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Agricultura Familiar, trabajo decente y seguridad alimentaria. Un caso de Política Pública orientada a garantizar derechos. Andrés Rodríguez Otaño [email protected] Ing. Agrónomo, Facultad de Agronomía de Buenos Aires (UBA). Especialista en desarrollo rural. Responsable del Área Agricultura Familiar de la Coordinación de Empleo Rural; Secretaría de Empleo del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación. Carlos Carballo González [email protected] Ing. Agrónomo, Facultad de Agronomía de Buenos Aires (UBA). MSc. en Política y Gestión de la Ciencia y la Tecnología-Centro de Estudios Avanzados, UBA. Docente, investigador y consultor en temas relacionados a economía, sociología agraria y políticas públicas. Coordinador Responsable de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Agronomía-UBA. Resumen Alimentación y Trabajo son Derechos económicos, sociales y culturales que adquieren fuerza de Ley en la Constitución de 1994, sin embargo persisten situaciones de inseguridad alimentaria, desempleo y trabajo precario con las que convivió la sociedad argentina desde su conformación y que se agudizaron a partir de las políticas neoliberales del ’90. Aunque Argentina es un productor excedentario de alimentos, aproximadamente el 12 % de la población está bajo la línea de pobreza y un 3 %, bajo la de indigencia (INDEC) –es decir con dificultades para acceder a la Canasta Básica Total y a la Canasta Básica de Alimentos respectivamente-; una situación social que sigue obligando al Estado a implementar acciones orientadas a la asistencia alimentaria. Incluida en esta población, se encuentra el 66 % ( 1 ) de los agricultores familiares (AF), el grupo poblacional de mayor peso en el sector agropecuario. Aunque no siempre se reconoce su potencialidad productiva, existen experiencias relevantes que dan cuenta de su capacidad para generar ingresos, trabajo decente y contribuir a la seguridad alimentaria; las mismas también aportan conocimientos y ordenan interrogantes sobre las modalidades de trabajo “cuentapropista” en este tipo de unidades. Su evaluación crítica, permitiría transformar el aprendizaje en políticas públicas, incluyendo en un proceso sustentable de desarrollo a un amplio porcentaje de la población rural. Lo que se intenta demostrar, a través de la evaluación crítica del caso que se presenta en este trabajo -el Programa "de los maíces" en Misiones-, es que en el marco de derechos constitucionales, la Agricultura Familiar tiene la potencialidad de generar trabajo decente y alimentos para sí y para el abastecimiento de programas de asistencia alimentaria para el resto de la población pobre. 1 Consideramos Explotaciones Agropecuarias pobres, a aquellas con insuficiente disponibilidad de recursos económicos prediales para satisfacer sus necesidades básicas, lo que obliga al productor y/o a su familia a complementar sus ingresos con trabajo extrapredial. 1

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RODRÍGUEZ OTAÑO, Andrés y CARBALLO GONZÁLEZ, Carlos “Agricultura Familiar, trabajo decente y seguridad alimentaria. Un caso de Política Pública orientada a garantizar derechos” , en Pautassi y Zibecchi (comps), Respuestas Estatales en torno a la Alimentación y al Cuidado. Los casos de los Programas de Transferencia Condicionada de Ingreso y el Plan de Seguridad Alimentaria en Argentina, Buenos Aires, 2012. Nº de ISBN: 978-987-28100-0-9.

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Page 1: RODRÍGUEZ OTAÑO, Andrés y CARBALLO GONZÁLEZ, Carlos “Agricultura Familiar, trabajo decente y seguridad alimentaria. Un caso de Política Pública orientada a garantizar derechos”

Agricultura Familiar, trabajo decente y seguridad alimentaria. Un caso de Política Pública orientada a garantizar derechos.

Andrés Rodríguez Otañ[email protected] Ing. Agrónomo, Facultad de Agronomía de Buenos Aires (UBA). Especialista en desarrollo rural. Responsable del Área Agricultura Familiar de la Coordinación de Empleo Rural; Secretaría de Empleo del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación.

Carlos Carballo González [email protected]. Agrónomo, Facultad de Agronomía de Buenos Aires (UBA). MSc. en Política y Gestión de la Ciencia y la Tecnología-Centro de Estudios Avanzados, UBA. Docente, investigador y consultor en temas relacionados a economía, sociología agraria y políticas públicas. Coordinador Responsable de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Agronomía-UBA.

Resumen

Alimentación y Trabajo son Derechos económicos, sociales y culturales que adquieren fuerza de Ley en la Constitución de 1994, sin embargo persisten situaciones de inseguridad alimentaria, desempleo y trabajo precario con las que convivió la sociedad argentina desde su conformación y que se agudizaron a partir de las políticas neoliberales del ’90.

Aunque Argentina es un productor excedentario de alimentos, aproximadamente el 12 % de la población está bajo la línea de pobreza y un 3 %, bajo la de indigencia (INDEC) –es decir con dificultades para acceder a la Canasta Básica Total y a la Canasta Básica de Alimentos respectivamente-; una situación social que sigue obligando al Estado a implementar acciones orientadas a la asistencia alimentaria.

Incluida en esta población, se encuentra el 66 % (1) de los agricultores familiares (AF), el grupo poblacional de mayor peso en el sector agropecuario.Aunque no siempre se reconoce su potencialidad productiva, existen experiencias relevantes que dan cuenta de su capacidad para generar ingresos, trabajo decente y contribuir a la seguridad alimentaria; las mismas también aportan conocimientos y ordenan interrogantes sobre las modalidades de trabajo “cuentapropista” en este tipo de unidades. Su evaluación crítica, permitiría transformar el aprendizaje en políticas públicas, incluyendo en un proceso sustentable de desarrollo a un amplio porcentaje de la población rural.

Lo que se intenta demostrar, a través de la evaluación crítica del caso que se presenta en este trabajo -el Programa "de los maíces" en Misiones-, es que en el marco de derechos constitucionales, la Agricultura Familiar tiene la potencialidad de generar trabajo decente y alimentos para sí y para el abastecimiento de programas de asistencia alimentaria para el resto de la población pobre.

1 Consideramos Explotaciones Agropecuarias pobres, a aquellas con insuficiente disponibilidad de recursos económicos prediales para satisfacer sus necesidades básicas, lo que obliga al productor y/o a su familia a complementar sus ingresos con trabajo extrapredial.

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1. Introducción

Una elevada proporción de los productores agrarios de Argentina son “agricultores familiares” (67 %) y una parte significativa de estas familias forma parte de la población pobre de Argentina. Desde la perspectiva del empleo, los “trabajadores por cuenta propia” (productores agropecuarios que no contratan trabajadores permanentes, es decir AF) y sus familiares explican un 24,6 % y 11,9 % respectivamente, de los ocupados en la agricultura en Argentina, con importantes diferencias a nivel regional e incluso provincial (CNPyV, 2001). Su estrategia de supervivencia consiste en producir alimentos para garantizar la reproducción familiar a través del autoconsumo y de la venta de excedentes para el mercado, que cuando resulta insuficiente, obliga a sus miembros a complementar sus ingresos fuera del predio. En las últimas décadas se ha profundizado un proceso de asalarización del sector, con un mayor peso relativo de los ingresos extraprediales, respecto de los generados (por autoconsumo o mercado) dentro de la explotación, perdiendo gradualmente su condición de productor.

A pesar de la potencialidad del sector como productor de alimentos y generación de trabajo, la inseguridad alimentaria y el trabajo precario son características comunes en, al menos, el 66% de los AF.

En principio, la ecuación compuesta por términos como inseguridad alimentaria y producción de alimentos, parecería evidenciar una resolución sencilla; sin embargo hay sectores de la población con hambre y miles de pequeños agricultores pobres e indigentes y empujados a renunciar a su identidad campesina.

Si bien desde siempre han existido estrategias públicas para la asistencia alimentaria delineadas en el marco del paradigma imperante en cada etapa histórica del País; desde la caridad y la beneficencia pública hasta, en la última década, políticas más inclusivas; no han logrado garantizarse plenamente los derechos económicos, sociales y culturales.

La experiencia de seguridad alimentaria basada en la producción de maíz con ”semillas” de variedades locales multiplicadas por los propios agricultores familiares de la provincia de Misiones -que se describe en este trabajo- pretende demostrar la enorme potencialidad que algunas acciones públicas tienen en este sentido. Más allá de la disponibilidad física de alimentos básicos a la que concretamente se contribuye, se demuestra la importancia de conformar marcos sociales y políticos participativos. Así puede promoverse la autonomía y la sustentabilidad de un importante número de pequeños agricultores familiares.

El análisis detallado de las implicancias que la producción de maíz a pequeña escala posee en los sistemas productivos de los agricultores familiares, considera aspectos técnico productivos, pero sobre todo profundiza en la etapa de postcosecha y en los usos posteriores del grano, para la alimentación en forma directa, o transformado en proteínas animales y para la comercialización en mercados locales. La estimación del trabajo equivalente que implica este conjunto de actividades, posibilita afirmar que además de contribuir a la seguridad alimentaria también se lo hace a la generación de trabajo, avanzando en el logro de dos derechos básicos.

Todo esto es posible en un contexto donde los actores públicos provinciales articulan normativas marco nacionales -Programa Nacional de Alimentación y Nutrición y Programa Sostenimiento del Empleo y Seguridad Alimentaria- con diversos programas públicos presentes en ese territorio, el Movimiento Semillero de Misiones, ONGs y grupos asociativos de pequeños productores, organizaciones agrarias y municipios. La continuidad a través del tiempo fortalece una red de trabajo y confianza que posibilita logros cuantitativos y cualitativos que trascienden los objetivos individuales de cada participante y permiten avanzar en la atención de los derechos humanos a la alimentación y al trabajo decente.

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2. Derecho humano a la alimentación y al trabajo

El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC), junto con el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) y la Declaración Universal de Derechos Humanos, conforman la Carta Internacional de Derechos Humanos, el pilar de la protección de los derechos humanos dentro de las Naciones Unidas. Fue adoptado por Resolución de la Asamblea General 2200 A (XXI) del 16 de diciembre de 1966 y, dado que son tratados internacionales de derechos humanos, crea obligaciones legalmente vinculantes para los Estados que han aceptado sus estándares.

El Preámbulo del Pacto reconoce que los derechos económicos, sociales y culturales derivan de la "dignidad inherente a la persona humana" y que "no puede realizarse el ideal del ser humano libre, liberado del temor y de la miseria, a menos que se creen condiciones que permitan a cada persona gozar de sus derechos económicos, sociales y culturales, tanto como de sus derechos civiles y políticos". El Pacto reconoce, entre otros, los derechos al trabajo (artículo 6), a gozar de condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias (artículo 7), a la seguridad social, incluyendo el seguro social (artículo 9) y a un nivel de vida adecuado para uno mismo y su familia, incluyendo alimentación, vestido y vivienda adecuados, y a la continua mejora de las condiciones de vida (artículo 11).

En Argentina, el derecho a la Alimentación y al Trabajo, adquirió rango constitucional con la reforma de 1994. Según lo expresado en su artículo 75, inc. 22, el Estado tiene la obligación de garantizar, a través del diseño e implementación de políticas, todos los Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

Argentina, firmó el Protocolo Facultativo del PIDESC en septiembre de 2009 y en octubre de 2011, se constituyó en el primer miembro del G20 y del MERCOSUR en ratificar el Protocolo Facultativo de este Pacto, aprobado el 10 de diciembre 2008.2 Hasta que entre en vigor este Protocolo Facultativo, sólo se establece con carácter general un criterio de efectividad progresiva de estos derechos, de manera que los Estados firmantes han asumido solamente el compromiso de ir incrementando progresivamente su efectividad, debiendo tener una trayectoria activa en la adopción de medidas y teniendo como límite la disponibilidad de recursos. (United Nations Treaty Collection, 2012).

En una concepción de mayor profundidad de los derechos económicos, sociales y culturales, se incorpora el concepto de trabajo decente considerado esencial para el bienestar de las personas, porque al generar un ingreso justo, seguridad en el lugar de trabajo y protección social, facilita el progreso social y económico, y fortalece a las personas, a sus familias y comunidades (OIT, 1999); incluyen, obviamente, su seguridad alimentaria, y en una perspectiva más amplia y común a toda la sociedad, la soberanía alimentaria, nada más y nada menos que “el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas sustentables de producción, transformación, comercialización, distribución y consumo de alimentos, garantizando el derecho a la alimentación para toda la población” (Vía Campesina, 2002).

Desde ésta perspectiva abordaremos la experiencia de intervención pública en la que participó el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social-MTEySS (entre otras instituciones).

2 El Protocolo permitirá que las personas y grupos del país pidan justicia a la ONU si su gobierno viola estos derechos, que incluyen los relativos a una vivienda adecuada, a la alimentación, al agua, al saneamiento, a la salud, al trabajo, a la seguridad social y a la educación. Con Argentina ya son ocho las ratificaciones, por lo que faltan otras dos para que el Protocolo Facultativo del PIDESC entre en vigor (al 17 de marzo de 2012).

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2.1. Alimentación

El derecho a una alimentación adecuada se ejerce, según el artículo 11 de la Observación General Nº 12 del PIDESC -1999-, cuando todo hombre, mujer o niño, ya sea sólo o en común con otros, tiene acceso físico y económico, en todo momento, a la alimentación adecuada o a medios para obtenerla.

Según la consideración del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales-CDESC de la ONU, interpretamos que el derecho a una alimentación adecuada, debería entenderse y ejercerse no sólo como la disponibilidad y acceso a un conjunto de elementos nutricionales, sino como el acceso físico y económico a alimentos suficientes, sanos y culturalmente aceptables, que en el caso de campesinos e indígenas, se garantizaría respetando y protegiendo su trabajo por cuenta propia en su tierra productiva u otras fuentes naturales de alimentos; y para el resto de la población pobre, mediante sistemas de distribución, elaboración y comercialización, garantizando ingresos suficientes a través de un trabajo decente.Que en este marco, los Estados, haciendo uso del derecho a elegir el enfoque y las estrategias alimentarias, tienen la facultad de garantizar estos derechos a través del reconocimiento y reaseguro de la autoproducción alimentaria y la producción para los mercados locales gestionando y utilizando de modo sostenible los recursos alimentarios naturales, incluyendo garantías de un acceso completo y equitativo a los recursos económicos, incluido el derecho a heredar y a poseer tierras y otros bienes, de acceso al crédito y a una tecnología adecuada; y que el diseño de programas especiales de asistencia alimentaria deberían prestarse de modo que no afecten negativamente a los productores y a los mercados locales, organizándose de manera que facilite el retorno a la autosuficiencia alimentaria de los beneficiarios.

2.2. Trabajo

El derecho al trabajo es un derecho fundamental, reconocido en diversos instrumentos de derecho internacional. El PIDESC, artículo 6, afirma que este derecho (trabajo libremente escogido) es esencial para la realización de otros derechos humanos y constituye una parte inseparable e inherente de la dignidad humana.

La dimensión individual de este derecho se refiere a las condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias, en especial la seguridad de las condiciones de trabajo. La dimensión colectiva estipula el derecho a fundar sindicatos y a afiliarse al sindicato de su elección, así como el derecho de los sindicatos a funcionar libremente. Este reconocimiento alcanza también a las organizaciones de la Agricultura Familiar, campesinos, artesanos, cazadores-recolectores, pescadores artesanales, pueblos originarios, etc.

Engloba todo tipo de trabajos, ya sean autónomos -como lo observado entre los agricultores familiares- o trabajos dependientes sujetos a un salario; implica, además el derecho a no ser privado injustamente de empleo. El trabajo debe ser un trabajo digno, que respete los derechos fundamentales de la persona humana, así como los derechos de los trabajadores que les permita a los trabajadores vivir y asegurar la vida de sus familias.

La Observación general Nº 18 sobre “El derecho al trabajo” del PIDESC, aprobada el 24 de noviembre 2005 adopta una serie de premisas básicas, entre ellas que el trabajo agrícola –tradicionalmente desprotegido- debe ser debidamente regulado mediante legislación nacional, de forma que estos trabajadores disfruten del mismo nivel de protección que el resto; y señala que la estrategia nacional en materia de empleo debe garantizar un acceso equitativo a los recursos económicos y a la formación técnica y profesional, especialmente para las mujeres, y las personas y grupos desfavorecidos y marginados, debiendo respetar y proteger el trabajo por cuenta propia.

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En el mismo sentido se expresa la Organización Internacional del Trabajo-OIT: destaca la importancia del trabajo para el bienestar de las personas, familias y comunidades, siempre y cuando sea “decente”, es decir: contar con oportunidades de un trabajo que sea productivo y que produzca un ingreso digno, seguridad en el lugar de trabajo y protección social para las familias, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración a la sociedad, libertad para que la gente exprese sus opiniones, organización y participación en las decisiones que afectan sus vidas, e igualdad de oportunidad y trato para todas las mujeres y hombres (OIT, 1999).

En el ámbito Regional, el Consejo del Mercado Común N° 46/04 estableció un Grupo de Alto Nivel que elaboró una “Estrategia MERCOSUR de Crecimiento del Empleo”; teniendo como referencia la Declaración de Ministros de Trabajo del MERCOSUR, emanada de la Conferencia Regional de Empleo, exhorta a los Estados Partes a mantener la cuestión de la generación de empleo de calidad en todas las instancias institucionales cuyas decisiones tengan implicancia con esta materia, impulsando una estrategia de desarrollo basada en sectores generadores de empleo. Entre éstos se incluye al sector rural, "con especial atención a la mejora de los niveles de productividad de los pequeños productores y de la agricultura familiar", en el marco del "desarrollo local" y del fortalecimiento de espacios de cooperación entre los actores públicos y privados en el territorio.Destaca que el cumplimiento de las normas sobre derechos laborales y, muy especialmente, sobre los principios y derechos fundamentales en el trabajo contenidos en la Declaración Sociolaboral del MERCOSUR y en la Declaración de Principios y Derechos Fundamentales de la OIT, constituyen un objetivo central de toda política de generación de trabajo digno y empleo de calidad y enuncia la necesidad de ejecutar una política de formalización progresiva de aquellos sectores y unidades productivas de la economía informal, reconociendo que en éstos el denominador común es la precariedad del trabajo.

En Argentina, el artículo 14 bis de la Constitución, afirma que "el trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor".

En relación a la situación laboral de los trabajadores independientes, se reconoce que actualmente "un gran número de trabajadores genera sus ingresos en forma independiente o autónoma, en condiciones que distan de ser consideradas como trabajo decente". "bajos e irregulares ingresos, falta de cobertura de seguridad social, ausencia de protección contra accidentes laborales, entre otros, son características que se ven exacerbadas para estos trabajadores" (OIT, 2011).

Los aspectos relacionados con la dinámica del empleo, la generación de ingresos y la protección social son dimensiones claves para la Agenda de Trabajo Decente que promueve la OIT. El trabajo realizado se enmarca en el Programa de Trabajo Decente de Argentina 2008-2011, que incluye como objetivos prioritarios tanto la ampliación de la protección social como la reducción de la economía informal y del empleo no registrado.

3. Alimentación y trabajo decente en la Agricultura Familiar (AF).

El complejo y diverso mundo de la AF en Argentina fue objeto de análisis parciales –algunas variables, algunas zonas, algunas producciones- hasta que en 2006 toma estado público un esfuerzo de análisis e interpretación de los datos recogidos por el Censo Nacional Agropecuario (CNA) 2002. El estudio realizado por la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura-IICA, dimensiona “…el peso económico y laboral de los pequeños productores en la economía nacional…lo cual se logra con un alto nivel de desagregación: por regiones agroeconómicas, por provincias y por departamentos, para el total de pequeños productores y para distintos “tipos” dentro de este universo” (Obschatko et.al., 2006, 3)

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La denominación “pequeño agricultor” al que hace referencia, es sinónimo de “agricultor familiar” y caracteriza un universo extendido a todo el territorio en el que pueden encontrarse tres tipos de “pequeños productores”, de acuerdo a su nivel de capitalización, que tienen en común:

° que el productor o socio trabaja directamente en la explotación agropecuaria (EAP), independientemente de cual sea su lugar de residencia;

° que no posee trabajadores no familiares remunerados permanentes, es decir que la organización del trabajo se basa en los aportes familiares y – ocasionalmente- el de trabajadores transitorios ajenos a la familia.

Una síntesis de los resultados obtenidos destaca que, para el total de Argentina, de acuerdo al CNA 2002, y teniendo muy presente las importantes heterogeneidades regionales existentes:

° se registran 219 mil pequeños productores, las dos terceras partes de las EAPs. existentes, quienes trabajan 23,5 millones de ha. (13,5 % del área total en explotación) y contribuyen aproximadamente con el 20 % del Valor Bruto de la Producción sectorial;

° son responsables de la producción de más del 85 % del tabaco, algodón, yerba mate y caña de azúcar y del 70-80 % en varias hortalizas para el mercado; su participación en la producción de alimentos dirigidos a autoconsumo se encuentra totalmente subestimada y –a pesar de reconocerse como muy significativa- resulta muy variable en tipo de productos y volúmenes, de acuerdo a zona, sistemas productivos, cultura y familia particular. No obstante y, en términos muy generales, se identifican como característicos de este tipo de agricultores algunos alimentos básicos que varían según zona; por ejemplo el maíz, zapallo, poroto, batata y mandioca están generalizados entre los pequeños agricultores del norte; aves, cerdos y vacunos son comunes a numerosos sistemas productivos, lo mismo que los vacunos, cabras y ovejas en otros.

Los programas públicos han promocionado este tipo de alimentos básicos para la seguridad alimentaria familiar desde principios de la década del ’90, tanto a nivel de las EAPs de los pequeños productores, como a nivel periurbano y urbano, por lo que las estimaciones de este tipo de aportes –si bien varían por zona- manifiestan un importante crecimiento, en volúmenes, calidad, diversidad y nivel de valor agregado, tanto para el consumo familiar, como para el abastecimiento a pequeños núcleos urbanos.

En relación al trabajo, los pequeños productores y sus familiares:

° aportan el 54 % del total del trabajo permanente del sector agropecuario nacional, pero además son también oferentes de trabajo -saliendo a trabajar fuera de la explotación- y también tomadores de trabajo en la unidad productiva, atendiendo a “picos” estacionales intensivos en trabajo;

° el 23 % de los productores trabaja fuera de la EAP; en un 42 % dentro del mismo sector y en un 58 % fuera del sector agropecuario. El 55 % lo hace en condición de asalariado;

° utilizan el 29 % del trabajo transitorio directo empleado en el sector, al que debería sumarse la superficie trabajada a través de contratación de servicio de maquinaria, otra modalidad de incorporación indirecta de mano de obra transitoria: esta superficie representa el 19 % del total de superficie contratada en todas las EAP.

La tipología utilizada en la investigación sobre los agricultores familiares en base a los datos del CNA 2002, caracteriza como:

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° Tipo 1: el 21 % de todos los agricultores, los más capitalizados; satisfacen sus necesidades básicas y pueden también reproducir la explotación.

° Tipo 2: el 27 % de los productores, intermedios en grado de capitalización, cuyas estrategias e ingresos fluctúan de acuerdo a numerosas circunstancias; logran alcanzar la seguridad alimentaria con los ingresos provenientes de la EAP.

° Tipo 3: 52 % de los productores; son los que cuentan con menos recursos productivos; no pueden vivir con los recursos obtenidos en la unidad productiva, por lo que deben complementar sus ingresos con otro tipo de actividades.

El 66 % puede considerarse como “pobre” (145.000 familias aproximadamente) de acuerdo a los criterios utilizados en el estudio; es lógico suponer que en esa situación se encuentran sobre todo los productores incluidos en el Tipo 3 y en menor medida en el Tipo 2.

Ahora bien, Obschatko et al. (2006) cuando se refieren al “trabajo” o “empleo” en todos los casos, omiten las referencias a sus características técnicas, de higiene o seguridad o legales en que el mismo se realiza, lo que no es posible conocer tampoco con las fuentes de información disponible.La actividad agraria implica trabajos de muy diversa índole, aún en el mismo sistema productivo; transcurren en general al aire libre –pero no excluyentemente- sujetos a condiciones climáticas diversas y variables durante el año e incluso el día; se emplean distintas tecnologías; requieren destrezas, capacidades y habilidades distintas; las realizan distintos integrantes de la familia – ancianos, adultos hombres y mujeres, jóvenes mayores y menores y en muchos casos también niños- con limitados recaudos y conocimientos en el uso de maquinaria y agrotóxicos, etc.; mayoritariamente con un muy alto grado de informalidad, ya que -salvo los adultos alcanzados por jubilaciones o pensiones, las madres con Asignación Universal por Hijo y aquellos AF registrados en el Registro Nacional de Agricultura Familiar -RENAF- que hayan decidido acceder al Monotributo Social costo cero- no cuentan con los beneficios de la seguridad social.

El ‘empleo rural’ es el que desempeña quien reside en una zona considerada rural por el Censo de su país, sin importar el lugar donde realiza dicha labor.Como empleo rural agrícola se consideran aquellas actividades realizadas en el sector primario de la agricultura, de acuerdo con las definiciones estándares de las cuentas nacionales, según las cuales la agricultura produce bienes agrícolas no procesados, utilizando los recursos naturales como uno de los factores de producción, y en los que el proceso puede ser ‘de cultivo’ (siembras, acuicultura, crianza de ganado y silvicultura) o ‘de recolección’ (caza, pesca y silvicultura). A su vez, es considerado empleo rural no agrícola, aquel ejercido por los miembros de los hogares rurales en actividades distintas a las del sector agrícola primario, como podría ser la transformación de alimentos realizada en la unidad de producción o fuera de ella, un proceso de carácter agroindustrial.

Avanzando en la consideración de la informalidad, la OIT (2002) distingue el sector informal, para hacer referencia “al grupo, cada vez más numeroso y diverso de trabajadores y empresas tanto rurales como urbanos que operan en el ámbito informal”, definición que incluye tanto las relaciones de producción como las de empleo.

Los empleos son informales cuando no están “reconocidos ni protegidos dentro de los marcos jurídico y reglamentario.” y pese a que dicho concepto normalmente hace alusión a un fenómeno de los sectores urbanos, como muestra este estudio, gran parte del trabajo en las zonas rurales podría considerarse en esta categoría (OIT, 2009). Sin embargo, ésta no es la única característica que define la actividad informal: en general, ésta se refiere a los trabajos efectuados en malas condiciones, improductivos y no remunerados adecuadamente, en los que existe ausencia de derechos laborales, y casi no tienen protección social lo que afecta directamente a los trabajadores, sus familias y a toda la sociedad.

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“La seguridad social… es un derecho humano fundamental y un instrumento esencial para crear cohesión social, y de ese modo contribuye a garantizar la paz social y la integración social. Forma parte indispensable de la política social de los gobiernos y es una herramienta importante para evitar y aliviar la pobreza. A través de la solidaridad nacional y la distribución justa de la carga, puede contribuir a la dignidad humana, a la equidad y a la justicia social. También es importante para la integración política, la participación de los ciudadanos y el desarrollo de la democracia” (OIT, 2002).

4. Política Pública orientada a garantizar el Trabajo Decente y la Seguridad Alimentaria.

En consonancia con la Declaración Universal de Derechos Humanos, los Pactos Internacionales suscriptos y en el marco de la Constitución Nacional, pero subordinado a un "enfoque propio" y a los "recursos disponibles", el Estado Argentino adoptó medidas que consideró necesarias para garantizar estos Derechos.

Se debe reconocer que desde la recuperación de la democracia hasta la actualidad, se está dando un proceso que procura restituir al Estado su rol como responsable de saldar las “deudas sociales”, tratando de que el motor de su acción social deje de ser la lucha contra la pobreza, para pasar a ser la lucha contra las desigualdades; sin embargo, puede aseverarse que desde 1983 hasta el presente no siempre se sostuvo esa orientación, que recién pareciera afirmarse y tener cierta continuidad a partir del 2003, momento en que comenzaron a redefinirse las políticas alimentarias y de empleo.

4.1. Trabajo

"Desde 2003 el Gobierno Nacional con la firme voluntad de propender a la plena inclusión social de los argentinos se ha propuesto avanzar en la implementación de múltiples acciones públicas dirigidas a crear empleos de calidad y mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. En línea con esta orientación, el Ministerio de Trabajo puso en marcha entre otros, el Programa Nacional de Regulación del Trabajo, el Programa Integral de Promoción del Empleo Más y Mejor Trabajo, la Red de Oficinas de Empleo, y el Seguro de Capacitación y Empleo." Carlos A. Tomada, Ministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación. (OIT, 2009).

El derecho al trabajo es extensivo también a los trabajadores independientes o “cuentapropistas”, a los que se dirigen varias iniciativas impulsadas por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social-MTEySS. Entre los programas que forman parte de las políticas activas de mercado de trabajo ejecutados por este Ministerio, pueden identificarse algunas iniciativas que procuran la inserción laboral a través del trabajo independiente: El Programa de inserción laboral – Línea Promoción del Autoempleo, el Pago Único del Seguro por Desempleo y el Programa de Empleo Independiente y Entramados Productivos Locales, entre otros. (OIT, 2010)

En otras áreas del gobierno nacional –el Ministerio de Desarrollo Social sobre todo- y también a través de diversos programas provinciales, con o sin financiamiento del Estado nacional se desarrollaron iniciativas con similares objetivos, aunque su alcance hasta el presente haya sido relativamente menor. Otros programas públicos fortalecieron indirectamente el trabajo de los “cuentapropistas” a través de componentes de capacitación, asistencia, financiamiento, equipamiento individual o asociativo, promoción de la organización, etc. En la mayor parte de estos programas se enuncia entre los objetivos la generación, sostenimiento o mejoramiento del trabajo, una variable que no siempre es tenida en cuenta en el momento de evaluar logros o impactos.

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4.2. Alimentación

Tras la profunda crisis socioeconómica de principios del Siglo XXI, el Congreso Nacional, sanciona la Ley N° 25.724, de creación del Programa Nacional de Nutrición y Alimentación, que en su artículo 1° proclama "el deber indelegable del Estado de garantizar el derecho a la alimentación de toda la ciudadanía". En su Decreto Reglamentario, abril 2003, asumiendo la fuerza de los Pactos Internacionales suscriptos, reafirma que "en la Constitución Nacional de la República Argentina, en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en las Convenciones Internacionales que el país ha suscrito se establece el derecho de todas las personas a la satisfacción de las necesidades básicas, entre ellas la alimentación, como una condición de la calidad de vida" y adopta la definición de Seguridad Alimentaria como "el derecho de las personas a tener una alimentación que respete la diversidad de pautas culturales y sea nutricionalmente adecuada y suficiente".

La Ley 25.724 aborda integralmente el sistema alimentario, reconociendo las diferencias existentes en el territorio nacional, promueve el estímulo al "desarrollo de la producción alimentaria regional a fin de abastecer de los insumos necesarios a los programas de asistencia alimentaria locales, respetando y revalorizando la identidad cultural y las estrategias de consumo locales …( impulsando) …la generación de políticas de abastecimiento alimentario en los niveles locales a fin de garantizar la accesibilidad de toda la población y promover la creación de centros de provisión y compra regionales"; "promueve la organización de redes sociales" que posibiliten el "intercambio dinámico entre sus integrantes y con los de otros grupos sociales, potenciando los recursos que poseen".

Poco después, la Resolución Ministerial del 29 de diciembre de 2003, aprueba el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria "El Hambre más Urgente", que avanza en la concepción del Derecho, apuntando "al mejoramiento de empleo y nivel de ingresos con particular énfasis en el desarrollo y la economía social…(afirmando que) "…la política de estado en materia alimentaria trasciende la emergencia y debe tender a elevar la calidad de vida de toda la población y de las nuevas generaciones".

A pesar de la elocuencia de los enunciados, se mantiene un "alto predominio de la asistencia alimentaria: el 75 % del presupuesto está destinado a cajas de alimentos (secos), en menor medida vales para adquirir alimentos en comercios seleccionados y tarjetas de débito, reemplazando algunas veces a los bolsones de alimentos para que las familias beneficiarias adquieran los alimentos en forma autónoma -una modalidad que se está imponiendo en la actualidad-" (Maceira y Stechina, 2011).

La promoción integral del sistema alimentario, principalmente en la etapa de producción y el desarrollo de la economía social, desde la perspectiva del fomento a la AF como proveedora de alimentos para la seguridad alimentaria, puede verse con continuidad a nivel nacional en el Programa Social Agropecuario, y el ProHuerta -y programas con similar orientación en algunas provincias- que promueve la capacidad de familias -principalmente urbanas y periurbanas- de autoproducción de alimentos a través de huertas familiares y comunitarias, buscando diversificar la dieta a través de la incorporación de alimentos frescos. Programas, como el que analizaremos en la Provincia de Misiones pueden considerarse como innovadores pero también como excepciones en el conjunto de políticas públicas implementadas.

En el ámbito del Mercosur también se está dando con mayor intensidad un proceso de discusión y formulación de políticas públicas que vinculan AF, seguridad y soberanía alimentaria. Seguramente es Brasil el país que profundizó en mayor medida el tratamiento de la problemática; el Programa de Adquisición de Alimentos (PAA) desarrollado a partir de la experiencia del plan “Hambre Cero”, es una política que al mismo tiempo que promueve la agricultura familiar atiende

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la problemática de la inseguridad alimentaria y, además, se ejecuta a partir de las organizaciones sociales y del respeto a las identidades y a la cultura de cada ámbito local.

Promover el desarrollo de la AF conectándola con las políticas de seguridad y soberanía alimentaria, o dicho de otro modo, dinamizar la AF incluyéndola como un actor central en la provisión de alimentos para sectores carecientes, es una cuestión que tomó fuerza y estado público en la Argentina por el impulso que al respecto generó la creación de la Reunión Especializada en Agricultura Familiar-REAF en el Mercosur, producto de las demandas y presiones ejercidas previamente por organizaciones de la AF de Brasil ante su gobierno. (Manzanal et. al., 2010).

El “Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial Participativo y Federal 2010-2020”-PEA-, prácticamente considera como marginal o secundaria la problemática de la AF, a pesar del rol que le reconoce en distintos sistemas productivos de amplios territorios de Argentina y como factor clave en la generación de empleo y el desarrollo local.

5. El Programa Sostenimiento del Empleo y Seguridad Alimentaria en la Pequeña Agricultura Familiar de Misiones

El mayor compromiso del Estado con el desarrollo se manifiesta a través de la redefinición de objetivos y estrategias que procuran universalizar programas y prestaciones, partiendo del reconocimiento de derechos básicos fundamentales, como el de la seguridad alimentaria de la población y de los agricultores familiares –en primera instancia- y el del trabajo decente en segunda instancia.

Nuevos actores del Estado se suman a acciones más articuladas relacionadas con el desarrollo rural. Un ejemplo de ello es el “Programa de los maíces”3, ejecutado por la Secretaría de Empleo del MTEySS en la Provincia de Misiones, cuya expansión al resto de la Región Noreste se está tratando actualmente y cuyo análisis exige recuperar un importante proceso previo, en el que se pueden reconocer actores y etapas. (Rodríguez Otaño y Carballo G., 2010). La ubicación de la provincia de Misiones en el país, se puede apreciar en la Figura Nº 1.

Abreviadamente, el Programa consiste en la compra por parte del MTEySS, de una parte importante (aproximadamente 100 mil Kg.) de la producción anual de variedades locales de maíz (y en menor medida poroto y arroz de secano) recuperadas por organizaciones de productores del centro-noreste de la Provincia, que luego es distribuida por los organismos provinciales, quienes son responsables de su entrega a municipios, organizaciones formales o informales de pequeños productores y algunas comunidades indígenas, a través de los cuales llegan a las familias rurales más pobres. Estos organismos provinciales, municipales y las organizaciones, asumen actividades de difusión y/o capacitación, entre los receptores directos de las “semillas”, promoviendo técnicas apropiadas de cultivo, selección de grano apto para la reproducción, su conservación para resiembra en el ciclo siguiente y aprovechamiento de los granos para alimentación humana o animal y venta de excedentes.

3 "Programa Sostenimiento del Empleo y Seguridad Alimentaria en la pequeña agricultura familiar de Misiones”, ejecutado anualmente entre el 2008 y la actualidad.

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Figura Nº 1. Ubicación de la provincia de Misiones, Argentina.Fuente: http://www.seremp.com.ar

La estrategia no se restringe exclusivamente a la adquisición-distribución de semillas de maíz, sino que se integra con el financiamiento destinado a fortalecer la incorporación de trabajo y el agregado de valor a la producción primaria de las organizaciones que participan en la producción de semillas y a quienes utilizan el maíz obtenido en la alimentación de animales de granja, para consumo propio y/o comercialización de excedentes para el mercado.La mirada de la Secretaría de Empleo, que reconoce los antecedentes que se describen a continuación, fue puesta en la “cadena del maíz”, más que en alguna o algunas de sus etapas, teniendo en cuenta el rol tradicional desempeñado por el maíz como alimento básico de consumo directo.

En aplicación de la Ley 25.724/ 02 -que crea el Programa Nacional de Alimentación y Nutrición- el gobierno de la provincia de Misiones implementa en 2003 un programa sumamente innovador, el “Programa Misiones Autoconsumo”. El mismo parte del reconocimiento de la experiencia productiva y social de técnicos del sector público, de ONGs y de grupos de AF preocupados por preservar y mejorar las semillas originales que dan sustento a sus estrategias alimentarias.

Se vale de los incisos d) a f) del Artículo 7, que otorga a las Comisiones Provinciales las funciones de "estimular el desarrollo de la producción alimentaria regional a fin de abastecer de los insumos necesarios a los programas de asistencia alimentaria locales, respetando y revalorizando la identidad cultural y las estrategias de consumo locales" y también de "impulsar la generación de políticas de abastecimiento alimentario en los niveles locales a fin de garantizar la accesibilidad de toda la población y promover la creación de centros de provisión y compra regionales.Al planificar la estrategia se tuvo muy en cuenta la recomendación de promover la "organización de redes sociales" a fin de posibilitar "el intercambio dinámico entre sus integrantes y con los de otros grupos sociales, potenciando los recursos que poseen", a través de la consolidación de una red interinstitucional sobre la que se apoyaron posteriormente otras iniciativas surgidas del gobierno central.

Paralelamente en el tiempo, a partir del 2005, en el MTEySS se conforma la Unidad de Empleo Rural (Dirección Nacional de Promoción del Empleo, Secretaría de Empleo) tratando de comprender y abarcar los aspectos particulares del trabajo en el agro, lo que permitió mejorar la comprensión de la integralidad y complejidad de los mercados de trabajo rurales. Los “trabajadores autónomos o independientes y sus familiares” de las categorías censales, comenzaron a hacerse más visibles a medida que se reconocía la magnitud del trabajo generado en las explotaciones agropecuarias (EAPs) de los AF.

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Este conocimiento fue enriquecido por la experiencia realizada en Misiones, cuando se incorpora el análisis cuanti y cualitativo del trabajo familiar en la consideración del impacto económico, social y ambiental de la producción y distribución de semillas de maíces “criollos”. El análisis alcanza su real dimensión cuando se consideran todas las etapas de la cadena agroalimentaria del maíz hasta su consumo en forma directa o transformado en proteínas animales. La visión más integral del trabajo de la familia en el proceso de producción-transformación y el impacto de la propuesta multiplica interrogantes acerca de las políticas para las AF y anima reflexiones inéditas acerca del “trabajo decente” en sus EAPs. (Anexo Nº 1)

En el Cuadro Nº 1 se presentan algunos indicadores básicos de la evolución del Programa en sus cuatro años sucesivos de aplicación. Si bien se mantuvo como principal línea de trabajo la adquisición a grupos de productores organizados y su posterior distribución a pequeños productores familiares que las requerían para fortalecer su seguridad alimentaria, fueron también incorporándose semillas de otros alimentos básicos, conjuntamente con un notorio incremento en la contribución económica del MTEySS al presupuesto del Programa. Este último elemento expresa la valoración que recibe desde esa área del Estado Nacional.

Cuadro No 1.- PROGRAMA SOSTENIMIENTO DEL EMPLEO Y SEGURIDAD ALIMENTARIAEN LA PEQUEÑA AGRICULTURA FAMILIAR (2008 - 2011)

AÑO

BENEFICIARIOS DIRECTOS

(familias semilleras)

BENEFICIARIOS INDIRECTOS

(familias receptoras / multiplicadoras)

SEMILLA KGPRECIO

SEMILLA($/KG)

MONTO APORTADO

MTEySS($)

2008 100 6000 MAIZ 60000 2,4 187500

2009 85 7500 MAIZ 75000 3,77 390200

2010 100

10000 MAIZ 100000 3,957

6292006000 HORTALIZAS

500 ARROZ 1000 8

1600 (MBYA) MAIZ

2011 100

6500 MAIZ 80000 6

965000500 ARROZ 1000 10

5000 POROTO 15000 12

1000 (MBYA) MAIZ

2171900

Fuente: Elaboración propia en base a datos del Programa

Más allá de los aspectos señalados en el Cuadro Nº 1, consideramos particularmente importantes algunos análisis efectuados, sus resultados y los interrogantes que abren para las políticas públicas destinadas a generar trabajo decente y promover el desarrollo local. Dos aspectos de los mismos nos parecen especialmente importantes: los requerimientos de trabajo familiar que implica el cultivo del maíz y la valorización de los usos posibles según el destino dado al grano (en Anexo Nº 1 se indican las pautas seguidas para los cálculos).

a) Trabajo Familiar en el cultivo de maíz

Se estimó la asignación aproximada de mano de obra familiar para las labores requeridas para cultivo, cosecha y desgrano manual del maíz, con la tecnología disponible, rinde medio de las variedades utilizadas y para la superficie cultivable -en base a la cantidad de “semilla“ entregada

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por el Programa-, resultando una cantidad de jornales familiares escalonados a lo largo del ciclo de cultivo.

b) Producción, destino y valorización del maíz

Sobre lo producido por cada agricultor, éste reserva “semilla” para el próximo ciclo de cultivo y adjudica un 50% para la satisfacción de las necesidades de consumo familiar (humano y animal), destinando el resto al mercado, donde existe una importante demanda, sea como maíz entero para alimentación animal, o como harina de maíz para el consumo humano.

Cabe aclarar que en el caso de Misiones, diversas iniciativas públicas han fortalecido la presencia de Ferias Francas en prácticamente todo el territorio; allí concurren los productores a vender directamente sus productos.

Estimando el beneficio por la venta de los productos excedentes (no necesarios para el consumo familiar) y asignándole un valor real a la producción que se consume directamente en la EAP, se observa un importante incremento en el ingreso predial de cada familia beneficiaria -“receptora de semillas”-. Si se trasformara el maíz obtenido en harina, huevos o carne, se intensificaría el trabajo en la unidad de producción, incrementándose también el valor de lo comercializado o autoconsumido y la remuneración de la mano de obra familiar.

Para el caso de la población de “semilleros” –grupos de pequeños agricultores organizados para la provisión del grano al conjunto del Programa- también se observa el impacto económico. Finalmente, multiplicando el ingreso incremental familiar de ambas poblaciones (semilleros y receptores), el efecto económico estimado es de $ 41.494.000/año.

De la cuantificación de la producción de alimento, se desprende el fuerte impacto potencial de este tipo de intervención, en el aporte a la seguridad alimentaria del pequeño productor y de la población zonal: 1.200 toneladas anuales de harina de maíz; 600 toneladas de choclo; 4.100 toneladas de grano; 1.120.000 docenas de huevo; 600 toneladas de carne de gallina; 114 de cerdo y 300 toneladas de granos aptos para la reproducción.

Si se plantea un cálculo para la estimación del trabajo incremental, los valores obtenidos demuestran como una pequeña decisión en el subsistema de autoproducción de las chacras de los pequeños productores familiares puede llegar a tener un importante impacto en el sector rural: los jornales asignados a la producción y transformación del maíz por estas 10.100 familias (“receptoras” y “semilleros”) genera un ingreso incremental predial, a través de autoconsumo (valor de ahorro) o comercialización, que “retribuye” la fuerza de trabajo y permite medir el incentivo que la actividad representa para el agricultor y su familia para maximizar sus ingresos y satisfacer sus propias necesidades alimentarias.

Relacionando los beneficios netos y los jornales empleados por la familia, se tiene una idea de cuánto está obteniendo el productor y su familia por dedicar su tiempo a esta actividad. Este indicador (jornal equivalente) revela un valor de $ 229.20/jornal, más de dos veces superior al jornal del Peón General, fijado por la Comisión Nacional de Trabajo Agrario.El proceso de generar autonomía, disponibilidad de alimentos y aportar a la sustentabilidad del sistema productivo, alentando la producción de alimentos con bajos requerimientos de insumos externos a la unidad de producción, no soluciona los problemas estructurales de estos pequeños productores misioneros, con recursos productivos limitados4, pero orienta líneas estratégicas de mediano – largo plazo en las que debe reforzarse la institucionalidad pública y la articulación con los actores sociales promotores de desarrollo.

4 Recursos productivos limitados: superficie de labor reducida y con baja productividad, sin recursos económicos para invertir en pequeñas tecnología.

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6. Reflexiones finales

En Argentina, el derecho a la Alimentación y al Trabajo, adquirió rango constitucional con la reforma de 1994. Según lo expresado en su artículo 75, inc. 22, el Estado tiene la obligación de garantizar, a través del diseño e implementación de políticas, todos los Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

Argentina, firmó el Protocolo Facultativo del PIDESC en septiembre de 2009 y en octubre de 2011, se constituyó en el primer miembro del G20 y del MERCOSUR en ratificar el Protocolo Facultativo de este Pacto, aprobado el 10 de diciembre 2008. Hasta que entre en vigor este Protocolo Facultativo, sólo se establece con carácter general un criterio de efectividad progresiva de estos derechos, de manera que los Estados firmantes asumieron solamente un compromiso de ir incrementando progresivamente su efectividad, debiendo tener una trayectoria activa en la adopción de medidas y teniendo como límite la disponibilidad de recursos. (United Nations Treaty Collection, 2012).

Aunque según el Director de FAO, José Graziano da Silva, en América Latina la seguridad alimentaria y agricultura familiar son dos temas que están íntimamente ligados, debido a que la agricultura familiar permite diversificar la base alimentaria de la población, recuperar y valorizar el consumo de productos tradicionales e impulsar las economías rurales, en Argentina esas funciones no están visualizadas por el conjunto de la sociedad. Tampoco se conoce su contribución al empleo sectorial, ni las condiciones en que estas familias desenvuelven las actividades productivas, por lo que resulta difícil incorporar sus demandas de políticas diferenciadas a la agenda pública.

El 67 % de los productores agrarios de Argentina -unos 219 mil en todo el país- organizan las actividades en su unidad de producción agropecuaria en base al trabajo familiar, sin incorporar ningún tipo de trabajador permanente ajeno a la misma: son “agricultores familiares”, “autónomos” o “cuentapropistas”; el 66 % aproximadamente forma parte de la población pobre de Argentina.

Desde la perspectiva del empleo, los “trabajadores por cuenta propia” y sus familiares explican un 24,6 % y 11,9 % respectivamente, de los ocupados en la agricultura en Argentina, con importantes diferencias a nivel regional, provincial y zonal. Aportan el 54 % del total del trabajo permanente del sector agropecuario nacional, pero además son también oferentes de trabajo -saliendo a trabajar fuera de la explotación- y también tomadores de trabajo en la unidad productiva. El 87 % del total de trabajo requerido por la unidad productiva es aportado por la mano de obra familiar.

Utilizan el 29 % del trabajo transitorio directo empleado en el sector, al que debería sumarse la superficie trabajada a través de la contratación de servicio de maquinaria, otra modalidad de incorporación indirecta de mano de obra transitoria: esta superficie representa el 19 % del total se superficie contratada en todas las EAP. El 23 % de los productores trabaja fuera de la EAP, en un 42 % en el mismo sector agrario y un 58 % fuera del mismo; el 55 % lo hace en condición de asalariado. La situación descripta, en condiciones de informalidad manifiesta interroga no sólo sobre las condiciones sino acerca de las acciones necesarias para alcanzar el derecho al trabajo decente, que incluye la seguridad social.

Ahora bien, Obschatko et al. (2006) cuando se refieren al “trabajo” o “empleo” en todos los casos se omiten las referencias a las características legales o productivas en que el mismo se realiza, lo que es posible tampoco con las fuentes de información disponible.

En las complejas estrategias de ingresos y de vida de los pequeños agricultores, se reconocen cuatro tipo de componentes monetarios básicos: la venta de productos en el mercado; el ahorro resultante de la producción para la autoconsumo familiar; el trabajo “extrapredial”, es decir fuera de su propia explotación agropecuaria, y finalmente los ingresos resultantes de jubilaciones y

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pensiones; programas públicos o privados de asistencia; remesas de familiares, etc. La crisis de muchas producciones tradicionales para el mercado y un contexto generalizado de desempleo rural y urbano, hizo que se recuperan prácticas tradicionales desatendidas en el contexto de modernización capitalista del sector agroalimentario y agroindustrial.

La prioridad, estimulada por diversos programas públicos, consistió en recuperar la seguridad alimentaria, produciendo los alimentos necesarios para garantizar la reproducción familiar y, en un segundo momento, estimular la generación de ingresos adicionales a través de la venta de excedentes en los mercados locales. En las últimas décadas se ha profundizado un proceso de asalarización del sector, con un mayor peso relativo de los ingresos extraprediales, respecto de los generados (por autoconsumo o mercado) dentro de la explotación.

En términos muy generales, se identifican como característicos de la producción de este tipo de agricultores algunos alimentos básicos que varían según zona; por ejemplo el maíz, zapallo, poroto, batata y mandioca están generalizados entre los pequeños agricultores del norte; aves, cerdos y vacunos son comunes a numerosos sistemas productivos, lo mismo que los vacunos, cabras y ovejas en otros.

Los programas públicos han promocionado este tipo de alimentos para la seguridad alimentaria familiar desde principios de la década del ’90, tanto a nivel de las EAPs de los pequeños productores, como en la “agricultura urbana”, por lo que las estimaciones de este tipo de aportes –si bien varían por zona- manifiestan un importante crecimiento en volúmenes, calidad, diversidad y nivel de valor agregado, tanto para el consumo familiar, como para el abastecimiento a pequeños núcleos urbanos.

En principio, la ecuación compuesta por términos como inseguridad alimentaria y producción de alimentos, parecería evidenciar una resolución sencilla; sin embargo hay sectores de la población con hambre y numerosos pequeños agricultores pobres e indigentes, empujados a renunciar a su identidad campesina.

El Programa Misiones Autoconsumo (PMA) de Misiones, desarrollado a partir de 2003 a instancias del plan “Hambre Cero”, al que da continuidad temporal y un enfoque más integrador la participación del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación a partir del 2008, es una intervención pública que promueve la agricultura familiar, atiende la problemática de la inseguridad alimentaria y genera condiciones político-sociales facilitadoras de la participación y la inclusión social.

La experiencia de seguridad alimentaria basada en la producción de maíz con semillas de variedades locales multiplicadas por los propios agricultores familiares de Misiones -que se ha descrito en este trabajo- es demostrativa de la potencialidad que algunas acciones públicas articuladas, planificadas y temporalmente continuas poseen, tanto para dar respuesta a situaciones de crisis alimentarias, como para aportar a la autonomía –capacidad de producir los alimentos básicos que se consumen-, a la sustentabilidad –mediante el manejo agroecológico de los sistemas productivos- y a la equidad, al fomentar la organización, la participación social, el respeto a las identidades y a la cultura local.

Los estudios realizados cuantificando las implicancias del mismo en el trabajo y en los ingresos dentro de la explotación, demuestran el impacto multiplicador de la propuesta: generación de trabajo que no compite en el tiempo con otras actividades, más y mejor alimento para la familia y generación de excedentes de calidad –harina de maíz, huevos, pollos, cerdos- para los mercados locales. El trabajo equivalente necesario para estas actividades permite obtener ingresos por día superiores a los potencialmente obtenibles en el mercado de trabajo, incluso en la muy hipotética situación de que se cumpliera con los salarios de convenio estipulados por la legislación vigente.

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En base a lo analizado, se podría afirmar que la propuesta posibilita avances sustantivos en el derecho a la alimentación y al trabajo, mas, para que este pueda considerarse “decente” resta un importante esfuerzo del Estado a fin de crear las condiciones para que estos agricultores accedan a la seguridad social, a la educación y a la salud.

7. Referencias Bibliográficas

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INDEC (2001). "Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001. Resultados Generales". Min. de Economía. Bs.Aires.

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° Manzanal, Mabel; González, Fernando (2010). "Soberanía alimentaria y agricultura familiar. Oportunidades y desafíos del caso argentino", Realidad Económica Nº 255. 1º de octubre/15 de noviembre de 2010.

° MERCOSUR (2006). "ESTRATEGIA MERCOSUR DE CRECIMIENTO DEL EMPLEO. XXX CMC" – MERCOSUR/CMC/DEC. Nº 04/06.http://www.mercosur.int/msweb/SM/Normas/Decisiones/ES/2006/DEC%2004-06-EstrategiaMCSCrecEmpleo-ES.pdf

° Ministerio de Desarrollo Social (2003). "Plan Nacional de Seguridad Alimentaria; RESOLUCIÓN MINISTERIAL Nº 2040/2003". 29 DIC, 2003.-

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° Obschatko, Edith; Fotti, Ma. del Pilar; Román, Marcela (2006) “Los pequeños productores en la República Argentina”. Serie Estudios e Investigaciones Nº 10. PROINDER/SAGPyA-IICA. Bs.Aires

° OIT (1999), "El Programa de Trabajo Decente"http://www.ilo.org/global/about-the-ilo/decent-work-agenda/lang--es/index.htm

° OIT (2011) "Trabajadores independientes, mercado laboral e informalidad en Argentina". http://www.oit.org.ar/documentos/trab_indep.pdf. ISBN: 978-92-2-324295-4 (web pdf)

° OIT (2011) "Programa de Trabajo Decente por País - Argentina 2008-2011". Oficina de la OIT en Argentina, 1º Edición, Buenos Aires, 2009.

° Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación -FAO- (2005) "Directrices Voluntarias en apoyo de la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada en el contexto de la seguridad alimentaria nacional".http://www.fao.org/righttofood/publi_01_es.htm

Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación -FAO- (2011). "Gobiernos de América Latina deben fortalecer la agricultura familiar para mejorar la seguridad alimentaria". http://www.rlc.fao.org/es/prensa/noticias/gobiernos-deben-fortalecer-agricultura-familiar-para-mejorar-seguridad-alimentaria/

° Rodríguez Otaño, Andrés; Carballo González, Carlos (2010): "Cadena de los maíces “criollos”, seguridad alimentaria y empleo entre los pequeños agricultores de Misiones. Actores, etapas y reflexiones a partir de un proceso con dos décadas de continuidad". Asoc. Arg. de Extensión Rural – AADER. San Luis. Argentina

° Roig, Alexandre (2008). "El desarrollo como conflicto institucionalizado", Realidad Económica Nº 237, 1º de julio /15 de agosto de 2008, p.80-92.

° Sadha, M.; (2009): “Las semillas en manos de los agricultores: Las Ferias de intercambio”. VIJornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios. Fac. de Cs. Económicas. UBA. Bs. Aires.

° United Nations Treaty Collection (2012). http://treaties.un.org/Pages/ViewDetails.aspx?src=TREATY&mtdsg_no=IV-3-a&chapter=4&lang=en

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Anexo Nº 1.- El “PROGRAMA MAICES" en la Provincia de Misiones

1.- Introducción

El proceso analizado se vincula a la selección, multiplicación y difusión de granos de “maíces criollos” en la provincia de Misiones, en el que se caracterizan dos períodos consecutivos de intervención pública, diferenciando objetivos, estrategias y actores. La evaluación se realiza en base a información secundaria, entrevistas a actores relevantes y talleres de evaluación y planeamiento; esta información complementó la visión inicial dada por la observación participante, en el primero de los dos períodos y la intervención directa en el segundo, como integrantes de la Secretaría de Empleo, del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, un actor público incorporado a partir del reconocimiento de la potencialidad de la producción de maíz en pequeña superficie, como generador de empleo familiar en las explotaciones.

En este último período se centra el trabajo, incorporando las estimaciones de trabajo equivalente resultantes de la producción familiar del grano, su proyección en caso de seguir con este tipo de políticas y las demandas resultantes para el sistema de investigación, experimentación, extensión y desarrollo rural provincial.

2.- Antecedentes

El reconocimiento y valoración de los antecedentes es clave para comprender las características fundamentales del proceso que se analiza.

Los agricultores, años tras año, tradicionalmente guardaban las semillas de las distintas especies y variedades que cultivaban, “…seleccionándolas por diferentes características por ellos valoradas, tales como: resistencia a plagas y enfermedades, resistencia a variaciones climáticas, precocidad, productividad, propiedades culinarias o medicinales…” (Sadha, 2009). Estos criterios se trasmitían de generación en generación y de persona a persona en las distintas comunidades. El avance de la agricultura “moderna”, altera esta dinámica, impulsando la producción masiva de cultivos de alto rendimiento, basadas en semillas generadas por empresas agroindustriales de acuerdo a pautas dadas por los mercados globalizados; por acción u omisión del sector público, gradualmente se fue perdiendo parte de esta gran diversidad mantenida a través del tiempo.

Los agricultores de Misiones no estuvieron ajenos a este modelo modernizador del agro, que recién comenzó a revertirse en 1994, cuando se pone en marcha un tímido proceso de valorización y recuperación de las “semillas” aunque más correctamente -y en los términos de la legislación vigente- debería hablarse de material genético, ya que incluye semillas de distintas especies y variedades de alimentos, medicinales, caña de azúcar, mandioca, forestales nativas, ornamentales, etc. Algunas organizaciones y técnicos preocupados por el desarrollo rural y la pérdida de biodiversidad, inician acciones de recuperación y revalorización de semillas que los agricultores habían conservado por el valor que le otorgaban.

El avance en la articulación hizo posible la realización de “Ferias de Semillas”, un camino en que se reconoce la concreción de numerosas ferias locales, regionales y nacionales de encuentro, capacitación, difusión e intercambio. La continuidad dio lugar a la conformación de la red “Movimiento en Defensa de la Semilla Campesina de Misiones” o “Movimiento Semillero”, “… un espacio, un tejido integrador de lazos, voluntades y resistencia que incluye a Productores y Técnicos en forma individual, Organizaciones de Agricultores, ONGs, Iglesias, Municipalidades, Organismos del Estado, Escuelas Públicas del medio rural y de Alternancia (EFAs), de diferentes lugares de la provincia de Misiones…(resaltándose los siguientes objetivos para el mismo)…rescatar, conservar y multiplicar la biodiversidad que recrean los agricultores familiares e indígenas de Misiones; valorizar y defender el libre intercambio de semillas criollas y nativas, como garantía de la soberanía alimentaria; fortalecer la agricultura familiar y la independencia de

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los agricultores en el marco de una propuesta agroecológica; promover la formación de una red solidaria y la capacitación de todos sus integrantes; fomentar la participación popular y contribuir al cuidado del ambiente”.(Sadha, 2009)

La evolución seguida se superpone y en algunos casos se articula con otros actores públicos, a partir del profundo cambio en el modelo de crecimiento nacional que se da a partir del 2003. A partir del mismo se incorpora con un rol más dinámico inicialmente el Ministerio de Desarrollo Social y luego del de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, incrementando simultáneamente la coordinación con el estado provincial y los municipios de Misiones.

Como se aprecia, la consolidación del “Movimiento” es simultánea en el tiempo con la puesta en marcha de políticas públicas nacionales, que se ejecutaron en la provincia de Misiones, particularmente el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria (“El Hambre más Urgente”). “No hace muchos años, en los 70-80, por ejemplo, los productores de Misiones contaban con material de reproducción de los productos base de la alimentación: poroto, mandioca, maíz, maní, arroz, de animales de granja, etc. Hoy en cambio, es necesario darles las semillas y estimularlos en la necesidad y posibilidad de producir su propio alimento si es que se quiere promover su seguridad alimentaria” (Programa Misiones Autoconsumo-PMA). En base a este diagnóstico, se planifican objetivos y estrategias generales ejecutándose durante 2003-2007, período en el que se pueden reconocer una serie de aspectos comunes y propios de cada etapa, siempre apoyo del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.

3.- El Programa Misiones Autoconsumo-PMA

La distribución de semillas de alimentos básicos a la población rural con NBI es el principal componente del PMA y los Municipios el brazo ejecutor. Las “semillas” son adquiridas en el mercado local –cuando existen, como el caso de maíz criollo recuperado por los propios pequeños productores, el poroto o el arroz de secano- o en otras provincias, como los “Kits” de hortalizas adquiridos a FECOAGRO de San Juan, porotos comprados en el NOA. Estas decisiones dependieron de la evolución del financiamiento y del momento en que el mismo estaba disponible.

En 2003 abarcó a 15.000 pequeños productores de 36 Municipios, a quienes se entregó 10 Kg. de semillas de maíz criollo –de alguno de los cinco ecotipos seleccionados por los agricultores- y un “kit” de hortalizas. Posteriormente se sumaron semillas de poroto. En el 2004 se entregaron 5 kg. de maíz criollo a 12000 pequeños productores, 3 kg. de poroto a 15.000 –a fin de que cultivaran 0,25 ha cada uno), 1,5 kg. de arroz a productores del norte de la provincia que tienen incorporado este grano en sus sistemas productivos y 20.000 “kits” de hortalizas a productores y habitantes urbanos con necesidades alimentarias.

El alcance del PMA fue significativo, tanto por la continuidad lograda a través del tiempo, como por la cantidad de “beneficiarios” alcanzados, pero a nuestro entender su originalidad está dada por una serie de decisiones político institucionales inéditas hasta el momento; destacamos entre ellas la constitución de un Consejo Técnico Asesor conformado por representantes de todos los actores públicos y privados participantes en el PMA –una red interinstitucional que se mantiene hasta el presente- y la adquisición de ecotipos de maíces criollos a grupos y organizaciones con elevado grado de informalidad.

La intervención del Estado en la compra de maíz criollo ha sido una decisión estratégica cuyas consecuencias recién comenzaron años después, ya que no se redujo a una simple transacción comercial, sino que constituyó una decisión explícita clave para la seguridad y la soberanía alimentaria que “las semillas estén en manos de los agricultores”: Esto incentivó también la participación en el proceso asociativo de experimentación en marcha.

4- Intervención del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación19

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El “Programa Sostenimiento del Empleo y Seguridad Alimentaria” es la resultante del aprendizaje obtenido a través de la ejecución en la provincia del Plan Nacional de Seguridad Alimentaria, otras experiencias recientes de distribución de semillas destinadas a la producción de alimentos, particularmente de hortalizas –el Programa Pro Huerta por ejemplo- y la existencia de una práctica generalizada de comercialización directa a través de Ferias Francas. Esto hizo que la estrategia no se restringiera exclusivamente a dar continuidad a la adquisición-distribución de semillas de maíz, sino que se integrara con el financiamiento destinado a fortalecer la incorporación de trabajo y el agregado de valor a las organizaciones que participaban en la producción de las mismas.

La mirada de la Secretaría de Empleo del Ministerio de Trabajo fue puesta en la “cadena del maíz”, más que en alguna de sus etapas, lo que permitió avanzar en el conocimiento de las actividades que se daban en la propia unidad productiva. Una parte importante de la producción de variedades locales de maíz a cargo de organizaciones de productores, es adquirida y distribuida por los organismos provinciales que participan en el Convenio con la Secretaría de Empleo del MTEySS – Gobierno de la Provincia de Misiones, quienes son responsables de su distribución a municipios, organizaciones formales o informales de pequeños productores y algunas comunidades indígenas, a través de los cuales llegan a las familias rurales más pobres.

Los organismos provinciales, municipales y las organizaciones participantes asumen actividades de difusión y/o capacitación, entre los receptores directos de las “semillas”, promoviendo técnicas apropiadas de cultivo, selección de grano apto para la reproducción, su conservación para resiembra en el ciclo siguiente y aprovechamiento de los granos para alimentación humana o animal y venta de excedente.

4.1.- Evolución 2008-2011

Entre 2008 y 2011 el Programa fue incorporando sucesivas variantes, que tuvieron que ver con los recursos disponibles y con la evaluación continua de la práctica realizada. Aproximadamente el 90 % de la semilla se canaliza entre los pobladores con NBI de cada municipio, a través de las autoridades municipales. “Beneficiarios” de 42 municipios recibieron las mismas en el 2011, así como representantes de 12 organizaciones formales e informales de pequeños productores y un pequeño grupo de comunidades indígenas del Pueblo Mbyá - Guaraní. Como se aprecia, el compromiso y la responsabilidad de cada municipio / organización, determina el momento, oportunidad, lugar y asistencia técnica que reciben los beneficiarios del mismo, una diversidad de situaciones que no siempre pueden acompañarse adecuadamente desde el Estado provincial.

4.2.- Contribución al autoempleo en las explotaciones y a la seguridad alimentaria y otros impactos directos e indirectos

En relación al trabajo en la unidad productiva, los agricultores familiares se diferencian del resto de los productores agrarios, en que en sus explotaciones el 87,3% del trabajo es aportado por el productor y su familia, no habiendo trabajadores permanentes con remuneración. Se afirma también que los pequeños productores aportan el 54% del empleo total (permanente y transitorio por contratación directa) a nivel nacional.

La relevancia de este enfoque está dado por la capacidad potencial del Programa de remunerar ese trabajo familiar, promoviendo un modelo social, técnica y ambientalmente sustentable. La presuposición de que una intervención de este tipo tendría un impacto positivo cuali y cuantitativo en el autoconsumo, seguridad alimentaria y nivel y remuneración del empleo/autoempleo del pequeño productor, fue evidenciada a través de entrevistas a agricultores – informantes calificados y acceso a información secundaria (Dirección de Economía Agraria de Misiones), lo que permitió construir indicadores que muestran el impacto mencionado. Los datos relevados, se

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refieren a dos dimensiones: producción de autosubsistencia y trabajo familiar destinado a lograr la producción y recolección del grano.

La primera surge del modelo tecnológico tipo de producción - consumo del pequeño agricultor misionero relevado por técnicos locales y validado en reuniones con los propios productores, y la segunda a la asignación que la familia hace de su mano de obra a las diversas actividades productivas.

En el cálculo se parte de una serie de supuestos, como que cada familia tiene interés y posibilidades económicas de incrementar sus planteles de granja y que esta producción es altamente valorada por su aporte a la seguridad alimentaria familiar, constituyendo el maíz parte de la base de su alimentación; que esta decisión no implica asumir costos incrementales considerables, ya que la producción de maíz y de los animales de granja se efectúa sin apelar a ningún tipo de insumo externo a la explotación. Además, que existe mercado local para el grano obtenido y para la producción de harina, carnes o huevos que se pueda lograr, ya que forma parte habitual del trueque o intercambio que se realiza en las comunidades y/o puede comercializarse localmente, sobre todo en las zonas donde existan ferias francas o canales directos de comercialización puerta a puerta.

Se advierte que la tecnología de artefactos (arado de palo y carpidora de tracción a sangre, sembradora manual taca-taca) y de procesos (conocimiento tradicional) con que cuenta el agricultor es adecuada para adoptar el cultivo de las variedades de maíz criollas, ya que se trata de un cultivo conocido, directamente asociado a sus hábitos alimentarios. Además, una serie de ventajas adicionales facilitan el “pequeño cambio” que se propone: costo de producción mínimo, al estar desligado del uso de insumos externos y por tratarse de una producción totalmente “agroecológica”; variedades adaptadas a las condiciones ambientales locales, a las cada vez más frecuentes situaciones de stress hídrico e incremento de plagas y, principalmente, porque puede autoreproducirse, generando las semillas que se pueden sembrar en sucesivos ciclos posteriores.

a) Trabajo Familiar

El requerimiento aproximado de mano de obra familiar para las labores de preparación del suelo (tracción a sangre), cultivo, cosecha y desgrano manual del maíz (con rinde medio de 2400 Kg/ha) para 0,5 ha. es aproximadamente 18 jornales.

b) Producción, destino y valorización del maíz

Sobre 1.200 kg. producidos por cada agricultor en media hectárea –lo factible en base a la “semilla “ entregada por el Programa- este reserva aproximadamente el 2% (24 Kg.) como “semilla” para el próximo ciclo de cultivo. Se estima que el 50% de los 1200 Kg. producidos, satisface las necesidades de consumo familiar (humano y animal), adjudicándose a un uso aproximado y representativo (como harina de maíz, grano fresco -choclo-, cría de aves y de cerdos); el resto, 50 % del grano -600 kg.- se destina al mercado.

Estimando el Beneficio por la venta de excedentes y valorizando en moneda la producción para autoconsumo se observa que el ingreso predial de cada familia beneficiaria “receptora de semillas”, se incrementará en $ 4109.-. Si se trasformara el maíz obtenido en harina, huevos o carne, se intensificaría el trabajo en la unidad de producción, incrementándose también el valor de lo comercializado o autoconsumido y la remuneración de la mano de obra familiar.

Para el caso de la población de “semilleros” –grupos de pequeños agricultores organizados para la provisión del grano al conjunto del Programa- el impacto económico individual para cada uno de los 100 productores, que comercializan 1000 kg. en promedio (a $ 4,00/Kg.), será de $ 4.000.- Multiplicando el ingreso incremental familiar de ambas poblaciones (semilleros y receptores), el efecto económico estimado es de $ 41.494.000/año.

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De la cuantificación de la producción de alimento, se desprende el fuerte impacto potencial de este tipo de intervención, en el aporte a la seguridad alimentaria del pequeño productor y de la población zonal: 1.200 toneladas anuales de harina de maíz; 600 toneladas de choclo; 4.100 toneladas de grano; 1.120.000 docenas de huevo; 600 toneladas de carne de gallina; 114 de cerdo y 300 toneladas de granos aptos para la reproducción.

Si se plantea un cálculo para la estimación del trabajo incremental, los valores obtenidos demuestran como una pequeña decisión en el subsistema de autoproducción de las chacras de los pequeños productores familiares puede llegar a tener un importante impacto en el sector rural: 10.100 familias (“receptoras” y “semilleros”) que destinen 18 jornales para producir 1200 Kg. de maíz, implica la asignación de 181.800 jornales por ciclo de cultivo. Este valor se amplia considerablemente si se ponderara también el trabajo necesario para, desgranar, acondicionar y almacenar aproximadamente unas 12 mil toneladas de maíz.

Con la intención de analizar qué “retribución” o “retorno” tiene la fuerza de trabajo de la familia por producir y transformar el maíz, a través de su consumo (valor de ahorro) o comercialización, se utilizó un indicador cuantitativo, considerado adecuado para medir el incentivo que la actividad representa para el agricultor y su familia para maximizar sus ingresos y satisfacer sus propias necesidades alimentarias. Relacionando los beneficios netos (considerando el valor monetario de todo lo producido con el maíz cultivado, ya sea que se consuma en finca o se comercialice) y los jornales empleados por la familia, se tiene una idea de cuánto está obteniendo el productor y su familia por dedicar su tiempo a esta actividad:

Retorno por día de trabajo = $ 41.494.000/181.000 jornales = $ 229.20/jornal

Luego, si bien consideramos que el costo de oportunidad asignado a la mano de obra familiar por el mercado de trabajo (salario en el mercado laboral), no es una variable que represente el valor sombra del tiempo de la familia, a modo de ejercicio, se puede observar que el valor del jornal equivalente calculado, es más de dos veces superior al jornal del Peón General, fijado por la Resolución N° 75 de la Comisión Nacional de Trabajo Agrario en $97,20.-, vigente desde septiembre de 2010 hasta la fecha de cálculo.

5.- Algunas conclusiones en relación a la dinámica, los desafíos y los escenarios

En base a información secundaria, entrevistas y como resultado de la propia práctica institucional se identificaron los aspectos relevantes de las distintas líneas de acción y los distintos actores que impulsaron en la provincia de Misiones la recuperación y distribución de material genético original en manos de los pequeños agricultores. A pesar de las diferencias de objetivos y enfoque pudieron reconocerse los rasgos generales de un proceso que se mantuvo y fue cobrando importancia a través de las dos últimas décadas.

Se asiste a un proceso con numerosos actores que sólo en algunas instancias han logrado coordinar su accionar, aunque visto en perspectiva quizás sea más correcto hablar de un proceso en que el compromiso de algunas personas –sobre todo técnicos del sector público- se mantuvo inalterable, pero no siempre fue asumido por los programas e instituciones en los que se desempeñaron; en los momentos en que ello ocurrió se pudo potenciar el ritmo de avance, ampliando la cantidad de participantes y profundizando las líneas de trabajo.

Los puntos de inflexión en el tiempo se encuentran dados por la actuación del Estado –financiamiento y acompañamiento nacional con ejecución provincial- en la que ha sido clave la compra de material genético seleccionado por los pequeños agricultores. Hasta el 2002 la orientación del proceso de recuperación, multiplicación e intercambio de semillas estuvo enmarcada por el esfuerzo de un conjunto de técnicos ligados a programas públicos nacionales y

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provinciales, a algunas ONGs, iglesias, organizaciones, etc. que fueron articulando su accionar en una red, el Movimiento Semillero de Misiones.

A partir de ese año, se hace evidente la reorientación en las políticas públicas, criticando las acciones focalizadas y puntuales que caracterizaron el período neoliberal. El mayor compromiso del Estado con el desarrollo se manifiesta a través de la redefinición de objetivos y estrategias que procuraban universalizar las prestaciones, a partir de los reconocimientos de derechos básicos fundamentales, como el de la seguridad alimentaria.

A la restringida mirada en los organismos y programas ligados a la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación-SAGPyA y al INTA en relación al desarrollo rural –en la que prevalecía un marcado sesgo productivista -se suma posteriormente el creciente accionar del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación a través del “Plan Nacional de Seguridad Alimentaria”, quien apoya la creación del “Programa Misiones Autoconsumo”; éste se ejecuta hasta el 2007, consolidando una red interinstitucional sobre la que se apoyan posteriormente otras iniciativas.

A partir del 2005, la creación de la Unidad de Empleo Rural, en la Dirección Nacional de Promoción del Empleo de la Secretaría de Empleo del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, permitió ir ampliando la visión de la problemática del trabajo en las áreas rurales, reconociendo la importancia del autoempleo entre los trabajadores rurales con tierra y recursos productivos. Los “trabajadores autónomos o independientes y sus familiares” de las categorías censales, comenzaron a hacerse más visibles a medida que se reconocía la magnitud del trabajo incorporado en las pequeñas unidades de producción.

Las distintas miradas en relación a la problemática de la agricultura familiar y el desarrollo rural comienzan a superponerse a medida que se profundiza el conocimiento y reconoce la integralidad y heterogeneidad de la problemática que se pretende abarcar; la que, por la ausencia de políticas públicas diferenciales –que discriminen positivamente- para los sectores con menos recursos, agrava aún más una problemática estructural que en muchos casos pone en peligro, no solo la producción, sino la subsistencia familiar.

Lo más significativo de la contribución del Ministerio de Trabajo de la Nación estuvo dado por incorporar a la estrategia provincial de producción y distribución de semillas de maíz criollo una visión más integral que incluye la totalidad de la cadena del maíz y la importancia del valor que se puede agregar y el trabajo generado en cada una de esas etapas. Además destaca:

- la difusión de las estimaciones realizadas en relación al trabajo requerido por la producción del maíz criollo; a pesar de que todas las caracterizaciones de la agricultura familiar incluyen y privilegian el trabajo en la explotación, son mínimos los cálculos referidos al tema; podría decirse que, a pesar de los enunciados, el trabajo en la agricultura familiar es poco conocido y no se toma en cuenta de acuerdo a su real importancia. No sólo se subestima su importancia cuantitativa, sino que se desconoce su variación a lo largo del año y la contribución al mismo de los distintos integrantes del grupo familiar.Que el cultivo de una hectárea de maíz con la tecnología tradicional y bajos rindes promedio de los pequeños productores requiera unos 18 jornales por ciclo de cultivo, y que el desgranado manual implique al menos otros 12 jornales, ha sorprendido a no pocos técnicos del sector.

-calcula el aporte de la producción de maíz en muy pequeñas superficies a la seguridad alimentaria de las familias productoras, valorizando económicamente el autoconsumo y los posibles excedentes para el mercado; estimaciones con valores medios dan razón a quiénes tradicionalmente afirmaron que el maíz es el corazón de la producción granjera, pues forma parte de la alimentación de prácticamente todos los animales: aves, cerdos, vacunos en general (lecheras, terneros, animales para carne, sea como grano, forraje verde o ensilado) y más recientemente de los peces criados en cautiverio.

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-proyectando el autoempleo generado o ampliado en las unidades de producción y los alimentos producidos a los 10.000 pequeños productores que se asisten, los valores resultantes tienen una magnitud que sorprende y fuerza a la reflexión. ¿Cuáles podrían ser los dos principales impactos esperables si, por ejemplo: a) se mejorara el manejo del cultivo y se pudieran duplicar – totalmente posible con las semillas y la tecnología disponible- el rinde por unidad de superficie, pasando de 2,4 a 4,8 Ton/ha?; b) la producción excedente de grano fuera transformada en proteínas animales en mayor proporción que en la actualidad, utilizando con ese propósito el 80 ó 90 % del grano total cosechado?

No se trata de una utopía, como lo muestra a pequeña escala el impacto logrado los tres últimos años, pero ello implica un importante cambio en la institucionalidad lograda en el Programa Sostenimiento del Empleo y Seguridad Alimentaria en la Pequeña Agricultura Familiar y, sobre todo y muy especialmente, en la institucionalidad provincial para el desarrollo rural.

Objetivos similares no implicaron ni implican necesariamente políticas comunes y acciones coordinadas en el territorio, ya que a pesar de las buenas voluntades continuó prevaleciendo la lógica neoliberal: cada uno siguió con sus programas, desconociendo la presencia en los mismos territorios de otros actores públicos cuya acción se dirigía al mismo tipo de beneficiarios. La necesidad de la coordinación y la articulación fue sólo un eslogan, que se transformó en práctica concreta sólo en muy contadas ocasiones. Sigue siendo uno de los grandes temas pendientes y, como lo demuestra la práctica, no muy fácil de solucionar, ya que implica cambios profundos en las actitudes y valores de políticos, funcionarios, técnicos y dirigentes sociales.

Si bien la proyección provincial de los cálculos realizados a nivel de Explotación Agropecuaria demuestran la importancia de este “pequeño cambio” introducido en el subsistema “producción de autosubsistencia” de las pequeñas chacras, podría alcanzar tanto para la seguridad alimentaria de los pequeños productores familiares como para el abastecimiento provincial de algunos alimentos básicos, queda claro que ello no es posible de no mediar el planeamiento estratégico y decisiones políticas del más alto nivel.

Superar los puntos críticos identificados en la producción de ecotipos locales de maíz criollo, la distribución oportuna, la capacitación y asistencia técnica de más de 10.000 pequeños productores familiares, la organización para criar, procesar y comercializar los enormes volúmenes de alimentos de calidad que se pueden producir, supera las posibilidades y capacidades individuales de cada organismo, programa e institución interesada en el tema. Puede lograrse, estamos seguros, aun con las restricciones estructurales dadas por la situación actual de distribución y tenencia de la tierra, siempre y cuando el Estado tomara las decisiones de políticas activas que claramente se vislumbran.

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