revolución industrial e industrialización
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Revolución Industrial e IndustrializaciónTRANSCRIPT
Revolución industrial e industrialización
Ambos conceptos son diferentes, aunque en el fondo, la materia a tratar sea la misma.
La diferencia radica en que por revolución industrial se entiende un hecho súbito, que se
produce de forma muy acelerada, que va a cambiar las estructuras de una colectividad a
todos sus niveles y que se da en un lugar concreto y en una época concreta. La Revolución
Industrial se da en Inglaterra a partir del siglo XVIII en adelante. La industrialización es lo que
hacen los demás países, tomando como referencia a Inglaterra. Primero afecta a Francia,
Bélgica, Prusia, Estados Unidos…
1. La Revolución Industrial en Inglaterra
La Revolución Industrial tiene como base a Inglaterra, entre 1750 y 1850
aproximadamente, período de su mayor apogeo. Esta revolución supone una transformación
económica cuyo rasgo básico es que pone fin al antiguo régimen biológico y que da alas al
espíritu del capitalismo. Existen una serie de necesidades y de innovaciones que tienen lugar
en Inglaterra que ponen fin al antiguo régimen biológico, es decir, que rompen con los límites
naturales.
La Revolución Industrial se caracteriza por un aumento sustancial de la capacidad
productiva, gracias a:
- La introducción de innovaciones técnicas cada vez más eficientes, junto con la
aplicación de la maquinaria a la producción industrial.
- La conversión de las actividades industriales en el sector más dinámico de la
economía.
- El paso de una economía orgánica con baja utilización de la energía a una
economía de base mineral con alta intensidad de la energía y de crecimiento
acelerado.
- La especialización productiva (división del trabajo).
- Cambios en las pautas de crecimiento demográfico y en la urbanización.
1.1. Las innovaciones técnicas
1.1.1. La máquina y la fábrica
El desarrollo técnico no es fruto de ningún azar, sino de la previa existencia de unas
nuevas condiciones económicas que van a reclamar a su vez nuevos sistemas productivos. En
cualquier caso, la revolución industrial requiere de la aparición, para su despegue (take-off)
de:
- La máquina, bien como un factor sustitutivo, bien como un factor
complementario de la mano de obra.
- Que la producción se ubique y se concentre: es el surgimiento de la fábrica.
Ambos aspectos permiten una producción mayor, y en consecuencia una rentabilidad
también mayor. Este proceso se produce inicialmente en la industria textil algodonera, y no
en la tradicional lanera, pese a que la primera requiriese del importe de la correspondiente
materia prima. Es mucho más fácil la mecanización del algodón frente a la lana; mucho menos
costoso el cultivo del algodón que la extensión de la ganadería ovina; y la fibra del algodón es
más flexible, tiene mejor textura, es más fácil de teñir, más barata…
1.1.2. Los adelantos técnicos
Además, la llamada Revolución Industrial requiere de la introducción de ciertos
adelantos técnicos, algunos ya conocidos, aunque sin la posibilidad de propagarse antes. En
agricultura, ya ha habido importantes innovaciones en los arados (arado triangular,
sustitución como fuerza de tracción del buey por el caballo, mejora de las técnicas de
sembradura, modernización del sistema de trilla…).
En la industria textil algodonera ocurre lo mismo con la evolución del telar: el telar de
géneros de puntos de William Lee (1598); el telar holandés, de pasamanería, de finales del
siglo XVIII. Pero hay otros telares que se inventan ad hoc, por la necesidad que deriva bien por
la presión de la demanda, que requiere más producto en el mercado, y obliga al que oferta a
producir más, o debido al propio productor, que al aumentar la producción puede vender a
precio más bajo, ampliando su mercado. Aquí hay que citar la lanzadera volante de John Kay,
de 1733; la hiladora continua de John Wyatt y Lewis Paul (1738); la máquina de cargar de Paul
(1750), la famosa Jenny, de 1750 también, capaz de hilar nada menos que 21 hilos (frente al
modo manual que sólo puede hilar uno sólo). En 1769 aparece el telar hidráulico, llamado
Waterframe, capaz de hilar cientos de hilos al mismo tiempo; o el telar mecánico, de 1787, que
lo podía manejar un niño (menos salario a pagar), produciendo 15 veces más que lo que
genera un artesano. Finalmente, está la famosa hilandera Mule, de 1799, que no sólo tejía
cientos de hilos, sino que éstos podían ser de distintos grosores.
Así pues, en apenas 60 años se han producido un sinfín de adelantos técnicos que van
a catapultar al sector textil. La aplicación de estos adelantos a la industria algodonera no solo
consigue homogeneizar el hilado, sino que eleva significativamente la producción por jornada
y por hombre.
1.2. El carbón mineral y la industria del hierro
El otro proceso que acompaña a los avances técnicos es el despegue de la industria
del hierro. Ésta tiene que afrontar importantes retos, de carácter químico: se requiere de una
fuente energética con un gran poder calorífico, no sirve ya la madera. Se opta por otra fuente
calorífica, el carbón mineral o de coque, aun cuando desprende muchos residuos que afectan
negativamente a la calidad del hierro. Éste, debido a su porosidad, facilita la combustión, y por
su mayor resistencia, soporta sobre él mucho mejor el mineral de hierro a fundir.
Además, se introducen técnicas nuevas, como la succión inducida, que obliga a su vez
a la introducción de novedades muy importantes en los altos hornos, que cada vez tienen que
ser mayores. Se introducen novedades para conseguir un mayor grado de maleabilidad del
hierro producido, para así poderle dar la forma que el demandante requiere; en el modo de
ahorrar energía combustible, lo que obliga a introducir cambios en el tiraje, en la forma y
tamaño de los hornos, etc.
Además, hay otros inventos que deben de responder a un mercado cada vez más
exigente en cuanto a la calidad y la resistencia final de ese hierro. Ello obliga finalmente a
introducir un ritmo de trabajo capaz de incrementar la productividad por hombre y hora,
junto con toda una parafernalia de inventos a su alrededor: grúas, martillos, taladradores,
etc., más grandes y más potentes. Entre 1806 y 1847, Inglaterra pasa de tener 216 altos hornos
a 623.
1.2.1. La máquina de vapor
Evidentemente, este espectacular desarrollo de la industria en general no es posible
únicamente con la energía humana, animal o con el poder calorífico de la madera o el carbón.
Esto se debe a que estas energías son limitadas, irrecuperables y no pueden mantener en el
tiempo el mismo ritmo de trabajo. Por eso, el gran invento de la Revolución es el de 1769:
James Watt con su máquina de vapor, un sencillo convertidor de energía. Ahora bien, este
invento demanda, lógicamente, grandes cantidades de carbón, de tal manera que, si en 1790,
Inglaterra produce 6 millones de toneladas de carbón, en 1850 ya produce 110 millones de
toneladas.
1.3. El surgimiento de la gran industria, y el auge del comercio y las
comunicaciones
1.3.1. La industria textil algodonera
A partir de 1820 en adelante, esta revolución Industrial se asienta, posibilita el
surgimiento de la gran industria, a la que ayuda el desarrollo y las innovaciones introducidas
en el sistema de comunicaciones (ferrocarril y vapor en la navegación marítima). Por tanto, es
la industria textil algodonera la que, en el caso de Inglaterra, es el motor de inicio y de
tracción de la Revolución Industrial. Esto es posible gracias a:
- Una política económica específica (por ejemplo, prohibición de importar telas de
la India).
- La extensión de las plantaciones de algodón, desarrolladas en las colonias por una
mano de obra esclava (por tanto precio sobre el producto final es tremendamente
atractivo).
- La inexistencia de reglamentación gremial (los gremios son una forma de impedir
la introducción de nuevas técnicas en defensa de una forma tradicional de
producir).
1.3.2. De la industria algodonera a la gran industria
Entre 1815 y 1845, el consumo de algodón se multiplica por 8. Este incremento no
sólo va a facilitar, sino que va a imponer una necesidad: la de la extensión y la modernización
en el sistema de comunicaciones (para importar y exportar); y además, va a generar una
importante renta excedente, parte de la cual va a derivarse hacia la agricultura, permitiendo
su desarrollo y tecnificación, como también hacia la industria, facilitando finalmente su
despegue.
En cuanto al sector siderúrgico, depende enormemente de su fuente de energía, del
carbón. Por ello, en una época en la que todavía no se han desarrollado lo suficiente, y en la
que aún no son rentables, la mayoría de las fundiciones se asientan a pie de mina o en sus
proximidades. Pronto, la producción de hierro y de acero se convierte en el índice que mide el
grado de industrialización de un país. Entre 1750 y 1800, Inglaterra multiplica por 15 su
producción de hierro, y sobre todo, este incremento adquiere cotas increíbles a partir de
1835, coincidiendo con el inicio de la construcción del ferrocarril. Inglaterra, en sólo 15 años
(1835-1850), construye más de 10.000 kilómetros de vías férreas.
1.3.3. El comercio
En cuanto al comercio, antes de la Revolución Industrial, Inglaterra ya detenta la
hegemonía comercial a escala mundial, aunque su comercio es bastante limitado, al reducirse
su exclusividad al continente europeo y porque los productos con los que comercia son fruto
de una reexportación de géneros orientales procedentes de su vasto imperio colonial. El más
importante producto comercial inglés es, evidentemente, el algodón, debido a su reducido
precio, su suficiente calidad y a la preexistencia de un mercado.
Ahora bien, el crecimiento de las ventas del tejido de algodón está en relación con el
aumento poblacional y con la renta disponible. Pero su comercio es fluctuante, debido a los
conflictos que sacuden a Europa desde finales del siglo XVIII a comienzos del XIX. Inglaterra no
cambia su función en su labor de transportista mundial, gracias a su importante flota
mercante, tanto en el número de barcos como en el tonelaje desplazado por cada uno de los
barcos. De hecho, en 1870, su flota suma más 5,5 millones de toneladas, siendo Francia la
segunda con apenas 1 millón. Por tanto, Inglaterra es el centro más importante de flete,
donde mayor es la actividad de todo tipo en torno a la navegación.
1.3.4. La inversión privada y el auge de las comunicaciones
Ya desde mediados del siglo XVII, junto a las competencias que en el resto de Europa
detentan los ayuntamientos sobre las infraestructuras de comunicación, Inglaterra añade la
posibilidad de inversión privada a particulares para la construcción de puentes, para el arreglo
y mantenimiento de caminos, o para el acondicionamiento de vías fluviales, a cambio del pago
de un peaje. 100 años después, en 1750, Inglaterra ya cuenta con una importante red fluvial
navegable; y en 1780, los centros productores ingleses más importantes, bien por vía terrestre,
bien por vía fluvial, están conectados entre sí. En 1850, posee ya 6.500 kilómetros de vías
navegables. Por tanto, no sólo los ayuntamientos, sino también los inversores, los
terratenientes, los industriales, los comerciantes, etc., están implicados en el
acondicionamiento y la construcción de carreteras. En 1750, Inglaterra cuenta con 6.400
millas de caminos, que 30 años después se han convertido en 15.000 millas, y en 1836, 22.000.
Hacia mediados del siglo XVIII, el trayecto Londres-Oxford, de 57 millas (92 kilómetros),
representa 2 días de viaje. En 1836, ese trayecto se hace en 6 horas. El trayecto Londres-
Edimburgo, que requiere entre 12 y 14 días, se puede realizar en 2 días.
Este sistema de comunicaciones permite algo que impone la revolución industrial: la
creación de un mercado nacional. Además, este mercado va a verse reforzado a partir de 1814
cuando Stevenson inventa la locomotora. Ya en 1825, Gran Bretaña va a contar con su primera
línea de viajeros.
(en km) Inglaterra Francia Alemania USA Bélgica Italia Rusia
1840 2.390 410 469 4.510 334 20 20
1850 9.557 2.915 5.856 620 501
1870 21.558 15.544 18.876 84.675 2.897 6.429 10.731
Esta tremenda celeridad en la construcción del ferrocarril no se va a dar en la
navegación marítima. La razón es que las innovaciones son más tardías y más lentas. Sólo a
partir de 1870 la vela va dejando paso de modo definitivo al vapor; pero se trata de un proceso
muy lento. En 1850 Inglaterra cuenta con 25.000 buques, de los cuales sólo 1000 con de vapor.
20 años después, con casi 29000 buques, 2500 son de vapor. Ahora bien, han incorporado ya
el casco de hierro, y también la hélice. En cruzar el atlántico, en 1820, se tardan 27 días; con la
incorporación de la hélice, el trayecto queda reducido a 9 días.
1.4. Consecuencias de la Revolución Industrial
1.4.1. La especialización en la producción y sus consecuencias
En definitiva, y como consecuencia, la incorporación de toda una amplia serie de
innovaciones técnicas al proceso productivo va a permitir algo muy importante: la
especialización en la producción, que, a su vez, va a causar varias cosas:
- Que las transacciones comerciales trasciendan el estrecho ámbito local y
alcancen no solo el regional y nacional, sino también el internacional, junto con
una facilidad en las comunicaciones, para hacerlas más rápidas, más seguras, más
baratas…
- Propicia un importante éxodo del campo a la ciudad, que impone en las ciudades
una política de urbanización.
- Desaparece la tradicional unidad de producción, la familia, a favor de la empresa,
ya sea privada o pública. Todo ello también da lugar a la apertura de enormes
expectativas de inversión a los capitalistas, lo que determina un crecimiento y una
expansión del sistema bancario y de las empresas aseguradoras.
- Genera una reorganización social, haciendo aparecer dentro del pueblo llano un
subgrupo, el proletariado, que con el tiempo pasará a ser protagonista directo de
la historia y de su desarrollo. Además, la población dedicada al sector industrial se
vuelve mayoritaria, al ser éste el más dinámico de la economía. Como dato
revelador: siendo la población activa del sector primario del 80% en el Antiguo
Régimen, a inicios del siglo XIX, es sólo ya el 35%, ya que el 45% pertenece al
sector secundario.
1.4.2. Crisis y conflictividad social
Esta Revolución Industrial, en la que conviven durante un tiempo antiguos y modernos
usos de producción, provoca crisis y, como consecuencia, conflictos sociales. A cada nueva
invención aplicada a la industria textil se corresponde una merma en la remuneración salarial
de los artesanos de la industria. Por tanto, mientras los salarios aumentan en las nuevas
industrias mecanizadas, la remuneración disminuye entre los artesanos. De aquí derivan los
nuevos conflictos que se van a producir tras la caída de Napoleón y la entrada en un proceso
de equilibrio en las relaciones internacionales. Se marcha entonces sobre las nuevas fábricas
con la intención de destrozar las máquinas con las que se explota al trabajador: es el
luddismo.
2. El capitalismo
El capitalismo es una doctrina económica asentada en la propiedad de los medios de
producción y en la libertad de mercado. Su axioma es invertir con el mayor beneficio posible,
en el menor espacio de tiempo y con la mayor seguridad posible. Es un sistema que va a
polarizar la sociedad entre propietarios de medios de producción (empresarios) y
vendedores de su fuerza de producción (trabajadores). Estos últimos, una vez organizados,
dan lugar al proletariado como clase, y una vez tomada conciencia de clase, al surgimiento del
movimiento obrero. Hay dos visiones principales del capitalismo:
- La tradicional escuela historicista, propagada gracias a los estudios de Sombart,
Weber o Parsons, entiende el capitalismo como un sistema productivo en el que
no prima la satisfacción de las necesidades del hombre, sino la acumulación de
capital.
- En cambio, la escuela marxista entiende el capitalismo como un modo particular
de producción en el cual el factor trabajo se considera como una mercancía más,
pudiendo ser objeto de compra y venta en el mercado. Además, el capital es
utilizado para crear, a costa del trabajo, una plusvalía, que se drena al trabajador
(el capitalista se enriquece gracias en parte a la explotación
- del trabajador).
El capitalismo moderno es de origen europeo, concretamente inglés, y comienza a
materializarse durante el siglo XVI, con la llegada a Europa del oro americano, que provoca la
revolución de los precios. Pero es una época en la que este capitalismo incipiente depende en
buena medida del uso de la energía humana, animal, eólica o fluvial, muy limitadas. Por eso,
alcanza su verdadera dimensión como sistema a la sombra de la revolución industrial,
desarrollándose hasta 1917, cuando se implanta una nueva doctrina económica, el
comunismo, en parte del mundo.
No cabe duda de que el capitalismo juega un papel muy importante en el surgimiento
en Francia de la fisiocracia. Pero el primero que de modo sistemático, aplicándole un método y
un análisis, describe los principios económicos que inspiran el capitalismo es Adam Smith en su
Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, en 1776. Adam Smith
desmonta la teoría mercantilista, defendiendo la existencia de un derecho natural, sin que el
estado tenga que inmiscuirse.
3. La industrialización
La industrialización de los países europeos va a generar una acumulación de capitales
sin precedentes, lo que permite perfeccionar e impulsar nuevas técnicas, así como crear y
soportar nuevos circuitos financieros, que obligan a crear nuevas modalidades de acción
(papel moneda, letra de cambio, sociedades de crédito, bancos, bolsas…). La bolsa más antigua
es la de Flandes, de 1531; pero la de Inglaterra aparece ya en 1571. Generalmente creadas y
auspiciadas por el propio estado, en el caso inglés surge a instancias privadas. El primer banco
del mundo es el de Inglaterra, creado en 1690, y se crea para gestionar la deuda pública del
país.
3.1. Causas
Son varias:
- Es una reacción frente a lo que está sucediendo en Inglaterra, frente al progreso
inglés.
- Incluso los motivos ya vistos para la Revolución Industrial inglesa son válidos; pero
estos países tienen características propias, y por tanto ritmos y matices diferentes.
La Europa continental tiene otros obstáculos, muy importantes en algunos casos, que
la hace diferente a Inglaterra:
- Hay un espacio geográfico por cubrir mucho más extenso.
- Hay que hacer frente a unos gastos en transporte infinitamente superiores; por
tanto, hay que hacer frente a unas obras de ingeniería mayores.
- Hay necesidades distintas para crear un mercado de ámbito nacional.
- Tiene que reconocer la importancia de sus materias primas.
- Tiene el problema, inicialmente ventajoso, de que cuenta con muchos bosques;
pero esto se convierte luego en una ralentización, puesto que al contar con
madera, la necesidad de carbón mineral tarda más en aparecer.
- La existencia de barreras aduaneras en sus estados, entre estados e incluso en
territorios muy pequeños (caso de los 31 estados alemanes).
- La existencia de una burguesía más fragmentada, menos mercantilizada; en
consecuencia, más prudente y menos emprendedora, que aún tiene una visión
industrial antiguo-regimental, de carácter familiar, y todavía no ha asumido la
visión comercial y la rentabilidad que supone la empresa capitalista.
La producción de hulla, en el arranque del siglo XIX, Gran Bretaña produce 10 millones
de toneladas; mientras que Alemania y Francia tan sólo 1 millón de toneladas. 50 años
después, Gran Bretaña ya produce 50 millones de toneladas; Alemania casi 7 millones de
toneladas, y Francia, 5 millones. Otro índice significativo que refleja el take-off del resto de
Europa es la evolución de la producción industrial en millones de libras. Entre 1800 y 1820,
Francia crece un 18%, Gran Bretaña un 26% y Alemania un 30%. Merecen además una
mención los Estados Unidos, cuya producción industrial crece en esos 20 años un 120%.
3.2. Alemania
El territorio más significado es el Reino de Prusia. Hacia 1834, suma unos 23 millones
de habitantes; y en 1850, ya son 33 millones. En este momento ya está constituida la unión
aduanera. A Prusia le bastan los primeros 20 años del siglo XIX para, proporcionalmente,
superar el desarrollo de Gran Bretaña, y situarse en cabeza del proceso industrial continental.
Lo que aparentemente podría ser una rémora se convierte en algo positivo. El famoso
bloqueo continental decretado por Napoleón en 1806 y el tener que soportar en sus suelos
buena parte de las guerras napoleónicas ha conducido a un cambio de actitud entre la
burguesía y la nobleza alemana. Ésta orienta su actividad hacia la administración pública, y a
un entrecruzamiento físico y mental con la burguesía. Si a esto se le añade el credo
protestante, con lo que supone en la doctrina capitalista, esta nobleza y esta burguesía toman
parte muy activa en el capitalismo; y que por sus condiciones físicas, territoriales, arranque su
industrialización no con la industria textil, sino con la producción de carbón mineral (hulla; a
principios del siglo XIX produce 300.000 toneladas, y en 1850, nada menos que 7 millones de
toneladas) y de hierro (de 40.000 a 220.000 toneladas a mitad de siglo).
El hecho de que Alemania no dependa del comercio ultramarino (no tiene un imperio
colonial), junto con el hecho de haber sido capaz de formalizar muy tempranamente una unión
aduanera, respetando la gran heterogeneidad política de la zona, además de la gran velocidad
con la que se construye el ferrocarril (de 6 kilómetros de vías férreas en 1835 a casi 6.000
kilómetros en 1850) y la rápida navegabilidad de sus cuencas fluviales, todo esto sumado al
espíritu protestante y capitalista, son las bases de la sólida industrialización alemana.
3.3. Francia
En vísperas de la Revolución Francesa, la población es de entre 28 y 28,5 millones de
habitantes. A mediados del siglo XIX, se rozan los 30.000 millones de habitantes (efecto de la
Revolución y de las guerras napoleónicas). Desde finales del reinado de Luís XVI, ha intentado
despegar industrialmente, pero este proceso se ve detenido a partir de 1792, cuando la
Revolución es exportada, lo que genera un ciclo bélico en toda Europa que no concluye hasta
1815, cuando se reanuda el proceso. Es cierto que estos 25 años se aprovechan en mecanizar
concentrar su producción algodonera, que es lo que va a servir como trampolín para su futuro
arranque industrializador, ya en la década de 1830 y sobre todo a partir de 1845 (en 1840, la
mayoría de la población francesa es aún rural, y en 1845, 75% vive en núcleos inferiores a los
3.000 habitantes).
Este tiempo, en cierta medida perdido, es suficiente para que nunca pueda ser Francia
un rival industrial frente a Inglaterra. El atraso industrializador probablemente encuentra su
explicación en el hecho de que los excedentes generados por la primera industrialización no se
dirigen hacia el sector carbonífero y siderúrgico, sino hacia la industria química (sosa artificial),
posiblemente por una paulatino encarecimiento del combustible principalmente utilizado, la
madera. Por otra parte, está la dificultad en el transporte. Francia cuenta con una escasa red
viaria, con una red fluvial poco navegable; y cuando asume el carbón como fuente de energía,
sus minas se encuentran muy dispersas. Por otra parte, la calidad del hierro que produce no es
nada competitiva con el hierro inglés. Además, la demanda no se comporta de un modo
rectilíneo en sentido ascendente, sino que es muy fluctuante. Finalmente, la burguesía no es
arriesgada ni inversora.
Es a partir de la década de 1830, como consecuencia de una mejora notable en sus vías
de comunicación, cuando en Francia se despierta un creciente interés por la inversión en el
sector industrial. La propia orografía de Francia impulsa rápidamente a que los esfuerzos se
concentren en la construcción del ferrocarril, y no tanto en la mejora de caminos o en la
navegabilidad de los ríos. Esta construcción del ferrocarril, con la posibilidad de vertebrar un
mercado nacional, permite un despegue de la agricultura, y poco después, el despegue de la
industria. Casi toda la industria ferroviaria va a estar en manos privadas; aunque el Estado va a
controlar muy de cerca a estas empresas.
3.4. Bélgica
La industrialización plena no es posible más que a partir del Congreso de Viena en
1815, y tras la independencia de las Provincias Unidas. Es una zona que cuenta con buenos
recursos carboníferos, con una agricultura muy desarrollada y tecnificada, con una buena red
de transportes, y, sobre todo, gracias a su antiguo imperio colonia, cuenta con un intenso
comercio. Esto permite una gran acumulación de capital, parte del que se invierte en la
industrialización de Bélgica además de en el extranjero.
3.5. Estados Unidos
El despegue industrial es absolutamente acelerado. En 1800, cuenta con unos 5
millones de habitantes. En 1870, cuenta ya con 40 millones, crecimiento brutal que no sólo se
debe al crecimiento natural, sino que es fruto de la emigración. A la altura de su Declaración
Independencia, en 1776, los centros productivos son muy pocos y además están muy
desperdigados. 100 años después, Estados Unidos ya es el primer productor industrial del
mundo, posición que consolida cada vez más.
Las causas de una tan rápida industrialización:
- Como consecuencia de la independencia, se sustrae muy pronto a la doctrina
mercantilista.
- Una importante estabilidad política.
- La situación de guerra entre 1792 y 1815 en Europa favorece de forma muy
notable el comercio exterior americano.
- La propia industrialización de otros países europeos le abre un comercio seguro y
en expansión para su producto estrella: el algodón.
- Su enorme extensión favorece que el capital excedente de la productiva zona de la
costa este no permanezca improductivo, permitiendo costear la conquista del
oeste y la incorporación de nuevos territorios al oeste (cuando podría haber
sucedido lo contrario).
- Cuenta con un sistema económico muy bien organizado, muy eficaz, con unos
circuitos financieros muy fuertes y solventes, y con una industria en muy pocas
manos (los famosos monopolios o trusts). Esto explica la pronta aparición de los
lobbies industriales que actúan sobre el sistema político.
- Tiene unas excelentes vías de comunicación: una muy buena red fluvial navegable
(el Misisipi, en 1811, ya ha incorporado en sus buques fluviales el vapor); además
cuenta con una red de canales; y con una rápida red ferroviaria iniciada en 1830,
contando en 1910 casi con 400.000 kilómetros de vías férreas. Esto le permite
tener un enorme mercado nacional, que genera el suficiente excedente como para
tener un suficiente comercio exterior. Además, el ferrocarril permite la
especialización regional, y, por consecuencia, una creciente productividad. Las vías
de comunicación permiten un desarrollo industrial muy rápido, localizado sobre
todo en el nordeste del país, aunque inicialmente se trata de una industria muy
selectiva, íntimamente ligada con la sidero-metalurgia.
- El verdadero motor se fundamenta sobre todo en el espíritu empresarial
americano, verdaderamente arriesgado.
- La rápida incorporación, además de las inversiones que se hacen en tecnología.
- La política arancelaria proteccionista.
Las exportaciones de Estados Unidos, a comienzos del siglo XIX, son de 39 millones de
dólares, y a mediados del siglo XII alcanzan ya los 300 millones.
3.6. España
3.6.1. Industria textil
La industria de base es la industria lanera, muy protegida; pero ésta nunca puede
competir con la pañería europea, al menos a nivel comercial. La industria algodonera, como
consecuencia de la protección de la lanera, es inicialmente una industria que se debe a la
iniciativa privada, y geográficamente muy localizada, en Cataluña. A partir del último cuarto
del siglo XVIII comienza poco a poco a desplazar a la industria lanera, imponiéndose de forma
definitiva durante el siglo XIX. Es una industria, que frente a la lanera, rural y de producción
doméstica, opta por la organización fabril y por una rápida mecanización. De este modo, la
tradicional industria pañera castellana comienza su declive al mismo ritmo que se multiplica la
algodonera catalana (Sabadell y Tarrasa). Es una industria que, conjurada la competencia
externa, y frenado el contrabando, a raíz de su organización del trabajo y su rápida
tecnificación, junto con la protección arancelaria que recibe y a la recuperación del campo,
crece y se expande con rapidez. Entre 1831 y 1835 produce 3.000 toneladas de tejidos de
algodón, entre 1850 y 1855 ya son 25.000 toneladas.
En cuanto a la industria sedera, es una industria de lujo, que tiene un floreciente
comercio, entrando en declive y despuntando nuevamente a partir del siglo XVIII, aunque
cambiando su zona de producción de Andalucía a Levante (zona valenciana y murciana). Este
despuntar es fruto del reformismo borbónico, y de la protección que se brinda a esta industria
de lujo, además de a que buena parte de la producción se exporta (comercio francés e
italiano). Pero a partir del siglo XVIII y comienzos del XIX, va a desaparecer prácticamente,
como consecuencia del ciclo bélico, así como de la pérdida del imperio colonial, lo que la
convierte en un producto no competitivo frente a la industria sedera francesa y a la
algodonera catalana.
3.6.2. Industria siderúrgica, minería y carbón
En cuanto a la industria siderúrgica, las llamadas ferrerías vascas conocen un
importante auge entre 1760 y 1780. Ahora bien, la creciente necesidad de carbón vegetal,
tradicionalmente utilizado, además de causar deforestación, conduce a que el precio de la
energía para las ferrerías sobrepase en mucho el precio del hierro extranjero, volviéndose no
competitivo. Por tanto no será hasta pasado 1850, como consecuencia de la generalización
como fuente de energía del carbón de coque, cuando despertará la industria siderúrgica vasca.
Pero con un grave problema: a pesar de su alta calidad, el carbón no es de buena calidad ni se
encuentra cerca de las fundiciones; esto hace que el transporte de la materia energética incida
sobre el precio del producto final, y salvo por protección del estado, no es competitivo (el
carbón suele comprarse a Inglaterra).
La minería sólo despega, desde el punto de vista industrial, a partir del último tercio
del siglo XIX. El problema está en la legislación, que disuade la inversión capitalista, y, como
consecuencia, la falta de técnica de la minería es patente, así como la escasa demanda interna.
Ya en el siglo XIX la explotación del subsuelo se regula mediante un Real Decreto de 1825; pero
esta regulación es tan sumamente restrictiva que acaba operando en el sentido contrario: así,
nadie invierte en la minería. Hay una nueva ley de minas en 1839, pero tampoco soluciona
nada. Finalmente, en 1849, otra ley de minas, bajo un gobierno moderado, da inicio a una
etapa algo más próspera para el sector, al dejar de ser la minería una regalía de la corona y
pasar a manos del estado. En 1859, otra ley liberaliza el sector de forma notable. Pero sin
duda, la gran ley de minas en España es de 1868, justo antes del inicio del Sexenio
democrático, quedándose en agua de borrajas, siendo retomada por los revolucionarios que la
simplifican (trabas administrativas, registro de concesiones, libertad para la explotación, y
reservando exclusivamente al estado la competencia sobre la seguridad en las minas). A partir
de aquí, la minería experimenta un espectacular crecimiento.
En cuanto al carbón como fuente energética por excelencia, íntimamente ligado con el
despegue industrial, justifica, a causa del retraso minero, el retraso consecuente en la
industrialización. A comienzos del siglo XIX, España produce 15.000; pero a mitad de siglo aún
no ha alcanzado las 50.000 toneladas, lo que indica este fuerte retraso. Sólo a partir de la
década de 1860 empieza a despegar esta producción. Además, está fuertemente localizada en
Asturias, León y Palencia, de modo que al litoral español le resulta mucho más barato importar
carbón de otros países que recurrir al nacional. En 1885, el 75% de la producción asturiana de
carbón sirve para cubrir las necesidades de los alrededores; sólo el 25% sale fuera de la zona.
3.6.3. Comercio y finanzas
En cuanto al comercio, ha perdido el paso y ha quedado fuera de los circuitos
internacionales. Pero el comercio interior también es muy escaso, como consecuencia de las
dificultades en el transporte. Además, tanto la Guerra de la Independencia como la pérdida del
imperio colonial suponen graves quiebras; además, el comercio se basa casi al 80% en los
alimentos y las materias primas.
Como consecuencia, hay una ausencia de circuitos financieros, lo cual contribuye a
ralentizar aún más la industrialización. El primer banco tiene como objeto asegurar la deuda
pública del momento, no tiene ninguna capacidad de intermediación financiera. El Banco de
España no se crea hasta 1856. Además, la Bolsa no se crea hasta 1831 (la de Barcelona lo es en
1851); pero merca con muy poca cantidad de capital, hasta la construcción del ferrocarril.
Hasta 1856 no se regula el sistema bancario.
Además, España no tiene capacidad de ahorro. Esto, junto con una hacienda pública
tremendamente endeudada, conviviendo con un constante déficit, dispara los intereses de los
créditos (cuando se consiguen), y aumenta la escasez de capitales.
3.6.4. La penosa situación de la hacienda pública
La capacidad de inversión en España a comienzos del siglo XIX se nutre casi en
exclusividad de la carga tributaria, que recae sobre uno de los órdenes sociales, y dentro de
éste, únicamente sobre la burguesía. La fiscalidad se reparte, en cuanto a sus perceptores,
entre la Corona, la Iglesia y los señores. Además, también hay una desigualdad ante el fisco
(clero y nobleza exentos de impuestos), y a nivel regional. Por otra parte, la fiscalidad se basa
sobre todo en la imposición indirecta (se graba el consumo pero no la renta). Además, la
recaudación depende del crecimiento de la población, de la evolución de los precios y de las
rentas pagadas por la utilización de la tierra. Según el comportamiento de estos tres factores,
el estado cuenta con mayores o menores disponibilidades para llevar a cabo su acción de
gobierno.
Estos factores se alteran a partir de 1770, cuando España se incorpora a un ciclo bélico
catastrófico, que la arruina. Así, la recaudación baja sustancialmente, lo que obliga al Estado a
recurrir al endeudamiento, llegando a tal límite la situación que la Corona abre un período de
“sugerencias”. Se crean así, en 1780, los vales reales, que no son más que deuda pública del
estado. Pero como consecuencia, la Corona se endeuda más y más con la burguesía. Esto se
agudiza aún más con la pérdida de las colonias (25% de los ingresos del estado). Al final, se
impone una reforma fiscal: abolición de las exenciones fiscales de entrada.
3.6.5. El ferrocarril
Da lugar a la creación del mercado de carácter nacional. El atraso en la construcción
ferroviaria es notable. Cuando en Inglaterra la primera línea se abre en 1830, y en Francia en
1832 y en Alemania en 1835; en España no ocurre hasta 1848, con muy corto trayecto
(Barcelona-Mataró). De hecho el gobierno no toma cartas en el asunto, regulando la
construcción del ferrocarril a través de normativa sobre concesiones hasta los años 1844-
1845.
Ahí viene determinado el ancho de vía, que es distinto al resto de ferrocarriles ya
construidos en Europa. Esto no se debe a una razón política o de estrategia militar para
dificultar invasiones extranjeras; es puramente técnica: no se han descubierto todavía las
plataformas móviles, y como consecuencia de la orografía del país, se requiere que la máquina
de vapor tenga una fuerza motriz muy importante, algo que sólo se puede conseguir a través
de la caldera y su tamaño. Este agrandamiento de la caldera se hace a lo ancho, de ahí que la
vía sea más ancha.
Cuando en 1840, Gran Bretaña tiene casi 2.500 kilómetros de vías, y Alemania y
Francia llegan a los 500 kilómetros, España aún no ha construido ninguno. En 1850, Inglaterra
alcanza los 10.000 kilómetros, Alemania 6000 km, y España, 28 kilómetros. No es hasta el
Bienio Progresista cuando se empiezan a adoptar las medidas necesarias para modernizar el
ferrocarril. Hasta 1855 no se promulga la Ley General de Ferrocarriles. La inversión para la
extensión del ferrocarril es principalmente extranjera, puesto que en España no hay muchos
capitalistas. Lógicamente, la ley formula enormes incentivos para atraer a los inversores, que
van a dañar y a prolongar aún más la industrialización del país. S les concede así exención
arancelaria para repatriar los beneficios así como para la importación de todo el material
requerido para la construcción del ferrocarril. Así, el ferrocarril no es en España la locomotora
de la industria siderúrgica ni de la del carbón. Se constituye en 1857 la MZA (Madrid-Zaragoza-
Alicante), la más importante constructora de ferrocarriles.