siete veces pedro vida folletinesca y periodismo de

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1 SIETE VECES PEDRO Vida folletinesca y periodismo de aventura de Pedro Claver Téllez LORENA ÁLVAREZ RESTREPO Trabajo de grado para optar al título de Comunicador Social-Periodista Director: Maryluz Vallejo Mejía

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SIETE VECES PEDRO

Vida folletinesca y periodismo de aventura de Pedro Claver Téllez

LORENA ÁLVAREZ RESTREPO

Trabajo de grado para optar al título de

Comunicador Social-Periodista

Director:

Maryluz Vallejo Mejía

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE COMUNICACIÓN Y LENGUAJE

ÉNFASIS EN PERIODISMO

BOGOTÁ, D.C.

2010

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ARTÍCULO 23

DEL REGLAMENTO ACADÉMICO

―La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por sus alumnos en sus

tesis de grado. Sólo velará porque no se publique nada contrario al dogma y a la moral

católica, y porque las tesis no contengan ataques o polémicas puramente personales. Antes

bien, se vea en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia‖.

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I. DATOS GENERALES

Estudiante: ____Lorena Álvarez Restrepo.

________________________________________________________

Campo Profesional: _Periodismo

____________________________________________________

Fecha de Presentación del Proyecto: _______________________________________

Tipo de Trabajo:

Teórico: _____ Sistematización de Experiencia: ____ Producción: __X___

Profesor de Proyecto Profesional II: Maryluz Vallejo

II. INFORMACIÓN BASICA

A. PROBLEMA

1. ¿Cuál es el problema? ¿Qué aspecto de la realidad considera que merece

investigarse?

Descubrir la vida y la obra del escritor Pedro Claver Téllez. Cómo llegó a convertirse en

uno de los más apasionados y rigurosos investigadores del tema de la violencia en

Colombia. Las nuevas generaciones desconocen el legado de este periodista y escritor que

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ha sido testigo y cronista de la historia desde mediados del siglo XX hasta nuestros días y

ha retratado de manera magistral a los victimarios —bandoleros, guerrilleros, mafiosos,

sicarios—, los otros protagonistas de esta historia negra. En los tiempos que corren,

cuando abunda la literatura de relatos e historias de vida de las víctimas, y de testimonios y

hasta autobiografías de los victimarios más sanguinarios, los perfiles de Pedro Claver

Téllez Téllez renuevan su valor y su importancia porque están contados por un observador

agudo, un experimentado narrador, testigo y conocedor de la historia colombiana.

2. ¿Por qué es importante investigar ese problema?

Porque es un personaje inédito que merece ser reconocido por su labor periodística

y sus arduas investigaciones acerca de la violencia de Colombia.

Porque fue protagonista y testigo de acontecimientos que marcaron la vida política

del país.

Porque de los diálogos con el maestro se podrán extraer valiosas lecciones.

Se quiere descubrir a un investigador apasionado y casi que obsesivo de la historia

de la violencia de Colombia, desde mediados del siglo XX Pasando por el

bandolerismo, las guerrillas, mafias urbanas y rurales, pandillas, capos, sicarios, este

escritor ha indagado de forma permanente y obsesiva en la ilegalidad.

3. ¿Qué se va investigar específicamente?

La vida y la obra del escritor y periodista Pedro Claver Téllez. Se espera descubrir todas

sus facetas: periodista, guionista, novelista y su vida personal. Cómo coexisten en él esos

quehaceres creativos, cómo fusiona el periodismo con la escritura de ficción, cómo es el

proceso de investigación y de escritura, y cómo se relaciona su vida y obra en la historia

política del país.

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B. OBJETIVOS

1. Objetivo General:

REDACTARLO CON UNA SOLA FRASE: ALGO ASÍ:

Indagar en las distintas épocas de la violencia colombiana a partir de la obra periodística de

Pedro Claver Téllez.

2. Objetivos Específicos (Particulares):

A. Ubicar al personaje y a su obra en el contexto y el proceso histórico de Colombia

desde los años 50 hasta el nuevo milenio

B. Conocer qué influencias periodísticas, literarias, cinematográficas ha tenido este

escritor sobre el tema que lo obsesiona, la violencia.

C. Conocer a Pedro Claver Téllez desde su intimidad, amores, odios, familia.

III. FUNDAMENTACION Y METODOLOGIA

A. FUNDAMENTACION TEORICA

1. ¿Qué se ha investigado sobre el tema?

Se han leído varios de sus libros, como Crónicas de la vida Bandolera, Efraín González y

Sumas y Restas (así se hizo la película de Víctor Gaviria). Se han leído varias entrevistas

que se le han hecho en medios como el Tiempo, El Espectador y varios sitios Web. Se ha

entrevistado a Pedro dos veces y todo ha sido grabado y transcrito.

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2. ¿Cuáles son las bases conceptuales con las que trabajará?

El personaje se estudiara con base en algunas disciplinas que son fundamentales en el

proceso para descubrir el proceso de escritura del personaje.

Historia

Sociología

Antropología

Literatura

La biografía

B. FUNDAMENTACION METODOLOGICA

1. ¿Cómo va a realizar la investigación?

Para el perfil de Pedro Claver Téllez se pretende realizar una serie de entrevistas a los

amigos, familiares y personas involucradas a lo largo de su vida. Se leerá toda la obra

publicada, no publicada e inédita del escritor con el fin de recuperarla y relacionarla con

su infancia, vida y personalidad. Con Pedro se realizarán una serie de encuentros donde

no va ser entrevistado, sino que se quiere convivir con él, descubrirlo por sus acciones,

escuchar sin preguntar. Se pretende aplicar los consejos y las conclusiones extraídas de

las experiencias de los periodistas investigados.

2. ¿Qué actividades desarrollará y en qué secuencia?

En un tiempo de cuatro meses se procurara realizar varios encuentros con Pedro Claver

Téllez (los que más se puedan) entrevistar a varios de sus amigos y familiares, realizar un

viaje a Medellín, donde vivió y trabajo junto al director de cine Víctor Gaviria, con el fin

de entrevistar a algunos amigos que residen allí

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AGRADECIMIENTOS

Gracias a Pedro por ser un salvador, un amigo, un maestro. Una rosa en un pantano.

A Maryluz por creer en mí. Por leerme, por corregirme.

A mi familia por quererme.

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Tabla de contenido

Pag.

Introducción…………………………………………………………………… 13

Marco teórico

De la biografía hacia el género perfil…………………………………………………. 17

Perfil

1- Solo llamas y humo……………………………………………..…………….. 41

2- Las mil y una historias ……………………………………………………….. 50

3- El siete mujeres……………………………………………………………….. 62

4- El sablazo……………………………………………………………………… 79

5- El devoralibros………………………………………………………………….. 86

6- Como en la piel de un bandido..……………………………………………….. 92

7- Pura Dinamita…………………………………………………………………… 103

Conclusiones….………………………………………………………………..…….. 117

Cronología …………………………………………………………………………….. 121

Bibliografía………………………………………………………………………….. 130

Antología

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Introducción

Cuando por fin decidí que quería hacer un producto periodístico como trabajo de grado y

que fuera un perfil o reportaje biográfico, sentí pánico. Temía esa cercanía entre la

literatura y el periodismo, ese mundo que admiraba y me temblaba en las entrañas, pero que

me confrontaba con el oficio.

Así empezó todo. Conocí autores que me mostraron un mundo nuevo, uno lleno de olores,

colores, detalles, sabores. Fue grande saber que hay tanto genio por ahí, que hay tanta

belleza en las palabras de otros, tanta pasión que yo desconocía por estar en un reino de

banalidades absurdas. Me maravillé con Gay Talese y sus retratos de Nueva York y sus

impresiones de Sinatra. Lloré con Leila Guerriero y su Patagonia. Conocí a la Marylin

Monroe de Capote y al Hemingway de Lillian Ross. Pasé noches enteras con Scott

Fitzgerald y su Cabeza y hombros. Pensé en Kapuscinski caminando por África baldía y

caótica. Los soñé a todos, quise ser todos, los odie por escribir de esa manera grandiosa.

Pasé seis meses encontrando inspiración en ellos. Seis meses en los que evadí lo que tenía

que hacer, encontrar un personaje y aferrarme a él como garrapata y, después, escribir. Pero

no sabía a quién; ¿un pintor gay? ¡no, no, no!!; tal vez un cantante excéntrico o mejor un

buen actor; no, tampoco, o ¿un periodista polémico? Pensé en todos menos en un escritor,

me rehusaba. Más que eso me aterraba tener un personaje y al mismo tiempo un juez como

objeto de estudio.

Entonces una maestra, una mujer oportuna, Maryluz Vallejo, a quien le agradezco la mitad

de mi trabajo, me habló de un escritor. Me dijo, que cuando él hablaba no podías quitar los

ojos de los de él, ni tu atención de sus historias. Que era un gran narrador, de esos que ya

no hay, un lector casi insoportable y un periodista de pura raza. Pero que también era un

bohemio y que tenía que estar dispuesta a sumergirme en su mundo. Y yo pensé que me

gustaría conocerlo, que quería escuchar sus historias, que quería tener los ojos puestos en

él. Entonces, ella me dio un libro y me dijo que lo leyera. Era mi decisión. Así conocí a

Pedro Claver Téllez y sus Crónicas de bandoleros. Y me gustó.

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Encontrarlo no fue fácil, me dijeron que pasaba largas horas en El Mercantil, un tradicional

barcito de intelectuales y jubilados en la carrera 22 con séptima. Que tal vez estaba en la

Luis Ángel Arango, en un cubículo de investigación. Que quizá pasaba las noches en una

pensión en La Candelaria. Otros me aseguraron que nunca lo iba encontrar, que no cargaba

celular; era prácticamente un fantasma.

Me importó poco, a los fantasmas sólo hay que invocarlos y aparecen. Así que lo busqué en

la biblioteca y no estaba, llamé a algunos amigos suyos que nunca supieron darme razón,

fui al Mercantil y tomé tinto, —debo confesar, mi primer tinto completo en la vida—, con

un colega suyo que me habló de Pedro durante una hora, pero tampoco sabía dónde

encontrarlo. Hasta caminé por las calles del colonial barrio con la infantil ilusión de

encontrarlo en alguna esquina, en algún café. Pero nada, nunca me lo topé. Sin embargo, un

día por fin conseguí un teléfono, todas mis esperanzas puestas en siete números. Llamé y

allí estaba, era la casa de su primo, pero allí estaba. Contestó con una voz gruesa, amable,

cálida. Desde entonces nos hemos visto más de 20 veces, nos hemos tomado más de 40

tintos, hemos caminado sin rumbo por La Candelaria, me ha dado más de 30 consejos.

Conocer a Pedro fue una especie de salvación para mí, acercarme a su vida

cinematográfica, a su nobleza entrañable, a su generosidad, con su vida, sus conocimientos,

sus libros. Hablar con él es transportarse a otro lado de Colombia, cada relato es aún más

increíble y tan lleno de imágenes que uno puede llegar a sentir, a oler, a palpar, y es que a

los 68 años tiene la memoria más fresca que he conocido en mi vida. Su figura delgada,

menuda, esconde un verdadero Goliat, un Sansón en el arte de la violencia, de los asesinos,

de los bandoleros, de los narcotraficantes, de los esmeralderos, de los locos. Este hombre

podría ser el más enterado de Colombia acerca de un tema que la mayoría evade, pero que

es la raíz de lo que somos los colombianos; es nuestra esencia, lo que guardamos debajo del

colchón.

Para descubrir la fascinante vida y obra de Pedro Claver Téllez decidí escribir un perfil. Sin

embargo, no creo siquiera haberme aproximado a la mitad de lo que podría ser este trabajo,

pienso que de ser así el libro rebasaría las mil cuartillas. Yo lo dividí en siete capítulos para

mostrar las distintas facetas del personaje, al menos las que me reveló: el niño, el amante, el

hombre, el aventurero, el lector, el escritor y el periodista. Y aunque cada capítulo se puede

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leer independientemente, todos se mezclan, como en la vida misma de Pedro: un mecano de

piezas para armar.

El perfil busca mostrarlo a él en su esencia, en sus rutinas, con sus gestos, sus gustos, sus

lugares, sus amigos. Esta es la razón, debo decir muy intencional, por la que en el texto se

encuentran imágenes reiterativas de él, de su corporalidad, de los gestos que hace cuanto

relata algo. Imágenes que casi siempre están presentes: el tinto, la lluvia, el aire, la barba,

las manos, las risas, las pausas.

El título del perfil surgió por una casualidad que me dejó pasmada: resulta que en la vida

de Pedro Claver Téllez el número siete está siempre presente. Las mujeres de su vida, las

más importantes, han sido siete. Sus relaciones, casi todas, duraron siete años, siete meses.

Tiene sin publicar siete libros. Cree con vehemencia en las siete pasiones de Shakespeare y

su bandido favorito -Efraín González- tenía el alias de 'el siete colores'. Cuando terminé el

perfil descubrí casi espantada que eran siete capítulos los que me habían salido, ni uno

más, ni uno menos. Eran siete veces Pedro.

Cuando conocí a Pedro, a finales de febrero del 2010, supe que este perfil nunca iba a

detenerse, los pasajes de su vida son incontables y su trayectoria como escritor y periodista,

inagotable. Durante el proceso advertí que es un trabajador obsesivo, nunca se detiene,

escribe como loco y lee compulsivamente. Más adelante, me enteré de que tiene casi siete

libros inéditos y muchos textos publicados durante su carrera periodística dispersos en

numerosos periódicos y revistas que valía la pena rescatar. Sentí una profunda tristeza de

saber tanto talento desperdiciado, de encontrar que hay un hombre que pasa días enteros

con sus noches, internado en una biblioteca escribiendo arte, haciendo novelas, cuentos,

crónicas, relatos, sin tener con qué pagar la pensión esa noche, ni con qué comer al

siguiente día o pagar la fotocopia del libro que no puede comprar. Y nadie sabe.

Pensé en la gran ironía de que hay muchos que lo llaman vago, pero no lo es, nunca lo ha

sido. Es un intelectual auténtico que ha llegado al límite de sacrificar la comida y la imagen

por devorar libros, por escribir historias.

Entonces quise agregarle al perfil una antología con algunas piezas de sus libros inéditos y

del trabajo periodístico archivado, que sirve de modelo de escritura. Esto con el fin de

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rendirle un homenaje a este periodista, conocedor de la Colombia profunda y narrador de la

violencia ‗post Violencia‘, para que lo conozcan las nuevas generaciones de periodistas.

Esta suerte de perfil es el resultado de todo eso y, claramente, de mis percepciones durante

el proceso de inmersión e interacción con el personaje, quien se convirtió en un amigo, en

un gran maestro, en un consejero. Un hombre que nunca dudó en abrirme su pasado

glorioso, su presente azaroso y me brindó largas horas de su tiempo, me mostró sus

espacios efímeros, me salvó del mundo de la banalidad, me enseñó amar el tinto y las calles

de La Candelaria, y, sobre todo, me reveló el ángulo del periodismo que desde que

comencé la carrera, hace cinco años, estaba buscando: el periodismo literario.

Como preámbulo de este perfil decidí que era bueno hacer una reflexión sobre el género, un

ensayo que no explorara ni su estructura, ni sus técnicas, sino el lado humano. ¿Cómo es

que un periodista logra mantener vivo a un personaje en cada palabra? También me

cuestioné acerca de su aparición en los medios como un género fresco y flexible en el

momento de escribirse, ese que daba la libertad para mezclar el inusitado mundo de la

literatura con la rigurosidad del periodismo. ¿Cómo debo llamar a este género: biografía,

reportaje personal, retrato o perfil? Esa era otra pregunta que me pasmaba un poco, sin

embargo, supe después que era lo de menos, que de cualquier forma era hermoso, y sus

comienzos y su evolución eran elementos interesantes, cautivadores.

Este ensayo previo al perfil de Pedro Claver Téllez es entonces fruto de un montón de

cuestiones y dilemas propios. Es fruto también de la admiración que siento por aquellos

periodistas, arriba mencionados, que decidieron cambiar la objetividad por las deliciosas

ramas que la literatura les ofreció.

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Marco teórico

De la biografía hacia el género perfil

Los primeros rastros de la biografía aparecieron en el siglo IV en la antigua Grecia, donde

no era más que la magnificencia y el disimulo de los defectos de las grandes personalidades

de la época. Se trataba de un género despreciado y poco valorado sobre todo porque era un

trabajo que podía hacer cualquiera para elogiar a un gran personaje o exaltarlo en su

muerte. Solía hacerse desde una perspectiva política, dejando a un lado la vida privada del

personaje.

Fue Plutarco quien hacia el año 45 D.C. consolidó el género biográfico y separó un poco la

biografía de la historia: ―No escribimos Historias, sino Vidas… y además, no siempre son

las acciones más brillantes las que muestran mejor la virtud o el vicio: un pequeño hecho,

una palabra o una broma frecuentemente revela mejor un carácter que los combates

sangrientos, las batallas arregladas o los escaños más importantes‖ (Plutarco.1995. P.39)

Plutarco escribía sus biografías humanizando a los personajes, introdujo por primera vez

los detalles y no las grandes hazañas de los personajes. Rompió también —y esto porque

nunca tuvo una curiosidad histórica— la temporalidad del relato. Sus biografías resultaban

discontinuas y sin una secuencia histórica lo que hacía del género algo diferente; el filósofo

no glorificaba cada momento de la vida del personaje, sino que magnificaba un cierto

número de virtudes del personaje que le servirían al lector como referente.

Pero el elemento que hizo de Plutarco el padre fundador de la biografía fue la

desintegración de la costumbre de hacer apologías y elogios. Él, a diferencia de las

biografías comunes, optó por no engrandecer a sus personajes; en vez de eso enfrentaba las

diferentes facetas, vicios y virtudes del biografiado y así lo mostraba en toda su dimensión.

Este filósofo fue el creador de una de las obras más importantes para las artes y las

ciencias: Vidas paralelas, que recopila la vida de 22 ilustres personajes de la antigüedad.

Un cuarto de siglo más tarde, hacia el año 70 D.C, nace el modelo de otro filósofo, pionero

en este género totalmente opuesto a Plutarco: Suetonio, quien se acercó más a la historia,

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se interesó desmedidamente por el rastreo de la información auténtica y la indagación de

múltiples fuentes, lo que lo llevó a ser muy riguroso y veraz.

Quizá con la aparición de este nuevo modelo la biografía adquirió un cierto matiz

impersonal y realista que le imprimió seriedad y apego a la historia como fuente primordial.

El modelo de Suetonio se mantuvo durante toda la antigüedad y en la Edad Media se siguió

cultivando, aunque con menos presencia.

La biografía fue afectada radicalmente por la introducción de la hagiografía: las vidas

ilustres de santos según el filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset: ―La

existencia de santos, de antiguos mártires. Se redactaron en todos los ámbitos de Europa, en

cada secta, en cada abadía, hasta en cada convento, decenas de miles se produjeron con

desesperante semejanza‖ (Ortega. 1945. Pp.113-114)

La llegada de la hagiografía reduce la importancia del personaje, por sí mismo, por sus

hazañas, detalles o virtudes. Todo esto pasa a un segundo plano; jerárquicamente su vida

queda en una posición inferior a la vida de los santos o de las personalidades que tuvieron

algún tipo de relación con Dios. En la Edad Media la hagiografía fue fundamental para la

Iglesia y para la comunidad que pretendía tomar estas vidas como modelos, formas de vida.

La biografía se sacraliza y se convierte en instrumento de la Iglesia.

Con el advenimiento de la Reforma se empezaron a generar mutaciones sociales y con ellas

la hagiografía tuvo un cambio drástico. Aunque no desapareció, perdió cierto valor y

sacralización por diferentes motivos: la individualización —el hombre empezó a adquirir

conciencia de sí mismo—; la interiorización de la vida moral — la comunidad empezó a

descubrir que la verdadera relación con Dios venía de adentro y no de la imitación de la

vida de los santos—, y la opción de elegir —aquí las personas encontraron en la libertad de

elección la posibilidad para tener una propia vida y no una ligada a las experiencias de

otros—.

La biografía empezó a obtener real importancia sobre todo en los siglos XIV y XV.

Cuando consiguió un nuevo estatus y empezó a transformarse en biografía caballeresca,

con el concepto de héroe.

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Los héroes aparecen como esa necesidad de la comunidad de identificarse con alguien más

humano y no con un santo que era inverosímil. Estas biografías afirmaban la conciencia de

una sociedad y reivindicaban una identidad que apenas se empezaba a adquirir. Sin

embargo, hubo un elemento que se conservó de la hagiografía; ese carácter de ficción que

tenían las vidas de los santos.

Un héroe era un personaje admirable que dejaba de lado su vida por los demás; entonces el

documento lo adornaba y privilegiaba:

Carlomagno fue de cuerpo membrudo, robusto, de estatura alta

aunque no desproporcionada, pues medía siete pies; tenía

redonda la cabeza ojos muy grandes y vivaces, nariz un poco

gruesa en la mitad y hermosa cabellera gris, alegre y sonriente

la faz. Por ello, tanto en pie como sentado, tenía aspecto

autoritario y majestuoso y aunque de cuello pareciese más bien

grueso y corto y el vientre un tanto prominente, tales defectos

eran ocultados por las bellas proporciones de los otros

miembros. Seguro el paso, y viril toda la estructura del cuerpo,

clara la voz, aunque no muy entonada en su emisión (Ortega.

1945. p. 122)

Este tipo de biografías eran en cierta forma novelescas; sus fuentes, además del propio

personaje, provenían de la literatura y tenían, por supuesto, un carácter épico. De esta

manera, el género empezó a adquirir una característica que lo marcaría en el futuro: la

tensión constante entre la historia y la ficción.

En el siglo XVI, con el Renacimiento, la biografía caballeresca, aunque continuaba en

auge, perdió un poco de interés. El foco se puso entonces sobre el modelo antiguo de

biografía —se vuelve a la biografía de Plutarco— que consagraba las virtudes. Se resaltó

principalmente una virtud: el honor que se volvió fundamental para el género biográfico;

por una parte, los protagonistas ya no simplemente serían de gestas militares, sino que se

abría a otro tipo de personajes que también tenían honor: innovadores, eruditos, cortesanos,

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juristas, artistas, descubridores, cientificos y pensadores. Por otro lado, el honor significaba

reconocimiento y recompensa, y esto era algo que cualquier biografía debía tener.

La biografía comenzó entonces a experimentar una serie de cambios que la llevaron por

un camino más intimista, más personal. Un camino que involucraba más al autor y, por

supuesto, mostraba otras facetas del personaje.

François Dosse, historiador, epistemólogo francés y especialista en el género biográfico

dice: ―Como discurso moral de aprendizaje de virtudes, la biografía se ha convertido, a lo

largo del tiempo, en un discurso de lo auténtico, y remite a una intención de veracidad de

parte del biógrafo, pero la tensión permanece constante entre esta voluntad de verdad y una

narración que debe pasar por la ficción y que sitúa a la biografía en un espacio, en un

vínculo entre ficción y realidad histórica‖ (Dosse. 2007. p. 16)

La biografía novelesca, que se presenta a finales del siglo XVIII, inserta en la escritura

situaciones del personaje que se relacionan más con su vida íntima, su familia, sus

pensamientos y su vida sentimental. Lo íntimo entra a formar parte del género mediante

elementos que toma de la novela y que lo incitan un poco a salir de esa estructura

puramente técnica e informativa.

La biografía moderna, en cambio, aparta radicalmente todo lo que apunta a lo literario o

novelesco, en otras palabras, a lo que pudiera dar la sensación de imaginario o ficticio. Sin

embargo, esta biografía se alimenta de elementos que la convierten en un género

importante y coherente para los científicos, por acoger diferentes disciplinas como la

historia, la psicología y la sociología, que complementan y muestran el personaje desde

otra perspectiva. No obstante, esta inclusión de las disciplinas la cristalizaron en un género

plano más apegado a la ciencia y con pretensiones de documento histórico.

La historia era claramente la madre del resto de las ciencias sociales. Todas ellas pusieron

los ojos sobre este género que tenía mucho de novelesco y ficticio y que no convencía

totalmente a las ciencias positivistas que juzgaban por la veracidad de los hechos. Debido a

la extrema presión y al desprecio, el género comenzó a mutar; de esta manera, se le

empezó a dar un lugar y una legitimidad que nunca había tenido. Las ciencias sociales le

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dieron al género un carácter reflexivo. La historia, la sociología, la antropología, y el

psicoanálisis lo despojaron de todas sus características novelescas.

En el siglo XVII, la Ilustración genera una gran cantidad de cambios y transformaciones en

el género. Desde ese momento la biografía se convirtió en un género híbrido: ―La

dificultad para clasificarlo en tal o cual disciplina organizada, la lucha entre tentaciones

contradictorias, como la vocación novelesca, la preocupación erudita, la presentación de un

discurso moral de la ejemplaridad, han hecho de él un subgénero que durante mucho

tiempo ha sido fuente de oprobio y ha padecido un déficit de reflexión‖ (Dosse. 2007. p.17-

18).

El término honor decae y la ejemplaridad heroica convierte al héroe en un simple

personaje de la historia. Con la Ilustración el héroe se hace a un lado y le abre paso a algo

que Dosse llama, ―el gran hombre‖, ―sólo el gran hombre, expresión del libre albedrío, se

cree capaz de afrontar a la multitud pasiva, prisionera de la necesidad‖ (Dosse. 2007. p.

147).

En el siglo XIX, la biografía se mantuvo como un subgénero de poca importancia. En este

periodo se empieza a consolidar una idea, la biografía tendrá que cargar a cuestas la tensión

que existe entre la historia y ella misma. La historia empezó a adquirir estatus y

respetabilidad como disciplina, como ciencia humana, mientras que la biografía se

consideraba un parásito de ella. Mientras la historia volaba a la cima, la biografía caía en

picada. Fue adquiriendo cierto desprecio inmerecido y el biógrafo un mal nombre. El

estudioso francés Loic Chotard die: ―El biógrafo… es un bandido de la casta de los del

bosque de Bondy que golpean en las sombras y luego, cuando ven que les sangra el

costado, huyen llevándose el cuchillo sangrante que les servirá durante unos días para

cortar el pedazo de pan pagado con tan gran hazaña‖ (Chotard.2007. P. 24. 25).

La biografía vacilaba entonces entre ciencia y ficción, adquirió así cierta incredibilidad

que la hizo motivo de desprecio y rechazo por parte de las ciencias humanas, sobre todo,

de la historia. La consecuencia mayor fue su degradación como género menor. ―La

biografía es un género bastardo, sin pedigrí, nacido del matrimonio contra natura de la

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ficción y los hechos y, como resultado, es un género duro de roer y al que no se le deja de

cuestionar.‖ (Dosse, 2007. p. 32).

Fue con la llegada de la Modernidad que el gran hombre se exaltó aún más y se desarrolló

hasta el punto de quedar en una relación privilegiada con respecto a los cánones de belleza

moral. Así, la biografía adquirió estatus artístico y gracias a ello se extendió hasta interesar

a artistas que por medio de diferentes formas de expresión la imitaron. ―El biógrafo, como

el retratista y el paisajista, debe aislar lo que hay de esencial en el conjunto contemplado.

Con tal elección—y si es capaz de elegir sin empobrecer—, él realiza muy exactamente una

obra de arte.‖ (Dosse. 1935. pp. 48-49).

La nueva era de la biografía

Entonces nace la biografía moderna. A ésta se empezaron a unir grandes escritores y

artistas que resaltaron el género, le dieron las bases para despegar y ser independiente y lo

impulsaron a crear un género difícil e híbrido que se debatía entre lo artístico y lo

científico. Después de esto el mundo empezó a conocer a grandes biógrafos: Stefan Zweig,

biógrafo de grandes personajes como Fouché, Balzac, Erasmo y María Antonieta; André

Maurois que se destacó con Ariel o la vida de Shelley, La vida de Disraeli, Byron,

Turgueneve y Chateaubriand; Emil Ludwing, autor de la vida de Napoleón, Lincoln y

Bismarck, entre otros, y Lytton Strachey, gran biógrafo de la Reina Victoria, Isabel y

Essex.

El tratamiento del personaje fue un factor decisivo en esta biografía moderna. Antes las

biografías se limitaban a relatar las vidas de hombres ilustres, santos, héroes, políticos,

militares y ricos. Sin embargo, esto fue perdiendo valor hasta llegar a reconocerse como

objeto de estudio al hombre común: seres que de alguna manera habían dejado una huella

indirecta, hombres que eran anónimos para la historia y, por tal motivo, resultaban

interesantes.

La biografía fue evolucionando progresivamente en el siglo XX, pero se podría decir que se

dividió en dos clases de biografías; la primera, aquella que se estableció en el paradigma

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científico, cuyo un caparazón teórico le impedía al autor escribir libremente. El placer de

mostrar las dimensiones del personaje se reduce al simple hecho de contar

cronológicamente una vida; esta clase de biografía actúa bajo el modelo antiguo y está

limitada también a actuar desde el régimen de las ciencias.

Este fenómeno generó resistencia y contraposiciones entre escritores y artistas, que no

podían darle curso libre a sus palabras; ellos sentían una clara limitación en lo que se refería

a escribir biografías. Así que, a principios de la década del 70 nació la biografía moderna.

―Si yo fuera escritor, y estuviera muerto, ¡cómo me gustaría que mi vida se redujera, con la

ayuda de un biógrafo amistoso y desenvuelto, a ciertos detalles, ciertos gustos, ciertas

inflexiones, digamos biografemas, cuya distinción y movilidad pudieran viajar fuera de

cualquier destino‖ (Dosse. 2007. P. 307)

La biografía moderna es por lo tanto ese retorno a la libertad de escritura, a la biografía

novelesca, a la narración literaria que cuenta y le da el mismo valor al detalle minúsculo y

a la gran hazaña. No se trata de describir la trayectoria de un cuerpo sobre la tierra, sino de

entender que el biografiado no es un simple cuerpo. Este personaje es también un yo que

cambia, que tiene gustos, que piensa y que se mueve en un espacio diferente al de los

demás. La biografía se libera del peso de la ciencia y de sus exigencias. El novelista y

ensayista francés André Maurois explica:

A la biografía moderna, si es honrada, le es prohibido pensar;

―he aquí un gran rey, un gran ministro, un gran escritor: en

torno de su nombre se ha edificado una leyenda; yo trato de

exponer esa leyenda, y solo esa leyenda‖. No. Ella piensa: ―he

aquí un hombre. Yo poseo sobre él cierto número de

documentos y testimonios. Voy a tratar de dibujar un verdadero

retrato. ¿Qué será ese retrato? No lo sé. No quiero tampoco

saberlo hasta haberlo terminado. Estoy lista a aceptarlo tal

como me lo haga ver una larga contemplación del modelo. Y

retocarlo mientras descubra hechos nuevos. (Maurois. P.20)

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Después de su largo proceso y juzgamiento como género menor se convierte en un género

complejo, difícil de definir y con un cierto apego a todo y a nada. Su paso por la historia y

su lucha por dejar de ser subalterno lo convirtieron en uno de los géneros más importantes

de la actualidad, la hicieron ser un medio de expresión, una forma de arte y hasta una

gestora y madre de otros géneros.

Las espinas de un género

―La biografía se refiere a un género difícil: ―Exigimos de ella los escrúpulos de la ciencia y

los encantos del arte, la verdad sensible de la novela y las sabias mentiras de la historia‖

(Andre, Maurois. P. 170)

Lo que en realidad hay que entender de este género es que es demasiado humano. Lo que

en un inicio lo caracterizaba — rechazo extremo y estigmatización como género pobre de la

historia—, esa parte que se enfoca en el detalle minúsculo, en la grandeza de ellos y en las

hazañas novelescas o ficticias fue precisamente la que desapareció. La biografía se

convirtió, por largo tiempo, en un género que tuvo que erigir ínfulas de ciencia. Ínfulas que,

incitadas por la historia, degeneraron la biografía y la convirtieron en un simple documento

histórico.

El arte del biógrafo emana de la capacidad de diferenciar, de

individualizar, incluso a personalidades que la historia ha

reunido, debe ir a la busca del detalle más, ínfimo, minúsculo,

que se esfuerce por recordar lo mejor posible de la singularidad

de un cuerpo, de una presencia… el biógrafo solo tiene que

crear, a partir de la verdad, rasgos humanos, demasiado

humanos, aquellos que corresponden a lo único. Su error es

creerse hombre de ciencia. Los biógrafos desgraciadamente han

creído generalmente que eran historiadores. Y así nos han

privado de retratos admirables. (Dosse, 2007. P. 27)

Un biógrafo no es un hombre de ciencia. La biografía no es un simple documento histórico

que relata hechos, sino uno que relata vidas, sentimientos, emociones, lo que sea que

identifique al personaje, lo que sea que sólo tenga él y que lo inmortalice. Con la

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asimilación que tuvo la biografía moderna de esos relatos literarios, que le aportan

elementos valiosos, ésta ya no se torna en un relato frío y apegado a la ciencia y a la

historia. Trasciende más allá y subjetivamente describe todo tipo de personajes: héroes,

grandes hombres o simplemente hombres comunes. ―En vez de escoger para héroes de

biografías, ―grandes hombres para que podamos imitar sus virtudes, se han contentado con

hombres despreciables, para que podamos reír de sus locuras‖ (Maurois. P. 25).

La biografía entonces iba acercándose a concebir eso que hoy llamamos perfiles, reportajes

biográficos, retratos, periodismo literario. Iba siendo esa madre a punto de parir. El

psicoanalista ensayista francés Michel Schneider dice, ―toda biografía es una novela; por

ellos me devoro tantas, pero las biografías de escritores son las únicas que leo, Y, a veces,

confieso, sólo observo las fallas del lenguaje en algunas, en el momento en el que se da el

fin‖ (Schneider. 2003. Pp. 16, 17).

Este género en realidad es difícil. Su trayecto en la historia de lo escrito, lo leído, lo

aborrecido o sacralizado, lo despreciado o adorado, se ha alimentado progresivamente de

todo y de todos. La biografía se ha convertido en un arte formado por ciencias, personas,

técnicas, mentiras, verdades y oficios. Es un híbrido que resulta ser siempre intermediario

de dos o más puntos, nunca es una sola cosa. ―El género biográfico acaba con la distinción

entre la identidad propiamente literaria y la identidad científica. Por su posición

intermedia, provoca una mezcla, una hibridación, e ilustra, mediante sus intensas tensiones,

esta connivencia siempre presente entre literatura y ciencias humanas‖ (Dosse, 2007. P.

40).

La literatura actúa como salvadora del género biográfico. Ella fue capaz de darle la fuerza y

las herramientas necesarias para concebir un género que, hoy en día, significa esa libertad

de los escritores para relatar vidas, sin tener que apegarse a reglas o estructuras comunes e

impuestas. Vidas de muertos, vivos, grandes, pequeños, héroes, malos, buenos, criminales,

simples, complejos, grandes o decadentes; vidas, simplemente vidas.

El perfil: heredero de la libertad

El género del perfil es comparado con el género biográfico. Los antecedentes de la

biografía permiten referirse a ella como madre del género perfil, hay bastantes

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características y elementos de ésta que el perfil heredó y adaptó a su naturaleza de género

periodístico. El periodismo adoptó al perfil o reportaje biográfico y le heredó esa veracidad

que lo caracteriza y lo hace al mismo tiempo documento investigativo y documento de

narración literaria. Es un género que implica necesariamente contar una vida, destacar las

virtudes, enfatizar en los detalles y describir los rasgos de la personalidad de un personaje.

El perfil debe saber los límites exactos entre el elogio y la verdad.

El perfil es un documento periodístico y literario, flexible e independiente; puede tomar lo

que necesite de donde le parezca: arte, literatura, periodismo, historia, antropología o

psicología, pero siempre con la clara intención de contar una vida, de mostrar al lector las

dimensiones no solo de un cuerpo con una trayectoria en el mundo —como lo hacían los

biógrafos antiguos— sino también del ser que habita en ese cuerpo. Un ser que se cuenta de

una forma y el mundo de otra. Retratar de la manera más sutil y exacta el choque de esos

dos mundos.

El personaje biografiado se encuentra colocado, sin saberlo, en

las candilejas. La unidad construida de su vida está sometida a

la pluralidad de las miradas y de las apreciaciones de los

testigos contemporáneos y futuros. Entre la unidad biográfica y

la pluralidad de su recepción, el género biográfico evoluciona

todavía allí en un entretejido, el de la desmultiplicación infinita

de las facetas… Cuando Sabine Flaissier escribe su María

Antonieta, se pregunta sobre la manera en que sus

contemporáneos la perciben, y espera encontrar en esas

contradicciones mismas a ―la verdadera María Antonieta.

(Dosse. 2007. P. 37)

Hacer una entrevista es cosa dura. Lo que se necesita es relativamente poco: libreta de

apuntes, grabadora de voz, preguntas pertinentes, mirar a los ojos y que nunca el

entrevistado se vuelva entrevistador, al menos eso es lo que te dicen, lo que en realidad no

sucede. En cualquier entrevista siempre el alma se destapa un poco y terminas por regalarle

al entrevistado un pedazo de ti.

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El encuentro inicial, aterrador. Ese primer contacto con alguien a quien uno está dispuesto

a volver producto literario periodístico y con el que uno se entrenará mostrando el uso

meticuloso de las propias habilidades que para esas alturas ya deberían ser desbordantes. La

mayoría de las veces resulta ser un fiasco de entrevista, pero un éxito para el que sabe

cómo usar las primeras impresiones. Según el periodista, ensayista, escritor y poeta polaco

Ryzard Kapuscinski, ― para los periodistas que trabajamos con la persona, que intentamos

comprender sus historias, que tenemos que explorar y que investigar, la experiencia

personal es, naturalmente, fundamental. La fuente principal de nuestro conocimiento

periodístico son los otros‖ (Kapuscinski. 2003. P.37).

Los grandes periodistas literarios como Gay Talese, Jhon Lee Anderson, Truman Capote,

Ernest Hemingway, Lillian Ross, Leila Guerriero, que hoy en día son ejemplo en el oficio,

tienen o tuvieron detrás de sus talentos destrezas narrativas y genialidad, fracasos,

angustias, experiencias ridículas, situaciones que fueron parte de un proceso de formación

que los llevó a crear sus propias técnicas de trabajo y métodos de aproximación al

personaje. Lo cierto es que cada periodista debe descubrir lo que necesita para realizar un

buen trabajo, cada uno es diferente, las necesidades varían y ejercen diferentes presiones.

La experiencia de adoptar el papel de periodista y enfrentar a un personaje con un nudo en

la garganta y la sonrisita incomoda, estas impresiones y experiencias individuales de cada

reportero, son las causantes de este texto que no es más que una especie de acercamiento a

las formas y estrategias que usan o usaron los grandes periodistas literarios para discernir

el alma de un personaje y construir una relación que, aunque no deja de ser extraña, es más

sincera que cualquiera. Más que estrategias son elementos irremplazables que cada

periodista, por independiente que sea, debe respetar y adaptar a su estilo.

Las voces de varios de los grandes periodistas literarios, maestros en la elaboración de

crónicas, reportajes y, por supuesto, grandes perfiles de la historia, aparecerán a lo largo del

texto como destellos de sabiduría y pequeñas luces para aquellos que se sientan perdidos en

el difícil oficio de escribir sobre alguien, y no sólo escribir, retratar con vida. Cada uno de

los que se mencionarán como fuentes tienen o tuvieron técnicas y métodos de trabajos

diferentes. Entonces, una suerte de recopilación de saberes sería lo más justo para dar una

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idea de ese proceso que se vive antes de sentarse a estructurar, escoger las palabras y elegir

las estrategias narrativas con las que se desarrollará el producto.

Por supuesto, no todo puede lanzarse en un orden impulsivo, son necesarias categorías que

concreten un poco lo que se quiere dar a entender acerca del personaje, sus relaciones y esa

secuencia de hechos que son causa y efecto al mismo tiempo.

Las categorías son: el factor humano y la sensibilidad; la curiosidad sincera, el tiempo y la

inmersión.

El factor humano y la sensibilidad

―Escribir con humanidad, a plomo y relevancia es una meta cautivante, accesible e

inalcanzable‖ (Kramer. P. 74, 77)

Arrojarse a la divina aventura de la inspiración es muchas veces una salida riesgosa,

interesante si tenemos en cuenta que lo que se quiere escribir es un perfil. Sin embargo, esto

no basta, tampoco se trata sólo de tener conocimiento acerca de las técnicas narrativas,

cómo usarlas y fijarlas al texto. No es únicamente comprender a la perfección la correcta

estructura de un texto. Interviene un elemento más importante que la chispa de

espontaneidad afortunada o las horas de estudio y teoría. Un elemento que siempre está

presente y es ineludible, el factor humano: el patrón que moldea cualquier producto del

periodismo literario; esas relaciones humanas, sentimientos y opiniones que el periodista

engendra per se.

Qué siente un periodista cuando está próximo a tener su primer contacto con el personaje.

Esto recuerda una pregunta que cita Kapuscinski en el libro Encuentro con el otro,

―¿Cómo acercarse al Otro, cuando no se trata de un ser hipotético, teórico, sino de una

persona de carne y hueso que pertenece a otra raza, que tiene una fe y un sistema de valores

diferentes, que tiene sus propias costumbres y tradiciones, su propia cultura?‖ (Kapuscinski.

2007. p. 20).

Es precisamente esto: toparse con el Otro, un otro totalmente diferente. Y cuando por fin se

conoce es ineluctable la iniciación de una relación indefinible que prácticamente surge de

una cita a ciegas; una relación que en cualquier otra profesión no sería otra cosa que un

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simple negocio o un contacto entre vendedor y comprador; paciente y médico o cliente y

negociante. Esto es diferente, es como caerse en el asfalto, no importa cuánto cuides la

herida, no importa cuánto tiempo pase, la cicatriz está, nunca va dejar de estar, hace parte

de ti. Entonces se gesta una relación donde es necesario ser consciente del otro. ―todos los

habitantes de nuestro planeta somos otros ante otros Otros: yo ante ellos, ellos ante mi‖

(Kapuscinski. 2007. p. 20). Una reflexión tal vez obvia pero necesaria.

Uno de los géneros más humanos tanto por su estructura como por su proceso y modo de

construcción es el perfil: híbrido por herencia, se tambalea entre la entrevista, el reportaje y

la crónica en donde busca elementos específicos para lograr moldear las diferentes

dimensiones de un personaje. Su excelencia radica en su hibridez, y no podría ser de otra

forma, pues cuando se trata de captar esencias y descifrar personalidades no hay otra forma

de hacerlo.

Entonces es ese otro el factor humano. Es indispensable saber de la existencia de otro

mundo complejo en todas sus insignificancias y grandezas. Se puede decir que el que no

asume la humanidad absolutamente necesaria y evidente a la hora de escribir un perfil, se

muere en el intento de escribirlo, un intento fallido sin siquiera rastros del retrato de

alguien. Truman Capote, periodista y escritor estadounidense, lo dice: ―desde un punto de

vista técnico, la mayor dificultad que tuve al escribir A sangre fría fue permanecer

completamente al margen.‖ (Capote. 1980.p.16)

Hay quienes se atreven a escribir con tibieza e inhumanidad. Escriben sobre el tiempo, de

afán, en frío, como lo haría cualquier secretaria, una noticia que simplemente responde al

qué, cuándo, cómo, dónde de siempre y a la estructura de la pirámide invertida tradicional,

que es justa en otros géneros, pero que en este puede ser letal.

El periodista y escritor Juan José Hoyos lo dice bien: ―escribir bien y emocionar al público

no son cosas que riñen con la calidad del texto periodístico, sino que son atributos que

deben coexistir‖ (Hoyos.2003.p. 36). Una buena narración no es motivo de desinformación.

Todo lo contrario, es importante para la calidad del relato, es lo humano del relato. Dice

Hoyos que así ponemos los pies en la tierra y advierte que lo que estamos leyendo es

verdad, es real. El otro tipo, el periodismo mecánico, logra el efecto inverso: ofrece una

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narración que, aunque evidentemente informa al lector, no hace ni por un segundo la

diferencia; pasa sin tocar ese lado humano inherente a nuestra cotidianidad.

Si bien fue la modernidad con su paradigma de objetivad periodística la que desnarrativizó,

como dice Hoyos, la información, la literatura le dio al periodismo ese ingrediente faltante

que hace de la profesión más digna, más sensible. El periodismo literario surgió como esa

manera de revelarse contra lo robótico y lo enciclopédico, surgió como una necesidad de

retornar a la matriz, a lo humano. En palabras de Capote es hacer del periodismo un arte.

Durante varios años me sentí cada vez mas atraído hacia el

periodismo como forma artística en sí misma. Tenía dos razones.

En primer lugar no me parecía que hubiese ocurrido algo

verdaderamente innovador en la literatura en prosa, ni en la

literatura en general, desde la década de 1920; en segundo

lugar, el periodismo como arte era un campo casi virgen, por la

sencilla razón de que muy pocos artistas literarios han escrito

alguna vez periodismo narrativo, y cuando lo han hecho, ha

cobrado la forma de ensayos de viaje o de autobiografías…

quería realizar una novela periodística, algo a gran escala que

tuviera la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la

hondura y libertad de la prosa, y la precisión de la poesía.

(Capote.1980 .P.12)

También Norman Sims periodista y escritor estadounidense habla en su libro Periodistas

literarios o el arte del reportaje personal acerca del factor humano una, expone una frase

que le oyó decir a Tracy Kidder: ―algunas personas tienen una idea muy clínica del

periodismo. ―Es una idea antiséptica, la idea de que no se puede presentar una serie de

hechos en una forma interesante sin viciarlos, es una completa tontería. Es la máxima

tendencia maquinista‖ (Sims.1996.)

Entonces el periodismo literario se vuelve ese campo de acción flexible en el que el autor se

despliega a su gusto, una forma de arte, juega con todas las herramientas que la literatura le

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brinda y con la magia de la realidad. Es ese campo de la libertad intelectual, la creatividad

en los poros, la necesidad de innovar en cada historia, en cada relato.

El rasgo que define al periodismo literario es la personalidad

del escritor, la voz personal e intimista de una persona de carne

y hueso con toda su candidez, que no representa ni defiende ni

habla en nombre de una institución o de un periódico o de una

compañía o de un gobierno, una ideología o un campo de

estudio, ni de una cámara de comercio o lugar turístico. Es la

voz de una persona desnuda, sin protección burocrática, que

habla por sí misma. (Mark Kramer. 2001)

Allí mismo Kramer resalta la parte humana del periodista, ―Alguien que ha iluminado la

experiencia con sus reflexiones propias, pero que no ha dejado de lado sus

particularidades, su sarcasmo, sus dudas y que no borra sus realidades emotivas de

tristeza, alegría, emoción, furia, amor. El poder del género está en la fuerza de esa voz‖

(Kramer. 2001.).

No se trata de volvernos androides, seres sin ningún síntoma de alteración en la vida que

trascurre fuera de las salas de redacción o de las puertas de nuestra casa; no se trata de

cumplir con un horario y desentenderse de todo, como si solo fuera un día más de trabajo.

―es esta una profesión muy exigente. Todas lo son, pero la nuestra de manera particular. El

motivo es que nosotros convivimos con ella veinticuatro horas al día.‖ (Kapuscinski. 2007.

P.32)

―El periodismo literario ha establecido su campamento rodeado de géneros emparentados

que se traslapan entre sí, como la literatura de viajes, las memorias, el ensayo histórico y

etnográfico, la literatura de ficción que se deriva de sucesos reales, junto con la ambigua

literatura de semificción‖ (Kramer. Reglas inquebrantables para periodistas literarios). El

perfil también está establecido en un campamento de géneros emparentados, los cuales

absorbe a conveniencia con el único propósito de reflejar el alma y las facetas de un

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personaje para humanizar al más grande e idealizar al más chico, degradar al arrogante e

idealizar al humilde.

Pero, sobre todo, es un género que requiere del involucramiento directo con un ser

humano; demanda el nacimiento de una relación entre el perfilado y el periodista, donde

intervienen esos pensamientos, comportamientos y sentimientos de los que hablábamos

antes. Una relación de miradas y juegos de palabras, desciframientos, curiosidades y odios.

Es una especie de situación con el otro que invoca los instintos más nobles, las emociones.

La curiosidad sincera

En una entrevista concedida por Gay Talese a un programa de televisión estadounidense

llamado a Evening with Gay Talese el periodista dijo:

Cuando yo era niño, digo, cuando estaba en el colegio pasando

casi a bachillerato , me preguntaba siempre de qué manera yo

era diferente a aquellos que estaban en clase conmigo, también

tenía curiosidad por el guarda de mi escuela, el conductor del

bus y los profesores […] yo tenía era una manera diferente de

acercarme a las personas, quería saber acerca de ellos y

supongo que lo que yo tenía era una curiosidad sincera, no una

curiosidad chismosa, más bien me interesaba saber, cómo

consiguieron ser lo que eran, cómo llegaron a donde estaban,

que los inspiraba, cómo ellos eran diferentes a mí

(Talese.2008,internet)

La curiosidad asume diversas formas; hay personas que sienten curiosidad por saber cuál es

la última tendencia de la moda o qué ha pasado con sus artistas favoritos; hay otras que se

pasan gran parte de su tiempo, y son realmente talentosas en ello, averiguando la vida de

otros o enterándose de las intimidades de sus amigos y enemigos; otras que simplemente

sienten curiosidad por cosas específicas que los afecten directamente, es decir, el interés

propio.

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Ninguna de estas curiosidades interesan en este ensayo; hay una específica y es de la que

habla Talese, de la que habla Capote: la curiosidad sincera.

Hay que aprender tanto, y de tantas fuentes: no sólo de los

libros, sino de la música, de la pintura y hasta de la simple

observación de todos los días… los escritos más interesantes

que realicé en aquella época, consistieron en sencillas

observaciones cotidianas que anotaba en mi diario. Extensas

narraciones al pie de la letra de conversaciones que acertaba a

oír con disimulo. Descripciones de algún vecino. Habladurías de

barrio. Una suerte de informaciones, un estilo de ver y oír que

más tarde ejercerían verdadera influencia sobre mí, aunque

entonces no fuera consciente de ello. (Truman Capote. 2003.

P.10)

Este tipo de curiosidad no la tiene todo el mundo, ni se desarrolla fácilmente; es una

curiosidad inmanente al intelecto de la persona y, como lo afirma el escritor, es un

elemento fundamental en todos los periodistas. En otro momento de la entrevista, dice

Talese:

Mucho de lo que es ser un buen estudiante, supongo, es

memorizar lo que el profesor te haya impartido para realizar un

examen, un trabajo o alguna parte verbal. Lo que yo en

realidad siempre tuve como estudiante, particularmente en el

colegio y en la universidad, fue curiosidad por las personas,

ciertamente no hay nota alguna para eso, pero sin esto uno

jamás podría ser periodista o escritor de no ficción o

historiador, uno necesita curiosidad y una habilidad para estar

fuera de uno mismo, en vez de ser narcisista o egocéntrico

pensando en uno mismo. (Talese. 2008. Internet)

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Un periodista y en particular un periodista literario que se encauce en la labor de escribir

sobre un tema o un personaje y no posea curiosidad nunca lo podrá lograr, o al menos no

con éxito. Los grandes periodistas literarios parten de la curiosidad por sus personajes,

aproximarse y tener un punto de partida, romper el hielo. El periodista norteamericano Jon

Lee Anderson dijo en una entrevista a la revista Gatopardo: ―Siempre parto de una

curiosidad que me come por dentro: quiero saber mucho más de lo que la persona está

dispuesta a dar. He aprendido a ser muy paciente y a tener intuición para que el

entrevistado se sienta a gusto y se atreva a ´abrirse` conmigo‖. (Anderson. J.L. 2009.

Gatopardo)

La curiosidad es el punto exacto de partida para todo lo que un perfil implica. Se pone en

marcha, la curiosidad por el personaje, su vida, su entorno, su oficio, debe ser sincera, sino

nada va ser cierto; la curiosidad es la que hace ir más allá al periodista, aguantar lo bueno,

lo malo, aprender a esperar, a querer al personaje, a entenderlo.

La curiosidad sincera es en otras palabras, tener un interés verdadero y el interés verdadero

genera confianza y honestidad. ―Me llevó tiempo pero llegué a que confiaran en mí y les

cayera bien. Parece que mucho depende de la personalidad. Si uno es una persona a la que

le gusta la gente y la respeta, y que demuestra un interés verdadero, las cosas resultan

fáciles. Uno no puede ser arrogante. No puede ser áspero. Eso sencillamente no funciona‖,

— le dice Richard West a Norman Sims hablando del oficio del periodista literario—.

Sin curiosidad un periodista literario no es nada; no puede haber ningún vínculo seguro y

real con el personaje y si lo hubiera sería falso; carecería de ese contacto emocional que es

el elemento fundamental para llegar a otro punto relevante en el proceso de escritura del

perfil; el tiempo, la inmersión.

El tiempo y la inmersión

Esta categoría es por su naturaleza la más necesaria y la que puede llegar a producir—si es

que no existen—las otras dos categorías. El tiempo es fundamental para la escritura de un

texto literario que involucre periodismo. El tiempo que el periodista esté dispuesto a pasar

para profundizar en un personaje es lo que llega a producir una curiosidad sincera.

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―Descubrí que uno tiene que comprender una gran cantidad de cosas aunque solo sea para

escribir un pequeño fragmento. Una cosa lleva a otra. Hay que meterse dentro del asunto

para hacer que casen las piezas‖ (Sims. 1996. pp 18-19). No importa el tiempo que tome,

hay que estar dispuesto a gastarlo todo, a no temer por la efectividad de éste, a saber que de

ese tiempo depende la relación con el otro, el interés y los efectos que pueda tener sobre

uno y, sobre todo, la calidad del texto. ―Los periodistas literarios apuestan con su tiempo.

Su impulso de escribir los lleva a la inmersión, a tratar de aprender todo lo que hay que

saber sobre un tema‖ (Sims. 1996. P 19)

La inmersión es lo que hace que un periodista pueda llegar a sentir lo mismo que su

personaje, a entenderlo y retratarlo en todas sus facetas, desarmarlo, analizar cada capa de

su humanidad. Es el elemento que puede producir a un periodista emociones, curiosidad, la

capacidad de aguantar, de sacrificio, de ver más allá de lo que el mismo personaje dice, ver

a través de sus ojos, llegarlo a querer. Es un elemento que brinda al alma la capacidad de

expresar sinceramente.

Es evidente que las categorías se interrelacionan, esto es coherente, las tres se

complementan y son absolutamente necesarias para pensar siquiera en hacer un buen

trabajo.

Balzac por Zweig

Uno de los biógrafos más importantes del siglo XX fue el austriaco Stefan Zweig. Entre sus

obras se destacan las biografías de María Estuardo, Fouche, María Antonieta y Balzac, el

novelista francés más importante de la primera mitad del siglo XIX. Las técnicas narrativas

utilizadas por Zweig revelan su gran talento para ahondar en las facetas de los personajes.

La biografía que escribe Stefan Zweig sobre Honorato de Balzac no es un común. Fue

publicada en 1920 y es un texto que cruza la línea de la literatura, casi de la novela.

Meticulosamente, explica cada aspecto, faceta del genio francés. Describe física e

interiormente al niño, al joven, al viejo y expone con naturalidad al traumatizado, al

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apasionado lector, al imparable escritor, al ambicioso negociante, al maltratado hijo, al

amante precoz, al fracasado , al arruinado, al célebre escritor.

Es una biografía escrita en tiempos de guerra, por el autor, quien murió antes de publicarla.

Su amigo, Richard Friedenthal , la reeditó y después de un apurado trabajo de

investigación, en medio de bombardeos y muerte, publicó como obra maestra de Stefan

Zweig.

Stefan Zweig ahonda en la vida de Balzac. Desde el número de las novelas, libros,

artículos que escribió, hasta el número de tazas de café que se tomó. El ultraje de una

madre a la que siempre percibió como su peor enemiga y las actitudes maternales que

buscaba en sus mujeres y amantes. Las humillaciones y golpes que recibió en el internado

de los oratorios en Verdome, donde fue enviado a los 6 años de edad y abandonado al frío y

a la suerte. La cantidad de horas que dormía al día y las que trabajaba sin soltar la pluma.

El desprecio de la burguesía que lo tentaba. La transformación de un niño que pasó de ser

delgado, desnutrido, demacrado y jorobado a gordo bonachón y poco agraciado. El cariño

de una mujer mayor, casada, a la que amó, y vio como una guía y amante. Las pocilgas

donde vivió desde los 20 años en París y escribió cientos de novelas y libros que oscilaron

siempre entre el fracaso literario y la grandeza. El fetiche que tenía por las antigüedades y

el arte que compraba a precios muy bajos. Las deudas abismales que lo persiguieron toda su

vida. La ruina, el fracaso, el hambre y el desprecio que fueron necesarios, según el mismo

Balzac, para realizar sus mejores obras1; obras que según Zweig hablan entre líneas del

mismo Balzac.

Para retratar un personaje como Balzac es necesario basarse en las declaraciones y

expresiones de él mismo. Zweig uso esto como elemento narrativo; por ejemplo, cuando

habla del desprecio que sentía por su madre lo hace usando palabras del mismo Balzac,

evidenciando la relación nula de madre e hijo:

1 La comedia humana 1842. La piel de zapa, 1831 . Louis Lambert, 1845 . Eugenia Grandet, 1834 . La

búsqueda del absoluto, 1834 . Papá Goriot, 1834. La duquesa de Langeais, 1836 . El Coronel Chabert, 1835 .

La muchacha de los ojos de oro, 1889 . El lirio en el valle, 1836 . La Misa del ateo, 1836 . Cesar Birotteau,

1837 . Las ilusiones perdidas (I, 1837; II, 1839; III, 1843) . La prima Bette, 1846 .El primo Pons, 1847.

Esplendor y miseria de las cortesanas, 1847

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―A pesar de su natural bondad Balzac, ya adulto, nunca pudo olvidar el repudio que había

sufrido por parte de aquella madre extravagante…

―si la señora supiese qué mujer es mi madre: un monstruo y, al mismo tiempo, una

monstruosidad… ya me odiaba antes de haber nacido. Yo he estado a punto de romper con

ella, y esto era casi una necesidad. Pero prefiero seguir padeciendo. Esto es una llaga que

no puede sanar. Supusimos que estaba loca y consultamos a un médico que desde hace

treinta y tres años mantiene relaciones de amistad con ella. Pero el médico nos dijo: ¡oh!

No, no está loca. Únicamente es mala…‖ Mi madre es la causa de todo el mal de mi vida‖

(Stefan Zweig.1920. P. 852)

Mediante la inmersión en el mismo personaje, del peso de las palabras de Balzac, Zweig

encuentra la forma de narrar los mayores padecimientos de Balzac. Cuando se refiere a la

pocilga a la que su madre lo envió cuando él decidió ser escritor, media una apreciación de

su propio tugurio.

―No podía haber nada más abominable —escribe Balzac años después— que esta

buhardilla con sus paredes amarillas y sucias, rezumbando miseria… El tejado se

inclinaba violentamente y las tejas ajustadas dejaban ver el firmamento‖.

Zweig suele citar pasajes de las novelas de Balzac y los conjuga con sus personajes, en

especial, hace énfasis en Louis Lambert2, obra maestra de su célebre trabajo La comedia

humana3 y que según el autor siempre tuvo algo de autobiográfico. Balzac fue un niño

atormentado por sus padres, enviado a un internado con métodos dictatoriales y acosado

por sus profesores por ser diferente.

2Louis Lambert, escrita en 1832. Está ambientada principalmente en una escuela en Vendôme, la novela

examina la vida y las teorías de un niño prodigio fascinado por el filósofo sueco Emanuel Swedenborg (1688–

1772).

3 La Comedia humana (en francés, La Comédie humaine), es el título de uno de los mayores proyectos

narrativos de la historia de la literatura: Honoré de Balzac, su autor, se propuso escribir 137 novelas e

historias interconectadas que retrataran la sociedad francesa en el período que abarca desde la Restauración

borbónica hasta la Monarquía de Julio (1815-1830).

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―La forma en que Balzac escogió para la presentación de los años de su puericia fue el

retrato doble: se pinta a sí mismo en los dos amigos del colegio en el poeta Luis Lambert y

en el filósofo ―Pitágoras‖… En realidad, ambas veces él mismo era Luis Lambert y, por lo

menos, los acontecimientos exteriores de esta figura apaentemente imaginada fueron los

suyos‖ Louis Lambert. (Paginas 689/690

―Este niño flaco es al mismo tiempo muy fuerte… padeció todas las posibilidades de

sufrimiento del cuerpo y del alma. Encadenado como un esclavo al banco de un pupitre,

golpeado, atormentado por una enfermedad, maltratado en todos sus sentidos, apretado

en un tornillo de adversidades, veíase obligado a abandonar su envoltorio externo a las mil

tiranías del instituto… Entre todos nuestros sufrimientos físicos, el más duro era

ciertamente el causado por una correa de cuero, de dos dedos de espesor más o menos,

que, con toda la fuerza, con toda la ira del profesor, zumbaba en nuestras manos… Luis

Lambert sufría frecuentemente palizas de vara y agradecía esto a una facultad de su

carácter, de la cual durante mucho tiempo no había sabido nada.‖ (Stefan Zweig. 1920. P.

859)

Para retratar a las mujeres de Balzac, las que el incluyó y amó, y la relación que éste tenía

con ellas, Zweig usa sus voces. Algunas cartas recopiladas por él donde Balzac habla con

su hermana y sus amantes y las respuestas cariñosas de ellas. En las cartas que Balzac envía

a su hermana Laura Zweig tiene la intención de mostrar la ambición del personaje, su ego y

la vergüenza que sentía de saber que se vendía por dinero. De esta manera está mostrando

también la fragilidad de un genio que necesita un consejo.

― ! Ah, mi querida Laura!—suspira todos los días—, bendigo mi suerte que me ha hecho

abrazar esta profesión libre, y estoy convencido de que en ella ganaré dinero. Pero, ahora

que creo conocer mi capacidad, siento mucho tener que desperdiciar la flor de mis

pensamientos en tales absurdidades. Veo mentalmente algo delante de mí y si pudiese estar

tranquilo en cuanto a mi situación material… trabajaría en obras de valor‖.

Y cuando el joven Balzac se enamora de una mujer mucho mayor que él, la seduce

irremediablemente con una respuesta radical a la carta que ella le envía informándole de la

diferencia abismal de edades.

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―Temía la maldición del ridículo que el mundo lanzaría sobre el amor de un joven de

veintitrés años y una mujer de cuarenta.‖

Está decidido a vencer la resistencia de su amiga y le dice casi airado:

―! Dios mío! Si fuese mujer, si tuviera cuarenta y cinco años y aún fuese digna de ser

amada ¡oh!, procedería de manera muy diferente a la suya. ¡Qué problema es ser una

mujer que se encuentra en los comienzos de su otoño y se niega a coger la manzana que

acarreó la desgracia de Adán y Eva!‖.

El autor también enseña en el texto algunas opiniones de personas que conocieron al propio

Balzac, que lo trataron y opinaron sobre él. Estas fuentes son muy recursivas a la hora de

explicar cómo lo veían, quién era Balzac para los otros.

―Balzac era entonces de especial y muy notable fealdad, a pesar de sus pequeños ojos que

la inteligencia hacia chispear. Un talle grueso, achaparrado, pelo negro y desgreñado,

una cara huesuda, boca grande, y dientes dañados‖ (Stefan Zweig. 1920. P. 876)

Por su complejidad, esta biografía entra en el ámbito literario. Se destaca la utilización de

técnicas narrativas como el diálogo y de descripciones detalladas, minuciosas y hasta

absurdas; como el hecho de que Zweig se detenga hacer una pequeña apología al café,

tomado como el mejor amigo del genio y citar cuantas tazas de café tomaba Balzac al día y

cuantas se pudo tomar en su vida.

―Sin café no hay trabajo o, por lo menos, no hay aquel trabajo incesante que Balzac juró

realizar. Aparte del papel y la pluma, Balzac lleva consigo a todas partes, como tercer

utensilio de trabajo, su máquina de café, a la cual está acostumbrado como lo está su mesa a

su cogulla….si las cincuenta mil tazas de café fortísimo (esta es la cantidad calculada por

un estadístico) aceleraron la producción de la gigantesca obra ―La comedie humanie‖,

también al mismo tiempo echaron a perder precozmente el corazón de Balzac‖. Con esta

última frase introduce la causa de la temprana muerte del escritor francés: su adicción por

el tinto, la obsesión por el trabajo y por su ambiciosa causa. Honorato Balzac muere en

1850.

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PERFIL

Siete veces Pedro

“Vida folletinesca y periodismo de aventura de Pedro Claver Téllez”

Había pasado ya cuatro meses allí, en esa casa de dos puertas y cocina pequeña, pero ese

día se marchó para no regresar. Había vivido con Ernesto, su primo, en su casa; más que

primo era un extraño con su misma sangre. Alguna vez, hace cuatro meses, se toparon en la

calle y decidieron trascender el lazo sanguíneo. Más que eso, era el afán de Pedro por tener

dónde dormir; más que eso, era el afán de su primo por explotar el ingenio de un genio.

Tiene una calva entre lanillas blancas, mirada enérgica pero dulce, leves prenses bajo sus

ojos marrones y liniecillas surgentes sobre las cejas grisáceas. Ya pasa de los 60 y le

gusta el tinto. Abre la puerta con un afán lento, extraña algo con los ojos. La casa tiene dos

puertas, primero una de metal y la de adentro de madera. Abre las dos y deja temblar un

poco las manos de hombre joven. Tiene ojos buenos, con arrugas bien puestas y unos lentes

que levanta de vez en cuando. Se toma una dos tazas, hasta un termo de tinto, qué más da,

el estómago cruje. Se prepara uno, lo hace encorvado, como cuando camina, pero tiene

manos firmes, gruesas, de atleta, de mostrar. Su ropa es dos tallas más grande que él,

regalada tal vez. Es de andar, caminar la calle, de frío y de calor; de evocar su infancia de

niño con resortera, de niño escala arboles, de niño secuestra pollos. Es muy delgado,

aunque dice que devora, y en verdad lo hace.

La barba es de un blanco cenizo con secuelas de cigarrillo; como un Jesús ya viejo. Sus

dientes cuentan la historia de un hombre que fumaba excesos y tenía vicios mal cuidados,

mal llevados; se ven escasos, los dientes, pero son auténticos. Su mano firme pasa de vez

en vez y oculta los orificios que desde el otro lado deben mostrar su mismísima alma.

Tiene mil historias que contar. Alguna vez una gitana en Cali le leyó el futuro. Él no creyó

cuando le dijo: Usted va a publicar muchos libros, el primero va a ser de caratula negra y

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letras blancas; él no creyó cuando le dijo: Usted va ser un judío errante, no va a soportar un

solo sitio; él no creyó cuando le dijo: Usted va tener muchos accidentes, muchos muy

graves; él no creyó cuando le dijo: Usted va tener muchas mujeres, muchos amores. Él no

creyó, nunca creyó.

35 años más tarde tiene un balance de siete mujeres, dos atentados y un secuestro, ha

publicado doce libros, el primero de carátula negra y letras blancas. Y esa tarde había

decidido irse de la casa de su primo, marcharse, no volver más.

Capítulo I

Solo llamas y humo

Un niño aterrado por la violencia y seducido por ella. Una mezcla que dio paso al escritor

apasionado por los bandoleros, guerrilleros y criminales; al lector insaciable de novela

negra y crónica roja, y al aventurero caminante de Colombia, cronista de los pueblos más

recónditos, de ríos y montañas, al amante errático, solitario.

Es temprano y el hombre se dirige hacia un cafetín en forma de vagón de tren, camina

pausado y viste un traje gris con una camisa de cuadros amarillos, corbata azul y zapatos

negros, impecable. Se sienta en una de las mesitas que delinean el lugar. Pide un tinto

pequeño, saca un libro y empieza a leer. Tal vez sea un cuento de Ernest Hemingway o un

libro de Bruce Chatwin o una crónica de Gay Talese o una novela de Leonardo Sciascia.

Pedro Claver Téllez Téllez (Claver es nombre) nació el 28 de octubre de 1941 en un

pueblo de Santander: Jesús María. A los 5 años, Pedro era un niño feliz. De los 6 años solo

recuerda el día que mataron a Jorge Eliécer Gaitán. Pedro cierra el libro y se empieza a

sacudir el vestido gris, pasa la mano por la delgada cola de pelo recogida con un caucho

de oficina, la enrosca, se tocaba la barba y adopta una posición de contador. ―Mi papá tenía

un granero y a ese granero llegaban con frecuencia camiones a cargar y descargar bultos;

había un tipo, un fortacho, un hombre gigante que tenía en vez de la mano derecha un

garfio y se la amarraba con correas, agarraba los bultos con el garfio y los echaba al

camión. A mí me gustaba verlo. El 9 de abril de 1948 el tipo, que era liberal a muerte, le

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enterró el gancho en la barriga a un conservador que estaba pasando en ese momento por

ahí, lo agarró y, chan, le metió el gancho, después no se lo podían sacar. Yo vi eso y me

desmayé. Ese fue mi primer contacto con la violencia‖, dice trastocado.

Desaparece el campo y empieza la guerra. Esa guerra que sin saber le da golpecitos en la

conciencia y le anuncia que su vida ya nunca va a ser la misma; que en la vida hay muerte,

hay caos, hay malos, hay buenos; que el niño debe crecer y contar. Nunca volvió a ser el

mismo. Ahora tiene 68 años y aún recuerda la sangre y el grito: ―! Mataron a Gaitán!‖, el

garfio y la nube de violencia que se avecinaba, el holocausto que se olía en el pueblo que,

días más tarde, ardió en llamas, y Pedro lo vio y no se desmayó.

Llega la mesera con el tinto y lo posa sobre la mesa de madera verde, él le hace un gesto

amable con los ojos, la mesera asiente y desaparece. Él levanta una mano y la mueve en el

aire de forma horizontal y dice: “Era un corregimiento que se llamaba La Belleza. Nos

tocó salir de ahí porque era de mayoría conservadora, habían muy pocos, entonces nos

fuimos para otro pueblo que se llamaba Florián y cuando llegamos a Florián también

estaba incendiado, solo se veían llamas y humo.‖

En los años 50, a los 9 años, Pedro cambió el campo por la ciudad, los grandes espacios

por la estrechez, las bocanadas de aire limpio por el humo de los carros y el relajo de la

capital; sus padres corrieron a la gran ciudad exiliados por la violencia y por las amenazas

a los liberales fervorosos. ―Yo era un niño tímido, traumatizado‖, dice y encoge un poco el

cuerpo delgado sobre la silla y continúa: ―Me mareaba montar en bus, me daba vómito,

mareo; una montada en bus me costaba tres días de enfermedad; era al parecer lo que las

viejitas del campo llaman ´estar descuajado`. Entonces sí, fui un niño traumatizado por los

hechos de la violencia, por el efecto de ella, más que por ella. La ciudad para mí era

inconcebible, pasó mucho tiempo antes de que me adaptara o tuviera amigos; mis amigos

de la niñez en Santander los perdí, nunca los volví a ver, muchos de ellos murieron por

hechos de violencia.‖

La familia de Pedro estaba compuesta por un padre viejo, una madre joven y cinco hijos,

cuando llegaron a la ciudad vivieron en un garaje. Mientras cuenta se sobresalta de la silla

y dice afanando la voz: ―Recuerdo el ruido espantoso, entraban carros toda la noche, la

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familia no dormía‖. No dormían pero descansaban de la guerra. El padre, que era un

dirigente político liberal de la región, había sido perseguido y expulsado del pueblo después

de la muerte de Gaitán y había llegado con suerte a aquel garaje. Después de vender

algunas propiedades que aún mantenían en el pueblo los buenos aires llegaron a la familia,

entonces cambiaron el garaje por una casa que, cuenta Pedro, ―era muy bonita y grande, a

las afueras de la ciudad, a un paso del campo‖. Respira. Recuerda.

Por su parte cambió el bus por la bicicleta. ―Montar en bicicleta fue una de mis grandes

pasiones. Yo la ponía al lado de la cama. Como me mareaba en los buses, entonces iba al

colegio en bicicleta, llegaba con mi maleta en una parrilla y la amarraba a un palo‖.

Mientras da sorbos gigantes al tinto pequeño confiesa que siempre fue un niño de grandes

sueños, que soñó con ser un ciclista y lo fue: en 1959 Pedro corrió parte de una Vuelta a

Colombia y compitió con Rubén Darío Gómez, Cochise Rodríguez y Pajarito Buitrago, los

grandes corredores de la época. También soñó con ser un gran escritor.

Desde la silla se le aprieta la entreceja y una cantidad de liniecitas se le marcan en la frente

y debajo de los ojos. Dice, ―yo tenía un pie en el campo, era muy feliz cuando podía ir a

donde había nacido, pero me daba miedo el recuerdo de la violencia que estaba asociado

con el paisaje. El recuerdo de Florián en llamas era muy triste. Yo sentía que la violencia

nos había sacado del paraíso y nos había traído al infierno.‖ Pero la ciudad, con el tiempo,

dejó de ser el infierno y se convirtió en esa oportunidad de vivir de nuevo.

***

Todavía sentado allí, varias personas lo saludan. Le dicen:

—Hola maestro. ¿Cómo está maestro?

Él se limita hacer un gesto sonriente, amable, muy cortés, levanta la mano y saluda. Si son

amigos se levanta de la silla y dialoga instantes cortos, después les da palmaditas en la

espalda, se despide, se vuelve a sentar.

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A la hacienda Santa María llegó a los 12 años. Gonzalo Téllez Ruiz, el padre, cuidaba los

caballos y el ganado de la hacienda de descanso de los López Michelsen. ―Era una casota

impresionante, los fines de semana llegaba López Michelsen con su esposa y sus hijos, que

estaban muy jóvenes; llegaban a caballo y con botas inglesas‖, comenta Pedro como

impresionado todavía.

―Alguna vez a la hacienda llegó el pájaro más hermoso que uno se pueda imaginar‖,

recuerda levantando las cejas y extendiendo las manos hacia arriba. ―Un ave de grandes

plumas rojas, pecho amarillento y cabeza verde: Un pájaro exótico no típico de aquella

región‖; lo describe como si lo estuviera tocando con las manos y explica que cuando era

niño, de pantalones cortos y tirantes, pasmado lo miró acercarse hacia la cerca que lo

separaba de los demás pastizales de la finca ―Un anuncio, tal vez‖, pensó. Con un golpe de

cauchera lo espantó y el pájaro de plumas rojas se devolvió por donde venía. ―Me quedé

viéndolo como cuando uno se queda mirando a un avión irse del aeropuerto‖. Mueve la

cabeza asintiendo y entrecierra los ojos marrones claros.

La hacienda le trae muchos recuerdos, empieza a hablar de una cantidad de imágenes que

recuerda. Dice que solía correr por los campos de jaragua y le olían a vida en los pulmones.

Que soñaba pájaros y llenaba cuadernos enteros —todavía lo hace— con dibujos de ellos.

Que se leyó un libro de Rudyard Kipling4 ―El libro de la selva‖ que habla de un niño que

creció en la selva criado por monos y deseó haber sido él: ―me inventé una manera de

caminar de árbol en árbol a través de unas lianas. Yo era Tarzán. Llegué a pasar por 15

árboles sin tocar tierra‖. Que desde la cima de uno de esos árboles se veía una laguna

bellísima y que una vez, desde allí, vio morir ahogados a dos amigos suyos. Que estuvo

perdidamente enamorado de una niña hermosísima que se llamaba Cielo Lara y le llevaba

flores exóticas del bosque.

Quizá desde allí, desde Cielo Lara, se veía el poder que las mujeres iban a tener sobre él. Su

madre era una mujer muy joven, ―quizá muy joven‖, reflexiona pasando la mano por las

4 Joseph Rudyard Kipling. Nació en Bombay el 30 de diciembre de 1865 y murió en Londres, 18 de enero

de 1936. Fue un escritor y poeta autor de relatos, cuentos infantiles, novelista y poeta, se le recuerda por sus

relatos y poemas sobre los soldados británicos en la India y la defensa del imperialismo occidental, así como

por sus cuentos infantiles.

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fibras grises de la barba. Había sido la quinta esposa de su papá y tenía 33 años menos que

él ―yo era hijo de una mujer que tenía 23 años y mi papá 60. Sara Catalina Téllez Melo‖.

Sara Catalina era la madre de cinco hijos, pero parecía una hija más de ese señor que ya

tenía 19 hijos con diferentes mujeres, algunos mayores que ella. Sarita, como le decía

Pedro, crió a sus hijos viendo como le decían mamá a otra. Cruza las piernas sin quitar la

mano del mentón y dice: ―Yo comencé a crearme un universo que giraba en torno de un

papá viejo y una madre a la que yo no le decía mamá, porque yo creí que era mi hermana.

Yo creí que mi mamá era una muchacha del servicio que había acompañado a mi papá casi

20 años. Mamá Veroca.‖

Mamá Veroca se llamaba Verónica, una señora vieja, casi de la edad del padre, lo que le

resultaba más coherente a un niño que nunca conoció a su padre joven. Baja la voz, la

vuelve más suave y dice, ―era una mujer muy dulce, me consentía mucho. Ella se murió

queriéndome entrañablemente. Murió cuando Pedro ya tenía 25 años y ella 96: La fui a ver

y me cogió de las manos y me dijo:

—Que Dios lo bendiga, mijito. Dice Pedro imitando la voz de la anciana.

Sara Catalina Téllez y Gonzalo Téllez no tenían el mismo apellido por casualidad, en

realidad eran parientes; el padre de Sara era familiar de Gonzalo, casi tenían la misma edad.

Quita la mano del mentón y se apoya en la mesa explicando que la edad de su padre nunca

importó, él siempre estuvo allí para él, ―era muy liberal y una gran persona‖, expresa

orgulloso, ―era un papá viejo, un papá de pelo blanco y barba blanca. Era un campesino,

pero un lector apasionado y un gran conversador. Yo era su lazarillo y su mayor

admirador; a mis 14 años, él tenía 68. Me gustaba oírlo, me gustaba estar con él. Recuerdo

que me dormía en un sofá con la cabeza recostada en sus piernas y después me llevaba a la

cama sin que me despertara; yo lo quería muchísimo‖.

Gonzalo Téllez Ruiz era viejo, pero impetuoso y la primera gran influencia en la vida y la

obra de Pedro. Un viejo que tenía grandes historias por contar, que se las contó a su hijo,

que su hijo después soñó y se obsesionó. Nació en 1888 y había ido a la guerra de los Mil

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Días cuando apenas tenía 12 años; había estado en la batalla de Peralonso5. Había cargado

el fusil del General Uribe Uribe en la batalla de Palonegro6. Pedro, todavía sentado, habla

de su padre abriendo los ojos como dos enormes linternas y le intenta vacilar la voz ―me

contaba detalles que me impresionaban, por ejemplo, de la batalla de Peralonso dice que él

vio cientos de cadáveres tirados en el río, manadas de chulos rodeando el campo de batalla

por el olor a muerto. El hambre, la angustia de un niño metido en medio de todo eso; le

tocó una niñez dura, jornadas muy intensas, dormir a la intemperie. Él tenía un recuerdo

terrible, lloraba cada vez que me contaba los episodios de la guerra, ver a la gente

muriéndose, con las heridas llenas de gusanos porque no había medicinas. Él me dejó la

impresión de una guerra terrible, que me marcó muchísimo; quizá por eso es una temática

que yo abordo siempre, casi todos mis libros y escritos giran en torno a la violencia del

país‖.

El abuelo de Pedro también era un hombre de guerra, se llamaba Patrocinio Téllez y

perteneció al ejército de la nación, Pedro no alcanzó a conocerlo, pero sí sus historias.

―Su especialidad era pelear con machetes y garrotes porque entonces no habían fusiles,

peleaban con machetes, bordones o palos. Era un viejo supremamente fuerte; murió de 102

años‖, dice asomando una sonrisa suave, dulce. Sabía estas historias porque ―Chalito‖,

como le decía a su padre, pasaba horas contándoselas, deleitándolo con la historia de la

guerra que poco a poco se fue convirtiendo en la obsesión de Pedro Claver Téllez, el

escritor.

Lágrimas para las montañas

Gonzalo era un hombre bueno, nunca le pegó, no lo maltrató de ninguna forma y, sobre

todo, le inculcó el gusto por la lectura, la historia y la geografía. Hace una pausa en la

conversación, se pasma y riega la mirada por el suelo de madera, después vuelve, se ríe

fuerte. ―Alguna vez le robé plata a mi papá para irme a Cartagena. Mi papá había vendido

5 Enfrentamiento militar llevado a cabo los días 15 y 16 de diciembre de 1899, en el marco de la Guerra de los

Mil Días, entre Liberales comandados por el general Rafael Uribe Uribe y los conservadores 6 La Batalla de Palonegro fue un enfrentamiento bélico llevado a cabo del 11 al 25 de mayo de 1900 durante

la Guerra de los Mil Días. Es la batalla más importante de este conflicto y pese a librarse dos años antes del

fin de la guerra fue decisiva para el triunfo de los conservadores sobre los liberales.

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un carro y yo vi donde guardó la plata. Un día le quité una parte de la que tenía ahí y le dejé

una nota que decía:

—Chalito: discúlpame este robo, yo te lo voy a pagar poco a poco, pero no aguantaba que

pasara un minuto más sin conocer el mar.

En esa época ya tenía 14 años y por primera vez conoció el mar. Las sonrisa se le

convierte en carcajada, una muy fuerte que suelta encorvando la espalda y moviendo las

manos, disfruta de estas picardías, de su historia: ―Por primera vez monté en avión y me

fui. Llegué a la playa, me dio una alegría tremenda y además tenía dinero, mucho dinero.

Conseguí un buen hotel; me bajé de un avión todo serio, como un viejo, y fui a conocer el

mar; me emborraché y amanecí la primera noche en la playa. Me quedé casi una semana

comiendo pescado, tomando trago, compré camisas de Lacoste, guayaberas, ropa. Pero el

miedo de regresar ¡qué miedo¡‖, comenta casi en susurro.

―Al regreso, mi papá me dijo:

— Siéntese ahí joven. Eso no se hace, te rebajo ésta porque tuviste el coraje de escribirme

una nota. No te perdono porque no quiero un ladrón en mi casa. Yo le contesté:

— Papá, yo te trabajo los fines de semana en el granero hasta pagarte la plata.

Él aceptó la idea, sin embargo, me pagaba porque sabía que yo necesitaba la plata. Se le

ablandó el corazón.‖ Nunca se arrepintió de su primer viaje al mar, ―la naturaleza y las

montañas siempre tenían un misterio para mí, cuando las pude ver desde el aire sentí una

emoción impresionante, cuando hice mi primer viaje en avión lloré viendo las montañas‖.

Pone sobre la mesa un cuaderno y de su bolsillo de la camisa saca un bolígrafo que siempre

lleva con él y empieza a dibujar una especie de mapa sobre la hoja y comenta mientras

señala, ―yo no sé porque fui tan afortunado, vi todo lo que yo quería ver vi la cordillera

central, el Magdalena, y yo me acuerdo que lloré, lloré y llegué llorando y soñando con que

algún día caminaría como los conquistadores y para recorrer la geografía.‖ Se detiene, mira

fijamente los trazos que acababa de hacer, suspira…

***

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48

Los cuadernos que carga a sus 68 años son cuadernos de escuela, de pocas hojas y de

asombrosa caligrafía; en las páginas se vislumbran figuras de pájaros geométricamente

dibujados, pájaros y más pájaros. Raro. Y de esto no dice mucho, dice que siempre lo hace,

que no entiende por qué, pero en sus hojas al igual que en su vida siempre aparecen aves.

Los ojos de Pedro vuelven a perderse, empiezan a mirar para adentro y paralizado todavía

desde la silla dice: ―Nuestra casa, mía y de Nidia, tenía un ventanal que daba a la calle, en

el ventanal habíamos puesto unas materas. Una mañana, llegamos de una rumba y vi un

pajarito ahí, tieso del frío y sin plumitas todavía. Lo cogí, lo metí en mi mano y le di calor,

se fue reanimando y calentando, entonces le organicé un nidito, le puse algodón y lo fui

cuidando y fue creciendo‖. Vuelven sus ojos a la mesa y menciona el especial rasgo de la

presencia constante, abundante, de pájaros en su vida. ―Yo me pregunto por qué en mi vida

y en mis hojas los pájaros aparecen. El pajarito fue creciendo, porque era un bebé, estaba

apenas aprendiendo a volar, no sé cómo llegó a esa ventana, no tenía plumas, era un

esqueleto; antes de irme a trabajar lo consentía, cuando llegaba lo consentía, Nidia también,

le conseguimos una jaula, pero no se amañaba, se ponía triste, entonces lo dejamos por todo

el apartamento y él volaba, se metía por donde le diera la gana. A veces dormía encima del

armario, en la cocina y cuando nos sentía llegar, sobre todo a mí, salía a buscarnos. Yo

abría la puerta y me tocaba tener un cuidado, le ponía la mano y me volaba a la mano,

cuando me metía dentro de las cobijas se me paraba en la frente y me picoteaba. Era un

pájaro divino, un copetón‖. Hace silencio y mueve la boca de un lado a otro, se toca la

barba y frunce el ceño, apunta: ―Un día llegué al apartamento, abrí la puerta muy fuerte y se

golpeó. No se recuperó, qué tristeza, fue una culpabilidad terrible, sobre todo por ese amor

que me tenía el pajarito.‖

La taza de tinto reposa vacía en la mesa, Pedro empieza a cambiar de posición como

cansado de la silla, así que pregunta cuánto cuesta el café, paga y antes de levantarse

recuerda otro pájaro de su niñez: ―Un día encontré que había un árbol hueco, grueso y lleno

de nidos de pájaros. Me metí y encontré uno grande con huevos. Pero mi mamá me había

dicho que nunca cogiera huevos porque eso era hacerle daño a un animal, pero yo quedé

picado con esa vaina, tanto que le hice escalera al tronco para solo ir a mirar y no tocar, a

ver qué había pasado con los huevos. Un día vi que nacieron tres, eran cabezones de largos

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cuellos y pelados, lo más de feos. Yo no sabía qué animales eran. Iba a verlos todos los días

y un día vi que solo había uno y dije:

—Este es para mí, lo voy a coger.

Me lo llevé con nido y todo, lo secuestré y se lo mostré a mi mamá y ella me dijo:

—Ayy, Pedro. ¿Qué hiciste?

Fue creciendo y era un pollo. Era un pollo finísimo de pelea, no era un pájaro volador, era

una raza muy rara. Cuando creció me atacaba y me corría a picotazos, era bravo‖, y termina

la frase riéndose con fuerza, alegre, animado por el recuerdo.

Para ese entonces mi papá ya no era administrador de la finca de los López, nos habíamos

cambiado de casa y nos vinimos a una casa muy rara, muy bonita, estilo colonial. Yo me

llevé a mi gallo y después me di cuenta de que ese gallo era de una raza que los López

tenían allá y, como todos los ricos eran gente muy exótica, la habían traído de Guinea. Mi

casa tenía un patio interior, entonces, dejamos el pollo suelto y lo alimentábamos con leche,

chocolate y maíz y se comía todo. Ese animal se volvió un personaje especial, cantaba

divino, tenía un plumaje divino.‖ Apaga la voz con cierta nostalgia y, ahora sí, coge

impulso y se para de la silla, estirándose un poco, desentumiendo las piernas delgadas, el

cuerpo menudo.

Baja las escaleras del cafetín que tiene forma de vagón de tren, sale a la calle todavía riendo

de sus aventuras de niño travieso. ―Yo era tremendo. Desde niño he sido una persona

mansita, pero cuando me la sacan soy de miedo. Desde niño lo soy‖, se detiene bajo una

saliente de tejas de una casa de La Candelaria nublada y cuenta:

―Una vez yo estaba muy niño y mi casa tenía un canal de esos que recoge el agua por las

tejas de barro y había una gotera. Yo estaba jugando ahí a que me cayera la gota en la

frente cuando se me acercó otro pelado y me empezó a empujar. Quería quitarme la

gotera. Yo le dije:

—Esta gotera es mía porque estamos en mi casa. Y él me respondió:

—Estamos en la calle, esta gotera es de todos.

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—No, esta es mi casa, esta es mi gotera.

— ¿Cómo así? No ve que estamos en un andén.

—El andén también es mío porque mi papá lo mando hacer. Y esta gotera es mía y se va

ya.

Sonríe con el cuerpo. Su historia evoca a ese gallito de pelea que lo perseguía para

picotearlo y que hacia destrozos por toda la casa, ese gallito era él mismo peleando por una

gotera.

—¿Qué? me va pegar. Me dijo él.

—Sí. Le respondí desafiante.

Y lo boté al piso‖. Se ríe con más energía, moviéndose todo, hasta que se desvanecen las

carcajadas y exclama. ―Ahora somos amigos‖.

Empieza a caminar por una calle estrecha, mira hacia arriba y el cielo esta gris.

—Va a llover. Dice con un gesto de costumbre, con un poco de enojo. Siempre me mojo,

nunca cargo sombrilla porque las boto todas, he botado como 10 en un mes. Me voy a

enfermar.

El cielo gris, las primeras gotas, la gente corriendo, las sombrillas floreciendo, los primeros

rayos, lejos… Pedro se sobrepone una mano en la cabeza y deja llegar las gotas, una, dos,

tres, mil…

Capítulo II

Las mil y una historias

Son las dos de la tarde y Pedro no ha almorzado. Tiene hambre, de hecho, podría comer lo

que sea, tiene mucha hambre. Viste bien, un traje gris, una camiseta cuello polo de cuadros,

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azul clara, una corbata azul oscura, muy cachaca. Zapatos negros y el pelo limpio, bien

recogido, debidamente peinado. Se dirige a un restaurante que conoce bien; $ 4.000 el plato

con sopa incluida. Pide el almuerzo del día: sopa de verduras, arroz, carne, torta de maíz,

papas y limonada. Se sienta, empieza a comer, empieza a contar.

No se le olvida. Nunca se le olvida cuando fue secuestrado por un grupo guerrillero; no se

le olvida que pasó largas noches, días enteros, con lluvia, con sol fuego, amarrado a un

árbol de pies y manos. No se le olvida que el finlandés con el que iba y al que también

secuestraron durante un mes, no entendía nada de español y al regreso solo decía: ―toro

verde, toro verde, agua cantidades, toro el tiempo verde‖.

―Un día, por el camino a Monserrate, me encontré a un tipo que estaba intoxicado; había

muchas casetas por ahí y este tipo había comido fritanga, era finlandés. Yo lo bajé de allá,

lo llevé a una droguería y le hicimos una bomba: sal de frutas y limón. El tipo vomitó y

descansó.‖ Este es el preludio para una historia de miedo, pero en su boca parece perder el

elemento tenebroso. Un secuestro en boca de Pedro, parece una simple aventura. El

recuerdo es claro.

―El finlandés era un periodista que había estudiado en Alemania y venía a hacer una tesis,

un libro sobre las guerrillas en América latina. Había estado en Bolivia, siguiéndole los

pasos al Che, había estado en Cuba, en Guatemala. Ya había guerrilla en todo América

Latina7. Yo era profesor de un colegio, pero ya escribía crónica y reportaje. Entonces nos

hicimos amigos, en esa época estaba el ELN recién nacido y las FARC. Y como el

finlandés estaba haciendo un trabajo con las guerrillas, yo no podía quedarme callado y le

dije:

— Yo tengo unos primos del ELN, pero nos tocaría irnos para Santander.

―En ese tiempo se había acabado de morir Efraín y había quedado de sucesor el ganso Ariza

y ese andaba por ahí en guerra por las esmeraldas. Llamé a mi primo y me dijo:

7 Mediados de los años 60.

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52

— Pedro, para poder conectarnos con el ELN nos toca irnos a la montaña. Mi papá tiene

un cultivo de maíz en la montaña. Vamos, pero como si fuéramos de cacería para que no se

den cuenta.

Por un instante corto se sumerge en el recuerdo del monte, de la cacería, su primo, el viaje.

Respira emocionado, exaltado y dice: ―Nos llevamos los perros y las escopetas. Un día

casamos un tinaco, una guagua, eso es como un cerdo de monte, en muchos pueblos del

Llano lo llaman guagua, tiene una carne deliciosa — aprieta los labios y pasa saliva—. Lo

mataron con los que íbamos, unos cazadores impresionantes, lo asamos a la llanera y nos lo

comimos.‖

Hace un silencio largo, pero con un gesto amable retoma la historia y vuelve al joven que

apenas pasaba de los 20 y ya estaba a punto de vivir un rapto. ―Se nos hizo tarde, estábamos

tomando aguardiente, guarapo, comiendo carne y de pronto vimos que de una montaña

bajaba una cantidad de gente. Mi primo, asustado, me dijo:

— Uyy, Pedro, ese puede ser el ganso Ariza o el ELN: Si es el ´ganso` Ariza es peligroso,

entonces mejor métanse debajo de la casita y ya después cuando lleguen miramos a ver

qué.

―Nosotros nos escondimos debajo de un techito que había ahí, pero los perros salían y

entraban‖. Se acomoda en su silla, se mueve placentero y retoma el diálogo. Cada voz es

un nuevo personaje.

— Ey, qué hacen ustedes allá, salgan. — Gritó un tipo de la montaña.

―El comandante que venía con ese grupo no conocía a mi primo y nosotros le causamos

sospecha porque estábamos escondidos, además, el finlandés era rubio, alto, de ojos claros

y no hablaba español. Entonces creyeron que era gringo y dijeron:

— Este es un hijueputa gringo de la CIA y este es un traidor, se tienen que ir con nosotros.

―Eran unos campesinos que no sabían siquiera dónde quedaba Finlandia, entonces lo

confundían con un gringo. Nos llevaron 53 días por la montaña, con la misma ropa, los

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53

mismos zapatos, las mismas medias, durmiendo en árboles —y ríe de lo absurdo de la

situación, de la mala suerte—, comiendo mal.‖

Por como cuenta la historia Pedro parece anhelar la selva, demuestra su pasión por la

aventura, por la sorpresa del universo. Tiene unos minutos de goce pero pronto hace un

gesto serio, como suspendido en el recuerdo comenta: ―Nos iban a fusilar, nos hicieron

concejo de guerra, pero nos salvó que ese era un grupo móvil, entonces se iban dos,

llegaban dos, se iban tres y así. En uno de esos relevos llegó un muchacho que había estado

estudiando medicina y yo le dije:

— Vea, hombre, escúcheme, usted va a entender. Este muchacho es finlandés, no es gringo,

ni es de la CIA el es un periodista, yo soy de acá soy de la región, nosotros somos

admiradores de ustedes. Por favor, no nos hagan daño.

―Él habló con ellos, los convenció y nos salvamos. Entonces, un día nos dejaron tirados

por ahí y se fueron, quedamos en el monte. Con paludismo, todos los males del mundo, y

nos fuimos siguiendo una quebrada y encontramos un ranchito de campesinos. La señora

nos dio una mazamorra que nos trajo un alivio y nos dijo:

— Mañana vienen mis hijos, ellos los pueden llevar hasta el pueblo

―Y en el pueblo nos cogió el ejército; salimos de Guatemala y nos metimos en guatepior‖ se

ríe gozando de sus desgracias y continúa:

―Al regreso nos tocó la aventura más impresionante: En esos días habían matado a Jaime

Arenas8, además, en Santander habían matado a un grupo guerrillero del ELN y decían que

éramos ´sapos`, que era por culpa nuestra. Nos andaban buscando para matarnos. Como yo

estaba casado con una caleña nos fuimos con el finlandés para una finca que tenía mi

suegro en el Valle y por allá nos escondimos como un mes. Después, él se devolvió en un

barco desde Buenaventura y me pidió que la aventura de acá la escribiera yo porque él no

había entendido nada. Con el tiempo el tipo publicó un libro y me mandó un ejemplar en

alemán. Después se me perdió. Me contaron que había muerto en Vietnam.‖ Pedro nunca

leyó el libro en alemán, tampoco escribió nada del secuestro. Explica cansado del tema que

8 Líder estudiantil y miembro del ELN. Fecha de muerte

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54

sobre su vida prefiere no escribir nada. Termina la historia, cómodo en su silla, calla y deja

hablar al silencio.

***

Es calmado, pero con un cierto temple que se le nota en las manos, en la mirada, con esa

naturaleza santandereana que lo hace ser noble, directo, corajudo. Es un aventurero, un

hombre que cuenta historias que apenas a él le pasan. ―A uno le parece increíble todo lo de

él. Yo dejo de hablar con Pedro 15, y entonces ya me llega con unas historias increíbles, lo

que hay que entender es que a él le pasan esas cosas. Óscar Becerra —amigo mutuo— cada

vez que lo ve se pregunta: ¿qué le habrá pasado hoy a Pedro? Una granada que no explotó,

una puñalada que dio contra la hebilla de la correa. Pero es que Pedro tiende eso, a él le

pasan ese tipo de cosas, a uno pueden parecerle muy increíbles, pero a él le pasan. Es una

persona que vive mucho la calle, está muy propenso a que le pasen todo tipo de cosas.‖

Después del almuerzo siempre queda espacio para un tinto, el de después de comer. Se

dirige hacia un Juan Valdez y pide un tinto pequeño con dos sobrecitos de panela rayada.

Al día se bebe como mínimo 4 tintos, es una adicción ya vuelta hábito, en ocasiones gasta

más dinero en café que en comida. Se sienta en una mesa de las de afuera del lugar, de las

que se mueven por el suelo de cemento mal echado, de las que tienen vasos y migas de los

clientes pasados. También queda tiempo para otra historia, una de lejos, en ―México

lindo‖, dice feliz y con el estómago lleno.

―Yo viví en México, hice la peregrinación de Cuernavaca hasta el Popocatepelc. De hecho

estuve dos veces en México: primero, fui en el año 77 invitado por la Sociedad

Interamericana de prensa, la SIP. Trabajaba en el Pueblo en Cali como jefe de redacción y

era asistente de Daniel Samper y de Felipe Lleras Camargo. Habíamos creado un

suplemento deportivo que se llamaba Minuto a Minuto y reproducía un partido de fútbol,

90 minutos de fútbol, era una novedad, valía muchísima plata hacerlo, entonces nos habían

invitado a México para exponer. Estuvimos ocho días. A esas reuniones grandes en México

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mandaban una o dos enfermeras del Seguro Social por si a alguien en el coctel le pasaba

algo: un infarto o alguna vaina por altura. Un día en el remate se me acercó una enfermera

lo más bella y me dijo:

— ¿Se le ofrece algo? Y yo le dije:

—No, nada, estoy bien.

— Es que lo veo como muy pálido. Y le respondí:

—No, tranquila, yo estoy bien, más bien tómese un whisky conmigo.

Nos pusimos a charlar y ella era lo más de simpática. De pronto me dijo:

— ¿Usted cuando se va? Y yo le respondí:

—Yo no quisiera irme.

En todo caso nos hicimos muy amigos y nos gustamos. Ella, por esos días, tenía vacaciones

y me dijo:

—Pedro, si quieres quédate, yo tengo un carro y nos vamos a dar vueltas por México.

Tengo 20 días de vacaciones.

Pero yo tenía que pedir plata al periódico, los dueños eran dueños de Suzuki y me dieron

unos dólares. En esa época el dólar estaba muy bien y uno vivía bueno con pocos dólares.

Así que me fui con esta loca, nos hicimos novios y nos fuimos a dar una vuelta por

México en un Volkswagen que tenía ella y llegamos hasta Veracruz y me presentó al papá,

un borrachín muy simpático, gente muy acogedora‖.

Se bebe el café con toda la calma, da la sensación de haber terminado la historia, se relaja

en la silla también medio coja, se pasa la mano por la cabeza, por donde le queda poco

pelo, se peina suavemente, dándose palmaditas y exclama: ―Me quería quedar más, pero

estaba casado con Nidia y ya había nacido mi nenita, solo me quedé un mes y medio y

volví a Colombia‖.

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56

La segunda vez que estuvo en México no fue por una mujer. Ya trabajaba en Cromos y era

la época pesada del narcotráfico, Carlos Lehder9 aparecía en el panorama como objetivo de

sus crónicas, como personaje de sus reportajes.

―Una vez llegó una periodista francesa a hacer un documental sobre Carlos Lehder para

televisión francesa y me buscó a mí porque yo había publicado una serie de Lehder para

Cromos. Un paisano mío, Rosso José Serrano fue comandante de la Policía y me había

regalado toda la investigación sobre Lehder, pero me dijo:

—Pedro, yo le doy esto pero usted tiene que manejarlo con mucho cuidado.

Pero, resulta que esa francesa quería hacer ese reportaje a como fuera lugar y un día me

comentó:

—Yo quiero hacer un reportaje de este loco, así me toque acostarme con él.

Y de hecho, ella se volvió compañera, amante, pareja de Lehder y ella hizo el reportaje, una

verraquera. Lo terrible fue que yo empecé a hacerme amigo de ella cuando Lehder era

perseguido por las autoridades. Él le había dado un penthhouse súper extravagante a ella y

yo la llamaba porque yo tenía material como para 10 crónicas de ese loco. Un día fui al

penthhouse y de pillo me robé unas fotos del álbum privado de Lehder con la mamá, el

papá, los hijos, la mujer, con la estatua de Lennon; todo ese Lehder exótico, raro. Me llevé

como 17 fotos y las dejé en la revista, editadas, especificando lo que iba y lo que no iba y

me fui de viaje unos días. Pero ellos publicaron las crónicas con las fotos igualitas y

Lehder se dio cuenta de que había sido yo el que me había robado las fotos, y esos narcos

son muy celosos con su familia y, pues, ahí aparecían sus hijos, su mujer, su madre,

entonces ordenó hacerme un atentado‖. Espera unos segundos antes de continuar y toma

aire, sube el volumen de la voz, y pone los ojos grandes, sus manos tiemblan con el relato.

―Me dispararon, me salvé de milagro. Yo estaba viviendo con María Consuelo y volvía de

un viaje, pero todavía me faltaban 8 días de vacaciones, entonces le dije a ella que

empacara y nos fuéramos para Villa de Leyva. Antes pasé a Cromos a escribir unas

historias que había reporteado en el viaje, cuando salí eran como las 7 de la noche y estaba

9 Ex-narcotraficante colombiano, co-fundador del cartel de Medellín y actualmente en prisión.

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lloviznando, yo tenía que ir hasta la 70 para coger el bus; había una señora haciendo aseo

con un balde y un niño con un sombrerito por ahí jugando, no había nadie más. El

semáforo de la 72 estaba en rojo, cuando cambió se vino una avalancha de carros, entre

esos un carro que se orilló y vi salir una mano armada y grité:

—Ayy!! Hijueputa, me van a matar.

Me voltié y Pum, sonó ese disparo, me pasó raspando la chaqueta negra y yo me tiré al piso

pensando que estaba herido. El tiro dio contra la pared y le transpasó el sombrerito al

peladito.‖ Termina agotado de no haber tomado aire mientras hablaba, descansa y agrega:

―Corrí y me escondí en un antejardín, el carro echó reversa para buscarme y yo estaba ahí

temblando, muerto de miedo. Me quedé ahí como 20 minutos y cuando vi que el carro ya

no estaba salí corriendo hasta una cafetería, llamé a la revista y de allá llamaron a la

policía. Llegaron por mí en una patrulla y me llevaron a la revista. Cuando llegué, sonó el

teléfono de mi extensión, contesté y me dijeron:

—Hijueputa, te salvaste, hijueputa. Pero ya sabemos dónde estudia su hijo y dónde trabaja

su mujer.

Yo le conté al gerente y él me dijo:

—Pedro, se tiene que ir ya del país. Y yo le dije:

—Me voy para México.

En México vivió aproximadamente tres meses, desde allá todavía mandaba algunos

reportajes a la revista y eran publicados.

Un campo, un rayo, un bandido

Son las 4:30 de la tarde y Pedro saca de su maletín un cuadernito de escuela, uno de los que

siempre carga; lo abre y empieza a buscar los garabatos que hace, pero no son garabatos,

son figuras geométricas con formas de pájaros o de jarrones. Se ríe tímidamente y señala

con el dedo índice una que parece un ave parada, erguida, llena de colores, rojo, azul,

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negro, también parece un jarrón; la delinea con el dedo y dice: ―Yo me la paso en estas,

dibujando y haciendo garabatos en las hojas. No sé porqué, pero siempre son pájaros‖. En

el cuaderno, además de dibujos, hay textos escritos por él, mapas hechos a mano,

impresiones de todo lo que ve; de sus viajes, olores, colores, sabores, recuerdos. Cierra el

cuaderno y comenta: ―Cada vez que mi papá me contaba historias yo iba, las escribía y

después se las leía; a él le gustaba mucho que yo hiciera eso, y es una afición, yo me la

paso llenando cuadernos cuadriculados y escribo siempre a mano, tomo apuntes, dibujo.

Tenía más de cien llenos porque cuando yo me iba a esos pueblos, aunque llevaba

grabadora, hay cosas que no quedan: olores, carreteras, paisajes. Elementos narrativos.‖

Deja el cuaderno a un lado y recuerda que alguna vez escribió en un cuaderno sobre el día

en que conoció a Clemencio Roncancio.

―A mí me fascina el campo, la cacería y la pesca; en esa época leía mucho a Ernest

Hemingway, todavía lo leo, es uno de mis autores favoritos, los cuentos de él me incitaban

a la vida al aire libre, a la aventura. Siempre he sido un tipo de caminar, de mochila al

hombro y campamento.‖ Su cara cambia hablando de Hemingway y del campo, los gestos

se le alivianan un poco, está tranquilo. Es la introducción a una aventura que lo cambió y le

dio el empujón para escribir una de sus mil historias.

De las zonas que más recuerda por su geografía y su historia es el Tolima. Allí mismo

ocurrió este episodio:

―Yo ya estaba viviendo en Bogotá, pero por mi manía aventurera y preguntona iba todas

las vacaciones a visitar a mi familia en el Tolima. Esa vez me fui a ver a una tía abuela y

me encontré en el camino con este bandolero: comencé a caminar, estaba lloviendo, ya eran

las 5 de la tarde; de repente, me pasó una cosa impresionante, me metí debajo de un árbol a

escampar y cayó un rayo y me tiró lejos, me tiró como 10 metros, pero no me pasó nada.

Entonces seguí y ya estaba oscuro, eran como las 6 y me encontré por un camino lleno de

barro un caballo amarrado a un ranchito y como esa era la finca de una tía, entonces yo me

acerqué a escampar y vi adentro a un tipo, recostado en el piso tomando aguardiente y

fumando y me dijo:

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—Siga, señor Téllez siga —en ese entonces yo tenía unos 18 años—. Yo a usted lo alcé

cuando estaba chiquito, su papá se llama Gonzalo.

Fue muy amable conmigo, me dio cigarrillos y me llevó hasta la casa en su caballo,

cabalgando, yo sentado atrás de él. Al final le pregunté su nombre.

—Me llamó Clemencio Roncancio. Me dijo con una voz fuerte.

Cuando llegué a la casa de mi tía le dije:

— Tía, me trajo hasta acá un tal Clemencio Roncancio.

—Virgen santísima, menos mal no le pasó nada, dijo mi tía angustiadísima.

— No, pero si fue muy amable.

—No, mijo, ese es un bandido terrible, es un pillo de lo peor.

―Después descubrí que era amigo de ellos, del pueblo. Hablaban mal de él ante las

autoridades, pero le ayudaban, dormía de día y andaba de noche en su caballo; entonces la

gente le dejaba aguardiente, cigarrillos y comida, lo ayudaban.‖

No puede evitar extenderse hablando de ese lugar que lo hizo ir miles de veces a visitar la

tierra de los bandoleros , sus héroes, sus personajes, sus aventureros. ―Yo me aficioné a ir

al Tolima porque en esa zona había mucho bandido yo quería saber por qué. Después

descubrí que era por la geografía, tenían todo el terreno, era muy favorable; si atravesaban

la cordillera podían huir a Caldas, si atravesaban hacia el Magdalena tenían salidas por acá,

salidas por allá, dos ríos. Era una geografía que los favorecía y en todas partes encontraban

comida y gente que les daba ayuda. Además, a los terratenientes les convenía apoyar a los

bandidos porque ellos impedían que llegaran los enemigos que eran los chulavitas y los

pájaros (conservadores), entonces les daban de comer, café, plata, y se iba formando como

una cofradía.‖

Recorrer la geografía colombiana no fue un problema para el joven Pedro, ni sería un

suplicio para el hombre adulto. Desde pequeño lo sabía, desde que estudiaba en el colegio

Mariscal de Ayacucho, que estaba ubicado a las afueras de la ciudad y que se esmeraba

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porque cada uno de los estudiantes tuviera un gran conocimiento de la geografía del país.

―Me fascinaba la geografía por los mapas y porque el profesor nos ponía a hacerlos en la

tierra, jugábamos con ella, con las piedras y formábamos las cordilleras con todo eso.

Desde ese momento la geografía y la historia me parecían materias maravillosas. Yo soñaba

que cuando fuera mayor iba a recorrer Colombia y se me cumplió ese sueño. Quizás el

profesor influyó mucho en esto porque la clase era en el patio y nosotros hacíamos relieves

del mapa de Colombia y yo me esmeraba por hacer las cordilleras y la Sierra Nevada de

Santa Marta y me peleaba con mis amigos cuando me tumbaban un palito o cualquier

cosa.‖ Termina la frase y hace un silencio, se queda inmóvil en su asiento, respira sereno.

Inmóvil parece que vuela entre colores, libros, palitos, mapas, maquetas, sus ojos se

pierden, pero después vuelven. De pronto salta de la silla, pone dos dedos en la frente y se

acuerda como por coincidencia de su libro más reciente ´Sumas y restas`, recuerda que ya

está a la venta. Se pone de pie, coge su cuaderno de escuela y camina por La Candelaria

buscando alguna Panamericana, alguna vitrina que pueda mirar lleno de orgullo. Se mueve

rápido por las calles, tiene un andar ligero y sin dificultades, respira hondo y por el camino

recuerda una historia; la vez, la única vez, que vio a Efraín González con sus propios ojos,

cuando Pedro era apenas un niño de 16 años y Efraín un joven de 21. Fue un hermoso

accidente de la vida. Respira acelerado y dice: ―Yo tengo una hermana mayor que se llama

Lili y se iba a casar y me dijo:

— Acompáñame, voy a sacar mi partida de bautismo.

―Ese día llegamos al pueblito y resultó que Efraín se había tomado el pueblo. Nuestros

primos nos recibieron con una fiesta y allá en la fiesta había un sargento de la Policía. En la

mañana yo tenía una resaca terrible, era la primera vez que tomaba aguardiente, y amanecí

por allá en unos costales. Me levanté temprano a buscar una gaseosa y me fui para una

tienda, de esas tiendas donde venden de todo. Y al fondo había un billar y el sargento de la

Policía estaba jugando billar con un tipo flaco, de mediana estatura, con tenis. Yo me

estaba tomando la gaseosa y me puse a oírlos y resultó que el que estaba jugando billar con

el policía era Efraín González. Yo los oía, pero no entendía; el policía le decía a él:

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—Mire, ese muchacho que está ahí es hermano de la muchacha que estaba anoche en la

fiesta.

—¿Y cómo se llaman? Dijo el otro, y el policía le dijo.

—Ellos son Téllez. Él respondió:

—A sí, ¿Téllez? Yo también soy Téllez, deben ser parientes míos.

Entonces yo quedé tocadísimo y lo miré durante mucho tiempo. En ese momento llegó un

primo mío y me dijo:

—Pedro, Pedro, camine ya que ese tipo que está ahí es Efraín González.

Yo me pegué qué susto tan verraco y salí de allá corriendo porque él era conservador y

nosotros éramos liberales. Por el camino mi primo me dijo:

—Sí, ese es Efraín y tiene el pueblo tomado.

Quedé súper impresionado, en primer lugar porque estaba jugando billar con un policía, es

decir, el bandido jugando con la autoridad. En segundo lugar, porque era un tipo tan joven

y ya era un bandido poderosísimo. Ahí empezó mi afición.‖

Después de caminar un rato y recordar a Efraín, por fin la ve, la Panamericana. Entra

erguido y comenta que a él le hacen allí un descuento por ser escritor. Camina un poco y

encuentra la mirada con un hombrecito de escarapela.

—Don Pedro, ¿cómo está?

—Muy bien, gracias. ¿Y mi libro? Pregunta con entusiasmo. El hombre se acerca a una

estantería llena de libros mezclados saca el libro envuelto en papel plástico y le dice:

—Mírelo aquí está.

—¿Si se ha vendido? pregunta al grano sin quitar los ojos y las manos del libro.

—Sí, sí, ahí va. Pero sabe qué, se lo voy a poner en la vitrina ya mismo, así la gente lo ve y

lo compra. No sé por qué no la habían sacado.

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—Bueno, muchas gracias.

Sale de la papelería un poco decepcionado de no haberlo visto en vitrina, camina por la

misma calle en dirección hacia el norte, con el libro de hojas cuadriculadas bajo el brazo.

Camina, después se pierde entre la gente, entre la noche de lámparas amarillas, entre sumas

y restas…

Capítulo III

El siete mujeres

El café echa humo, los libros sobre la mesa, la corbata bien puesta; la barba se mueve con

los caprichos del viento. Queda sola la calle de enfrente; el sol comienza a hacer su efecto

del medio día. Tiene una sonrisa en el rostro, empieza a hablar de las mujeres. El hombre

de 68 años se siente como un niño cuando habla de sus mujeres.

La gitana ya se lo había dicho hace 35 años cuando lo paró en la plaza Caicedo en Cali y le

leyó la mano:

—Usted va tener muchas mujeres— y antes de que él se desbordara de felicidad, agregó.

—Pero va a terminar solo.

Y sí, resultó cierto que su vida iba estar ligada siempre al destino de ellas, no aventurillas

pasajeras; mujeres por las que perdió el juicio, que lo salvaron y pasaron como vendavales

violentos, lo destrozaron, lo dejaron. Verracas, dominantes, aventureras, locas. ―Pedro es

un ser brillante, pero en lo que concierne a mujeres es muy manipulable, todas sus mujeres

le han dado tres vueltas‖, dice Fernando Cortés, uno de los amigos del alma del

desprendido Pedro. ¿Y el mundo se pregunta por qué?

Pasa que un hombre como Pedro Claver Téllez es demasiado sensible al mundo,

angustiosamente alterable, propenso, receptivo a los afanes de la vida. Y queda yerto ante

lo absurdo que no pacta con su causa y duele en el honor. Se quiebra. Se aferra a lo único

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que los artistas empuñan, el único hálito de esperanza queda cristalizado en eso que es el

amor. El amor a las mujeres, ese amor que es amparo, que es caos.

―Pedro es una persona que siempre vive enamorado, que siempre está atento a las mujeres,

pero es estable, tiene relaciones largas y su vida prácticamente gira en torno a las mujeres,

son mujeres que participan de sus aventuras intelectuales‖, dice Víctor Gaviria, director de

cine, amigo de Pedro hace 23 años. Las mujeres de Pedro, todas ellas, tienen cúspides de

brillantez, inteligencia de divas implacables; al mismo tiempo, tienen un aura de locura,

exceso, imprudencia, pasión descontrolada, todo eso en cada una, cada una con todo eso.

―Igual de locas a él‖, dice Ernesto, su primo, con un cierto desparpajo en las palabras.

Matrimonio o prisión

Nidia Estrada fue la esposa, su mujer, la primera de todas, la madre de su hija. ―Quizá fue

la más normal —reflexiona Fernando, recordando las que siguieron— una mujer muy

chévere‖. Pedro era muy joven, tenía 23 años, trabajaba como profesor en un colegio en

Cali; recuerda que una de sus alumnas cruzaba las piernas y él temblaba. ―Era una niña de

16 años, yo fui su profesor de bachillerato. Ella se enamoró de mí y yo de ella, entonces

me la robé. Nos hicieron casar a la fuerza porque eso era un delito. Una niña con un

hombre mayor era una infracción, era un rapto.‖

A la boda improvisada fueron la directora del colegio como madrina y el padre de Pedro,

que a pesar de su edad era comprensivo y alcahueta. Pedro dice que su madre no apareció

en la ceremonia, que nunca estuvo de acuerdo con su matrimonio producto de una

ilegalidad. Yo le dije a mi papá:

—Papá, me toca casarme, si no me meten a la cárcel. Él me dijo:

—Cásese mijo, y si después no sirve, pues descásese.

El matrimonio se mantuvo 6 años. Vivían los dos en un segundo piso en un apartamento

alquilado que Pedro recuerda ―con ventanales y materas‖; allí estuvo con ella, allí tuvieron

una hija, la primera de Pedro. La hija que ama, pero no ve hace más de un año.

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Sentado y con el vaso de cartón en la mano aprieta los labios fuerte y suelta una

respiración, un grito silencioso, y dice: ―Soy muy mal padre‖, arruga la frente y continúa:

―Mi hija está en Cali, la iba a llamar en el cumpleaños, busqué el teléfono y no lo encontré,

qué pena, el cumpleaños fue en marzo de este año10

. Estoy muy mal parado con ella porque

ella es muy querida y comprensiva y muy noble conmigo, pero yo he sido muy aislado,

muy loco y me da tristeza. En esta vida tan agitada se me pierden los teléfonos, ha sido una

lucha.‖

No la ve hace más de un año y lo poco que sabe de ella lo cuenta con seguridad y trazos de

emoción tardía. Aimary Téllez Estrada es la que le paga el seguro de Salucop, vive en Cali

y es ingeniera de sistemas; tiene dos hijos, una niña y un niño. Sonríe grande, cierra los

ojos y con una voz pausada comenta: ―Son hermosos, el niño casi parece estrella de cine.

Mi hija está casada y es una mujer extraordinaria. Para esta época debe tener 34 años‖. Deja

el vaso en la mesa suspira fuerte, por la boca.

Toma el vaso bebe en silencio su tinto y dice en voz baja, con los ojos dispersos: ―También

tengo un hijo‖, sonríe y sigue, ―es un loco, estaba en África, es un aventurero, igualitico a

mí, aunque no lo conozco bien‖, se ríe nervioso y comenta que su hijo es fruto de un amor

de vacaciones, con una santandereana. ―Yo no lo conozco bien. Primero lo vi muy pequeño

y después muy grande, hay un gran desapego, también hay momentos muy cercanos, pero

los grandes espacios de ausencia son más. Eso se debe al tipo de vida que uno ha elegido.

Yo los quiero mucho y los siento. Hay como una comunicación telepática con ellos y yo sé

instintivamente cuando tienen una crisis, me ha pasado, sueño con ellos, los oigo‖. Cuando

termina se pone la mano en el pecho, cierra los ojos y deja salir un lamento, un sonido

aplacado por la garganta.

Arde Paris

Sigue sentado y cruza la pierna delgada, toma un sorbo de tinto, pasa la mano sobre la boca,

movimiento que reitera cada cierto tiempo y comienza hablar de una mujer que lo enamoró

hace 28 años: María Consuelo Henao Arango, prima del ex presidente Andrés Pastrana

10

2010

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65

Arango. Paisa de cuna y esquizofrénica sin remedio por un tumor en el cerebro. Por no ir a

prisión se casó con Nidia, a María Consuelo la conoció en prisión.

―El hijo de ella había intentado secuestrar un avión con una pistola de juguete‖, recuerda y

ríe vigoroso. ―Yo creo que es el destino. En esa época yo tenía una amiga, Elizabeth, una

morena linda que tenía un novio locutor de deportes de Caracol, un amante Senador de la

República, y una relación con una juez lesbiana. Un día me dijo:

— Pedro, tengo un caso como para ti. Imagínate que una amiga mía comisaria de policía

me contó que tienen capturada a una mujer porque el hijo intentó secuestrar un avión con

una pistola de juguete.

Elizabeth me llevó hasta la celda donde estaba ella. Cuando entré y vi a esa mujer tan

bonita, hermosísima, quedé flechado y ella también. Ella me lo dijo:

— Yo te vi como mi salvador.

Me pareció interesante el caso y la ayudé a salir de allá. Le dije a la comisaria:

— Cómo la vas a tener encerrada, es un niño y con una pistola de juguete, ella no tiene

nada que ver.

La soltaron. Y ahí comenzó nuestra historia de amor.‖

La relación entre María Consuelo y Pedro fue caótica, pero se mantuvo a rastras durante 5

años. La mujer era de mundo, había estado en Europa, dominaba el inglés. Era hermosa,

modelo, alguna vez modeló para la revista Diners, intrépida, arriesgada; cuenta Pedro que,

en alguna ocasión, estuvo con ella en plena guerra, en la zona esmeraldera, mientras ella

manejaba el campero de Cromos esquivando balas. Dice que era una mujer dura, guapa y

muy bonita. Cuando hubo el altercado en el avión, ella se dirigía a Caracas. Pedro era

profesor del Instituto de Bellas Artes en Cúcuta, ya era excelente periodista y María

Consuelo, gracias a sus contactos, le ayudó a entrar al periódico El Bogotano. ―Yo llegué

allá por la amistad de ella con otra María Consuelo de Montejo, pariente de los Santos,

dueña de El Bogotano. Pero era un periódico sensacionalista, nada que ver con mi línea.‖

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Fueron años de locura, amor y destrucción. ―Era una mujer muy especial, muy vital, súper

linda; los dos me recordaban a una película que se llama ´Arde Paris`. Esa relación era así,

muy pasional, eran unidos, pero era tanto que resultaba autodestructivo. Y ella estaba muy

bien, pero cuando se le corría la teja era impresionante; una vez le prendió fuego a la casa,

otras veces agarraba las tarjetas de crédito y se iba por todo el país y Pedro detrás de ella a

Cali, Medellín, Cúcuta. Era muy bonita y joven‖, dice Fernando Cortés cuando recuerda los

5 años de Pedro con la paisa.

El tumor que tenía la hacía perder la cabeza y comportarse de una manera desequilibrada.

Una mujer que Pedro amaba, perseguía, odiaba.

Se empieza a acabar el café. Pedro toma un sorbo pequeño para ahorrarlo y dice con su

característica voz imponente, gruesa: ―Era una mujer extraordinaria, pero me arruinó, me

dejó en la calle. Cuando me dejó llegué a la casa con una cajita de cartón, un bluyín y una

camisa, enfermo, con artritis, después de que tenía carro, casa y plata. Angélika me salvó.

Yili

―Yili, yili, yili‖, dice Pedro emocionado poniendo su pulgar y su índice sobre el rostro de

Angélika estampado en la fotocopia de una carátula de Cromos de junio de 1967, que

encontró buscando y rebuscando en la hemeroteca de la biblioteca Luis Ángel Arango.

Angélika posa recostada sobre un avión, sonriendo, con porte de mujer despreocupada.

―Así se les dice a las Angélikas en Alemania, Yili‖.

―La Alemana‖, indica con un cierto aire de orgullo. ―Angélika Helberger. La conocí en un

vuelo‖, hace una pausa y se queda admirando por un rato el retrato de la mujer. Para la

década de los 80, Pedro trabajaba en la revista Cromos y en una de sus vacaciones decidió

hacer un viaje al Amazonas para hacer un reportaje, el que se topara. ―Me encontré una

historia muy interesante de un griego que vivía allá, que había comprado una isla, que fue

muy famosa, se llamaba ´La isla de los micos´, sobre el río Amazonas. Me parecía un

personaje extraordinario, además, quería conocer todo el sur de Colombia y me fui hasta

Puerto Nariño, que es el último pueblito y era un municipio recién creado en el gobierno de

Betancourt‖, cuenta y empieza a desenterrar los antecedentes del encuentro con Angélika.

―El día que me devolví a Bogotá, me vine en un vuelo de una aerolínea diferente, tenía

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pasaje de Avianca, pero me vine en Continental. Me tocó el puesto 16 y en el puesto

número 17 había una rubia, alta, con una ruana roja y el vestido de las azafatas de Avianca

de su época, la famosa ruana roja. Se veía muy bella, exótica‖. Pedro respira acelerado

entre el discurso. Cruza de nuevo la pierna, pasa la mano por los labios y sonríe. ―Ella tenía

35 años. Una mujer muy bella. Con ese uniforme se veía espectacular.‖.

Angeélika Helberger nació en Francfort Main (Alemania) en medio de la Segunda Guerra

Mundial. ―Ella fue una niña que jugó con balas en la guerra. Me contaba que se la pasaba

con los otros niños recogiendo las balas de la calle y con eso jugaban‖, expresa Pedro,

inmóvil. Imaginándola. Angélika fue la primera mujer piloto de Boeing 727 en América

Latina, fue modelo, azafata y hasta vaquera. ―Una alemana montando un potro y ordeñando

vacas, una mujerzota y cantaba en alemán divino. Le gustaban los aviones y aprendió a

pilotar, fue portada de Cromos. Era aventurera, domaba potros, verraca jinete, una mujer

extraordinaria‖. Después de mirarla un rato, detallarla, busca con afán el artículo dentro de

la revista que habla de ella, o encuentra rápido y empiezan sus ojos a ir de arriba abajo

recorriendo las columnas, se detiene en un párrafo y lee aclarando la voz: ―Esbelta rubia,

cuya vida va acorde a las características de los días que corren, ha sido variadísima. Su

personalidad recorre nutrida gama de actividades, desde preparar sabrosos platos hasta

modelo y lo más insólito aviadora. Además, cuando estuvo viviendo por razones de familia

en los Llanos de San Martin criaba chivos, amansaba caballos y ordeñaba‖. Se acuerda

también de que Angélika ya era madre: ―Tenía dos niños, yo les di mi apellido, ellos son

Téllez Helderberg‖, dice riendo fuerte.

―Me senté al lado de ella. Estaba leyendo un libro que yo había leído en español de V. S.

Naipaul11

, una novela que se llama Un recodo en el río; ese libro me había fascinado

porque era la historia de un hindú en África y es contada por una mujer: Hay dos

personajes, una mujer y un hombre y son dos visiones del mundo diferentes. Un hindú y

11 Vidiadhar Surajprasad Naipaul: más conocido como V. S. Naipaul, es un escritor británico, de origen

triniteño, galardonado con el premio Nobel de literatura en el año 2001.Nació en Chaguanas en 1932

(Trinidad), hijo de inmigrantes del norte de la India. A los 18 años se trasladó a Inglaterra para estudiar en la

Universidad de Oxford, licenciándose en arte en 1953.

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una francesa se enamoran en África; la novela se vuelve todo un drama, también cuenta

cómo es África.‖ Por unos segundos escasos se olvida de Angélika y le da rienda suelta al

apasionado lector. ―Fue un libro que me encantó, porque siempre me han gustado los

libros de viaje, las novelas de viaje, el viaje mismo. El viaje es utilizable periodísticamente,

es un elemento clave del periodista‖.

Ya no mira embelesado la foto de Angélika, pero sostiene la revista fuerte con la mano

derecha, sentado en una silla de la biblioteca, cruza la pierna y de nuevo vuelve al relato de

la rubia gigante, al primer encuentro, dice: ―A raíz de la novela me puse a hablar con

Angélika, ella sabía alemán, inglés, francés y español. Yo tenía como 44 años‖. Después

vuelve a mirar de lejos la foto y repasa el diálogo en el asiento de un avión, hace 25 años.

— ¿Usted qué hace?, preguntó ella

— Soy periodista, me gusta hacer periodismo de aventura, dije yo.

— ¿De verdad?, yo no sé escribir, pero a mí me fascina.

―Cuando llegamos a Bogotá ya estábamos enamorados. Nos enamoramos en el vuelo y nos

fuimos a vivir a Cota; ella tenía una granja, allá me quedé 6 años. Vivíamos los dos y los

niños‖

Angélika, en el 2010, se ubica fácilmente en la red. El periódico La Nación de Argentina

publicó recientemente: ―A los 60 años, sus cosas pasan por otros rumbos, como el de andar

por San Juan, visitar a sus hijos en Mendoza, seguir hacia Buenos Aires y haber elegido

para siempre la Argentina, en donde recorre sus caminos desarrollando una campaña de

concientización por la tierra. Llegando a las escuelas en donde ofrece charlas para luego

dejar su pequeña guía ecológica en la que habla de "volver a lo nuestro" y en donde une lo

mejor del medio ambiente con las costumbres de los pueblos.‖

Pedro, la alemana y los dos niños vivían en una finca en Cota, vendían legumbres y

vegetales porque tenían una huerta de agricultura biológica —sin ningún tipo de

químicos—, mucha gente iba a comprarles, la señora de la casa era ecologista y naturalista.

Cuenta Fernando que ella ―tenía una fijación con la ecología, con los alimentos; lo que

había en la huerta era libre de químicos, muy natural. Todo dentro del respeto a la

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naturaleza. Era una mujer muy fuerte, esa casa y todo lo que tenían era con su esfuerzo‖.

Tenían perros, una lora y una casa campestre donde Pedro pasaba horas escribiendo,

fumando pipa, tomando tinto. ―Era una cabaña estilo europeo con techo de vidrio, un jardín

y unas enredaderas bellísimas. Por la noche se veía la luna, las estrellas. Era una casa

hermosa, diseñada por ella‖.

Cuando se conocieron, él ya trabajaba en Cromos y se empezaba a obsesionar por la

búsqueda de rastros e historias que vincularan al bandolero Efraín González, entonces,

llegó ella. ―Una loca —dice y respira agitado—. Ella era supremamente celosa, me echaba

candado, me mantenía bajo llave. Me retiré de Cromos por ella, vivía celosísima, yo por ahí

suelto y viajando. Hasta que un día me dijo:

— Pedro, no trabaje más.

Entonces le hice caso y me puse a escribir mi libro de Efraín González.

―Ella manejaba a Pedro como si fuera de su propiedad‖, comenta Fernando Cortés, quien

la conoció y se considera uno de los contados amigos, junto con Víctor Gaviria, que pudo

tener Pedro en esa época. ―Ella le llevaba picadura para la pipa y le llevaba las cosas

necesarias, lo mantenía muy bien alimentado, pero escribiendo y poco le permitía compartir

con amigos o amigas. Yo le caí muy bien a ella y hablábamos mucho y en medio de todo

teníamos una buena relación. Pero ella tenía unas ideas todas estrambóticas‖. Víctor por su

parte habla de esa época con cariño, era de los pocos que entraban a la casa, ―recuerdo que

ahí conocí su libro de La hora de los traidores desde esa época yo dije que quería hacer

eso en cine y me fascinaba esa mezcla que tenia Pedro de investigación y ficción‖.

Las ideas estrambóticas de las que habla Fernando tenían que ver con el hecho de que sus

dos hijos fueron educados por ella misma; para no mezclar, no contaminar culturas.

También, a sus teorías, de las que solo hablaba cuando la confianza lo permitía. Fernando

expone convencido y aterrado un poco, el lado oscuro de esta mujer, se deja llevar un

momento por el recuerdo de la época en la que mantenía largas conversaciones con

Angélika, en la casa de Cota. ―Ella realmente pensaba que en una tiempo anterior ya nos

habíamos conocido, o que había sido quemada por brujas. Pero eso no lo sacaba con

cualquiera, sino cuando ya había confianza y se derrumbaban muros; inclusive, ella tenía

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muchos libros prohibidos, de Torquemada, y de esoterismo, esa parte de ella me daba

miedo, susto. Tenía un lado súper oscuro.‖

Fernando había conocido a Pedro en Cromos y lo vio salir por culpa de esta mujer.

— No, no trabajes más, escribe tu libro, repite Pedro imitando una voz fuerte, como de

militar.

―No eran palabras de una mujer mala. Eran palabras de una mujer enamorada. Eso también

fue bueno‖, aplaca el remordimiento. Lo frena inmediatamente antes de sentir el peso de su

pasado. ―Como todo en la vida, bueno y malo. Yo me puse a escribir con mucho juicio,

aunque me aburría mucho, ese encierro se vuelve monótono‖. Y él no es un ser de

encierros.

―Sea como sea‖, expresa empujando aire con las manos hacia afuera, ―era una mujer

increíble‖, piensa. Suspira. Recuerda. ―Pero tenía un demonio por dentro. Fue un vendaval

que pasó y me volvió añicos‖. Fernando no estaba muy de acuerdo con esa relación, un

poco análoga a una dictadura, a un régimen militar: vigilancias, encierros, censuras, pero

acepta que Angélika, en medio de todo, sí era increíble. ―Aparte de ese lado oscuro, tenía

un lado alucinante, un lado admirable, cuando no era muy fanático, porque ella tendía al

fanatismo. A esas cosas de la espiritualidad de la reencarnación y a la magia negra. Al

vudú‖.

No se sabe qué fue realmente, si los celos de la mujer posesiva, o el descuido de un

mujeriego insalvable lo que echó por la borda la relación de 6 años de la casa de Cota. ―Ella

viajaba cada año a Europa y yo me quedaba con los niños, ella se iba un mes, mes y medio,

iba por una plata de un negocio que tenía allá y de una vez se daba su vuelta. Yo fui

también alguna vez‖, antes de comenzar hablar del incidente, Pedro comenta casi entre

dientes que Angelika y él tenían planeado un viaje por América Latina, con motivo de los

500 años del descubrimiento de América. ―Pero una vez yo me quedé con los niños y ahí

comenzó a tambalear la relación: alguna vez llegó una señora muy hermosa a la granja, a

comprar legumbres, y me dijo:

—Don Pedro, que casa tan bonita ¿por qué no me la muestra?

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—Claro, siga (la finca era realmente era un paraíso). Nos quedamos hasta tarde hablando y

ella me preguntó:

—Me puedo quedar aquí, Pedro.

—Claro, le dije yo.

Yo tenía un vino, le ofrecí y nos pusimos a tomar, ella se fue quedando ahí, pasó la noche,

yo le organicé habitación y toda la vaina. La señora estaba feliz y entonada. ―La niña, la

hija de Angélika se había quedado conmigo, tenía 8 años y era igual de celosa a la mamá.

No se quería dormir y yo estaba con esta señora en la chimenea, tomando vino. Cuando

llegó Angélica de Europa le dijo:

— Mamá, Pedro metió una mujer aquí. Mi papá metió una mujer aquí.

―Ahí se derrumbó toda la relación. Una mujer celosa y la hija, porque ella la había dejado

en cierta forma para que me chequeara a mí. Se fue dañando la relación y nos separamos.

Acaba la historia con una tristeza absoluta, con las gafas en la mano, con la pierna todavía

cruzada, con la imagen de Angélika todavía en la mano. ―Perdí todo: la mujer, los niños, y

yo los adoraba, ya no los veo, la pelada vive en argentina y el pelado es un trotamundos

ahorita está en África, es un fotógrafo célebre para revistas europeas, se llama Marban

Téllez Helberger, es un aventurero.‖ Sonríe con cariño, abre los ojos y explica que

recientemente, después de 15 años de no verlo, su hijo adoptivo se le había aparecido en la

biblioteca: ―Estaba gigante, espectacular, hermoso, el investigó y me encontró en la Luis

Ángel, me dio mucha alegría porque era un niño muy hermoso y verlo ya un gigante…‖.

Pone la revista en la mesa y suspira, de nuevo la levanta de la mesa, vuelve a mirarla y

dice:

―Voy a sacarle copia a esta imagen y la voy a pegar en la pared de mi cuarto, del hotel. Así

puedo hablarle‖, se alza la mano a la frente y endereza la espalda, firme, y dice: ―Hola mi

general, adiós mi general, hasta mañana mi general‖ suelta una carcajada potente y se dirige

a la fotocopiadora diciendo:

Yili, yili, yili…

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Miel y hiel

1992. Pedro, sin un peso en el bolsillo, con apenas el resplandor lejano de una vida en la

que había tenido una cabaña estilo europeo, huerta, carros, perros, hijos, lora, viaje

planeado por sur América, picadura para la pipa. Angélika lo había dejado en la calle con

un carro destartalado. ―Quedé en la pobreza total, ella se quedó con todo.‖ Dice Pedro sin

mayor enfado, de hecho, una pequeña sonrisa se le alcanza a asomar. ―Yo había invertido

en el riego subterráneo de la finca 14 millones de pesos que me habían dado en Cromos,

me hubiera podido comprar un apartamento, pero invertí, aunque la casa era de ella, todo

estaba a nombre de ella.‖

Sale de la hemeroteca donde había pasado horas revisando parte de su pasado en las

archivadas revistas Cromos de los años 80. Camina hasta el ascensor y hunde el número 4,

el último piso, donde está la cafetería de la biblioteca.

Cuando terminó con Angélika tenía 51 años y en vista de la situación decidió ir a vivir dos

meses al Líbano, donde un amigo suyo, Oscar Becerra, director del colegio Isidro Parra.

Allí lo único que le importaba era investigar la vida de una bandolera que por esos días le

paseaba por la cabeza ´La sargento Matacho´. ―Un día mi amigo me dijo:

—Pedro, acompáñame a Bogotá tres días, rumbiamos, nos vemos con los amigos y nos

devolvemos. Yo acepté y nos vinimos.

Esa noche nos invitaron a una rumba en un edificio en La Macarena donde vivía una amiga

del amigo de Oscar; esa amiga tenía una amiga que se llamaba Nancy Zapata. Ella llegó y

nos pusimos a rumbiar; bailamos, nos tomamos unos tragos, hubo coqueteo. Tenía un

cuerpo extraordinario‖, comenta mientras camina hasta el mostrador lleno de pasteles y

galletas, se acerca a la cajera y le dice:

—Un tinto y unas galletas de estas. Le señala unas galletas de fresa y mientras la cajera

espera el tinto y saca las galletas Pedro agrega, ―últimamente ando más goloso que de

costumbre, me encanta el dulce‖.

Nancy Zapata tenía 33 años, y esto no era casualidad, las mujeres de Pedro, todas ellas,

siempre han sido mucho más jóvenes que él. De Nancy, si se quisiera decir alguna cosa,

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tendría que ser que era bailarina de danza clásica y danza contemporánea, que trabajaba en

el Ministerio de Cultura y en el Teatro La Candelaria; que tenía muy buenos contactos y

provenía de una familia distinguida; que era muy buena ama de casa, lo seducía con

detalles hermosos y cuando Pedro trabajaba le llevaba café en un termo y si ella salía de la

casa le dejaba comida, jugo, frutas; que era sumamente ordenada y de mucho gusto,

sentido estético, era una buena decoradora; que se vestía muy bien, fumaba mucha

marihuana y, sobre todo, que fue la mujer que sacó a Pedro del hueco en el que lo dejó

Angélika. Le recibe el tinto y las galletas y le pone 3 cucharadas de azúcar, revuelve y dice:

―Nancy tenía una cabellera crespa, negra, era medio costeña, el padre era sanandresano.

Tuvimos un romance y me devolví para el Líbano. Un día la llamé y ella me dijo:

—Te voy a ir a visitar, Pedro.

Y allá llegó, ahí mismo nos hicimos pareja. Nos íbamos a pasear los fines de semana,

fuimos al Nevado del Ruiz, visitamos pueblitos, viajamos mucho. Cuando regresamos a

Bogotá, ella tenía una presentación, bailó y me embrujó. Era una artista completa.

Duramos 6 años.‖ Tampoco era casualidad, sus relaciones, la mayoría de ellas, han durado

casi el mismo tiempo, 6 años, 7 años, 6 meses, 7 meses.

Camina un momento sin dirección, se detiene, no habla, sostiene el paquete de galletas en

una mano y en la otra el tinto hirviendo, afuera llueve, adentro, en la Luis Ángel Arango se

empañan los vidrios y se cuela el frío por las ventanas mal cerradas; la mesa está un poco

coja. Pedro se sienta, pone el vaso de plástico que tambalea, pero no se riega. Por fin,

recita un verso de Amado Nervo:

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida,

ni trabajo injusto, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

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que si extraje la miel o la hiel de las cosas,

fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas12

Toma un sorbo y dice: ―Angélika tenía por dentro un demonio escondido‖, deja el vaso en

la mesa, sube las cejas, asiente y continúa: ―Tenía un lado perverso, sabía de hechizos y

brujerías y apenas se enteró de que yo estaba con Nancy, nos hizo algo de esa magia, pero

tiró a matar a Nancy, le dio una infección vaginal severa, terrible, casi se muere.‖ Su voz se

aliviana, se escucha menos y desaparece. Toma otro sorbo de tinto, abre el paquete y se

come una galleta, luego otra, y otra y la otra. Aún con la boca llena y la barba llena de

migajas dice: ―Yo creo que cuando uno ha sido malo, la vida te castiga y si has sido

bueno la vida te recompensa, creo en la ley de la compensación. Creo con toda la seguridad

que hay algo. Y Angélika nos hizo mucho daño, pero después se le desbarató el mundo y le

fue muy mal.‖

Todavía parece reacio a contar la historia completa, pero antes de perder el impulso, traga

afanado la galleta, toma otro sorbo de tinto, esta vez más largo y explica: ―Cuando me

separé de Angélika quedé en el aire, no tenía a donde llevar a Nancy y alquilamos una

casita campesina en Chía. Un día nos fuimos a visitar a mi mamá y dejamos la casa sola, de

12 Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje la miel o la hiel de las cosas,

fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:

cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:

¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas noches de mis penas;

mas no me prometiste tú sólo noches buenas;

y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

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un día para otro. Cuando regresamos había unos calzoncillos míos colgando en un asta

donde teníamos una bandera. Todo en la casa estaba alterado. La casita campesina, que era

lo más de bonita con un jardín enorme, apareció llena de vainas raras. Habían enterrado

unos huesos de muerto entre las materas y la gente de los alrededores estaba aterrada. Nos

decían:

—Doña Nancy, aquí vino una bruja con unos niños y les hizo algo.

Un día Nancy empezó a ponerse mal, se enfermó. Además, estábamos arruinados, no

teníamos ni para comer, a mí me tocaba pasar por muchas aventuras para conseguir algo

sabiendo que era un periodista prestigioso. Me rechazaban en todas partes, habiendo

publicado ya libros, nadie me daba trabajo. Hasta que un día le dijeron a Nancy que había

un profesor de medicina que podía conjurar esas vainas, él estuvo en Brasil y sabía de vudú.

Fuimos hasta un despacho en la calle 45 con 24. Apenas nos vio nos llevó a su apartamento

y me dijo:

—Vea, Pedro, a ustedes sí les hicieron algo, voy averiguar si es vudú o quién sabe qué

clase de embrujo. Mientras tanto, consíganse un dije en oro, lo meten entre un vaso con

agua y lo dejan 9 noches y todas las noches recen cogidos de las manos, les voy asignar

unos pasajes de la biblia. Pero ojo, piensen en ella perdonándola, no se llenen de odio, que

ella va a pagar. Voy a ver qué pasa con el dije, si se descoloriza, si pierde el color amarillo

del oro o se dobla, ahí sabemos si fue grave o leve.

Ese dije se volvió mierda, salió blanco, torcido y era de oro.‖ Exclama y se pone una

mano sobre la frente y dándose un golpecito dice: ―Esa mujer tiró a matar. Pero no a mí,

sino Nancy. El médico me dijo:

—Esa mujer está llena de odio porque piensa que ella te robó, te rapó de sus manos. Pero

no pidan nada malo por ella.

Él nos ayudó y todo comenzó a cambiar. Nancy comenzó a recuperarse y a Angélika se le

desbarató el mundo‖.

Se levanta de la mesa, mete dentro del vaso de plástico el paquete vacío de las galletas,

toma una agenda que lleva consigo y que pierde con desafortunada frecuencia y empieza a

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caminar pausado; se detiene al frente de un ventanal grande. El aguacero cesó y desde ese

último piso la ciudad se ve mojada, pero caminable.

―Estas mujeres son como huracanes. Todas‖. Después de haber contado la tremenda

historia macabra que había soportado alguna vez, dice algo que cae como chorro de agua

fría, lo dice sin sorpresa, sin perplejidad, con una voz muy mansa: ―Nancy fue terrible

también. Me robó la biblioteca y la vendió a librerías de segunda. A mí me tocó comprar

mis propios libros. Una biblioteca en la que yo tenía como 3000 libros, me dejó en la ruina.

Son como vendavales, me hacen mucho bien, pero me dejan mal y después llega otra que

me recupera.‖

Beatriz y Marta

Se dirige a las escaleras y baja, entonces vuelve a recordar el bien que le hacen las

mujeres, el mal que le hacen. Pero hay dos mujeres, dos que recuerda con un amor grande,

dos con las que tuvo relaciones efímeras, 6 meses, 7 meses quizá.

La biblioteca tiene bancas de mármol verde dispersas por los pasillos, para los visitantes,

para los conversadores. Pedro decide descansar un momento en una de ellas, se sienta

derecho, cruza la pierna, acaricia la barba jaspeada, pasa los dedos sobre los labios.

―Después de Nancy, me fui a Medellín a trabajar con Víctor Gaviria y allá conocí una

muchacha hermosísima. Ella estaba vendiendo seguros, estaba asegurando a los personajes

de la película. El papá de ella era de mi misma edad, unos 57 años, y ella tenía 34 o 35.‖

Empezaba a trabajar junto con Víctor Gaviria en la película ´Sumas y restas´13

, y a

encontrar un ritmo de vida agitado, pesado: drogas, alcohol, rumba, mujeres, insomnio.

―Ella cantaba divino, era una mujer muy distinguida. Yo estaba escribiendo Rebelde hasta

la muerte. Fue un amor muy fugaz, pero ella me recuperó de Nancy.‖ Lo dice con cariño,

13 Sumas y Restas es una película colombiana dirigida por el cineasta antioqueño Víctor Gaviria,

2005. Relata los orígenes del narcotráfico en los años 80 en Colombia. Ganadora de varios premios

en diferentes festivales de cine a nivel nacional e internacional.

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había quedado devastado después de que Nancy vendió su glorioso tesoro, algo que no solo

le causo dolor también el desprendimiento de las cosas materiales.

―Beatriz era separada y tenía un hijo. Me metí mucho en la película y a ella no le gustaban

las rumbas de Víctor, muy pesadas, llenas de trago y se cansó. Duramos como 6 meses.

Pero emocionalmente fue muy importante. Paisa, linda.‖

Hay otra mujer que se le viene a la cabeza, la menciona, ―Marta‖ dice y baja la voz , como

en secreto. ―Yo tuve un amorío rápido con una abogada que se llamaba Marta, que era del

M19 y murió en el Palacio de Justicia.‖ Una mujer con la que vivió, no dice nada más sino

que fue importante, no da fecha ni edades, ni tiempos, ni apellidos, como si hubiese sido en

otra dimensión. No lo salvó, no lo dañó. Fue importante.

Habla con silencios largos, y de vez en vez recalca algo:

—Yo sé cuando tengo el mal a mí alrededor.

Se pone la mano en el pecho, frunce el ceño y continúa, justificando un poco el

comportamiento de las mujeres que lo casaron, lo arruinaron, lo embrujaron, le robaron, lo

enamoraron. ―Me han dicho incluso que yo lo suscito porque soy demasiado receptivo,

entonces me influye poderosamente el mal. Atraigo ese tipo de mujeres violentas, pero

increíbles.‖

Debajo de la mesa

Ella estaba allí sentada, de blanco toda, de piernas cruzadas, hermosa, joven, muy joven, 26

años a lo sumo. Él estaba en frente, parado, dictando una charla sobre violencia juvenil que

el Bienestar Familiar le había encargado y ya pasaba de los 57 años. Ella lo miraba,

coqueta, como una Lolita, como una niña alucinada. Cuando terminó la charla lo invitaron

a unos tragos. Ella estaba allí. Él se sentó en la mesa, pidió un trago, la vio, era hermosa.

Ella se sentó a su lado, le coqueteó un rato por debajo de la mesa con los pies, le habló. Se

llamaba Natalia Valencia, era hija de un concejal de Medellín, estaba recién graduada de

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historia de la Universidad de Antioquia; era inteligente, le gustaba la historia de la violencia

del siglo XX. Le había gustado la charla.

―Quería ser actriz‖, dice Pedro, que ya se encontraba afuera de la biblioteca debajo de un

alero mientras terminaban de caer las últimas gotas del aguacero. ―Pero cambiaba de

personalidad cuando bebía, de ahí fue el problema con ella. Duramos siete meses. Yo en

esos días estaba muy bien trabajando con Víctor, vivía en una cabaña muy bella en Guarne,

entonces nos fuimos para allá. Mientras estaba sobria, era extraordinaria y con mucho

talento para los guiones, hasta trabajó conmigo en el guión de La Matacho.‖

Su rostro cambia bruscamente de forma, se le asoma una mueca de desprecio y agrega:

―Tomaba, metía perico y se volvía un demonio, se le salía ese demonio interno y era una

muy mala energía. Era muy dañina, se ponía muy pesada y yo gastaba mucha plata con ella;

no pagaba nada, pero yo estaba enamorado.‖. Recuerda la agenda azul, la tiene bajo el

brazo pero la busca desesperado como si no la sintiera, la encuentra con los ojos, con el

tacto, descansa, toma aire ―ayy, Natalia‖, dice:

―Un día fuimos al festival de Santa Fe de Antioquia y allá se armó la pelotera. Ese día había

una rumba y ella se me escapó; yo no quise ir. Yo había ido porque quería entrevistar a

todos los directores de cine que estaban allá, ese era mi objetivo, pero ella se chifló, se fue

y llegó al amanecer. Cuando llegó le saqué las maletas, las tiré a la piscina y le dije:

—Vete de aquí ya.

Eran las cuatro de la mañana y fue a golpearle a Víctor y le dijo:

—Víctor, Pedro me echó, préstame tu carro y duermo allá.

Víctor se lo prestó y, claro, se lo llevó y se fue a las afueras del pueblo y empezó a loquear.

Hizo un espectáculo delante de todos los cineastas de Colombia, hizo en la plaza un

espectáculo de striptease, se enloqueció, se quitó la ropa. Yo quedé más mal con todos los

cineastas. Era la locura producto de la borrachera, la droga y el despecho. Ella no sabía

cómo hacerme quedar mal. Allá estaba una mujer que es cineasta y que fue muy importante

acá que hizo dos documentales clásicos en la cinematografía colombiana, Gabriela Samper.

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79

La hija había sido alumna mía en el liceo Juan Ramón Jiménez y yo estaba entrevistándola

como cineasta. Cuando Natalia se dio cuenta, se acercó y le dijo:

—Vieja hijueputa,¿ qué hace acá con mi marido? Quítese de acá, hijueputa.

―Que pena.‖ Se da un golpecito en la frente, se le desacomodan las gafas, abre los ojos

mostrando rabia, vergüenza y dice: ―Yo nunca volví a Santafé de Antioquia.‖.

***

2010. Octubre. 5 de la tarde. Caminando por las calles de La Candelaria. Pedro cansado de

recordar, se mete una mano al bolsillo, saca con un par de monedas, compra un dulce y

empieza caminar hacia abajo, por la calle que desemboca en la plaza de Nariño. Dice

mientras se pasa el dulce por toda la boca: ―Según Shakespeare hay siete pasiones: el amor,

el odio, la ira, la envidia, los celos, la venganza y la muerte. Todas son inherentes al ser

humano. Cada obra de Shakespeare es como la representación de cada una de estas

pasiones. Me gustan, las grandes pasiones‖. Sigue caminando, con la agenda bien tenida, y

aferrándose bien al suelo con sus zapatos de cuero negro. Sonríe y agrega: ―Una vez,

escribieron algo sobre mí en internet, sobre las cosas que me pasan, y una señora escribió:

—No es nada raro, que un periodista, un escritor del mal, todo el tiempo absorba estas

energías, las atrae y las libera, porque la escritura es un exorcismo. Ese señor debe de

tener algo de demonio y de Ángel.

Y sí. Yo tengo algo de demonio y de ángel…

Capítulo IV

El sablazo

La mujer acaricia un gato medio tuerto color crema y recuerda al hombre del tinto, los

cigarrillos y la barba; recuerda que ese hombre descubrió la buena luz que atraviesa las

tejas de su casa, que entra en la madrugada y se posa sobre los balcones; recuerda que solía

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80

decir: ―deliciosa para leer y estudiar‖ . Tiene las piernas cruzadas, el cabello suelto, algunos

anillos en sus dedos que roza con la melena del gato mientras dice: ―Pedro es una persona

muy bohemia, su proyecto de vida es escribir, leer, carecer de horarios de nada, su

independencia, su libertad, tomarse sus tintos, sus tragos, fumarse sus cigarrillos. La

bohemia hace buenos conversadores. La cuestión es que esa es su vida, la aventura, y

resulta que para uno la aventura tiene edades, para Pedro no, para él la aventura existe

todavía‖.

Lina Cortés, lo conoció solo por 20 días cuando Carlos, su compañero, le ofreció a Pedro

Claver Téllez dormir unos días en Casa de Citas, el lugar del que ella es socia y que

funciona como bar y restaurante de comida peruana. ―No lo conocía y cuando Carlos lo

trajo, yo estaba haciendo un trabajo de patrimonio cultural sobre leyendas y mitos de

Bogotá, entonces hablando con Pedro me enteré de que él tiene unas crónicas de estos

personajes como la loca Margarita y Pomponio — Biografía del disparate—. Empezamos

a charlar e hicimos una bonita amistad‖. Ella es una de las que cree en la resistencia

silenciosa y artística de Pedro: ―Es un anarquista sin remedio y rebelde‖.

Cuando habla de él parece siempre guardar una distancia, quizá, porque convivió con el

poco tiempo, pero no oculta su percepción certera y acertada, sus impresiones de vida. Para

Lina, una conocedora de la bohemia bogotana, de las inconsistencias y los métodos

antipedagógicos, resulta que Pedro es un bohemio de los pocos, de los solos, de los locos.

Sigue acariciando el gato y comenta: ―es una persona que proyecta ser muy tranquila,

introvertida y muy solitaria, pero esa es su forma, su estatus, su posición. Son posiciones

que se asumen. Para nosotros o para algunos puede ser decadente, pero para él es una

manera contestataria, es una forma de mostrarle a la sociedad que aunque algunas

personas no tengan dinero, no se vistan fino, no se fijen en su aspecto o tengan cabello

largo, sí pueden producir buenas ideas y hacer buenos trabajos y aportar a la historia del

país‖.

***

Pedro se cayó. Tiene un ojo rojo, hinchado y un moretón en la frente brillante. Baja de la

biblioteca y parece angustiado, ansioso, trae algunas fotocopias en su mano. Exclama: ―Me

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caí. Ando muy acelerado y de mal humor por estos días, yo no soy así pero esta vida no

deja otro camino‖. El golpe parece fuerte, las gafas un poco chuecas, alza la mano a la cara

y se rasca la herida de la frente. Sonríe un momento, se ríe de su desgracia y cuenta, ―yo

andaba buscando plata porque, aunque tenía donde dormir, necesitaba al otro día

cambiarme, sacar una ropa de la lavandería que ya tenía hace mucho tiempo. Me parecía

estar mal vestido, me sentía muy mal‖, dice con la mirada gacha.

―Me fui con unos amigos a tomar café y sentí algo en el pecho. Como a la hora tuve una

pelea verbal con un amigo y eso me puso más tenso, entonces bajé por la 22 a coger un bus

porque si no lo cogía me quedaba en el aire, de pronto, prumm me caí. Yo sentía que algo

había en la atmósfera ese día, algo malo, yo siento esas energías‖. Pone una mano en el

pecho, al lado izquierdo y dice que ahí siente esas cosas, que hay veces no lo dejan en paz,

que hay veces no puede dormir, que tiene un sexto sentido, que intuye el mal, entonces se

desahoga y cuenta una historia que le ocurrió recientemente:

―Unos pelados me iban a asaltar con un chuzo y yo iba a dictar una conferencia y salí muy

temprano del edificio donde estaba viviendo, yo tenía sólo 20 mil pesos y mi maletín lleno

de documentos y todo mi trabajo. Y me dicen:

—Quieto, gringo hijueputa. Y yo les respondí:

—Yo no soy gringo, ni tengo dólares, soy colombiano.

—Záfese hijueputa, del maletín.

Y yo me puse templado, bravo y les dije:

—Mire, tengo 20 mil pesos, este maletín no les sirve para nada, ni siquiera les dan 5 mil

pesos por lo que hay ahí adentro. Más bien cambiemos este billete, yo sólo necesito 5 mil

pesos para irme a una charla y ganarme la vida. Y el resto se los doy para que metan.

Y me los llevé a una tienda cerca y le dije a la que atendía:

—Señora cámbieme este billete. Y ella me dijo:

—No, no tengo. Entonces yo le dije:

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—Entonces, deme tres desayunos.

Y les di desayuno y hasta comí yo y me fui para mi conferencia.

Termina la historia exaltado, con el ceño arrugado, con las manos empuñadas.

***

Comparte su conocimiento a cambio de algún dinerillo para pagar la noche, eso sí, en

algún hotel del centro. El hotel debe ser decente. ―No tengo plata, me prometieron un

dinero y no me lo han dado. Este asunto no me deja concentrar bien, me inutiliza. Ahora

vivo en un hotel, me toca buscarme la plata del hotel todos los días para la subsistencia; es

un buen hotel, baño privado, televisión, aseado, estoy amañado ahí, pero eso no es vida,

todos los días buscando los 12 mil pesos para pagar y cómo desayunar al otro día. Es una

angustia muy tenaz, por eso me inutiliza, no me puedo concentrar.‖ Dice Pedro moviendo

el cabeza hacia los lados, tensando las manos, arrugando la frente.

Camina tres cuadras, repitiendo que últimamente le ha dado por el mal humor, que no

entiende por qué, él no es así. Se sienta en la mesa de un café y le dice a la mesera:

—El más barato, por favor. Y vuelve a la conversación.

―Prefiero la plata y completar lo del hotel‖, explica avergonzado, ―Esto es una guerra. En

las noches lo que hago es comprarme un pan francés con queso de mil pesos, que es

delicioso, y unas sardinas, con eso quedo. Sin embargo, cada noche me duermo pensando

en qué voy hacer en la mañana, porque no hay nada más triste que levantarse y no tener ni

para un tinto. Hay que arriesgarse a todo. Con tinto y pan ya me concentro por lo menos un

rato.‖

Aunque intenta tazarlo el café se lo toma rápido, siempre pide uno pequeño para ahorrarse

unos pesos, prefiere caminar en vez de tomar un bus o cualquier tipo de transporte, al fin y

al cabo, es un caminante apasionado, dispuesto a los albures de la mala vida y a los

pequeños destellos de la buena. Algunas veces solo camina para encontrarse con alguien

que arregle su día, algún conocido que no pida más que una buena conversación, una

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historia inédita, un relato increíble; a cambio de un almuerzo; a cambio de un café. Pero él

es bueno, y cree con vehemencia en la ley de la compensación y le funciona, siempre

encuentra un almuerzo, un café, un dinero a la vuelta de la esquina. Se rasca la ceja derecha

y dice: ―si uno ha sido bueno, la vida te recompensa. Yo, por ejemplo, hay veces que salgo

de la biblioteca con un hambre, pero algo por dentro que me dice: Pedro, no te desesperes.

Camino tres cuadras y me encuentro el almuerzo ¿Por qué? Porque cuando yo he tenido yo

he dado.‖

Y no es un secreto para nadie que cuando ha tenido ha dado, lo ha dado todo. Fernando

Iriarte, su amigo y colega, no entiende la nobleza exagerada que reside en un ser que ha

tenido toda clase de experiencias y cercanía con el mal y la violencia. ―Cuando él tiene es

total, cuando tiene medios, es completo. Los escritores en Colombia viven de una manera

muy azarosa, aquí no se puede vivir del vivo, pero sí hay algunos que lo intentan, y Pedro

es muy solidario. Si él tiene plata se la gasta, no le dura, se compra libros, invita, le dice a

uno:

—Cómprese ese libro, yo se lo pago. Se ríe, luego calla y continúa.

Los últimos años han sido muy difíciles para Pedro, ya va cumplir 70 y a esa edad ya es

difícil que le paguen formalmente, él consigue cositas, pero la gente se aprovecha‖.

Pero es un hombre con suerte. Con la suerte del náufrago que pesca algo con la mano.

―Mire mis aventuras de estos últimos días‖, cruza la pierna, baja la voz y coge el impulso:

―Yo tengo unos amigos, grandes amigos; uno de esos es hijo de un amigo mío de la niñez,

Oscar Becerra. Un día eran como las 7 de la noche y yo ni había almorzado, así que lo

llamé y me dijo:

— Venga a las 7:30 de la noche

―Él vive con una mujer que es prima de la ministra de cultura14

. Me fui para allá y me

quedé ahí; ella preparó unas pastas deliciosas, entrada y jugo. Comí dos veces, después

Óscar me dio 20 mil pesos, ese día llegué tranquilo. Al otro día llamé a Fernando Cortés,

14

Paula Marcela Moreno Zapata, nació en Bogotá el 11 de noviembre de 1978, y desde el 1 de junio de 2007,

es Ministra de Cultura.

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mi otro amigo de siempre, mi hermano del alma, es casi como mi hijo, yo lo quiero mucho.

Le conté de mi situación y me dijo:

— Hombre, Pedro, no me han pagado, pero esto te puede servir —me dio 30 mil pesos.

Y al siguiente día, me fui para la biblioteca, mientras caminaba me acordé de que había

una cafetería y que allá va mucho un amigo mío, pero como era puente a lo mejor no

estaba. De repente, me lo encontré.

—Quiubo, toño. Le dije, y él me respondió

—Siquiera llegaste, estoy aburrido sin un amigo con quien hablar

―Entonces fuimos a una cafetería y me preguntó:

—¿Ya desayunaste?

—No, nada.

―Me comí un caldo con carne, chocolate y pan, una buena desayunada. Cuando terminamos

ahí me dio una corazonada. Me acordé de una tienda de un tipo que se llama Pedro, donde

venden unos envueltos de maíz deliciosos y son baratos, es una tienda muy concurrida y me

fui para allá. Cuando iba caminando miré al piso y de pronto veo un billete tapado con una

piedra, pero no sabía si cogerlo, pensé que era una broma o algo así, miré arriba y a los

lados y pan lo cogí. Pensé: este billete no es bueno, este billete es falso. Decidí meterlo en

el hotel y si me lo devolvían me disculpaba y ya. Pero me lo recibieron, me dieron las

vueltas ¡Qué suerte!

En las líneas de sus textos, en los puntos y en las comas, se le puede encontrar caminando,

siendo él mismo el protagonista de la historia, aunque sean bandidos, locos, fantasmas,

prostitutas, guerrilleros. Él es eso, él es todo eso. ―Pedro podría ser un personaje de esos

mismos de los que él escribe, es una coherencia entre sus personajes, sus libros y él

mismo‖, habla Lina recordándolo mientras acaricia el gato tuerto.

***

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85

Algunas personas pasan y lo saludan, él se pone de pie para saludar, estrecha la mano fuerte

y después se sienta, vuelve a tocarse la herida de la frente y dice: ―Hace como dos semanas

yo estaba con Alejandro Osorio, un amigo, estábamos viviendo en un apartamento en

Normandía. Muy bueno, pero él era muy loco, le había dado un pre-infarto. Y el lunes

siguiente se murió.‖ No lo dice con mayor sorpresa y continúa, ―ese loco se lo buscó. El

sábado anterior se había tomado 4 medias de vodka. Se mató. Yo tomé dos tragos con él y

le dije:

—Esos son los últimos que se va a tomar hermano.

El domingo estuvo todo el día descalzo, tosiendo y yo le decía:

—Póngase los zapatos hermano, cuídese.

No, pero él era muy necio. Y el lunes yo me vine con él, me tocó ayudarlo a subir y bajarse

del bus, y por la tarde se murió en el café‖. Termina la historia sin lamentarse, consciente

del suicidio de su amigo.

Después de terminado el tinto, se pone de pie, se sacude el vestido gris y la camisa. Dice

que debe partir a su cubículo de investigación que está en la Luis Ángel Arango, que debe

seguir trabajando en un libro sobre la vida de Policarpa Salavarrieta. Antes de irse comenta:

―Yo comparto con mucha gente, pero no me quedo mucho tiempo con ellos, es una

vagancia que no me conviene, hay veces me toca salir a buscar el almuerzo, pero yo no me

demoro.‖ Parado y esta vez muy derecho dice a modo de burla, a modo de verdad:

―La gente dice que soy vago. Si tener 11 libros publicados y 7 sin publicar es ser vago,

entonces sí, soy un vago…‖. Se despide y sube, se interna en la biblioteca.

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Capítulo V

El devoralibros

―Tan sólo un hombre vela emborronando con febril

actividad, y con los sentidos muy despiertos, las blancas

cuartillas que tiene delante. Es el torrero de París, el

hombre que, por su capacidad literaria, parece destinado

a espiar los latidos de su siglo, minuto por minuto, hora

tras hora, noche tras noche, como un sereno. Pero un

sereno que no recorre las calles con su farol y con su

chuzo, sino que escribe la historia de toda esa gente que

ahora duerme y que de día se agita y se afana, pretende y

ambiciona, ama y odia, goza y sufre.‖ (Ludwing, Emil. P.

1192)

Balzac. Un hombre que vivió a la sombra de la elite burguesa, esperando su momento de

gloria, encerrado solo por pasión en habitaciones sombrías, con tinta y lámpara de

gasolina, escribiendo hasta la fiebre y el cansancio. Un mortal que ahora llaman genio, pero

que en su siglo era un vago intelectual, dedicado a la labor de la escritura y con unas deudas

impagables macerándole la espalda y la mano.

Pedro es fácilmente comparable, en muchos aspectos con Honorato Balzac. Aferrándose al

gusto desorbitante por la lectura y la desenfrenada forma de escribir que los dos espíritus

comparten. El uno vivió, imaginó, concibió y murió en París. El otro vive, crea, respira y

camina por las calles de Bogotá. ―Tengo siete libros sin publicar y más de cien cuadernos

llenos a mano‖, dice repasando sus textos inéditos en la pantalla de un computador.

Cuando Emil Ludwing habla de Balzac, algunas líneas evocan al bohemio colombiano:

―(…) comenzó a leer con tanto ahínco… La lectura en él no es afición, es pasión, es manía.

Lee ávidamente, incansablemente; devora los libros‖.

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Y es un devoralibros. Puede llegar a la biblioteca Luis Ángel Arango, su oficina hace 6

años, rondando las 7 de la mañana, con su aspecto de cachaco menudo, una leve joroba

por las malas pasadas de la calle y, seguramente, por el hábito de la lectura. Lo más

probable es que esté usando un traje gris, zapatos negros lustrados, muy caminados y una

corbata azul petróleo. Una cola pequeña recogiendo el pelo nevado, las gafas machucadas,

la camisa, color cualquiera, que ese día haya llegado a sus manos.

Normalmente, bajo el brazo lleva una agenda donde pone hojas sueltas de textos que le

gustan, lleva también cuadernos llenos de impresiones, de observaciones, —un pequeño

diario que no tiene continuaciones, que es independiente cada vez que lo abre—, y libros

que ha pedido de la biblioteca. En ocasiones, en vez de eso lleva un maletín de cuero

disipado. Cuando habla de lo que mete allí no se avergüenza al confesar que esos son sus

anaqueles, que lo que guarda, en la bolsa o en el maletín, lo es todo para él. ―La mayor

parte de mi biblioteca personal son fotocopias, no me da pena decirlo, lo hago con amor, no

es un robo, pero así toca‖. Alguna vez tuvo una biblioteca de 3 mil libros, ediciones

ilustres. Alguna vez una mujer se los robó y los vendió.

Si cuenta con suerte, de camino a la biblioteca, puede tener un afortunado encuentro con

un conocido que lo invitará a desayunar como a él le gusta —caldo de costilla, huevos, pan,

chocolate—. Si no tiene suerte, entrará a la biblioteca en ayunas o con un tinto. Pero eso le

basta, asume el hambre de una manera digna, apropiada cuando sabe que el día entero

debe pasarlo con café y letras. Pero ya le ha pasado, esa es la magia de la buena suerte,

aparece como un estallido de alegría extrema, pero pasajera e inesperada. ―No importa‖ —

siempre piensa— al fin y al cabo no hay dinero más que para el hotel; aun así, como fuere

se consigue la carga de cafeína que tanta la falta le hace.

El hotel debe ser cómodo para el hombre que gasta sus horas de sueño en leer. Cuando

habla de su tiempo de lectura lo hace ávido y emocionado, compartidor y halagador de los

detalles propios de remarcar. Cuenta que si un libro lo seduce lo suficiente debe leerlo

inmediatamente, no da espera, ha terminado libros de 200 páginas en un lapso de 8 horas o

menos; espacios tremendos, donde se aferra al ansia, al libro, al otro universo.

Generalmente, empieza un día y acaba al otro. ―Pedro es un hombre generoso con su

conocimiento, siempre se mantiene al tanto de lo que se está escribiendo en el mundo, nos

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ha educado muchísimo, es un placer escucharlo.‖ Comenta Víctor Gaviria quien lo admira

por sus horas incansables de trabajo.

―Pedro es muy querido, muy generoso con su saber, muy lúcido. Él no es ningún vago, los

que dicen eso son babosos, mojigatos que simplemente no viven a las mismas horas que

Pedro‖, dice Gustavo Bustamante con una mirada enérgica, el ceño fruncido, el pelo

blanco, echado para atrás. Gustavo es amigo de Pedro. Lo conoció en el bar El Mercantil de

la calle 22 con séptima. Tradicional bar de coperas e intelectuales donde ha pasado Pedro

largas horas de su vida, refugiado en la amabilidad del tradicional lugar. Es cierto, Pedro

vive a diferentes horas que el resto, goza de la noche. En esto quizá se parece al mismo

Balzac.

Cuando París y todo entorno suyo cerraba sus ojos

inflamados, cuando las sombras caían sobre el rumor de

las calles y se borraba el mundo de afuera, apuntaba la

aurora del suyo. El novelista lo conjuraba al margen del

otro, congregaba todos sus elementos dispersos y vivía

horas de éxtasis febril. Espoleando sin cesar los sentidos

postrados con el aguijón del café puro. ¡Y así trabajaba

diez, doce y a veces hasta dieciocho horas diarias! Hasta

que algo viniese a arrancarle de aquel mundo y volverle al

de la realidad. (Zweig, Stefan. Obras completas.

Biografías p. 515)

Entra a la Luis Ángel Arango con la satisfacción de que allí es bien recibido, se siente

cómodo ante la multitud de libros que lo embriagan de felicidad, está contento porque sabe

que no le va alcanzar la vida para leer esas largas repisas con libros nuevos, viejos,

delgados, mamotretos. Descubre allí, en esos estantes inmensos, hacinados de libros,

hinchados de historias, un nuevo universo no explorado por él. Es un placer sentir eso.

Encontrar que todavía no ha leído ni la mitad de los autores que allí están presentes —

aunque ha leído cientos—, es el licor de su existencia; libros de aventura, novela negra,

textos de bandidos, de viajes; Ernest Hemingway, John Reed, Lillian Ross, Leonardo

Sciacia, Graham Green, James Elroy, Daniel Defoe, Ryszard Kapuscinski, Gay Talese,

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Truman Capote, Scott Fiztgerald, Walter Burns, John Hersey, John Berger, Gabriel García

Márquez, William Shakespeare. Sus ídolos, todos allí reunidos, dispuestos para él.

En ocasiones reclama a las señoritas que trabajan en el lugar, y ya lo conocen, traer algún

libro que la biblioteca aún no posee o mejorar los cubículos de investigación, ―ya están un

poco desgastados, hay veces que no hay buena red de internet‖. Se incorpora a la atmósfera

erudita y se alberga allí como un ermitaño acucioso hasta que la tripa, que es inoportuna,

le anuncia que el cuerpo no da más, que no puede vivir solo de líneas y letras.

Se resguarda durante el día y la tarde, no le importa qué esté pasando afuera, cada día

encuentra algo que lo hace quedarse allí, sentirse en casa, a la que siempre vuelve, es su

paraíso de historias, su lugar de instante creación. Pedro se llama a sí mismo ratón de

biblioteca, quizá su forma ligeramente encorvada es secuela del escudriñar entre hojas y

polvo como un ratón que encuentra recovecos y pequeños tesoritos con que alimentarse.

Un ser casi imperceptible pero latente, constante en la biblioteca. Un devoralibros.

Desde niño ya leía. ―Ya había leído los libros que mi papá frecuentaba, que eran: El

Quijote, La Biblia y Las mil y una noche. Me eduqué leyendo esos tres libros porque eran

los de cabecera de mi papá. Yo gozaba mucho con las locuras de Don Quijote y mi papá

una vez, viéndome reír, hizo una observación muy importante para mí. Yo me reía y él se

ponía triste, entonces él me dijo:

—Mijo, yo sufro mucho con El Quijote, me parece muy triste todo lo que hace, es la

locura, es el desequilibrio y eso a ti te gusta porque eres un niño. Las lecturas tienen

edades, mijo.

Suelta un aire contenido en sus pulmones y dice: ―Los libros tienen edades‖. Evoca, afianza

las palabras de su padre.

Ragalpetra y la estatua de Sciascia

Ya es tarde en La Candelaria y Pedro camina un rato por el centro atestado de palomas,

buses, puesticos de comida, emboladores, señoras dando de comer a las palomas, ancianos,

vendedores de chance, indigentes, ejecutivos, estudiantes, ladrones atisbando bolsos,

maletines, morrales, perros dormidos, luces prendiéndose, el sol escondiéndose. Pedro

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decide parar en la plaza cerca de la universidad del Rosario, sobre la carrera séptima donde

venden libros buenos a muy bajos precios, 5 mil, 10 mil, 15 mil, dependiendo del autor,

dependiendo del vendedor. Allí, en un puestico pequeño repleto de libros amontonados, de

cajas llenas de títulos organizados jerárquicamente por precios y géneros, trabaja un amigo

de él, un señor que vende, ―muy buenas ediciones‖, dice Pedro, ―un buen amigo‖, remata.

―Yo hay veces vengo aquí y él me deja sentarme a leer los libros ahí, en una silla al lado de

él, compramos un vino, leemos y charlamos‖

—Don Pedro Claver.

—Hola Manuel, como te ha ido. Lo saluda Pedro con presencia.

—Bien, afortunadamente. Tiempo sin verte.

—Sí, es que he estado muy ocupado, enbolatado. Observa los libros que hay, deslizando el

dedo por los títulos, cogiendo uno de vez en cuando. Después hace un comentario de la

buena selección de libros que hay allí y se despide.

—Chao, Manuel, en estos días paso y te visito.

Sigue su camino, el cielo empieza a colorearse de un azul apagado y Pedro empieza hablar

sobre las mieles de la literatura. ―Para mí es como un complemento de la vida, la literatura

es un arte que da cuenta de la vida y de la aventura del hombre y le cogí mucho cariño a

través de los relatos históricos de mi padre. Uno de mis autores favoritos, sobre todo por el

género policiaco y la forma como escribe, es Leonardo Sciascia15

‖ Sonríe grande y dice

sin apuros. Yo una vez estuve en Sicilia, fui a un pueblito que se llama Ragalpetra donde

vivió uno de los escritores que yo admiro más, se llama Leonardo Sciascia, es de mis

favoritos, me he leído 28 libros de él‖, continúa el camino arreglándose el pelo que se le

desordena con el viento y dice, hablando a veces al piso.

15

Escritor italiano que destaca por sus novelas sobre el poder y la corrupción en Sicilia. Nació en Recalmuto,

Sicilia, el 8 de enero de 1921. Fue profesor en varios colegios de Caltanissetta entre 1949 y 1957, y de

Palermo desde 1957 a 1968, a la vez que publicaba sus novelas, narraciones cortas, obras de teatro y ensayos

que, según el propio autor, formaban un solo cuerpo de obras cuyo tema era el trágico pasado y el no menos

trágico presente de su isla natal. El 20 de noviembre de 1989 murió en Palermo.

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―Yo me gané un premio, soy un fanático de la literatura siciliana y de la historia y de la

mafia entonces me gané un premio de crónica en España hace tres años. Fueron como 3000

euros, me mandaron los pasajes y yo dije:

—Me voy a gastar estos euros viajando por todo Sicilia.

Y me fui y me quedé un mes, di toda la vuelta y estuve por todos los sitios de la mafia;

estuve en Taurima, donde vivían los distintos clanes mafiosos y llegué a Ragalpetra,

alquilé un carro allá y de pronto vi a Leonardo Sciascia y me pegué un susto y dije:

— ¡Ayyy como así que está vivo!!!

Pues resulta que era una estatua que hay allá en honor a él y todo el mundo pasa y la saluda

y le rascan la barriga. Me puse a buscar a la hija que se llama María Sciascia, pero ella ya

no vivía allá, vivía en Palermo. Pero que felicidad la mía de estar allá, de ver esa estatua.‖,

ríe casi a carcajadas contagiado por los recuerdos de la historia y comenta:

―Fui un lector enfermo, soñaba con las lecturas. Muchas veces mi mamá me dijo que me

encontraba alucinado, enfermo por las lecturas; me acuerdo de que en una Semana Santa

me hice encerrar con llave para leer a Shakespeare, leí ´Hamlet` ´Macbeth` me leí como

tres, cuatro obras de Shakespeare, porque a mí la Semana Santa me deprimía, pedí que me

encerraran.‖ Su camino es largo, va hacia el hotel donde vive por estos días, no importa,

siempre camina, le gusta, lo disfruta.

―En esos años 60 leí mucho, de manera enfermiza, yo fui un joven que salía a pasear en

bicicleta con la camisa de ciclista y ahí en donde ellos echan la panela y la naranja yo ponía

un libro de cuentos de Hemingway, llevaba panela revuelta con los libros, en especial un

libro que se llamaba ´Dublineses´ de James Joyce16

. Me gustaban los cuentos de

Hemingway porque siempre eran aventuras al aire libre donde estaba la pesca, el boxeo, los

trenes, la guerra, era una literatura atlética para mí y se parecía mucho al periodismo. Fue

una gran escuela, aún leo muy frecuentemente a Hemingway porque me parece que es el

16

Novelista y poeta irlandés cuya agudeza psicológica e innovadoras técnicas literarias expresadas en su

novela épica Ulises le convierten en uno de los escritores más importantes del siglo XX. Joyce nació en

Dublín el 2 de febrero de 1882. de vivir veinte años en París, cuando los alemanes invadieron Francia al

principio de la II Guerra Mundial, Joyce se trasladó a Zürich, donde murió el 13 de enero de 1941.

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escritor que enseña a hacer diálogos y los diálogos son la parte más difícil de la escritura, es

un gran cronista me gusta porque es un escritor atlético, de exteriores: ´Muerte en la

tarde`, ´Enviado especial`, que eran relatos de prensa y una novela que se llama ´Por quién

doblan las campanas`, me hacia llorar. Los relatos, los cuentos me parecían fabulosos, me

siguen pareciendo, yo creo que hay relatos de él que he leído 30 o 40 veces, no me canso.‖

Con mucha naturalidad sigue su camino, avanza unos pasos pero antes de perderse en las

sombras se voltea y declama:

Porque me ven la barba y el pelo y la alta pipa

dicen que soy poeta..., cuando no porque iluso

suelo rimar -en verso de contorno difuso-

mi viaje byroniano por las vegas del Zipa...,

tal un ventripotente agrómena de jipa

a quien por un capricho de su caletre obtuso

sueña fingirse paraísos...! ¡al uso

de alucinado Poe que el alcohol destripa!,

León de Greiff

Sonríe, se despide…

Capítulo VI

En la mismísima piel de los bandido

2 de la tarde. Empezaba a llover en Bogotá; Pedro se mojaba, se mojaba el saco, se mojaba

la bolsa de plástico bajo su brazo, se mojaban los zapatos de cuero negro y el pelo blanco.

Se intentaba resguardar del clima bajo los techos de los andenes, las gotas eran más grandes

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y el paso más afanado, escapando de alguna enfermedad. Por fin se ve la casa blanca donde

había estado viviendo por 4 meses.

Cuenta Pedro que antes de escribir el libro de la vida y suerte del bandolero Efraín

González, investigó y trabajó durante 15 años. Que llegó a escribir de 1800 a 2000 hojas,

montañas de papel vivo. Que se obsesionó con el bandido que, además, era su primo, lejano

pero primo, y que estuvo a punto de perder la cabeza por culpa de este conservador que

murió joven, pero con un prontuario de curiosos episodios.

―Yo era muy joven e inexperto cuando empecé a escribir sobre Efraín; el libro realmente

me ganó, no era capaz de dominar toda esa información que había investigado y escrito.

Yo vivía con una alemana en Cota, ella se dio cuenta de que me estaba volviendo loco y

me quemó toda esa vaina: Un día yo estaba en el centro y cuando llegué encontré un

hueco echando humo, todo mi trabajo quemado. Casi la mato. Y ella me dijo:

— Si sos tan verraco, vuélvelo a escribir, pero ya no consultes más porque eso es lo que te

va impedir escribir tu libro.

―Y tenía toda la razón. Me senté a escribirlo y me salió el libro que está publicado.

Viéndolo bien me hizo un favor porque con todo ese material yo no sabía ni por dónde

empezar; tan solo el final eran más de 100 páginas.‖ Eran días y noches de constante

desvelo, de horas sentado frente a una máquina de escribir que lo devoraba. Víctor Gaviria

recuerda bien, con cariño die, “nos reuníamos en la finca de ella y Pedro escribía y escribía

y eran maravillosas las veladas, amanecíamos leyendo sus libros‖.

Cuando comenzó a investigar sobre la vida del bandolero, aproximadamente en 1975,

Pedro trabajaba en el periódico El Pueblo de Cali y estaba a gusto. Daniel Samper Pizano

era el subdirector y Felipe Lleras Camargo el director, del que alguna vez fue asistente.

―Comencé como reportero, llegué a ser jefe de redacción y renuncié por culpa de Efraín‖,

dice y divaga en las decisiones que tomó por culpa de un bandido que le robó, por largos

años, su propia vida. ―Cromos me dio una cantidad de plata y me fui a recorrer durante 6

meses 30 pueblos de Colombia‖.

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Los 30 pueblos que recorrió estaban en la zona de influencia de Efraín González. Esos

pueblos también eran las tierras de Pedro, el campo que lo vio huir de la violencia y que

ahora era el escenario de su personaje. Cuando comenzó la investigación la muerte del

bandolero aún estaba muy fresca, muy viva entre los campesinos y habitantes de los

pueblos. La memoria de Pedro es firme, trae en seguida un recuerdo que le marcó la vida

como reportero, como escritor, como hombre; una de las tantas veces en que estuvo a punto

de morir por curioso.

―Un día me encontré con un viejo, que me dijo:

— Don Pedro, yo fui instructor de Efraín.

―El tipo tenía un vozarrón, estábamos en el club social de Chiquinquirá y había unos

hombres jugando billar al lado. El hombre me decía:

— Yo lo instruí en tiro. Fui capitán del ejército y a ese muchacho teníamos que educarlo

bien pa´ que echara plomo.

―De repente uno de los que estaba jugando billar se le vino al tipo con un taco y se armó

una garrotera. Resultó que dos de los que estaban jugando habían sido víctimas de Efraín

González. Casi nos matan.‖

―Efraín González‖, dice nostálgico, suspira y aclara la garganta, ―alias el Siete Colores: lo

llamaban El Siete Colores porque en esa zona hay una mariposa muy hermosa de siete

colores. Un día iba él perseguido por el ejército y cuentan que se tiró a un abismo y de allí

salieron miles de mariposas de esas, el ejército comenzó a llamarlo así. El Siete Colores‖.

Efraín fue su obsesión por más de 15 años, la pasión por un hombre que era una leyenda en

su tierra y del que quedó más que un libro de 616 páginas, mil historias para contar17

. Pedro

no solo alucinó, durmió, soñó con González, su espíritu impetuoso lo obligó a sumergirse

en la historia de varios bandoleros que fueron leyendas en Colombia: Charro negro,

Chispas, Desquite, Sangrenegra, el ganso Ariza, la sargento Matacho, entre otros.

“Estos bandidos me van a matar”

17

Muchos cuentos y textos sobre Efraín González fueron publicados por diferentes medios impresos. Otros

todavía inéditos y guardados en la memoria del computador de Pedro Claver Téllez.

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Entra a la casa agitado por el agua, se sacude un poco, se pasa la mano por el pelo, por el

traje gris, se quita las gafas empañadas, las limpia y suelta una frase curiosa:

―Yo creo que uno no busca las historias, sino que las historias lo buscan a uno.‖

La entradilla a una historia, una de las tantas relacionadas con Efraín González, el

bandolero que de cualquier forma se le metió en la piel, podría empezar así:

―Todo ocurrió dentro de un taxi. Una vez yo iba de Bogotá hacia Chiquinquirá y me

encontré con un tipo que tenía un taxi y le dije:

— Quiero llegar rápido a Chiquinquirá —tenía una cita muy importante y ya iba muy

tarde—. Por el camino nos fuimos hablando y el hombre me dijo de la nada:

—Amigo, le voy a contar una historia. Yo una vez transporté a Efraín González desde ahí,

donde lo recogí a usted.

Ya se había secado su ropa y ahora estaba frente a un computador buscando afanado un

texto. De pronto se detiene su mano, se detienen sus ojos, lo había encontrado, el relato que

escribió sobre aquel día en el que un chofer le confesó que había transportado allí mismo,

al bandido de sus libros, de sus obsesiones. Inhala, atrapa el aliento y empieza a leer con

una voz imponente y clara, característica de él:

―El taxista se ufanaba de haber vivido el episodio más dramático en la vida de cualquier

chofer, me repitió varias veces —estoy seguro que a ninguno de mis colegas le ha pasado

una cosa igual—. Fue por la época en que era conductor asalariado de la empresa el

Carmel y tenía a su cargo la ruta Bogotá a Chiquinquira y viceversa.

Detiene la lectura por un instante y dice: ―Yo de pronto dejo de hablar de mí y termina el

bandido hablando con el taxista —sonríe. Vuelven sus ojos a la pantalla y sigue:

—Él llevaba un maletín —meta esto en el baúl— ordenó el extraño, entregándole el

maletín. El taxista lo recibió y lo pulsó —pesa— comentó — ¿qué lleva ahí?—. El extraño

hizo una mueca de disgusto, —Cosas personales— dijo —no se preocupe—. El hombre

calló y se acomodó en el asiento lateral. Con el maletín en la mano, el taxista caminó hasta

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la parte trasera del automóvil, antes de abrir el baúl vio que el pasajero se agazapaba en

el asiento y pensó que era un hombre enigmático, brioso, imponente, autoritario.

De nuevo deja de mirar la pantalla y dice resumiendo: ―Hay un momento en que Efraín le

dice al taxista que acelere el automóvil‖. Vuelve a la pantalla y se salta varias líneas del

texto para encontrar la parte que estaba apurado por leer.

—Dígame la verdad ¿lo persiguen? — Sí— dijo —me persiguen, esos que vienen ahí, son

´tiras` del F2, pero no se preocupe, yo no me dejo coger así porque sí, conmigo la pelea es

peleando, no ha nacido el verraco que sea capaz de ponerme la pata—. El taxista recordó

como por encanto de la memoria que había oído esa frase muchas veces y recordó que se

la atribuían al peligroso y a veces admirado bandolero Efraín González.

Pedro se salta varias líneas más y continúa:

— ¿Ha oído hablar de Efraín González? — Le pregunta el taxista—, el pasajero soltó una

carcajada maliciosa.

—Con él habla, paisano.

En ese momento deja de leer, se separa de la pantalla del computador con un fresco en los

ojos y un cierto orgullo por su personaje. Se ríe de lo irónico de la situación y apunta

―Entonces sí, a uno le llegan las historias.‖

Llega la hora de un café, negro, cargado, con dos de azúcar, si es panela rayada mejor, pero

no hay, y se conforma con azúcar blanca, revuelve golpeando la taza:

―¿Qué quién es La sargento Matacho?‖, repite con tono enfático.

―La sargento Matacho fue una muchacha del Líbano, Tolima. Era una campesina, se casó

muy joven y le mataron el marido, entonces ella se enloqueció y empezó a matar policías

y chulavitas de la época. Después fue amante de varios guerrilleros liberales; primero de

uno de la autodefensa liberal, luego de un fundador de las FARC (comunista) y terminó

siendo la amante de Desquite.

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Esta mujer ha estado en su vida desde hace 15 años, cuando fue al Líbano a vivir y a

investigar sobre ´Chispas`, ´Desquite` y ´Sangrenegra` y se topó con una historia que es el

tema de uno de sus libros inéditos. Todas las historias que cuenta tienen preámbulo,

entonces dice: ―El rector del colegio Isidro Parra era amigo mío de la infancia y

aprovechando que él estaba viviendo en el Líbano me quedé allá. Esa tarde, en la plaza de

mercado pasó una mujercita coja, chaparrita, entonces Óscar me dijo:

—Vea, ella es la hija de la sargento Matacho.

―Entonces yo le pregunté:

— ¿Quién es la sargento Matacho?

—Una guerrillera muy famosa de acá.

―Empecé a investigar y encontré un folletico que habían escrito sobre ella, parecido a esos

almanaques Bristol. Tenía muchos datos interesantes, pero noté que había que investigar

muchísimo, entonces fui acumulando información. Se llamaba Rosalba Velásquez y

primero le decían la Mona; dicen que siempre usaba reloj grande, que era una novedad en

esa época, y le gustaban mucho los kepis, los uniformes militares y se peluqueaba como un

hombre. Cuando le mataron el marido enloqueció y se volvió una salvaje, se fue para el

monte y vivió en los árboles como un animal, hasta que la rescató un grupo de amigos,

inclusive uno con el que ella estudió en la escuela; él vivía enamorado de ella, la acompañó

hasta el día de su muerte, la amaba tanto que le ayudó a criar los hijos que tenía con otros.

Después, la detuvieron y se la llevaron al Comando Liberal, la instruyeron, le dieron

entrenamiento militar y la educaron. El odio y la venganza la llevaban siempre a matar

policías. En ese camino se volvió amante de un guerrillero militar, pero el comando se

acabó18

y ella se escapó al sur con un comunista del que se enamoró. Hizo todo ese

trayecto como dos años, echando plomo y matando policías, sobre todo mataba

uniformados y chulavitas, arrasaba con todo. Fue una terrible criminal, y tenía hijos con

todo el mundo. Tuvo hijos del liberal, del comunista y de Desquite. La hija ahora es una

18

Época en que los liberales y los comunistas estuvieron unidos y después se enfrentaron y se mataron por mucho tiempo.

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pordiosera, está loquita. El día que mataron a la Matacho, llevaba cargada una niñita, una

de las balas le dañó el pie y por eso quedó cojita.‖

Pedro hace un gesto de admiración y después de haber contado esta historia por 15 años, de

haberla escrito, sigue sorprendido. ―Fue una mujer increíble, por el destino, por la época.

Estuvo 12 años dando plomo. Murió muy joven, a los 32 años. Desquite murió a los 28

años como Sangrenegra. Todos ellos son una generación perdida.‖

―¿Qué por qué le decían la sargento Matacho?‖

―En el Tolima llaman ´matacho` a esos muñecos que colocan en las huertas para espantar

pájaros, y les ponen sombrero, una especie de espantapájaros. Una vez ella iba para el sur

con Richard (el comunista) y tuvieron que pasar por un sitio que estaba lleno de charcos y

de árboles cortados y ella se cayó a un charco de esos y salió hecha un matachín. Desde

entonces empezaron a llamarla ´Matacho` y sargento porque se ganó el título: era una dura

para echar plomo.

Desde ese tiempo en que halló a la hija tenía la idea de hacer un libro sobre esta mujer, pero

en su búsqueda encontró que no era la única mujer que había estado en esa guerra, y el

libro, como la mayoría de los suyos, creció desaforadamente. Había muchas otras: las

esposas, amantes, madres e hijas de los bandoleros. Las mujeres olvidadas detrás de los

hombres cuyos nombres circulaban en los periódicos como los más peligrosos de la época.

―El libro empieza con ella. Después viene ´la mona Mariela`, la primera mujer que

participó en una toma guerrillera del ELN; luego ´la mona Inés Peláez`, a todas les decían

´monas`; ella fue amante de un teniente del Ejército que se rebeló y formó un grupo

guerrillero; Edelmira, la primera capo esmeraldera, una mujer dura que llegó a ser

millonaria, se enguacó y paliaba como un hombre. El libro termina con ´ La Chiqui19

`.

***

Pero hay una mujer especial, una que merece un libro completo. La forma como habla de

ella sorprende, no se contiene, ni a sus manos, ni a sus gestos, ni a su risa. Cuenta que se la

19

Como portavoz del grupo guerrillero M-19 durante la toma de la embajada fue asignada, Carmenza

Cardona Londoño (alias "La Chiqui"). Siempre se mostró muy humana con los secuestrados.

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imagina, que sueña con ella, que la invoca, que la evoca, que la observa por horas en

retratos hasta que cobra vida, y se mueve. La Pola se mueve.

―Las hijas de españoles nacidas acá pertenecían a una clase social alta y todas vestían de

azul, la Pola se igualaba con ellas y se vestía de azul, eso les sacaba la piedra a muchas

niñitas. Era hija de un criollo, pero era una niña muy audaz, muy agresiva, irreverente. Yo

me la imagino muy buena, verraca con sus ideas políticas, audaz, excesivamente valiente

hasta la imprudencia. Una vez, se metió al palacio virreinal, vio a Samano allá asomado y

le dijo:

—Bellaco hideputa. Tirano. Pedro suelta una carcajada, respira y sigue:

―Era excepcional, demasiado para esa época. Bogotá tenía 22 mil habitantes, 5 iglesias, 9

conventos, 4 o 5 colegios grandes, 4 batallones 4 mil militares, eran pocos barrios: La

Candelaria, Santa Barbara, San Victorino. Esta mujer iba a coquetear a los cuarteles a sacar

información, ella era una pelada tropelera‖, se ve muy emocionado, las manos se mueven

con agilidad sobre la mesa, la admira de una y mil maneras, los ojos no parpadean mientras

la tiene presente. ―He tenido sueños con la Pola. Cuando estaba escribiendo el guión tuve

un sueño con ella. Todo el día había escrito esa escena con una concentración

impresionante y yo decía: Dios mío ayúdame— porque no encontraba la forma de pintarla

—ilumíname ¿cómo era ella?—. Era una mujer hermosa, desenfadada, libertina, audaz,

demasiado agresiva. He oído voces, una vez ella me gritó:

—¡¡Pedrooooooo.!!

Hay veces yo paso por los mismos lugares que pisó ella y digo en voz alta:

—Quiubo Polita, quiubo Polita aparécete, quiero verte Polita. Y la siento.

No solamente me pasa a mí, también a García Márquez con Remedios la bella, o con Isabel

viendo llover en Macondo, él ha contado como los personajes se le aparecían. Le pasa a

Mario Vargas llosa, a Kafka. Uno convoca a esos espíritus, es la inmersión. Yo la he

notado cerca a mí. Me la imagino cuando la llevan a morir diciendo:

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—Pueblo indolente, algún día conoceréis el precio de la libertad. Ved que aunque mujer y

joven me sobra vida para morir esta muerte y muchas muertes más.

El libro verde

Otanche fue uno de los pueblos que visitó buscando pistas sobre Efraín, un pueblo minero

que le descubrió el tema de otro de sus libros, ´La guerra verde`. El libro cuenta la historia

y evolución de los diferentes capos de las esmeraldas a través de 30 años, como iban

sucediéndose y matándose unos a otros.

―Yo allá en Otanche no podía responder, cuando me preguntaban de qué lado era yo, que

era liberal. Son regiones muy sectarias, muy violentas y en esa época ya estaba pasando de

las esmeraldas al narcotráfico. Había una cantidad de asesinos muy jóvenes; conocí un

pelado que le decían Chamizo, tenía 16 años y ya había matado más de 30 personas.

Recorrí esa zona con mucho miedo, con mucho temor, me tocó aprender a investigar de

una manera como con nadadito de perro, haciéndome el bobo.‖

Si habla de la investigación previa para la escritura de este libro lo hace con desazón, los

recuerdos de que pudo haber muerto lo alteran. Abre los ojos y dos de sus dedos oprimen la

parte de su nariz que está entre ellos, aprieta, suelta, respira, cuenta.

―Cuando yo escribí ´La guerra verde` vivía con Nancy; un día me dijo:

—Pedro, vendamos todos esos libros que te quedaron, allá en la Plazoleta del Rosario.

―Ahí se hacen todos los esmeralderos. Yo le dije:

—Bueno llévalos, llévalos. Le dije.

―Ella se llevó una cajita. Había como 60 o 70 libros muy bien editados de la ´Guerra

verde`20

. Ella se hizo en el parque y de pronto llegó un tipo y le dijo:

—Oiga, señora, la necesitan allí.

20

Editado por intermedia. Se encuentran fotos de: Rodríguez Gacha con Gilberto Molina, Efraín Gonzales,

que fue el primer jefe armado, los esmeralderos, Isauro Murcia y el ganso Ariza, todos los capos.

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101

―Ella fue. La subieron a la oficina de Víctor Carranza21

‖, dice Pedro llevándose una mano a

la frente y cerrando los ojos.

—Siga, señora ¿cuántos libros tiene?

—Como unos 50 —dijo ella.

— ¿Y se han vendido mucho?

—No, muy normal

―Finalmente, después de que le hicieron muchas preguntas le dijeron:

—Dígale a su hijueputa marido que no se meta más en esto porque le puede ir muy mal.

―Ella salió de ahí pálida y Carranza mandó a comprar todos los libros de la edición y yo me

di cuenta de eso porque el tipo rastreó todas las tiendas y librerias. En esos días el editor de

Intermedio, Alberto Ramírez Santos, me llamó y me dijo:

—Pedro, se acabó la edición. Hacemos otra. Yo le dije.

— Claro

―Y un día un tipo que se llama Pedro Molina fue a comprar el libro por centenares,

pensando que con eso iban a desaparecer el libro, y lo que me estaban haciendo era un

favor —ríe a carcajadas— pagándome los derechos de autor. Finalmente, la amenaza fue

seria, yo vivía en La Candelaria y me tocó irme a vivir a Tabio.‖

***

Cambia de tema, prefiere hablar de la hermosa Candelaria que diariamente camina, hablar

de los locos, de las huellas de los antepasados, de las viejitas que toman chocolate, de los

personajes que se encuentra en cada esquina.

Habla de todo eso y luego, como relacionándolo con las viejitas, con el chocolate, con los

locos, con él mismo menciona un nombre, José María Cordovez Moure. Uno de los

21

Uno de los principales gestores del paramilitarismo en la década de los 80, en los Llanos orientales el

esmeraldero y narcotraficante Víctor Carranza.

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grandes periodistas de mediados del siglo XIX que contó con crónicas la Bogotá antigua.

―Las reminisencias de Santafé y Bogotá, su libro es un tesoro de la historia de Bogotá‖

dice Pedro dignificando al autor. ―Este periodista fue una gran influencia especialmente en

la elaboración de mi libro, Biografía del disparate. Yo incluí en la parte final de mi libro

las últimas tres crónicas sobre personajes de Bogotá que escribió Cordovez.‖

Biografía del disparate es un libro en el que Pedro abarca más o menos 50 años de la

historia del país, especialmente de La Candelaria, a través de unos personajes. Locos: La

loca Margarita, Pomponio, el Conde de cuchicute, el doctor Goyeneche. Dice Lina Cortés,

sin haber leído el libro, que él podría ser un personaje de esos mismos de los que él

escribe, ―es una coherencia entre sus personajes, sus libros y él mismo. Es una persona que

yo resumiría como coherente entre su hacer y su ser.‖ Y es posible, que Pedro Claver Téllez

tenga esa locura inherente que tienen todos sus personajes. De alguna manera todo lo que

escriben los que escriben es autobiográfico, tal vez coordinan con su existencia.

―Todas las épocas tienen sus loquitos, en esta, por ejemplo, ya no hay ese tipo de locos

lúcidos de los años 50 hacia atrás porque la mayor parte son gente que está bajo los efectos

de la droga, ahora hay una generación donde la droga está de por medio; en cambio hubo

una época de otros locos que tenían otra droga que era la chicha y una especie de locura,

como en el caso de la Loca Margarita, que se derivó de la violencia. La loca Margarita

perdió a su esposo en la guerra de los Mil Días y vio fusilar a su hijo poco después de ser

detenido por los conservadores. Ella fue el personaje más importante de mi libro y fue un

personaje muy conocido en Bogotá, tenía muchísima acogida por la gente y algunas

prestancias en La Candelaria. Fue un personaje muy importante de Bogotá, la invitaban

mucho a La Puerta Falsa a tomar chocolate. La locura de ella era muy simpática, era una

mujer que tenía una pasión política impresionante porque le había pasado de todo, ella vio

el asesinato de Uribe Uribe y ese día tenía un vestido blanco y se untó de la sangre de él y

comenzó desde ese momento a usar faldas y ropa roja, zapatos rojos todo rojo; sufrió una

especie de necesidad de demostrar su amor al general Uribe, la sangre de él se convirtió

como en un símbolo del partido liberal, era una loca que tenia momentos muy geniales.‖

Termina riéndose con una simpatía evidente por este personaje.

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Siempre lo supo, que iba a ser escritor, que no era casualidad su vida azarosa, que pasara

horas debajo de los árboles leyendo, que anotara todo en cuadernos, que tuviera el doble de

curiosidad que sus amigos, que se quedara horas escuchando a León de Greif y a

Hernando Téllez en el viejo café Automático, que tuviera columnas de cuadernos repletos

de impresiones, de detalles. Siempre lo supo, que iba a ser escritor en cuerpo y alma. Que

se iba a meter en la piel de los que persiguió y escribió, de los bandidos.

Capítulo VII

Pura dinamita

En la casa de dos pisos están Pedro, su primo Ernesto y el hijo de él; se encuentran

dispersos, en silencio. Ernesto, en el estudio, sentado frente a un escritorio hablando por

teléfono. Su hijo, en el pasillo, frente a un computador, con vista a un mural lleno de

posters de películas. El estudio tiene una salita: un sofá y dos o tres sillas. Pedro está allí,

sentado en el sofá, ocupando apenas un pedacito con su cuerpo delgado; sobre las piernas

cruzadas sostiene un libro que lee: Fama y oscuridad de Gay Talese.

Cierra el libro y dice: ―Es uno de mis autores favoritos. Es un maestro del periodismo

literario, un genio de la crónica urbana, enseña mucho a observar y el aprendizaje debe

empezar por ahí‖. Talese entró a la vida de Pedro en los años 70, pero antes de él tuvo una

larga lista de autores y personas que lo encauzaron hacia el periodismo. Se apasionó por la

reportería y la investigación y se convirtió en uno de los periodistas empíricos más

preparados de Colombia. ―Es un profesional empírico‖, dice Héctor Barbosa, sociólogo de

la Universidad Nacional y amigo de tertulia de Pedro. ―Es un gran lector y un gran

periodista, además, comparte lo que sabe, es un investigador insaciable. Yo lo conocí

porque es paisano mío, de Jesús María, y un día vi el libro de Efraín González, me lo leí

todo y lo reseñé y mucho tiempo después entré a una conferencia y lo vi hablándole a una

cantidad de jóvenes, entonces me le acerqué y le dije:

—Usted es Pedro Claver Téllez. Y él me dijo:

—Sí, soy yo. Y yo le respondí.

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—Lo estoy buscando hace diez años. Y él me respondió.

—¿Para qué? ¿Para matarme?

Se echa a reír de una manera eufórica y acelerado y agrega, ―desde ese día nos hicimos

amigos‖, sigue riendo y camina de un lado a otro exaltado, ansioso.

Desde la silla, con el libro aún reposando en sus piernas empieza a recordar su trayecto

periodístico. ―Fue en Cali‖, dice refiriéndose a su primera experiencia periodística, cuando

comenzó a investigar y a escribir sobre el tráfico de sangre; en ese momento el monstruo

del narcotráfico apenas asomaba la cabeza por el agujero de la realidad. ―La gente iba a

vender litros de sangre por plata; con eso traficaban, es decir, con el plasma; reducían la

sangre, le extraían el plasma y la negociaban por fuera. Los Rodríguez Orejuela fueron los

primeros que empezaron con eso, a hacer plata con el tráfico de plasma. Era una época en

la que inclusive desaparecía mucha gente joven, que a lo mejor mataban para vender la

sangre, gente que no estuviera contaminada y no tuviera problemas de salud‖, recuerda

como si fuera una historia reciente.

La cantidad de plasma que se extraía de un litro de sangre era aproximadamente un frasco

pequeño; un líquido salva vidas y valía millones, Pedro explica que para hacer ese

reportaje vendió su propia sangre. ―En esa época pagaban $ 30.000 por el litro y eso era

mucho, te sacaba de la olla‖. Deja el libro en una mesita pequeña frente al sofá y comenta

que al principio trataba todo tipo de temas: violencia, mafia, ilegalidades. Sin embargo, más

adelante cubrió desde campañas políticas hasta reinados de belleza. ―Eran unas ganas

insaciables de conocer todo cubrí mucho los territorios nacionales que fueron Vaupés

Amazonas Arauca Guainía‖. Otra temática que cubrió fue la legalización del chance

―muchísima gente vivía de eso, se ganaban la vida vendiendo chance y detrás del chance

estaba la mafia de los Ochoa‖, dice emocionado porque esos temas eran su tiquete a

cualquier parte del país.

***

Sentado, todavía juega con las manos y dice: ―Siempre me gustó mucho el periodismo, pero

llegué tarde a los medios y de una manera empírica. Había hecho muchas lecturas, me

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105

gustaba leer crónicas y reportajes, me parecía que eran un campo de acción magnífico para

aprender a escribir. Leía a los autores que habían ejercido el periodismo como Ernest

Hemingway22

, John Steinbeck23

, Scott Fitzgerald24

y John Dos pasos25

―la generación

perdida‖, apunta, ―todos ellos, grandes escritores y grandes periodistas‖.

El periodismo fue eso que encontró sin darse cuenta. En los 60 estaba en bachillerato, en el

colegio José Joaquín Caicedo, donde tenían un periódico mural en el que los estudiantes

escribían en papelitos que pegaban con chinches.―A mí me gustaba escribir muchas cosas

ahí, todo se hacía a mano y con muy buena letra, dibujos. Yo escribía historias, poemas y

unas cosas que yo llamaba ´Cartas a mis amigos` donde los invitaba a llevar una vida al

aire libre, a que caminaran y conocieran‖, cuenta Pedro haciendo una pausa para suspirar y

sigue: ―En ese periódico mural había una tendencia a hacer críticas a los profesores,

escribíamos sin nombre, decíamos cosas con mucha libertad.‖

Desde muy niño empezó a escribir historias, cuentos que con el tiempo fue perdiendo,

cuadernos abandonados para la suerte de otros. Cuando terminó el bachillerato, estudió un

año de derecho y se aburrió, entonces decidió empezar economía en La Universidad

América y también se aburrió, luego se fue a La universidad Pedagógica a estudiar

filosofía y aguantó mucho. Luego, llegó la época de Rojas Pinilla, las manifestaciones

estudiantiles, los convulsionados años 60: ―Yo era un muchacho que tiraba piedra, rompía

vidrios, una vez, en una huelga universitaria, un soldado me pegó tan duro en el pecho que

me rompió el esternón, estuve varios días en el hospital‖, dice sonriendo, con semblante

alegre.

22

Escritor y periodista estadounidense, y uno de los principales novelistas y cuentistas del siglo XX. Ganó el

Premio Pulitzer en 1953 por El viejo y el mar y al año siguiente el Premio Nobel de Literatura por su obra

completa. Muere en 1961.

23 John Ernest Steinbeck (nacido el 27 de febrero de 1902 – fallecido el 20 de diciembre de 1968) escritor

estadounidense que desempeñó dicho papel a mediados del siglo XX y cuyas obras describen a menudo al

estado de California. Publicó obras como: Las praderas del cielo, El poni rojo, A un dios desconocido, La

taza de oro, Las uvas de la ira, entre otras.

24 Francis Scott Key Fitzgerald (Saint Paul, Minnesota, 24 de septiembre de 1896 - Hollywood, California, 21

de diciembre de 1940), fue un novelista estadounidense de la época del jazz. Su obra es el reflejo de los

problemas de la juventud de su país en los años que siguieron a la Primera Guerra Mundial. 25

Narrador y periodista estadounidense, miembro destacado de la llamada Generación perdida. Se hizo

célebre sobre todo por Manhattan Transfer. Muere en 1970

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106

―En la universidad no me gustó ninguna carrera, pero cuando tenía unos 22 o 23 años,

descubrí el periodismo. Un día mi papá me dijo:

—Mijo, vaya y busque a Hernando Téllez.

Hernando Téllez, primo de su madre, primo segundo suyo, había sido secretario privado de

Alberto Lleras Camargo, colaborador en El Tiempo y un gran escritor. ―Lo busqué y ese

mismo día conocí al poeta León de Greiff‖, dice, llevando la mano al mentón y apoya el

codo en el brazo del sofá. ―Me hice amigo de ellos dos y de todos los que frecuentaban el

café Automático26

. Me aficioné a ir a oírlos y me fascinó.‖ Dice hinchando los ojos,

estirando los dedos de las manos y extasiado por los recuerdos revela que ese hombre le

descubrió la pasión que no había encontrado en ninguna parte.

―Hernando Téllez me dio lecturas, libros de su biblioteca para leer, me prestó los primeros

libros de periodismo, manuales de periodismo; había un libro de Vivaldi donde te decían

qué era el reportaje, la crónica y dónde te invitaban a leer a esos clásicos como Mariano

José de Larra, azurín, al comienzo me gustaron mucho después ya no; me gustó mucho más

el periodismo norteamericano, prefieren el reportaje y la crónica a la columna, más la

aventura que el escritorio. La calle, la crónica y el reportaje, el periodismo estaba metido en

mí. En esa época el periodista era empírico no existían facultades de periodismo; mi

facultad fue la máquina de escribir y la redacción de un periódico.‖

***

La onda del nuevo periodismo llegó a Colombia en los años 70, cuando una cantidad de

periodistas y escritores Colombianos se formaron en Estados Unidos y trajeron ideas que

revolucionaron el periodismo clásico. Pedro recuerda la radical vuelta que dio el país con la

llegada del periodismo extranjero.

Pedro pasa la mano una y otra vez sobre la barba poblada que le llega casi hasta la mitad

del cuello, mientras lo hace menciona los nombres de Álvaro Cepeda Samudio, Daniel

Samper Pizano y Patricia Lara; toda una generación de periodistas jóvenes, de esa época,

que habían salido del país a estudiar en universidades norteamericanas y regresaron con

26

Emblemático café bogotano situado en la avenida Jiménez, fundado a comienzos de los años 50 y centro de

tertulia de reconocidos intelectuales, escritores, poetas.

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107

todo un nuevo mundo en las manos: el periodismo literario. ―Yo estaba en el periódico El

Occidente de Cali; un periódico conservador de muy pocas libertades y muy poca

posibilidad de investigar. Le daban mucha importancia a la crónica roja, a lo judicial. Pero

influido por el periodismo estadounidense el colombiano dio una vuelta importante.

Cuando apareció en Cali un periódico que se llamaba El Pueblo cambió todo para mí.

Daniel Samper era el Jefe de redacción y él me invitó a trabajar en el ese periódico. Yo

había tenido una pelea de tipo ideológico en El Occidente, y me echaron. El problema fue

porque participé en la creación de una especie de sindicato de prensa que se llamaba el

CPV (Círculo de Periodistas del Valle).‖

Pedro observa disperso el horizonte por una de las ventanas de la casa, toma sus gafas y las

acomoda a su nariz aguileña, se levanta del sofá, mete las manos en los bolsillos y empieza

hablar de uno de sus libros preferidos: A sangre fría, de Truman Capote27

, una novela que

partió de una investigación periodística. Eso despertó un boom que se llamó, en ese

momento, el Nuevo Periodismo, ahora se llama periodismo literario; es un periodismo que

tiene mucha influencia de la literatura y del cine.‖

Truman Capote es uno de sus autores más cercanos y significativos en el ámbito literario y

periodístico; cuando habla de él lo hace como un niño admirado por un héroe: ―Hay un

libro suyo que me fascina, Música para camaleones28

con perfiles y semblanzas, es

buenísimo‖. Hace una pausa larga, sigue mirando hacia afuera y continúa hablando de sus

comienzos como periodista en Cali en la década de los 70.

―Yo entré a El Pueblo como editor nocturno, era un trabajo muy pesado, luego pasé a ser

jefe de información en el día y después jefe de redacción. El trabajo era muy interesante

porque encontramos lo que no había en El Occidente, la posibilidad de recorrer el país, de

hacer buenos reportajes y crónicas, esa infinita posibilidad de acceder a un periodismo de

profundidad y de viaje, que era lo que nosotros queríamos. Nos parecía que el país

27

Estudió en el Trinity School y en la St. John's Academy de Nueva York. A los 17 años ya era un

consumado periodista: trabajaba para la revista The New Yorker. En 1966 crea A sangre fría que será su

trabajo más celebrado. Con ella acuñaría el término non-fiction-novel, creando un referente para lo que luego

sería el nuevo periodismo estadounidense. 28

Una colección de cuentos cortos realizados por el escritor estadounidense Truman Capote, publicada en

1980. Muchos son "retratos coloquiales"; cuentos sobre diálogos reales entre Capote y personajes tales como

Marilyn Monroe, Willa Cather, y un asesino serial relacionado con la "Familia" de Charles Manson.

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108

necesitaba ese tipo de periodismo porque inclusive hoy en día sigue siendo un país

desconocido, casi no conocemos el oriente del país, ni el país rural, el país de la selva,

conocemos muy bien el andino, el de las grandes ciudades, pero el país del Pacifico, de los

límites con Brasil, Venezuela, Perú, es distinto, es otro mundo.‖

Para esa época ya empezaba la guerra por las esmeraldas, aproximadamente en 1975.

Entonces, Pedro comenzó a escribir sobre capos de la mafia; esmeralderos,

narcotraficantes, que entraron en una guerra feroz para posicionarse como socios; larga

guerra que duró 5 años y estaba parcializada entre dos grupos fuertes. El primero, liderado

por el ´ganso Ariza`29

y el otro por Isauro Murcia30

. La guerra empezó en 1961 con motivo

del hallazgo de las minas de esmeraldas más grandes del mundo: la de Peñas Blancas. Por

supuesto, un tema de interés para todos los medios de comunicación; varios reporteros

dedicaron sus vidas a meterse de lleno en este tema, entre ellos, Pedro.

Se peina con los dedos la escasa cabellera que le cae sobre la espalda; deja por un

momento el tema de las esmeraldas, y con una expresividad imponente empieza a hablar de

un hombre que admira con locura, que considera el mejor periodista del siglo XX y

recomendaría a cualquier periodista: ―Ryszard Kapuscinski31

. Va más allá del periodismo

norteamericano, él es un gran viajero, una de sus posibilidades como periodista se afianzó

con el viaje. El viaje le permite primero un descubrimiento, un hallazgo y eso lo impulsa a

una lectura y a una reflexión, esos tres elementos unidos son los que él busca en sus textos,

a los cuales les añade la poesía y la fotografía.‖

Él también es un gran viajero y se identifica con este periodista polaco que por cosas del

azar tiene sus mismas pasiones: la guerra, el viaje, el periodismo. ―Kapuscinski estuvo

29

Bandolero que durante la época de su reinado en la zona esmeraldífera asesinó o mandó a hacerlo a más de

800 personas. Fue acribillado el 10 de octubre de 1985. 30

Uno de los capos más importantes de la mafia esmeraldera que había apoyado la construcción de un

sofisticado ejército y sistema de control y protección, cuyo fin era garantizar la explotación ilegal de

esmeraldas. 31

Periodista, historiador, escritor, ensayista y poeta. Nació en Pinsk, Bielorrusia, y partió de Polonia el 4 de

marzo de 1932. Murió en Varsovia el 23 de enero de 2007. Además de sus acostumbrados reportajes para el

mundo sobre todo para Alemania y periódicos y revistas europeos escribió dos libros muy importantes ´Ebano

` libro sobre África y ´ La guerra del futbol `. Consideraba que los medios y el cine y la televisión le había

arrebatado muchísimas cosas al periodismo, que ya no valía la pena solamente ver la imagen, sino hacer un

periodismo que provocara la reflexión, la búsqueda profunda de los significados y de los procesos. También

escribió ´Los cinco sentidos del periodista` y ´ La otredad `.

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109

muchísimo tiempo recorriendo los diferentes países africanos y se enamoró de ese

continente, permaneció sumados más de 15 años recorriendo África‖, alude Pedro con un

cierto orgullo. Su libro de Efraín González también necesitó de 15 años de investigación y

viaje. Respira placido y comenta: ―Kapuscinski decía que el periodista viaja de una manera

distinta a otro ser humano, el periodista siempre va mirando, no va a pasear, va hacer un

trabajo. Que el viaje es un elemento muy novedoso para nosotros porque la mirada

periodística siempre tiende a la novedad, porque a la vida cotidiana uno le pone el hallazgo

y el elemento que te motiva a escribir. El viaje es interesante cuando uno sabe que va a

descubrir algo, es siempre una sorpresa. Para él, el periodismo es historia en marcha‖.

Pedro tiene una particularidad, pasa de un tema a otro sin perder el hilo de la conversación,

cuenta historias pequeñas o referentes oportunos sin disiparse de la historia que empezó.

―Estando en El Pueblo una vez propuse ir a hacer un reportaje en la zona esmeraldífera, mis

jefes aceptaron y me mandaron con un fotógrafo; era una época muy difícil, pero yo me di

las mañas para llegar, aproveché que varios primos míos eran esmeralderos y llegué con

ellos a la zona. Escribí una serie para El Pueblo. En esa época le daban a uno una página

por cada entrega, era espectacular, con fotografías y todo. Comencé a profundizar en ese

tema que después me sirvió para mi libro La guerra verde.‖

Su personalidad aventurera también es exclusiva de su rol como reportero, la cantidad de

episodios que ha tenido no son comunes en un hombre normal, y es que no lo es, nunca lo

ha sido. ―La cuestión es que esa es su vida, la aventura y resulta que para uno la aventura

tiene edades, para Pedro no, para él la aventura existe todavía‖, señala Lina Cortés.

Ya no mira hacia afuera, le da la espalda a la ventana y sacude con palmaditas suaves el

traje gris oscuro, después se detiene y encuentra un recuerdo que vale la pena contar, una

historia del osado periodista; un encuentro al que asistió entre el general José Joaquín

Matallana32

y Manuel Marulanda Vélez, alias ´Tirofijo`. Antes de converger a una

historia tremenda dice: ―Es que eso no me lo perdía por nada, era un encuentro formidable

y yo me metía en todo, yo era pura dinamita‖. Entonces ya era reportero y entre los

pocos periodistas enviados al choque de trenes menciona el nombre de Antonio Caballero.

32

General José Joaquín Matallana Bermúdez. Nació en 1924 y murió en el 2003. fue uno de los fieles

perseguidores de Tirofijo y Efraín González.

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110

―Nosotros íbamos para allá en un carro y en el camino hubo un plomeo tenaz entre el

ejército y la guerrilla, quedamos en la mitad. Después llegamos allá, por fin vi a Tirofijo y

oímos todo, hubo un momento en el que le dijo a Matallana:

— Un día usted me tenía acorralado, yo vi sus botas pasando por junto adonde yo estaba

escondido y lo hubiera podido bajar, pero si yo lo bajo a usted después me bajan a mí y a

toda mi gente. Se salvó, general.

Y se reía, eso a mí me parecía increíble; dos tipos que se persiguieron por años ahora cara

a cara.‖33

***

Ernesto, su primo, entra a la sala con un matiz presuntuoso, rasgo de su personalidad que

choca un poco con la de Pedro. Lo observa sentado en el sofá y le dice a modo de broma:

— ¿Y el café? Ofreciste un tinto hace rato y se te olvidó.

Pedro es de carácter noble y no duda ni por un segundo en bajar las escaleras y dirigirse a la

pequeña cocina. Saca la cafetera de antaño, esa que parece reloj de arena, la desenrosca,

echa el café, la enrosca, y la pone sobre el fogón para que hierva. Mientras espera, se

recuesta en un borde de lata del mesón y decide quemar el tiempo relatando una historia en

la que alguna vez viajó al Amazonas, conoció una alemana y se topó con un reportaje

increíble:

―Estaba trabajando en Cromos y me dieron unos días de vacaciones que decidí gastar en el

Amazonas porque me habían contado de un griego que vivía allá y había comprado una isla

que se llamaba ´La isla de los micos` sobre el río amazonas. Me parecía un personaje

extraordinario porque era un griego supremamente fuerte y había hecho como una especie

de hotel, tenía un serpentario, domaba serpientes. Además, quería conocer todo el sur de

Colombia y me fui hasta Puerto Nariño, que es el último pueblito, un municipio recién

creado en el gobierno de Betancourt. Llegué a un hotel que era para extranjeros, muy

33

Gobierno de Belisario Betancourt.

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111

curioso por cierto, tenía los cimientos entre el río y uno dormía en hamacas y el río pasaba

por debajo, era una sensación impresionante.‖

―Pedro trabajaba en Cromos en los 80 y era el cronista estrella, no solo de Cromos sino

quizá del país, eso fu hace ya 30 años‖, afirma Fernando Iriarte. En esa época Cromos le

podía publicar hasta 4 piezas por revista, Pedro hay veces firmaba con su nombre, pero

algunas veces prefería llamarse con un seudónimo: ´Goliad Roca `, ´Sanson Roca` o ´ La

monja voladora`. Siempre era él, todos esos eran él. Pedro también comenta con serenidad

que durante muchos meses cubrió las notas sociales de la revista.

Cruza los brazos, cruza los pies recostado todavía sobre el borde de lata y suspira relajado

por la sensación del recuerdo, descansa y después de un silencio acompañado por el sonido

de la cafetera, dice: ―Allá conocí un gringo que hablaba español muy bien, me puse a tomar

trago con él y me dijo:

—Pedro, ¿tú sabes de una ceremonia que hacen acá los indígenas?

—No, ¿Cómo es? Le pregunté, y él me dijo:

—La ceremonia del descabello. A la novia, en el matrimonio, la meten en una jaula y le

arrancan el cabello. Es que yo quiero grabar eso, tengo cámaras y todo. Yo le dije:

—Camine, vamos, te acompaño y yo lo hago por escrito. Entonces nos fuimos.

El aroma del café se esparce por toda la casa. Pedro inhala con un gesto placentero, y

ordena en una bandejita los pocillos llenos de tinto negro, el azúcar blanca, las cucharitas

de plata. Sube las escaleras con delicadeza y sonriente continúa la historia, no hace pausas.

―Le preguntamos a un indígena que dónde y cuándo era la ceremonia y él dijo:

—Sí, el sábado hay un matrimonio. Y nos explicó cómo llegar.

Nos fuimos el sábado y presenciamos toda la ceremonia. Fue impresionante, todo un

espectáculo. Un matrimonio indígena; metían a la mujer en una jaula y la gente bailaba

alrededor y le arrancaban el pelo y después la soltaban y ella salía a perseguir al novio toda

sangrada y se perdían y se iban de luna de miel calva y ensangrentada. Es una costumbre

que ya prácticamente se volvió turística, los mismos indígenas negocian con su pasado y

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112

sus costumbres; recurren muchas veces a cambiar plata por mostrar aspectos de sus

costumbres. Eso para la prensa extranjera es algo muy llamativo: una ceremonia religiosa y

mundana como es un matrimonio donde la mujer es tratada de una manera brutal e infame.

Para mí es bastante irónico; ellos fueron mucho tiempo utilizados y sojuzgados y esa

ceremonia es como si quisieran hacer lo mismo con sus mujeres. Para mí había mucho de

venganza, además, los hombres vivían una vida más serena, más tranquila y relajada que

las mujeres; las mujeres cargaban bultos, iban a pescar y los tipos durmiendo en la hamaca.

Creo que es venganza.‖

Ya su primo se había terminado el tinto y seguía al frente de su computador, lanzando de

vez en vez comentarios que tal vez se disipaban porque eran indiferentes al relato de la

ceremonia del descabello. El tinto de Pedro aún estaba entero.

―Me quedé en el Amazonas como un mes, me hice varios reportajes, a mi siempre me

mandaban hacer uno y yo llegaba con dos o tres, yo quiero mucho a Cromos porque fue mi

universidad. Cuando regresé, conocí a una alemana que estaba leyendo un libro de V S

Naipaul‖. V.S Naipaul34

es otro de sus autores favoritos, sobre todo, porque todas sus

novelas son de viaje. ―el viaje para mí es fundamental, y este autor lo hace a uno en verdad

viajar con él a la India, Guyana, Surinam, Trinidad‖, apunta Pedro.

Clotilde y la isla de los perros color de luna

El hombre encorvado, que hace tinto, que duerme en camas prestadas y se viste con ropas

usadas a quien le cruje el estómago cuando no come en todo el día y se acuesta angustiado,

también ha ganado varios premios nacionales.

―Empecé a escribir cuentos y gané dos premios nacionales‖, dice sin ningún

envanecimiento. ―Uno en el año 68: Clotilde Bautista, tantas veces viuda de; ese se me

perdió, sólo conservo uno que publiqué en el suplemento de El Siglo, que increíblemente

era el mejor suplemento que se publicaba en el país, el cuento se llama; La isla de los

perros color de luna, un relato muy bonito. En esa época yo leía muchísimo a Cortázar y a

Borges, entonces tiene una gran influencia, sobre todo, de Cortázar‖.

34

Sir Vidiadhar Surajprasad Naipaul. Escritor Británico que ganó el premio Nobel de literatura en el año

2001.

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Se detiene un momento y se extiende sobre Cortázar; dice que aún lo lee y que fue

grandioso para su imaginación, que alguna vez leyó La casa tomada y lo inspiró para

escribir La isla de los perros color de luna. ―Ese cuento fue producto de un viaje a la

laguna de Sesquilé, que tenía como un islote: Me fui con dos amigos una Semana Santa y

nos metimos a pie hasta el islote el lunes santo, entonces empezó un invierno terrible y

como el jueves o viernes santo la laguna se llenó y el sitio por donde habíamos entrado

estaba anegado completamente. Nos tocó quedarnos en el islote…‖.

Detiene el relato para reírse de la coincidencia de la Semana Santa con lo que vivió y

continúa: ―Una noche, en plena lluvia, yo tuve que salir. Habíamos hecho el campamento

cerca del bosquecito y yo me metí allí para protegerme un poco de la lluvia, cuando de

pronto vi varios perros, colgados, ahorcados. Había luna llena y el viento los movía, a mí

me impresionó mucho esa imagen. Después descubrí que la gente de esa región ahorcaba

los perros que tenían rabia. Por eso le puse La isla de los perros color de luna, porque fue

como una visión fantasmal de los perros, es un relato muy interesante‖.

De todo lo que ha escrito conserva únicamente lo que tiene en una USB que guarda celoso

en su bolsillo junto a un bolígrafo de punta fina, imprescindible para él; mientras habla su

mano se sobresalta para tocar la parte del pecho que coincide con la USB, siempre recuerda

que en ella están los siete libros inéditos que ha escrito. De resto no tiene nada más con él,

en cada lugar donde alguna vez estuvo durmiendo o viviendo ha dejado la mayoría de sus

pertenencias.

―El otro cuento se me perdió. Lamentablemente, tiene una historia muy rara: yo lo mandé a

un concurso en el que fueron jurados Nicolás Ascun, Policarpo Barón y Roberto Burgos

Cantor. Gané con ese cuento y yo era muy amigo de Policarpo y él me llamó desde Cúcuta

y me dijo:

—Pedro, te ganaste el premio, te voy a pedir un favor, que me prestes esa plata y yo te la

devuelvo cuando llegue a Bogotá porque vamos para Caracas. Era un premio de 20 mil

pesos que era mucha plata en esa época.

Yo le presté esa plata a Policarpo. Ellos se fueron para Caracas e hicieron una gira y se

llevaron los originales de los cuentos ganadores y por allá en una borrachera los dejaron

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114

abandonados en un bar y se perdió el cuento, yo no tenía ni una copia. Eso fue noticia

porque esos cuentos iban a ser publicados en una antología. Ese cuento trataba de una

amante de Jorge Eliécer Gaitán, que me contó que había sido amante de muchos políticos;

se llamaba Clotilde y una característica de ella era que casi todos los amantes se le morían,

entonces yo lo titule: ´Clotilde Bautista, tantas veces viuda de`. La conocí en La Candelaria

porque ella era muy amiga de una amiga mía teatrera y escritora, Elisa Mújica. Eran un

grupo de viejitas que iban a tomar chocolate en La puerta falsa y eran grandes

investigadoras de temas históricos, escribían y publicaban en revistas especializadas sobre

la historia de La Candelaria a lo largo de 200 o 300 años, les gustaba mucho esos temas de

la Bogotá antigua.‖

La realidad lo brinda todo

Lo que escribe puede no interesar a muchos, la violencia es un capítulo siempre abierto,

infinito, pero al mismo tiempo ignorado, olvidado por gusto, por conveniencia, por dolor.

Para Pedro ese capítulo es su vida, la gran violencia que lleva intrínseca las más increíbles

historias donde la realidad se entrelaza con la ficción de una manera natural. Ese tobogán

de fuerza que es la guerra le da luz verde para rozar lo increíble, lo mágico, lo que nunca

deja de ser cierto, pero parece ilusorio. Sus libros son la mezcla de su vida aventurera y su

talento.

―Este tipo de violencia tiene mucho de mítico, de leyenda. El bandolero se vuelve un

personaje mítico porque la gente y el imaginario colectivo les va agregando cosas que no

son; por ejemplo, con Sangrenegra, cuando estaba investigando casi me vuelvo loco, la

gente me decía muchas cosas, entonces descubrí que la memoria de la gente se conserva,

pero como había Sangrenegra, Águilanegra, Avenegra, Almanegra, entonces a Sangrenegra

le atribuían cosas de los otros. Me puse a estudiar el caso de los alias ¿por qué estos tipos

escogían nombres terribles? ¿Por qué escogían nombres de pájaros Pájaro azul, Pájaro

verde, Toche, Sinsonte etc? Esta violencia nuestra es terrible. Es una violencia que se

volvió costumbre y va evolucionando; estos muchachos de la violencia bandolera son

igualiticos a los de los barrios y de las comunas de Medellín de ahora. He charlado con

estos muchachos y me parecía estar hablando con Desquite o con Sangrenegra, además,

porque es una juventud que se perdió en eso, entonces alrededor de ellos se han creado

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115

unos mitos impresionantes, irracionales; por ejemplo, me contaron que Sangrenegra estuvo

en la banda de Almanegra y él les exigía a sus pupilos tomar sangre. Entonces decían que

la sangre de Sangrenegra era negra. Pero no era eso, simplemente cuando la sangre se

coagula se ve negra. Todo eso lo vuelven mito, leyenda y eso facilita que uno pueda

escribir entre la realidad y la ficción, bordeando esos límites. La realidad te lo brinda todo‖.

Lo imaginario es parte de la realidad que investiga y es cierto. Pedro es un periodista

literario serio, un gran investigador, pasa noches enteras buscando la verdad con la ficción

de las historias y la realidad le da el riguroso derecho a bordear esos límites. Sus amigos

lo reafirman: ―Pedro es auténtico, no necesita inventarse nada, no dice mentiras, es decir, lo

que escribe es porque lo investigó y así es, o así lo siente‖, dice Fernando Iriarte, que

metería las manos al fuego por él y continúa ―Él es un investigador de miedo,

disciplinadísimo, acucioso. Un gran lector y está siempre al día, cuando se entera de un

autor que en la biblioteca Luis Ángel Arango no está, pues él informa y la biblioteca

compra el libro‖.

―Las impresiones para una persona que escribe semblanzas, perfiles, retratos son esas

cosas que uno ve y si no las escribe se le olvidan o se le embolatan. Que son como

impresiones de momento definen el carácter de una persona o la manera de ser. La realidad

es un material impresionante para hacer ficción, lo que uno quiera, si quiere respetar los

hechos reales te sale una crónica o un reportaje. Pero si tú coges esos hechos reales y le das

esos toques de ficción encuentras que la realidad te brinda una cosa muy sólida, unos

elementos muy fuertes que tienen un peso impresionante sobre la imaginación‖, explica

Pedro.

―¿Cómo le echo ficción?‖, se cuestiona reposando todo el cuerpo sobre el sofá.

―Los elementos que te faltan, lo que está detrás. Si uno coge esos elementos, investiga un

poquito y le echa ficción. Por ejemplo: una vez apareció un tipo muerto y leí la noticia en

Semana ¿Quién era? un esmeraldero ¿Quiénes están al otro lado? ¿Por qué lo matan? Eso

es lo que uno no sabe.

¿Qué hice yo?

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Llamé a Semana y resultó que el que escribió esa nota había sido alumno mío y le pregunté:

— ¿Sabes más de eso?

Entonces, me vi con él y charlamos. Uno coge toda esa información la organiza y ahí está

el guión, hay que investigar, hay que estar y sobre todo saber de qué manera confiar en los

organismos de seguridad.‖

Se acomoda, junta las manos, las mueve para obtener calor y expresa: ―Es una forma muy

interesante que sobre todo en un país como el nuestro que es tan exótico y tan raro; Por

ejemplo, uno podría escribir un libro solo con la séptima, es todo un panorama

dependiendo del día. Es una mina, tú te vas un viernes a caminar y aparecen miles de

historias. Como hizo Gay Talese con Nueva York‖, toma la taza de café tibio y antes de

beber dice:

―Kapuscinsky da una explicación muy bonita. Dice que los griegos llamaron lapidarium a

ese sitio al que nosotros llamamos cuarto de san Alejo. Donde la gente arruma todo,

muebles viejos, dañados, un jarrón que se rompió, cosas viejas que van amontonando.

Entonces, la idea del lapidarium es eso, una cantidad de cosas que la realidad nos brinda y

uno las archiva, muchas de ellas las olvida, pero si uno escribe esas impresiones que te da

la realidad, cuando tienes eso en conjunto ves hacia dónde gira tu mundo. Uno debería

escribir todo lo que ve.‖

―Pedro Claver Téllez es un hombre extraño‖, así lo describió alguna vez la revista Cromos.

Y sí, es extraño en este mundo de cuerdos y flojos, es el hombre tocado por la violencia, es

el devoralibros, es el obsesivo escritor, es el amante solitario, es el bohemio, es el

aventurero, es el periodista. Es todos estos conjugados en el hombre detrás de la barba

canosa, en el hombre detrás de la pluma…

…es siete veces Pedro.

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Conclusiones

Este perfil fue mi vida por casi un año, me levanté con él, dormí con él, soñé con palabras

que nunca anoté y que ahora olvidé. Me arrepiento de tantas noches que no me paré a

buscar un lápiz y un papel. Pero del proceso me quedó todo, me quedó Pedro. Yo vibré a su

ritmo, con cada recuerdo suyo, con cada expresión, con esa particular forma de abrir los

ojos, arquear las cejas y enfatizar con las manos. Ese tono.

Siempre, después de terminar de hablar con Pedro, yo caminaba con una felicidad

inexplicable, una especie de plenitud después de haber escuchado horas de su vida. Ahora

comprendo ese sentimiento: en cada conversación recibía su energía, la que irradia, la que

conserva a pesar de sus pesares. No hay muchas personas con ese don.

Antes de dividir a Pedro en siete hombres tuve la oportunidad de conocer a varios de sus

amigos y conocidos, quienes me aportaron información para las distintas facetas. Fernando

Cortés, amigo entrañable de Pedro desde que entró en la revista Cromos; Fernando Iriarte,

compañero de tertulia; Víctor Gaviria, amigo de fiesta, trabajo y aventuras; Lina Cortés,

amiga y admiradora del trabajo de Pedro; Héctor Barbosa, compañero de la biblioteca;

Gustavo Bustamante, amigo de tintos del bar el Mercantil. Todos ellos me ayudaron a

comprender a Pedro, a admirarlo, a quererlo.

El hecho de entender que dibujar a un personaje es una cuestión de sensibilidad fue mi gran

regalo. Y es que al personaje hay que sentirlo en el estómago, hay que escucharlo, hay que

verlo cuando calla, cuando come, cuando ríe, cuando piensa. Pienso que hay que olvidarse

siempre de uno y dejar esa manía ególatra de escuchar adentro; hay que empezar a oír con

los sentidos, con los cinco sentidos, como diría Kapuscinski, el periodista polaco tan

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apreciado por Pedro. Pienso también que entendí esto muy tarde, que lo hubiera

comprendido algunos años atrás habría apreciado más lo que la vida me estaba regalando.

Retratar a Pedro Claver Téllez Téllez no fue fácil; su vida es movimiento, aventura. Es una

película muy larga y dolorosamente difícil de editar. Es una persona de partículas, de

personalidades, matices, colores. Y sí, alguna vez lo pensé, es como un poeta maldito —un

Rimbaud, un Baudelaire—; un componedor de misterios, como Poe o Sherlock Holmes; un

narrador descomunal de su época, como Balzac. Recuerdo que cuando leí la biografía de

Honorato Balzac escrita por Stefan Zweig recordé a Pedro en estas líneas:

―Balzac posee la bondad y la ingenuidad de los gigantes. No conoce temor; solamente

consigo mismo puede tratar pródigamente. Nada consigue agitar su bondad. Balzac sabe

que sus colegas se sienten atormentados por su apariencia grosera; sabe que para sus

adentros, unos para otros, cuchichean que no tiene estilo y murmuran en secreto un

centenar de otras maledicencias‖.

Pedro es de esa raza de poetas malditos, que está a punto de extinguirse. Pedro es un poco

de todo y me evoca todo: el tinto, el agua, la barba, el traje gris, las manos jóvenes, los

árboles, las cordilleras, los pájaros, las mujeres, los ángeles, los demonios.

Nunca pasó por una facultad de periodismo, pero es quizá uno de los periodistas mejor

formados en este país. Y aunque las academias no lo acepten por no tener un título

profesional, es un maestro en su oficio, que impacta con esa generosidad infinita, casi

ingenua. Pienso que las nuevas generaciones de periodistas y escritores deberían leerlo,

conocerlo, respetarlo, porque la mitad de su vida ha estado practicando la verdadera

reportería, la del que se mete en la selva amazónica, en la Sierra Nevada, en la casa de

Carlos Lehder, en los pueblos tomados por bandidos y guerrilleros, en la selva del

Catatumbo o en el pueblo más joven de Colombia, Puerto Nariño, en el último extremo del

trapecio amazónico.

Me indigna saber que existe una persona como Pedro, con tanto qué contar, con tanto qué

enseñar, con la historia de Colombia en las manos, desbordándosele, en el anonimato o,

peor aún, en el olvido. Me molesta que las editoriales, entiendan todo tan tarde, y

publiquen textos mediocres y no vean las obras que producen los verdaderos intelectuales

de este país, como Pedro, que tiene siete libros inéditos. Me indigna que Pedro Claver

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119

Téllez no sea, por obligación, incluido en las antologías de grandes cronistas colombianos

porque no hay duda de que es de los mejores.

Este sentimiento me llevó a pensar que además de haberme aproximado en siete capítulos a

la vida y obra del escritor, era necesaria una antología de sus libros inéditos, esos que no

han visto la gloria. Y de sus piezas periodísticas más significativas —escogidas con su

aprobación—, que ahora están dispersas en las hemerotecas. Una antología que dará

muestra de su talento.

En las siguientes páginas se revelarán algunos pasajes de los libros que Pedro ha cargado

por años a cuestas, o mejor, que ha llevado en el bolsillo de la camisa, ese bolsillo que en

ocasiones toca sobresaltado buscando una USB en la que guarda sus únicos tesoros:

novelas, cuentos, relatos, de los bandoleros, de los locos, de los subversivos de este país.

Tesoros de Pedro que podrían ser, sin exagerar, patrimonio nacional.

Esta antología intenta rescatar esas piezas periodísticas que hicieron de Pedro el cronista

estrella de la revista Cromos. Esos bandoleros que alguna vez Ernesto Samper Pizano

describió como ―románticos, ídolos de pueblos, donjuanes olorosos a pólvora y selva,

vinculados generalmente a odios liberales o conservadores resultantes de la guerra‖35

. Es el

caso de Efraín González, bandolero conservador cuya vida recapitula en mil páginas, y

durante quince años. También se incluye la crónica histórica, de la que es hábil cultivador

Pedro Claver, capaz de reconstruir un conflicto ocurrido hace 60 años, como el de

Colombia con el Perú —el cual calificó de ―guerra de opereta‖— para desvirtuar las

versiones oficiales que subsisten.

En la actualidad, los delincuentes publican sus biografías, pagándole a un escritor oculto

para que cuente sus vidas. Años atrás, los periodistas contaban esas historias, se hacían

matar por conseguirlas, para retratar a esos personajes al margen de la ley, sin

empequeñecerlos ni engrandecerlos más de la cuenta. La siguiente es una invitación a

descubrir la vida del periodista incansable y del obsesivo escritor. El hombre detrás de la

pluma.

35

Reseña a propósito del libro Crónicas de la vida bandolera, Cromos, 1986.

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CRONOLOGÍA

PERIODOS SUCESOS VIOLENTOS VIDA Y OBRAS DE PEDRO

CLAVER TÉLLEZ

1946 – 1950

Mariano

Ospina Pérez

Cae el liberalismo

Enfrentamientos sangrientos entre

liberales y conservadores

(Santander)

Empieza la guerra fría

Jorge Eliecer Gaitán: líder partido

liberal (partido del pueblo)

Asesinato de Jorge Eliécer Gaitán

(1948) mueren violentamente tres

mil personas

El presidente declara el Estado de

Sitio. Censura de prensa y se acaba

la Unión Nacional entre Liberales y

conservadores. (1949)

Nace Pablo Escobar (1949)

Mueren 18.519 colombianos por

enfrentamientos liberales y

conservadores.

Familia de Santander. Padre,

Gonzalo Téllez Ruiz. Madre,

Sara María Téllez. Cuatro

hermanos.

Cuando matan a Gaitán tiene

su primer contacto con la

violencia. Presencia un

asesinato y ve dos pueblos en

llamas.

Los Téllez Tellez exiliados

huyen del campo a la ciudad

por la violencia.

1950- 1951

Laureano

Gómez

Castro

Sube Laureano Gómez al poder: el

líder conservador. Su gobierno

seria pronorteamericano y

anticomunista.

Surge la guerrilla apoyada por

liberales.

Aparecen los bandoleros, que eran

considerados campesinos que en un

principio fueron guerrilleros

liberales (excepto Efraín González,

conservador) que perdieron la

legitimidad por no seguir las reglas

y se dedicaron a robar y a cometer

Vive en la hacienda los Lopez

Michelsen.

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actos delincuenciales.

1951- 1953

Roberto

Urdaneta

Atentado contra la prensa liberal

(asaltados e incendiados El

Tiempo, El Espectador, la

Dirección Liberal Nacional y las

residencias de Alfonso López

Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo)

Guerrillas en los Llanos aspira a

recuperar la autonomía política.

Nueva constitución declara traidor

a todo colombiano que se

comprometa con actividades

subversivas contra el régimen.

1953 – 1957

Gustavo

Rojas Pinilla

Golpe de Estado. El país se

regocija por el fin de lo que se

llamó la ―tiranía de Laureano‖.

Liberales y conservadores estaban

de acuerdo con que Rojas Pinilla

era una solución a la crisis.

3.500 guerrilleros se desmovilizan

gracias a las nuevas condiciones de

gobierno.

60 mil víctimas directas deja la

violencia política en Colombia.

9 estudiantes muertos y 23 heridos

por el ejército en una manifestación

de protesta en Bogotá.

Se cierra El Tiempo y el periódico

El Siglo por no acatar órdenes del

régimen.

1.300 muertos y 4.000 heridos deja

una explosión en Cali de 6 carros

1958. Participo en la vuelta a

Colombia.

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cargados de dinamita. Se habla de

un ―sabotaje político‖.

1957 – 1958

Junta militar

de gobierno

Renuncia Rojas y es remplazado

por la Junta Militar conformada por

miembros de la alta oficialidad que

habían colaborado en el gobierno

de Rojas.

Muerte de Guadalupe Salcedo jefe

guerrillero, jefe guerrillero que

había entregado las armas.

Mujeres colombianas con derecho

al voto.

Surge el Movimiento de

Recuperación Liberal (MRL) para

evitar la conservatizaciòn del

Frente Nacional.

1961 muere el bandolero alias

´Venganza `.

Comenzó la Revolución Cubana

Muerte política de Gustavo Rojas

Pinilla

Se construye el muro de Berlín

1962 – 1966

Guillermo

León

Valencia

Unión del partido conservador

Intento de golpe contra Guillermo

Valencia.

Surgen las FARC aparece Manuel

Marulanda Vélez, alias ´Tirofijo`

1964.

La Anapo, movimiento opositor del

Pedro se va a vivir a

Cali y consigue un

trabajo en un colegio.

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Frente Nacional , vence al

liberalismo.

1963 muere el bandolero ´Chispas`.

1964 mueren los bandoleros

´Desquite` y ´Sangrenegra`.

Paro cívico nacional contra el alto

costo de la vida

Aparece el ELN. El grupo atacó la

población de Simacota, Santander.

1965 muere Efraín González en

una casa del barrio San José en

Bogotá. Bandolero conservador.

Nace el Frente Unido del Pueblo

con Camilo Torres.

1966-1970

Carlos Lleras

Restrepo

Liberales al poder. Grave crisis

económica por estancamiento de la

producción del campo y descenso

del crecimiento industrial.

Muere Camilo Torres. 1966

Muere el Che Guevara. 1967

Muere María Cano. 1967

Aparece EPL, 1967. Partido

comunista Marxista Leninista.

Fundado por Pedro Vásquez

Castaño en el noroeste del país.

El ELN dinamitó un tren cerca de

Barrancabermeja.

1968-Pedro gana premio

nacional de cuento ―Clotilde

Bautista, tantas veces viuda

de‖

1970 – 1974

Misael

Los integrantes de la Anapo

convencidos del fraude electoral se

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Pastrana

Borrero

enfrentaron con la fuerza pública.

El 21 de abril el presidente

implantó el Estado de Sitio, el

toque de queda, la ley seca y el

control radial.

Se crea ―el tercer partido‖

El ELN sufre fuerte revés y el

ejército grandes victorias. Las

FARC se toman Colombia.

Nace el M-19, 1974. Movimiento

19 de abril.

1974 – 1978

Alfonso

López

Michelsen

Los liberales suben al poder

El M-19 se roba la espada de

Simón Bolívar.

Se legaliza la dosis de marihuana

M-19 asesina a José Raquel

mercada presidente de (CTC)

200 personas secuestradas en 1977

Robo de 82 millones al Banco de la

Republica de Pasto.

Trabaja en Cali en el

periódico El Occidente y

El Pueblo con Daniel

Samper.

Empieza a tratar temas de

narcotráfico y esmeralderos

1977- fue a Mexico

invitado por la Sociedad

Interamericana de prensa

SIP. Trabajaba en el Pueblo

en Cali como jefe de

redacción. Asistente de

Daniel Samper.

1978 Crea una agencia de

prensa llamada Periodistas

Asociados, con socios: Luis

Carlos Galán, Gloria

Pachón, Patricia Lara.

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1978 – 1982

Julio Cesar

Turbay

Ayala

1979 M-19 roba más de 5.000

armas por un túnel del cantón norte

de Bogotá.

Nace el Nuevo Liberalismo con

Luis Carlos Galán.

1980- El M-19 se toma la

embajada. El grupo guerrillero

asaltó Mocoa y ´la Chiqui` muere.

Trabaja en la agencia

1981-1982- trabaja para la

campaña política de Luis

Carlos Galán.

1982 – 1986

Belisario

Betancur

Cuartas

1982. Pablo Escobar es expulsado

del Nuevo liberalismo.

1983 se conoce el MLN

(Movimiento Latino Nacional)

dirigido por Carlos Lehder,

narcotraficante del Quindío

Muere Jaime Bateman y el M19

secuestra a una hermana de Jorge

Luis Ochoa. Y los narcotraficantes

crean grupos para defenderse.

(MAS)

1000 muertos en el Magdalena

Medio. Se crea una guerra entre las

FARC y las autodefensas

1984 el gobierno firma un tratado

de paz con el M19, EPL, FARC Y

ADO

Narcoterrorismo. Matan a Rodrigo

Lara Bonilla, Ministro de defensa.

Toma armada de la sede de la Corte

Suprema de Justicia y del Consejo

de Estado por el M19.

M19 rompe tregua con el gobierno

Entra a trabajar como profesor

del instituto de bellas artes en

Cucuta.

Entra a trabajar al Bogotano.

Empieza a trabajar en la revista

Cromos como reportero.

Atentado contra Pedro por

parte de Carlos Lehder. Vive

tres meses en México.

Pedro regresa a Colombia y

vive un año en Medellín para

trabajar con Víctor Gaviria.

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y vuelve a la guerra.

Nace la UP (Unión Patriótica)

1985.

1986 -1990

Virgilio

Barco

Vargas

Más de 200 miembros de la UP

asesinados.

Asesinado Jaime Pardo Leal

presidente de la UP.

56 marchas de campesinos

protestando por la grave situación

socioeconómica y paros cívicos en

Nariño, Chocó, Antioquia,

Santander, Norte de Santander,

Cesar, Boyacá, Bolívar y Arauca.

Extraditado Carlos Lehder.

Traficante de drogas. 1987

En diciembre sale de la cárcel el

narcotraficante Jorge Luis Ochoa

Vásquez. Había sido capturado en

noviembre.

Empieza guerra contra el

narcotráfico. Secuestrado Andrés

Pastrana, asesinado Procurador

General de la Nación por Pablo

Escobar.

Secuestrado Álvaro Gómez

Hurtado conservador y director De

El Siglo. El 20 de julio de 1988 fue

liberado y se abre un nuevo proceso

de Paz.

Bombazos, masacres, carro-bombas

1987 Crónicas de la vida

bandolera (editorial Planeta)

1988 Biografía del disparate

(editorial Planeta)

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y secuestros en aumento.

1989— 18 de agosto. Asesinado

Luis Carlos Galán, dirigente liberal.

Arremetida del gobierno contra el

narcotráfico que reaccionó con 88

bombas en este año.

15 de diciembre, abatido Gonzalo

Rodríguez Gacha ―El mexicano‖.

Se vislumbra nueva constitución.

8 de marzo el grupo M-19 deja las

armas e ingresa a la actividad

política legal.

1990 – 1994

César

Gaviria

Trujillo

Colombia cambia la Carta

Constitucional. 1991.

Pablo Escobar se entrega a las

autoridades.

Se fuga Pablo Escobar.1992.

Ola de terrorismo en cabeza de

Pablo Escobar.

1993, 2 de diciembre. Muere Pablo

Escobar.

1993 Efraín González

(editorial Planeta) 1993La

guerra verde (Intermedio

Editores)

1994 – 1998

Ernesto

Samper

Pizano

Proceso 8000 contra Ernesto

Samper.

1995-Capturado Gilberto

Rodríguez Orejuela jefe del cartel

de Cali.

Presidente Ernesto Samper

acusado, juzgado y absuelto por

1995 La hora de los traidores

(Panamericana; Hombre

Nuevo Editores, 2002)

Empieza a trabajar con

victor Gaviria en sumas y

restas (1998)

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recibir dineros del narcotráfico para

su campaña.

1996. Las Farc al mando de Jorge

Suarez Bríseño alias el ―Mono

Jojoy‖ se toma una base militar en

el Putumayo. 28 soldados muertos,

16 heridos, 60 retenidos.

Más de 100 mil campesinos se

movilizan a la capital para protestar

por la fumigación de los cultivos

ilícitos.

1997. el año de los desplazados,

masacres, secuestros, asesinatos.

1998 – 2002

Andrés

pastrana

Arango

Los liberales después de 12 años

pierden el poder

Guerra entre paramilitares y

guerrilla continúa. El

paramilitarismo se extendió a todo

el país

Pescas milagrosas, desplazamiento,

masacres.

1998 El lado obscuro de las

reinas (Intermedio Editores)

2002 – 2010

Álvaro Uribe

Vélez

2002 Rebelde hasta morir

(Hombre Nuevo Editores)

2010 libro, La Pola

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130

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