secuestro y tortura denuncia amiga del ladrón de casa de gobierno
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PRIMERA
PLANA
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PLANA20 DEL 13 AL 19 DE MAYO DE 2011
Por Imanol Caneyada
El teléfono celular le avisó de que teníaun mensaje de texto. Gisela PerazaVilla lo leyó. Era de la primera dama.Le pedía que se presentara en la cocina.Ella se encontraba en la parte de atrásde la Casa de Gobierno, en su cuarto.
Hacía nueve años que trabajabacomo empleada doméstica para la fa-milia de Guillermo Padrés Elías. En fe-brero de este año los habíaacompañado en su viaje a Nueva Yorkpara hacerse cargo de los niños.
Gisela Peraza se trasladó a la cocinasiguiendo las órdenes de la señora. Era
un domingo por la mañana. Un 13 demarzo de 2011. El mensaje de textodecía que el Sr. Gobernador quería ha-blar con ella. Cuando entró en la cocina,se encontró con Agustín Rodríguez, se-cretario particular del mandatario.
El funcionario la acusó sin rodeosde haber robado una maleta de dinero
propiedad del Gobernador.—Tú eres la única que tiene acceso a
la habitación de los señores y eres a laque más confianza le tienen —le dijo.
Gisela Peraza negó la acusación ale-gando que en casi nueve años nuncahabía sucedido algo semejante. AgustínRodríguez insistió en la acusación. La
Secuestro y tortura denuncia acusada de robo
Gisela Peraza, ex trabajadora doméstica del gobernador Padrés y presunta cómplice de Roberto Munro en el robo a la Casa de Gobierno, acusa a la PEI
de torturarla y al jefe de escoltas del mandatario de privación ilegal de la libertad
Casa de Gobierno de Sonora.
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empleada siguió negando el hecho.Entonces entró en la cocina de la
casa de gobierno el comandante Er-nesto Portillo, jefe de escoltas del Go-bernador de Sonora. Después deintimidarla y amenazarla, le arrebatólos dos teléfonos celulares y la llevó devuelta a su cuarto.
Gisela Peraza Villa pidió hablar conIveth Dagnino de Padrés para aclararla situación. No le dieron la oportuni-dad. Mientras, el jefe de escoltas regis-tró la habitación palmo a palmo sinencontrar la maleta ni ningún indiciode su contenido.
La empujaron al interior del cuarto,cerraron la puerta y pusieron un guar-dia en la salida. Gisela Peraza se encon-traba retenida contra su voluntad en lahabitación que desde octubre de 2009 lehabía servido de hogar.
En todo este tiempo no le mostraronni una orden de arraigo ni de aprehen-sión.
Llegó la noche. Gisela Peraza seguíaencerrada e incomunicada. Por fin es-cuchó ruidos afuera. Era la primeradama. Venía a dialogar con su emple-ada. Le exigió que entregara los objetosrobados porque si no la iban a enviar alCERESO de Nogales.
Gisela Peraza volvió a negar la acu-sación.
Pasó toda la noche encerrada en lahabitación de servicio. En la mañanadel lunes 14 de marzo se abrió una vezmás la puerta. Esta vez se trataba deFernando Sánchez Lara, administradorde la casa de gobierno. Ante sus ojos in-crédulos, el hombre le puso la renunciavoluntaria y le sugirió que la firmarapara evitar mayores problemas. GiselaPeraza sintió que el mundo se le veníaencima. Sola, asustada, sin nadie quediera la cara por ella, firmó sin chistar.
La puerta volvió a cerrarse tras lospasos del administrador.
Mientras tanto, Delma, hermana deGisela, no dejaba de marcar a los celu-lares de su hermana sin que hubierarespuesta. Normalmente, Delma y Gi-sela se comunicaban al menos una vezal día. Habían pasado 24 horas y notenía noticias de ella.
En la tarde del lunes se abrió lapuerta de la habitación de servicio de lacasa de gobierno nuevamente. Esta vezse trataba del inicio de un infierno.
Tortura
Personal de seguridad de la casa degobierno esposó a Gisela Perza, la subióa un vehículo y la condujo a la coman-
dancia de la Policía Estatal Investiga-dora (PEI) ubicada en la salida a BahíaKino.
—Es mejor que confieses. Si nosdices dónde está el dinero te soltamos—le prometían durante el trayecto.
Gisela Peraza Villa siguió negandoque ella hubiera robado nada.
La llevaron hasta un cuarto con unespejo colgado de una de las paredes.De inmediato, entró una mujer agentede la PEI y la trasladó a una habitacióncontigua.
Estaban solas las dos. La mujer poli-cía comenzó a insultarla. Luego le pro-pinó unos golpes.
—Dime dónde está el dinero —leexigía mientras le aseguraba que si noconfesaba, su familia pagaría las conse-cuencias.
Gisela Peraza se mantuvo en su pos-tura. Ella no sabía dónde estaba el di-nero ni había robado nada.
La agente le advirtió que esto eraapenas el principio. Acto seguido la en-capuchó dos veces con una bolsa deplástico orillándola casi a la asfixia.
Ante la insistente negativa de lamujer, la policía dejó de torturarla. Entodo este tiempo Gisela Peraza nuncavio una orden de aprehensión, de com-parecencia o de arraigo ni le permitie-ron comunicarse con nadie.
Por unas horas vino la calma. Sólopor unas horas. Posteriormente, la es-cena se repetiría sucesivas veces hastael jueves 17 de marzo. Los golpes, lasamenazas, la bolsa de plástico en la ca-beza hasta la noche de ese jueves que lallevaron a declarar ante un secretariode acuerdos, ahí mismo, en las instala-ciones de la Policía Estatal Investiga-dora.
El funcionario le informó que en subolsa habían hallado 10 mil pesos. Gi-sela Peraza negó guardar ese dinerocon ella. También le comunicó quehabía una declaración en la que un em-pleado de la casa de gobierno asegu-raba haber visto a la mujer abandonarel lugar la madrugada del lunes 14 enactitud sospechosa y con un bulto enlos brazos.
Gisela Peraza alegó que ese día, aesas horas, se encontraba encerrada enla habitación donde dormía.
Terminada la declaración, los mis-mos agentes de la PEI la trasladaron acasa de su hermana Delma.
Orden de cateo y arraigo
Ya libre, Gisela supo que su her-mana había acudido a la casa de go-
bierno varias veces durante eso días yno le habían dado razón de ella hasta eljueves 17 de marzo, cuando acudió aPalacio de Gobierno a intentar platicarcon el gobernador de Sonora y jefe desu hermana; fue el administrador Fer-nando Sánchez Lara quien la atendiópara comunicarle que Gisela Peraza seencontraba arraigada.
En esos días de angustia, agentes dela PEI acudieron a Santa Rosalía deUres, de donde son originarias las her-manas Peraza, para hablar con sumadre, atemorizarla e intimidarla.
El mismo 18 de marzo, Gisela Pe-
raza acudió a la Comisión Estatal deDerechos Humanos a interponer unademanda por los hechos acaecidos.
Antes, pudo comunicarse con la pri-mera dama para solicitarle sus perte-nencias, que aún se encontraban en lacasa de gobierno. Iveth Dagnino de Pa-drés le volvió a exigir que devolviera eldinero, que ella sabía que lo había ex-traído del hogar del Gobernador en-vuelto en papel periódico. Todavíaentonces manejaban la cantidad de 450mil pesos en efectivo y 130 mil pesos enjoyas.
Posteriormente se comunicó con el
Sigue en la Pág. 22
Roberto Munro.
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administrador de la casa de gobierno,quien le informó que hasta el 22 demarzo le harían entrega de sus obje-tos personales, pues se hallaba au-sente de la ciudad.
Las hermanas Peraza acudieron avarios abogados de la localidad. Nin-guno quiso tomar el caso. Se presen-taron en las oficinas del PRI estatal enbusca de ayuda. Las ignoraron.
El martes 5 de abril, alrededor delas nueve de la mañana, las hermanasPeraza salieron de su domicilio, ubi-cado en el norte de la ciudad, cuandouna patrulla de la PEI les cerró elpaso, las obligó a abandonar el vehí-culo y regresar a la casa. Portabanuna orden de arraigo y una orden decateo. Desmantelaron el hogar deDelma mientras se llevaban detenidaa Gisela.
Otra vez en el cuarto con el espejode la comandancia de la Policía Esta-tal Investigadora, Gisela Peraza fuesometida a tortura:
Le vendaron el rostro. La desnu-daron y la envolvieron en una cobija.La golpearon sucesivas veces. Leecharon agua al rostro.
La tortura duró varias horas.Por fin la trasladaron a las instala-
ciones de la Procuraduría General deJusticia, en donde le tomaron decla-ración y firmó la orden de arraigo.
Gisela Peraza nunca aceptó loscargos que le imputaban.
Le informaron que sería trasla-dada a un hotel, donde cumpliría los30 días de arraigo. Sin embargo, unavez más la llevaron a la comandancia.Ahí la volvieron a torturar y por pri-mera vez en todo ese tiempo vio aRoberto Munro, jefe de seguridad dela casa de gobierno, acusado de sercómplice de Gisela Peraza.
Ambos sostenían una relaciónamorosa cuando se suscitaron los he-chos.
En la noche del 5 de abril llegó ala habitación del hotel de arraigosdonde aún permanece en custodia.Los pies amoratados, vomitaba, la ca-beza le daba vueltas y todo el cuerpole dolía.
El 15 de abril, Gisela Peraza fuetrasladada a la PEI nuevamente
donde la esperaba el secretario deacuerdos y el abogado defensor deRoberto Munro.
Ahí supo que el propio Munrohabía confesado haber robado tresmillones seiscientos mil pesos, de loscuales, un millón se los había con-fiado a Gisela Peraza.
La mujer volvió a negar las acusa-ciones.
Nuevamente fue sujeto de maltra-tos. Esta vez por obra del coman-dante Ernesto Portillo, jefe de escoltasdel Gobernador, quien la amenazócon arruinar a su familia si no confe-saba.
El pasado jueves 05 de mayo, Gi-sela Peraza recibió la noticia de quehabían ampliado la orden de arraigopor 30 días más.
El anterior relato de los hechosestá basado en una declaración depuño y letra de la inculpada, unalarga entrevista a la familia de GiselaPeraza y la queja que presentó el 18de marzo ante la Comisión Estatal deDerechos Humanos.
Durante varios días, Primera Planatrató de obtener una declaración oficial
por parte de la Procuraduría General
de Justicia del Estado, respecto de las
acusaciones de la ex empleada do-
méstica del gobernador Guillermo Pa-
drés de haber sufrido tortura y malos
tratos.
No fue posible.
El lunes 09 de mayo, el diario Re-forma, publicaba las siguientes decla-
raciones del procurador Abel Murrieta,
a propósito del robo a la Casa de Go-
bierno:
“Cuestionado sobre las investiga-ciones en torno al robo en Casa de Go-bierno, el Procurador de Justicia enSonora, Abel Murrieta Gutiérrez, res-pondió con evasivas que la informaciónpublicada es lo único existente. “La in-formación que se ha manejado es laque hay”, respondió. ¿Cuántas perso-nas hay involucradas?, se le cuestionó.“Las mismas que informaron”, soltóMurrieta. ¿Siguen bajo arraigo?, se levolvió a preguntar. “Mi respuesta es si-guen arraigados”, expresó el Procura-dor. Al preguntar si parte del botín seha recuperado, Murrieta Gutiérrez optópor molestarse. “No sé si quedóclaro: la información que se ha pu-blicado es la que tenemos. ¿Quémás quieres?”, preguntó el funcio-nario. “¿Qué quieres aparte de mo-lestar? Es evidente que estástratando de sacar de quicio y no soymuy batalloso. La información quete dieron ésa es. ¿Qué quieres?Dime cuál es tu motivo. La informa-ción que tienen es la única que hay.Si tuviera más la hubiera dado.¿Qué buscas? ¿Sacar de quicio?No batallas”.
Por su parte, Alberto Rodrí-
guez, encargado de comunicación
de la Comisión Estatal de Derechos
Humanos, comentó a este semana-
rio que Gisela Peraza acudió extra-
ñamente a las oficinas de la
comisión quince días antes de que
fuera arraigada, a denunciar los he-
chos narrados, es decir, la primera
vez que fue sometida a tortura sin
que hubiera de por medio ninguna
orden de aprehensión o arraigo.
Posteriormente, cuando tuvieron
conocimiento del arraigo, acudieron
al hotel donde permanecía, pero Gi-
sela Peraza, por órdenes de su abo-
gado, se negó a ser revisada por el
médico que acompañaba al perso-
nal de la CEDH.Manuscritos de Gisela Peraza donde acusa a las
autoridades policiacas de tortura.