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cristiane Tres opciones Y tres gestos Luis Mara Armendriz Ser cristiano es... Tres opciones y tres gestos SAN PABLO SAN PABLO 2003 (Protasio Gmez, 11-15. 28027 Madrid) Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723 Luis Mara Armendriz Loizu 2003 Distribucin: SAN PABLO. Divisin Comercial Resina, 1. 28021 Madrid * Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050 E-mail: [email protected] ISBN: 84-285-2554-4 Depsito legal: M. 33.530-2003 Impreso en Artes Grficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid) Printed in Spain. Impreso en Espaa Fue en Antioqua donde , por primera vez, los discpulos recibieron el nombr e de cristianos (He 11,26). Concede, oh Dios, a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre y cumplir cuant o en l se significa (Oracin colecta del domingo XV). Presentacin El ttulo puede parecer excesivamente pretencioso, y ms si se tiene en cuenta el nmero y fama de aquellos que han escrito sobre la esencia del cristianismo, como gustan de decir los pensadores alemanes (Feuerbach, Harnack, Guardini, Schmaus)1 , o sobre la entraa del cristianismo, como acaba de ser llamada entre nosotros2 . Esa misma serie de intentos evidencia que el asunto no se da por concluido. Sin embargo las pginas que siguen no constituyen un nuevo intento de volver sobre l. Ms que del cristianismo quieren hablar del cristiano, es decir, 1 El mismo ttulo agrupa versiones muy diferentes, y aun contradictorias, de esa esencia. En 1841 L. Feuerbach, inviniendo el dogma de la encarnacin de Dios, ve el cristianismo como la consagracin de un humanismo absoluto, ateo (La esencia del cristianismo, Sigeme, Salamanca 1975). En 1900 A. von Harnack niega asimismo la encarnacin de Dios, pero no a Este, a quien convierte por el contrario en el centro del evangelio. La fe en Cristo habra de ser reemplazada por el mensaje de Jess acerca de la confianza en el Padre, la fraternidad humana y la llamada al amor (La esencia del cristianismo, Barcelona 1904). En 1938 R. Guardini vuelve a recuperar para el cristianismo el Cristo total de la fe (La esencia del cristianismo, Cristiandad, Madrid 1977). En 1948 M. Schmaus, siguiendo a K. Adam, que haba escrito La esencia del catolicismo, aade a la referencia a Cristo la que el cristiano tiene que tener a la Iglesia (Sobre la esencia del cristianismo, Rialp, Madrid 1952). En 2002 el italiano B. Forte publica su Esencia del cristianismo, Sigeme, Salamanca 2002. En un apndice (156-183), tras presentar y comentar las obras de Feuerbach, Harnack y Guardini, que considera caractersticas de diversos aspectos de la modernidad, propone su propia visin posmoderna de la esencia del cristianismo que titula La verdad del Amor crucificado, 179-183. 2 As lo hace O. GONZLEZ DE CARDEDAL, La entraa del cristianismo, Secretariado Trinitario, Salamanca 1997. En el prlogo, y despus de recordar los autores que hablaron de esencia, idea o concepto de cristianismo (IX y X), explica el porqu de ese cambio de terminologa. Ms adelante habla de ellos con detalle. 8 Ser cristiano es... de aquel que trata de convertir esa teora en una forma de vida3 . Es claro que no se puede separar una cosa de otra. En ltimo trmino ambas viven de la referencia al mismo Cristo. Pero si se pregunta cmo afecta el cristianismo al ncleo mismo de la condicin humana, habr que tener adems en cuenta la dificultad de describir qu es eso de ser hombre, de penetrar en la abismalidad de lo humano (homo abyssus), sobre todo si queda abierta a la literalmente insondable de Dios. Tampoco es nuevo ni nico el intento de describir en qu consiste ser cristiano. Hace poco ms de un cuarto de siglo apareci un libro, de ttulo casi idntico al nuestro, que conmocion el mundo creyente y aun el no creyente4 . Su autor haca de Cristo el elemento diferenciador y definitorio del ser cristiano. Por eso precisamente crey necesario detenerse en explicar lo que de ese Cristo se puede afirmar hoy con honestidad y competencia. Eso ocupaba la mayor parte del libro y, junto con las discusiones a que dio lugar, fue lo que, aparte su indudable mrito, contribuy a darle fama. De la manera prctica de ser cristiano slo trataba la cuarta parte, que conclua definiendo lo cristiano como lo radicalmente humano, ulteriormente concretado en tres rasgos: la superacin de lo negativo, la liberacin de la libertad y un talante de servicio5 . Unos aos antes, en 1965, haba escrito H. Urs von Balthasar un libro tan denso como breve cuyo ttulo, Quin es un cristiano?, indica al punto que lo que le interesa no es tanto qu es ser cristiano cuanto quin lo es de verdad5 . ' De lo primero he tratado en buena medida, aunque indirectamente, en Hombre y mundo a la luz del Creador, Cristiandad, Madrid 2001. 4 Me refiero a la conocida y discutida obra de H. KUNG, Ser cristiano, Cristiandad, Madrid 1974. 1 El mismo H. Kng condens ese voluminoso libro en 20 tesis sobre ser cristiano, Cristiandad, Madrid 1977. Las tres primeras las dedica a definir Quin es cristiano, las doce siguientes se ocupan de Quin es Cristo y las tres ltimas de Quin obra cristianamente. " Quin es un cristiano?, Guadarrama, Madrid 1967. Ya en 1850, y marcando Presentacin Lo sera aquel que con fidelidad discipular absoluta decide seguir a Cristo, descrito a su vez como obediente a Dios por amor y hasta la muerte. El s absoluto de Cristo al Padre, el s pleno de Mara a la encarnacin y el s ilimitado de Mara de Betania, la que despilfarr el perfume precioso derramndolo sobre Jess, son el criterio para medir el ser cristiano del cristiano (88). En medio de sus claras diferencias, tanto un autor como otro resaltan la relacin esencial del cristiano con Cristo. Lo haba hecho, antes que ellos, Guardini: l, la persona de Jesucristo, en su unicidad histrica y en su gloria eterna es la categora que determina el ser, el obrar y la doctrina de lo cristiano (103). Y, antes an, el P. Astete nos ense en su catecismo que: Cristiano quiere decir hombre de Cristo. Tambin yo participo, como no poda ser menos, de esa misma conviccin elemental y estoy adems persuadido de la vinculacin existente entre lo humano y lo cristiano, de eso que se ha llamado la entraa humanstica del cristianismo7 . No obstante lo cual pregunto una vez ms en qu consiste ser cristiano, y no slo porque es un tema sobre el que hay que volver incesantemente sino porque la respuesta a esa cuestin es hoy ms apremiante que nunca, si se exceptan quiz aquellos primeros siglos de la Iglesia en los que el cristianismo se presentaba como un estilo de vida8 nuevo en una sociedad que preconizaba otros no poco diferentes. un hito en la teologa y en la filosofa, S. Kierkegaard propugn con una radicalidad impresionante la autenticidad del individuo cristiano frente a la generalizacin, hegeliana u oficial, de lo cristiano. Vase Temor y temblor, Tecnos, Madrid 1987 y Ejerctacn del cristianismo, Guadarrama, Madrid 1961. Esta ltima es comentada por O. GONZLEZ DE CARDEDAL, O.C, 38-43. 7 Por emplear la terminologa del ttulo de un conocido y bello libro de J. Gmez Caffarena (Verbo Divino, Estella 1987). El autor pretende llegar al ncleo mismo del Cristianismo..., a la esencia de la fe y de la esperanza cristianas y el modo de vivirlas hoy con autenticidad (12). 8 Traduzco as lo que el libro de los Hechos de los apstoles llama repetidamente la va (9,2;19,9.23,24,14.22.) en clara alusin al modo de vida caracterstico de los seguidores de Jess. Ser cristiano es... En nuestros das sucede en gran medida lo mismo: el cristianismo, que fue religin oficial y modo consuetudinario de vida en Occidente durante muchos siglos, vuelve a encontrarse y sentirse en tierra extraa, y muchos se inclinan en concreto a pensar que la identidad cristiana de Europa est tan soterrada que ni se echa de ver en el presente ni se podra contar con ella para el futuro. Afirmaciones ambas altamente discutibles que exigen en todo caso sacar de nuevo a la luz y perfilar eso que la secularidad ambiental, por un lado, y la multitud de ofertas religiosas, por otro, amenazan con anegar, acallar o difuminar. A esa clarificacin del ser cristiano, reclamada desde dentro y fuera de la Iglesia, queremos contribuir hacindolo consistir en tres opciones (pertenecer a los de Cristo, tomar parte en lo de Cristo, vivir por Cristo, con l y en l) y en tres gestos (estar a la mesa con Jess, estar al pie de la cruz, proclamar que el crucificado ha resucitado). Con ello quedan claramente diferenciadas las dos partes de nuestro trabajo. Mantener que lo cristiano se define por la relacin a Cristo parece demandar, y es lo que han hecho todos los autores citados", que se defina en primer lugar quin es Cristo. Pero eso nos llevara demasiado lejos. Dando por conocida en lo fundamental la doctrina catlica sobre l, y evocndola con frecuencia en estas pginas, prefiero que tambin Cristo se defina de alguna manera a s mismo en esa relacin mutua entre l y el cristiano, en aquellas actitudes y gestos que le invita a compartir. " Puede aadirse a ellos J. RATZINCEI, Introduccin al cristianismo, Sigeme, Salamanca 2001', que la hace consistir en un comentario al Smbolo Apostlico. Lo mismo sucede en las ltimas ediciones, aunque reconoce en un nuevo y largo prlogo (17-32), muy digno de tenerse en cuenta, los cambios profundos que se han producido en los treinta aos que las separan de la primera. Observacin preliminar Antes de desarrollar ese programa juzgo conveniente advertir al lector del papel que en este libro desempean las frecuentes referencias a la Biblia y, en particular, al Nuevo Testamento. Que sean tan numerosas no debera extraarle si, como acaba de ver, tanto las opciones de la primera parte como los gestos de la segunda giran en torno a Cristo y a este lo conocemos ante todo por la Escritura. No es mi intencin sin embargo abrumarle con un aluvin de citas bblicas. Por eso ellas figurarn a pie de pgina a nada que entorpezcan la fluidez de la lectura. Ni siquiera pretendo componer con ellas una teologa bblica del seguimiento de Cristo. El programa que acabo de esbozar indica que me mover con ms libertad en torno a esos ejes que yo mismo he fijado. Sin perder de vista, naturalmente, a Cristo y a lo que de l nos dice el Nuevo Testamento. Quiero precisar algo ms el significado que atribuyo a ese recurso a la Biblia. Ni supongo ni fomento una interpretacin puramente literal de ella que teira de fundamentalismo esta bsqueda de lo cristiano. En crculos catlicos suficientemente iniciados se da por adquirido que los evangelios no son unos libros histricos en el sentido que se da a este trmino en nuestra poca, ya que no pretenden reproducir lo ms cabal y exactamente posible Ser cristiano es... los dichos y hechos de Jess. Para persuadirse de ello bastara tener presente la misma pluralidad de los evangelios y las diferencias de detalles y enfoques que, sin amenguar su acuerdo en lo fundamental, existen entre los cuatro. Ni fueron escritos al hilo de los acontecimientos, sino algunos decenios despus, ni, lo que es ms decisivo, intentan decir slo lo que le pas a Jess, sino lo que l es en verdad en s mismo y para nosotros, lo que representa de parte de Dios para los hombres. Hablan de aquel que, a la luz de la resurreccin y de Pentecosts, fue reconocido como el Mesas esperado y como el Hijo de Dios. Estos (signos) han sido escritos para que creis que Jess es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengis vida en su nombre (Jn 20,31). No es que de este modo los evangelios queden reducidos a puras confesiones de fe, como muchas de las que figuran en otros documentos anteriores a ellos, en particular en las cartas de Pablo. Por el contrario, lo que hacen es rescatar del pasado y del olvido, a partir de esa confesin fundamental, multitud de recuerdos de Jess, de sus hechos y de sus palabras que, transmitidos por tradicin oral, circulaban por las comunidades. Y as esos relatos, cargados a la vez de recuerdos histricos de Jess y de experiencias del Resucitado, nos transmiten la verdad plena de su persona y de lo que esta es para quienes creen en l. Esto segundo no es un apndice de su personalidad, sino, como sucede con toda figura seera de la historia, uno de los componentes ms importantes de ella. En este sentido, para quienes desean conocer y seguir a Cristo y ser de los suyos, los relatos evanglicos son autnticamente histricos. En consonancia con esto, nuestras referencias al Nuevo Testamento no pueden ni quieren descodificar sus textos y desprender de ellos lo que pudo ser la figura histrica de Jess de Nazaret. Tal pretensin nos llevara por un lado demasiado lejos en la minuciosidad de un anlisis Observacin preliminar detallado (para el que, por otra parte, no me considero competente) y, por otro, no lo suficientemente lejos a la hora de conocer plenamente a Cristo y poner en relacin con l nuestra condicin de cristianos. Dejaramos de lado el conocimiento de l que reflejan aquellas confesiones primitivas de fe y el que est en la base de esos mismos evangelios. Queremos, por el contrario, entrar en contacto con ese mismo Cristo del que han vivido los cristianos durante dos milenios, con ese que la Iglesia pone ante nuestros ojos y en nuestros odos en su predicacin y en la celebracin eucarstica y que cada cristiano busca cuando toma en sus manos el Nuevo Testamento. Es u n exegeta el que escribe: El exegeta, con su labor histrica, no puede proponer contenidos de fe que sean vinculantes. Los resultados a que l llegue estarn ciertamente fundados, pero sern hipotticos en ltimo trmino. Esto se ve ya por la diversidad de algunos resultados obtenidos en la investigacin histrica. Nuestra fe se orienta hacia el testimonio de fe del Nuevo Testamento1 . La Comisin Teolgica Internacional, por su parte, en un documento que public en 1979, tras reconocer que las investigaciones cientficas sobre Jess tienen, ciertamente, un gran valor, aade: Pero un conocimiento verdaderamente cristiano de Jess no puede encerrarse dentro de esas perspectivas limitadas. No se accede plenamente a la persona y a la obra de Jess si no se evita disociar el Jess de la historia del Cristo tal como ha sido objeto de la predicacin2 . En esto se diferenciar, entre otras cosas, este libro del de H. Kng que erige en pauta del ser cristiano a ese Jess de Nazaret al que se puede acceder mediante una crtica textual de los evangelios3 . Repito: no es que esa 1 J. GNILKA, Jess de Nazaret. Mensaje e historia, Herder, Barcelona 1995, 27. 2 Cuestiones selectas de cristologa, BAC, Madrid 1998, 222. Puede verse nuestro comentario a esc documento en Estudios Eclesisticos 60 (1985) 181-231. 1 En su conocido libro Hacia una teologa del pluralismo religioso, Sal Terrae, 14 Ser cristiano es... investigacin histrico-crtica en torno a Jess sea intil. Al contrario, ella ha llevado a descubrir bajo los textos la figura histrica de Jess y ciertos rasgos suyos indiscutibles y caractersticos que los evangelios no desechan ni olvidan, sino que recogen y contextualizan4 . Pero en este libro, que no es, repito, un comentario exegtico pormenorizado, basamos nuestra identidad cristiana en el Cristo del Nuevo Testamento y de la Iglesia. Con esto no extendemos una patente de corso a nuestro favor que nos autorice a una lectura acrtica, niveladora y fundamentalista de la Biblia, que atribuya indiscriminadamente a cada pasaje de ella un valor absoluto y olvide el marco y la teologa especfica del evangelista al que pertenece5 . Lejos de eso tendremos en cuenta las notas en las que exegetas de reconocido prestigio sealan el sentido y alcance de cada texto6 . Santander 2000, escribe J. Dupuis hablando de H. Kng: Con respecto al modo como se propone fundamentar la especificidad y la originalidad del cristianismo en la persona de Jesucristo, he mostrado en otro lugar (Jesucristo al encuentro de las religiones) que sigue siendo incompleto, porque est basado en el proyecto o programa de Jess, en su carcter representativo, como encargado [plenipotenciario! de Dios para la humanidad; en suma, en una cristologia funcional que se mantiene distante de una cristologia ontolgica que afirme la identidad personal de Jesucristo como el Hijo de Dios, 22. 4 El documento de la Comisin Teolgica Internacional que acabo de citar menciona, como tales, la fraternidad y la solidaridad, p. 224. Por mi parte, en un artculo dedicado a la doble manera de acceder hoy a Cristo, aad los siguientes: su invocacin de Dios como Abba; su proclamacin del Reino de ese Dios explicada en una serie de parbolas y gestos que transparentan una inaudita conciencia de proximidad a l y de que salvacin y ruina humanas se deciden respectivamente en la adhesin o rechazo de su persona; una escandalosa libertad frente a los hbitos mentales religiosos; el acercamiento a los pecadores, los necesitados, los insignificantes; su actividad perdonadora y liberadora; el temblor por la suerte de los otros; la fidelidad a todo ello hasta la muerte..., Estudios Eclesisticos 227 (1993) 155. 5 Es lo que algunos reprochan al Catecismo de la Iglesia catlica. En las citas bblicas se echa de menos un anlisis crtico de acuerdo con la Constitucin Dci Verbum del Vaticano II. Por eso, produce la impresin de apostillas indiscriminadas, M. ALCAL, Nuevo Catecismo catlico, Razn y Fe 227 (1993) 169. " Quiero mencionar concretamente mi deuda con la edicin de la Traduction oecumniaue de la Bible. Nouveau Testament, dition integral, Cerf, Pars 1987. Ms a mano tendr el lector la edicin de la Nueva Biblia de Jerusaln, Descle de Brouwer, Bilbao 1998, que abunda tambin en notas largamente explicativas y en continuas referencias, al borde del texto, a otros pasajes que lo aclaran. Observacin preliminar Concluyo esta observacin preliminar diciendo que una lectura adecuada de los textos bblicos exige que el lector busque en ellos no slo datos histricos acerca de Jess, sino la respuesta a cuestiones en torno al sentido, valor y destino de la vida, que es el terreno en el que se mueve Cristo y en el que se juega asimismo el que uno sea o no sea cristiano. PRIMERA PARTE Las tres opciones De puro obvia puede pasar inadvertida la estrecha relacin existente entre el cristiano y Cristo. Sin embargo no fueron los seguidores de este quienes se dieron a s mismos el nombre de cristianos. Por el contrario, tal denominacin les vino de fuera del grupo y tuvo su origen en Antioqua. Fue en ella donde por primera vez los discpulos recibieron el nombre de cristianos (He 11,26). Este hecho, sin duda sorprendente, se debe a que quienes no procedan del judaismo pensaban que Cristo, del que oan hablar a los cristianos, era el nombre propio de aquel a quien estos seguan. Para los judos en cambio se trataba de un ttulo que significa ungido (khsts en griego, mastaj en hebreo). Tambin para los cristianos, quienes se escindieron del judaismo precisamente por dar ese ttulo de mesas a Jess de Nazaret. As surgi una de las primeras confesiones de fe cristiana (Jess es el Cristo o Jess-Cristo) que termin a su vez concentrndose en un nombre propio: Jesucristo. Como tal, figura al comienzo de los evangelios de Mateo y Marcos y antes an en el encabezamiento de las cartas de Pablo, que se llama a s mismo apstol o siervo de Jesucristo. Con no menor frecuencia y con el mismo significado personal habla simplemente de Cristo. De este modo tambin para los cristianos Cristo acaba siendo un nombre propio, pero no slo ni primariamente porque as lo entiendan los de fuera, sino por la relacin ntima y ya indisoluble que ese ttulo guarda con Jess. Cristiano quiere decir hombre de Cristo. 20 Ser cristiano es... Consiguientemente, el ttulo de cristiano deja de ser una mera denominacin externa, un dato sociolgico, e implica aquella confesin primitiva de fe y el consiguiente reconocimiento de Jess de Nazaret como el nico Mesas de la historia y el Seor de los suyos y de todo. Esta nueva carga de significado contribuy sin duda al hecho, no menos llamativo, de que ese ttulo de cristianos, dado primariamente por los de fuera, se impusiese ms tarde en la nomenclatura eclesial a los que en la Escritura se atribuyen a s mismos los seguidores de Jess (los hermanos, los creyentes, los discpulos, los santos...)1 . As el epteto de cristiano ha llegado a nosotros como la denominacin por excelencia, tanto externa como interna de los de Cristo, y como el distintivo de unas personas con respecto a aquellas que pertenecen a otras familias religiosas (israelita, budista, mahometana...) identificadas a su vez respectivamente por su relacin a otros nombres (Israel, Buda, Mahoma...)2 . Queremos ahora desglosar desde dentro de la fe lo que, ms all de la etimologa y de la sociologa, significa y comporta el hecho de ser cristiano. De todos modos prestaremos tambin atencin a lo que desde fuera dicen de nosotros. Les parecemos en verdad los seguidores de Cristo? Es nuestra relacin viva con este lo que les hace reconocernos como cristianos? El que otros nos llamen as y nosotros mismos nos consideremos tales nos obliga a dar cuenta de los contenidos de ese nombre. 1 He 1,15; 2,44; 6,1; 9,13. Que tampoco tienen por qu ser inicialmente nombres propios. Buda (Buddha) significa: el iluminado, que es como sus seguidores se refieren a Gautama. Y de alguna manera cabe decir lo mismo de Israel, que sera el nombre que Dios da a Jacob por haber sido fuerte en su lucha con l (Gen 32,29). 1 Ser cristiano es pertenecer a los de Cristo Puede que a ms de uno le llame la atencin que empiece a hablar de la relacin existente entre el cristiano y Cristo tratando de la pertenencia no a l, sino a los de l. No es que estos vayan a hacer de filtro, ni siquiera de instancia intermedia, entre aquellos dos. Al contrario, por ellos empezamos a pertenecer a l. Ellos nos lo dieron a conocer, nos ensearon a amarle y a seguirle. Cristo por su parte es la Cabeza de un Cuerpo del que ellos son los miembros. Por tanto, la pertenencia a estos es pertenencia a l y viceversa. Lo confirma con toda claridad el bautismo por el que uno entra a formar parte de los de l; lo hace precisamente al incorporarse a la muerte y resurreccin de Cristo. Tal simbiosis no sucede slo en el primer momento. Alguien es de los de Cristo en cuanto recibe de ellos al mismo Cristo en forma de palabra, de pan, de perdn y de esperanza. Ellos sin l no son nada. l sin ellos no es el hermano mayor ni la vid en la que ellos se injertan como racimos. Nadie es cristiano a solas. Los de Cristo representan la dimensin colectiva, eclesial, de la relacin del cristiano a Cristo. Dimensin reclamada tambin por la condicin corprea y social que son esenciales a la persona humana. No tiene por eso sentido el temor de ser menos de Cristo por ser de los suyos. Ni siquiera el paso por estos 22 Ser cristiano es... resta inmediatez a la relacin con l. Sigue siendo inmediata de una manera semejante a como la relacin de una persona a otra, por ntima que sea, tiene lugar en ese medio que es la corporeidad y el lenguaje. Estos no interrumpen la relacin, sino que la vehiculan, le dan cuerpo. 1. Quines son los de Cristo? No podemos responder sin ms a esta pregunta diciendo que no son otros que los cristianos. Incurriramos en tautologa y no avanzaramos mucho en nuestro propsito de dilucidar en qu consisten una cosa y otra. Cuando Pablo habla de los de Cristo supone en ellos todo un estilo y forma de vida peculiares (Gal 5,24) y Mateo acaba remitiendo al juicio de Cristo a quines este considerar de los suyos cuando vuelva. Podra resultar que algunos que se dicen cristianos no sean de los de Cristo y que otros que no se crean tales lo sean (25,31ss). Manteniendo por tanto de entrada esa equiparacin, que el lenguaje mismo establece, entre los de Cristo y los cristianos, tratamos de identificar a aquellos por sus rasgos caractersticos e indicar cmo se establece y hace patente esa pertenencia a ellos. Eso permitir sealar a continuacin quin cumple esos requisitos y puede considerarse y ser considerado autntica, y no slo nominalmente, como cristiano. 1.1 Diversos grados y formas de pertenencia Repetimos por tanto la pregunta: Quines son los de Cristo? Y creemos que hay que empezar respondiendo que en principio lo son todos los seres humanos. Si con el Nuevo Testamento, refrendado por el Concilio de nuestros das, mantenemos que Cristo es el primognito de toda Las tres opciones creatura y que todo ha sido creado por l, con l y hacia l, como iremos repitiendo a lo largo de estas pginas1 , y aadimos que con su pasin y resurreccin redimi, es decir, readquiri a aquellos que el Padre le haba dado y se haban separado de l, habremos de concluir que nadie hay que no sea de los de Cristo. Y tratndose de ttulos que confiere el Creador, no cabe pensar que les suceda lo que a aquellos que otorgamos los hombres, es decir, que afecten a la persona slo por fuera y ante la sociedad. Por el contrario los llevar impresos en su propio ser. Esta persuasin se abrir paso con frecuencia en estas pginas y nos permitir trazar puentes entre los cristianos y todos aquellos que asumen con responsabilidad su condicin humana. Pero de momento tampoco esta clasificacin nos lleva demasiado lejos en orden a precisar qu es lo que diferencia a los cristianos de los que no se consideran tales y rechazan incluso que los cristianos lo hagan llamndoles, por ejemplo cristianos annimos2 . Tampoco acotamos suficientemente el territorio de los de Cristo si reconocemos esta condicin a quienes, por algn conocimiento de este (y quin hay en nuestro mundo occidental que no sepa de l), lo admiran profundamente y lo tienen incluso por su maestro espiritual y tico. No es que neguemos valor a su pretensin de pertenecer a Cristo, pero parece que esta apelacin a los propios sentimientos no es suficiente, si no queremos quedar ' Baste de momento con citar Jn 1,1-18; ICor 8,4-6; Ef 1,4-12; Col 1,13-20; Hcb 1,1-4... y con remitirnos a los primeros nmeros (2, 3) de la Constitucin sobre la Iglesia Lumen gentium (LG) y a los que cierran (10, 22, 38) los captulos de la Constitucin sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudiitm et spes (GS). 1 Es, como propone K. Rahner, que los cristianos, tomando pie de ese universalismo de Cristo al que acabamos de referirnos, consideren a quienes, sin conocer o admitir a este, son fieles a esas exigencias que comporta ser humanos hasta el final y responden a las llamadas de su conciencia. Tal denominacin no slo irrita a algunos no cristianos, sino que tampoco satisface a algunos telogos cristianos que en el dilogo interreligioso son sensibles a ese rechazo de los otros. Pero creemos que un cristiano que admita aquel a priori cristolgico difcilmente podr esquivarla. 24 Ser cristiano es... remitidos a una subjetividad incontrolable y expuestos a mil versiones, y no todas coincidentes, de lo cristiano. Es menester que la condicin cristiana posea una garanta de objetividad y que los de Cristo sean reconocidos pblicamente como tales porque viven de la herencia espiritual de Cristo y la vienen transmitiendo a lo largo de los siglos. De este modo quien quiera ser cristiano sabr a qu atenerse y dnde acudir para formar parte de los suyos. Este grupo de quienes, porque conocen a Cristo, creen en l, hacen de l la pauta de sus vidas, manifiestan pblicamente esa fe y la viven en comunidad es su Iglesia. A ella se accede mediante un rito de iniciacin que es el bautismo. Por l pasa uno a pertenecer plenamente y a la vez a Cristo y a los de Cristo. En la mayora de los casos (por lo menos hasta ahora) esa incorporacin tiene lugar cuando uno nace o no es an dueo de sus opciones. En este sentido muchos son cristianos porque lo fueron sus padres o porque pertenecen a una cultura que sigue siendo, o llamndose, cristiana. Es claro que en tal caso esa adscripcin a Cristo y a los suyos est expuesta a ser simple o predominantemente sociolgica. Antes sin embargo de descalificar o devaluar este grado de cristianismo, habra que recordar que slo se transmite de padres a hijos aquello que se aprecia como valioso y se asume como propio. Si esto es as, lo que calificbamos de simplemente sociolgico puede que no sea tal porque implica quiz el reconocimiento de que ser cristiano es algo que merece la pena y sirve, como lo ha hecho durante siglos, para vivir con sentido y morir con esperanza. Y aunque en muchos casos el recuerdo de Cristo fuera ya slo un rescoldo, se sigue recurriendo a l cuando ese sentido se oscurece o la muerte asoma. Lo cual indica que contina vivo. Las tres opciones 1.2 En sentido estricto son cristianos los que celebran, confiesan y siguen a Cristo Es justo reconocer con todo que, a ese nivel, el ttulo de cristiano no alcanza en el sujeto aquel grado de conciencia y libertad que caracterizan a una opcin fundamental que transforma al que la hace en un testigo fehaciente. No cabe olvidar, por otro lado, que tambin los nios bautizados, incapaces an de esa profundidad personal, son cristianos de verdad, aunque su fe est acunada de momento por la de otros. Lo que sucede es que esa funcin matricia la continuaban ejerciendo antes la familia y la sociedad cristiana. Hoy esa influencia va declinando. Todo aquel que trate con nios, incluso en colegios cristianos, constatar un enorme dficit de conocimientos de lo ms elemental de la fe. Por eso, si no intervienen otros factores, esa condicin cristiana, simplemente hereditaria o ambiental, est condenada a desdibujarse y a pervivir tan slo como una denominacin extrnseca, casi carente de contenidos. Es preciso que sea algo ms que pura tradicin. Lo ser si esa herencia sociolgico-cultural se nutre de la participacin en unos actos de culto, de determinadas creencias y de cierto tipo de comportamientos, es decir, si la Iglesia es para el cristiano un verdadero hogar y no una mera instancia administrativa. Para ello son precisas, a nuestro modo de ver, tres cosas: la celebracin, la creencia y la vida cristianas. A travs de ellas la pertenencia a Cristo, es decir, el ser cristiano, tender a configurarse como una opcin personal que, al mismo tiempo que le vincula a l y a los suyos, le diferencia de los que no lo son y adems hace pblica y consistente esa diferencia. Sobre todo si la participacin en la celebracin eucarstica es activa, el Credo se recita como una autntica confesin de fe y la vida refleja luego lo que se celebra y lo que se cree. Qu sucede en nuestros das con esta triple forma de ahondar en lo cristiano y convertir en adulta aqueSer cristiano es... lia infancia cristiana de los primeros pasos de la fe? Vemoslo sumariamente en cada uno de esos tres componentes. Pero antes es preciso legitimar ese orden de prioridades que hemos establecido entre ellos (celebrar, creer, vivir). Que en mis consideraciones sobre lo constitutivo del ser cristiano, entendido en un primer momento como pertenencia a los de Cristo, empiece por la celebracin anteponiendo su tratamiento al de la fe y la vida de los creyentes causar extraeza a dos grupos de cristianos respectivamente. Por un lado a quienes, inspirndose en la gran tradicin de los catecismos y, en particular en el ltimo, El Catecismo de la Iglesia catlica promulgado en 1992, entienden que hay que comenzar por hablar de la Profesin de fe bautismal (el Smbolo) y slo a continuacin tratar de lo que l llama Los sacramentos de la fe y yo denomino La celebracin cristiana. No cabe duda de que les asiste la razn, bastante obvia por otra parte, de que nicamente se puede celebrar aquello que ya se conoce y se considera digno de ser celebrado. Ello induce a concluir que la fe ha de preceder a su celebracin. Lo que acabo de decir es aplicable sin duda a quienes, procedentes del judaismo o del paganismo, se incorporaban a la Iglesia por medio de un rito, el bautismo, que llevaba anexa una confesin de fe (Mt 28,19). Entonces, y slo entonces, tenan acceso pleno a la celebracin eucarstica. Y digo pleno porque durante el catecumenado les estaba permitido asistir a oraciones y celebraciones de la palabra (la Misa de los catecmenos), con lo cual estas ltimas pasaban en algn sentido a preceder a la fe o corran al menos simultneas a ella. Y algo semejante puede ocurrir hoy en da. La Eucarista, al menos en su aspecto exterior, queda abierta a los que puedan entrar en el templo sin ser cristianos y a millones que puedan seguirla por radio o televisin. En estos casos bien podra suceder que el esplendor externo de la Las tres opciones celebracin o la viva participacin de los cristianos en ella llevase a algunos a creer. Si as fuera, la celebracin habra precedido a la fe. Si pensamos en quienes ya son cristianos resulta evidente que la celebracin y la fe son simultneas y mutuamente se implican, mxime cuando el Credo forma parte de la Eucarista. Sin embargo, la celebracin de la Eucarista y de los sacramentos fue para la mayora de los cristianos la iniciacin privilegiada y la catequesis ms completa de la fe, ya que la haca accesible a todos los sentidos y no slo al del odo. Y no cabe duda de que para los primeros discpulos de Cristo la celebracin de la cena del Seor, con la alegra pascual correspondiente, fue la primera manifestacin y forma de ser de los suyos. Por tanto, de la prioridad temporal del bautismo sobre la Eucarista no se podra concluir esa otra de que tratamos, aparte el hecho de que tambin el bautismo es una celebracin de esa fe que se asume y de que la celebracin por su parte no es un aadido externo al acto de fe, sino el gozo de creer y la alabanza a ese Dios en quien se cree. La fe cristiana es una fe proclamada, celebrada. Ha pasado a ser un axioma, del que echa mano el Magisterio eclesial, en concreto Po XII en la Mediator Dei, el viejo dicho de algunos Santos Padres: lo que oramos es la norma de lo que creemos (lex orandi lex credendi). Es verdad que esto no puede aplicarse a cualquier tipo de oracin o piedad, sino a la consagrada por el uso eclesial, pero el axioma da la prioridad al orar sobre el creer, cosa que el Vaticano II respaldara cuando afirma que toda celebracin litrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es la accin sagrada por excelencia, cuya eficacia no iguala con el mismo ttulo y grado accin eclesial alguna3. Afirmacin a la que en el nmero que sigue aade otra no menos convincente: en 1 Constitucin sobre la Liturgia Sacrosanctum Concilum (SC) 7. 28 Ser cristiano es... la celebracin litrgica pregustamos ya la Liturgia celeste, es decir, la alabanza a Dios y la alegra sin medida que nos poseer cuando seamos plenamente cristianos, cuando con Cristo y con toda la creacin estemos ante Dios cara a cara y sea ya superflua la fe. Podra adems suceder que si empezsemos la descripcin del ser cristiano analizando el Credo y sus enunciados de fe diramos a entender a los de fuera y a los mismos cristianos que lo primero para ser de los de Cristo es la obligacin de creer y acatar unas frmulas y no el gozo de celebrar a Dios y esa misma fe. No que eso suceda irremediablemente, mxime si tenemos en cuenta lo que recuerda santo Toms de Aquino acerca de esos enunciados y es que, sindonos necesarios dada la contextura de nuestra mente, el acto de creer no apunta a ellos, sino a lo que enuncian4, lo cual no es otra cosa que lo que Dios ha hecho en Cristo por nosotros, que es exactamente lo mismo que celebramos. No cabe duda sin embargo de que podra extenderse aquella sospecha y eso hace que de esos dos desbordamientos del espritu humano por encima de s mismo, que son el celebrar a Dios y el creer en l, elijamos el primero no slo como el ms espontneo, sino tambin como el ms cabal porque arrebata tras de s todas las dimensiones del hombre y en especial esa tan honda y tan caracterstica que es la alegra de ser y de ser amado. Celebrar significa etimolgicamente ponderar algo, asistir a una fiesta, cosa que suele suceder en el mbito profano pero tal vez no tanto en el religioso. En cualquier caso hay un hecho innegable. El Credo lo recitan y profesan los de Cristo dentro de la celebracin eucarstica. No es esto un indicio de que esta es lo primario y lo englobante? 4 Actus autem credentis non terminatur ad cnuntiabile, sed ad rem, Summa Theologica IIII, 1, 2 ad 2. Las tres opciones De todos modos, sin abdicar de lo dicho, no quiero ahondar en esa diferencia de criterio. En ltimo trmino existe, y ambos se fecundan mutuamente de ella, una circulacin incesante entre lo que se celebra y lo que se cree. Ms importante es sin duda encarar la extraeza que produce ese orden de prioridades a otro grupo de cristianos. Me refiero a aquellos que piensan y dicen que por delante de la celebracin y del Credo habra que poner lo que ellos consideran lo ms decisivo de los de Cristo, que es una vida autnticamente cristiana. Ella vendra en primer lugar, luego el Credo y por ltimo, y tal vez devaluada a ornamental y obligatoria, la celebracin. Cuando hable luego de la vida cristiana ponderar yo tambin la importancia, e incluso el carcter decisivo, que en ella tiene la praxis. Sin embargo sigo manteniendo que la celebracin es lo ms importante y peculiar de los de Cristo. Y es que si este, antes que maestro y modelo de vida, es el anuncio hecho hombre del amor de Dios a la humanidad, lo primero y ms elemental de los suyos ser reconocer, agradecer y alabar ese Amor encarnado. En esto consiste precisamente la celebracin cristiana. Mediante ella somos ms que nosotros mismos y nos mantenemos, si as puede hablarse, a la altura de ese Dios cuyo ser y obrar ponderamos. En cambio, con nuestra conducta cristiana, por autntica y aun extraordinaria que sea, no abandonamos nuestro propio nivel de creaturas. Dicho plsticamente: si nuestras manos no son capaces de dar la rplica adecuada a Dios, nuestro corazn y nuestros labios s lo son cuando acogen y agradecen lo que ha hecho por nosotros. Por eso el sentimiento primordial de los de Cristo no es la responsabilidad, sino la alegra de ser amados de esa manera por Dios. Es ella la que pone en marcha el deseo de corresponder y hacer de nuestra vida entera una accin de gracias. Pero esa conducta sera ya una forma de celebracin. Aunque he hablado antes de dos formas de desborda30 Ser cristiano es... miento de la persona por encima de s misma, a saber, el celebrar y el creer, habra que preguntarse si tambin la vida cristiana, cuando se funda en ese deseo de responder a Dios, no apunta ms all de s misma y toma a Dios, aun a sabiendas de lo imposible del empeo, por pauta de su actividad. Al fin y al cabo el amor, que es el sentido ltimo de esa vida, es, como solemos decir, una virtud teologal, lo cual significa que, al igual que el creer y el esperar, tiene por referencia al mismo Dios. Y algo parecido puede decirse de una tica humana que reconoce en el otro hombre un valor y una dignidad incondicionales e inconmensurables y se reconoce en deuda insalvable con l. En el fondo la circularidad incesante de que antes habl a cuenta del celebrar y del creer incluira asimismo el obrar. Pero tambin en este caso la celebracin cristiana, cuya prioridad mantengo, es la que lo engloba todo. La Eucarista celebra no slo a Dios, sino tambin nuestra fe y las obras de esta fe. Por algo el recuerdo de los santos ocupa un lugar tan importante en ella. Despus de este rodeo en torno al orden de prioridades, que espero no haya sido intil, paso a estudiar con ms detalle cada una de esas tres formas en que se configura, segn dije, la pertenencia a los de Cristo. 1.3 Los que celebran a Cristo Los de Cristo recuerdan ante todo a su Seor celebrando su cena. La celebracin cristiana por antonomasia es la Eucarista ya que en ella aquel amor de Dios al mundo, que es la razn ltima de cuanto existe, se actualiza y hace visible en ese momento en el que su Hijo, presente entre sus hermanos, les invita a asociarse a su glorificacin al Padre y a su entrega en favor del mundo. Los cristianos viven ese momento como una gran accin de gracias (eucarista). Esta celebracin eucarstica se prolonga en Las tres opciones la de los sacramentos. En ellos esa incorporacin de los de Cristo al destino de este se concreta en los momentos ms significativos de la existencia (nacer, crecer, alimentarse, casarse, reconciliarse, morir) y los convierte en motivo de celebracin. No slo por parte del que recibe el sacramento, sino de toda la comunidad, que lo asume o reasume en s. Porque tambin los sacramentos, siendo sucesos profundamente individuales, son en igual medida acontecimientos eclesiales. Esa cena del Seor ha ido adquiriendo a lo largo de los siglos la forma de la Misa catlica, que es como nosotros la celebramos. Y esto no deja de ser un indicio significativo de que aquel gesto que hizo Jess ante unos pocos la noche en que iba a ser entregado a la muerte posee la virtualidad de incorporar no slo las formas clsicas en que la religin expresa la religacin a Dios, sino adems los sentimientos ms profundos del corazn humano y las obras ms excelsas del arte. Porque la arquitectura, la pintura... no slo ambientan externamente la celebracin, sino que forman parte de ella. Pinsese en particular en el papel sealado que juega el canto en la celebracin eucarstica y las pginas que a esta han dedicado los grandes maestros y, antes an, en lo que significa para el hombre el mero hecho de que de pronto rompa a cantar. Es como si el recuerdo de Cristo y de su cena conmoviera hondamente esa dimensin singular de su espritu. Sera una razn ms para mantener que la celebracin es la forma ms espontnea y a la vez ms cabal de ser de los de Cristo. Tal integracin de todo lo humano en la celebracin de lo que sucedi en Cristo es otra cosa que un reflejo y prolongacin de la encarnacin del Verbo, en la que la naturaleza humana, como dice el dogma cristolgico, no fue dejada de lado, sino asumida? Pero esa asombrosa capacidad que la Cena del Seor posee de incorporar a s, purificndola y elevndola, toda forma religiosa y 32 Ser cristiano es... humana de celebracin, lleva incorporado el riesgo de que el ncleo cristiano originario acabe anegado en esa serie de motivos aadidos o de que la pujanza inherente al celebrar relegue a un segundo y cada vez ms pequeo lugar aquello que se celebra. Por eso, cuanta mayor es la capacidad del recuerdo del Seor de dilatarse por toda la geografa humana, tanto mayor es la necesidad de que ese recuerdo, ese memorial de la Cena del Seor, se mantenga vivo y sea l el integrador y no el integrado. Cuando hablo de recuerdo de la Cena del Seor no me refiero slo a lo que sucedi la tarde del primer jueves santo. Los primeros cristianos, e igualmente nosotros, celebramos la cena del Seor resucitado y lo hacemos con l; celebramos su muerte y su resurreccin en la esperanza y espera de su retorno. Es este hecho y la alegra consecuente lo que mantendr ntegra y autnticamente cristiana nuestra celebracin eucarstica. Pero, a la inversa, slo si ese recuerdo concita las aspiraciones y el gozo profundo de los hombres ser una verdadera celebracin y ser percibido como tal. a) Qu sucede hoy con la celebracin de la Eucarista y de los Sacramentos? Es patente, y no es necesario que la constaten las estadsticas, la desercin masiva de la asistencia a Misa. Puede suceder adems que algunos de los que siguen acudiendo a ella lo hagan por mera costumbre o por cumplir el precepto dominical, expresin que, como la anteriormente entrecomillada, seala ya una cierta depauperacin de lo que es la celebracin de la Eucarista5 . Y algo parecido se puede afirmar de la recepcin de los sacramentos. La 5 Y no digamos cuando, aunque sea en un lenguaje coloquial para el que cabe alguna comprensin, se habla de quitar el cuidado. Las tres opciones rutina, el compromiso y aun el prestigio social han hecho presa en bautizos, primeras comuniones, bodas y funerales, amenazando con devaluarlos como expresiones de fe y de pertenencia real a los de Cristo. Pero al mismo tiempo que va sucediendo esto surge la posibilidad, indita en tiempos anteriores, de hacer de todos esos gestos o ritos un signo de fidelidad a lo cris-] tiano precisamente cuando otros lo abandonan y parece / entrar en crisis. En este caso, cada vez ms frecuente entre quienes siguen acudiendo a celebrar la eucarista (aun con aquellas frmulas devaluadas que hemos recordado), el ser cristiano podra alcanzar un grado de madurez antes insospechado y recuperar una de sus seas de identidad. No pretendi otra cosa con su Constitucin sobre la Liturgia el Vaticano II, y muchas comunidades cristianas han renovado realmente sus celebraciones al tiempo que se van renovando a s mismas. En tal sentido se puede decir que si cuantitativamente la celebracin ha ido a menos, cualitativamente ha sucedido lo contrario. Lo cual no quiere decir que se hayan agotado las posibilidades del ser cristiano que encierra la eucarista y la recepcin de los otros sacramentos. Por el contrario ambas marcan a la condicin cristiana metas siempre nuevas de unin a Cristo y a los de Cristo. Y no slo a estos, sino a todos los seres humanos y, muy en particular, a los ms necesitados de ayuda y compaa. Y otro tanto se diga de la relacin a la naturaleza, simbolizada en el pan y el vino, y al arte que de una u otra forma acompaa cada celebracin. Todo esto ha aflorado de nuevo a la conciencia cristiana. De esto que significa la Eucarista como sea de identidad cristiana hablaremos ms extensamente en la segunda parte del libro. Hagmonos ahora tan slo unas preguntas. Cmo hacer frente a la desazn que aquel abandono masivo del que antes hablamos produce a quienes siguen celebrando la Eucarista y, muy en particular, a aquellos padres Ser cristiano es... que, despus de haber intentado transmitir a sus hijos de palabra y con la vida esa fe, ven desconcertados que ellos dan de mano no slo la Eucarista sino la fe misma? Mientras el proceso de secularizacin y paganizacin, es decir, mientras el olvido de Dios y el oscurecimiento de la trascendencia sigan su curso, y mientras la Iglesia no los contrarreste con una re vi talizacih dl o religioso en celebraciones significativas y con ofertas crebles de vida ms humana y mejor distribuida, los cristianos que participan en la Eucarstica habrn de hacerse a la idea de que durante un tiempo previsiblemente largo seguirn siendo pocos y, a juzgar por su edad, cada vez menos. Debera esto alarmarles en exceso? Tambin cuando empezaron a existir los de Cristo eran pocos quienes desde el judaismo o el paganismo se sumaban a ellos. Este hecho incuestionable no llega sin embargo a tranquilizarnos, presumiblemente porque entonces el cristianismo apareca como una novedad y una promesa que dos mil aos confirmaron como vlidas. Hoy, en cambio, esa fe que se haba asentado en Occidente y lo haba ido modelando, mengua da a da mientras el paganismo reverdece. Pero entonces como ahora las opciones de fondo siguen siendo las mismas: o se cree en el Dios de Jess o en el de otras religiones o en ninguno o en los mil que cada uno o la sociedad crean e idolatran. Y dado que entonces, y en los siglos siguientes, la opcin religiosa estaba mucho ms apoyada sociolgicamente que en nuestros das, el acto de fe del adulto de hoy se parece cada vez ms al.de aquellos primeros cristianos que, a veces con peligro de muerte, se atrevan a creer y confesar que hay un Dios, que este no es otro que el Padre de Jess y que el modo de vida del Nazareno es la forma cabal de ser hombre. A este pensamiento le ha de acompaar en los cristianos de hoy, y tanto ms cuanto ms a fondo lo sean, la persuasin de que las preguntas por el sentido ni han muerto ni pueden morir en el corazn humano, as como Las tres opciones la experiencia personal de que el cristianismo responde a ellas de una manera honesta y tan convincente como humanizadora. A esto cabe aadir algo: s dije y sigo manteniendo que la celebracin, y en concreto la eucarstica, es lo primero en el orden del valor y de la plenitud de contenidos, para muchos puede sealar hoy solamente el final de un camino de aproximacin a Cristo. Tambin de ello hablar ms tarde. Sin dejar de lamentar, ms por ellos mismos que por la soledad en que nos han dejado, que tantos se hayan privado de la fuerza y el consuelo de la Eucarista y esperando que participen un da del banquete del Reino en el que ella se consumar, hay que centrar la atencin en los que la siguen celebrando habitualmente. Qu hacer para que lo hagan cada vez con ms sentido y para que aquella fidelidad que hemos detectado en ellos no sea slo a una tradicin familiar o social, sino al mismo Cristo y a los de l? Ms que en reformas externas de ritos y oraciones, que sern siempre necesarias, hay que poner la esperanza en una revitalizacin del recuerdo de Cristo y de todos aquellos por los que l entreg su vida, es decir, de todos los hombres, pero en especial de aquellos djejtasjjue nadie se acuerda y l invita su mesa/Cada comunidad^portar a la Eucarista su inquietud y su esperanza a este doble respecto y esto diversificar no poco unas celebraciones de otras. Pero ni sera una puesta al da acertada ni supondra una autntica renovacin que en la Misa dominical o incluso en otras de grupos ms particulares y ms afines entre s o ms comprometidos, quedase al arbitrio y creatividad del presidente de la asamblea o de esta misma el corazn de la celebracin, es decir, la plegaria eucarstica. Solemos tambin llamarla el canon y es en verdad un canon de catolicidad ya que, siendo el mismo en todas las iglesias, las mantiene unidas. Si se alterase sustancialmte se estara produciendo un aislamiento del resto C " Ser cristiano es... de la Iglesia, celebrante principal en toda Eucarista. La consecuencia ms grave tendra lugar si en ese arreglo desapareciese la plegaria misma, es decir, si se olvidase o dejase en segundo plano que el recuerdo de Cristo y de los que l am e invit tiene lugar ante Dios y es una accin de gracias a El. En tal caso la Eucarista habra dejado de ser lo que es. Felizmente la Iglesia ha tenido en cuenta, desde el Vaticano II, la diversidad de grupos de cristianos y de situaciones en que ellos pueden encontrarse y ha ofrecido una serie de plegarias eucarsticas nuevas, algunas de ellas expresamente para nios, en las que el cristiano de hoy puede captar mejor lo que la Eucarista evoca y a lo que nos invita. Los creyentes, por su parte, han de saberse adems no meros asistentes, sino participantes y concelebrantes (Este sacrificio mo y vuestro). Esta participacin es ms fcil de obtener en aquellas eucaristas de grupos minoritarios, de las que habl, pero habra que intentarla tambin en la celebracin ms significativa de la comunidad cristiana, la que tiene lugar el da del Seor6 . Qu pensar por fin de aquellos que slo asisten a la celebracin de la Eucarista eventualmente (de Pascuas a Ramos solamos decir) y por cumplir no tanto con la Iglesia cuanto con los conocidos, y que reciben los sacramentos (el del matrimonio en particular) o los hacen recibir a sus hijos (bautismo, primera comunin) ms por rutina o por presin social que por deseo de pertenecer a los de Cristo? Ha de ser descalificada esa prctica por inautntica y debern dejar de ser considerados como cris" Confieso que no acaba de impresionarme el ceo de algunos expertos cuando oyen a todo el pueblo de Dios decir con el sacerdote el Por Cristo, con el y en l que concluye la plegaria cucarstica. Creo que conozco las razones que alegan, pero entiendo que est justificado ese mnimo de participacin en ella por parte de los laicos. Es adems sensato reprimir esa espontaneidad con la que el pueblo ha irrumpido en voz alta en esa oracin maravillosa que es el pice de la celebracin? Las tres opciones tianos quienes celebran tan ambiguamente su fe? Jess, que saba de radicalidad y deca que no todo el que le proclama Seor entrar en el Reino, sino el que cumple la voluntad de su Padre (Mt 7,21 ss.), dio una nueva oportunidad a la higuera que llevaba tres aos improductiva (Le 13,6ss.) y da cumplimiento a lo que Isaas anunciaba del siervo de Yav cuando deca que no quebrar la caa cascada ni apagar la mecha humeante (Mt 12,20). No habra que extinguir y dar por acabado ese pbilo vacilante de cristianismo, sino avivarlo reconduciendo esos actos a su origen y significado primeros. Tarea nada fcil pero no habra que renunciar a ella. b) Otras celebraciones cristianas: entre la encarnacin y eljolclore La celebracin cristiana no se agota en la Eucarista ni en los sacramentos. Existen adems otras celebraciones que tuvieron un origen cristiano ya que conmemoran misterios de la vida y muerte de Cristo pero que, entresacados del ciclo litrgico, llevan ya una existencia autnoma. Me estoy refiriendo en concreto a las procesiones de Semana Santa. A ellas se podran aadir las peregrinaciones a santuarios marianos famosos en los que se celebran los misterios evanglicos de Mara, pero tambin las innumerables invocaciones con que la venera el pueblo cristiano. Y algo parecido se diga de las fiestas patronales que recuerdan a esos cristianos por antonomasia que son los santos, pero lo hacen con todo el entusiasmo desbordado de que la religiosidad popular y el orgullo nacional o local son capaces. Cunto queda en tales celebraciones de cristianismo verdadero? La pregunta es importante porque ese tipo de manifestaciones de la fe cristiana hace en muchos casos de complemento, cuando no de sustituto, de los ritos oficiales de la fe. Es una reserva de cristianismo esa piedad 38 Ser cristiano es... popular o slo la expresin de aquella vaga religiosidad que anida en el corazn humano o incluso una recada en el paganismo? Si la pregunta es grave, la respuesta no tiene nada de sencilla. Parece, por un lado, que tales excrecencias de la fe cristiana provienen del dinamismo interno de esta, de su capacidad de expandirse por toda la geografa humana e impregnar no slo la voluntad, de la que nacen las opciones bsicas, sino la sensibilidad y la imaginacin. En este sentido se podra hablar de que tales formas de religiosidad representan una encarnacin de la fe. Seran, si se quiere, la comprobacin de que aquel Cristo que dijimos ha sido implantado por el Creador en el fondo de la realidad es la verdadera fuente de todo lo que es profundamente humano. No cabe olvidar, por otra parte, que esa encarnacin de lo cristiano en lo humano queda expuesta a lo que esa religiosidad innata del corazn tiene de vaga, egosta, en ocasiones violenta o excluyente, y necesita, en todo caso, que Cristo la reoriente si ha de apellidarse cristiana. Y no digamos lo que en esas formas suele haber de simple utilizacin de lo cristiano y de lo religioso para reforzar la propia identidad individual o colectiva. Es ms que comprensible que algunos descalifiquen esas formas de piedad o les nieguen el sello de cristianas o slo les reconozcan el rango de religiosidad popular. Ahora bien, esos dos trminos empiezan a pronunciarse cada vez con mayor respeto porque el primero puede denotar el fondo inagotable del que se alimenta, si bien purificndolo, la verdadera religin, y el segundo no puede traducirse sin ms por inculto, acrtico, sino que seala esa reserva de humanidad que mantiene viva la capacidad de creer y de celebrar7 . 7 La Congregacin para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos acaba de publicar un extenso Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, BAC, Madrid 2002. En l se dan la mano una visin positiva y estimulante de la Las tres opciones En cualquier caso no sera bueno que todo eso acabase dividiendo, ni siquiera mentalmente, a la Iglesia en dos comunidades: una compuesta por los que se consideran a s mismos como los autnticos seguidores de Cristo y otra de segundo rango, integrada por quienes necesitan de esas formas populares de piedad para seguir teniendo algo que ver con l. No ha dado buenos resultados en la historia de la Iglesia esa divisin entre puros e impuros. Es preferible respetar lo que de autntico puedan tener los otros, sin dejar de ver y criticar sus excesos, y no presumir de la propia autenticidad. Si no, vuelve el peligro de aquella justificacin por las obras, que Pablo fustig, y de olvidar algo esencial, a saber, que el ser cristiano es, ante todo, una gracia de Dios. Lo que habran de hacer aquellos cristianos ms slidamente establecidos en la roca que es Cristo y ms apoyados en la fe y liturgia eclesiales es contribuir a rescatar el cristianismo que an vive en aquellas manifestaciones. Para ello nada mejor, quiz, que tomar parte en ellas para discernir lo que contienen de legtima expansin de aquel ncleo original cristiano y lo que el tiempo ha ido acumulando sobre l de exageraciones, incorrecciones e incluso deformaciones. El que ha asistido a la salida del Gran Poder de su baslica a la plaza en la madruga sevillana y ha sentido el escalofro colectivo de verle avanzar por las calles en figura de siervo paciente con la cruz a cuestas y toda la pena de la humanidad en el rostro, se lo pensar dos piedad popular, analizada en sus mltiples manifestaciones, y un acercamiento de ella a la liturgia oficial de la Iglesia a travs de una serie de Orientaciones que permiten salvar lo que esa piedad popular contiene como expresin de un sentir profundo y maduro de los creyentes de un determinado lugar y como reaccin vital frente a un mundo tecnolgico y utilitario. Ellas podran contrarrestar las descalificaciones de esa piedad popular por parte de los de fuera y el peligro de abusos y desviaciones a los que ella misma est expuesta. Tal vez, aado por mi cuenta, esa dimensin popular puede a su vez enriquecer la liturgia oficial, en particular en los aspectos que sealo en el texto y en aquel dficit de celebracin festiva al que antes alud. 40 Ser cristiano es... veces antes de hablar con cierto desdn de las procesio8nes. Como se est viendo, ser de los de Cristo, al menos por lo que se refiere a su celebracin, es una magnitud que, si en teora y oficialmente podra fijarse con cierta claridad, en la historia se produce como un balanceo entre unos mnimos algo hbridos y unos mximos a los que en cualquier caso habra que aspirar. Existe otra forma, y muy seria, de celebrar a Cristo. Y es vivir como l. Pero de ella hablaremos con detenimiento ms adelante. Ahora pensemos en la segunda manera de pertenecer a los de Cristo y a este mismo, y que consiste en creer en l. 1.4 Los que creen en Cristo No basta con la celebracin para ser de los de Cristo. Ni siquiera si quienes toman parte en ella lo hacen no slo con los labios, sino con la mente, la voluntad y la vida entera. Porque esa celebracin an podra quedar en manos del entusiasmo y la arbitrariedad o volatilizarse en formas deletreas e incluso aberrantes. Por eso es menester saber bien qu es lo que se celebra y no es otra cosa que aquello que Dios ha hecho en Cristo a favor de la humanidad. Eso a su vez requiere conocer justa y cabalmente quin es ese Dios y quin es Cristo. En lenguaje acadmico diramos que la fides qua, es decir, la entrega agradecida y el crdito sin lmites que concedemos a Dios, ha de hacerse fides quae, la serie de frmulas que precisan el contenido de aqvtella fe. Eso es tanto como decir que esta tiene que hacerse Credo. " Y pongo este ejemplo porque las procesiones andaluzas suelen pasar por las ms folclricas. Habra sido ms fcil hablar de las calles de Valladolid tomadas el Viernes Santo por la fila de Cristos impresionantemente graves de la imaginera castellana. Las tres opciones Solamente as esa fe ser ortodoxa y podr aglutinar a los de Cristo, y no slo a los que viven hoy. El_jxdo nos vincula a tgda las.generaciones de cristianos que nos han precedido. Al igual que ellos, seguimos repitindolo hace ms de mil quinientos aos y lo hacemos no antes o despus de la celebracin, sino dentro de ella. As se produce una fecunda simbiosis mutua: la celebracin se hace Credo y este celebracin. a) El Credo cristiano Credo es en latn la primera palabra de esa profesin de fe. Y no slo la primera, sino la que lo preside y abarca por entero. Es al mismo tiempo la expresin del talante con que se profiere. No se trata de una opinin, ni de un puro asentimiento intelectual, sino de una aseveracin respaldada por toda la vida. Por eso describe adecuadamente lo que es la profesin de fe. Se le llama tambin smbolo. Este es un trmino griego que significa contrasea e indica en nuestro caso tanto la pertenencia a esa fe como a los que la profesan. Seala asimismo que con-cierta unos con otros todos los artculos de esa fe y los convierte en articulaciones diversas de la misma. Credo (creo) es por fin la primera persona del verbo creer. Cada uno lo profiere, a una con los otros, pero poniendo en juego de lleno su identidad. Adems de las profesiones sumarsimas de fe, de origen litrgico probablemente, que cabe detectar ya en el Nuevo Testamento9 y de otras muy tempranas con ocasin del bautismo de adultos (Mt 28,19), hay que sealar dos que son las que han llegado a nosotros y forman parte de nuestra celebracin eucarstica: una ms breve, el Smbolo de " 2Cor 13,13; Ef 1,3-14; Flp 2,6-11; Col 1,15-20; ITim 3,16... Ser cristiano es... los Apstoles, as llamado porque se pens durante siglos que proceda de ellos aunque en realidad no parece ir ms all del s. III, y otra ms extensa, el Smbolo de Ncea-Constantinopla, surgido de los debates cristolgicos y trinitarios del siglo IV (325 y 381). Se podra pensar que esa funcin estructuradora de la fe de las diversas Iglesias la realiza con creces la Escritura, que es venerada por todos, surgi antes que el Credo y es ms importante que l. Se ha dicho, y con razn, que en cuestin de fe cristiana la Escritura es la norma de todas las normas. Y por eso tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento juegan un papel tan esencial en la celebracin eucarstica, no slo cuando en el ncleo de la plegaria se recuerdan y repiten las palabras de Jess, sino cuando los participantes, antes de recibir a Cristo en forma de pan, lo hacen en forma de palabra. Sin embargo la Iglesia supo muy pronto, y no sin dolor, que, celebrando todos la misma Eucarista y escuchando la misma Escritura, las interpretaciones de esta podan ser tan divergentes que amenazaban con romper la unidad del grupo de los de Cristo y en ocasiones terminaban por hacerlo. Al fin y al cabo en ellas estaba en juego la versin del sentido ltimo de la existencia y nada hay que concite opiniones tan encendidamente contrapuestas como l. Pinsese en los ros de palabras, de tinta y de sangre que hizo correr el debate acerca de si Cristo es slo la primera y ms excelsa de las creaturas, como pensaba Arrio, o si adems es el Hijo de Dios encarnado. Fue esa disputa la que dio pie a la frmula larga de Credo que repetimos en nuestra eucarista dominical10 . 10 Me parece que causa cierto desconcierto, a la hora de profesarlo, que existan esas dos versiones y no se sepa, hasta or la que inicia el sacerdote, de cul de las dos se trata. Este titubeo no contribuye a la claridad y firmeza de una confesin de fe. Probablemente se va imponiendo la ms corta, que debera en todo caso ser sabida de memoria por los fieles. Ojal lo fuera tambin la larga. Sera una lstima y una prdida grande que acabase por no ser recitada. Tal vez la solucin sera que lo fuese en algunas ocasiones al menos y para ello la tuviesen los fieles a mano. Las tres opciones Por otra parte tampoco el Credo tiene nica o primordialmente la funcin de cohesionar entre s las iglesias, marcando el territorio fuera del cual la fe no es ya ortodoxa. La quintaesencia de ese Credo no es otra que la evocacin sinttica de la vida de Cristo emplazada en el reconocimiento de un Dios Creador, en el que creen las grandes religiones monotestas pero que, a la luz de esa historia de Jess, se desglosa en un Dios trinitario: Padre creador, Hijo salvador, Espritu santificador o, dicho de otra manera, en el triple misterio esencial de la fe: el de la Trinidad, el de la encarnacin y el de nuestra incorporacin a ellos. Ni habra que olvidar que esos artculos de fe han sido refrendados no slo con la vida, sino tambin con la sangre de muchos mrtires, y que esa unidad en la fe es parte de la herencia que Cristo nos dej como seal inequvoca ante el mundo de aquella otra unidad suprema entre l y el Padre (Jn 17,21). Sin embargo no basta con que el Credo sea recitado por los cristianos a una y en su integridad. Es menester adems invertir el movimiento anterior y hacer que esa fides quae sea tambin una fides qua; que esos enunciados, como indiqu al hablar del trmino Credo, se vean respaldados por uno de los gestos ms nobles y arriesgados de que es capaz el corazn humano, el de adentrarse a travs de lo visible en lo invisible y apostar con todas las energas de la vida, y si fuese preciso con esta misma, a que hay un Dios que es Padre, un hombre que es su Hijo eterno, y un Espritu que alienta en nosotros una vida nueva y nos hace partcipes de una herencia inmortal. Por eso, aun recitado en comn, el Credo se conjuga en singular: creo. Para que esto sea posible es menester que esos artculos del Credo sean entendidos en su sentido autntico por los creyentes y estos perciban que les va en ellos la vida porque tratan del sentido y valor ltimos de la existencia y 44 Ser cristiano es... del futuro de la historia. Piensan sin embargo algunos que la antigedad venerable de esas frmulas las hace menos inteligibles a los hombres de la cultura actual y sugieren la conveniencia de retocarlas o de elaborar otras. Se han hecho algunas propuestas. Alcanzaron notoriedad las tres que K. Rahner ofrece como eptome de su conocido Curso fundamental sobre la fe11 . No es que pretenda con ellas sustituir el Smbolo apostlico. En primer lugar porque ni un telogo a solas ni todos juntos pueden componer el Credo. Tan slo la Iglesia, portadora de la fe, y en concreto y como transmisores autnticos de esa tradicin, los Obispos. Lo que Rahner intenta es expresar el contenido del Smbolo apostlico desde tres perspectivas diferentes de todo l, una teolgica, otra antropolgico-cristolgica, otra futurolgico-espiritual. As entendidas resultan no poco sugerentes, si bien el autor reconoce que estn redactadas muy "abstractamente"..., esa formulacin abstracta no es accesible sin ms a cualquiera... y estn formuladas desde un ambiente occidental y de cara a esa situacin europea (p. 521). Viene con ello a confirmar la imposibilidad, que l mismo reconoce, de crear hoy un nuevo smbolo, aceptado por todas las iglesias y que pueda sustituir al apostlico en la praxis religiosa y en la liturgia. El Smbolo apostlico no tendr ningn sucesor y, por tanto, permanecer (p. 517). Pero este mismo hecho mantiene abierta la pregunta por su comprensibilidad y por la utilidad de otras frmulas breves y ms impactantes que contribuyan precisamente a darle el realce que supuestamente habran perdido sus enunciados. Adems de esto es necesario, en todo caso, que los catecismos y la teologa desentraen el sentido profundo de los enunciados del Credo no slo en s mismos sino en lo que suponen para nosotros de peculiar visin del mundo, 11 Herder, Barcelona 1979, 515-527. Las tres opciones de fuerza y de esperanza. Es lo que entre otros ha hecho en la dcada pasada el mismo H. Kng del que hablamos al principio de este libro y con la misma preocupacin antropolgica con la que describa el ser cristiano12 . No faltarn quienes encuentren a la vez sugerente y necesaria esa explicacin, aun manteniendo algunas dudas acerca de si despliega toda la hondura trinitaria del misterio de Cristo, si valora suficientemente la dimensin eclesial del Credo e incluso si ese hombre contemporneo, al que se dirige, rebasa suficientemente las fronteras del occidental culto en el que parece pensar. A este, y con las salvedades dichas, su comentario al Credo le puede resultar til13 . b) Riesgos y retos actuales de la fe en Cristo Como hicimos a propsito de la celebracin juzgamos til, al concluir este apartado, preguntar qu sucede hoy en da con el Credo y la creencia cristiana. Har falta decir que les amenaza un proceso de devaluacin y confusin? Ms que nada por lo descredo que va siendo el entorno, por ese atesmo y agnosticismo en el que, sin tener de suyo por qu, ha desembocado trgicamente aquel impulso emancipatorio del que naci la modernidad filosfica y cultural y que tena tantas races cristianas. 12 Credo, Trotta, Madrid 1994. 11 El intento ms actual y universal de explicar el Credo lo lleva a cabo el Catecismo de la Iglesia catlica, del que hemos hablado. Comenta el Smbolo apostlico completndolo con referencias constantes al de Nicea-Constantinopla y con citas abundantes y jugosas a la Escritura, el Magisterio, los SS. Padres y los telogos. El mismo reconoce sin embargo que la diferencia de culturas y situaciones sociales limita esa universalidad y reclama catecismos particulares (24). Por mi cuenta sealara el Catecismo Catlico para adultos publicado por la Conferencia Episcopal Alemana (BAC, Madrid 1988). Y entre los comentarios al Credo, adems del de H. Kng, Hamo la atencin sobre el dej . RATZINCER, Introduccin al cristianismo, Sigeme, Salamanca 2001; H. DE LUBAC, La fe cristiana. Ensayo sobre la estructura del Smbolo de los Apstoles, Secretariado Trinitario, Salamanca 1988; H. URS VON BALTHASAR, Meditaciones sobre el Credo Apostlico, Sigeme, Salamanca 1991. 46 Ser cristiano es... El hecho de que, contra todos los pronsticos que auguraban la muerte de Dios y de la religin, esta haya rebrotado y siga siendo patrimonio del 80% de la poblacin mundial, a juzgar por lo que dicen las encuestas, no alivia la posible crisis del Credo cristiano. Al contrario, el desconcierto de los cristianos se acenta ante la multiplicidad y arbitrariedad de otros credos, cosmovisiones y nuevas eras que florecen en torno y ante la resistencia de muchas de esas religiones a admitir al frente de ellas un Dios interpelante que, al mismo tiempo que salva, exige conversin, es decir, el Dios cristiano. Pero junto a estos atentados externos hay otros internos. Empecemos por el ms sutil. El redescubrimiento de la Biblia y de su permanente frescor, unido al atractivo inagotable del relato, ha podido derivar en desprestigio de las frmulas tericas y fijas del Credo. As sienten algunos sin advertir que, como dije, este no es otra cosa que la historia de Jess interpretada y confesada como la historia de Dios y de todo cuanto existe. Es ms que posible que en esa devaluacin del Credo haya influido el hecho de que el concilio Vaticano II, que pretendi revitalizar la fe, haya provocado una discrepancia, a veces escandalosa, entre quienes no acaban de aceptar la conmocin de fondo que origin y quienes la han llevado demasiado lejos sin tener en cuenta ni el conjunto de sus documentos ni la pedagoga que exige todo cambio de mentalidad. No se ha odo decir ms de una vez que ya no sabemos a qu atenernos ni en qu creer? Estimo sin embargo que hay razones ms de fondo, entre ellas la repugnancia actual a marcar fronteras y exclusiones, algo que el Credo lleva inevitablemente consigo. Se podra hablar de una especie de pnico, o quiz slo de complejo, que se apodera de algunos cuando constatan y comentan que no hace falta creer en Dios para ser personas buenas y aun modlicas. Pero esto requiere tomar las aguas de ms arriba. Pocos cristianos repetiran Las tres opciones hoy el viejo adagio de que fuera de la Iglesia no hay salvacin. Y habra que analizar por qu no lo hacen. Sin duda que en un primer momento prevalece en ellos la conviccin de que Dios no puede alejar de s a quienes sin culpa no han conocido suficientemente a Cristo como para sentir la obligacin de adherirse a los suyos. Piensan por el contrario, y el Vaticano II les da la razn, que tambin esos hombres estn bajo el influjo de la benevolencia (gracia) de Dios y que, si siguen el dictamen de su conciencia, la fidelidad a esta har para ellos de cauce de salvacin (LG 16). Pero hay ms. Se va abriendo paso dentro de la Iglesia, aunque no sin discusiones en torno a las consecuencias que de ah cabe derivar14, la presuncin, apuntada por el Concilio en ese mismo nmero, de que tambin la existencia de las religiones y ellas mismas forman parte de aquel designio de Dios de salvar a todos. Eso hace de ellas, y no slo de la conciencia individual, caminos de salvacin. Esto, unido a la presencia cada vez mayor de miembros de esas otras religiones all donde antes slo haba cristianos, as como la necesidad de que todos los que creen en Dios se agrupen no slo frente al atesmo circundante, sino a favor de las grandes causas humanas (justicia, paz, salvaguardia de la creacin...), ha producido un acercamiento creciente del cristianismo a las otras religiones y ha convertido el dilogo interreligioso en una de las grandes tareas eclesiales del milenio que acaba de comenzar. Algunos gestos profticos, como el del Papa orando en Ass con los jefes de las otras religiones, no hacen sino extender y consolidar ese punto de vista. Esto puede haber inducido a algunos cristianos a pensar que todas las religiones son igualmente vTicTas o qu'o existe en el fondo ms que una que resuma los 14 Pinsese en los debates a que ha dado lugar el libro de J. DUPUIS, Hacia una teologa cristiano de! pluralismo religioso, Sal Terrae, Santander 2000. 48 Ser cristiano es... valores de todas. Ambas conclusiones atentan a la raz del Credo; lo desmontan al mismo tiempo que socavan la firmeza del acto de creer. Pero no son concluyentes. Precisamente para que el dilogo interreligioso sea fecundo y no una empobrecedora nivelacin por lo bajo de todas las religiones, cada uno de los dialogantes ha de hacer or su propia voz y aportar su punto de vista. Esto requiere que en ese foro religioso el cristianismo sea ms especficamente cristiano que nunca y sepa dar razn de su identidad y de su diferencia con creyentes de otras religiones. Es evidente en segundo lugar que su confesin de que Cristo es el Hijo de Dios hecho hombre no le permite al cristiano equiparar su eficacia salvadora a la de otros mediadores, y que por muy irenista que sea no podr borrar ni de la Escritura ni de su memoria aquella afirmacin del apstol Pedro: No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos (He 4,12). Es evidente que repetirla nos produce cierto escalofro y a eso me refera cuando hablaba de pnico a la diferencia. Pero lo que asimismo confiesa el cristiano respecto a Cristo, a saber, que es aquel por quien, en quien y hacia quien todo fue hecho, le permite reconocer en todas las religiones atisbos, anticipaciones de l y le capacita para descubrir y apreciar cuanto de bueno y verdadero en ellas se da. Todo esto sin embargo no har sino reafirmarle en su propia fe incluso^ cuando admite que algo de esta lo han expresado a veces mejor los otros. Reconocer en todo caso que la vida de estos puede ser admirable y ejemplar. Pero de esto ltimo hablaremos enseguida. Mientras esta serie de incertidumbres, ms o menos profundas, no hayan sido despejadas por el creyente o integradas en su fe, el pluralismo y relativismo ambientales perjudicarn no poco tanto al contenido del Credo como al acto de fe en l aun sin llegar a un cristianismo a la carta, reflejo de aquella religiosidad a la carta, tan Las tres opciones extendida y tentadora. Como contrapeso a estos riesgos se podra repetir a cuenta de la creencia cristiana lo que dijimos acerca de la celebracin: lo que ha perdido en nmero de adeptos lo ha ganado en calidad al tener estos que reafirmarse en su fe frente al declive ambiental. Tambin el redescubrimiento de la audacia de creer en tierra extraa da pie a formas nuevas, ms intensas y testimoniales de fe. Una fe por otra parte que va dejando de ser meramente tradicional y se va sintiendo capaz de encarar no slo la increencia, sino las otras creencias. No solamente por convencimiento intelectual. este le acompaa y sustenta la experiencia personal de esa fe,^qu^jDermijte^^imilar mejor todas las situaciones de 1& Yida, as como la experiencia histrica de que puede fecundar las culturas e inculturarse en ellas. Una fe que, como deca Pedro y hoy vale no menos que entonces, est siempre dispuesta a dar respuesta a todo el que os pida razn de vuestra esperanza (IPe 3,15). Y aunque no se la pidieran, no podrn esos cristianos acrisolados hacerse adems cargo, en todos los sentidos, de ese cristianismo difuso que les rodea y mostrarle la solidez, la coherencia y el atractivo del Credo eclesial? Porque, al igual que la celebracin, el Credo cristiano manifiesta claramente la eclesialid_ad^delIaTFlKTreTfrB.que cada creyente dice creo poniendo enjuego en esa confesin su vida entera, es en iglesia, asocindose a ella, como lo dice.7 1.5 Los que siguen a Cristo La pertenencia a los de Cristo no se decide del todo en la celebracin y en la fe. Reclama adems un tercer momento que afecta a la vida entera de quien quiera ser de los suyos: el seguimiento. Ya la celebracin requera, para ser cabal, que todcTl hombre se devolviera en la accin de gracias eucarstica a Aquel que le dio el ser y aadi a este don el Ser cristiano es... otro, an mayor, de su Hijo y de S mismo como Padre. El acto de fe por su parte arrastraba tambin consigo a toda la persona si al creer que Dios existe (creciere Deum) y al creer a Dios (credere Deo) se suma, como tiene que ser, el creer en l, es decir el entregarse a l (credere in Deum). Esta exigencia terica tropieza con la resistencia del hombre a esa.alida ,dd, propio yo que supone seguir a Cos a y que es mayor y ms costosa que la que conlleva el arrebato de la fiesta y la que exige ese sacrificium intellectus que es creer lo que no vemos. Por eso rito, creencia y compromiso no han ido siempre de la mano en la historia de cada cristiano y en la del grupo de los de Cristo. La historia del cristianismo delata con demasiada frecuencia esa inadecuacin, a veces flagrante, entre lo que se cree y se celebra y lo que se vive. a) La vida cristiana, garanta de autenticidad de la celebracin y de la fe Ya el Antiguo Testamento habla de un pueblo que honra a Dios con los labios, pero lo deshonra con su vida (Is 29,13). Y Jess, que retoma esa queja (Mt 15,7-8), aade que no basta con llamarle repetidamente Seor, ni siquiera con profetizar ni hacer milagros en su nombre. El que no quiera ser ignorado y rechazado por l, tiene que cumplir la voluntad de su Padre (Mt 7,21-23). Esa incoherencia entre el creer y el celebrar por un lado y el obrar por otro, no se debe nicamente a aquella inconmensurabilidad, de la que ya hablamos, entre lo que Dios ha hecho por nosotros y lo que nosotros podemos hacer por l. Recordarlo no slo es necesario, sino que sejala la diferencia ltima, y que hay que mantener, entre tica y fe. De ella hablaremos ms tarde. Tampoco se puede comprender y legitimar aquel desfase recurriendo a la dificultad, por no decir imposibilidad, que entraa el seguimiento de Cristo. Las tres opciones Ese no poder se agrava con excesiva frecuencia en un no querer o querer lo contrario. El hecho de que, por todas estas razones, la celebracin y la creencia fueran siempre por delante de la prctica y que esta quedase irremisiblemente corta respecto a aquellas, no ha de llevarnos a remediar ese desajuste rebajando el nivel de la exigencia. El declogo y el sermn del monte toleran fallos en su observancia, pero no rebajas en su formulacin. Dejaran de ser lo que son, y la vida humana emplazada ante ellos perdera mucho de su dignidad. Y es que Dios no quiere que los hombres sean meros destinatarios de sus beneficios. Los ha hecho libres para que puedan co-responder a ellos. La liberacin de los israelitas del poder del Faran no qued en recuerdo y celebracin ritual de ese hecho en la fiesta de la Pascua. Fue slo el primer paso necesario para poder llegar al Sina, donde Dios establecera con ellos una Alianza, un Pacto de mutua pertenencia: Vosotros seris mi pueblo y Yo ser vuestro Dios. Si lo sellaban estaban obligados a no desmerecer de ese Dios y a guardar aquella Ley que mana de esa Alianza y la traduce en una forma de vida. El cumplimiento de la ley sancionaba la pertenencia de los israelitas a Dios y a su Pueblo. A la gran noticia (evangelio) que anunci Jess le acompaa a las inmediatas, como su sombra, la llamada a la conversin: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios est cerca; convertios y creed en la Buena Nueva (Me 1,15). Por lo que se refiere a las cartas del Nuevo Testamento, la estructura viene a ser la misma: a una primera parte en que se anuncia lo que Dios ha obrado en Cristo corresponde una segunda en la que se describe la vida nueva de los cristianos. 52 Ser cristiano es... b) Se os dijo, pero yo os digo. Mnimos y mximos en el seguimiento de Cristo? Los diez mandamientos que fueron la norma de vida de los judos lo siguen siendo tambin de los cristianos. Cristo dijo: No pensis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento (Mt 5,17). Esta frase de Jess no apunta a sobrecargar la Ley con nuevas normas, sino a la plenitud de sentido que cobra en la Nueva Alianza. Lo mismo se diga de aquella otra que vuelve una y otra vez en el sermn del monte: Se dijo a los antiguos, pero yo os digo15. Ambas parecen brindar a los cristianos una escala tica de mnimos y mximos. Pero esta nomenclatura est expuesta a interpretaciones incorrectas. Y no slo porque la Antigua Alianza dio pie a formas sublimes de moralidad, sino porque, cuando Jess hace suyos los mandarnientos de la Ley, los condensa en un amor sin lmites a Dios y en un amor al prjimo como el que uno se tiene a s mismo16 . Se puede hablar de mnimos tratndose de un amor semejante? Y, sin embargo, Jess habla de un mandamiento nuevo que da a los suyos y ser su distintivo: Que os amis unos a otros como yo os he amado 0 n 13,34). Esta frmula supone una superacin de aquel amor al prjimo como a uno mismo, ya que Jess nos am ms que a s mismo. Seala adems dos rasgos caractersticos de la tica cristiana: los mandamientos forman parte del seguimiento, y este, ms que un mandato externo o que un imperativo categrico de la propia conciencia, es una invitacin. As aparece con claridad en aquel otro pasaje: Si quieres ser perfecto..., sigeme (Mt 19,21). 15 Mt 5,21.27.31.33.38.43. 1,1 Mt 22,36-40; Me 12,28-34; Le 10,25-28. En el tercer evangelio Jess explica a continuacin, en la parbola del buen samaritano, qu es ser prjimo y de quines hay que serlo especialmente. Las tres opciones Invitacin que procede de una mirada de amor del que invita al invitado (Me 10,9). Es verdad que la forma concreta de seguimiento que Jess brinda al joven arredra a este porque exige vender todo lo que tiene y darlo a los pobres. Y no es menos cierto que Jess tuvo seguidores porque, cuando llam a sus discpulos, estos dejndolo todo le siguieron (Le 5,11)17. Podemos legtimamente pensar que hay grados de seguimiento de Cristo y que no a todos invita este a esa forma que sugiere a quienes va a llamar para que se dediquen del todo a anunciar como l el Reino. Esa diferencia entre stos y los otros seguidores de Jess se va perfilando cada vez ms18 y es el mismo Jess el que, tras haber devuelto al matrimonio su dignidad y exigencia primeras, dice a Pedro que slo a algunos se les concede entender e\ celibato por e\ Heino (Mt 19,11). E n ltimo trmino, cuando el joven rico se echa para atrs y quedan patentes las trabas que la riqueza pone en el acceso al Reino, tanto Mateo como Lucas recuerdan que Jess apela a la capacidad de Dios de hacer lo que los hombres no pueden (Mt 11,26; Le 18,27). Pero esto no significa que los otros cristianos se puedan creer dispensados de la radicalidad que manifiestan esas frases de Cristo y aquella otra, dicha a la gente a la vez v que a sus discpulos: Si alguno quiere venir en pos de m, niegese a s mismo, tome su cruz y sgame (Me 8,34). ' Desterraremos esa frase del evangelio por mucho que nos deje en carne viva? Renunciaremos tambin por imposible a aquello de amarnos como Cristo nos am? 17 Es quiz significativo que solamente Lucas, el mismo que puso en labios de Jess la frmula Bienaventurados los pobres, mientras Mateo habla de pobres en el espritu, y el mismo que a lo largo de la vida de Jess destac su predileccin por ellos (4,18; 14,13.21; 16,19-26; 19,8), emplee ahora esa frmula radical (dejndolo todo) que en los otros dos sinpticos se reduce (si es que hay alguna diferencia) a dejar a su padre, la barca y las redes (Mt 4,22; Me 1,18.20). '"Mt 19,28-29; Le 22,28ss. Ser cristiano es... O mantenemos esa exigencia y queremos medirnos por ella aun sabiendo que nos desborda? Y hay otra invitacin de Jess que nos ennoblece y enaltece tan ilimitadamente como nos supera: Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial (Mt 5,48). Dejarla de lado sera tanto como renunciar a ese Padre y a lo mejor de nosotros mismos. Por muy comprensivos que seamos con nuestra debilidad (Dios lo es ms que nadie) no deberamos empequeecer la grandeza del proyecto cristiano. Ni tenemos derecho a hacerlo. Lo mismo que en el caso del matrimonio al que acabamos de referirnos, habra que repetir de la tica cristiana en general: Lo que Dios ha unido (amor y exigencia) no lo separe el hombre. ._ . Niegese a s mismo, tome su cruz y sgame. Esta frase de Jess marca la alternativa cristiana en el campo de la moral y de la tica: o seguimos las directrices del propio yo o salimos de nosotros siguiendo a Cristo) o es muy diferente de esto lo que sucede en general en el campo de la tica humana: o sigue uno los dictados del egosmo o abre el yo a los otros haciendo suya la suerte de ellos. Y si es el amor el que mueve a obrar bien, tambin la tica humana participar de la inconmensurabilidad del deber y de la imposibilidad de cumplir del todo que caracterizan a la cristiana. Lo que sucede es que en esta no es slo el yo ni nicamente la sociedad humana los que marcan el camino y el ritmo, sino Cristo. Sucede adems que en ese debate por la autenticidad del yo ni este ni la sociedad son los nicos testigos, sino que el primero y principal es Dios. Esto confiere al esfuerzo tico su grandeza y su exigencia, pero no menos su consuelo. Porque se trata de un Dios dispuesto a perdonar, que otea esperanzado que vuelva el hijo que se fue de casa, ahoga en un abrazo sus disculpas y celebra su vuelta de una manera tan desmedida que escandaliza al hijo mayor. Por eso la Iglesia celebra tambin el perdn dentro de la Eucarista, como el inicio de Las tres opciones una fiesta que concluye con el banquete del Cordero que quita el pecado del mundo. Lo celebra tambin en un sacramento especial, el de la reconciliacin con Dios, con Cristo y con la Iglesia que, simplificando mucho lo que contiene y lo que significa, solemos llamar confesin19 . c) Amenazas actuales de dentro y de juera al ideal de vida cristiana Si, como hicimos a propsito de las otras dos maneras de pertenecer a Cristo, y no por curiosidad histrica sino por vivirlo con ms verdad, preguntamos ahora qu sucede hoy con el seguimiento de Cristo en el entorno eclesial y dentro de la misma Iglesia, me atrevera a emitir un diagnstico. No lo hago como socilogo, que no lo soy, sino como telogo. Como los cristianos de todos los tiempos, tambin el de hoy comprobar a diario que su vida no est a la altura de lo que celebra y cree, y en su oracin capital habr de pedir, junto al pan, el perdn de cada da. Perdn gratuito, pero en modo alguno barato, ya que exige en contrapartida que nosotros perdonemos tambin al que nos ha ofendido20 . '* Esta, que solemos llamar tambin penitencia privada, ha entrado en crisis y padece un abandono en nuestros das. Sin duda a causa del debilitamiento en la fe. Pero tal vez tambin por la minuciosidad, en ocasiones morbosa, de la confesin de los pecados, en la que se hizo adems consistir lo esencial del sacramento, y porgue el cambio cultural eme se est produciendo reclama frmulas.nuevas con las que an rio "Hemos dado quiz. l recambio no puede ser una penitencia~]ml5nTSre'TTcfe "Tyo se pierda en un nosotros annimo o en un genrico sentirse pecador. El precio de la gracia no puede ser tan barato. Este es probablemente el sacramento que ms evolucin ha sufrido a lo largo de la historia de la iglesia. En todo caso la_ckbracpjijiel4^Ktn_clentro de la Eucarista no se puede considerar como un mero trmite, sino como una seria invitacin a cambjarjwa ser digno de alabar a Dios como se merece y de recibir el cuerpo de Cristo. ' Tn bs~ct"l?sprar queesa distincin entre lo gratuito y lo barato no le resulte extraa a quien entra en relacin con Dios. En esta lo gratuito designa aquello de tan inestimable valor que no se puede comprar, sino slo recibir y regalar (Dios 56 Ser cristiano es... El ambiente moral que respira hoy el que quiere seguir a Cristo, lejos de favorecerle le empuja en direccin contraria. No porque el placer, la riqueza y el poder no hayan sido tambin en tiempos anteriores los grandes dolos de la Tristona humana. Intentaron incluso que el mismo Jess los adorase (Mt 4,1-11). Pero l, con otros grandes lderes religiosos, advirti al hombre del ruinoso negocio que era intentar conseguirlos al precio de s mismo (Mt 16,26). Los seguidores de Jess recogieron este testigo y el Nuevo Testamento acenta, si cabe, el juicio condenatorio de ese mundo en que el creyente se ve inmerso. Pablo les previene de que no se acomoden a l (Rom 12,2). Juan afirma que est dominado por tres deseos desordenados: los bajoj^instintos, los ojos.insaciables y la arrogancia del dinero21, y pone en labios de Jess en la noche de los adioses afirmaciones muy negativas sobre el mundo (]n 17,14-26). Tanto es as que el Vaticano II se ha visto en la necesidad de aclarar a los cristianos de hoy que esas condenas no apuntan al mundo que Dios cre, sino al que el hombre configura de vanidad y malicia22 . Pero el cristianismo no se content con esas crticas. Ofreci adems frente a ese mundo otro modelo de convivencia basado en los valores evanglicos. Los pueblos que se fueron convirtiendo lo asumieron como propio y eLoccidente entero pudo sentirse y llamarse cristiano, sin que eso quiera decir que se atuviera siempre a ese modelo y que el anterior no reapareciese con fuerza en demasiadas ocasiones. Pero el hecho es que el que decida hacerse cristiano o seguir sindolo no se situaba ya como antao frente a una sociedad hostil, sino que se senta respaldado mismo, Cristo, el perdn...). Y algo parecido sucede en las relaciones humanas cuando se tundan sobre las personas y no