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Una invitación a la lectura de Ferdinand Canning Scott Schiller An Invitation to F. C. S. Schiller’s Pragmatism JULIO SEOANE PINILLA Universidad de Alcalá RESUMEN. Se intenta presentar la obra de F. C. S. Schiller para tratar de motivar la recupera- ción de un autor que siendo uno de los padres del pragmatismo fue olvidado apenas murió. Su recuperación tiene como objetivo recupe- rar un pedazo de la historia del pensamiento europeo y considerar al pragmatismo como un movimiento que si bien tiene un innegable aroma estadounidense, estaba en consonancia con las preocupaciones y desarrollos filosófi- cos que en Europa se hacía por la época. Palabras clave: F. C. S. Schiller, Pragmatis- mo, Humanismo. ABSTRACT. This article is not an exposition of F. C. S. Schiller’s thought, but an invitation. I think we can obtain several good thinks from Schiller’s work. And one of those thinks is the recovery of our past. Schiller is a Euro- pean thinker developing a philosophical view very close to Pragmatism. That mean —in my opinion— that Pragmatism has —un- doubtedly— an American taste, but so it is a mirror of Western worries about Philosophy in the beginning of Modernity. Key words: F. C. S. Schiller, Pragmatism, Hu- manism. ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 41, julio-diciembre, 2009, 253-266 ISSN: 1130-2097 [Recibido: Abr. 09 / Aceptado: Sep. 09] 253 1 No quiere ser, lo que a continuación vie- ne, más que una presentación de Ferdi- nand Caning Scott Schiller. O mejor, una invitación a leer su obra que, desapareci- da con la muerte de su autor, creo que hoy puede ser interesante y sugerente. Además de entretenida. No otra cosa de- seo aquí hacer. No va a ser esto, pues, una introducción a su pensamiento ni un resu- men de su obra. Tal cosa es algo para lo que no tengo ganas y que ya en su día tomó como empeño R. Abel escribiendo lo que aún hoy es la presentación canóni- ca del pensamiento de Schiller. Canóni- ca, ciertamente, por ser la única que a día de hoy podemos encontrar 1 , lo cual no debe constituir motivo para desmerecer, por otro lado, un estudio que es lo sufi- cientemente riguroso como para dar una buena panorámica sobre las cuestiones en las que anduvo Schiller, y es lo bastante honesto para incluso hacernos una idea de cuales serían las respuestas de Schiller a preguntas que hoy nosotros le haríamos y que Abel no podía intuir. No hay que olvidar que la filosofía tiene mucho de necesidad y de moda; era, pues, lógico que Abel compusiera su estudio sobre Schiller desde unos intereses que a noso- tros hoy posiblemente nos parezcan anti- cuados. ¿Por qué me parece interesante leer hoy a Schiller? Bien, para contestar a la cuestión que debe ser la piedra clave de

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Una invitación a la lectura de Ferdinand CanningScott Schiller

An Invitation to F. C. S. Schiller’s Pragmatism

JULIO SEOANE PINILLAUniversidad de Alcalá

RESUMEN. Se intenta presentar la obra de F. C.S. Schiller para tratar de motivar la recupera-ción de un autor que siendo uno de los padresdel pragmatismo fue olvidado apenas murió.Su recuperación tiene como objetivo recupe-rar un pedazo de la historia del pensamientoeuropeo y considerar al pragmatismo comoun movimiento que si bien tiene un innegablearoma estadounidense, estaba en consonanciacon las preocupaciones y desarrollos filosófi-cos que en Europa se hacía por la época.

Palabras clave: F. C. S. Schiller, Pragmatis-mo, Humanismo.

ABSTRACT. This article is not an exposition ofF. C. S. Schiller’s thought, but an invitation. Ithink we can obtain several good thinks fromSchiller’s work. And one of those thinks isthe recovery of our past. Schiller is a Euro-pean thinker developing a philosophical viewvery close to Pragmatism. That mean —inmy opinion— that Pragmatism has —un-doubtedly— an American taste, but so it is amirror of Western worries about Philosophyin the beginning of Modernity.

Key words: F. C. S. Schiller, Pragmatism, Hu-manism.

ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y PolíticaN.º 41, julio-diciembre, 2009, 253-266

ISSN: 1130-2097

[Recibido: Abr. 09 / Aceptado: Sep. 09] 253

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No quiere ser, lo que a continuación vie-ne, más que una presentación de Ferdi-nand Caning Scott Schiller. O mejor, unainvitación a leer su obra que, desapareci-da con la muerte de su autor, creo quehoy puede ser interesante y sugerente.Además de entretenida. No otra cosa de-seo aquí hacer. No va a ser esto, pues, unaintroducción a su pensamiento ni un resu-men de su obra. Tal cosa es algo para loque no tengo ganas y que ya en su díatomó como empeño R. Abel escribiendolo que aún hoy es la presentación canóni-ca del pensamiento de Schiller. Canóni-ca, ciertamente, por ser la única que a díade hoy podemos encontrar 1, lo cual no

debe constituir motivo para desmerecer,por otro lado, un estudio que es lo sufi-cientemente riguroso como para dar unabuena panorámica sobre las cuestiones enlas que anduvo Schiller, y es lo bastantehonesto para incluso hacernos una ideade cuales serían las respuestas de Schillera preguntas que hoy nosotros le haríamosy que Abel no podía intuir. No hay queolvidar que la filosofía tiene mucho denecesidad y de moda; era, pues, lógicoque Abel compusiera su estudio sobreSchiller desde unos intereses que a noso-tros hoy posiblemente nos parezcan anti-cuados.

¿Por qué me parece interesante leerhoy a Schiller? Bien, para contestar a lacuestión que debe ser la piedra clave de

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esta invitación, quisiera referir cómo lle-gué a un autor tan olvidado. Topo conSchiller a través de Durkheim y el exten-so comentario que dedica al pragmatismoen Sociología y pragmatismo 2; y llego atal comentario después de haber leído du-rante varios años (y a muchos estudiosos)sobre el pragmatismo sin haber vistonunca una mención de Schiller que abar-cara más de una o dos líneas. Esto últimotiene su importancia. Situado el pragma-tismo en el estudio de sus padres funda-dores, Peirce, James y Dewey, cuando seha de completar la cita de pragmatistas derelevancia se tiende a continuar los tresautores anteriores con la exposición deRoyce, Mead, y después de Hook, Lewisy algunos otros autores que aguantaron lavela de este tipo de pensamiento en unmundo donde quiso el correr de los tiem-pos que fuera la filosofía analítica y dellenguaje el único planteamiento filosófi-co que degustara las mieles y homenajesde los intelectuales estadounidenses. Yello para concluir con el auge actual delpragmatismo que, capitaneado por Rortyy Putnam principalmente, es, en verdad,desde donde se ha puesto de actualidad lalectura de Peirce, James y Dewey (hastael punto de que ya casi siempre les lee-mos a la luz de las lecturas neopragmatis-tas). Lo curioso del caso es que en tantovaivén de lecturas, de autores y de citas,Schiller no aparece nunca. Y resulta cu-rioso porque F. C. S. Schiller fue conoci-do como uno de los principales represen-tantes del pragmatismo. Esto fue lo queme recordó Durkheim. Cuando en su día,en Europa, se tenía que presentar el prag-matismo y cuando se deseaba discutircon él, eran los nombres de James y Schi-ller los que aparecían. Pero además, sonJames, Schiller y Dewey los que discutenentre sí sobre qué nuevos odres están de-seando coser para dar cobijo al pensa-miento añejo; es con ellos tres con quiense discute y son ellos tres quienes hablan

entre sí como «colegas de partido» (siem-pre escrutados bajo la severa, y más biendisconforme, mirada del Sr. Peirce, porsupuesto). Y dígase que aun siendo un fe-nómeno estadounidense, el pragmatismofue mucho y bien discutido —y asimila-do— en Europa. Eso es lo que hace, y noes lector de poca altura, Durkheim cuan-do debate con Schiller y James.

Otrosí: con la actualización del prag-matismo surgen de un modo no escaso di-ferentes historias del mismo y antologíasde textos. Habitualmente el nombre deSchiller no aparece y cuando lo hace (enaquellas historias que pretenden ser máscompletas y exhaustivas) resulta una pe-queña mención entre las referencias quepor cortesía se suelen hacer a los pragma-tismos europeos (o seguramente fueramás exacto decir, a la recepción en Euro-pa del verdadero pragmatismo que es elestadounidense). Y se le califica de im-portancia menor. Ello no deja de consti-tuir una llamativa paradoja histórica.Quizás motivada por buenas razones, noestá en mi intención negarlo. En este sen-tido vale un buen ejemplo: en la historiadel pragmatismo que S. Haak pergeña enun extenso artículo (con el que se deseainaugurar el primer número de una revis-ta que pretende hoy aglutinar el estudiosobre el pragmatismo), en dos líneas seda cuenta del bueno de Schiller diciendode su escaso interés y relegándolo al olvi-do convencida, entre otras cosas, de que«indudablemente, de los Pragmatistasclásicos es Schiller con quien Rorty esta-ría más cerca» 3. Fue en este momentodonde no pude sino buscar algo de Schi-ller para echarme al coleto. Nada encon-tré. Hasta en las bibliotecas universitariasespañolas había conjuración de olvido.

Y dígase para acabar: sí, efectiva-mente, en ocasiones da la impresión deque al leer a Schiller uno está leyendo aRorty. Quien a este último tenga aversióncreo que puede olvidarse del primero,

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pues a veces —aunque quizás sea la emo-ción del descubrimiento o del primer via-je que todavía me embarga— no se puededejar de imaginar si quien oficia de pen-sador de nuestras modernas democraciasliberales no estará repitiendo, quizás de-masiado literalmente, al viejo pragmatis-ta. No, no hay plagio ninguno. En lo queuno tiene de decimonónico y otro de anti-guo alumno de la filosofía analítica y dellenguaje, estriba la diferencia. Pero nocabe duda de que hubieran congeniadobien.

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Ferdinand Canning Scott Schiller nace en1864 en el ducado de Holstein que enton-ces era parte de Dinamarca aunque pron-to su padre, anglófilo militante, le envió aestudiar a Oxford donde terminó pasandoprácticamente toda su vida. Enfrentadodesde muy joven a los neohegelianos in-gleses, ya en 1891, con 27 años, publicade forma anónima un libro que fue unéxito de ventas y en el que plantea el es-bozo de un sistema de pensamiento queposteriormente bautizará con el nombrede «humanismo» (el libro en cuestión setitulaba Los misterios de la Esfinge: unestudio en la Teoría de la evolución, y suautor firmaba como «un troglodita» 4).Tras varios años desarrollando su doctri-na, conoce a James y al pragmatismo.Con el primero hace una amistad que seráduradera; con el segundo encuentra afini-dades tan cercanas a su humanismo quele hacen declararlos hermanos (no geme-los, pero sí con un aire de familia —¿esotra cosa el pragmatismo más que eseaire de familia?—). A partir de tal cono-cimiento (aunque ya con anterioridadambos gozaban de alguna fama), el as-censo de la popularidad de los dos ami-gos es notorio. En lo que aquí importa:Schiller es un autor citado y leído, es unrepresentante de importancia del pensa-miento de su tiempo (y no de esta o aque-

lla línea de pensamiento) y, como entra altrapo de todas las discusiones, no hay sal-sa filosófica en la que no esté. No sólo enEuropa, también en los Estados UnidosSchiller es citado y discutido; hasta acep-tado por los padres oficiales del pragma-tismo como uno de los nuestros; Jamesno deja de reconocerle como alguien quepor diferentes caminos ha llegado a susmismas conclusiones y que muestra laaplicación de su doctrina en campos don-de él no había llegado; Dewey discutecon Schiller su olvido del «todo social» ylas notas individualistas que le desagra-daban de James —y no pocas veces dicecontra el de Oxford para decir contra Ja-mes—, pero siempre respetando la auto-ridad de sus mayores; Peirce, tan serioque a veces oficiaba de aguafiestas, lle-gará a descalificarle como un papanatas,pero como un papanatas que está ennuestro equipo 5. Estados Unidos, la cunay el hervidero del pragmatismo, tambiénsabía de Schiller a quien no veía como un«europeo», sino como un pragmatistamás. Él también se veía como un pragma-tista en una visión de la filosofía que notenía fronteras y que, desde luego, noidentificaba al pragmatismo con la lige-reza de un pensamiento hecho para ban-queros e industriales.

Finalizada su vida, quien antes esta-ba en boca de todas las polémicas, ni si-quiera dejó recuerdo alguno. Práctica-mente a los diez años de su muerte se ledeja de nombrar y se cuentan con los de-dos de la mano los artículos dedicados asu obra. Efectivamente, con los dedos deuna mano desde su muerte hasta la se-gunda gran Guerra; pocos trabajos a losque se suman tres o cuatro estudios másque le hacen renacer como planta extrañaen los años 50 y 60 para extinguirse parasiempre hasta el año pasado en que haaparecido una recopilación de sus artícu-los principales. No sería capaz de dar ra-zón del olvido que comenzó con su muer-

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te y aún hoy guarda la llave de los sietecandados que encierran al pensamientode Schiller, pero si, indudablemente, elolvido a veces es justo y a veces revela-dor, en el caso de Schiller me da la impre-sión de que no llega a ninguna categoríamoral ni gnoseológica: simplemente esdespiste. Despiste que va de la mano desu misma procedencia pues cuando seestá haciendo historia del pensamiento delos Estados Unidos, y por ello se recupe-ran las voces pragmatistas —o cuandoestas se recuperan y se explica tal recupe-ración como la recolección de la forja delos Estados Unidos—, parece lógico con-siderar que la figura de Schiller no ha lu-gar. Será a Europa y a los europeos a losque corresponderá exhumarle si procede.Puesto que estos se han mostrado reticen-tes con el pragmatismo y con lo que talmovimiento supuso en el viejo continen-te (y puesto que, además, habitualmentese ha resuelto la papeleta ante este tipo depensamiento condenándolo por ser unmovimiento típicamente estadounidense—¿cómo condenar por esa razón anada?¿fue Voltaire y su «mundo», porejemplo, sólo algo típicamente fran-cés?—), el bueno de Schiller ha quedadocompletamente orillado. De ese olvido lerescatará, a buen seguro, la saturaciónque a poco advendrá de estudios sobre lahistoria del pragmatismo. No tardarán lastesis y los artículos en buscar algún rin-cón nuevo que husmear para mostrarnosque la «escolástica», como las modas, aveces algo bueno tiene.

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Schiller escribió mucho. Es indudable.Quizás más de la cuenta. En exceso, le re-criminaba amistosamente James quien lerecomendaba que no era preciso entrar atodos los trapos. En vano. No había dis-cusión por pequeña que fuera donde noquisiera estar, ni mención que, aun nimia,no tomara en cuenta. ¿Se desgastaba en

exceso? Cuando estudiaba mi carrera, miprofesor del Historia del PensamientoEspañol nos presentó el Ateneo de Ma-drid como un lugar donde, por la épocaen que Schiller escribía, se generabangran cantidad de discusiones que eran in-teresantes porque presentaban nuevospensamientos, traían ideas foráneas detodo tipo y planteaban reflexiones localesde no poca enjundia. Pero, al tiempo, re-cuerdo que nos decía con cierta conster-nación, se perdía todo en una vorágine dediscusiones con lo que eso tiene de inme-diatez, de no distanciamiento necesariopara la reflexión pausada, de inclusión decuestiones personales, etc. Algo así creoque debía ser el caso de Schiller. Comotambién es el caso, sea dicho aquí, de lamayoría de nuestros grandes maestroscontemporáneos repitiéndose en cientosde artículos y conferencias.

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Schiller inicialmente da el nombre de hu-manismo al sistema de pensamiento quepropone. Como he dicho, con el tiempo,y tras conocer el pragmatismo, reconocióque su sistema se podía identificar coneste último movimiento aunque (asegura-ba él tanto como lo afirmaba James) elpragmatismo sería un caso especial dehumanismo que explota más la cuestiónde la teoría del conocimiento y olvida lostemas relacionados con la «metafísica» 6.Aunque ya advertí que no se iba a encon-trar aquí una introducción al humanismopragmatista de Schiller 7, creo que no es-tará de más al menos dar una idea de pordonde andarían las líneas que una intro-ducción de tal tipo podría presentar.

No deja de ser curioso que el tematratado con mayor dedicación por Schi-ller sea el de la Lógica y la Teoría del Co-nocimiento y que, realmente, diga de ta-les materias de manera tal que ningún ló-gico y ningún espistemólogo podríanreconocer lo que allí se dice como algo

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semejante a los asuntos con los que suelebregar. Lo que Schiller tiene en mentecontinuamente es sencillo: la base mismade nuestro modo de conocer y argumen-tar no es objetiva ni formal, sino que de-bemos reconocer nuestros conceptos ló-gicos, nuestros axiomas y postulados,como simples herramientas preparadaspara tener un uso determinado. Son paraese uso. Esta idea, teñida con una fuer-te adhesión a la teoría darwiniana, yacamina explícitamente en su primer li-bro, Riddels of the Sphinx, a partir delcual comenzó a publicar algunos artícu-los en relación a la concepción de nues-tro conocimiento que se publicaríanluego en sus dos obras más conocidas(Humanism —1903— y Studies in Hu-manism —1907—). A estas obras perte-necen, sin ir más lejos, los dos artículosque se suelen tomar como lo más exposi-tivo de su trabajo, a saber, el titulado «Laformación de la verdad» y el titulado «Laformación de la realidad». De cualquiermanera, si bien es cierto que lo que Schi-ller tuviera que decir de importancia so-bre las cuestiones del conocimiento y lalógica, posiblemente se pueda recoger enestos dos libros que se tienen por sus dosgrandes obras, personalmente creo queno estaría de más comenzar por un par detrabajos que ya se plantean como trabajosque tratan de presentar una nueva Lógica(ya no humanista o pragmatista, sino vo-luntarista 8). Me refiero a su Formal Lo-gic (1912) que se completará con el a mijuicio genial y oscurecido incluso por lososcurecidos estudiosos de Schiller, librotitulado Logia for Use (1929). En amboslibros Schiller apecha con el trabajo dedemostrar que todos los términos inclui-dos en las reglas básicas de nuestro razo-namiento están vinculados al deseo, o alinterés, o a la comodidad; a lo que él lla-ma cuestiones psicológicas.

Quizás hoy no nos llama a escándaloel origen del planteamiento de Schiller,

pero es comprensible que en sus díasnuestro autor tuviera conciencia de enfantterrible y, puesto que tal cosa le complacíasobremanera, repetidamente —por no de-cir machaconamente— se divierte mos-trando que el conocimiento está condicio-nado por procesos psicológicos talescomo el interés y el propósito 9 o la emo-ción y la satisfacción 10. A partir de aquíno queda sino su afirmación de que lasconcepciones de la lógica más fundamen-tales no se pueden comprender sino psico-lógicamente, para imaginarnos el gusto deun Schiller encantado con escandalizar.Así, una y otra vez conceptos como el decerteza o el de identidad, o términos comolos de «igual», «mayor» o «individual»(aquellos que alguna vez usó Platón parademostrar que debe haber alguna serie deconceptos que permanecen inalterables ypor medio de los cuales damos sentido si-quiera a nuestra percepción de la realidad)son reconstruidos —deconstruidos diría-mos hoy— por Schiller para mostrar queno son sino el producto de un proceso porel que intentamos responder a nuestro en-torno 11.

Por no darle muchas vueltas: Schillerpiensa que no se puede abstraer el juiciode las circunstancias en que se concibe yforma y por ello no se le debe «degradar»a una proposición. Una vez que nos da-mos cuenta de que el significado y defini-ción de los términos que usamos en unadiscusión están siempre en un contexto,debemos reconocer que es inútil discutirel valor de una proposición «sin contarcon las circunstancias en las que se origi-nó y las consecuencias a las que realmen-te nos ha llevado o, en una sola frase,aparte de su uso en un contexto. Sin ellosu significado no puede ser determinadoy no sabemos de qué estamos hablan-do» 12.

Si todo ello es así, lo verdadero y lofalso son definibles no tanto en funciónde si funcionan o no, sino de los propósi-

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tos de la investigación. Lo que no trabajapara tales propósitos es falso y lo que silo hace es verdadero 13. Puesta la discu-sión en estos términos, ha de decirse queSchiller reconoce que el efecto de las fac-tores psicológicos es ambivalente: sinellos no se podría pensar, pero con ellosel pensamiento debe ser continuamenteevaluado y sometido a crítica para ver encuanto queda sesgado por nuestros inte-reses, propósitos o deseos. En suma, des-de esta perspectiva, una noción humanis-ta de verdad ha de contemplar que ésta esalgo que: (a) no debe ser meramente for-mal sino que (b) debe estar vinculada a laverdad tal y como la podemos conseguiry no nos debe dejar fuera a fuerza de cri-terios que son tan inaplicables comoideales. (c) Por ello términos como «in-dependiente», «trascendente» y otros deese tipo no deben ser comprendidos aje-nos a su relación con el hombre mismo ylo que para él le es valioso. (d) Ademásno debemos tomar nada como incuestio-nable y todo debe estar sujeto a revisión einvestigación. (e) Por último, no debe-mos olvidar el propósito natural del pro-ceso de conocer 14. Es así como «la ló-gica humanista [...] desafía a todas laslógicas antiguas y las acusa de un intelec-tualismo falso y loco que ha ignorado yse ha abstraido de todas las operacionescaracterísticas del pensamiento real y lasha sustituido por un sistema completo deficticias nociones de abstracción. [...] Deeste modo la lógica se ha convertido enun juego de palabras [...] que no tiene re-lación con cualquier cosa que sea adqui-rir y asegurar el conocimiento, ni ningu-na importancia para el progreso de lasciencias» 15.

Llegados a este punto, y asumido quela verdadero ha de tener alguna utilidad—es verdadero para hacer algo—, Schi-ller siempre se apresta a afirmar que deenarbolar la bandera bajo la cual se de-fiende que «la verdad es lo útil» no se

deduce «lo útil es verdad», pues hay co-sas que siendo útiles no son verdad. Laverdad no es equivalente a utilidad ni a«lo que funciona»: «debe ser admitido eincluso enfatizado, que decir que todaverdad debe funcionar y ser útil no es, deun modo estricto, definir absolutamentenada. Es insistir en un requisito muy im-portante y vital que desafortunadamenteha sido soslayado; pero no tiene la formade una definición» 16. Parece que la ver-dad no se puede definir como lo que fun-ciona, ni como lo que únicamente es útil(aun cuando lo verdadero funciona y re-sulta útil), pero «¿qué, entiende exacta-mente Schiller cuando dice que las verda-des “funcionan”? O mejor: ¿tiene claroqué entiende por verdad? Este es un pro-blema que nunca fue capaz de resolversatisfactoriamente» 17. Realmente Schi-ller de un modo muy honesto confesabasus dificultades para dar buena cuenta delconcepto de «utilidad» o de «la verdadque funciona»; posiblemente tenía bienclaro lo que quería defender, aunque nonegaba sus dificultades para dar cuentade ello. Schiller, como apunta Abel, eraante todo un personalista y su personalis-mo debilitaba su concepto de significadoal no dar juego al problema de la comuni-cación de significados; lo verdadero, alfin y al cabo, no deja de suponer una tra-ma intersubjetiva, un «útil» que se inter-cambia con otros y, desde una perspecti-va que recuerda al «hombre artista de lavida», esto es difícil de sostener. Como seve es justo la cara opuesta de Dewey don-de la matriz social de la investigación esprimaria 18.

En cualquier caso, lo que Schiller sítenía muy claro es que apostar por unadeterminada verdad es apostar por unadeterminada realidad. Puesto que con elconocimiento tocamos la realidad —i.e.:nos relacionamos con la realidad—, esobvio que las verdades que constituyennuestro conocimiento rehacen de alguna

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manera lo que sea la realidad. Si recorda-mos que la verdad comenzaba su andadu-ra con un primer paso psicológico—aquel que nos ligaba a las intenciones,propósitos y deseos—, veremos que, enúltimo término, la Metafísica y la Psi-cología quedan reunidas en la confor-mación de la realidad. En este sentido larealidad ni es absoluta, ni formal, ni tam-poco queda reducida a lo puramente psi-cológico (entendiendo aquí por ello elproceso de experimentación de la reali-dad), sino que es el resultado de un pre-sentarse ante el mundo pragmáticamente:la realidad es aquello que evaluamoscomo importante 19. La misma creenciaen la realidad del mundo externo no es undato de la experiencia original, sino quees el resultado de un tipo de selección porel que reducimos el caos al orden y quehace que debamos recoger la noción aris-totélica de hylé para comprender qué pu-diera ser realmente la realidad: un mag-ma al que otorgamos significados y utili-dades. Para vivir.

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¿Para qué nos sirve hoy Schiller? De unmodo redundante, en el pequeño párrafoque a Schiller se le puede dedicar en lashistorias de la filosofía que le dedican al-gún párrafo, se suele decir que Schilleraporta un estilo dinámico y literario alpragmatismo 20. No parece poco, perocomo a todas luces es evidente, cuanto talse dice, se está convencido de su valormenor, de que su obra no tiene gran rele-vancia aunque es innegable que su estiloy brío es sobresaliente. Dejando aparte elhecho de que la exposición no siempre esmuy ajena a lo expuesto (ni esto a aqué-lla), si he de ser sincero no me llegan aconvencer las alabanzas sobre su fuerzaexpresiva. No es desagradable leerle, nidificultoso; es menester destacar su clari-dad expositiva y la facilidad con que sepuede llegar a ver el meollo de su argu-

mentación —con sus asumidos, sus fan-tasmas y sus incoherencias—, pero, contodo, no veo la relevancia de la «fuerzaliteraria» que se supone imprime al prag-matismo. Y si su genialidad estilística nomarca ninguna diferencia ni proporcionaaportación mencionable, entonces carac-terizarle por aquella es decir que nadaaporta ni supone en la historia del pensa-miento. Y llegados aquí, posiblementetuvieran razón todos aquellas que tras de-cir de su aportación literaria se olvidaronde su nombre. En muchas ocasiones,Schiller recuerda a esos oradores que an-taño tenían mucho tiempo para decir lascosas y, realmente, llega a ser pesado ensu continuo vapuleo al idealismo del quediscute cada tesis que apareciera en sumomento publicada por sosa e intrascen-dente que fuere. Es como si a fuerza dedecir siempre de un modo ingenioso, bri-llante y llamativo, el lector sintiera justola necesidad de un texto más plano que selas hubiera únicamente con los asuntosde relevancia (los que intentan ir más alláde la afirmación proselitista de las escue-las) y lo hiciera con menos profusión degenialidades y yendo de un modo mássimple al asunto que le pudiera interesar.Quizás sea sólo que el estilo de Schillerhoy se antoja excesivamente decimonó-nico y cargado de una vitalidad que yanos es muy lejana. Son modos más con-temporáneos de leer, lo reconozco, que alfinal no hacen sino repetir el consejo queJames le dio en más de una ocasión: no espreciso estar en todas las salsas y valemejor dosificar un poco las intervencio-nes para darlas mayor enjundia. En Schi-ller parece como si la pluma se encandi-lara a veces con el mero gusto de escribiry en no pocas ocasiones se nos presentanartículos y discusiones que sólo aportanestilo y las mismas ideas de siempre.Como dije anteriormente, ello parece queanticipa nuestro presente urgido siemprepor escribir y generar estudios, interven-

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ciones y artículos a fin de aumentar el pe-cunio —no siempre escaso es preciso re-conocer—. Lo cual no dice nada que des-merezca de la obra de F. C. S. Schiller.

De cualquier manera no voy aquí adisputar sobre el estilo de Schiller y sí de-searía limitarme a afirmar que éste nodebe ser aquello que tomemos como lomás sobresaliente de su obra. Schilleraporta algo más interesante que el estilo.Aporta un pragmatismo más cercano almundo que se constituyó en la Europa quea principios del siglo XX trataba de huir dela filosofía tradicional; un mundo que te-nía en Nietzsche a uno de sus protagonis-tas y que bebía, con la inconsciencia de laadicción, de un romanticismo ya algo leja-no que se mostraba en el gusto y necesi-dad por afirmar de modo continuo una in-dividualidad desaforada que al hombre—se suponía— debía definir. El pragma-tismo que Schiller nos presenta es unmodo de concebir lo humano que puedeextender hasta Sartre (e incluso Heideg-ger) uno de sus cabos, mientras lanza elotro hacia Mill; atando en tal abrazo apensadores tan diferentes pero tan en lamisma línea, como el citado Nietzsche,Sorel o al mismo Comte. Cualquiera pue-de poder aquí los nombres que prefiera,pero, como fuere, lo cierto es que reco-giendo a Schiller desde esta perspectiva,su humanismo pragmatista nos dice queel pragmatismo, si bien tiene un aromainconfundiblemente estadounidense, erauna respuesta «propia de una época» (en-tendiendo por tal que en diferentes lugaresaparecieron semejantes ideas, metáforas yconceptos). En Europa no sólo se leyó elpragmatismo estadounidense, sino que sesupo discutir con él y hacerlo compatibleo integrarlo en tradiciones que despunta-ban por la época en diferentes países y quellevaban caminos y reclamaciones simila-res. La recepción del pragmatismo enFrancia fue importante, eso es conocido,pero el movimiento que en Italia se quisohermanar con esta corriente también tuvo

su relevancia y venía iniciado desde antesde oír hablar a James. Algo similar ocurrióen Alemania o, en nuestro país, con Una-muno, D’Ors o con el mismo Ortega yGasset que en no pocos momentos se des-cuelga con ideas pragmatistas. Pensar quese estaba dialogando con un modo de con-cebir la filosofía que nacía allende elAtlántico es, ciertamente correcto, perocreo que nada perderíamos si imaginára-mos que realmente se estaba descubriendoa un hermano en las búsquedas filosófi-cas; que en el pragmatismo de James (y enel más bien adivinado de Peirce) se encon-traba un intento similar al que ya de hechose estaba haciendo dentro de la «tradicio-nes» filosóficas propias de cada país.

Ese interés tiene leer hoy a F. C. S.Schiller: A ello nos ayuda su obra y nospresta la mejor imagen para apostar poruna diferente comprensión de nosotrosmismos. Con él aprendemos que no setrata de estudiar la recepción del pragma-tismo en Europa, sino de comprender elpragmatismo europeo (llámese persona-lismo, humanismo, voluntarismo o comofuere), recoger, con tal comprensión, par-te de nuestra hurtada formación y com-prendernos, una vez ello hecho, de nuevamanera (imaginarnos dando solucionesnuevas a los mismos antiguos proble-mas). En este sentido el caso de Schilleres importante por su notoriedad (y quizáspor su amistad con James; y quizás por suímpetu discutidor) y nos recuerda demodo continuo que en las dos orillas delAtlántico andaban apareciendo similarespropuestas. Que tan sólo hoy sepamosleer las reflexiones europeas a la luz de lalámpara de James o Dewey (y ello, la ma-yoría de las veces, porque se lo vimos ha-cer a Rorty o a Putnam) dice mucho denuestra incapacidad para entendernos.

Desde este punto de vista, la segundacuestión que el humanismo de Schillernos plantea es que, al cabo, se estabadando cuenta de una tradición de pensa-

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miento desde esa misma tradición. Nopocas veces Schiller suena como Hume yno pocas nos lleva a recordar a Mill;como no son las menos las que él mismorecoge de buen grado a Bergson o Scho-penhauer. El pragmatismo aparece aquícomo odres nuevos en la medida en quetodo pensamiento novedoso se proclamacomo radicalmente diferente; pero lasdiscusiones vienen de antaño, las tradi-ciones de pensamiento no se olvidan, elvino añejo se sigue haciendo de las mis-mas uvas aun cuando, es inevitable, lossabores que busquemos sean diferentes ylos procedimientos de fermentación yembotellado cambien sustancialmente.No nos estaría de más mirar al pragmatis-mo como una respuesta de un mundo quese desperezaba ante un cosmos (unos mo-dos de concebir el mundo, de plantarseante él y de exigirle unas cosas u otras)que ya no podía sino pedir el certificadode defunción que la Primera GuerraMundial expidió. No una respuesta esta-dounidense, sino de toda una cultura, laoccidental, que intuía que el dilerma erarenovarse o morir.

5.5

En uno de sus textos más conocidos, G.Santayana dio nombre a la tradición gen-til. Era esta en lo que había trocado —enlos Estados Unidos— la filosofía occi-dental al unirse con una tradición purita-na que, según Santayana, hacía y haríamella en cualquier intento de pensar denueva manera viciando cualquier entradade aire fresco —o moderno— en el pen-samiento de los Estados Unidos. La ideade Santayana era que todos los intentosde modernidad habían nacido siempresobre un sustrato religioso que, al final,terminaba imponiendo, de un modo uotro, sus querencias trascendentales y sumirada a otro mundo para otorgar sentidoa este. Quizás, apuntaba Santayana, estenuestro mundo no tiene más sentido y

significado que el que obtiene cuando vi-vimos fáctica, finita y momentáneamenteen él. El pragmatismo era lo más alejadode la tradición gentil que Sanatayanapudo encontrar en su día, pero aún así,continuamente echa en cara al bueno deJames no ser suficientemente novedoso—i.e.: no ser radicalmente «america-no»—. Santayana entendía por «Améri-ca» el nuevo mundo que debía surgir sintener ningún tipo de relación con el anti-guo, un mundo que había abandonado latradición gentil y era capaz de situarseante la realidad sin más que el mismomomento en que nos relacionamos contal realidad. Nada más allá. Ni siquiera elinterés por que nuestro pensamiento al-guna vez signifique algo (lo que es ocomporte nuestro conocimiento lo com-porta y lo es en el momento de conocer yahí se agota todo). No le voy a dar mu-chas vueltas al asunto, pues no es este ellugar para discutir sobre Santayana; que-de dicho lo dicho y compréndase el nivelde la exigencia que a América (al mundomoderno) Santayana impone: no somosmás que lo que actualmente somos. Elpragmatismo es buen compañero de viajepara Santayana, por su abandono de unaverdad fundamentada o trascendental osegura o más allá de las humanas necesi-dades; pero se queda corto porque tiendeaún a usar una noción de verdad quemientras dura, dura, si se me permite de-cirlo así (y peor compañero de viaje seríaen el caso de su afinamiento como prag-maticismo).

Cuando Santayana tiene que decircontra la tradición gentil —y cuando tie-ne que alzar la voz contra lo que más ledesagrada de James— pone a Californiacomo modelo. Allí, tan cerca de la natu-raleza exultante e inabarcable, los hom-bres no podían sino ser completamentediferentes al «mundo clásico» de losEstados Unidos —que también lo era deEuropa— 21. Allí, sí que el pensamiento

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tenía que ser diferente y no atado a ningu-na tradición idealista ni religiosa. No ne-cesitaba ser estadounidense para que laidea de un «nuevo pensámiento» le hicie-ra unirse a esa «América» que huía de latradición gentil porque, casi huyendotambién de sí para encontrarse, en 1926,con 62 años de edad, Schiller se trasladaa California donde se casará nueve añosdespués. Allí vivió hasta su muerte y allíse encuentra hoy el legado todavía sinabrir de sus últimos escritos y de su co-rrespondencia. Hay que ser justos: no haydos caracteres más dispares que el deSantayana y Schiller, y no pensaba en elúltimo quien se admiraba de la Américaque imaginaba en California. Ni tampocomarchó Schiller a California para descu-brir lo mismo que Santayana proponíacomo esencia del pensamiento moderno—americano—. Pero lo cierto es que am-bos miraron hacia aquel extremo deOccidente en el momento en que se die-ron cuenta que debíase «terminar» conOccidente. Mérito de Schiller es el de ha-berse quedado allí a vivir. Justo en el ex-tremo final, donde parece que no se pue-de ir más lejos. Y si bien es cierto que po-siblemente sus intenciones no eran lasmismas, no es menos verdad que ambosllevaron su pensamiento allí porque reco-nocían que había que construir una nuevavida sin nada que ver con la antigua de-mostrando, de tal modo, que puestos allegar a un mundo completamente nuevodonde fundar una diferente vida, se pue-de llegar como forajido, como fuera de laley, como aventurero o, también, por quéno, como buscador de oro. Quizás tam-bién diga algo del pensamiento europeoaquella boda —ya cercano el final desu vida— en el extremo del mundo civi-lizado.

6

G. Gullace, hablando del pragmatismo enItalia, recoge la idea de Giovanni Vailati

según la cual, aun estando en el mismocampo de batalla, realmente había, en laItalia de principios del siglo XX, dos mo-delos de pragmatismo; uno mágico y otrológico 22. Al primero pertenecen losnombres más conocidos de G. Pappini yG. Prezzolini. Al segundo los más olvida-dos de G. Vailati y M. Calderoni. Estosúltimos leían en Peirce un pragmatismoque daba cuenta de problemas clásicos dela teoría del conocimiento, de la verdad ydel método científico. Los primeros,como ocurrió también con Unamuno, conD’Ors o con insignes representantes delpragmatismo francés, consideraban quepuesto que todo dependía del modo enque era conocido, al cabo el conocimien-to tenía el poder de crear la realidad y esepoder hacía que nuestra vida fuera conti-nua actividad de creación del mundo(muy cercano al ideal del genio románti-co, muy cercano a la figura del Dios crea-dor, muy cercano todo, en fin, a la ideadel gran industrial fabril que modifica sinpreguntar la faz de la tierra) 23. Estos au-tores leían al Sr. Schiller y se identifica-ban con él —y subsidiariamente con Ja-mes— antes que con Peirce o —natural-mente— con Dewey.

La denominación de pragmatismomágico viene al pelo al voluntarismo, alhumanismo, al personalismo —que contodos esos nombres lo quiso llamar—que Schiller proponía. Como tambiénviene al pelo su distancia de la seria preo-cupación por cuestiones lógicas, episte-mológicas o simplemente serias. Entién-daseme bien: no quiero decir que Schillerse despreocupara de temas a los que dedi-có el grueso de sus obras; pero sí que te-nía claro lo que quería decir, a dónde que-ría llegar y era capaz de soslayar algunos«problemas de fundamentación» para de-cir lo que deseaba decir. Los «mágicos»sabían lo que querían y para ello alzaroncomo suya la bandera de «el hombre me-dida de todas las cosas» que encontramos

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inscrita casi de modo imperecedero encada página de las miles de disputas queconstituyen la obra schilleriana. Quela verdad fuera lo que acordamos quesea verdad, posiblemente confunde unproblema epistemológico —de verifica-ción— con uno más ontológico —de loque realmente sea lo verdadero—, perotal confusión no debe entorpecer las pro-clamas que ello supone. Vale, como hizoSchiller, la confesión de que no se tienemuy claro como salir del atolladero y,tras tal agachar la cabeza, seguir con laprédica por un mundo más humano, don-de cada quien es señor del mundo, dondela libertad es mejor atendida como la li-bre voluntad, donde la existencia fácticamarca todo lo que decir de nuestro carác-ter y persona, de nuestros derechos y ex-pectativas que, de tal modo, son tan plás-ticos e impredecibles que nada se puededecir fundamentalmente de ellos. Somossiempre, como afirmará Rorty muchodespués, en la apuesta por el mundo don-de queremos ser. Quizás no suene muyserio, quizás los problemas de coherencianos lleven a mil disputas. Pero ese es elmundo de Schiller; y me da la impresiónde que es también nuestro mundo.

6.5

Como dije, Schiller comienza su vida in-telectual con un best-seller —Riddles ofSphinx— en el que se enfrenta a los idea-listas de corte neohegeliano que en su díacampaban por Oxford, la Universidaddonde trabajaba. Es esta una batalla quelibró toda su vida y que le hizo caminarpor senderos más cercanos a Nietzsche oa la reclamación individualista de Millque, por ejemplo, a aquellos por los queDewey anduvo 24. La preocupación porel «todo social», por el lugar donde nosrelacionamos con los demás, por la De-mocracia y la educación social de hábitospara proveer para la misma, es algo que,en el caso de Schiller, queda relegado

muy por detrás de su interés por cómo elindividuo se enfrenta al mundo, cómoeleva sus propios acuerdos con la natura-leza (a los que llama verdades) y porcómo cada quien en particular dirige suspropios pasos. En este sentido es lógicoque Schiller sea habitualmente ligado aJames antes que con el pragmatismo quepresentó Dewey. Nada, por otro lado, tie-ne que ver con Peirce de quien le separala propia seriedad ante el trabajo de esteúltimo; seriedad que no podía soportar, laalegría por conocerse que emana todo eltrabajo de Schiller (lo cual fue expresadobien claramente en más de una ocasiónpor el propio Peirce —que para estas co-sas no andaba con grandes rodeos—).Quizás el dictamen de Mounce acerca dela necesidad de distinguir dos pragmatis-mos bien distintos (el auténtico pragma-tismo que sería el representado por Peircey el de los demás pragmatistas clásicos),sea realmente inapelable. Si ello fueraasí, resultaría cierto que dentro del prag-matismo «derivado» lo que encontramosson diferentes voces que hablan en untono similar. La de Dewey y la de Schi-ller serían de las voces más distanciadasy sobre esto quiero decir algo.

Dewey comienza su obra por hegelia-nas mientras que Schiller la inició justo enel extremo opuesto; aunque los reconoci-mientos de cercanía fueran mutuos (másen el caso de Dewey, dígase en honor de laverdad), no podían sino utilizar tonos einstrumentos muy diferentes. Chicago su-puso, para el pragmatismo, posiblementeun acercamiento a la América que Santa-yana quería intuir en California, pero, des-de luego —y aparte de todo lo bueno quetuviera— detuvo el camino en el viaje alOeste y no quiso tener nada que ver conaquella propuesta de Santayana. Comodemostrando que el pensamiento de Schi-ller —o el de Europa— sí podía llegar aCalifornia, mientras que el de Dewey yMead se iba a contentar con subir y bajar

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por el río Misisipi, el viejo Schiller termi-nó sus días maridando en la misma costade Los Ángeles. La preocupación por lademocracia, el intento de proveer para lamisma, la relación entre tal democracia yla justicia social, fueron cosas que se ex-playarían desde el pensamiento de Deweyen toda la llamada escuela de Chicago.Jane Addams, que terminaría consiguien-do el premio Nobel de la paz, creo quepuede servir de excelente ejemplo paramostrar que el mundo que el pragmatismodeweyano traía era el que se encargaba dedar cobertura a la democracia entendidacomo vida social, como comunidad. No esque no fuera tal el interés de James o Schi-ller, pero sí que es cierto que no fueronesos sus acentos y las cuestiones de cómoefectivamente se da cobertura al estableci-miento social, no tuvieron una gran rele-vancia en su pensamiento (y sí las cobra-ron, por ejemplo, cómo decir de la religiónde un nuevo modo o cómo vivir desdenuestra propia voluntad —configurandocontinuamente nuestra identidad—).

Quizás para nosotros hoy, llevadospor la moda y la necesidad que nos haceconsiderar como primer problema filosó-fico la cuestión de las virtudes ciudada-nas o de la educación de quienes han desostener nuestras sociedades post-indus-triales, la posibilidad de que el pensa-miento se abra a la ética social, a la pro-moción de la democracia o a la intrínsecarelación entre pensamiento y democracia,tenga un valor que nos hace desmerecerlas preocupaciones más «individualistas»de Schiller —o James—; pero no pode-mos olvidar que precisamente ahora escuando hemos aprendido que aquelloscampos que en Chicago se cercaron y ro-turaron de modo ejemplar, han de ser cul-tivados con un cuidado y mimo que sehalla, paradójicamente, en el viaje a Cali-fornia de Schiller. Precisamente en el lu-gar donde se nos dice de la belleza de lasmáquinas cosechadoras, tanto como de

su efectiva nulidad para recoger buen fru-to para los humanos; precisamente allídonde, como afirmaba Santayana de esaCalifornia que presentaba lo «radical-mente americano» (que podemos traducircomo «radicalmente moderno»), el culti-vo no se hace ajeno al asombro ante lamaravilla de lo no cultivado, o ante elmismo proceso natural del nacimiento denuestras cosechas. Y ello supone unaocupación, por supuesto, en procurarnosel sustento, pero también una preocupa-ción por hacerlo de un modo profunda-mente humano 25.

7

No puedo terminar esta pequeña presen-tación sin citar algo que a en cuanto mu-rió Schiller quedó relegado a una curiosi-dad de su carácter. Me refiero a su interéspor lo que en su día se llamaba la «inves-tigación psíquica». No fue un interés parapasar el tiempo. Presidente de la Societyfor Psychical Research (como en su mo-mento lo fueron James y Bergson) llegó apublicar trabajos sobre cuestiones quehoy a veces calificaríamos de parapsico-logía. Su dedicación al tema está presidi-da por una convicción primera, a saber,que con estas preocupaciones se trata deafinar el conocimiento, convencido comoestaba de que aquí se jugaba el partido dela razón en el campo más delicado si sequería no tomar nada por asumido si nopodía ser probado 26. No voy a decir deesto más que, entre otras cosas, Schillerestaba interesado en la otra vida; conside-raba que siendo útil la consideración deque puede haber otra vida, y puesto queal cabo nosotros configuramos nuestrarealidad, bien podemos tomar la otra vidacomo algo propio de nuestra realidad (yaque, entre otras cosas, nos es útil). Posi-blemente el razonamiento de Schilleraquí no sea muy consecuente, pero escompletamente Schiller y quizás si pen-samos, como pensaba él, que «nos ha de

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ser verdad», esto es, que nos ayuda anuestra vida si es verdad, bien pudiéra-mos apostar por ello e incorporarlo a lasnarraciones desde las que hacemos nues-tra propia vida. ¿Lo entenderíamos mejorsi en lugar de «otra vida» pusiéramos«mundo menos cruel»? Posiblemente. Locierto es que Schiller —que podía no sermuy serio, pero desde luego era serio—convenció, siendo tremendamente pesa-do, al director de la revista Mind para di-rigir un cuestionario a los lectores de lamisma a fin de investigar sobre el másallá (sí, por supuesto, si queremos hablarde lo inefable, si queremos que tenga quever en nuestras vidas, necesitamos pala-bras e investigación científica). Comocolofón, aquí está el cuestionario:

«I. ¿Preferiría (a) vivir tras la “muerte’o (b) no?

II. (a) ¿Desea una vida futura sin repa-rar en las condiciones que pudiera tener?

(b) De no ser así, ¿cuáles deberían sersus características para hacer que su esperan-za fuera tolerable? ¿Por ejemplo, usted estaríasatisfecho con una vida más o menos como suvida presente?

(c) ¿Podría decir qué cosas en su vida(si hubiera alguna) desearía mantener a perpe-tuidad?

III. ¿Es usted consciente de por quésiente lo que ha expresado en las cuestiones Iy II?

IV. ¿Considera que EN ESTE MO-MENTO la cuestión sobre una vida futura tie-ne perentoria importancia para su confortmental?

V. Sus sentimientos sobre las cuestio-nes I, II y IV ¿han variado? Si así fuera,¿cuándo y en qué circunstancias?

VI. ¿(a) Le gustaría saber con seguri-dad sobre la vida futura o (b) preferiría consi-derarlo como una cuestión de fe?» 27

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NOTAS

1 El año pasado se publicó una Antología de Schi-ller, pero a pesar de sus pequeñas y aclaratorias Intro-ducciones, no puede tomarse como un estudio de suobra. Me refiero a F. C. S. Schiller on Pragmatism andHumanism (editado por J. R. Shokk & H. P. McDo-nald), Amherst (Nueva Cork), Promeheus Books,2008.

2 E. Durkheim, Pragmatisme et sociologie [cursoinédito dictado en la Sorbona en 1913-1914 y recom-puesto por Armand Cuvillier a partir de apuntes de losestudiantes], París, J. Vrin, 1955.

3 Susan Haak, «Pragmatism, Old and New» enContemporary Pragmatism, vol. 1, n.º 1, Junio de2004 (3-41), p. 32. Es menester ser justo y decir queHaak es una pragmatista seria, esto es, peirceana, yque si no olvida a James o Dewey es porque ello ladejaría con muy poco que decir de la «historia» delpragmatismo.

4 Riddles of the Sphinx: A Study in the Philosophyof Evolution, by a Troglodyte, Londres, Swan, Son-nenschein, and Co., 1891.

5 Seguramente su valoración de Schiller fue cam-biando según fue sabiendo de su incontinencia discuti-dora. Las dos afirmaciones siguientes son de Peirce:«El brillante y maravilloso pensador humano, el Sr. F.

C. S. Schiller, quien ha ofrecido al mundo filosóficouna copa de estimulante néctar con su hermoso Huma-

nismo, parece ocupar sitio propio, en lo que refiere ala cuestión [del pragmatismo] entre medias del de Ja-mes y del mio» [C. H. S. Peirce, Collected Papers

(Ch. Hartshorne & P. Weiss eds.), Bristol, ThoemmesPress, 1988, Vol. V, § 466] «Schiller [...] es un prag-matista, aunque no tiene muy clara la naturaleza delpragmatismo» [Ibid, § 13].

6 Abel en su antología de los textos de Schiller nosrecuerda que su antologado decía que el Pragmatismoes «en realidad sólo una aplicación del Humanismo ala teoría del conocimiento» (F. C. S. Schiller, Huma-

nistic Pragmatism, editado por R. Abel, Nueva York,The Free Press, 1966, p. 9)

7 La denominación de «humanismo pragmatista»que a buen seguro sería aceptada por Schiller, se lodebería este a R. Abel quien, como he comentado an-teriormente, tiene en su haber el único estudio de laobra completa de Schiller [Reuben Abel, The Pragma-

tic Humanism of F. C. S. Schiller, Nueva York, King’sCrown Press, 1995] y, además, realizó, como tambiénse ha dicho, la única antología que había disponible dela misma hasta esta ayer mismo (como también ya seha dicho). Es menester resaltar que tales antologías

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son precisas pues cuando digo que Schiller fue olvida-do, ha de entenderse también que no hay nuevas edi-ciones de sus libros desde que se agotaron, allá por losprimeros años del siglo XX, las originales. Ello haceque su obra sea poco menos que inencontrable. Unabibliografía completa de la misma se puede encontraren www.pragmatism.org/Schiller.

8 «“Humanismo” se ha sustituido por “Voluntaris-mo” a fin de hacer más clara la antítesis con la Lógicaantigua» F. C. S. Schiller, Prefacio a Logic for Use,Londres, G. Bell & Sons, 1929, p. VI.

9 «Pensar no se hace in vacuo o por flashes, sinopor medio de series de pensamiento y [...] tales seriestienen siempre un propósito. Es decir, están inspiradaspor el interés en algún asunto, comienzan por algúndeseo de conocer y persiguen algún fin que les parecedeseable» [F. C. S. Schiller, Our Human Truths, Nue-va York, Columbia University Press, 1939, p. 295].

10 «Si un sentimiento de satisfacción no aparece enel proceso cognitivo, no se podría sentir que la obten-ción de la verdad tuviera valor alguno» [F. C. S. Schi-ller, Studies in Humanism, Londres, Elibron Classics,2005, p. 83].

11 Uno de sus artículos más citados, «Axioms asPostulates» es un claro y definitivo acercamiento aesta deconstrucción de la lógica formal (que será re-construida con Logic for Use) y que se expresa de me-jor forma como sigue: «la estructura general de lamente y los principios fundamentales que la soportantambién debe ser concebida en crecimiento, como elresto de nuestros poderes y actividades, esto es, comoun proceso de experimentación diseñado para hacer elmundo más conforme a nuestros deseos» [F. C. S.Schiller, «Axioms as Postulates» incluido en HenrySturt (ed.), Personal Idealism, Londres y Nueva York,Macmillan, 1902 (47-133), p. 64].

12 F. C. S. Schiller, Logic for Use, cit. p. 21113 Cfr. Ibid., p. 14714 Cfr. Ibid., pp. 145-615 F. C. S. Schiller, Our Human Truths, cit., p. 283.16 F. C. S. Schiller, Logic for Use, cit., p. 157.17 R. Abel, The Pragmatic Humanism of F. C. S.

Schiller, Nueva York, Columbia University Press,1955, p. 101.

18 En este punto cfr. R. Abel, Humanistic Pragma-tism, cit., pp. 107-108.

19 Cfr. F. C. S. Schiller, Humanism, Londres, Mac-Millan, 1903, cap. XI.

20 Algo que ya en su día el mismo B. Russellapuntó: «Los tres fundadores del pragmatismo difie-ren mucho inter se, podemos distinguir en James,Schiller y Dewey a los tres protagonistas, religioso, li-terario y científico respectivamente» [B. Russell,Sceptical Essays, Nueva York, W.W. Norton, 1928,p. 61].

21 «Un californiano a quien he conocido reciente-mente observaba que si los filósofos hubieran vividoentre sus montañas, sus sistemas habrían sido comple-tamente distintos. Realmente, diría, muy distintos delo que son esos sistemas que la tradición gentil euro-pea ha transmitido desde Sócrates, porque esos siste-mas son egoístas, directa o indirectamente son antro-pocéntricos y están inspirados por la vanidosa nociónde que el hombre, o la razón humana, o la distinciónhumana entre el bien y el mal, es el centro y pivote deluniverso. Esa es la afirmación de la que las montañasy los bosques deberían hacer al fin que se avergonza-ran» [G. Santayana, La filosofía en América (ediciónde J. Alcoriza & A. Lastra), Madrid, Biblioteca Nue-va, 2006, p. 62].

22 Giovanni Gullace, «The Pragmatist Movementin Italy» en Journal of the History of Ideas, vol. 23,n.º 1, enero-Marzo de 1962 (91-105), p. 97.

23 Gullace resume el pragmatismo «mágico» dePapini con estas frases: «La verdadera filosofía debehacer capaz al hombre de transformar o dirigir la reali-dad. Los sistemas de filosofías tradicionales, tal ycomo son, más ocupados con los principios que conlas necesidades del hombre, no son capaces de dar talpoder. Sólo el pragmatismo puede espolear al hombrea la acción. El resultado de la acción es el poder; y através del poder el hombre llega a ser similar a Dios»[G. Gullace, cit., p. 93].

24 Hay que decir que en su día hubo quien afirmó,tras una meritoria y meticulosa reconstrucción de laobra de Schiller, que éste no hacía sino copiar descara-damente a Nietzsche. Me refiero a George J. Snack,«Nietzsche’s Influence on Pragmatic Humanism» enJournal of the History of Philosophy, 20:4, octubre de1982 (369-406).

25 «California es un país maravilloso; en Inglaterradifícilmente sería concebible que un ingeniero o uncientífico pudieran querer estudiar algún tipo de lógica[...] En Oxford, donde la investigación libre está asfi-xiada y la educación es esclava de un sistema de eva-luación esencialmente retrógrado y prácticamente rígi-do, este curso [por el libro que se prologa] nunca sehabría podido impartir». F. C. S. Schiller, Prefacio aLogic for Use, Londres, G. Bell & Sons, 1929, p. V.

26 La «investigación psíquica» era, para Schiller,un campo que trataba «una materia no para atraer al tí-mido, sino seguramente un modo excelente para pro-bar la cabeza lógica de cualquiera» [F. C. S. Schiller,«Some Logical Aspects of Psychical Belief» incluidoen Carl Murchison (ed), The Case for and AgainstPsychic Research, Worcester (Masachuset), ClarkUniversity Press, 1927 (215-228), p. 218].

27 F. C. S. Schiller, «Human Sentiment with Re-gard to a future Life» en Mind, vol. 10, n.º 39, julio de1901 (433-434).

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