sindicalismo en espana
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HISTORIA CONTEMPORANEASINDICALISMO DE 1975 A 2002TRANSCRIPT
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ANLISISHISTRICOSDELSINDICALISMOENESPAA.DELFRANQUISMOALAESTABILIDADDEMOCRTICA(19701994)
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FUNDACINFRANCISCOLARGOCABALLERO
ANLISISHISTRICOSDELSINDICALISMOENESPAA.DELFRANQUISMOALAESTABILIDADDEMOCRTICA(19701994)
ComunicacionesDirectores:ManuelaAroca
RubnVega
2012
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FundacinFranciscoLargoCaballeroISBN:9788486716493
DepsitoLegalM-13317-2013
Madrid,2013
Recepcinycoordinacindelostextos:IreneDazMartnezJuanCarlosColladoJimnezProyectoI+DMinisteriodeCienciaeinnovacin:HAR200908294AccincomplementariaHAR201115192E
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NDICE
Pag.
1.- Introduccin, Manuela Aroca y Rubn Vega 5
I BLOQUE: Vinculacin ideolgica: relacin de partidos y sindicatos. Conflicto y concertacin y Relaciones Internacionales.
13
1. La conceptualizacin de las huelgas en el mundo del trabajo durante la segunda mitad del franquismo: visiones sindicales y anlisis historiogrficos. Enrique Gonzlez de Andrs
14
2. Los acuerdos sociales en la primera legislatura de Felipe Gonzlez: hacia un modelo socialdemcrata de concertacin? Vincent Marn
30
3. Solidaridad alemana con la UGT, ao 1977. Antonio Muoz Snchez 47
4. Las organizaciones obreras catlicas como cantera de lderes sindicales en Espaa. Jos Luis Fernndez Jerez
63
5. Ayer Espaa enrojeci: el Partido del Trabajo de Espaa, y el sindicalismo de clase en los setenta. Rafael Simn Arce
82
6. Participacin y activismo de los emigrantes espaoles en los sindicatos alemanes entre 1960 y 1994: una experiencia sindical transnacional. Carlos Sanz Daz
103
7. El PSOE y la cuestin del aburguesamiento de la clase obrera 1976-1982. Luca Costantini
120
II BLOQUE. Anlisis histricos del sindicalismo en Espaa en clave sectorial
143
1. Apuntes sobre los orgenes y evolucin de la UGT y CCOO en el sector de la banca madrilea: dos modelos de vanguardia sindical. Francisca Moya Alcaiz
144
2. La sindicalizacin de los trabajadores tcnicos y cuadros intermedios en Espaa: la experiencia de la UGT (1975-1994). Jos Gonzlez Vzquez
163
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3. Las propuestas sindicales a los problemas del campo andaluz en los aos ochenta y noventa: UGT-A y los acuerdos de concertacin social. Francisco de Paula Villatoro
185
4. Sindicalismo en Espaa: SATSE (1986-1994). M. Carmen Gimnez Muoz
207
5. Los sindicatos de CCOO y la CNT durante la reconversin industrial: el caso de los astilleros gaditanos Mauro Rodriguez Peralta/ Flix Gil Feito.
230
III BLOQUE: Anlisis histricos del sindicalismo en clave regional y sindicatos minoritarios
247
1. Apuntes sobre la ORT: de las Comisiones Obreras al Sindicato Unitario. Emanuele Treglia
248
2. El movimiento obrero mallorqun y la cuestin de los presos. Pere Josep Garca Munar
271
3. La UGT valenciana. De la casa del pueblo a la unin de pas. Pedro Gascn Sanmartn
287
4. Reorganizacin y proceso de estructuracin del sindicalismo socialista en Galicia. Guillerme Prez Agull- Rogelio Prez Poza
307
5. Las primeras elecciones sindicales democrticas: El caso de Castilla-La Mancha. Antonio Domnguez Snchez
325
6. Origen y desarrollo de UGT-A en los aos 80. Alejandro Romn Antequera Manuel Prez Salinas
347
7. Sindicalismo en Alczar de San Juan 1970-1994. Francisco Jos Atienza Santiago- Jos Fernando Snchez Ruiz.
366
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INTRODUCCIN
Entre el 4 y el 6 de julio de 2012 se celebr en el Campus de la Universidad
Laboral en Gijn, el Congreso Internacional Sindicalismo en Espaa: del franquismo a
la estabilidad democrtica (1970-1994), organizado por la Fundacin Francisco Largo
Caballero y la Universidad de Oviedo y dirigido por Rubn Vega y Manuela Aroca. En
ese congreso, que surga como una accin complementaria de un proyecto de I + D
sobre La reconstruccin del sindicalismo socialista (1970-1994)1, se presentaron una
serie de interesantes estudios sobre la historia del sindicalismo espaol en un momento
trascendental de nuestra historia: el periodo que se desarrolla entre el final del
franquismo, en el que se configuran una serie de propuestas para la futura e inminente
vida democrtica, hasta la estabilizacin del sistema democrtico. De las ponencias y
comunicaciones presentadas en el marco del Congreso Internacional recogemos en esta
publicacin las segundas, con la intencin de ensanchar el siempre estrecho margen que
la historiografa espaola ha concedido a los estudios sobre el movimiento obrero,
especialmente en este perodo.
En la base de nuestra propuesta para el congreso se encontraba la necesidad de
situar, en su justo trmino, el papel que el sindicalismo espaol haba tenido en la
llegada de un nuevo sistema democrtico y en el desenvolvimiento de la estabilidad que
este rgimen ha proporcionado a la vida social, econmica y poltica de Espaa. En este
sentido, las comunicaciones que hoy presentamos han afrontado diversos puntos de
vista que incluyen el anlisis de la trayectoria de los sindicatos mayoritarios y
nacionales, los sindicatos minoritarios, regionales, la dimensin internacional y los
anlisis sectoriales y regionales de organizaciones de rango general. Todas ellas tienen
la virtud de centrarse en la importancia del movimiento obrero durante el periodo de
1 Proyecto de I + D del Ministerio de Ciencia e Innovacin HAR2009-08294, La reconstruccin del sindicalismo socialista (1970-1994), Direccin General de Programas y Transferencias de Conocimiento. Subdireccin General de Proyectos de Investigacin. Investigadora principal: Manuela Aroca Mohedano. Fundacin Francisco Largo Caballero. Accin Complementaria HAR2011-15192-E.
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estudio, como objeto de anlisis puramente histrico, ms all de las tendencias a
incorporar la historia del sindicalismo dentro de los estudios de ndole sociolgica.
Para quienes hayan vivido los aos setenta y ochenta o para los estudiosos de ese
perodo que simplemente se asomen a las hemerotecas, puede resultar evidente la
relevancia que el movimiento obrero tena sobre el devenir de los acontecimientos en
nuestro pas y sobre las transformaciones polticas y econmicas experimentadas. La
oposicin al franquismo, las movilizaciones sociales en la Transicin, la consolidacin
del nuevo sistema democrtico, la configuracin del estado de bienestar, las
transformaciones del sistema productivo y muchos otros aspectos de ese pasado reciente
no pueden ser comprendidos sin atender al papel desempeado por las organizaciones
sindicales. Sujetos activos, protagonistas o colaboradores indispensables, portavoces de
aspiraciones alcanzadas y de otras frustradas, resistentes ms o menos eficaces ante
evoluciones desfavorables, piezas clave de estrategias polticas propias y ajenas, juntos
o divididos, los sindicatos han forjado buena parte de esa Historia. Y, sin embargo, no
sera sta la idea que podra extraer cualquier lector de las numerosas obras generales
sobre el proceso de transicin y consolidacin democrtica. La historiografa no parece,
a este respecto, muy alejada de la imagen que arrojan los reportajes que peridicamente
nos ofrecen los medios de comunicacin, cuyos focos apuntan a otros protagonistas y
rara vez consideran que los trabajadores y sus organizaciones sean merecedores de
atencin.
En la modesta medida de nuestras fuerzas, el congreso citado pretenda paliar
este olvido sistemtico y, por tanto, significativo- ofreciendo espacio para el anlisis
de algunas de esas dimensiones generalmente poco tenidas en cuenta mediante
ponencias a cargo de especialistas y dando tambin cabida a travs de las
comunicaciones a los estudios en curso que se pudieran estar desarrollando. Se trata
ahora, mediante la publicacin, de trascender el marco reducido de especialistas que nos
reunimos en torno al congreso y ofrecer resultados a un pblico ms amplio.
Los estudios recogidos en este libro se estructuran en torno a tres bloques
fundamentales: el primero de ellos el ms heterogneo-, ana los trabajos que
reflexionan sobre la relacin entre partidos y sindicatos, sobre los procesos, encontrados
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y a la vez complementarios, de conflicto y concertacin que recorren el periodo de
anlisis, y sobre las implicaciones o relaciones internacionales que se establecieron en el
momento de la articulacin de las organizaciones sindicales; el segundo bloque recoge
diversos anlisis histricos en clave sectorial; mientras que el ltimo apartado integra
los estudios que se ocupan de la actuacin sindical en su dimensin territorial y de los
sindicatos minoritarios surgidos durante el tardofranquismo y la transicin. En todos
ellos, aparece palpablemente la importante aportacin que el sindicalismo ha efectuado
a la estabilidad democrtica en Espaa, con novedosas investigaciones en marcha o
finalizadas, en las que se ha recurrido a fuentes de diversa ndole, entre las que destacan
los documentos contenidos en las fundaciones adscritas a los sindicatos y los partidos
polticos espaoles, pero en las que no son despreciables las aportaciones de los fondos
de los archivos estatales especialmente el Archivo General de la Administracin-, la
importante documentacin hemerogrfica que demuestra la atencin que la prensa
generalista prest a las cuestiones sociolaborales durante la transicin espaola, y una
revisin de la ms actual historiografa referida a esta temtica, as como, en algunos
casos y en menor medida, la utilizacin de fuentes orales.
Abre el primer apartado de esta publicacin, un captulo de Enrique Gonzlez de
Andrs, en el que se aborda la protesta canalizada fundamentalmente a travs de los
sindicatos, pero sin excluir las manifestaciones espontneas- desde su tratamiento
historiogrfico. La conceptualizacin de los conflictos en funcin de su pertenencia a
dinmicas econmicas o a dinmicas polticas es uno de los aspectos que reiteradamente
ha aparecido en la historiografa que analiza los movimientos laborales reivindicativos
en el final del franquismo. Enrique Gonzlez de Andrs analiza el tratamiento dado por
los diversos historiadores a estos conceptos y redefine los conceptos y las
formulaciones de huelga poltica y huelga econmica, situando los conflictos en su
dimensin nacional e internacional y concluyendo con la constatacin de un proceso
general de politizacin de las protestas laborales a lo largo del ltimo franquismo y de
la creciente iniciativa en ellas de las organizaciones de clase.
Por otra parte, en el territorio dedicado a la dimensin internacional de la
actuacin sindical, se incluyen en el primer bloque dos captulos, de Antonio Muoz
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Snchez y de Carlos Sanz Daz, que tienen por objeto analizar las vinculaciones entre el
sindicalismo alemn y el espaol, desde dos puntos de vista diferentes: mientras la
aportacin de Antonio Muoz se centra en las conexiones entre la Unin General de
Trabajadores y la izquierda alemana, que el autor identifica con el Gobierno
socialdemcrata alemn, la DGB y la Fundacin Friedrich Ebert, en un ao clave para la
reconstruccin sindical, 1977, el artculo de Carlos Sanz indaga en la integracin de los
emigrantes espaoles a los sindicatos alemanes desde comienzos de la dcada de los
sesenta hasta mediada la de los noventa. Completan, por lo tanto, los captulos dos
visiones complementarias: por un lado, qu aport la socialdemocracia alemana
aunque se puede considerar algo ms que dudosa la inclusin de la DGB bajo la
denominacin de izquierda o socialdemocracia, pero en todo caso representante
unitaria del movimiento obrero alemn- a la configuracin de un sindicato moderado, de
clase, y de inspiracin socialdemcrata, representado por la UGT; y por otro lado, qu
clase de enseanzas prcticas, tericas y vitales aprendieron los emigrantes econmicos
espaoles a Alemania con su participacin en los sindicatos alemanes y de qu manera
transfirieron este aprendizaje a la reconstruccin del sindicalismo en Espaa en el
periodo de la transicin.
Las vinculaciones entre partidos y sindicatos estn representadas por los trabajos
de Luca Constantini sobre el PSOE y el aburguesamiento de la clase obrera durante la
transicin, y el de Rafael Simn Arce, del Partido del Trabajo de Espaa y su relacin
con el sindicalismo de clase en Espaa. El estudio de este ltimo analiza la aparicin y
presencia del Partido del Trabajo en Espaa, escindido del PCE y con una definicin
marxista-leninista, en el panorama poltico del tardofranquismo y su responsabilidad en
la creacin de formaciones sindicales que pretendan articular iniciativas alternativas a
las preponderantes Comisiones Obreras. Entre los resultados de este empeo, el autor
incluye el nacimiento y desarrollo de dos organizaciones sindicales de cierto peso en el
panorama obrero espaol: la Confederacin de Sindicatos Unitarios de Trabajadores
(CSUT), ms efmera en su existencia pero de alcance nacional, en la que el autor centra
su atencin, y en la organizacin que an persiste, el Sindicato de Obreros del Campo,
menos desarrollada en el anlisis del autor.
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Por su parte, Luca Constantini propone un anlisis sobre la posicin que el
PSOE adopta acerca del sindicalismo y la conciencia obrera en Espaa, a raz de su
abandono del marxismo como referencia terica, en 1979. En opinin del autor, este
proceso fue el origen de un intenso debate dentro del partido sobre la identidad obrera
que se plasm en el trabajo de justificacin que diversos intelectuales, tcnicos y
especialistas publicaron en las revistas socialistas Sistema y Leviatn, entre los aos 80
al 86, artculos que constituyen el origen documental de este estudio.
Enmarcada tambin en la vinculacin ideolgica de las organizaciones sindicales
y entroncando con el origen social de determinados movimientos sindicales, la
aportacin de Jos Luis Fernndez Jerez indaga en el origen de las organizaciones
obreras catlicas como cantera de los lderes sindicales en Espaa que despus se
integrarn en sindicatos como USO y CCOO o incluso en partidos como ORT, PCE o
PSOE. El autor realiza un repaso de la naturaleza y organizacin de los movimientos
obreros catlicos, para despus pasar a analizar cmo estos movimientos se integraron
en las organizaciones de clase, haciendo un estudio especialmente exhaustivo de este
proceso en el caso asturiano.
Por ltimo, hay que sealar en este primer bloque un estudio de Vincent Marin
sobre la importancia de los acuerdos sociales en la primera legislatura de Felipe
Gonzlez. El autor se centra en los acuerdos enmarcados en el dilogo social,
especialmente el Acuerdo Interconfederal (AI) y Acuerdo Econmico y Social (AES),
analizando el proceso que impidi que este dilogo social lograra institucionalizarse
ms all de los acuerdos puntuales entre empresarios y sindicatos, con la participacin
de un Gobierno socialdemcrata. Vincent Marin estudia para ello la posicin
programtica y estratgica del PSOE antes de llegar al Gobierno y las caractersticas de
los acuerdos alcanzados durante su segunda legislatura, para terminar reflexionando
sobre el fracaso de la institucionalizacin del proceso de concertacin.
El segundo bloque de captulos, que hemos aglutinado bajo la denominacin de
Anlisis histricos del sindicalismo en Espaa en clave sectorial, incluye algunas
propuestas realmente novedosas por su temtica. Entre ellas, el captulo firmado por
Francisca Moya Alcaiz adopta las caractersticas de un estudio comparativo del
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nacimiento y evolucin del sindicalismo en el sector de la banca en Madrid, en los dos
sindicatos mayoritarios, CC.OO y UGT. La autora pone de relieve la diferencia de
estructura de las organizaciones en este mbito de estudio, caracterizando a la UGT bajo
un fuerte personalismo, liderado por Justo Fernndez, que propici la expansin del
sindicato socialista en la banca madrilea, desde unos presupuestos ciertamente
heterodoxos, opuestos a algunas de las directrices estratgicas bsicas marcadas por la
direccin nacional del sindicato. Por otra parte, el anlisis que efecta del nacimiento de
las Comisiones Obreras de Banca en Madrid, es un relato ms coral, basado en la
penetracin del PCE de las Comisiones y de su intensa actividad organizativa y
reivindicativa en los aos finales del franquismo.
El siguiente estudio que forma parte de este bloque sectorial, es el firmado por
Jos Gonzlez Vzquez sobre la polmica el fracaso, en ltimo trmino- de la
sindicalizacin de los tcnicos y cuadros intermedios en Espaa, en torno a la Unin
General de Trabajadores. El autor parte de la idea de que la propia incorporacin de
tcnicos y cuadros en los sindicatos de clase supona la superacin de un modelo
sindical tradicional. La sustitucin por unos nuevos esquemas, en los que el asalariado
se configura como la base de una organizacin sindical, sea cual sea su relacin con el
mundo obrero, permitira la ampliacin de las bases sociales del sindicato socialista e
impedira el xito de organizaciones especializadas de profesionales. Con esas bases se
puso en marcha un proyecto que, sin embargo, no encajaba totalmente en la concepcin
obrerista del sindicato. El autor repasa todas las maniobras y vaivenes que se hicieron
en el interior del sindicato tanto para favorecer la iniciativa como para entorpecerla,
concluyendo con la afirmacin del fracaso del intento. En suma, el autor nos acerca a
uno de los debates ms interesantes en el seno del sindicato UGT, en torno a la propia
esencia del sindicalismo y su futuro.
Por su parte, Francisco de Paula afronta el tema de la reforma agraria y su
posicin en los programas de la Unin General de Trabajadores de Andaluca durante la
transicin en Espaa. Este proyecto reformador para el campo de la UGT andaluza,
entraba en una dinmica de transformacin al calor de la convergencia con Europa y se
abre un nuevo proceso de concertacin social que sustituy, en parte, y complement a
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la histrica propuesta de redistribucin de la propiedad agraria en Andaluca,
permitiendo, al mismo tiempo, la participacin de UGT-A en la poltica econmica y
laboral de la regin.
El nacimiento del Sindicato de Ayudantes Tcnicos Sanitarios de Espaa
(SATSE) y su predominio en el sector es objeto de anlisis en el captulo de M Carmen
Gimnez Muoz. Esta organizacin, nacida en la dcada de los ochenta y consolidada
en la de los noventa como fuerza sindical ms representativa del sector de la enfermera,
llegar a convertirse en el sindicato mayoritario en sanidad, con ms de 90.000 afiliados
en la actualidad.
Cierra el segundo bloque un estudio conjunto de Flix Gil Feito y Mauro
Rodrguez Peralta sobre la posicin de los sindicatos CCOO y CNT en los astilleros
gaditanos durante el proceso de reconversin industrial. Ambas centrales jugaron un
papel muy destacado. La primera en base a su condicin de sindicato mayoritario,
mientras que la CNT fue, segn los autores, decisiva en la campaa de exteriorizacin
del conflicto a la ciudadana gaditana. Un repaso por las luchas que mantuvieron los
trabajadores navales en Cdiz durante el proceso de reconversin y por las diferentes
fases de negociacin permite a Flix Gil y Mauro Rodrguez concluir sobre el papel que
jugaron estos dos sindicatos en el proceso y las consecuencias que ste ha tenido en la
economa y la vida laboral de la provincia de Cdiz.
El ltimo bloque, dedicado a los Anlisis histricos del sindicalismo en clave
regional y sindicatos minoritarios, recoge, en primer lugar, el trabajo de Emanuele
Treglia dedicado a la aportacin sindical que el partido Organizacin Revolucionaria
del Trabajadores (ORT), desde su origen como parte de una organizacin sindical
precisamente (AST), pasando por su presencia en CCOO, hasta la creacin de una
entidad sindical propia, de nuevo cuo, el sindicato Unitario (SU), en el marco de los
movimientos sindicales a la izquierda del PCE y en relacin, especialmente, con la
paralela experiencia del PTE y su organizacin sindical afn, Confederacin de
Sindicatos Unitarios de Trabajadores (CSUT).
Un estudio centrado en la relacin entre el movimiento obrero mallorqun y la
amnista de los presos polticos, realizado por Pere Josep Garca Munar, analiza la
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posicin de los principales sindicatos de la isla de Mallorca y su papel y accin en torno
a la amnista y la cuestin de los presos en los aos de la transicin; mientras que el
trabajo de Antonio Domnguez Snchez se centra en las primeras elecciones sindicales y
sus resultados en Castilla la Mancha, estableciendo una comparacin con lo sucedido en
el resto del territorio nacional.
Mientras el ltimo captulo, firmado por Francisco Jos Atienza Santiago y Jos
Fernando Snchez Ruiz se centra en el estudio del sindicalismo en Alczar de San Juan
durante el periodo comprendido entre 1970 y 1994, en el que destaca la importancia de
las empresas MACOSA y RENFE y el papel desempeado por los sindicatos
Comisiones Obreras y UGT, el resto de los captulos se centran en diversas
reconstrucciones regionales del proceso de implantacin del sindicalismo socialista en
diversas zonas de Espaa: el captulo de Pedro Gascn San Martn lo hace en el caso de
la UGT valenciana, mientras que el de Guillerme Prez Agull y Rogelio Prez Poza se
centran en el caso gallego y Alejandro Romn Antequera y Manuel Prez Salinas lo
hacen en el origen y desarrollo de la Unin General de Trabajadores en Andaluca,
durante los aos 80.
En conclusin, el presente libro no tiene sino la pretensin de hacer accesibles
los textos de las comunicaciones presentadas al congreso y, de ese modo, dar difusin a
una serie de trabajos que consideramos pueden ser de inters para otros investigadores,
especialistas y lectores interesados en general.
Manuela Aroca (Fundacin Francisco Largo Caballero)
Rubn Vega (Universidad de Oviedo)
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sindicatos. Conflicto y concertacin y Relaciones Internacionales.
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LA CONCEPTUALIZACIN DE LAS HUELGAS EN EL
MUNDO DEL TRABAJO DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL
FRANQUISMO: VISIONES SINDICALES Y ANLISIS
HISTORIOGRFICOS.
Enrique Gonzlez
(UNED) Resumen
Desde los aos sesenta del siglo pasado, sectores de la clase trabajadora espaola
protestaron por sus condiciones de vida y de trabajo a travs de huelgas y otras formas
de lucha, en un contexto extraordinariamente delimitado por la dictadura franquista.
Aunque las huelgas son medibles y susceptibles de ser valoradas objetivamente,
suscitan bastante controversia. De hecho, su catalogacin como econmica o poltica
por parte del movimiento sindical pretenda ubicar las motivaciones de los trabajadores
al objeto de mejorar su existencia. En cuanto al campo historiogrfico, estos conceptos
han intentado dar cabida a aquel universo laboral disconforme.
Se tratara de profundizar si dicha conceptualizacin ha explicado las causas de
las huelgas, posibilitando un encuadre certero de las mismas.
Abstract
Since the 1960s, some sections of the Spanish working class complained about
their living and working conditions through strikes and other forms of struggle, in a
context that was incredibly limited by the Francos dictatorship.
Even though strikes are measurable and can be objectively valued, they cause
controversy. Actually, their definition as economic or politic by the unions movement
was an attempt to understand the workers motivation in order to improve their situation.
In historical terms, those concepts try to reflect the workers unrest.
We will try to analyze if those concepts explain accurately enough the causes for
the strikes.
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Desde los inicios de los aos sesenta del siglo pasado, uno de los instrumentos
ms utilizados por la clase trabajadora para mejorar su precaria situacin
socioeconmica fue la huelga, en sus distintas variantes y con reivindicaciones
heterogneas. Variedad, ciertamente, muy condicionada por las peculiaridades del
capitalismo espaol desde dicha dcada en adelante, y por la existencia de una dictadura
hasta el segundo lustro de los setenta.
Ahora bien, a pesar de que las huelgas son medibles y, por consiguiente,
susceptibles de ser interpretadas y valoradas objetivamente, suelen atesorar tal caudal de
informacin que suscitan bastante controversia2. De todas formas, las cifras absolutas y
relativas parecen apuntar a un desarrollo huelgustico que afect, directa e
indirectamente y con ritmos dismiles, a una parte significativa de los trabajadores. Al
mismo tiempo, se debe ser cuidadoso con este planteamiento por cuanto las fuentes
oficiales de que se dispone -Ministerio de Trabajo y la extinta Organizacin Sindical
Espaola, adems del Ministerio de la Gobernacin3- no se atenan, precisamente, a
criterios estadsticos objetivos, ni empleaban un procedimiento homologable a escala
internacional.
1. VISIONES SINDICALES Y ANLISIS HISTORIOGRFICO
Este reconocimiento inicial de la cuestin supone afrontar una investigacin que
contemple, como una posible va exploratoria, la revisin de la conceptualizacin de la
terminologa aplicada a los conflictos huelgusticos. Nos estamos refiriendo a su
catalogacin segn sean huelgas econmicas o huelgas polticas, en funcin de sus
2 Vase esta problemtica en SHALEV, M.: Mentiras, mentiras detestables y estadsticas de huelgas: Medicin de las tendencias del conflicto laboral, en CROUCH, C. y PIZZORNO, A. (Comp.): El resurgimiento del conflicto de clases en Europa occidental a partir de 1968. I, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1989, pgs. 27/49; LEFRANC, G.: La huelga: historia y presente, Barcelona, Editorial Laia, 1972, pgs. 9/12. Para Espaa, vase MOLINERO, C. e YSS, P.: Productores disciplinados y minoras subversivas. Clase obrera y conflictividad laboral en la Espaa franquista, Madrid, Siglo XXI de Espaa Editores, 1998, pgs. IX/XII. 3 Vase en SARTORIUS, N. y SABIO, A.: El final de la Dictadura. La conquista de la democracia en Espaa (noviembre de 1975-junio de 1977), Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 2007, pg. 79.
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contenidos. Conceptos que, groso modo, han pretendido abarcar realidades originadas y
construidas de manera divergente, aunque, en ciertos casos, se han mostrado como parte
de un mismo proceso, siendo muy difcil discernir dnde terminaba un tipo de huelga y
dnde comenzaba el otro.
As, en unos conflictos, los huelguistas se decantaban por las cuestiones
econmicas con apenas inters en temas especficamente polticos; en otros casos,
prevalecan estos ltimos, pasando a un plano secundario -cuando no desapareciendo-
las demandas econmicas y, por si fuera poco, tambin se han dado huelgas que
contenan una fusin de ambas reivindicaciones.
Estas distinciones formaban parte del arsenal terico de las principales
organizaciones sindicales en aquel periodo -Comisiones Obreras (CCOO), Unin
General de Trabajadores (UGT), Unin Sindical Obrera (USO), Solidaridad de los
Trabajadores Vascos (ELA-STV)-, cuyo primer objetivo radicaba en aglutinar a
sectores cada vez ms amplios de la clase trabajadora en pos de unas mejoras en sus
centros de trabajo y en su calidad de vida.
Los lderes sindicales argan que las huelgas solan comenzar por demandas
econmicas que, producto de la intervencin del Estado franquista, a travs de
innumerables medios legales y coercitivos, as como por la asuncin de determinadas
reivindicaciones democrticas bsicas por parte de los trabajadores, se iban
transformando hasta culminar con una dimensin poltica4, generando evidentes
repercusiones en el mbito poltico-sindical5.
4 Vase, por ejemplo, el Comunicado de la 6 Reunin General de Comisiones Obreras, celebrada en agosto de 1970, reproducido en IBEZ, F. y ZAMORA, M.A.: CC.OO. 10 aos de lucha (1966-1976), Zaragoza, C.S. de CC.OO. y U.S. de CC.OO. de Aragn, 1987, pg. 127. Vase, asimismo, la posicin oficial del PCE en Biblioteca Virtual de Prensa Histrica del Ministerio de Cultura (BVPHMC), VV.AA.: El nuevo movimiento obrero en Espaa. Cmo surge, cmo se desarrolla, hacia dnde va, en Nuestra Bandera, revista terica y poltica del partido comunista de Espaa, nm. 42-43, marzo-abril, 1965, pgs. 173/174. 5 Vase, para CCOO, en SARTORIUS, N.: El resurgir del movimiento obrero, Barcelona, Editorial Laia, 3 ed., 1976, pgs. 57/8. Para UGT, en Archivo General de la Administracin (AGA), Ministerio de Informacin y Turismo (MIT), Gabinete de enlace (GE), Boletn de la Unin General de Trabajadores de Espaa, n 340, julio 1973, pg. 3 (signatura 66.880, caja 82/638).
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Este razonamiento, de un modo u otro, se ha venido usando en el campo
historiogrfico6, aunque es conveniente precisar que existen criterios disparejos tanto en
la caracterizacin de la conflictividad, su casustica como en su periodizacin. En
efecto, en una de las primeras investigaciones, el socilogo Jos Mara Maravall apunta
que, a partir del ao 1967, se da un incremento considerable de las protestas polticas,
alimentado, primordialmente, por la intensidad del conflicto obrero7. Asimismo, Jos
Gmez Aln liga estrechamente el contenido poltico de las movilizaciones obreras y la
inequvoca voluntad poltica que anidaba en las principales organizaciones
antifranquistas (PCE y CCOO) a la hora de impulsar dichas protestas8.
Posteriormente, se cuestion la fecha elegida y una separacin tan radical entre
ambos tipos de lucha, as como las motivaciones que anidaban en los huelguistas. De
hecho, lvaro Soto apuesta por un mvil econmico en las huelgas, si bien coexistiendo
con unas innegables consecuencias polticas9. Para Carme Molinero y Pere Yss, se da,
efectivamente, un predominio de las reivindicaciones econmico/laborales, aunque, a
partir de los setenta, sealan una radicalizacin de las protestas que ir tomando un
6 Vase, entre otros, MOLINERO, C. e YSS, P.: Productores disciplinados..., pg. 140; IRIARTE, J. V.: Aproximacin a la conflictividad social en Navarra 1970-1975, en Prncipe de Viana, n 177, 1986, pg. 273; SOTO, A.: Auge y cada de la Organizacin Sindical Espaola, en Espacio, Tiempo y Forma, t. 8, 1995, pgs. 247/248; VEGA, R.: Entre la derrota y la renovacin generacional. Continuidad y ruptura en la protesta social, en MATEOS, A. (ed.): La Espaa de los cincuenta, Madrid, Eneida, 2008, pgs. 171/200; POWELL, Ch.: Espaa en democracia, 1975-2000, Barcelona, Plaza & Jans, 2002, pgs. 54/7; MARN, J.M: Los sindicatos y la reconversin industrial durante la transicin, Madrid, Consejo Econmico y Social, 1977, pg. 25; DE RIQUER, B.: La dictadura de Franco, volumen 9, Barcelona, Crtica/Marcial Pons, 2010, pgs. 548/9; DOMNECH, X.: El problema de la conflictividad bajo el franquismo: saliendo del paradigma, en Historia Social, 42, 2002, pg. 123. 7 MARAVALL, J.M: Dictadura y disentimiento poltico. Obreros y estudiantes bajo el franquismo, Madrid, Alfaguara, 1979, pgs. 108/110; El desarrollo econmico y la clase obrera, Barcelona, Ediciones Ariel, 1970, pgs. 130/143. 8 GMEZ, J.: Huelgas polticas o laborales. El conflicto social en la Galicia franquista, en CASTILLO, S. y ORTZ DE ORRUO, J.M (Coords.): Estado, protesta y movimientos sociales, Bilbao, Universidad del Pas Vasco-UPV, 1998, pgs. 645/659. Vase, a su vez, MORALES, R.: Una propuesta metodolgica para el anlisis de los conflictos obreros en el franquismo, en Sociologa del trabajo, n 26, Madrid, 1995-1996, pgs. 141/168. 9 SOTO, .: El ciclo largo de la conflictividad social en Espaa (1968-1986), en Revista de Trabajo y Seguridad Social, abril-junio, n 2, Madrid, 1991, pgs. 157/182; Diversas interpretaciones sobre las causas y consecuencias de las huelgas en el franquismo (1963-1975), en I Encuentro de Investigadores del Franquismo, Barcelona, CONC-UAB, 1992, pgs. 150/153; Historiadores y primer franquismo, en Revista de Occidente, 223, diciembre de 1999, pgs. 103/122; Huelgas en el franquismo: causas laborales-consecuencias polticas, en Historia Social, n 30, 1998, pgs. 39/61.
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rumbo decididamente poltico10. Xavier Domnech, sin embargo, recela del binomio
estadstico huelgas polticas versus huelgas econmicas, ya que, dificulta contemplar
integralmente el conflicto social, sealando la necesidad de estudiar la conciencia de
clase en relacin con la mencionada conflictividad11.
2. APUNTES SOBRE EL CONTEXTO NACIONAL E INTERNACIONAL
La estricta reglamentacin salarial existente hasta el final de los aos cincuenta
favoreca que las incipientes luchas econmicas emprendidas por los trabajadores se
dieran de bruces contra el Estado franquista, por lo que, su posible satisfaccin, de una u
otra forma, precisaba acciones polticas. Situacin que vari tras la generalizacin de la
Ley de Convenios Colectivos de 1958, aunque, de ningn modo, alcanz lo que se
concibe como unas relaciones laborales democrticas.
S es preciso constatar, en ese sentido, la gestacin de otra modalidad conflictual
caracterizada por mostrar, con menores interferencias, cules eran los intereses que
blandan los trabajadores y cules eran los que defendan los empresarios, a la vez que
auspiciaba una ampliacin del margen de maniobra tanto para estos ltimos como para
el Estado, en el marco del vertiginoso crecimiento econmico desplegado en aquellos
aos.
Obviamente, dicho margen estaba mediatizado, entre otros motivos, por las
oscilaciones del ciclo econmico capitalista, debido al impacto que ejercan sobre
aquellos trabajadores que, tras valorar la obtencin de un resultado positivo tangible,
pudieran secundar las convocatorias de huelga. Tambin se hallaba condicionado por la
dictadura franquista, dado que, muchas de las plataformas reivindicativas centradas
inicialmente en el mbito econmico y/o laboral tuvieron que ampliarse con exigencias
10 MOLINERO, C. e YSS, P.: Productores disciplinados..., pgs. 265/6. 11 DOMNECH, X.: El problema de la conflictividad..., pgs. 136/137 y 142. Una opinin similar con respecto a las estadsticas de huelgas en IRIARTE, J.V.: Movimiento obrero en Navarra (1967-1977). Organizacin y conflictividad, Pamplona, Fondo de Publicaciones del Gobierno de Navarra, 1995, pgs. 22/24.
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cuya resolucin traspasaba el espacio de decisin de la empresa o del sector productivo
afectado.
Siquiera brevemente, es menester dotarse de una perspectiva internacional
coetnea a la conflictividad huelgustica espaola, con el fin de discernir diferencias y
similitudes que nos permitan una adecuada conceptualizacin. En primer lugar, con
aquellos regmenes geopolticamente cercanos donde no exista un sistema poltico
parlamentario, como era el caso de Portugal y Grecia12. Y, en segundo lugar, con los
pases de nuestro entorno, Francia, Alemania, Italia, Gran Bretaa, etc., dada su comn
pertenencia al sistema capitalista.
En este ltimo supuesto, se ha ubicado a los trabajadores espaoles en el cuarto
lugar en nmero de huelgas, en trminos absolutos, tras Italia, Francia y Gran Bretaa13.
Ahora bien, si consideramos la poblacin activa susceptible de participar en las huelgas,
los trabajadores espaoles superaran a Gran Bretaa y a Francia, quedando por detrs
de Italia14, con el agravante de soportar una dictadura poltica.
En consecuencia, la conceptualizacin apuntada nos posibilita un
entendimiento ntegro de la casustica conflictiva? Nos proporciona suficiente
12 Vase una comparacin hispano-lusa muy sugestiva sobre la conflictividad de ambos pases en sus respectivos procesos de transicin en DURN, R.: Contencin y trasgresin. Las movilizaciones sociales y el Estado en las transiciones espaola y portuguesa, Madrid, Centro de Estudios Polticos y Constitucionales, 2000. Para el mbito de las izquierdas de dichos pases en ANDRADE, J.A.: La Revolucin de los Claveles y la Transicin: La izquierda ante el cambio poltico en Portugal y Espaa, en IX Congreso de la Asociacin Historia Contempornea, Murcia, 17/19 de septiembre de 2008. Para una visin de la Europa del sur, en POULANTZAS, N.: Las crisis de las dictaduras. Portugal. Grecia y Espaa, Madrid, Siglo XXI de Espaa Editores, 1976 (2 edicin). 13 Vase SOTO, .: Las huelgas en el franquismo..., pg. 55, citando a MARTN, E.: La sociedad, en Historia General de Espaa y Amrica. T. XIX-1, Madrid, Rialp, 1992, pg. 189. X. Domnech, asimismo, compara las causas de las huelgas entre Gran Bretaa y Espaa, en El problema de la conflictividad..., pgs. 127/8. 14 Segn la OIT, en cuanto al nmero de huelgas en los pases citados, no proporciona guarismos para 1970, por lo que, se ha optado por elegir el ao con las cifras ms altas del periodo que va desde 1971 hasta 1975, ambos inclusive: En Francia y en Italia, 1971, en el Reino Unido, 1974, y en Espaa, 1975. En cuanto a la poblacin activa, los datos disponibles son del ao 1970 en Espaa, de 1971 en el Reino Unido e Italia, y de 1975 en Francia. As, las huelgas eran ms frecuentes entre los trabajadores italianos (cada 3.538), despus, en los espaoles (cada 4.242) y en los franceses (cada 5.043) y, finalmente, entre los del Reino Unido (cada 8.801), en http://laborsta.ilo.org/default_S.html, (consulta 27 de diciembre de 2011). Vase unos resultados parejos en GUINEA, J.L.: Los movimientos obreros y sindicales en Espaa. De 1833 a 1978, Madrid, Ibrico Europea de Ediciones, 1978, pgs. 124/125.
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informacin acerca del estado de nimo de los huelguistas y, en consecuencia, de sus
principales preocupaciones?
3. LA HUELGA POLTICA: CONCEPTOS Y FORMULACIONES
Si compelemos la calificacin de huelga poltica por mor, fundamentalmente, de
la activa intervencin estatal franquista en las relaciones laborales que devienen en
conflicto, incidiendo especialmente en la represin, podramos generar una acusada
simplificacin y, por ende, una devaluacin de la valoracin otorgada.
Se podra argir que la mentada intromisin estatal, avalada por la naturaleza
dictatorial del rgimen franquista, per se, no se convierte en un elemento de
politizacin. En todo caso, se producira siempre y cuando el conjunto de los
implicados tomara conciencia de las repercusiones efectivas que la misma lleva
consigo a la hora de obtener sus reivindicaciones, situacin que, ni mucho menos, se
produce de la misma manera siempre y en todo momento, incluidas las actuaciones del
Estado franquista.
En este punto, conviene enfatizar la importancia del llammosle elemento
subjetivo de la lucha, que aglutinara a las entidades convocantes y a los convocados.
Este aspecto fue subrayado por los lderes del movimiento sindical, segn se reflejaba
en el ya aludido Comunicado de CCOO15, as como en el caso de la UGT, al fijar el
contenido de la jornada del 11 de diciembre de 1974 en el Pas Vasco y Navarra en
funcin del carcter otorgado por las organizaciones de izquierda convocantes16. Por
ello, se puede aseverar que, por parte de aqullas, hubo un intento consciente de que la
conflictividad huelgustica se dotara de unos determinados contornos, una especfica
morfologa y unos efectos delimitados.
Ahora bien, al adentrarnos en los setenta, prorrumpieron huelgas generales en
mbitos geogrficos a cada paso ms extensos que, en su gran mayora, mostraron que
15 IBEZ, F. y ZAMORA, M.A.: CC.OO. 10 aos..., pgs. 127/8. 16 AGA (MIT-GE), Boletn de la Unin General de Trabajadores de Espaa, n 355, enero 1975, pg. 5 (signatura 66.880, caja 82/638).
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las personas implicadas captaban su relevancia poltica, hasta el punto de involucrarse
activamente trabajadores no afectados por una negociacin colectiva comn junto a
otros sectores sociales ajenos al proceso productivo como estudiantes, amas de casa,
capas medias, etc.17 Se asista, por tanto, a una progresiva socializacin de la lucha.
Tambin se ha sealado que la referida politizacin entre los trabajadores tuvo
una serie de limitaciones, particularmente en lo tocante al cuestionamiento del sistema
capitalista18. No obstante, para comprender en su complejidad la formacin y el
desarrollo de la politizacin en el interior de la clase trabajadora, resulta ineludible
incorporar las posiciones polticas de sus organizaciones ms influyentes, al objeto de
estudiar el mutuo influjo que se ejercen representantes y representados, lo que
aquilatara al mximo su grado de interdependencia.
En el hipottico caso de que los lderes comunistas hubieran adoptado otro
programa y otra estrategia, las expresiones huelgusticas hubieran sido, con bastante
probabilidad, claramente dismiles con las acaecidas, al igual que si otra agrupacin
poltica de la izquierda con una ascendencia social similar hubiera conducido aquellas
huelgas en lugar del PCE19. Asimismo, si la mayora de los trabajadores, a travs de un
impetuoso proceso huelgustico, hubieran puesto en tela de juicio al capitalismo, la
sociedad se habra abocado, posiblemente, a una situacin que podramos definir como
revolucionaria, independientemente del calificativo que le otorgaran las organizaciones
sindicales y polticas.
Por consiguiente, la mentada politizacin estara determinada no tanto por el
carcter que le quieran otorgar sus promotores, ni tampoco por la intromisin estatal,
17 Vase POWELL, Ch.: Espaa en democracia..., pg. 54. 18 Vanse, entre otros, BABIANO, J.: Emigrantes, cronmetros y huelgas. Un estudio sobre el trabajo y los trabajadores durante el franquismo (Madrid, 1951-1977), Madrid, Siglo XXI, pgs. 239, 251 y 318; QUINTANA, F. (coord.): Asalto a la fbrica. Luchas autnomas y reestructuracin capitalista 1960-1990, Barcelona, Alikornio ediciones, 2002, pg. 42; KHLER, H-D.: El movimiento sindical en Espaa, Madrid, Editorial Fundamentos, 2001 (2 ed.), pg. 105. 19 En ciertos momentos, se pudo atestiguar en Navarra, vase IRIARTE, J.V.: Aproximacin a la conflictividad..., pg. 274; en el Pas Vasco, IBARRA, P. y GARCA, Ch.: De la primavera de 1956 a Lejona 1978. Comisiones Obreras de Euskadi, en RUIZ, D. (dir.): Historia de Comisiones Obreras (1958-1988), Madrid, Siglo XXI, 1993, pgs. 121/4 y 131/4; en Catalua, DOMNECH, X.: Clase obrera, antifranquismo y cambio poltico. Pequeos grandes cambios, 1956-1969, Barcelona, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2008, pg. 295.
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siendo en ambos casos agentes significativos, sino por la relevancia que presente el
compromiso de los destinatarios en hacer suyos objetivos polticos especficos20.
En definitiva, si se apreciara que las reivindicaciones asumidas por una franja
sustancial de trabajadores van ms all del mbito de las empresas y afectan a la
gobernabilidad del pas, pudiendo ser satisfechas sin trastocar los fundamentos del
sistema socioeconmico imperante (cambios en polticas gubernamentales, exigencia de
derechos primordiales, modificaciones o iniciativas legislativas concretas, entre otras),
se aadira a la huelga poltica el calificativo de reformista.
Tambin sera vlida la definicin de huelga poltica si su contenido chocara
frontalmente con los cimientos del orden preestablecido, siendo adoptado por una
amplia mayora de la clase trabajadora, lo que suele implicar una intensa polarizacin en
el seno de la sociedad. Se estara dilucidando la posibilidad de una transformacin
sistmica, ergo, podra recibir la denominacin de huelga poltica revolucionaria.
Con esta disquisicin21, no se intenta agotar todas las adjetivaciones de huelgas
polticas en un contexto dado, puesto que existen tambin las llamadas profesionales,
antirreformistas, contrarrevolucionarias, etc. Tampoco apuraran a todo el espectro
social que emplea y/o se incorpora a este tipo de huelga, ni siquiera se tratara de
compartimentarlas rgidamente, dado que han existido huelgas polticas inicialmente
reformistas que, excepcionalmente, se trocaron en revolucionarias22, o viceversa. En
todo caso, se proponen las ms caractersticas para la clase trabajadora desde una
metodologa de anlisis clasista, dado el rol tan preeminente que ha venido
desempeando en el funcionamiento de las sociedades modernas capitalistas, de la que
no fue ni mucho menos ajena la Espaa franquista. 20 Vanse, entre otros, BLANC, J.: Las Huelgas en el movimiento obrero espaol, en Cuadernos de Ruedo Ibrico, suplemento horizonte espaol, tomo II, 1966 pg. 271, en www.ruedoiberico.org/cri/indice.php; PIZZORNO, A.: Intercambio poltico e identidad colectiva en el conflicto laboral, en CROUCH, C. y PIZZORNO, A. (Comp.): El resurgimiento del conflicto de clases en Europa occidental a partir de 1968. II, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1991, pg. 384; SARTORIUS, M.: El resurgir..., pgs. 119/120; CLAUDIN, F.: Documentos de una divergencia comunista, Barcelona, Iniciativas Editoriales-El Viejo Topo, 1978, pg. 84. 21 Vanse VANDERVELDE, .: La Grve Gnrale, Gand, Socit Cooprative Volksdrukkerij, 1909, pgs. 3 y ss.; BLANC, J.: Las Huelgas..., pgs. 268/272. 22 Un ejemplo paradigmtico se dio en la Rusia de 1905, vase un bosquejo en HERNNDEZ, E., SOL, J.M. y GIL. J.: La Revolucin de 1905, Cuadernos Historia 16, n 240, Madrid, 1985.
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4. LA HUELGA ECONMICA: CONCEPTOS Y FORMULACIONES
La interpretacin que parece ms extendida de huelga econmica viene
conformada como consecuencia del contenido que adopta el conflicto. Se trata, en
esencia, de que los trabajadores que lo protagonizan reivindican una serie de peticiones
salariales y emolumentos con el nimo confeso de alcanzar, o mantener, unas
condiciones de trabajo dignas23. Ahora bien, conviene desentraar este significado para
obtener un cuadro ms cabal de las causas reales de esta tipologa conflictual.
As, se han producido conflictos en los que los huelguistas han mostrado una
actitud ofensiva basada, entre otras causas, en la firme determinacin de arrancar a los
empresarios y al gobierno de turno mejoras y derechos que no se tenan, mientras que,
tambin se han dado otras huelgas en las que ha salido a la palestra un carcter
defensivo, expresado en evitar un presumible deterioro en sus condiciones materiales
y/o paralizar posibles retrocesos en derechos ya adquiridos. Sin embargo, no se debe
perder de vista la presencia de huelgas en las que han coexistido comportamientos que
podamos catalogar de ofensivos y defensivos.
Por consiguiente, la denominacin de huelga econmica, siendo perfectamente
vlida, podra ser aconsejable que fuera acompaada de una terminologa que
incorporara el carcter que adopta, o lo que es lo mismo, si tiene una naturaleza
ofensiva o defensiva desde el punto de vista de los trabajadores. Por cierto, esta cuestin
resulta cardinal que se interprete correctamente, en particular cuando se trata de
reivindicaciones de aumentos salariales. De hecho, si tal reivindicacin se produce al
calor de un alza del coste de la vida (inflacin), de un incremento de las horas de trabajo
y/o de los ritmos impuestos en las empresas (productividad), la exigencia de aumento se
correspondera, ms bien, con un intento de defender sus condiciones de trabajo y, por
23 Vase una definicin en LEFRANC, G.: La huelga..., pg. 7. Asimismo, vase la Resolucin sobre las estadsticas de huelgas adoptada por la decimoquinta Conferencia Internacional de Estadsticos del Trabajo, en Ginebra, 1993.
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tanto, slo pueden ser ofensivas desde el punto de vista empresarial pero no desde la
ptica del trabajador.
En este orden de cosas, pese a que las huelgas econmicas de los primeros aos
de los sesenta se catalogan como ofensivas, debido a que la reivindicacin de
incrementos salariales se pone de relieve en infinidad de huelgas24, se desencadenan al
mismo tiempo que se asiste a un aumento muy notable de la productividad en
detrimento fundamentalmente del trabajador25 y a un constante drenaje de sus exiguos
recursos econmicos debido al alza de la inflacin26, por lo que, la exigencia salarial se
estara empleando como un instrumento que evitase un deterioro real de su nivel de
vida.
De todas formas, lo que nos interesa sealar en esta fase histrica es que se estn
dando los primeros pasos de una clase trabajadora que comienza a recuperar la
confianza en sus propias fuerzas a la hora de enfrentarse al estatus quo vigente. Aunque
sea an cuantitativamente minoritaria esa percepcin, se atisba un claro descontento que
haba permanecido oculto bajo el manto de la paz social decretada por la dictadura
franquista y que, por si fuera poco, se salda con ciertos logros producto de dichas
movilizaciones, lo que tambin dispensaba, evidentemente, unos lmites programticos
en el contenido ideolgico de las movilizaciones.
Actuacin, por otro lado, que es ininteligible sin el estudio de las vicisitudes que
arrastraba el movimiento obrero sindical y poltico. Por ejemplo, las luchas de 1962 y su
rosario de repercusiones solo pueden ser entendidas ntegramente contemplando los
supuestos tericos y polticos establecidos por las organizaciones impulsoras de las 24 Vanse, entre otros, BAYONA, G.: Orden y conflicto en el franquismo de los aos sesenta, en Pasado y Memoria. Revista de Historia Contempornea, n 1, 2002, pgs. 5/25; DOMNECH, X.: Clase obrera, antifranquismo..., pgs. 37/68. 25 Vase MOLINERO, C. e YSS, P.: Productores disciplinados..., pgs. 62/4 y 77/90; SARTORIUS, N.: El resurgir del..., pg. 33; TUN, M.: El poder y la oposicin, en BIESCAS, J.A. y TUN, M.: Espaa bajo la Dictadura franquista (1939-1975), Barcelona, Editorial Labor, 1980, pg. 326; LPEZ, A.: Capitalismo espaol: una etapa decisiva, Madrid, Zero, 1970, pg. 333; BABIANO, J: Emigrantes..., pg. 107; FOWERAKER, J.: La democracia espaola, Madrid, Arias Montano Editores, 1990, pg. 149. Una posicin opuesta desde una perspectiva temporal amplia en TAMAMES, R.: Estructura econmica de Espaa, volumen III, Madrid, Guadiana de Publicaciones, 1975 (9 ed.), pgs. 216/7. 26 Vase, BIESCAS, J.A.: Estructura y coyunturas econmicas, en BIESCAS, J.A. y TUN, M: Espaa bajo la dictadura..., pg. 75; MARAVALL, J.M: El desarrollo econmico...., pgs. 102/3; ETXEZARRETA, M.: La economa espaola (1970-1979), Barcelona, Ediciones 2001, 1979, pg. 25.
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mismas27. Todo ello contextualizado por un rgimen dictatorial ms consolidado, lo que
favorece un fugaz y superficial relajamiento en sus polticas, y por un ciclo
econmico que, a rebufo del internacional, emprende un rumbo claramente al alza.
Sin embargo, a medida que el desarrollo econmico comienza a extenderse de
forma ms intensiva y extensiva en la sociedad espaola a lo largo de los sesenta, las
reivindicaciones salariales y laborales parecen reflejar una cierta confluencia entre dicha
dinmica y la aprehensin que se hace de la misma por parte de sectores amplios de la
clase trabajadora, es decir, la percepcin generalizada del crecimiento econmico
contribuy a espolear la conflictividad social28.
El rgimen de Franco se ve impelido a descubrir, nuevamente y con menos
tapujos, su autntica faz represora debido a que las protestas de los movimientos
sociales y polticos arrecian. A su vez, es imprescindible referirse a que el movimiento
sindical, especialmente nucleado en torno a CCOO bajo el liderazgo del PCE, fue
incrementando de forma sustancial su influencia entre los trabajadores, si bien se ir
viendo acompaado del surgimiento de sectores minoritarios que, al postular posiciones
polticas y sindicales ms radicales, se organizan en grupos diferenciados de la
formacin comunista espaola tratando de disputarla el control de las Comisiones
Obreras29.
27 Para el caso del PCE, vanse, entre otras fuentes, BVPHMC, los siguientes ejemplares de Mundo Obrero: n 22, 10 de noviembre de 1961, pg. 8; nos. 3 y 4, 2 quincena enero y 1 quincena febrero de 1963, pg. 2; n 8, abril de 1963, pg. 1; n 9, 1 quincena mayo de 1964, pg. 8. Tambin en BVPHMC, FERNNDEZ, H.: Asturias, en Nuestra Bandera, nm. 42-43, pgs. 30 y ss. Un enfoque crtico de dichas posiciones en CLAUDN, F.: Documentos de una divergencia...., pgs. 70/2, 74/5 y 86/9. 28 Vase CARRERAS, A. y TAFUNELL, X.: Historia econmica de la Espaa contempornea (1789-2009), Barcelona, Crtica, 2010 (1 ed. actualizada), pgs. 230/1; BABIANO, J: Emigrantes..., pg. 259; YSS, P.: El movimiento obrero durante el franquismo. De la resistencia a la movilizacin (1940-1975), en Cuadernos de Historia Contempornea, 2008, vol. 30, pgs. 176/178; DOMNECH, X.: La otra cara del milagro espaol. Clase obrera y movimiento obrero en los aos del desarrollismo, en Historia Contempornea, 26, 2003, pgs. 94/99; GALLO, M.: Historia de la Espaa franquista, Pars, Ruedo Ibrico, 1971, pg. 318; REDERO, M. y PREZ, T.: Sindicalismo y transicin poltica en Espaa, en Ayer, 15, 1994, pgs. 193 y ss. 29 Vase, entre otros, DOMNGUEZ, J.: La lucha obrera durante el franquismo en sus documentos clandestinos (1939-1975), Bilbao, Editorial Descle de Brouwer, 1987, pgs. 86/92; MOLINERO, C. e YSS, P.: La Dictadura de Franco, 1939-1975, en MARN, J.M, MOLINERO, C. e YSS, P.: Historia de Espaa XVIII. Historia Contempornea. Historia poltica 1939-2000, Madrid, Editorial Istmo, 2001, pg. 226; BABIANO, J.: Emigrantes..., pgs. 287 y 292.
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En puridad, las cifras indican que los salarios experimentaron fuertes subidas
producto de una oleada de huelgas y movilizaciones secundadas por amplias capas de
trabajadores, que se vio alimentada por la notoria visualizacin de profundas grietas en
el seno del rgimen franquista, en particular desde la interseccin entre las dcadas de
los sesenta y los setenta, convirtindose, en torno a la muerte del dictador Franco, en
una autntica explosin reivindicativa30.
En consecuencia, homogeneizar esta diversidad de luchas econmicas podra
arrojar ms sombras que luces, a lo que debemos sumar el interrogante sobre si aqullas
estuvieron ligadas al ciclo econmico, acompasando su trayectoria hasta el punto de
establecerse una relacin causa-efecto31. Es posible que se diera una conexin entre
ambos fenmenos, aunque no parece probado que el aumento de la conflictividad se
deba exclusivamente a la evolucin del ciclo econmico32.
A su vez, en la mayora de los conflictos, la aludida interdependencia no suele
expresarse ipso facto, es decir, el comienzo o el final de la crisis o del boom en el ciclo
econmico no se traduce en una respuesta inmediata por parte de los trabajadores, ni
tampoco de sus organizaciones polticas y sindicales33. Parece ser, por tanto, que se
debe considerar la presencia de un cierto desajuste en la forma en que se produce la
vinculacin de ambos fenmenos.
30 Vase CARRERAS, A. y TAFUNELL, X.: Historia econmica..., pg. 386; ALBARRACN, J.: Empleo, productividad y actividad econmica, en Informacin Comercial Espaola, n 553, 1979; LUDEVID, M.: El movimiento obrero en Catalua bajo el franquismo, Barcelona, Editorial Avance, 1977, pgs. 41/2 y 61/71; BALFOUR, S.: La dictadura, los trabajadores y la ciudad. El movimiento obrero en el rea metropolitana de Barcelona (1939-1988), Valencia, Ed. Alfons el Magnnim, 1994, pg. 235. 31 Vanse SOSKICE, D.: Oleadas de huelgas y explosiones salariales, 1968-70: Interpretacin econmica, en CROUCH, C. y PIZZORNO, A. (Comp.): El resurgimiento del conflicto... II, pgs. 311/344; REES, A.: Industrial conflict and business fluctuations, en Journal of Political Economy, vol. LX, n 5, octubre 1952, pg. 371. 32 Vanse BLANC, J.: Las huelgas..., pg. 269; IRIARTE, J.V.: Movimiento obrero en Navarra..., pg. 21; IBARRA, P.: El movimiento obrero en Vizcaya: 1967-1977. Ideologa, organizacin y conflictividad, Bilbao, Servicio Editorial Universidad del Pas Vasco, 1987, pg. 29. Para una argumentacin favorable a dicha asociacin, vanse BABIANO, J.: Emigrantes..., pgs. 341/4; BABIANO, J. y MOSCOSO, L.: Los conflictos sociales en fase depresiva ante la adopcin de polticas de ajuste: el caso espaol, en MOSCOSO, L. y BABIANO, J. (Comps.): Ciclos en poltica y economa, Madrid, Editorial Pablo Iglesias, 1992 (1 ed.), pgs. 121/173. 33 Vase IRIARTE, J.V.: Aproximacin a la conflictividad..., pg. 313; DOMNECH, X.: El problema de la conflictividad..., pg. 131.
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Desfase que incluye, tambin, el tipo de respuesta ofrecida en funcin del
momento econmico que se atraviese (auge/boom, recesin/crisis, estancamiento) o, lo
que es lo mismo, no supeditar siempre y en todo momento huelgas econmicas
defensivas con recesiones o estancamiento, y huelgas ofensivas con una situacin de
auge o boom. Situacin que, a su vez, vara segn las especificidades de las empresas,
los sectores, el marco provincial y/o estatal34.
Precisamente, el ao 197635 es una prueba elocuente de que la correspondencia
entre una conflictividad huelgustica determinada y una oscilacin econmica dada no
puede ser implantada mecnicamente. Para ello, resulta vital introducir otras
coordenadas polticas, sociales y econmicas, nacionales e internacionales, que nos
faciliten una comprensin ms global. As, los datos huelgusticos en Barcelona,
alcanzando al 50% de la poblacin laboral registrada, muestran su enorme extensin,
adems de su intensidad combativa, manifestada en la radicalizacin habida en el sector
de la construccin y la ruptura total de la legalidad en el de qumicas. Al igual que
ocurri en Navarra, con un 48% de los trabajadores participando en jornadas de ms de
un da de paro36, en lava, donde la gran mayora de las empresas estuvieron recorridas
por el desafo que supona la huelga general37, o en Madrid, con un nmero de
huelguistas, por primera vez, mayoritario en relacin al conjunto de asalariados de la
provincia38.
34 Vase GOLDTHORPE, J.H.: Orden y conflicto en el capitalismo contemporneo. Estudios sobre economa poltica en los pases de Europa Occidental, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1991, pg. 224. Vase una descripcin de la crisis econmica barcelonesa de 1967, en MOLINERO, C. e YSS, P.: Productores disciplinados..., pgs. 167/8; matizada en DOMNECH, X.: Clase obrera, antifranquismo..., pgs. 224/227. 35 Aunque Franco ya ha muerto, todava asistimos, en buena medida, a una continuacin de la Dictadura. 36 Los datos de ambas provincias en MOLINERO, C, e YSS, P.: Productores..., pgs. 233 y ss. Vase, adems, BALFOUR, S.: La dictadura, los trabajadores..., pg. 234; IRIARTE, J.V.: Movimiento obrero..., pgs. 274/296; SARTORIUS, N. y SABIO, A.: El final de la Dictadura..., pgs. 73 y ss. 37 Vanse, entre otros, VAL, A.: 3 de marzo. Una lucha inacabada, Vitoria, Fundacin Federico Engels, 2004; CARNICERO, C.: Transicin modlica a la democracia y control social. El caso de la huelga de 1976 en Vitoria, I Encuentro de Jvenes Investigadores en Historia Contempornea de la AHC, Zaragoza, 26, 27 y 28 de septiembre de 2007; COLECTIVO DE ESTUDIOS POR LA AUTONOMA OBRERA: Luchas autnomas en la transicin democrtica, tomo I, Madrid, Zero, 1977, pgs. 103/158. 38 Vanse BABIANO, J.: Emigrantes..., pg. 315; SANTOS, F., ARIJA, J. M. y CRESPO, S.: Trabajadores en huelga. Madrid, enero 76, Madrid, Editorial Popular, 1976, pgs. 105/7; DAZ, V., PLA, J. F., TEJERO, A. y TRIANA, E.: Madrid en huelga: enero 1976, Madrid, Editorial Ayuso, 1976, pg. 157.
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En un primer anlisis, podramos calificarlas de defensivas, puesto que se daba
en una coyuntura econmica que contena claros indicadores de signo descendente39, sin
embargo, la realidad no pareci caminar por esos derroteros. Ms bien, debemos
indagar en ms factores, fundamentalmente los polticos, tales como las esperanzas
depositadas en el anhelado cambio en su acepcin ms global, la confianza que anidaba
en cuantiosas capas de la clase trabajadora a la hora de emprender acciones que
pudieran reportar beneficios econmicos y derechos sociopolticos, y el conocimiento
de que las protestas de los sectores menos favorecidos socialmente eran generalizadas
en gran parte del planeta, entre otras. De ah, que nos inclinemos por caracterizar
aqullas huelgas econmicas como ofensivas.
CONCLUSIONES
Desde los aos sesenta hasta la muerte de Franco, ncleos de trabajadores fueron
incorporndose activamente a la conflictividad huelgustica que se dio en distintas zonas
de Espaa. En un primer momento, la causa fundamental estrib en la oposicin al
deterioro de sus salarios producto de la vertiginosa inflacin y del incremento de la
productividad, con lo que quizs estuviramos en presencia de huelgas econmicas
defensivas.
Ms adelante, el rumbo que emprendieron los trabajadores y sus organizaciones
fue variando por medio de la reivindicacin de mejoras econmicas y laborales
ostensibles, desplegndose con un tono marcadamente ofensivo en su gran mayora.
Esencialmente, trataban de obtener una parte de las ganancias que propulsaba el
crecimiento econmico. Por tanto, estaramos asistiendo a huelgas econmicas
ofensivas.
En cuanto a la politizacin y su vinculacin con las huelgas polticas, el hecho
decisivo fue, posiblemente, la aprehensin consciente de demandas de esta naturaleza
39 Vanse, entre otros, CARRERAS, A. y TAFUNELL, X.: Historia econmica..., pgs. 367 y ss.; TRULLEN, J.: Fundamentos econmicos de la transicin poltica espaola. La poltica econmica de los Acuerdos de la Moncloa, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1993, pgs. 289 y ss.
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por parte de capas cada vez ms numerosas de trabajadores, retroalimentada, a su vez,
por la injerencia indiscriminada del Estado. Politizacin que qued circunscrita, eso s,
a la esfera de los derechos democrticos, lo cual no resta ni un pice el grado de
confrontacin tan alto que representaba, puesto que conculcaba los fundamentos
polticos de la Dictadura.
Evidentemente, las principales organizaciones de clase tomaron la iniciativa y
empujaron este tipo de conflictividad, encuadrndola bajo una perspectiva basada en
que primero haba que erradicar el franquismo y, ms adelante, le tocara el turno a la
transformacin del capitalismo40. Ello pudo coadyuvar a que, salvo una fraccin muy
minoritaria de la clase trabajadora, sta no superara la lnea de demarcacin llammosle
democrtica, que hubiera supuesto cuestionar el sistema socioeconmico. De ah, que se
sugiera la calificacin de aquellas huelgas polticas como reformistas.
En resumen, se podra apuntar que las prximas investigaciones debieran
profundizar en el estudio pormenorizado de la relacin existente entre las polticas
propugnadas por las principales organizaciones polticas y sindicales de clase, y el
balance que hacan los trabajadores de sus experiencias, al objeto de ahondar en los
contenidos y en la conceptualizacin de las huelgas. Concordancia que no debiera
examinarse mecnicamente, ya que, se dan a una escala tal de interpenetracin que el
influjo que un elemento ejerce sobre el otro, condiciona a aqul, e inversamente, por lo
que el diagnstico no debiera practicarse separada e independientemente.
40 Vanse ARIZA, J.: Comisiones Obreras, Madrid, Editorial Avance, 1976, pgs. 46 y 48; COLECTIVO SINDICALISTA UGT: Unin General de Trabajadores, Madrid, Editorial Avance, 1976, pg. 55. En cuanto a sus referentes polticos, vase, para el PSOE, las resoluciones del XII Congreso de 1972 en el exilio, en GILLESPIE, R.: Historia del Partido Socialista Obrero Espaol, Madrid, Alianza Universidad, 1991, pgs. 296/297; y para el PCE, en Archivo Histrico del Partido Comunista de Espaa (AHPCE), Fondo Documentos PCE (FPCE), Manifiesto-Programa del Partido Comunista de Espaa, Comisin Central de Propaganda del PCE, Madrid, 1977, pg. 38, caja 56.
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LOS ACUERDOS SOCIALES EN LA PRIMERA
LEGISLATURA DE FELIPE GONZLEZ: HACIA UN MODELO
SOCIALDEMCRATA DE CONCERTACIN?
Vincent Marin
(Universidad de Albi)
Resumen
En el mbito del dilogo social, la segunda Legislatura de Espaa est marcada
por dos acuerdos de especial trascendencia: el Acuerdo Interconfederal (AI), firmado el
15 de febrero de 1983, y el Acuerdo Econmico y Social (AES), firmado el 9 de octubre
de 1984. Ambos acuerdos, impulsados por el primer Gobierno socialista, constituyen un
xito en materia de concertacin social, al haber reunido sindicatos y asociaciones
empresariales. A diferencia de los acuerdos socioeconmicos firmados durante la
Transicin se firmaron sucesivamente entre 1979 y 1981 el Acuerdo Bsico
Interconfederal (ABI), el Acuerdo Marco Interconfederal para la negociacin colectiva
(AMI) y el Acuerdo Nacional sobre el Empleo (ANE)- estos acuerdos frutos de la
concertacin social tienen la particularidad de tener rasgos socialdemcratas.
Intervinieron conjuntamente en su desarrollo un Gobierno de centroizquierda y unos
sindicatos progresistas, en particular el sindicato socialista UGT, con el cual el PSOE
comparta objetivos y lazos fraternos y solidarios. Ahora bien, este modelo de
concertacin no llega a institucionalizarse, estando marcadas las otras tres legislaturas
socialistas por un nivel de conflictividad social relativamente alto y por la ausencia de
pactos de tipo macro. Ms all del contenido respectivo de los dos acuerdos pactados,
queda por definir qu dimensin histrica hay que otorgarles. Su puesta en marcha por
parte de un Gobierno que gozaba en las Cortes de una abrumadora mayora absoluta
resulta particularmente llamativa. Responden a una necesidad circunstancial, como lo
fueron los acuerdos aprobados en el periodo de Transicin? O existe ms bien un
intento fallido por parte del Gobierno socialista de institucionalizar con los actores
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sociales un determinado modelo de concertacin para disear y aplicar las polticas
pblicas? Para responder a estas preguntas, analizaremos primero el posicionamiento
programtico y estratgico del PSOE previo a su victoria del 82, con el fin de identificar
un posible deseo de cimentar e institucionalizar dicho modelo de concertacin.
Estudiaremos por lo dems las caractersticas y las implicaciones de los acuerdos
llevados a cabo durante la II Legislatura desde el prisma de la concertacin social.
Consideraremos por fin los factores del fracaso del proceso concertador.
Abstract
Within the sphere of social negotiations, the 2nd term in Spain is characterized by
two important agreements: the Cross-sections Agreement (Acuerdo Interconfederal)
signed on February 15, 1983, and the Economic and Social Agreement of October 9,
1984. Both agreements were promoted by the first Spanish socialist government and
were a success in terms of social harmonization as they got together employers and
workers unions. But this kind of agreement did not become the norm, and the
following socialist governments were characterized by a high level of social conflicts.
Beyond the text of those agreements, we need to define their historical importance. It is
interesting that they were promoted by a government with absolute majority. Were they
caused by the special historic circumstances of the Spanish transition? Or is it a failed
attempt from the socialist government to institutionalize a model to apply public
policies?
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1. LA CONCERTACIN COMO EVIDENCIA PROGRAMTICA Y ESTRATGICA
Cabe considerar en un primer momento las estrechas relaciones histricas entre
socialistas y sindicatos o mejor dicho entre PSOE y UGT- como posible punto de
partida para la construccin de un modelo socialdemcrata de concertacin social. El
concepto de organizaciones hermanas que se suele utilizar a la hora de evocar las
relaciones entre el PSOE y la UGT evidencia lo obvio que hubiera podido ser a priori la
institucionalizacin de un modelo de concertacin una vez instalados los socialistas en
el poder41. En los documentos internos del PSOE redactados durante el franquismo y
ms an durante la Transicin resoluciones, discursos- aparece como un leitmotiv la
necesidad de obrar por la defensa de los intereses de los trabajadores mediante unos
sindicatos fuertes y en particular el reforzamiento del sindicalismo socialista.
Paralelamente, los documentos de la central sindical socialista de la misma poca
evidencian un inquebrantable apoyo al PSOE, considerado como la nica fuerza poltica
capaz de defender los intereses de los trabajadores. Ms que una mera estrategia de
toma y daca, todo parece indicar que los intereses comunes de ambas organizaciones se
vinculaban intrnsecamente con una plataforma ideolgica y programtica comn:
mientras el partido podra conseguir gracias a un sindicato socialista dinmico en las
empresas el apoyo social para acceder al poder y llevar a cabo reformas para los
trabajadores, el sindicato conseguira obtener con la llegada al poder de la organizacin 41 No obstante, estas relaciones no siempre fueron un camino de rosas como se suele pensar. Santos Juli indica al respecto: Es sorprendente que la direccin del PSOE no haya prestado idntica atencin o concedido el mismo cuidado a lo que, desde siempre, ha constituido la raz orgnica de las divisiones en el seno de la familia socialista. La fragmentacin y las rupturas internas tienden a adoptar, en el socialismo espaol, la forma de enfrentamiento entre sus dirigentes sindicales y polticos. El fenmeno no es nuevo en absoluto. En la dictadura de Primo de Rivera y, sobre todo, en la Repblica, por no hablar de la guerra civil, las diferentes polticas que acabaron por fragmentar y arruinar al socialismo espaol encontraron siempre su manifestacin orgnica en la divisin entre partido y sindicato (JULI, Santos, La desavenencia. Partidos, sindicatos y huelga general, Madrid, El Pas-Aguilar, 1989, p.8).
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hermana el reconocimiento institucional y los avances sociales a los que aspiraba. Este
aspecto aparece a la vez en la Resolucin poltica del Congreso Extraordinario
celebrado en Madrid el 28-29 de septiembre de 1979 y en la carpeta del militante que
enumera los objetivos actuales del PSOE:
3.1. Defensa de los intereses de los trabajadores y apoyo a la UGT
Como partido de los trabajadores, los socialistas nos planteamos en primer lugar
la defensa de sus intereses inmediatos, apoyando plenamente la accin de la UGT, el
sindicato socialista. Pero al mismo tiempo luchamos por los intereses globales y
polticos de los trabajadores. Por tanto es preciso combinar el combate sindical y el
poltico, lo que exige evitar tanto el control burocrtico de la UGT desde el partido
como el control de ste desde el sindicato (tradeunionismo). Los socialistas deben
elevar el nivel de conciencia de los trabajadores dando contenido poltico a sus luchas
reivindicativas.42
Para los socialistas, esta necesidad de coordinar el combate poltico con el
sindical constitua pues a la vez una herramienta estratgica, destinada a convertir las
reivindicaciones sociales de los trabajadores en movilizacin poltica, y una manera de
conseguir sus objetivos polticos, entre otros la defensa de los intereses de los
trabajadores. Esta doble vertiente se percibe en los diferentes programas electorales del
PSOE, cuyos redactores eran tambin mayoritariamente miembros de la UGT. Es
destacable que si la disminucin de la dimensin clasista de la retrica del partido se
puede observar a lo largo de los programas redactados entre 1977 y 1982, no viene a
serlo en detrimento de la voluntad de fortalecimiento de los sindicatos y de la
concertacin social, lo que no es nada sorprendente dado que cuaja perfectamente con la
retrica socialdemcrata europea contraria al marxismo. De ah las numerosas
42 Resumen de la Resolucin Poltica / Congreso Extraordinario - Carpeta del militante, PSOE Secretara federal de Formacin, p.5
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referencias a los sindicatos a lo largo del programa de 198243: dicha palabra aparece 19
veces a lo largo del programa. Cabe subrayar a modo de comparacin que esta
referencia aparece tan solo 4 y 5 veces en el programa de 1977 y 1979 y va
disminuyendo si consideramos los programas electorales posteriores: aparece 8 veces en
el de 1986 -19 en el de IU- y 3 veces en el 1989. El de 1993 experimenta un repunte con
5 ocurrencias.
Aunque la concertacin social con sindicatos de clase ya se haba puesto en
marcha durante la Transicin, los socialistas consideraban a la vspera de su primera
victoria en las urnas que los acuerdos socioeconmicos pactados no eran del todo
satisfactorios. Estimaban en realidad que no se haba llevado a cabo una verdadera
concertacin, dado que las centrales sindicales se encontraban en situacin de
demasiada debilidad como para ser escuchadas. Este discurso se haca eco de las
principales centrales sindicales y especialmente de la UGT. Si los socialistas no podan
reivindicar el monopolio del dilogo con los sindicatos, dado que previamente los
Gobiernos de la UCD haban impulsado una poltica de pactos, s podan denunciar la
responsabilidad del Gobierno de centroderecha por no haber fortalecido previamente los
sindicatos, lo que conduca a considerarles como un interlocutor de segundo plano en
materia socioeconmica. As pues consideraban en el programa de 1982 que las
relaciones industriales seguan siendo poco fluidas a pesar del sentido de
responsabilidad de los sindicatos, porque los sucesivos gobiernos, con una miopa
histrica, no haban sido capaces de entender que los sindicatos eran piezas esenciales
del mecanismo de una sociedad industrializada. La verdadera alternativa programtica
diseada por los socialistas radicaba pues en el impulso de un modelo socialdemcrata
de concertacin, al afirmar que el dilogo con los representantes de los trabajadores y la
toma en cuenta de sus propuestas constitua una condicin sine qua non para
modernizar el pas. De ah la necesidad de construir una economa concertada. sa
radicara en un equilibrio entre un sector de mercado con una clase empresarial 43 Es de notar que Joaqun Almunia, nombrado secretario de Estudios y Programas en el XXIX Congreso celebrado en octubre de 1981, ocupaba en la ejecutiva anterior el puesto de secretario de poltica sindical del partido. Vase sus Memorias polticas (Aguilar, 2001).
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dinmica y un sector pblico eficiente complementados por un tercer pilar no menos
importante: unos sindicatos fuertes. Estos principios correspondan a planteamientos
y experiencias socialdemcratas que el PSOE haba podido observar en la dcada de los
sesenta con un xito desigual en el resto de Europa, especialmente por el Canciller
Willy Brandt en Alemania, Buno Kreisky en Austria o Olof Palme en Suecia44.
Para sintetizar, a la vspera de su accesin al poder, la postura del PSOE resulta
claramente favorable a un modelo de concertacin de raz socialdemcrata. Se puede
considerar incluso como un elemento estructural tanto desde el punto de vista
estratgico como programtico. Esta concertacin basada en un dilogo social
equilibrado entre el Gobierno y los diferentes agentes sociales, se destinaba a
desembocar en la firma de acuerdos macros en materia econmica, social y laboral.
Ahora bien, cmo se pusieron en marcha en la praxis dichos acuerdos?
2. LA PUESTA EN MARCHA DE LOS PACTOS: LA SOCIALDEMOCRACIA A PRUEBA
El Acuerdo Interconfederal (AI) y el Acuerdo Econmico y Social (AES)
presentan caractersticas muy distintas que hay que tener en cuenta a la hora de
interpretar y valorar el papel desempeado por el Gobierno socialista.
En la negociacin del AI no particip directamente el Gobierno, pero s la
impuls muy poco tiempo despus de las elecciones. Iniciada el 27 de diciembre de
1982 y finalizada el 15 de febrero de 1983, esta negociacin reuni a los representantes
de las organizaciones empresariales CEOE y CEPYME y de los sindicatos CCOO y
UGT con el fin de definir un marco de referencia para la negociacin de los convenios
colectivos y de las condiciones de trabajo como las horas extraordinarias, la
productividad, el absentismo, o la jornada de trabajo. A pesar de la dureza de las
44 Vase al respecto la correspondencia entre los tres lderes europeos: BRANDT, Willy; KREISKY, Bruno ; PALME, Olof, La alternativa socialdemcrata : cartas y conversaciones, Barcelona, Blume, 1977.
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negociaciones, los profundos desacuerdos en torno a la concrecin de la banda salarial y
la falta de entusiasmo a la hora de firmar el acuerdo en particular por parte de la
patronal, presionada por Alianza Popular y por parte de las CCOO, presionadas por el
PCE- lo ratificaron todos los participantes. El texto firmado const de once artculos as
como de una disposicin adicional y otra final. Si el xito del acuerdo no se puede
atribuir al Gobierno socialista, por no participar directamente en las negociaciones, s lo
es indirectamente. El propio representante del sindicato UGT, Jos Mara Zufiaur,
reconoci que el hecho de que gobernaran los socialistas fue determinante, al considerar
el acuerdo satisfactorio y mejor que los precedentes, gracias a las medidas que
formaban parte del programa de Gobierno socialista45. La patronal, por su parte, tuvo
que soltar lastre en el tema de las subidas salariales: mientras que abogaba por subidas
salariales inferiores a la inflacin prevista, el Gobierno socialista, que gozaba de una
amplia mayora parlamentaria, quera cumplir con su promesa electoral de fijar la
banda salarial en tomo a la inflacin prevista y de garantizar el mantenimiento del
poder adquisitivo de los salarios46. A pesar de su contenido social, el acuerdo no
desemboc en el acercamiento esperado entre sindicatos y Gobierno sino todo lo
contrario. En vez de sacar provecho de este posible punto de arranque de un modelo
duradero de concertacin social, el Gobierno se vio brutalmente atacado en torno al
tema de la reduccin del tiempo de trabajo a cuarenta horas semanales mencionado en el
acuerdo: si el PSOE en el poder hizo efectiva esta propuesta incluida en su programa
electoral, se desat una fuerte polmica en torno a la fecha de su aplicacin, al
considerar la patronal y el propio Gobierno que la Ley 4/1983, de 29 de junio, de
fijacin de la jornada mxima legal en cuarenta horas y de las vacaciones anuales
mnimas de treinta das, publicada en el BOE del 30 de junio de 1983 no era efectiva
para el ao en curso.
45 El Pas, El Acuerdo Interconfederal se firma oficialmente maana, 14 de febrero de 1983.
46 El empleo en la negociacin colectiva, Por el cambio. Programa electoral del PSOE, 1982.
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A pesar de esta discrepancia entre UGT y Gobierno, zanjada por el Tribunal
Constitucional que se pronunci a favor de la aplicabilidad inmediata de la Ley, la
concertacin social sali adelante. Al igual que el AI, el AES fue impulsado por el
propio Gobierno. Ya en la fiesta del 1 de mayo de 1984, Felipe Gonzlez, afirm su
deseo de establecer un nuevo acuerdo econmico y social de gran amplitud y recibi a
los representantes de la CEOE, CCOO y UGT el 26 de julio del mismo ao. Concluidas
las negociaciones, el nuevo acuerdo fue firmado el 9 de octubre de 1984 por el
Gobierno, UGT y CEOE. Sin embargo, no cont con el apoyo de CCOO, tanto por
razones de fondo por el tema de la contratacin temporal- como por razones
simblicas, al considerar la central sindical que no firmarlo permita manifestar su
desacuerdo hacia el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado para 1985 y, de
manera ms global, hacia la poltica econmica del Gobierno. La estructura de dicho
acuerdo resulta llamativa a la hora de definir las caractersticas de la concertacin,
puesto que en un primer captulo se recogen los acuerdos tripartitos entre Gobierno,
confederacin de empresarios y sindicatos y en un segundo, los pactos bilaterales
sindicatos-patronal mediante un acuerdo interconfederal segn el modelo del AMI. En
la prctica, el AES constituy un modelo indito y relativamente duradero de
concertacin laboral, que se fue desarrollando hasta mediados de 1985 mediante un gran
nmero de comisiones o grupos de trabajo para tratar cuestiones tan determinantes y
variadas como la reforma de la Seguridad Social, la formacin profesional, el
establecimiento de procedimientos de arbitraje, o el desarrollo de la negociacin
colectiva. Pero ms all del contenido relativo a esas medidas, lo que resulta an ms
llamativo es el empeo manifestado por el Gobierno socialista y la UGT en defender las
caractersticas formales del acuerdo, con el fin de erigirlo en ejemplo paradigmtico de
concertacin social. En el prembulo del acuerdo se ensalza el proceso de concertacin
llevado a cabo:
Todas las partes firmantes de este Acuerdo, creyendo interpretar el sentir del
conjunto de la sociedad espaola, estn convencidas de la necesidad de aunar esfuerzos
para el mantenimiento y la creacin de empleos desde el ejercicio de sus respectivas
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