soÑadores y soÑadoras callejeras: una...
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SOÑADORES Y SOÑADORAS CALLEJERAS: UNA
EXPERIENCIA PEDAGOGICA PARA VISIBILIZAR LA INFANCIA
EN EL BARRIO EL AMPARO A TRAVES DEL JUEGO EN LA
CALLE
NESLY TATIANA MUÑOZ GARCÍA
LIZETH NATHALY QUIROGA DÍAZ
UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS
FACULTAD CIENCIAS Y EDUCACIÓN
LICENCIATURA EN PEDAGOGÍA INFANTIL
BOGOTÁ D.C.
2015
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SOÑADORES Y SOÑADORAS CALLEJERAS: UNA
EXPERIENCIA PEDAGOGICA PARA VISIBILIZAR LA INFANCIA
EN EL BARRIO EL AMPARO A TRAVES DEL JUEGO EN LA
CALLE
LIZETH NATHALY QUIROGA DIAZ
NESLY TATIANA MUÑOZ GARCIA
TRABAJO DE GRADO EN MODALIDAD MONOGRAFIA PARA OBTENER
EL TÍTULO DE LICENCIADAS EN PEDAGOGÍA INFANTIL
BETTY SANDOVAL
DIRECTORA
UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS
FACULTAD CIENCIAS Y EDUCACIÓN
LICENCIATURA EN PEDAGOGÍA INFANTIL
BOGOTÁ D.C.
2015
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UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS
CARLOS JAVIER MOSQUERA SUAREZ
RECTOR
GIOVANNI RODRIGO BERMODEZ BOHORQUEZ
VICERRECTOR ACADEMICO
MARIO MONTOYA CASTILLO
SECRETARIA ACADEMICA
GARY GARI MURIEL
COORDINADOR DEL PROYECTO LICENCIATURA EN PEDAGOGIA
INFANTIL
BOGOTA
2015
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NOTA DE ACEPTACIÓN __________________________________________ __________________________________________ __________________________________________ __________________________________________ __________________________________________ __________________________________________ __________________________________________
______________________________________
Firma Directora
______________________________________
Firma Jurado
______________________________________
Firma Jurado
BOGOTA D.C. 26 DE OCTUBRE 2015
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UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS
FACULTAD CIENCIAS Y EDUCACIÓN
LICENCIATURA EN PEDAGOGÍA INFANTIL
Resumen Analítico Especializado
ASPECTOS FORMALES
TIPO DE DOCUMENTO Trabajo de grado
ACCESO AL DOUMENTO Universidad Distrital Francisco José De Caldas
TITULO
Soñadores Y Soñadoras Callejeras: Una
Experiencia Pedagógica Para Visibilizar La
Infancia En El Barrio El Amparo A Través Del
Juego En La Calle
AUTORAS Lizeth Nathaly Quiroga Díaz, Nesly Tatiana Muñoz
García
DIRECTORA Betty Sandoval Guzmán
FECHA 22 MAYO 2015
ASPECTOS DE TRABAJO
PALABRAS CLAVES:
Juego, infancia, calle, barrio, narrativa, fásol
DESCRIPCIÓN:
El presente trabajo de grado es una propuesta lúdico pedagógica escrita a
modo de narrativa, que busca visibilizar la infancia en la calle dentro del sector
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del Amparo a través del juego mediado por dos personajes
“payasos”(Juananana y Tatatata) sensibilizando a la población adulta frente al
papel de la infancia buscando así la construcción de lazos de confianza.
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CONTENIDOS: el trabajo se encuentra dividido en 8 conclusiones, resultados y
bibliografía que en su orden corresponden a: pinceladas de este sueño
(introducción), ¿y por qué soñar en El Amparo? (planteamiento del problema),
procesos que inspiraron este sueño (antecedentes), marco teórico, así
realizamos este sueño (metodología), Juanananá y Tatatatatá: jugando,
creando, pintando entre polvo (desarrollo de la experiencia), soñadores y
soñadoras: los capitanes de esta experiencia.
Dentro del documento se encontrara por qué apostar a la escritura narrativa y
no ala formal para este tipo de texto académico.
METODOLOGIA: Este trabajo esta guiado por un enfoque de investigación
acción colaborativa.
CONCLUSIONES: en este apartado se encontraran las apreciaciones de las
autoras sobre las implicaciones de trabajar con la infancia en la calle.
AUTOR DEL RAE: Lizeth Nathaly Quiroga Díaz, Nesly Tatiana Muñoz García
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RESUMEN
El presente trabajo cuenta a manera de narrativa la propuesta lúdico
pedagógica: Soñadores Y Soñadoras Callejeras: Una Experiencia Pedagógica
Para Visibilizar La Infancia En El Barrio El Amparo A Través Del Juego En La
Calle.
Esta experiencia se desarrolla a través de la voz de dos personajes: Juanananá
y Tatatatá que llegaron al barrio el Amparo a dar color a sus calles grises
teniendo como objetivo diseñar e implementar una experiencia pedagógica que
permita construir vínculo social para recuperar la confianza en los otros y en la
calle, para que la infancia del sector pueda disfrutar del territorio de una manera
segura a través del juego.
Generando una reflexión frente a nuestro papel como docentes y sus campos
de acción, al igual surgieron una serie de recomendaciones para la licenciatura
en pedagogía infantil que creemos convenientes para ampliar el panorama de
acción que puede llegar a tener un o una pedagoga infantil.
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AGRADECIMIENTOS
Al Amparo, y al grupo de mujeres Fásol, por la confianza brindada y la
experiencia adquirida.
A los niños y a las niñas por enseñarnos a ser valientes y a cuestionarnos frente
a nuestra labor como docentes, a la formación dentro de la universidad y su
impacto en espacios no convencionales.
A Betty, nuestra directora, por tenernos tanta paciencia y guiarnos en este
proceso.
A Gary, por mostrarnos el mágico mundo del circo con enfoque social y comunitario y darnos a conocer personas maravillosas que inspiraron este
sueño.
A nuestras familias, por confiar en nuestros pasos y apoyar nuestros sueños de colores.
Y a todas las personas que no fueron citadas en este trabajo pero estuvieron
ahí, apoyando este sueño.
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TABLA DE CONTENIDO
1. Pinceladas de este sueño (introducción)……………………………….13
2. ¿Y por qué soñar en El Amparo?(planteamiento del problema).......17
3. ¿Qué buscamos con este sueño? (objetivos)....................................22
3.1. Objetivo general…...………………………………………………….22
3.2. Objetivos específicos…………………………………………………22
4. Procesos que inspiraron este sueño (antecedente)...........................23
4.1. Circo Doremifasolasi………………………………………………….23
4.2. Escuela móvil………………………………………………………….24
4.3. Circo Medellín…………………………………………………………25
4.4. Fundación casa naranja……………………………………………...26
4.5. Circo teatro ciclo vital…………………………………………………28
5. Marco teórico………………...………………………………………………29
5.1. Los niños, niñas y la ciudad: hacia una infancia urbana…...…….30
5.2. El juego: Una manera de disfrutar la ciudad……………………….33
5.3. Territorio seguro: lazos de solidaridad……………………………...35
5.4. El personaje clown: el mediador en la calle……………………….,37 6. Así realizamos nuestro sueño (metodología)………………………….40
6.1. Fase co-situacional..………………………………………………….40
6.2. Fase co-operacional..………………………………………...………42
6.3. Fase co-producción.……………………………………………..…...48
6.4. conclusiones………………………………………………………......49
7. Juanananá y Tatatatá: Jugando, creando, pintando entre polvo
(desarrollo de la experiencia)……………………………………………..50
8. Soñadores y soñadoras: los capitanes de esta experiencia………..65
9. ¿Y que implica para una pedagoga(o) infantil trabajar en la calle?
(conclusiones)……………………………………………………………….78
9.1. Cambiar el aula por la calle………………………………………….78
10. Y así se fueron creando... esperanzas (resultados)…………………..82
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10.1. Cada cual en su oficio: el niño en el hogar y el adulto a laborar...82
10.2. Los lazos de confianza empiezan con pequeños hilos solidarios.85
10.3. Se vale soñar, aun con imposibles………………………………….88
11. Recomendaciones…………..………………………………………………90
12. Bibliografía……………………………………………………………………92
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1. Pinceladas de este sueño
(Introducción)
“El cuerpo es el primer lugar donde la mano del adulto marca el niño, es el primer espacio donde se imponen los limites sociales y psicológicos que se le dan a su
conducta, es el emblema donde la cultura inscribe sus signos como si fueran blasones” Vigarello (2005)
Transitamos por lugares concurridos para no sentirnos solos, señalados o
amenazados, tenemos un punto de salida y uno de llegada, nos camuflamos
con expresiones violentas, con rostros duros y pasos rápidos, evitamos la
mirada del otro evitando también mirarlo, buscando en el suelo o a lo lejos el
valor que nos hace falta.
Vivimos entre calles y callejones grises, tropezamos con personas que viven
junto a nosotros de los cuales no conocemos ni el color de sus ojos, nos
consideramos ciudadanos y desconocemos nuestros derechos, nuestros
deberes, el barrio que habitamos y la ciudad donde vivimos.
Y nos preguntamos ¿cuál es nuestro lugar allí donde habita el miedo, por qué
negamos la posibilidad del encuentro con esos otros que forman parte del
territorio que habito, de qué nos estamos perdiendo cuando huimos
ensimismados en nuestros propios laberintos, podemos construir juntos
territorios más seguro donde no se esquive la mirada y se transite sin miedo por
calles y callejones del barrio que habitamos? También nos preguntamos ¿dónde
están los niños y niñas en estas calles donde habita el miedo? ¿Qué pasa con
ellos en estos territorios inseguros?
Son preguntas que afloraron después de constatar el miedo de los niños y las
niñas del barrio el amparo de salir a la calle y encontrarse con los otros, de su
angustia de vivir en un barrio peligroso que amenaza su vida, su integridad y
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sus derechos. Son inquietudes que nos invitan a reconocernos como sujetos
sociales inmersos en las dinámicas barriales y la vida en comunidad y nos
desafían como pedagogas infantiles a buscar alternativas educativas que
contribuyan a transformar las realidades que afectan la vida de los niños y niñas
en los territorios que habitan.
En esta perspectiva, asumimos el reto de trabajar con la comunidad del barrio el
Amparo, especialmente con sus niños y niñas, con la esperanza de tejer lazos
de confianza para explorar la calle de la mano de los otros iguales. Se trata de
invitar a los niños y niñas a salir del “oscuro encerramiento” en el que están
presos por las múltiples violencias cotidianas del sector, violencias que les
impide el derecho a disfrutar de la calle con sus juegos y algarabías, buscamos
que los niños y niñas hagan presencia en su territorio como sujetos de
derechos, que a través de la mediación del juego y el arte se apropien y
transformen sus calles en lugar donde puedan disfrutar de la magia de vivir la
vida porque la pueden habitar sin miedo.
Este desafío tiene origen en la práctica pedagógica de octavo semestre, cuya
vivencia nos llevó al barrio El Amparo con sus calles polvorientas, grises,
anónimas y peligrosas. Calles que recorrimos con miedo al principio y luego con
la esperanza de que los dueños de esos rostros infantiles que husmeaban por
las ventanas se atrevieran a salir y se dejaran encantar con la magia del “Circo
Doremifasolasi” que los invitaba a jugar, a crear y expresarse a través del arte.
El circo fue la estrategia que utilizamos para acercar a los niños y niñas a la
biblioteca barrial y también nos permitió intuir que algo se podría transformar en
la calle para que los niños y niñas pudieran estar allí.
Con esta intuición dos practicantes decidimos apostarle a la construcción de
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una propuesta lúdico pedagógica1 que permitiera encontrar la manera de
franquear la burbuja de miedo que encerraba a los niños y niñas del barrio en
sus casas y los dejaba sin opciones para enfrentarse de cara con las
problemáticas que atraviesa el barrio: robo, sicariato, microtráfico de drogas,
violencia entre pandillas, amenazas de grupos ilegales, explotación y trabajo
infantil, violencia de género, maltrato intrafamiliar y abandono, entre muchas
otras situaciones a las que están expuestos.
En este horizonte creamos dos personajes: Tatatatá y Juanananá, que nos
ayudaran a transformar los temores que surgen en nosotras como pedagogas
ante un contexto violento, y así mismo, se constituyeran en una mediación
pedagógica para acércanos a los niños y niñas. Entre maquillaje y trajes de
payaso, estos problemas se convertían en un reto a cambiar, entre juego y arte,
bajo el emblema de “Soñadores y soñadoras callejeros”, apostamos por generar
lazos de confianza con los niños y niñas y a su vez con algunos padres, madres
y otros familiares; pues, para muchos participar en los talleres era retar también
esas barreras a las que estaban siendo enfrentados. Quienes permanecían
encerrados, buscaban la manera de salir a jugar con nosotras así fuera a
escondidas, lo que se transformó al hablar con los padres y solicitar permiso
para la participación de talleres, contando a su vez con la confianza y apoyo de
padres que estaban al tanto del proceso y que aconsejaban a sus vecinos la
participación de sus hijos e hijas en este espacio.
Poco a poco la acogida fue mayor, no solo por parte de los niños y niñas, sino
también por los adultos que estaban pendientes de lo que cada jueves sucedía,
haciéndose partícipes y testigos de la magia que invadía a los pequeños,
transformando sus rostros rudos en caras sonrientes. Las calles cada jueves se
llenaban de colores y rostros atentos a la llegada de estos personajes,
cumpliendo cada cita con mayor puntualidad y anhelo, a la espera de lo que
1 El juego como herramienta y excusa para llegar a un fin.
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teníamos preparado para cada día, y así mismo, las propuestas que tenían ellos
y ellas para construir el espacio de los “Soñadores y soñadoras callejeros”.
Durante 12 sesiones fuimos partícipes y en parte culpables de la
transformación, más que del sector, de los niños y niñas, de los soñadores y
soñadoras, quienes ya no tenían miedo a decir lo que no les gustaba de su
barrio, quienes buscaban la manera de cambiar eso que era molesto, quienes
no solo pensaban en ellos mismos, sino que, el problema de sus vecinos se
convertía en un problema de todos, esos niños y niñas que empezaron tímidos
y salieron a la calle a enfrentar a aquellos que están siendo el foco de las
problemáticas que ellos y ellas evidenciaban en su barrio.
Aunque el tiempo no estuvo a nuestro favor, logramos sembrar y fomentar el
liderazgo en algunas de nuestras soñadoras Claudia y Luisa, quienes al
terminar los talleres, se comprometieron más que con nosotras, con los demás
soñadores y soñadoras a continuar con la esperanza de transformar o al menos
seguirse visibilizando en el sector, denunciando y actuando frente a las distintas
violencias que los afecta a diario.
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2. ¿Y por qué soñar en El Amparo?
(Planteamiento del problema)
Es importante reconocer que no sólo en el campo se da el desplazamiento
forzado, que las minorías no son las únicas vulneradas por no tener un territorio
propio y un ejercicio efectivo de sus derechos, puesto que en la ciudad los
desalojos de las comunidades se dan no sólo a manos de agentes armados
(guerrillas, paramilitares, grupos ilegales) sino también por deudas bancarias,
planes de desarrollo urbano, amenazas y panfletos, que se convierten en otras
formas de violencia que terminan vulnerando derechos humanos a los
habitantes de los barrios populares.
Estas situaciones hacen parte de una cotidianidad que pasamos por alto, que
permitimos por desconocimiento de nuestro quehacer ciudadano, y tal vez, por
temor a represalias de un orden jerárquico de poderes impuestos por una
cultura de miedo, por la usual falta de organización y unidad de las
comunidades.
El Amparo, barrio de la UPZ 80 Corabastos en la localidad de Kennedy; cuenta
con los servicios públicos básicos, solo tiene tres calles pavimentadas
denominadas “calles seguras”, referenciadas con un afiche de la Policía
Nacional. Las demás calles no cuentan con alcantarillado; en temporada de
lluvias sufren empozamiento de agua y barro. En su mayoría no se evidencia
una delimitación entre la calle y el andén y el tráfico de autos no está señalizado
en las zonas no pavimentadas.
La nomenclatura de las calles es inconstante, puesto que en los mapas de la
localidad no aparecen cerca de cinco cuadras las cuales han sido denominadas
por los habitantes como “las calles fantasmas”, existen también alrededor de
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cuatro calles que a pesar de aparecer en el mapa de la localidad, son calles
fantasmas y olvidadas, denominadas “el cartuchito” del sector por la ocupación
de indigentes y el alto índice de comercio de drogas. Estas calles son
denominadas “calles no seguras” y habitantes del barrio evitan transitar por
ellas.
En este sector se encuentra con el humedal “La Vaca” con una extensión
aproximada de 7 hectáreas y se encuentra dividido en dos sectores: La primera
colinda con los barrios Villa Emilia, con el Barrio la María, barrio Villa Torre y con
el barrio Villa Nelly. El segundo sector limita con la Central de Abastos, Parque
Metropolitano Cayetano Cañizares, y con los barrios Cañizares y el Amparo.
El humedal actualmente está protegido por Acueducto y alcantarillado de
Bogotá ya que para el año 2006 se ve la necesidad por parte de los habitantes
del barrio el Amparo y Patio bonito generar un “Plan de Recuperación” puesto
que en este se encontraban viviendo alrededor de 150 familias lo que generó un
deterioro en el ecosistema; de igual manera se utilizaba el humedal para
desechar escombros, fue por estos factores que la fauna se redujo
drásticamente y hoy sólo se observa tinguas de pico rojo.
El Amparo cuenta con la cercanía del parque Cayetano Cañizales, la biblioteca
comunal Fásol, diferentes puntos y bodegas de reciclaje, bodegas de
ornamentación, graneros y mini mercados. El territorio no cuenta con una
imagen pública favorable, puesto que se conoce de varios asesinatos a taxistas
y diversos atracos, las redadas de la policía a los expendios de droga son
bastante violentas; por ello el sector se ve afectado por una popularidad
negativa, además de colindar con barrios como Patio Bonito, Amparo Cañizales
entre otros que tienen una imagen similar.
Con estas referencias, llenas de más temores que expectativas, llegamos a
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este lugar que a primera vista corroboraba aquellos imaginarios negativos que
tanto nos habían nombrado. Entramos al barrio de la mano de una organización
comunitaria de mujeres llamada “Fásol (Familias Solidarias) consolidada hace
más de treinta años, vinculada con el centro de promoción de cultura Britalia,
que se encarga de realizar talleres para mujeres y así continuar con una lucha
por el reconocimiento y respeto de sus derechos y la recuperación de un
territorio que les garantice un hábitat digno y seguro. Por dicha labor han
recibido amenazas de diferentes grupos armados que buscan acabar con la
organización popular, y con todo aquel que quiera generar procesos de
transformación social, por lo que, al llegar al territorio se recomienda no
mostrarse como parte o partidario de un grupo o movimiento social, cultural e
incluso educativo, en nuestro caso, no visibilizarnos como estudiantes de la
Universidad Distrital.
A pesar de ello, tuvimos la fortuna de contar con ese grupo de mujeres
ejemplares quienes a pesar de un sombrío panorama, luchan a diario por
reivindicarse como sujetas de derechos, con historias de vida marcadas por la
violencia y amenazas, como lo es el caso particular de “Liliana”, quien años
atrás tuvo que vivir en carne propia las amenazas de grupos al margen de la ley
por medio de panfletos y sufragios que dejaban en la puerta de su hogar,
generaron que esta mujer llena de valor enfrentará, denunciara y exigiera apoyo
y solución a la alcaldía local de Kennedy en el proceso de legalización del
barrio.
Experiencias como estas las enorgullecían a diario de lo que construían a pesar
de las barreras socio-económicas, políticas y culturales a las que están
expuestas. Estas mujeres trabajan en torno a las problemáticas sociales de
coyuntura que afectan especialmente a las mujeres, y se conforman hace más
de 20 años como una organización popular bajo el nombre de FASOL
vinculadas al Centro de Promoción y Cultura del sector de Britalia.
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Ayudadas por un poco de colores, magia, esperanza y mucha creatividad
decidimos iniciar un trabajo con niños y niñas alrededor de la biblioteca Fásol
en la jornada de la mañana, con la finalidad de recuperar este espacio por parte
de los niños y niñas del sector, ya que muchos no sabían de su existencia, en
nuestras caminatas al invitar a los niños y niñas nos encontramos con niñas y
niños encerrados, trabajadores, delincuentes, micro traficantes de drogas, niños
y niñas maltratados, vulnerables y vulnerados, abandonados y olvidados.
Durante la práctica de VIII semestre en el 2011, el arte, el juego y los colores,
sirvieron de excusa para llenar las mañanas de jueves y viernes de color
desdibujando así rostros tristes con abrazos y sonrisas, transformando la
cotidianidad gris del barrio, cambiando cartillas por narices rojas y uniformes por
disfraces, proponiendo el juego y la literatura como medio para cambiar las
mañanas de algunos niños y niñas acercándolos al espacio de la biblioteca,
fomentando de alguna manera el reconocimiento de este espacio en el horario
de la mañana y su uso para la elaboración de tareas escolares y momentos de
esparcimiento.
Poco a poco, con los talleres propuestos fuimos viendo nuevos rostros y a la
vez nuevas problemáticas, nuevos retos y una dificultad enorme: poco tiempo.
Lo que era nuestro centro de trabajo (acercamiento al espacio de la biblioteca
en el horario de la mañana) se convirtió para nosotras en una excusa para
explorar más allá de lo que esta experiencia nos permitía.
Luego de algunas charlas evidenciamos distintas problemáticas que afectaban
la infancia de este sector: niños y niñas que no conocían ni creían en otras
realidades posibles, pues solo conocían las calles grises, llenas de peligros:
robo, guerra entre pandillas, desaparición y asesinato de jóvenes, microtráfico
de drogas, a los cuales se debían enfrentar, eran aislados de las calles
mediante el encierro, fomentando el imaginario de inseguridad del sector, entre
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las personas, entre la comunidad, pues cualquier eventualidad era sinónimo de
peligro. La limitación de espacios que generaban beneficios para ellos como el
cierre de comedores comunitarios, debido a estas dinámicas de seguridad la
biblioteca abría sus puertas cada vez en una jornada más corta, reduciendo
cada vez más los espacios en los que confluían los niños y niñas del sector.
A partir del primer semestre del 2012, comenzamos a soñarnos un cambio a
esa realidad violenta y de pocos espacios para niños y niñas que veíamos
posible alcanzar llevando procesos comprometidos con la comunidad, en
especial, con aquellos con quienes habíamos llevado el proceso del circo
“Doremifasolasi”, con mucha más esperanza, alegría y magia; continuando con
las narices rojas, con una imagen distinta y sueños mucho más complejos: Ellos
no podrían reducirse a participar únicamente en el espacio de la biblioteca,
debían apropiarse de las calles de su barrio, tomar la voz para contar sus
problemáticas, debían tener una voz más fuerte y contundente, porque son
ellos y ellas los más afectados por las condiciones del sector.
Bajo este panorama repensamos nuestro trabajo en el barrio, en especial, el
que llevaríamos con los niños y niñas, pues no bastaría con ir a jugar y crear si
no generábamos cambios en su manera de ver el mundo, por esto apuntamos
a un proceso que ayudara a los niños y niñas a ganar confianza y así, la
recuperación de espacios, de vínculos sociales que permitan el reconocimiento
de niños y niñas dentro del territorio, a romper con rutinas y vivencias cotidianas
tan marcadas en esta población, a atrevernos a jugar y a crear en la calle, y
sobre todo, ser una opción y un ejemplo para creer que hay más posibilidades y
que soñar no es imposible.
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3. ¿Qué buscábamos con este sueño?
(OBJETIVOS)
Diseñar e implementar una experiencia pedagógica que permita construir
vínculo social para recuperar la confianza en los otros y en la calle, para que la
infancia del sector pueda disfrutar del territorio de una manera segura a través
del juego
3.1. Objetivos específicos
Sensibilizar a la población adulta frente al papel e importancia de la
infancia en el sector.
Contribuir en la construcción una cultura de infancia en el barrio El
Amparo.
Visibilizar a la infancia del barrio El Amparo como sujetos de derechos.
Generar lazos de confianza para afrontar y transformar las diversas
problemáticas que los afectan.
Fortalecer la autoestima de los niños y niñas del sector para que crean
en realidades posibles.
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4. Procesos que inspiraron este sueño...
(Antecedentes)
Presentamos a continuación los procesos que aportaron en la construcción de
este sueño, experiencias que apuntan a una transformación social desde la
calle, con una armadura artística pintando sonrisas y sueños, cambiando
rostros grises y creando realidades posibles.
4.1. “CIRCO DOREMIFASOLASI:
A principios de septiembre del 2011, junto con el grupo correspondiente a la
práctica formativa de octavo semestre, grupo dos de la licenciatura en
pedagogía infantil, y bajo la orientación de la docente Betty Sandoval, llegamos
al sector de Kennedy, centrando el trabajo en el barrio El Amparo, donde la
biblioteca Fásol no era muy usada en horas de la mañana, puesto que los niños
que estudiaban en su mayoría lo hacían en este horario.
Con un grupo de diez compañeras iniciamos un proyecto llamado “Circo
Doremifasolasi”, donde cada una representaba un personaje cuya historia
estaba entrelazada con las problemáticas evidenciadas en los niños y niñas del
sector.
Esta propuesta realizada los días jueves y viernes, consistía en el primer día de
la semana contar la historia de una de los personajes, quien era la protagonista
de la semana; el segundo día se encargaba de dirigir un taller de acuerdo a la
habilidad circense con la que contaba el personaje.
Los personajes partícipes y sus habilidades eran: Doña Remifasola, quien
dirigía el circo; Dominga, la payasa; Renata, la encargada de la música;
Mirringa Cintonga, danza y cintas, Fantasía, la pintora; Solé, encargada del
origami, Lauris y lanas, las malabaristas de pimpones, Si y Sisi, la parte mágica.
Con esta experiencia de tres meses, logramos involucrar a la comunidad de
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manera activa y familiar a experiencias nuevas y coloridas como lo fue el circo,
ayudando a afianzar lazos de confianza tanto de los padres y niños con
nosotras, como de los habitantes y la biblioteca.
4.2. ESCUELA MOVIL
“La escuela móvil es una herramienta educativa que parte de la idea de que el espacio de referencia
del niño es la calle y por ello desarrolla su actividad en este lugar.”
(Arnoud Raskin, s/f)
El proyecto escuelas móviles nace como proyecto de grado del belga Arnoud
Raskin para obtener el título de diseñador industrial. Esta propuesta busca
mejorar la calidad de vida de los niños y niñas de Latinoamérica que se
encuentran en condiciones de habitabilidad de calle; consiste en un carro que
al desplegarse se convierte en un tablero de aproximadamente seis metros, en
su interior se encuentran láminas educativas que se construyen teniendo en
cuenta el contexto inmediato de los niños y niñas de estos sectores.
“Desde el proyecto de la Escuela Móvil, creemos que el primer paso para
trabajar con estos niños es trabajar la autoestima al nivel de las calles, tenemos
que ir a la calle y buscarlos donde viven. Construyendo casa-hogares sólo
vamos a tener acceso a una parte muy pequeña de los niños; la gran mayoría
van a estar fuera de nuestro alcance. En la calle debemos levantar la
autoestima, cuanto más alta es la autoestima del niño con el que vas a trabajar
mejores serán los resultados de la terapia. Es necesario ir a la calle”. (RASKIN,
2013)
De esta propuesta se construye la fundación “Mobile school”, actualmente se
encuentra en alrededor de 20 países entre Europa, Asia, África y toda
Latinoamérica a exceptuando a Brasil. Esta fundación busca alianzas con las
organizaciones que trabajan por favorecer a esta población. Actualmente en
25
Colombia existen 3 escuelas móviles, una de ellas trabaja desde hace 11 años
en el Calvario liderada por las hermanas de la providencia con niños y niñas
habitantes de calle y otra en Puerto tejada que trabaja con población vulnerable.
4.3. CIRCO MEDELLIN
"Ahora sé que estas aquí Señor porque
el Circo ha llegado a la ciudad" (como se cita en “Mimo Carlos Álvarez”
y ahora con ustedes el inigualable, el incomparable, el extraordinario… 2009)
La fundación Circo Medellín está ubicada en la Base del Cerro Nutibara, donde
cuenta con una carpa multicolor que acoge y forma a niños, jóvenes y adultos
de Medellín, brindando además de esto, funciones circenses al público en
general.
Esta iniciativa nace hace más de trece años en el barrio 13 de Noviembre de
Medellín, donde un cura español de la congregación de las hermanas Sor
Teresa de Calcuta, atrae a niños y jóvenes a partir de sus saberes como
malabarista a los comedores de ancianos, en donde esta congregación hace su
labor social. Luego de varios meses se conforma un grupo de trabajo con niños
y jóvenes de este sector a quienes se les brinda alimento y talleres de
malabares con un único requisito, el ingreso al sistema educativo financiado por
esta congregación.
Años después el cura encargado de estos talleres debe regresar a España, y es
en ese momento cuando le pide ayuda a Carlos Álvarez, quien ya había
realizado talleres con los niños y jóvenes de dicho proceso, por lo cual le solicita
que se encargue de continuar este proceso de formación artística de niños y
jóvenes, además de una formación moral, alejándolos de las calles, el sicariato,
el tráfico y consumo de drogas. A partir de ese momento se empieza a crear la
26
fundación Circo Medellín, la cual logra crear su primer grupo de trabajo en el
2002.
En esta fundación se resalta y se forma en el valor por la vida, puesto que
Medellín es una de las ciudades con mayor índice de asesinatos de jóvenes y
niños por problemáticas como pandillismo, sicariato y micro tráfico de drogas.
Por esto en sus funciones (que son las que mantienen económicamente la
fundación además de las donaciones) se resalta la paz, la solidaridad, la
alegría, la convivencia y la capacidad de asombrarse con las simplezas de la
vida.
Según lo que enuncian en su web en la fundación “estamos promoviendo el
desarrollo de las artes circenses sin animales y contribuyendo al bienestar y
capacitación de los artistas para que estos a su vez, puedan mantener vigente
la capacidad de asombro, la convivencia, la paz, la solidaridad y la alegría de
nuestro público” (Circo Medellín, 2012), Es decir, la fundación busca consolidar
el circo como una alternativa de fantasía y alegría permanente para gozar mejor
y más la vida, manteniéndose desde la solidaridad (donaciones) y brindar la
posibilidad de que Antioquia sea escenario artístico y a su vez pueda brindar
mejores espectáculos (de talla internacional) a sus habitantes.
La base fundamental y el objetivo del Circo Medellín es que a través de una
carpa brillante y multicolor se brinde siempre a los asistentes alegría y
esperanza, evocando siempre la convivencia y la solidaridad, necesaria para
transformar nuestra sociedad.
4.4. FUNDACION CASA NARANJA
“El único requisito que se necesita para
Ingresar a casa naranja, es soñar”
(Entrevista a John Jairo Perdomo, Abril 03, 2012)
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Esta fundación, creada y dirigida por John Jairo Perdomo, inicia en 1995 en El
poblado uno, comuna trece de Cali Distrito de agua blanca. Se da apertura a la
casa el 7 de agosto de 2010, luego de catorce años de construcción, desde la
compra del terreno hasta la adecuación de esta para convertirse en una casa-
teatro.
Es una organización sin ánimo de lucro, su nombre, en palabras de su director,
se deriva de la vitamina C: Cristo, confianza, cultura, carnaval, cariño, corazón,
comunidad, convivencia, comunión y celebración, celebra la vida por la vida
Atiende aproximadamente a 50 niños brindando talleres encaminados a la
formación en teatro, expresiones circenses y zancos. Pueden participar de
estos talleres niños desde 3 años, cuenta también con apoyo emocional en
casos de niños y niñas con problemas en sus hogares, brindándoles consejos y
hospedaje en la misma casa para evitar que tomen decisiones desfavorables.
Además del apoyo a niños, niñas y jóvenes en cuanto a talleres, la casa naranja
busca acercar el teatro las comunidades que no tienen posibilidad de asistir a
teatros en la ciudad, debido a que los teatros se encuentran en el lado opuesto
de la ciudad además del costo que implica asistir a estos espectáculos. Por ello
Casa Naranja abre las puertas a diferentes funciones teatrales por medio del
trueque, alimentos por entradas: “un huevo una entrada, dos huevos dos
entradas, una panela dos entradas, un atún cuatro, y así sucesivamente”
El objetivo general de casa naranja no es precisamente formar artistas, a pesar
que su fuerte es el teatro, sino que se preocupa por formar personas en valores
a través de las muestras artísticas, alejar a los niños niñas y jóvenes de las
calles, del pandillismo, tráfico y consumo de drogas que se vive en Cali, en
especial en sectores populares como lo experimenta la comuna trece.
28
4.5. CIRCO TEATRO CICLO VITAL
El Colectivo Teatro Ciclo Vital, se conforma en el año 2004, por la necesidad de
sus integrantes de generar un espacio, en el cual, se pueda desarrollar
un trabajo de experimentación teatral. Se conforma a partir de las distintas
habilidades de sus integrantes adquiridas a través de la experiencia en distintas
compañías, entre estas están las técnicas circenses, el mimo corporal
dramático, la danza contemporánea entre otros.
Se desarrolló un trabajo continuo en el Barrio Nuevo Muzú de la Localidad 6 de
Tunjuelito, en donde compartieron su trabajo y experiencias con la comunidad,
haciendo talleres permanentes con jóvenes y niños; a su vez realizando eventos
culturales de carácter artístico donde la comunidad podía disfrutar del arte y el
sano esparcimiento.
El Colectivo Teatro Ciclo Vital tiene reconocimiento en el medio teatral a nivel
local, Distrital y Nacional realizando sus primeras giras internacionales en Perú,
Chile y los Emiratos Árabes Unidos donde ha afirmado su criterio sobre el arte
teatral y la calidad artística, lo cual, ha dado experiencia y visión a sus
integrantes frente al arte teatral y circense.
A mediados del 2011, se frena su proceso comunitario debido a las diversas
amenazas por parte del presunto grupo “Águilas negras”, como consta en las
noticias de esa época, puesto que la comunidad y sus propias vidas corrían
riesgos si continuaban con procesos críticos y artísticos dentro de las
comunidades en donde tenían trabajo de base. Es por esto que actualmente
están en proceso de formación de carácter formal, alejándose de intervenciones
sociales.
29
5. MARCO TEORICO
“Si consideramos a los hombres como son, los haremos ser más malos; si los tratamos como si fueran lo que deberían ser,
Los conduciremos a donde deberían ser conducidos” Goethe (1749- 1832)
A lo largo de los tiempos, hemos buscado definir la infancia y por supuesto la
figura del niño, enfatizando en su papel dentro de la historia; lo cual ha
resultado complejo y en una búsqueda interminable. Hablar de infancia nos
remonta a la edad media, época que es considerada como un momento de
“obscuridad y de ignorancia”, ya que no deja registros a los que podamos
referirnos más allá de las representaciones artísticas iconográficas.
El estudio de Ariès (1978), nos remonta a la iconografía religiosa y la ausencia
de la figura niño, ya que este era representado como un adulto en miniatura,
que no contaba con una diferencia clara en cuanto a vestimenta y participación
del entorno social enmarcada en la pintura. Es por esto que el niño goza de una
mayor libertad e igualdad con la figura adulta, de la misma manera que debe
luchar para sobrevivir, del mismo modo que lo hacían los demás sin existir
entonces una diferencia de edades.
Es a partir del siglo XV que se empieza a representar al niño solo o en
compañía de adultos a partir de las representaciones tan importantes para la
iglesia, como lo es la figura del niño Jesús. Se le agrega al niño un valor moral,
basados en el campo espiritual y religioso de la época, entre lo bondadoso y el
pecado, agregando el concepto de alma, a aquellos que estuvieran bautizados
y participaran de los rituales religiosos.
Pero es a partir del siglo XVIII que se genera un interés por la infancia, por la
figura niño, como lo plantea de Rousseau (1762), “el niño nace bueno y la
sociedad lo corrompe”, afirma esta concepción de lo bondadoso, protegiéndolo,
30
alejándolo del mundo de los adultos, llenando esa tabula rasa, introduciéndolo
en la educación para formarlo y moldearlo, creando una perspectiva en la que
deben existir lugares para que los niños puedan seguir siendo niños.
A partir de este cambio de perspectiva y con la aparición de los derechos
humanos (1948) y la convención de los derechos del niño (1990) se da un
cambio drástico a la perspectiva de infancia, ya que, la infancia comienza a
tomar lugar dentro de la sociedad, donde es esta quien debe proteger a los
niños y a las niñas, brindándoles espacios propios y garantizando un desarrollo
integral.
Es así como el niño se empieza a concebir como un sujeto de derechos, que
debe participar en el desarrollo social, de manera que se generan espacios y
conductas específicas, haciendo de este un consumidor cultural, aislado y/o
protegido dentro del hogar, atendiendo a dinámicas familiares en construcción,
a representaciones del mundo creadas por y para los adultos, en las que los
niños son consumidores de un mundo que los limita.
5.1. Los niños, niñas y la ciudad: hacia una infancia urbana.
La calle, el barrio y la ciudad, son ese monstruo del que deben ser protegidos
los niños y niñas, es ese espacio que se debe evitar cuando se transita solo y
que solo puede ser disfrutado en compañía de un adulto de confianza, dando
así una imagen de ciudad solitaria.
El cuidado de los niños y niñas se ve reflejado en el encierro, situación que
genera el los niños sean continuamente expuestos a la televisión y otros medios
de comunicación, fenómeno también conocido como “televisión canguro”, ya
que está ausente en muchas ocasiones la figura paterna o cuidadora, y es así
que comienza a formarse una nueva visión de familia y de ser niño, donde se
31
infantiliza el contexto y se prepara al niño a una madurez a edad temprana. Así
como lo plantea Jiménez (2008) en su libro “Infancia y ciudad en Bogotá: una
mirada desde las narrativas populares urbanas”:
“Podríamos definir a la infancia contemporánea como aquel grupo de niños que
haciendo parte de la coyuntura actual han vivido un particular proceso de
socialización producto del papel que juegan entre otros la cotidianidad de un
contexto urbano que les ha dejado pocas opciones y, en el cual, el uso del ocio
y el tiempo libre, lo suple en muchos casos los medios de comunicación,
particularmente la televisión. Dicho contexto y circunstancia, en la que
participan un conjunto de fuerzas sociales, culturales, políticas y económicas,
ha traído como consecuencia la materialización de un nuevo tipo de niñez,
portadora de otro tipo de subjetividad e identidad, de carácter precoz, complejo,
y, por lógica, incompleta e inacabada”. (JIMENEZ, 2008, 42)
La ciudad se ha convertido en un espacio para los adultos que trabajan,
limitando a los ancianos, discapacitados y en especial a los niños, ya que se
dan espacios concretos para las poblaciones, espacios que muchas veces
limitan las capacidades y esperanzas de quienes están obligados a usar estos
reducidos lugares.
Esta resistencia a la calle tiene lugar en los imaginarios que se tienen de ella,
en especial, aquel que se tiene en los contextos populares, donde la calle, no
es el lugar más seguro y mucho menos para la infancia, esa “ciudad gris”,
donde la violencia se apodera de los contextos y el miedo a esto genera
resistencia a la apropiación de espacios públicos; de manera que las
costumbres como ir a la escuela o colegio solos y solas se ha ido perdiendo.
Además las nuevas tecnologías se convierten en un nuevo pasatiempo que
remplaza cada vez más a los juegos y la socialización; esa misma infancia que
día a día se transforma y desdibuja del imaginario sectario del adulto.
32
¿Qué pasaría entonces si los niños y niñas fueran tenidos en cuenta como
ciudadanos?
Es por esto que, en propuestas como “la ciudad de los niños” Tonucci (1996) se
proponen diferentes ejercicios desde el empoderamiento de los niños y niñas
para transformar sus contextos, para hacer posible que se aprenda en la
ciudad, se aprenda de la ciudad, cambiando estas miradas tenebrosas de los
espacios urbanos y promoviendo la participación ciudadana, en especial, la
participación de los niños y niñas.
“No se trata de poner en práctica iniciativas, oportunidades y estructuras nuevas
para los niños. Tampoco de defender los derechos de un estamento social
débil, ni de modificar, actualizar o mejorar los servicios para la infancia (que,
naturalmente, son uno de los deberes de la Administración pública). De lo que
se trata es de adquirir una visión nueva, una filosofía nueva de la evaluación,
programación, proyecto y modificación de la ciudad.” (TONUCCI, 1996)
Para que esto pueda ser una realidad es necesario ver a niño y la niña de una
manera diferente, no solo verlo como una diferencia cronológica, es necesario
darle mayor valor, verlo como un ciudadano activo y partícipe de la sociedad,
“se le debe garantizar la posibilidad de salir de la casa, recorrer las calles solo,
conocer su ambiente en su tiempo libre e informal, lo que facilitará su
crecimiento no solo en términos sociales sino también cognitivos” (Tonucci,
1996, p. 69).
Así, como lo propuesto por Tonucci, la ciudad debe transformarse para que los
niños puedan disfrutar de ella, dejando a un lado la segregación que se ha ido
masificando en los distintos entornos, donde no se limiten los espacios de
acuerdo a edades o condiciones, y en especial, una ciudad que permita a los
33
niños y niñas jugar.
Se busca con este proyecto de transformar a la cuidad en un espacio que
privilegie a todos los ciudadanos por igual y no solo como actualmente están
diseñadas cubriendo las necesidades de los adulos trabajadores, se busca que
los niños y las niñas puedan vivir el hecho de ser ciudadanos autónomos y
participativos.
Esta perspectiva posible, se sustenta en los resultados tan eficaces que han
tenido ciudades italianas como Fano y Roma, y en ciudades de Suramérica
como Buenos Aires, Argentina , donde la opinión de los niños ha sido tenida en
cuenta y se han basado en ello para transformar las ciudades y sus entornos,
donde no solo se favorece a la infancia, sino que se piensa y se encamina hacia
un territorio seguro para todos, pues, un entorno que se preocupa por los niños
y niñas, es un entorno que se basará en el respeto, no solo con los infantes,
sino con el resto de la población, retomando así la apropiación social del
entorno, retomando la cultura y valores cívicos, generando lazos solidarios para
la construcción de mejores espacios para todos.
5.2. El juego: Una manera de disfrutar la ciudad
“Jugar es una experiencia que tiene algunas características: salir, en el sentido de dejar el control directo de los adultos, encontrarse con amigos, aprovechando un tiempo libre para vivir
la experiencia de la aventura, del descubrimiento, de la sorpresa, de la maravilla, del riesgo” Tonucci, Entrevista agosto 17 de 2014
Jugar marca una ruptura en la vida cotidiana, en la normalidad, convirtiéndose
en un factor de vida cultural, pues, las actividades que se encuentren
permeadas de juego generan mejores caminos hacia la convivencia, creando a
su vez nuevos lenguajes, en especial, la risa, hallando en el gusto la libertad,
34
es decir, el juego se debe definir como una actividad libre y voluntaria, como
fuente de alegría y de diversión.
Esta actividad comúnmente está ligada a la infancia, pues es una actividad que
se opone a la seriedad con la que se cree debemos asumir la vida adulta,
aunque se asumen juegos adultos se infantilizan aquellos juegos que nos
negamos a disfrutar por tener una etiqueta de “adultos” esas mismas etiquetas
que segregan espacios y los encasillan para su goce.
Dentro del lineamiento pedagógico y curricular para la educación inicial en el
Distrito (“Quiéreme bien, quiéreme hoy” 2010) se plantea el juego como
actividad fundamental en el desarrollo de los niños y niñas, pero este juego, a
pesar de ser un juego libre, está limitado al espacio netamente escolar, a un
juego mediante el cual se aprende, excluyendo el juego de la calle, de la ciudad
y de los múltiples espacios que podrían disfrutar los niños y niñas.
El niño (a) que debe ser protegido y cuidado aun ante el abandono, es un
niño(a) a quien se le niega jugar en espacios públicos, pues sus actividades
están organizadas en tiempos y espacios que le niegan el disfrute, es entonces,
cuando el juego se convierte en una actividad vigilada en tiempos y espacios
controlados por el adulto, o, limitada al ámbito tecnológico, haciendo a un lado
la socialización, la curiosidad y la exploración.
Para posibilitar un desarrollo infantil Tonucci (1996) propone el juego infantil en
distintos ámbitos, no solo en aquellos espacios en que se ha limitado esta
actividad (la habitación, el patio de la casa, la escuela) sino traspasar desde la
habitación hasta la calle, el barrio y así la ciudad, esa ciudad que ha limitado al
niño, encerrándolo en lugares que considera propicios desde la perspectiva
adulta.
35
El juego debe salir y romper con los paradigmas del “juguete”, pasando a los
desafíos, al intentar, al probar y fracasar o triunfar, generando así autonomía,
movimiento, exploración, creatividad, curiosidad, y por tanto nuevas
experiencias de socialización que contribuyen a un desarrollo integral.
Éste posibilita hacer ese “como si” planteado por J. Huizinga (1998), distanciado
un poco de lo serio de la vida cotidiana, ese “como si” inesperado, que permite
maravillarse y construir e interpretar de diversas maneras lo que se está
viviendo. El juego, es esa excusa importante en nuestra vida para escapar de la
monotonía, para respirar y así retomar luego de disfrutar, la realidad.
“La ocupación favorita y más intensa del niño es el juego. Acaso sea lícito
afirmar que todo niño que juega se conduce como un poeta, creándose un
mundo propio, o, más exactamente, situando las cosas de su mundo en un
orden nuevo, grato para él. Sería injusto en este caso pensar que no toma en
serio ese mundo; por el contrario, toma muy en serio su juego y le dedica en él
grandes afectos.” FREUD (1908-, 1968, p 1.342)
Este espacio-tiempo, que nos ayuda a evadir la realidad, es ese mismo que nos
ayuda a transformarla, en especial, aquellas de asumir y retomar espacios
públicos, a la vez que se vuelven más seguros, puesto al volver los niños a las
calles, la sociedad debe hacerse responsable de ellos, de su cuidado, de sus
espacios de su seguridad.
5.3. Territorio seguro: lazos de solidaridad.
“Los niños pueden ser también los líquenes de nuestras ciudades: con su presencia y sus juegos invadiendo los espacios públicos son capaces de modificar los comportamientos de los adultos y
obligarnos a respetar más el entorno en el que vivimos y en el que vivirán nuestros hijos y nuestros nietos”
Tonucci. (1996).
36
El hombre es un sujeto social y sociable, por naturaleza somos seres que
necesitamos la interacción con otros, no solo para sobrevivir, sino para llegar a
comprender el mundo y entender todas cosas que nos rodean, ya que ni la
razón ni el pensamiento de un solo individuo alcanza para hallar la respuesta a
todas las inquietudes que puedan generarse, por ende, dependemos de las
múltiples relaciones con nuestros pares para constituir un entorno en donde la
finalidad primordial sea construir y comprender nuestra propia naturaleza como
seres humanos, desarrollando habilidades y destrezas en pro del mejoramiento
de la sociedad, pero aún más importante, en pro de la construcción y del
aprendizaje en comunidad.
Debemos entender que el concepto de tejido social más allá de una técnica es
una perspectiva de construcción de sociedad identificando la contextualización
del individuo analizando la interacción con su comunidad y los factores que lo
limitan. Lograr relaciones basadas en el respeto por el otro, la tolerancia y la
comunicación, es un reto, ya que estas son relaciones que se tejen, se
construyen y se reconstruyen, con ese otro ser humano con quien se comparte
el mismo espacio - tiempo en el que habitamos y al cual usualmente
denominamos vecino, con el que interactuamos en el diario vivir. De este tipo de
relaciones se llegan a generar ciertos liderazgos que tienen como objetivo
transformar la realidad que se vive, buscando a corto, mediano y largo plazo
cambios colectivos ante situaciones desfavorables que afectan a cada individuo
y en general a la comunidad, es desde allí, desde la apuesta por el cambio que
la confianza y la solidaridad se construyen se entretejen en cada una de las
acciones que se realizan en pro del cambio. Por lo tanto en el desarrollo
pedagógico y la construcción social de la palabra comunidad debemos ser
conscientes que sólo se puede lograr un cambio si existe una transformación
del pensamiento del ser humano como individuo en sí, de tal modo que exista
una transformación de los individuos en sí hacia los individuos para sí (para su
37
propia comunidad y en busca del beneficio colectivo) a través del intercambio
dinámico entre sus integrantes y el intercambio con integrantes de otras
comunidades, enriqueciendo, posibilitando y potencializando el uso de los
recursos de cada familia y de cada comunidad, sosteniendo la reciprocidad y
los vínculos personales
Estos vínculos sociales, se fortalecen al querer cambiar esas realidades
inmersas en la ciudad gris, en esos imaginarios y realidades violentas por los
que nos vemos afectados a diario. Realidades que llevan a unir comunidades
en pro de la transformación y la seguridad del contexto, manos que se unen
para transformar, para proteger, y, en palabras de Tonucci (1996) a
responsabilizarse de la infancia. Al responsabilizarnos por la construcción de
sociedad, comenzamos a generar espacios y ambientes no solo propicios para
la infancia, sino, espacios de construcción social, donde los habitantes de un
territorio generan lazos en pro de una construcción social consciente que busca
mejorar sus condiciones de vida.
5.4. EL PERSONAJE CLOWN: EL MEDIADOR EN LA CALLE
“Mi filosofía es sencilla: cuanto más me divierto, más se divierten los demás. Si yo estoy preparada para jugar,
si dejo que mi cuerpo entre en los juegos del ritmo y la exageración, si permito a mis emociones fluir en juegos de expresión y comunicación, si abro mi corazón a la risa, y si
sobre todo soy honesta, entonces el público jugara conmigo de buena gana” (Caroline Dream s/f)
Para disfrutar de la calle y jugar en ella siendo adultas nos valimos de un
personaje que resaltara nuestras acciones sin temor a ser señaladas o tomadas
por ridículas incluso, frente a los mismos niños, manteniendo así la liberad del
juego.
“… quizás es en los momentos preciosos, cuando los profesores de primaria se
38
hacen artistas creativos, en los que trascienden las contradicciones del empleo
y logran la “experiencia culminante”…” WOODS (1997, 19.)
Socialmente el maquillarse y asumir un rol distinto es tomado como ese
personaje payaso o mamarracho, ese ser censurado o rechazado, con espíritu
libre, irreverente, que desde su irreverencia hace de este arte una burla del
poder, de lo establecido, de las normas e incluso de la religión; maneja la
grandeza y la simplicidad, la aventura y la cautela, el sentimiento y la razón. Es
ese ser en constante contradicción con las normas sociales, con la lógica del
mundo, de la comunidad y su inercia de comportamientos.
El ser clown, es ese otro yo, que desde su “máscara” formada por el maquillaje,
la nariz roja y su vestuario colorido, crea todo un personaje con características y
forma de ser, este material lo forma como ese ser transparente, que se abre a
las emociones, las intenciones, la voluntad y la dramaturgia de la acción hacia
el exterior.
Una característica importante en el clown, es su mirada, su expresividad, que
deja una puerta abierta que jamás oculta, es su elemento de inocencia, de dar,
recibir, sentir, conocer, anunciar, informar, enorgulleciéndose siempre de sus
experiencias, dejando así una puerta abierta a la esperanza.
Es por ello que nos convertimos en un personaje que además de realizar una
crítica desde la inocencia, busca recuperar con la risa y el juego, característico
del clown, valores constructivos y participación de no solo los niños y niñas,
sino también de la comunidad.
Nos salimos del clown tradicional, aquel clown que se basa en el quiero y no
puedo o ese personaje burlesco, para hacer una clown más moderno ese que
pone al público en situaciones de conflicto desde una perspectiva graciosa, por
39
ello usamos de escenario la calle y ponemos en conflicto a nuestro público, la
población de El Amparo, viendo su realidad de una forma más crítica y menos
“seria”.
Para nosotras como pedagogas el ser clown se convierte en una herramienta
que nos lleva al límite, a la locura quitando de nuestra mente el temor
exponiendo nuestra personalidad, nos desnuda (metafóricamente) frente al
público, nos transforma de nuevo en niños quitándonos máscaras y murallas
actuando sin medir riesgos.
Por esto decidimos convertirnos en un personaje que además de realizar una
crítica desde la inocencia, busca recuperar con la risa y el juego característico
del clown, valores constructivos y participación de no sólo los niños y niñas,
sino también de la comunidad, nos quitamos la máscara seria del docente y nos
ponemos una más humana que nos permite ser cómplices de risas y juegos.
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6. Así realizamos nuestro sueño
(Metodología)
“La investigación acción tiene como fin último mejorar la realidad vivida, busca evaluar para cambiar la
realidad desde la realidad misma” Kemmis & MacToggart, 1988
Investigación acción colaborativa
Para nuestra investigación recurrimos al método investigación acción
colaborativa basadas en el trabajo de Casals y otros sobre “la investigación -
acción colaborativa: reflexiones metodológicas a partir de su aplicación en un
proyecto de música y lengua” ya que implica una intervención en un contexto
especifico sin pretender su generalización, reforzando el sentido de comunidad
y acercando la teoría y práctica docente.
En nuestro caso como docentes recibimos la colaboración del grupo de mujeres
de fásol y los niños y niñas del barrio el amparo, a quienes les permitimos
intervenir en la toma de decisiones del proceso, logrando así una
corresponsabilidad y negociación en el grupo:
Sus fases son:
6.1. Fase co-situaconal:
Es esa primera mirada y evaluación que se logra del espacio en el cual se va a
intervenir, o del tema que se va a investigar para identificar problemáticas y
tener un panorama claro para la intervención.
A partir de la experiencia del circo “Doremifasolasi” logramos identificar algunas
de las problemáticas que afectan el sector, en especial aquellas que involucran
41
a los niños y las niñas del barrio como lo es: el encierro, el abandono, deserción
escolar, el maltrato, el trabajo infantil, la violencia doméstica, la violencia de
género, el microtráfico de drogas y las pandillas.
Este proceso se llevó a cabo durante tres meses, de los cuales no se hizo
especifica una observación, pero se reconocían y visibilizaban estos factores.
Era notorio el temor en los rostros de los niños y niñas cada vez que sentían
cerca a otro individuo, en especial si este tenía un aspecto de rudeza en su
rostro, así mismo, el encierro que lográbamos identificar al ver niños que nos
observaban desde las rejas de las ventanas de sus hogares y que nos
expresaban que no podían salir porque estaban bajo llave.
Durante los meses de intervención también observamos casos en los que los
niños y niñas iban a la biblioteca a realizar sus tareas, pero al ir finalizando el
año, algunos no volvían, y al encontrarlos en la calle y preguntarles por qué no
nos habíamos vuelto a encontrar en la biblioteca nos contaban que ya no
estaban estudiando porque llevaban perdido el año escolar y preferían irse a
trabajar a veces por imposición de los padres.
Por otro lado, el consumo y tráfico de drogas en el sector era bastante evidente,
era normal encontrar personas consumiendo estupefacientes a plena luz del
día, comprando y haciendo canjes, incluso frente a la biblioteca.
También, gracias a la confianza ganada con los niños, estos nos contaban que
no podían ir a los talleres porque tenían que cumplir con labores domésticas
como hacer el almuerzo o hacer oficio, además de delegárseles la
responsabilidad de cuidar a sus hermanos menores y de no hacerlo recibirían
un castigo, que consistía en su mayoría, en golpizas propinadas por los padres.
Otro factor que pudimos notar, es que la población del sector está en constante
42
migración, es decir, las personas en su gran mayoría viven dentro del territorio
por no más de un par de años, o a pesar de vivir más tiempo dentro del
territorio, sus lugares de residencia son cambiantes
Meses más tarde, durante la planeación de la experiencia pedagógica,
realizamos tres visitas al sector y en diálogo con el grupo de resistencia popular
del sector (Fásol) se corroboró que estas problemáticas seguían latentes y aún
más fuertes, puesto que, se habían abierto más expendios de drogas, lo que
había acrecentado las pandillas y los micro traficantes, de la misma manera
notamos que muchos de los niños y niñas con los que habíamos trabajado
meses atrás, ya no se encontraban viviendo dentro de este territorio.
En este sentido buscábamos conocer el contexto ayudadas por las mujeres de
Fasol nos mostraron el nuevo panorama del sector y nos permitieron formular
un proyecto acorde a las problemáticas del barrio.
6.2. Fase co-operacional
Esta fase esta subdividida en tres momentos claves:
Planificación: teniendo en cuenta lo observado en un primer espacio nos
cuestionamos frente a nuestra labor y por ello decidimos empezar a soñar y a
pensar en talleres donde el arte y el juego fueran centrales, nos soñamos un
proyecto que facilitaría la confianza en el territorio, por ello planeamos una serie
de 31 sesiones planeadas a realizarse desde el 27 de marzo del 2012 al 27 de
octubre del mismo año.
Debido a las eventualidades y las necesidades que vimos más importantes
dentro del sector y en diálogo con FASOL realizamos una selección de talleres
dejando como resultado 17 sesiones especificadas en el siguiente cuadro:
43
TIEMPO ACCIONES OBJETIVOS
Taller 1 Presentación formal del proyecto
en Fásol y Publicidad e
inscripción a los talleres
Taller 2 Elaboración de carnet y
Autorretrato
7. Reconocer el imaginario
personal de cada niño (a)
Taller 3 Aprendiendo a respirar 8. Iniciar un proceso de
reconocimiento corporal
Taller 4 Yoga 9. Reconocer el cuerpo desde
dentro
10. Propiciar alternativas de
canalización de energía.
Taller 5 Cómo se sintió mi cuerpo Reflexionar y evaluar el
proceso realizado
Taller 6 “Feria de los sentidos” ¿Qué
estoy tocando? Sonido y
movimiento
Reconocer y rescatar los
sentidos corporales como
herramienta para conocer
el mundo
Taller 7 Pintura corporal: Qué me gustó
de la feria
Reflexionar y evaluar el
proceso realizado
Reconocer el cuerpo como
herramienta artística.
Taller 8 Juego musical de estatuas Fomentar la agudeza
auditiva
Generar espacios propicios
para la expresión corporal a
través de la música
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Taller 9 Emociones: Cómo se expresa mi
cuerpo
Reconocer el cuerpo como
herramienta de
comunicación frente a
nuestra emotividad
Taller 10 Quienes viven en el barrio:
¿Cómo actúa su cuerpo? ¿qué
necesitan? (condiciones del
barrio)
Visibilizar los distintos
actores dentro de la
comunidad
Darle importancia a la
expresión corporal como
herramienta de
comunicación
Taller 11 Qué me gusta de mi barrio y que
quisiera cambiar de él
Reconocer las
problemáticas del barrio
desde la perspectiva infantil
Dar voz a los niños y niñas
frente a su condición dentro
del barrio
Taller 12 Composición de una canción para
el barrio
Buscar alternativas
artísticas para la denuncia
de problemáticas del sector
Taller 13 Explorando las calles principales
del barrio ¿Qué conozco del
barrio?
Reconocer el barrio como
territorio seguro/inseguro
Taller
14
Mi cuadra, ¿podemos explorarla?
¿Por qué?
Generar una reflexión y
reconocimiento frente a las
factores de riesgo y
vulnerabilidad dentro del
barrio
Taller 15 Jugando a los superhéroes: Fomentar la imaginación y
45
La aplicación. Iniciamos con la ejecución de las dos primeras sesiones, la
segunda, con intervención de los niños y niñas, quienes comenzaron a generar
nuevos rumbos del proceso, más acordes con las necesidades inmediatas que
surgían de su cotidianidad a la luz de las problemáticas a las cuales se
enfrentaban a diario.
Fue así como las sesiones planteadas de yoga, pintura corporal fueron
modificados por espacios de juego, proceso en el cual se logró evidenciar aún
más, los problemas puntuales que afectaban a niños y niñas de manera
específica, con esta acción logramos intervenir y cambiar concepciones de los
padres ante el castigo físico y la confianza en sus hijos.
El final de esta experiencia se marcó por la intervención de los niños y las
niñas, cambiando lo planteado en un inicio, proponiendo un carnaval donde se
evidenció y denunció ante la comunidad las problemáticas que afectan y
molestan a los niños y niñas.
TALLER ACCIONES
Taller 1 Elaboración de autorretratos, para reconocer el imaginario personal
¿Cuál es tu poder? reconocer las habilidades
de los niños y las niñas en
la resolución de conflictos.
Taller 16 Creando una Súper-identidad Fomentar la creatividad la
imaginación en la creación
de la identidad propia.
Taller 17 Cierre con los niños graduación
de “Súper-soñadores”
Generar un espacio para la
reflexión y cierre del
proceso.
46
de cada niño y niña.
Taller 2 Aprendiendo a jugar Yimi, debido a la poca asistencia de niños y
niñas que nos encontrábamos en la semana de receso salimos a
buscar más niños y niñas que desearan participar de nuestros
talleres.
Taller 3 Ruta de los sentidos, para reconocer y rescatar los sentidos
corporales como herramienta para conocer el mundo.
Taller 4 Creando una Súper-identidad, Mascaras para Halloween, con la
finalidad de fomentar la creatividad la imaginación en la creación
de la identidad propia.
Taller 5 Construyendo nuestro espacio... Salón de soñadores y soñadoras
motivando a los niños y niñas a dar vía libre a la imaginación y la
apropiación de espacios.
Taller 6 Un día para jugar, teníamos planeado para este taller el recorrer
junto con los niños y niñas el barrio y conocer un poco de las
historias que allí se viven; pero nuestros planes cambiaron cuando
los adultos motivaban a los niños y niñas a que salieran a jugar con
las payasitas a la calle.
Taller 7 ¿Dónde vivimos? Debido a que la sesión anterior no pudimos hacer
el recorrido por el barrio en esta oportunidad los niños y niñas
elaboraron cada uno el mapa de la calle donde vivían y a quienes
conocían; señalando los lugares seguros e inseguros.
Taller 8 Jugando, al llegar a nuestro salón de soñadores y soñadoras nos
encontramos con este espacio cerrado y sin las llaves para
ingresar, por este motivo nuestros planes cambiaron y el juego
estuvo presente. A partir de este momento los niños y niñas
plantean la posibilidad de realizar un carnaval para tomarse la calle
y llamar la atención de los adultos.
Taller 9 Preparándonos para el carnaval, teniendo en cuenta las ideas de
47
Taller 10 los niños y las niñas la creatividad estuvo presente estos tres días
construyendo el vestuario, las pancartas con las denuncias de los
niños y las niñas
Taller 11
Taller 12 Cierre con los niños El carnaval y graduación de “Súper-
soñadores” generando un espacio para la reflexión y cierre del
proceso
Para permitir la participación de quienes hacen parte de la investigación,
usamos como herramienta el taller, puesto que el mismo promueve el trabajo
colaborativo, al tiempo que posibilita, interactuar dentro de un espacio
determinado que nos permita construir, destruir y reconstruir a partir de
experiencias.
El taller nos forma como equipo, de manera que cada uno aporta al desarrollo
del mismo; con este se pretende superar la separación que existe entre la teoría
y la práctica, entre el conocimiento y el trabajo, entre la educación y la vida.
A su vez, nos permite y facilita el desarrollo del principio de este tipo de
investigación, pues, promueve la participación y reflexión en equipo sobre una
realidad y la transformación de la misma, un trabajo entre iguales, en el que se
aprende desde el hacer, donde se aprende a aprender, a hacer y a ser.
El taller nos permite flexibilidad en la ejecución de las acciones, nos permite el
hacer: hablar, recuperar, reflexionar, analizar, hacer como iguales, desde las
necesidades y la cultura de los participantes, convirtiéndose así en un hacer
democrático.
Esta herramienta nos permite comprender desde la diversidad lo complejo de la
realidad desde distintas perspectivas de lo humano más que de lo considerado
48
académico, y por ello, nos ayuda a una percepción más amplia, profunda y
compleja, puesto, que hablamos desde lo personal para de-construir y construir
hacia lo social.
Esto visibilizado en las acciones tomadas por los “soñadores y soñadoras
callejeras” puntualmente en las sesiones de taller 8 a la 11 (ver diario de campo
8-9-10-11), donde son los niños y niñas quienes evidencian su realidad desde
sus experiencias, mostrando más a fondo lo que conocemos del Amparo, desde
su sentir, sus molestias y así mismo una manera para hacer visible esto a los
habitantes del barrio.
Es así desde el taller como lo académico no tiene más importancia que otros
saberes, donde se construye desde el diálogo, desde los intereses y la
socialización, es así como la investigación acción participativa toma fuerza en
nuestro proyecto, al estar en constante dialogo y cambio gracias a la
democratización de los saberes.
6.3. Fase de co-producción
Esta última fase se basa en la evaluación y difusión de los resultados en este
sentido realizamos una evaluación al final del proceso en grupo con los niños y
niñas buscando conocer su percepción del proceso y el resultado del mismo. Al
igual que los diálogos con los padres y/o familiares de los niños y niñas al
finalizar la experiencia.
Al finalizar y ser aprobado este trabajo proyecto de grado será socializada y
entregada una copia a la biblioteca fásol.
49
6.4. Conclusiones
Gracias a esta experiencia logramos concluir que a pesar de la apropiación de
espacios como la calle por parte de los niños, hace falta mayor compromiso de
la comunidad para lograr hacer contundente un tejido social que proteja la
infancia dentro del barrio.
Por otra parte, es muy difícil cambiar el imaginario de ciudad gris que está tan
marcado dentro de la subjetividad de la población, y mucho más, en
poblaciones tan violentadas como los sectores populares de nuestra ciudad.
A pesar de esto, con los niños, se logró un gran avance al hacerlos partícipes y
críticos de su realidad, la transformación de la misma, y, aunque no recibieron
un apoyo serio por parte de los adultos del sector, se generó en ellos una
esperanza de poder transformar en algo su realidad, quedando comprometidos
entre ellos en hacer reuniones para al menos jugar aun sin contar con nuestra
presencia.
Vale la pena resaltar que, gracias a la afectación a la comunidad, contamos con
el apoyo de varios adultos responsables de los niños y niñas, pero, esto no es
suficiente para la trasformación de entornos, aunque es un primer paso para
lograrlo.
NOTA: LOS NOMBRES DE LOS NIÑOS Y NIÑAS PARTICIPES DE ESTA
EXPERIENCIA FUERON CAMBIADOS POR SEGURIDAD
50
“...Aunque mi memoria me juega malas pasadas,
a veces se me confunde el lo viví, lo soñé o me lo contaron.
Tiendo a confundir memoria e historia, memoria y sueño, memoria y deseo y en fin...
al final no me queda claro si lo soñé, me ocurrió o lo ficcioné,
aunque la ficción no me queda...” Pedro Lemebel. (2013)
7. Juanananá y Tatatatá: Jugando, creando, pintando entre polvo
(Desarrollo de la experiencia)
Viendo la realidad del barrio un poco más de cerca, era necesario inventar una
vez más, personajes fantásticos a quienes no les aterrorizara la realidad, que
fueran más fuertes sus sueños e ilusiones, tan fuertes que llegara a opacar
aquella tristeza que embargaba al sector para así llenarlo de juego, colores y
risa; de allí nace Tatatatá y Juanananá que a continuación contarán su historia...
Era una de esas mañanas en las que no tienes ganas de caminar, ni correr y
mucho menos estudiar, era una de esas mañanas en las que te encuentras
tirado en el pasto, mirando las nubes y recordando las experiencias gratas de la
vida, era una mañana en la que estábamos sonriendo y buscando nuevos
sueños, esos que tal vez no eran tan nuevos, recuperar calles donde los niños y
niñas pudieran jugar y crear, calles que fueran seguras para ellos y ellas, esas
calles que representan peligros en la mayoría de barrios de nuestra ciudad,
estos sueños muchas veces soñados, pero que por temores, no nos habíamos
atrevido a buscar el medio para hacerlos realidad.
Comenzamos a lanzar globos de ideas que tal vez el sol de esa mañana
iluminaría para que fuesen cada vez más tangibles, y poco a poco nos fuimos
llenando de valor para asumir lo que pensamos y queremos. Y así tomamos
nuestras maletas, llenándolas una vez más de sueños de colores y
51
emprendimos un camino incierto que queríamos recorrer.
Regresamos a lugares recorridos, en busca de rostros sonrientes que algún día
habíamos visto. Si, volvimos al barrio El Amparo, llenas de esperanza, sueños y
con la ilusión de recuperar las calles del barrio como espacio de juego y arte
durante 16 jueves en horas de la mañana con los niños, niñas y familias del
sector.
Bajo el nombre de “soñadores y soñadoras callejeros”, invitamos a niños y
niñas a participar en talleres desde el 4 de octubre, haciendo propaganda de
estos por medio de carteles y volantes dos semanas antes de iniciar esta
aventura de jugar, cantar, bailar y crear para transformar el panorama gris que
la calle le ofrece a los niños y niñas de este sector.
Llegamos pensando en talleres de yoga, pintura corporal, danza, teatro, y por
supuesto juegos, pero al llegar al barrio las cosas planeadas empezaron a
transformarse un poco... encontramos un barrio “tranquilo”, en silencio, y con un
aire que tal vez nos impediría que nuestros sueños se hicieran posibles (pues
cuando el barrio está tranquilo es porque hay cosas detrás que atemorizan a
las personas y ello se convierte en silencio)
Esta situación, al contrario de lo que muchos creerían, nos motivó más para
seguir adelante con aquello que planeábamos. Volvimos a una guarida de
sueños llamada biblioteca FASOL, buscando rostros familiares, esos que nos
apoyaron con las ilusiones pasadas, por quienes nos sentimos respaldadas y
con quienes habíamos logrado construir una cadena de sororidad buscando un
objetivo común: transformar la realidad de la comunidad. Para nuestra sorpresa
no solo encontramos rostros, encontramos brazos abiertos y llenos de
confianza, que seguían trabajando para transformar el barrio, donde nuestras
expectativas eran bien recibidas.
52
También fuimos en busca de esos rostros no menos importantes, que nos
pedían la última vez que nos vimos que regresáramos a jugar, esos niños y
niñas que fueron motivo principal para regresar, con la sorpresa que no los
encontramos en donde esperábamos, y las sonrisas que buscábamos se
habían desdibujado frente a la obligación de madurar y ser adulto cuando aún
se quisiera ser niño.
Pese a esto, sabíamos que si no había rostros conocidos, o al menos no con
los que contábamos, encontraríamos rostros que quisieran familiarizarse con
narices rojas y trajes de colores, dispuestos a soñar, crear y jugar.
Comenzamos nuestros talleres y con estos la búsqueda de participantes,
anunciando al son de redoblante y acompañadas del volumen de nuestra voz
que se estaba creando un espacio donde había cabida para grandes y chicos
que quisieran soñar, jugar y crear. Poco a poco se iba rompiendo ese misterioso
silencio y la soledad de la calle, al ver rostros que se asomaban por las
ventanas y puertas de las casas a la expectativa de lo que podría suceder.
Iniciamos nuestro primer taller en la biblioteca con un grupo de 9 chicos y
chicas, que quisieron untarse las manos de pintura y aun creyendo no saber
dibujar, retratarse. Ese día conocimos a Mabel, Yuli, Camilo, Andrés, Camila,
Duvan y Sebastián, también contamos con la participación de dos viejos
amigos, quienes para nuestra sorpresa, no eran esos niños que jugaron varias
veces con nosotras. El comportamiento de Brayan y Johan no era el que
conocíamos, pues su intolerancia y violencia llevaron a que los demás niños les
pusieran la condición de trabajar en el taller o salirse de este, por lo que
prefirieron no participar.
En esta sesión quisimos que los niños y niñas lograran retratarse a sí mismos
53
mostrando cómo se veían o querían ser, con la sorpresa de encontrar en el
dibujo de Duvan el rostro de su mamá, pues a pesar de haber escuchado bien
la instrucción, quería dibujar a su mamá. Otro caso particular fue el de
Sebastián, quien se llevó su dibujo a casa porque quería conservarlo
Este primer día, nos dejaba un grato sabor y más motivación para continuar con
esta experiencia que se veía transformada por la unión de los sueños de
aquellos chicos y chicas con quienes nos habíamos encontrado, a pesar que
esperábamos contar con muchos más participantes, este comienzo nos
alentaba a continuar y realizar los talleres planeados; esto comenzó a cambiar
al ver la disposición de los niños y niñas, al indagar lo que para ellos era tal vez
necesario y por supuesto lo que deseábamos todos: ser felices, al menos por
unas horas.
Por ello, el siguiente encuentro lo tuvimos en la calle, pues planeábamos tener
una sesión de yoga, pero al ver que esa mañana el sol nos acompañaba y
veíamos algunos chicos y chicas al final de la cuadra, decidimos hacernos
partícipes en un juego que no conocíamos al que fuimos invitadas: Yimi, un
juego como lo que en el interior del país conocemos como “yermis”.
Al principio, teníamos algo de incertidumbre de lo que pudiera pasar, pues, la
mayoría de chicos y chicas que se encontraban allí, tenían entre 7 y 15 años,
por lo que se les hacía extraño ver a dos mujeres vestidas de “payasas”, sobre
todo por el sector en el que nos encontrábamos. Al principio se burlaron de
nosotras por ser tan grandes, estar disfrazadas y con un redoblante a cuestas,
pero sobre todo por pedirles que nos dejaran jugar y nos explicaran en qué
consistía el juego y en menos de lo que pensábamos estábamos corriendo por
toda la calle intentando que la pelota no nos golpeara y dar una buena batalla
en el juego.
54
Fue así que conocimos a Saray, Laura, Cristian, Juan Pablo, Luis, Johan y
Andrés, pero también a Lorena, Catalina y José, con quienes hablamos un poco
al observar que nos veían jugar desde la puerta de su casa sin la posibilidad de
integrarse al juego por el temor a un castigo por parte de su mamá.
Nuestro plan de involucrar no solo a los niños si no a las familias, se vio
marcado por la invitación de una de las mamás de los chicos con quienes
realizábamos los talleres a “hacernos unas pregunticas”, pues al ver que nos
acercamos a jugar con los niños, mandó a uno de sus hijos a que nos hiciera
seguir a su casa para saber quiénes éramos nosotras y que era lo que íbamos
a realizar en los talleres a los que habíamos invitado a los niños.
Fue una visita bastante incómoda para nosotras, pues, la señora se encontraba
organizándose para salir a trabajar, aun así, logramos conocernos y recibir de
ella un voto de confianza para que sus hijos y sobrinos estuvieran con nosotras
jugando en la calle haciéndolo evidente con esta frase: “ah bueno, se quedan
jugando con ustedes, ahora si me puedo ir tranquila”.
La mañana se hizo muy corta, pero conocimos a los niños y niñas que nos
acompañarían en nuestro camino, ese que buscaba llevar felicidad y confianza
a niños y niñas para que se apropiaran de sus calles y disfrutaran de su bario
sin tener que pensar en los miedos que esta genera. Desde ese momento,
hicimos una promesa a manera de trato: estaríamos compartiendo todos los
jueves de 8:30 am a 10:30 am, ya fuera en la biblioteca o en la calle, en talleres
o en juegos.
En busca de retomar el cronograma que habíamos planteado y teniendo en
cuenta lo que empezábamos a reconocer como importante en ese proceso de
soñar, decidimos realizar una feria de sentidos. Haciendo uso de la biblioteca,
adecuamos una parte de este espacio para poner recipientes con varios
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elementos: azúcar, café, pasta cocida, canela, miel, arroz crudo, limón, naranja,
aserrín, una mezcla de pegamento y ácido bórico, un peluche, agua, harina y
una mezcla entre estas dos últimas.
En este taller participaron Claudia, Luisa y Geraldine, niñas que frecuentaban la
biblioteca, además de Cristian, Juan Pablo, Laura, Johan, Saray, Camilo,
Camila, Andrés, Luis, Sebastián y dos chicos que estaban haciendo tareas en la
biblioteca.
Vendamos los ojos de los participantes y los guiamos por los diferentes
elementos que debían ser tocados para luego decir si querían probarlos, olerlos
o no. Descubrimos que muchos de nosotros pasamos por alto nuestros
sentidos, y cuando los ponemos a prueba, nuestra mente nos puede llegar a
jugar una mala pasada, esto, evidenciado en los rostros de los niños y niñas
que, al tocar los diferentes recipientes, imaginaban cosas que les producían
miedo, aun, con elementos tan cotidianos como el arroz o la pasta.
A pesar de evidenciar que faltaba reconocer nuestro cuerpo, vimos que esto se
podría dar de una manera distinta a la planteada por nosotras, pues, al terminar
de “sentir” los diferentes elementos en los recipientes, conversamos sobre lo
vivenciado, el qué habíamos sentido, que nos gustó, que no nos gustó, que
cosas reconocimos y por qué, riéndonos de los gritos que surgieron al tocar
ciertos alimentos, el tema se fue ampliando hasta llegar a lo que serían los
siguientes talles. Salieron propuestas por parte de los niños y niñas de pintar,
de hacer antifaces, de disfrazarnos todos, de hacer obras de teatro, pero
sobretodo, poder jugar en la calle.
A partir de ese momento, comenzó un nuevo camino, un camino en el que
había cabida para todos, sin perder el rumbo, pero incluyendo propuestas que
se quisieran realizar, pues, los soñadores, deben soñar y buscar el medio para
56
cumplir con sus sueños, de la mano de otros y otras que sueñen en un sentido
similar. Por ello, el siguiente taller fue de máscaras, estas las realizamos con
yeso, material con el cual no habíamos trabajado antes, y mucho menos, con
un grupo como el que en ese momento habíamos conformado: Un grupo de 16
niños y niñas dispuestos a aportar ideas y ganas para estar felices y aprender
esas cosas que muchas veces la escuela olvida enseñar: Laura, Johan, Saray,
Cristian, Juan Pablo, Andrés, Luis, Claudia, Luisa, Geraldine, Mabel, Yuli,
Andrés, Camilo; Camila y Estaban, este último, un pequeño de 3 años hermano
de Geraldine.
Por nuestro temor a que se presentaran alergias o accidentes, nos hicimos
responsables de la fabricación de las máscaras en los rostros de ellos, los
recursos que teníamos disponibles no eran los suficientes para un buen
resultado, pero, con lo que teníamos, trabajamos para hacer que cada uno
tuviera una máscara para hacer uso de ella en los distintos escenarios que
pensábamos crear.
Aunque nuestro mayor propósito era tomarnos la calle, sabíamos que talleres
de pintura eran necesarios en un espacio cerrado, por ello, para decorar las
máscaras que habíamos realizado una sesión antes, nos tomamos un salón
que está al fondo de la biblioteca; este no podía ser un salón como cualquiera,
porque nuestro proyecto no era un proyecto cualquiera, y nuestros sueños no
eran los sueños comunes que las personas suelen dejar pasar, eran sueños
tangibles, que se debían planear y empezar a construir en un lugar adecuado,
así como los súper héroes que tienen un salón de la justicia, nosotros
adecuamos nuestro salón de soñadores y soñadoras.
Ya que este era un espacio compartido con chicas de la universidad
Pedagógica, quienes realizaban allí talleres en la hora de la tarde, vimos
necesario crear un acuerdo de uso, pues cuando íbamos a utilizar este espacio,
57
lo encontrábamos en malas condiciones, por lo que vimos necesario realizarles
una nota para que mantuviéramos este lugar en buen estado, para así tener
mejores resultados en lo que allí realizáramos.
Para que este fuera nuestro espacio en horas de la mañana, decidimos ponerle
nuestro sello colocando en las paredes el nombre de cada soñador y soñadora
a manera de insignia en lo que llamamos “El muro de los soñadores y
soñadoras”. Este espacio, se transformó en una guarida de color, en cada
papel donde estaba un nombre, estaba también una sonrisa, un sueño, una
historia.
En busca de visibilizarnos en el sector, quisimos hacer un recorrido por el barrio
para reconocer las persona con quienes nos relacionábamos a diario pero de
quienes no sabíamos ni su nombre, pero, este plan se vio disuelto por un juego
de Yimi; esta mañana los niños y niñas querían divertirse y por la situación que
nos habían comentado del barrio, decidimos que lo más conveniente era jugar y
así no fuera posible tomarse el barrio, nos tomáramos la calle en la que
vivíamos.
Sabíamos que el tiempo era corto y necesitábamos del juego, pero también de
talleres concretos, por ello hicimos un acuerdo para que el siguiente encuentro
fuese en la biblioteca, a lo cual todos nos comprometimos y cumplimos.
Llegamos el jueves a la hora acordada y comenzamos a hablar de nuestra
calle, quienes eran nuestros vecinos, y para hacerlo más específico, realizamos
un mapa de la calle en la que habitamos.
Como teníamos chicos de distintas edades, los más pequeños (niños entre 4 y
6 años) realizaron el dibujo de su casa, como querían que esta fuera y los
chicos más grandes, ubicaron los lugares más representativos de la cuadra,
nombrando las personas que vivían en cada lugar, y poniendo en evidencia
58
como quisieran que se transformara la calle para poder vivir tranquilos. Ante la
emoción que nos generaba ver el sentir de cada uno frente a como tenía que
vivir por culpa de personas que generaban un mal entorno y la idea de un
“carnavalito”, recibimos una noticia que cortaba nuestro proceso: la biblioteca
cerraría en dos semanas por las vacaciones escolares y estas dos últimas
semanas serian para realizar inventario de libros y organización del espacio
para dar un cierre total a este lugar.
Desconcertadas al no saber si dar una pausa y continuar en enero del siguiente
año o buscar la manera de continuar el proceso acortando las experiencias y
buscando mayor continuidad, decidimos realizar la sesión siguiente tal como
estaba prevista y tomarnos la semana siguiente para realizar preparativos para
el carnaval y cerrar el proceso a la par del cierre de la biblioteca.
Llegamos a la biblioteca con el ánimo de hacer de nuevo máscaras, pues las
primeras que habíamos realizado se encontraban en mal estado y algunas de
ellas habían sido tomadas por los mismos niños y niñas generando un deterioro
en estas. Esa mañana nos encontramos con Sandra, la bibliotecaria de la
mañana, quien nos contagió su preocupación, pues no teníamos llaves para
ingresar a la biblioteca y por tanto una dificultad para realizar el taller previsto.
Sandra se fue llamar a alguna de las mujeres de FASOL, mientras nosotras,
sentadas en frente de la biblioteca a la espera de que alguien llegara a abrir
este espacio, vimos una situación muy incómoda que se estaba haciendo
reiterativa en la vida de las jóvenes del sector.
Un señor mayor en bicicleta iba detrás de una joven quien se veía asustada y
acosada por las insistentes palabras de este señor, palabras que no
alcanzamos a oír, era evidente la incomodidad de la chica, pues esta se movía
de lado a lado de la calle tratando de alejarse de este sujeto, pero este la
seguía como si fuera su sombra, al punto que la chica tomó una piedra y
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amenazó con lanzársela, a lo que el tipo siguió su camino y dejó tranquila a la
joven.
Tras varias llamadas sin responder, decidimos recorrer el barrio en busca de
alguna de las mujeres del grupo de FASOL que nos pudiera facilitar las llaves
de este espacio y poder hacer el taller previsto, claro, en compañía de Sandra.
Fue un largo recorrido donde conocimos calles que antes no habíamos
transitado, lugares en que nos podíamos sentir seguras y otros donde el miedo
era evidente en nuestros rostros y pasos, con la mala fortuna de regresar a la
biblioteca sin las llaves. Sin saber qué hacer y a punto de irnos, vimos una
figura familiar, se acercaba Dorita, una de las mujeres de FASOL, quien traía las
llaves.
De inmediato nos pusimos en pie, y sin pensarlo dos veces, entramos a la
biblioteca a dejar las cosas que traíamos para el taller, nos pusimos nuestra
nariz y salimos a jugar con los niños y niñas que nos estaban esperando
algunas horas antes. Esta situación favoreció para que tres hermanos nos
acompañaran desde ese momento, pues, las oportunidades anteriores no les
era posible asistir porque no contaban con el permiso de su mamá, y
casualmente, ese día nos encontramos con ella. Fue complicado entablar
conversación con la señora, pues, aparentemente nos mostraba una cara ruda
que nos ponía a pensar una y otra vez si le hablábamos o no, pero pesó más
los rostros de esos chicos que se veían tristes por no poder salir a jugar por
miedo al castigo que tendrían al desobedecer a su mamá.
La verdad es que no hicimos conversación con la señora, apenas nos respondió
el saludo y nos escuchó pedir permiso por los niños, nos dio la espalda y entró
a su casa; quedamos con incertidumbre y un poco preocupadas ante lo que
había pasado nos sorprendimos al ver que minutos después, los niños salieron
de la casa a compartir con nosotras, con sus rostros llenos de alergia y
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contándole a todos que tenían permiso para asistir el resto de la semana a
realizar los talleres en torno al carnaval.
Debido a las complicaciones de tiempo ya mencionadas, dimos final a la
mañana alrededor de una gaseosa hablando de las expectativas de la semana
siguiente por lo que citamos a los niños y niñas el martes siguiente a la misma
hora para dar inicio a la preparación de nuestro carnavalito. Al despedirnos de
Sandra, y para evitar la situación presentada ese día, nos hicieron entrega de
las llaves de la biblioteca, para así tener disposición del espacio, pues este ya
había terminado sus actividades del año.
Con la sensación de tener poco tiempo y mucho por hacer, comenzamos
nuestras intervenciones por esa última semana que empezó el martes y daría
fin el viernes de esa semana. Llegamos a la hora acordada encontrando a
Laura, Johan, Saray, Cristian, Juan Pablo, Andrés, Luis, Claudia, Luisa,
Geraldine, José, Catalina y Lorena esperándonos con ansias, a ver esto
entramos a la biblioteca y entre todos adecuamos el espacio para poder
construir las máscaras con la mayor comodidad posible. Esta vez entre todos
alistamos los materiales: los más grandes ayudaban a poner la crema y
vaselina en los rostros de los compañeros más pequeños, a cortar las tiras de
yeso y a fotografiar toda la sesión. Luego los papeles se invertían y los más
pequeños nos ayudaban a realizar las máscaras de los más grandes.
Normalmente nuestras actividades estaban impregnadas por risa y ruido, pero
esta, estaba en silencio, todo porque al hablar se dañaría la máscara, pero la
demora fue retirar el yeso de sus caras y las risas y comentarios no se hicieron
esperar, pues sus rostros quedaban con partes blancas de polvo del yeso y
curiosamente, uno de los niños afro de nuestro grupo, Johan, tenía su cara
sucia antes de poner el yeso por lo que la máscara quedo sucia por dentro. Una
niña, algo atemorizada, corriendo nos mostró la máscara de Johan y
61
diciéndonos: “Ay mire, a ese niño se le está cayendo la piel”; comentario
inocente que nos causó gracia y que corregimos de inmediato. Con nuestros
trajes llenos de yeso, finalizamos nuestro primer último día, con un sabor
agridulce.
Al día siguiente, llegamos con todo el amor y disposición de ponerle color a
esos rostros de yeso que teníamos, con el inconveniente que esa semana era
semana de entrega de informes en los colegios del sector, algunos de los que
habían realizado las máscaras no pudieron ir a terminar su trabajo, pero entre
todos, comenzaron a decorar las que hacían falta.
En ese momento nos dimos cuenta de las habilidades artísticas de muchos de
nuestros soñadores, en especial de Saray, la niña más pequeña del grupo. La
alegría del día se vio opacada por la partida de uno de los chicos con quienes
trabajamos, Juan Pablo, uno de los niños que más participó en el proceso de
manera activa, viajaba en ese momento a Medellín, de donde saldría luego
para México. Fue una triste despedida, pero continuamos con nuestro trabajo
del día, terminando máscaras y creando disfraces en papel para salir a la calle
el viernes.
Veíamos más cercano el fin de nuestro proceso, pero teníamos el día más
importante de todo lo que habíamos realizado, día de poner en evidencia lo
que no querían los niños y niñas en su cuadra, que se vio agravado por una
situación particular. El grupo de hermanos por quienes habíamos pedido
permiso, no había podido asistir a esta sesión, pues el inquilino de la casa en la
que viven, le había contado a la mamá de estos pequeño que se la habían
pasado toda la mañana en la calle, acusación que no era para nada cierta, pues
nosotras habíamos estado con ellos durante la jornada.
Debido a esto, redactamos una carta dirigida a la mamá de estos niños,
62
poniendo nuestra posición acerca de lo sucedido, y contando lo que en realidad
habíamos hecho el día anterior, poniendo como evidencia las máscaras
realizadas, dejamos esto en casa de los niños y nos redirigimos a la biblioteca a
realizar lo agendado para ese día.
Nos reunimos en mesa redonda Laura, Johan, Saray, Cristian, Luis, Claudia,
Luisa, Geraldine, además de ellos, tres chicos nuevos que estuvieron
únicamente en esta sesión. Comenzamos haciendo una lluvia de ideas sobre lo
que les gustaba y no de su barrio y como quisieran que este fuera, pues,
poníamos en claro que si era un carnaval, debíamos llevar un mensaje a
quienes nos vieran y por eso realizábamos esa dinámica.
De esto resultaron cosas tan curiosas como: “que atrapen al capo” y “que se
vallan los buenos y se queden los malos”, por parte de uno de los más
pequeños y menos asistente a los talleres; a su vez, cosas tan
enorgullecedoras como “que no maltraten a los niños”, “que se vallan los
marihuaneros”, “que no maltraten a los animales”, y la más emblemática,
“queremos calles pavimentadas”.
Reunimos un total de 25 frases que fueron puestas en votación para dejar un
total de 8 las cuales fueron: “Los niños y las niñas tenemos derechos” “No al
maltrato contra los niños y niñas” “No maltratemos los animales” “Queremos
calles pavimentadas” “Que haya paz en el mundo” “No queremos más pobreza”
“No queremos más basura e indigencia” No queremos más violencia” que
fueron plasmadas en papel periódico y pintadas por los niños y niñas,
dejándolas listas para el día siguiente salir a hacer oír nuestras voces, de aquí
también salió la idea de una coreografía al estilo porrista por parte de un grupo
de tres chicos. Así comenzábamos a ver como se habían intensificado los lazos
de amistad entre ellos, había algunos que se conocían de tiempo atrás y otros
que hasta ahora se veían, pero que parecían conocerse de toda la vida por
63
compartir vivencias similares.
Y así llegaba el ultimo día, con un nudo en la garganta, sabiendo que podíamos
haber hecho más cosas de tener más tiempo, pero reconfortadas por lo que
habíamos logrado. Llegamos al barrio con el ánimo de cerrar con broche de oro,
con el carnaval y una pequeña clausura del proceso. Llevábamos el formato de
diplomas para imprimir con la sorpresa de que no encontrábamos un lugar que
nos hiciera las impresiones de estos, lo cual nos restó tiempo y nos complicó la
llegada puntual.
Al llegar a la biblioteca, ya estaban los niños y niñas esperándonos en la puerta
de esta, afanándonos para salir; para nuestra sorpresa, encontramos a
Catalina, Lorena y José, muy arreglados, con sus máscaras y con una gran
sonrisa. Y así se iban subiendo los ánimos para salir a la calle.
Nos alistamos y organizamos para salir, con la ausencia de algunos de nuestros
soñadores, pues, el cierre fue el 7 de diciembre, día de velitas, por lo que tres
de ellos estaban vendiendo velas por los alrededores del barrio. Sin embargo,
rostros intermitentes se hicieron presentes y logramos salir 30 entre chicos y
chicas que gritaban con gran sentimiento “Soñadores: qué queremos” a lo que
respondían “queremos calles pavimentadas”, “queremos vivir felices” o
“Soñadores: qué no queremos” a lo que respondían: “no queremos que nos
maltraten” o “que no maltraten a los animales”
A medida que íbamos avanzando se iban presentando situaciones de esas que
habíamos mencionado no querer en el barrio, por lo que una de nuestras
soñadoras les decía a toda voz: “no queremos más drogas” o “no queremos que
maltraten a los animales” a lo que los demás le hacían coro. En ese momento
nosotras pasamos a estar pendientes de que no pasaran carros y que no se
presentaran situaciones de conflicto directo, dejando que ellos sacaran todo
64
aquello que no querían y lo hicieran evidente ante quienes viven y comparten
sus descontentos.
Una vez terminamos de expresar nuestras ideas en la calle nos dirigimos todos
a nuestra guarida, a nuestro salón de soñadores a realizar nuestra clausura,
decidimos entregar nuestros diplomas y rescatar todas las cosas buenas que
caracterizaban a cada uno de nuestros soñadores y soñadoras. Y entre
lágrimas y sonrisas nos despedimos de nuestros compañeros dirigiéndonos a la
casa de cada uno para que quedaran en su hogar, para nuestra sorpresa al
llegar de nuevo al salón de soñadores encontramos unos certificados
elaborados por ellos agradeciendo nuestra labor.
Decidimos entregar los certificados a los padres de los soñadores que ese día
se encontraban vendiendo velitas, se sorprendieron al saber de nuestra partida
y nos agradecían por hacerlos felices, al mismo tiempo que nos preguntaban
por qué nos íbamos y si habrían más personas que estarían acompañando a
sus hijos e hijas en las mañanas.
De esta manera nos despojamos de nuestro traje y le dejamos el corazón y un
sentido agradecimiento al Amparo, por permitirnos soñar y ayudar a generar
sueños entre los niños y niñas creyendo en que todo es posible si se intenta.
65
8. Soñadores y soñadoras: los capitanes de esta experiencia
Nada de esto hubiera sido posible sin la ayuda y amor depositada por nuestros
soñadores y soñadoras callejeros; recordamos a quienes nos ayudaron a que
esta fuera posible, aquellos y aquellas que nos acompañaron con una gran
sonrisa, abrazos y mucho amor para hacer lo que cada día nos reunía en el
barrio y también a quienes se desdibujaron durante el proceso.
Brayan y Johan, dos hermanos de 12 y 10 años respectivamente, quienes
fueron un motivo para volver al Amparo, pues, al finalizar el proceso del circo
“Doremifasolas”, fueron ellos quienes nos pedían volver a este espacio a jugar
con ellos, pero esas ganas de jugar, crear y soñar, se fueron desvaneciendo
con la madurez impuesta que exige el sector y los “nuevos amigos” que
prefieren un grupo que seguir soñando. Sus rostros sonrientes se fueron
transformando en rostros agresivos, que ridiculizaban a aquellos que quisieran
seguir siendo niños en edades de 13 y 14 años, soltaron nuestra carpa
multicolor para alejarse a mirar extraño a quien se nos acercaba a jugar,
convirtiéndose en pequeños adultos, con responsabilidades que no les
correspondían a su edad y presiones de los “amigos” mayores, respondiendo a
la violencia que vivían en su hogar.
Debido a que no contaban con una persona que los cuidara, su independencia
se tomó de manera irresponsable y libertina, por su corta edad y las
condiciones a las que estaban expuestos, sus dinámicas de diversión,
cambiaron para estar cerca de los grupos de personas “mayores” que se
dedican al microtráfico y pandillismo en el barrio, la agresión se convirtió en un
factor fundamental para relacionarse, al punto, que a nuestra llegada de nuevo
al barrio, tenían restringido el acceso a la biblioteca por su mal comportamiento
y constante irrespeto.
66
No logramos hacerlos parte de esta nueva experiencia, ya que las veces que
llegaron a participar en los talleres, buscaban la manera de burlarse de los
demás niños y niñas contemporáneos a ellos haciéndoles sentir que su
participación dentro de los talleres eran cosa de niños más pequeños y que
eran bobadas lo que allí se hacía, incluso, en los momentos en que salíamos a
la calle, buscaban cómo hacer sentir mal a los demás intentando fomentar
burlas que no eran bien recibidas por los demás participantes. Frente a esto,
llegaron a agredir físicamente a algunos niños dentro de los talleres por lo que
les pusieron la condición de cambiar o no regresar a este espacio, teniendo en
cuenta que previamente a los talleres habían sido vetados de la biblioteca por
su frecuente agresividad y grosería hacia los demás.
Era frecuente encontrarlos en la calle cuando salíamos a jugar con los
soñadores y soñadoras, viéndonos desde lejos reflejando en su mirada ganas
de volver pero en sus actitudes demostrando querer ser adultos con intereses y
responsabilidades que no correspondían a su edad, marcadas por la violencia
que Vivian en su hogar, en compañía de adultos que no eran parte de su familia
y que por su aspecto nos generaban desconfianza, llegando a pensar que
tenían intereses sobre ellos.
Otro soñador a quien las responsabilidades no le permitieron soñar por
completo fue Duvan, quien a sus 11 años, debía colaborar en casa, cumplir sus
obligaciones escolares, y si tenía tiempo, salir a jugar. Su jornada escolar
durante la mañana fue uno de los impedimentos para que nos acompañara
durante todo el proceso, aunque anhelaba que llegaran las vacaciones para
encontrarse con sus primos y ser un soñador, la remodelación de su casa, le
ponía más tareas y no le daba tiempo para estar en la biblioteca o en la calle
jugando, soñando y creando a nuestro lado.
Tras las anheladas vacaciones, era notoria su mirada desde la terraza de su
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casa, que reflejaban interés por participar, pero que los condicionantes para
hacerlo eran mayores, los oficios caseros absorbían su tiempo, y a pesar que
sus padres también observaban con sonrisas en sus rostros, era más
importante la obra de su casa y la utilidad que veían en Duvan dentro de la casa
y no “perdiendo el tiempo” en la calle con nosotras.
Mabel, Andrés y Yuli, nos acompañaron en dos ocasiones, estas, porque sus
deberes escolares los hacían ir a la biblioteca, y al terminarlos, se escapaban
un rato y nos acompañaban en nuestro salón de soñadores. Cuando
comenzamos a salir a jugar a la calle, su asistencia se vio impedida por su
mamá, quien no los dejaba salir de la casa aunque ellos ya hubieran terminado
sus deberes. A pesar de nuestros intentos por hablar con la señora, nunca se
nos presentó una oportunidad, pues siempre que intentábamos hablarle, nos
decía que estaba muy ocupada y regresaba a su casa.
Ellos tres vivían en la misma casa, Mabel y Andrés, son hermanos, y Yuli, es
una de sus vecinas, que por cosas de la edad y el vivir juntos, entre Andrés y
Yuli empezaban a verse sonrisas y miradas entre uno y otro, floreciendo entre
ellos las mieles de un primer amor.
Cuando salíamos a jugar, casi siempre quedábamos en frente de su casa, por
lo que ellos tres se hacían en el balcón a mirar cómo nos divertíamos y a reírse
de lo graciosos que nos podríamos haber visto.
Nos extrañaba mucho, que, a pesar de que sus padres no estaban en casa,
ellos no salían de allí si no era para comprar algo o ir a la biblioteca, por lo que
hablamos con Sandra y los niños para saber porque no salían, ya que ellos no
hablaban de ese tema, encontrándonos con la sorpresa, que sus padres los
castigaban fuertemente si los encontraban en la calle o si les contaban que
habían salido a jugar en la calle.
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Desde allí comprendimos por qué sus rostros de tristeza y dejamos de insistir
para que salieran a jugar, pues, nos fue imposible lograr contactarnos con sus
padres para pedir permiso por ellos, ya que, esto también les generó temor a
los niños.
Un caso particular fue Camilo Andrés y Andrea Camila, dos hermanos
provenientes de Santa Marta, capital del departamento del Magdalena a
quienes de cariño les decían “Cami” y al llamar a alguno de esta manera, juntos
respondían a la vez. Dos ejemplares hermanos, que a pesar de que discutían,
el uno hacia que respetaran al otro; cuando alguien intentaba burlarse de uno
de ellos el otro exigía que se le respetara y viceversa, permanecían juntos,
sonrientes, participando con alegría y demostrando entre abrazos calurosos el
afecto que iban sintiendo por nosotras.
Al terminarse el periodo académico, ya no había tareas que los llevaran a la
biblioteca, y los papás, al ver que no había responsabilidad para tener que ir a
este lugar, preferían que los ayudaran en las labores de la casa y no que
“perdieran el tiempo” jugando en la calle.
A pesar de que no pudieron volver a los talleres luego de terminar el periodo
escolar, los talleres artísticos, sirvieron para disminuir la rigidez académica que
evidenciábamos en ellos, pues su dedicación por el estudio muchas veces no
permita que su creatividad saliera a flote, y poco a poco, notamos como iban
desenvolviéndose por medio de la pintura el color. No logramos conocer a los
padres de estos niños, pues los extensos horarios laborales los mantenían
fuera de casa durante el día.
En esa calle que nombramos, frente al balcón desde el que nos miraban
Andrés, Mabel y Yudi, encontramos niños y niñas que marcaron esta historia,
esa calle impregnada en sonidos vallenatos de la voz de Diomedes Díaz y los
69
reggaetones del momento, que durante nuestra visita se llenó también de
sonrisas, gritos de alegría, colores y sueños.
Laura, Saray, Cristian y Juan Pablo, cuatro hermanitos afro descendientes que
llamaban a su hermano mayor “el más blanquito” por no tener su mismo color
de piel y Johan el primo más pequeño y dos hermanitos gemelos que
estudiaban en la mañana, por lo que casi no estaban con nosotras.
De ellos aprendimos a jugar “Yimi”, un juego muy similar al “Yermis” que
conocemos en el interior del país, aprendimos que no importa cuanto tengamos,
pero siempre podemos compartir, desde un desayuno hasta sonrisas;
aprendimos que se puede llegar a querer a alguien pocas semanas y que su
partida puede ser más dolorosa que la de aquellos que conocemos de mucho
tiempo. Este último aprendizaje se lo debemos a Juan Pablo (el más blanquito)
un niño de 14 años con una madurez bastante marcada, ya que muchas veces
cumplía el papel de papá corrector con sus demás hermanos y era a la vez un
ejemplo a seguir.
Pese a ello, era muy afectivo, alegre y competitivo, motivaba a sus primos y
vecinos a jugar “limpio” sin hacer trampas, cuando descubría que no estaban
jugando de la manera correcta buscaba la manera de parar el juego para
mostrar que así no se debía hacer, y buscaba la manera de sacar del juego por
unos momentos a quien hacia trampa para que este aprendiera a jugar bien.
A pesar de su edad, pensaba siempre en otro lugar para desarrollar su vida, y
tenía la esperanza en su tía, quien lo llevaría a México para que allí realizara
sus estudios, pues en ese momento no estaba escolarizado y se dedicaba a
ayudar a su mamá en el trabajo en horas de la tarde y noche.
Dos días antes de terminar el proceso en el barrio, en horas de la mañana,
70
recibió la llamada de su tía para que se alistara porque pronto llegaría a
recogerlo. Nos despedimos entre besos y abrazos, conteniendo lágrimas para
evitar tristeza, y con frases de esperanza para un nuevo camino en otra tierra.
Cristian, el único de los hermanos que estaba escolarizado, con sus 13 años,
era el más sonriente y alegre, amante del futbol y el vallenato, quien por cada
frase generaba un chiste de por medio, a pesar de que era uno de los más
graciosos, sabía en qué momento debíamos estar serios y trabajando, él era
quien ponía orden al grupo cuando a la hora de trabajar el ambiente se tornaba
pesado por tantas bromas.
Al ser el segundo de los hermanos, cargaba también con la responsabilidad de
cuidar a sus hermanos y primos, era quien iniciaba los juegos y usualmente era
el primero en pelear porque no ganaba y esto lo llenaba de rabia buscando la
manera de ver trampa en su derrota.
Llenaba la calle con su voz, cantando vallenatos de Diomedes Díaz con el
sentimiento que podría tener un adulto al escuchar esta música, no le importaba
si estaba en la calle y lo estaban observando, porque el sentimiento que le
transmitía lo ponía a bailar en frente a quien fuera.
Su creatividad motivaba a sus hermanos y primos a hacer cosas bellas, a
trabajar con delicadeza y llevar su imaginación a plasmarla con colores, a
mantener orden en su lugar de trabajo y cuidar los materiales que se les
brindaba. Por su edad, las responsabilidades económicas no se hacían esperar,
por lo que en las mañanas madrugaba a Abastos a buscar la manera de llevar
dinero a la casa, ya fuera cargando bultos o ayudando a acomodar frutas en los
puestos de la plaza; en vísperas del día de velitas, salió a vender velas por los
alrededores del barrio.
71
Laura, la hermana regañona, quien se sentía la responsable de sus hermanos a
pesar de ser la tercera hermana, es decir, una de las menores; tenía un carácter
fuerte, le gustaba que estuviéramos pendientes de ella y si por alguna razón le
prestábamos más interés a otra niña, incluso a su hermana, este era un motivo
para enojarse.
No asistía a la escuela, por lo que ayudaba en su casa con los oficios y recibía
un ingreso económico ya que le pagaban por llevar y recoger a un bebé al
jardín. Le gustaba llamar nuestra atención con preguntas o anécdotas, ella era
quien nos contaba a quien le pegaban y por qué, conocía a los papás de sus
vecinos y por ello sabia a quienes les daban permiso de salir y a quienes no. Le
gustaba mucho que le hicieran sentir querida, que la abrazaran y le prestaran
atención; al principio no se interesaba mucho por su aspecto personal, por lo
que salía a la calle en pijama y chancletas, atuendo que fue cambiando a
medida que se iban desarrollando las sesiones.
Laura era bastante celosa, y lo comprobamos, una ocasión que una de sus
vecinas le preguntó qué días hacían el taller y ella le dijo que los jueves pero en
la tarde, y cuando preguntamos el porqué de su respuesta ella sonrió y nos dijo
que no quería que estuviera con nosotras.
Su creatividad y delicadeza a la hora de trabajar siempre salían a flote y sin
que se lo pidieran le colaboraba a los demás, dando ideas y en ocasiones
siendo ella misma quien realizaba esos ajustes; pero este actuar no solo se
veía presente a la hora de realizar alguna actividad, siempre buscaba la manera
de ayudar a sus compañeros y amigos y más cuando no podían asistir a jugar y
a crear con nosotras ingeniaba la manera de pedir permiso por ellos.
Saray es la hermana menor, con 5 años, pero su creatividad no tenía edad y
nos deslumbraba cada vez más, le gustaba que la consintiéramos e hiciéramos
72
cosquillas, pero a la vez, le gustaba hacer sus cosas sola y a su manera, se
fascinaba con la pintura, la cual prefería sobre los lápices de color y los papeles
de colores.
A pesar de ser la menor de nuestro grupo de soñadores y ser quien menos
hablaba siempre nos deslumbraba con sus trabajos, manejaba los colores más
brillantes y manejaba el espacio de trabajo a la perfección, tanto, que los
primeros trabajos, llegamos a pensar que su hermana mayor le ayudaba,
llevándonos la sorpresa que era ella quien ayudaba a los más grandes a la hora
de pintar.
Muchas veces por el afán de salir a participar en los talleres salía de su casa
mucho antes que los demás sin contarnos que no desayunaba porque se
demoraba y al poco tiempo la llamaban de nuevo para que comiera; los niños
de esta casa, no salían sin desayunar, por lo que muchas veces su abuela salía
a pedirnos el favor que los esperáramos un poco más de lo normal porque se
levantaban tarde, y en ocasiones, nos ofrecía desayuno a nosotras también.
Por último Johan, el primo que parecía un hermano más, contemporáneo de
Saray, pero con un carácter muy fuerte, era el más grosero, Pelión y tramposo;
buscaba la manera, fuera cual fuera, que lo llevara a ganar. Era el nombre que
más se oía en el salón de soñadores, pues sus travesuras y picardía, hacía
que los demás niños y niñas lo nombraran para acusarlo por lo que hacía, y aún
más escuchado en la calle, donde sus trampas eran descubiertas por todos y su
pequeña derrota lo exasperaba.
Se notaba la diferencia entre los hermanos y él, pues mientras los demás se
preocupaban por llegar a tiempo y lo mejor presentados, a Johan le molestaba
el hecho de bañarse, por lo cual siempre llegaba a los talleres con las manos
sucias y en su cara la marca del desayuno. El cuidado de él estaba a manos de
73
su abuela, quien se ocupaba además de las labores de la casa por lo que era
notorio lo caprichoso que podía llegar a ser si las cosas no salían como
esperaba.
A demás de compartir con los niños de esta familia, compartimos también con la
abuelita, quien nos pedía que los esperáramos unos minutos cuando ellos no
estaban listos para salir a jugar, la mamá de Laura, quien nos acogió en su
casa y se acercó a preguntar nosotras qué hacíamos, cuál era nuestro trabajo a
parte de vernos como payasas, y a recomendarnos a sus hijos y sobrinos para
que participaran en nuestro proyecto.
La mamá de Laura, Saray, Cristian y Juan Pablo, trabajaba en una cantina en el
barrio por lo que sus hijos mayores la acompañaban y estaban pendientes de
ella y el negocio, normalmente se encontraba en casa entre las 8.00 y 8:30am y
luego regresaba hasta altas horas de la madrugada. A pesar de ello estaba
pendiente de donde estaban sus hijos y con quien permanecían la mayor parte
del tiempo, pues además de recomendarlos a la abuela, también los
recomendaba con los vecinos, padres de los amigos de sus niños.
A pesar de los pocos encuentros que tuvimos con ella, fueron necesarios para
que nos diera a entender que le agradaba que sus hijos estuvieran participando
en espacios como el que nosotras podíamos brindarles, y así mismo la tristeza
que nos demostró el día que finalizaron los talleres dejando en nosotras un
sentimiento de gratitud de su parte.
En la casa del frente de esta familia, vivían muchas otras personas, chicas de
14 años que les parecía ridículo jugar en la calle, dedicadas a las labores
domésticas y a buscar una pareja, entre los candidatos estaban algunos de los
niños participes del proceso que aún conservaban ese niño que juega; y allí
estaba Luis, a sus 15 años, ayudaba a su mamá con el cuidado de su
74
hermanito menor, quien apenas tenía meses de nacido, pero esto no le impedía
salir a jugar con nosotras, pues su mamá le permitía salir ya que le
generábamos confianza y sabía que si estaba con nosotras y los niños de
enfrente no estaríamos haciendo cosas que le preocuparan.
Además de cuidar a su hermano ayudaba con los quehaceres y gastos de la
casa, al igual que Cristian, buscaba la manera de ganar dinero ya fuera
ayudando en la plaza de Abastos o vendiendo cosas en la calle, como por
ejemplo, velas para el 7 de diciembre. En horas de la tarde, Luis iba al colegio,
donde cursaba séptimo grado.
Al cuidado de Luis, siempre estaba su abuelo, un señor de alrededor de 60
años quien era propietario de una tienda que se encontraba en esta misma
vivienda, quien además de cuidarlo a él, estaba atento a lo que hacíamos en la
calle y quién podría llegar a tener malas intenciones con los chicos o nosotras,
por lo que se sentaba enfrente con un palo de escoba en la mano a observar
cualquier anomalía.
Andrés, quien vivía en la misma casa que Luis, y pese a ello, eran quienes peor
se llevaban, pues Andrés, era un niño bastante consentido a quien no le
gustaba perder y mucho menos que le dijeran como debía hacer las cosas. Por
ello no nos acompañó mucho tiempo, pues sus resultados académicos no
fueron los mejores, y el tiempo que quería jugar, se le iba en recuperaciones del
colegio.
Tímidos desde la puerta de su casa nos miraban dos niñas y un niño Lorena,
Catalina y José, desplazados del Caquetá, quienes en una ocasión nos
contaron que se habían venido para la cuidad con su mamá y su tío dejando a
su papá, quien meses más tarde llegó a la ciudad. Las ganas de jugar se veían
en su rostro pero se veían impedidas por las amenazas de su madre y las
75
acusaciones del vecino, quien en varias ocasiones comunicaba mentiras a la
mamá de los niños para que ésta los reprendiera y no los dejara salir.
Viendo esta situación buscamos la manera de hablar con la mamá de dichos
chicos para que los dejara jugar con nosotras y comprometiéndonos a dejarlos
en su casa una vez termináramos los talleres para que estuviera más tranquila,
y de esta manera logramos que por las dos últimas semanas jugaran, soñaran y
crearan.
Estos niños eran los más callados del grupo, Lorena, la hermana mayor, era
quien asumía la responsabilidad de sus hermanos, con quienes compartían y se
distribuían los oficios de la casa, esto a manera de canje con su mamá quien
trabajaba durante todo el día en la plaza para así poder salir a jugar. Estos
pequeños casi no opinaban y siempre estaban preguntando en busca de
aprobación a lo que hicieran, los tres estudiaban en horas de la tarde.
Era usual encontrarlos en pijama, desde que les dieron permiso de participar, se
levantaban más temprano y salían bañados y listos a los talleres. Eran muy
pocas las iniciativas que tenían, casi siempre, hasta en los juegos, esperaban la
indicación y aprobación para realizar cualquier actividad, lo cual nos mostraba
los alcances que tenía la agresión dentro de casa.
A pesar de ello, eran unos hermanos muy unidos, tanto, que si a uno de ellos le
pasaba algo, los demás se preocupaban al punto de llorar por el otro.
Por otra parte, Claudia, Luisa y Geraldine tres hermosas niñas llenas de alegría
y con ganas de transformar el mundo, niñas con una mirada crítica sobre lo que
pasa a su alrededor gracias a la formación que han recibido en los talleres de la
biblioteca.
Claudia es una líder innata, sus ganas de decir lo que piensa y de manifestar
76
sus inconformidades sin temor, y a la vez, planteando soluciones a los distintos
problemas que la afectan, no solo por ser menor, sino por ser mujer. Es por ella
que surge la idea de hacer un carnaval en el barrio donde se mostraran las
inconformidades de niños y niñas frente a su entorno, que probablemente, eran
las mismas que molestaban a los adultos.
Ella participó con nosotras en el proceso del circo “Doremifasolasi”, en ese
momento, no logramos ver el potencial que tenía como líder y al reencontrarnos
pudimos aprender y reconocer en ella una niña segura quien a pesar de su
edad y los retos del contexto resistía siendo niña e intentaba disfrutar de la
infancia que a muchos las condiciones barriales les ha robado.
Por otra parte, Luisa, una chica algo tímida al principio pero con gran carisma,
con dulzura, nos ayudaba en los momentos en los cuales la situación se
tornaba un poco tensa porque las ganas de jugar opacaban las actividades y
ella ayudaba a centrar a sus compañeros haciendo un llamado fuerte pero
amable en busca de respeto hacia los demás. Es el ejemplo de una amiga
incondicional, junto con Claudia fueron las responsables de una de las grandes
lecciones que recibimos: que sin importar las diferencias que se presenten en el
camino, una amistad se construye con sinceridad y amor.
Y Geraldine una niña algo inquieta con muchas ganas de crear, soñar y
transformar, todo lo quería hacer pero no sabía por dónde empezar, era una
niña muy inquieta y un poco dispersa, pues empezaba muchas actividades pero
no terminaba ninguna, pues en la mitad de algo ya quería iniciar otra, por ello,
se ganó varios llamados de atención por parte de Claudia y Luisa, quienes de
alguna manera, eran el ejemplo y modelo a seguir de Geraldine.
Estas tres niñas estudiaban .juntas en un colegio público del sector, en horas de
la tarde, y el tiempo de la mañana, lo pasaban en la biblioteca, ya fuera
realizando tareas, participando en talleres o generando charlas y discusiones
con la bibliotecaria acerca de aquello que vivenciaban y no estaban de acuerdo.
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Los soñadores y soñadoras, pasaron de ser niños y niñas del barrio, a ser
amigos y casi una familia, preocupados no solo por ellos si no por lo que les
afecta a todos, comprometidos en seguir viéndose para jugar y crear,
asumiendo responsabilidades de seguir siendo un grupo preocupado por seguir
transformando el lugar en el que habitan.
Ellos nombrados por nosotras como “soñadores y soñadoras callejeros” y
graduados en ello, fueron quienes nos graduaron a nosotras como soñadoras
dejando el interés de seguir reuniéndose y usando la calle como un espacio de
juego, risas, diversión y encuentro.
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9. ¿Y que implica para una pedagoga(o) infantil trabajar en la calle? (Conclusiones)
Esta historia fue escrita y realizada con algunas dificultades, y a pesar de ellas
logramos grandes avances que quizás en aplicaciones posteriores puedan ser
tenidas en cuenta para generar mejores resultados.
No contábamos con un “apadrinamiento” más que el espacio que nos brindó la
biblioteca FASOL, el cual fue de gran ayuda, en especial en esos días fríos
donde la lluvia convertía la cuadra en una pista de lodo y su colaboración en un
evento tan importante para nuestro proyecto como fue el carnaval, donde nos
ayudaron con su presencia brindándonos aún más seguridad.
9.1. Cambiar el aula por la calle
Las condiciones del barrio son más que una dificultad, un reto. Ya que es un
sector visibilizado desde “la mirada del miedo”, carga con un estigma de
inseguridad y temor a quienes no residimos en el sector, lo cual, sin querer crea
barreras en el momento de realizar intervenciones en el sector, y mucho más, si
de trabajo en la calle se trata.
La falta de alcantarillado, de pavimentación y en muchas ocasiones, el
abandono del Estado a esta población hizo que nuestra labor como educadores
no pudiera ir muchas veces más allá de las barreras de la escuela. Los días de
sol convertían nuestro espacio en grandes arenales lo que no permitía un goce
total del juego por las incomodidades al ver y respirar y así mismo, ese polvo en
días lluviosos, se transformaba en grandes barriales en los que transitar no solo
era incomodo sino peligroso por las caídas que podríamos sufrir al correr y
79
jugar en la calle. Otra de nuestras dificultades fue la situación de la población y
las dinámicas de esta dentro del territorio; la más común de ellas, el constante
desplazamiento dentro y fuera del sector, pues la inestabilidad económica de la
gran mayoría de familias los conduce a buscar lugares más económicos o irse a
lugares con un mejor imaginario de seguridad. Por ser un sector donde habitan
desmovilizados, las constantes amenazas entre grupos obligan a las familias a
migrar de un lugar a otro buscando seguridad.
Como pedagogas en formación somos conscientes de nuestros espacios de
trabajo, y estos muchas veces se ven limitados a la escuela y las fundaciones,
esas que muchas veces, dejan de lado la calle, calles que forman a niños y
niñas mucho más que los contextos escolares formales.
Educar no se basa únicamente en entregar conocimientos, sino brindar
experiencias que generen aprendizajes, y que mejor, que generar experiencias
en los espacios inmediatos y de mayor afluencia por parte de la infancia, el
retomar calles, disfrutar de aquello que se considera ser niño: Jugar, cantar,
bailar, pintar, crear, y sobre todo, soñar realidades posibles.
El trabajo en la calle, genera a los docentes aprendizajes más allá de lo
tradicional y formal considerado “educativo”, se aprende reconociendo la
vivencia de muchos niños y niñas, su voz, sus problemas, haciéndolos
partícipes activos de transformación de realidades, escuchando sus intereses,
viviendo las realidades que desconocemos por limitarnos a un currículo, a un
espacio cerrado en el cual los niños y niñas solo pasar unas cuanta horas a
diario.
Salir del aula en este caso nos implicó transformarnos en otras personas, con
narices rojas y trajes de colores, ganando así la confianza de los niños y niñas,
pues, al vernos con una apariencia diferente y actuando a la par de ellos:
jugando cantando y gritando en la calle.
80
“Los profesores también tienen necesidades que deben ser conocidas a través
de la enseñanza, yendo desde el orgullo por su personal hacer y por los
resultados conseguidos, hasta la realización de sí mismos” WOODS (1997, p.
19)
Asumir nuevos roles, como “payasas” permitiendo la participación de los niños y
las niñas desdibujando el imaginario que existe de los y las docentes,
encasillados a la escuela, a la tarea y a las ordenes; cambiando esa mirada por
la de amigas y compañeras de juego, quienes se interesan por lo que les
sucede más allá de los resultados académicos.
Trabajando directamente en la calle, pudimos visibilizar y casi vivir a la par de
los niños y las niñas la realidad del barrio, las dinámicas sociales, sus prácticas
familiares, esas, que se ven opacadas en la escuela por la carga académica, o
por el afán de escapar de éstas. Ganar confianza con los niños y niñas al ser
vistas como iguales, nos ayudó a reconocer las problemáticas que vivían en sus
hogares y en su entorno inmediato: La cuadra.
El visibilizarnos como “payasas” no solo rompió con la normalidad de la calle,
sino también con las dinámicas de juego, convirtiéndonos en parte del barrio,
así fuera por unas horas a la semana, generando un espacio de compartir, no
solo dentro de las normas del juego, sino, generando un espacio para hablar
entre iguales contando anécdotas y problemas, haciendo visibles las
problemáticas del sector, esas, que afectan a las personas del territorio y que
solo en el juego fueron visibilizadas y denunciadas por los mismos niños.
En la calle no hay cabida para el referente de clase, y los aprendizajes se dan
en gran medida más para los y las docentes, pues, nos encasillamos a ver al
niño dentro del contexto escolar, olvidándonos en muchas oportunidades las
cargas culturales que llevan en sus hombros. Este trabajo nos implica cambiar
el tablero por la tierra de los zapatos, las batas blancas por estrategias para
81
generar confianza, y los libros por la búsqueda de las sonrisas y de la alegría al
menos por un momento.
La escuela nos brinda seguridad, pues es una estructura en la gran mayoría de
casos jerarquizada por conocimientos, estos en muchos contextos inútiles, deja
al maestro en una posición más alta que sus estudiantes, posición que se niega
al diálogo y al reconocimiento de cada sujeto detrás de un uniforme. La calle a
pesar de priorizar espacios para los adultos, nos hace vulnerables, y nos pone
en igualdad con las demás personas, permitiéndonos ser sujetos más allá de
una profesión y un estigma a partir de quienes somos por lo que hacemos.
Trabajar en la calle nos hace crecer no solo como formadores o como agentes
educativos, sino como personas, pues la labor en dicho ámbito pone al
descubierto las realidades del mundo que pueden vivir muchos de los
estudiantes que encontramos en el aula, quienes usan la escuela como
escapatoria a la realidad, como descanso a lo que vive fuera del contexto
escolar, repensándonos que la vida de los niños y niñas no se limita a la vida
escolar y que probablemente podemos quitarnos del estricto roll docente para
ponernos en el lugar de amigos, de compañeros de viaje.
82
10. Y ASI SE FUERON CREANDO... ESPERANZAS (RESULTADOS)
A pesar de que el panorama al principio no fuese alentador, la esperanza por
construir un sueño posible fue mayor a las complicaciones que se pudieron
presentar, pues más que un obstáculo, siempre se convirtieron en retos a
afrontar, y que mejor, que contar con soñadores para lograrlo.
Durante este proceso evidenciamos diferentes situaciones que nos ayudaron a
orientar este proceso pedagógico atendiendo a las necesidades que se
visibilizaron en el sector, éstas desde la mirada de los niños y las niñas del
Amparo.
10.1. Cada cual en su oficio: el niño en el hogar y el adulto a laborar.
Los largos horarios de trabajo de los padres y en especial las madres cabezas
de familia, promueven en el núcleo familiar dinámicas que dificultan un trabajo
entre adultos y niños en pro de la seguridad de estos últimos dentro del
territorio. En nuestro caso específico esto no nos permitió generar un trabajo
conjunto como hubiésemos querido, pues además de ello el temor de los
padres y madres frente a la posibilidad de dejar salir a sus hijos e hijas solas a
la calle generaba un alto umbral de desconfianza por lo que el número de
participantes en los talleres se veía afectado por las inseguridades de los
adultos.
Esto generaba que los niños y niñas estuvieran en situación de encierro y por
tanto haciéndose cargo de las labores de la casa y de paso, en algunos casos,
83
la responsabilidad de cuidar de hermanos menores, lo que muchas veces
dificultó la participación de algunos niños y niñas dentro de los talleres.
Este panorama atiende a esa infancia contemporánea, como plantea Jimenez:
“el actual contexto ha traído también, como consecuencia, soledad,
marginación, altos grados de pobreza y la exclusión social de la mayoría de la
población, en cuyo centro ubicamos una infancia que vive un particular proceso
de socialización en familias, muchas veces fragmentadas y por fuera de la
escuela; una infancia para quienes las calles barriales y citadinas se convierten
en el principal escenario de socialización (…) una infancia desheredada,
olvidada, privada, excluida y abandonada que encontramos en el centro de las
grandes ciudades y en las zonas marginales de la frontera urbano rural” (2008,
p. 63-64)
Esta cultura se ha encargado de aislar a los niños y niñas de la calle, pues se
tiene una idea que dentro de las ciudades hay espacios establecidos para los
niños y las niñas, para el disfrute de su tiempo libre, bajo la supervisión de un
adulto.
Dentro de este territorio es normalizada la violencia, en especial, aquella que
fomenta una cultura del miedo, en la que es más fácil callar y hacer caso omiso
a lo que sucede que intentar cambiar pautas y comportamientos; los niños
encerrados bajo la justificación de la inseguridad, la deserción escolar
justificando el trabajo infantil ante las pocas oportunidades y salarios injustos, el
maltrato como medida de corrección y pauta de crianza.
Esta situación la visibilizamos en el proceso previo a esta experiencia y en
visitas al barrio antes de emprender esta aventura; presenciamos un panorama
gris, en el que niños y niñas observaban los colores de dos “payasas” a través
de una ventana protegidos por una reja, o desde la puerta, la que debía
84
permanecer con llave para evitar inconvenientes tanto con sus padres como
con quienes intentaran violar la seguridad y privacidad de los hogares.
En este contexto, es común encontrar rostros desconsolados ante el panorama
de inseguridad, rostros de adultos y niños que van perdiendo la esperanza día a
día, como el caso de Brayan y Johan, quienes a pesar de su edad ya se
enfrentaban a la vida con la madurez impuesta por el contexto, pues después
de un año, al reencontrarnos fue notorio para nosotras que su infancia se había
desdibujado, sus amistades habían cambiado y sus expresiones no eran las
mismas que habíamos conocido tiempo atrás y su actuar no era acorde a su
edad, la madurez promovida por sus dinámicas familiares había afectado su
manera de ver la vida rechazando el disfrutar su infancia, puesto que el jugar
para ellos se había convertido en un acto de inmadurez.
Por otra parte, fue evidente encontrar niños y niñas al cuidado de familiares y
vecinos, quienes se encargaban de vigilar que los niños y niñas no salieran de
casa solos por prolongados espacios de tiempo, esto garantizado por el poder
de tener las llaves de la casa.
Era notorio encontrar casos en los que los padres salían a trabajar desde la
madrugada hasta altas horas de la tarde, y eran los niños quienes estaban a
cargo de su cuidado y el de sus hermanos, estudiando en horas de la tarde
para poder hacer los quehaceres del hogar, entre ellos el cocinar o asistir a los
comedores comunitarios.
En el contexto del Amparo, era común escuchar a los niños y niñas hablar de
robos y peleas, y más aun con el auge de la novela “El capo”, que promovía en
algunos de ellos el idea de ser como el protagonista de este programa, esto
evidenciado en una charla grupal, donde uno de los niños decía “que se vallan
los buenos y se queden los malos”2, haciendo alusión a los expendedores de
2 Diario de campo, Diciembre 06 de 2012
85
drogas y ladrones del sector, mostrando con su actitud un convencimiento en
ese camino a seguir, pues a pesar de las explicaciones de los demás chicos y
chicas del grupo, él seguía convencido de su argumento.
A pesar que en este contexto se ve a la infancia en el encierro por protección,
también se puede evidenciar que muchos de los niños y niñas en algunos
momentos cumplen roles de adultos no solo dentro del hogar, sino que, también
deben empezar a generar ingresos para sostener a la familia, con ventas
ambulantes o ayudando en abastos, esto en contra jornada escolar en el caso
de aquellos que estudiaban.
10.2. Los lazos de confianza empiezan con pequeños hilos solidarios.
Todas estas situaciones a su vez, fueron un gran logro, pues, el conocer las
distintas situaciones de los niños y las niñas del Amparo, se dio gracias a la
confianza que generamos en muchos de los niños con los que trabajamos y
jugamos, quienes progresivamente fueron convirtiéndose en nuestros
compañeros de aventura.
Así mismo, muchas de las familias de los niños participantes, se acercaron y
cuidaron de nosotras frente a situaciones de riesgo que se llegaron a presentar
mientras hacíamos intervenciones en la calle, de la misma manera que en el
momento de la despedida, cuando las madres de algunos de los niños se
acercaron a preguntarnos si volveríamos mostrando gratitud frente a lo logrado
con sus hijos durante los casi tres meses de intervención.
Tal como lo planteaba Tonucci (1996), al estar los niños en la calle, los
cuidadores estarían más pendiente de estos, generando espacios seguros; en
86
nuestro caso particular, uno de los abuelos de los niños permanecía en la
puerta de su casa con un palo en la mano, observando cualquier anomalía que
se llegara a presentar, al igual que algunas madres y cuidadores (primos y
hermanos mayores) que se asomaban a la ventana esporádicamente a ver lo
que estaban haciendo los niños y niñas en la calle.
Aunque nuestra intervención en el territorio fue algo corta pudimos observar
varios cambios en los niños y niñas pues en un primer momento muchos ellos
llegaban a los talleres recién levantados y en pijama, poco a poco esto fue
cambiando, se preocuparon mucho más por su aspecto personal al punto de
lucir su mejor atuendo. La confianza en ellos mismos creció y su voz se hizo
presente, mostrando a los adultos aquellas situaciones que viven a diario que
nos les gustan y manifestando su inconformidad frente a los que ellos creen es
injusto, esto, gracias al espacio que se logró generar donde era permitido jugar,
crear, cantar, bailar y sobre todo soñar permitiéndonos ser siempre niños;
cambiando esa visión de transformar desde la violencia y el miedo, a
transformar mediante colores y voces que generan lazos de solidaridad, sin
importar las edades.
Los cambios no solo fueron de los niños y las niñas también se dieron en los
padres y madres, al apostarle a un proceso donde el arte y el juego eran los
protagonistas para la transformación de ese gris panorama que vivían a diario y
combatir el miedo, en un lugar donde las alternativas para aprovechar el tiempo
libre no eran las más adecuadas y sanas para los niños y niñas.
Así se dio y se generó un valor extra al arte y al juego, el de herramienta de
denuncia y transformación de territorio, de toma de espacio, de lugar para la
infancia, haciendo así que muchos de los niños y niñas partícipes del proceso,
quisieron seguir reuniéndose para programar actividades de juego y de reunión
para hacer cosas en la calle por su cuenta, en gran parte, motivados por
87
continuar con un grupo de amigos promovido por la intervención de “Juanananá
y Tatatatá” en el Amparo.
El juego empieza a cobrar un valor más allá de la simple diversión,
convirtiéndose en una excusa para encontrarse con otros niños y niñas,
compartiendo esperanzas, problemas y posibles soluciones ante los problemas
que los afectaban, ya fueran personales, familiares o del mismo barrio.
Logramos vincular a través del juego un grupo de niños y niñas de distintos
rangos de edad, de diferentes lugares del país, todos con un mismo propósito:
lograr respeto cuando estén en la calle, respeto al jugar, al caminar, al ir a la
escuela, a disfrutar de los parques y tener opciones de diversión fuera de sus
hogares, todo esto en un entorno seguro, con calles pavimentadas, libres de
basuras, de consumidores y expendedores de drogas.
A partir de estos intereses en común, logramos notar la voz de los niños,
dándole la importancia que tienen, y sobretodo el valor que los impulsa a creer
en los sueños y aún más a hacerlos posibles.
Sus ojos mostraban esperanzas, esas que muchos adultos ya han perdido al
ver transcurrir el día a día igual. Sonrisas, ideas y persistencia, generaba en
ellos apoyo para llevar a cabo lo que habían planteado con la intensión de
hacerse ver y escuchar de ese otro que se mostraba indiferente.
“… en cambio, los niños son implacables; no están dispuestos a renunciar a su
libertad porque la necesitan para crecer. Por otra parte, los niños, ya desde
pequeños, son capaces de interpretar las propias necesidades y de contribuir a
cambiar su ciudad. Por tanto vale la pena darles la palabra, invitarles a
participar, porque tal vez en su nombre y para su bienestar sea posible pedir a
los ciudadanos adultos aquellos cambios que difícilmente estarían dispuestos a
aceptar y a promover por sí mismos, a pesar de ver su necesidad y su urgencia”
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(TONUCCI, 2006, p. 63)
Esto lo logramos evidenciar con el Carnaval realizado el día final de nuestra
intervención, pues los niños y niñas se enfrentaron a su realidad y con
pancartas y su voz, denunciando aquellas cosas que no querían en su barrio:
Drogadictos, expendios de drogas, maltrato infantil, maltrato animal y exigiendo
la pavimentación de sus calles conservándose siempre limpias. Estas
denuncias se hicieron incluso a manera de enfrentamiento con aquellos que
eran parte del problema, ya que durante el carnaval un grupo de niños, de los
mayores, se enfrentó a un vehículo de tracción animal reclamando que no
querían más maltrato a los animales, al igual que con un grupo de
consumidores de estupefacientes que pasaba por la zona.
10.3. Se vale soñar, aun con imposibles.
A pesar de la persistencia y los logros de solidaridad y confianza, es muy difícil
romper con esquemas sociales tan marcados como la violencia, inseguridad,
pobreza, narcotráfico, entre otras situaciones que se salen del alcance de una
intervención pedagógica.
Sin embargo, nos arriesgamos a soñar y transformar, al menos por un par de
horas, la realidad de algunos de los habitantes de estas calles grises,
sembrando en unos cuantos el deseo de transformar, y por qué no, empezar
por sí mismo estos cambios.
Intentamos y persistimos a pesar de no tener muchos factores a favor, de
encontrarnos con distintas problemáticas y obstáculos de los cuales éramos
partícipes, pero, por más que quisiéramos no podíamos transformar, como por
ejemplo, las relaciones familiares y el trabajo infantil; aun así, logramos
impactar y de alguna manera transformar espacios, no en su totalidad, pero si,
89
en los momentos en que estábamos en la calle, porque “si devolvemos la
ciudad a los niños podrán reencontrar la libertad necesaria para crecer bien,
pero si devolvemos los niños a la ciudad la obligaremos a hacerse cargo de
ellos y a redescubrir aquel talante y aquellas actitudes de cuidado y
responsabilidad que hoy parecen haber desaparecido” (TONUCCI, 2006)
Lograr el reconocimiento de algunos padres, contar con niños en las calles que
en principio permanecían en encierro, es un logro de este sueño, que, aunque
no pretendía transformar la realidad de la totalidad de los niños y niñas del
barrio, logramos transformar al menos, algunas miradas durante el tiempo de
intervención, y para nuestra sorpresa, muchas miradas de adultos familiares de
los niños y niñas que salieron con temor en principio al hacerse partícipes de
esta experiencia.
Lo más importante de esto, es que los niños y niñas partícipes de la experiencia
de “Soñadores y soñadoras callejeras”, manifestaron su deseo de continuar
entre ellos este proceso wpara encontrarse y realizar actividades como el
carnaval, o simplemente para salir a jugar, dejándonos como aprendizaje que
los niños y niñas son más persistentes y creen en aquellos sueños que nosotros
como adultos nos negamos por temor al fracaso.
Vale la pena arriesgarse para contribuir en la transformación de espacios no
solo para la infancia, sino para los habitantes de los distintos territorios, y como
lo plantea Tonucci, hacer de la ciudad un lugar seguro no solo para la infancia,
sino, un lugar donde las personas puedan disfrutar, aprender, se sientan
incluidas y se apropien de los territorios.
No es para nada fácil lograr la transformación de estos espacios y de la
totalidad de una comunidad, y mucho menos con una limitación de recursos,
pero, son menos los logros si no nos atrevemos siquiera a soñar con ello.
90
11. Recomendaciones
A partir de la experiencia realizada y los logros obtenidos, creemos conveniente
que la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, desde la licenciatura en
pedagogía infantil, de relevancia a este tipo de experiencias pedagógicas en
ámbitos no convencionales, que permita a los estudiantes de la licenciatura el
enfrentarse a la realidad que atraviesan los niños y niñas que encontramos en
el aula de clase y que en muchas ocasiones dejamos de lado el contexto en el
que viven.
Sentimos que es necesaria la continuidad de estas experiencias fuera del aula,
que no solo nos hacen crecer como docentes en formación, sino también como
seres humanos, que nos convierte en seres más sensibles y a la vez que
retribuimos socialmente el compromiso pedagógico, rompiendo esquemas
tradicionales de nuestro papel como decentes en la sociedad. Por tanto
recomendamos dar continuidad a experiencias en el Amparo a través de
prácticas pedagógicas y/o pasantías que fortalezcan una perspectiva de la
licenciatura hacia el trabajo social.
Dejando de lado ese sentir que le queda a la comunidad que se siente más
violentada por aquellos que sacan provecho de una situación y de una serie de
problemáticas sin dejarles nada a cambio, cerrando así las puertas a aquellos
actores que creen en la acción que puede transformar.
De la misma manera, es pertinente desarrollar más espacios que fortalezcan y
brinden herramientas a los y las estudiantes para desarrollar proyectos
pedagógicos con población infantil en situación de vulnerabilidad, generando un
enfoque social saliendo de los esquemas escolares tradicionales de los que
tanto se critican dentro del contexto universitario. Para así transformar la mirada
91
que se tiene de la infancia puesto que solo la concebimos en el espacio
académico y escolar, saliendo a la calle jugando con ellos, conociendo su
realidad inmediata , el contexto ene l que se desarrollan tanto familiar como
social, derrumbando las jerarquías que promovemos en la escuela
Esperamos que experiencias como estas sirvan como motivación para los y las
estudiantes de pedagogía infantil para romper las barreras de la escuela, salir a
la calle y encontrarse con el arte de educar en espacios no convencionales.
Creemos conveniente apostarle a la narrativa en la presentación de
experiencias, a pesar que la validez de este tipo de expresión es mínima,
permite a los autores darle voz a los partícipes de la experiencia sin la
rigurosidad de los conceptos, que muchas veces aparta lo sensible que tanto
nos hace falta al involucrarnos con las infancias en condición de vulnerabilidad.
Recomendamos a la comunidad generar espacios donde la infancia se vea
involucrada no solo en el horario de la tarde, puesto que en la mañana es
notoria la necesidad del empoderamiento de los niños y niñas del sector, a la
vez, de abrir espacios a la familia a través de iniciativas artísticas para fomentar
la creación de lazos de confianza y redes de apoyo frente a las problemáticas
que afectan el sector.
Esperamos que las puertas del Amparo continúen abiertas para la Universidad
Distrital y las apuestas a la transformación social, en especial aquellas que
empoderen y den voz a la infancia.
92
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