santiago lopez petit estado guerra

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La subversión del Estado-guerra. (Santiago Lopez Petit) De la guerra al Estado-guerra Hace tiempo que el pensamiento crítico está completamente desarbolado. Preso del miedo por no poder imponer un horizonte a loque se avecina; temblando porque los asideros del pasado se hunden, uno tras otro, en una Historia que ya no es la suya. Seattle,Génova… han sido espléndidos gritos precisamente porque no decían nada. Y lo decían con rabia, con unas inmensas ganas de vivir,con la violencia del asco… Este decir sin palabras es lo que se ha escuchado y ha hecho realmente daño. No el conocido discursocrítico y su triste cantinela “otro mundo es posible”. El fuego del 11 de Septiembre no sólo destruyó las Torres gemelas sino tambiénlas ilusiones y esperanzas puestas en acercar un nuevo futuro. “Paremos la guerra, otro mundo es posible” ya no es triste, essimplemente patético. ¿Tanto autoengaño necesitamos para poder seguir viviendo? El “acontecimiento 11 de Septiembre” y sus repercusiones han sido analizados desde múltiples puntos de vista. Nos interesanespecialmente los dos enfoques que, de un modo u otro, se reclaman de lo que sería un pensamiento crítico. Llamémosles, porcomodidad, socialdemácrata e izquierdista. Para la posición socialdemácrata, el atentado del 11 de Septiembre supone laconstatación de cómo el terrorismo se ha introducido en las sociedades abiertas, de cómo un nuevo tipo de guerra se ha hechopresente. El reconocimiento del derecho de legítima defensa, por parte de USA, se acompaña del apoyo a compartir soberanía yresponsabilidad en la lucha contra este nuevo enemigo. Finalmente, se añade la recomendación de que la globalización debe sercompatible con la justicia, junto con una encendida defensa del Estado de Derecho. Para la posición izquierdista, la novedad no estan grande ya que la guerra siempre ha estado asociada al capitalismo. Santa para unos, de civilización para otros. Ladesconstrucción del

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Aporte de Lopez Petit sobre el papel del Estado

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La subversin delEstado-guerra. (Santiago Lopez Petit)De la guerra al Estado-guerraHace tiempo que el pensamiento crtico est completamente desarbolado. Preso del miedo por no poder imponer un horizonte a loque se avecina; temblando porque los asideros del pasado se hunden, uno tras otro, en una Historia que ya no es la suya. Seattle,Gnova han sido esplndidos gritos precisamente porque no decan nada. Y lo decan con rabia, con unas inmensas ganas de vivir,con la violencia del asco Este decir sin palabras es lo que se ha escuchado y ha hecho realmente dao. No el conocido discursocrtico y su triste cantinela otro mundo es posible. El fuego del 11 de Septiembre no slo destruy las Torres gemelas sino tambinlas ilusiones y esperanzas puestas en acercar un nuevo futuro. Paremos la guerra, otro mundo es posible ya no es triste, essimplemente pattico. Tanto autoengao necesitamos para poder seguir viviendo?

El acontecimiento 11 de Septiembre y sus repercusiones han sido analizados desde mltiples puntos de vista. Nos interesanespecialmente los dos enfoques que, de un modo u otro, se reclaman de lo que sera un pensamiento crtico. Llammosles, porcomodidad, socialdemcrata e izquierdista. Para la posicin socialdemcrata, el atentado del 11 de Septiembre supone laconstatacin de cmo el terrorismo se ha introducido en las sociedades abiertas, de cmo un nuevo tipo de guerra se ha hechopresente. El reconocimiento del derecho de legtima defensa, por parte de USA, se acompaa del apoyo a compartir soberana yresponsabilidad en la lucha contra este nuevo enemigo. Finalmente, se aade la recomendacin de que la globalizacin debe sercompatible con la justicia, junto con una encendida defensa del Estado de Derecho. Para la posicin izquierdista, la novedad no estan grande ya que la guerra siempre ha estado asociada al capitalismo. Santa para unos, de civilizacin para otros. Ladesconstruccin del discurso de la guerra revela, una vez ms, que por debajo est la economa en la forma de petrleo. Ni con unosni con otros. La apelacin a combatir las verdaderas causas (hambre, pobreza) y a globalizar los derechos se acompaa de unadenuncia de la militarizacin. Y, con distintos nombres y de modo ms o menos encubierto, se acaba defendiendo la democraciaAmbas posiciones polticas parten de una misma constatacin: la guerra. Y, aunque la valoracin de la misma no sea igual, el puntode llegada es, sorprendentemente, el mismo: la salvaguardia de la democracia. J. L. Cebrin (El Pas), despus de sostener que elEstado de Derecho atacado puede recurrir a la fuerza, concluye:La nica forma de preservar la pervivencia de la democracia es ms democracia, ms dilogo, ms cooperacin.Como ejemplo de la posicin que hemos denominado izquierdista tomemos la Declaracin del Volksbad de Mnic firmada pornumerosos grupos de distintos pases. Despus de desmarcarse tanto del capitalismo extremo como de los clones fundamentalistas, termina con estas palabras:Necesitamos ms autonoma, ms democracia y menos capitalismo y leyes del mercado en todo el mundo.En la misma lnea L. Casarini ("Tute Bianche") puede defender simultneamente una llamada a Desobedecer y desertar! y que:Debemos combatir por la democracia y contra el Imperio y sus masacres. No ser fcil.Esta convergencia entre la posicin socialdemcrata y la posicin izquierdista da realmente que pensar. Evidentemente, no tieneningn inters, a estas alturas de la Historia, formular una acusacin de traicin o de reformismo. Sera cmodo y gratificante, peroescamotearamos lo esencial: la dificultad de construir un pensamiento capaz de subvertir la realidad. Y eso es lo queverdaderamente nos interesa. Por qu partiendo de un anlisis distinto de la guerra - que establece necesariamente una posicindistinta como hemos visto - se termina en el mismo lugar? Parece que cualquier otra va sea impensable por insensata. Con razn elportavoz de los Tute Bianche nos asegura:(por la democracia y contra el Imperio) es el nico camino posible para no ser devorados por una oscuridad en la que ya no sepueda ver estrella alguna.Y si esta creencia en la luz que ilumina fuera el obstculo que nos impide pensar radicalmente la situacin en la que nosencontramos? Cuando nos desembarazamos de esta ilusin se inicia obligatoriamente una poltica nocturna. Una poltica nocturna es aquella que no rehye la cuestin del nihilismo. Pero no nos precipitemos adelantando una respuesta demasiado general a lo que eratodava una pregunta concreta: por qu siendo los anlisis de la guerra diferentes las dos posiciones desembocan finalmente en unamisma defensa dela democracia?Podemos ensayar una respuesta: lo que ocurre es que tanto la posicin socialdemacrata como la posicin izquierdista desconocen -y no es para nada casual - la verdadera novedad que el 11 de Septiembre comporta. Esta novedad esencial consiste en que el Estado,y nos referimos especialmente al Estado Mundial que nace con la coalicin antiterrorista, nace debilitado. Este debilitamiento hasido causado porque en su origen hay un acontecimiento ("el acontecimiento 11 de Septiembre") que es una derrota. El Estado, elEstado coaligado, surge habiendo sufrido una derrota que es absolutamente insuperable. Es una derrota insuperable porque nada, nila misma victoria militar si pudiese existir algo as, podr borrar la humillacin marcada en l. Ms exactamente. La estrategia deasimetrizacin empleada por el dbil ha puesto en suspenso la verdad sobre la que el Estado americano crea alzarse: que lainvencibilidad depende de nosotros, mientras que la vulnerabilidad depende del enemigo. Esta superioridad esencial se ha venidoestrepitosamente abajo. La vulnerabilidad est puesta ahora en el corazn del propio Estado. Y es una vulnerabilidad asociada no auna inestabilidad que podra, en ltima instancia, ser gestionada sino una vulnerabilidad asociada a la imprevisibilidad. El Estado seha convertido en cautivo de la imprevisibilidad. De esta manera se han establecido las condiciones para que el Estado, este EstadoMundial, no pueda jams vencer: ni conoce a su enemigo, ni se conoce s mismo. Al Estado slo le queda entonces emprender unafuga hacia adelante: transformarse en Estado-guerra. No es, pues, de extraar que la operacin de castigo se llamase inicialmenteJusticia infinita. Es lo que mejor corresponda al carcter absoluto del acontecimiento 11 de Septiembre. De esta manera, sinembargo, el problema planteado no haca ms que agudizarse. Porque cumplir una venganza infinita o perseguir la Libertadduradera - el cambio de nombre, evidentemente, es lo de menos aunque es sumamente indicativo - no hace ms que ahondar laderrota que, justamente, se quiere suprimir.Decamos que las posiciones socialdemcrata e izquierdista desconocan ese debilitamiento del Estado. Ahora podemos ser msprecisos. Lo desconocan porque su error comn resida en poner la guerra en el centro en vez del Estado-guerra. Definirse enrelacin a la guerra, o discutir si la libertad se ve ms o menos amenazada por las nuevas medidas jurdicas, no es ciertamente tomaren cuenta al Estado-guerra. nicamente realizando un desplazamiento efectivo de la guerra al Estado-guerra estaremos encondiciones de poder deshacernos de las ilusiones que nos hipotecan.La gnesis del Estado-guerraPlantear seriamente la centralidad poltica del Estado-guerra supone resolver, antes que nada, el problema de su propia formacin. Y,a ese respecto, no cabe confundirse. Se ha dicho que el atentado del 11 de Septiembre supona la crisis del neoliberalismo y elretorno del Estado. Al priorizarse la seguridad nacional frente a las amenazas terroristas, la misma demanda de ms seguridad, lanecesidad inherente a la mundializacin econmica todo ello comportara dos consecuencias: por un lado, el Estado nacionaldebera entrar a formar parte de un poder de cooperacin interestatal; por otro lado, la globalizacin atemperara sus injusticiasporque se sabra en su seguridad interna dependiente de los sectores ms excluidos. En definitiva, el acontecimiento 11 deSeptiembre nos retornara un Estado cada vez ms cosmopolita y una globalizacin a menor ritmo y un poco ms justa. Comocuento de hadas no est mal.Bastante ms ajustada sera la lectura jurdica de las transformaciones que han tenido lugar en el Estado americano y, en general, enlos Estados europeos. En este caso se hablara tambin de que despus del 11 de Septiembre hay ms Estado. Sin embargo, elanlisis no sera engaoso como en la explicacin precedente. Retornara s el Estado, pero un Estado fuerte que conjuga una culturade la emergencia y de la excepcionalidad penal. Desde esta perspectiva, no parece que la globalizacin tenga que adoptar un rostroms amable. A la tolerancia cero, a la guerra contra los pobres en casa, corresponde ms bien una globalizacin armada. Esteenfoque, evidentemente ms adecuado y veraz, es con todo insuficiente. Insuficiente porque concibe todava el Estado-guerra comouna respuesta ante la provocacin de una situacin. Esta concepcin al encarar el Estado-guerra como efecto de una causa (oconjunto de causas, incluso interrelacionadas) construye un modelo que nos impide considerar el Estado-guerra en s mismo, y apartir de s mismo. Como si el desplazamiento propuesto no se hubiese terminado de efectuar.Segn lo dicho la gnesis del Estado-guerra slo puede ser su propia autocreacin. En otras palabras. Nada preexiste (ontolgica, ypor tanto, polticamente) al Estado-guerra. Podemos empezar diciendo que esta afirmacin se sostiene a condicin de que en elEstado-guerra se produzca una doble inversin. 1) Contra Hobbes: el Estado-guerra no nace para poner fin a la guerra sino paradesplegarla. 2) Contra Clausewitz: la guerra no es la prolongacin de la poltica mediante otros medios, sino que la poltica misma es guerra. Realizada esta doble inversin se clarifica el porqu de la primaca del Estado-guerra. El Estado-guerra en su actividad que lees propia, la poltica en tanto que guerra, escoge quien es su enemigo y crea su pueblo.Esto es lo que ha sucedido poco despus del 11 de Septiembre. El enemigo es, por supuesto, el terrorismo. El pueblo son todos losque admiten que, un poco menos de libertad, es el precio que hay que pagar a cambio de una mayor seguridad. En la fiesta de fin deao celebrada en Times Square, miles y miles de banderas americanas ondearon al viento como una sola y gigantesca ola patritica.El Estado-guerra y el fascismo postmodernoHemos analizado la gnesis del Estado-guerra y, en la medida que su explicitacin avanzaba, quedaba claro tambin que no tienesentido plantear la pregunta Qu es el Estado-guerra? Esta pregunta es errnea porque substancializa lo que es el proceso de unaestructura estructurndose. Ahora bien, este proceso de gnesis no se reduce a una militarizacin, a un aumento de sus disposicionesrepresivas, aunque eso sea verdad. Para entenderlo es necesario poner en relacin el Estado-guerra con el fascismo postmoderno. Latesis que trataremos de defender puede resumirse as: el Estado-guerra no es ms que una readecuacin interna al fascismopostmoderno.Para introducir el concepto clave de fascismo postmoderno tenemos que remontarnos al postfordismo. Usualmente se conoce comopostfordismo la etapa en la que el capitalismo se dispersa y se flexibiliza. Para describirlo mejor es fundamental hacer referencia a lapoltica de la relacin que lo estructura. La poltica de la relacin vigente en esta etapa puede centrarse en el principio de identidad.Cuando el principio de identidad funciona hacia adentro genera una cultura de la empresa. Por el contrario, cuando funciona haciaafuera genera una cultura de la emergencia. La cultura de la empresa, aunque sumamente diversa, tiene en el toyotismo su expresinms acabada. El toyotismo organiza la produccin a partir de equipos de trabajo y funciona incorporando el lenguaje del deportecompetitivo (equipos, paso del testigo). Lo que nos interesa resaltar es que esta organizacin persigue la creacin de un nosotrosen el lugar de trabajo. Un nosotros o neocorporativismo a pequea escala que, sin embargo, requiere de una cultura de la emergenciay de la excepcionalidad penal para controlar el afuera, al Otro. La cultura de la emergencia emplea la crcel como su dispositivofundamental. Pero no slo. Existe una amplsima legislacin, con todos sus aparatos, que complementan y extienden ese controlnormalizador.Con razn se discute si el postfordismo es una nueva estabilizacin del fordismo o una crisis ms avanzada. Utilizando laterminologa introducida, podramos afirmar que esa ambiguedad deriva de que entre la cultura de empresa y la cultura de laemergencia no existe un isomorfismo. Por eso el postfordismo tiene que tender obligatoriamente hacia la sociedad red. En lasociedad red el principio de identidad funciona en el interior del principio de razn suficiente, lo que permite una reformulacin delas dos culturas que facilita su mxima convergencia. La sociedad red conectar entre s los segmentos ms dinmicos de lasociedad, a la vez que desconectar y marginar. La sociedad-red ofrece un modo nuevo de resolver el hundimiento de la tradademocracia-Estado-capitalismo. Este nuevo modo que implica un verdadero salto respecto a la mera convergencia de la cultura de laempresa y de la emergencia, consistir en una movilizacin total (autnoma y heternoma) de la vida por lo obvio. Pues bien,porque esa es la verdad de la sociedad red, a esta etapa a la que la sociedad tiende la llamamos fascismo postmoderno.El acontecimiento 11 de Septiembre ha sido, por encima de todo, una imprevisibilidad absoluta. Es ms. Esta imprevisibilidad haactuado inmediatamente como un autntico impensado. Un impensado que, chocando directamente contra el principio de raznsuficiente, lo ha puesto en crisis. El todo est ligado por razones y el nada hay sin raz"n que era como se plasmaba la nuevapoltica de la relacin en la sociedad red, ha saltado por los aires. El Estado-guerra ser, entonces, la readecuacin interna alfascismo postmoderno que ste necesitaba. Esta readecuacin tiene que posibilitar algo que define en negativo al fascismopostmoderno: poder matar. El fascismo postmoderno en tanto que movilizacin total de la vida tiene como horizonte la vida y no lamuerte. sta era justamente una de las diferencias respecto al fascismo clsico. Por eso la readecuacin empieza con unaredefinicin de la nocin de obviedad para que matar se haga posible. Lo obvio ser, a partir de ahora, la propia Vida como opuestaa la Muerte. Quin, estando en sus cabales, no defiende la Vida y condena causar la Muerte? En este punto empieza la readecuacinde la que hablbamos. Es paradjico pero es as: cuando la movilizacin total de la vida es por la Vida el Estado puede matar. Es elEstado-guerra. Pero el Estado-guerra slo puede fundar esta tautologa que es la del propio poder - el poder es el poder - si sereteologiza. Mediante la reteologizacin el Estado recupera la decisin soberana y devuelve la seguridad perdida. Detrs delEstado-guerra est el Uno. El Uno, el Uno que tiene la decisin soberana de poder matar, en definitiva, Dios. O sea Bush subido ensu avin Air Force One sobrevolando USA para que no pudiese ser alcanzado por ningn terrorista, conectado con todos loscentros de operaciones habidos y por haber, teniendo la decisin ltima. Bush que es el Bien, impulsando una cruzada contra el Mal.

Lo quiero vivo o muerto. O con nosotros o contra nosotros"La reteologizacin del Estado tiene, adems, un efecto sobre la misma realidad. La homonimia de la realidad que caracteriza a lapoca postmoderna se ve sacudida en sus cimientos. No, la realidad no se dice de muchas manera sino de una sola, es unvoca.Aunque de esta realidad nica se pueda hablar de dos modos: como la realidad visible (o normal) y como la realidad invisible (osecreta). Esta demarcacin va a ser en la que deberemos acostumbrarnos a vivir. Con el Estado-guerra vuelve la teologa y el sentidocomn. El fascismo postmoderno no desaparece sino que en l se reinstalan elementos del fascismo clsico: un Presidente, el pueblo,la guerra y la muerte.La debilidad del Estado-guerraEl Estado-guerra se impone, cambiando incluso nuestra percepcin de la realidad. Aunque no necesite legitimarse ya que se apoyaen el sentido comn y, a pesar de que la Postmodernidad ha puesto en crisis los grandes relatos, produce uno nuevo que da sentido asu accin. El atentado del 11 de Septiembre fue un desafo a Occidente y a sus valores (libertad, democracia etc.): Occcidente debe,por tanto, defenderse y tiene derecho a hacerlo. El sentido as generado se articula como proyecto, mejor dicho: como el proyecto.El proyecto nico que es precisamente la unificacin generalizada que va a recorrer toda la sociedad: una realidad, un pueblo, unasociedad amenazada. El proyecto nico que es la propia unificacin, dar forma a la movilizacin total de la vida por la Vida. Ensu interior, se rehabilitar el poder y la jerarqua, que el desarrollo de las nuevas tecnologas muchas veces socavaban. El miedo (yya no tanto la esperanza) ser el aceite que lubrificar la nueva movilizacin. En el Estado-guerra se confunden sentido, proyecto ydireccin del proceso de globalizacin.A pesar de todo, el Estado-guerra es sumamente dbil. Ya hemos adelantado al comienzo que esa debilidad reside en una derrota queno se puede borrar. Ahora se tratara de analizar ms de cerca dicha debilidad. La autocreacin del Estado-guerra comporta tambinsu propia autoescisin. El Estado-guerra se autoproduce separando inmediatamente lo no dicho que no se puede decir del mismodecir. Lo no dicho que no se puede decir es, por un lado, la derrota originaria; por otro lado, su ausencia de fundamentoexplicitada en la tautologa. Es su secreto y su verdad, la verdad que el Estado-guerra tiene que rechazar hacia lo ms oscuro de smismo. Por eso el Estado-guerra, desconociendo su propia verdad, desconoce - en el sentido de no admitir - que es Estado-guerra. Ycomo este secreto es un dficit de ser, una incompletitud esencial, el Estado-guerra tiene que emprender, tal como decamos, unafuga hacia adelante.Podramos decir que si hace falta que la cosa se pierda para ser representada en nuestro caso: hace falta que el Estado pierda(sufra una derrota) para ser representado como Estado-guerra. Lo que tiene una doble consecuencia: 1) El Estado guerra se ver a smismo siempre como el Estado que defiende la paz. 2) La fuga hacia adelante consistir, justamente porque en su inicio hay unaincompletitud, en una bsqueda de la unificacin. El efecto ser un proceso de indiferenciacin generalizada. El Estado-guerra nosabr distinguir: en el Otro, entre diferencia y enemigo; en el desorden, entre caos y terror; y finalmente, en el futuro, entre novedade incertidumbre. Esta indiferenciacin en la medida que se generaliza afecta directamente la dinmica de cambio de la sociedad. Elmotor de la creatividad fundamental en una sociedad postmoderna se ver completamente averiado. Uno de los economistas deempresa ms famosos en uno de sus libros daba consejos de este tipo: Lo ms excitante del futuro es que podemos darle forma,hay que aprender a vivir al borde del caos" No hace falta insistir mucho en cmo estas guas para la accin dejan de valer cuandola seguridad es la prioridad fundamental. La indiferenciacin tiene, adems, otra consecuencia ms importante si cabe. El fascismopostmoderno funciona a partir de unidades de movilizacin (o centros de relaciones) que son perfectamente singulares. Cadaindividuo con su proyecto personal, buscndose a s mismo, etc., construye esa realidad compleja. La indiferenciacin, en cambio,reconduce la singularidad al hombre masa en tanto que componente del pueblo. Lo que da fuerza al Estado-guerra acaba,paradjicamente, hacindole ms dbil. El fascismo clsico termina siendo una rmora para el fascismo postmoderno. Podramosresumir el resultado al que llegamos con estas palabras: la debilidad del Estado-guerra es consecuencia de no existir un punto deequilibrio entre el fascismo postmoderno y el fascismo clsico. Dicho de otra manera. El Estado-guerra en tanto que readecuacininterna al fascismo postmoderno no es ninguna solucin.El destino nihilista del Estado-guerraHemos dicho que el Estado-guerra emprende una fuga hacia adelante que coincide con su propia autoconstitucin. En relacin condicha fuga hemos empezado a desvelar el porqu de su debilidad. Insistir ahora en el proceso de fuga mismo, nos permitir precisartanto esta debilidad como mostrar el destino nihilista al que el Estado-guerra est sometido.

La fuga hacia adelante es una bsqueda de unificacin que genera una indiferenciacin generalizada. Pero la fuga es tambin unabsqueda de reconocimiento. Esto significa que el Estado-guerra, por ser lo que es, tiene que iniciar una terrible metonimia: dedestruccin en destruccin hasta que se acaben igualando la situacin de normalidad con el estado de guerra. La implantacin de esasituacin desemboca, necesariamente, en una guerra abierta contra todos. Aqu todos son los extranjeros, y para ser extranjero bastaquererlo. El Estado-guerra debe mantener coaligados el proceso de indiferenciacin y el estado de guerra. El estado de guerra con laoposicin amigo/enemigo tiene que llegar hasta los lugares ms recnditos. Y, a la vez, el proceso de indiferenciacin tiene queextenderse a todo. No existe una oposicin absoluta entre ambos procesos, pero lo que s es cierto es que tienen que funcionarcoordinadamente, pues si no en seguida se oponen. El proceso de indiferenciacin tiende a detener el tiempo. Su horizonte es unarealidad unificada y esttica. El estado de guerra, por el contrario, tiende a multiplicar el tiempo. La dualizacin, con su dinamismo,apunta a una pluralidad que se pluraliza. La guerra contra la subversin desarrollada en Amrica Latina sera un precedente, sibien todava parcial y localizado, de la sincrona entre ambos procesos:En la guerra moderna el enemigo es difcil de definir el lmite entre amigos y enemigos est en el seno mismo de la nacin, enuna misma ciudad, y algunas veces dentro de la misma familia Todo individuo que, de una manera u otra, favorezca lasintenciones del enemigo, debe ser considerado traidor y tratado como tal. (La guerra moderna. Ejrcito de Colombia. Biblioteca delEjrcito. Bogot. 1963)El modo como el Estado-guerra consigue hacer frente a la desregulacin, a la crisis de sincrona, es mediante la neutralizacin de lopoltico (que no de la poltica que es guerra). La neutralizacin absorbe las tensiones que surgen, anula las diferencias que seunilateralizan Pero el destino nihilista del Estado-guerra est inscrito en cada uno de los procesos que lo atraviesan. En el procesode indiferenciacin, en el estado de guerra y, sobre todo, en la neutralizacin de lo poltico cuando la estatalizacin se consumacomo fin de lo poltico.Un programa de subversinUn programa de subversin no tiene nada que ver con el apoyo del conocido ciclo accin/represin cuya finalidad sera que elEstado muestre su verdadera cara, ni con extasiarse ante el Cunto peor mejor! Aunque, evidentemente, tampoco tiene nada quever con la defensa de la democracia o algn tipo de nueva ciudadana. Unas y otras propuestas olvidan que ya estamos en el interiordel Estado-guerra. Un programa de subversin surge con un objetivo insensato: aprovechar la debilidad del Estado-guerra paraintentar atacarlo. Para intentar frenar esa andadura de muerte que es la suya. Eso significa, despus de lo dicho, tratar de imponer ladiacrona al Estado-guerra. O sea, intervenir de modo que su cofuncionamiento interno entre en crisis. Esta intervencin no tiene laforma de ninguna reivindicacin. La reivindicacin econmica o poltica hace tiempo que se topa, o bien con la sacrosantaeconoma, o bien con la democracia en tanto que lmite insuperable. Ante el Estado-guerra la reivindicacin es ms vana que nunca.Es difcil negociar con la polica. El dilogo se parece a un interrogatorio. Contra el Estado-guerra, porque la ontologa es toda suya,slo nos queda el gesto radical. Qu es un gesto radical? Muy poca cosa. Y, adems, es difcil de explicar. Quiz la mejordefinicin sera indirecta. Un gesto es gesto radical cuando para el Estado-guerra se trata de un gesto nihilista. Pero a la inversa no esvlido: no todo gesto nihilista es un gesto radical. Cuando la diacrona invade al Estado-guerra se forman espacios y tiempos . All esdonde estos gestos pueden surgir.El gesto radical abre la puerta a otra politizacin. Ciertamente no saldremos del nihilismo si bien esta otra forma de consumacin seopone absolutamente al fin de lo poltico. Esta vez, la neutralizacin tendr lugar como politizacin de la existencia. Estapolitizacin no confiere una dimensin poltica a lo que seran intereses privados. Est mucho ms cerca de la emergencia de unnosotros vaciado de identidad. Unos trabajadores a los que cerraban la empresa se subieron al tejado con todo tipo de productosqumicos. Pusieron un cartel: Dinero o Boom. El hombre annimo es el que escapa: no se deja encerrar ni en la unidad demovilizacin ni en el hombre masa. Desokupar el orden. Pensar es ya una victoria contra el Estado-guerra. O por lo menosintentarlo. Querer vivir, a pesar de todo, tambin lo es. Ante la guerra desencadenada despus del 11 de Septiembre algunos ilustresprofesores - pertenecientes a no menos ilustres centros de investigaciones - han planteado la pregunta: Cmo sabremos que hemosganado? Les contestaremos. Nosotros no ganaremos pero, por lo menos sabemos algo que ellos no saben: que jams sabrn si hanvencido. El Estado-guerra sigue una marcha irreversible. Su destino nihilista le llama. Pero hay otra salida nihilista que no es elfin de lo poltico.

Santiago Lpez Petit, Anomalas intempestivas.pdf

Santiago Lpez Petit"Hay golpes en lavida, tan fuertes... Yo no s!/ Golpes como delodio de Dios" (Csar Vallejo).Lointempestivo son estos golpes que da la vida, esta ahistoricidad inexplicable que sbitamenteirrumpe en nuestro tiempo ms ntimo y envuelve la cotidianidad con un halo de tristeza. Desdesiempre el pensamiento crtico ha temido afrontar lo intempestivo. Por eso el pensamiento quecritica la sociedad, y desea transformarla radicalmente, no sabe cmo situarse ante un obstculoque, con su insistencia, es capaz de paralizarlo. La tradicin marxista, especialmente Lukcs en sulibroEl asalto a la razn, plante un ataque directo contra las llamadas "filosofas de la vida" en lasque inclua desde Nietzsche a Heidegger pasando por Simmel, Spengler y tantos otros. La tesis esconocida: apelar a la vida implica un irracionalismo que abre las puertas al fascismo. Dejemos a unlado la valoracin de la tesis en s misma, y detengmonos en las consecuencias. La esfera personaldeber ser simplemente ignorada frente a la afirmacin de un sujeto histrico, o dicho en otraspalabras,lasubjetividad sercompletamente descarnada."Lo quememantienees elhecho dequeno tengo vida interior. Me interesa todo excepto mi alma"1afirmaba Lukcs. Esta posicin hizo del un superviviente a todos los cambios histricos. Hoy, en cambio, esta posicin es insostenible ytiene que ser rechazada por su falta de radicalidad. Esto es lo que quisiera explicar.Mayo del 68 supone evidentemente un punto de inflexin. No hace falta extenderse mucho.Los Situacionistas, por un lado, inician una crtica poltica de la vida cotidiana que les lleva asocavar la idea de revolucin mayoritariamente concebida como una toma del poder. Por otro lado,el feminismo es capaz de romper la separacin entre lo individual y lo colectivo al afirmar que"todo lo personal es poltico". As es como, lentamente, el concepto de vida pasa a ocupar un papelcada vez ms importante en el discurso poltico, y ya no resulta sospechosa su vinculacin con lacrtica anticapitalista. Ocurre, sin embargo, que a medida que esta va se explora y se ampla, elconcepto de vida empleado pierde su peligrosidad. Dicho en pocas palabras: la politizacin de lavida implica, paradjicamente, su despolitizacin.De la mano de Negri y Agamben, especialmente, el concepto de biopoltica que Foucaultintrodujo para explicar una dimensin nueva del poder se transforma en un paradigma explicativo,pero en su interior, la vida necesariamente muere.Es conocida la denuncia que el autor francs hacede la Ilustracin al mostrar su otra cara, la cara oculta y dominadora. Este anlisis del poderpunitivo, realizado bajo el fondo de una historia de los cuerpos, ser completado con la introduccinde un nuevo modo de ejercerse el poder: el biopoder. Segn Foucault, uno de los fenmenosfundamentales del siglo XIX consiste en que el poder, por as decirlo, se hace cargo de la vida. Estaestatalizacin de lo biolgico apunta a gestionar la poblacin en tanto que cuerpo mltiple formadoporinnumerablescabezas.Entreelpoderdisciplinarioyelbiopodernoexistiraoposicinsinocomplementariedad. Agamben generaliza el concepto de biopoder. El campo de concentracinconstituira un espacio biopoltico puro y absoluto y, en este sentido, sera insuperable. Fundadonicamente en el Estado de excepcin y en la consiguiente suspensin del Derecho, no perteneceraal pasado puesto que se abrira cada vez que se se proclama el Estado de excepcin, y eso hoysucede continuamente. El campo de concentracin es el paradigma de esta gestin estatal de la vida.Pero de qu vida? Segn Agamben la vida que est frenteal poder (aqu habra que entender que elpoder, en ltima instancia, espoder dematar)eslanuda vita,una vida desnuda despojada de todoDerecho. Una vida que ha sido separada de su forma, y que puede ser asesinada pero no sacrificadaal haber dejado de ser sagrada. Con la introduccin del concepto denuda vita,Agamben reescribe elnacimiento y el desarrollo de la poltica occidental. El planteamiento de Negri es ciertamentediferente. Negri retoma tambin la cuestin del biopoder, pero en estrecha continuidad con su lectura de Marx afirma que, en la actualidad, la vida forma parte del campo de poder. Este campo depoder tendra su origen histrico enla subsuncin del capital por partede la sociedad. No hace faltarecordar, la importancia que tiene el fragmento de las mquinas de losGrundrissede Marx para estainterpretacin. Ledo desde Marx, biopoder significa, pues, que la trada sociedad-fbrica-Estadoqueda perfectamente articulada, y que por tanto, toda la vida es puesta a trabajar, con lo que sevienen abajo las distinciones entre trabajo/no-trabajo, trabajo productivo/trabajo improductivo etc.Negri, a diferenciade Foucault, distingue entre biopoder y biopoltica. Si el biopoder es una gestinestatal de la vida, la biopoltica, en cambio, se reservara para indicar los procesos de subjetivacinen los que se constituye un nuevo sujeto poltico formado por una multiplicidad de singularidades.En resumen, Agamben introduce el concepto denuda vitamediante el cual puede desconstruir elDerecho; Negri, por su parte, piensa la multitud como un conjunto de diferencias que, anpermaneciendocomotales,seinscribenenelinteriordeunateleologamaterialistayrevolucionaria. Ciertamente no se puede negar que la vida ha entrado en el discurso poltico. Sinembargo, esta vida no es lamay como tal no la reconozco. Mi vida no est desnuda de historia nies indeterminada en su singularidad. Es como si la vida, parafuncionaren el discurso poltico quese quiere crtico, tuviera que pagar el precio de su aplastamiento, y perder toda interioridad, ascomo su propio carcter problemtico.En cuanto a lo se podra denominar tica de los cuidados, aunque retoma la tesis de que todolo personal es poltico, no siempre escapa a la trampa de reducir el "cuidado de la vida" a uncuidado de las relaciones. Su mrito es atreverse a acercar poltica y terapia. La poltica es laactividad que, en principio, sirve para organizar la sociedad. La terapia,a su vez, es una prcticaque tiene que ver con la curacin de alguna enfermedad. Pero cuando decimos "poltica y terapia",cuando ponemos la polticayla terapia en relacin, todo se complica. Por un lado, esteacercamiento constata que el poder se hace poder teraputico por cuanto nos imponeteneruna vida.Vivir, entonces, se convierte en cargar con una vida que tenemos que gestionar y que convertir enproyecto.Endefinitiva,viviresestarcondenadosatrabajarlapropiavida.Porotrolado,esteacercamiento muestra tambin que si toda politizacin es un proceso de autotransformacin que noshace ms libres, en ella necesariamente existe algo de teraputico. Lo que no es de extraar ya quepolitizarse implicaun "ser afectado". El malestar sociales antes que nada un estar-mal. Es evidente,que cuando el movimiento del 15M surge y proclama frases tan increbles como "vamos lentosporquevamoslejos",orechazaalaizquierdaentantoquereferente,estinventandounapolitizacin nueva que se apoya en el "serafectado", y en estrechacontinuidad con la afirmacin deque lo personal es poltico. Los lmites de la tica de los cuidados aparecen cuando la vidapermanece encerradaen una comunidad transformada en un fin en s mismo,y la psicologa en unaprctica deapaciguamiento que acta como el poderteraputico.Lo intempestivo, sin embargo, insiste contra su neutralizacin. Insiste por la sencilla raznde que la vida, justamente por ser vida, debe cargar con su propia ambivalencia. El verdaderodesafo no consiste en arrancarle esta fuerza oscura, sino al contrario, en intentar cabalgarla. No esfcil ciertamente. Yo mismo intent un operacin filosfica cuyo objetivo era avanzar en estadireccin. Pasar de la Vida (con mayscula) alquerer vivir. De esta manera estaba siguiendo unaestrategia de nominalizacin muypracticada en la filosofa contempornea.La vida es simplementeel nombre que damos a una constelacin de cuerpos, palabras y cosas, en la que se conjuga el verbo"querer vivir". Vivir es, pues, conjugar el verbo "querer vivir", y eso se hace cada vez queabrimos/encontramos las vidas que vivimos. Pero si la vida es una palabra, el querer vivir es ungrito. Un grito que puede constituir un verdadero desafo. Con todo tuve que admitir laimposibilidad de coger con la propias manos el querer vivir, y el fracaso de este intento deautodeterminacin. El libroAmarypensares la constatacin de ello. No hay manera. La vida sevenga con la vida de ser vivida. Dios nos odia. Mecido en su eternidad, anhela nuestro querer viviry por eso nos envidia. Dios, o el poder, o la Vida, que nos mantiene con el mnimo de vida paraobligarnos a seguir trabajando. Entonces, aunque no quieras, se aprende una leccin que ya jams seolvida. Si la vida da golpes que "son como del odio de Dios" solo nos queda luchar cuerpo a cuerpocon ella, es decir, una lucha a muerte con la vida. Estamos lejos de cualquier variante de vitalismo, y adems sabemos tambin que lo intempestivo jams podr ser completamente recluido en laesfera de la vida privada puesto que la excede continuamente.El camino se hace huyendo del camino Y si intentramos organizar nuestra existencia entorno de lo intempestivo, o lo que es lo mismo, y si intentramos politizarla?Politizar la existenciano significa la afirmacin romntica de la subjetividad frente al mundo, tampoco una obsesinenfermiza por la noche y lo oscuro, bien al contrario, es una llamada a hacer poltica. Eso s, unapolticaque hamutado totalmente.Seguramente elmejormodo deintroducir este cambio consisteen intentar contestar hoy a la pregunta que Platn plante en su libroLarepblica: por qu hayque volver al interior de la caverna? El mito es conocido. Los hombres viven encadenados en unamorada subterrnea viendo pasar ante sus ojos sombras, proyectadas por un fuego, que ellos tomanporrealidades.Imaginemos,nosdicePlatn,quealguienconsigueliberarse,salirfuera,ycontemplar finalmente la luz del sol. El prisionero liberado tendra primero que acostumbrarse pocoa poco al resplandor del sol y, en el caso de retornar a la oscuridad, sera objeto de burla e inclusoprobablementeasesinadoporlosmismoscompaerosquelquieresalvar.Apesardeello,elfilsofo griego defiende la obligacin de regresar a la caverna, aunque comprende muy bien quequienes han gozado de la visin de la idea de Bien, que es causa de todas las cosas rectas y bellas,"no estn dispuestos a ocuparse de los asuntos humanos, sino que sus almas aspiran a pasar eltiempo arriba"2. Sin embargo, estos hombres que han visto lo que los otros desconocen, deben serforzados a ocuparse de los dems ya que para esta funcin han sido educados. Platn concluye suexplicacin asegurando que "estamos ordenando a los justos cosas justas"3. La propuesta platnicadel filsofo rey, fundamento del modelo de crtica durante aos hegemnico, si bien admite lointempestivo e incluso lo pone en el centro de la accin poltica aunque sea como un no-lugar, enrealidad lo desnaturaliza completamente. Mediante la expulsin de toda sombra de ambivalencia, laidea de Bien es convertida en el mbito de lo puro e inteligible, y esta "limpieza" es precisamente laque constituye el fondo de cualquier poltica de Estado. Una poltica de Estado que, en el caso dePlatn, se presenta a s misma como una tarea esencialmente educadora, entendiendo en todomomento que educar es corregir, ms exactamente,curar. Platn emplea incluso el trmino"curacin de su ignorancia" para referirse a los efectos que esta verdad tiene sobre los prisioneros.Lenin, bastantes siglos despus y en su libroQu hacer?donde teoriza la forma partido, sostuvoalgo parecido. Los trabajadores por s solos no pueden accedera una conciencia poltica. La tarea delos intelectuales, organizados en el partido dirigente, consiste en aportar "desde fuera" dichaconciencia. No hace falta explicar el desenlace. "Los hombres de hoy no son tambin un fin? Noquieren tambin vivir? Ha llegado la hora de poner trmino a este experimento", peda elcomandante sovitico F. Moronov en una carta desesperada dirigida a Lenin que muestra hasta qupunto la prctica polticarevolucionaria segua concebida en el interior de un paradigma mdico. Elcomandante fue, finalmente, asesinado en la crcel por sus guardianes, y su denuncia como tantasotras, no impidi que la revolucin rusa siguiera imperturbable su camino hacia el capitalismo deEstado.Esta concepcin de la crtica, y de la prctica poltica correspondiente, entr en crisis con ladesarticulacin del Movimiento Obrero a finales de los sesenta pero, sobre todo, se vino abajo conla aparicin en el ao 2011 de nuevas formas de politizacin que ya no arrancaban de la centralidadde la fbrica, sino de un malestar social generalizado. Con las ocupaciones de plazas, en tantas ytantas ciudades, emergi un movimiento conocido bajo el nombre de "Los indignados" - aunqueeste calificativo siempre ser exterior e insuficiente - que, al establecer una nueva relacin entrevida y poltica, problematizaba la idea de representacin. No es sorprendente, pues, que lasplataformas poltico-electoralessurgidas con la intencin de desbloquear el impasse en el que segnellas este movimiento se encontrara, se vean a s mismas como simples herramientas. En laactualidad, ya nadie se atreve a defender abiertamente una funcin representativa. Aparentemente, ydigo solo aparentemente, la forma partido en un sentido clsico ha pasado a la historia. "Nadie nosrepresenta", "No somos mercancas en manos de polticos y banqueros","Democracia real Ya!" se gritaba en la calle. Este rechazo imprevisto y radical, radical porque apunta al fundamento mismode la poltica, desautorizaba toda idea de direccin poltica exterior al movimiento. Ms all de lospropioslmitesdelmovimiento,lociertoesquedesdeestacrticaprcticayapartirdelasinvenciones realizadas, la pregunta platnica queda totalmente invalidada. De pronto todas lasrespuestas posibles se nos aparecen como excusas ridculas, como subterfugios necesarios paraprolongar jerarquasy modos dedominio. Qu hasucedido? Pues,sencillamente, quecon latomade palabra colectiva se ha pasado de la poltica a la politizacin. El verbopolitizarconstruye locomn, y lo hace proscribiendo cualquier atisbo de forma de dominacin, aunque sta se cobije bajola forma de un "estar al servicio del pueblo".Esta desconstruccin del discurso poltico supone un paso de importancia fundamental quedebe ser profundizado. Lo intempestivo se ha abierto de nuevo un lugar, ha dejado de constituir unobstculo a rechazar (o a desnaturalizar) para ser la condicin misma de la poltica, o mejor, de lacrtica de lapoltica. La verdad no tiene que ir abuscarse fuera, porque la verdad reside en el cuerpoherido del que se resiste a las cadenas que lo sujetan. Por esa razn, la verdad no pertenece ni adirigentes ni a expertos. Habita el cuerpo de laanomalaque persiste. Elparadigma mdico, que eratan til para construir un rgimen de autoridad, es directamente subvertido al pasar de la visin alcuerpo. La verdad habita en el cuerpo de todo aquel que se alza, de todo aquel que se asume comoanomala. Por esa razn, la verdad no se comunica. Se contagia. Con la irrupcin de lointempestivo, la vida vuelve a ser peligrosa. Artaud afirmaba que "curar una enfermedad es uncrimen"4a pesar de que todos, tambin l por supuesto, deseamos fervientemente ser curados. No,no hay que caer en esta tentacin, y tenemos que abrazarnos a lo intempestivo para mantenernos enpie.Esteesnuestromododehacerpoltica,deconstruirunaposicinpoltica.Losenfermosdenormalidad hemos descubierto, hace ya mucho tiempo, que la ambivalencia anida en el querer vivir:el querer vivir es nuestra enfermedad y, a la vez, nuestro desafo."Mi madre que tiene 50 aos trabaja desde hace aos en unos grandes almacenes. Cada vezse encuentra peor. Se pierde en los pasillos interminables formados por la estanteras, no tienefuerza para sujetar los objetos y, a menudo, le caen al suelo. El sindicato de la empresa esthaciendo todo lo posible para que sea despedida. El mdico afirma que mi madre tiene fatigacrnica y fibromialgia" me dice el empleado de una oficina de correos. Tu madre no est enferma.Su cuerpo est harto de tener que soportar esta normalidad miserable y triste. Su cuerpo dice basta.Se rebela. Hace de su enfermedad, un arma.Cuando publiqu mi libroElinfinitoylanada,en la pgina inicial escrib esta frase "Nodejemos nada atrs, solo esta vida nuestra incapaz de seguirnos". Tengo que reconocer que, si bienme pareca resumir el texto, tambin perciba que su significado ms profundo se me escapaba.Ahora, despus de diez aos y, habiendo terminado mi ltimo libroHijosdelanocheque es uncruce entre biografa y filosofa, una reflexin sobre la noche y cmo atravesarla, parece por finrasgarse el velo de esta extraa frase. Evidentemente se trata de una llamada a seguir adelante, aquemar incluso el futuro, pero no se dice claramente qu existe ms all de esa vida cansadaincapaz de seguirnos. Despus de lo dicho y de tantos aos enfermo, creo que la respuesta essimple:la anomala. La anomala ciertamente es lo que huye, pero mientras huye agarra un arma.Ser una anomala, o lo que es igual, asumirse como anomala es vivirotravida, una vida que poseeotra velocidad y, que en su pura simplicidad constituye un autntico desafo al poder. La anomalainterrumpe la movilizacin global en la que estamos metidos, bloquea la mquina que nos sujeta.Entonces se hunden los horizontes que paralizan, desaparecen las seguridades que tranquilizan.Arde el miedo y se consuma. La anomala es lo intempestivo en su irreductibilidad, y la fuerza dedolor que surge de esta imposibilidad de vivir, imprime necesidad y excepcionalidad a cada vida.Pero no hay que confundirse. Si asumirse como anomala es no encajar en esta sociedad, msexactamente, es no-querer-encajar en el juego programado de la vida, entonces la posicin polticaque esta interrupcin levanta se abre a todos. La politizacin de la existencia no pertenece a losmarginados por ms que el poder quiera marginarnos. Durante la transicin postfranquista, una revista de la autonoma obrera public un nmero con un ttulo inesperado: "Todos somosmarginados". Esta consigna resultaba un poco extraa en aquellos momentos de intensas luchasobreras, aunque con ella se reconoca la importancia de las reivindicaciones de los homosexuales,de los presos sociales etc. Hoy, en cambio, esta consigna tiene que ser reformulada porque laoperacin poltica que buscaba dar una centralidad poltica al margen, no es necesaria. El margenest ya plenamente en el centro. La frase "Todos somos enfermos de normalidad", al poner laanomala en el corazn de un malestar social que es colectivo, efecta este cambio de direccin.Con esta inversin, la politizacin asociada a este decir "Basta ya", estalla en una multiplicidad quese recoge en una sola afirmacin de dignidad. Lo intempestivo es radicalmente poltico.

Algunas reflexiones muy provisionales sobre la precariedad.(Santiago Lpez Petit)1) La postmodernidad es nuestra poca, en ella pensamos y (mal)vivimos. La postmodernidad radicaliza las lgicas y las aporas dela modernidad. En particular, el sujeto se convierte en engranaje del sistema y en funcin de orden. Pero si la modernidad era unamediacin que no consegua mediarse a s misma, la postmodernidad gira an ms en el vaco, sin capacidad alguna deautojustificarse.2) En la postmodernidad la realidad coincide con el capitalismo. Eso significa que todas las categoras espaciales de la modernidad(dentro/fuera, paz/guerra, orden/desorden) han saltado por los aires. Estamos ante un continuum indiscernible en el que semezclan interioridad y exterioridad, guerra y paz, orden y desorden. No existe la coyuntura. La coyuntura tiene que ser arrancada ala realidad misma. Nuestra apuesta es quela lucha que quierevencer la precariedad puede hacerlo.3) La categora que permite dar cuenta, en ltima instancia, de todos los fenmenos que se producen en la postmodernidad es la demovilizacin. Todos y cada unode nosotros estamos movilizados. Ciertamente, la explotacin capitalista formaparte de dichamovilizacin, pero la movilizacin en tanto que es una poltica de la relacin significa mucho ms. Nuestra propia existencia esesa movilizacin de la vida. Nosmovilizamos para (re)producir esta realidadobvia que se nos caeencima, cuando trabajamos,cuando no trabajamos, cuando nos buscamos anosotros mismos, cuando construimos proyectos De esta manera, lapolticaencuentra hoy la vida.4) Tomar el concepto de biopoder para describir esa entrada de la vida en la poltica, como una puesta a trabajar de nuestras vidases muy insuficiente. Tal como se viene utilizando el concepto de biopoder todas las propuestas permanecen dentro de la crtica de laeconoma poltica. El biopoder esuna extrapolacin de la explotacin capitalista quetiene dos consecuencias necesariamente: 1) Nose sale de la centralidad del trabajo. 2) Las relaciones de poder, en ltimo trmino, se deducen de las relaciones de produccin. Portodo ello la poltica que se desprende de estos anlisis no implica ningn cambio innovador a la altura de nuestro tiempo.Simplemente se sustituyen unas denominaciones por otras. Por ejemplo, en vez de clase trabajadora se habla de multitud, pero paranada se somete a crtica la misma nocin de sujeto poltico y la idea de poltica que determina.5) La movilizacin global de la(s) vida(s) crea, como decamos, una realidad en la que se confunden guerra y paz, orden ydesorden Esta nueva territorialidad tiene la forma simultneamente de espacio fronterizo y de supermercado. En el espaciofronterizo el lmite se ha hecho virtual. Hay infinitas fronteras y tambin ninguna. Espacio de control absoluto en el que lo que eresviene determinado por las fronteras que te es permitido superar. Espacio fronterizo que tambin es supermercado donde escogerlibremente. Eres la marca que puedes comprar. La movilizacin global produce un territorio aparentemente pacificado en el que lacatstrofe le es inmanente/inminente.6) Las unidades de movilizacin de esta movilizacin global son los individuos. Los individuos, es decir, cada uno de nosotros entanto que centro de relaciones. Individuo es aquel que pone el yo vivo como centro que articula las diversas identidadescontingentes: trabajador, consumidor, ciudadano La novedad que comportala movilizacin global reside enque te sujeta, cuandote abandona, y a la inversa, te abandona cuando te sujeta. Esta fragilizacin paradjica inherente a esta poltica de la relacinconstituye el ser precario.7) La movilizacin global produce una individuacin que no es normativa, aunque evidentemente, la normalizacin siguefuncionando como una especie de infrapenalidad. Lanormalizacin produca individuos normalizados pero no aislados, yaqueconsista en la autoreflexin de un grupo en relacin a una norma. En cambio, la individuacin efecto de la movilizacinglobalizadora produce individuos singulares en su radicalaislamiento. Precariedad significa estar solo frente ala realidad.8) Por esa razn la precariedad no es algo que nos pasa, y que puede dejar de pasarnos. La precariedad no es algo accidental sino uncarcter verdaderamente esencial del ser que en esta sociedad podemos ser. La precariedad fragiliza nuestro mismo querer vivir, y enla medida que lo hace, nos encierra. En otras palabras: ms all de la dualidad inclusin/exclusin que la movilizacin impone existeuna misma fragilizacin del querer vivir efectuada por el miedo. La sociedad postmoderna es una sociedad del miedo y de laesperanza. Las dos modos de control sobre el querer vivir.

9) Si la cuestin de la precariedad no es tanto estar sujetos a la exclusin/inclusin, como esta fragilizacin que en ambos casos seproduce, y que nos congela las mismas ganas de vivir, que nos ataca en lo ms hondo y nos convierte en carne de psiquiatra,entonces est claro que la propia vida se ha convertido en el campo de batalla. Que la vida es hoy el campo de batalla significa quela vida lucha contra la vida (el otro) y tambin contra la muerte (paro). Dicho de otra manera: cuando la vida es el campo de batallael poder funciona y se nos impone como el cdigo tener dinero/no-tener dinero. Este cdigo organiza la vida y, hacindolo,precariza nuestras vidas. El objetivo debe ser cortocircuitar este cdigo. El dinero gratis fue un intento.10) La consigna que durante tanto aos fue vlida, aquella que una Marx y Rimbaud, Transformar la sociedad y cambiar la vida,tiene que ser hoy repensada completamente. Cuando loque se juega es nuestrapropia existencia, porque la movilizacin efecta unaguerra contra todos nosotros, la vida ya no aparece como la solucin sino que se convierte en el problema mismo. Cuando la vida esel verdadero campo de batalla ya no es suficiente con criticar la vida cotidiana, ni con pretender intensificar la vida. Enfrentarse a lavida como nuestro problema supone encarar - sin prepararse un camino de retorno - lo que es el ser precario.11) Para entender cmo funciona el ser precario se debe tener en cuenta que, si bien la precariedad es social, la precariedad como talse vive individualmente. Esta afirmacin es clave ya que en ella se condensa toda la potencia, y tambin toda la debilidad de unalucha que tome la precariedad como objetivo a atacar. La precariedad, mediante el miedo y la esperanza, nos configura en lo quesomos, es decir, como ser precario. Hablar de precariado en tanto que sujeto colectivo no es ms que pretender imponerartificialmente un horizonte constitutivo a algo que, en su esencia, es individual y paradjico.12) Si el ser precario tiene este carcter paradjico, social y a la vez individual, es evidente que las formas tradicionales de polticano sirven. Con esto queremos decir que una poltica de lucha contra la precariedad debe ser completamente reinventada. Entre otrascosas, porque la politizacin ya nopasa por la conciencia de clase. La conciencia de clase permita alcanzar louniversal desde elautoconocimiento concreto de la explotacin. En cambio, la politizacin del ser precario nos deja en la intemperie, y nos aboca atener que crear tener que crear a partir de nosotros mismos la alianza de amigos que no existe.13) En el fondo, una poltica que quiera atacar la precariedad tiene que ser una poltica del querer vivir. Esto significa que dichapoltica, porque se encara al ser precario como esta paradoja que hemos descrito, deber aunar dos componentes: el odio y latransversalidad.a) El odio a la vida como prueba. Tenemos que reapropiarnos del odio. El precario tiene que odiar su vida, tiene que ser capaz delevantar una demarcacin entre lo que quiere vivir y lo que no est dispuesto a vivir. Este odio libre es la potencia de vaciamiento desu ser precario.b) la transversalidad como estrategia. Estanueva poltica tiene que sercompletamente transversal. Transversalidad significa que nohay un frente de lucha privilegiado (por ejemplo: el trabajo), sino que el combate se dirige contra la propia realidad entendida comoun continuum de frentes delucha. Evidentemente, esta transversalidad supone tambin el rechazo a ocupar una determinadaidentidad. Luchar contra la precariedad es atravesar todos los frentes de lucha sin cobijarse en identidad alguna que, por lo dems,siempre sera impuesta. Como los woblies americanos seorganizaron atravesando las distintas divisiones tnicas, tcnicas, degnero El precario que lucha de esta manera es capaz de desokupar el orden y abrir una tierra de nadie. La(s) tierra(s) de nadieclavadas en el espacio fronterizo son los lugares donde reponerse para volver a atacar el cdigo del poder.14) El odio a la vida y la transversalidad son las armas que expulsan el miedo y la esperanza. Son ellas las que socavan el serprecario y nos ponen ms all del aislamiento de cada uno. As se aniquila lo que nos divide, y entonces descubrimos que poseemosuna interioridad comn. Los que luchamos contra la realidad poseemos una interioridad comn. La interioridad comn es el querervivir en tanto queespaciamiento.14) Una poltica contra la precariedad que hace de la vida un campo de batalla, una poltica del querer vivir tendr siempre quemantener estas dos dimensiones (personal y colectiva) permanentemente unidas. Poreso hay que pensarlo todode nuevo. Qusupone politizarse hoy? Qu es una alianza de amigos? cmo llenar la tierra de nadie con nuestro malestar? Cmo hacer delquerer vivir un desafo? Sloseremos capaces de responder a estas preguntas quenos interpelan si hacemos efectivamente de lavidanuestro campo de experimentacin.