silencio - edgar allan poe

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Silencio - Edgar Allan Poe

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  • Silencio - Una fbula - Por Edgar Allan Poe "Cuentos Fantsticos"

    Traduccin: Raquel Albornoz

    Edgar Allan Poe, Claridad, 2004

    "Las cimas de las montaas duermen;

    los valles, riscos y cuevas estn en silencio."

    ALCMAN.

    -Escchame -dijo el Demonio, ponindome la mano sobre la cabeza-. La regin de la que hablo es una lgubre regin

    de Libia, junto a las mrgenes del ro Zaire, y all no hay calma ni silencio.

    "Las aguas del ro tienen un tinte azafranado y enfermizo, y no fluyen hacia el mar, sino que palpitan eternamente con

    un movimiento tumultuoso y convulsivo, bajo la roja mirada del sol. A ambos lados de su barroso lecho se extiende por

    muchas millas un plido pramo de gigantescos nenfares. Susurran entre s en esa soledad, y estiran hacia el cielo

    sus largos cuellos espectrales e inclinan de un lado a otro sus perennes cabezas. Y producen un vago murmullo, como

    el paso de un torrente subterrneo. Y susurran entre s.

    "Pero su reino tiene una frontera: la frontera de la oscura, horrible, imponente selva. All, como las olas alrededor de las

    Hbridas, los arbustos y la maleza se agitan constantemente. Pero no hay en todo el cielo viento alguno. Y los altos

    rboles primitivos se mecen constantemente con un violento y estrepitoso sonido. Y de sus copas elevadas, una a una,

    caen incesantes gotas de roco. Y, a sus pies, extraas flores venenosas se retuercen en un perturbado sueo. Y con

    un murmullo turbulento, las nubes grises avanzan siempre hacia el oeste hasta caer, como una catarata, por el muro en

    llamas del horizonte. Pero no hay en todo el cielo viento alguno. Y en las costas del Zaire no hay calma ni silencio.

    "Era de noche y caa la lluvia; y al caer era lluvia, pero era sangre una vez cada. Y yo estaba en el pantano entre los

    altos nenfares, y la lluvia caa sobre m, y los nenfares se susurraban unos a otros en su solemne desolacin.

    "Y, de pronto, por entre la tenue y lbrega niebla surgi la luna, y su color era rojo. Y mis ojos se fijaron entonces en

    una gran roca gris que haba a la orilla del ro, alumbrada ahora por la luz de la luna. La roca era gris, y espectral, y

    alta. Y la roca era gris. Y tena unos caracteres grabados en su frente. Y me abr paso hacia la orilla por el pantano de

    nenfares para poder leer los caracteres grabados en la piedra. Pero no alcanzaba a descifrarlos. Y estaba regresando

    hacia el pantano cuando la luna brill con un rojo ms intenso; me volv entonces para ver de nuevo la roca y los

    caracteres. Y los caracteres decan DESOLACIN.

    "Alc la vista, y vi a un hombre en lo alto de la roca, y me escond entre los nenfares para observar lo que haca. Y el

    hombre era alto y de porte majestuoso, y una toga de la Roma antigua lo cubra de los hombros a los pies. Y los

    contornos de su figura eran confusos, pero sus rasgos eran los rasgos de una deidad; pues el manto de la noche y de

    la niebla, de la luna y del roco, no haba ocultado sus facciones. Y su frente era ancha y pensativa, y su mirada

    extraviada por la inquietud; y en las arrugas de sus mejillas le las fbulas del dolor, y del cansancio, y del disgusto con

    el Hombre, y de un gran deseo de soledad.

    "Y el hombre se sent sobre la roca, y apoy la cabeza en su mano, y contempl la desolacin. Mir los arbustos que

    se agitaban, y los altos rboles primitivos, y alz an ms la mirada hacia el cielo turbulento y la roja luna. Y yo estaba

    oculto entre los nenfares, y observaba lo que haca. Y el hombre temblaba en la soledad; pero la noche declinaba, y el

    hombre segua sentado sobre la roca.

    "Y apart la vista del cielo y mir entonces el lgubre Zaire, las aguas amarillas y espectrales, y las plidas legiones de

    nenfares. Y escuch los susurros de los nenfares y el murmullo que producan. Y yo estaba oculto en mi escondite,

  • observando lo que haca. Y el hombre temblaba en la soledad; pero la noche declinaba, y el hombre segua sentado

    sobre la roca.

    "Entonces me intern por la cinaga y me alej vadeando entre los nenfares, y llam a los hipoptamos que vivan en

    las lagunas del pantano. Y los hipoptamos escucharon mi llamado y vinieron, con los rinocerontes, hasta el pie de la

    roca, y rugieron de manera aterradora bajo la luna. Y yo estaba oculto en mi escondite, observando lo que el hombre

    haca. Y el hombre temblaba en la soledad; pero la noche declinaba, y el hombre segua sentado sobre la roca.

    "Entonces maldije los elementos con la maldicin del tumulto, y una horrible tempestad se form en el cielo, donde

    antes no haba viento alguno. Y el cielo se puso lvido por la violencia de la tempestad, y la lluvia azot la cabeza del

    hombre, y desbordaron las aguas del ro, y el ro atormentado se convirti en espuma, y los nenfares gritaban en sus

    lechos, y el viento derribaba la selva, y se esparci el trueno, y cay el relmpago y la roca cimbr hasta su base. Y yo

    estaba oculto en mi escondite, observando lo que el hombre haca. Y el hombre temblaba en la soledad; pero la noche

    declinaba, y el hombre segua sentado sobre la roca.

    "Entonces mont en clera y maldije el ro y los nenfares, y el viento y la selva, y el cielo, y el trueno, y el susurro de

    los nenfares, con la maldicin del silencio. Y fueron malditos, y quedaron inertes. Y la luna dej de trepar su senda

    hacia lo alto del cielo, y el trueno expir, y no centelle el relmpago, y quedaron inmviles las nubes, y las aguas

    bajaron a su nivel y se aquietaron, y los rboles dejaron de mecerse, y ya no susurraban los nenfares y no se oa ms

    su murmullo, ni sombra alguna de sonido en todo el vasto pramo ilimitado. Y mir los caracteres de la roca, y haban

    cambiado. Y decan SILENCIO.

    "Y mis ojos recayeron en el rostro del hombre, y su rostro se vea plido de miedo. Y alz la cabeza nerviosamente, y

    se par sobre la roca y escuch. Pero no haba ninguna voz en todo el vasto pramo ilimitado, y los caracteres de la

    roca decan SILENCIO. Y el hombre se estremeci, y desvi la mirada, y huy deprisa, y nunca ms volv a verlo."

    Ahora bien, hay cuentos admirables en los volmenes de los Magos, en los volmenes melanclicos de los Magos,

    ceidos con broches de hierro. Hay all, digo, magnficas historias del cielo y de la tierra, y del mar poderoso, y de los

    genios que gobernaban el mar, y la tierra, y el alto cielo. Haba tambin mucha sabidura en las palabras dichas por las

    sibilas; y las hojas oscuras que temblaban en Dodona escucharon antao cosas muy sagradas. Pero, por el nombre de

    Al, esa fbula que el Demonio me cont, sentado a mi lado a la sombra de la tumba, es a mi juicio la ms esplndida

    de todas. Y cuando puso fin a su relato, regres al seno de la tumba y se ri. Yo no pude rerme con l, y me maldijo

    por eso. Y el lince que habita en la tumba eternamente sali de ella, se ech a los pies del Demonio, y lo mir

    fijamente.

  • Por Edgar Allan Poe

    Fbula: Las crestas montaosas duermen;

    los valles, los riscos y las grutas estn en silencio.

    (ALCMAN 160 (1O), 6461)

    Escchame dijo el Demonio, apoyando la mano en mi cabeza. La regin de que hablo es una lgubre regin en

    Libia, a orillas del ro Zaire. Y all no hay ni calma ni silencio.

    Las aguas del ro estn teidas de un matiz azafranado y enfermizo, y no fluyen hacia el mar, sino que palpitan por

    siempre bajo el ojo purpreo del sol, con un movimiento tumultuoso y convulsivo. A lo largo de muchas millas, a ambos

    lados del legamoso lecho del ro, se tiende un plido desierto de gigantescos nenfares. Suspiran entre s en esa

    soledad y tienden hacia el cielo sus largos y plidos cuellos, mientras inclinan a un lado y otro sus cabezas

    sempiternas. Y un rumor indistinto se levanta de ellos, como el correr del agua subterrnea. Y suspiran entre s.

    Pero su reino tiene un lmite, el lmite de la oscura, horrible, majestuosa floresta. All, como las olas en las Hbridas, la

    maleza se agita continuamente. Pero ningn viento surca el cielo. Y los altos rboles primitivos oscilan eternamente de

    un lado a otro con un potente resonar. Y de sus altas copas se filtran, gota a gota, rocos eternos. Y en sus races se

    retuercen, en un inquieto sueo, extraas flores venenosas. Y en lo alto, con un agudo sonido susurrante, las nubes

    grises corren por siempre hacia el oeste, hasta rodar en cataratas sobre las gneas paredes del horizonte. Pero ningn

    viento surca el cielo. Y en las orillas del ro Zaire no hay ni calma ni silencio.

    Era de noche y llova, y al caer era lluvia, pero despus de cada era sangre. Y yo estaba en la marisma entre los altos

    nenfares, y la lluvia caa en mi cabeza, y los nenfares suspiraban entre s en la solemnidad de su desolacin.

    Y de improviso se levant la luna a travs de la fina niebla espectral y su color era carmes. Y mis ojos se posaron en

    una enorme roca gris que se alzaba a la orilla del ro, iluminada por la luz de la luna. Y la roca era gris, y espectral, y

    alta; y la roca era gris. En su faz habla caracteres grabados en la piedra, y yo anduve por la marisma de nenfares

    hasta acercarme a la orilla, para leer los caracteres en la piedra. Pero no pude descifrarlos. Y me volva a la marisma

    cuando la luna brill con un rojo ms intenso, y al volverme y mirar otra vez hacia la roca y los caracteres vi que los

    caracteres decan DESOLACION.

    Y mir hacia arriba y en lo alto de la roca haba un hombre, y me ocult entre los nenfares para observar lo que haca

    aquel hombre. Y el hombre era alto y majestuoso y estaba cubierto desde los hombros a los pies con la toga de la

    antigua Roma. Y su silueta era indistinta, pero sus facciones eran las facciones de una deidad, porque el palio de la

    noche, y la luna, y la niebla, y el roco, haban dejado al descubierto las facciones de su cara. Y su frente era alta y

    pensativa, y sus ojos brillaban de preocupacin; y en las escasas arrugas de sus mejillas le las fbulas de la tristeza,

    del cansancio, del disgusto de la humanidad, y el anhelo de estar solo.

    Y el hombre se sent en la roca, apoy la cabeza en la mano y contempl la desolacin. Mir los inquietos matorrales,

    y los altos rboles primitivos, y ms arriba el susurrante cielo, y la luna carmes. Y yo me mantuve al abrigo de los

    nenfares, observando las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembl en la soledad, pero la noche transcurra, y l

    continuaba sentado en la roca.

    Y el hombre distrajo su atencin del cielo y mir hacia el melanclico ro Zaire y las amarillas, siniestras aguas y las

    plidas legiones de nenfares. Y el hombre escuch los suspiros de los nenfares y el murmullo que naca de ellos. Y

    yo me mantena oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembl en la soledad; pero la noche

    transcurra y l continuaba sentado en la roca.

    Entonces me sum en las profundidades de la marisma, vadeando a travs de la soledad de los nenfares, y llam a

    los hipoptamos que moran entre los pantanos en las profundidades de la marisma. Y los hipoptamos oyeron mi

    llamada y vinieron con los behemot al pie de la roca y rugieron sonora y terriblemente bajo la luna. Y yo me mantena

    oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembl en la soledad; pero la noche transcurra y l

    continuaba sentado en la roca.

    Entonces maldije los elementos con la maldicin del tumulto, y una espantosa tempestad se congreg en el cielo,

    donde antes no haba viento. Y el cielo se torn lvido con la violencia de la tempestad, y la lluvia azot la cabeza del

    hombre, y las aguas del ro se desbordaron, y el ro atormentado se cubra de espuma, y los nenfares alzaban

    clamores, y la floresta se desmoronaba ante el viento, y rodaba el trueno, y caa el rayo, y la roca vacilaba en sus

  • cimientos. Y yo me mantena oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembl en la soledad; pero

    la noche transcurra y l continuaba sentado.

    Entonces me encoleric y maldije, con la maldicin del silencio, el ro y los nenfares y el viento y la floresta y el cielo y

    el trueno y los suspiros de los nenfares. Y quedaron malditos y se callaron. Y la luna ces de trepar hacia el cielo, y el

    trueno muri, y el rayo no tuvo ya luz, y las nubes se suspendieron inmviles, y las aguas bajaron a su nivel y se

    estacionaron, y los rboles dejaron de balancearse, y los nenfares ya no suspiraron, y no se oy ms el murmullo que

    naca de ellos, ni la menor sombra de sonido en todo el vasto desierto ilimitado. Y mir los caracteres de la roca, y

    haban cambiado; y los caracteres decan: SILENCIO.

    Y mis ojos cayeron sobre el rostro de aquel hombre, y su rostro estaba plido. Y bruscamente alz la cabeza, que

    apoyaba en la mano y, ponindose de pie en la roca, escuch. Pero no se oa ninguna voz en todo el vasto desierto

    ilimitado, y los caracteres sobre la roca decan: SILENCIO. Y el hombre se estremeci y, desviando el rostro, huy a

    toda carrera, al punto que ces de verlo.

    Pues bien, hay muy hermosos relatos en los libros de los Magos, en los melanclicos libros de los Magos,

    encuadernados en hierro. All, digo, hay admirables historias del cielo y de la tierra, y del potente mar, y de los Genios

    que gobiernan el mar, y la tierra, y el majestuoso cielo. Tambin haba mucho saber en las palabras que pronunciaban

    las Sibilas, y santas, santas cosas fueron odas antao por las sombras hojas que temblaban en torno a Dodona. Pero,

    tan cierto como que Al vive, digo que la fbula que me cont el Demonio, que se sentaba a mi lado a la sombra de la

    tumba, es la ms asombrosa de todas. Y cuando el Demonio concluy su historia, se dej caer en la cavidad de la

    tumba y ri. Y yo no pude rerme con l, y me maldijo porque no rea. Y el lince que eternamente mora en la tumba

    sali de ella y se tendi a los pies del Demonio, y lo mir fijamente a la cara.

    www.lamaquinadeltiempo.com