sobre neruda y los clasicos espaÑoles · enumerarlos es demasiado largo, su constelación abarca...

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SOBRE NERUDA Y LOS CLASICOS ESPAÑOLES Nada más tentador que examinar la presencia de España y lo es- pañol en la totalidad de la obra de Neruda. Y en su vida, por supuesto. Quizá es demasiado pronto para abordar ese estudio con toda la obje- tividad que el tema requiere, pero el tema está ahí como apasionante oferta ante quien simplemente extienda la mano hacia el ingente memo- rial poético del chileno. Nombres, vive»cias y fornas españolas tras- cienden pródigamente las páginas nerudianas como yeta deteetable a simple vista en el rico conglomerado del mineral. Neruda se autoproclamó «español de raza y de lenguaje» 1 muchas veces con estas u otras palabras. Desde su primera y fugaz estancia en España en 1927, camino de su consulado en Rangún, y sobre todo a partir de 1934. año de su nombramiento de cónsul de Chile en Bar- celona, España estará indeleblemente en el corazón del poeta. Nada más natural que aquélla y éste se unieran para dar título poco después a uno de sus libros más apasionados. Todavía, ya en su penúltima hora, en ese poemario de sustanciosa melancolia que es Geografía in- fructuosa, Neruda, incansable, se adentraba en sus recuerdos madri- leños: Aquellos barrios con barricas y cuerdas y quesos flotantes en los suburbios del aceite. Dejé la calle de la Luna y la taberna de Pascual. En Federico García Lorca, conferencia pronunciada en París en 1937. Obras completas de Neruda, vol. II. Editorial Losada. Buenos Aires, 1968, pág. 1048. Las citas de textos de Neruda, cuando no se indique otra cosa, se referirán en adelante a esta edición. (El volumen 1 es de 1967.)

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Page 1: SOBRE NERUDA Y LOS CLASICOS ESPAÑOLES · Enumerarlos es demasiado largo, su constelación abarca todo-el cielo ... la misma edad en la casa familiar de León de Nicaragua. No hay

SOBRE NERUDA Y LOS CLASICOSESPAÑOLES

Nada más tentadorque examinarla presenciade Españay lo es-pañol en la totalidadde la obrade Neruda.Y ensu vida, por supuesto.Quizá es demasiadopronto para abordareseestudiocon toda la obje-tividad que el tema requiere,pero el tema estáahí como apasionanteofertaantequiensimplementeextiendala manohaciael ingentememo-rial poético del chileno. Nombres, vive»cias y fornas españolastras-cienden pródigamentelas páginasnerudianascomo yeta deteetableasimplevista en el rico conglomeradodel mineral.

Nerudase autoproclamó«españolde raza y de lenguaje»1 muchasveces con estasu otras palabras.Desdesu primera y fugaz estanciaen Españaen 1927,camino de su consuladoen Rangún,y sobretodoa partir de 1934. año de su nombramientode cónsul de Chile en Bar-celona, Españaestaráindeleblementeen el corazóndel poeta. Nadamás naturalque aquéllay éstese unieranpara dar título pocodespuésa uno de sus libros más apasionados.Todavía, ya en su penúltimahora, en esepoemariode sustanciosamelancoliaque es Geografía in-fructuosa, Neruda, incansable,se adentrabaen sus recuerdosmadri-leños:

Aquellos barrios con barricasy cuerdasy quesosflotantesen los suburbiosdel aceite.

Dejé la calle de la Lunay la taberna de Pascual.

En Federico García Lorca, conferenciapronunciadaen París en 1937.

Obras completas de Neruda, vol. II. Editorial Losada. Buenos Aires, 1968,pág. 1048. Las citas de textos de Neruda, cuando no se indique otra cosa,se referirán en adelantea estaedición. (El volumen 1 es de 1967.)

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Dejéde ver a Federico.¿Por qué?

¿Por quédejéde ver el fríodel mesdeenero,comoun loboque veniade Guadarramaa cortarmecon su cuchillo? 2

El nombredel poetacitado en estosversos invita a considerarun-aspectofundamentaldela conexiónNeruda-España:susrelacionesconlos grandeslíricos del veintisiete.Aun con penosasbajas, estagenera-ción estáen pie. Tal vezalguno de sus miembros redacteun día estecapitulo de la biografía del gran chileno. Seria presuntuosopara losdemástratar de entrar en él mientrastanto.

Nuestro propósitoaquíno es sino recogery comentarmuy por en-cima —sin venir más acá del siglo xvii— unosdatos de aquelvastoasunto, los que con más facilidad se desprendende una ojeadaapaci-ble por los libros de PabloNeruda.

El escribió,hablandode RubénDaríoy deGabrielaMistral: «Deboa ellos, como a todos los que escribieronantes que yo. en todas laslenguas.Enumerarloses demasiadolargo, su constelaciónabarcatodo-el cielo» ». Sería advertencia para quienes pretendan monopolizarllevando aguaa esteo aquelmolino la creaciónnerudiana,abiertaatodos los vientosy tan universalcomo americana.No es. sin embargo,acaparara Neruda,ni disminuir en un ápice su originalidad mostrarsucinta y parcialmentelo que lo españolsignificó para él, a fuer pre-cisamentede americano,en el terrenoliterario.

No pareceque la inclinación haciala literatura españolahayasidoen Nerudademasiadotemprana.No hubo en sus días adolescentesdeTemuco una sólida biblioteca hispánicaque le brindara la lectura delos grandes escritorespeninsularescomo la que Rubén encontró ala mismaedaden la casafamiliar de León de Nicaragua.No hay sinoun nombreespañolen la relación de autorescuyasobrasdevorabaenesa época: Felipe Trigo, según nos infonna en su evocaciónautobio-gráfica Infancia y poesía“. Menguadomensajede la distanteEspaña.

2 p~ NERUDA: Geografíainfructuosa.Ed.Losada.BuenosAires, 1972, pág. 49

y sigs.P. NERUDA: Discursoen la Universidadde Chile en su 50’ aniversario, II,

pág. 1087.P. Nnrnau Infancia y poesía,1, pág. 35.

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Juntoa él, Veme.VargasVila, Strindberg,Diderot, SaintPierre,Gorkiy otros grandesde la literatura rusa en la que le inició GabrielaMis-tral.

Hemos de pensarque seria en la etapa universitariade Santiagocuandoel interés por los poetasespañolescontemporáneos—piénseseen los ecosjuanramonianosen Crepusculario y Veinte poemas—y supropia formación académicahubieron de llevarle a adentrarseen laobrade los grandesclásicosdel idioma.

Pero no es a travésde conjeturascomopretendemosllevar adelantenuestro limitado estudio. Las basesmenos movedizaspara él nos lasdarán, como ya hemosdicho, las propias obras de Neruda, su máspura biografía en definitiva.

Poniendoun orden escolaren el planteamientode la materia, he-mos de preguntarnosante todo por los autoresmedievales.Neruda,entrerenacentistay barroco,no se sintió, si a sustextosnos atenemos,muy atraído por aquéllos.(¿Cómo pudo escapárseleJuanRuiz y sutorbellino vital?). Tardíamentemencionaal autor de los Mirados- deNuestraSeñora,cuya minuciosidaddescriptiva,a él. gran hacedordeinventarios,pudo llamarleen un momentola atención.Berceoy Villónson calificados de «trovadoresde la memoria»en una de las Nuevasodaselementales~. Ya no volverá sobreaquél.

Sólo hay otro autormedievalespañolen la nómina de los mencio-nadospor Neruda:JorgeManrique.Con tratamientopreferente—«Odaa don Jorge Manrique»— figura en Nuevasodas elementales.Hayveneraciónauténticaen los versosa él dedicados.Manrique es en laoda nerudianaesafigura caballerescay pulcra que vive en la mentede cuantosse le han acercado:

Era de plata verdesuarmaduray susojoserancomoel agua marina.Susmanosy surostroeran de trigo ~.

Pero este respetono escondeuna seriaobjeción. Neruda está enpleno trancede reconciliacióncon la vida y no le parecelícito que un

P. NERUDA: Nuevasodas elementales,1, pág. 1344.6 Ibid., pág. 1290.

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poetase ocupepreferentementede cantara la muerte.El, que ha abo-minadode su dolorosay negativapoesíaresidenciaria,no podráexcu-sarlo quehay de funerario en esadelgadavoz del siglo xv. Manriqueaparece,por eso,en el poematratandode justificarsey de rectificar:

Ay si de nuevoel canto...No a la muertedaríami palabra. - -

Creo que el tiempo oscuronoscegóel corazón7.

Quienhabla, estáclaro, no es Manrique.sino Neruda.La licenciaes excesivay muestraun absolutodesentendimientodel contenidovitalquehay en esasCoplas,dondela vida y la muerteno son enigmas,sinoelementosperfectamenteencajadosen unavisión envidiablementeserenadel ordendel universo.Esa falta de captacióndel pensamientomann-queñoes la que le induce a Nerudaa medir con el mismo rasero laobra dcl poetamedievaly la suyapropia en la etapasuperrealista.El«solitario trovador» que anduvo «en las moradastransitorias»donde«todoslos pasosiban / a una solemneeternidad ¡ vacía», pretendidaimagende Manrique,no es sino la del desorientadopaseantede Walk-¡ng around. Falsa identificaciónevidentemente.

Pero no hay que sorprenderseante estaclasede desajustesapre-ciativos en un poeta tan emocional como el chileno. Lo importante.por encima de esto, es valorar la admiraciónque esta búsquedadeafinidadesrepresentay querevela una comprensiónmaigré luí por víaintuitiva. No en vanoel autorde las Coplases uno delos cuatrogran-des poetasespañolesmencionadospor Nerudaen unamuy citada de-claraciónde preferencias:

Que amen comoyo amé mi Manrique, mi Góngora,mi Garcilaso, mi Quevedo8

Manriquees,pues,uno delos cuatropilares. «titánicosguardianes,armaduras¡ de platino y nevadatransparencia»en los que se apoyoparasuperarsu hundimientoen las «pestilencialesagonías»deLautréa-

Ibid., pág. 1291.U. NERUDA: Canto general, 1, pág. 718.

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mont. Manriquees también,muy significativamente,en uno de los poe-mas dedicadasa RubénDarío en La barcarola, la estatuade mármolvivificado querinde el homenajede «unarosaolorosa» al nicaragúense«que llega a Castilla e inaugurala lenguaespañola»~.

Pasemosasí aGarcilaso.Al referirsea él, ya no hay lugar por par-te de Neruda para las anterioresobjeciones.El toledano, nombrado,como hemosvisto, en la expresivareferenciaa cuatropoetasespañoles,es, entre las sequedadesde Españaque siempreasombraronal hijo dela húmeda«frontera»chilena la vena luminosa que triunfa sobre loárido:

No en vanoel estandartede Castillatieneel color del viento comunero,correla luz azul deGarcilaso10

Garcilaso será evocadojunto a Ovidio al referirse a RumaniaenLas uvasy en viento,dioses tutelarescon quienesél comparte,sin quecuenten los siglos de distancia, un común destierro.Garcilaso —¡quéfervor al recordarla compra afortunadade una edición de sus obrasde 1549! es. en fin, «mi único amigo celestial»,en la Oda a donDiego de la noche12 En ella por luminoso, lo sitúa en el Paraíso,mientrasque Baudelairey Edgar Poe pagansu sombríacondición enel Infierno.

Hay otros escritoresdel siglo xvi a quienesNerudaobservano yadesdeel punto de vistade lo quesu obraliteraria suponga,sino comohombresde acción.Son algunosde los conquistadores-cronistascomoCortés,Jiménezde Quesaday Valdivia sobrequienesdetienesu aten-ción en cuanto portadoresde espaday no de pluma. Bien sabido es elconceptoque al poetachileno le merecieronlos hombres de la con-quistade las Indias en el Canto general, conceptoque por cierto iráatemperándoseun tanto hastael punto de llegar a hacermanifestacio-nes tan comprensivassobreaquéllacomo las recogidasno hacemuchopor el periodistaespañolTico Medina ~, donde hay, ademásde otrasapreciaciones,una exaltaciónrotundade la figura de Bernal Diaz delCastillo, gran apasionadoy gran señordel yo como Neruday a quienno habíahechoaparecerentre sus versos.

P. NERUDA: La barcarola, II, pág. 822,P. NERUDA: Canto general, 1, pág. 409.U. NERUDA: Discurso con motivo de la FundaciónNeruda, II, pág. 1082.

12 p~ NERUDA: Nuevasodas elementales,1, pág. 1246.En «Los domingosde ABC», 15-10-72.

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En relación a esa épocay a esasgentes, naturalmentelas grandessimpatíasdel chileno van hacia el padreLas Casas,y no precisamentepor las calidadesliterariasde su Historia de las Indias sino, como pue-de esperarse,por su condición de luchadorsocial.

Siempreimpoluto, objeto de admiraciónsostenida,apareceaquí yallá en los versosde Nerudael escritorsoldadoque cuentacon la adhe-sión de aquélpor la valoracióny comprensióndel indio araucanoquelate en la galanurade sus octavasreales; el único realmente«limpio»entre todos los conquistadores,el único que se hace perdonar anteNerudasu condición del tal: Alonsode Ercilla.

Hombre, Ercilla sonoro, oigo el pulsodel aguade tu primer amanecer..-Sonoro,sólo tú no beberúsla copade sangre...14,

Esta incontaminaciónde lo sangrientoaplicada a quien al fin par-ticipó en la violencia naturalde las luchas de la conquistano es muyrigurosa, pero salvemos el espíritu de las palabras.En todo caso laposiciónde Ercilla quedabien definidaen la Oda al trigo delos indios,dondellama a los araucanos«amigosenemigos¡ del españolErcilla» ~

El madrileño-vascongadoes para Neruda grande en todo. Es «elmaravilloso caballero»,«el grandiosopoeta», «el hidalgo don Alonsode Ercilla» 16, quesupohacerhistoria y poesíaa la par con la gestadelos aguerridosaborígenesaustrales.«Ercilla —dirá en otro pasaje—esun refinado poeta del amor, un renacentistaligado con todo su sera la temblorosaespumamediterráneaen dondeacabade renacerAfro-dita» ‘7. Y como tal adaliddel Renacimientorepresentaigual que Gar-cilaso una fuerzaluminosaque se oponea las oscuridadesmedievales.«Su cabeza,enamoradadel gran tesoro resurrecto,de la luz cenitalque ha llegado a estrellarsevictoriosamentecontralas tinieblas y laspiedrasde España,encuentraen Chile no sólo alimento para su ar-diente nobleza, sino regocijo para sus estáticosojos»~ No contentocon esto, le llamaráen seguida«nuestroAlonso deErcilla, aquelpadrediamantinoque nos cayó de la luna», aunqueen el contexto de estafrase haya cierto reproche: la mitificación de la grandezachilena, ini-

“ U. NERUDA: Canto general, 1, pág. 372.“ U. NERUDA: Nuevas odas elementales,1, pág. 1356.

U. NERUDA: Viaje por las costasdel mundo, II, pág. 33.“ U. NERUDA: Latorre, Prado y mi propia sombra, It, pág. 1095.

Ibid.. pág. 1106.

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ciadapor el autorde La Araucana,ha sido alienanteen cierto modo,en cuanto ha impedido muchasveces que se viera la realidad tristede una patria «de pantalonesrotos y cicatrices»19 Pero,en definitiva,esto no es tanto una acusaciónen profundidadcontra el gran épicocomo una consideraciónincidental que no rebajael respeto ante él.

Lope de Rueda, otro nombreespañolen el umbral del teatropre-lopista, es apenasobjeto de una fugaz aunqueencomiásticaalusiónalreferirseNeruda a las andanzasteatralesde García Lorca: «En sutroupe tLa Barraca’ recorría los caminosde Españarepresentandoelviejo y grande teatroolvidado: Lope de Rueda, Lope de Vega. Cer-vantes»~.

Cervantes. Sorprendentemente,el más grande y humano de los.maestrosde la lengua, no encaja al parecercon demasiadahonduraen los gustosnerudianos.Al mencionarloen Viaje al corazónde Que-vedo, será para decir que éste es «máspopular» que aquél. Por otraparte, «Cervantessaca de lo limitado humano toda su perspectivagrandiosa.Quevedovienede la interrogaciónagorera.de descifrarlosmás oscurosestados.- » 21 El punto de partidade éstese halla máscerca de los mundosfascinantesdel misterio. Un texto muy posteriorde Nerudaaclaranotablementesu posiciónanteCervantes.Lo que talvez el chileno no le perdonaal autor del Quijote es —a su mododever— su falta de entonaciónépica,su realismo doloroso a ultranza,sin paliativos, el fracasoterrenode su personaje,no compensadose--guramentepara Neruda por la victoria absolutaen el orden de losvaloresque el mismo sustenta.Así, al hablarde Walt Whitman en ladisertaciónrecogidabajo el título de «Discursodel embajadorNerudaante el Pen Club de NuevaYork» afirma: «Existen muchasclasesdegrandezas,pero déjenmedecirles..- que Walt Whitman me ha ense-ñadomás queel Cervantesespañol.En la obradeWalt Whitman nun-ca el ignorante es humillado, ni la condición humana jamás ofen-dida»~. El fundamentode la preferencianerudianano deja de serextraño. Quizá la clave para la mismapuedahallarseen estasorien-tadoraspalabrasde OctavioPaz sobreel venerablepatriarcanorteame-ricano: «Sueñodentro de un sueño,la poesíade Whitman es realistasólo por esto: su sueñoes el sueñode la realidadmismaqueno tiene-otra sustanciaque la de inventarsey sonarse.- . » «América se sueña

“ Ibid.~ U. NERUDA: Federico García Lorca, II, pág. 1046.21 P. NERUDA; Viaje al corazónde Quevedo,II, pág. 15.

~ U. NERUDA: Discurso del embajadorNeruda ante el Pen Club de NuevaYork. en RevistaIberoamericana,núms. 82-83, enero-iunio1973

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en Whitmanporqueella mismaerasueño,creaciónpura»~. Y el mag-nífico y vehementeNerudase pone al lado del soñador.No por esca-pismo, ciertamente;es sólo cuestióntemperamental.

Tal vez esa misma razón le aleja del riguroso equilibrio de frayLuis deLeón, al que silencia en su obra,y la que le acercaa la jugo-sidad imaginativa y expresivadel de Granada,al queFedericoGarcíaLorca, con el evidentebeneplácitodel poetachileno,denominará«jefedel idioma» en la famosaexégesisconjuntaque amboshicieron sobreRubénDarío24

A Neruda han de seducirlenaturalmentelos epígonosde Garcila-so. Del delicadoy vulneradoFranciscode la Torre, a cuyas«noctur-nas poesías»~ alude fervorosamente,afirmaráque es, con PedroSotode Rojas, uno de sus poetaspreferidos. No seránestosdos los únicossobrequienesrecaigasu devoción en el grupode los líricos quebullenalrededorde Garcilaso y, sobretodo, de Góngora.De SanJuande laCruz exaltasu cualidad más inefable, estableciendouna comparacióngramaticalmenteinsólita entre el místico y Quevedo,favorable paraaquél, aunque en términos absolutossus preferenciasvayan haciaéste: «La gracia es más infinita en un Juande la Cruz»~, asegura.Mucho después,en la introducciónen prosaque abre Una casa en laarena, colección de estampasde Isla Negra, en la titulada El pueblo,al aludir al carpinteroque buriló los nombresentrañablesamigosdelpoetaen los maderosde la techumbredc su casa.nos dirá que «tieneesosojos de SanJuande la Cruz»~ No mencionarámás vecesal másinmaterial de los líricos españoles,pero éstasbastanpara mostrarnoscómo el gran escaladorde MaechePicchu fue captadopor el encen-dido y aligero remontadordcl Monte Carmelo.

Cuandoevocasusveladascon Vicente Aleixandre,escribe,recreán-doseen la evocaciónde los poetasartíficesdccoloresy aromas:«Lee-mos largamentePedro de Espinosa,Soto de Rojas, Villamediana.»Buscábamosen ellos los elementosmágicos y materialesque hacende la poesía española,en una épocacortesana,una corriente persis-tente y vital de claridad y misterio»~.

2~ o~ PAZ: El arco y ¡a lira. Fondo de Cultura Económica. México> 1967,pág. 299.

24 Discurso al alimón sobre Rubén Darío por Federico García Lorca y Pa-

blo Neruda, II, pág. 1033.~‘ U. NERUDA: Discurso con motivo de la Fundación Neruda, JI, pág. 1082.26 P. NERUDA: Viaje al corazón de Quevedo,II, pág. 11.27 p~ NERUDA: Una casaen la arena, II, pág. 732.

» U. NERUDA: Amistadesy enemistadesliterarias, II, pág. 1051.

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Y en otro lugar subrayaráasí su admiraciónpor el recopiladordelas Flores de poetasilustres: «Pedro de Espinosailumina con un rayode amarantola latitud mojaday brilla su esplendorcon todas las pie-dras preciosasrecién salidas de América». Cita a continuacióntresestrofasde «la fábulafluvial del Genil», a la que califica de «tal vezel más perfectopoemade nuestralengua»~.

En estemismo texto se refiere Neruda a otra figura subyugantepara él, Juande Tassis, condede Villamediana, «un gran señorde lapoesía, un gran poeta asesinado»,uno de los fantasmasque cruzan«como un relámpagode amatistaun minuto de la historia poética.dejandoun fulgor de fósforo» ‘&

La admiraciónpor este poeta—y otras razones, segúnprecisare-mos más adelante—le llevarán a reproducirla descripciónhechaporGóngorade la muertedcl conde,«el pendenciero.tahur, coleccionistade joyas, de caballos,de cuadros»>~. La atracciónpor él le viene deantiguo. Recuérdeseque uno de los tres «Cantos materiales»de lasegundaResidenciaen fa tierra («El desenterrado»)está dedicadoaVillamediana:

Conde dulce, en la niebla,oh, recién despertadode las minas,oh reciénsecodel aguasin río,oh reciénsin arañas>2

No podía pasar inadvertidapara Nerudala vital figura del «Fé-mx». Lope le seduceantetodopor su posturade escritor inmersoenel pueblo. Sólo Lorca, a su parecer,ha ejercido despuésuna fascina-ción tan grandeen las gentes. Lope es uno de los autoresdel «viejoy grande teatro olvidado» ~‘ —nos recuerda—que Federico llevabaen el repertorio de «La Barraca».Lope, dirá después,es uno de losbardosque «en cada épocaasumela totalidad de los sueñosy de lasabiduría: expresael crecimiento,la extensióndel mundo»~

En esterecuentode clásicosespañolesa cuyos nombresdedicaNe-ruda atenciónexpresaen las páginasde suslibros, y aparte de los dosfundamentalesa quienesnos referiremos en seguida,sólo quedades-

‘9 U. NERUDA: Viaje por las costas del inundo, II, pág. 29,Ibid., pág. 30.Ibid., pág. 32.

~ U. NERUDA: Residenciaen la tierra. 2, 1, pág. 248.‘9 U. NERUDA: Federico García Lorca, JI, pág. 1046.

U. NERUDA; Inangurando el año de Shakespeare,II, pág. 1112.

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tacar la menciónnerudianade Mateo Alemán. El autor del Guzmánde Alfarache es citado únicamenteen una ocasión a propósito deQuevedo,«másindiscretoqueél»Th El juicio, cargadode sentidoposi-tivo, contieneante todo lisonja para el creadorde Los sueñas.

A éstey a Góngoralos hemos dejado intencionadamentepara elfinal, dadala especialimportanciaque ambostienen,por su repercu-sión directisima,en la obra del poetachileno.

Muchasvecesseha aludidoal gongorismodeNeruda.Lo que apro-xima al chileno al poetacordobéses indudablemente,y ante todo, suamor al mundo externo; lo que le separade él es, desdeel primermomento,cl «dolorido sentir»,en hondacoincidenciacon Garcilaso,Quevedoy Bécquer.ese «dolorido sentir» al cual don Luis se mani-festó siempreinmune,quién sabesi a costade muchao ningunacon-tención.

Es momentode recordaruna vez más el esencialbarroquismodela literaturahispanoamericanade sor Juanaa Carpentier,pasandoporel Lunarejo. «Si el barroquismoes juego dinámico, claroscuro,oposi-ción violenta entreesto y aquello, nosotrossomos barrocospor fata-lidad del idioma», ha escritoOctavio Paz~ definiendoperfectamentela causa—que encierra a un tiempo las cuatro causasaristotélicas—de estaposturavital de los hispánicosy muy en concretode los hispa-noamericanos.

Entrelas dos vertientesdel barroco—la lúdica y la agónica—Ne-ruda se integraesencialmenteen la segunda,pero su fascinaciónporla primera es muy acusada.

Góngoraestápresenteen él sin duda desdemucho antes que to-maraen sus manoscon casi sagradareverencia«la magníficaediciónde Góngora del editor flamenco Foppens, impresaen el siglo XVIIcuandolos libros de los poetasteníanuna inigualadamajestad»27, porla que pagó, a plazos, cien pesetas.Si, antes de estememorableepi-sodio que tuvo como marco el Madrid de los años treinta, Nerudaya se encontrabadentro de la versión americanadel barroco his-pánico.

No sc ha hechoun estudiode conjunto de la huella gongorianaenla obra de Neruda.Hay felices aproximacionescomo las dc AmadoAlonso en algunosmomentosdel libro, bien conocido, cuya re~erenciase da más adelante.JohnII. R. Polt ha hechoun sagazanálisisde los

‘9 U. NERUDA: Viaje al corazón de Quevedo, II, pág. 15.‘9 0. PAZ: El arco y la lira. Fondo de Cultura Económica. México, 1967,

pág. 89.‘9 U. NERUDA: Discurso con motivo de la Fundación Neruda, II, pág. 1082.

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elementosgongorinos en El gran océano, seccióndel Canto generaly núcleoesencial,indudablemente,de lo que podríamosdenominarelmás estricto gongorismo a la manerade Góngora,si se nos permitela redundancia~, Recuérdeseante todo el significativo poema «Mo-llusca gongorina».

ParaPolt, «la influencia gongorina en El gran océanose ve en elvocabulario, en las imágenesy en los temas...,pero se trata tambiénde unasemejanzamás fundamental,en la visión del mundocomo uncaos de fuerzas superioresal hombre y de conflictos eternosy vio-lentos. El poeta como hombre no tiene importanciaen este mundo;pero como artista se sobreponea él, conquistándolopor la recreaciónestética»>‘>.

Entendemosque hay aquí acertadasintuciones de la posicióndeNeruda.ParaGóngora.como parael poetachileno, el mundosóio pue-de ser dominado por la magia de la palabra,y es la palabra sacra-lizada en la poesíala que magnifica a su vez al hombre, transfor-mándolo de común mortal en demiurgo: esto último aún más paten-tementeexpresadoen Nerudaque en Góngora.

En «Molluscagongorina»la ostraerizadade coral—«cofreenvueltoen agujasescarlatas.¡ o nieve con espinasagresoras»—,la rostellaria—«mínimacatedral,lanzarosada,¡ espadade la luz, pistilo de agua»—y la tridaena—«monasteriode sal, herenciainmóvil ¡ que encarecIóuna ola endurecida»—~, son, entreotrascriaturas del mar, elementostransfiguradosde una naturalezafijada o eternizadapor el poeta. Lasimple técnica, la liturgia del verbo que da perennidad,como dentrode un duro y perfecto cristal, a cuanto toca es en estasocasionesunfin en si misma, como lo es siempreen el poetacordobés.En momen-tos como éstos es cuandocl paralelismoentreGóngoray Nerudapa-rece más evidente.

Ahora bien, con mayor frecuenciala intención del chileno irá másallá de la construcciónde un puro muestrariode maravillas, aunqueéstasno dejende ser trozos entrañablesdel contornovital del poeta.La búsquedadel hombreen medio del prodigio de las cosas—misti-cismo a lo humano—,lejos ya de las inútiles angustiasresidenciarias,caldearáel torrente de las metáforasde «Alturas de MacehuPicchu»:

‘9 Jol-IN H. R. POLT: Elementosgongorinos en «El gran océano»,de PabloNeruda. Revistahispánica moderna, enero 1961, nÚm. 1.

‘9 Ibid.~ 1’. NERUDA: Canto general, 1, pág. 683.

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Subea nacer conmigo,hermano.Dame la mano desdela profundazonade tu dolor diseminado~k

Nerudareencuentraen MacchuPicchu,frente al mar inestable,ene-migo del hombrepor tradición clásica,la noble solidez del encrespadoocéanode piedra, y a ella —asiderodel hombre——- se aferra.Hipérbo-les y fabulosasfiguras retóricasson ahorano sólo fijacionesdel mun-do exterior, sino sustanciadc la emociónque las traspasa.La acumu-lación de metáforasen asombrosoasíndetontendrá un conmovidoparoxismoque las separadel distanciamientogongorino:

Aguila sideral, viña de bruma,bastión perdido,cimitarra ciega,cinturón estrellado,pan solemne,escala torrencial, párpado inmenso,túnica triangular, polen de piedra,lámparade granito, pan de piedra.

Piedra en la piedra, el hombre,dóndeestuvo?Aire en el aire, el hombre,dóndeestuvo?Tiempoen el tiempo,el hombre,dóndeestuvo?S

Es, con todo, en el Canto general donde. en coniunta la vn?. dcNeruda alcanzasu máximo tono barroco-gongorino.

Aunque su conocimiento de Góngora viniera de antiguo, cabepensar que fue en España donde Neruda se adentró más en él.Su permanenciaaquí como cónsul coincide con los años posterio-res al redescubrimientode Góngorapor los hombres de la gene-ración de 1927. con los que mantuvo estrechaamistad.La etapadefervor gongorinohabíapasadoya, ciertamente,y a ella había sucedidola penetracióndel superrealismo,que dividió a estos poetas,pero elculto a Góngorano se había extinguido por completo.

El tal redescubrimientotenía por cierto antecedentesilustres. Dá-maso Alonso ha recordadooportunamenteque fue RubénDarío quientrajo a Españael morbo gongorino aprendido en los cenáculosdeParis~. A él le siguió Alfonso Reyescon su conferenciaSobre la esté-

Ibid., pág. 347.42 Ibid., pág. 343.

DÁMAso ALONSO: Góngora y la literatura contemporánea,en Estudios yEnsayos gongorinos. Ed. Gredos, Madrid, 1960, pág. 559.

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tica de Góngora,pronunciadaen el Ateneode la Juventud,en Méjico.el 26 de enerode 1910,en sesióndedicadaa Rafael Altamira. No cabesino remitir al estudio de DámasoAlonso a quien deseemás porme-nores sobreel tema~, pero bien vale la pena reproducir algunos delos conceptosvertidos por el ilustre mejicanoen la mencionadacon-ferencia: La poesíade Góngora «tiene las virtudes del ritmo y dela plástica, que se prendenal propio organismode los nombresy sele adhierencomo partesuya, puestoque poseela alta virtud del liris-mo que liberta el alma, arrancándolaa las durezasdcl raciocinio yde las pesadasdialécticas»~. No es sorprendenteque tan agudainter-pretación del gongorismohaya sido dada por un hispanoamericano.

Darío, paraquien ritmo y plásticaconstituyeronelementosesencia-les de su poesíaincluso a partir de Cantosde vida y esperanza,difí-cilmente podría habersesustraídoal hechizo de Góngora,al que,porotra parte, pudo haber leído en su época de adolescenciaen Nica-ragua~.

A pesarde lo aventuradoque resulta,según DámasoAlonso, tra-tar de probar la presenciade Góngoraen el simbolismofrancésde unmodoriguroso, de lo que no cabeduda,segúnel mismo crítico reco-noce, es de que «correspondea la escuelasimbolista la gloria auténtica

~ VéansetambiénDos trabajos gongorinosde Alfonso Reyesy, por supues-to, Góngora y la literatura contemporánea,en Estudio; y ensayosgongorinos.Sobre concomitanciasentreDarío y Góngora, destacamosasimismoel artículode FranciscoSánchez-Castañer:El tema del tiempo. Coincidencia poética deGóngoray RubénDario, en Cuadernoshispanoamericanos,nÚms.212-213, agos-to-septierubre1967.

~ A. Rnxis: Obras completas,vol. 1, Fondo de Cultura Económica.México,1955, pág. 74.

46 Aunque,comobienha señaladoDámasoAlonso, Darío fracasecuandoin-tentagongorizaral pie dela letra, tratando,porciemplo, deconstruirhipérbatos,lo cierto es que su poesíatiene una cargagongorina que fue muy bien per-cibida por sus contemporáneos.Así Emilio Ferrari se refería al modernismocomo «esajerga soberana¡ que es Góngoravestido a la francesa¡ y pringadoen compota americana»(E. FERRARI: Obras completas. Madrid, 1908). Conindependenciade la peyorativaintención del juicio, hay que reconocerque ladefinición es agudísima. Otro tanto podría decirseacercade la clarividencia conque Leopoldo Alas asociaba,antes de la fecha a que correspondenlos versosde Ferrari, las vinculacionesexistentesentregongorismo, simbolismo y moder-nismo: «JuanPabloRichter, Carlyle, Góngora,fueron simbolistasy muy sim-bolistas. Y pensarque Rubén Darío tal vez lo ignora!» (en Grafómanos deAmérica. Madrid, 1902, págs.17-22). Citados por iJonaid F. Folgequist en Es-pañoles de América y americanos de España. Ed. Gredos. Madrid, 1968, pá-ginas 59 y 54.

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de haber iniciado —aunquefuera de un modo casi incomprensibleydesdeluego inconscientey pintoresco,el gustopor Góngora»~.

Por cualquier lado había, pues,de encontrarsecon don Luis, unpoetavisual e imaginativo como Neruda,devoto de Darío, cuyos ante-cedentesgongorinosreconoció al afirmar: «No hay RubénDarío sinGóngora»t y de los simbolistas a alguno de los cualesasoció, y nocasualmente,sin duda, con el poeta de Córdoba: «. -. la poesíadeShakespeare,como la de Góngoray Mallarmé, juego con la luz de larazón, impone un código estricto aunquesecreto»%

Neruda admiró en Góngorael prodigiosomanejodel idioma comoun fabuloso tesoro, sin duda porque había en el chileno la mismaenajenaciónpor la palabra que en el cordobés,«el placer del lengua-je» que Barthes ha definido como «de la mismacstofa. de la mismasedaque el placer erótico»~. Desdela primera palabra en las tinie-blas en la hora de la Creación—dice Neruda——, «el verbo asumióto-doslos poderes¡ y se fundió existenciacon esencia1 en la electricidadde su hermosura»~‘. La asociaciónpalabras-joyases frecuenteen Ne-ruday. como es de esperar,no dejade aplicarla al referirsea Góngora,a quien presentaconío una de las grandesvetasde la España«clara»y «transparente»——la misma de Garcilaso— que entre crueldadesytinieblas—estamosen el Canto general—supo hacer un huecopara«el diamanterebelde»:

No en vano en Córdoba entre las arañassacerdotales,deja Góngorasus bandejasde pedreríaaljofaradas por el hielo 52

4? D. ALONSO: Estudiosy ensayosgongorinos,pág. 548.48 U. NERUDA: Latorre, Prado y mi propia sombra, II, pág. 1103.

U. NERUDA: Inaugurando el año de Shakespeare,JI, pág. 1113.

~ R. Bxwnws: Sarduy, la faz barroca, un Mundo nuevo, nÚm. 14. PaTIS,agosto 1967. La penetracióndel gongorismo en el simbolismo francés está,a nuestromodo de ver, implícitamentereconocidaen las siguientesconsidera-cionessobre éstehechaspor Roland Bartbesen esteestudio y que le son su-geridasprecisamenteal comentarla obra de Sarduy,uno de los másexaltadosneobarrocoshispanoamericanos:«Hubo que esperara Mallarmé (en Francia)paraque nuestraliteraturallegara a concebirun significantelibre, sobreel cualya no pesarála censuradel falso significado e intentarala experienciade unaescritura libre por fin dc la represiónhistórica en que la mantenían los pri-vilegios del ~pensamiento’».

U. NERUDA: Plenos poderes,fi, pág. 447.52 U. NERUDA: Canto general, 1, pág. 409.

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El contrasteentrea) lo triste y negativo(las «arañassacerdotales»)y b) lo puro y luminoso (las «bandejasde pedrería»)tiene un simbo-lismo muy marcadoque, curiosamente,encontramosanticipadoen unpoemade Darío dedicadoa Góngora:

De Españaestá sobre la vesteoscuratu nombrecomojoya reluciente~.

ParaDámasoAlonso «la vesteoscurade Españaes, probablemen-te, alusiónal recientedescalabrocolonial»~ No lo dudamos,teniendoen cuentaademásotra alusióndarianaa Españacomo «la moradaqueentristeció el destino»~ y ello nosmuestraquela oposicióna)-b) en elnicaragúensetiene un sentido distinto al de Neruda.En todo caso, elesquemaes el mismo y bien legítima es la sospechade queel chilenolo utilizará añadiendosu propia connotación.

Góngora, lo hemos visto, es uno de los cuatro bienamadospoe-tas de Neruda,a los que cita en bloque. Le subyugatanto su palabraque cuandonos relate la muertede Villamedianay acuda a reprodu-cir el texto de la carta de don Luis, de 23 de agostode 1632, dondesenarra cl terriblesuceso,no sabemossi el poetase sientemás hechi-zadopor la tragedia misma o por la belleza del texto del cordobés.

PeroNeruda—ya se ha mostrado—ha percibidomuy bien lo quehay en Góngorade racionalismoy es eso lo que en definitiva le im-pide identificarse con él a partir de cierto limite. Góngorano puedeacompañarlecuandoel chileno conducesusversospor los dominiosde lo incoherente,porquela poesíadel cordobéstiene, a pesarde lasapariencias,una lógica matemática.Está claro ademásque a Nerudale sobra la emocióno, al menos,le falta el poderque tiene Góngorade retenerla~.

El españolnavegapor ruta certeraa travésde un dédalode fulgo-res («en Góngoratemblabanlos rubíes»)~ y retorsionesque no leperturban;es un camino perfectamentecalculado.Góngora,en defini-tiva, es frío. Recordemosen una de las citas anterioresla mención a

~ R. DARÍO: «Trébol», 1. En Cantos de vida y esperanza,en Poesiascom-pletas. Ed. Aguilar. Madrid, 1967, pág. 660.

~ O. ALoNso: Estudios y ensayosgongorinos, pág. 564.“ R. DARfO: «Al rey Osean>,en Cantos de vida y esperanza,pág. 634.~ Volvemosa recogerjuicios de DámasoAlonso: «La labor de Góngoraes

eminentementeconstructiva: orden, norma, sistema»...«Góngoraes un poetaque trabaja siempresobre los datosde una representacióndel mundo ya esta-blecida de antemano»(Estudios...,pág. 556).

“ P. NERUDA: Cantos ceremoniales,II, pág. 4O9~

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tal frialdad en la estéticagongorina: «susbandejasde pedrería1 aljo-faradaspor el hielo». Y no sepienseque el hielo puedaserun elementomásde carácterornamentalen la metáforade Neruda.Bastaenlazaría.para quetodo quedebien claro, con ciertasobservacioneshechasporél acercade GarcíaLorca y los demáspoetasde su generación:Lor-ca fue «el único sobreel cual la sombra de Góngorano ejerció eldominiode hielo queel año 1927 esterilizóestéticamentela granpoesíajoven de España»~. Resulta en verdad interesantepor lo significativoeste juicio sobresus estimadosy no cabeduda que tambiénadmiradospoetasdcl veintisiete. Ni siquierasalva a Alberti (de quien contó enotro lugar: «Puededecir de memoria la ‘Primera soledad’,de Gón-gora»59).

En el fondo tenemosla sensaciónde que Neruda,gran gongorino,no acabó de entenderdel todo a su admiradomodelo.Tal vez en elmomentodela veTdadpretendióobtenerde supoesiaunaentregaqueera imposible según el propio GarcíaLorca supodefinir bien cuandoafirmó: «Góngorano viene a buscarnospara ponernosmelancólicos,sino que hay que perseguirlorazonablemente»~. Demasiadaexigenciapara Nerudapara quien emocióny expresióneran como cuestióndeprincipio valores inseparables.El chileno se acercó,pues,a Góngoraen cuantoanhelócomo ésteun lenguajeincorruptible, eterno.El mis-mo que el autor dc las Soledadeshabía logrado crear en la idea deque, como intelTretaGarcíaLorca, «la eternidadde un poemadepen-

58 p~ NERUDA: Federico García Lorca, II, pág. 1045. Hubiera sido justo que

Nerudasituarafuera de esedominio a DámasoAlonso, cuyadevociónpor Gón-gora no repercuteen su propia poesíay que no deja de conflrmar la opiniónde Neruda cuandoescribe; «Las doctrinas estéticas de hacia 1927 que paraotros fueron tan estimables,a mi mc resultaronheladorasde todo impulso crea-tivo» (en Poetas españolescontemporáneos.Ed. Gredos. Madrid, pág. 169).No sabemossi Jorgee Guillén pensaríaen acusacionescomo la de Neruda,cuendo defiende la posición de los llamados poetaspuros, y afirma que loúnico que éstoshicieron fue prohibirse el efectismo, lo cual no justifica que suobra carecierade latido humano (J. GUILLÉN: Lenguaje de poema: una gene-ración, en Lenguajey poesía. Rey, de Occidente.Madrid, 1962, pág. 247).

~‘ P. NERUDA: Amistadesy enemistadesliterarias. II, pág. 1053. Anotemos,de paso,que Alberti no dejó sin respuestaestecomentario.Años mástarde, alrecordar estas palabras, escribirá: «Creo sinceramenteque se equivoca. Elejemplode Góngora no esterilizóa nadie Por el contrario, nuestrageneraciónen plenosalió aún máspotentey perfilada de aquellanecesariabatallareivindi-cadora» (R. ALBERTI: La arboleda perdida. CompañíaGeneralFabril Editora.BuenosAires, 1959, pág. 257).

E. GARcÍA LoRcA: La imagen~ po~e~ic~~de Góngora, en Obras co’n nietas

.

Ed. Aguilar. Madrid, 1971, pág. 72.

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de de la calidad y trabazónde sus imágenes»61 (E. García Lorca,op. cit., pág.66). Por lo que «quisoquela bellezade su obra radicaraen la metáforalimpia de realidadesque mueren»~.

Ese algo, en efecto,que hay en el culteranismode andamiajeso-noro y brillante, destinadoa sobrevivir por encimade las injurias deltiempo,esacaptaciónde la hermosuraimperecederadel mundoen unaarquitecturaincorruptiblees el aspectode la creacióngongorinaqueno podía menos dc seducir a Neruda, Sólo en esalínea del barrocose ha dadoen la historia de la literaturatal ansiade aprehensióntota-lizadoradel trasfondoideal de las cosasy los seres,trasfondoque estámás allá, en el sentidoplatónico,de las sombrasque son las aparien-cias. Es precisamenteen esa tensión, tan intimaníenteligada a la lite-ratura hispánicadondehay que buscar las raícesdel actual realismomágico,que es, por encimade cualquierotra consideración,un fenó-meno netamentehispanoamericano.

Ahorabien, a Góngorale bastabacon «fijar» el mundoen un pro-ceso exquisitamenteintelectivo. No quiso comprometersecon lo tem-poral; escribía para el Tiempo. Evidentementees ahí donde Nerudamuestraunaposiciónmuydistinta siempre,antesy despuésde Españaen el corazón.Lorca en su Presentaciónde PabloNeruda,con motivode la charla que el chileno dio en la Residenciade Estudiantesenel año 1934, pudo definirle como «un poeta que está más cercadel dolor que de la inteligencia, más cerca de la sangre que de latinta»63 Por eso no pudo amarsin más, como Góngora.«la bellezaobjetiva, la belleza pura e inútil, exenta de aparienciascomunica-bles»~, amor sereno, mera ataraxia,donde a pesarde ciertasaparien-cias no cabía—y seguimoscon ideasde Lorca— ni el desordenni ladesproporción.

Para Neruda. la poesía no podía ser únicamenteeso. El mundopara él era bello, pero dramáticamenteinarmónico. En un poemadesus últimos años,como quien ha asumidolo irremediablede esaau-senciade armonía,pudo escribir: «Voy a rogarte: déjameintranqui-lo» ~. Esta intranquilidad, esteapasionamientoson los elementosque.en último término, le alejande Góngora.

>‘ Ibid., pág. 66.

Ibid., pág. 67.E. GARCÍA LORCA: Presentaciónde Pablo Neruda, en Obras completas,

página 147.E. GARÚA LORCA: La imágen poética de Góngora, en Obras completas>

página 67.~‘ P. NERUDA: Aón. Editorial Lumen. Barcelona,1971, pág. 77.

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Como bien ha dicho Emir RodríguezMonegal, «Neruda no esGóngora: es decir, su laberinto no tiene hilo racional, aunquetienehilo» t Claro que estaspalabrasse refieren a Residenciaen fa tierra,centro del mayor momentode desazóne irracionalismoen la poesíanerudiana.Aunque siemprehemos opinado que el irracionalismo deNeruda no es absolutoe incluso en sus etapasmás criticas, efectiva-mente,«tiene hilo», no hay duda de que resultamuy acendradosi locomparamoscon la tersa objetividad de Góngora. (El juzgar la obrade aquélcon criterios válidosparala de ésteprodujo no pocadesorien.tación a Amado Alonso.)

Tal vez por eso seda en las Odaselementalesuno de los momentosen que el artedel chilenoseaproximamás al del español.En las Odas.notablementerebajadala exaltaciónemocional,se haceun inventariodelmundoqueestábien cercadc la líneade éste.La simplicidaddelas Odasessólo aparentey radica enla elementalidaddelas cosasdescritas,perono en la manerade describirías.Nos sorprendepor ello que un críticode la perspicaciade Luis Alberto Sánchezhayaafirmado que las Odasson antigongorinasporque «revelan insultantedespreciopor las ga-las verbales»,ya que ellas «dicen lo que buscandecir con el menornúmerode palabrasposible»% No compartirnoseste reciente juiciodel gran crítico peruano porque, en nuestraopnión, lo que suce-de en las Odas es todo lo contrario: no es posible establecermásasediosverbalesparadefinir, en general,cosasmenosintrincadas.LasOdas elementalesson un desafioa la simplicidad, y estimamoslógicoque RodríguezMonegal hayacalificado a Nerudacomo «estenuevo»Góngoraal referirsea él a propósitode las Odas:

de maderapulida,delucida caoba,listacomoun violín queacabade naceren la altura,

~ E. R. MONIIGAL: El viajero inmóvil. Ed Losada. Buenos Aires, 1966, pá-gina 206.

L. A. SÁNCHEz: «Testimonios», en Revista Iberoamericana, núms. 82-83.página37. TambiénTamayo Vargas dice, hablandode Odas elementales,queal llegar a ellas al culteranismogongorino había sucedidoel conceptismo yQuevedo(en «TrespremiosNobel hispanoamericanos».RevistaSin nombre, nú-mero 1, junio-septiembre1972. San Juan dc Puerto Rico). Curiosa coincidenciaentre los dos destacadosprofesoreslimeños, con los que no tenemosmás re-medio que discrepar.

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y caeofreciendosusdonesencerrados,su escondidadutzura,terminado en secretoentre pójaro y hojas,escuelade la forma,linaje de fa le/la y de la harina,instrumentoovaladoqueguarda en suestructuradelicia intacta y rosa comestible~.

Ciertamente,los versos que acabamosde transcribir nos penniti-rían establecerno pocosparaleloscon pasajesde las Soledadeso con

el Poemaheroico de San Ignacio de Loyola, de DomínguezCamar-go, fervientediscípuloneogranadinodel maestrode Córdoba,pero.sinperder esto de vista, pensemostambién en aquellosque gongorizaronantes que Góngora,deslumbradospor las maravillas que el NuevoMundo ponía continuamenteante sus ojos: los cronistasde Indias.Compáresela presentaciónde la nerudianacastañacon estano menossensualdescripciónde la piña por Fernándezde Oviedo:

«Mirando el hombrela hermosuradésta,gozade ver la cum-posicióne adornamientocon que la Natura la pintó e hizo tanagradablea la vista para recreaciónde tal sentido. Oliéndola,gozael otro sentidode un olor mixto con membrillose duraznoso melocotones...;y no solamentela mesaen que se pone,más,muchapartede la casa en que está.seyendomadurae de per-feta sazón, huelemuy bien y conforta este sentidodel oler ma-ravillosa e aventajadamentesobrelas otras fructas.Gustaríaesunacosatan apetitosae suave,quefaltan palabras,en estecaso,paradar al propio su loor en esto...; puestaen la mano,ningu-na otra da tal contentamiento»~.

La literaturahispanoamericanaestállena de estascontemplacionesdeleitosasde los alimentos,bodegonesque los gongoristasindianosvi-nieron a colorearaún más vivamente. Hay una Arcadia americanaen

“ E. NERUDA: Odas elementales,1, pág. 1031. La cita de RodríguezMone-gal pertenecea «El viajero inmóvil», pág. 273.

“ GONZALO FERNÁNDEZ DE OvíEno: Historia general y natural de las Indias,libro VII, cap.XIV. B. A. E., vol. CXVII. Madrid, 1959, pág. 240.

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torno a cuyafrutal exuberanciahan gongorizadodesdelos citadoscro-nistashastaAlejo Carpentier,pasandopor los Balbuena.Landívar,elpropio Andrés Bello, a pesarde su neoclásicacontención~, y el Lugo-nes de Odasseculares.Esta singular poesíagastronómicaes a nuestroentendereminentementeamericana(y no olvidamos al arciprestedeHita ni a Max Aub). Góngora,claro está, la sazonócon su brillanteespeciería.Nerudaserá uno de sus artífices.

Recuérdesecómo se le van los ojos tras las «aglomeracionesdepanpalpitante»,«las ínerluzas»,«el aceite»,los «pescadoshacinados»,el«delirantemarfil fino de las patatas».los «tomates repetidos hastael mar», en uno de los más dramáticospoemasde España en el co-razón~ Nada reflejarápara él mejor que estascosasel saborgenuinode la vida, quebrantadapor el dolor de la guerra. Recuérdesetambiéncómo su apología de una nación del Este europeo alcanzaráno sóloa los aspectospolíticosde ésta,sino, bien anticonvencionalmente,a susrefinadascreacionesculinarias.Estamosrecordandosu visión del paísmagiaren Las uvas y el viento y en Comiendoen Hungría, libro es-crito en 1965 en colaboracióncon Miguel Angel Asturias.

Amado Alonso, a quien siemprehay quevolver al estudiara Ne-ruda, ha señaladocómo en Veinte poemasde amor la menciónde lafruta con valor de símbolo sensualdenotala huella de SabatErcasty,especialmenteen el casode las alusionesa la uva. Ahora bien,en lasOdas elementales,los frutos no tienen necesariamenteconnotacionesamorosas.Lo que de ellos se extrae es el gocedel paladar,del tacto,de la vista y del olfato, al margende cualquierotra cosa. El deleiteque ofrecenlas cosaspequeñasal sertratadascon amor y grandeza,tratamientocaracterizadamentegongorino para García Lorca72 y quepara nostros tiene, además,otras implicaciones, como se ha dicho.

Claro que lo que a la larga no acepta Neruda es la purezainexorable en el dibujo de los objetos y los seres,dibujo amoroso.pero de impecable asepsia. Como bien ha señaladoSieberman. elmuy citado ensayode Neruda «Sobre una poesíasin pureza», es-

“ Lo recuerdamuy oportunamentePedro llenriquezUreña,quiencita a estepropósito los siguientesversos de La agricultura en la zona tórrida: «El algo-dón despliegaal aura leve¡las losasde oro y el vellón de nieve»...«El maíz,jefe altaneroide la espigadatribu»... «. . el cacao1 cuajaen urnas de púrpurasualmendra...¡ el ananássazonasu ambrosía»...(P. II. UREÑA: Las corrientesli-terarias en la América hispánica. Fondo de Cultura Económica.México, ¡969,pág. 105.

71 p• NERUDA: Tercera residencia, 1, págs. 215-276.‘~ E. Gnct~LORcA: La imagen poética de Góngora. en Obras completas,

pág. 71.

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críto como prólogo a la revistaCaballo verde para la poesía,es unareaccióncontra lo que en muchosde los poetasdel veintisiete había,diga Jo que quieraAlber-ti. de frialdad gongorina—sin olvidar la ha-esquivablehuella del antiemocional impacto ultraista o el controver-tido influjo de Valery—, «una vuelta de espaldasa la estéticade losañosveinte»7~. Recuérdeseestadefinitoria acusaciónnerudianadentrode aquelensayo: «Quien huye del mal gustocae en el hielo» ~

Y, sin embargo,Neruda no se ha librado de que sobre él mismorecaiganacusacionesno muy diferentesen el fondo a las que él for-muló, por partede un sectormuy ampliode la crítica contemporánea.Tambiénsu poesía«sejuzgó mármol y era carneviva», dicho seaestosin ánimo de avanzarni un pasoen la apreciaciónde concomitanciascon la de Darío. Piénsese,por ejemplo,en estejuicio de Mario Bene-detti: «La poesíade Nerudaes, antes que nada,palabra.Pocasobrasse han escritoo se escribiránen nuestralenguacon un lujo verbal tanasombrosocomo las dos primerasResidenciaso como algunos pasa-jes del Canto general...Claro ljobs¿rvesela concesión]que en la obrade Nerudahay tambiénsensibilidad,actitudes,compromiso,emoción,pero (aun cuandoel poetano siemprelo quiera así) todo pareceestaral noble servicio de su verbo»W

De nadale valieron, pues,a Neruda sus distingosal incorporar asu modo de hacermanerasgongorinas.Benedettiencuentraen su len-guajeun «poderverbal hipnotizante»76• También IbáñezLanglois ha-blará de «los potenciashipnóticas del nerudismo» al referirse a supoesíar Curiosodestinoel de Neruda, rechazadode plano por otros

‘3 0. SIEBENMANN: Los estilos poéticosen España desde1900. Ed. Gredos.Madrid, 1973, pág. 385.

~ P. NERUDA: Sobreuna poesíasin pureza. II, pág. 1041.‘3 M. BENEDETTI: Vallejo y Neruda: dos modosde 14luir, en Letras delcon-

tinente mestizo. Colección Ensayo y testimonio. Arca. Montevideo, 1967, pá-gina 63.

Por lo demás,adviértasequeci lujo verbal deNeruda—el «lenguajeheroico»habríadicho Góngora—alcanzano sólo a estosconsabidoslibros, sino que llegabastael final de su obra. Podemoscontentarnos,dadala índole de estearticulo,con dar un ejemplo tomado de un libro póstumo,La rosa separada (Ed. Lo-sada. Buenos Aires, noviembre1973, pág. 81): «Oh torre de la luz, triste her-ruosura¡ que dilató ea el mar estatuasy collares,]ojo calcáreo, insignia deaguaextensa,grito] de petrel enlutado, diente del mar, esposa]del viento deOceanía,oh rosaseparada] del tronco del rosal despedazado¡ que la profun-didad convirtió en archipiélago,]oh estrella natural, diademaverde] sola entu solitaria dinastía...»

~> Ibid., pág. 63.‘3 JosÉ MIGUEL IBANEz LANGLOIS: «Prólogo»a la edición de Antipoemas,de

NicanorParra.Ed. Seix Barral. Barcelona,1973, pág. 56.

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quesólo ven en él todo lo contrario: al autorde unapoesíaintolera-blementecomprometidacon la realidad. No le faltabarazón al afirmaren su «Oda a la crítica»:

Selanzaron

a disputarmi pobrepoesíaa las sencillasgentesquela amaban:y la hicieron embudos,la enrollaron,la sujetaroncon cien alfileres,la cubrieron con polvo de esqueleto»~

Ahora que la muertele ha dado inmunidad,empezaráa ser másfácil considerarel alcancedel gongorismode Neruday entender,sinnegarlo,quelo quele separaa nuestropoetade Góngoraes algo muyimportante y legítimo (a menos que aceptemosque el futuro de lapoesíahispanoamericanaestáen el neocampoamorianismoa lo Nica-nor Parra): el calor, la vehemenciao. simplemente,el sentimiento.Justolas mismascosasque le acercanal cuarto de los poetasespa-ñoles citadosen los versostantasvecesmencionados:Quevedo.

No es casualque sea un verso de Quevedo: «Hay en mi corazónfurias y penas»,la divisa que Nerudapone en el poema«Las furiasy laspenas»de la Terceraresidencia~. Esas tensionesanímicasestabanya muy presentesen los versos desoladosde las anteriores; en ade-¡antese avivarán acongojadamenteen el poetano por razonesmera-mente existenciales,sino en virtud de su acercamientoa los demáshombres.

AmadoAlonso ha señaladoqueQuevedoes «quizá el poetaclásicomás querido de Neruda»~ al apuntar las múltiples relaciones entreaquél y ésteen las Residencias—queno excluyen a Góngora,porque,en definitiva, tampoco es ningún secretoel culteranismoquevedesco—.La muerte, la disgregaciónresidenciaria,son sentidasquevedeseamen-te. Y es esapasióncuyas raíces sc anudanen el gran don Franciscola querompe, en la poesíade Neruda,esoshilos lógicos que Amado

‘3 P. NERUDA: Odas elementales,1, pág. 1043.‘3 P. NERUDA: Tercera residencia, 1, pág. 264.~ A. ALoNso: Poesía y estilo de Pablo Neruda. Editorial Sudamericana.

Buenos Aires, 1966, pág. 317. Recordemos,de paso, la sugerentedefinición dcLeo Spitzer:«Nerudacs, enverdad,una ‘suma’ dc Quevedo+ Whitman + Rira-baud» (en Lingñisíica e historia literaria. Ed. Gredos. Madrid, 1968, pág. 284.

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Alonso se empeña en atar del todo inútilmente, porque estamosconvencidosde que el superrealismonerudiano—que no es absoluto,desdeluego— no es sólo una técnica tomadade cierta escuelafran-cesa,sino tambiénuna exacerbaciónconceptistacuyo sustratoestáenel XVII español. Amado Alonso, al puntualizaranalogíasNeruda-Que-vedo destacaimágenescomo «dientesy relámpagos».«llamas húme-das»,espigadasen el chileno y fácilmenterelacionablescon las queve-descas«llamas líquidas». «relámpagosde púrpura»~‘. En el terrenode estas concomitancias,sin necesidadde llegar a puntualizacionesestrictas,podríairse muy lejos. Dandoun giro a nuestroenfoque,anteversosde Quevedocomo «La confusión inunda el alma mía, ¡ mi co-razón es reino del espanto»~. donde estátoda la filosofía del ya men-cionadoWalkingaround del chileno, casi se nosescapala más insólitade las exclamaciones:quénerudianoes Quevedo.

Pareceen verdad evidenteque Neruda encontróen Quevedounaanticipaciónde su propia voz, especialmenteen lo que se refiere a unconsiderableperiodo de su periplo poético. El pesimismoquevedescoque, como ha señaladoDámasoAlonso, no se relacionasólo con loamoroso,sino que está«unido a la mismaentrañade su existir» 83, esun claro precedentedel de Neruda.como sentimientoy como expre-sión —aun considerandoque,en definitiva, el de don Franciscotieneun contrapesoreligioso del que careceel autor de las Residencias—.Siemprehemos sostenidoque Veinte poemasde amor revela ya. antetodo, una tensiónexistencialplenadondelo eróticose encuadracomovía, frustrada, de salvacióny ocupa, por tanto, un lugar secundarioen la estructurade contenidode cadapoema.

A esta altura nos preguntamos:¿DóndeacabaGóngoray dóndeempiezaQuevedoen la obra de Neruda?Acasola mejor respuestacon-sistaen decir que la influencia de ambosactúasimultáneamentesobrebuenapartede ella —lo cual se comprendemejor si se piensaen elgongorismodel propio Quevedo——.En determinadoscasospodríanha-cersedeslindesde unau otra presencia.Cuantoen Nerudahay de galasde lenguajees Góngora,cuanto hay de condensacióndc pensamiento,de briosa denuncia.de dolor, en suma,es Quevedo.Dos ejes que ver-tebrancomo sustrato lo esencialde la creaciónnerudiana,sin menos-cabode otras presenciascomo las que puedanrepresentarlos otros

“Ibid., págs.205 y 270.82 Cit. por DÁMASO ALoNso: Poesia española, pág. 574.83 Ibid. pág. 574.

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clásicos españolesantescitadosy, por supuesto,los siempre recorda-dosWhitman, Rimbaud. SabatErcasty,JuanRamón,Tagore.-.

Ea la obrade Neruda,y ateniéndonoscomovenimoshaciendodesdeel principio al análisis de referenciasconcretasen ella a los autoresaludidosen el título de estetrabajo, hay un texto especialmentereve-lador en relación a su admiraciónpor Quevedo:nos referimos, claroestá,al Viaje al corazónde Quevedo,variasvecescitado,cuya lecturailustra muchasclavesnerudianas.

En primer lugar, ese ensayonos permite afirmarnosen la idea deque Neruda descubrióen la obra del gran conceptistaun tempranosuperrealismohispánico.Quevedoes para el chileno el sin igual pin-tor de toda la guardarropíaabandonadade una época.guardarropíapresenteen su obra como en una bodegainmensa,símbolo a su vezde una abigarraday casi fantasmagóricasociedad,vivificada y des-truida a la par por «el rayo que sigue brotandoaún del corazóndelcaballero»~. rayo de luz y de crítica hirviente al mismo tiempo.

Manifiesta Nerudaque su iniciación al conocimientodel autor delos «Sueños»fue tardía, pero su adhesióna él, o mejor dicho, suautorreconocimientoa través de él fue total, definitiva. Noblementeadmitirá incluso su apoyo expresivoen el lenguajey en el tono que-vedescos:«Quevedofue pata mi la roca tumultuosamentecortada.la superficiesobresalientey cortantesobreun fondo decolor de arena,sobre un paisajehistórico que recién me comenzabaa nutrir. Losmismos oscuros dolores que quise vanamenteformular, y que talvez se hicieron en mi extensióny geografía,confusiónde origen, pal-pitación vital para nacer, los encontrédetrásde España,plateadaporlos siglos, en lo íntimo de la estructurade Quevedo.Fue entoncesmipadremayor y mi visitador de España»~.

La esencialidadde Quevedo.a través de quien se le descubreaNeruda la esencialidadde lo español,es lo que subyugóparasiemprea ese gran cazador de raíces. Quevedo le acompañóen su etapasuperrealistay en Quevedo debió de encontrar despuésese sentidotrascendentede la vida humanaque,aun sin participar de la posturacristianadel español,deslumbró y aleccionóal Nerudadescreído,peroincansablebuscadorde los fundamentosde la existencia: «Quevedome dio amí una enseñanzaclara y biológica. INo es el transcurriremosen vano,no es el Eclesistésni el Kcmpis, adornosde la necrología.sino la llave adelantadade las vidas... len Quevedo]... tienen su

1’. NERUDA: Viaje al corazónde Quevedo,11, pág. 10.Ibid., pág. 14.

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explicación el hombrey su borrasca, la lucha de su pensamiento,laerrantehabitaciónde los seres»

No podía faltar, como es previsible, entrelas razonesqueNerudaexpresacon relación a sus sentimientosadmirativos hacia Quevedolaconectadacon la valiente actitud del clásicoante los poderososde suépoca: «Quevedoes el enemigoviviente del linaje gubernamental»~La afirmación acaso no resistaun análisis riguroso, pero bien sabe-mos que en el terreno sociológico —y juzgándoleexciusivanienteporsu propia obra— Neruda se mueve casi siempre en un ámbito deideasgenerales.Tampocohay que exigir de un poeta precisionesdehistoriador o sociólogo desvelado. Aceptemos ademásque hay unQuevedoimperecederamentedesafiantey justo a despechode otrasservidumbreshumanasque empequeñecensu figura, como hay unLope noblementevitalista e idealista al que no puedencontaminarciertascartas al duquede Sessa.

La maneraen que Neruda enlazaa Quevedocon García Lorca.Antonio Machado y Miguel Hernándezes algo que, sin embargo,se resiste a nuestravoluntad de comprensión.Es una concesióndema-siado forzadaa lo circunstancial(y evidentementela grandezade esastres cimas de la poesíaespañolano dependeinexcusablementede suvinculación con Quevedo,aunquetampoco afirmaríamosque éstanopueda rastraearseen ningún caso). Lo importante es, sin embargo.reconoceren esteasedio a la sombrade Quevedola más fervientema-nifestaciónde adhesióna escritoralguno que Nerudahaya expresadoa lo largo de toda su obra. Adhesiónquerepresentaparalelamenteunansiatotal de penetraciónen lo másprofundo dcl serde España:«Así,pues, materia, sustanciamaterial de España,de la eternidadde Es-paña, es Franciscode Quevedo»~

No importa que en momentosposteriores,en «Cantosceremonia-les» (1961), nos sorprendauna alusióna Quevedoque revela una ac-titud despreciativaante su condición de poeta macabro: «Quevedo.el preso prófugo, el aprendiz de muerto¡ galopa en su esqueletodecaballo»t Carguemosla negatividadde la torva imagen a la cuentadel vitalismo un tanto triunfalista de Neruda por esasfechas, que lehace olvidar momentáneamenteque el definidor del «polvo enamo-rado» jamásalzó banderablanca ante la muerte, como él muy biensabia y había precisado: «Quiero que veáis, con el respeto que yo

66 Ibid.Ibid., pág. 15.

~ Ibid., pág. 23.“ 1’. NERUDA: Cantos ceremoniales,II, pág. 383.

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siento hacia su augustasombra,el duelo inacabable, su combatedeamor y de pasión con la vida y su resistenciahacia la seduccióndela muerte»~, palabrasque son, despuésde todo, una autodefiniciónpor partedeNeruda.

Unicamentehemos encontradouna vez más la alusiónal nombrede Quevedoen la obra de Nerudadespuésde «Cantosceremoniales».Aparecemuy significativamenteen «Fin de mundo» (1969), eselibrocargado de melancólicasironías donde el chileno trata de sometera juicio crítico del mundo que le rodea y a muchasde sus propiasdesazonespersonales.Cuandose describecomo «parientefuturo ¡ dela itálica piedraclara ¡ o de Quevedopermanente»~‘ hay que valorardoblementetal afirmación dado el especial contexto en que está si-tuada.

No era necesariapor otro lado esa menciónpara saberque la pa-sión de raízquevedescasigue en Nerudahastael final. Ahí estácomoindiscutible prueba esa honda exaltación del amor triunfante sobrela muerteen «La espadaencendida»(1970), desdeel primero hastaelúltimo de los versos, que puedensintetizarseen éstos:

«Dice Rosía: Desde toda la muertellegamosal comienzode la vida» ~.

No hemosde atarcabostras lo quehemosescrito.Quedémonosenel muestreosin pasara la reflexión estadística,porquenadamás queeso nos hemospropuestodesdeel comienzo.En todo casoes bastante,por si no hubiera muchasotras razones, en las que ahora tampocoentraremos,para mostrar la presenciaen el chileno de ciertas corrien-tes medularesde la literatura españolaque tienen demasiadoque vercon la esenciamismade España,el país que Nerudareconociócomo«una baseroqueradondeestá temblandoaún la cunade la sangre»~

Luis SÁINZ DE MEDRANOUniversidad Complutensede Madrid.

(España)

‘o p~ NERUDA: Viaje..., II, pág. 23.“ 1’. NERUDA: Fin de mundo.Ed. Losada.Buenos Aires, 1970 (1.0 ed., 1969),

pág. 62.92 p~ NERUDA: La espadaencendida.Ed. Losada.BuenosAires, 1970,pág. 148.‘~ P. NERUDA: Viaje al corazónde Quevedo,JI, pág. 12.