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Las representaciones de las comunidades negras en Brasil muchas veces nos presentan imágenes de comunidades negro-mestizas que tienen como ejes temáticos principales la exclusión social y la violencia. De esta misma manera se representa en la película Ciudad de Dios de Fernando Meirelles, inspirada en el libro homónimo de Paulo Lins, que intenta retratar la vida en una favela situada en la ciudad de Río de Janeiro. Esta favela, que podría estar localizada en cualquier otra ciudad brasileña, como Salvador, por ejemplo, la podemos considerar un prototipo de las comunidades pobres que se encuentra en nuestra imaginación. Sin embargo, nos preguntamos si esa interpretación es ideológica o si, de hecho, corresponde al mundo real, el mundo apartado de las pantallas de cine, de los discursos intelectuales o de la literatura. Representations of black communities in Brazil many times present us with images of black-mestizo communi- ties whose main themes are social exclusion and violence. They are represented in this same way in Fernando Meirelles’ film, City of God, which is based on the homonymous book by Paulo Lins, which attempts to portray life in a favela in Rio de Janeiro. This favela, which could be located in any other city in Brazil, such as Salvador, for example, can be considered a prototype of the poor communities that exist in our imagination. However, we wonder whether this interpretation is ideological or if, in fact, it corresponds to the real world, the world far removed from cinema screens, from intellectual discourse or literature. SALVADOR: IMÁGENES, DISCURSOS Y REPRESENTACIONES 1 1 Las cuestiones que se plantean en este artículo fueron presentadas en diversos encuentros científicos en Florianópolis, Buenos Aires, Santiago de Chile y Newcastle. Selma Passos Cardoso UFBA

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Page 1: SALVADOR: IMÁGENES, DISCURSOS Y REPRESENTACIONES 1

Las representaciones de las comunidades negras en Brasil muchas veces nos presentan imágenes de comunidadesnegro-mestizas que tienen como ejes temáticos principales la exclusión social y la violencia. De esta mismamanera se representa en la película Ciudad de Dios de Fernando Meirelles, inspirada en el libro homónimo dePaulo Lins, que intenta retratar la vida en una favela situada en la ciudad de Río de Janeiro. Esta favela, quepodría estar localizada en cualquier otra ciudad brasileña, como Salvador, por ejemplo, la podemos considerarun prototipo de las comunidades pobres que se encuentra en nuestra imaginación.

Sin embargo, nos preguntamos si esa interpretación es ideológica o si, de hecho, corresponde al mundo real,el mundo apartado de las pantallas de cine, de los discursos intelectuales o de la literatura.

Representations of black communities in Brazil many times present us with images of black-mestizo communi-ties whose main themes are social exclusion and violence. They are represented in this same way in FernandoMeirelles’ film, City of God, which is based on the homonymous book by Paulo Lins, which attempts to portraylife in a favela in Rio de Janeiro. This favela, which could be located in any other city in Brazil, such as Salvador,for example, can be considered a prototype of the poor communities that exist in our imagination.

However, we wonder whether this interpretation is ideological or if, in fact, it corresponds to the real world,the world far removed from cinema screens, from intellectual discourse or literature.

SALVADOR: IMÁGENES, DISCURSOS Y REPRESENTACIONES1

1 Las cuestiones que se plantean en este artículo fueron presentadas en diversos encuentros científicos en Florianópolis, Buenos Aires,Santiago de Chile y Newcastle.

Selma Passos CardosoUFBA

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Selma Passos Cardoso36

Un gueto negro en la «Ciudad de Dios»

Cuando intentamos fijar una imagen para estascomunidades nos encontramos con la definición degueto negro: un espacio donde muchas veces lasrelaciones sociales traspasan los límites de lo justo.Un universo cerrado que mantiene sus propias reglas,un campo de batalla, donde los habitantes sonsoldados armados. Un bando de miserables, mayori-tariamente negro-mestizos, gente considerada fea,frecuentemente asociada a un estado de barbarie, queparece amenazar el confortable mundo civilizado delas elites.

Las favelas, con sus trazados caóticos, son deline-adas muchas veces con dibujos de líneas sinuosas yentrelazadas: tramas laberínticas. Estructuracompuesta por espacios fraccionados —pasillosangostos, callejones, terrenos baldíos— y con unasresoluciones espaciales tan complejas que cuando nopertenecemos a ella casi siempre nos cuesta encontrarla orientación. (Fig. 1) Universos cerrados con suspropias leyes. Pero, ¿De que manera la miseria y lapobreza conforman este escenario? ¿Por qué sonuniversos cerrados? ¿Y cerrados para quién?

Las podemos considerar ciudades medievales,fortificaciones defensivas que tienen sus límites deter-minados por la miseria. Aquí las murallas seconstruyen con elementos intangibles como, porejemplo, el miedo, que a la vez caracteriza su solidez,en la medida que fija reglas de movilidad dentro de lafavela. Pero estas murallas también son construidascon elementos concretos que se configuran en elpaisaje, como barracas viejas, viviendas insalubres yenfermedades crónicas.2 Elementos que funcionancomo cinturones de aislamiento.

Algunas de estas favelas surgieron de losquilombos, barrios formados por esclavos fugitivoso negros libertos, situados en torno a la ciudad deSalvador. Actualmente, la población de estasfavelas es mayoritariamente negro-mestiza. Otras,sin embargo, surgieron de pequeños núcleosurbanos creados por el Estado, llamados

“embriones”. (Fig. 2), barrios que se encuentran ensu primer estadio de desarrollo, pero que con eltiempo sufrieron sucesivas modificaciones. Estosconjuntos habitacionales, construidos conmateriales de mala calidad, están ubicados en zonasapartadas de los centros de las ciudades, en “áreaspredestinadas para viviendas populares”,3 carentesde una infraestructura adecuada. Su alejamientomanifiesta una clara intención por parte de lospoderes públicos de segregar una parte de la pobla-ción que, por algún motivo, molesta a los interesesoficiales. Si las observamos desde una perspectivaalejada, el dibujo que las diferencia en el contextourbano es claro: zonas que destacan del todo en elque están insertas por su configuración espacial, ypor sus condiciones de vida. Si nos adentramos enesas zonas podemos percibir que hay un ordenpreestablecido, donde los que entran y salen sonconstantemente vigilados. Aquí el error normal-mente se paga con la muerte. Así se nos presenta lafavela Cidade de Deus en la película de FernandoMeirelles. En la película se evidencia que este terri-torio se trata de un gueto negro.

En Ciudad de Dios los espacios públicos se vivencon mucha informalidad, son una exposición de laintimidad que constriñe a aquellos que tienendefinido el concepto de público y privado, sus límitesy sus normas. Como en todas las favelas, se disputacada pedazo de ese territorio. Es como si las pequeñascasas, abarrotadas por sus habitantes, derramasen enlas calles sus excedentes. En las esquinas, puntoscomerciales, puntos de drogas, puntos de encuentro,puntos de ofrendas para los Orixás, dioses negrosque parecen haber perdido el control de sucomunidad. En las calles algunos cachorros revuelvenla basura, las mujeres lamentan sus desgracias en lasoledad de amar y amamantar a hijos sin padre.Muchos son los niños que juegan en las calles, pandi-llas de amigos que hace tiempo olvidaron el caminode la escuela. Entre estos chavales aún podemosencontrar una cierta mezcla de inocencia y maliciaque se enfatizan y se oponen al escenario urbano

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2 Según los datos oficiales, el 60% de los pacientes que utilizan al Sistema de Salud Pública, padecen enfermedades causadas por la faltade saneamiento básico en su vivienda.

3 Gey Espinheira, en una entrevista para la Revista de la SEPLA / Prefeitura Municipal do Salvador. Disponible en Internet:http://www.veracidade.salvador.ba.gov.br/conteudo/entrevista/entrevista.htm

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—pequeñas chabolas, algunas casas abandonadas, “caseríos encantados”, vegetación que poco a pocova siendo desforestada para dar paso a los nuevosconjuntos habitacionales que por allí crecen. Un pocomás alejados, los grandes y elegantes edificios de “laotra ciudad”, de la ciudad oficial.

Los chavales pensaban en el futuro, hacían planespara cuando crecieran. Mientras contemplaban elpaisaje fumando un cigarrillo de marihuana, soñabancon los héroes de la televisión. Había mucho quehacer por las calles —charlar con los amigos, jugar afútbol, nadar en el río, pensar en la vida, soñar… Sinembargo a veces se sentían melancólicos. Y mientrasdisfrutaban de toda la libertad, no se daban cuentaque el tiempo, poco a poco, les iba robando los díasy la dicha.

“Sangre diluyéndose en agua podrida acompa-ñada de un cuerpo con vaqueros…” (LINS, 2002.Pág. 13.), también componen el paisaje. Son señalesde guerra que tiñen de rojo las calles ya embarradasde las muchas Ciudad de Dios que encontramos enBrasil. El miedo paraliza el cuerpo, hiere el alma,pero, ¿importa realmente? No hay cómo moverse,porque no hay por dónde escapar. El tiempo rápida-mente los convierte en hombres, los amigos ahora seconvierten en socios de las pandillas del crimen. Paralos que viven en la marginalidad, trabajo es sinónimode esclavitud, no es posible vivir dignamente con untrabajo honesto: aquellos que lo intentan son consi-derados unos necios.

Trabajar como un esclavo, nunca: comer de

marmita, recibiendo órdenes de los blancos, hacer

siempre el trabajo pesado sin oportunidad de

prosperar, levantarse temprano para trabajar y ganar

una mierda. (LINS, 2002. Pág. 43)

Sueñan con hacer fortuna en el mundo del crimenpara después descansar en una granja tumbados alsol, contemplando el paisaje y fumando cigarrillos demarihuana. Y continúan creyendo en historias dehéroes. Con el dinero que “ganan” hacen fiestas,comen demasiado, beben demasiado y fumandemasiado. Festejan la vida que, en la Ciudad deDios, puede estar a punto de acabar. En otrosmomentos, cuando la realidad amenaza el sueño,desean cambiar, encontrar un trabajo honesto,formar una familia, llevar una vida de pringado, serfelices. Sin embargo, en la Ciudad de Dios, tener unavida normal ya no es posible para estos “bichos-sueltos” porque día a día ellos van alejándose de lasociedad oficial y de sus normas de convivencia. Pero¿A quién le importa? El Estado hace mucho que seolvidó de ellos, ¡así como los Orixás!

Aquí todo el mundo tiene cara de bandido, ya casi

no quedan blancos, en esta tierra sólo hay criollos

malcarados (LINS, 2002. Pág. 35).

Pero, ¿Cómo es “tener cara de bandido”? Losbandidos de la Ciudad de Dios son negros y feos,

Fig. 1Fotografías de la autora

Fig. 2Fotografías de la autora

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tienen como rasgo manifiesto el prejuicio del color.Los negros son considerados, por algunos personajesdel libro, como una raza maldita, mala por natura-leza. Raza que infesta las favelas, que promueve laviolencia y causa inseguridad en el ambiente. El negroes sinónimo de bandido, mientras que el blanco essinónimo de trabajador, y esta imagen está presenteen nuestro imaginario desde el período colonial.

La única cosa mala de Río de Janeiro era la presencia

de criollos por todas partes (…) raza maldita.

Siempre dijo que no le gustaban los criollos y que

después de llegar a Río pasó a sentirles rabia.

Argumentaba con los amigos que el rubio era hijo de

Dios, el Branco; el creado por Dios, el moreno; hijo

bastardo, y el negro; lo que Diablo cagó. (LINS,

2002, Pág. 53).

Desde el otro lado tenemos la voz de los negros,acorralados en el abismo que les construyó la exclusiónsocial, violados en sus derechos —todos representadoscomo personas sin carácter y de malos sentimientos.Caminan sin rumbo, llevando con ellos la soledad delos expatriados y la mancha de la esclavitud.

(…) el Grande que mataba policías por creer que esa

era la raza más hija de puta de todas, esa raza que

sirve a los blancos, esa raza de pobres que defiende

los derechos de los ricos. Sentían placer en matar

blancos, porque el blanco había robado sus antepa-

sados de África para trabajar gratuitamente, el

blanco creó la favela y metió a los negros para

habitarla, el blanco creó la policía para coger,

prender y matar al negro. Todo, todo lo bueno era de

los blancos. El Presidente de la República era blanco,

el médico era blanco, los patrones eran blancos, (…),

los ricos eran blancos, las muñecas eran blancas, y

los idiotas de esos criollos que se hacían policías o

que iban al Ejército tenían que morir como todos los

blancos del mundo. (LINS, 2002. Pág. 176.)

Podemos considerar esa descripción como larepresentación de las comunidades popularespresentes en las grandes ciudades brasileras. EnBrasil, el 49.68 % de la población vive en la pobreza,y el 53.87 de ésta en condiciones de indigencia. Elporcentaje de negros entre los pobres es del 65% y,entre los indigentes, el 70%.4 En el estado de Bahía,durante el período de 1999 a 2000, los índices son del52.76% de indigentes y 53.63% de pobres.5 Y mepregunto: ¿Dónde están las “zonas de confraterniza-ción entre los vencedores y los vencidos” que propi-ciaron la democracia racial brasilera?

Salvador: imagen de la periferia

Para los que sólo conocen Salvador a través de lapublicidad del turismo, de las postales, de las vallasde la vía pública y de los anuncios televisivos (Fig. 3),se les presenta una ciudad orgullosa de su historia,optimista en su colorida alegría, seductora en sumusicalidad y con un ritmo avasallador. Los quellegan a la ciudad en un día de verano se ven conmo-vidos por la intensa claridad que emana la luz del sol,en la inmensidad del cielo azul, y por el fuerte calor,además de la exuberante naturaleza que generosa-mente abraza la ciudad y la exalta. Sin embargo,Salvador, actualmente un inmenso territorio conquis-tado por la miseria, es, como en los tiemposcoloniales, una ciudad de pequeñas y grandes ruinashumanas. La ciudad exuberante que se nos presentaen las imágenes turísticas es, al mismo tiempo, laciudad hostil que expulsa, en dirección a la periferia,6

todo lo que clasifica como sórdido.En esta misma ciudad esplendorosa encontramos

un paisaje monótono dibujado por la fealdad de lasnegligentes y mutiladas residencias populares. En lasórdida realidad de los barrios populares, las edifica-ciones contiguas, construidas en el límite del terreno,se extienden por las aceras y ocupan el espacio delviandante. (Fig. 4) Son, mayoritariamente, construc-

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4 Información retirada del Atlas del PNUD (Atlas e las Naciones Unidas para el Desarrollo). Disponible en Internet:http://www.pnud.org.br/publicacoes/atlas_racial/ARB-Pobreza_e_Indigencia.doc.

5 MACHADO, Kenys Menezes. Uma comparação entre a renda e as abordagens multidimensionais na Bahia.[en línea] En:http://www.mesteco.ufba.br/scripts/encontro2007/pdf/ra_ecobai/07.pdf

6 Aquí la palabra periferia no la utilizamos para definir un territorio o zonas en la ciudad, sino para referirnos a los grupos de excluidosque viven en la informalidad, que están al margen del sistema oficial, de la ciudad participativa, y que, en Salvador, se localizan en todoel tejido urbano.

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ciones de ladrillo inacabadas. Viviendas toscas,improvisadas, que nos recuerdan a los míseros,mezquinos e inconfortables mocambos, como losdefine el diccionario: “lugar donde se podían aislarlos criminales, donde no entraba la justicia del rey”.

El color negro del barro se confunde con el colorrojo de los ladrillos de las residencias. (Fig. 5) En losedificios de cubiertas planas, con losas desprotegidasde la intemperie, se guardan objetos inútiles, trastosviejos, restos olvidados por algún habitante distraído,que aún les ve una futura función. El agua se acumulaen la cubierta y se desliza por las paredes provocando

infiltraciones; dificultando la construcción. (Fig. 6).Las chabolas, con sus fachadas teñidas de un verdeoscuro y lodoso, nos intimidan. Desnudas,mostrando su fragilidad, estas casas hablan, sinpudor, de la realidad de sus dueños, gente humildecon una vida triste, frustrada. Aquí el tiempo esdesesperanzador, opresivo. Son casas feas, manchanla ciudad, y nos hacen sentir espectadores de unespectáculo indigno.

Toda la extensión de estos barrios está divididapor calles sucias y angostas, formando cuadras queobedecen la misma estructura que la de un laberinto,

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Fig. 3Fotografías de la autora

Fig. 4Fotografías de la autora

Fig. 4Fotografías de la autora

Fig. 5Fotografías de la autora

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caminos torcidos que nos llevan hasta la degradacióndel espacio colectivo. En calles sin pavimentación osin alcantarillado, las aguas residuales se echan direc-tamente a los espacios abiertos, creando, alrededor delas residencias, un ambiente insalubre, propicio a lasenfermedades (Fig. 7).

Las bolsas de plástico, amontonadas en lasesquinas o en los paseos, decoran los espaciospúblicos, componiendo una fisonomía descuidada.En estos callejones bulliciosos, convertidos envertederos de basura, es muy frecuente encontrarvendedores ambulantes que comercializan diversostipos de productos, como fruta, dulces, sombrerosde paja o sandalias de cuero. Las mercancíasemanan distintos aromas, que se mezclan con elolor que se desprende de sus cuerpos sudados y conel olor fétido de las calles sucias y fangosas. Aquíestamos, en los barrios populares, en generalinmensos conglomerados que se formaron a partirde familias desarraigadas, una migración que huíade su lugar de origen, la miseria del campo. No nospodemos imaginar que sea posible una vida dignaen este ambiente.

Pero las favelas no son ciudades yermas. Sonambientes de intensa vida humana agregados a unpaisaje monótono, mezquino y melancólico. En lascalles podemos contemplar a los niños que juegan alfútbol o a la gallinita ciega. En las tardes de verano,el cielo, gracias a las cometas de estos muchachos, esmás colorido, y la vida tal vez es menos amarga. Entiempos de fiesta, los habitantes decoran las calles

con banderas de papeles coloridos y la música suenaalta. En la comunidad, hay alegría para vivir, solida-ridad, ambiente acogedor, desprendimiento,esperanza de que un día las cosas mejoren. Las cosasno mejoran, pero incluso así las mujeres tienen sussueños y presagios. Muchas de ellas son madres dehijos sin padre, o de tantos padres como hijos tienen.Y la vida sigue, en medio de una “pobreza dócil yhonrada”, que es rescatada por la compasión y lasolidaridad que tanto caracteriza las comunidadespopulares. Cada año llegan más niños, ocupando lascalles con su calor humano y su mirada inocente.Caras feas quemadas por el sol.

Es una población que soñó con otra ciudaddistinta, la deseaba íntegra. Sin embargo, no es unaciudad incólume, sino violenta, injusta, lúgubre ycruelmente tangible. Podemos apreciar un ciertoletargo que oscurece las miradas y humedece el ánimode un pueblo que ha luchado con todas sus fuerzaspor mantener su dignidad. Y es que, a veces, resultamuy complicado continuar creyendo en promesasimprecisas, ideas y fantasías, cuando los héroes sonlos que viven en la ciudad de las otras postales.Aquella ciudad que, desde aquí, sólo se puedeconcebir en la imaginación.

El mestizaje y la ciudad del miedo

Desde una perspectiva colonialista, y articulandoconceptos a partir de estereotipos presentes en el

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Fig. 6Fotografías de la autora

Fig. 7Fotografías de la autora

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sistema ordenado por ella, entendemos que eldiscurso del período colonial estableció, para laciudad de Salvador, una jerarquía en qué losconceptos de bueno y malo estaban directamenteasociados a la pugna de la diferencia, existente en eluniverso de la soberanía cristiana de la época.Solamente se daba el título de “hombres buenos” alos hombres de sangre limpia. Purgatorio, infierno yparaíso7 eran, para la ciudad del siglo XVII, tres defini-ciones mutantes, que se alternaban según sureferencia:

Para los buenos soy infierno! Y para los malos, el

paraíso (MATOS E GUERRA, 1992. Pág. 40)

Estas dos categorías —bueno y malo— también seorganizaban según criterios raciales, en que el mesti-zaje tenía un papel profundamente desconcertante enla trama de la jerarquía urbana. Entendemos lascategorías cielo e infierno como normas de jerarquía,donde los buenos y los malos coexisten en unambiente contradictorio que les da existencia. No soncategorías naturales; sino creaciones sociales queintentan delimitar un espacio ordenado, en oposiciónal espacio caótico de la ciudad: espacio que siempreestuvo relacionado con lo diverso y que es, por lotanto, amenazador.

En lo referente al hombre, lo que prevaleció en lasociedad brasilera colonial fue, sin duda, la incom-prensión y la desigualdad social: dos fuertes pilaresque fundaron la nación y que persisten hasta nuestrosdías. La esclavitud, defendida como un mal necesariopara la colonización brasilera, sin duda contribuyó adefinir un espacio poderoso dentro del paisajeurbano, que se mantiene hasta hoy. El mestizaje dio ala ciudad del Salvador un carácter complejo: tramastejidas en una orden que frecuentemente no es muytransparente. Los negros, con sus caras oscuras,siempre fueron considerados “violentos por natura-leza”.

El contacto de las razas inferiores con las más cultas

siempre desmoraliza y deprava a una y a otra. Está

claro que los negros y los indios sólo pueden

inspirar desdén y odio, lo que provoca el escarnio de

los superiores. (Correio de Noticias, 30.04.1900.

Pág. 2.)

Actualmente, la etnia aún determina segrega-ciones, y los afro-brasileros continúan ocupando elterritorio ilegítimo de la ciudad. Si dividimos lapoblación urbana del Salvador en dos categorías,podríamos decir que los deseos y los medios se unenpara generar ciudades que se alternan. La ciudad dela felicidad y la alegría es la ciudad paraíso, laciudad radiante, presente en la publicidad turística.La ciudad clandestina es la ciudad del mal, la ciudadoculta por el miedo, lugar de condenados queasociamos a la imagen del infierno. Es la dualidadentre el mundo civilizado del orden y el mundobárbaro del caos, en que cada universo tiene suspropios personajes. En la ciudad clandestina, consi-derada universo salvaje, vive la población pobre deBahía y que no por casualidad es mayoritariamentenegra. Civilizarse significó adaptarse al tempera-mento, al estilo europeo, una disposición superior,de la cual la comunidad negra, por haber sidosiempre considerada incompatible (SCHWARCZ,1993), siempre estuvo excluida. En el Brasil de lamodernización, a inicios del siglo XX, civilizarsetambién significó “desafricanizarse” Esta postura semantiene a lo largo de todo el proceso de moderni-zación de la ciudad del Salvador, que tuvo lugar ainicios del siglo XX, y también la identificamos en elproceso de revitalización del Centro Histórico delSalvador.

¿Qué se desea preservar de las ciudades?

Declarado Patrimonio de la Humanidad por laUNESCO en 1985, el Centro Histórico de la ciudadde Salvador fue definido como el conjunto arquitec-tónico colonial más importante de América Latina.Es la zona más visitada de la ciudad y en él seconcentra el mayor Polo Turístico Cultural deSalvador. El barrio del Pelourinho, situado en el

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7 En el siglo XVII, D. Francisco Manuel de Mello describía el Brasil como Paraíso de Mulatos, Purgatorio de Blancos e Infierno de Negros.Vd. MEDINA, João, «O Terceiro Império Português. O Império Africano. O Sonho dum Novo Brasil em África» En: História dePortugal. Pág. 211. También citado en RODRIGUES, J. H., Historiografía del Brasil: siglo XVII. Pág. 80.

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Centro, fue, en el siglo XVIII, la zona residencial másnoble y su centro comercial más importante. Aquívivían hombres de negocio, grandes comerciantes,exportadores e importadores, grandes propietariosdel cultivo del azúcar y altos funcionarios públicos.Sin embargo, a partir de finales del siglo XIX, elCentro pierde población porque las clases más ricasmigran hacia otras áreas de la ciudad.

En los años 30, Bahía atraviesa una grave crisissocial y económica que ocasiona desempleo en granescala y, en consecuencia, el empobrecimiento de lapoblación. Conclusión: debilitamiento del comercio.En esa época la población del Centro Histórico teníaun poder adquisitivo muy bajo. En 1932 una ordenjudicial determina la concentración de toda laactividad de prostitución del centro de la ciudad albarrio de Maciel, convirtiéndose en zona de prostitu-ción, actividad ejercida por el 40 % de sus habitantes(ESPINHEIRA, 1971). Esta medida fue justificadacon el argumento de que la centralización de estaactividad facilitaría la vigilancia y el control por partedel estado. La mayor parte de sus edificios, transfor-mados en habitaciones colectivas, están ahora enruinas. Mundos desmoronados, batallas perdidas: laciudad adopta las características que son propias dela marginación social. Con el paso del tiempo,aumenta la degradación: entre trabajadores, trafi-cantes, prostitutas, travestís, desempleados y turistas,el Centro Histórico se vuelve una ciudad clandestina.En los periódicos de la época es frecuente encontrarnoticias que describen el distrito de la Sé como unbarrio de violencia y marginalidad.8 Había hambre,como ahora, porque la miseria que, a principios delsiglo XX compartían los habitantes de esta zona, aúnestá presente y se ha propagado por toda la ciudad.

En los años 60, se crea la Fundação do PatrimônioArtístico e Cultural, con la finalidad de sanear elcentro Histórico. Sin embargo, para llegar a tal fin,era necesario transferir la población que vivía en eseentorno de violencia y marginalidad a los barrios másalejados del centro. ¿Formaban quizás parte de lasuciedad que tanto avergonzaba la ciudad? Lasprimeras intervenciones en la zona son de eseperiodo. En el periodo de 1970 a 1996, el CentroHistórico pierde población (VASCONCELOS, 2002).

Con este abandono, las casas pasan a ser ocupadaspor inmigrantes.

Hasta los años 70, el centro de la ciudad delSalvador estaba concentrado en el Centro Histórico(Cidade Alta y Cidade Baixa), con algunas zonasconsideradas como subcentro (VASCONCELOS,2002). En los años 70 y 80, aumenta significativa-mente su degradación. En este periodo, se intentaronreformar las áreas más deterioradas de maneraaislada. Muchos de esos proyectos fueron llevados acabo por Lina Bo Bardi y su equipo. La arquitectacriticaba las intervenciones que solamente privile-giaban el turismo y la folclorización de la culturalocal.

El “caso” del Centro Histórico de Bahía: no es la

preservación de los edificios arquitectónicos impor-

tantes (como en el estado de Minas Gerais), sino la

preservación del Alma popular de la ciudad.

(FERAZ. Pág. 270, 1993).

La propuesta de revitalización del CentroHistórico debería promover la integración de lapoblación local al “nuevo centro”, mediante lacreación de un programa socioeconómico que trans-formase sus condiciones de vida. La “Alma popular dela ciudad” a la que Lina se refería estaba relacionadacon las personas que vivían allí, y que daban al barriouna característica propia. Su propuesta era mantenerla población en el Centro Histórico. Una poblaciónpobre y muy diversa en cuanto a dimensión social,pero con una manifestación artística y un conoci-miento popular profundamente ricos. Con una tasamuy alta de densidad de población, 17 personas porinmueble, cuando la densidad media ideal era de 3,3por unidad, en los años 80 sus habitantes convivían enel cúmulo de ruinas en que el barrio se había transfor-mado (MIRANDA, 2002. Pág. 61).

En los años 90, el gobierno del estado de Bahía, através de lo que recibió el nombre de Término deReferência, inicia un programa de recuperación delCentro Histórico de Salvador, que tenía comoobjetivo restaurar el tejido urbano, no los edificiosaislados. El Término contemplaba: (1) la recupera-ción de los edificios; (2) un programa de paisajismo y

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8 Ver Diario de Noticias, Bahia, 04.07.1912; Diario da Bahia. 29.11.1916; Jornal de Noticias, Bahia. 14.12.1920.

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de urbanismo; (3) la recuperación de la pavimenta-ción; (4) el mejoramiento de la red de agua y energíaeléctrica, etc.

Los edificios que en otra época fueron residenciasde familias ricas,9 son casi en su totalidad transfor-mados en edificios con una función comercial y turís-tica. Para ello, 1.967 familias (VASCONCELOS. Pág.385, 2002) tuvieron que abandonar sus casas y fuerondesplazadas a barrios alejados. En el proyecto dereforma para el centro de Salvador no se incluyó unapropuesta de inclusión social para la población pobreque lo habitaba y que fue expulsada de las zonasrestauradas. La reforma estaba claramente orientada ala actividad económica del turismo y a la creación deestrategias que mantuviesen una estructura auto-sustentable. La población que residía en el CentroHistórico no era compatible con el desarrollo deseado:

No es posible intentar transformar el Pelourinho en

un barrio exclusivamente residencial, expulsando

prostitutas, negros, toxicómanos y travestís para

ocuparlo con otro tipo de gente. Es necesario

concebir la ocupación del área a través de un aprove-

chamiento cultural, comercial, institucional y

residencial, invirtiendo en mejores condiciones de

vida, buscando el apoyo comercial. (IPAC, Pág. 234,

1997).

Según el IPAC (Instituto do Patrimonio Artístico eCultural da Bahía), unos de los principales objetivosdel programa de recuperación del centro Históricoera potenciar las condiciones de la zona paramantener el patrimonio preservado mediante laproducción económica, y crear estrategias para sudesarrollo productivo y social. Sin embargo, sólo sepodía llegar a tal fin expulsando prostitutas, pobres,negros, toxicómanos y travestis, o sea, limpiando lazona de la indigencia. Creyendo que esta es la maneramás rápida y práctica, muchos optan por esconder elpolvo debajo la alfombra cuando desean librarse dela suciedad. Así se trataron a los antiguos habitantesdel Pelourinho, conducidos a barrios alejados, conde-nados al aislamiento social. El estigma atribuido al

negro y al pobre está muy bien representado en alfrase anterior, una categoría corrompida por lanegatividad, como las prostitutas y los toxicómanos.¿Negros-pobres y actividad turística no se puedenconciliar? ¿Un “aprovechamiento cultural” que dicevalorizar y preservar el arte popular bahiano, peroque desprecia su comunidad popular? Finalmente,nuestras instituciones están “invirtiendo en mejorescondiciones de vida”, pero ¿para quién?

En el Centro Histórico aún existen pequeñosnúcleos formados por comunidades con carencias,antiguos habitantes que resisten en el Pelourinho. LaRocinha es un ejemplo de ellas (Fig. 8). Situada atrásde la Facultad de Medicina, tiene un aspecto lasti-moso.

En la actualidad la postura adoptada por lascomunidades competentes, en lo que se refiere a larestauración y revitalización del Centro Histórico, semantiene intacta. Recientemente, los periódicosretomaron la discusión sobre la política del gobiernopara la revitalización del centro, presentando consi-deraciones desfavorables sobre la cuestión.10 Segúnalgunas crónicas, los habitantes, incluso los propieta-rios, están siendo obligados a salir de sus inmuebles,actitud considerada por el Ministerio Público delEstado11 y por los habitantes de “asepsia social”. Sudesplazamiento a barrios alejados del centro, sininfraestructura y saneamiento básico, es la soluciónmás fácil que el poder público encontró para proteger

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9 Según los documentos del IPAC, el 45,6% de los inmuebles tenían una función residencial.10 Vd. «Verdades e mentiras do novo Pelô» Jornal A Tarde. (Salvador. 28.01.2004). Pág. 3. y «Do Pelourinho às “cidades de Deus” ».

Jornal A Tarde. (Salvador. 22.02.2004). Pág. 4.11 Órgano gestor responsable de las políticas de urbanización del Estado de Bahía.

Fig. 8Fotografías de la autora

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a la ciudad del mal y de la corrupción que “ese tipode gente” representa.

La antigua población del Centro Histórico, consti-tuida por una mayoría de negros y pobres, aún llevaencima el estigma de la marginalidad. Su imagen aúnse asocia a la criminalidad y a la prostitución. Supresencia, en una zona de gran importancia turística,no se considera adecuada para la imagen de laciudad, que no duda en considerarse “ciudad negra”,pero que, a la hora de concebir la ciudad oficial, clasi-fica la comunidad carente como el mal que laamenaza, y de la cual debe ser preservada, protegida.El poder público establece la dualidad entre ciudadoficial y ciudad clandestina y, en este sentido, definequien tiene derecho a la ciudadanía y quien no. Elcaso de la reforma del Centro Histórico, “el otro”,“las prostitutas, los pobres, los negros, los toxicó-manos y los travestis” no fueron y no son tratadoscomo sujetos por esa sociedad que insiste enpreservar los valores rurales esclavistas, según loscuales sólo es posible establecer la relación entreseñor y esclavo.

En Bahía, el Poder Público parece que todavía hoyse basa en el derecho consuetudinario. El mito de unaherencia “patriarcal” intocable, sólidamente fundadaen la Casa Grande & Senzala (FREYRE, 2001) y enla mentalidad colonial y esclavista de las “elitesblancas”, tiene su contrapunto en la disolución de lafamilia, en el número creciente de hijos sin padre, demujeres sin marido, de niños abandonados. Esarealidad está presente de manera significativa entrelas familias negro-mestizas de este estado. La exclu-sión social es partícipe de la lucha por la supervi-vencia, de la pésima calidad de vida, de la violenciaurbana, entre otros males. También hace parte de la

elección del Poder Público mediante formas deconfraternización social que segregan la sociedad endos categorías antitéticas que se corresponden ?negro-mestizos pobres versus blancos ricos; barbariey violencia versus civilización y superioridad. Aquí,cada categoría mantiene una relación con la ciudadoficial, sea una relación incluyente o excluyente. Yellos todavía nos hacen pensar que esas categoríasson legales, pero la miseria no es legítima; de lamisma manera que los negros no son “vagos ymalvados por naturaleza”. Por lo tanto, su estado depobreza no es un castigo de Dios por algún pecadoque hicieron nuestros antepasados, y la vida dura quellevan los negros mestizos que viven en Bahía no va aredimirlos de sus “características de origenafricano”.12 (VARNHAGEN, T1, Pág. 223, 1975).

Ya no podemos aceptar la idea de que la humilla-ción y el sufrimiento redentor sean condiciones parael triunfo, principio básico del pensamiento judaico-cristiano. Así tampoco nos aproximamos a lospaganos ni a su manera de aceptar el destino. Ya eshora de que el Estado incluya, en su programa dePreservación Cultural, una propuesta de revitaliza-ción e inclusión social de esa parcela de la comunidadbahiana, que siempre fue periferia en la ciudad oficialy que, irónicamente, es la que hace posible laexistencia de un Patrimonio Cultural de Bahía perte-neciente a la población afro-descendiente.

Selma Passos Cardoso es Doctora enArquitectura por la Universitat Politècnica de

Catalunya y becaria del CNPq.Las citas han sido traducidas por la traductora

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12 Hubo muchos intelectuales en el siglo XIX que defendieron la tesis de que el mestizaje contribuiría al blanqueamiento de la poblaciónbrasilera, eliminando sus «características de origen africano».

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