spassky, boris - no he sentido una fuerza insuperable frente a mí

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MIÉRCOLES, 22 NOVIEMBRE 1972 DESPUÉS DEL CAMPEONATO MUNDIAL DE AJEDREZ «NO HE SENTIDO UNA FUERZA INSUPERABLE FRENTE A MÍ» EL EX CAMPEON MUNDIAL, BORIS SPASSKY, ANALIZA SU MATCH CON «BOBBY» FISCHER En la revista semanal «64», editada en Moscú bajo la dirección del ex campeón mundial, Tigran Petrosian, aparece en su número 40/1972, un interesantísimo artículo de Boris Spassky, en el que analiza el desarrollo de su match con «Bobby» Fischer, en el que éste le arrebató el máximo título. El interés despertado por el llamado «match del siglo», al que dedicamos especial atención en estas páginas, y ante la imposibilidad de entrevistar a Spassky, ya que, contra lo que se esperaba y había sido anunciado, no participará en el próximo gran Torneo de Palma, nos mueve a recoger el artículo del ex campeón del mundo, como brillante colofón a las noticias que ofrecimos a lo largo de su apasionante match con Fischer. Dice así: Hace relativamente poco tiempo que ha terminado el match y debo todavía continuar el análisis de las partidas que, aunque ya lo he iniciado, aún prolongaré durante otro mes. Por lo tanto, debo limitarme a resaltar los aspectos más evidentes, pues todavía no es el momento para sacar conclusiones definitivas. En la primera partida ambos adversarios estábamos nerviosos. Fischer capturó el PTR con su alfil, para «trastornar» el desarrollo normal de la lucha. Después, tuvo que luchar en busca del empate, que no logró obtener.

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Artículo escrito por Boris Spassky, ex campeón mundial de ajedrez, analizando su match con Bobby Fischer en el que perdió el título mundial en 1972

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Page 1: SPASSKY, Boris - No He Sentido Una Fuerza Insuperable Frente a Mí

MIÉRCOLES, 22 NOVIEMBRE 1972

DESPUÉS DEL CAMPEONATO MUNDIAL DE AJEDREZ

«NO HE SENTIDO UNA FUERZA INSUPERABLE FRENTE A MÍ»

EL EX CAMPEON MUNDIAL, BORIS SPASSKY, ANALIZA SU MATCH CON «BOBBY» FISCHER

En la revista semanal «64», editada en Moscú bajo la dirección del ex campeón mundial, Tigran Petrosian, aparece en su número 40/1972, un interesantísimo artículo de Boris Spassky, en el que analiza el desarrollo de su match con «Bobby» Fischer, en el que éste le arrebató el máximo título.

El interés despertado por el llamado «match del siglo», al que dedicamos especial atención en estas páginas, y ante la imposibilidad de entrevistar a Spassky, ya que, contra lo que se esperaba y había sido anunciado, no participará en el próximo gran Torneo de Palma, nos mueve a recoger el artículo del ex campeón del mundo, como brillante colofón a las noticias que ofrecimos a lo largo de su apasionante match con Fischer. Dice así:

Hace relativamente poco tiempo que ha terminado el match y debo todavía continuar el análisis de las partidas que, aunque ya lo he iniciado, aún prolongaré durante otro mes. Por lo tanto, debo limitarme a resaltar los aspectos más evidentes, pues todavía no es el momento para sacar conclusiones definitivas.

En la primera partida ambos adversarios estábamos nerviosos. Fischer capturó el PTR con su alfil, para «trastornar» el desarrollo normal de la lucha. Después, tuvo que luchar en busca del empate, que no logró obtener.

Fischer no se presentó a jugar la segunda partida y yo no gané «laureles» particularmente; gané el punto en litigio pero esto no me trajo suerte. Si Fischer hubiera jugado ese día, la apertura hubiera tenido, seguramente, un desarrollo análogo al de la cuarta partida. Pero yo jugué ésta en una situación particular, pues en la tercera había vivido acontecimientos que influyeron negativamente en mi juego.

El cambio de sala fue un error

Antes de iniciarse la tercera partida, yo di mi consentimiento para jugar en una sala cerrada, sin espectadores. Fui víctima de la ilusión de que quizá Fischer quería hacer abortar el match, y que, salvando este encuentro tan importante, podía esperar que la lucha continuaría con el espíritu de las tradiciones puramente ajedrecistas. Antes de la

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partida, fui testigo involuntario del diálogo entre Fischer y el árbitro del match, el gran maestro L. Schmid. Yo no puedo insistir sobre este desagradable episodio, pero debo señalar que el maestro norteamericano se permitió expresiones de una gran libertad y que escucharlas fue muy desagradable.

Dar mi conformidad para esa injustificada petición del cambio de sala fue un gran error psicológico. Es sabido que el match fue precedido de largas peripecias, lo que gastó energías. Después de este error psicológico, comprendí que había interpretado erróneamente lo que había pasado y había, por así decirlo, olvidado toda mi línea de conducta correcta antes del comienzo del match. Por otro lado, tenía una influencia negativa: la conciencia de que, habiéndome beneficiado de un punto por incomparecencia de mi rival, yo estaba, en cierta forma, en deuda.

Al final de esta desafortunada partida, no respeté una regla que yo he seguido siempre rigurosamente: realicé sobre el tablero la jugada 41, en lugar de reflexionar y dejarla bajo sobre como «jugada secreta». De haber reflexionado, controlado como habitualmente lo hago, yo hubiera anotado 41. R1R, que me habría dado buenas posibilidades de tablas.

Las partidas, punto por punto

En la cuarta partida, los errores de R. Fischer en la apertura me ofrecieron la posibilidad de ganar. La partida era tensa, llena de posibilidades de lucha; en una palabra, interesante. Y he aquí que mi resistencia nerviosa se rompió. Se dirá que esta conclusión es prematura, que todo aquello está aún muy fresco. Para un juicio objetivo y definitivo hay que esperar todavía los análisis.

Las partidas quinta y sexta se caracterizaron por la manifestación en mi juego de ansiedad febril e impulsividad. Quizá la tensión nerviosa antes del match y durante las primeras partidas se hicieran sentir. Debo reconocer los méritos de R. Fischer: ganó bien la sexta, que es probablemente su mejor partida del match.

En la séptima, R. Fischer dejó escapar una posible victoria. En la octava, reflexionando casi una hora en la jugada 11, yo trataba de «descubrir América» y me encontré tan fatigado que cometí un gravísimo error poco después. No era necesario aspirar a la perfección total, sino contentarse con un juego seguro, técnico, como hizo Fischer.

Mirando las partidas, llego a la conclusión que yo tenía la «fiebre», que no era mi juego. Después de un tranquilo empate, en la novena, una lucha muy interesante se desarrolló en la décima, al final de la cual fallé en la consecución del empaté, después de haber tenido razones para luchar por la victoria.

Con una desventaja de tres puntos es muy difícil luchar con calma. Pero el carácter mismo de la derrota en la décima partida no me influenció de manera sensible. Me parecía que me adaptaba, que el combate estaba todavía ante mí...

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En la undécima partida, R. Fischer escogió su variante favorita con DxP, pero no se defendió de la mejor forma y yo conseguí ganar. Parecía que había habido un cambio; la segunda fase del match comenzaba.

El empate en la duodécima mantuvo la ventaja de dos puntos para Fischer y la importante decimotercera, fue difícil. Yo cometí un error en la apertura y tuve que sacrificar un peón, pero Fischer me dio contrajuego, aunque yo no exploté mis posibilidades del mejor modo. La ventaja pasó de nuevo a mi adversario, pero no jugó con precisión la fase antes del aplazamiento y la lucha fue aplazada en una situación muy aguda. El análisis demostraba que el resultado probable era el empate, pero yo había reflexionado largo tiempo la «jugada secreta» y me encontraba apurado de reloj, lo que también ocurrió a Fischer, que pensó más de una hora una jugada del final.

|Una de las partidas más intensas! Durante la continuación, tuve varias veces el empate. R. Fischer encontró la mejor posibilidad práctica y me «forzó» a equivocarme. La ventaja volvió a ser de tres puntos y la presión apareció nuevamente.

«Cometí un error sorprendente»

En la segunda fase del encuentro, yo jugué de una manera más mesurada, «sustancial», como se debe jugar en un match. Es curioso que hasta el final del duelo pensé que podía ganar.

Después de la partida decimotercera, abandoné el hotel y me instalé en una casa pequeña: en ese momento llegó mi mujer a Reyjavik. De la partida 14 a la 21, Fischer no fue el mismo. Puede ser que estimara que los tres puntos de ventaja le brindaban la posibilidad de jugar pasivamente. Un análisis profundo es necesario sobre este punto.

En la partida 15, Fischer quedó con un peón de menos en una posición inferior. Yo busqué el mejor camino, sin encontrarlo. Tengo la impresión de que dejé escapar oportunidades de ganar cada partida, a raíz del 14 juego; en la 18 y 20, las posibilidades eran evidentes. Parecía que hacía falta tan solo una jugada para abatir a mi adversario, pero, desgraciadamente, yo no era capaz de esfuerzos decisivos. Veía a mi rival casi vencido, pero me faltaba la energía nerviosa para realizar esfuerzos de concentración.

Pienso que la mejor partida del match, la más pura, fue la 19, defensa Alekhine.

En la 20 dejé escapar un triunfo fácil y después bajó mi tensión. En la 21 el empate no me convenía, desde el punto de vista aritmético, y lo evité varias veces; al final, tenía aun el empate, pero ya no representaba un papel importante tal resultado.

«Resultado deportivo convincente»

R. Fischer ha obtenido un resultado deportivo convincente. La calidad de su juego fue alta, especialmente en la primera fase del match. En la segunda, bajó. Yo no estoy satisfecho de mi juego: jamás cometí errores similares y en tal cantidad.

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La primera característica del núm. 1 Fischer es su alta técnica. En las aperturas, él busca constantemente la mejor jugada. En el medio juego distribuye sus fuerzas de un modo económico: no busca siempre la mejor jugada, pero no juega flojo. Su segunda particularidad es su inmensa energía, su potencial de trabajo durante la partida: él sabe luchar hasta el fin, «hasta el último soldado». Esta energía le permite mantener al adversario bajo tensión, planteándole problemas constantemente. Además, adivina el humor y la forma física de su rival.

«En los aperturas es más erudito que yo»

Desde el punto de vista de las aperturas, el match ha aportado ideas curiosas. Los matchs de 1966 y 1969 fueron menos interesantes en este sentido. El largo repertorio de aperturas de R. Fischer no ha representado una sorpresa. En las aperturas es más erudito que yo y esta táctica le ha sido favorable. Pero no ha conseguido ventajas en los planteos.

En el medio juego, la fase de paso al medio juego es, habitualmente, mi punto fuerte, pero al comienzo del match yo perdí esta arma tan importante. En lugar de la serenidad, fue la ansiedad la que se apoderó de mí, como ya he dicho.

Después de haber perdido el match no es muy conveniente decir que el adversario no ha introducido una nueva visión, una profundidad particular en el juego. Pero yo no he sentido una fuerza insuperable frente a mí. En este sentido, me acuerdo de mi derrota ante Petrosian en el match de 1966, en el que no pude atacar sus bastiones.

Este es el sereno juicio de Boris Spassky. En muchos aspectos, sus comentarios coinciden con los que realicé a lo largo del encuentro en estas columnas. Pero si los míos eran redactados solamente corno hipótesis, o impresiones críticas a la vista de las partidas, Spassky las confirma plenamente, con su personalísima y autorizada opinión, que se me antoja sincera y desapasionada

Román TORAN Maestro lnternacional