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Alcohólicos Anónimos® es una comu ni dad de hom bres ymuje res que com par ten su mutua expe rien cia, for ta le -za y espe ran za para resol ver su pro ble ma común y ayu -dar a otros a recu pe rar se del alco ho lis mo.

• El único requi si to para ser miem bro de A.A. es eldeseo de dejar la bebi da. Para ser miem bro de A.A. nose pagan hono ra rios ni cuo tas; nos man te ne mos connues tras pro pias con tri bu cio nes.

• A.A. no está afi lia da a nin gu na secta, reli gión, par ti dopolí ti co, orga ni za ción o ins ti tu ción algu na; no deseainter ve nir en con tro ver sias; no res pal da ni se opone aninguna causa.

• Nuestro obje ti vo pri mor dial es man te ner nos sobriosy ayu dar a otros alco hó li cos a alcan zar el esta do desobrie dad.

Copyright © por A.A. Grapevine, Inc.reimpreso con permiso

© Copyright 1983por Alcoholics Anonymous World Services, Inc.

475 Riverside DriveNew York, NY 10115

Translated from English. Copyright in the English lan -gua ge ver sion of this work is also owned by A.A.W.S.,Inc., New York, N.Y. All right reser ved. No part of thistrans la tion may be dupli ca ted in any form without thewrit ten per mis sion of A.A.W.S.

Traducido del inglés. El ori gi nal en inglés de esta obratam bién es pro pie dad lite ra ria ©, de A.A.W.S., NewYork, N.Y. Reservados todos los derechos. Prohibida larepro duc ción total o parcial de esta tra duc ción sin per -mi so escri to de A.A.W.S.

Dirección Postal: Box 459Grand Central StationNew York, NY 10163

www.aa.org

3M 07/17 (GP)

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El punto de vistade un miembro de

A.A. sobre la Comunidad

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El propósito de este folleto es el de explicar cómofunciona A.A. a gente que en su trabajo profesionalayuda en el tratamiento del alcohólico. Aunque escierto que el programa de A.A. depende del compar-timiento de experiencia, fortaleza y esperanza entrelos alcohólicos, el proceso de recuperación en símismo es algo muy personal y cada miembro loadapta para responder a sus necesidades particula-res. Por lo tanto, el programa queda descrito aquí taly como le parece a un solo miembro; no obstante, elhecho de haber sido aprobado por la Con ferencia deServicios Generales de A.A. indica, que el folleto,refleja el pensamiento de la Co munidad.

El autor de esta ponencia la presentó por primera vezante una clase acerca del asesoramiento del alcoho-lismo en una de nuestras universidades más destaca-das. A.A.W.S., Inc. quiere agradecerle por el permisotan generoso que le ha concedido para reimprimirlay distribuirla.

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*Bill W. murió el 24 de enero de 1971

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ESTA NOCHE DESEO DIRIGIRME a ustedes valiéndo-me de un texto redactado de antemano — por lasiguiente razón: Hasta esta coyuntura en mi asocia-ción con Alcohólicos Anónimos, he hablado en A.A.o ante una de las organizaciones separadas peroderivadas de A.A., Al-Anon y Alateen. He estadoparticipando en una terapia, y he sido yo el sujeto.Por lo tanto, cuanto más subjetiva la charla, mejor.Esta noche, se me ha pedido hablar acerca de dichaterapia, y la diferencia inmediatamente resulta obvia.Me parece que debo esforzarme por ser tan objetivocomo sea posible y para asegurarme de ello, hetenido que dedicarme a pensarlo y prepararlo conantelación. Hasta qué punto puede ser objetivo unmiembro de A.A. al referirse a una organizaciónque cree haberle ayudado a salvar su vida, es unacuestión discutible; pero puedo intentarlo.

Mi tarea esta noche es más difícil de lo que parecea primera vista, porque —como ya saben aquellos deustedes que son miembros de A.A.— no existe ningu-na interpretación oficial que les pueda ofrecer sinmás. No hay ninguna “línea política del partido”, nin-guna recopilación de dogma y doctrina que los miem-bros suscriban, ningún credo que recitemos. Aun si elmismo cofundador sobreviviente de A.A.* estuvieraaquí hablando ante ustedes esta noche, no podría sinodecirles cómo le parece a él. Personalmente, conside-ro esta ausencia de ortodoxia como uno de los princi-pios más importantes y terapéuticos de A.A. — yespero volver a tratar este punto con detalle mástarde. No obstante, en momentos como éste, puedecausarnos algunas dificultades. Quede establecidoque, cualquier cosa que yo les diga esta noche es ytiene que seguir siendo una observación completa-mente personal. Efectivamente, esta ponencia podríaser titulada “El punto de vista de un miembro deAlcohólicos Anónimos sobre la Comunidad”. Y vistoque lo estoy diciendo en este ambiente universitario,no les pido más que lo escuchen con el espíritu deinvestigación honesta y liberal.

Creo que ya saben por qué se me ha pedidohacerlo. Ya que una de las Tradiciones más sólidasde A.A. es “nuestra política de relaciones públicasse basa en la atracción y no en la promoción”, noestoy aquí para vendérsela — ya sea que se esténpreparando para ser consejeros en el futuro o quesean alcohólicos en la actualidad. La eficacia deA.A. comparada con la de otros métodos para larecuperación del alcoholismo, habla por sí misma, yestoy seguro de que ustedes se han enterado deesto ya hace mucho tiempo.

Es muy lógico suponer que, si una manera deabordar un problema produce resultados notable-mente mejores y más espectaculares que otros,ese método contiene algún factor o factores únicosque lo distinguen de los demás y que conforman labase causativa de su rendimiento superior. ¿Esésta una acertada suposición respecto a Alcohó -licos Anóni mos? Y si lo es, ¿qué es lo que constitu-ye su unicidad?

Tal vez podamos poner fin a nuestra búsquedarápidamente, citando una definición de AlcohólicosAnónimos. La que se puede llamar la definición “ofi-cial” y que se lee en muchas reuniones de A.A., dicelo siguiente:

“Alcohólicos Anónimos es una comunidad dehombres y mujeres que comparten su mutua expe-riencia, fortaleza y esperanza para resolver su pro-blema común y ayudar a otros a recuperarse delalcoholismo.

El único requisito para ser miembro de A.A. es eldeseo de dejar la bebida. Para ser miembro de A.A.no se pagan honorarios ni cuotas; nos mantenemoscon nuestras propias contribuciones. A.A. no estáafiliada a ninguna secta, religión, partido político,organización o institución alguna; no desea in ter -venir en controversias; no respalda ni se opone aninguna causa. Nuestro objetivo primordial es man-tenernos sobrios y ayudar a otros alcohólicos aalcanzar el estado de sobriedad”.

Sí, es un poco larga y, al igual que la mayoría delas definiciones que se proponen en el mundo dehoy, logra evitar decirle lo que es, haciendo resaltarlo que no es.

Quizá tendremos más suerte al referirnos al

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texto básico de A.A., el libro Alcohólicos Anónimos,publicado originalmente en 1939 y redactado porBill W, con la colaboración y consejo de los cien pri-meros alcohólicos que lograban mantenerse so -brios durante un año. En el Capítulo V, titulado“Cómo funciona”, leemos las siguientes palabras:

“Nuestra descripción del alcohólico, el capítulosobre los agnósticos y nuestras aventuras persona-les antes y después, ponen en claro tres ideas perti-nentes:

a) Que éramos alcohólicos y que no podíamosgobernar nuestras propias vidas.

b) Que probablemente ningún poder humanohubiera podido remediar nuestro alcoholismo.

c) Que Dios podía remediarlo y lo remediaría, siLo buscábamos”.

Estas llamadas ideas, aunque sean más específi-cas, no son en absoluto exclusivas de A.A. El serhumano se ha arrodillado vencido en una admisiónde su impotencia personal desde los comienzos deltiempo. Así mismo, desde los comienzos del tiempoel ser humano se ha amparado en la idea de un Sersobrenatural que le libraría de un destino funesto, sicelebrara ciertos ritos y observara ciertas reglas.Claro que no hay ningún factor nuevo o distintivoaquí; no obstante, las tres “ideas” que acabamos decitar componen la piedra angular de la filosofía deA.A. ¿Dónde debemos dirigirnos ahora en nuestroesfuerzo para identificar la unicidad de A.A.?

La primera frase de la primera definición arribamencionada contiene la única declaración de lo queA.A. “es” que yo haya podido encontrar en toda laliteratura de A.A. Volvamos a escucharla:

“Alcohólicos Anónimos es una comunidad dehombres y mujeres que comparten su experiencia,fortaleza y esperanza, unos con otros, para resolversu problema común y ayudar a otros a recuperarsedel alcoholismo”.

Otra vez, ¿hay algo aquí completamente nuevo?Las experiencias de los alcohólicos son en su esen-cia lo mismo. Aunque puedan variar según las cir-cunstancias, el tema es siempre el mismo: una dete-rioración progresiva de la personalidad humana. Yla fortaleza que estos hombres y mujeres tienen,

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*En el momento en que este artículo fue redactado. El año al quese refiere es 1935.

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varía de día en día, tanto en grado como en sustan-cia. ¿Cuál es, entonces, el factor constante? ¿Cuál esla diferencia distintiva de A.A.?

¿Puede ser que nuestra respuesta esté en lamanera en que se comparten esta experiencia, for-taleza y esperanza y —aun más importante— enquién las está compartiendo? ¿Está contenido elsecreto —como lo están la mayoría de los secre-tos— en cómo comenzó todo?

Mucho tiempo antes de que existiera una defini-ción de A.A., antes de que hubiera un libro, losPasos, las Tradiciones o un programa de recupera-ción, hubo una noche en Akron, Ohio, hace unosescasos 33 años.* Una noche en la que un hombrellamado Bill W., encontrándose solo, inquieto yasustado en una ciudad desconocida, llegó a la con-clusión de que su única esperanza de mantener lasobriedad que había ganado a duras penas, erahablar con otro alcohólico y tratar de ayudarle. Quesepa yo, este es el primer caso atestiguado en queun alcohólico, consciente y deliberadamente, acudióa otro, no para emborracharse con él, sino paramantenerse sobrio.

En aquel encuentro decisivo que Bill W. y el Dr.Bob tuvieron la siguiente tarde, ¿tuvo por fin su res-puesta la pregunta retórica hecha hace dos milaños por Jesucristo: “Si los ciegos guían a los cie-gos, ¿no se caerán juntos en el abismo?” Y, en 1935,¿fue esta respuesta, por extraño que parezca, “No”?Quizás lo que ocurrió aquella noche no contradigala máxima de Cristo. Tal vez uno que era un pocomenos ciego, que por fin podía discernir formasnebulosas y vagas líneas, describió lo que veía aotro que vivía todavía en completa oscuridad.

Mucho más importante de lo que se decía aque-lla noche era quién lo estaba diciendo. Largo tiem-po antes de que el alcohólico común y corrientecruce el umbral de su primera reunión de A.A., haido buscando ayuda de otros, o se le ha ofrecidoayuda y, en algunos casos, incluso se le ha obligadoa aceptarla. Pero aquellos que le ayudan son siem-pre seres superiores: cónyuges, padres, médicos,

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patrones, sacerdotes, ministros, rabinos, gurus, jue-ces, policías, aun los camareros de bar. La culpabili-dad moral del alcohólico y la superioridad moral delque le ayuda, aunque no sean expresas, siempreestán bien entendidas. La insinuación de la desapro-bación parental y de la disciplina encarnada porestas figuras de autoridad siempre está presente.Hace 33 años, por vez primera, de repente un alco-hólico oyó algo diferente. En vez de la insistente yamenazadora cantilena de “esto es lo que usteddebe hacer”, oyó una voz que podía reconocer in -me diatamente: “Esto es lo que hice yo”.

Personalmente estoy convencido de que la bús-queda que emprende todo ser humano, desde lacuna hasta la tumba, es la de encontrar por lomenos a otro ser humano, ante quien pueda descu-brirse totalmente, desnudado de toda pretensión ydefensa, confiando en que esta persona no le hiera,porque ella también se ha despojado de todo dis-fraz. Esta búsqueda de toda una vida puede comen-zar a lograr su fin con el primer encuentro con A.A.

Una de las ideas que era distintiva de A.A. en losprimeros años, ya no lo es: la idea de que el alcoho-lismo es una enfermedad. Aunque las discusionessobre la naturaleza exacta de esta enfermedad ysobre sus posibles curaciones pueden no tener fin,parece que no hay ninguna persona razonable quedispute esta conclusión. No obstante, el impactoque tiene en el alcohólico el descubrimiento de estehecho por boca de otro alcohólico no ha disminuidoen absoluto. Para muchos alcohólicos, inundadosde culpabilidad y vergüenza, las palabras “descubríque padecía de una enfermedad y encontré unaforma de detenerla” representan una absolucióninmediata, y a otros les ofrece, por lo menos, un res-quicio de esperanza de que algún día puedan ganarla absolución.

Me parece que lo que le pasa al alcohólico en suprimer encuentro con A.A. es que se da cuenta deque ha sido invitado a compartir en la experienciade la recuperación. Y la palabra clave de esta frasees “compartir”. En ese momento no es importantesi responde inmediatamente, ni si no respondenunca. Lo importante es que sea el invitado y sigasiéndolo, y que se le haya invitado a participar

como igual y no como mendicante. Sea cual sea suprimera reacción, aun al alcohólico más enfermo leresulta difícil negar que se le ha ofrecido compren-sión, igualdad y una forma ya probada de librarsede su problema. Y se le hace sentir que, en reali-dad, tiene derecho a todo esto; ya se lo ha ganadosencillamente por ser alcohólico.

Si el alcohólico responde a esta invitación, enton-ces encuentra lo que creo es el segundo factor dis-tintivo de A.A.: A.A. trata los síntomas primero.Puede que les sorprenda a algunos que, desde hace30 años, cuando la idea era algo revolucionaria, A.A.siempre ha recalcado su convicción de que el alco-holismo es, en sus propias palabras, “el síntoma deproblemas más profundos”. No obstante, A.A. creetambién que el más ingenioso diagnóstico de estosproblemas vale poco si el paciente muere. Lasautopsias no benefician a aquellos a quienes se leshacen. Parece que, tarde o temprano, A.A. lograhacerles comprender a sus neófitos la importanciade la abstinencia completa. En A.A., puede decirseque se empieza la casa por el tejado. El primer pasosigue siendo el Primer Paso. Ningún principiantepuede dudar de que la recuperación solamentepuede empezar con la decisión de “alejarse del pri-mer trago”. Y no tarda en darse cuenta de que nadiepuede ni podrá tomar esta decisión por él. Dehecho, descubre además que, si toma esta decisión,nadie le puede forzar a llevarla a cabo, ni le harácumplirla. En A.A., la decisión se origina en el alco-hólico y siempre permanece asunto suyo.

Tanto el deseo de tomar esta decisión como lacapacidad para hacerlo, según lo veo, resulta amenudo de lo que parece ser la tercera cualidaddistintiva de A.A.: La comprensión intuitiva que elalcohólico recibe, aunque es compasiva, no esindulgente. Los “terapeutas” de A.A. ya tienen susdoc torados en los cuatro campos en que los alco-hólicos se destacan: la pretensión, el autoengaño,la evasión y la lástima de sí mismo. No se le pre-gunta al alcohólico lo que está pensando. Se le dicelo que está pensando. Nadie espera a cogerle min-tiendo. Sus compañeros se le anticipan, citando lasmentiras que está a punto de decir. A fin de cuen-tas, empieza a alcanzar la honestidad por falta de

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recursos. No tiene mucho sentido tratar de enga-ñar a aquellos que podrían haber inventado eljuego que está jugando.

Hay además un cuarto factor en A.A. que, segúnme parece, no se puede encontrar en ninguna otraparte: la omnipresente, interminable y entusiastadisposición del alcohólico recuperado para hablardel alcoholismo en todos sus detalles, sus causas ymotivos, su cómo y porqué. Sin que el principiantese dé cuenta, resulta que su fascinación con el alco-hol, su sed, su deseo e incluso su necesidad de untrago, se diluyen en un mar de palabras. Siempreme ha parecido maravillosamente justo que la genteque una vez usó la boca para enfermarse ahora lausa para recuperarse.

Finalmente, existe en A.A. una forma inversa enel proceso educacional. No se pide al principianteque aprenda nuevos valores, sino que se despeguede los viejos; no se le pide que adopte nuevos obje-tivos, sino que abandone los viejos. A mi parecer,una de las más significantes frases del libroAlcohólicos Anónimos es la siguiente: “Algunos denosotros tratamos de aferrarnos a nuestras viejasideas y el resultado fue nulo hasta que nos deshici-mos de ellas sin reserva”. Es casi increíble la rigi-dez con la que incluso algunos alcohólicos que nobeben, se aferran a las opiniones, creencias y con-vicciones que tenían al ingresar en A.A. Uno de losobjetivos principales de la terapia de A.A. es ayudaral alcohólico a reconocer estas ideas y a ponerse endisposición de renunciar a ellas.

Ahora bien, se puede preguntar, ¿dónde se pue-den encontrar estos factores distintivos? ¿Dóndeestán obrando? ¿Dónde ocurren? ¿Es siempre larespuesta tal y tal reunión, a tal hora y en tal direc-ción? No. La verdadera respuesta es que esta tera-pia única ocurre cuandoquiera que se encuentrendos alcohólicos: en su casa, en un café, en la calle,en un coche, y —¡ay Dios mío!— por el teléfono.Hay un solo requisito: Uno de ellos debe estarsobrio. Pero ni siquiera esto es absolutamente nece-sario. Soy una prueba viviente de que dos alcohóli-cos borrachos, una vez que han conocido A.A., pue-den convencerse mutuamente de volver.

En este punto puede que se haga la pregunta: De

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toda esta unicidad, ¿qué es lo que finalmente ocu-rre? Admito que esto es el meollo del asunto, sinduda, y me gustaría que la respuesta fuese tan fácilde formular como la pregunta. Pensándolo mejor,hay una respuesta fácil. Puedo repetir un eco que seviene escuchando a lo largo de los pasillos de A.A.durante mucho tiempo. “El milagro de A.A. ocurre”.No cabe duda de que estas palabras me sacarían delapuro de una manera poética y graciosa. Pero nocreo que supiéramos mucho más de lo que sabía-mos antes de que se hiciera la pregunta.

Existe en A.A. la opinión generalizada de que siun principiante no hace más que seguir asistiendoa las reuniones, “al final, algo se te pegará”. Loimplicado, por supuesto, es que este “algo” que sele va a pegar, será el llamado milagro de A.A. Notengo la menor duda de que mucha gente en A.A.acepta esta declaración literalmente. Los he obser-vado a lo largo de los años. Asisten fielmente a lasreuniones, esperando fielmente a que “algo se lespegue”. Lo curioso es que “algo” sí se les pega. Lamuerte. Allá están sentados, semanas, meses yaños, poniéndose cada vez más rígidos mental,espiritual y físicamente

Creo que el verdadero “milagro de A.A.”, el“algo” que esperamos se le pegará, es sencillamen-te el estar dispuesto a actuar. La razón por la que elalcohólico acaba teniendo esta disposición, esperotratarla con algún detalle más tarde. Por el momen-to, consideremos qué es lo que está dispuesto ahacer.

A.A. ha sido felizmente descrito como “un pro-grama de acción”. De hecho, uno de nuestros afo-rismos más citados es: “Acción es la palabra mági-ca”. El principiante, al oírlo decir, se forma toda unaimagen mental de asistir a reuniones, hacer lo quese llaman “visitas de Paso Doce” a otros alcohólicos,hablar en reuniones, integrarse en comités — engeneral una especie de ir y venir constante.Veremos si eso es lo que es de verdad.

Citamos a continuación el Capítulo V del libroAlcohólicos Anónimos:

“He aquí los pasos que dimos, que se sugierencomo un programa de recuperación:

1. Admitimos que éramos impotentes ante el

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alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingo-bernables.

2. Llegamos a creer que un Poder superior a no -sotros mismos podría devolvernos el sano juicio.

3. Decidimos poner nuestras voluntades y nues-tras vidas al cuidado de Dios, como nosotros Lo con-cebimos.

4. Sin temor hicimos un minucioso inventariomoral de nosotros mismos.

5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos, yante otro ser humano, la naturaleza exacta de nues-tros defectos.

6. Estuvimos enteramente dispuestos a dejarque Dios nos liberase de todos estos defectos decarácter.

7. Humildemente le pedimos que nos liberase denuestros defectos.

8. Hicimos una lista de todas aquellas personas aquienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestosa reparar el daño que les causamos.

9. Reparamos directamente a cuantos nos fueposible el daño causado, excepto cuando el hacerloimplicaba perjuicio para ellos o para otros.

10. Continuamos haciendo nuestro inventariopersonal y cuando nos equivocábamos lo admitía-mos inmediatamente.

11. Buscamos a través de la oración y la medita-ción mejorar nuestro contacto consciente con Dios,como nosotros Lo concebimos, pidiéndole solamenteque nos dejase conocer su voluntad para con no -sotros y nos diese la fortaleza para cumplirla.

12. Habiendo obtenido un despertar espiritualcomo resultado de estos pasos, tratamos de llevareste mensaje a los alcohólicos y de practicar estosprincipios en todos nuestros asuntos”.

Lo que acaban de oír son los renombrados DocePasos de A.A. Han sido descritos por diversosmiembros en diversos tiempos en términos diver-sos, desde “La escalera dorada hacia la felicidad”hasta “todo eso de Dios”.

Ahora intentaré formular algunas preguntas quenos puedan ayudar a comprender el impacto quelos Doce Pasos han tenido en las vidas de miles de

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alcohólicos, y la eficacia ya demostrada de los Pasospara tratar el problema de alcoholismo.

Primero, ¿les sorprende a ustedes, como mesorprendió a mí, el que no haya nada físico en elprograma — ninguna dieta de verduras y vitami-nas, ningún régimen de ejercicios diarios? Creoque es así porque, desde el mismo comienzo, elalcohólico en A.A. ha creído que los aspectos físi-cos de nuestra enfermedad importarían poco si nofueran acompañados por un deterioro espiritualigualmente progresivo. Si la cosa por la que tuvié-ramos que preocuparnos más fuera la alergia físi-ca al alcohol, según mi parecer, A.A. nunca sehabría formado, porque nunca se habría necesita-do. En varias ocasiones he tenido fuertes reaccio-nes alérgicas a ciertas comidas: a las fresas, perono tuve que unirme a Fresas Anónimos; a la carnede cerdo, pero no tuve que cambiar de religiónpara abstenerme de comerla.

Entonces, si el alcoholismo es mayormente unaenfermedad espiritual que requiere un tratamientoespiritual, ¿les sorprende a ustedes, como me sor-prendió a mí, que no haya nada de nuevo en senti-do espiritual, nada asombrosamente distinto, niúnico en este programa? La mayoría de estas ideashan existido desde que el hombre salió arrastrándo-se de su caverna. Muchas ya existían en las socie-dades primitivas, y todo alcohólico —por irreligiosoy poco ético que hubiera logrado mantenerse— lashabría utilizado, todas o algunas, en algún tiempo,como conjunto de valores con el que medirse a símismo. Creer que el alcohólico que se dirige a A.A.es un bárbaro inculto y sin principios, que experi-menta una súbita y milagrosa transformación por lailuminación espiritual de A.A. que le fue inaccesibleantes, es, en mi opinión, una pura tontería.

De nuevo se nos presenta un aspecto de la tera-pia de A.A. que ha tenido un impacto completamen-te nuevo sin tener, aparentemente, una correspon-diente novedad de sustancia. ¿En qué podría estarla diferencia?

Creo que está en la forma en que se presentan losPasos y no en el contenido de los Pasos: son relatosde acciones que se han tomado, y no reglas que nose deben violar so pena de la embriaguez.

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A menudo me he preguntado cuál habría sido lasuerte de la humanidad si se hubieran presentadoLos Diez Mandamientos de esta manera, en vez depresentarlos como mandamientos expresados deforma negativa o imperativa; es decir: “Honramos anuestros padres”. “Santificamos las fiestas”. “Hon -ramos el nombre de Dios y no lo tomamos en vano”.“No levantamos falso testimonio ni mentimos”.

En A.A. el relato es claro e inconfundible. “Heaquí los pasos que dimos”, dicen aquellos que noshan precedido. El principiante acaba dándose cuen-ta de que él, también, tiene que dar estos Pasos,antes de que tenga derecho a relatarlos. Además,en un ambiente en que el tema constante es “Lo quehice” y “Lo que pienso”, ningún neurótico puederesistir mucho tiempo la tentación de entrar enacción. En una organización cuyos miembros estánsecretamente convencidos de que son únicos, nin-gún neurótico va a sentirse contento mucho tiempocon sólo oír relatar lo que los otros están haciendo.Ya sea por casualidad, por designio o por orienta-ción sobrenatural, los Pasos están formulados y pre-sentados de tal manera que el alcohólico puedeignorarlos completamente, aceptarlos parcialmenteo abrazarlos de todo corazón. En cualquier caso, nopuede relatar sino lo que él ha hecho. Sabe que,mientras no lo haga, en vez de ser miembro es uninvitado de A.A., y esta es una situación que acabapor ser insoportable para el alcohólico. Tiene quedar al menos algunos de los Pasos o marcharse. Ami parecer, esto explica qué es lo que acaba pegán-dosele al alcohólico, inactivo y a veces hostil, que sequeda esperando; y explica además, por qué ocurre.

La presentación de los Doce Pasos en forma derelatos de acciones que se han tomado, y no comomandamientos que hay que cumplir, constituye ade-más la razón básica por la que una recopilación dedogma y doctrina brilla por su ausencia en A.A.Nunca se dice a ningún miembro que tiene que darestos Pasos o volver a una vida borracha. Todoaquel que diga ser miembro de A.A. lo es, sea cualsea el grado de entusiasmo que muestre al aplicar-se a los Pasos. Los miembros varían desde aquellosque anuncian a gritos e infatigablemente: “Me hemantenido sobrio durante x años con sólo el Primer

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y el Duodécimo Paso”, hasta aquellos, igualmenteincansables, que exhortan “Utiliza, no analices”. Elprimer grupo parece que puede, de alguna manera,ignorar la cláusula condicionante del DuodécimoPaso: “Ha biendo obtenido un despertar espiritualcomo resultado de estos Pasos”, y que se quedacontento con lo que otros miembros pueden consi-derar una sobriedad tristemente circunscrita yempobrecida. El último grupo, de forma igual, pare-ce poder ignorar el hecho de que la misma exhorta-ción a no analizar, se deriva de un análisis hecho porestos miembros.

Debido a que les dirijo estas palabras a ustedescomo consejeros y futuros consejeros, y no comoalcohólicos, no quiero extenderme en un detenidocomentario sobre los Pasos. No obstante, creo quehay algunos aspectos de estos Pasos que no debe-mos pasar por alto, porque estoy seguro de que seles presentarán repetidas veces en su trabajo.

El primer aspecto es el que a veces se llama“esto de Dios”. Conforme A.A. se va convirtiendoen una Comunidad cada vez más internacional,según se va extendiendo allende los mares, másallá de la ética judeocristiana de la sociedad norte-americana donde fue fundado, ética que se vepuesta a prueba cada vez más aquí, este principiobásico del programa A.A. de recuperación será, sinduda, sometido a una más profunda consideracióny puesto más a menudo en tela de juicio.

Es obvio que los fundadores de A.A. creían quelos alcohólicos tenían necesidad de un Poder supe-rior a ellos mismos. Pero de nuevo, ya sea porcasualidad, por designio o por orientación divina, sehan abstenido prudentemente de definir este poderen términos estrictos. Aunque en la literatura deA.A. ha aparecido y sigue apareciendo el pronom-bre personal que denota el concepto de una deidadpersonal, no se exige en absoluto ninguna creenciaen este concepto. De hecho, estoy convencido deque cuanto más tiempo lleva un miembro en A.A.,menos importante es la naturaleza de este Poder.La mayoría de los miembros que conozco y yo tam-bién, parece que a lo largo de los años progresamosdesde buscar a un Dios que podamos comprenderhasta creer en un Dios que nos comprende.

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Los fundadores de A.A. además se apresuraron aexponer el uso original que hacían de los términos“experiencia espiritual” y “despertar espiritual”para describir la transformación de personalidadque creían indispensable para la recu pe ración per-manente. En el Apéndice #2 del libro AlcohólicosAnónimos dice:

“Entre los miles de miembros de nuestra Co -munidad que está siempre creciendo, tales transfor-maciones son frecuentes aunque no son la regla. Lamayoría de nuestras experiencias son de las que elpsicólogo William James llama ‘variedad educacio-nal’, porque se desarrollan lentamente durante uncierto período de tiempo… Éste [el principiante] seda cuenta por fin de que se ha operado en él un pro-fundo cambio en su reacción a la vida, y que esecambio difícilmente pudo haberse realizado porobra de él solo”.

En las Doce Tradiciones, A.A. dice que tiene“una sola autoridad fundamental... un Dios amorosotal como se exprese por la conciencia de nuestrogrupo”. Permítanme, no obstante, que les recuerdeque estos grupos están compuestos de alcohólicosy antes de que se pueda determinar lo que la con-ciencia colectiva haya decidido, incluso el ateo másmilitante o el más convencido agnóstico puedenhaberse mantenido sobrios durante años.

Puede que les parezca a algunos de ustedes queen los Pasos Cuatro y Cinco A.A. se expone a seracusada de valerse de equívocos. Estos Pasosdicen:

“4. Sin temor hicimos un minucioso inventariomoral de nosotros mismos.

5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos yante otro ser humano, la naturaleza exacta de nues-tros defectos”.

Según parece, tenemos aquí una organizaciónque afirma por un lado que la enfermedad del alco-holismo no supone ninguna culpabilidad moral y,por otro lado, sugiere a sus miembros que la recu-peración lleva implícito el haber rendido cuenta deesta culpabilidad ante Dios y otro ser humano. A míme parece que esta aparente paradoja se deriva delconocimiento que los fundadores de A.A. sacaronde la experiencia. Creo que ellos descubrieron,

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como todos nosotros hemos descubierto desdeentonces, que el principiante, sin importar lo que sele diga respecto a la enfermedad del alcoholismo,sigue sintiéndose culpable. No puede hacer la vistagorda a las consecuencias morales de su forma debeber: la pena que ha causado a la gente alrededorsuyo y la vergüenza y degradación que se ha produ-cido a sí mismo. Esta carga de culpabilidad conven-cional —y empleo la palabra “convencional” delibe-radamente— junto con el terco deseo del alcohólicode aferrarse a ella, conforman la más vieja de las“viejas ideas”. Es la más vieja por ser la primera enaparecer y, en la mayoría de los casos, será la últimaen desaparecer. Pero tiene que desaparecer paraque la actitud del alcohólico hacia sí mismo y, porconsiguiente, hacia el mundo que le rodea puedasufrir una transformación básica. Por ello creo quelos fundadores de A.A. aprendían de su propia expe-rimentación que es necesario ofrecer al alcohólicoun medio convencional para deshacerse de su culpa-bilidad convencional. De aquí que tenemos elCuarto y Quinto Paso.

Espero que se pueda ver ahora claramente queel programa de acción de A.A. no es aquel constan-te ir y venir, a menudo imaginado por los principian-tes, ni tampoco los incansables esfuerzos para llevarel mensaje a otros alcohólicos. La acción, de hecho,se concentra en su mayor parte en el ser interior einvolucra sus sentimientos y valores más profun-dos. Únicamente tres de los Pasos —el Quinto, elNoveno y el Duodécimo— se refieren a otra gente.Los demás tienen que ver con la vida interior delalcohólico. No obstante, el último resultado deobservarlos es, por así decirlo, poner lo de dentrofuera; o sea, hacerle apartar la mirada de sí mismoy dirigirla hacia los demás.

Una frase que a menudo se cita del libroAlcohólicos Anónimos es: “El egocentrismo… es laraíz de nuestros problemas”. Y una de las primeraspruebas de la transformación básica de la persona-lidad del alcohólico en recuperación es el ofrecerse,lenta, vacilante, temblorosa pero persistentemente,a los demás. Los alcohólicos se cuentan entre losplusmarquistas del “dame” del mundo: “Dame unaoportunidad… Dame más tiempo... Dame com-

prensión... Dame amor”. En A.A. estos mismosplusmarquistas del “dame” llegan a ser campeonesde dar y, si lo pueden creer, algunos aprenden,incluso, a no querer nada a cambio.

La casa que A.A. ayuda a cada persona a cons-truir para sí misma es para cada ocupante algo dis-tinta, porque cada ocupante es su propio arquitecto.Para muchos, A.A. es como un regreso al hogar —como el del Hijo Pródigo a la casa y a la fe de suspadres. Para otros, es un viaje sin fin a países en quenunca hubieran soñado. No importa en cuál catego-ría el individuo se encuentre. Lo verdaderamenteimportante es que A.A. haya demostrado, sin lugar adudas, que la casa que construye, puede acomodartanto al rebelde como al conformista, tanto al radicalcomo al conservador, tanto al agnóstico como al cre-yente. La ausencia de dogma formalizado, de reglasy mandamientos, la naturaleza no específica de susdefiniciones, la flexibilidad de su estructura — todaslas cosas que hemos venido considerando, contribu-yen a lograr ente increíble final feliz.

Pero lo que asegura el resultado y mantieneautodeterminado, al alcohólico recuperado en A.A.es, según creo, uno de los principios más importan-tes, aunque menos notados, que obran en laComunidad. Los mismos factores que he acabadode enumerar significan que a cualquier hora decualquier día cualquier alcohólico puede encontrara algún miembro de A.A. quien, de buena fe, estaráconforme con lo que ya haya decidido hacer. Porotro lado, el mismo alcohólico a cualquier hora decualquier día puede encontrar a otro miembroquien, de buena fe, estará disconforme con lo queya ha decidido hacer. Por lo tanto, tarde o tempra-no, el alcohólico recuperado en A.A. se ve obligadoa pensar por sí mismo. Tarde o temprano, seencuentra pareciéndose a la tortuga, esa criaturahumilde que no hace progreso hasta que no searriesga a dar la cara. La flexibilidad informe de losprincipios de A.A., según sean interpretados por susdiversos adherentes, acaba forzando al alcohólico atomar una postura en la que tiene que emplearseúnicamente a sí mismo como punto de referenciapara sus acciones, y esto a la vez significa que tieneque estar dispuesto para aceptar las consecuencias

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de sus acciones. En mi opinión, ésta es la definiciónde la madurez emocional.

Sería maravilloso si pudiera ahora cerrar mi libroe irme bañado en luz y dulzura, dejando atrás mispremisas elegantemente sentadas para que se val-gan por sí mismas. Pero si lo hiciera, les estaría per-judicando a ustedes como futuros consejeros. Paracada miembro de A.A., llega el día —algunos loadmiten, otros lo guardan en secreto— en que unaduda le empieza a roer y atormentar. A veces laspalabras son: “¿Es A.A. suficiente?” O puede que lapregunta tome una forma más fatalista: “¿Nuncahabrá nada más que A.A.?” Y en otros casos, se for-mula sencillamente así “¿Y ahora qué, hombre,ahora qué?”

Puede llegar el día en que una de estas almasatormentadas se presente en su oficina dándolealguno de estos razonamientos:

“A.A. es una organización de personas enfermasy creo que sería una desventaja para mí quedarmemás tiempo con ellas”.

“A.A. siempre está orientada hacia el principian-te. Los veteranos no tienen ninguna posibilidad deseguir desarrollándose”.

“A.A. es en realidad una especie de subcultura ypuede aislarte de la corriente principal de la vida”.

¿Por qué estas frases me saltan a la boca contanta facilidad? Porque primero me las dije a mímismo, y a lo largo de los años he oído repetirlastanto a aquellos que me han precedido como aaquellos que llegaron después que yo.

Si las oyen ustedes, o cuando las oigan, todas oalgunas, les ruego no tomarlas a la ligera. La razónpor la que se siguen repitiendo con tanta insistenciaestá en que en ellas hay mucha verdad.

La culpabilidad, el miedo y la inquietud que estospensamientos suscitan en el miembro de A.A. sedeben principalmente, según lo veo yo, al siguientehecho sencillo: Mucho antes de que dejemos entrarestas ideas en nuestra conciencia, hemos sidoexhortados por muchos defensores de la fe A.A.que “A.A. es todo lo que necesitas”. Parece quenunca se les ocurre —ni a sus oyentes— que unsimple cambio a primera persona haría que la

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exhortación fuese completamente acertada. “A.A.es todo lo que necesito” es una declaración personalque puede fortalecer a muchos, sin molestar anadie.

En toda la literatura de A.A. no puedo encontrarninguna evidencia para justificar el, a veces supues-to y a veces preconizado, precepto de que el alcohó-lico recuperado, o en recuperación, sólo debe inte-resarse en la terapia de A.A. De hecho, las historiasde miles de miembros ponen de manifiesto todo locontrario. Durante toda mi vida, por ejemplo, yo hesido católico, de diversos grados de intensidad y adiversas alturas de virtud. Además, después decumplir once años sobrio en A.A. estuve en trata-miento psicoanalítico durante varios años. Nuncame ha parecido que ninguno de estos intereses yempresas excluya a cualquiera de los demás. Meparece siempre oportuno recordar las palabras dela Biblia: “Hay un tiempo y un lugar para cada cosa”.Si alguno de ustedes me pidiera esta noche que leayudara con su problema con la bebida, no le haríala pregunta: “¿Quisiera ir conmigo a misa el domin-go que viene?” ni si le interesaría pedir cita con elque fue mi analista. Pero no vacilaría en preguntar-le: “¿Quisiera ir conmigo a una reunión de A.A.?”…“Hay un tiempo y un lugar para cada cosa”. Creoque el verdadero peligro está en la suposición delalcohólico recuperado de que si desea trasladarse aotro lugar y tiempo, tiene forzosamente que dejarA.A. atrás. No hay nada menos cierto. No podríahaber nada más innecesario.

La declaración que se oye a menudo, “A.A. estodo lo que necesitas”, tiene el son hueco del temor— temor a que, si algún miembro disiente de lacreencia de que A.A. es la única y consumada solu-ción a todos los problemas del alcohólico, todos losdemás miembros perecerán con él. Una vez me afe-rré a esta actitud respecto a mi religión. De hecho,llegué a A.A. estrechándola contra mi pecho. ¡Quétriste habría sido, si hubiera aprendido a renunciara una “vieja idea” sólo para sustituirla por otra!

Esta búsqueda de la perfección, de la únicaSolución Perfecta, es el distintivo del neurótico.Desde sus días en el Paraíso, el ser humano ha pedi-do a gritos: “Dame un rito; dame alguna palabra;

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dame una oración; dame un cántico, una cruz, unareliquia, un rosario, una mantra, una adivinanza;dame algo, lo que sea, con tal de que contenga unafórmula mágica y mecánica que yo pueda decir otocar o hacer — y todo estará bien”.

Aplicar este mismo criterio poco realista aAlcohólicos Anónimos, es tan injusto como lo sería,o lo ha sido, aplicarlo a cualquier otra instituciónhumana. La verdadera libertad está en la compren-sión y tranquila aceptación de la posibilidad de queno haya ninguna solución perfecta. Porque le toca acada ser humano descubrir y compartir lo que fun-cione para él.

A fin de cuentas, estoy convencido de que yo, aligual que otros muchos, he optado por quedarmeen A.A., porque únicamente allí podemos volver avivir la experiencia original de la recuperación. Úni-camente allí podemos ser una parte activa delempeño diario de todos los miembros —a vecesmejor, a veces peor, a veces enérgico, a vecesflojo— pero siempre un empeño en ser gente unpoco mejor de lo que fuimos ayer. Si usted no esalcohólico, o no es miembro de A.A., casi les puedooír decir: “Sin duda, este hombre se da cuenta deque este empeño diario se hace en otros grupos yen otras organizaciones”. Por supuesto que me doycuenta de esto. He sido y sigo siendo miembro dealgunos de estos mismos grupos y organizaciones.Pero únicamente en A.A. tengo la posibilidad decompartir este empeño con la amplitud e intensidadque han dado a mi vida un nuevo significado. Cadavez más, año tras año en A.A., dondequiera quevaya, dondequiera que mire, la palabra clave, elagente activador, el catalizador supremo, parece seresa palabra sencilla, “compartir”.

No obstante, como todas las bendiciones, estaintensidad de compartimiento, esta compenetra-ción de un alcohólico con otro, lleva consigo un peli-gro correspondiente. De alguna forma sutil, favore-ce también a la oculta pero omnipresente necesidaddel alcohólico de retirarse de la corriente principaly volver la mirada sobre sí mismo. El aprender asustituir el egocentrismo por un grupo, por grandeque sea, no es sino una recuperación parcial.

Es probable que A.A. siempre cuente entre sus

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miembros con aquellos que, por temor o por ira,deseen hacer de A.A. una especie de ghetto espiri-tual, como un monasterio mixto, donde los alcohóli-cos se escondan a restañar sus heridas e inventarpalabras pueriles y defensivas como “normalito” y“borrachín” y señalar con dedos acusadores a lostigres “allí afuera”.

Ha de llegar el día, creo, en que todo alcohólico,dentro o fuera de A.A., tendrá que sentarse en pre-sencia de sus enemigos. Cuando lo haga, se queda-rá maravillado ante el descubrimiento de que estáasistiendo a una reunión compuesta de un solo indi-viduo — él mismo. El día en que el alcohólico se décuenta de que su enemigo está adentro, de que lostigres son mayormente criaturas de su propia fabri-cación y se emboscan en su propio inconsciente,será el día en que, para él, A.A. se convierta en loque creo que sus fundadores querían que fuese:una fuga hacia la realidad.

Dio la casualidad que yo estaba en San Franciscopoco después de asistir a mi reunión con mis enemi-gos, e hice un corto recorrido por la calle Palmer,hacia el Embarcadero, en uno de aquellos graciosostranvías que tienen allí. Llegado allí, vi pasar algoextraño y maravilloso. Todos los pasajeros que meha bían acompañado en el recorrido se bajaron jun-tos, sin esperar a los conductores, y se pusieron adarle la vuelta para subir el largo y empinado decli-ve que acababa de bajar. E hice con ellos el recorri-do de vuelta, hacia la cumbre de la cuesta con suvista espectacular del puente de la Puerta Dorada.

Se me ocurrió entonces que esto era lo que A.A.había sido para mí y lo que esperaba que fuera siem-pre para los demás: un vehículo absurdamente sen-cillo, construido improvisadamente, ruidoso, perono obstante, un vehículo, sólido y ardientementequerido que me había pedido a mí, así como a losdemás pasajeros, que le diéramos la vuelta para quetodos pudiéramos ascender la cuesta que habíamosdescendido, hasta volver a ver el puente — el puen-te hacia la vida normal.

Esta noche, si pudiera citar un fallo de A.A., sería queno hemos empezado a aprovechar la potencia implícitaen las siete últimas palabras del Duo décimo Paso:“practicar estos principios en todos nuestros asuntos”.

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Hace poco tiempo se me ocurrió que cuandoestoy sentado en una reunión de A.A. nunca soyconsciente de que estoy sentado al lado de otrohombre blanco, otro católico, otro americano, o unfrancés, un alemán, un musulmán, un hindú, unhombre negro o rojo. Soy únicamente conscientede que estoy sentado al lado de otro alcohólico. Yme parece de alta significación que este sentimien-to de humanidad común lo he logrado a costa demucho dolor y sufrimiento.

¿Debe esta comprensión, y compasión ganadas aduras penas, quedar limitadas a las salas de reunióny a los miembros de A.A.? O, ¿me incumbe a mísacar provecho de todo lo que he aprendido y expe-rimentado, no solamente en A.A. sino en toda esfe-ra y empresa de mi vida, para levantar la cabeza yasumir mi debido lugar en la familia humana? Allí,en la casa de Dios, ¿puedo darme perfecta cuentade que no estoy sentado al lado de otro hombreblanco, otro católico, otro americano, ni al lado deun francés, un judío, un musulmán, un hindú, unnegro o un rojo, ni siquiera al lado de otro alcohóli-co, y puedo, finalmente, Dios lo quiera, volver acasa, después de todas las guerras, y decir desde lomás profundo de mi alma, “Estoy sentado al lado deotro ser humano”?

Señoras y señores, ¿quién se atrevería a analizarun fenómeno, esquematizar una maravilla o un mi -lagro? La respuesta es: nadie sino un tonto. Y espe-ro que, esta noche, no haya sido tan tonto. Lo quehe intentado hacer es únicamente decirles dóndehe estado durante los pasados 16 años, y algunas delas cosas que he llegado a creer debido a mis expe-riencias.

El sábado que viene, en las iglesias de muchosde nosotros, se va a leer esa parte del evangelio deSan Mateo que cuenta cómo Juan Bautista, consu-miéndose en prisión, al oír de las obras de su primoJesús, envió a dos de sus discípulos para preguntar-le: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperara otro?” Y Cristo hizo lo que a menudo hacía. No lesdio una respuesta directa, porque quería que Juandecidiera por sí mismo. Y entonces les dijo a los dis-cípulos: “Vuelvan a Juan y díganle lo que han oído ylo que han visto: los ciegos ven; los cojos caminan;

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los leprosos están limpios; los sordos oyen; losmuertos se levantan y a los pobres se les predica elevangelio”. En mi niñez, cuando estaba estudiandoel catecismo, me enseñaron que en este caso los“pobres” no significaba únicamente los que eranpobres en el sentido material, sino también los“pobres de espíritu”, que sentían una ardiente ham-bre y sed internas; y que la palabra “evangelio” sig-nificaba literalmente la “buena nueva”.

Hace más de 16 años, cuatro hombres, mi jefe,mi médico, mi pastor y el único amigo que me que-daba —trabajando individual y conjuntamente—se las arreglaron para dirigirme a A.A. Esta noche,si me hicieran la pregunta: “Dinos, ¿qué es lo quehas encontrado?”, les diría lo que ahora les digo austedes:

“No puedo decirles sino lo que he oído y visto:Parece que en realidad los ciegos ven, los cojoscaminan, los leprosos están limpios, los sordosoyen, los muertos se levantan y un sinnúmero deveces, en medio del día más largo o de la noche másoscura, a los pobres de espíritu se les dice la buenanueva”.

Que Dios quiera que sea siempre así.

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LOS DOCE PASOS DEALCOHÓLICOS ANÓNIMOS

1. Admitimos que éramos impotentes ante elalcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingober-nables.

2. Llegamos a creer que un Poder superior anosotros mismos podría devolvernos el sano juicio.

3. Decidimos poner nuestras voluntades y nues-tras vidas al cuidado de Dios, como nosotros Lo con -cebimos.

4. Sin temor hicimos un minucioso inventariomoral de nosotros mismos.

5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos,y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nues-tros defectos.

6. Estuvimos enteramente dispuestos a dejarque Dios nos liberase de todos estos defectos decarácter.

7. Humildemente le pedimos que nos liberasede nuestros defectos.

8. Hicimos una lista de todas aquellas personasa quienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestosa reparar el daño que les causamos.

9. Reparamos directamente a cuantos nos fueposible el daño causado, excepto cuando el hacerloimplicaba perjuicio para ellos o para otros.

10. Continuamos haciendo nuestro inventariopersonal y cuando nos equivocábamos lo admitía-mos inmediatamente.

11. Buscamos a través de la oración y la medita-ción mejorar nuestro contacto consciente con Dios,como nosotros Lo concebimos, pidiéndole solamenteque nos dejase conocer su voluntad para con no -sotros y nos diese la fortaleza para cumplirla.

12. Habiendo obtenido un despertar espiritualcomo resultado de estos pasos, tratamos de llevareste mensaje a otros alcohólicos y de practicar estosprincipios en todos nuestros asuntos.

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LAS DOCE TRADICIONES DEALCOHÓLICOS ANÓNIMOS

1. Nuestro bienestar común debe tener la prefe-rencia; la recuperación personal depende de la uni-dad de A.A.

2. Para el propósito de nuestro grupo sólo exis-te una autoridad fundamental: un Dios amoroso talcomo se exprese en la conciencia de nuestro grupo.Nuestros líderes no son más que servidores de con-fianza. No gobiernan.

3. El único requisito para ser miembro de A.A.es querer dejar de beber.

4. Cada grupo debe ser autónomo, excepto enasuntos que afecten a otros grupos o a A.A. conside-rado como un todo.

5. Cada grupo tiene un solo objetivo primor-dial: llevar el mensaje al alcohólico que aún estásufriendo.

6. Un grupo de A.A. nunca debe respaldar, finan-ciar o prestar el nombre de A.A. a ninguna entidadallegada o empresa ajena, para evitar que los proble-mas de dinero, propiedad y prestigio nos desvíen denuestro objetivo primordial.

7. Todo grupo de A.A. debe mantenerse comple-tamente a sí mismo, negándose a recibir contribucio-nes de afuera.

8. A.A. nunca tendrá carácter profesional, peronuestros centros de servicio pueden emplear trabaja-dores especiales.

9. A.A. como tal nunca debe ser organizada;pero podemos crear juntas o comités de servicio quesean directamente responsables ante aquellos a quie-nes sirven.

10. A.A. no tiene opinión acerca de asuntos ajenosa sus actividades; por consiguiente su nombre nuncadebe mezclarse en polémicas públicas.

11. Nuestra política de relaciones públicas sebasa más bien en la atracción que en la promoción;necesitamos mantener siempre nuestro anonimatopersonal ante la prensa, la radio y el cine.

12. El anonimato es la base espiritual de todasnuestras Tradiciones, recordándonos siempre ante-poner los principios a las personalidades.

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LOS DOCE CONCEPTOSPARA EL SERVICIO MUNDIAL

1. La responsabilidad final y la autoridad fundamental de los servi-cios mundiales de A.A. deben siempre residir en la conciencia colecti-va de toda nuestra Comunidad.

2. La Conferencia de Servicios Generales se ha convertido, en casitodos los aspectos, en la voz activa y la conciencia efectiva de toda nues-tra Comunidad en sus asuntos mundiales.

3. Para asegurar su dirección eficaz, debemos dotar a cada elemen-to de A.A. —la Conferencia, la Junta de Servicios Generales, y sus dis-tintas corporaciones de servicio, personal directivo, comités y ejecuti-vos— de un “Derecho de Decisión” tradicional.

4. Nosotros debemos mantener, a todos los niveles de responsabili-dad, un “Derecho de Participación” tradicional, ocupándonos de que acada clasificación o grupo de nuestros servidores mundiales les seapermitida una representación con voto, en proporción razonable a laresponsabilidad que cada uno tenga que desempeñar.

5. En toda nuestra estructura de servicio mundial, un “Derecho deApelación” tradicional debe prevalecer, asegurándonos así que se escu-che la opinión de la minoría, y que las peticiones de rectificación de losagravios personales sean consideradas cuidadosamente.

6. La Conferencia reconoce también que la principal iniciativa y laresponsabilidad activa en la mayoría de estos asuntos, deben ser ejer-cida en primer lugar por los miembros custodios de la Conferencia,cuando ellos actúan como la Junta de Servicios Generales deAlcohólicos Anónimos.

7. La Carta Constitutiva y los Estatutos son instrumentos legales,y los custodios están, por consiguiente, totalmente autorizados paraadministrar y dirigir todos los asuntos de servicios. La Carta de laConferencia en sí misma no es un instrumento legal; se apoya en lafuerza de la tradición y en las finanzas de A.A. para su eficacia.

8. Los custodios son los principales planificadores y administrado-res de los grandes asuntos de política y finanzas globales. Con respec-to a nuestros servicios constantemente activos e incorporados separa-damente, los custodios, como síndicos fiscales, ejercen una función desupervisión administrativa, por medio de su facultad de elegir a todoslos directores de estas entidades.

9. Buenos directores de servicio en todos los niveles son indispen-sables para nuestro funcionamiento y seguridad en el futuro. La direc-ción básica del servicio mundial que una vez ejercieron los fundadoresde Alcohólicos Anónimos, tiene necesariamente que ser asumida porlos custodios.

10. A cada responsabilidad de servicio, le debe corresponder unaautoridad de servicio equivalente, y el alcance de tal autoridad debeestar siempre bien definido.

11. Los custodios deben siempre contar con los mejores comitéspermanentes y con directores de las corporaciones de servicio, ejecu-tivos, personal de oficina y consejeros bien capacitados. La composi-ción, cualidades, procedimientos de iniciación y derechos y obligacio-nes serán siempre asuntos de verdadero interés.

12. La Conferencia cumplirá con el espíritu de las Tradiciones deA.A., teniendo especial cuidado de que la Conferencia nunca se con-vierta en sede de peligrosa riqueza o poder; que fondos suficientespara su funcionamiento, más una reserva adecuada, sean su prudenteprincipio financiero, que ninguno de los miembros de la Conferenciasea nunca colocado en una posición de autoridad desmedida sobre nin-guno de los otros, que se llegue a todas las decisiones importantes pordiscusión, votación y, siempre que sea posible, por unanimidad subs-tancial; que ninguna actuación de la Conferencia sea punitiva a perso-nas, o una incitación a controversia pública, que la Conferencia nuncadeba realizar ninguna acción de gobierno autoritaria, y que como laSociedad de Alcohólicos Anónimos, a la cual sirve, la Conferencia en símisma siempre permanezca democrática en pensamiento y en acción.

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PUBLICACIONES DE A.A. Se pueden obtener formularios de pedidos completos en la Oficina de Servicios Generales de ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS, Box 459, Grand Central Station, New York, NY 10163. Sitio web: aa.org.

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(Historieta a todo color)LE SUCEDIÓ A ALICIA

(Historieta a todo color)ES MEJOR QUE ESTAR SENTADO EN UNA CELDA

(Folleto ilustrado para los presos)¿ES A.A. PARA MÍ?LOS DOCE PASOS ILUSTRADOSHABLANDO EN REUNIONES NO A.A.

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