rosaldo r. cultura y verdad cap 1 la erosion de las normas clasicas

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CULTURA Y VERDAD La r econst rucc ión de l aná li s i s s oc i a l

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Capitulo 1 de Rosaldo, R "La erocion de las normas clasicas". En el libro Cultura y Verdad. Mexico, 1991.

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  • CULTURA Y VERDAD

    La reconstruccin del

    anlisis social

  • 1 | LA EROSION DE LAS

    NORMAS CLSICAS

    La antropologa nos invita a ampliar nuestro sentido de las po-

    sibilidades humanas, mediante el estudio de otras formas de vida. Esta,

    a diferencia del aprendizaje de otra lengua, requiere tiempo y pacien-

    cia. No hay atajos. Por ejemplo, no podemos utilizar nuestra imagina-

    cin para inventar otros mundos culturales. Incluso los as llamados

    reinos de pura libertad, nuestra fantasa y nuestros pensamientos ms

    profundos, son producidos y estn limitados por nuestra propia cul-

    tura local. La imaginacin humana est formada culturalmente, al

    igual que las distintas maneras de tejer, llevar a cabo un ritual, educar

    a los hijos, llorar o curar; son propias de ciertas formas de vida, se tra-

    te de balineses, angloamericanos, nyakyusa o vascos.

    La cultura, otorga importancia a la experiencia humana, al se-

    leccionar a partir de ella y organizarla. En general, se refiere a las for-

    mas en las cuales la gente da sentido a su vida, ms que a la pera o a

    los museos de arte. No habita en un mundo aparte, como por ejemplo,

    la poltica o la economa. Desde las piruetas del ballet clsico hasta los

    hechos ms manifiestos, toda la conducta humana est mediada cultu-

    ralmente. La cultura rene la vida cotidiana y lo esotrico, lo munda-

    no y lo insigne, lo ridculo y lo sublime. La cultura es ubicua, ni supe-

    rior ni inferior.

    La transferencia cultural nos exige que intentemos entender

    otras formas de vida en sus propios trminos. No debemos imponer

    nuestras categoras a la vida de otra gente, porque es probable que no

    sean aplicables, al menos no sin una seria revisin. Podemos aprender

  • 48/ RENATO ROSALDO

    acerca de otras culturas slo leyendo, escuchando o estando all. Aun-

    que a menudo resultan extraas, burdas para los forasteros, las prcti-

    cas informales de la vida cotidiana tienen sentido en su propio contex-

    to y en sus propios trminos. Los seres humanos no pueden dejar de

    aprender la cultura o las culturas de los lugares en los que crecen. Un

    neoyorquino transferido en su nacimiento a la isla de Tikopia, en el Pa-

    cfico, se volver un tikopiano, y viceversa. Las culturas se aprenden, no

    estn codificadas genticamente.

    Permtame el lector referirme a una serie de ancdotas ilustrati-

    vas acerca de los canes y los nios, con el propsito de discutir dos con- cepciones distintas respecto a la tarea de los estudios culturales. Para empezar en la misma Norteamrica, la mayora de los angloamericanos

    consideran que los perros son mascotas domsticas, animales que se deben alimentar, cuidar y tratar con cierto afecto. La mayora de fami- lias con perros tienen uno o tal vez dos. Las relaciones entre los angloa- mericanos y sus perros no son del todo distintas a sus relaciones con los nios. Se trata a las mascotas con impaciencia, indulgencia y afecto.

    Los ilongot de Luzn, en Filipinas, tambin tienen perros, pero perderamos mucho de la traduccin si decimos simplemente que el trmino ilongotpara perro es atu, y nada ms. En este caso, gran parte de lo que pensamos acerca de las relaciones entre perros y seres huma- nos sera incorrecto. Por ejemplo, los ilongotcreen que es importante mencionar que, a diferencia de sus vecinos, ellos no comen a sus perros. El slo hecho de pensarlo es aberrante. Adems, no uno, ni dos, sino de ocho a quince canes comparten el mismo techo con una familia que vi- ve en casas sin divisiones. Entre los ilongot, los perros son utilizados en la caza; son animales descarnados, aunque de extraordinaria fuerza; a diferencia de otros animales domsticos (excepto los cerdos), se los ali- menta con alimentos cocidos, generalmente camotes y vegetales. Los ilongotconsideran que los perros son animales tiles, no mascotas. Si un perro queda mal herido en una cacera, su dueo le corta la cabeza y regresa a casa con lgrimas de ira y frustracin; le preocupa no saber cmo reemplazar a su perro, pero tampoco muestra afecto por el ani- mal.En cambio, la enfermedad de un cerdito conmueve tanto a su due- o que derrama lgrimas, acompaadas de arrullos, caricias y lenguaje infantil.En este caso, nuestra idea de mascota se aplica ms a las rela- ciones de los ilongotcon sus cerditos que con sus perros. Incluso el tr- mino ilongot bilekse aplica no slo a las mascotas (cerdos pequeos,

  • CULTURA Y VERDAD/ 49

    pero no muecas), sino tambin a las plantas domsticas y a los jugue-

    tes de los nios.

    Este contraste entre la actitud de los ilongoty los angloamerica-

    nos hacia los perros sigue el estilo antropolgico de anlisis, cuya prin-

    cipal representante es Ruth Benedict y su obraPatterns of Culture1. De

    acuerdo con el estilo clsico, cada modelo cultural es nico y autocon-

    tenido, como si fuera un diseo en un caleidoscopio. Debido a que la

    variedad de posibilidades humanas es tan grande, no podemos prede-

    cir modelos culturales de un caso a otro; slo podemos decir que en

    ningn caso concordarn. La mascota de una cultura ser el medio de

    produccin en otra; un grupo adular a las muecas, mientras otro a

    los cerditos. Donde un grupo ve el valor sentimental, otro encuentra el

    valor utilitario.

    Aunque la visin clsica de los modelos culturales nicos ha re-

    sultado ser de gran importancia, tambin tiene serias limitaciones.

    Otorga demasiada importancia a los modelos compartidos, en perjui-

    cio de procesos de cambio e inconsistencias internas, conflictos y con-

    tradicciones2. Al definir la cultura como un conjunto de significados

    compartidos, las normas clsicas de anlisis dificultan el estudio de zo-

    nas de diferencia, tanto dentro de las culturas como entre ellas3. Desde

    la perspectiva clsica, los lmites culturales resultan excepciones per-

    turbadoras, en lugar de importantes reas de investigacin.

    Las normas clsicas de anlisis social estn condicionadas por

    un mundo cambiante y se han ido desgastando desde finales de los

    aos sesenta, y han dejado el campo antroplogico en una crisis crea-

    tiva de reorientacin y renovacin. Los cambios en el pensamiento so-

    cial han vuelto cada vez ms urgentes las cuestiones relativas al conflic-

    to, el cambio y la desigualdad. Los analistas ya no buscan armona y

    consenso en la exclusin de las diferencias y sus inconsistencias. Para el

    anlisis social, los lmites culturales han pasado desde los mrgenes

    hacia el centro. En ciertos casos, estos lmites son literales. Las ciudades

    de todo el mundo abrigan hoy cada vez ms minoras raciales, tnicas,

    lingsticas, religiosas, sexuales, clasistas. El encuentro con la diferencia

    atraviesa toda la vida cotidiana moderna en los ambientes urbanos.

    Personalmente, debo decir que crec oyendo hablar espaol a mi

    padre, e ingls a mi madre. Considere el lector cun pertinente fue, des-

    de un punto de vista cultural, la reaccin de mi padre, nacido y educa-

    do en Mxico, cuando llev a mi perro Chico al veterinario, a finales de

  • 50/ RENATO ROSALDO

    los aos cincuenta. Al llegar a casa con Chico, en un estado de nimo

    que combinaba el dolor con la diversin, riendo a ms no poder, mur-

    mur algo as como y despus, en qu pensarn estos americanos?

    Ms tarde, nos explic que al entrar a la oficina del veterinario una en-

    fermera vestida de blanco le salud en la puerta, le pidi que se sentara,

    sac un formulario y le pregunt: cul es el nombre del paciente? En

    opinin de mi padre, ningn mexicano llegara jams a confundir a un

    perro con una persona. Para l, era impensable que una clnica para pe-

    rros se asemejara en algo a una clnica para seres humanos, con sus en-

    fermeras de blanco y sus formularios para los pacientes4. El choque

    cultural y social le produjo un agudo caso de histeria. Sin embargo, el

    concepto clsico de cultura busca afanosamente lo mexicano y lo an-

    gloamericano, y otorga escasa importancia a los trastornos mundanos

    que con tanta frecuencia irrumpen en los lmites socioculturales.

    Las zonas limtrofes aparecen no slo en las fronteras de unida-

    des culturales oficialmente reconocidas, sino tambin en intersecciones

    menos formales, como las de gnero, edad, estatus y experiencias de vi-

    da particulares. Despus de la muerte de Michelle Rosaldo, por ejem-

    plo, descubr de un da para otro la invisible comunidad de los deu-

    dos, frente a la de aqullos que no haban sufrido mayores prdidas.

    Igualmente, mi hijo, Manny, encontr un lmite interno no marcado,

    cuando dej su grupo de juegos, en el que sus actividades diarias casi

    no estaban organizadas, y entr en una guardera, poco despus de

    cumplir su tercer ao de vida. Cruzar esta barrera result tan traum-

    tico para l, que da tras das llegaba a casa con lgrimas en los ojos. Nos

    rompimos la cabeza intentando descifrar lo que pasaba, hasta la noche

    en que nos cont los acontecimientos diarios como una sucesin de

    tiempos: tiempo de estar en grupo, tiempo de comer refrigerios,

    tiempo de tomar una siesta, tiempo de jugar y tiempo de almorzar. En

    otras palabras, estaba sufriendo las consecuencias de atravesar la fron-

    tera entre un mundo con das de juego relativamente libres y otro dis-

    ciplinado, muy diferente del que haba conocido. En otra ocasin,

    cuando entr al jardn, le ordenamos que evitara a todo tipo de extra-

    os, sobre todo a aqullos que ofrecen caramelos, paseos, o incluso que

    quieren hacer amistad. Poco despus, en un cine, mir a la audiencia a

    su alrededor y dijo: Buena suerte. No hay extraos aqu. Para l, los

    extraos eran malos a simple vista, ladrones enmascarados y no gente

    simplemente desconocida. El concepto cultural de extrao, evidente-

  • CULTURA Y VERDAD/ 51

    mente, sufri ciertos cambios cuando atraves el lmite invisible que

    separa a los profesores de sus estudiantes.

    Todos nosotros cruzamos estas fronteras sociales en la vida dia-

    ria. Incluso la as llamada unidad constitutiva de la sociedad, la familia

    nuclear, est atravesada por diferencias de sexo, generacin y edad.

    Consideremos los distintos mundos por los que transitamos en la vida

    diaria: el hogar, el restaurante, la oficina, las aventuras en consumo-

    landia, y una variedad de relaciones que van desde la intimidad al

    compaerismo colegial, la amistad y la enemistad. Los encuentros con

    similitudes y diferencias culturales pertenecen a nuestra experiencia

    mundana, no a un dominio especializado de investigacin dentro de

    un departamento de antropologa. Sin embargo, las normas clsicas de

    la antropologa han prestado ms atencin a la unidad de los conjun-

    tos culturales que a sus miles de intersecciones y fronteras.

    El siguiente es un cuento mtico acerca del nacimiento del con-

    cepto antropolgico de cultura y su materializacin en la etnografa

    clsica. El uso de la caricatura me facilita el trabajo, porque caracteriza

    claramente, con miras no a preservar sino a transformar la realidad que

    describe. Esta historia instantnea describe percepciones actuales de

    normas disciplinarias que han orientado la enseanza hasta finales de

    los aos sesenta (y en algunos sectores, continan hacindolo) ms que

    las complejidades actuales de la investigacin pasada5. Estas percepcio-

    nes constituyen el punto de partida, segn el cual los actuales esfuerzos

    experimentales procuran rehacer la etnografa como una forma de an-

    lisis social. Sin ms, escuchemos la historia del Etngrafo Solitario.

    El nacimiento de las normas clsicas

    rase una vez Etngrafo Solitario, que viaj desde muy lejos,

    hasta donde el sol se oculta, en busca de su nativo. Despus de una se-

    rie de pruebas, encontr finalmente lo que buscaba en una tierra dis-

    tante. All tuvo su rito de paso, y soport las ltimas ordalas del tra-

    bajo de campo. Despus de recoger los datos, el Etngrafo Solitario

    regres a casa y escribi un informe verdadero de la cultura.

    Sea que odiara, tolerara, respetara, se hiciera amigo o se enamo-

    rara de su nativo, el Etngrafo Solitario era cmplice, quiralo o no,

    del dominio imperialista de su poca. La mscara de inocencia del Et-

  • 52/ RENATO ROSALDO

    ngrafo Solitario (o como l mismo dice, su imparcialidad desintere-

    sada) apenas ocultaba su funcin ideolgica, en la perpetuacin del

    control colonial de pueblos y lugares distantes. Sus escritos represen-

    taban los objetos humanos de la empresa global de la misin civiliza-

    dora, como si fueran recipientes ideales del bagaje del hombre blanco.

    Etngrafo Solitario describi a los colonizados como miembros

    de una cultura armoniosa, internamente homognea y esttica. Al ha-

    cerlo, la cultura pareca necesitar progreso, progreso econmico y

    moral. Adems, la cultura tradicional atemporal serva como una re-

    ferencia autocomplaciente, en relacin con la cual la civilizacin occi-

    dental poda medir su progresiva evolucin histrica. El viaje hacia la

    civilizacin se entenda ms como una elevacin que como una cada,

    un proceso de superacin y no de degradacin (un viaje largo y arduo

    hacia arriba, un viaje que culmina en nosotros).

    En el pasado mtico, una estricta divisin del trabajo separaba al

    Etngrafo Solitario de su nativo. Por definicin, Etngrafo Solitario

    saba leer y escribir, y su nativo, no. De acuerdo con las normas del

    trabajo de campo, su nativo hablaba y Etngrafo Solitario registraba

    palabras en sus notas de campo6. Segn las normas imperialistas,

    su nativo le proporcionaba la materia prima (los datos) que deba

    procesar en la metrpolis. Despus de regresar al centro metropolitano

    donde fue educado, Etngrafo Solitario escribi su trabajo final.

    El sagrado legado que Etngrafo Solitario hered a sus sucesores

    incluye la complicidad con el imperialismo, un compromiso con el ob-

    jetivismo y una creencia en el monumentalismo. El contexto del impe-

    rialismo y el gobierno colonial dieron forma al monumentalismo de re-

    seas sin tiempo sobre culturas homogneas, y al objetivismo de una

    divisin estricta del trabajo entre el etngrafo objetivo y su nativo.

    Las prcticas claves as transmitidas pueden resumirse bajo el trmino

    de trabajo de campo, que a menudo se considera como una iniciacin

    en los misterios del conocimiento antropolgico. El resultado del tra-

    bajo de Etngrafo Solitario, la etnografa, pareca un medio transpa-

    rente. Describa una cultura lo suficientemente congelada para ser

    objeto de conocimiento cientfico. Este gnero de descripcin social

    se convirti, junto con la cultura que describa, en un artefacto digno

    de las grandes colecciones musesticas.

    El mito del Etngrafo Solitario describe el nacimiento de la et-

    nografa, un gnero de descripcin social. Al utilizar modelos tomados

  • CULTURA Y VERDAD/ 53

    de la historia natural, estas reseas solan tener un sentido ascendente,

    desde el medio ambiente y la subsistencia, pasando por la familia y el

    parentesco, a la religin y la vida espiritual. Producidas por y para es-

    pecialistas,las etnografas aspiraban a la representacin holstica de

    otras culturas; retrataban otras formas de vida, como totalidades. Las

    etnografas eran almacenes de informacin supuestamente incontro-

    vertibles, que ms tarde seran examinados por tericos de escritorio,

    ocupados en estudios comparativos. Al parecer este gnero nos recuer-

    da a un espejo que refleja otras culturas como realmente son.

    As como la rutina sigue al carisma y la codificacin al entendi-

    miento, la poca terica de Etngrafo Solitario dio paso al perodo cl-

    sico (digamos, para no ser imprecisos, pero con burlona precisin, en-

    tre 1921-1971). Durante ese perodo, la idea objetivista dominante de

    la disciplina afirmaba que la vida social era fija y obligatoria. En su re-

    ciente etnografa, por ejemplo, la antroploga Sally Falk Moor subraya

    la claridad absoluta y la certidumbre del programa de investigacin ob-

    jetivista: Hace una generacin, la sociedad era un sistema. La cultura

    tena un modelo. El postulado de un todo coherente que poda ser des-

    cubierto pedazo a pedazo sirvi para expandir la importancia de cada

    particularidad observada7. Los fenmenos que no pueden ser consi-

    derados como sistemas o modelos, al parecer no pueden ser analizados;

    son excepciones, ambigedades o regularidades. No tienen inters te-

    rico porque no pueden ser parte del programa de investigacin. Al asu-

    mir las respuestas a las preguntas que se deban haber hecho, la disci-

    plina afirma que las as llamadas sociedades tradicionales no cambian8.

    Los etngrafos clsicos, en particular en Gran Bretaa, suelen conside-

    rar al socilogo francs Emile Durkheim como su padre fundador. En

    esta tradicin, la cultura y la sociedad determinan las personalidades y

    la conciencia individual; ambas gozan del estatus objetivo de los siste-

    mas. Al estilo de una gramtica, son autnomas, independientes de los

    individuos que siguen sus reglas. Despus de todo, como individuos,

    nosotros no inventamos las herramientas que utilizamos o las institu-

    ciones en las que trabajamos. Como las lenguas que hablamos, la cul-

    tura y la estructura social ya existan antes, durante y despus de cual-

    quier vida individual. Aunque las ideas de Durkheim tienen un mrito

    innegable, demuestran ser demasiado apresuradas en cuanto a los pro-

    cesos de conflicto y cambio.

  • 54/ RENATO ROSALDO

    Junto con el objetivismo, el perodo clsico codificaba una no-

    cin de monumentalismo. Hasta hace poco, de hecho, yo mismo acep-

    taba sin mayor reflexin el dogma monumentalista de que la etnogra-

    fa descansa sobre el slido cimiento de las etnografas clsicas. Por

    ejemplo, recuerdo que hace algunos aos, durante una noche de nebli-

    na, iba conduciendo en compaa de un fsico por el estrecho monta-

    oso de la ruta 17, entre Santa Cruz y San Jos. Ambos nos sentamos

    preocupados por el clima y tambin algo aburridos, de modo que em-

    pezamos a discutir sobre nuestros respectivos campos de estudio. Mi

    compaero me pregunt, como slo un fsico poda hacerlo, qu ha-

    ban descubierto los antroplogos.

    Descubierto?, pregunt, fingiendo sorpresa. Por un momento

    me mostr indeciso; ya se me ocurrira algo.

    S, t sabes, algo como las propiedades o las leyes de otras cul-

    turas.

    Quieres decir algo como e=mc2?

    Exactamente, dijo.

    Repentinamente, me vino la inspiracin y recuerdo haber dicho

    algo como esto: Hay una cosa que sabemos con seguridad. Todos co-

    nocemos una buena descripcin cuando la vemos. No hemos descu-

    bierto leyes culturales, pero sabemos que hay etnografas clsicas, des-

    cripciones realmente contundentes de otras culturas.

    Las obras clsicas servan de modelos para la inspiracin de los

    etngrafos. Los clsicos se consideraban descripciones culturales ejem-

    plares,mapas de investigaciones pasadas y al mismo tiempo modelos

    para investigaciones futuras. De hecho, eran la nica cosa que conoca-

    mos con seguridad, especialmente cuando nos veamos asediados por

    un fsico inquisidor. Los principales antroplogos continan rezando el

    credo monumentalista de que las teoras nacen y mueren, pero que las

    buenas descripciones etnogrficas representan logros duraderos. R.O.

    Beidelman, por ejemplo, dice en la introduccin de su ltimo trabajo

    etnogrfico: Las teoras pueden cambiar, pero la etnografa sigue ocu-

    pando el ncleo de la antropologa; es la prueba y la medida de toda

    teora9.En efecto, las etnografas clsicas han resultado duraderas en

    comparacin con la corta vida de las escuelas del pensamiento, tales co-

    mo el evolucionismo, el difusionismo, cultura y personalidad, el fun-

    cionalismo, la etnociencia y el estructuralismo.

  • CULTURA Y VERDAD/ 55

    Para anticipar la discusin de las siguientes pginas, cabe men-

    cionar que el monumentalismo mezcla un proyecto analtico ms o

    menos compartido y en continuo cambio con una lista cannica de et-

    nografas clsicas. Aun si aceptramos que el ncleo de la disciplina re-

    side en sus clsicos, no se sigue de ello, como una base slida, que es-

    tas apreciadas obras siguen siendo las mismas. Los practicantes cons-

    tantemente las reinterpretan a la luz de los nuevos proyectos tericos y

    las reanalizan segn las nuevas evidencias disponibles. Desde el punto

    de vista de su recepcin, los artefactos culturales que llamamos etno-

    grafas sufren un cambio constante, a pesar de que, como textos verba-

    les,son fijos.

    La investigacin de los temas tericos que surgen de los estudios

    etnogrficos y se materializan en ellos es el propsito de este libro.

    Opino que los experimentos actuales con la etnografa reflejan y con-

    tribuyen a un programa interdisciplinario permanente, que ha ido

    transformando el pensamiento social. La reconstruccin del anlisis

    social proviene de los movimientos polticos e intelectuales que nacie-

    ron durante el nuevo perodo postcolonial intensamente imperialista,

    de finales de los aos sesenta. En este contexto, ciertos pensadores so-

    ciales reorientaron sus programas tericos sobre la base de variables

    discretas y generalizaciones nomotticas, en busca de la interaccin de

    diferentes factores, conforme se desarrollan en casos especficos.

    La poltica de la reconstruccin del anlisis social

    Si el perodo clsico reuni el legado de Etngrafo Solitario -la

    complicidad con el imperialismo, la doctrina del objetivismo y el cre-

    do monumentalista-, la turbulencia poltica de finales de los sesenta y

    principios de la dcada siguiente inici un proceso aclaratorio y de ree-

    laboracin, que contina hasta la fecha. De manera semejante a las reo-

    rientaciones en otros campos y en otros pases, el mpetu inicial por el

    desplazamiento conceptual en la antropologa fue la poderosa coyun-

    tura histrica de la descolonizacin y la intensificacin del imperialis-

    mo norteamericano. Este desarrollo condujo a una serie de movimien-

    tos, desde la lucha por los derechos civiles hasta la movilizacin en con-

    tra de la Guerra de Vietnam. Durante este perodo, el tono poltico en

  • 56/ RENATO ROSALDO

    las universidades norteamericanas estuvo marcado por demostraciones

    y huelgas.

    Durante esta etapa, las reuniones anuales de la Asociacin An-

    tropolgica Americana se convirtieron en un campo de batalla, en don-

    de se debatan los temas ms importantes de la actualidad. La investiga-

    cin antropolgica en Chile y Tailandia fue atacada desde el interior por

    su posible utilizacin contra los sectores insurgentes. En otros lugares,

    los nativos empezaron a acusar a los antroplogos de realizar investiga-

    ciones que no servan para ofrecer resistencia a la opresin; en fin, los

    acusaban de escribir de una forma que perpetuaba los estereotipos.

    La Nueva Izquierda en los Estados Unidos ayud a crear un es-

    pectro de movimientos polticos que responda a grupos imperialistas

    internos, que se organizaban alrededor de formas de opresin basadas

    en el gnero, las preferencias sexuales y la raza. Las mujeres, por ejem-

    plo, empezaron a organizarse porque, entre otras razones, la Nueva Iz-

    quierda las colocaba a menudo en posiciones secretariales y no de lide-

    razgo. Pero como se dieron cuenta inmediatamente las primeras femi-

    nistas, el sexismo no slo inundaba la Nueva Izquierda en sus fases ini-

    ciales, sino toda la sociedad. El racismo y la homofobia tuvieron el mis-

    mo efecto en otros sectores de la sociedad. El llamado a un anlisis so-

    cial, que otorgara la debida importancia a las aspiraciones y demandas

    de grupos que la ideologa nacional dominante generalmente conside-

    raba como marginados, lo lanzaron la contra-cultura, el ambientalis-

    mo, el feminismo, los movimientos de homosexuales y lesbianas, el

    movimiento de nativos norteamericanos, y las luchas de blancos, chi-

    canos y portorriqueos10.

    La visin que tengo respecto a las posibilidades y los fracasos de

    la antropologa est dada por mi participacin en el movimiento chi-

    cano, gracias al cual entend que era necesario prestar mucha atencin

    a las percepciones y aspiraciones de los grupos subordinados. Mis inte-

    reses abarcan el cambio histrico, las diferencias culturales y la desi-

    gualdad social. La historia etnogrfica, la traduccin cultural y el criti-

    cismo social ahora aparecen entrelazados como campos de estudio, lle-

    nos de imperativos ticos.

    La transformacin de la antropologa demostr que la nocin

    de cultura esttica y homognea no slo era equivocada, sino tambin

    relevante (para utilizar una palabra actual)11. Los marxistas y otros

    grupos de discusin dieron a conocer sus ideas. Temas tales como la

  • CULTURA Y VERDAD/ 57

    conciencia poltica y la ideologa pasaron a primer plano. Averiguar c-

    mo la gente construye sus propias historias y cmo funciona el juego

    de dominio y resistencia fueron asuntos ms importantes que las dis-

    cusiones acadmicas en torno a la conservacin del sistema y la teora

    del equilibrio. Hacer una antropologa comprometida tena ms senti-

    do que intentar mantener la ficcin del analista como un observador

    imparcial. Lo que alguna vez fue un tema pasado de moda, a saber, la

    emancipacin humana, empez a sonar con ms insistencia.

    La reorientacin de la antropologa form parte de una serie de

    movimientos sociales mucho ms amplios y reformulaciones intelec-

    tuales. En su libro The Restructuring of Social and Political Theory,por

    ejemplo, Richard Berstein atribuye la reorientacin del pensamiento

    social norteamericano, despus de finales de los aos sesenta, en gran

    parte a la renovacin de corrientes intelectuales otrora rechazadas. En-

    tre dichas corrientes, Berstein incluye la filosofa lingstica, la historia

    y la filosofa de la ciencia, la fenomenologa, la hermenutica y el Mar-

    xismo12. Berstein atribuye estos cambios en el proyecto del anlisis so-

    cial a las perspectivas crticas desarrolladas por jvenes acadmicos que,

    en calidad de antiguos lderes estudiantiles, descubrieron que su crtica

    de la sociedad tambin les obligaba a lanzar agudos reparos a sus disci-

    plinas de estudio. Aunque educada dentro de los mtodos ms avanza-

    dos de investigacin formal del momento, la nueva generacin de estu-

    diantes ejerca su crtica desde dentro, cosa que result ser muy efectiva,

    ya que sta iba dirigida a profesionales plenamente formados que de

    otra forma habran repelido los ataques desde ms all de las fronteras

    disciplinarias, al calificar la crtica de defectuosa o llena de prejuicios.

    En el interior de la antropologa, Clifford Geertz habl con gran

    elocuencia acerca de la reconfiguracin del pensamiento social desde

    finales de los aos sesenta. Los cientficos sociales, segn Geertz, han

    desviado cada vez ms su atencin de las leyes explicativas generales a

    casos individuales y su respectiva interpretacin. Para alcanzar sus ob-

    jetivos, han diluido las fronteras entre las ciencias sociales y las huma-

    nidades. Sus formas de descripcin social utilizan inclusive palabras

    claves tomadas de las humanidades: texto, historia y drama social. Des-

    pus de caracterizar los cambios que actualmente estn operndose en

    las ciencias humanas, Geertz sostiene que los supuestos del objetivismo

    acerca de la teora, el lenguaje y la imparcialidad, ya no son vlidos por

    la manera en que el anlisis social ha modificado su programa:

  • 58/ RENATO ROSALDO

    Se estn desafiando algunos supuestos de las ciencias socia-

    les tradicionales. La separacin estricta de la teora y los datos, la

    idea del hecho puro ; el esfuerzo por crear un vocabulario formal

    de anlisis exento de toda referencia subjetiva, la idea del lengua-

    je ideal ; la neutralidad moral y la visin olmpica, la verdad de

    Dios -ninguna de estas ideas puede prosperar, cuando considera-

    mos que la explicacin procura conectar la accin con su sentido y

    no la conducta con sus determinantes. La reconfiguracin de la teo-

    ra social representa un cambio, no tanto en nuestra idea de lo que

    es el conocimiento, cuanto en lo que queremos conocer13.

    De acuerdo con Geertz, las ciencias sociales han sufrido profun-

    dos cambios en su concepcin (a) del objeto de anlisis, (b) del lengua-

    je de anlisis y (c) de la posicin del analista. El ideal otrora dominan-

    te de un observador imparcial que utiliza un lenguaje neutral para ex-

    plicar datos puros ha sido desplazado por un proyecto alternativo que

    intenta comprender la conducta humana segn se desarrolla a travs

    del tiempo y en relacin con su significado para los actores.

    La tarea pendiente es difcil. Tanto los mtodos como la asigna-

    tura de estudios culturales han sufrido grandes cambios, conforme su

    proyecto analtico ha dado un nuevo giro. La cultura, la poltica y la his-

    toria se han entrelazado, pasando a un primer plano que no ocupaban

    durante el perodo clsico. Este nuevo giro ha transformado la tarea de

    la teora, la que ahora debe atender asuntos conceptuales que vieron la

    luz gracias al estudio de casos particulares, y no restringirse a la bs-

    queda de generalizaciones.

    La reconfiguracin del pensamiento social ha coincidido con

    una crtica de las normas clsicas y un perodo de experimentacin en

    la forma de hacer etnografa. Al hablar apasionadamente de un mo-

    mento experimental, un grupo de antroplogos ha optado deliberada-

    mente por una nueva forma literaria14. Sus escritos celebran las posibi-

    lidades creativas que se han abierto, gracias a la nueva flexibilidad de

    los cdigos que gobernaban la produccin de etnografas durante el pe-

    rodo clsico. Sin embargo, ms que un caso de pura experimentacin

    sin ningn otro fin, o el hecho de quedar atrapado entre los paradig-

    mas de investigacin, el actual momento experimental de la etnogra-

    fa es el producto de cuestiones ticas y analticas permanentes mas no

    transitorias15. Los cambios en las relaciones globales de dominio han

  • CULTURA Y VERDAD/ 59

    condicionado tanto el pensamiento social como la etnografa experi-

    mental.

    La descolonizacin y la intensificacin del imperialismo han he-

    cho que, desde finales de los sesenta, el anlisis social modifique su pro-

    grama de investigacin; este cambio, a su vez, ha ocasionado una crisis

    en la etnografa. La dificultades que surgen al intentar utilizar formas

    etnogrficas clsicas para nuevos programas de investigacin crean

    problemas conceptuales, que a su vez, requieren una ampliacin de los

    modos de composicin etnogrfica. El momento experimental de la

    etnografa y la reconstruccin del anlisis social estn ntimamente re-

    lacionados. El anlisis social ha buscado nuevas formas de escritura,

    porque ha cambiado sus temticas principales y lo que tiene que decir

    acerca de ellas.

    La reconstruccin de la etnografa como una forma de anlisis

    social

    Posiblemente, la etnografa ha sido la contribucin ms impor-

    tante que ha hecho la antropologa cultural al conocimiento. La des-

    cripcin social fuera del campo de la antropologa ha utilizado y refor-

    mado la tcnica etnogrfica en sus formas de representacin documen-

    tal. James Clifford, por ejemplo, ha dicho muy convincentemente que

    la etnografa se ha convertido en el punto neurlgico de un fenmeno

    interdisciplinario emergente en los estudios culturales descriptivos y

    analtico, fenmeno que abarca campos variados, que van desde la et-

    nografa histrica a la crtica cultural, y del estudio de la vida cotidia-

    na a la semitica de lo fantstico16. En mi opinin, an la extensa lista

    de estudios culturales que menciona Clifford debe ir ms all de las

    fronteras acadmicas hasta cubrir reas conformadas por una sensibi-

    lidad etnogrfica, como los documentales y los ensayos fotogrficos, el

    nuevo periodismo, los docudramas televisados y algunas novelas hist-

    ricas. Como forma de comprensin intercultural, la etnografa cumple

    un papel importante para cierto grupo de acadmicos, artistas y gente

    de los medios de comunicacin.

    Ya sea que se hable acerca de ir de compras a un supermercado,

    las consecuencias de una guerra nuclear, las comunidades acadmicas

    de fsicos, un viaje por Las Vegas, las prcticas matrimoniales de los ar-

  • 60/ RENATO ROSALDO

    gelinos o el ritual entre los ndembu de Africa Central, los estudios cul-

    turales consideran que los mundos humanos se construyen a travs de

    procesos histricos y polticos, y no son puros hechos atemporales de

    la naturaleza. Es maravillosamente fcil confundir nuestra cultura lo-

    cal con la naturaleza humana universal. Si la ideologa a menudo ha-

    ce que los hechos culturales parezcan naturales, el anlisis social inten-

    ta reinvertir el proceso. Desarma lo ideolgico con el fin de revelar lo

    cultural, una mezcla peculiar de arbitrariedad objetiva (cosas humanas

    que podran ser de otra forma, y de hecho lo son en otros lugares) y

    presuposicin subjetiva (slo es sentido comn -cmo podran ser las

    cosas de otro modo?).

    Al presentar la cultura como un sujeto de anlisis y crtica, la

    perspectiva etnogrfica desarrolla una influencia mutua entre diferen-

    ciacin de lo familiar y familiarizacin de lo diferente. Las propias cul-

    turas pueden parecer tan normales a sus miembros, hasta tal punto,

    que su sentido comn parezca basarse en la naturaleza humana univer-

    sal. Las descripciones por, de y para los miembros de una cultura par-

    ticular exigen un relativo nfasis en la des-familiarizacin, de suerte

    que parecen -como de hecho ocurre- humanas y no naturales. Las cul-

    turas diferentes, sin embargo, pueden parecer tan exticas para quien

    viene de fuera, que es como si la vida cotidiana flotara en una audaz

    mentalidad primitiva. Las descripciones sociales acerca de las culturas

    distantes, tanto para el escritor como para el lector, exigen un relativo

    nfasis en la familiarizacin, de tal modo que parecen -como de hecho

    ocurre- profundamente distintas en sus diferencias, aunque reconoci-

    blemente humanas en su semejanza.

    Paradjicamente,el xito de la etnografa como perspectiva mo-

    deladora de una amplia variedad de estudios culturales coincide con

    una crisis en la disciplina misma. Los lectores de etnografas clsicas su-

    fren cada vez ms de un sndrome que yo llamo el traje nuevo del em-

    perador. Las obras que una vez parecan completamente ataviadas,

    aparecen ahora desnudas, incluso risibles. Las palabras que alguna vez

    se consideraban como la pura verdad ahora son una parodia o, en el

    mejor de los casos, constituyen uno de muchos puntos de vista. El cam-

    bio en el pensamiento social - objeto, lengua y posicin moral de sus

    analistas- ha sido lo suficientemente profundo como para manifestar,

    con toda claridad, el tedio que hoy causan ciertas formas de escritura

    etnogrfica que alguna vez fueron cultivadas y respetadas.

  • CULTURA Y VERDAD/ 61

    La terica literaria Mary Louise Pratt, por ejemplo, ha dicho que

    existen buenas razones para que los etngrafos de campo se lamenten

    tan a menudo de que sus escritos dejen fuera o empobrezcan irreme-

    diablemente algunos de los ms importantes conocimientos que han

    alcanzado, incluido el conocimiento de s mismo. Para alguien que no

    conoce tanto como yo, la principal evidencia del problema es el simple

    hecho de que la escritura etnogrfica suele ser terriblemente aburrida.

    Cmo, nos preguntamos a cada momento, personas tan interesantes

    que hacen cosas tan interesantes, pueden escribir cosas y libros tan

    aburridos?17Si bien nunca sus lectores se conmovieron al leerlas, las

    etnografas escritas para una audiencia de profesionales alguna vez

    fueron de tal autoridad que pocos se atrevan a decir en voz alta que

    eran aburridas. Tampoco se les ocurra a los lectores preguntarse acer-

    ca del tipo de conocimiento que eliminaban las estrictas normas de

    composicin de esta disciplina.

    La crtica externa era ms que compartida a nivel interno. Un fa-

    moso etngrafo, Vctor Turner, por ejemplo, se vio obligado a pronun-

    ciarse en contra de la composicin etnogrfica tradicional, con las si-

    guientes palabras: Cada da se reconoce ms que la monografa antro-

    polgica es un gnero literario bastante rgido, que naci de la idea de

    que, a nivel de las ciencias humanas, los informes deban seguir el mo-

    delo de las ciencias naturales18. Para Turner, las etnografas clsicas re-

    sultaban medios increblemente obsoletos, para descubrir de qu mane-

    ra convergan en la vida cotidiana de las personas, la razn, los senti-

    mientos y la voluntad. Dentro de una corriente de carcter ms polti-

    co, Turner aseguraba que las monografas al estilo tradicional separaban

    el sujeto del objeto y presentaban otras vidas como espectculos visua-

    les, para el consumo de los habitantes de la metrpoli. El dualismo car-

    tesiano, dice Turner, insista en separar el sujeto del objeto, a nosotros

    de ellos. De hecho, el uso exagerado de la vista mediante macro y mi-

    cro-instrumentos, hizo del voyeuroccidental la mejor manera de apre-

    hender las estructuras del mundo con miras a su explotacin19. Tur-

    ner asocia las miras de la etnografa con el yo del imperialismo.

    De igual manera,el siclogo Jerome Bruner sostiene que las des-

    cripciones sociales de algunas etnografas respetadas inicialmente pare-

    can persuasivas, pero despus, tras un anlisis ms cuidadoso, perdan

    del todo su condicin de plausibles. Bruner empieza as: Tal vez ha

    hubo sociedades, al menos por ciertos perodos de tiempo, que fueron

  • 62/ RENATO ROSALDO

    tradicionales en un sentido clsico , y donde el individuo actuaba a par-

    tir de un conjunto de reglas ms o menos fijas20. Al leer acerca de la fa-

    milia china en la poca clsica, se percat que le recordaba a un ballet

    que sigue meticulosamente determinadas reglas y papeles. Sin embargo,

    ms tarde ley cmo los grandes guerreros chinos utilizaban la fuerza

    bruta para obtener apoyo y alteraban de esa manera la vida de sus sb-

    ditos; y as ocurra una y otra vez, conforme el gobierno legtimo pasa-

    ba rpidamente de unas manos a otras. Mi conclusin fue, dice Bru-

    ner, que las explicaciones que optan por el equilibrio de las culturas

    son tiles, principalmente para escribir etnografas al estilo tradicional,

    o como instrumentos polticos que sern utilizados por los que estn en

    el poder, para subyugar a quienes deben ser gobernados21. Aunque las

    descripciones de las sociedades tradicionales, donde la gente sigue ser-

    vilmente reglas sociales estrictas, tienen una cautivante formalidad,

    ciertas descripciones alternativas respecto a las mismas sociedades hi-

    cieron que Bruner llegara a una conclusin no muy agradable, muy pa-

    recida a la ma. En su opinin, el retrato etnogrfico de la sociedad tra-

    dicional sin tiempo,tal como si fuera una ficcin, sola ayudar en la

    composicin y legitimar la subyugacin de las poblaciones humanas.

    Las normas clsicas de composicin etnogrfica, cumplan un

    importante papel en el fortalecimiento del salto acrobtico de las hip-

    tesis de trabajo, a las profecas acerca de mundos sociales estticos, en

    los que la gente est capturada en una red de eterna repeticin. La teo-

    ra antropolgica de moda estaba dominada por los conceptos de es-

    tructura, cdigos y normas; por su parte, desarroll practicas descripti-

    vas en gran parte implcitas, que prescriban una redaccin en tiempo

    presente.De hecho, los antroplogos han utilizado con orgullo la frase

    el presente etnogrfico para designar un modo lejano de escritura, que

    normalizaba la vida, al describir actividades sociales como si todos los

    miembros del grupo las repitieran siempre de la misma manera.

    Las sociedades as descritas se asemejaban a la nocin de orien-

    talismo22de Edward Said. Said subrayaba los vnculos entre el poder

    y el conocimiento, entre el imperialismo y el orientalismo, y mostran-

    ba cmo las formas de descripcin social, aparentemente inocentes y

    neutrales, reforzaban y producan, a la vez, ideologas que justificaban

    el proyecto imperialista. En su opinin, el orientalismo registra obser-

    vaciones acerca de una transaccin en la esquina del mercado, el cuida-

    do infantil bajo un techo de paja o un rito de paso, con el fin de hacer

  • CULTURA Y VERDAD/ 63

    generalizaciones que produzcan una entidad cultural mayor: el Orien-

    te, que por definicin, es espacialmente homogneo y esttico a travs

    del tiempo. De acuerdo con estas descripciones, el Oriente parece un

    punto de referencia segn el cual medir el progreso de la Europa oc-

    cidental y un terreno inerte, en el cual se pueden imponer esquemas

    imperialistas de desarrollo.

    La nocin clsica de que la estabilidad, el orden y el equilibrio

    caracterizaban a las llamadas sociedades tradicionales naca en parte de

    la ilusin de atemporalidad creada por la retrica etnogrfica. El si-

    guiente pasaje, tomado del trabajo etnogrfico clsico de Evans Prit-

    chard sobre los nuer, un grupo de pastores sudaneses, ilustra las ten-

    dencias que acabamos de mencionar: Los cambios estacionales y lu-

    nares se repiten ao tras ao, de modo que un nuer, en cualquier mo-

    mento de su vida, posee los conocimientos conceptuales de lo que tie-

    ne delante y puede predecir y organizar su vida de la misma manera. El

    futuro estructural de un hombre ya est fijado y ordenado en diferen-

    tes perodos, de tal suerte que se pueden prever los cambios sociales de

    estatus por los que atravesar un nio, en su paso ordenado a travs del

    sistema social23. El etngrafo habla igual de los Nuer como de un

    nuer,porque, dejando de lado las diferencias de edad (las cuestiones de

    gnero apenas entran en el trabajo androcntrico de Evans-Pritchard),

    la cultura se considera uniforme y esttica. Sin embargo, en el mismo

    momento en que el etngrafo realizaba su investigacin, los nueresta-

    ban sometidos a cambios obligatorios por parte del rgimen colonial

    britnico en su afn de supuesta pacificacin.

    El museo y la venta de garaje24

    Consideremos un museo de arte como una imagen de las etno-

    grafas clsicas y las culturas que stas describen. Las culturas son vis-

    tas como imgenes sagradas; tienen integridad y coherencia, lo que les

    permite ser estudiadas, como se dice, en sus propios trminos, desde

    dentro, desde el punto de vista nativo. Ms o menos como ocurre en

    los grandes museos de arte, en este museo cada cultura est sola, como

    un objeto esttico digno de contemplacin. Una vez abordadas, todas

    las culturas parecen igualmente grandes. Las cuestiones de importan-

    cia relativa slo abundan como imponderables, incomparables e in-

  • 64/ RENATO ROSALDO

    conmensurables. As como el crtico literario profesional no discute si

    Shakespeare es ms grande que Dante, el etngrafo no debate los m-

    ritos relativos de los kwakiutlde la costa noroccidental frente a los isle-

    os trobrianddel Pacfico Sur. Ambas culturas existen y merecen un

    anlisis cultural.

    Sin embargo, el monumentalismo etnogrfico no debe confun-

    dirse con el del humanismo de alta cultura. A pesar de sus problemas,

    el impulso etnogrfico al considerar las culturas como grandes obras de

    arte tiene un lado profundamente democrtico e igualitario. Todas las

    culturas son diferentes e iguales. Si una cultura domina a otra, no es

    por su superioridad. Los monumentalistas de alta cultura, por el con-

    trario, hablan de una herencia sagrada que se extiende directamente

    desde Homero, pasando por Shakespeare hasta el presente. Para ellos,

    nada hay de comparable con dicha herencia en la cultura popular o

    fuera de Occidente. Los antroplogos de no importa qu filiacin po-

    ltica parecen subversivos (y de hecho, durante los ochenta recibieron

    relativamente poco apoyo institucional) simplemente porque su traba-

    jo valora otras tradiciones culturales.

    En su densa discusin de las nuevas tendencias en antropologa,

    Louis A. Sass cita a un eminente antroplogo que se preocupaba de que

    los ltimos experimentos etnogrficos pudieran conmover los cimien-

    tos de la autoridad dentro de la disciplina y condujeran a su fragmen-

    tacin y eventual desaparicin: En una conferencia celebrada en 1980

    sobre la crisis de la antropologa, Cora Du Bois, una profesora retirada

    de Harvard, habl de la distancia que senta de la complejidad y el de-

    sorden de lo que alguna vez era una disciplina justificable y llena de de-

    safos... Ha sido como pasar de un famoso museo de arte a una venta

    de garaje 25. Las imgenes de museo para representar la situacin del

    perodo clsico y de venta de garaje para el presente me conmueven por

    ser muy adecuadas, pero yo las interpreto de manera muy diferente a la

    de Du Bois. Mientras ella siente nostalgia por el famoso museo de arte

    que tiene todo en su debido lugar, yo lo considero una reliquia del pa-

    sado colonial. Ella detesta el caso de la venta de cochera, pero yo lo con-

    sidero una imagen muy precisa de la situacin postcolonial, donde ar-

    tefactos culturales circulan entre lugares insospechados, y nada es per-

    manentemente sagrado, ni nada est dicho.

    La imagen de la antropologa como una venta de garaje describe

    nuestra situacin global en el presente. Las posturas analticas desarro-

  • CULTURA Y VERDAD/ 65

    lladas durante la poca colonial ya no pueden sostenerse. La nuestra es

    definitivamente una poca postcolonial. Pese a la intensificacin del

    imperialismo norteamericano, el Tercer Mundo ha invadido las me-

    trpolis. Aun la poltica nacional conservadora de reserva, diseada pa-

    ra escudarnos de ellos, demuestra que es imposible mantener cultu-

    ras selladas hermticamente. Consideremos una serie de esfuerzos: la

    polica lucha contra los traficantes de cocana, los guardias fronterizos

    detienen a trabajadores indocumentados, la tarifas buscan mantener

    fuera las importaciones japonesas y las bvedas celestes prometen des-

    viar los misiles soviticos. Estos esfuerzos revelan, ms que cualquier

    otra cosa, cun permeables se vuelven nuestras fronteras.

    La ficcin de los compartimentos culturales est desgastada. Los

    llamados nativos no habitan un mundo completamente separado del

    mundo donde viven los etngrafos. Cuando jugamos a etngrafos y

    nativos es an ms difcil predecir quin usar el taparrabos y quin

    tendr el lpiz y el papel. Cada vez ms personas hacen ambas cosas, y

    cada vez hay ms nativos entre los lectores del etngrafo, a veces elo-

    giosos, otras criticones. Cada da encontramos que los tewas, de Nor-

    teamrica, los sinhalese, del sudeste asitico, y los chicanos estn entre

    quienes leen y escriben etnografas.

    Si la etnografa alguna vez se imagin que podra describir cul-

    turas discretas, ahora lucha con los lmites que cruzan un campo que

    alguna vez fue fluido y estuvo saturado de poder. En un mundo donde

    las fronteras abiertas parecen ms importantes que las comunidades

    cerradas, nos preguntamos de qu manera se puede definir un proyec-

    to para los estudios culturales. Ni seguir con el trabajo y pretender

    que nada ha cambiado, ni protestar por el significado y producir ms

    discurso sobre la imposibilidad de la antropologa nos ayudarn a lle-

    var a cabo el proyecto de reconstruccin del anlisis social. En cual-

    quier caso, sta es la posicin a partir de la cual desarrollo una crtica

    de las normas clsicas para hacer etnografa.

    Notas:

    1. Ruth Benedict,Patterns of Culture (Boston: Houghton Mifflin, 1959 [orig.1934]).

  • 66/ RENATO ROSALDO

    2. Esta generalizacin admite excepciones, especialmente durante los aos 20 y 30, cuando una agenda difusionista de la antropologa daba lugar a otras ms funcionalistas. Los difusionistas vean a la cultura como un conjunto de ras- gos que los grupos se prestaban entre s en ambas direcciones; hacan pregun- tas sobre los grados de resistencia y la receptividad a los prstamos, y si los ras- gos se difundan en grupo o no (adhesiones necesarias versus adhesiones acci- dentales). Los difusionistas vean que la cultura tena fronteras porosas, pero restaban importancia a las cuestiones de los patrones internos. Conforme toma- ba cuerpo la teora funcionalista, las indagaciones sobre el grado de los patrones culturales se deslizaban hacia suposiciones que no caban en ese contexto. Ver al- gunas crticas histricas serias, de la sobresistematizacin del concepto de cultu- ra, durante el primer perodo clsico (1921-1945), en George W. Stocking, Jr., Ideas and Institutions in American Anthropology. Thoughts toward a History of the Interwar Years, en Selected Papers from the American Anthropologist,1921- 1945, ed. George W. Stocking, Jr. (Washington, D.C.: American Anthropological Association, 1976), pp.1-49; James Clifford, On Ethnographic Surrealism, en The Predicament of Culture: Twentieth-Century Ethnography, Literature and Art (Cambridge, Mass.: Harvard Univeristy Press, 1988), pp. 117-51.

    3. La distincin entre los patrones culturales y las fronteras culturales se asemeja mucho, por supuesto, a la extrada en la introduccin entre el ritual como mi- crocosmos y el ritual como una interseccin activa.

    4. Mi informe de las normas clsicas no debe ser confundido con las etnografas clsicas mismas. Los textos requieren lecturas ms complejas. Ver, por ej., Clif- ford Geertz,Works and Lives: The Anthropologist as Author (Standford, Calif.: Standford University Press, 1988).

    5. La forma mtica de mi informe imita la mstica que los antroplogos mantienen para el trabajo de campo. Ver un informe en primera persona que manifiesta esa mstica, en Claude Lvi-Strauss,Tristes Tropiques(New York: Athenaeum, 1975). Ver una serie de ensayos histricos sobre trabajo de campo, en George W. Stoc- king, Jr., ed.,Observers Observed: Essays on Ethnographic Fieldwork(Madison: University of Wisconsin Press, 1983). Ver un exhaustivo informe de antropolo- ga durante el siglo XIX, en George W. Stocking, Jr.,Victorian Anthropology (New York: Free Press, 1987).

    6. Sally Falk Moore,Social Facts and Fabrications: Customary Law on Kilimanja- ro, 1880-1980(New York: Cambridge University Press, 1986) p.4.

    7. Aunque las etnografas clsicas hablan a menudo sobre el anlisis diacrnico, generalmente estudiaban el desplegamiento de las culturas, ms que procesos sin lmites fijos. Bronislaw Malinowski introdujo, entre otros, el llamado mto- do biogrfico slo para inventar el ciclo vital compuesto; Meyer Fortes estudi unidades familiares a travs del tiempo, slo para reproducir el ciclo de desarro- llo de los grupos domsticos; Edmund Leach alarg su perspectiva ms all del tiempo de vida, slo para reconstruir el mvil equilibrio de un sistema poltico. En su mayora, los llamados mtodos diacrnicos se utilizaban para estudiar las estructuras de largo plazo que se revelaban slo en perodos de tiempo ms ex- tendidos que la duracin de uno o dos aos de la mayor parte del trabajo de

  • CULTURA Y VERDAD/ 67

    campo. As, las formas sociales perdurables continuaban siendo objeto del co- nocimiento antropolgico. Ver Bronislaw Malinowski,The Sexual Life of Sava- ges(London: George Routledge, 1929); Jack Goody, ed.,The Developmental Cy- cle of Domestic Groups(Cambridge: Cambridge University Press, 1958); Ed- mund Leach,Political Systems of Highland Burma(Boston: Beacon Press, 1965).

    8. T.O. Beidelman,Moral Imagination of Kaguru Modes of Thought (Bloomington: Indiana University Press, 1986), p. xi.

    9. Los movimientos polticos de finales de los 60 y principios de los 70 reconfigu- raron la agenda intelectual de la antropologa estadounidense, generalmente mediante el trabajo de figuras como Laura Nader, Sidney Mintz, Karen Sacks, Kathleen Gough, Sydel Silverman, Michelle Rosaldo, Gerald Berreman, Eric Wolf, Rayna Rapp, June Nash, Dell Hymes, Joseph Jorgenson, Louise Lamphere y David Aberle. El tenor de los tiempos puede percibirse con Dell Hymes, ed., Reinventing Anthropology(New York: Random House, 1969); Rayna Rapp Rei- ter, ed.,Toward an Anthropology of Women(New York: Monthly Review Press, 1975);Talal Asas, ed.,Anthropology and the Colonial Encounter(London: Ithaca Press, 1973); Michelle Zimbalist Rosaldo y Luise Lamphere, eds.,Woman, Cul- ture, and Society(Standford, Calif.: Standford University Press, 1974). Las mino- ras tnicas han tenido as mucho menos impacto que las mujeres sobre la prin- cipal corriente antropolgica. La antropologa francesa y britnica de ese tiem- po tambin influy en los programas de investigacin estadounidenses. Por ejemplo, Pierre Bourdieu elabor una teora de la prctica, y Talal Asad un an- lisis de la dominacin colonial. Algunas tendencias ms amplias del pensamien- to social tambin influyeron en el reinvento de la antropologa: desde autores como Antonio Gramsci y Michel Foucault, hasta Raymond Williams y E. P Thompson, pasando por Anthony Giddens y Richard Bernstein.

    10. Para ser ms precisos, la insatisfaccin con el nfasis del objetivismo sobre el pa- trn y la estructura alcanz proporciones epidmicas a principios de los 70. En los aos 70,la historia y la poltica se invocaban a menudo para describir aquello que los cientistas clsicos haban pasado por alto. Pero incluso durante el perodo clsico, ciertos crticos expresaron su insatisfaccin con el objetivis- mo. Sus articuladas crticas nunca se convirtieron en un movimiento intelectual dominante, y por eso no pudieron ser programas de investigacin convincentes. Ver algunos trabajos crticos relativamente tempranos en, por ej., Kenelm Bu- rridge,Encountering Aborigines(New York: Pergamon Press, 1973); Roy Wagner, The Invention of Culture(Chicago: University of Chicago Press, 1975). Ver una valoracin histrica de tales perspectivas alternativas en: Dan Jorgenson,Taro and Arrows (Ph.D.dissertation: University of British Columbia, 1981).

    11 Richard Bernstein,The Restructuring of Social and Political Theory (Philadelp- hia: University of Pennsylvania Press, 1978), p. xii.

    12. Clifford Geertz. Blurred Genres: The Refiguration of Social Thought, en Local Knowledge: Further Essays in Interpretative Anthropology (New York: Basic Books, 1983), p.34.

    13. Durante los aos 80 han aparecido dentro de la antropologa una serie de tra- bajos sobre las etnografas como textos. Ver George Marcus y Dick Cushman,

  • 68/ RENATO ROSALDO

    Las etnografas como textos, en Annual Review of Anthropology 11 (1982): 25-69; James Boon,Other Tribes, Other Scribes: Symbolic Anthropology in the Comparative Study of Cultures, Histories, Religions, and Texts (New York: Cam- bridge University Press, 1982); James Clifford y George E. Marcus, eds.,Writing Culture: The Poetics and Politics of Ethnography(Berkerley University of Califor- nia Press, 1986); George E. Marcus y Michael M.J. Fischer,Anthropology as Cul- tural Critique: An Experimental Moment in the Human Sciences(Chicago: Uni- versity of Chicago Press, 1986); Clifford Geertz,Works and Lives; James Clifford, The Predicament of Culture.Ver algunos trabajos relacionados de otras discipli- nas en, por ej.: Hayden White,Metahistory: The Historical Imagination in Nine- teenth-Century Europe (Baltimore: John Hopkins University Press, 1973); Ri- chard H. Brown,A Poetic for Sociology: Toward a Logic of Discovery for the Hu- man Sciences(New York: Cambridge University Press, 1977); Dominick LaCa- pra,Rethinking Intellectual History; Texts, Contexts, Language (Ithaca, N.Y.: Cor- nell University Press, 1983); John S. Nelson, Allan Megill y Donald N. McClos- key, eds.,The Rethoric of the Human Sciences: Language and Argument in Scho- larship and Public Affairs (Madison: University of Wisconsin Press, 1987).

    14. El libro de George E. Marcus y Michael M. Fischer,Anthropology as Cultural Cri- tique(Chicago: University of Chicago Press, 1986), celebra el momento expe- rimental de la antropologa y al mismo tiempo proclama que no debera durar mucho tiempo. Aunque favorecen la experimentacin, Marcus y Fischer aceptan que, a largo plazo, los excesos del eclecticismo y el libre juego de ideas bien po- dran debilitar la disciplina. Su lectura mecnica del libro de Thomas Kuhn, Structure of Scientific Revolutions (Chicago: University of Chicago Press, 2a. ed., 1970) les lleva a afirmar que la corrientede experimentacin antropolgica est destinada a terminar cuando el advenimiento de un nuevo paradigma marque el nuevo reinado del prximo extenso perodo como ciencia normal. Segn ellos, la antropologa, como le pasa a un nio revoltoso, sobrepasar su fase ac- tual y el orden imperar sobre el caos; este mensaje parece tranquilizar a los an- tiexperimentalistas.Por qu molestarse en combatir los escritos experimentales, cuando la profeca de Kuhn promete un nuevo dominio de las formas etnogrfi- cas estables? No creo que el momento experimental sea un esfuerzo intil, por- que el nuevo proyecto de la disciplina exige una coleccin ms amplia de formas retricas de aquello que se utilizaba en el perodo clsico.

    15. Para apreciar su extensin, es probable que la lista de Clifford deba citarse en- teramente: Si enumeramos slo unas cuantas pespectivas en desarrollo, este desdibujado alcance incluye la etnografa histrica (Emmanuel Le Roy Ladurie, Natalie Davis, Carlo Ginzburg), la potica cultural (Stephen Greenblatt), la cr- tica cultural (Hayden White, Edward Said, Frederic Jameson), el anlisis del co- nocimiento implcito y las prcticas cotidianas (Pierre Bourdieu, Michel de Cer- teau), la crtica de las estructuras hegemnicas de sentimiento (Raymond Wi- lliams),el estudio de las comunidades cientficas (siguiendo a Thomas Kuhn), la semitica de los mundos exticos y los espacios fantsticos (Tzvetan Todorov, Louis Marin) y todos los estudios que se centran en los sistemas de significado,

  • CULTURA Y VERDAD/ 69

    las tradiciones cuestionadas o los productos culturales (James Clifford, Intro- duction: Partial Truths, en Writing Culture,ed. Clifford y Marcus, p.3).

    16. Mary Louise Peatt, Fieldwork in Common Places, en Writing Culture, ed. Clif- ford y Marcus, p.33.

    17. Victor Turner, Dramatic Ritual/Ritual Drama: Performative and Reflexive Anthropology, en From Ritual to Theater: The Human Seriousness of Play(New York: Performing Arts Journal Publications, 1982), p.89.

    18. Ibid., p.100. 19. Jerome Bruner,Actual Minds, Possible Worlds(Cambridge, Mass.: Harvard Uni-

    versity Press, 1986), p.123. 20. Ibid. 21. Edward Said,Orientalism (New York: Pantheon Books, 1978). 22. E. E. Evans-Pritchard,The Nuer(Oxford: Oxford University Press, 1940), pp. 94-

    95. Ver tambin Renato Rosaldo, From the Door of His Tent: The Fieldworker and the Inquisitor, en Writing Culture, ed. Clifford y Marcus, pp. 77-97.

    23. Esto se refiere a la costumbre, en algunos pases, de vender artculos propios, usados, en el jardn o el garaje de la casa.

    24. Louis A. Sass, Anthropology s Native Problems: Revisionism in the Field, Har- pers (May 1986), p.52.

    25. Claro que el contraste entre un museo y un mercadillo informal de venta de ar- tculos domsticos o personales, segn las propias premisas del vendedor (en in- gls:garage sale), se asemeja al que percibimos anteriormente en este captulo, entre los patrones culturales y las fronteras culturales. Esta ltima distintin ar- ticula a nivel geopoltico lo que la primera expresa en el plano del anlisis social. Mi tesis es que los cambios en el mundo han condicionado los cambios en la teora, lo que a su vez moldea cambios en la literatura etnogrfica, que vuelven a plantear nuevas cuestiones tericas.