rondo cameron, segunda logística de europa

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Page 1: Rondo Cameron, Segunda logística de Europa

Rondo Cameron, Historia Económica Mundial.

Cap. 5 SEGUNDA LOGÍSTICA DE EUROPA

Hacia mediados del siglo XV la población de Europa comenzó a crecer de nuevo; este crecimiento se generalizó durante el siglo XVI y a principios del siglo XVII encontró los frenos del hambre, la peste y la Guerra de los treinta años. A mediados del siglo XVII las economías europea y mundial eran muy diferentes de lo que fueron en el siglo XV. Entre las diferencias podemos destacar:

1-Los horizontes geográficos, de gran amplitud. La época de crecimiento demográfico corresponde a la etapa de las exploraciones marítimas y descubrimientos, colonización, aumento de las fuentes de recursos y cambios institucionales en la economía europea.

2-Gran desplazamiento de los principales centros de actividad económica dentro de Europa. Durante el siglo XV las ciudades del norte de Italia mantuvieron la supremacía económica, pero poco después los portugueses asumieron el monopolio de las especias. Sin embargo la decadencia de Italia fue pro-gresiva, una serie de guerras interrumpieron el comercio y las finanzas, tratándose de una decaden-cia más relativa que absoluta dado el aumento del volumen de comercio europeo.

La riqueza de las indias y las Américas no se distribuyó de forma equitativa, y así, el este, centro y norte de Europa no participaron de forma significativa de la prosperidad comercial del siglo XVI (La Hansa). Los grandes beneficiarios de los descubrimientos fueron los Países Bajos, Inglaterra (pasa de ser un país retrasado en la producción de materias primas a ser un país manufacturero) y el norte de Francia (gran desarrollo del comercio oceánico). Flandes se recuperó de la gran depresión de la Baja Edad Media y Amberes se convirtió en el puerto y la ciudad más importante del continente durante la primera mitad del siglo XVI. Ámsterdam sería la gran metrópoli comercial y financiera del siglo XVII (debido a las consecuencias negativas para la economía que tuvo la independización de los Países Bajos de España en 1568).

Población y niveles de vida.

En Europa a mediados del siglo XV la población total era de 45 ó 50 millones de habitantes; a media -dos del siglo XVII la población estaba cerca de los 100 millones. Este crecimiento gracias a mejoras inmunológicas contra la peste, mejoras climáticas, salarios reales más altos, índice de mortalidad re-ducido, índice de natalidad mayor posibilitaron un crecimiento sostenido de la población durante el siglo XVI.

La densidad de población estaba estrechamente relacionada con la productividad agrícola. Superpo-blación: España y Portugal tienen una salida para el exceso de población en sus imperios coloniales. El norte de Europa aboga por la adquisición de colonias para solucionar este problema, y sin embargo las migraciones a ultramar fueron escasas. Fueron mayores las migraciones locales, que generaron un crecimiento mayor de la población urbana que de la total, siendo la primera mayor en el norte de Europa que en el Mediterráneo.

Este crecimiento urbano no fue un indicador favorable del desarrollo económico en el siglo XVI, pues las ciudades eran centros comerciales y administrativos más que industriales, y los emigrantes rurales formaban un “lumpenproletariat”, un conjunto de mano de obra no cualificada y eventual, a menudo desempleada. A finales del siglo XVI la presión de la población sobre los recursos se hizo extrema.

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Exploración y descubrimiento.

No existió relación causal entre los fenómenos demográficos de Europa y los descubrimientos maríti-mos que permitieron el comercio directo entre ésta y Asia, la conquista del nuevo mundo y la coloni -zación del mismo. El crecimiento de la población había comenzado antes, pero pese a ello el comer-cio extraeuropeo durante los siglos XVI y XVII fue pequeño en comparación con el intraeuropeo.

Los progresos alcanzados por Europa en el siglo XV en el ámbito geográfico fueron en gran medida gracias al príncipe Enrique el Navegante, hijo menor del rey de Portugal que se dedicó a fomentar la exploración de la costa africana para alcanzar el océano índico, pero no vivió para ello. En 1481 Juan II subió al trono para reanudar las exploraciones a un ritmo acelerado. Los portugueses capitalizaron su ventaja y establecieron puestos de comercio desde Mozambique y el golfo Pérsico hasta las islas de las especias. En 1513 habían alcanzado el sur de China y a mediados de siglo mantenían relaciones comerciales con Japón.

La expansión en ultramar y sus consecuencias en Europa.

La expansión europea en ultramar y la conquista colonial llevadas a cabo en el siglo XVI perteneció prácticamente a España y Portugal, pioneras en el descubrimiento, exploración y explotación del mundo no europeo. En este siglo sus dominios eran los más extensos y su riqueza y poder los más grandes del mundo. En 1515 los portugueses eran los dueños del océano índico, pero el imperio es-pañol resultó ser más provechoso; volvieron al Caribe en busca de oro y plata y se aseguraron de co -lonizar y poblar las zonas conquistadas. Ello ocasionó un elevado número de muertes indígenas debi-do a la viruela, sarampión o tifus, por lo que la mano de obra esclava fue sustituida a partir de 1501 por africanos importados.

En el ámbito económico la expansión aumentó el volumen y variedad de los objetos de comercio. Muchos comestibles antes desconocidos en Europa se introdujeron y naturalizaron, convirtiéndose en alimentos corrientes de la dieta.

La revolución de los precios.

El flujo de oro y plata de las colonias españolas aumentó las reservas europeas de los metales mone -tarios, triplicándolas en el siglo XVI. El gobierno español trató de prohibir la exportación de lingotes, pero él constituía el peor infractor, pues pagaba sus deudas y financiaba sus guerras con lingotes. Como consecuencia de la extensión de los metales preciosos por Europa se produjo un alza de los precios, tres o cuatro veces más altos a finales de siglo. El precio de los alimentos subió más que el de otros artículos, mientras los salarios quedaron rezagados generando una caída de los salarios reales.

A la subida de los precios contribuyeron el incremento de producción de plata en Centroeuropa y las importaciones de oro procedente de África, así como el aumento de la población. Pero este último factor no causó el crecimiento absoluto de los precios, aunque retrasó los salarios, y llevó a la indus-tria y la agricultura a no poder soportar el excedente de mano de obra.

Las fuertes fluctuaciones a corto plazo causaron un desastre mayor que la inflación general a largo plazo, pero la revolución de los precios redistribuyó los ingresos y la riqueza de los individuos y gru-pos sociales.

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La causa fundamental de la revolución de los precios no fue un problema monetario, sino el resultado de las interrelaciones entre el comportamiento demográfico y la productividad agrícola.

Tecnología agrícola y productividad.

El crecimiento demográfico cesó en el siglo XVII porque la población había sobrepasado su capacidad para alimentarse adecuadamente. Por debajo de esto hay una explicación algo más compleja: el fra-caso de la tecnología agrícola para avanzar de forma significativa, con el consiguiente estancamiento, o incluso un probable declive, de la productividad agrícola.

La agricultura era la actividad económica más importante, ocupaba dos tercios de la población de los Países Bajos y hasta un 95% en el norte y este de Europa. Pero el descenso de la productividad resul -tó inevitable como consecuencia de una mayor aplicación de trabajo a la tierra debido al aumento de población, de modo que se redujo el rendimiento por hombre-año; se cultivaron terrenos antes bal -díos y por tanto también disminuyó la productividad de la tierra.

→ Finlandia, Suecia, Noruega, Gales, Cornualles, Irlanda: agricultura de subsistencia, tierras poco po-bladas, bosques vírgenes, abundancia de suelos = tenencias variables, organización social jerárquica.

→ Europa al este del Elba y al norte del Danubio: esclavitud, servidumbre, sistema de explotación directa de grandes fincas en beneficio de los señores del territorio (Grundherrschaft).

→ Europa Mediterránea: gran diversidad de cultivos pese a la uniformidad del clima y la similitud entre los tipos de suelo. En España por ejemplo, rica herencia agrícola de los musulmanes, gran nivel hortelano y de regadío.

Las pequeñas propiedades y los granjeros arrendatarios independientes eran más numerosos cerca de las ciudades, donde su producción era vital para mantener a las ciudades. Los arrendamientos a largo plazo eran comunes en Inglaterra, Alemania y Francia: los campesinos pagaban rentas fijas, se proveían de sus recursos y tomaban sus propias decisiones.

Metoyage (aparcería): método de tenencia donde el propietario aportaba parte o todo el capital y equipo y compartía riesgos y decisiones pero se quedaba con la mitad de la cosecha (sur del Loira).

Fermage: variación del Metoyage en la que un granjero importante arrendaba toda la finca por un alquiler fijo y subarrendaba la tierra en parcelas más pequeñas a corto plazo a campesinos.

Los Países Bajos: zona agrícola más avanzada de Europa, con centro en Holanda. Durante los siglos XVI y XVII se produjeron grandes cambios que la llevaron a ser considerada la primera economía agrí -cola “moderna”. Esta modernización agrícola estuvo muy ligada a la superioridad comercial holande-sa, siendo la clave de su éxito la especialización.

Tecnología y productividad industriales.

Al igual que en la agricultura, tampoco se produjo en la industria un corte brusco entre la Edad Media y el inicio de la moderna; sin embargo, a diferencia de aquélla, en ésta las innovaciones tuvieron lu-gar más o menos continuamente, aunque a un paso muy lento. La mayoría de las innovaciones de los

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siglos XVI y XVII supusieron mejoras relativamente pequeñas en técnicas ya establecidas. Por esta razón, pasan desapercibidas con frecuencia a los historiadores.

La orientación comercial de la economía europea, mayor en la industria que en la agricultura, animó a los empresario, que pudieron reducir los costes de producción y responder con prontitud a los cambios en la demanda del consumidor. Las innovaciones tropezaban también con grandes obstácu-los. Uno de los más extendidos era la oposición de las autoridades, que temían el desempleo como resultado del ahorro de mano de obra que suponían las innovaciones, y los gremios y compañías mo-nopolistas que temían la competencia. Sin embargo, ninguna de las innovaciones suponía el uso de energía mecánica. Las deficiencias en las fuentes de energía y materiales de construcción eran obstá-culos naturales para una mayor productividad industrial.

Las ocupaciones textiles siguieron siendo en conjunto las mayores proveedoras de empleo industria-les, seguidas de cerca por las relacionadas con la construcción. Esto se comprende si se recuerda que en una economía pobre, casi autosuficiente como la de Europa preindustrial, las necesidades básicas consisten en alimentos, cobijo y vestido. La industria textil continuó muy dispersa siendo gran parte de la producción lleva a cabo en casa y para la familia así como para los mercados locales; pero algu-nas regiones también especializaron su producción para la exportación. Las antaño grandes industrias italianas sufrieron la competencia de nuevas rivales y poco a poco fueron languideciendo. La indus-tria de la lana española se expandió rápidamente durante la primera mitad del siglo XVI, pero por los impuestos excesivos y la interferencia del gobierno, se estancó y después decayó. La organización de las industrias textiles no cambió de forma apreciable desde la Baja Edad Media. El empresario carac-terístico era el mercader-fabricante que compraba las materias primas, las daba a hiladores, tejedo-res y otros artesanos que trabajan en sus casas, y comerciaba el producto final. Las organizaciones gremiales de artesanos o de mercaderes aparentemente no afectaron a la industria de forma aprecia-ble al menos en Inglaterra.

Aunque la industria de la construcción en general no experimentó cambios técnicos importantes aparte de los cambios de estilo en la arquitectura monumental, hubo un sector especializado de la industria en un país que sufrió una profunda transformación: la construcción de sus barcos en los Países Bajos holandeses. La flota mercante holandesa multiplicó por diez su número de unidades y todavía más su tonelaje en principios del siglo XVI y mediados del XVII.

Las industrias metalúrgicas, aunque de importancia relativamente menor en términos de empleo y producción, adquirieron una importancia estratégica primordial debido a la creciente importancia de las armas de fuego de artillería en la guerra. En los siglos XIV y XV se incrementó progresivamente la altura de los hornos, una corriente de aire producida por fuese movidos por agua aumenta la tempe-ratura de la carga, desarrollándose de esta manera el horno alto. El nuevo método era más rápido y barato ya que extraía mayor rendimiento de combustible y del mineral, y también requería mayores cantidades de capital.

Los descubrimientos en ultramar, que proporcionaron las materias primas, estimular directamente nuevas industrias; las refinerías de azúcar y la fábrica de tabaco fueron las más importantes, pero se desarrollaron también otras manufacturas. Además de todas estas nuevas industrias, buen número de algunas de las antiguas, cuya producción había estado muy localizada, se extendieron por diversas partes de Europa.

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A pesar de este cuadro de variadas, fuertes y complejas industrias, se debe tener en cuenta el grado aún muy imperfecto de especialización de la economía europea y su extrema dependencia de una agricultura poco productiva. Muchos trabajadores de la industria trabajaban parte de su tiempo en el campo y la mayoría de los trabajadores agrícolas también tenían ocupaciones secundarias.

El comercio, las rutas comerciales y la organización comercial.

El comercio fue el sector económico más dinámico en Europa durante los siglos XV-XVIII. El siglo XVI era de “revolución comercial” debido al gran aumento del volumen de comercio internacional. El comercio hubiera crecido igualmente aun sin los descubrimientos, pero el comercio extraeuropeo estimuló parte del crecimiento en el interior de Europa. La mayor parte del intercambio comercial, tanto en volumen como en valor, era local. Se trataba mayormente de comercio a pequeña escala, aunque históricamente tuvieron mayor relevancia los intercambios del comercio a distancia.

Cambios más destacados: apertura de las rutas de ultramar, traslado del centro de gravedad del co-mercio europeo del Mediterráneo a los mares del norte, cambio en las mercancías a distancia, cam-bios en la organización comercial.

La invasión portuguesa del Océano Índico fue un duro golpe para Venecia y otras ciudades italianas, pues la competencia de las especias portuguesas redujo su rentabilidad. Españoles y portugueses se concentraron en la explotación de sus imperios de ultramar, dejaron el negocio de la distribución de sus importaciones por Europa y el envío de muchas exportaciones a sus colonias, a otros europeos, siendo de éstos los más agresivos los Países Bajos, que controlaban casi todo el comercio europeo. Sin embargo también eran agresivos en el comercio de ultramar; en 1602 el gobierno de las Provin-cias Unidas, la ciudad de Ámsterdam y varias compañías privadas comerciales formaron la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, que monopolizó legalmente el comercio entre las Indias y los Paí-ses Bajos. Los holandeses se centraron en Indonesia, y hacia mediados del siglo XVII habían estableci-do su dominio sobre las islas y el comercio de las especias.

Pero Holanda no fue la única potencia que aprovechó la debilidad de Portugal, pues los traficantes ingleses en 1600 organizaron la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, rival de la compañía holan-desa, con quien tiene a Portugal como enemigo común. Los ingleses establecieron puestos comercia-les fortificados en el continente indio, la “joya más brillante de la corona británica”.

Portugal dejó de ser una potencia naval o comercial importante para los mares orientales. En la se -gunda mitad del siglo XVI se buscó descubrir un paso hacia la India por el norte o noroeste, pues el comercio marítimo constituía el sector más importante del comercio internacional. Los metales y algunos tejidos de lujo soportaban el desgaste que suponían los largos viajes por tierra, pero pocas mercancías podían hacerlo aparte de aquellas eran autopropulsadas, como el ganado.

El tipo de mercancías comerciadas cambió en los siglos XVI y XVII. En la Alta Edad Media habían con-sistido sobre todo en objetos de lujo para la gente acomodada, pero con el crecimiento de las ciuda -des cada vez había más artículos de uso cotidiano. En el siglo XVI los bienes que se comerciaban entre los países europeos (comercio internacional, no intercontinental) eran grano, madera, pescado, vino, sal, metales, materias primas textiles y paño. A mediados del siglo XVII la mitad de las importaciones inglesas consistían en madera y más de la mitad de las exportaciones eran carbón aunque las de paño tenían mucho más valor. El comercio de productos voluminosos fue posible gracias a la mejora en el diseño y construcción de los barcos, reduciendo los riesgos y los costes del transporte.

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En el comercio intercontinental los cambios ocurrieron en el siglo XVII y XVII, se convirtieron en bienes más habituales los que antes fueran lujos, como la pimienta, los metales preciosos, el tabaco, azúcar, pieles y la madera. Las exportaciones a las colonias consistían fundamentalmente en bienes manufacturados, mientras que los asiáticos deseaban armas de fuego, municiones y oro y plata. Otro tipo de comercio era el de esclavos, que eran cambiados en África por cuchillos, objetos de metal, abalorios, telas y licores. Este tráfico aportaba enormes beneficios y los gobiernos europeos no toma-ron medidas para prohibirlo hasta el siglo XIX.

La organización del comercio variaba según la mercancía y el país, aunque a mediados del siglo XVI Amberes era la principal ciudad distribuidora del mundo; aprendieron rápidamente las técnicas de negocio italianas como la contabilidad de doble entrada o la utilización del crédito. La dinastía finan-ciera más importante de este siglo fue la familia Fugger, con sede en Augsburgo. El tipo de organiza-ción preferida era la sociedad, formalizada con contratos por escrito que especificaban los derechos y obligaciones de cada socio. Los boletines mercantiles fueron los precursores de las grandes agencias de noticias o “servicios por cable” de hoy. La organización comercial de Inglaterra era más primitiva que las del continente, pero a finales del XVIII pasó a ser una de las economías más avanzadas. En la edad media el comercio más importante, el de la lana en bruto, estaba en manos de los mercaderes de la Lonja, que compartían este almacén y tenían normas comunes pero comerciaban por su cuenta, no había capital social. El lugar preeminente de La Lonja lo ocuparon los “mercaderes aventureros”, compañía regulada que comerciaba los paños de lana. Los holandeses en cambio no vieron necesidad de crear los múltiples monopolios a nivel europeo, mientras los ingleses crearon múltiples compañías de este tipo. Algunas de éstas estaban reguladas, pero otras se convirtieron en sociedades anónimas para el comercio alarga distancia.

La existencia de un solo centro distribuidor importante en el noroeste de Europa (Brujas, Amberes, Ámsterdam) es doblemente significativa: 1.evidencia el crecimiento en tamaño de los mercados y de la producción orientada hacia ellos; 2. que sólo hubiera uno en cada momento indica los límites de su desarrollo; cuando el volumen total de movimiento comercial o financiero es relativamente pequeño, resulta más barato concentrarlo en un solo lugar. La organización del centro distribuidor era bastante compleja en el siglo XV en Brujas, y dicha complejidad fue aumentando en Amberes y Ámsterdam progresivamente. El primer requisito era una bolsa o mercado y los productos que se mostraban eran simplemente para comprobar la calidad de los pedidos que se realizarían posteriormente. La mayoría de los pagos se hacían con instrumentos financieros (letras de cambio) o por traspaso a los bancos. Éstos eran mayoritariamente negocios privados, hasta que en 1609 se fundó el Banco de Ámsterdam, cuya función principal era la de proporcionar medios de pago estables y fiables a todos los mercade-res holandeses y extranjeros que allí acudiesen, así como a la ciudad.

Más allá del Cabo de Buena Esperanza los portugueses participaban en “el mercado del país”, compi-tiendo con los mercaderes musulmanes, hindúes y chinos, y como consecuencia de la prohibición del comercio con Japón, durante cierto tiempo tuvieron el monopolio del comercio entre ambos países. Las especias se compraban en mercados de todo el Índico para llevarlos a Goa y de allí a Portugal.

El comercio español con sus colonias era monopolio de la Corona Castilla, pero el gobierno lo traspa-só a la Casa de Contratación, creada en 1603 como organización gremial en Sevilla que operaba bajo la vigilancia de inspectores del gobierno. Se recurría al sistema de convoy para proteger los lingotes de los corsarios y para prevenir el contrabando (sin éxito). La corona exigía el quinto real de todas las

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importaciones de lingotes, lo cual, sumando los impuestos, suponía un 40% del total. Pese a todo, el imperio español hizo poco por el desarrollo de su economía y debido a malas políticas de gobierno, lo lastraron.

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