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Pontificia Universidad Católica de Chile
Escuela de Trabajo Social
Construcción social, la perspectiva de las fuerzas y el empoderamineto y sus
implicancias para la intervención en trabajo social con personas y familias
María Olga Solar Silva
A finales de los 80 ha surgido una metaperspectiva para entender a los seres
humanos y sus contextos sociales, la que ha sido incorporada al movimiento de
familia. Se trata de la perspectiva de la construcción social,. Este enfoque sin negar
la existencia de problemas, enfatiza y releva las explicaciones que las personas dan
a su situacion, que se manifiesta en las historias o narrativas que relatan, las cuales
habitualmente no consideran los recursos y las fortalezas de las personas, de las
familias y de los ambientes.
De ahí que estrechamente unida a lo anterior, está la perspevctiva de las fuerzas,
que en la intervención coloca el énfasis en las potencialidades, fortalezas y
recursos en contraposición al énfasis en las carencias, los décitis y los problemas
de las personas y familias que caracteriza gran parte de la acción social.
Esta perspectiva no desconoce que la mayorÌa de los problemas que
experimentamos son el resultado de la manera en que nos hemos organizado y
como hemos creado y localizado los recursos para sobrevivir y tampoco descone
las dificultades reales de la vida que oprimen y que excluyen, pero enfatiza en los
factores que posibilitan la inclusión, mas allá del servicio.
En la década del 50, se inició el movimiento de terapia familiar en el cual se
transitó desde un enfoque individual e intrasíquico para evaluar e intervenir en
los problemas de las personas a considerar estos dentro del contexto significativo
de la familia. En la década de 60 y del 70 el movimiento familiar se destacó por su
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interÈs en las teorÌas sistÈmicas y ecolÛgicas, ampliándose el espectro, ya no sólo
de la familia, sino incluyendo los entornos en los cuales la familia participa.
A finales de los 80 y hasta finales de los 90 ha surgido una metaperspectiva para
entender a los seres humanos y sus contextos sociales.
Se est· generando un nuevo pensamiento y nuevas teorÌa en distintos campos los
cual incluye a las ciencias , en la salud mental y en los servicios sociales.
De ahÌ su car·cter de metaperspectiva. Los aportes vienen desde muy diferentes
disciplinas y de diferentes lugares del mundo. Laird,1995
Esta perspectiva ha tenido una profunda influencia en el movimiento de terapia
familiar. Los teÛricos de familia han asumido los elementos de esta perspectiva y
han aportado a la conceptualizaciÛn, en forma importante, en lo que se refiere a la
evaluaciÛn y a la intervenciÛn en el proceso de ayuda a la familia.
Son muchas las interrogantes planteadas y relevantes los temas que aborda. De
una manera importante, a nuestro juicio, le da forma, contenido y sustento a
supuestos básios del trabajo social planteados sobre la base de los valores de la
profesión como son la dignidad de la persona, la autodeterminación y el respeto y
provee de elementos acerca de la realidad de lo humano que permite responder a
interrogantes y a supuestos del trabajo social en su relación con las personas.
¿ Como conocemos a las personas y familias conque trabajamos?
¿Como evaluamos las familias ?¿ Que implicancias concretas tiene para la
intervención? ¿Como implementamos nuestra misión de desarrollo de
potencialidades, de competencias y de facilitadores para que las personas y
familias que atendemos adquieran poder sobre sus vidas?
El proceso del conocimiento está profundamente enraizado por nuestra cultura,
por las condiciones del contexto y por nuestras ideas. La percepciÛn est· mediada
por una constelaciÛn de factores y por lo tanto, la posibilidad de ver algo * como
realmente es , ya no es intentable*
El conocimiento humano es subjetivo, es un asunto de interpretaciÛn..
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Los seres humanos creamos lo que vemos, de manera que no podemos pedir que la
verdad descansa sobre un standard absoluto existente fuera de nosotros , Weick,
1993.
Como dice Bateson “Los objetos son creaciÛn mÌa, y mi experiencia de ellos es
subjetiva, no objetiva” Bateson, 1980.
La realidad no es nunca experimentada directamente, sino es filtrada a travÈs del
proceso humano del conocimiento y de creaciÛn de significados. Mas a?n , nuestra
propias visiones y saberes sobre el mundo no pueden separarse de nuestras
historias personales y profesionales, esto es, de nuestros textos anteriores, de
nuestros cÛdigos previos de entendimiento. Laird,1995
La comprensiÛn y los significado que le atribuimos a la realidad son construidos
social y en forma intersubjetiva. Anderson,1988
Shutz ha sido el autor, desde el punto de vista sociológico,que ha mostrado como
se da la construcciÛn social de la realidad desde la intersubjetividad.
Plantea que cada individuo se sit?a en la vida cotidiana de una manera ?nicay
particular, desde su propia situaciÛn biogr·fica .La persona llega a un mundo
preinterpretado, presignificado y presimbolizado . La realidad est· constituida por
un orden de objetos, de ideas, de valores, de situaciones que estaban designados y
diseÒadas antes de que la persona apareciera en la vida. Sin embargo, cada
individuo se coloca en este mundo de una manera ?nica y particular. Las
motivaciones , las necesidades, los deseos, los compromisos religiosos e
ideolÛgicos se asumen de una manera exclusiva y ?nica. Lo que le corresponde al
individuo es una pequeÒa fracciÛn del conocimiento originado en la
particularidad de su experiencia individual. La mayor parte de su conocimiento es
derivado socialmente a travÈs de su familia, en primer lugar, de su experiencia
educativa, y de otras personas significativas para el o ella. Es lo que constituye su
herencia social. La situaciÛn actual de la persona tiene su historia, est·
sÛlidamente sedimentada en todas sus experiencias subjetivas previas, que no
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son experimentadas como anÛnimas, sino exclusivas y subjetivamente dadas a ella
y sÛlo a ella. Shutz
En la familia esto es particularmente claro. No es lo mismo haber nacido en un
determinado momento de la familia que en otro. PodrÌa ser que al inicio de la
familia los padres estÈn esperanzados y con muchos proyectos frente a una vida
que est· toda por delante y puede ser que otro hijo nazca en un momento en que
esa esperanza ya no exista y el mismo padre y la misma madre ya no son los
mismos para estos diferentes hijos.
Junto con esto, e, independiente de las diferentes visiones, de las diversas
posiciones o posturas frente al mundo cada ser humano sabe que comparte con
otros un mundo com?n. Se comparte un com?n sentido, un sentido com?n, porque
se trata del mismo mundo. De ahÌ que la estructura social del mundo de la vida
cotidiana es un mundo intersubjetivo.
Las relaciones sociales de la vida cotidiana crean un nosotros en el presente
compartido de las relaciones cara a cara, Berger y Luckmann,1972.
SÛlo en la relaciÛn cara a cara puede uno ver el si mismo del otro como una
totalidad, en un presente vivido en com?n. Shutz,.
Las prenociones, los significados, que se forman en las relaciones
intersubjetivamente formadas tienen directa relaciÛn con la acciÛn, ya sea en
tÈrminos de hacer algo o no hacer algo. Efectuar o no efectuar, actuar o no actuar
suponen tipificaciones profundas formadas en la vida cotidiana. Anderson y
Goolishian seÒalan que “por intersubjetividad nos referimos a una situaciÛn en
desarrollo en el que dos o mas personas est·n de acuerdo en estar experienciando
el mismo fenÛmeno de la misma manera”. El significado y la comprensiÛn
implican dicha experiencia intersubjetiva.No se llega a la comprensiÛn y al
significado compartido hasta que no entablamos un acto comunicativo, esto es , un
discurso o di·logo generador de significado dentro de un sistema para el cual la
comunicaciÛn es relevante “.
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De esta manera el conocimiento se convierte en el significado que se le da a la
experiencia. Esos conocimientos, esos significados se negocian en la interacciÛn
con los otros, en las relaciones y en los mundos sociales y culturales de
significados.
Los discursos, que cambian a travÈs del tiempo y que difieren de cultura a cultura,
de familia en familia, proveen de las reservas de significados y del lenguaje desde
donde las personas y las familias construyen sus historias. El conocimiento, desde
este punto de vista, es por tanto narrativo. Importa la historia tal cual la ven sus
participantes.
El lenguaje habitual tienen un rol esencial en el aprendizaje de las personas, en el
conocimiento y en los significados que le atribuyen a los distintos aspectos de la
vida.
Vivimos unos con otros, pensamos y trabajamos unos con otros, y nos amamos
unos con otros. Todo esto se refleja en el lenguaje.
Usamos toda la variedad de lenguajes. Hablamos, escribimos, oÌmos, nos
comunicamos a travÈs de todas las formas no verbales. Usamos el lenguaje como
parte del proceso de creaciÛn y de enfrentar las realidades en que vivimos. A
travÈs del lenguaje mantenemos los contactos significativos para nosotros y
creamos las realidades que comp artimos unos con otros.
Anderson,1988
Maturana parte de la posiciÛn que toda acciÛn humana tiene lugar en el lenguaje
lo que da lugar a un mundo creado con los otros..
“Lo que nos constituye como seres humanos es nuestro particular manera de ser
en este dominio relacional donde se configura nuestro ser en el conversar, en el
entrelazamiento del lenguajear y emocionar. Lo que vivimos lo traemos a la mano
y configuramos en el conversar y es en el conversar donde somos humanos..... En
el conversar construimos nuestra realidad con los otros. No es una cosa abstracta.
El conversar es un modo particular de vivir juntos en coordinaciones del hacer y
del emocionar. Por eso conversar es constructor de realidades” Maturana,1992.
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Al conversar construimos historias. Armamos nuestros relato, nuestra narraciÛn
en forma de historias. Esto pasÛ, esto est· pasando, esta pasar·. Suares
La intersubjetividad de la experiencia humana, el mundo de los significados y la
particularidad que esto adquiere en cada ser humano tiene implicancias directas
para nuestras ideas acerca de intervenciÛn y la objetividad .
Si cada ser humano tiene una situaciÛn biogr·fica ?nica. Si al mundo social ha
llegado de una manera ?nica y particular, nos enfrentamos entonces con tantas
realidades como diferencias en los significados y en las distinciones que los
individuos realizan a propÛsito de sus significados particulares.
Se nos acaban las verdades objetivas, el, las cosas son sÛlo asÌ, y la objetividad
deja de ser una pretensiÛn. Mas bien se asume que existen distintas versiones.
Dicho de otro modo vivimos y actuamos dentro de un multiverso de mundos
diferentes. Bateson,
En la intervenciÛn con las personas y familias el esfuerzo estarÌa por buscar la
“ verdad” o la “realidad” no sÛlo de acuerdo a la direcciÛn que dan las teorÌas o
cuerpos de conocimiento, sino en buscar como la gente le da sentido a sus
experiencias, como las han interpretado, y que efectos estas interpretaciones tiene
en sus vidas. Laird,1995
Esto supone que adoptemos una posiciÛn mas igualitaria hacia el conocimiento,
una en la cual todas las teorÌas sean vistas como provisionales y el proceso del
conocer sea mas valorado que el contenido del conocimiento. Weick,1993, Esto es,
que sea valorado el conocimiento, tal cual es percibido por las personas y familias
conque trabajamos y no por la autoridad en una verdad ?nica. Laird,1995
Esto es especialmente importante en el trabajo con la familia. La mirada del
trabajador social como indagador de lo desconocido. Curioso e inquieto por
conocer las percepciones , las atribucione, los motivos de las personas y familias.
Como un auténtico “agente externo” a una realidad que no conoce y la cual tratar·
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de entender, a travÈs de la conversaciÛn y el di·logo con el objeto de ayudar a las
familias en la resoluciÛn de sus problemas y en su desarrollo
Los significados, las narrativas y la orientación centrada en LAS FUERZAS
La perspectiva de las fuerzas nos presenta una orientación básica para la
intervención , que es coherente con lo planteado anteriormente al describir la
teoría de la construcción social.
La perspectiva de las fuerzas propone que los recursos de las personas y de sus
ambientes, m·s que sus patologÌas y problemas, deberÌan ser el foco central del
proceso de ayuda a la familia Weick y Saleeby, 1995. A diferencia de otros
modelos que focalizan en la identificaciÛn y erradicaciÛn de dÈficits y problemas,
la perspectiva de las fuerzas focaliza en la propuesta de que la ayuda puede
proceder efectivamente de la identificaciÛn, uso y aumento de las fuerzas y
recursos en la persona y medio ambiente. Sullivan, 1992. Por ello, las historias de
las personas y familias, sus narrativas que dan cuenta de la forma como perciben
su realidad, de cómo definen sus necesidades, de cómo identifican los recursos
necesarios para satisfacerlas, pueden conducir a intervenciones que valoren las
capacidades de las personas y que se centren en sus potencialidades.
Esto es especialmente importante porque, seg?n White y Epston (1990), los
contenidos, los problemas, las maneras como la gente que accede a los servicios
sociales construye las historias de sus vidas, son con frecuencia narrativas que les
restan poder o son desempoderantes porque reflejan la relevancia que asignan a
sus problemas y su sensaciÛn de impotencia para enfrentarlos. Esta sensación es
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reforzada por la mayoría de las instituciones que las atienden cuando las ubican
en categorÌas que no entienden o que los clasifican, como neurÛtico o limítrofe, o
frente a las cuales se sienten sin salida, como indigente o drogadicto.
La importancia de construÌr en las fuerzas del cliente es un tema recurrente en la
literatura del Trabajo Social. Mary Richmond promoviÛ esta filosofÌa en su texto
Caso Social Individual. En palabras de su tiempo dijo: ìEntre los dones naturales
de todo trabajador social de casos, debe figurar una deferencia instintiva para las
personas que le son mas extraÒas. Es su privilegio descubrir y liberar lo mejor que
existe en cada individuo y esforzarse, con alma de artista, en desarrollar la
profundidad y la riqueza de tonos que lo conformanî Richmond, 1922,.
Asimismo el Modelo de Caso Social de Perlman en Social Casework (1957) y la
aproximaciÛn interaccional de Schwartz (1971) enfatizan las capacidades del
cliente. M·s recientemente, el modelo de vida de la pr·ctica en Trabajo Social
desarrollada por Germain y Gitterman (1980) y el modelo de salud de Weick (1986)
focalizan en las fu erzas de los seres humanos. Sin embargo, a pesar de la gran
cantidad de tiempo que se le ha otorgado al Ènfasis en las fuerzas en la literatura
de Trabajo Social, como Cowger (1997) ha enfatizado, hay poca evidencia empÌrica
que indique la extensiÛn con que los trabajadores sociales hacen uso de este
enfoque en su desempeÒo profesional.
Este autor afirma que el Trabajo Social con familias con frecuencia continúa
focalizando sÛlo en las carencias,es decir, en lo que no tienen las personas y
familias, mas que en lo que tienen, en lo que disponen. Se contin?a enfatizando en
el diagnÛstico de los problemas, en la clasificaciÛn de Èstos, en sus causas, y en el
tratamiento para cambiarlas. La postura mÈdica centrada en la enfermedad ha
influido largamente la acciÛn social. El Ènfasis otorgado al diagnostico de
dÈficits, patologÌas, enfermedad y problemas, sus causas y sus consecuencia es
continuar diagnosticando condiciones patolÛgicas. La evaluaciÛn que se focaliza
en los dÈficits obstaculiza la ejercitaciÛn en las familias del poder personal y social
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y refuerza las estructuras sociales que generan y regulan las relaciones desiguales
de poder.
Esta perspectiva entiende el empoderamiento del cliente como central para la
pr·ctica social, y las fuerzas del cliente como proveedoras de la energÌa necesaria
para dicho empoderamiento.
El contexto institucional en que la profesión se ejerce mayoritariamente, que es el
de las políticas sociales, refuerza habitualmente esta perspectiva de los déficits. Al
definir a las familias como carentes y vulnerables, destacan la incompetencia y
subvaloran las capacidades.
La evaluación basada en los déficits cataloga al individuo como “el problema”.
Por ejemplo, desde una perspectiva de las deficiencias, la persona que agrede, que
maltrata, se convierte en el problema. Las intervenciones por tanto se focalizan en
qué es lo errÛneo en la persona - por ejemplo, por qué agrede - reforzando la
impotencia y la culpabilidad que el beneficiario ya está sintiendo. Al mismo
tiempo, dicha intervención se da a partir de estructuras sociales y económicas que
no proveen oportunidades educativas, reforzando desigualdades en el acceso a
competencias para la crianza. Asumir que la causa de los problemas personales y
sociales es la deficiencia individual, “tiene la consecuencia política de no focalizar
en la estructura social, en el sistema de valores sociales, sino en el individuo. La
mayoría, si no todos los problemas que experimentamos, son el resultado de la
manera en que nos hemos organizado y cómo hemos creado y localizado los
recursos para sobrevivir” (Goroff, 1983, citado por Cowger, 1997).
Para superar este énfasis en los déficits, se propone la perspectiva de las fuerzas,
que básicamente busca otorgar poder a las familias y postula que quienes deban
trabajar con los problemas de las familias, creados por condiciones sociales
adversas, deben ser capaces de empoderar a las familias e influír en las
instituciones y polÌticas que las entrampan en una variedad de programas
fragmentados que con sus demandas las desintegran.
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Siguiendo a Cowger (1993 ) , esta perspectiva entiende el empoderamiento de las
personas como central para la práctica profesional, y las fuerzas de la persona
atendida como proveedoras del combustible y la energía necesarias para dicho
empoderamiento. El empoderamiento de los beneficiarios se caracteriza por dos
dinámicas interdependientes e interactivas: empoderamiento personal y
empoderamiento social.
La dinámica del empoderamiento personal es similar a la noción tradicional de la
autodeterminación, donde las personas dan la dirección a su proceso de ayuda,
toman la carga y el control de sus vidas, aprenden nuevas formas para pensar
acerca de sus problemas, y adoptan nuevos comportamientos que les dan más
satisfacción. El empoderamiento personal reconoce lo único de cada persona.
La dinámica del empoderamiento social reconoce que las definiciones y
características de la persona atendida no pueden ser separadas de su contexto y
que el empoderamiento personal está relacionado con la oportunidad.
La persona con empoderamiento social es aquella que tiene los recursos y
oportunidades para jugar un rol importante en su ambiente y en el modelamiento
de éste.
Una persona logra el empoderamiento personal y social simultáneamente. Para el
beneficiario, lograr este empoderamiento significa que los recursos y las
oportunidades se encuentran a su alcance. La justicia social, incluyendo la
distribución de los recursos de la sociedad, está directamente relacionada con este
empoderamiento social y personal.
La práctica con familias basada en el empoderamiento asume que el poder de la
persona se logra cuando escoge alternativas que le dan mayor control sobre sus
situaciones problema y, por ende, sobre su propia vida. Sin embargo, la práctica
basada en el empoderamiento también asume la justicia social, reconociendo que el
empoderamiento y la auto -determinación dependen no sólo de que las personas
escojan alternativas, sino también de que tengan acceso a alternativas que escoger.
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Pinderhuges ( 1989 ) señala que para empoderar es necesario conocer la dinámica
del poder y como éste opera en el funcionamiento humano y social,
considerándolo como un fenómeno que opera desde la experiencia mas temprana
del ser humano en muchos niveles y en cada una de las ·reas de funcionamiento e
interacciÛn del ser humano.
Resumiendo esta perspectiva, podemos afirmar que promover el empoderamiento
significa creer que las personas son capaces de tomar sus propias elecciones y
decisiones. Significa no sólo que el ser humano posee la fuerza y el potencial para
resolver sus propias situaciones difíciles, sino también que es capaz de aumentar
su fuerza y así contribuÌr a la sociedad. El rol del trabajador social en la práctica
es nutrir, animar , asistir, facilitar, soportar, estimular y desatar los poderes de las
personas; seÒalar los recursos y poderes que se encuentran accesibles en los
ambientes de las personas; y promover la equidad y la justicia en todos los niveles
de la sociedad. Para hacer esto el trabajador social ayuda al cliente a articular la
naturaleza de sus situaciones, identificar qué es lo que quiere, explorar alternativas
para obtener esos deseos, y alcanzarlos.
El rol del trabajador social no es cambiar a la gente, tratarla, ayudarla a
hacer frente, o aconsejarla. El rol no es empoderar a las personas. Como Simon
dice (1990), los trabajadores sociales no pueden empoderar a otros: “Más que una
minucia lingüística, la noción de que los trabajadores sociales no empoderamos a
otros, sino que ayudamos a las personas a empoderarse, es una distinción
ontológica que construye la realidad experimentada tanto por el profesional como
por la persona atendida” (p.32). Asumir que un trabajador social puede
empoderar a otro tiene muy poca base en la realidad. El poder no es algo que los
trabajadores sociales lleven consigo para distribuÌr. Las personas y familias, no los
trabajadores sociales, tienen el poder que trae cambios significativos en la práctica.
Un trabajador social es sólo un recurso humano con entrenamiento profesional en
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el uso de recursos, que está encargado del empoderamiento de las personas y que
está deseoso/a de compartir sus conocimientos de manera de ayudar a las
personas a conocer su propio poder, tomar el control de sus vidas y resolver sus
propios problemas.
Es así como siguiendo a De Jong & Miller, la perspectiva de las fuerzas descansa
siguientes supuestos:
- A pesar de los problemas , todas las personas y todos los ambientes cuentan con
fuerzas que pueden ser activadas o movilizadas para mejorar la calidad de la vida.
- La motivaciÛn de la persona o familias aumenta o se fomenta con un Ènfasis
consistente en las fuerzas tal como son definidas por ellos
- Descubrir fortalezas requiere de un proceso de exploraciÛn cooperativo entre el
profesional y la familia. Los profesionales no tienen la ?ltima palabra acerca de lo
que las personas o familias necesitan.
- Focalizar en las fuerzas nos aleja de la tentaciÛn de ìculpar a la vÌctimaî y nos
orienta a descubrir cÛmo la familia se les ha arreglado para sobrevivir a?n en las
mas difÌciles circunstancias.
- Todos los ambientes - hasta los mas desprovistos - tienen recursos.
En base a los anteriores supuestos, Cowger propone la siguiente guÌa para la
evaluaciÛn de las fuerzas:
GUÍAS PARA LA EVALUACIÓN DE LAS FUERZAS
La evaluación es tanto un proceso como un producto. La evaluación como
proceso ayuda a los clientes a definir sus situaciones (esto es, clarificar las razones
por las cuales necesitaron ayuda) y ayudarlos en evaluar y dar significado a los
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factores que afectan dichas situaciones. Es particularmente importante ayudar a
los clientes a que cuenten su historia. El cliente es dueño de esa historia, y si el
trabajador social respeta esa propiedad, el cliente va a estar más accesible a
compartirla.
Las siguientes guías están basadas en la noción de que el conocimiento que
guía el proceso de evaluación está basado en una realidad construida socialmente,
en la tradición de Berger y Luckmann (1966). También, la evaluación debe
reconocer que existen numerosas construcciones de la realidad para cada situación
del cliente y que las situaciones problema son interactivas, multicausales y siempre
cambiantes.
Dar preeminencia al significado que el cliente le da a los hechos. La visión del
cliente de los hechos, el significado que le da a la situación, y sus emociones y
sentimientos relacionados a dicha situación son los focos centrales de la
evaluación.. El uso de categorías y/o clasificaciones para calificar el
comportamiento no deben ser utilizadas como algo aplicable, o creíble.
Creer al cliente. Dentro de la perspectiva de las fuerzas es relevante la
creencia de que el cliente es digno de credibilidad. No existe evidencia de que las
personas que necesitan de los servicios del trabajo social faltan a la verdad que
cualquier otra persona.
Descubrir lo que el cliente quiere. Hay dos aspectos de los deseos del cliente
que dan forma a la estructura del contrato profesional-cliente. La primera es ¿qué
es lo que el cliente quiere y espera del servicio?; la segunda es ¿qué es lo que el
cliente quiere que pase en relación a su problemática? Estos deseos incluyen los
objetivos del cliente, relacionándose con lo que el cliente considerará una solución
exitosa de la problemática. Aún cuando el reconocer los deseos del cliente y lo que
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las instituciones y profesionales son capaces de ofrecer son objeto de negociación la
motivación puede activarse o aumentar si se produce un encuentro entre los
deseos y los objetivos del programa institucional
Conducir la evaluación a través de las fuerzas personales y ambientales.
Obviamente existen obstáculos personales y ambientales en la resolución de las
dificultades. Pero si uno cree que las soluciones a las dificultades se encuentran en
las fuerzas, quedarse en los obstáculos no conduce a nada.
Hacer una evaluación multidimensional de las fuerzas. Casi nada en Trabajo
Social es posible de ser visto de una sóla dimensión. De ahí que la evaluación
multidimensionales fundamental para la intervención en trabajo social. Las
fuerzas externas de las personas provienen de su familia, de otras personas
significativas, de organizaciones , de grupos comunitarios y de instituciones
públicas que brindan oportunidad a los clientes de actuar bajo sus servicios, que
tienen el potencial de entregar recursos. Descubrir estas fuerzas es central en la
evaluación. Una evaluación multidimensional también incluye un examen del
poder y de las relaciones de poder en las transacciones entre el cliente y su
ambiente. Un examen crítico de dichas relaciones entrega al cliente y al profesional
un contexto para evaluar soluciones alternativas.
Usar la evaluación para descubrir lo singular. Esta guía releva la importancia de
descubrir lo particular y lo valioso que es para una persona o familia cuando es
conocido a través de sus particularidades , en contra de todo aquello que comparte
con los otros. La evaluación centrada en las fuerzas del cliente debe ser
individualizada para entender la situación única que se está experimentando. Las
perspectivas que dan cuenta de comportaminetos colectivos del comportamiento
son útiles sólo en la medida que son capaces de enriquecer la comprensión de esta
singularidad..
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Usar un lenguaje que el cliente pueda entender. La nomenclatura profesional y
de las es incongruente con la evaluación basada en la mutua participación del
trabajador social y la familia.
Hacer de la evaluación una actividad que vincule al trabajador social a la familia.
El trabajador social puede minimizar el desbalance de poderes inherente en su
relación con el cliente, enfocándose en la importancia de los significados y deseos
de éste. El rol del profesional es de preguntar, escuchar y asistir al cliente en
descubrir, clarificar y articular. El cliente da la dirección a los contenidos de la
evaluación. El cliente se debe sentir dueño del proceso y del producto, lo que sólo
logrará en la medida que la evaluación es abierta y compartida.
Alcanzar un acuerdo mutuo de la evaluación. Los profesionales no tienen
evaluaciones secretas. Todas las evaluaciones escritas deben ser compartidas con
el cliente. Debido a que la evaluación da estructura y dirección para la
confrontación del problema del cliente, cualquier evaluación que se mantenga en
privado dejará al cliente vulnerable a ser manipulado.
Evitar las culpas y culpar. La evaluación y las culpas son muchas veces
confundidos. La culpa es la primera en aparecer en modelos centrados en el
problema. Generalmente culpar no lleva a ninguna parte.
Evitar el pensamiento causa-efecto. Que el profesional juzgue o asuma ciertas
causalidades puede ser uno de los ejercicios más deteriorantes hechos con clientes.
Las nociones del profesional de las causas y del pensamiento causal debe ser
minimizado porque tiene la propensión de basarse en un pensamiento
simplificado de la causa-efecto. El pensamiento causal representa sólo una de las
muchas posibles perspectivas del problema y puede fácilmente caer en el
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inculpamiento. Los problemas de los clientes son usualmente multidimensionales,
representan acciones multidireccionales y reflejan dinámicas que no son bien
explicadas con simples explicaciones de causalidad.
Evaluación, no diagnóstico. El diagnóstico es incongruente con la perspectiva
de las fuerzas. El diagnóstico se entiende en el contexto de la patología, de la
desviación y del déficit, está basado en construcciones sociales de la realidad que
definen los problemas humanos de una manera similar. El diagnóstico está
asociado a un modelo médico de rotulación de síntomas. La preferencia por el uso
de la palabra “evaluación” por sobre “diagnóstico” amplía la mirada y tiende a
superar este problema.
Finalmente y basándonos en Pinderhughes, es necesario desarrollar ciertas
habilidades que nos hagan culturalmente sensibles frente a las familias
HABILIDADES PROFESIONALES PARA EMPODERAR
Para intervenir efectivamente debemos ser capaces de evitar utilizar respuestas
autom·ticas frente a las diferencias como el esterotipamiento, la proyecciÛn o el
distanciamiento.
EspecÌficamente, las habilidades que constituyen esta competencia incluyen:
• La habilidad de respetar y apreciar los valores, creencias y pr·cticas de todos las
familias y intentar percibirlos desde sus perspectivas culturales, no desde los
del trabajador social
• Conocimientos acerca de los valores, creencias y pr·cticas culturales especÌficas
de los clientes.
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• La habilidad de sentirse cÛmodo con las diferencias de los dem·s y evitar
encontrarse atrapado en comportamientos ansiosos o defensivos en respuesta a
dichas diferencias.
• La habilidad para cambiar creencias falsas o estereotipos.
• La habilidad para pensar flexiblemente, , esto es, la capacidad para transitar
desde el conocimiento general acerca de un grupo cultural y percibir las formas
especÌficas en que dicho conocimiento se aplica o no a una determinada familia
Estas competencias requiren de un trabajador social que acepte y entienda
su propia identidad cultural de manera de sentirse cÛmodo/a con la identidad
cultural de otros. Trabajadores sociales confundidos y ambivaletes frente a la
propia identidad cultural pueden experimentar sentimientos de culpa, verg¸enza,
rabia, confusiÛn o desamparo al interacturar con otros que son culturalmente
diferentes. Estos conflictos de identidad cultural pueden hacer que el profesional
est· tan ocupado por manejar su propia incomodidad, que son incapaces de
interactuar con las familias de manera de crear un clima adecuado que promueva
el respeto.
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