sobre los baches

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“Sobre los Baches” Bruno Mendoza Si hablamos de lo político, la política y el arte, podríamos hablar entonces de cualquier cosa. Así que hablemos, primero, del porqué. Podemos entender y pensar lo político y la política desde diversos ángulos. Pero no cabe duda que uno precede a otro, o mejor dicho, lo contiene, lo emana. Chantal Mouffe diferencia lo político de la política en órdenes óntico y ontológico. Para poder abordar estos temas de una forma eficiente y reflexiva, será necesario pasear al rededor de estos conceptos. Heidegger, inevitablemente, entiende los términos de “óntico” y “ontológico” de una forma dual, mas no contradictoria, sino más bien conciliatoria, necesaria, como una clase de relación entre dos dimensiones. Pensemos lo óntico como un estado de existencia. Es el estado “individual” al hombre, en que algo, cualquier cosa, existe. Podríamos pensar que humanamente no tenemos acceso a este nivel de realidad, o dicho en términos lacanianos, de lo real, pues la percepción del

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Ensayo que gira en torno a los baches como metáfora del país (México), desarrollado desde un punto de vista del arte contemporáneo.

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“Sobre los Baches”Bruno Mendoza

Si hablamos de lo político, la política y el arte, podríamos hablar entonces de cualquier cosa.

Así que hablemos, primero, del porqué. Podemos entender y pensar lo político y la política desde diversos ángulos. Pero no cabe duda que uno precede a otro, o mejor dicho, lo contiene, lo emana. Chantal Mouffe diferencia lo político de la política en órdenes óntico y ontológico.

Para poder abordar estos temas de una forma eficiente y reflexiva, será necesario pasear al rededor de estos conceptos. Heidegger, inevitablemente, entiende los términos de “óntico” y “ontológico” de una forma dual, mas no contradictoria, sino más bien conciliatoria, necesaria, como una clase de relación entre dos dimensiones.

Pensemos lo óntico como un estado de existencia. Es el estado “individual” al hombre, en que algo, cualquier cosa, existe. Podríamos pensar que humanamente no tenemos acceso a este nivel de realidad, o dicho en términos lacanianos, de lo real, pues la percepción del

hombre está mediada por su pensamiento, cosa que hace de lo externo, de ese algo, un algo ontológico. Heidegger ve esto como una cualidad fundamental del ser humano; por lo tanto, él viene a ser “la condición de la posibilidad de todas las ontologías” (Cossio, Carlos, 1980, p. 198)

“Digamos que ónticamente vemos al ente desde afuera, con pasividad (idealmente total), en forma contemplativa, tocado por su presencia y por nada más, en tanto que ontológicamente el ente es visto desde adentro de él mismo, merced al despliegue de una creatividad que lo proyecta como logos sobre la evidencia irreparable de que todo cuanto existe, existe consistiendo en algo” (Cossio, Carlos, 1980, p. 197)

De esta forma, lo óntico contiene una cualidad de presencia del ente, mientras que lo ontológico contiene una acción contemplativa intelectual del ser. El ente deviene en ser mediante una posición ontológica del ser humano, buscando una esencia o una verdad, frente al y dentro del ente, cualquiera que éste sea.

Relacionemos estos dos ordenes con lo político y la política. Mouffe entiende lo político como un orden ontológico de las sociedades humanas. Por supuesto de ellas en tanto que ser ontológico debe ser humano, o ser tocado por lo humano, como el pensamiento. Esta dimensión o naturaleza de las relaciones y sociedades radica en las diferencias y multiplicidades, en encuentros y choques, incluso enemistades y antagonismos. Así, dentro de lo “creado por el hombre” (cultura o sociedad) podemos entender lo político como condición natural u orden ontológico–hasta donde lo natural pueda abarcar– de las sociedades.

Como respuesta a ello entra la política como prácticas domesticadoras, más no conciliatorias entre los entes antagónicos. “Si lo político pertenece a a nuestra condición ontológica, habremos de reconocer su carácter inerradicable”. Sin embargo, es importante resaltar que la dimensión antagónica siempre estará presente, es una confrontación real, natural, pero que se desarrolla bajo condiciones reguladas por un conjunto de procedimientos democráticos aceptados por los adversarios (política - nivel óntico). (Fouce, J.M., 2011)

Habiendo entendido ambas partes desde esta perspectiva, podríamos pensar que todo puede estar contenido dentro de un orden de lo político o inmerso o mediado por la política. Claro, tendrá que ser todo aquello a lo que el ser humano tiene alcance, ya sea como raza o sociedad, incluso tan sólo con el pensamiento. Pues en el sentido ontológico de los asuntos, es el hombre quien interpreta las cosas al buscar, encontrar, descubrir o asignar una esencia o sentido de o en ellas. Por lo tanto, algo que puede no verse envuelto directa o presencialmente en las sociedades humanas, puede ser abordado o penetrado por un pensamiento ontológico del hombre. Ese no es el caso de este proyecto, el cuál se abordará y extenderá más adelante.

Cada vez más, con el paso del tiempo, del entendimiento y evolución sobre y del arte, éste se ve más cercano a la vida. En ocasiones se confunden, y en el mejor de los casos se comprenden o se “indiferencian”.

Podríamos hacer una comparación o analogía entre lo político y la política, y la vida y el arte. La vida y lo político parecen ser un conjunto de condiciones dinámicas –claro, la vida como un conjunto mucho más extenso que lo político, en donde incluso lo político se ve implicado y contenido en ella–. La vida está llena de lo político; existe en ella, sin lugar a dudas, un orden de antagonismos, un choque de fuerzas. Mientras que el arte lo podemos entender como una práctica que trata esas relaciones, esas fuerzas y esos choques. Los utiliza, los domestica, los materializa; pero no trata de conciliarlos, sino de legitimidad su relación naturalmente antagónica.

Es por todo esto, que cuando hablamos de lo político, la política y el arte, podemos hablar de cualquier cosa. Éstas son lugares de aproximación hacia cualquier asunto, fenómeno o aspecto de la realidad. Tomando entonces esto como posición o postura, hablemos pues de los baches.

Permítame a continuación despilfarrar un montón de preguntas en relación a los baches, pues serán la guía del resto de este ensayo: ¿Qué son?, ¿cómo se forman?, ¿a qué pertenecen?, ¿cuáles son sus condiciones de existencia?, ¿quiénes participan en el

fenómeno que llamamos “bache”?, ¿a quienes afectan?, ¿qué representan y qué presentan?, ¿cómo los podemos utilizar desde lo artístico?

Bien, empecemos por la historia. Los baches no son algo exclusivo de nuestro tiempo. Ya la edición del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su edición del año 1770, definía: “Bache. El hoyo o baxo que hay en la calle o camino, que hace batidero para los carruajes. Fossula in viis. Prarupta viarum.” (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, 1770, p. 424)

“La palabra parece proceder del árabe, y más específicamente de batín, que significaba ´suelo hundido´. Este arabismo dejó en castellano la voz badén, que el diccionario define como: “badén: 1. - Zanja o depresión que forma en el terreno el paso de las aguas llovedizas. 2. -Cauce enlosado o empedrado, que se hace en una carretera para dar paso a un corto caudal de agua”. Lo más probable es que bache, sea una distorsión tardía de esta palabra.” (Ortega, Arturo, 2015, elhorizonte.mx/a/editorial/8618)

Juan Valera, escritor, diplomático y político español, describía su molestia a principios del siglo XIX con las siguientes palabras: “Ha venido el deshielo a poner las calles en un estado lastimoso. A pie no se puede salir, a no querer nadar en un fango negro y nada aromático; y en coche va uno como picado por la tarántula, dando brincos y haciendo contorsiones horribles, con el traqueteo y los sacudimientos que causan los baches en el que se hunden los carruajes. Las ruedas hacen subir el lodo hasta las nubes y le salpican a uno miserablemente, embadurnándole la cara y convirtiéndole en un etiope, si se descuida un poco”. (Ortega, Arturo, 2015, elhorizonte.mx/a/editorial/8618)

Estas palabras denotan una cualidad “natural“ del suelo, del camino: los baches. Resultados que apuntan a fenómenos pedológicos y meteorológicos. Son causa, además, de incomodidad, de “atarantamiento” (como picado por una tarántula), de contorsiones “horribles” y sacudimientos. En nuestros tiempos, son también causa de ponchaduras de llantas, doblamientos de rines y hasta desviaciones de suspensiones; lo que afecta severamente, por lo menos en mi caso, mi tranquilidad y serenidad mientras manejo, y revela

directamente mis profundos sentimientos hacia aquellos encargados de una infraestructura sana y funcional: los políticos.

Ahora, podemos entender los baches como hundimientos, extensiones y expansiones de fracturas, como ausencia, como crisis, como adolescencia. Representan la presencia de lo ausente en la sociedad, la falta de un interés sincero por parte de “representantes y funcionarios” en caminos y vialidades, en espacios públicos y de tránsito sanos, que reflejen un equilibrio y equidad en el país.

Y hablando de equidad, la falta de ella es una de las condiciones de los inmortales baches en los caminos de México, pues es el asfalto un ícono del “progreso”, así como la iluminación y los pisos de cemento en las casas. Los caminos asfaltados establecen conexiones entre comunidades, pueblos y ciudades; medios de comunicación y cercanía. Por lo tanto, medios de presencia. Es mi parecer que existe una actitud entre políticos de desaparecer a los pueblos indígenas, tal es el caso de Chiapas. Así, entre menos comunicados, más distanciados están de lo que creen que es el “país”. Éste es el simbolismo del asfalto, y lo podemos entender al contrario en avenidas concurridas y cercanas o pertenecientes a colonias en donde el poder adquisitivo es mayor, por ejemplo Avenida Reforma o Presidente Masaryk. O en situaciones donde seres de otros mundos nos visitan, como Barack Obama en Toluca el pasado febrero de 2014. “Parece visita de suegra a la casa de la nuera, porque solo se barre por donde pasa”, dijo Nayeli López, de 24 años, quien transita diariamente por el centro de la ciudad para llegar a la universidad. Y es cierto, avenidas que ni siquiera requerían de un mantenimiento se re-encarpetaron a causa de la dicha visita del dichoso mandatario. A esto lo denominó el gobierno local: “plan integral de embellecimiento” (hágame usted el pinche favor). Mientras tanto, en la calle de mi casa, ubicada a un costado del pueblo de San Felipe Tlalmimilolpan, se encuentran ocho baches en tan solo 80 metros. Baches que obligan a uno a crear curvas en la recta misma, y aprendérselas de memoria. Es cierto, en momentos es hasta un juego, pero ese no es el tema aquí.

Entonces, podemos establecer el hecho de que los baches se encuentran ligados íntimamente a lo político, a una diferencia entre participantes de una sociedad, y es más bien, una evidencia de ello. Pero no sólo se encuentra dentro de lo político, sino apunta a

una falla, a una grieta, a una fractura de la política. Hay un mal funcionamiento de este medio “democratizador” de la diferencia y el antagonismo. La política no está funcionando como una infraestructura, una base sólida para la resolución de conflictos, sino que opera en órdenes de intereses particulares, políticos, electorales y claro, económicos.

Hagamos entonces, dado que estamos en terrenos de analogías y metáforas, una relación entre los baches y el sistema político mexicano. Los baches se forman debido a diversos factores como la lluvia, el paso y el peso de los autos. Sin embargo, debe existir un elemento primero que sin él, estos no se podrían formar: una grieta o fractura en el pavimento. Ésta puede ser un símbolo potente de la situación político-social que vivimos.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define grieta como:1. f. Hendidura alargada que se hace en la tierra o en cualquier cuerpo sólido.2. f. Hendidura poco profunda que se forma en la piel de diversas partes del cuerpo o en las

membranas mucosas próximas a ella.3. f. Dificultad o desacuerdo que amenaza la solidez o unidad de algo.

Una hendidura en la tierra, una hendidura en el cuerpo. Imagen que nos remite a un conexión emocional con el terreno; que somos parte de él, lo transitamos, lo habitamos y nos a f e c t a . P e r o t a m b i é n e s u n desacuerdo, una irrupción de la continuidad y de la unidad. Amenaza, violenta y evidencia una oposición de fuerzas que provoca que el terreno se divida, que la piel se divida. Las cortadas duelen en la piel, ¿y los baches?

La grieta es entonces una disfunción del sistema reflejado en la infraestructura vial del país. Y se debe a una oposición de fuerzas que aquellos encargados de las prácticas políticas no han podido resolver, o no han querido. El peso de los autos es la magnitud de las necesidades y la inconformidad de la sociedad, que con su paso sobre las grietas, hacen más evidente el hundimiento del territorio. Y el agua, filtrándose por las grietas y erosionando el suelo, la corrupción que estanca, pudre y divide al país, gota a gota. Y el bache se crea, el hundimiento.

Y es desde aquí que me gustaría plantear un lugar desde el cuál hablar: el bache. Pensar este hoyo o “baxo” como un lugar, o un no lugar desde el cuál articular un pensamiento, y sobre todo una mirada crítica me parece no solo oportuno, sino coherente, pues no es otra cosa sino una ausencia de civilización –como un interés por el bienestar de otro, lo cuál crea y une una comunidad–, y un hundimiento de ella. Así que parece necesario pararnos “sobre el bache” o en el bache para bajar la mirada, el horizonte, y tratar de ver las cosas desde un ángulo más humilde, sin mirar sobre el hombro del otro, sino encogiéndonos en una clase de contrapicada.

En el cine son utilizados estos planos (picada y contrapicada) para transmitir una sensación, ya sea de una mirada “alta” (o altanera) o una humilde hacia algo más importante o imponente. Este puede ser el caso en donde hagamos uso de una contrapicada para mirar y pensar las cosas con humildad y dotándolas de la importancia que merecen. Así, estaremos también habitando territorios de tránsito. Lo hacemos cuando pasamos por un bache, aunque sea por un segundo, pues por ese instante somos conscientes del lugar en donde estamos,

ya sea por el impacto y la incomodidad del suceso o por encontrarnos parados sobre el bache como una postura rebelde, en donde podemos encontrar también miradas ontológicas que nos hagan reflexionar sobre nuestros propios baxos internos. Pues estos baches, son también hendiduras en el ser, que contienen monstruos nadando, que nos afectan, y que muchas veces duelen.

Parémonos sobre el bache.

Bibliografía:

1. Fouce, J.M. (2011) “2. La política y lo político. Hacia un modelo adversarial” enSección: Chantal Mouffe. [En línea]. Barcelona, disponible en: http://www.webdianoia.com/contemporanea/mouffe/mouffe_lopolitico.htm, [Accesado el día 3 de abril de 2015]2. Bal, Mieke, (2010). “Arte para lo político” en Revista Estudios Visuales [En Línea] No. 7, Retóricas de la resistencia. Enero 2010, disponible en: http://www.estudiosvisuales.net/revista/pdf/num7/03_bal.pdf [Accesado el 2 de abril de 2015] 3. Ortega Morán, Arturo, (2015) “De baches y atarantados” en El Horizonte. 1 de marzo de 2015.4. Cossio, Carlos, (1980) “La Racionalidad del Ente: Lo Óntico y lo Ontológico”. Argentina, Universidad de Buenos Aires.5. Real Academia de la Lengua Española, (1770) “Diccionario de la Lengua Castellana: bache”. p 4 2 4 . [ E n l í n e a ] , d i s p o n i b l e e n : h t t p : / / b o o k s . g o o g l e . c o m . m x / b o o k s ?id=HVFSDMIeLI4C&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false, [Accesado el día 3 de abril de 2015]