo es llevado por la tierra.Arago imaginó entonces un experimento destinadoá probar la solidez de este razonamiento. Ajustandoun prisma á una lente, midió la refracción de losrayos que partían de una estrella hacia la que latierra caminaba y de otra de que se alejaba; lavelocidad de propagación de los primeros debia en-contrarse aumentada, y la de los segundos dismi-nuida en toda la velocidad de la tierra, y la diferen-cia, quo se eleva á cinco milésimas, debía manifes-tarse en la extensión de la refracción. No sucedióasí; la refracción fue te misma para todas las regio-nes del cielo.

Para conciliar este .'Inesperado resultado con lateoría die las ondulaciones (2) supuso Fresnel que elprisma lllevaba consigo el exceso de éter que se en-

(1) Se jilama aii el conjunto (lelas modificaciones que la luz sufre

cuando atraviesa una abertura estrecha, un enrejado de rasgos sefialadoa

en vidrio.

(2) El experimento de Arsgo, tal como éste lo realizó, no era muy

coneluyents, porque se servia de un prisma ocromutizudo, que recom-

ponía la luz blanca después de haberla desviado , mientras que hubiera

debido medir la refracción de un rayo simple de color determinado; pero

este último produce el mismo efecto.

cuentra condensado entre las moléculas del vidrio,y esta hipótesis del arrastramiento parcial del éterpor los mejores refringent.es se ha justificado mástarde por un ingenioso experimento de M. Fizeau;no obstante, la oscuridad que todavía reina en estamateria se halla lejos de disiparse. Se ha examinadola cuestión de saber si la extensión de la aberraciónno depende en cierto modo de los anteojos usados;y para dilucidar este punto dudoso, el P. Boscovichpropuso observar las estrellas con un anteojo cuyotubo estuviese lleno de agua ó de algún otro líquido.Este experimento se ha intentado en estos últimosaños por M. Klinkerfues, en Goettingue; por M. Hoek.,en Utrecht, y por M. Archer Hirst, en Greenwich, ysólo el primero ha creído notar una desviación, de-bida á la interposición del líquido; pero semejanteresultado, contrario á las previsiones de Fresnel,no ha sido confirmado, y parece descansar en unerror.

Hace unos quince años que un físico sueco,M. Augstroem, y después M. Babinet, han emitidola idea de que los fenómenos de difracción, produ-cidos por los enrejados, suministraban un medio decomprobar el movimiento de traslación del sistemasolar. M. Augstrosm mismo había comenzado expe-rimentos que debían conducirle al fin que se bus-caba; pero los resultados obtenidos nada tenían deconcluyentes. La importancia del problema decidióá nuestra Academia de Ciencias á someterlo á con-curso, y lo propuso como tema para el gran premiode ciencias matemáticas de 1870. Uno de nuestrosmás distinguidos físicos, M. Mascart, obtuvo el pre-mio por un trabajo experimental, en el que, sin em-bargo, fueron negativas las conclusiones. M. Mas-cart aprovechó cuantos recursos pueden ofrecerlos aparatos más ingeniosos y los métodos de ob-servación más delicados, sin poder comprobar unainfluencia cualquiera del movimiento de la tierrasobre los fenómenos ópticos en que se esperabadescubrirla. Esto no obstante, las recientes indaga-ciones de M. Yvon Villarceau, acerca de la teoríade la aberración, tienden á establecer que el movi-miento del sistema solar debe hacerse sentir en elfenómeno, y el mismo Villarceau acaba de someterá la Academia antes citada un plan para resolverel problema por observaciones combinadas que de-berían hacerse en cuatro estaciones elegidas alelecto al Norte y al Sud del Ecuador.

Además de la influencia del movimiento de la tier-ra, es preciso, de otra parte, considerar también ladel movimiento de la fuente luminosa, en tanto quepuede modificar el número de las ondulaciones queel ojo recibe en un tiempo dado. Una influencia deeste género existe, ciertamente, para el sonido: lanota de un silbato de locomotora nos parece másaguda cuando el tren llega que cuando se aleja,

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N.° 91 M. BLOCK. EL DEHECHO PENAL Y LA CIVILIZACIÓN. 103

porque en el primer caso gana el oido algunas vi-braciones, mientras que en el segundo las pierde.Se ha pensado que, según el mismo principio, el co-lor de los rayos que nos llegan de un astro pudieraser ligeramente modificado por la velocidad conque ese astro se aproxima ó se aleja de nosotros.El P. Secchi, M. Huggins y otros astrónomos hantratado de comprobar esta previsión, mediante elestudio de los espectros de los cuerpos celestes,habiendo deducido el segundo de uno de sus expe-rimentos que Sirio se aleja de la tierra con una ve-locidad de 80 kilómetros por segundo, mientras queun astrónomo alemán, M. Vogcl, ha encontrado porel mismo medio 75 kilómetros para Sino y 100 paraProcyon; pero nos encontramos ya sobre un terrenoresbaladizo.

(Concluirá.)R. RADAU.

(Revue des Deux Mondes.)

EL DERECHO PENAL Y LA CIVILIZACIÓN.

Desde hace algún tiempo, los periódicos inglesesdan cuenta de hechos bastante extraños. En elnorte y en el centro de la Gran-Bretaña sucede confrecuencia que, sin la menor provocación, sin estarexcitados por la cólera, hay miserables que se ar-rojan sobre los transeúntes y los maltratan, algu-nas veces bastante gravemente. Más de una víctimaha muerto. Y sin embargo, los autores de estas in-calificables agresiones no tenían otro objeto que di-vertirse en ver sufrir. No seguiremos á los publi-cistas que estudian este fenómeno bajo el punto devista moral, psicológico ó social; haremos constarsolamente que se atribuyen estas agresiones, lascuales han causado un verdadero terror en ciertosdistritos de la Gran-Bretaña, á una insuficiencia dela ley penal. El ministro competente ha presentado,en efecto, al Parlamento un proyecto de ley decre-tando la agravación de la pena: consiste en hacerdar SO azotes al reincidente.

Este proyecto de ley ha sido vivamente criti-cado. No obstante, ninguna censura se ha fundadosobre la dignidad del cuerpo humano, cruelmenteultrajado por la fustigación. Por el contrario, variaspersonas han pensado que no hacía falta esperar lareincidencia para dar los azotes á estos malvados,siendo la mayor parte jóvenes que se divierten enhacer el mal; otros se han preocupado, sobre todo,de la competencia concedida (sin razón según ellos)á los jueces de paz para decidir si el mal producidoes bastante grave para enviar la acusación al Ju-rado, ó si es de tal naturaleza que pueda ser juz-gado sumariamente.

Estos hechos nos han conmovido más particulaí-mente porque examinamos en este momento lanueva edición de la célebre Teoría del Código penal,de M. Faustino Helie. Todos saben que esta granobra es, hablando propiamente, un comentario com-pleto y desarrollado del Código penal; comentarioen el cual su autor gusta de abstraer los principiosy examinarlos á la luz de una sana filosofía. Hacepasar bajo nuestros ojos las diversas doctrinas emi-tidas desde la antigüedad sobre el derecho de cas-tigar, y hace ver que ninguna de ellas ha tenido elprivilegio de inspirar sola al legislador; la prácticatoma de muchas partes, es ecléctica, sabe que elbien absoluto está fuera de su alcance y que debecontentarse con el bien relativo. A pesar de eso, lacantidad tomada á las distintas doctrinas no esigual, se hace generalmente predominar un princi-pio determinado, y los otros se les emplea comomoderadores ó reguladores del principio domi-nante.

Es, pues, inútil preguntar si el derecho de casti-gar viene de una convención primitiva de los hom-bros, si reposa sobre el derecho de defensa de lapropiedad, si está únicamente inspirado por la uti-lidad, ó si es la necesidad de una expiación, la ne-cesidad de satisfacer la justicia moral, la que armaal magistrado: es, en más ó en menos, todo esoreunido.

Pero ¿cuál es de hecho el principio dominante,aquel que el legislador no pierde jamás de vista? Noes la justicia moral. Para satisfacer completamenteá la moral, sería preciso obtener actos inaccesibles.Tampoco es la vindicta pública, la «venganza so-cial,» porque esta exige ojo por ojo, diente por dien-to, bajo el pretexto de hacer la expiación completa,el sufrimiento de la pena igual al sufrimiento pro-ducidoapor el crimen. Más bien es la necesidad dola defensa, de la protección social, las que inspiranal legislador francés.

Es á la intimidación á lo que mira ante todo.Lo ha dicho Target expresamente en sus observa-ciones sobre el proyecto de Código penal: «Que unculpable sufra, no es el último objeto"que la ley sepropone; pero que los crímenes sean prevenidos,esto es de grandísima importancia.» Va, sin embar-go, demasiado lejos, añadiendo: «Después del másdetestable de los crímenes, si se pudiera tener laseguridad de que ningún otro se cometería, el cas-tigo del último de los criminales sería una barbariesin fruto y que excedería del pódenle la ley.»

Resume así su pensamiento: «La gravedad do loscrímenes se mide, pues, no tanto por la perversi-dad que ellos manifiestan como por los peligrosaque pueden dar lugar.»

Resulta de estoque, sin tener demasiado en cuen-ta la intención, se ha buscado la proporción de la

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pena con el mal causado por la agresión. Este mis-mo principio ha inspirado evidentemente al legisla-dor inglés. Las vías de hecho han sido castigadasen todo tiempo, y en todo tiempo también la penaha sido proporcionada; pero ya no intimidaba lobastante, había llegado á ser demasiado débil ó eraaplicada con demasiada lenidad. La crítica censuraaún al nuevo proyecto de ley por no ir tan lejoscomo las circunstancias parecen exigir.

No es, pues, la moral abstracta, sino la utilidadinmediata, la necesidad de la defensa ó de la pro-tección social, las que inspiran al crítico después dehaber guiado al legislador. Se podrían citar ejem-plos análogos sacados de otros países; pero esinútil insistir, no es menester de grandes reflexio-nes para percibir que si el legislador quisiera daruna sanción á los preceptos de la moral abstracta,sería necesario intervenir todos los dias en las ac-ciones más íntimas de los ciudadanos, de modo quese les privase de toda libertad; se sentirían eviden-temente oprimidos, esclavos de cuerpo y alma, sintener siempre el consuelo de creer que esto es jus-to, que es para su bien.

Significa que las abstracciones, los principios pu-ros, no bastan para ilustrar á la humanidad. El co-mún de los hombres sabe poco por si mismo, hastael punto de que el legislador se cree en la obliga-ción de enseñárselo todo. Esto es lo que explica lano-retroactividad de las leyes. La conciencia esen gran parte obra de la educación que el hombreha recibido, del medio en que ha sido educado, ylaminen del entendimiento con que ha sido dotado.Lo que parece justo al uno, es con mucha frecuen-cia la injusticia a los ojos del otro. Si el legisladorno se hubiese pronunciado en ningún sentido, suce-dería muy á menudo que, en lugar de discutir de-lante del juez «los hechos de litigio,» se discutiríacon él el principio mismo en que se apoyaba susentencia. Desde que la no-retroactividad está reco-nocida, no puede caber ya duda sobre lo que es cri-men, delito, contraversion, y sobre lo que no estáprohibido; el Código lo dice expresamente, y lo queno califica de delito no lo es para el juez. Puedenquedar actos todavía que una sana moral, una mo-ral delicada y sutil, repruebe, que la sociedad quizácondene; pero aquí sólo la opinión puede hacer jus-ticia. La pena material debe estar prevista, y, en loposible, graduada y determinada su extensión.

La iprevision ó manifestación de la pena atenúasensiblemente la censura que se puede dirigir á laspenasi de todos los códigos, que son un poco arbi-trarias. La pena debe, según Rossi (i), ser propor-cionada á la naturaleza de los deberes violados y á

(1) Trillado de derecho penal, con una introducción de M. Faustinelif, -París , Guíllímmín y Compañía.

la moralidad del agente: si le pedimos algo más pre-ciso, dirá: «La relación de la pena con el delito esuna verdad de intuición.» Ortolan, después de haberexaminado la dificultad, declara que «la conclusiónde la ciencia es que se debe renunciar en este asuntoá toda pretensión de exactitud matemática.« Estasdificultades han sido estudiadas de una manera másprofunda todavía por M. Faustin Helie; pero esteeminente criminalista también se ve obligado á re-conocer que la gradación vigorosa de las penas esun objeto hacia el cual es preciso tender, al cual sepuede aproximar bastante, pero que no se está ja-más seguro de alcanzar completamente. Esle incon-veniente y este mal sin embargo, la no-retroactivi-dad de las penas, lo atenúa considerablemente.

Casi se podría decir que lo ha hecho desaparecerenteramente. No vacilaríamos en suprimir este casirestrictivo, si en lugar de suponerse el conocimientode la ley, todo en mundo la supiera realmente. Lano-retroactividad sería entonces una especie decontrato entre*la sociedad y los individuos. Si co-metéis tal delito, dice el Código penal, sufriréisseis meses de prisión; por tal otro un año; tal crimenserá castigado con reclusión, trabajos forzados,muerte; teneos por advertidos. Es una especie detarifa que el legislador ha establecido, sin duda te-niendo en cuenta «la naturaleza del deber violado,»pero evaluando ante todo el efecto protector decada pena sobre la sociedad. Cuando seis meses doprisión no bastan para impedir el delito, es precisoaumentar la penalidad á nueve meses ó un año. Porel contrario, cuando un año basta, no es preciso fijardos años y menos cinco ó más, porque las penasexageradas sublevan la conciencia pública, condu-cen á los jurados á multiplicar las absoluciones, óal menos, á prodigar las circunstancias atenuantes;y frecuentemente el mismo juez omitirá voluntaria-mente una circunstancia agravante y reducirá elcrimen á la importancia de un delito, á fin de noverse en la precisión de señalar penas exorbi-tantes.

Ahora bien, ¡cosa notable! los progresos de la ci-vilización han producido, relativamente á la escalade la penalidad, una doble corriente; la una favora-ble al delincuente; la otra desfavorable, haciéndolamás grave por la publicidad, más cierta por la ex-tradición. El rebajamiento de las penas es efecto delas costumbres, porque la comodidad de que goza-mos nos hacen parecer más duras las privacionesque la pena material inflige al condenado, y nuestraeducación refinada nos hacen también más sensibleslos sufrimientos morales que la pena arrastra con-sigo. Nosotros tenemos muy en cuenta esa canti-dad inmaterial que añadimos por medio del pensa-miento, y en proporción considerable, á la cantidadmaterial. Pero el sentimiento moral ¿está igualmen-

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te desenvuelto en todas las clases, ó, como se diceahora, en todas las esferas sociales? ¿No existen nu-merosos individuos que no han participado de estaeducación refinada, y para los cuales el rebajamien-to de las penas equivale á un rompimiento de losfrenos? En una palabra, ¿nuestra sociedad está siem-pre bastante protegida contra el crimen?

Esta cuestión nos parece menos ardua que lo queaparenta. En efecto, si las penas arbitrarias son con-denadas por nuestras leyes y por nuestras costum-bres, no se sigue de aquí que el Código fije exacta-mente la penalidad de cada crimen y de cada delito;se limita á indicar un máximum y un mínimum,abandonando á la penetración del juez el cuidadode proporcionar rigurosamente la pena al grado deculpabilidad del delincuente. Las circunstanciasagravantes y atenuantes son demasiado varias, y áveces de una naturaleza demasiado sutil para que ellegislador no se haya visto obligado á dejar ciertalatitud al juez. Piesulta de esto, que la reducción dela pena consignada en la ley no tiene más que unefecto restringido; reduce solamente el máximum.Si la reducción ha sido llevada demasiado lejos, eljuez tendrá menos presente desde luógo las circuns-tancias atenuantes. Los críticos del nuevo MU in-glés le reprochan prácticamente el hacer vanas lasagravaciones de las penas, dejando á los magistra-dos la posibilidad de prodigar las circunstanciasatenuantes.

Hay todavía una razón por la cual las reduccionesde la pena no ofrecen peligro para la sociedad, y enque la pena es más cierta. En tiempo de los supli-cios atroces , el derecho de asilo salvaba muchoscriminales; no había ni caminos de hierro, ni telé-grafo, ni fotografía, y muy poca policía. Cuando cadaseñor pretendía administrar justicia se cambiaba fá-cilmente de jurisdicion, y los delincuentes se hacíanlibres. En los grandes Estados de la época moderna,el telégrafo y la extradición completan la obra dela policía de seguridad, y la acción de estos diver-sos agentes ó medios de representación se perfec-ciona hasta donde se quiera.

Se encontrará en la obra de M. Billot (Tratadode la extradición) interesantes detalles sobre lahistoria de la extradición. Contradiciendo la opiniónemitida por M. Billot, nosotros hacemos remontar,con M. Faustin Helie , á la más alta antigüedad elorigen de la restitución de ciertos fugitivos; peroM. Billot tiene razón en considerar la extradiciónregular y organizada como una institución comple-tamente moderna.

En la antigüedad y en la Edad Media eran gene-ralmente adversarios políticos los que se reclama-ban, ó algún malhechor cuyos actos habían perju-dicado más especialmente á las poblaciones. Ennuestros dias los hechos políticos no dan ya lugar á

TOMO vi.

la extradición, sino solamente los crímenes, y desdehace algún tiempo también los delitos de derechocomún. La palabra misma es de reciente formación;no se la encuentra en ningún documento oficial an-terior al decreto del 19 de Febrero de 1791, y biense puede decir que hasta 1828 no se ha empleadocorrientemente.

Pero la idea de la extradición, una vez nacida, nopodía menos de extenderse y realizarse en todos lospaíses civilizados. Ha levantado, sin embargo, al-gunas objeciones, á las cuales M. Billot ha hechodemasiado honor refutándolas. No hay necesidad derefutar objeciones que basta formular con concisiónpara que su absurdo se haga patente á primeravista. ¿Qué se podría pensar, por ejemplo, de la si-guiente objeción? El Estado debe protección al ex-tranjero inocente, pues debe protección al extran-jero culpable. Si no se hubiesen entregado tantosrefugiados políticos, no se hubiera censado en .le-vantar objeciones.

El fugitivo puede decir al Estado á quien se pidala extradición: Yo no he asesinado en tu territo-rio, ¿para qué te mezclas en esto?—Pero, ¿quién megarantiza, se le podría contestar, de que no asesi-narás?—Esta respuesta parecerá satisfactoria á lamayor parte de los lectores. El legista encontraráotras en el Tratado de extradiccion: se verá conqué rapidez se llega á resolver todas las dificul-tades de forma ó de teoría, A desvanecer todoslos escrúpulos y á comprender en la lista de las in-fracciones que pueden dar lugar á extradición unnúmero cada vez más grande de crímenes y de-litos.

Lo que ha apresurado el acuerdo sobre las in-fracciones es el descubrimiento de un criterio. Desdeluego podía acontecer que se pidiera á un Estado laentrega de un hombre por un acto que no fuera pu-nible en este Estado. El rehusarla sería natural. Esevidente que el acto imputado debe constituir unainfracción, tanto en el Estado que requiere, como enel Estado requerido, para que la extradición puedatener lugar; y como la moral es la misma en todoslos países cristianos, no se puede menos.de estarde acuerdo, y muy pronto, sobre la lista de los crí-menes que producen la extradición. Los progresosde la civilización, multiplicando las relaciones en-tre los pueblos, tienden á hacer las costumbres se-mejantes y á confundir los intereses. La lista de losprincipios y de los usos comunes aumenta, y unaserie de delitos pasa al cuadro de la extradición.Resulta de esto, que si la moral ultrajada ha sidoel primer argumento empleado para obtener la en-trega de un refugiado, se justifican por la utilidadtodas las extensiones dadas al principio.

La multiplicidad de relaciones que existe ahoraentre los diferentes países ha ejercido su influencia

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fuera del derecho penal; ha trascendido al derechomercantil y aun al derecho civil.

Nosotros hemos podido verlo claramente hojean-do dos obras que acaban de aparecer casi al mismotiempo. La una, de M. Alf. Jourdan, profesor de de-recho en Aix, se titula: El derecho francés, sus re-glas fundamentales, sus relaciones con los princi-pios de la moral, con la economía política y con lautilidad pública, obra que ha recibido el primerpremio en un concurso abierto por la Academia deCiencias morales; la otra de M. E. Lehr, profesor delegislación comparada en Lausanne, lleva por título:Elementos de derecho civil germánico, consideradoen sí mismo y en sus relaciones con la legislaciónfrancesa; este último es el resumen de un cursodado desde hace algunos años. No compararemosestas dos obras, que, aunque destinadas una y otraá la enseñanza, se dirigen á públicos diferentes; sa-careniios solamente un ejemplo tomado al azar, dela aproximación que se espera entre las costum-bres y por tanto entre las leyes de los diversospueblos.

lis ol ejemplo déla propiedad territorial. Las leyesfrancesas, alemanas, inglesas sobre esta importantemateria, eran en el comienzo de este siglo extraor-dinariamente diferentes; pero se anduvo ya muchocamino. En Francia el Código civil ha reconocido alpropietario el derecho de dividir ó desmembrar sudominio, y al mismo tiempo varias leyes especialeslian regulado la expropiación por causa de utilidadpública. En Alemania y en Inglaterra, el propietariotenia quizá más libertad para abusar que para usarde su tierra. Una tierra, una granja, una explota-ción rural cualquiera, al menos en la mayor partede los cantones alemanes, era una unidad indivisi-ble; podía serlo como tierra señorial ó como fundoplebeyo; después vino una legislación intermedia-ria, la cual permitió desmembrar tales ó cualespar-lecillas de un fundo determinado. Todavía hacíanfalta, sin embargo, autorizaciones ó procedimien-tos especiales. En Prusia no se dio completa liber-tad á los propietarios para dividir sus dominioshasta -1872.

En Inglaterra, las modificaciones que las leyes so-bro la propiedad tendrán que su'rir para aproximar-se al Código civil son mucho más profundas; perola tendencia existe; al menos se hacen esfuerzos des-de hace algún tiempo en este sentido. El progresoso ha lllevado á cabo poco á poco en el derecho deexpropiación; la expropiación forzosa no se practi-ca en Inglaterra sino desde 184S, mientras que enl'rusia ya se habla de ella en el Landrecht (1798).Por otra parte, las tendencias en apariencia másopuestas, se dirigen, hacia un fin común. En Ingla-terra se pide la división de las propiedades; enFrancia la restricción de esta división, ó sea la aglo-

meración de los pedazos de tierra demasiado pe-queños para que se coseche el máximun de pro-ducto posible.

Se expondría á caer en la trivialidad, desenvol-viendo las causas de la unificación, cada vez máspronunciada, de la sociedad europea; estas causasson á la vez morales y utilitarias, y no sabemos cuá-les han tenido más parte. En el dominio intelectualninguna nación podría en adelante reservarse elmonopolio: el menor progreso realizado por la unano tarda en ser común á todas las otras. La máqui-na de vapor, la electricidad, el camino de hierro, lafotografía, y tantos otros inventos modernos se hannaturalizado en todas partes y casi simultánea-mente. Todos los dias el pensamiento de cada paísse formula y se fija en los periódicos, y la rápidalocomotora le lleva en todas direcciones, para quetodos los pueblos le conozcan, le comenten, le dis-cutan. El cambio de las ideas debilita las pasioneslocales, unifica la lógica, establece verdades comu-nes. Pascal, ¿se permitiría todavía esta frase capri-chosa: «¡Divertida justicia que un rio separa; verdaddel lado de acá, error del lado de allá de los Piri-neos!» En nuestro tiempo, no sólo son los correos ylos telégrafos, las monedas y las leyes comercialesy tantos intereses materiales los que se unifican;los espíritus más elevados reúnen sus esfuerzos paraque la misma verdad, la misma moral y la mismajusticia reinen en todas partes.

MAURICIO BLOCK.

CRÓNICA CIENTÍFICA.

LA LUZ Y EL CALOR.

Los experimentos de M. Wifliam Crookes.—A través de lo impondera-ble.—Los efectos de atracción y de repulsión de un rayo de calor óde luí.—Singulares influencias motrices de ios efluvios luminosos.—Movimiento de laminillas metálicas suspendidas en el vacio bajo laacción dei calor del dedo.—El calor-imán.—La luz más rechazadapor el blanco que por el negro. — Molinete movido por !a luz deuna bujta.—Radiómetro.—La fuerza repulsiva del sol.

M. W. Crookes, químico inglés muy conocido enla ciencia, ha comunicado recientemente á la So-ciedad Real de Londres el resumen de investigacio-nes muy originales que asombrarán profundamenteá los físicos. Los experimentos de M. Crookes, queseguimos con mucha atención hace más de un año,fueron al principio muy combatidos y con grandedificultad se admitieron; pero los hechos dan, alparecer, tanta razón al sabio inglés, contestan tanperfectamente á las críticas, que en la actualidades muy difícil dudar de la realidad. En todo caso,si existe algún error de interpretación, aún está

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por descubrir, y esta es una razón más para quelos hombres de ciencia se fijen en estas investiga-ciones.

Según estos experimentos, en contra de lasideas admitidas, en contra ds cuanto se profesa entodas las escuelas de Europa, la luz y el calor estándotados de propiedades motrices directas; ó, enotros términos, un rayo de calor ó de luz puedemover un cuerpo, rechazarlo y atraerlo déla mismamanera que un imán. Esto es increíble, pero los ex-perimentos lo demuestran, como vamos á ver.

M. Crookes encierra en un tubo ó en un globo decristal una ligera varilla de saúco suspendida porun hilo de algodón. Hácese el vacío todo lo máscompletamente posible en el tubo ó en el globo, yen seguida se aproxima á cinco milímetros de dis-tancia una bujía encendida.

Inmediatamente se ve moverse la varilla de saú-co, venir hacia la luz, retroceder después y os-cilar al fin como una aguja imantada. Claro es quesi no se hubiese hecho el vacío en el tubo, podríadecirse que el movimiento del aire calentado por labujía se comunicaba al saúco. Pero no hay aire, nohay nada en el tubo, y sin embargo la varilla desaúco oscila.

En vez del saúco, M. Crookas emplea unas aguji-tas terminadas por ligeras bolas de carbón, de ma-dera, de marfil, de corcho, de selenium, de platino,de plata, de aluminio, de manganeso, etc. Los re-sultados son iguales. El hilo de suspensión limitabael movimiento de atracción; pero al cabo de algu-nos instantes veíase á la aguja realizar revolucionesde 360 grados. Basta el calor de la mano para quese mueva el índice de saúco.

Cuando se sustituye á la bujía un pedazo de hielo,el fenómeno se verifica también, pero en sentidocontrario: no hay atracción, sino repulsión.

M. Crookes introduce en seguida el foco de caloren el tubo de cristal, aproximándolo á agujas pro-vistas de bolas de latón. El foco de calor con-siste en una espiral de platino, enrojecida poruna corriente eléctrica; la aguja es bruscamenteatraída.

Otra observación absolutamente extraordinaria.Dos trozos de vidrio muy calentados, encerradosen un recipiente metálico, en el que se ha hecho elvacío, han dado en la balanza un peso variable se-gún el grado de su temperatura. Preciso es queM. Crookes asegure estos resultados para que sepueda creer en ellos.

Cuando se verifican los experimentos en tubosllenos de aire, se observan los mismos fenómenos;pero ocurre entonces otro nuevo sumamente cu-rioso. Un rayo de luz ó de calor, cayendo sobre elaparato lleno de aire, determina la atracción de lavarilla de saúco; despuea, cuando se extrae el aire

por medio de la bomba de Springel, llega un mo-mento en que el rayo queda inactivo, sin que seobserve ningun efecto, ningún movimiento. Si con-tinúan fucionando la bomba, cuando aumenta el va-cío, se verifica una repulsión.

Así, pues, bajo cierta presión del airo hay atrac-ción, después un puntó neutro, y repulsión cuandola presión es menor, aumentando la repulsión conel grado del vacío, y viéndose acentuar más y másla rotación de la varilla de saúco.

El punto neutro varía según la sustancia emplea-da, y aparece tanto más pronto, cuanto mayor pesoespecífico tiene el cuerpo con que se hace el expe-rimento. Así se ve que la médula de saúco tieneun punto neutro que corresponde á presión muybaja, mientras que es mucho más elevada para elplatino. Resulta de esto que, á igual presión baro-métrica, puede ser rechazada la varilla de saúco porlos rayos luminosos y atraída la laminilla de platino.

El profesor 0. Reynolds, uno de los críticos másincrédulos de M. Crookes, hizo la siguiente obje-ción. Sin duda alguna prodúcense los movimientospor el aire ó el vapor acuoso condensados sobrelos cuerpos con que se experimenta ó sobre lasparedes del tubo. Cuando el vacío llega al gradoconveniente, el vapor abandona la superficie dondese aloja y determina una corriente; de aquí el mo-vimiento de las varillas y de las agujas.

M. Crookes ha rechazado la objeción con el si-guiente experimento: encierra una laminilla de alu-minium en una campana de cristal muy poco fusible.Hácese el vacío durante dos dias, se calienta variasveces la campana hasta el rojo oscuro. El vacío estan perfecto, que la chispa de inducción no puedeatravesar la campana: á pesar de estas precaucio-nes, la laminilla se mueve bajo la influencia de laluz, y por efecto de estas precauciones, habiéndosellevado muy lejos el vacío, aumentó la energía dela oscilación. Un rayo de calor la rechazó; un rayofrió la atrajo. Decididamente los efectos son difíci-les de explicar.

En fin, M. Crookes ha comprobado diferencia deacción bastante pronunciada entre el calor oscuro,el rayo caliente y el rayo luminoso, y el rayo á lavez caliente y luminoso. El calor oscuro obra de lamisma manera sobre una superficie negra que sobreuna blanda. La luz, pt>r el contrario, rechaza la ne-gra con más energía que la blanca. El sabio inglésha construido un molinete que demuestra de unmodo irrefragable esta diferencia de acción.

Dos pajillas, colocadas en forma de cruz, formanlas aspas. En cada extremo se coloca una plaquitacuadrada de médula de saúco, que forman las ale-tas. La cruz de las aspas descansa sobre un eje deacero, colocado sobre una crapodina; enciérrase elaparato en una campana, en la que se hace el vacío.

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•108 REVISTA EUROPEA. 21 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N.° 91

Las alelas tienen un lado blanco y otro negro, domanera que el molinete está formado de superficiesblancas y negras alternativamente.

Al herirle la luz, obra más sobre el blanco quesobre el negro, poniendo en movimiento todo elsistema. A 0m50 de distancia, la llama de una bujíaordinaria imprime al molinete suficiente impulsopara que realice una revolución completa en 182sftííundos. A la distancia de 0m2S, la revolución severificó en 48 segundos; á 0mi% en 40 segundos.Como se ve, el efecto mecánico está en razón in-versa del cuadrado de la distancia.

l'na aplicación puede tener ya el pequeño aparatode M. Crookes. Es evidente que puede servir de ra-diómetro destinado á medir la intensidad de calor óde luz. El ángulo de rotación del molinete serátanto mayor en un tiempo dado, cuanta mayor ener-gía (engsi la radiación calorífica ó luminosa.

Inútil es decir que M. Crookes ha multiplicado losexperimentos rodeándose de minuciosas precau-ciones para convencer á sus contradictores. No da-mos cuenta de ellas en estas líneas, porque nos li-mitarnos á exponer sencillamente los curiosos re-sultados que ha obtenido el sabio inglés.

Debemos añadir que hace mucho tiempo queM. Kaye, miembro de la Academia de Ciencias, sos-tiene la tesis de que los rayos del sol están dotadosde fuerza repulsiva, explicando así la figura de lacola de los cometas. M. Faye trató de probar direc-tamente la fuerza motriz del calor, por medio deun experimento realizado en casa de M. Ruhmkorff.Y creemos, si no nos es infiel la memoria, que eldoctor Collongue, inventor del dinamóscopo y dela dinamoscopia, publicó hace cerca de tres añossobre las atracciones y repulsiones de la médula desaúco, bajo la acción del sol ó del calor humano,una Memoria que pasó absolutamente desapercibi-da, de la que no ha hablado nadie: tan sujetas ácrítica parecieron sus ideas. Hoy conviene citar es-tos trabajos, bajo el punto de vista de la verdadhistórica, aunque en manera alguna disminuyen elhonor del descubrimiento, que pertenece por com-plelo á M. Crookes. Solamente el sabio inglés hapuesto fuera de duda, por medio de una serie deexperimentos convincentes, la influencia motriz delos rayos caloríficos y luminosos, que tal vez habíasido entrevista, pero que seguramente no había sidodemostrada.

ENRIQUE DE PARVILLE.

Ateneo de Madrid.

CIENCIA PREHISTÓRICA.

II.EL PERÍODO CUATERNARIO.

Señores:Trazada en la primera lección la sumaria historia

del globo, como Introducción á la primitiva historiade nuestra especie, conviene fijar por un momentola atención en los acontecimientos que ocurrierondurante el período cuaternario, ya que es generalla creencia de que el homo sapiens, ó sea el hombre,tal cual le vemos y estudiamos hoy, data de dichoperíodo; los unos porque á pesar de todas las sos-pechas y datos aducidos en favor de su mayor an-tigüedad, no se la conceden hasta tanto que seaduzcan pruebas más concluyentes de su existenciaanterior; mientras otros, extremados partidarios dela teoría evolucionista, quieren ver en el hombreterciario al ascendiente natural del de hoy, dotadode condiciones intelectuales diferentes, ó si sequiere con una inteligencia en embrión, que, tras-mitida y perfeccionada por herencia á las sucesivasgeneraciones, llegara á producir el hombre del si-glo XIX con todas las conquistas de su sorprendentecivilización. Excuso deciros que esto ni es prehis-toria, ni ciencia antropológica seria; bastando lamás vulgar cultura ó el simple sentido común paracalificar semejantes lucubraciones de sueños y vi-siones fantásticas de imaginaciones apasionadas.Si semejante teoría hubiera nacido al calor de nues-tro sol meridional, no faltarían duros y merecidoscalificativos para designarla; por fortuna, no existeuno solo entre nosotros que de buena fe crea quesemejante hipótesis merezca los honores de la me-ditación y estudio.

Dejando, pues, á un lado esta cuestión, y entrandode lleno en el examen de lo que realmente mereceser conocido, veamos lo que desde la aparición delhombre ha ocurrido á la superficie de nuestro pla-neta.

Repetidos movimientos de elevación y hundimien-to de los continentes, coincidiendo con otras cau-sas cósmicas que determinaron la invasión y suce-sivas retiradas de las nieves perpetuas y su derre-timiento y consiguientes inundaciones, dando porresultado la formación de los depósitos diluvialesal exterior y rellenando las cavernas y grietas ter-restres; el ácido carbónico, determinando comohoy la descomposición de las rocas todas, y en es-pecial de las calizas, originando los depósitos detravertino y de las estalactitas y estalacmitas, y elreino orgánico produciendo los arrecifes de coral ylas turberas ó turbales; todo esto caracteriza el pe-

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N.°91 J. V1LAN0VA. EL PERIODO CUATERNARIO. 109

ríodo cuaternario que podremos llamar también hu-mano, desde el momento en que se sabe de unmodo positivo é incuestionable que nuestra especievivía ya á la sazón.

Contemporáneamente á estos acontecimientos, lamayor parte de carácter físico , aparecía y se des-arrollaba una fauna y una flora que, salvas pocas ex-cepciones, son las que hoy hermosean la superficieterrestre, cuyos principales representantes fueroncompañeros del hombre. Varias de aquellas espe-cies se extinguieron para siempre; algunas busca-ron en otras latitudes condiciones más adaptables ásu existencia que las reinantes en los puntos que á lasazón ocupaban, y otras, por fin, sometiéronse al po-der del hombre, entrando de lleno en la categoría deespecies aclimatadas y domésticas. Sólo el hombreha subsistido siempre el mismo en medio de la diver-sidad de accidentes que han ocurrido durante estelargo período; y si, partiendo del centro de su crea-ción, ha ido paulatinamente invadiendo todas las la-titudes y alturas en que ha encontrado medios desubsistencia, fue obligado á ello por su crecientedesarrollo desproporcionado con el espacio que ensu origen ocupara , y con los frutos naturales quesu propia cuna le proporcionaba. Andando el tiempo,no era ya á impulsos de las necesidades físicas, sinoque surgían otras de índole muy diversa que le obli-gaban á ir en busca de aventuras y conquistas detierras ó regiones desconocidas. Ahora bien: la his-toria de estos primeros pasos de la humanidad porla superficie terrestre, y la de los primeros produc-tos de su inteligencia, enterrados en los últimosmateriales geológicos, junto con los restos de losanimales y plantas que á la sazón vivían , constitu-yen la base y comienzo de los estudios llamadosprehistóricos. Forzoso es confesar, sin embargo,que no todos los documenlos de tan peregrina cuantobasta el presente ignorada historia son, si se quiere,del dominio de la geología, toda vez que su yaci-miento es, por decirlo así, en parte humano, mejorque físico ó natural entre los materiales de nuestroglobo. Encuéntranse, con efecto, los más antiguosdocumentos de esta historia primitiva en las forma-ciones diluviales, en las cavernas y brechas huesosas,en los depósitos de travertino y estalacmíticos y enlos turbales; pero llegado el hombre á cierto gradode desarrollo, deposita sus propios restos y los desu naciente industria, ora en los paraderos, ó, comodicen los daneses , en los kiokenmodingos á orillasdel mar, ó en el interior de los continentes, ó bienen albergues que levantan sobre estacas en el inte-rior de los lagos y marismas, y por último , en mo-numentos funerarios, dando pruebas evidentes delrespeto á sus mayores, y con bastante probabilidadde creencias en otra vida, que siempre han sidofundamentales on su ser. Según le anteriormente

expuesto, la prehistoria es en su origen una ramadesprendida de la geología, ó, como si dijéramos,una de sus variadas ó importantes aplicaciones, alpaso que en todo lo relativo á tiempos posteriorespertenece su estudio á la arqueología, ciencia queestudia toda clase de .monumentos antiguos. Estono obstante , aplícase á toda la antropología pre-histórica el criterio propio de la geología, sobretodo en lo que más particularmente se refiere á laantigüedad del hombre. En su virtud, 'dividense lostiempos que precedieron á la historia en dos perio-dos do desigual duración, períodos qae pueden lla-marse el más antiguo y de mayor extensión geoló-gico, por cuanto el yacimiento de los objetos es elseno de las últimas capas terrestres, y el segundo,el más moderno y de duración menor, arqueológico,ya que los restos del hombre y de su industria seencuentran en monumentos erigidos por el hombremismo.

Considerado el asunto bajo el punto de vista delos restos de la industria, divídese su estudio pri-mero en dos épocas, siquiera desiguales en exten-sión, á saber: la de los instrumentos de piedra, y ladel uso de los metales; aquella dividida en dos ótres periodos, que son del hacha, del cuchillo y dela piedra pulimentada, ó paleo, meso y neolítica; yésta en período del cobro, del bronce y del hierro.Si el fenómeno diluvial fue sincrónico en todas lascomarcas, bien puedo asegurarse que en los paísesdonde se encuentran á igual nivel materiales hu-manos, representantes do su esqueleto ó de su in-dustria, el hombre es ó fue contemporáneo. Poreso conviene sobremanera determinar con precisiónel horizonte en que yacen los objetos, pues de locontrario nos exponemos á considerar como con-temporáneo lo que no ha sido sino sucesivo en eltrascurso del tiempo. Como consecuencia de estecViterio geológico, fundado en el orden de sucesiónde los materiales terrestres, podemos establecercomo principio fundamental que todos los pueblosno han empezado á existir en el misino momento,y que los períodos prehistóricos ni han tenido igualcomienzo en cuanto al tiempo, nj han sido de igualduración para todos los pueblos ó razas. Tal puebloempezó á dar pruebas de su existencia primitivacuando otros, tal voz no muy lejanos, se hallabanya en períodos bastante adelantados. La historiaprimitiva de Dinamarca y Suecia nos suministra unbuen ejemplo de ello, supuesto que el país escan-dinavo sólo data del período del cuchillo y del reno,cuando otros pueblos del centro y del Oeste de Eu-ropa habían recorrido el inmenso espacio de tiempodel hacha, como lo demuestra, entre otros países,el nuestro, en cuyas capas inferiores de la forma-ción diluvial se encuentran abundantes restos delhombro y de su primitiva industria, como se ven en

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el Diluvium de San Isidro. En la actualidad existenalgunas razas nómadas que se encuentran en el pe-ríodo do la piedra, al paso que el resto del mundoalcanza una civilización y progreso científico asom-broso.

Algunos quieren tomar como base para la clasifi-cación de los tiempos anteriores á la historia laconsideración paleontológica, fundada en los ani-males y plantas que caracterizan dichos períodos,ipie ellos llaman de animales extinguidos, emigra-dos y domésticos; ó, en otros términos, del oso ymamiilh, del reno y del caballo doméstico.

Por último, los antropólogos cifran la división enla índole y caracteres propios de las diferentes ra-zas humanas que paulatinamente se han sucedido,razas que llaman dolicocéfala, mesocéfala y braqui-ccfala por sus rasgos propios, ó bien de Canstadt,de Cro-Magnon, etc., por las localidades clásicas enque los restos humanos se han encontrado.

líesumiendo en un cuadro todos estos fundamen-tos de apreciación de la ciencia prehistórica, podráformarse cabal concepto de la misma y del criterioque debemos emplear para su conocimiento.

HISTORIA PRIMITIVA DEL HOMBRE, DIVIDIDA EM ÉPOCAS.

Segunda época arqueológica.

Del hierro...Del bronce.Del cobre..Neolítica...

Mesolílica ódel Heno..

Paleolítica ódel Oso yMainuth . . .

Monumentos humanos.

Primera época geológica.

Terreno cuaternario..

Paraderos.Dólmenes.Palafitos,

etc.

Turbales.Horizontes su-

periores.Horizontes in-

feriores.

Admitida esta ó cualquiera otra clasificación, elexamen del cuadro anterior claramente nos dice dequé medios nos hemos de valer para llegar al cono-cimiento de edades tan remotas. Determinar: 1.°, lascondiciones del yacimiento de los restos del hom-bre y de¡ su industriado cual nos dará una idea de suremota ó más reciente fecha; 2.°, la naturaleza é ín-dole de los animales y plantas que en todo tiempohan acompañado á nuestra especie, de lo cual fáciles deducir las condiciones climatológicas que ca-racterizan cada período; 3.°, el carácter tosco ó másperfecto de la humana industria, circunstancia queesclarecerá sobre manera el estado de cultura delhombre; y, por último, la naturaleza y aspecto ex-terior del cráneo y demás huesos humanos, dato dela mayor importancia, por cuanto pude decirnos larelación que existe entre determinados caracteresorgánicos y el desarrollo de su inteligencia. Quizás,

y como ilustración de este último medio, podrá ser-virnos de guía la comparación de las razas huma-nas fósiles con las actuales, como han empezado aponer en práctica antropólogos muy distinguidos.

JUAN VILANOVA.

Madrid, 16, Noviembre, 1875.

DEL INDO AL TIGRIS.

LA REGIÓN DEL OXÜS.

BAKTRIANA. — Dejamos indicados en nuestro an-terior artículo algunos de los pasos, caminos ycañones que á través del Hindükush ó de sus pro-yecciones penetran en la región del Oxus. Poco óningún interés ofrecen al geógrafo estas vías; peroá fuer de buenos viajeros hemos de recorrer si-quiera la más frecuentada de ellas , que partiendode Kabul sigue la dirección de Este á Oeste y des-emboca en la Baktriana, no sin haber tocado en va-rios puntos que han de merecer nuestra atención.

Los puntos más culminantes del Hindükush se en-cuentran al Sur de Bamian; su altura va decreciendoen dirección al Norte, hBalkh. El camino empiezaásubir muy cerca del rio Kabul, cuando apenas se haperdido de vista la ciudad del mismo nombre, y estan considerable la elevación del terreno, que el na-cimiento del citado rio se encuentra á más de 8.070pies sobre el nivel del mar. En el valle, el clima estodavía dulce y prosperan los productos de las zo-nas templadas, como arroz; pero á cierta distanciade los manantiales del rio se conserva la nievehasta después de Mayo. El valle se estrecha consi-derablemente, y puede darse por terminado muchoantes de llegar al paso de Unna ó Hunnai. Está for-mado éste por una meseta que ocupa la cima de unamontaña, y su altura es de 10.322 pies sobre el ni-vel del mar: demás está el advertir que las nievescubren el suelo la mayor parte del año. Aquí se di-viden también las aguas que por el Kabul van alIndo, de las que por diferentes vías desembocan enel Hilmend.

La comarca es sin igual montañosa; las diferen-cias de clima van siendo cada vez más sensibles conrelación al de Kabul, donde las mieses dan espigascuando en esta región se siembra : á pesar de estadesventaja, el suelo no es ingrato al trabajo delhombre. El camino cruza una meseta extraordina-riamente accidentada , que se extiende al pió delKohi-Babá, cuyas nevadas cimas se descubren cla-ramente desde la llanura: la exigua población estárepartida en chozas agrupadas quo no forman cen-tro alguno importante. Al borde del llano empiezala subida al paso del HacM¡/ak, no tan penosa como

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F . G. AYUSO. LA REGIÓN DEL OXDS. \ \ \

la del Unna, pero cuya elevación no baja de 11.835pies sobre el nivel del mar. El camino sigue aquí ladirección Norte; á corta distancia está el pueblofortificado de Sharsar, en cuyas cercanías nace unrio, que costeando el Kohi-Babá va á morir en elPandishur afluente del Kabul.

Aún nos queda que subir un tercer paso, cuyopunto más alto está á 12.198 pies sobre el mar; perosu ascensión es tan penosa, que los viajeros prefie-ren utilizar los atajos, por donde se traspone la mon-taña en épocas en que aquel está impracticable porlas nieves. Pero á corta distancia volvemos á enca-ñonarnos en el desfiladero de Pimurí para salir alvalle de Zohak, de suelo accidentado y escabroso,como queriendo recordar con su aspecto desapaci-ble los hechos maléficos del Rey-Monstruo , cuyonombre lleva. En uno de sus extremos se ve unviejo castillo, también llamado Zohak, cuyas ruinas,aunque nada encierran digno de atención, revelanantigüedad muy respetable. A corta distancia delmismo se ven los restos de la ciudad do Ghulghwle,entre los que se han desenterrado varios monumen-tos de escaso valor, aunque de alguna antigüedad,y gran cantidad de monedas en su mayor parte ku-ficas. En dirección Norte nada encontramos dignode atención: seguimos con el camino principal la delNoroeste, y entramos en el paso de Kaln; desde sucumbre se baja de nuevo unos 3.000 pies , y se davista á una extensa llanura.

.Barnian es un pueblo importante, situado á laentrada del valle, célebre por haberse hallado en suscercanías la famosa ciudad de Qengis-KMin. Díceseque en el sitio que ocupaba se ven aún infinidad decasas y habitaciones talladas en la roca, cuyo nú-mero hacen ascender algunos viajeros á doce mil.Entre ellas se ven también varios monumentosBudhistas, y tal vez no sean otra cosa las decanta-das habitaciones. No lejos de aquí, en la direcciónindicada, se encuentra el paso de Áli-Robét, aunquetal vez bajo este nombre so comprende una serie devalles y montañas que abrazan algunas millas deextensión. Bñmián es el último pueblo de Kabul:poco después se entra en el territorio del Khanato deKunduz. La altura media del paso mencionado es8.445 pies (1).

SeiffMn, ó Singan, es una villa situada en el cen-tro de un vallecito fértil y agradable, á su vez en-cerrado entre las alturas del citado paso. Los habi-tantes del llano y de la comarca en general sonTacMhs y Hazáras. Estos últimos viven en estaparte del país mezclados con los primeros, de quie-nes, hasta cierto punto, dependen. El horizonte entodas direcciones está limitado por montañas alNorte; cerca de Seighán empieza el paso de Dendán-

(1) Woodle da 10.000 pies.

Shiken (quebrador de dientes), cuya altura es aúnde 7.506 pies, y la subida, pendiente, accidentada ymuy penosa. La falda opuesta es más agradable yno tan quebrada. En ella se encuentra un valle es-trecho, que, por término medio, no mide más de 300pies de ancho, pero fértil, risueño y animado, en elque se halla la aldea de Kamard, fortificada y ¡i másde 5.600 pies de altura. Pero aún nos faltan coreade 25 millas geográficas para salir de este inmensolaberinto de montañas colosales: el último pasoque hay que franquear es el Kara-Kot%l ó paso ne-gro, cuya altura no baja de 8.445 pies. No lejos deaquí está el nacimiento del rio Jwím, y algunas mi-llas inglesas al Oeste de Kamard nace otro riachueloanónimo, anuente del AJtsera, si no es este mismorio. Toda .esta comarca parece una soledad agreste,aunque en muchos puntos el suelo da señales evi-dentes de fertilidad y riqueza. Después de cruzarnuevos estrechos y desfiladeros, pasa el camino, sinalejarse ya del rio, por la villa de Dudo, sobre sumargen izquierda: las montañas se estrechan en al-gunos puntos hasta no dejar más espacio que elocupado por el rio y el camino: á las dos faldasopuestas do las mismas se extiende el terreno enllanos, más ó menos accidentados, pero tristes ydesiertos. Algunas millas al Norte de Duáb esíá elpueblecito de Bui, al pió de la montaña. Sigue des-pués un espacio muy considerable, sin encontrarpueblo alguno hasta Haibek; aquí tuerce el caminocon el rio, en dirección recta Norte. La altura delpueblo es de 3.753 pies sobre el mar: el valle em-pieza á ensancharse; una legua antes de llegar áJulm se alejan considerablemente las montañas, y elcamino cruza el centro de la llanura, que está casidesierta.

Julm, sobre el rio de su nombre, es la segundaciudad de la Baktriana, con unos 11.000 habitantes,CíSles rectas y relativamente espaciosas, ceñida demurallas y dos fuertes; está en comunicación conlas poblaciones más notables del Norte de Irán. Elterreno es llano; está cultivado, aunque no encon-tramos aquí los deliciosos jardines do los puebleci-tos de Kabul y de Kelát. Algunas millas al Norte dola ciudad van desapareciendo las aguas del rio en-tre los arenales que, por fin, las engullen completa-mente sin dejarlas llegar al Oxus. El camino sefracciona aquí en dos, que parten en dirección Estey Oeste respectivamente. Algunas millas al Oestesobre el que conduce á Balkh, se encuentra el pue-blecito de Mesar. Julm sostiene bastante comerciocon los pueblos de la comarca en géneros de algo-don y lana, pieles, añil, frutas y productos del país,que son excelentes. A unas cuatro millas de la ciu-dad moderna están las ruinas de la antigua.

Balkh ó Bahtra, sobre el rio de su nombre, ciu-dad importantísima y muy celebrada en la antigüe-

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díid, de que hoy apenas quedan más que restos ymontones de ruinas. A pesar de su total decadencia,no ha perdido aún su carácter de capital de los paí-ses que, formaron la antigua Baktriana (i). Es por suposición el centro de las operaciones mercantiles delas ciudades del Sur de Irán con las del Norte y conlos países Turamos: de éstos y de aquellas conver-gen aquí las vías de comunicación más notables ymás frecuentadas. Al arqueólogo no faltan entre susruinas los objetos de estudio: el geógrafo apenasencuentra alguno en que parar su atención. Aunquelas ruinas de la ciudad antigua ocupan una exten-sión muy considerable, de ocho leguas, según algu-nos viajeros modernos, por el número de sus ac-tuales habitantes, 6.000 próximamente, no es másque una población de segundo orden. Está asentadaen una extensa y fértil llanura, regada por el Balkh,qve se va fraccionando en seis ó más brazos algu-nas millas antes de llegar á la ciudad, consumién-dose por estas sangrías sin poder arribar al límitenatural de su carrera, el Oxus. Entre los despojosque cubren el llano afirma Ferrier haber visto ins-cripciones cuneiformes, lo cual sería un gran ha-llazgo, pero en el que por prudencia no debemos

(I) Báhhdhi es el nombre que lleva en el Aves-ta, en los libros pehlevis Bahr, en Armenio Bahl,de donde por trasposición se derivó el de Balkh,que se usó posteriormente. En las inscripciones cu-neiformes de Darío se denomina toda la provinciaBahtUris y Báhhiaris, y se-cree que la capital lle-varía el mismo nombre, como es frecuente en losestados antiguos. Varios escritores^ como Ktesías,Arriano y Curtius la llaman Baktra, nombre deriva-do evidentemente del de las inscripciones cuneifor-mes. En Bákhdi reinó el piadoso soberano Vistácpa,.á quien Zaradhustra anunció la doctrina de Ahura-mazda. De aquí la vino el nombre de ciudad deIbrahím ó del profeta Zaradhustra.

El jefe iranio Lohrasp empezó á edificarla, segúnt'irdiisi (Sháhn., pág. 1030); pero más bien debere-mos entender por esto que la embelleció ó que ladio mayor importancia, puesto que, según todas lasapariencias, existia ya cuando floreció este caudi-llo. Las tradiciones de Tahmuráf atribuyen á éste sufundación, y hay quien la remonta al primer caudi-llo de la tierra ,"á Gayumart, lo que indudablementeprueba la antigüedad extraordinaria de la villa. Lasruinas de Balkh apenas han llamado aún la atenciónde los paleólogos; pero hay poderosos motivos paracreer que encierran objetos preciosos y muy dignosde conservarse. Entre sus monumentos se cita comoimportante el Nmilehár, que hubo de ser un temploparsi, aiunque Spiegel aventura la hipótesis de quepudo sen- un monasterio Budhista, tan sólo porque seencuentran restos de otros edificios de esta claseen las (comarcas del Afghanistán, y porque algúnescritor habla de un monasterio semejante que exis-tió en Balkh ó en sus alrededores. Tal vez ocupóéste el lugar sagrado y de peregrinación que hoyveneran los naturales cerca de la ciudad, y en talcaso es compatible la existencia de ambos monu-mentos. La provincia de Balkh está situada entre los3o" y H7" latitud Norte, y 63o-69" longitud Este.

esperar ni creer hasta verle confirmado. Escritoresantiguos hablan también de una fortaleza á manerade ciudadela que ocupaba una pendiente á un cos-tado de la población: su existencia es muy posible,atendida la magnitud y la extensión considerable delas ruinas, y la eminencia sobre que estuvo levan-tada pudo ser de construcción artificial: obras deesta naturaleza, y muy notables por cierto, tendre-mos ocasión de admirar en nuestro viaje á travésde los países iranios. Burnes afirma que el valle con-tiene hoy cerca de 360 pueblos y aldeas, cifra in-dudablemente exagerada. (Travels, n, 204-207.,!

El rio de Balkh le nombraron los antiguos Dehas;los viajeros modernos le han dado el nombre deAdir-siáh. Nace á unas ocho leguas al Sur deBalkh, al Nordeste de B&mián, entre barrancos,precipicios y desfiladeros, que sin interrupción sesuceden entre las dos poblaciones citadas: no bienpenetra en el llano se divide en varios brazos quese utilizan para el riego de los campos. A unas ochomillas geográficas al Norte de Balkh se filtran enlas arenas los últimos residuos de estas aguas:siete millas más dista el Oxus do este punto. Elabandono de estos canales hace que se produzca envarios puntos una estancación tan considerable deaguas, que inficionan la atmósfera y hacen mal sanoun clima naturalmente benéfico. Por igual causa elagua que se bebe en la comarca es impura y con-tiene en disolución gran número de sustancias ex-trañas.

Varias vías de comunicación se cruzan en Balkh.Dejando para más tarde la descripción de las queparten en dirección á BukAárá, por Termedy Kilif,para la China por el Belurtágh y Yarkand, y para laIndia por Kunduz y por Bámián y Kabul, seguire-mos ahora la que por Maimana arranca en direccióná Her&ty más allá.

En los tiempos de la dominación de la ley irania,lelices por más de un concepto para estos países,se extendía el poder, más ó menos directo, deBalkh en dirección Oeste hasta Shibergán, Andjui yMaimana, y del lado Este hasta más allá de Julni.Al Oeste de la capital, sobre uno de los brazos delrio, está la aldea de Semantepe, y en los confinesde Andjui, en la misma dirección, la de Akchi, unay otra sobre el camino de Herat.

Nada que despierte nuestra atención encontra-mos eri el camino de Balkh á Shibergán: con todo,no podemos resignarnos á creer que una comarcaen otro tiempo rica, industriosa y floreciente, sevea hoy tan desnuda de objetos que recuerden suesplendor primero ó de restos paleográficos que di-gan al investigador hasta dónde llegó la industria yla civilización de las tribus iranias, ó algún vestigiode ulteriores dominaciones. El país comprendidoentre las dos ciudades es llano y fértil, aunque está

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medianamente cultivado; pero pasado el últimopueblo mencionado, hacia el de Mailik, se derra-man de nuevo las aguas por el suelo y forman nume-rosos y dilatados pantanos; por fin antes de llegará Shibergan se estrechan las montañas que vienendel Sur, formando una llanura más limitada, perotambién más rica y agradable, favorecida por losraudales de agua que brotan de su seno.

Shibergan, linda población con 12.000 habitan-tes, asentada entre jardines en extremo pintores-cos, á su vez limitados por terrenos y campos enque se cultivan cereales. Su importancia militar esnula, no sólo por ser llano el país á gran distancia,pero principalmente porque recibiendo todo el sur-tido de aguas de las montañas que se levantan al-gunas millas al Sur, en el pequeño Khanato de Se-ripul, es sumamente fácil privar á la ciudad de tanimportante articulo. De esta manera los habitantesdel llano viven en cierta dependencia de los monta-ñeses, quienes cierran los conductos del agua encuanto reciben de aquéllos algún motivo de dis-gusto.

Andjui (antes Anjai) está situada á unas cincoleguas Noroeste de Shibergán, entre el camino deHerat, que se fracciona aquí en dos ramales; el deBukhára y el que por Balkh se prolonga hasta laIndia y demás países del Este. Cuenta unos 15.000habitantes. El terreno es, en general, arenoso, ypor lo tanto pobre.

Seripul es un pueblo pequeño situado á unas cua-tro leguas Sur de Shibergam, capital del Khanatode su nombre, diminuto, pero revoltoso y con pre-tensiones, formado además por unas cuantas agru-paciones de chozas que no llegan á la categoría dealdeas. El terreno es montañoso, pero con buenosrecursos: desgraciadamente, nos vemos en la preci-sión de pasarle de largo por sernos casi totalmentedesconocido. Sobre el camino de Herat no halla-mos otro pueblo digno de mención que Karatepe.

Maimana es la ciudad más importante y populosade la comarca; está circundada de murallas que en-cierran unos 17.000 habitantes. Su terreno está cul-tivado, abunda en aguas y es bastante fértil. Algu-nas millas al Nordeste está el pueblo fortificado deKañr: el país en esta dirección va siendo más y másquebrado y montañoso. En el extremo Este, sobreel camino que baja de Seripul, encontramosel pue-blo de Juab-sya kaA, cuya posición nos es desco-nocida. Tiempo es ya de que abandonemos esta co-marca, de que apenas tenemos sino vagas noticias,y volviendo á Julm, visitaremos los distritos queforman el extremo Norte y Nordeste del Afgha-nistan.

BADAKSHAN Y WAJAN.—Poco ó nada de su an-tiguo carácter conservan hoy estas regiones y suspioradores, pero es indudable que '.as tribus iranias

se extendieron hasta la meseta de Pamir, - siendo,tal vez, la Baktriana su punto de partida, como fueuno de los principales centros de su civilización yde su cultura. El Oxus forma también aquí el límitenatural de sus conquistas; porque después de cru-zar de Este á Oeste la citada meseta, se dirige alNorte, y al tocar en el distrito de Darwas mercebruscamente hacia el Oeste. El Hindükush y susderrames bañan con bastante profusión la comarcaque vamos á recorrer, enviando sus aguas al Oxus,que, de esta manera, va creciendo por momentos enproporciones colosales.

Desde Julm va cambiando notablemente el aspec-todel suelo y haciéndose húmedo y pantanoso enmuchos puntos. El rio inmediato es el Akserái, quelleva buena cantidad de agua ai Oxus, y nace en elHindükush algunas millas al Este de Anderah. Kuri-duz está situada cerca do este rio, sobre el caminode Balkh; es una población con nombre de ciudady aspecto de aldea, compuesta de unas 600 casu-chas edificadas sin orden: no tiene importancia al-guna en la comarca, aunque es asiento y capital deljefe de un pequeño Khanato que lleva su nombre,El clima es malsano, peor aún que el de los deltasdel Indo, á consecuencia de la gran humedad delsuelo, cubierto siempre de una yerba alta, espesay nociva para los ganados.

En dirección al Norte se va elevando el terrenoy perdiendo, por lo tanto, estas malas cualidades.Poco después encontramos'el pueblo Khánaibád,formado por unas 600 casas en todo semejantes álas de Kunduz, situado sobre el riachuelo del mis-mo nombre, que más bien merece el de torrentepor la rapidez con que se deslizan sus aguas. A uncostado se alza la montaña de Koh-Ambar, unos2.800 pies sobre el nivel del suelo: da buenos pas-to^que mantienen numerosos rebaños y pertene-cen á los moradores de las aldeas próximas en co-mún. Algunas millas en la misma dirección Norte selevantan de todos iados grandes montañas que es-trechan la corriente de su.s aguas, quedando libreel horizonte únicamente en dirección al nacimientodel célebre torrente. Al Sudoeste de Kunduz seencuentra el pueblo de Tálijdn sobre otro riachue-lo y cerca del mismo camino que pasa por Khá-naibád.

El Oxus es aún fácilmente vadeable en Hazrat-Imán, pero no lo es algunas millas más al Oeste deeste pueblo, situado entre la embocadura de los riosAksarái y Kokshi, á igual distancia de ambos próxi-mamente. Tampoco lo es sobre Darwás, situadomucho más al Este, porque las montañas se juntany estrechan sus riberas en términos que duplican laprofundidad de sus aguas. El país va siendo cadavez más accidentado y montañoso: los viajeros másaudaces no se han atrevido á penetrar en estas re-

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114 REVISTA EUROPEA. 2 1 DE NOVIEMBRE DE \ 8 7 5 . N.°91fiónos, que no son transitables sino en una épocamuy corta de los meses de verano. Pero aun en estetiempo hay muchos pasos peligrosos á consecuen-cia de las avalanchas ventosas ó lavinas de nieveque con demasiada frecuencia se desprenden de lascolosales montañas que es preciso atravesar ó eos-loar para cruzar la comarca. Tampoco se encuen-tran otros caminos que estrechos y difíciles sende-ros, abiertos, muchos de ellos, por las corrientesde agua. La perspectiva de un viaje á través de es-los países no puede ser más triste y aterradora.

Pero precisamente la región montañosa formadapor los tres distritos de Bádakshán, Roshan y Wa-jiln, es hoy objeto de los cuidados de muchos polí-ticos europeos y del estudio de más de un geógrafodo nota. No escribimos política, y por lo tanto nosabstendremos de toda consideración sobre las me-didas, planos etc. que el gobierno de Inglaterra hahecho tomar recientemente de esta y de otras co-marcas del antiguo reino iranio; también pasaremospor alio las notas diplomáticas cambiadas entre estegobierno y el de San Petersburgo sobre los límitesdel Alghanistán por este punto, y sobre el dueñolegítimo de los distritos de Bádakshán y de Wajan:damos por supuesto que todos los estudios y traba-jos científicos realizados sobre el terreno por inge-nieros y comisionados ingleses, no han tenido hastahoy olro objeto qse el de ratificar el derecho deposesión ejercido sobre estas comarcas por el go-bierno supremo de Afghanistán, y que el de San Pe-toi'sburgo se da por satisfecho con estas y análogasexplicaciones, por más que en la conciencia de to-dos esta que en época no lejana serán estos y otrospaíses de la región del Oxus teatro de nuevos ytrascendentales acontecimientos, tal vez de conse-cuencias más decisivas que los que ha presenciadoel Khanato de Khíva (i).

ISadakshán no es tan montañoso como Roshan.Encuéntrense en él valles deliciosos de clima benig-no, apacible y extraordinariamente saludable. Porel Sur le cierra completamente una elevadísima cor-dillera, continuación del Hindükush, accesible úni-camente por algunos desfiladeros que permiten elpaso á través de las montañas. En su extremo Este,al terminar el valle de Ohitral, está el paso de Bi-roghil, el más practicable de la cordillera. En di-rección á Pamir está libre el horizonte. De Sur áNorte ó viceversa, cruza el valle del Oxus la cordi-llera Hisssar, quedando dividido en dos grandes re-giones; lai del Oeste, la más pequeña, está formadapor la coniiarca que vamos examinando, y termina enel valle de Mastoch; la del Este y Nordeste consti-tuye el verdadero valle del Oxus y termina en Yar-

(1) Proceedings of Ihe royal geographical so-ciety, 26 Mayo de 1873, pág. 108.

kand. El terreno se va elevando considerablementeen esta dirección; así vemos que la primera esta-ción de partida en este valle está á 13.500 pies so-bre el nivel del mar; la segunda á 14.400, y la me-seta de Pamir con el lago de Seri-kul, que ocupauno de sus costados, á 15.600 pies. Esta es eviden-temente una de las más elevadas mesetas del mun-do, y no es pequeña su importancia en el continentede que forma parte. En ella nacen algunos de losrios más notables y más caudalosos de esta porcióndel globo: al Oeste el Oxus; al Este el de Yarkand;en los montes del Norte el Sir ó rio de Khokand; enlos del Sur el Khonar, que es un brazo del rio delmismo nombre, afluente del Kabul. La meseta dePamir es igualmente centro del sistema de monta-ñas del Asía central.

Por lo que hace á su importancia como centro depoblación y de vida, la tiene también considerable.En los meses de verano es punto de reunión de va-rias tribus nómadas que buscan en sus inmensasllanuras los incomparables pastos que tanto fomen-tan la prosperidad y lozanía de sus numerosos reba-ños, de ganado lanar y de caballos principalmente.Algunos de los animales que aquí prosperan, al con-trario, buscan de preferencia los climas de las nie-ves perpetuas que en estas regiones empiezan á los17.000 pies sobre el mar, y son, por lo tanto, muyescasos; tal es, entre otros, el llamado Yak. Hechasestas indicaciones generales, volvamos al interiorde la comarca de Bádakshán.

£1 camino que corre próximo al Oxus es malo éimpracticable la mayor parte del año; tampoco ofre-ce interés para que nos detengamos á examinarle.El que hemos dejado en Táliján, cruza el centro dela comarca, y algunas millas al Este de dicho puebloatraviesa el paso de Lattaband,bastante largo, perode Tácil tránsito; la estrecha llanura que forma sucumbre mide legua y media de longitud. Aquí em-pieza el verdadero valle de Bádakshán , elevadounos 1.000 pies más que el de Táliján, y á su vezdividido en dos por una cordillera de segundo or-den. Le cruza el rio Kochka ó Kochki, afluente delOxus, bastante caudaloso en algunas épocas, congran número de pequeños tributarios que bajan á élde las montañas. Entre estos últimos tiene algunaimportancia el Wardoch.

Bádakshán es rico en minas de diversas clases: porsus rendimientos más que ordinarios son célebreslas de rubíes y lapislázuli, aunque las hay de variosmetales, hasta de oro. No lejos de la ribera delKochka y de su nacimiento están las más ricas delapislázuli, en cuyos contornos se ha formado unpueblecito, habitado por los operarios principalmen-te; al Noroeste y á corta distancia del mismo se en-cuentra el de Firgamu. Otras minas de igual clasemuy notables, llamadas ghárán (minas), hay en los

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N." 91 EL VIAJE DEL DR . NACHTIGAL. 415

contornos del pueblo de Shagn&n, muy cerca delOxus, y á unas veinte millas inglesas del Ishkash,el paso más importante que da entrada al valle delOxus, viniendo de Badakshán.

Anderab es una pequeña ciudad situada al pié delHindúkush, sobre el Akserai y cerca de un caminoque viene del Norte pasando el Oxus en Hazrati-mán. Los campos que la circundan están bien culti-vados y dan abundancia de cereales y frutas: el ho-rizonte en todas direcciones está limitado por mon-tes y colinas que favorecen la cría de ganados á quese dedica una pequeña parte de los habitantes delllano. QJiori es otra pequeña ciudad asentada entreel rio y camino citados, que dista sobre veintidósmillas inglesas Noroeste de Anderáb.

En el extremo Este del Badakshan se encuentra laciudad de este nombre sobre un afluente del Oxusy casi al pié del Hindükush: esta parte es la menospoblada del distrito,así es que enuna extensionmuyconsiderable no hallamos población digna de me-moria. El pueblo de Sibali dista quizá más de trein-ta millas Noroeste da Badakshán, sobre un riachue-lo y cerca de un camino que viene de la meseta dePamir y tuerce aquí hacia el Norte. A igual distanciapróximamente y dirección Noroeste se encuentra elpueblo de Sinah, cerca de un afluente del Kochka;sobre el mismo, pero mucho más al Norte está lavilla de Cherm, viniendo después en la misma di-rección la de Faisábad, que ocupa el extremo Nortedel distrito. Ninguna particularidad sabemos deestas poblaciones y de sus comarcas.

Los habitantes de estos países son pobres, igno-rantes y extremadamente amigos de su indepen-dencia: la industria no puede estar más atrasada,puesto que ninguna ejercen, á pesar do hallarse tanpróximos á los cuarteles del pueblo más industriosoy vividor de la tierra. En algunas de sus montañasse guarecen tribus completamente salvajes é indo-mables. Los dos conquistadores que tienen puestassus miras en esta pequeña porción del globo sehan apercibido ya de esta circunstancia tan pocofavorable á sus proyectos. Dicese que un terremo-to destruyó en 1832 gran número de pueblos perte-necientes al Badakshán.

A unas 22 millas inglesas Sur de Anderab empiezael paso de Jaroak, cuya altura media es de 13.200pies sobre el mar. Encuéntrase primeramente lafortaleza de Javvak, á 9.300 pies: aquí empieza labajada y á corta distancia se entra en el valle dePancMr; no lejos de aquí nace el rio de este nom-bre, llamado también Pandishur, que vierte susaguas en el Kabul.

Entre las varias pruebas que tenemos .para soste-ner que todos estos países que se extienden desdela margen izquierda del Oxus hasta la meseta dePamir, por el Este, estuvieron desde muy antiguo

habitadas por tribus iranias, citaremos aquí una quenos parece muy digna de ser tenida en cuenta. An-tes de emprender la campaña que decidió la suertedel reino iranio, promete Afrasiíib al rey Kai-Josrw(khosroes), en una proposición de paz, que recons-tituirá los antiguos límites como estaban en tiempode Mínocehos, y le devolverá, entre otras poblacio-nes, á Balkh y su comarca hasta Badakshán, Ande-rab y Táliján, con las otras cinco villas que hayhasta Bamian (Shahn., p. 848). De este pasaje sedesprende que si todos estos distritos estaban en-tonces de hecho en poder de Afrasiáb, pertenecíande derecho al jefe iranio Kai-Josru, de cuyo reinohabían formado parte. Pero las tribus turanias der-ramaron también sus hordas sobre la provincia deBalkh y distritos adyacentes; se posesionaron deuna buena porción de las comarcas invadidas, y consu prolongado influjo hicieron, por íin, desaparecerdel país y de sus moradores el carácter, los hábitosy las costumbras nacionales.

Hemos hablado antes de Pamir, y no cerraremoseste capítulo sin decir dos palabras más sobre la ce-lebrada meseta. Para comprender lo que de ella seha dicho hasta hoy en gran número de escritos, espreciso tener en cuenta que hay dos Pamir, elgrande y el pequeño, por más que los indígenas denel nombre de Pamir á una de las mesetas solamen-te. Geógrafos y viajeros de nota, sin embargo, ex-tienden este nombre al espacio comprendido entreel pequeño Pamir y el Alai. Ya que no debamos de-tenernos á examinar aquí esta materia con el dete-nimiento que se merece, diremos, sí, que los límitesde la meseta son tan vagos é indeterminados, queautores contemporáneos la reducen ó simplificanen algunos centenares de kilómetros. Para no tenerque corregir mañana los datos que hoy pudiéramoscomunicar á nuestros lectores, nos limitamos á estaiáüfccacion: los estudios modernos han corregido yreformado no poco de la disposición de los países,orden y sistema de las cordilleras y cuencas de losrios del Asia central. Relativamente á algunas desus comarcas, las descripciones hechas por viajerosjuiciosos hace un decenio, apenas tienen hoy valoralguno.

FRANCISCO GARCÍA AYUSO.

EL VIAJE DEL_DOCTOR NACHTIGAL.

El doctor Nachtigal, médico al servicio del bey deTúnez, fue elegido por Mr. Gerhard Rohlf, comoaclimatado en África y al corriente de las costum-bres musulmanas, para emprender una gran explo-ración en el Sudan oriental. En Febrero de 1869salió Nachtigal de Trípoli de Berbería, regresando

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M6 REVISTA EUROPEA. 2 4 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N.° 91

á Europa en 1875, después de haber visitado paísesdesconocidos y comarcas donde habían constante-mente hallado la muerte hasta ahora los viajeros.

Su primera expedición al salir de Murzuk, capitaldel Kezzan, tuvo por objeto el Tibesti ó país de losTiii!-ns Rechadehs, y esta es la parte más gloriosado su aventurada empresa, según la opinión de losprincipales viajeros en África, pues nadie había en-trado antes en aquella región, de la cual huyenhnsta los mismos mercaderes árabes, llamándola lamaldita Tibesti. La población es negra, sin duda,aunque de raza casi desconocida; es fanática, gro-sera, brutal, inhospitalaria; vive en la mayor anar-quía, y no pasa de 10.000 habitantes. El Tibesti esun país montuoso, y la localidad donde penetróNaclitigal, llamada Bardai, se encuentra á 3.206 piessobre el nivel del mar. Allí estuvo prisionero y fuemaltratado durante muchos meses; pero por finlogró escaparse, y después de mil sufrimientos encomarcas desoladas, llegó por fin al lago Tsad y áKuka, capital del Bornu, á cuyo sultán llevaba re-galos.

Nachtigal emprendió un estudio concienzudo delrégimen del lago Tsad, vasta depresión cubierta denumerosas islas pobladísimas, dependientes de Bor-nu, y cuyas aguas le suministran el Chari, enormerio que viene del Sureste y atraviesa el Baghirmi,y el Bahr-el-Ghazal, rio que le proporciona conintermitencias las aguas de la región del Noroeste.Resuelto Nachtigal á explorar los valles de ambosafluentes del lago Tsad, comenzó por el del Chari,cuyo curso remontó bastante hacia el Sur, atrave-sando el Baghirmi, á pesar de lo difícil de las cir-cunstancias políticas. El sultán de Baghirmi, Abu-Oukir, tributario del sultán de Vadai, se había insur-reccionado, y, habiendo sido derrotado, se encerróen su capital, donde este último lo sitió, destru-yendo las murallas por medio de minas, y preparán-dose al asalto los sitiadores; pero antes consiguie-ron los sitiados abrirse paso, y se refugiaron al Surdel Baghirmi, donde Abu-Oukir rehacía su ejércitopara lomar la revancha, cuando Nachtigal le encon-tró en Hurgara, situada en las márgenes de uno delos alimentes del Chari. Avanzaron juntos hasta Gun-di, algunas jornadas al Sur de Gurgara, y á más de600 leguas de Trípoli; pero Nachtigal no pudo sepa-rarse de su amigo Abu-Oukir en seis meses, durantelos cuales presenció inmensas razzias de esclavos,con cuy'o valor quería el sultán de Baghirmi resta-blecer su tesoro para comenzar de nuevo la guerra.Todo el país está cubierto de una vegetación lozanay gigantesca como los demás del ecuador, y el Charivenía del Sureste y de tan lejos, decían los natura-les, que nacía en regiones desconocidas.

Por (in pudo Nachtigal separarse de Abu-Oukir enla estación de las lluvias, circunstancia por la cual

su regreso á Kuka fue extremadamente penoso,partiendo en seguida para Borku y Bodele, extrañaregión situada al Noroeste del lago Tsad. Bodele esuna inmensa depresión del terreno de 400 pies pordebajo del nivel del mar, en otro tiempo sin dudaun gran lago, y hoy con ó sin agua según las llu-vias, pues en los años lluviosos se llena, vaciándo-se en seguida en el Tsad por el ancho cauce delBahr-el-Ghazal, y cuando llueve poco pierde todael agua y queda enteramente seco.

Luego marchó al Vadai, tumba de dos desgracia-dos viajeros, Vogel y Beurman, llegando en quincedias, desde el Tsad, al lago Filtri, ya en el Vadai,región infestada por unas moscas perniciosas parael ganado, y en la cual perdió casi todos sus caballosy bestias de carga; pero en cambio, fue muy bienrecibido por el sultán Alí, quien le preservó del fa-natismo y ferocidad de sus subditos. Llegan éstosal número de dos y medio á tres millones, pero ade-más el poder del sultán se extiende por el Sur so-bre muchas tribus, hasta el país de los Niam-Niams,con cuyas tribus la población llegará acaso á cincomillones, musulmanes, bárbaros, crueles, feroces yborrachos. El país se eleva de Este á Oeste, llegan-do á 1.000 ó 1.500 píes sobre el nivel del mar;abunda en aguas y está dividido en siete provincias.El padre del actual sultán era atrozmente cruel, ylo mismo los nobles; pero el sultán Alí es bueno, yha adoptado medidas severisimas contra la embria-guez de sus vasallos, quienes, antes, desde lasdos de la tarde, cometían borrachos toda clasede espantosos crímenes públicamente, pues des-de dicha hora todos estaban tomados de la cervezaafricana; comenzó por dar ejemplo de no bebercerveza, y á más estableció un alto funcionario,verdadero inquisidor con mando sobre una multi-tud de agentes, cuyos deberes son penetrar en lascasas, registrarlas y prender alas personas en cuyopoder se hallan bebidas fermentadas. El castigo esseverísimo, y consiste en la confiscación de todoslos bienes del culpable, á cuya mujer se afeita ade-más la cabeza, ultraje tremendo, según parece. Na-turalmente ni el gran inquisidor ni sus alguacilesson insensibles á los presentes; pero no obstante, eluso de la cerveza y la embriaguez han disminuidoconsiderablemente.

El sultán es considerado como una especie de di-vinidad; su madre debe pertenecer á una familianoble, y él no debe tener ningún defecto físico nimoral; los más altos dignatarios no pueden llegar ásu presencia sino arrastrándose, y sin levantar losojos hacia él; su palabra es sagrada, y no puede fal-tar á ella aunque debieran ocurrir las mayores des-gracias de su cumplimiento. Su harem se componede S00 mujeres, y cuando muere, todas sus hijasson casadas á expensas de su sucesor, quien, en

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N.° 91 A. SECCHI. LAS MANCHAS SOLARES.

cambio, hace saltar los ojos á todos sus hermanos.El sultán no puede beber sino en vasos cubiertoscon telas, y el agua debe ser cogida en fuentesf

también veladas, por mujeres rodeadas por unaguardia: todo por miedo al mal de ojo.

Los empleos públicos son desempeñados por no-bles. El ejército se compone de 40.000 infantes y5 ó 6.000 jinetes, una tercera parte con armadura;aunque en los arsenales hay unos 4.000 fusiles,apenas si se cuentan 1.000 hombres capaces de ma-nejarlos en todo el ejército. En tiempo de guerralas tropas se dividen en tres cuerpos, de los cualesel del centro está á las inmediatas órdenes del sul-tán. Las insignias reales son la corona, la sombrillade plumas de avestruz y el Koram de la familia rei-nante.

Los impuestos son pesadísimos; de cada diez pes-cados, por ejemplo, ocho pertenecen al sultán. Cadatres años deben entregarle 200 quintales de marfil,4.000 esclavos, 5.000 camellos y 10.000 cabezas doganado. Todos los caballos nacidos en el país, me-nos los dedicados á la monta, son del sultán, quienpercibe además una gran porción de contribucionesen especie, tales como pieles, esteras, miel, arroz,huevos, manteca, sal, vasijas de barro, etc.

El sultán es juez supremo de la familia real y delos altos funcionarios. Los asesinos son entregadosá la familia de la víctima, la cual puede matarlosó recibir un rescate, ordinariamente 100 camellos yotros 100 caballos. El robo se castiga con multa lasdos primeras veces, y la tercera con muerte. Lospersonajes más elevados tienen el privilegio de serfusilados; los demás reos son ahorcados ó empala-dos por los músicos del sultán, quienes ejercen eloficio de verdugos.

Los herreros forman en Vadai una casta aparte, ytan despreciada, que llamar á un hombre herrero esuna injuria imposible de lavar si no es con sangre.Tienen un jefe, á quien llaman su rey, el cual debeafeitar al sultán una vez por semana; es el cirujanodel harem, y él es quien saca los ojos á los herma-nos del sultán á cada nuevo advenimiento.

Naehtigal se vio obligado á permanecer muchotiempo en el Vadai, porque las revoluciones delDar-Fur le cerraban el camino del Nilo; pero apro-vechó la detención para verificar una excursión ha-cia el Sur, hasta Mogari, desde donde envió á unode sus criados más al Mediodía. Éste llegó hasta unrio llamado Bahr-Kuti ó Bahr-Kuta. lleno de coco-drilos é hipopótamos, acaso el mismo Velle explo-rado por Schweinfurt en el país de los Mombuttu, yquizás el alto Chari ó el Benue superior. El porve-nir aclarará esta duda.

Por fin pudo atravesar el Dar-Fur, actualmenteanexionado al Egipto, y del cual nos promete unadescripción minuciosa, y llegó á Kartum á fines de

1874, desde cuyo punto marchó con facilidad á Ale-jandría, y de allí á Europa, después de haber hechouno de los más bellos, pero también de los más pe-ligrosos viajes de este siglo.

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Academia de ciencias de Paris.11 OCTUBRE 1878 .

El P. A, Secchi: Observaciones de las protuberancias y manchas solares.—M. G. l'lanté: Formación del granizo.-—M. Audoynaud: El amo-niaco <!e ias aguas marinas.—M. Durin: Influencia (lelas sales y dela glicosa en la cristalización del aztic8r.--M. H. Dufel: Condnctibili-dad eléctrica déla pirita.—M. Domeyko: Minerales lelurifldos descu-Merlos recientemente en Chile. — M. Meuníer: Perforación de unasperón cuarzoso por las raices de un árbol.

A la sesión que vamos á extractar envió unanota el P. Secchi conteniendo el resultado de lasobservaciones de las protuberancias y manchas so-lares desde el 23 de Abril al 28 de Junio del pre-sente año (55 rotaciones). La primera nota del ilus-tre astrónomo contenía algunos cuadros en los queestaban registrados los resultados de cada rotaciónen particular, tanto en lo relativo á las protube-rancias como á las manchas; el número de protube-rancias distribuidas por latitudes heliográficas; laaltura media de las protuberancias y su longitudmedia. La nota actual contiene cuadros en los quese encuentran la superficie media de las protu-berancias y de las fáculas. Las conclusiones que sededucen de las observaciones son las siguientes,según el P. Socchi: 1.", el número diario de protu-berancias ha ido disminuyendo sucesivamente desdeel principio al fin de la serie (del 23 de Abril al 28de Junio); 2.*, la superficie de las manchas, medidadurante el mismo período, ha ido también en eons-taSte disminución; 3.*, en el momento en que handesaparecido las grandes manchas, han terminadopor completo las grandes erupciones metálicas;4.% al principio do la serie de observaciones se en-contraron en el número de protuberancias dos má-ximas muy marcadas en cada hemisferio, separadaspor un mínimum ecuatorial, y dos mínimas de SO ó60 grados de latitud: poco á poco desaparecieronlas máximas inmediatas á los polos, no quedandomás que las mínimas de las zonas ecuatoriales: sinembargo, la cromosfera permaneció siempre algomás elevada en los polos que en las latitudesmedias; 5.a, la altura media de las protuberanciasno ha cambiado de un modo considerable, aunqueevidentemente ha habido disminución; 6.a, lo mismosucede en cuanto á la longitud y área de las pro-tuberancias; se ha modificado mucho la distribu-ción de las fáculas, que ya no existen en la regiónde los polos y que se encuentran reducidas ahora á

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118 REVISTA EUROPEA. 2 1 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N.° 91

las zonas de las manchas y protuberancias. Segúnlas precedentes observaciones, debe estar, muypróximo el mínimum y no debe tardar en verificarseIID crecimiento; por esta razón el P. A. Secchy creedeber invitar á los observadores á estar atentos alastro y á estudiar sus fases de crecimiento como élacaba de hacer con las de decrecimiento.

M. G. Plantó expuso una teoría nueva relati-vamente á la formación del granizo. El autor lia se-ñalado recientemente la analogía que existe entrelos fenómenos producidos por corrientes eléctricasde alta tensión y los de las trombas y auroras pola-res. El estudio de estos fenómenos le ha permitidoexplicar de un modo nuevo la formación del grani-zo. Después de recordar los principales hechosobservados en sus experimentos anteriores, y queya expuso á la Academia, el autor cree poder dedu-cir esía conclusión: que la formación del granizo sedebe á la vaporización brusca del agua de lasnubes, por el efecto calorífico de los multiplicadosrelámpagos que las cruzan y por la congelación rá-pida de este vapor cuando se produce en el seno delas regiones frias de la atmósfera, ó cuando en elencuentro de dos masas de nubes, una de ellasestá á temperatura muy baja. La caida del grani-zo en bandas estrechas se explica per la vaporiza-ción y congelación del agua siguiendo los sur-tios trazados por los relámpagos, que siempre sedesarrollan más en longitud que en latitud. Laszonas de lluvia, comprendidas entre dos zonas degranizo, resultan de que la masa interna de la nubeCria, calentada por los relámpagos y el vapor pro-ducido, no podría ya operar en condensación. Elrumor que precede ó acompaña á la caida del gra-nizo, lo produce la penetración del fuego eléctricoen la nube, la emisión rápida del vapor, etc. Elaumento de volumen de los granizos resulta delmovimiento giratorio que los arrastra y retrasa sucaida. M. Plantó, refiriéndose á los fenómenos queha observado en sus experimentos, atribuye lacausa del movimiento giratorio de los granizos á lamisma electricidad unida á la acción magnética delglobo. El giro se debe al movimiento rotatorio delas mismas corrientes eléctricas de la atmósfera, álas que sirven las nubes de conductores móviles,y cuyo movimiento se comunica á las masas de aireque las irodean. Sin embargo, M. Plantó no contra-dice las opiniones emitidas ya sobre el asunto; notrata do negar el valor de las teorías anteriores á lasuya, y reconoce que el fenómeno de la formacióndel granizo es muy complejo y puede atribuirse ámuchas causas; pero cree, sin embargo, que laelectricidad desempeña el papel principal en él.

M. Audoynaud da á conocer á la Academia el re-sultado de sus investigaciones sobre el amoniacocontenido en las aguas marinas, y en las de lospantanos salados de las inmediaciones de Montpc-llior. Buscando la cantidad do amoniaco que existeen las aguas del mar, el autor ha podido compro-var ciertas variaciones en las proporciones de lassales amoniacales, según las épocas en que se hanrecogido aguas de mar en Palavas (cerca de Mont-pelliar), según las circunstancias meteorológicas enque se han recogido, y en fin, según el tiempotranscurrido entre la cogida de las aguas y el aná-lisis. El autor ha buscado en seguida si el amoniacocontenido en el agua de mar existe en ella en es-tado volátil ó si entra en combinaciones fijas. Ha re-conocido que el agua de mar recogida límpida, ensu estado normal no contiene amoniaco volátil, ysolamente se revela cierta cantidad después depermanecer más ó menos tiempo en los frascosen que se guarda. Lo mismo ha observado en lasaguas de los estanques salados. Si se cogen estasen parajes poco profundos y ricos en vegetación,aparece el amoniaco; pero en las cogidas en fon-dos poco profundos y desprovistos de vegetaciónno aparece el amoniaco. En resumen, el agua demar no contiene amoniaco volátil, y no lo exhala,exceptuando, sin embargo, en ciertos parajes muylimitados. Las sales amoniacales que arrastran losríos y las que se forman por la reducción de nitra-tos son asimiladas por seres orgánicos infinitamentepequeños que viven en el seno de los mares.

M. Durin presentó una nota sobre el análisis co-mercial del azúcar bajo el punto de vista de la in-fluencia de las sales y de la glicosa en la cristaliza-ción del azúcar. Hasta ahora se ha admitido que lassales impiden la cristalización del azúcar en la pro-porción de cuatro ó cinco veces su peso, y, por lotanto, se las ha atribuido un coeficiente de 5. Tam-bién se ha admitido que la glicosa impide la crista-lización, y se la ha atribuido un coeficiente de 2cuando su proporción excede de 1 por 100. Los ex-perimentos de M. Durin le han permitido reconocerque, al contrario de la opinión admitida, las salescristalizares cristalizan simultáneamente, con elazúcar y no suspenden la cristalización de esta sus-tancia. La verdadera causa de la formación de lasmelazas son las materias orgánicas y las sales deli-cuescentes que se encuentran en los siropos de re-molacha y de caña. Pero como estos productos exis-ten en cantidades bastante proporcionales á las sa-les y son difícilmente apreciables, se puede atenderá las sales y no conceder á aquellos más que un va-lor proporcional á título de presentes. En cuanto ála glicosa, no solamente no impide la cristalización,

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91 LANCASTEB: COMPOSICIÓN MATERIAL DEL CUERPO HUMANO. 149

sino que á veces se sustituye en parte al azúcarcristalizable en la solución. Sin embargo, á causade su gran solubilidad, puede ejercer una influenciaperjudicial en la cristalización cuando entra en lasolución azucarada en proporción considerable.Esta influencia, que quizá puede ser representadaen un coeficiente de 0'70, debe despreciarse cuandola proporción es débil.

M. H. Dufet envió una nota sobre la conductibili-dad eléctrica de la pirita. El autor describe en ellalos aparatos de que se ha servido para obtener losresultados en cuestión. Las descripciones, cuya ex-tensión nos impide reproducirlos, demuestran queM. Dufet no ha descuidado nada en sus delicadasinvestigaciones para llegar á descubrir la verdad.Cree en definitiva, haber demostrado que la con-ductibilidad de la pirita es verdadera conductibili-dad metálica, muy variable según la estructurafísica de los ejemplares, pero que, en un cristaldado, no depende ni del sentido, ni de la intensi-dad, ni de la duración de la corriente.

M. Domeyko hizo una comunicación sobre los mi-nerales teluriados descubiertos recientemente enChile. Estos minerales, que consisten en plata telu-riada y te Innato de plomo, se han encontrado hastaahora en una sola localidad, en la mina de Condo-riaco (provincia de Coquimbo), abandonada desdehace mucho tiempo y situada á cerca de 1S kilóme-tros de distancia al Este de las minas de Arqueros.Después de recordar los principales caracteres deestos minerales, M. Domeyko dice que el análisisdel teluriato de plomo le ha suministrado 18 mili-gramos de telurio por 33 miligramos de óxido deplomo. El autor describe en seguida la naturalezade los terrenos en que se encuentran los mineralesteluriados, añadiendo que los caracteres exterioresde estos minerales pueden haber sido causa de quese les confunda con algunos otros, como el sulfurode plata, por ejemplo. En su opinión, deberían bus-carse los telurios en minas como las de Lomas-Ba-yas, de las que se extraen minerales muy ricos enplata clorurada, plata sulfurada y plomo carbonata-do; estos minerales, que al mismo tiempo son aurí-feros, se parecen mucho á los de Condoriaco.

M. Meunier señaló la perforación de un asperóncuarzoso por las raíces de un árbol. Este asperón,procedente de Orsay (Seine-et-Oise), es de cementocalcáreo, y sobre este cemento ha ejercido suacción el ácido carbónico exhalado por la respira-ción. En el ejemplar recogido, la penetración la

han verificado reíces de olmo, unas de un centíme-tro do espesor y otras de un milímetro. Hace muchotiempo que están muertas y casi descompuestas;pero se encuentran vestigios en el eje mismo délastubulaciones que han producido. Las fibritas másfinas han sido tan activas como las ramificacionesmás gruesas, y vénse algunas que, no obstante sudébil diámetro, se prolongan muy dentro en la pie-dra. A consecuencia de la desaparición del cemen-to, las raíces se han introducido entre los granosde cuerzo, que han sido mecánicamente separadosá medida que ha ido desarrollándose la planta; re-sulta de esto una especie de molde de la raíz, de laque conserva perfecta impresión la roca, que lahace mucho más visible el óxido de hierro, que,arrastrado por las aguas, la ha coloreado interior-mente con tintas de ocre. M. Meunier ha hecho ob-servar, con este motivo, que no basta encontrar enuna capa determinada una impresión vegetal paraque se le pueda atribuir la misma edad que á lacapa.

MISCELÁNEA.

Composición material del cuerpo humano.

El Dr. Lancáster está dando en Londres una seriede conferencias, que han llegado á ser célebres porla originalidad de sus explicaciones y que general-mente versan sobro fenómenos físicos ó anatomía yfisiología simples ó comparadas. Una de las últimasconferencias ha llamado más que otras la atencióndel público, y debemos dar cuenta de ella en pocaspalabras. Versaba sobre la composición materialdel cuerpo humano, y presentaba á sus auditoresestupefactos los resultados del análisis completoqueriabía hecho en un hombre que pesaba 72 kilo-gramos. Primero enseñó al público 10 ys kilogra-mos de carbón, un kilogramo de calcio, 670 gramosde fósforo y 28 gramos de sodio, hierro, potasio,magnesio y sílice, todo ello como el resultado ma-terial y fisico de las sustancias del cuerpo; y des-pués dijo que no presentaba los 150 metros cúbicosde oxígeno (55 kilogramos), ni los 3.000 metros cú-bicos de hidrógeno (7 kilogramos), ni el metro ymedio de ázoe que había sacado del cuerpo, por-que se lo impedía el gran volumen de estos gases.

Todos estos elementos combinados representan,según el Dr. Lancáster, en el cuerpo humano: 55kilogramos de agua, 7 */» de gelatina, 6 de grasa,4 de fibrina y de albúmina, 3 •/» de fosfato de cal yotras sales minerales. Los cuerpos gaseosos predo-minan, pues, en el cuerpo humano, habiendo ungran contrastre entre las cantidades de oxígeno y

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¡as pequeñas proporciones de elementos minera-les; y esos cuerpos gaseosos, ese oxígeno, debenvolver temprano ó tarde á la masa atmosférica.

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La auscultación en un cadáver.Los estudios clínicos luchan á veces con dificul-

tades casi insuperables, y para vencer una de ellas,la de producir en el pulmón del cadáver los ruidosque durante la vida revela la auscultación, el doc-tor Woillez ha hecho construir á M. Collin un apa-rato que permite la penetración del aire en lospulmones como en el estado fisiológico, es decir, ladilatación de las vesículas.

En las experiencias hechas hasta aquí se veniainsuflando el aire en los pulmones. El nuevo apa-rato se compone de un cilindro de cristal, cuya ca-pacidad puede contener los dos pulmones distendi-dos.—Este cilindro está cerrado por una tapa quedebe impedir al aire exterior penetrar en el cilin-dro, menos por un tubo de cobre sobre la extremi-dad inferior, del cual se fija la tráquea ó la ramaprincipal del pulmón. Las cavidades aéreas del ór-gano están así en relación con el aire de la atmós-fera, mientras que la superficie no tiene relaciónsino con el aire comprimido del cilindro. — Esteaire comprimido puede ser enrarecido por la acciónde un fuelle colocado en la base del cilindro decristal.—Este fuelle puede desalojar cuatro litros ymedio de aire. Si se hace obrar el fuelle, el vacioque se produce en el cilindro alrededor del pulmónlo hace dilatar y el aire penetra en las vesículas.

En los primeros experimentos hechos con esteaparato, se demostró desde luego que la penetra-ción del aire en los pulmones no determinaba nin-gún ruido perceptible á la auscultación de las pare-des del vaso. Habiendo notado M. Woillez que elpulmón que él empleaba estaba fuertemente ane-miado, tuvo la idea de inyectar en la arteria pulmo-nar una solución caliente de gelatina coagulablepor el enfriamiento.—En estas nuevas condicionesel ruido respiratorio se oía absolutamente seme-jante al que se oye en el estado fisiológico.—Es,pues, necesaria cierta densidad en el tejido pulmo-nar para la producción del ruido respiratorio.M. Woillez hace resaltar las ventajas que puede te-ner este aparato, bajo el punto de vista anatómico,para la insuflación é inyección del pulmón, para elestudio de la fisiología de este órgano, y en fin,piara el de los fenómenos de auscultación en losestados patológicos del pulmón.

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Un manantial de gas.A media milla de Bartlett Springs (California)

existe un manantial al que llaman gas spring (ma-

nantial de gas), que tal vez es la curiosidad másgrande de las montañas. El agua es fria como elhielo y espumea como si hirviese. Lo más maravi-llosa es que el gas que emana de ella mata infali-blemente. En 100 metros de circunferencia no seencuentra ningún ser viviente; los pájaros que pasanpor encima de este manantial, caen muertos. Unlagarto suspendido á algunos pies sobre el agua,murió al cabo de dos minutos; 20 minutos bastaríanpara matar á un hombre. El que hizo el experimentocon el lagarto, habiendo permanecido allí cinco mi-nutos, dice que sentía pesadez de cabeza y vértigos.

Sin duda el peligro ha impedido hasta ahora ana-lizar el agua y el gas que exhala, el que, según lacorrespondencia de que extractamos esta noticia,«parece contener gran cantidad de ácido carbónicov se inflama instantáneamente.»

El centro dé la t ierra.

El peso de los cuerpos decrece en razón de sualejamiento del centro de la tierra. Una piedra quepese 700 kilogramos al nivel del mar, sólo pesará699 en la cumbre de una montaña de 5.000 metrosde elevación. El péndulo oscila con más rapidez enlos polos que en el ecuador, porque encontrándosemás cerca del centro de la tierra, por efecto delaplastamiento de ésta, el disco del péndulo pesamás y le hace oscilar con mayor rapidez.

***Las dimensiones del sol y la distancia que

nos separa de este astro.Un tren de ferro-carril lanzado con velocidad de

40 kilómetros por hora, llegaría á la luna si tal fueseel término de su viaje, en once meses, pero em-plearía 352 años en llegar al Sol. Suponiendo queunj^únel perforase el Sol, el tren en cuestión, con-serva'ndo la velocidad de 40 kilómetros por hora,emplearía más de año y medio en llegar al centro,y cerca de tres años y cuarto en aparecer en ellado opuesto. Si, en fin, quisiera dar vuelta alrede-dor del astro, emplearía diez años y un octavo enrealizarla.

Para demostrar la relación que existe entre esteviaje fantástico y las dimensiones de nuestro globo,diremos que el mismo tren llegaría al centro de latierra en cinco dias y medio; la atravesaría de parteá parte en once dias y daría la vuelta alrededor deella, no teniendo los rails solución de continuidad,en treinta y siete dias.

La comparación es instructiva.