revista rosa-cruz nº. 82 - invierno 2014

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Revista Tradicional de la Antigua y Mística Orden de la Rosa-Cruz, que trimestralmente publica la Gran Logia Española.

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REVISTA TRADICIONAL DE LA ANTIGUA Y MÍSTICA

ORDEN DE LA ROSA-CRUZ

Salvo mención especial, los artículos en esta revista no represen-tan necesariamente el pensamiento ofi cial de la AMORC, sino úni-camente el de sus autores.

Esta revista trimestral se publica por la Gran Logia española de la Antigua y Mística Orden de la Rosa-Cruz, conocida mundialmente bajo las siglas de “AMORC”. En todos los países en los que puede ejercer sus actividades libremente, está reconocida como una Orden tradicional e iniciática que, desde hace siglos, perpetúa de forma oral y escrita el Conocimiento Interior que le han transmitido los iniciados de todos los tiempos a través de los siglos.

La Antigua y Mística Orden de la Rosa-Cruz, que también se denomina “Orden Rosacruz AMORC”, no es una religión, ni un movimiento socio-político. De acuerdo con su divisa “La mayor tolerancia dentro de la más estricta independencia”, no impone ningún dogma, sino que propone sus enseñanzas a todos aquellos que se interesan por todo lo que el misticismo, la fi losofía, la ciencia y el arte, pueden ofrecer a la humanidad para su regeneración física, mental y espiritual.

AMORC - Gran Logia EspañolaC/ Flor de la Viola 16Urbanización El Farell

08140 Caldes de MontbuiBarcelona - España

Tel: 93 865 55 22Fax: 93 865 55 24

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NUESTRA PORTADA:Monasterio de San Millán de Suso, cerca de la villa de San Millán de la Cogolla, en La Rioja, que forma parte de un conjunto monumental de dos monasterios, con otro cons-truido posteriormente y que se sitúa más abajo, llamado Monasterio de San Millán de Yuso. Su importancia va más allá de lo artístico o religioso, ya que es el marco en el que va a surgir la que hoy es la más antigua manifestación es-crita de la Lengua Española. En este monasterio aparecen a su vez las primeras anotaciones escritas en Euskera.

Dirección: Hugo CasasEditores: Luis Alberto Ceruto Borja CelarainDiseño y maquetación: David Arenzana

Depósito Legal: B-40599-97

Índice de Contenidos:Artículo del Imperator ........................ 5La Belleza UniversalChristian BernardArtículo Original ................................. 9Música y MisticismoAlmudena ArribasEl Foro Rosacruz ...............................16Evolució n Individual y Armoní a Colectiva Rodman R. ClaysonCon Pocas Palabras ............................23El MisticismoHugo CasasEntrevista ...........................................25El Canto GregorianoAlmudena ArribasEncuentro con la Ciencia ..................34La Búsqueda de Einstein de la UnidadMarc CornwallEcos de la Rosa-Cruz .........................42La Palabra PerdidaRalph. M. Lewis

Vol. XXI - Invierno 2014 - nº 82

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Aunque el cenobio original fue construido en el siglo VI, en el año 923 el Monasterio de Suso resurge tras la conquista de Nájera por Sancho III el Mayor, rey de Pamplona, siendo habi-tado por monjes mozárabes. En uno de los arcos de herradura de la entrada a la iglesia hay dos capiteles visigóticos de tipo corintio. Al igual que los arcos, las dos capillas cuadradas y ge-melas del interior, del siglo X, son también de estilo mozárabe.

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EDITORIAL

Clarean los aladares de las colinas y encanecen los altos picos, el añejo invierno re-parte velos y agita tules que blanquean el aire. Todo fenece antes de renacer. El sol emprende ya el cuarto fi nal, comenzando el cierre de un ciclo en su eterno devenir. Escudriñará profundo en las entrañas de las largas noches descendiendo lento, hasta rozar el blando fondo, y amodorrado, lograr un impulso que le imprima algo de ingravidez para volver a elevarse hacia lo alto. La cadencia es lenta, las tinieblas lo amortiguan todo.

La naturaleza se permite una pausa; los cobertizos mullidos que acogerán a sus tibias criaturas han sido cuidadosamente previstos. Las hojas caducas han converti-do en lecho cada resquicio y hacia ellos marchan los cachorros somnolientos, listos para la siesta estacional.

El alma también reposa, bosteza adormilada entre recuerdos y sueños, entre nos-talgias y proyectos, pero conserva bajo la lumbre una vigilia fecunda. Entre las luces mortecinas una llama permanece, una luz inagotable, símbolo de vida e inte-ligencia que titila en la oscuridad arrebatándole así su dominio absoluto.

Nuestra revista viste ahora el atuendo invernal, concluyendo el primer año de una aventura innovadora que nos llena de satisfacción, sobre todo por la cálida acogida que ha recibido entre los lectores.

Renovarnos es nuestra divisa, es la ley natural que nos preservará de quedar a merced de la rutina, del camino fácil; por eso nos esmeramos en ofreceros los me-jores textos, enriquecidos por los colaboradores que con tanto entusiasmo se han motivado y se han lanzado a participar en esta publicación, llenando un espacio en nuestras páginas; no hay sitio para la entropía devastadora en nuestra revista, la inquietud creativa de los autores nos impulsa. Nuestra fi losofía es la frescura, ya que estamos constituidos por las ideas y sugerencias de los miembros y no miem-bros de la AMORC, que han tenido la amabilidad de acercarse hasta nosotros para aportar su piedra. El Comité Editorial se complace en agradecer tanto entusiasmo y deseo de colaboración. Entre estas páginas siempre habrá un ámbito donde ex-presarse, donde acoger una buena idea atrapada entre palabras, una refl exión lumi-nosa o una opinión constructiva para liberarla y transmitirla a los demás.

Así, esta es nuestra tribuna, desde donde declaramos que estamos vivos y que respiramos la realidad que habitamos. Somos una institución en plenitud, nos mo-vemos con donaire entre los bucles de la modernidad conservando lo ancestral sin que esto merme un ápice nuestra inserción en el mundo moderno. Todo el conoci-miento está ahí, asentado en la sustancia mental de los Maestros, en la esencia mís-

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tica de los Iluminados del pasado. El hoy es nuestro escenario, el pensamiento que nos inquieta ahora es nuestro presente. El lenguaje con que se expresa el contenido de la mente necesita de nuevas palabras y nuevas formas del decir. Comunicar es un reto y más aún cuando ofrecemos temas de un profundo contenido espiritual, pletórico de inevitables abstracciones.

Nuestro compromiso no caduca en ningún momento, todo lo contrario, pues cada día reclama más dedicación y esfuerzo, y en eso tiene que consistir nuestra labor si pretendemos conservar el ímpetu que nos lanzó a asumir esta responsabilidad.

Nuevas secciones aparecerán en el futuro inmediato, otras caerán en el silencio o serán aparcadas para que puedan abrirse otros espacios que acogerán nuevos contenidos y formas, acordes a los distintos estilos expresivos de nuestros colabo-radores. En este número os presentamos la nueva sección, “Con Pocas Palabras”, que albergará aquellos artículos y refl exiones que sean cortos en extensión pero no por eso menos profundos e interesantes. Desde estas líneas queremos agradecer a nuestro Gran Maestro, Fr. Hugo Casas, que ha tenido la cortesía de escribir el artí-culo que la inaugura, y os invitamos fraternalmente a todos a que hagáis lo mismo. Estaremos encantados de recibir vuestros escritos para esa u otra sección.

Ahora nos retiramos a nuestro refugio invernal. Siendo coherentes con las exigen-cias de la estación, dormitaremos también, arropados junto al hogar, y nos permi-tiremos un humeante y aromático solaz. Nuestra pausa sin embargo no ha de ser estéril, pues servirá para contemplar los celajes del camino recorrido, recordando los obstáculos y sobre todo cómo pudimos sortearlos para luego dejarlos disipar en el olvido.

Mientras tanto, ya fl otan copos de nieve que tarde o temprano se asentarán y de-jarán blancos lienzos repartidos por todas partes, invitando a plasmar mensajes sobre ellos, a la vez que sugerir el sedimento de nuestra propia experiencia.

En lontananza se columbra otro reto en el horizonte, hacia allí nos remontamos para iniciar, con nuevos bríos, otro recorrido por la ruta del sol, por la senda de la luz del conocimiento, cuyo brillo se exalta por la lumbre de la práctica y la refl exión de los pensadores que comparten con gusto los frutos de su abnegación al estudio y su ejercicio de la espiritualidad.

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nº 82

El adagio “Si quieres ser bello, detente un minuto frente a tu espejo, cinco fren-

te a tu alma y quince frente a Dios” resu-me bastante bien uno de los objetivos que debería buscar todo ser humano. Rendir homenaje a la Belleza Divina debería ser nuestro objetivo prioritario, y éste no puede alcanzarse si nosotros

mismos no nos volvemos bellos. Cuan-do hablo de belleza, naturalmente no hablo de la estética corporal a la cual algunos otorgan demasiada importan-cia y que, desgraciadamente, en nuestra época se ha vuelto un culto ridículo e incluso peligroso. Pienso más bien en la belleza de nuestro santuario interno,

Christian Bernard

Artículo del Imperator

La Belleza Universal

Rendir homenaje a la Belle-za Divina debería ser nues-tro objetivo prioritario, y éste no puede alcanzarse si nosotros mismos no nos vol-vemos bellos.

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ORC que, cualquiera que sea el aspecto exter-

no del templo en el cual se encuentra, puede irradiarse en todo momento bajo la forma de un magnetismo que nada ni nadie puede alterar o empequeñecer.

En ese sentido, la fealdad no debe con-siderarse como una ausencia de belleza física, sino como la expresión de una gran falta de espiritualidad. Lo que hace la belleza de una bombilla, tan pura como pueda ser la forma y la calidad de su vidrio, es antes que nada el grado de luminosidad que es capaz de dar. Lo mismo es verdad para el ser humano. Tanto tiempo como ponga su luz in-terna debajo del celemín, permanecerá prisionero de su cuerpo y, en el mejor de los casos, sólo podrá manifestar la apariencia de lo que le parece bello.

Solamente el misticismo puede darnos el poder de revelar nuestra espirituali-dad y liberar con toda claridad las virtu-

des ocultas de nuestra alma. Tomemos por ejemplo la verdad. No hay error más grave que el que consiste en no querer ver y escuchar la verdad. Ésta es una porque Dios es Uno, pero los errores son múltiples porque la ignorancia no conoce el número de sus adeptos. Aho-ra bien, lo que vuelve bello a un indi-viduo, es el conocimiento de sí mismo, este conocimiento puede elevarlo hasta las estrellas más lejanas para otorgarle la Consciencia Divina.

Observemos también que no es por ca-sualidad que el estado de Consciencia Crística está simbolizado en el Árbol Cabalístico por la sephiroth Tiphareth, siendo ella misma símbolo de la belleza adámica en la Tierra. ¿No se dice que el mismo Maestro Jesús vino para mani-festar la Belleza Divina?

Esforcémonos por imitar la belleza de intención y de acción que animó al Maestro Jesús a lo largo de su ministe-rio. Naturalmente, eso no quiere decir que debemos tomarnos por él, y tratar de halagar nuestro propio ego por una imitación ostentosa de lo que creemos conocer de él. Eso signifi ca simplemen-te que todos debemos trabajar para sen-sibilizar a las personas de nuestro entor-no hacia lo que es bello, a fi n de hacer que su sentido de la estética pueda evo-lucionar hacia los arquetipos superiores.

Solamente el misticismo puede darnos el poder de revelar nuestra espiritualidad y liberar con toda claridad las virtudes ocultas de nuestra alma.

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nº 82Artículo del Imperator

Debemos trabajar para sensibili-zar a las personas de nuestro en-torno hacia lo que es bello, a fi n de hacer que su sentido de la es-tética pueda evolucionar hacia los arquetipos superiores.

Pienso que es difícil alcanzar ese ob-jetivo por medio del arte, ya que éste, en ese punto de la evolución humana, todavía es una expresión demasiado imperfecta de la Perfección divina. Es verdad que muchos son los maestros que, por medio de la música, la pintu-ra, la escultura u otras ramas del arte, han dado a luz formas-pensamiento de una gran pureza y perfección. Pero para la mayoría de las personas, esas obras se sitúan más allá de lo que son capa-ces de sentir y comprender en materia de belleza. Sin duda por esa razón una pintura inspirada será para algunos el cúmulo del horror, o por el contrario,

una música decadente será para otros el summum de la inspiración.

Todo eso no quiere decir, naturalmente, que no exista la belleza universal. Sim-plemente nos muestra que el hombre encarnado, antes de ser capaz de discer-nir la existencia de tal belleza, permane-ce por largo tiempo prisionero de una mala concepción de lo que es bello.

Solamente avanzando hacia planos de consciencia más y más elevados puede cualquier persona levantar el velo y acer-carse a la magnifi cencia de la verdadera belleza. Mientras el hombre no haya al-canzado cierto grado de evolución, sólo proyecta en su medio ambiente el senti-do que su mente da a la belleza. Dicho en otras palabras, busca lo que es bello a través de los ojos del cuerpo, y no a través de los ojos de su alma. Desde este punto de vista, podemos decir que existen tantos criterios de belleza como

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individuos, y esto es verdad si compara-mos todas las civilizaciones y todas las formas de sociedad, incluyendo las ac-tuales. Sin embargo, podemos compro-bar que hay cosas sobre las cuales existe acuerdo en decir que son bellas, que re-fl ejan armonía, que generan inspiración o que tranquilizan.

Por poner algunos ejemplos, segura-mente nunca habrán oído decir que un amanecer o un atardecer, o incluso un cielo estrellado son feos. Las cosas cambian cuando se pregunta a varias personas lo que piensan de la belleza de tal o cual objeto. Entonces surge una divergencia entre diversas concep-ciones de la belleza, cada una siendo la resultante de la educación, la personali-dad y la evolución interna de cada uno. Por lo tanto, es fácil comprender que el problema del hombre no es que sea in-

sensible a la belleza universal, sino más bien que, en la mayoría de los casos, no hay consciencia, no sabe dónde situar-la, o es incapaz de expresarla en lo que piensa, hace y dice.

Como acabo de señalar, todo individuo es sensible a lo bello que se manifi esta a través de la naturaleza. Por lo tanto de-bemos llevar a nuestro medio ambiente, e incluso a un público más amplio si es posible, a refl exionar sobre el porqué y el cómo de esta sensibilidad hacia la belleza. Al hacerlo, llevaremos progre-sivamente a las personas a no conten-tarse simplemente con la belleza de la naturaleza y del universo, sino a parti-cipar conscientemente, como actores y espectadores. Démosles el deseo de abrir el “Libro del Hombre” y el “Libro de la Naturaleza”. Proporcionémosles el deseo de conocer y comprender las leyes que trabajan en nosotros y alrede-dor nuestro.

Eso es lo que he tratado de hacer a tra-vés de estas breves refl exiones, y espero que encuentre en y alrededor de usted la sublime belleza universal. V

Podemos comprobar que hay co-sas sobre las cuales existe acuer-do en decir que son bellas, que refl ejan armonía, que generan inspiración o que tranquilizan.

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nº 82Artículo Original

Música y Misticismo

Artículo Original

Almudena Arribas

“La música constituye una revelación más alta que ninguna filosofía”.

Ludwig van Beethoven

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El ser humano, desde su más primi-tivo estado de consciencia, ha recu-

rrido al sonido para comunicarse con lo sagrado, lo absoluto, sirviéndose de los diferentes aspectos de la música para alcanzar la espiritualidad, es decir, a tra-vés del canto, la música instrumental y la danza. La música, una de las manifes-taciones artísticas más antiguas, a través de las vibraciones que percibimos como sonido, facilita la expansión del Ser en una doble dimensión: por un lado, el alma se expande y se abre camino hacia el mundo espiritual; por otro, conecta-mos con nuestro Ser Interno, aquél que nos provee de inspiración, fuerza y sa-biduría para sanar, resolver confl ictos y permanecer en armonía.

A lo largo de la historia pueden encon-trarse numerosos vínculos entre música y misticismo, entre música y espiritua-lidad. Esbozaremos en estas líneas al-gunas manifestaciones que ejemplifi can esta, en ocasiones, identifi cación de lo Sagrado con la música, de la simbiosis entre los mundos visible e invisible a través del sonido.

Desde Nueva Zelanda hasta los indios navajos, de Siberia al sudeste asiático, de Canadá a Camerún, se documentan rituales mágico-espirituales desde épo-cas prehistóricas ricos en movimiento, danza, ritmo… acompañándose de ru-dimentarios litófonos, tambores, gongs, didgeridoos, sistros, sonajas, etc. Esta

tradición denominada chamanismo, se fundamenta en la premisa de que el mundo visible está impregnado por fuerzas y espíritus invisibles que afectan a todas las manifestaciones de la vida. El chamán se convierte en un interme-diario entre el mundo físico y espiritual, viajando entre lo visible y lo invisible bajo un estado alterado de conciencia, un trance inducido por el redoble de un tambor, al que llaman “caballo” o “puente del arco iris” por su facultad de incitar el viaje místico. De este contac-to con el mundo espiritual, el chamán obtiene respuestas para la sanación y la inspiración, procurando el mayor bien-estar al clan.

El ser humano, desde su más primitivo estado de consciencia, ha recu-rrido al sonido para comunicarse con lo sagrado, lo absoluto, sirviéndose de los diferentes aspectos de la música para alcanzar la espiritualidad.

La vida espiritual, a su vez, sirve de canal a la música para propa-gar al mundo visible su esencia sutil, que es la propia luz del prin-cipio Divino.

En oriente, numerosas tradiciones de-jan constancia de los lazos que conec-tan la espiritualidad con el arte de la música, incluso de la fusión de la mú-sica con lo absoluto. Entre numerosos ejemplos, citaremos la tradición budis-ta, impregnada de signifi cados simbó-licos, tanto por los sonidos como por los instrumentos empleados en rituales y ceremonias, que marcan los tiempos y crean estados, ora de atención, ora de

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nº 82Artículo Original

meditación profunda. El budismo tibe-tano acompaña la meditación con cuen-cos, trompetas ceremoniales llamadas kong-ling, confeccionadas con fémures humanos, gongs, campanas y crótalos, todo para despertar el alma y alcanzar la profunda paz interior. En Japón, el recitado de textos ancestrales llamados sutras, lo acompañan con una fl auta, el shakuhachi, un tambor y el shamisen, un laud de tres cuerdas. La música, así, in-duce al buscador espiritual a profundi-zar en sí mismo para obtener un mayor conocimiento de la vida, de la suprema verdad. La vida espiritual, a su vez, sir-ve de canal a la música para propagar al mundo visible su esencia sutil, que es la propia luz del principio Divino.

Una de las tradiciones más extendidas en oriente es la meditación entonando mantras. Los mantras, revelados a los

antiguos maestros espirituales, son in-vocaciones al Ser Supremo construidos a partir de una combinación de sonidos derivados de las cincuenta letras del alfa-beto sánscrito. Los mantras representan el camino para despertar la conscien-cia y alcanzar el estado trascendental a través del sonido que nace de nuestro interior. Cuando se repiten constante-mente, producen vibraciones poderosas en el cuerpo físico, generando fuerza creativa y proporcionando dicha eterna. Se utilizan para afi rmar la identifi cación con toda la creación, pues la repetición de un mantra conduce al pensamiento puro, en el que la vibración del sonido se funde con la vibración del pensamiento y no queda conciencia del signifi cado. Todos los mantras se sintetizan en OM, el mantra supremo del cosmos: todo el universo procede de OM, descansa en OM y se disuelve en OM.

Todos los mantras se sintetizan en OM, el mantra supremo del cosmos: todo el universo procede de OM, des-cansa en OM y se disuelve en OM.

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ORC La tradición mevleví o derviche es una

orden fundada en el siglo XIII en Tur-quía por los discípulos del poeta sufí Jalal al-Din Muhammad Rumi. Esta tra-dición perpetúa una ceremonia de dan-za-meditación, llamada sema, en la que, acompañándose de fl autas y tambores, los danzantes giran sobre sí mismos con los brazos extendidos al cielo, sim-bolizando la elevación espiritual hacia la suprema verdad. Acompañados por las fuerzas del amor y a través de la música que despierta el alma, los llamados der-viches giróvagos se liberan del ego y de los apegos mundanos y entonces el Ser se expande, fundiéndose con la realidad infi nita en busca de la más sublime uni-dad con el Creador.

La música en oriente siempre ha teni-do un carácter ritual y ha sido utilizada en el rezo y en la oración para dirigir-se a Dios. Esta dimensión sagrada de la música exige en ocasiones que los compositores e intérpretes manten-gan un interior limpio de maldad para poder interpretar la música, incluso realizar abluciones antes de utilizar los instrumentos en rituales sagrados. La

dimensión mística de la música para la elevación espiritual permite expandir los canales interiores de conocimiento y experimentar la perfección interior, la Paz Profunda.

Si nos remitimos a occidente, la cosmo-gonía primordial destaca que, tal como se refl eja en las Sagradas Escrituras: “En el principio era el Verbo” (Juan 1:1-3), la vibración está en el origen de todo lo creado, quedando de manifi esto que el sonido, energía generadora de campos energéticos de resonancia y movimien-to a su alrededor, está conectado con el principio de la creación, con su conti-nuidad y con su fi n. En este orden de ideas, el cosmos sólo puede entenderse atendiendo a que son las diferentes fa-ses del sonido o vibración.

La tradición grecolatina nos deja de manifi esto que la música supone un ele-mento fundamental de comunicación con la Unidad de la creación. Recor-demos la “Teoría de la Armonía de las Esferas”, esbozada por el matemático, músico y maestro iniciado Pitágoras de Samos, que enuncia que el universo está

La dimensión místi-ca de la música para la elevación espiritual permite expandir los canales interiores de conocimiento y expe-rimentar la perfección interior, la Paz Pro-funda.

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nº 82Artículo Original

en las sinagogas judías, fue una oración cantada, que debía realizarse con de-voción, es decir, como decía Saulo de Tarso: “Cantando a Dios en vuestro corazón”. El llamado canto gregoriano utilizado en la liturgia de la iglesia cató-lica romana ejemplifi ca perfectamente este signifi cado sagrado de la música. Cantado en latín, lengua considerada divina, servía de elemento integrador de todos los creyentes, quienes se be-nefi ciaban de las propiedades místicas de la música cuando su Ser Interno se armonizaba con las resonancias del can-to en las bóvedas románicas y góticas. Los fi eles, en ocasiones de desdichadas vidas, se impregnaban de las sutiles vi-braciones y encontraban momentos de paz y sosiego para el espíritu, acercan-do el cielo a la tierra, contribuyendo al desarrollo de la fe y la esperanza en un mundo mejor.

La “Teoría de la Armonía de las Esferas” y la música considerada canal de comu-nicación con el principio divino fueron dos factores que ejercieron una enorme infl uencia en la vida religiosa y musical de occidente hasta bien entrado el Re-

gobernado según proporciones numéri-cas armoniosas y que los cuerpos celes-tes, al girar en el fi rmamento, producen sonidos, como cualquier cuerpo que se desplaza a gran velocidad, y que, puesto que las velocidades de los astros guar-dan entre sí las mismas proporciones que expresan los intervalos musicales, se deduce que también entre los soni-dos emitidos por los astros media una armonía musical. Esta armonía de las esferas, purifi cadora del alma, otorga el valor catártico de la música en el mundo visible, ya que ésta es una expresión de la armonía celeste.

Hay referencias bíblicas que dan fe del papel fundamental de la música en la tradición judeocristiana. El Antiguo Testamento contiene múltiples exhor-taciones sobre la forma y los momentos en que la música debe ser usada para alabar a Dios, para inculcar enseñanzas espirituales o servir de base a compara-ciones metafóricas o incluso para for-mular decretos proféticos.

La música cristiana medieval, siguien-do las infl uencias de la práctica musical

El Antiguo Testamento contiene múltiples exhor-taciones sobre la forma y los momentos en que la música debe ser usada para alabar a Dios, para inculcar enseñanzas espi-rituales o servir de base a comparaciones metafóri-cas o incluso para formu-lar decretos proféticos.

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ORC nacimiento. La producción musical que

expone una vía de expresión que tras-ciende el amor terrenal, la mística más elevada, está presente en la magnífi ca profundidad expresiva de la polifonía religiosa de los músicos renacentistas: Palestrina, Tomás Luis de Victoria, lla-mado “El Cantor de Dios”. La profun-da expresividad conduce a composito-res e intérpretes a la desidentifi cación de sí mismos y a la elevación de su espí-ritu hacia Dios. Pero no sólo la música tiene el poder de acercar el Ser al Crea-dor. Más allá de los sonidos, se halla el silencio, el origen de todo, el origen de la música, la música misma. El silencio se considera la más reconfortante músi-ca del Ser Supremo.

Sería utópico citar a todos los composi-tores que a lo largo de la historia occi-dental han hecho referencias y han vin-culado su música con lo sagrado. Desde W. A. Mozart afi rmando que “La música es el único camino hacia lo trascendente”, al misticismo romántico del siglo XIX, con compositores como Robert Schu-mann, que aseguraba que “La música es el lenguaje que me permite comunicarme con el más allá”. En el paso al siglo XX, in-fl uenciado por Joséphin Péladan, líder de la Ordre de la Rose-Croix Catholique, du Temple et du Graal, destacamos al com-positor francés Erik Satie, autor de di-versas piezas de inspiración mística, como Le Fils des Étoiles y Sonneries de la Rose Croix.

Mención aparte recibe el visionario compositor ruso Alexander Scriabin, quién, en su búsqueda de una expre-sión contemplativa, refl eja en su obra la idea mesiánica de la función redentora

de la música, como puede observarse en sus obras Poema del Éxtasis o Prome-teo. Scriabin nos presenta una cosmo-gonía en que la luz y el sonido son las primeras manifestaciones sensibles en el universo, en que el éter resuena con áureos sonidos que atraen a las almas. Esta concepción cósmica de la música se expresa a través del llamado “acorde místico” basado en una armonía de do-minante y en acordes de sexta.

ARMONIZÁNDOSE CON LO ABSOLUTO

Todos los seres humanos hemos expe-rimentado en nuestro interior cómo la música posee esa capacidad de conmo-ver nuestro espíritu. El Ser Interno se impregna de las energías del principio divino y permite que se manifi este la expresión más elevada y profunda de nosotros mismos, integrando todos los procesos físicos, psíquicos y espiritua-les, mente y alma en un único sonido universal eterno e infi nito.

Sin duda podemos recurrir a la músi-ca para vivifi car nuestra vida espiritual. Y muchas son las ciencias, escuelas y

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tradiciones que nos enseñan a aplicar-la para alcanzar el único y verdadero conocimiento. La ciencia denominada musicosophia, nos invita a vivir musi-calmente, divinamente, encontrando los sonidos que nos revelan a nosotros mismos. La musicoterapia moderna, re-curre a la dimensión espiritual de la mú-sica para explorar aspectos profundos del yo, estimular experiencias espiritua-les y desarrollar el conocimiento intui-tivo. La sonoterapia emplea instrumen-tos ancestrales con fi nes terapéuticos, siguiendo los pasos de los ancestrales chamanes…

La Tradición Rosacruz se expresa a tra-vés de los sonidos vocales, aplicando la infl uencia física, psíquica y espiritual que ejercen sobre el cuerpo humano para la elevación del espíritu. Cuando entonamos los sonidos vocales em-pleando el aliento vital, la respiración, concentramos su vibración en una glán-dula, o en un órgano determinado, y su poderosa infl uencia estimula las fun-ciones digestivas, el sistema nervioso o la circulación sanguínea, produciendo efectos regeneradores y estimulantes/relajantes en nuestro cuerpo físico. Por

resonancia, armonizan el aura y el cuer-po psíquico, preparándonos para la me-ditación y poniendo en armonía nuestra alma con la Omnipresencia, la Omni-potencia y la Omnisciencia de Dios.

La música que toca la profundidad mis-ma de nuestro corazón eleva la con-ciencia y se conecta con la Creación en busca de la Unidad. Esta es la Música del Alma, la que eleva inmediatamente nuestra consciencia hacia lo absoluto, lo sagrado. Es la música que nos conduce a la conciencia universal y que nos hace sentir que estamos armonizados con lo más elevado, lo más profundo. Así, Dios se convierte en el Músico Supre-mo y el universo se transforma en una sinfonía donde cada ser humano es una nota y donde su felicidad estriba en afi -narse perfectamente con la armonía del cosmos. V

La Tradición Rosacruz se expresa a través de los sonidos vocales, apli-cando la infl uencia física, psíquica y espiritual que ejercen sobre el cuerpo humano para la elevación del espíritu.

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Evolució n Individual y Armoní a Colectiva

El Foro Rosacruz

Rodman R. Clayson, FRC

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nº 82El Foro Rosacruz

La creciente necesidad de lograr la armoní a entre las naciones y de me-

jorar las relaciones humanas en todos los ó rdenes de la vida, es algo que el estudiante Rosacruz es capaz de perci-bir plenamente. Intentando manifestar paciencia y consideració n hacia todos los aspectos de la vida diaria, ayuda constantemente a fomentar relaciones armoniosas entre los todos seres huma-nos.

Una parte importante de nuestra misió n en la vida es llevar esta comprensió n in-terna a todos los planos de la cultura. El individuo ha de aprender a aplicar su inteligencia en vez de la violencia para resolver los problemas humanos. La ignorancia ya no resulta una excusa aceptable. Nuestras responsabilidades sociales aumentan proporcionalmente a nuestra comprensió n de nosotros mis-mos y de la Naturaleza. Aunque nuestra contribució n a una vida mejor no pa-rezca extraordinaria en el marco de los problemas sociales a nivel global, es la parte que directamente recae sobre cada uno de nosotros. Eso es lo importante.

La ignorancia de sí mismo y las tradi-ciones que se basan en la ignorancia de la verdadera naturaleza del hombre, son causas que todavía alimentan los prejuicios sociales, el odio, el temor, y la guerra. La incesante labor para crear una actitud comprensiva, de justicia y paz, es un paso indispensable para la consecució n de un futuro má s brillante y mejor.

Para llevarlo a cabo es necesario olvi-darse del mundo hipoté tico producido por la ignorancia e impulsado por emo-

ciones sin disciplina; hemos de trabajar sin descanso para actualizar los factores que contribuyen a controlar las expe-riencias constructivamente.

La naturaleza humana está en constan-te cambio; en cierto modo somos un producto de esta transformación. La historia se renueva. Es algo normal que los individuos que han actuado como líderes de la humanidad se hayan inspi-rado en una clara y superior visión del futuro, pero es algo muy nuevo que una gran parte de la humanidad comience a aceptar su responsabilidad respecto a su propia existencia.

Dentro de este desarrollo pueden ob-servarse diversos grados de progreso. Los viejos moldes de la vida han de ce-der su lugar a los nuevos. Subconscien-temente nos dirigimos hacia algo dife-rente y mejor. Nuestra fi losofía ofrece un modelo que nos llevaría a conseguir la plena armoní a, la mutua cooperació n, y un crecimiento que no contradiga las leyes de la Naturaleza.

La vieja divisió n, la tradicional actitud del separatismo y el interé s egoí sta han de ser trascendidos por la mente huma-na de hoy. Esta es una obra de cará cter

Una parte importante de nues-tra misió n en la vida es llevar esta comprensió n interna a todos los pla-nos de la cultura. El individuo ha de aprender a aplicar su inteligencia en vez de la violencia para resolver los problemas humanos. La ignorancia ya no resulta una excusa aceptable.

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ORC var que las naciones está n marcadas por

el temor de perder su individualidad. Pero el individuo y el grupo pueden existir razonablemente juntos. Un gru-po sin individualidad resultarí a inefec-tivo y sin signifi cado, mientras que, al mismo tiempo, una individualidad fuera de grupo es una entidad insignifi cante.

El pasado está señ alando constante-mente al futuro. Si lo comprendemos y nos damos cuenta de la direcció n en que se han desarrollado los aconteci-mientos a través de la historia, veremos claramente el destino hacia donde nos dirigimos como grupo. La historia nos habla de guerras, conquistas, revolu-ciones, persecuciones, el crecimiento de las ciudades, culturas y naciones; y sin embargo, tiene muy poco que decir acerca de la comprensió n humana y de su progreso vital, o acerca de la razó n de la existencia del hombre, de su con-

colectivo, que nos concierne a todos y constituye un desafí o constante.

¿Có mo podemos darnos cuenta de esa evolució n de la cual nosotros forma-mos parte? El antiguo concepto de que existe un Plan Divino para la humani-dad nos enseñ a que el espí ritu humano ha ido aprendiendo, a travé s de un largo proceso de encarnaciones, las lecciones que han de darle soberaní a sobre las fuerzas del desarrollo y del saber hu-mano, para participar con inteligencia en el programa de la Creació n; y de esa manera trabajar colectivamente, a gran escala, y encontrar su lugar apropiado en el movimiento de la gran rueda de la vida.

La evolució n de un colectivo, de una nació n por ejemplo, se desarrolla hasta que llega a expresarse como grupo. Sin embargo, actualmente podemos obser-

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cepto de la vida, y de los misterios de la creació n y de la evolució n.

Las escuelas mí sticas del pasado se fun-daron para darnos precisamente esta informació n. Sus enseñ anzas contribu-yeron (y todavía lo hacen) al desarrollo personal para que la comprensió n indi-vidual pudiera benefi ciar a la comuni-dad en su totalidad.

La necesidad imperiosa de esta unidad siempre se ha reconocido, pero no se ha manifestado plenamente. Esto es porque su potencialidad depende de las per-sonas, de su interé s e iniciativa y de su manera de comprender el problema. So-lamente mediante el esfuerzo colectivo podrá n evitarse los errores del pasado. La responsabilidad pesa sobre nosotros. Pero al fi nal de la jornada, el Plan Divino y su propó sito, tarde o temprano han de triunfar. Parte de este Plan Divino es que la gente llegue a ser menos materialista en sus pensamientos y actos.

Jung, han demostrado que para que el psicoaná lisis sea completamente satis-factorio es necesario que se le conceda la debida atenció n al verdadero yo, al ser interno del individuo. Este es el yo que ha de triunfar, no só lo individualmente sino tambié n en el seno de un grupo.

Todo el mundo habla de la paz, pero de-beríamos preguntarnos qué clase de paz desean. Sin duda alguna lo que la gente quiere es el cese de las hostilidades, pero es posible que lo que el hombre busca sin darse cuenta es la paz de su propio interior.

Vivir en una comunidad completamen-te pací fi ca serí a caer en una condició n está tica, que anularía el progreso. En todo nuestro alrededor vemos que la vida produce contrastes, lo positivo y lo negativo; lo uno acentú a a lo otro. Esto puede observarse a travé s de toda la naturaleza, en el cuerpo fí sico, en los campos y los bosques, y en todas las criaturas vivientes. Hay una continua lucha hacia el progreso, hacia las reali-zaciones, hacia la felicidad y la belleza. Todas las cosas valiosas y magní fi cas en la vida han de buscarse con inteli-gencia, discriminació n y con genuina inspiració n.

El Plan Divino y su propó sito, tarde o temprano han de triunfar. Parte de este Plan Divino es que la gente llegue a ser menos materia-lista en sus pensamientos y actos.

Vivir en una comunidad comple-tamente pací fi ca serí a caer en una condició n está tica, que anularía el progreso. En todo nuestro alre-dedor vemos que la vida produce contrastes, lo positivo y lo negati-vo; lo uno acentú a a lo otro.

No hace mucho tiempo que Freud y Adler, así como otros pioneros del psi-coanálisis explicaron las difi cultades que sufrían la mayorí a de las personas en relación a sus caracterí sticas here-ditarias y ciertas represiones. Desde entonces algunas mentalidades ilumi-nadas, como el psiquiatra suizo Carl. G.

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ORC Nuestro crecimiento interior puede

ayudarnos a vivir con é xito; é sta es la primera de todas las artes y las ciencias. Podemos hacer de nuestra vida una be-lla creació n; de esta manera una persona puede conseguir que su vida resulte inte-resante y una verdadera inspiració n para los demá s. La paz y la unidad que lleve cada cual en su interior se refl ejará n en el grupo en el que vive y se desarrolla. Con la unidad de los grupos y las nacio-nes, los pueblos llegará n a comprender que a pesar de lo que se llama diferen-cias raciales, diferencias de lenguaje, de religió n y de color, todas las personas de la Tierra pertenecen a una sola es-pecie. Una vez que este hecho sea debi-damente comprendido y aceptado, los hombres y mujeres irá n gradualmente eliminando los prejuicios, los temores y los odios.

Con cada paso hacia delante, el hombre se acerca a un horizonte má s amplio de profunda comprensió n de sí mismo. El crecimiento de la cultura y la aplicació n de mayores esfuerzos mentales han sido posibles gracias a la revisió n de nuestros há bitos, de nuestros puntos de vista y de nuestros mé todos prá cticos. Como han dicho los fi ló sofos, la má s encomiable labor de la existencia humana es vivir con alegrí a y transmitirla a los demá s. En este proceso es necesario crear algo valioso, pues la vida só lo nos da lo que ponemos en ella.

Es innegable que el hombre es la expresió n creadora má s alta que exis-te en La Tierra, y posee má s poderes y habilidades que cualquier otra de las criaturas vivientes; má s aú n, sus poten-cialidades son má s diná micas que la má s

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ingeniosa invenció n mecá nica. Sus po-tencialidades lo han ayudado a ejercer la direcció n y el control sobre los mundos animados e inanimados. Prá cticamente es capaz de hacer todo lo que quiera. Sin embargo todavía no ha tomado ple-na consciencia de ello ni de las fuerzas potenciales que lleva escondidas en su interior y en sus manos.

El desarrollo de una sociedad de hom-bres y mujeres depende completamen-te del desarrollo individual, y se está efectuando continuamente gracias a la evolució n y el cambio, que forman parte integrante de los esquemas y de-signios de la Naturaleza. El desarrollo gradual del poder, y de las tendencias naturales del yo superior del hombre, puede proporcionarle una espiritualidad altamente evolucionada que le permita avanzar en todas sus actividades. No debemos permitir que nos estorben la ansiedad o el temor. Debemos, sin em-bargo, procurar que nuestra mente se impregne con pensamientos y deseos armó nicos y creativos. Individualmen-te debemos tener confi anza en noso-tros mismos; debemos extender nues-tros horizontes hacia nuevas á reas de interé s. La vida constantemente nos

Cada vez nos percatamos mejor de que con las luchas y difi cul-tades de la vida se despiertan y perfeccionan en nosotros las má s altas modalidades de la concien-cia. Cada dí a se expresan con má s fuerza los factores de la responsa-bilidad, integridad, espiritualidad, habilidad creadora y la aspiració n hacia ideales superiores.

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ORC Cada vez nos percatamos mejor de que

con las luchas y difi cultades de la vida se despiertan y perfeccionan en nosotros las má s altas modalidades de la con-ciencia. Cada dí a se expresan con má s fuerza los factores de la responsabili-dad, integridad, espiritualidad, habilidad creadora y la aspiració n hacia ideales su-periores. A medida que pasa el tiempo, el hombre se da mejor cuenta de su uni-dad inmanente con toda la humanidad.

En el progreso de nuestra evolució n, mucho depende de nuestra concien-cia, moralidad y de nuestros ideales fi losó fi cos y espirituales. Por lo tanto, debemos vivir ú til y comprensivamen-te, con una alta aspiració n, pase lo que pase. Los cambios a que debemos adap-tarnos en nuestra vida permitirá n que la misma se exprese con plenitud, pues la vida constituye una oportunidad para la manifestació n de realidades cada vez má s trascendentales y planos de con-ciencia cada vez má s elevados. V

El Foro Rosacruz tiene como misión la difusión del cono-cimiento sobre la literatura esotérica y mística de todos los tiempos y culturas, así como el debate abierto, libre y fraterno sobre las obras y artículos propuestos.

Este artículo de la Revista Rosa-Cruz se encuentra en debate en la página del Foro Rosacruz, en Facebook. ¿Le gustaría dar su punto de vista? Su opinión es impor-tante. ¡Participe en el Foro Rosacruz!

Participe en el Foro Rosacruz: www.facebook.com/fororosacruz

El Foro Rosacruz

ofrece un ensanchamiento de nuestras fronteras. La vida lucha por trascender las limitaciones del mundo. Logrando una adaptació n inteligente en la vida podemos actuar en nuestro ambiente con má s é xito en lo individual y en lo colectivo; de esa manera creamos cosas má s grandes y mejores para nosotros con el fi n de contribuir a la creació n de un mundo que se acerque a lo perfecto.

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Hugo Casas

El Misticismo

Etimológicamente, la palabra “mis-ticismo” viene del griego “mys-

tikós”, que signifi ca “relativo a los mis-terios”, y por extensión “el estudio de los misterios”.

De vez en cuando oímos la palabra “místico” en ciertos medios de comu-nicación, o es utilizada por escritores, abogados y otras personas para referirse a alguien considerado en el mejor de los casos como misterioso o extraño, y en el peor como marginalmente desconec-

tado de la realidad, o incluso desequili-brado. En la mayoría de los casos esta palabra se usa de una manera que es a la vez peyorativa y negativa, lo cual es de lamentar. Por ese motivo me gustaría aprovechar este pequeño artículo para esclarecer el sentido que los Rosacruces damos a este término, que además ad-quiere mucha importancia dentro de la Tradición Rosacruz.

Por defi nición, un místico es una perso-na que está interesada en los misterios

Con Pocas Palabras

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ORC de la existencia y trata de comprender el

porqué y el cómo de las cosas. El punto común que existe entre todos los llama-dos místicos, es su enfoque no religioso sino espiritual de la vida. Es decir, ad-miten la existencia del alma y de Dios, pero ven en él una Inteligencia absoluta e impersonal distanciado del enfoque tradicional de las religiones. Mejor aún, están convencidos de que esta Inteli-gencia actúa a través del universo, de la naturaleza y del hombre mismo, de acuerdo a leyes universales, físicas y metafísicas. Desde un punto de vista místico, es en el estudio y aplicación de estas leyes donde se encuentra el ca-mino hacia la felicidad a la que todos aspiramos. Y si tantos hombres sufren pruebas y son infelices, es precisamente porque ignoran y violan con demasiada frecuencia estas leyes.

Contrariamente al criterio popular, se puede llevar una vida de búsqueda mís-tica, al mismo tiempo que vivir de for-ma totalmente equilibrada y “normal”. De hecho creo que en algún momen-to de nuestra existencia todos tenemos este tipo de inquietudes, y nos hacemos las eternas preguntas sobre el sentido de la vida. Si esto es así, es por que res-pondemos a una necesidad interna. El misticismo contribuye ampliamente a encontrar las respuestas a la vez que in-tenta ser una herramienta práctica que nos permite ir construyendo gradual-mente nuestra propia fi losofía de vida. Por tanto, de ningún modo tiene como objetivo apartarnos de la sociedad o es-capar de la realidad. Por el contrario, su propósito es permitir a cada individuo evolucionar espiritualmente a través del contacto con los demás, lo que implica

vivir en el mundo y ver en él un campo de experiencias útiles y necesarias. Este es precisamente el punto de vista de la Antigua y Mística Orden de la Rosa-Cruz. En este sentido se puede afi rmar, utilizando un refrán muy conocido, que un místico “tiene la cabeza en el cielo, pero los pies en la tierra”.

De hecho, creo que el misticismo es la forma más elevada de lo que hoy en día llamamos “espiritualidad”, ya que no se basa en la simple creencia en Dios, sino en la comprensión de las leyes por las que Él se manifi esta en nosotros y en nuestro alrededor. En otras palabras, es una forma de conocimiento, no sólo de uno mismo, sino también de toda la creación. Además, un místico está con-vencido de que es posible que el hom-bre pueda controlar su destino y hacer que la vida se conforme lo más posible a sus esperanzas, lo que implica pensar, hablar y actuar en consecuencia.

Para concluir, me gustaría citar al emi-nente científi co Albert Einstein, cuyas palabras resumen de forma magistral esta visión del misticismo: “La más be-lla y profunda emoción que nos es dado sentir es la sensación de lo místico. (…) Saber que aquello que para nosotros es impenetrable, realmente existe, que se manifi esta como la más alta sabiduría y la más radiante belleza, sobre la cual nuestras embotadas facultades sólo pueden comprender en sus formas más primitivas. Ese conocimiento, esa sensa-ción, es la verdadera espiritualidad”. V

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Hablar sobre Canto Gregoriano con una persona de la talla musical de

Mariano Alises es un verdadero gozo. Músico vocacional y polifacético, cursó estudios de guitarra, viola de gamba y música de cámara. Actualmente es pro-fesor de Coro en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Un espí-ritu inquieto y su amor por la música vo-

cal le han llevado además a dirigir varias agrupaciones corales. Si hay alguien que puede desvelarnos las muchas incógni-tas que tenemos en relación al Grego-riano, ese es nuestro entrevistado, que amablemente nos ha recibido en su casa y donde en un ambiente muy cordial disfrutamos de una agradable charla so-bre un tema realmente apasionante.

Almudena Arribas

Entrevista a Mariano Alises, en exclusiva para la Revista Rosa-Cruz

El Canto Gregoriano

Entrevista

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ORC Cuando hablamos de Canto Grego-

riano nuestra mente viaja automáti-camente muchos siglos atrás en la historia, pero ¿podría hablarnos so-bre su origen?

Pues debemos remontarnos a La Edad Media. Una de las característi-cas del cristianismo medieval fue que bebió de todas las fuentes culturales de la época. En realidad, no inventó nada, sólo recogió todo y lo adecuó a la nueva doctrina, el canto religioso no quedó excluido. Por ello, para hablar de los orígenes del canto gregoriano debemos citar diversas fuentes. Por un lado, el canto monódico que existía en la tradición judaica, del que se supone que emanan el llamado gregoriano y todos los demás cantos eclesiásticos. El gregoriano era monódico por su simplicidad, porque cuando la gente se junta para cantar algo, todos cantan la misma melodía. Por otro lado, la tradi-ción griega y helenística caminaba por vías paralelas, es decir, empleaba un canto sobrio y austero que, si bien no eran verdaderamente cantos litúrgicos,

se empleaban en representaciones tea-trales o como cánticos profanos. De hecho, aunque no está bien documen-tado, considero que es más que proba-ble que las primeras manifestaciones de canto monódico estuvieran hechas sobre melodías profanas previas, pro-pias de alguna fi esta o alguna celebra-ción a las que se fueron incorporando textos litúrgicos o bíblicos para expre-sar el sentimiento religioso.

Si no me equivoco el nombre de Canto Gregoriano viene del Papa Gregorio el Magno, ¿no es así?

Si, aunque este nombre se le dio 300 años después de la muerte de este Papa. En realidad fue una decisión política y social. El Papa Gregorio el Magno impuso como canto ofi cial de la Iglesia el hasta entonces denomina-do “canto romano”, que luego se lla-mará “gregoriano”, con el fi n de uni-fi car la liturgia y mantener el control sobre todos los cantos eclesiásticos ex-tendidos por el territorio europeo. Fue un hecho verdaderamente relevante el que se impusiera el canto romano can-tado en latín en todo el territorio cató-lico en una época en que, aun cuando este seguía siendo el idioma culto, las lenguas vernáculas ya estaban surgien-do y empezaban a fl orecer. En aquel

Una de las características del cris-tianismo medieval fue que bebió de todas las fuentes culturales de la época. En realidad, no inventó nada, sólo recogió todo y lo ade-cuó a la nueva doctrina.

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momento, el latín era incomprensible para el vulgo. La gente asistía al rito y oía a los monjes y a los sacerdotes cantar, pero es muy probable que no tuviera ni la más remota idea de lo que allí se decía.

Cuando hablamos de canto grego-riano, ¿hablamos también de espiri-tualidad?

Sí, estamos hablando de espirituali-dad, porque el canto gregoriano es es-piritual, es religioso. El gregoriano es texto bíblico, doctrinal, narrativo o de plegaria, pero cualquiera de ellos su-ponía el sustento del gregoriano. No es que nos incite hacia un plano espi-ritual determinado, es que el gregoria-no es oración en sí mismo. No existía una liturgia con adornos gregorianos: la liturgia misma era gregoriana toda ella. Todo el ritual se efectuaba cantan-do. Y este dato refuerza el hecho de

que el acto de cantar no era un simple ornamento estético, era una forma de rezar.

Tengo entendido que en las comuni-dades primitivas cristianas eran los fi eles quienes cantaban, todos ellos, y que posteriormente esto cambió, ¿fue así?

Si, el canto gregoriano, debido a la in-fl uencia más arraigada de la tradición judaica oral, inicialmente fue canta-

El Papa Gregorio el Magno impu-so como canto ofi cial de la Igle-sia el hasta entonces denominado “canto romano”, que luego se llamará “gregoriano”, con el fi n de unifi car la liturgia y mantener el control sobre todos los cantos eclesiásticos.

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ORC do por toda la congregación. Pero la

imposición del latín y debido a la in-fl uencia de la tradición helenística de griegos y romanos, más enfocada a la tradición escrita, comenzó enseguida a crear un lenguaje escrito y un lenguaje musical para poder legar a las genera-ciones venideras su práctica musical. En esos momentos, se necesitaba al-guien con conocimientos para poder interpretar correctamente tanto el tex-to como el canto. Por eso, se encargó a determinados monjes, denominados “Chantres”, su interpretación.

Y así se perdió la universalidad del canto. Y los benefi cios que este con-llevaba quedaron reservados a unos pocos. Los monjes venían observando tradicionalmente que el hecho de estar concentrados en el canto y pendientes del texto, les centraba interiormente, les ayudaba a estar más metidos den-tro de la oración, dentro del recogi-miento que contenía el texto litúrgico que estaban cantando. Podemos decir que el canto gregoriano a quien real-mente ayuda es al que canta, al que reza, incitando a ese recogimiento y a esa concentración.

Se trataba de un acto íntimo. Hoy en día, el largo proceso que ha sufrido el

canto gregoriano nos aleja mucho de su génesis, de por qué nació y de por qué se practicaba.

¿No cree que, en una época en que tanta gente vivía en la más absolu-ta miseria e ignorancia, escuchar el canto gregoriano podría aportarles benefi cios espirituales?

Pues no sé qué decir. No queda cla-ro que se usase el canto gregoriano cuando se hacía una celebración litúr-gica abierta. A nosotros nos resultaría muy normal pensarlo porque le daría pompa y boato al ritual, pero este can-to no estaba concebido para eso. Qui-zá soy algo escéptico, pero me cuesta creer que el canto gregoriano pudiera sobrecoger a la población como nos sobrecoge a nosotros, pues hoy aso-ciamos de forma instintiva el canto gregoriano a recogimiento, a oración y a elevación espiritual. Para sobrecoger a la población medieval, cualquier ca-tedral bastaba. Comparar sus míseras casas con las catedrales, ya era sufi -ciente para que ellos asumieran que allí estaba Dios, el silencio religioso, la luz de las velas que ni siquiera permitían alcanzar a ver el techo, la sensación de estar en un lugar realmente mís-tico y de que en cualquier momento desde allí arriba podía venir la mano de Dios, estoy seguro de que la sen-tían. No necesitaban más impresiones. En aquellos tiempos, la ejecución del canto gregoriano podría ser incluso estrepitosa, por el nivel de decibelios que sesenta u ochenta monjes podían generar cantando al unísono en sitios con mucha reverberación.

El canto gregoriano es espiritual, es religioso. No es que nos incite hacia un plano espiritual determi-nado, es que el gregoriano es ora-ción en sí mismo.

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El canto gregoriano concebido como oración obedece a un momento histórico europeo muy particular, de religiosidad, del culto católico en contra de todo el culto politeísta de las épocas griega y romana.

Por ello, quizá este asunto de la intimi-dad del canto gregoriano podría no ser comprendido así por el pueblo.

Hoy en día, numerosos grupos in-tentan encontrar en el canto grego-riano ese vehículo de comunicación con Dios que tenía en sus oríge-nes…

El canto gregoriano concebido como oración obedece a un momento his-tórico europeo muy particular, de re-ligiosidad, del culto católico en contra de todo el culto politeísta de las épocas griega y romana. Era un momento de convulsión muy particular, muy cen-trado en ese tipo de espiritualidad. Re-crear ahora esa época con todas esas circunstancias y decir que el gregoria-no está en auge bajo un punto de vista

estético, es inviable, pues no nació ni estaba previsto para ello. El canto gre-goriano puede considerarse arqueolo-gía. No podemos sustraernos a la vida que vivimos, a la cultura que tenemos y al camino por el cual caminamos en nuestro siglo. La música gregoriana, desde el punto de vista musical, hoy no tiene sentido alguno.

No obstante, a pesar de que las conno-taciones culturales, sociales, religiosas, familiares, emocionales y personales que tiene una persona del siglo XXI son muy diferentes de las del ser huma-no de la Edad Media, porque el saber de la humanidad es acumulativo, creo que esos grupos sí pueden encontrar espiritualidad en el canto gregoriano. Pero no de la misma forma que en el medievo. La inocencia, la ingenuidad

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ORC con que aquella gente se acercaba al

hecho de Dios, de la divinidad, casi nos puede hacer sonrojar. Estamos hablando de una época en que los sa-cerdotes tenían un poder real enorme y la gente se acercaba sobrecogida, in-cluso asustada, al hecho divino. Esta-mos hablando de una época de mise-ria social, de unas condiciones de vida tremendas, de ignorancia, de pobreza, de sumisión, de falta de cualquier con-dicionante que pueda acercarse a la li-bertad que gozamos hoy en día.

Recrear estas manifestaciones históri-cas está bien, pero las personas deben tener claro que las sensaciones que re-ciben cuando escuchan el canto grego-riano se debe a la acumulación de toda la cultura que vino detrás. No pode-mos hacer un puente entre el gregoria-no y el siglo XXI obviando su desarro-llo posterior. Tras el canto monódico, vino la polifonía, el Renacimiento, el Barroco, el Clasicismo, el Romanticis-mo, la disgregación de la música del

siglo XX. Hoy conocemos todo el re-corrido de la música de la humanidad. Cada uno personalmente saca conclu-siones, algunas son personales, pero muchas son sociales y culturales.

Sin embargo, hay una reacción in-tuitiva, automática, inconsciente cuando se escucha canto gregoriano en su entorno, en su contexto, por ejemplo, compartiendo Sextas con los monjes. Es una reacción espiri-tual, emocional y física.

La música genera siempre reacciones emocionales, pero este hecho no es exclusivo del gregoriano, sino que se produce con cualquier música que se escuche por el propio goce estético. Soy escéptico en atribuir un carácter casi mágico a cierta música que siem-pre nos lleve hacia cierto punto. Por supuesto, puede ayudarnos, como se ayudan algunas personas en Oriente con determinadas sustancias o a tra-vés del ayuno, para distanciarse de su parte física con el objetivo de encon-trarse en situaciones muy perceptivas, y alcanzar asi su lado espiritual. Puesto

La música genera siempre reac-ciones emocionales, pero este hecho no es exclusivo del grego-riano, sino que se produce con cualquier música que se escuche por el propio goce estético. la mú-sica puede alejarte de la vorágine diaria tan grande que tenemos y llevarte a terrenos espirituales.

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en situación, la música sí puede ale-jarte de la vorágine diaria tan grande que tenemos y llevarte a terrenos es-pirituales. Los que queremos creer que hay algo que trasciende lo que vemos y tocamos, estamos siempre prepara-dos a dar transcendencia y atribuir un carácter casi mágico a cualquier mani-festación del pasado. Creo que la ma-yor parte de esa magia no está en la música en sí, sino en nuestro interior. Con todo lo que hemos aprendido, leído, vivido incluso, hacemos un bati-burrillo, y empezamos a dar signifi cado espiritual a las cosas que sentimos o a las cosas que deseamos sentir. Cla-ro que depende del deseo que tenga cada uno. Eso sí que puede ser magia. Tiendo a pensar que esa parte mági-ca, esa espiritualidad del ser humano, no se encuentra tanto en el arte y en lo que nos han legado tantos siglos de manifestaciones artísticas, sino que lo llevamos dentro, está en nuestro in-terior. Y esto es muy místico. Es más interesante pensar que nuestro interior es más místico que el hecho de necesi-tar ir a una iglesia para ofrecer un rezo o cantar algo.

Para mí, también es más místico que la música resuene en alguna parte del alma. En realidad, si conectas contigo mismo, es como si resonara en tu interior…

Llevamos una vida tan apartada de ese tipo de mirada interior que no es sen-cillo decir a una persona joven, de 16 o 18 años: -¡Mira en tu interior y examina! No nacemos rodeados de esa espiri-tualidad; nacemos rodeados de teléfo-nos móviles, de ruido, de medios masi-

vos de comunicación, de necesidad de satisfacer los placeres, de vivir… Es decir, todo hacia el exterior.

La música nos ayuda a centrarnos, pero es muy importante el deseo de sentirla. Esto me recuerda la frase de la Biblia sobre la fe: “La fe es un don que se da y a quien no se le da el don, que actúe como si la tuviese y la fe le será dada”. Hay gente que no siente ese deseo de espiritualidad, de misticismo, pero de-sean sentirlo, y entonces empiezan a profundizar, a ahondar; y si se ahonda, si se trabaja, es posible llegar a sentir la espiritualidad. Y el canto gregoriano puede ayudar especialmente.

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ORC ¿Estamos hablando entonces de un

vínculo íntimo entre el gregoriano y la espiritualidad?

El gregoriano fue un avance, quizá in-voluntario, en la sensibilidad del can-to. Esa parte sensual que llegó a ese paroxismo de interpretación tanto se abrió y se tensó, que se desbordó. Es posible que el nacimiento de la polifo-nía viniera por ese desbordamiento de la monodia y de la necesidad de expre-sión; es decir, era tan grande lo que se quería expresar que se deseaba hacer-lo salir, no dejarlo dentro. Por ello, se cree que la polifonía nació de forma intuitiva, cuando llegó el momento en que se sintió la necesidad de dar otra forma, otro volumen a aquellos sen-timientos. Cualquier manifestación artística, cuando llega a su culmen, se desborda y favorece la creación de otra forma de expresión, por la necesidad de dar cabida a todos los sentimien-tos que van afl orando. Los artistas que han heredado, transmitido y gozado la cultura recibida del pasado, desean darle otro vuelo.

Hay algo muy particular en el canto gregoriano, que lo separó de la músi-ca popular: la cuestión del latido, del

pulso. La música popular era una mú-sica ligera que tenía que mover partes corporales; la música era danza, con ritmo insistente y repetitivo, de for-ma que la gente sintiese físicamente la necesidad de seguir taconeando, pal-meando o cantando. El canto grego-riano, el canto monódico religioso, fue un paso adelante en la pérdida de ese pulso, de ese latido físico para acercar-nos a un latido y a un pulso interno. El pulso que se siente con el gregoria-no es una manifestación menos física y más espiritual. Es un paso adelante en el sentimiento individual con esa parte mucho más espiritual del canto que nos aleja de ese lado más primiti-vo, de esa parte más rítmica que es la danza o incluso de la misma canción. En el canto gregoriano, el ritmo inter-no tiene mucho que ver con la oración y la oración tiene una cadencia textual, literaria y emotiva. La oración tiene un desarrollo propio que puede llevarnos a una comunicación, a una exaltación de ese sentimiento de religiosidad, de regocijo, de humildad, alcanzando un cierto paroxismo dentro de la misma. El gregoriano es maravillosamente descriptivo en ese sentido. Según va tomando altura el texto, se van ten-diendo arcos cada vez mayores, como si fuéramos paseando por una catedral y nos encontrásemos desde el pórtico de entrada, con las columnas muy ce-rradas, muy ornamentado pero todo

La música puede alejarte de la vorágine diaria tan grande que tenemos y llevarte a terrenos es-pirituales.

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Frase de sabiduría seleccionada por los seguidores de la Orden Rosacruz AMORC en las redes sociales.

“No puedes obligarte a ti mismo a sentir algo que no sientes, pero sí puedes obligarte a hacer el bien, a pesar de lo que sientes. La integridad es hacer lo correcto aunque nadie nos esté mirando”.

Pearl S. Buck (1892-1973)Novelista estadounidense.

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Retales de Sabiduría

muy material y, según vamos avanzan-do por las naves, vemos cómo cada vez las arcadas se van haciendo ma-yores, que los techos nos van llevan-do hacia arriba, hasta que llegamos a la cúpula donde la altura es el punto máximo y las arcadas son de la máxi-ma extensión, donde casi perdemos el sentido humano de la arquitectura y nos encontramos en una bóveda di-vina. Cuando se alcanza ese nivel de máxima intensidad en la oración, en toda esa monodia, hay un punto en el que estamos abandonados por la tesi-tura, por la parte textual y por la parte de exigencia vocal, físicamente ha-blando. Por eso decía antes que no es que no se pueda disfrutar escuchando, sino que ese éxtasis, ese climax, sólo lo consigue quién está cantando, el que se ha preparado y llega a ese punto en que lanza la voz, lanza el rezo y se encuentra en esa cúpula, ahí arriba, en esa cúpula divina. V

Hay algo muy particular en el canto gregoriano, que lo separó de la música popular: la cuestión del latido, del pulso. El pulso que se siente con el gregoriano es una manifestación menos física y más espiritual.

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Albert Einstein, el más controver-tido y admirado de los científi cos

modernos, dejó este planeta el 18 de abril de 1955. Sus trabajos consiguie-ron que defi nitivamente cambiáramos la manera de mirar al mundo natural. Desde entonces, los historiadores y los científi cos han tratado de evaluar el le-gado que él dejó a la humanidad.

Encuentro con la Ciencia

Marc Cornwall

Durante cincuenta años decir Einstein ha sido lo mismo que decir genio cien-tífi co. Emergió en las primeras décadas del siglo XX en el mundo de la física siendo su fi gura más distinguida y em-blemática y ofreció al mundo su Relati-vidad Especial en 1905 y la Relatividad General en 1915, y empleó los restantes cuarenta años de su vida buscando lo

LA BÚSQUEDADE EINSTEINDE LA UNIDAD

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que todavía estamos buscando hoy, una “teoría unifi cada de todo”. Aunque no consiguió realizar su última gran mi-sión, dejó a la humanidad, no sólo dos teorías rigurosas que todavía no han sido refutadas, sino también la memo-ria de un hombre de conducta humilde, profundo interior y lleno de compasión sobre todas las creaciones de Dios.

Su rostro era muy conocido no sólo por los científi cos, sino también por millo-nes de personas que ni entendían ni les importaba la Relatividad. Él mismo le preguntó a un periodista en 1944: “Por qué nadie me comprende, y sin embar-go gusto a todo el mundo?”. Nosotros por nuestra parte también nos pregun-tamos: ¿Cómo consiguió un oscuro creador de una teoría cosmológica arca-na llegar a ser tan conocido y querido? Todos recordamos su rebelde cabellera, gradualmente atemperada y blanqueada por los años y el ensombrecimiento de sus rasgos faciales, congelados en una expresión de eterna interrogación, que

disimulaba una profunda tristeza inte-rior. Únicamente en la última fotografía tomada sólo unas pocas semanas antes de su fatal enfermedad, una expresión de amabilidad alivió la tensión de tantos años de dedicación, mientras que sus ojos cansados brillaban llenos de bene-volencia tras la montura de sus gafas.

UN HOMBRE Y SU MISIÓN

En realidad sus rasgos faciales cuentan la historia de su misión. Su apariencia inquisitiva refl eja una vida consagrada a

Su rostro era muy conocido no sólo por los científi cos, sino tam-bién por millones de personas que ni entendían ni les impor-taba la Relatividad. Él mismo le preguntó a un periodista en 1944: “Por qué nadie me comprende, y sin embargo gusto a todo el mun-do?”.

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ORC la investigación. Las líneas de dolor han

quedado grabadas como consecuencia de los heroicos fracasos que, incluso este exitoso pionero, tuvo que experimentar en sus esfuerzos científi cos y humanita-rios. Einstein fue tanto un gran hombre como un gran científi co y sus trabajos no se limitaban sólo a los tratados cien-tífi cos. Aunque sus trabajos abarcaron muchos campos diferentes, sus esfuer-zos estuvieron dirigidos hacia un único objetivo: conseguir unidad, simplicidad y armonía donde otros veían diversidad, contradicciones y hostilidad.

En la ciencia de la Física unifi có las ondas y las partículas, espacio y tiem-po, materia y energía e intentó unifi car la electricidad y la gravitación. En los asuntos humanos intentó reconciliar a las distintas razas y naciones y al so-cialismo con la libertad del individuo. En los temas fi losófi cos intentó unir la separación entre la ciencia y la religión, entre el determinismo, la responsabili-dad humana y la ley moral.

Primero vamos a detenernos en sus trabajos científi cos. Su primer titular a nivel mundial fue en 1919 cuando una expedición para investigar un eclipse solar confi rmó su Teoría General de la Relatividad. Se convirtió de la noche a la mañana en una estrella mediática. Sin embargo, el año 1905 fue su annus mirabilis, porque durante ese año mila-groso, produjo no una sino tres obras que cambiaron el mundo, un fenómeno sólo comparable al de Sir Isaac Newton entre los años 1665 y 1666. En recono-cimiento a estos logros, la comunidad de físicos estableció el año 2005 como el Año Mundial de la Física como tri-

buto al centenario de la primera formu-lación de la Teoría de la Relatividad de Einstein.

Su primera aventura pionera fue una in-terpretación audaz de los efectos de la fotoelectricidad. Cuando afi rmó que la luz se emite en forma de balas, estaba preparando el terreno a la unifi cación de las ondas y las partículas que quince años más tarde se conoció con el nom-bre de Mecánica Cuántica. Debido a esta investigación de la fotoelectricidad se allanó el camino para la aceptación de la naturaleza dual de la luz en partículas y ondas, por la cual Einstein obtuvo el premio Nobel de Física en el año 1921.

Su mayor y más famoso éxito fue sin duda la Teoría General de la Relatividad. Esta teoría tuvo un impacto enorme en dos campos separados de las ciencias físicas. En el campo macroscópico de la astronomía puesto que corrigió im-perfecciones en las leyes de Newton y se pudieron explicar los hasta entonces misteriosos cambios en la órbita del pla-neta Mercurio. Esta teoría también pre-dijo la curva de los rayos de la luz por la gravedad del Sol y el enrojecimiento de la luz emitida por estrellas muy densas; ambas predicciones, fueron muy pron-to confi rmadas. La Relatividad también

El año 1905 fue su annus mirabi-lis, porque durante ese año mila-groso, produjo no una sino tres obras que cambiaron el mundo, un fenómeno sólo comparable al de Sir Isaac Newton entre los años 1665 y 1666.

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Su mayor y más famoso éxito fue sin duda la Teoría General de la Relatividad. Esta teoría tuvo un impacto enorme en dos campos separados de las ciencias físicas. En el campo macroscópico de la astronomía y en el campo mi-croscópico de los giros rápidos de las partículas atómicas

afi rmaba que el espacio era curvo así que el universo, aunque infi nito, podría doblarse sobre sí mismo y formar una inmensa aunque fi nita celda. Esta visión nos recuerda extrañamente a algunas de las cosmologías místicas más profundas y antiguas.

En el campo microscópico de los giros rápidos de las partículas atómicas, la Relatividad demostró que una partícu-la acelerada a gran velocidad se vuelve más densa que cuando está detenida. Un hecho que también fue muy pronto verifi cado por los físicos y los construc-tores del ciclotrón 1. Inversamente, con la pérdida de masa, una partícula libera una gran cantidad de energía. Esta últi-ma afi rmación es el principio que sub-yace en las bombas y centrales nuclea-res. Pero además de estos resultados en el mundo físico, la Relatividad infl uyó en el pensamiento y la fi losofía del siglo XX.

AXIOMAS DE LA RELATIVIDAD

El primer axioma es que el espacio y el tiempo no existen separadamente, solo conjuntamente como un marco en cuatro dimensiones de observación, un marco que cambia con el punto de vista y el movimiento del observador. Esto puede resultar natural y razonable para los Rosacruces, quienes durante mu-chos años han considerado al tiempo y al espacio como abstracciones huma-nas. Sin embargo, esta visión suscitó el escándalo entre los científi cos conser-vadores y los políticos totalitarios tanto del nazismo como del comunismo.

El segundo axioma de la Relatividad fue la equivalencia de la energía y la mate-ria. Este principio se aceptó con menos resistencia que el primero, puesto que sus pruebas prácticas y consecuencias fueron innegables. Sin embargo, desde el punto de vista fi losófi co era igual-mente revolucionario. Por ejemplo, la materia “sólida” no podía seguir siendo

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ORC El espacio y el tiempo no existen

separadamente, solo conjunta-mente como un marco en cuatro dimensiones de observación, un marco que cambia con el punto de vista y el movimiento del ob-servador.

considerada como una entidad separada y distinta de la luz, así como, de otras formas de radiación. Todo el universo físico tiene que ser considerado como un vasto océano de energía vibratoria; una vez más, en completa consonancia con los antiguos principios rosacruces.

En las introducciones de sus trabajos sobre la Relatividad, Einstein insinuó que tenía la intuición en la creencia de la consistencia y la unidad de la naturale-za. Puesto que para Einstein existía una armonía y simetría en las leyes físicas debía de existir una Inteligencia Cósmi-ca que él contemplaba lleno de éxtasis y sobrecogimiento. Toda su vida dedicada a la búsqueda de la verdad fue un tipo de culto místico que permeó todo su

ser y llegó a personifi car en su imagen inquisitiva.

MÁS ALLÁ DEL QUANTUM

A pesar de su gran trabajo y reconoci-miento, sus opiniones científi cas duran-te la segunda mitad de su vida estuvie-ron lejos de las tendencias de los físicos del momento. A su muerte, su trabajo

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no había concluido y estaba cuestiona-do, y sus fracasos científi cos fueron tan heroicos como sus logros. Su incapaci-dad para aceptar la validez de la Mecáni-ca Quántica y su creencia transcenden-tal de que existe un sistema y un orden que reina en alguna suprema Ley Divina está expresado en términos angustiosos en su famosa sentencia. “Dios no juega a los dados con el Mundo”.

Lamentablemente, sólo fue una creen-cia personal, que queda pendiente de demostrar por la investigación y en opo-sición a las tesis de sus científi cos coe-táneos. De hecho, la Mecánica Quántica experimentó un gran desarrollo y con el tiempo se convirtió en un hecho pro-bado de la ley natural. Si hubiera vivido más tiempo, su angustia puede que hu-biera aumentado. Su Teoría General de la Relatividad y la Teoría de la Mecánica Quántica son irreconciliables al nivel de nuestra experiencia humana, pero nosotros sabemos que ambas algún día serán superadas por otra aún mayor y completamente globalizadora, quizá la Teoría de Cuerdas que promete con el tiempo conducirnos a la unifi cación de estas dos grandes teorías contrapuestas del siglo XX. La frustración y los dile-mas no acosaron solamente a Einstein en sus trabajos científi cos, sino también

en su opinión en los asuntos sociales, fi -losófi cos, educativos y políticos que ex-presó con rotundidad en innumerables artículos y conferencias que impartió a lo largo del mundo. Aunque era sensi-ble y pudoroso, no se escondió en una torre de marfi l. Al fi nal de su vida se involucró en muchas causas sociales, puesto que le preocupaba el individuo y también la humanidad considerada en su conjunto. Consagró su vida a la sen-cillez, a la elegancia y a la belleza mate-mática, con un deseo fervoroso de que toda la humanidad pudiera disfrutar de la paz, la seguridad económica, la liber-tad política y religiosa y de disponer de tiempo libre para dedicarse a cultivar los aspectos más elevados de la vida, tales como, la ciencia, el arte y la fi losofía. En sus años de juventud, Einstein quedó horrorizado por la opresión, las tortu-ras y los asesinatos del régimen Nazi de su Alemania natal. Hizo un llamamien-to a las democracias occidentales para salvar a la humanidad de estos ataques de una nueva Edad Oscura, por las ar-mas si fuera necesario. Y cuando estalló la II Guerra Mundial, Einstein vivía en los EE.UU. y estaba investigando en la universidad de Princeton en Nueva Jersey, aconsejó al presidente Roosevelt para desarrollar la bomba atómica, no fuera a ser que Hitler la obtuviera antes

Al fi nal de su vida se involucró en muchas causas sociales, puesto que le preocupaba el individuo y también la humanidad considerada en su conjunto. Consagró su vida a la sencillez, a la elegancia y a la belleza matemática, con un deseo fervoroso de que toda la humanidad pudiera disfrutar de la paz, la seguridad económica, la libertad política y religiosa y de disponer de tiempo libre para dedicarse a cultivar los aspectos más elevados de la vida, tales como, la ciencia, el arte y la fi losofía.

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y la utilizara para esclavizar al mundo. Esto condujo al comienzo del famoso “Proyecto Manhattan”, el programa de investigación norteamericano para pro-ducir la primera bomba atómica.

La guerra apenas había concluido cuan-do un nuevo peligro surgió producto de la hostilidad en los EE.UU. y la URSS. Sin embargo, para entonces, Einstein ya estaba convencido de que las victo-rias mediante las armas eran inútiles. Habló con contundencia a favor de la reconciliación, del fortalecimiento de las Naciones Unidas y la unidad de la humanidad. Debido a estos esfuerzos le concedieron en 1954 el premio “One World” que quizá puede que signifi ca-ra tanto para él como el premio Nobel. Durante los últimos años de su vida le causó mucho sufrimiento el pensar que los frutos de su investigación científi ca pudieran haber contribuido a un inefa-ble sufrimiento de la humanidad, quizá incluso a la exterminación de toda civi-lización. En una ocasión comentó que aunque desconocía qué armas se em-plearían en la III Guerra Mundial, en la IV Guerra Mundial se lucharía em-pleando palos y piedras.

Un tercer y profundo confl icto que pre-ocupó a Einstein era el cisma entre sus instintos humanos y la intuición mística por un lado, y sus convicciones cien-tífi cas por el otro. Como ser humano creía en el inmenso poder del amor, en la ley moral y en el progreso del género humano. Sin embargo, como científi -co creía en un riguroso determinismo. Pero si el determinismo es un hecho, es-peculaba Einstein, si es cierto que cada partícula y cada onda de energía en el universo seguían una “Línea Mundial” fi ja; entonces, no importa si su curso está predestinado por un Dios capri-choso o por una ley física infl exible. ¿Puede el género humano luchar contra una vida que está ya predeterminada? ¿No sería mejor entonces simplemente rendirse ante lo inevitable? ¿Cuál es la utilidad de consagrar una vida a la bús-queda de la verdad científi ca a menos que uno piense en su interior más pro-fundo que sus esfuerzos son un servicio libremente escogido?

EINSTEIN Y EL MISTICISMO

La fi losofía Rosacruz enseña una salida a este dilema que desconcierta por igual

Habló con contundencia a favor de la reconciliación, del fortalecimien-to de las Naciones Unidas y la uni-dad de la humanidad. Debido a es-tos esfuerzos le concedieron en 1954 el premio “One World” que quizá puede que signifi cara tanto para él como el premio Nobel.

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a puritanos científi cos y creyentes. Las partículas y las ondas, de las cuales la re-latividad postula un rígido determinis-mo, constituyen únicamente la polari-dad negativa de toda energía vibratoria. Por encima y por debajo de éstas reside el campo positivo de la Fuerza Vital, la Consciencia y la Voluntad. Este campo positivo no está ni limitado por el espa-cio y el tiempo ni por el determinismo físico. Puesto que la Consciencia y la Vida pueden infl uir y dirigir la materia (al menos en nuestro propio cuerpo), podemos creer en la libertad interior a pesar de la necesidad exterior, y creer en una ley moral subyacente a las leyes físi-cas. Quizá la suprema unifi cación cien-tífi ca, aquella que se le escapaba a Eins-tein, consistirá en el descubrimiento de la ley que gobierna la interacción entre la energía material y la fuerza vital de la

consciencia. Este descubrimiento sería un auténtico hito para la humanidad.

Durante las dos últimas décadas de su vida, Albert Einstein se dedicó en soli-tario a buscar una teoría unifi cada que modelara el universo pero no tuvo éxi-to. No alcanzó el triunfo científi co que reuniera todas las leyes físicas en una sola, la llamada Teoría del Todo. No vi-vió lo sufi ciente para ver el comienzo de una época en la cual las naciones pu-dieran estar unidas en paz y fraternidad ni tampoco consiguió la Paz Profunda derivada de reconciliar las leyes fi nitas de la materia con la Voz Infi nita dentro de su alma. Sin embargo, sí consiguió y saboreó la alegría mística de dirigir la ciencia y la humanidad hacia el largo camino en pos del sueño eterno de la Unidad. V

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LAPALABRAPERDIDA

La doctrina de la Palabra Perdida permanece como un arcano en las

liturgias de las religiones actuales y en los ritos de ciertas sociedades secretas y fi losófi cas. Cada cual tiene su respectiva explicación teológica o fi losófi ca de esta idea, pero todas se relacionan con una concepción fundamental que se arraiga profundamente en las primeras creen-cias del hombre.

Ralph M. Lewis, FRC

Ecos de la Rosa-Cruz

La mayor parte de estas explicaciones sobre la Palabra Perdida tienen como base la frase bíblica: “En el principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios”. (San Juan 1:1-3) Cosmológica-mente esto quiere decir que la creación del universo fue acompañada de una idea vocativa, un pensamiento expre-sado en Palabra. De esta manera, Dios y la Palabra se han hecho sinónimos.

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Los hombres han observado que todas las cosas naturales tienen una ley en sí mismas. Es decir, hay una causa particular de la cual depen-den, y hay millares de estas cosas y leyes. Por lo tanto, existe la creencia de que la palabra que fue pronun-ciada “en el origen” ha debido ser la síntesis de todas las leyes Cósmicas y naturales.

todo color es un componente de la luz blanca, de la misma manera toda crea-ción es la ley compuesta que encierra la Palabra. Por consiguiente, esa Palabra tiene la importancia de ser la clave del universo. Quien llegue a conocerla y a entonarla dominará toda la creación.

Según este razonamiento existe la idea de que la ley de la creación o Logos, una vez pronunciado en la Palabra, nunca ha dejado de existir, nunca muere ni dis-minuye. En su continuo movimiento vibratorio tienen origen todas las cosas. Así como la luz de una lámpara eléctri-ca depende de una causa constante, el efecto de la corriente eléctrica sobre el fi lamento metálico que está dentro de la bombilla, así todas las manifestaciones deben su existencia a las reverberacio-nes continuas de la Palabra a través del universo.

La naturaleza vibratoria de cada cosa se acomoda en una escala o teclado gi-gantesco. Cada realidad tiene cierta re-lación con una nota o una combinación de notas que forma parte integral de la palabra. De esta manera ciertas vocales pueden contener en su combinación la escala creadora completa de energía Cósmica, según esta concepción.

Dios o la Mente Cósmica, como razón creadora, se ha manifestado solamente con la emisión de una Palabra. Por con-siguiente, el poder creador de Dios ad-quiere fuerza solamente al ser hablado. La fuerza de Dios se ha hecho voz o entonación. Según esta concepción, no ha sido sufi ciente que Dios haya existi-do para que el universo y todas las cosas surgieran de su naturaleza, sino que ha sido necesario también que la causa ac-tiva de Su ser, la ley o la decisión de Su mente se manifestase en una expresión hablada.

Los hombres han observado que todas las cosas naturales tienen una ley en sí mismas. Es decir, hay una causa parti-cular de la cual dependen, y hay milla-res de estas cosas y leyes. Por lo tanto, existe la creencia de que la palabra que fue pronunciada “en el origen” ha debi-do ser la síntesis de todas las leyes Cós-micas y naturales. La palabra, en este sentido, no formó de otras substancias los elementos del universo. No fue un agente o fuerza Divina que actuó sobre una substancia indeterminada, como por ejemplo, las manos del escultor que dan forma al yeso, sino que más bien, todas las cosas, desde los planetas has-ta el grano de arena fueron elementos surgidos de la Palabra. Así pues, la Pa-labra puede concebirse como una ener-gía vibratoria en la cual existe la esencia básica de todas las cosas. Por analogía podríamos compararla a un sonido úni-co que pudiera incluir simultáneamente todas las octavas y todos los tonos. Por consiguiente, cada sonido individual que el oído pudiera distinguir depende-ría para poder existir, de la causa origi-nal, es decir del sonido único. Así como

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ORC Muchas de las organizaciones fi losófi cas

y religiosas que conservan la tradición de la Palabra Perdida, exponen que en una época el hombre tenía conocimien-to de ella como una herencia Divina y legítima que le proporcionaba el domi-nio de su reino, la Tierra. Cómo fue que al hombre llegó a faltarle ese gran teso-ro, a perder la Palabra, es una tradición de la cual diferentes grupos ofrecen di-versas explicaciones. Pero todos creen, cada uno a su modo, que el hombre puede redimirse y recobrar la Palabra Perdida, o por lo menos, ciertas sílabas efi caces de ella. Esto, según se admite generalmente, puede conseguirse por medio de una síntesis de conocimien-to exotérico-esotérico, es decir, con el estudio de las ciencias naturales básicas y el culto a Dios o la comunión con lo Absoluto. En efecto, en algunos ritos y ceremonias sagradas, se han perpetua-do ciertas sílabas o vocales que se dicen ser la Palabra Perdida y cuando se pro-

nuncian producen poderes y manifesta-ciones benefi ciosas y creadoras. Otros místicos afi rman que la Palabra Perdida completa es inefable para el hombre; que él nunca podrá pronunciarla ni aún si llegase a conocer su contenido, pero que puede pronunciar ciertas sílabas de las cuales adquirirá un poder personal enorme.

Hemos dicho que esta creencia tuvo su origen en el pensamiento primitivo del hombre. Revisar su historia contribuirá a la comprensión de este misterio que se ha convertido en una doctrina respe-tada. Según antiguos textos litúrgicos, en sumerio “palabra” se dice “Inim”. De esta palabra los sumerios desarrolla-ron el sentido del encantamiento. Para los sumerios el encantamiento eran las palabras formales del mago o sacerdo-te. Su fórmula de encantamiento era “min-inim-ma”, lo cual es una réplica de “Inin”. Para ellos Inim o “palabra” sig-

Así como la luz de una lá mpara elé ctrica depen-de de una causa cons-tante, el efecto de la co-rriente elé ctrica sobre el fi lamento metá lico que está dentro de la bom-billa, así todas las ma-nifestaciones deben su existencia a las reverbe-raciones continuas de la Palabra a travé s del uni-verso.

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nifi caba “pronunciar una decisión”. Los antiguos semitas consideraban una pa-labra formalmente pronunciada y que contuviera la fuerza de una orden o una promesa, como una cosa defi nida y real, es decir, una entidad lo mismo que una sustancia cualquiera. Por lo tanto, de las palabras de una deidad, sacerdote o ser humano pronunciadas en circunstancias solemnes, salía un poder mágico y terri-ble. Las palabras de los grandes dioses eran una apoteosis para los sumerios, es decir, eran consideradas como una enti-dad Divina equivalente a Dios mismo.

Los sumerios y los babilonios invaria-blemente consideraban el agua como el principio fundamental, la substan-cia primordial de donde salieron todas las cosas. El agua para ellos no era una fuerza creadora sino más bien el primer elemento de donde evolucionaron y se desarrollaron otras substancias. Por lo tanto, si todas las cosas surgieron del agua, se deducía que la sabiduría mora-ba en ella. La palabra que los sumerios daban a este principio creador del agua era “mummu”. El historiador griego Da-mascius decía que esta palabra signifi ca-ba “razón creadora”, la sabiduría que creó todas las cosas. En el libro del Génesis encontramos algo similar a esto. Que el agua fue la primera substancia en la cual “...el espíritu de Dios se movía....” Esta doc-trina del agua como primera substancia halló cabida en una escuela primitiva de fi losofía de la antigua Grecia. Tales de Mileto aparentemente la obtuvo de los babilonios. Anaximandro y Anaxíme-

En efecto, en algunos ritos y ce-remonias sagradas, se han perpe-tuado ciertas sílabas o vocales que se dicen ser la Palabra Perdida y cuando se pronuncian producen poderes y manifestaciones bene-fi ciosas y creadoras.

Un desarrollo posterior de los sumerios fue el identifi car la Palabra del Dios En-lil con su espíritu. La palabra del Dios fue considerada como un atributo de su naturaleza que todo lo abarca, salien-do de él hacia el mundo caótico. Otra liturgia súmera, por ejemplo, dice así: “La pronunciación de tu boca es viento benéfi co, el aliento de vida de los cam-pos”. De nuevo con esto recordamos al Antiguo Testamento, pues en el libro del Génesis encontramos, 1:3, “Y el es-píritu de Dios fl otaba sobre las aguas”. Siguiendo más adelante nos dicen que Dios dijo: “Hágase la Luz”. Para los sú-meros el aliento de Dios era un cálido torrente de luz. La infl uencia de las reli

Los sumerios y los babilonios invariablemente consideraban el agua como el principio fundamental, la substancia primordial de donde salie-ron todas las cosas. El agua para ellos no era una fuerza creadora sino más bien el primer elemento de donde evolucionaron y se desarrollaron otras substancias.

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nes fueron infl uenciados por su con-tacto con los escolares hebreos y sus tradiciones y así recurrieron también al sincretismo. Declararon que la subs-tancia Cósmica era en sí misma razón, sabiduría, armonía o Nous. Esto, como vemos, corresponde al Logos babilonio o Mummu, la razón creadora que es inmanente al agua. Heráclito, 500 años antes de Cristo, expuso una teoría de evolución y relatividad, en que toda ma-

teria estaba siempre cambiando a través de un proceso de desarrollo del fuego al aire y viceversa y sostuvo que la única realidad era la ley de la transformación, una ley Cósmica: la Palabra.

Una transición ocurrió gradualmente, y la Palabra, como una expresión Divi-na, fue reemplazada por el Logos (ley). Este Logos era la voluntad de Dios expresada en el universo como una ley inmutable y activa. Los antiguos estoi-cos sostuvieron que el principio Divi-no o causa primera era el “pneuma”, el aliento de Dios que atravesaba todas las cosas. Este aliento se manifestaba en materia por medio de una serie de leyes creadoras y se convirtió en las leyes físi-cas que la ciencia conoce y estudia. En el hombre, este aliento o Logos se con-virtió en un espíritu menor y lo trans-formó en un alma.

Filón, el fi lósofo ecléctico judío, a principios de la era cristiana desa-rrolló el concepto del Logos, doc-trina central de una fi losofía que se abrió paso en los dogmas teoló-gicos de algunas de las religiones actuales más importantes.

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Frase de sabiduría seleccionada por los seguidores de la Orden Rosacruz AMORC en las redes sociales.

“Hay esperanza en los hombres, no en la sociedad, ni en los sistemas religiosos organizados, sino en ti y en mi. La única esperanza para cualquier mejora, para cualquier cambio en el mundo, está en ti y en mi. Ahí es donde reside la auténtica esperanza; si nosotros cambiamos, si nos hacemos mejores seres humanos, entonces naturalmente todo se hace mejor a nuestro alrededor. Un hombre que se conoce a sí mismo, solo quiere crear bondad y belleza a su alrededor, resultado natural de conocerse a uno mismo”

Jiddu Krishnamurti (1895-1986)Escritor y fi lósofo indio.

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Retales de Sabiduría

Filón, el fi lósofo ecléctico judío, a prin-cipios de la era cristiana desarrolló el concepto del Logos, doctrina central de una fi losofía que se abrió paso en los dogmas teológicos de algunas de las religiones actuales más importantes. Se-gún Filón, el Logos era, por una parte, la Sabiduría Divina, el poder racional del Ser Supremo. En otras palabras el Logos era la Mente Divina. Por otra parte, el Logos no era la naturaleza ab-soluta de Dios, no era la substancia de la deidad, sino más bien un atributo de su naturaleza. Era la razón que salía de él como una emanación. Se suponía que era la “razón pronunciada”. Así pues, aquí tenemos de nuevo al Logos que toma su signifi cado de la Palabra, es decir, la voluntad expresada, o la “pronuncia-ción” de Dios. El Logos o Verbo, según Filón, moraba dentro del mundo. Lo trascendía. Pero el Logos, su Palabra,

descendía al mundo como un mediador entre Dios y el hombre.

Como resumen de este tema podemos decir que la mayor parte de los hombres han creído siempre que un deseo no tie-ne efi cacia si no se hace vocativo. Creen que un pensamiento en sí mismo no es sufi ciente a menos que vaya acompaña-do de algún agente activo como la pala-bra. Por lo tanto, se ha atribuido como la fuente de las fuerzas cósmicas natura-les o leyes físicas del universo, una Pala-bra pronunciada una vez, la cual conti-núa reverberando a través del universo y la cual ya no puede ser captada por éste, por lo menos, en su totalidad. V

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